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Historia Constitucional
. "^ DE Venezuela
por
JOSÉ QIL FORTOÜL
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TOMO PRIMERO
LA COLONIA - LA INDEPENDENCIA
LA ORAN COLOMBIA
BERLÍN
CARL HfiYMANN, EDITOR
1907
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Historia Constitucional
DE Venezuela
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\
Obras de José gil fortoul.
Recuerdos de París. — Barcelona (España), Daniel Cortezo y Ca., 1887.
Julián. — Leipzig, Julius Klinkhardt, 1888.
Filosofía Constitucional. — París, Gamier Hermanos, 1890.
Filosofía Penal. — Bruselas, Alfred Vromant y Ca., 1891.
£1 Humo de mi pipa. — París, Gamier Hermanos, 1891.
La Esgrima Moderna. — Liverpool, Philip, Son and Nephew, 1892.
Idilio? — Liverpool, Philip, Son and Nephew, 1892.
Pasiones. — París, Gamier Hermanos, 1895.
El Hombre y la Historia. — París, Garnier Hermanos, 1896.
Historia Constitucional de Venezuela. — Tomo primero: — Lá Colonia —
La Independencia — La Gran Colombia. — Berlín, Cari Heymann, 1907.
EN PRENSA:
Historia Constitucional de Venezuela. — Tomo segundo: '— La Oli-
garquía Conservadora — La Oligarquía Liberal. — Tomo tercero: —
La Federación — La Autocracia. — Tomo cuarto: — El Eclecti-
cismo — La Restauración. — Tomo quinto: — Ojeada Retrospectiva —
Serie de Constituciones.
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DEDICATORIA.
Al General Cipriano Castro, Restaurador de
Venezuela, Presidente de la República.
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Historia Constitucional
DE Venezuela
por
JOSÉ Gil Fortoul
TOMO PRIMERO
LA COLONIA - LA INDEPENDENCIA
LA GRAN COLOMBIA
BERLÍN
CARL HEYMANN, EDITOR
1907
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THE NEW YORK I
PUBLIC LIBRARY
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ASTOR, LENOX AND
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— XI —
corregible en la diaria disputa política, resulta siempre un
método estéril en la serena averiguación histórica.
Veamos, pues, los esfuerzos que el pueblo venezolano
ha hecho por civilizarse; las auroras de paz que han son-
reído en su cíelo y las guerras que han desolado sus
campos; los ensayos de su industria y la varia suerte, ora
próspera, ya decaída, de la agricultura, de la cría y del
comercio; los proyectos de sus pensadores y los sueños
de sus artistas; los programas de sus caudillos, las de-
liberaciones de sus congresos, los procedimientos de sus
gobiernos, sus conflictos con el extranjero, sus tratados
internacionales; el ideal que ha animado sus leyes, el
espíritu <jue se encama en su historia. Y si al fin de esta
larga tarea no fuere el autor capaz de comprender todo
el pasado en una síntesis luminosa, — á la certidumbre
absoluta claro está que no aspira, porque ninguna obra
histórica puede ser definitiva, — acaso habrá siquiera pre-
sentado una guía imparcial para el más exacto estudio de
la evolución venezolana.
Berlín, mayo de 1906.
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PREFACIO.
NO existe ninguna Historia completa de Venezuela, ni
la presente sale á luz con la pretensión de serlo.
En primer lugar, sobre la población indígena que
conquistaron y destruyeron en su mayor parte los españoles,
no se ha escrito aún suficiente número de monografías cir-
cunstanciadas; y un simple resumen ó paráfrasis de las
descripciones y fantasías de los primeros cronistas, apenas
serviría solamente para aventurar una que otra conjetura
más ó menos ingeniosa. Luego, escribir historia "pre-
colombiana'\ como alguna vez se ha intentado, sin otra
base que la observación de los restos de indios puros que
vemos hoy en Guayana y en Goagira, vale tanto como re-
signarse, á sabiendas, á formular meras hipótesis; porque
estos indios no representan el estado y evolución social
de aquellas tribus relativamente superiores, y ya desapare-
cidas en su carácter de nación — caribes, cumanagotos, cara-
cas, teques, araguas, caquetíos, jirajaras, etc. — que cuando
llegaron los conquistadores parecían abocadas á la civiliza-
ción. De suerte que es forzoso todavía, en una obra his-
tórica, circunscribirse á indicar los puntos de estudio, mien-
tras se esclarecen con trabajos preparatorios de craneo-
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— VIII —
metría, en los cementerios genuínamente indígenas, y de
lingüística y cerámica comparada en todo el territorio.
En lo referente á la Colonia, á la Independencia y á
la Gran Colombia, tropezamos también á cada paso con la
dificultad de consultar y cotejar todos los documentos in-
dispensables; pues durante la guerra de emancipación, los
españoles destruyeron buena parte de los archivos venezo-
lanos, y otra la llevaron á la Península, á donde es pre-
ciso ir ahora en busca de datos. Ni son tampoco sufi-
cientes los archivos de España, sino que es necesario, para
resolver más de una cuestión importante, apelar á los de
Washington, Londres, París y el Vaticano. Y en lo to-
cante á la República venezolana, desde 1830, las frecuentes
guerras civiles acabaron asimismo con numerosos archivos ;
impidieron formar estadísticas, salvo en contados parén-
tesis, y hasta descabalaron las incipientes bibliotecas na-
cionales. De donde resulta que la historia de la Colonia
tiene aún largos períodos en blanco: la historia de la In-
dependencia y de Colombia se ha escrito desde el punto
de vista casi exclusivamente militar, y con parcial apasiona-
miento lo mismo por los españoles que por los ameri-
canos; y la historia de la República ha sido materia de
pocos libros, si interesantes siempre y en ocasiones real-
mente notables, desprovistos á menudo de aquel espíritu
filosófico que procura ahondar en las causas y motivos de
los sucesos humanos, descubrir las leyes de la evolución
nacional y trazarla como un todo, sin la preocupación de
sólo buscar argumentos á favor de un sistema de gobierno
ó de las miras de un partido político. — Tal vez contri-
buirá el presente libro á llenar alguno de esos vacíos.
Aun los entendimientos más sagaces se han dejado
fascinar por la tragedia de las revoluciones y discordias
civiles, en la que abundan acciones heroicas, enredos in-
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— IX —
trincados y pavorosas catástrofes, y ello hasta desdeñar las
otras manifestaciones de la existencia nacional. El más
ilustre de los historiadores patrios, ¡lustre por la belleza
clásica de su estilo, no vaciló en estampar esta máxima:
"los trabajos de la paz no dan materia á la historia; cesa
el interés que ésta inspira cuando no puede referir grandes
crímenes, sangrientas batallas, ó calamitosos sucesos^". No.
Yo buscaré inspiración en otras fuentes y caminaré por
otra senda. Me fijaré más en las obras de la inteligencia
y en los trabajos de la paz. En medio de los innumerables
combates hubo siempre hombres que pensasen, escribiesen,
hablasen y legislasen, y una parte del pueblo cultivó los
campos, abrió caminos, trasportó y exportó productos, con-
servó, en suma, los elementos constitutivos de la patria.
Es verdad que la obra de la inteligencia, recogida en leyes,
escritos y discursos, fué á menudo archivada en olvidadas
bibliotecas; pero allí perduró como foco de una aspira-
ción constante á la paz y al progreso. Es cierto que
la riqueza acumulada en los paréntesis de sosiego, se dis-
persó y malgastó frecuentemente en mantener ejércitos y
en librar batallas fratricidas; pero nunca desapareció, con
la riqueza material, el empeño tenaz de los buenos ciuda-
danos en mejorar las condiciones sociales. Leyes y tra-
bajo fueron al cabo los depositarios de la tradición civili-
zadora.
El título de esta obra indica ya que no se trata de
escribir una historia completa. Propónese su autor un fin
especial, y diferente del que han perseguido hasta ahora
los historiadores nacionales. Dará lugar muy amplio al
examen de las leyes fundamentales, porque resumen en
cada período, ora el sistema con que una raza conquista-
1. Rafael María Barait, Resumen de la Historia de Venezuela, t. III,
P. 131. Edición de 1887.
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— X —
dora domina y pretende civilizar á otra raza relativamente
inferior, como sucedió en los tiempos de la Colonia, ó bien,
como en las distintas épocas de la República, ora el con-
cepto gubernativo de la oligarquía reinante, en ocasiones
la aspiración popular, ora la voluntad soberana de los cau-
dillos autocráticos; de suerte que, aun violadas con fre-
cuencia y aun no practicadas en su integridad, tienen
siempre esas leyes una importancia capital, supuesto que
reflejan el verdadero estado de un pueblo ó el criterio de
quienes lo dirigen, mucho más cuando se consideran con-
juntamente el estado social y la forma de su constitución,
cual si fuesen un organismo en perpetuo movimiento y
desarrollo.
Deseo, por otra parte, que la presente Historia re-
sulte más útil que atractiva; y por ésto, procuro multi-
plicar citas y extractos de los documentos más notables
de cada época, á fin de que el lector pueda formar juicio
propio de los sucesos y de los hombres. No me alargaré
en descripciones de campañas y combates, porque sin
negar su importancia en sí, ni la que tienen para los
especialistas militares, creo que habrá hoy mayor prevecho
en recorrer el campo apenas explorado de la evolución
legislativa, intelectual y económica. Y al reseñar la con-
tienda de los partidos y sus procedimientos, quisiera ha-
cerlo desde el punto de vista puramente filosófico, para
descubrir y enaltecer la obra patriótica y fecunda que cada
uno haya intentado ó realizado. Señalar errores pasados
y presentes, injusticias, aberraciones, crímenes, accesos de
locura individual ó colectiva, es tarea aunque ingrata in-
dispensable, porque todo eso aparece también é influye en
la evolución de todo pueblo; pero abrir tribunales de jus-
ticia para pronunciar alegatos y dictar sentencias, apasio-
nados los unos y las otras, si es costumbre tal vez in-
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Libro primero
LA COLONIA.
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Capitulo I.
Los conquistadores.
Sumario. Cómo recibieron los indios á los descubridores de
América — Motivos de la cpnquista — Colón y sus compañeros —
Destino de la raza americana — Conquista de Cubagua y primeras
entradas á la Tierra Firme — Provincia de "Venezuela" — Fun-
dación de Santa Ana de Coro — Capitulación de los Welser —
Conquistadores alemanes y españoles — Fin trágico del gobierno
de los Welser — Fundación del Tocuyo, centro de expediciones —
Cómo se tomaba posesión de las tierras descubiertas — Conquista
de los valles de Caracas y Aragua — Desde Fajardo hasta Losada
y Garcí-González — Conquista de la Nueva Andalucía — Conquista
de Guayana — Los descendientes de los conquistadores — España
y sus colonias.
Refiere Fray Bartolomé de las Casas, que cuando Cristóbal
Colón desembarcó en la isla de Guanahaní (12 de octubre de 1492)
y tomó . posesión de aquella tierra "por el Rey é por la' Reina sus
señores ^\ "los indios que estaban presentes, que eran gran número,
á todos estos actos estaban atónitos mirando los cristianos: .... pará-
banse á mirar los cristianos á los indios, no menos maravillados
que los indios dellos, cuanta fuese su mansedumbre, simplicidad y
confianza de gente que nunca cognoscieron, y que por su apariencia,
como sea feroz, pudieran temer y huir dellos; cómo andaban entre
ellos y á ellos se allegaban con tanta familiaridad y sin tan temor
y sospecha, como si fueran padres y hijos: .... trujeron luego á los
cristianos de las cosas de comer, de su pan y pescado, y de su
agua, y algodón hilado, y papagallos verdes muy graciosos, y otras
cosas de las que tenían: .... traían en las narices unos pedacitos
de oro; preguntóles el -Almirante por señas donde había de aquello,
respondían, no con la boca sino con las manos, porque las manos
servían aquí de lengua, según lo que se podía entender, que yendo
al Sur 6 volviendo la isla por el Sur, que estaba, diz que, allí un
Rey que tenia muchos vasos de oro".
Fort o ul. Historia Constitucional. 1
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— 2 —
Se determinó Colón á ir allá, y sacar de esas tierras "pro-
vecho y rentas para los Reyes, temiendo siempre que tan grande
negociación se le había al mejor tiempo de estorbar, porque via
que si los Reyes se hartaban ó enojaban de gastar, no la habían
de llevar al cabo" ....No podía en verdad justificar de otro modo
el Almirante su temeraria empresa, ni esperar que siguiera España
protegiéndole, si de los nuevos descubrimientos no resultaban pro-
vecho y rentas para sus reyes y vasallos; pero — añade cando-
rosamente Las Casas — "no teniendo tanta perspicacidad y provi-
dencia de los males que podían suceder, como sucedieron, por
excusación de los cuales s€ debiera de arriesgar toda la prosecución
y conservación del negocio, y andar poco á poco, temiendo más de
lo que se debía temer la pérdida temporal, ignorando también lo
que no debiera ignorar concerniente al derecho divino y natural,
y recto juicio de razón, introdujo y comenzó á sentar tales prin-
cipios, y sembró tales simientes, que se originó y creció dellas tan
mortífera y pestilencial hierba, y que produjo de sí tan profundas
raíces, que ha sido bastante para destruir y asolar todas estas
Indias, sin que poder humano haya bastado á tan sumos é irre-
parables daños impedir ó atajar. Yo no dudo que si el Almirante
creyera que había de suceder tan perniciosa jactura como sucedió,
y supiera tanto de las conclusiones primeras y segundas del derecho
natural y divino, como supo de cosmografía y de otras doctrinas
humanas, que nunca él osara introducir ni principiar cosa que había
de acarrear tan calamitosos daños, porque nadie podrá negar él ser
hombre bueno y cristiano . . , .^".
Vense señaladas en este admirable trozo de Las Casas la fuerza
inicial y las consecuencias inevitables de la conquista de América.
Si la gloria del descubrimiento hubiera quizás bastado á satis-
facer el alma de Colón, en cambio sus compañeros esperaban y sus
sucesores debían buscar un resultado más conforme con* los pro-
pósitos y el ideal de su tiempo. Los pedacitos de oro de los in-
dios de Guanahaní determinaron á la vez la aventura triunfal de
los conquistadores y el destino de la raza americana. Ni peligros,
ni obstáculos, ni actos vedados por la religión ó la moral, habían
de contener á aquéllos, hasta hallar las prodigiosas riquezas que
sospechaban en las regiones desconocidas. Mientras existiera oro,
ó esperanza de descubrirlo, no podía tener otro objeto la conquista;
y los indios, ora se sometiesen de buen grado, ora resistiesen á los
nvasores, habían de correr necesariamente la misma suerte des-
1. Historia de las Indias, lib. I, cap. XL y XLI.
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— 3 —
graciada. A los mansos y hospitalarios les esperaba el despojo y
la opre^n; los guerreros iban á pagar con la vida la inferioridad
de sus armas.
El espíritu magnánimo de Isabel la Católica procuró desde
el principio poner á los indios bajo la protección de leyes generosas ;
pero no era fácil que leyes dictadas en España encontraran en
América quien las aplicase ni respetase. No era tampoco verosímil
que el alma compasiva de Las Casas hallara muchos imitadores en
la especie de hombres que en los primeros tiempos dejaron su
patria para buscar en América gloria y fortuna,
Comme un vol de gerfauts hors du charníer natal,
Fatigues de porter leurs miséres hautaines,
De Palos de Moguer, routiers et capitaines
Partaient, ivres d'un réve hérolque et brutal.^
Por largos años habían de ser las Indias, como dijo Cervantes
exagerando apenas, "refugio y amparo de los desesperados de
España, iglesia de los alzados, salvo conducto de los homicidas, pala
y cubierta de los jugadores, añagaza general de mujeres libres,
engaño común de muchos y remedio particular de pocos^". La
cultura española no empezó á echar raíces en el suelo conquistado
sino cuando, destruida la civilización indígena, donde la hubo, y
desaparecidas ó domadas las "naciones^' más belicosas, pudo otra
gente, que no la aventurera de la conquista, pedir á la tierra los
medios de subsistencia que no daba ya el oro de los templos sa-
queados, como en el Perú, el oro de los indios engañados ó ven-
cidos, como en las regiones de Venezuela. Aquí no hallaron los
españoles grandes ciudades ni immensas riquezas. La fábula de El
Dorado, el mito de la áurea Manoa con que los naturales los fasci-
naron, no sirvió más que para lanzarles en expediciones desgraciadas
ó inútiles. Ni encontraron tampoco aquí los conquistadores, un
gobierno nacional cuyo reemplazo les hubiera librado en seguida
todo el territorio: tuvieron que dispersar sus fuerzas para guerrear
con innumerables tribus que obedecían cada una á su rey ó cacique.
Lo cual, con diversas circunstancias que se apuntarán después,
explica por qué la conquista y colonización de Venezuela fué menos
rápida que la de otras partes de América.
Colón en su tercer viaje, 1498, pasó por las bocas del Orinoco
y golfo de Paria, costeando la tierra firme que, según creyeron sus
compañeros entender de los indios, se llamaba de Maracapana. ^ Al
l.'José María de Heredia, Les Conquérants.
2. Cervantes, £1 celoso estremeflo.
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— 4 —
año siguiente los descubridores Alonso de Ojeda, Pedro Alonso Niño
y Luis y Cristóbal Guerra, recogen gran cantidad de perlas en aguas
de las islas de Margarita y Cubagua; lo que decide en 1500 á los
habitantes de la Española (Santo Domingo) á fundar en Cubagua
una colonia, — primer establecimiento español en Venezuela. La
historia de esta colonia es breve. Comienza con la abundancia de
perlas, tanta, que en los primeros años el quinto correspondiente al
rey no bajaba de quince mil ducados: varianla escenas de salvajismo
con motivo de las expediciones de los colonos á Tierra Firme, á
buscar agua, que no había en la isla, y á cautivar indios para el
buceo: acaba con la disminución del producto de la pesca, en el que
pronto rivalizan y subrepujan á Cubagua las islas de Coche y Mar-
garita. En vano por el año de 1523 pasa aquella aldea á la cate-
goría de ciudad, con el nombre de Nueva Cádiz. En vano los neo-
gaditanos hacen ostentación de valor y fuerzas militares cuando en
1528 los atacan, sin mucho empuje y ningún éxito, unos filibusteros
franceses. Sucédense años de decadencia hasta el de 1543, en el
que un vendabal arrasa la ciudad, y al cabo de poco tiempo queda
despoblada. De establecimientos permanentes, ó industriales ó mer-
cantiles, no tenían aún propósito ninguno los conquistadores.
La conquista de la provincia que se llamó primero '* Venezuela",
después '^ Caracas ", y que se extendía por el Norte desde un punto
indeterminado de la costa de Cumaná hasta el Cabo de la Vela,
empezó con las entradas que de las islas vecinas hacían los trafi-
cantes de indios esclavos^. A corregir los excesos de los indieros,
la Audiencia de Santo Domingo mandó al factor de real hacienda
Juan de Ampués ó Ampies; quien por 1527 desembarcó con sesenta
hombres en la costa de Coriana, territorio del cacique Manaure 6
Anaure, y fundó en seguida la ciudad de Santa Ana de Coro. Di6
pruebas Ampués, en su trato con los indios, de cierta dulzura y
buena fe que contrastan con los brutales procederes de los Ojeda y
Ocampo; pero á poco volvió España á su tradicional sistema de con-
quista.
En 1528, por capitulación del 27 de marzo, el emperador
Carlos V da "licencia y facultad" á los alemanes Enrique Ehinger
y Jerónimo Sayler para que por sí, ó en su defecto Ambrosio y
Jorge Ehinger, hermanos de Enrique, puedan " descubrir y con-
quistar y poblar" las tierras de la costa comprendida entre el Cabo
de la Vela (límite de la gobernación de Santa Marta) y Maracapana,
1. £1' nombre de Venezuela, lo mismo que el de América, trae su origen de
los viajes de Amerígo Vespucci. Véase en el Apéndice, No. 1, el resumen de la
controversia histórica sobre los viajes y relaciones del navegador florentino.
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— 5 —
*^con todas las yslas que están en la dha. costa, e^eptadas las que
están encomendadas y tiene á su cargo el f ator Joan de Ampués ^\ A
23 de octubre del propio año los beneficiarios delegan todos sus
poderes á Ambrosio Ehinger, que se encontraba ya en la Española
como factor de los Welser, banqueros de Augsburgo^. La mencio-
nada capitulación estípula: que los alemanes, en el plazo de dos
años, fundarán dos poblaciones de al menos 300 hombre» cada una,
enrolarán 50 mineros alemanes para repartirlos en Tierra Firme
y en las islas, y construirán tres fortalezas. Se les acuerda: el 4%
de "todo el provecho de la conquista''; exención de los derechos
de almojarifazgo para los mantenimientos llevados de España, á con-
dición de no venderlos; doce leguas cuadradas de tierra para ex-
plotarla por propia cuenta; derecho de introducir de las islas
Española, San Juan y Cuba los caballos y otro ganado que quisieran;
exención del impuesto sobre la sal; no pagar al tesoro, durante los
cuatro primeros años, más que el décimo del impuesto sobre el
pruducto de minas, (gracia que se aumentó en 1531 á diez años);
sacar de los arsenales de Sevilla todo lo necesario para equiparse;
autorización para esclavizar á los indios rebeldes, conformándose en
ésto á las leyes y pagando el quinto al rey. Se concede además:
al que cumpla la capitulación, el cargo de Gobernador y Capitán
General de las tierras conquistadas " para todos los dias de su vida",
con paga anual de 300,000 maravedises; á Ehinger y Sayler el título
hereditario de Alguazil mayor de S. M., y el de Adelantado, también
hereditario, á uno de los dos, designado por ellos mismos. En 1530,
Ehinger y Sayler solicitan del emperador Carlos V que sus .derechos
en la provincia de Venezuela pasen á Antonio y Bartolomé Welser,
lo que se acuerda en 1531 por otra capitulación que no difiere de
la anterior. 2
Desde febrero de 1529 estaban ya en Coro Alfinger y Bartolomé
Sayler, hermano de Jerónimo, con 780 hombres, — alemanes,
españoles, portugueses y algunos negros de Nueva Guinea. Alfinger
se encargó en seguida del Gobierno, y Ampués se retiró á su pri-
1. Los espafioles llamaban á Ambrosio £1 Eínguer ó £1 Inguer ó Dalfínguer
ó Alfinger, imitando en la última silaba la pronunciación alemana. La ortografía
tradicional es Alfinger, y parece preferible conservarla, aunque sin olvidar su origen.
2. Archivo general de Indias, Sevilla, £st. 1, caj. 1, leg. y%1f ramo 12: Des-
cubrimientos, descripciones y poblaciones tocantes al nuevo Reino de Granada, aftos
de 1526 á 1591. — Julio Humbert, L'Occupation allemande du Venezuela
tu XVIesiécle, p. 13. Burdeos y París, 1905. — Fray Pedro Simón, Noticias
historiales de la conquista de Tierra Firme, noticia 2^, cap. II. — Los
Welser tenían altas influencias, hasta por circunstancias de familia: una hija de
Bartolomé, Filipina, se casó secretamente con el archiduque Femando, hijo del rey
Femando de Bohemia, sobrino de Carlos V.
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— 6 —
mitíva gobernación de las islas de Oruba, Curazao y Bonaire, no
sin protestar agriamente contra su inmerecida desgracia.
En los siguientes años, los Gobernadores alemanes, junto con
numerosos conquistadores españoles, entre los cuales se distinguen
Sancho Briceño y Juan de Villegas, se lanzan tierra adentro á lejanas
expediciones que parecen hoy odiseas legendarias; sin preocuparse
casi nunca- de leyes ú órdenes de España, ni de cumplir las cláusulas
de su capitulación, empeñados como estaban en incesantes guerras
con los indios y envueltos en perpetuas intrigas y disputas perso-
nales. Dos sucesos, entre muchos semejantes,' darán idea de las
aventuras con que tropezaban á cada paso los conquistadores. El
primer acto de canibalismo que registran las crónicas venezolanas
fué obra de estos alemanes y españoles. En el curso de su segunda
expedición, hallándose Alfinger por las orillas del rio Magdalena,
decidió remitir á Coro la cantidad de oro que había recogido,
calculada en 30000 pesos, y la confió á veinticuatro hombres man-
dados por na capitán Bascona, Vasconia ó Vascoña. Extraviáronse
á poco y acabados los bastimentos que llevaban, ya medio muertos
de hambre enterraron el oro al pie de un árbol para volver á
buscarlo en lyejor ocasión. Mas, "como sus fuerzas del todo les
iban faltando, acordaron, y de hecho lo hicieron, de ir matando de
los pocos indios é indias que les habían quedado de servicio é
írselos comiendo cada dia el suyo ... sin dejar cosa de ellos, tripas
ni lo demás, porque nada les sabía mal; y aim sucedió que matando
el postrer indio, y arrojando cuando lo hacían cuartos el miembro
genital . . . era tanta la hambre rabiosa de un soldado llamado
Francisco Martín (relator del suceso) que como perro arremetió y
lo cogió y se lo engulló crudo diciendo: pues ésto arrojáis en estas
ocasiones? . . .^' Dividiéronse luego unos de otros por temor de que
el hambre los obligara á matarse entre sí. Cuatro que partieron
juntos encontraron unos indios que les socorrieron con maíz y
raíces; pero pareciéndoles poco cayeron sobre ellos, mataron á uno
y tostaron la carne para que les sirviese de viático i. Léase otra
aventura. Huyendo los indios de la laguna Tamalameque, se
refugiaron en unas islas con todas sus canoas para evitar que los
españoles los siguiesen: como éstos "desde la tierra firme alcanzasen
á ver que los indios, fiados en la dificultad de estar de por medio
la laguna, andaban en cuadrillas sin recato alguno por las playas de
1. Fray Pedro Simón, op. cit., noticia 2», cap. V y VI. — Juan de
Castellanos, Elegías de varones ilustres deludías, segunda parte, elegía 1 a^
canto II. — Oviedo y Baflos (que copia á menudo á los anteriores), Historia de
la conquista y problación de la provincia de Venezuela, lib. I, cap. VII.
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— 7 —
las islas vecinas, adornados de chagualas y orejeras de oro; incitados
de la presa que apetecía su desmedida codicia, hallándose sin
embarcaciones en que pasar á lograrla, Juan de Villegas, Virgilio
García, Alonso de Campos, Hernán Pérez de la Muela y otros
veintiséis se arrojaron á la laguna montados en sus caballos, que,
gobernados del freno y animados del batir del acicate, atravesaron
nadando hasta llegar á las islas, de cuya resolución inopinada
atemorizados los bárbaros, sin que les quedase aliento para levantar
las armas ni para calar las flechas, irnos fueron destrozo miserable
de las lanzas, y otros fatal estrago de su misma confusión, pues
atrepellándose unos á otros por ocurrir á las canoas para escapar
presurosos, anegándose en las ondas se encontraban con la muerte
donde buscaban la vida^".
El guerrear sin tregua, la visión constante del peligro y la
muerte, la tenaz esperanza de El Dorado que se desvanecía todas
las tardes en el horizonte de ignoradas soledades, las vigilias én
campamentos insalubres, la ausencia de mujeres de la propria raza,
que hubieran tal vez endulzado el temple de aquellas ásperas almas,
donde con el valor heroico habitaban la codicia y el despecho, la
ira y la venganza, — apenas tenían más distración que efímeros
sensuales amoríos con alguna india cautiva ó el cuento picaresco
referido en noches de descanso por algún soldado poeta. El con-
quistador Castellanos, que puso en verso las crónicas de Cubagua,
Venezuela, Cabo de la Vela y nuevo Reino de Granada, cuenta con
gracia andaluza la donosa maña que cierta india inventara en tierras
de Maracaibo para librarse del amor de un portugués.
Era india bozal, mas bien dispuesta;
Y el portugués, que mucho la quería,
Con deseo de vella más honesta
Vistióle una camisa que tenia.
Hizola baptizar, y con gran fiesta
Debió celebrar bodas aquel día:
Que en entradas vergüenza se descarga
Para poder correr á rienda larga.
Estaban en zavana de buen trecho,
Y llegada la noche muy oscura,
£1 portugués juntóla con su pecho
Para poder tenella más segura.
Ambos dormían en pendiente lecho.
Según uso de aquella cojruntura;
Fingió la india con intento vario
Ir á hacer negocio necesario.
1. Oviedo y Bafíos, op. cit., 1. 1, p. 49.
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— 8 —
Levantóse del lusitano lado,
Y sentóse no lejos del, que estaba
Los ojos en la india con cuidado
De ver si más á lejos se mudaba:
Siendo de su mirar asegurado
Viendo que la camisa blanqueba,
La india luego que la tierra pisa
Quitóse prestamente la camisa.
Y al punto la colgó de cierta rama,
Por cebo de la vana confianza;
Aprestó luego más veloz que gama
Con el traje que fué de su crianza:
£1 pensaba lo blanco ser la dama;
Bfas pareciendo mal tanta tardanza,
Le decía: "Ven ya, niña Tereya,
A os brazos do galán que te deseya** ....
Viendo no responder, tomó consejo
De levantarse con ardiente brfc>,
Diciendo: ** Cuidas tú, que naon te veyo?
Véyote muito bein per o atavío".
.Echóle mano, mas halló el pellejo
De la querida carne ya vacío:
Tomóse pues con sola la camisa,
Y más lleno de lloro que de risa^.
Alfinger, no bien llegó á Coro (febrero, 1529) marchó á ex-
plorar el lago de Coquibacoa, en cuyas orillas fundó un pueblo ó
ranchería de cincuenta á sesenta españoles, dándole el nombre indí-
gena de Maracaibo. Regresó á los ocho meses con sólo siete mil
pesos de oro de " chaf aloina", ó baja ley, y se encontró en Coro
con Nicolás Federmann y Hans Seissenhoffer (llamado por los es-
pañoles Juan el alemán), agentes ambos de los Welser. Al primero
le entregó Alfinger el gobierno y pasó á Santo Domingo "á curar
de una enfermedad recia que traía de la entrada" (junio, 1530). En
setiembre sale Federmann con rumbo al Sur, acompañado de unos
cien blancos y otros tantos indios; descubre la provincia de Va-
riquecemeto (Barquisimeto) donde hubo, según un cronista, hasta tres
mil pesos de oro, y vuelve á Coro en marzo de 1531.^ Ya estaba
allí otra vez Alfinger, confirmado en su cargo de Gobernador:
1. Castellanos, Elegías, 2^ parte. Introducción.
2. Véase la Narración del primer viaje de Nicolás Federmann el mozo, natu-
ral de Ulm, publicada en Haguenau, 1557. Traducción francesa de Enrique Temaux,
París, 1837. — No es posible darse cuenta exacta del camino que siguiera Feder-
mann desde Barquisimeto: aun los historiadores alemanes andan discordes en sus
conjeturas.
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— 9 —
juzga que Federmann había extralimitado sus poderes; lo obliga á
embarcarse para España, y emprende su segunda expedición por
via del pueblo de Maracaibo hasta el territorio del Nuevo Reino
de Granada. Cuando volvía sobre sus pasos, al cabo de dos años,
murió en una pelea con los indios, entre Pamplona y Cúcuta, en el
lugar que conserva el nombre de Miser Ambrosio.
Como sucesor de Alfinger fué nombrado en España Feder*
mami (julio, 1533); mas hallándose éste y sus protectores los Welser
en litigio con los españoles de Coro, que se quejaban de ^^ muchos
agravios" de los alemanes, se convino (diciembre, 1534) en reem-
plazarlo con Jorge Hohermuth (de Spira). Sin embargo Feder-
mami, ó porque no recibiera notificación oficial del nuevo nombra-
miento, ó porque la confianza que en él tenían los Welser lo
autorizara para expedicionar de todos modos en Venezuela,
emprendió viaje, y á principios de 1535 se encontró en Coro con
Hohermuth. El interés de uno y otro no era propiamente la gober-
nación de una colonia que apenas existía de nombre: acordaron,
por tanto, repartirse la gente de Coro é irse cada cual por su
camino á descubrir tierras y buscar oro.
Federmann acompañado de Pedro de Limpias, marcha por
Maracaibo hasta el Cabo de la Vela: le cierran el paso expedicio-
narios de la gobernación de Santa Marta: vuelve atrás, se interna
por Maracaibo, Carora, Barquisimeto, los llanos hasta el Meta;
traspasa los Andes y llega á la altiplanicie de Bogotá. Aquí una
escena épica. Encuéntranse inesperadamente tres expediciones: la de
Federmann, que sólo por el Libertador Bolívar será imitada cerca de
trescientos años más tarde; la de Gonzalo Jiménez de Quesada,
que venía de la costa de Santa Marta, y la de Benalcazar que
llegaba de Quito. Mídase la audacia de aquellos conquistadores
reflexionando que hoy, á principios del siglo XX, no existen
todavía verdaderos caminos en tan dilatadas regiones. Por mi-
lagro no degeneró en matanza su disputa: convinieron en pasar
á España á defender cada cual sus pretensiones ante el Con-
sejo de Indias (1539). Gana Quesada; Benalcazar se somete;
Federmann sigue en inútiles instancias hasta que muere en Madrid
en 1542.
Entre tanto, el Gobernador Hohermuth y Felipe de Hutten,
con 361 hombres y 80 caballos, habían salido de Coro (mayo, 1535)
á buscar El Dorado, tomando la via de Barquisimeto, Portuguesa y
Barinas. En enero del año siguiente estaban por las orillas del
Apure, en abril por las del Arauca, en agosto por las del Meta.
Ya no eran más que 184. En vano intentan subir los Andes como
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Federmann. Al cabo de tres años justos regresan á Coro. Ya no
eran más que 86 de á pie y 24 de á caballo.
En Coro, los empleados y colonos españoles seguían que-
jándose de los alemanes. Alegaban que les vendían á precios exce«
sivos la sal, las armas y todo género de mercancías. Decían, por
ejemplo; un caballo, que "comunmente sue¡,e valer en la isla Els-
pañola veinte y veinte y cinco pesos de buen oro, lo venden y han
vendido los alemanes por trescientos ó cuatrocientos pesos de buen
oro". Para averiguar el fundamento de semejantes quejas la Au-
diencia de Santo Domingo manda de juez de residencia á un Dr.
Navarro (1536), quien suspende y declara culpable á Hohermuth, no
bien regresa de su expedición. Pero Navarro, que se había apre-
surado á tomarse de juez en conquistador, comete abusos más
escandalosos todavía, á tal extremo que los vecinos y el cabildo
piden unánimemente su retiro. En 1540, llamado Navarro por la
Audiencia y muerto Hohermuth, se encarga provisionalmente del
Gobierno el obispo Rodrigo de Bastidas hasta que se posesiona el
nuevo Gobernador Felipe de Hutten.
Soñaba aún Hutten, á pesar de su reciente y desgraciada ex-
pedición, con el mito de El Dorado. A descubrirlo parte en agosto
de 1541, con Pedro de Limpias, Bartolomé Welser, Sebastián de
Amescua, Martín de Arteaga, el Padre Fructos y unos 150 soldados.
Siguen el mismo camino que Federmann hasta el rio Guaviare; con
menos fortuna. Al cabo de cuatro años y medio se repliegan por
los llanos y Barquisimeto al Tocuyo, para caer en manos del
Gobernador intruso Juan de Carvajal .... Léanse en el sabroso
estilo de los \dejos cronistas los lances, aventuras y heroicidades
inauditas de estos duros conquistadores, que fascinados por un
áureo espejismo, no temieron nunca á la naturaleza enemiga, ni á
las fieras, ni á los hombres.
Nombrado juez de residencia el Licenciado Juan de Frías,
fiscal que era de la Audiencia de Santo Domingo, llega á Coro por
octubre de 1544, y el año siguiente condena á los Welser á perder
el gobierno de la provincia y á devolverle al tesoro 30000 pesos
oro. Hubieran, sin embargo, los influyentes banqueros de Augs-
burgo desdeñado tal vez semejante sentencia, si otra desgracia mayor
no se les estuviese ya preparando en el occidente de la provincia.
Frias partió para Magarita y Cubagua á instruir otros juicios, cuando
llegó á Coro de Gobernador interino, con papeles ó auténticos ó
falsificados, Juan de Carvajal, quien allegó hasta doscientos hombres
y emprendió entrada al Sur llevándose de teniente á Juan de Ville-
gas. A 7 de diciembre de 1545 fundan con Diego de Losada y
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— 11 —
Diego Ruiz de Vallejo la ciudad de Nuestra Señora de k Concep-
ción del Tocuyo. Y como retomase por allí la última desgraciada
'expedición á El Dorado, resuelto Carvajal á alzarse á toda costa
con el Gobierno, asesinó á Felipe de Hutten, Bartolomé Welser,
Diego Romero y Gregorio de Placencia (1546). Al año siguiente,
el Gobernador interino y juez de residencia Licenciado D. Juan
Pérez de Tolosa, somete á juicio á Carvajal y lo condena á ser
arrastrado "á la cola de un rocín" y ahorcado á la rama de un
ári)ol, que conservó por largos años el nombre de "ceiba de
Carvajal".
Con la tragedia del Tocuyo terminó de hecho la dominación
de los Welser; pues si bien continuaron durante nueve años haciendo
instancias en la corte para que se les renovasen sus privilegios, al
fin se decidió, el 13 de abril de 1556, que no tenían ya derecho á
nombrar Gobernador, por no haber cumplido todas las cláusulas de
su capitulación.
A poco de fundada, la ciudad del Tocuyo se convierte en
centro de expediciones y adquiere en seguida, hasta la fundación
de Caracas, tanta importancia como Santa Ana de Coro. Tolosa
encontró allí unos 215 hombres, con 100 caballos, 200 yeguas^
300 vacas de vientre, 500 ovejas y algunos cerdos \ Un vecina
del Tocuyo, Cristóbal Rodríguez, lleva el primer ganado vacuno á
los llanos del Sudoeste (1548). En la propria ciudad se establecieron
telares: en sus contomos se cultivó arroz, y trigo en tal abundancia,
que se expedía harina á Maracaibo, á Coro, á la Isla Española y
á Cartagena de Indias^.
A fines de 1546, Tolosa reparte su gente en varias entradas.
Una de ellas, al mando del incansable Juan de Villegas, se interna
por regiones todavía inexploradas y el 24 de diciembre de 1547
toma posesión de la laguna de Tacarigua, con todo el aparato que
se usaba entonces. El escribano de la entrada, Francisco de San
Juan, describe así: "Llegó (Villegas) á la ribera de la laguna, y
cogió agua della, y con una espada cortó ramas, y se paseó por la
dicha ribera de la dicha laguna, y por otras partes, y se mandó
poner y se puso junto á la dicha laguna una cruz de madera hin-
cada en el suelo; lo cual todo dijo que hacía é hizo en señal de
posesión, la cual tomó quieta y pacíficamente, sin contradicción de
persona alguna que yo el dicho escribano viese ni oye^e; y de toda
ello como pasó el dicho señor teniente del Gobernador lo pidió por
testimonio, siendo presentes por testigos á lo susodicho el capitán
1. Carta del Licenciado Tolosa al rey, 15 de octubre de 1546.
2. Fray Pedro Simón, Noticias historiales, noticia 5», cap. XTV y XVUI.
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Luis de Narváez, é Per Alvarez, teniente de veedor de S. M. en la
dicha jomada, é Pablos Xuárez, alguacil mayor, é Juan Domínguez
Antillano, y Gonzalo de los Rios, y Sancho Briceño, y Juan de
Escalante, y otros muchos".
Proponíase Villegas hacer paz con los indios y explotar las
minas de oro de las tierras de Tacarigua y Caracas. No le pareció,
sin embargo, prudente establecerse lejos de la costa; y trasladando
á ésta su campamento, declaró en 24 de febrero de 1548 que fundaba
en el puerto de Burburuata una ciudad con el nombre de Nuestra
Señora de la Concepción, para que la habitasen sus campaneros y
otros que vinieran del Tocuyo^. Pero tuvo que aplazar su proyecto
con motivo de la enfermedad y muerte del Gobernador Tolosa.
Regresó al Tocuyo con toda su gente y tomó posesión del Gobierno,
como Capitán General (19 de marzo, 1549). De allí envió á
Burburuata al veedor Pedro Alvarez, quien dio principio á la pro-
yectada población, nombrándole regidores y alcaldes; mas en los
siguientes años, amenazados continuamente de piratas los vecinos,
cobraron miedo y abandonaron el puerto (1568). En 1551 funda
Villegas la ciudad de Nueva Segovia de Barquisimeto, y adelanta
en el proprío año á Damián del Barrio para que se posesione de la
vecina provincia de Nirva ó Nirgua, donde acababan de descubrirse
unas minas de oro que se llamaron de San Felipe de Buría.
Sucesivamente se fundaron allí, y desaparecieron, las ciudades de
las Palmas, Nirgua, Villarrica y Nueva Jerez; mientras dtiró la guerra
con los indios Jirajaras, "gente tan belicosa é indómita por la
fiereza de sus condiciones (dice el Padre Simón), que hoy se están
sin conquistar los pocos que han quedado". La actual ciudad de
Nirgua la fundó un siglo más tarde (1628) D. Juan de Meneses y
Padilla, dándole el nombre de Nuestra Señora de la Victoria del
Prado de Talavera.
A Villegas sucede el Gobernador Alonso Arias de Villacinda,
1554. Uno de sus capitanes, Alonso Diaz Moreno, funda en 1555 á
Valencia del Rey. Muerto Villacinda en Barquisimeto (1556), los
alcaldes del Tocuyo mandan á Diego García de Paredes, con setenta
infantes y una docena de caballos, á conquistar la provincia de los
Cm'cas. Aquí la guerra se prolonga al igual de lo que sucediera
en Nirgua, Paredes funda una aldea con el nombre de Trujillo^;
pero á poco sus vecinos tienen que abandonarla, echados por los
indios á quienes habían robado sus propiedades y mujeres. El
sucesor de Paredes, Francisco Ruiz, vuelve á fundar aldea con el
1. Cartas del Licenciado Tolosa. Archivo de Indias, Sevilla.
2. Era oriundo de Trujillo de Estremadura.
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— 13 —
nombre de Miravel. Destituido Ruiz y remplazado por el mismo
Paredes, reaparece el nombre de Trujillo. Sus vecinos cambian de
lugar tres veces, acosados siempre por los indios, hasta establecerse
en el sitio de la ciudad actual por el año de 1570. Mudábanse
fácilmente los conquistadores, porque las primeras casas que cons-
truían eran de simple bajareque atando las maderas con bejucos.
Sólo cuando el sitio les parecía seguro, después de aniquilar ó
esclavizar á los indígenas, se resolvían á levantar casas de tapias^
y teja.
Al Gobernador Villacinda suceden: Gutiérrez de la Peña, de
1557 á 1559; el Licenciado Pablo Collado, hasta 1562; el Licenciado
Bemáldez, juez pesquisidor mandado á seguir juicio contra aquél,
hasta 1563; Alonso Manzanedo, que muere en 1564; y otra vez
Bemáldez, hasta que llega en 1565 D. Pedro Ponce de León, que
gobierna cuatro años; Juan de Chaves, interino; Diego de Mazariego,.
1572; JuanTimentel, 1577; Luis de Rojas, 1582; Diego Osorio, 1587;
Gonzalo Pina Ludueña, 1599. Bajo estos Gobernadores, la población
española de la provincia de Venezuela se reparte en muchas aldeas,
que serán, mediado el siglo XVIII, los más notables centros mer-
cantiles. Sucesivamente aparecen: Mérida, fundada en 1558 con el
nombre de Santiago de los Caballeros por Juan Rodríguez Suárez;
San Cristóbal, 1561, por Juan de Maldonado; Caraballeda, 1568, por
Diego de Losada; Nueva Zamora (Maracaibo), 1571, por Alonso
Pacheco; San Juan Bautista del Portillo de Carora, 1572, por Juan
de Salamanca; el Espíritu Santo de la Grita, 1576, por Francisco de
tazares; Altamira de Cazares (Barinas), 1577, por Andrés Várela;
San Sebastián de los Reyes, 1584, por Sebastián Diaz de Alfaro;
la Guaira, 1589, por Diego Osorio; Pedraza, 1591, y Gibraltar, 1592,
por Gronzalo Pina Ludueña; el Espíritu Santo de Guanare, 1593, por
Juan Fernández de León; la Victoria, 1595, por Francisco Loreto.
La ciudad de Santiago de León de Caracas, futura capital de la
Capitanía General, la fundó el conquistador Diego de Losada; pero
el dia no se sabe, y el año es dudoso. La fecha de 1530 que da
el cronista Gil González, es evidentemente errónea, como observó.
Oviedo y Baños. La fecha generalmente aceptada es el 25 de julio
(dia de Santiago) de 1567 ó 68 1.
Promediando el siglo XVI, los españoles se dedican con pre-
ferencia á la conquista de los valles de Caracas y Aragua, cuyos
habitantes les opusieron la más tenaz y heroica resistencia. Prin-
cipió esta conquista el mestizo Francisco Fajardo, hijo de un español
1 . Según las averíguaciones del Sr. Manuel Landaeta Rosales : carta al autor^
Caracas, 2 de abril, 1901.
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— 14 —
del mismo nombre y de doña Isabel, nieta del cacique Charayma,
del valle de Maya en tierras de Caracas. Por abril de 1555 em-
prendió un viaje de exploración desde la isla de la Margarita, de
donde era vecino, acompañado de sus hermanos matemos Alonso y
Juan Carreño y un séquito de veinte indios en dos piraguas. Trató
de amistad en la Tierra Firme con los caciques Sacama, Nicoto,
Guaimacuare y Naiguatá, tío éste de doña Isabel. Vuelto á la
Margarita, emprendió otro viaje en 1557 con su madre, los dos
Carreños, Pedro Fernández, Martín de Jaén, Francisco de Cáceres,
el portugués Cortés Richo y cien indios guaiqueríes, vasallos de su
padre. Legó al [puerto de Píritu, donde reinaban sus amigos los
indios convertidos Alonso Coyegua y Juan Caballo, y con otros
cinco españgles que allí se le juntaron pasó á Sotavento á un sitio
llamado El Panecillo. Pero como no tenía aún autorización oficial
para conquistar ni poblar, resolvió dejar aquí su gente é irse al
Tocuyo, con solos dos compañeros españoles y unos pocos indios,
á solicitarla del Gobernador Gutiérrez de la Peña. Quien le dio
entonces título para que gobernase la costa desde Burburuata hasta
Maracapana, y poblase en ella.
Fajardo heredó de su padre español el heroísmo y la crueldad;
mas no de su madre india compasión alguna ni buena fe hacia su
propia raza. Empezó por fundar en el sitio del Panecillo una villa
que llamó El Rosario, y al punto se dio á guerrear con los subditos
de Paisana. Quiso éste entrar en tratos de paz con el conquistador,
y confiado en su palabra fué á su campo. Pérfidamente, [Fajardo
ahorcó al cacique. Lo que determinó la pronta venganza de Idf
indios: envenenaron á doña Isabel y obligaron á Fajardo á abandonar
El Rosario y escaparse á Margarita (1558). Al año siguiente vuelve
á la Tierra Firme; se interna hasta Valencia tratando de paz con
los caciques; recibe del Gobernador Collado, que estaba en el
Tocuyo, el nombramiento de teniente general y un refuerzo de
treinta soldados; pasa al valle del Guaire, dándole el nombre de San
Francisco (1560); baja á la costa á fundar en el puerto de Cara-
valleda la villa del Collado; regresa á San Francisco, y descubre
unas minas de oro en tierras de los indios Teques. Sabido lo cual
por el Gobernador, lo manda reemplazar con Pedro Miranda, de-
jándole sólo el cargo de justicia mayor del Collado. Comienza
Miranda á explotar las minas; pero atacado por el cacique Guaicai-
puro, las abandona y se retira á Burburuata. Ni halla mejor fortuna
su sucesor Juan Rodríguez Suárez. Ausente un dia de las minas,
cae Guaicaipuro sobre la gente que allí había y la sacrifica toda.
Al propio tiempo, el cacique Paramaconi, de la nación Taramaina,
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destruye la ranchería y un hato que dejara Fajardo en San
Francisco,
Por aquellos años (1561) llegó á Margarita Lope de Aguirre,
á quien las crónicas de la conquista llaman ^^ el tirano ^\ Venía desde
el Perú por vuelta del Amazonas, el océano y el mar de las Antillas,
después de dar muerte á su jefe Pedro Ursúa y haber cometido mil
crímenes. Contados son los cronistas que ponen algún toque de
nobleza en la negra pintura que todos hacen de Aguirre. Gonzalo
de Zúñiga dice que solía mostrarse caballeroso con las mujeres;
probablemente por influencia de su hija, " que era mestiza, que trujo
de Pirú, á la cual quería y tenía en mucho: nunca jamás se halló
hacer fuerza ni deshonra á ninguna, antes las tenía muy á recaudo
y siguras de ningún mal; y de sus honras tenía el tirano una cosa
por es tremo, que las que eran honradas mujeres las honraba mucho,
y á las malas las deshonraba y trataba muy mal". En Venezuela
parece que "el tirano" trató mal á todo el mundo. Su principio
era que las tierras de Indias le pertenecían lo mismo á él que al
rey, y no respetaba ni autoridades ni leyes. Saqueó la isla de
Margarita, mató al Gobernador Villandrando, á un alcalde, á un
regidor, al alguacil mayor, á dos señoras principales y á otros
españoles. De la isla pasó á Burburuata, luego á Valencia, y por
último á Barquisimeto , cuyos vecinos huyeron. Allí le atacaron
tropas enviadas del Tocuyo; sus compañeros le abandonaron pasán-
dole al campo real, y Aguirre, después de dar de puñaladas á su
mujer y á su hija, cayó en manos de Gutiérrez de la Peña y García
de Paredes, que lo hicieron cuartos sin forma de juicio .... En una
carta dirigida al rey desde Valencia, propónese Aguirre justificar
su rebelión y aventuras, pintándolas como protesta contra los excesos
que todos los oficiales de la corona cometían en América. Protesta
más que fundada. Sólo que este regenerador empleaba pro-
cedimientos demasiado sumarios. Léase un fragmento de su carta:
" Fué éste (Ursúa) mal Gobernador, perverso, ambicioso y miserable,
que no lo pudimos sufrir, y así, lo matamos con muerte cierta y
bien breve; luego á un mancebo caballero de Sevilla, que se llamaba
D. Femando de Guzmán, alzamos por nuestro rey y lo juramentamos
como á tu real persona, como parece por las firmas de todos aquellos
que nos hallamos: á mí me nombraron por su maestre de campo, y
porque no quise consentir en sus insultos y maldades, me quisieron
matar; yo maté al nuevo rey, al capitán de su guardia y teniente
general, á cuatro capitanes, á su mayordomo, á su capellán, clérigo
de misa, á una mujer, á un comendador de Rodas, á un almirante,
dos alféreces y á otros cinco ó seis criados suyos, y con intención
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de llevar la guerra adelante y morir en ella, por las muchas cruel-
dades que tus ministros usan con nosotros; de nuevo nombré capi-
tanes y sargentos, y me quisieron matar, y los ahorqué á todos."
¿Simple enajenación mental? Enajenados nos parecen hoy, cuaimas
cual menos, la mayoría de los conquistadores. En ellos y para ellos,
el placer de la aventura extraordinaria, la ambición de riquezas i-
nauditas, la costumbre de guerrear por guerrar (" anden las guerras
por donde anduvieren — escribía Aguirre — que para los hombres
se hicieron"); y al través de la matanza diaria, otra visión roja, —
la hoguera de la Inquisición, que todo español divisaba en su
horizonte, ó las llamas del infierno. Aguirre, que mata á sus jefes,
que jura no dejar con vida á ningún ministro del rey, que invectiva
al propio rey diciéndole: "van pocos reyes al cielo . . . sois peores
que Luzbel -.. vuestro gobierno es aire", no olvida nunca que es
católico rancio, y más que escribe reza: "El dia de hoy nos ha-
llamos los más bienaventurados de los nacidos, por estar, como
estamos, en estas partes de las Indias teniendo la fe y mandamientos
de Dios enteros, sin corrupción, y manteniendo todo lo que la
Iglesia romana predica; y pretendemos, aunque pecadores en la
vida, recibir martirio por los mandamientos de Dios".
El conquistador García de Paredes, el mismo que había ajus-
ticiado á Aguirre, volvía de España en 1563 con. el cargo de Gober-
nador y Capitán General de Popayán. Al pasar por Catia de la
mar, detúvose en la tierra del cacique Guanauguta, aliado de Guai-
caipuro, ó con el propósito, según refiere Oviedo, de ayudar á los
españoles del Tocuyo que andaban empeñados, sin éxito, en la
guerra con los Caracas, ó bien por reanudar, como refiere Caste-
llanos, cierta aventura amorosa con una dama principal de la vecina
villa del Collado. Allí perdió la vida, á manos de los indios que
se defendían, ó á mano de un español que se vengaba. Y acabaron
también en tragedia las aventuras del conquistador Fajardo. Derro-
tado por Guaicaipuro en San Francisco y en el Collado, volvió á
refugiarse en Margarita. Organizó una expedición de 130 hombres
para ir á conquistar en la costa de Cumaná; pero no bien desem-
barcó, el justicia mayor Alonso Cobos, que se veía destituido del
Gobierno, le prendió y mandó matar (1574). En sabiéndolo, vecinos
de Margarita fueron á Tierra Firme, prendieron á Cobos, lo llevaron
á la isla, y seguido el juicio, lo ahorcaron La extrañeza que
pudieran causar tan frecuentes disputas y asesinatos, disminuye sin
embargo cuando vemos que hoy, después de tres siglos de civiliza-
ción, los colonizadores pertenecientes á Jas naciones más cultas
cometen iguales atrocidades, [gastará recordar un episodio reciente,
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— 17 —
entre muchísimos otros. En julio de 1899, un coronel Klobb marcha
á tomar el mando de la expedición dirigida por un capitán Voulet
en el Sudán francés. Voulet le escribe: "Ciertamente habrá com-
prendido usted la infamia que comete conmigo viniendo así, im-
pulsado por ima ambición desenfrenada, á robarme el fruto de mis
esfuerzos; pero se equivoca usted si supone que aceptaré de buen
grado deshonl'a tal": y le advierte que conserva el mando de la
expedición; que dispone de seiscientos fusiles; que le tratará como
enemigo si continúa su marcha; que todos sus hombres están dis-
puestos á seguirle, y él resuelto á sacrificar su vida antes que sufrir
ia humillación que tiene orden de imponerle. Avanza Klobb, y
muere con otros de su séquito bajo las balas de Voulet — Exacta-
mente el mismo lenguaje y los mismos procedimientos de los
españoles del siglo XVI.
Procedía lentamente la conquista. Rodríguez Suárez y Luis de
Narváez, que suceden á Fajardo en el valle de San Francisco, suman
derrotas á derrotas. Lo que determina al Gobernador Ponce de
León á encomendar la empresa al célebre capitán D. Diego de
Losada. Sale éste del Tocuyo á principios de 1567, por via de
Barquisimeto, Villarica (Nirgua), Valencia y Burburuata. Acom-
páñanle los tres hijos del Gobernador, D. Francisco, D: Rodrigo y
D. Pedro. En Mariara pasa revista á su gente, que se compone de
150 soldados (20 de á caballo, 50 arcabuceros, 80 rodeleros), y 800
personas de servicio, muchas de ellas indios, con 200 bestias de carga,
4000 cameros y considerable número de ganado de cerda. Da su
primera batalla con buen éxito en el sitio de las Cocuizas; sigue á
donde los indios de Macarao, que le reciben en paz, próxima como
estaba la época de sus cosechas; camina á la derecha por los pueblos
del cacique Cuaricuao, y sale al Valle que se llamaba de Cortés,
por haberlo encomendado Fajardo á su compañero el portugués
Cortés Richo, y que Losada llama ahora de la Pascua porque allí
celebra pascua florida. El 3 de abril pone cuartel general en el valle
de San Francisco, donde funda luego la ciudad de Santiago de León
de Caracas nombrándole por regidores á Lope de Benavides, Bar-
tolomé de Almao, Martín Fernández de Antequera y Sancho del
Villar, quienes eligen por primeros alcaldes á Gonzalo de Osorio y
Francisco Infante.
Intentó Losada concluir tratados con los caciques comarcanos;
pero tantas veces los habían violado los primeros conquistadores,
que los indios perdieron para siempre toda confianza en la palabra
de los blancos; y ante la perspectiva de convertirse en esclavos,
prefirieron resistir hasta ser completamente exterminados como
Fortoul, Historia ConstitudonaL 2
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— 18 —
nación. Ya en 1568 se ligaron para la lucha á muerte y recono-
cieron por jefe supremo á Guaicaipuro, los caciques más no-
tables, de los cuales dejaron nombres famosos Naiguatá, Guai-
camacuto, Aramaipuro, Chacao, Baruta, Pamamacay, Paramaconi,
Chicuramay
A los pocos meses de encuentros nada decisivos resolvió
Losada acabar por cualquier medio con Guaicaipuro, que era el
héroe nacional y se gloriaba de haber vencido á Fajardo, á Miranda^
á Rodríguez Suárez y á Narváez. Le formó un proceso por
rebeldía (sic), libró mandamiento de prisión y encomendó su
ejecución al alcalde Francisco Infante acompañado de ochenta
soldados. Por sorpresa pusieron fuego á la casa donde se hallaba
Guaicaipuro. Murió el indio peleando, con veinticinco de los suyos.
Golpe el más terrible para la resistencia indígena. Al año siguiente
de 1569, se sometieron los indios Mariches, ó fingieron someterse
al repartimiento que de ellos hiciera Losada. Para prestar obe-
diencia á sus amos fueron muchos á Caracas. Mala la hubieron.
Pretextando el conquistador que aquellos venían á la ciudad con
propósito de traición, ordenó á los alcaldes que les siguiesen juicio,
del cual resultó la prisión de veintitrés caciques y su condena á
muerte. Para la ejecución los entregaron á otros indios de servicio^
que los martirizaron con bárbaro refinamiento de crueldad. Sólo
escapó con vida el cacique Chicuramay á quien voluntariamente
sustituyó en el suplicio, con una heroica mentira, un mancebo indio^
entonces oscuro y hoy inmortal, llamado Cuaricurián.
Losada repartió entre sus compañeros las tierras conquistadas
y les encomendó los indios; origen éste de las grandes riquezas
que poseyeron luego los señores principales de Caracas y Aragna.
Causa también de la desgracia del conquistador. Entre los descon-
tentos del reparto apareció como jefe el alcalde Francisco Infante,
quien acompañado del cura Baltasar García pasó á Barquisimeto á
quejarse ante el Gobernador Ponce de León. Creyó éste lo que le
dijeron, revocó los poderes de Losada, y nombró para reemplazarlo
á su hijo D. Francisco Ponce. El conquistador se retiró al Tocuya
y allí murió en 1569 ... De él dice Oviedo y Baños: "Fué
natural del reino de Galicia, caballero muy ilustre, hijo se-
gundo del señor de Rionegro, de gallarda disposición y amable
trato, muy reportado y medido en sus acciones, de una con-
versación muy amable y naturalmente cortesano". En el Tocuyo
existen todavía descendientes del conquistador, y á pesar de los
cruzamientos que durante más de tres siglos habrán bastardeado
la sangre de la familia, obsérvanse en algunos de ellos los.
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— 19 —
signos físicos de su noble casta: la tez rosada, el pelo rubio y los
ojos azules.
En el propio año de 69 murió en Barquisimeto el Grobemador
Ponce de León, dejando el Gobierno al mando de los alcaldes ordi-
narios, cada cual en svt distrito. Los de Caracas pusieron las armas
al mando de Garcí-González de Silva, quien llegaba de España con
su tio D. Pedro destinado á la conquista de El Dorado. Garcí-
González logró vencer en combate singular al cacique Paramaconi,
dejándolo por muerto en el campo; y cuenta un cronista, que curado
el indio, vivió siempre en paz y amistad con el español y se hos-
pedaba en su casa cuando iba á Caracas. Triunfó también de los
caciques de los Teques Conocoima y Sorocaima, no menos bravos
que su antecesor Guaicaipuro; y sometidos estos pueblos, y diez-
mados por una epidemia de viruelas, las pocas familias que que-
daron se fueron al Valle de la Pascua y á los .de Aragua. En 1574
Francisco Infante pacifica las naciones de los Quiriquires en los
valles del Tuy, y en 1583 Garcí-González rechaza definitivamente
en el Guárico á los Caribes, que desde el Orinoco hacían frecuentes
correrías hasta las vecindades de Valencia.
En Caracas sucédense como tenientes generales Bartolomé
García y Diego de Montes, hasta el año de 1577, en que fija allí
la capital de lá provincia D. Juan Pimentel. Con este Gobernador,
terminada la guerra de conquista, empieza lo que se pudiera llamar
régimen civil de la colonia. A Pimentel y á sus inmediatos suce-
sores. Rojas y Osorio, se les debe la iniciativa de cierto progreso
económico; si bien limitado y lento, porque la metrópoli apenas
ponía ojos en las necesidades de su colonia caraqueña, nada rica
en minas de oro.
La conquista de las provincias orientales fué análoga á la de
Caracas. Bastará indicar aquí los sucesos más importantes. Por
los años de 1513, tres frailes dominicos, — Fr. Francisco de Cór-
doba, Fr. Juan Garcés y Fr. Antonio Montesinos — , salen de la
isla Española á fundar un convento en tierras de Pírítu. A poco
los sacrificaron los indios, creyéndolos cómplices de una reciente
íelom'a con ellos cometida por los traficantes de esclavos i. No
tuvieron mejor éxito los franciscanos que en 1518 fundaron también
convento en el mismo sitio, ni tampoco los dominicos que estable-
cieron el de Santa Fe de Chichiribichi, adelantados por Bartolomé
de las Casas, que había obtenido de Carlos V una concesión de
1. Fr. Antonio Caulin, Historia corográfica, natural y evangélica
de Nueva Andalucía, provincias de Cumaná, Guayana y vertientes del
Orinoco. Biadrid, 1779.
2*
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— 20 —
tierras para llevar allí gente blanca y enseñar á los indios su cul-
tivo i. Fué éste el primer ensayo de verdadera colonización, — si
se le juzga teniendo en cuenta el espíritu humanitario y progresista
de su autor. Pero los indios, exasperados por los excesos del
siniestro Alonso de Ojeda, (no se le confutida con el descubridor
del mismo nombre que murió en 1515), se levantaron en masa á las
órdenes de sus caciques Gil González y Maragiiey, y por el mes de
octubre de 1521 mataron á Ojeda, á la mayoría de sus compañeros
y á casi todos los frailes y sirvientes de la incipiente colonia de
Las Casase. Esto dio pretexto á la expedición de Gonzalo de
Ocampo, que en el propio año salió de la Española á castigar, dicen
sus instrucciones, á los indios de las provincias de Cumaná, Santa
Fe, los Tageres y Maracapana. Su primera víctima fué el cacique
Gil González. Para acabar con los demás, le sucede á fines de
año Jácome Castellón. A éste se le debe la fundación, en 1523,
de Nueva Córdoba, futura Cumaná; la cual, sin embargo, no pasó
de miserable aldea durante medio siglo.
En 1569 sale de España D. Diego Fernández de Serpa, porta-
dor de una capitulación para gobernar y poblar las tierras de
" Cumaná, Guayana y Caura" que habían de intitularse " Gobernación
de la Nueva Andalucía" 3. Llegó á Tierra Firme el 13 de octubre,
acompañado de '^280 hombres de guerra y pobladores, casados
todos, con sus armas", y hasta 800 cabezas de ganado que embarcó
en lá Margarita. "Poblóse en ocho dias la Nueva Córdoba de más
de 150 casas, cubiertas de paja ó caña". Organizado el Gobierno,
se repartieron los indios "desde la cabezada del golfo de Cariaco
y valle de Tagachire hasta el valle de Maracapana y rio Neverí".
Dos tenientes del Gobernador, — Pedro de Ayala y Francisco de
Álava — , marcharon á explorar, el primero las tierras de Cariaco
y el segundo las montañas del Sur, volviendo ambos con noticia de
haber recorrido extensas regiones donde abundaban labranzas de
maíz, yuca, batatas^ y cuyos indios traían en narices y orejas aros
de oro y las mujeres cintas de perlas, una de ellas apreciada en
"más de mil y quinientos ducados". Serpa marchó á fundar en la
ribera del Neverí la ciudad de Santiago de los Caballeros, que en
1. La capitulación es del 19 de mayo de 1520, y comprende '* desde la pro-
vincia de Paria hasta la de Santa Marta**.
2. " .... de lo cual es muy notorio fueron ocasión los cristianos por los ir
á correr y á facer guerra tomándolos por esclavos á ellos y á sus mujeres é hijos,
por las partes donde los frailes estaban con virtiendo**. Relación de Miguel de
Castellanos, que fué con Las Casas á la costa de Paria.
3. Lo que va entre comillas en este párrafo se toma de la Relación de Lope
de las Varillas sobre la conquista y población de Nueva Córdoba.
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— 21 —
su intención había de ser capital de las provincias de Píritu,
Cumanagoto y Chacopata. Sucedió á luego la eterna historia de la
conquista: tratados de paz con los caciques, mala fe en cumplirlos,
ora por los españoles, ora por los indios, y lo que no faltaba nunca,
violentas disputas entre los mismos conquistadores. Un capitán
llamado Juan de Salas, á quien el Gobernador castigara por deso-
bediente, juró vengarse y se huyó de la prisión para ponerse á la
cabeza de los indios. Con ellos cayó en una emboscada sobre los
españoles, resultando muertos Serpa, dos capntanes y sesenta y
cuatro soldados. Los vecinos de Santiago la abandonaron, pasando
unos á Nueva Córdoba y los más á Margarita.
Nueva Córdoba cambia su nombre en 1585 por el de Santa
Inés de Cumaná, y figura como capital de las tres provincias de
Nueva Andalucía ó Cumaná, Nueva Barcelona y Guayana, — capital
política, pues en lo judicial Cumaná y Barcelona dependieron por
largos años de la Audiencia de Santo Domingo, y Guayana de la
Cancillería de Santa Fe de Bogotá.
Además de su considerable producción de maíz, casabe y ta-
baco, tenían estas tierras orientales una gran riqueza en sus salinas
de Araya y Uñare que empezaron á explotar Fernández de Serpa
y Juan de Urpín, y explotaron después sus sucesores hasta mediados
del siglo XVIII. Para rechazar á los fihbusteros holandeses se
construyó la fortaleza de Araya por los años de 1624 á 25, y la
mandó demoler en 1762 el Gobernador Diguja, con el pretexto de
que la salina estaba agotada.
En 1634, Juan de Urpín termina la conquista de los cumaná-
gotos y en 1637 funda la nueva Barcelona. Los Gobernadores que
le suceden en el siglo XVII apenas hacen cosa notable. Menos in-
dolentes fueron de 1732 á 1763 D. Carlos y D. Vicente de Sucre,
D. Gregorio Espinosa de los Monteros, D. Diego Tabares Ahumada,
D. Mateo Gual y Pueyo, D. Nicolás de Castro, D. José Diguja y
Villagómez, pues además de nombres tan sonoros tuvieron el mérito
de fomentar la agricultura y la cría. Del estado de la población,
no muy brillante por cierto, al mediar el siglo XVIII, juzgúese por
los siguientes datos:
, Santa Inés de Cumaná 4372 almas
Nueva Barcelona 3351
San Felipe de Austria ó Cariaco .... 1395
Rio Caribe 1077 -
Carúpano 928
"^Aragua 824 -
San Baltasar de los Arias ó Cumanacoa . 795 -
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— 22 —
En 1763 los capuchinos aragoneses tenían 20 misiones en la
provincia de Cumaná, y 33 los franciscanos de Píritu en la de
Barcelona 1,
En la provincia de Guayana, lo más notable durante el siglo
XVI fueron las expediciones por el Orinoco hasta el Meta. La
primera larga parece haber sido la de Diego de Ordaz en 1531,
quien al pasar por la boca del Carón! fundó, ó quizás pensó fundar,
una ciudad con el nombre de Santo Tomé. Ordaz murió en el
Meta, y la historia de su ciudad pasó ó desapareció con él 2.
Síguenle Jerónimo Ortal, el Padre Ayala y Antonio de Berrío, fun-
dador de otro Santo Tomé, probablemente en 1584. Once años
después llega el inglés Walter Raleigh á disputarles á los españoles
el dominio del Orinoco. En 1595 pone preso á Berrío en San José
de Oruña (isla de Trinidad) y se lo lleva como guia á buscar El
Dorado, ó la fantástica ciudad india de Manoa». Corto y estéril
fué el viaje. A poco resolvió Raleigh regresar á Inglaterra en busca
de mayores recursos, y Berrío continuó tranquiló hasta 1600, año
de su muerte. Sucédele su hijo D. Femando de Berrío y Oruña,
quien se dedicó sobre todo á darle incremento á la cría de
ganado vacuno. Era de genio menos manso que sus toros, y en
1609 lo destituyó D. Sancho de Alquiza, juez de residencia, que se
quedó con el Gobierno durante siete años, hasta la llegada del
nuevo titular D. Diego Palómeque de Acuña. En eneró de 1618
vuelve Raleigh con numerosos compañeros, y manda á su teniente
Keymis á apoderarse de Santo Tomé. En el asalto muere el
Gobernador Palómeque, y la ciudad ó aldea, cuya guarnición no
alcanzaba á 60 hombres, queda destruida por completo. Triunfo
efímero, sin embargo, para los ingleses, pues á las dos semanas
abandonan el Orinoco. Berrío, que había logrado en España ser
restituido á su Gobierno, llega en mayo de 1619, recibe el mando
del Gobernador provisorio Jerónimo de Grados y se dedica á re-
construir la ciudad, en los hoy llamados Castillos de Guayana
la Vieja.
Desde el siglo XVI hasta el XVIII, los españoles de la región
guayanesa se ven empeñados, no soló en guerras con los indios
sino también en continua disputa con navegantes y mercaderes in-
gleses, franceses, suecos y holandeses. Los más animosos y tenaces
1. Los precedentes datos se toman de Julio Humbert, Origines Véné-
zuelicnnes, p. 221 y siguientes. Burdeos y París, 1905.
2. Véase sobre esto á B. Tavera Acosta, Anales de Guayana, vol. I, p. 16.'
Ciudad Bolívar, 1905.
3. Raleigh, The Discovery of the large, rich and beautiful Empire
of Guia na. Londres, 1596.
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— 23 —
fueron los últimos, establecidos en Demerara desde 1556. Formada
en 1621 la Compañía holandesa de las Indias Occidentales, sus
agentes procuraron ganarse la buena voluntad de los indios caribes,
enemigos mortales de los conquistadores; y con ellos atacaron á
Santo Tomé dos veces, saqueándola é incendiándola (1629, 1637). La
contienda sigue, aunque menos belicosa, por más de un siglo, hasta
que en la segunda mitad del XVIII logran los españoles rechazar
á sus rivales tierra adentro al Esequibo, dejándoles solamente, en
las cercanías del Orinoco, el establecimiento que fundaran sobre el
Moroco, y el cual subsistía aún cuando pasó la Guayana holandesa
á posesión de Inglaterra (1814).
En 1762 la gobernación de Guayana se separa de la de Cu-
maná y se pone bajo la inmediata subordinación del virrey de
Santa Fe de Bogotá. Juzgúese como andaría el gobierno á tal dis-
tancia, sobre todo en lo judicial, cuando para ir de Santo Tomé á
Santa Fe se gastaban 57 dias. Bien es verdad que no debían de
ser muchos los negocios consultados: la población de aquella ciudad
no pasaba entonces de 535 almas, contando la tropa. El primer
Gobernador, según el nuevo régimen, D. Joaquín Moreno de Men-
doza, llega en 1764 y traslada en seguida su capital á donde hoy
se encuentra. Desde entonces se dijo indiferentemente Nueva Gua-
yana, Angostura de Orinoco ó, abreviando. Angostura.
A Mendoza suceden D. Manuel Centurión, D. Felipe de
Inciarte y D. Miguel Marmión (1 766 — 1791), tres hombres verdadera-
mente notables, si no por los adelantos que realizaran, al menos
por sus proyectos progresistas^. Ideas que contrastan con las de
los Gobernadores de Caracas en el mismo período. En general,
los descendientes inmediatos de los conquistadores apenas revelan
algún espíritu de iniciativa en cuanto á progreso material, y en la
vida pública se contentan casi siempre con ocupar sin brillo lo que
entonces llamaban oficios de república. Raras fueron las excep-
ciones, que señalaremos á su tiempo.
No es de extrañar, sin embargo, que las colonias pobres, entre
ellas Venezuela, lleven vida tan oscura durante los siglos XVII y
XVin. Los comienzos del primero coinciden ya con la decadencia
de la metrópoli, la cual se alimentaba del oro de ciertas partes de
América, pero no ésta ni aquélla del trabajo de sus hijos. Desde
la muerte de Felipe ll (1598) hasta el advenimiento de Carlos III
(1759) la existencia del imperio de Carlos V es una larga y mise-
rable agonía, bajo la dominación de monarcas ó indolentes, ó idio-
1 . Véase abajo, cap. V.
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— 24 —
tas, ó insensatos.^ Guerras sin cuento que dispersan por el suelo
extranjero la parte más enérgica de la población de España; la ex-
pulsión en 1609 de hasta un millón de moriscos, á quienes debía
la Península su agricultura y lo mejor de sus industrias; supresión
de los fueros regionales; los bienes raíces acumulados en los
monasterios é iglesias; el exceso de contribuciones y las trabas
puestas al comercio exterior; el desmedido aumento de la deuda
pública, extremado á tal punto que Felipe II dejó hipotecadas las
rentas de varios años á favor de los acreedores del Estado, y Car-
los II apenas hallaba medios de pagar el salario de los oficiales de
su corte; la negligencia en la administración fiscal de Indias, por
tal modo que á mediados del siglo XVIII ya los ingresos del Perú,
México, Chile y Tierra Firme no excedían cuatro millones de pesos,
y de éstos no entraban en las arcas públicas sino menos de la
cuarta parte; el desdén con que miraron los hidalgos las artes
mecánicas, al extremo de no considerar dignas de su rango otras
profesiones que no fueran la religión y la guerra; el Santo Oficio
de la Inquisición, que suprime por completo el espíritu filosófico,
obliga á los mejores ingenios á refugiarse en el misticismo ó en
obras de pura imaginación, y haciendo imposible todo libre examen,
condena á España á una inferioridad científica que dura todavía; ....
la lista de errores seculares y descarríos funestos sería completa
sin el florecimiento de las bellas artes, que no compensa sin
embargo el atraso nacional en todo lo demás que ha hecho grandes,
fuertes y civilizados á los pueblos modernos. Ya en 1643, los antes
invencibles tercios españoles muerden el polvo en la batalla de
Rocroi. La nación que había descubierto la América y dominado
los mares, olvida hasta el arte de construir naves, y para restaurar
su marina en 1752 tiene que apelar á marinos ingleses. Desde el
advenimiento de Felipe V los extranjeros la gobiernan. Sus esta-
distas son el italiano Alberoni, el holandés Ripperda, el alemán
Konigseg, el irlandés Wall, el genovés Grimaldi, el siciliano Esqui-
lache. Carlos III intenta despertar la nación y empujarla por nuevos
rumbos; pero su obra se pierde en las manos incapaces de Carlos
rV y Femando VIL De las ideas que predominan en más de dos
siglos, juzgúese por esto. Las Cortes de 1570 piden que ningún
médico pueda graduarse sin ser bachiller en astrología, "pues por
no entender los movimientos de los planetas ¡y los dias críticos,
yerran muchas curas". En el reinado de Femando VI, el ministro
1. Véanse detalles en Lafuente, Historia General de España, tomos X
á XIV, y en Buckle, History of Civil isation, vol. U, todo el capítulo VIII, que
trata de la historia intelectual de España desde el siglo XV.
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— 25 —
Ensenada anota que las Universidades no tienen cátedras de dere-
cho público^ de física experimental, de anatomía, ni de botánica.
Por último, cuando Carlos III quiere implantar la higiene pública y
manda limpiar las calles de Madrid, le presentan unos viejos dictá-
menes de médicos según los cuales, ^^ siendo muy sutil el aire de
la población á causa de estar próxima la sierra de Guadarrama,
ocasionaría los mayores estragos si no se impregnara en los vapores
de las inmundicias desparramadas por las calles^^ .... Bien es
cierto que en otras naciones europeas pasaban y se oían cosas
semejantes; pero en España se prolongaron más que en parte
alguna, y sus consecuencias se están aún palpando.
No era pues en la metrópoli donde podían aprender los colo-
nos americanos el arte de gobernar bien ni el de explotar de un
modo racional las riquezas naturales del territorio conquistado.
España dio á América lo único que podía darle: primero, conquis-
tadores; en seguida, leyes que resultaron ineficaces por la igno-
rancia, aberraciones y fatalidad de los tiempos; y gobernantes, por
último, corrompidos los unos, y apegados los más á procedimientos
rutinarios. Con lo que fué absolutamente imposible que las Indias
Occidentales corrieran suerte menos desdichada que el triste destino
de la madre patria. Y en este destino Venezuela fué más infeliz
que otras colonias. Regiones de América muy ricas y pobladas
como México y el Perú, tuvieron en ocasiones mejor fortuna bajo
la dirección de algunos virreyes eminentes^ mas en Venezuela,
pobre y casi desierta, apenas hubo Gobernadores que se distin-
guiesen en la turba de funcionarios ó indolentes ó incapaces ....
Sirva esto de advertencia á todas las observaciones ulteriores sobre
la organización y evolución de la Colonia.
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Capítulo II.
Los indios.
Sumario. Estado social de las tribus venezolanas el llegar los
españoles — Conquista, repartimientos y encomiendas — Origen de la
servidumbre india — Instrucciones de Isabel la Católica — Leyes
de Burgos y Valladolid — Como se practican — Entradas á Tierra
Firme para cautivar indios — Requerimientos — Los "caribes" ó
caníbales — Criterio acomodaticio de la época — Nuevas leyes á
favor de los indios sometidos — Circunstancias que se oponen á su
aplicación eficaz — Las misiones — Su organización — Los misio-
neros imitan á los conquistadores — Entradas para reducir indios
bravos — Resultado del régimen religioso — Fin de las misiones —
Los indios al empezar la Independencia.
No sería justo tratar redondamente de "raza inferior" la
población indígena de Venezuela. En primer lugar, los términos
correlativos de superioridad é inferioridad significan, en sociología,
•más -bien desigualdad de desarrollo por circunstancias extemas, y
no esenciales diferencias congénitas. Orgánicamente no era inferior
Guaicaipuro á Diego de Losada, ni Paramaconi á Garcí-González.
Pero es un hecho que cuando empezó la conquista, los aborígenes
venezolanos encontrábanse todavía en un estado social rudimentario,
inferior no solamente al de los españoles sino también al de los
indios que desde México hasta el Perú habían ya constituido
poderosos y civilizados imperios. Andaban los venezolanos desnudos,
ó sólo cubiertas las partes genitales, los hombres con unas calabacitas
sostenidas por hilos y á veces con guayucos, y con ligeras faldillas
las mujeres. Eran los unos nómades; agrupábanse los otros en
bohíos ó caneyes de paja. Tenían grandes sementeras de maíz,
yuca y otras legumbres, con preferencia en terrenos de regadío.
El régimen económico de las tribus más avanzadas era probablemente
un colectivismo semejante al de la monarquía peruana. De los
metales no conocían sino el oro, sirviéndose de él en algunas partes
como moneda y en otras para labrar sus ídolos y joyas. Cazaban
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— 27 —
y peleaban con flechas y armas de piedra, hueso y madera; con las
que por de contado érales imposible resistir indefinidamente á las
dos grandes ventajas de los conquistadores; las armas de fuego y
el caballo. Sus instrumentos de música eran caracoles y flautas ó
botutos. Entre sus artes, la menos atrasada era la cerámica, de la
que tenemos hoy numerosas muestras. Sobre piedras dibujaban mal
que bien figuras humanas ó animales, é indescifradas leyendas.
Sus ídolos, labrados de oro, barro ó madera, los conservaban en
bohíos, ó en huecos de peñas y árboles^. De caminos indios,
algunos bastante perfeccionados, quedan todavía notables vestigios.
Humboldt señala uno de cinco leguas en la región de Barinas.
Recientemente el Dr, Lisandro Alvarado ha señalado otros en la
misma región y en las de los ríos Guanare y Portuguesa. "A
pesar — dice — de que estas obras son inmemoriales, han podido
sin embargo conservarse hasta hoy de tal modo que llenan á
cabalidad su objeto, permitiendo cruzar sabanas que se anegan en
la época de las lluvias y se vuelven atolladeros; mas como los
sitios hoy habitados están unidos por otros caminos más rectos, no
se pueden utilizar todas esas obras, que están ya en parte cubiertas
por los bosques. El terraplén mediano entre el Maraca y el
Cumarepo tiene de 8 á 10 metros de ancho y es de greda amarillo-
rojiza, sin vestigio alguno de granzón, que la piedra es allí des-
conocida"^. ¿Han de verse aquí huellas de una civilización de-
saparecida? . . .
La antropología y sociología venezolanas están aún en mantillas,
y más que aventurado sería formular ya conclusiones científicas
sobre la población que encontraron los españoles. Los conquista-
dores, cronistas é historiadores no distinguieron nunca, de un modo
preciso, "razas" de indios, ni mal pudieran hacerlo con sus nin-
gunas ó elementales nociones anatómicas, y con su propensión
á ver en los indígenas unos como animales diferentes del hombre
europeo. Fray Pedro Simón, por ejemplo, al tratar del origen y
1 . Fuerza es, por el plan de esta obra, contentarnos aquí con una ¡dea general.
Sobre usos y costumbres indígenas, son prolijas, vagas y á menudo evidentemente
exageradas ó inexactas, las descripciones de los cronistas é historiadores antiguos,
<lQe corrigen en muchos puntos los relatos de los viajeros modernos. Consúltese y
compárese, entre otros, á Fr. Pedro Simón, Noticias Historiales; Las Casas,
Historia de las Indias, y los capítulos publicados de su Apologética Histo-
ria; Giüi, Saggio di Storia americana; Gumilla, £1 Orinoco Ilustrado;
Oviedo y Batios, Historia de la conquista y población de la provincia de
Venezuela; Humboldt, Voyage; Codazzi, Resumen de la Geografía de Vene-
zuela; Baralt y Díaz, Historia antigua de Venezuela; Michelena y Rojas,
Exploración Oficial; B. Tavera Acosta, Rionegro.
2. L. Alvarado, Construcciones Prehistóricas, papel escrito en San
Carlos, EsUdo 2Umiora, 1904.
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— 28 —
distribución de los indios, repite seriamente cosas tan estrambóticas
como éstas: — Los Tutanuchas de California "tienen las orejas tan
largas que les arrastran hasta el suelo y que debajo de una de
ellas caben cinco ó seis hombres": en Honopueva los naturales
duermen "debajo del agua": en Jamocohuicha, "por no tener via
ordinaria para expeler los excrementos del cuerpo, se sustentan con
oler flores, frutas y yerbas, que guisan sólo para esto": en cierta
provincia del Perú se alimentan también únicamente de oler flores
y frutas, y "en oliendo malos olores mueren": en unas partes se
encuentran pigmeos "no más altos que de un codo"; en otras,
muelas humanas que pesan dos libras, " aunque esto pudo ser estu-
viesen allí desde antes del diluvio^" En boca de los con-
quistadores y cronistas, "nación" significa cualquiera agrupación de
indios; "provincia" equivale á territorio, circunscrito aveces al área
de una simple aldea; y los nombres de naciones y provincias
cambian, por de contado, según los varios descubridores y seg^n
y como interpretaban las lenguas indígenas^. Por otra parte, sobre
las lenguas de los indios venezolanos no existen aún sino ensayos
más ó menos científicos, y los cementerios precolombianos, que
guardan la solución de muchos problemas, apenas han sido explo-
rados en pocas partes 8. En suma, desde el punto de vista socio-
lógico é histórico, para esclarecer la organización de los diversos
grupos ó "naciones" y su cruzamiento ó intermigración, al través
de los siglos, con los otros grupos del Brasil, Antillas, Centro-
América y Andes granadinos, sería necesario un estudio previo de
todo el territorio, comparando entre sí las tribus sobrevivientes y
recogiendo y examinando metódicamente datos de lingüística,
1. Primera noticia historial, cap. II.
2. El más reciente explorador venezolano escribe: "Los primitivos historia-
dores, asi como todos, todosj los que les han sucedido hasta hoy, confundieron ó
han confundido, lastimosamente á menudo, las denominaciones geográficas con el
nombre de las principales tribus; y aún más, á cada paso, daban á las numerosas
fracciones de éstas el apelativo de los jefes ó caciques que tenían y que regular-
mente era el nombre de las montañas; cafios, nos ó selvas donde residian; circuns-
tancias que además de aumentar extraordinariamente el número de las tribus, con-
firma la no existencia de muchas con diferentes lenguas'*. B. Javera Acosta, Rio-
negro, p. 21. Ciudad Bolívar, 1906.
3. Elntre los más notables ensayos venezolanos, es justo citar los de ling^üstica
por Agustín Codazzi, Adolfo Ernst, Lisandro Alvarado, Julio Calcaño, B. Tavera
Acosta; y los de etnografía y craneología por Vicente y Gaspar Marcano en los
valles de Aragua y Caracas y región del Orinoco. Actualmente hacen estudios
Alfredo Jahn en los valles de Aragua, Pedro M. Arcaya en la región de Coro,
R. Freites Pineda en la de Barquisimeto. — No se ignoran, por supuesto, los tra-
bajos sobre lenguas y dialectos de Venezuela, j>or los misioneros y otros autores
modernos, que figuran en la Bibliothéque linguistique américaine (Paris,
J. Maisonneuve); en la colección de Platzmann (Leipzig), etc.
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— 29 —
alfarería comparada y craneología. En lo que atañe á la pre-
sente Historia, adviértase que los indios de la región occidental
no ignoraban por completo la civilización que florecía á lo largo
de los Andes, la cual venía infiltrándose, siquiera lentamente,
por las montañas de Mérída y Trujillo hasta la entrada de los
llanos; y es más que verosímil que la infiltración se estuviese
efectuando también por el mar de las Antillas, pues durante los
siglos de la civilización centro-americana, indios de estas tierras han
podido hacer viajes ocasionales por agua, en distintas épocas, á
las costas de los corianos, caracas y cumanagotos . . .
Los conquistadores, exclusivamente ocupados en hacer des-
cubrimientos y en guerrear, sirviéronse en seguida de los indios
para labrar la tierra, explotar minas, bucear perlas y transportar
todo género de cosas, ' porque en América no existían bestias de
carga. El sistema de "repartimientos" y "encomiendas" lo inició
Cristóbal Colón. En la primera batalla que libró en la isla Española
(1495) hizo esclavos á muchos de los indios que cayeron prisioneros
y á otros les puso tributo. En 1496 sustituyó el tributo con la
obligación de trabajar en las labranzas de los castellanos; y de este
modo, los "repartimientos", que se refirieron al principio á la
tierra señalada á cada conquistador para ocuparla y cultivarla, se
trocaron en "encomiendas de indios "► Colón expedía sus cédulas
diciendo, que "daba en tal cacique tantas mil matas, ó montones
(labranzas), que todo es uno, y que aquel cacique, ó sus gentes, la-
brasen para quien las daba aquellas tierras i". Y al igual procedió
su sucesor inmediato, Francisco de Bobadilla.
El tercer Gobernador, Nicolás de Obando, recibió instruc-
ciones en las que aparece ya la eterna é inevitable contradicción
de todas las leyes sobre los indios. Se le ordenó que "los indios
vecinos y moradores de la isla Española fuesen libres y no sub-
jetos á servidumbre"; pero, informada la Reina Católica que, "á
causa de la mucha libertad que los dichos indios tienen, huyen y
se apartan de la conversación y comunicación de los cristianos,
por manera que, aun queriéndoles pagar sus jornales, no quieren
trabajar y andan vagabundos, ni menos los pueden haber para los
doctrinar y traer á que se conviertan á nuestra sancta fe católica,
y que, á esta causa, los cristianos que están en la dicha isla, y
viven y moran en ella, no hallan quien trabaje en sus granjerias y
mantenimientos, ni les a3rudan á sacar y coger el oro que hay en
la dicha isla, de que á los unos y á los otros viene perjuicio". . . .
1. Antonio de Herrera,Historia general délos hechosde los castellanos
en las Islas y Tierra Firme del mar Océano; primera década, lib. 3®, cap. XVI.
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— 30 —
mandó la Reina al expresado Gobernador como sigue: "compeláis
y apremiéis á los dichos indios, que traten y conversen con los
cristianos ... y trabajen en sus edificios, en coger y sacar oro y
otros metales, y en facer granjerias y mantenimientos para los
cristianos .... y fagáis pagar á cada uno el dia que trabajare el
jornal y mantenimiento que, según la calidad de la tierra, y de la
persona, y del oficio vos pareciere que debieren haber, mandando
á cada cacique que tenga cargo de cierto número de los dichos
indios, para que los haga ir á trabajar donde fuere menester, y
para que, las fiestas y dias que pareciere, se junten á oir y ser
doctrinados en las cosas de la f e • • . . lo cual hagan é cumplan
como personas libres, como lo son, y no como siervos; é faced que
sean bien tratados los indios . . • . é non consintades ni dedes lugar
que ninguna persona les haga mal ni daño, ni otro desaguisado al-
guno ... .1". Pero la consecuencia fatal de semejantes instruciones,
tan magnánimas en el fondo cuanto contradictorias en su forma,
fué necesariamente la reducción de los indios á la más dura servi-
dumbre. Y á tal extremo llegó, que los Padres dominicos estable-
cidos en la isla, acordaron protestar en los pulpitos contra tanta
crueldad, y designaron al más elocuente de sus predicadores, Fray
Antón Montesinos, para aconsejar á los españoles la práctica de
otro sistema menos inhumano. Dicho está que la elocuencia de Fray
Antón, bien que moldeada en " palabras muy pungitivas y terribles",
no logró convertirlos á mejores sentimientos, y antes le hizo aparecer
como rebelado contra la autoridad de los oficiales del rey y contra
las mismas leyes de la corona. Llevado el asunto á la corte, dio
motivo á las leyes promulgadas en Burgos á 27 de setiembre de
1512; las cuales reglamentaron el sistema de repartimientos y en-
comiendas del modo que en España se juzgó más equitativo, aunque
sin reformar radicalmente una organización que más dependía de
las necesidades del momento que no de las leyes.
Según ellas, los españoles que tuviesen indios repartidos ó
encomendados debían edificarles bohíos ó casas de paja y hacerles
montones de yuca, ajes (ñame), ají y maíz, de que se alimentaban;
sin olvidar, para cada cincuenta indígenas, una docena de gallinas
con un gallo. En lo que nada ganaron los indios, porque no
diciendo la ley á costa de quién se harían los bohíos y plantaciones,
todo salió del trabajo y jornales de los mismos. Para su manteni-
miento se dispuso, que á los que trabajaban en las labranzas se les
diese ^^ pan y ajes, é axí, abasto, é los domingos é pascuas é fíestas
1. Carta expedida en Medina del Campo á 20 de diciembre de 1503.
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— 31 —
sus ollas de carne guisadas^\ y á los empleados en las minas, pan
y ají, con una libra de carne por dia; pero, si se da fe á las
crónicas de la época, no comieron nunca los indios encomendados
sino raices y hierbas, lo mismo los de las labranzas que los de las
minas. Cuando se debilitaban ' hasta no poder trabajar más, 6
enfermaban, se les enviaba á sus tierras á curarse, y se les
reemplazaba con otros. Se mandó también, que los indios trabajasen
en sacar oro de las minas cinco meses, y holgasen luego cuarenta
cuas, con tal que alzasen los montones ó labranzas durante esta
huelga y volviesen después á las minas; y para ver si recibían
agravios y se guardaban las leyes, se ordenó que en cada lugar ó
pueblo hubiese dos visitadores que debían ir dos veces al año á
cerciorarse de como vivían los indios.
Otras leyes se promulgaron en Valladolid, á 28 de julio de
1513, aclarando ó modificando las de Burgos, y según ellas: no se
obligará á las indias casadas á servir con sus maridos: los menores
de catorce años no serán compelidos al mismo trabajo que los
mayores de esta edad, sino á otros más suaves, ^^ como en desherbar
las heredades, y cosas semejantes, en las haciendas de sus padres^':
los indios repartidos servirán á los españoles durante nueve meses
del año, y en los tres meses que se les conceden de huelga serán
obligados á trabajar en sus labranzas propias, ó por jornales en las
de los otros vecinos ....
Bastará una sola observación para comprender que estas
leyes, aun suponiéndolas teóricamente eficaces, no podían cumplirse
en su objeto humanitario. Como quiera que el rey se reservó la
facultad de acordar á quien quisiese el servicio de nueve meses á
que quedaban sujetos los indios, los privados de la corte se apre-
suraron á pedir les hiciera merced de repartimientos, y obtenidos,
enviaron á administrarlos á sus criados y mayordomos, quienes
necesariamente no habían de curarse poco ni mucho de someterse
al espíritu de la legislación española. Aparte que los visitadores,
y hasta los jueces de apelación establecidos en la Española, obtu-
vieron también al principio sus repartimientos. No eran los indios
de la isla arriba de veinte mil, y perecieron en su mayoría por el
trabajo excesivo á que se les obligó. Lo que hacía exclamar á Las
Casas: "de no haberse remediado, sino perdido, inficionado, y ex-
tragado y despoblado todo este orbe, aquel há, vastativo é infernal
repartimiento, que baptizaron con nombre de encomiendas, la culpa
de todo"i. Ni se vea en esto una simple exageración del Protector
1. Histotia de las Indias, t. UI, p. 427.
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— 32 —
de los indios. El rey mismo mandaba escribir como sigue: "Por
cuanto Nos somos certificados y es notorio que por la desordenada
cobdicia de algunos de nuestros subditos que pasaron á las nuestras
Indias, islas y Tierra Firme del mar Océano, y por el mal trata-
miento que hicieron á los indios naturales de las dichas islas y
Tierra Firme, haciendo grandes y excesivos trabajos, que les daban,
y teniéndolos en las minas para sacar oro, y en las pesquerías de
las perlas, y en otras labranzas y granjerias, haciéndolos trabajar
excesiva é inmoderadamente, no les dando el vestir y el manteni-
miento que les era necesario para sustentamiento de sus vidas,
tratándolos con crueldad y desamor, mucho peor que si fueran
esclavos, lo cual todo ha sido y fué causa de la muerte de gran
número de los dichos indios, en tanta cantidad, que muchas de las
islas é parte de Tierra Firme quedaron yermas y sin población
alguna de los dichos indios naturales della, é que otros se huyeron
é ausentaron de sus propias tierras y naturaleza é se fueron á los
montes é otros lugares para salvar sus vidas y salir de la dicha
sujeción y mal tratamiento" .... En consecuencia mandó el rey, que
los indios fuesen tratados como los demás vasallos libres i. Mas al
propio tiempo se permite hacer guerra á los indios " que no quisieren
damos la obediencia ó no consintieren, resistiendo ó defendiendo con
mano armada que no se busquen minas ni se saque dellas oro y los
otros metales que se hallaren", y tener por esclavos ^' á aquellos que
los señores naturales de la tierra tienen por tal esy os vendieren".
Ambas excepciones se convirtieron en regla general. Para
reemplazar á los indios que morían en las minas y labranzas, los
vecinos de la Española iban á cautivar otros en las demás islas y
en el Continente. Las instrucciones que tenían en estos casos eran
de hacer "requerimientos". Consistían en decirles á los naturales,
*^que supiesen que había un Dios en el cielo, y un Papa vicario
suyo en la tierra que había dado aquellas tierras á los reyes de
Castilla, cuyos vasallos ellos eran: que viniesen á su obediencia;
si no, que supiesen que les harían guerra, y harían esclavos . . "
Iguales requerimientos hacían en la costa de Cumaná los españoles
de Cubagua, y volvían cojí abimdante provisión de esclavos, cuyo
exceso vendían luego en los otros establecimientos de las Antillas.
El italiano Benzoni, que pasó por allí en 1542, escribe en su Historia
del Mundo Nuevo: "Todos los esclavos juntados por los castellanos
eran llevados á Cubagua: con un hierro encendido les imprimían á
1. Capitulación con el Licenciado Marcelo de Villalobos para la conquista de
la isla de Margarita, y confirmación á D*- Aldonza de Villalobos, hija del mismo.
1525—26—27.
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— 33 —
todos, en el rostro y en los brazos, una marca que representaba
una C (¿Cubagua ó Caribe?), y los amos disponían de ellos cerno
querían^\ Entre los nombres de los más duros indieros, las crónicas
repiten á menudo los de Alonso de Ojeda, Diego de Ordaz y
Jerónimo de Hortal.
En las mismas costas orientales y región del Orinoco hubo
además el pretexto, para cautivar indios, de que estaban infestadas
de caribes, comedores de carne humana y enemigos mortales de
los españoles. Mas ¿qué indios debían considerarse como caribes,
ó caníbales, y cuáles eran sus territorios? No había entonces medio
de hacer ninguna distinción exacta á este respecto, y los conquista-
dores se aprovecharon más bien de semejante imposibilidad, para
tachar de caníbales á cuantos les resistían. Humboldt indica que
*4a desesperación con que se defendieron los caribes contribuyó
grandemente á su renombre de feroddad^^^. Otros apuntan la
congetura de que los españoles acaso confundieron con carne de
hombres sacrificados los cuartos asados de monos araguatos, que
los indios comían^. Sin embargo, como la antropofagia ha existido
en otras partes (y comer carne humana apenas es en sí cosa más
extraña que comerla de mono ó de cualquier mamífero), no es
inverosímil que existiera también entre los caribes; — aunque con-
viene advertir que la antropofagia habitual parece provenir solamente
de una aberración religiosa. Fray Pedro Simón, si bien habla de
oídas en esta materia, se acerca quizás á la verdad cuando dice
que algunas tribus de Cumaná comían carne humana ^^ por venganza
6 rito, ó grandeza de alguna victoria que habían conseguido, y esta no
la comían de cualquier indio, sino del principal señor ó algún capitán
que por su desgracia quedaba preso en laguazabara^'^ Los conquista-
dores procedían con la mismaausencia de escrúpulos y con igual criterio
acomodaticio que los modernos colonizadores ingleses, franceses,
alemanes, italianos* Cualquiera de estos hubiera sido capaz de
dictar la sentencia que en 1520 dio el Licenciado Rodrigo de
Figueroa, justicia mayor de la Española y repartidor de indios.
Declaró de caribes todas las islas del mar de las Antillas, no
1. Voyage anx regióos équinoxiales du Nouveau Continent, t. IX,
p.40 á 44. París, 1816.
2. B. Tavera Acosta, Anales de Guayana, vol. I, p. 318; y en su reciente
obra titulada Rionegro, cap. Vn.
3. Cuarta noticia, cap. XXV. — £1 Dr. Lisandro Alvarado, competentísimo
explorador, nos escribe á última hora (£1 Tinaco, junio, 1906): "Los indios pueden
beber sido caníbales ocasionales, ó por motivos de guerra, como los aztecas, ó de
religión. De los guajibos del Meta se sabe que comen ó han comido á los racio-
nales que han podido capturar en son de represalia.*'
Fort o al. Historia ConstitacionaL 3
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— 34 — ^
pobladas de cristianos, con excepción de las de Trinidad, Lucayos,
Barimda, Jigantes (Curazao), y Margarita. En la Tierra Firme ex-
ceptuó la provincia de Arruaca, poblada de Guaitiaos (ó amigos
de los cristianos), la de Uniraco (¿Orinoco?) y otras de la costa de
Paria; pero en la misma costa dijo que se tuviesen como caribes á
los habitantes de Uriapana, Olleros y otros lugares, y también á
los indios " que caen la tierra adentro en las dichas provincias desde
Uriapana hasta el cabo del isleo Blanco, que es cabe el puerto de
la Codera, dejados los Guaitiaos". "Declaro — concluía Figueroa —
que los cristianos que fuesen en aquellas partes, con las licencias é
condiciones é instrucciones que les serán dadas, puedan ir é entrar,
é los tomar é prender é cautivar é hacer guerra é tener é traer é
poseer, é vender por esclavos los indios que de las dichas tierras é
provincias é islas así por caribes declarados pudieren haber en cual-
quiera manera, con tanto que los cristianos que fueren á lo suso-
dicho np vayan á lo hacer sin el veedor ó veedores que les fuesen
dados por las justicias ú oficiales de Su Majestad que para las
dichas armadas diesen la licencia; é que lleven consigo de los
Guaitiaos de las islas é partes comarcanas á los dichos caribes,
para que vean é se satisfagan de ver como los cristianos no hacen
mal á los Guaitiaos, sino á los caribes, pues, los dichos Guaitiaos
se van é quieren ir con ellos de buena gana^' .... Más que juez
picapleitos debió de ser este Figueroa, por su irónica malicia y por
la intencionada elasticidad de sus defíniciones. No otra cosa pedían
los conquistadores y mercaderes indieros, sino definiciones por el
estilo; y cuando se les imputaba algún abuso demasiado evidente,
respondían con razón que mal pudieran ellos distinguir á los caribes
de los no caribes, si los mismos oficiales del rey lo hacían en tér-
minos tan vagos. En realidad, Guaitiaos y caribes estaban con-
denados á igual destino; — ó la guerra á muerte, si resistían, ó, en
sometiéndose, la esclavitud de las minas y labranzas. Si una parte
considerable de los llamados caribes tuvo más tarde suerte menos
dura, fué por aliarse con los holandeses que traficaban en Guayana^.
Ni era mejor la suerte de los indios en los contornos de Coro, re-
sidencia oficial de los Gobernadores y de los jueces que la Audien-
cia de Santo Domingo enviaba á poner algún orden en los ne-
gocios de la provincia de Venezuela. Por los años de 1536 á 39 el
juez de residencia Navarro, conformándose á la regla de tener por
1. Los ingleses creen que los últimos descendientes de caribes puros viven
hoy en la antilla Dominica, Report on the Caribs of Dominica, publicado
por el Ministerio de Colonias, Londres, 1902. — En Guayana se habla todavía de
**raza" caribe; aunque sin decir en qué se diferencia exactamente de las demfts tribus.
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— 35 —
esclavos á los indios que los caciques tuviesen por tales, promovía
guerras entre las tribus para comprar los que resultaban vencidos,
y el obispo D. Rodrigo de Bastidas, siendo Gobernador interino en
1540, mandó á Pedro de Limpias á cautivar indios en Maracaibo
para venderlos á los mercaderes de la islas. El juez de residencia
Pérez de Tolosa dice que este tráfico duró en la costa de Coro
hasta 15451.
Con todo, no olvidaban los reyes de Elspaña la magnánima
recomendación que en su testamento les hiciera Isabel la Católica,
y procuraron mejorar desde allá la condición de los indios, al menos
desde el punto de vista legal; si bien exceptuando siempre á los
caribes, respecto de los cuales subsistió la ley de 1569 que decía:
"Tienen licencia los vecinos de las islas de Barlovento para hacer
guerra á los indios caribes, que las van á infestar con manó armada,
y comen carne humana, y pueden hacer sus esclavos á los que
cautivaren, con que no sean menores de catorce años, ni mujeres
de cualquiera edad". De los demás dicen leyes sucesivas: que se
les reduzca á pueblos, pero con " templanza y moderación, suavidad
y blandura", para acostumbrarlos á la vida urbana; que no se les
quiten sus tierras; que para mejor conseguir su pacificación, primero
se informen los pobladores de la diversidad de naciones, lenguas,
idolatrías, sectas y parcialidades, y procuren por via de comercio
atraerlos á su amistad y concluir alianzas con sus jefes principales;
que, hecha amistad con ellos, se les predique la santa fe usando de
los medios más suaves, y no empezar reprendiéndoles sus vicios é
idolatrías, ni quitándoles sus mujeres ni ídolos, para no escandali-
zarlos; que sean favorecidos y amparados por las justicias ecle-
siásticas y seculares; que no se les lleve á España; que se les
permita mudarse de unos lugares á otros, criar toda especie de
ganado mayor 6 menor, dedicarse á la agricultura, vender libremente
sus frutos, y disponer libremente por testamento; que entre españoles
é indios haya comercio libre á <:ontento de las partes; que en los
pueblos de indios no vivan españoles, negros, mestizos ni mulatos,
aunque hayan comprado allí tierras; que ningún caminante español
esté en pueblo de indios más de dos dias, ni los mercaderes más
de tres; que no se saque á los indios de tierra fria para la caliente,
ni al contrario; que se puedan casar libremente entre sí y con los
españoles, teniendo la edad legítima; que ninguno, aun siendo in-
fíel, pueda casarse con más de una mujer; que no vendan sus hijas
para casarlas; que no compren armas ni vino, ni anden á caballo(!);
1 . Carta al rey, 8 de julio de 1 548.
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— So-
que los inquisidores apostólicos no procedan contra los indios; que
en causas de fe conozcan los ordinarios eclesiásticos, y en hechizos
y maleficios las justicias reales; que haya iglesia y curas doctrineros
en cada reducción de indios ; que si es de cien indios, haya un fiscal
que los junte y convoque á la doctrina, y en las de más de ciento,
dos fiscales; que si la reducción contiene de cuarenta á ochenta
habitantes haya un alcalde y un regidor indios, y si pasa de ochenta
casas, haya dos alcaldes y cuatro regidores, los cuales deben elegir
á sus sucesores por año nuevo, en presencia de los curas; que los
alcaldes indios tengan jurisdicción solamente para inquirir, prender
y traer á los delincuentes á la cárcel del pueblo de españoles de
su distrito; para prender á negros y mestizos hasta que llegue la
justicia ordinaria; para castigar con un dia de prisión, y seis ú ocho
azotes al indio que faltare á la misa el dia de fiesta, ó se embria-
gare, ó cometiere otra falta semejante, castigando con más rigor la
embriaguez de muchos; en suma, que con excepción del sorteo de
indios para los trabajos públicos, — lo que correspondía á los ca-
ciques — , el gobierno de sus pueblos esté á cargo de los alcaldes
y regidores indios, "en cuanto á lo imiversal". Los caciques con-
servan sus derechos y prerrogativas, aunque sin intitularse señores;
deben pagar jornales á los indios que empleen; la jurisdicción penal
sobre los indios de sus pueblos no se extiende á las causas en que
hubiere pena de muerte, mutilación de miembro ú otro castigo atroz.
Prohibieron también las leyes españolas, que los indios sir-
viesen de bestias de carga; pero, al propio tiempo, permitieron que
donde no hubiese caminos ni bestias, las Audiencias, Gobernadores
y justicias tasasen y señalasen cuantos indios se habían de conceder^
el peso de las cargas, camino y distancia, y la paga que habían de
recibir. Las cargas no debían pesar más de dos arrobas, "si no
es — dice una ley — que á las justicias parezca que según la
calidad del camino, ú otras circunstancias, aun este peso se debe
moderar, ó puede aumentar algo". El algo, dicho está, se con-
virtió en regla general.
En cuanto al tributo, que es proporcional á la renta ó ganan-
ciales de los indios, dicen las leyes: los que pagaban tributo en
tiempo de su infedilidad, pagarán solamente la mitad por dos años
más; los infieles que se reduzcan á la fe católica y reciban el bau-
tismo, si esto hicieren convertidos por la sola predicación del evan-
gelio, no serán encomendados ni pagarán tasas por diez años; los
hijos de negros, libres ó esclavos, habidos en indias por matrimonio,^
pagarán tributo; los indios ocupados en estancias, obrages, labores,
ganados, minas, recuas, carreterías y servicio de españoles, tribu-
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— 37 —
taran para el rey si no lo hicieren ya para sus encomenderos; no
pagarán tributo los caciques, ni sus hijos mayores, ni los indios al-
caldeSy ni las indias.
El sistema de encomiendas se conservó hasta el reinado de
Carlos in. Consistía, como se vio arriba, en el repartimiento de in-
dios que hacía el adelantado ó gobernador ó pacificador entre los
pobladores (que fueron al principio los mismos conquistadores); y
era su objeto, al menos en teoría ó según la ley, defender á los
encomendados, ampararlos, doctrinarlos y enseñarles á vivir en
policía. Por los años de 1687 se prohibió encomendar indios á
empleados civiles ni eclesiásticos, á extanjeros ni ausentes, y se
ordenó que cuando los encomenderos diputasen calpixques ó mayor-
domos para vigilar á los indios y cobrar el tributo, lo hicieran sólo
con licencia de la Audiencia ó Gobernador, y dando fianza« Los
encomendados no debían ya trabajar como esclavos, sino en las
obras que quisiesen y conforme á un salario libremente estipulado.
Si pedían un jornal excesivo, lo tasaban las justicias; y para el
trabajo en las obras de utilidad común se exigió que los sorteasen
de im modo equitativo. Sorteo que se llamó mita, y mitayos á
los indios sorteados.
Los Papas procuraron también en ocasiones mejorar su condi-
ción social. En 1537 se penó con excomunión la esclavitud de los
indios: se declaró que eran realmente personas humanas y capaces
para profesar la fe católica; y se mandó rehusar los sacramentos
á los que diesen ó recibiesen encomiendas ó despojasen á los in-
dios de sus bienes ....
Pero, dictadas para todas las Indias Occidentales, las leyes
españolas y las resoluciones pontificias no tuvieron dondequiera la
misma eficacia, y fueron más ó menos modificadas según el criterio
é intereses circunstanciales de los hombres encargados de aplicarlas.
Por otra parte, y en lo referente á la colonia venezolana, las leyes
más favorables no empezaron á practicarse sino cuando ya habían
desaparecido, ó quedaban diezmadas por las guerras de conquista,
las tribus y naciones aparentemente superiores, que habrían sido
tal vez capaces de adoptar la civilización europea. Los que lograron
escaparse (restos de córlanos, cuicas, jirajaras, teques, caracas,
<nmianagotos, caribes, etc.) cayeron poco á poco en la indolencia ó
bien desaparecieron como nacionalidad cruzándose con blancos y
negros. A fines del siglo XVHI los indios de raza pura, en toda
la Capitanía General, apenas eran más de 120000.
Si era fácil para los conquistadores y pobladores violar é
interpretar arbitrariamente las leyes protectoras de los indios, lo
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— 38 —
propio sucedió respecto de los misioneros, sobre todo cuando em-
pezaron á acumular riquezas. Con los conquistadores vinieron al-
gunos monjes á evai^elizar; pero la organización del sistema de
misiones no data en realidad sino de mediados del siglo XVII, —
en la provincia de Cumaná por los capuchinos aragoneses y por
los franciscanos ó Padres observantes de Píritu; en la provincia de
Guayana, primero por los Padres jesuitas h&ta 1686, y luego por
los capuchinos catalanes; en la provincia de Venezuela ó Caracas,
por los mismos capuchinos. Los siguientes pormenores darán idea
de la organización catalana en Guayana, que fué la más notable.
Cada tres años se reunían los capuchinos en la capital de las
misiones (primero Suay, después Upata) para elegir un Prefecto, á
quien juraban obediencia. El tesoro de las misiones era común y
lo administraba un síndico. Un Padre Procurador compraba en
Cumaná y la Guaira los artículos que no producía Guayana: vestidos,
sombreros, avena, flor de harina para las hostias sacramentales,
vino para consagrar, cacao, que les costaba 16 pesos la carga puesta
en Angostura, sal de Araya á 3 pesos la fanega, y hachas, cuchillos,
collares y otros objetos para los indios. Fabricaban azúcar y ron
en el ingenio de Cacagual, situado á igual distancia de Caroní,
Suay y Amaruca. AlU iban á proveerse todas las misiones. El hato
central se hallaba en la Divina Pastora, y tenía en 1754, según el
Gobernador D. Mateo Gual, 8000 cabezas de ganado. Dirigíalo el
Padre presidente de esta misión, con un intendente y cuarenta va-
queros ó guarichos. A cinco leguas estaba la yegüería, al cuidado
de un intendente y seis guarichos. Había además pequeñas quintas
en las misiones de Caroní, Suay, Altagracia, Capapuí y Miamo. Los
capuchinos mantenían de carne á los dos tercios de la población de
Angostura, á seis pesos por cabeza, y á cinco pesos á los jorna-
leros de las obras públicas. El resto de ganado lo exportaban á
Trinidad. Otros productos de las misiones valían en Angostura: —
queso, 8 reales arroba, cueros 16 reales, yuca 6 reales, casabe
3 pesos carga, maíz 8 reales fanega, la de arroz 3 pesos, un pollo
2 reales. £1 impuesto que pagaban al tesoro real de Caracas era
de 150 pesos por año. — Los indios reducidos cultivaban por cuenta
propia conucos de maíz, yuca, arroz, bananos, caña de azúcar; y
por cuenta de los misioneros, otros conucos en que ganaban salario.
Los españoles, que eran casi todos guerreros ó empleados, y que
por consiguiente desdeñaban los bajos oficios, iban á buscar indios
á Jas misiones p^ra construir sus casas, labrar sus tierras, etc. £1
jefe de la misión llevaba un registro con los nombres de estos in-
dios, el salario que recibían y los reclamos que hicieran. Vigilancia
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tutelar cuando se ejercía honradamente. Para asegurar la subordi-
nación de los indios, los capuchinos nombraban entre los mismos
naturales, capitanes, tenientes de justicia, alcaldes, procuradores,
para que gobernasen los pueblos bajo la suprema autoridad del mi-
sionero. — A fines del régimen colonial, la población total de
estas lidsiones era de veinte mil á veintidós mil almas ^.
Los pueblos en que la autoridad de los capuchinos se ejercía
independientemente de la «utoridad civil, se llamaban de misio-
nes; y de doctrina aquellos donde los indios dependían de la
autoridad civil para el pago del tributo al rey. Con el fin de
aumentar el número de unos y otros, los misioneros (de todas las
provincias) hacían entradas por los territorios de indios "bravos".
En los primeros tiempos se aventuraron solos, confiando en la efi-
cacia de la palabra evangélica. Después prefirieron salir acom-
pañados de soldados. Acerca de las entradas de Guayana dice un
informe de 1769: "El modo que los misioneros tienen de recogerá
los infieles es armar sus seglares, y puestos á su frente el capitán
de la escolta y el misionero, marchan al sitio donde se halla el ca-
cique ó capitán de los bárbaros: luego que le encuentran, entabla
con él su conferencia el misionero proponiéndole que se le darán
tierras donde fundar su pueblo, herramientas para cultivar el campo,
enseñándoles el modo de trabajarlo, anzuelos y cuerdas para pescar,
y ganados para formar un hato. Regularmente se contentan los
indios y se entregan, y trayéndolos á los pueblos ya reducidos, se
les instruye en la doctrina cristiana y en el modo de sacar de la
tierra lo necesario para mantener la vida^". Ya va á verse, por
confesión de los propios misioneros, que las entradas no solían ser
tan pacíficas ni eran tan diplomáticos los procedimientos empleados,
para convencer á los caciques. Fray Miguel de Olivares, Prefecto
de las misiones de la provincia de Caracas, es muy explícito en su
"noticia histórica" de los años de 1658 hasta 1745. Dice que los
primeros capuchinos hicieron entradas solos y lograron reducir á
pueblos á muchos indios; "pero como quiera que las tierras en que
los poblaban no estaban cubiertas de españoles que los pudiesen
sujetar", y como el fin principal que movía á los indios no era "la
fe de Jesucristo, pues no le conocen, ni aprenden nada de lo eterno ",
sino surtirse de las hachas, machetes y otros hierros é instrumentos
1. Informes de D.Mateo Gual, junio de 1754 (Archivo de Indias, Sevilla) y
de D. Eugenio de Alvarado, abril de 1 755 (Archivo de Simancas), y extractos de
Julio Humbert, Origines Venezueliennes, p. 306.
2. Informe copiado por José Stríckland, Docuraents and Mapa on the
Boundary Question between Venezuela and British Guiana from the
Capuchin Archives in Rome. Roma, 1896.
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— 40 —
que les daban, así que los conseguían retomaban á sus tierras de-
jando solo al misionero. Para evitarlo, obtuvieron los capuchinos en
1676 (real cédula del 28 de setiembre), que cerca de las misiones
" se fundase un pueblo de españoles de hasta treinta ó cuarenta ve-
cinos de buena vida y ejemplo, para que sirviesen de contener á
los indios en su fuga, sujetarlos en sus embriagueces y reprimirlos
en sus motines, y para que acompañasen dichos españoles á los
misioneros para la reducción de los indios gentiles". Lo que equi-
valía á permitirles á los religiosos las mismas prácticas implantadas
por los conquistadores. De ahí que en 1689 (real cédula del 22 de
setiembre) se ordene al Prefecto, que " solicite la reducción de los
indios, así gentiles como apóstatas, por medio únicamente de los
religiosos de las misiones, con la blandura y suavidad que conviene,
para que sea la palabra evangélica la que los sujete y recobre".
Pero en 1692 (cédulas de 15 de junio y 27 de agosto) obtienen
de nuevo los misioneros que se les permita hacer sus entradas
escoltados de españoles. De este modo fundan en los diez años
siguientes hasta trece aldeas, siendo las principales (que subsisten
pobladas de mestizos): Camatagua, en 1693, San Antonio de Araure
en 1694, Calabozo en 1695, la Purísima Concepción del Pao y San
Diego de Cojedes en 4700.
Antes de salir á sus jomadas, reclutaban los religiosos la
gente necesaria, alistándose voluntarios unos y cobrando otros diez
pesos por mes y un -vestido. A los voluntarios se les cedía "el
derecho de llevar algunos de los indios que se cogiesen"^ lo cual
era lo mismo que violar todas las leyes de Indias y fomentar la
esclavitud. Las entradas se hacían á menudo con no menor número
de soldados que en los primeros años de la conquista^. En 1709,
los Padres Fray Marcelino de San Vicente y Fray Pedro Alcalá
reclutan 160 soldados que ponen al mando de D. Juan Fernández
de la Fuente; entran por los rios de Guanare, Boconó, Portuguesa
y Masparro, y vuelven con 216 indios. En 1713, el mismo Fray
Marcelino y Fray Crisóstomo de Granada entran con 112 soldados
y sacan 231 indios. La entrada de 1738 por los llanos de Guanare
y Cojedes se compone de 156 soldados de escolta y 300 de á caballo.
Sumando las cifras del Padre Olivares, resulta que en los trece
años de 1707 á 1720 movieron los capuchinos hasta 1357 hombres
de escolta, entre españoles, mulatos é indios fieles, y sacaron 1531
indios bravos. — El número relativamente pequeño de cautivos,
1. Imitando también 4 los conquistadores, los misioneros emprendieron en
1720 una expedición en busca de £1 Dorado, acompañados de 300 soldados al mando
de tres capitanes.
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— 41 —
comparado con el de soldados, proviene de que los indios adultos
preferían huir, y los religiosos á su vez preferían coger muchachos
y mujeres como más fáciles de reducir al régimen de las misiones,
régimen que no soportó nunca de buen grado ningún indio guerrero
ó principal en su tribu. — Convencidos los capuchinos de que la
espada del conquistador valía más que la palabra evangélica, evitaron
el volver á aventurarse solos. Si alguno, — iluso, abnegado ó
santo, — desdeñó la compañía del brazo secular, fué para pagar
las culpas de los otros. Fray Plácido da Velicena muere á flechazos
en la iglesia del Pao (1666); Fray Juan de Trigueros se ahoga en
el rio Guanare huyendo de los indios (1676); á Fray Salvador de
Casabermeja le cortan la cabeza en el rio Portuguesa (1707) . • » .
Misionero ó soldado, todo español era ya para los indios un enemigo
implacable de su libertad y de su hacienda. Los naturales — dice
candorosamente el Prefecto Fray Miguel — "conservan de padres
á hijos la memoria de las crueldades que hicieron con sus ante-
pasados los primeros españoles "i.
¿Qué trasformación efectuó el régimen de las misiones en el
espíritu y costmnbres de los indios reducidos? Al través de los
datos, insuficientes, que contienen las noticias y cartas de los mi-
sioneros, y no obstante la vaguedad de su lenguaje, nótase una
impresión pesimista. Los indios de las misiones de la provincia
de Caracas — dice Fray Miguel de Olivares — • " no aprenden nada
de lo eterno"; y de los de Guayana escribía en 1778 Fray Félix
de Villanueva: "lo más necesario es quitarles el vicio de la borrachera,
y españolarlos, ó que hablen en español; sin esto no adelantan. cosa,
y en esto trabajamos toda la vida con poco fruto". En cuanto á
observaciones oculares de viajeros fidedignos, puede decirse que
las únicas notables son las de Alejandro de Humboldt en 1800. El
sabio naturalista y filósofo alemán, que no obstante su carácter de
extranjero y de protestante fué bien acogido por los religiosos, ob-
servó que los indios reducidos habían perdido progresivamente el
vigor de carácter y la vivacidad natural que en todas las condiciones
del hombre son los nobles frutos de la independencia. " Sometiendo
á reglas invariables hasta los menores actos de su vida doméstica,
se les ha vuelto estúpidos á fuerza de hacerlos obedientes. En
general, su alimentación está más asegurada y sus hábitos son más
apacibles; pero sometidos á la regla y á la triste monotonía del
gobierno de las misiones, revelan en su aire sombrío y concentrado
1. Noticia del estado que han tenido y tienen estas misiones de
capuchinos de la provincia de Caracas, desde el aflo de 1658 hasta el
de 1745, por su Prefecto Fray Miguel de Olivares. — Archivo de Indias, Sevilla.
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— 42 —
que han sacrificado de mal grado la libertad al reposo . . Lamento
tener que emplear la palabra salvaje, porque indica entre el indio
reducido que vive en las misiones y el indio libre ó independiente,
una diferencia de cultura que la observación desmiente á menudo.
En las selvas de la América meridional existen tribus indígenas
que, apaciblemente reunidas en aldeas, obedecen á jefes (Pacanati,
Apoto, ó Sibierene), cultivan en terrenos bastante extensos bananas,
manioc y algodón, y emplean éste en tejer hamacas. Apenas son
más bárbaros que los indios desnudos de las misiones á quienes se
ha enseñado la señal de la cruz . . • . Es un error creer que todos
los indios no reducidos son nómades y cazadores. La agricultura
.existió mucho antes de la llegada de los europeos ... y existe en
tribus á donde los misioneros no han llegado. Lo que se debe al
régimen de las misiones es el haber acrecentado el apego á la
propiedad raíz, la estabilidad de habitaciones, el amor á una vida
más suave y pacífica. Pero estos progresos son lentos, y aun á
menudo insensibles, por el aislamiento absoluto en que se mantiene
á los indios; y sería propagar ideas falsas sobre el estado actual
de los pueblos de la América meridional tomar por sinónimos las
denominaciones de cristianos, reducidos y civilizados, y las de
paganos; salvajes é independientes. Tan poco cristiano suele ser
el indio reducido como idólatra el independiente: uno y otro,
preocupados con las necesidades del momento, revelan una indife-
rencia notable por las opiniones religiosas y una tendencia secreta
al culto de la naturaleza y de sus fuerzas. "^
Sea lo que fuere, el sistema de misiones no produjo resultados
sociales más favorables que el antiguo de repartimientos y en-
comiendas, como no sea el haber conservado la vida á un número
mayor de indios; ni los educó en el cultivo de la tierra y pastoreo
de ganados más que lo estaban las tribus sometidas por el brazo
secular. Algunos escritores modernos, que califican á los misioneros
de representantes ó adelantados de la civilización europea, olvidan
primero, que se trata de misioneros españoles imbuidos en todas
las preocupaciones del más intransigente catolicismo, y segundo,
que dondequiera y en todo tiempo los misioneros, ó católicos ó
protestantes, más han contribuido á promover conflictos de razas
y á exacerbar el instinto de la venganza en los pueblos llamados
inferiores, que no á levantar su nivel moral. La historia reciente
y actual de los misioneros cristianos en China, con sus procedi-
mientos, supersticiones, intemperancia y pretensión despótica, sirve
1. A. de Humboldt, Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau
Contincnt, t. m, pp. 5, 264 y 265.
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— 43 —
para congeturar cual sería la dura disciplina impuesta por los
capuchinos españoles á los amedrentados indios que lograron
sobrevivir á la exterminadora guerra de conquista. Los Goberna-
dores de la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente Centurión^
Inciarte y Marmión, comprendieron la radical esterilidad del régimen
religioso, y aconsejaron á la corona sustituirlo con un bien pensado
plan de colonización civil; que habría sin duda mejorado la condición
de los indios, si la corona española no hubiera estado entonces
sobre cabezas incapaces . . .
En la historia de la Colonia, y luego en la historia de la
República, no se distinguió uno solo de los indios que los misioneros
mantuvieron alejados de todo cruzamiento con los blancos, mestizos
y negros. La obra de los religiosos desapareció con ellos. Los
únicos establecimientos relativamente prósperos en 1810 eran los de
Guayana, y como los misioneros permanecieron fieles á la causa de
España, los indios fueron también víctimas de la revolución que
pretendía devolverles la libertad. "Los rebeldes insurgentes —
escribe Fray Nicolás de Vich — viendo la mucha resistencia, y
conociendo que la causa total de ella era el influjo de los PP.
Misioneros, todos los años desde el principio de la insurrección
procuraban con los mayores esfuerzos invadir sus pueblos; pero
siempre inútilmente, pues dichos PP. tomaban las más justas medidas
y enérgicas providencias, armando sus indios, abasteciendo las tropas
(del rey) de un todo, y contribuyendo con caballos, víveres y uten-
silios de toda clase que permitía su posibilidad. Por este motivo
se había acarreado aquella comunidad la indignación de los rebeldes,
en tanto extremo que les habían amenazado varias veces con la
terrible expresión " que de las barbas de los misioneros capuchinos
catalanes habían de formar cabestros para sus caballos" i.
Con el triunfo de las tropas republicanas se consumó la de-
cadencia de las últimas misiones; y fuerza es confesar que la
República no supo acrecentar lo poco bueno que en ellas dejaron
los capuchinos. Es más, la explotación de los indios continuó por
medios apenas menos bárbaros que los de los encomenderos, y tan
inconsiderados como los de los misioneros. El Gobierno de la
República no cesaba de expedir instrucciones humanitarias, del
propio modo que lo hiciera antes el Gobierno de la Monarquía;
instrucciones que los. empleados republicanos se apresuraban á
1. Elogio histórico-fúnebre pronunciado por Fray Nicolás de Vich
en Barcelona, el 10 de junio de 1818, en honor y sufragio de los treinta misioneros
y cuatro hermanos enfermeros á quienes dieron muerte los patriotas de enero á
julio de 1817. — Sobre esto véase el Libro 2°, cap. VIII.
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— 44 —
archivar, siguiendo la tradición de los empleados coloniales. En
1838, Agustín Codazzi informa al Gobernador de Guayana: "Los
indios (del cantón Rio Negro) no están seguros ni en sus casas ni
en sus labranzas, porque el dia menos pensado les llega un aviso
del alcalde para que se presenten á su tribunal: allí reciben la
orden de marchar á la cabecera del cantón á ponerse á la dispo-
sición del jefe político. Estos infelices tienen que tomar sus canoas
y hacerse de víveres para diez ó quince dias; y al llegar delante
de este sátrapa, son recibidos peor que esclavos y mandados de
peones á la casa del mismo jefe político y demás criollos; los cuales
los emplean, sea en la pesca, en la caza, en ir á la manteca, á la
sarrapia, á buscar zarza, á cortar maderas, á hacerles lanchas ú
otras embarcaciones; y no se les empieza á pagar sino del dia que
entran al trabajo, ¿y de qué modo? en mercancías, á precios tan
exhorbitantes, que al fin del mes el hombre ha ganado un peso ó
doce reales, graduados por ellos á cuatro ó cinco pesos. Inútiles
son las quejas de aquellos desgraciados para volver á sus casas á
cuidar de sus conucos y de la subsistencia de sus familias; se les
responde que si no van al servicio que se les manda, los despa-
charán por vagos á la capital para que sirvan en el ejército. A
estas amenazas se conforman en su penosa situación, y van á servir
por otros meses á casa de otros racionales que los emplean en
donde mejor les parece, y no se les pasa para su manutención
sino dos totumas de mañoco, que son dos libras de casabe, y nada
más. Al cabo de tres ó cuatro meses vuelven á sus casas, . si han
venido otros á reemplazarlos, y tienen que gastar lo poco que han
ganado para proveerse de víveres para el viaje Muchos de
ellos, aborrecidos de un trato tan infame como cruel, se huyen á
los montes y quedan los pueblos solos; prefiriendo vivir entre los
salvajes que en medio de los pretendidos racionales .... Tengo
rubor, pero es preciso decirlo: ha habido juez político que hacía
visitas á todos los pueblos con ¡solo el fin de tener con ellos un
comercio exclusivo y atraer cuantos peones podía, y por colmo de
vergüenza, exigía en cada uno de ellos la mejor y más joven india
para su uso " En 1855, Francisco Michelena y Rojas informa
cosas semejantes 1. Y en 1904, el Gobernador del Territorio Ama-
zonas, Bartolomé Tavera Acosta, comprueba aún los mismos abusos
y la casi completa extinción de los pueblos fundados por los misio-
neros ^ .... Dos circunstancias fatales vienen contribuyendo desde
1810 á la miserable condición de las tribus del Orinoco; la distancia
1. Véase su Exploración Oficial, p. 332 y siguientes.
2. Boletín de estadística de Venezuela, enero de 1905, p. 7 á 14.
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á que se encuentran del Gobierno nacional, á cuya vigilancia se
sustraen fácilmente los empleados locales, y las incontables turba-
ciones del orden político durante todo el siglo XIX.
En el propio siglo, la suerte de los indios es menos dura en
la región que comprendía la primitiva provincia de Venezuela. Por
real orden del 6 de octubre de 1812 se pidió informe al arzobispo
de Caracas sobre las diferentes castas de indios, sus costumbres,
idiomas, inclinaciones, industria y culto: y en 3 de julio de 1813,
el arzobispo Coll y Prat mandó al despacho de la Gobernación de
Ultramar tres papeles que se refieren á los indígenas reducidos ó
civilizados^. Dicen los informantes, que los indios desconfian de
los blancos, no practican sus idiomas propios y hablan español.
Son humildes, mansos y unidos entre sí; muy pobres, y los caciques
llevan vida privada como los demás. Por lo común cumplen sus
compromisos en los contratos verbales que hacen, bien que no
tengan por pecaminosa la mentira. Se prestan semillas para sus
sementeras, exigiendo en algunas partes el duplo á la cosecha.
Para los trabajos del campo se ayudan mutuamente haciendo un
"convite". Hacen dos comidas al dia, de pan, legumbres y raíces,
á veces carne y papelón (azúcar ordinario), y gastan aproximada-
mente un real por persona. Sus bebidas son aguardiente de caña,
guarapo de papelón, chicha de maíz cocido y molido con papelón,
masato (amasijo) de maíz y de varias raíces, todas fermentadas y
muy fuertes. Son muy aficionados á la embriaguez. Los padres
solicitan maridos para sus hijas y mujeres para sus hijos, aunque
sin obligaciones ni pactos especiales. Acostumbran velar los
cadáveres antes de enterrarlos (lloras y velorios), llorando, can-
tando y bailando, en representación de las acciones del difunto, por
dos ó tres noches, y haciendo frecuentes libaciones hasta embria-
garse*. No queman los cadáveres, ni les ponen comidas, ni inmolan
victimas humanas. Sus instrumentos de música son tambores,
chirimías, pitos, flautas de carrizo, y suelen tocar la guitarra. En-
fermedades más comunes: tisis, hidropesía, disentería, tabardillo.
Remedios: la calaguata contra la hidropesía y contusiones; la raíz
de escobilla para indigestiones; hinojo, perejil, brusca y grama para
entonar el estómago. Acostumbran algo los purgantes, menos las
sangrías y nada los vomitivos. Las purgas habituales son la raíz
de "pasaña", pimpollos de "túatúa", y otra que llaman "serenita"
1. Hállanse estos informes en el Archivo de Indias, Sevilla. £1 uno es del
vicario y curas doctrineros del partido del Tocuyo y los otros del cabildo de
Caracas.
2. Costumbre que persiste todavía en la casta mestiza inferior.
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de una planta nombrada ^^encita^\ No usan aguas termales. En
todas partes la natalidad excede hasta en un tercio á la mortalidad.
Vestidos: camisa y calzones cortos los hombres, y camisa, fustanes
y paños las mujeres. No conocen calendarios: regulan el dia por
el sol. Son inclinados á las adivinanzas, á la magia y á los naipes.
Supersticiones: cuando el fuego hace ruido como el disparo de una
pistola es porque el padre ausente vuelve, ó llega un huésped, y
cuando pierden alguna cosa la buscan del lado á donde se inclina
la llama de una vela. Tienen "ideas oscuras — dice el informe
del Tocuyo — , fe muy débil, y por lo general no temen los juicios
de Dios^\ Por último, no hay hombres distinguidos en armas ni en
letras.
De la raza indígena, diezmada ó sometida por la conquista,
las encomiendas y las misiones, no volvieron á nacer Manaures ni
Maragüeyes, Guaicaipuros ni Paramaconis. Su energía congénita
no sobrevive sino mezclada con sangre española y sangre africana,
en la casta mestiza que desde el triunfo de la Independencia tiene
en su mano la suerte de la nación venezolana.
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Capitulo III.
Negros, pardos y blancos.
Sumario. Trata de negros en las Indias Occidentales — Quiere
Las Casas mejorar con ellos la condición de los indios — Reconoce
y confiesa su error — La esclavitud en Venezuela — Rebélanse los
esclavos de Buría é intentan constituir un reino — r Condición de
los esclavos según las leyes de Indias — Castas dt la Colonia —
"Pardos" y blancos — Cómo podían aquéllos pasar al rango de
hidalgos — Cédulas de "gracias al sacar" — Antagonismo entre
blancos europeos y blancos criollos, y entre nobles y plebeyos —
Ruidoso pleito de D. Sebastián de Miranda — La nobleza criolla —
Su origen — Informaciones de limpieza de sangre — Mayoría de
mestizos — Trabas puestas al comercio é inmigración de extranjeros.
En guerra continua los conquistadores con las tribus más be-
licosas, que no se sometieron nunca de buen grado á la esclavitud
de las minas, á la servidumbre de las labranzas ni á la condición
de bestias de carga (que no existían en Venezuela y cuyo servicio
debían hacer necesariamente por muchos años los propios indios),
decidieron desde el principio comprar esclavos africanos para
emplearlos especialmente en la explotación de minas. En las reales
instrucciones dadas al Gobernador Obando se le permitió comprar
negros, y en efecto, de 1501 á 1510 llegaron algunos á la isla Es-
pañola. Incansable Las Casas en su empeño de mejorar la condición
de los indígenas, no se opuso á la trata de negros y antes bien la
aconsejó; de lo que se arrepintió á poco, viendo el resultado de
su consejo. Hallándose en la Española le insinuaron los vecinos
que el mejor medio de asegurar las ventajas que buscaba para los
indios, era optenerles del rey el permiso de comprar una docena
más de negros. De lo que se acordó Las Casas en la corte y dijo
en sus memoriales al rey — según escribe él mismo — "que le
hiciese merced á los españoles de darles licencia para traer de
España una docena, más ó menos, de esclavos negros, porque con
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— 48 —
ellos se sustentarían en la tierra y dejarían libres los indios"; pero
(agrega con un candor único en su tiempo, y tai que nos parece
estar leyendo á algún filósofo humanitario del siglo XVIII), "este
aviso, de que se diese licencia para traer esclavos negros á estas
tierras, dio primero el clérigo Casas, no advirtiendo la injusticia
con que los portugueses los toman y hacen esclavos, el cual, después
de que cayó en ello, no lo diera por cuanto había en el mundo,
porque siempre los tuvo por injusta y tiránicamente hechos esclavos
porque la misma razón es de ellos que de los indios." Consultados
los oficiales de la Contratación de Sevilla, dictaminaron que para
las cuatro islas Española, San Juan, Cuba y Jamaica, era su parecer
que al presente bastarían cuatro mil esclavos negros.^ Concedió el
rey la licencia, y se vendió ésta á unos mercaderes genoveses por
veinticinco mil ducados, con privilegio por ocho años. Con lo que
se frustró el propósito de Las Casas, pues á más de aumentarse de
un modo exorbitante el pequeño número de esclavos que aconsejara,
los vecinos de las islas tuvieron que pagarlos á altos precios, en
vez de recibirlos de balde como aquél pretendió. "Para los indios
— concluye Las Casas — ningún fructo dello salió, habiendo sido
para su bien y libertad ordenado, porque al fin se quedaron en su
captiverio."^
De las islas los conquistadores llevaron sus esclavos á las
provincias del Continente, donde habían descubierto y explotaban
minas de oro. A las de Buría, cercanas de Barquisimeto, llevaron
uno^ ochenta á mediados del siglo XVI; y fueron por cierto los
primeros que se rebelaron contra sus amos. Uno de ellos, llamado
Miguel, " muy ladino en lengua castellana, y resabido en toda suerte
de maldad," se escapó de las minas un dia de 1555, y empezó á
persuadir á los esclavos é indios hiciesen lo mismo para libertarse
de la tiranía de los españoles. Siguiéronle muchos, le nombraron
rey, reconocieron por reina á una negra su querida^ llamada
Guiomar, por príncipe real á un hijuelo de ambos, y por obispo á
otro negro. Fundó Miguel su capital, organizó su ejército y marchó
á atacar á Barquisimeto, donde había solamente cuarenta vecinos
españoles. Pero habiendo éstos pedido socorro al Tocuyo, fué el
capitán Diego de Losada con gente armada, y cayendo sobre la
corte de los negros acabó con ella y mató al rey.^
En 1560 el procurador Sancho Briceño obtiene excensión de
derechos para doscientas piezas de esclavos; en 1590 el procurador
1. Historia de las Indias, t. IV, p. 380 y 381.
2. Fr. Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra
Firme, noticia 5»/ cap. XX y XXI.
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— 49 —
Simón de Bolívar solicita tres mil licencias, con facultad de vender
algunas en otras partes para cubrir los gastos; en 1692 D. Bernardo
Fraacisco Martín de Guzmán saca privilegio por cinco años para
proveer de negros las provincias venezolanas; la Compañía Gui-
puzcoana (1728 á 1781) introduce hasta mil negros. El Gobierno
español no hacía la trata directa en África: en la primera mitad del
siglo XVIII los franceses y los ingleses tuvieron sucesivamente el
privilegio de vender esclavos para América, y desde 1 750 las colonias
españolas se proveyeron por medio de mercaderes que hacían con-
tratos con el rey. La trata duró en Venezuela hasta 1797. En
1812, según los cálculos de D. Andrés Bello, D. Luis López Méndez,
D. Manuel Palacio Fajardo, y resumen ulterior de Manuel Landaeta
Rosales, los esclavos venezolanos eran, aproximadamente, 62000,
de los cuales vivían más de 40 000 en la sola provincia de Caracas.^
La condición de los negros fué también materjd de numerosas
leyes españolas. Los amos de esclavos debían instruirlos en la
religión, para que se les pudiese bautizar dentro del año de su re-
sidencia en Indias, y ocuparlos los dias de fiesta, después de la
misa y explicación de la doctrina, en diversiones "simples y sen-
cillas". Se ordenó además: que los alimentos y vestidos los deter-
mine el justicia del distrito donde se hallen las haciendas, con
acuerdo del Ayuntamiento y audiencia del procurador síndico en
calidad de protector de los esclavos; y arreglen igualmente las
tareas del trabajo diario, de sol á sol, pero de modo que les queden
dos horas en el dia para emplearlas en ocupaciones que cedan en
su '' personal beneficio y utilidad": que no trabajen por tareas los
menores de diecisiete años ni mayores de sesenta, y se dediquen
las esclavas á cosas conformes con su sexo: que los amos cons-
truyan habitaciones distintas para ambos sexos, con camas en alto
y mantas ó ropa necesaria: que no pongan más de dos en un
cuarto: que costeen el hospital y los entierros: que mantengan á
los niños y ancianos: que no liberten á ninguno sin darle peculio
suficiente. Los amos presentaban anualmente á la justicia de su
parroqia ó villa una lista de sus esclavos ; y para indagar la manera
como se les trataba, la justicia recibía informes de los curas doctri-
1. F. Depons (Voy a ge, t. 1, p. 241) dice que los esclavos eran 218 400:
error evidente. — Son espeluznantes las descripciones de la caza de negros en el
centro de África. Los negreros incendiaban por la noche aldeas enteras, y se
aprovechaban del pánico de sus habitantes para cautivarlos. Los encadenaban con
collares de acero y los conducían á la costa á látigo limpio. Se calcula que SOoJq
morían en el viaje hasta el puerto de embarque; 12 ®/o de los restantes perecían
atravesando el océano, y 5% en el mercado. De suerte que de 100 cautivos sólo
50 podían aprovecharse.
Fortoul, Historia Constitucional. 4
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— se-
ñeros y de una persona que tres veces al año visitaba las haciendas,
nombrada por la justicia con acuerdo del Ayuntamiento y asistencia
del procurador síndico. Amos y mayordomos podían castigar co-
rreccionalmente á los esclavos, con " prisión, grillete, maza, ó zepo,
con tal que no sea poniendo en éste de cabeza; 6 con azotes que
no puedan pasar de veinticinco, y con instrumento suave que no
les cause contusión grave ó efusión de sangre". Otra ley, dada
por Felipe II, dice: "que al negro ó negra ausente del servicio de
su amo cuatro dias le sean dados en el rollo cincuenta azotes y
que esté allí atado desde la ejecución hasta que se ponga el soP\
En caso de ausencia mayor, la pena podía ser hasta la horca. En
caso de delitos se les aplicaban las penas correspondientes, siendo
civilmente responsable el amo, si no desamparaba el esclavo antes
de la contestación de la demanda. Los excesos de los amos y
mayordomos íe castigaban con multas, y con otras penas más
graves en caso de efusión de sangre i.
Dicho está que con las leyes españolas (y de todo país) sobre
los esclavos, sucedió lo mismo que con las leyes favorables á los
indios: su eficacia dependió únicamente de la manera de inter-
pretarlas y de la clase de hombres encargados de cumplirlas. Al-
gunas implicaban ciertas comodidades y dulzuras de que no gozaba
por lo común la misma gente blanca. Por ejemplo: casas espa-
ciosas y habitaciones separadas con camas altas y mantas, no las
tuvieron nunca los esclavos, ni los mestizos libres, ni aun los
blancos como no fuesen ricos. Cuando se ve hoy como vive to-
davía, después de casi un siglo de República, la clase de los
"peones", se comprende bien cual debió ser la condición de
los negros. El mandamiento que prohibía la efusión de sangre
tampoco se observaba á menudo. Dice Humboldt: "La autoridad
civil es impotente en todo lo que se refiere á la esclavitud domés-
tica, y nada es más ilusorio que el tan ponderado efecto de las
leyes que prescriben la forma del látigo y el número de azotes que
se pueden dar á un tiempo . . . .: en Cariaco, pocas semanas antes
de mi llegada á la provincia, un hacendado que no poseía sino
ocho negros hizo perecer seis, azotándolos de la manera más bár-
bara^". No hay que extrañarlo. Los blancos castigaban también á
sus hijos con azotes, y los maestros de escuela profesaban el prin-
cipio de que la letra con sangre entra, principio que no se quedaba
en pura metáfora.
1. Real cédula del 31 de mayo de 1789.
2. Voy age, t. UI, p. 225.
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— 51 —
Si un amo abusaba de su derecho de propiedad, se le obli-
gaba á vender el esclavo por el precio que le había costado y que
no podía ser más de trescientos pesos. Por la misma cantidad
como máximum podía cualquier esclavo rescatarse y adquirir su
libertad. Con todo, ésta no equivalía á los derechos sociales de
los blancos. El color era una marca perenne de inferioridad. Léase
por ejemplo la siguiente ley de 1571: "Ninguna negra, libre ó
esclava, ni mulata, traiga oro, perlas, ni seda; pero si la negra ó
mulata libre fuere casada con español, pueda traer unos zarcillos
de oro, con perlas, y una gargantilla, y en la saya un ribete de
terciopelo, y no puedan traer ni traigan mantos de burato, ni de
otra tela, salvo mantellinas que lleguen poco más abajo de la cin-
tura, pena de que se les quiten, y pierdan las joyas de oro, vestidos
de seda y mantos que trajeren". Los negros, ó esclavos ó libres,
debían casarse entre sí, y no se les permitía tener indios á su ser-
vicio, ni llevar armas, ni andar de noche por las calles; — bien
que algimas de estas prohibiciones, si no todas, fueron modificán-
dose ó relajándose con el transcurso del tiempo y á causa de la
mezcla de blancos, negros é indios que dio origen á la numerosa
casta de los "pardos".
En las Indias Occidentales se distinguían siete castas, á saber:
1* los españoles nacidos en Europa; 2* los españoles nacidos en
América, llamados "criollos"; 3* los mestizos, descendientes de
blanco é indio; 4* los mulatos, descendientes de blanco y negro;
5* los zambos, descendientes de indio y negro ; 6* los indios, y 7» los
negros, con las subdivisiones de: zambos prietos, producto de negro
y zamba; cuarterones, de blanco y mulata; quinterones, de blanco
y cuarterona, y salto-atrás la mezcla en que el color es más oscuro
que el de la madre*. En Venezuela, á todas las personas que no
eran de raza pura se les llamaba habitualmente " pardos ", casta que
á fines de la Colonia componía la mitad de la población total. —
Los domingos y fiestas podía verse en los templos de Caracas un
cuadro vivo de las castas. A la catedral concurrían preferente-
mente los blancos; á la iglesia de Candelaria los isleños de
Canarias; á Altagracia los pardos, y á la ermita de San Mauricio
los negros.
Los blancos, dueños de la tierra por los repartimientos, de los
indios por las encomiendas y de los negros en las minas y labranzas,
veían con mal disimulado temor la multiplicación de la clase mestiza,
y se opusieron siempre á sus pretensiones sociales hasta en la
1. Humboldt, Essai politique sur le royaume de la Nouvelle
Espagne, t. I, p. 344 y 453. 2» edición, París, 1825.
4*
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víspera de la revolución. Un acta del Ayuntamiento de Caracas,
fecha á 14 de abril de 1796, revela mejor que ningún otro docu-
mento cuan agria era la lucha social entre blancos y pardos. Con-
siderada ese dia la real cédula de "gracias al sacar" expedida en
Aranjuez el 10 de febrero del año anterior, acordó el Ayimtamiento
suplicar al rey que la suspendiese, sobre todo en las partes que
trataban de '^dispensación de calidad de pardos, y quinterones, y
distintivo de Don". Los pardos, mulatos ó zambos — dice el acta —
"cuya diferencia en la común acepción no es conocida, ó casi es
ninguna", tienen "el infame origen de la esclavitud y el torpe de
la ilegitimidad". Después de renovar la súplica dirigida ya 'al rey
en 13 de octubre de 1788, para que denegase el privilegio á que
pretendieron algunos pardos caraqueños para contraer matrimonio
,con personas blancas y para ser admitidos á los órdenes sagrados,
continúa el acta: "Dispensados los pardos y quinterones de la cali-
dad de tales, quedarían habilitados entre otras cosas para los oficios
de república, propios de personas blancas, y vendrían á ocuparlos
sin impedimento mezclándose é igualándose con los blancos y gentes
principales de mayor distinción en la república, en cuyo caso por
sufrir este sonrojo no habría quien quisiese servir los oficios
públicos como son los de regidores, y todo el resto de todos los
que se benefician y se rematan de cuenta de la real hacienda", y
podrían originarse " disenciones y turbación en las respectivas clases
de la república por la dispensa de calidad que se les conceda á
estas gentes bajas que componen la mayor parte de las poblaciones,
y son por su natural soberbias, ambiciosas de los honores y de
igualarse con los blancos, á pesar de aquella clase inferior en que
los colocó el autor de la naturaleza". Y acordó el Ayuntamiento,
que el alcalde ordinario de segunda elección, D. José Ignacio Ren-
gifo, formulase la representación que había de dirigirse al rey, re-
presentación que firmaron á 28 de noviembre el mismo Rengifo,
Juan José de Berastegui, Carlos Palacio y Blanco, José Hilario
Mora, Isidoro Antonio López Méndez, el marqués del Toro, Caye-
tano Montenegro, Rafael González, Juan Bautista de Echezuría,
Antonio Ayala y Pedro Martínez de Porras.
El tránsito de los pardos á la calidad de blancos — dice la
representación — " es espantoso á los vecinos y naturales de Amé-
rica, porque sólo ellos conocen desde que nacen, ó por el trans-
curso de muchos años de trato en ella, la inmensa distancia que
separa á los blancos y pardos, la ventaja y superioridad de aquéllos,
y la bajeza y subordinación de éstos . . .": que las milicias de pardos
5ólo sirven para alimentar su soberbia y "confundir las personas,
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— 53 —
como que muchas veces, adornado un oficial de su uniforme,
dragonas y espada con un poco de color en la cara, se usurpa
obsequios equivocados que elevan su pensamiento á otros objetos
más altos, y entretenidos en las ciudades y pueblos con el motivo
del ejercicio y disciplina militar, se desdeñan de cultivar los campos,
abandonan la agricultura á solo el trabajo de los blancos y negros
esclavos, y confían su subsistencia á las artes mecánicas en que,
al paso que son arbitros del precio de sus obras, nunca procuran
afinarse, y en la vejez ó en cualquiera otro impedimento se entregan
á la ociosidad, á la mendicidad y á la miseria . . .": que no debe
franquearse á los pardos "la instrucción de que hasta ahora han
carecido y deben carecer en adelante", porque "hormiguearán las
clases de estudiantes mulatos; pretenderán entrar en el Seminario;
rematarán y poseerán los oficios concejiles ; servirán en las oficinas
públicas y de real hacienda .... y vendrán los tristes dias en que
España por medio de la fuerza se vea servida de mulatos, zambos
y negros, cuya sospechosa fidelidad causará conmociones violentas . . ."
Distingue el Ayuntamiento, entre los pardos "que habitan las ciu-
dades, villas y lugares, que son los que por sugestiones ó por propia
malicia pretenden alterar su suerte en odio de los blancos, ... y
los pocos que están retirados en los campos y viven miserablemente
contentos con su ociosidad ó con el robo . . ."; y añade que los de
las ciudades y villas se dedican á oficios de herreros, carpinteros,
plateros, sastres, albañiles, zapateros, carniceros, matarifes y otros
mecánicos, "siendo arbitros de trabajar cuando quieren, de mezclar
los metales á su antojo, de poner precio á sus obras y de engañar
á todos ... sin querer aplicarse á otros destinos, porque tienen á
menos, especialmente los que son oficiales, cabos ó sargentos de
las milicias, cultivar el campo y servir á los que tienen tierras; y
aun aquellos que no estando empleados se dedican á ganar jornal,
son tan falsos, tramposos y altaneros, que se escapan con los prés-
tamos que les hacen los hacendados y por cualquiera reprensión
abandonan el trabajo ..." A todo lo cual propone el Ayuntamiento
como remedios, que se obligue á los pardos á trabajar en los campos;
que se reglen sus oficios, poniendo tasa á sus obras ; que se reduzcan
las milicias de blancos y pardos á compañías sueltas, para servirse de
ellas en las ocurrencias de turbaciones; y que se aparte á los pardos
de toda ocasión que despierte sus pensamientos altivos. Con lo que la
suerte délos mestizos apenas habría sido menos dura que la de los negros.
No hubo oídos en la corte para semejante representación, y
antes bien se expidió otra real cédula de gracias al sacar, con
fecha del 3 de agosto de 1801. Según el arancel que contiene, se
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— 54 —
pagaban 6000 reales de vellón por servir oficios de escribano los
hijos de padres no conocidos; por cada uno de los privilegios de
hidalguía, 107000 reales; por la concesión del distintivo de Don,
1400 reales; por la dispensación de la calidad de pardo, 700 reales,
y por la de quinterón 1100. Por la declaración de hidalguía y
nobleza de sangre los derechos eran de 60, 80 y 100000 reales, con
proporción á la justificacióon respectiva y según los entronques
nobiliarios. El Capitán General mandó publicar esta tarifa el 9 de
marzo de 1802, y comunicada que fué al Ayuntamiento, acordó éste
reiterar su representación de 1796, bien que sin resultado alguno.
Representación que es igualmente significativa por otras circuns-
tancias especiales. Quejábase en ella la oligarquía local de que
con el establecimiento de la Audiencia en Caracas se habían multi-
plicado las disensiones y discordias, habían crecido los costos de
los pleitos, se habían hecho más osados los escribanos, procuradores
y subalternos, y se iban ocupando estos empleos por sujetos tacha-
dos en su calidad y conducta. Sin embargo, cualesquiera que fuesen
entonces las imperfecciones ó vicios de la administración de
justicia, semejantes quejas obedecieron á un motivo secreto poco
generoso. Cuando la Audiencia estaba en Santo Domingo, era más
difícil para la gente pobre ó desvalida atener justicia, y el estable-
cimiento de aquel tribunal en Caracas fué ima medida evidentemente
favorable á la equidad, aunque disminuyera de hecho el poder social
de los blancos. Pidió también el Ayuntamiento que se removiesen
los actuales ministros de la Audiencia, por desafectos á los blancos
criollos y personas de distinción; agregando que los empleados
europeos llegaban prevenidos contra los blancos y tendían á pro-
teger á los mulatos y gente inferior. Nótese á este propósito, que
después de la conquista los españoles que poseían la mejor y mayor
parte de la tierra, vieron siempre en los empleados venidos de la
Península un peligro para el influjo excesivo que les aseguraban
sus riquezas, y de aquí la antipatía con que los recibían. En tanto
que la legislación española procuraba elevar la condición de los
pardos, — « si bien en esto entrase por mucho la necesidad de
aumentar el tesoro real con la concesión de prerrogativas y títulos, —
los blancos criollos se apegaban á sus privilegios sin perder ninguna
ocasión de reafirmarlos, aun contra la volimtad expresa del monarca.
Cuando éste concedió el título de fieles y leales subditos á los habitantes
de Nirgua, que eran casi todos descendientes de indios y negros, fué
general el coro de escarnio para la "república de zambos y mulatos".
Uno de los más ruidosos pleitos de la Colonia revela hasta
donde llegaba el antagonismo entre los empleados de origen pe-
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ninsular y los blancos criollos. En 1 764, el Gobernador Solano creó
en Caracas un batallón de milicias en que debía figurar una com-
pañía de blancos de islas Canarias, y nombró capitán de ella al
isleño D. Sebastián de Miranda^. Era D, Sebastián comerciante, y
por esto y porque corrían rumores de que su sangre no estaba
limpia de mezcla, empeñáronse los blancos criollos en apartarlo de
la carrera militar. Miranda intentó un proceso á D. Juan Nicolás
de Ponte y á D. Martín de Tovar Blanco por haber proferido
palabras injuriosas en la tertulia del Gobernador, y aunque con-
testaron que no habían dicho nada semejante, que le tenían por
blanco y le consideraban digno de su empleo de capitán, resolvió
solicitar su retiro de la milicia. Mas como siguiese usando uni-
forme, el Ayuntamiento acordó (22 de mayo, 1769) notificarle que
exhibiese dentro de tercero dia los papeles y documentos por donde
se le concediera traer el uniforme y bastón de un cuerpo en que
no estaba sirviendo. No contestó Miranda, y el Ayuntamiento
resolvió, en sesión del 3 de junio, estimularlo de nuevo á cumplir
lo mandado, bajo pena de un mes de cárcel, y dos meses de prisión
si volvía á usar uniforme. Se dirigió también al Gobernador; pero
éste, que favorecía á Miranda, respondió que el capitán ele milicias
vestía legítimamente su uniforme y no había motivo para molestarle
más. Remitidas á España copias del proceso, decidió el rey (12 de
setiembre, 1 770) que los españoles europeos avecindados en Caracas
podían y debían entrar al goce de los empleos públicos del Gobierno
en igualdad con los españoles criollos; que en los oficios de justicia
y república tuviesen indispensablemente una de las varas de alcaldes
ordinarios los europeos que fuesen vecinos; que la provisión de
empleos militares no le tocaba en manera alguna al Ayuntamiento,
y sí al inspector de milicias (éralo el Gobernador); que no tuvo
facultades el Ayuntamiento para disponer que el alcalde ordinario
D. Francisco de Ponte y Mijares enjuiciase en su tribunal á D. Se-
bastián de Miranda sobre el uso de uniforme; que á Miranda se le
había concedido el retiro que voluntariamente pidió, con el goce de
todas las preeminencias, excensiones, fueros y prerrogativas mili-
tares, y con el permiso de llevar bastón y vestir el uniforme de
capitán reformado; que se imponía perpetuo silencio sobre la in-
dagación de su calidad y origen^; y terminaba el despacho real:
de graves penas y de privación perpetua de oficios, ordeno
1. Padre del célebre General revolucionario.
2. '^Lo que D. Sebastián de Miranda quiere probar — había dicho con ironía
^ abogado — do es limpieza de sangre de Caracas, ni nobleza de Caracas, sino la
calidad y limpieza de sus ascendientes".
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— 56 —
os abstengáis en adelante de formar acuerdo alguno acerca de los
asuntos de milicia, y que se tilde y borre de vuestro libro capitular
el del dia 17 de abril del año próximo antecedente, para que no
quede ejemplar de él".
La pretensión de la nobleza criolla á acaparar todos los
oficios de república, nació á raíz de la conquista y la confirmaron
desde luego las leyes i. En ellas se dijo: "El que capitulare nueva
población de ciudad, villa ó colonia, tenga la jurisdicción civil y
criminal en primera instancia por los dias de su vida, y de un hijo
ó heredero, y pueda poner alcaldes ordinarios, regidores y otros
oficiales del concejo del mismo pueblo. — Por honrar las personas,
hijos y descendientes legítimos de los que se obligaren á hacer
población, y la hubieren acabado y cumplido su asiento, les hacemos
Hijosdalgo de solar conocido, para que en aquella población y
otras cualesquier partes de las Indias, sean Hijosdalgo y personas
nobles de linaje, y solar conocido, y por tales sean habidos y teni-
dos, y les concedemos todas las honras y preeminencias que deben
haber y gozar todos los Hijosdalgo y Caballeros de estos Reynos
de Castilla, según fueros, leyes y costumbres de España". Se
ordenó además, que al hacer nueva población se repartiese la tierra
á los pobladores, pudiendo éstos venderla á los cuatro años de re-
sidencia. Las tierras de Caracas las repartieron sucesivamente los
conquistadores Losada y González de Silva; y tal fué el origen de
la considerable riqueza de algunos criollos. Una sola hacienda de
la familia Tovar, que compró tierras del conquistador Silva, se
extendía desde la Vega hasto el Tartagal, hoy plaza del Teatro
Municipal.
En el primer siglo de la Colonia fueron pocos los hidalgos
españoles de solar conocido, como Pimentel, Bolívar, Fernández de
Serpa. La inmensa mayoría adquirió rango y títulos en las guerras
y aventuras de la conquista. Ejemplo: Jácome de Castellón, bár-
baro conquistador de los cumanagotos, solicita y obtiene del rey en
1528, "por armas la fortaleza é torre de Cumaná, puesta en costa
de mar en campo verde, é á un lado della el rio de Cumaná, é al
pie della un yugo de oro, en señal de la subjeción en que la dicha
fortaleza tiene á toda aquella tierra, é cuatro cabezas de indios
principales capitanes, de que hicistes justicia al pie della, é por orla
ocho llaves de color de plata en campo colorado, en significación
del oficio de nuestro alcaide de la dicha fortaleza^". Muchos en-
1. Véase la Recopilación de leyes de los reinos de Indias, 4* im-
presión, Madrid, 1791.
2. Nobiliario de Conquistadores de Indias, p. 52. Madrid, 1892.
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— 57 —
noblecieron sus casas aprovechándose de los apuros económicos en
que por varios siglos vivió la corte española. Ya en 1557 Felipe II
mandó vender hasta mil hidalguías apersonas de todas clases, "sin
excepción ni defecto de linajes ni otras máculas", ejemplo que
imitaron á menudo los reyes posteriores.
No muy seguros de su limpieza de sangre, los criollos de los
siglos XVII y XVIII se preocupaban mucho con probarla en largas
y minuciosas informaciones. Quedaban oficialmente reputados por
hidalgos cuando demostraban, gastando las sumas necesarias, que
sus ascendientes habían sido (dice una información caraqueña),
"españoles, cristianos viejos, limpios de toda mala raza de Moros,
Judíos, ó mulatos, ni herejes, ni de los nuevamente convertidos al
gremio de Nuestra Santa Madre Iglesia Católica; ni castigados ni
penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición ni por otro
algún tribunal, pública ni secretamente en pena alguna que les in-
famase, ni haber servido ni ejercido oficios viles ni mecánicos en
la república, antes bien todos habián sido tenidos, estimados y re-
putadas comúnmente por caballeros hijosdalgo notorios de casas y
solares conocidos, sin haber cosa en contrario ; y como tales habían
obtenido en los lugares de su vecindad los primeros empleos y
cargos en su república"; esto es, oficios de alcalde ordinario, de
la Santa Hermandad, regidor y procurador general, "por no haber
como no hay otros goces de nobleza ni más actos que la califiquen
que los enunciados y que siempre se confieren á personas cono-
cidas, tenidas, reputadas y estimadas comúnmente por nobles^".
Adviértase también, que los hidalgos aventureros, para quienes
no había regla ni medida, saciaban sus ímpetus amorosos con las
indias y mestizas y negras y zambas; y por otra parte, la unión
sexual de hidalgos con indias fué á menudo por matrimonio, que
las leyes permitieron siempre*. Gran número de criollos que ale-
gaban pureza de sangre española, eran en realidad mestizos ó
pardos, por secretos desvíos de sus abuelas, ó como descendientes
legítimos de conquistadores mezclados, cuales Francisco Fajardo,
Alonso Ruiz Vallejo, Juan de Urquijo, etc. 8. La misma familia de
Bolívar, aunque de abolengo ilustre, tenía ya sangre mestiza á fines
1. Información de limpieza de sangre de D. Francisco Rodríguez, marqués
del Toro, 1744. Archivos de Caracas; donde se hallan con ésta y otras informa-
ciones las del conde de Tovar, 1786 y 1794.
2. Los indios que prestaban grandes servicios á España, y podían pagar la
tarifa, adquirían lo mismo que los blancos la caUdad de hidalgos. Véase el citado
Nobiliario.
3. La partícula de no denota necesariamente nobleza de origen, ni en España
ni en otros países, como puede verse en cualquier tratado de heráldica.
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— 58 —
de la Colonia. (Más tarde, es cosa sabida que una hermana y una
sobrina del Libertador se casaron con pardos) . . . Las circunstancias
apuntadas, junto con la necesidad de aumentar el maltrecho tesoro
real, justifican y explican la tendencia liberal de las autoridades
peninsulares en acceder á las pretensiones nobiliarias de los criollos,
liberalismo llevado á tal punto, que en la víspera de la revolución
la inmensa mayoría gozaba del destintivo de Don, ó por derecho
ó tolerancia. Sin contar que el color más ó menos claro ú oscuro
de la piel apenas podía servir de criterio en las indagaciones de
origen, porque muchos peninsulares, mezclados de sangre arábiga,
eran más prietos que los mismos mestizos. Los fundamentos posi-
tivos de la clase dominante ú oligarquía de la Colonia^, fueron
desde el principio y sucesivamente la gloria militar de la conquista
y la riqueza adquirida en el repartimiento de tierras, encomiendas
y explotación de fundos agrícolas y pecuarios con esclavos.
Hasta el siglo XVIII, no cesaba la corona de ponerle trabas al
aumento de la población. Ningún español podía pasar á las Indias
ni volver de ellas sin licencia del rey ó de la Casa de Contratación
de Sevilla, y esta prohibición era absoluta para los condenados
por la Inquisición y sus descendientes. Los mercaderes casados, y
sus factores, sólo podían estar en Indias tres años sin prorogación.
Ni apenas era posible el cruzamiento con extranjeros. Necesitaban
licencia especial para ir á tratar en América. Aun con licencia, no
se les permitió al principio pasar de los puertos á la tierra adentro.
Después, y bien que recomendando siempre "limpiar la tierra de
extranjeros" (son palabras textuales), las leyes exceptuaron á los
que sirviesen oficios mecánicos "por ser útiles á la república", y
permitieron que, cuando se tratase de extranjeros que hubiesen
residido mucho tiempo y prestado servicios, y estuviesen casados y
con hijos y nietos, se pudiese "disimular" en las composiciones,
siempre que se les retirase al interior, lejos de los pueblos.
Al terminar el régimen colonial, los españoles peninsulares
eran, aproximadamente, 12 000; los criollos 200000, y las gentes de
color 406 000, en un territorio de hasta un millón y medio de kiló-
metros cuadrados. Castas que se odiaban, así por la diversidad de
su origen como por la desigualdad de sus condiciones; los indios,
si protegidos por las leyes, reducidos de hecho á la servidumbre
por los encomenderos, misioneros, pobladores y propietarios de la
tierra; los negros, si también amparados teóricamente por una
1. Entiéndase aquí oligarquía social, y ¿ lo más en ciertos asuntos muni-
cipales. Los criollos estaban excluidos de los altos empleos políticos, judiciales,
militares, eclesiásticos, y este será uno de los motivos principales de la revolución.
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legislación tutelar, diezmados «i el trabajo excesivo de las minas y
labranzas, porque las ideas de la época no enseñaban á economizar
las fuerzas del esclavo para conservarle la vida y con ésta la
capacidad de um labor más productiva; los pardos pobres, excluidos
del Gobierno municipal y menospreciados de los blancos criollos ; éstos,
en quienes degeneró pronto el temperamento impetuoso y aventurero
de los conquistatores, propensos ahora á gozar indolentemente de
las riquezas de sus abuelos y de sus privilegiados "oficios de
república"; los blancos peninsulares, en su mayoría empleados que,
á menudo y á pesar de su calculado liberalismo favorable á los
mestizos, buscaban motivo para su ascenso en las rencillas y pleitos
de las castas domésticas; España, en fin^ opuesta por creencias
religiosas y errores económicos al acrecentamiento de la población
de sus colonias; todas estas circunstancias explican cómo desde la
conquista hasta que se establece el monopolio comercial de los
gnipuzcoanos á mediados del siglo XVIII, apenas pueda señalarse
algún progreso importante en el estado social de las provincias
venezolanas.
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Capítulo IV.
Organización del gobierno.
Sumario. Los Ayuntamientos — Regidores y alcaldes — Privilegio
de los alcaldes ordinarios de Caracas — Regidores vitalicios —
Gobernadores y Capitanes Generales — Juicios de residencia —
Cambios en el gobierno político desde 1717 hasta 1777 — Límites
de las Provincias — Límites de la Capitanía General — Con el
Nuevo Reino de Granada — Con el Brasil — Con la Guayana ho-
landesa, después inglesa — Audiencia de Caracas — Negocios de
que conocía — Fueros de ciertos empleados — Consulado de co-
mercio — Gobierno eclesiástico — Cambios de 1531 á 1803 —
Derecho de Patronato — Renta de las catedrales y salario de los
clérigos — Diezmos — La Inquisición — La potestad civil y la
eclesiástica.
Desde los primeros años de la conquista, los españoles imitan
en América la organización gubernativa de la Península. El Gober-
nador representa directamente la autoridad del rey; el Ayuntamiento
es órgano de la autonomía municipal; el clero ejerce la potestad
espiritual conforme al Patronato ; los tribunales de inquisición velan
por la integridad de la fe católica; el juez de residencia es dele-
gado de las Audiencias mdiciales; el misionero encama, en medio
de los indios, la dualidad político-religiosa que es característica de
la monarquía española.
Los Gobernadores, y sus tenientes y adelantados, en fundando
im pueblo ó ciudad le nombran regidores, y éstos eligen alcaldes
ordinarios. Los alcaldes adquieren en seguida una prerrogativa im-
portante. En el año de 1560, las ciudades y villas de la provincia
de Venezuela nombran procurador en corte al conquistador Sancho
Briceño, con el encargo de suplicar al rey, que cuando falleciese el
Gobernador y mientras no se proveyese otro en su lugar, gober-
nasen los alcaldes ordinarios cada uno en su jurisdicción. Así lo
mandó el rey por cédula fecha en Toledo á 8 de diciembre del
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propio año; cédula que se curapió durante un siglo, hasta que el
Ayuntamiento de Caracas, á causa de una competencia con la
Audiencia de Santo Domingo, obtuvo para sus alcaldes el privilegio
de gobernar toda la provincia en los interinatos. Sucedió que,
muerto el Gobernador D. Francisco Dávila Orejón en 1675, aquella
Audiencia, de quien dependía Venezuela en lo judicial, envió de
Gobernador interino á su oidor D. Juan de Padilla Guardiola y Guz-
mán; pero los alcaldes caraqueños D. Manuel Felipe de Tovar y
D. Domingo Galindo y Zayas, apoyados por todo el cabildo, se ne-
garon á recibirlo, alegando que la Audiencia no tenía ya autoridad
para hacer tales nombramientos. Y á fin de aclarar más el punto,
el Ayuntamiento comisionó á España al regidor D. Juan de
Arrechedera, quien obtuvo la real cédula de 18 de setiembre
de 1676, en virtud de la cual siempre que hubiese vacante en
el Gobierno lo ejercerían en toda la provincia los alcaldes de
Caracas, sin que la Audiencia de Santo Domingo pudiese nombrar
Gobernadores interinos. Privilegio que conservaron hasta fines del
siglo XVIII.
Los oficios de regidores, que habían sido cadañeros, pasaron
á ser perpetuos y vendibles en 1594. En este año el Gobernador
Osorio sacó á pregones dichos oficios; á excepción de dos que por
merced especial del rey eran ya vitalicios, á saber, el de Garcí-
González de Silva, depositario general, y el de D. Simón de Bolívar,
á quien Felipe II nombró contador de la real hacienda con pre-
eminencias de regidor vitalicio y voz y voto en el cabildo. Com-
púsose desde entonces el Ayimtamiento de Caracas, de doce regi-
'dores de oficios comprados; cuatro masque el rey, á propuesta del
Gobernador, confería gratis á personas nacidas en España y resi-
dentes en Caracas, y un síndico con voz consultiva. Los regidores
elegían todos los años dos alcaldes ordinarios. El Gobernador era
presidente del cabildo de Caracas y de los demás de la provincia.
En las otras ciudades y villas había hasta seis regidores, siempre
con dos alcaldes cadañeros, y un justicia mayor delegado del Gober-
nador. Este nombraba además cada dos años un teniente de
justicia para los pueblos que no tenían cabildo. A cuantos ejercían
estos oficios municipales, las leyes de Indias ordenaban que no
tratasen en bastimentos, ni fuesen regatones, ni tuviesen tiendas
por sí ni por otros, ni usasen oficios "viles ó mecánicos^'.
Las materias y negocios d,el gobierno político correspondían á
los Virreyes, Presidentes, Capitanes Generales y Gobernadores. En
Venezuela hubo sólo Gobernadores y Capitanes Generales, nombrados
los primeros por cinco años y por siete los segundos. En las pro-
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— 62 —
vincias de Cumaná, Margarita, Guayana, Maracaibo y Mérida, hubo
simples Gobernadores. En la de Caracas el Gobernador adquirió
el título de Capitán General, extendiéndose su autoridad á todo el
territorio venezolano desde 1777. Uno y otros dependían del Con-
sejo de Indias, creado en 1542 y residente en la corte, el cual
tenía la jurisdicción suprema de todas las Indias Occidentales y
legislaba para ellas con consulta del rey*
Al terminar su cargó, los Gobernadores y otros altos em-
pleados eran sometidos á un juicio de residencia, á no ser que el
rey los dispensase especialmente. Duraba el juicio sesenta dias, y
de las sentencias se apelaba, por regla general, al Consejo de
Indias. Sin embargo, se disponía en ciertos casos que la apelación
pasase á la Audiencia inmediata. En 1590, el Ayuntamiento de
Caracas suplica al rey: "sea servido de mandar que las demandas
públicas que en esta ciudad y Gobernación se pusieren á los Gober-
nadores y sus tenientes al tiempo que se les toma la residencia,
vayan en grado de apelación á la real Audiencia de Santo Domingo,
cuyo distrito es esta Gobernación, por cuanto sucede muchas veces
que algunas personas que tienen algún derecho de poner las tales
demandas no las ponen por no tener caudal de ir en seguimiento
de sus demandas al real Consejo de las Indias, por la grande dis-
tancia que hay de aquí allá; y pues en la residencia que ahora
toma don Diego Osorio á don Luis de Rojas se manda que todas
las demandas que se pusieren en la dicha residencia á las demás
justicias excepto al Gobernador se vayan en grado de apelación á
la dicha real Audiencia, se suplica que se declare que en las que
se pusieren á los dichos Gobernadores se entienda lo mismo i^\
Estos juicios y la tenacidad con que los Ayuntamientos defendieron
siempre sus atribuciones, eran los más eficaces correctivos que
había en la Colonia contra la arbitrariedad de los Gobernadores.
Prueba de ello la resistencia que opuso el Ayuntamiento de Cara-
balleda á la infimdada pretensión del Gobernador D. Luis de Rojas,
cuando quisó hacer elección de alcaldes contra la antigua é in-
variable costumbre de ser elegidos anualmente por los regidores.
Protestaron estos y no reconocieron la elección; y como el Gober-
nador los mandase prender y llevar á la capital, todos los vecinos
abandonaron la ciudad mudándose á vivir unos en Caracas y los
1. Instrucción dada por los cabildos de Caracas y demás ciudades de la
Gobernación á D. Simón de Bolívar, su procurador general: 24 de marzo, 1590. —
Archivo general de Indias — Sevilla. — Simancas. Secular. Audiencia de
Santo Domingo. Cartas y expedientes de los Gobernadores de las
provincias de Caracas y Venezuela vistos en el Consejo desde el año
de 1540 á 1620. Est. 54, caj. 4, leg. 15.
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— da-
mas en Valencia. Seguido el juicio de residencia, resultó condenada
la conducta de Rojas ^.
La gobernación política de la provincias que formaron después
la República de Venezuela, tuvo cambios sucesivos, sobre todo de
1717 á 1777. En 29 de abril del primer año se decretó poner virrey
en la entonces Audiencia de Santa Fe de Bogotá, con jurisdicción
sobre las provincias de Cartagena, Santa Marta, Maracaibo»
Caracas, Antioquia, Guayana, Popayán, y las de San Francisco
de Quito. En 1723 se extinguió el virreinato, dejando las cosas
como estaban antes del año 17; pero en 20 de agosto de 1739
volvió á establecerse el virreinato del Nuevo Reino de Granada con
las provincias que la real cédula de esta fecha enumera así: la de
Portobelló, Veragua y el Darién, las del Chocó, reino de Quito,.
Popayán, Cumaná, y la de Guayaquil, provincias de Cartagena^
Santa Marta, Rio de la Hacha, Maracaibo, Caracas, Antioquia^
Guayana y Rio Orinoco, y las islas de la Trinidad y Mar-
garita, con todas las ciudades, villas y lugares, puertos, bahías,
surgideros, caletas y demás pertenecientes á ellas, en uno y otro
mar y Tierra Firme, permaneciendo y subsistiendo la Audiencia de
Panamá y la de Quito como estaban, pero subordinadas al expre-
sado virrey del Nuevo Reino. En 12 de febrero de 1742, se re-
solvió "relevar y eximir al Gobierno y Capitanía General de la
provincia de Venezuela de toda dependencia del virreinato," y que
los Gobernadores de la misma celasen sobre el cumplimiento de la
obligación que tenían "en lo relativo al ilícito comercio" los de
Maracaibo, Cumaná, Margarita, Trinidad y Guayana. Se ordenó
también que los Gobernadores de la provincia de Venezuela re-
asumiesen las facultades que anteriormente les estaban concedidas,
así en lo tocante á gobierno, guerra y hacienda como al ejercicio
del real Patronato, y que nombrasen los tenientes justicia-mayores
en las ciudades, villas y lugares en que lo tuviesen por conveniente,^
sin necesidad de que los nombrados sacasen confirmación de la
Audiencia de Santo Domingo, que seguía siendo la del distrito vene-
zolano según cédulas de 7 de noviembre de 1738 y 3 de mayo de
1741. Por último, en 8 de setiembre de 1777 acordó el rey se-
parar en absoluto del Nuevo Reino de Granada las provincias de
Cumaná, Guayana (ésta dependió de aquélla desde 1 732 hasta 1 763),
Maracaibo, é islas de Trinidad y Margarita, y agregarlas "en lo
1. A pesar de su triunfo, los vecinos de Caraballeda no quisieron volver á
habitarla, pretextando entre otras cosas que- alli estaban expuestos continuamente á
incursiones de piratas. Lo cual dio motivo á que el Gobernador Osbrio fundase el
puerto de la Guaira.
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— 64 —
gubenjatívo y militar" á la Capitanía General de Venezuela, del
mismo modo que lo estaban ya, en cuanto al manejo de la real
hacienda, á la nueva intendencia erigida en Caracas i.
Los límites de las provincias entre sí, y los de la Capitanía
General con el Nuevo Reino de Granada, con las posesiones ho-
landesas (después inglesas) de Guayana, y con la colonia portuguesa
del Brasil, no se fijaron nunca de un modo categórico. En cuanto
á las primeras, hubo siempre confusión y disputa respecto de la
frontera entre la provincia de Caracas y la de Cumaná. La citada
Instrucción dada al procurador Bolívar en 1590 dice en su articulo 18:
"Suplicar á Su Majestad haga merced á esta Gobernación de de-
clarar que la provincia de los cumanagotos con todos sus términos
sea y se entienda ser desta dicha Gobernación, é pertenecerle sin
que el Gobernador de Cumaná ni otro juez ni persona alguna se
pueda entremeter en la dicha jurisdicción; por cuanto Rodrigo Mar-
tínez Lobo, Gobernador que fué desta gobernación, antecesor de
don Diego Osorio que al presente gobierna, se entró en la juris-
dicción de los dichos cumanagotos é la tiene usurpada contra todo
derecho é razón, porque hasta el dicho tiempo los Gobernadores
desta gobernación han estado en posesión de la dicha jurisdicción,
desde que por el emperador don Carlos de gloriosa memoria
nuestro señor, adjudicó ^en tiempo de los versares (Welser) á
esta gobernación toda la tierra desde el morro de Maracapana
hasta el Cabo de la Vela, dentro del cual sitio é distrito
está la dicha provincia de los cumanagotos; é que despache las
cédulas y provisiones que fueren necesarias sobre ello, atento que
ha sido conquistada y poblada por capitanes nombrados por los
Gobernadores que han sido desta gobernación". — Súplica que no
tuvo buena acogida.
Los límites con Nueva Granada no se pudieron determinar
hasta la última década del siglo XIX, por laudo de la reina regente
de España, dictado en Madrid á 16 de marzo de 18912. Ni fué
menos larga la discusión sobre la frontera con el Brasil, durante la
Colonia y durante la República. Por bula del 2 de mayo de 1493,
el Papa Alejandro VI declaró que pertenecía á los españoles lo que
descubriesen á cien leguas al Sur y al Oeste de las islas Azores y
de Cabo Verde ; mas como tuviesen los portugueses, desde 1 454,
otra bula del Papa Martín V que les reconocía lo que descubriesen
desde el cabo Boyador hasta la India, y como por los años de la
bula de Alejandro VI dudábase aún de la existencia de un Con-
1 . Todas las reales cédulas citadas se encuentran en el Archivo de Indias, Sevilla.
2. De las cuestiones sobre limites se tratará extensamente en el libro. 4 o.
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— 65 —
tinente entre los de Europa y Asia, (Colón mismo creía haber
descubierto la costa oriental asiática), surgió un conflicto de pre-
tensiones entre las coronas de España y Portugal, que no iba á
resolverse nunca mientras conservaron sus colonias americanas.
Los varios y sucesivos tratados que á este respecto celebraron
^enas tuvieron un principio de ejecución ya mediado el siglo XVIII.
En 1753, el rey de España nombra comisarios de límites á D. José
de Iturriaga, D. Eugenio de Alvarado, D. Antonio de Urrutia y
D. José Solano, quienes llegan á Cumaná en abril de 1 754 y al alto
Orinoco en 1756, y permanecen cuatro años en la región disputada
esperando á los comisarios portugueses, que no concurrieron á la
dta^. Finalmente, en la región oriental de Guayana la disputa con
los holandeses, primero, y luego con los ingleses, no terminó sino
con el laudo pronunciado en París el 3 de octubre de 1899.
La real cédula de 1 777 mandó que las provincias de Cumaná,
Guayana, Maracaibo, Trinidad y Margarita se separasen en lo jurí-
dico de la Audiencia de Santa Fe y se agregasen á la primitiva de
Santo Domingo. La de Caracas se creó por cédula del 13 de junio
de 1786, y se instaló el año siguiente con. un regente, tres oidores,
dos fiscales, un canciller, un relator y un secretario de cámara.
Conocía la Audiencia en segunda y tercera instancias de los fallos
apelados de todos los tribunales inferiores, y en primera y segunda
de las causas en que intervenían las personas que gozaban del pri-
vilegio llamado "de corte". Veía igualmente las causas criminales
por delitos graves con penas de presidio ó servicio forzado en el
ejército; y los recursos de fuerza, en virtud del derecho de tuición,
contra las denegaciones de justicia de los tribunales eclesiásticos.
Los empleados de hacienda, los militares y los clérigos tenían
fueros especiales. Las causas de los primeros las juzgaba el inten-
dente, con alzada á la junta de real iiacienda. La justicia civil la
administraban á los militares los auditores de guerra, y la penal los
consejos de guerra. El clero recibía justicia, en lo civil y criminal,
de los tribunales eclesiásticos. En las causas de fe conocían los
inquisidores apostólicos; pero no contra los indios, los cuales que-
daron sometidos en esto á los ordinarios eclesiásticos y " en hechizos
y maleficios" á las justicias reales.
Las causas mercantiles no se diferenciaron de las civiles hasta
que se estableció el consulado de comercio, por real cédula del 3 de
1. Consúltese el interesante resumen de B. Tavera Acosta, Anales de
Guayana, vol. 1, p. 128 y siguientes. — Venezuela y el Brasil celebraron un tra-
tado de límites el 5 de mayo de 1859 y nombraron comisiones deslindadoras en
1879; pero los últimos puntos en litigio no quedaron resueltos hasta 1905.
Fortoal, Historia Constitadonal. 5
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— 66 —
junio de 1793, para "la más breve y fácil administración de justicia
en los pleitos mercantiles, y la protección y fomento del comercio
en todos sus ramos ". Componíase de un prior, dos cónsules, nueve
consiliarios y un síndico, todos con sus respectivos tenientes, un
secretario, un contador y un tesorero. La jurisdicción del consulado
de Caracas comprendía toda la Capitanía General; pero para mayor
comodidad de los litigantes, se mandó que tuviese diputados en
Puerto Cabello, Coro, Maracaibo, Cumaná, Guayana y Margarita.
En los demás pueblos conocían de los asuntos mercantiles los jueces
ordinarios, si en ello convenían las partes,
£1 gobierno religioso tuvo cambios semejantes al político y
judicial. El primer obispado, que fué el de Coro, se erigió en 1531,
y allí estuvo la catedral hasta 1636, año en que se trasladó á
Caracas. Al obispado de Puerto Rico se agregaron las provincias
de Margarita y Cumaná en 1588, la ciudad de Santo Thomé de
Guayana en 1624 y toda la provincia de Guayana en 16251. El
obispado de Mérida se creó en 1 777, y el de Guayana en 1 790. La
catedral de Caracas se erigió en metropolitana en 1803, y desde
entonces fueron sufragáneas de ella las de Guayana y Mérida.
En materia eclesiástica los reyes de España ejercieron siempre
el derecho de "Patronazgo*', y lo fundaban, primero en haber
descubierto y conquistado la América y edificado y dotado sus
iglesias y monasterios, y además en habérselos concedido expre-
samente el Sumo Pontífice. Conforme al Patronato, no se erigía ni
fundaba sin licencia del rey iglesia catedral ni parroquial, monas*
terio, hospital, iglesia votiva, ni otro lugar pió ni religioso: los ar-
zobispados, obispados y abadías se proveían por presentación del
rey á Su Santidad: las dignidades y prebendas de las iglesias cate-
drales, por presentación de sus prelados al rey; y los beneficios
curados, así en los pueblos de españoles como en los de indios, por
oposición, escogiendo los arzobispos y obispos tres de los candidatos
aprobados, para presentarlos á los virreyes, presidentes de Audiencia
ó gobernadores, quienes hacían la elección definitiva. Los parti-
culares que fundaban iglesia ú obra pia con licencia del rey, tenían
el patronato de ellas bajo la jurisdicción del prelado. Además,
todas las letras, bulas y breves apostólicos despachados por el Papa
sobre negocios eclesiásticos, necesitaban el pase del Consejo de
Indias. Si no, los Virreyes, Presidentes y Gobernadores suspendían
la ejecución de dichos despachos, los recogían y remitían al
Consejo.
1. Cédulas consultadas en el Archivo de Indias, Sevilla.
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— 67 —
La renta de las catedrales y salario de los clérigos provenían
de los diezmos, que se repartían del modo siguiente: de los de cada
iglesia catedral se sacaban las dos partes de cuatro para el pre-
lado y cabildo, y de las otras dos se hacían nueve partes, des-
tinando dos novenas para el rey, tres para la fábrica de la iglesia
catedral y hospital, y cuatro para el salario de los curas. Si pagados
éstos sobraba algo, se le asignaba al cabildo^. Los clérigos debían
contentarse con su salario, porque las leyes de Indias les prohibían
seriücaldes, abogados ni escribanos, mercaderes ni mineros. Los
frailes y monjas recibían dádivas particulares, y como en todo país
español, llegaron á tener rentas muy pingües. Los conventos de
Caracas se llamaban de Santo Domingo, San Francisco, las Mer-
cedes y la Concepción.
Tampoco podían faltar en ima colonia española los tribunales
de inquisición. En América hubo tres: uno en México, otro en
Lima y el tercero en Cartegena de Indias. El último, mandado es-
tablecer por Felipe III á 8 de marzo de 1610, tuvo jurisdicción en
el Virreinato de Santa Fe y en las Capitanías Generales de Vene-
zuela, Cuba y Puerto Rico. En Venezuela delegó agentes con el
título de "ministros inquisidores", hasta que en 1810 los suprimió
la Junta Suprema de Caracas. Pero hacia ya. muchos años que la
Inquisición no mandaba quemar brujas ni herejes. Sus penas se
redujeron al fin á penitencias, prisión, multas, y la infamia, al
menos nominal, que siempre acompañaba á los procesados por
asuntos de fe.
En los siglos XVII y XVIII sucédense en Caracas conflictos
ruidosoB entre las potestades civil y religiosa, por motivos que hoy
parecen pueriles ó ridículos, pero que tenían entonces singular im-
portancia. Baste citar dos como ilustración del espíritu público de
la época colonial. En el Amo triunfó el Ayuntamiento, en el otro
el clero 2. Era antigua costumbre que los domingos de Minerva asis-
tiesen siempre á la iglesia principal el Gobernador y todo el Ayun-
tamiento; mas ocurrió en cierto domingo de 1623, que la procesión
empezara antes de hallarse en sus puestos las altas personas del
Muy Dustre Ayuntamiento, Montáronse en cólera; dieron orden para
que sus bancos se trasladasen á la iglesia de San Francisco, y acu-
saron al cabildo eclesiástico ante la Audiencia de Santo Domingo.
1. £1 producto anual de los diezmos á fines de la Colonia se ha calculado
así: arzobispado de Caracas, 316',215 pesos; obispado de Mérida, 74,000, y obispado
de Guayana, 24,000.
2. £1 Padre D. Blas Terrero menciona éstas y otras competencias análogas
en su obra inédita titulada Teatro de Venezuela y Caracas, 1767. Citas de
A. Rojas en sus Leyendas históricas de Venezuela, 2 & serie.
5*
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— 68 —
La Audiencia sentenció que tenían razón, y sólo entonces volvieron
bancos, alcaldes y regidores al lugar privilegiado que les corres-
pondía. A los pocos años toda la ciudad se apasiona con otro
pleito parecido. Y fué que, de acuerdo el Ayuntamiento y el
Gobernador D. Francisco Núñez Meleán en armarle camorra al obispo,
lo acusaron ante la Audiencia de haber asistido á la fiesta del do-
mingo de ramos seguido de innumerables caudatarios y pajes. Mala
la hubieron. La Audiencia sentenció que el prelado podía llevar en
los actos públicos cuantos pajes y caudatarios quisiera No
eran, con todo, estos colonos españoles más necios que aquellos
grandes señores de la corte de Versalles, como el dugue de Saint-
Simon, (hombre de genio en otro sentido), que muchos años después,
bajo el reinado de Luis XIV, malgastaban el tiempo en ergotizar
sobre meras cuestiones de etiqueta.
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Capitulo V.
Régimen económico.
Somarío. Estado de la Colonia en el siglo XVI -r Pobreza y ais-
lamiento — El procurador general Simón de Bolívar — Instrucción
que le dan los Ayimtamientos venezolanos — Súplicas al rey —
Bolívar y el Gobernador Osorio — La propiedad raíz — Impuestos —
Estancos — Comercio con España — La Compañía Guipuzcoana —
Prosperidad mercantil — La agricultura — Cacao, café, tabaco, añil,
algodón — Hostilidad de la oligarquía colonial contra la Compañía —
Juan Francisco de León — Los criollos y los guipuzcoanos —
Aventuras de León — Abandónanlo sus inspiradores y secuaces —
Obra civilizadora de la Compañía — Margarita y Cumaná — Gua-
yana — Proyectos de Centurión, Inciarte y Marmión — Un ideal
que no se ha realizado.
Durante los siglos XVI y XVII, terminadas ya las guerras de
conquista, los conquistadores y sus descendientes puede decirse que
no viven sino del trabajo de indios y negros esclavos en las minas,
labranzas y pesquería de pedas. Industrias apenas existían, como
no fueran los tejidos de lana del Tocuyo, los cordobanes de Carora,
las hamacas de Margarita y la alfarería indígena. No había caminos;
pues el de Caracas á los Valles de Aragua, el de Caracas á la
Guaira y el de Valencia á Puerto Cabello no llegaron nunca á
merecer su nombre, ni aun en las postrimerías del régimen colonial.
Sólo de vez en cuando llegaba un barco directo de España: casi
todos venían de la isla Española. En 1560, el procurador en corte
D. Sancho Briceño suplica ique todos los años pueda ir á Burburuata
un navio de registro por cuenta de los vecinos, pagando sólo la mitad
de los derechos de entrada y salida, y que se intniduzcan libremente
doscientas piezas de esclavos para repartirlos entre los pobladores. Lo
primero no debió efectuarse, porque en 1578 el Gobernador Pimentel
escribía al rey: "No viene navio de España para esta provincia ni della
sale para ella. Las más veces los despachos y cédulas de V, M. llegan
tardíos, y mucho más los que vienen por via de Cartagena".
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— 70 —
Cual fuera el estado de la colonia venezolana por los años de
1590, lo revelan las súplicas que presentó al Consejo de Indias el
procurador general D. Simón de Bolívar, á nombre de las ciudades
de Santiago de León de Caracas, Coro, Trujillo, Nueva Segovia de
Barquisimeto, Carora, el Tocuyo, Maracaibo, Valencia del Rey y
San Sebastián de los Reyes i. Piden que se restablezca el servicio
personal.de los indios (mandado suspender por real cédula del 27 de
abril de 1588), "porque si se quitase á los vecinos el dicho servicio
personal sería ocasión de que se dejasen de convertir á nuestra
santa fe católica, é los que están convertidos se volverían con mucha
facilidad á su idolatría y gentilidad é antiguos ritos é ceremonias . . .'
porque estando los dichos indios en servicio de los españoles son
industriados y enseñados con mucho cuidado é diligencia en las
cosas de nuestra santa fe católica ... y son más bien tratados que
en los repartimientos, de más de que por ser en general la mayor
parte de los vecinos pobres, si se les quitase el dicho servicio per-
sonal quedarían de todo punto destruidos, especialmente que hay
mucha falta de esclavos ^\ Que los indios de la provincia de Mirla
{vecina de Valencia), que resisten á los españoles y les hacen guerra
y " comen carne humana (?) ", puedan tomarse cautivos de diez años
para arriba. Que se haga merced de " tres mil licencias de esclavos
negros de Guinea . . . para que se repartan entre los vecinos de las
ciudades . • . por ser la tierra nueva y la mayor parte de los ve-
cmos de poco caudal y hacienda, y haber muchas minas que por
falta de esclavos no se labran ... y se permita que de las dichas
licencias se pueda vender en los reinos de España ó en las islas de
Canarias ó Guinea la cantidad de licencias que fuere necesario para
el aviamiento y despacho de las demás restantes, y se puedan
navegar en naos portuguesas ó castellanas ó por via de las islas ^\
Que se prorrogue por veinte años la merced de la veintena del
oro que se saca en toda la Gobernación. Que de las perlas, en
lugar del quinto se pague la décima por espacio de veinte años.
Que se confirme la ordenanza municipal del año anterior para que
corran "por moneda las perlas á razón de á 16 reales de plata
cada peso, como corren en la Margarita y Cumaná y en las demás
partes de las Indias ". — Antes " se trataba y contrataba en Santiago
de León y otras ciudades, con oro en polvo y en pedacitos de oro
fundido y algunas veces en perlas á razón de á 18 y á 20 reales
de perlas por cada peso de oro, de lo cual se seguían muchos in-
convenientes y debates y diferencias entre los vecinos y moradores
1. Instrucción dada á Bolívar el 24 de marzo de 1 590. Archivo de Indias, Sevilla.
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— 71 —
de la Gobernación, y desigualdad en las pagas, así por la falta que
había de oro como porque en cada peso pagado en perlas se
aumentaban dos é tres y cuatro reales de plata al justo é verdadero
valor del dicho oro y perlas". — Que se prorrogue por diez años
más la merced que se hizo por seis de no pagar sino dos y medio
por ciento del almojarifazgo real. Que se dé licencia para que
vengan todos los años dos navios de menor porte con registro, " de
Sevilla ó Cádiz, con flota 6 sin ella, con mercadurías para el pro-
veimiento de los vecinos desta Gobernación, por cuanto no vienen
navios de España con derecha carga, por estar esta Gobernación
fuera de la navegación general de las flotas". Que el Gobernador
pueda nombrar oficiales interinos de la real hacienda, "sin que la
Audiencia de Santo Domingo ni su presidente se entremetan en
ello". Que el maíz y otros mantenimientos expedidos á Margarita,
Cumaná, islas de Aves y Orchila y otras de pesquería de perlas,
para el sustento de las canoas, no paguen ningún derecho de en-
trada ni salida por tiempo de veinte años. Que el presidente y
oidores de la Audiencia de Santo Domingo no puedan enviar jueces
de comisión ni de bienes de difuntos ni para cualquiera otra cosa,
*^si no fuere en negocios muy arduos y muy graves, y en que el
Gobernador haya sido remiso en hacer justicia á las partes . . .
porque de enviar los dichos jueces, como de ordinario se envían
muchas veces, son fatigados é molestados é vienen á menos y se
emf)obrecen los vecinos ". Que las visitas sobre el buen tratamiento
de los indios las haga el Gobernador, sin que pueda venir de visi-
tador ningún otro juez de comisión. Que el Gobernador pueda nombrar
"un teniente general letrado de ciencia y conciencia, con salario com-
petente de doscientos y cincuenta mil maravedís en cada año, pa-
gados de la caja de la Gobernación . . . por cuanto ha habido y hay
mucha cantidad de pleitos de importancia, civiles y criminales".
Que las causas en que haya habido apelación para la Audiencia de
Santo Domingo, se puedan concluir ante el Gobernador y no se
envíen á la Audiencia sino para sentencia definitiva. Que por
cuanto en el puerto de la Guaira "están comenzadas á hacer unas
atarazanas y fuerte é caleta para la seguridad y custodia de las
mercadurías que en el dicho puerto se descargan, por ser lugar
despoblado y costa brava, se haga merced de las penas de cámara
que cayeren en la Gobernación por tiempo de diez años, para
acabar la dicha obra"; y que para lo mismo, cada negro ó negra
que entrare á la Gobernación pague un peso de oro^ Que puedan
venir " doce mineros de los reinos de Castilla, con su casa y familia,
para el beneficio de las minas de oro y plata, que aunque son
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— 12 —
muchas no se labran por falta de quien las beneficie '' . . Que se
haga una limosna de quinientos pesos de oro fino para concluir el
hospital comenzado por el Gobernador Osorio, y para dotarlo de
dos campanas, la una de cuatro quintales y la otra de dos; y (primer
ensayo de secularización) "que en este hospital no se entremeta
ninguna justicia eclesiástica, en ser patrones ni so color de otro
título, sino solamente en la visita del para ver si se celebran los
santos sacramentos con la decencia que se debe, y que sean pa-
trones del dicho hospital el Gobernador que es ó fuere y el cabildo
y regimiento de esta ciudad".
No logró Bolívar, para las 27 súplicas de su Instrucción, el
mismo resultado favorable; pero empleó los dos años que pasó en
la corte en abogar esforzadamente por el progreso de la colonia,
preparando así la relativa autonomía que se le acordó en tiempos
posteriores 1. Con la colaboración de Bolívar pudo el Gobernador
Osorio poner algún orden en la organización política y económica
de la provincia: repartió tierras, señaló ejidos, asignó propios, dictó
numerosas ordenanzas sobre la congregación de indios en pueblos
y partidos, formó archivos, administró bien la renta pública y fundó
el puerto de la Guaira.
Cuanto al origen de la propriedad raíz, ya se vio que los
conquistadores, adelantados, gobernadores y tenientes repartían las
tierras cada vez que fundaban un pueblo ó ciudad. Sistema que
dio en seguida motivo á numerosos pleitos, é interminables porque
se decidían en última instancia en la corte. Sólo á mediados del
siglo XVIII vino á adoptarse un procedimiento menos costoso y
más rápido. Por real cédula de 1754 se ordenó que la Audiencia
conociese de los pleitos sobre propiedad de tierras, y que para
reparar los abusos cometidos, presentasen todos los propietarios sus
títulos de posesión. "Si habían sido concedidos por los Goberna-
dores, quedaban refrendados siempre que el poseedor no hubiese
pasado los límites de la concesión; pero en el caso de no presen-
1. Este Bolívar fué el primero de la Emilia que se estableció en Caracas.
Sus antepasados figuran en la historia del Señorío de Viscaya, lugar de Bolibar, y
fueron de antiguo señores de la casa infanfona de la Rehementería, cerca de Bilbao.
D. Simón residió treinta afios en Santo Domingo, con el empleo de escribano y
receptor de penas de cámara de la Audiencia. Llegó á Caracas en 1578 como
escribano de residencia del Gobernador Osorio. A su regreso de la corte fué regi-
dor vitalicio del Ayuntamiento caraqueño, y ejerció durante dieciséis años el empleo
de contador general de la provincia. Como juez de cuentas estuvo en Margarita y
otros lugares, "en que hizo muy señalados servicios á S. M. y en que gastó más
de ocho mil pesos, de que salió muy empeñado, habiendo venido á notoria pobreza,
por no habérsele abonado estos gastos*'. Relación de los méritos de la familia
Bolívar. Consejo de Indias, 1724. A. Rojas, Orígenes Venezolanos, apéndice,
p. 107 y siguientes.
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— 73 —
tar los títulos, quedaba la tierra reunida á la corona, y si había
exceso en los linderos, estaba obligado el poseedor á comprar al
rey á un precio moderado lo que resultaba excedido, ó á perderlo
con los frutos y mejoras que tuviese"^.
Los productos de la tierra estuvieron pechados con impuestos
considerables: por ejemplo los quintos reales, la alcabala y el almo-
jarifazgo. De los metales y de las perlas que se sacaran de minas
ó rescates se cobraba el quinto neto para el rey, cuando no había
gracias especiales. La alcabala era un derecho de dos por ciento
en dinero efectivo sobre todo lo que se vendía y compraba. En la
provincia de Venezuela se permitió por ley de 1600 pagar la alca-
bala en las mismas cosas y especies; y otras leyes ordenaron que
no pagasen alcabalas los indios; ni las iglesias, monasterios, prela-
dos y clérigos por las ventas y trueques de las cosas aplicadas al
servicio religioso; ni los granos vendidos en los mercados y albón-
digas para provisión de los pueblos; ni los mantenimientos vendi-
dos por menudo á la gente pobre en los lugares y plazas; ni el pan
cocido, caballos ensillados, monedas, libros ni aves de cetrería; ni
los metales para labrar moneda; ni los bienes dótales y porciones
hereditarias; ni las armas ofensivas y defensivas; aunque sí sus
materias primas. — El cdmojarifazgo consistía en un impuesto de
entrada y salida sobre las mercaderías así de España como de las
IndJis. Sobre las cargazones para las Indias se cobraba en Sevilla
dnco por ciento, y al llegar á su destino diez: sobre los vinos,
diez por ciento en una y otra parte. Las mercaderías de Indias
pagaban dos y medio por ciento de salida, si iban para España, y
si para otra parte de Indias dos y medio por ciento de salida y
cinco al llegar. La casa de Contratación de Sevilla, fundada por
los Reyes Católicos, se ocupaba en los negocios de navegación,
trato y comercio con las Indias, y en Cádiz residía un juez oficial
que se ocupaba en el recibo y despacho de navios; pero no en
pleitos, los cuales iban siempre á la Casa de Contratación.
Diversos productos, como la sal, el azogue, el solimán ó subli-
mado corrosivo, los naipes, el papel sellado, y posteriormente el
tabaco, estaban estancados.
A estos impuestos se agregaban: el llamado "media anata",
que consistía en la mitad de la renta del primer año de todos los
oficios y cargos no eclesiásticos ; el producto de la venta de oficios
de alguacil mayor en las Audiencias y en las ciudades, de escriba-
1. Francisco Javier Yanes, Compendio de la Historia antigua de Vene-
mela, p. 43 y Juan Vicente González, Historia del Poder Civil, en la Re-
vista Literaria, 1865.
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— 74 —
nos, procuradores, receptores, alféreces mayores, regidores de las
ciudades, etc., y lo que producían las gracias al sacar ó concesiones
de calidad de hijodalgo y títulos de nobleza»
A pesar de los esfuerzos de hombres como Briceño, Pimentel,
Osorio, Bolívar, el progreso material de la Gobernación de Caracas
6 Venezuela siguió siendo muy lento hasta ya entrado el siglo XVIII.
En los quince años corridos de 1706 á 1721, no llegó de España ni
un solo barco mercante á la Guaira, Puerto Cabello y Maracaibo.
Era tal la desidia de los peninsulares, que los holandeses de
Curazao y Bonaire monopolizaron el comercio con los puertos de
Tierra Firme. Para remediar esta situación prohibió Felipe V la
introducción ea España de los frutos trasportados por barcos ex-
tranjeros (10 de noviembre de 1717 y 9 de junio de 1718); rebajó
el derecho de importación sobre el cacao á 33 maravedís la libra
en lugar de 75 (17 de diciembre, 1720), y libertó del derecho de
toneladas á los buques nacionales que fuesen á Venezuela por cacao
(\^ de octubre del propio año). Pero ninguna de estas medidas
tuvo eficacia alguna.
Así iban las cosas cuando á 25 de setiembre de 1728
celebró la corona un contrato con la Compañía Guipuzcoana, que
se formó bajo la invocación de San Ignacio de Loyola, y cuya
dirección general se fijó- en San Sebastián hasta 1751, año en que
se trasladó á Madrid. El primer artículo del contrato asegura á la
Compañía el monopolio del comercio con la provincia de Caracas,
y ^gi'ega que se expedirán patentes á los capitanes de sus buques
para perseguir, y si les fuere posible, suprimir todo tráfico ilícito en
las costas de la provincia^. Los navios de la Compañía cargarán
mercancías para Venezuela en los puertos de Guipúzcoa, sin pagar
derechos de tonelaje; pero deben satisfacer, antes de partir á
América, el equivalente de los derechos de aduana de salida (5 %)
y de entrada (2 %) que las mercancías hubieran debido pagar en
Cádiz. Al regreso, los navios deben hacer escala en este puerto,
y seguir luego á Guipúzcoa con parte de su carga. El rey se reserva
la facultad de tomar en el porvenir las medidas que juzgare con-
venientes respecto del comercio y navegación de Caracas. Las
mercancías y oro y plata que los navios de la Compañía confiscaren
1. No es exacto que se concediera carta de nobleza, como creyó el
historiador Lafuente, á los accionistas de la Compañía; lo cual hubiera sido superíluo,
porque la nobleza era general en Guipúzcoa, según su fuero. Lo que dice la real
cédula de 1728 es que "el interesarse directa ó indirectamente en este comercio
no sirva á ninguno de desdoro, sino de nuevo blasón y lustre de su nobleza, empleo
ó carácter". Véase la monografía de D. Nicolás Soraluce y Zubizarreta intitulada
Historia de la Real CompaRía Guipuzcoana de Caracas. Madrid, 1876.
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— 75 —
al comercio ilícito, podrán venderse en las Indias sin ningún derecho
de alcabala. Su producto se repartirá así: dos tercios para la
Compañía y armadores, un tercio para los oficiales y tripulación.
Un "juez conservador" conocerá de las causas de presa, con
apelación al Consejo de Indias. Los primeros viajes podrán hacerse
con navios de construcción extranjera (no por liberalismo sino
porque tanto asi andaba ya de decaída la marina española), quedando
exentos esos navios de los derechos de extranjería. Puede también
Ja Compañía proveer las provincias de Cumaná, Trinidad y Margarita,
cuando no hubiere en ellas buques de registro llegados de España^.
El 15 de julio de 1730 salieron de Pasajes los navios San
Ignacio y San Joaquín y la fragata Guipuzcoana, y el 15 de
octubre la pequeña fragata Santa Rosa, con una tripulación total de
700 hombres. Pero, á causa de la hostilidad que encontró la
Compañía entre los venezolanos, acostumbrados como estaban al
comercio de contrabando con los holandeses, el primer barco cargado
de cacao no pudo salir de la Guaira sino al cabo de dos años, y
de tres años los demás* El cacao se vendió en España á 45 pesos
la fanega, en lugar de 80 pesos que se pagaban en 1 728. La Com-
pañía gastó en los dos primeros viajes 2,861,430 pesos, y vendió
en la Península 80,000 fanegas de cacao, por 3,600,000 pesos, realizando
en consecuencia un beneficio de 738,570 2.
La primera factoría se estableció en Caracas en 1730, y
sucesivamente otras en la Guaira, Puerto Cabello, Barquisimeto, Coro,
Maracaibo, etc. Y desde luego, el sentido práctico de los guipuzcoa-
nos, sentido que no sobresalía entonces en los demás españoles,
se reveló en la vigilancia que la Junta de San Sebastian ejerciera
sobre sus empleados de Ultramar. En 1737 envía á Caracas á D.
José de Yarza á informarse si el factor principal, D. Nicolás de
Francia, había establecido exactamente las cuentas generales de las
factorías; el estado de éstas y la calidad de las mercancías
existentes; las necesidades de los naturales en cuanto á provisiones
y vestidos, á fin de que las remediasen los navios de la Compañía;
y á averiguar sobre todo, consultándose con el Gobernador D. Martín
de Lardizával, y con su sucesor designado D. Gabriel de Zuloaga,
"el proceder de cada uno de los factores, sus dependientes y demás
empleados, y si viven (sic) cristianamente"*.
1. Muchos datos sobre la Compafifa se toman de Julio Humbert, Les
Origines Venezueliennes, p. 86 y siguientes. Burdeos y París, 1905. Este
sutor ha consultado los archivos de San Sebastián, Madrid, Sevilla, Cádiz; y trae,
por consiguiente, más abundantes pormenores que ningún otro.
2. Archivos de San Sebastián.
3. Archivo general de Guipúzcoa, existente en Tolosa.
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— 16 —
Por otra parte, durante la guerra entre España é Inglaterra
(1 739 — 1 748) los navios guipuzcoanos prestan-considerables servicios
á la monarquía, alguno notable en Venezuela. En 1740 trasportan
á la Guaira 300 soldados, municiones de guerra y armamento; con
lo que se reforzó la guarnición, y pudo el Gobernador Zuloaga
rechazar, en marzo, abril y mayo de 1743, los repetidos ataques de
la escuadra inglesa contra la Guaira y Puerto Cabello^.
Que la Compañía fué beneficiosa para el comercio de España
y para el de Venezuela, bastarían á probarlo las siguientes cifras.
En los primeros treinta años del siglo XVIII se importaron á la
Península 643,215 fanegas de cacao venezolano; en los dieciséis
años siguientes la importación fué de 869,247 fanegas, y el precio
de la fanega, que era de 80 pesos en 1 728, bajó en 1 749 á 30 pesos
en San Sebastián y Cádiz. ¿Fué esta baja de precios desfavorable
á la colonia? No. Para los productores era lo mismo venderles á
los factores guipuzcoanos que á los contrabandistas holandeses, y
por otra parte los productores venezolanos se beneficiaron adquiriendo
un mercado más seguro y recibiendo directamente de España mayor
porción de mercancías. Además recibieron mayor número de brazos
para sus plantaciones, — brazos libres y brazos de esclavos africanos,
de los que llevó la Compañía hasta 2000.
Otros cultivos prosperaron también, gracias á su influencia
directa ó indirecta. Por los años de 1740 las plantaciones de café
eran insignificantes. Con la facilidad para exportar aumentó el
cultivo; y los tímidos ensayos de D. José Antonio Mohedano, cura
de Chacao, de D. Bartolomé Blandaín y d^l Padre D. Pedro Sojo,
se convirtieron en grandes cultivos, hasta dar en 1808 cien mil
quintales 2.
Cosa análoga sucedió con el cultivo y venta del tabaco, cuya
plantación empezó durante el siglo XVI en Cumaná, Guayana y
Harinas, y no aumentó considerablemente en los valles de Aragua
hasta mediado el XVIII. La industria tabacalera fué libre hasta
1777. En este año se estancó la venta, y en el de 1779 se desig-
naron los lugares en que debía sembrarse y elaborarse por cuenta
del rey.
1 . Elsto le valió á Zuloaga los títulos de teniente general y conde de Torre
Alta, y á D. José Iturriaga, director de la Compañía, el titulo de jefe de escuadra.
2. Dato de Francisco Javier Yanes, Compendio de la Historia de Vene-
zuela desde su descubrimiento y conquista hasta que se declaró Estado
independiente, p. 54, nota. Caracas, 1840. — Esta obra se publicó sin nombre
de autor, pero no hay duda que la escribió el Dr. Yanes. Hemos visto en un viejo
ejemplar de la Historia de Oviedo y Baflos notas marginales que de su letra le
puso Yanes y que aparecen después en su Compendio.
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— 77 —
Las primeras plantaciones de algodón, 1767, se debieron tam-
bién á la Compañía, que trajo de Martinica á un francés experto
en su siembra y cultivo. Al año siguiente, los vascongados D. Pablo
Orrendaín y D. Antonio Arvide empezaron á cultivar añil en los
valles de Aragua. A Arvide lo hizo venir la Compañía á su costa
desde Veracruz, y él envió un hermano suyo á Guatemala para
traer semilla, con la cual y 250 pesos que le suplió la Compañía,
se plantaron las primeras haciendas i. De Aragua se estendió á
otras regiones el cultivo de añil, cuya exportación llegaba á fines
del siglo XVIII á un millón de libras por año^. Aumentó igualmente
la explotación de dividive y la producción de ganado. En las pos-
trimerías del régimen colonial, el valor total de los productos vene-
zolanos exportados por año, alcanzó á ocho millones de pesos
fuertes ^
El progreso general promovido por la Compañía hirió, sin
embargo, los intereses, ó más que los intereses, las prerrogativas
de la clase oligárquica constituida por los grandes propietarios de
tierras, descendientes de los conquistadores y encomenderos. Acos-
tumbrados á rutineros sistemas de cultivo y comercio, pensaron que
el monopolio de la Compañía amenazaba el monopolio que ellos
venían gozando por siglos; y tal ojeriza mostraron contra los fac-
tores guipuzcoanos, que aprovecharon la primera coyuntura para
envolver á la Compañía en una guerra civil.
En abril de 1749, el Gobernador y Capitán General D. Luis
de Castellanos manda á D. Martín de Echeverría, vizcaíno, á reem-
plazar á. D. Juan Francisco de León, canario, poblador de la villa
de Panaquire, en el cargo que allí ejercía de teniente de justicia.
Escribe León al Gobernador, que siendo Echeverría empleado ó
agente de la Compañía Guipuzcoana, era preferible nombrar á otro ;
y como no obtuviese respuesta, niégase á posesionarlo, y marcha
en seguida camino de Caracas acompañado de hasta 800 vecinos
de Cancagua, Guariré, Guarenas, Panaquire y otros lugares. Desde
Chacao representa al Gobernador, que el intento directo de la gente
que le sigue es la "destrucción total" de la Compañía, la prohibi-
ción para sus agentes de servir empleos de tenientes ó ministros
de jusricia, y la expulsión inmediata de todos los vizcaínos. Reunido
el Ayuntamiento el 19 de abril delibera: que los miembros presentes
1. Papeles varios de Indias, en el Brítish Museum^ Londres.
2. Yanes, op. cit., p« 47, nota.
3. Urqoinaona, Relación documentada de la Revolución de Vene-
zuela, p. 31. — La estadística colonial está aún por hacer: las cifras que se citan,
tomadas de aquí y de aUi, son simples aproximaciones más ó menos fidedignas.
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— 78 —
(D. Juan Nicolás de Ponte y Solórzano, alcalde ordinario, D. José
Felipe de Arteaga, D. José Miguel Jedler, D. Juan Tomás Ibarra,
regidores, y D. Francisco de Tovar y Blanco, procurador general),
acompañados de los principales vecinos, del teniente general D. Lo-
renzo Ponte y Villegas y del marqués de Mijares, salgan á encon-
trar á León y su gente; les pregunten la causa de su presencia, y
según lo que contesten, tomen las medidas necesarias para hacer
fracasar semejante "sedición".
León y los suyos contestan, que no admiten componendas y
que al dia siguiente entrarán á la capital. Asustado el Gobernador
manda otra comisión compuesta de un canónigo de la catedral
y dos capuchinos; los cuales no obtienen de León sino la promesa
de situarse en la plaza y barrio de Candelaria á esperar el resul-
tado de sus representaciones. Cosa que no cumplió, pues el 20,
" á son de cajas y banderas desplegadas" se adelanta hasta la Plaza
Mayor. Entra luego en negociación con el Gobernador, y concluye
entregándole otra representación, escrita por el abogado que le
nombraron de oficio, D. José Arenas, en la cual solicita: que se
convoque el Cabildo, Justicia y Regimiento para que certifique si
el comercio y residencia de la Compañía ha sido conveniente y
útil, ó perjudicial y gravoso, al aumento del real patrimonio: que
se convoque también á las personas "nobles y ancianas" para que
digan si la Compañía ha sido de "notable perjuicio al bien público
y común de la provincia, sus vecinos y moradores"; y que, en la
afirmativa, se mande salir de la provincia al factor principal y demás
empleados, permitiéndoles sólo dejen procuradores para concluir
los negocios pendientes.
Reunida la asamblea el 22 de abril, bajo la presidencia de los
alcaldes D. Miguel Blanco Uribe y D. Nicolás de Ponte, y con asis-
tencia de los más ricos propietarios, — marqueses de Mijares, del
Toro, de Torresaca, *del Valle de Santiago, é individuos de las
familias Bolívar, Tovar, Galindo, Solórzano, Blanco, de Villegas,
Ibarra, Ponte, Ascanio, Jedler, de la Madriz, etc., — acuerda por
unanimidad que la Compañía es perjudicial á la provincia y al
tesoro real; entre otras cosas, porque no trae suficientes productos
de España, ni compra en cantidad suficiente productos venezolanos,
y porque al propio tiempo que ha subido el precio de las mer-
cancías españolas, ha bajado el de los frutos venezolanos. Así
apoyado, León se dirige al Gobernador solicitando que "requiera
por voz de pregonero (á los vecinos de Caracas) digan quién y en
nombre de quién se ha pedido en esta causa, y habiendo precedido
esta diligencia por tres veces repetidas, certifique lo que oyere se
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— 79 —
responde, y á ello me dé testímonio ó testimonios que pidiere".
£1 23 de abril, efectuada el pregón en la Plaza Mayor, la muche-
dumbre contesta que León pide "en nombre de todos los de la
provincia". El mismo dia conviene el Gobernador en que pase á
España D. Juan Alvarez de Avila, yerno de León, á suplicar al rey
la ratificación de las medidas propuestas contra la Compañía. León
regresa á Panaquire y disuelve su gente.
El Gobernador Castellanos, temeroso de que León y sus ins-
piradores no aguarden la resolución del rey y le obliguen entre
tanto á expulsar violentamente á los factores de la Compañía, —
medida que hubiera extralimitado sus atribuciones, no obstante el
acuerdo del Ayuntamiento, acuerdo que era por otra parte ilegal
tratándose de una concesión de la corona — , se traslada á la
Guaira en mayo, y escribe á España dando cuenta de los recientes
sucesos que habían puesto y ponían en peligro su autoridad y la
paz de la provincia. En lo que no anduvo errado; pues viendo
León que nada positivo resultaba de sus representaciones, vuelve á
Caracas con más gente que la otra vez, y escribe al Gobernador»
que se hallaba aún en la Guaira, intimándole la expulsión inmediata
de los factores guipuzcoanos. Finge ceder el astuto Castellanos;
despacha á Macuto á los empleados de la Compañía residentes en la
Guaira, y ofrece que los hará embarcarse muy pronto. No insiste
León y dispersa su gente el 7 de agosto.
Así las cosas, preséntase en Caracas á principios de setiembre
el oidor de la Audiencia de Santo Domingo D. Francisco Galindo
Quiñones, con el encargo de hacer una averiguación. Pide entonces
León que se le oiga en juicio; mas no bien empezara éste, llegó
á últimos de noviembre el nuevo Gobernador D. Julián de Arriaga
y Rivero, quien publicó un indulto general para los autores de los
pasados sucesos.
Con todo, no desistían de su propósito los adversarios de la
Compañía. Para volver á las andadas alegaron que el sucesor de
Arriaga en 1751, D. Felipe Ricardos, protegía públicamente á los
guipuzcoanos y vejaba á los criollos. León se subleva de nuevo
en Panaquire y en seguida lo imitan vecinos notables de Barlovento
y Aragua. Persigúelos activamente Ricardos y llena de sospechosos
las cárceles, hasta que abandonado León de todos sus secuaces
huye á esconderse en los montes. Seguido el proceso de rebelión,
se publica un bando en Caracas, el 5 de febrero de 1752, mandando
que inmediatamente sea demolida la casa que poseía León en la
plaza de Candelaria, "y que todo el suelo de ella sea regado y
sembrado de sal, poniéndose en el territorio que correspondiere á
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— so-
la pared que cae á dicha plaza, de modo que pueda de todos ser
vista, una columna de piedra ó de ladrillo de altura regular, y en
ella una tarjeta de metal con inscripción en que se diga ser aquella
justicia mandada hacer por S. K en nombre del Rey Nuestro
Señor . . •" Se puso en efecto la tarjeta con esta inscripción: "Esta
es la justicia del Rey Nuesto Señor mandada hacer por el Excmo.
Señor Don Felipe Ricardos, Teniente General de los Ejércitos de
Su Majestad, su Gobernador y Capitán General desta Provincia de
Caracas, con Francisco León, amo desta casa, por pertinaz, rebelde
y traidor á la Real Corona y por ello reo. Que se derribe y
siembre de sal para perpetua memoria de su infamia.^^
A tiempo que esto sucedía en Caracas, León y su hijo Nicolás
se presentaban á sus perseguidores en el pueblo del Guapo. Llevados
á la capital, se concluyó el proceso y en un barco de la Compañía
se les remitió á España. Pero fué el rey más compasivo que
Ricardos: les permitió á luego alistarse en una expedición que iba
á África, donde con otras empresas hicieron olvidar y perdonar la
de Panaquire. Murió el padre al volver á España: el hijo regresó
á Venezuela á tomar posesión de su hacienda.
Los historiadores venezolanos, fijándose en puras exterioridades,
han juzgado estos sucesos con un criterio que nos parece erróneo.^
Rojas, no obstante haber sido el primero en conocer y extractar
todo el expediente, del que existen copias en Caracas y en Sevilla,
se deja fascinar por la coincidencia de que León iniciara su cam-
paña un 19 de abril y de que en igual dia de 1810 estallara la
revolución iniciativa de la Independencia; lo que le basta para ver
en aquélla "la cuna de nuestra emancipación política." Y otro
historiador más reciente asevera, que "la Compañía fué de conse-
cuencias desastrosas para la producción del país y provocó al fin
con sus excesos una revolución popular "2. Ambas afirmaciones son
contradictorias con la realidad de los hechos. Las turbulencias de
1749 á 1752 nacieron y se alimentaron de una pretensión egoísta
y nada patriótica de la oligarquía territorial; porque los grandes
propietarios de la Colonia, que lanzaron á León en su aventura,
y lo abandonaron luego cobardemente en la desgracia, no se
proponían ningún fin de progreso político, antes sólo conservar
intactos, con la expulsión de los guipuzcoanos, los privilegios que
1. Sobre todo Arístides Rojas, Orígenes Venezolanos, vol. 1, p. 241 — 42.
Caracas, 1 891 . — Montenegro, Yanes, Baralt, Larrazábal, no mencionan la parte fínal
del proceso y estampan fantasías, especialmente el último, sobre la muerte de León.
2. José Ladislao Andará, Evolución social y política de Venzuela,
t. 1, p. 100. Cuñizao, 1904. — Esta, obra, de la que no se ha publicado más que
un volumen, promete ser en general muy notable.
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— 81 —
como señores de la tierra y amos de esclavos tenían desde los
tiempos de la conquista; privilegios que rara vez usaron en fomentar
la agricultura ni el comercio, ni en mejorar la triste condición de
la clase menesterosa. En cambio sus descendientes, los hombres
de 1810 y 1811, empezaron á despojarse — siquiera en apariencia
6 en la ley — de sus privilegios de casta, y realmente abrieron
las puertas de la patria á las ideas y á la gente del mundo civilizado,
promoviendo así la primera revolución social y política. La Com-
pañía Guipuzcoana trajo á la provincia de Caracas el impulso
iniciativo de la actividad económica, — en forma de monopolio,
es verdad, porque no podía esperarse más de la España de entonces,
— pero impulso, en todo caso, infinitamente más civilizador que la
enervadora rutina en que todavía vegetaban estas regiones dos
siglos después de la llegada de los conquistadores. Cuándo la
Compañía perdió su monopolio mercantil, quedó siquiera el espíritu
progresista que ella introdujo cojí sus factores, empleados y obreros,
pertenecientes todos á la parte más enérgica y emprendedora de
la población peninsular. Fuerza es pues repetir que á ella se le
debió principalmente la relativa prosperidad en que se hallaba la
Colonia al proclamar su independencia.
Los excesos que cometiera se corrigieron en gran parte por
la vigilancia, desde 1751, del Ministro de Marina y de Indias, D,
Julián de Arriaga, ex-Gobemador de Venezuela. En 1 759 ya la
corona había empezado á cercenar el monopolio de los guipuzcoanos.
En este año se decreta que la sesta parte de la capacidad de cada
navio de registro se deje á disposición de los productores y comer^
ciantes de Venezuela, para que puedan cargarla de cacao libremente,
sin intervención de la Compañía; y al mismo tiempo queda ésta
obligada á pagar el cacao, en las plantaciones, á razón de 16 pesos
la fanega, en vez de 10 como lo hacía antes, y el añil á 13 reales
la libra en lugar de 10. Se decidió por los mismos años, que en
la nueva emisión de acciones se diera parte á los habitantes de la
provincia de Caracas, ... y dicho está que á más de uno de los
que protestaran en tiempo de León les pareció excelente el dividendo
de 10 % que le.s distribuía la odiosa Compañía.
El reinado de Carlos III fué más propicio para el comercio
libre que el de ningún otro monarca. En 1764 se dispone que
salgan de la Coruña, á principios de cada mes, buques postales
para la Habana y Puerto Rico, de donde seguirían barcos más
lijeros con la correspondencia destinada al Continente; y luego
comienzan las medidas que prepararon la célebre cédula de 1776,
en virtud de la cual quedó autorizada la creación de compañías de
FortoQ.1, Historia Constitacional. ^
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— 82 —
comercio particulares, españolas ó extranjeras, sin más condición
que la de presentar al consulado dé Cádiz "copia testimoniada de
las escrituras públicas de su establecimiento". Con esto cesaba de
hecho el monopolio de la Compañía Guipuzcoana: en 1781 quedó
equiparada á las compañías particulares, y en 1785 fué refundida en
la Compañía Real de Filipinas ....
En las provincias de Oriente la evolución económica fué más
lenta que en la de Caracas. Margarita, con su escasa población,
siguió viviendo pobremente de sus mal organizadas pesquerías. Cu-
maná era más rica, primero por la explotación de sus salinas, y
después por su cultivo de tabaco y por la cria de ganado en los
llanos de Barcelona. Guayana tuvo en el último tercio del
siglo XVIII los más notables Gobernadores de todo el territorio,
notables por sus proyectos de progreso material; pero no encon-
traron sostén ni ayuda en el poder central.
El Gobernador de Guayana, D.Manuel Centurión (1766 — 1776),
intenta reemplazar el exclusivo sistema de misiones con la coloni-
zación civil, único medio de multiplicar la producción de ganado,
carne salada, pieles, tabaco en rama, que componía entonces lo
principal del comercio guayanés con Nueva Granada, colonias de
Esequibo y Demerara é isla de Martinica. En 1773 la población de
la provincia, sin contar las misiones, era sólo de 4396 almas, con
477 casas, 633 establecimientos de cria y agricultura y 14,781 ca-
bezas de ganado. D. Felipe de Inciarte, que sucede á Centurión»
recomienda sin resultado á la corona otro proyecto de colonización
formulado por el intendente caraqueño D. José Abalos; proyecto
que consistía en aceptar 12,000 reses ofrecidas por los capuchinos
catalanes para fundar nuevos hatos; solicitar indios de las misiones
para agruparlos en aldeas bajo la jurisdicción de algimos blancos;
atraerse á los fugitivos de las Guayanas holandesa y francesa, y
acordar completa excención de impuestos y contribuciones durante
diez años á los blancos é indios puros que en los seis primeros
viniesen á establecerse en la región del Orinoco. Y el Gobernador
D. Miguel Marmión (1783—1791) trasmite al rey en 1788 un luminoso
informe que parece escrito de hoy. Propone aumentar el cultivo
de arroz á orillas del Orinoco, y el de tabaco, que daba en los con-
tomos de Angostura y Upata unas 600 cargas anuales. Recomienda
plantar cacao en el Caura y faldas de la Sierra Imataca, y algodón,
que no existe sino en pequeñas haciendas, y añil, de que se han
sembrado algimas semillas. Apunta que sería fácil explotar los
bosques y trasportar madera en lanchas á Angostura. Dice que la
cria de ganado vacuno prospera, como que hay en los hatos de las
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— 83 —
misiones 180,000 cabezas y cosa de 40,000 en los hatos particulares;
pero observa que la cria de muías y caballos es aún muy pobre, y
es preciso desarrollarla trayendo sementales de las provincias ve-
cinas. Insista (como insistimos hoy) en la necesidad de traer co*
lonos, acordarles tierras, eximirlos de impuestos durante diez años,
y darles en los primeros seis meses materiales para construir sus
casas, semillas para sus plantaciones, instrumentos de agricultura,
caza y pesca. Con lo que no tardarán, agrega, en duplicarse las
rentas, calculadas todavía en no más de 14,000 pesos anuales. Aconseja
también fomentar eficazmente el comercio con Nueva Granada, de
donde bajaban por el Meta cargamentos de harina, azúcar y telas
de algodón; promover un tráfico más activo entre las hoyas de
Orinoco, Meta, Caroní, Caura, y expedir todos los productos de la
región directa y frecuentemente á España . . .
Eran otras y muy diferentes las ideas de la monarquía es-
pañola. Las sugestiones de Marmión se quedaron en el papel • . •
y en el papel están todavía, para su heredera la República de Vene-
zuela, después de trascurrido más de un siglo. ^
6*
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Capítulo VI.
Evolución intelectual.
Sumario. La antigua Caracas — Descripción de Oviedo y Baños —
Escudo de armas de la ciudad — Instrucción elemental — La pri-
mera escuela — El Seminario — La Universidad — Su tendencia
conservadora y reaccionaria — Primeros ensayos literarios — La
música — Dibujo Ty pintura — La poesía — El primer periódico —
Evolución interna — Imitación de las ideas extranjeras.
Por los años de 1580 tenia la ciudad de Caracas unos dos mil
habitantes, y en 1696 no contaba más de seis mil, entre españoles,
indios, negros y mestizos^. De ella escribe el historiador Oviedo
y Baños á principios del siglo XVIII: ^^Sus calles son anchas, largas
y derechas, con salida y correspondencia en igual proporción á
todas partes, y como están pendientes y empedradas, ni mantienen
polvo ni consienten lodos; sus edificios los más son bajos, por
recelo de los temblores, algunos de ladrillo y lo común de tapias,
pero bien dispuestos y repartidos en su fábrica; las casas son tan
dilatadas en los sitios, que casi todas tienen espaciosos patios,
jardines y huertas, que regadas con diferentes acequias que cruzan
la ciudad, saliendo encañadas del rio Catuche, producen tanta varie-
dad de flores, que admira su abundancia todo el año; hermoséanla
cuatro plazas, las tres medianas, y la principal bien grande y en
proporción cuadrada. Fuera de la innumerable multitud de negros
y mulatos que la asisten, la habitan mil vecinos españoles, y entre
ellos dos títulos de Castilla que la ilustran, y otros muchos caba-
lleros de conocidas prosapias, que la ennoblecen; sus criollos son
de agudos y prontos ingenios, corteses, afables y políticos; hablan
la lengua castellana con perfección, sin aquellos resabios con que
la vician en los más puertos de las Indias, y por lo benévolo del
1 . Caracas fué saqueada en 1 595 (29 de mayo á 3 de junio), por el corsario
inglés Amyas Preston. Carlos Kingsley, Westward Ho!, cap. XDC.
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clima son de airosos cuerpos y gallardas disposiciones, sin que se
halle alguno contrahecho ni con fealdad disforme, siendo en general
de espíritus bizarros y corazones briosos, y tan inclinados á todo
lo que es política, que hasta los negros (siendo criollos) se des-
deñan de no saber leer y escribir; y en lo que más se extreman
es en el agasajo con que tratan á la gente forastera, siendo el
agrado con que la reciben atractivo con que la detienen, pues el
que llegó á estar dos meses en Caracas no acierta después á salir
de ella; las mujeres son hermosas con recato y afables con señorío,
tratándose con tal honestidad y tan gran recogimiento, que dé mi-
lagro, entre la gente ordinaria, se ve alguna de cara blanca de vivir
escandaloso, y esa suele ser venida de otras partes, recibiendo por
castigo de su defecto el ultraje y desprecio con que la tratan las
otras .... Pero la joya más preciosa que adorna esta ciudad y de
que puede vanagloriarse con razón teniéndola por prenda de su
mayor felicidad, es el convento de monjas de la Concepción, verjel
de perfecciones y cigarral de virtudes: no hay cosa en él que no
sea santidad, y todo exhala fragancia de cielo" ^.
El viejo historiador revela en este arranque lírico su doble
calidad de altisonante español y católico sobrino del obispo D. Diego
de Baños. Vanagloriábanse también los caraqueños del escudo de
armas que, merced á las gestiones de D. Simón de Bolívar, les
acordó Felipe II en 4 de setiembre de 1591: — "por armas en
campo de plata un león de color pardo, puesto en pie, teniendo
entre los brazos ima venera de oro con la cruz roja de Santiago,
y por timbre un coronel de cinco pimtas de oro". Con el recuerdo
de las acciones heroicas y bárbaras de sus antepasados los con-
quistadores; gozando de la explotación de negaos, indios y mestizos;
aislados del mundo; indolentes é ignorantes, vivieron siglo y medio
los habitantes de Caracas, hasta que los despertó la Compañía
Guipuzcoana.
Era escasa y elemental la instrucción que recibían. En 1591
sólo existía una escuela primaria, servida por Luis Cárdenas Saa-
vedra, para quien el Ayuntamiento mandó recoger entre los vecinos
una contribución anual de cincuenta pesos. Al año siguiente obtiene
Bolívar en la corte la creación de im preceptorado de gramática
castellana, y se elige para dar la clase á Juan de Arteaga, asignán-
dole los cincuenta pesos de Saavedra con treinta más. En el propio
año obtiene también Bolívar el real permiso para fundar un Semi-
1. Historia de la conquista y población de la provincia de Vene-
zuela, t U, p. 36 á 42. Edición de 1885.
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— 86 —
nano; mas no quedó concluido el edificio hasta 1664, según Oviedo
y Baños. La cédula de creación disponía que el obispo de Caracas
tuviese el gobierno del Seminario y prefiriese en la elección de los
educandos á los descendientes de los primeros pobladores y de
personas que hubiesen servido al rey. Tuvo el Seminario cinco
cátedras: dos de teología, una de filosofía y dos de gramática. La
licencia de establecer una Universidad en la capital, solicitada en
1697 y negada por despachos de 30 de diciembre de este año y 14
de enero de 1700, no la acordó el rey sino en 22 de diciembre de
1721, Instalóse el 12 de agosto de 1725, permaneciendo su recto-
rado unido al del Seminario hasta 1775. Las materias de enseñanza
eran teología, cánones, algo de filosofía moral y gramática. Clase
de medicina no existió sino desde 1763; matemáticas no se apren-
dían sino con el coronel D. Nicolás de Castro, que enseñaba gratis
en su casa (de 1760 á 1768). El Padre Andújar, capuchino ara-
gonés, ofreció servir de balde esta cátedra; pero no hubo medio
de obtener, la licencia real, á pesar de la recomendación del Gober-
nador, porque la corona juzgó siempre nociva la enseñanza de
ciencias exactas. Lo mismo dijo el rey Carlos IV cuando se le
propuso convertir en Universidad el Seminario de Mérida. A los
jesuítas, que tuvieron un colegio particular desde 1731, se les ex-
pulsó en 1767. Al año siguiente proyectó el Ayuntamiento crear
otro con el nombre de "colegio de nobles^', en el que se diera
preferencia al estudio de matemáticas y ciencias naturales; pero
todo se quedó en proyecto.
La "real y pontificia" Universidad de Caracas fué el foco
de las ideas más conservadoras de la Colonia, y aun entrado ya el
siglo XIX, y hasta la víspera de declararse la Independencia, pre-
dominaba en ella un espíritu enteramente opuesto al de todo el
mundo civilizado. Un ejemplo entre muchos. La Gaceta de
Caracas inserta el 19 de febrero de 1811 un escrito de Guillermo
Burke sobre la tolerancia religiosa, y en números siguientes publica
tres impugnaciones que le dirigieron, una los franciscanos de Va-
lencia, otra el Dr. Antonio Gómez, de Caracas, y otra la Univer-
sidad. La última se intitula La intolerancia político-reli-
giosa vindicada, y es obra del catedrático D. Juan Nepomuceno
Quintana, quien la redactó por orden expresa del claustro y con-
sultándose con los catedráticos D. Gabriel Lindo, Fray Francisco
Javier Sosa, Fray Domingo Viana y D. Antonio Gómez i. El claustro
1. I^ Universidad designó también al efecto al catedrático D. Felipe Fermín
Paúl; pero éste se excusó pretextando sus ocupaciones en el Congreso.
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— 87 —
pleno la aprobó por unanimidad y ordenó su publicación después
de obtenida la licencia del arzobispo. En el escrito universitario
se lee: "la autoridad de los reyes es derivada del cielo: las per-
sonas de los reyes, aun siendo tiranos, son inviolables, y aunque
su voluntad no ha de confundirse siempre con la del mismo Dios,
debe siempre respetárseles y obedecérseles: la Inquisición es un
tribunal legitimo y necesario: no queda otro recurso contra la corrup-
ción general que la intolerancia político-religiosa". Esto decía la
Universidad cuando el congreso revolucionario estaba ya preparando
algunas de las leyes más radicales que se han dictado en América.
La rancia morosidad de aquellas aulas no se animaba un poco
sino en los dias de "vejámenes". Consistían en un discurso humo-
rístico pronunciado por el doctor más moderno de lá facultad en
el acto de conceder el grado á un doctorando. Véase como em-
pieza y como acaba el vejamen que el 8 de diciembre de 1801 pro-
nunció el Dr. D. José Antonio Montenegro en el grado del Dr. D. Sal-
vador Delgado, natural de los Llanos.
No sé si es caballo ó mulo
Si es una yeg^a ó potranca
A quien á echar va la zanca
Hoy mi numen cachirulo;
Pero yo no me atribulo,
Ni me da ningún cuidado
£1 corcovo, que ensebado
Traigo un famoso ramal
Y haré ver á este animal
Que aquí se jila Delgado.
Pero, musa, para el trote
En que Pegaso te trae,
Mira que si nó se cae
De la silla el monigote.
Con que adiós, sefior padrote.
Quien lo dijo ya se fué,
Y pues bajar no podré
Sin la venia de esta audiencia.
Alma parens, tu licencia
Pido para echarme á pie.^
No fué ciertamente de la Universidad de donde salió el es-
píritu revolucionario, ni tampoco el amor de las ciencias. El Licen-
ciado Miguel José Sanz, á quien el gobierno de la Colonia encargó
1. Véanse los Bosquejos histérico-literarios del Dr. Ángel liaría Álamo.
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de formular las leyes municipales de Caracas, traza un cuadro som-
brío de la enseñanza pública. "Créese generalmente, dice, que
toda la ciencia se encuentra en la gramática latina de Nebrija, en
la filosofía aristotélica, en los Institutos de Justiniano, en la Curia
Philippica, en la teología de Gonet y en la de Larraga."^ Humboldt
apunta que en Caracas (1800) nadie se ocupaba en el estudio de las
ciencias naturales: que solamente el anciano Padre Puerto, del con-
vento de San Francisco, poseía algunas noticias sobre la astronomía
moderna; y que D. Carlos del Pozo, vecino de Calabozo, era el
único que tenía aparatos eléctricos, que él mismo había construido.^
La afición al arte se debió á esfuerzos particulares. Es verdad
que el maestro de escuela Cárdenas Saavedra enseñaba canto llano
en 1592, y la Universidad tuvo una clase de música servida por
D. Francisco Pérez Camacho; pero esta enseñanza fué puramente
teórica y elemental. Los verdaderos fundadores del arte musical
fueron el Padre D. Pedro Sojo y D. Juan Manuel Olivares en 1770.
Aquél trajo de Roma un archivo de música clásica, textos de en-
señanza y los primeros instrumentos de viento, aumentados después
con otros que le envió el emperador de Austria en agradecimiento
á la buena acogida que dispensara Sojo á unos naturalistas austríacos.
Con Olivares estableció Sojo la Academia de música, donde apren-
dieron Cayetano Cari-eño, autor de la Oración del huerto, José
Ángel Lamas, del Populemeus, Lino Gallardo, compositor festivo,
y Juan Landaeta, futuro autor del himno nacional Gloria al bravo
pueblo 3. Los primeros pianos llegan á Caracas en 1796. En 1797
el Ayimtamiento manda construir un teatro (esquinas del Conde á
Carmelitas), donde se cantó por primera vez una ópera en 1810.
Tanto se propagó la afición á la música, que en el primer aniver-
sario de la revolución del 19 de abril tocaron en la capital cinco
orquestas populares de treinta ejecutantes cada una^.
El dibujo y la pintura progresaron menos que la música. El
único venezolano que adquiere cierta fama á principios del siglo XIX
es el retratista Pedro Lovera: en realidad este arte no adelanta
sino después de la revolución, gracias entonces á los esfuerzos de
la "Sociedad de Amigos del País," fundada en 1829.
1. Citado por Francisco Depons» Voy age á la partie oriéntale de la
Terre-Ferme, 1. 1, p. 187. París, 1806.
2. Humboldt, Voyage, t. IV, p.213 y t. VI, p. 103.
3. Landaeta fué fusilado por el jefe realista Morales en 1814: Launas se suicidó
en 1816.
4. Datos de Ramón de la Plaza, Ensayos sobre el arte en Venezuela,
p. 89 y siguientes; y diversas publicaciones de periódicos.
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— 89 —
La poesía halló culto y hogar en casa de los hermanos Luis
y Francisco Javier de Ustáriz. Allí leyeron sus primeros ensayos
Andrés Bello, José Luis Ramos, Vicente Tejera, Domingo Navas
Spinola, Juan Landaeta, Vicente Sallas: Bello, su oda Al Anauco;
Ramos, sus traducciones del griego y del latín; Sallas, su poema
La Medicomaquia. Ni faltó una poetisa, doña María Josefa Paz
del Castillo, en religión Sor María Josefa de los Angeles, que solía
imitar, en fáciles aunque nada originales versos, las clásicas poesías
de Santa Teresa de Jesús. Ejemplo:
Es mi gloría mi esperanza,
Es mi vida mi tormento,
Pues muero de lo que vivo
Y vivo de le que espero.*
En la indolente monotonía de la vida colonial, sólo de tarde
en tarde había paréntesis de fiesta y bullicio*. Grandes fiestas eran:
la lectura de poesías en la casa de Ustáriz; los conciertos de
música clásica organizados por Sojo y Olivares; la tertulia del
Capitán General, y de los ricos señores como el marqués del Toro
y ios condes de San Javier y de Tovar, donde aquellos hombres
"harto graves y taciturnos" de que habla el conde de Segur en sus
Memorias, olvidaban por la noche su adusto continente para
entregarse á los placeres de la danza con las altas damas que el
mismo viajero francés encontró en 1780 "tan notables por la belleza
de sus rasgos, por la riqueza de su adorno y por la elegancia de
sus maneras"; el regreso de Europa, con vestidos nuevos y acaso
con nuevas ideas, de algún mancebo de casa principal ; y el alboroto
que producía en una pequeña ciudad, donde no hubo nunca más de
1. Hay dudas acerca de las poesías que se le atribuyen á Vicente Tejera.
T\ académico caraquefto D. Julio Calcafio inserta dos en el tomo primero de su
Parnaso Venezolano (Caracas, 1892); pero el académico español D. Marcelino
Menéndez y Ftlayo, en la Introducción del segundo tomo de su Antología de
poetas hispano americanos (Madrid, 1893) escribe: *'De Tejera no se conoce
con certidumbre poesía alguna, puesto que, de las dos que el señor Calcafio pone
á su nombre, la Paráfrasis del Miserere es mucho más antigua que Tejera, y
estaba impresa en las rimas de tan conocido autor como Gerardo Lobo, desde 1717
por lo menos; y la traducción, muy popular en Venezuela y Nueva Granada, y aun
en España, del soneto francés de Hesnault, £1 Aborto, anda también en litigio, y
se le han atribuido diversos padres". A lo que replica el señor Calcafio, en carta
que nos dirije desde Caracas con fecha 22 de enero, 1904: que la Paráfrasis
está entre los papeles de D. Vicente, de su puño y letra, y la conserva su sobrino
el académico D. Felipe Tejera; y que respecto de la traducción de El Aborto
sigue creyendo que si no es de Tejera, lo será en todo caso de otro hispano ameri-
cano. — Sea lo que fuere, la £eima poética del patricio de 1810 no sale ilesa de
semejantes dudas.
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— 90 —
cincuenta mil almas, "el sermón de un predicador, la festividad de
un santo ó el grado de un doctor"^.
Faltaba todavía el agente más eficaz para el progreso de las
ciencias, las artes y la política. En Venezuela no hubo periódicos
hasta 1808. £1 primer número de la Gaceta de Caracas se
publicó el 24 de octubre de este año, y sus editores anunciaron que
no imprimirían ningún artículo sin la previa censura del Gobierno'.
En cuanto á libros y periódicos extranjeros, el Consejo de Indias,
los Capitanes Generales y la Audiencia impedían por todos los
medios posibles su entrada y circulación, especialmente si trataban
de materias filosóficas y políticas. Los que poseían libros ó papeles
considerados como "subversivos", se exponían á las penas más
severas. El 11 de diciembre de 1797 la Audiencia de Caracas de-
clara que los que recibieren tales libros ó papeles, "y no los entre-
garen inmediatamente á las justicias, los que tuvieren noticias de
ellos y no lo comimicajen á las mismas justicias, los que los pasaren
á otras manos, ó de cualquiera forma divulgaren sus doctrinas, ó
no impidieren su extensión, cuanto esté de su parte", incurrirán
"en las penas de azotes, presidio, y en la de muerte según las
circunstancias del caso".
Empero, si fué casi nula durante los tres siglos de la Colo-
nia la iniciativa local en ciencias, artes, industrias ni política, obsér-
vese que no hubo tampoco degeneración ni decadencia; antes fueron
aquellos largos siglos ima especie de laboratorio en que empezaron
á compenetrarse las tres castas originales, — española, india y afri-
cana, — para formar la variedad mestiza que predominó después
en la evolución de la República. Por otra parte, todos los seres
organizados, ó individuales ó colectivos, tienden instintivamente á
durar; y en toda agrupación humana, por imperfecta que sea su
constitución, se forma el cabo de cierto tiempo una clase de indi-
viduos social é intelectualmente superiores, que se atribuye de
hecho la fimción cerebral de la colectividad. ¿De donde vienen?
O surgen del seno mismo de dUa, en «virtud de la sob t^idencia
social á la diferenciación, ó son conquistadores ó inmigrantes per-
tenecientes á otras razas; fenómenos que se efectúan unas veces en
1. Juan Vicente González, Biografía de Martin Tovar, en la Revista
Literaria; y también sobre costumbres coloniales, Humboldt, Depons, A. Rojas,
Teófilo Rodríguez, Francisco Tosta García, Nicanor Bolet Peraza, Luis Urbaneja
Acbelpohl, Eloy G. González, Tulio Febres Cordero.
2. Los editores de la Gaceta, Mateo Gallagher y Jaime Lamb, compraron
en la isla de~ Trinidad la imprenta que cargó á bordo Miranda durante su des-
graciada expedición de 1806. La Gaceta se publicaba una vez por semana, los
viernes.
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— 91 —
sucesión y otras conjuntamente. A menudo, por las relaciones con
pueblos más civilizados, se produce en el que lo es menos una in-
filtración de ideas extranjeras, que trasforman tarde ó temprano el
acervo de las ideas tradicionales. Cuando comenzó el siglo XIX,
á pesar del sistema español de trabas y aislamiento, y no obstante
la tendencia conservadora de la Universidad de Caracas, se había
ya constituido en Venezuela una clase social superior, por sus
riquezas y por sus dotes intelectuales, la cual propendió natural-
mente á predominar en el destino de la Colonia. Muchos miembros
de las familias ricas, nobles y mantuanas^, se contagiaron al fin
del espíritu revolucionario europeo, leyendo ocultamente libros
nuevos ó viajando por países extraños. Y esta infiltración de la
corriente revolucionaria de Francia y los Estados Unidos, junto con
la revivicencia de antiguas instituciones españolas como la autonomía
municipal y provincial, explican el súbito empeño de los colonos
venezolanos en atacar, en sus fundamentos mismos, la organización
política implantada por sus antepasados. En 1810 y 1811, opulentos
y fieros hidalgos como Tovar Ponte, los Bolívares, los Montillas,
los Toros, los Ustáriz, los Palacios, los Ayalas, no vacilan, siquiera
ilusionados por un ideologismo, en renunciar á las leyes que en-
camaban sus privilegios de casta, ni en consagrar sus riquezas y
su vida á promover la libertad política de los • pardos, á quienes
pocos años antes miraban con desdén; y juristas como Roscio,
Yanes, Sanz, Briceño, Paúl, Anzola, Peña, Mendoza, adoptan en
seguida algunos de los métodos más avanzados de pensar y legislar.
1. Llamábanlas así porque las mujeres blancas usaban manto largo en la
calle, cosa que se vedaba á las negras y pardas.
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Capítulo VIL
Los precursores de la Independencia.
Sumario. Proyecto frustrado de autonomía para las Indias Occi-
dentales — Tentativas revolucionarias de 1795 á 1806 — Programa
republicano radical — Los cómplices de Gual y España — Su-
plicio de José María España — Causas de la revolución — Fidelidad
de la nobleza criolla — Francisco de Miranda — Monarquía 6
República? — Primera expedición ¿Venezuela — Combate desgraciado
de Ocumare — Segunda expedición — Desembarco en la costa de
Coro — Se retira Miranda — Sus ideas políticas — Sus conexiones
con el Gobierno británico — Por qué fracasó Miranda — Abdican
Carlos IV y Femando VII — Los criollos de Caracas juran fide-
lidad al último — Representaciones revolucionarias del Ayuntamiento
— Conflicto con el Capitán Q^neral — Declaraciones de España á
favor de sus colonias — Resultan tardías é ineficaces — Revolución
inevitable.
No faltó en la Península quien previera la revolución de las
colonias americanas. Reconocida en 1783 la independencia de los
Estados Unidos por el tratado de paz que firmaron España, Francia
é Inglaterra, el conde de Aranda, embajador de Carlos III en la
corte francesa, diplomático y estadista de entendimiento avisado,
propone á su rey que, tomando el título de Emperador, reparta á
tres Infantes españoles sus posesiones de las Indias Occidentales,
y conserve únicamente las islas de Cuba, Puerto Rico y alguna otra
como escalas ó factorías para el comercio de la metrópoli. En
1806, Carlos IV consulta con el arzobispo de Tarragona el mismo
proyecto; — establecimiento en América de sus dos hijos menores,
de su hermano, de su sobrino el Infante D. Pedro y del príncipe
de la Paz, con títulos de virreyes perpetuos y la obligación de pagar
un tributo y acudir con tropas y navios á donde se les dijese.
Pero el arzobispo, órgano de la ceguedad conservadora, opinó que
" era de temer que los agraciados olvidasen el beneficio^ y especial-
mente sus descendientes, que tal vez codiciosos de la independencia
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— 93 —
intentarían sacudir el yugo feudal que sus progenitores abrazaron
gustosos, y mucho más si nuevos enlaces ú otras miras políticas
les aficionasen á otros soderanos, en cuyo caso solas las armas
serían quien decidiesen," Con lo que se frustró para siempre la
idea de Aranda, y quedaron las Indias Occidentales á la merced
del destino que les tocara en la universal revolución de la época.
En Venezuela empezó el movimiento revolucionario por el
año de 1795, con una sublevación de los negros y mestizos de
Coro; y á los dos años se descubrió en Caracas otra conjuración
más seria. En la noche del 4 de jimio de 1 797 se fugah de las pri-
siones de la Guaira los reos políticos Juan Bautista Picomell, Manuel
Cortés Campomanes y Sebastián Andrés, que habían sido remitidos
de España como cómplices de la conspiración que en febrero del
año anterior intentara reemplazar la monarquía española con una
República á la francesa. A los pocos dias logran Picomell y Cam-
pomanes pasar á Curazao, y menos afortunado Andrés cae en
manos de las autoridades caraqueñas. Estaban sin duda de acuerdo
con los criollos y mestizos venezolanos que se proponían también
proclamar la República, inspirados y dirigidos por D. Manuel Gual,
capitán retirado del batallón veterano de Caracas, y D. José María
España, justicia mayor de Macuto. El 12 de julio del propio año,
tres mozos pardos de la Guaira, — Juan José de Chirinos, Francisco
Javier de León y Juan José Ponte, — afiliados al plan revolucionario
pero nada discretos, resuelven consultarse con el capitán D. Domingo
Lander para "seguir su dictamen", según declararon después, y en
el curso de la conversación descubrieron todo el plan y hasta
revelaron el nombre de uno de los comprometidos, que resultó ser
D. Manuel Montesinos y Rico. Se apresuró Lander á comunicar
el secreto al cura párroco de la catedral, D. Juan Vicente de
Echeverría, y entrambos dieron aviso sin tardar á la Audiencia y
al arzobispado. Al dia siguiente fué preso Rico con muchos otros
sospechosos. España y Gual lograron fugarse á las Antillas.
Contaban los revolucionarios con la guarnición de la Guaira
y parte de la de Caracas, y á juzgar por los papeles tomados á
Rico, querían trasformar radicalmente el régimen político y social
de la Colonia. Habían distribuido secretamente unas ordenanzas en
cuarenta y tantos artículos, según las cuales: los vecinos se armarán
como puedan para deponer á todos los empleados españoles en
rentas, guerra y justicia; en cada pueblo se constituirá una junta
de gobierno provisional, y dentro de dos meses enviarán diputados
á la capital para declarar la independencia y establecer el gobierno
definitivo; serán libres la siembra y venta del tabaco; se suprimirá
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— 94 —
todo impuesto sobre los comestibles, y se rebajará la cuarta parte
de las demás contribuciones; se abolirá el derecho de composición
de tiendas y pulperías, y el de alcabala; se abrirán todos los puer-
tos al comercio exterior; se prohibirá la exportación de oro y plata,
á no ser en cambio de efectos de guerra; se proclamará la igual-
dad natural de todos los blancos, pardos, indios y negros; se abolirá
para siempre el tributo de los indios y la esclavitud de los negros,
pero abonando á los amos de esclavos su justo valor de los fondos
públicos; se establecerá la milicia de todos los ciudadanos de
diecisiete á' cuarenta y cinco años; la nueva República se compondrá
de las cuatro provincias de Caracas, Maracaibo, Cumaná y Guayana,
y la bandera nacional será blanca, azul, amarilla y encamada, en
alusión á las antiguas cuatro castas de blancos, pardos, negros é
indios. — Como se ve, esta tentativa de reforma radical, y no la
aventura oligárquica y reaccionaria de Juan Francisco de León, fué
el primer paso dado hacia la Independencia. El Programa de 1 797
contiene ya en germen el que realizarán los patriotas de 1810
y 1811.
De las primeras averiguaciones hechas por la Audiencia re-
sultaron cómplices hasta 89 personas, inclusos dos monjes francis-
canos; y á causa de un indulto que se ofreció á los que se dela-
tasen ó delatasen á otros, presentáronse 35. Condenados á presidio
ó expulsión se remitieron á Puerto Rico 32, y 10 á España; 12
fueron absueltos. A José María España le tocó el peor destino.
Vuelto á escondidas á la Guaira en enero [de 1799, alguien lo de-
lató, y sometido á juicio se le condenó á muerte el 6 de mayo.
Dice la sentencia: que ^^sea sacado de la cárcel arrastrado á la
cola de una bestia de albarda, y conducido á la horca, publicándose
por voz de pregonero su delito; que muerto naturalmente en ella
por mano del verdugo, le sea cortada la cabeza, y descuartizado;
que la cabeza se lleve en una jaula de hierro al puerto de la
Guaira, y se ponga en el extremo alto de una viga de treinta pies,
que se fijará en el suelo á la entrada de aquel pueblo por la puerta
de Caracas; que se ponga en otro igual palo uno de sus cuartos
á la entrada del pueblo de Macuto, en donde ocultó otros gravísi-
mos reos de Estado á quienes sacó de la cárcel de la Guaira, y
proporcionó la fuga; otro en la vigía de Chacón, en donde tuvo
ocultos los citados reos de Elstado; otro en el sitio llamado Quita-
calzón, rio arriba de la Guaira, en donde recibió el juramento de
rebelión contra el rey, y otro en la Cumbre, donde proyectaba
reimir la gente que se proponía mandar; que se confisquen todos
los bienes que resultaren ser suyos, y se ejecute". Dos dias des-
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— 95 —
pues, 8 de mayo, el primer mártir de la revolución venezolana fué
ahorcado y hecho cuartos en la Plaza Mayor de Caracas i. Ante
el cadáver pendiente de la horca, el cura D. Juan Vicente de Eche*
verría discurrió así: "Dejad, cristianos, que para desahogar mi
corazón me despida un momento del amigo de mis tiernos años,
del compañero de mi juventud, del que recogió las efusiones
primeras de mi amistad. Dejadme llorar, como David, al nuevo
Absalón, que ha perecido colgado de ese árbol funesto . . . Ab-
salon, fili mi . • « Satisfecha la vindicta de la majestad terrena, yo
no debo acordarme sino del amigo: está ya en las manos clementes
de la justicia divina, que le ha recibido en sus brazos al salir de
los mios. Qué importa la manera con que mumurió al que está en
el cielo? Quizás, aun á los ojos del mundo, en estos malos dias
en que la sangre de los reyes mancha las manos del verdugo, el
patíbulo venga á ser im título de gloria ... * Qué te diré yo, amigo
mío, que dé paz sobre los caminos públicos á tus huesos áridos, y
lleve un consuelo á tu inconsolable esposa? Que la mano del
hombre no es la mano de Dios; que su balanza no es la de los
poderes de la tierra, y que mientras otros hieren, aquél corona . . .
Yo, debo detenerme aquí en medio de la turbación que domina mi
espíritu. Mi fe es de mi rey; dejadme mis lágrimas para mis amigos^* ^.
La Audiencia señaló como causas principales de la frustrada
revolución las siguientes: residencia en el país de muchos descen-
dientes de extranjeros, y otros que estaban " tolerados^', no obs-
tante las leyes de Indias que prohibían su permanencia indefinida;
la remisión á la Guaira de unos 800 prisioneros franceses tomados
en Santo Domingo, los cuales, al mismo tiempo que los mencio-
nados reos políticos Piconíell, Cortés y Andrés, contagiaron la
gente de la Colonia de máximas revolucionarias; la admisión en la
Guaira de los emigrados franceses que abandonaron la isla de
Trinidad cuando pasó al dominio inglés; el comercio libre que se
estableció en la misma isla; los medios apenas embozados con que
su Gobernador fomentaba la idea de independencia entre los es-
pañoles de Tierra Firme; y la introducción de papeles extranjeros. —
En lo que no se equivocaba la Audiencia. El impulso de la revo-
1. Su compafiero D. Manuel Gual murió en la isla de Trinidad.
2. Juan Vicente González inserta esta oración fúnebre en su Biografía de
José Félix Ribas, marcándola sin duda aquí y allí, según su costumbre, con el
sello de su proprío y admirable estilo. Por otra parte, no menciona González la
circunstancia de haber sido el mismo Echeverría quien delató al arzobispo la revo>
hición de Gual y Espafia, al tiempo que Lander lo hacía también á la Audiencia.
Véase en la Colección Blanco-Azpurúa el oficio que el Capitán General Car-
boneD dirigió al principe de la Paz el 28 de agosto de 1797.
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— 96 —
lución venía del exterior y justamente por los canales indicados.
El programa político de Gual y España estaba saturado de las ideas
de la revolución francesa. Pero la clase superior de la Colonia,
que debía realizar la Independencia trece años después, era todavía
ó aparentaba ser fiel sostenedora del régimen español, y en todo
caso no quería aún la revolución sino de un modo que no destruyese
sus privilegios oligárquicos. Cuando se descubrió el plan de 1797,
más de sesenta personas de Caracas, pertenecientes á la nobleza ó
al rango de hidalgos, y entre ellas los condes de Tovar, de San
Javier, de la Granja y los marqueses del Toro y de Mijares, se
apresuraron á ofrecerle al Capitán General sus vidas y haciendas,
y propusieron armar compañías de milicias á su costa para la de-
fensa del Gobierno^.
Ni halló mejor acogida entre los criollos otra conspiración
descubierta en Maracaibo el 19 de mayo de 1799. El dia 6 habían
llegado allí dos goletas cargadas de café, procedentes de Santo
Domingo, con otro barco inglés que habían apresado en el viaje.
Casi toda la tripulación era de mulatos y negros, los cuales se
pusieron en relación son el maracaibero Francisco Javier Pirela, sub-
teniente de una compaíiía de milicias de pardos, y resolvieron apo-
derarse del gobierno de la ciudad para proclamar la República.
Descubierto el plan por los españoles, presos los conjurados y sen-
tenciada la causa en Caracas (30 de julio de 1800), fueron conde-
nados á presidio Pirela, un negro esclavo llamado José Francisco
Suárez, el capitán de la goleta Patrulla, Agustín Gaspar Bocé, y
siete más de la tripulación.
Con esto paretía asegurada la paz de la Colonia, cuando en
abril de 1806 la amenazó inesperadamente un peligro mayor, — la
expedición libertadora de D. Francisco de Miranda. Nació éste en
Caracas el 14 de junio de 1756: á los 17 años, después del ruidoso
pleito de su padre con los nobles criollos, pasó á la Península á
dedicarse á la carrera militar: figuró en el cuerpo expedicionario
con que España contribuyó á la independencia de los Estados Unidos:
visitó luego casi todas las cortes europeas, obteniendo en ellas
valiosas relaciones con estadistas y guerreros: llegó á General en
las guerras de la Revolución Francesa, y no cesó de buscar en
todas partes los medios de realizar el sueño de toda su vida, — la
emancipación de las colonias hispano-americanas.
Ya por los años de 1790, Miranda negociaba en Londres á
este respecto con el ministro Pitt, y le presentó al efecto un pro-
1. Representaciones de 1^ y 4 de agosto de 1797.
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— 97 —
yecto de constitución^. Tratábase de formar un grande Elstado que
tuviese por limite septentrional una linea tirada desde la desembo-
cadura del Missíssipi hasta sus cabeceras y de aquí, por 45 grados
de latitud, al océano Pacífico; y por límite meridional el cabo de
Hornos. Se comprende en el proyectado Imperio á la isla de Cuba,
"por ser el puerto de la Habana llave del golfo de México", y se
excluyen las demás islas, lo mismo que el Brasil y la Guayana; —
parte leonina que se reservaba sin duda Inglaterra para el caso de
realizarse la empresa. El Poder Ejecutivo, organizado á imitación
del británico, lo ejercerá un Inca ó Emperador hereditario. La
Cámara Alta se compondrá de Senadores ó Caciques vitalicios,
nombrados por el Inca. Para la Cámara de Comunes los ciuda-
danos del Imperio elegirán diputados cada cinco años. Los altos
magistrados del Poder Judicial los nombrará el Inca y serán vitali-
cios. Habrá dos Censores, elegidos por el pueblo cada cinco
años y confirmados por el Inca: "sus funciones consistirán prin-
cipalmente en vigilar las costumbres de los Senadores, pudiendo
expulsarlos del Senado con sólo inscribir sus nombres en las
tablillas; y vigilarán igualmente las costumbres de la juventud, en
particular las Instituciones (colegios) y los institutores". El Senado,
con aprobación del Inca, nombrará cada cinco años Ediles, los
cuales tendrán á su cargo los grandes caminos del Imperio, los
puertos, canales, monumentos públicos, fiestas nacionales, etc. ; de lo
que, al fin de su mandato, darán cuenta á ambas Cámaras. Del
mismo modo la Cámara de Comunes nombrará Cuestores, "que
velarán por los intereses públicos en todo lo relativo á las finanzas."
Las leyes se prepararán y sancionarán según el sistema inglés: "no
podrán ser sino reglamentarias, es decir, una emanación de la Cons-
tíuición; porque, si por acaso se encontraran en oposición con las
leyes constitucionales del Elstado, serían consideradas como nulas
por todos los tribunales." Y concluye el proyecto con un artículo
sobre reforma de la Constitución, que dice: "Si los dos tercios de
las dos Cámaras juzgaren conveniente alterar una ley constitucional,
el Inca tendrá la obligación de llamar á los Jueces-Presidentes de
los altos tribunales de justicia, para someter á su examen la pro-
posición sancionada por las Cámaras. Si los tres cuartos de los
jueces, comprendiendo el voto del Inca, aprueban la proposición, la
ley se establece y se reforma la .Constitución. Si por el contrario
1. El documento que se analiza en seguida se encuentra en Londres-Public
Record Oífice-Chatham MSS-Legajo 345, donde lo ha copiado mi distin-
guido amigo Carlos A. Villanueva, á cuya amabilidad le debo ésta y otras impor-
tantes comunicaciones citadas abajo.
Fort cal. Historia ConstitucionaL ^
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— pe-
los dos tercios de los jueces y el Inca son los que presentan la
proposición, y es ésta sancionada por los tres cuartos de las dos
Cámaras, la ley se establece y se reforma la Constitución. Este
modo es sabio y de fácil ejecución. La reforma se efectúa sin ex-
poner al Estado á convulsiones y violencias".
Quince años tardó Miranda en hallar la ocasión y allegar los
medios de comenzar su empresa. Contando con el apoyo, moral y
material, de Inglaterra, y con la simpatía de algunos hispano-ameri-
canos que en varias colonias trabajaban ya por la independencia,
se trasladó á los Estados Unidos, donde acabó de organizar su ex-
pedición. El 2 de febrero de 1806 sale de Nueva York en el
Leander, barco de 200 toneladas y 18 cañones. Disponía de un
parque de 1500 fusiles, 50 rifles, 300 pares de pistolas, 200 es-
padas, 40 cañones de diverso calibre, 20 toneladas de muni-
ciones para cañón, media tonelada de municiones para fusil,
150 barriles de pólvora, hasta 5000 lanzas, 700 vestuarios de
tropa y 120 de oficiales, 24 sillas de montar, y una imprenta.
Acompañábanle 200 personas entre jefes, oficiales y soldados;
americanos los más, unos pocos ingleses é irlandeses, dos fran-
ceses y un polaco. En el viaje se incorporaron las goletas
Bacchus y Bee^.
Llegaron á la costa venezolana de Ocumare el 27 de abril y
al dia siguiente se batieron con los barcos españoles; con tan mal
éxito, que después de un corto combate las dos goletas se rindieron
y el Leander huyó. Los prisioneros fueron juzgados en Puerto
Cabello y condenados 10 á la horca y 48 á presidio. A los pri-
meros se les ahorcó en el castillo de San Felipe el 21 de julio, y
se mandó que sus cabezas y manos se fijasen sobre postes en
Caracas, la Guaira, Valencia, Puerto Cabello y Ocumare. Los pre-
sidiarios pasaron á las prisiones de Cartagena de Indias el 14 de
agosto.
El Leander se escapó á las islas de Bonaire, Granada, Bar-
bada, y por último á Puerto España, donde Miranda pudo reorga-
nizar su expedición aumentándola con muchos voluntarios, entre
los cuales se alistó un sobrino de José María España. Componíase
ahora de 400 hombres de armas en ocho buques de combate, una
goleta de trasporte y un bergantín cargado de víveres. El 27 de
julio salieron al mar y el 1 ^ de agosto estaban en la costa coriana.
El 3 desembarcaron en la Vela y el 4 ocuparon la ciudad de Coro
1. Datos del Ensayo histórico documentado de la vida de D. Fran-
cisco de Miranda, por el Dr. Ricardo Becerra, 2 tomos. Caracas, 1896.
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-- 99 —
evacuada en la noche anterior por el jefe de la guarnición, D. Juan
Salas. Los vecinos siguieron á los españoles, y las proclamas ira-
presas con que llegó Miranda no hallaron más lectores que unas
pocas mujeres y algún anciano inválido. Aunque Salas se situó en
el cercano pueblo de Buena Vista, y aunque su gente no tenía más
de 80 fusiles y unas centenas de lanzas, Miranda regresó á la Vela
el 10 de agosto y levó anclas el 13. Más de un año anduvo por
las Antillas solicitando nuevos refuerzos, ó esperándolos de Ingla-
tenra, hasta que en diciembre de 1807, perdida toda esperanza, se
embarcó en Puerto España para los Estados Unidos, de donde pasó
otra vez á Londres.
¿Por qué Miranda abandonó tan fácilmente su empresa? Lo
explican varías circunstancias, nacidas unas de su propia persona-
lidad, dependientes otras de la época y del medio. Ausente de la
Colonia por larguísimos años, habituado ya á la vida europea, con
un entendimiento si bien muy cultivado en cosas militares, tímido
en la acción y propenso á ceder ante el primer obstáculo, fracasa
en 1806 por motivos análogos á los que le llevaron después al
desastre de 1812. En París y en Viena, en San Petersburgo y en
Londres, lo mismo que en Nueva York, fascinado por su sueño
grandioso de redimir de la dominación española á todas las Indias
Occidentales, creyó que le bastaría dar el grito de independencia
en cualquier playa americana para que los .pueblos corrieran al
punto á agruparse bajo la bandera de la revolución. Sin embargo,
y por una parte, la inmensa mayoría de los colonos, sobre todo la
casta de los pardos, era aún indiferente á todo propósito de tras-
formación política, . y se inclinaba antes bien á ver en el gobierno
de los españoles peninsulares un refugio tutelar contra las pre-
tensiones exorbitantes de la nobleza criolla. Por otra, parte,
entre Miranda y la nobleza ú oligarquía criolla, que cuatro
años más tarde debía — ya se verá por qué — consumar la re-
volución, no existían aún vínculos de tradición, de ideas ni de
propósitos.
Cuando se batió en Ocumare y cuando desembarcó en Coro,
ni un solo venezolano vino á engrosar las filas de Miranda; al con-
trario, la clase dominante, (del pueblo no hay para qué hablar,
porque era todavía pasivo), apoyó sinceramente al Capitán General.
Y no por ignorancia del plan de Miranda. En Caracas se tenían
noticias de sus gestiones de Londres. Era que la clase dominante
sabía que Miranda expedicionaba con oro inglés; que el resultado
inmediato del triunfo de la expedición sería la dominación de Ingla-
terra, y que con ella perderían los criollos su predominio oligár-
7*
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— 100 —
quico. Véanse los siguientes documentos, hasta ahora inéditos.^
Antes del suceso de Ocumare, un agente francés escribía de Caracas
á su Gobierno: "Inglaterra quisiera hacer de las cuatro partes del
mundo dominio de su monopolio. Trata en estos momentos de su-
blevar las provincias españolas de la América meridional y sacarlas
de la dependencia de su metrópoli para ponerlas bajo la de su
propio comercio. Una expedición formada á su costa y mandada
por el general Miranda, criollo de la ciudad misma de Caracas, está
destinada á la desorganización de la parte oriental de la Tierra
Firme, vulgarmente conocida bajo la denominación de Costa de
Caracas. Si el estandarte de la insurrección tuviere allí éxito,
todas lias colonias españolas se separarán sucesivamente de su
Metrópoli, y la Inglaterra fundará en ellas una potencia comercial
igualmente funesta para Francia, para España y para todo el mundo
mercantil . . . "^
Que Miranda organizó su expedición con la protección mate-
rial del Gobierno inglés, es cosa probada. El 12 de febrero de 1806,
la nave de guerra inglesa Cleopatra detiene al Leander en
aguas de la Bermuda. Miranda sube á bordo de aquélla y celebra
una conferencia con su capitán John Wight Este se apresura á
informar por escrito al comandante de la escuadra: "También me
dijo (el general Miranda) que salió de Inglaterra con unas seis mil
libras, y me mostró copia de libranzas giradas desde su llegada á
Nueva York por cuatro diferentes cantidades de quinientas libras
cada una contra Mr. Vansittart (Ministro del Tesoro). En la con^
versación privada que tuve con el General me convencí plenamente
de que es una persona que cuenta con la confianza del Ministerio ".^
1 . Copiados y comunicados al autor por Carlos A. ViUanueva.
2. Archivos del Gobierno francés. — Bfinistére des affaires étrangéres. —
Colombie — 1806 á 1821: — Mémoire sur la cession de la capitainerie
genérale de Caracas á la France. — De Pons — Caracas, 1606. Es el propio
autor del Voyage á la partie oriéntale de la Terre-Ferme. París, 1806. —
Nótese que De Pons insinuaba á su Gobierno, en la misma Memoria, un plan análogo
al de Inglaterra. Léase: *' España posee colonias demasiado numerosas y vastas para
poder defenderlas eficazmente, ni contra el enemigo exterior ni contra las facciones
internas. Si las ha conservado hasta ahora es porque todavía no se ha intentado
seriamente conquistarlas y porque la religión y la apatía de los habitantes han apar-
tado toda idea de independencia. Pero hoy tienen que luchar contra la avidez in-
glesa que las codicia, y con el deseo que manifiestan los Estados Unidos de tener en
la zona tórrida colonias donde su comercio no esté ya expuesto al capricho de las
Metrópolis europeas. Espafla se encuentra pues en una crisis espantosa: se acerca
al momento de su ruina; y Francia es la única nación de Europa interesada en ase-
gurarla (?) contra esta terrible catástrofe".
3. Archivos del Gobierno inglés. — Admiralty-AdmiraTs Despatches¡*
North America. — Vol. 17.
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— 101 —
A Vansittart le escribía Miranda desde Trinidad el 10 de junio^
1807: "Mi querido amigo. — El último cambio en la Administración
de la Gran Bretaña me ha causado grande inquietud y pena, parti-
cularmente la remoción de usted del Tesoro. Espero que su amistad
será invariable, y también su ayuda para este asunto. Mis espe-
ranzas se fincan ahora en Lord Melville (Ministro de Marina) y
Lord Castlereagh (Ministro de Colonias y Guerra). Confío asimismo
en que Lord Hawkesbury (Ministro de Negocios Extranjeros) será
también favorable, gracias á la influencia de usted . . . ^^ El 4 de
junio había escrito Miranda al almirante inglés: "Recibí en dias
pasados su grata del 5 de mayo, y opino como usted que el súbito
cambio de la reciente Administración puede ser causa de muchos
males para los intereses políticos de la Gran Bretaña; para nuestra
empresa en particular, y para todo el mundo en general. Habíamos
obtenido con gran trabajo y esfuerzo todos los recursos que necesi-
tábamos de la última Administración (la de Lord Sidmouth), cuando
ya al punto de dar las órdenes para la ejecución, tuvo lugar el
fatal cambio (Ministerio del duque de Portland, marzo de 1807). Si
es para mejorar ó empeorar, sólo Dios lo sabe. Mi única esperanza
es que Lord Melville adquiera una influencia preponderante en la
presente Administración, y que Lord Castlereagh, habiendo ya ex-
presado su opinión favorable en el Parlamento respecto de las es-
peradas ventajas de esta expedición, para los intereses de la Gran
Bretaña, pueda ella todavía llevarse á cabo. — Mis agentes en Lon-
dres me dicen que el cambio de Ministerio no hará variar la em-
presa; pero á este respecto no tengo yo tanta confianza como
ellos; aunque estoy reteniendo aquí, con todo el esfuerzo posible,
hombres y armas para la inmediata ejecución, á ver si llega la re-
solución por el próximo paquete, como me lo han asegurado desde
Inglaterra mis agentes. — Con este motivo escribí á usted, por
medio de su secretario Mr. Tracey, incluyéndole varias letras de
cambio sobre Londres; y le agradeceré infinito que pueda favore-
cerme, si no con el total al menos con una parte, devolviéndome
las letras sobrantes " Por último, Mr. Vansittart escribía desde
la isla de Wight á Lord Castlereagh, Ministro de Colonias, á 27 de
setiembre del propio año: "Confidencial. — Se me ha enviado
para su aceptación un giro por 500 libras, suscrito contra mí
por el general Miranda. Debo presumir que Su Señoría deseará
que yo siga en este caso el mismo procedimiento que res-
pecto del giro anterior; pero como tengo algunas relaciones con
el tenedor, hemos decidido aguardar las instrucciones que usted
me comunique. Deseo que sea ésta la última vez que tenga
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— 102 —
yo ocasión de molestarle acerca de un asunto de esta irregular
especie ". ^
¿Resulta acaso manchada la honra de Miranda con la revelación
de estos documentos? No sería equitativo afirmarlo. Era aquel
hombre (para emplear la terminología española de su época) "un
noble aventurero". Noble, porque en el viejo y en el nuevo mundo
sonsagró su vida á pelear por lo que entonces se llamaba libertad
de los pueblos; aventurero, porque no diferenciaba los medios de
realizar el ideal de su vida. En Inglaterra halló esos medios, y no
vaciló un momento en aceptarlos. Dinero había que buscarlo en
cualquier parte, — como lo hará también Bolívar desde 1817,
. precisamente en Inglaterra. Y al igual de Bolívar ofreció Miranda
reembolsarlo. Ya en 1 791 (8 de setiembre) refiriéndose á una carta
del 28 de enero, escribía á Pitt: "Dije que ... mi situación personal
requería una competente subvención anual, hasta que yo entrase
en posesión de mis propiedades de Caracas, y que entonces
pagaría toda cantidad de dinero que pudiera acordárseme por
cualquier motivo 2 ...." ¿Llevaba, por otra parte, la idea secreta de
coronarse Inca? Es posible. Supóngase que fuera probable. Había
mandado ejércitos de la Revolución Francesa, y visto después á
Bonaparte convertido en emperador Napoleón, y á sus compañeros
de luchas revolucionarias trasformados en duques, príncipes y reyes.
Era, ó iba á ser, fundador de la independencia de un mundo.
Creíase, por consiguiente, llamado á dirigirlo. No sería, pues,
absurdo conjeturar que cuando estaba proyectando su empresa en
su casa londonense de Grafton Street, ó conferenciando con los
secretarios del rey, ó pintándoles maravillas á los tripulantes del
Leander, pudiera el "noble aventurero" soñar con el esplendor
de un trono, levantado en Caracas ó en México, en Lima ó Buenos
Aires, y desde el cual, á ejemplo de Napoleón, intentaría conciliar
sus prerrogativas de monarca con el derecho democrático. Si se
reconoce la evidente influencia de los Ministros ingleses en deter-
minar la aventura de Miranda, reconózcase al propio tiempo la no
menos evidente influencia del espíritu inglés en el proyecto constitu-
cional para la América hispana, y no se extrañe que su imaginación
acariciara el ideal de asegurar á los subditos del Inca iguales
libertades que asegura á los suyos el rey de Gran Bretaña. Cuando
lleguemos al estudio de los planes constitucionales de Bolívar,
veremos que éste imitó en parte las ideas de Miranda, y que si
1. Archivos del Gobierno inglés. — Colonial Office. — Miscellaneous. —
Jío 595. _ 1807.
2. Public Record Office. — Chatham MSS — Legajo 345.
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— 103 —
rechazó la corona real ó imperial, aspiró á una cosa casi equi-
valente, — el poder vitalicio.
El error de Miranda en 1806, error capital, consistió en no
buscar anticipadamente el apoyo ó colaboración de la clase predo-
minante en la Colonia, y en no desvanecer los escrújMilos que
siempre tuvo ésta para desligarse de su Metrópoli por protección
de otra potencia europea. El pensamiento de emancipación existía
ya sin duda; pero se aguardaba, para efectuarlo por cuenta propia,
cualquier coyuntura favorable proveniente de los violentos conflictos
internacionales que entonces ocupaban la atención inmediata de los
Gobiernos europeos. No tardó en presentarse la esperada ocasión.
Lo fué la noticia de los sucesos de Bayona, de 5 y 6 de mayo de
1808; fecha en la cual el rey Carlos IV y su heredero Femando VII
renunciaron á favor de Napoleón sus respectivos derechos á la
corona de España y de las Indias.
Los ingleses, que á pesar del fracaso de Miranda, no perdían
de vista las cosas de Tierra Firme, se apresuraron á tantear otra
vez el terreno. Las autoridades inglesas de las Antillas recibieron
á principios de julio una circular de Lord Collingwood, almirante
de la escuadra británica anclada en aguas de Cádiz, en la que les
relataba lo acaecido en Bayona y apuntaba las probables conse-
cuencias. Con estas noticias y la misión de sondar los ánimos, el
contralmirante Sir Alexander Cochrane envía cerca de los Gobiernos
de Cumaná y Caracas al capitán Beaver, comandante de la A casta.
El 15 de julio informa Beaver desde la Guaira: "Creo poder
aventurarme á decir que son (los criollos) leales en extremo y
apasionadamente adictos á la rama española de la casa de Borbón;
y que mientras haya alguna probabilidad de la vuelta de Femando VII
á Madrid, permanecerán unidos á su madre patria. Pero si aquello
no sucediere pronto, creo poder afirmar, con igual certidumbre, que
se declararán independientes por sí propios.... Estos habi-
tantes no son de ningún modo aquella raza indolente y degenerada
que encontramos en la misma latitud de Oriente: antes parecen
tener todo el vigor intelectual y energía de carácter que se han
considerado generalmente como distintivos de los habitantes de
regiones más septentrionales ".^ El Gobernador de Curazao, Sir
James Cockburg, envió también emisarios á Caracas y Maracaibo.
Uno de los enviados á Caracas, el teniente coronel Christie, informa
con fecha del 1<> de agosto: "La población de Caracas se calcula
1. Archivos del Gobierno inglés. — Admiralty. — Leeward Islands —
1808 — No. 329.
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— 104 —
en 45000 almas, de las cuales aproximadamente 1400 son españoles
peninsulares, los más comerciantes ó capitalistas. No son éstos muy
decididos por la independencia; pero, por lo que oigo decir, seguirán
sus banderas. Los empleados civiles y militares superiores son
numerosos, á mi ver no menos de 500; y temiendo perder sus destinos
procuran contener las aspiraciones de la población criolla que, en
caso de que Francia se apodere de España, estará resueltamente
por la independencia .... La milicia, los agricultores y otros claman
unánimemente por una declaración de independencia con protección
británica." El enviado á Maracaibo, coronel Robertson, dice en su
informe del 2 de agosto: "Todos los habitantes están my deseosos
de una estrecha é íntima unión con la Gran Bretaña; pero de ningún
modo resueltos á someterse á ella. Si no sube al trono de España
un príncipe de la carsa de Borbón, su deseo es hacerse indepen-
dientes; y aun hoy me parece que predomina la idea de preferir
constituirse en Estado soberano bajo un príncipe de su antigua
dinastía." No se circunscribió el Gobernador de Curazao á trasmitir
al Gabinete de Londres los informes de sus agentes. Se trasladó
en noviembre á Puerto Cabello, Valencia, valles de Aragua y
Caracas, y en 1® de diciembre escribió á Lord Castlereagh confir-
mando aquellos informes y añadiendo: "No puedo menos que
insistir en llamar respetuosamente la atención de Su Señoría á los
verdaderos sentimientos de los habitantes de Caracas respecto del
general Miranda, y asegurarle que es tan general y decidida la
opinión pública contra él, que su aparición como agente del Gobierno
británico influirá más que ningún otro suceso á aflojar los lazos
que hoy unen la Tierra Firme con la Gran Bretaña." ^
Aunque es indudable que la oligarquía criolla de Caracas
deseaba contar con la simpatía del Gobierno británico, es también
evidente que temía las consecuencias de cualquier compromiso;
porque su aspiración unánime era por la autonomía, ora llamando
á un Borbón á ceñirse la corona de Tierra Firme, ora aparentando
fidelidad á Femando VII (cuyo poder mal pudiera ejercerse en
América, despojado como estaba de su trono), ó ya constituyendo
un Estado independiente: aspiración que aparecerá más evidente
todavía en la forma especial con que dos años después se efectuará
la revolución del 19 de abril.
En 1808 vueve á equivocarse Miranda acerca de los sentí-
mientos y tendencias de sus compatriotas. No bien tuvo noticia de
lo de Bayona escribibió desde Londres al marqués del Toro, quien
1. Archivos del Colonial Office. — Cura9ao. — 1808 — No. 668.
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— 105 —
recibió la carta en Caracas por el mes de octubre y se apresuró á
comunicársela al Capitán General calificando á Mirarda nada menos
que de traidor, por haber procedido y estar procediendo de
acuerdo con una potencia extranjera contra su rey. Ignorante aún
de este incidente rolvió á escribirle Miranda al marqués remitién-
dole, entre otros papeles, dos proyectos, el uno de Gobierno
Provisorio, el otro de Gobierno Federal^. Papeles que no
llegaron á su destino, porque los interceptó el Gobernador de Cu-
razao y los devolvió á Londres, al Ministerio de Colonias (28 de
enero, 1809). El Ministro, Lord Castlereagh, aprueba lo hecho por
el Gobernador y en nota del 7 de junio le participa : " Se le ha
dicho al general Miranda, que si el Gobierno británico tuviere
conocimiento de nuevas comunicaciones de igual naturaleza, se verá
en la necesidad de ordenarle su inmediata salida de los territorios
de S. M. Todos los ofíciales de S. M. deben sostener y apoyar la
monarquía española." En efecto, el Gobierno inglés había cambiado
de táctica en los dos años anteriores, y desde el 27 de mayo (1809)
el subsecretario de Colonias y Guerra, Mr Cooke, había notificado .
á Miranda la mencionada advertencia. A la que contestó el General
en los siguientes términos^: "Graíton Street — 29 de mayo, 1809 —
Señor: Tengo el honor de avisar recibo á la carta de usted fecha
27 del corriente, y le doy las gracias por la participación que me
hace de parte de Lord Castlereagh, con quien había ya hablado
sobre la materia en 24 de abril último. Desde esa época yo no he
escrito una sola linea á Caracas, y desde la paz entre este país y
España no he recibido comunicación de ninguna clase de aquella
provincia; de haber sido lo contrario lo habría puesto en conoci-
miento de milord Castlereagh, con la misma franqueza y buena fe
con que le comuniqué, semanas pasadas, una importante carta reci-
bida de Rio de Janeiro 8. Los motivos honorables y desinteresados
1. Véanse, en el Apéndice, No. 2.
2. La copia de esta carta inédita se la debemos también á la amabilidad de
Carlos A. Vülanueva, quien nos informa además: "Miranda acostumbraba hacer
escribir toda su correspondencia, en inglés y francés, por su secretario Molini, el
cual recibía del Gobierno inglés, para este servicio, una pensión anual de 200 libras
esterlinas". Archivos del Gobierno inglés. — Foreign Office — Spain — Domestic
Various — 1810 — No. 105 — Memorándum del general Miranda — Londres,
25 de setiembre, 1810.
3. La referida carta proviene probablemente de D. Manuel Antonio Padilla ó de
D. Saturnino Fernández de la Pefia, agentes del general Miranda en Rio de Janeiro y
Buenos Aires y pensionados ambos del Gobierno inglés por recomendaciones del mismo
Miranda. £1 uno tenia 300 y el otro 400 libras esterlinas al afio, que pagaba Lord Berestford,
Ministro de Inglaterra en Rio de Janeiro. £1 Gobierno inglés tenía además en Buenos
Aires un agente secreto especial para informarle directamente de la marcha del movi-
miento de emancipación de aquellas provincias : era D. Mariano Castilla, á quien el almi-
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— 106 —
que han formado mis conexiones con el Gobierno de Su Majestad
Británica por el espacio de muchos años, son los mismos que hasta
hoy me han retenido aquí; y creo que en todas las relaciones que
durante tan largo como intrincado período llegué á tener con las
diferentes Administraciones, procedí siempre, respecto de España,
con una sinceridad, prudencia, integridad y hasta delicadeza, que
me parece cosa suficiente para merecer la confianza de este Go-
bierno y hacer innecesaria la última dura frase de la carta de usted
que contesto. — Con el debido respeto soy de usted. Señor, —
Fr. de Miranda "i.
El proyecto de Gobierno Federal que Miranda envió al
marqués del Toro y que éste no recibió, difiere en puntos esen-
ciales del que propusiera á Pitt en 1790. No se trata ahora de
Inca heriditario ni senadores vitalicios. El Poder Ejecutivo se reno-
vará cada diez años y lo ejercerán dos ciudadanos, con el título
dé Incas, nombrados por el Concilio Colombiano (parlamento); y
éste se campondrá de representantes elegidos por las asambleas
provinciales. Pero empezaba el proyecto de Gobierno Provisorio
diciendo: "Toda autoridad que emane del Gobierno español queda
abolida ipso facto^\ y "las autoridades españolas serán sustituidas
por los cabildos y ayuntamientos de las diferentes ciudades, los
que agregarán al número de sus miembros un tercio escogido entre
los indios y la gente de color de la provincia". Semejantes inno-
vaciones radicales las hubieran rechazado, sin duda alguna, los
criollos caraqueños de 1808.
No bien corrió en Caracas, á mediados de julio de esté año,
la noticia de la abdicación de Carlos IV y renuncia de Femando VII,
la turba popular se agolpó á las puertas del Ayuntamiento gritando
"viva Femando VII y mueran los franceses". Acuerda al punto el
Ayuntamiento que el alférez real D. Feliciano Palacio salga con el
real pendón á proclamar públicamente al rey legítimo; lo que se
rante Sir William Sidney Smith pagaba un salario diario de siete chelines y seis peniques.
— Archivos del Gobierno inglés. — Colonial Office — Miscellaneous — 1807
— No. 593. — Carta de D. Mariano Castilla á Lord CasÜereagh — Londres, 27 de
agosto, 1807.
1 . Con esta carta acompañó Miranda copia de otra que dirigiera á Pitt el
28 de enero de 1791, en la que explicó el carácter de su proyectada expedición,
que era emancipar las colonias hispano americanas, pero sin ponerse él á las órdenes
de Inglaterra para otro género de guerra contra Espafta. Decía entonces categórica-
mente: ^'Y espero que, como mis deseos son puramente patrióticos y mis miras
ofrecer mis servicios á mi país y promover los intereses y ventajas de la Gran
Bretafia, en cuanto sea compatible, no se me exigirán servicios contra Elspafia por
ninguna otra causa. Este es un punto de delicadeza para mi, no obstante la autori-
zación del derecho de la guerra y el ejemplo de hombres grandes y virtuosos en los
tiempos antiguos y modernos".
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— 107 —
apresuró á hacer el alférez en la Plaza Mayor, en la de San Jacinto
y en la de San Francisco, gritando: "Castilla, Castilla, Castilla, y
Caracas, por el señor don Femando VII y toda la descendencia de
la Casa de Borbón". Voces que, según el acta oficial, "repitió el
numeroso concurso con vivas y aclamaciones".
El 16 de julio pide el Ayuntamiento al Capitán General, D.
Juan de Casas, los pliegos que para él haya recibido de España
con los decretos referentes á la abdicación de Bayona; pero in-
quieto ya y miedoso Casas de la actitud del cabildo y del pueblo,
retarda por diez dias la comunicación de los pliegos. Abiertos en
la sesión del 26, acuerda el Ayuntamiento suplicar al Capitán
General se tralade á la sala capitular con el fin de manifestarle " la
justa, real y debida obediencia que los miembros del cabildo han
profesado, profesan y profesarán siempre á su augusto soberano el
señor don Femando Vil". Al dia siguiente concurre Casas á la
sesión del Ayuntamiento, y éste ratifica el juramento de no reco-
nocer otra soberanía que la del rey Femando, "hasta tanto que
las posteriores noticias de la Península brinden motivo á otra de-
terminación".
Acababa de saberse en Caracas que las provincias de España
estaban constituyendo Juntas en nombre y favor de Femando VIL
El mismo dia 27 de julio, el Capitán General se dirige por escrito
al Ayuntamiento manifestándole la conveniencia de formar una
Junta á ejemplo de la de Sevilla. El 29, el Ayuntamiento apmeba
im prospecto presentado por D. Isidoro Antonio López Méndez y
D. Manuel de Echezuría y Echeverría, según el cual la Junta vene-
zolana se compondría de dieciocho vocales, á saber: el Capitán
General como presidente, el arzobispo, el regente y el fiscal de la
Audiencia, el intendente de ejército y hacienda, el subinspector del
cuerpo de artillería, el comandante del cuerpo de ingenieros, el
síndico procurador general, dos regidores del Ayuntamiento, y otro
vocal por cada una de las siguientes colectividades: cabildo ecle-
siástico, cuerpo de cosecheros, cuerpo de comerciantes. Universidad,
colegio de abogados, clero secular y regular conjuntamente, la
nobleza, y el pueblo. (Nótese que por primera vez se le reconoce
al pueblo el derecho de tomar parte en el Gobierno). A los dos
años debían efectuarse nuevas elecciones, bien que pudiendo recaer
en las personas de los mismos vocales.
Trasmitido al acuerdo al Capitán General, no le dio éste curso
ninguno, á pesar de haber sido él quien iniciara la idea. Y era que
Casas había visto en seguida que la formación de la Junta pudiera
ser el fin de su propia autoridad. Así las cosas, reuniéronse el 22
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— 108 —
de noviembre los principales vecinos y pasaron una representación
á Casas, en la que se lee: "Juzgamos que el medio más con-
veniente es elegir y constituir representantes del pueblo que traten
personalmente con el señor Presidente, Gobernador y Capitán
General de la organización de la Junta Suprema; y en su virtud
nombramos y constituimos por tales representantes á los señores
conde de Tovar, conde de San Javier, conde de la Granja, marqués
del Toro, marqués de Mijares, D. Antonio Fernández de León, D.
José Vicente Galguera y D. Femando Key, y les damos todas las
facultades necesarias al efecto para que, unidos con dicho señor
Capitán General é Ilustre Ayuntamiento, convoquen de todos los
cuerpos de esta capital las personas que consideren más beneméritas,
y que compongan dicha Junta con igual número de militares, le-
trados, eclesiásticos, comerciantes y vecinos particulares que cada
una de dichas clases nombren entre sí, y arreglen esta materia en
todas sus partes hasta dejar á la Junta en el pleno y libre ejercicio
de la autoridad que deba ejercer en nombre y representanción de
nuestro augusto soberano el señor don Femando VII." No obstante
la protesta de fidelidad al rey, obsérvese que entre los firmantes
figuran ya muchos hombres de la futura revolución radical, como
Martín Tovar Ponte y sus hermanos y parientes, los Ustáriz, los
Ibarras, los Toros, los Palacios, los Briceños, los Montillas, José
Vicente Tejera y José Félix Ribas, todos los cuales querían en
realidad encaminarse por este medio á la completa indepen-
dencia.
Lo comprendió así el Capitán General, y en 24 de noviembre
mandó arrestar á todos los representantes, para someterlos á un
tribunal extraordinario. Sentenciada la causa, fueron muchos de
ellos confinados á sus haciendas ó casas, y Femández de León
remitido á España bajo partida de registro. Quedaron en libertad
los inválidos ó muy ancianos, como el conde de Tovar, y los que se
retractaron con el pretexto de haber sido engañados sobre el
propósito de la representación.
Remitida la causa á la Península, por queja de los procesados,
la Junta Central del reino dijo no hallar nada de criminal en los
sucesos de Caracas; pero al propio tiempo dictaminó que "las
medidas de represión eran convenientes para contener á los vene-
zolanos", y á fin de que no intentasen cercenarle su autoridad
suprema. En cambio, mandó sustituir á D. Juan de Casas con el
Gobernador de Cumaná D. Vicente Emparán.
La "Junta Central Gubemativa del Reino" se había instalado
en el palacio real de Aranjuez el 25 de setiembre de 1808, com-
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— 109 —
puesta al principio de veinticuatro miembros que se aumentaron
después á treinticinco, elegidos en su mayor parte por las Juntas
de provincia que se formaron cuando se sublevó la nación contra
los franceses, en el mes de mayo. A 22 de enero de 1809 la Junta
Central declaró en Sevilla, á donde se habia trasladado, echada de
Aranjuez por los franceses, que los dominios de España en las
Indias no eran ya "propiamente colonias, ó factorías, como los de
otras naciones, sino una parte esencial é integrante de la monar-
quía española", y debían figurar en la Junta Central por medio de
sus correspondientes diputados, nombrando uno cada Virreinato y
Capitanía General. Por Venezuela resultó electo el regente visitador
D. Joaquín de Mosquera y Figueroa, quien pasó á España; mas como
no fuese venezolano, no lo aceptó la Junta y anuló la elección.
Ocupada la Andalucía por los franceses, los miembros de la Junta
Central se fueron á la isla de León y allí acordaron (29 de enero,
1810y constituir una Regencia del reinó con cuatro españoles euro-
peos y uno de las provincias de Ultramar. Nombrado con este
último carácter D. Antonio Fernández de León, (el mismo que había
sido enviado preso de Caracas), se reparó á luego que no era nacido
en América y se le reemplazó con el mexicano D. Miguel de Lardi-
zábal y Uribe. Para las Cortes que se pensaba reunir en la misma
isla el 1^ de marzo, y que no se instalaron hasta el 24 de setiembre,
se acordó que, no habiendo tiempo para que las provincias de
América y Asia nombraran sus diputados, formaría la Regencia
una junta electoral de seis sujetos naturales de aquellos dominios,
los que elegirían por suerte á veintiséis de los mismos naturales
residentes em España; y por decreto de 14 de febrero se dispuso
que los Virreinatos y Capitanías Generales tuviesen un diputado
nombrado por los Ayuntamientos de sus capitales. A estas Cortes
concurrieron D. Esteban Palacio y D. Fermín de Clemente, diputados
suplentes de la provincia de Caracas, á quienes desautorizó des-
pués la Junta Suprema de Venezuela.
Con todo, no eran ya bastantes á evitar la revolución que se
estaba preparando en América, ni los decretos de la Regencia ni
las deliberaciones de las Cortes. La misma Regencia puede decirse
que pronunció la oración fúnebre de la dominación española en las
Indias Occidentales cuando dijo en su manifiesto del 14 de febrero:
"Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados á la
dignidad de hombres libres: no sois ya los mismos que antes, en-
corvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes
estabais del centro del poder; mirados con indiferencia, vejados
por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que
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— 110 —
al pronunciar ó al escribir el nombre del que ha de venir á
representaros en el congreso nacional, vuestros destinos ya no
dependen ni de los Ministros, ni de los Virreyes ni de los Goberna-
dores: están en vuestras manos."
La última frase resumía la aspiración de los colonos ameri-
canos; y en vez de confiar en unas Cortes y en una Regencia
amenazadas por los soldados de la invasión extranjera, prefirieron
determinar solos y libremente el destino de la nueva patria.
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Libro segundo
LA INDEPENDENCIA.
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Capitulo I.
Revolución de 1810.
Sumario. Antecedentes de la revolución — El último Capitán
General — Tentativa revolucionaria del mes de marzo — Noticias
alarmantes de España — Ocupan los franceses la Andalucía —
Disuélvese la Junta Central del reino — Sucesos del 19 de abril
en Caracas — Destitución del Capitán General — Instálase la
Junta Suprema — Jura fidelidad á Femando VII — Por qué —
Acta del 19 de abril — Extrañamiento de los altos empleados de
la Colonia — Organización del nuevo Gobierno. — Desconoce la
autoridad del Consejo de Regencia constituido en España. — Disi-
dencia de Coro y Maracaibo — Expedición militar al mando del
marqués del Toro — Como se formó el primer ejército patriota —
Mal éxito de la campaña — Conjuración en Caracas á favor de la
Regencia — La desbarata la Junta — Envía agentes diplomáticos
á las Antillas, Washington, Londres y Bogotá — Resultado de estas
misiones — Convocatoria y reglamento para elecciones nacionales —
Practícanse en noviembre — Regresan á Caracas Miranda y Bolívar,
á apresurar la declaración de Independencia.
Venía la idea revolucionaria ganando prosélitos en la Colonia,
por dos modos diferentes. En primer lugar, el ejemplo de los
Estados Unidos y de Francia despertaba la aspiración á un régimen
republicano ó democrático, y determinó varias tentativas de revolu-
ción: la de negros y mestizos de Coro en 1795, la de Gual y
España en 1 797, la de Maracaibo en 1 799. Pero esta aspiración no
contaba todavía con el apoyo de la clase oligárquica criolla, que
era entonces la única fuerza activa nacional. Y á esto se debió
también, en gran parte, el fracaso de las expediciones de Miranda,
que se consideraron encaminadas á sustituir una dominación europea
con otra, la española con la inglesa. Efectivamente la única mani-
festación revolucionaria que se pudiera llamar nacional, fué la que
promovió la misma clase oligárquica. Para ella, la cuestión de
Monarquía ó República era aún secundaria. Buscaba, ante todo, la
autonomía de la Colonia, sacudir el yugo secular de los gobernantes
Fort o al, Historia Constitucional. 8
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— 114 —
peninsulares, formar, en una palabra. Gobierno criollo, asegurando
por fin aquel derecho de "tiranía doméstica,^' como dirá Bolívar,
que no se les permitió nunca á los americanos ejercer en su
propia tierra.
La verdadera revolución, la que rematará en el Acta de
Independencia, comienza con las representaciones políticas del
Ayuntamiento y vecinos de Caracas en 1808. Pero como sucede
siempre en casos semejantes, dividióse en seguida la opinión en
dos partidos; el uno radical, que abogaba por la revolución violenta
é inmediata, y moderado el otro, que prefería los medios aparente-
mente legales de una evolución pacífica, haciéndola depender del
rumbo que siguieran los sucesos de la metrópoli con motivo de la
invasión francesa.
En mayo de 1809 se posesiona del gobierno de la Capitanía
General el mariscal de campo D. Vicente Emparán. Con él llegó á
Caracas D. Femando Rodríguez del Toro, que había sido capitán
de la guardia real en Madrid, y á quien la Junta Central de España
ascendió á coronel con el cargo de inspector de las milicias vene-
zolanas. Este se convirtió al punto en el agente más activo de la
tendencia autonomista, de acuerdo con su hermano el marqués del
Toro, coronel de milicias de infantería, con su sobrino político
D. Simón de Bolívar, teniente de las mismas, con D. Mauricio Ayala,
teniente del batallón veterano, con D. Mariano Montilla, ex-guardia
de Corps en la corte, y con algunos regidores de la capital. Muy
jóvenes casi todos, sectarios entusiásticos de las ideas radicales
que habían aprendido en viajes y lecturas, propensos por tanto á
la rebelión, poco discretos en expresar sus ideas personales, como
que su posición social, el nombre ilustre de sus familias y aun el
prestigio de los empleos que desempeñaban les permitían arrostrar
impunemente la ya discutida autoridad del Capitán General, apenas
se cuidaban de ocultarle á éste sus manejos y propósitos subver-
sivos. "A pesar de la amistad que me unía con D. Vicente Em-
parán — confesó después Toro — amistad contraída muchos años
antes de su elección á la Capitanía General de Caracas, jamás me
desentendí de la libertad de mi patria, y hablé á este jefe sobre la
necesidad de nuestra emancipación en el caso de que la Junta
Central se disolviese ó la España fuese subyugada. "*
En el mes de marzo de 1810, convencidos ya de que la Junta
Central no podría resistir á la invasión francesa, confabuláronse
para proclamar la autonomía de la Colonia el próximo 1^. de abril.
1. Manifiesto publicado el 13 de mayo de 1811.
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— 115 —
Desgraciadamente, el Gobierno les desbarató la trama en seguida,
ó por infidencia de algunos ó por falta de discreción de todos.^
Pero el Capitán General, de quien eran amigos personales los
conjurados, se limitó á confinar á algunos á Aragua y Valencia,
lenidad que á los pocos dias debía costarle su caída y expulsión.
Los revolucionarios que permanecieron libres en Caracas continuaron
en sus manejos, y los confinados, sobre todo los Toros, los Bolí-
vares y los Montillas, apresuráronse á hacer lo mismo en Valencia.
** Teníamos tomadas todas las medidas necesarias al buen éxito de
la empresa, cuando los caraqueños, ejecutándolo el 19 de abril, de-
jaron sin lugar nuestra tentativa^."
A 13 de abril se supo en Puerto Cabello y el 17 en Caracas
la ocupación de la Andalucía por el ejército francés y la disolución
de la Junta Central del reino, que desde Aranjuez había huido á
Sevilla y Cádiz. Lo cual bastó para que se precipitase el plan de
Independencia. El 18 llegaron dos comisionados españoles con
noticias del Consejo de Regencia instalado en la isla de León y
con el encargo de hacer reconocer su autoridad; mas decididos es-
taban de antemano los patriotas caraqueños á no acatar otro go-
bierno supremo que no fuese el del rey mismo. Por la noche del
18 al 19, el alcalde de segunda elección D. Martín Tovar Ponte y
el regidor D. Nicolás Anzola, que habían tomado parte en la con-
juración de marzo, lograron convencer al alcalde primero D. José
de las Llamosas de la conveniencia de reunir cuanto antes el Ayun-
tamiento, con el fin de considerar las noticias de España; y en se-
guida dieron voz á sus amigos para que á primera hora concuriesen,
los unos al cabildo y los demás á la plaza mayor.
Reunido el Ayuntamiento á las 7 de la mañana del 19, co-
menzó por diputar á dos regidores cerca del Capitán General, con
la mvitación de asistir en seguida á una sesión extraordinaria. A
1. El historiador espafíol José Domingo Diaz escribe: *£l teniente del ba-
tallón veterano D. Mauricio Ayala, y el oficial mayor de la secretaría de la Capitanía
General D. Andrés Bello, que eran del número de los conjurados, se habían presen-
tado al Gobernador, delatádose como tales y comunicádole hasta los más escondidos
secretos". Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, p. 13. Bien pudo ser;
pero obsérvese que el propio Diaz cita á Ayala (p. 21) entre los autores de la re-
volución del 19 de abril, y que éste, al igual de sus hermanos D. Juan Pablo y
D. Ramón, figuró luego como patriota insospechable; que Bello ocupó puesto dis-
tinguido en la secretaría de la Junta Suprema constituida el mismo 19 de abril y
acompaftó á Bolívar y López Méndez en su misión diplomática á Londres; por último,
que Diaz no se hallaba entonces en Caracas, pues partido á España en 1808, no
regresó hasta el 26 de Abril de 1810, cuando ya estaba consumada la revolución.
Véanse sus Recuerdos, p. 8 y 23.
2. Toro, Manifiesto citado,
8*
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— 116 —
las 8 entraba Emparán en la sala capitular, y como se le informase
que el Ayuntamiento creía llegado el caso de organizar un Gobierno
provisional que velase por la seguridad de la provincia á nombre
del rey Femando, replicó que existía un Gobierno legítimo de la
monarquía representado por el Consejo de Regencia como sustituto
de la Junta Central, y que en las actuales circunstancias lo único
conducente era esperar nuevas noticias de la Península antes de
tomar ninguna resolución definitiva. En diciendo esto, el Capitán
General levantó la sesión, con la oferta de volver á tratar más
tarde el asunto, y se encaminó á la iglesia catedral. Era jueves
santo. Tímidos todavía los del Ayuntamiento, creían ya frustrado
su plan, cuando otros patriotas de mayor audacia aceleraron el su-
ceso. Al llegar Emparán al atrio de la iglesia, D. Francisco Salias
le asió por el brazo, y amenazándole con un puñal le intimó que
volviese á la casa consistorial. A lo que no opuso aquél ninguna
resistencia, ni tampoco su guardia, mandada por el capitán
D. Luis Ponte.
En el Ayuntamiento encontró el Capitán General otra novedad
insólita; la representación de un poder político desconocido hasta
entonces en la Colonia. Cinco personas extrañas al cabildo tomaron
allí asiento y voz titulándose diputados del clero, del pueblo y del
gremio de pardos: el canónigo D. José Cortés de Madariaga, el
presbítero D. Francisco José de Ribas, los doctores D. Juan Germán
Roscio y D. José Félix Sosa y el tribuno popular D. José Félix
Ribas. Roscio y Sosa, inclinados por hábito profesional á fórmulas
jurídicas ó soluciones pacíficas, proponen que se establezca una
Junta Suprema presidida por Emparán, continuando en sus fun-
ciones la Real Audiencia y demás autoridades constituidas; y apo-
yados por la mayoría, procede Roscio á redactar el acta correspon-
diente. Pero Madariaga, que teme ver malogrado el plan revolucio-
nario con semejante compromiso, prorrumpe en acalorada arenga,
acusa á Emparán de engaño y perfidia, arguye que la Junta presi-
dida por él no ofrecería seguridad alguna, porque podría disolverla
á su arbitrio, y termina pidiendo su deposición inmediata, en nombre
del clero y del pueblo. Emparán, sintiéndose perdido, sale al
balcón y pregunta al pueblo amotinado en la plaza si está contento
de su gobierno. A su espalda, Madariaga hace signos negativos, y
al punto el Dr. D. Santiago Villareal grita desde la plaza: "no, no";
grito que la muchedumbre repite encoró. Emparán exclama: "pues
yo tampoco quiero mando '\ La revolución había triunfado *.
1. El virulento historiador Diaz dice del canónigo Madariaga: "Era uno de
aquellos hombres á quienes la naturaleza ha formado para la rebelión. Con un
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— 117 —
Llamóse el nuevo Gobierno " Junta Suprema conservadora de
los derechos de Femando Vil"; pero, en relidad, era su propósito
encaminarse á la autonomía absoluta; y si no la declaró en se-
guida, fué por atenerse á la "necesidad de no alarmar á los pueblos
con bruscas novedades", según confesión de los propios revolucio-
narios i. Igual preocupación se observa en la redacción de los pri-
meros ducumentos de la Junta, sobre todo en el acta de los sucesos
del 19 de abril, la cual revela el deseo de velar con un lenguaje
moderado ó ambiguo la trascendencia de la revolución. Se reunió
el Ayuntamiento — dice el acta — " con motivo de la función
"eclesiástica del dia de hoy jueves santo, y principalmente con el
"de atender á la salud pública de este pueblo que se halla en total
"horfandad, no sólo por el cautiverio del Sr. D. Femando VII, sino
"también por haberse disuelto la Junta que suplía su ausencia en
"todo lo tocante á la seguridad y defensa de sus dominios invadi-
"dos por el Emperador de los franceses, y demás urgencias de
"primera necesidad, á consecuencia de la ocupación casi total de
"los reinos y provincias de España, de donde ha resultado la dis-
"persión de todos ó casi todos los que componían la citada Junta,
"y por consiguiente el cese de sus funciones. Y aunque según las
"últimas ó penúltimas noticias derivadas de Cádiz parece haberse
"sustituido otra forma de gobierno con el título de Regencia, sea
"lo que fuere de la certeza ó incertidumbre de este hecho, y de la
"nulidad de su formación, no puede ejercer ningún mando ni
"jurisdicción sobre estos países, porque no ha sido constituida por
"el voto de estos fieles habitantes cuando han sido ya declarados,
"no colonos sino partes integrantes de la corona de España, y
"como tales han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina
"y á la reforma de la constitución nacional; y aunque pudiese pres-
"cmdierse de esto, nunca podría hacerse de la impotencia en que
"ese mismo gobierno (la Regencia) se halla de atender á la seguri-
"dad y prosperidad de estos territorios y de administrarles cum-
exterior que manifestaba las más severas virtudes, con unas costumbres aparente-
mente austeras, con un espíritu audaz, sanguinario y vengativo hasta el exceso, con
una ignorancia atrevida, con un eco declamatorio, con una charlatanería capaz de
seducir á los miserables por cierta facilidad en su explicación, con el mismo carácter
de que era indigno y que aumentaba su reputación en un pueblo religioso, él fué el
hombre de aquel dia, y el alma de las deliberaciones." Recuerdos de la re-
belión, p. 17. — Este célebre canónigo, natural de Chile, sigue figurando en Vené-
rela hasta 1817. Salías, que pertenecía á una familia distinguida de Caracas, toma
parte en toda la guerra de Independencia. Villareal , oriundo de San Felipe del
Yaracuy, profesor de medicina, muere en el tenemoto de 1812.
1. Véanse (capítulo siguiente) los discursos pronunciados en el congreso, del
3 al 5 de julio de 1811, por Tovar Ponte, Roscio y otros diputados.
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— 118 —
"plida justicia en los asuntos y causas propios de la suprema auto-
bridad; en tales términos que, por las circunstancias de la guerra y
"de la conquista y usurpación de las armas francesas, no pueden
" valerse á sí mimos los miembros que compongan el indicado nuevo
"gobierno, en cuyo caso el derecho natural y todos los demás
"dictan la necesidad de procurar los medios de su conservación y
"defensa, y de erigir en el seno mismo de estos países un sistema
"de gobierno que supla las enunciadas faltas, ejerciendo los de-
"rechos de la soberanía que por el mismo hecho ha recaído en el
"pueblo, conforme á los mismos principios de la sabia constitución
" primitiva de la España y á las máximas que ha enseñado y publi-
"cado en innumerables papeles la Junta suprema extinguida. Para
" tratar, pues, el Muy Ilustre Ayuntamiento de un punto de la mayor
"importancia, tuvo á bien formar un cabildo extraordinario sin la
"menor dilación, porque ya presentía la fermentación peligrosa en
"que se hallaba el pueblo con las novedades esparcidas, y con el
" temor de que por engaño ó por fuerza fuese inducido á reconocer
"un gobierno ilegítimo, invitando á su concurrencia al Sr. mariscal
" de campo D. Vicente de Emparán, como su Presidente, el cual lo
"verificó inmediatamente, y después de varias conferencias, cuyas
"resultas eran poco ó nada satisfactorias al bien público de este
"leal vecindario, una gran porción de él congregada en las innie-
" diaciones de estas casas consistoriales, levantó el grito aclamando
"con su acostumbrada fidelidad al Sr. Don Femando Vil y á la
"soberanía interina del mismo pueblo; por lo que habiéndose
" aumentado los gritos y aclamaciones, cuando ya disuelto el primer
"tratado marchaba el cuerpo capitular á la Iglesia Metropolitana,
"tuvo por conveniente y necessario retroceder á la sala del Ayun-
"tamiento, para tratar de nuevo sobre la seguridad y tranquilidad
" pública. Y entonces, aumentándose la congregación popular y sus
" clamores por lo que más le importaba,» nombró para que repre-
" sentasen sus derechos en calidad de diputados á los señores
" doctores D. José Cortés de Madariaga, canónigo de Merced de la
" mencionada Iglesia, D. Francisco José de Ribas, presbítero, D. José
"Félix Sosa y D. Juan Germán Roscio*, quienes llamados y con-
"ducidos á esta sala con los prelados de las religiones, fueron ad-
"mitido^, y estando juntos con los señores de este muy ilustre
"cuerpo, entraron en las conferencias conducentes, hallándose tam-
"bien presentes el Sr. D. Vicente Basadre, intendente de ejército
"y real hacienda, y el Sr. brigadier D. Agustín García, coman-
1. D. José Félix Ribas se incorporó después.
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— 119 —
^'dante subinspector de artillería, y abierto el tratado por el Sr.
"Presidente, habló en primer lugar después de Su Señoría el dipu-
"tado primero en el orden con que quedan nombrados, alegando
"los fundamentos y razones del caso, en cuya inteligencia dijo entre
"otras cosas el Sr. Presidente, que nó quería ningún mandó, y
"saliendo ambos al balcón notificaron al pueblo su deliberación, y
"resultado conforme en que el mando supremo quedase depositado
"en este Ayuntamiento Muy Ilustre, se procedió alo demás que se
"dirá "
Según el acta, el Ayuntamiento acuerda en seguida que cesen
en sus empleos el intendente Basadre, el brigadier García y el
asesor Anca; que para componer la Real Audiencia se nombren
letrados que merezcan la confianza del nuevo Gobierno; que con-
tinúen los demás tribunales en sus respectivas funciones; que se
conserve á cada uno de los empleados suspendidos el sueldo fijo
de sus respectivas plazas y graduaciones militares; que continúen
en vigor las órdenes de policía, exceptuando las relativas á los
vagos en cuanto no sean conformes con las leyes y prácticas de la
Colonia, y las dictadas novísimamente por Emparán sobre anónimos
y pasaporte y filiación de las personas conocidas y notables; que
para el ejercicio de sus funciones colegiadas, se asocie el Ayunta-
miento con los diputados del pueblo, teniendo estos voz y voto en
todos los negocios; que los demás empleados no comprendidos en
el cese, continúen "por ahora" en sus destinos; que el mando de
las armas quede á las órdenes inmediatas del teniente coronel
D. Nicolás de Castro y del capitán D. Juan Pablo Ayala, con
arreglo á las que reciban del Ayuntamiento como depositario de
la suprema autoridad; que para ejercer ésta con mejor orden en
lo sucesivo, el Ayuntamiento forme "cuanto antes el plan de ad-
imnistración y gobierno que sea más conforme á la voluntad general
del pueblo"; que provisionalmente toda la tropa de actual servicio
tenga prest y sueldo doble; y que firme también el acta el dipu-
tado por el gremio de pardos D. José Félix Ribas.
El mismo dia se publicó el acta en los sitios más concurridos
de la ciudad; y según los escribanos públicos Viaña y Santana, se
hizo aquello "con general aplauso y aclamaciones del pueblo, di-
ciendo: Viva nuestro rey Femando Vil: Nuevo Gobierno: Muy
Ilustre Ayuntamiento y diputados del pueblo, que lo representan".
Sin pérdida de tiempo, el Ayuntamiento hace comparecer á
los nuevos empleados, lo mismo que á los destituidos, á prestar el
juramento de "guardar, cumplir y ejecutar y hacer que se guarden,
cumplan y ejecuten todas y cualesquiera órdenes que se den por
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— 120 —
esta Suprema Autoridad Soberana de estas provincias, á nombre de
nuestro rey y señor Don Femando VU (que Dios guarde), injusta-
mente cautivo por la traidora nación francesa, sosteniendo los
derechos de la patria, del rey y religión, y de no obedecer ninguna
orden que les sea dada por los jefes anteriores ya depuestos; y á
éstos, que guardarán y cumplirán, y harán guardar, cumplir y
ejecutar las mismas disposiciones, sin ir ni contravenir á ninguna
de ellas".
También el 19, se pasó una circular á todos los empleados
participándoles que el Ayuntamiento ha asumido la suprema autoridad
junto con los diputados del pueblo, y al dia siguiente se publica un
manifiesto á los habitantes de Venezuela, en el que se lee: "Si la
soberanía se ha establecido provisionalmente en pocos individuos,
no es para dilatar sobre vosotros una usurpación insultante, ni una
esclavitud vergonzosa: sino porque la urgencia y precipitación propias
de estos instantes y la novedad y grandeza de los objetos así ló
han exigido para la seguridad común: eso mismo nos obliga á no
poder manifestaros de pronto toda la extensión de nuestras generosas
ideas; pero pensad que si nosotros reconocemos y reclamamos
altamente los sagrados derechos de la naturaleza para disponer de
nuestra sujeción civil, faltando el centro común de la autoridad
legitima que nos reunía, no respetamos menos en vosotros t^n in-
violables leyes, y os llamaremos oportunamente á tomar parte en
el ejercicio de la suprema autoridad, con proporción al mayor ó
menor número de individuos de cada provincia."
El 21 fueron conducidos á la Guaira, con el objeto de que se
embarcasen allí para el extranjero, y pagándoseles previamente sus
sueldos vencidos y gastos de viaje (en todo algo más de 18,000
pesos): el ex-Capitán General Emparán, el intendente D. Vicente
Basadre, el auditor D. José Vicente Anca, los oidores de la Audiencia
D. Felipe Martínez y Aragón y D. Antonio Julián Alvarez, el fiscal de la
misma D. José Gutiérrez de Rivero, el subinspector de artillería
D. Agustín García, el coronel D. Manuel del Fierro y el teniente
coronel D. Joaquín Osorno.
El 25 quedó organizado el nuevo Gobierno. La Junta Suprema
de Caracas, con el tratamiento de Alteza, se compuso de los vocales
D. José de las Llamosas, D. Martín Tovar Ponte, D. Feliciano
Palacio, D. Nicolás de Castro, D. Juan Pablo Ayala, D. José Cortés
de Madariaga, D. Hilario Mora, D. Isidoro Antonio López Méndez,
D. Francisco José Ribas, D. Rafael González, D. Valentín Rivas,
D. José Félix Sosa, D. José María Blanco, D. Dionisio Palacio,
D. Juan Germán Roscio, D. Juan de Ascanio, D. Pablo Nicolás
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— 121 —
González, D. Francisco Javier Ustáriz, D. Silvestre Tovar Liendo,
D. Nicolás Anzola, D. José Félix Ribas, D. Femando Key Muñoz
y D. Lino de Clemente.^ Secretarios del despacho fueron nombrados:
el Dr. Roscio, para Relaciones Exteriores; el Dr. Anzola, para Gracia
y Justicia; el regidor Key Muñoz, para Hacienda; el capitán de navio
D. Lino de Clemente, para Marina y Guerra; y secretarios con
ejercicio de decretos: D. José Tomás Santana, en Relaciones Exte-
riores, Gracia y Justicia, y D. Casiano Bezares, en Hacienda, Marina
y Guerra, Canciller del gobierno fué D. Carlos Machado, ex-can-
ciller de la Real Audiencia.
El ejército se puso á las órdenes del coronel D. Femando R.
del Toro, teniendo por secretario al teniente de milicias D. Ramón
García de Sena; y se formó además una "Junta de guerra y defensa
de las provincias," compuesta del mismo Toro, los capitanes D.
Nicolás de Castro y D. Juan Pablo Ayala, nombrados comandantes
generales, los coroneles de artillería é ingenieros D. José Salcedo
y D. Juan Pires, el commandante del escuadrón de caballería D.
Antonio Solórzano y el del batallón veterano D. Antonio José
Urbina. Para secretario de esta Junta se eligió al capitán D. José
de Sata y Bussy.
En lugar de la Real Audiencia hubo un Tribunal de apelaciones,
alzadas y recursos de agravios con el tratamiento de Señoría, cons-
tituido así: presidente, el marqués de Casa León; ministros, D.
1. £1 historiador Diaz, oriundo de Caracas, fué condiscípulo y amigo de
muchos de ellos; pero, exacerbado por la pasión política, les pinta á casi todos con
colores sombríos. Véase: Llamosas, ^'comerciante honrado, muy capaz de dirigir una
pequeña negociación mercantil, y nada más*'; Tovar Ponte (hijo segundo del conde
de Tovar), "joven ignorante hasta el extremo"; Palacio (D. Feliciano), "persona
boorada, y de regulares conocimientos como vecino de una cuidad**; Blanco,
"hombre que incapaz de gobernarse á sí mismo, había visto desaparecer la fortuna
considerable heredada de sus padres y su hermano, y se encontraba en la indi-
gencia"; Palacio y Sojo (D. Dionisio), "joven ignorante, lleno de vicios públicos,
y esposo de Da. Juana Bolívar, cuyo rico patrimonio había escandalosamente disipado*';
López Méndez, "comerciante, y hacendado de las mismas circunstancias que Llamosas " ;
Anzola, "abogado, jugador de profesión, y sin otros conocimientos que los muy
medianos de la carrera que seguía'*; Tovar Liendo, "joven insignificante por su
conducta y por sus ningunos conocimientos"; Mora, "abogado de muy mala reputa-
ción en el ejercicio de su profesión"; González (D. Pablo), "nulo bajo todos respectos
y consideraciones"; Madariaga, "cuyo comportamiento para con la corporación á
que pertenecía había sido el escándalo de aquellos pueblos"; Roscio, "abogado de
gran crédito, cuya conducta presentaba un contraste singular de vicios y de virtudes
extremas: desinteresado, sobrio, modesto, iracundo, ambicioso, hipócrita, £dso, artifi-
cioso, ingrato"; Ribas (D. José Félix), "joven ignorante, presuntuoso, laborioso,
jugador, lleno de deudas contraídas en sus vicios y en una necia ostentación, y el
Dr. D. Francisco José, su hermano, hombre de conocimientos escolásticos, y lleno
de deudas por el error de sus cálculos". — Recuerdos sobre la rebelión de
Caracas, p. 25.
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— 122 —
José Bernabé Diaz, D. José María Ramírez, D. Bartolomé Ascanio
y D. Felipe Firmín Paúl; íiscal de lo civil y criminal, D. Vicente
Tejera; agente fiscal, D. Juan Antonio Rodríguez Domínguez;
relator, D. Francisco Llanos; escribano, D. Rafael Márquez; recep-
tores, D. Gabriel y D. Vicente Villaroel.
Juez de policía fué nombrado D. Bartolomé Blandaín \ con un
procurador síndico y doce diputados del abasto, para que turnasen
cada mes en ló relativo á provisión de mantenimientos, su precio,
peso y medida, arbitrios municipales, conservación de propios, etc.
Las causas civiles y criminales de que conocían antes el
Gobernador y su teniente se pusieron á cargo del corregidor D.
Luis de Rivas y Tovar, y las que correspondían á los alcaldes
ordinarios y jueces de provincia, se encomendaron al. corregidor
D. Juan Bernardo Larraín, debiendo ambos asesorarse con letrados
y ejercer sus funciones por un año.
El 27 de abril, la Junta Suprema se dirigió á los Ayuntamientos
de todas las capitales de América excitándoles "á contribuir á la
grande obra de confederación americana española". "Una es nuestra
causa — añadía la nota — una debe ser nuestra divisa: fidelidad
á nuestro desgraciado monarca; guerra á su tirano opresor; frater-
nidad y constancia". Acordóse al propio tiempo prestar ayuda á
los españoles peninsulares "en la santa lucha en que se hallaban
empeñados" contra la invasión francesa, y se declaró que la Junta
de Caracas sería disuelta luego que el rey Femando se restituyese
á sus dominios, ó siempre que se constituyese en. España "otro
gobierno más idóneo para ejercer la soberanía de toda la nación".
Pero no era todo eso más que fraseología circunstancial, fórmulas
oficinescas y prudentes del secretario de Relaciones Exteriores
Dr. Roscio, fórmulas que no detuvieron á la Junta en su abierta
rebelión contra toda autoridad ejercida desde la metrópoli. En
efecto, al Consejo de Regencia, que s^ había dirigido á los Virreyes
y Capitanes Generales diciéndoles (14 de enero, 1810) que los
pueblos de América serían considerados como parte integrante de
la monarquía y tendrían debida representación en las cortes nacio-
nales, la Junta contestó el 3 de mayo censurando agriamente el
reglamento de elecciones y protestando otra vez contra el Gobierno
arbitrario que se titulaba Regencia. Mal podían ser representación
libre de las Colonias — dijo la Junta — "los diputados elegidos
por los cabildos americanos, cuerpos que el Ministerio español se
había empeñado siempre en vejar, en deprimir, en despojarlos de
1. Este apellido se ha convertido en Blandín.
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- 123
la confianza pública y en someterlos ignominiosamente á la vara
despótica de sus agentes ¿Dar á todos los habitantes
de la Península el derecho de nombrar sus representantes para las
cortes de la nación, y reducirlo en la América á la voz pasiva y
degradada de los Ayuntamientos; establecer una tarifa para los di-
putados europeos, y otra diferentísima para los americanos, con la
sola mira de negarles la influencia que se debe á su actual impor-
tancia y población, no es manifestar claramente que la libertad y
fraternidad que tanto se nos cacarean son unas voces insignifi-
cantes, unas promesas ilusorias, y en una palabra el artificio trillado
con que se han prolongado tres siglos nuestra infancia y nuestras
cadenas? ¿No es dar á entender que se nos considera como unos
estólidos que no conocen lo que les corresponde, ó como unos es-
clavos que viven contentos con la humillación? ... En una palabra,
desconocemos el nuevo Consejo de Regencia. ''
Conforme á tales propósitos de autonomía absoluta, la Junta
empezó en seguida á legislar sobre asuntos que se consideraban
hasta entonces como privativos de la corona. Suprimió el derecho
de alcabala sobre los comestibles y objetos de primera necesidad;
extinguió el impuesto de exportación; dio libre entrada á varios
productos de manufactura extranjera, para proteger el beneficio de
los frutos del país, declaró que los indios quedaban exentos de
todo tributo, y prohibió (14 de agosto) el tráfico de esclavos.
Desde abril hasta setiembre las demás ciudades principales de
la Capitanía General, á excepción de Coro y Maracaibo, imitaron
el ejemplo de Caracas, formando Juntas gubernativas; bien que en
algunas de ellas, como en la de Guayana, no tardaron en reaccionar
los españoles.
En Cumaná las cosas pasaron así^. El 26 de abril, el Gober-
nador é Intendente de la provincia, coronel D. Ensebio Escudero,
onvoca á junta en su despacho los alcaldes ordinarios, procurador
general, comandantes de armas, cura vicario, y guardián del con-
vento de San Francisco; les comunica las noticias que acaba de
recibir de Caracas y les dice, que " aunque no tenía ningún motivo
de recelar de aquel vecindario la más ligera falta de fidelidad" al
rey -ni al Gobierno que lo representaba, estaba sin embargo dis-
puesto á abdicar su autoridad, si tenía el pueblo alguna queja. La
junta le contesta que puede contar con la confianza y obediencia
públicas, y que conviene convocar á todo el cabildo para el dia
1. Relación existente en el Archivo de Simancas. Secretaría de Estado.
Legajo 8284.
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— 124 —
siguiente á fin de resolver con el Gobernador lo que las circuns-
tancias demanden. Al amanecer del 27 las circunstancias cambian
por completo. Llegan de Caracas dos emisarios ^ con pliegos de la
Junta Suprema para el Ayuntamiento cumanés. Sin perder tiempo
reúnense los capitulares y pónense de acuerdo con los comandantes
del castillo de San Antonio y del cuartel de la ciudad (D. Carlos
Guinet y D. Miguel Correa) para que las tropas desobedezcan las
órdenes que les trasmita el Gobernador Escudero. Acto continuo,
siempre á imitación de lo de Caracas, el Ayimtamiento admite en
su señó representantes de los diversos cuerpos: militares, labra-
dores, clero, nobleza, comercio, clase de "pardos y morenos". Se
comisiona á dos regidores para que inviten al Gobernador á con-
currir á la sesión, y una vez presente se le manifiesta, que el ca-
bildo acuerda constituirse en Junta Gubernativa; pero que en
atención ú su conducta anterior como Gobernador, "muy aceptable
á toda la provincia", se acuerda también darle puesto y voto en
la Junta, en lugar de expulsarlo del territorio "como había suce-
dido en la capital de Caracas". Escudero contesta, que depuesto
de su legítima autoridad, no le es dable aceptar ningún destino
"con voto entre sublevados" y que voluntariamente se embarcará
para Cartagena. Se embarca el 3 de mayo, habiéndole el Ayunta-
miento costeado el viaje y pagado sus sueldos hasta fin de año.
Quedó constituida la Junta del modo siguiente: Presidente,
D. Francisco Javier Mayz, capitán de milicias regladas, alcalde pri-
mero; Vicepresidente, D. Francisco Illas y Ferrer, comerciante,
capitán de milicias urbanas, alcalde segundo; Vocales de derecho,
como miembros que eran del Ayuntamiento, D. José Ramírez Guerra,
alférez real, D. Jerónimo Martínez, alcalde mayor provincial, D.
Francisco Sánchez, alguacil mayor, D. José Jesús de Alcalá, síndico
procurador general, D. Manuel Millán, fiel ejecutor, D. Domingo
Mayz y D. José Santos, alcaldes de la hermandad. A quienes se
unieron en calidad de representantes de los cuerpos y clases: por
el clero, el cura párroco D. Andrés Antonio Callejón, que estaba
suspenso y á quien se nombra ahora "vicario juez eclesiástico
superintendente"; por la nobleza, el Dr. D. Mariano de la Cova,
abogado; por los labradores, D. Juan Bermúdez de Castro, maestro
de filosofía; por el comercio, D. Juan Manuel Tejada, comerciante;
1. D. Francisco Moreno, capitán de una de las compañías sueltas veteranas
de Cumaná, que estaba cumpliendo en Caracas una condena de suspensión de
empleo, y D. José Antonio Illas, también cumanés, comerciante y ayudante de
milicias, que había pasado con licencia á Caracas **á pretexto de ir á ver la se-
mana santa**.
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— 125 —
por el ejército, D. Juan José Flores, capitán graduado, teniente de
una compañía veterana; por los "pardos y morenos", D. Pedro
Mejía, teniente de milicias regladas. D. Juan Martínez, abogado,
recibió el nombramiento de asesor de la Junta con voto. Como
secretario actuó D. Diego Vallenilla, teniente de ejército y ayu-
dante de milicias, que había sido también secretario del Gobernador
Escudero. D. José Miguel de Alcalá, empleado de real hacienda,
fué ascendido á Intendente. Y al brigadier D. Juan Manuel de
Cajigal, antiguo Gobernador de la provincia, se le nombró con-
sultor de la Junta y comandante general de las armas, con el grado
y sueldo de mariscal de campo K
Por la tarde del 27 la Junta se traslada á la iglesia parro-
quial, donde se canta el Te Deum, á tiempo que el castillo de San
Antonio celebra con salvas de artillería el establecimiento del nuevo
Gobierno y pasea el pueblo por las calles la nueva bandera na-
cional^. Por la noche se envían emisarios á Barcelona, segunda
ciudad de la provincia, á proponerle que reconozca el Gobierno de
la capital; pero ya su Ayuntamiento se había constituido en Junta
bajo la presidencia del teniente coronel D. Gaspar de Cajigal, y de-
clarádose subordinada á la de Caracas. Lo propio hizo luego
Margarita, que estaba sujeta en lo militar á Caracas y en lo de
real hacienda á Cumaná. El teniente Guinet pasa á la colonia de
Trinidad á solicitar armas y municiones. Y por consejo y ambición
de D. Juan Manuel de Cajigal, regresa á Caracas D. José Antonio
Illas á insinuar el proyecto de reunir ambas provincias poniendo
sus fuerzas militares á las órdenes de un generalísimo, por de con-
tado el propio Cajigal. Proyecto que no encontró oídos en la Junta
Suprema.
Cuya autoridad "suprema" era todavía puramente nominal,
pues si bien creía contar con el apoyo de las provincias de Cumaná,
Margarita, Guayana, Barinas, Mérida y Trujillo, todas sus respectivas
Juntas ó siguieron fluctuando entre la revolución y la reacción, —
tal sucedió en Cumaná y Barcelona y en Guayana, — ó se con-
sideraron cuerpos autonómicos hasta que se reunió el congreso na-
cional* Por otra parte, los Ayuntamientos de Coro y Maracaibo
1. Cajiga estaba electo Gobernador de la Concepción de Chile, pero se
había quedado en Cumaná "resentido de que no se le hubiese concedido su retiro
á Caracas de teniente del rey ó con opción al mando de la Capitanía General en
vacantes**.
2. La misma de Caracas: amarilla, encamada y negra.
3. Las Juntas de Cumaná, Barcelona y Margarita mandaron diputados á tomar
asiento en la Suprema de Caracas.
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— 126 —
se negaron categóricamente á seguir el movimiento revolucionario
del 19 de abril. A los comisionados de la Junta Suprema los re-
cibió en Coro el Gobernador D. José Ceballos diciéndoles "que ni
el pueblo se metía en nada ni sabía otra cosa que lo que violenta
y maliciosamente le inspiraban cuatro maliciosos magnates '\ y les
mandó poner á cada uno un par de grillos y los despachó á Mara-
caibo para que de allí fuesen remitidos á las prisiones de Puerto
Rico. Desde el punto de vista constitucional, el Ayuntamiento de
Coro alegaba, para desconocer á la Junta Suprema, que la ciudad
de Caracas había cesado en su dignidad de capital de la Colonia
al destituir al Capitán General y Real Audiencia, quedando por
consiguiente su pueblo y cabildo " en igual clase que los otros, pues
las constituciones del reino no concedían ni sombra de autoridad á
un cabildo sobre otro"; y que en último caso, de aceptarse la
supremacía de un Ayuntamiento, le tocaría antes bien al de Coro»
por representar á "la ciudad más antigua y fundadora de la pro-
vincia de Venezuela". Razonamiento que se apoyaba realmente
en el tradicional principio político español de autonomía municipal.
La Junta Suprema resolvió apelar á las armas y levantó un
ejército, casi en su totalidad de milicianos bisónos, que puso á las
órdenes del marqués del Toro. Ejército respetable por su número,
— más de 4000, — pero poco temible á causa de su orgánica debi-
lidad. En esto se revelan también los vicios inherentes al régimen
colonial español. A las milicias pertenecían, desde 1759, todos los
blancos y pardos de 15 á 45 años, menos los eclesiásticos, médicos,
boticarios, jueces y otros empleados; mas en primer lugar, los
pardos no hallaban estímulo en la carrera de las armas, porque la
ley les prohibía aspirar á grados superiores al de capitán; y los
nobles criollos, con las pocas excepciones de quienes lograban
sentar plaza en la Península, consideraban sus grados en la milicia
como simple distintivo de preeminencia social. Tanto era así, que
la "compañía de nobles aventureros", formada en Caracas en 1767
por los hidalgos ricos que deseaban servir al rey á su costa, no
tuvo en realidad más objeto que el de ostentar títulos y uni-
formes K
Con semejantes milicias salió á campaña el marqués del Toro,
quien por otra parte, más acostumbrado estaba á la vida elegante
1. £1 primer capitán de esta compaftia, compuesta de 72 plazas, fué el marqués
del Valle de Santiago, y en ella figuraron como soldados el marqués de Mijares,
D. Juan Nicolás de Ponte, D. Manuel Blanco de Villegas, D. Juan Vicente de Bolívar,
D. Feliciano Palacio, etc., ninguno de los cuales tuvo ocasión de encontrarse en
serias acciones militares.
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— 127 ^
y regalada de sus lujosas quintas de Anauco y de Mocundo, que no
á las faenas del campamento. Inútil y desdichada resultó esta pri-
mera expedición patriota; aunque el marqués, general bisoño pero
altivo hidalgo, hizo gala en toda ella de gallarda valentía personal.
Después de andar 150 leguas por los incipientes caminos de en-
tonces, atacó á Coro el 28 de noviembre. Sorprendido al punto de
la resistencia de la ciudad, que él creía ocupada por una débil
guarnición, y amenazado también por fuerzas de Maracaibo, tuvo
que regresar maltrecho á Caracas.
Entre tanto, la Junta Suprema había logrado descubrir y des-
baratar una trama contrarrevolucionaria urdida en el propio Caracas
por los hermanos D. Francisco, D. José y D. Manuel González de
Linares, de acuerdo con el Dr. D. José Bernabé Diaz, ministro del
tribunal de apelaciones, los cuales se proponían sustituir la Junta
con otro Gobierno provisional compuesto del arzobispo D. Narciso
Coll y Prat^, el contador mayor D. José de Limón ta, el canónigo
D. Juan Vicente de Echeverría y el cura de la iglesia de Candelaria
D. José Antonio Montenegro. Descubierto el plan el 1^. de octubre,
se siguió causa á los principales conjurados; mas como su delito
no pasó de tentativa, se les aplicaron solamente, según el grado de
culpabilidad, las penas de prisión, destierro y confinamiento.
Con esto coincidió otro hecho que por poco desencadena la
anarquía entre los promotores de la revolución, partidarios los unos
de medios violentos, é inclinados los otros á medios de conciliación
y lenidad. Acababa de frustrarse la conjura de los Linares, cuando
se tuvo noticia de que los revolucionarios de Quito habían sido
ejecutados por las autoridades españolas el 2 de agosto; y al punto
el caudillo popular D. José Félix Ribas, que se titulaba siempre
diputado del gremio de pardos, y que formaba parte del Gobierno
desde el 19 de abril, aconsejó un motín el 22 de octubre con el
objeto de pedir el extrañamiento de todos los españoles, nacidos
en la Península é islas Canarias. Más que imprudente hubiera sido
en aquellas circunstancias medida tan radical, como que tendía á
dividir la población en dos bandos irreconciliables. La Junta se
decidió á expulsar á Ribas con su teniente José María Gallegos, y
al propio tiempo dio satisfación á los sentimientos populares man-
dando celebrar el 15 de noviembre rumbosas exequias á las víctimas
de Quito, en el templo de Altagracia, que era la parroquia de los
pardos.
1. Este había prestado juramento de obediencia, ¿ la Junta, en el mes
de julio.
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^ 128 —
A raíz de los sucesos del 19 de abril, preocupáronse también
los patriotas caraqueños con la posible intervención extranjera; la
cual hubiera sido una amenaza mayor para su plan que las mismas
disensiones domésticas, en el caso de resolverse Francia á poner
mano sobre las Colonias; ó hubiera asegurado en seguida la in-
dependencia absoluta, si Inglaterra y los Estados Unidos favorecían
el movimiento autonomista. Con su habitual prudencia planteó la
cuestión ante la Junta el Dr. Roscio, secretario de Relaciones
Exteriores, y se decidió enviar agentes diplomáticos á las Antillas
inglesas, á Londres, á Washington, con el fin de atraerse el apoyo
material y moral de sus Gobiernos, y á las provincias de Nueva
Granada para celebrar un tratado de acción común.
A las islas de Curazao y Jamaica pasaron al efecto D.
Mariano Montilla y D. Vicente Salias, hombre de mundo el pri-
mero, educado en la corte, hábil el segundo en hablar lenguas
extrañas. Tropezaron, sin embargo, con las dificultades que eran
de preverse ; pues las autoridades de dichas islas (ambas á la sazón
dominios ingleses) no tenían aún instrucciones acerca de la actitud
que al Gabinete de Londres conviniera asumir respecto de los re-
cientes sucesos de Caracas. El Gobernador de Curazao se apresuró
á informarles en 14 de mayo, que "tendría el mayor gusto en ceder
los fusiles y demás efectos de guerra que pudiesen dispensarse sin
riesgo, de los almacenes de S. M. . . . ; pero que debía antes participar
á su Gobierno las circunstancias del caso, y aguardar su decisión".
Respecto de los Estados Unidos, sabía la Junta Suprema que
desde julio de 1809 el Gobierno de este país había insinuado á
hombres notables de las colonias españolas, que si proclamaban la
Independencia, el congreso norte-americano acogería en su seno á
los diputados que enviasen, y se trataría de una confederación de
toda la América. Nombró, pues, la Junta en el mes de mayo comi-
sionados diplomáticos á D. Juan Vicente de Bolívar y á D. Telés-
foro Orea, con D. José Rafael Revenga como secretario. Llegados
á Washington en junio, presentan sus credenciales al Secretario de
Estado, Mr. R. Smith. Quien les contesta aprobando la actitud de
la Junta y prometiéndoles tomar medidas para estrechar las rela-
ciones de amistad y comercio entre los Estados Unidos y Vene-
zuela. En consecuencia, nombra el 26 de junio á Mr. Robert Lowry
Agente comercial en la Guaira y demás puertos venezolanos, con
autorización de designar cuantos subagentes juzgara necesarios i. Qui-
1. No se le dio á Lowry el título de Cónsul, atendiendo á que la Junta
Suprema no podía reconocerlo con este carácter oficial, supuesto que no representaba
todavía á un Estado independiente ; aunque si se expresó en sus Letras Patentes que
se le confiaban todas las funciones consulares.
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— 129 —
so desde luego la Junta aprovecharse de la simpatía americana, y les
remitió á sus comisionados 60,000 pesos para comprar elementos de
guerra. Pero cuando Bolívar se trasladó á Filadelfia con este fin,
encontró düficultades insuperables, porque el Gobierno americano
tenía ocupadas las fábricas con un pedido de 80,000 fusiles, y los
existentes en el mercado acababan de acapararlos el Ministro de
España (que recibió para esto 300,000 pesos) y unos comisionados
de México y del Perú, que llegaron también con grandes cantidades
de dinero. El plan del Gobierno español — dice Bolívar en una
de sus notas — era armar á todos sus partidarios en las Colonias,
para el caso de que la pérdida de la Península produjese "algún
movimiento contrario á sus ideas". — Orea regresó á Caracas en
agosto, y Bolívar, navegando en otro buque, se ahogó.
A Londres fueron el coronel D. Simón de Bolívar, el comi-
sario ordenador D. Luis López Méndez y, en calidad de auxiliar, el
comisario de guerra y oficial primero de la secretaría de Estado,
D.Andrés Bello ^. No tuvo inconveniente el Secretario de Negocios
Extranjeros, marqués Wellesley, en acordarles una audiencia pri-
vada, en la que les rogó resumir por escrito el objeto de su misión^.
El 21 de julio, Bolívar y Méndez pasan la siguiente nota.
Los comisionados de la Junta Suprema de Venezuela, presentando sus res-
petos al Exorno. Scflor Marqués Wellesley, tienen el honor de indicarle, en virtud
de lo que S. £. se ha servido insinuarles en su conferencia del jueves último, las
miras de su Gobierno en la misión que les ha conferido.
1. En la Biografía de Bello por los escritores chilenos D. Miguel Luis y
D. Gregorio Víctor Amunátegui se dice que Bello llevaba iguales poderes que Bolívar
y Méndez, pero que éstos convinieron en que figurase sólo como secretario, por ser
de meóos categoría que el coronel Bolívar y más joven que Méndez. La verdad no
es ésa. Bello fué "en calidad de auxiliar*', seg^n la credencial expedida por la
Jtinta Suprema con fecha 6 de junio, y no figuró oficialmente en las conferencias de
Londres, circunscribiéndase ¿ desempeñar el papel de traductor, pues conocía el in-
glés mejor que sus jefes. La credencial existe en los archivos del Foreign
Office, y la inserta el marqués de Rojas en su obra titulada Simón Bolívar,
p.14. París, 1883.
2. Aürman también los biógrafos de Bello, que en esta audiencia Bolívar
expresó al marqués Wellesley ideas abiertamente contradictorias con las de la Junta,
porque '*se había ido á la conferencia sin haber leido (sic) siquiera sus instrucciones''.
Lo mismo repite el general Mitre en su Historia de San Martin y en la edición
inglesa que lleva por título The Emancipation of South America, being a
condensed translation by William Pillíng of the History of San Martín by
General Don Bartolomé Mitre. Pág. 302. Londres, 1893. — Que en conversaciones
particulares con los amigos que tenía en Londres de viajes anteriores, no ocultase
Bolívar, joven entonces de 26 afios, sus ideas sobre emancipación radical, es cosa
m¿s que verosímil ; y por otra parte, bien sabía el Ministro inglés, sin que se lo di-
jeran los comisionados, á donde se encaminaba la revolución de Caracas. Pero que
ofíciatmente se atuvo al texto de sus instrucciones, lo demuestran los documentos
qoe van ¿ leerse sobre lo tratado en Londres.
Fortoul, Historia Constitucional. 9
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— 130 —
El primer deber de los comisionados es suplicar á S. E. se sirva ser el intér-
prete de su profundo y respetuoso reconocimiento á la benévola acogida que S. M. B.
se ha dignado dar á los votos del pueblo y Gobierno de Venezuela.
Impuesto S. E. de los principios que ha tenido la transformación política de
aquellas provincias, y del espíritu que anima á su Junta Suprema, no puede menos
de ver en ellos el mejor garante de la sincera disposición de los pueblos de Vene-
zuela á conservar sus relaciones de amistad, comercio y buena correspondencia con
los subditos de S. M. B.
Las solemnes declaraciones de aquel Gobierno incluyen además, la seguridad
de que bien lejos de aspirar Venezuela á romper los vínculos que la han estrechado
con la metrópoli, sólo ha querido ponerse en la actitud necesaria para precaver los
peligros que la amenazaban. Independiente como lo está del Consejo de Regencia,
no se considera ni menos fiel á su monarca, ni menos interesada en el éxito feliz
de la santa lucha de Espafia.
Desenvuelta así la posición de Venezuela, se hallan al descubierto sus inte-
reses y los objetos de esta misión.
Venezuela como parte integrante del imperio español, se halla amenazada por
la Francia y desea apoyar su seguridad en la protección marítima de la Inglaterra.
£1 Gobierno de Venezuela desearía también que por el de S. M. B. se le facilitasen
del modo conveniente los medios que puedan serle necesarios para defender los
derechos de su legítimo soberano y para completar sus medidas de segundad contra
el enemigo común.
La resolución de Venezuela puede ser un motivo de disensiones desagradables
con las provincias que hayan reconocido la Regencia, y este Gobierno central tra-
tará acaso de hostilizarla directamente, ó de turbar su paz interior, fomentando
facciones peligrosas. Los habitantes de Venezuela solicitan la alta mediación de
S. M. B. para conservarse en paz y amistad con sus hermanos de ambos
hemisferios.
Requiriendo la continuación de las relaciones de amistad, comercio y corres-
pondencia de auxilios entre la provincia de Venezuela y la madre patria, algunas
estipulaciones entre los respectivos Gobiernos, el de Venezuela se prestaría con toda
confianza á ellas bajo la garantía de S. M. B.
Sería también tan importante como conforme á los deseos de la Junta de
Venezuela, que el Gobierno de S. M. B. se sirviese expedir instrucciones á los jefes
de las escuadras y colonias de las Antillas, para que favoreciesen del modo posible
los objetos insinuados, y muy especialmente las relaciones comerciales entre aquellos
habitantes y los subditos de S. M. B., que gozarán de nuestro comercio como una de
las naciones más favorecidas.
Los comisionados no deben terminar esta exposición sin asegurar á S. £. el
Marqués WeUesley, que su deferencia corresponderá en todos casos al modo franco
y amistoso con que S. E. les ha hecho el honor de tratarlos.
No pudo redactarse esta nota con mayor habilidad diplomá-
tica. Al propio tiempo que se declara en ella, si bien con deli-
berada frialdad, el propósito de conservar vínculos con la metrópoli
y seguir reconociendo al cautivo soberano legítimo, se patentiza
también el hecho de que la Junta es un Gobierno que no depende
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— 131 —
de la Regencia (cosa equivalente á la autonomía absoluta de la
Colonia); se solicita la mediación de la Gran Bretaña para tratar
con la Regencia, pero de poder á poder, y se le piden auxilios
para mantener aquella autonomía, tocando por ültímo el punto más
sensible del Gobierno británico, á saber, la extensión y privilegios
de su comercio. Pero Wellesley, convencido de que el mayor y
más inmediato interés de la Gran Bretaña consistía en asegurarse
de la cooperación de España y sus colonias contra Francia, procuró
soslayar por de pronto la cuestión de autonomía, é insistió sobre
la necesidad de mantener la unión de toda la monarquía para
rechazar al enemigo común; sin dejar por esto de ofrecer los buenos
oficios del Gobierno británico á fin de considerar las justas quejas y
aspiraciones de la Colonia venezolana.
El 8 de agosto, Wellesley dirige á los comisionados de Vene-
zuela, y á la Embajada de España, la siguiente memorial
En la primera conferencia que tuvo el Lord Wellesley con el coronel D. Simón
de Bolívar y D. (Luis) López Méndez, comisionados por Venezuela, les manifestó las
circunstancias que se oponían á una comunicación formal ó de oficio entre el
Gobierno de S. M. y la provincia de Venezuela ó sus agentes, en su condición actual.
Los actos públicos de la provincia (de que se han entregado copias al Lord
WcDcsley) y la representación de las autoridades provisionales constituidas en
Caracas á S. M., contenían sin embargo una declaración de principios y de miras que
parecía hacer la amistosa comunicación con los comisionados, no sólo compatible con
las relaciones que existen entre S. M. y la Regencia de España, sino muy de desear
para el objeto de conservar los derechos del monarca legítimo de Espafia, y com-
binar las diferentes partes del imperio español en un sistema uniforme de resistencia
á la usurpación de la Francia.
Por todos estos documentos aparece que Venezuela ha declarado uniforme-
mente una estrecha adhesión ¿ mantenerse fiel á Femando VII: ha constituido las
autoridades provisionales de su Gobierno en nombre y á favor de aquel príncipe, y
ha limitado la existencia de aquellas autoridades para el tiempo de su restitución al
trono de España.
De los mismos papeles resulta que aquella provincia ha declarado su deter-
minación de contribuir por todos los medios practicables al socorro de la metrópoli
<birante su lucha con Francia.
Posteriormente ha manifestado en los términos más fuertes su firme resolu-
ción de oponerse al progreso del poder francés, y de cooperar cordialmente con el
Gobierno británico, como aliado de Fernando VII, para los objetos comunes de
U alianza.
Sin embargo de la declaración de estos principios y de la aprobación que
tienen derecho de obtener de parte del Gobierno de S. M. , la separación formal de
la provincia de la autoridad central reconocida en España, indicaba la necesidad de
1. Copia traducida, tal como existe en el Archivo de Simancas. Secretaría
de Estado. Legajo 8284.
9*
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— 132 —
conducir la comunicación entre este país y Venezuela de la manera que fuese la
menos propia posible para favorecer el espíritu de división entre las provincias es-
pañolas de la América meridional y la madre patria, ó para exponemos ¿ la casualidad
de una interrupción de la confianza que actualmente subsiste entre el Gobierno de
S. M. y la Regencia de Espafia.
Esta precaución se debe considerar igualmente ventajosa por ambas partes
unidas á la causa común, pues es evidente que el modo de proceder más con-
veniente á los intereses de Espafia y de los aliados, es aquel que combine la mayor
porción de los esfuerzos de los diferentes ramos del imperio español, para los ob-
jetos generales de la conservación de la monarquía, y de resistir ¿ la Francia.
Estas consideraciones justificaban el amistoso recibimiento de los comisionados
diputados de Venezuela; mas los intereses de Venezuela mismos parecían consultarse
mejor por medio de la comunicación no oficial que ha sido adoptada, que pok* otro
modo de proceder más formal, el cual podría ser ofensivo á la Regencia de Espafta.
Al hacer á los diputados de Venezuela la acogida á que tenían derecho, el
Lord Wellesley consideró sin embargo ser su primer deber representarles sin re-
serva el peligro á que se exponían los intereses generales de la monarquía espaflola
y de los aliados, por la separación de Venezuela de la autoridad central reconocida
en Espafta, y por lo tanto procuró desde luego inculcarles la urgente necesidad de
adoptar las medidas conciliatorias que pudiesen conducir á reunir la provincia á la
autoridad que ejerce actualmente el Gobierno de la metrópoli en nombre de su
común soberano.
El Lord Wellesley aseguró que esta unión es sumamente importante para
todos los objetos que ha declarado la provincia; para la inmediata conservación de
los derechos de Femando VII y de la monarquía en su completa integridad, armonía
y orden; á la rigorosa prosecución de la guerra contra Francia, por una efectiva y
sistemática combinación de todo el poder y recursos del imperio, y especialmente al
fin principal profesado por la provincia de Venezuela de ayudar del modo más
eficaz á la metrópoli en la crisis de su suerte. Para el logro de este fin no podían
discurrirse medios más útiles que la fuerza que adquirida el Gobiemo central con
la administración de los recursos generales de la monarquía, continuando la conexión
y no interrumpido auxilio de cada provincia y colonia. Por lo que hace á los
ag^vios locales y temporales de que se quejaba la provincia bajo el Gobiemo pro-
visional establecido en Espafia, el Lord Wellesley aseguraba que estas considera-
ciones eran más bien asunto de urgentes representaciones á aquel Gobiemo, de un
arreglo amistoso ó de la interposición de los buenos oficios de los aliados, que no
una justifícación del intento de separarse positiva y abiertamente del Gobiemo
general del imperio.
Para reconocer la soberanía de la Regencia no tenían autori-
zación los comisionados, ni era verosímil que la Junta de Caracas
cejara nunca en su inquebrantable resolución de autonomía. Así lo
participaron al Foreign Office en otra nota del 10 de agosto, repi-
tiendo que la Junta se prestaría á negociaciones conciliatorias, pero
á condición de no alterarse la base sobre que "Be había constituido,
á saber, "la necesidad de no reconocer la soberanía del Consejo
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— 133 —
de Regencia", y que bajo esta condición las provincias de Vene-
zuela cooperarían siempre, con los medias que tuviesen á su alcance,
á la defensa de la madre patria contra el extranjero.
El 30 de agosto, los comisionados venezolanos dan por ter-
minada su misión y avisan que regresarán en el buque de guerra
que el Gobierno británico les ofrecía para viajar con mayor se-
guridad^ . . . España aceptó en principio los buenos oficios de la
Gran Bretaña para lograr una reconciliación con sus dominios de
América; mas como pretendiera que en caso de no lograrse en un
plazo estipulado, había de comprometerse el Gobierno británico á
cortar relaciones con las colonias españolas y auxiliar también con
sus fuerzas á la metrépoli para reducirlas á la obediencia, — pre-
tensión que se juzgó en Londres importuna é inaceptable — , fra-
casó al fin todo propósito pacífico.
De todas las misiones venezolanas, fué la más fácil, y obtuvo
el resultado apetecido, la que llevó á las provincias del Nuevo
Reino de Granada D. José Cortés de Madariaga, quien por de con-
tado no halló obstáculos para demostrarle al Gobierno de la vecina
colonia la urgente necesidad de unirse contra las amenazas de la
Regencia. Estas gestiones de Madariaga prepararon el tratado de
amistad, alianza y unión federativa firmado al año siguiente en
Bogotá (28 de mayo, 1811), pacto iniciativo de la futura Gran
Colombia.
No habían corrido dos meses á contar desde el 19 de abril,
cuando la Junta Suprema convocó á los pueblos á elecciones ge-
nerales. La alocución que con tal objeto les dirigió el 10 de junio,
y el reglamento correspondiente, redactados ambos por Roscio, son
el origen y fuente del derecho electoral venezolano. Trata aquélla
de justificar la forma que fué preciso darle al primer Gobierno re-
volucionario, é indica la manera de convertirlo en verdadera ins-
titución nacional. "La Junta Suprema de estas provincias, al re-
vestirse del alto carácter que una parte considerable de vosotros le
ha conferido, no pudo disimular que la naturaleza ó términos de su
constitución le imponían imperiosamente la necesidad de convocaros
para consultar vuestros votos, y para que escogieseis inmediata-
mente las personas que por su probidad, luces y patriotismo os,
parecieran dignas de vuestra confianza. Veía la Junta, que antes
de la reunión de los diputados provinciales nacionales sólo incluía
la representación del pueblo de la capital, y que aun después de
admitidos en su seno los de Cumaná, Barcelona y Margarita, que-
1. Se embarcó Bolívar. López Méndez y Bello prefirieron quedarse, y allí
pasaron todo el tiempo de las guerras de Independencia.
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— 134 —
daban sin voz alguna representativa las ciudades y pueblos de lo
interior, tanto de ésta coiño de las otras provincias: veía que la
proporción en que se hallaba el número de los delegados de Caracas
con los del resto de la Capitanía General no se arreglaba, como lo
exige la naturaleza de tales delegaciones, al número de los comi-
tentes: veía, por último, que si la estrechez de las circunstancias
era una apología suficiente para estos defectos, dejaría de serlo si
descuidaba remediarlos inmediatamente que pareciese llegada la
época de verificarlo sin inconveniente, sin desorden, y de una
manera que calificase la vigilante solicitud de la Junta por la tran-
quilidad pública, al mismo tiempo que hiciese presente la modera-
ción y equidad de sus principios . . .".
El reglamento electoral reconoció el derecho de sufragio con
las siguientes excepciones: "las mujeres, los menores de veinti-
cinco años, á menos que estuviesen casados y velados, los de-
mentes, los sordomudos, los que tuviesen causa criminal abierta,
los fallidos, los deudores á caudales públicos, los extranjeros, los
transeúntes, los vagos públicos y notorios, los que hubiesen sufrido
pena corporal aflictiva ó infamatoria, y todos los que no tuviesen
casa abierta ó poblada, esto es, que viviesen en la de otro vecino
particular á su salario y expensas ó en actual servicio suyo, á
menos que según la opinión común del vecindario fuesen propie-
tarios por lo menos de dos mil pesos en bienes muebles ó raíces
libres". Se determinó que las elecciones se hiciesen en dos grados:
en las parroquias y en las cabeceras de partidos capitulares. A
cada parroquia ó cuartel tocó el nombramiento de un elector por
500 almas y otro por el exceso de más de 250, votándose por
papeletas firmadas, ó de palabra ante dos testigos en caso de no
saber escribir el sufragante. Terminada la votación, el comisionado
parroquial hacía el escrutinio en presencia del cura y cinco vecinos
respetables, proclaijiando electores principales á los que hubieren
obtenido mayoría, y suplentes á los inmediatamente más favore-
cidos. A fin de evitar fraudes, se mandó fijar una copia de la lista
de votos en la puerta de la iglesia parroquial.
P§ra las elecciones de segundo grado, se dispuso que los
electores de las parroquias se reuniesen en la cabecera del partido
capitular y eligiesen diputados principales y suplentes á razón de
uno por cada 30,000 almas y otro por el exceso de 10,000, expidién-
doles en seguida sus correspondientes credenciales. Estas las exa-
minaría la Junta de Caracas, y llegados á la capital los dos tercios
de los elegidos, se instalarían en congreso bajo el nombre de
"Junta general de diputación de las provincias de Venezuela".
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— 135 —
En tono paternal y á manera de consejo (tal era el candor
de quienes creían ya fundada la república democrática), el regla-
mento recomendó á los electores "la mayor escrupulosidad en
atender á las circunstancias de buena educación, acreditada conducta,
talento, amor patriótico, conocimiento local del país, notorio con-
cepto y aceptación pública y demás necesarias para sostener con
decoro la diputación y ejercer las altas facultades de su instituto
con el mayor honor y pureza." Ordenó además el reglamento, con
el fin de halagar el tradicional formalismo religioso de los españoles,
que el dia de las elecciones de diputados "se celebrase misa so-
lemne al Espíritu Santo en la iglesia principal, recomendándose á
la piedad de los fieles implorar el auxilio divino para el acierto";
y que durante la votación "se tocase en las iglesias la señal acos-
tumbrada para las rogativas públicas".
Terminaron las elecciones en el mes de noviembre, del modo
que permitían las circunstancias de una colonia que ensayaba por
primera vez el sistema representativo, y en aquellas localidades
donde se había derrocado al Gobierno español.
A los pocos dias, el 7 de diciembre, un comisionado especial de
la Regencia, D. Antonio Ignacio de Cortabarria, se dirigió desde
Puerto Rico á los Ayuntamientos venezolanos exigiéndoles que
prestasen juramento de obediencia á las cortes generales y extra-
ordinarias del reino, instaladas en la isla de León el 24 de se-
tiembre, y amenazando bloquear las costas en caso de resistencia.
Como se vé, tal conminación llegaba tarde. En 25 de diciembre la
Junta Suprema declaró de nuevo que desconocía la legitimidad de
la Regencia y de las cortes, é igual respuesta dio en el siguiente
enero á los venezolanos D. Esteban Palacio y D. Fermín de Clemente,
quienes nombrados diputados suplentes por Venezuela, en España
mismo, concurrieron á las cortes, y solicitaban ahora que la Colonia
eligiese diputados principales.
No había terminado el año de 1810 cuando regresaron á
Caracas Francisco de Miranda y Simón Bolívar *, resueltos á acelerar
la marcha de la revolución hasta romper los últimos lazos políticos
entre la Colonia y su metrópoli. La Junta Suprema había creado
en 14 de agosto una "Sociedad patriótica de agricultura y eco-
nomía". Miranda y Bolívar se apresuraron á convertirla en club ra-
dical para fomentar la propaganda en favor de la Independencia inme-
diata, venciendo la timidez de la Junta y las vacilaciones del congreso.
1. Bolívar regresó en un barco de guerra inglés. Miranda lo hizo en el pa*
quetc ordinario, para no aparecer otra vez como protegido del Gobierno británico.
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Capítulo n.
Independencia absoluta.
Sumario. Concesiones tardías de España — Instalación del primer
congreso venezolano (2 de marzo, 1811) — Juramento de los dipu-
tados — Poderes Ejecutivo y Judicial — La prensa política — La
"Sociedad Patriótica" — Aniversario del 19 de abril — El partido
radical — Decídese el congreso á tratar de independencia absoluta —
Sesión del 3 de julio — Opiniones de los diputados — Discrepan-
cias y vacilaciones del congreso — Impaciencia de la "Sociedad
Patriótica" — Discurso de Bolívar — Vuelve el congreso á tratar
de independencia el 4 de julio — Comisión de la " Sociedad Patrió-
tica" — Dictamen del Poder Ejecutivo — Sesión de la mañana del
5 de julio — Discursos de los diputados — Se vota la declaración de
independencia — Sesión de la tarde del 5 de julio — Se nombran
comisiones para redactar el acta de independencia, designar la ban-
dera nacional y dar forma al juramento de los empleados y ciuda-
danos — Apruébase el acta de independencia el 7 de julio, y se
publica por l)ando solemne el 14 — El 15 prestan juramento los
altos empleados — El 30 se expide un manifiesto al mundo — Re-
acción á favor de Femando Vil — Sublévanse en Caracas los is-
leños canarios (11 de julio^ — Son vencidos en breves horas —
Insurección de Valencia (julio y agosto) -^ Triunfan los patriotas.
La historia de España en todo el siglo XIX revela el error
fundamental que la condujo á la pérdida definitiva del más vasto y
rico imperio de la edad moderna. Jamás se preocupó con la natural
evolución política de sus colonias sino después de haber ellas ape-
lado á la rebelión; y cuando por acaso se decidió á ofrecerles de-
rechos más amplios, la oferta sesultó insuficiente y tardía. Tal
sucedió con el decreto que en 9 de febrero de 1811 expidiéronlas
cortes generales, inspirándose al fin en ideas de fraternidad y jus-
ticia; pero estas ideas, que á haberlas expresado un año antes la
Junta Central representante del soberano legítimo, hubieran tal vez
detenido el movimiento separatista, llegaban ahora demasiado tarde
a las rebeladas colonias. "Deseando asegurar para siempre á los
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— 137 —
americanos — decía el decreto — así españoles como originarios
de aquellos vastos dominios de la monarquía española, los derechos
que como parte integrante de la misma han de disfrutar en ade-
lante", se acuerda: "1®. La representación de la parte americana
de la monarquía española en todas las cortes que en adelante se
celebren, será enteramente igual en el modo y forma á la que se
estableciere en la Península, debiéndose fijar en la constitución el
arreglo de esta representación nacional sobre las bases de la per-
fecta igualdad conforme al decreto de 15 de octubre de 1810.
2^. Los naturales y habitantes de América podrán sembrar y cul-
tivar cuanto la naturaleza y el arte les proporcione en aquellos
climas, y del mismo modo promover la industria manufacturera y
las artes en toda su extensión. 3^, Los americanos, así españoles
como indios, y los hijos de ambas clases, tendrán igual opción que
los españoles europeos para toda clase de empleos y destinos, así
ea la corte como en cualquier otro lugar de la monarquía, sean de
la carrera eclesiástica, política ó militar." ¿Qué confianza hubieran
podido inspirar en América semejantes promesas, formuladas por
unas cortes que, ni representaban las ideas del soberano legítimo,
á la sazón cautivo, ni eran tampoco genuina representación del
pueblo español, en cuyo territorio dominaban las armas extranjeras?
El decreto llegó á Caracas cuando acababa de instalarse el primer
congreso venezolano.
Efectuadas las elecciones nacionales en octubre y noviembre de
1810, correspondieron á la provincia de Caracas 24 diputados, á la de
Barinas 9, á la de Cumaná 4, á la de Barcelona 3, á la de Mérida 2,
1 á la de Trujillo y otro á la de Margarita. En Coro, Maracaibo y
Guayana dominaban los españoles.
£1 2 de marzo de 1811 se hallaban en Caracas 30 diputados,
que se reunieron ese dia en el salón de la Junta Suprema. Con
ésta se trasladaron á la iglesia catedral, donde después de cantada
una misa solemne, en la que pontificó el arzobispo, respondieron
todos al juramento que se les propuso en los siguientes términos:
** Juráis á Dios por los sagrados Evangelios que vais á tocar, y
prometéis á la patria conservar y defender sus derechos y los del
señor Don Femando VII, sin la menor relación ó influjo de la
Francia, independientes de toda forma de gobierno de la península
de España, y sin otra representación que la que reside en el con-
greso general de Venezuela; oponeros á toda otra dominación que
pretendiera ejercer soberanía en estos países, ó impedir su ab-
soluta y legítima independencia cuando la Confederación
de sus provincias la juzgue conveniente; mantener pura, ilesa
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- 138 —
é inviolable nuestra sagrada religión, y defender el misterio de la
Concepción Inmaculada de la Virgen María, nuestra Señora; pro-
mover directa é indirectamente los intereses generales de la Con-
federación de que sois parte, y los particulares del distrito que os
ha constituido; respetar y obedecer las leyes y disposiciones que
este congreso sancione y haga promulgar; sujetaros al régimen eco-
nómico que él establezca para su interior gobierno, y cumplir bien
y exactamente los deberes de la diputación?" Tal juramento, hábil-
mente formulado (hasta en el empeño de no chocar con los escrú-
pulos del clero), insinúa ya los dos grandes propósitos del congreso ;
la Independencia absoluta y la forma federativa de la constitución
política.
Se eligió en seguida un Poder Ejecutivo de tres miembros,
que lo fueron D. Cristóbal de Mendoza, D. Juan Escalona y D. Balta-
sar Padrón, los cuales acordaron que uno de ellos fuese Presidente
cada semana; y para suplir sus ausencias se nombró á D. Manuel
Moreno de Mendoza, D. Mauricio Ayala y D. Andrés Narvarte. Con-
sultores del Poder Ejecutivo fueron D. Juan Vicente de Echeverría,
D. José Joaquín Pineda y D. José Ignacio Briceño, sin voto de-
liberativo, y secretario del despacho general de Estado, Guerra y
Marina, el sabio licendiado D. Miguel José Sanz, con D. Carlos
Machado como conciller mayor y D. José Tomás Santana como
secretario de decretos. Para constituir el Poder Judicial de la Con-
federación se creó una Alta Corte de justicia presidida por el
Dr. D. Francisco Espejo, con cinco ministros y un fiscal.
El carácter de las personas escogidas para componer el Kje-
cutivo demuestra la preocupación del congreso de darle al Gobierno
un aspecto de austeridad y prestigio moral, más propio de tiempos
pacíficos y de pueblos habituados al régimen democrático, que no
de aquella época de incertidumbre y de aquella colonia acostum-
brada á obedecer al capricho de Gobernadores ó atrabiliarios ó
despóticos. Jurisconsultos de fama eran Mendoza y Padrón; y
Escalona, coronel de milicias, hombre honrado sin sospechas. Los
tres, incapaces de cometer ningún acto arbitrario, mucho menos de
doblar á su voluntad la tendencia todavía indecisa de gran número
de patriotas, iban á ser solamente cumplidores fieles de las resolu-
ciones del congreso, hasta que el partido radical de fuera de
su seno apresurase é impusiese la formal declaración de Inde-
pendencia.
Por este tiempo ya empezaba á desarrollarse la prensa perió-
dica, y contribuyó por de contado á impacientar la opinión pública.
Además de la Gaceta de Caracas, que se imprimía desde 1808
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— 139 —
en casa de Gallaghcr y Lamb, salieron: en noviembre de 1810 el
Semanario de Caracas, redactado por Miguel José Sanz y José
Domingo Diaz, con quienes cplaboraron García de Sena, Vicente
Saüas, Muñoz Tébar, Francisco Javier Ustáriz; en enero de 1811
el Mercurio Venezolano, folleto en 8® de 60 páginas, redactado
por Francisco Isnardy y editado por Baillío y C*; en junio, 181 ]_,
El Patriota de Venezuela, órgano de la Sociedad Patriótica,
dirigido por Vicente Sallas y Muñoz Tébar; una reimpresión del
Diario Político de Santa Fe de Bogotá; otro folleto con
extractos traducidos de los Derechos del hombre y del ciu¡-
dadano por Tomás Payne^. Las crónicas del congreso, escritas
por su secretario Isnardy, se insertaron en el Publicista de
Venezuela, semanario que por orden del congreso se publicó
desde el 4 de julio hasta el 28 de noviembre de 1811, bajo la
dirección del propio Isnardy, quien dejó de redactar El Mercurio.
Iba el congreso á pasos lentos, sin atreverse á plantar cate-
góricamente la definitiva organización nacional; y de aquí que el
pueblo y algunos diputados preferiesen asistir á las sesiones tumul-
tuosas de la Sociedad Patriótica, donde hombres como Miranda,
Bolívar, Miguel Peña, Antonio Muñoz Tébar, Francisco Espejo,
García de Sena, los Sallas, Vicente Tejera, Coto Paúl, los hermanos
Buroz, los Carabaños, los Jugos, imitaban la elocuencia fulgurante
de los clubs franceses, tronaban contra las vacilaciones del congreso
y pedían á diario la inmediata declaración de Independencia.
Celebró la Sociedad el aniversario del 19 de abril con una sesión
solemne. Miranda presidió. Los discursos pronunciados ese dia
por los tribunos populares Muñoz Tébar y Coto Paúl dan idea de
la exaltación é impaciencia á que llegaba ya el partido radical.
"Hoy es el natalicio de la revolución — decía Muñoz Tébar ^ —
Termina un año perdido en sueños de amor por el esclavo de
Bonaparte: que principie ya el año primero de la independencia y
la libertad! Confederación de Estados ó Gobierno central, una
asamblea ó muchas, por todo podemos comenzar, como comencemos
por la Independencia " Discutíase acerca de la forma de
gobierno que mejor conviniera á la esperada República. Algunos
1. £1 original de esta obra, refutación de los escritos de Burke contra la
revolución francesa, había sido condenado en Londres por sus teorías radicales.
2. *' Su figura endeble y delicada, su tez blanca y pura, su rostro franco,
sombreado apenas por naciente bozo, revelan sus pocos aflos". Juan Vicente Gon-
zález, en la Biografía de José Félix Ribas. "Sus grandes y extraordinarios
talentos, en medio de una cortísima edad, han sido empleados desgraciadamente en
adornar los med^os de la ruina de nuestra patria." José Domingo Diaz, en sus
Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, p. 112.
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^ 140 -
oradores combatían la forma federalista, señalándola como agente
fatal de disensiones anárquicas. Cotp Paúl replicó^: "La anarquía!
E^a es la libertad, cuando para huir de la tiranía desata el cinto y
desanuda la cabellera ondosa! La anarquía! Cuando los dioses de
los débiles — la desconfianza y el pavor — la maldicen, yo caigo
de rodillas á su presencia. Señores! Que la anarquía, con la
antorcha de las furias en la mano, nos guie al congreso, para que
su humo embriague á los facciosos del orden, y la sigan por calles y
plazas gritando libertad! Para reanimar el mar muerto del congreso
estamos aquí, estamos aquí en la alta Montaña de la santa dema-
gogia. Cuando ésta haya destruido lo presente, y espectros san-
grientos hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya la-
brado la guerra se alzará la libertad . . . ."
Al aguijón constante de la Sociedad Patriótica se añadió
por este tiempo la alarma que causara en el Gobierno un incidente
inesperado. El capitán D. Feliciano Montenegro Colón, llegado de
España meses antes en comisión de la Regencia, hizo luego pro-
testas de adhesión al movimiento revolucionario, y la Junta Suprema
le nombró oficial mayor de la secretaría de guerra; mas una vez
empapado de los más importantes secretos de Estado, se fugó de
Caracas llevándose parte del archivo. Lo que contribuyó á que el
Gobierno se decidiese á apresurar su plan.
El 3 de julio, el presidente del congreso, D. Juan Antonio
Rodríguez Domínguez, manifestó que era ya " el momento de tratar
sobre la Independencia absoluta", y comenzó enseguida la discusión^.
José Luis Cabrera, diputado por Guanarito, abre el debate diciendo
que Venezuela está ya de hecho en posesión de la Independencia,
y que á su declaración legal debe preceder la de que el pueblo
recobró desde el 19 de abril sus derechos y soberanía.
Mariano de la Cova, por Cumaná, corrobora el discurso de
Cabrera, observando que si el pueblo de Venezuela es ya soberano
de hecho, sólo falta el acto que declare serlo también de derecho.
Añade, que es necesario pensar en los medios de sostener la In-
1. **No es un hombre ese cíclope (dice González en la Biografía citada), con
dos agujeros por ojos, afeado por la viruela, de cabeza enorme cubierta de erizadas
cerdas, de ideas febriles servidas por una voz de trueno". — Ya advertimos en
otro lugar, que González introduce variantes en el estilo de los demás y suele fan-
tasear en sus retratos; pero lo citamos porque su visión de artista es siempre
penetrante. Si acaso exagera al pintamos á Paúl, físicamente, como una mezcla de
Mirabeau y de Dantón, describe sin embargo muy bien el medio intelectual en que
se agitaban los radicales de 1811, imitadores todos de los revolucionarios franceses.
2. Lo que sigue es un sumario de las opiniones de los diputados: las actas
de las sesiones están insertas en la Colección Blanco-Azpurúa, t. UI, p. 125 y
siguientes.
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— 141 —
dependencia; que conviene obrar de acuerdo con Inglaterra, expli-
cándole cual ha sido la conducta de Venezuela y la de los Gobiernos
de España, demostrándole la nulidad de los derechos de Femando VII
y señalándole los perjuicios que ocasiona á Venezuela el estado de
bloqueo en que se encuentra *; y que lo mismo ha de hacerse res-
pecto de los Estados Unidos, pues lo que más importa es el recono-
cimiento de la Independencia por ambas naciones. Sin esto, "es
aventurada nuestra resolución; para nada se necesita la declaración
de Independencia en Venezuela; nada nos empeorará con la España;
pero creo é insisto en que debe procederse sin comprometemos
con la Inglaterra y el Norte de América^'.
Martín Tovar Ponte, por San Sebastián, replica: que no hay
el menor indicio de que los Estados Unidos dejen de reconocer la
Independencia, pues su agente en Caracas ha manifestado abierta-
mente la necesidad que tenía Venezuela de declararla, y que en
cuanto á Inglaterra, ningún pacto se ha celebrado con ella que sea
contrario á la declaración. '•Cuantas veces ha considerado esta
materia el congreso, ha creido que debíamos ser independientes; y
es la prueba, que ha comisionado á alguno de sus miembros para
el proyecto de una constitución democrática^, y esto no puede con-
ciliarse con Femando VIL Desde el 19 de abril debimos y quisimos
ser independientes; pero por razones políticas se difirió á nuestro
pesar esta resolución. Ha llegado el tiempo, y si los ingleses se
resisten, darán á entender que calculaban poco generosamente sobre
nuestra debilidad y buena fe".
Femando de Peñalver, por Valencia, y Femando Rodríguez
del Toro, por Caracas, expresan la misma opinión que TíTvar Ponte.
Francisco Hemández, por San Carlos, observa: "Es muy pro-
bable que se alarmen los pueblos incapaces aún de alcanzar los
bienes de la Independencia: el vulgo cree que los reyes vienen de
Dios, y este prestigio debe desvanecerse Ilústrese á los
pueblos en sus derechos: preceda un manifiesto circunstanciado á
la declaración de Independencia, para prevenir los ánimos. De otro
modo comprometería mi representación y faltaría á las instrucciones
que me han dado mis comitentes.''
José María Ramírez, por Aragua de Barcelona, extraña que
se vacile todavía. "En los tumultuarios momentos del 19 de abril
fué necesario economizar las innovaciones, y por eso se conservó
1. Alude al que decretó desde Puerto Rico en 21 de enero el Pacificador
Cortabarria.
2. Refiérese á Francisco Javier Ustáriz, con quien se unieron luego, para
redactar el proyecto, Juan Germán Roscio y el mismo Tovar Ponte.
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- 142 -
el nombre de Fernando: á pesar de eso nos llaman insurgentes;
nada tenemos, pues, que aventurar."
José Ángel de Álamo, por Barquisimeto, replica á los que in-
sinúan la necesidad de consultar antes á los pueblos: "Yo creo que
no es necesario este paso, porque el reglamento de elección con
que hemos sido constituidos representantes de esos mismos pueblos
nos autoriza para todo lo favorable á nuestros constituyentes. Nada
puede serlo tanto como la Independencia: por ella vamos á recobrar
enteramente nuestros derechos,- y todos los bienes inseparables de
tan preciosa adquisición. Si estamos, pues, autorizados como lo
creo y sostengo, debemos no detenemos en esta razón; y si no hay
otras que la contraríen, declarar desde luego nuestra absoluta
Independencia."
El general Miranda, por el Pao, insiste en un largo discurso
sobre la oonveniencia de la declaración inmediata, y advierte que
las potencias extranjeras no podrían ayudar eficazmente á Venezuela
mientras no se separe de España. "
El presbítero Juan Vicente Maya, por la^ Grita, argumenta en
contra, provocando frecuentemente las protestas de sus colegas y
las invectivas de la barra. * "Varias veces — dice en resumen —
se ha discutido en esta- asamblea sobre el presente asunto, y en la
misma he alegado muchas razones que me persuaden no deber
declararse la Independencia. Para evitar la molestia de su repe-
tición, no las especifico ahor^, y me contento solamente con
remitirme á las actas del congreso, en flúe están estampadas. Sólo
añadiré á ellas, que no considero al congreso con facultades para
esta declaratoria; porque la convocacción hecha á los pueblos fué
para que eligiesen sus representantes para formar el cuerpo con-
servador de los derechos de Femando VII; y á este objeto, por
consiguiente, contrajeron ellos su voluntad expresa, como se puede
ver en las credenciales de cada uno de los diputados. Siendo, pues,
la declaratoria de Independencia una mutación sustancial del sistema
de gobierno adoptado por los pueblos en la constitución de sus
representantes, necesitan éstos una 'manifestación clara y expresa
de aquéllos, para obrar conforme á"sus poderes y dar á este acto
1 . Hubo nueve sacerdotes en el congreso : Maya, rector de la Universidad de
Caracas y después canónigo de la catedral^ Ramón Ingnacio Méndez, futuro arzobispo
de Venezuela (1827); Ignacio Fernández Peña, arzobispo en 1842; José Vicente
Unda, obispo de Mérida en 1836; Luis Ignacio Mendoza, deán de la catedral de
Mérida; Salvador Delgado, José Luis Cazorla, Juan Nepomuceno Quintana y Juan
Antonio Diaz Argote. Véase el estudio de Lino Duarte Level intitulado Declaración
de Independencia: el clero, en la Restauración Liberal, Caracas, 4 de
julio, 1901.
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— 143 —
todo el valor y legitímidad que él exige. Esta razón, que creo tan
fuerte y poderosa respecto de todos los ilustres miembros que
componen este respetable cuerpo, lo es mucho más respecto de mí,
que fuera de esta consideración general tengo la especial de mis
comitentes, expresada en las instrucciones que me han dirigido en
forma auténtica, y en las que una de ellas se contrae á este caso
de la Independencia, prohibiéndome por varias razones que exponen
acceder por ahora á su declaratoria." Mientras habla Maya, los
mienbros más exaltados de la Sociedad Patriótica, Bolívar, Vicente
Salias, Coto Paúl, le increpan desde la barra. Varios diputados —
Miranda, Roscio, Quintana, Méndez — protestan acaloradamente,
los unos contra Maya, los otros en favor de la libertad parlamen-
taria; y conviértese la discusión en desencadenado tumulto y
vocería. Cuando el presidente logra calmar los ánimos, el secretario
lee las instrucciones de Maya, y éste salva su voto, pidiendo que
se certifique para satisfacer á sus comitentes. Así lo acuerda el
congreso.^
Francisco Javier Yanes, por Araure, combate con gran copia
de razones todas las ideas contrarias á la Independencia inmediata.
A los que piden que se declare previamente la Confederación de
los provincias replica: "¿Cómo podrá sostenerse que la Confederación
debe preceder á la declaratoria de Independencia de los Estados
de Venezuela, cuando son éstas (la libertad, la soberanía y la
independencia) las primeras cualidades de que deben estar ador-
nadas las partes que pretenden confederarse? ¿Cómo podrán ceder
las provincias una parte de su libertad é independencia, cuando de
derecho no se ha manifestado tenerlas, ni haberlas reasumido?
¿Cómo, en fin, podrán constituir un jefe soberano común, cuando
no se ha declarado á todo el mundo que cada uno de esos Estados
es particularmente soberano? Prius est esse, quam taliter
esse.'' A los que aconsejaban ponerse antes de acuerdo con la
Gran Bretaña, en virtud del tratado que se suponía concluido con
ella,2 objeta Yanes que no se conocen sus términos y condiciones,
y aun ocurre dudar de su existencia, porque los tratados " sólo
pueden hacerse entre los Soberanos independientes y libres, en
cuyo rango no ha podido entrar Venezuela mientras se ha ocupado
de conservar los derechos de Fernando." Por otra parte, tal tratado,
1. Nótese este caso de "mandato imperativo", que se repetirá en algunas
elecciones de la Gran Colombia y en las del congreso constituyente de Venezuela
de 1830.
2. Se interpretó entonces de un modo erróneo, por los que ignoraban los
secretos de la cancillería, la misión diplomática de Bolívar y López Méndez á
Londres en el año anterior.
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— 144 —
si existe, "jamás puede obstar á nuestra deliberación, porque es
sabido que cuando interviene necesidad ó evidente utilidad cesan
estas obligaciones, y no debe una nación observar rigurosamente
semejantes Pactos con perjuicio suyo; sin que para ello sea preciso
consultar á la otra, pues todos incluyen tácitamente esta condición.
En este caso nos hallamos nosotros: los males que padecemos son
muchos, muy graves y de naturaleza que no admiten ninguna
dilación Tampoco se necesita (para la declaración de Inde-
pendencia) el expreso consentimiento de los pueblos interiores,
porque no es im acto por el cual van á empeorar su condición,
sino antes bien á mejorarla sobremanera, reasumiendo los derechos
de que habían sido privados ppr el despotismo . . . Los pueblos
tienen sus diputados y representantes en este supremo congreso, y
lo que decidiere la pluralidad esa es la voluntad general del Estado
de Venezuela, á la cual debe atemperarse y ajustarse la menor
parte. De otra suerte, nos expondríamos á aumentar los males,
y tal vez aventuraríamos el éxito de tan gran resolución por la
Ignorancia de los pueblos, ó por la malicia de nuestros enemigos,
que no dejarían de intrigar por evadir una declaración tan funesta
para ellos. Los asuntos de esta naturaleza jamás deben pender del
capricho de cada individuo, porque no todos tienen igual interés en
ellos, ni un mismo deseo de la felicidad común. A la vista tenemos
algunos pueblos, que bien hallados con su esclavitud, no sólo
rehusan sacudir el yugo que los oprime, sino que sirven de obs-
táculo para que disfruten de su libertad los que han sabido ad-
quirirla. Si Caracas hubiera emprendido consultar á los pueblos
para la deliberación del 19 de abril, ciertamente estaríamos todavía
bajo la tiranía del Gobierno europeo, porque cada uno hubiera
reputado por imposible la empresa, y ninguno se hubiera resuelto
á tomar parte en ella, por más repetidos y despóticos que fuesen
los actos de los mandones. Y si las circimstancias son distintas,
no por eso dejan de ser bien críticas las presentes, que no permiten
inquirir la voluntad de todos y cada uno en particular, sin exponer-
nos á un sacrificio, ó á que se cubra de dudas y dificultades un
negocio tan importante Por tanto, creo que es llegado el tiempo
en que se declare la absoluta Independencia de Venezuela; y mi
dictamen es que se verifique en este dia, ó cuando más en el de
mañana, en que nuestros hermanos los anglo-americanos celebran
el memorándum de su gloriosa Independencia."
Francisco Policarpo Ortiz, por San Diego de Barcelona, y José
Gabriel de Alcalá, por Cumaná, apoyan sin restricciones la argu-
mentación de Yanes.
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— 145 —
Juan Germán Roscio, por Calabozo, secretario de Relaciones
Exteriores, aprovecha la ocasión para afirmar que no existe ningún
tratado con la Gran Bretaña. " Participamos á la Inglaterra nuestra
resolución después del 19 de abril, y ahora deberemos hacer lo
mismo después de declarar nuestra Independencia . . . No hallo
otro inconveniente para la declaración de nuestra absoluta Inde-
pendencia que la situación en que se hallan nuestros hermanos de
Coro, Maracaibo y Guayana, á quienes quizás sus déspotas alejarán
de nosotros, cubriéndonos con los horrores del perjurio y de la
traición. De no declarar la Independencia se siguen males incalcu-
lables; declarándola, temo la suerte de esos infelices á quienes qui-
siera ver reunidos con nosotros."
Yanes procura desvanecer el escrúpulo de Roscio, replicán-
dole que en semejante conflicto Jiay que acudir á la mayor necesi-
dad y empezar la caridad bien ordenada por sí propio, con prefe-
rencia á la atención de los males ajenos. Miranda vuelve á hablar
en el mismo sentido.
Gabriel Pérez de Pagóla, por Ospino, advierte finalmente que
si la opinión pública está aún fluctuante, es preciso fijarla con la
inmediata declaración de Independencia, suprimiendo así la in-
fluencia que todavía ejercen los españoles europeos y los parti-
darios de Femando VIL
Aunque este debate revelaba ya cual era el dictamen de la
mayoría, terminó la sesión del 3 de julio sin resolverse nada.
Al propio tiempo que en el congreso, discutióse aquel dia la
misma cuestión en la Sociedad Patriótica; y como algunos obser-
vasen que la Sociedad se convertía abusivamente en cuerpo legis-
lativo, promoviendo de este modo disidencias entre los revolucio-
narios, Simón Bolívar resumió en elocuentísimas y breves frases la
opinión general. " No es que hay dos congresos. ¿ Cómo fomentarán
el cisma los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que
queremos es que esa unión sea efectiva, para animamos á la glo-
riosa empresa de nuestra libertad. Unimos para reposar, para
dormir en los brazos de la apatía, ayer fué una mengua, hoy es
una traición. Se discute en el congreso nacional lo que debiera
estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una
Confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra
la tiranía extranjera. Que debemos atender á los resultados de la
política de España. ¿Qué nos importa que España venda á Bona-
parte sus esclavos, ó que los conserve, si estamos resueltos á ser
libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas.
Que los grandes proyectos deben prepararse en calma. ¿Trescicn-
F orto al. Historia ConstitucionaL 10
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— 146 —
tos años de calma no bastan? La Junta patriótica respeta, como
debe, al congreso de la nación; pero el congreso debe oir á la
Junta patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucio-
narios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la
libertad suramerícana. Vacilar es perdemos! Que una comisión
del seno de este cuerpo lleve al soberano congreso estos senti-
mientos."
Votada y aprobada la proposición de Bolívar, se acordó que
una comisión de la Sociedad se trasladase al congreso con el en-
cargo de comunicarle el texto de un discurso que había escrito y
pronunciado el Dr. Miguel Peña en favor de la Independencia ab-
soluta.
Reunido el congreso en la mañana del 4 de julio, el dipu-
tado por Mérida, Antonio Nicolás Briceño, presentó las actas y cons-
titución de los Estados Unidos de 1778, para comprobar la ampli-
tud de poderes que tuvo entonces el congreso americano, é insinuar
la conveniencia de seguir los mismos procedimientos.
En sesión secreta, Juan José Maya, por San Felipe, propone
que se dé algún intervalo á la discusión sobre Independencia,
" porque siendo de las más importantes y trascendentales, no puede
ni debe aventurarse el éxito en la precipitación".
José Luis Cabrera, por Guanaríto, replica que, " empezada ya
la controversia, no debe interrumpirse sin decidirla de cualquier
modo". En ésto, anunciada una comisión de la Sociedad Patrió-
tica, se hace pública la sesión, y se le acuerda el permiso de hablar,
aunque "sin el carácter de diputación de cuerpo, de que carece la
Sociedad "1. "El objeto de su venida — continúa el acta — fué el
de expresar el dictamen de los que se reúnen amistosamente á
tratar de materias políticas, y presentarlo como favorable á la In-
dependencia, dejando un discurso escrito sobre la materia^. Reti-
rados los ciudadanos de la Sociedad Patriótica, se siguió tratando
en sesión privada de si debía ó no continuarse la discusión sobre
la declaratoria de Independencia, y se acordó por último que se
suspendiese, comisionándose al señor Presidente para que confe-
renciase con el Poder Ejecutivo sobre si era compatible con la
seguridad pública la mencionada declaratoria." Opinó el Ejecutivo
que se hiciese cuanto antes, pues los obstáculos que se presentaban
1 . Los venezolanos imitaron en esta ocasión la costumbre que se inició en la
Asamblea Constituyente francesa (1789) de permitir, contra el reglamento, la entrada
de diputaciones populares al salón de sesiones, y acordarles la palabra.
2. £1 de Peña; cuya argumentación es la misma del discurso pronunciado por
Francisco Javier Yancs el dia anterior.
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— 147 —
desaparecerían muy tarde: que difiriéndola, quizás se aventuraría
para siempre la suerte de la patria, y declarándola, se destruiría de
una vez la ambigüedad en que estaba el país y se trastornarían los
proyectos de los enemigos.
Volvió á reunirse el congreso en la mañana del 5, sin la
asistencia de los diputados Pro. Ramón Ignacio Méndez, por Guas-
dualito (quien se incorporó en el curso de la sesión), Francisco
Javier Ustáriz, por San Sebastián, Luis José Rivas Tovar, por
Caracas, Pro. Luis Ignacio Mendoza, por Obispos, Pro. Juan Nepo-
muceno Quintana, por Achaguas, Gabriel de Ponte, por Caracas, y
Francisco Hernández, por San Carlos.
El Presidente Rodríguez Domínguez da cuenta del dictamen
del Ejecutivo. Miranda lo apoya.
José Luis Cabrera reclama la asistencia de los diputados
ausentes, y pide que se les cite en el acto para que concurran ó
den sus excusas.
Juan Bermúdez, por Cumaná, cree que es muy prematura la
Independencia en estos momentos, y agrega que dicha ciudad se
halla indefensa para sostener semejante innovación, que enfurecerá
más á los enemigos.
Felipe Fermín Paúl, por San Sebastián, propone que se dicte
una ley previa "para contener los excesos con que la ignorancia,
confundiendo la independencia con la licencia, la insubordinación
y el libertinaje, pudiera convertir en daño nuestro los efectos de
esta resolución."
Antonio Nicolás Briceño insinúa, que "aunque las discusiones
sean públicas, sea secreta la votación, para impedir los involuntarios
excesos que el pueblo en su entusiasmo puede cometer contra el
decoro de este lugar sagrado por su anterior destino y sagrado por
el que ahora tiene "i.
José Ángel de Álamo, por Barquisimeto, opina que, además
de la ley propuesta por Paúl, se hace necesaria otra que conceda
pasaportes á todos los descontentos.
Fernando Peñalver, por Valencia, se opone á la insinuación
de Briceño sobre votación secreta.
El Pro. Maya, por la Grita, vuelve á formular sus objeciones
del dia 3; cree prematura la Independencia, exhibe el artículo de
sus instrucciones, que le prohibe expresamente votarla, y pide que
se le dé testimonio en el acuerdo.
1. Estaba reunido el congreso en la capilla de la Universidad: hoy Concejo
Municipal.
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— 148 —
Briceño declara que sus instrucciones son %n todo iguales á
las de Maya; pero que las circunstancias han variado desde la
época en que le fueron dadas, y no duda que sus comitentes ad-
herirán á una medida dictada por la justicia y la necesidad.
José María Ramírez, por Aragua de Barcelona, aconseja, como
Paúl, una ley previa encaminada á contener los excesos que pudiere
ocasionar el nuevo orden de cosas, y otra ley posterior á la de-
claratoria de Independencia "para que todos los que pasen de
diez (?) años presten juramento, comisionándose á los jueces res-
pectivos."
Peñalver vuelve la discusión al punto esencial. "Convengo,
dice, en que se respeten las instrucciones que nos hayan dado
nuestros comitentes; pero también debe respetarse la pluralidad del
congreso. Queden, pues, en libertad para seguir sus instrucciones
los que las tengan contrarias á la Independencia, y no den voto
sobre ella. Creo fútiles loe peligros que se nos presentan; pero
aunque fuesen sólidos y efectivos, no por eso debemos desmayar,
sino doblar nuestra energía para vencerlos. Siempre habrá incon-
venientes, y es bien sabido que para ser libre un pueblo, basta que
quiera serlo. Tan débil quizá como nosotros era la Holanda con
respecto á la España, y logró triunfar del tribunal de sangre de
Felipe II y de las huestes del duque de Alba; y la Suiza era bien
despreciable para la Alemania cuando declaró su independencia.
Nada podrán contra la nuestra Coro y Maracaibo; y la Inglaterra
conocerá al fin nuestra justicia y las ventajas más sólidas que deben
resultarle de nuestra Independencia."
Briceño insiste otra vez sobre la declaración inmediata, y
termina diciendo: "Creo que deben preceder los fundamentos y
razones que tenemos para hacerla: creo que deben tomarse medi-
das para estrechar más nuestras relaciones con los europeos, y
sacar á los buenos de la indiferencia en que les tiene el temor:
creo que debe annciarse que no se relaja por eso la subordinación
á las leyes y la obediencia á las autoridades constituidas; y creo,
finalmente, que ahora, más que nunca, deben ser la unión, la fra-
ternidad y la moderación nuestra divisa^."
El Pro. José Vicente Unda, por Guanare, promueve honda
sensación diciendo: "No es mi ánimo entrar á demostrar la justicia,
la necesidad y la oportunidad en que nos hallamos de declarar la
Independencia. Dos cosas sólo deseo: la primera, acreditar que
1. Compárese después esta elocuencia sosegada y medida con el lenguaje
fulmíneo que el mismo Brícefio empleará en 1813 al empezar la ' Guerra á muerte '*.
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— 149 —
mi estado (eclesiástico) ne me preocupa ciegamente á favor de los
reyes, ni contra la felicidad de mi patria, y que no estoy imbuido
en los prestigios y antiguallas que se quieren oponer contra la
justicia de miestra resolución, que conozco y declaro; la segunda
es, que Guanare, á quien represento, no se tenga por obstáculo
para la Independencia, cuando se crea necesaria ..."
Manuel Palacio, por Mijagual, pide "se haga en este dia la
declaración de nuestra absoluta emancipación de la España y de
todo poder extranjero."
Juan Germán Roscio, por Calabozo, habla ahora en términos
más categóricos que en la sesión del 3. "Se «llega, dice, la con-
vocatoria con que fuimos llamados á formar este congreso, que
ninguna condición incluía de Independencia; pero la misma con-
ducta observó la España cuando quiso reunir los pueblos para la
suya, y nada les dijo entonces de Femando y sus derechos, con el
doble fin de no alarmar á los amerioanos. Además de esto, el
reglamento (de elecciones) quedó sujeto á la voluntad dei congreso
en lo esencial y lo accesorio, y puede alterarlo en ambos res-
pectos. — Dos juramentos habíamos prestado á Fernando cuando
se instaló el congreso, uno en 15 de julio de 1808, otro en 19 de
abril de 1810; pero el primero lo arrancó la fuerza, y el segundo
la ignorancia y la necesidad de no alarmar á los pueblos. Los
hombres ilustrados sabían todo lo que saben ahora; pero el des-
potismo había embrutecido de tal manera la multitud, que fué pru-
dencia no chocar abiertamente con ella. Inútil es repetir lo que
nadie ignora entre nosotros, y lo saben ya tantos que lo ignoraban
antes. Todos sabemos que nada tienen los Borbones en América:
y así nada tenemos que conservarles, que fué lo que les prometi-
mos^. Los efectos de las jomadas del Escorial y de Aranjuez, y
de las cesiones y abdicaciones de Bayona, son bien notorios en la
América, y además de estar en nuestros papeles públicos se traerán
á la vista en el manifiesto de nuestra Independencia. Nadie podrá
negar que Fernando salió voluntariamente de España, atropellando
la clara y decidida resistencia de los pueblos; y aunque por las
leyes constitucionales no perdió como en Suecia el reino, faltó al
deber de soberano y quedó suspenso de la autoridad. Voluntaria-
mente concurrió á las cortes (conferencias) de Bayona, y aún es un
problema si voluntariamente consintió en aquellas violentas é ilegí-
timas estipulaciones. Lo que es claro es que los Borbones ven-
1. Nótese que Roscio, á pesar de su propósito sinceramente revolucionario,
no olvida nunca las argucias de su profesión de abogado. Habla en el congreso
como en una corte de justidi.
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— 150 —
dieron la América á una potencia extraña, por vengar sus resenti-
mientos personales; que por ingratitud perdieron cuantos derechos
pudieran alegar á ella, y que aunque nosotros lo ignorábamos el
15 de julio, nada ofrecimos más que conservarles lo que tuviesen,
sin restituirles lo que por tantos títulos habían perdido; y queda
anulada por consecuencia la conservaduría prometida incauta ó im-
premeditadamente. Mas, suponiendo que tuvieron algo, y que noso-
tros juramos conservárselos cuando ignorábamos si esto dañaba á
nuestros intereses, ¿cómo podría ser válido un pacto oneroso, que
lejos de haber sido aceptado por la otra parte ha sido rechazado
hostilmente por loa que se dicen sus apoderados?" No obstante,
Roscio alarga la discusión con an reparo superfino ó importuno.
"Parece demostrada — agrega — la justicia y necesidad de nuestra
Independencia, y sólo creo que podrá hacerse contra ella una sola
objeción. Podría dudarse por los políticos si Venezuela tiene la
estatura necesaria y las fuerzas suficientes para el rango que va á
ocupar; pues aun cuando en la Europa hay soberanías de menos
población y extensión que la nuestra, creo que no debe ser (ó
aceptarse) el mismo cálculo estadístico con respecto á la América.
Los Estados Unidos contaban tres millones de habitantes cuando
declararon su Independencia, y nosotros apenas tenemos uno:
esta duda es la única que creo queda en pie contra la Indepen-
dencia."
Cabrera se apresura á replicar, que si en Europa se recono-
cían, antes de la revolución francesa, Estados independientes mucho
más pequeños que Venezuela, en América hay para ellos más pro-
babilidades de estabilidad que en Europa, pues no existen aún
" Estados preponderantes que puedan absorberse á los pequeños que
van á formarse, mientras se ligan entre sí los dos continentes meri-
dional y septentrional."
Miranda refuerza esta réplica con eruditas consideraciones.
Los Estados Unidos tenían menos dé tres millones de habitantes
libres, cuando se declararon independientes: aunque su territorio es
dos veces más extenso que el de Venezuela, en sus principales
ciudades no había entonces más luces é ilustración que en Caracas:
dividida la América en pequeños Estados, no podría temerse la
usurpación ni la conquista como en Europa: . . . finalmente, limítrofe
Venezuela con el Nuevo Reino de Cranada, que le ha ofrecido ya
paz y unión, debe cesar todo temor y procederse en seguida á la
declaración que todos esperan.
El Presidente Rodríguez Domínguez, diputado de Nutrias,
afirma que Santa Fe de Bogotá reconocerá» inmediatamente la In-
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— 151 —
dependencia de Venezuela y que, en dándole Caracas el ejemplo,
proclamará también la suya.
Mariano de la Cova, por Cumaná, observa que las provincias
venezolanas debieron considerarse independientes desde el instante
mismo en que Femando VII partió para Bayona, perdiendo asi todos
sus derechos.
Su colega Juan Bermúdez, quien dos dias antes señalaba los
peligros de invasión extranjera que amenazaban á la provincia de
Cumaná, es de parecer ahora que no se retarde más la Indepen-
dencia, puesto que el pueblo la reclama y la quiere el congreso.
Lo propio dice Nicolás de Castro, por Caracas: "Aunque antes
opiné que había algunos motivos para que no declarásemos la In*
dependencia en las actuales circunstancias, ya veo que ha llegado
el momento: el pueblo la desea "
Juan Rodríguez del Toro, por Valencia, observa unanimidad
de sentimientos sobre la declaratoria en cuestión, y extraña que se
la demore. " Tal vez — agrega — algunos de mis condiputados se
habían propuesto el mismo objeto de hacer entender al pueblo lo
que es Independencia; pero yo estoy seguro de que todos conocen
la significación de esta palabra, y nadie la confundirá con la licencia
y el libertinaje, porque si las monarquías se sostienen y apoyan en
los vicios y la corrupción de los vasallos, las repúblicas fundan su
existencia en las virtudes de los ciudadanos."
El Pro. Ramón Ignacio Méndez espera á que se allanen las
dificultades que le ocurren respecto de la manera con que apre-
ciarán tal acto las otras naciones, después del juramento que hi-
cieron los diputados de fidelidad al rey.
Roscio, Ramírez, Castro, Briceño, Peñalver y Juan José Maya
se esfuerzan en demostrarle á Méndez que semejante juramento, pres-
tado en otras circunstancias, no tiene ya validez alguna.
El Pro. Manuel Vicente Maya hace suyas las razones alegadas
por Méndez en cuanto al juramento, y repite por tercera vez que
no puede votar sino conforme á las instrucciones de sus electores.
En vano Felipe Fermín Paúl intenta convencerle, con argu-
mentos análogos á los ya expuestos por Roscio, que el juramento
prestado por el congreso el dia de su instalación, si bien se refirió
á defender los derechos de Femando VII "en el supuesto falso de
que tuviese algunos con respecto á la América," se refirió también
á defender los derechos de la patria, esto en primer término, y
previo además la declaratoria de independencia absoluta cuando las
provincias la juzgasen conveniente: que, por tanto, demostrada
exuberantemente la conveniencia de tal declaratoria en defensa de
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— 152,—
«
los derechos de la patria, quedaba insubsistente la parte del jura-
mento relativa al rey.
A favor de la declaración inmediata sucédense breves dis-
cursos de los demás diputados: Pro. Luis José de Cazorla,*por
Valencia, Pro. Salvador Delgado, por Nirgua, Gabriel Pérez de Pa-
góla, por Ospino, Manuel Plácido Maneyro, por Margarita, Ignacio
Ramón Briceño, por Pedraza, José de Sata y Bussy, por San Fer-
nando de Apure, Juan José Maya, por ' San Felipe, Juan Pablo
Pacheco, por Trujillo, Lino de Clemente é Isidoro Antonio López
Méndez, por Caracas, el marqués del Toro, por el Tocuyo, y el
Pro. Ignacio Fernández Peña, por Harinas.
El acta de la sesión termina así: "El señor Presidente creyendo
suficientemente discutida la materia llamó la atención del congreso
para la resolución de una tan ardua, importante y trascendental; y
propuesta después la votación, fueron casi unánimes los sentimientos
del congreso, á excepción del señor Maya, de la Grita, por las
razones que había alegado anteriormente, y el señor Presidente
anunció declarada solemnemente la Independencia absoluta de
Venezuela; cuyo anuncio fué seguido de vivas y aclamaciones del
pueblo, expectador tranquilo y respetuoso de esta augusta y me-
morable controversia. — Con lo que se concluyó esta acta, que fir-
maron todos los señores que se hallaron presentes el mismo dia en
que se extendió, conmigo el secretario (Francisco Isnardy), de que
certifico".
Por la tarde del 5 de julio, el congreso encargó al diputado
Roscio y al secretario Isnardy de "formar un proyecto que abra-
zase todas las causas ó poderosos motivos que habían obligado á
declarar la Independencia, para que sometido á la inspección del
congreso, sirviese de competente acta y pasase al Poder Ejecutivo
á fin de que la publicase é hiciese circular en la forma ordinaria".
Para designar la bandera y cucarda nacionales se comisionó á los
diputados Miranda, Lino de Clemente y José de Sata y Bussy,
quienes propusieron, con asentimiento unánime, la formada de tres
fajas horizontales, amarilla la primera, azul la del medio y encamada
la última. Al diputado Felipe Fermín Paúl se confió la redacción
del juramento que debían prestar los empleados y ciudadanos, en
señal de reconocimiento y obediencia al nuevo sistema de gobierno.
Finalmente, los diputados Peñalver y Álamo propusieron que se
procediese á declarar la división de provincias; pero discutida la
materia, se acordó reservarla.
El mismo dia 5 el Presidente del congreso pasa la siguiente
nota al Ejecutivo: "El Supremo Congreso ha sancionado en este
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— 153 --
dia la declaratoria de nuestra Independencia y se ocupa actualmente
en discutir las fórmulas de aquel sublime y memorable acto. En
tanto, pues, se determina, ha acordado que se participe al Supremo
Poder Ejecutivo tan laudable y digna resolución, para que como
encargado privativamente de la seguridad pública, adopte las medi-
das que crea más convenientes en las actuales circunstancias; bajo
el firme supuesto de que con cuanta brevedad sea posible se expe-
dirá la interesante declaración, que nos eleva al alto rango de
Estados libres é independientes, y nos saca de la horrorosa escla-
vitud en que hemos yacido hasta ahora." Con igual fecha el Eje-
cutivo dirige sendas alocuciones á los habitantes y al ejército de la
provincia de Caracas, y participa la fausta nueva á las autoridades
de la Confederación y al arzobispo.
El 7 de julio aprueba el congreso el Acta de Independencia,
presentada por Roscio é Isnardy^.
En la sesión del 8 se aprobó la forma de juramento redactada
por Paúl y se expidió un decreto ordenando que en esos términos
jurasen la Independencia todas las autoridades y los ciudadanos
mayores de 15 años. El texto, que resulta hoy demasiado largo,
pero que había de serlo en aquella ocasión, amenazados como es-
taban los patriotas por dos reacciones, la del partido español y la
del clero, dice: "¿Juráis á Dios y á los Santos Evangelios que
estáis tocando, reconocer la Soberanía y Absoluta Independencia
que el orden de la Divina Providencia ha restituido á las Provincias
Unidas de Venezuela, Libres y Exentas para siempre de toda sumi-
sión y dependencia de la Monarquía Española y de cualquiera Cor-
poración ó Jefe que la represente ó representare en adelante; obe-
decer y respetar los Magistrados constituidos y que se constituyan,
y las Leyes que fueren legítimamente sancionadas y promulgadas;
oponeros á recibir cualquiefa otra dominación, y defender con
vuestras personas y con todas vuestras fuerzas los Estados de la
Confederación Venezolana; y conservar y mantener pura é ilesa la
1. Véase el texto en el Apéndice, no. 3, con un examen de la controversia
histórica sobre las diversas ediciones del acta, su fecha, y número y autenticidad de
sus firmas. — Nótese aquí, que los patricios venezolanos imitaron, pero sólo en
parte, el procedimiento que siguió el congreso de los Estados Unidos de América.
La declaración de la Independencia americana no la firmaron los diputados el dia en
que la acordaron (2 de julio), aunque si la mandaron publicar, una vez autenticada
por el presidente y secretario. £1 manifiesto de los principios de Independencia,
redactado por Jéfferson, se aprobó el 4 de julio, y este dia fué seftalado como ani-
versario nacional. (Bancroft, History of the United States of America,
vol. IV, p. 446 y 452). En cambio, los venezolanos señalaron como dia de fiesta
nacional, no el 7 de julio, fecha de la aprobación del Acta, sino el 5, fecha de la
declaración del congreso.
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— 154 —
Santa Religión Católica, Apostólica, Romana, única y exclusiva en
estos países, y defender el Misterio de la Concepción Inmaculada
de la Virgen María Nuestra Señora?".
Por la tarde del dia 8 el congreso nombra una diputación com-
puesta de Roscio, D. Femando del Toro y el secretario Isnardy para
que vayan en seguida á presentarle al Ejecutivo el Acta aprobada y fir-
mada. Lo que se|hizo congran pompa en medio de numeroso concurso^.
La publicación del Acta se efectuó por bando el 14 de julio,
enarbolándose entonces por primera vez el pabellón nacional. Los
hijos de José María España, cadetes abanderados del batallón de
linea, tuvieron ese dia la gloria de alzar el emblema de la patria
sobre la misma plaza, hoy Plaza Bolívar, que presenciara doce años
antes el martirio del precursor de la República.
El 15 prestaron el juramento en sesión solemne del congreso,
los diputados, el Poder Ejecutivo, la Alta Corte de justicia, el Go-
bernador militar de Caracas y el arzobispo; y el 30 se mandó
publicar un largo manifiesto al mundo de las razones en que la
Confederación había fundado su independencia absoluta.
Empero, no fué completo el júbilo patriótico de estos dias.
Los partidarios del antiguo régimen se apresuraron á conspirar
contra la naciente República. El 11 de julio, gran número de los
isleños canarios, soliviantados por su compatriota D. Juan Diaz
Flores y el venezolano D. José María Sánchez, se amotinaron en el
llano de El Teque, á las puertas mismas de Caracas, dando vivas á
Femando VII y mueras á los "traidores, rebeldes y herejes". En
breve tiempo les apresó la guarnición, y concluido el proceso álos
cuatro dias, fueron fusilados dieciséis.
Otra rebelión más seria, de españoles y venezolanos, estalló
en Valencia el propio 1 1 de julio. Llegada la noticia á Caracas, el
congreso dio facultades extraordinarias al Ejecutivo (13 de julio), y
en seguida salieron tropas al mando del marqués del Toro y de su
hermano D. Femando; mas, como era escaso el número, sufrieron
un descalabro entre la Cabrera y Mariara, y fué preciso reforzarlas
con otras, confiándose ahora á Miranda la dirección del ejército.
Sólo al cabo de un mes y á costa de sangrientos combates, pudo
el Gobierno recuperar á Valencia^.
1. Véase el Apéndice.
2. Campaña que costó á los patriotas **mÁs de 800 muertos y 1500 hendos,
sin contar los muchos americanos que perdieron la vida peleando en las filas de los
españoles.'* Baralt, Resumen de la Historia de Venezuela, t. II, p. 87. £n
la toma de Valencia fué herido en una pierna D. Femando del Toro, quedando in-
válido para siempre, y murió el capitán D. Lorenzo Buroz, miembro distinguido de
la Sociedad Patriótica.
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— 155 —
Estos sucesos interrumpieron los trabajos legislativos, especial-
mente la discusión del proyecto de constitución nacional. Alarmado
con esto el Ejecutivo, dirigió im mensaje al congreso el 22 de agosto
manifestándole que la falta de leyes constitucionales mantenía en
evidente riesgo la seguridad pública; que "vacilante el Poder Eje-
cutivo en tan crítica situación, no tenía otro norte para gobernar
que su prudente arbitrio", y que era de absoluta necesidad formular
cuanto antes la constitución. Al dia siguiente declaró el congreso,
que reasumía las facultades extraordinarias acordadas al Ejecutivo,
y continuó discutiendo la constitución hasta sancionarla el 21 de
diciembre.
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Capítulo III.
Constitución federal de 1811.
Sumario. Cómo pasa Venezuela de la Colonia á la República —
Sigue en parte el procedimiento constitucional de los Estados
Unidos — Diferencias sustanciales — Influencia conjunta de la
revolución norteamericana y de la revolución francesa — Signos
característicos de la federación venezolana — Bases del pacto fede-
rativo — El Poder Supremo — Religión de Estado — Poder Legis-
lativo — Su división, elección y atribuciones — Innovación demo-
crática: los electores pueden reemplazar en todo tiempo á los
niembros del congreso — Poder Ejecutivo — Lo ejercen tres in-
dividuos — Modo de elección: atribuciones, "deberes", casos de
responsabilidad — Poder Judicial — Jueces inamovibles — Corte
Suprema — Se adopta en principio el sistema de jurados para las
causas criminales — Ejercicio de la profesión de abogado — Régimen
de las provincias — Revisión y reforma de la constitución —
Derechos del hombre — Igualdad ante la ley — No hay ya fuero
alguno personal — Derecho de tener y llevar armas — Libertad
de imprenta — Libertad de reunión — Libertad de industria y
comercio — Derechos civiles de los extranjeros — Abolición de los
títulos nobiliarios — El único tratamiento público es el de "ciudadano"
— Se borran las distinciones de castas: los blancos, indios y mestizos
se declaran iguales — Prohíbese la trata de negros — Párrafo final
de la constitución — Idea de una Confederación Colombiana —
Reparos constitucionales de Miranda — Protesta de varios disputados
y del clero contra la abolición del fuero personal.
La constitución federal sancionada el 21 de diciembre de 1811,
no representa una etapa lógica en el movimiento evolutivo del
pueblo venezolano, como que el nuevo régimen implantado por
ella no es realmente el desarrollo necesario ni el perfeccionamiento
armónico de la organización social y política que se mantuvo
durante los tres siglos de la dominación española. En la revolución
que comienza el 19 de abril de 1810 y remata en el acta declaratoria
de Independencia el 5 de julio de 1811, predominan ó adquieren
forma legal, no las protestas y aspiraciones de un pueblo mal hallado
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— 157 —
con el despotismo español, sino aquellos principios de filosofía
política que á la clase noble, rica é instruida parecieron teóricamente
más perfectos. La masa popular, ignorante y pasiva, no comprendió
el cambio, mucho menos pudo determinarlo. Todo él fué obra de un
grupo de hombres superiores, resueltos los unos á conservar en la
Independencia su privilegio de clase oligárquica, deseosos los demás
de incorporarse en la misma oligarquía.
Instalado el congreso, los diputados no tardaron en desligarse
del mandato exclusivo que recibieran de los colegios electorales, á
saber: asegurar la autonomía de la Colonia, conservando las prerro-
gativas dinásticas de Femando VIL Algunos invocaron las instruc-
ciones recibidas de sus electores; pero los mismos, á excepción
solamente de Manuel Vicente Maya, cesaron pronto de insistir en el
reparo, y al fin, ya declarada la Independencia, decidieron por
unanimidad que el congreso era soberano para determinar la forma
constitucional más adecuada á la naciente República. Pensaron sin
duda que el procedimiento adoptado en un caso análogo por las
colonias inglesas de la América septentrional, era un modelo digno
de imitarse. En efecto, los delegados á la convención de Filadelfia,
1787, habían recibido instrucciones que limitaban su autoridad á
revisar los artículos de confederación existentes desde el año
anterior; y la mayoría resolvió sustraerse á tales instrucciones y
formular una nueva constitución. Con todo, la analogía de ambos
casos es más de superficie que de fondo. En la América septen-
trional las colonias tenían ya Gobiernos propios cuando se con-
federaron: en Venezuela, los Gobiernos provinciales no gozaban
de ninguna iniciativa durante la Colonia, y si dos provincias, las de
Mérida y Trujillo, dictaron constituciones antes de la nacional, no
lo hicieron sino cuando ya estaba legislando para todo el territorio
le congreso federal. En el Norte se propuso el congreso formar
una unión más perfecta (to form a more perfect Union, dice
el preliminar de la constitución americana) entre poderes regionales
preexistentes, y declaró que era necesaria la ratificación de la nueva
carta á lo menos por las convenciones de nueve Estados (art. VII) :
en Venezuela, la ratificación ó alteración debía hacerse por el
pueblo de las provincias, y no por éstas, que constitucionalmente
no existían aún (art. 137). Allá, por último, al ratificarse la cons-
titución, se manifestaron dos grandes tendencias nacionales, favorable
la una á la "consolidación" establecida en Filadelfia, y adversaria
la otra á cuanto se refiriese á cercenar la autonomía de los Estados :
acá todo se redujo á un congreso que se declaró á sí mismo soberano
respecto de provincias que no existían sino de nombre, porque unas
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— 158 —
estaban todavía bajo el dominio español y la autonomía de las
otras fué siempre sobre manera circunscrita ó limitada. Es más:
el movimiento político de la Colonia venezolana fué inverso con
relación al de las Colonias anglo-amerícanas. La autonomía de
los Ayuntamientos, trasplantada de España, disminuyó en el curso
de los siglos, cediendo el paso á la tendencia centralista. En 1560,
las ciudades y villas adquieren el derecho para sus alcaldes ordi-
narios de ejercer el gobierno en caso de fallecimiento del Gober-
nador y hasta que se nombre nuevo titular. En 1676 los alcaldes
de Caracas adquieren el privilegio de gobernar toda la provincia
en los interinatos. En 1777, las provincias de Cumaná, Guayana,
Maracaibo y Margarita, aunque conservando Gobernadores especiales,
quedan incorporadas en la Capitanía General de Venezuela en lo
relativo á gobernación política, justicia, ejército y hacienda. De
suerte que los poderes regionales apenas existían de nombre al
declararse la Independencia. Y si bien es verdad que cuando el
congreso de 1811 adopta el sistema federalista, lo hace no solamente
por imitar la constitución de la Unión Americana, sino también por
re\dvir la antigua y casi olvidada autonomía de las ciudades y
provincias, no es menos cierto que dictó su carta federal sin con-
sultarlas previamente.
Consecuentes los diputados de 1811 con el acto revolucionario
del 19 de abril de 1810, por el cual el Ayuntamiento de Caracas
se arrogó de hecho la representación de toda la Capitanía General,
sin más protestas que las de Coro, Maracaibo y Guayana, y ello porque
estas regiones permanecían bajo el poder español, temieron dichos
diputados comprometer el éxito de su empresa si consultaban á los
pueblos y provincias acerca de la forma constitucional. De donde
resulta que en Venezuela, á diferencia de lo que sucedió en los
Estados Unidos, las provincias no se despojan deliberadamente de
parte de su autonomía, para crear con esta delegación de derechos
un poder central. El poder central, formado por la Junta Suprema
de Caracas, se reparte entre las provincias y les concede la facul-
tad de constituir Gobiernos propíos en todo lo que el pacto federal
no reserve expresamente á la autoridad general de la Confederación.
Esta circunstancia explica la antinomia que se observará después
en toda la historia constitucional de Venezuela, diferenciándola
esencialmente de la Confederación Suiza y de la Unión Americana,
En efecto, lo mismo en la una que en la otra el Gobierno federal
depende, en su origen, de los Gobiernos seccionales, y los repre-
senta en calidad de mandatario: por consiguiente, sus atribuciones
son propriamente una delegación de poderes. En Venezuela, la
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— 159 —
mayor ó menor autonomía de las provincias ó Estados ha depen-
dido siempre del Gobierno federal; y éste no ha permitido nunca
la variedad de leyes civiles y penales, que es en otras partes con-
dición esencial del régimen federativo.
£1 congreso de 1811 se inspira en dos fuentes de filosofía
política: la constitución norte-americana y la declaración francesa
de los derechos del hombre; pero al combinar los principios de
una y otra en la carta venezolana, más de una vez los modifica
de un modo sustancial. Durante la discusión del proyecto, Miranda
en el congreso^ y en la Sociedad Patriótica Bolívar y Muñoz Tébar
— corifeos los tres de la tendencia positivista, adversaria de la
tendencia ideológica — se esfuerzan en contrariar como inoportuna
la imitación del federalismo norte-americano, aconsejando antes bien
la imitación de ciertas doctrinas del régimen inglés. La organización
federativa — advierte Miranda — no es "suficientemente sencilla
y clara para que pueda ser permanente", ni se conforma á "la
población, usos y costumbres" de países apenas libertados de la
dominación española, y en lugar de reunirlos en una " masa general
ó cuerpo social^* amenaza devidirlos y separarlos con perjuicio de
la seguridad común y hasta con peligro de la misma Indepen-
dencia^. Mas semejantes objeciones, confirmadas á poco por el
desastre de 1812 y repetidas entonces por Bolívar, no detuvieron á
los hombres influyentes de la mayoría parlamentaria, — Ustáriz,
Roscio, Tovar, Yanes, Briceño, Peñalver, — y triunfó al fin la imi-
tación del sistema americano, con algunas variantes^.
Refiérese el preliminar de la constitución á las "bases del
pacto federativo que ha de constituir la autoridad general de la
Confederación". Cada provincia conserva su soberanía, libertad é
independencia en todo aquello que no estuviere expresamente dele-
gado á la autoridad general de la Confederación; y declárase que
gozarán de igual autonomía las nuevas provincias que se agreguen
á la Confederación (Coro, Maracaibo y Guayana seguían bajo el
dominio español) ó que se formen por división de las actuales
(Caracas, Barcelona, Cumaná, Margarita, Mérida, Trujillo y Barinas).
Compréndense en la autoridad general: las relaciones extranjeras.
1. "Esto parece contradictorio con lo que afios antes había escrito Miranda en
w Proyecto de Gobierno Federal (véase el Apéndice, No. 2). Nótese, sin
embargo, que su proyecto se refería á una "Federación Americana", es decir, á la
confederación que formasen todas las colonias españolas representadas en un ''Con-
cilio Colombiano".
2. Ustáriz y Peflalver se convertirán de federalistas en centralistas en 1813,
uniéndose con Bolívar y Miguel José Sanz. Véase el capitulo VII.
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— 160 —
la defensa común de las provincias, la conservación de la paz
pública contra las conmociones internas- ó ataques exteriores, el
comercio con el extranjero y el de las provincias entre sí, el ejér-
cito de tierra y de mar, los tratados y alianzas, la declaración de
guerra internacional y la de paz, la creación de impuestos nacio-
nales y la legislación sobre intereses generales de la Confede-
ración i.
Antes de determinar la formación y atribuciones del Poder
Supremo, declara la constitución (cap. I, art 18) que la religión
católica, apostólica, romana es la religión del Estado, y la única y
exclusiva de los habitantes de Venezuela, añadiendo que "su pro-
tección, conservación, pureza é inviolabilidad será uno de los pri-
meros deberes de la representación nacional, la que no permitirá
jamás en todo el territorio de la Confederación ningún otro culto
público ni privado, ni doctrina contraria á la de Jesucristo '\ En
esto se aparta de su modelo norte-americano, que prohibe al
congreso (Enmiendas, art I) dictar leyes que establezcan una religión
ó prohiban el libre ejercicio de cualquiera. Tal discrepancia, ó
derogación del principio liberal, obedeció á consideraciones circuns-
tanciales. Los diputados de 1811, aunque estaban en su mayoría
afiliados á la escuela filosófica más avanzada, quisieron no ena-
jenarse por el pronto la buena voluntad del clero nacional, educado
á la española, y aun sincerarse en lo posible del dictado de " here-
jes" con que los partidarios del antiguo régimen se empeñaron en
hacerles impopulares desde los comienzos de la revolución 2. Por
lo demás, se estatuye que corresponden á la Confederación las re-
laciones con la Silla Apostólica, é igualmente las que deban promo-
verse con los actuales prelados diocesanos, " mientras no se logre el
acceso directo á la autoridad pontificia."
Divídese el poder supremo en Legislativo, Ejecutivo y Judi-
cial. El Legislativo se compone de dos Cámaras: una de Represen-
tantes y otra de Senadores. En cualquiera de ellas pueden tener
principio las leyes, á excepción de las relativas á contribuciones,
tasas ó impuestos, cuya iniciativa pertenece á la Cámara de Re-
presentantes. Ningún proyecto de ley se promulga antes de ser
presentado al Ejecutivo para su firma. Puede éste devolverlo á la
Cámara de su origen, con los reparos que le ocurran, y en todo
caso el proyecto necesita ser aprobado en ambas Cámaras por la
1. De lo mismo trata la constitución de los Estados Unidos cuando especifica
las atribuciones del congreso, art. I, sec. 8
2. £1 liberalismo en materia religiosa lo implantarán después las constituciones
de Angostura y de Cúcuta, gracias á la recomendación especial de Bolívar.
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— • 161 —
pluralidad de dos tercios. Si el Ejecutivo no lo devuelve en el
plazo de diez dias, ó en el de dos, cuando se trata de medidas
urgentes, el proyecto adquiere fuerza de ley y se promulga cons-
titucionalmente.
El número de Representantes se determina por la población
de las provincias, en razón de uno por cada veinte mil almas de
todas condiciones, sexos y edades, y uno más por cada residuo que
pase de diez mil. La duración de esta Cámara es de cuatros años,
pero sus miembros se renuevan por mitad cada dos, y ninguno
puede ser reelegido inmediatamente. La elección es de dos grados:
elección primaria ó parroquial y elección capitular. En la primera
tiene derecho de voto todo hombre libre, ciudadano venezolano,
vecino de la parroquia, mayor de veintiún años, siendo soltero, ó
menor siendo casado y velado, y requiérese además que posea
bienes libres por valor de doscientos á seiscientos pesos, según sea
soltero ó casado y según se encuentren los bienes en las capitales
de provincia ó en otras poblaciones; ó que teqga grado en una
ciencia ó arte, ó sea propietario ó arrendador de tierras para se-
menteras ó ganado, con tal que sus productos alcancen á la suma
asignada para los respectivos casos de soltero y casado. No votan:
los dementes, los sordomudos, los fallidos, los deudores á caudales
públicos con plazo cumplido, los extranjeros, los transeúntes, los
vagos públicos y notorios, los que hayan sufrido infamia no pur-
gada por la ley, los que tengan abierta causa criminal de gravedad,
y los que siendo casados no vivan con sus mujeres sin motivo legal.
Además de tener las cualidades requeridas para los sufra-
gantes parroquiales, los electores de segundo g^ado deben ser
vecinos del partido capitular donde votan y poseer una propiedad
libre de seis mil pesos en la capital de Caracas, siendo solteros,
6 de cuatro mil siendo casados. Esta propiedad se rebaja á
cuatro mil y tres mil, respectivamente, en las otras ciudades y
villas.
Los empleados públicos con sueldo anual de trescientos pesos
tienen derecho de voto en las elecciones parroquiales, y en las
capitulares si el sueldo alcanza á mil pesos; pero no pueden ser
Representantes ni Senadores mientras no renuncien á sus empleos
y sueldos por todo el tiempo que dure el mandato legislativo.
Para ser Representante se exige: la edad de veinticinco años,
la cualidad de ciudadano durante los cinco años que preceden á la
elección y el goce de una propriedad de cualquier clase. La con-
dición de domicilio y residencia no excluye á los que hayan estado
ausentes en servicio del Estado, ni á los ausentes con permiso del
Fortoul, Historia ConstitudonaL 11
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— 162 —
Gobierno en asuntos propios, si la ausencia no ha pasado^ de tres
años, ni á los naturales que, habiendo estado fuera del territorio,
se hubiesen restituido y hallado presentes á la declaración de In-
dependencia, reconociéndola y jurándola.
Las Legislaturas provinciales eligen á los Senadores, á razón
de uno por cada setenta mil almas y otro por el residuo de treinta
mil; cálculo según el cual el número de Senadores fluctúa entre la
tercera y quinta parte del número de Representantes^. Los Sena-
dores son elegidos por seis años, y se renuevan en cada bienio por
terceras partes, empezando con los de las provincias que hubieren
dado mayor número. Para ser Senador se requiere: treinta años
de edad, diez de residencia, con las excepciones supra indicadas
respecto de los Representantes, y poseer en el país una propiedad
de seis mil pesos.
Este sistema oligárquico se corrige, sin embargo, con otro es-
tatuto que sujeta los miembros del congreso á la voluntad de sus
electores. Los artículos 209 y 210 de la constitución federal dicen:
"El pueblo de cada provincia tendrá facultad para revocar la no-
minación de sus delegados en el congreso, ó alguno de ellos, en
cualquier tiempo del año, y para enviar otros en lugar de los pri-
meros, por el que á éstos faltare al tiempo de la revocación. —
El medio de inquirir y saber la voluntad general de los pueblos
sobre estas revocaciones, será del resorte exclusivo y peculiar de
las Legislaturas provinciales, según lo que para ello establecieren
sus respectivas constituciones^".
A cada Cámara corresponde la calificación y admisión de sus
miembros. Ambas gozan en el lugar de sus sesiones del derecho
exclusivo de policía, y tienen á sus órdenes inmediatas una guardia
nacional, para mantener el decoro de su representación y la libertad
de sus resoluciones. Cada Cámara se da un reglamento propio, y
puede castigar á cualquiera de sus miembros que lo infrinja, hasta
con la expulsión de su seno, siempre que hallándose reunidos los
dos tercios del total, lo decida la unanimidad de las dos terceras
partes de los presentes. No pueden ser reducidos á prisión los
Representantes y Senadores durante las sesiones del congreso, ni
1. Discrepancia con el modelo americano. Conforme á éste, los Estados
tienen una representación igual en el Senado, á fin de garantizar asi la soberanía
que cada uno se reserva en el pacto federal, y lograr además que las le3''es ge-
nerales nazcan á un tiempo de las dos fuentes del Poder Leg^lativo; é. saber: las
mayorías populares, que eligen la Cámara de Representantes, y el Senado, que es el
órgano de la autonomía de los Estados. Véase el Federalista, colección de estudios
sobre la constitución de 1787, por HamíHon, Jay y Madison, no. LXII.
2. Véase en el capítulo siguiente la constitución de la provincia de Caracas.
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— los-
en el tiempo que gasten en trasladarse al lugar de las sesiones ó en
restituirse á sus domicilios; pero esta inmunidad no comprende los
casos de traición y perturbación de la paz pública. De sus dis-
cursos ú opiniones no son responsables sino ante las Cámaras.
Durante el período legislativo, y aunque no concurran al congreso,
los Senadores y Representantes no son elegibles para empleo ni
cargo alguno civil que en el mismo tiempo haya sido creado ó
aumentado en sueldos ó emolumentos.
Reúnese el congreso el 15 de enero de cada año en la ciudad
que se designe como capital de la Confederación, "y que nunca
podrá ser la capital de ninguna provincia i." Sus sesiones duran un
mes, prorrogable por uno ó dos más. Puede el congreso disolverse
y emplazarse para otro tiempo y lugar, expresa y previamente
señalados; advirtiéndose que el Ejecutivo no tendrá otra interven-
ción en estas resoluciones "sino la de fijar, en caso de discordia
entre ambas Cámaras, un término que no exceda el mayor de la
disputa para la reunión en el mismo lugar en que se encontraren
entonces".
La Cámara de Representantes tiene bajo su inspección á todos
los empleados de la Confederación, y les acusa ante el Senado por
los delitos y faltas cometidos en el desempeño de sus funciones.
El Senado oye, juzga y sentencia. Si condena, queda depuesto el
empleado, declarándosele incapaz de obtener en la Confederación
ningún cargo honorífico ó lucrativo, y sin que esto lo releve de
ser ulteriormente perseguido, juzgado y sentenciado por los tribu-
nales ordinarios 2.
Las "atribuciones especiales del Poder Legislativo" com-
prenden: la fijación y mantenimiento del ejército y marina nacio-
nales; llamar al servicio de la Confederación las milicias de las
provincias, ó parte de ellas, y decretar "su organización, arma-
mento y disciplina, reservando á las provincias la nominación de
sus respectivos oficiales y la ejecución de los reglamentos dictados
por el congreso; establecer y percibir de un modo uniforme en
toda la Confederación los impuestos necesarios para nantener el
ejército y escuadra; contraer deudas sobre el crédito nacional; regla-
mentar el comercio con el extranjero y el de las provincias entre*
sí; disponer absolutamente del ramo del tabaco, mo y chimó y de
los derechos de importación y exportación; acuñar moneda, deter-
1. Se designó á Valencia como ciudad federal.
2. Copia del párrafo final de la sección 3 ^ , art. I, de la constitución de los
Estados Unidos.
11*
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— 164 —
minar su valor y el de las extranjeras, introducir la de papel si
fuere necesario y fijar uniformemente los pesos y medidas; establecer
contribuciones para postas, correos y caminos nacionales, dejando á
cargo de las provincias las vias de comunicación secundarias; de-
clarar la guerra y hacer la paz; reglamentar lo referente al corso,
represalias y presas de tierra y mar; dar leyes sobre piratería y
delitos cometidos en alta mar contra el derecho de gentes; cons-
tituir tribunales inferiores que conozcan de los asuntos propios de
la Confederación en todo el territorio, bajo la autoridad y juris-
dicción del Supremo Tribunal de justicia, y detallar los agentes
subalternos del Poder Ejecutivo no especificados en la constitución;
establecer una regla permanente y imiforme de naturalización en
todas las provincias; legislar sobre bancarrotas, falsificación de
efectos públicos y de la moneda; ejercer el derecho exclusivo de
legislación para el Distrito Federal; examinar las leyes expedidas
por las Legislaturas provinciales, y decir si se oponen ó no á la
autoridad de la Confederación; dar reglamentos generales para el
buen funcionamiento del poder que la constitución confiere al Go-
bierno federal.
El Supremo Poder Ejecutivo lo ejercen tres individuos^. Han
de ser oriundos del "continente colombiano" (América española), ó,
si nacidos en España ó islas Canarias, haberse encontrado en Vene-
zuela al tiempo de su Independencia, reconociéndola y jurándola;
han de haber residido en el territorio de la Unión durante los diez
años que precedan á la elección, á menos que la ausencia fuese en
servicio del Estado, ó en asuntos propios con permiso del Gobierno
y por no más de tres años, y deben gozar de alguna propiedad
cualquiera en bienes libres. El período constitucional se fija en
cuatro años.
La elección de los miembros del Ejecutivo la hacen, ó por
escrito ó de palabra, los mismos electores capitulares que nombran
á los individuos de la Cámara de Representantes. Cada elector
nombra tres personas, de las cuales una cuando menos ha de ser
habitante de otra provincia distinta de la en que vota^ Concluida
la votación, se forman listas de los candidatos por cada partido
capitular, con expresión del número de votos, y firmadas por el
1. Diferencia notable con la constitución norte-americana, seg^n la cual
(art. II, sec. la.) "el Poder Ejecutivo reside en un Presidente".
2. Esto es copia del artículo XII (Enmiendas) de la constitución de los Estados
Unidos, con la diferencia apuntada de que ésta trata de un Presidente y un Vice-
presidente y la venezolana se refiere á un Ejecutivo compuesto de tres individuos y
tres lugartenientes ó suplentes.
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— 165 —
presidente, electores y secretario de la congregación, se remiten
selladas al presidente del Senado. El congreso perfecciona la elección,
proclamando miembros del Ejecutivo á los candidatos que hubieren
obtenido la mayoría de votos en todas las congregaciones electo-
rales: si del escrutinio no resulta esa mayoría, la Cámara de Re-
presentantes escoge por cédulas tres de las personas que hubieren
obtenido, mayor número devotos; y si, por último, en esta votación
de la Cámara ningún candidato obtiene la mayoría de la mitad de
los Representantes presentes, el Senado elige á tres de las seis
personas que hubieren sacado más votos en la otra Cámara. Los
candidatos que obtengan las mayorías inmediatas se declaran lugar-
tenientes de los miembros del Ejecutivo para casos de ausencia,
enfermedad, muerte, renuncia ó deposición.
El Poder Ejecutivo manda las armas de mar y tierra y las
milicias que se hallaren al servicio de la Confederación: pide á los
principales funcionarios cuantos informes necesite, por escrito ó
de palabra, sobre la buena administración general del Estado y con-
ducta de los empleados públicos de todas clases: con previo aviso,
consejo y consentimiento del Senado, que dictamina por mayoría
de dos tercios, concluye tratados y negociaciones con las otras
potencias, y nombra los agentes diplomáticos y cónsules, los jueces
de la Alta Corte de justicia y los demás empleados de la Con-
federación para cuyo nombramiento no se requieran formalidades
especiales por la constitución ú otra ley: durante el receso del
Senado, puede el Ejecutivo proveer por sí solo los empleos que
vacaren, concediéndolos como en comisión hasta las próximas sesiones
ordinarias ó extraordinarias del Senado: puede asimismo perdonar
y mitigar la pena, aunque sea capital, en los crímenes de Estado,
no en otros i; pero debe consultar al Poder Judicial expresándole
las razones de conveniencia política en que se funda, y sólo tendrá
efecto el perdón ó conmutación cuando sea favorable el dictamen
de los jueces que hayan actuado en el proceso. Sólo en el caso
de injusticia evidente y notoria, que irrogue perjuicio irreparable,
puede el Ejecutivo rechazar y dejar sin efecto las sentencias que
le pase el Poder Judicial; pero cuando por sólo su dictamen crea
que éstas son contrarias á la ley, debe pasar en consulta sus reparos
al Senado, ó á la comisión especial que éste deje autorizada en
sus recesos, para resolución definitiva, la cual, si es contraria al
Ejecutivo, determina la ejecución inmediata de la sentencia, y si es
1. Las atribuciones seftaladas hasta aquí corresponden exactamente á las del
Presidente de los Estados Unidos (art. II, sec. 2 *•) : en las que siguen se introducen
variantes.
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— 166 —
favorable, tíene por consecuencia la devolución del proceso al
tribunal competente para que asociado con dos jueces más, elides
por el Senado 6 su comisión, revea la causa y reforme la sentencia.
Exceptúanse las sentencias dictadas con motivo de las acusaciones
que haga la Cámara de Representantes, pues en tales casos el
Ejecutivo ha de limitarse á suspender la ejecución hasta la próxima
reunión del congreso. Tiene también la atribución de docretar y
publicar indultos generales durante el receso del congreso, cuando
así lo exijan una urgente utilidad y la seguridad pública. Escoge
y nombra á los jefes de las secretarías del Despacho Federal y
demás empleados de ellas, si fueren ciudadanos de la Confederación:
si no lo .fueren, ha de preceder el dictamen del Senado. Puede,
en consecuencia, el Ejecutivo remover á los secretarios y sus
subordinados; pero si hiciere la remoción, no por faltas ó* crímenes
indecorosos sino por ineptitud, incapacidad ú otros defectos com*
patibles con la inocencia é integridad, debe recomendar al congreso
el mérito anterior de los mismos empleados, para que se les re»
compense é indemnice en otros destinos, con utilidad de la nación.
Se necesita previo aviso, consejo y consentimiento del Senado para
la concesión de grados militares y otras recompensas honoríficas;
y el consentimiento de la Cámara de Representantes para acordar
recompensas pecuniarias. El nombramiento de los empleados
subalternos puede el congreso, por leyes particulares, encomendarlo
al Ejecutivo, á las Cortes de justicia ó á los jefes de los varios
ramos de administración.
En sección aparte trata la constitución de los "deberes" del
Ejecutivo. Conformándose á las leyes y resoluciones del congreso,
provee el Ejecutivo á la seguridad interior y exterior del Estado:
rechaza cualquier ataque imprevisto, mas para continuar la guerra
ó llevarla fuera del territorio de la Confederación, ha de solicitar
el consentimiento del congreso: comunica anualmente al Poder
Legislativo razón circunstanciada del estado del tesoro, é indica las
reformas fiscales que juzgue necesarias; pero sin presentar nunca
proyectos de ley, formulados ó redactados como tales: proporciona
á las Cámaras los informes, cuentas é ilustracionns que le pidan,
reservando lo que no crea prudente publicar: puede reservar también,
cuando informa ante la Cámara de Representantes, todas las nego-
ciaciones ó tratados secretos que hubiere entablado ó concluido con
aviso, consejo y consentimiento del Senado: convoca el congreso
ó una de sus Cámaras en casos extraordinarios: vela sobre la
ejecución de las. leyes, y conforme á éstas, puede comisionar á
agentes ó delegados que vigilen la buena administración de justicia
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— 167 —
en todos los tribunales de la Confederación: recibe, por último,
como jefe permanente del Estado, á los enviados diplomáticos de
las otras potencias.
Los Poderes Ejecutivos de las provincias son en éstas agentes
naturales é inmediatos del Ejuctivo federal, para todo aquello que
el congreso no hubiere cometido á empleados particulares en los
ramos de marina, ejército y hacienda nacional en los puertos y
plazas provinciales.
Los miembros del Ejecutivo federal son responsables en los
casos de traición, venalidad ó usurpación, y una vez acusados y
convencidos ante el Senado, quedan destituidos de sus funciones y
sujetos además á la jurisdicción de los tribunales ordinarios.
El Poder Judicial de la Confederación se deposita en una
Corte Suprema, en Cortes Subalternas y en tribunales inferiores.
El congreso señala el número de ministros de cada Corte, los cua-
les, en la Suprema, han de ser abogados mayores de treinta años
y de veinticinco en las demás. Las elección la hace el Poder Eje-
cutivo, previo aviso, consejo y consentimiento del Senado. Con-
servan sus empleos por el tiempo que observen buena conducta, y
mientras ejercen sus funciones no pueden ser disminuidos los suel-
dos que se les asignen^.
Las atribuciones del Poder Judicial de la Confederación com-
prenden: los asuntos contenciosos, civiles ó criminales, que se deri-
ven del contenido de la constitución; los tratados públicos; lo con-
cerniente á embajadores, ministros y cónsules; lo relativo á almi-
rantazgo y jurisdicción marítima ; las diferencias en que la Confede-
ración tenga ó sea parte, — las que se susciten entre dos ó más
provincias, — entre una provincia y uno ó muchos ciudadanos de
tora, — entre ciudadanos de una misma provincia que disputen
üerras concedidas por diferentes provincias, — entre una provincia
ó ciudadanos de ella, y otros Estados, ciudadanos ó vasallos ex-
tranjeros. Cuando alguno de estos asuntos se inicia en los tribu-
nales subalternos, pasa en apelación á la Corte Suprema; pero ésta
ejerce su autoridad "exclusiva y originalmente " 2 en todo lo con-
cerniente á embajadores, ministros y cónsules, lo mismo que en
todas las diferencias en que fuere parte interesada alguna provincia.
Tiene también la Corte Suprema la atribución exclusiva de
examinar, aprobar y erxpedir títulos á los abogados que acrediten
sus estudios con testimonio de su respectivo Gobierno. El Ejecu-
1. Constitución de los Estados Unidos, art. ni, sec. la.
2. Original Jurisdiction dice la constitución americana, art. HI, sec. 2a.
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— 168 —
tívo federal pone el correspondiente pase á dichos títulos; y pueden
desde luego los abogados recibidos ejercer su profesión en todo
el territorio — aún donde haya colegios de abogados, ouyos privi-
legios exclusivos para actuación quedan derogados — y optar á los
empleos y comisiones propios de su especialidad.
£1 sistema de jurados se adopta en principio para todas las
causas criminales que no se deriven del derecho de acusación con-
cedido á la Cámara de Representantes.
Los límites de la autoridad de las provincias son los ya seña-
lados en las atribuciones del congreso federal. Necesitan además
el consentimiento del congreso para concluir alianzas, confedera-
ciones ó tratados entre sí, ó pactos, estipulaciones y convenios con
potencias extranjeras; para levantar y mantener tropas ó bajeles
de guerra en tiempo de paz; para establecer derechos sobre el
comercio internacional, ó de cabotaje, ó interior, y para emprender
guerra que no sea la puramente defensiva en casos urgentes, mien-
tras provee lo necesario el Gobierno federal. Las leyes particu-
lares de cada provincia deben someterse siempre al juicio del con-
greso para evitar que colidan con las nacionales; pero pueden eje-
cutarse entre tanto las revé aquél.
Los actos públicos del Gobierno de cada provincia tienen fé
y crédito en las demás, y los ciudadanos de la Confederación gozan
en todas ellas de los derechos que acuerden las leyes locales. Es
recíproca entre las provincias la extradición de los reos acusados
de crimen de Estado, hurto, homicidio ú otros graves^.
El Poder Federal asegura y garantiza á las provincias la forma
del gobierno republicano que cada una adopte para la administra-
ción de sus negocios domésticos; pero sin aprobar ninguna cons-
titución provincial que se oponga á los principios ya admitidos en
la nacional. Además, les afianza su libertad é independencia re-
cíprocas, y las protege y auxilia contra toda invasión ó violencia
doméstica, siempre que así lo soliciten las Legislaturas ó, en su receso,
los Poderes Ejecutivos provinciales.
Las reformas ó alteraciones de la constitución pueden pro-
ponerlas las dos terceras partes de cada una de las Cámaras del
congreso ó de las Legislaturas provinciales, y quedarán sancionadas
cuando las aprueben las mismas mayorías.
Como se ve por este análisis, los diputados de 1811 tuvieron
siempre á la vista la constitución de los Estados Unidos, y la
copiaron á menudo; pero á causa de la necesidad en que se halla-
1. Constitución de los Estados Unidos, art IV, sec. la y 2a.
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— 169 —
ban de crearlo todo en un pueblo que apenas empezaba á líber*
tarse del régimen colonial, no pudieron imitar la concisión y sobrie-
dad del modelo, y antes bien determináronse á redactar uno como
tratado de derecho político, con profusas definiciones teóricas y
frecuentes digresiones de filosofía moral. Lo que se nota especial*
mente en el capítulo relativo á los "derechos del hombre". Diví-
dese en cuatro secciones consagradas á definir y explicar la " sobe-
ranía del pueblo", los "derechos del hombre en sociedad", los
"deberes del hombre en sociedad" y los "deberes del cuerpo
social". Del estilo que se creyó más apropiado á las circunstancias
darán idea las siguientes frases con que comienza la sección pri-
mera (Artículo 141): "Después de constituidos los hombres en
sociedad, han renunciado á aquella libertad ilimitada y licenciosa ^
que fácilmente los conducían sus pasiones, propria sólo del estado
salvaje : el establecimiento de la sociedad presupone la renuncia de
estos derechos funestos, la adquisición de otros más dulces y pací-
ficos, y la sujeción á ciertos deberes mutuos."
La enumeración de derechos ó garantías individuales es nota-
blemente avanzada para la época. La ley es la misma para todos
los ciudadanos, ora castigue, ora proteja; nadie puede ser recon-
venido en juicio, acusado, preso ni condenado sino en los casos y
con las formalidades que previamente determine la ley, ni compe-
lido á dar testimonio contra sí mismo, contra sus ascendientes y
descendientes, ó contra sus colaterales hasta el cuarto grado civil
de consanguinidad y segimdo de afinidad; toda persona detenida
legalmente tiene el derecho de recuperar su libertad dando fianza,
salvo los casos en que haya pruebas evidentes ó grande presimción
de delitos capitales, ó cuando la prisión provenga de deudas con
evidencia ó vehemente presunción de fraude; queda abolido el uso
de la tortura, y "deben disminuirse las leyes sanguinarias, como
que su frecuente aplicación es inconducente ala salud del Estado";
ninguna sentencia condenatoria, por cualquier delito, produce in-
famia para los hijos y descendientes del reo; no hay fuero alguno
personal, pues la competencia de los magistrados se determina
sólo por la naturaleza de las materias, y los empleados de cual-
quier ramo deben ser juzgados como los demás ciudadanos en todo
aquello que no sea asunto propio de su profesión ó carrera; el
hogar y la propiedad son inviolables, con las solas excepciones
justificadas por la ley; todo el mundo puede tener y llevar armas
lícitas para su defensa; se garantiza la libertad del pensamiento por
medio de la imprenta, con responsabilidad ante las leyes "si ataca
y perturba la tranquilidad púbUca, el dogma, la moral cristiana, la
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— 170 —
propiedad, honor y estímación de algún ciudadano"; la libertad de
reunión se sujeta al previo permiso de las autoridades competentes,
pero no se puede impedir que los ciudadanos con derecho de voto
se reúnan para tratar de sus intereses, dar instrucciones á sus re-
presentantes en el congreso ó en la provincia, ó dirigir peticiones
á los cuerpos legislativos, siempre que no se arroguen la calificación
de "pueblo soberano"; la libertad de tránsito y la de cambiar de
domicilio son absolutas; la industria y el comercio son libres, ex-
cepto los ramos que provisionalmente se reserven para la subsis-
tencia del Elstado; éste proporciona auxilios á los indigentes y des-
graciados, y la instrucción á todos los ciudadanos; los extranjeros
no naturalizados gozan en sus personas y propiedades de la misma
seguridad que los nacionales "siempre que respeten la religión
católica, única del país, reconozcan la independencia de la Con-
federación, su soberanía y las autoridades constituidas por la volun-
tad general"; los extranjeros pueden naturalizarse á los siete años
de residencia, y adquieren entonces los mismos derechos políticos
que los venezolanos; se declaran extinguidos los títulos de nobleza,
honores ó distinciones hereditarias, no pudiendo el congreso ni las
Legislaturas provinciales conceder otro alguno; se prohibe á los
empleados públicos aceptar regalo, título ó emolumento de algún
rey, príncipe ó Estado extranjero sin el consentimiento del con-
greso; nadie tiene otro título ó tratamiento sino el de "ciudadano",
pero á los miembros de las Cámaras legislativas, del Ejecutivo y
de la Corte Suprema de justicia se añade el tratamiento respectivo
de Honorable, Respetable y Recto; se borran las antiguas distin-
ciones de castas en cuanto á los indios, á quienes los españoles
consideraban de hecho como menores de edad, y en cuanto á los
mestizos ó "pardos", que eran tenidos como socialmente inferiores
á los blancos; se renueva la prohibición de la trata de negros —
suprimida ya por decreto de la Junta Suprema en 14 de agosto de
1810 — y se añade que "no pueden introducirse esclavos de nin-
guna especie por via de especulación mercantil"; se declara nula
toda ley del congreso federal ó de las Legislaturas provinciales que
sea contraria á la declaración de derechos; y se estatuye, por último,
que mientras se formulan los códigos civil y penal continúen
rigiendo las leyes actuales, en cuanto no se opongan á la consti-
tución.
El párrafo final de la constitución resume los propósitos, ilu-
siones é ideologismó candoroso de los diputados de 1811. Dice:
" Y por cuanto el Supremo Legislador del Universo ha querido ins-
pirar en nuestros corazones la amistad y unión más sincera entre
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— 171 —
nosotros mismos y con los demás habitantes del Continente Colom-
biano que quieran asociársenos para defender nuestra Religión,
nuestra Soberanía natural y nuestra Independencia: por tanto nos-
otros, el referido Pueblo de Venezuela, habiendo ordenado con
entera libertad la constitución precedente, que contiene las reglas,
principios y objetos de nuestra Confederación y alianza perpetua,
tomando á la misma Divinidad por testigo de la sinceridad de nues-
tras intenciones, é implorando su poderoso auxilio para gozar por
siempre las bendiciones .de la libertad y de los imprescriptibles
derechos que hemos merecido á su beneficencia generosa, nos obli-
gamos y comprometemos á observar y cumplir inviolablemente
todas y cada una de las cosas que en ella se comprenden, desde
que sea ratificada en la forma que en la misma se previene; pro-
testando sin embargo alterar y mudar en cualquier tiempo estas
resoluciones, conforme á la mayoría de los Pueblos de Colombia^
que quieran reunirse en im Cuerpo nacional para la defensa y con-
servación de su libertad é independencia política, modificándolas,
corrigiéndolas y acomodándolas oportunamente y á pluralidad y de
común acuerdo entre nosotros mismos, en todo lo que tuviere rela-
ciones directas con los intereses generales de los referidos Pueblos
y fuere convenido por el órgano de sus legítimos Representantes
reunidos en un Congreso general de la Colombia, ó de alguna
parte considerable de ella, y sancionado por los comitentes; cons-
tituyéndonos entre tanto en esta Unión, todas y cada una de las
Provincias que concurrieron á formarla, garantes las unas á las
otras de la integridad de nuestros respectivos territorios y derechos
esenciales, con nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro honor:
y confiamos y recomendamos la inviolabilidad y conservación de
esta Constitución á la fidelidad de los Cuerpos Legislativos, de los
Poderes Ejecutivos, Jueces y Empleados de la Unión y de las Pro-
vincias, y á la vigilancia y virtudes de los padres de familia, madres,
esposas y ciudadanos. del Estado. Dada en el Palacio Federal de
Caracas, á veintiuno de Diciembre del año del Señor mil ocho-
cientos once, primero de nuestra Independencia."
De los 37 diputados que firmaron la constitución, 9 lo hicieron
con reparos ó protestas. Miranda, vicepresidente del congreso,
pidió que bajo su firma se expresase al pié del acta lo siguiente:
'^Considerando que en la presente constitución los Poderes no se
hallan en justo equilibrio, ni la estructura ú organización general
1. Colombia, denominación recomendada especialmente por Miranda, equi«
vale aquí á América española.
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— 172 —
es suficientemente sencilla y clara para que pueda ser permanente;
que por otra parte nó está ajustada con la población, usos y cos-
tumbres de estos países, de que puede resultar que en lugar de
reunimos en una masa general ó cuerpo social, nos divida y separe
en perjuicio de la seguridad común y de nuestra Independencia,
pongo estos reparos en cumplimiento de mi deber".
Los diputados que pertenecían al clero, á saber, los presbí-
teros Juan Nepomuceno Quintana, Manuel Vicente Maya, Luis José
Cazorla, Salvador Delgado, José Vicente Unda, Luis Ignacio Men-
doza, Juan Antonio Diaz Argote, y el señor Luis José de Rivas y
Tovar, firmaron protestando contra el artículo 1W, que abolió el
fuero personal 1.
Los demás firmantes fueron: Juan Toro, presidente del con-
greso, Isidoro Antonio López Méndez, Juan José de Maya, Nico-
lás de Castro, Lino de Clemente, José María Ramírez, Domingo de
Alvarado, Manuel Plácido Maneyro, Mariano de la Cova, Francisco
Javier de Maiz, Antonio Nicolás Briceño, Francisco Javier Yanes,
Manuel Palacio, José de Sata y Bussy, José Ignacio Briceño, José
Gabriel de Alcalá, Bartolomé Blandaín, Francisco Policarpo Ortíz,
MartínTovar, Felipe Fermín Paúl, José Luis Cabrera, Francisco
Hernández, Francisco del Toro, José Ángel de Álamo, Gabriel Pérez
de Pagóla, Francisco Javier Ustáriz, Juan Germán Roscio y Fer-
nando Peñalver.
1. Después de publicada la constitución, el arzobispo de Caracas, en repre-
sentación del clero, protestó igualmente contra el mismo artículo, en una larga
memoria que dirigió al congreso el 10 de marzo de 1812. Véase el texto en los
Documentos de José Félix Blanco, No. 645.
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Capíttüo IV.
Constituciones provinciales de Mérida, Trujillo y Caracas.
Sumario. Constitución de Mérida (1811) — Sufragio universal —
Electores parroquiales — Electores capitulares — " Colegio electoral "
6 Legislatura — Ejecutivo compuesto de cinco miembros — Tribunal
Superior de apelaciones — Juez consular — Constitución de
Trujilo (1811) — Religión exclusiva — Legislatura — Ejecutivo
?lural ó "Cuerpo Superior de Gobierno" — Municipalidades —
nbunal de apelaciones — Constitución de Caracas (1812) —
Procedimiento sui generis que se adoptó para formularla — Imita-
ción de la constitución federal — División territorial — Elecciones —
Poder Legislativo compuesto de dos Cámaras — Ejecutivo de tres
miembros — Sus atribuciones — Cortes de justicia — Autonomía
de los municipios — Reforma de la constitución.
De las siete provincias que declararon la Independencia en
1811, únicamente las de Mérida, Trujillo y Caracas pudieron darse
constituciones propias. Las de Cumaná, Margarita, Barcelona y
Barinas viéronse envueltas en la guerra contra España antes de
terminar su organización constitucional. Las de Coro, Maracaibo y
Guayana permanecieron dominadas por las armas realistas.
La ciudad de Mérida, que en una época del régimen colonial
había sido capital de la provincia del mismo nombre, perteneciendo
entonces al virreinato de Nueva Granada, hallábase en 1810 in-
corporada á la de Maracaibo. En 16 de setiembre de este año,
se afilió á la revolución del 19 de abril, se apartó del Gobierno
de Maracaibo y formó una Junta á la que se sometieron las
ciudades de la Grita y San Cristóbal, reviviendo así la primitiva
provincia comprendida en los siguientes límites: de Oriente á Po-
niente, desde la Raya de Timotes hasta el rio Táchira, y de Norte
á Sur, desde las caídas de la laguna de Maracaibo hasta las altas
sierras que limitan la provincia de Barinas.
Reunidos en Mérida, el 21 de julio de 1811, los representantes
de los partidos capitulares, sancionaron el 31 de agosto una cons-
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— 174 —
titución provincial, que debía regir provisionalmente hasta que el
congreso instalado en Caracas dictase la carta de la Confederación.
Los legisladores merídeños empiezan por establecer el su-
fragio universal, coaio que no exigen á ningún sufragante la con-
dición de propietario ó rentista. En las elecciones primarias, para
nombrar "apoderados" (electores parroquiales), votan todos los ve-
cinos casados y los solteros de veintiún años, " con tal que — dice
la constitución — sean personas libres, que no tengan causa cri-
minal pendiente, ni hayan sufrido pena infamatoria, y que estén en
su cabal juicio, por cuya razón los locos, mentecatos, sordomudos
y los que se han abandonado á la bebida, carecerán de voto". Los
apoderados de las parroquias nombran á los " electores " (represen-
tantes) de los partidos capitulares, y en los últimos se exige que
sean vecinos de la provincia, mayores de veinticinco años, de cono-
cida probidad, instrucción y estimación pública, que hayan mani-
festado opinión favorable á la libertad de los americanos, y que no
tengan causa criminal pendiente, ni hayan sufrido pena infamatoria,
ni estén demandados como deudores al erario.
El "colegio electoral" (Legislatura) se renueva todos lósanos
y celebra sus sesiones en la capital de la provincia por el lapso de
sesenta dias. Tiene el tratamiento de Alteza Serenísima, y sus in-
dividuos el de Señoría en lo« actos oficiales. Sus atribuciones son:
dictar la constitución, ó ampliarla y reformarla en los artículos que
no sean fundamentales; nombrar los miembros del Poder Ejecutivo
y los consejeros de éste, lo mismo que los jueces y magistrados y,
anualmente, el jefe principal de las armas.
El Ejecutivo se compone de cinco individuos titulares, con dos
supernumerarios y dos consejeros. Duran en sus funciones un año,
"no perciben sueldo, por ahora", y los titulares turnan en la Pre-
sidencia mensualmente. Tiene el Ejecutivo el tratamiento de Exce-
lencia, y sus individuos el de Señoría. Provee todos los empleos
militares, políticos y de hacienda cuya elección no se reserve á la
Legislatura; concede indultos, gracias y mercedes á que se hagan
acreedores los ciudadanos; distribuye las tierras realengas; repre-
senta la provincia en sus relaciones con el Gobierno federal y con los
demás provinciales; examina las cuentas de todos los ramos adminis-
trativos, y dispone del tesoro público con arreglo á las leyes.
El Poder Judicial reside en un Tribunal Superior de apela-
ciones, compuesto de tres jueces y un asesor, y en tribunales y
jueces inferiores. Un juez consular, elegido cada dos años por los
comerciantes y hacendados, conoce de los asuntos mercantiles, acom-
pañado de los colegas que nombren las partes litigantes en juicio
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— 175 —
verbal, y aconsejándose con letrado cuando el caso lo requiera:
promueve el comercio, industrias, fábricas, etc., y arbitra los medios
de abrir caminos, proponiéndolos al Ejecutivo.
Los derechos ó garantías individuales son análogos á los que
cuatro meses más tarde formuló la constitución federal, siendo de
notarse en la de Mérida el lenguaje sobrio, preciso y luminoso i.
La constitución provisional de la provincia de Trujillo, san-
cionada en 2 de setiembre de 1811, contrasta por su forma confusa
y á menudo ampulosa con la sencilla claridad de la merideña, y es
menos democrática.
Declara que la religión católica será "eternamente" la de la
provincia, sin permitirse otro culto público ni privado.
El "Poder Provincial" ó "Colegio Electoral" (Legislatura) se
compone de diecisiete diputados elegidos anualmente por los partidos
capitulares de Trujillo, Carache, Escuque y Boconó: dicta la cons-
titución provincial, y la adiciona ó reforma en sus artículos que no
sean fundamentales; elige los miembros del Ejecutivo y el jefe prin-
cipal de las armas.
El Ejecutivo se llama "Cuerpo Superior de Gobierno" y lo
forman cinco vecinos beneméritos, que en casos de mucha gravedad
podrán asociarse dos ó tres más. Turnan en la Presidencia mensual-
mente; pero " cada seis meses — dice la constitución — se mudarán
por sorteo dos de los individuos de este Cuerpo Superior, y los
tres que restan, ó todos, si pareciere al colegio de electores, en
los otros seis subsecuentes". Deben ser vecinos de la provincia,
mayores de veinticinco años y propietarios ó con renta suficiente
para mantenerse.
El "Cuerpo municipal ó de cabildo" se compone de cinco
individuos, á saber: dos alcaldes ordinarios, juez de policía cívica,
otro de vigilancia pública (que interviene en lo que sea contrarió
"á la religión, buenas costumbres, patria y sistema venezolano")
y un síndico personero. Cada cabildo nombra im maestro de
primeras letras con sueldo anual de doscientos pesos: la instrucción
primaria es gratuita para los pobres, y los pudientes pagan cuatro
reales por mes. Se dispone además que el convento de San Fran-
cisco de Trujillo mantenga im religioso que abra escuela pública
de latinidad.
El Poder Judicial se confia á un tribunal de apelaciones, que
es el mismo Cuerpo Superior de Gobierno (confusión de poderes
1. Redactó la constitución merideña el Pro. Mariano de Talavera y Garcés,
foturo obispo de Guayana, hombre de vastos conocimientos políticos. Véase su
Biografía por Francisco Javier Bíármol, incluida en las de Azpurúa, t. UI, p. 1 75.
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— 176 — .
que no existe en ninguna otra constitución) y á tribunales inferiores,
añadiéndose que, para evitar las dilaciones en la administración de
justicia, provenientes de la demasiada extensión territorial, la
Legislatura permitirá á los lugares y partidos que puedan mantener
juez propio presentarle para su confirmación el primer justicia que
los ha de regir.
El último capítulo de esta constitución contiene im indicio
notable del atraso en que se hallaba la provincia. Dice: "entre
los oficiales que se han de pedir al supremo congreso, para for-
mar la plana mayor de los cuerpos provinciales, se incluirá un
cirujano".
En la provincia de Caracas se siguió un procedimiento sui
generis. El congreso nacional, en vez de permitir que los pueblos
eligiesen una asamblea constituyente, como lo hicieron Mérida y
Trujillo, nombró el 28 de marzo, 1811, una comisión de diputados
para, formular la constitución de la provincia, ''con el objetó —
dijo — de que sirviese de modelo á las demás provincia» de la Con-
federación, y se administrasen los negocios en todas uniformemente";^
y el 5 de junio del propio año, decidió formar una sección legis-
lativa provisional, compuesta de los diputados al congreso por la
provincia de Caracas.^ De suerte que estos diputados se ocuparon
á un tiempo en la legislación federal y en la provincial. Dictaron,
en efecto, para Caracas una ley de imprenta, la declaración de los
derechos del hombre, y unas ordenanzas para la policía y mejor go-
bierno económico de los Uanos de la provincia. La declaración
de derechos es del 1^ de julio y contiene artículos muy liberales
sobre los extranjeros, á quienes convida á fijarse en la provincia
como agricultores, artesanos ó comerciantes, ofreciendo también dar
tierras al que quiera cultivarlas. Y advierte que, "aunque el co-
mercio de negros está prohibido en Venezuela, no comprende la
prohibición á los extranjeros que vengan con sus esclavos á
establecerse con ellos, precisamente destinados á la agricultura, ó
dedicados á algún arte ó profesión útil y ventajosa al Estado".
La contrarrevolución realista de los meses de julio y agosto
interrumpió por varias semanas el trabajo legislativo. Muchos de
los diputados más influyentes, entre ellos Francisco de Miranda, el
marqués del Toro, sus hermanos D. Femando y D. Juan, Martín
1. Semejante uniformidad ha sido siempre carácter distintivo de la- "federación"
venezolana, donde el poder central no ,acata nunca, salvo cortísimos paréntesis, la
autonomía de las provincias ó Estados. Como se ve, tal sistema viene desde 1811.
2. Véase la alocución que esta Legislatura dirigió á los habitantes de la
provincia el 19 de febrero de 1812.
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— 177 —
Tovar, Femando Peñalver, Lino de Clemente, marcharon al ejército.
Además, Juan Germán Roscio tuvo que abandonar sus funciones de
diputado para ocupar la secretaría de Hacienda, Gracia y Justicia,
y Francisco Javier Ustáriz enfermó. Restablecida la paz, y á
tiempo que el congreso discutía la constitución federal, la sección
legislativa de Caracas formulaba la provincial, hasta concluirla y
firmarla el 31 de enero de 1812.
Imita ésta á aquélla en sus disposiciones esenciales.
Reconoce como única y exclusiva la religión católica, apostó-
lica, romana.
Divide el territorio de la provincia en departamentos (Caracas,
San Sebastián, los valles de Aragua, Barquisimeto y San Carlosj,
los departamentos en cantones, éstos en distritos y éstos en
parroquias.
Acuerda el derecho electoral á los mismos ciudadanos que
especifica la constitución federal. Los sufragantes parroquiales
nombran los electores del distrito, y estos votan cada dos años por
los Representantes al congreso nacional, por los tres miembros del
Ejecutivo nacional y por los Senadores y Representantes á las
Cámaras provinciales. Estas nombran los Senadores federales.
El Poder Legislativo se compone de dos Cámaras, una de
Senadores y otra de Representantes, correspondiendo un Senador
á cada cantón — excepto los de Caracas y San Carlos, que nom-
bran dos — y un Representante á cada distrito. El Senado se re-
nueva en su totalidad cada seis años, y cada dos por terceras
partes: la primera vez el total de Senadores se divide por suerte
en partes iguales ó aproximadas á la igualidad, para los efectos de
la renovación. Los Representantes, elegidos para cuatro años, se
renuevan por mitad en cada bienio, decidiendo la suerte cuales de-
ban cesar primero. El procedimiento de las Cámaras provinciales
es análogo al del congreso federal, y sus atribuciones conprenden
todo lo que no se oponga á la constitución. Reunidas en asamblea
general pueden, en cualquier tiempo, declarar removidos á sus Se-
nadores y Diputados en el congreso nacional, practicándose entonces
nuevas elecciones en la forma ordinaria.
El Ejecutivo reside en tres individuos, nombrados cada cuatro
años por los electores de segundo grado reunidos en las capitales
de departamento. Permítese la reelección; pero ningún miembro
del Ejecutivo puede ejercer su empleo por más de ocho años en
un periodo de doce. Necesita el consentimiento de ambas Cámaras
para mandar las tropas de mar y tierra que hubiere en la pro-
vincia, para mandar la milicia que no estuviere al servicio de la
Fortoul, Hifltorit Co&stitacional. 12
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— 178 —
Confederación, para llamar á las armas á todos los habitantes en
caso de ataque repentino ó riesgo inminente, y para nombrar el
secretario del Estado. Con aviso, consejo y consentimiento de los
dos tercios del Senado puede formar alianzas, tratados y confede-
raciones con ima ó más provincias, precediendo en este caso el
permiso del congreso federal; nombra, con los mismos requisi^s
anteriores, los ministros de las Cortes de justicia y los tribunales
de departamento, y concede grados militares ó recompensas honorí-
ficas. Para toda recompensa pecuniaria necesita el acuerdo de la
Cámara de Representantes. Ejerce las funciones de superintendente
general de las rentas del Estado, á menos que la Legislatura elija
al efecto otro empleado. Dirige un mensaje anual á la Legislatura,
y mensajes especiales cada vez que cualquiera de las Cámaras le
pida cuentas, informes ó ilustraciones. Extraordinariamente puede
convocar á una ó ambas Cámaras.
El Poder Judicial se ejerce, en materias civiles y criminales
ordinarias, por dos Cortes Supremas, tribunales superioces en cada-
departamento, jueces de primera instancia y jueces municipales en
las ciudades, viUas y pueblos, pudiendo siempre los litigantes hacer
juzgar sus diferencias por arbitros.
Las dos Cortes, llamada la una "Corte Suprema de los de-
partamentos orientales'^ (Caracas, Aragua y San Sebastián) y la
otra "Corte Suprema de los departamentos occidentales" (Barquisi-
meto y San Carlos), residen en las ciudades de Caracas y Barqui-
simeto; pero la Legislatura puede disponer que celebren sesiones
temporales en otros lugares " para mayor comodidad y alivio de los
pueblos". Cada Corte se compone de tres jueces y un fiscal, que
conservan sus empleos mientras dure su buena conducta^.
La autonomía de los municipios es muy amplia. Las parro-
quias nombran cada dos años electores especiales para que de-
signen los miembros de la municipalidad (cuyo número varía según
la población), y elige además cada parroquia un agente municipal
que tiene asiento, voz y voto en el cabildo. Las municipalidades,
compuestas de una ó de dos Cámaras, según la importancia del
distrito, nombran libremente sus alcaldes ordinarios, y proponen
cada dos años al Gobierno Superior tres sujetos beneméritos para
los empleos de corregidores. Los miembros de la municipalidad
deben ser mayores de veinticinco años, y poseer en el partido
una propiedad territorial, ó casa propia, ó establecimiento de
1. Para los procedimientos judiciales véase el texto de la constitución, en el
último volumen de esta obra.
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— 179 —
comercio ó pastorería, 6 tener arrendadas y cultivadas cuatro fane-
gadas de tierra.
Las atribuciones de las municipalidades comprenden: ^4a con-
servación de las propiedades públicas que hubiere en el distrito;
todo lo concerniente á la fuentes y aguas públicas de las pobla-
ciones; el aseo y buen orden de sus calles y plazas; la limpieza de
los desaguaderos; el alumbrado, rondas y patrullas de las noches
para quietud y seguridad del vecindario; la construcción y reparo
de puentes y obras púUicas necesarias ó útiles; el establecimiento
y superintendencia de las escuelas de primeras letras, y otras de
literatura que puedan procurarse; el alivio de los pobres; la salu-
bridad pública, precaviendo los estragos dañosos á la salud de los
ciudadanos; la seguridad y sanidad de las cárceles y prisiones, con
cuyo objeto elegirán uno ó dos individuos de su seno que visiten
las casas de prisión y cuiden que los presos no sufran los rigores
y malos tratamientos que la ley no ha prescrito; la conservación
de los pesos y medidas que fije la Legislatura para las ventas; la
regulación del peso y calidad del pan, y de otras cosas que son de
primera necesidad para el abasto y subsistencia del pueblo; las
licencias para los pulperos y revendedores, cuyo importe no podrá
ceder en beneficio de ningún particular sino de los fondos de la
mtmicipalidad; la abolición y persecución de los juegos prohibidos,
que disipan el tiempo y arruinan la fortuna de los ciudadanos; la
licencia, restricción, regulación y orden de los espectáculos y diver-
siones públicas, y de los trucos, billares y otros lugares de pasa-
tiempo; la apertura, conservación, reparo y mejora de los caminos
públicos; la navegación de los rios; la subsistencia del fluido vacimo;
y todo lo demás que fuere necesario para llevar á efecto estos ob-
jetos; bien que la Legislatura podrá ampliar y restringir por leyes
particulares la jurisdicción de las municipalidades, según lo juzgare
conveniente '\ Pueden además imponer penas ligeras que no sean
injuriosas ni infamatorias, y establecer contribuciones moderadas
"sobre los carruajes y bestias de servicio que transitan por los ca-
minos y (sic) los arruinan y deterioran, ó sobre las personas sin
propiedad, que nada contribuyen para las cargas del Estado y gozan
de todas las ventajas del orden social.^'
Las leyes y ordenanzas municipales no se llevan á efecto,
salvo en casos excepcionales ó urgentes, sino después de apro-
badas por la Legislatura provincial. Los encargados de eje-
cutarlas son los corregidores, quienes ejercen, por otra parte,
el derecho de veto suspensivo que la constitución acuerda al
Ejecutivo.
12»
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— 180 —
La revisión y reforma de la constítución se practica por ini-
ciativa de cualquiera de las Cámaras y acuerdo de ambas, si con*
curre el voto afirmativo de los dos tercios de sus miembros y la
aprobación del Ejecutivo, ó sin ésta, con el voto de las tres cuartas
partes; pero en el último caso se requiere que, verificadas nuevas
elecciones en los períodos ordinarios, quede renovadaj toda ó la
mayor parte de la Cámara de Representantes. Lo cual permite que
los electores conozcan y estudien las reformas propuestas, y puedan
dar instrucciones especiales á sus nuevos diputados.
La sanción ó ratificación constitucional la hace el pueblo de
la provincia por medio de convenciones reunidas al efecto, ó por el
órgano de sus electores capitulares expresamente autorizados, ó
en las asambleas parroquiales, según lo determine la próxima
Legislatura.
Se dan por insertos literalmente los derechos del hombre
formulados en la constitución federal, y se repite lo que ésta dis-
pone acerca de la igualdad de blancos, indios y pardos, á la aboli-
ción del comercio de negros y á la supresión de los títulos de
nobleza.
Se recomienda, por último, á los curas de almas, que lean á
sus feligreses los domingos y demás días festivos la constitución
provincial y la federal, especialmente el capítulo de los derechos
del hombre; y á los profesores de primeras letras, que las pongan
en manos de sus discípulos para su constante estudio.
La constitución federal (arts. 71, 124 y 133) reservó al con-
greso la facultad de rever las constituciones y leyes de las provin-
cias, para evitar que colidiesen con las nacionales; pero á poco
se envolvió todo el país en la guerra de Independencia, y apenas
pudieron aplicarse unas ni otras. Su importancia se circunscribe,
pues, á haber sido origen teórico del derecho constitucional vene-
zolano, y raíz de la lucha ulterior entre las dos tendencias federa-
lista y unitaria. '
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Capítulo V.
Desastre de 1812.
Sumario. Reacción realista — Sale de Coro Monteverde á recon-
auistar la provincia de Caracas — Traición de Reyes Vargas en
oiquisique — Marchan al Centro las tropas españolas — Terremoto
del 26 de marzo — Ruinas y fanatismo — : Conflicto entre el Go-
bierno y el clero — Confiere el congreso facultades extraordinarias
al Ejecutivo, y éste las delega en Miranda — Dictadura militar —
Dificultades con que tropieza el Dictador — Triunfa Monteverde en
San Carlos y ocupa á Valencia — Combates indecisos.de Guaica
y la Victoria — Desaliéntase Miranda — Censúranle los oficiales
del ejército — Opinión del Ledo. Sanz sobre la situación política
y militar — Se declara por los españoles el castillo de San Felipe,
y pierde Bolívar la plaza de Puerto Cabello — Miranda, de acuerdo
con algunos miembros del Gobierno, determínase á capitular —
Tratados de Valencia y San Mateo — Ocupa Monteverde á Caracas —
Intenta Miranda embarcarse en la Guaira — Lo prenden los mismos
patriotas — Conducta de Casas, Peña, Bolívar y otros con el Dicta-
dor — Oficio de Monteverde á la Regencia y contestación de ésta
sobre los sucesos de la Guaira — A quién incumbe la responsabili-
dad de la prisión de Miranda — Cómo la explicó Bolívar — Opi-
niones varias de los historiadores nacionales — Por qué intentó
Miranda embarcarse precipitadamente — O error ó fatalidad — Per-
fidia con que interpreta Monteverde la capitulación — Prisiones y
violencias — Listas de sospechosos — Venezuela sometida á la ley
de la conquista — Termina tristemente el año de 1812.
Promulgada la constitución del 21 de diciembre de 1811, el
congreso inauguró la era republicana con un decreto de conmuta-
ción de penas, que salvó la vida á los realistas sublevados seis
meses antes en Valencia; renovó el personal del Ejecutivo, de-
signando como titulares á Femando Toro, Francisco Javier Ustáriz
y Francisco Espejo, y como suplentes á Francisco Javier Mayz,
Juan Germán Roscio y Cristóbal Mendoza, y se trasladó por fin á
Valencia, capital de la Confederación, el 1^. de marzo, 1812.
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— 182 —
Pero los tiempos no eran ya para deliberaciones parlamentarías,
mucho menos para poner en práctica teorías constitucionales. Desde
Guayana, Coro y Maracaibo los españoles amenazaban la indepen-
dencia de las provincias confederadas, y aguardaban solamente la
llegada de refuerzos militares para emprender la reconquista. En
esto se presentó en Coro, con una compañía de marina procedente
de Puerto Rico, el capitán de fragata D. Domingo de Monteverde,
quien se ofreció al Capitán General para hacer una entrada por la
provincia de Caracas con las pocas tropas disponibles, al modo que
lo hicieran en el siglo XVI los primeros conquistadores. Con menos
de 500 hombres salió de Coro el 10 de marzo; el 17 logró que se
le incorporase en Siquisique el indio Juan de los Reyes Vargas,
que mandaba allí una de las avanzadas del ejército republicano y
acababa de traicionar á los patriotas; el 23 toman á Carora, y en
seguida marcha Monteverde al Centro por Barquisimeto y San
Carlos.
A esta amenaza se agregó el terremoto del propio mes de
marzo. El 26, á las cuatro y siete minutos de la tarde, apiñada la
multitud en los templos con motivo de las festividades religiosas
del jueves santo, tiembla la tierra, y muchas de las ciudades princi-
pales — Caracas, la Guaira, San Felipe, Barquisimeto, el Tocuyo,
Mérida — por poco desaparecen bajo sus escombros^. En Caracas
se caen ó desploman las iglesias de la Pastora, Altagracia, San
Mauricio, la Merced, Santo Domingo y la Trinidad 2. En las iglesias
de Caracas mueren hasta 4,000 personas y en toda la ciudad cerca
de 10,000, sin contar las gravemente heridas que sucumben después.
Por varios días enciéndense hogueras para quemar los cadáveres.
Corren por todas partes las gentes poseídas de espanto; las unas,
en procesión, entonan cantos fúnebres; las otras, enloquecidas, se
confiesan en alta voz en medio de las calles ^ El clero atribuyó
en seguida el terremoto á ira del cielo contra la obra de los
patriotas. Hubo fr^les que predicasen á la muchedumbre aterrori-
zada, que aquello era ^^ el azote de im Dios irritado contra los nova-
dores que habían desconocido al más virtuoso de los monarcas.
Femando Vn, el ungido del Señor''. Bolívar, que se hallaba en la
1. Los pueblos de Maiquetía, Antímano, la Vega y Banita fueron casi total-
mente destruidos. Maracay, la Victoria y Valencia apenas sufrieron. En Coro no
se sintió nada. Apuntamientos de Don Manuel Palacio Fajardo, manuscrito co-
municado á Humboldt, Voy age, lib. V, cap. XTV.
2. José Francisco Heredia, Memorias sobre las revoluciones de Vene-
zuela, p. 44.
3. Apuntamientos de Palacio Fajardo. Es el mismo diputado que firmaba
antes con el solo apellido de Palacio.
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— 183 —
turba, desenvainó la espada, y amenazando de muerte á uno de los
predicadores, le obligó á bajar de la mesa que le servía de pulpito.
^Si se opone la naturaleza, gritó, lucharemos contra ella y la hare-
mos que nos obedezca ^^\
Al duelo universal se añadió un conflicto entre el Poder
Ejecutivo, que se empeñaba en tranquilizar ]ps ánimos, y el arzo-
bispo de Caracas, D. Narciso Coll y Prat, que persistía en inter-
pretar el terremoto como un castigo providencial. En 4 de abril
excitó aquél á éste á '^dar á luz una pastoral — dice la nota —
dirigida á todos los pueblos venezolanos demostrándoles que dicho
suceso no había sido sino un efecto tan común en el orden de la
naturaleza como el llover, granizar, centellear, etc., ó que, á lo
más, habría servido de instrumento, como podían ser los extremos
de los demás (fenómenos), á la justicia divina para castigar los vi-
cios morales, sin que tuviese conexión alguna con los sistemas y
reformas políticas de Venezuela^'; y agregó en otra nota el Ejecu-
tivo (9 de abril) que convenía dar orden inmediatamente á los curas
de almas "previniéndoles de la estrecha é inviolable obligación en
que se hallaban de no alucinar á los pueblos con las absurdas in-
sinuaciones de que las revoluciones políticas habían originado el
terremoto ^\ y antes bien "empleasen la fuerza de su ministerio sa-
cerdotal en animar é inspirar aliento, conformidad y resignación á
todos sus feligreses, para que sostuviesen valerosos la causa de la
libertad". A lo que contestó el arzobispo el 10 de abril, que "muy bien
sabía que llover, granizar, centellear y temblar la tierra eran efectos de
las causas naturales, mas tampoco ignoraba, y no había quien dudase,
que el soberano autor de la naturaleza, gobernando, dirigiendo y re-
moviendo sus agentes, los empleaba para castigar los vicios y haqer
volver á los prevaricadores al corazón"; que, convencido de la profunda
corrupción que había minado su grey, lloraba sobre Caracas cual
sobre otra Jerusalem, acordándose de Sodoma y Gomorra; que
1. José Domingo Díaz (Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, p. 39)
refiere este incidente como sigue: "En lo más elevado (de las ruinas) encontré á
D. Simón de Bolívar, que en mangas de camisa, trepaba por ellas. En su semblante
estaba pintado el sumo terror, ó la suma desesperación. Me vio y me dirigió estas
impías y extravagantes palabras (las citadas arriba)." Díaz agrega: ** Mientras que el
R. P. Prior de los Dominicos, puesto sobre una mesa en medio de la multitud asom-
brada y Qorofa, pronunciaba una vehemente oración ; mientras que el Dr. D. Nicolás
Anzola, regidor del 19 de abril, pedia de rodillas y á gritos fierdón al Señor Don
Femando VU; mientras que todos estábamos mirando nuestros sepulcros abiertos á
nuestros pies, se presentó el mayordomo de los hospitales D. Rafael de León con el
semblante más alegre y risuefio que he visto jamás, felicitando á todos por haber
tan patentemente declarado Dios su voluntad destruyendo hasta las
casas hechas por los espafioles." Nótese que tanto los americanos como los
españoles profirieron á un tiempo semejante desatino.
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— 184 —
Dios misericordioso "no había castigado todavía en todo su furor á
aquellos pueblos, que si no lo merecían menos por su soberbia y
lujuria, comenzaban ya á exceder en irreligión á las mismas infames
ciudades"; que había ordenado á los curas inculcasen á sus feli-
greses la obediencia debida al Gobierno; que lo mismo diría en la
pastoral exigida " luego que hubiese dado evasión á la multitud de
asuntos que día y noche le ocupaban con la mayor exigencia é im-
portancia ", y que tomaría las providencias del caso contra los curas
que traspasasen los deberes de su ministerio. Durante los meses
de abril y mayo siguió el arzobispo pretextando el quebranto de
su salud para demorar la redacción de su pastoral, y no la comu-
nicó al Ejecutivo iiasta el 8 de junio; mas disgustado éste de que
no contuviese nada de lo pedido, ordenó decir al prelado, en 22 de
junio, que se mandaba archivar dicho documento por " antipolítico^,
y quedaba prohibida absolutamente su publicación. Días ante?, el
16, ya había resuelto el Gobierno expulsar al arzobispo, y comi-
sionó al canónigo (titulado ahora ciudadano) José Cortés Se Ma-
dariaga, para que se apoderase de aquél y lo entregase al coman-
dante militar de la Guaira; pero no se cumplió la orden, por haber
preferido Madariaga no excitar más la oposición del clero en mo-
mentos en que por todas partes surgían peligros contra la Re-
pública i.
El terremoto del 26 de marzo hizo fracasar la expedición
republicana que intentó recuperar á Guayana, y además gran parte
de las guarniciones pereció en varias ciudades. Esto facilitó la
marcha de Monteverde á Barquisimeto y San Carlos.
Desde principios de abrU, el congreso se disolvió después de
autorizar al Ejecutivo para ejercer todas las facultades que la cons-
titución atribuía á los altos poderes; y en el propio mes el Ejecu-
tivo nombró á Miranda Generalísimo y Dictador absoluto. Al
cominiicarle el nombramiento, el Secretario de Guerra, José de Sata
y Bussy, le dice: "no consultéis más que la ley suprema de salvar
la patria; y á este efecto os delega el Poder de la Unión sus facul-
tades naturales y las extraordinarias que le confirió la represen-
tación nacional (el 4 de abril) bajo vuestra responsabilidad ^\* y el
Secretario de Estado y Relaciones Exteriores, Antonio Muñoz Tébar,
le participa el 4 de mayo que el Gobierno pone á su disposición,
1. £1 arzobispo CoU y Prat procedió entonces y después con el más astuto
** oportunismo". £1 15 de octubre, ocupada ya Caracas por las tropa* de Monte-
verde, publicó su pastoral atribuyendo el terremoto & la impiedad de sus feligreses,
y cuando el afío siguiente triunfó el ejército de Bolívar, se fingió otra vez patriota
circulando un edicto (18 de setiembre, 1813) en el que ordenó al clero reconocer
a Independencia y obedecer á las leyes de la República.
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— 185 —
sin limitaciones, los fondos nacionales, para los gastos públicos y
reservados de la campaña. A qiás de esto, el 19 de mayo pasan al
ctMUtel general de Miranda ^ Juan Germán Roscío, diputado ad hoc
por el Ejecutivo federal, Francisco Talavera, por el Ejecutivo pro-
vincial, y José^Vicente Mercader, por la Cámara de Representantes
de Caracas, y acuerdan con Miranda que se publique la ley marcial;
que el Generalísimo tenga facultad exclusiva de nombrar los jefes y
comandantes militares que juzgue necesarios en los pueblos, villas,
ciudades y partidos, avisando al Gobierno de la Unión y á los
Gobiernos de provincias; que los jueces y magistrados obren bajo
la dirección de los jueces militares en todo lo relativo á bt ^gurí*
dad y defensa del Estado; qne las facultades de los jefes militares
consistan en "hacer reclutas, armar y levantar tropas an sus terri-
torios y enviarlas al ejército, proveer el abasto de éste, establecer
medios de defensa en sus jurisdicciones, elevar el espíritu público,
proceder militarmente y con arreglo al último decreto del Poder
Ejecutivo contra los traidores y sospechosos, y todo lo demás que
tenga íntima relación con lo anteriormente expresado"; que pueda
también el Generalísimo "tratar directamente eon las naciones ex-
tranjeras y de América libres de la dominación española, con el
objeto de proporcionarse todos los auxilios que juzgue necesarios
para la defensa del Estado", dando cuenta de tod* al Gobierno de
la Unión; por último, que "conocida la necesidad de arreglar el
sistema de rentas de la Confederación y de la provincia de Caracas,
de dar crédito y circulación al papel moneda*, de establecer bancos
provinciales que lo garanticen y, por consiguiente, de dar por este
medio un i^ipulso á la prosperidad general", quede encargado de
lo dicho el ciudadano Antonio Fernández de León^, acompañado de
los ciudadanos Gerardo Patrullo, Juan Esteban Echezuría "y otros
de iguales luces y circunstancias".
Así vino á estrellarse en la necesidad de la dictadura militar
absoluta el primer ensayo constitucional de la República venezolana-
Desgraciadamente, ni el acendrado patriotismo del Dictador ni sus
conocimientos técnicos, fueron ya bastantes para contener la reacción.
Apenas hubo circunstancia que no la favoreciese. El terremoto ex-
aspera el fanatismo del clero, y aumenta la oposición de los mestizos
á la Independencia. Entre los mismos prohombres del 5 de julio
desaparece la unidad de acción: los partidarios ideólogos del go-
1. Hallábase en Bfaracay: hacienda de la Trinidad de Tapatapa.
2. Emitido con la garantía de la renta de tabaco. Ley de 27 de agosto, 1811.
3. £1 marqués de Casa León, que se pasará luego á los españoles.
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biemo civil soportan á despecho la Dictadura: repúblicos de grande
influjo, como el marqués del Toro y su hermano D. Femando, nié-
ganse á servir en el ejército bajo las órdenes de Miranda, y hasta
Bolívar, que lo había decidido á regresar á Venezuela en 1810, de-
clárase ahora su adversario y acepta de mal grado la comandancia, que
aquél le confiere, de la plaza de Puerto Cabello. Las esclavitudes de
Barlovento se alzan en bandas, que cometen atropellos y crímenes
lo mismo contra los españoles que contra los americanos. Las rentas
se hallan en completo desorden, y es absoluto el descrédito del
papel moneda. Por último, la traición de Vargas en Siquisíque
encuentra al punto imitadores: José Martí entrega á los realistas la
guarnición de Guanare: Bernardo Goroyza se pasa con sus tropas
á las de Astoñanzas en San Juan de los Morros. Con esto. Monte-
verde engrosa considerablemente sus fuerzas. El 25 de abril triunfa
en San Carlos y el 3 de marzo ocupa á Valencia. Aquí le ataca
Miranda con mal éxito y retrocede á la Victoria. Del 12 al 29 de
junio se pelea sin resultados apreciables en Guaica y en la Victoria.
Cunde el desaliento en el ejército patriota: muchos de sus jefes im-
prueban la táctica defensiva del Generalísimo, y aun discuten el
proyecto de reemplazarle. Miranda vacila, se atemoriza, consulta
á sus amigos. Uno de ellos, el prudente Ledo. Miguel José Sanz,
le escribe de Caracas el 14 de junio insinuándole la conveniencia
de aplazar la lucha y buscar apoyo en el extranjero. "Desde que
tomé conocimiento en la Secretaría de Estado de los negocios poli-
ticos de Venezuela — dice su carta — formé la idea de que la Indepen-
dencia y libertad no podían verificarse sin el auxilio eficaz de las
potencias de Europa ó de alguna de ellas. La situacióu en que se
hallan nuestras tropas, nuestra agricultura, nuestro comercio, nuestras
rentas; el espíritu de partido de nuestros compatriotas, y la escasez
de hombres capaces de llevar al cabo esta empresa» me han con-
vencido de aqueUa verdad prácticamente. Es imposible, pues, man-
tener las fuerzas militares necesarias, con tan poca población y con
sólo las rentas que produce actualmente la provincia . . . Nosotros
no podemos sostenemos sin agricultura, población, comercio, armas
y dinero. La mayor parte de nuestro territorio está ocupada por
nuestros enemigos, y los internos nos hacen ima guerra la más
cruda y peligrosa: estos enemigos internos son la ignorancia, la
envidia y la soberbia; y estos malvados empeña^ps en hacer inefi-
caces las providencias de usted, todo lo desordenan y confunden.
Si usted quiere tener la gloria de hacer independiente á su patria
y que ésta goce de su libertad, es preciso que no se fie en los
medios que aquí se le proporcionen : búsquelos usted de fuera . . •
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— 187 —
Querer cosas extraordinarias por medios ordinarios es un desatino ;
es indispensable emplear los extraordinarios . . .^'^K,
A las dos semanas sobrevino otra catástrofe. El 30 de junio,
el subteniente Francisco Fernández Vinoni, que mandaba el castillo
de Puerto Cabello por ausencia ocasional del coronel Ramón A3rme-
rích, traiciona á los patriotas, júntase con los prisioneros españoles
custodiados en la fortaleza, enarbolan el pabellón del rey y hacen
fuego sobre la plaza >. Bolívar, comandante de la plaza, continuó pe-
leando en los días siguientes contra la guarnición del castillo y
contra las fuerzas realistas que de Valencia se adelatitaron basta
San Esteban; pero el 6 de jiiUo no le quedaban más de 40 hombres
y decidió embarcarse con 8 oficiales en un bergantín que los con'
dujo á la Guaira. — Desde el P de julio escribió Bolívar á Miranda:
^Si V. E. no ataca inmediatamente al enemigo por la retaguardia,
esta plaza es perdida^', Y le insinuó que destacase un cuerpo de
tropa á Puerto Cabello, por vía de Choroní; con- lo que él, Bolívar,
pudiera acosar á Monteverde por el lado de Valencia, á tiempo que
el Generalísimo lo amenazase de frente desde la Victoria. Los
apologistas de Miranda lo disculpan advirtiendo que el aviso del
coronel Bolívar no llegó al cuartel general sino el día 5, víspera
del en que se perdió Puerto Cabello. Y añaden, apoyándose en el
testimonio de D. Pedro Gual (en un papel publicado en Bogotá por
los años de 1843), que la plaza se perdió, sobre todo, por impru-
dencia del mismo Bolívar, á quten ya «e le había aconsejado que
QO dejase en el castillo á los prisioneros españoles. En cambio,
otros reparan, para justificar á Bolívar, que era solamente jefe de
la plaza; que del castillo respondía el coronel Aymerich, y que si
bien es cierto que á la hora de la sublevación, Aymerich se hallaba
1. HáUafl^ esta carta en la obra del marqués de Rojas intitulada £1 General
Miranda, p. 275. París, 1884.
2. Antonio Leocadio Guzmán intenta demostrar en sus Datos históricos
sur americanos, t. III, p. 41 j siguientes, que no hubo traición por parte de
Vinoni y que la fliblevación del castillo fué obra de su padre, el coronel D. Antonio
de Guzmán, que se hallaba entre los presos. Nótese, sin embargo, que seflNJante
aserto está en contradicción con todas las historias, inclusive la del coronel José de
Austria, quien figuró en la campafia de 1812. Además, cuando Bolívar triunfó en
Boyacá (1819) mandó al punto ahorcar por traidor á Vinoni, que cayó allí prisio-
nero. Esto lo explica Guzmán, no por la traición de Puerto Cabello, sino por el
solo hecho de hallarse entonces Vinoni en las filas españolas. La explicación es in-
aceptable, porque otros prisioneros se encontraron en el mismo caso, y no sufrieron
igual pena, y porque Bolívar mismo afirma (véase el parte oficial que dirigió á
Miranda el 14 de julio, inserto en las Memorias de O'Leary, 1. 1, p. 63) que Vinoni
pe dejó seducir por los presos y les vendió la fortaleza. Acerca de D.Antonio
Guzmáp, lo único que parece cierto es que contribuyó esforzadamente á la subleva-
ción, según lo certificó después Monteverde.
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— 188 —
ocasionalmente en la plaza . * * empeñado con Bolívar en mía par-
tida de tresillo! . . .^ nadie puede prever ni evitar una traición bien
tramada. — Historia eterna: después de un fracaso militar, cada
cualy ó su defensor, intenta echarle al vecino la mayor culpa.
La pérdida de Puerto Cabello acabó de desalentar á Miranda.
"Venezuela está herida en el corazón'', se le oyó decir entonces.
Contaba todavía en la Victoria con un ejército de más de 4,000 hom-
bres^. Pero, ni los bisónos milicianos patriotas, ni sus díscolos é
inexpertos oficiales, inspiraban ya confianza alguna al Generalísimo.
El 12 de julio reúne en consejo á los doctores Francisco Elspejo y
Juan Germán Roscio, miembros del Ejecutivo federal, José de Sata
J Bussy, Secretario de Guerra, el marqués de Casa León, director
de las rentas, y Francisco Antonio Paúl, ministro de la Corte de
justicia, los cuales dictaminan que es llegado el caso de proponer
al jefe enemigo un armisticio ó capitulación, dejando "su ejecución
y cumplimiento" -=- dice el acta firmada, en la Victoria — "á la
prudencia y pericia militar y política del Generalísimo". El 20 de
julio, Jos parlamentarios patriotas acuerdan en Valencia con el jefe
realista, que en el territorio no reconquistado las personas y propie-
dades serán salvas y resguardadas; que nadie será preso, ni juz-
gado, ni sufrirá secuestro de bienes por las opiniones que haya
seguido; que se dará pasaporte á los que quieran salir del país,
señalándoseles plazo para hacerlo; que se pondrán en libertad los
prisioneros de una y otr» parte. Y conforme á estas bases, el
comisionada de Miranda — Sata y Bussy — firma con Monteverde
ima capitulación el 25 de julio, en el ciartel general de San Mateo,
advirtiendo por el artículo 11 que el acta solemne y definitiva de
lo estipulado la firmarán Monteverde y Miranda en Caracas ó en
donde se convenga.
Miranda abandona en seguida las tropas, dejando á sus ofi-
ciales el encargo de entregarlas; pasa á Caracas, y de aquí á la
Guaira el 30 de julio, horas antes de entrar Monteverde á la capi-
tal. Según D. Pedro Gual (en su citado papel) llevaba el propósito
de irse por las Antillas á Nueva Granada, á organizar otra expedi-
ción sobre Venezuela, de acuerdo con su amigo D. Antonio Nariño; —
lo que parece inverosímil, pues mal podía Miranda abandonar en
Venezuela un ejército de 4,000 hombres, con sus elementos de
guerra, por ir á buscar en Nueva Granada recursos que de todas
suertes habían de ser menores. Pero fuese tal su plan, ó el de
1. Según datos más ó menos fidedignos: 3,979 infantes y 493 ginetes. £1
ejército de Monteverde era inferior en número: cosa de 3,000 soldados de linea.
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— 189 —
solicitar el apoyo de alguna potencia europea, como se lo aconse-
jaba Sanz, lo cierto es que el siempre desgraciado Generalísimo no
tovo la prudencia de precaverse, á la vez, de la mala fe de Monte-
verde y de la venganza de sus propios compatriotas. En la noche
del 30 al 31 de julio, júntanse en la Guaira el coronel Manuel María
de las Casas, comandante militar de la plaza, el Dr. Miguel Peña,
jefe político, los coroneles Simón Bolívar, Juan Paz del Castillo,
José Mires, Manuel Cortés, los comandantes Tomás Montilla, Rafael
Chatillón, Miguel Carabaño, Rafael Castillo, José Landaeta, y el
sargento mayor Juan José Valdés, y resuelven reducir á prisión á
Miranda. Los más exaltados, especialmente Bolívar, proponen que
se le fusile como traidor por haber capitulado con los españoles, —
No queda duda de que á tanto llegó su exaltación. Una autoridad
tan abonada como el coronel B, H. Wilson, edecán que fué del
Libertador desde 1821, y su más fiel amigo y admirador, escribe:
^^£1 general Bolívar siempre se glorió delante de mí de haber arries-
gado su propia salvación, que pudo haber conseguido embarcándose,
con el fin de asegurar el castigo de Miranda por la traición que se
le atribuía. No carecían de fundamento sus razones, pues argüía
que, si Miranda creyó que los españoles observarían el tratado,
debió quédame para hacerles cumplir su palabra, y si no, era un
traidor por haber sacrificado su ejército. Invariablemente agregaba
el general Bolívar, que él había querido fusilar á Miranda como
traidor, pero que otros lo impidieron^".
El mismo 30 de julio. Casas recibe orden 'de Monteverde de
no permitir la salida de embarcación alguna de la Guaira, antes de
que se entregue la plaza, so pena de considerar absolutamente nulo
el tratado de San Mateo. Casas obedeció. Y quedaron todos como
cogidos en una trampa; de la cual los que lograron escaparse fué
solamente de milagro. A Miranda le tocó la peor suerte. Ordenó
Monteverde que lo trasladasen de la Guaira á las bóvedas de Puerto
Cabello y luego á Puerto Rico. De allí se le condujo á España, y
al cabo de cuatro años de duro cautiverio en el castillo de las Siete
Torres del arsenal de la Carraca, murió el 14 de julio de 1816.
En 26 de agosto, Monteverde escribe al Gobierno español':
"Si los que en medio de las turbaciones de Caracas, y del activo
1. Carta de Wilson fecha en Londres el afio de 1832 y dirigida al general
O'Leazy, que le pidió informes. Memorias de OXeary, 1. 1, p. 76.
2. La siguiente nota y su respuesta, no mencionadas hasta ahOrC por ningún
Instoriador venezolano, se hallan originales en el Archivo General de Indias, Sevilla,
Estante 133, Cajón 3, Legajo 12. £1 autor de la presente obra las publicó por pri-
ñera vez en El Tiempo, diario de Caracas, 16 de setiembre de 1899.
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— 190 —
^^ contagio de la rebelión, se han conservado ilesos, mantenido el
^^amor de su Soberano, sufrido en sus personas y bienes, y detes-
^^ tado la usurpación, merecen de S. M. un premio correspondiente
^^al mérito é intensidad de sus acciones; los que fueron contagiados,
^^pero de algún modo obraron opuestamente á la maligna intención
" de los facciosos, deben ser perdonados de su extravío y aun tenerse
^^ en consideracüfn sus acciones, según la utilidad que haya resultado
" de ellas al servicio de S. M.
"En esta clase, Excmo. Señor, se hallan D. Manuel María de
"las Casas, D. Miguel Peña y D. Simón Bolívar. Casas y Peña eran
"los que estaban encargados del gobierno de la Guaira; el primero
" de lo' militar y el segundo de lo político, cuando los facciosos de
"esta provincia trataron de escaparse por aquel puerto con su
"dictador Miranda, llevándose consigo los restos del erario de
"S. M. en los días que inmediatamente precedieron á la entrada de
"mi ejército en Caracas.
"En el momento que pisé esta ciudad di las órdenes más
"perentorias para la detención de aquellos en la Guaira; pero
"afortunadamente cuando llegaron, aunque dirigidas con la mayor
"rapidez, ya Casas con el consejo de Peña y por medio de Bo-
"lívar había puesto en prisiones á Miranda y asegurado á todos
"los colegas que se encontraban allí. Operación en que Casas
"expuso su vida, que habría perdido si se hubiese eludido su
" orden, del misnjo modo que habrían corrido un riesgo Peña y
" Bolívar.
"Casas completó su obra de un modo más satisfactorio. An-
"teriormente había desob^ecido las órdenes del Déspota dadas
"para poner en un pontón los europeos é isleños de aquel vecin-
"dario y echarlos á pique al menor movimiento; las dirigidas á no
"exigir recibos de las cantidades que se embarcasen, y las demás
"que fueron su consecuencia; pues con respecto á las primeras,
"notorio es que no lo hizo; con relación á las segundas, exigió
" recibos de los 22,000 (?) pesos entregados al comerciante Róbert-
"soa con cuyo paso proporcionó los reclamos que he hecho
"al Gobernador de Curazao; y por lo que toca á las demás, sus
"pasos y contestaciones en el embargo y clausura que hizo del
"puerto, y con el capitán de la fragata de guerra inglesa La
"Zafiro, de que he dado cuenta á S. M., son los mejores com-
" probantes.
"Yo no puedo olvidar los interesantes servicios de Casas, ni
"el de Bolívar y Peña, y en su virtud no se han tocado sus per-
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^sonas, dando solamente al segundo sus pasaportes para países
^extranjeros, pues su influencia y conexiones podrían ser peli-
^grosas en estas circunstancias.
"Espero que V. E. pong^ en la consideración del Supremo
"Consejo de Regencia esta medida, para su soberana aprobación, y
."para que si lo tiene á bien manifieste su beneficencia á los impor-
"tantes servicios de Casas".
El Secretario de Estado contestó á Monteverde desde Cádiz,
á 18 de diciembre de 1812, como sigue: "He dado cuenta á laRe-
"gencia del Reino de la exposición de V. S. No. 7, de 36 de agosto
"de este zñm, dirigida por la primera Secretaría de Estado, relativa
"al mérito contraído por D. Manuel María de las Casas y D. Miguel
"de Peña, encargados del gobierno militar y político de la villa y
"puerto de la Guaira, en la prisión del rebelde Miranda, que aso-
"ciado con los demás principales autores de los males que han
"afligido á Caracas se había dirigido á dicho puerto con ánimo de
"verificar su fuga llevándose consigo los restos del erario nacional;
"operación que por su importancia y el peligro á que aquellos se
"expusieron ha merecido para V. S. un concepto muy distinguido
"de sus buenos sentimientos, señaladamente de Casas, que además
"desobedeció otras órdenes tiránicas de Miranda.
" Su Alteza en vista de todo ha tenido á bien resolver se con-
" teste á V. S. como lo ejecuto, que manifieste á Casas y á Peña lo
"mucho que debe esperarse de las pruebas que han dado de su
"reconocimiento, y que Su Alteza les atenderá en las solicitudes
"que hagan, por estar firmemente persuadida de que las acompañarán
"con otras nuevas del interés que toman en la conservación del
"orden y unión nacional.
''De orden de Su Alteza lo participo á V. S. para su inteli-
"gencia y satisfacción de los interesados i".
Los historiadores españoles r^itea la acusación de Monte-
verde, de que Miranda trataba de escaparse llevándose consigo los
restos del erario. Torrente dice que el Dictador pasó á la Guaira
^^ esperando recibir allí 750 onzas de las 1,000 que le habían sido
ofrecidas para rendir las arma^^ y de las que tan s4lo habían sido
remitidas á la Victoria 250^". Díaz refiere que el marqués de Casa
León fué desde Caracas al cuartel general á aconsejarle á Miranda
1. A Caafts, por de contado, le tildaron los patriotas de traidor, tanto más
cuanto que continuó sirviendo á Espafia hasta 1 821 : Pefla volvió á poco á las filas
<le la Independencia.
2. Historia de la Revolución Hispano-Americana, t. I, p. 308.
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— 192 —
que capitulase, por ser ya patente la inutilidad de toda resistencia;
que Miranda convino en ello, "pero le hizo presente que encon-
trándose sin medios algunos para volver á Inglaterra, estaban sus
deseos en contraposición con su situación actual^'; que el marqués
se aprovechó del momento para ofrecerle 1,000 onzas de oro; que
el propio Díaz, por encargo de aquél, remitió 250 onzas á la Victoria,
"y se aprontaron las 750 restantes en Caracas y la Guaira; pero
habiendo sido preso Miranda en aquel puerto por el mismo coman-
dante (Casas) que él había nombrado, antes de recibirlas, no tuvo
el marqués que hacer el desembolso de ias últimas ^^\ Que la oferta
de dinero determinase á Miranda á abrir tratados coa el enemigo,
no está probado, y aun parece cosa inverosímil, mientras no se
aduzcan testimonios más fidedignos que los de sus adversarios.
Adviértase que el marqués de Casa León era director de rentas,
nombrado por los patriotas, no por los españoles; que Miranda
tenía autorización ilimitada (véase arriba, p. 184) para disponer del
tesoro, empleándolo en los gastos públicos y privados de la guerra,
y que antes de ratificaüse la capitulación, el director de rentas, si
se atenía á su deber de empleado, (desgraciadamente era también
hombre de mala fe), no podía cumplir más órdenes que las libradas
por el Generalísimo, Consta que éste pidió varias sumas á la te-
sorería, y que envió algunas 4 Londres con su secretario Molini.
Es lógico suponer que lo hizo para algún objeto del servicio público.
Pero las citadas imputaciones de los historiadores españoles con-
cuerdan con las circunstancias que menciona Monteverde en el tercer
párrafo de su nota á la Regencia. Miranda había dado orden á
Casas de no exigir recibo de las cantidades que, por su cuenta,
entregase al inglés Róbertson, socio de la firma Róbertson y Belt,
de Curazao. ¿Por qué? Cuando libre todavía Miranda, §e embar-
caron en la Guaira, en la fragata inglesa Zafiro, unas cajas de
moneda de plata (no eran, claro está, las 750 onzas). Casas exige
de todos modos recibo, como dice Monteverde, ó le hace firmar
vales á Róbertson, como aparece de otra fuente; y entrega después
á Monteverde los recibos para dirigir su reclamo al Gobernador
de Curazao. ¿S^ aprontó ese dinero antes ó después del 25 de
julio, fecha dt la capitulatión de San Mateo? ¿Se vendió Mi-
randa por 1,000 onzas de oro? Mientras no.se aduzcan pruebas
contundentes de tamaña infamia, se le continuará llamando, con el
apodo que ilustra su memoria, el "Quijote de la libertad en ambos
mundos.''
1. Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, p. 47.
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— 193 —
En la respuesta de la Regencia á Monteverde no se men-
ciona el nombre de Bolívar. Este refirió incidentalmente, afios
después, su presentación á Monteverde. "Cuando en el año de 12 —
dijo — la traición del comandante d^ la Guaira, coronel M. M. C,
puso en posesión del general Monteverde aquella plaza con todos
los jefes y oficiales que pretendían evacuarla, no pude evitar la in-
fausta suerte de ser presentado á un tirano; porque mis com-
pañeros de armas no se atrevieron á acompañarme á castigar aquel
traidor, ó vender caramente nuestras vidas. Yo fui presentado á
Monteverde por un hombre tan generoso como yo era desgraciado.
Con €ste discurso me presentó D. Francisco Iturbe al vencedor:
"Aquí está el comandante de Puerto Cabello, el Sr. D. Simón Bolí-
var, por quien he ofmcido mi garantía: si á él toca alguna pena yo
la sufro, mi vida está por la suya^". El propio Iturbe completa la
narración diciendo: "Monteverde contestó (al discurso citado): —
Está bien, y volviéndose á su secretario D. Bernardo Muro le dijo:
— Se concede pasaporte al señor (mirando á Bolívar) en recom-
pensa del servicio que ha hecho al Rey con la prisión de Miranda. —
Hasta entonces Bolívar hat^a estado callado; mas al oir las palabras
que dirigía Monteverde al secretario Muro, repuso con prontitud,
que había preso á Miranda para castigar un traidor á su patria, no
para servir al Rey. Tal respuesta descompuso el ánimo de Monte-
verde; pero Iturbe insistió en que se le había ofrecido el pasaporte
y que su garantía estaba empeñada, terminando sus buenos oficios
por decir jocosamente á Muro, con quien le unía buena y fiel amis-
tad: — Vamos, no haga usted caso de este calavera: déle usted el
pasaporte, y que se vaya^". El 27 de agosto, Bolívar se embarcó en
la Guaira con rumbo á Curazao; y en el mismo mes otros patriotas,
ó con pasaporte ó clandestinamente, lograron también salir para
las AntUIas, entre ellos José Félix Ribas, Antonio Nicolás Briceño,
Francisco Javier Yánez, Pedro Gual, Vicente Tejera, Manuel Díaz
Casado.
¿A quién incumbe la mayor responsabilidad de los tristes su-
cesos de la Guaira, que originaron el martirio de Miranda? Los
historiadores nacionales, acordes en su narración, como que todos
1. Oficio de Bolívar al congreso de Cúcuta (agosto de 1821) solicitando que
no se incluyan en la confiscación las propiedades del emigrado Iturbe. * Si sus
bienes se han de confiscar — agrega Bolívar — yo ofi-ezco los míos, OQmo él
ofreció su vida por la mía; y si el congreso soberano quiere hacerle gracia, son
mis bienes los que la reciben, soy yo el agraciado**.
2. Comunicación de Iturbe á Felipe Larrazábal, Vida de Bolívar, t. I,
p. 137. Edición de 1883. Nótese que Bolívar consideró igualmente traidores á
Miranda y ¿ Casas.
Forte al. Historia CoastitodonaL 13
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repiten sin añadir nada esencial la del coronel José Austria, testigo
ocular, discrepan en sus juicios^. Austria afirma que Bolívar fué el
"promovedor" de la prisión del Generalísimo, y disculpa á Casas^.
Rojas acusa solamente á Peña como autor de todo lo ocurrido.
Restpepo, Baralt, Larrazábal, O'Leary se ensañan contra Casas, y
los dos primeros hasta le acusan de haber ofrecido á Monteverde,
desde que se inició la capitulación de San Mateo, entregarle la plaza
de la Guaira y obedecer sus órdenes, imputación que se confirma,
al menos en parte, por el oficio arriba citado del propio Monte-
verde. Becerra, que es el historiador más reciente, juzga á Casas,
Bolívar y Peña igualmente responsables de la prisión, y en guante
á la orden dada por Casas á última hora de no permitir á nadie la
salida para el extranjero, asienta que "por una errónea é inconsi-
derada apreciación de su deber, sacrificó á muchos de sus amigos
y compatriotas y se entregó él mismo al poder de la sospecha,
siempre temible y más aún en épocas de revolución". Sea lo que
fuere, de los hechos conocidos se deduce: que Bolívar y sus colegas
militares quisieron vengar bárbaramente en Miranda, más que una
supuesta traición, el desastre de la campaña; y que Casas y Peña,
de quienes dependían las resoluciones definitivas, como autori-
dades que eran de la Guaira, prefirieron salvarse ellos, aun que
sacrificasen á sus compañeros. Acaso no cometieron un crimen
voluntario; pero de todas suertes equivalieron á lo mismo las con-
secuencias de su error.
Cuanto á la precipitada determinación de Miranda á empren-
der viaje antes de firmar con Monteverde el acta solemne á que se
refirió el artículo 11 del tratado de San Mateo, conviene añadir
algunas consideraciones que la explican. Dicho está que Miranda se
proponía rehacer en el extranjero la por entonces comprometida causa
de la Independencia, aprovechándose de su nombre, umversalmente
conocido, y de las valiosas amistades con que contaba así en
los Estados Unidos como en Europa, sobre todo en Inglaterra,
Dicho está asimismo, que desde los comienzos de la campaña
flaqueó su confianza en las aptitudes militares de sus subordinados,
hasta llegar un día al extremo de decir, según crónicas de la época,
que " los oficiales venezolanos eran ineptos para el mando, y debían
1. Austria, Rosquejo de la historia militar de Venezuela; Rojas,
Simón Bolívar; Restrepo, Historia de la Revolución de la República de
Colombia; Baralt, Resumen de la historia de Venezuela; Larrazábal, Vida
de Bolívar; O'Leary, Memorias; Becerra, Ensayo histórico documentado
de la vida de D, Francisco de Miranda.
2. Adviértase que Austria era hijastro de Casas.
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aprender á manejar el fusil antes de ponerse charreteras"; lo cual,
junto con su marcada preferencia por algunos oficiales extranjeros,
exasperó la hostilidad é impaciencia de los bisónos guerreros
patriotas. Miranda, profundo erudito en teorías militares, y acos-
tumbrado á mandar en Europa ejércitos disciplinados, se creía, y
era, superior á sus conterráneos de aquellos tiempos; pero esa misma
creencia le impidió darse cuenta exacta de las condiciones del medio
en que se hallaba, y no supo ni extremar la dictadura, como lo
hiciera Bolívar años después, para hacerse obedecer de los
díscolos, ni. contemporizar con el carácter nacional, para trocar su
táctíca defensiva por el empuje aventurero que dominaba á sus
tenientes. Perdida, pues, su confianza en el ejército, y atemori-
zado por el presentimiento de que fiarse á la palabra de Monte-
verde era exponer su libertad personal y con ésta el porvenir
de la revolución, precipitó su determinación de ausentarse, sin
prever que de este modo iba á aparecer más bien como fugitivo,
y aun á despertar en sus propios compatriotas la sospecha de in*
fídencia.
En efecto, sin menoscabar la sincera conmiseración que ins-
pira la desgracia de Miranda, la ecuanimidad obliga á advertir que,
ó por error suyo ó por fatalidad de las circtmstancias, la sospecha
hostil de sus compatricios, con motivo del apresurado viaje de Ca-
racas á la Guaira, si no merece disculpa, se apoyó al menos en
razones de *peso. Un testigo ocular tan abonado como el Dr. Felipe
Fermín Paúl escribe: ^^La capitulación del general Miranda fué un
misterio para todos, pues se decía la firmaría á bordo: ningún
empleado de esta capital y la Guaira la conoció sino después que
las tropas españolas dominaban el territorio; y la ansiedad é incer-
tidumbre en que todos estaban, produjeron proyectos de revueltas
que principalmente se dirigían contra el general Miranda, por haber
faltado á la confianza que en él se había depositado, haber obrado
contra la voluntad y opinión general ^ y por haber comprometido á
multitud de ciudadanos que quedaron expuestos á los padecimientos
y ultrajes que deipués sufrieron. Así es que no pueden imputarse
á defecto de patriotismo algunos hechos contra el referido General,
en que obraron los más ilustres proceres de la Independencia, sino
á un impulso irresistible por la propia conservación, calculando
1. Evidentemente no se ahide aquí á la sola capitulación, en cuya iniciativa
tomaron también parte patriotas y funcionarios insospechables como Espejo, Roscio,
Sata y Bussy y Francisco Antonio Paúl, hermano de Fermín (véase arriba, p. 187):
trátase sin duda de no haber Bíiranda publicado en seguida el texto de aquélla, ni
celerado la entrada de Monteverde á Caracas.
13*
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que si el caudillo se salvaba ellos obtendrían la misma
.suerte 1."
Pocos se salvaron. Monteverde interpretó pérfidamente el
tratado de San Mateo. Véase si nó. En una proclama á los habi-
tantes de Caracas, les dijo el 3 de agosto: ^^Una de las cualidades
características de la bondad, justicia y legitimidad de los Gobiernos,
es la buena fe de sus promesas y la exactitud de su cumplimiento.
Mis promesas son sagradas y mi palabra es inviolable. Oísteis de
mi boca un olvido eterno, y así ha sucedido: los acontecimientos
condenados á él, ya están borrados de mi memoria .... Pero mis
promesas nó se extienden á todas las épocas de esta desgraciada
historia: tuvieron su término en el momento de firmarlas y sancio-
narlas. Los sucesos posteriores están comprendidos dentro de otro
circulo, en el que debe obrar la autoridad absoluta de la ley y de
vuestra seguridad." Y con el pretexto de "sucesos posteriores", á
los diez días llenó las cárceles con los más conocidos patriotas, impu-
tándoles el "delito de reincidencia" por haber "abusado de su
generosidad y quebrantado (ellos!) la capitulación". Es más, remi-
tió presos á fepaña á Juan Germán Roscio, José Cortés [de Mada-
riaga, Juan Pablo Ayala, Juan Paz del Castillo, Francisco Isnardy,
Manuel Ruíz, José Mires y Juan Barona, "ocho monstruos (dice la
nota de remisión), origen y raíz primitiva de todos los males y
novedades de la América, que han horrorizado al mundo entero".
Que las prisiones de agosto se hicieron por sucesos ante-
riores á la capitulación, lo demostraron á luego las mismas autori-
dades españolas. Monteverde anunció á España, cuando remitió los
ocho monstruos, el envío de un "documento" que probaba su delito
"de reincidencia"; pero jamás llegó á su destino semejante docu-
mento, aunque se pidió á Caracas varias veces. En 10 de mayo de
1815, el Consejo de Indias declaró que las causas remitidas en 1812
contra los ocho monstruos "estaban ceñidas á averiguar su con-
ducta en el tiempo de la revolución, sin tocar hecho alguno pos-
terior á ella".
Otro rasgo acabará de pintar á Monteverde. El 3 de diciembre
{1812) se publicó en Caracas la nueva constitución de la monarquía
española, y al día siguiente se convocó una junta de dieciocho vo-
cales para resolver lo conveniente á la tranquilidad pública. Esta
junta se apresuró á formar listas de las personas "peligrosas á la
seguridad pública y sospechosas de infidencia á la causa común '\
entre ellas (dice una de las listas) las que " obraron activamente en
1 . CtrU de Paúl á los hijos de Casas, reproducida yor Larrmz&bal, 1. 1, p. 136.
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el criminal atenta(}o del 19 de abril de 1810 (!), según los sucesos
de aquel día y noticias divulgadas posteriormente". En conse-
cuencia, más de 1500 personas (confiésalo el historiador realista
Urquinaona) fueron reducidas á prisión. Y en 3 de enero de 1813,
Monteverde escribe al Gobierno español, que Venezuela no debe
"por ahora participar del beneficio de la constitución, hasta dar
pruebas de haber detestado su maldad, y bajo este concepto debe
ser tratada por la ley de la conquista". Con lo que ya se anuncian
los años sombríos de la guerra á muerte.
Cuando termina el de 1812, cautivo Miranda, ausente Bolívar,
expulsos, confinados ó reducidos á la impotencia los fundadores de
la patria, Venezuela vuelve al régimen colonial, más desdichada
ahora bajo el mando insensato de Monteverde que en 1810 bajo el
gobierno de Emparán, afligida por dos años de hondas turbaciones,
diezmada en su comercio, en su riqueza material y en sus hombres.
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Capítulo VI.
La juventud de Bolívar.
(1783—1812)
Sumario. Progenie de Bolívar — Su nacimiento — Su infancia —
Su tutor y maestro Simón Rodríguez — Carácter de Rodrí^ez —
Su influencia sobre Bolívar — Su vida y sus teorías filosóficas —
Bolívar en Madrid — Su matrimonio — Regresa á Venezuela —
Muerte de su esposa — Vuelve á Europa — Sus viajes, estudios,
placeres juveniles — Inclinaciones intelectuales, lecturas predilectas,
estilo — Vuelve á Caracas — Conspira contra las autoridades
españolas — Misión diplomática á Londres — Regresa á tomar
parte en la guerra — Desastre de 1812 — Su memoria de Carta-
gena de Indias — Crítica del primer Gobierno independiente —
Ideas políticas y proyectos militares.
De 1813 á 1830, Bolívar es el jefe más prestigioso de la re-
volución. Su genio militar domina en las campañas de la Indepen-
dencia, y su genio político inspira á los congresos que reconstituyen
la República. Digamos aquí su origen, cómo vivió en su juventud,
y qué pensaba y proyectaba á raíz del desastre de 1812.
Desde el último tercio del siglio XVI la familia Bolívar ocu-
paba la más alta situación social, así por los importantes servicios
que prestaba á la Colonia como por sus tradiciones nobiliarias y
sus grandes riquezas. En 1588 llegó á Caracas un D. Simón de
Bolívar, vizcaíno de abolengo ilustre, según las viejas crónicas
de las provincias vascongadas^. En 1590 pasó á la corte de
1. £1 espaflol Antonio de Trueba, apoyándose en historiadores locales, escribe:
^*£1 apellido Bolibar, que es clásicamente éuscaro, equivale á * pradera del mo-
lino * — £1 escudo de armas de la primitiva casa, llamada Bolfbarjáurregoi, tenía una
piedra de molino en campo de plata ... £1 de la moderna, siglo X, era 'una laja
azul y con panelas en campo verde * . . . La puebla de Bolíbar forma parte de la
ante-iglesia de Cenamiza, una de las ciento veinticinco repúblicas que constituyen el
sefiorio de Vizcaya; dista de Bilbao siete leguas^ y su caserío» habitado por unas
seiscientas personas, está disperso á orillas del riachuelo que baja de Oiz y en los
declives y planicies de los collados de la izquierda . . . Individuos de la casa de
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Felipe n como procurador de la Colonia y obtuvo para ésta con-
siderables concesiones^. Su hijo, llamado también Simón, se hizo
sacerdote después de viudo, fué comisario del Santo Oficio en Va-
lencia y visitador del obispado. En la tercera y cuarta generaciones
figuran D. Antonio y D. Luis, alcaldes de Caracas. En la quinta,
D. Juan de Bolívar y Villegas, poblador de la villa de San Luis del
Cura (1718) y justicia mayor de los valles de Aragua. Su hijo D.
Juan. Vicente le sucedió en sus cargos y llegó á coronel de milicias.
Casado con D» María de la Concepción Palacio y Blanco, tuvo
cuatro hijos: Simón, que nació en Caracas el 24 de julio de 1783,
Juan Vicente, Juana y María Antonia. La hacienda de esta familia
la formaban las minas de cobre de Aroa y ricas propiedades en los
valles de Aragua y del Tuy. Además, el día del bautizo de Simón,
su pariente D. Juan Félix Jerez y Aristeguieta, le regaló otra finca
cuya renta anual alcanzaba á 20,000 pesos.
Bolívar perdió á su padre á los tres años, y como la Audien-
cia le nombrase tutor al célebre jurisconsulto caraqueño D. Miguel
José Sanz, bajo la dirección de éste lo puso en seguida su madre.
Poco ó nada influyó Sanz en la educación de su pupilo: harto ocu-
pado en sus tareas profesionales, lo restituyó en breve á la casa
materna. Era el muchacho travieso, desobediente, voluble, burlón
y poco amigo de libros. A duras penas aprendió primeras letras
con Simón Rodríguez, rudimentos de latín con Guillermo Pelgrón,
nociones de ciencias físicas con Andrés Bello, y algo de humani-
dades con los Padres Negrete y Andújar. Entr^ sus preceptores
prefería á Rodríguez, quien, con el carácter de tutor y maestro, le
acompañó en Caracas hasta la edad de catorce años, y más tarde
en sus viajes por Europa. Este hombre original, que en plena
Colonia convirtió su escuela en propaganda de ideas republicanas
y aun socialistas, vivía en contradicción con los gobernantes de la
época y en pendencias con su propria familia, decidiéndose al fin
-á abandonar el apellido de su padre, que era Carreño, para no
-parecerse en nada á un su hermano con quien no pudo nunca
entenderse, y usando desde entonces el de su madre. Rodríguez, ó
á ocasiones el de Róbinson. Complicado en la revolución republi-
cana de Gual y España, y temiendo ser descubierto, se marchó á
Bolíbar han figurado con frecuencia y desde tiempo muy antiguo. en el gobierno de
Vizcaya, y si la memoria no me es inñel, el primero que pasó ¿ América, antes de
alejarse de la patria había sido honrado con el sufragio de ésta para formar parte
del gobierno universal de la misma**. Estudio publicado en La Ilustración Es-
pañola y Americana, 1876, y reproducido por Aristides Rojas en sus Orígenes
Venezolanos, vol. I, p. 127 y siguientes.
1. Véase el libro 1« cap. V.
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Europa en 1797, donde vivió dedicado á trabajos científicos, sobre
todo de química. Viajaba de continuo. ^^Yo no quiero, decía,
parecerme á los árboles, que echan raíces en un lugar, sino al
viento, al agua, al sol y á todas esas cosas que marchan sin cesar".
Bolívar le quiso desde luego como á segundo padre. En una de
sus cartas dice que era el hombre ^^más sabio, más virtuoso, más
extraordinario". "El ha sido — añade — el compañero de mi in-
fancia, el confidente de todos mis goces y penas, el mentor cuyos
consejos y consuelos han tenido para mí tanto imperio . . • Con qué
encanto persuasivo habla este hombre: aunque diga los sofismas
más absurdos, cree uno que tiene razón . . . Este hombre capri-
choso, sin orden en sus propios negocios, que se enredaba con todo
el mundo, sin pagar á nadie, hallándose muchas veces reducido á
carecer de las cosas más necesarias, ha cuidado la fortuna que mi
padre me dejara, con tan buen resultado como integridad, pues la
ha aumentado en un tercio. Sólo ha gastado en mi persona ocho
mil francos durante los ocho años que he estado bajo su tutela.
Ciertamente él ha debido cuidarla mucho. A decir verdad, la ma-
nera como me hacía viajar era muy económica. El no ha pagado
más deudas que las que contraje con mis sastres; pues la relativa
á mi instrucción era muy pequeña, porque él era mi maestro uni-
versal . . . Sólo amaba las ciencias. En Viena lo hallé (1 803) ocu-
pado en un gabinete de física y química, que tenía un señor alemán,
y en el cual debía él demostrar públicamente estas ciencias . . ."
Instrucción propiamente científica no recibió nunca Bolívar, á
pesar de los esfuerzos de Rodríguez. Contentóse con una ilustra-
ción general, en la que predominaba la lectura de poetas, historia-
dores y filósofos. Pero en esto mismo la influencia de su maestro
fué profunda y acertada. Además de los clásicos griegos y latínos,
explicados en francés, le familiarizó con las obras de Spinoza,
Hobbes, Holbach, Montesquieu, Rousseau y los enciclopedistas, en
las que principalm«ite bebió el futuro Libertador sus teorías reli-
giosas, filosóficas y políticas; y acaso por la misma influencia des-
deñó casi siempre á los clásicos de su propia lengua. Cuando
mencionemos su crítica del poema de Olmedo se verá cómo evi-
taba citar autoridades españolas. En 1806, Bolívar deja á su maestro
en París y regresa á Caracas. Rodríguez permanece en Europa
durante los diecisiete años siguientes^. En 1823 llega á Bogotá,
atraído por la fama, universal entonces, de su antiguo discípulo, y
1. Como su vida apenas se mezcla con la carrera politica de Bolívar, y no
habrá después ocasión de citarlo, apuntamos desde luego sus relaciones intelectuales.
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en sabiéndolo éste le escribe entusiasmado desde Pativilca: ^^Ohmi
maestro! Oh mi amigo! Oh mi Róbinson! Usted en Colombia, usted
en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito! Sin duda,
es usted el hombre más . • . extraordinario del mundo. Podría
usted merecer otros epítetos; pero no quiero darlos por no ser
descortés al saludar á un huésped que viene del Viejo Mundo á
visitar el Nuevo. Sí, á visitar su Patria, que ya no conoce . . . que
tenía olvidada, no en su corazón, sino en su memoria. Nadie más
que yo sabe lo que usted quiere á nuestra adorada Colombia. ¿Se
acuerda usted cuando fuimos al Monte Sacro, en Roma, á jurar
sobre aquella tierra* santa la libertad de la Patria? . . . Usted,
maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque
colocado á tan remota distancia! Con qué avidez habrá usted se-
guido mis pasos, dirigidos muy anticipadamente por usted mismo!
Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo
grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me
señaló! Usted fué mi piloto, aunque sentado sobre una de las
playas de Europa. No puede usted figurarse cuan hondamente se
han grabado en mi corazón las lecciones que usted me ha dado:
no be podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sen-
tencias que usted me ha regalado: siempre presentes á mis ojos in-
telectuales, las he seguido como guías infalibles . . . ." Y con igual
lirismo afectuoso le escribía el maestro (en 1827): "En usted tengo
un amigo físico, porque ambos somos inquietos, activos é infati-
gables; mental, porque nos gobiernan las mismas ideas; moral,
porque nuestros humores, sentidos é ideas dirigen nuestras acciones
al mismo f in . . . Que usted haya abrazado una profesión y yo
otra, hace una diferencia de ejercicio, no de obra ....'' Da á en-
tender con esto el sabio, que ambos trabajaban en la misma obra
de regeneración humana; el filósofo y educacionista, creando, según
decía, "gente nueva para hacer jrepúblicas ", y su amigo fundando
naciones y dirigiéndolas con su genio. Bien que Bolívar no mos-
trase en lo sucesivo gran confianza en las teorías pedagógicas de
su maestro, coincidieron siempre sus entendimientos en la necesidad
de aplicar á los nuevos Estados americanos un sistema de gobierno
diferente de los europeos; sistema que Rodríguez resumía en un
ideal, á la verdad confuso, de Estados que (escribía) " ni pueden ser
monárquicos, como lo eran, ni republicanos, como se pretende que
lo sean", y sistema que Bolívar quiso practicar con la imposición
de un régimen mezclado de autocracia y democracia, ó más bien
una especie de tutela legal conferida al hombre más eminente de
la patria. Ambos espíritus se encontraban así en los espacios in-
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— 202 —
finitos de la hipótesis, cuando echaban á volar por ellos la imagi-
nación. Con todo, si coincidían en el fin, se apartaban en los me-
dios. Gustaba el uno, el sabio, de engolfarse en la especulación
científica, para formar teorías y generalizarlas, en tanto que el otro
prefería bajar en seguida á la contienda diaria, para buscar en ella
puntos de apoyo á su ambición de gloria y de poder; y mientras
aquél se contentaba con la obra lenta y tardía del pedagogo, corría
el otro con la actividad relampagueante del guerrero, del tribuno,
del dictador. Predominaba en el maestro la inteligencia: la volun-
tad era soberana en el discípulo. Y ello explica, en suma, que
estos dos cerebros, extraordinario cada cual, no pudiesen encon-
trarse en el mismo ambiente sino en ocasiones lejanas; en la in-
fancia del uno, cuando el héroe, todavía ignorante de su genio, se
apoyó en el amor y consejos del sabio, y cuando éste, ya viejo,
quiso realizar en la patria creada por el héroe el más hermoso
sueño de su espíritu ... No pasó de sueño. Aunque Bolívar le
recibió en el Perú con cariñoso agasajo y le auxilió para que fuese
á implantar en Bolivia su sistema de educación, no pudo Rodríguez
ponerse de acuerdo con las autoridades de aquella República, ni
aun con el mismo mariscal Sucre, que era Presidente. En realidad,
nadie le comprendía. Sus originalidades se achacaban á locura; sus
palabras eran absurdos heréticos; su plan de escuelas, ideal de
filósofo extraviado. Sucre escribía á Bolívar (1826): "Don Simón
era ya un imposible en Chuquisaca, y la escuela fué cerrada ....
Considero á D. Simón un hombre muy instruido, benéfico cual nadie,
desinteresado hasta lo sumo y bueno por carácter y por sistema;
pero le considero también como una cabeza alborotada con ideas
extravagantes, y con incapacidad para desempeñar el puesto que
tiene, bajo el plan que él dice y que yo no sé cuál es; porque di-
ferentes veces le he pedido que me traiga por escrito el sistema que
él quiere adoptar, para que me sirva de regla, y en ocho meses no
me lo ha podido presentar. Sólo en sus conversaciones dice hoy
una cosa y mañana otra". En cambio. Rodríguez se quejaba, con
razón, de que se contrariaban sus planes ó no los entendían. En
carta á Bolívar (1827) decía: "Dos ensayos llevo hechos en Amé-
rica, y nadie ha traslucido el espíritu de mi plan. En Bogotá hice
algo y apenas me entendieron; en Chuquisaca hice más y me en-
tendieron menos. Al verme recoger niños pobres, unos piensan que
mi intención es hacerme llevar al cielo por los huérfanos .... y
otros, que conspiro á desmoralizarlos para que me acompañen al
infierno. Sólo usted sabe, porque lo ve como yo, que para hacer
repúblicas es menester gente nueva, y que de la que se llama de-
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— 203 —
cente lo que más se puede conseguir es que no ofenda • . . Vién-
dome comprometido con usted, conmigo mismo y con Bolivia en la
obra que usted me confió • • • procedL Mis conocimientos se des-
cubrieron en las primeras providencias que tomé; mi actividad hizo
aparecer, en el corto espacio de cuatro meses, el bosquejo de im
plan ejecutado ya en sus primeros trazos, y mi prudencia venció
las dificultades que oponían, por una parte las gentes con quienes
obraba, y por otra las que por sostener sus opiniones ó por ejer-
citar su malignidad, se empleaban en desanimar, desaprobar, ridi-
culizar, etc. Llegó el atrevimiento de un clérigo á términos de in-
sultarme groseramente en su casa. Todo lo soporté; pero no pude
sufrir la desaprobación del Gobierno y mucho menos el que me
reprendiese en público .... (Sucre) me ha tratado de caprichoso.
Debo perdonárselo, porque no sabe ó no quiere distinguir de sen-
timientos ni de acciones: caprichoso es el necio; firme es el hombre
sensato: el capricho se sostiene con la terquedad; la firmeza es
propia de la razón •..i^\ Bolívar había regresado á Colombia,
donde su vida fué ya im via crucis: la rebelión de Venezuela, la
discordia de la Convención de Ocaña, la noche trágica del 25 de
setiembre, la guerra con el Perú, la sublevación de Córdoba, por
último la caída y la agonía. Rodríguez, abandonado y desvalido en
Bolivia, pasa á Lima, después á Valparaíso, donde no halla más
empleo que el de fabricante de velas, y va á morir en Huaymas
(Perú) por los años de 1854. Pobre filósofo, á quien un solo hombre
en América, el Libertador, supo comprender y amar! "Sólo Bolí-
var — escribía él — puede dar á mis ideas su verdadero valor, y
hacer á mis pretensiones la justicia que merecen ''2.
Volvamos á la juventud de Bolívar. A los quince años de
edad, en 1798, recibe del rey el grado de subteniente del batallón
de milicias de blancos de los Valles de Aragua, del que fuera
coronel su padre, y donde sirvió unos seis meses. En enero del
1. Véanse ésta y otra carta de Rodríguez en las Leyendas históricas de
Venezuela por Arístides Rojas, 2^ serie, p. 285 y siguientes. Rojas reproduce
buena parte de la Vida de Simón Rodríguez por Miguel Luis Amunáteguí.
2. Algunas anécdotas que refieren sus biógrafos, v. gr, la de un banquete que
ofreciera al mariscal Sucre y en el cual se dice que figuraban orinales, aunque
nuevos, en lugar de vajilla, son sin duda chistes de corrillo, inventados en Chuqui-
■tca para ridiculizarle. De sus manuscritos, probablemente perdidos para siempre,
reproducen sólo el siguiente plan de una obra: "Sociedades americanas en
4828. Cómo serán y cómo podrían ser en los siglos venideros. — Epígrafe —
En esto han de pensar los americanos, no en pelear unos con otros. — Tema.
Las sociedades han llegado á su pubertad : ni pueden ser monárquicas como lo eran,
ni republicanas como se pretende que lo sean. Dedúcese que deben gobernarse sin
Reyes y sin Congresos; ad virtiendo que . . . Monarquía republicana (pensaba tal vez
en la inglesa) ó República monárquica (recordaba quizá los proyectos constitucio-
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— 204 —
año siguiente, su madre le envía á seguir estudios en Madrid, ha-
ciendo el viaje por vuelta de México y llegando á España por el
mes de mayo. En la corte encontró á su tío materno D. Esteban
Palacio, y á los caraqueños el futuro general Mariano Montilla,
Manuel Mallo, un coronel Freites, Luis de Eraso y Esteban Escobar,
los dos últimos estudiantes. Además, varios amigos de su familia,
entre ellos el marqués de Ustáriz, que le sirvió provisionalmente
de curador, y D. Bernardo Rodríguez, hermano del marqués del
Toro. A poco se apasionó por una hija de D. Bernardo, María Teresa;
pero siendo ambos demasiado jóvenes, convínose en retardar el
matrimonio por unos años.
Singular atractivo tuvo para Bolívar su primera permanencia
en la corte de Carlos IV. Rico, en la flor de su edad, dotado de
viva inteligencia y aficionado á placeres mundanos, pasaba feliz el
tiempo, cuando de pronto se interpuso un incidente inesperado. Su
amigo y paisano D. Manuel Mallo estaba entonces en el apogeo de
su fortuna, pues era nada menos que amante de la reina María
Luisa, gracia que compartía con el futuro principe de la Paz,
D. Manuel Godoy. Por de contado, la casa de Mallo era lugar de
cita para los americanos, y como fuese Bolívar uno de los visitantes
más asiduos, llegó á ser confidente de los amores de aquél con la
reina, y en ocasiones les acompañaba á cenar. Sucedió que, celosa
la soberana de otras intrigas de su favorito, y creyendo que el
joven caraqueño intervenía en ellas guardando ó llevando cartas
confidenciales, dio orden de que le registrasen con el pretexto de
infracción de cierta ordenanza que prohibía llevar diamantes en el
vestido sin permiso especial. Se intentó cumplir la orden un día
en que el mancebo paseaba por la puerta de Toledo, mas desen-
vainó él la espada, amenazando atravesar al primero que se le
acercase. Afortimadamente y gracias á que se interpusieron otras
personas, el incidente no pasó á mayores allí mismo. Sin embargo,
vióse Bolívar obligado á alejarse de la corte por unos meses (otoño
de 1801), los que aprovechó para hacer viaje á Bilbao, donde se
hallaba temporalmente su novia, y de allí á París ^. A su regreso
nales de Bolívar), no es la resultante que se pretende determinar: no es tampoco d
gobierno democrático de algunos pueblos de la antigüedad. — División de Is
obra. 1* parte. £1 suelo y sus habitantes — Estado económico, moral, civil y
político — Necesidad de una reforma. — 2 * parte. Medios de reforma que se bto
tentado hasta aquí — Su 'insuficiencia. — 3» parte. Nuevo plan de reforma. —
4 A parte. Medios que se deben emplear en la reforma — Métodos y modos de pro-
ceder en los métodos*'.
1 . A su tío D. Esteban se le complicó también en las aventuras de Mallo y se le
redujo á prisión durante varios meses, al cabo de los cuales se restituyó á Venezuela. No
es cierto que muriese entonces en Madrid. Por los afios de 1830 vivía en Cartcts.
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— 205 —
á la corte, en mayo de 1802, contrajo en seguida matrimonio, previo
el permiso real que entonces se exigía*. Días después partió para
Venezuela con su esposa, determinado á dedicarse á trabajos agrí-
colas en su hacienda de San Mateo. Un motivo especial le obli-
gaba á ello; y era que, el mayocazgo, ya mencionado, que le vin-
culara su pariente D. Félix Aristeiguieta, tenía la condición de re-
sidenciarse en la patria^. A los diez meses murió de fiebre doña
Teresa.
¿Hubiera podido Bolívar, dado su carácter inquieto y su con-
génita afición á la avenara, resignarse á la apacible existencia del
agricultor, perdido en oscuro rincón de una colonia? En 1828 decía
en Bucaramanga á sus amigos: ^^Si no hubiera enviudado, quizás
mi vida habría sido otra: no sería el general Bolívar ni el Liber-
tador; aunque convengo en que mi genio no era para ser alcalde
de San Mateo . . . Sin la muerte de mi mujer no habría hecho mi
segundo viaje á Europa, y es de creer que en Caracas ó San Mateo
DO me habrían nacido las ideas que me ocurrieron en mis viajes,
porque en América no hubiera adquirido aquella experiencia ni
hecho aquel estudio del mundo, de los hombres y de las cosas, que
tanto me ha servido en todo el curso de mi carrera política'". Im-
pulsivo en todas sus determinaciones, Bolívar no se detenía á re-
flexionar largamente, ni se paraba medroso ante los caminos diver-
gentes de la vida. El signo característico de su voluntad fué en
toda ocasión la rapidez. Pensar, decidirse y obrar, era para él todo
uno. No consideró jamás la existencia sino desde el punto de vista
de la acción. A la suya cuadra justamente la fórmula de Leibnitz,
repetida por Cecilio Acosta: la vida es obra. La muerte de su
joven compañera (dulce y melancólica figura que la historia deja
en indecisa penumbra), lo arroja al punto en un verdadero torbe-
llino: viajes que duran tres años; al principio la nostalgia del primer
amor, nostalgia que á veces se convierte en desesperación; pro-
yectos confusos; nuevas pas^pnes, que se suceden violentas y efí-
1. Este documento dice así: '^£1 rey se ha servido conceder á don Simón
de Bolívar y Palacio, subteniente del batallón de milicias disciplinadas de Valles de
Aragua, en la provincia de Venezuela, actualmente residente en Madrid, el permiso
que ha solicitado para contraer matrimonio con dofia María Teresa Rodríguez del
Toro, precedidos los requisitos prevenidos del consentimiento paterno y demás reales
disposiciones''. Cita de O'Leary, Memorias, t. I, p. 13.
2. Bolívar escribía á tmo de sus tíos, coo fecha de setiembre de 1800: "No
ignora usted que poseo un mayorazgo bastante cuantioso, con la precisa condición
de que he de estar establecido en Caracas, y que á falta mía pase i mis hijos, y
de no, á la casa de Aristeiguieta ....'* Cita de Larrazébal, Vida de. Bolívar,
1. 1, p. 9.
3. Lacroix, Diario de Bucaramanga.
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— 206 —
meras; al fin, el alto ideal que se apodera de su espíritu, arrastrán-
dole á la lucha por la libertad de su patria.
A fines de 1803 pasa por Madrid con dirección á París, y de
aquí sigue á Viena á reunirse con su maestro Rodríguez. Era aún
tal la impresión dolorosa con que acariciaba el recuerdo de su
mujer, que llegó hasta desear sinceramente la muerte. Para reani-
marle, Rodríguez apeló á un medio que él creía supremo: revelarle
el monto de su fortuna, que no era menor de cuatro millones de
pesos, excitándole á gastar á su arbitrio su cuantiosa rentad Durante
tres años, divide el tiempo entre las lecciones de su maestro y todo
género de placeres mundanos. En Londres, París, Madrid, Lisboa,
gasta cincuentar mil francos por mes, hasta que Rodríguez, alarmado
de su ya quebrantada salud, lo lleva á viajar por Italia, obligándole
á veces á andar á pie^. Fué empeño constante de su maestro des-
pertarle el instinto de ambición y gloria, ó en la actividad cientí-
fica, á la que sin embargo no se mostraba propenso el discípulo, ó
en la empresa de guerrear en América por la libertad. Hallándose
en Roma, y conociendo su imaginación inflamable, le hizo jurar un
día sobre el Aventino, que se consagraría á promover la indepen-
dencia de su patria. Iguales ideas acababan de insinuarle en París
Humboldt y Bonpland, que volvían de América convencidos de la
próxima sublevación de las colonias españolas; y aun cuéntase que,
entusiasmado Bolívar con lo que le decía Bonpland, le ofreció parte
de su renta á condición de ir á establecerse en Caracas.
Grande influencia ejerció por estos años en la formación de
su criterio el espíritu francés; mas no el del Imperio — por
el cual tuvo tal aversión que, encontrándose en París el día de
la coronación de Napoleón -é invitado por el embajador de España
á figurar en su séquito, buscó un pretexto para excusarse — sino
antes bien el espíritu revolucionario de los filósofos. De Montes-
quieu tomó Bolívar algunas de las teorías que formuló después
en sus proyectos de constitución, aun^e combinándolas con su es-
tudio personal del régimen inglés; y de las obras de Rousseau
imitó sobre todo ciertas peculiaridades de estilo*. En el estilo
1. Faltaban todavía unos meses para que Bolívar cumpliese la edad de 21 afios;
y aunque es claro que se sabía rico, no se había preocupado nunca con la suma de
su patrimonio.
2. A pie recorrieron el largo camino de Lyon á Milán.
3. Por curiosa coincidencia, dada la profunda antipatía con que hablaba de
Napoleón, el ejemplar del Contrato Social que leía Bolívar en sus últimos afios
perteneció á la biblioteca del emperador, habiendo pasado á América por regalo qo^
de él hizo al Libertador el general inglés Roberto Wilson, padre de uno de sus
edecanes.
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— 207 —
de Bolívar, á menudo pintoresco y musical, nótase ya la tendencia
á dramatizarlo todo, junto con la propensión á la misantropía.
Además, su lenguaje estuvo estonces y siempre plagado de galicis*
mos, á tal punto que leyéndolo ocurre pensar que frecuentemente
concebía en francés para escribir en castellano. Por otra parte, no
es de extrañar que cuidase poco de la forma literaria; pues ni su
maestro Rodríguez le animaba al cultivo de las bellas letras, las
cuales eran para él cosa secundaría cgn relación á la actividad
científica, ni el carácter impaciente, arrebatado, del discípulo, se
plegaba al trabajo de encerrar en frases académicas sus volcánicos
pensamientos ^ Lo que más le atraía era la oratoria, por ser tam*
bien la tribuna un campo de acción. Ora hablase 6 ya escribiese,
fué siempre orador por inslÉito. Recuérdese la influencia decisiva
que tuvo en la declaratoria de Independencia su discurso pronun-
ciado en la Sociedad Patriótica el 3 de julio de 181Í. Muchos
párrafos de sus proclamas, improvisadas en los campos de batalla,
compiten con lo más hermoso que en este género conserva la
historia, y en sus arengas vibran los arranques repentinos del tri-
buno, el fanatismo del patriota, los gritos coléricos del héroe, la
pomposa jactancia del guerrero, animándolas de vida tan intensa,
que no es difícil comprender hoy el prestigio extraordinario que
tuvieron en su época.
Bolívar regresó á Caracas á fines de 1806, por vía de los Es-
tados Unidos. Acababa de fracasar la expedición libertadora de
Miranda; mas no por eso desistían de su plan revolucionario los
miembros más conspicuos de la nobleza colonial, y con ellos formó
Bolívar causa común, llevando un día su audacia, en 1809, hasta
brindar por la próxima independencia de América, en un banquete
á que asistía el capitán general Emparán. Abortada la conspiración
del mes de marzo de 1810, que dirigían el marqués del Toro y su
hermano D. Femando, Bolívar y sus amigos fueron confinados á
varios puntos del interior, lo que les impidió figurar en los sucesos
del 19 de abriP.
1. Afios después se observará, empero, cierta reacción á este respecto. En
1821 escribía al general Azuola: "Procure usted instalar lo más pronto el congreso,
con un discurso muy senciHo, pero noble, sin frases estudiadas ni palabras anticua-
das**. Fragmento sugestivo, que revela ya el cansancio de la declamación, ó algo
como irónico desdén por la obligada redundancia politica. — Lo que mejor revela
sns gustos literarios son las cartas que escribió á Olmedo, en 1825, sobre La Vic-
toria de Junfn. Se mencionarán en el libro 4^.
2. Un historiador realista escribe: Bolívar "fué uno de los principales que
tramaron secretamente la revolución del 19 de abril; y el marqués de Casa León
Ole refirió (en 1812) que tratando de persuadir, á él y á otros compafieros suyos,
^ peligros que corría la prflivincia por aquel paso imprudente, .los atrajo á una con-
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— 208 —
La Junta Suprema de 1810 le asciende á teniente coronel de
infantería y le envía en misión diplomática á Londres con López
Méndez y Bello. Allí decide á Mirauda á volver á la patria, y no
bien se encuentran ambos en Caracas, convierten en club radical la
Sociedad Patriótica, contribuyendo más que nadie — Miranda como
diputado, Bolívar como tribuno — á que la mayoría del congreso
apresure la declaratoria de independencia. En la campaña de 1811
contra los insurrectos de Valencia figurar como edecán de su tío
político el marqués del Toro. Destinado en 1812 á defender la
plaza de Puerto Cabello, la pierde en julio. En agosto se embarca
para Curazao, con pasaporte de Monteverde*. De Curazao pasa á
Cartagena de Indias, donde publica (15 de diciembre) su célebre
Memoria dirigida á los ciudadanos de llueva Granada.
Esta Memoria, con la cual se propuso señalar las causas del
desastre que acababa de presenciar, y al mismo tiempo demostrarles
á los granadinos la necesidad de unirse con los venezolanos para
combatir al enemigo oomún, revela ya el genio político del futuro
Libertador. A su juicio, el error inicial de los patriotas venezolanos
fué el sistema de tolerancia que adoptaron desde 1810, y que empezó
en seguida á dar funestos resultados en la campaña contra los rea-
listas de Coro. "La Junta Suprema — escribe — en lugar de sub-
yugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar
nuestras fuerzas marítimas delante de su puerto, la dejó fortificar,
ferenciá en que D. José Domingo Duarte, asesor de la intendencia, les manifestó su
error con toda la fuorza de la razón, y que Bolívar, después de oírlo en silencio,
contestó que todo aquello estaba muy bien pintado, pero que él y sus
asociados habían declarado la guerra á Espafia, y verían como saldrían".
Heredia, Memorias, p. 123.
1. 'Cuentan que habiendo obtenido su pasaporte, comió con dos amigos con
quienes departió sobre el despotismo de Miranda, y habló de su intención de mar-
charse á Inglaterra á pedir al marqués de Wellesley (su amigo desde 1810) carta de
recomendación para Sir Arturo Wellesley, después duque de Wellington, con la es-
peranza de ser admitido como vohintarío en el ejército inglés. No sabré decir si
con esa conversación quiso disfrazar su verdadero proyecto, ó si en realidad pensó
ejecutar lo que decía; pero si tal fué su intención, la frustró la confiscación de sus
bienes por Monteverde, y la pérdida en Curazao de doce mil pesos (que Devaba en
su equipaje y que embargó la aduana k causa de informalidades en los papeles del
buque)". 0*Leary, Memorias, publicadas en Caracas, 1883, 1 1, p. 82. Además,
en las Memorias sobre las revoluciones de Venezuela por José Francisco
Heredia, regente que fué de la real Audiencia de Caracas en la época de Monteverde,
se lee (p. 124), que Bolívar salió para Curazao "manifestándose convertido de las
ideas revolucionarías, y decidido á pasar á servir de voluntario en el ejército inglés
del Lord Wellington, para volver á la gracia (sic) del gobierno de Espafla. Esta
disposición de su ánimo, que sus amigos más Íntimos me han asegurado que era
sincera, se mudó enteramente luego que supo en Curazao que á pocos días de su
salida mandó Monteverde secuestrar sus bienes, con cuyos productos contaba para
sostenerse decorosamente en la nueva carrera". Heredia escribió sus- Memorias por
los afios de 1818 á 1820, y no se publicaron hasta 1895, en París.
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— 209 —
y tomar una actitud tan respetable que logró subyugar después la
Confederación entera, con casi igual facilidad que la que teníamos
nosotros anteriormente para vencerla; fundando la Junta su política
en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan á
ningún Gobierno para hacer por la fuerza libres á los pueblos es-
túpidos que desconocen el valor de sus derechos. — Los códigos
que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían en-
señarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado
ciertos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han pro-
curado alcanzar la perfección política presuponiendo la perfectibi-
lidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por
jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofístas por
soldados ... De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado,
cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente
por nuestros natos é implacables enemigos los españoles europeos,
que maliciosamente se habían quedado en nuestro país para tenerlo
incesantemente inquieto, y promover cuantas conjuraciones les per-
mitían formar nuestros jueces, perdonándolos siempre, aun cuando
sus atentados eran tan enormes que se dirigían contra la salud
pública*. — La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen
en las máximas filantrópicas de algunos escritores que defienden la
no residencia de facultad en nadie para privar de la vida á un
hombre, aun en el caso de haber delinquido éste con el delito de
lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, á cada conspiración
sucedía im perdón, y á cada perdón sucedía otra conspiración que
se volvía á perdonar, porque los gobiernos liberales deben distin-
guirse por la clemencia. Clemencia criminal, que contribuyó más
que nada á derribar la máquina que todavía no habíamos entera-
mente concluido". El congreso indultó, en efecto, á los insurrectos
de Valencia; lo que hacía exclamar á Bolívar: "La pacificación
costó cerca de mil hombres, y no se dio á la vindicta de las leyes
un solo rebelde, quedando todos con vida y los más con sus bienes".
En vez de levantar é instruir un ejército de línea, " se estable-
cieron innumerables cuerpos de milicias indisciplinadas, que además
de agotar las cajas del erario nacional en los sueldos de las planas
mayores, destruyeron la agricultura alejando á los paisanos de sus
lugares, é hicieron odioso el Gobierno, que obligaba á éstos á tomar
las armas y á abandonar sus familias. — Las repúblicas, decían
nuestros estadistas, no han menester de hombres pagados para man-
1 . Bolívar había apoyado la proposición de José Félix Ribas de expulsar á los
! españoles, mieatras no se reconociese á la nueva República.
Fortoal, Ifistoria ConstitadontL 14
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— 210 —
tener su libertad: todos los ciudadanos serán soldados cuando nos
ataque el enemigo .... El resultado probó severamente á Vene-
zuela el error de su cálculo; pues los milicianos que salieron al
encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no
estando habituados á la disciplina y obediencia, fueron arrollados al
comenzar la última campaña, á pesar de los heroicos y extraordi-
narios esfuerzos que hicieron sus jefes para llevarlos á la victoria ^\
E^to en cuanto á errores militares. En el gobierno político reinó
la misma ideología. ^^La disipación de las rentas públicas en ob-
jetos frivolos y perjudiciales, y particularmente en sueldos de infi-
nidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores
provinciales y federales, dio un golpe mortal á la República, porque
la obligó á recurrir al peligroso expediente de establecer el papel
moneda, sin otra garantía que la fuerza y las rentas imaginarías de
la Confederación. Esta nueva moneda pareció á los ojos de los
más una violencia manifiesta del derecho de propiedad, porque se
conceptuaban despojados de objetos de intrínseco valor en cambia
de otro cuyo precio era incierto y aun ideal. El papel moneda re-
mató el descontento de los estólidos pueblos internos, que llamaron
al comandante de las tropas españolas, para que viniese á librarlos
de una moneda que veían con más horror que la servidumbre" —
A lo que se agregó: el terremoto del 26 de marzo, que exasperó
las preocupaciones fanáticas; la influencia del partido clerical
"siempre adicto á su apoyo y compañero el despotismo", y "la
opinión inveterada de cuantos ignorantes y supersticiosos contienen
los límites de nuestros Estados".
Pero lo que más debilitó al Gobierno — según Bolívar — fué
su forma federativa. "El sistema federal, escribe, bien que sea el
más perfecto, y más capaz de proporcionar la felicidad humana en
sociedad, es no obstante el más opuesto á los intereses de nuestros
nacientes Estados. Generalmente hablando, todavía nuestros con-
ciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mismos y am-
pliamente sus derechos, porque carecen de las virtudes políticas que
caracterizan al verdadero republicano; virtudes que no se adquieren
en los gobiernos absolutos (refiérese al gobierno colonial), en los
que se desconocen los derechos y los deberes del ciudadano".
Como se ve, la crítica de Bolívar es contundente y exacta en
su fondo. Con todo, en lo tocante al régimen federalista es fuerza
reparar que la constitución no influyó tanto como él creía en los
sucesos desgraciados de 1812, pues no se practicó ni pudo practi-
carse. Desde luego, para la masa popular, ignorante y pasiva, habi-
tuada por siglos al régimen de la Colonia, era del todo indiferente
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— 211 —
que la constitución fuese federalista ó unitaria; y en cuanto á la
clase social que hizo la revolución, comprendió al punto que no
había llegado el momento de plantar la República tal como la
soñara, y de buen ó mal grado tuvo que apelar á la dictadura mili-
tar. La constitución se firmó el 21 de diciembre de 1811 : en marzo
de 1813, ya el congreso confirió facultades extraordinarias al Poder
Ejecutivo, y éste las delegó á Miranda en abril, delegación confir-
mada también, aunque semejante formalidad fuese superflua, por el
Gobierno de la provincia de Caracas. Es verdad que bien pudo
perderse menos tiempp en preliminares inútiles; mas no fué ésta,
realmente, la mayor fatalidad de aquellos días. Todos se engañaron
creyendo que bastaba apelar á la dictadura para conjurar el peligro,
y no vieron, sino después de la derrota, que no existía entonces el
dictador capaz de sobreponerse á los obstáculos, vencerlos y triun-
far. No lo era Miranda, á pesar de su patriotismo insospechable y
su larga experiencia de guerrero en Europa. Ideólogo á su modo,
pagado de formularios que á sus conciudadanos parecieron exóticos,
deshabituado de las preocupaciones y costumbres de su incipiente
patria, tropezó con las dificultades de un medió social contrario en
todo á lo que él venía de observar en países más civilizados, y,
tímido en la acción, fué víctima de sus propias ilusiones. Por otra
parte, claro está hoy — vistas las cosas á distancia — que la culpa
del desastre no puede imputarse toda ni á la sola ideología de
Miranda ni á la exclusiva oposición que le hicieron los gobernantes
civiles de la provincia de Caracas, unidos con algunos militares in-
disciplinados. El pueblo, hay que confesarlo, era todavía hostil á
la Independencia. Bolívar mismo, á pesar de su audacia en impo-
nerse como autócrata, va á tropezar con dificultades análogas: por
los años de 13 y 14, imitará á los españoles en severidad y cruel-
dad; pero será también vencido, y por lógica consecuencia de cir-
cunstancias semejantes, veremos que, así como quiso él sacrificar á
Miranda en la Guaira para vengar la .común derrota, José Félix
Ribas querrá también en Carúpano vengar en el Libertador las des-
gracias comunes de 1814. La superioridad de Bolívar sobre Miranda
no aparecerá realmente sino á contar desde el año de 17, cuando
logra salvar la Independencia sobreponiéndose á la discordia de sus
tenientes; domando, por decirlo así, á los más díscolos — Bermúdez,
Marino, Piar — y ahogando las disidencias que promueven en
Güiria, en Cariaco, en Angostura, los representantes, tanto civiles
como militares, de la reacción anárquica.
En la Memoria de Cartagena, Bolívaf resume de este modo
sus ideas políticas: "Es preciso que el Gobierno se identifique, por
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— 212 —
decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de
los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y serenos, él
debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos,
él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual á los
peligros, sin atender á leyes ni constituciones, interim no se resta-
blece la felicidad y la paz". Y á los granadinos les dice, que su
propia seguridad depende de la reconquista de Venezuela; que es
preciso aliarse contra el enemigo común; que "toda guerra defen-
siva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene, pues lo debi-
lita sin esperanza de indemnizarlo, y que las hostilidades en el
territorio enemigo siempre son provechosas, por el bien que resulta
del mal del contrario " . . . . A los ocho meses ya había recorrido
de triunfo en triunfo el camino de Cúcuta á Caracas.
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Capitulo Vn.
La guerra á muerte.
(1813—1814).
Sumario. Monteverde y la "ley de la conquista" — Origen de la
guerra á muerte — Plan de Antonio Nicolás Briceño — Lo aprueba
Bolívar con ligeros reparos — Empieza Briceño á ejecutarlo en San
Cristóbal — Se interna en Barinas, cae prisionero y lo fusilan los
españoles — Proclama Bolívar la guerra á muerte en Mérida, Tru-
jilio y San Carlos — Su victoriosa campaña de cuatro meses —
Ocupa á Caracas en agosto de 1813 — Plan de gobierno que pro-
pone Francisco Javier Ustáriz — Se aplaza con motivo de la
guerra — Monteverde en Puerto Cabello — Combates de Bárbula
y las Trincheras — Renuévase la discusión sobre proyectos cons-
titucionales — Bases que propone Miguel José Sanz — Los federa-
listas y los dictatorisdes — Continúa la guerra — Asamblea de
Caracas (enero 1814) — Bolívar dictador — Rehácense los españo-
les — Boves y sus ginetes llaneros — Triimfan en la Puerta —
Exasperación de Bolívar — Matanza de los prisioneros españoles
en la Guaira y Caracas — La ejecutan, por orden de Bolívar, Lean-
dro Palacio y Juan Bautista Arismendi — Barbarie contra barbarie —
Combates indecisos dft la Victoria, San Mateo y Bocachica — De-
rrota de Marino en el Arao — Gana Bolívar la batalla de Cara-
bobo — Pierde la de La Puerta — Desastre final — Boves en Va-
lencia — Sus represalias — Emigración de los patriotas de Caracas
— Entrada y atrocidades de Boves — Alzase con el mando su-
premo — Morales desbarata á los patriotas en Aragua de Barce-
lona — Bolívar en Carúnano — Le desconocen sus propios oficia-
les — Se embarca con Marino para las Antillas — Boves en Cu-
maná — Muere al triunfar en Úrica — Morales en Maturín —
Muerte de Sanz — Asesinato de Ribas — Estado de Venezuela á
fines de 1814 — Ojeada retrospectiva — Cómo se explica el fracaso
de la Independencia — Los blancos criollos y los mestizos — Estos
prefieren á los españoles — Ejemplos de abnegación de los primeros
patricios — Heroísmo de las mujeres — En vano, hasta el desquite
de 1821.
Con la capitulación de San Mateo, la prisión de Miranda, el
extrañamiento de Bolívar y reducción á la impotencia de los más
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— 214 — '
influyentes patriotas, todo el territorio venezolano volvió á caer
bajo la dominación española. El Gobierno de la Península ordenó,
en consecuencia, que se promulgase la constitución de Cádiz; pero,
si bien se promulgó en Caracas á fines de 1*812, Monteyerde re-
solvió por propia autoridad aplicar solamente lo que él llamaba
"ley de la conquista". Apenas hubo atentado ni crimen que no
cometiese en Caracas durante los doce meses de su dictadura
absoluta, y en ei interior le secundaron tenientes cuyos apellidos se
han perpetuado como sinónimos de ferocidad y vandalismo: Yáñez,
Cerveris, Antoñanzas, Zuazola, Rósete, Boves. De cómo pensaban
y procedían los nuevos conquistadores juzgúese por el siguiente
párrafo de una carta que Francisco Cerveris dirigió á Monteverde
desde Rio Caribe el 18 de junio de 1813: "No hay más. Señor, que
im gobierno militar; pasar todos estos picaros (criollos) por las
armas: yo le aseguro á VS. que ninguno de los que caigan en mis
manos se escapará. Todo gobierno político debe separarse inme-
diatamente; pues no debemos estar ni por Regencia, ni por Cortes,
ni por Constitución, sino por nuestra seguridad y el exterminio de
tanto insurgente y bandido. Yo bien conozco que no se puede
acabar con todos; pero acabar con los que puedan hacer de cabezas,
y los . demás, á Puerto Rico, á la Habana ó á España con ellos.''
A lo que replicaron los patriotas con la proclamación de la
guerra á muerte. Entre los escapados de Caracas en agosto de
1812, iba el Dr. Antonio Nicolás Briceño, diputado al primer con-
greso venezolano, jurisconsulto eminente, miembo de familia ilustre
desde los tiempos de la conquista, "de carácter apacible — agrega
un deudo suyo — aunque sumamente impresionable, lleno de nobles
sentimientos y modelado en materia de política, no por la República
de Washington sijio por las de Bruto y de Dantón*". Llegado a
Cartagena de Indias, dióse Briceño á formar un cuerpo de volun-
tados para expedicionar sobre Venezuela, y al efecto circuló un
papel el 16 de enero de 1813 con las siguientes principales propo-
siciones 2: Serán admitidos en la expedición todos los criollos y
extranjeros que quieran unirse. Como el primer objeto de esta
guerra es destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles
europeos, en que van inclusos los isleños de Canarias, no serán
admitidos en la expedición, por patriotas y buenos que parezcan.
Tampoco se admitirán oficiales ingleses, por ser aliados de los es-
1. Mariano de Brícefio, Historia de la isla de Margarita, p. 18. Se-
gunda edición.
2. Extracto del texto que inserta José Domingo Díaz, Recuerdos, p. 69|y
reproduce con ligeras variantes Larrazábal, Vida de Bolívar, t. I, p. 168.
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. — 215 —
pañoles, á no ser que consienta en ello la mayoría de la oficialidad.
Las propiedades de todos los españoles europeos que se encon-
traren en el territorio rescatado, se dividirán en cuatro partes: ima
para los oficiales, otra para los soldados y dos para el Estado. Las
propiedades de los naturales del país serán respetadas. Cuando
algún ofícial ó soldado se haga digno de un premio en dinero, se
sacará éste de la masa común. Será mérito suficiente para recibir
premio 6 grado en el ejército, presentar un número de cabezas de
españoles europeos ó isleños: el soldado que presentare 20 cabezas
será ascendido á alférez; 30 valdrán el grado de teniente; 50 el de
capitán, etc.*.
Con semejante plan pasaron Briceño y sus compañeros á Cu-
enta, donde Bolívar y el coronel granadino Manuel del Castillo es-
taban esperando instrucciones del Gobierno de Santa Fe para in-
vadir á Venezuela. Ambos jefes aceptaron (20 de marzo) el con-
venio de Cartagena, si bien poniéndole algunos reparos: — que no
se fusilaría sino á los españoles que se encontrasen con las armas
en la mano; que á los demás se les haría marchar con el ejército,
para vigilarlos, y que se sometería el convenio á la consideración
del congreso general de la Nueva Granada. Lo último, sin em-
bargo, era pura apariencia, al menos respecto de Bolívar, pues
aunque venía sirviendo al Gobierno granadino desde fine^dií di-
ciembre 3, y aun cuando se retardó en Cúcuta aguardando la autori-
zación de Bogotá para continuar la guerra en territorio venezol^o,
su propósito fué siempre obrar por propia cuenta y llevar al cabo
de todos modos el plan de Briceño, que era también el suyo. De-
savínose con Castillo; se aprovechó de la circunstancia de haber
éste renunciado el mando de las fuerzas expedicionarias; obtuvo
al fin, por medio del Presidente granadino Camilo Torres, su amigo
personal, el deseado permiso de marchar como jefe supremo á las
provincias de Mérida y Trujillo, y desde entonces (abril), ya no se
atuvo á órdenes ni instrucciones de aquel Gobierno. Los más no-
tables entre los oficiales venezolanos que le acompañaban - — José
Félix Ribas y Rafael Urdaneta — le eran incondicionalmente
adictos, y los granadinos como Atanacio Girardot y Antonio Ricaurte
se apasionaron en seguida por la temeraria aventura del impetuoso
caraqueño.
1. Firmaron estas proposiciones en Cartagena (seg^n Díaz, p. 71) los fran-
ceses Antonio Rodrigo, José Debraine, Luis Marquis, Jorge H. Delon, B. Henriquez,
L. Caze, y los venezolanos Juan Silvestre Chaquea y Francisco de Paula Navas.
2. Tomó parte con éxito feliz en las campañas libertadoras de Cartagena y
el Magdalena, lo que le valió el grado de brigadier y el derecho de ciudadanía en
la nueva República.
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— 216 —
Briceño, que se había adelantado á San Cristóbal, empezó á
ejecutar su plan de Cartagena, fusilando á los dos únicos españoles
que encontró en la ciudad, y excediéndose, si merece fe el historia-
dor Díaz, hasta escribir cartas con la sangre de sus víctimas. Hecho
lo cual, se internó con unos 250 hombres hacia la provincia de
Barinas; pero en la montaña de San Camilo le atacó á la impro-
vista el español Yáñez, lo tomó prisionero y lo condujo á Barinas,
donde fué fusilado el 15 de junio. El Gobernador de esta pro-
vincia, D. Antonio Tízcar, había declarado desde el 3 de mayo en
una orden general, que "sus tropas no darían cuartel ni á los
rendidos."
A Briceño se le atribuye haber dicho ante el consejo de
guerra: "Yo he apreciado á los buenos españoles; he querido la
libertad tanto para ellos como para mis compatriotas; tuve gran
parte en la salvación de los conjurados de Valencia (indulto de
1812); los horrores cometidos en mi patria y en toda la América
por los enemigos de mi causa, me impelieron á seguir la práctica
(de represalias) que conforme al derecho de gentes se adoptó en
Cartagena; mi plan fué un ardid militar para concluir la guerra á
poca costa*." Funesta alucinación de un gran patriota! Y es lo
peor, que cuando Briceño sufría la misma pena con que amenazara
á sus adversarios, Bolívar, igualmente ciego, proclamaba un sistema
de represalias que iba á ser no menos funesto para la patria. El
8 de junio dijo en su proclama de Mérida: "Las víctimas serán
vengadas: los verdugos serán exterminados. Nuestra bondad se
agotó ya, y puesto que nuestros opresores nos fuerzan á una guerra
mortal, ellos desaparecerán de América, y nuestra tierra será pur-
gada de los monstruos que la infestan. Nuestro odio será impla-
cable, y la guerra será á muerte." A los siete días, el 15 de junio,
agregó en Trujillo: "Los españoles nos han aniquilado con la ra-
piña y destruido con la muerte; han violado los derechos sagrados
de las gentes, infringido las capitulaciones y los tratados más so-
lemnes; cometido, en fin, todos los crímenes, reduciendo la República
de Venezuela á la más espantosa desolación. Así pues, la justicia
exige la vindicta, y la necesidad nos obliga á tomarla Todo
español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa,
por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo,
castigado como traidor á la patria, y en consecuencia será irremi-
siblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un
indulto general y absoluto á los que pasen á nuestro ejército con
1. Mariano de Briceño, op. cit., p. 19.
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— 217 —
sus armas ó sin ellas . . . Los españoles que hagan señalados ser-
vicios al Estado, serán tratados como americanos . . . Españoles y
canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis
activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos,
contad con la vida, aun cuando seáis culpables." Y el 28 de junio
en San Carlos: "Por última vez, españoles y canarios, oid la voz
de la justicia y de la clemencia. Si preferís nuestra causa á la de
los tiranos, seréis perdonados y disfrutaréis de vuestros bienes,
vidas y honor; y si persistís en ser nuestros enemigos, alejaos de
nuestro país, ó preparaos á morir."
Ya van á verse las fatales consecuencias de tan exasperado
lenguaje. Apuntemos, entre tanto, una consideración de orden
general. Si es cierto que cuantas violencias se atribuyeron á las
autoridades españolas de esta época están comprobadas por la tra-
dición, los documentos y la historia, también es verdad que los
patriotas venezolanos, enloquecidos por la lucha, no repararon du-
rante ios años de 13 y 14 que el sistema de guerra á muerte favo-
recía más bien á sus enemigos, dueños de casi todo el territorio.
Que oscuros y desalmados aventureros como Monteverde y sus
tenientes, quisiesen acabar con los blancos criollos, es cosa expli-
cable por el interés personal, pues en la guerra americana buscaban
solamente ascensos militares y recompensas materiales^; pero que un
patricio de vasta ilustración política como el Dr. Antonio Nicolás
Briceño, se acordase únicamente de imitar el heroísmo bárbaro de
su antepasado el conquistador don Sancho, cual si durasen aún las
guerras de raza á raza que ensangrentaron el siglo XVI; que otro
patricio de refinada cultura como Bolívar, educado en las capitales
europeas, olvidase que descendía de aquel primer D. Simón de
Bolívar, tan hidalgo por la sangre cuanto por su alto entendimiento;
que hombres nacidos en limpia y noble cuna como José Félix
Ribas, Rafael Urdaneta, Santiago Marino, Juan Bautista Arismendi
y tantos más, se contagiasen en seguida de la pasión vandálica de
un Tízcar ó un Cerberis, es cosa que revela un descarrío mental
apenas comprensible. Porque si aniquilar á los criollos entraba en
el interesado propósito de los jefes españoles, fundar la patria y
acrecerla en población y riqueza era el objetivo de los jefes vene-
zolanos. Al equipararse éstos en salvajismo con aquéllos, no hi-
cieron más que retardar el triunfo definitivo de la Independencia.
Bolívar mismo tuvo en ocasiones, como se verá luego, conciencia
de su error, cuando intentó paliar el mal que desencadenara su reto
1. Lo propio sucedió recientemente en la guerra de Cuba.
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— 218 —
insensato de Mérida, Trujillo y San Carlos; pero todo su genio no
fué bastante para desengañarle por completo hasta 1816. Sólo en-
tonces, el 6 de julio, estampó categóricamente en su proclama de
Ocumare la declaración que la patria le hubiera agradecido tres
años antes: "La guerra á muerte que nos han hecho nuestros ene-
migos, cesará por nuestra parte: perdonaremos á los que se rindan,
aunque sean españoles . . • ningún español sufrirá la muerte fuera
del campo de batalla "*.
Desde la Grita, de donde salió el 17 de mayo (1813), hasta
Caracas, recuperada el 7 de agosto, el pequeño ejército de Bolívar
corrió de triunfo en triunfo: los de Niquitao, los Horcones, Taguanes,
aseguraron por el pronto la libertad de las provincias de Mérida,
Trujillo y Caracas. Al propio tiempo, Juan Bautista Arismendi logró
apoderarse de la isla de Margarita, su patria, y desde Trinidad
pasaron á Güiria (13 de enero) Santiago Marino, José Francisco
Bermúdez, Manuel Piar, Antonio José de Sucre, los cuales domi-
naban ya en Maturín y Cumaná á principios de agosto. La colonia
española quedaba reducida á Coro, Maracaibo, Guayana, parte de
Barinas y la plaza de Puerto Cabello, donde se refugió Monteverde
con los restos de su ejército.
Al llegar á Caracas, Bolívar procuró darle á la dictadura, que
de hecho y necesariamente iba á ejercer en el territorio libertado,
cierta apariencia de legalidad que calmase la oposición de quienes
soñaban aún con la resurrección del régimen constitucional de 1811,
pero sin disminuir la autoridad absoluta que juzgaba indispensable
para proseguir la guerra. En un manifiesto del 9 de agosto dijo:
"Una asamblea de notables, de hombres virtuosos y sabios, debe
convocarse solemnemente para discutir y sancionar la natiu'aleza
del Gobierno y los funcionarios que hayan de ejercerlo en las críti-
cas y extraordinarias circunstancias que rodean á la República"; y
á los cuatro días se dirigió á Francisco Javier Ustáriz, que había
sido uno de los redactores de la primera constitución y miembro
del Ejecutivo federal en 1812, excitándole á formular un plan de
gobierno provisional. Opinó Ustáriz (18 de agosto) que la necesi-
dad más urgente era la seguridad del país con la completa eiq>ul-
sión de los enemigos que la amenazaban por varios pimtos, y que
1. En los aflos subsiguientes no pierde oportunidad Bolívar de reparar las
consecuencias de su error. "La política — escribía á uno de sus oficiales, el 17 de
febrero de 1818 — la política, de acuerdo con la humanidad, me ha movido á sus-
pender la ejecución de la guerra á muerte; y la experiencia ha empelado á
manifestarnos las ventajas de esta medida: más de 200 españoles se han
pasado ¿ nuestro ejército después que se les ha hecho saber la clemencia con que
se les recibe ....". Y con la misma fecha expidió un decreto concediendo indulto
y gracias á los jefes y soldados españoles que pasasen á las filas patriotas.
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~ 219 —
siendo imposible en las actuales circunstancias convocar el con-
greso, el Ejecutivo y demás autoridades de 1812, convenía adoptar
una organización transitoria en los siguientes términos. El Poder
Legislativo y el Ejecutivo residirán en el General en Jefe del ejér-
cito libertador, "sin otras restricciones que las que provengan del
congreso general de la Nueva Granada, sü comitente "i. Lo guber-
nativo, económico y de policía estará á cargo de sus respectivos
magistrados, bajo la dependencia del mismo General en Jefe. En
cada provincia habrá un gobierno político y otro militar. La ha-
cienda nacional la administrará en Caracas un superintendente
general, y en las provincias, bajo su dependencia, los gobernadores
políticos. La administración de justicia seguirá á cargo de los tri-
bunales ordinarios, según las leyes establecidas ó que se expidieren;
y en Caracas habrá un Supremo Tribunal de apelación, compuesto
de tres letrados que se nombrarán " sin designación de sueldp, para
que se reúnan eventualmente cuando ocurra alguna causa, á costa
de las partes litigantes, con arreglo al arancel". También podrá
convocarse eventualmente un Consejo de Gobierno para consultarle
sobre los asuntos de guerra, marina, hacienda ó comercio. Final-
mente, para propender á la unión con Nueva Granada se convocará
"un equivalente del congreso de Venezuela", con el solo objeto de
nombrar diputados que vayan á incorporarse en el congreso grana-
dino y discutir las bases de la unión.
Bolívar mandó publicar el plan de Ustáriz, y repitió la exci-
tación de que se presentasen proyectos análogos. Pero á mediados
de agosto tuvo que ausentarse de la capital para dirigir de cerca
las operaciones contra la plaza de Puerto Cabello. La atacó varias
veces sin otro resultado que el de tomar prisionero al bárbaro Zua-
zola (2 de setiembre). Propuso á Monteverde canjearlo por el
coronel patriota Diego Jalón, y además entregarle cuatro prisioneros
realistas por otros tantos republicanos. A lo que se negó aquél,
advirtiendo que en lo sucesivo, por cada español sacrificado man-
daría fusilar dos americanos. El general Rafael Urdaneta, á nombre
de Bolívar, replicó: "Si el intruso ex-gobemador Monteverde
está pronto á sacrificar dos americanos por cada español ó canario,
el Libertador de Venezuela está pronto á sacrificar seis mil espa-
ñoles y canarios que tiene en su poder^ por la primer víctima
1. Semejante salvedad, que pudiera llamarse *' diplomática*', tenia por único
objeto recordar con gratitud el apoyo acordado por las autoridades de aquel país á
^ expedición libertadora, y halagar á los ofíciales g^nadinos que acompaftaban á
Bolívar. E^te, desde que pasó la frontera, se creyó, con razón, arbitro exclusivo de
sus planes militares y políticos.
2. La cifra es evidentemente exagerada.
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— 220 —
americana ^\ En seguida se mandó ahorcar á Zuazola. Insistió,
empero, Bolívar en canjear prisioneros, ofreciendo ahora dos espa-
ñoles por cada americano; mas persistió Monteverde en exceptuar
á Jalón, y rotas las negociaciones fusiló á cuatro oficiales patriotas^.
En setiembre llega á Puerto Cabello un regimiento enviado
desde Cádiz, con lo que se decide Monteverde á salir de la plaza
tomando la ofensiva. Los nuestros, al mando de Urdaneta y de los
granadinos Girardot y D'Elhuyar, le derrotan en Bárbula (30 de se-
tiembre) y en las Trincheras (3 de octubre). Monteverde, herido en
la retirada, vuelve á encerrarse en Puerto Cabello, hasta que en
enero de 1814 sus propios oficiales le obligan á embarcarse para
las Antillas.
En Bárbula perdió la vida Girardot Bolívar expidió entonces
un decreto declarando "día de luto para los venezolanos" el 30 de
setiembre, y ordenando que el corazón del héroe fuese llevado en
triunfo á Caracas, donde se le haría "la recepción de los liberta-
dores".
En Caracas, el 14 de octubre, la municipalidad, convocada en
cabildo extraordinario, aclama á Bolívar Capitán General de los
ejércitos patriotas y le concede el título de Libertador de Venezuela.
Por el propio mes renuévase la discusión sobre proyectos constitu-
cionales. El Ledo. Miguel José Sanz, ex-Secretario de Estado, pro-
pone el 22 de octubre un plan de gobierno dictatorial, idéntico en
el fondo al ya mencionado de Ustáriz. "La necesidad — advierte
Sanz en su discurso preliminar '• — hará callar las escrupulosas
cavilaciones de una política sutil, desmentida por tantas experiencias.
Ninguna más celosa de su libertad que Roma, y en sus conflictos
nombraba dictadores. Por este medio logró defenderla y conser-
varla, y jamás (?) tuvo que arrepentirse de haberlo usado. Lau-
dable es anhelar la autoridad para hacer bien, y es afrentosa debi-
lidad dejarla sin haberlo hecho "2. Los poderes Legislativo y Eje-
cutivo los ejercerá Bolívar en materias de Estado, Guerra y Hacienda,
en todo el territorio de Venezuela, sin más limitación que enten-
derse y acordarse con el congreso de Nueva Granada. Tendrá la
facultad exclusiva de entablar negociaciones con las otras potencias
á fin de que reconozcan la Independencia de Venezuela, y con el
congreso granadino para la proyectada unión de ambos países. Dis-
1. Jalón fué canjeado en diciembre, cuando ya no mandaba Monteverde.
2. Compárese con la carta que dirigió á Miranda en 1812: arriba, p. 186. Desde
el principio de la guerra, Sanz fué partidario de la autocracia, de los procedimientos
despóticos, que él Uamaba "medios extraordinarios**. Lo mismo, en esta época, el
apacible Ustáriz, el austero Mendoza, el flemático Peftalver.
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— 221 —
pondrá á su arbitrio de las rentas, "dejando moderadamente lo
necesario para sueldos y entretenimiento de los empleados políticos
y eclesiásticos". Cuando haya pacificado el país y asegurado su
independencia, convocará el congreso venezolano, é instalado éste,
dimitirá el mando. Nombrará gobernadores políticos de las pro-
vincias, de temas que le presentarán las municipalidades, y estos
gobernadores estarán siempre bajo la dependencia del Jefe Supremo.
Los proyectos formulados por Ustáriz y Sanz, aunque no re-
cibieron ninguna .sanción, equivalían exactamente al gobierno de
hecho que desde el 6 de agosto venía ejerciendo Bolívar, acom-
pañado de sus tres secretarios Antonio Muñoz Tébar, Rafael D. Mé-
rida y Tomás Montilla^. Pensar en revivir la constitución de 1811,
hubiera sido, según Bolívar y sus amigos, sacrificar otra vez la
patria. Categóricamente lo participó al Gobernador de Barinas,
D. Manuel Antonio Pulido, cuando éste le escribió en octubre
invocando la autonomía provincial garantizada por la constitución.
^Malograríamos — le respondió — todos los esfuerzos y sacrificios
hechos, si volviéramos á las embarazosas y complicadas formas de
la administración que nos perdió . . . Mientras dure el peligro
actual, á despecho de toda oposición llevaré adelante el plan enér-
gico que tan buenos sucesos me ha proporcionado".
En los meses de noviembre y diciembre, Bolívar vuelve á
dirigir personalmente las operaciones militares. Rechazado en Bar-
quisimeto (10 de noviembre) por el brigadier D. José Ceballos, se
retira á Valencia; el 23 se desquita derrotando en Vigirima á las
fuerzas salidas de Puerto Cabello; el 7 de diciembre, á la cabeza
de 3,000 hombres, desbarata los 3,500 que le opone Ceballos en
Araure; al terminar el año regresa á Caracas.
El 2 de enero de 1814, celébrase en la capital una asamblea
popular presidida por el gobernador político Cristóbal de Mendoza,
quien, aunque formaba parte del Ejecutivo federal nombrado en
1812, sostenía sin reservas la dictadura de Bolívar. Este dijo á la
asamblea^: ^^Para salvaros de la anarquía y destruir los enemigos
que intentaron sostener el partido de la opresión, fué que admití y
conservé el poder soberano. Anhelo por el momento de trasmitirlo á
los representantes que debéis nombrar. Espero que me eximiréis
de un destino que alguno de vosotros podrá llenar dignamente. Yo
1. Sus decretos m&s importantes fueron: el de ig^dmd de derechos civiles
entre extranjeros y nacionales, los relativos al fomento de la agricultura y el
cotnercio (por de contado letra muerta) y el de 22 de octubre que creó la orden
militar de ** Libertadores de Venezuela*'.
2. Extracto.
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— 222 —
aspiro únicamente al honor de continuar combatiendo á vuestros
enemigos. Os presento tres informes de las Secretarias de listado.
Decidid vosotros si vuestro honor se ha repuesto, si vuestras
cadenas han sido despedazadas, si he exterminado vuestros enemi-
gos, si os he administrado justicia y si he organizado el erario de
la República ^\ Leídos los informes, el Gobernador Mendoza pro-
nuncia un entusiasta elogio del Libertador, y termina manifestando
que si la República se disolvió una vez ^^por la debilidad é insub-
sistencia de sus bases primitivas^', sería exponerse á otra ruina
convocar un congreso constituyente en las actuales circunstancias,
las que sólo aconsejan por ahora encargar al Jefe Supremo de pro-
penda á la unión indisoluble de las provincias de Venezuela entre
sí y ton las de Nueva Granada, hasta que el congreso general
forme la nueva constitución. Bolívar contesta con un elocuentísimo
discurso, en el que se descubren, bajo la exaltación patriótica,
el avisado criterio del hombre político y la consumada habilidad del
diplomático. Al principio dice: ^^No he podido oir sin rubor, sin
confusión, llamarme héroe y tributarme tantas alabanzas. Exponer
mi vida por la patria, es un deber que han llenado nuestros her-
manos en el capipo de batalla: sacrificar todo á la libertad, lo ha-
béis hecho vosotros mismos, compatriotas generosos". Refiere en
frases rápidas y refulgentes sus campabas de Cartagena, Santa
Marta, Pamplona y la de Venezuela. Paga tributo de admiración á
sus compañeros de armas. ^^ Vosotros, compatriotas, me honráis con
el ilustre título de Libertador. Los oficiales, los soldados del ejér-
cito, ved ahí los libertadores; ved ahí los que reclaman la gratitud
nacional". Con rasgos felices pinta á sus tenientes: ^^el general
Ribas, cuyo valor vivirá siempre en la memoria americana, junto
con las jomadas gloriosas de Niquitao y Barquisimeto; el gran
Girardot, el joven héroe que hizo aciaga con su pérdida la victoria
de Bárbula; el mayor general Urdaneta, el más constante y sereno
oficial del ejército ; el intrépido D'Elhuyar, vencedor de Monteverde
en las Trincheras; el bravo comandante Elias, pacificador del Tuy
y libertador de Calabozo; el bizarro coronel Villapol, que desris-
cado en Vigirima, contuso y desfallecido, no perdió nada de su
valor que tanto contribuyó á la victoria de Araure; el coronel
Palacio, que en una larga serie de encuentros terribles, soldado
esforzado y jefe sereno, ha defendido con firme carácter la libertad
de su patria; el mayor Manrique, que dejando sus soldados tendidos
en el campo, se abrió paso con sólo pocos oficiales por en medio
de las filas enemigas . . ." Termina diciendo: "No es el despotismo
militar el que puede hacer la felicidad de un pueblo, ni el mando
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— 223 —
que obtengo puede convenir jamás, sino temporariamente, á la Re-
pública. Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar
á su patria. No es él arbitro de las leyes ni del gobierno; es el
defensor de su libertad Sus glorías deben confundirse con las de
la República, y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la feli-
cidad de su país. He defendido vigorosamente vuestros intereses
en el campo del honor, y os protesto los sostendré hasta el último
período de mi vida. Vuestra dignidad, vuestras glorías serán siempre
caras á mi corazón; mas el peso de la autorídad me agobia. Yo
os suplico me eximáis de una carga superíor á mis fuerzas. Elegid
vuestros representantes, vuestros magistrados, un gobierno justo; y
contad con que la3 armas que han salvado la República protegerán
siempre la libertad y la gloría nacional de Venezuela". La insi-
nuación de renunciar al mando, que contienen las frases citadas, no
era más, claro está, que un efecto oratorío, una promesa para el
porvenir; pues mal podía el caudillo, hasta ahora victoríoso, cometer
la insensatez de despojarse de su autorídad suprema. £1 presidente
de la municipalidad, Juan Antonio Rodríguez Domínguez, que lo
había sido también del con^^eso de 1811, sucede á Bolívar en la
palabra, é imitando á Ustáriz, á Sanz y á Mendoza, insiste en la
necesidad de la dictadura mientras queden enemigos que combatir.
** Continúe V. E. de dictador: perfeccione la obra de salvar la patría;
y cuando lo haya conseguido, restituyale el ejercicio de su soberanía
planteando el gobierno democrático". Después de Domínguez, habla
con entonación de tríbuno Domingo Alzuru, y luego de celebrar las
declaraciones del Libertador como un reconocimiento de la sobe-
ranía del pueblo, lanza otra idea que estaba en todos los cerebros
sin que se atreviese nadie á expresarla. Marquemos este acto —
dice — ^^con la espontánea y pública aclamación de la suprema
autorídad dictatoríal en el ciudadano Simón Bolívar, para que cons-
tituyéndole nuestro primer magistrado, salga él, así como la Re-
pública, de la especie de dependencia con que obraba como comi-
sionado del honorable congreso de la Nueva Granada". Bolívar
habla por tercera vez: hábilmente pasa en silencio esas palabras de
Alzuru; con no menor habilidad indica como candidato para el
poder supremo, después de la guerra, al general Marino, "libertador
del Oríente", — quien revelaba ya las veleidades de disidencia que
tanto abundaron en su vida pública — , y declara por último que acepta
la dictadura hasta que puedan reunirse las asambleas electorales.
Pero la patría estaba á punto de perderse otra vez, no ya
como en 1812 por la pusilanimidad de su dictador, pues que Bolí-
var, á diferencia de Miranda, pecaba antes bien por su temeraría
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— 224 —
audacia, sino porque los españoles encontraron en la clase de los
mestizos ó ^^ pardos ^\ que era la más numerosa, su mejor aliado.
Los pardos, en efecto, formaron en su mayor parte el ejército de
José Tomás Boves, que iba á destruir la naciente República. Boves,
nacido en España, y cuyo verdadero apellido era Rodríguez, hallá-
base en Puerto Cabello por los años de 1808 al servicio de unos
mercaderes llamados Joves. Perseguido como contrabandista, logró
que se le conmutase la pena de presidio por la de confinamiento á
la ciudad de Calabozo, gracias á la intervención de los Joves, de
quienes imitó luego el apellido cambiándole la primera letra. Cuén-
tase que en 1811 se alistó en las filas patriotas y que disgustado
con sus jefes, por motivos que las crónicas no aclaran, se pasó al
año siguiente á la causa realista. Su nombre surge de la oscuridad
en 1813. Enamorado de las costumbres primitivas de los llaneros,
gente á la sazón inculta y dada á todo género de aventuras, no
tardó en hacerse jefe de numerosa banda y en adquirir prestigio
tal, que sólo puede compararse con el de José Antonio Páez en
años posteriores. Valiente á toda prueba, aventurero por instinto,
impasible en la derrota, ebrio en el triunfo, tolerante con los ex-
cesos de sus parciales, feroz hasta el delirio contra sus enemigos,
Boves mezcla en su alma el ímpetu salvaje del llanero, y su astucia
y su fatalismo, con toda la crueldad de un Zuazola, de un Anto-
ñanzas, de un Cerberis. El 3 de febrero de 1814 gana su primera
batalla destrozando en La Puerta las tropas de Campo Elías^, y
se adelanta rápido á los valles de Aragua.
Bolívar, sabedor del desastre, deja en Caracas á Ribas y
vuela á Valencia. Fuerza es detenemos aquí para escribir la página
más triste acaso de su vida pública, el episodio más sombrío de su
sistema de guerra á muerte. Cuando á principios de agosto de
1813 se aproximaba á Caracas, encontró en la Victoria una comi-
sión compuesta del marqués de Casa León, el Pro. Marcos Ribas,
D. Francisco Iturbe, el Dr. Felipe Fermín Paúl y D. José Vicente
Galguera, enviados desde aquella ciudad por el Capitán General
D. Manuel del Fierro, con el fin de ajustar las cláusulas de una
capitulación. Convínose en que todas las plazas de la provincia se
entregarían sin demora á las autoridades republicanas; que se con-
cedería pasaporte para emigrar á cuantos españoles lo solicitasen
en el plazo de dos meses, y que el convenio se presentaría al día
siguiente al Capitán General, para su ratificación dentro de veinti-
cuatro horas. Desde la Victoria, Bolívar escribió á Fierro: "Esta
1. Los realistas eran 7,000, ios patriotas 3,000.
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— 225 —
capitulación será cumplida religiosamente para oprobio del pérfido
Monteverde y honor del nombre americano". Pero, entre tanto,
Fierro y las autoridades españolas, imitando el ejemplo de Miranda,
huyeron á la Guaira y se embarcaron ó para las Antillas ó para
Puerto Cabello. Al ocupar Bolívar á Caracas y la Guaira, y aunque
las guarniciones de estas plazas se entregaron sin resistencia, mandó
prender á todos los españoles y canarios sospechosos. Envió comi-
sionados á Puerto Cabello á proponer á Monteverde la ratificación
del convenio de la Victoria, ó al menos el canje de prisioneros.
Monteverde opuso condiciones inaceptables y se rompió el tratado.
Quedaron en consecuencia presos los españoles y canarios, á ex-
cepción de unos pocos á quienes se indultó, y uno que otro fusi-
lado al intentar fugarse. En 4 de setiembre (1813) el Gobernador
inglés de Curazao escribió á Bolívar intercediendo por los prisio-
neros, y se le contestó desfavorablemente el 2 de octubre, alegando
que las medidas de clemencia no habían dado los resultados apete-
cidos; que los españoles á quienes se concedió pasaportes para
Ultramar volvieron á alistarse en las filas realistas, y que los aten-
tados del enemigo obligaban á ejercer represalias. Sin embargo,
no se procedió por el pronto contra los presos. En los primeros
días de febrero (1814) túvose noticia de la marcha de Boves hacia
el Centro y de la de Rósete á Ocumare. Temeroso entonces el
comandante de la Guaira, coronel Leandro Palacio, de que los
presos intentasen un golpe de mano, pidió instrucciones á Bolívar.
Este, exasperado por el triunfo de Boves, le oontestó desde Valencia
el día 8: "Por el oficio de US. de 4 del actual, que acabo de re-
cibir, me impongo de las críticas circunstancias en que se encuentra
esa plaza, con poca guarnición y un crecido número de presos i.
En consecuencia, ordeno á US. que inmediatamente se pasen por
las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospi-
tal, sin excepción alguna". Y despachó al mismo tiempo igual
oficio al comandante de Caracas, coronel Juan Bautista Arismendi.
Cómo se cumplió tan bárbara orden lo dicen con su tremenda
concisión los partes ofidftles. Palacio escribe desde la Guaira:
13 de febrero de 1814: "En obedecimiento á orden expresa del
Excmo. Señor General Libertador para que sean decapitados todos
los presos españoles y canarios reclusos en las bóvedas de este
puerto, se ha comenzado la ejecución pasándose por las armas esta
noche 100 de ellos". 14 de febrero: "Ayer tarde fueron decapi-
tados 150 hombres de los españoles y canarios encerrados en las
1. Bolívar recordó la sublevación de los presos espafioles en el castiUo de
Poerto Cabello, en 1812, cuando él mandaba la plaza.
Fortoul, Historia Constitodonal. 15
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- 226
bóvedas de este puerto, y entre hoy y mañana lo será el resto de
ellos". 15 de febrero: "Ayer tarde fueron decapitados 247 espa-
ñoles y canarios, y sólo quedan en el hospital 20 enfermos, y en las
bóvedas 108 criollos". 16 de febrero: "Hoy se han decapitado los
españoles y canarios que estaban enfermos en el hospital, últimos
restos de los comprendidos en la orden de S..E.". — Total 517.
Desde Caracas participa Arismendi al Secretario de la Guerra el
25 de febrero: "Se servirá US. elevar á la consideración del
Excmo. General en Jefe, que la orden comunicada por US. con
fecha 8 de este mes se halla cumplida, habiéndose pasado por las
armas, tanto aquí como en la Guaira, todos los españoles y canarios
. que se hallaban presos, en número de más de 800 1, contando los
que se han podido recoger de los que se hallaban ocultos^. Pero
habiéndose presentado á este Gobierno y al público un número de
ciudadanos beneméritos garantizando la conducta de varios de los
individuos que según la citada orden de 8 de febrero debían ser
decapitados, he|creído deber condescender para evitar cualquiera entor-
pecimiento de la dicha orden, esperando las ulteriores disposiciones
de S. E. Incluyo á US. copia del oficio que he pasado sobre este
particular al ciudadano Gobernador político, y la lista que me ha
remitido, á fin de que determine S. E. lo que tenga por conveniente*."
El 24 de febrero, el Secretario de Estado Muñoz Tébar publica
en San Mateo, por orden del Libertador, un Manifiesto destinado á
justificar las matanzas de Caracas y la Guaira. Reseña les cono-
cidos atentados de lo» jefes realistas desde 1812; repite que ninguno
de los españoles indultados había desistido de la lucha; advierte
que los prisioneros estaban de acuerdo con Boves, que se adelan-
taba á la villa de Cura, y con Rósete, que desolaba á Ocumare,
para sublevarse en el momento oportuno; que, descubierto el plan,
respetar sus vidas hubiera sido "aventurar manifiestamente el des-
tino de la República, cuya pérdida anterior la causó la sublevación
de los prisioneros españoles en el castillo de Puerto Cabello", y
agrega: "Los prisioneros españoles han sido pasados por las armas,
cuando su impunidad esforzaba el encono de sus compañeros; cuando
1. Por consiguiente, cosa de 300 en Caracas.
2. José Domingo Díaz, Recuerdos, p. 338, dice que el total de víctifflts
fué de 866; Restrepo copia á Díaz; Larrazábal habla de 886; O'Leaiy, de 800;
Baralt, de más de 800; José Francisco Heredia (Memorias, p. 185) de cerca de
900. Lo verosímil es que fuesen 817 ú 818, según la Gaceta de Caracas con-
sultada por Juan Vicente González (Biografía de Ribas), y Mariano de Brícefio
(Biografía de Arismendi, p. 40 y nota 14). I-a colección de la Gaceta «
rarísima y no hemos podido hacer el cotejo.
3. No se conoce el texto de los documentos citados por Arismendi.
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~ 227 —
sus conspiraciones en el centro mismo de los calabozos, apenas des-
baratadas cuando resucitadas, nos han impuesto la dura medida á
que nos había autorizado, mucho tiempo há, el derecho de las re-
presalias". — Con igual derecho de represalias van á justificar sus
barbaridades Boves, y Rósete, y Morales. Exasperado Bolívar, no
reflexionó que su nombre, lo mismo que el de sus tenientes (Arís-
mendi había sacrificado antes en Margarita 29 prisioneros, Marino
en Cumaná 200, Campo Elias en los llanos un número incontable),
no reflexionó que su nombre, y el de tantos héroes de la patria,
iban á quedar en la historia de 1814 confundidos con los de aquellos
vándalos, bajo la misma horrenda mancha del crimen. Tristes
tiempos, cuando hasta el genio enloquece, y apaga él mismo la
antorcha que le guía al porvenir.
El día en que empezaron las hecatombes de la Guaira
y Caracas, el 12 de febrero, José Félix Ribas logra rechazar á
Boves en la Victoria. Triunfo efímero. Boves se rehace, y el 28,
á la cabeza de 7,000 hombres, ataca á Bolívar en San Mateo. La
batalla queda indecisa: Boves, herido, se ausenta por unos días.
Sucédense escaramuzas y maniobras en los contomos de San Mateo.
El 20 de marzo reaparece Boves al frente de su ejército; renueva
el ataque hasta el 25; y ya al punto de apoderarse del parque
republicano, custodiado por el granadino Antonio Ricaurte en la
casa llamada El Ingenio, Ricaurte despide sus soldados, prende
fuego á las cajas de pólvora y perece con gran número de enemi-
:gos. El 30 de marzo, Boves contramarcha hacia la villa de Cura,
con el intento de batir á Marino, que por el Sur se aproximaba
con 3,500 hombres: al día siguiente se encuentran en Bocachica, y
después de impetuosas cargas por una y otra parte, retíranse
ambos; el republicano á la Victoria, el realista camino de Valencia,
y luego hacia Calabozo.
Desde Coro se había internado el español D. José Ceballos,
y hallábase en San Carlos á principios de abril con una división de
hasta 4,000 hombres. Bolívar ordena á Marino que marche contra él
desde la Victoria. El 16 de abril lo desbarata Ceballos en la llanura
del Arao. El 30 llega á San Carlos el Capitán General D. Juan
Manuel Cajigal, y sumando sus tropas con las de Ceballos — más
ó menos 6,000 — marcha sobre Valencia. Pero Bolívar le gana la
batalla de Carabobo el 28 de mayo, aunque con fuerzas inferiores
«i número (5,000 hombres).
Empero, ya se acercaba el desastre final. Boves sale de Ca-
labozo con 5,000 ginetes y 3,000 infantes; el 15 de junio encuentra
€n la Puerta á 2,300 soldados que mandan Bolívar y Marino, y en
15*
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— 228 —
breves horas acaba con ellos. Más de 1 ,000 patriotas quedan en el
campo. Antonio Muñoz Tébar y Antonio Rafael Mendiri, secre-
tarios del Libertador, mueren en lo más recio del combate. El
coronel Diego Jalón y todos los prisioneros son fusilados. Bolívar^
Marino y Ribas huyen á Caracas.
Boves se adelanta á la Victoria, destaca una división sobre la
capital y retrocede á asediar á Valencia. Del 19 de junio al 9 de
julio, el coronel Juan de Escalona, jefe de la guarnición, resiste
heroicamente, y no capitula sino cuando quedan agotados los ví-
veres y municiones. ¿Será preciso agregar que el feroz caudillo
olvidó al punto su palabra empeñada de respetar la vida de mili-
tares y civiles? Asesinó á lanza ó á cuchillo á más de 90 per-
sonas pacificas, á 60 y tantos oficiales y á 300 soldados. Refiere
un historiador realista: "En la noche siguiente á su entrada á Va-
lencia (10 de julio), Boves reunió todas las mujeres en un sarao, y
entre tanto hizo recoger los hombres, que había tomado precau-
ciones para que no se escaparan, y sacándolos fuera de la pobla-
ción, los alanceaban como á toros sin auxilio espiritual. Solamente
el Dr. Espejo (Gobernador político) logró la distinción de ser fusi-
lado y tener tiempo para confesarse^. Las damas del baile se be-
bían las lágrimas, y temblaban al oir las pisadas de las partidas de
caballería, temiendo lo que sucedió, mientras que Boves con un
látigo en la mano las hacía danzar el piquirico, y otros sonecitos
de la tierra á que era muy aficionado 2, sin que la molicie que ellos
inspiran fuese capaz de ablandar aquel corazón de hierro. Duró la
matanza algunas otras noches ^.^'
El 6 de julio, Bolívar desocupa á Caracas con los escasos
restos de sus tropas, y seguido de numerosa emigración de pai-
sanos, mujeres y niños (más de 10,000 almas!) emprende retirada á
Barcelona. El camino de Chacao — dice el historiador español
Heredia* — " estuvo todo el día cubierto de una columna de gentes
de todas clases y edades, que huían despavoridas, á pie y cargando
cada cual con lo que podía, de las cuales casi todas perecieron en
el viaje al rigor de cuantas calamidades pueden imaginarse. De^
las cuarenta mil almas á que llegaba el vecindario de aquella her-
1. El coronel Escalona pudo fugarse de la propia casa de Boves, donde
estaba preso.
2. Cuentan las crónicas que Boves no daba cuartel sino á los músicos . . .y
á los cirujanos.
3. José Francisco Heredia, Memorias sobre las revoluciones de Vcnf-
zuela, p. 203.
4. Op. cit., p. 201 .
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— 229 —
mosa capital, quedaron las monjas de los dos conventos de la Con-
cepción y el Carmen, algunos frailes, el arzobispo y á su ejemplo
los canónigos, y como cuatro ó cinco mil personas que tuvieron re-
solución para esperar la muerte en sus casas, sin exponerse á en-
contrarla más cierta entre los riesgos de la fuga." A los tres meses
de horrenda peregrinación, los que pudieron llegar á las costas de
Cumaná se embarcaron pocos á pocos para Margarita y las An-
tillas inglesas^.
El 8 de julio entra en Caracas la vanguardia del ejército rea-
lista, á las órdenes de D. Ramón González, quien se apresura á
decir en una proclama: "Vuestras vidas serán salvas, vuestras pro-
piedades ilesas y vuestra seguridad inviolable". Boves, que llega
á la capital el 16, repite lo mismo en bandos sucesivos de este día,
del 18 y del 26; mas cuantos patriotas cometieron la imprudencia
de salir de sus escondites, fueron ejecutados en Coticita, á las
puertas de la ciudad, ó deportados á Calabozo, donde corrieron
igual suerte. Además, á los justicias de los pueblos vecinos pasó
Boves una orden en estos términos (25 de julio): "Conviene á la
seguridad pública el que se castiguen los malvados que han sido
causa de que se sacrificasen los europeos, canarios é hijos del país.
En esta inteligencia prevengo á V. que tomando los informes de
personas de probidad, á fin de evitar algún partido de venganza,
pase inmediatamente por las armas en ese pueblo á los de aquella
clase, dándome cuenta de haberlo ejecutado; bien entendido que
hago á V. responsable, si no lo verifica, de cualquier desgraciado
acontecimiento que haya en esa jurisdicción".
Desde que triunfó en La Puerta, Boves se alzó con el mando
del territorio reconquistado, desconociendo de hecho al Capitán
General D.Juan Manuel Cajigal, á quien osó escribir: "He reco-
brado las armas, las municiones y el honor de las banderas es-
pañolas, que S. E. perdió en Carabobo ". Al pusilánime de Cajigal
no le quedó más recurso que refugiarse en Puerto Cabello, de donde
remitió pliegos á España acusando la conducta del rebelde. Boves,
imperturbable, se apropió los pomposos títulos de "Comandante
General del ejército español y Gobernador é Intendente de las pro-
vincias de Cumaná y Barcelona", ó "Comandante General de Barlo-
vento". En Caracas nombró á fines de julio Gobernador político al
marqués de Casa León, Gobernador militar á Juan Nepomuceno
1. Nótese una acción generosa por parte de los españoles^ en estos tiempos
<ic reciproca crueldad. El intendente de Puerto Rico, D. Mariano Ramírez, envió
atixilio de víveres y dinero á la muchedumbre de mujeres y nifios que se refugiaron
en Saint-Thomas, y el Gobierno de la Península aprobó su noble conducta.
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— 230 —
Quero (tan desalmado como su jefe, y por añadidura traidor á la
patria, como que era venezolano y había servido bajo Miranda),
ministros del tribunal de apelaciones — creado en lugar de la Real
Audiencia — á los doctores Tomás Hernández Sanabria, Juan
Rojas y Francisco Rodríguez Tosta, é intendente á D. José Do-
mingo Duarte. Hecho lo cual marchó á Oriente, á donde ya había
adelantado á su segundo Francisco Tomás Morales en persecución
de Bolívar.
Este se hizo fuerte en Aragua de Barcelona con unos 3,000
hombres; pero el 18 de agosto le cayó encima Morales con 8,000,
derrotándolo por completo. "Morales pasó á cuchillo no solamente
los prisioneros sino ima gran parte de la vecindad, sin respetar
edad ni sexo, haciendo, como Rósete, su matanza en el recinto
mismo de la iglesia (donde perecieron más de 1,000). Por esta
razón los muertos de uno y otro partido alconzaron en aquel aciago
día á 4,700, todos americanos ^ ".
Bolívar pasó á escape por Barcelona. Al llegar á Cumaná
(25 de agosto) le avisan que el comandante de la escuadrilla re-
publicana, un italiano llamado Bianchi, estaba levando anclas y se
llevaba las alhajas que el clero de Caracas confió á los patriotas
para atender á los gastos de guerra 2. Bolívar y Marino persiguen
á Bianchi hasta Margarita, y logran que entregue á las autoridades
de la isla parte de los buques y dos tercios del tesoro, quedándose
con lo demás el aventurero, para indemnizarse de acreencias que
tenía contra las provincias orientales. Regresan al continente, á
Carúpano, el 3 de setiembre; y allí José Félix Ribas, de acuerdo
con los demás oficiales, les declara destituidos del mando supremo,
con el pretexto de que el viaje á Margarita podía considerarse como
una tentativa de deserción. Y poco faltó para que Ribas, y Manuel
Piar, y José Francisco Bermúdez, se vengasen en sus jefes de la
derrota común, del propio modo que contribuyera Bolívar á sacri-
ficar á Miranda por el desastre de 1812. Al fin les permitieron
embarcarse para las Antillas (7 de setiembre).
El 16 de octubre ocupa Boves á Cumaná, y según su costumbre
pasa á cuchillo á los prisioneros, á mujeres y á niños: más de
1,000 personas. El 5 de diciembre, derrota en Úrica á Ribas, Ber-
múdez, Piw, Monagas, Cedeño, Zaraza. En medio del combate,
1 . Baralt, t. II, p. 270.
2. "Acta Solemne de Concordia, entre el Estado y el Sacerdocio, para pro-
veer los Exércitos que obran contra los enemigos que invaden el territorio de Vene-
zuela". Caracas, 12 de febrero, 1814. Imprenta de Juan Baillio. — El peso total
de las alhajas era de 27,912 onzas de plata. Larrazábal, t. I, p. 329.
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— 231 —
Boves pierde la vida de un lanzazo; pero su teniente Morales per-
sigue á los patriotas hasta Maturin, acabándolos de dispersar. En
Maturín queda muerto el sabio Licenciado Miguel José Sanz, y á
Ribas, vendido en su fuga por un esclavo, lo asesinan los españoles
el 31 de enero, en los montes de Tamanaco, cerca del Valle de
la Pascua.
Cuando termina el año de 1814, los patriotas no ocupan ya
sino la isla de Margarita, gracias á la indomable energía con que
allí se sostuvo Arismendi desde el mes de abril, y contados lugares
del Continente, donde siguen peleando como guerrilleros los Mo-
nagas, Zaraza, Cedeño y Páez. El estado general de Venezuela lo
describen los mismos españoles. El asesor de la Intendencia,
Dr. José Manuel Oropesa, dice: "No hay ya provincias: las pobla-
ciones de millares de almas han quedado reducidas, unas á cen-
tenas, otras á decenas, y de otras no quedan más que los vestigios
de que allí vivieron racionales . . . Los caminos y los campos cu-
biertos de cadáveres insepultos, abrasadas las poblaciones, familias
enteras que ya no existen sino en la memoria, y tal vez sin más
delito que haber tenido una rica fortuna de que vivir honradamente.
La agricultura enteramente abandonada, y así es que ya no se en-
cuentran en las ciudades ni granos ni frutos de primera necesidad.
En una palabra, he visto los templos polutos y llenos de sangre, y
saqueados hasta los sagrarios". El brigadier D. Manuel del Fierro
escribe á un compatriota suyo el 29 de diciembre de 1814: "En las
últimas acciones habrán perecido de una y otra parte más de
12,000 hombres. Afortunadamente los más son criollos, y muy raro
españoL Si fuera posible arrasar con todo americano, sería lo
mejor. Si en las demás partes de la América se encontraran muchos
Boves, yo le aseguro á usted que se lograrían nuestros deseos;*
pues lo que es en Venezuela, poco ha faltado para verlos realizados,
pues hemos concluido con cuantos se nos han presentado".
Repitamos que las catástrofes de 1812 y 1814 ponen de re-
lieve uno de los aspectos característicos de la revolución venezo-
lana. La idea de Independencia no tuvo, durante sus primeros
períodos, raíces profundas en las clases populares: no fué, por
tanto, una reacción espontánea de toda la colonia contra el des-
pótico gobierno de la monarquía, mucho menos la sublevación del
pueblo colonizado contra el pueblo colonizador. Realmente, en el
19 de abril y en el 5 de julio no se ve, á pesar de lo que dijeran
entonces los patriotas, el despertar de un pueblo "cansado de la
esclavitud", antes bien la obra de un pequeño grupo de hombres ins-
truidos y audaces que formaban parte de la clase social privilegiada,
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- 232
y que contaminados de las ideas revolucionarias de Inglaterra,
Francia y los Estados Unidos, quisieron difundirlas de golpe en la
masa oscura y pasiva, sobre la cual pesó por tres siglos la dura
dominación de los conquistadores, el anticuado sistema de los ó
atrabiliarios ó estultos Capitanes Generales. Empresa más difícil
que el desconocimiento, en el papel, de la soberanía de España,
empeño más largo que el de vencer de vez en cuando en los campos
de batalla á los ejércitos del rey.
Los ejércitos que combatieron en seguida no se compusieron
de españoles solos en el campo realista ni de sólo americanos en
el campo patriota. Los más de los soldados de Monteverde, Caji-
gal, Boves y Morales eran tan venezolanos como los de Bolívar,
Marino, Ribas y Urdaneta. La caballería de Boves, que llegó á
contar más de 10,000 ginetes, la formaron casi en su totalidad los
mismos llaneros que después debían seguir á Páez. De modo que
si la guerra se prolongó por tantos años, y á pesar de la fulgu-
rante campaña de Bolívar en 1813, fué justamente porque España,
no obstante el conflicto internacional que la envolvía en Europa,
pudo siempre reforzar y rehacer sus batallones con la población
colonial, sin distinción de razas, ó más bien apelando á los vene-
zolanos mestizos, que componían la mayoría, desconfiaban de la
nobleza criolla y no ocultaban su preferencia por los gobernantes
españoles. "Los guerrilleros, dice un historiador realista, que des-
pués (de 1811) quisieron formar partido bajo la voz del rey, exci-
taron esta rivalidad (entre blancos y pardos), llegando á ser pro-
verbio en la boca de los europeos exaltados que los pardos eran
fieles, y revolucionarios los blancos criollos con quienes era nece-
sario acabar 1". Los incultos pueblos de esta época temían más á
los patriotas que á los españoles. En julio de 1814, escribía desde
Trujillo el general Urdaneta: "Los pueblos se oponen á su bien;
el soldado americano es mirado con horror; no hay un hombre que
no sea un enemigo nuestro; voluntariamente se reúnen en los
campos á hacemos la guerra; nuestras tropas transitan por los
países más abundantes, y no encuentran que comer; los pueblos
quedan desiertos al acercarse nuestras tropas, y sus habitantes se
van á los montes, nos alejan los ganados y toda clase de víveres;
y el soldado infeliz que se separa de sus camaradas, tal vez á
buscar alimento, es sacrificado*^". Bolívar mismo dijo con des-
pecho en su despedida de Carúpano (7 de setiembre): "El ejército
1. Heredia, Memorias, p. 30.
2. Memorias del general Rafael Urdaneta, p. 132.
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— 233 -
libertador exterminó las bandas enemigas; pero no ha podido ni
debido exterminar á unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en
centenares de combates. No es justo destruir á los hombres que
no quieren ser libres '\
Los blancos criollos, autores de la revolución, fueron sus pri-
meras víctimas. José María España perece en la horca, y sus cuar-
tos, suspendidos en postes de infamia, marcan el viacrucis de la
libertad desde la Guaira á Caracas. Manuel Gual muere en el des-
tierro. Miranda agoniza durante cuatro años en inmimdas prisiones.
Los "ocho monstruos" (Rosció, Madariaga, etc.), remitidos por
Monteverde á la Península, pasan más de dos años entre los presi-
diarios de Ceuta, hasta que se evaden de milagro. Femando del
Toro, herido en la campaña de 1811, escapa á las persecuciones de
Monteverde, y emigra á Trinidad, donde arrastra diez años su pierna
de inválido. Su hermano el marqués pierde sus inmensas propie-
dades, y hasta 1821 vive miserablemente, de jardinero, en Puerto
España, En la miseria viven también José Ángel Álamo y Cristóbal
Mendoza y Juan Escalona y Femando Peñalver. El conde de la Granja
y el conde de Tovar mueren asesinados. Muñoz Tébar muere en el
desastre de La Puerta, Sanz en el de Maturín. Francisco Espejo es
fusilado en Valencia. Los verdugos de Ribas renuevan para él el
martirio de José María España, y exponen su cabeza en una jaula
de hierro sobre el camino de Caracas á la Guaira. Familias enteras
se sacrifican por la Independencia. Mueren veinticinco Ribas en
veintidós meses. De sola doña Catalina Tovar perecen cuatro
hijos 1. Mas era inquebrantable la fe de aquellos hombres; y no
faltaba entre ellos quien conservase en los días trágicos la sonrisa
y el ingenio chispeante de otros días felices. Tomás Montilla, que
con su hermano D. Mariano daba en sus mocedades el tono ele-
gante de la vida caraqueña, escribe desde Nueva Granada á Rafael
Urdaneta (junio, 1815): "Yo -estoy, créamelo usted, amolado: pobre
como Cristo, calenturiento, azorado, con un pie en la cárcel y el
otro en el destierro. . . . José Félix Ribas murió en alto puesto;
el resto de su familia, á lanza, entre ellos Narciso Blanco, cuya
barriga opuso fuerte resistencia á una de las mejores picas del
Llano. Mis parientes — conocidos — y aquella encantadora mucha-
cha que usted no ignora, gozan de Dios . . . gracias á Boves. Mi
madre murió y yó estoy vivo, sin duda para algo bueno . . ."
Las mujeres patricias emulan á los hombres en su entusiasmo
por la libertad, y en su heroísmo. Ya en 1811 concurrían á aplau-
1. Juan Vicente González, Biografía de José Félix Ribas, pássim.
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— 234 -
dir á los tribunos de la Sociedad Patriótica. En el curso de la
guerra sostienen con actos y palabras la constancia de los liberta-
dores. Doña Juana Antonia Padrón, madre de los Montillas, les
dice cuando salen á campaña: "No hay que volver á mi presencia,
si no volvéis victoriosos". Doña María Antonia Bolívar acompaña
á su hermano el Libertador en la dolorosa retirada de 1814. Doña
Josefa María Palacio, tía del mismo y viuda de Ribas, se encierra
por seis años en su casa, jurando que no saldrá de ella mientras la
patria sea esclava. No se cuentan las que abandonan su antes re-
galada existencia para emigrar á los campos y á las Antillas, donde
ganan la vida trabajando en las más bajas condiciones. Las hay
que no olvidan en su infortunio el sentimiento de la compasión para
con sus propios enemigos. Doña Dolores Jerez, esposa del terrible
patriota Antonio Nicolás Briceño, le escribe desde Nueva Granada
estas frases de incomparable ternura: "Quien fuera tan dichosa que
respirara el aire libre de Venezuela! Sobre lo que me dices de
los desgraciados españoles, quiero que Dios ponga tiento en tus
justicias, y que, sin faltar á la razón, cumplas con la caridad que
es lo primero .... Algunas letras van borradas, porque hoy estoy
triste y te escribo llorando". Otras revelan almas indomables.
Doña Luisa Cáceres, cuyo padre muere asesinado en Ocumare por
las tropas de Rósete, en marzo de 1814, sale de Caracas con su
madre en la emigración del mes de julio: después de penalidades
sin cuento, á los tres meses, se embarcan para Margarita en la costa
de Cariaco: en diciembre se casa Luisa en la Asunción con el coro-
nel Juan Bautista Arismendi: en setiembre de 1815, cuando cumplía
apenas sus 16 años, se apoderan de ella los españoles, la encierran
en noviembre en un calabozo del castillo de Santa Rosa, donde da
á luz su primer hijo, que muere al nacer: el brigadier Pardo escribe
al Capitán General Moxó: "La mujer de Arismendi ha dado á luz
en su prisión un nuevo monstruo . . . Arismendi, según voz, ha
hecho matar á nuestros prisioneros i, y en este caso convendría de-
capitar á su mujer . w ."; en marzo de 181 6,. la trasladan á la Guaira,
y de aquí, bajo la custodia del teniente coronel D. Antonio Guzmán,
al convento de la Concepción de Caracas; á los nueve meses la re-
miten á España bajo partida de registro; en Cádiz, las autoridades
españolas, más benignas que las de Ultramar, le asignan una pen-
sión de quince duros, á condición de permanecer vigilada en la
casa que se le designa; le exigen un día que escriba á Arismendi
aconsejándole que desista de la rebelión; contesta con frases espar-
1. Desgraciadamente era verdad: acababa de fusilar, en diciembre, 13 ofi-
ciales y 160 soldados espafioles.
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— 235 —
tanas: "soy incapaz de deshonrar á mi marido, su deder es servir
á su patria y libertarla"; por fin, en marzo de 1818 logra fugarse,
merced á la protección de su compatriota D. Francisco Carabaño;
un barco inglés la lleva á Filadelfia, y en julio vuelve á reunirse
con Arismendi en Margarita, al cabo de tres años de la más angus-
tiosa separación 1.
Con semejantes ejemplos procuraron los patricios de los pri-
meros años infundir en la masa popular el entusiasmo por la Inde-
pendencia. Fueron tantos, empero, los obstáculos con que trope-
zaron, y tuvo en éstos tal influencia el insensato sistema de guerra
á muerte, que fué preciso seguir luchando siete años más, para
tomar en Carabobo el desquite definitivo de la espantosa catástrofe
de 1814.
1. Véanse pormenores en la Historia de la isla de Margarita por
Mariano de Bricefío, quien tuvo la buena fortuna de oir las confidencias de la
heroína.
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Capítulo VIII.
Expediciones y disidencias.
(1815—1817)
Sumario. Expedición de Morillo — Instrucciones que recibió al
partir de España — Cómo las cumple en Venezuela — Tribunales
dé excepción — Confiscación de bienes — Sigue Morillo á Carta-
gena — Gobierno de su teniente Moxó — Bolívar en la Nueva
Granada — Guerra civil en este país — Triunfa Bolívar de los di-
sidentes de Bogotá — Reinstala el congreso granadino — Marcha
á Santa Marta — Detiénenle en Cartagena desavenencias con
el brigadier Castillo — Inútiles esfuerzos de conciliación — Renun-
cia Bolívar el mando del ejército y pasa á Jamaica — Triunfo de
Morillo en Nueva Granada — Previsiones de Bolívar sobre el por-
venir de las Repúblicas americanas — Bolívar en Haití — Expedi-
ción á Venezuela — Asamblea de Margarita, que le nombra Jefe
Supremo — Plan de campaña — Desgraciada expedición á Ocu-
mare — Le desconocen en Güiria Marino y Bermúdez — Vuelve
á Haití — Nueva expedición á Venezuela — Fracasos en Clarines
y Barcelona — Insubordinación de Marino — Congreso disidente
de Cariaco — Victoria de Piar en San Félix — Campaña de Bolívar
en Guayana — Adueñase de Angostura y del Orinoco — Tenta-
tiva de desobediencia de Arismendi y Piar — Insubordinación y
fuga de éste — Su prisión — Análisis del proceso — Fusilamiento —
Consecuencias — Comentarios.
Restituido Fernando VII al trono de España, declaró en
Valencia, á 4 de mayo de 1814, que la constitución del año
12 era nula y sin ningún efecto. Dicho está que en Venezuela esa
constitución no se practicó nunca, pues si bien fué promulgada en
Caracas en el mes de diciembre, Monteverde y Boves y consortes
la sustituyeron en seguida con la "ley de la conquista". Muerto
Boves en Úrica, su teniente Francisco Tomás Morales se alzó tam-
bién con el mando hasta fines de marzo de 1815, fecha en que se
sometió á la autoridad del Capitán General D. Juan Manuel Cajigal,
aunque conservando siempre aquél la dirección del ejército que
acababa de reconquistar las provincias de Oriente.
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— 237 —
Declaró asimismo el rey Femando, en circular del 25 de mayo
de 1814, que las turbulencias de Ultramar habían sido ^^ discordias
entre hermanos causadas por la ausencia del padre ^\ y mandó or-
ganizar á poco una expedición compuesta de 15,000 hombres con
el íin de pacificar las colonias de Sud- América, nombrando General
en Jefe al mariscal de campo D. Pablo Morillo. Salió éste de Cádiz
el 18 de febrero de 1815 y llegó á principios de abril á la costa
oriental de Venezuela.
Respecto de la Capitam'a General, las instrucciones que re-
cibió Morillo dicen*:
"Ocupada la isla de la Margarita, se emplearán para su sosiego y buen orden
todos los medios de dulzura, apoderándose tan sólo de las personas encontradas con
las armas en las manos, y de los buques ó efectos que no pertenezcan á vasaUos de
de S. M. Por lo que el Gobernador que quede alli debe ser de buen juicio, activo
y vigilante. — La importancia de esta isla es por la proximidad á Cumaná, y por-
que estando á Barlovento es la guarida de los corsarios y el asilo de los insur-
gentes arrojados del continente. Es pues preciso dejar una guarnición proporcionada,
que se enlace con la de Cumaná por medio de alguna fuerza de mar.
£1 General en Jefe publicará un indulto en nombre del Rey á los que en un
plazo determinado se presenten, que estén ó hayan estado sirviendo contra la causa
de S. M. Prometerá recompensar á los que por notoriedad hayan servido bien, ó que
á pesar de las apariencias lo justifiquen. Publicará un olvido general de lo pasado á
los que estén en sus casas y labores, sea cual fuere el partido que hayan seguido,
y pondrá á precio las cabezas de aquellos que más influencia tengan ; pero esto será,
amipUdo 3ra el plazo sefialado (¿para presentarse?); al propio tiempo que á los ne-
gros que estén con las armas en la mano se les concederá la libertad, quedando
soldados del Elstado, aunque sus amos los reclamen, los que serán indemnizados por
el real erario, según las circunstancias.
En este indulto serán comprendidas aun las personas que en la actualidad
están en las islas extranjeras; pero no se les nombrará, y sólo en el caso de pre*
guntark) se les asegurará que si, pero que por el buen orden, tranquilidad general
y particular, tendrán que mantenerse en Espafia por ahora, en donde gusten, y en la
corte con el beneplácito de S. M. si lo concediese. En este número están el marqués
del Toro, actualmente en Trinidad, y don N. León, que se mantiene en Caracas,
personas nada conveniente el que alli se mantengan.
La conducta que se ha de seguir con los caudillos que tengan fuerza y
opinión no puede detallarse en esta breve instrucción, y sólo los talentos del General
en Jefe podrán aprovechar las circunstancias negociando el partido más ventajoso y
decente á las armas del Rey, debiendo desaparecer toda idea que no contribuya á
asegurar la fidelidad de los vasallos de S. M. en aquellas inmensas regiones. — Las
personas que hayan tenido en Caracas algún empleo bien desempeftado y cuya con-
1. Conviene reproducir su texto para dar idea exacta del criterio que á la
>azón predominaba en la corte, y de cómo lo aplicó Morillo en Ultramar.
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— 238 —
docta para ellos pueda ser dudosa, auoque aquí se juzgue de otro modo, se remi-
tirán á la Península con pretextos lisonjeros para ellas.
En un país donde desgraciadamente está el pillaje y el asesinato organizado,
conviene sacar las tropas y jefes que hayan hecho allí la guerra; y aquellos que
como algunas de nuestras partidas han aprovechado los nombres del Rey y de la
patria para sus fines particulares, cometiendo horrores, debe si separárseles con
marcas muy lisonjeras, destinándolos al Nuevo Reino de Granada y bloqueo de
Cartagena, de los que por desgracia hay en la Capitanía General de Caracas.
Por ahora no volverán á restablecerse los regimientos fijos, aunque para llevar
cuerpos organizados al sitio de Cartagena, y para moverlos, se les reconocerá con
este nombre; pero las bajas de los cuerpos europeos se lleaarán con los que haya
entre los fijos, concluyendo insensiblemente con éstos, y enviando los oficiales sol-
teros á Espafia y los casados que también lo deseasen. Esta medida debe ejecutarse
con mucha prudencia para evitar contingencias graves.
Los habitantes de Coro se han distinguido en favor del Rey en esta locha
por su lealtad y valor, cualidades que han fijado la atención de S. M., y es su ReaJ
voluntad que se les conceda ventajas en todo lo que no cause perjuicios á las demás
provincias, distinguiendo mucho al cacique D. Juan de los Reyes Vargas y á los que
él señalen Pero en general se empleará mucha dulzura para todas la clases y par-
tidos, vig^ilando á todos á fin de separar á aquellos que directa ó indirectamente en-
torpezcan las medidas.
Aunque la pronta administracif^n de justicia ocupe tanto el paternal corazón
de S. M., es su soberana voluntad que no se expongan los dignos ministros de la
Audiencia de Caracas á sobresaltos y peligros que impidiendo el ejercicio de su
ministerio ajan el esplendor de un tribunal tan respetable con demérito de la autori-
dad Real. Por lo tanto se mantendrán por ahora sos ministros donde se encuentreo*,
hasta que el General en Jefe avise á su regente, ó al que ejerza ó deba ejercer sus
funciones, que puede establecerse el tribunal sin riesgo. En el interim, el mismo
General queda autorizado para ejercer, ó asesorarse con el juez ó letrado que tenga
por conveniente, sea del seno de la Real Audiencia, ó de fuera de ella.
Tan luego como sea posible se volverá á hacer jurar fidelidad á la angosta
persona de S. M. D. Femando el VII, con aquella pompa que jamás se resiente de
las circunstancias desgraciadas.
Por ahora se dejarán en el estado en que se encuentran las Universidades y
Colegios, y en general todo establecimiento científico, aprovechando Jas rentas par»
las urgencias de la guerra, dando los documentos y seguridades competentes, y de-
jando tanto este ramo como todo cuanto corresponda á lo gubernativo civil que no
sea urgente, para mejores tiempos en que las luces de la Real Audiencia todo lo
verifiquen.
El mayor respeto á las autoridades eclesiásticas y la mayor armonía con los
ministros del altar, encarga S. M., y es el más seguro garante de que las empresas
militares tendrán el resultado más feliz.
1. Este indio traicionó á los patriotas en 1812. En 1821 le veremos volver
á las filas republicanas.
2. Boves había reemplazado la Audiencia con otro tribunal.
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— 239 —
AI comercio y hacendados se les protegerá y auxiliari» pues la exportación
de frutos, al propio tiempo que proporciona mayores comodidades á los vasallos de
S. M., aumenta considerablemente las rentas del ^ey, tan minoradas en este momento,
y para cuyo aumento es preciso trabajar.
£1 general Morillo está autorizado á exigir empréstitos, á buscar fondos, víveres
y otros efectos para pagar las tropas de S. M. y empleados, además de hacer frente
á todos los gastos, estando facultado para separar de la Capitanía General de su
mando á los que creyese oportuno.
La recompensa de los buenos servicios distribuida con equidad animará á los
buenos, y podrá hacerlo el General en Jefe á nombre de S. M. aunque no sean
militares.
Como los actos exteriores tienen una influencia tan inmediata en aquellos
países, establecerá el Capitán General en su provincia, tan pronto como pueda, todo
el ceremonial que mandan las leyes, sin permitirle S. M. que exima á ninguno de las
obligaciones que allí se le imponen, sin graves motivos.
Como el éxito de la expedición y tranquilidad de aquella Capitanía General
está sujeta á las contingencias de la distancia á que aquella ha de operar de la
capital, concede S. M. amplias facultades al General en Jefe para alterar en todo
ó en parte estas instrucciones; pues S. M. conoce los talentos y buen deseo
del mariscal de campo D. Pablo Morillo hacia su Real servicio, lo que le asegura de
que su conducta se arreglará á lo más conveniente para lograr aquél, y de consi-
guiente la dicha de los amados vasallos de Ultramar.
El 9 de abril (1815) Juan Bautista Arismendi entregó á Morillo
la isla de Margarita, en cambio de la amnistía plena ofrecida y cum-
plida por éste^. En Caracas (mayo y junio), Morillo exigió un cre-
cido empréstito al vecindario; declaró en suspenso la Real Audiencia;
erigió un tribunal de apelaciones para negocios civiles, un consejo
de guerra permanente para juzgar infidencias actuales y futuras, y
una junta superior de secuestros. Esta dividió en tres clases las
personas cuyos bienes habían de embargarse y venderse. Compren-
día la primera, según el decreto: "aquellos sujetos que, por autores
ó fautores, ó caudillos de la revolución, ó por haber llevado las
armas contra el Rey, ó por asesinos de los vasallos fieles, ó por
haber obrado activamente contra el Gobierno legítimo por medio de
la seducción, consejos, escritos y empleos, no necesitan por notorie-
dad de ser procesados para declararlos por reos de alta traición".
Así aplicaba Morillo la "dulzura" que le aconsejaron sus instruc-
ciones. En la segunda clase se incluyó á los que " por una opinión
y conducta puramente pasiva é inoficiosa, siguieron el partido de
los insurgentes, sin solicitar ni obtener gracias, premios ó empleos ",
1. Sin embargo, era tal la barbarie de aquellos tiempos, que á unos 15 emi-
grados de Tierra Firme, entre ellos el ex-Gobemador de Barcelona, D. Agustín
Arrioja, que se hallaban en Ja isla y á quienes Morillo prometió restituirles sus pro-
piedades secuestradas, se les asesinó al desembarcar en el Continente.
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- 240 -
agregándose que la junta graduaría la gravedad de su delito y se
exceptuaría del secuestro á las personas indultadas. La tercera
clase comprendió á los que " constrefüdos por la fuerza ó circuns-
tancias, y más bien por terror que por desafecto, emigraron en la
entrada de las tropas del Rey á las colonias amigas, á lugares no
sospechosos y aun á países de la dominación española", personas
que, después de restablecida la paz, tendrían derecho á la resti-
tución de sus propiedades no vendidas y á la indemnización de las
rematadas ó arrendadas. Alcanzó el secuestro á un valor de veinti-
tantos millones de pesos, con lo que se completó la miseria á que
ya estaban reducidas por la guerra las principales familias patricias.
Y duró este régimen no menos de diez meses, hasta que el 21 de
marzo de 1816 se restableció por real orden llegada de España la
Audiencia de Caracas, la cual corrigió en lo posible las arbitrarie-
dades cometidas.
A mediados de julio (1815), Morillo deja la Capitanía General
de Caracas al cargo de D. Salvador de Moxó y parte á poner sitio
á Cartagena de Indias, llevándose consigo á Francisco Tomás Mo-
rales y su ejército de 3,000 venezolanos. Moxó pertenecía á la
escuela de Boves. Para pintarle bastará citar las instrucciones que
trasmitió en noviembre al coronel Urreiztieta, Gobernador de Marga-
rita, al saber que Arismendi había vuelto á enarbolar allí el pabellón
de la patria. " Prevengo á usted — le escribió — que deseche toda
humana consideración. Todos los insurgentes, ó los que los sigan
con armas ó sin ellas; los que hayan auxiliado ó auxilien á los
mismos, y en fin, todos los que hayan tenido parte en la crisis en
que se encuentra esa isla, serán fusilados irremisiblemente, sin for-
marles proceso ni sumario, sino un breve consejo verbal de tres
oficiales."
¿Qué era de Bolívar? Desconocido por sus propios oficiales
en Carúpano (setiembre, 1814), pasó á Cartagena y de allí á Tunja,
donde se hallaba reunido el congreso de la confederación grana-
dina. Iba, según dijo, á dar cuenta y sincerarse de su fracasada
empresa de Venezuela, y presentó al efecto un hábil alegato que
mereció la unánime aprobación del congreso; mas en realidad, su
propósito era reallegar recursos para invadir otra vez la Capitanía
General. Por el pronto, dos circunstancias favorecieron su plan:
la una, hallarse entonces envuelta Nueva Granada en disensiones
domésticas con motivo de un conflicto entre el poder nacional, re-
presentado por el congreso, y los Gobiernos representantes de la
autonomía de las provinvias confederadas, circunstancia que per-
mitió á Bolívar ponerse en seguida á la cabeza de los sostenedores
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— 241 —
de aquél; la otra, el haberse encontrado en su viaje á Tunja con
los restos de tropas que por la vía de Cúcuta salvó el general
Rafael Urdaneta del Occidente de Venezuela, y con las cuales pudo
el caudillo caraqueño ofrecer un contingente respetable para el
sometimiento de la facción que en la provincia de Cundinamarca
desconocía la autoridad del congreso. Se le confió al punto el
mando del ejército, compuesto de venezolanos y granadinos; atacó
en 10 de diciembre á Santa Fe de Bogotá, y á los dos días logró
que la guarnición capitulase^. Por tan señalado servicio le premió
el congreso con el titulo de "Capitán General de los ejércitos de
la Confederación ^\ y puso á sus órdenes una división de 2,000 hom-
bres para que fuese á libertar de españoles las provincias de Santa
Marta y Maracaibo.
Con buen éxito empezó Bolívar su expedición en enero de
1815, acompañado de sus distinguidos secretarios venezolanos José
Rafael Revenga y Pedro Briceño Méndez, y de brillantes oficiales
como los caraqueños Florencio Palacio y Tomás Montilla; pero en
llegando á las puertas de Cartagena se encontró con un obstáculo
insuperable. £1 Gobierno legítimo de esta capital de provincia aca-
baba de ser derrocado por una revolución capitaneada por el bri-
gadier granadino Manuel del Castillo, y secundada por los venezo-
lanos Pedro Gual y Mariano Montilla 2. Era Castillo enemigo per-
sonal de Bolívar, desde que en 1813 logró el último sustituirle en
el mando de la primera expedición sobre Venezuela, y se negó
ahora á concederle el auxilio de recursos que, cumpliendo instruc-
ciones del congreso, le pedía para continuar á Santa Marta. Inútil-
mente el jefe venezolano — quien á pesar de su genio impulsivo
supo en esta ocasión posponer el rencor egoísta al interés público —
envió repetidas veces á Castillo emisarios de reconciliación, y aun
ofreció renunciar el mando del ejército. Tres meses pasaron en
embajadas, discusiones é intrigas. Castillo en la plaza y Bolívar á
sus puertas, dándose así el triste ejemplo de la guerra civil al tiempo
mismo que tomaba cuerpo en los pueblos vecinos la reacción espa-
ñola. Inútil fué también apelar á la suprema autoridad del con-
1 . Ya por estos afios los partidos de Nueva Granada revelaban la propensión,
que se hizo allí tradicional y que no ha existido nunca en Venezuela, á mezclar
intimamente la religión con la política. Al acercarse Bolívar á Bogotá, el goberna-
dor del arzobispado circuló una pastoral tildándole de *' impío é irreligioso** y ex-
comulgándole con toda su tropa, y durante el combate, los bandos opuestos se desa-
fítban con los gritos de Viva jesús y Muera Jesús.
2. Gual se apartó á hiego marchándose á FiladeUia: Montilla continuó sostc*
niendo el Gobierno revolucionario hasta la caída de Cartagena, y pasó después á
Haití.
Fort o al. Historia Constitacional. ^^
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— 242 —
greso de Bogotá, cuerpo impotente á quien ya nadie obedecía. Por
fin, perdida toda esperanza de traer á partido á su enemigo, Bolí-
var salió para el extranjero el 9 de mayo, dejando el ejército —
diezmado por la deserción y las enfermedades — al mando de Flo-
rencio Palacio, que tampoco pudo avenirse con el intratable
Castillo.
Mala la hubo éste. £1 23 de julio llegan Morillo y Morales á
Santa Marta; el 1^ de setiembre ponen sitio á Cartagena; el 17 de
octubre, la guarnición desconoce á Castillo, sustituyéndolo con el
general venezolano José Francisco Bermúdez, que en abril se había
escapado de Margarita; el 5 de diciembre, lo que resta de la guar-
nición y unas 2,000 personas de ambos sexos abandonan la plaza y
se embarcan. Muchos perecen. El 6 de diciembre entran á Carta-
gena los jefes españoles. En los castillos de Bocachica prenden á
3 oficiales y 60 soldados que no pudieron embarcarse. Los fusilan á
todos, junto con 300 vecinos. Castillo, á quien encuentran oculto,
es sometido á un consejo de guerra y ahorcado. Morillo sigue á
Bogotá y comete barbaridades sin cuento, comenzando por fusilar
á más de 600 americanos, entre ellos el ilustre repúblico Camilo
Torres y el sabio naturalista Francisco José Caldas. La Confede-
ración granadina desaparece en 1816 del mismo modo que desapa-
reció en 1814 la República venezolana.
Desde mediados de mayo de 1815, Bolívar se hallaba en
Jamaica esperando ocasión propicia de reencender la guerra. Su
genio no decae en la adversidad, antes parece que con ella se su-
blima. En Kingston escribe el 6 de setiembre la célebre Memoria
dirigida á un su amigo que le pedía opinión sobre el porvenir de
los pueblos hispanoamericanos. Juzgúese tan notable documento
por el siguiente extracto. La América española se dividirá en
quince ó más Repúblicas independientes. La de México será re-
presentativa, con un Presidente que podrá hacerse vitalicio (tal su-
cede hoy -con Porfirio Díaz), " si desempeña sus funciones con
acierto y justicia", ó que traerá, en caso contrario, la monarquía
apoyada por el partido militar ó aristocrático (tal sucedió con Itur-
bide y Maximiliano). Los Estados de Centro-América formarán una
confederación: ^'sus canales acortarán las distancias del mundo,
estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia . . ."
En Buenos Aires dominará por el pronto el elemento militar, hasta
que se implante la oligarquía ó la monocracia, ''con más ó menos
restricciones". Chile, por su situación geográfica, *'por el ejemplo
de sus vecinos, loa fieros republicanos del Arauco", por las cos-
tumbres de sus habitantes, "no alterará sus leyes, usos y prácticas;
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— 243 —
preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas ^\' será
la más estable de las Repúblicas americanas (previsión confirmada
por la experiencia de tres cuartos de siglo). En cambio, el Perú
"encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal:
oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está
corrompido por si mismo: el alma de un siervo rara vez alcanza á
apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos ó se humilla
en las cadenas"; y aimque lo propio sucede en otras partes de
América, en el Perú es más violento el conflicto entre la aspiración
de los ricos á la tiranía ó á la aristocracia, y la propensión de los
esclavos, libertos y mestizos á la democracia tumultuaría. (Diez años
más tarde, siendo Jefe Supremo del Perú, el propio Bolívar verá que
los hechos comprueban su teoría). "La Nueva Granada se unirá
con Venezuela, si llegan á convenirse en formar una República
central, cuya capital será Maracaibo, ó una nueva ciudad que, con
el nombre de Las Casas — en honor de este héroe de la filan-
tropía — se funde en los confines de ambos países, en el soberbio
puerto de Bahía Honda". Esa República se llamará Colombia, y
"su gobierno podrá imitar al inglés" con un Senado hereditario y
una Cámara de elección popular; pero "en lugar de un rey, habrá
un Poder Ejecutivo electivo, cuando más vitalicio y jamás heredi-
tariOy si se quiere República". (Lo mismo aconsejará en Angos-
tura cuatro años después). Insinúa finalmente el proyecto de reunir
en el Istmo de Panamá ("que podría ser para los americanos —
son sus palabras — lo que el de Corinto para los griegos") un
congreso de los nuevos Estados,* "para tratar y discutir sobre los
altos intereses de la paz y de la guerra con las naciones de las
otras tres partes del mimdo . • • .". Así discurría y soñaba el Liber-
tador, en una colonia extranjera, sin ejército, sin buques, sin dinero,
cuando su patria gemía de nuevo en el régimen de la conquista,
cuando no le acompañaban más que un puñado de emigrados, y en
los días mismos en que andaba á punto de perder la vida bajo el
puñal de un asesino. Un negro que le servía en Kingston se de-
cidió una noche, sobornado sin duda por los españoles, á matarle
en su hamaca. Sucedió, empero, que Bolívar no volvió esa noche
á su casa á la hora de costumbre, y como imo de sus oficiales,
Félix Amestoy, se durmiese esperándole en la hamaca Ubre, el
negro, que ignoraba el cambio, le acribilló á puñaladas.
Convencido Bolívar de que no hallaría recursos en Jamaica,
pasó en diciembre á Haití, donde le aguardaba mejor acogida. El
Presidente de esta República, Alejandro Petión; un armador curazo-
leño, Luis Brión, y un comerciante de los Cayos, Roberto Suther-
16*
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— 244 —
land, le suministran fusiles, barcos y dinero, y el 20 de marzo de
1816, aprestadas siete goletas y reunidos hasta 250 hombres, ofí-
cíales en su mayor parte, sale la expedición del puerto de Acquin,
dirigiéndose á la isla de Margarita, donde el indomable Arísmendi,
con unas centenas de pescadores y labriegos heroicos, había enar-
bolado otra vez el pabellón de la patria^.
El 3 de mayo fondea la expedición en Juan Griego, y el 16
una asamblea celebrada en la villa de la Asunción reconoce á BoU-
var como Jefe Supremo y á Marino como segundo. Al día siguiente,
aquél publica una proclama diciendo: "El congreso de Venezuela
será nuevamente instalado, donde y cuando sea vuestra voluntad.
Como los pueblos independientes me han hecho el honor de encar-
garme de la autoridad suprema, yo os autorizo para que nombréis
vuestros diputados en congreso, sin otra convocatoria que la pre-
sente, confiándoles las mismas facultades soberanas que en la pri-
mera época de la República". ¿Por qué tal lenguaje, cuando los
republicanos no ocupaban aún sino parte de la isla de Margarita y
contados puntos del continente? Bolívar se vio obligado á hacer
su peregrina declaración, porque antes de salir de Haití se la habían
impuesto por condición muchos de Jijus compañeros. Ya va á verse
que tan prematura ideología sirvió en seguida de pretexto á los
mismos para contrariar los planes militares del ^fe Supremo.
Desde el 1<> de julio, fecha en que pasan á Carúpano, y du-
rante diez meses, los patriotas pierden el tiempo en injustificadas
disensiones. De Carúpano, Bolívar despacha á Marino por mar á
la costa de GQiria, á Piar por tierra hacia Maturín, y se embarca
con 600 hombres á expedicionar por el Oeste. El 6 de julio ocupa
á Ocumare; proclama la libertad de los esclavos, cumpliendo así el
ofrecimiento que hiciera á sus buenos amigos los negros de Haití;
declara que no hará más la guerra á muerte, reparando con esto
su funesto error de 1813, y empieza las operaciones militares ade-
lantando á sus tenientes Mac-Grégor, Soublette, Torres, Briceño,
Anzoátegui, con orden de invadir los Valles de Aragua. Logran
éstos derrotar en Maracay á un escuadrón español. Triimfo efímero.
Amenazados luego por fuerzas superiores, contramarchan á Ocu-
1. Los más notables compafieros de Bolívar fueron: Bríón, Marifio, líanud
Piar, Carlos Soublette, Pedro Bricefio Méndez, Francisco Antonio Zea, Justo Brícefio,
Pedro León Torres, Diego Ibarra, el escosés Mac-Grégor y el coronel Dacoudray-
Holstein, autor después de unas Memorias violentísimas contra el Libertador (tfe-
moirs oí Simón Bolivar, Londres, 1830). £1 general José Francisco Bennúdez
y el teniente coronel Blariano Montilla, que se hallaban también en Haití, escapados
del desastre de Cartagena, no quisieron figurar en la expedición á causa de des-
4ivenencifts con Bolívar.
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— 245 —
mare, detiénense en la Cumbre de los Aguacates, á donde acude
Bolívar á socorrerlos; pero los españoles les cortan (13 de julio),
matan ó hieren á más de 200 y se apoderan de casi todo el parque.
No obstante, los jefes expedicionarios se abren paso por la Victoria
y San Juan de los Morros, incorporan las guerillas de Zaraza y
Monagas, arrollan al enemigo en Quebrada Honda y el Alacrán
(agosto) y al cabo de dos meses, en setiembre, rematan su heroica
entrada juntándose con Piar en Barcelona para ganar la batalla del
Juncal.
Bolívar, reducido á unas docenas de soldados, volvió á Ocu-
mare, embarcó los restos del parque, hizo vela á Bonaire, donde
encontró á José Francisco Bermúdez que llegaba de Haití, y salieron
ambos para la costa de Paría en busca de Marino. Halláronle en
Güiría; pero allí, acordes Marino y Bermúdez en incriminar á Bolí-
var por el mal éxito de la expedición á Ocumare, promueven un
tumulto de soldados y paisanos, le desconocen, le amenazan de
muerte y le obligan al fin á reembarcarse para Haití (22 de
agosto).
En sabiendo esto los jefes que triunfaron en el Juncal, comi-
sionaron á Zea para que decidiese al Libertador á regresar al con-
tinente, y en igual sentido le escribió cartas Arismendi, luego
que obligó á los españoles á evacuar la isla de Margarita (3
de noviembre). El 21 de diciembre sale de Jacmel la nueva ex-
pedición de Bolívar y Brión, y á los siete días da fondo en Juan
Griego.
Antes de seguir al continente, Bolívar repite sus declaraciones
acerca de convocación de un congreso. "Venezolanos — dice en
su proclama del 28 de diciembre — Vosotros habéis sido convo-
cados por mí desde el mes de mayo para constituir el cuerpo legis-
lativo, sin prescribiros restricción alguna, autorizándoos para escoger
la época y el lugar. No lo habéis hecho: los sucesos de la guerra
os lo han impedido; pero ahora debéis apresuraros á ejecutarlo
como las circunstancias lo dicten ... Si aquellos (empleados) que
fueron legítimamente constituidos por los representantes de los
pueblos en el primer período de la República, existiesen libres y
entre nosotros, les veríais ocupar las dignidades que les fueron con-
feridas; pero la más deplorable fatalidad nos priva de los servicios
de estos funcionarios. Los más se hallan ausentes, muchos opri-
midos, muchos muertos y otros son traidores. No obstante que su
autoridad ha prescripto, habiendo terminado sus funciones, yo los
habría convidado á continuar de nuevo el gobierno de la República.
JEllos no aparecen en el seno de la patria libre; es pues indispen-
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sable reemplazarlos. Nombrad vuestros diputados al congreso. La
isla de Margarita está completamente libre: en ella, vuestras
asambleas serán respetadas y defendidas por un pueblo de héroes
en virtud, en valor y en patriotismo. Reunios en este suelo sagrado,
abrid vuestras sesiones y organizaos según vuestra voluntad El
primer acto de vuestras funciones será celebrado por la aceptación
de mi renuncia ^\ Dicho está que todo esto debía quedarse en pura
fraseología, ó no tener más efecto que justificar hasta cierto punto
la próxima disidencia de Cariaco.
Días antes, Arismendi había conferido la gobernación de la
Margarita al coronel Francisco Esteban Gómez y pasado á Barce-
lona. Allí lo encontró Bolívar el I*, de enero de 1817. Reunidos
unos 700 hombres, determínanse á invadir la provincia de Caracas;
pero al llegar al sitio de Clarines, el capitán realista Francisco Ji-
ménez les derrota con fuerzas superiores (9 de enero) y les obliga
á volver á Barcelona.
En febrero, Marino y Bermúdez, arrepentidos de su desobe-
diencia de Güiria, reconocen la autoridad suprema de Bolívar, quien
resuelve marchar á Guayana á jimtarse con Piar, dejando en Bar-
celona una guarnición de 400 soldados al mando del general Pedro
María Freites, y ordenando á Marino que con su división de 1,700
hombres espere su regreso en Aragua. Mas no bi«i se alejó Bolívar
(29 de marzo), el voluble Marino tomó á insubordinarse; y no sólo
desobedeció la orden de su jefe, deteniéndose en el camino de
Aragua, sino que llamado en auxilio por Freites, quien inesperada-
mente se vio cercado en la Casa Fuerte de Barcelona, lo dejó sacri-
ficar. Los españoles pasaron á cuchillo toda la guarnición y uno6
300 vecuios (7 de abril).
Es más: interpretando á su modo Marino las proclamas de
Bolívar, de mayo y diciembre, relativas á la convocación de un
congreso, pónese de acuerdo con el canónigo Madariaga — el mismo
tribuno de 1810, que remitido preso á Elspaña por Monteverde aca-
baba de restituirse á América* — y con otros de los que más
adictos parecían al Libertador, para celebrar una asamblea que res-
tableciese el sistema federalista de 1811. Esto, por de contado, era
materialmente imposible, porque todas las provincias, á excepción
de Margarita, seguían en poder del enemigo; pero el secreto de
semejante farsa consistía en desconocer otra vez á Bolívar, acerca
del cual se hizo correr la voz de haber sido preso ó asesinado en
su viaje á Guayana.
Juntáronse, pues, el 8 de mayo en el pueblito de San Felipe
de Cariaco, Marino, Madariaga, el almirante Luis Brión, el inten»-
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dente Francisco Antonio Zea, los ciudadanos Francisco Javier Mayz,
Francisco Javier de Alcalá, Diego Vallenilla, Diego Antonio de Alcalá,
Manuel Isaba, Francisco de Paula Navas, Diego Bautista Urbaneja y
Manuel Maneyro, titulándose á sí propios (elecciones mal pudo
haber) representantes de los Estados Unidos de Venezuela. Marino
resignó en la asamblea — dice el acta — " la autoridad suprema que
por resolución aprobada en Margarita (16 de mayo, 1816) fué con-
ferida, en primer término, al general Simón Bolívar", y en segundo
tal mismo Marino. En seguida, la asamblea declaró que quedaba
restablecido el gobierno federal^; y designó para componer el Eje-
cutivo á los ciudadanos general Femando del Toro, Francisco Javier
Mayz, general Simón Bolívar, Francisco Antonio Zea, José Cortés
Madariaga y Diego Vallenilla. Nótese que el nombre de Bolívar no
viene sino en tercer lugar; que Toro estaba asilado é inválido en
la coloiiiR inglesa de Trinidad, y que el acta advierte que los nom-
bramientos de Zea y Madariaga eran para reemplazar en su ausencia
á Toro y á Bolívar, en todo lo cual se trasparenta aim más la ya
indicada intriga. Para formar el Poder Judicial eligieron á los le-
trados Juan Martínez, José Elspaña, Gaspar Marcano y Ramón Cádi¿.
A Marino le nombraron jefe supremo del ejército y á Brión coman-
dante de la armada» El 12 de mayo se embarcan para Pampatar,
donde expiden h*sta el 22 varios decretos. Cambian el nombre de
Margarita por el de Nueva Esparta; declaran libre el comercio con
los Estados Unidos é Inglaterra, quedando exonerados de todo
•derecho los buques de estos países; ofrecen á los nacionales in-
gleses y americanos, que se establezcan en Venezuela, asegurarles
la libertad civil y religiosa; acuerdan enviar á Madariaga á Washing-
ton como agente diplomático. Pero á fines de mayo tuvieron que
dispersarse, amenazados por la nueva invasión de los realistas; y
casi todos, arrepentidos ó desengañados, partieron para Guayana á
sincerarse con Bolívar. Madariaga, que había sido el alma de la disi-
dencia, se fué á Jamaica, llevando desde esta fecha una vida relativa-
mente oscura, hasta que murió en Río Hacha, pobre y olvidado, por
1. Llama la atención, especialmente, que hombres de tan vasta ilustración
política como Urbaneja y Zea aprobasen semejante desatipo en tales circunstancias,
mucho más cuando Urbaneja se había pronunciado el afio anterior (28 de junio),
en una asamblea popular de Carúpano, por el gobierno uno y central, y cuando
Zea, á los 13 días de lo de Cariaco, escribía desde Pampatar á Marífio: "No hay
mayor absurdo en política que el gobierno federativo; toda la historia depone Contra
él"; acensejéndole, además, que desistiese de constituir un gobierno provincial en
Cumaná, y se contentase con el gobierno nacional nombrado el 8 de mayo. — Esta
carta se publicó por primera vez en la obra del marqués de Rojas titulada Simón
Bolívar, p. 159. París, 1883.
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los años de 1826^. Y Marine, que con sus 2,000 hombres pretendía
dominar la provincia de Cumaná, los perdió en sucesivos combates
desgraciados contra las fuerzas de Morillo.
Entre tanto, Piar había obtenido en Guayana un triunfo bri-
llante, el 11 de abril, con la acción de Sau Félix, donde quedaron
muertos más de 500 realistas. Por desgracia, los patriotas mancharon
su gloria con dos hechos atroces: el uno la matanza ordenada por
Piar de los prisioneros españoles j[¿160 ó 300?), no obstante haber
declarado Bolívar en Ocumare el término de la guerra á muerte;
el otro, el asesinato de los misioneros catalanes. Desde el mes de
febrero se había apoderado Piar de las misiones del Caroní y re-
ducido entonces á prisión en el convento de Caruache á 22 ó 28 ca-
puchinos. A principios de mayo se les mandó con dos oficiales y
unos indios al pueblo de la Divina Pastora. Todos perecieron en
el camino. ¿Por orden de Bolívar, ó de Piar, ó del jefe dfi estado
mayor Soublette, ó del coronel Jacinto Lara, ó de su ayudante
Monzón? Tales conjeturas corren en historias y crónicas; sin
haberse podido averiguar nunca á ciencia cierta quién fuera el res-
ponsable de tan inútil barbaridad.
Bolívar, reconocido por los triunfadores de San Félix, los
dividió en tres cuerpos, con el triple objeto de limpiar de barcos
españoles las aguas del Orinoco, bloquear á Guayana la Vieja y
asediar á Angostura; todo lo cual se logró al cabo de cuatro meses de
maniobras y combates^. El 17 de julio, los españoles se fugan de An-
gostura, y el 3 de agosto abandonan los castillos de Guayana la Vieja.
Dueños así los patriotas del Orinoco y sus márgenes, dueños
también de gran parte de Barinas, donde Páez acosaba al ejército
de Morillo, la causa de la Independencia no podrá ya ser destruida,
por más reveses parciales que sufra en varios encuentros. Bolívar
comprendió que el porvenir era suyo. El 6 de agosto escribía á
Trinidad al marqués del Toro: "E^ta provincia (de Guayana) es un
punto capital, muy propio para ser defendido y más aún para
ofender. Tomamos la espalda al enemigo desde aquí hasta Santa
Fe y poseemos im inmenso territorio en una y otra ribera del Ori-
noco, Apure, Meta y Arauca. Además poseemos ganados y ca-
ballos: y como en el día la lucha se reduce á mantener el territorio
y á prolongar la campaña, eL que más logre esta ventaja será el
vencedor". No se equivocó.
1. De él escribía Bolívar: "el canónigo es loco, y debe tratarse como á til."
2. En uno de ellos, el 4 de julio, poco faltó para que Bolívar y todo sn
estado mayor cayesen prisioneros. Véase en las obras de Juan Vicente González el
sugestivo fragmento titulado Bolívar en Casacoima.
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Con todo, necesitaba asegurarse antes contra la insubordioa-
ción de sus tenientes. Eran los más díscolos Marino y Piar. £1
primero, que por atolondrado perdiera las provincias de Barcelona
y Cumaná, se vio pronto reducido á la impotencia, y procuró otra
vez congraciarse con Bolívar. Este le comunica intrucciones á
Sucre, que era ya un hábil diplomático: — "Angostura, noviembre 1 1
de 1817. — Mi querido Coronel: He recibido con mucho gusto su
apreciable de 5 del corriente en Maturín, en que me participa loS
asuntos ocurridos con el Gral. Marino y en que U. se Ixa portado
con la delicadeza y tino que yo me esperaba. Celebro infinito que
U. haya visto y tratado al Gral. Marino del modo que lo ha hecho,
sin desesperarlo y con la consideración que él se merece por su
conducta en estos últimos días, que me parece bastante favorable
á nuestros intereses comunes; sobre todo si logramos que el Gral.
Marino sft reúna de nuevo al Gobierno con la sinceridad que él me
ofrece. — Yo contesto al Gral. Marino lo que U. verá por el oficio
y carta. Esta es mi última deliberación y no la revocaré jamás. A
ella debe U. someterse y hacerla obedecer. Es la única que puede
salvamos, porque el Gral. Marino no puede servir en el día en
Cumaná de modo alguno; y sólo Bermúde2 puede realizar los planes
del Gobierno, que se dirigen todos á la libertad general y á la con-
cordia entre todas las partes de la República. — Apruebo que á
las tropas del Gral. Marino se les den los auxilios de víveres y
demás que puedan necesitar, pues corresponden á la República
siempre que no sean enemigas ó traten de hostilizamos; cosa que
estoy lejos de creer, según lo que U. mismo me dice por su carta.
Procure U., Sucre, que si no son amigas estas tropas, lo sean por
fin, y sirvan á la Patria en lugar de destruirla. La política es la
que debe hacerlo todo. Si por desgracia Marino desconoce su
deber, Uds. emplearán todos sus ardides para atraer sus tropas; y
si no, procurarán Uds. emplear la fuerza; pero de modo que no
sea con escándalo ni perjuicio. De resto me refiero en todo á las
instrucciones que he dado anteriormente, porque son las únicas que
se deben seguir y las únicas que convienen en el día. Sólo sí re-
comiendo á U. mucho que si el Gral. Marino se somete voluntaria-
mente se le trate con la mayor dignidad, y como á un hombre que
acaba de hacer un importante servicio con no haber manchado las
armas de Venezuela con la guerra civil. La disminución del mal es un
bien, y este bien debe premiarse en cuanto sea compatible con el decoro
del Gobierno, que es en lo que consiste la mayor dificultad para
poder ejercer la clemencia. Pero si por el contrario, el Gral.
Marino resiste á sus órdenes, y Uds. logran aprehenderlo, es pre-
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— 250 —
ciso enviarlo aquí con toda segundad. Este es mi ultimatum^^
Marino se sometió por el pronto.
Más seria y peligrosa fué la disidencia de Piar. Envanecido
con sus laureles del Juncal y San Félix, celoso- siempre de la
autoridad de Bolívar, no bien tuvo noticia de las resoluciones que
tomara el llamado congreso de Cariaco, intentó aventurarse por el
mismo camino. Que en tal cosa pensó, de acuerdo al principio con
Arismendi, lo confiesa paladinamente el apologista* más entusiasta
de ambos -jefes ^. Léase si no: "Los sucesos le Cariaco habían lle-
gado á noticia del campamento de San Félix (en junio) antes del
día en que Bolívar los siy>iera oficialmente por Besares (secretario
del congreso). Sobre el modo de verlos, Arismendi y Piar hallá-
banse de acuerdo. Como personajes prominentes de la época tra-
taron de evitar la anarquía en el ejército, organizando un cuerpo
que con el nombre de Senado ó de Consejo semejase una cámara
del pueblo, y se diese á los trabajos que exigían la administración
pública y los ramos políticos y civiles. Aquellos jefes de ningún
modo pensaron poner fuera de lugar el talento de Bolívar. Al con-
trario, querían se encargase de los negocios de la guerra, con ei
apoyo respetable del Mierpo proyectado, que debía quitar á los
militares ambiciosos todo pretexto para introducir la inobediencia
en el ejército, y con "ella retardar el término de la guerra nacional.
Arismendi, ya se ha visto, había tenido propicias ocasiones para
apoyar las pretensiones de Marino, y siempre en ellas había sos-
tenido la autoridad suprema de Bolívar. Piar, tampoco aspiraba á
menoscabarla en el teatro de la guerra, aunque engreído con la
victoria de San Félix. Es incuestionable que estos jefes, con motivo
de las actas de Cariaco, concibieron el propósito laudable de organizar
un Gobierno provisorio, en obsequio de los verdaderos intereses
de la patria y sin ánimo de coartar la autoridad suprema de Bo-
lívar en los negocios de la guerra". Como se ve, semejante alegato
prueba todo lo contrario de lo que su autor se propone. En primer
lugar, bien conocían Piar y Arismendi el texto de los discursos y
acta de Cariaco, que no dejan duda alguna acerca del desconoci-
miento de la autoridad suprema de Bolívar, tanto política como
militar. Marino dijo, á vuelta de un elogio, evidentemente hipócrita,
del Libertador: "Resigno en vuestras manos el depósito sagrado
de la autoridad suprema que por resolución aprobada en Margarita
1. Carta autógrafa que me comunica Laureano VaDenilla Lanz, autor de uo
importante libro, todavia inédito, sobre historia social y política de Venezuela.
2. Mariano de Briceflo, Historia de la isla de Margarita, p. t48.
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— 251 —
fué conferida, en primer término, al general Simón Bolívar y luego
ai que habla"; y el acta del congreso: "Desde este día reasumimos
el carácter nacional representativo á .que hemos sido restituidos por
el eminente general Santiago Marino, procediendo éste en nombre
del Jefe Supremo de la República, el digno ciudadano Simón
Bolívar, y en el suyo propio, como segundo jefe, encargado al
presente de las riendas del Gobierno*^. ¿Cuándo autorizó
Bolívar ¿Marino para renimciar en su nombre la autoridad suprema
que le había conferido la asamblea de Margarita? ¿Ni cuándo le
encargó de las riendas del Gobierno? Lo que le ordenó fué espe-
rarle con sus tropas en Aragua de Barcelona, orden que no cumplió.
¿Ni qué autoridad le quedaba á Bolívar, á pesar de su designación
nominal para formar con otros el Ejecutivo, si Marino asumió el
mando supremo del ejército? Por otra parte, no se ignoraba en el
campamento de San Félix, que desde el 13 de junio Bolívar se
apresuró á despachar á Oriente á los generales Andrés Rojas y
Tomás Montilla con el encargo de declarar al congreso que consi-
deraba todos sus actos ilegítimos y nulos. De suerte que, si Piar
y Arismendi ae proponían imitar lo de Cariaco, se rebelaban desde
luego contra la conocida determinación de Bolívar. Y finalmente,
Arismendi y Piar, que se le habían sometido no sólo en los asuntos
militares sino también en los políticos, puesto que por voto de ellos
mismos era Jefe Supremo de la República, se declaraban disidentes
ó cosa peor, al promover la formación de un Senado, Consejo ó
Congreso sin consultar previamente á su jefe. Que Bolívar desa-
probó categóricamente el plan, lo demuestra la carta que el mismo
13 de junio dirigió desde San Félix á su secretario el coronel Pedro
Bríceño Méndez, á la sazón al lado de Piar en Upata, comunicán-
dole el rumor de disidencia y agregando: ^^Lo único que por el
momento se puede hacer y no sin peligro, es nombrar un segundo
jefe para en caso de muerte ó ausencia del primero, puesto que
Bflariño, no solamente ha desertado, sino que reconoce otra fuente
de autoridad y tiene actualmente el mando usurpado de todas las
armas de Venezuela". Briceño Méndez conteita el 15, esforzándose
en sincerar á Piar . . . : " No se pretende aquí la menor cosa contra
usted: su autoridad se respeta y queda existente. Toda la preten-
sión es dar á usted un Senado ó Consejo, para que tenga algo de
democrática ó representativa nuestra forma de gobierno; medida
más importante á usted que á nadie, pues si los que han concebido
el proyecto lo han hecho pensando coartar su suprema autoridad,
usted, que tiene la fuerza, obrará sin limites, mientras que ellos
con su insignificante proyecto tienen adormecidos los pueblos. Piar
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— 252 —
dice que es indispensable que haya quien trabaje en la civil y polí-
tico, mientras usted ae ocupa en las atenciones de la guerra . . .
El es amigo de usted, á pesar de los esfuerzos que se han hecho
y hacen para . . /'^ No se desvanecieron las sospechas de Bolívar.
El 19 de junio vuelve á escribir á su fiel secretario, ^itre otras
cosas: ^^Me dice usted que le ahon'e el sacrificio de hablarme con
franqueza. No es ciertamente porque usted me tema á mi . . . .;
luego es por otro cualquiera temor que no sé imaginar . . . « Usted
sin duda se ha imaginado que estamos en una situación como la
de Cartagena, Carúpano ó Güiria, en donde las circunstancias nos
fueron tan desfavorables y donde el espíritu de partido triunfó de
nosotros. Vamos. No tema usted una repetición de estos sucesos;
que si hasta ahora he sido moderado, no lo seré en lo suceswo.
No crea usted que las intrigas sean tan grandes que nos puedan
destruir. Jamás he tenido una situación tan feliz^ aunque digan lo
que quieran. El poder supremo está en mi mano, y no se tratará
de quitárseme impunemente. Pobre del que lo intentare! Dos mil
hombres me obedecen, y están dispuestos á ejecutar cuanto les
mande. Deben obedecerme los ambiciosos y los intrigantes, y me
obedecerán. Piar no será temible dentro de poco; no inquietará
nuestra tranquilidad 2."
En las últimas frases se ha creido ver la resolución anticipada
de Bolívar de sacrificar á Piar. Sin embargo, lo más que pudiera
conjeturarse en sana lógica es que se proponía quebrantar su in-
fluencia en el ejército, temida realmente por todos los amigos del
Jefe Supremo, dándole en otra parte alguna comisión menos im-
portante, ó dejándole en el interior deGuayana con pocas fuerzas.
En la misma fecha que escribió á Méndez (19 de junio) lo hizo
también á Piar: le acordó satisfacción en ciertas desavenencias que
tenía con José Félix Blanco por el gobierno de las misiones del
Caroní, y le advirtió que desconfiase de Arismendi, á quien con-
sideraba como el principal promovedor del proyecto de Senado ó
Congreso. Con todo, nada pudo apaciguar el genio violento de
Piar, — ni las protesta de amistad de su jefe, ni los consejos de
1. Las cartas que vamos citando se conocea por haberlas tomado los espt-
fióles del archivo de Bolívar en la desgraciada acción de Semen (16 de marzo de
1818), y haberlas insertado el propio afio José Domingo Díaz en la Gaceta de
Caracas. En el lugar donde se interrumpe el texto puso Díaz la siguiente nota:
„ Ignoramos qué cosa continuaba refiriendo Bricefio, porque hita, el resto de U
carta y no se ha pedido encontrar**.
2. Es posible que Díaz, hombre sin escrúpulos, haya introducido alguna
variante para poner más de relieve la anarquía de los patriotas; pero el fondo é
sentido general de las cartas parece incuestionable.
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— 253 —
Méndez, hombre manso y muy medido diplomático. Siguió expre-
sándose en términos liiríentes contra Bolívar, á quien acusaba de
procedimientos tiránico» y de haberse alzado con el ejército des-
pués de San Félix (¿que otra cosa había de hacer un Jefe Supremo
en campaña?) y terminó por pedir licencia para separarse del ser-
vido, á pretexto de enfermedad. Se le concedió el 30 de junio,
desde el cuartel general de San Miguel, para trasladarse — r dice el
pasaporte firmado por Bolívar — al lugar que tenga á bien en el
territorio de la República ó á las colonias extranjeras.
En los primeros días de julio, Piar pasa de Upata al Juncal,
y el 18 á Angostura, al tiempo mismo que las tropas de Bermúdez
entraban en esta plaza. Alarmado Bolívar por los rumores que
diariamente le llegaban de que Piar andaba invitando á algunos
oficiales para desconocer su autoridad, para acompañarle á unirse
con Marino y pata sustituir en el ejército el predominio de los
pardos ó mestizos al de los blancos ó mantuanos, trasmitió orden
á Bermúdez de que Piar se trasladase en seguida al cuartel general
de Casacoima. La orden llegó á Angostura el 26 de julio; pero al
tener conocimiento de ella, Piar pasó oculto el Orinoco y tomó
camino de Maturín. Días después se juntó con Marino^. Durante
agosto y setiembre siguieron ambos haciendo correrías por la pro-
vincia de Cumaná. Comisionado el general Manuel Cedeño para
prender á Piar, le encontró el 27 de setiembre en el pueblo de
Aragua escoltado por unos 70 fusileros que mandaba el comandante
Francisco Carmona. Piar se negó desde luego á entregarse, y
ordenó á Carmona que se preparase á hacer fuega Logró sin
embargo Cedeño que los fusileros se le sometiesen sin pelear;
prendió á Piar y acto continuo lo remitió á Angostura.
El 3 de octubre, Bolívar da orden al general de brigada Carlos
Soublette, jefe de estado mayor, para que conforme al reglamento
expedido en mayo último y en su carácter de juez fiscal, instruya
el proceso de Piar por " los crímenes de insubordinado á la autoridad
suprema, de conspirador contra el orden y tranquilidad pública, de
sedicioso y últimamente de desertor "^
1. Por este tíempo, Arísmendi había ya desistido de su plan de congreso, y
regresado á Blargarita.
2. £1 texto del proceso anduvo por muchos afios de aquí para alU. En 1820
se hallaba en el archivo que desde Angostura llevó á Cúcuta el Vicepresidente de
la República Dr. Roscio. Cuando murió éste, en marzo de 1821, su viuda dofia
Dolores Cueva, confundiendo el expediente con papeles privados, lo inchiyó en su
equipaje al regresar á Angostura, y lo regaló después á D. José Gabriel Núftez, de
quien lo heredó su sobrino D. Joeé M. Núfiez, de Maturín, en cuyo poder se encon-
traba por los afios de 1850. (Véase á Brícefio, Historia de la isla de Margarita,
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— 254 —
El 4 de octubre comenzó la instrucción, actuando como secre-
tario el capitán José Ignacio Pulido. Citanse nueve testigos, que
deponen todos contra el reo. Los corónele^ Juan Francisco Sánchez
y Pedro Hernández, el teniente coronel José Manuel Olivares y el
capitán de navio Antonio Dia2, ¿firman que Piar les invitó á des-
conocer la autoridad del Jefe Supremo y á ligar á todos los pardos
contra los blancos, especialmente contra los mantuanos de Caracas.
Su plan primitivo consistía, según el testimonio de Olivares, en
pasar al Caroni, ^ donde toda la gente era suya^\ y f onaar un
ejército para acabar con la tiranía de Bolívar. Díaz agrega que
Piar le dijo en Maturin: que habiendo opinado en Guayana por el
establecimiento de im Gobierno "á fin de que no residiesen todas
las facultades en una sola persona, como residían en el Jefe Supremo,
habían tratado de sacriíicarlo los mantuanos y él se había visto
forzado á huir para salvarse; que llevaba el designio de reimir en
la provincia de Cumaná, con la opinión de que gozaba entre sus
habitantes, un grande ejército para volvpr á repasar el Orinoco;
que en la provincia de Guayana había dejado un gran partido y
estaba seguro de triunfar de los mantuanos, á quienes era menester
matar absolutamente, porque sus miras no eran otras que las de
destruir á todo hombre de color; que destruido que fuese este
partido (de los mantuanos) él establecería un Gobierno, ofreciéndole
al exponente el empleo de almirante de la República, cuyo título
le dio por dos ó tres veces en la conferencia". El capitán de in-
fantería Ramón Machado, edecán del general Bermúdez en Angos-
tura, refiere que cuando este jefe trasmitió á Piar la orden de pasar
al cuartel general de Casacoima, contestó verbalmente "que estaba
bien"; mas notando Bermúdez que lejos de cumplir Piar con lo
que se le prevenía "estaba haciendo pasar sus bestias al otro lado
de la Soledad, dispuso hacer volver éstas por varios tiros de fusil
que se dirigieron á las canoas, y ordenó al exponente pasase á la
brigada del coronel Bricefto á tomar 25 hombres, que con un buen
oficial custodiasen en su posada la persoma del general Piar; pero
que habiéndolo solicitado en ella, manifestaron que había salido en
aquel momento", y no se le halló después en la ciudad. El teniente
coronel Francisco Pildaín depone que, encontrándose en Maturin
apéndice, p. 30). En 1881, el Presidente Guzmán Blanco lo mandó insertar, sio
decir de donde lo hubo, en las Memorias de O'Lcary, t. XV, p. 351 y siguientes.
Hoy, en 1906, se ignora el paradero del original. Nos referimos, pues^ al impreso,
advirtiendo además que hay motivos para sospechar de su completa exactitud, porque
asi como ordenó Guzmán Blanco la supresión del tomo IH de dichas Memorias,
pudo también ordenar interpolaciones ó variantes en éste y otros documentos de
las mismas.
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— 255 — .
cuando llegó Piar, le oyó decir públicamente ^^que los mantuanos
lo habían querido sacrificar y lo habían mandado asesinar ^^; que la
causa de tal persecución, después de tantos servicias, no podía ser
otra sino su calidad de pardo, y que ^^ iba á unirse al general Marino,
para que se hiciera la división ¿e'las provincias como estaban
anteriormente", á fin de que "los mantaanos gobernasen en Occi-
dente, y Marino y él en Oriente". El alférez de caballería José
Abad Peralta y los cabos primeros Timoteo Díaz y José Claro
Sixto^ perteneci^tes los tres á las tropas con que Cedeño capturó
á Kar, afirman que éste desenvainó le espada é intentó resistir
cuando se le intimó la orden de arresto, no dándose á partido sino
desqués que los fusileros mandados por Carmona se negaron á
ob^ecerle.
El 8 de octubre. Piar nombra defensor al teniente coronel
Femando Galindo y rinde en seguida su confesión ante el juez
fiscal. Dice^, que si antes del 27 de julio no hizo uso de su pasa-
porte para ausentarse de Guayana, fué porque necesitaba auxilio de
bestias que debía franquearle el general Cedeño, y porque el mismo
Cedeño, "á instancias del confesante, se había encargado de pasar
al cuartel general á solicitar del Jefe Supremo se examinase en un
consejo de guerra su conducta, relativamente al manejo de los in-
tereses del Estado, que públicamente se decía que el confesante se
los había apropiado, y aguardaba las resultas ^^; que cuando se le
contestó negativamente respecto de la reunión del consejo, ya la
plaza de Angostura había sido evacuada por los españoles, y en
ella "sólo trató de ausentarse haciendo uso del permfeo que tenía,'*
activando cuanto le fué posible "la consecución de las bestias que
necesitaba para su viaje, y el de los dragones que también se le
había permitido llevar en su compañía.'' Rechaza la imputación de
haber intentado sublevar los hombres de color contra los blancos.
Confiesa que "lastimado de las injusticias que se le habían hecho,
de los crímenes que se le inputaban, entre otros el de usurpador
de los intereses públicos, y sufocado con las relaciones que se le
hacían de la enemistad que le profesaban ya varios de sus amigos»
de los asesinatos que contra él se premeditaban y de las especies
indecentes • con que se manchaba su reputación y su honor, pro-
mmipía, en presencia de los que venían á verle, en quejas amargas,
y exclamaba en medio de la exaltación que naturalmente debía pro-
dudr todo esto en su espíritu, que no sabía si el ser pardo era la
causa de que se le calumniase y vilipendiase; pero que es falso el.
1. Extracto.
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— 256 —
que convocase, ni en público ni en privado, á los hombres de color,
á la conspiración de que se le acusa ^\ Añade que durande su corta
permanencia en- Maturín, aconsejó públicamente la unión de todas
las clases sociales, y que si repitió allí sus quejas de injusticia, lo
hizo "privadamente, en converMciones particulares, con personas
de confianza y con mucho menos calor que cuando estaba en Gua-
yana, porque lejos ya del peligro que se le había hecho temer, su
imaginación se había despejado y se había tranquilizado su espíritu,^^
de lo que darían fe el capitán de navio Antonio Díaz y el teniente
coronel Pache (óPildaín)^. Cuando llegó al campo de Marino ^^ sólo
pensó en arreglai* y organizar la provincia de Cumaná, reunir tropas
y continuar haciendo la guerra á los enemigos de la República''^
aunque no con el propósito de continuar unido á . aquel geaual,
pues antes bien quería "conseguir un pasaporte de su mano para
trasladarse á una colonia extranjera, á donde no podía presentarse
sin un documento semejante que lo pusiese á cubierto de la sos-
pecha de deserción, á causa de haber dejado en Angostura el pasar
porte que había obtenido del Jefe Supremo". En Aragua "hizo ai
general Marino su solicitud, manifestándole que se retiraba hasta
que reinase la unión y la buena armonía entre todos los jefes y
provincias del Estado, pues el confesante, que había conocido ya
que cualquiera otra máxima que él hubiese asentado era un error,
sólo aspiraba á la paz, á la buena armonía y mejor inteligencia
entre todos los que combatían por la salvación de la República".
Habiéndose negado Marino á darle pasaporte, "le pidió permiso
para retirarse á los montes de Púnceles á hacer una labranza y á
aguardar allí el día de la reconciliación''; pero en esto tuvo que
marchar aquél á la costa de GCdria, y Piar convino en esperar su
regreso, encargándose entre tanto del mando de algunas tropas.
Finalmente, respecto de la resistencia que opuso en Aragua á Ce-
defio, al comunicarle éste la orden de pasar á Angostura, dice que
tal resistencia no nació **de un principio de insubordinación, sino
del temor que le inspiraba la proscripción publicada contra él";
que si Cedefio "le hubiese manifestado un documento del Jefe Su-
premo en que se le aseguiase la remisión de las faltas que hubiera
cometido, habría venido voluntariamente, como un hombre que había
conocido sus errores y que sólo deseaba la paz, la unión y la buena
armonía"; pero no garantizándosele con nada su persona, temió ser
sacrificado; que "él no habría entregado las tropas que el general
1 . Pildaín, como se vio arriba, declaró otra cosa, y Díaz, repreguntado, man-
tuvo en todas sus partes lo que ya había dicho.
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— 257 —
Marino le confiara, porque esta conducta habría mancillado su honor,
pero habría puesto su persona en manos del Jefe Supremo con la
mayor confianza; que si se había descisirriado del verdadero camino,
ya le había vuelto á encontrar y deseaba el seguirle, pero de un
modo que concillase su seguridad personal; que sus tropas (en
Aragua) tenían las armas descargadas, y que si hubiera querido
hacer una resistencia obstinada^ tiempo sobrado tuvo para hacerla,
mandando cargar, de manera que su resistencia fué más de palabra
que de hecho." Y protesta de nuevo que no tuvo nunca la inten-
ción de promover la guerra civil.
Citados de nuevo todos lo^ testigos, en presencia del defen-
sor, y confrontados con el reo, ratifican sus primeros testimonios
sin variante ninguna. El 15 de octubre redacta Soublette su dic-
tamen. De las pruebas testimoniales y de la confesión del reo
deduce que no quedan dudas de su proyecto de conspiración; que
su deserción la demuestran las circunstancias en que se fugó de
Angostura, desobedeciendo la orden terminante de presentarse en
el cuartel general; que su unión con Marino, jefe disidente, y su
resistencia en Aragua á las órdenes de la suprema autoridad,
bastarían, á falta de otra prueba, para calificarle de insubordinado
ó rebelde; que las injusticias de que tanto se queja el reo se limitan
^á la imputación que dice se le hacía de haberse apropiado los
mtereses públicos", sin reflexionar qtie ni el Gobierno ni la República
son nunca responsables de calumnias propaladas por particulares;
que se contradice cuando alega como pretexto de su fuga la nega-
tiva de sometérsele á un consejo de guerra para sincerarse de la
calumnia sobre malversación de fondos, supuesto que á los pocos
días, cuando se le llama á presencia del Jefe Supremo, se escapa
clandestinamente de Angostura; que el proyectó de sublevar á los
pardos contra los blancos lo evidencian las declaraciones de testigos
idóneos y en número más que suficiente para producir plena prueba,
sin que se pueda disculpar dicho proyecto por "un sentimiento de
filantropía", pues "demasiado notorio es su carácter altivo y do-
minante, que no admite superiores ni iguales, y también es sabido
que nunca se ha reputado por pardo, de manera que sólo en su
frenesí se hubiera declarado tal, porque lo creyó el único medio de
congregar á todos los de esta clase y de hacerlos entrar en los
intereses particulares de éV\ Y termina su dictamen diciendo:
^Resulta de todo que Manuel Piar ha conspirado contra la sociedad
y contra el Gobierno, lo ha desobedecido, ha desertado y hecho
armas contra los subalternos del Jefe Supremo. Por todo lo cual
concluyo por la República que sea condenado á sufrir la pena de
Fortoul, Historia ConstitadonaL ^^
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— 258 —
ser ahorcado, señalada por las Ordenanzas del ejército en el artículo
veintiséis, tratado octavo, título décimo".
En el mismo día, 15 de octubre, se reúne el consejo de
guerra, compuesto del almirante Luis Brión, presidente, los generales
José Anzoátegui y Pedro León Torres, los coroneles José ücrós y
José María Carreño y los tenientes coroneles Judas Piñango y
Francisco Conde, El defensor Galindo presenta en seguida su ale-
gato. "Más fácil — dice* — más fácil es concebir el exterminio total
del país que poderse figurar la insubordinación del general Piar^
Cuando se le notificó en Angostura la orden de presentarse en el
cuartel general de Casacoima, hallábase rodeado de enemigos parti-
culares: "instruido falsamente por amigos suyos, residentes en el
cuartel general, de que se proyectaba su sacrificio, y dotado de un
carácter desconfiado, al mismo tiempo que violento y tímido, se
creyó perdido j se vio fuera de sí", "¿E^ pues de extrañar que
en tan empeñado lance, él, que no tíene una gran serenidad de
ánimo, busque un asilo entre sus mismos hermanos, entre los mis«
mos defensores de este suelo venezolano, ausentándose por algunos
días para escaparse de la cólera de la autoridad, haciendo tal vez
después sacrificios importantes papi acreditar su obediencia y su
afección?" Su vida anterior es la mejor prueba de su subordinación.
Acogió en su ejército á los expedicionarios de Ocumare; después
de su victoria en el Juncal, resolvió con sus compañeros de armas
que el intendente Zea fuese á buscar á Bolívar, sin el cual no podía
existir la República; rehusó las promesas de Marino, que le invitaba
á dividir con él el poder; y en toda la campaña de Barcelona y
Guayana fué "el más firme y decidido apoyo de la autoridad".
Sólo acaso "la vehemencia de sus pasiones, la impetuosidad de su
carácter, la indiscreción de algunos individuos, el sentimiento de
creerse ofendido y despreciado, el mismo amor (á Bolívar) y una
especie de celo porque creía que el Jefe Supremo no lo distinguía
según quería y merecía", le habían hecho expresarse de un modo
que él mismo no recuerda^ "En una fibra tan irritable como la
suya, y en un hombre que desgraciadamente se transporta y en-
furece hasta el término de perder el juicio, no es de admirar nada
de ésto. Deploremos su carácter, culpemos más bien á la natura-
leza, y no á la inteligencia del infeliz general Piar", De su cons-
piración no se aducen otras pruebas que declaraciones de testigos,
y entre éstos figuran enemigos personales del reo. El coronel
Sánchez fué despedido del ejército de Piar en Guayana, y desde
1. Extracto.
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— 259 —
entonces Je juró venganza. El coronel Hernández fué por él re-
prendido públicamente en la acción de San Félix, y se declaró
desde luego adversario suyo. El teniente coronel Olivares, tuvo
desavenencias en Upata con un oficial inferior, y como Piar "le
echó toda la culpa á Olivares, éste acabó por no ser más su amigo ^\
(De los demás testigos no habla el defensor). El supuesto plan de
sublevar á los pardos contra los mantuanos no se apoya en funda-
mento ningimo. Los actos mismos de Piar prueban lo contrario.
El escuadrón que le acompañaba en Upata se componía todo de
gente de color, y sin embargo no se opuso á entregarlo, Al llegar
á Maturín, aconsejó la unión de todas las castas contra los españoles,
y cuando se vio á la cabeza de tropas en la provincia de Cumaná,
una de sus primeras medidas fué someter á juicio, por excesos
militares, al capitán León Prado, " que es pardo, y el más implacable
délos enemigos del Jefe Supremo", Reunió en territorio de Cumaná
más de quinientos hombres, y ni atacó la plaza de Maturín, ocupada
por fuerzas del Gobierno, ni intentó pasar á Guayana, ni proclamó
una sola vez la guerra civil, "El acto de acogerse al general
Marino, de quien siempre ha sido enemigo, prueba bien claramente
que su espíritu no estaba todavía muy tranquilo, ni su juicio muy
en su lugar, para refugiarse casa del que más le ha odiado siempre".
Su verdadero propósito, como lo declara en su confesión, era irse
á una colonia extranjera, "y por esto fué qui exigió (en Guayana)
el permiso temporal que se le acordó". En resumen, si herido en
su justo orgullo de general en jefe, y exasperado por la persecución
y la columnia, profirió quejas amargas, no tuvo nunca la intención
de rebelarse contra la autoridad.
El consejo le condenó por unanimidad á ser pasado por las
armas. Conde, Piñango y Anzoátegui votaron por que precediese
la degradación!. Los demás decidieron expresamente que no se le
degradase. Comunicado el proceso al Jefe Supremo, decretó el
mismo 15 de octubre: "Vista la sentencia pronunciada por el con-
sejo de guerra de oficiales generales contra el general Manuel Piar,
por los enormes crímenes de insubordinado, desertor, sedicioso y
conspirador, he venido en confirmarla sin degradación. Pásese al
señor fiscal para que la haga ejecutar, conforme á ordenanza, á
las cinco de la tarde del día de mañana". Llegada la hora, se le
sacó á la plaza y — dice el secretario Pulido — " habiéndose publi-
cado el bando por el señor juez fiscal según previenen las orde-
í
iT Hay dudas respecto del voto de Anzoátegui. Al reproducirlo en las
Memorias de O'Leary se puso la siguiente nota (p. 420): "En el original está esta
palabra (con degradación) enmendada; parece que se escribió primero sin",
17*
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— 260 —
nanzas, puesto el reo de rodillas delante de la bandera y leídosele
por mí la sentencia en alta voz, se pasó por las armas á dicho
señor general Piar . • • ., delante de cuyo cadáver desfüaron en
columna las tropas que se hallaban presentes y llevaron luego á
enterrar al cementerio de esta ciudad.'*
Que murió con la serenidad de un héroe, superfluo es decirlo.
No había temblado nimca su corazón, y era indomable su espíritu^.
¿Cuales eran el origen y raza de Piar? El proyecto que se le
atribuyó en Guayana de hacerse jefe de los pardos ó mestizos
contra los blancos ó mantuanos, probablemente sí existió en su
acalorada imaginación, como medio de encumbrarse sobre Bolívar,
jefe natural de los últimos por su abolengo y posición social; pero
adviértase que, acerca de la progenie de Piar, y respecto de las
circunstancias de su nacimiento, todo es conjetural. Nació (¿en
Caracas ó en Curazao?) por los años de 1782. Creen algunos que
de padres pobres y oscuros (Femando Piar y su querida María
Isabel Gómez): cuentan otros que de los clandestinos y pasajeros
amores dé un príncipe europeo con una alta dama caraqueña, agre-
gando que al nacer se le condujo á Curazao y fué confiado á una
mulata que le crió como su hijo y le acompañó á los quince años
á Caracas, donde le hizo aprender el oficio de barbero. El juez fiscal
Soublette dice en su dictamen que Piar nunca se reputó por pardo, y
el capitán Juan José Conde, que mandaba en Angostura la guardia
del reo, lo pinta "de regular estatura, ojos azules, barbilampiño y
tez algo rosada"*.
La cuestión de raza en los sucesos de Guayana puede con-
siderarse como secundaria; tanto más cuanto que el mismo Piar,
aunque se creyera mestizo, aspiró siempre á figurar, y figuró
desde 1811| entre los oligarcas criollos, promovedores de la In*
dependencia. La única cuestión capital fué el conflicto entre la
ambición á mayor influencia de un jefe de división y el poder
1. £1 laísmo capitán Pulido, en carU particular dirigida al general G'Leaiy
afios después (véanse las Memorias, t. I, p. 425) refíere que cuando leyó por
primera vez la sentencia, en la prisión, Piar, al oir que se le condenaba á moerte,
"gritó, rasgó la camisa, tiró el lente que cargaba colgado del cuello y cayó al saelo
diciendo, que me dejen sacrificar**. En lo que no puede verse un acto de pusi-
lanimidad, antes bien otra manifestación de su temperamento impulsivo y arrebatado . • •
tal vez epiléptico; conjetura ésta que concuerda con el retrato que de él traza (véate
arriba) su defensor Galindo.
2. Conde, Recuerdos de la vida y muerte d«l general Piar, llaracaibo,
1839. Hay pormenores interesantes en las polémicas que más de una vez bt
sostenido en periódicos y hojas sueltas el señor Roberto Syers Piar, descendiente
del general; pero no produce ningún documento que contradiga la parte esenciíA
del proceso.
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— 261 —
supremo representado por Bolívar; y en semejante conflicto se
jugaba nada menos que el porvenir de la patria. Si Bolívar no
se apresura á ponerse á la cabeza del ejército que triunfó en
San Félix, Piar se hubiera alzado con el mando absoluto de Gua-
yana, suprimiendo de hecho la autoridad de su jefe, imitando la
insubordüíación de Marino y Bermúdez en Güiria, y la disidencia
de Marino en Cariaco. Es más: de esto hubiera surgido al punto
la anarquía, con nuevos conflictos entre Piar y Marino, que estaba
resuelto á adueñarse del Oriente; entre Piar y Arísmendi, que era
señor de Margarita; entre Piar y Páez, que campeaba por cuenta
propia en los llanos del Suroeste. Bolívar supo medir toda la
magnitud del peligro, y tuvo la suprema audacia de conjurarlo,
quebrantando primero la influencia de Piar en el ejército, sometién-
dole luego á un consejo de guerra, lo que ya equivalía á condenarle
á muerte. ¿A qué invocan aquí todos los historiadores la noción
abstracta de la justicia, para sincerar los unos al Libertador, para
inculparle los otros? Si la justicia moral es diosa en la paz, en
los campamentos no pueden reinar más que la fuerza y el éxito;
ni para un emancipador de pueblos, capitán de rebeldes contra el
yugo extranjero, podrá haber nunca un interés superior al triunfo
de la propia emancipación, por todos los medios á su alcance.
Y si excepcionales circunstancias exigen medidas violentas, ¿á qué
otras pudiera humanamente apelar? "Es un desatino — escribió cinco
años antes á Miranda el sabio Sanz — es un desatino querer cosas
extraordinarias por medios ordinarios". En otras ocasiones, Bolívar
cometió errores imperdonables, tal su proclamación de guerra á
muerte, que debía producir resultados contrarios á los que se pro-
ponía; pero en la presente ocasión, con su serenidad de alma,
con su audacia sin escrúpulos, y si se quieren términos más duros,
con su falta de piedad para el rival vencido, salvó de un nuevo de-
sastre á la naciente República. No había entonces otro jefe capaz de
llevar á buen fin la magna empresa. Si eran todos patriotas in-
sospechables, ninguno tenía, como él, á un tiempo, el genio político
y el genio de la guerra. Piar y Marifio podían mandar en un com-
bate, y más de una vez les coronó la victoria; pero carecían de la
estrategia necesaria para dirigir largas campañas. Arismendi y
Bermúdez, hombres de escasas dotes intelectuales, sólo se distin-
guían por su impetuosa bravura; y hasta pudiera decirse que apenas
se distinguían en esta, porque la heroicidad era entonces virtud de
todos. Monagas y Zaraza y Cedeño y Anzoátegui y el mismo Páez,
eran simples guerrilleros. Sucre, el único que años después debía
emular á su jefe en apitudes bélicas, estaba empezando su* carrera.
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— 262 —
En resumen, y sin perder tiempo en consideraciones de importuno
sentimentalismo, si Bolívar no se decide á darle un golpe mortal
á la anarquía, suprimiendo al más indómito de sus tenientes, la Inde-
pendencia fracasaba otra vez ó se retardaba por tiempo indefinido.
Es verdad que en los meses y aun años subsiguientes se notaron
nuevas veleidades de insubordinación — de Arismendi en Margarita
y en Angostura, de Marino en Cumaná, de Páez en los llanos; —
pero fué tal el temor que en todos infundió la "muerte de Piar,
que si intentaban rebelarse cuando Bolívar andaba lejos, no per-
sistieron ya nunca á su presencia en planes subversivos.
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Capítulo IX.
De Angostura á Bogotá.
(1817—1819)
Somario. Bolívar en Guayana — Decretos dictatoriales — Se-
cuestro y confiscación de bienes — Navegación libre del Orinoco —
Angostura capital provisoria — Tribunales — Consejo de Estado —
Consejo de Gobierno — Campaña contra Morillo — Derrota de la
Hogaza — Páez en la provincia de Barinas — Reconoce la autoridad
suprema de Bolívar ■ — Marchan á Calabozo contra Morillo — Am-
bigua conducta de Páez, que regresa á Apure — Se adelanta Bolívar
á la Villa de Cura — Retrocede y pierde la acción de Semen —
Sorpresa del Rincón de los Toros — Escápase Bolívar con poca
gente — Vuelve á Angostura — Nuevo plan, político y militar —
Actitud favorable de los Gobiernos americano y británico — Tenta-
tiva de disidencia en San Femando — Los oficiales de Páez intentan
froclamarle Jefe Supremo — ¿Fué ó no con el consentimiento de
áez? — Bolívar convoca un congreso nacional — Reglamento de
elecciones — Noticias alarmantes de Europa — España y la Santa
Alianza — Declara Bolívar que Venezuela no tratará con España
sino de igual á igual — Instálase el congreso de Angostura — Men-
saje y proyecto constitucional de Bolívar — Problemas sociales y
políticos — Crítica de la constitución de 1811 — Senado heredi-
tario — La selección social — Ejecutivo imitado del inglés — Esta-
bilidad é independencia de los jueces — Códigos venezolanos — El
poder moral — Filosofía y quimeras — Bolívar Presidente provi-
sional — Zea Vicepresidente — Ministerio — Indulto general —
Constitución de Angostura — En qué difiere del proyecto de
Bolívar — No acepta el Senado hereditario — Senadores vita-
licios — Presidente por cuatro años, responsable ante el Senado —
Se aplaza la idea del poder moral — ríueva campaña — Bolívar
y Páez en los llanos — Las Queseras del Medio — Marcha á Nueva
Granada — Paso de los Andes — Victoria de Boyacá — Ocupación
de Bogotá — Santander Vicepresidente de Nueva Granada — Triste
epílogo de esta campaña — Fusilamiento de los prisioneros españoles.
.Del sistema de represalias implantado por los españoles en
1812 y seguido por los patriotas en 1813, éstos restaron en 1816 el
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— 264 —
bárbaro principio de guerra á muerte, pero mantuvieron el de se-
cuestro y confiscación de bienes, alegando que Morillo hacía lo
propio en Caracas. El 3 de setiembre de 1817, Bolívar expide un
decreto en Guayana la Vieja, por el cual quedan secuestrados y con-
fiscados á favor de la República los bienes muebles é inmuebles
pertenecientes al Gobierno español, á sus vasallos de origen europeo
ó á los americanos realistas, añadiéndose que las propiedades qui-
tadas por los españoles á los patriotas sean embargadas, hasta que
se presenten sus dueños ó herederos y prueben que han permane-
cido fieles á la causa de la Independencia. Exceptúanse, empero,
de toda confiscación, los bienes dótales de la mujer y la tercera
parte del caudal^ del marido, que se manda distribuir por partes
iguales entre las hijas solteras y los hijos menores de catorce años.
Además, á propuesta del tribunal de secuestros, establecido en An-
gostura el 23 de setiembre, se dijo el 18 de octubre que á l^s mu-
jeres cuyos maridos incurriesen en la pena de confiscación, se les
reservarían no sólo sus bienes dótales sino también los heredados
y la mitad de los gananciales; que á ninguna mujer se le secues-
trarían sus bienes, salvo en el caso extraordinario de una adhesión
decidida á la causa del enemigo, acreditada por actos de espionaje
ú otros de igual gravedad, y que los hijos que hubiesen tomado
parte activa en favor de la República conservarían sus herencias
legítimas, menos la parte disponible por testamento. Con tales ex-
cepciones se dulcificó considerablemente la dureza de las repre-
salias, y mucho más gracias á la benevolencia del tribunal, com-
puesto de hombres como el intendente Zea y los jurisconsultos José
España, Femando Serrano y Luis Peraza. En cuanto á las propie-
dades de españoles se dispuso especialmente, el 10 de octubre, que
las que no se pudiesen enajenar á beneficio del erario, se repar-
tiesen y adjudicasen al ejército en cantidades proporcionales, desde
500 pesos al soldado hasta 25,000 al general en jefe. Única paga
que recibieron los libertadores hasta su entrada en Bogotá.
En los meses de setiembre, octubre y noviembre expide Bo-
lívar otros decretos de carácter urgente ó transitorio. A fin de
favorecer el comercio con el extranjero y aumentar asf las rentas
públicas, declaró que la navegación del Orinoco sería libre para
todas las naciones, s^unque manteniendo por el pronto los derechos
de entrada y salida establecidos por los españoles^ Reconoció á
Guayana como provincia autonómica, ordenando en consecuencia
que en el pabellón nacional se pusiesen ocho estrellas, en lugar de
las siete que simbolizaban las provincias confederadas en 1811. De-
signó á Angostura como capital provisoria. Mandó formar una Alta
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— 265 —
Corte de justicia, tribunales de primera instancia y otro de comercio.
Decretó finalmente, que mientras no estuviese libre la mayor parte
del territorio ni se pudiese establecer el gobierno regresentativo,
el Jefe Supremo tendría un "Consejo provisional de Estado" (30 de
octubre) para informar en los asuntos administrativos, y un " Consejo
de Gobierno" (5 de noviembre) en quien delegaría algunas de sus
facultades durante su ausencia en campaña. — En esta medida ven
dertos historiadores una contradición, reparando que equivalía á
darles razón á los disidentes de Cariaco y á Arismendi y á Piar,
á quienes pocos meses antes desautorizara el Jefe Supremo por
haber intentado paliar la dictadura con un cuerpo de consulta. ,No
hay paridad entre uno y otro caso. En el primero se trataba de
formar un Congreso ó Senado ó Consejo contra Bolívar; en el se-
gundo no tuvo éste otra mira que formar una especie de secretaría
6 ministerio revocable á su arbitrio. De gobierno representativo no
se trató sino al año siguiente^.
El 21 de noviembre sale Bolívar de Angostura á emprender
campaña por los llanos de Calabozo contra el ejército español man-
dado por Morillo y su teniente La Torre, Desde el principio le
fué contraria la fortuna. La primera división patriota, que se había
adelantado á las órdenes del general Zaraza, encontró á La Torre
el 2 de diciembre en el hato de la Hogaza y quedó destruida. Bo-
lívar regresa á Angostura, organiza con su acostumbrada rapidez
otra división de hasta 3,000 hombres, por mitad infantes y ginetes,
remonta el Orinoco (31 de diciembre) y á los pocos días (enero de
1818) incorpora en San Juan de Payara parte de las fuerzas de
Páez, mil y tantos ginetes.
Páez, que desde 1813 venía guerrilleando con varia suerte en
la provincia de Barínas, había reconocido la autoridad suprema de
1. £1 Diario de Bacaramanga, escrito ea esta villa por el francés La-
croix el afio de 1828, pone en boca de Bolívar: "Llamé junta nacional á algunos
militares y empleados que tomaban el nombre de Consejo de Estado cuando se
reunian para tratar algunos negocios que yo había resuelto; pero que tomaban más
inerza al parecer que se habían discutido en Consejo de Estado**. Enteramente
exacto. Sin embargo, hay quien dude de la buena íe de aquel cronista. Ramón
Azpurúa (Biografías de hombres notables de Hispano-América, t. FV,
p. 24) afirma que la parte del Diario publicada en París no es auténtica; que Lacroix
escribió en 1 835 y no en 1 828, y que las diversas copias manuscritas que circularon
después en Caracas sufrieron enmiendas, interpolaciones, etc. . . Y por esto no lo
insertó Azpurúa en su ampliada edición de la recopilación de Blanco. Pero es in-
cuestionable que Lacroix se hallaba con Bolívar en Bucaramanga en 1828, y por
otra parte, casi todas las confesiones que le atribuye se conforman exactamente con
bs ideas y procedimientos del mismo Bolívar, y con los sucesos contemporáneos. De
suerte que ha de considerarse siempre dicho Diario como un documento histórico de
grande importancia, y es lástima que no figure completo en ninguna colección. El
manuscrito se encuentra probablemente en el archivo del difunto Dr. Julián Viso.
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— 266 —
Bolívar cuando se hallaba éste libertando á Guayana. El mismo
Páez refiere: "Mostraron (mis tropas) gran contento al saber que
se hallaba en Guayana; pero al hablarles de que iba á reconocerle
como jefe, la mayor parte del ejército y de los emigrados me hizo
la observación de que, como al conferirme en la Trinidad de Ari-
chuna el mando supremo, no se me facultó para delegarlo en otra
persona, no me creían autorizado para dar aquel paso^. Consultando
sólo el bien de la patria, teniendo en cuenta las dotes militares de
Bolívar, el prestigio de su nombre ya conocido hasta (sic) en el
extranjero, y comprendiendo sobre todo la ventaja de que hubiera una
autoridad suprema y un centro que dirigiera á los diferentes cau-
dillos que obraban por diversos puntos, me decidí á someter mi
autoridad á la del general Bolívar. Formé las tropas que tenía en
el Yagual, hice venir al padre Ramón Ignacio Méndez, arzobispo
después de Caracas, para que á presencia de aquéllas me recibiese
juramento de reconocer como Jefe Supremo al general Bolívar, y
mandé después que las tropas siguiesen mi ejemplo, ordenando que
hiciesen lo mismo los cuerpos que se hallaban en otros puntos^".
Las fuerzas de Bolívar y el contingente de Páez sumaron unos
4,000 hombres. Organizados de prisa, diestros solamente en correrías
por los llanos, propensos á la indisciplina, apenas vestidos, escasos
de municiones, sobrados sí de bravura heroica, iban á medirla con
los veteranos tercios españoles que venían de vencer á los fran-
ceses. Con la vanguardia de ginetes llaneros marchó Páez; con la
infantería Anzoátegui, Valdés y Pedro León Torres. Dos cuerpos
de caballería formaron la retaguardia á las órdenes de Cedeño y
Monagas. En el estado mayor, Soublette y Santander.
El 12 de febrero sorprenden á Morillo á las puertas de Ca-
labozo, le destrozan lo mejor de sus regimientos, persíguenle el
16 hasta el Sombrero, y oblíganle á fugarse á la Villa de Cura.
Pero el ímpetu del ataque, si quebrantó al enemigo, causándole más
de 800 bajas, disminuyó también en proporción las fuerzas patriotas,
quitándoles de la mano el fruto de su victoria. Y hubo cosa peor.
Páez, cuyo contingente era indispensable para seguir adelante, se
1. Alude á una asamblea de militares y civiles, así venezolanos como grant*
dinos, que en setiembre de 1816 resolvió desbaratar un simulacro de Gobierno que
se había establecido poco antes en Arauca con los siguientes funcionarios : Presidente,
el granadino Femando Serrano; Ministro, el venezolano Francisco Javier Yanes;
Consejeros de Estado, el francés Servier, que se hallaba al servicio de Nueva Granada,
y el venezolano Rafael Urdaneta; y jefe del ejército, el coronel granadino FranciKO
de Paula Santander. Semejante Gobierno era puramente nominal, y resultando P^
el único capaz de hacerse obedecer por el grupo de llaneros que llamaban ejército,
convinieron en proclamarlo jefe, mientras tanto.
2. Autobiografía, 1. 1, p. 169.
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— 267 —
negó á acompañar á Bolívar á los Valles de Aragua, alegando que
la caballería, única arma de los patriotas superior á las de los
españoles, quedaría inutilizada al pisar terrenos quebrados, pedre-
gosos y cubiertos de bosques, y que era preferible volver atrás á
apoderarse de San Femando de Apure, para asegurarse una base
de operaciones, librando á un tiempo á Guayana de posibles ame-
nazas en caso de un revés. "Por todas estas razones — agrega
Páez — convino Bolívar en que yo fuese á tomar á San Femando" K
La verdad es que Bolívar cedió porque no podía hacer otra cosa
en realidad los ginetes llaneros no obedecían más que á Páez, y
la sola tentativa de someter á éste por la fuerza habría partido el
ejército en mitades enemigas. En vano se le advirtió que San
Femando estaba ya asediado por tropas suficientes al mando del
coronel Miguel Guerrero. Páez, dominado por su ambloión luga-
reña, pensando sólo en su "patriecita'\ como decía agudamente
Soublette, deslumhrado por la pequeña gloria de ser él y ningún
otro quien tomase aquella plaza, partió de Calabozo el 24 de
febrero, y no bien llegó á San Femando se retiraron de allf los
realistas, el 6 de marzo.
Entre tanto, Bolívar siguió al Centro con sus disminuidas
tropas. El 11 de marzo estaba en Villa de Cura. Su vanguardia
logró adelantarse hasta Maracay. Pero tres cuerpos de tropas
superiores le cerraban el paso: Morillo en Valencia, La Torre en
las Cocuizas, Morales en la Victoria. Y fuerza fué replegarse por
el camino de San Juan de los Morros, librando en el Semen un
combate desesperado (16 de marzo), donde si estuvo un momento
indecisa la suerte, á causa de un lanzazo que recibió Morillo,
Bolívar vio al fin desbandado su campo, perdió hasta su archivo
particular, y á uña de caballo se fugó por Ortiz á Calabozo. Allí
se le juntó Páez, que volvía de Apure con su caballería. Era ya
tarde. El 24 de marzo atacan en Ortíz á La Torre y le obligan á
retirarse á los Valles de Aragua; mas los patriotas, no menos mal-
trechos, contramarchan también á reorganizar sus bandas.
El 16 de abril hallábase Bolívar en el hato llamado Rincón
de los Toros: en las cercanías, unos escuadrones realistas mandados
por el coronel Rafael López. Logró éste, amenazando de muerte
á un soldado prisionero, descubrir el lugar donde dormía Bolívar
con su estado mayor, y luego un desertor le comunicó el santo y
seña. Entrada la noche, adelantó al campamento patriota al capitán
D. Tomás Renovales con ocho soldados, quienes próximos ya á la
hamaca del Libertador, se sintieron descubiertos y descargaron
1. Autobiografía, t. I, ps. 190, 194, 195.
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— 268 —
precipitadamente sus fusiles. López atacó en seguida con sus es-
cuadrones, y hubiera sido total su triunfo si al fin de la rápida
refriega no cae muerto de un balazo. Con poca gente se escapó
Bolívar á Calabozo y continuó retirada á San Femando. Páez, que
andaba á la sazón maniobrando por la parte de San Carlos, se
apresuró también á volver á Apure.
Aniquilada más que nunca parecía la causa republicana. Los
realistas dominaban todo el Centro y el Occidente; en las pro-
vincias orientales, á la amenaza de los mismos se añadía la in-
terminable desavenencia entre Bermúdez, que obedecía á Bolívar,
y Marino, que unas veces fingía someterse y las más campeaba por
su cuenta; en Margarita, Arismendi se consideraba señor feudal de
la isla; finalmente en Apure apenas podía contarse con la sub-
ordinación de Páez. Pero el alma del Libertador se engrandecía
en la desgracia. No bien regresó á Angostura (5 de junio) concibió
un vasto plan que semejaba en tan tristes circunstancias pura in-
sensatez: convocar un congreso, establecer el gobierno constitucio-
nal ... y trasmontar los Andes, libertar á Nueva Granada, fundar
á Colombia, dándole al propio tiempo el golpe de gracia á la do-
minación española» Todo s^ realizó.
¿Por qué planteó primero la cuestión política, y convocó el
congreso antes de emprender la campaña? Semejante proceder,
aparentemente absurdo, fué sin embargo consecuencia lógica de una
concepción premeditada. Bolívar veía alto y lejos. Desde que se
supo en el extranjero que Guayana y el Orinoco estaban en su
poder, la causa de la Independencia recobró prestigio en los
Estados Unidos é Inglaterra, únicos países de que se podía esperar
apoyo material y moral. En su mensaje del 2 de diciembre de
1817, el Presidente Monroe dijo al congreso americano que la Unión
miraba la guerra de Independencia, no como una insurrección ó
rebelión ordinaria sino como una guerra civil entre contendores
casi iguales, con iguales derechos de beligerantes; y á los seis
meses envió cerca de Bolívar un agente confidencial, B. Invine, que
llegó á Angostura el 12 de julio de 1818. En Inglaterra, el agente
venezolano Luis López Méndez, que residía allí desde 1810, no
encontró ya obstáculos insuperables para organizar expediciones de
voluntarios, contratar empréstitos, despachar vestuarios y armas ^.
Era, pues, urgente convertir el gobierno de hecho en un aparato
1 . £1 agente en los Estados Unidos, Lino de Clemente, fué menos afortunado
A este respecto, por haber cometido la imprudencia de mezclarse en asuntos políticos
locales; justo motivo para que el Gabinete de Washington se negase hiego á reco-
nocerle en su carácter oficial. Le sustituyó Manuel Torres.
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— 269 —
siquiera de régimen constitucional, para demostrarle al extranjero
que ya la naciente República no se apoyaba solamente en el éxito
de sus armas. Un año antes, semejante medida hubiera sido pre-
matura, y peligrosa por las veleidades de insubordinación de los
jefes patriotas, — Piar, Arismendi, Marino. Ahora estaba indicada
por la drcimstancia misma de sentirse el Libertador bastante fuerte
para sofbcar toda tentativa de disidencia, como sucedió con la de
Páez, ó de sus oficiales. Angostura, que no fuera hasta entonces
sino un cuartel, se trasformó en verdadera capital con el concurso
de las más notables ilustraciones civiles. Allí se hallaban Femando
Peñalver, Martín Tovar, Francisco Javier Yanes, Juan Germán
Roscio, José Luis Ramos, Diego Bautista Urbaneja, Manuel Palacio
Fajardo, y los granadinos Francisco Antonio Zea, Femando Serrano,
Francisco de Paula Santander, José María Salazar; y de tan brillantes
colaboradores se aprovechó Bolívar para sacar á luz un periódico
que con el título de Correo del Orinoco fué por dos años el
ariete intelectual de la empresa libertadora.
La mencionada tentativa de disidencia consistió en que, me-
diado el año de 18, los oficiales de las tropas de Páez celebraron
en San Femando una asamblea con el fin de proclamarle Jefe
Supremo ó Capitán General. ¿Concibió y favoreció' la treta el
mismo Páez; ó fué obra exclusiva de sus más exaltados partidarios,
seducidos por el coronel Wilson, que acababa de llegar con una
de las expediciones británicas?* Páez afirmó después, que todo
se hizo sin su consentimiento; que él se hallaba en Achaguas; que
al conocer el acta de San Femando corrió allí á improbarla, y que
"impuesto de que el coronel inglés Wilson había tomado parte
muy activa en la formación del acta, dispuso que saliese para An-
gostura á presentarse al general Bolívar á fin de que lo destinase
á otro punto"^. En cambio, el historiador OXeary, testigo pre-
sencial, asegura que Páez oyó complacido los ofrecimientos de
Wilson de "levantar en Inglaterra un cuerpo numeroso de millares
de hombres que él mismo conduciría"; que el acta se leyó y firmó
á presencia de Páez; pero que, "antes de entrar la noche hubo
quien se le acercase para advertirle que había obrado mal, y re-
flexionando sobre lo acaecido, resolvió mandar el acta á Bolívar y
dio licencia á Wilson para trasladarse á Angostura con cartas de
recomendación para el mismo Bolívar"'. Bolívar se apresuró á
1. No se confunda á este Wilson con el faturo edecán del Libertador.
2. Autobiografía, t. I, p. 210.
3. Daniel Florencio O'Leary, Memorias, t. I, p. 484 — 85. — O'Leary, de
origen irlandés, había llegado en marzo, 1 81 8, con la expedición formada en Londres
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— 270 —
escribirle á Páez, el 25 de junio: ^^ Esparcida eií esta ciudad (An-
gostura), por la tripulación y pasajeros de una lancha valida de
San Femando, la noticia de la escandalosa sedición del coronel
Wilson, para proclamar ó pedir á US. por Capitán General, llegó
al fin á mis oídos á tiempo que llegaba también al puerto aquel
oficial. La gravedad del crimen de que era acusado me movió á
hacer tomar algunas informaciones, y resultando conformes con lo
que había sabido por la voz pública, mandé que se arrestase su
persona y se le tomase una declaración. A pesar de que en ella
ha procurado él descargarse de mil modos y hacer concebir que
no ha tenido la parte principal, aparece que debe ser juzgado en
consejo de guerra, conforme á nuestras ordenanzas. Para que el
juicio tenga todas las formalidades legales, me remitirá US. en la
primera oportunidad una representación ó acta firmada por algunos
de los principales jefes del ejército que US. manda, en que nombran
ó piden á US. por Capitán General, y todos los demás documentos
que puedan ilustrar á los jueces de esta causa ..." — Que Páez no
conociese de antemano el proyecto de sus oficiales, parece cosa
inverosímil; pero también es cierto que no le dio curso por su
parte y siguió sometido á Bolívar. Lo que decidió á éste á echar
tierra sobre el asunto, contentándose con despedir del ejército
á Wilson, Llevar más adelante la averiguación hubiera tal vez
equivalido á perder las tropas de Apure, personalmente adictas
á Páez, y las cuales eran indispensables para mantener libre la
comunicación con Nueva Granada, objetivo principal de la próxima
campaña. Para mayor seguridad, Bolívar despachó en agosto á
Santander con el encargo de formar una división de vanguardia en
la provincia de Casanare.
De julio á setiembre ocúpase preferentemente Bolívar en
distribuir las tropas y armas llegadas de Londres, y en comimicar
instrucciones detalladas á sus tenientes: Monagas en Barcelona, Ber*
mudez y Marino en Cumaná, Cedefio en los llanos de Calabozo,
Páez en Apure, Santander en Casanare, Brión y Antonio Díaz en
las aguas del Orinoco y en las Antillas.
El 1<> de octubre dice entre otras cosas al Consejo de Estado:
** Llamado por mi deber al campo del honor, no puedo separarme
de la capital sin consultar antes vuestro dictamen • • • Nuestro
por el citado Wilson y que fué destinada en seguida á reforzar las tropas de Apure.
Su improbación del acta de San Femando, su decidida fidelidad á Bolívar, de quien
llegó á ser edecán predilecto, su bravura en los combates y su notable habilidad de
escritor, le granjearon desde luego las simpatías del estado mayor y le facilitaron
su carrera hasta obtener en 1829 el grado de general de brigada.
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— 271 —
ejército ha recibido ló que siempre ha faUado, armas y municiones;
y se ha equipado tan completamente cuanto era de apetecer. Ex-
tranjeros liberales, y sobre todo bravos ingleses, sedientos de una
gloria benéfica, se han incorporado en nuestras tropas . • • £1 ene-
migo será atacado simultáneamente sobre todos los puntos que
ocupa; y si la suerte nos concede la victoria, como todo lo pro-
mete, muy pronto llegará el dichoso día en que veamos nuestro
territorio libre de tiranos y restablecido en toda su perfección el
Gobierno de la República • • • Aunque el momento no ha llegado
en que nuestra afligida patria goce de la tranquilidad que se re-
quiere para deliberar con inteligencia y acierto, podemos, sin em-
bargo, anticipar todos los pasos que aceleren la marcha de la
restauración de nuestras instituciones republicanas . . « Llamo muy
particularmente la atención del Consejo sobre la inmediata convo-
cación del congreso nacional: yo no me he atrevido (sic) á resol-
verla sin oir su dictamen, no sintiéndome capaz de tomar sobre mi
solo la responsabilidad ó el mérito de tan importante medida. El
Consejo, si lo juzga conveniente, puede nombrar una comisión
especial, encargada de la formación del proyectó y modo de llevar
á efecto las elecciones .populares ^\ Se nombró á Juan Germá»
Roscio, Femando Peñalver, Juan Martínez, Ramón García Cádiz,
Luis Peraza y Diego Bautista Urbaneja^. Formulado el reglamento
de elecciones, lo aprobó el Consejo por acuerdos de 17 y 19 de
octubre, y el 24 lo mandó ejecutar Bolívar.
Declara el reglamento, que disuelto el primer congreso vene-
zolano por la capitulación de 1812, y trascurridos ya más de los
cuatro años que según la constitución del año de 11 debían durar
las funciones de los diputados, su representación ha caducado; que
no existiendo el censo civil formado en 1810 para la nominación
de electores parroquiales y provinciales, ni habiendo tiempo de
formar otro, no es posible practicar elecciones conforme al sistema
de dos grados, y se procederá en consecuencia á la elección directa;
que el congreso se compondrá de treinta diputados venezolanos,
distribuidos por igual entre las seis provincias de Margarita, Guayana,
Caracas, Barcelona, Cumaná y Barinas, pudiendo también nombrar
cinco diputados cada una de las provincias de Trujillo y Mérida,
cuando estuvieren en aptitud de hacerlo, é igual número la pro-
vincia de Casanare, la cual, aunque granadina, se considera unida
con las venezolanas en la guerra de Independencia; que los dipu-
1 Entre todos, estadistas y jurisconsultos ^notables, Pefialver ejercía la mayor
influencia sobre Bolívar, á quien no sólo tuteaba sino que solfa también contradecirle,
é imponerle su sensato dictamen.
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— 272 —
tados no serán solamente representantes de sus distritos sino de
todas las porciones del territorio; y que existiendo el pensamiento
de formar un solo Estado con Venezuela y Nueva Granada, se in-
vitará á ' las provincias granadinas á npmbrar también diputados
á medida que recobren su libertad.
Efectuáronse las elecciones del modo imperfecto que permitían
las circunstancias, y en muchas partes por el solo voto de los jefes
militares; pues las únicas provincias completamente libertadas eran
Margarita y Guayana. En las demás lóá patriotas no contaban sino
con las poblaciones ocupadas por sus tropas.
A tiempo que se preparaba el advenimiento del régimen cons-
titucional, llegaron á Angostura noticias alarmantes acerca de las
reiteradas instancias de España para obtener la intervención de las
grandes potencias contra las nacientes Repúblicas americanas^. Lo
que determinó á Bolívar á convocar una asamblea de todas las
autoridades residentes en Angostura, asamblea que, á vuelta de los
considerandos del caso, formuló la siguiente declaración el 20 de
noviembre: "La República de Venezuela, por derecho divino y hu-
mano está emancipada de la nación española y constituida en im
Estado independiente, libre y soberano; — La España no tiene jus-
ticia para reclamar su dominación, ni la Europa derecho para
intentar someterla al Gobierno español; — No ha solicitado ni soli-
citará jamás su incorporación á la nación española; — No ha solici-
tado la mediación de las altas potencias para reconciliarse con la
España; — No tratará jamás con la España sino de igual á igual,
en paz y en guerra, como lo hacen recíprocamente todas las nacio-
nes; — Únicamente desea la mediación de las potencias extranjeras
para que interpongan sus buenos oficios en favor de la humanidad,
invitando á la España á ajustar y concluir un tratado de paz y
amistad con la nación venezolana, reconociéndola y tratándola como
una nación libre, independiente y soberana; — Últimamente, declara
la República de Venezuela, que desde el 19 de abril de 1810 está
combatiendo por 6us derechos; que ha derramado la mayor parte
de la sangre de sus hijos; que ha sacrificado todos sus bienes,
todos sus goces y cuanto es caro y sagrado entre los hombres, por
recobrar sus derechos soberanos, y que por mantenerlos ilesos,
como la Divina Providencia se los ha concedido, está resuelto el
pueblo de Venezuela á sepultarse todo entero en medio de sus
ruinas, si la España, la Europa y el mundo se empeñan en encor-
varla bajo el yugo español"* Por de contado, tan arrogante reto,
1 Sobre los asuntos internacionales v¿ase el capítulo rv del libro tercero.
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— 273 —
que suena hoy como pura declamación, no hubiera impedido el
triunfo de España, en caso de lograr ésta el concurso material de
la Santa Alianza; pero Bolívar presintió, sin equivocarse, que el
manejo de la diplomacia de Madrid estaba á punto de fracasar ante
la actitud de la Gran Bretaña, la cual, celosa de su comercio, y á
fin de aumentarlo, debía necesariamente favorecer, siquiera de un
modo indirecto, la emancipación de las colonias españolas, ora se
efectuase con la forma republicana, ó ya con la de principados
independientes, como repetidas veces lo insinuara el Gabinete de
Londres. Por otra parte, aquella declaración, á pesar de su apa-
riencia declamatoria, ó quizás por lo mismo, exaltó aún más el sen-
timiento patriótico, y sirvió de precedente ó doctrina para rechazar
las condicionales proposiciones de paz que más tarde presentara
España.
Mientras se practicaban las elecciones, Bolívar hizo viajes
á Maturín y al Apure para vigilar personalmente la organización
del ejército. El 8 febrero, 1819, regresó á Angostura, y el
15 presenció la instalación del congreso. Su mensaje, más que
discurso puramente poUtíco es una como disertación filosófica, de
máxima importancia así por su forma cuanto por la variedad y ri-
queza de su fondo 1. Aquí es fuerza circunscribimos á un extracto,
sin paramos siquiera á indicar qué ideas son propiamente originales
de Bolívar y cuáles imitación de sus autores predilectos; á saber,
los historiadores clásicos de Grecia y Roma, sus filósofos, y los in-
gleses y franceses de los siglos XVII y XVIII, con uno que otro de
los pensadores que conoció en Europa, entre ellos Jeremías Bentham.
Fuera preciso escribir una larga monografía para analizar y com-
parar, con todo el interés que merecen, las Memorias de Cartagena
y de Jamaica, ya citadas, el mensaje y proyecto constitucional
de Angostura (redactados durante el viaje á Apure: 21 de diciembre,
1818, á 8 de febrero, 1819) y el mensaje y constitución de Bolivia,
1825. — Su mensaje de Angostura lo confió Bolívar al distinguido
-humanista, poliglota y diplomático Manuel Palacio Fajardo, con el
encargo de revisarlo é imprimirlo. Fajardo le escribe, en francés,
á 19 de marzo: ... "Me honra mucho V. E. al confiarme la re-
visión de su hermoso y original discurso al congreso • • • Consa-
graré toda mi atención á corregirlo; es decir, dejaré los pensa-
mientos, porque son bellos todos, pero omitiré algunas cláusulas
repetidas, ó cuya sustancia se halla expresada en otras con más
calor ó propiedad ... La traducción inglesa que acaba de hacer
1. £1 texto integro se insertará «1 fin de estra obra.
Fortoul, Historia ConstitacioiiaL 13
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— 274 —
Mr. Hamilton es excelente. El discurso de V. E. no ha perdido en
ella nada de su fuerza; antes bien gana en algunos puntos, en los
que el traductor ha sabido aprovecharse de las ventajas de expresión
que ofrece la lengua inglesa. Otra ventaja de la traducción es la
de estar en buen inglés. El español de V. E. no siempre es puro,
aunque siempre escogido, cadencioso y elegante. Hay pensamientos
atrevidos en el discurso; pero dependen de la originalidad con que
V. E. juzga nuestra situación política, y esta originalidad será religio-
sámente respetada '\ — Finísima crítica, que honra tanto á Fajardo
cuanto á Bolívar.
Al restituirle al congreso la autoridad que venía ejerciendo
como Dictador le dice: "Yo no he podido hacer ni bien ni mal.
Fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos.
Atribuírmelos no sería justo, y sería darme una importancia que no
merezco. ¿Queréis conocer los autores de los acontecimientos
pasados y del orden actual? Consultad los anales de España,
de América, de Venezuela: examinad las leyes de Indias, el
régimen de los antiguos mandatarios, la influencia de la religión
y del dominio extranjero; observad los primeros actos del Gobierno
republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter nacio-
nal. No me preguntéis sobre los efectos de estos trastornos, para
siempre lamentables; apenas se me puede suponer simple instru-
mento de los grandes móviles que han obrado sobre Venezuela.
Sin embargo, mi vida, mi conducta, todas mis acciones públicas y
privadas, están sujetas á la censura del pueblo". La Dictadura no
debe prolongarse más, "porque nada es tan peligroso como dejar
permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El
pueblo se acostumbra á obedecerle, y él se acostumbra á mandarlo;
de donde se origina la usurpación y la tiranía"^.
De su proyecto de constitución dice: "Como se trata de la
salud de todos, me atrevo á creer que tengo derecho para ser oído
por los representantes del pueblo. Yo sé muy bien que vuestra
sabiduría no ha menester de consejos, y sé también que mi pro-
yecto acaso os parecerá erróneo, impracticable. Pero señores,
aceptad con benignidad este trabajo, que más bien es el tributo de
mi sincera sumisión al congreso que el efecto de una levedad pre-
suntuosa". Legislar para Venezuela es obra tanto más difícil cuanto
son especiales las circunstancias pasadas y presentes. "Nosotros
1. Esto parece contradíctorío con la recopiendación que hizo siempre de oot
Presidencia vitalicia; pero ya se verá que pretendió borrar la contradicción, en sus
proyectos de Angostura y Bolivia, suponiendo que las trabas de la misma cons-
titución serian bastantes para impedirle al Presidente todo abuso de autoridad.
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— 275 —
ni aun conservamos los vestigios de lo que fué en otro tiempo: no
somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los
aborígenes y los españoles: americanos por nacimiento y europeos
por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar á los natu-
rales los títulos de posesión, y de mantenemos en el país que nos
vio nacer contra la oposición de los invasores; así, nuestro caso es
el más extraordinario y complicado ^\ A lo que se agrega la falta
de tradiciones propiamente vernáculas, porque la vida de la colonia
fué siempre pasiva, no permitiéndole España ni aun la ^'tiranía do-
méstica", desde luego que por principio reservaba á los peninsulares
los altos destinos políticos, militares y eclesiásticos^.
La suerte de la República dependerá de los fundamentos de
«u nueva constitución. La de 1811 estableció el régimen demo-
crático y proclamó los derechos del hombre, con lo que aspiró á
k) más justo y perfecto; pero cometió un error al querer adaptar
á Venezuela el sistema federalista de la América septentrional^.
Invoca á Montesquieu (Espíritu de las Leyes) para demostrar
que sólo por acaso las instituciones de una nación pueden con-
venirle á otra; y que han de formularse siempre de acuerdo con
las condiciones físicas, sociales é históricas de cada pueblo. ^^He
aquí el código que debíamos consultar y no el dé Washington".
Lo que era digno de imitarse de la constitución americana, no se
imitó: en lugar del Ejecutivo unipersonal se estableció un triunvi-
rato, que carecía " de unidad, de acción momentánea, de uniformidad
real y de responsabilidad individual é inmediata". Ni estaba Vene-
zuela preparada para practicar el ideal democrático de 1811. "El
bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo:
nuestra constitución moral no tenía todavía la consistencia necesaria
para recibir el beneficio de un gobierno completamente represen-
tativo, y tan sublime cuanto que podía ser adaptado á una república
de santos".
Aquí una digresión genial. Fíjase Bolívar, antes que nadie,
en el problema sociológico, desdeñado después por casi todos los
pensadores venezolanos'. "Séame permitido, dice, llamar la aten-
ción del congreso sobre ima materia que puede ser de una im-
portancia vital. Tengamos presente que nuestro pueblo no es el
europeo, ni el americano del Norte; que más bien es im compuesto
de África y América que una emanación de la Europa; pues que
1. Cí. con la Memoria de Jamaica, 1816.
2. Cf. con la Memoria de Cartagena, 1812.
3. Véase á este respecto nuestro libro titulado £1 Hombre y la Historia:
ensayo de sociología venezolana, caps. I, III y VI. París, 1896.
18»
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— 276 —
hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana
(árabe), por sus instituciones y por su carácter. Es imposible ave*
riguar con propiedad á qué familia humana pertenecemos. La
mayor parte del indígena se ha aniquilado; el europeo se ha mez-
clado con el amerismo y con el africano, y éste se ha mezclado
con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una
misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre,
son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis: esta
desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia '\
El Gobierno de Venezuela ha de ser republicano, "y sus
bases, la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la liber-
tad civil ^, la proscripción de la esclavitud y de los privilegios"*
Propone que el Poder Legislativo se componga de una Cámara de
Representantes de elección popular y de un Senado, debiendo ser
éste hereditario á fin de conservarse independiente de todo otro
poder. Los Senadores "serán elegidos la primera vez por el con*
greso", y convendría que prefiriese á los libertadores de la patria,
"para conservar con gloria, hasta la última posteridad, una raza de
hombres virtuosos, prudentes y esforzados, que superando todos los
obstáculos han fundado la República á costa de los más heroicos
sacrificios ^\ Sus herederos debieran aer educados por el Estado
en un colegio especial, con el fin de prepararlos al ejercicio de su
alta función política ... — Mera ideología, sin duda, que no tuvo
entonces, como lo demostró la deliberación del congreso, ni tiene
hoy ninguna probabilidad de realizarse en América; pero es forzoso
admirar de todos modos al grande espíritu que se adelantaba á su
tiempo en la especulación filosófica, planteando ya el problema de
las selecciones sociales. ¿Hubiera acaso el principio hereditario
conservado la casta de hombres "virtuosos, prudentes y esforzados'^
que promovieron la Independencia, y los hubiera apartado de la
desorganizadora contienda de la guerra civil? Tal es el secreta
del pasado, así como es todavía el secreto del porvenir averiguar
cómo se efectuará la selección social y política en las democracias
modernas . . .
Aconseja Bolívar que haya un Presidente con atribuciones
análogas á las del soberano de la Gran Bretaña; pero elegido por
el pueblo ó sus representantes. Cree que el Ejecutivo británico es
"el más perfecto modelo, sea para un reino, sea para una aristo-
1. £d ésta, como se verá después (lib. 3 o, cap. U), comprendía BoUvar U
libertad religiosa, sobre la cual, en su opinión, no debiera legislarse especialmente^
por ser asunto exclusivo de la conciencia individual.
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— 277 —
cracia, sea para una democracia" i. El rey^^es jefe del gobierno,
pero sus ministros y subalternos dependen más de las leyes que de
su autoridad, porque son personalmente responsables, y ni aun las
mismas órdenes de la autoridad real los eximen de esta responsa-
bilidad. Es Generalísimo del ejército y la marina, hace la paz y
declara la guerra; pero el parlamento es el que decreta anualmente
las sumas con que deben pagarse estas fuerzas militares. Si los
tribunales y jueces dependen de él, las leyes emanan del parla-
mento . . ., y de su cumplimiento son responsables los mismos jueces.
Con el objeto de neutralizar su poder, es inviolable y sagrada la
persona del rey; (mas) al mismo tiempo que le dejan libre la
cabeza, le ligan las manos con que debe obrar. El soberano de
Inglaterra tiene tres formidables rivales: su Gabinete, que debe
responder al pueblo y al parlamento; el Senado (Cámara de los
Lores) que defiende los intereses del pueblo (nación) como re-
presentante de la nobleza de que se compone, y la Cámara de los
Comunes, que sirve de órgano y de tribuna al pueblo británico".
Tal sería el mejor sistema para la naciente República venezolana.
Acerca del Poder Judicial propone, que "los tribunales sean
reforzados por la estabilidad y la independencia de los jueces, por
el establecimiento de jurados, y códigos civiles y criminales que no
sean dictados por la antigüedad, ni por reyes conquistadores, sino
por la voz de la naturaleza, por el grito de la justicia y por el
genio de la sabiduría".
Y hace aquí otra síntesis que merece recordarse, siquiera por
su comunicativa elocuencia. "Los venezolanos aman la patria,
pero no aman sus leyes, porque estas han sido nocivas y eran la
fuente del mal: tampoco han podido amar á sus magistrados, porque
eran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos en la carrera en
que han entrado. Si no hay un respeto sagrado por la patria y
por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión,
un abismo; es un conflicto singular de hombre á hombre, de cuerpo
á cuerpo. Para sacar de este caos á nuestra naciente República,
todas nuestras facultades morales no serán bastantes, si no fundimos
la masa del pueblo en un todo, la composición del Gobierno en un
todo, la legislación en un todo, y el espíritu nacional en un todo.
Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa. La sangre de
nuestros ciudadanos es diferente; mezclémosla para unirla: nuestra
constitución ha dividido los poderes; enlacémoslos para unirlos:
1. £n todos sus discursos revela la misma fervorosa admiración por la cons-
^tución inglesa, "en lo que tiene, dice, de republicana".
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— 278 —
nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos anti-
guos y modernos; que este edificio monstruoso se derribe, caiga,
y apartando hasta sus ruinas, elevemos un templo á la justicia, y
bajo los auspicios de su santa inspiración dictemos un código de
leyes venezolanas".
Recomienda por último el establecimiento de ima cuarta po-
testad, que con el nombre de "poder moral "^ sea imitación á un
tiempo del areópago ateniense, de los censores y tribunales domés-
ticos de Roma y de las austeras instituciones espartanas, á fin de
dirigir la educación de la infancia y la instrucción pública, celar el
buen cumplimiento de las leyes, enaltecer la virtud, perseguir el
vicio, " corregir las costumbres con penas morales, así como las leyes
castigan los delitos con penas aflictivas", y reflejar en sus actas y
deliberaciones la imagen moral de la República, para ejemplo de
los magistrados y enseñanza de los ciudadanos. "Una institución
semejante, por más que parezca quimérica, es infinitamente más
realizable que otras que algunos legisladores antiguos y modernos
han establecido con menos utilidad del género humano" ... De
todos modos, bella quimera ! Nótase siempre en el criterio de Bolívar
una mezcla curiosa de positivismo filosófico y alucinación poética,
que lo distinguen entre todos sus compatriotas, y le sobreponen in-
telectualmente al precursor Miranda, de quien reproduce sin embargo
algunas ideas. Cuando observa la realidad de las cosas, — una
nación empeñada aún en libertar su territorio, y cuyo único funda-
mento y apoyo es un ejército inferior en número y organización al
de sus mortales enemigos, — el instinto práctico predomina en su
criterio y pide que el Presidente tenga atribuciones análogas á las
de un monarca, "para que logre mantenerse luchando contra los
inconvenientes anexos á nuestra reciente situación, al estado de
guerra que sufrimos y á la especie de enemigos extemos y domés-
ticos contra quienes tendremos largo tiempo que combatir". Pero
á la vez, cuando echa á volar su imaginación tropical por las varias
perspectivas de la historia, ya no es el guerrero implacable ni el
inflexible dictador; enamórase de toda bella concepción, no más
que por ser bella; es el cantor y el profeta de ima República que
todavía no existe sino en su propio ideal. Así van los genios con-
ductores de pueblos, imponiéndoles en el presente su autoridad
soberana y pintándoles en el porvenir fantásticos paisajes . • .
El congreso nombró á Bolívar Presidente provisional de la
República, con amplísimas facultades equivalentes á la dictadura
1. Cf. con la "Cámara de Censores" de la constitución boliviana: lib. 3®,
cap. U, y con los proyectos constitucionales de Miranda, Apéndice No. 2.
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— 279 —
(decreto del 18 de febrero), y Bolívar repitió entonces lo que venía
diciendo desde 1813: que no aceptaba sino la dirección de la guerra
y que "el primer día de paz sería el último de su mando ^\ Pura
fraseología, porque en aquella ocasión — y en las sucesivas — lo
mismo daba ser Capitán General que Presidente; porque la guerra,
primero internacional y después doméstica, iba á prolongarse hasta
1830, y porque el Libertador comprendía que la suerte de la patria
estaba en sus manos. Guiado, pues, por la conciencia de su genio
y por el derecho que éste le aseguraba para ser cabeza de la Re-
pública, procuró en todo evento imponer su autoridad soberana; y
si más de una vez se vio obligado á ceder, plegarse ó contempori-
zar, lo hizo únicamente ante los obstáculos que le oponían los
hombres ó las circunstancias, no las teorías constitucionales. Cam-
biaba sí de opinión, como todo hombre superior, en cuestiones del
momento, ora cuando se convencía de sus propios errores, ó ya
por la fuerza de los reparos que le hiciesen sus colaboradores emi-
nente*; pero se creyó siempre destinado á mandar, no á obedecer.
Nunca tuvo confianza en la democracia absoluta: inclinábase por
carácter y reflexión á un régimen de oligarquía intelectual; y aun
cuando amó sinceramente al pueblo y trabajó por su bien, lo amaba
como Pericles, desde arriba, para gobernarlo á modo de rey sin
corona 1 . . . Aceptó al fin la Presidencia; formó Ministerio el 27 de
febrero con Manuel Palacio Fajardo en Estado y Hacienda, Pedro
Briceño Méndez en Guerra y Marina, y Diego Bautista Urbaneja en
Interior y Justicia; encargó en seguida del Ejecutivo al Vicepresi-
dente Francisco Antonio Zea, y salió de Angostura á dirigir el
ejército que iba á triunfar en Boyacá.
Entre tanto, el congreso organizó provisionalmente el Poder
Judicial; acordó un indulto general, incluyendo en él á los españoles
europeos; suavizó el rigor de los secuestros y confiscaciones 2, y dis-
cutió la constitución hasta firmarla en 15 de agosto. El interés que
ofrece es puramente teórico, puesto que no pudo practicarse 8.
Cuando la estaba discutiendo el congreso, los centros de población
más importantes se hallaban todavía bajo la dominación española:
Caracas, Valencia, Puerto Cabello, la Victoria, Calabozo, San Carlos,
Nirgua, Barquisimeto, Guanare, Ospino, Tocuyo, Carora, Coro, Mara-
caibo, Trujillo, Mérida, San Cristóbal, etc.*. Además, á los pocos
i. Recuérdese á TucSdides, Lib. II.
2. Decretos de 25 de febrero y leyes de 20 y 23 de junio.
3. Se hallará en la colección que insertaremos al fin de esta obra.
4. Véase en la colección Blanco- Azpurúa el "Manifiesto de las provincias de
Venezuela á todas las naciones civilizadas de Europa", redactado en Caracas por
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— 280 —
meses quedó libertada Nueva Granada y fué preciso, en conse-
cuencia, convocar otro congreso que formulase la constitución de la
Gran Colombia*
La sancionada en Angostura sigue en sus líneas generales el
proyecto que presentó Bolívar. Abandona el sistema federalista de
1811, y á ejemplo de los revolucionarios franceses, declara que la
República de Venezuela es "una é indivisible". Pero no acepta el
Senado hereditario. A esfuerzos sobre todo de Peflalver, quien
como ya se dijo contradecía frecuentemente á Bolívar, — no obs-
tante su amistad íntima, ó por lo mismo, — se rechazó aquel
principio, reemplazándolo con el de funciones vitalicias; y se añadió,
á propuesta del presbítero Ramón Ignacio Méndez, que los obispos
fuesen miembros honorarios del Senado. Tampoco se aceptó la
idea de un Ejecutivo á imitación británica, no obstante haber de-
fendido Peñalver en este punto la proposición boliviana de Presi-
dencia vitalicia. Se resolvió que el Presidente durase sólo cuatro
años y fuese responsable, en virtud de acusación de la Cámflha de
Representantes ante el Senado, por los delitos de traición, cons-
piración contra la constitución y el Estado, venalidad, usurpación
ó mala versación de las rentas públicas. Por último, respecto del
"poder moral" se dijo y acordó (sesión del 23 de julio): "El Poder
"Moral estatuido en el proyecto de constitución presentado por el
"general Bolívar, como Jefe Supremo de la República, en la insta-
"lación del congreso, fué considerado por algunos diputados como
^^ la idea más feliz y la más propia á influir en la perfección de las
"instituciones sociales. — Por otros como una inquisición moral,
"no menos funesta ni menos horrible que la religiosa. — Y por
"todos como de muy difícil establecimiento, y en los tiempos pre-
"sentes absolutamente impracticable. Prevaleció después de largos
"debates el parecer de que en la infancia de nuestra política, y
"tratándose de objetos tan interesantes al Estado y aun á la hu-
" manidad, no debíamos fiamos de nuestras teorías y raciocinios en
"pro ni en contra del proyecto. — Que convenía consultar la opinión
"de los sabios de todos los países, por medio de la imprenta. —
" Hacer algunos ensayos parciales, y reunir hechos que comprobasen
"las ventajas ó los perjuicios de esta nueva institución, para en su
"vista procederá poneria en ejecución ó rechazarla. Decretóse en
" consecuencia que el título del Poder Moral se publicase por apén-
orden de Morillo, á 6 de abril de 1819, y firmado en abril, mayo y junio por las
autoridades de las mencionadas ciudades, villas y pueblos. £1 Correo del Orinoco
se apresuró á refutar este Manifiesto; pero el hecho es que los republicanos no
gobernaban entonces más que en Guayana, Margarita, parte de Oriente y parte de Barints.
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— 281 —
^dice de la constitución, invitando á todos los sabios, que por el
^^ mismo hecho de serlo deben considerarse como los ciudadanos del
'^ mundo, á que comuniquen sus luces á esta porción hermosa de
**su inmensa patria "i.
Bolívar llegó á mediados de marzo (1819) al cuartel general
de Páez, que se hallaba en el Caujaral de Cunabiche, á orilla del
río Arauca. Los españoles, al mando de Morillo, ocupaban con no
menos de 6,000 hombres á San Femando, Achaguas y llanos vecinos.
Locura hubiera sido de los patriotas, inferiores en número, aventurar
entonces una batalla campal. Determináronse á acosar al enemigo
con emboscadas y combates parciales, esperando á que la estación
de las lluvias paralizase los movimientos del realista y permitiese
al republicano emprender sin peligro la campaña de Nueva Granada.
Entre estos combates merece mencionarse el de las Queseras del
Medio, — romántico episodio que tantas exageraciones ha inspirado
á los historiadores patrios, aunque, valga la verdad, no tuvo otra
importancia en el curso de la guerra sino probar una vez más la
inveterada propensión á la aventura heroica. Encontrábanse el 2
de abril separados los dos ejércitos por el Arauca. Páez escoge
150 de sus mejores ginetes; con ellos pasa á nado el río; déjanse
perseguir un trecho por la caballería enemiga; cuando la sienten
ya lejos de su campo vuelven caras, la destrozan, lo mismo que
á los infantes que acuden á socorrerla, y al cerrar la noche repasan
los llaneros el río. El Libertador les premia con la estrella de los
Libertadores, y les dice: "Lo que se ha hecho no es más que un
preludio de lo que podéis hacer. Preparaos al combate, y contad
con la victoria que lleváis en las puntas de vuestras lanzas y de
vuestras bayonetas "2.
Los meses de abril y mayo se emplearon en marchas y con-
tramarchas sin resultado apreciable para uno ni otro ejército, hasta
que el de Morillo tomó cuarteles de invierno •. El 26 de mayo
Bolívar pasó revista á sus tropas en el Mantecal: 2,100 hombres
venezolanos y extranjeros, distinguiéndose entre los últimos la
Legión Británica al mando de su coronel Jaime Rook*. El 3 de
1. Véase el Apéndice del presente tomo, No. 4.
2. Entre los 1 50 compañeros de Páez, los más conocidos por proesas ulteriores
son: Francisco Carmona, Francisco Aramendi, Comelio Mufioz, Francisco Faríán,
Juan José Rondón, Femando Figueredo, Leonardo Infante, Juan Carvajal, Pedro
Camejo, á quien Uamaban *el negro primero**. Véase la lista completa en la Auto-
biografía, t. I, p. 228.
3. Llámase invierno en Venezuela la estación lluviosa que comienza general-
mente á fines de mayo.
4. De 1817 á 1820 llegaron á Venezuela y Nueva Granada más ó menos
3,000 soldados voluntarios; en su mayoría ingleses é irlandeses enganchados por
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— 282 —
junio comunica Bolívar desde Guasdualito al Vicepresidente Zea su
plan de campaña. El, con la infantería, marchaba á juntarse con
Santander en Casanare, para pasar á Nueva Granada. La caballería
quedaba en los llanos dividida en tres cuerpos: uno en los con-
tomos de San Femando, mandado por Pedro León Torres; otro en
los de Barinas á las órdenes de Francisco Aramendi, y el tercero
con que debía ir Páez á ocupar los valles de Cúcuta, colaboraado
así los tres á mantener en jaque el ejército enemigo . . . Páez se
adelantó hasta cerca de San Cristóbal; pero, irresistiblemente atraído
ahora, lo mismo que en 1818, por sus predilectas llanuras, por su
"patriecita", se apresuró á regresar con el pretexto de que sus
caballos no podían atravesar "veinte leguas de monte y barri-
zales ^'^ . . .
Al emprender su más brillante campaña, Bolívar cumplía 36
años de edad: Revenga, su secretario general, 37; Soublette, jefe
del estado mayor, 29; Santander, que mandaba la división de van-
guardia, 28; Anzoátegui, comandante de la retaguardia, 30. Estos
jóvenes iban, con poco más de 2,000 soldados, á trasmontar los
Andes, destmir á un aguerrido ejército español, ocupar á Bogotá
y fundar la Gran Colombia. Bien se vé que en sus corazones
revivía la audacia de los conquistadores del siglo XVL
A las tres semanas de marcha penosísima, empieza á son-
reírles la victoria en el desfiladero de Paya, donde arrollan una
avanzada enemiga (27 de junio). Del 2 al 6 de julio pasan el pá-
ramo de Pisba, "lúgubre é inhospitalario desierto" — dice uno de
ellos — donde los llaneros, casi desnudos, y los impasibles ingleses,
avanzan bajo "la llovizna constante acompañada de granizó y de
un viento helado y perenne". Muchos mueren de frió. "A medida
Hippisley, Englísh, Wilsoiiy GuiUmore, Ekom, D*£vereaux, y unos cuantos alemanes
de Hanover capitaneados por su compatriota Uzlarj los más, por de contado, gente
aventurera que venía á buscar en estas regiones de £1 Dorado botín y grados mili-
tares. Al distribuirlos en las divisiones americanas, la mayor dificultad fué que
casi todos los oficiales querían empezar de coroneles, á no ser de generales. Soo-
blette se quejaba de la llegada de tanto jefe extranjero. "Hay uno llamado el
barón von Hebens, edecán del rey de Inglaterra, brigadier al servicio portugués y
coronel al británico: es viejo, lleva mil cruces ricamente esmaltadas, y sé anuncia
como con cosas importantes para el Libertador; — una de ellas será que lo hagan
Capitán General de mar y tierra. Otro nombrado Power tiene despacho de coronel
(coroneles hay un millón!) y dice que este despacho ha debido crecer en el viaje)
y aquí se ha titulado general . . .** Pero fué larga también la lista de muy nobles
aventureros que abonaron con su sangre la patria venezolana, ó fundaron después
en ella familias respetables. Como batallón homogéneo figuró el Británico, que
va á cubrirse de gloria en Boyacá, á decidir de la victoria en Carabobo y á pelear
de igual modo en los campos no menos famosos del Ecuador y el Perú.
1. Autobiografía, t. I, p. 238.
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— asa-
que las partidas de diez ó veinte hombres descendían juntos del
páramo, Bolívar los felicitaba por el próximo término de la cam-
paña, diciéndoles que ya habían vencido los mayores obstáculos de
la marcha ^^^. £1 6 de julio llegan á Socha, extenuados, cubiertos
de solas sus armas — como dirá después Bolívar — , con escasas
provisiones de guerra, sin un caballo. Reunidos luego Ips soldados
enfermos y dispersos, recogidas las armas que habían quedado
junto á los muertos, y allegadas algunas caballerías, se baten con
buen éxito, del 10 al 25 de julio, en Corrales, en Gámeza, en el
pantano de Vargas. Aquí exceden á todos en bizarra emulación el
inglés Rook y los llaneros Rondón y Carvajal. El 7 de agosto»
victoria de Boyacá, donde 2,000 patriotas triunfan de 3,000 realistas.
"El ejército enemigo quedó en nuestro poder — escribe Soublette
en su parte oficial — ; fué prisionero el general Barreiro, coman-
dante general del ejército de Nueva Granada, á quien tomó en el
campo de batalla el soldado del 1^ de Rifles Pedro Martínez; fué
prisionero su segundo el coronel Jiménez, casi todos los coman-
dantes y mayores de los cuerpos, multitud de subalternos y más de
1,600 soldados... Apenas se han salvado 50 hombres '\
A los dos días, 9 de agosto, el virrey Sámano se fuga de
Bogotá, tan de prisa, que en la casa de moneda dejó más de medio
millón de pesos, y en los almacenes y depósitos — dice Soublette
— "cuanto puede necesitarse para armar y equipar completamente
un numeroso ejército".
Bolívar nombró á Santander Vicepresidente de las provincias
libres de Nueva Granada, y regresó á Venezuela en setiembre.
Tuvo desgraciadamente la victoria de Boyacá un epílogo bár-
baro. No habían olvidado los granadinos los crímenes que come-
tiera Morillo en 1815 y repitieran sus sucesores. Clamaron, pues,
venganza, y el 11 de octubre Santander hizo fusilar á Barreiro,
Jiménez y 37 prisioneros más, — crueldad inútil después de un
triunfo tan decisivo, y menos justificable todavía que la matanza de
españoles ordenada por Bolívar en 1814, en plena guerra á muerte.
Pretendió Santander sincerarse escribiéndole al Libertador el 17 de
octubre: "Poco después de que V. E. dejó esta capital, los oficiales
prisioneros, engreídos con el generoso tratamiento que recibían,
comenzaron á difundir especies subversivas con que no sólo desa-
lentaban el ánimo de los patriotas sino que fijaban la opinión en
favor del partido del rey. Se dedicaron á ofrecer protección á los
mismos oficiales de la República que les hacían la guardia, trataron
1. Véase á O'Leary, que iba en el estado mayor de Anzoátegui, Memorias,
t. I, p. 564.
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— 284 —
de ganar algunos de los soldados que antes pertenecían á su ejér-
cito y hoy están agregados al nuestro, y aun no faltó quien pro-
curase proveerse de un vestido de mujer para fugarse. La ciudad
estaba sumamente alarmada, el pueblo clamaba contra una conducta
semejante, el Grobiemo no podía trabajar con seguridad, temiendo
por una parte á un pueblo desalentado y por otra el que se ganase
la única tropa que estaba de guarnición. Cuando yo meditaba todas
estas poderosas razones, veía al mismo tiempo en estos ofídales
los verdugos y asesinos de nuestros pacíficos compatriotas, los
desoladóres de este precioso territorio, los ejecutores de tantas
maldades como se han cometido en la Nueva Granada . . ." Bolívar
contestó desde Pamplona el 26 de octubre: "He sabido con senti-
miento la pérfida conducta de nuestros prisioneros de guerra, que
ha obligado á V. E. á pasarlos por las armas, en circunstancias en
que estaba pendiente una negociación de canje que tanto honor
hace al Gobierno de la República, por el aplauso con que miran
las naciones extranjeras las nobles medidas de humanidad y cultura
entre los pueblos beligerantes i. Nuestros enemigos no creerán, á
la verdad, ó pof lo menos supondrán artificiosamente que nuestra
severidad no es un acto de forzosa justicia sino una represalia ó
una venganza gratuita. Pero sea lo que fuere, yo doy las gracias
á V. E. por el celo y actividad con que ha procurado salvar la
República con esta dolorosa medida. Nuestra reputación sin duda
padecerá; en recompensa, el aplauso de nuestros pueblos y el nuevo
ardor con que servirán á la República será nuestro consuelo".
Hábil modo de combinar la aprobación y la censura de aquella
Venganza, que fué un crimen.
1. £1 canje lo había propuesto Bolívar al virrey Sámano; pero hallándose
éste fugitivo, se retardó la negociación.
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Capítulo X.
De Boyacá á Carabobo.
(1819—1821)
Sumario. Disidencia de Arismendi en Margarita — Urdaneta lo remite
preso á Angostura — Oposición de los militares al Vicepresidente
Zea — Oblíganle á renunciar — El congreso lo sustituye con Aris-
mendi — Dictadura de tres meses — Regresa Bolívar — Sométese
Arismendi — Ley Fundamental de Colombia — Bolívar Presidente
provisional — Revolución en España — Jura Femando Vil la cons-
titución de Cádiz — Proyecto de conciliación con las colonias —
Conferencias de San Cristóbal — Inaceptables proposiciones de los
españoles — Nuevas conferencias en Trujillo — Tratados sobre
armisticio y regularización de la guerra — • Envía Bolívar pleni-
potenciarios á España á tratar de paz definitiva — Intransigencia
de la diplomacia española — Sublévase Maracaibo uniéndose á
Colombia — Contestaciones sobre interpretación del armisticio —
Reanúdanse las hostilidades — Campaña desgraciada de Bermúdez
— Marcha Bolívar al Centro — Destruye el ejército español en
Carabobo — Ocupa á Caracas — Capitulación del brigadier Pereira
en la Guaira — La Torre en Puerto Cabello — Infructuosa nego-
ciación para renovar el armisticio — Decretos de Bolívar en Caracas
— Embargos y empréstitos — Escasez de fondos — Necesidades
del ejército — Marcha Bolívar á Cúcuta.
Antes de <|piprender la campaña de Nueva Granada, había Bo-
lívar enviado á Margarita al general Rafael Urdaneta para que or-
ganizase las tropas que llegaban del extranjero (los ingleses traídos
por English y los hanoverianos capitaneados por Uzlar) y para que
reforzándolas con soldados de la isla, expedicionase á la provincia
de Caracas, Pero no bien llegó Urdaneta, se convenció de que
tanto Arismendi como el Gobernador político Francisco Esteban
Gómez, harían imposible el cumplimiento de su comisión. El 17 de
marzo (1819) escribía á Bolívar desde Juan Griego: *'E1 general
Arismendi se opone á la saca de tropas, aparentando al mismo
tiempo obediencia al Gobierno... Desengáñese V, £.: aquí se
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— 286 —
obra absolutamente independiente del Gobierno: aquí se dan em-
pleos militares: aquí se dispone de los fondos nacionales arbitraría-
mente ^\ etc. En mayo, Arísmendi promovió un motín, en el que
se declaró categóricamente que de la isla no saldría un solo soldado.
Visto lo cual se determinó Urdaneta á "suspenderlo del mando,
arrestarlo y enviarlo á dar cuenta de su conducta al C3robiemo
General 1."
En Angostura, á donde llegó preso el 21 de julio, Arísmendi
procuró sincerarse diciendo que quien se oponía á la expedición
era el Gobernador Gómezf y pidió en seguida ser juzgado por el
congreso. E^te examinó el expediente eM agosto y lo devolvió sin
tomar por el pronto ninguna resolución. Pero en el mes siguiente
se aprovechó de este asunto la oposición parlamentaría, cuyos di-
rectores eran el Ledo. Gaspar Marcano y el Dr. Domingo Alzuru,
diputados de Margaríta, para extremar sus ataques contra Bolívar,
á quien censuraban el haber pasado á Nueva Granada sin previa
autorízación del congreso, y contra el Vicepresidente Zea, de quien
por ser granadino y hombre civil desconfiaban algunos generales
venezolanos. Propusieron sin ambajes el 14 de setiembre que se
reemplazase á Zea con un jefe militar, por de contado ArismendL
Agolpáronse al punto muchos oficiales á la barra del congreso, y
amedrentada la mayoría, se convino en que Zea presentase su re-
nuncia y se eligiese Vicepresidente á Arísmendi. E^te, sacado de
la cárcel, se arrogó el título de Capitán General de los ejércitos de
Venezuela y asumió de hecho la dictadura, sin sujetarse á ninguna
ley, ni mucho menos á la lejana autorídad de Bolívar^. Exigió al
comercio un empréstito de 4,000 pesos para atender á los gastos
de guerra; para lo mismo declaró que pertenecían al Estado todos
los cueros de ganado vacuno (principal artículo de exportación en-
tonces), cualesquiera que fuesen sus dueños; dispuso que las
tropas auxiliares extranjeras se equiparasen á las venezolanas
para el efecto de asignaciones de bienes confiscados; destituyó
á Bermúdez del mando del ejército de Oríente, sustituyéndolo
con Marino; marchó finalmente á Maturín á dirígir las operaciones
militares.
Así iban las cosas — creyendo Arísmendi y sus parciales que
el Libertador fracasaría irremediablemente en su aventurada em-
presa al otro lado de los Andes — cuando se tuvo noticia de
1. Ofício al Ministro de Guerra.
2. Le escribió, sin embargo, el 16 de setiembre: "En el conflicto á que me
ha reducido (el congreso) me anima k esperanza de que U. me dirigirá con sus
órdenes y consejos, de los que protesto no separarme . . . ."
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— 287 —
la victoria de Boyacá y del próximo regreso del propio Bolí*
var. Llegado éste á Angostura, el 11 de diciembre, se des*
barató como por ensalmo el Gobierno disidente. £1 congreso
aclama al Libertador. El diputado Alzuru, cabeza de la oposición
y gran elector de Arismendi, no tiene ahora empacho en decir, á
vuelta de otras líricas alabanzas: ^^Por mucho que hagamos para
manifestar nuestra gratitud á nuestro amigo y conciudadano Simón
Bolívar, jamás podremos recompensar dignamente á un héroe que
nos ha dado patria, vida y libertad ^\ Arismendi se apresura á re-
nunciar la Vicepresidencia, advirtiendo que no se había determinado
á ejercerla (son sus palabras) sino por ^^el imperio de las circuns-
tandas, una ciega obediencia (?) y sobre todo el vehemente deseo
de servir á la patria".
Bolívar tuvo la magnanimidad, ó mejor el tacto político, de
no tomar ninguna medida de rigor. Hizo que el congreso pasase
una nota á Arismendi con elogios exagerados, y le nombró general
en jefe del ejército de las provincias de Oriente; — si bien ponién-
dole trabas para cualquiera otra veleidad, pues al propio tiempo
reemplazó á Marino en Cumaná con el general Soublette, y des-
pachó á Margarita al coronel Mariano Montilla, con facultades tan
amplias que lo sobreponían de hecho á Arismendi y al Gober-
nador Gómez.
El 1 7 de diciembre, el congreso dicta la " Ley fundamental de
la República de Colombia"; según la cual, la antigua Capitanía
General de Venezuela y el antiguo Virreinato de Nueva Granada
formarán desde luego un solo Estado, dividido en tres grandes De-
partamentos con los nombres de Venezuela, Cundinamarca y Quito;
la capital de Colombia será una nueva ciudad que lleve el nombre
del Libertador Bolívar; el congreso colombiano se reunirá en el si-
guiente año en la villa del Rosario de Cúcuta; y mientras tanto, se
elegirá un Presidente del Estado y un Vicepresidente para cada
Departamento; el congreso de Angostura se pondrá en receso, y se
procederá á nuevas elecciones. En seguida se nombró á Bolívar
Presidente provisional de Colombia, á Roscio Vicepresidente de
Venezuela y á Santander de Cundinamarca*.
Claro está que semejante ley "fundamental" era prematura,
desde luego que gran parte del territorio estaba aún en poder del
enemigo. Pero Bolívar no se paraba á reflexionar en ésto; con-
fiando en su genio y fortuna, anteveía la realización del ideal, cada
1. Zea fué enviado á Londres con la misión de gestionar el reconocimiento
de la nueva República y negociar un empréstito para los gastos de guerra.
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— 288 —
vez más vasto, de acabar con la dominación española no sólo en
su patria sino también en la mayor porción de América. Todo lo
hecho en Angostura se ratificó en Bogotá por una asamblea cele«
brada el 27 de febrero, 1820. En cuanto al Ecuador, la ley funda-
mental se retardó hasta que la ciudad de Guayaquil se puso bajo
la protección de Colombia, en 1821, y la de Quito en 18^.
El 24 de diciembre sale Bolívar de Angostura para Bogotá, á
donde llega el 3 de marzo, y á las dos semanas vuelve á emprender
viaje por Tunja á los valles de Cúcuta. Desde aquí trasmite ins«
trucdones, durante cuatro meses, á sus tenientes venezolanos y
granadinos, para acelerar las operaciones militares.
En el año de 1820 nótase por primera vez la posibilidad de
obtener la Independencia por medios pacíficos. En España, la
revolución liberal obliga á Femando VII á sustituir el sistema ab-
solutista con el de la constitución de 1812, y determina á sus
Ministros á expedir instrucciones á América (11 de abril) para que
se arbitren los medios de lograr una reconciliación con los jefes
republicanos. Morillo las recibe en Caracas el 6 de junio y al día
siguiente manda publicar la constitución. Se equivocaban, sin em-
bargo, los consejeros de la corona, al pensar que la proclamación
del régimen constitucional en América retrotraería las cosas al
tiempo en que la autoridad del rey era umversalmente acatada.
Diez años de propaganda y combates habían ya trasformado la
opinión pública. En Venezuela, la casta de mestizos, que en las
primeras épocas de la revolución mostraba mayor simpatía por los
realistas que por los republicanos, mostrábase ahora encariñada
con la causa de la Independencia Hasta los llaneros, que repre-
sentaban la parte más inculta de la casta mestiza, empezaban á com-
prender y amaban ya la patria libre. Y hasta el uno que otro indio
que llegó á figurar en la guerra alza ahora la bandera republicana.
¿Recuérdase al coronel Juan de los Reyes Vargas, aquel indio que
en 1812, traicionando á los patriotas, se pasó á las filas de Monte-
verde? Pues en octubre de 1820 publica en Carora lyia proclama
c©n estas sugestivas consideraciones: "Los trastornos de nuestra
antigua metrópoli me han dado lecciones luminosas del derecho de
los hombres. La España misma me ha enseñado que un rey no es
más que un subdito del pueblo, y que el pueblo es el verdadero
soberano. Cuando yo pensé como mis mayores que le rey es el
señor legítimo de la nación, expuse en su defensa mi vida con
placer. Ahora que los inmortales Quiroga y Riego han descubierto
con sus armas libertadoras los títulos imprescriptibles de lá nación,
he logrado convencerme de que tanto el pueblo español como el
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— 289 —
americano tienen derecho para establecer un Gobierno según su
conciencia y propia felicidad . . . ¡Viva Colombia!"
Refiere José Domingo Díaz^ que cuando Morillo leyó las ins-
trucciones de su Gobierno para gestionar ima reconciliación, le
dijo indignado: ^^ Están locos: ignoran lo que mandan: no conocen
el país, ni los enemigos, ni los acontecimientos, ni las circunstancias:
quieren que pase por la humillación de entrar en estas comuni-
caciones: entraré, porque mi profesión es la subordinación y la
obediencia". ¿Humillación? Esta palabra se pronunció sin duda;
y el desdén que ella implica venía de que los jefes realistas, al
cabo de diez años de guerra, en que tantas veces mordieron el
polvo, se empeñaban en considerar todavía á los republicanos como
simples insurgentes, con quienes rehuían tratar de igual á igual aun
-para fines de mutua conveniencia como el canje de prisioneros.
"Dominó Morillo su inoportuna soberbia, y el 17 de jimio escribió
ú Bolívar y á sus tenientes en varias partes (Pácz, Bermúdez,
Zaraza, Monagas, Cedeño, Rojas, Montilla), anunciándoles que en
la misma fecha daba órdenes á los comandantes de las divisiones
de su ejército para que suspendiesen las hostilidades por un mes,
á contar desde el día en que los jefes patriotas recibiesen este
aviso. Al propio tiempo envió como emisarios de paz cerca del
Gobierno de Angostura á D. Tomás de Gires y D. José Domingo
•Duarte, y cerca de Bolívar á D. Francisco González de Linares
y D. José María Herrera. Los primeros^ llegados á su destino á
principios de julio, recibieron por respuesta del Ministro de Rela-
<:iones Exteriores (José Rafael Revenga) que todo lo relativo á la
guerra estaba cometido exclusivamente á la dirección del Liber-
tador Presidente. Los otros pusiéronse al habla el 20 de agosto
con los representantes de Bolívar, — general Rafael Urdaneta y
coronel Pedro Briceño Méndez, — en San Cristóbal del Táchira.
Propusieron los españoles: ^^ que se jurase y adoptase en Colombia
la constitución de Cádiz y se enviasen, conforme á ella, diputados
á las cortes; 2^ que en este caso, los actuales jefes de Colombia
conservarían el mando del país libre, quedando subordinados in-
mediatamente al comandante del ejército español, ó directamente
al Gobierno de la metrópoli. Por de contado, los patriotas recha-
zaron al punto semejantes proposiciones, y declararon con altivez
que no estaban autorizados ^^para sellar los males de Colombia
sometiéndola á la España, sino para promover y sostener sus inte-
reses y derechos, constituyéndola libre, independiente y soberana".
1. Recuerdos, p. 239.
Fort o al. Historia Constitucional. 1^
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— 290 —
Con todo, en los tres meses siguientes continuaron Bolívar y
Morillo tratando por cartas la conveniencia de suspender provisional-
mente las hostilidades, como preliminar á una negociación de paz»
Al fin, hallándose el jefe realista en Carache y el republicano en
Trujillo, nombraron plenipotenciarios; el primero á D. Ramón
Correa, D. Juan Rodríguez del Toro y D. Francisco González de
Linares, el segundo al general Antonio José de Sucre, coronel Pedro
Briceño Méndez y teniente coronel José Gabriel Pérez. Y tan
buena voluntad reveló en esta Ocasión Morillo, — olvidando las
duras frases pronunciadas en Caracas, — que hasta suavizó su
fiera arrogancia de carácter ante la susceptibilidad de su no menos
arrogante adversario. Poco faltó, en efecto, para que la negocia-
ción se interrumpiese en sus mismos comienzos. Un oficial español^
conductor de' pliegos á Trujillo, fué invitado á la mesa del Liber»
tador, y como en el curso de la comida se propasase á insinuar
que su jefe exigiría previamente la contramarcha de los patriotas
á su anterior cuartel general de la frontera granadina, Bolívar le
replicó airado: "Diga usted á su jefe que él se retirará á sus posi-
ciones de Cádiz antes que yo á Cúcuta". Y al punto escribió á
Morillo (20 de noviembre): "El teniente coronel Pita ha tenido la
imprudencia de decirme que V. E. piensa que yo debo evacuar el
territorio libre . de Venezuela para volver á ocupar mis posiciones
de Cúcuta. No es el Gobierno español el que puede dictar condi-
ciones ultrajantes, y últimamente ofensivas á los intereses de la
República de Colombia .•.''. Morillo contestó al día siguiente: "El
carácter de Pita cerca de V. E. no ha sido otro que el de un mero
conductor del pliego que tuve la honra de dirigirle, y las especies
que haya producido con mayor ó menor ligereza, deben reputarse
como efecto de una conversación particular que ninguna influencia
puede tener en nuestras negociaciones . . .''.
El 25 de noviembre firmaron los plenipotenciarios, en Trujillo,
el tratado que se llamó de armisticio, cuyo texto conviene repro*
ducir para tenerlo á la vista cuando se mencione más adelante el
incidente de Maracaibo y la reanudación de hostilidades.
Deseando los Gobiernos de Colombia y de E^spafia transigir las discordias
que existen entre ambos pueblos; y considerando que el primero y mis importante
paso para llegar á tan feliz término es suspender recíprocamente las armas, pan
poderse entender y explicar, han convenido . . . Art. 1^. Tanto el ejército de
Colombia como el espafiol suspenden sus hostilidades de todas clases, desde el mo-
mento que se comunique la ratificación del presente tratado, sin que pueda conti-
nuarse la guerra, ni ejecutarse ningún acto hostil entre las dos partes en toda la
extensión del territorio que posean durante este armisticio. — Art. 2^. La duración
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de este armisticio será de seis meses 1, contados desde el día en que sea ratificado;
pero siendo el principio y base fundamental de él la buena fe y los deseos sinceros
que animan á ambas partes de terminar la guerra, podrá prorrogarse aquel término
por todo el tiempo que sea necesario, siempre que expirado el que se sefiala no se
hayan concluido las negociaciones que deben entablarse, y haya esperanza de que
se concluyan. — Art. 3^. Las tropas de ambos ejércitos permanecerán en las
posiciones que ocupen al acto de intimárseles la suspensión de hostilidades; mas
siendo conveniente sefialar limites claros y bien conocidos en la parte que es el
teatro principal de la guerra, para evitar los embarazos que presenta la confusión de
posiciones, se fijan los siguientes: — 1^ £1 rfo de Uñare, remontándolo desde su
embocadura al mar hasta donde recibe al Guanape: las corrientes de éste subiendo
hasta su origen: de aquí una linea hasta el nacimiento del Manapire: las corrientes
de éste hasta el Orinoco : la ribera izquierda de éste hasta la confluencia del Apure :
éste hasta donde recibe al Santo Domingo: las aguas de éste hasta la ciudad de
Barinas, de donde se tirará una línea recta á Bonocó de TrujiDo; y de aquí la línea
natural de demarcación que divide la provincia de Caracas del departamento de
Tmjillo. — 2 O Las tropas de Colombia que obren sobre Blaracaibo al acto de inti-
márseles el armisticio, podrán atravesar por el territorio que corresponde al ejército
espafiol para venir á buscar su reunión con los otros cuerpos de tropas de Ja Re*
pública, con tal que mientras que atraviesen por aquel territorio las conduzca un
oficial espafiol. También se les facilitarán con este mismo objeto las subsistencias y
trasportes que necesiten, pagándolos. — 3^ Las demás tropas de ambas partes que
no estén comprendidas en los límites señalados, permanecerán como se ha dicho en
las posiciones que ocupen, hasta que los oficiales que por una y otra parte se co-
misionarán, arreglen amigablemente los límites que deben separar el territorio en
que se está obrando, procurando transar las dificultades que ocurran para la de-
marcación de un modo satisfactorio á ambas partes. — Art. 4®. Como puede suceder
que al tiempo de comunicar este tratado se hallen dentro de las líneas de de-
marcación que se han sefialado en el articulo 3^, algunas tropas ó guerrillas que no
deben permanecer en el territorio que estén ocupando, se conviene: 1^ Que las
tropas organizadas que se hallan en este caso se retiren fuera de la línea de la de-
marcación, y como tal vez se hallan algunas de éstas, pertenecientes al ejército de
Colombia, en las riberas izquierdas del Guanape y del Uñare, podrán éstas retirarse
y situarse en Pfritu ó Ckuines, ó algún otro pueblo inmediato; 2^ Que las guerrillas
que estén en igual caso se desarmen y disuelvan, quedando reducidos á la clase de
símiles ciudadanos los que las componían, ó se retiren lambién como las tropas
regladas. En el primero de estos dos últimos casos, se ofrece y concede la más
al»ohita y perfecta garantía á los que comprenda, y se comprometen ambos Gobiernos
á no enrolarlos en sus respectivas banderas durante el armisticio, antes por el
contrario, permitirles que dejen el país en que se hallan y vayan á reunirse al ejér-
cito de que dependan al tiempo de concluirse este tratado. — Art. 5^. Aunque el
pueblo de Carache está situado dentro de la linea que corresponde al ejército de
Colombia, se conviene en que quede allí im comandante militar del ejército espafiol
con una observación de paisanos armados que no excedan de veinticinco hombres.
1. Morillo había propuesto un aflo.
19«
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También se quedarán las justicias civiles que existen actualmente. — Art. 6^. Como
una prueba de la sinceridad y buena fe que dictan este tratado, se establece que en.
la ciudad de Harinas no podrá permanecer sino un comandante militar por la Re-
pública^ con un piquete de veinticinco hombres de paisanos armados de obsenración^
y todos los peones necesarios para las comunicaciones con Mérida y TrujiUo y las
conducciones de ganados. — Art. 7^. Las hostilidades de mar cesarán iguahnente
á los treinta días de la ratificación de este tratado para los mares de América, y i
los noventa para los de Europa. Las presas que se hagan pasados estos términos,
se devolverán recíprocamente, y los corsarios ó apresadores serán responsables de
los perjuicios que hayan causado por la detención de los buques. — Art 8®. Queda
desde el momento de la ratiñcación del armisticio abierta y libre la comunicación
entre los respectivos territorios, para proveerse reciprocamente de grados, todo
género de subsistencias y mercancías, llevando los negociadores y traficantes los
correspondientes pasaportes, á que deberán agregar los pases de las autoridades del
territorio en que hubieren de adquirirlos, para impedir por este medio todo desorden.
— Art. 9**. La ciudad y puerto de Blaracaibo queda libre y expedita para las
comunicaciones con los pueblos del interior, tanto para subsistencias como para
relaciones mercantiles; y los buques mercantes neutros ó de Colombia que intro-
duzcan efectos, no siendo armamento ni pertrechos de guerra, ó los extraigan por
aquel puerto para Colombia, serán tratados como extranjeros y pagarán como tales
los derechos, sujetándose á las leyes del país. Podrán además tocar en día, salir
y entrar por el puerto los agentes ó comisionados que el Gobierno de Colombia
despache para Espafia ó para los países extranjeros, y los que reciba. — Art 10.
La plaza de Cartagena tendrá la misma libertad que la de Maracaibo con respecto
al comercio interior, y podrá proveerse de él durante el armisticio para su pobla-
ción y guarnición. — Art. 11. Siendo el principal fundamento y objeto primario
de este armisticio la negociación de la paz, de la cual deben recíprocamente ocu-
parse ambas partes, se enviarán y recibirán por uno y otro Gobierno los enviados
ó comisionados que se juzguen convenientes á aquel fin, los cuales tendrán el salvo-
conducto, garantía y seguridad personal que corresponde á su carácter de agentes
de paz. — Art. 12. Si por desgracia volviere á renovarse la guerra entre ambos
Gobiernos, no podrán abrirse las hostilidades sin que preceda un aviso, que deberá
dar el primero que intente ó se prepare á romper el armbticio. Este aviso se dari
cuarenta días antes que se ejecute el primer acto de hostilidad. — Art 13. Se
entenderá también por un acto de hostilidad el apresto de expedición militar coatra
cualquier país de los qv» suspendan las armas por este tratado; pero sabiendo que
puede estar navegando una expedición de buques de guerra espafioles, no hay in-
conveniente en que queden haciendo el servicio sobre las costas de Colombia ea
relevo de igual número de los que componen la escuadra espafiola, bajo la precisa
condición que no desembarquen tropas. — Art. 14. Para dar< al mundo un testi-
monio de los principios liberales y filantrópicos que animan á ambos Gobiernos, no
menos que para hacer desaparecer los horrores y el furor que han caracterizado It
funesta guerra en que están envueltos, se compromete uno y otro Gobierno i
celebrar inmediatamente un tratado que regularice la guerra conforme al derecho de
gentes y á las prácticas más liberales, sabias y humanas de las naciones civilizadas.
— Art. 15. El presente tratado deberá ser ratificado por una y otra parte dentro
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— 293 —
dé sesenta horaSi y se comunicará inmediatamente á los jefes de las divisiones por
oficiales que se nombrar&n al intento por una y otra parte.
¿Qué se proponían los patriotas con semejante tregua? Ob-
tener todo género de ventajas. Si llegaba á buen término la nego-
ciación que iba á entablarse con España» su resultado no podía ser
otro que el reconocimiento de la soberanía de Colombia; si no,
aprovechaban la tregua, — durante la cual no era verosímil que el
enemigo recibiese refuerzos considerables de la Península, — para or-
ganizar mejor el ejército republicano, circular el plan de la próxima
campaña entre las diversas divisiones repartidas en un territorio in-
menso, prepararse á librar una batalla definitiva con las mayores
probabilidades de éxito.
El 26 de noviembre firmaron en Trujillo los mismos pleni-
potenciarios otro tratado que se llamó de regularización de la
guerra. Véase como había cambiado el criterio de los contendores,
desde los terribles años de 13 y 14.
Deseando los Gobiernos de Colombia y de E^pafia manifestar al mundo el
horror con que ven la guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora estos
territorios convirtiéndolos en un teatro de sangre; y deseando aprovechar el primer
momento de calma que se presenta para regularizar la guerra que existe entre
ambos Gobiernos, conforme á las leyes de las naciones cultas y á los principios
más liberales y filantrópicos, han convenido . . . Art. 1^. La guerra entre Colombia
y Espafia se hará como la hacen los pueblos civilizados, siempre que no se opongan
las prácticas de ellos á algunos de los artículos del presente tratado, que deben ser
la primera y más inviolable regla de ambos Gobiernos. — Art. 2^. Todo militar ó
dependiente de un ejército tomado en el campo de batalla, aun antes de decidirse
ésta, se conservará y guardará como prisionero de guerra, y será tratado y respetado
conforme á su grado, hasta lograr su canje. — Art. 3®. Serán igualmente prisio-
neros de guerra y tratados de la misma manera que éstos, los que se tomen en
marchas, destacamentos, partidas, plazas, guarniciones 6 puestos fortificados, aunque
éstos sean tomados al asalto, y en la marina los que lo sean aun al abordaje. —
Art. 4®. Los militares ó dependientes de un ejército, que se aprehendan heridos ó
enfermos en los hospitales ó fuera de ellos, no serán prisioneros de guerra, y
tendrán libertad para restituirse á las banderas á que pertenecen luego que se hayan
restablecido. Interesándose tan vivamente la humanidad en favor de estos des-
gradados que se han sacrificado á su patria y á su Gobierno, deberán ser tratados
con doble consideración y respeto que los prisioneros de guerra y se les prestará
por lo menos la misma asistencia, cuidados y alivios que á los heridos y enfermos
del ejército que los tenga en su poder. — Art. 5^. Los prisioneros de guerra se
canjearán clase por clase y grado por grado, ó dando por superiores el número de
subalternos que es de costumbre entre las naciones cultas. — Art 6®. Se com-
prenderá también en el canje, y serán tratados como prisioneros de guerra, aquello^
militares ó paisanos que individualmente ó en partidas hagan el servicio de reco-
nocer, observar ó tomar noticias de un ejército para darlas al jefe de otro. —
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Art. 7^. Oríg^ándose esta guerra de U diferencia de opiniones; hallándose ligados
con vínculos y relaciones muy estrechas los individuos que han combatido encar-
nizadamente por las dos causas, y deseando economizar la sangre, cuanto sea posible,
se establece que los militares ó empleados que habiendo antes servido á cualquiera
de los dos Gobiernos hayan desertado de sus banderas y se aprehendan alistados
bajo las del otro, no puedan ser castigados con pena capital. Lo mismo se enten-
derá con respecto á los conspiradores y desafectos de una y otra parte *. — Art. 8^.
El canje de prisioneros será obligatorio, y se hará á la más posible brevedad.
Deberán, pues, conservarse siempre los prisioneros dentro del territorio de Colombia,
cualquiera que sea su grado y dignidad ; y por ningún motivo ni pretexto se alejarán
del país llevándolos á sufrir males mayores que la misma muerte. — Art. 9*. Los
jefes de los ejércitos exigirán que los prisioneros sean asistidos conforme quiera el
Gobierno á quien éstos correspondan, haciéndose abonar mutuamente los costos que
causaren. Los mismos jefes tendrán derecho de nombrar comisarios, que trasladados
á los depósitos de los prisioneros respectivos, examinen su situación, procuren
mejorarla y hacer menos penosa su existencia. — Art. 10. Los prisioneros exis-
tentes actualmente gozarán de los benefícios de este tratado. — Art. 1 1 . Los habi-
tantes de los pueblos, que alternativamente se ocuparen por las armas de ambos
Gobiernos, serán altamente respetados, gozarán de una extensa y absoluta libertad y
seguridad, sean cuales fueren ó hayan sido sus opiniones, destinos, servicios y con-
ducta con respecto á las partes beligerantes. — Art. 12. Los cadáveres de los que
gloriosamente terminen su carrera en los campos de batalla, ó en cualquier combate,
choque ó encuentro entre las armas de los dos Gobiernos, recibirán los últimos
honores de la sepultura, ó se quemarán cuando por su número ó por la premura
del tiempo no pueda hacerse lo primero. El ejército ó cuerpo vencedor será el
obligado á cumplir con este sagrado deber, del cual sólo por una circunstancia moy
grave y singular podrá descargarse, avisándolo inmediatamente á las autoridades del
territorio en que se halle, para que lo hagan. Los cadáveres que de una y otra
parte se reclamen por el Gobierno, ó por los particulares, no podrán negarse, y se
concederá la comunicación necesaria para trasportarlos. — Art. 13. Los generales
de los ejércitos, los jefes de las divisiones y todas las autoridades, estarán obligados
á guardar fiel y estrictamente este tratado, y sujetos á las más severas penas por
su infracción, constituyéndose ambos Gobiernos responsables á su exacto y religioso
cumplimiento, bajo la garantía de la buena fe y del honor nacional. — Art 14. £1
presente tratado será ratificado y canjeado dentro de sesenta horas, y empezará á
cumplirse desde el momento de la ratificación y canje.
Cumplidas estas formalidades, por Bolívar en Trujillo^ y por
Morillo en Carache, ambos jefes se encontraron el 27 de noviembre
en el pueblo de Santa Ana, y con mutuas demostraciones corteses,
á usanza de hidalgos, hicieron votos por la defínitiva conclusión de
1. Morillo había propuesto que se devolviesen los desertores y pasados; qoe
los emigrados pudiesen restituirse á sus hogares; que se les devolviesen sus bienes,
y no se les hiciese cargo por sus opiniones políticas.
2. En la misma casa donde siete años antes firmó su decreto de guerra á muerte.
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la paz^. Morillo regresó en seguida á Caracas y de alli pasó á
España, dejando el ejército á las órdenes de D. Miguel de la Torre.
Bolívar, después de un rápido viaje á Harinas volvió á Bo-
gotá (5 de enero, 1821), y conforme al tratado de Trujillo, se
apresuró á nombrar dos plenipotenciarios, — José Rafael Revenga,
Ministro de Relaciones Exteriores, y José Tiburcio Echeverría,
Gobernador de Bogotá, — para que pasasen á España á negociar
la paz, siempre que se reconociese la independencia dé Colombia.
Las instrucciones que les dio demuestran que, al menos en estos
días, creía sincera la buena volimtad de España, y estaba dispuesto
á ceder en varios puntos capitales. En efecto, ordenó á los pleni-
potenciarios, que en el reconocimiento de Colombia pidiesen el
territorio comprendido en la Capitanía General de Venezuela,
Virreinato de Nueva Granada y Presidencia de Quito; pero que
acerca de la última, si España no conviniera en ceder la parte ocu-
pada actualmente por ella, firmasen el tratado incluyendo en Co-
lombia sólo el territorio ecuatoriano que se encontrase libre al acto
de las ratificaciones; y en caso de no aceptarse tampoco ésto, cir-
cunscribiesen el tratado á Venezuela y Nueva Granada, si bien pro-
testando y declarando que Colombia consideraría á Quito en libertad
de continuar la guerra ó hacer la paz por cuenta propia. Que si
España exigía el istmo de Panamá, podían cederlo en compensación
de Quito, y en último caso sin ella. Que ofreciesen recíproca libertad
de comercio. Que se opusiesen al proyecto de una confederación
de España con las Repúblicas americanas, porque ello " sería origen
de desavenencias y aim de rompimientos". Que en caso extremo
aceptasen "una alianza simple ó puramente defensiva, y si fuese
forzoso, ofensiva y defensiva". Por último — dicen las ins-
trucciones — "como tal vez entra en las miras de la España pro-
poner algún príncipe de la casa de Borbón para soberano de Co-
lombia, protestarán contra semejante proposición, que no será acep-
tada por ningún motivo aunque se ofrezcan las mayores ventajas.
1. Refiere Morillo desde Carache: "Acabo de llegar del pueblo de Santa Ana,
en donde pasé ayer uno de los días más alegres de mi vida en compañía de Bolívar
y de vanos oficiales de su estado mayor á quienes abrazamos con el mayor carifto.
Bolívar vino solo con sus oficiales, entregado á la buena íe y á la amistad, y yo
hice retirar inmediatamente una pequefia escolta que me acompañaba. — No puede
U. ni nadie persuadirse de lo interesante que fué esta entrevista, ni de la cordialidad
y amor que reinó en ella. Todos hicimos locuras de contento, pareciéndonos un
sueño el vemos allí reunidos como españoles, hermanos y amigos. Crea U. que la
franqueza y la sinceridad reinaron en esta reunión. Bolívar estaba exaltado de
alegría; nos abrazamos un millón de veces, y determinamos erigir un monumento
para eterna memoria del principio de nuestra reconciliación en el sitio en que nos
dimos el primer abrazo*'.
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Esta protesta debe hacerse extensiva no sólo á los Borbones, sino
á cualquiera casa reinante de Europa . , • Colombia será indepen-
diente, soberana y libre de toda dominación extranjera, ó dejará de
existir''.
De tránsito para la Península, los plenipotenciarios colombianos
encontraron en Caracas á dos comisionados españoles, — D. José
Sartorio y D. Francisco E^pelius, — que tenían poderes para tratar
sobre armisticio, pero no sobre paz definitiva. El 24 de marzo
salieron aquéllos de la Guaira. Y fué infructuosa su misión, á causa
de la hoy inconcebible ceguedad de España, que seguía considerando
la revolución de toda la América como una simple insurrección, y
sacrificó de esta suerte su interés inmediato y aun su porvenir^.
Ya el 30 de noviembre, 1820, el embajador español en Londres,
duque de Frías, había escrito al agente confidencial de Colombia,
Francisco Antonio Zea, lo siguiente: "En cumplimiento de las ór-
denes que acabo de recibir de mi Gobierno, debo participar á V. S.
que el Ministerio de S. M., después de considerar detenidamente la
propuesta de reconciliación entre España y sus provincias disidentes
de Ultramar, que V, S. me dirigió en carta de 4 de octubre último,
ha encontrado que la base principal de aquellas propuestas (la In-
dependencia), y por consiguiente toda su naturaleza, es absoluta-
mente inadmisible''. Y cuando llegaron á Madrid Revenga y Eche-
verría, no se les reconoció siquiera en su carácter oficial; aunque
sí se les permitió permanecer allí, como particulares, hasta setiembre
de 1821.
A tiempo que partían de Bogotá los plenipotenciarios colom-
bianos, prodújose en la ciudad de Maracaibo un incidente inesperado,
que los españoles consideraron como violación del armisticio. Desde
que se publicó allí la constitución de Cádiz, en julio del año an-
terior, el nuevo Ayimtamiento, elegido por el pueblo, y el Gober-
nador D. Franciso Delgado, venían en tratos secretos con el general
republicano Rafael Urdaneta, que ocupaba con sus tropas la vecina
provincia de Trujillo y contaba en Maracaibo, de donde era oriundo,
con valiosas relaciones personales 2, El 28 de enero, 1821, una
asamblea popular promovida por las mismas autoridades españolas,
declaró que el territorio de Maracaibo se constituía en "República
democrática" y se unía á los pueblos de Colombia. Y al día
1. Véase en el presente tomo el capítulo sobre las Relaciones Exteriores de
Colombia: Hb. 3°.
2. Véanse pormenores en Baralt, también maracaibero, Resumen de la
Historia de Venezuela, t. UI, cap. lU, y en las Memorias de Urdaneta, p. 305
y siguientes.
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siguiente el oficial patriota José Heras, que se hallaba en Gibraltar
con un destacamento, ocupó la plaza de acuerdo con los revolu-
cionarios.
Al tener noticia de lo ociurido, el general Urdaneta se apre-
sura á dirigir un oficio (3 de febrero) al Capitán General La Torre,
que se hallaba en Caracas, diciéndole: ^^Por la copia (del acta)
que incluyo se impondrá V. £. de la novedad ocurrida en Maracaibo.
Este es un suceso igual al de Guayaquil (que acababa de declararse
mdependiente) en que nosotros no hemos tenido parte; y por tanto,
ni V. £• ni el mundo podrán mirar este hecho como infracción del
armisticio, porque ha sido obra espontánea de aquel pueblo, dp
acuerdo con las autoridades que allí existían por el Gobierno es-
pañol". Y el 11 de febrero añadió, que si había franqueado una
guarnición á los insurrectos de Maracaibo, lo hizo á instancias de ellos
mismos, para evitar posibles desórdenes, y á reserva de dar cuenta á
su Gobierno; finalmente, "no he podido desentenderme de las súplicas
de los habitantes de Maracaibo, fundado en que si nos es licito (en
virtud del armisticio) admitir mutuamente un desertor ó un pasado,
con mayor razón debe serlo la admisión de un pueblo entero, que
por sí solo se insurreccione y se acoja á la protección de nuestras
armas". A lo que contestó La Torre (15 y 23 de febrero) califi-
cando el envío de tropas á Maracaibo como " una infracción pública
del armisticio", y proponiendo sin embargo un medio conciliatorio
en los siguientes términos: "que salgan de Maracaibo las tropas
que se remitieron para su guarnición, retirándose á los cantones
de que proceden, gobernándose ella, entre tanto, conforme tenga
por conveniente, obligándome á no interrumpir su tranquilidad hasta
que, avisados recíprocamente cuando se estime oportimo, volvamos
á las hostilidades, si es que los comisionados que se dirigen á Es-
paña por parte del Gobierno de US. no ajustan antes las diferen-
cias que nos dividen".
Antes de conocer esta proposición, Bolívar escribe á La Torre
desde Cúcuta, el 19 de febrero: "Empezaré por declarar franca-
mente que he desaprobado la marcha del comandante Heras á Mara-
caibo y que será juzgado, porque ha excedido sus facultades no
aguardando la resolución de su jefe para acoger bajo la protección
de las armas de la República á un territoóo que pertenecía á la
España al suspenderse las hostilidades ". Pero si el acto del oficial
Heras pudiera ser "motivo aparente" de violación del tratado, no
lo es el hecho mismo de haberse sustraído Maracaibo á la domina-
ción española, y pedido protección á la República. "El armisticio
de Trujillo no incluye ninguna cláusula que nos prive del derecho
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de amparar á aquél ó á aquéllos que se acojan al Gk>biemo de Co-
lombia. Por el contrario, mis negociadores sostuvieron contra los
del Gobierno español, que nos reservábamos la facultad de amparar
y proteger á cuantos abrazasen nuestra causa: así, no se hizo
mención en el tratado del artículo en que exigía S. E. el conde de
Cartagena (Morillo) la devolución de los desertores y pasados i. El
armisticio, pues, sólo nos prohibe á entrambas partes el traspaso
de nuestros respectivos territorios y las hostilidades ". Invocando el
origen de la Independencia agrega: "Si Colombia y las demás
secciones de América en guerra, forman pueblos separados y no
pueden considerarse como parte de la monarquía española, porque
los derechos posesivos de la España sobre América no son sino los
de la fuerza y los de la conquista, y porque éstos cesan de regir
cuando cesa la posesión, Maracaibo, puesto en el mismo caso, dejó
de ser dominio español desde el 28 de enero, y las armas de Co-
lombia ocupándolo han ocupado un país que estaba fuera de las
leyes españolas ; que no era ya parte de la nación á que V, E.
pertenece, y que estaba en libertad de elegir su forma de gobierno
ó de incorporarse al pueblo que conviniese más á sus intereses . /'
"Mas si ninguna de estas consideraciones es suficiente para con-
vencer á V. E. de la legitimidad de mi derecho á proteger á Mara-
caibo, yo adoptaré un medio que ha sido en otros casos muy aplau-
dido. Nombremos arbitros por ambas partes y defiramos á su de-
cisión. Por mi parte, cumplo mi oferta de Santa Ana: será el
(Gobernador español de Caracas) señor brigadier Correa".
Tanto la sensata proposición de La Torre, como la caballe-
rosa insinuación de Bolívar de nombrar arbitro á un enemigo,
hubieran sido medios honrosos de darle solución al incidente; pero
á tal distancia uno de otro, aquél en Caracas, éste en Cúcuta, y
muy entrado ya el plazo del armisticio, no era verosímil que se
terminase la negociación antes de renovar las hostilidades; y el
resultado fué que Maracaibo quedó en poder de los patriotas.
Ya se advirtió que los republicanos consideraban ventajoso el
armisticio en la estación seca y por solo el tiempo necesario para
reorganizar y concentrar su ejército; por lo que se negaron cate-
góricamente en Trujillo á aceptar el plazo de un año que propu-
sieron los españoles. En cuanto al proyecto de reconciliación defi-
nitiva, vióse también que el' Gabinete de Madrid rechazó de plano
la condición sin la cual todo tratado era imposible; á saber, el
reconocimiento de la República. Y aquí es fuerza notar de nuevo
1. Véase la nota al artículo 7^ del segundo tratado.
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el error radical de la diplomacia española. Apenas se concibe como
la corona, viendo que casi todo el continente americano estaba ya
resuelto á emanciparse, permaneciese firme en su empeño de re-
ducirlo á la obediencia ó por la fuerza ó con vagas promesas de
garantías constitucionales; y en lo relativo á Colombia, mayor era
todavía la candidez de pensar que un caudillo como Bolívar, adies-
trado en diez años de guerra y hombre de alto entendimiento, pu-
diera al fin abandonar la causa de la Independencia para resignarse
al puesto de segundón de Morillo ó de La Torre, ó cambiar el
noble ideal de toda su vida por algún destino de aparato en la
anticuada corte de Femando Vil. España, alucinada por los ror
cuerdos de su historia, se creía aún armada del brazo conquistador
de Carlos V, ó protegida por la astuta cabeza de Felipe II, sin re-
flexionar un solo instante que en aquellos caudillos de Ultramar,
á quienes trataba desdeñosamente de sediciosos y rebeldes, habían
reaparecido, con más vigor que en la Península, las dos grandes
fuerzas del hispano clásico, — la fe en el éxito, la constancia indo-
mable.
Sabedor, pues, Bolívar por medio de sus agentes, de que toda
gestión pacífica se estrellaría contra la intransigencia del rey ó sus
ministros, se decidió á reanudar las hostilidades, aun antes de cum-
plirse el lapso del armisticio, pretextando que las enfermedades y
falta de mantenimientos estaban ya diezmando sus tropas de los
llanos. Al efecto participó á La Torre el 5 de marzo desde Tru-
jillo, y el 10 desde Boconó, que marchaba á Barinas y San Femando,
cuarteles del ejército, donde esperaría sus nuevas proposiciones de
paz, en caso de tener por base la Independencia, y que de lo con-
trario, continuaría la guerra. La Torre contestó desde Caracas el
19 de marzo, que en cumplimiento del artículo 12 del tratado de
Trujillo las operaciones militares comenzarían el 28 del próximo
abril; mas no sin quejarse dm que el jefe republicano diese un
'^paso inesperado é inconcebible", "desatendiéndose absolutamente
de las contestaciones pendientes sobre el acontecimiento de Mara-
caibo, y de las conferencias entabladas con sus comisionados sobre
prorrogación del armisticio". — En cuanto á lo de Maracaibo, re-
suelto Bolívar á apelar de nuevo á las armas, convencido como
estaba de que el Gobierno español no reconocería á Colombia, mal
pudiera ahora convenir en la proposición de La Torre de declarar
neutral la plaza sublevada hasta la conclusión de la paz — que era
ya imposible — , ni tampoco renovar su propia insinuación de so-
meter el punto á un arbitrage. Y en lo tocante á las conferencias
que menciona el jefe realista, si es verdad que las hubo en Caracas
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entre los comisionados Revenga y Echeverría y los españoles Sar-
torio y Espelius, éstos sin embargo no habían traído poderes de la
Península sino para proponer mía suspensión de hostilidades, —
cosa ya convenida en el tratado de Tujillo. También es verdad
que Bolívar dio instrucciones á sus comisionados para tratar en
Caracas acerca de un nuevo armisticio; pero á condición de que
los españoles licenciasen todas sus tropas venezolanas, reservando
solamente las peninsulares, y entregasen la plaza de Cumaná con
sus costas vecinas y además todo el territorio de las provincias de
Maracaibo, Río Hacha y Santa Marta, en compensación de lo cual
ofrecían los republicanos licenciar igual número de tropas; todo con
el doble fin de evitarse los inconvenientes de la aglomeración en
los cuarteles de invierno, situados en lugares insalubres, y esperar
el resultado de la misión á España. Claro está que hubiera sido
peor que locura por parte de los realistas convenir en semejantes
condiciones, á menos de querer rendirse á discreción. Ni eran tan
lerdos para no comprender ahora que todas las ventajas del primer
armisticio resultaban en favor de los patriotas; que éstos no lo
prorrogarían sino con estipulaciones más ventajosas todavía; y que,
por último, á La Torre no le quedaba más recurso que aceptar el
reto de Bolívar de aventurar en una suprema campaña la suerte
de España y de Colombia.
Las probabilidades estaban realmente por Colombia. El 28 de
abril, día fijado para las hostilidades, el ejército español no domi-
naba sino la plaza de Cumaná y el territorio de la provincia de
Caracas comprendido entre el río Uñare, en la frontera oriental, y
la ciudad de Guanare por la parte de Occidente. Desde ambos
extremos se adelantan á un tiempo los patriotas. Bolívar ocupa
sucesivamente las plazas de Guanare y San Carlos, que el enemigo
abandona sin pelear, y detiénese en la última hasta mediados de
junio, aguardando la división de Páez, retrasada en los llanos.
Soublette, á la sazón Vicepresidente de Venezuela, dirige los ope-
raciones de Oriente, y el propio 28 de abril ordena á Bermúdez,
comandante de la división acantonada á orillas del Uñare (más 6
menos 1,000 hombres), que invada la provincia de Caracas, siguién-
dole él á distancia.
Bermúdez dispersa las Quimeras guerrillas españolas que le
salen al paso; arrolla un batallón en las cercanías de Guatire; llega
á Petare el 13 de mayo, ocupa al día siguiente la capital, de donde
acababan de retirarse los realistas camino de Antímano; les alcanza
y derrota en el Consejo, y persigúelos hasta la Victoria. Pero aquí,
amenazado por fuerzas superiores, retrocede á la serranía, y en el
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— 301 —
lugar llamado el Limoncito sufre la más completa derrota el 24 de
mayo, yendo á parar á Guatire. £1 13 de junio, allegadas otras
fuerzas, logra desquitarse en el combate de Santa Lucia, y vuelve
sobre Caracas. Desquite efímero. Los españoles, al mando del
brigadier Pereira, lo destrozan en las calles el 23 de junio, obli-
gándole á escaparse por el camino de Petare.
Mas á pesar de todo, esta campaña de Bermúdez fué favo-
rable al plan general de los patriotas, pues distrajo una parte del
ejército enemigo, al tiempo que estaba también amenazado por la
vía de San Carlos á Valencia. A la hora misma en que los orien-
tales salían derrotados de Caracas, Bolívar pasó revista en Tina-
quillo á 6,500 hombres. La primera división, compuesta de los
batallones Bravo de Apure y Británico, éste con su coronel,
impasible y heroico, el inglés Farriar, la mandaba Páez. Cedefio
la^segunda, formada de una brigada de La Guardia, los batallones
Tiradores, Boyacá y Vargas, y un escuadrón de ginetes, el
Sagrado, á cuya cabeza blandía su lanza el llanero Aramendi.
La tercera, á las órdenes de Ambrosio Plaza, la componían otra
brigada de La Guardia, y los batallones Rifles (mandado por el
inglés Sandes), Granaderos, Vencedores de Boyacá y Anzoá-
tegui, con el regimiento de caballería de otro llanero impetuoso,
Rondón. Marino, ya sumiso á Bolívar, era jefe del estado mayor.
En la mañana del 24 de junio avistaron el ejército de La Torre,
que ocupaba la llanura de Carabobo y colinas circundantes. Eran
los realistas 5,000, repartidos en seis columnas de infantería y tres
de caballería, "situadas de manera que mutuamente se sostenían
para impedir nuestra salida á la llanura "i. Bajaban los patriotas
por el camino que atraviesa el alto de Buenavista, tan estrecho que
apenas les ofrecía campo para desfilar, y ésto bajo los fuegos de
la artillería é infantería españolas. Bolívar, cambiando su plan,
ordenó á la división de Páez que flanquease el enemigo por su
derecha, "que parecía más débil"; pero "debíamos desfilar por
segunda vez para atravesar un riachuelo que separa la colina en
que se había desplegado nuestro ejército", y otra desde cuya cumbre
bajaron al punto cuerpos enemigos á disputar el desfiladero. ^^Alli
se rompió el fuego de infantería, sostenido vigorosamente por am-
bas partes. El batallón Apure, que logró al fin pasar, no pudo
resistir solo la carga que le dieron: ya plegaba, cuando llegó en su
auxilio el batallón Británico que le seguía"^. Este, peleando á
1. Lo que va y sigue entre comillas se toma del parte redactado por Pedro
Brícefio Méndez, Ministro de Guerra en campaña.
2. De^ués de la victoria recibió el nombre de Carabobo.
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— 302 —
pie firme, dio tiempo á que se reformase el de Apure, y refor-
zados ambos con dos compañías de Tiradores, ^^ decidieron la
batalla ^\ En vano la caballería enemiga intentó luego arrollar ¿
nuestros llaneros, que al verse en campo abierto se creían ya in-
vencibles, y vencieron. ^^ Batallones enteros se tomaron prisioneros;
otros, arrojando sus armas, se dispersaron disueltos por los bosques^\
Menos de una hora había durado la batalla. La Torre y su segundo
Morales lograron escaparse merced á la admirable resistencia del
primer batallón de Valencey, que formado en cuadro por su
coronel D. Tomás García, se retiró á Valencia. "Nuestra pérdida
no es sino dolorosa — escribió Bolívar al día siguiente — : apenas
200 muertos y heridos". Entre los muertos se encontró á los jefes
de la segunda y tercera divisiones. Cedeño — agrega el Liberta-
dor — "desesperado de no poder entrar en la batalla con toda su
división por los obstáculos del terreno, dio solo contra una masa
de infantería (la de Valencey) y murió en medio de ella del modo
heroioo que merecía terminar la noble carrera del bravo de los
bravos de Colombia . . . Igual dolor sufre la República con la muerte
del intrepidísimo coronel Plaza, que lleno de un entusiasmo sin
ejemplo se precipitó sobre un batallón enemigo á rendirlo''.
La Torre fué á encerrarse en Puerto Cabello, que debía ser
el último refugio de la dominación española en Venezuela. Bolívar
siguió á Caracas. Al brigadier D. José Pereira, que con la guar-
nición realista de la capital había pasado á la Guaira, le propuso
la más generosa capitulación, inspirándose en el tratado sobre
regularización de la guerra. Le concedió (4 de julio) que se em*
barcase con los oficiales y tropa que quisiesen seguirlo, á condición
solamente de no continuar haciendo armas contra Colombia en la
presente guerra. Le siguieron 200 á Puerto Cabello: los demás
prefirieron incorporarse en el ejército republicano. Y tan com-
pletamente había ya olvidado su antiguo sistema de represalias,
para con todos los vencidos, que La Torre se apresuró á escribirle
desde Puerto Cabello el 6 de julio: "Ha llegado á mi noticia que
por V. E. han sido tratados con toda consideración los individuos
del ejército de mi mando que han tenido la desgracia de ser pri-
sioneros de guerra. Doy á V. E. las debidas gracias por este rasgo
de humanidad, que me hace disminuir el sentimiento de la suerte
de dichos individuos; esperando qtte continuará V. E. de este modo
dando pruebas nada equívocas de que hace renacer las virtudes
sociales que habían desaparecido por el enardecimiento de las
pasiones . . .". — Quiso Bolívar aprovechar esta ocasión para con-
cluir con La Torre otro armisticio; mas no bien se abocaron los
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— 303 —
comisionados republicanos con ios realistas, convenciéronse aquéllos
de que el jefe español se proponía solamente ganar tiempo en la
discusión de pormenores, para enviar clandestinamente una expedi-
ción sobre las costas de Coró, la cual salió en efecto antes de
interrumpirse la negociación.
Breves semanas pasó Bolívar en Caracas y Valencia, prepa-
rando su plan de campaña á Quito y el Perú, preocupación que no
le abandonaba un momento desde el año anterior, porque mientras
estos países permaneciesen btijo el dominio de España no era po-
sible dejar asegurada la independencia de Colombia. Organizó
provisionalmente el gobierno político de la provincia nombrtmdp
Gobernador al Dr. José María Ramírez, quien debía ejercer también
las funciones de juez de apelación hasta que se instalase la Corte
Superior de justicia. A los alcaldes y regidores de la capital, que
el 30 de junio se declararon cesantes, por haber sido elegidos du-
rante el régimen español, los mantuvo en sus destinos, "persua-
dido — les dijo — de que merecían la confianza del pueblo . . ."
Sin embargo, el 6 de agosto el Vicepresidente Soublette mandó
proceder á nueva elección.
Otra medida causó grande alarma, y fué la declaración de
que seguía vigente la ley expedida en Guayana sobre secuestro de
las propiedades de emigrados, ley que, á pesar de sus excepciones
humanitarias, contribuía á fomentar la discordia entre republicanos
y realistas, sin atender siquiera á que fuesen criollos ó peninsulares.
Se ordenó, pues, el secuestro general, inclusive los frutos y efectos
que los emigrados tuviesen en sus haciendas y almacenes, poniendo
aquéllas en administración y vendiendo los frutos por cuenta del
Estado. Pretendió Soublette suavizar esta medida, decretando que
las haciendas se administrasen por los más próximos parientes el»
los emigrados, ó por sus herederos conjuntamente con el Gobierno];
pero Bolívar se apresuró á revocar el decreto (San Mateo, 27 de
julio) y mandó que los administradores fuesen sin excepción per-
sonas extrañas, en quienes se pudiese hacer efectiva la responsa-
bilidad en caso de malversación. Lo último fué simple pretexto.
Responsabilidad no hubo en ningún casó. El rigor de los secuestros
vino de que, exhausto el tesoro, no se halló otro medio de sacar
de la indigencia algunas familias de los patriotas muertos, y espe-
cialmente cumplir, siquiera en parte, el ofrecimiento que hizo Bo-
lívar desde 1817 á los oficiales de las tropas llaneras, más exigentes
que todos los demás, de recompensarles con bienes del Estado su
colaboración á la Independencia, Eran los llaneros " hombres acostum-
brados á alcanzarlo todo por la fuerza, habituados á la guerra.
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— 304 —
poco ó nada sensibles á los sentimientos de generosidad y despren-
dimiento i". Al coronel Aramendi, por ejemplo, (y como él eran
Rondón y Leonardo Infante y muchos más), fué preciso darle sin
tardanza la hacienda de un español. De cómo la administraría, juz-
gúese por algunos hechos de su vida. En 1817 mata á estocadas
en la isla de Achaguas al comandante Calixto García; en 1818 ^^se
agarra á las manos" en San Femando con el general Cedeño; Bo-
lívar lo manda preso á Angostura- para juzgarlo, pero se fuga y
vuelve á las filas de Páez; en 1821 **se agarra á sablazos" en Ca-
racas con el coronel Miguel Vásquez, Gobernador de la plaza; Páez,
para salir de él, resuelve despacharlo á Guasdualito ... de coman-
dante de armas; en Guasdualito empieza por poner en el cepo al
alcalde, se mezcla en una revolución de los pardos contra los
blancos, y por viejos rencores intenta asesinar al general Miguel
Guerrero, Gobernador de la provincia, quien lo manda matar ni
más ni menos que como á un tigre cebado 2, Largo tiempo debía
trascurrir para que fuese posible domar en ciertas capas sociales
los instintos salvajes de la época de Boves.
Como no hubiese en caja existencia alguna para atender á la
mantención y equipo del ejército, ordenó también Bolívar en el
mes de julio, que se exigiese un empréstito á los comerciantes y
hacendados para confeccionar diez mil vestidos de tropa, y otro
empréstito de 25,000 pesos á los propietarios de Caracas y la Guaira,
ofreciendo en garantía derechos de aduana y el producto de las
haciendas embargadas; que se continuase cobrando provisional-
mente las mismas contribuciones establecidas por el Gobierno es-
pañol; que se suprimiese del todo la moneda de cobre, llamada de
^^ señas ", y se acuñase de plata. Las circunstancias eran realmente
apremiantes. 'El ejército acuartelado en Valencia constaba de 6,000
hombres, mal vestidos, escasamente racionados; la mitad por lo
menos debían marchar cuanto antes á la campaña del Pacífico, y
si la comisaría no allegaba fondos, ^^será forzoso — escribía Bolívar
á Soublette — saquear y desolar el país para mantener á nuestros
miserables soldados". Con todo, no fué posible reunir en Caracas
el dinero suficiente. En Bogotá, más afortunado ó más hábil anduvo
Santander, pues el 30 de julio anunció el envío de al menos 30,000
pesos.
Bolívar emprende viaje por Valencia, Barquisimeto, Trujillo,
Maracaibo, y á fines de setiembre llega al Rosario de Cúcuta, donde
1. Nota de Brícefio Méndez al Ministro de Hacienda: Valencia ^ 20deju]iO| 1831.
2. Carta de Guerrero á Bolívar: Barínas, 23 de marzo, 1827.
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— 305 —
estaba celebrando sus sesiones el congreso colombiano desde el
6 de mayo. Soublette quedó en Venezuela como Vicepresidente
y director de las operaciones militares, teniendo bajo sus órdenes,
nominalmente, á tres generales en jefe; á saber, Bermúdez en las pro-
vincias orientales, Páez en las de Caracas y Barínas, Marino en las
de Occidente. La guerra durará aún más de dos años; y por otra
parte, ya Soublette, hombre de entendimiento claro, pero medroso
y tímid(^ prevé las próximas complicaciones y se asusta. El 15 de
noviembre le escribe á Bolívar: "Mucho siento que usted se aleje
de nosotros en estas circimstandas, y mucho temo que nos veamos
envueltos en males enormes. Me deja U. en Venezuela, y U. sabe
que yo no puedo conducir este mundo. Para mayor alivio, quedan
Páez y Marino con grandes mandos militares, independientes uno
étl otro, y sujetos á Dios, porque U. nada me ha dicho. Si quedan
sujetos á esta Vicepresidencia, que sería lo más regular, fácil es
concebir las dificultades 'que yo encontraré, y encontrará cualquiera
que no sea U., para hacer que las cosas lleven una marcha regular
y conveniente, que las rentas se organicen, y que el país no sea
un Bajo Apure y un Maturín . . • Todos los jefes y oficiales al
servicio del rey que se habían presentado en el Alto Llano, se le-
vantan y forman guerrillas que entran en Camatagua, Barbacoas,
Sombrero, Calvario, etc., y no hay quien dé impulso á nuestras
fuerzas mientras el Excmo. General en Jefe (Páez) se pasea en
Achaguas. Si aún yo estuviera seguro de ^ue no volvía, me iría
á Valencia, y desentendiéndome de todo el mundo reduciría mi
atención al territorio de este lado del Apure, y dejaríamos allá á
Páez con su patriedta; porque contar con* rentas, ni con estableci-
miento de ninguna especie en aquella provincia, mucho más después
que sepan que U. está en el Perú, es tiempo perdido". — Bolívar,
empujado por su temperamento, no gustaba de mirar kacia atrás.
Y en esta ocasión tenía otro motivo más imperioso para no de-
tenerse á resolver cuestiones de administración local. Comprendió
que la libertad de Venezuela y Nueva Granada ^ería siempre cosa
aleatoria mientras quedasen ejércitos españoles en los países del
Sur. Y marchó á completar allí su empresa de emancipación.
Fortonl, Ifistoñt ConstitiidoiuL ^
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Libro tercero
LA GRAN COLOMBIA.
20*
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Capitulo L
Constitución y leyes de 1821.
Sumario. Orígenes constitucionales de Nueva Granada y del
Ecuador — De 1810 á 1821 — Congreso de CúcuU — Tendencias
contradictorias acerca de la Unión Colombiana — Triunfan los
centralistas — Ley fundamental de la Unión, 12 de julio — Cons-
titución nacional, 30 de agosto — Quienes son ciudadanos de Co-
lombia — División territorial — Régimen electoral — Asambleas
parroquiales y asambleas provinciales — Poder Legislativo — Com-
posición de la Cámara de Representantes — No se mantiene el
Senado vitalicio^ de Angostura — Poder Ejecutivo — Lo ejerce un
Presidente elegido por cuatro años — Decretos sobre facultades
extraordinarias: dictadura de hecho — Consejo de Gobierno y Mi-
nisterio — Poder Judicial — Distritos judiciales — Organización
mterior de la República — Departamentos, provincias, cantones,
Grroquias — Reforma de la constitución — ¿ases inalterables —
yes que complementan la constitución — Abolición gradual de la
esdavitikl — Condición de los indios — Libertad religiosa — Juris-
dicción eclesiástica — Derecho de patronato — Ley de imprenta —
Leyes fiscales — Supresión de conventos y aplicación de sus rentas
á la instrucción pública — Escudo de armas — Bogotá, capital de
la República — rrotesta de Caracas contra la constitución de Cúcuta.
La revolución de Independencia empezó á un tiempo, y por
causas análogas, en las provincias de Nueva Granada y Quito, que
van á formar con kts de Venezuela la República de Colombia i.
La Nueva Granada, erigida en Presidencia separada del
Virreinato del Perú, en 1563; ascendida á Virreinato en 1719; con-
vertida otra vez en Presidencia en 1 724, y declarada definitivamente
Virreinato en 1740, imita en 1810 el movimienlo revolucionario de
Caracas. Cartagena y Pamplona inician en junio la revolución, y
1. Para k evolución general de aquellas provincias véase á José Manuel Res-
trepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Besanzón,
1858; y para su movimiento constitucional, á Justo Arosemena, Estudios cons-
titucionales sobre los gobiernos de la América latina, París, 1878.
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- 310 —
en julio el Socorro y Santa Fe de Bogotá. El Ayuntamiento bogo-
tano decide el 20 de julio constituir una Junta que gobierne á nombre
de Femando VII, hasta que sea restituido al trono de España; y al
día siguiente se instala la Junta, compuesta del Ayuntamiento y
veinticuatro diputados del pueblo. Nombra presidente al virrey
Amar; pero un motín lo reduce á prisión el 25 de julio, y es expul-
sado el 5 de agosto.
No ejerció al principio la Junta de Bogotá la misma autoridad
nacional que la de Caracas, á consecuencia de haberse formado en
las provincias granadinas dos partidos adversarios, centralista el
uno y federalista el otro; los cuales hicieron más difícil que en
Venezuela — donde la tendencia federalista fué casi unánime — la
pronta adopción de ima ley constitucional para todo el territorio.
En 27 de noviembre de 1811, los diputados de Antíoquia, Cartagena,
Neiva, Pamplona y Tunja sancionaron un ^^acta federal ^^ para las
^^ Provincias unidas de la Nueva Granada^'; mas se negaron á fir-
marla loa diputados de Cundinamarca y el Chocó, que representaban
las ideas de D. Antonio Nariño, jefe del partido centralista; y aunque
la asamblea de la misma provincia de Cundinamarca aceptó el acta
federal en mayo de 1812, Nariño, que gobernó allí de hecho hasta
1814, no la cumplió nunca, y se rebeló contra la autoridad del con-
greso nacional.
Se instaló éste en la villa de Leiva, provincia de Tunja, el
4 de octubre de 1812; encargó provisionalmente del Gobierno á su
presidente Camilo Torres; reformó en setiembre de 1814 el acta
federal del año de 1 1 ; declaró en suspenso las facultades legblatívas
de las provincias; confirió el ejercicio del Poder Ejecutivo á un
tríumvirato, y en enero de 1815 se trasladó á Bogotá, capital.de la
provincia de Cundinamarca, que Bolívar acababa de someter por la
fuerza (en diciembre de 1814) á la obediencia del Gobierno federal.
En noviembre de 1815, el congreso reformó otra vez la organlsación
del Poder Ejecutivo, confíándolo á un Presidente; pero á los treinta
días. Morillo tomó la plaza de Cartagena y reconquistó todo el terri-
torio. Entró á Bogotá el 26 de mayo de 1816, cometiendo las
mismas crueldades que Boves y Moxó en Venezuela. El Presidente
Camilo Torres, el sabio Francisco José Caldas, Joaquín Camacbo,
Miguel Pombo, Mamusl Toríces y ciento veinte patriotas más, fueron
al punto inmolados por el jefe español, que llegaba, sin embargo,
con el título de Pacificador. Igual sistema de pacificación emplearon
luego sus sucesores Sámano y Montalvo; y el bárbaro régimen de
la reconquista se prolonga en Nueva Granada hasta que en 1819
ganan. Bolívar y Santander la batalla de Boyacá.
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— 311 —
La Presidencia de Quito formaba parte del Virreinato grana-
dino desde 1740. En 10 de agosto de 1809, reúnese en la capital
una asamblea de diputados del pueblo, declarando en seguida que
cesan en sus funciones todos los magistrados españoles: constituye
una Junta Suprema para que gobierne interinamente — dice el
acta — " á nombre y como representante de nuestro legítimo soberano
el señor don Femando Vil, y mientras S. M. recupera la Península
ó viene á imperar"; y elige Presidente al marqués de Selva Alegre.
Apenas dos meses gobierna la Junta, pues en octubre ya la capital
está en poder de las fuerzas que enviara á someterla el virrey de
Santa Fe. El 10 de agosto de 1810, veintiocho de los revolu-
cionaríos mueren en sus calabozos á manos de los soldados espa-
ñoles. Resurge, empero, la revolución el 22 de setiembre del propio
año, instalando otra Junta de gobierno á nombre de Femando VII,
y convertida en congreso con los diputados de siete provincias, de-
clara la Independencia en diciembre de 1811. Independencia efí-
mera. En 1812, el jefe español D. Toribio Montes, nombrado por
la Regencia de Cádiz Presidente y Comandante General de las pro-
vincias de Quito, reconquista todo el territorio y hace jurar la cons-
titución española. A los ocho años, en octubre de 1820, el pueblo
de Guayaquil depone á las autoridades realistas y constituye un
Gobierno independiente, compuesto de los patriotas José Joaquín de
Olmedo, Francisco Roca y Rafael Gimena, Gobierno que celebra
daqpués un tratado (15 de mayo, 1822) con el plenipotenciario colom-
biano, Antonio José de Sucre, en virtud del cual la provincia de
Guv^aquil se pone desde luego bajo los auspicios y protección de
ColcMnbia, y ofrece incorporarse á ésta cuando queden libertadas las
de Quito y Cuenca. A los once días (26 de mayo) el ejército
libertador, mandado por el propio Sucre, ocupa á Quito, quedando
por consecuencia incluido todo el Ecuador en la República de
Colombia.
£1 congreso constituyente de Colombia se instaló en la villa
del Rocano de Cúcuta el 6 de mayo de 1821, con 57 diputados de
los 95 que correspondían á las diecinueve provincias que pudieron
practicar elecciones; y nombró presidente de sus sesiones al grana-
íiino FéEx Restrepo y vicepresidente al venezolano Femando
Peñalver.
Dos tendencias contradictorias dividieron en seguida á los dipu-
tados, respecto del lazo constitucional que debía unir á las provin-
cias de Venezuela con las de Nueva Granada. (De las del Ecuador,
que no estaban todas libertadas, se suponía que aceptarían necesaria-
mente cualquier pacto). Muchos diputados granadinos abogaron por
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— 312 —
que ambos Estados conservasen su autonomía é independencia bajo
un sistema de gobierno federativo; pero triunfaron al fin los que,
inspirándose en las ideas políticas de Bolívar y de Nariño, (á la
sazón Vicepresidente interino), preferían la forma centralista. En
12 de julio, el congreso ratificó la ^^Ley fundamental de la unión
de los pueblos de Colombia^', dictada en Angostura el 17 de di-
ciembre de 1819, y se les declaró reunidos desde luego ^^en un solo
cuerpo de nación, bajo el pacto expreso de que su gobierno es y
será siempre popular representativo^'. De acuerdo con esto, quedó
sancionada la constitución definitiva el 30 del próximo agosto^.
Tiénense por colombianos: todos los hombres libres nacidos
en el territorio, y sus hijos; los que estaban radicados en él al
tiempo de la revolución, si permanecen fieles á la Independencia, y
los extranjeros que adquieran carta de naturaleza^.
Divídese el territorio en departamentos, provincias, cantones y
parroquias; y en cuanto á los no libertados todavía, se estatuye que
se incorporarán oportunamente á la República con derechos y re-
presentación iguales.
Las elecciones se practican en asambleas parroquiales y en
asambleas electorales ó de provincia. Las primeras votan por el
elector ó electores que correspondan al cantón (uno por cada cuatro
mil almas, y otro más por un residuo de tres mil); las segundas,
por el Presidente y Vicepresidente de la República, senadores y di-
putados. Para ser sufragante parroquial sé requiere: ser colombiano,
casado ó mayor de veintiún años, dueño de una propiedad raíz del
valor libre de cien pesos, ó ejercer oficio, profesión, comercio ó
industria útil con casa ó taller abierto, sin depender de otro como
jornalero ó sirviente. La condición de saber leer y escribir se
aplaza hasta el año de 1840. Para ser elector es preciso: ser sufra-
gante parroquial no suspenso, mayor de veintiún años y vecino del
cantón, dueño de una propiedad raíz que valga quinientos pesos,
ó empleado público ó usufructuario de bienes con renta anual de
trescientos pesos, ó profesor de alguna ciencia, ó graduado en la
misma.
El Poder Legislativo lo ejercen la Cámara del Senado y la de
Representantes. Reunidas en congreso, tienen las atribuciones que
señaló la constitución de Angostura, sin ninguna variante sustancial.
En los años de elecciones nacionales, verifican los escrutinios rela-
tivos á Presidente, Vicepresidente y Senadores.
1. Se insertará al fin de esta obra.
3. Sobre naturalización de extranjeros véanse las leyes de 1821 y 23.
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— 313 —
Para componer la Cámara de Representantes, cuyas funciones
duran cuatro años, cada provincia nombra uno por treinta mil almas
de su población y otro por el exceso de quince mil, teniendo
siempre derecho á un Representante aun cuando sea menor su
población. A proporción que ésta aumente, la base de treinta mil
almas podrá aumentarse hasta cincuenta mil. Provisionalmente se
dispone (art 85) que el congreso señale por un decreto el número
de Representantes que ha de nombrar cada provincia mientras se
forman censos. Se hizo el reparto con fecha 13 de octubre, to-
cándoles dos Representantes á las provincias de Guayana, Cumaná,
Barcelona, Mérida, Maracaibo, Mariquita, Neiba y Santa Marta; doce
á la de Caracas; siete á la de Tunja; seis á las de Bogotá, Popayán
y Cartagena; cinco á la del Socorro; tres á las de Pamplona, Antio-
quia y Barinas, y uno á las de Margarita, Coro, Trujillo, Casanare,
el Chocó y Riohacha.
Para ser Representante se requiere, además de las condiciones
de elector: ser natural ó vecino de la provincia; haber residido en
el territorio nacional durante los dos años que preceden á la elec-
ción, á menos que se justifique la ausencia por servicio de la Re-
pública, ó permiso del Gobierno ú otro motivo patriótico, y ser
dueño de propiedad raíz que valga dos mil pesos, ó tener renta ó
usufructo de quinientos pesos anuales, ó ser profesor de alguna
denda. Los no nacidos en Colombia necesitan ocho años de resi-
denda y poseer bienes por diez mil pesos. Los nacidos en cual-
quier parte de Hispano-América que no haya pasado al dominio de
potencia extranjera, pueden ser elegidos si tienen bienes por cinco
mil pesos y una residencia de cuatro años.
Es privativo de la Cámara de Representantes el derecho de
acusar ante el Senado al Presidente y Vicepresidente de la Re-
pública y á los ministros de la Alta Corte de justicia, pudiendo
también hacer lo mismo respecto de los demás empleados, sin que
se disminuyan en el último caso las atribuciones de otras autori-
dades en cuanto á juzgar y castigar á sus respectivos subalternos.
La constitución del Senado difiere esencialmente de la que se
adoptó en 1819. Cada Departamento elige cuatro Senadores por
ocho años, debiendo renovarse la mitad al cabo de un cuadrienio.
Por la primera vez los elige el congreso constituyente. Para ser
Senador se exige: edad de treinta años, ser natural ó vedno del
Departamento, tener tres años de residenda, propiedad de bienes
raíces por cuatro mil pesos, ó renta anual de quinientos, ó pro-
fesión científica. Los no nacidos en Colombia deben probar
mayores bienes y residencia.
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— 314 —
El Senado se convierte en corte de justicia para oir, juzgar y
sentenciar á los funcionarios acusados por la Cámara de Represen-
tantes. Esta elige á uno de sus miembros como acusador, y aquél
instruye el proceso, ó por sí mismo ó por medio de una comisión
de su seno, pudiendo también convocar al efecto al presidente 6
algunos ministros de la Alta Corte. Para dictar sentencia con-
denatoria requiérese el voto unánime de los dos tercios de los
Senadores presentes. Las sentencias versan solamente sobre depo-
sición de empleo y declaración de incapacidad para desempeñar
funciones honoríficas, lucrativas ó de confianza, quedando sujeto el
culpable al juicio ordinario, según la ley. Todos los fallos del
Senado se ejecutan sin la sanción del Poder Ejecutivo.
El Presidente y Vicepresidente de la República deben ser co-
lombianos por nacimiento y tener las condiciones requeridas para
Senador. Los nombran cada cuatro años las asambleas de provincia,
perfeccionando el congreso la elección. £1 constituyente los elige
por la primera vez.
Las atribuciones del Ejecutivo son, con ligeras variantes, las
mismas de 1819; pero llenas tuvieron eficacia en la práctica, por
el estado de continua agitación, sublevaciones y guerras en que
vivió Colombia. A este respecto, mayor importancia que la cons-
titución tienen los tres decretos expedidos por el congreso en 29 de
setiembre y 9 y 10 de octubre. Por el primero se autoriza al Eje-
cutivo ^^ para que pueda dictar en los pueblos insurreccionados todas
aquellas medidas extraordinarias que sean indispensables y que no
estén comprendidas en la (esfera natural de sus atribuciones, hasta
el restablecimiento de la tranquilidad pública en cada uno de
aquellos lugares respectivamente^'. El segundo decreto confiere las
más amplias facultades dictatoriales al Presidente en campaña,
Bolívar. Puede éste mandar las armas en persona todo el tiempo
que estime conveniente, quedando el Vicepresidente encargado en
la capital de las funciones del Ejecutivo: puede aumentar el ejército
en los lugares que vaya Ubertando, exigir contribuciones en los
mismos, admitir al servicio oficiales de cualquier graduación y
cuerpos enteros del enemigo, conferir grados y ascensos militares,
solicitando la aprobación 'del Senado ^^ cuando sea posible '\ organizar
á su arbitrio los países que liberte, conceder premios y recompensas
á los pueblos ^ individuos que contribuyan al éxito de la campaña,
imponer penas á los criminales ó desafectos, sin atenerse á las
formalidades rigurosas de la ley, conceder indultos, generales y
especiales, ^^ obrar discrecionalmente en lo demás de su resorte,
según lo exija la salud del Estado '\ £1 Presidente lleva consigo
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— 315 —
estas facultades ^^ respecto de los lugares donde haga personalmente
lá guerra: respecto de los otros, quedarán en el Vicepresidente,
quien podrá delegarlas en la parte y con las restricciones que
juzgue necesarias ^\ El tercer decreto autoriza al Ejecutivo para
aumentar las fuerzas terrestre y marítima, hasta que se reúna el
congreso de 1823, y para exigir empréstitos á los ciudadanos y
habitantes de Colombia, con el fin de pagar las listas civil y militar
y cualesquiera otros gastos extraordinarios ó imprevistos ... De
suerte que, en todo lo relativo al poder supremo, la constitución
quedó de hecho en suspenso, aguardando para practicarse circuns-
tancias más propicias, que no llegaron nunca. Desde 1811 se ob-.
serva la misma contradicción entre la ideología constitucional y la
necesidad de la dictadura, único régimen posible entonces en los
pueblos hispano-americanos.
Por lo demás, el Presidente de la República tenía un Consejo
de Gobierno, con voto puramente consultivo, compuesto del Vice-
presidente, de un ministro de la Alta Corte de justicia elegido por
el mismo Consejo, y de los cuatro Secretarios de Estado, en Rela-
ciones Exteriores, Interior, Hacienda y Guerra y Marina^.
El Poder Judicial reside en una Alta Corte, en Cortes Superiores
y en tribunales subalternos. La constitución de la primera es la
misma que se estableció en Angostura. Sus ministros duran por
tiempo indefinido. Por ley de 12 de octubre se dividió la República
en tres distritos judiciales, con una Corte Superior cada cual, á
saber; el del Norte, que comprendía los Departamentos de Vene-
zuela, Orinoco y Zulia; el del Centro, con los del Magdalena, Cun-
dinamarca y Boyacá, y el del Sur, con el Departamento del Cauca
y los que se fonñasen de las provincias del Ecuador. Los ministros
de las Cortes Superiores los nombraba el Ejecuitvo, á propuesta en
tema de la Alta Corte.
. De la organización interior de la República trata el título VII
de la constitución, ampliado por la ley de 2 de octubre. Se divide el
territorio en siete Departamentos, llamados: Orinoco, con las pro-
vincias de Guayana, Cumaná, Barcelona y Margarita; Venezuela,
con las de Caracas y Harinas; Zulia, con las de Coro, Trujillo,
Mérida y Maracaibo^; Boyacá, con las provincias de Tunja, So-
1. Cuando asistían á las sesiones del cong^reso, llamados por alguna de las
Cámaras ó enviados por el Gobierno, tomaban asiento indistintamente entre los
Senadores y Representantes. Decreto de 1823.
2. Los Departamentos citados son los mismos tres distritos militares en que
BoUvar dividió á Venezuela después de la batalla de Carabobo, poniéndolos respec-
tivamente á las órdenes de los generales Bermúdez, Páez y Blarífio.
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— 316 —
corro, Pamplona y Oasanare; Cundinamarca, con las de Bogotá,
Antíoquia, Mariquita y Neiba; Cauca, con las de Popayán y el
Chocó; Magdalena, con las de Cartagena é islas adyacentes, Santa
Marta y Riohacha. Para el gobierno político de cada Departamento,,
el Presidente de la República nombra un Intendente, y para cada
provincia un Gobernador, los cuales duran tres años. En las cabe-
ceras de cantón hay un juez político, agente inmediato del Gober-
nador, con dos alcaldes ordinarios, y en las parroquias dos alcaldes
pedáneos, nombrados todos por el cabildo del cantón.
La constitución es reformable cuando lo proponen las dos
berceras partes de cada una de las Cámaras, y se toma en conside-
ración la reforma, al renovarse la mitad por lo menos de los Sena-
dores y Representantes. Sin embargo, decláranse inalterables las
bases formuladas en los siguientes artículos de los títulos I
(sección la) y II (sección 2a): ^^La nación colombiana es para
siempre é irrevocablemente libre é independiente de la monarquía
española, y de cualquiera otra potencia ó dominación extranjera; y
no es ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona.
— La soberanía reside esencialmente en la nación: los magistrados
y oficiales del Gobierno, investidos de cualquiera especie de auto-
ridad, son sus agentes ó comisarios, y responsables á ella de su
conducta pública. — Es un deber de la nación proteger por leyes
sabias y equitativas la libertad, la seguridad, la propiedad y la
igualdad de todos los colombianos. — El Gobierno de Colombia es
popular representativo. — El pueblo no ejercerá por sí mismo otras
atribuciones de la soberanía que la de las elecciones primarias; ni
depositará el ejercicio de ella en imas solas manos. El fioder
supremo estará dividido para su administración en Legislativo, Eje-
cutivo y Judicial. — El poder de dar leyes corresponde al congreso;
el de hacer que se ejecuten, al Presidente de la República, y el de
aplicarlas en las causas civiles y criminales, á los tribunales y
juzgados."
Declarar invariables tales principios, sobre todo el que se
refiere á no depositar el ejercicio de la soberanía en imas solas
manos, revela de nuevo la candidez de los legisladores; porque ni
podía bastar semejante declaración para impedir la dictadura de
hecho, in fué óbice para que muchos republicanos de toda Colombia
promoviesen ptíblicamente, aunque sin resultado, una reacción cesa-
rista en 1825 y otra monárquica en 1829, señalándose en ésta el
Gabinete de Bogotá. Además, el último artículo de la constitución
previo la necesidad de reformarla totalmente al cabo de diez años.
Dice: "Cuando ya libre toda ó la mayor parte de aquel territorio
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— 317 —
de la República que hoy está bajo del poder español (parte de
Venezuela y más de la mitad del Ecuador), pueda ocurrir con sus
Representantes á perfeccionar el edificio de su felicidad, y después
que una práctica de diez 6 más años haya descubierto todos los
inconvenientes ó ventajas de la presente constitución, se convocará
por el congreso una Gran Convención de Colombia, autorizada para
examinarla ó reformarla en su totalidad." Tampoco se cumplió
este artículo, pues la imposibilidad de practicar la carta de Cúcuta
obligó á Bolívar á convocar la Convención nacional antes de los
diez años.
Ocupóse también el congreso de 1821 en otros problemas de
capital importancia; especialmente, lo relativo á la esclavitud, con-
dición de los indios, relaciones del Estado con la iglesia católica,
libertad de imprenta, administración fiscal é instrucción pública.
Desde 1M0 venía discutiéndose el modo de extinguir la es-
clavitud. La Junta Suprema de Caracas y el congreso venezolano
de 1811 prohibieron que continuase el tráfico de esclavos africanos.
Miranda declaró libres en 1812 á los que se incorporasen en las
filas patriotas. Bolívar libertó á los suyos en 1813; proclamó la
libertad de todos los venezolanos en 1816; en 1819 recomendó al
congreso de Angostura una ley de abolición completa, y como la
aplazara el congreso hasta que se constituyese definitivamente la
República de Colombia, insistió sobre lo misnio ante los legisladores
de Cúcuta. Estos dictaron una ley, con fecha de 19 de julio, adop-
tando un sistema de abolición gradual. Desde la publicación de la
ley, decláranse libres los hijos de esclavas que nazcan en las capi-
tales de provincia, quedand» obligados los amos de sus madres á
alimentarlos, vestirlos y educarlos hasta la edad de dieciocho años,
y en recompensa de lo cual los manumisos prestarán al amo, hasta
la misma edad, sus obras y servicios, á menos que otra persona
quiera libertarlos antes pagando equitativamente, por convenio ó
prudente arbitrio de un juez, los alimentos suministrados. Cumplidos
los dieciocho años, el Gobierno les destina á oficios ó profesiones
útiles. Prohíbese en absoluto la venta de esclavos para fuera del
territorio de Colombia, ó su extracción con igual objeto de venta.
Esta se permite de una provincia para otra, á condición de no se-
parar de sus padres á los hijos impúberos. Se prohibe también la
introducción de esclavos, no permitiéndose á nadie traer como sir-
viente doméstico á más de uno, y éste no puede enajenarse en el
país. Se crea un fondo de manumisión compuesto del 30/o sobre el
quinto de las herencias distríbuibles entre descendientes legítimos,
sobre el tercio de las que corresponden á ascendientes legítimos y
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— 318 —
sobre el total de las pertenecientes á herederos colaterales, y del
10% sobre el total de las sucesiones distríbuibles entre herederos
extraños. Para colectar este impuesto se establece en cada cantón
una junta encargada de manumitir anualmente á los esclavos que
pueda, dando preferencia á los más honrados é industriosos, é in«
demnizando á los amos á justa tasación de peritos. Por último,
decláranse irrevocablemente libres todos los esclavos y partos de
esclavas ^^que habiendo obtenido su libertad en fuerza de leyes y
decretos de los diferentes Gobiernos republicanos, fueron después
reducidos nuevamente á la esclavitud por el Gobierno español'?.
Se resolvió además, el 14 de octubre, que los esclavos pudiesen
ser admitidos al servicio de las armas bajo los pactos y condiciones
que les acordase el Gobierno, y que en tal caso se indemnizase
preferentemente á sus amos con el fondo de manumisión. Cómo
se aplicaron dichas leyes se verá en la historia de períodos
ulteriores.
Respecto de los indios, se dispuso el 4 de octubre que no
pagarían en lo venidero el impue^o conocido con el nombre de
tributo, pues se les igualaba en todo á los demás ciudadanos. Pero,
atendiendo al estado de miseria en que se hallaban, se les eximió
por el lapso de cinco años de pagar derechos parroquiales y cual-
quiera otra contribución civil sobre los bienes que poseyesen en
comunidad. En cuanto á los resguardos de tierras que les asignaban
las leyes españolas, díjose que se les repartirían en pleno dominio
y propiedad antes de cinco años. Esta ley, como tantas otras, no
pasó de simple declaración de principios.
A ejemplo de la constitución de Angostura, la de Cúcuta no
contiene ningún articulo sobre libertad religiosa. Bolívar explicó
más tarde, en 1824, la causa de semejante vacío. A un viajero
norteamericano, que le interrogaba en el Perú á este respecto, con-
testó: ^^ Cuando se formó la constitución de Colombia, conociendo
que no sería admitida la tolerancia de ninguna otra religión sino
la católica, puse yo cuidado en que no se dijese nada sobre religión,
de manera que, como no hay una cláusula que prescriba la forma
de culto, los extranjeros adoran á Dios como les parece. El pueblo
de Colombia no se halla preparado todavía para ningún cambio en
materia de religión. Los sacerdotes tienen grande influencia con
las gentes ignorantes. La libertad religiosa debe ser consecuencia
de las instituciones libres y de un sistema de educación general ^.^
1. Véanse también las ideas de Bolívar en el discurso con que acompafió su
proyecto de constitución para BoHvia. Capítulo siguiente.
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— 319 —
Tomó, empero, el congreso de 1821 algunas medidas libeitües. Por
ley de 22 de agosto extinguió el tribunal de la Inquisición ó Santo
Oficio, aplicando sus bienes y rentas al aumento del erario público i.
Se declaró, en consecuencia, que los arzobispos y obispos reasu-
mían ^^ la jurisdicción eclesiástica y puramente espiritual, de que les
había privado el establecimiento de la Inquisición, para conocer en
las causas de fe con arreglo á los cánones y derecho común ecle-
siástico, y para imponer á los reos las penas establecidas por la
potestad de la iglesia; salvos siempre á los acusados los recursos
de fuerza á los tribunales civiles, con arreglo á las leyes". Para
allanar obstáculos á la inmigración extranjera, se añadió: ^£1 se-
guimiento de tales causas (de fe) tendrá solamente lugar con los
católicos romanos nacidos en Colombia, con sus hijos, y con los
que habiendo venido de otros países, se hayan hecho inscribir en
los registros parroquiales de los mismos católicos; mas no c<m los
extranjeros que vengan á establecerse temporal ó perpetuamente,
ni con sus descendientes, los que no podrán ser de modo alguno
molestados acerca de su crencia, debiendo sí respetar el culto y la
religión católica romana: en caso de cualquiera contravención, los
prelados ú ordinarios eclesiásticos darán parte á los jueces respec-
tivos, para que pongan el remedio conveniente". Finalmente dis-
puso la misma ley: ^^En todos los negocios y causas relativas á la
disciplina extema de la iglesia, como prohibición de libros y otras
semejantes, se conservarán íntegras é ilesas las prerrogativas de la
potestad civil, lo mismo que todas aquellas que correspondan al
supremo Gobierno, en calidad de tal y como á protector de la
iglesia de Colombia".
Ya había tenido ocasión di Gobierno de defender sus prerro-
gativas en esta materia. Duraba aún la guerra de Independencia,
cuando el obispo de Popayán, D. Salvador Jiménez de Encina,
abandonó el territorio de su diócesis, al ser ocupado por el ejército
republicano, y publicó pena de excomunión contra cualquiera que
osase ejercer en su higar la jurisdicción eclesiástica. Le instó el
Vicepresidente de Cundinamarca á volver á su diócesis; pero le
contestó el obispo tratando de herejes á cuantos se separasen de
la dominación española, y cortando con ellos toda comunicación.
Se dirigió entonces el Vicepresidente al cabildo de Popajrán para
1. La Junta Suprema de Caracas snprímió en 1810 los tribunales de Inqui^
sición, y las cortes g^enerales de Espada declararon en 1813 que el Santo Oficio
era incompatible con la constitución de 1812; pero Femando VII lo restableció en
1814 para todos sur dominios de España y América, y el general Morillo ordenó su
reinstalación en Cartagena, en 1817.
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— 320 —
que nombrase gobernador de la diócesis, y como no lo hiciese el
deán, única autoridad que había permanecido en el territorio, ocurrió
al provisor del arzobispado. Este, conformándose al dictamen de
ima junta de canonistas, insinuó la necesidad de que se extrañase
antes al obispo; y luego que se decretó el extrañamiento (enero
de 1820), nombró un gobernador eclesiástico interino. En abril
de 1821, el Poder Ejecutivo ratificó todo lo hecho, advirtiendo, sin
embargo, que las personas qué tuviesen algún escrúpulo en obedecer
al gobernador ó en contrariar los mandamientos del obispo ausente,
podían pedir pasaportes para fuera de la diócesis. Al fin, termi-
nada la guerra, y convertido á la causa republicana aquel prelado,
se le restituyó á sede plena por decreto del 28 de julio de 1823.
Al año siguiente, el congreso dictó una ley declarando que tocaba
á la República el ejercicio del derecho de patronato, tal como lo
ejercieron en América los reyes españoles.
La constitución garantizó á los ciudadanos el derecho de es-
cribir, imprimir y publicar sus pensamientos y opiniones sin nece-
sidad de examen, revisión ó censura previa. En consecuencia, se
dictó una ley (14 de setiembre, 1821) sobre la extensión de este
derecho y sobre la calificación y castigo de sus abusos. Después
de prohibir que los libros sagrados se impriman sin licencia del
ordinario eclesiástico, la ley clasifica del modo siguiente los escritos
punibles: 1^. Subversivos, los que sean contrarios á los dogmas
de la religión católica apostólica romana; 2^. Sediciosos, los
que exciten á la rebelión ó perturbación de la tranquilidad pública;
30. Obcenos, ó contrarios á las buenas costumbres, los que
ofendan la moral y decencia pública; 40. Libelos infamatorios,
los que vulneren la reputación ó el honor de alguna persona,
tachando su conducta privada. Acerca de los últimos se establece una
distinción esencial. Si se dirigen contra particulares, son punibles
aun cuando el autor ó editor ofrezca probar la imputación injuriosa.
En cambio (doctrina liberal, é indispensable en toda RepúbUca) no
merece pena alguna el escrito en que "se tachen los defectos de
los empleados, con respecto á su aptitud ó falta de actividad y
acierto en el desempeño de sus funciones; pero si en el impreso
se imputaren delitos que comprometan el honor y la probidad de
alguna corporación ó empleado, con inculpaciones de hechos que
estén sujetos á positivo castigo, el autor ó editor quedará obligado
á la prueba de sus imputaciones, para salvar el escrito, si fuere
acusado, de la calificación de libelo infamatorio ".^ Los delitos de
1. Artículos 7» y S®.
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— 321 —
imprenta producen acción popular, excepto el de injurias, que es de
acción privada. El juicio se sigue ante un jurado de siete ciuda-
danos, en ejercicio de sus derechos, mayores de veinticinco afios
residentes en el cantón y con oficio ó propiedad conocida que les
dé lo bastante para mantenerse por si, sin necesidad de vivir á
espensas de otro. Para condenar se requiere la unanimidad de
seis votos, y basta la de dos para absolver.
En lo referente á impuestos, el congreso de Cúcuta abolió el
de sisa sobre los comestibles, el de ^^exportación interior^', que era
de 50/0, sobre todos los frutos que pasaban de una provincia á otra
y aun de pueblo á pueblo de la misma provincia, y el que pagaban
los lavaderos de oro. £1 impuesto de alcabala, que subía á 5%
en el comercio de las producciones nacionales, se sustituyó con otro
de 2^2% sobre todas las ventas de géneros y mercaderías extran-
jeras y sobre las de bienes raíces. Se conservó el estanco del
tabaco y se gravó la introducción del extranjero con un derecho
de 50%^. £1 estanco de aguardientes, que existía en Nueva Gra-
nada, no en Venezuela, quedó abolido, y se declaró libre su desti-
lación y tráfico mediante una patente especial^. Se conservó tam-
bién la renta del papel sellado. Las leyes sobre diezmos eclesiás-
ticos se declararon vigentes hasta que se celebrase un concordato
con la Sede Apostólica^ En cuanto á derechos de importación, se
autorizó al Poder Ejecutivo para hacer reformas parciales en los
aranceles, conservando siempre uniformidad en todos los puertos.
Para no ocurrir con frecuencia á contribuciones extra-
ordinarias, las cuales, según el congreso, ^^ debiéndose cobrar dentro
de un breve término, vejan á los pueblos y no pueden guardar la
proporcionada igualdad '', se creó un impuesto proporcional con el
nombre de ^^contribución directa ^\ pagadero por toda clase de
bienes raíces, semovientes, muebles productivos, censos, capitales y
réditos, á excepción de los edificios públicos, ganancia ó sueldo in-
feriores á ciento cincuenta pesos anuales, propiedades de menos de
den pesos, salario de los jornaleros, y resguardos y casas de in-
dígenas poseídos en comunidad. Además, se autorizó al Ejecutivo
para negociar un empréstito de tres millones de pesos, pudiendo
hipotecar al efecto los productos de cualquier ramo de las rentas
públicas; y se estableció una comisión liquidadora de la deuda
1. Se suprimió en 1823.
2. Se reformó esU ley en 1824.
3. Por leyes tucesivas de los afios de 24 y 26 quedaron libres de diezmos,
temporalmente, las nuevas plantaciones de cacao, café y afiil.
Fortoul, Historia CoastitiicionaL 21
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— 322 —
nacional ^ Al propio tiempo se dictaron reglas para la enajenación
de tierras baldías, y leyes sobre oficinas de agrimensura, sobre uni-
formidad de pesos y medidas, sobre ley y peso de las monedas
de oro y plata, amonedación de la platina y emisióo de moneda
de cobre.
Acerca de instrucción pública tomó el congreso medidas pro-
videntes. Suprimió los conventos de regulares que no tuviesen por
lo menos ocho religiosos de misa, á excepción de los hospitalarios,
y aplicó sus edificios y rentas á casas de educación y otros objetos
de beneficencia; mandó establecer escuelas de niñas en los con-
ventos de mujeres^, colegios en cada capital de provincia y escuelas
para ambos sexos en cada parroquia de cien vecinos. En los
colegios se dispuso que hubiese por el pronto escuelas de primeras
letras y dos cátedras, una de gramática castellana, latina y prin-
cipios de retórica, y otra de filosofía y elementos de matemáticas,
ofreciendo que al aumentar las rentas se crearían también cátedras
de derecho civil patrio, derecho canónico, teología dogmática y
derecho de gentes. En las escuelas primarías la instrucción debía
comprender, además de lectura y escritura, principios de aritmética,
dogma, moral y "los derechos y deberes del hombre en sociedad".
Poco era todo eso, si se le juzga con el criterio moderno; pero ha
de recordarse que Colombia nacía al cabo de diez años de guerra,
y que la escasa y anticuada instrucción que permitiera el régimen
español, se concentraba en Universidades, dominadas por el clero,
en seminarios, en conventos y en imo que otro colegio particular
de existencia precaria.
El pabellón de Colombia siguió siendo el que adoptó Vene-
zuela en 1811, y el escudo de armas se designó así (ley del 4 de
octubre): "Dos cornucopias llenas de frutos y flores de los países
fríos, templados y cálidos (como signo de la abundancia), y (com©
símbolo de fuerza y unión) un hacecillo de lanzas con la segur
atravesada, arcos y flechas cruzados, atados con cinta tricolor por
la parte inferior."
Para residencia provisional del Gobierno supremo se escogió
á Bogotá, mientras, llegados "mejores días", pudiese levantarse b
ciudad que con el nombre de Bolívar sería capital de la Re*
pública.
El 14 de octubre terminó sus sesiones el congreso de Cúcuta.
Quiso constituir una grande y poderosa República; y si la suerte
1. Del estado de la hacienda se hablará en el capítulo III.
2. Los últimos duran en Venezuela hasta 1874.
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— 323 —
de los Estados dependiese sólo de la sabiduría de sus leyes, aquel
congreso habría asegurado por años ó siglos el porvenir de Colom-
Wa. Sin embargo, no hubo nunca obra legislativa menos adecuada
á la condición social y política de los pueblos que con ella quedaron
aparentemente unidos. Realización fortuita de im ideal grandioso
de Bolívar, Colombia no podía vivir sino al amparo del genio que
la creó: ausente él, en lejanas guerras, irá perdiendo (^a, con sus
estériles conmociones, toda esperanza de vida perdurable. Pacto
ocasional entre países que tendían naturalmente á gobernarse á sí
propios, la historia de la constitución de Cúcuta será la. historia de
siis violaciones.
Bien que la creación de Colombia fuese obra del más pre-
claro de los venezolanos, se verá que el grupo de hombres más
influyentes en Venezuela trabajará sin descanso, durante nueve
años, por la disolución de la gran República. La tendencia separa-
tista de los venezolanos se reveló desde el momento mismo de
jurar la constitución. En 29 de diciembre, reúnese la municipalidad
de Caracas en cabildo extraordinario á fin de deliberar acerca del
juramento que debía prestar el próximo 3 de enero. Componen el
cabildo, el gobernador político Andrés Narvarte y los municipales
José Antonio Díaz, Valentín Osío, Juan Nepomuceno Chaves, Pedro
González, Bernardo Herrera, Vicente del Castillo, Pedro de Herrera,
Tomás Lander, Vicente Carrillo, Luis Lovera, Juan Crisóstomo
Tovar y José Austria. Consideran que algunos artículos de la cons-
titución "deben sujetarse á nuevo examen y sufrir alguna alte-
ración ó reforma en los términos que se crean más convenientes á
los pueblos de la República''. Acuerdan, sin embargo, que para no
dar "idea de división entre pueblos que se habían imido por una-
nimidad de sentimientos, intereses y recíprocos afectos", prestará
«1 concejo el juramento legal; pero advirtiendo que dicho jura-
mento no impedirá á los representantes de la provincia de Caracas
que concurran al próximo congreso "promover cuantas reformas y
alteraciones crean conducentes á la prosperidad de la República,
libertad y seguridad de sus ciudadanos" y rever y discutir la cons-
titución, la cual — sigue diciendo el acta — "no puede conside-
rarse sancionada por los mismos representantes que la formaron,
ni imponer á los pueblos detesta provincia, y del Departamento de
Quito, el deber de su estrecha é inalterable observancia, cuando no
han tenido parte en su formación ni creen adaptables á este terri-
torio algunas disposiciones de aquel código y de las leyes que
emanan de él". Finalmente, determina el concejo que este acuerdo
se inserte en la Gaceta del Gobierno "y se dé en testimonio á los
21*
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— 324 —
representantes de la provincia en el próximo congreso, con las ins'^
trucdones relativas ^\ Y al prestar el juramento, el 3 de enero,
manifestaron los mismos municipales, que lo hacían sin perjuicio de
la declaratoria contenida en el acta de 29 de diciembre.^
No tuvo realmente en Cúcuta la provincia de Caracas re-
presentantes nombrados por sus pueblos, á causa de hallarse casi
todos bajo la dominación española cuando se practicaron las elec-
ciones; mas ha de advertirse que, previendo ésto, el reglamento
dictado en Angostura dispuso que los representantes lo fuesen de
toda la República y no de las provincias en particular, único sis-
tema posible mientras durase el estado de guerra. Por otra parte,,
entre los diputados que concurrieron al congreso, bien que en
nombre de las provincias ya libertadas, hubo cinco caraqueños de
nacimiento, á saber: el Dr. Pedro Gual, el Ledo. José Prudencia
Lanz, los coroneles Francisco Conde y Cerbelión. Urbina, el Pro,.
José Félix Blanco, y dos vecinos de la misma provincia, el Ledo»
Diego Bautista Urbaneja y el Sr. Miguel Zárraga; de suerte que,
aun cuando en tiempos normales hubieran sido justificadas las pro-
testas de Caracas, en aquella época obedecieron á motivos de otro
género, que conviene indicar. Más que la estructura unitaria de la
constitución, y más que algunas leyes orgánicas que se consideraroa
perjudiciales á los intereses de Venezuela, v. gr. la encaminada á.
suprimir los consulados de comercio, y las de orden fiscal, — dos
sucesos excitaron el descontento de Caracas: la designación de Bo-
gotá como capital de Colombia, y la elección para Vicepresidente
de la República del general granadino Frandsco de Paula San-^
tander, el cual debía ejercer el Gobierno supremo por todo el
tiempo que permaneciese ausente Bolívar en las campañas del
Ecuador y del Perú. Una y otra cosa se impusieron por las cir-
cunstancias del momento. En el preámbulo del decreto que fijó-
provisionalmente la capital en Bogotá, se dijo con razón que era
preciso escoger una ciudad equidistante de los extremos de la Re-
pública, con edificios y abundancia de recursos para todos los.
ramos de administración, y que la necesidad de libertar las provin-
cias de Quito, reclamaba por el pronto la cercanía y principales,
atenciones del Gobierno. Ni era menos necesaria la elección de
Santander. Encargado de gobernar á Nueva Granada á raíz del
1 . La Corte Superior de justida y el consulado de comercio, que existía aún^
acordaron lo mismo que la municipalidad, pero no publicaron sus actas. La del
concejo se imprimió en papel suelto, por haberse negado á insertarla la Gaceta, cuyo
director era secretario del gobierno local. Sometido después dicho papel al jurado
de imprenta, declaró éste que no había lugar á formación de causa. Véase sobro,
lo último otra acta de la municipalidad, fecha de 15 de julio, 1822.
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— 325 —
triunfo de Boyacá, caudillo prestigioso en su país, hombre ilustrado
y administrador competentísimo, de acuerdo en fin con el Liber-
tador, al menos entonces, en cuanto á ideas políticas y planes mili-
tares, su nombre y talentos ofrecían las mejores garantías para
mantener por el pronto la unión del Virreinato con la Capitanía
General, y sobre todo para proporcionarle á Bolívar el ejército con
que iba á asegurar en el Sur la independencia de la propia Co-
lombia. En resumen, dadas estas circimstancias, el acta protesta-
tiva de Caracas no podía tener más resultado que sombrar gér-
menes de disidencia y discordia, aun antes de terminada la guerra
con España.
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Capitulo IL
Bolívar y el ejército de Colombia.
Sumario. Presidencia de la República — La delega Bolívar al
Vicepresidente Santander, y emprende la campaña del Sur — Gér-
menes de discordia en Colombia — Santander y Páez — Prevé
Bolívar la brillante carrera de Sucre — Genio del Libertador —Su
retrato físico — Su temperamento y costumbres — Sport — Sus
queridas — La "señorita Pepa'' — Doña Manuela Sáenz — Bolívar
en campaña — Como despachaba los negocios políticos — Su libera-
lidad: testimonio de amibos 3^ adversarios — Bolívar y el ejército —
Cami)aña de Quito — Victorias de Bombaná y Pichincha (1822) —
Solicita el Perú auxilios de Colombia — Bolívar y San Martín —
Conferencia de Guayaquil (1822) — Renuncia San Martín la Presi-
dencia del Perú — Anarquía de los peruanos — El congreso de
Colombia autoriza al Libertador para pasar al Perú — £1 congreso
peruano le confiere la suprema autoridad militar — Sublévase la
guarnición del Callao — Disensiones civiles aue coinciden con la
Serra de Independencia — Dictadura de Bolívar -— Victoria de
QÍn (agosto, 1824) — El congreso de Colombia retira á Bolívar
) facultades que ejercía como Presidente en campaña — Encár-
gase Sucre del mando del ejército — Victoria de Ayacucho (9 de
diciembre, 1824), que asegura la independencia del Perú — Bolívar
da cuenta de su dictadura (febrero, 1&5) — Honores que le acuerda
el congreso — Ceja en Colombia la oposición contra Bolívar —
Concédenle Bogotá y Caracas los honores del triunfo — Marcha al
Alto Perú — Erígese allí la ^^ República Bolívar", ó Bolivia (agosto,
1825), que le aclama Libertador Padre de la Patria, le elige jefe
suDremo y le confía el encargo de redactar su constitución — Bolívar
delega el Gobierno á Sucre y vuelve á Lima (febrero, 1826). — La
constitución boliviana — Opinión de Bolívar sobre la libertad reli-
giosa — División del poder público en Electoral, Legislativo, Eje-
cutivo y Judicial — Combinación del sistema repubUcano con el
monárquico electivo — Fórmase el Poder Legislativo de tres Cá-
maras, dos de elección temporal y la tercera vitalicia — Poder Eje-
cutivo — Eli Presidente es inamovible é irresponsable — Responden
de la administración el Vicepresidente y los Ministros — Sabia
teoría sobre el Poder Judicial — Adoptan Bolivia y el Perú el pro-
yecto constitucional de Bolívar — Gobierno de Sucre en Bolivia —
Regresa el Libertador á Colombia: octubre de 1826.
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— 327 —
£1 congneso de Cúcuta nombró, por voto unánime de sus
miembros, Presidente de la República á Bolívar y Vicepresidente á
Santander. Según la constitución, el ejercicio de ambos empleos
debía durar cuatro años; pero habiendo resuelto el mismo congreso
que el período presidencial se empezaría á contar desde el 2 de
enero de 1823, pju-a que coincidiese con el Legislativo, continuaron
vigentes aqueUo» nmnbramientos hasta el afio de 1827^.
Consecuente con sus declaraciones anteriores, Bolívar pasó
un mensaje en estos términos: ^^ Cuando las calamidades públicas me
pusieron las armas en las manos para libertar á mi patria, yo no
consulté mis fuerzas ni mis talentos. Cedí á la desesperación! del
espectáculo de horror que ofrecía eUa en cadenas; y poniéndome á
la cabeza de las empresas militares, que han continuado la lucha
por más de once años, no fué con ánimo de encargarme del Go-
bierno, sino con la finne resolución de no ejercerlo jamás. Yo juré
en el fondo de mi corazón no ser más que un soldado, servir sola-
mente en la guerra, y ser en la paz un ciudadano. Pronto á sacri-
ficar por el servicio público mis bienes, mi smigre, y hasta la gloria
misma, no puedo, sin embargo, hacer el sacrificio de mi conciencia,
porque estoy profundamente penetrado de mi incapacidad para
gobernar á Colombia, "no conociendo ningún genero de administra-
ción. Yo no soy el magistrado que la República necesita para su
dicha: soldado por necesidad y por inclinación, mi destino está
señalado en im campo, ó en cuarteles. El bufete es para mí un
lugar de suplicio. Mis inclinaciones naturales me alejan de él, tanto
más cuanto que he alimentado y fortificado estas inclinaciones por
todos los medios que he tenido á mi alcance, con el fin de impe-
dirme á mi mismo la aceptación de un mando que es contrario al
bien de la causa pública, y aun á mi propio honor ... Si el con-
greso general persiste, después de esta franca declaración, en en-
cargarme del Poder Ejecutivo, yo cederé sólo por obediencia; pero
protesto que no admitiré el título de Presidente sino por el tiempo
que dure la guerra, y bajo la condición de que se me autorice para
continuar la campaña á la cabeza del ejército, dejando todo el go-
bierno del Estado á S. E. el general Santander, que tan justamente
ha merecido la elección del congreso general para Vicepresidente,
y cuyos talentos, virtudes, celo y actividad ofrecen á la República
el éxito más completo en su administración.^^
Por de contado, toda condición que impusiese el Libertador
en las actuales circunstancias, debía necesariamente aceptarse sin
1. Véase la reaohiciÓQ de 7 de setiembre, 1821, y la ley de 2 de mayo, 1825.
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reparo. Tomó posesión el 3 de octubre (1821); el 7 formó Minis-
terio con Pedro Gual en las Relaciones Exteriores, José Manuel
Restrepo en el Interior, José Maria del Castillo y Rada en Hacienda
y Pedro Briceño Méndez en Guerra y Marina, hombres competentí-
simos en sus respectivos departamentos; confío en seguida al Vice-
presidente la dirección del Gobierno, y el 9 del propio mes salió
de Cúcuta para emprender la campaña del Sur.
Durante su larga ausencia, en la que va á obtener los triunfos
más ruidosos que haya logrado nimca un guerrero americano, el
destino interior de Colombia dependerá, sobre todo, de la actitud
de dos hombres; los cuales, á pesar de profundas diferencias en su
educación y carácter, coincidirán al fin en el propósito de disolver
la República. En Bogotá, el Vicepresidente Santander, patricio de
'esmerada cultura, más político que guerrero, estadista de espíritu
amplio y flexible, se acoge al amparo del g#nio de Bolívar y le
secunda hábilmente en las guerras del Ecuador y el Perú; pero
aguardando el momento propicio de hacerse inspirador y jefe de la
oposición política. En Venezuela, el general José Antonio Páez,
llanero aún indómito á la autoridad de las leyes, aunque entendi-
miento fácil de ser dirigido por cortesanos que halaguen su am-
bición de mando y prestigio, tarda poco en aliarse con los promo-
vedores de la tendencia separatista. Bolívar parece que presintiera
desde 1821 la causa principal de la próxima discordia. Cuando
pasaba revista en los llanos al ejército con que iba á triunfar en
Carabobo, escribió al Dr. Gual: "No pueden ustedes formarse una
idea exacta del espíritu que anima á muchos de nuestros militares.
Estos no son los que ustedes conocen por allá; son los que ustedes
no conocen: hombres que han combatido largo tiempo, que se creen
muy beneméritos, y se consideran muy humillados y miserables, y
sin esperanza de coger todo el fruto de las adquisiciones de su
lanza. Son llaneros determinados, y que nunca se creen iguales á
los otros hombres que saben más ó parecen mejor. Yo mismo, que
siempre he estado á su cabeza, no sé aún de lo que son capacesw
Los trato con una consideración suma; y ni aun esta misma con-
sideración es bastante para inspirarles confianza y la franqueza que
debe reinar entre camaradas y conciudadanos. Persuádase usted,
Gual, que estamos sobre un abismo, ó más bien sobre un volcán
pronto á hacer su explosión. Yo temo más la paz que la guerra . . .''
Habituado Bolívar á penetrar el carácter de sus tenientes, se apre-
suró á coronar la carrera militar de Páez acordándole el grado de
general en jefe sobre el campo de batalla de Carabobo, y con-
fiándole en seguida la comandancia de armas en las provincias de
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Caracas y Barinas; mas ello no impidió que el inmortal llanero
apareciese á los pocos años como el más temible adversario de la
Unión Colombiana.
En cambio, llevóse consigo el Libertador á un joven guerrero,
Antonio José de Sucre, quien por su alto entendimiento y nobleza
de alma iba á encumbrarse sobre todos los generales de su época.
Nació en Cumaná el 3 de febrero de 1795. A los quince años era
teniente de ingenieros y figuró desde luego como comandante de
las milicias cumanesas. En 1813 asciende á teniente coronel, en
1817 á coronel, en 1819 á general de brigada, ganando estos grados
en veintiún combates y batallas. De él había escrito Bolívar: ^^Es
uno de los mejores ofíciales del ejército: reúne los conocimientos
profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Bricefio, el
talento de Santander y la actividad de Salóm. Por extraño que
parezca, no se le conoce, ni se sospechan sus aptitudes. Estoy
resuelto á sacarle á luz, persuadido de que algún día me rivalizará ^\
Previsión que veremos realizada en Ayacucho.
Fué sincero Bolívar cuando dijo al congreso de Cúcuta, que
soldado por necesidad y por inclinación, su destino estaba seña-
lado en los cuarteles y campos de batalla, y trocábasele el bufete
del magistrado en lugar de suplicio. De este modo trazó él mismo
su mejor retrato moral. Genio impulsivo si los hubo, su tempera-
mento le arrastra invenciblemente á los azares de la guerra, á
libertar pueblos y fundar naciones. Si es capaz, entre dos cam-
pañas, de formular grandes y profundos pensamientos políticos,
como su manifiesto de Cartagena, su carta de Jamaica y su mensaje
de Angostura, toda su vida demuestra mayor energía, más tenaci-
dad, y audacia más deslumbradora, en el campamento que no en el
palacio de Gobierno. Su carácter y existencia los resume el título
que le dio Caracas en 1813: el Libertador. Ensayemos aquí un
bosquejo, conforme al testimonio de sus contemporáneos^.
Estatura de cinco pies y seis pulgadas; cabeza de regular vo-
lumen, deprimida en las sienes, prominente en las partes anterior
y superior, abultada en la posterior; enorme desarrollo de la frente;
rostro de óvalo largo, anguloso, agudo en la barba, pómulos sa-
lientes, mejillas hundidas; pobladas y bien arqueadas las cejas; pro-
fundas las cuencas de los ojos, y éstos negros, grandes y muy
vivos, cuyas miradas brillaban como si surgiesen de recónditos
1. Véase especialmente á O'Leary, Memorias, t. I, cap. XXII; á Páez,
Autobiograífa, t. I, cap. IX, y las notas del Dr. Roullin, médico y naturalista
Atmcés que le conoció en Bogotá á fínes de 1827; hállanse en la colección Blanco-
Azpurúa.
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focos; orejas grandes, pero bien cortadas; nariz recta, no aguileña,
y finamente delineada; no agraciada la boca, y los labios carnosos;
dientes blancos, uniformes y bellísimos, que cuidaba con esmero;
bigotes rubios que afeitó por primera vez en 1825; cabellos negros,
ensortijados y sedosos, que llevó largos hasta 1821 y cortos cuando
empezaron á encanecer, y acostumbró un tiempo dividirlos en una
mecha enroscada sobre la parte alta de la frente y guedejas sobre
las sienes, peinadas hacia adelante; tez blanca, tostada pronto por
el sol tropical, y áspera al cabo de tantos años de viajes y cam-
pañas; el pecho angosto, delgado el cuerpo y sobre todo las pier-
nas; manos y pies pequeños: no obstante su estatura mediana, era de
continente airoso, y aunque de andar inquieto y rápido, cruzaba
con frecuencia los brazos y tomaba actitudes esculturales en los
momentos solemnes. — En suma, tipo de vascongado (de que des-
cendía por la línea paterna), aunque tenia también acaso su parte
de sangre mestiza, como la generalidad de los hidalgos coloniales^.
Si su organismo era sobre todo español, los ímpetus de su
alma también lo fueron á menudo. En 1812, la rota de Puerto
Cabello le exaspera, y al llegar á la Guaira, ciego de ira, quiere
vengar en Miranda, al modo de los bárbaros, un desastre cuya
responsabilidad era de todos por igual. Cuando emprende la cam-
paña de 1813, sus palabras y sus actos suelen remedar la vehe-
mencia y la crueldad de los conquistadores del siglo XVI: en 1814,
no vacila en corresponder al salvajismo de Boves, ordenando á
Arismendi y á Palacio que sacrifiquen los 800 prisioneros de
Caracas y la Guaira. A ocasiones, su imaginación alborotada se
armoniza por modo singular con el cálculo diplomático. Sus triun-
fos de 1813, relativamente fáciles y sobre todo efímeros, él los
exagera, los magnifica, los convierte en epopeya para deslumhrar
á amigos y enemigos; y como fué con oficiales de Nueva Granada
que se aventuró á la reconquista de Venezuela, para eUos canta
sin cesar himnos de gloria. Muere el granadino Girardot peleando
en Bárbula como peleaban y morían tantos bravos de su tiempo, y
Bolívar decreta que todos los venezolanos vistan de luto por un
mes, que el corazón del héroe se Ueve en Iñunfo á la capital, que
se le haga allí la recepción de los Libertadores y se le deposite en
un mausoleo erigido en la catedral metropolitana. El mismo va á
presidir con su estado mayor la procesión triunfal hasta Caracas. En
este año, ya Bolívar soñaba con gobernar una gran República formada
de Venezuela y Nueva Granada^. Cuando en 1817 andaba errante por
1. Véase arriba, p. 57.
2. Memoria de Relaciones Exteriores, 31 de diciembre de 1813.
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— asi-
las soledades de Guayana, sin ejército, desconocido de sus tenientes
en Cariaco, andaba también delirando con el proyecto de tras-
montar los Andes, fundar á Colombia, libertar al Perú. En 1818,.
dueño apenas de una parte del territorio, constituye en Angostura
un gobierno de aparato, y lanza su grandilocuente reto á España.
La jactancia hispana de los tiempos clásicos vibra en sus proclamas»
Cuando regresa del Perú dice á los ciudadanos de Bogotá: "Cinco
años hace que salí de esta capital para marchar á la cabeza del
ejército libertador, desde las riberas del Cauca hasta las cumbres
argentinas del Potosí ... Un millón de colombianos y dos Repúblicas
hermanas han obtenido la independencia á la sombra de vuestras
banderas, y el mundo de Colón ha dejado de ser español. Tal ha
sido nuestra ausencia! ^^
Si el lenguaje de sus proclamas y discursos solía ser arre-
batado y pomposo, en la conversación — observa el Dr. Roullin —
" su réplica era pronta, frecuentemente brusca, y en ocasiones hasta
dura y punzante; y no pocas veces, en circunstancias delicadas^
contestó á cumplimientos, á súplicas interesadas ó á palabras lison-
jeras, con agudezas muy oportunas pero rudas, y aun con terribles
epigramas; no las agudezas del ingenio que quiere agradar, sino
de la voluntad que se impacienta y quiere hacerse sentir y obe-
decer". No obstante, otro testimonio, que ha de creerse imparcial
en este caso porque es injusto casi siempre, advierte que Bolívar
'^ había adquirido en el curso de sus viajes aquel hábito mundano,,
aquella cortesía y suavidad de maneras que le distinguían, y que
tan atractiva influencia ejercieran sobre cuantos le trataban"^.
Extremadamente nervioso, impresionable é impaciente, procu-
raba calmarse con un severo régimen higiénico. Dormía poco,.
áncó á seis horas de las veinticuatro, dice O'Leary; en hamaca^
en catre, sobre un cuero, ó envuelto en su capa en el suelo y á
campo raso, y era su sueño tan ligero y su despertar tan pronto,,
que á ésto debió el salvarse de sus asesinos en el Rincón de los
Toros. Mostrábase sobrio en la mesa, y se dedicaba diariamente á.
ejercicios al aire libre, sobre todo á la equitación, en la que com-
petía con los más atrevidos ginetes de los llanos. Gustábale, dice
Páez, correr á todo escape por las llanuras del Apure persiguiendo
á los venados que allí abundan. No lograba, sin embargo, sobre-
ponerse á otras de sus aficiones predilectas. Apasionado danzarín
desde la infancia, solía despilfarrar en este pasatiempo, más fati-
gante que ningún otro en el ardiente clima intertropical, los restos
1. H. L. V. Ducoudray Holstein, Memoirs of Simón Bolívar, vol. I^
p. 83. Londres, 1830.
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de energía economizados de las faenas del campamento y tareas
de la política. Por otra parte, nada pudo nunca enfrenar su más
constante pasión, que fueron las mujeres. No volvió á casarse.
¿Acaso porque conservaba inmaculado el recuerdo de su primer
amor? ¿O quizá porque en la vertiginosa carrera de su existencia,"
no podía ya haber descanso ni paréntesis sino para los amores vo-
lubles? "Quise mucho á mi mujer, decía en 1828, y su muerte me
hizo jurar no volverme á casar: he cumplido mi palabra".^ Con
todo, puede decirse que no vivió nunca solo. Sus queridas le acom-
pañaron siempre en Caracas, en Angostura, en Bogotá, en Lima,
en Quito, y aun en las campañas. En Caracas se le oía decir por el
año de 1814, que prefería el Purgatorio al Paraíso porque allí
estaba seguro de encontrar á sus primas las Aristeiguietas, her-
mosas muchachas de genio alegre y muy independiente. Bien es
cierto que más de una vez su pasión amorosa le sirvió de Provi-
dencia. En 1815, hallándose en Kingston, la circunstancia de que-
darse á dormir en casa de una amiga le salvó de que lo asesinase
su propio esclavo, el cual dio de puñaladas á ua oficial que por
aquella noche ocupaba su hamaca; y el 25 de setiembre de 1828,
escapó de los conjurados de Bogotá merced á las trazas que se
dio su querida para hacerle saltar por el balcón. De 1813 á 1819,
su favorita fué Doña Josefina Núñez, á quien llamaban familiarmente
en el ejército "Señorita Pepa", y poco faltó para que fracasase la
primera expedición de Haití (1816) por un retraso en el barco que
conducía á aquella á Margarita. Algunos de sus tenientes debieron
á complacencias de sus mujeres con el Libertador, no menos que
á su bravura en los combates, sus grados y honores militares. En
el Perú, los paréatesis de actividad política y guerrera los dedicaba
á intrigas amorosas, que en no raras ocasiones llegaron al delirio.
Allí también empezó á flaquear su organismo y á decaer su genio.
Desde 1822, otra mujer ocupa lugar absorbente en la vida pasional
de Bolívar, mujer única en esta época, así por su carácter aventu-
rero como por su afición á ejercicios varoniles, y tanto por su
soberbia en desdeñar oiertas convenciones sociales cuanto por su
brillante inteligencia. Llamábase Manuela Sáenz. Casada en Quito
con un médico inglés, de apellido Thome, le abandonó allí para
seguir al Libertador en todas sus campañas. El inglés, excéntrico,
enamorado y generoso (á menudo le enviaba grandes cantidades de
dinero, que ella no aceptó nunca, y al fin la instituyó heredera de
toda su fortuna), le suplicaba sin cesar que volviese á unírsele.
Léase una de las respuestas de Doña Manuela, en la que aparecen
1. Lacroix, Diario de Bucaramanga.
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ambos pintados con ingeniosos toques. ^ "No, no, no, no más,
hombre, por Dios! ¿Por qué hacerme usted escribir, faltando á mi
resolución? Vamos, ¿qué adelanta usted, sino hacerme pasar por
el dolor de decirle mil veces no? Señor, usted es excelente, es
inimitable, jamás diré otra cosa sino lo que es usted; pero, mi
amigo, dejar á usted por el general Bolívar es algo: dejar á otro
marido sin las cualidades de usted, sería nada. — ¿Y usted cree
que yo, después de ser la querida de este general por siete años,
y con la seguridad de poseer su corazón, prefiriera ser la mujer
del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, ó de la Santísima Trinidad?
Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo de-
jado. Yo sé muy bien que nada puede unirme á él bajo los aus-
picios de lo que usted llama honor. ¿Me cree usted menos honrada
por ser él mi amante y no mi marido? Ah! yo no vivo de las
preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente.
— Déjeme usted, mi querido inglés. Hagamos otra cosa: en el
cielo nos volveremos á casar; pero en la tierra no. ¿Cree usted
malo este convento? Entonces diría yo que era usted muy descon-
tento. Em la patria celestial pasaremos una vida angélica y toda
espiritual (pues como hombre es usted pesado). Allá todo será á
la inglesa, porque la vida monótona está reservada á su nación
(en amores, digo, pues en lo demás, ¿quiénes más hábiles para el
comercio y marina?). El amor les acomoda sin placeres, la conver-
sación sin gracia, y el caminado despacio, el saludar con reverencia^
el levantarse y sentarse con cuidado, la chanza sin risa: éstas son
formalidades divinas; pero yo, miserable mortal, que me río de mi
misma, de usted y de esas seriedades inglesas, ¡qué mal me iría
en el cielo!, tan mal como si fuera á vivir á Inglaterra ó Constan-
tinopla; pues los ingleses me deben el concepto de tiranos con las
mujeres, aunque no lo fué usted conmigo^ pero sí más celoso que
un portugués. Eso no lo quiero yo. ¿No tengo buen gusto? —
Basta de chanzas: formalmente y sin reirme, con toda la seriedad,,
verdad y piureza de una inglesa, digo que no me juntaré más
con usted. Usted anglicano y yo atea, es el más fuerte impedi-
mento religioso:^ el que estoy amando á otro es mayor y má»
1. Hállase esta carta en el tomo tercero, Apéndice, p. 377, de las Memorias
de 0*Leaxy, apéndice que, impreso en Caracas en 1 883, fué mandado destruir, antes
de ponerse á la venta, por el Gobierno de Guzmán Blanco, y del cual sólo queda
uno que otro ejemplar. £1 nuestro alcanza á la pagina 464. Ignórase el paradero
del manuscrito.
2. En el bonrador, ó en copia de la misma carta, se lee, según O'Leary: ' Hay
que advertir que mi marido es católico y yo jamás atea: sólo el deseo de estar
separada de él me hacia hablar asi".
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— 334 —
fuerte. ¿No vé usted con qué formalidad pienso? — Su invariable
amiga, — Manuela ^\ Al principio de sus reelaciones, Bolívar le
escribía: "Mi amor: ¿Sabes que me ha dado mucho gusto tu her-
mosa carta? Es muy bonita la que me ha entregado Salazar. El
estilo de ella tiene un mérito capaz de hacerte adorar por tu espí-
ritu admirable. Lo que me dices de tu marido es doloroso y gracioso
A la vez. Deseo verte libre, pero inocente juntamente; porque no
puedo soportar la idea de ser el robador de un corazón que fué
virtuoso, y no lo es por mi culpa. No sé como hacer para conci-
liar mi dicha y la tuya, con tu deber y el mío: no sé cortar este
nudo, que Alejandro con su espada no haría más que intrincar más
y más; pues no se trata de espada ni de fuerza, sino de amor
puro y de amor culpable, de deber y de falta, de mi amor,, en fin,
con Manuela la bella". ^ Hasta la muerte del héroe, la original y
hermosa favorita figura en las crónicas mundanas del Perú y Co-
lombia. En Lima, dice un escritor peruano, "cabalgaba á manera
de hombre, en brioso corcel, escoltada por dos lanceros de Co-
lombia, y vistiendo dormán rojo con brandeburgos de oro y pan-
talón bombacho de cotonía blanca. Mujer fuerte, sabía dMiinar sus
nervios, apareciendo serena y enérgica en medio de las balas y
espadas tintas de sangre, ó del afilado puñal de los asesinos. ''* En
Bogotá, refieren dos granadinos, "se presentaba con frecuencia á
caballo, vestida de oficial y seguida de dos esclavas negras con
uniforme de húsares, que se llamaban Natán y Jonatás. En este
traje, ella eipada en mano y las negras con lanza, salieron en 1830
la víspera de Corpus, y rompiendo en la plaza mayor por la muche-
tiumbre y atropellando las guardias, fueron á desbaratar los castillos
de pólvora en que se decía haber figuras caricaturescas del Liber-
tador "* . , . Pero, á ser verídicas ciertas crónicas, ya el amor exclu-
sivo que enloqueciera á JManuelita en Quito y Lima, había cedido el
paso á la pura admiración. Un informe confidencial del agente del
-Gobierno francés en Bogotá, pretende que aquélla se consolaba del can-
sancio del Libertador, con un brillante oficial de la guardia. De saberlo
Bolívar, grande hubiera sido su despecho, no tanto por la infedilidad
t!e su querida cuanto por la circunstancia de hacerle representar así el
papel de Napoleón, á quien nunca quiso parecerse en nada . . . Por
otra parte, era mujer de conversación erudita, y aficionada á buenas
letras, como que gustaba de leer á Tácito y á Plutarco, y solía re-
1. Dofia Manuela confió á OXeary en 1846 un cofrecito que contenia la^
<artas intimas de Bolívar. Ninguna se ha publicado todavía.
2. Ricardo Palma, Ropa vieja, p. 101.
3. Ángel y Rufino José Cuervo, Vida de Rufino Cuervo, t. 1, p. 193.
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citar de memoria trozos de los clásicos españoles. Expulsada de
Bogotá después de la disolución de Colombia, se retiró á Paita,
donde pasó los últimos años de su vida rindiendo culto á la me-
moria de su grande amigo K Dicho está que su pasión por Manuela
Sáenz no le impedia á Bolívar anudar dondequiera otras intrigas,
efímeras sin duda, pero también á ocasiones más violentas. La
quinta de La Magdalena, cerca de Lima, y las alcobas de Quito,
Bogotá y Caracas, resonaron siempre con los triunfos del héroe, que
así libertaba pueblos como conquistaba corazones. Consagró su
actividad devoradora á tres divinidades: la guerra, "^a política, el
amor, las cuales le minaron el organismo trayendo la vejez prema-
tura. El amor sensual puede decirse que fué el elemento morboso
de su vida; sobre todo en el Perú, país de clima enervador y cos-
tumbres voluptuosas, donde el guerrero venezolano fué celebrado y
adorado, á la letra, como un semidiós^.
En el campamento — escribe Páez — "mantenía' el buen
humor con oportunos chistes; pero en las marchas se le veía
siempre algo inquieto, y procuraba distraer su impaciencia ento-
nando canciones patrióticas: amigo del combate, acaso lo prodigaba
demasiado, y mientras caraba, tenía la mayor serenidad ^\ En la
adversidací, nunca perdió la esperanza del próximo desquite. El
arte de vencer, repetía á menudo, se aprende en las derrotas. En
1817, vencido, medio desnudo, acompañado de sólo su estado mayor
en el caño de Casacoima, anunciaba para pronto la creación de
Colombia; y en 1819, cuando Morillo dominaba aún á casi toda
1. Allí la visitó Garíbaldi en 1851. £n sus Memorias se lee: 'A Paita
sbarcammo, ci fermammo un giorno e fui ospitato in casa d*una generosa signora
del paese, che trovavasi in letto da varí anni, essendo stata colpita da un attacco
apoplético neUe gambe . . . Dona Manuelita de Saenz era la piü g^raziosa e gentile
matrona ch* io abbia mai veduto ; essendo stata V árnica di Bolivar, conosceva le piü
minute circostanze della vita del grande liberatore d^* America céntrale; la di cui
vita, intieramente consacrata all* emancipazione del suo paese, e le virtü somme che
lo adomavano non valsero a sostrarlo al veleno dell* invidia e del gesuitismo, che ne
amareggiarono gli ultimi giomi . . . Dopo quella giornata ch* io chiameró deliziosa,
in confronto di tante angosciose, perché passata nella cara compagnia dell' intere-
sante invalida, io la lasciai veramente commosso ..." Memorie Autobio-
gra fiche, p. 268—9. 9» edición.
2. A tanto llegó el lirismo de los peruanos, que en las iglesias cantaban,
entre la epístola y el evangelio, versos por este estilo:
De ti viene todo ¿Qué hombre es este, cielos,
Lo bueno, sefior: Que con tal primor
Nos diste á Bolivar, De tan altos dones
Gloria á tí, gran Dios. Tu mano adornó?
Lo futuro anuncia
Con tal precisión.
Que parece el tiempo
Ceñido á su loz . . •
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— 336 —
Venezuela, y él pasaba los ventisqueros de los Andes, en la más
aventurada de sus empresas, iba cantando de antemano la recon-
quista del imperio de los Incas. Su aspecto — observa O'Leary —
cuando estaba de buen humor era apacible; pero terrible cuando
irritado. En términos análogos dice Páez: ^^De humor alegre y
jovial, y carácter apacible en el trato familiar; impetuoso y domi-
nador cuando se trataba de acometer una empresa de importante
resultado, hermanando asi lo afable del cortesano con lo fogoso del
guerrero''. Los ataques de la prensa — añade OXeary — "le im-
presionaban en sumo grado, y la calumnia le irritaba: su naturaleza
sensible no pudo nunca vencer esta^ susceptibilidad". £1 mismo
O'Leary, que le acompañó más de diez años, lo pinta bien en las
tareas de oficina. "Trabajaba meciéndose en la hamaca ó paseán-
dose, las más veces á largos pasos, pues su natural inquietud no
se avenía con el reposo; con los brazos cruzados, ó asido el cuello
de la casbca con la mano izquierda y el índice de la derecha sobre
el labio superior, oía á su secretario leer la correspondencia oficial,
y el sinnúmero de memoriales y cartas particulares que le dirigían.
A medida que leía el secretario, iba él dictando su resolución á los
memoriales, y ésta era, por lo general, irrevocable. Dictaba luego,
y hasta á tres amanuenses á la vez, los despachos oficiales y las
cartas, pues nunca debaja una sin contestar, por hiunilde que fuese
el que le escribía. Aunque se le interrumpiese mientras dictaba,
jamás le vi equivocarse ni turbarse para reanudar la frase. Cuando
no conocía al corresponsal ó al solicitante, hacía una ó dos pre-
guntas. Esto sucedía muy rara vez, porque, dotado de prodigiosa
memoria, conocía no sólo á todos los oficiales del ejército, sino á
todos los empleados y personas notables del país."
Prodigó desde mozo, no tardó en derrochar su cuantiosa
hacienda. Su liberalidad no conocía límites. A principios de la
revolución poseía mil esclavos: á todos les dio libertad. En 1814
sus bienes se reducían ya á las minas de Aroa, á la sazón impro-
ductivas y además en litigio, y á su hacienda de San Mateo, arrui-
nada á tal punto que todos sus habitantes la abandonaron, á ex-
cepción de tres ancianos que habían sido esclavos. Durante toda
su vida, la única cantidad que personalmente pidió al erario público
fué la de 14,000 pesos, en las circunstancias y con el fin que ex-
plica la siguiente nota dirigida de Guanare al Vicepresidente de la
República, en 25 de mayo de 1821: ^^ Instigado de los clamores
con que mi propia familia y las de algunos de mis amigos y com-
pañeros de armas, se lamentaban por la miserable situación en que
se hallaban (es superfino advertir que desde 1814 la familia de
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— 337 —
Bolívar no recibía renta ninguna), me tomé la libertad de librar una
orden á mi favor contra las cajas públicas de Bogotá en el año de
1819. (Cuando entró á B<^otá halló en caja medio millón de
pesos). La copia que incluyo á V. E. con el número I®, es la con-
testación que recibí del director de rentas, acusando el recibo de
mi orden y avisando haberla mandado cimiplir. El documento,
también adjunto, número 2^, manifiesta haberse satisfecho mi libra-
miento. — La ley de repartición de bienes nacionales me asigna
un haber de 25,000 pesos como general en jefe de ejército, y me
da derecho para esperar asignaciones y gracias extraordinarias; y
la ley que declara los sueldos de todos los empleos, me asigna
como Presidente de la República el de 50,000 pesos anuales desde
el año de 1819. Yo renuncio desde ahora todos estos derechos y
acciones, que no he percibido, dándome satisfecho de ellos por los
14,000 pesos tomados en Bogotá. — El objeto á que los destiné y
las sagradas obligaciones á que satisfice con eUos, me han recom-
pensado ampliamente de los derechos que renuncio á favor del
tesoro público. — Yo suplico á V. E. se sirva presentar al Con-
greso General, en mi nombre, esta expresión sincera de mi volun-
tad. Aceptarla será para mí una gracia singular, que miraré como
el testimonio más puro del aprecio con que la representación na-
cional se digna honrarme . . .^^ El congreso del Perú le ofreció un
millón de pesos: lo rechazó dos veces; y no cedió á la insistencia
de aquél sino á condición que semejante dádiva sería distribuida
entre varias ciudades de Colombia. Dispuso luego de la cantidad
de 20,000 pesos para el establecimiento de escuelas en Caracas, y
como no cubriesen el jiro los agentes del Perú en Londres, lo pagó
Bolívar de su propio peculio. Para su viaje de Lima á Bogotá, en
1826, tuvo que tomar dinero prestado de los oficiales de su estado
mayor, porque había repartido entre sus servidores y amigos todos
los regios presentes que allí le hicieron, conservando únicamente
la espada que le regaló la municipalidad de Lima. Vuelto pobre
á Colombia, aceptó el sueldo de Presidente; pero empleaba la mayor
parte, dice un historiador de la época, "en socorros á las viudas,
en auxilios á los militares y en limosnas á los pobres vergonzantes:
hasta su quinta en las inmediaciones de Bogotá, que cualquiera otro
hubiera conservado como un retiro en circunstancias posibles, la
regaló á un amigo suyo: el último soldado que ocurriese á él,
recibía cuando menos im peso: espadas, caballos, hasta su ropa
misma, todo lo daba"^. Y otro historiador, casi siempre hostil á
1. Posada Gutiérrez, Memorias histórico-políticas, 1. 1, p. 315.
Fortoul, Historia ConstitucionaL 22
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— 338 —
Bolívar, escribe: "Debo sin embargo hacerle justicia diciendo que
no fué nunca avariento, porque es generoso y se preocupa poco ó
nada con el dinero. Le vi á menudo vaciar su bolsa y darle su
último doblón á cualquier oficial, que le pedía algo á cuenta de su
salario, y en alejándose oí siempre á Bolívar que decía riéndose:
le pauvre diable!, está más necesitado que yo, y para mí no
tiene valor esa miseria de oro; le he dado todo lo que tenía "i.
Así logró infundir en sus soldados, más que obediencia admira-
ción y cariño. Fué siempre el ejército su más constante preocupa-
ción; á lo que debió la República ver convertidas en invencibles
batallones las indisciplinadas reclutas de los primeros años. Para
emprender la campaña del Sur, hubo tropas que marcharon desde
Valencia hasta Popayán, más de setecientas leguas, por territorios
donde apenas existían caminos, ahora atravesando llanuras inunda-
das, ó abrasadas por el sol del estío, y luego respirando el viento
helado de las cumbres andinas. En esa escuela adiestraba el Liber-
tador á los veteranos de Colombia, que iban á triunfar en Bom-
bona, Junín y Ayacucho.
En los primeros días de marzo de 1822, Bolívar abre desde
Popayán la campaña de Quito, y el 7 de abril triunfa en Bombona.
Sucre gana la batalla de Pichincha el 24 de mayo, y ambos se en-
cuentran en Quito el 15 de junio, donde se promulga en seguida la
ley fundamental de Colombia.
Forma un instante Bolívar el proyecto de volver á Bogotá á
fines de este año; renunciar la Presidencia, pues ya estaba libertado
todo el territorio de la República, y pasar á Caracas, para recuperar
allí, en el seno de su familia, la actividad que, según decía, empe-
zaba á faltarle^. Proyecto ilusorio. Su genio impulsivo le arrastra
á más grandes empresas; á libertar al Perú, á fundar á Bolivia.
El 11 de julio pasó á Guayaquil, donde se debatía una cues-
tión de grave importancia; á saber, si esta provincia se declaraba
Estado independiente, ó se unía al Perú, ó se incorporaba á Co-
lombia. Bolívar impuso la última solución, que era realmente la
única racional, hasta por circunstancias geográficas, porque con la
autonomía de Guayaquil hubieran quedado aisladas del Pacífico las
demás provincias ecuatorianas que ya formaban parte de la gran
República. En esto preséntase en Guayaquil (25 de julio) el general
José de San Martín, que presidía el Gobierno del Perú con el título
1. H. L. V. Ducoudray Holstein, Memoirs of Simón Bolívar, vol. I, p. 232.
2. Carta de 21 de junio, dirigida á Caracas al marqués del Toro y á su her-
mano D. Femando.
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— 339 —
<le Protector y mandaba su ejército. La independencia de este
país estaba aún amenazada por numerosas tropas españolas, y para
asegurarla era indispensable la cooperación de las armas colombia-
nas. Quiso, pueS| San Martín combinar con Bolívar el plan de la
próxima campaña, y fijar anticipadamente las bases del gobierno
que más conviniera al Perú después del triunfo. No se acordaron.
Eran uno y otro los más altos campeones de la libertad en la
América hispana, é incuestionablemente poseían almas demasiado
nobles para posponer aquélla á exclusivismos de personal ambición;
pero si coincidían en cuanto á la necesidad de asegurar la Indepen-
4]encia, disentían radicalmente en propósitos políticos. San Martín
abogaba por el establecimiento de monarquías con príncipes euro»
peos: Bolívar, aunque sin rechazar en principio la idea, opinaba
por aplazar su ejecución y formar por el pronto Repúblicas cuyos
Presidentes vitalicios tuviesen las prerrogativas de un monarca in-
glés, pero en todo caso americanos, y cuyos parlamentos fuesen
imagen y órgano de la masa popular» La alianza era imposible. O
«1 Protector, francamente monárquico, debía apartarse ante el Liber-
tador, mitad cesarista mitad demócrata, ó desistía el segundo de
auxiliar al Perú. San Martín se apartó. De regreso á Lima re-
nuncia la Presidencia, en setiembre, abandona la vida pública y se
retira á Europa.
Los historiadores sudamericanos se complacen en hacer para-
ielos entre los dos más grandes hombres de la Independencia; pero
así los parciales de Bolívar como los de San Martín (v. gr. Larra-
^ábal en Venezuela, Mitre en la República Argentina), apelan á
recursos de pura retórica para enaltecer á cada imo en detrimento
del otro, resultando desfigurada la personalidad de ambos. Citemos
solamente el paralelo de un estadista que se ha considerado como
imparcial, aunque acaso no lo sea del todo, D. Domingo Santa
Maria, Presidente que fué de Chile ^. Después de comparar las em-
presas militares de ambos caudillos, dice el estadista chileno: ^^San
Martín no era expansivo como Bolívar ni encendía, como éste, el
pecho del soldado. Reservado y disimulado, acomodaba en el es-
-crit^rio lo que el otro trazaba en el campo de batalla. En una
palabra, San Martín era un zorro, Bolívar un águila. — Bolívar tuvo
sus debilidades y sus errores como los tuvo San Martín, y de ello •
•no podemos formarles im proceso, ni formular ima acusación. El
astado social americano, los extraños elementos que lo formaban,
1. Carta fecha en Santiago á 4 de febrero de 1886 y dirigida á D. Pedro
S. Lamas, redactor en París de la Revue Sud-Américaine. Reproducción de
£1 Tiempo, Caracas, 18 de mayo, 1895.
22*
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— 340 —
las razas antogónicas é ignorantes que poblaban estos países, la
educación viciosa que nos había dado España y las falsas ideas
religiosas que predominaban en la sociedad, en la familia y en las
leyes; todo este conjunto no podía menos que producir un des-
calabro y un desconcierto el día en que la revolución diera, como
dio, una fuerte y violenta sacudida. — Los caudillos militares por
avanzados que fuesen, desconfiaron del orden y mucho más de la
libertad, que requiere, para dar todos sus frutos, un régimen re-
gular, ordenado é ilustrado. Se espantaron con la anarquía. Bolívar
creyó encontrar el remedio para contener el desborde de las pa-
siones desencadenadas por la revolución, en la constitución de un
gobierno fuerte personal; y San Martín, no menos asustado, se
imaginó hallarlo en la constitución de una monarquía, cuya idea,
sostenida por él con todo tesón, desmedró su nombre ante sus
compañeros de armas, le arrebató su prestigio como caudillo, que
no lo tenía como soldado arrojado, y lo empequeñeció delante de
Bolívar en la conferencia de Guayaquil, hasta comprender que no
le quedaba otro camino que retirarse del Perú, como él, patriótica,
elevadamente lo hizo, y ceder aquel vasto teatro á la audacia y
actividad de Bolívar, á quien desgraciadamente desvanecieron las
pastillas de las limeñas y el incienso sofocante de los peruanos.
Allí fué donde enflaqueció Bolívar de cuerpo, y donde desfalleció
de alma; pero así y con mucho más, Bolívar es la primera figura
en la constelación americana '\ Sí lo fué, por su genio, relampa-
gueante y original, único en América; pero respecto de teorías,
políticas, que es la cuestión pertinente á nuestro estudio, nótese que
ni la monarquía del argentino, ni la República sui generis del
venezolano, pudieron nunca adaptarse al medio social hispano-ame-
rícano, al menos en la forma especial que uno y otro recomendaban;
de suerte que el error constitucional de San Martín equivale al
error constitucional de Bolívar.
Para sustituir á San Martín, el congreso peruano nombró una
Junta de Gobierno compuesta del general José de la Mar, D. Felipe
Alvarado y D. Manuel Salazar, conde de Vista Florida, la cual,,
creyéndose bastante fuerte para proseguir la guerra sin el au^lio
extranjero, hizo devolver á Guayaquil los batallones colombianos
que enviara Bolívar. Mas, como no tardasen los peruanos en ser
arrollados por los españoles en los combates de Toratá y Moquegua
(enero de 1823), perdió la Junta toda autoridad moral, y el ejército
mismo impuso al congreso el nombramiento de D. José de la Riva-
Agüero, jefe del partido popular, como Presidente de la República
(27 de febrero). Este se apresuró á enviar á Guayaquil, en marzo^
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— 341 —
al general D. Mariano Portocarrero, con el fín de solicitar de nuevo
la protección de Bolívar. En el discurso con que el enviado pre-
sentó sus credenciales se lee el siguiente párrafo, donde se nota ya
el tono exageradamente lineo con que el Perú ensalzara al Liber-
tador: "Este digno jefe (Riva- Agüero), lo primero á que aspira es
á buscar los recursos de que carece, en el héroe de América, en
el gran Bolívar, á quien todo elogio es corto si pensara mensurar
sus grandes méritos. A este interesante fin elige mi persona para
que sea el órgano por donde se sirva V. E. oir las súplicas del
Perú; y como el objeto de ellas es su salvación, me felicito desde
ahora por el mejor éxito de mi misión, pues tengo el honor de
estar ya á la presencia del Libertador de Colombia y el Perú".
Bolívar, sin reírse del lacayuno estilo de Portocarrero, porque las
cosas eran serias, contestó: "Colombia hará su deber en el Perú:
llevará sus soldados hasta el Potosí, y estos bravos volverán á sus
hogares con la sola recompensa de haber contribuido á destruir los
últimos tiranos del Nuevo Mundo. Colombia no pretende un grano
de terreno del Perú, porque su gloria, su dicha y su seguridad se
fijan en conservar la libertad para sí y en dejar independientes á
sus hermanos." Mandó en seguida tropas al Callao; nombró á
Sucre Ministro Plenipotenciario en Lima, y aguardó á que llegase
de Bogotá la autorización del congreso para ausentarse del terri-
torio colombiano. No bien la recibió, se embarcó en Guayaquil el
7 de agosto.
Entre tanto, no había sido afortunado el Presidente Riva-
AgQero. Amenazada Lima por los españoles, el Gobierno se tras-
lada al Callao, confiando el ejército al mando de Sucre. En el
Callao, el congreso depone á Riva-AgQero (22 de junio), y pasa á
celebrar sesiones en Trujillo; pero aquí, Riva- Agüero lo disuelve
(19 de julio) por medio de las tropas que aún le obedecían. La
mayoría de los diputados regresa entonces á Lima, ya abandonada
por los españoles; declara á Riva- Agüero traidor á la patria y fuera
de la ley (8 de agosto) y nombra Presidente al marqués de Torre
Tagle. Bolívar llega á Lima el 1® de setiembre, y el 10 le confiere
el congreso la suprema autoridad militar en todo el territorio^*
La situación del Perú no podía ser más desesperante. Hallá-
banse sus jefes militares en completa anarquía, y los españoles con-
taban aún con un ejército de 18,000 hombres. Además, Riva- Agüero
seguía titulándose Presidente y mantuvo la discordia civil durante
1 . No permite el plan especial de esta obra seguir paso á paso al Libertador
en las guerras del Perú y Boüvia. Resellaremos solamente los sucesos que de
algún modo influyeron en la historia política de la Unión Colombiana.
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— 342 —
largos meseSi hasta que al fin fué preso en Trujillo y expulsado^
el 25 de noviembre (1823). Para colmo de contratiempos, el 5 de
febrero de 1824 sublévase la guarnición del Callao, capitaneada por
un mulato llamado Moyano, con el pretexto de exigir del Gobierno
el pago de sus sueldos atrasados y restituirse luego á su país (eraa
tropas de Buenos Aires); mas como no se aceptasen las proposiciones
de los sublevados, ponen éstos en libertad á los prisioneros rea-
listas, enarbolan la bandera española y amenazan á Lima. Sobre-
cogido de espanto, el congreso expide un decreto el 10 de febrero,,
en virtud del cual la suprema autoridad política y militar se con-
centra en el Libertador, y desd^ que éste se encargue ¿e ella queda
en suspenso el Presidente de la República y en receso el congreso
mismo. Por desgracia, Bolívar se encontraba á la sazón gravemente
enfermo en Pativilca, lo que acabó de acobardar al Gobierno de
Lima; y finalmente. Torre Tagle, lo mismo que el Vicepresidente,
el Ministro de la Guerra y gran número de empleados cometieron
la felonía de pasarse á los españoles (28 de febrero).
Bolívar emplea los cinco meses siguientes en organizar su
ejército. £1 2 de agosto pasa revista en Pasco á 7,700 hombres
de todas armas. "Soldados — fes dice — los enemigos que vais
á destruir se jactan de catorce años de triunfos: ellos, pues, serán
dignos de medir sus armas con las vuestras, que han brillado en
mil combates. ^^ £1 día 7, en la sabana de Junín,. trábase un com-
bate de caballería, y en menos de ima hora queda arrollada la
española, fugándose el general Canterac con el resto de sus tropas.
Junín anunciaba la victoria definitiva de Ayacucho. Poco
faltó, sin. embargo, para que quedase allí mismo interrumpida la
campaña. Diez días antes, el 28 de julio, el partido oposicionista
de Bogotá había logrado que el congreso expidiese im decreto dero-
gatorio del de 1821, que confirió facultades extraordinarias á Bo-
lívar en todos los lugares donde hiciese personalmente la guerra;
y se declaró en consecuencia, que dichas facultades las ejerceiía
en adelante el Poder Ejecutivo únicamente en las provincias donde
se turbase la paz, añadiéndose que, "si restituido el Libertador
Presidente al territorio de la República, tuviere por necesario, útil
y conveniente mandar en persona algún ejército, quedaba autori-
zado para ello". Consideraba el congreso, que hallándose aquél á
la cabeza del Gobierno de un país extranjero, no era conforme con
la constitución que continuase ejerciendo al propio tiempo autoridad
sobre Colombia, ni mandando el ejército que ésta enviara en auxilio*
del Perú. Teoría exacta, sin duda, desde el punto de vista legal;
pero medida del todo inconsulta, ó efecto sólo de intrigas parti-
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— 343 —
darías, si se reflexiona que se tomaba precisamente cuando el Liber-
tador iba á destruir las últimas fuisrzas del dominio español en la
América meridional, y asegurar para siempre la independencia de
la misma Colombia. Con todo, supo Bolívar dominar el resenti-
miento personal (fue le causara el decreto de Bogotá; acató sumiso
la resolución del Gobierno; puso el ejército colombiano á las
órdenes de Sucre, y se retiró á Lima, para dirigir desde allí las
curaciones militares con el solo carácter de Dictador del Perú.
A los cuatro meses, el 9 de diciembre de 1824, encuéntranse
en Ayacucho el ejército republicano y el realista, compuesto el pri-
mero de 5,780. hombres (4,500 colombianos, 1,200 peruanos y 80 ar-
gentinos), y de 9,310 el segundo. A las órdenes de Sucre pelean
los generales José de la Mar y Agustín Gamarra, peruanos, José
María Córdoba, granadino, Jacinto Lara, venezolano, y Guillermo
Miller, inglés, jefe d^ las caballerías colombianas, secundado por
los coroneles Lucas Carvajal y José Laurencio Silva. A las ór-
denes del virrey La Sema, — el teniente general D. José Canterac,
los mariscales de campo D. José Carratalá, D. Jerónimo Valdez,
D. Juan Antonio Monet, D. Alejandro González Villalobos, y los
brigadieres Ferrer y Cacho. La victoria fué de Sucre. En su
poder quedan: el virrey y su teniente, 4 mariscales de campo^
10 generales de brigada, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 284
mayores y oficiales, y más de 2,000 hombres de tropa. No obstante,
el general venezolano extrema su hidalguía hasta convenir en que
se ponga fin á la guerra con una capitulación. A este respecto
dice en el parte oficial: ^^Creí digno de la generosidad americana
conceder algunos honores á los rendidos, que vencieron catorce
aftos en el Perú, y la estipulación fué ajustada sobre el campo de
batalla: por ella se han entregado todos los restos del ejército
español, todo el territorio del Perú ocupado por sus armas, todas
las guarniciones, los parques, almacenes militares, y la plaza del
Callao con sus existencias ^\ Quedaron, pues, en libertad todos los
rendidos, con el derecho de pasar á España á costa del erario de
la República y disponer de sus propiedades como quisieran. —
Sólo el comandante del Callao, brigadier D. José Ramón Rodil, no
reconoció el tratado de Ayacucho. Resistió hasta el 23 de enero
de 1826, fecha en la cual, agotados sus víveres y municiones, tuvo
que rendirse al general venezolano Bartolomé Salóm. El heroísmo
de aquel español causó admiración universal. Antes de que se rin-
diera, Salóm consultó á Bolívar sobre el castigo que convendría
imponerle. Bolívar contestó: ^^El heroísmo no merece castigo, y
al vencedor sienta muy bien la generosidad. Concibo que usted
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— 344 —
tíene mil derechos para estar furioso con Rodil; pero, ¡cuanto no
le alabaríamos si fuera patriota!^ Se le permitió embarcarse para
España con sus oficiales.
Sucre se encumbró el 9 de diciembre á la más alta gloria, y
al dirigirse á Bolívar demostró toda la nobleza de su alma. En el
parte oficial le dijo: ^^La campaña del Perú está terminada: su in-
dependencia y la paz de América se han firmado en este campo de
batalla. El ejército unido cree que sus trofeos en la victoria de
Ayacucho sean una oferta digna de la aceptación del Libertador de
Colombia. ^^ Y en carta particular añadió: ^^ Estoy más contento por
haber llenado la comisión de usted que por nada . • • Esta carta
está muy mal escrita, y embarulladas todas las ideas; pero en
sí vale algo: contiene la noticia de ima gran victoria y la libertad
del Perú. Por premio para mí, pido á usted me conserve su
amistad.^^
Bolívar se apresura á convocar el congreso, y reunido el
10 de febrero, 1825, le anuncia: ^^Mi destino de soldado auxiliar me
llama á contribuir á la libertad del Alto Perú y á la rendición del
Callao, último baluarte del imperio español en la América meri-
dional. Después, volveré á mi patria á dar cuenta á los represen-
tantes del pueblo colombiano, de mi misión en el Perú, de vuestra
libertad y de la gloria del ejército libertador.^^ El congreso declara
en seguida, que sólo el poder dictatorial ^^ puede dar consistencia á
la República ^\ y resuelve que el Libertador continúe encargado del
mando político y militar hasta que se reúna el próximo congreso
de 1826: le autoriza para ^^ suspender los artículos constitucionales,
leyes y decretos que estén en oposición con la exigencia del bien
público en las actuales circunstancias y en las que pudieran sobre-
venir; como también decretar en uso de la autoridad que ejerce,
todo lo concerniente á la organización de la República '\ pudiendo
además delegar estas facultades, y aun nombrar quien le sustituya
en algún caso inesperado: le concede el título de Padre y Salvador
del Perú: manda erigirle una estatua en Lima, acuñar en su honor
una medalla, fijar lápidas con su nombre en las capitales de los
Departamentos y poner su retrato en las casas de los Ayuntamien-
tos: le acuerda los honores, en todo tiempo, de Presidente de la
República: le ofrece, por último, un millón de pesos para él, y otro
para que lo distribuya en el ejército. La primera oferta, dicho está,
la rechazó Bolívar repetidas veces; ni otra cosa hubiera sido digna
de quien tan noblemente gastara su cuantiosa hacienda en libertar
pueblos y fundar naciones: la gloria le bastaba. Al fin le rogó el
congreso que destinase im millón á obras de beneficencia en las
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— 345 —
ciudades de Colombia^. A Sucre se le acordó el título de Gran
Mariscal de Ayacucho, y á los jefes, oficiales y soldados del ejér-
cito colombiano se les declaró peruanos de nacimiento con opción
á todos los empleos.
Gran resonancia tuvo en Colombia el resultado de la campaña
del Sur, y puso á raya por el pronto al partido adversario de
Bolívar. Repetíase la historia; pues lo mismo que á consecuencia
de la victoria de Boyacá cejó al punto la oposición de Angostura,
la gloria de Ayacucho deslumbró á la oposición de Bogotá. El con-
greso colombiano decidió por voto unánime (8 de febrero, 1825) no
aceptar la renimcia de Presidente presentada por Bolívar con fecha
de diciembre; le decretó el 12 de febrero los honores del triunfo;
y además, el Poder Ejecutivo le autorizó el 6 de marzo para con-
ceder grados y empleos efectivos á los individuos del ejército,
mientras permaneciese en el Perú. La municipalidad de Caracas
acordó el 1<^ de marzo que se le erigiese una estatua ecuestre en
la plaza de San Jacinto, frente á la casa de su nacimiento, y que
la plaza se llamase de Bolívar'.
Dejando en Lima un Consejo de Gobierno bajo de presidencia
del general Santa Cruz, Bolívar emplea los meses de abril á di*
dembre de 1825, en viajar por las provincias del interior, en or-
ganizar la administración local y en preparar al propio tiempo, con
gestiones y correspondencia diplomáticas, su proyecto de confedera-
ción latino-americana*. Empezó su viaje por Arequipa. La muni-
cipalidad salió á recibirle con manifestaciones de delirante alborozo.
Ofrecióle para entrar en la ciudad un caballo ricamente enjaezado:
los estribos, el bocado, el pretal y los adornos de la silla y de la
brida eran de oro macizo^. No hicieron nunca los Incas paseos
mas pomposos que los del héroe colombiano. A fines de junio
estaba en el Cuzco, donde procuró mejorar con leyes providentes
1. El Gobierno del Perú no erogó parte alguna de esa suma durante la vida
de Bolívar y ni éste la mencionó en su testamento. En 1852, sus herederos, rom-
piendo el generoso silencio que guardara el grande hombre, y en mala hora apoyados
por el entonces poco escrupuloso Gobierno de Venezuela, la reclamaron del Perú
por medio del Ministro en Lima, Antonio Leocadio Guzmán, quien la recibió en
papeles de deuda interna. Mengua de aquel Gobierno, de aquel Ministro y de
aqneDoa degenerados sobrinos. Afios después, los mismos herederos ofrecieron á la
municipslMad de Caracas dedicar una parte & la beneficencia pública, siempre que
el Gobierno peruano convirtiese los vales á la par.
2. Cerca de cincuenta afios pasaron sin que se cumpliese este acuerdo. En
1874 se erigió la estatua en la pla^ mayor, llamada desde entonces Plaza Bolívar.
En la de San Jacinto se levantó después la de Antonio Leocadio GuzmAn.
3. Véase el capitulo IV.
4. Véase en las Memorias de 0*Leary, quien acompañaba & Bolívar, la
descripción de las fiestas triunfales con que le recibieron en todas partes.
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— 346 —
la miserable condición en que ahora se hallaban los descendientes
de Manco-Capac. Desde el Cuzco siguió á Puno; atravesó el lago
de Titicaca, cuna del imperio incásico; llegó en setiembre á La Paz,
en octubre á Potosí, en noviembre á La Plata, .en diciembre á Chu-
quisaca, donde ya se había proclamado la nueva República que
lleva su nombre.
La provincia de La Paz del Alto Perú fué la primera en ini-
ciar la revolución de la América meridional. En 1809 (16 de julio)
£l pueblo depuso á las autoridades españolas y constituyó una ^^ Junta
Tuitiva"; pero, poco afortunados en la guerra con España los
patriotas de esta región, no lograron su independencia definitiva
sino después de la victoria de Ayacucho. Sucre, comisionado al
afecto por Bolívar, expidió un decreto en La Paz, el 9 de febrero
de 1825, convocando una asamblea de diputados de las provincias
del Alto Perú, para que decidiesen de su suerte futura. Instalóse
aquella en Chuquisaca el 10 de julio; declaró en 6 de agosto que
dichas provincias se erigían en Estado independiente con el nombre
de "Repúblioa Bolívar"; aclamó al Libertador como Padre de la
Patria; le eligió Jefe Supremo del Estado, y le confió el encargo de
formular su primera constitución. Bolívar delegó á Sucre el ejer-
cicio provisional del Gobierno y regresó á Lima, de donde remitió
el proyecto de constitución (mayo, 1826) con im discurso que le
servía de comentario.
La adoptó el congreso boliviano con ligeras modificaciones,
siendo la única esencial la de declarar religión del Estado la cató-
lica, apostólica, romana, con exclusión de todo otro culto público.
Se había abstenido Bolívar de redactar ningún artículo sobre reli-
gión, consecuente en esto con el criterio que reveló en 1819 en
su proyecto constitucional de Angostura. Tal omisite la explica
ahora en su discurso, diciendo: "En una constitución política no
debe prescribirse ima profesión religiosa, porque, según las mejores
doctrinas sobre las leyes fundamentales, éstas son las garantías de
los derechos políticos y civiles; y como la religión no toca á nin-
guno de estos derechos, es de naturaleza indefinible en el orden
social, y pertenece á la moral intelectual ... La religión^ es la ley
de la conciencia. Toda ley sobre ella la anula, porque imponiendo
la necesidad al deber, quita el mérito á la fe, que es la base de la
religión. Los preceptos y los dogmas sagrados son útiles, lumi-
nosos y de evidencia metafísica: todos debemos profesarlos; mas
este deber es moral, no político."
Tiene capital importancia el proyecto boliviano, así por haberlo
adoptado la República de Bolivia, y luego la del Perú, como por la
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— 347 —
recomendación que de él hiciera el Libertador á sus amigos de Co-
lombia. Fué tal el entusiasmo con que lo acogieron al principio
sus admiradores, que uno de ellos escribió lo siguiente: ^^Esta no
es sólo la constitución de Bolivia, no es sólo una constitución, sino
el resumen de todo lo bueno que los hombres han sabido en la
ciencia de gobierno, y el germen de una felicidad inmensa que se
desarrollará en medio de las sociedades que tengan la dicha de
adoptarla 1." Lirismo exagerado, sin duda; pero, con todo y sin
salir de la esfera teórica, lirismo que no se aparta mucho de la
verdad, porque sí puede afirmarse que los proyectos constitucionales
de Bolívar, el de Angostura y el de Lima, son la más notable
especulación filosófico-política de la historia sudamericana^.
El Gobierno de Bolivia es popular representativo, y el poder
supremo se divide para su ejercicio en cuatro secciones: Electoral,
Legislativa, Ejecutiva y Judicial.
El Poder Electoral lo ejercen inmediatamente los ciadadanos.
Para ello se requiere: ser boliviano; casado, ó mayor de veintiún
años; saber leer y escribir, y tener empleo ó industria, ó profesar
alguna ciencia ó arte, sin sujeción á otro en clase de sirviente do-
méstico. Desaparece aquí la condición de propietario ó rentista,
al menos en la forma que exigían las constituciones de Venezuela
y de la Unión Colombiana. "Saber y honradez, no dinero — es-
cribe Bolívar — requiere el ejercicio del poder público". Los ciu-
dadanos eligen cada cuatro años el "cuerpo electoral". Este se
compone de im elector por cada diez ciudadanos, y propone en
tema: 1<>. á las Cámaras Legislativas, los miembros que han de
formarlas ó llenar sus vacantes; 2®. al Poder Ejecutivo, candidatos
para la Prefectura del Departamento, para el gobierno de la pro-
vincia y para corregidores de los cantones y pueblos ; 3^. al Pre-
fecto del Departamento, candidatos para acaldes y jueces de paz;
4^ al Senado, candidatos para las Cortes judiciales y tribunales de
primera instancia; 5^ al Poder Ejecutivo, candidatos para las va-
cantes de curas y vicarios. "Ningún objeto, según Bolívar, es más
importante para un ciudadano que la elección de sus legisladores,
magistrados, jueces y pastores. Los colegios electorales de cada
provincia representan las necesidades y los intereses de ellas, y
1. Antonio Leocadio Guzmán, Ojeada al proyecto de constitución que
el Libertador ha presentado á la República Bolívar. Lima, 1826, p. 4.
Nótese que Guzmán, futuro jefe del partido liberal de Venezuela, encomia sin reparo
lüBta las partes no democr&ticas del proyecto; v. gr. la Presidencia y los censores
vitalicios.
2. Se hallarán al fin de esta obra.
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— — Orto —
sirven para quejarse (véase la atribución 4») de las infracciones de
las leyes y de los abusos de los magistrados. Me atrevería á decir
con alguna exactitud que esta representación participa de los de-
rechos de que gozan los Gobiernos particulares de los Estados
federados".
El Poder Legislativo emana directamente de los cuerpos elec-
torales nombrados por el pueblo, y su ejercicio reside en tres Cá-
maras: una de Tribunos, elegidos por cuatro años y renovables
en lo sucesivo por mitad en cada bienio; otra de Senadores, por
ocho años y renovables por mitad al cabo de un cuadrienio; y la
tercera, de Censores vitalicios. El Tribunado inicia las leyes de
hacienda. El Senado forma los códigos nacionales y reglamentos
eclesiásticos, elige á los magistrados de las Cortes Superiores y
jueces de primera instancia, de entre los candidatos presentados
por las provincias, y propone á la Cámara de Censores los magis-
trados del tribunal supremo, arzobispos, obispos, dignidades y canó-
nigos. "Los Censores — dice Bolívar — ejercen una potestad
política y moral que tiene alguna semejanza con la del aréc^ago
de Atenas y de los censores de Roma":^ velan sobre el cumpli-
miento de la constitución y tratados públicos; sustancian y senten-
cian los juicios de responsabilidad propuestos por el congreso
contra el Vicepresidente de la República, Secretarios del Despacho
y miembros de cualquiera de las Cámaras Legislativas; conceden
honores á los servidores de la nación; promueven el fomento de
la instrucción pública, de las ciencias, del arte; representan, en
suma, la más alta autoridad en todo lo relativo á intereses na-
cionales.
El ejercicio del Poder Ejecutivo se encomienda á un Presi-
dente, im Vicepresidente y tres Secretarios de Estado. El Presi-
dente es vitalicio, é irresponsable por los actos de la administración.
Elige con aprobación del congreso al Vicepresidente, y éste y los
Secretarios son responsables por las órdenes que autoricen contra
la constitución, leyes y tratados públicos. La autoridad del Presi-
dente — escribe Bolívar — "debe ser perpetua, porque en los
sistemas sin jerarquía se necesita, más que en otros, un punto fijo
al rededor del cual jiren los magistrados y los ciudadanos, los
hombres y las cosas.'' Para evitar la tiranía — prosigue — "está
privado de todas las influencias: no nombra los magistrados, los
jueces, ni las dignidades eclesiásticas por pequeñas que sean. Esta
disminución de poder no la ha sufrido todavía ningún Gobierno
1. Compárese con el " poder moral" propuesto en Angostura. Libro 2^, cmp. IX.
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— 349 —
bien constituido: ella añade trabas sobre trabas á la autoridad de
un jefe que hallará siempre á todo el pueblo dominado por los que
ejercen las funciones más importantes de la sociedad. Los sacer-
dotes mandan en las conciencias; los jueces, en la propiedad, el
honor y la vida; y los magistrados, en todos los actos públicos.
No debiendo éstos sino al pueblo sus dignidades, su gloría y su
fortuna, no puede el Presidente esperar complicarlos en sus miras
ambiciosas. Si á esta consideración se agregan las que natural-
mente nacen de las oposiciones generales que encuentra un Gobierno
democrático en todos los momentos de su administración, parece
que hay derecho para estar cierto de que la usurpación del poder
público dista más de este Gobierno que de los otros ^\.. En todo
caso, semejante Poder Ejecutivo no parece más cerca de la tiranía
que el sistema prácticamente autocrático implantado por casi todas
las Repúblicas americanas, donde los Presidentes intentan á menudo
gobernar indefinidamente, por si ó por los sucesores que imponen.
Resume el proyecto boliviano lo que, en teoría, ofrecen de más
razonable los sistemas monárquicos y los republicanos. Estaba, sin
embaído, en contradicción evidente con las primitivas condiciones
sociales de unos pueblos que debían al punto entregar su suerte
al prestigio personal de los caudillos y al azar de las guerras
civiles.
Acerca del Poder Judicial, Bolívar dijo: "El que progongo
goza de una independencia absoluta: en ninguna parte tiene tanta.
EU pueblo (los colegios electorales) presenta los candidatos, y el
Legislativo escoge los individuos que han de componer los tribu-
nales. Si el Poder Judicial no emana de este origen, es imposible
que conserve en toda su pureza la salvaguardia de los derechos
individuales". Y añadió sabiamente: "La verdadera constitución
liberal está en los códigos civiles y criminales ... De ordinario el
Ejecutivo no es más que el depositario de la cosa pública; pero
los tribunales son los arbitros de las cosas propias, de las cosas de
los individuos. El Poder Judicial contiene la medida del bien ó
del mal de los ciudadanos; y si hay libertad, si hay justicia en la
República, son distribuidas por este poder. Poco importa á veces
la organización política, con tal que la civil sea perfecta, y que las
leyes se cumplan religiosamente y se tengan por inexorables como
el destíno."
El destino de la constitución boliviana fué el mismo de la
casi totalidad de las constituciones hispano-americanas: terminó en
tumultos, siendo reemplazada por otra que resultó inferior, lo mismo
en su redacción que en su eficacia. Nombrado Sucre Presidente
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— 350 —
vitalicio, el 25 de setiembre de 1826, aceptó la Presidencia por
solos dos años. Su Gobierno fué ilustrado, progresista, liberal . . .
y débil. Redujo la fuerza armada á 50 granaderos. No más quería
la oposición militar. A los pocos meses de posesionado, Sucre es*
capa de milagro, en su propio palacio, al puñal del comandante
Valentín Matos. Condenado éste á muerte, le conmuta la pena en
destierro ... y le regala para el viaje 200 pesos; lo que aparece en
la cuenta de gastos así: ^^Por una dádiva hecha reservadamente de
orden de S. E. el Gran Mariscal." Hay más: para celebrar el
primer aniversario de la República, expide el 25 de mayo de 1827
él siguiente decreto: **E1 reo Valentín Matos, condenado á muerte
y conmutada esa pena en destierro que actualmente sufre por el
asesinato premeditado contra mi persona, queda exento de toda
pena por dicho delito, en virtud de la autorización que obtuve del
Congreso Constituyente para indultarlo "i. En abril de 1828, estalla
una insurrección, que si bien desbaratada en breves días, le cuesta
á Sucre dos heridas en el brazo derecho y en la cabeza. A luego,
tropas del Perú invaden el territorio boliviano, con el pretexto,
entre otros igualmente inconsiderados, de que el Presidente se
oponía á la confederación de ambos países; y aunque las cosas se
arreglan después de algunos combates, Sucre aprovecha la circuns*
tancia de cumplirse ya los dos años á que deliberadamente redujo su
período presidencial, para presentar su renimcia al congreso (2 de
agosto, 1828). Unos fragmentos del mensaje acabarán de pintar al
hombre. ^^No concluiré sin pedir á la Representación nacional un
premio por mis servicios, que pequeños ó grandes, han dado exis-
tencia á Bolivia, y que lo merecerán por tanto. La Constitución
me hace inviolable: ninguna responsabilidad me cabe por los actos
de mi Gobierno. Ruego, pues, que se me destituya de esta prerro-
gativa, y que se «examine escrupulosamente toda mi conducta. Si
hasta el 18 de abril se me justifica ima sola infracción de ley, si
las Cámaras constitucionales juzgan que hay lugar á formación de
causa al Ministerio, volveré de Colombia á someterme al fallo de
las leyes. Exijo este premio con tanta más razón, cuanto que de-
claro solemnemente que, en mi administración yo he gobernado: el
bien ó el mal, yo lo he hecho; pues por fortuna la naturaleza me
ha excluido de esos miserables seres que la casualidad eleva á la
magistratura, y que, entregados á sus Ministros, renimcian hasta la
obligación de pensar en los pueblos que dirigen. Los Ministros
sólo han tenido aquí la organización de los ramos de sus departa-
1. Véase el estudio de Salvador N. Llamozas, Sucre Magistrado.
Caracas, 1894.
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— 351 —
mentos, en los cuales han gozado de toda la amplitud que les era
necesaria . . . Aunque por resultado de instigaciones extrañas llevo
roto este brazo, que en Ayacucho terminó la guerra de la Inde*
pendencia americana, y que destrozó las cadenas del Perú y dio
ser á Bolivia; me conformo cuando en medio de difíciles circuns-
tancias tengo mi conciencia libre de todo crimen. Al pasar el
Desaguadero encontré una porción dé hombres divididos entre
asesinos y víctimas, entre esclavos y tiranos; devorados por los
enconos y sedientos de venganza. Concilié los ánimos, he formado
un pueblo que tiene leyes propias, que va cambiando su educación
y sus hábitos coloniales, que está reconocido de sus vecinos, que
está exento de deudas exteriores, que sólo tiene una interior pe-
queña, y en su provecho, y que dirigido por un Gobierno prudente,
será feliz ... En medio de los partidos que se agitaron quince años,
y de la desolación del país, no he hecho gemir á ningún boliviano;
ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa; he levantado
del suplicio porción de infelices condenados por la ley, y he seña-
lado mi Gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad. Se
me culpará acaso de que esta condecendencia es el origen de mis
mismas heridas; pero estoy contento de ellas, si mis sucesores con
igual lenidad acostumbran al pueblo boliviano á conducirse por las
leyes, sin que sea necesario que el estrépito de las bayonetas esté
perennemente amenazando la vida del hombre, y asechando la
libertad . . ." Desde el 20 de abril se había casado en Quito,, por
poder, con doña Mariana Carcelén y Larrea, marquesa de Solanda.
El 30 de setiembre llegó á reunirse con ella, y vivió en Quito hasta
que en enero de 1829 partió á dirigir la campaña de Tarqui^.
La efímera constitución boliviana la sometió también el Liber-
tador, á principios de 1826, á la consideración de los colegios
electorales del Perú, y todos, con la sola excepción del de Sara-
pacá, la aceptaron sin modificaciones, proponiendo como Presidente
vitalicio al mismo Bolívar. Pero los disturbios domésticos de Co-
lombia le obligaron á ausentarse en seguida y para siempre. El
4 de setiembre del propio año se embarca en el Callao; el 14 de
octubre llega á Bogotá. El Perú cambia de constitución en marzo
de 1828.
Otros proyectos grandiosos habían seducido también por estos
tiempos su genio creador: declararle la guerra al Paraguay, donde
gobernaba el excéntrico Dr. Francia, y anexarlo á la Confederación
del Plata; invadir el Brasil, para sustituir la República al Imperio;
1. Dr. Laureano Villanueva, Vida del Gran Mariscal de Ayacucho,
p. 536. Caracas, 1895.
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— 352 —
llevar parte del ejército colombiano á independizar á Cuba y Puerto
Rico proyecto contrariado por los Estados Unidos, que pensaban
ya adueñarse de todo el mar de las Antillas); unir finalmente en
una gran confederación á todas las Repúblicas de origen español
Vasto ideal, que de realizarse hubiera combiado los destinos del
mundo.
Bolívar va á emplear ahora los últimos breves años de su
vida en retardar la ya inevitable disolución de Colombia* Veamos
como vivió ésta durante la ausencia de su fundador.
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Capitulo III.
Las leyes y los hombres.
Sumario. Facultades extraordinarias del Ejecutivo — Cambios
de la división territorial — Régimen político y económico de
los Departamentos y Provincias — Leyes provisionales — El Poder
Judicial — Su organización — Procedimientos judiciales — Juris-
dicción militar — Jurisdicción eclesiástica — Derecho de patronato
— Cómo administraban justicia las Cortes de Colombia — Dos causas
célebres — La del cura de Facatativá — La de Leonardo Infante -— ^
El Dr. Miguel Peña acusado ante el Senado — Análisis de su de-
fensa — Dialéctica, erudición y sofismas — Condenación de Peña
— Consecuencias políticas — La hacienda nacional — Reformas
sucesivas — Estado angustioso del tesoro — Rentas nacionales —
Déficit permanente — Crédito público — Agencias fiscales en Londres
— López Méndez, Peñalver, Zea, Revenga, Hurtado, Arrublas y Mon-
toya — Empréstitos de 1822 y 1824 — Cómo se invirtió su producto
— Cantidad destinada á fomentar la agricultura en Venezuela —
Acción indecorosa del Dr. Peña — No cumplió el Gobierno sus com-
promisos fiscales — Descrédito en Londres — Informes de Bello y
de Wilson — Vida precaria de Colombia.
Habiéndose promulgado la constitución de la Gran Colombia
(30 de agosto, 1821) cuando duraba todavía la guerra en Venezuela,
Nueva Granada y Ecuador, fué preciso conceder las más amplias
facultades dictatoriales, por tiempo indefinido, á Bolívar, Presidente
en campaña, y al Vicepresidente Santander, encargado del Ejecu-
tivo, pudiendo ambos ejercerlas y delegarlas lo mismo en las partes
del territorio sometidas al régimen militar que en aquellas donde
hubiese temores de perturbarse la paz ó por invasión del exterior
ó por conmociones interiores. Una vez asegurada la Independencia,
los congresos reunidos en Bogotá desde 1823 hasta 1827, en los
que brillaron ciertos estadistas y oradores elocuentes, hicieron
nobles esfuerzos por convertir la dictadura en gobierno consti-
tucional, ora reformando las leyes, ora corrigiendo los más notables
Fortoul» Historia Constitucional. 23
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— 354 —
abusos administrativos. Pero fué siempre tan vivaz en los propios
años la tendencia á la anarquía y á la insubordinación, que en rea-
lidad la República no se mantuvo por la eficiencia de su consti-
tución política, sino antes bien por el prestigio personal del Liber-
tador, ó de cerca ó á distancia, y por la á menudo discreta habilidad
de Santander, mientras obró bajo la suprema dirección de aquél
Además, en un Estado de territorio tan vasto, donde la falta
de caminos hacía dificilísimas las comunicaciones entre el poder
central y los gobiernos locales, y donde los últimos estaban casi
siempre dirigidos por jefes militares, propensos de suyo á erigirse
en caciques, fué preciso también variar una y otra vez la división
territorial, y con ella el régimen político de los Departamentos y
Provincias, á fin de permitirle al Ejecutivo mantener por cualquier
modo el orden y la paz. La división territorial de 1821^, que creó
siete Departamentos venezolanos y granadinos, se modificó por ley
de 25 de junio de 1824 aumentándolos á doce, que fueron: lo. Ori-
noco, capital Cumaná; 2^. Venezuela, capital Caracas; 3^. Apure
(antes comprendido en el de Venezuela), capital Harinas; 4^. Zulia,
capital Maracaibo; 5^. Boyacá, capital Tunja; 6^. Cundinamarca, ca-
pital Bogotá; 70. Magdalena, capital Cartagena; 9^. Istmo (Departa-
mento nuevo), capital Panamá; 10^. Ecuador, capital Quito; 1 1^. Asuay,
capital Cuenca; 12^. Guayaquil, capital Guayaquil. A los dos años
(18 de abril, 1826), al Departamento de Apure se le llamó Orinoco,
con las provincias de Guayana, Barinas y Apure; se creó el Departa-
mento de Maturín, con las provincias de Cumaná, Barcelona y Mar-
garita, y se añadió al del Magdalena la provincia de Mompox. En
1827 (decreto del 26 de julio) el congreso autorizó al Ejecutivo para
variar los limites de los cantones y parroquias, aun cuando se
alterasen los de las Provincias y Departamentos. Finalmente, en
1828 quedó abolida la constitución de Cúcuta y proclamada la
dictadura.
Hasta esta fecha, los Departamentos eran gobernados y
administrados por Intendentes, las provincias por Gobernadores,
unos y otros elegidos cada tres años por el Ejecutivo, con previo
acuerdo y consentimiento del Senado; los cantones por Jefes muni-
cipales, nombrados cada año por el Intendente á propuesta del Gober-
nador; y las parroquias por Alcaldes, á quienes nombraban anual-
mente las municipalidades. Todos estos funcionarios podían, teóri-
camente, diferir hasta nuevo aviso la ejecución de cualquier regla-
mento ú orden del supremo poder central, en cuatro casos: 1®. cuando
1. Véase arriba, p. 315.
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— 355 —
la orden era opuesta á la constitución; 2^. cuando no había sido
comunicada por el Ministerio de Estado respectivo, ó podía dudarse
prudentemente de su autenticidad; 3o. cuando evidentemente se
había obtenido con engaño ó expedido contra alguna ley; 4^. cuando
se juzgaba que de su cumplimiento resultarían graves males que el
Gobierno no hubiese podido prever. Cada Ministerio comunicaba
sus órdenes á las autoridades de los Departamentos por conducto
de los respectivos Intendentes; pero podía también comunicarlas
directamente á los funcionarios inferiores en todos los negocios de
guerra y marina, ó cuando las órdenes se expedían en uso de las
facultades extraordinarias. Y como éstas fueron de hecho la regla
general, los funcionarios locales obraban á menudo con absoluta in-
dependencia de sus inmediatos superiores, y á diario surgían com-
petencias y conflictos entre unos y otros.
Apenas hubo leyes en la Gran Colombia que no tuviesen el
carácter de provisorias ó condicionales, aun las referentes á la or-
ganización del Poder Judicial i. En la capital de la República se
estableció una Alta Corte de justicia, compuesta de siete jueces y
dos fiscales; y en cada Departamento se mandó constituir una Corte
con seis magistrados, si bien dejando al arbitrio del Ejecutivo formar
por el pronto las Cortes que pareciesen más urgentes, hasta que el
número de letrados y los fondos públicos permitiesen instalarlas
todas. La Alta Corte y cada una de las Superiores tenían dos se-
cretarios, un registrador de sus respectivas provisiones y despachos,
un tasador y cuatro ó seis procuradores para la propia Corte y
para los tribunales y juzgados inferiores. Los procuradores llevaban
tres libros: uno titulado "poderes y cuentas", en que anotaban los
poderes que recibían, con el nombre y vecindad del otorgante,
fecha del otorgamiento y aceptación, naturaleza del negocio y cuenta
de cada interesado; otro destinado á sentar las "notificaciones", y
otro de "conocimientos", en el que recogían los recibos de los abo-
gados. En las capitales de provincia había un juez letrado de ha-
cienda, y en los cantones el número de jueces letrados que el Eje-
cutivo creyese indispensables. En las capitales de cantón había de
una hasta seis escribanías numerarias, según la importancia de la
población, y un oficio de anotación de hipotecas á cargo del secre-
tario de la municipalidad. En las parroquias administraban justicia
los alcaldes.
Para los pleitos mercantiles se mandó que en cada capital de
Departamento y Provincia, y en otras ciudades y villas importantes.
Leyes de 12 de octubre, 1821, 11 de mayo, 1825, y 17 de mayo, 1826.
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— 356 —
hubiese tribunales ad hoc compuestos de cuatro comerciantes desig-
nados en cada caso por las partes, y del juez de primera instancia
ó alcalde ordinario i.
En todos los tribunales y juzgados, civiles, eclesiásticos ó mili-
tares, así en asuntos civiles como criminales, las leyes debían
observarse en el orden siguiente: ^^. las decretadas por el congreso
nacional; 2^. las pragmáticas, cédulas, órdenes, decretos y orde-
nanzas del Gobierno español, sancionadas y puestas en observancia
hasta el 18 de marzo de 1808, quedando en consecuencia derogadas
las posteriores y las que de algún modo resultasen contradictorias
con las leyes de la República^; 3^. la Recopilación de Indias; 4^^. la
Nueva Recopilación de Castilla; 5^. las Siete Partidas.
Hubo naturalmente dudas y pleitos acerca de la legitimidad
de los juicios de todo orden seguidos en el territorio de Colombia
desde que empezó la guerra de Independencia; pues en unos habían
actuado tribunales republicanos, en otros, tribunales españoles, y en
no pocos aquéllos y éstos alternativamente. Para remover toda duda se
declaró 5, que las sentencias, autos y providencias dictadas en las
diversas épocas de la revolución separatista, por las autoridades,
jueces y tribunales de las provincias que ahora formaban la Re-
pública, se tuviesen por válidas y subsistentes, si llegaron á ejecu-
toriarse, y se llevasen á efecto aun cuando las autoridades españolas
las hubiesen revocado ó declarado nulas: que fuesen también válidas
y subsistentes las dictadas por tribunales españoles en los territorios
sujetos al rey, siempre que se hubiesen ejecutoriado; pero que se
tuviesen por nulas las que los mismos tribunales españoles hubiesen
dictado contra alguna persona, considerándola criminal en razón
de su opinión política ó de servicios prestados á la Independencia.
Se añadió, empero, que esta nulidad no produciría á los interesados
acción personal ó de responsabilidad contra los autores de las re-
feridas causas ni contra los participantes de su ejecución; aunque
sí quedaban expeditas á los interesados las acciones reales para
perseguir y vindicar los bienes secuestrados ó confiscados en odio
de su patriotismo, recuperando dichos bienes en el estado en que
se hallasen y salvo siempre el derecho de terceros y demás posee-
dores, cada cual contra su respectivo antecesor. Las causas pen-
dientes, y las no ejecutoriadas definitivamente por las autoridades
españolas, debían por de contado continuarse en los tribunales co-
lombianos, conforme á las leyes de la República.
1. I-ey de 10 de julio, 1824.
2. Ley de 13 de mayo, 1825.
3. Ley de 8 de abril, 1826.
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— 357 —
Leyes especiales determinaron la jurisdicción militar y la
eclesiástica. £1 ejército permanente se formaba de todos los ciu-
dadanos de dieciocho á treinta años, por sorteo y con facultad de
hacerse reemplazar; y durante los cinco años de servicio obli-
gatorio, sus causas se veían y sentenciaban conforme al estatuto
militar 1. Exting^do por la República el tribunal de la Inquisición,
se declaró que los arzobispos y obispos reasumían la jurisdicción
eclesiástica y puramente espiritual para conocer en las causas de
fe con arreglo á los cánones y derecho común eclesiástíco, y para
imponer á los reos las penas consiguientes, salvo siempre el re-
curso de fuerza ante los tribunales civiles 2. Por su parte, la Re-
pública reasumió el ejercicio del derecho de patronato que tuvieron
los reyes de España en las iglesias metropolitanas, catedrales y
parroquiales de América, agregándose que el Gobierno de Colombia
negociaría con la Santa Sede un concordato, á fin de asegurar irre-
vocablemente aquella prerrogativa y evitar en adelante quejas ó
reclamaciones^.
Acerca de procedimientos judiciales, pocas innovaciones se
introdujeron en el sistema español. Las más notables se refieren
á las juicios por conspiración, asonadas, tumultos, hurto y robo*.
De cuan incipiente era aún á este respecto la vigilancia de las
autoridades inferiores, dará idea el considerando de la ley de 1826.
*^Por una consecuencia, dice, de la dilatada guerra que ha sufrido la
República, cierta clase de hombres se ha desmoralizado hasta el
extremo de atacar frecuentemente del modo más escandaloso la
propiedad y seguridad individual del pacifico ciudadano, y es indu-
dable que la multitud de hurtos que se cometen con impunidad,
nacen de los vagos, ociosos y mal entretenidos que por desgracia
existen en las poblaciones, por el poco celo en los encargados de
la policía » . ."
Correcta administración de justicia no hubo, ni podía haberla,
sino en las ciudades capitales, donde residían las Cortes, compuestas
de jurisconsultos eminentes, y donde el personal político tenía por
fuerza que respetar la independencia de los magistrados. La
siguiente reseña de dos causas célebres demostrará, mejor que con-
sideraciones generales, cómo se interpretaban y aplicaban las leyes
en las altas Cortes de Colombia.
1. Leyes de 11 de agosto, 1824, y 18 de abril, 1826.
2. Ley de 22 de agosto, 1821.
3. Ley de 28 de julio, 1824. De la negociación respectiva se hablará en el
cap. IV.
4. Leyes de 12 de octubre, 1821, y 3 de mayo, 1826.
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— 358 — .
El presbítero doctor José Manuel Fernández Saavedra, cura y
vicario del cantón de Facatativá, Departamento de Cundinamarca,
creyéndose autorizado para expulsar de su parroquia á los forasteros
que de palabra ú obra turbasen las buenas costumbres, firmó y
mandó publicar un bando, de acuerdo con los alcaldes, el 21 de
setiembre de 1823, en virtud del cual todo vecino debía dar cueuta
al cura y alcaldes, dentro de tercero día, de la persona ó personas
que tuviese en su casa; agregando que se vedaba la residencia en
la parroquia á todo individuo que no presentase documentos ó
testigos de su cristiandad y buenas costumbres; que los infractores
serian castigados á juicio de juez lego, y finalmente, que las per-
sonas alojadas en la parroquia sin las formalidades dichas, serían
expulsadas. Dictaminó el ministerio fiscal, que semejante bando
era escandaloso, contrarío á las leyes y atentatorio á la autoridad
civil; y en consecuencia, el Intendente del Departamento ordenó
la prisión de los alcaldes y del cura Saavedra. Pero se apresuró
éste á presentarse á su superior eclesiástico, y el provisor del
arzobispado le mandó recluido á un convento hasta que se de-
clarase á quien correspondía el conocimiento de la causa, ó si el
delito imputado era de los que hacían perder el fuero. Remi-
tidos los autos á la Corte Superior, decidió que el arzobispado no
hacía fuerza con su procedimiento y que á él solo le correspondía
seguir la causa conforme á derecho y á las leyes de Indias, dando
cuenta á la Corte. Suplicado este auto, declaró la misma Corte,
que no siendo suplicables las providencias dictadas por los tribu-
nales superiores en recursos de fuerza, se abstenía ella de conocer
y pronunciar en el negocio. Interpuso entonces el fiscal recurso de
nulidad para ante la Alta Corte, y como se le negase, ocurrió de
hecho á la misma, quejándose de la Superior. Previa una luminosa
exposición de los autos y de las leyes aplicables al caso, la Alta
Corle decidió en 15 de mayo de 1824, que " el eclesiástico que pre-
varica en funciones seculares no delinque contra el poder de la
iglesia y sólo es culpable con respecto al poder secular, ante quien
ha prestado juramento de guardar la constitución y las leyes y de
quien depende como ciudadano^^* que tal era el caso del cura y
vicario de Facatativá, el cual se había atribuido la facultad de dar
reglas á los vecinos del cantón en su conducta con los alojados de
otros lugares, imponiendo penas por su infracción; que los ministros
de la Corte Superior habían procedido contra las leyes cuando de-
clararon que correspondía al provisor del arzobispado conocer y
proceder en el negocio, lo mismo que cuando en la sala de revista
se negaron á conocer de la súplica; que, por tanto, los autos de
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^ _ 359 —
vista y revista pronunciados por la Corte Superior eran injustos,
desde luego que en ellos se aplicaron leyes inadaptables al caso, y
como tales nulos y de ningún valor; que debía reponerse la causa,
y (añadió la Alta Corte) "por haber faltado los ministros que en
ambas instancias han conocido, al estrecho deber que les imponen
las leyes de sostener y defender la jurisdicción civil contra los
abusos de los eclesiásticos, se les condena en. la multa de cien
pesos á cada uno de ellos, quedando apercibidos para lo sucesivo ^\
Firmaron esta sentencia los doctores Miguel Peña (venezolano),
Félix Restrepo y Vicente Azuero (granadinos).
El mismo Dr. Peña dio motivo á otra causa no menos célebre,
y de singular importancia por sus consecuencias políticas. En la
mañana del 24 de julio de 1825, se encontró en las aguas de un
río que cruza á Bogotá el cadáver del teniente Francisco Perdomo,
y horas después se procedió á la prisión del coronel Leonardo In-
fante, á quien la voz pública atribuía el crimen. Infante, mestizo
venezolano de bravura heroica, compañero de Páez en las Queseras
del Medio, era generalmente odiado en la capital por su carácter
indómito, su instinto pendenciero y su afición á no siempre honestas
aventuras amorosas, que terminaban á menudo en ruidosos escán-
dalos. Sometido á un consejo de guerra, fué sentenciado á muerte.
El pueblo de Bogotá acogió la sentencia con señales de viva apro-
bación. No así algunos juristas y magistrados, quienes advirtieron
que las pruebas aducidas no ponían en absoluta evidencia la cul-
pabilidad del reo y que, por otra parte, el proceso adolecía de serias
informalidades.
Al menos una, sustancial, se cometió en el consejo de guerra,
pues se compuso solamente de coroneles y tenientes coroneles,
cuando la ley de la materia exigía que, tratándose de juzgar á un
coronel, concurriesen dos generales. Alegado ésto por el defensor
de Infante en la Alta Corte Marcial (formada en tales casos por la
Alta Corte de justicia y dos jueces militares), se declaró que la
primera sentencia era nula. Devuelta la causa, el nuevo consejo de
guerra, en el que figuraron dos generales, repitió la sentencia de
muerte; y elevada en consulta á la Alta Corte Marcial, para su
aprobación ó reforma, dos jueces (el Dr. Azuero y el coronel An-
tonio Obando) votaron por la pena capital; dos por la absolución
(el Dr. Peña y el coronel Mauricio Encinozo) y uno (el Dr. Restrepo)
por la degradación y diez años de presidio. Advirtió Peña, Presi-
dente de la Corte, que el reo debía considerarse absuelto, porque
si bien la mayoría le declaraba culpable, no era idéntico el voto de
la misma respecto de la pena. Rechazada esta opinión por la
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— 360 —
mayoría de la Corte, se convino en elegir otro jurisconsulto que
dirimiese la discordia, y elegido el Dr. Joaquín Gori, dictaminó que
se aplicase la pena capital. Alegó entonces Peña, que no había
sentencia, porque resultaban tres votos á muerte y tres á vida; á
lo que respondieron cuatro miembros de la Corte, que la sentencia
era firme y quedaba el reo condenado á muerte. Oído lo cual, de-
claró Peña que de ningún modo pondría su firma al pie de una sen-
tencia en su opinión injusta.
Pero esto equivalió ya, como se verá luego, á desconocer las
mismas reglas jurídicas que con tanto empeño invocara en las deli-
beraciones anteriores, y fué acusado ante el Senado en virtud de
queja introducida en la Cámara de Representantes por el ministerio
público ^ Merece especial mención la defensa de Peña, así por la
intrínseca importancia del asunto como por sus consecuencias, y
hasta por ser acaso el alegato más elocuente que conservan los
anales de Colombia. Resplandecen allí la dialéctica del abogado
habilísimo, la erudición del jurisconsulto eminente, y al propio tiempo
el arte de un consumado sofista, que sabe armonizar la conmove-
dora invocación á la justicia con las sutiles insinuaciones del
hombre político, resuelto á vengarse pronto de sus enemigos y ad-
versarios.
Comienza: "Inútil sería que un magistrado conociera la verdad
y amase la justicia, si no tiene la firmeza necesaria para defender
la verdad que conoce y combatir y sufrir por la justicia que ama.
Si yo viniera á este respetable lugar á indemnizarme del cargo que
se me hace, con la mira de sostenerme en la plaza de ministro de
la Alta Corte, todavía sería el día de hoy tiempo oportuno para
hacer mi defensa, recibir la absolución de esta honorable Cámara, y
por medio de ella los tristes salarios con que la patria, esta patria
que me ha sido tan costosa como querida, habría comprado mis
servicios "• Era voz pública en Bogotá que el Dr. Soto, fiscal de la
Alta Corte, aspiraba á la sucesión de Peña, A lo que alude éste
diciendo desdeñosamente: "No he traído la toga para dejarla en
este salón sagrado y que la levante el que la pretenda ó haya pre-
tendido, porque no se atribuya á soberbia una acción que sólo mani-
festaría la indiferencia con que la veo^\ Decíase también que el
Vicepresidente Santander deseaba su condenación. Peña advierte,
sin nombrarle: "Los periódicos de esta capital, como dirigidos por
una misma mano, han abrazado y anunciado una misma opinión, sin
exponer ningún fundamento. El Constitucional me calumnia: yo
1. Véanse los arts. 89 y 97 de la constitución de Cúcuta.
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— 361 —
habría sufrido con menos indiferencia sus censuras, si no hubiera
estado cierto de no merecerlas, y si ellas hubieran sido menos par-
ciales y más racionales: los ministros de la Alta Corte han echado
sobre mí toda la odiosidad de esta causa, dando al crimen el nombre
de virtud y á ésta el nombre de crimen: han buscado en su apoyo
la voz pública, esa estatua risueña que con voz^sonora habla á cada
uno el lenguaje que le agrada, ó ese medio equívoco que las más
de las veces se encuentra en labios comprados, seducidos ó en-
gañados, y que no tiene por lo común otro origen que tres 6 cuatro
demagogos. De todas estas ventajas exteriores, y de algunas otras
hien pueriles, cuentos, chismes, enredos indecentes, se han valido
mis contrarios para prevenir la opinión de este respetable cuerpo,
cuyo juicio considero todavía acerca de esta causa como un papel
blanco donde nada haya escrito. Estoy persuadido que los pro-
ceres de mi patria saben que la autoridad que ejercen no es suya,
sino un poder conferido por el pueblo para decidir en estos graves
negocios, según su razón, no según sus caprichos; que nada haría
más ilusoria nuestra libertad,' ni degradaría tanto á los pueblos,
como las injusticias de sus mandatarios; que su autoridad está fun-
dada sobre los imponderables sacrificios que han hecho todos los
Departamentos para darse instituciones sabias y benéficas, con que
los derechos de los ciudadanos queden tan seguros que sólo sean
comensurados por la ley; y miraré por tanto esta sala como una
especie de templo, á donde no llega el aire contagioso de las pa-
siones, donde sólo se hacen sacrificios á la virtud y de donde no
salen sino los santos oráculos de la justicia".
Repite lo que dijera en las deliberaciones de la Corte Marcial,
á saber, que en la causa de Infante no hubo sentencia, porque de
los seis jueces tres votaron por la pena capital, uno por la de pre-
sidio y dos absolvieron, faltando así la mayoría absoluta requerida
para la condenación. Ya se vio, sin embargo, que cuando la Corte
consideró este punto, cuatro de sus miembros decidieron que sí
había sentencia condenatoria. Añade Peña, que los ministros de la
Corte no deben firmar los acuerdos, sentencias ó determinaciones
que no tengan la mayoría legal de votos. Empero, la Corte de-
<ndió, por cuatro contra dos, que en la sentencia debía considerarse
€omo mayoría legal los tres votos á muerte, atendiendo á que los
tres contrarios no eran uniformes. De donde resulta que, justa ó
injusta la sentencia en sí. Peña se rebeló de todos modos, negán-
dose á firmarla, contra el dictamen definitivo de la mayoría abso-
luta de sus colegas. Y aun cuando se esfuerza en convencer al
Senado de la corrección jurídica de su proceder, por medio de un
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erudito é interesantísimo examen de las leyes españolas y colom*
bianas, queda siempre de resalto el hecho esencial: — aun supo-
niendo errónea la determinación de la Corte, al considerar suficiente
la mayoría relativa de sus miembros para condenar al reo, tal deter-
minación la confirmó luego la mayoría absoluta, y contra esta
última no tenía otro recurso Peña, para poner á cubierto su respon-
sabilidad personal, sino el de motivar su voto con las razones en
que apoyaba la inculpabilidad del reo y el supuesto error de los
jueces; pero firmando siempre el fallo, para no transgredir inten-
cionalmente la ley que á ello le obligaba.
De este hecho esencial se apartó Peña en su defensa, 6 pro-
curó envolverlo con atavíos puramente retóricos. Al fin dijo:
"Si el 'crimen manifiestamente contrario al bien de la Re-
" pública* de que soy acusado en esta vez, es el haber entendido
"el articuló 19 de la ley orgánica^ tomando la más sana
"parte é más provechosa, según las palabras que en él
"están puestas, como me lo manda la ley, con la extensión de
"sentido que admite su letra, con la equidad y humanidad que me
"dictan la naturaleza, los sentimientos de mi corazón y los altos
"fines de la sociedad en general, conservando por estos medios la
"vida de un ciudadano, hasta que la ley y no los hombres dis-
" ponga de su suerte; feliz criminal, por cierto. Si el grave delito
"que se me atribuye contra el orden social, es el haber procurado
"sostener el imperio de las leyes, contener la arbitrariedad de los
"jueces y hacer que se respeten los derechos de los ciudadanos;
"mi crimen será mi gloria. Si no hallare entre los hombres la
"justicia que* he deseado hacerles, la convicción de haber llenado
"mis deberes me hará pasar contento los días de mi vida. Si la
"patria no me pagare sino con ingratitud los servicios que le he
"hecho; si después de haber visto derramada la sangre de todos
"mis hermanos por la crueldad de los españoles; de haber arruinado
" los bienes que fueron fruto de la industria honrada de mis padres;
" de haber renunciado á la fortuna que disfrutaba en otro suelo, por
"venir á servirla; de haberla acompañado en sus calamidades y
"desgracias, exponiendo muchas veces mi vida en el campo como
"un soldado y contribuyendo con mis cortas luces, en calidad de
"un ciudadano, para establecer el orden; si después, vuelvo á
"decir, de haberme tenido esta patria en sus angustias como un
"hijo querido, me desconoce en su grandeza; todavía gozaré en
"paz de la fortuna irritada. Si después de haber gustado todos
1. Ley de 12 de octubre, 1821. Art. 19: "Para que haya sentencia, es
necesaria la conformidad en la mayoría absoluta de los jueces que asistan á la causa."
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— 363 —
"los sinsabores del mando desde los primeros tiempos de la revo*
" lución, he llegado á este puesto por elección de mis compatriotas,
"descenderé tranquilo de él por los sentimientos de mi conciencia.
"Los mismos que han deseado mi separación del Tribunal, habrán
"de envidiar mi felicidad privada; y en mi retiro tendré bastante
" tiempo para considerar, que no hay poder humano sobre la tierra
"que pueda hacer desgraciado á un hombre de bien."
Fué inútil tan elocuente alegato. £1 Senado, considerando que
la obstinada resistencia del Dr. Peña á firmar el fallo del proceso
de Infante era "manifiestamente contraría á la ley 107, título 15,
libro 2 de la Recopilación de Indias, que previene firmen todos los
jueces las sentencias, autos interlocutorios y cualesquiera otras de-
terminaciones que haya acordado la mayor parte de los jueces,
aunque sean de voto y parecer contrario", le condenó á la
suspensión del empleo de ministro de la Alta Corte por el término
de un año, descontándose de su sueldo el que se pagase al
sustituto.
El Vicepresidente Santander no conmutó la pena capital im-
puesta á Infante. Se llevó á efecto la ejecución el 26 de marzo de
1825. Las crónicas de la época ponen en boca de Infante estas
palabras, al llegar al patíbulo: "He cometido muchos crímenes du-
rante la guerra: esos los voy á pagar ahora; pero en cuanto á la
muerte de Perdomo, declaro delante de todos que no he tenido
ninguna parte en ella, y que muero inocente."
Peña volvió á Valencia, su patría, donde se le verá luego
ejercer influjo preponderante sobre Páez, y convertirse en alma de
la insubordinación del año 26. Bolívar previo el peligro cuando,
hallándose en Lima, supo que el audaz valenciano sería sometido
á juicio. En carta particular escríbió entonces al Vicepresidente:
"El Dr. Peña es un hombre vivo, de talento, audaz ... y conviene
mucho que usted lo mantenga al lado del Gobierno, halagado con
la esperanza de un alto destino, y que, por ningún pretexto vaya
á Venezuela, para que la patria, usted y yo no tengamos algún día
algo que llorar." Pero el claro entendimiento de Santander se dejó
cegar por preocupaciones más personales que políticas. Pensó que
sus compatríotas granadinos le agradecerían la ejecución del vene-
zolano Infante, á quien odiaban, y la condenación del venezolano
Peña, á quien no amaban. El odio á aquél era sin duda justificado,
pues mal podía «u bravura militar servirle de manto para sus des-
manes de héroe bárbaro: el desamor al otro fundábase también en
serios motivos, pues á pesar de su talento no vacilaba en cometer
actos de inmoralidad escandalosa, tales cual el de apropiarse
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— 364 —
caudales públicos. Mas el instable equilibrio en que vivía Colombia
aconsejaba imperiosamente suavizar el rigor de la justicia, con-
mutando en presidio la pena de Infante, á fin de no enajenarse por
completo la voluntad .del ejército venezolano, y obrando respecto
de Peña del modo que insinuó Bolívar, para no fomentar en
Venezuela el ya iniciado movimiento de disolución nacional . . .
Si la administración de justicia tropezaba con obstáculos pro-
venientes tanto de los hombres como de las circunstancias, obstá-
culos no menores se oponían á la buena organización de la hacienda
nacional. El congreso constituyente de Cúcuta la confió á la pru-
dencia del Ejecutivo, y los sucesivos congresos ordinarios procuraron
mejorarla en teoría i. La oficina general de hacienda y rentas se
estableció en Bogotá (1826) con tres directores y contadores gene-
rales, á saber: uno de tesorerías y sus ramos anexos, otro de tabacos
y otro de aduanas. Los dos directores generales de correos y
casas de moneda quedaron bajo la inmediata dependencia del Mi-
nisterio de Hacienda. En los Departamentos, el Intendente era jefe
inmediato de la administración fiscal, y de acuerdo con el contador
y el tesorero locales podía hacer gastos extraordinarios en casos
de necesidad urgente, imprevista y momentánea, que no diese
tiempo á consultar al Ministro. En las provincias, los Gobernadores
procedían como subdelegados. De los negocios contenciosos y de
las deudas de plazo cumplido conocían en primera instancia los
jueces letrados de hacienda, y en apelación las respectivas Cortes
Superiores de justicia.
El estado del tesoro fué siempre angustioso. En 19 de abril
de 1826, decía el Vicepresidente Santander á la Cámara de Repre-
sentantes: "En el día no cuento con rentas que basten á cubrirlos
gastos de la República, y no sé lo que debo hacer para ocurrir á
ellos • . • Dé los Departamentos no cesan los clamores, y en las
plazas se han suspendido las obras de fortificación, porque no hay
de donde sacar los costos necesarios ni el Gobierno tiene fondos
de qué disponer. Los gastos del ejército y marina obsorben lo
poco que producen las rentas, y es preciso indispensablemente que
así sea mientras la República tenga que mantener su actitud guerrera.
La deuda doméstica crece por consiguiente en la misma razón, y
yo me he visto precisado á dar hoy mismo orden á la Secretaría
de Hacienda de que suspenda por ahora todo pago de deuda an-
terior . . . , La honorable Cámara no debe extrañar esta situación,
si recuerda que cada año se ha presentado un déficit en la adminis-
1. Leyes de 5 de octubre, 1821, 3 de agosto, 1824, y 18 de abril, 1826.
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tración del presupuesto general de gastos, y que debemos ahora
vemos rodeados de la suma de todos los deficientes de cinco aftos^
con más las deudas desde 1819 á 182t". Es verdad que cuando el
Vicepresidente trazaba este cuadro sombrío, el Ministro de Hacienda
calculaba las rentas de 1826 en más de nueve millones de pesos, y
los gastos ordinarios en ocho y medio millones, lo que daba, en el ,
papel, un sobrante; pero ha de advertirse que el Ministro pasaba en
silencio los gastos extraordinarios, con los que el supuesto sobrante
se convertía fatalmente en déficit considerable^.
Por ley de 24 de setiembre, 1827, se especificaron las rentas
nacionales del modo siguiente. Rentas fijas: 1^. los derechos de
aduana por importación, exportación y tonelaje; 2^. los de depósito
y tránsito en varios puertos; 3^. el producto del tabaco de consumo
y exportación; 4^. la parte de diezmos reservada por las leyes;
5^. los derechos de registros é hipotecas; 6^. el producto del papel
sellado; 7^. el de los portes de cartas y encomiendas; 8^. los de
quintos, fundición y amonedación de los metales preciosos; 9®. los
derechos sobre destilación y venta por menor de aguardientes;
10. las vacantes eclesiásticas mayores y menores; 11. el derecho
sobre las ventas públicas; 12. el producto de las salinas; 13. el de
las bodegas del Estado. Y rentas eventuales: 1^. el producto de las
multas destinadas al tesoro nacional; 2^. el de las tierras nacionales
ó baldías; 3^. el de las posesiones ó fincas del Estado; 4^. el de los
bienes secuestrados; 5^, el de las temporalidades; 6^. los bienes
mostrencos y abintestato que por las leyes vigentes correspondiesen
al Estado. Dispuso la misma ley, que cuando el total de estas
rentas no fuese suficiente para cubrir los gastos públicos, se cobrase
la contribución directa personal (proporcional á la renta) y sub-
sidiariamente la contribución directa urbana^. Pero el propio con-
greso, previendo las dificultades que en el vasto territorio colom-
biano se presentarían para la recaudación de las rentas, agregó
(art. 38): "El Poder Ejecutivo pondrá en ejecución esta ley según
lo aconsejen la prudencia y la necesidad, y lo permitan las circuns-
tancias locales". Finalmente, por decreto de 26 de setiembre, 1827,
autorizó también al Ejecutivo para hacer los arreglos que estimase
convenientes en la parte administrativa de la hacienda nacional,
1. Además, el historiador Restrepo, á la sazón Ministro del Interior, observa
que el cálculo de ingresos establecido por su colega de Hacienda era evidentemente
exagerado, porque las rentas no excedieron jamás de siete millones de pesos.
Historia de la Revolución de la República de Colombia, t. IV, p. 588.
2. Véanse, además de la presente ley, los decretos de 22 y 29 de mayo,
1826, sobre cobro anticipado de las contribuciones directas.
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— 366 —
según lo exigiesen las circunstancias actuales de la República, dando
cuenta al congreso para su aprobación ó reforma. De suerte que
toda la administración fiscal dependió siempre de eventualidades y
del arbitrio más ó menos prudente del Gobierno, quedando de hecho
reducidas las leyes generales á mera teoría i.
En lo relativo al crédito exterior, Colombia vivió en circuns-
tancias no menos anormales. A principios de 1820, el Gobierno
establecido en Angostura envió á Londres á Femando Peñalver con
el encargo de solicitar un empréstito de tres millones de pesos. En
Londres encontró Peñalver á Luis López Méndez, compañero de
Bolívar en la misión diplomática de 1810, el cual después de ocu-
pada Guayana por los patriotas (1817) había organizado expedi-
ciones de voluntarios y remitido elementos de guerra, comprome-
tiendo al efecto el tesoro de la futura República por más de dos
millones de pesos, pagaderos al contado; y como no cumpliese
aquel compromiso (mal podía cumplirlo cuando en Angostura no
había fondos ni para racionar las tropas), uno de sus proveedores
ingleses, Mr. Campbell, quebró, fué reducido á prisión y con él el
mismo Méndez 2. Peñalver logró terminar el proceso, dándole á
Campbell vales contra el Gobierno colombiano, para que los nego-
ciase á su arbitrio; mas paró en esto su gestión y á los pocos
meses regresó á Angostura. Le sustituyó Francisco Antonio Zea,
quien empezó (agosto, 1820) por reconocer todas la reclamaciones
de los acreedores ingleses, distribuyéndoles pagarés; arreglo general
que no había querido aceptar Peñalver, advirtiendo con razón que
era preciso examinar previamente el origen y justificación de cada
crédito. No bien conoció Bolívar el procedimiento de Zea, ordenó
á su secretario general que participase al Ministro de Relaciones
Exteriores y Hacienda 8; "S. E. el Libertador Presidente ha exami-
nado los documentos que US. me incluyó en su oficio de 8 del
corriente relativamente á las operaciones del señor Zea en su
misión. Parece que el genio del error ha conducido á este Enviado
en todos sus pasos, y si S. E. no estuviese íntimamente per-
suadido de su buena fe y adhesión sincera á la causa de la Re-
pública, podría decir que no] se ha propuesto en sus operaciones
otro fin que comprometer al Gobierno y arruinar al Estado". En
consecuencia, el Ministro del Exterior revocó los poderes de Zea,
1. De la situación fiscal de los Departamentos venezolanos se hablari en
el cap. V.
2. Igual percance le sucedió por el propio tiempo á J. M. Real, agente de
Nueva Granada.
3. Nota expedida desde Maracaibo, setiembre de 1821.
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15 de octubre, 1821, y como éste no avisase el recibo, repitió la re-
vocación en 29 de setiembre de 1822 • • . Entre tanto, Zea y Méndez
vivían en Londres en perpetua disputa, porque el segundo seguía
titulándose agente fiscal y el primero alegaba que á él le correspon-
día la suprema dirección de todo negocio, en su carácter de En-
viado Extraordinario y Plenipotenciario. Imputábanse además mutua-
mente las condiciones onerosas de los compromisos contraídos, por
Méndez en los años anteriores, por Zea después. Ha de advertirse,
empero, que á tal respecto la culpabilidad, si la hubo, de uno y
otro, se atenúa ó explica por las propias circunstancias de la época.
Eran agentes de una República que no había sido aún reconocida
por el Gobierno británico; no podían ofrecer otra garantía que la
futura buena fe de un Estado cuya formación estaba jugándose en
los campos de batalla; veíanse por consiguiente obligados á ocurrir
á gente de aventura, para organizar expediciones, y á simples
usureros para conseguir dinero y elementos de guerra, ofreciéndoles
por de contado ganancias proporcionales al riesgo que corrían, y
que fluctuaban desde el 50 ^/q hasta el doble ó más sobre las canti-
dades desembolsadas. Sin lo cual, hubiérales sido materialmente
imposible procurarse una sola libra esterlina. Por último, no hay
motivos suficientes para creer que Méndez ni Zea se aprovechasen
de la ocasión para darse á lucros personales; antes bien la corres-
pondencia de ambos tiende á demostrar lo contrario i.
Parece que Zea no recibió en tiempo oportuno las notas ofi-
ciales que ponían término á su misión, pues en marzo de 1822 ne-
goció en París un empréstito de dos millones de libras esterlinas
con los ingleses Herring, Graham y Powles, . y con su producto se
apresuró á hacer transacciones con los diversos acreedores de la
República, si bien procediendo de tal modo que no se pudo nunca
determinar exactamente la inversión del dinero. A los ocho meses,
noviembre de 1822, murió en Bath (Inglaterra), El congreso de
1823 improbó su conducta, pero declaró al propio tiempo que re-
conocería todos los capitales y sus respectivos intereses que los
acreedores comprobasen legítimamente haber suministrado, en dinero
y efectos, para la República. A tal fin pasó á Londres José Rafael
Revenga, ex-Ministro de Relaciones Exteriores; el cual, en los
breves meses de su misión, no logró entenderse con los acreedores.
Le sustituyó el granadino Manuel José Hurtado, quien á 1^ de abril
de 1824 convino con los contratistas del empréstito, que se les
abonarían sus créditos á razón de 80%, con el interés anual de 6%
1. Méndez permaneció en Londres, aunque ya sin destino ofícial, hasta 1825.
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— 368 —
y las comisiones acordadas por Zea; que Hurtado les entregaría
54,550 libras en vales 6 pagarés firmados de su mano, por otros
tantos que quedaron sin firmar á la muerte de Zea, y que la Re-
pública recibiría como saldo la cantidad de 165,000 libras. Dos
semanas después (15 de abril, 1824), otros agentes fiscales de Co-
lombia, Manuel Antonio Arrublas y Francisco Montoya, negociaron
en Calais un nuevo empréstito de 4,750,000 libras con B. A. Gold-
schmidt y Ca, de Londres. Para su pago la República compro-
metió la renta del tabaco, y subsidiariamente las demás. Se esti-
puló un interés de 6% anual, pagadero en Londres por semestres,
y para el fondo de amortización, 47,000 libras el primer año y
47,500 en los siguientes.
La mayor parte del producto de este empréstito se invirtió
en cubrir deudas anteriores y en el armamento, equipo y subsis-
tencia del ejército. Un millón de pesos se destinó al fomento de
la agricultura 1, tocándoles á los Departamentos venezolanos 300,000
pesos . . . Mala la hubieron. El Dr. Miguel Peña, á quien el Senado
acababa de suspender de su destino como ministro de la Alta Corte,
recibió, no obstante, el encargo de llevar á Caracas dicha cantidad,
y en vez de entregarla íntegra á la tesorería, se apropió 25,062 pe-
sos, alegando para justificarse que ésta era la diferencia del valor
de la moneda entre el Departamento del Magdalena, donde la reci-
bió, y el de Venezuela donde la devolvía 2. Naturalmente, se le
acusó en seguida por usurpación de caudales públicos; pero ya tenía
él formado su plan, y antes que regresar á Bogotá á disculparse,
se dio á apresurar el movimiento separatista que á los pocos meses
estalló en Valencia . . .
No pudo nunca el Gobierno de Colombia pagar regularmente
los intereses, ni hacer la amortización proporcional de la deuda ex-
tranjera. En vano apeló más de una vez al cobro anticipado de
las contribuciones directas y á contribuciones extraordinarias. La
necesidad de mantener un ejército numeroso de tierra y mar, por
temor de que se reanudase la guerra con España, y para asegurar
contra las insurrecciones locales la precaria existencia de la Re-
pública, prolongó hasta 1830 el angustioso estado del tesoro. Re-
currir otra vez al crédito exterior era pensar en lo excusado. Ya
el 21 de marzo de 1827, Andrés Bello, secretario de la Legación
1. Decreto de 28 de abril, 1825.
2. Cuéntase que Pefia, desaforado jugador, entabló en Cartagena gran partid-
con el general Mariano Montílla, quien, como él, jugaba el sol antes de nacer; que
allí perdió los 25,000 pesos, y no le quedó más remedio que apelar á aquella ina
moral argucia.
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— 369 —
colombiana en Londres, escribía á Bolívar: "Un objeto, entre otros,
pide con urgencia la atención de V. E., y es el crédito público de
Colombia. Tal vez al otro lado del Atlántico no se percibe tanto
como aquí la absoluta imposibilidad de levantar otro empréstito en
Londres. Digo imposibilidad, porque si alguno pudiera contratarse,
el sacrificio sería enormísimo; y el Gobierno se vería precisado á
tratar con especuladores de un carácter equívoco. Pero dado que
se cerrasen los ojos á todo, á trueque de lograr una anticipación,
V. E. conoce muy bien que no se conseguiría de este modo reponer
el crédito, sino deprimirlo más y más, porque éste se mide por los
recursos de un país, crece con ellos, y se abate á proporción que
se multiplican sus empeños. Créame V. E., la proposición sola
produciría en Londres la más funesta impresión contra nuestro
Gobierno, así como por el contrario una de las medidas más á
propósito para conciliarle la buena voluntad de este pueblo, que
tanto influye en la del mundo, es el pago religioso de las obli-
gaciones contraídas . . . Dicese que una casa de Londres ha pro-
puesto á V. E. y al Ejecutivo de Bogotá recibir frutos ó recoger
el producto de ciertos ramos de rentas, haciéndose cargo del pago
de los dividendos. No sé la verdad que haya en ésto: lo que sé
es que V. E. mirará esta proposición como inadmisible, pues en
sustancia se reduciría á multiplicar el dividendo. Una vez que éste
ha de salir de nosotros, ¿para qué valemos de terceras manos, por
entre las cuales se deslizaría sin fruto alguno gran parte de los
caudales del Estado, abriéndonos á mayor abundamiento otro campo
inmenso de fraudes, malversaciones, inmoralidad, reclamos y litigios
interminables?". Y en 2 de junio de 1829, el fiel edecán de Bolívar,
Belford H. Wilson, le escribía también desde Londres: "Siento
mucho que la verdad me obligue á insinuar á V. E., que en el día,
tanto Colombia como todas las demás Repúblicas están desacredi-
tadas hasta el extremo que sería molesto expresar á V. E. . . . En
vano es representarles (á los acreedores) las causas inevitables que
hasta ahora han impedido el pago de los dividendos, ó las inten-
ciones sinceras de V. E. á hacer todo género de sacrificios para
restaurar el honor nacional ; ellos no atienden á sucesos en que no
han tenido parte . . . Mientras esas Repúblicas no envíen el dinero,
vanas son sus protestas: sus disculpas, aunque justas, de falta de
tranquilidad, de guerras invasoras, ó cualquiera otro motivo por
justo que fuera, no servirán para recobrar su crédito ó excitar
interés en su favor. No crea V. E. que he exagerado nada; al
contrario, por no incomodarle me callo mucho''. . . .
Fortoul, Historia Constitadonal. 24
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— 370 —
En resumen, durante los diez años de la era colombiana, todo
fué provisional ó condicional, inclusive la constitución. De hecho
el Ejecutivo se convirtió en dictadura, paliada por la relativa in-
dependencia de los Poderes Legislativo y Judicial hasta 1828; dicta-
dura absoluta al disolverse la convención de Ocaña. Formada Co-
lombia por hombres que debían, casi todos, su autoridad al prestigio
conquistado en los campos de batalla, el ejército fué necesariamente
arbitro de sus destinos. Mientras hubo guerra con el extranjero,
hasta sellarse la libertad del Perú, el ejército persiguió un pro-
pósito patriótico; pero en seguida, sus jefes fueron los más acti-
vos agentes de discordia. "Yo temo más la paz que la guerra",
decía genialmente Bolívar poco antes de triunfar en Carabobo. A
la guerra sucedió el desesperado esfuerzo del grande hombre por
domar el instinto anárquico de sus tenientes.
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Capítulo IV.
Relaciones Exteriores.
Sumario* Actitud de* los Estados Unidos — Gestiones de Palacio
Fajardo en Washington y París — El Presidente Madison — El
Emperador Napoleón — El Papa Pío VII — Los soberanos euro-
peos y la Independencia sudamericana — Errada diplomacia de
España — Tratado de París (1814) — Congreso de Viena (1815) —
La Santa Alianza — Su objetó — España adhiere tarde á las esti-
pulaciones de Viena (1817) — Cómo quería España la pacificación
de América — Revolución de 1820 — Paréntesis de régimen cons-
titucional — Las Cortes españolas ofrecen paz, sin aceptar la Inde-
pendencia — Congreso de Verona (1822) — Los franceses invaden
á España (1823) — Manejos diplomáticos de Inglaterra — Confiden-
cias de Canning — Aconseja al rey el reconocimiento de las Re-
gúblicas americanas (1824) — La América española será inglesa! —
íensaje de Monroe (1823} — Canning se precia de haberlo inspi-
rado — Consecuencias de la declaración de Monroe — Cambio de
actitud de Rusia — Independencia de Colombia — La reconocen
los Estados Unidos en 1822, y la Gran Bretaña en 1825 — Rela-
ciones comerciales con Hamburgo y Bremen (1827) — Tratado con
los Países Bajos (1829—1830) — Relaciones con Francia — Aplaza
el reconocimiento de la República (1828) — Envía á Bogotá un
comisionado especial (1829) — Reconoce la soberanía colombiana (1830)-
— Relaciones con la Santa Sede (1821 á 1829)— Proyectos diplomáticos
de Bolívar — Tratados con Chile y el Perú (1822) — Tratados con
México, Centro-América y Buenos Aires (1823 — 1825) — Congreso
de Panamá — Se instala en 1826 — Tratado de confederación
entre Colombia, Centro-América, Perú y México — Suspende sus
sesiones el congreso, y no vuelve á reanudarlas — Anarquía de las
Repúblicas hispano-amerícanas — Frustrado el proyecto de Bolívar,
reafírmase la hegemonía de los Estados Unidos.
El fracaso que en 1812 %ufrió la Independencia venezolana
con el triunfo de Monteverde, hizo también desaparecer en Londres
y en Washington el interés que promovieron las misiones diplo-
máticas dirigidas respectivamente por los hermanos Simón y Juan
Vicente Bolívar^.
1. Ub.20, cap. I.
24*
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— 372 —
El Gabinete de Washington, que desde 1810 acreditó en Vene-
zuela un agente comercial, elevándolo después á la categoría de
Cónsul; el congreso de la Unión, que en diciembre de 1811 declaró
que, miraba con amistoso interés el establecimiento de soberanías
independientes en las provincias españolas de América, y se uniría
al Ejecutivo para reconocerlas como Estados soberanos y entablar
relaciones de amistad y comercio, cuando ^^ hubiesen alcanzado la
condición de naciones, por el justo ejercicio de sus derechos";
tanto el congreso como el Ejecutivo, que cuando tuvieron noticia
del terremoto del 26 de marzo mandaron despachar á la Guaira
seis buques cargados de provisiones, encontrábanse, á fines de 1812,
bajo la desfavorable impresión de los informes que trasmitieron el
Cónsul Roberto K. Lowry y el Comisionado especial para ofrecer
las provisiones, Alejandro Scott^. Scott, sobre todo, pinta con los
colores más sombríos el desastre de los patriotas, y es enteramente
pesimista acerca de un posible desquite 2. Dice que nombrado Mi-
randa Dictador, no correspondió á las esperanzas de sus con-
terráneos. Su táctica puramente defensiva, no obstante haber triun-
fado en las primeras escaramuzas, le permitió al enemigo apo-
derarse de todos los caminos de los llanos, de donde resultó que
Caracas y Aragua quedaron por completo desprovistas de ganado
y otros recursos; y al fin Miranda, "por una vergonzosa y traidora
capitulación, sacrificó la libertad de su pttria". ¿Era "agente del
Gobierno Británico, ó fué su conducta consecuencia de un corazón
vil y cobarde? . . . Tirano brutal y caprichoso, carecía al propio
tiempo de valor, honor y competencia". "El terremoto y sus fatales
consecuencias, la guerra civil y su desgraciado desenlace, el impla-
cable rigor de los conquistadores, la destrucción de propiedades y
la miseria de los habitantes, han reducido este país á una condición
de la que no resurgirá por muchos años". Gran parte del socorro
americano cayó en manos de Monteverde, quien mandó también
capturar y detener los buques, y no los devolvió sino al cabo de
largas y apremiantes reclamaciones. Además, la población venezo-
lana no se halla aún en capacidad de gobernarse á si misma con
instituciones liberales. La clase más numerosa, denominada "gente
de color", — mezcla de blancos, indios y negrof — , "la considero
superior con mucho á los blancos orioUos, en valor y energía cor-
poral, y está sin duda destinada, en no largo plazo, á hacerse dueño
1. Tenemos á la vista la correspondencia de ambos con el Departamento de
Estado, que ha tenido la amabilidad de hacer copiar el Dr. Rafael Garbiras Guzmán,
Encargado de Negocios de Venezuela.
2. Nota fecha en Caracas el 16 de noviembre, 1812.
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— 373 —
exclusivo del país". Los criollos, "gente mansa, generosa y de
carácter mucho más amable que los españoles peninsulares," son,
empero, "tímidos, indolentes, ignorantes, supersticiosos é incapaces
de ninguna empresa ni esfuerzo". No podrán todavía "romper sus
cadenas, ni vengarse del opresor. Más parecen formados para la
esclavitud que para la libertad". — Es superfino advertir que las
observaciones de Scott, á este respecto, no se conforman con la
realidad histórica; pues fueron justamente los blancos nacidos en
América quienes iniciaron la Independencia, pelearon por ella con
indomable energía y se esforzaron en enseñarles á los mestizos las
ideas de patria y libertad. Y es bien sabido que el predominio de
la gente de color no se estableció sino después de fundada defini-
tivamente la República, por la misma oligarquía criolla. —
Cuando aquella impresión desfavorable predominaba en el
Gobierno de los Elstados Unidos, el patricio venezolano Manud
Palacio Fajardo, escapado del reciente desastre, pasó de Barinas á
Bogotá con el fin de exponerles á los granadinos la necesidad de
seguir solicitando el apoyo de la Unión Americana, y subsidiariamente
el del Imperio Francés. Provisto de credenciales á este efecto,
llegó á Washington en diciembre de 1812. El mal éxito de su
misión lo refiere él mismo i. "El Ministro de Relaciones Exteriores
(Monroe), el primer oficial de la Secretaría, Graham, y el mismo
Presidente Mádison, oyeron de mis labios los males de que estaba
amenazada Nueva Granada en consecuencia de la ocupación de
Venezuela; la resolución de sus habitantes de defender la Indepen-
dencia á toda costa; los artículos de que carecían para tan justo
fin, y las ventajas que ella proporcionaría á los Estados Unidos.
Pero era tan fuerte la impresión que las victorias del general Monte-
verde habían hecho en Washington, y tan creída la reesclavización
de la Tierra Firme, que el Ministro Mr. Monroe se sorprendía sen-
siblemente al oir hablar de la población y la riqueza de la Nueva
Granada, de la formación de un congreso é ilustración de los grana-
dinos; y sea que desesperase de nuestra situación, ó que pudiesen
contribuir mucho los informes de tres pasajeros franceses que sa-
lieron de Cartagena en el tiempo más angustiado de su guerra con
los samarios, ó que temiese efectivamente comprometerse con la
España, reducida entonces á Cádiz y á la isla de León, se denegó
á mis proposiciones bajo el pretexto de estar en paz con esta nación;
respuesta glacial que algún día podrá servir de regla para nuestras
relaciones con aquella Potencia. Desde entonces cambié la atención
1 . Carta al Presidente del Estado de Cartagena : de Londres^ 7 de febrero de
1815. Memorias de OXeary, t. IX, p. 403.
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— 374 —
á la segunda parte de mi comisión, entrando en correspondencia
con el Embajador francés, quien me aseguró las buenas disposiciones
del Emperador; y no pudiendo ofrecer los socorros que yo pedia,
me persuadió la necesidad de reclamarlos por mí mismo cerca de
S. M. Imperial. — D. Manuel Gual, testigo de estas conferencias, se
encargó de presentar al Gobierno de Cartagena los fundamentos
que me movieron á abrazar el dictamen del Embajador Serrurier."
El 29 de enero de 1813 se embarca Fajardo en Nueva York, y el
13 de marzo llega á París, donde se encuentra con Luis Delpéche,
que recomendado por el mismo Serrurier estaba solicitando auxilio
en favor de los revolucionarios venezolanos i.
Por medio del duque de Bassano, Ministro de Negocios Ex-
tranjeros, lograron Fajardo y Delpéche que el Emperador diese
orden de aprestar una fragata que llevase á Cartagena de Indias
"algunos oficiales, fusiles y otros artículos^'; mas sucedió que, cuando
ya estaba pronta á salir la expedición, tuvo el Emperador que
marchar al Rin "desentendiéndose de toda otra atención."
Agrega Fajardo: "Entre otros medios con que el Emperador
Napoleón creía contribuir al establecimiento de la Independencia de
la Tierra Firme, era uno el de entrar en relación con el Supremo
Pontífice, entonces residente en Fontainebleau. Diéronse algunos
pasos á este fin, y yo no estoy lejos de creer que por más adicto
que se le suponga á las instituciones antiguas, deje de prever la
caída de un despotismo decrépito (el de España) que lucha contra
la libertad. Pío Vil parecía extrañar que los acontecimientos de
nuestra revolución no le fueran trasmitidos por el órgano de un
hijo de aquellos países, en que la religión es un poderoso agente
del modo de obrar; y su silencio en un tiempo en que el Gabinete
de Madrid querría incendiar la América con los rayos del Vaticano,
es una prueba manifiesta de su despreocupación . . ."
Después de la caída de Napoleón, procuró Fajardo, ya desligado
de Delpéche, conocer las ideas personales de los Soberanos reunidos
en París, con respecto á la América española. El de Rusia y los
de los Estados alemanes pensaban todos, que en momentos de
conciliación general europea "no debían mezclarse en la contienda
de la España con sus colonias, mucho menos cuando esta nación fué
la primera que levantó el grito contra el enemigo común." La única
opinión favorable la expresó el príncipe real de Suecia (Carlos
Juan). "A no verme en la necesidad — dijo — de hacer la guerra
á la Noruega, pensaría en proteger la América del Sur."
1. Delpéche fué enviado al extranjero por los patriotas que desde Trinidad
se piepai-aban á invadir la costa de Güiria: Mariflo, Bermúdez, Piar, Sucre.
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— 375 —
Concibió entonces otro plan el patriota venezolano. De acuerdo
con los granadinos Francisco Antonio Zea, y José María Leal, que
se hallaban también en París, hizo gestiones para que se trasladasen
á América algunos oficiales franceses que, ^^disgustados de la res-
tauración de los Borbones, deseaban pasar al servicio de otro
Gobierno"; pero descubierto el plan, por indiscreción del general
Dufour Saint Caries (según Fajardo), el Ministro de la Policía lo
mandó arrestar y embargarle sus papeles (20 de octubre, 1814).
Gracias empero á los buenos oficios de Humboldt, Bonpland y
Dupont de Nemours, amigos decididos de la Independencia americana,
obtuvo Fajardo que se le expidiese pasaporte para salir de Francia
á su arbitrio y se le devolviesen sus papeles, "á excepción de las
credenciales, instrucciones, copias de las notas pasadas al Gobierno
de los Estados Unidos, al Ministro francés en Washington, al Em-
perador Napoleón, y las respuestas originales de Mr. Monroe y
M. Serrurier". ^^Me decidí desde luego á abandonar un país cuyo
Soberano, aunque en contradicción con la nación entera, se declaraba
tan abiertamente enemigo de mi patria . . . Luis XVIII hace jurar
á los franceses que se embarcan para las Antillas, que no pasarán
á las colonias españolas. La Inglaterra mira la Tierra Firme como
un país sobre cuyos destinos puede influir en todos tiempos del
modo que le convenga. La Rusia, la Alemania y la Prusia se
ocupan en su engrandecimiento en Europa, y el congreso de Viena
está al disolverse de una manera desagradable. Parece que sola-
mente la Suecia, Dinamarca y Ñapóles podrían favorecer la causa
de la América * - #"
Con todo, los errores diplomáticos que por estos años co-
metió el Grobiemo español, lo mismo en los asuntos continentales
que en los referentes á las sublevadas colonias, contribuyeron á
que la coalición europea no representase im peligro inmediato para
la Independencia. Por el tratado concluido en París el 30 de mayo
de 1814, entre Francia, España, la Gran Bretaña, .Austria, Rusia,
Prusia, Portugal y Suecia, se convino en que las grandes cuestiones
europeas se debatirían en un próximo congreso general. Se instaló
éste en Viena el 1^ de noviembre, 1814, y á los ocho meses (acta
del 9 de julio, 1815) constituyó la llamada Santa Alianza entre las
potencias de primer orden; cuyo fin era modificar la geografía po-
lítica de Europa y lograr que los Soberanos se auxiliasen mutua-
mente en sostener sus prerrogativas de derecho divino. Pero
España, sea por incapacidad de sus agentes ó por un error de
táctica, representó en el congreso un papel secundario, y no ad-
hirió á las estipulaciones de la Alianza hasta 1817; aunque, entre
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— 376 —
tanto, ni cejó en su pretensión de influir en las más graves cues-
tiones europeas, ni varió, antes agravó en América, su tradicional
sistema de absolutismo religioso y político. Pues si bien envió á
la Tierra Firme un "Pacificador" (Morillo), éste empezó por
restablecer la Inquisición é imponer la paz de las cárceles y del
patíbulo, lo que necesariamente fomentó en las colonias la aspiración
á la libertad, hasta proporcionarle á Bolívar los medios de destruir
el ejército "pacificador", en las sucesivas campañas de Guayana,
Boyacá y Carabobo.
Momentáneamente y contra la voluntad del monarca, una re-
volución popular sustituyó en la Península el sistema absoluto con
el régimen constitucional (1820). En consecuencia, las cortes del
reino acordaron enviar comisionados á Ultramar á oir las pro-
posiciones de paz que hiciesen las colonias, siempre que no tuviesen
por base la Independencia, y aun hubo en las mismas cortes quien
propusiese el establecimiento de una confederación de. las Repúblicas
americanas y de España, teniendo á su cabeza á Femando VH con
el título de Protector. Proyectos sólo concebibles en el anticuado
criterio español. Pensar que Colombia (para no hablar más que
de nuestro asunto) conviniese en volver á ser colonia después de
la victoria de Boyacá, ó que Bolívar se convirtiese en teniente
de Fernando VII, equivalía á olvidar de golpe la historia de
diez años^.
En el congreso de Verona (1822) Austria, Francia, Prusia y
Rusia, á quienes alarmaba la revolución española, que contradecía
los principios de la Santa Alianza, acuerdan oponerse á todo movi-
miento liberal^. Inglaterra, más hábil y más práctica, conserva las
manos libres en esta tentativa de reacción, con la idea de apro-
vecharse del conflicto europeo para favorecer sus intereses mer-
cantiles en Ultramar. -Durante las sesiones del congreso, el Ministro
Canning escribe desde Londres al Embajador británico en la corte
española: "Ni^^stra dificultad viene del doble carácter con que
España se presenta en Europa y en América; luchando aquí por su
independencia y ejerciendo allá una tiranía y asumiendo un tono
de arrogancia que no se puede tolerar; proponiendo nuevos lazos
de amistad aquí y prohibiendo allá nuestro acostumbrado comercio ;
tendiendo á la caridad su mano europea y metiendo su mano ame-
1. Véase el Ubro 2°, cap. X.
2. £s curioso observar de paso cómo Espafia, la tierra clásica de los gobier-
nos despóticos, representa, aunque por breve instante, la civilización moderna, y
cómo Francia, foco de la revolución democrática, recoge al mismo tiempo la bandera
del antiguo régimen.
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— 377 —
rícana en nuestros bolsillos. Esta dificultad será mayor si del con-
greso resulta, como lo permiten prever todos los rumores de Verona
y de París, un estado de cosas que no sea la guerta ni la paz, pero
que tienda á la guerra entre Francia y España ... No está en
nuestro poder evitarla, á no ser que España quiera pronto, in-
mediatamente, hacemos justicia. Que España dé órdenes sin tardar
á sus gobiernos de Puerto Rico y Puerto Cabello i, (á Cuba espero
que se habrán ya trasmitido órdenes estrictas), y á sus comandantes
navales en las Indias Occidentales, para que ejecuten los proyectos
á que se destina nuestro armamento". No cedió España, y el Go-
bierno británico la amenazó luego con abandonarla á su propia
suerte en Europa y declararse además neutral en las contiendas de
América, si no daba algún paso que favoreciese al comercio inglés
en las Antillas, — actitud que se explica por la contradicción que
existió siempre entre el sistema mercantil de la monarquía española
y el de la Gran Bretaña. Donde aquella ponía trabas y creaba
monopolios, ésta fomentaba la prosperidad de sus colonias con
franquicias liberales y mercados abiertos á la concurrencia uni-
versal, régimen en que fundó y con el cual ha mantenido hasta hoy
su preponderancia mundial.
La diplomacia española siguió acumulando error sobre error.
Ya estaba fundada la Gran Colombia, ya eran libres Buenos Aires
y Chile, ya marchaba Bolívar á libertar el Perú; y sin embargo, el
Gobierno de la Península soñaba todavía con recuperar el dominio
de Ultramar y rechazaba toda proposición de paz honrosa. Cerró
también los ojos ante la actitud de los Estados Unidos, los cuales,
desde 1818, habían enviado un agente confidencial á Angostura á
fin de observar de cerca la formación del Estado colombiano. En
1820, la Cámara de Representantes de la Unión, accediendo á la
insinuación de su presidente Enrique Clay, declara que votará los
fondos necesarios para esblecer Legaciones cerca de los nuevos
Gobiernos hispano-americanos; en 1821, la misma Cámara expresa
en un acuerdo su simpatía hacia los pueblos del Sur que estaban
luchando por su libertad é independencia; en 1822, la Cámara y el
Senado votan 100,000 doUars para mantener aquellas Legaciones, y
el Presidente Monroe, que había vacilado hasta entonces en seguir
resueltamente el rumbo señalado por el congreso, se apresura á
mandar ejecutar el decreto sobre Legaciones (4 de mayo, 1822), lo
que equivalió á reconocer oficialmente la soberanía de las nuevas
Repúblicas.
1. Esta plaza permaneció en manos de los españoles hasta 1823.
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— 378 —
A los once meses, habiendo España desoído el ofrecimiento
que le hiciera la Gran Bretaña de mediar en su disputa con Francia,
el ejército francés invade la Península (7 de abril, 1823).
El 2 de diciembre del propio año, el Presidente Monroe dirige
al congreso americano su célebre mensaje. "En las guerras —
dice — T de las potencias europeas sobre asuntos concernientes á
ellas mismas, no hemos tomado nunca parte algima, ni conviene á
nuestra política hacerlo. Sólo en el caso de ver atacados 6 seria-
mente amenazados nuestros derechos, nos resentimos de la sinrazón
6 nos preparamos á la defensa. Con los sucesos de este hemisferio
estamos por necesidad más inmediatamente relacionados, y ello por
causas obvias para todo observador instruido é imparcial. A este
respecto el sistema político de las potencias aliadas es esencialmente
distinto del de América. Tal diferencia nace de la que existe
entre sus respectivos Gobiernos; y toda la nación americana es fiel
en defender su propio Gobierno, que se ha constituido con la pérdida
de tanta sangre y riquezas, que se ha consolidado por la prudencia
de sus mejores ciudadanos, y bajo el cual hemos gozado de una
felicidad sin ejemplo. La sinceridad y las amistosas relaciones que
existen entre los Estados Unidos y aquellas potencias, nos obligan
pues á declarar, que toda tentativa de su parte á extender su sis-
tema á una porción cualquiera de este hemisferio, la consideraríamos
como peligrosa para nuestra paz y seguridad. Respecto de las co-
lonias ó dependencias actuales de las potencias europeas, no hemos
intervenido ni intervendremos* Pero en lo tocante á los Gobiernos
que han declarado su independencia y mantenidola, independencia
que hemos reconocido después de madura" reflexión y de acuerdo
con principios justos, veríamos toda ingerencia de las potencias
europeas, con el propósito de oprimirlos ó dominar de cualquier
modo su suerte, como la manifestación de una actitud hostil hacia
los Estados Unidos i". Contrapuesto así el sistema republicano de
1. Tanto se ha comentado la declaración de Monroe, y de modos tan vinos
se la ha interpretado asi en América como en Europa, que conviene tener siempre
á la vista el texto de su conclusión. Dice: *We owe it, therefore, to candor ana
to the amicable relations existing between the United States and those Powers, lo
declare that we should consider any attempt on their part to extend their sjrstem to
any portion of this hemisphere as dangerous to our peace and safety. With tbe
existing colonies or dependencies of any European Power we have not intcrfered,
and shall not interfere. But with the govemments who have declared their indepcn-
dence and maintened it, and whose independence we have, on great considerttion
and on just principies acknowledged, we could not view any interposition for the
purpose of oppressing them, or controUíng in any other manner their destiny, jjy
any European Power, in any other light than as the manifestation of an unfricndly
disposition towai'd the United States**.
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— 379 —
América al sistema monárquico europeo, la reconquista española se
hacía imposible para siempre.
Entre tanto, la diplomacia británica había seguido en Europa
un rumbo análogo al de los Estados Unidos, oponiéndose á que
tuviese buen éxito el plan reaccionario del congreso de Verona, No
bien conoció el Ministro Canning la declaración de Monroe, escribió
confidencialmente al Embajador en Madrid^: "Cuando yo vacilaba
en setiembre acerca de la forma que debía darse á la declaración
y protesta (sobre las resoluciones del congreso, que la Gran Bre-
taña no aceptó), inquirí de Mr. Rush, Ministro americano aquí, cuáles
eran sus instrucciones y disposición para adherir á cualquier medida
que pudiéramos tomar con el fin de evitar una empresa hostil de
las potencias europeas contra la América española. No tenía él
instrucciones; pero habría tomado sobre sí el juntarse con nosotros
si empezábamos por reconocer á los Estados hispano-americanos.
Esto no podíamos hacerlo, y en consecuencia procedimos solos.
Pero no me queda duda de que el informe que dirigió á su Gobierno
sobre aquel paso mío, que él consideró probablemente como una
insinuación, tuvo gran parte en determinar las explícitas declara-
ciones del Presidente '' . . . Todo es exacto. Al recibir Monroe el
informe de Rush, llamó á consulta á los ex-Presidentes Jéñerson y
Mádison, quienes opinaron que convenía discutir desde luego el
asunto en Consejo de Ministros. Tal fué el origen del célebre
mensaje.
Canning comprendió en seguida que el mejor partido para la
Gran Bretaña era reconocer también la Independencia de las nuevas
Repúblicas, y la propuso al rey repetidas veces en 1824. "Las
relaciones — dice uno de sus memorándum — entre el Gobierno
de los Estados Unidos y los Gobiernos de México y Colombia, han
progresado y se han consolidado en los últimos años. El Estado
de Colombia acreditó en los Estados Unidos un Enviado Extra-
ordinario y Ministro Plenipotenciario, y por el último correo de
Washington sabemos la llegada allí de un Enviado igual de México,
Estado donde, más especialmente por su situación local, ha de
esperarse que la influencia del Gabinete de Washington aumente
en progresión rápida.'' Aceptó al fin el rey la proposición de su
gran Ministro, quien se apresuró á escribir al Embajador en París:
"La América española es libre; y si no manejamos mal nuestros
negocios, ella es inglesa! 2". No desde el punto de vista político,
1. Carta del 31 de diciembre, 1823.
2. Carta de Canning á Lord Granville, 17 de diciembre^ 1824.
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— asó-
se entiende: Canning, como buen inglés, pensaba sobre todo en el
predominio mercantil.
En resumen, la declaración de Monroe y la actitud de la Gran
Bretaña dieron por resultado inmediato el que las grandes potencias
aliadas en Verona desistiesen de toda intervención en América.
Rusia misma, que había mostrado singular entusiasmo por las pre-
tensiones españolas, varió sus miras diplomáticas, y tanto, que el
Presidente Adams pudo decir al congreso americano, en su mensaje
de 1826, que las relaciones amistosas del Gobierno de Washington
con el Emperador de Rusia habían contribuido á fijar la política
según la cual no quedaba á las potencias europeas otra alternativa
sino reconocer tarde ó temprano la independencia de las Repúblicas
del Sur, á ejemplo de los Estados Unidos.
Estos celebraron con Colombia en 1824 un tratado de paz,
amistad, comercio y navegación, que se ratificó en 1825.
La Gran Bretaña reconoció oficialmente á Colombia en enero
de 1825, y en abril del propio año celebró con ella un tratado de
amistad, comerció y navegación, canjeándose las ratificaciones el 26
de mayo.
Las ciudades libres de Hamburgo y Bremen enviaron Cónsules
Generales á Bogotá en 1827.
También en 1827 los Países Bajos acreditaron un Cónsul
General 1. A los dos años, el Ministro holandés en Londres formuló
con el de Colombia en la misma corte un tratado de amistad,
navegación y comercio: firmado á 1<> de marzo de 1829 y canjeado
en 15 de febrero de 1830.
Desde 1826 acreditó Francia en Bogotá un "agente superior
de comercio", á quien se reconoció el carácter consular, á fin de
propender á más definidas relaciones. No creía oportuno el Gabinete
de París, según dijo después el Ministro de Negocios Extranjeros á
la Cámara de los Pares (enero, 1828), "escoger el momento en que
las plazas más importantes de España se hallaban en poder de las
tropas francesas, para reconocer la Independencia de Estados que
no hacía mucho tiempo se encontraban bajo la autoridad de S. M.
Católica". En abril de 1829 llegó á Bogotá un "Comisionado" del
rey de Francia y residió allí con las atribuciones, si no con el
título, de agente diplomático. En el mismo año el Gobierno francés
expide exequátur al Cónsul General de Colombia en París, Leandro
1. £1 caballero de Stuart, que murió el 30 de octubre en un duelo á pistola
con el teniente Miranda, hijo del Generalísimo, á quien había aquél ultrajado en un
baile de palacio.
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— 381 —
Palacio ; á quien el Ministro de Negocios Extranjeros, Mole, participa
el 30 de diciembre, 1830, que "reconociendo en principio la Inde-
pendencia de Colombia, el Gobierno francés está dispuesto á concluir
con ella im tratado de amistad, comercio y navegación i^\
Con la Santa Sede las relaciones se establecieron á paso lento.
A raíz de la fundación de Colombia, el Gobierno hizo gestiones en
Roma á fin de que se proveyesen los obispados vacantes, se auto-
rizase á los obispos para secularizar á los regulares y se concluyese
un concordato en virtud del cual, el Legado de Su Santidad y el
Primado de Colombia que se erigiese pudieran arreglar ó dividir
las diócesis conforme á las necesidades y aumento de la población,
conferir la institución canónica á los nuevos prelados, trasladarlos
de unas sillas á otras, erigir una iglesia metropolitana en Quito y
reducir á menos número los días festivos del año. Al efecto se
acreditó en Roma un Enviado Extraordinario y Ministro Plenipoten-
ciario (Ignacio Tejada); mas deseando la curia romana evitar las
protestas de la católica España, si entraba en relaciones directas y
oficiales con las antiguas colonias, no recibió solemnemente al
Ministro colombiano, y aun le insinuó que se mantuviese alejado de
la residencia papal ^. En 1824 la República se declaró en ejercicio
del derecho de patronato, de que gozaba antes el monarca español
en sus dominios de Ultramar, y presentó prelados para las diócesis
vacantes. Al cabo de largas negociaciones convino la Santa Sede (1827)
en preconizar á los nuevos arzobispos de Bogotá y Caracas y á
los obispos de Santa Marta, Cuenca, Quito y Antioquia. En Vene-
zuela, el arzobispo Ramón Ignacio Méndez tomó posesión corporal
de la silla metropolitana de Caracas el 11 de mayo de 1828; y á
15 de agosto de 1829 recibió la consagración Mariano de Talavera
y Garcés, que en el año anterior había sido preconizado como
obispo de Trícala, in partibus infidelium, y recibido el nombra-
miento de vicario apostólico de la diócesis de Guayana, con todas
las facultades concedidas á los obispos colombianos.
Los demás Estados europeos que mantenían relaciones comer-
ciales con Colombia, aunque no celebraron con ella tratados públicos
no apoyaron tampoco la inquebrantable pretensión de España á
recuperar sus colonias, insistencia de la cual no desistió, respecto
de Venezuela, hasta 1845.
La cuestión más importante en la historia diplomática del
período que nos ocupa, fué sin duda la que planteó Bolívar desde
1. Disuelta ya la Unión Colombiana, no se firma el tratado hasta 1843, con
la República de Venezuela.
2. Tejada se fijó en Florencia.
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— 382 —
antes de la constitución de la Gran Coloml^ía. Otro entendimiento
menos alto bubiérase preocupado solamente de triunfar en los campos
de batalla. £1 vio siempre más allá, y no cejó nunca en su empeño
de asegurar sobre sólida base el porvenir de toda la América
española. Al efecto siguió paso á paso las combinaciones é intrigas
de la política europea, valiéndose á la vez de su correspondencia
privada con personas residentes en varias cortes, de la ilustración
de sus Ministros de Relaciones Exteriores y de la habilidad de sus
agentes en el extranjero^. No había aún libertado el Perú ni fun-
dado á Bolivia cuando aspiraba ya á la confederación de Hispano-
América, lo mismo para defender su Independencia contra todo in-
tento de reconquista europea, que para establecer un contrapeso á
la gran República del Norte. He aquí el desarrollo, — y des-
graciadamente el fracaso, por circunstancias especiales, — de tan
vasto pensamiento.
En 1822, Colombia celebra con el Estado de Chile un tratado
de unión, liga y confederación en paz y en guerra (ratificado en
Bogotá á 12 de julio de 1823), '^para sostener — dice el texto —
con su influjo y fuerzas marítimas y terrestres, en cuanto lo per-
mitan las circunstancias, su independencia de la nación española y
de cualquiera otra dominación extranjera, y asegurar, después de
reconocida aquélla, su mutua prosperidad y la mejor armonía y
buena inteligencia, así entre sus pueblos, subditos y ciudadanos,
como con las demás potencias con quienes deben entrar en rela-
ciones". Igual estipulación contiene el tratado con el Perú, ratifi-
cado al propio tiempo.
Por otro tratado adicional con el Perú, de la misma fecha, se
convino además, de acuerdo con lo estipulado también en el tratado
con Chile, que se formaría una asamblea compuesta de dos pleni-
potendaríos por cada parte para el nombramiento de los Ministros
de igual clase cerca de los Gobiernos extranjeros; que los aliados
interpondrían sus buenos oficios con los Gobiernos de los demás
Estados de la América antes española, para entrar en este pacto
de imión, liga y confederación perpetua; que, conseguido este ob-
jeto, se reuniría un congreso general de plenipotenciarios, á fin de
servirles "de concejo en los grandes conflictos, de punto de con-
tacto en los peligros comunes, de fiel intérprete de sus tratados
públicos cuando ocurriesen dificultades, y de juez arbitro y con-
1. Los diplomáticos venezolanos que más se distinguen en el período colom-
biano son el Dr. Pedro Gual, el general Pedro Brícefio Méndez, Femando Pefialver,
José Rafael Revenga y el mariscal Antonio José de Sucre. — Para formar idct
completa de la polftica internacional de Bolívar, consúltense sus memorias de Carta-
gena y Jamaica, sus mensajes á los congresos y su correspondencia general.
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— 383 —
ciliador en sus disputas y diferencias^"; que dicho pacto no inter-
rumpía el ejercicio de la soberanía nacional de cada Estado, pero
se obligaban por él ^^á no acceder á las demandas de tributos ó
exacciones que el Grobiemo español pudiese entablar por la pérdida
de su antigua supremacía sobre estos países, ó cualquiera otra nación
en nombre 6 representación suya, ni entrar en tratado alguno con
España ni otra nación en perjuicio y menoscabo de esta indepen-
dencia". Lo mismo se pactó con México (1823 — 1824) y con las
Provincias Unidas del Centro de América (1825). Con el Estado
de Buenos Aires se estipuló solamente amistad y alianza defensiva
(1823—1824).
A 7 de diciembre de este año, Bolívar, en su calidad de Li-
bertador y Jefe Supremo del Perú, dirige desde Lima una circular
á los Gobiernos que habían adherido al pensamiento del congreso
internacional americano, proponiéndoles la inmediata reunión de
sus plenipotenciarios en el istmo de Panamá, lugar indicado por
Colombia en sus anteriores tratados. Al cabo de largos meses de
gestiones preliminares, se instaló el congreso el 22 de junio de
1826, con dos representantes de cada una de las Repúblicas de
Colombia (cuyos plenipotenciarios fueron Pedro Gual y Pedro
Briceño Méndez), Centro de América, Perú y Estados Unidos Mexi-
canos. Chile, á pesar del compromiso contraído, no pudo enviar
representantes, alegando ó pretextando que para nombrarlos era
preciso el consentimiento de la Legislatura, que no estaba reunida.
El Presidente de Bolivia, Sucre, mandó pliegos en blanco á Bolívar
para que escogiese los plenipotenciarios y les diese instrucciones;
lo que no se hizo. El Gobierno del Río de la Plata se abstuvo.
A este respecto escribía Bolívar al Ministro de Relaciones Ex-
teriores, Revenga, (17 de febrero, 1826): "No tengo ninguna es-
peranza de que Chile y las Provincias Unidas del Río de la Plata
entren en la confederación de buena fe, ni adopten el proyecto tal
cual se ha presentado; por el contrario, los creo perjudiciales.
Estos dos países están en una situación lamentable, y casi sin Go-
bierno . . ." También se abstuvo el Brasil, cuyo Gobierno había
prometido en 1825 enviar un plenipotenciario, si bien advirtiendo
1. £s realmente digno de recordación y nota semejante precedente de la
diplomacia boliviana, que inspirándose en una institución de la antig^ Grecia (la
Liga Aníictiónica), en el proyecto de Enrique IV (Conseil General de
l*£arope), y en las ideas de algunos filósofos modernos, sobre todo Jeremías
BeoUiam (A Plan for an Universal and Perpetual Peace) y Manuel Kant
(Ein permanenter Staaten-Congress), se adelantó sesenta y siete afios á las
resoluciones del Congreso Internacional Americano de Washington (1890) y setenta
y cinco afios & la Conferencia y Convención de La Haya (1898).
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— 384 —
que sólo "tomaría parte en las deliberaciones de interés general,
compatibles con la estricta neutralidad que el Emperador guardaba
entre los Estados beligerantes de América y la España ^\
En el propio año declaró el Gobierno de los Estados Unidos
al Ministro colombiano en Washington, que se haría representar en
el congreso "siempre que los puntos que allí se tratasen fuesen
compatibles con su neutralidad^'; neutralidad que le servia de pre-
texto especialmente para oponerse, como se opuso en toda forma,
á la ya preparada expedición de BoHvar con el fin de libertar á
Cuba y Puerto Rico. Obtenida la promesa de que se aplazaría la
expedición, resolvieron los Estados Unidos nombrar plenipotencia-
rios, primero á Mr. Anderson, Ministro que era en Bogotá, y luego
á Mr. Sergeant Pero, en viaje para Panamá murió aquél en Carta-
gena, y el segundo llegó cuando habían terminado las sesiones.
La Gran Bretaña envió también un representante, Mr. Dawkins, y
Holanda otro, el Sr. Van Veer; aunque con la sola misión de
seguir en silencio los trabajos del congreso. Cuyo éxito era ya
muy problemático, con semejantes abstenciones y cortapisas.
Los representantes de las citadas cuatro Repúblicas hispano-
americanas firman en Panamá, el 15 de julio de 1826, un tratado
por el cual se establece una liga y confederación perpetua para
sostener en común, defensiva y ofensivamente, la soberanía é in-
dependencia de las potencias aliadas, contra toda dominación ex-
tranjera. Cada dos años en tiempo de paz, y cada año en tiempo
de guerra internacional, se reunirá una asamblea general, compuesta
de dos ministros plenipotenciarios por cada Elstado, cuyos prin-
cipales objetos serán: — negociar y concluir todos aquellos trata-
dos, convenciones y demás actos que tiendan á las mejores re-
laciones recíprocas de los confederados; contribuir al mantenimiento
de la paz y amistad, sirviéndoles de punto de contacto en los peli-
gros comunes, de fiel intérprete de los tratados y convenciones
concluidos en la misma asamblea, cuando ocurriere alguna duda
sobre su inteligencia, y de conciliador en sus disputas y diferencias;
procurar la conciliación y mediación entre las potencias aliadas, ó
entre éstas con una ó más potencias extrañas á la confederación
que estuvieren en guerra ó amenazadas de un rompimiento; y
" ajustar y concluir, durante las guerras comunes de las partes con-
tratantes con una ó muchas potencias extrañas á la confederación,
todos aquellos tratados de alianzas, conciertos, subsidios y contin-
gentes que aceleren su terminación''. Ninguno de los confederados
podrá celebrar tratados de alianza con otra potencia sin consultar
previamente á los demás. Siempre que no lograren transigir ami-
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- 385 —
gablemente entre sí sus diferencias presentes ó eventuales, las so-
meterán al juicio de la asamblea, cuya decisión, sin embargo^ no
será obligatoria si las potencias en conflicto no hubieren convenido
antes en que lo fuese. No podrá tampoco uno de los confederados
declarar la guerra á otro ni ordenar actos de represalias sin someter
antes su causa, apoyándola en documentos, á la decisión concilia-
toria de la asamblea. Para que un confederado declare la guerra
ó rompa las hostilidades contra una potencia extraña, deberá soli-
citar antes los buenos oficios y mediación de sus aliados. En ningún
caso podrá la confederación ligarse con el enemigo de una de las
potencias aliadas. Será excluido de la confederación el Estado que
declare la guerra ó rompa las hostilidades sin haber solicitado su
mediación, ó que no cumpla sus decisiones en caso de haberse so-
metido previamente á ellas. Las demás potencias de América
podrán incorporarse en la confederación, dentro de un año de
ratificado este tratado, aceptando todas sus bases. Se compro-
meten además los confederados á cooperar á la completa aboli-
ción del tráfico de esclavos, y á declarar piratas á los buques
cargados de ellos, procedentes de África. Cada Estado conserva
el ejercicio de su soberanía respecto de sus relaciones exteriores
con las otras potencias, en cuanto no se oponga al tenor y letra
del tratado.
Por convenciones especiales se estipula, el mismo 15 de julio,
el contingente que ha de aportar cada Estado para levantar y
mantener un ejército de 60,000 hombres de infantería y caballería,
y una armada de veintiocho buques, con el objeto de defenderse de
España. Y en la propia fecha acuerda el congreso trasladarse á la
villa de Tacubaya, cerca de la ciudad de México, á continuar allí
sus deliberaciones. Lo que no se pudo efectuar.
El 30 de julio parte para México el primer plenipotenciario
colombiano, Gual, y encuentra allí solamente al plenipotenciario de
Centro-América, Larrazábal, al norte americano Sergeant, sustituido
á poco por el Ministro Poinssett, y al comisionado holandés Van
Veer, que decidió regresar á su país. A 11 de agosto, Bolívar re-
nueva- á Gual .sus instrucciones para que siga fomentando en el
congreso la confederación de Hispano-América, como punto de
política permanente, y como objeto inmediato la expedición liberta-
dora á Cuba y Puerto Rico, á fin de poder marchar luego "con
mayores fuerzas á España ... si para entonces no quieren la paz
los españoles ^\ Pero múltiples circunstancias impidieron la reinsta-
lación del congreso en Tacubaya, Veintiocho meses trascurrieron
sin que las Cámaras mexicanas ratificasen los tratados de Panamá;
Fortonl, Historia Constitadonal. 25
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— 386 —
y al lin, cansados de esperar, los últimos plenipotenciarios, Gual y
Larrazábal, decidieron marcharse (noviembre, 1828).
La situación de Hispano-América no era en realidad propicia
para ningún vasto plan internacional. Sucesivamente, Buenos Aires
pelea con el Brasil, á causa de la Banda Oriental del Plata; e)
Salvador se disputa con Guatemala; México es teatro de violentas
disensiones; Chile malgasta el tiempo en estéril polémica sobre
teorías constitucionales; Bolivia, con sus disturbios militares, obliga
á Sucre á abandonar definitivamente la Presidencia; el Perú pro-
mueve guerra á Colombia, su libertadora; Venezuela desconoce el
Gobierno de Bogotá, y en toda Colombia los partidos santanderísta
y boliviano luchan á muerte, acaban con la Convención de Ocaña
y determinan á Bolívar á proclamar la Dictadura.
Gual escribía desde México al Ministro colombiano de Rela-
ciones Exteriores (26 de mayo, 1827): "Es una completa calamidad
para los Estados de la América antes española, que al tiempo de
crearse la institución más hermosa que se vio jamás, una institución
-que iba á consolidar para siempre su existencia política, se hayan
puesto la mayor parte de ellos en una confusión horrorosa . . .
¿Cómo es posible, pues, que en el día se establezca una con-
federación de partes discordes y desorganizadas? ¿Puede acaso
ser la confederación medio eficaz de curar los males interiores de
cada Estado? ¿O debe esta misma confederación ser el resultado
del buen orden y profundos cálculos de cada uno de ellos?".
Crítica aguda y trascendente. Han trascurrido ya ochenta años, y
la América latina, á pesar de sus congresos panamericanos, per-
manece aún dividida en Estados débiles, y celosos unos de otros,
por motivos análogos á los de 1826«
Quedó así frustrado el doble pensamiento de Bolívar: sal-
var de la dominación de España — y de los Estados Unidos — las
islas de Cuba y Puerto Rico, y establecer un eqtdlibrio permanente
entre fa •grtin República de origen inglés y las Repúblicas de origen
español. "Lo que tal vez hubiera hecho imposible la hegemonía ó
protectorado de aquélla sobre éstas, ó- hubiera en todo caso de-
sarrollado en la raza latino-americana la potencia mundial qqe aún
le falta.
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Capitulo V.
Venezuela en la Unión Colombiana.
Sumario. Continúa y termina la guerra de Independencia, en Coro,
Maracaibo y Puerto Cabello — Competencias y conflictos entre las
autoridades superiores (1821 — 1824) — Páez, Comandante Greneral,
contra Soublette, Jefe Superior — Soublette contra el Intendente
Toro — Toro contra la municipalidad de Caracas — El Intendente
Escalona contra Páez — Decretos sobre alistamiento de milicias y
sobre conspiradores — Oposición que encuentran en Caracas —
Bandos de Páez sobre alistamiento (1825) — Amenazas y tropelías —
Quejas ante el Gobierno nacional (enero, 1826) — La Cámara de
Representantes propone acusación contra Páez, y la admite el Se-
nado — Queda suspenso de la Comandancia General — Carácter
de Páez Su ojeriza contra los "jurisconsultos" y "letrados" —
Su infancia y juventud ^- Su vida en los Llanos — Autoridad que
ejerce sobre las tropas llaneras — Su vigilante suspicacia — Accesos
de epilepsia — ímpetu guerrero — No reconoce más autoridad que
la de Bolívar — Rebelión de Valencia (1826) — Reasume Páez el
mando — Jura desobedecer al Gobierno de Bogotá — Asambleas
populares para pedir reformas — ¿Confederación ó separación? -^
Convocatoria de un congreso constituyente de Venezuela — Se
abandona el proyecto por la lleuda de Bolívar — Es ya imposible
restablecer el régimen constitucional colombiano — Triunfa de hecho
el partido autonomista — Confirma Bolívar la autoridad civil y
mihtar de Páez — -Este lo reconoce como Presidente de la Re-
pública — Comedia forzosa — Bolívar en Caracas — Triste estado
de Venezuela en la Unión Colombiana — Atraso de la instrucción
pública — No se cumple la ley de manumisión — Miseria de la
agricultura y, la cría — Desorden de la hacienda — Mala adminis-
tradóa de justicia — Reorganización impuesta por Bolívar — Re-
gresa á Bogotá — Su despedida de los venezolanos — Comentario
de la revolución llamada La Cosiata — El partido federalista, re-
formista ó separatista, y el bando militar de ráez — Tendencia de
la oligarquía venezolana — Los dos factores de la evolución
.constitucional.
Después del triunfo de Bolívar en Carabobo, el mayor peligro
que amenazó la Independencia fué la expedición que con 1,200 hom-
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bres (de los 4,000 que guarnecían á Puerto Cabello) emprendió La
Torre sobre Coro, en diciembre de 1821. El Libertador había sa-
cado de esta provincia, considerándola pacificada, .las tropas con
que la libertara el general Urdaneta, y sólo dejó en ella un pequeño
cuerpo á las órdenes, sucesivamente, del coronel Juan Escalona, del
coronel Justo Briceño y del coronel Juan Gómez, que se alzó con
el mando. No tardaron en formarse considerable número de guerri-
llas realistas, que por el mes de noviembre tenían ya en jaque á
los republicanos en la Vela. Aquí les obliga á capitular La Torre
el 9 de enero de 1822. En todo este año y en el siguiente hasta
el mes de agosto, pelean encarnizadamente realistas y republicanos
por la dominación de las provincias de Coro y Maracaibo, capitanea*
dos los primeros por Soublette, Urdaneta, Francisco Carabaño, K-
ñango, Clemente, Reyes González, Torrellas, Padilla, los franceses
Belluche y el inglés Gualterio Chitty. En mayo de 1823 queda
libertado Coro; en julio triunfa en el lago de Coquibacoa la escua-
dra republicana de Padilla contra la realista de Laborde, y el 3 de
agosto capitula Morales, sucesor de La Torre, en la plaza de Mara-
caibo. A 8 de octubre capitulan también en la plaza y castillo de
Puerto Cabello los españoles D. Sebastián de la Calzada y D. Manuel
Correa, acordándoles Páez, generosamente, que la guarnición salga
con bandera desplegada y se trasladen todos á Cuba en barcos de
Colombia. Así desapareció para siempre el dominio de España en
Venezuela.
Coincidieron con la Independencia disturbios domésticos, cuya
causa principal fué la tendencia autonomista ó separatista, que no
cejó nunca en Venezuela, ni ante la constitución de Cúcuta, ni ante
el gobierno central de Bogotá, ni ante la suprema autoridad de
Bolívar. Conforme á la división territorial decretada por el con-
greso de Cúcuta, las provincias venezolanas formaban tres Departa-
mentos, á saber: Orinoco (Guayana, Cumaná, Barcelona y Margarita),
Zulia (Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo), Venezuela (Caracas y
Barinas); y como en parte de ellos continuaba aún la guerra de
Independencia, y las rentas de todos se hallaban además en com-
pleta desorganización, autorizó el congreso al Poder Ejecutivo
(6 de octubre de 1821) para nombrar allí un Jefe Superior, en lo
militar y en lo civil, sin perjuicio de que existieran siempre los In-
tendentes y Gobernadores constitucionales. Se nombró en conse-
cuencia Jefe Superior al general Carlos Soublette; pero éste, á
pesar de su moderación y tacto diplomático, no logró siempre do-
minar las pretensiones de Páez, que era comandante militar de
Venezuela; de donde vino, sobre todo, la prolongación por dos años
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— 389 —
de la reconquista de Coro y Maracaibo y sitio de Puerto Cabello.
Páez, según decía agudamente Soublette, no se formaba todavía con-
cepto exacto de la "patria grande": preocupábase, primero que todo,
con los asuntos caseros de su "patriecita", los llanos de Barinas
y Apure.
Apenas deslindadas las atribuciones de las diversas autoridades
departamentales, surgían con frecuencia competencias y conflictos.
En 1823, siendo Intendente de Venezuela el general Francisco
Rodríguez (antiguo marqués del Toro), le ordena el Ejecutivo na-
cional cumplir el decreto de 4 de julio que mandaba expulsar del
territorio de. la República á los individuos, tanto españoles como
americanos, " cuya permanencia en Colombia fuese peligrosa por su
desafección al sistema de Independencia". Soublette, Jefe Superiqí:,
creyéndose igualmente autorizado, manda expulsar á los españoles
y canarios, con algunas excepciones. Protesta entonces el Inten-
dente, alegando que la orden del Ejecutivo se le había trasmitido
directamente. Pero el Gobierno de Bogotá decide, en 26 de no-
viembre, que ninguna autoridad que no fuera la del Jefe Superior
militar debía "entender en este negocio".
No .bien apaciguados los ánimos estalla un conflicto entre el
mismo Rodríguez del Toro y la municipalidad de Caracas. En 13
de febrero de 1824, el Intendente nombra juez político del cantón
á Francisco de Bamitia, que era alcalde ordinario de primera elec-
ción, y se dirige al alcalde segundo para que le dé posesión y se
proceda á elegir otro alcalde primero. Niégase á ello lo munici-
palidad, porque, en su entender, no tenía facultades el Intendente
para eximir á Barrutia de su cargo concejil y destinarlo exclusiva-
mente al ramo político. Replica el Intendente, que la ley no le
priva de nombrar jueces políticos del seno de la municipalidad, y,
trasladándose al Ayuntamiento, pone él mismo en posesión de su destino
al nuevo empleado, no obstante la protesta de los capitulares pre-
sentes. Llevado el asunto, por vía de queja, á la Corte Superior
de justicia, declara en 24 de febrero nulo el nombramiento de juez
político, é "ilegal, violento y atentado" el procedimiento del Inten-
dente, á quien le impone una multa de quinientos pesos, con las
costas del recurso.
Menos acertada anduvo la municipalidad de Caracas cuando
en noviembre del propio año pidió que se suspendiese la ejecución
de un decreto en que el Vicepresidente Santander ordenaba el
alistamiento general de los ciudadanos, desde la edad de dieciséis
años hasta la de cincuenta, con excepción de los individuos del
ejército permanente, los milicianos de artillería y de marina y los
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— 390 —
eclesiásticos ordenados in sacris, para poner á la República ^^en
estado vigoroso de defensa contra sus enemigos, en circunstancias
en que el rey de España pretende renovar las hostilidades ^\ Fun-
dábase la oposición municipal, en que el decreto ponía la organiza-
ción de las milicias bajo la autoridad del comandante militar (Páez),
y no del Intendente, con lo que se cercenaban las atribuciones del
gobierno civil; pero el Ministro de Guerra se dirigió de nuevo ai
comandante militar (22 de diciembre) recomendándole que venciese
todos los obstáculos opuestos al alistamiento.
Reemplazado el Intendente Rodríguez del Toro con el general
Juan Escalona, tampoco logró éste acordarse con Páez. En diciem-
bre de 1824, un grupo de hombres, muchos de ellos esclavos, intenta
aj^oderarse del parque que se custodiaba en Petare. Fádhnente los
dispersó Páez; mas como ordenara juzgar militarmente á algunos
prisioneros, el Intendente Escalona se quejó al Ejecutivo nacional
de que la autoridad militar procediese sin dar aviso siquiera ni á la
Intendencia ni á la Corte Superior de justicia; y le dio la razón el
Gobierno, pues decidió (17 de febrero, 1825), que conforme á la ley
de conspiradores del año 21, era ^^de cargo de la autoridad militar
entregar los facciosos aprehendidos á la civil respectiva". Sin em-
bargo, cuando esta resolución llegó á Caracas, ya Páez había in-
dultado á los de Petare.
En enero de 1825, el Vicepresidente Santander dirige una
nota al presidente del Senado diciéndole que los sucesos de Caracas
manifiestan un malestar profundó, capaz de ocasionar funestas con*
secuencias; que existe allí un partido, desde 1821, que se propone
desacreditar la constitución, atacar la unión de Venezuela y Nueva
Granada, objetar las leyes,." concitar, en una palabra, el odio de la
masa del pueblo contra instituciones, leyes, congreso, Ejecutivo y
toda clase de autoridades," y que Caracas es la única ciudad de la
República que protestara contra el decreto de alistamiento de mili-
cias, dando ejemplo de inobediencia y aconsejando la insubordina-
ción. — Existía en realidad un partido que, descontento de ver la
capital en Bogotá, y adversario de la forma centralista de la cons-
titución de Cúcuta, aspiraba á sustituir el régimen actual con otro
federativo, que le permitiese á Venezuela (y por consiguiente, á
Nueva Granada y al Ecuador) darse instituciones más adecuadas á
sus particulares intereses. Pero no habían aún los caraqueños aban-
donado el terreno de la oposición legal.
Legal fué todavía la oposición de la municipalidad de Caracas,
aunque formulada en términos excesivos, contra el decreto sobre
conspiradores, del 17 de marzo de 1825. Considerando el Více-
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— 391 —
presidente Santander, qoe estaba en peligro de turbarse la tranqui-
lidad pública de Venezuela» según los informes del Intendente y del
Comandante General acerca de ^^ las hostilidades causadas en Baruta
y otros lugares de la jurisdicción de Caracas por hi partida enemiga
de Cisneros/' (un aventurero que se titulaba coronel al servicio de
España), acerca del suceso de Petare y otras turbaciones en Tucti-
pido y el Sombrero, consulta al congreso sobre las medidas que
juzga oportunas, y el congreso lo autoriza el 10 de marzo para de-
cretar lo siguiente:
Art. 1®. Las personas autores principales ó directores de una conspiración á
mano armada contr» la independencia y libertad d« la República, bien on favor de
Espafia ó de cualquiera otra nación extranjera, sufrirán la pena de muerte, previo
un juicio en la manera que se expresará.
Art. 2^. Además de dicha pena perderán también sus biene% que se apli-
carán en la manera y con las exci|>c¡ones siguientes: — 1^ se deducirán la dote y
gananciales pertenecientes á su mujer, sieapre que ésta no se halle complicada en
la conspiración: 2^ se deducirán también las dos terctns partes de los bienes á
ftrvor de sus hijos ó herederos forzosos, siempre que estos resulten inocentes.
Art 3^. La parte confiscable al autor ó director de la conspiración se distrí<
buirá entro los individuos que hayan tenido parte en el restablecimiento de la tran-
quilidad pública y destrucción de la facción, á juicio del Comandante de operaciones
y de dos oficiales elegidos por él, siempre que se esté en el caso de cualquiera de
las dos excepciones anteriores; pero si no hay necesidad de hacer ninguna de dichas
deducciones, se distribuirán los bienes, aplicando una tercera parte á la educación
pública de la provincia, otra á los individuos que han verificado la pacificación, y la
otra al tesoro nacional.
Art. 4^. £1 juicio contra los conspiradores, sean autores, directores, ó coope-
radores, corresponde al Comandante de armas de la Provincia con dictamen de le-
trado, y sus fórmulas y términos serán los prescritos para estos casos en la ley de
12 de octubre del afio 11^. Pero sólo se consultará la sentencia con la Corte Su-
perior de Justicia respectiva, cuando ésta se halle á tres días de 4i>tancia del lugar
donde se sigue la causa.
Art. 5^. Las personas que sin ser cabezas de motín pertenezcan á la facción,
ó se encuentren en ella, serán condenadas al servicio de las armas fuera del terri-
torio de la República; pero si esto no pudiere suceder porque no haya tropas co-
loaibianas fuera de dicho territorio, ó porque los facciosos no sean aparentes para el
servicio militar, se condenarán al trabajo de obras públicas por un término que no
pase de seis sAos.
Art. 6*. De las penas presentas en los artículos 1® y 5** de este decreto, se
exceptúan los eclesiásticos ordenados in sacris, á los cuales se ks expulsará del
territorio de Colombia perpetuamente, con pérdida de sus beneficios y ocupación de
temporalidades.
Art. 7 0. La parroquia ó población que voluntariamente diere ayuda ó se uniere
á una £iiccióii, sufrirá una contribución en metílico, ó provisiones de boca, á favor
del tesoro nacional, á juicio del Gobernador de la Provincia, calculadas sus propor-
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— 392 —
Clones y en vista de los informes del Comandante militar ó de otra;s antorídades.
Además anfiírá la población un quinto de hombres útiles que se destinarán al ser-
vicio de las armas fuera del Departamento, y el continente que resultare será des-
contado del que en i^ud de las leyes sobre reclutamientos le correspondiese á los
pueblos que hayan ayudado á restablecer el orden, oponiéndose á las miras de
loft facciosos.
Art 9^. Si alguno ó algunos esdavos denunciaren las sugestiones que les pu-
dieren hacer para sublevarlos contra la tranquiKdad pública, y se probase la verdad
de la denuncia ante las autoridades civiles del cantón ó provincia, recibiría su libertad
inmediatamente, y sus duefios serán indemnizados de su valor con preferencia de
los fondos dm manumisión de toda la Provincia. Exceptúase dicha indemnización, «i
el mismo 4uefio dal esclavo es agente 4e las sugestiones; pero si el «sclavo ó
esclavos resultaren falsos denunciantes, serán castigados severamente por 4a autoridad
civil con arreglo á las leyes.
Art. 9*. Por el presente queda autorizado el Comandante Geaeral del De-
partamento para conceder indultos generales ó pArtioilares de las penas aquí pres-
critas, á cualquiera porsona ó facción, ^ea para desarmarla y restablecer el orden,
ó para descubrir alguna inAirrección qu^ se haya tramado. £1 indulto se Uevará á
efecto sólo en el caso de que se logre cualquiera de dichos resultados.
Art. 10. ' £1 £jecutivo se reserva la facultad de conceder recompensas á los
individuos ó pueblos que más se distingan en oponerse y perseguir á los facciosos,
y dichas recompensas se entiendeny aunque no sean de las comprendidas en la es-
fera natural de sus atribncioncs.
Art. ti. £1 presente decreto tendrá fuerza y vigor hasta la próxima reanión
del congreso en 1826, y no sólo en la Provyicici de Caracas, sino en los demás
lugares donde lo exijan las circunstancias, porque aparezcan insurrecciones á mano
armada.
Art. 12. L41S autoridades correspondientes darán cuenta sucesiva al Gobierno
de la ejecución de eate. decreto en los cflsos que pudieren oourrir.
En los considerandos y en cada uno de los artículos de este
decreto, vio Ja municipalidad de Caracas otras tantas violaciones
de la constitución. De probarlas se encargó el Dr. Alejo Fortique,
en su carácter de síndico procurador. " Siendo — dijo — los puntos á
que se contrae el decreto de 1 ? de marzo todas materias atribuidas
al pongreso, no han podido, ni el Ejecutivo consultarle en ellas, ni
aquella soberana asamblea adoútir consultas en un negocio de du
exclusiva incumbencia, descendiendo,. por decirlo así, del alto rango
de legislador que octipa, á la simple esfera de consultor del Gobierno;
pues cuanda juzgase necesaria la medida, debió tomarla en con-
sideración, y discutida y sancia^nada conforme á las reglas de debate
prescritas en la constitución, pasada al Ejecutivo para su obser-
vancia". El artículo 1<^ impone pena de muerte á los conspiradores;
y esa no es atribución del Ejecutivo, sino del congraéo. El artículo
2^ ataca la propiedad iiKÜvidual: "no satisfecho el Ejecutivo con
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— 393 —
imponer á un delito una pena, y ésta de muerte, añade la pérdida
de bienes". El artículo 3^, al ofrecer á los que pacifiquen la
rebelión una parte de los bienes confiscados, bastará él solo ^^para
fomentarlas, en vez de prevenirlas, de manera que podemos estar
seguros de que nunca nos faltarán conspiraciones en Venezuela;
en tanto que nuestros beneméritos militares, pagados al efecto por
la patria y dispuestos á velar donde se les necesite, como mil veces
lo tienen acreditado, reoíben una injuria atroz, suponiéndose que el
vil interés pecuniario sea el único resorte poderoso que les mueva
á llenar su deber". El artículo 4^ "establece un nuevo tribunal
desconocido hastft aquí, y atropellando todas las formalidades que
escudan la inocencia, ei infeliz que tuvo la desgracia de encontrarse
distante del lugar donde reside la Corte Superior de justicia una
hora máB <le las setentídós prevenidas, perece irremisiblemente á
la voz de un hombre solo; y j^r libramos de un parcial y contin-
gente trastorno, caemos en una real y completa desorganización
le^al, mucho más temible todavía, si se advierte que lo único que
puede preservamos de aquél, es, como dice un sabio, la observancia
de las fórmulas". El artículo 5^ hace una distinción de penas que
no se halla en las leyes vigentes. El 6^ viola la igualdad de los
ciudadanos ante la ley, "pues decretando la pena de muerte contra
los conspiradores, exceptúa de ella á los eclesiásticos ordenados
in sacris". "La contribuci<tei pecuniaria y quintó de hombres con
que en el 7 <^ se castiga á la parroquia ó pueblo que auxiliare á Iob
facciosos, es 4sl colmo de la injusticia; pues que jamás podrá llevarse
á efecto sin que padezca el inocente". El artículo 8^, que ofreoe
la libertad á los esclavos que denuncien á quienes intenten suble-
varlos contra la tranquilidad pública, " produciría él solo más daños
que la más bien tramada conspirado^". Igualmente injusto es el
artículo 9<>, con el arbitrario poder que confiere á la autoridad
militar. Violada así la const^ución, es ifii deber de la municipalidad
sostenerla. "¿Qué os detiene? ¿El ascendiente del poder? Esto
mismo nos etnpeña, por una doble rasón, á esforzamos más.
Arrastraréis la nota de insubordinados; pero nunca habréis dado
una prueba más convincente de amor al orden y de obediencia, que
reclamando vigorosamente el cumplimiento de una constitución en
cuya formación no tuvimos parte; pero que basta hallamos ligados
con juramentos para no permitir se viole, mientras circule la sangre
en nuestras venas, ó en tanto que la nación misma no adopte otra
solemnemente. Al pueblo, según Mably, se le llama insolente, por-
que no quiere sufrir que lo sean los empleados y poderosos. Es
indócil y se le quiere castigar, porque rehusa ser bestia de carga •« •
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• ^ _ 394 —
Pensad que si enmudecéis^ ese mismo magistrado cuya determinacióa
repugnáis, si son tan rectas, como es de suponerse, sus intenciones,
debe cubrirse de vergüenza al verse colocado* á la cabeza de un
pueblo tan degradado y humilde. ¿Y qué diría el gran Bolívar al
oir que el suelo que le vio nacer no ha sabido conservar la
libertad, que le procuró con su espada y con sus luces ?"i. Oída
esta contundente representación, la municipalidad manifiesta en so
acta del 13 de junio, que sus ideas son las mismas e^spresadas por
el síndico, sin dudar que sean también las del pueblo que repre-
senta; y acuerda dirigir su acta y el papel de Fortique á la Cámara
de Representantes, para los efectos de acusación ante el Senado,
conforme al artículo 89 de la constitución.
Obsérvese que este espíritu de independencia de la munici-
palidad de Caracas, imitado después por otras, revela que renacía
bajo la República la tradición de* los Ayuntamientos españoles,
siempre celosos de sus atribuciones, y órganos á menudo del pro-
greso político an América. Pero semejante actividad de los cuerpos
municipales, tan vivaz al principio, irá debilitándose, hasta desapa-
recer por completo en muchas partes, á medida que el sistema
federal se implanta en la constitución. Ulteriormente veremos, que
la vida política regional tiende á concentrarse en la capital de la
Provincia ó Estado, ó más bien en su Gobernador ó Presidente; de
tal suerte que eí régimen federativo, según el concepto especia-
Ifeimo que de él se forman los pueblos sudamericanos (lo mismo
Venezuela que Nueva Granada, y México y la Repúblisa Argentina),
contribuye al fin á sustituir la autonomía municipal con un vigoroso
y tenaz centralismo en el gobierno regional.
Estaba ya en el aire, por decirlo así, el pronunciamiento de
Venezuela contra la autoridad central ejercida desde Bogotá. Páez,
que había andado muy remiso en la ejecución del decreto de 1824
sabré alistamiento de milicias, publica un bando en Caracas, á 29
de diciembre de 1825, citando á los vecinos para reunirse en el
convento de San Francisco. Pocos acuden á la cita. Renuévase
para el 6 de enero, y no concurren más de ochocientos vecinos.
Páez les echa en cara su indolencia, les dice que pretenden des-
conocer su autoridad, y apienaza con severas represalias á los pe-
riodistas que combatían el decreto de alistamiento. ^^No contento
el general Páez — escribe á Bogotá el Intendente Escalona — con
insultar de este modo al pueblo, vertió, con él á su presencia en
1. £1 mismo hombre que emplea aquí tan vehemente lenguaje (si bien justo
por la legitimidad de la causa que defiende), será en afios posteriores uno de bs mis
hables y sensatos diplomáticos de la República venezolana.
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— 395 —
San Francisco, las expresiones más duras, como estoy informado
por personas respetables, hasta tocar al peligrosísimo extremo de
amenazar que destruiría una de nuestras más preciosas garantías,
cual es la libertad de la imprenta, si ésta se ocupaba en denmciar
lo ocurrido con motivo de la milicia ^^\ Dio <en seguida orden á
los batallones Anzoátegui y Apure para que recorriesen en
guerrilla la ciudad y aprehendiesen á cuantos hombres encontrasen,
sin excepción alguna, y hasta con prevención (según los adversarios
de Páez) "de hacer fuego á los que hyyeran, y registrar las casas
que fuera preciso". Lo cierto es que las tropas, como sucede en
tales casos, cometieron tantos excesos, que la ciudad presentó el
aspecto de una plaza entrada á saco. Intervino entonces el Inten-
dente, con la oferta de publicar otro bando para que todos los
vecinos concurriesen de buen grado á la cita del Comandante Ge-
neral. Lo hizo, y el 9 de enero se efectuó el alistamiento sin más
.disturbios.
£1 Intendente da cuenta de lo sucedido al Poder Ejecutivo, y
la municipalidad se queja ante la Cámara de Representantes (16 de
enero) de los actos arbitrarios cometidos por el Comandante Gene-
ral. La Cámara pide informes al Ejecutivo, y éste contesta en 19
de febrero que: "1^. No consta de un modo evidente, capaz de
formar juicio exacto, que el Comandante General diese positiva^
mente las órdenes para esparcir partidas de tropa armada, ni menos
que mandase hacer fuego, ni allanar las casas; pues apenas dice el
Intendente que se lo han informado: 2<^. El hecho de hacer reunir
la milicia y los vecinos morosos por medio de soldados, no es un
delito contra las leyes, siempre que no se excedan á ultrajarlos ni
á extraerlos de sus hogares: 3^. La confusión, sobre que recalca el
Intendente, de ancianos, primeros ciudadanos y asistentes á tabernas,
es un poco ofensiva á la igualdad legal y al sistema político: 4<>.
Faka probar que estos excesos hayan sido cometidos con orden del
Comandante General, y que no fuesen causados por las partidas de
tropa, que por lo regular traspasan las instrucciones que se les dan;
y 5^. Si ha habido palabras duras y amenazas contra la imprenta,
éstas son faltas» que no las leyes escritas sino la opinión pública
las sabe corregir''. Agrega el Ejecutivo: *'No es superfluo recordar
á la Cámara, que el capítulo sobre la responsabilidad de empleados
de la ley de 1 1 -de marzo de 25, no comprende al Comandante Ge-
neral de un Departamento (art 11), ni hay tribunal designado para
1. Infonne del 7 de enero. — Páez, en nota del 21 de diciembre, dirigida
al Bünistro de Guerra (Soublette), se quejaba ya de la bterpretación ■violenta" que
los 'jurisconsultos** le daban á la libertad de imprenta, para injuriar á los militares.
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— 396 —
que conozca de sus causas, cuando no sea preciso un consejo de
guerra, lo cual advierto nuevamente para que se llenen estos vacíos
en nuestra legislación^'. Recomienda además la mayor prudencia
en e) procedimiento que se adopte, y termina el informe con una
insinuación ambigua, reveladora del carácter sinuoso y flexible del
Vicepresidente Santander. "Réstame saber — dice — ya que la
Honorable Cámara ha tomado conocimiento de este negocio, si son
de su cargo las ulteriores medidas, dejándome á mi libre de toda
responsabilidad, en cuyo caso lé haré pasar los demás informes que
han de venir."
La Cámara nombró á uno de sus miembros para proponer
acusación ante el Senado contra el Comandante General, y la ad-
mitió el Senado el 27 de marzo, por mayoría de 15 votos contra 6.
Dice así la resolución: "Considerando: ^^. Que por el artículo 90
de la constitución los empleados públicos pueden ser acusados ante
el Senado por el mal desempeño de las funciones de sus empleos:
20. Que de este cargo es responsable el Comandante General de
Venezuela, general José Antonio Páez, por haber destacado en el
expresado día 6 de enero, sin anuencia de las autoridades civiles,
por las calles de Caracas, partidas de tropas que aprehendiesen y
condujesen al edificio que sirve de cuartel á los batallones An-
zoátegui y Apure, á todos los hombres de cualquiera edad y
empleo: 3®. Que este cargo se halla comprobado con la exposición
que hace á la Cámara de Representantes la municipalidad de Cara-
cas, con fecha 16 de enero de este año, y pon la que hace al Poder
Ejecutivo el Intendente de Venezuela en su oficio del mismo mes:
— Por estos fundamentos; — Resuelve: — Se admite la expresada
acusación introducida contra el Comandante General de Venezuela,
general José Antonio Páez, y en consecuencia, conforme al articulo
100 de la constitución, se declara que queda suspenso del empleo
de Comandante General del expresado Departamento. Avísese al
Poder Ejecutivo para los fines constitucionales, y para que pre-
venga al acusado comparezca en esta ciudad ante la comisión del
Senado nombrada para instruir el proceso, á responder sobre los
cargos que le resultan^".
Para reemplazar á Páez durante la suspensión de su empleo,
el Ejecutivo nombra Comandante General interino al ex-Intendente
Juan Escalona (28 de marzo). Medida que acabó de exacerbar el
1. £1 art. 89 de la constitución se refiere á las acusaciones contra el Fres-
dente de la República, el Vicepresidente y los ministros de la Alta Corte de justicia,
y el art. 90 dice: ^Los demás empleados de Colombia también están sujetos á la
inspección de la Cámara de Representantes, y podrá acusarlos ante el Senado por el
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carácter indómito de Páez. ^^ Santander añadió el insulto al agravio
nombrando para sucederme á Escalona, mi acusador, á quien no
correspondía por ordenanza recibir el mando en competencia con
otros generales más antiguos, de mayor graduación y que entonces
no tenían destinos *". Si bien dio á reconocer á su sucesor el 29 de
abril, desoyó la citación de sus jueces, y prefirió confiar su suerte
á la aventura de una rebelión. Páez era todavía el guerrero inculto
de los llanos de Apure, incapaz de distinguir entre la disciplina
política, asegurada por las leyes, y la disciplina militar, mantenida
en la guerra antes que por reglamentos por el prestigio personal.
£1 había triunfado en cien combates; él mandaba el ejército de
Venezuela; él era y debía ser el jefe: las leyes representaban trabas
inventadas por los civiles, por los "jurisconsultos '\ para reducir á
la impotencia á los militares. "Advierto — le escribía al Ministro
de Guerra en 1825 — que será un paso muy falso y fuera del mo-
mento reducir el ejército al estado de depresión y abatimiento que
pretenden los jurisconsultos: ellos no son los que han de hacer la
guerra: halagan á los militares cuando están poseídos del temor, y
4os injurian en la prosperidad de la paz".
Era Páez mestizo, y algo influyó sin duda esta circunstancia
en la ojeriza que mostró al principio contra los "mantuanos" de la-
capital (que debían á poco reconocerlo por jefe). Nació el 13 de
junio de 1790 en un campo cercano del pueblo de Acarigua, pro-
vincia de Barinas. Su padre, Juan Victorio Páez, empleado del
estanco de tabaco en Guanare, viajaba con frecuencia, y su madre,
María Violante Herrera, "por diversos motivos jamás tuvo con sus
hijos residencia fija^". Hijo de padres muy pobres, recibió en su
niñez una instrucción demasiado rudimentaria. A los ocho años de
edad asistió por poco tiempo á la escuela del pueblo de Guama, en
el Yaracuy, donde la maestra Gregoria Díaz — dice él mismo —
^^ enseñaba á leer mal; la doctrina cristiana, que á fuerza de azotes
se les hacía aprender de memoria á los muchachos, y cuando más
á formar palotes según el método del profesor Palomares " " Mi cuñado
Bernardo Fernández — agrega — me sacó de la escuela para lie-
mal desempefio de sus funciones, ú otros graves crímenes. Pero esta facultad no
deroga ni disminuye la de otros jefes y tribunales para velar en la observancia de
las leyes, y juzgar, deponer y castigar según ellas A sus respectivos subalternos '*. —
Como la ley de responsabilidad de empleados, de 1825, citada por Santander en su
informe, no comprendía á los Comandantes Generales, es evidente que la Cámara de
Representantes podía acusarlM, y el Senado juzgarlos, conforme al copiado articulo 90.
1. Páez, Autobiografía, t. I, p. 360. Edición de 1888. — La Introducción
de esta obra está fechada en Nueva York á 19 de abril de 1867.
2. Autobiografía, t I, p. 5.
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varme á su tíenda de mercería ó bodega, en donde me enseñó á
detallar víveres, ocupando las horas de la mañana y de la tarde en
sembrar cacao i^\ A los diecisiete años pasó á los llanos, donde
vivió sirviendo de peón en un hato, hasta que tuvo medios de de«
dicarse por cuenta propia al tráfico de ganados. A las cualidades
adquiridas en este género de vida, — bravura á toda prueba, au-
dacia sin límites, amor de la existencia nómade y afición á las
empresas de peligro y azar, — debió la autoridad absoluta que
ejerció después sobre las bandas llaneras. Del llanero adquirió
también aquella vigilante suspicacia que se convertirá, de 1830 á
1846, en consumada habilidad política, para prestarle entonces á la
patria servicios no menores que sus heroicidades de la Indepen-
dencia. Desde 1810 se incorpora en las filas patriotas. En 1812,
dominada otra vez por los españoles casi toda Venezuela, se retira
del servicio con el grado de sargento primero. En 1814 vuelve á
la guerra en los llanos de Apure, y de este año arranca la serie
de sus combates y triunfos, hasta ganar en Carabobo, á las órdenes
de Bolívar, el grado de general en jefe. O'Leary, que le vio
guerrear en los llanos, lo pinta así: ^^Era de mediana estatura, ro«
busto y bien formado, aunque la parte inferior de su cuerpo no
guardaba proporción con el busto; pecho y hombros muy anchos,
cuello corto y grueso que sostenía una cabeza abultada, cubierta de
pelo castaño oscuro, corto y rizado; ojos pardos que no carecían
de viveza; nariz recta con anchas ventanas; labios gruesos y barba
redonda. Su cutis clara indicaba salud, y habría sido muy blanca
sin los efectos del sol. La cautela y la desconfianza eran los rasgos
distintivos de su fisonomía. Hijo de padres de condición humilde
en la sociedad, no debía nada á la educación. En presencia de
personas á quienes él suponía instruidas, era callado y hasta tímido,
absteniéndose de tomar parte en la conversación ó de hacer obser-
vaciones; pero con sus inferiores era locuaz, adicto á la chocarrería
y no esquivo á los juegos de manos. Complacíale referir sus proesas
en la guerra. Enteramente iliterato, ignoraba la teoría de la pro-
fesión que tanto había practicado, y desconocía hasta los más senci-
llos términos del arte; pero aunque hubiese recibido esmerada edu-
cación militar, nunca habría llegado á ser capitán consumado, pues
la taenór contradicción ó emoción le producía fuertes convulsiones
que le privaban del sentido por el momento y eran seguidas de
debilidad física y moral . . . Como jefe de guerrilla era sin igual.
Arrojado, activo, valiente, fecundo en ardides, pronto en concebir,
resuelto en ejecutar y rápido en sus movimientos, era tanto más
1 . Loe. cit., p. 6.
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temible cuanto menor la fuerza que mandaba. Mil hombres le ha-
brían embarazado, sobre todo si una parte de esa fuerza eran d^
infantería^". Padeció desde mozo accesos de epilepsia, que sobre-
venían ora en la gpierra, como le sucedió en el combate de Chire
(1815) y en la batalla de Carabobo (1821), ora en la paz por cir-
cunstancias eventuales y especialmente por su idiosincracia de no
poder soportar la vista de serpientes. Era tal su ímpetu bélico,
que en todo combate — dice él mismo — "cuando sonaban los
primeros tiros, apoderábase de mí una violenta excitación nerviosa,
que me impelía á lanzarme contra el enemigo para recibir los pri-
meros golpes, lo que habría hecho siempre si mis compañeros, con
grandes esfuerzos, no me hubiesen contenido^". Por su carácter y
valor, impuso á las insubordinadas tropas llaneras la misma autori-
dad personal con que Bolívar se hizo obedecer de sus díscolos
tenientes; y díscolo como los otros, desde comienzos de 1818 no
reconoció ya otro jefe supremo sino el Libertador. Hallándose éste
ausente, en el Perú, no era Páez hombre capaz de someterse de
buen grado al Gobierno de Bogotá, ni tampoco á Soublette, Toro,
Escalona, y después el Dr. Mendoza, que desempeñaron la Inten-
dencia de Venezuela. Su reconciliación con los "jurisconsultos y
letrados" se hará solamente al precio de la sumisión de éstos á su
autoridad soberana.
Dos días antes de posesionarse Escalona del mando militar,
la municipalidad de Valencia se ocupó (27 de abril) en discutir el
acuerdo del Senado sobre acusación contra Páez, y su reemplazo
en la Comandancia General. Varios miembros proponen, que si el
cuerpo tiene facultad para tomar algunas medidas con el fin de
suspender la orden de separación de Páez, se adopten desde luego;
pero más avisada la mayoría, resueWe asesorarse previamente con
los abogados "y demás hombres de luces" de la ciudad. Citados
al efecto los doctores Miguel Peña, José Antonio Borges y Jerónimo
Windivoxhel, dictaminan: que no hay ninguna medida legal «apaz
de suspender la orden, y que ni el mismo Poder Ejecutivo de la
República pudiera hacerlo^sin infringir abiertamente la constitución.
En consecuencia, la municipalidad acuerda: manifestar al general
Páez el profundo sentimiento de toda la población por haberse ad-
1. Memorias, t. I, p. 441. 0*Leary, que como se ha visto pinta exacta-
mente á Páez bajo su aspecto militar, agrega frases que son pura diatriba. Por
ejemplo: "sin método, sin conocimientos, sin valor moral, era nulo en política**.
Los hechos van á demostrar que era todo lo contrario. Si como militar no pasó
nunca de guerrillero afortunado, como político reveló en ocasiones altas dotes ad-
ministrativas, sobre todo en el primer período de la oligarquía.
2. Autobiografía, t. I, p. 90.
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mitído la acusación, y el convencimiento de ^e justificará evidente-
{jiente ante el Senado su inocencia. Además, ^^que sólo la nece-
sidad en que están de obedecer á las leyes y á las instituciones
establecidas, les harán pasar por el dolor amarga que experimentan
al ver á S. E. dejar el mando de la Comandancia General y salir
de este Departamento, al que esperan volverá para su consuelo ^
Acuerdo moderado, pacífico y legal. Mas á los tres días, 30 de
abril, vuelve á reunirse la misma mimicípalidad y consuma una re-
volución. Pretextando que el pueblo había manifestado un disgusto
extremo por el reemplazo dePáez, y que se temía, con tal motivo,
una perturbación del orden público, se acuerda: "que pase inmedia-
tamente una diputación á la casa del señor Gobernador (Femando
Peñalver), haciéndole presente que esta municipalidad le hace
desde ahora responsable de los males que sobrevengan, pues ya ha
hecho cuanto está de su parte para contenerlos". Otra acta dice^:
En eh mismo, día, reunidos los mismos municipales, recibieron al sefior
Gobernador, con quien habiendo conferenciado acerca de las peligrosas circunstandis
en que se hallaba esta ciudad, y habiéndole manifestado que todo el pueblo estabt
amotinado aclamando á S. £. el General en Jefe José Antonio Páez, pidiendo su
reposición al mando y al ejercicio de todas sus funciones, y las que fuera necesario
conferirle como único remedio para evitar los desastres de este Departamento, y la
ruina cierta y segura en que iba á envolverse; S. Sa. el señor Gobernador mani-
festó extrema obediencia á la ley, y expuso no estaba en la esfera de sus facultades
tomar ninguna medida de hecho para la reposición de S. E., contra la cual pro-
testaba. En cuyo acto, el público reunido en m&s de dos mil almas adamA por on
asenso general á S. E. por jefe del Departamento; y por un acto de oficiosidiui
salió una partida considerable del mismo pueblo, y conduciendo á S. E., lo presentó
á esta Dustre Corporación, continuando las mismas aclamaciones; y colocado en uno
de los asientos se le hizo capaz del voto general; después de lo cual se sentó, y
varios ciudadanos instaron á S. £. iomase el mando; en cuyo acto esta munici-
palidad, encontrando inevitable el suceso, y coincidiendo con la voluntad general
del pueblo, determinó: que S. £. reasumiese el mando. Conforme con las dichas
aclamaciones, S. E. manifestó en medio de una suma perplejidad, que no podiendo
resistir al deseo general, y estar dispuesto á m&s á todos los esfuerzos, aceptaba
el mando que se le confería: determinó entonces la municipalidad, que por medio
de su presidente el jefe político, se pasase oficio al del estado mayor para que
hiciese reconocer á S. E., cuyo oficio se pasó y fué ejecutado, estando bi sesión
abierta, y en ella misma se recibió la contestación de habérsele dado cumplimiento,
como en efecto se vieron venir las tropas con el mejor orden, saludando á S. £. y
al pueblo con golpes de artillería, y reconocerle por su jefe. Acto continuo, y
siguiendo el deseo del pueblo de no incurrir en hechos turbulentos, ni hacer inno-
vación, se exploró del sefior Gobernador su voluntad de continuar en el mando,
1 . Se prefiere aquí reproducir el texto, para que los hombres de la revolución
se pinten con ^u propio estilo.
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— 401 —
pues que el pueblo le amaba y tenía confíanza en el acierto, madurez é integridad
con que se hft conducido en todo el tiempo de su administración política, mam*
festánddie que no era su deseo separarle de un destino que ha llenado con decoro,
y en que se ha labrado una pública y universal reputación; y después de una de-
tenida meditación y de algunas reflexiones, admitió espontáneamente el encargo del
Gobierno, ofreciendo desemp^fiar sus funciones por corresponder á la predilección
de una ciudad que le aclamaba y le protestaba su confianza. En seguida se retiró
S. £. á su casa, y quedando en sesión la municipalidad, ha determinado ^e se
pasen oficios á las autoridades correspondientes informándoles de este suceso, y á
todas las municipalidades de la Provincia por conducto del sefior Gobernador, y se
comunique á todas las demás autoridades de la Provincia y Departamentos del terri-
torio que formaba la antigua Venezuela.
El Gobernador Peñalver, que consideraba infundada la acu-
sación contra Páez, porque, en su entender, se había visto un delito
en el solo hecho de cumplir el decreto sobre alistamiento de mi-
licias, "sin haber infringido Páez ninguna ley, ni las disposiciones
del mismo decreto, que autorizaba á los Comandantes Generales
para compeler con la fuerza á los que no quisiesen obedecerlo^",
— quiso contemporizar el 30 de «bríl, ante la promesa que le
hizo Páez de mantener por el pronto el status quo, hasta
conocer la suprema decisión del Libertador. Pero al ¿lotar que el
movimiento se convertía en abierta insurrección, tomó el partido
de abandonar su puesto y marcharse á Occidente, pretextando que
á todos les convem'a que él fuese á encontrar á Bolívar "para
manif^tarle verbalmente el estado del país, y la necesidad de su
presencia, ó sus disposiciones^".
£1 3 de mayo publica Páez una proclama anunciando que
reasume el empleo de Comandante General . . . Cuarenta años des-
pués dirá en su Autobiografía: "En hora menguada para mí,
reasumí el mando de que se me había suspendido tan injustamente,
y ya dado el primer paso, era necesario ser consecuente con el error
cometido ¡8". Semejante confesión, por honrosa que parezca, viene
solamente del contradictorio criterio con que suelen juzgar las re-
voluciones los hombres públicos, ora las hagan ellos mismas, como
Páez en 1826, ó ya tengan que reprimirlas, como el propio Páez
durante sus períodos presidenciales.
Otras municipalidades se adhirieron en seguida á la revolución
iniciada por la de Valencia. La de Caracas, no obstante su acuerdo
del 16 de enero, que sirvió de fundamento para acusar á Páez, se
1. Carta á Bolívar, 12 de mayo.
2. Esto dice el pasaporte expedido á Pefialver y al capitán José Austria por
el jefe de estado mayor, Francisco Carabafío: 3 de setiembre.
3. Tomo I, p. 363.
Fortoul, Historia Constitudonal. 26
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apresuró á reconocerlo por Comandante General en su acta del
5 de mayo^ añadiendo que adhería á "los principios y causas pro-
clamados por la municipalidad y pueblo de Valencia". Y para dis-
culparse de tan evidente contradicción, declara después, el 2 de
octubre, "que su referida exposición del 16 de enero, fué sólo ex-
citada del deseo de hacer capaz á la Cámara de Representantes
del desagrado con que los habitantes de Caracas veían la formación
de las milicias, y los fatales resoltados que podrían seguirse de la
ejecución del decreto del Ejecutivo; pero nunca con la mira de
tomar esta corporación el carácter de acusadora de S. E. el general
Páez, á quien ha conceptuado como el baluarte inexpugnable de
las libertades públicas ..." — La exacta explicación de este cambio
de táctica es que, el partido formado en Caracas desde 1821, y con
ramificaciones ya en otras ciudades, comprendió en seguida, que
apoyando la rebelión de Páez multiplicaría sus fuerzas, para pro-
pagar en todo el territorio el movimiento reformista contra la cons-
titución de Cúcuta.
En efecto, volvió á reunirse la municipalidad de Valencia el
11 de mayo, con asistencia de dos caraqueños, José Núñez de Cá-
ceres y Pedro Pablo Díaz, diputados "para tratar del arreglo sobre
la marcha del Gobierno y administración actual". Asistió también,
en calidad de asesor ad hoc, el Dr. Miguel Peña, consejero íntimo
de Páez; y se acordó: que los pueblos estaban resueltos á acelerar
la época prevenida por la constitución para proponer las reformas
que debieran adoptarse; que se enviase un comisionado cerca del
Libertador, á suplicarle su paso á Venezuela y la interposición de
su influjo con los demás Departamentos á fin de convocar en se-
guida la Gran Convención que la constitución había previsto para
1831; que Páez continuase en el mando de Venezuela con la de-
nominación de Jefe Civil y Militar, mientras lo exigiesen las cir-
cunstancias, las que se esperaba variarían con la venida del Liber-
tador Presidente; y que entonces, "ó cuando los pueblos de Vene-
zuela puedan verificar con seguridad su asociación, sean convocados
según las bases que se establezcan, para deliberar acerca de la forma
del gobierno que sea más adaptable á su situación, á sus costumbres
y producciones."
El 14 de mayo presta Páez juramento ante la municipalidad
valenciana, de cumplir y hacer cumplir las leyes establecidas, "con
condición de no obedecer las nuevas órdenes del Gobierno de Bo-
gotá"; y el 29 de mayo, en sesión solemne de la municipalidad de
Caracas, juran ante Páez las altas autoridades del Departamento: —
el general Santiago Marino, segundo jefe militar, el Dr. Cristóbal
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Mendoza, Intendente, el Dr. Suárez Aguado, Provisor y Vicario capi-
tular, el Dr. Francisco Javier Yanes, presidente de la Corte Su-
perior, etc.
En los tres meses siguientes, todo pasa en conciliábulos, po-
lémicas y preparaciones. La opinión pública, es decir, la opinión de
la clase oligárquica, porque el pueblo sigue siendo pasivo, no tiene
rumbo bien determinado, como no sea el de lograr la autonomía de
la antigua Capitanía Genaral. Unos desean mantener la integridad
de Colombia, siempre que se reforme la constitución de Cúcuta en
sentido descentralizador; otros quieren que se convoque cuánto
antes la Convención nacional, para discutir en ella la forma de
gobierno; otros piden el sistema federativo á imitación de los
Estados Unidos; otros prefieren una confederación de Venezuela,
Nueva Granada y Ecuader; algimos propagan el régimea constitu-
cional boliviano, con su Presidencia vitalicia; todos están pendientes
de lo que resuelva el Libertador, éstos para obedecerle, aquéllos
para irse más adelante en el camino de la rebelión. Páez, aconse-
jado por Peña, se prepara á todo evento, y en julio va á Apure á
asegurarse de la fidelidad de sus llaneros^.
Entre tanto, Bolívar hat)ía despachado desde Lima (el 1<^ de
junio) á su primer edecán el coronel Daniel Florencio O'Leary, con
el encargo, entre otros, de manifestarle al Vicepresidente Santander,
que no le parecía político se juzgase á Páez por los sucesos de
Caracas. Santander le da instrucciones el 14 de julio para seguir
á Venezuela é insinuarle á Páez, de parte del Libertador y del
Gobierno, la manera de restablecer el orden constitucional^. "Puede
el general Páez en una proclama excusar su conducta, en prestarse
al imperio de las circunstancias; anular todo lo que se ha hecho
contra las leyes, del 30 de abril para acá; declarar que el Departa-
mento de Venezuela está como antes sumiso al Gobierno colom-
biano, y manifestar que el mismo general Páez se somete á las
leyes y al mismo Gobierno, con la decisión y buena voluntad con
que había estado hasta el día 30 de abril. Aquí puede sugerirle y
1 . Hubo también el proyecto, aunque no se le dio curso, de revivir la antigua
rivalidad de castas. *£1 Dr. Pefia ha trabajado bastante por la opinión de la gente
de coWr, y para identificarlos cuando lo creyese necesario : para conseguirlo ha dicho
con pubÚcidad que el Gobierno de Bogotá había declarado la persecución del general
Páez y la suya, por sólo el motivo de ser pardos y no ser indiferentes á la suerte
de sus semejantes; que respecto de él, era más pública la persecución, porque tam-
bién había sido Inás público su interés en las causas de Gadea y de Infante**. In-
fonne del capitán José Austria al Gobierno de Bogotá, 13 de octubre.
2. Nos valemos aquí del suprimido tomo III de las Memorias de OXeary,
que empieza con un capitulo intitulado Mi Misión á Colombia.
26*
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ayudarle el coronel O'Leary á presentar razones y argumentos con
que, aunque sea aparentemente, crea el general Páez que excusa su
conducta ^\ Insinuándole además, que haga salir del país, ^^bajo el
disfraz de comisionados ^\ á las personas más comprometidas, como
Peña y Carabaño, quienes podrán más tarde pedir permiso para
volver á Colombia; que el Gobierno dará un decreto excusando á
las municipalidades rebeladas, y que, en último caso, podrá Páez
fingirse enfermo y trasladarse á un lugar donde no haya fuerza
armada, á esperar la llegada del Libertador, ofreciendo el Gobierno
no perseguirle. Estas instrucciones las dictó Santander de acuerdo
con los Ministros venezolanos José Rafael Revenga, del Exterior, y
Carlos Soublette, de Guerra; los cuales, si bien reprobaban termi-
nantemente la conducta de Páez, buscaban también una solución
conciliatoria^.
El 18 de julio sale O'Leary de Bogotá, y por vía de Cúcuta,
Mérida, Tocuyo, Barquisimeto y San Carlos, llega á Valencia el 6 de
agosto. Pero ya había marchado Páez á los llanos, y tuvo que se-
guir hasta 8u cuartel general de Achaguas. Del 19. al 31 de agosto
hace O'Leary vanos esfuerzos por traer á partido al astuto llanero.
Este le replica que su conducta no h^ tenido otro fin que salvar á
Venezuela de la anarquía; que la naturaleza de las cosas exigía su
permanencia en el mando; "que nadie sentía más que él lo sucedido;
pero que ya no estaba en su poder remediarlo". Convencido de
qne toda argumentación, era inútil, toma la vuelta el comisionado,
oon la impresión de que Páez temía correr la suerte de Piar y
Leonardo Infante, quienes según él habían sido víctimas de la in-
triga. "Me ha dicho que si el ejército y los pueblos lo abandonan
tomará el partido de Cisneros", el insurgente del Tuy que no obe-
decía ni al rey ni á la República^.
Aprovechándose de la ausencia de Páez, los amigos de Bolívar
intentaron una contrarrevolución. Pusiéronse de acuerdo con el
coronel Felipe Macero, comandante del batallón Apure, acuarte-
lado en Caracas, para prender á los prohombres civiles del movi»
miento separatista; pero se descubrió el plan, y el 28 de agosto
1. De ambos inserta cartas O'Leary. En la de Soublette se lee: "Ya U. sabe
la historia de la acusación del general Páez; no ha habido intrigas, ni nada; d
general Santander ha obrado como amigo del general Páez, sin faltar á su deber, y
el Senado ha manifestado la más grande consideración por el acusado: todos está-
bamos seguros de su triunfo, y cuánto hubiera ganado la nación si el general Páes
se presenta en la barra del Senado y es allí absuelto!".
2. Bolívar desaprobó el modo con que desempeñara O'Leary su misión, y
aun creyó que se había convertido en instrumento de la ya tortuosa política de San*
tander, á quien le convenía la guerra civil.
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Macero y sus tropas abandonaron precipitadamente la capital,
camino de Oriente, para no obedecer la orden que desde Valencia
les trasmitió Marino de pasar á esta ciudad. En su precipitación
no lograron prender sino al Dr. Andrés Level, dejando escaparse
á sus copartidarios José Núñez de Cáceres, Pedro Pablo Díaz,
Domingo Navas Spínola y Tomás Lander.
El 2 de octubre vuelve á las andadas la municipalidad de
Caracas, y acordándose del método adoptado por el Ayuntamiento
de 1810, admite en su seno, con voz y voto, á personas extrañas,
para convertirse en verdadero parlamento político. El alcalde
Jerónimo Pompa y el procurador José de Iribarren llaman la aten-
ción del cuerpo á " la necesidad de pronunciarse de un modo claro
y terminante en favor del sistema federal". José María de Rojas,
que no era municipal, indica que la mejor medida en las actuales
circunstancias será convocar, por medio del Intendente, una asam-
blea plena, á la que concurran las personas ^'más caracterizadas y
notables de la ciudad", para acordar por mayoría el modo de
adoptar y establecer el sistema federal, y el de apresurar ia reunión
de la Gran Convención de Colombia. Aprobado Ig cual, pasa una
comisión á proponerle al Intendente Mendoza que haga la convo-
catoria. Mendoza vacila; alega que por los actos que han precedido
el establecimiento del régimen actual, aceptado y sostenido por el
general Páez, ^^se ha prevenido siempre la puntual observancia d^
las leyes; que no hay motivo para alterarla, mucho menos sin el
conocimiento del mismo jefe," y solicita que éste resuelva si debe
convocarse la asamblea, en qué forma y en qué tiempo y lugar. El
4. escribe Páez al Intendente: "Queriendo dar un nuevo testimonio
á toda la República (de Colombia) y á todo (sic) el mundo entero, de
que no abrigo siniestras intenciones, ni las miras ambiciosas que los
enemigos de nuestro bienestar han querido atribuirme gratuitamente,
puede US. acceder á la solicitud de la Corporación Municipal, y
disponer que en este mismo día se publique el bando para la con-
vocatoria de la asamblea". Lo que hizo al punto Mendoza.
Reunida el día 5, en la iglesia del convento de San Francisco,
se concede el derecho de palabra y voto á las personas que tengan
las cualidades de sufragantes parroquiales. Se aprueba "por unánime
aclamación," á propuesta de Pedro Machado y Gabriel Camacho: —
que es voto general de los venezolanos "el sistema popular repre-
sentativo federal, como se halla establecido en los Estados Unidos
de la América del Norte, en cuanto sea compatible con las costum-
bres, climas y particulares circunstancias de los pueblos que forman
la República de Colombia". Pide entonces Mendoza, que se dis-
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— 406 —
cuta y acuerde "el medio más útil de adoptar y establecer el sis-
tema federal". Rojas propone, como medio práctico, que se forme
una asamblea provincial con representantes de todas las municipa-
lidades, para que pida al congreso y al Gobierno la convocatoria
de la Gran Convención. Y así se acuerda, con la adición de An-
drés Narvarte de que, " pues se había aclamado la integridad de la
República de Colombia, no se altere su constitución y leyes, entre
tanto se consiguen las reformas, excepto en la parte que sea abso-
lutamente indispensable," y que la asamblea provincial se instale el
1<> de noviembre. Se acuerda, por último, que se trasmita testi-
monio de esta acta al Libertador Presidente, "á quien los pueblos
' han invocado como su mediador en la presente solicitud."
Reúnense en la fecha indicada los diputados de los cantones
de la provincia de Caracas: la Guaira, Petare, Sabana de Ocumare,
Orituco, Santa Lucía, Villa de Cura, Maracay, Cancagua, La Victoria,
Guarenas, San Sebastián, Calabozo; faltando, por ser opuestas ala
revolución, las personas nombradas en representación de Río Chico
y Turmero, á saber, José Manuel Paz, José María Llamosas y el
general Pedro Bricefio Méndez. Examinadas las credenciales, se
nombra presidente al Dr. Cristóbal Mendoza. En seguida Iribarren,
que en todos estos sucesos capitaneaba á los más radicales é im-
pacientesj pide que se discuta acto continuo una representación
ftuya, relativa ."al estado y circunstancias actuales de la República";
pero se aplaza la materia para la próxima sesión. Que se efectuó
el 2 de noviembre en la iglesia de San Francisco. Se lee la re-
presentación de Iribarren, según la cual: la República de Colombia
está de hecho disuelta; Bolívar, "el primer hombre de la revolu-
ción," recomienda la constitución boliviana, " que destruye las liber-
tades públicas y el objeto primordial de la Independencia"; ya no
es hoiti de "hacer peticiones á un Gobierno que no existe y á un
congreso que no se reunirá"; es tiempo de tomar un acuerdo de-
finitivo y "hacer marchar sin demora los progresos del sistema
federal, ya sancionado irrevocablemente por la asamblea popular
del 5 de octubre". Pide también Iribarren, que se lean las actas
de varias ciudades colombianas, las cartas escritas recientemente
por Bolívar á sus amigos y cualesquiera documentos relativos al
estado de la República; citándose además á Antonio Leocadio Guz-
mán — que acababa de llegar del Perú — para que informe sobre
las instrucciones que le haya dado el Libertador.
El 3 de noviembre se da lectura á la constitución boliviana, á
las actas de Guayaquil, Panamá y Cartagena, y á algunas cartas de
Bolívar. Luego comparece Guzmán y dice, en sustancia: que el
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— 407 —
Libertador le había comisionado para entregar varias cartas á
sus amigos; para recomendar á los pueblos la conservación del
orden y tranquilidad á toda costa; para decirles "que su espadaño
se mancharía jamás con la guerra civil", y que de ningún modo se
oponía á las reformas, y antes bien contribuiría á efectuarlas, si
era esa la voluntad de la mayoría popular; que "el Libertador, al
recomendar la constitución boliviana, no hacía otra cosa que mani-
festar su opinión particular, como podía hacerlo libremente cual-
quier otro ciudadano, sometiéndose siempre á la voluntad de los
pueblos, así como lo hizo también en Guayana y en Cúcuta, á cuyos'
congresos había presentado los mismos proyectos, sin que por esto
hubiese pretendido que prevaleciese su opinión"; que no aspiraba á
la reelección presidencial; que el Libertador no lo había éncar^ ,
gado — como erróneamente se decía — de redactar una constitu- ^'
ción para Colombia, calcada sobre la de Bolivia; que había recomen-
dado á varios amigos que escribiesen sobre ésta, y al mismo Guz-
mán le recomendó "viese si podía sacar algo (sic) que apoyase la
opinión de ese pensamiento suyo, trayendo á la vista las que sir-
viesen á otros Estados^". Con este discurso se calma por de pronto
la oposición personal á Bolívar, y se nombra á los diputados An-
drés Narvarte, José Santiago Rodríguez, Pedro Machado y Martín
Tovar, para que formulen la representación que ha de dirigirse at
congreso, pidiendo reformas. .. ^
Pero no cejó en su empeño, el partido radical, de romper todo
lazo con el Gobierno central de la República. A propuesta de Iri-
barren, y por subsecuente decreto de Páez, se reúne en Caracas
otra asamblea popular el 7 de noviembre. Pronúncíanse discursos
en favor del sistema federal y aconséjase que Venezuela se cons-
tituya en seguida, sin esperar la instalación del congreso nacional.
Interviene Páez en el debate y expone: que desde el 30 de abril
ha jurado no obedecer al Gobierno de Bogotá, y está resuelto á
cumplir su juramento; y que si el pueblo de Caracas está igual-
mente decidido á tomar medidas para su constitución ú organización,
no será obstáculo la autoridad que se le ha confiado. La asamblea
resuelve: "que para dar al cuerpo constituyente de Venezuela el
mayor grado posible de popularidad y legitimidad en su represen-
tación, se recomiende á S. E. el Jefe Civil y Militar libre por sí
las órdenes convenientes para la reunión de los colegios electorales
existentes, y que deben formarse donde no los haya, dé las Pro-
vmcias que están bajo sus órdenes, en el modo y términos que
1. Véase arriba, p. 347, lo que escribió Guzmán en Lima sobre la constitución
boliviana.
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— 408 —
estime oportunos, á fia de que arreglándose aquéllos á la consti-
tución y leyes vigentes en orden á las calidades y número de los
representantes que deben formar el congreso de Colombia, elijan
otros tantos para que concurran al lugar y en el día que se les
designe por S. E.; y que igual invitación se haga á todas las Pro-
vincias que están comprendidas en el territorio de la antigua Vene-
zuela, para que si tuvieren á bien unirse bajo un mismo pacto á la
nueva organización del Estado, envíen sus representantes, que serán
recibidos como hermanos, aun después que se hayan principiado
las sesiones".
En Valencia se reúne otra asamblea el 10 de noviembre, con
diputados de las municipalidades de la provincia de Carabobo, á
saber: Valencia, Puerto Cabello, Yaritagua, Nirgua, Quíbor, Ocumare
de la Costa, San Carlos, Tocuyo, Pko, San Felipe, Barquisimeto,
Araure y Carora; y se resuelve: que es llegado el tiempo para
tratar de la forma de gobierno más adaptable á las provincias vene-
zolanas; que al efecto, el Jefe Civil y Militar convoque á asamblea
general los Departamentos que están bajo su mando; que se con-
firme á Páez en la autoridad que viene ejerciendo, y también
"á S. E. el Libertador Presidente en todos los títulos de conside-
ración, amor, respeto y confianza expresados en el acta de 11 de
^^yOi y que son inseparables de los venezolanos hacia su persona,
x:omo un nuevo testimonio de nuestra gratitud por el comportamiento
imparcial y la deferencia á los deseos de estos pueblos que han
solicitado las reformas". — Lo último fué porque estaba ya anun-
ciada la próxima llegada de Bolívar.
A 13 de noviembre, Páez expide un decreto señalando el
10 de diciembre para la reunión de los colegios electorales en las
capitales de provincia, y el 10 de enero para que se instale en
Valencia el congreso constituyente.
Entre tanto, Páez venía ejerciendo su autoridad sin sujeción
á ninguna ley. El 10 de junio restablece la casa de moneda de
Caracas, que el Gobierno había suprimido. El 25 de julio prohibe
la circulación de papeles impresos y cartas procedentes de los De-
partamentos limítrofes, bajo pena de ser consideradas como sospe-
chosas las personas que los guarden ó propaguen; y á tal extremo
lleva esta medida, que el Cónsul de Inglaterra se queja duramente
(26 de setiembre) de que él y sus nacionales no reciben su corres-
pondencia particular. El 3 de agosto da un reglamento sobre los
jueces que han de conocer de las causas civiles, y de las crimi-
nales por delitos comunes, fundándose en que se había impuesto
"el fuero de guerra á los individuos alistados en los cuerpos de
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milicia reglada''. El 25 de noviembre ordena al presidente de la
Corte Superior de justicia, cuya residencia legal era Caracas, que
se traslade en seguida á Valencia, con los ministros de la Corte y
sus dependientes y archivos, "por convenir así al mejor servicio
público''. En la misma fecha declara el territorio en estado de
asamblea, y confiere el ejercicio de toda autoridad á los jefes mili-
tares, para que vigilen, persigan y castiguen "á cuantos de algún
modo contrariaren la ejecución y cumplimiento del sistema de
gobierno popular representativo federal, proclamado unánimemente por
el voto libre de los mismos pueblos, no menos que de constituir á
Venezuela en un Estado". Por último, al Intendente Mendoza, que
había puesto algunos reparos á tantas medidas arbitrarias, y á pesar
de la forma que empleara, tan moderada como prudente, lo destituye
d 25 de noviembre, le expide pasaporte para el extranjero y lo reem-
plaza el 27 con el antiboliviano Echezuría^.
Estaba á punto de estallar la guerra civil. El 21 de noviembre, el
batallón de Granaderos se pronuncia en Puerto Cabello contra las
actas revolucionarias de Valencia y Caracas; á insinuación del coronel
Sebastián Boguier proclama á Bolívar supremo "mediador" en el.
proceso de reformas, y el 24 se pone á las órdenes de Pedro Bri-
ceño Méndez, que se encontró allí de paso á su vuelta del congreso
de Panamá. Las plazas de Cumaná y Angostura y la municipalidad
de Maracaibo se decían también fieles al Gobierno constitucional, ó
reconocían por única autoridad legítima la del Libertador Presidente.
Pero se aplazó todo plan con la noticia de que Bolívar había sa-
lido de Bogotá camino de Venezuela.
Páez se apresura á decir en una proclama fecha á 15 de di-
ciembre: "Cesaron todos nuestros males: el Libertador, desde el
centro del Perú oyó nuestros clamores y ha volado á nuestro so-
corro ... El viene para nuestra dicha; no para destruir la autoridad
civil y militar que he recibido de los pueblos, sino para ayudarais
con sus consejos, con su sabiduría y consumada experiencia, á per-
feccionar la obra de las reformas . . . Venezolanos, olvidad vuestros
males: el gran Bolívar está con nosotros." Entusiasmo ficticio.
Páez recelaba de las intenciones de Bolívar, á quien no da si-
1. Mendoza regresa de San Thomas y vuelve á encargarse de la Intendencia
en enero, estando ya Bolívar en Caracas. A los pocos meses dio Páez una prueba
de habilidad política reconciliándose definitivamente con aquel austero patricio. De
quien dijo después en carta á Bolívar (21 de enero, 1828): "Me he opuesto á que
el Dr. Mendoza vaya á la Convención (de Ocaña) como representante elegido de la
provincia de Mérida: dejando Mendoza el puesto, se abre la puertü á la corrupción
y mtla fe de los empleados: este hombre les impone respeto por su saber, pro-
bidad y severidad, y tiene también á los godos en continuas zozobras*'.
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quiera el titulo de Presidente. El 26 de diciembre comisiona al
Dr. Miguel Peña y al coronel José Hilario Cistiaga para que vayan
á su encuentro á manifestarle "el propósito firme y resuelto con
que la masa del pueblo juró desde el 30 de abril no reconocer más
el Gobierno de Bogotá ni obedecer sus órdenes"; y la necesidad
de que el Libertador haga una declaración oficial de respeto al
voto popular, ó no pase la frontera antes de que el mismo Páez no
vaya á adoptar con él de mutuo acuerdo las medidas conducentes
á evitar desgracias. Al propio tiempo escribe al coronel J. A. Cala,
Gobernador de Barinas: "Si el Libertador se introduce entre nosotros
ante« de haber dado las garantías que le exijo, en la forma más
pública y solemne, estamos expuestos á los mayores desastres, y
por lo tanto es menester que no entre sin un convenio preliminajr
que asegure la suerte del país y nos asegure á todos . . . Anhelo
por saber su entrada en esa ciudad, y si ha costado sangre." Y el
29 de diciembre escribe al coronel Comelio Muñoz la siguiente
carta, que pinta, mejor que ningún comentario, -al receloso llanero.
"Mi querido compadre. — El velo se ha descorrido. El general
"Bolívar, después de las protestaciones más sinceras de amistad, y
"del deseo de salvar la patria, viene con el puñal en la mano.
"Acaba de llegar de Barquisimeto el coronel Torrellas, quien ha
"sido sorprendido por un edecán del general Bolívar (Férguson)
"con un corto número de hombres seducidos del país, y le ha
"intimado arresto; mis comisionados Peña y Cistiaga han corrido
"la misma suerte, con la desgracia de no haber podido escapar
" como Torrellas. Viene en nombre del Gobierno de Bogotá hacién-
"dole rendir homenaje á todos, y amenazando á los rebeldes. —
"Ha llegado, pues, el instante de obrar; prepárese U. y ponga al
"país en una actitud guerrera y á cubierto de cualquiera invasión,
"sem d§ fuerza ó de seducción. Firmeza, compadre; esta fea la que
"nos va á salvar; esta es la que nos ha salvado en las épocas de
"apuro y de conflicto. Nadie tiene más experiencia del valor de
"los apúrenos que yo; este valor, este heroísmo ha salvado la
"patria en otras ocasiones; ahora le afirmará su dicha. — El
"punto de mis operaciones es el Apure; con él pienso vencer,
"teniendo á mis campaneros antiguos. Cuidado, compadre, no
"se dejen alucinar; horcas y patíbulos viene levantando contra
"nosotros; opongámosle firmeza, lanzas y espadas, y derribare-
"mos su poder; él es una sirena que piensa halagamos con pa-
"labras de miel; los hombres fuertes no se rinden á esta arma
"débil. — Señale ésta á todos nuestros compañeros, y dígales que
"cuento con todos, todos, todos, y que no se fíen del nombre de
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— 411 —
"Bolívar, porque con él vienen sorprendiéndonos para llevamos
"amarrados á Bogotá.''
Los comisionados de Páez encontraron en Barquisimeto al
coronel Férguson, á quien Bolívar adelantó desde Cúcuta. Férguson
los detuvo y despachó á Maracaibo. De aquí marchó Bolívar á
Coro, donde leyó la proclama de Páez, y le «scribió en seguida una
extensa carta (23 de diciembre), que es modelo á un tiempo de
severidad y de amistoso reproche. "¿Qué podré yo hacer como
"ciudadano? ¿Como podré yo apartarme de los deberes de magis-
"trado? ¿Quién ha disuelto á Colombia con respecto á mí y con
"respecto á las leyes? El voto nacional ha sido uno solo: re-
" formas y Bolívar. Nadie me ha recusado; nadie me ha degra-
"dado. ¿Quién, pues, me arrancará las riendas del mando? ¡Los
"amigos de usted, usted mismo! La infamia sería mil veces más
"grande por la ingratitud que por la traición. No lo puedo creer.
"Jamás concebiré que usted lleve hasta ese punto la ambición de
" sus amigos y la ignominia de su nombre. No es posible, General,
"que usted me quiera ver humillado por causa de una banda de
"tránsfugas, que nunca hemos visto en los combates. No pretenda
" usted deshonrar á Caracas, haciéndola aparecer como el padrón de
"la infamia y el ludibrio de la ingratitud misma. ¡Qué no me deben
"todos en Venezuela! ¿Hasta usted no me debe la existencia? • . .
"Lo que más me asombra de todo, es que usted no habla una
"palabra de mi autoridad suprema, ni de mediador. Usted me ha
"llamado, y ni siquiera me escribe una letra después de tan graves
" acontecimientos . . • Crea usted, General, que á la sombra del
"misterio no trabaja sino el crimen. Quiero desengañarme: deseo
"saber si usted me obedece ó no, y si mi patria me reconoce por
" su jefe . ; . Querido Greneral, conmigo será usted todo, todo, todo.
"Yo no quiero nada para mí; así usted lo será todo, sin que sea á
" costa de mi gloria, de una gloria que se ha fundado sobre el deber
"y el bien... Crea usted que no pretendo ni pretenderé jamás
" hacer triunfar un partido sobre otro, ni en la Convención, ni fuera
"de ella. No me opondré á la federación: tampoco quiero que se
" establezca la constitución boliviana. Sólo quiero que la ley reúna
" á los ciudadanos, que la libertad los deje obrar, y que la sabiduría
"los guíe, para que admitan mi renuncia, y me dejen ir lejos, muy
"lejos de Colombia... Adiós, mi querido General. Yo parto
"mañana para Puerto Cabello: allí espero la respuesta de usted.
"Puerto Cabello es un gran monumento de su gloria. ¡Ojalá que
"allí se alce tanto que pase la mía! Este voto es sincero, porque
"no tengo envidia de nadie."
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— 412 —
Cuatro días antes, Bolívar había dado un decreto disponiendo,
en virtud de las facultades extraordinarias que ejercía, que los De-
partamentos de Venezuela, Maturín, Orinoco y Zulia quedaban su-
jetos á su autoridad inmediata, y agregando que convocaría los co-
legios electorales para que declararan cuándo, dónde y en qué tér-
minos querían celebrar la Gran Convención nacional. Mas no era
ya posible, ni restablecer en Venezuela el régimen constitucional, ni
devolverle á Colombia la unidad de gobierno que pretendieron im-
plantar los constituyentes de Cúcuta. El partido revolucionario de
Caracas y Valencia estaba resuelto á no cejar en su empeño de
disolver la República, acorde en esto con el partido revolucionario
de los Departamentos del Sur, y con las ideas políticas del mismo
Vicepresidente Santander. Y si en Venezuela podía la revolución
acordar una tregua momentánea, mientras permaneciese allí Bolívar,
cierto era, con todo, que no retrocedería al estado de legalidad,
roto definitivamente en Valencia el 30 de abril. Por otra parte, la
sumisión de Páez no podía tampoco diu'ar luego que Bolívar se
ausentase. Este debió comprenderlo así al llegar á Cúcuta, donde
recibió informes de su viejo y fiel amigo Peñalver, en cuyo buen
criterio tenía gran confianza. Desde TrujiUo le escribía el 11 de
octubre, que Páez había estado de buena fe dispuesto á obedecerle
en todo mientras no influyeron en él las malas ideas de sus con-
sejeros el Dr. Peña y el coronel Francisco Carabaño; y agregaba:
*'Creo que debe ser tratado con mucha suavidad por tí y por el
Gobierno, pues si se quiere emplear en él el rigor de las leyes, y
no la política, pueden muy bien resultar las más funestas conse-
cuencias. Tú conoces más que nadie los elementos de que se com-
pone nuestro país; cuyos combustibles inflamados por una persona
como el general Páez, harán los más horribles estragos ^\ Esta ad-
vertencia, y la convicción de que la oligarquía venezolana estaba
resuelta á desligarse por cualquier modo del Gobierno central de
Bogotá, determinaron á Bolívar á emplear medios diplomáticos y
conciliatorios.
Llega á Puerto Cabello el 31 de diciembre, y el 1<> de enero
publica un decreto en virtud del cual: nadie será perseguido ni
juzgado por sus actos, discursos ú opiniones con motivo de las re-
formas; las personas, bienes y empleos de los comprometidos en
esta causa, serán garantidos sin excepción alguna; el general Páez
seguirá ejerciendo la autoridad civil y militar con el título de Jefe
Superior de Venezuela, y el general Santiago Marino será Inten-
dente y Comandante General de Maturín; inmediatamente se man-
dará reconocer y obedecer la autoridad del Libertador como Presi-
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— 413 —
dente de la Repittlica; toda hostilidad coflietida después de la noti-»
íicación del presente decreto será juzgada como delito de Estado,
y castigada según las leyes; la Gran Convención nacional se con-
vocará conforme al decreto expedido el 19 de diciembre, para que
decida de la suerte de la República. Al día siguiente manda Páez
cumplir este decreto, añadiendo: que quedaba sin efecto el suyo de
13 de noviembre acerca de un congreso venezolano en Valencia, y
que todos los pueblos debían tributarle ^^á su hijo más ilustre^' los
honores del triunfo acordados por el congreso colombiano para
cuando volviese á su patria.
El 3 de enero publica Bolívar en Puerto Cabello una proclama
donde dice: "Ahoguemos en los abismos del tiempo el año de veinte
y seis: que mil siglos lo alejen de nosotros, y que se pierda para
siempre en las más remotas tinieblas. Yo no he sabido lo que ha
pasado. Colombianos, olvidad lo que sepáis de los días de dolor,
y que su recuerdo lo borre el silencio" .... Y el astuto llanero
sabe entonces replicarle al Libertador, en la comedia política que
éste se veía obligado á representar. El mismo día le escribe desde
Valencia, suplicándole que designe inmediatamente el tribunal ó los
jueces que deban ocuparse en conocer y juzgar la acusación ad-
mitida por el Senado. Bolívar ordena á su Secretario General, José
Rafael Revenga, le conteste así: "Conforme al decreto de antes de
ayer, no hay culpables en Venezuela por causa de las reformas, y
todo juicio sobre lo pasado es una violación de una- ley sagrada
que garantiza la salud de todos". El 4 de enero pasa Bolívar á
Valencia, á donde llega en compaílía de Páez, que había salido á
recibirle en el camino. Juntos entran á Caracas el 10.
La entrada fué triunfal, y cariñoso el entusiasmo con que la
mayoría de los caraqueños aclamó otra vez á su Libertador. En el
banquete que le ofreció la municipalidad el 13 de enero, Páez dijo
entre otras cosas: "El Libertador ha colmado la medida de sus bene-
ficios, de mi gloria y hasta la de su poder; ya no puede darme más :
me ha dado la espada con que ha libertado un mundo ^ » . • Ella en
mb manos no será jamás sino la espada de Bolívar: su voluntad
la dirige: mi brazo la llevará. Antes pereceré cien veces, y mi
sangre toda será perdida, que esta espada salga de mi mano, ni
atente jamás á derramar la sangre que hasta ahora ha libertado.
Conciudadanos, la espada de Bolívar está en mis manos: por voso-
tros y por él iré con ella hasta la eternidad. Brindad conmigo por
1. Al llegar le regaló Bolívar una espada, una lanza con grabados de oro^
dos caballos peruanos y nn neceser de campafia. Autobiografía, 1. 1, p. 478.
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la inviolabilidad de este^ramento^\ Sonoras palabras, sonoras y
efímeras como la tregua del festín.
Bolívar se dedicó á mejorv en lo posible todos los ramos
de administración. Apenas había ley de la República que se
cumpliese eficazmente en Venezuela; y puede afirmarse que á
este respecto, su unión con Nueva Granada fué más bien motivo
de atraso que de progreso.
La Universidad de Caracas y las escuelas, — no obstante la
protección que Bolívar quiso dispensarles á las últimas cuando
desde el Perú subvencionó á Lancáster para plantear aquí su sis-
tema de educación, — vivían de un modo precario, por la irregu-
laridad con que se pagaban los sueldos de los profesores, y porque
los fondos de que podía disponer Colombia para fomentar la ins-
trucción científica, se empleaban casi todos en los institutos de Bo-
gotá. El Libertador se apresuró á crear rentas propias para la
Universidad y el colegio de educandas de Caracas; y formó una
subdirección de estudios, destinada á organizar de nuevo la ins-
trucción.
Estableció también una diri^cción de manumisión, con el fin
de que se cumpliese eficazmente la ley de 1821. La renta desti<
nada á manumisión de esclavos debía haber alcanzado, hasta prin-
cipios de 1827, á más de 30,000 pesos; pero no se había recaudado
más de la tercera parte, y ésta solía invertirse en objetos extraños
á su destino.!.
La agricultura y la cría habían perdido su prosperidad de los
últimos años de la Colonia. En la provincia de Barinas, la pro-
ducción de tabaco bajó de 28,000 quintales por año á poco más de
3,000; y una sola casa, Ackers y Huizi, monopolizaba las cosechas,
comprándolas á bajo precio. Ni adelantaba tampoco el cultivo de
café. Solamente los productores de añil extendían sus haciendas,
animados por los altos precios. En 1828, el Intendeote Pedro Briceño
Méndez escribe: "El jnal principal de nuestra agricultura está en
que ningún hacendado tiene nada, y para haber de coger su cosecha
ó limpiar su hacienda, toma créditos á interés muy subido, habiendo
llegado á pagarse hasta el 15% mensual. De aquí viene que todo
el provecho pasa al usurero, y el país continúa arruinándose, porque
nadie puede sembrar un árbol más^\ La necesidad de mantener un
ejército permanente durante la guerra de independencia; el enorme
consumo de ganado vacuno y caballar que hicieron realistas y pa-
triotas; la falta, por tantos años, de garantías personales en los
1. Memorias de la Dirección de manumisión: 1^ de octubre de 1827 y 7 de
enero de 1828.
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— 415 —
campos, y el abandono de los pocos caminos que existían, casi
agotaron toda fuente de riqueza. Los propietarios de haciendas
que no distaban más de dieciocho leguas de Caracas, tenían que
dar la mitad de sus cosechas al que les llevaba la otra mitad al
mercado; y los demás preferían á menudo abandonarlas i. Con el
objeto de remediar estos males, Bolívar prohibe temporalmente la
exportación de ganado vacuno y caballar; reforma en sentido liberal
el sistema de alcabalas, y dispone que no las paguen sino una sola
vez los frutos de exportación ó consumo.
Era igualmente extrema la desorganización de la hacienda;
pues los sucesivos Intendentes, — Soublette, Toro, Escalona, Men-
doza, — aunque hombres probos á carta cabal, preferían, ó por
error ú obligados por las circunstancias, el sistema de dejar hacer.
"En estos Departamentos — informa Revenga — la hacienda no
existía para la República: s« cobraban real ó aparentemente todas
las contribuciones, pero desaparecían aun antes de cobradas. Se
debe muy poco de las directas; pero rarísimo ha sido el colector
que ha rendido cuentas, ni que haya publicado lo que cada uno
debía, ó lo que había recaudado. Las aduanas litorales no pro-
ducían ya casi nada para el Estado. La renta de tabaco, cuyos
productos llegaron antes en estas provincias á más de un millón y
doscientos mil pesos, apenas producía ahora la cuarta parte." En
el primer trimestre de 1827 se debía, sólp en Caracas y la
Guaira, aproximadamente doscientos mil pesos. En la Contaduría de
Caracas no se habían examinado aún las cuentas de la aduana de
la Guaira, correspondientes á 1825, ni presentádose las de 1826.
En los mismos años, la aduana de Puerto Cabello no dio cuentas
de ningún género. Las de correos de 1826 no estaban tampoco
examinadas; y las de administración del ramo de tabacos no se
habían presentado desde 1822^.
Si esto sucedía en el Departamento de Venezuela, no iban mejor
las cosas en los otros. El general Rafael Urdaneta, Intendente del De-
partamento delZulia, escribe en marzo de 1827: "Estoy en la absoluta
imposibilidad de cubrir los presupuestos mensuales, con los pequeños
productos de que puedo disponer. Las provincias (Maracaibo, Coro, Mé-
rida y Trujillo) no me dan nada; lejos de eso, tengo que ayudarlas para
sus gastos, y esta aduana, que es nuestro principal apoyo, está redu-
cida á poco más de nada por la decadencia del comercio. Las
ejecuciones que se han trabado contra los deudores, que á la vez
1 . Memoria presentada al congreso por el Secretario General de Bolívar, José
Rafael Revenga: 10 de setiembre, 1827.
2. Memorias del Secretario Revenga, 14 de abril y 23 de mayo de 1827.
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son acreedores, nos han producido una infinidad de disgustos, de
protestas y reclamos contra el Gobierno; y por último poco se logra
cobrar, porque ellos hallan un medio de cubrir sus propiedades bajo
las de otros que no son deudores, y sólo presentan los documentos
que tienen contra el Gobierno. La confianza se ha perdido por la
suspensión de los pagos, y no hay á quien se le pueda pedir un
real prestado, porque todo el mundo llora miseria . . ." Igual penuria
en las provincias orientales. El general Bartolomé Salóm, Gober-
nador de Cumaná, escribe en julio de 1828, que al encalatarse del
mando no encontró *'un medio real en cajas'', y eran incontables
los abusos y fraudes de la administración fiscal. "La tesorería
tenía sus cuentas con más de dos meses de atraso • . . Además,
se hallaban retenidos sin despachar más de cuarenta expedientes de
los años 25, 26, 27 y 28, en los que tiene parte el Estado. Jamás
se pasó tanteo ni se trataba de examinar el estado en que se hallaba
aquella oficina. El 1<> de junio (1828), se pasó tanteo al cabo de
más de dos años que no se hacía, y ya giran todos los expedientes
retenidos, llevando el trabajo con el día . . . Maturín y las costas
del Orinoco han estado (bajo el anterior gobierno de Marino) entera-
mente libres para hacer lo que les ha dado gana .... De Margarita
(dominada siempre por Arismendi) nada digo, pues en mi opinión
debe calcularse como segregada de Colombia" ... A Salóm, que
suplicaba todos los días lo sacasen de esta Gobernación, sucedió á
los pocos meses el Ledo. Diego Bautista Urbaneja. Quien escribe
en julio de 1829: "En las épocas anteriores (gobiernos locales de
Bermúdez y Marino) hubo ingresos en las cajas y aun auxilios pecu-
niarios del Gobierno; y (sin embargo) todos los gastos de aquella
fecha se deben y están cobrándose ahora. La administración de la
hacienda fué fatal, y no ha dejado otro fruto que una propensióft
irresistible al contrabando . . • que es incesante en la eosta de Paria
y Cxolfo Triste • • . Su foco es la isla de Trinidad, • . • y la de
Margarita, situada como se halla, con puertos buenos y excusados
en sus costas, y con su gente tan á propósito, es una madriguera
que sirve de recalada y de refugio á los contrabandistas, para
escapar y esperar opoítunidades'\ ¿Verdad que esto parece escrito
ayer no más? Urbaneja, hombre sensato, propone en seguida el
remedio racional: establecer flecheras guardacostas, "que causarán
gastos; pero de otro modo no se acaba el contrabando". Ya se
verá que no se aplicó el remedio. — Gracias únicamente á las me-
didas enérgicas, bien que nada constitucionales, que tomó Bolívar
durante los seis meses de su gobierno en Venezuela, pudo pagarse
el presupuesto de 1827,
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— 417 —
La administración de justicia no tenia tampoco eficacia al-
guna en los tribunales inferiores, no obstante la vigilancia que
sobre la recta aplicación de las leyes procuraba ejercer la Corte
Superior residente en Caracas, de la que formaban parte juris-
consultos notables, como España, Yanes, Urbaneja, Narvarte. Bo-
lívar pretendió remediar de una vez, con decretos autoritarios, el
desorden que reinaba en las provincias. Con motivo de varios
crímenes atroces cometidos recientemente; de una numerosa deser-
ción de soldados acaecida en Valencia, y de la insurrección de varios
pueblos en la provincia de Barcelona y en el cantón de San Felipe,
resolvió establecer (19 de marzo y 4 de abril) consejos militares
permanentes, para seguirles juicio verbal á los desertores, á los
perturbadores del orden público y á los que cometiesen faltas
contra la disciplina militar, agregando que se le pasasen todas las
sentencias para su superior aprobación. Pero la Corte le dirigió
una representación el 18 de abril, poniendo algunos reparos jurí-
dicos á la manera de ejecutar tan severa medida. Y el Libertador,
que á pesar de su voluntad autocrática solía ser muy respetuoso
de dos cosas, — las representaciones de los jueces . . , y la crítica
de los periodistas, — acogió del modo más liberal los reparos de
la Corte, y el 23 de abril mandó cesar los consejos permanentes.
El 4 de julio salió de Caracas para Bogotá, dejando á Páez
como Jefe y Comandante Superior de los Departamentos de Vene-
zuela, Maturín y Orinoco. Urdaneta continuó en el gobierno civil y
militar del Departamento del Zulia. Al despedirse de sus compa-
triotas les dice Bolívar: "Vuestros sufrimientos me llamaron á Co-
"lombia, para emplear mis servicios en restablecer el orden y la
" unión entre vosotros. Mi más grato deber era consagrarme al
"país de mi nacimiento: por destruir á vuestros enemigos he
"marchado h^^ta las más distantes provincias de la América: todas
"mis acciones han sido dirigidas por la libertad y la gloria de
" Venezuela, de Caracas. Esta preferencia era justa, y por lo mismo
"debo publicarla. He servido á Colombia y á la América, porque
"vuestra suerte estaba ligada á la del resto del hemisferio de Colón.
*^No penséis que me aparto de vosotros con miras ambiciosas. Yo
"no voy á otros Departamentos de la República por aumentar la
"extensión de mi mando, sino por impedir que la guerra civil que
"los destruye se extienda hasta vosotros. Tampoco quiero la Pre-
*^sidencia de Colombia, tan envidiada por otros colombianos. Yo
"os prometo que luego que la Gran Convención sea convocada, y
"ejerza su benéfico dominio sobre vuestra felicidad, me veréis
** siempre en el suelo de mis padres, de mis hermanos, de mis
Fortoul, Historia Constitudonal. 2^
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— 418 —
^^ amigos, ayudándoos á aliviar las calamidades públicas, que hemos
"sufrido por la guerra y la revolución. — Caraqueños! Nacido
"ciudadano de Caracas, mi mayor ambición será conservar este
"precioso título: una vida privada entre vosotros será mi delicia,
"mi gloria, y la venganza que espero tomar de mis enemigos" . . .
Otra vez se alucinaba con el alto ideal que perseguía su genio.
No volverá á Caracas* A los tres años morirá desterrado y calum-
niado por sus compatriotas.
A la revolución de 1826 se le ha dado el nombre desdeñoso
de Cosiata; pero no hay duda que logró su objeto, — desligar de
hecho á Venezuela de la Unión Colombiana. En conseguir este fin
venía trabajando durante cinco años el partido más potente de la
oligarquía local. Es un error evidente atribuirle toda la iniciativa
á Páez, á quien poco importaba que hubiese Unión ó Confedera-
ción, con tal de conservar él su mando militar. No á consecuencia
de un plsm premeditado, antes por modo puramente ocasional,
aparece Páez en 1826 como jefe del partido liberal, ó federalista,
ó reformista, ó separatista, constituido en Caracas por los años de
21 y 22. Fueron sus fundadores los hombres que representaban la tra-
dición revolucionaria radical de 1811: hombres de grande influencia
social, como Martín Tovar; jurisconsultos eminentes, como Francisco
Javier Yanes, Felipe Fermín Paúl, José Santiago Rodríguez, Andrés
Narvarte; tribunos y escritores, como Tomás Lander, Alejo Fortique
y José de Iribarren. Censuraban, sobre todo, la forma imítaria de la
constitución de Cúcuta y la concentración en Bogotá del Gobierno
supremo. Fomentaban, por tanto, la oposición al agente directo é
inmediato en Venezuela del Gobierno central; y siéndolo Páez, mal
podían pensar al principio en reconocerlo como jefe. Pertenecían
á la clase social é intelectual más alta, y hubieran contradicho sus
planes y propósitos sometiéndose á la dirección 4e un hombre
como Páez, que no representaba, en suma, sino el triunfo de la
fuerza brutal en los azares de la guerra ; cuyo cerebro estaba toda-
vía inculto, y quien, por otra parte, miraba con antipatía y descon-
fianza la influencia que iban adquiriendo los que él llamaba "juris-
consultos" y "letrados" enemigos de los militares. De ahí que el
partido reformista aprovechara la coyuntura que le ofrecieron los
disturbios ocurridos con motivo del alistamiento de milicias, para
haCer más violenta su oposición contra el Gobierno de Bogotá . . ^
y contra Páez. El acta de la municipalidad de Caracas del 16 de
enero de 1826 concuerda en sus puntos esenciales con los informes
del Intendente Escalona; y aquélla y éstos sirvieron de fundamentos
para la acusación contra Páez. Si la misma municipalidad protestd
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— 419 —
en 5 de mayo por la interpretación que se diera en Bogotá al acta
del 16 de enero, — no obstante la imposibilidad material que exis-
tió y existe para interpretarla de otro modo, — fué simplemente
porque en los consejos del partido reformista se había cambiado de
táctica, y resuelto aprovecharse de la insurrección tramada en Va-
lencia el 30 de abril por los amigos personales de Páez. Juró
éste que no obedecería ya las órdenes del Gobierno de Bogotá; y
ello bastó para que creyesen los caraqueños haber hallado un
jefe que les ayudase á acelerar el movimiento separatista, y en
quien pudieran fácilmente influir con el propósito de poner su pres-
tigio de guerrero al servicio de un partido genuinamente venezolano.
Unida asi la oligarquía civil con el bando militar, y acordes una y
otro en la necesidad de cambiar la constitución de Cúcuta, obtienen
por el momento la autonomía regional, para convertirla á los tres
años en nueva República.
Aliáronse, pues, en 1826, las dos fuerzas políticas que deter-
minan, desde los últimos años de la Colonia, la evolución consti-
tucional de Venezuela; á saber, la aspiración de la oligarquía civil
é intelectual á dictar leyes para una sociedad en formación, y la
voluntad de un guerrero prestigioso, que representa, según las
circunstancias, ó el mando de hecho entre dos revoluciones, ó la
dictadura, ó la autocracia. Ambos factores, armonizados unas veces,
y otras en pugna, empujan á la masa popular, en todo el siglo XIX,
por rumbos no bien definidos todavía.
27*
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Capítulo VI.
Dictadura y anarquía.
Sumario. Los Departamentos del Sur protestan contra las leyes y
Gobierno de Colombia; pero aclaman á Bolívar — Este los apa-
cigua momentáneamente (1826) — Los pueblos fluctúan entre la
dictadura, á presencia del Libertador, y la anarquía en su ausencia —
Sublévanse en Lima las tropas colombianas (1827) — Motín y con-
greso constituyente en el Perú — Las tropas sublevadas promueven
disturbios y enredos en los Departamentos del Sur — Terminan
con un indulto general — Oposición á Bolívar en Bogotá — El par-
tido "liberal" y el partido "servil" ó "godo" — Convocatoria de
la Convención Nacional — Bolívar apela de nuevo á las facul-
tades extraordinarias (1828) — Instálase la Convención de Ocaña —
Resuelve reformar la constitución de Cúcuta — ¿Federación ó
centralismo? — Santander ó Bolívar — Desacuerdo de los parti-
dos — Se disuelve la Convención — Proclámase en toda Co-
lombia la dictadura de Bolívar — Decretos reaccionarios — Con-
ventos — Misiones — Aumento del ejército — Fuero militar —
Religión de Estado — Oposición del partido santanderista — So-
ciedades secretas — Resuelven los radicales asesinar á Bolívar —
Conjuración del 25 de setiembre — Relato de Florentino González —
Narración de Manuela Sáenz — Atacan los conjurados el palacio
presidencial — Matan al centinela — Hieren al edecán Ibarra —
Canijo asesina al edecán Férguson — Se salva Bolívar gracias á
su querida — Dispérsanse los conjurados — Juicios sumarios —
Catorce ejecuciones — Carujo delata á sus cómplices — Se con-
muta la pena de muerte á Santander y á otros — La sentencia
contra Santander — Justicia y política — Apasionada severidad de
los historiadores venezolanos — Carácter y tendencias de Santan-
der — La dictadura de Bolívar — Otros decretos reaccionarios —
Reforma el plan general de estudios — Prohibe que se lean en la
Universidad las obras de Bentham — Suspende las cátedras de
legislación universal y derecho constitucional — Manda que se en-
señen "fundamentos y apología de la religión católica" — Prohibe
las sociedades secretas — Suspende la libertad de imprenta — Eli-
mina las municipalidades — Prohibe temporalmente á los españoles
contraer matrimonio en Colombia — Restablece el tributo personal
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— 421 —
de los indios, en cambio de concesiones sobre impuestos ordinarios —
Declara que el congreso constituyente se instalará en enem de
1830 — Estado precario de la República — Insurrección de Obando
y López en Popayán (1829) — Se desbarata en breve tiempo —
Guerra con el rerú — Victoria de los colombianos en Tarqiii —
Convenio de Girón — Niégase La Mar á devolver la plaza de
Guayaquil — Lo destituyen y expulsan los peruanos — Tratado de
paz — Insurrección de Córdoba en Medellín — Muere derrotado en
el Santuario.
Le censuran á Bolívar, aun sus panegiristas, el haber cedido
ante el movimiento insurreccionario de Venezuela, y confirmado á
Páez en el mando, sacrificando así el prestigio de la ley y la
autoridad del congreso nacional. ¿Mas qué otra cosa pudo hacer?
La revolución estaba consumada, y se encontró Bolívar con un di-
lema que no tenía solución definitiva. O permanecía en su patria
para restablecer el régimen constitucional, y perdía entonces irre-
mediablemente toda autoridad sobre la mayor porción de la Re-
pública; ó volvía á Bogotá para ver de dominar la insurrección del
Sur, y preferido este camino, fuerza era dejar el Norte á cargo
del hombre á quien la oligarquía venezolana consideraba ya como
su jefe.
Por iguales motivos que los Departamentos del Norte, los del
Ecuador, Guayaquil y Asuay fueron desde el principio adversarios
de la constitución de Cúcuta; y sólo el prestigio personal de Bolívar
pudo incluirlos y mantenerlos mal que bien en la Unión Colom-
biana^. Antes de salir del Perú, ya la municipalidad de Quito le
enviaba comisionados (19 de julio, 1826), con instrucciones reser-
vadas en las cuales se lee: que casi no hay un ciudadano satisfecho
de las leyes de Colombia; que las rentas nada producen, ni se han
pagado en los últimos cinco meses las listas civil y militar; que la
seguridad individual es ilusoria; que la industria fabril, único ele-
mento de riqueza en el Ecuador, se encamina á su ruina; y que la
voluntad de estos pueblos es " que S. E. el Libertador Presidente se
perpetúe en el Gobierno supremo, bien como Presidente vitalicio, ó
como sea de su superior agrado '\ Y oficialmente añadió la muni-
cipalidad: "Debemos á V. E. inmensos bienes, libertad, patria y
gloria; pero nos atrevemos á exigir más del hombre que no de-
manda recompensas: un Gobierno estable y un reposo firme que no
puedan destruir ni el tiempo ni las revoluciones''. A imitación de
1. Observa un historiador, que estos Departamentos "no se consideraron ja-
más parte integrante de Colombia: sus habitantes llamaban colombianos á los
venezolanos y granadinos, como si ellos no lo fueran". Restrepo, Historia de la
Revolución de la República de Colombia, t. IV, p. 202.
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— 422 —
Quito, el pueblo de Guayaquil declara el 28 de agosto que reasume
su soberanía y entrega su suerte á Bolívar. Logra éste en setiembre
paralizar momentáneamente el movimiento separatista; pero no bien
se aleja, con destino á Bogotá y Caracas, todos aquellos pueblos
caen en permanente estado anárquico.
Dictadura y anarquía son los términos que mejor caracterizan
la existencia de la República desde 1826; dictadura donde se halla
Bolívar, anarquía lejos de él. El 23 de noviembre llega á Bogotá;
encárgase en seguida de la Presidencia; se declara en ejercicio de
las facultades extraordinarias previstas por el artículo 128 de la
constitución, y marcha á pacificar á Venezuela. Mas no bien llegó
á Caracas, cuando en el otro extremo del territorio que había liber-
tado, una división del ejército de Colombia se rebela contra sus
jefes. El 26 de enero, 1827, los batallones Vencedor, Rifles,
Caracas y Araure, y el 4^ escuadrón de Húsares de Aya-
cucho, que se hallaban en Lima á órdenes de los generales Jacinto
Lara y Arturo Sandes, los deponen del mando "por muy graves y
fundadas sospechas", y reconocen como jefe al primer comandante
José Bustamante. Del acta que redactaron el mismo día, resulta
que sospechaban á sus generales de complicidad con los que en
Venezuela y en los Departamentos del Sur desconocían la constitu-
ción de Colombia y querían sustituirla con la boliviana. El 28 de
enero dirige Bustamante una nota al Vicepresidente Santander, en
la que dice: "Al pronunciamos decididamente por la constitución y
Estado á que pertenecemos, reconocemos y protestamos nuestros
antiguos é invariables deberes; reconocemos con gratitud al Liber-
tador Presidente de Colombia según la ley jurada por él y la na-
ción, y según las miras de nuestro Gobierno nos conservamos como
auxiliares del Perú'\ Y con esta nota, Bustamante remite presos á
los generales Lara y Sandes y á dieciséis oficiales. Tal así era el
estado de anarquía, aun en el seno mismo del ejército, cuando
Bolívar se alejaba.
No tardó en verse la consecuencia inmediata de semejante
desatino. El pueblo de Lima se amotinó, pidiendo la deposición de
los Ministros y el cambio de la constitución boliviana. El jefe del
Gobierno, Santa Cruz, se apresura á formar nuevo Ministerio y á
convocar un congreso constituyente.
El 18 de marzo sale de Lima la división sublevada; desembarca
en la costa de Guayaquil, y al punto se arma el más enredado zipi-
zape ... ó guachafita, á la moda venezolana. El 16 de abril, el
pueblo de Guayaquil se amotina; se subleva la tropa, al mando de
los coroneles Elizalde y Merino, y desconoce á las autoridades cons-
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— 423 —
títucionales. La municipalidad nombra jefe político y militar del
Departamento al mariscal peruano D. José de La Man Bustamante,
que había pasado á Cuenca con parte del ejército, se vé reducido
á prisión el 6 de mayo por el capitán Bravo. Remitido luego al
Comandante General del Ecuador, general Juan José Flores, éste le
ordena pasar á Guayaquil con el propósito de pacificar (!) la ciudad.
Bustamante se apresura á formar causa común con La Mar. Lo que pasa
en los meses de jimio y julio, apenas es posible reseñarlo en breves
frases. El Gobierno de Bogotá envía al general Antonio Obando á
tomar el matado de las tropas sublevadas. Flores, Comandante del
Ecuador, y La Mar, apoyado por la municipalidad de Guayaquil, se
engolfan en tratados de arreglo, que se hubieran prolongado in-
definidamente, á no ser que el segundo tuvo que partir á fines de
julio para posesionarse de la Presidencia del Perú. La municipa-
lidad de Guayaquil convoca entonces una asamblea con el objetp
de elegir nuevas autoridades. Instalada declara: que desde luego
se pronuncia por la "forma de gobierno federal ''; que elegirá dipu-
tados en este año para la Convención nacional anunciada por Bo-
lívar; que si esta no fuere convocada, procederá el Departamento
á constituirse, y que entre tanto, nombra Intendente á D. Diego
Noboa, y Comandante General al coronel Antonio Elizalde . . . Por
fin, el Gobierno de Bogotá, siguiendo el ejemplo de Bolívar en
Venezuela, dio un indulto general, en que quedaron comprendidos el
acto de rebelión de Bustamante y todo el enredo del Ecuador, Gua-
yaquil y Asuay.
En 3 de agosto, el congreso nacional convoca la Gran Con-
vención de Colombia, "para que, reuniéndose en la ciudad de Ocafia
el día 2 de marzo de 1828, y declarando ella misma previamente si
hay urgente necesidad de examinar la constitución ó de reformarla,
proceda á verificarlo". Y para justificar esta medida violatoria de
la misma constitución, dice el decreto: "Aunque en el curso ordi-
nario y regular de los acontecimientos habría sido necesaria la prac-
tica de la constitución por diez ó más años, que se exige en su
artículo 191 para que el congreso pudiera convocar la Gran Con-
vención de Colombia; sin embargo, en las circunstancias críticas en
que se halla la República, la experiencia ya obtenida basta, y llena
el espíritu del artículo citado". El 29 de agosto se dicta el regla-
mento de elecciones. Cada provincia nombra tantos diputados
cuantos le correspondan en razón de uno por cada 24,000 almas de
su población, y otro más por el residuo de 12,000. Los sufragantes
parroquiales designan á los electores del cantón, en razón de uno
por cada 3,000 almas, y otro más por un residuo de 1 ,500. Y estos
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— 424 —
electores nombran á los diputados por mayoría absoluta de votos.
Se excluye del derecho de sufragio á los militares de saínente
abajo que pertenezcan al ejército permanente, ó á cualquiera
especie de milicias, y se hallen en servicio activo al tiempo de
las elecciones. Los sufragantes parroquiales se convocan para el
15 de noviembre, y el 3(0 de diciembre ha de efectuarse la votación
para diputados.
Bolívar llegó á Bogotá el 10 de setiembre y se posesionó de
la Presidencia. Encontró allí un fuerte partido de oposición que
inspiraba y dirigía el Vicepresidente Santander; partido que se
titulaba "liberal" y llamaba á los amigos de Bolívar "serviles" y
"godos"*. El congreso no admitió el 6 de junio la renuncia que á
27 de febrero le remitió Bolívar desde Caracas; pero la minoría
oposicionista fué de 24 votos. El 20 de junio, animada de igual
intención hostil la mayoría, se decretó que mientras estuviese reunido
el congreso, no podía el Ejecutivo dictar medidas extraordinarias
sin su previo acuerdo y consentimiento; que se restablecía en toda
su fuerza y vigor el orden político, como regía antes del 27 de abril
de 1826; que aunque el congreso debía tomar en consideración las
reformas que en uso de facultades extraordinarias se habían hecho
en algunas leyes, pasa decretar en consecuencia lo que juzgase más
conveniente, sin embargo el Ejecutivo restablecería progresivamente
la observancia de aquellas cuyo cumplimiento fuese, en su concepto,
más necesario para restablecer el orden político; por último, que
ningún colombiano estaba obligado á obedecer sino á las autoridades
establecidas por los medios y en la forma que prescribía la consti-
tución ó la ley. Dicho esto en tiempos normales, hubiera sido una
garantía de orden y paz: proclamado en época de tumultos y hondas
disensiones, cuando apenas había ya autoridades políticas en los
Departamentos, que no vinieran de la revolución ó del motín, era
solamente añadir un nuevo elemento de anarquía.
Clausuró el congreso sus sesiones en octubre, y empezaron
todos los pueblos á levantar actas en favor de la reforma constitu-
cional; pero fué tan precario en los últimos meses de este año el
estado político de la República, que Bolívar resolvió decretar de
nuevo (19 de febrero y 13 de marzo, 1828) las facultades extra-
ordinarias sobre todo el territorio, á excepción únicamente del cantón
de Ocaña, designado para la Convención; declarando además (23 de
1. El califícativo de "godo", aplicado á los partidarios del régimen español
durante la guerra de Independencia, lo importaron á Bogotá los caraquefios. Des-
pués, en Venezuela, se llamará * godos" á los adversarios de Bolívar, y se titulartüi
"liberales" sus amigos.
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— 425 —
febrero y 15 de marzo) que desde luego se sometían á la autoridad
militar todos los juicios por conspiración contra el orden público.
Y para librarse del Vicepresidente Santander, dispuso también el
26 de febrero, que durante su ausencia de la capital quedasen en-
cargados del Gobierno los Secretarios de Estado, como jefes de sus
respectivos departamentos, reimiéndose en consejo para todos los
negocios graves que ocurriesen. Quedó el Ministerio constituido
así: Interior, José Manuel Restrepo; Relaciones Exteriores, Estanislao
Vergara; Guerra y Marina, Rafael Urdaneta; Hacienda, Nicolás
Tanco. Bolívar se trasladó á Bucaramanga, donde esperó el resul-
tado de la Convención.
No esperaba ninguno favorable á la paz y porvenir de Co-
lombia, á juzgar por sus confidencias. Desde el 30 de enero le escri-
bía á Páez: "Diferentes veces me ha escrito usted sobre que vaya
á la Gran Convención para influir en ella con la mira de darle á
Venezuela un gobierno propio. Bastante pena me causa tener que
responder á usted, que todo lo que usted desea no puedo ejecutarlo
en el día: mis contrarios han logrado despopularizarme: los repre-
sentantes que allí van son enemigos personales (entre ellos algunos
venezolanos): éstos, después de haberse opuesto á la Gran Con-
vención, van á ser ahora los arbitros de las reformas ... Es una
evidencia para mí la destrucción de Colombia, si no se le da al
Gobierno una fuerza inmensa (siempre la preocupación de una Pre-
sidencia vitalicia), capaz de reluchar contra la anarquía que levan-
tará mil cabezas sediciosas . . . Nos vamos á sepultar entre las
ruinas de la patria, porque todo es malo, todo es peor. La vio-
lencia de la fuerza arrastra consigo los principios de su propia des-
trucción: la división es la ruina misma, y la federación el sepulcro
de Colombia. Por lo mismo, el primer mal es preferible á los de-
más; pero más como un plazo que como un bien''. Ya apunta en
su cerebro la dictadura cesarista, en que por dos años aventurará
el poder y la vida.
Las representaciones que dirigieron á la Convención las muni-
cipalidades y vecinos de las principales ciudades de toda la Re-
pública, coincidieron en pedir la integridad de Colombia y el mando
supremo de Bolívar, mientras lo exigiese la salvación de la patria;
mas, si bien se acordaba este voto con las urgentes necesidades del
momento, contradecíanlo sin embargo las irreconciliables pasiones
que llevaban á Ocaña los dos partidos adversarios: centralista el
uno, é invariablemente adicto á la autoridad personal de Bolívar;
federalista el otro, por ocasión ó conveniencia, y ciegamente sumiso
á la ambición personal de Santander. Los reformistas venezolanos»
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— 426 —
que fueron durante cinco años los más apasionados enemigos de
Santander, serán ahora sus mejores aliados.
El 2 de abril, 1828, se reunió la Convención con 67 dipu-
tados, de los 108 electos en toda la República. Concurrieron de
Venezuela los siguientes: Martín Tovar, Andrés Narvarte, José de
Iribarren, Mariano Echezuría, Juan Manuel Manrique, Manuel Vicente
Huizi y Valentín Espinal, por la provincia de Caracas; Juan José
Pulido, por la de Apure; Pedro Vicente Grimón, por la de Barce-
lona; Pedro Briceño Méndez, Miguel M. Pumar y Francisco Conde,
por la de Barinas; Rafatl Hermoso, por la de Coro; Domingo Bru-
zual, por la de Cumaná; Antonio María Briceño, por la de Mará-
caibo; Juan de Dios Picón, por la de Mérida; Salvador Meza, Fran-
cisco Aranda, Vicente Michelena, Juan José Romero, José Santiago
Rodríguez, Juan Neporouceno Chaves y Miguel Peña, por la de
Carabobo. La credencial del Dr. Peña fué anulada por la Conven-
ción (42 votos contra 21), con motivo de estar pendiente ante el
Senado la mencionada acusación por usurpación de caudales públi-
cos^, no obstante haber alegado Peña que estaba comprendido en
el decreto de olvido general publicado por Bolívar en Puerto Ca-
bello el 1<> de enero del año 27. Terminada la calificación de sus
miembro§, .sp instaló la Convención el 9 de abril, y el 17 se leyó
el mensaje de Bolívar (fechado en Bogotá á 29 de febrero).
Este mensaje es una crítica de la constitución de Cúcuta, la
cual, como es sabido, no reflejaba las teorías personales del Liber-
tador. En su concepto, los constituyentes de 1821 cometieron un
error capital al hacer del Poder Legislativo el solo cuerpo soberano,
atribuyéndole la facultad exclusiva de iniciar las leyes y convirtíendo
en un recurso ilusorio el veto del Ejecutivo. En lugar de constituir
«1 Ejecutivo como poder igual al Legislativo, y "jefe del Judicial"
se le debilitó á tal extremo que no ha podido nunca "repeler la
invasión exterior ó contener los conatos sediciosos sino revestido
de la dictadura". Por otra parte, no están determinados los casos
de responsabilidad de los Secretarios del Despacho; la del Presi-
dente es demasiado vaga, ni dice la constitución cual sería la pena
aplicable 2. De suerte que (profunda observación demostrada por
toda la historia venezolana) "la responsabilidad en el escogido del
pueblo será siempre ilusoria, á no ser que voluntariamente se someta
á ella, ó que contra toda probabilidad carezca de medios para
1. Véase arriba, p. 368.
2. Era, teóricamente, responsable el Ejecutivo en los casos de *una conducta
manifiestamente contraria al bien de la República y á los deberes de su empleo, ó
de delitos graves contra el orden social'*. Artículos 89 y 131.
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— 427 —
sobreponerse á la ley". Las leyes de Colombia parecen "hechas
del acaso; carecen de conjunto, de método, de clasificación y de
idioma legal: son opuestas entre sí, confusas, á veces innecesarias
y aun contrarias á sus fines". Leyes posteriores á la constitución
han dado una absoluta supremacía á los tribunales civiles en los
juicios militares, " contra la práctica uniforme de los siglos ", y que-
brantando así la disciplina del ejército colombiano, que en los pri-
meros tiempos, cuando "se cubría con sus armas porque no tenía
uniformes", fué "el modelo de la América y la gloria de la liber-
tad". — Las municipalidades, "que serían útiles como consejos de
los Gobernadores de provincias, apenas han llenado sus verdaderas
funciones": unas se han convertido en parlamentos, otras han
fomentado la sedición, otras "han llegado á hacerse odiosas por
las gabelas que cobran, por la molestia que causan á los electos
que las componen, y porque en muchos lugares no hay siquiera
con quien reemplazarlas". "Si he de decir lo que todos piensan,
no habría decretó más popular que el que eliminase las municipali-
dades". — La policía general no existe. La agricultura, la indus-
tria, el comercio, en vez de prosperar decaen. La organización de
la hacienda viene de ensayo en ensayo, y " el último nos ha dejado
más desengañados que los anteriores". — Termina pidiendo "para
el pueblo, para el ejercitó, para el juez y para el magistrado, leyes
inexorables". ¿Cuales? No lo dice el Libertador; pero es claro
que su pluma se mueve aquí al recuerdo de la República sui géneris,
(mitad República, mitad Monarquía), soñada en Angostura y en
Bolivia.
Lo que debía exasperar aún más al partido santanderista, que
iba á Ocaña con el único propósito de socavar el prestigio personal
de Bolívar. Decíalo sin ambajes Santander en la siguiente carta
confidencial escrita desde el 17 de marzo i: "Nuestra patria está
"regida, no constitucionalmente sino caprichosamente por Bolívar,
"que del título puramente honroso de Libertador ha querido hacer
"su título de autoridad superior á las leyes. . . ¿Y quiere usted
"que algún hombre de honor se reconcilie con el supremo pertur-
"bador de la República? Es imposible reconciliarse con un jefe
"supremo que nos trata de facciosos y traidores á cuantos hemos
"hecho frente á sus planes y descubierto sus arterías, y que no
" ocupa en los puestos públicos ni en sus consejos sino á declarados
" amigos de la dictadura eterna ó de la constitución boliviana . . .
" No por esto seré yo imprudente ni inmoderado en la Convención,
1. A Alejandro Vélez, Encargado de Negocios de Colombia en Washington.
Carta interceptada en Cartagena por el general Mariano Montilla.
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— 428 —
"porque no trataré más que de los intereses del país, de refrenar
"ese poder colosal que ejerce Bolívar, de asegurar los derechos
"del pueblo y los de los ciudadanos, y de dividir la autoridad eje-
"cutiva para contenerla. ¿Y comprende usted de pronto lo que
"quiere decir esta última frase? Pues quiere decir que estoy por
"la federación, como único recurso que nos resta para salvar las
*Mibertades nacionales. Y no se admire usted de verme federalista
"en 1828, porque á tal estado ha llegado esta nuestra Colombia,
" que sería musulmán si esto fuera preciso para que hubiera un
"gobierno estrictamente liberal..." — Hábil manejo, sin duda;
pero el partido boliviano replicaba, que Santander, Vicepresidente
de la República y encargado del poder supremo durante siete años,
aspiraba únicamente á sustituir á Bolívar, sin ofrecer ninguna ga-
rantía de mayor respeto á las leyes, y que autocracia por auto-
cracia, era preferible la del Libertador, á cuyo genio le debía hi
patria su existencia.
Las primeras sesiones de la Convención trascurren en escara-
muzas, midiendo cada partido sus fuerzas. El 11 de abril, el grana-
dino Juan de Dios Aranzazu pide que se declare necesaria y urgente
la reforma de la constitución. El 17, el venezolano Mariano
Echezuría propone que se adopte "el sistema federal". El grana-
dino Vicente Azuero repara que, si bien los males de Colombia
deben atribuirse á su régimen central, la proposición de Echezuría
es demasiado vaga; é invocando irónicamente la autoridad del
Libertador, que de hecho había reconocido la separación de Vene-
zuela y de Quito al dejar estas secciones bajo el mando de Jefes
Superiores, es decir, bajo Gobiernos desconocidos en las leyes
colombianas, presenta el siguiente plan de confederación. La Re-
pública se dividirá en tres grandes Distritos (Venezuela, Cundina-
marca y Quito), gobernado cada uno por un Director que nombrarán
sus respectivos colegios electorales; con dos Cámaras legislativas
para sus asuntos propios, y una Corte Superior; quedando por lo
demás sometidos á un Gobierno nacional (Congreso, Presidente y
Corte Suprema), que tendrá facultades análogas á las del régimen
vigente. Plan que, si se hubiera discutido en calma y enmendado
en algunos pormenores, habría sido tal vez la más oportuna solución
del problema constitucional. El partido unitario lo rechazó de
plano. Andrés Narvarte le replica á Azuero, que los males de Co-
lombia no vienen de Ja constitución de Cúcuta, sino del error
cometido por el Gobierno de Bogotá, al establecer la costumbre de
sobreponer la autoridad de los Comandantes militares á la de los
Intendentes civiles, que eran los órganos inmediatos y legales dd
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Poder Ejecutivo;' error que fué causa principal de los disturbios de
Venezuela. El santanderista Vargas Tejada y el boliviano José
Santiago Rodríguez cruzan argumentos semejantes. Echezuría se
impacienta; dice que venezolanos y granadinos "no pueden sufrirse",
como que se califican recíprocamente de ultramontanos é ineptos,
y que la federación es el único medio de vivir en paz. El 21 de
abril, el debate llega á su punto culminante con un duelo oratorio
entre Santander y Joaquín Mosquera. Según el primero, la Unión
ha sido forzada y violenta, y depende sólo de la fortuna ó de la
vida del Libertador; la diversidad de climas y costumbres se opone
al centralismo; el pueblo pide federación, porque con ella asegurará
sus libertades; cuando los bolivianos proponen un Gobierno emi-
nentemente vigoroso, olvidan que lo fué el de Tiberio y lo son el
de Rusia y el de Turquía, sin que su vigor, sinónimo de despotismo,
sea nunca bastante para impedir las revoluciones. Mosquera le
contesta, que la diversidad de costumbres es pura imaginación; que
en América, de México á Buenos Aires, todo es igual, hasta los
resabios; que la revolución de Independencia fué la misma don-
dequiera, y que todas las nuevas Repúblicas están pasando por
idénticos trastornos, debidos á una mala administración que ya
se trata de corregir. — Triunfan al fin los bolivianos, votando
contra la federación de Echezuría y contra la confederación de
Azuero.
Bolívar continuaba en Bucaramanga, sin que se supiese á punto
fijo cual era su propósito. Decía unas veces que estaba de viaje
para Cartagena, á restablecer allí el orden turbado por una disputa
entre los generales José Padilla y Mariano Montilla: decía otras
veces, que al nombrarle sucesor la Convención, se retiraría á Ve-
nezuela ó se iría á Europa. A mediados de abril cayó en uno de
sus ya frecuentes accesos de misantropía. El 15 le escribe á Bri-
ceño Méndez: "Estoy cierto que un cuerpo (la Convención) tan
encontrado en opiniones, no hará más que luchar, y cuando más
transarse, dejando la mitad del mal para que se haga la mitad del
bien; de lo que no puede resultar sino un retardo en la caída final.
Es decir, una resistencia de dos, tres ó cuatro años, para sucumbir
con mayores desastres^ ... Es tanto lo que me atormenta la vil
suposición de que yo tengo miras personales, que estoy resuelto y
aun desesperado por irme, para probarles .lo contrario; y aun haría
más si fuera necesario: quizás, quizás si alguna vez me voy y de
mi vuelta depende la vida de Colombia, la deje perecer, por no
Nótese que su previsión se realizó justamente á los dos aflos.
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mandar, y aun la condenaría á la nada, para que se viera que nada
quería ..." Y el 23: "Yo me iré, y á mil ó dos mil leguas resonarán
los alaridos espantosos de la guerra civil; y no volveré, ciertamente,
la quinta vez á un país de donde me han expulsado indignamente
tantas veces. Poco me importa el modo que se decrete para perder
á Colombia, porque estos señores no tendrán que elegir sino entre
retardos, pero no entre remedios saludables." A fines de abril
se reanima, al saber que la Convención ha rechazado la proposición
federalista; y aconseja á sus amigos que no transijan: ^^ triunfo
absoluto ó nada, es mi divisa". Pero á los breves días se contra-
dice; piensa que el triunfo de sus partidarios es pura apariencia;
y olvidando el "todo ó nada", les insinúa que, para evitar la guerra
civil, deben propender á que se divida Colombia en tres ó cuatro
Repúblicas, que se ligarán en confederación para la defensa común.
El general Soublette, que se hallaba en Bucaramanga, le escribe el
2 de mayo al diputado Castillo, leader de los bolivianos: "Si
esto se logra en paz y bajo los auspicios del Libertador, habremos
conseguido un inmenso bien * . • Usted me ha oído siempre opinar
en favor de una división absoluta, de preferencia á la forma federa-
tiva; pero no por esto juzgue usted que mi consejo haya influido
en la resolución del Presidente: ella ha sido exclusivamente suya,
y cuando me la participó, ya lo había meditado mucho". . .
Los bolivianos de Ocaña se alarman, y procuran quebrantar
la resolución del Libertador, atacándola por su lado débil, que
era, ahora — enfermo, descreído, inconstante — la extremada con-
descendencia á las insinuaciones de sus cortesanos. Véase con
qué arte sabían estos circunvenir al genio en su ocaso. Bríceño
Méndez le dice el 5 de mayo: "El nombre y gloria de usted están
tan íntimamente ligados con el nombre, la gloria y bienestar de Co-
lombia, que es imposible separarlos — Abandonar el campo á sus
enemigos es confesarse vencido, y es quizás dar lugar á que se
crea que éstos tenían razón para calumniarlo. No se dirá cierta-
mente que usted se desprendió del mando porque creyó que este
era el último bien que podía hacer, sino que lo perdió porque no
lo pudo conservar, y porque tenía miras personales que no pudo
llevar al cabo. San Martín dejó el mando, y nadie lo ha excu-
sado . . . Revoque esa resolución, mi General, por Colombia, por
usted y por sus amigos". Castillo le escribe el 8 de mayo bosque-
jando ya la dictadura: le advierte que si los santanderistas presentan
un proyecto de "constitución anárquica," será rechazado, ó se di-
solverá la Convención; que en todo evento, el Libertador tendrá el
voto de la República; "usted debe soportar la nota momentánea de
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— 431 -
usurpador, para contener á Colombia y encaminarla á su dicha:
esto lo puede hacer usted y sólo usted, y haciéndolo, usted verá
confirmado su titulo de héroe y padre de la patria: usted no puede^
no digo contribuir, pero ni permitir que se deshaga su obra: usted
tiene para, evitarlo todos los medios, y más apoyos que los que
usted piensa. Así, mi querido amigo, usted debe abandonar aquella
idea y alimentar solamente la de sostener á la República á todo
trance". Y como supremo recurso mandan á Bucaramanga á
O'Leary — que compartía con sus compañeros los edecanes Wilson
y Férguson la absoluta confianza de Bolívar — para asegurarle que
cuentan con la mayoría de la Convención y que ésta lo llamará á
Ocaña. Bolívar comete otra vez la imprudencia de contradecirse.
Si bien con salvedades. En sus cartas á Castillo y Briceño Méndez
(15 de mayo) se lee: ^^No insisto más en las ideas que antes había
concebido, y prometo guardar religiosamente una tregua con ustedes,
hasta que veamos lo que se haya conseg^do por último. Pero esta
tregua no quiere decir que me comprometo á desistir absolutamente
y sin reservas de mis deseos y pensamientos. Yo los conservo
intactos, porque ningún poder intelectual es capaz de penetrar hasta
el hondo abismo de mis infaustas conjeturas . . . Suspenderé mi
juicio; esperaré con paciencia, y me quedaré con el derecho de
hacer lo que juzgue de mi deber, cuando llegue el caso".
A pesar de sus esperanzas, los bolivianos fueron derrotados
el 13 de mayo; pues habiendo propuesto que la Convención invi-
tase al Libertador á pasar á Ocaña, la mayoría decidió que no
estaba en sus atribuciones tomar en consideración semejante asunto.
Y es curioso notar que Bolívar le decía á Briceño Méndez en su
carta del 15^: "He meditado mucho sobre mi ida á Ocaña, y he
sacado en limpio que no conviene, por política y por conveniencia".
Y al saber la derrota de sus amigos escribió al mismo Briceño, el 22:
"Repito que con la constitución que hagan estos señores (los san-
tanderistas) yo no sirvo á la República. Esta ha sido mi resolución
mucho tiempo há, y si he convenido en esperar, no ha sido más
sino porque esta era mi obligación forzosa, sin disminuir un ápice
mi decisión. Yo he dicho siempre todo lo que pienso y he pen-
sado, y por lo mismo no se podrán quejar mis amigos de que los
he entretenido con esperanzas. Desde el movimiento de Valencia
yo vi este país perdido, y cada día lo veo acercarse al precipicio
último. Cada paso, cada instante, es un escalón que descendemos,
1. A esta fecha no se conocía aún en Bucaramanga el voto de la Convención.
lx>s correos empleaban 5 A 8 días.
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y si mi desesperación no fuese igual al horror de nuestra suerte,
hubiera perdido el juicio; pero yo me encuentro en el tremendo mo-
mento de la calma del despecho".
El 21 de mayo presentan los santanderistas un proyecto de
constitución, redactado por Azuero, según el cual se aumenta hasta
veinte el número de Departamentos, y se establecen asambleas lo-
cales para deliberar y resolver sobre intereses departamentales, re-
servándose al Ejecutivo la atribución de suspender, y al congreso
la de anular, los actos contrarios á las leyes ó que extralimiten las
facultades conferidas á las mismas asambleas. Estas proponen al
Ejecutivo, cada cuatro años, temas de candidatos para la elección
de Prefectos departamentales. Las municipalidades se reemplazan
con asambleas municipales, compuestas de diputados del cantón,
que se reunirán en su cabecera tres veces por año. El Ejecutivo
no puede recurrir al ejercicio de facultades extraordinarias: los
Ministros son responsables por todos sus actos oficiales, aun cuando
los firmen con el consentimiento del Presidente ó al mismo tiempo
que él. El Presidente tiene un Consejo de Gobierno, compuesto
del Vicepresidente de la República, cuatro individuos nombrados
por el congreso .y dos Ministros de Estado. Los miembros del Con-
sejo, á excepción del Vicepresidente, tienen libre entrada en ambas
Cámaras, .para hablar sobre todos los proyectos de ley que en ellas
se discutan; pero se les prohibe concurrir más de dos á tomar la
palabra sobre el mismo proyecto, y deben retirarse antes de la vo-
tación. Los ministros de la Corte Suprema los nombra el congreso,
escogiéndolos de las listas remitidas por las asambleas departamen-
tales, y esta Corte elige los ministros de las Cortes Superiores, de
las listas enviadas por las mismas asambleas.
Los bolivianos, viendo sobre todo en el anterior proyecto la
mira de cercenar la autoridad del Presidente, presentan otro el 28 de
mayo, redactado por J. M. del Castillo. El período presidencial se
aumenta á ocho años, y no se prohibe la reelección. El Presidente
nombra, con previo acuerdo y consentimiento del Senado, á los
consejeros de Estado y á los ministros de la Alta Corte: elige, á
propuesta del Consejo de Estado, los jefes de los Departamentos y
Provincias, los de oficinas de hacienda, sean nacionales ó departa-
mentales, y todos los empleados militares de coronel arriba: re-
mueve, con previo dictamen del Consejo de Estado, á los empleados
de todos los ramos de la administración, exceptuando solamente los
jueces de la Alta Corte, Cortes Superiores, y de primera instancia:
nombra, á propuesta de la Alta Corte, los jueces de las Superiores,
y á propuesta de éstas los de primera instancia. En casos de con-
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moción á manó armada contra la seguridad de la República, el
Presidente queda autorizado, durante el receso del congreso, y con
el consentimiento del Consejo de Estado, para aumentar el ejército
permanente y llamar al servicio las milicias regladas; para exigir
anticipadamente las contribuciones ordinarias ó cualesquiera sumas
por vía de empréstito, siempre que no pudieren cubrirse los gastos
con las rentas ordinarias, ni con las cantidades decretadas por el
congreso; para arrestar, mantener en arresto é interrogar á las per-
sonas que pudieran ser un obstáculo para restablecer la tranquilidad ;
para conceder amnistías ó indultos generales ó particulares, y para
acordar premios y recompensas á los pueblos é individuos. Se dis-
minuye el número de Senadores y Representantes. Las atribuciones
de las asambleas departamentales se circunscriben á asuntos locales,
y sus resoluciones necesitan la aprobación de los Prefectos departa-
mentales, que son órganos del Ejecutivo.
Dicho está cuan difícil, si no imposible, hubiera sido armonizar
tan contradictorios proyectos. No hubo medio siquiera de discutir-
los. El 2 de junio, los bolivianos amenazan con separarse de la
Convención. Los santanderista9 proponen celebrar conferencias
conciliatorias. Se celebran dos sin ningún resultado. Los santan-
derístas proponen en sesión pública, el 6 de junio, que se desista
de los proyectos presentados, y se agregue solamente un acta á la
constitución de Cúcuta declarando suprimido el artículo 128 y la atri-
bución 25 del artículo 55, referentes á los casos de facultades extra-
ordinarias. Pero los bolivianos consideran inaceptable semejante
transacción, y el 10 de junio salen de Ocaña para el vecino pueblo
de La Cruz, donde redactan un manifiesto titulado Al pueblo co-
lombiano, en el que acusan á sus adversarios de intransigencia y
mala fe. Y como no quedase número suficiente para seguir deliberando,
se disolvió la Convención*.
No bien llegó esta noticia á Bogotá, el Intendente de Cundi-
namarca, coronel Pedro Herrán, convocó una asamblea de las auto-
ridades y el pueblo, que acordó el 13 de junio: desobedecer á todo
acto ó reforma que emanase de la Convención de Ocaña, por no
ser expresión de la voluntad general; revocar los poderes conferidos
á los diputados de la provincia, y llamar al Libertador á encargarse
del mando supremo, con plenitud de facultades, hasta que estimase
oportuno convocar la representación nacional. Ejemplo que imi-
1. £1 manifiesto de La Cruz lo firman 20 diputados, entre ellos 6 de Vene-
zuela: Pedro Brícefio Méndez y Miguel María Pumar, porBarinas; Francisco Aranda,
por Carabobo; Pedro Vicente Grimón, por Barcelona; Rsdael Hermoso, por Coroj
Bmzual de Beaumont, por Cumaná.
Fortottl, Historia Constitucional. 28
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taron en seguida la mayoría de las municipalidades. En Venezuela,
Páez — á quien le era indiferente la federación, el centralismo 6
la dictadura, con tal de continuar en su Gobierno — participa al
Intendente con fecha 15 de julio el pronunciamiento de Bogotá, y
añade: ^^ Queda con esto sancionado el voto uniformemente emitido
por los pueblos que comprenden los tres Departamentos que se
hallan bajo mi autoridad superior, y los ardientes deseos que habían
manifestado por sus peticiones elevadas por mi conducto, de que
S. E. el Libertador Presidente se encargase del mando supremo dd
Estado, conservándose la unidad de la República". El 18 de julio
se pronuncia Caracas en el mismo sentido, y luego la secundan las
demás ciudades venezolanas. El 21 de setiembre, las autoridades
caraqueñas juran obediencia al Libertador.
Había llegado éste á Bogotá el 24 de junio, y encargádose
del Gobierno Supremo. Suspendido de hecho el régimen constitu-
cional, Bolívar modifica ó deroga varias leyes.
Las de 6 de agosto de 1821 y 7 de abril de 1826, que su-
primían los conventos menores, se derogan por decreto del 10 de
julio, exceptuando solamente aqtfellos conventos cuyos edificios
sirven ya de colegios, casas de educación y hospitales. La ley del
4 de marzo de 1826, que prohibía en los conventos de regulares la
admisión de novicios, donados ó devotos, antes de la edad de
veinticinco años, queda suspendida por decreto del 11 de julio, con
el objeto de enviar otra vez religiosos á las misiones destruidas
durante la guerra de Independencia, lo que ocasionó — dice
erróneamente el decreto — la despoblación de algunas provincias;
y se dispone, que el Gobierno designará el número de novicios,
donados y devotos que cada convento podrá admitir, aun siendo
menores de veinticinco años; que cada uno de los órdenes re-
gulares, excluidos los hospitalarios, empleará en las misiones el
número de religiosos que se determine; y que todos los no-
vicios contraerán al tiempo de profesar la obligación de emplearse
por cinco años, luego que reciban los sagrados órdenes, en
el servicio de las misiones que se les designen. El 28 de julio se
restablecen en el ejército las plazas de vicarios generales y cape-
llanes, suprimidas por la ley de 30 de julio del año anterior; y eUo
con el propósito de facilitar la celebración del matrimonio de los
jefes y oficiales del ejército, los que necesitan ahora el consenti-
miento previo de sus superiores. La fuerza efectiva del ejército
permanente, que la ley de 8 de agosto de 1827 fijaba en 9,980 hom-
bres, la manda aumentar Bolívar, por decreto del 7 de agosto, al
pie de 40,000 hombres, y ordena al propio tiempo que se organice
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la milicia auxiliar. El 28 de agosto declara comprendidos en el
goce del fuero de guerra todos los cuerpos de milicias: el 30 su-
prime las Cortes marciales, creadas por la ley de 11 de agosto de
1824, y manda observar la ordenanza española de 1768, en todo lo
relativo al fuero militar.
El poder público lo organiza el 27 de agosto, por medio de
un decreto que ha de regir hasta que se convoque de nuevo la re-
presentación nacional. El Libertador Presidente ejercerá el poder
supremo con un Consejo de Estado, compuesto de los Ministros del
despacho y de uno ó más consejeros por cada uno de los actuales
Departamentos de la República. El territorio se divide en Prefec-
turas, quedando suprimidas las Intendencias departamentales. La
justicia se administrará por una Alta Corte, Cortes de apelación,
juzgados de primera instancia, tribunales de comercio. Cortes de
almirantazgo y tribunales militares. El poder supremo nombrará y
removerá libremente á todos los empleados de la República. Y por
primera vez habla Bolívar, oficialmente, de religión de Estado, di-
ciendo en el artículo 25 de este decreto, que "el Gobierno sos-
tendrá y protegerá la religión católica, apostólica, romana, como la
religión de los colombianos". Al día sígnente nombra miembro del
Consejo de Estado al arzobispo de Bogotá. — Con su decreto or-
gánico expide una proclama diciendo que no retendrá la autoridad
suprema sino hasta el día en que el pueblo le mande devolverla, y
que si éste no dispone antes otra cosa, convocará dentro de un
año la representación nacional. Y á manera de disculpa por su
reaccionario despotismo, termina con este párrafo elocuentísimo . . .
y triste: "Colombianos! No os diré nada de libertad, porque si
cumplo mis promesas, seréis más [que libres, seréis respetados.
Además, bajo la dictadura, ¿quién puede hablar de libertad? ¡Com-
padezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre
que manda solo!^'
Aquí iba de su arrebato dictatorial, cuando corriendo el mes
de setiembre apelaron sus enemigos á la conjuración y al asesinato.
Santander, no obstante haber aceptado el nombramiento de Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en los Estados Unidos,
no desistía del propósito que manifestó en la Convención de Ocaña,
de oponerse por todos los medios posibles á la dictadura de Bolí-
var, y venía empleando su tenaz habilidad en preparar una reacción.
Era su plan constituir sociedades secretas en toda Colombia, que
determinasen un movimiento de protesta nacional, durante su ausencia
en Washington, para regresar él como aclamado por los pueblos.
Optaron, empero, sus amigos más exaltados, por otros medios más
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rápidos, y aprovechándose de la oposición que halló en la juventud
liberal de Bogotá el decreto sobre organización del poder público,
formaron una junta revolucionaria, compuesta de Florentino Gon-
zález, el coronel Ramón Guerra, jefe de estado mayor del Departa-
mento, Mariano Escobar, Juan Nepomuceno Vargas, Wenceslao Zu-
laibar, Luis Vargas Tejada y el Dr. Juan Francisco Arganil, á
quienes se unieron el francés Agustín Horment, el profesor de filo-
sofía Pedro Celestino Azuero, el capitán Rudecindo Silva, que man-
daba una brigada de artillería, el teniente coronel venezolano Pedro
Canijo, ayudante del estado mayor, y muchos otros militares y
civiles*.
"Era nuestro objeto — dice el primer conjurado — destruir
este régimen (de dictadura) apoderándonos de las personas de
Bolívar y sus Ministros, venciendo la resistencia que podíamos
encontrar en algunos cuerpos de la fuerza armada; y poner en
seguida á la cabeza del Gobierno al jefe constitucional de la nación
(Santander), quien dispondría de la suerte de los usurpadores 2".
Comisionado González para poner en conocimiento de Santander
este plan, Santander le advirtió, que "en los momentos mismos en
que la dictadura se proclamaba por sí en un decreto", no era
oportuno intentar "una reacción contra un poder que aparecía tan
fuerte por el número de bayonetas de que podía disponer". No
cejaron por esto los conjurados. Cuatro de ellos, dirigidos por
Carujo, quisieron asesinar á Bolívar el 21 de setiembre en el pueblo
de Soacha, cerca de Bogotá, á donde había ido aquél de paseo,
acompañado sólo de dos amigos. Súpolo Santander, cuando ya los
asesinos montaban á caballo para encaminarse á Soacha, y los obligó
á desistir de su intento. Preparáronse entonces para el 28 de
setiembre, fecha de un baile anunciado en la Legación de México,
al cual asistiría Bolívar con sus Ministros'^. Les pareció tanto más
fácil la ejecución de su plan, cuanto que Bolívar acostumbraba
andar de noche por las calles, sin otro séquito que uno ó dos
edecanes ; y en todo caso, muchos de los conjurados podían también
1. £n Venezuela, apenas hubo partidaríos de esta conjuración, porque sus
prohombres no se preocupaban sino con la autonomía local, que aún esperaban ob-
tener del mismo Bolívar. Sólo Martín Tovar y José de Iribairen intentaron formar
allí un partido antiboliviano; pero en sabiéndolo Páez, dio órdenes para que no se
les permitiese la entrada en el territorio de su mando, y cuando á fines de agosto Degó
Tovar á la Guaira, se le obligó á reembarcarse para Curazao. Iríbarren pasó á México.
2. Florentino González, Narración publicada en 1853.
3. El general Posada Gutiérrez dice en sus Memorias histórico-polí-
ticas que escogieron el 28 de octubre, día de San Simón. González afirma que el
28 de setiembre.
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asistir al baile. Pero en la tarde del 25, les sorprendió la prisión
de un capitán Triana, conocedor del plan; y aunque no reveló nada
en el primer interrogatorio, determinaron proceder en la misma
noche por temor de ser descubiertos.
Reunidos en casa de Vargas Tejada — dice González —
"resolvimos arrostrar todos los peligros, tomar á viva fuerza los
"cuarteles de Vargas y Granaderos (donde contaban con la
"complicidad de una brigada de artillería) y el palacio del Dic-
" tador, y apoderamos de la persona de éste, vivo ó muerto, según
"fuese posible, en medio de la lid en que íbamos á entrar. Ya no
"podíamos lisonjeamos de triunfar sino con la impresión de terror
"que causase en nuestros contrarios la noticia de la muerte de
"Bolívar, y ella fué resuelta, en aquel momento supremo, en que
" ya era imposible arreglamos al plan primitivo . . . Doce ciudadanos,
"unidos á veinticinco soldados, al mando del comandante Canijo,
"fuimos destinados á forzar la entrada del palacio, y coger vivo ó
" muerto á Bolívar. Iba con nosotros don Agustín Horment, francés
"de origen, quien fué el primero que, arrojándose á la puerta del
"palacio, hirió mortalmente al centinela y franqueó el paso á los
"que le acompañábamos. Entramos inmediatamente, sin otra resis-
" tencia que la del cabo de guardia, quien recibió una herida mortal,
"después de haber dado un sablazo al heroico joven Pedro Celestino
"Azuero. El resto de la guardia, que ascendía á unos cuarenta
"soldados selectos mandados por un valiente capitán, fué rendido
"y desarmado por la tropa que mandaba el comandante Canijo,
"sin que hubiese necesidad de un solo tiro de fusil i. Nos ha-
" liábamos, pues, en posesión del palacio, y era preciso penetrar
"hasta el dormitorio de Bolívar. Subí primero la escalera, y con
"riesgo de mi vida, desarmé al centinela del corredor alto, sin
" herirle. Quedó libre el paso, y seguimos á forzar las puertas que
" conducían al cuarto de Bolívar, guiados por el valiente joven Juan
"Miguel Acevedo, que había tomado el farol de la escalera para
"alumbramos. Cuando hubimos forzado las primeras puertas, salió
"á nuestro encuentro, en la oscuridad y desvestido, el teniente
"Andrés Ibarra, á quien uno de los conjurados descargó un golpe
"de sable en el brazo, creyendo que era Bolívar. Iba á secundar
"el golpe, pero Ibarra gritó, y yo detuve al agresor, habiendo
1 . Según Posada Gutiérrez, la guardia era apenas de veinte hombres, armados
de carabina: "las puertas estaban entreabiertas: el oficial y la tropa, excepto los
centinelas, durmiendo; todo lo cual prueba la confianza y hasta el descuido en que
se estaba . . . porque Triana nada había dicho que llamara seriamente la atención de
las autoridades".
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"conocido á aquél en la voz. Zulaibar y Azuerp empezaron á
"gritar vivas á la libertad; y Bolívar, alarmado, y sospechando lo
"que sucedía, se arrojó á la calle por una ventana, y fué á ocul-
"tarse debajo de un puente del río de San Agustín. Cuando
"rompimos, pues, la puerta de su cuarto de dormir, ya Bolívar se
"había salvado. N^s salió al encuentro una hermosa señora, con
"una espada en la mano; y con admirable presencia de ánimo, y
"muy cortésmente, nos preguntó qué queríamos. Correspondimos
"con la misma cortesía, y tratamos de saber de ella en donde
"estaba Bolívar. Alguno de los conjurados llegó poco después, y
" profirió amenazas contra aquella señora, y yo me opuse á que las
"realizara, manifestándole que no era aquel el objeto que dos
"conducía allí. Procedimos á buscar á Bolívar; y un joven negro
^^que le servía nos informó que se había arrojado á la calle por
"la ventana de su cuarto de dormir. Nos asomamos algunos á
"aquella ventana, que Canijo había descuidado de guardar, y ad-
" quirimos la certidumbre de que Bolívar se había escapado ... Vi
"que se había frustrado nuestro plan, y me dirigí á la calle para
"escaparme, con los otros".
La señora de que habla González era Manuela Sáenz, querida
predilecta de Bolívar en los seis años anteriores, y á quien desde
el 25 de setiembre solió llamar "la Libertadora del Libertador".
Escribió ella una narración de la noche trágica, y como es apenas
conocida, y completa ó rectifica la de González, se leerán con
interés algunos párrafos, en los que respetamos escrupulosamente
su estilo 1. Refiere Manuelita, que estando enfermo Bolívar aquella
noche, la llamó al palacio y lo encontró dándose un baño caliente.
"Me hizo que le leyera durante el baño: desde que se acostó se
" durmió profundamente, sin más precaución que su espada y pistolas,
"sin más guardia que la de costumbre, sin prevenir al oficial de
"guardia ni á nadie, contento con que el jefe de estado mayor, ó
"no sé lo que era, le había dicho que no tuviese cuidado, que él
" respondía. (Este era el señor coronel Guerra, el mismo que dicen
" dio para esa noche santo, seña y contraseña, y á más, al otro día
"andaba prendiendo á todos, hasta que no sé quién lo denunció),
" Serían las doce de la noche, cuando latieron mucho dos perros del
"Libertador, y á más se oyó algún ruido extraño que debe haber
"sido al chocar con los centinelas, pero sin armas de fuego, por
"evitar ruido. Desperté al Libertador, y lo primero que hizo fué
"tomar su espada y una pistóla, y tratar de abrir la puerta: lo
1. Carta al general O'Leary, fecha en Paita á 10 de agosto de 1850. Se
halla en el suprimido tomo III de las Memorias.
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— 439 —
*' contuve y le hice vestir, lo que verificó con mucha serenidad y
"prontitud. Me dijo: * Bravo! vaya, pues, ya estoy vestido, y ahora
"qué hacemos? hacemos fuertes?'. Volvió á querer abrir la puerta,
"y lo detuve. Entonces me ocurrió lo que le había oído al mismo
"General un día. * ¿Usted no dijo á Pepe París que esta ventana
"era muy buena para un lance de estos?'. *Dices muy bien', me
"dijo, y fué á la ventana: yo impedí el que se botase, porque
"pasaban gentes; pero lo verificó cuando no hubo gente y porque
"ya estaban forzando la puerta. Yo fui á encontrarme con ellos
"para darle tiempo á que se fuese, pero no tuve tiempo para verle
" saltar ni para cerrar la ventana. Desde que me vieron, me agarraron y
"me preguntaron: *¿ donde está Bolívar?'. Les dije que en el Consejo,
"que fué lo primero que se me ocurrió. Registraron la primera
"pieza con tenacidad, pasaron á la segunda, y viendo la ventana
"abierta exclamaron: *huyó, se ha salvado'. Yo les decía: *no,
"señores, no ha huido, está en el Consejo'. . . Les dije que sabía
"que había esa reunión, que la llamaban Consejo, á la que asistía
"todas las noches el Libertador, pero que yo no conocía el lugar.
"Con esto se enfadaron mucho y me llevaron con ellos, hasta que
"encontré á Ibarra herido; y él desde que me vio me dijo: *¿con
"que han muerto al Libertador?'. *No, Ibarra, el Libertador
"vive'. Conozco que ambos estuvimos imprudentes: me puse á
"vendarlo con un pañuelo. Entonces Zulaibar me tomó por la mano
"á hacerme nuevas preguntas. No adelantando nada, me condujeron
"á las piezas de donde me habían sacado, y yo me llevé al herido . . .
*' Dejaron centinelas en las puertas y ventana y se fueron^. Al oir
"pasos de botas herradas me asomé á la ventana, y vi pasar al
"coronel Férguson (noble y fiel irlandés, edecán de Bolívar) que
"venía á la carrera de la casa donde estaba curándose de la gar-
"ganta: me vio con la luna, que era mucha: me preguntó por el
"Libertador, y yo le dije que no sabía de él, ni podía decirle más
"por los centinelas, pero le previne que no entrara, porque lo
"matarían. Me contestó que moriría llenando su deber. A poco oí
"un tiro: este fué el pistoletazo que le tiró Carujo, y además un
"sablazo en el cráneo (dejándole muerto) ... El Libertador se
"fué con una pistola, y con el sable que no sé quién le había
"regalado de Europa. Al tiempo de caer en la calle pasaba su
1 . Florentino González dice (y lo repite Posada Gutiérrez) que él te opuso á
que uno de los conjurados realizase sus amenazas contra Manuela Sáenz; pero ésta
afirma que fué el francés Horment quien gritó: "no hay que matar mujeres**. Si
Manuelita declaró á los jueces que González le había salvado la vida, lo hizo con el
propósito de que no lo condenaran á muerte; y profirió la misma generosa mentira
en favor de otros.
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— 440 —
" repostero, y lo acompañó. El General se quedó en el río y mandó
^^á éste á saber como andaban los cuarteles. Con el aviso que le
"llevó, salió y fué para el de Vargas .. . Para no ver curar á
"Ibarra, me fui hasta la plaza (de la Catedral), y allí encontré al
"Libertador á caballo, hablando con Santander y Padilla, entre
"mucha tropa que daba vivas al Libertador".
De las fuerzas acuarteladas en Bogotá, los conjurados no
habían logrado sobornar más que una brigada de artillería: con ella
atacaron el cuartel del batallón Vargas; pero retrocedieron á los
primeros tiros. Al mismo tiempo otros conjurados escalaban la pared
del cuartel de artillería en busca de uno de sus copartidarios, el
general José Padilla, que estaba preso, y asesinaron al coronel vene-
zolano José Bolívar 1. En breves horas quedó vencida la cuartelada.
A las cuatro de la mañana regresa Bolívar al palacio. " Su primera
opinión — dice Manuela Sáenz — fué el que se perdonase á todos;
pero para esto tenía que habérselas con el general Urdaneta y con
Córdoba, que eran unos de los que entendían en estas cosas". El
hecho es que todos los miembros del Consejo opinaron por castigos
severos é inmediatos. Urdaneta, Ministro de Guerra, escribe al
general Mariano Montilla, á Cartagena, el 28 de setiembre: "El
Gobierno, queriendo ejecutar un acto de justicia que librará á la
República de los incalculables males que la amenazan si no contiene
en su principio á los revoltosos, se verá en la necesidad de acordar
que hoy mismo sean puestos en capilla cuatro de ellos, sin per-
juicio de continuar el seguimiento de la causa, en que he sido
nombrado director, para la aplicación de las penas correspondientes".
El mismo día, el Ministro del Interior Res trepo le escribía al propio
Montilla: "Allá le irán Azuero y Soto, con otros, para que los
arroje inmediatamente del país: no los envíe á los Estados Unidos,
donde pueden perjudicar con sus escritos. Es preciso, como le
digo, exterminar el partido contrario, ó dejarlo de modo que no
nos puedan hacer otra revolución, y asesinamos como éstos pre-
tendieron con la mayor infamia".
A todos se les juzgó sumariamente, conformé al decreto sobre
conspiradores, y catorce fueron pasados por las armas, entre ellos
el general Padilla, el coronel Guerra, el comandante Silva y el
catedrático Azuero. El venezolano Pedro Canijo debió la vida á
la delación que hizo de sus cómplices. El granadino Vargas Tejada,
joven de brillante inteligencia, se fugó de Bogotá y á poco se ahogó
al pasar un río. A Santander, condenado á muerte, se le conmutó
1. No era de la familia del Libertador.
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— 441 —
la pena (10 de noviembre) en las de destitución de su empleo de
general y extrañamiento de la República. A Florentino González
y á cuatro oficiales inferiores se les condenó á encierro ó presidio
temporal. £1 12 de noviembre se indultó á los que se hallaban aún
prófugos.
González, que en su citada narración de 1853 se pinta á sí
mismo como un héroe dominado sólo por el amor de la libertad^
no tuvo, sin embargo, una actitud heroica ante los jueces, ni pagó
noblemente la magnanimidad de Bolívar, quien le conmutó la pena
primitivamente dictada, que era la muerte. En pago de lo cual
escribió veinticinco años después, en el extranjero, que Bolívar había
fallecido "en medio de una multitud de generales y coroneles, que
se ocupaban en jugar á las cartas y los dados mientras aquél agoni-
zaba: murió aquel hombre abrumado por los remordimientos . . . :
se lamentaba en sus últimos momentos de lo que él llamaba la in^
gratitud de sus compatriotas, como si se debiese gratitud á los que
gastan la sangre y la riqueza de los pueblos en conquistar el poder
para sí y no para el pueblo ". Y era el mismo hombre que le había
escrito á Bolívar desde la cárcel de Charalá el 7 de octubre de
1828: "No me he mezclado yo en los atentados cometidos contra
V. E. . . . Espero que V. E., compadecido de las desgracias de un
infeliz patriota, se sirva mandar se me libre de la prisión en
que me hallo ^^ — Mentira y flaqueza de ánimo; tanto más bajas
cuanto por los mismos días sus compañeros confesaban bravamente,
hasta en el patíbulo, la causa que movió sus brazos tiranicidas . . . •
y que, si. les hubiera acompañado el éxito, los habría convertido,
ante la conciencia popular, en redentores y proceres de las libertades
públicas.
La sentencia contra Santander se fundamentó, no en que hu-
biese tomado parte directa en la conjuración del 25, sino en haber
preparado y aconsejado una rebelión contra el Gobierno, que debía
efectuarse más tarde; y se dictó la sentencia en virtud del decreto
del 20 de febrero, que impone pena de muerte á "los que acon-
sejan, auxilian ó fomentan la rebelión, y á todos los que secreta-
mente se reúnan ó coliguen, ya en favor de los enemigos de la
República, y ya contra su Gobierno y autoridades constituidas".
En circular del 14 de noviembre, dirigida por el Ministro de Rela-
ciones Exteriores á los representantes de Colombia en el extran-
jero, se lee: "Santander no ha resultado del proceso, que hubiese
tenido una parte inmediata y próxima en la conspiración del 25:
había dado consejos y propuesto medios para que se verificase una
cuando saliera de Colombia para los Estados Unidos, á donde debía
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— 442 —
seguir muy pronto á desempeñar el destino de Plenipotenciario de
esta República cerca de aquel Gobierno; y estos consejos le hacían
seguramente un criminal digno de la muerte, conforme al decreto dado
por el Libertador acerca de conspiradores, y en que está fundada
la sentencia dada por el Comandante General ... No hay duda
ninguna sobre la criminalidad en general de Santander, aunque si
la hay en cuanto á la aprobación que le haya merecido el horrible
atentado cometido en la noche del 25; y esto ha movido al Minis-
terio á aconsejar al Libertador que, atendidas otras razones de
política que no se ocultarán á la penetración de US., privase á San-
tander de los medios de ser peligroso á la República al mismo
tiempo que le salvase la vida, cuyo sacrificio sería quizá inútil sí
se conseguía el otro y principal objeto. Si se hubiese llevado á
efecto la sentencia, á la verdad justa, dada por la Comandancia
General, como la pena no podía ni dqbía recaer sobre la parte que
pudo probársele haber tenido en la conspiración del 25, sino sobre
los medios que indicó como muy á propósito para efectuar una
cuando llegase la ocasión; quizá se habría atribuido ésto á miras
no sólo ajenas del carácter noble y generoso del Libertador, ano
altamente ofensivas, y por tanto perjudiciales á su Gobierno". En
defensa propia, Santander escribió diez años después: "Yo, sin ser
agente ni director de la conspiración, sufrí por ella las venganzas
de los que me habían considerado uno de los más fuertes obstáculos
á la realización de los planes de Bolívar ... En vano se fatigan
mis enemigos en hacerme cómplice de aquel acto: ni la sentencia
lo asegura, ni el Gobierno mismo se atrevió á afirmarlo, en la cir-
cular á los Ministros de Colombia en Europa. Yo no intento ahora
justificar ni condenar aquella conjuración: me limito á decir que no
la dirigí ni la fomenté^."
Es injusta, en efecto, la severidad con que algunos historia-
dores, sobre todo los venezolanos Baralt y Larrazábal, juzg^an
siempre al Vicepresidente de Colombia. Estadista eminente, correcto
administrador, y patriota en toda ocasión, la violencia de sus pa-
siones y la ambición de continuar en el poder, — fácilmente expli-
cable por el convencimiento que tenía de ser superior á muchos
otros de los prohombres colombianos, — le arrastraron hasta la
pretensión, extremada es cierto, de sustituir su hábil y culto enten-
dimiento al genio de Bolívar; pero lo intentó, en todo caso, por
los medios habituales de la intriga política, sin manchar nunca su
conciencia ni su nombre con la sangre del crimen. Por otra parte,
1. Apuntamientos para las memorias sobrfe Colombia y la Nueva
Granada. Bogotá, 1838.
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«ra ya Santander el jefe reconocido en las provincias de Nueva
Granada, — como lo fué también Páez en las de Venezuela, — de
una tendencia general á disolver la obra política de Bolívar y á
constituir nuevos Estados. Equivocábanse, sin duda, cuando pen-
saban que iban á asegurar así las libertades públicas y la prosperi-
dad de los pueblos, — cosas imposibles entonces, por el estado
primitivo, turbulento y anárquico en que se hallaban los países sur-
americanos; pero llevaban consigo la fuerza irresistible de la vo-
luntad de la turba militar, ocasionalmente apoyada por la opinión
de gran parte de la clase intelectual. La existencia de Colombia
dependía sólo de la vida de su fundador; y como quiera que
éste, enfermo y prematuramente envejecido, había de desaparecer
pronto, prefirieron muchos de los pensadores de la época entregar
desde luego la patria al azar de las trasformaciones que le reser-
vara el porvenir.
Bolívar no tuvo ya otra mira, después del 25 de setiembre,
sino vigorizar aún más el poder público, hasta convertir el Go-
bierno en una dictadura sin límites; dominado ó ilusionado por dos
propósitos: el uno político, — salvar la integridad de Colombia; el
otro personal, — no desoír los consejos y contentar la ambición de
sus más allegados amigos. Y empezó por olvidar los principios
constitucionales que había profesado toda su vida, ó por no ver en
ellos sino la fase autocrátíca y despótica. Habiendo tomado parte
en la conjuración del 25 de setiembre muchos estudiantes y algunos
catedráticos de Bogotá, se atribuyó ésto á los textos de filosofía y
ciencias políticas que se enseñaban en la Universidad, y el 20 de
octubre se reformó el plan general de estudios. De los tratados
de legislación de Jeremías Bentham, dice el Ministro del Interior en
su circular á las Universidades, que " contienen, al lado de máximas
luminosas, muchas opuestas á la religión, á la moral y á la tran-
quilidad de los pueblos, de lo que ya hemos recibido primicias do-
lorosas", y renueva en consecuencia la prohibición, decretada desde
el mes de marzo, para seguir enseñándolos i. Se suspenden tem-
poralmente las cátedras de principios de legislación universal,
derecho público político, constitución y ciencia administrativa; y se
1 . Bentham había remitido á Bolívar en 1 825 (carta fecha en Londres á 1 3 de
agosto) sus tres obras tituladas: "Principios que deben servir de guía en la forma-
ción de un Gkíigo Constitucional para un Estado*'; "Declaración ó Protesta de los
miembros del Cuerpo Legislativo al tomar posesión de su destino", y "La eficacia
de los empleos públicos llevada A su máximum, y los gastos á su mínimum". Tra-
ducidas en Londres por el Dr. Puigblanch, ex-catedrático de la Universidad de Al-
calá y ex-diputado á cortes, "refugiado español — dice Bentham — de alta reputa-
ción y de mucho saber".
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— 444 —
dispone que en los seis años de estudios para el doctorado, se ea-
señe derecho civil romano, derecho civil patrio, jurisprudencia
canónica, principios de economía política y derecho intemadonaL
Se obliga á los estudiantes á asistir por uno ó dos años, desde el
principio de los cursos, á una cátedra ^^de fundamentos y apología
de la religión católica romana, de su historia y de la eclesiástica '\
procurando — añade candidamente la circular del Ministro — "que
sea el tiempo bastante para que los cursantes se radiquen en los
principios de nuestra santa religión, y puedan así rebatir por una
parte los sofismas de los impíos, y por otra resistir á los estímulos
de sus pasiones". Recuérdese que el arzobispo de Bogotá era ya
vocal del Consejo de Gobierno, como para consagrar tan desbara-
justada reacción.
El 8 de noviembre se prohiben las sociedades secretas, sea
cual fuere su denominación; pénase con multas ó prisión, no sólo
á los que asistan á ellas, sino también á cuantos les ofrecieren ó
arrendaren casa ó local, y se autoriza á los Gobernadores de pro-
vincia para disolverlas, por sí ó por medio de los jefes de policía
de los cantones. £1 5 de diciembre, el Intendente de Cundinamarca
decreta que serán juzgados como conspiradores todos los que se
reunieren en sociedades secretas, los que proporcionaren local para
éstas y los que, sabedores del hecho, no dieren parte á la Inten-
dencia. Además, declara perturbadores del orden público á los que
"divulguen especies y rumores alarmantes", quedando por consi-
guiente suprimida la libertad de imprenta, y sospechosos á los
que anden por las calles con armas, sin permiso expreso de la
autoridad.
£1 17 de noviembre se suspenden todas las municipalidades,
" por el tiempo que el Gobierno juzgue necesario para su reorgani-
zación y para el examen de sus propios y arbitrios". Se confía á
los Gobernadores de provincia la recaudación y custodia de las
rentas municipales, por medio de tesoreros nombrados al efecto, lo'
mismo que la designación de las cantidades aplicables á gastos or-
dinarios de la policía y administración de cada cantón, reservándose
el Gobierno supremo todo lo relativo á gastos extraordinarios. Los
jefes políticos y los de policía quedan encargados de las atribuciones
que las leyes señalaban á las municipalidades.
£n Venezuela se había consultado á los vecinos y hacen-
dados de los diferentes cantones, sobre la conveniencia de que con-
tinuasen ó se suprimiesen los cuerpos municipales; y reunidos
aquéllos en Caracas el 4 de setiembre, opinaron: que "los cuerpos
municipales, así antiguos como modernos, por ser colectivos, habían
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hecho muy poco bien al común de los pueblos''; que en la mayoría
de los cantones no había, ó era difícil hallar, hombres competentes
para el desempeño de esos destinos, y que era '^útil, conveniente
y necesaria'' la extinción de las municipalidades, ^^subrogándose
para el ejercicio de las funciones económicas de aquéllas la autoridad
que se tuviese á bien, y la de un solo magistrado, como estaban
constituidos bajo el antiguo régimen, para la pronta y buena adminis-
tración de justicia". Entre los firmantes de este acuerdo figuran
hombres notables, como Pedro Briceño Méndez, Diego Bautista Ur-
baneja, José Ángel de Álamo, Felipe Fermín Paúl, Francisco de
Barrutia, Bartolomé Blandaín, José Manuel de los Ríos, Miguel
Pimentel, Cristóbal de Acosta, quienes olvidaban, por motivos polí-
ticos del momento, que las municipalidades fueron en muchas oca-
siones, y no obstante ciertos errores lamentables, los únicos cuerpos
de resistencia contra la arbitrariedad del Gobierno, y los únicos
órganos eficaces del espíritu de independencia. Temiendo la oli-
garquía venezolana que las mismas municipalidades, en cuyos
acuerdos había fundado Páez su autoridad militar, la desconociesen
en cualquier momento de crisis, promovió é inspiró la deliberación
de los vecinos reunidos en Caracas, y la de la municipalidad de
Valencia (20 de octubre), la cual, olvidando á su vez las actas revo-
lucionarias de 30 de abril del año 26, se pronunció unánimemente
por su propio suicidio. Adviértase, sin embargo, que Páez y sus
partidarios procedieron en esta ocasión conforme á las instrucciones
y propósitos de Bolívar, quien le había conferido á aquél amplias
facultades en el mes de julio. De donde resultó que, cuando reci-
bieron en Caracas el decreto del 17 de noviembre, ya Páez había
expedido otro el 7 de octubre eliminando las municipalidades, y con-
fiando la administración económica y jurídica de los cantones y
parroquias á corregidores y tenientes corregidores; y como en varios
puntos fuesen contradictorios ambos decretos, declaró el 5 de enero
en suspenso y sin efecto el del Gobierno supremo, fundándose en
la advertencia que le hiciera el Ministro del Interior, de que este
decreto no innovaría las providencias que el propio Páez hubiese
dictado como Jefe Superior de Venezuela. Existía aquí realmente
una dictadura local, tolerada y autorizada por la dictadura nacional.
Se cumplió, en cambio, otro decreto del 6 de noviembre, que reemplazó
las antiguas Cortes Superiores con Cortes de Apelaciones. Para la que
debía residir en Caiacas con el nombre de Corte de Apelación del
Distrito Norte, hizo Bolívar, el 29 de noviembre, acertadas designa-
dones: presidente, Juan Martínez; jueces de la sala de lo civil,
Diego Bautista Urbaneja, Andrés Narvarte y Tomás Orellana; jueces
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de la sala del crimen, José Domingo Duarte, Felipe Fermín Paúl y
Juan José Alvarez; fiscales, Francisco Aranda y Tomás Hernández
Sanabría, todos jurisconsultos distinguidos.
El 23 de diciembre organiza Bolívar el régimen político y
económico de la República, conforme á las bases de su decreto
de 27 de agosto sobre el poder supremo. Divídese ahora el
territorio en tantas Prefecturas cuantas Intendencias había, re-
servándose el Gobierno la facultad de unir dos ó más Departa-
mentos bajo la autoridad de un sólo Prefecto, y la de agregar
provincias de una Prefectura á otra. Se amplían las atribuciones
de los Prefectos, para asegurar la tranquilidad del Estado, y se dice
que podrán ejercer también el mando militar cuando lo disponga
el Gobierno.
En este año de 28 se prohibió (1<> de octubre) que ningún
español contrajese matrimonio en Colombia mientras durase la
guerra con España. Bien que en Venezuela toda la "guerra" se
redujo á perseguir algunas partidas armadas, que al mando de
Celestino Centeno, Inocencio Rodríguez y Doroteo Herrera, re-
corrían los pueblos del interior, reconociendo por jefe al teniente
coronel José Arizábalo, comisionado desde Puerto Rico para
promover una reacción realista en la Tierra Firme. En agosto de
1829 se dispersaron, á consecuencia de un convenio entre Arizábalo
y Lorenzo Bustillos, comisionado de Páez; quedando sólo en armas
la guerrilla de José Dionisio Cisneros, incorregible bandolero que
no obedecía ni al rey ni á la República.
Los indios reducidos, no obstante las leyes dictadas desde 1811
para igualarlos á los demás ciudadanos, seguían viviendo conforme
á la organización que dieron los españoles á sus comunidades y
pueblos. En 15 de octubre de 1828 se establece una contribución
personal de tres pesos cuatro reales al año, que pagarán todos los
indios desde la edad de 18 hasta la de 50, con excepción de "los
que se hallen lisiados ó enfermos habitualmente hasta el extremo
de no poder trabajar ni ganar un salario"; y los que poseyeren una
propiedad de mil ó más pesos continuarán sujetos al pago de las
contribuciones ordinarias. En cambio se les acuerda que no paguen
derechos parroquiales ni impuestos nacionales; ni alcabala respecto
de lo que vendieren como fruto de su trabajo; ni derecho alguno
en los negocios propios que ventilaren en los tribunales y juzgados
seculares ó eclesiásticos.
Por último, después de expedir en este año otros decretos de
escasa importancia histórica, Bolívar convoca en 24 de diciembre
un congreso constituyente, para que se reúna en la capital de la
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República el 2 de enero de 1830, y da un reglamento de elecciones
según el cual, nombrarán las provincias sus diputados en razón de
uno por cada 40,000 almas, y otro por un residuo de más de
20,000. En la convocatoria se declara, que el Libertador continuará
ejerciendo las facultades extraordinarias (léase dictadura), con-
forme al decreto orgánico del 27 de agosto, hasta que se publique
la nueva constitución. Pero milagro hubiera sido que el año de
29 trascurriese en paz.
Más que precaria era la existencia de Colombia. Si el
Libertador escapa al puñal de sus asesinos, no logra desarmar al
partido adversario: si Venezuela permanece todavía en la Unión,
es sólo gracias á la autoridad sin límites que se le permite á Páez
ejercer, para demorar en lo posible su inevitable separación: el
Ecuador, Guayaquil y Asuay siguen en el estado anárquico de que
no salieron nunca; y para colmar la medida, el Perú se lanza á la
guerra contra sus propios libertadores. Lo que hacía exclamar á
Bolívar; "Ni en Colombia ni en el Perú se puede hacer nada
bueno: ni aun el prestigio de mi nombre vale ya: todo ha desa-
parecido para siempre: ... el instinto solamente nos hará vivir;
mas, casi sin objeto"^.
£1 28 de diciembre sale para Popayán, donde hacía dos meses
que estaban sublevados contra el Gobierno los coroneles José María
Obando y José Hilario López, á tiempo que los Departamentos del
Sur se hallaban invadidos por el ejército del Perú. Pudo sin
embargo la incansable actividad de Bolívar evitar por el momento
la suprema catástrofe. Secundado por los generales Flores y Cór-
doba, logró someter muy pronto á los insurrectos de Popayán; y
con el concurso de Sucre, obtuvo un triunfo fulgurante contra el
ejército peruano. Había el Perú invadido el territorio de Boliviay
mezcládose en sus negocios domésticos; retardaba con moratorias
diplomáticas y pretextos insustanciales el arreglo amistoso de sus
límites con Colombia, lo mismo que la liquidación de la deuda re-
sultante del auxilio que ésta le prestó en la guerra de Indepen-
dencia; después de haber adorado al Libertador como im Dios,
1. Respecto de Venezuela, léase lo que el Intendente Bríceño Méndez
escribe á Bolívar desde Caracas el 21 de enero, 1829: "Si la presencia de usted
es necesaria en el Sur, lo será también la ruina de la República. Usted se irá y
probcü>leinente ésta lo alcanzará bien lejos; pero debe ir persuadido de que no puede
mirar siquiera para atrás. Yo estoy tomando mis medidas de seguridad propia,
tntes que se sepa la marcha de usted, que es el toque de alarma para todos los
partidos. Si usted tiene la fortuna de que nuestras armas triunfen en Popayán y
el Perú, sin necesidad de su presencia personal, puede ser que vivamos tranquilos;
pero si se va, triunfe ó no, debe despedirse para siempre. Esta es mi opinión, y
la de todos sus amigos. Dios quiera que nos engañemos**.
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oponíase á todos sus planes de política ínteramerícana; llegó por
último el congreso peruano á autorizar al Presidente La Mar, desde
el 17 de mayo, 1828, para ponerse al frente del ejército é invadir
el territorio colombiano. El 20 de julio pubMca el Gobierno de Co-
lombia un manifiesto justificando por su parte el próximo rompi-
miento de hostilidades; pero envió, no obstante, un comisionado á
Lima (el coronel O'Leary) con el fin de intentar el último esfuerzo
en favor de la paz. Cuando el comisionado llegó á Guayaquil, ya
La Mar había empezado la guerra y se negó á negociar ningún
avenimiento. Mala la hubo. El 27 de febrero (1829) se encuen-
tran en el Pórtete de Tarqui los ejércitos enemigos; 3,600 hombres
el colombiano, y 8,000 el peruano. En dos horas de combate
queda derrotado el peruano, dejando en el campo 1,500 muertos
y 1,000 heridos ó prisioneros, por 154 muertos y 206 heridos de
Colombia^. Sobre el campo de batalla, Sucre se acuerda de Aya-
cucho y ofrece á La Mar una capitulación para que salve los restos
de su ejército. "Llenando las órdenes del Gobierno — dice en el
parte oficial — de no abusar en ningún caso de la victoria . . .
juzgué indecoroso á la República y á su jefe humillar al Perú, des-
pués de una derrota, con mayores imposiciones que las pérdidas,
cuando ellos tenían un ejército doble en número al nuestro; y quise
mostrar que nuestra justicia era la misma antes que después de la
batalla ^\ Al día siguiente se firmó un convenio en Girón dando
por terminadas las hostilidades; pero en viaje La Mar para el Sur,
se negó á devolver la plaza de Guayaquil, pretextando que el parte
oficial de la batalla era deshonroso para el Perú, lo mismo que la
intención de erigir en Tarqui un monumento conmemorativo'. Bo-
lívar replica desde Quito en su proclama del 3 de abril: "Nos
veremos obligados á emplear la fuerza para conquistar la paz; y
aunque la gloria sería el producto de nuevos combates, pospon-
dremos todo á la consecución del reposo de la América, y en parti-
cular de los pueblos del Sur, cuyos dolorosos y crueles sacrificios
han servido poderosamente para repeler la invasión del enemigo.
Reocuparemos á Guayaquil únicamente para cumplir con los pre-
liminares de paz concluidos con el Perú: no dispararemos un tiro
1. Sucre había previsto que los peruanos presentarían un ejército de seis i
ocho mil hombres, y que serían derrotados con cuatro ó cinco mil colombianos:
carta á Bolívar fecha en Guayaquil á 18 de setiembre de 1828. En Tarqui tuvo i
sus órdenes al carabobefío Juan José Flores, al merídefio León de Pebres Cordero,
al irlandés 0*Leary, al granadino Luis Urdaneta, y á otros ofíciales vetenmos de la
Independencia.
2. Es fuerza confesar que Sucre cometió un error . . . diplomático, al no
hacer la debida distinción entre el Gobierno y el pueblo del Perú.
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ni aun para defendemos, sino después de haber agotado todo sufri-
miento y de haber reclamado en vano nuestros incontestables de-
rechos. Haremos más: expulsados que sean los peruanos y los
facciosos, de Guayaquil, pediremos la paz á los vencidos: esta será
nuestra vindicta^. Afortunadamente una insurrección de los peruanos
dio en tierra, el 3 de junio, con el gobierno de La Mar; lo" expul-
saron; convinieron en alejarse de todo el territorio colombiano, y
el 22 de setiembre se firmó en Bogotá un tratado definitivo de paz.
En el seno de Colombia no eran posibles el orden ni la
paz. No estaba aún concluido el tratado con el Perú, cuando el
general José María Córdoba, partidario desde el principio de la
dictadura de Bolívar, áe subleva á mediados de setiembre en Me-
dellín contra "la tiranía de Bolívar", contra el proyecto de monar-
quía, y en favor de la constitución de Cúcuta ..., en la que nadie
pensaba ya. El 17 de octubre se encuentran en el Santuario sus
tropas con las del Gobierno, mandadas éstas por el general 0*Leary,
el coronel Castelli y los comandantes Crofton y Hand, En breve
combate quedan destruidos los sublevados, y muerto Córdoba.
Cesa la guerra civil; mas adquiere al propio tiempo más fuerza
el espíritu de anarquía, con motivo de la próxima reunión del con-
greso constituyente.
Porto al. Historia ConstitadonaL ^^
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Capitulo VIL
¿Monarquía 6 República?
Sumario. Los partidaríos de la monarquía — Ideas atribuidas á
Santander en 1822 — Proyecto cesarista de Páez en 1825 — Lo
imprueba Bolívar — Plan de monarquía inglesa, atribuido al mismo
Bolívar en 1825 y 27 — Reaparece la tendencia monárquica en
1829 — Testimonio del Ministro Restrepo — Piensa Bolívar en la
"mediación ó influencia" de las grandes potencias europeas -^ El
Gabinete de Bogotá propone á Inglaterra y á Francia el estableci-
miento de una monarquía para después de la muerte del Libertador
— Hace éste declaraciones ambiguas ó contradictorias — Decídese
al fin contra el proyecto monárquico — Inglaterra y Francia lo con-
sideran irrealizable.
Acordes todos los hombres de influjo en reformar la cons-
titución de Cúcuta, discrepaban sin embargo sobre la esencia misma
del Gobierno que Conviniera adoptar. Lo querían irnos vigoroso y
centralizado; federalista los otros; llegando aquéllos á extremar su
opinión hasta proponer la forma monárquica, y éstos hasta hacer
inevitable la disolución de Colombia.
No desapareció nunca por completo, con la revolución de
1811, la tendencia á una monarquía constitucional, como remedio
á la honda turbación que produjera el paso del absolutismo español
á la República; y si apenas se habló de esto en el curso de la
guerra, fué solamente por la necesidad de encaminar todo esfuerzo
á obtener primero la Independencia, aceptando con tal fin, y de
buen ó mal grado, la autoridad suprema del Libertador. No había
éste concluido su campaña de Quito, cuando ya se volvía á tratar
de ideas monárquicas en las provincias granadinas y venezolanas.
£1 20 de noviembre de 1822, un periódico de Maracaibo intitulado
El Posta Español de Venezuela inserta una carta fechada en
Santa Fe á 28 de agosto y firmada S., en la cual se lee: "Detesto
el antiguo gobierno; pero conozco que este pueblo no está bien
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— 451 —
ilustrado, ni es capaz eeta gesieración de estarlo bastante para ser
gobernada por institudanes liberales: además, todos quieren apro*
vecharse de los únicos recursos del Estado, que son las propiedades
de secuestros: no hay con que atender al gasto ordinario, y un
gobierno popular donde todos mandan y sin recursos, está siempre
próximo á una anarquía: necesita, pues, la República un gobierno
más fuerte y liberal al mismo tiempo, y creo que no sería difícil
aceptarse con gusto el de una monarquía moderada y constitucional.
Sobre todo cuando por vía de recompensa á sus . servicios, el con-
greso por aclamación lo ofreciese al Libertador, no hay un colom-
biano que se negara á esta demostración de la patria á un héroe
que iodo lo ha sacrificado por ella; y aun creo más, que este es
el voto reservado de cada propietario que tenga algunas luces.
Esta forma de gobierno tiene más garantías dentro y fuera, con-
cilia los intereses de las clases y aun será acogida por los so-
beranos de Europa como más conforme á las grandes miras polí-
ticas: los empleados y defensores de la república tendrán más
estabilidad y poco á poco las jerarquías ocuparán su lugar ... Ya
se sabe que el Libertador rechazará la propuesta por delicadeza:
por manifiesto pedirá su retiro á simple particular; pero en política
se le dará toda la importancia que se da en iguales casos, y un
decreto unánime del congreso llenará el objeto: él conoce que esta
única forma de gobierno puede hacer la prosperidad, etc." — Dí-
jose que el texto de esta carta había caído en manos de los españoles
en la acción de Garabuya, ganada por ellos el 13 de noviembre; y de
aquí tomó pie El Venezolano, periódico patriota de Caracas, para
negar su autenticidad (3 de febrero, 1823), agregando que "el
objeto de esta invención era sembrar la desconfianza y la dis-
cordia entre el Gobierno y los pueblos de Colombia, y lograr por
este medio lo que no habían alcanzado los ejércitos españoles".
Posteriormente se le atribuyó su paternidad á Santander, aunque
por meras conjeturas. Pero quienquiera que haya sido su autor,
el hecho es que la carta de Garabuya revela propósitos que no
tardaron en manifestarse en la correspondencia auténtica de muchos
patriotas notables.
En 1825 se forma en Venezuela un proyecto de golpe de
Estado, ó Imperio napoleónico, para el que solicitan la anuencia de
Bolívar. Páez le escribe el 1<> de octubre quejándose del Gobierno
de Santander y de las pretensiones de los "curiales y letrados", de
reducir á los militares "á la condición de esclavos^". "La situación
1 . Páez declaró apócrifo el texto de la primera impresión que se hizo de su
caria. Nos referimos, por consiguiente, al de su Autobiografía, t. I, p. 629.
29*
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— 452 —
de este país — añade — es muy semejaate en el dia á lá de Francia
cuando Napoleón se encontraba en Egipto, y fué llamado por
aquellos primeros hombres de la revolución, convencidos de que
un gobierno que había caído en- las manos de la más vil canalla,
no era el que podía salvar aquella nación, y usted está en el caso
de decir lo que aquel hombre célebre entonces: los intrigantes van
á perder la patria, vamos á salvarla . . . Veo como un feliz acon-
tecimiento la marcha del general Briceño (Pedro Briceño Méndez)
en dirección hacia' usted; él es el conductor de la presente, y
mucho me alegraría que se viesen ustedes, porque él va bien
enterado de todo lo que hemos hablado, y ha visto y observado
más de cerca la administración, y puede decirle todo lo que se
deja de expresar en este escrito". Bolívar recibió esta carta en el
Perú, y con ella la visita de Antonio Leocadio Guzmán, que iba
comisionado especialmente para exponerle el proyecto. Bolívar le
escribe á Santander (21 de febrero, 1826): "En estos días he
recibido cartas de diferentes amigos de Venezuela, proponiéndome
ideasi .napoleónicas. El general Páez está á la cabeza de estas
ideas, sugeridas por sus amigos los demagogos. Un secretario
privado y redactor de £1 Argos (Guzmán, que publicaba en Caracas
este periódico), ha venido á traerme el proyecto. Usted lo verá
disfrazado en la carta que incluyo original, que usted deberá
guardar con infinito cuidado para que no la vea nadie. El redactor
de esta carta es Carabaño (Francisco). El general Briceño me ha
escrito diciéndome que él ha tenido que contener á los que querían
dar el golpe en Venezuela, y que les aconsejó que me consul-
tasen ... Yo diré al general Páez , . . que debe temer lo que
Iturbide padeció por su demasiada confian¿a en sus partidarios; 6
bien debe temer ima reacción horrible de parte del pueblo, por la
justa sospecha de una nueva aristocracia destructora de la igualdad.
E^to y mucho más diré para borrarles del pensamiento un plan
tan fatal, tan absurdo y tan poco glorioso. Plan que nos deshon*
raría delante del mundo y de la historia: que nos atraería el odio
de los liberales y el desprecio de los tiranos: plan que me horroriza
por principios, por prudencia y por orgullo ..." Y el 6 de marzo
le escribe á Páez: "He recibido la muy importante carta de usted
del 1^ de octubre del año pasado, que me mandó por medio del
señor Guzmán, á quien he visto y oído, no sin sorpresa, pues su
misión es extraordinaria ^ . . • Usted no ha juzgado, me parece,
1. Páez confió su carta á Brícefio Méndez; pero obligado éste á permanecer
en Bogotá como diputado al congreso, le entregó la correspondencia de Venezuela
á Guzm&n, que pasó á Lima, quinta de La Magdalena, donde se hallaba Bolívar.
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— 453 —
ímparcialmeñte del estado dé las cosas y de los hombres. Ni Co-
lombia es Francia, ni yo Napoleón ... Yo no puedo persuadirme
de que el proyecto que me ha comiinicado Guzmán sea sensato, y
creo también que los que lo han sugerido, son hombres de aquellos
que elevaron á Napoleón y á Iturbide, para gozar de su prosperidad
y abandonarlos en el peiligro; ó si. la buena fe los ha guiado, crea
usted que son unos aturdidos, ó partidarios de opiniones exage-
radas. Bajo cualquiera forma ó principio que sea, diré á usted con
toda franqueza, que este proyecto no conviene ni á usted, ni á mí,
ni al país". Le anuncia el envío de su constitución para Bolivia,
que quisiera ve» recomendada á la opinión pública, y tenyina: "Por
lo demás, yo no aconsejo á «sted que haga para sí lo que no quiero
para mi; mas 'si el pueblo lo quiere y usted acepta el voto nacional,
mi espada y mi autoridad se emplearán con infinito gozo en sostener
y defender los derechos de la soberanía popular. Esta protesta es
•tan sincera como el corazón de su fiel amigo",
Páez afirmó años después, que no fué nunca partidario de la
monarquía, ni recibió la respuesta de Bolívar, que " tiene más visos
de un manifiesto á la nación que respuesta á ima comunicación
privada 1". En todo caso, Páez propone claramente en su carta del
1® de octubre, que Bolívar regrese á Colombia á dirigir un Gobierno
autocrático ó cesarista, para reemplazar el del Vicepresidente San-
tander, y contando con el apoyo — según el mismo Páez — de hombres
como Briceño Méndez, el mariscal Sucre, el arzobispo Méndez, los
Urdanetas, los Montillas, los Ibarras y algunos mantuanos^. Ad-
viértase, sin embargo, que respecto de otro mantuano, ó noble
criollo, la afirmación de Páez parece infundada. Escribe en su
Autobiografía: "Cuando en el año 26 (debe leerse 27) me. dirigía
yo con el Libertador de Valencia á Caracas, nos detuvimos en la
parroquia de San Pedro, y allí llegó de la capital don Martín Tovar,
quien, poco después, se retiró con Bolívar á una habitación, per-
maneciendo más de una hora en conferencia al parecer interesante.
Cuando emprendimos de nuevo nuestra marcha, al empezar á subir
el cerro el Libertador me dijo: "¿creerá usted que en la conferencia
que acabo de tener cpn Tovar me ha dicho este hombre, conocido
1. Autobipgrafia, t. I, p. 634. -— No hay ya duda sobre su autenticidad:
se halla en las Memorias de O'Leary, til, p. 653 y siguientes. Pero no llegó
á manos de Páez, por no habérsela remitido Santander. Este • escribió á Bolívar con
fecha 6 de julio: "Yo he detenido la carta de usted á Páez en que le respondía
á su propuesta de imitar ¿á Napoleón, porque llegó, á tiempo en que había sido
llamado por el Senado para ser juzgado, y temí que dicha carta le corroborase cual-
quier deseo de insubordinarse".
2. Autobiografía, t I, p. 608—9.
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— 454 —
por sus ideas ultra-democráticas, que debo qirovechar los momentos
para ceñirme la corona, pues todo me es propicio y favonUe?
Delirio es pensar en monarquías, cuando nosotros mismos hemos
ridiculizado tanto las corona^ y si fuera necesario la adopción de seme-
jante sistema, tenemos la constitución de Bolivia, que no es otra cosa
que una monarquía sin corona ^^'. Tovar fué demócrata radical desde
1810: diputado á la Convención de 1828, se mostró irreconciliable
adversario de tos proyectos centralistas y autoritarios de Bolívar y
sus amigos, á tal extremo, que cuando desembarcó en la GKiaira, de
regreso de Ocate, Páez mismo dio orden de hacerle reembarcar en
seguida p^a el extranjero, sin permitirle siquiera ir á Caracas á
buscar á su familia; y por último, en ^829 defendió fervorosamente,
en su opúsculo titulado A los Colombianos, ideas radicales idén-
ticas á las de 1811. No obstante ser hijo del conde de Tovar y
poseedor de cuantiosa fortuna, tal vez no hubo en la Independencia
ni en Colombia otro hombre más extremado en sus opiniones fede-
ralistas y democráticas, ni más inflexible en sus procederes políticos.
De modo que á ser cierta la confidencia de Bolívar relatada por
Páez, probablemente no tuvo más objeto que descubrir el íntimo
sentimiento de éste acerca de su proposición cesarista del año 25,
y especialmente acerca de^la constitución boliviana, de la cual
no desistió el Libertador sino mal de su grado. Y en cuanto á la
conducta de Páez, aparentemente contradictoria por estos años, ob-
sérvese que en realidad fué premeditadamente lógica. En 1825 yá
principios de 1826, quería sustraerse al Gobierno de Santander y
al partido de. los "curiales y letrados", y no vio entonces otro
medio de realizar su plan sino apelar á la autoridad soberana de
Bolívar.' Pero consumada la rebelión de abril; aceptado ya como
jefe por el mismo partido oligárquico de Caracas, y tranquilizado,
sobre todo, por el decreto de Puerto Cabello, en que Bolívar re-
conoció de hecho la rebelión, vio Páez lograda su aspiración i
gobernar sin trabas en Venezuela, y es natiu*al que no pensase más
en proyectos monárquicos ni cesaristas.
Lo que no significa que las ideas monárquicas dejasen de
contar con partidarios, aunque en otra forma. En el propio año en
que se escribe esta Historia, se ha publicado por primera" vez un
documento que se relaciona con el presente asunto,' y que requiere
algún comentario. Es un informe que en 20 de marzo de 1825
dirigió desde Chorrillos el capitán de fragata Tomás Mailing al
Ministro de Marina de la Gran Bretaña, Lord Melville, acerca de
— — — ^— ^_^_ •
1. Loe. cit., p. 609, nota.
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— 455 —
una conversación que acababa de tener con Bolívar en Lima; de
quien di6e que oyd lo siguiente^: '^No hay país más libre que Ingla«
^^erra, bajo su bien ordenada monarquía» Inglaterra es un modelo
*^para todas las naciones de la tierra, y el ejemplo que debieran
^^ imitar al formar una nueva constitución ó gobierno. Entre todos
^Mos países, Sud-América es tal vez el menos apropiado para Go-
^^biemos republicanos. Su poblaeión no se compone sino de indios
"y negros, más ignorantes que la -raza vil de españoles de que
^^ acabamos de independizarnos. Un país representado y gobernado
^^por semejante población, debe arruinarse. No le queda otro ca-
rmino que ocurrir á Inglaterra para salvarse; y no solamente puede
*^ usted comunicar esta conversación, sino que le ruego lleve este
"asunto á la consideración del Gobierno de S. M. B., como mejor
"le parezca, sea oficialmente ó de otro modo. Puede usted decir
"que no he sido nunca enemigo de las monarquías, en cuanto á
"principios generales: al contrario, las considero esenciales á la
"respetabilidad y bienestar de naciones nuevas; y si el Gabinete
"Británico presentare alguna proposición para el establecimiento de
"un Gobierno regular, es decir, de una monarquía ó monarquías en
"el Nuevo Mimdo, hallará en mí im firme y seguro colaborador del
"proyecto, enteramente decidido á apoyar al soberano que Ingla-
" térra propusiere y sostuviere en el trono. Sé que se ha dicho
"que deseo ser rey, pero de ningún modo es verdad. No aceptaría
"para mí la corona; porque cuando vea feliz á este país, bajo un
" firme y buen Gobierno, volveré á la vida privada. Repito á usted
"que, si pudiere yo secundar los deseos y propósitos del Gobierno
"Británico, para realizar este deseado objeto, puede él contar con
"mis servicios. Bien le debo yo esto á Inglaterra, y aim mayor
"sería mi gratitud, — á Inglaterra más que á ningún otro país, —
"por su siempre generosa y liberal ajruda. No hay duda que Fran-
"cia ó España tratarían conmigo si les hiciese igual proposición;
"pero jamás toleraré la ingerencia en América de estas odiadas y
"pérfidas naciones. El título de Rey pudiera no ser hoy popular
" en América, y por consiguiente sería preferible evitar la oposición,
"tomando el de Inca, al que tan adictoa son los indios^. Este
"esclavizado y miserable país ha oído hasta ahora el nombre de
1. Documento copiado en los archivos de Londres por Carlos A. Villanueva
y reproducido por el marqués de Rojas en su libro intitulado Tiempo Perdido,
P' 8 á 11. París, 1 905. Villanueva está preparando una obra considerable con el
título de Bolívar y la Monarquía Colombiana, documentada especialmente en
los archivos del Gobierno Británico y del Gobierno Francés. Ignoramos todavía
cuales serán sus conclusioned.
2. Inca fué el titulo propuesto por Miranda en 1790.
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— 456 —
^^ Rey cómo sinónimo solamente de sus desgracias y de las cruel-
^^dades españolad, y todo cambio de Virreyes ha sido invaríable-
^^ mente la sustitución de un rapaz opresor con otro. La democracia
^Vtiene sus encantos para el pueblo, y en teoría parece plausible
^^ poseer un Gobierno libre que excluya toda distinción hereditaria;
"pero á este respecto nos sirve también de ejemplo Inglaterra.
" Cuánto más respetable es la nación británica, gobernada por su
"Rey, y por sus Lores y Comunes, que aquella otra enorgullecida
"con su igualdad, en donde muy popo puede hacerse en beneficio
"del Estado. Ciertamente dudo de que la actual situación se pro-
" longue mucho en los Estados Unidos. En suma, deseo asegurar á
" usted que no soy enemigo ni dé los reyes ni de cualquier Go-
"biemo aristocrático, siempre que estén bajo las necesarias res-
"tricciones que la constitución inglesa impone en sus tres grados.
"Si hemos de tener nosotros un nuevo Gobierno, ha de modelarse
"sobre el de ustedes, y estoy decidido á sostener cualquier sobe-
"rano que Inglaterra pueda damos".
No consta que el capitán Mailing sometiera á Bolívar la revi-
sión del texto de su informe, y es probable, por consiguiente, que
contenga inexactitudes y variantes. La insinuación principal puede
ser exacta, porque concuerda con otras manifestaciones del liber-
tador, y porque ya se sabe que éste no fué nunca demócrata á la
americana, antes bien aristócrata á la inglesa, como lo revela desde
1819 el proyecto constitucional de Angostura, con su Presidencia
vitalicia y atribuciones análogas á las del monarca británico, y sus
Senadores hereditarios, imitación de la Cámara de los Lores. Pero
la circunstancia misma de haberse archivado en Londres la nota de
Mailing, induce á creer que no tradujo fielmente toda la conversa-
ción de Lima. «En marzo de 1825, Bolívar se halla en el apogeo de
su gloria y poder, á la edad de 42 años, y resuelto á ejercer él
mismo una autoridad equivalente á la de Pericles en Atenas, rey
sin corona. El Peni acaba de concederle el título de Padre y Sal-
vador de la Patria; el congreso le decreta los honores del triunfo
y le inviste de una dictadura sin límites. Tres meses antes había
convocado el congreso internacional de Panamá, y en el año siguiente
redacta su constitución de Bolivia, calcada sobre la de Angostura.
De modo que en la fecha en que escribe el capitán Mailing, lo más
verosímil es que Bolívar, hábil diplomático como lo fué siempre, se
valiese de aquel marino. para sondear al Gabinete de Londres, con
el fin de atraerse su simpatía y apoyo en las cuestiones que iban
á tratarse en Panamá, y en favor de su proyectada expedición á
Cuba y Puerto Rico, que contrariaban los Estados Unidos. Y pen-
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— 457 —
saba en Inglaterra, antes que en ninguna otra potencia- europea, por-
que allí justamente encontró, durante los años más angustiosos de
su carrera, los elementos de guerra que le eran indispensables —
hombres, armas y vestuarios — para emprender su campaña de
Boyacá, preliminar necesario de la batalla de Carabobo. Sin la to-
lerancia que se le dispensó en Londres á López Méndez para formar
expediciones, y sin la facilidad que tuvo luego Zea para conseguir
dinero, es evidente que se hubiera aplazado, quien sabe por cuanto
tiempo, la fulgurante serie de victorias que empieza en Boyacá y
remata en Ayacucho. Deseaba ahora Bolívar la misma protección,
porque veía claramente el estado de los países libertados: inmensos
territorios con escasa población, sin caminos, sin industrias, domi-
nados de hecho por militares semejantes á los de Napoleón, —
militares de aventura, como los colombianos Páez, y Córdoba, y
Obando, y Flores, lo mismo que los peruanos Santa Cruz, La Mar,
Gamarra; y para asegurar la tranquilidad de aquellos pueblos, ne-
cesitaba que, reconocida oficialmente su Independencia, los tomase
bajo su protección moral y material ima gran potencia como In-
glaterra, único medio de poder mandar á sus casas la parte más tur-
bulenta del ejército, y presidir en paz la soñada X^onfederación de
la América meridional. Pensó, tal vez, en una ó varias monar-
quías con príncipes británicos; pero como proyecto que no debía
realizarse sino después de su muerte, ó para el caso de no poder
realizar su tenaz aspiración á la Presidencia vitalicia.
Fué preocupación constante de Bolívar, echar á los españoles
de sus últimas posesiones americanas, para obligarlos á reconocer
por un tratado la soberanía de las nuevas Repúblicas. En enero de
1827, hallándose en Caracas, le llegan noticias de probables hosti-
lidades de Inglaterra y Portugal contra España. Apresúrase á ha-
cerle saber al Ministro Canning, que llegado el caso, Inglaterra
podía contar con el ejército colombiano para libertar á Cuba y
Puerto Rico, quedando estas islas ó como dominio británico ó como
Estados independientes, pues no era su propósito agregarlas á Co-
lombia, sino quitarle á España tan importante base de operaciones
en el mar de las Antillas. Y en los siguientes meses del propio
año, durante su permanencia en Caracas y en su viaje de la Guaira
á Cartagena, conferenciando con el Ministro Plenipotenciario de
Inglaterra, Sir Alejandro Cockbum, insiste en las ventajas que obten-
dría Inglaterra obligando á España á reconocer la independencia de
Colombia; con lo cual podría ésta licenciar parte de su ejército,
fomentar su riqueza y asegurar definitivamente el servicio de su
deuda contraída con capitalistas británicos.
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— 458 —
A principios de 1^8, un periódico de Cuenca titulado El Eco
del Asuay, propone que se establezca una monarquía en toda la
América espafiola, con su capital en Lima. Bolívar escribe desde
Bucaramanga al general Urdaneta, el 18 de mayo: ^^EMrán que este
proyecto es mío, y por lo mismo quiero que mis amigos escriban
contra él, diciendo lo que merece el proyecto y atribuyéndolo á
quien puede ser la causa, pues asi como ellos (los santanderistas)
dirán que soy yo, es preciso decir que son ellos*'. Y le acompaña
un primer artículo p^a que se inserte en Al Amigo del País de
Bogotá. Apunta que semejante invención no tiene más objeto que
concitar odios contra el Libertador, suponiéndole la idea de coro-
narse para conquistar el resto de la América; é insinúa que lo
publicado en Cuenca es obra del mismo Santander. "Si por fortuna,
ninguna calamidad ocurre mientras que el pueblo se desengaña de
las patrañas insidiosas de los enemigos del Libertador, y que, lo
que no deseamos ni podemos esperar y mucho menos temer, se
verificara un trastorno absoluto en los principios de nuestra polí-
tica, y se erigiera ese malhadado imperio, entonces el autor del
proyecto aguardaría confiadamente la recompensa de su delirio
extravagante con algún principado de Cundinamarca. No
sería extraño que el que ha variado sin dilación, de principio
á principio y de opinión á opinión, también deseara titularse
príncipe . . ."
En 1829 se trata de conservar la Presidencia vitalicia de Bo-
lívar y darle por sucesor un príncipe inglés, ó francés. El historia-
dor Restrepo, que era á la sazón Ministro del Interior, explica
llanamente la marcha del plan monárquico. Dice que muchos hom-
bres ''de experiencia y de influjo", al considerar que el único
vínculo de la Unión Colombiana era el Libertador, " cuyas enferme-
dades y vejez prematura no prestaban garantías de que viviese lo
bastante para dar cima á la obra comenzada"; al ver la profunda
antipatía existente entre granadinos y venezolanos, y la de los
ecuatorianos por unos y otros; las revueltas que ocasionaba la elec-
ción de Presidente y Vicepresidente; la inmensa lista de ambiciosos
caudillos locales, prontos á erigirse cada cual en mandatario ab-
soluto de sus respectivas regiones, — se dieron á excogitar el medio
de evitar la disolución del Estado colombiano, y, ''después de
muchas meditaciones, pareció á algunos, entre los cuales se con-
taban los miembros del Consejo de Ministros^, que Colombia no
podía subsistir regida por instituciones republicanas que prescribían
1. Eranlo José María del Castillo, José Manuel Restrepo, el general kafael
Urdaneta, Estanislao Vergara y NicoUs Tanco.
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— 499 —
un jefe electivo cada cuatro afios, según lo estableciera la constitu-
ción de Cücuta, pues infaliblemente se dividiría por las antipatías
y rivalidades existentes, y las que excitaban las cuestiones eleccio-
narias. ' Fueron, pues, de opinión que el único Gobierno que daría
al territorio colombiano garantías de orden y estabilidad, sería el
monárquico constitucional, llaihando al trono á un príncipe extran-
jero de las antiguas dinastías de la Europa ^\ Pensaron al propio
tíempo, que no debía esto efectuarse sino después de la muerte de
Bolívar, y convinieron: "que se adoptara en principio la monarquía
constitucional en Colombia, y que Bolívar, mientras viviera, man-
dase en ella con el título de Libertador Presidente; pero que desde
ahora se llamase á un príncipe extranjero á sucederle, quien sería
el primer rey, y hereditario el trono en sus descendientes^".
En abril del mismo afio de 29, Bolívar escribe desde Quito al
Ministro de Relaciones Exteriores, aconsejándole que hable privada-
mente con los agentes diplomáticos de los Estados Unidos y de
Inglaterra acerca de la probable anarquía que va á apoderarse de
los países suramerícanos, si un Estado poderoso no interviene en
sus diferencias; y el 6 de julio el Secretario General del Libertador
escribe desde Buijó al propio Ministro: "¿Cómo librar á la América
de la anarquía que la devora y de la colonización europea que la
amenaza? Se reunió un congreso anfictiónico (el de Panamá), y
sus tareas fueron desdeñadas por las naciones más interesadas en
sus convenios. Se propuso una federación parcial de tres Estados
soberanos, y la maledicencia y el escándalo se elevaron hasta los
cielos* En fin, la América necesita de un regulador • • • S.E. no
tiene en este negociado el más remoto interés personal, fuera del
de Colombia, fuera del de la América. No se adhiere á la palabra,
busca la cosa. Llámese como se quiera, con tal que el resultado
corresponda á sus deseos de que la América se ponga bajo la
custodia ó salvaguardia, mediación ó influencia de imo ó
más Estados poderosos que la preserven de la destrucción á que la
conduce la anarquía erigida en sistema, y del régimen colonial de
que está amenazada. Inglaterra ¿no ofreció espontáneamente su
mediación entre el Brasil y el Río de la Plata? ¿No intervino á
mano armada entre la Turquía y la Grecia? Busquemos, pues,
señor Ministro, una tabla de que asimos, ó resignémonos á nau-
fragar en el diluvio de males que inundan á la desgraciada Amé-
rica"* El Consejo de Ministros examina esta nota en su sesión del
3 de setiembre, y considerando que el propósito del Libertador de
1. J. M. Restrepo, Historia de la revolución de la República de Co-
lombia, t. IV, p. 201 á 203.
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— 460 —
solicitar la ^^ custodia ó salvaguardia, mediación ó influenciad^ de
uno ó más Estados poderosos, no se conseguirá ^^ mientras en Co-
lombia no haya un Gobierno estable en el que se pueda confíar^\
resuelve que el Ministro de Relaciones Exteriores abra ^^ sin tardanza
*^ y con la reserva correspondiente, una negociación con los agentes
^^diplomáticos de Inglaterra y Francia, reducida: — 1® A manifes-
^^tarles con todas las razones que hay en el caso la necesidad que
^^ tiene Colombia, para organizarse definitivamente, de variar la
^4orma de Gobierno, decretando una monarquía constitucional; que
." sin embargo de tener el derecho indisputable de acordar la forma
'^ de Gobierno que más le convenga, para proceder de acuerdo y en
,^^ buena armonía, el Consejo de Ministros desea saber si los Go-
^^ bienios de S.M. Británica y S.M. Cristianísima, llegado el caso de
" que el congreso decrete la monarquía constitucional, darán su asenso
"á ella: — 2^ Se les indicara que, en tal caso, le parece al Consejo,
^^que el Libertador mandará por el tiempo de su vida con este
" título, y que el rey ó monarca no se tomará sino por su sucesor: —
"3<> Se les preguntara si sus Gobiernos reconocerían la libertad que
" tiene Colombia para señalar al Libertador, y para sucederle en el
^^ caso expresado, el príncipe, rama ó dinastía que más convenga á
"sus intereses: — 4<^ En fin, se les manifestara la importancia del
"paso que es probable dé el congreso de Colombia para nuestra
"organización, y para la del resto de la América; mas que, siendo
"también muy probable que, tanto los Estados Unidos del Norte
"como las demás Repúblicas de América, se alarmen contra Co-
"lombia, s^, reclame para este caso la poderosa y efícaz intí^rven-
"ción de Inglaterra y Francia, dirigida á que de ningún modo se
"turbe ni inquiete á Colombia, por haber usado del derecho indis-
"putable que tiene de darse la forma de Gobierno que mejor le
" convenga; cuya intervención podrá pedirse á una ó más Potencias.
"Al comisionado de Francia se le hará entrever, aunque sin com-
" prometimiento alguno de nuestra parte, que llegado el caso de
"escogerse alguna rama de las casas reales de Europa, el Consejo
"juzga que convendría á Colombia escoger un príncipe de la casa
" real de Francia, que tiene nuestra misma religión, y que nos sería
"conveniente por otras muchas razones políticas''.
Cumplió su encargo el Ministro de Relaciones Exteriores, di-
rigiéndose por escrito, con fecha 5 de setiembre, al señor Bressón,
Comisionado especial del rey de Francia en Colombia, y al cpronel
Campbell, Encargado de Negocios de Inglaterra; y estos diplomáti-
cos contestaron que darían cuenta del asunto á sus respectivos Go-
biernos.
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- 461 -
El coronel Campbell, procurando explorar el pensamiento de
Bolívar, le había escrito una carta • privada el 31 de mayo, y en
la respuesta, fechada en Guayaquil el 5 de agosto, se lee: ^^Lo que
usted se sirve decirme con respecto al nuevo proyecto de nombrar
un sucesor de mi autoridad que sea príncipe europeo, no me coge
de nuevo, porque algo se me había anunciado con no poco misterio,
y algo de timidez, pues conocen mi modo de pensar. No sé que
decir á usted sobre esta idea, que encierra mil inconvenientes.
Usted debe conocer que por mi parte no habría ninguno, deter*
minado como estoy á dejar el mando en este, próximo congreso;
mas ¿quien podrá mitigar la ambición de nuestros jefes. y el temor
de la desigualdad en el bajo pueblo ?^^ Enumera en seguida los
principales inconvenientes que tendría en Colombia y en toda Amé-
rica una tan radical trasformacióa de las instituciones nacionales, y
concluye: "En fin, estoy muy lejos de oponerme á la reorganiza*
ción de Colombia conforme á las instituciones experimentadas de
la sabia Europa. Por. el contrario, me alegraría infinito y reani-
maría mis fuerzas para ayudar á una obra que se podría llamar de
salvación, y que se conseguiría, no sin dificultad, sostenidos noso-
tros de la Inglaterra y de la Francia. Con estos poderosos auxilios
seríamos capaces de todo; sin ellos no. Por lo mismo, yo me re-
servo para dar mi dictamen definitivo cuando sepamos qué piensan
los Gobiernos de Inglaterra y de Francia sobre el mencionado
cambio de sistema y la elección de dinastía ^^\
Fechada á 5 de agosto, la carta á Campbell parece contra-
dictoria con otras anteriores de Bolívar; y lo es, en efecto, aunque
sus términos ambiguos se explican tal vez por la circunstancia de
no querer revelarle á un diplomático extranjero la discrepancia que
ya existía entre su modo de pensar y el del Consejó de Ministros.
En 13 de julio había escrito al de Relaciones Exteriores resumiendo
como sigue los obstáculos del proyecto: "1<^ Ningún príncipe extran-
jero admitirá por patrimonio un principado anárquico y sin garan-
tías; 2^ Las deudas nacionales y la pobreza del país no ofrecen
medios para mantener un príncipe y ima corte miserablemente;
3^ Las clases inferiores se alarmarán, temiendo los efectos de la
aristocracia y de la desigualdad; 4^ Los generales y ambiciosos de
todas condiciones no podrán soportar la idea de verse privados del
mando supremo ^\ Con la misma fecha dice á Urdaneta, Ministro
de Guerra: "Para el proyecto de monarquía no hay sujeto, porque
1. Se halla esta carta en la Autobiografía de Páez, t. I, p. 616; y en la
p&gina 61 8 se agrega, que el general Urdaneta incluyó copia de la misma .en la que
dirigió á Páez desde Bogotá el 16 de setiembre, 1829.
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— 462 —
yo no quierO) y ningún príncipe extranjero quiere subir á un ca-
dalso regio ^'. Y les aconsejó á uno y otro Ministro, que se pu-
siesen más bien á la cabeza del movimiento-' que tendía á separar
á Nueva Granada y Venezuela con Gobiernos propios. Igual cosa
le escribía al general O'Leary desde Guayaquil, el 13 de setiembre:
^^La nueva nobleza, indispensable en una monarquía, saldría de la
masa del pueblo, con todos los celos de una parte, y toda la alta-
nería de la otra^. Nadie sufriría sin impaciencia esta miserable
aristocracia cubierta de pobreza é ignorancia, y animada de pre-
tensiones ridiculas • • . No hablemos más, por consiguiente, de esta
quimera ... £1 congreso constituyente tendrá que elegir una de
dos resoluciones, únicas que le quedan en la situación de las cosas:
1* la división de la Nueva Granada y Venezuela; 2* la creación de
un Gobierno vitalicio y fuerte • . . Yo no veo el modo de suavizar
las antipatías locales, y de abreviar las distancias enormes. En mi
concepto, estos son los grandes obstáculos que se nos oponen á la
formación de im Gobierno y un Estado solo . . . Fórmense dos Go-
biernos ligados contra los enemigos comunes, y concluyase un pacto
internacional que garantice las relaciones recíprocas: lo demás lo
hará el tiempo, que es pródigo en recursos".
Explícanse también las evidentes contradicciones de Bolívar
en este año, por la circunstancia de que, literalmente, ya se sentía
morir. Gravemente enfermo durante todo su viaje al Ecuador, lo
que causa asombro es que su genio tuviese aún la enei^a de no
cometer el supremo error de aceptar ahora la corona que in-
considerados amigos le ofrecieran, ó llevar más adelante el peli-
groso plan de monarquía europea. Cual era su cansancio, lo revela
otro párrafo de su citada carta á O'Leary: ^^No es creíble el estado
en que estoy, según lo que he sido en toda mi vida; y bien sea
que mi robustez espiritual ha sufrido mucha decadencia, ó que mi
constitución se ha arruinado en gran manera, lo que no deja duda
es que me siento sin fuerzas para nada, y que ningún estímulo
puede reanimarías. Una calma universal, ó más bien una tibieza
absoluta, me ha sobrecogido y me domina completamente. Estoy
tan penetrado de mi incapacidad para continuar más tiempo en el
servicio público, que me he visto obligado á descubrir á mis más
íntimos amigos la necesidad que veo de separarme del mando su-
premo para siempre, á fin de que se adopten por su parte aquellas
resoluciones que les sean más convenientes". Sabido lo cual por
el Consejo de Ministros, le rogaron todos, que para evitar la in-
1. Olvida su utopia de Angostura, de formar una nobleza criolla con los
Senadores hereditarios.
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— 463 —
* mediata disolución de Colombia, no publicase su determinación, ni
sobre el plan mcmárquico ni sobre su retiro á la vida privada, antes
de instalarse el próiumo congreso. Y así lo hizo, dando lugar á
todas las malévolas suposiciones y calumnias que se desencadenaron
en seguida: dando- también lugar, con su silencio, á que en Vene*
zuela, cuya oligarquía no desaprovechaba ninguna ocasión de fomen*
tar la tend^icia separatista, se precipitase ésta á fines del año 29.
Por el mes de abril había llegado á Caracas el comandante
José Austria, comisionado por el general Urdaneta para decirles
á los prohombres venezolanos, que la opinión de los Departamentos
de Nueva Granada y el Ecuador estaba pronunciada por la monar-
quía y designaba al Libertador para ocupar el trono. Páez con*
sultó á los más íntimos amigos de Bolívar, — Soublette, Bríceño
Ménd^ y Lino de Clemente, — y todos (son palabras de Soublette)
^^encontrando mil dificultades y peligros en la empresa de establecer
aquí una monarquía, sin haber preparado el país á un cambio tan
radical, nos decidimos por la adopción de una constitución que
estableciera un Gobierno tan compacto como el de un rey, sin darle
este nombre, y sin dar una ley de sucesión ni crear una nobleza".
Con tal dictamen despacharon en julio al mismo Austria, á explorar
el ánimo de Bolívar. ^^ Se quiere saber positivamente (son palabras
de Bríceño Méndez) su modo de pensar sobre el proyecto de que
hablan algunos de Bogotá "i. En setiembre, Urdaneta vuelve á
escribirles recomendando el plan del Ministerio sobre monarquía
inglesa ó francesa. Pero Soublette, que ejercía ahora grande influjo
como jefe del estado mayor de Páez, le contesta el 4 de octubre:
^^ Cada día tengo más motivos para conocer que estos Departamentos
resisten la monarquía; que de la adopción de esta forma de Go-
bierno tendremos la guerra civil, y que ella nos volverá á la domi-
nación española, después de mil horrores y desastres . . • Soy
amigo de usted y dé todos los que están en la empresa, conozco
la piureza de sus intenciones, y por lo mismo se aumentan mis tor-
mentos, pues veo que con los mejores deseos del mundo, han
adoptado ustedes el único arbitrio que puede perdemos sin reme-
dio . . . ¿Cómo es posible que usted, Castillo y los demás sujetos
de importancia que están en la idea, tengan tan poca noticia del
verdadero estado é índole de Venezuela, para haber dado esta
dirección á las cosas?". Y le advierte que habrá una revolución,
"porque si hasta ahora ha sido fácil probar que el Libertador se
oponía á la monarquía, no lo será ya tanto en lo sucesivo".
1. Tanto Soublette como Bricefio traamiten á Bolívar obsep^cioQCs y reparo»
contra la idea monárquica, ai bian agregando que seguirán el camino que les trace.
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— 464 —
Que Bolívar se abstuvo de trasmitir instrucciones á sus amigos
venezolanos, lo prueba evidentemente una carta del general Diego
Ibairra, quien fué por estos meses en Caracas el más esforzado pro^
pagandista de la monarquía. El 14 de octubre le escribe Ibarra á
Urdaneta, que Soublette y Briceño consideran prematui-o el plan,
'''no porque hayan consultado la opinión pública, sino porque les
parece que si hablan 6 dicen algo en favor, se los lleva el diablo";
que Páez no dará ningún paso "mientras no reciba una contesta-
ción terminante del Libertador", y que teme Páez que el asunto
no salga bien, aunque "ofrece seguir á D. Simón hasta el sepul-
cro "... "Yo le he dicho que del general Bolívar no espere nada
terminante, y que si aguarda ésto nunca hará nada: él contesta que
de otro modo no se mueve . . . Todos para manifestarse claramente
no esperan más que el general Páez se pronyncie" ... Y concluye
Ibarra con una insinuación que revela cuanto abusaban los ami-
gos de Bolívar, en estos años, de su carácter en plena decadencia,
y aun de su alejamiento de la capital. Dice: "En este estado tiene
usted las cosas por aquí, y así es que sería muy bueno que Pepe
(Austria) volviese pronto, trayendo una buena contestación de
D. Simón, fuese ó no verdadera, á fin de quitar este incon-
veniente, que es el que se presenta ostensiblemente". — La con-
testación no vino, y á las cinco semanas el partido de Páez se pro-
nunció por la separación.
No encontró tampoco en Europa el plan monárquico la buena
acogida que esperaban sus promovedores. Francia no quiso dar
ningún paso que pudiera tildarla de adversaria de las pretensiones
que aún revelaba España sobre sus perdidas colonias^. Inglaterra
1. "Parece que (en Bogotá) se pensó y llegó á hablarse de cierto matrimonio
{de Bolivaí:) con una princesa francesa, estipulando que el trono sería hereditario, i
falta de sucesión, en la casa real de Francia*'. F. Michelena y Rojas, Exploración
Oficial, p. 618. — En cuanto á la tradicional errónea diplomacia de Espafia, en
las cosas de América, nótese de nuevo que los más avisados de sus agentes en el
extranjero insinuaron siempre, desde los fines del siglo XVHI, el plan de establecer
en Ultramar príncipes de la familia real. Pero el Gobierno de Madríd no aspiraba i
otra cosa sino á revivir su antiguo régimen colonial absolutista, como si le hubiera
sido posible borrar de la historía veinte afios de revolución republicana. Léase, i
solo titulo de curíosidad, porque ya el plan no tenia ninguna probabilidad de éxito^
lo que el 26 de enero de 1828 escribía el conde de Ofalia, Embajador de Espafta
en Londres, al Secretario de Estado, D. Manuel González Salmón: "No hace mucho
tiempo que la opinión general aquí era que la España había malogrado para siempre
la ocasión de establecer algunos Príncipes de la Familia Real en América, porque
las cosas habían tomado allí tal vuelo é incremento, que éste, en su concepto, único
medio de arreglo, se había llegado á hacer imposible. Sin embargo de esto, no hace
muchas noches que Mr. Lamb (que no puede dudarse tiene la confianza de este Go-
bierno sobre los negocios de Espafia y Portugal) hablando en un convite conmigo,
'poco antes de su salida de aquí y de la del Sr. Infante D. Miguel, me preguntó: —
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— 465 —
declaró que se opondría á la adopción de un príncipe francés, y
que tampoco aceptaba la oferta para ninguno de su propia familia
real. El Ministro de Colombia en Londres, José Fernández Madrid,
trasmite al de Relaciones Exteriores, en nota del 16 de diciembre,
1829, la respuesta verbal del Secretario de Negocios Extranjeros,
Lord Aberdeen: — "El Gobierno de S. M., lejos de oponerse á que
se establezca en Colombia un Gobierno semejante al de este país,
celebraría que se verificase esa reforma, por cuanto está conven-
cido de que ella contribuiría al orden y por consiguiente á la pros-
peridad de aquella parte de la América; pero el Gobierno Bri-
tánico no permitiría que un Príncipe de la familia de Francia cruce
el Atlántico para ir á coronarse en el Nuevo Mundo ... Y para que
usted se convenza de que no hay inconsecuencia ni aspiración al-
guna por nuestra parte, declaro á usted igualmente que el Gobierno
de S. M. no se prestaría, aun cuando se le propusiese, á que fuese
á reinar en la América española ningún Príncipe de la real familia.''
Que era ésta, en verdad, la resolución del Gobierno Británico, lo
demuestran también las confidencias que el mismo Lord Aberdeen
le hizo poco después al Ministro español. Quien escribe á la Se-
cretaría de Estado, el 20 de febrero de 1830: — "Este Ministro de
Negocios Extranjeros, me ha dicho muy confidencialmente que el
actual Gobierno de la llamada (sic) República de Colombia, ha hecho
últimamente al Gabinete Británico una comunicación oficial dirigida
á manifestarle que el pretendido Libertador Simón Bolívar, debiendo
de ser muy en breve investido de por vida con la autoridad su-
prema del Estado, asumiendo el título de Presidente, dictador ú
otro cualquiera hasta el de Rey ó Emperador, con la facultad pri-
vativa de nombrar la persona que después de muerto hubiese de
sucederle en la misma dignidad, proponía á la Inglaterra que admita
¿y por qué no se resuelve el Rey de España á enviar á América algunos Príncipes
de la Familia Real? Yo le contesté que no tenía ningún conocimiento del modo de
pensar de mi Gobierno acerca de este punto, ni sabía tampoco como pensaba hoy
el de Inglaterra sobre la cuestión de América. A lo que me contestó que Inglaterra
no llevaría á mal la expresada medida, y que él mismo, siendo Ministro en Madrid,
había hecho acerca de ello algunas indicaciones al Sr. Duque del Infantado y á V. E. —
Otra noche el Embajador portugués, Marqués de Palmella, que por su antigua resi-
dencia en Inglaterra y por sus intimas relaciones con algunos de los miembros de
este Gobierno puede estar al corriente de muchas cosas, me dijo : — La Espafia está
perdiendo un tiempo precioso, cuando podrían colocarse en América varios Prín-
cipes de la Real Familia, con ventaja de la metrópoli, y me consta que el Gobierno
Inglés no desaprobaría la idea. Yo le respondí que ignoraba cuales eran las inten-
ciones de mi Gobierno sobre el particular, y que por lo que respectaba á las ideas
del Gobierno Inglés, á mí nada me habían insinuado directamente, ni indirectamente
otros Ministros; á lo que me contestó: — no lo dirán, ni nacerá de ellos la indica-
ción; pero crea usted que es cierto lo que yo le digo*'. — Archivo Histórico Na-
cional, Madrid.
Fort o a I, Historia Constitacional. 30
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— 466 —
ó consienta caiga esta segunda elección en un Príncipe de su casa
reinante, 6 cuando no, que no se oponga á que sea elegido otro de
las demás dinastías que actualmente poseen trono en Europa; á
cuya comunicación me dijo que había este Gobierno contestado de
oficio declarando formalmente, que si bien la Inglaterra no podía
oponerse á que la República de Colombia, reconocida por S. M. B.
como Estado independiente, elija entre sus ciudadanos al que mejor
le parezca para conferirle la autoridad suprema con cualquier título
ó forma de Gobierno, no sólo no admitía la oferta á uno de los
Príncipes de la dinastía reinante en la Gran Bretaña, sino que jamás
consentiría que recayese dicha elección en ningún otro Príncipe de
las dinastías de Europa, á excepción de los de la familia real de
España propiamente dicha; pero en caso que algún Príncipe de
Europa fuese llamado á reinar sobre aquel país, la Inglaterra sólo
vería con gusto la elevación al trono de Colombia de uno de los
Infantes de España. — Me añadió dicho Ministro, que esta resolu-
ción del Gabinete Británico era invariable, y exactamente conforme
con lo que respondió este Gobierno á una insinuación de la misma
naturaleza, aunque sin auténticas ni oficiales formas, que le fué
hecha hace unos seis meses por el colombiano. — Añadióme este
Ministro, que tenía muy fimdados motivos de creer que Bolívar haya
hecho al Gabinete Francés iguales proposiciones, con el aditamento
de designarle al Duque de Chartres como el Príncipe en quien, dado
el caso que se acogiesen sus aberturas, recaería la elección; pero
que esto no lo sabía á punto fijo, aunque sí tenía entendido que el
Duque de Chartres era en quien había puesto los ojos Bolívar, y
que sólo había hecho la proposición á favor de un Príncipe inglés
por mera forma *, en la suposición de que sería desatendida como
el caso lo ha acreditado. — Prosiguió Lord Aberdeen encargándome
diese parte de esta comunicación al Gobierno de S. M., haciéndole
presente que este Gabinete esperaba que el Rey mi augusto amo
le haría en esta ocasión la justicia que merecen su rectitud de
principios y sus deseos de darme nuevas pruebas de confianza y
amistad, y concluyó manifestándome que tenía por absurda é in-
admisible la idea de que un Príncipe de cualquiera dinastía de
Europa se prestase á suceder á Bolívar en el Gobierno de aquel
Estado; pero que no estaba distante de creer que el Gobierno Co-
lombiano, viendo desechado este pensamiento, se allanaría á ofrecer
la corona desde ahora al Príncipe que se desee entronizar, porque
cree muy difícil que Bolívar ni ningún otro colombiano pueda con-
1. Es evidente que aquí el inglés engafia al español, supuesto que las pre-
ferencias de Bolívar por todo lo que fuese británico no variaron nunca.
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— 467 —
solidar su autoridad, vista la violencia de las pasiones envidiosas y
los proyectos ambiciosos de los que sin cesar conmueven aquella
República en cuanto se trata de conferir el mando supremo á alguno
de los ciudadanos, y me añadió que como quiera que fuese, la
España puede estar segura de que la Inglaterra no variará la reso-
lución que ha tomado^".
Por otra parte, Lord Aberdeen decía muy sensatamente al
Ministro colombiano 2: "El proyecto me parece además irrealiza-
ble: es demasiado vago é incierto para que pueda satisfacer á nadie.
¿Cómo es posible que ningún Príncipe de las grandes naciones de
Europa aceptase im nombramiento, que no podría llevarse á efecto
sino después de la muerte del Libertador? Si se cree que la
monarquía es necesaria en Colombia y que convendría un Príncipe
europeo, llámese á éste desde luego: de otro modo ustedes no
pueden encontrar im individuo de las primeras dinastías europeas
que pueda llevar consigo el lustre y consideración que se desean;
encontrarán, á lo más, algún pequeño Principe de Alemania, con lo
que poco adelantarán ustedes . . . ¿Qué necesidad tienen ustedes
de hablar ahora de la sucesión ni de Príncipes europeos? Con-
tinuando el Libertador al frente de Colombia, sea durante su vida, ó
por un cierto número de años, ustedes podrán después resolver
para lo sucesivo lo que sea más conveniente".
Quedó, pues, abandonado el mal urdido plan de los Ministros
colombianos. En cuanto á Bolívar, si es verdad que hizo á este
respecto declaraciones contradictorias en 1829, resulta, sin embargo,
consecuente consigo mismo, al mantener la idea esencial que forma
el centro de todas sus teorías constitucionales, á saber: un Poder
Ejecutivo cuyo Jefe fuese vitalicio. Y de serlo él, desistió solamente
cuando, envejecido y cansado, se apoderó de su espíritu, según
propia confesión, aquella "decadencia", "calma universal", "tibieza
absoluta", mensajera de la muerte. Por último, no se ha encontrado
hasta ahora en ninguna parte la prueba de que Bolívar pretendiera
coronarse. Y aun cuando se encontrara esa prueba, el nombre del Liber-
tador no sería ni más grande ni más pequeño en la historia. Su
República estaba calcada sobre la Monarquía inglesa: su Presi-
dente, siendo vitalicio, equivalía á un Monarca constitucional.
1. Archivo de Simancas. Secretaría de Estado. Legajo 8198.
2. Nota citada de Fernández Madrid.
30 •
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Capítulo Vni.
Federación 6 Separación.
Sumario. Opiniones sobre reforma constitucional (1829) — Renué-
vase la contienda entre unitarios y federalistas — García del Río
Ír Martín Tovar — Profecía de lo que será la federación venezo-
ana — Pronunciamientos contradictorios en Caracas y Valencia —
Asambleas populares que piden la separación de Venezuela —
Caracas y Valencia desconocen la autoridad de Bolívar — Mara-
caibo se pronuncia por su Presidencia vitalicia — Otras ciudades
votan por la confederación de los tres Estados colombianos —
Otras recomiendan el sistema federal norte-americano — Pide Puerto
Cabello que el nombre de Bolívar "se condene al olvido" — En
Nueva Granada y Ecuador la cuestión es, si el Libertador continúa
en el poder ó se retira — Declárase Venezuela Estado independiente
(enero, 1830) — Instálase al propio tiempo en Bogotá el último
congreso colombiano — Tentativas de conciliación — Conferencias
de Cúcuta — EIsfuerzos de los colombianos por mantener la Unión —
No transigen los venezolanos: ó confederarse ó separarse —
Empéñase el mariscal Sucre en impedir la "oligarquía militar" — La
defiende el general Marino — Terminan las conferencias de Cúcuta.
En 31 de agosto, 1829, Bolívar expide ima circular, confirmada
luego, á 16 de octubre, por otra del Ministro del Interior, en las
que se excita á los pueblos á manifestar francamente sus opiniones
sobre la forma de gobierno, sobre la constitución que debiera
adoptar el congreso y sobre la elección del jefe del Estado.
Y se reanudó con este motivo la vieja contienda entre uni-
tarios y federalistas. Hallaron los primeros un campeón eminente
en el granadino Juan García del Río, quien publicó en este año sus
Meditaciones Colombianas, destinadas á bosquejar la historia
de la gran República, á señalar sus necesidades más urgentes, y á
proponer, como transición para un régimen político mejor organizado,
la Presidencia vitalicia de Bolívar i.
1. Las Meditaciones son cinco, fechadas á 20 de julio, 24 de agosto, 24 de
setiembre, 30 de octubre y 19 de diciembre. De ellas se ha dicho, sin ezagenr
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— 469 —
A lo que respondieron los federalistas, invocando los principios
constitucionales de 1811; y fué el más radical de sus campeones el
patricio venezolano Martín Tovar. "No se trata — escribe — de
cuantos sean los Estados de Colombia, sino de que haya ima Re-
pública federal; y para ello, en esta gran crisis en que debe
pronunciarse la sentencia definitiva de nuestra vida ó de nuestra
muerte, de nuestra esclavitud en sistema central ó monárquico, que
son una misma cosa, ó de nuestra libertad en sistema federal, sin
poderse admitir medio en estos dos extremos, me atrevo á decir
que, para llevar nuestra gran revolución sobre independencia y
libertad al punto de donde partió en 1810, y por sus planes, — las
prudentes y seguras medidas que deben adoptarse para evitar todo
desorden y que no se nos escape la libertad por causa de una
moderación mal entendida, deben ser que cada Provincia, y no cada
Departamento, reasumiendo todos sus derechos en la presente crisis,
reúna los padres de familia, instale sus municipalidades, establezca
las bases de la República de Colombia popular y representativa,
con sistema federal en todo su territorio . . .i"
No era, sin embargo, unánime en Venezuela el radicalismo
de Tovar, pues muchos otros patricios, bien que adversarios de la
constitución de Cúcuta y, sobre todo, del establecimiento de la
capital en Bogotá, temían los efectos del régimen federalista ensayado
en 1811. Decían: "Por qué delirio quieren algunos extinguir el
Gobierno central de la nación, para multiplicar este mismo sistema
unitario, según la denominación de moda, en diversos puntos de
la República? .... La federación vendría á ser el mismo centralismo,
no sólo respecto de la nación con los Estados, sino de estos con
las provincias, ciudades ó pueblos que los compongan . . . Podríamos
llevar hasta el infinito la multiplicación del Gobierno central, y jamás
llegaría á realizarse la federación^".
Con la discusión teórica entre centralistas y federalistas, se
repite en Venezuela la táctica del año de 26, expresando sucesi-
vamente votos contradictorios. El 3 de julio del 29, el colegio
electoral reunido en Caracas aprueba por unanimidad un proyecto
casi, que *su significación política y literaria las ha hecho sobrevivir á cuanto se
publicó entonces sobre derecho público*', y que 'representan el punto extremo á
que se llegó en buaca de solidez y libertad en las instituciones". A. y R. J. Cuervo,
Vida de Rufino Cuervo, t I, p. 137. París, 1892.
1. Opúsculo titulado A los Colombianos, 1829.
2. Folleto publicado en Caracas con el titulo de Colombia en MDCCCXXVIII,
ó lo que deberá ser Colombia en 1828. £1 párrafo citado prevé el sistema
que adoptará Venezuela en 1864: federalismo en la constitución y centralismo en la
práctica.
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• — 470 —
de instrucciones para los diputados al congreso constituyente, según
las cuales: se dará al Gobierno todo el vigor y energía necesarios
para sostener la constitución de Cúcuta y las leyes, sin la menor
alteración, conservándose la forma popular representativa; se pro-
longarán los períodos de los altos poderes del Estado; se garan-
tizará '-el ejercicio de la libertad de imprenta; se fomentará la
inmigración de extranjeros; se pondrán todas las contribuciones y
todas las rentas públicas bajo una sola administración, proveyendo
el Gobierno ^^á todos los gastos de la nación, para evitar gravá-
menes superiores al estado de su población y riqueza"; se pro-
tegerán las libertades individuales, haciendo efectiva la responsabilidad
de los que infrinjan la constitución y las leyes. Entre los electores
que firman estas instrucciones figuran hombres de grande influjo
político, pertenecientes al partido boliviano, como Tomás José
Sanabría, que las redactó, Pedro Briceño Méndez, Carlos Soublette,
Francisco Aranda, Domingo Briceño y Briceño, Francisco de Bamitia,
Francisco Carabaño, José Vargas, Pedro Bermúdez, Pedro Naranjo,
Lino de Clemente.
Pero, más numeroso el partido separatista, no tardó en so-
breponerse al voto de los bolivianos. La ciudad de Valencia, ini-
ciadora de la rebelión de 1826, inició también la separación defini-
tiva en 1829^. Por invitación del Gobernador de la provincia de
Carabobo, reúnense en asamblea popular, el 23 de noviembre, los
"vecinos, padres de familia, comerciantes y ag^cultores" del cantón
de Valencia, y firman la siguiente acta:
Conforme á la orden (circular) del sefior Ministro del Interior de 16 de
octubre último, para expresar con entera franqueza y libertad sus votos acerca de la
forma de gobierno que sea más conveniente para el territorio de Colombia, ó cuáles
sean las mejoras ó reformas que deban adoptarse para su dicha y estabilidad; y ha-
biendo indicado algunos ciudadanos, que temían manifestar libremente sus votos por
falta de g^arantías, el sefior doctor Ríos (José Manuel) propuso : que se mandase una
comisión cerca de S. E. el Jefe Superior (Páez) para que le suplicase que se sir-
viera concurrir é inspirar confianza con su presencia á todo este vecindario. Y ha-
biendo venido expresó: que se había desprendido gustoso del despacho de los nego-
cios á que estaba consagrado, por venir á complacer los deseos del pueblo de Va-
lencia: seguidamente les hizo presente que cualquiera que fuese la opinión de los
ciudadanos sobre forma de gobierno y reforma de la constitución, sería agradable á
S. £. el Libertador Presidente y al Supremo Gobierno : que todos podían pedir Ubre-
mente lo que les pareciese; bien fuera un gobierno monárquico ó republicano, ó
cualquiera otra reforma del régimen anterior. Para inspirar más confianza hizo leer
por medio de su secretario el Dr. Miguel Pefia dos cartas de S. £. el Libertador, en
1. Esta ciudad era residencia predilecta de Páez, y allí vivía su consejero
el Dr. Pefia.
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— 471 —
la parte que tenía relación con el presente negocio, la una fecha en Quito á 25 de
marzo, y la otra en Guayaquil á 13 de setiembre, ambas del presente año, en las
cuales S. £. el Libertador protesta el más sincero deseo de que se oiga siquiera al-
guna vez la volimtad libre de los pueblos, y que cada cual se pronuncie sin otra
consideración que por el bien general. Concluido este acto, S. E. el Jefe Superior
se retiraba junto con su secretario; pero el pueblo le instó porque presenciase sus
deliberaciones; y tomó de nuevo el asiento asegurando que por consideración á una
reunión tan respetable y al sagrado objeto con que se hacia, suspendería sus trabajos
y oiría sus resoluciones. En su consecuencia se abrió la sesión; y habiéndose pro-
puesto á los ciudadanos si convendría en Colombia la forma de un gobierno monár-
quico, se discutió con bastante extensión, y por voz universal con uniformidad con-
testaron todos que no; y que por el contrarío consideran que les conviene regirse
en lo futuro bajo una forma republicana que les asegure todos los beneñcios y
garantías de que debe disfrutar el hombre en sociedad. También se discutió y con-
vinieron todos unánimemente, en que Venezuela no debe continuar unida á la Nueva
Granada y Quito, porque las leyes que convienen á aquellos terrítorios, no son á
propósito para éste, enteramente distinto por costumbres, clima y producciones; y
porque en la grande extensión pierden la fuerza y energía, como lo ha comprobado
la experíencia de la administración pasada, durante U cual ha sido necesario que el
Gobierno delegue frecuentemente sus facultades, y que los Jefes gobiernen por medios
extraordinaríos y conforme á las circunstancias. Que se diríja esta petición al con-
greso constituyente, para que teniéndola en consideración provea los medios más
justos, equitativos y pacíficos, á fin de conseguir la separación sin necesidad de
ocurrir á vías de hecho; antes bien proporcionando á este país una reunión en que
sus habitantes, congregados legítimamente, expresen su voluntad; y que en todo caso
ella sea definitiva, sin que los otros Estados tengan derecho de intervención en sus
resoluciones; haciéndose la remisión por el conducto del Excmo. Sr. Jefe Superíor
Civil y Militar, General en Jefe beneméríto J. A. Páez, como la humilde expresión de
Ja voluntad general y opinión de la capital del cantón de Valencia, emitida en la
fecha referída.
Al día siguiente, 24 de noviembre, el jefe de policía de Caracas
general Juan Bautista Arismendi, conformándose á las instrucciones
de Páez, reúne en su casa particular á las autoridades y vecinos
principales, con el fin de considerar la carta de Guayaquil en que
recomendaba Bolívar la libre expresión de opiniones sobre reforma
constitucional; y decide la reunión, que se convoque inmediatamente
al pueblo en el edificio de San Francisco. Instalada la asamblea
popular el 25, bajo la presidencia de Lino de Clemente, Prefecto
del Departamento, y actuando como secretarios Andrés Narvarte,
Alejo Fortíque, Félix Alfonso y Antonio Leocadio Guzmán, se
emplea la primera sesión en discutir profusamente sobre teorías
constitucionales, y el 26 se firma un acta en que se manifiesta con
violencia la oposición á Bolívar. Se le acusa de haber propuesto
al congreso de Angostura "bases contrarias al sistema proclamado
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— 472 —
en Venezuela desde el momento de su trasíormación política'*; no
haber cumplido su juramento de someterse á la constitución de Cu-
enta, juramento que "eludió ausentándose á remotas regiones por
no gobernar con trabas"; haber recomendado al Perú y á Colombia
la constitución que redactó para Bolivia; haber disuelto el congreso
del Perú y la convención de Ocaña; haber dispensado acogida fa-
vorable y prestado apoyo al movimiento revolucionario de Bogotá,
que le erigió en "Jefe Supremo y arbitro de la suerte de los co-
lombianos,'* etc. Resuelve finalmente la asamblea: "1<^. Separación
"del Gobierno de Bogotá y desconocimiento de la autoridad del
"general Bolívar, aunque conservando paz, amistad y concordia con
" sus hermanos de los Departamentos del Centro y Sur de Colombia,
" para entrar á pactar y establecer lo que convenga á sus intereses
"comunes: lo cual acordado, fué aplaudido con un entusiasmo extra-
" ordinario. — 2^, Que se dirija el acta justificativa del proceder, y
" que contenga estas resoluciones, al Excmo. Sr. General Jefe Superior,
"pidiéndole que consulte la voluntad de los Departamentos que
"forman la antigua Venezuela, y se sirva convocar con toda bre-
" vedad posible las asambleas primarias en todo el territorio de su
"mando, para que seg^ las reglas conocidas, se haga el nombra-
" miento de electores y sucesivamente el de los representantes que
"deben componer una Convención venezolana, para que tomando
"en consideración estas bases proceda inmediatamente al estableci-
" miento de im Gobierno republicano, representativo, alternativo y
"responsable. — 3^. Que esta Convención extienda el manifiesto
" que se dirigirá á nuestros hermanos de Colombia y á todo el orbe^
"expresando las razones que imperiosamente han ocasionado esta
"resolución. — 4<>. Que S. E. el benemérito General José Antonio
"Páez sea Jefe de estos Departamentos, y que reuniendo como
"reúne la confianza de los pueblos, mantenga el orden público y
"todos los ramos de la administración, bajo las formas existentes,
"mientras se instala la Convención. — 5^. Que Venezuela, aunque
"impelida por las circunstancias ha adoptado medidas relativas á su
" seguridad, separándose del Gobierno que la ha regido hasta ahora,
"protesta que no desconoce sus compromisos con las naciones
"extranjeras, ni con los individuos que le han hecho suplementos
"para consolidar su existencia política, y espera que la Convención
"arregle estos deberes de justicia del modo conveniente". Firman
esta acta, además del presidente y secretarios mencionados, muchos
otros hombres que van á ejercer grande influjo en la historia vene-
zolana; entre ellos, los generales Arismendi, Marino, Escalona y
Ayala, y Manuel Echeandía, Pedro y Ángel Quintero, Guillermo
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— 473 —
Smith, Rafael Acevedo, José Luis Ramos, Felipe Fermín Paúl,
Isidro Osío, Carlos Arvelo, Mariano Herrera, Valentín Espinal, Do-
mingo Briceño y Bríceño, Mariano Echezuría, José Casas, José
Julián García.
Quiso al propio tiempo el partido antiboliviano de Caracas,
aprovecharse de la ocasión para excitar aún más los espíritus tur-
bulentos, é hizo circular pasquines llenos de insultos y amenazas
contra el Libertador; pero Páez se apresuró á poner á raya este
exceso, trasmitiendo órdenes severas desde Valencia (30 de no-
viembre) al Prefecto departamental Lino de Clemente, quien publicó
al efecto en 2 de diciembre un bando en que se lee: "Si en un
momento de exaltación ó delirio, pudo alguno olvidarse de lo que
debe Venezuela á su ilustre Libertador y lo que se debe á sí mismo,
ya ha pasado . . .^\ Además, se trasladó Páez á Caracas, y con-
vocó otra asamblea (24 de diciembre) que acordó dirigirle al Li-
bertador una exposición menos violenta que la del 26 de noviembre.
£n ella se manifiesta, que son imánimes los deseos de separarse de
la República de Colombia, y se añade: "A V.E. que tanto se ha
"interesado por la independencia y gloria de este suelo, donde vio
"la luz primera, donde están sus parientes, sus amigos, y las cenizas
"respetables de sus padres, encarecemos con la más sincera efusión
"de nuestros corazones, ejerza su poderosa influencia para que'
"nuestra separación y organización se haga en paz, para que nadie
"altere nuestra unión, ni pretenda oponerse á nuestra cara y
"laudable empresa. Ningún motivo justificable á presencia del
"género humano puede armar el brazo de V.E. ni del Gobierno de
"Bogotá, para invadir nuestros derechos; mientras que V.E. com-
" prenderá que nos es permitido defendemos y resistimos. El mundo
"investigará las causas de las desgracias,, muertes y horrores que
"sobrevengan, y no los pretextos que se busquen para imputámos-
"los. Dejaríamos abiertos los sepulcros de las víctimas, para que
"los descendientes viesen la sangre derramada de sus padres, y
"las heridas que recibieron por las manos de los que quisieron
"inútilmente sofocar su heroico patriotismo ..." Y aparecen entre
las fírmas de esta manifestación, las de muchos que aprobaron el
acta del 26 de noviembre, con las de otros hombres de alta in-
fluencia, como Francisco Javier Yanes, José Vargas, José Rafael
Revenga, Diego Bautista Urbaneja, Tomás José Sanabria, Carlos
Soublette, Manuel Felipe de Tovar, Miguel Peña, Wenceslao
Urnttía.
Con todo, á los cuatro días el partido de Páez pide en Va-
lencia el ostracismo de Bolívar. Reunidos de nuevo el 28 de di-
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— 474 —
ciembre los vepinos, "para tratar si deberían esperar que el con-
greso constituyente decretase la separación de Venezuela, según lo
pidieron en el acta del 23 de noviembre último, 6 si sería mejor y
aun necesario separarse de hecho, y por consiguiente desconocer
la autoridad del general Bolívar y todos los actos que emanen de
aquel cuerpo", resuelven: "1^. Que desconocen la autoridad del
"general Bolívar, la de su Consejo de Gobierno y la del congreso
"constituyente del año de 30, contra cuyos actos protestan del
**modo más solemne. — 20. Que se separe de hecho Venezuela, y
" se encargue del mando S. E. el Jefe Superior benemérito Genend
" José Antonio Páez, con todas las facultades necesarias para llevar
"al cabo nuestra empresa, convocando igualmente el congreso de
"Venezuela que debe damos una constitución bajo el sistema
"popular, representativo, electivo, alternativo y responsable. —
"3®. Que S. E. el Jefe Superior no permita de ningún modo que
"vuelva el general Bolívar al territorio de Venezuela. — 40. Que
" se dirija testimonio de este pronunciamiento á dicho Sr. Excmo,
"Jefe Superior, asegurándole que están prontos á hacer el sacri-
"ficio de su vida y bienes para sostener su libertad, si fuere ne-
"cesario".
A pesar de lo dicho, no era tampoco unánime en Venezuela
el pensamiento de una separación absoluta; y ello, no porque
hubiese ahora defensores de la constitución de Cúcuta, sino porque
los más fieles bolivianos esperaban aún paralizar el movimiento
anárquico. Cuando en Caracas y Valencia se decidía la separación
inmediata, los vecinos de Maracaibo se pronunciaban (19 y 27 de
noviembre) por la integridad de Colombia y la Presidencia vitalicia
de Bolívar, llegando hasta recomendarle un procedimiento especial
para elegir á su sucesor. "Los pueblos designarán tres ó más in-
dividuos, y entre los que resulten con mayoría de votos, S. E.
elegirá inmediatamente aquel que más sea de su confianza, y con-
sidere más capaz de dirigir los destinos de Colombia. De este
modo nos parece que el sucesor, reuniendo los votos de la nación,
será al mismo tiempo el legado que el Padre de Colombia deje á
sus hijos, el vínculo de paz entre todos, el representante de su
gloria y de su inmenso poder moral''. En las provincias orientales
predomina la tendencia á una confederación de Venezuela, Nueva
Granada y Ecuador. Lo mismo en muchas ciudades de Occidente,
como San Felipe del Yaracuy, Barinas y el Tocuyo. El cantón
de Nirgua, y las parroquias de Sanare, Chavasquén y Barbacoas
(provincia de Carabobo) se pronuncian por el sistema federaL En
cambio, las poblaciones vecinas de Caracas y Valencia adhieren
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— 475 —
en seguida al movimiento separatista, y llega Puerto Cabello hasta
pedir (15 de diciembre) que el nombre de Bolívar "se condene al
olvido".
En los Departamentos del Centro y Sur de Colombia, la
cuestión constitucional puede decirse que se reducía á averiguar si
el Libertador continuaría en el poder, á lo que le impulsaban sus
amigos por todos los medios posibles, 6 se retiraba de la vida
pública, como repetidas veces lo había prometido, para dejar á
los Departamentos en completa libertad de formar una ó varías
Repúblicas.
El 2 de enero, 1830, empiezan á celebrar sesiones prepara-
torias en Bogotá los diputados al congreso constituyente que con-
vocó Bolívar un año antes, y se instalan el 20 de enero, eligiendo
presidente al mariscal Sucre y vicepresidente á José María
Esteves, obispo de Santa Marta. Pero con fecha 13 del propio
enero, había Páez publicado en Caracas un decreto ordenando que
se efectuasen elecciones para otro congreso exclusivamente vene-
zolano, que debía instalarse en Valencia el 30 de abril i. Persistió
sin embargo el partido boliviano, en su propósito de llegar á un
avenimiento pacífico con los separatistas de Venezuela. A este fin,
Bolívar propuso al congreso, el 27 de enero, que se acercaría á su
patría para conferenciar con Páez; mas habiendo insinuado el con-
greso la conveniencia de no ausentarse de la capital antes de que-
dar redactada la nueva constitución, abandonó Bolívar su proyecto.
Y se acordó, en cambio, el 6 de febrero, invitar al Gobierno
provisional de Venezuela á nombrar comisionados para tratar
con los del congreso. Aceptada la invitación el 7 de marzo,
abríéronse las conferencias el 18 de abríl, en la villa del Rosarío
de Cúcuta, puntó fronterízo de donde, por órdenes de Páez, no pu-
dieron adelantarse los comisionados de Bogotá.
Componían la comisión colombiana el mariscal Sucre, el obispo
Esteves y el licenciado Francisco Aranda, y la venezolana el general
Santiago Marino, el doctor Ignacio Fernández Peña y Martín Tovar.
Manifiestan aquéllos, que el propósito del congreso es instruir á los
pueblos de sus deseos de paz y concordia; que no debe subsistir
el temor de que se establezca una monarquía en Colombia, pues el
congreso está discutiendo un proyecto de constitución para or-
1. En el próximo libro se tratará de todo lo concerniente á la constitución
de la nueva República de Venezuela. Aqui mencionaremos únicamente lo que se
relaciona con los últimos esfuerzos del Gobierno de Bogotá por conservar la unidad
de la Gran Colombia.
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— 476 —
ganizar el gobierno republicano, alterriktívo y responsable, y para
mejorar la administración en todos sus ramos; que conforme á este
proyecto, la forma central quedará modificada, adoptándose de la
federal todo aquello que pueda ser favorable á los pueblos, y evi-
tándose lo que por el pronto se considera impracticable 6 peligroso
para la unión y tranquilidad de Colombia^; que en lo sucesivo, los
congresos constitucionales prodrán hacer las reformas parciales que
juzguen convenientes para mejorar y perfeccionar las instituciones;
que el congreso considera como su primer deber conservar la inte-
gridad de Colombia, pues no es posible que se divida en Estados
independientes sin causar perjuicios á los intereses nacionales y á
los individuales; y que el congreso oirá toda proposición sobre
reformas de la organización política, en el concepto de que
podrán admitirse y establecerse las que salven la Unión y no
estén en oposición con los intereses de los demás pueblos de la
República.
Contestan los comisionados venezolanos proponiendo que "se
reconozca el Gobierno actual de Venezuela, y la capacidad en
que se halla este Estado para darse la organización poUtica
que estime conveniente"; porque tal es la opinión general y uni-
forme de los pueblos venezolanos, convencidos como están de
que realmente se ha intentado destruir la República para es-
tablecer una monarquía sobre sus ruinas; convencidos además de
que el Gobierno de Colombia les causa enormes males, y re-
sueltos, por último, á sostener á todo trance su separación, sean
cuales fueren las bases de la constitución que se les ofrece
desde Bogotá.
Replican los del congreso, que no están autorizados para re-
conocer el Gobierno provisorio de Venezuela; pero que someterán
esta proposición á conocimiento del congreso, aunque éste ha creído
siempre que no tiene tampoco facultades para convenir en la divi-
sión de Colombia. Y en cuanto al proyecto de monarquía, repiten
que no ha tenido carácter oficial.
Declaran en seguida los venezolanos, que sus instrucciones no
les permiten presentar ninguna otra proposición, ni convenir en
cosa alguna que no implique el reconocimiento del Gobierno pro-
visorio. Los del congreso proponen á su tumo, que cada cual ex-
prese su opinión personal acerca de los medios de restablecer la
concordia y mantener la paz doméstica.
1. £1 elemento federalista del proyecto consistía en establecer Cámaras ó
Legislaturas en los grandes Distritos de la República.
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— 477 —
A este fin celebran otra conferencia el 19 de abril. En la
que manifiestan los comisionados de Venezuela: que en el concepto
privado de cada uno, podrán terminar las actuales diferencias de
Colombia si se permite á Nueva Granada, á Quito y á Venezuela
organizarse libremente en Estados soberanos, correspondiendo á sus
respectivos congresos constituyentes el determinar la naturaleza de
los vínculos que los ligarán en lo sucesivo; que, entre tanto, podrá
el congreso decretar lo conveniente para mantener provisionalmente
las relaciones exteriores de Colombia, y para cuidar del crédito
nacional; pero que en una y otra cosa no ha de inferirse perjuicio
á la actitud tomada por Venezuela, y ha de respetarse lo que en
obsequio de sus intereses, defensa y seguridad tuviere ya resuelto
ó resolviere; y que, para calmar desconfianzas, no se encargue del
Gobierno provisional á ninguna persona que haya sido Presidente
ó Vicepresidente de la República, Ministro, ó miembro del Consejo
de Estado.
El mariscal Sucre advierte: que sería imposible confiar el
Gobierno provisional á personas que no fuesen las mismas encar-
gadas de ejercer el Gobierno constitucional; que las proposiciones
formuladas por los venezolanos contienen la disolución de la Re-
pública, dejando apenas entrever una esperanza de retomar á la
Unión en caso de decidirla los tres congresos constituyentes; y que,
si como se ha insinuado, lo que se teme es la continuación del
Libertador en el mandó supremo, la comisión del congreso puede
asegurar que su reciente renuncia de la Presidencia es absoluta-
mente irrevocable.
Martín Tovar insiste en que el congreso de Colombia podría
estatuir por el pronto lo que creyese necesario para determinar
las atribuciones de los empleados que han de dirigir provisional-
mente las relaciones exteriores y el crédito nacional, todo sin per-
juicio de la independencia de Venezuela, ni de su facultad para
fíjar las ulteriores relaciones que le convenga mantener con los
nuevos Estados colombianos.
Sucre, impacientado ya por la intransigencia de los venezo-
lanosy quiso llevar el debate á una esfera más alta, y dijo^: "que
"siendo sus deseos como colombiano el que se reformasen los
" abusos que se habían introducido en la administración, se mejorase
"el Gobierno, y en fin, que los colombianos resultasen beneficiados
^^ por consecuencia de las medidas que exigía el estado presente de
"la República; y en el supuesto de que los señores Comisionados de
1. Texto del protocolo.
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— 478 —
"Venezuela se empeñaban en demostrar que las novedades ocurri-
"das allí eran una revolución popular, y no un movimiento ejecu-
"tado y dirigido por los militares, como se fiabía asegurado hasta
"ahora, era justó convertir en provecho del pueblo sus resultados;
"y que ningún poderoso, bajo el pretexto de protegerlo, lo some-
" tiese después á im yugo tanto ó más pesado que aquel de que se
"pretendía libertarlo; pues, aunque había estado seis años fuera de
"Colombia, entendía que los males públicos emanaban, no de lo
" que se ha llamado despotismo del Libertador, (puesto que iguales
" ó mayores quejas hubo en la administración anterior y en la época
"constitucional), sino esencialmente de la misma revolución, y del
" despotismo de una aristocracia militar que, apoderándose del mando
"en todas partes, hacía gemir al ciudadano por un absoluto olvido
"de las garantías y derechos; siendo este abuso tan arraigado, que
"ni el tremendo poder de la dictadura había podido contenerlo. Que
"con este objeto, y para facilitar el completo restablecimiento de
"las garantías y derechos, iba á presentar una proposición á los
"señores Comisionados de Venezuela, para que, si les parecía bien
"se comprometiesen á sostenerla allá, así como él en este caso la
" sostendría en el congreso de Colombia, en donde podía contar con
"la liberalidad de principios de que estaban animados sus miembros,
"y con un verdadero interés por la felicidad de los colombianos".
Formuló así su proposición: "Habiéndose hecho azarosos algunos
" militares, que abusando de su poder y de su influencia, han hollado
"los unos las leyes, y acusádose á otros por sospechas de intentar
"un cambio de las formas de Gobierno, se prohibe que durante un
"período que no será menos de cuatro años, pueda ninguno de los
" Generales en Jefe, ni de los otros Generales que han obtenido los
"altos empleos de la República en los años desde 20 al de 30, ser
"Presidente ó Vicepresidente de Colombia, ni Presidentes ó Vice-
" presidentes de los Estados, si se establece la confederación de los
"tres grandes Distritos; entendiéndose por altos empleos los de
"Presidente y Vicepresidente, Ministros de Estado y Jefes Su-
"periores".
Veía de este modo el noble espíritu de Sucre, que la causa
esencial del malestar de Colombia no era la autoridad suprema de
Bolívar, única fuerza orgánica que existió en aquellos pueblos desde
que lograron su independencia en Boyacá, Carabobo y Pichincha,
ni lo era tampoco la forma constitucional que adoptaron, supuesto
que con ninguna otra hubieran podido convertirse, de la noche á
la mañana, de países medio desiertos y militarizados en nación
próspera y pacífica; y lo demostró á sus compatriotas con razones
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tan firmes, que Tovar y Fernández Peña, hombres de cultivado en-
tendimiento, llegaron á declarar que realmente la proposición de
Sucre merecía adoptarse; añadiendo, sin embargo, para escudar la
conducta de Páez, que éste no había hecho otra cosa sino auxiliar
y proteger el libre pronunciamiento de los ciudadanos. Y aquí
intervino el general Marino, que representaba allí la pretensión de
la oligarquía militar, dándose por ofendido personalmente é insis-
tiendo en que la comisión venezolana no tenía instrucciones para
considerar siquiera semejante proposición, violatoria de la indepen-
dencia de Venezuela.
Adviértase con todo, — y sin negar por esto el fondo de in-
cuestionable verdad que tenía la opinión de Sucre, en cuanto al
error de quienes atribuían los males de la patria al despotismo de
Bolívar ó á la forma de las leyes constitucionales, — que el mo-
vimiento separatista de Venezuela no fué obra exclusiva del mili-
tarismo. Sábese ya cómo el partido liberal civil, que formaron en
Caracas en 1821 el mismo Tovar y los demás representantes de la
teoría federalista de 1811, fué adversario del partido militarista de
Páez hasta 1826, y no se alió con éste sino cuando, al estallar la
rebelión de Valencia, creyó que así llegaría más pronto á emanci-
parse de la tutela de Bogotá, y á sustituir con una organización
federativa el régimen unitario de la constitución de Cúcuta. De
suerte que, en 1829 y 1830, la tendencia separatista vino á ser el
resultado de la conformidad de propósitos políticos de la mayoría
de hombres influyentes en Venezuela, tanto militares como civiles,
porque los unos y los otros creían aún, si bien erradamente,
que Bolívar iba á oponerse al fin al establecimiento de una
Confederación; y de ahí que el mayor obstáculo para un aveni-
miento entre el congreso de Bogotá y el Gobierno provisional
de Venezuela, fuese el empeño del partido centralista en con-
servarle á dicha ciudad una invariable hegemonía sobre todo el terri-
torio colombiano.
Empleó Sucre el último medio de conciliación, manifestando
el deseo de pasar á Venezuela con sus compañeros de misión, para
instruir al congreso que debía reunirse en Valencia, de las dis-
posiciones pacíficas del de Colombia, y proponiendo que la comisión
venezolana siguiese con igual objeto á Bogotá; pero le contestó
ésta, que sus instrucciones no le permitían acceder á la nueva pro-
posición, aunque sí podía asegurar que una vez instalado el con-
greso de Valencia, "allanaría el paso á los comisionados del de
Colombia, ó cualesquiera otros, para que pudieran dirigirse á él
libremente '\ Con esto terminaron las conferencias de Cúcuta. ....
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Y con un epílogo ingrato» porque los venezolanos escribieron á su
Gobierno (20 y 22 de abril), ^ue el mayor obstáculo que habían
encontrado para una "inteligencia amigable y fructuosa", fué la
"mala fe" de los comisionados de Bogotá; y aconsejaron que
Venezuela se declarase en seguida protectora de la libertad gra-
nadina, sosteniéndola Páez con su influjo. Afortunadamente no
hubo oídos en el congreso de Valencia para tan peregrina insi-
nuación.
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Capitulo IX.
Disolución de Colombia.
Somario. Renuncia Bolívar la Presidencia — Encarga del Gobierno
al general Caicedo — Se firma la última constitución colombiana —
No la acepta el congreso de Valencia — Presidencia de Mos-
quera — Antipatía recíproca de granadinos y venezolanos — Rea-
sumen su autonomía los Departamentos del Sur — Asesinato del
mariscal Sucre — Anarquía en Nueva Granada — Insurrección del
batallón Callao — Caída del Gobierno de Mosquera — No acepta
Bolívar el mando que le ofrecen los insurrectos — Dictadura de
Urdaneta — Actos del congreso de Valencia — Pide la expulsión
de Bolívar — Declara que de otro modo no mantendrá relaciones
con Nueva Granada — Motivos de esta actitud — Los venezolanos
atribuyen á Bolívar la inferioridad en que vivieron durante la
Unión Colombiana — Error é injusticia — Proyectos del Liber-
tador fuera de su patria — Sus teorías políticas y sociales^ —
Últimos meses de su vida — Desesperanza y agonía — Su despedida
á los colombianos — Su testamento — Su muerte — Desaparece
con él la Gran Colombia.
Bolívar, cuya resolución de abandonar el poder era ya irre-
vocable, manifestó al congreso el día de su instalación, que no
aceptaría otra vez la Presidencia de la República, y encargó del
Ejecutivo, el 1^ de marzo (1830), al presidente interino del Consejo
de Estado, general Domingo Caicedo. El cual, viendo que el con-
greso se retardaba en formular una constitución que de todos mo-
dos iba á ser letra muerta, le dirigió un mensaje el 15 de abril
didéndole: "Días ha que el Gobierno es de concepto que los tra-
bajos que ocupan al congreso sancionando una constitución, serían
infructuosos, supuesto que Venezuela está dispuesta á resistirla con
la fuerza, y que acordada para la República no sería aceptada en
todos los Departamentos. ¿Y de qué utilidad podría ser una cons-
titución que no había de regir un solo día? ... Se hace im grave
mal á los pueblos habituándolos á mirar las constituciones acorda
Fortovl, Historia ConstitndonaL 3^
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— 482 —
das por la Representación nacional, como unos cuadernos que nada
significan. El Gobierno juzga que los trabajos del congreso no
serían útiles á la nación, sino dirigiéndose á acordar un decreto
orgánico que detallase las atribuciones del Gobierno Supremo y que
asegurase las garantías individuales y sociales, y á nombrar los
altos funcionarios que deban tomar las riendas del Estado, autori-
zándolos para que convoquen una Convención granadina que se
ocupe de la suerte de estos pueblos • • . • Si la unión con los De-
partamentos de Venezuela es posible, los representantes de los dos
pueblos podrán acordar esta unión en calma, transigir las diferen-
cias, convenir en el pacto que mejor les convenga; pero en medio
del trastorno y del desorden, los pueblos se precipitan á su ruina ^\
Tal era en realidad la opinión pública, lo mismo en Venezuela que
en Nueva Granada. Allá, la separación estaba consumada: acá, la
mayoría protestaba enérgicamente contra la eventualidad de un
conflicto armado.
Continuó, sin embargo, el congreso de Bogotá redactando su
constitución, hasta firmarla el 29 de abril ^. Por decreto del 5 de
mayo resolvió el congreso ofrecer su constitución á las provincias
venezolanas, como un vínculo de unión y concordia; advirtiendo
que si la aceptaban con modificaciones, se convocaría inmediata-
mente una Convención colombiana, para tomarlas en consideración;
que si no la admitían, el Gobierno de Bogotá no les haría la
guerra, y que en este caso convocaría otra Convención del resto
de Colombia, para establecer un nuevo pacto. Mas no había
probabilidad alguna de que Venezuela aceptase aquella constitución,
la cual, si bien acordaba á los Departamentos el derecho de Cá-
maras de Distrito con facultades de deliberar y resolver en todo
lo municipal y local, y el derecho de representación en lo relativo
á intereses generales de la República, los sujetaba siempre al go-
bierno político de Prefectos que dependían del Ejecutivo central
Redújose, pues, á simple demostración de cortesía la misión que se
confió al granadino Juan de Dios Aranzazu cerca del congreso de
Valencia, donde todas sus gestiones de concordia resultaron ne-
cesariamente estériles. Se le trasmitió copia del decreto expedido
el 16 de agosto, declarando que Venezuela, ocupada de su propia
constitución, conforme á la voluntad de los pueblos, no admitía la
de Bogotá; aunque "estaba dispuesta á entrar en pactos recíprocos
1. La firmaron seis diputados de Venezuela: Pedro Brícefio Méndez, por
Apure, Juan Gual, por Barcelona, José Ifiguel de Unda, por Barinas, José Laurencio
Silva, por Caracas, Rafael Hermoso, por Coro, y José María Carrefio, por Blaracaibo.
Sucre y Aranda, que eran también diputados de Venezuela, se habían sepanMlo
para asistir á las conferencias de Cúcuta.
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— 483 —
de federación, que uniesen, arreglasen y representasen las altas
relaciones nacionales de Colombia, luego que ambos Estados estu-
viesen perfectamente constituidos, y que el general Bolívar hubiese
evacuado el territorio de Colombia",
Condición, la última, que más obedecía á un sentimiento de
hostilidad personal, supuesto que Bolívar abandonó el poder á prin-
cipios de marzo, y en agosto se hallaba en Cartagena preparando
su viaje al extranjero. Desde el 27 de abril comunicó al congreso,
para que nadie votase por su reelección: "Venezuela ha pretextado
para efectuar su separación, miras de ambición de mi parte; luego
alegará que la reelección es un obstáculo á la reconciliación, y al
fin la República tendrá que sufrir im desmembramiento ó una guerra
civil". En consecuencia, el congreso nombró el 4 de mayo Presi-
dente de la República á Joaquín Mosquera, y Vicepresidente al
general Domingo Caicedo.
Pocas horas antes de ausentarse para siempre, presenció Bo-
lívar otro espectáculo anárquico. Las fuerzas venezolanas que
estaban de guarnición en Bogotá se sublevaron el 7 de mayo, y
prendieron á sus jefes. El Gobierno, sintiéndose perdido, ofreció
á los oficiales bagajes y dinero, y se apresuró á poner las tropas
á órdenes del general José Laurencio Silva, con el encargo de
conducirlas hasta la frontera de Venezuela. Convencidos de que
el Libertador no los llevaría más á empresas gloriosas en lejanas
tierras, los soldados venezolanos deseaban todos volver á su patria.
Y al propio tiempo, los habitantes de Nueva Granada anhelaban
por la marcha definitiva de estos insubordinados guerreros, que si
los habían libertado de los españoles en Boyacá, se dieron después
aire de conquistadores, y á imitación de Leonardo Infante, solían
dejar ingratos recuerdos en los hogares granadinos. La antipatía
era recíproca. Baste citar otro suceso. La división ?tci)artelada en
Pamplona se negó á reconocer como jefe al general Vélez, por el
solo hecho de no ser venezolano. "En la junta de guerra (escribe
el 4 de mayo el comandante Francisco Parias) tuve la satisfacción
de que mi voto tuviese séquito para no admitir á un bogotano que
nos mandase ". El mismo día, el coronel José Escolástico Andrade
escribe desde Pamplona al general Marino: "Se ^lonvocó una junta
de guerra, y acordó la no admisión de aquel jefe, que venía á
disolver este cuerpo de tropas que pueden ser siempre algún apoyo
del orden y de su patria. Se le dio parte de todo al Gobierno, y
esperamos que en Bogotá se exagere aquella resolución hasta juz-
gamos ya separados de su obediencia." Y á fines de mayo resuel-
ven marcharse á Venezuela.
31*
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En los Departamentos ecuatorianos no fué menos rápido el
movimiento separatista, bien que haciendo manifestaciones de respeto
y gratitud á Bolívar. Casi á un tiempo se pronunciaron por la
separación las capitales de Quito, Guayaquil y Asuay; y en 31 de
mayo, el general Juan José Flores convocó un congreso constituyente
para que se instalase en Riobamba el 10 de agosto.
Despedazada así la Gran Colombia, y sin autoridad moral el
Grobiemo de Mosquera para conservar siquiera la disciplina del
ejército, venía acercándose la última catástrofe. Contados estaban
los días de los dos grandes hombres que emanciparon cinco
colonias y realzaron ante la América su gloria y poderío. £1 Li-
bertador, enfermo y postrado en honda tristeza, esperaba en Car-
tagena á que le enviasen de Caracas los pocos restos de su fortuna
personal, para irse á morir en tierra extraña. Sucre, resuelto á
abandonar también para siempre la vida pública, anhelaba por
restituirse al lado de su esposa, que había permanecido en Quito.
De viaje para esta ciudad, unos hombres oscuros lo asesinaron en
el bosque de Berruecos el 4 de junio ... Su tumba guarda todavía
un misterio. En el proceso de los asesinos pareció comprobada la
responsabilidad del general José María Obando, Comandante Ge-
neral del Cauca, á cuyas órdenes dijeron aquéllos haber obedecido.
Pero en este juicio, que duró afios, intervinieron pasiones de polí-
tica local, y no sería prudente tomarlo al pie de la letra. Tiempo
después, se acusó por la prensa al general Juan José Flores, que
representaba en el Ecuador un papel análogo al de Páez en Vene-
zuela. Verdad ó conjeturas, quién lo sabe? Otros, aficionados á
dramas íntimos, recordaron que Sucre no vivió con su mujer más
de once meses, que la viuda no tardó en consolarse, é insinuaron
su complicidad, con la de un amante celoso, en el inesperado fin
del héroe . . . ¿Inesperado? Un periódico de Bogotá decía el
1® de junio: ** Puede ser que Obando haga con Sucre lo que no
hicimos con Bolívar". Bien se sabía que el Libertador estaba
moribundo: Sucre era la segunda personalidad de Colombia: en
él se veía, por tanto, el sucesor eventual del Libertador Presidente,
á cuya sombra y bajo cuya influencia moral vivió siempre. "Yo
pienso — le escribió Bolívar á Flores — qtíe la mira de este crimen
ha sido privar á la patria de un sucesor mío". A Sucre, por otra
parte, no lo querían gran número de aquellos generales de aven-
tura; primero, por su evidente superioridad intelectual, sus triunfos,
su fulgurante gloria de Ayacucho; luego, por su carácter de altivo
hidalgo, severo para la debilidad ajena, duro en mantener la dis-
ciplina militar, clemente sólo cuando se trataba de perdonar ataques
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á su persona, tenazmente inflexible contra el más ligero olvido del
honor público. En esta época las pasiones tenían toda la intensidad
de la locura; apenas había teniente en quien no despertase envidia
el encumbramiento de su jefe; la rivalidad era implacable; la emula-
ción se confundía con el odio, el adversario con el enemigo. Los
asesinos del 4 de junio en Berruecos imitaron á los victimarios del
25 de setiembre en Bogotá. Acaso fué sincera la resolución de
Sucre de retirarse á la vida privada; tal vez no había ya para su
alma, satisfecha de gloria en verde juventud, más aspiración que al
amor de la esposa, á los besos de su hija. Pero contaba sólo
treinta y cinco años de edad; iba á fijarse en Quito, pueblo que
no por llamarse colombiano dejaba de serle extranjero; ni Obando,
ni Flores, ni otros, podían sin duda creer que el mariscal de
Ayacucho, el discípulo predilecto del Libertador, el héroe joven
mimado de la victoria, se resignara á presenciar impasible la
disolución de aquel haz de Estados, que ambos libertadores vene-
zolanos levantaron desde Guayana hasta el Alto Perú ... y la en-
vidia política, ó la venganza personal, ó la pasión adúltera, ó acaso
todas juntas, se dieron cita en el bosque de Berruecos.
El Gobierno de Mosquera no tardó en desaparecer ante la in-
surrección militar. El 26 de agosto, el corouel venezolano Florencio
Jiménez, á la cabeza del batallón Callao, derrota en el Santuario
las fuerzas constitucionales, y ocupa la capital el 28. El 2 de se-
tiembre se firma uq acta llamando al Libertador á encargarse del
mando supremo, y confiándolo, entre tanto, al generjaj .Rafael Urda-
neta. El 18, Bolívar le escribe á Urdaneta desde Cartagena, que
contribuirá en cuanto pueda "al restablecimiento del orden, á la
reconciliación de los hermanos enemigos, y á recuperar la integri-
dad nacional"; que irá á Bogotá á reiterar sus protestas "de obe-
decer las leyes y las autoridades legalmente constituidas", hasta
que los pueblos elijan nuevo Gobierno, y que servirá únicamente
"como ciudadano. y soldado". Tal oferta de volver á tomar parte
en la cosa pública, fué sin duda un movimiento irreflexivo, debilidad
de enfermo ante cortesanos importunos; porque á los siete días, el
25 de setiembre, le escribe al Ministro Vergara: "No, mi amigo,
"yo no puedo ir (á Bogotá), ni estoy obligado á ello, porque á
"nadie se le debe forzar á obrar contra su conciencia y las leyes.
"Tampoco he contribuido en la menor cosa á esta reacción, ni he
** comprometido á nadie á que la hiciera. Si yo recogiese el fruto
"de esta insurrección, yo me haría cargo de toda su responsabili-
"dad. Los comisionados me dijeron que todo marchaba á las mil
*^ maravillas; pero desgraciadamente lo que escriben de allá y lo
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^^que se sabe aquí, hace presumir á todo el mundo que ustedes
^^ marchan con más rapidez á su ruina que los legitimados ... No
"puedo volver á mandar más; y crea usted que cuando he resistido
"hasta ahora á los ataques de los amigos de Cartagena, seré in-
" contrastable. Dentro de tres días me voy hacia Santa Marta por
"hacer ejercicio, por salir del fastidio en que estoy, y por mejorar
"de temperamento. Yo estoy aquí renegando, contra toda mi vo-
"luntad, pues he deseado irme á los infiernos por salir de Colom-
"bia; pero el señor Juan de Francisco, á la cabeza de otra porción
"de importunos, me han tiranizado, haciéndome quedar donde no
"puedo ni quiero vivir ^. Usted me dice que todo esto está en
"oposición con mi proclama y mi ofício al Gobierno 2. Res-
" ponderé, que Santamaría me hizo ver que ustedes se iban á
"dividir en mil partidos, y se arruinaba completamente la patria
"si redondamente yo respondía que no aceptaba. Ofrecí, pues,
"disimulando, hablando vagamente, de servir como ciudadano y
"como soldado. Sin embargo, no dejé de manifestar al general
"Urdaneta, que yo no iba á Bogotá ni aceptaba el mando: lo mismo
"he dicho á mis amigos. Por consiguiente, yo no he engañado á
"nadie, sino á los enemigos, para que no acabaran con ustedes de
" repente y de nuevo ... Yo compadezco al general Urdaneta, á
" usted, y á todos mis amigos, que se ven comprometidos sin espe-
"ranza de salir bien, pues nunca debieron ustedes contar conmigo
" para nada, después de haber salido del mando y haber visto tantos
"desengaños... Añadiré á usted una palabra más para aclarar
"esta cuestión. Todas mis razones se fundan en una sola, — no
"espero salud para la patria. Este sentimiento, ó más bien,
" esta convicción interior, ahoga mis deseos y me arrastra á la más
"cruel desesperación. Yo creo todo perdido para siempre, y la
"patria y mis amigos sumergidos en un piélago de calamidades.
"Si no hubiera más que un sacrificio que hacer, y éste fuera el de
" mi vida, ó el de mi felicidad, ó el de mi honor . . . créame usted,
"no titubearía. Pero estoy convencido de que este sacrificio seria
"inútil, porque nada puede im pobre hombre contra un mundo en-
"tero; y porque soy incapaz de hacer la felicidad de mi país, me
"deniego á mandarlo. Hay más aún: los tiranos de mi país me lo
1. Sus más allegados amigos, Montilla, 0*Leary, García del Río, aumentaban
el maitirío del grande hombre moribundo, empeñándose en hacerle creer que bas-
taría el nombre solo de Bolívar para reconstituir la disuelta República.
2. Proclaiua del 18 de setiembre: 'Las calamidades públicas que han reducido
á Colombia al estado de anarquía, me obligan á salir del reposo de mi retiro para
emplear mis servicios como ciudadano y como soldado ..."
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"han quitado; así yo no tengo patria á quien hacer el sacrificio.
"Perdóneme usted, mi querido amigo, la molestia que le doy en
"esta funesta declaración: la he debido al general Urdaneta y á
"usted; por eso no me he detenido en hacerla, pues un desengaño
"vale más que mil ilusiones ^\ Y la misma nota doliente domina
en todas sus cartas de setiembre á diciembre. A Montilla le dice
el 27 de octubre: "Estoy desesperado con los hombres y con las
eosas, y mucho más al ver el empeño que hay en que yo haga lo
que no puedo, y lo que no podría el más grande de los hombres:
la restauración de Colombia ^\
Mayor era su tristeza, y en ocasiones su despecho, al ver que
los directores del partido separatista de Venezuela lo consideraban
como el peor enemigo de su patria. Fueron injustos y crueles;
señalándose en el congreso de Valencia, por su arrebatado lenguaje,
los diputados Ángel Quintero, Ramón Ayala, Alejo Fortique, Juan
José Osío, Antonio Febres Cordero y José Luis Cabrera. Ayala y
Quintero apoyan el 1 7 de mayo una representación de Pedro Canijo,
el propio conjurado y asesino del año 28; piden que se le indulte
jimto con sus cómplices, y se les restituya á la patria, de donde se
hallan expulsados "por causa de la libertad". El 29 de mayo
vuelven á celebrar la "acción heroica" de Canijo y sus compañeros;
y para ahogar la indignada elocuencia con que les replica Andrés
Narvarte, se empeñan de nuevo en demostrar que el 25 de setiembre
fué im "movimiento nacional" contra la tiranía, y que sus autores,
antes que delincuentes ó culpables eran ciudadanos beneméritos.
Cordero propone el 27 de mayo, que se indulte también á los con-
trabandistas y defraudadores de las rentas, porque habían sido
igualmente víctimas del Libertador, porque "la humanidad se estre-
mece de la tiranía de los decretos expedidos por el general Bolívar
en el año de 27". Y hubiera quizás arrastrado por este camino á
la mayoría, si el prudente economista Juan Pablo Díaz no le de-
muestra que justamente desde la publicación de aquellos decretos
"se restableció la hacienda pública y hubo ingresos en las cajas".
A tanto llegó la exacerbación del congreso valenciano, que
si el Gobierno de Mosquera hubiese tenido aún la más ligera es-
peranza de estabilidad, difícil habría sido evitar un conflicto armado
entre Venezuela y Nueva Granada. En la sesión del 19 de mayo,
Fortique pide: "que se exija del Gobierno que exista en Bogotá el
reconocimiento pronto y expreso de nuestra separación y soberanía,
advirtiéndose que la negativa ó la dilación se tendrá por una de-
claratoria de guerra". Sigúese al punto larga y apasionada dis-
cusión, que se prolonga por muchos días. El 21 propone Ayala,
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con apoyo del Dr. Vargas: "que este congreso haga saber al de
Bogotá su instalación, con remisión del acta y cuaderno impreso de
los pronunciamientos uniformes de todos los pueblos, á fin de que
reconociendo nuestra independencia podamos entendemos; pero con
la condición precisa y terminante, sine qua non, que ni el gene-
ral Bolívar ni su Consejo de Gobierno han de intervenir directa ni
indirectamente en este negocio ". Ángel Quintero modifica la segunda
parte de esta proposición asi: "que no tendrá lugar ninguna n^o-
elación mientras permanezca en todo el territorio de la antigua
Colombia el general Simón Bolívar, entendiéndose además, que no
debe tener intervención ninguna el Consejo de Ministros". Cordero
y Conde lo apoyan* Continúa el debate, y el 22 propone Osío, que
se establezca como base fundamental de toda negociación "la ex-
pulsión del general Bolívar de todo el territorio de Colombia''.
Ante tal exabrupto, la mayoría retrocede por el pronto, y rechaza
la proposición de Osío, aunque salvando sus votos Conde, Pulido,
Cordero, Gallegos, Ruíz, Quintero, Labastida y Fortique. Pero á
los cuatro días, el 26 de mayo. Quintero y Osío vuelven á proponer
que no se entre "en relaciones de ninguna especie con Bogotá
mientras exista en su territorio el general Bolívar''. Vargas y Sou-
blette exigen que el congreso resuelva, como cosa previa, si esta
proposición es diferente de la que pidió la expulsión de Bolívar, y
que fué rechazada el 22. El congreso declara que hay diferencia
entre ambas; y sólo Vargas tiene la cordura de salvar su voto.
Diferencia de forma la había, sin duda; pero una y otra proposi-
ción significaban lo mismo, supuesto que si el Gobierno de Bogotá
resolvía tratar con el de Valencia, estaba obligado á decretar antes
la expulsión de Bolívar, á no ser que éste se desterrase á sí propio.
Reanúdase la discusión el 28, y el congreso se pronuncia difinitiva-
mente por el ostracismo del Libertador, sin más oposición que la
de los votos salvados del Dr. Vargas y Manuel Urbina.
Era presidente del congreso el Dr. Francisco Javier Yanes, y
en la comunicación que dirigió al de Bogotá, anunciándole que
Venezuela entraría en relaciones y transacciones con Cundinamarca
y Quito, dijo: "Benéficas serán, sin duda, para uno y otro Estado,
"semejantes relaciones. No es fácil prever hasta donde se extcn-
"derían sus útiles resultados; pero Venezuela, á quien una serie de
"males de todo género ha enseñado á ser prudente; que ve en el
"general Simón Bolívar el origen de ellos, y que tiembla todavía
"al considerar el riesgo que ha corrido de ser para siempre su
"patrimonio, protesta que no tendrán aquéllas lugar mientras éste
"permanezca en el territorio de Colombia, declarándolo así el so-
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— 489 —
"berano congreso en sesión del día 28". Además, el congreso
expide un decreto el 10 de setiembre autorizando al Poder Eje-
cutivo para expulsar del territorio á quienes contraríen los prin-
cipios proclamados por Venezuela; y en sus considerandos se lee:
^^que los conatos y proyectos de turbar la tranquilidad y el orden
^^establecidos, se apoyan principalmente^ en la mansión que hace el
^^ general Simón Bolívar en el Departamento del Magdalena, después
*^de haber renunciado el destino de Presidente de Colombia, nom-
^^brádose su sucesor constítucionalmente, y aun después de haber
^^ obtenido su pasaporte para Europa, según lo anuncian los papeles
^^ públicos de Cartagena; que es tanto más insidiosa la conducta del
"general Bolívar cuanto que, sin embargo de no tener ya carácter
" público, ha tratado de fomentar la insurrección de Río Chico, diri-
"giéndose oficialmente al Gobierno de Bogotá, según lo demuestra
"la contestación del Ministerio del Interior fecha 31 de julio^; que
"desde allí promueve todavía el general Bolívar, por medio de sus
"agentes, la seducción de los incautos, y amenaza con hostilidades
"á su misma patria, cuyos ciudadanos fueron instrumentos de su
"gloría, mientras él respetó el sistema de Gobierno que desde su
" emancipación política adoptó Venezuela. . ."
Adviértase, con todo, que la explosión de odio implacable
contra el padre de la patria, coincidió con la sabia prudencia que
emplearon sus mismos adversarios en organizar la nueva República
de Venezuela, dándole las leyes que más parecían adaptarse en-
tonces al estado de los pueblos, — aunque sin hallar, por supuesto,
como se verá después, la solución definitiva del problema constítu-
cicHial que está aún planteado en todos los países de la América
latina. Cuando el congreso de Valencia acusaba á Bolívar de no
haber respetado el sistema de Gobierno que se adoptó al pro-
clamar la Independencia, estaba redactando el mismo congreso una
constitución que rompía la tradición de 1811. E imitando el pre-
cedente que sentó Bolívar desde 1813, de amoldar la teoría re-
publicana á las necesidades del momento, procuró equilibrar el prin-
cipio democrático-federalista, que era realmente impracticable en la
forma del año de 11, y el principio oligárquico-centralista, sin el
cual parecía imposible mantener un Gobierno estable. De donde
resultó la forma centro-federal de la constitución de 1830^. De
1. La insurrección de Río Chico y Alto-Llano no tuvo importancia alguna, y
no tardó el Gobierno venezolano en disculparla con un indulto. Los habitantes de
estas aldeas se habían pronunciado el 1^ de junio por la integridad de Colombia, y
dirigido al Libertador las actas correspondientes, reconociéndolo como Jefe Supremo.
Bolívar se limitó á trasmitirlas al Ministro del Interior.
2. De la que se tratará en el siguiente libro.
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suerte que, sólo ima comprensión parcial y errónea del carácter y
propósitos del Libertador, pudo dar origen á la hostilidad exagerada-
mente injusta del congreso de Valencia.
La indicada contradicción en los procedimientos del congreso,
descubre una de las causas esenciales que obraron en la ruina de
la Gran Colombia, y en la desesperada condición económico-política
de que se quejaban los venezolanos desde 1821, achacándola ahora
á la pretensión, que no tuvo nunca Bolívar, de esclavizar á su
patria. Fué de Caracas la fortuna de ver nacer al hombre capzz
de realizar la Independencia y dirigir la marcha triunfal de su
ejército por Nueva Granada, el Ecuador, el Perú y Bolivia, creando
nuevas Repúblicas; pero fué también esta noble aspiración de Bolí-
var, á consumar empresas cada vez más grandiosas en toda la
América española (como lo reveló en su proyecto iniciativo del con-
greso de Panamá), lo que redujo á Venezuela á una situación de
relativa inferioridad. Si el Libertador, después de Carabobo, y
suponiendo que Santander hubiese podido evitar en Nueva Granada
ima reacción realista, y suponiendo además que el Ecuador y el
Perú se hubieran emancipado por sí propios, — sin todo lo cual
quedaba comprometida la Independencia de Venezuela; si el Liber-
tador, en lugar de aventurarse en el empeño de ligar contra Elspaña
á todas las Indias Occidentales, hubiese reducido su ambición á
fundar la República en su patria, lo habría tal vez logrado. Era
arbitro supremo en 1821. Ninguno de sus tenientes podía rivali-
zarle en genio ni prestigio. Sucre, joven de veintiséis años, llevaba
el sentimiento de la lealtad hasta convertirlo en respeto casi filiaL
Páez era solamente un guerrillero afortunado, sin cultura suficiente,
ni capacidad intelectual para trasformar ima colonia y crear un
Estado^. El pueblo, todavía ignorante y pasivo, era incapaz de pro-
testar contra ningún Gobierno establecido, cualquiera que fuese su
forma. La clase social superior habría sin duda moderado su en-
tusiasmo radical y federalista de 1811, y plegádose, bajo la im-
periosa necesidad, al autoritarismo paternal de Bolívar, para susti-
tuir el antiguo régimen español con otro semejante al que propu-
siera en Angostura y en Bolivia, el cual, no obstante ciertas exa-
geraciones ideológicas fácilmente reparables en la práctica, era, en
realidad, la única transición razonable entre la Colonia y la Re-
pública. Recuérdese que así pensaban en 1813 patricios radi-
cales como Ustáriz, y Muñoz Tébar, y Sanz, y Peñalver; y después
1. La habilidad política de Páez no empieza á revelarse sino en 1826. Se
desarrollará en los afíos de 1 830 á 1 846, adquiriendo entonces una prerrogativa análoga,
en la práctica, á la de los reyes constitucionales de la Europa moderna.
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de asegurada la Independencia de Colombia , libertadores como
Sucre, Urdaneta, Bríceño Méndez, Carabaño y el mismo Páez, fueron
partidarios, no solamente de la autocracia de Bolívar, sino hasta
del Imperio ó Monarqm'a; lo que no se realizó por haberse negado
el Libertador á coronarse, ni aun con el apoyo de Inglaterra^. En
el seno de la paz, — suponiendo siempre el reconocimiento in-
mediato de la nueva República por las potencias europeas, — hubiera
podido Bolívar organizaría, desarrollando su riqueza natural, devol-
viendo á la agricultura y al comercio la prosperidad que perdieron
en la revolución, en una palabra llevando á la práctica aquellos sus
exactos conceptos sobre el estado social de los pueblos que iba
libertando; conceptos que, apuntados en su mensaje de Angostura y
ampliados en los años siguientes, le permitieron apreciar con clarí-
simo criterio, no superado todavía, el problema capital de Hispano-
América. Véase si no como discurría en 1822: ^^Ni nosotros, ni la
generación que nos suceda, verá el brillo de la República que esta-
mos fundando: yo considero á la América en crisálida: habrá una
metamorfosis en la existencia física de sus habitantes: al fin habrá
una nueva casta de todas las razas, que producirá la homogeneidad
del pueblo'". Y en 1824: "Estos países no pueden prosperar en
los primeros cien años: es menester que pasen dos ó tres genera-
ciones. Se debe fomentar la inmigración de las gentes de Europa
y de la América del Norte, para que. se establezcan aquí trayendo
sus artes y sus ciencias. Estas ventajas, un Gobierno independiente,
escuelas gratuitas, y los matrimonios con europeos y anglo-ameri-
canos, cambiarían todo el carácter del pueblo y lo harían ilustrado
y próspero'". Mientras esta trasformación radical no se realizara,
pensó que el único remedio era ima educación intensiva y práctica.
Con este fin protegió personalmente á su maestro Simón Rodríguez
en Bolivia y al inglés Lancaster en Caracas. Y al propio tiempo,
en 1825, preocupado con los estudios de su joven sobrino D. Fer-
nando, dictaba instrucciones que parecen escritas hoy: "si su in-
1. Si Inglaterra no aceptó para un principe suyo la oferta de la corona co-
lombiana, pareció siempre dispuesta á reconocer al Libertador como monarca. Ya
en 1820 era ésta la opinión predominante en Londres. Zea escribía el 12 de julio:
'Nuestra Independencia seria reconocida por todas las potencias el día en que se
estableciese en las nuevas Repúblicas un Poder Ejecutivo hereditario (por con-
siguiente monárquico) bajo cualquier denominación*'. Y en los años siguientes,
hasta el de 1830, el Gabinete británico aconsejó invariablemente el Gobierno vita-
licio de Bolívar.
2. Tomás C. de Mosquera, en un escrito sobre las conferencias de Bolívar y
San Bfartin en Guayaquil, á las que asistió el autor como secretario. Bogotá, 1861.
3. A Sketch of Bolivar, por un oficial de la marina de guerra americana.
Colección Blanco-Azpurúa, t. IX, p. 324.
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clinación le decide á aprender algún arte ú oficio, yo lo celebraría;
pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos faltan
mecánicos y agricultores, que son los que el país necesita para ade-
lantar en prosperidad y bienestar. . ."
Mas no pensó nunca ser Presidente de Venezuela, y tal es el
único cargo que en justicia pudieron hacerle sus compatriotas. Vio
siempre más lejos, miró siempre más alto. Quiso tomarse arbitro
de los destinos de la América española, y fracasó en su empresa
de juntar en un haz político países separados por distancias inmen-
sas, sin caminos, casi desiertos. Desvanecido también su sueño de
presidir una Confederación de Colombia, el Perú y Bolivia, com-
prendió que no había ya campo en América para su vasta ambi-
ción. Por último, enfermo y desengañado, no es verosímil que en
1829 creyese aún en la posibilidad de sobreponerse á la anarquía
colombiana, ni se resignase mucho menos, en 1830, á ser reempla-
zante de Páez en Venezuela. El dilema de toda su vida fué, — ó
la más alta cumbre del poder, ó la oscuridad del simple ciudadano.
Y en los seis meses de 1827 que pasó en Caracas, acabó de pesar
el sentimiento hostil de la oligarquía de su patria, á donde no
hubiera podido regresar ni como simple ciudadano. A los pocos
meses le escribía una de sus hermanas: "aquí no vuelvas sino Li-
bertador ó muerto". Delicado instinto de mujer, que presentía la
explosión de odio de 1830 .... Y, (fenómeno frecuente en la psi-
cología de los hombres y de los pueblos), el mismo Páez, jefe ya
de la oligarquía venezolana, la propia mano que firmó el decreto
de ostracismo del 10 de setiembie, no tardó mucho en tomar la
iniciativa, en 1833, para limpiar de aquella mancha la conciencia
nacional. Restituidas á la patria las cenizas del Libertador, fórmase
al punto, con su nombre y con sus hechos, una leyenda semejante
á las de los pueblos primitivos: la admiración se toma en culto:
se adora á Bolívar como á un Dios: parece casi una herejía ver
sombras en su existencia: llega á tanto el lirismo de los rapsodas
de la leyenda, que aun en los años en que esto se escribe, fuerza
es para la crítica histórica analizar á menudo el carácter y la vida
del grande hombre, mostrándolo á las turbas tal cual era, un genio
sí, pero como todos los genios, alma compuesta de impulsos nobles
y egoístas, apóstol y conquistador, libertador y autócrata, y al fin,
desde 1828, la decadencia prematuramente senil sustituyéndose á la
ascensión triunfal del héroe joven.
De mayo á diciembre de 1830, la vida de Bolívar es una serie
continua de contrariedades y tormentos. No pudo siquiera realizar
su proyecto de ausentarse de Colombia. La insistencia de sus
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amigos en que aguardase el resultado de sus últimos esfuerzos por
consenrar la imidad de la gran República, esfuerzos que él creía,
sin embargo, inútiles; la inacción á que lo condenaba su enferme-
dad; su invencible oposición á someterse á ningún tratamiento mé-
dico (^^ prefiero la muerte á las medicinas^', decía); y sobre todo la
carencia de recursos pecuniarios para emprender un largo viaje,
explican por una parte sus vacilaciones, y fueron, por otra, circuns-
tancias que contribuyeron á exacerbar hasta la tortura su tempera-
mento extremadamente nervioso. Su cuantiosa fortuna estaba ya
reducida á sus derechos en litigio sobre las minas de Aroa, y sus
abogados no podían vencer la mal disimulada hostilidad de Páez,
jefe del Gobierno, ni el rencor personal del Dr. Yanes, á la sazón
jurista el más influyente en los tribunales. Al renunciar la Presi-
dencia, el congreso de Bogotá confirmó un dereto de 1823 que le
acordaba la pensión anual de treinta mil pesos; pero, ni la recibió,
ni le era posible contar en • el extranjero con una renta tan alea-
toria, ni se resignaba á economizar sus escasos recursos, acostum-
brado como estaba ^á darlo todo en Umosna ó regalos á servidores
y amigos. Los pocos amigos que le quedaban en Venezuela, ó lo
olvidaban ó no podían ayudarlo. Apenas se cita una oferta gene-
rosa; la de su tío materno D. Esteban Palacio, quien le escribía
desde Caracas el 15 de junio: ^^Como me han pintado tu situación
muy lastimosa en cuanto á intereses, yo tengo en Europa 5,000
pesos que remití en mayo pasado, con los que puedes contar, y
otros 5,000 que están regados aquí para cuando puedan recogerse ".
Bolívar los rehusó.
A fines de setiembre pasa de Cartagena á Soledad y Barran-
quilla. El 1<> de diciembre llega por mar á Santa Marta. "Vino á
tierra en ima silla de brazos, por no poder caminar: le encontré
el cuerpo muy flaco y extenuado, el semblante adolorido, y una
inquietud de ánimo constante; la voz ronca, una tos profunda con
esputos viscosos y de color verdoso; el pulso igual, pero compri-
mido; la digestión laboriosa: las frecuentes impresiones del paciente
indicaban padecimientos morales : finalmente, la enfermedad de S. E.
me pareció ser de las más graves, y mi primera opinión fué que
tenía los pulmones dañados i". Al día siguiente, el médico francés
Reverend y el cirujano Mac-Night, de una fragata norteamericana,
diagnostican tuberculosis pulmonar. El 6 de diciembre lo trasladan
á la quinta de San Pedro Alejandrino, propiedad del español
1 . Boletines del Dr. Alejandro Próspero Reverend. Colección Blanco-Azpurúa^
t. XrV, p. 464.
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— 49+ —
D. Joaquín de Mier, á una legua de Santa Marta. Allí, asilado por
ironía de la suerte en un hogar de la antigua madre patria, tras-
curren en soledad y tristeza sus últimos días, sin más distracción
que la visita de algunos compañeros de armas. Apenas creían
éstos á sus ojos al ver así postrado á su Libertador; y expresaban
su doloroso despecho en el lenguaje sincero y rudo de los campa-
mentos. £1 general Mariano Montilla, hermano de aquel elegante
afrancesado D. Tomás, que aun en medio de los horrores de la
guerra á muerte prorrumpía en macabros chistes, resume ahora su
pena en vocablos desnudos como su bravo corazón. Cuando el
médico le confiesa que el Libertador está perdido, Montilla monta
en cólera, se golpea la frente, estalla, como al blandir su sable
contra los españoles, en formidable ¡carajo! ... y se echa á llorar.
De tarde en tarde, la sombría estancia se ilumina con recuerdos de
los tiempos dichosos. El general Sarda viene á despedirse de su
jefe. Gran fumador de pipa, huele . . . á tabaco. Toma asiento al
lado de la hamaca, de donde ya no podía levantarse el enfermo.
"General, apártese un poco ... un poco más ... un poco más", —
Sarda, medio amoscado: "Permítame V, E. decirle que no creo
haberme ensuciado". — "No hay tal: es que huele usted á diablos" —
"¿Cómo á diablos?" — "Quiero decir, á cachimbo!" — Sarda, en
tono socarrón: "Ah! mi General! tiempo hubo en que V. E. no
tenía tal repugnancia; cuando doña Manuelita . . . ." — Bolívar,
poniéndose triste: "Sí, otros tiempos eran! Ahora me hallo en una
situación tan penosa; y lo que es peor, sin saber cuando saldré de
. ella". Y el guerrero moribundo vio con envidia al camarada joven
que marchaba de nuevo á luchar, á vivir. A ratos, conversaba con
el Dr. Reverend, mezclando la frase espiritual con la amarga ironía.
"Doctor, ¿qué vino á buscar usted en estas tierras?" — "La liber-
tad!". — "¿La ha encontrado usted?". — "Sí, mi General". — "Es
usted más afortunado que yo . . . Vuélvase á su bella Francia, en
donde ya está flameando la gloriosa bandera tricolor: aquí, en este
país, no se puede vivir: hay muchos canallas". Por las noches,
delirando, pensaba hallarse entre los soldados que lo adoraban:
"Vamonos! Vamonos!,.., esta gente no nos quiere en esta
tierra . . . Vamos, muchachos! . . . Lleven mi equipaje á bordo de
la fragata "...
El Dr. Esteves, obispo de Santa Marta, le visita en los últimos
días, y viéndolo extremadamente débil, le insinúa que es llegada
la hora de cumplir con los deberes de cristiano. Bolívar, después
de protestar que no se sentía tan mal, se resigna y exclama: " Cómo
saldré yo de este laberinto!". Se confiesa con el cura de almas
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— 495 —
de Mamatoco, humilde aldea de indios cercana de Santa Marta i. El
mismo día, 10 de diciembre, otorga testamento. Declara que no
posee otros bienes sino las tierras y minas de Aroa, y imas alhajas
que se hallan en poder de Juan de Francisco Martín, vecino de
Cartagena; que solamente es deudor de cantidad de pesos al dicho
Martín y á Powles & C*, y previene á sus albaceas que estén por
las cuentas que les pasen. Manda que se le devuelva á Bolivia,
como lo había ofrecido, la medalla que le presentó el congreso; que
se entreguen á la Universidad de Caracas los dos volúmenes del Con-
trato Social de Rousseau y del Arte Militar de Monte-Cuculi,
regalo del general inglés Roberto Wilson, y que habían pertenecido
á la biblioteca de Napoleón; que se le den á su fiel mayordomo
José Palacio 8,000 pesos, en remuneración de sus constantes servi-
cios; "que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavajeau, se
quemen ^^'; que su cuerpo sea depositado en la ciudad de Caracas;
que la espada que le regaló el mariscal de Ayacucho se devuelva
á su viuda; "que mis albaceas den las gracias al Sr. general Ro-
berto Wilson, por el buen comportamiento de su hijo el coronel
Belford Wilson, que tan fielmente me ha acompañado hasta los
últimos momentos de mi vida^\ Nombra albaceas testamentarios al
general Pedro Briceño Méndez, á Juan de Francisco Martín, al
Dr. José Vargas y al general José Laurencio Silva. Manda, final-
mente, que sus bienes se dividan en tres partes, dos para sus
hermanas María Antonia y Juana, y la otra para sus sobrinos Juan,
Felicia y Fernando Bolívar.
Hallándose presentes este día, el obispo Esteves, el Coman-
dante General del Departamento, Mariano Montilla; el comandante
de armas de Santa Marta, general José María Carreño; el general
José Laurencio Silva, el auditor de guerra y marina, Dr. Manuel
Pérez de Romero; el coronel José de la Cruz Paredes, el coronel
Wilson y el capitán Andrés Ibarra, edecanes del Libertador; el
1. ¿Era católico Bolívar? Apenas cristiano, ó quizás puramente deista; im-
pregnado como estaba de la filosofía francesa del siglo XVIII. Contra el dogma
católico, defendió siempre la libertad de conciencia y la de cultos, salvo en su
paréntesis de reacción política de 1828. Que se confesara á ultima hora, prueba
solamente que ya el espíritu del Libertador no era más que su sombra.
2. Según el Dr. Reverend, Pavajeau quemó todos los papeles menos un acta
ó representación con la propuesta dirigida á Bolívar para coronarse, y á cuyo margen
escribió éste: "aceptar una corona sería manchar mi gloria; más bien prefiero el
glorioso titulo de primer ciudadano de Colombia". Agrega Reverend: 'Estas pala-
bras afirmo como hombre de honor haberlas visto estampadas en este documento,
que no se publicó para cumplir con las órdenes del Libertador, y también por no
comprometer las firmas de los autores de la proposición". Colección Blanco-Azpurúa,
t. XIV, p. 479.
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— 496 —
coronel de milicias de Santa Marta, Joaquín de Mier; el primer
comandante de milicias de Barranquilla y Soledad, Juan Glen; el
juez político de Santa Marta, Manuel Ujueta; el Dr. Reverend, el
capitán de la guardia, Lucas Meléndez; el teniente de la misma,
José María Molina i; el escribano José Catalino Noguera y el mayor-
domo José Palacio, — dictó y firmó Bolívar su última proclama.
^^Colombianos! Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la
"libertad, donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con des-
" interés, abandonando mi fortuna, y aun mi tranquilidad. Me separé
'" del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendi-
" miento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad, y hollaron
"lo que me es más sagrado: mi reputación y mi amor á la libertad.
" He sido víctima de mis perseguidores, y me han conducido á las
" puertas del sepulcro. Yo los perdono ... Al desaparecer de en
"medio de vosotros, mi cariño me dice que debo haceros la mani-
"festación de mis últimos deseos. No aspiro á otra gloria que á
"la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien
"inestimable de la unión: los pueblos, obedeciendo al actual Go-
"biemo, para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario,
"dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando la
"espada en defender las garantías sociales.
"Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la
"Patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos, y
"se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro".
Murió el 17 de diciembre, á la una del día. Horas depués
hizo la autopsia el Dr. Reverend, confirmando la tuberculosis pul-
monar; y procedió á embalsamar el cuerpo, mal que bien. "Por
desgracia estaba enfermo el único boticario que había en la ciudad:
muy escasas fueron, si no faltaron, las preparaciones que se usan
en semejante caso, hallándome solo para practicar esta operación".
Agrega que la penuria del Libertador era tal, que para vestirlo le
presentaron ima camisa rota, y tuvo que esperar otra perteneciente
al general Silva. El cadáver permaneció expuesto al público en
la casa de aduana de Santa Marta, hasta que se celebraron los
funerales, el día 20, en la iglesia catedral, en una de cuyas bóvedas
quedó depositado el cuerpo durante doce años.
La noticia del fallecimiento llegó á Maracaibo el 21 de enero,
y el Gobernador de esta provincia, Juan Antonio Gómez, la tras-
mitió al Ministro del Interior en los siguientes términos: "Anoche
1. La guardia del Libertador, desde que salió de BogotA, era una compaflfa
del batallón Granaderos.
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— 497 —
^ha llegado á esta ciudad el capitán inglés Pil Riton (?) en la
*^ corbeta de guerra La Rosa, procedente de Jamaica y salida el
"6 del presente de aquella isla. Trae por noticias la confirmacióh
"de la muerte del general Bolívar en la villa de Soledad, provincia
"de Cartagena; de cuyo acontecimiento no hay ya la más pequeña
"duda, pues todos los informes y noticias sobre el particular son
"cónsonos. Un acontecimiento de tanta magnitud y que debe pro-
"ducir bienes innumerables á la causa de la libertad y al bien
"de los pueblos, es el que me apresuro á comunicar al Gobierno
"por el conducto de US. y por medio de un oficial que sólo
"lleva esta comisión. Bolívar, el genio del mal, la tea de la dis-
"cordia, ó mejor diré el opresor de su patria, ya dejó de existir,
"y de promover males que refluían siempre sobre sus conciuda-
." danos. Su muerte, que en otras circunstancias y en tiempo del
"engaño pudo causar el luto y la pesadumbre de los colombianos,
"será hoy sin duda el más poderoso motivo de sus regocijos,
"porque de ella dimana la paz y el avenimiento de todos. ¡Qué
^^ desengaño tan funesto para sus partidarios, y qué lección tan
"impresiva á los ojos de todo el mundo, al ver y conocer la
"protecelón que por medio de este suceso nos ha prestado el
"Supremo Hacedor! Me congratulo con US. por tan plausible
"noticia" ....
No se realizaron los votos de unión con que se despidió
Bolívar de los colombianos. En estos países no existía aún ningimo
de los factores sociales que aseguran la prosperidad de las Re-
públicas, ni era posible crearlos en breve tiempo. El genio im-
pulsivo de Bolívar, omnipotente en la guerra, estaba condenado á
tropezar con las dificultades de la paz, y de aquí qjue él mismo
dudara á menudo de la estabilidad de sus creaciones políticas.
Soñador épico, y al propio tiempo filósofo escéptico, vio claramente,
aun antes de consumar su epopeya militar, la anarquía jde ambi-
ciones personalistas en que iba á disolverse la unidad de aspiración
Á la gloria, que él supo mantener en sus tenientes durante la guerra
con España. En 1821, antes de triunfar en Carabobo, ya decía: "yo
temo más la paz que la guerra". Por otra parte, en los paréntesis
de la carrera militar, su sensibilidad enfermiza lo arrastraba á
accesos de misantropía y pesimismo; y aunque hábil en manejos
de alta diplomacia, le disgustaba en seguida la menuda política
diaria, donde la falacia y la intriga suelen ser mejores armas que
la convicción y la fuerza. Cada vez que pudo descansar entre dos
campañas, le sobrecogió el temor del porvenir. Lo que se nota,
sobre todo, desde 1824. En este año le escribe á Sucre: "Estoy
Fortoul, Historia ConstitacionaL 32
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— 498 —
pronto á dar una batalla á los españoles, para terminar la guerra
de América; pero no más. Me hallo cansado, estoy viejo (viejo á
los cuarenta años!) y ya no tengo que esperar nada de la suerte.
Por el contrarío, estoy como un rico avaro, que tiene mucho miedo
de que le roben su tesoro. Todo son temores é inquietudes, y me
parece que de un momento á otro pierdo mi reputación, que es la
recompensa y la fortuna que he sacado de tan inmenso sacrífído.
A usted le ocurrirá otro tanto. Sin embargo, puedo observarle que
usted es todavía muy joven y tiene mucho á que aspirar. Ojalá yo
estuviera en el caso de usted, para no estar temblando por mi propia
fortuna: al menos todavía tendría deseos, tendría esperanzas que me
lisonjeasen". Y al marqués del Toro: "Puedo asegurar á usted
francamente, que lo pasado parece un camino de flores, y que mis
dolores existen en los días futuros. El porvenir es mi tormento;
es mi suplicio . . . Por acá hemos sido felices en esta campaña . . .
Los españoles han perdido casi todo su ejército, y casi todo el
Perú . . . Dentro de muy pocos meses no quedarán españoles en
América . . . Estas noticias supongo que le aliviarán á usted el
introito de mi carta. Entienda usted, mi querido marqués, que mis
tristezas vienen de mi filosofía; y que yo soy más filósofo en la
prosperidad que en el infortunio. Esto lo digo para que usted no
crea que mi estado es triste, y mucho menos mi fortuna. Si estoy
triste, es por ustedes ..."
Se preocupó en toda ocasión con la suerte de sus amigos y cor-
tesanos, y esto explica en parte la conducta que observó en Colombia,
cuando regresó del Perú, en la cual hallaron motivo las apasionadas
imputaciones de sus adversarios. Los caracteres autoritarios suelen
mostrarse débiles ante las insinuaciones, á menudo interesadas, de las
camarillas palaciegas. Así Bolívar más de una vez, en momentos de
crisis en que se aventuraban los destinos de Colombia, procedió de un
modo contrario á su propia convicción, sometiéndose á los consejos y
exigencias de hombres que parecían sus más fieles y desinteresados
servidores. Reunida la Convención de Ocaña, y convencido de que^
lo mismo el partido de Páez en Venezuela que el de Santander en
Nueva Granada, no cejarían en su empeño de disolver la Re-
pública, tuvo el propósito de dividirla en tres ó cuatro Estados
soberanos, para evitar la constante amenaza de una guerra civil;
pero sus amigos lograron disuadirle de una resolución que les
parecía, personalmente, funesta, y separándose de la Convención
promovieron la dictadura i. Frustrado el asesinato del 25 de se-
1. £1 volumen UI, no publicado, de las Memorias de OXeaxy, contiene
pormenores sugestivos á este respecto.
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— 499 —
tíembre, su primer impulso fué perdonar á sus victimarios, echando
el manto de un olvido magnánimo sobre el triste error de los que
pensaron hallar en el crimen el reino de la libertad; mas como no
hubiese ima sola voz en el Consejo de Gobierno, que no protestase
contra el hábil y generoso propósito del Libertador, se dejó arras-
trar por la pendiente de la reacción, hasta el extremo de. revivir el
absolutismo, político y religioso, de los españoles, suprimiendo todas
las libertades públicas.
En estos años funestos de 28 y 29, su amargo pesimismo
apenas tiene paréntesis de esperanza. "Nosotros — escribe — no
podemos formar ningún gobierno estable, porque nos faltan muchas
cosas, y sobre todo, hombres que puedan mandar y que sepan
obedecer. Por otra parte, nunca tendremos otras leyes, porque
cada Convención será peor que la anterior ^ ... — Yo no he visto
en Colombia nada que parezca gobierno, ni administración, ni orden
siquiera ... La guerra y la revolución han fijado toda nuestra
atención . . . Mientras teníamos que continuar la guerra, parecía, y
casi se puede decir que fué, conveniente la creación de la Re-
pública de Colombia. Habiéndose sucedido la paz doméstica • . .
nos hemos desengañado de que este laudable proyecto, ó más bien
este ensayo, no promete las esperanzas que nos habíamos figurado.
Los hombres y las cosas gritan por la separación, porque la desazón
de cada uno compone la inquietud general*. — ¿Qué haremos con
estos Generales conspiradores? Si los contengo, soy tirano, y si
espero á que delincan para castigarlos, soy cruel asesino^. Yo no
sé como conducirme para dar gusto á estos señores. Si hago
mucho por ellos, abusan; y si no, están quejosos. Ahora voy á
hacer cuatro Generales granadinos, y usted verá luego lo que
hacen: no quedarán conformes. Esto no tiene remedio*. — No hay
fe en América, ni entre los hombres, ni entre las naciones. Los
tratados son papeles; las constituciones, libros; las elecciones, com-
bates; la libertad, anarquía; y la vida un tormento . . . Los tumultos
populares, los alzamientos de la fuerza armada, nos obligarán al
fin á detestar los mismos principios constitutivos de la vida polí-
tica. Hemos perdido las garantías individuales, cuando por
obtenerlas perfectas habíamos sacrificado nuestra sangre y lo más
precioso de lo que poseíamos antes de la guerra . . . Ansiamos
1 ., Carta á Bricefio Méndez. Bucaramanga, 29 de mayo, 1 828.
2. Carta á O'Leary. Guayaquil, 13 de setiembre, 1829.
3. Refiérese á Córdoba, quien llegó á propagar que Bolívar intentaba asesinarlo.
4. Carta á Urdaneta. Guayaquil, 28 de setiembre, 1829.
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— 500 —
por un gobierno estable, consecuente con nuestra situación actual,
análogo á la índole del pueblo, y sobre todo, que nos aleje de
esta feroz hidra de la discordante anarquía . . . que á todos ins-
pira amor desenfrenado del mando absoluto, y al mismo tiempo
odio implacable á la obediencia legal i. — Todo es necesario
crearlo ... La Independencia es el único bien que hemos ad-
quirido á costa de los demás*'*. — Y el supremo despecho: "Los
que han servido á la revolución han arado en el mar . . . Estos
países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada,
para después pasar á las de tiranuelos casi imperceptibles, de to-
dos colores y razas, devorados por todo» los crímenes y extin-
guidos por la ferocidad ... Si fuera posible que ima parte del
mundo volviera al caos primitivo, este sería el último período de la
América".
En el fondo de tal desesperanza ocúltase una confesión de
impotencia, ocasionada ésta por la enfermedad y la prematura vejez.
Ya no era el espíritu creador del mensaje de Angostura, ni de la
constitución de Bolivia, ni del congreso de Panamá. Ahora se
.fijaba solamente en la realidad momentánea. Realidad sombría, es
cierto: — la anarquía y la insurrección en lugar del orden y la
paz; la dominación de caudillos militares reemplazando el imperio
de la ley; la imposibilidad para un solo hombre, aunque fuese el
Libertador, de vigilar con igual eficacia todos los pimtos del
territorio colombiano, que comprendía más de noventa mil leguas
cuadradas: en tan inmenso territorio, y sin vías de comunicación,
menos de tres millones de habitantes; pobreza general ocasionada
por la guerra; la hacienda pública en bancarrota .... Pero de la
misma confesión del grande hombre moribundo surge también la
realidad permanente, el alba del porvenir. Asegurada la Indepen-
dencia, y á pesar de la discordia civil, los países por él emanci-
pados contaban ya con la base fundamental de sus futuras tras-
formaciones.
Aquí es justo señalar otra vez la fecunda enseñanza que encama
la vida pública del Libertador. El supo, cuando contaba apenas
veintiún años de edad, y á raíz de una dolorosa crisis moral,
crearse á sí propio un ideal alto y generoso. En más de una
osasión comprendió y rectificó su error personal: la barbarie de la
guerra á muerte, que él proclamara en 1813, la sustituyó con la
esplendorosa epopeya que comienza en Guayana y remata en
1. Opúsculo publicado en Quito, 1829.
2. Mensaje al último congreso de Colombia. Bogotá, 20 de enero, 1830.
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— 501 —
Ayacucho. Si amó el poder y la gloria, buscó siempre con ellos
el lustre y la grandeza de su patria. Supo desdeñar el oro con
que el Perú quiso pagarle sus triunfos de guerrero; y de aquella
tierra corruptora por su opulencia, se alejó pobre, sin una sola
mancha en su alma de héroe. Sacrificó toda su fortima en formar
y conducir á la victoria los ejércitos de la Independencia. Murió
en la miseria, en hogar ajeno, calumniado, perseguido por sus
compatriotas. Les dejó de herencia dos cosas perdurables: el
ejemplo de su vida y el resplandor de su genio.
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APÉNDICE.
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No. 1,
(Lib. 10, cap. I.)
El nombre de América y el de Venezuela.
Colón descubrió la Tierra Firme en agosto de 1498 (tercero
de sus viajes). En sabiéndolo Alonso de Ojeda, que se hallaba en
Castilla, se determinó á partir á las mismas regiones; y obtenidas
sus provisiones é instrucciones para hacer descubrimientos y rescatar
oro y perlas, salió de Cádiz el 16 de mayo de 1499, acompañado
de Juan de la Cosa y Amerigo^ Vespucci, sin contar á otros des-
cubridores que ya habían navegado con Colón. En 21 ó 27 de jimio
vieron tierra del Brasil, y tomando el rumbo del Noroeste siguieron
las costas de Guayana, Paria y Maracaibo hasta el Cabo de la Vela,
de donde pasaron á la isla Española. Desde junio de 1499 hasta
abril de 1500, Pero Alonso Niño y Cristóbal Guerra hicieron tam-
bién viaje á Tierra Firme; y de octubre de 1500 á setiembre de
1502, Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa completaron el des-
cubrimiento de la costa septentrional de la América del Sur, desde
el Cabo de la Vela hasta Puerto Bello, en el istmo de Darién.
¿Fué Vespucci quien dio al nuevo mundo su nombre de América,
y ésto con el fin de arrebatarle á Colón la prioridad de su des-
cubrimiento? La relación que de sus viajes escribió Vespucci,
erróneamente interpretada por los primeros historiadores y cartó-
grafos, dio lugar á una discusión apasionada y parcial que ha durado
cuatro siglos.
La Historia más leída en Venezuela, al hablar de las injusti-
cias que llenaron de amargura el alma de Colón, dice: ^4a posteri-
dad, que hubiera debido repararlas, ha sancionado de edad en edad
1. Cargúese el acento sobre la i.
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— 506 —
la más inicua de todas ellas, dando al mundo que descubrió, el
nombre de un obscuro aventurero • • • á quien nada debe la humani-
dad . . . que se atribuyó el mérito de haber visto el primero, ya en
el Brasil, ya en Paria, la tierra del Nuevo Continente . . .^'^. Y la
última obra venezolana que trata de lo mismo, contiene varios capí-
tulos destinados á demostrar que Vespucci fué un impostor^.
Si es evidente la injusticia de los contemporáneos de Colón,
no lo es menos la que se cometió después con Vespucci, impután-
dole mentiras y supercherías de que no fué nunca autor'
Vespucci nació en Florencia en 1451. De mozo se dedicó al
comercio, y tuvo grande afición á estudios geográficos. Por los
años de 1489 á 1491, la casa florentina de los Médici le envió á
España como agente de sus negocios allí, y con este motivo se re-
lacionó con los mercaderes de Sevilla que preparaban expediciones
á las tiaras descubiertas por Colón. No tardó Vespucci en deter-
minarse á ir también, como él dice, a vedere parte del mondo
e le sue maraviglie, é hizo sus dos primeros viajes al servicio
de España; el uno, de mayo de 1497 á octubre de 1498, el otro de
mayo de 1499 á junio de 1500. En el año siguiente pasó al serr
vicio de Portugal, emprendiendo dos viajes á las costas del Brasil,
de 1501 á 1504. Vuelto á España, viajó dos veces más con Juan
de la Cosa, en 1505 y 1507. Finalmente, en 1508 fué nombrado
Piloto Mayor de España con residencia en Sevilla, donde murió
en 1512.
1. Baralt y Diaz, Resumen de la Historia de Venezuela, t. I, p. 114 á
118. (Citamos la edición de 1887).
2. Félix £. Bigotte, Colón y su Descubrimiento, t. II, p. 118 á 162.
Caracas, 1905. Omite el Sr. Bigotte & los más recientes historiadores que sostienen,
y prueban, la opinión contraria. Cita, sin embargo, (p. 1 56), aunque para hablar de
ingratitud, la conocida carta de Colón á su hijo D. Diego (1 505) en ki que dice de Ves-
pucci: "El siempre tuvo deseo de me hacer placer: es mucho hombre de bien: la
fortuivi le ha sido contraria como á otros muchos: sus trabajos no le han aprove-
chado tanto como la razón requiere. £1 va por mío y en mucho deseo de hacer
cosa que redunde k mi bien, si á sus manos está**.
3. Consúltense las monografías del historiador brasilero Francisco Adolfo de
Vamhagen, tituladas: Amerigo Vespucci: son caractére, ses ¿crits (méme
les moins authentiques), sa vie et ses navigations, Lima 1865; — Le
premier voyage de Amerigo Vespucci définitivement expliqué dans
ses détails, Viena, 1869; — Nouvelles recherches sur les derníers
voyages du n'avigateur florentin, et le reste des documents et éclair -
cissements sur luí, Viena, 1869; — Postface aux trois livraisons sur
Amerigo Vespucci, Viena, 1870; — Ainda Amerigo Vespucci; novos
estudos e achegas especialmente em favor da interpreta^ao dada a saa
la viagem em 1497 — 98, Viena, 1874. Véase también la luminosa exposición que
contiene la obra de Juan Fiske titulada The Discovery of America, vol. II,
p. 25 á 164. Londres, 1892. Y entre otras memorias, la de Luis Hugues Sul
nome "America**. Turín, 1886.
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— 507 —
Escribió Vespucci un libro con el título de Quattro Gior-
nate, que se perdió. Suyas quedan sólo dos cartas auténticas.
La una, fecha en Lisboa á 4 de setiembre de 1504 y dirigida á su
compatriota Piero Soderini, contiene una breve noticia de cuatro
de sus viajes; pero, arbitrariamente interpretada y traducida, dio
lugar á las calumniosas imputaciones que tantos historiadores re-
piten. En lá primera edición latina (1507), publicada durante el
último viaje de Vespucci, se alteró el nombre indio de un lugar
visitado por él en su primer viaje, poniendo Parias donde el texto
italiano dice Lariab^. Lo cual, y el hablar Vespucci de un pueblo
de indios cuyas casas estaban construidas sobre el agua como las
de Venecia y eran semejantes á las que vio también en su segundo
viaje con Ojeda, contribuyó á que se confundiesen dos viajes dife-
rentes. Bartolomé • de las Casas consagra varios capítulos del primer
Hbro de su Historia de las Indias á demostrar que Vespucci
Bo pudo descubrir la Tierra Firme en 1497; que su relación no
concuerda con las regiones de esta parte ni con las costumbres de
sus habitantes, y que se empeñó pérfidamente en sustituirse al ver-
dadero descubridor, que fué Colón^. Pero toda su argumentación
se funda precisamente en la mencionada confusión de nombres.
Vespucci no pretendió nunca haber estado en la costa de las
perlas (Paria) en 1497, supuesto que en este año viajaba con
Vicente Yanes Pinzón y Juan Díaz de Solís por las costas de
Honduras, Yucatán, golfo de México y la Florida, á las cuales se
refiere la relación que contiene su carta á Soderini. Es cierto que
no menciona aquí el nombre de aquellos capitanes; pero no es ex-
traño cuando se advierte que ya tenía escrita la crónica minu-
ciosa de sus viajes en las Quattro Giornate, desgraciadamente
perdidas, y que su carta, dirigida á un amigo de la infancia, era
sólo un breve sumario, no destinado á quedar como documento
histórico.
Ni tiene mejor fundamento la inculpación de haber querido
sustituir su nombre al de Colón. En la otra carta de Vespucci,
dirigida desde Lisboa en 1503 á Lorenzo di Pier Francesco de*
Medici, y referente á su tercer viaje hecho en compañía de Gon-
1. Texto latino: £t provincia ipsa Parias ab ipsis nuncupata est.
Texto italiano: La provincia si dice Lariab.
2. La Historia de Las Casas se publicó por primera vez en Madrid en
1875 — 76: 5 tomos. — Antonio de Herrera, que también acusa á Vespucci de
haber antedatado su viaje de 1499 con el fin de apropiarse el descubrimiento de
Colón, tuvo á la vista los manuscritos de Las Casas para escribir su Historia
general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme
del mar Océano. Bíadrid, 1601—15.
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— 508 -T-
zalo Coelho á las costas del Brasil i, se encuentra por primera vez
la expresión de Nuevo Mundo, que el mismo Vespucci justifica
por el hecho de no haber tenido los antiguos conocimiento del
nuevo continente, y "porque á todos los que oyeren de él será
cosa novísima ^\ Efectivamente la opinión común era que al sur del
ecuador no había ningún continente, sino el mar que llamaban
Atlántico; y si bien algunos afirmaban la existencia de tierra en
estas regiones, daban muchas razones para considerarla como in*
habitable. "Ahora bien — dice Vespucci — mi último viaje ha
probado que aquella opinión era errónea y en todo contraria á la
realidad, pues que en estos lugares meridionales he hallado un
continente más habitado de pueblos y animales que nuestra Europa,
y que Asia y África, y con un clima más templado y ameno que
cualquiera otra región de nosotros conocida . . .^\ Por manera que
el descubrimiento de Colón y el de Vespucci podían estimarse en-
tonces como dos cosas enteramente distintas: Colón halló la tierra
que todos creyeron, inclusive él mismo, parte oriental del Asia, y
Vespucci demostró la existencia de vastas regiones habitadas en
el Sur, donde nadie las preveía.
A principios de 1504, el fraile dominico Giovanni Giocondo,
de Verona, célebre matemático, arquitecto y humanista, publicó una
versión latina de la carta de Vespucci á Lorenzo di Pier Francesco
de*Medici, poniéndole el título de Mundus Novus; y fué tal la
curiosidad que despertó en toda Europa, que en solo aquel año
se hicieron hasta once ediciones 3. Adviértase, empero, que la
denominación de "Nuevo Mundo" no se entendió entonces como
en años posteriores. Opinaron unos, de acuerdo con la idea del
mismo Colón, que la tierra subecuatorial, desconocida' de los anti-
guos y descubierta por Vespucci, era una prolongación del Asia, y
la consideraron otros como una isla situada al sudeste del propio
continente.
El nombre de América aparece por primera vez en el libro
titulado Cosmographise Introductio, escrito y publicado en 1507
por Martín Waldseemüller, con el seudónimo de Hylacomylus, pro-
fesor de geografía que era en San Dié, ciudad que el duque Renato
1 . Barait y Díaz dicen (t. I, p. 1 1 5) que, si Vespucci navegó por cuenta de
los portugueses al Brasil, "fué como individuo subalterno de la tripulación de algún
bajel". No es verdad. Vespucci mandaba uno de los seis barcos de la expedición
de Coelho, y á tanto llegó su fama de marino, que á los tres afios se le nombró
Piloto Mayor de España.
2. .De la primera no se conocen sino dos ejemplares, el uno en el Museo
Británico de Londres y el otro en la Biblioteca Imperial de Viena.
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— 509 —
de Lorena había convertido en un brillante centro intelectual. Des-
pués de tratar de la división de la tierra habitada, en tres partes
— Europa, Asia y África — WaldseemüUer escribe: "Pero ahora
estás partes han sido más extensamente exploradas, y otra cuarta
parte ha sido descubierta por Américo Vespucio (como se verá
luego); y no veo qué razón impediría llamarla Ame rige ó Amé-
rica, esto es tierra de Américo, según el nombre de su descubri-
dor Américo, varón de sagaz ingenio, — así como Europa y Asia
traen sus nombres de mujeres. Su situación y las costumbres de
sus habitantes, se comprenderán claramente por las dos navega-
ciones de Américo, que siguen^".
Se escribió este libro para servir de introducción á una nueva
edición de Tolomeo, que debía hacerse en San Dié en 1507, y que
no se publicó hasta 1513, en Estrasburgo. Contiene esta edición
la Tabula Terre Nove corregida bajo la dirección de Waldsee-
müUer, y aparecen en ella las tierras del Brasil dibujadas de acuerdo
con el tercer viaje de Vespucci; mas, en lugar del nombre general
de América, ó MundusNovus, hay sólo el de Terra Incógnita;
y á la izquierda, con referencia á los descubrimientos de Colón, se
lee: Haec térra cum adiacentibus insulis inventa est per
Columbü ianvensem ex mandato Regis Castellse. En la
siguiente edición de Tolomeo, publicada en Estrasburgo en 1522,
tres años después de la muerte de WaldseemüUer, se sustituyó el
nombre de Terra Incógnita con el de America, pero sólo en
lo referente al Brasil, dejando siempre la inscripción del mapa an-
terior sobre las partes descubiertas por los españoles. Donde se vé
que no tuvo nunca el geógrafo de San Dié la intención de reempla-
zar el nombre de Colón con el de Vespucci.
WaldseemüUer se refiere en su Cosmografía á dos "descrip-
ciones^^ del mundo, hechas por él mismo, tam ín solido, quam
plano^. En ambas "descripciones" el nombre de América se
aplica al Brasil, y lo propio sucede en el mapamundi de 1514 atri-
buido á Leonardo de Vinci, en los dos globos de 1515 y 1520 por
1. Nunc vero & haec partes sunt latius lústrate & alia quarta pars per Ame-
rícü Vesputium (ut in sequentibus audietur) iaventa est: qua non video un quis iure
vetet ab Américo inventore sagacis ingenii viro Amerígem quasi Ameríci terram
8ine Amerícam dicendam: cum & Europa & Asia a mulieribus sua sortita sunt
nomina. Eius sitü &. gentis mores ex bis binis Ameríci navigationibus que sequntur
liquide intellige datur.
2. El globo lo descubríó Vamhagen en 1872, y el mapa de 1507, junto con
una Carta Bíarina del mismo WaldseemOller, fecha de 1516, los descubríó el pro-
fesor Fischér en 1901. The Oldest Map with the Ñame America, of the
Year 1507, and the Carta Marina of the Year 1516. By M. WaldseemOller.
Edited by Prof. J. Fischer, S. J., and F. R. von Wieser. Londres, 1904.
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— 510 —
Juan Schóner^ y en el mapa de 1540 por Sebastián Münsten De
suerte que todos los cartógrafos llamaron Nuevo Mundo, 6
América, únicamente la tierra situada al sur del ecuador, hasta
que Gerardo Kaufmann (Mercator) señaló las nuevas tierras como
independientes del Asia, y dio á todo el continente el nombre
de América, en 1541, veintinueve años después de la muerte de
Vespucci.
No falta quien sostenga^ que la denominación de América no
tiene nada que ver con el nombre de Vespucci, alegando que los
indios de la América Central llaman Ame ri que ó Americ las
tierras altas situadas al oriente del lago de Nicaragua, Pero no se
aducen pruebas de que los indios empleasen esta denominación
antes del descubrimiento, y con igual razón podría conjeturarse
que la aprendieron más tarde de los españoles^.
Las Casas escribe: '^Maravillóme yo de don Hernando Colón,
hijo del mismo Almirante, que siendo persona de muy buen ingenio
y prudencia, y teniendo en su poder las mismas navegaciones de
Américo, como lo sé yo, no advirtió en este hurto y usurpación
que Américo Vespucio hizo á su muy ilustre padre^." Repárese,
que no solamente tuvo en su poder Femando Colón las cartas de
Vespucci, sino también un ejemplar de la Cosmographiae Intro-
ductio de Waldseemüller, que compró en 1521, según nota del
mismo; mas como quiera que no pusiese en ellas ningún reparo,
no obstante la costumbre que conservó hasta su muerte (1539) de
refutar agriamente todos los libros que le parecían disminuir la
gloria de su padre, es claro que no vio usurpación de ningún género
en los escritos de Vespucci, ni en los mapas de quienes llamaron
América las tierras subecuatoriales.
En resumen, Vespucci no pretendió nunca quitarle á Colón la
gloria de su descubrimiento. No fué él quien propuso su nombre
para el nuevo mundo. La insinuación de Waldseemüller era del
todo lógica é inocente, supuesto que las tierras descubiertas al sur
del ecuador se consideraron como cosa enteramente nueva, de que
no hablaban los antiguos, ó de que hablaron sin creerlas habitadas.
Las regiones visitadas por Colón no podían llamarse en seguida
Nuevo Mundo ni Cuarta Parte, porque ni él ni nadie creyó haber
1. SchOner cometió, sin embargo, un error en su Luculentissima qaaeda
terrae totius descriptio, publicada en Nflmberg en 1515, al decir que Vespucci
visitó la quarta orbis pars en 1497, cuando esto fué en 1501.
2. Julio Marcou, Sur Torigine du nom Amérique, Paris, 1875.
3. Luis Hugues, Sul nome "America", p. 18.
4. Historia de las Indias, t. II, p. 396.
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— 511 —
hallado allí un continente distinto de la costa oriental de Asia. En
el primer tercio del siglo XVI, el descubrimiento de las tierras sube-
cuatoriales llamó tanto ó más la atención de los geógrafos que el de
la costa de Paría é islas adyacentes. Si la ignorancia general de
aquellos tiempos consideró como tierras distintas é independientes
el Brasil y parte septentríonal de Sud-Améríca, era natural señalarlas
con nombres diferentes. Y cuando al fin se demostró que las tierras
descubiertas, asi por españoles como por portugueses, formaban un
todo separado del Asia, ya se había generalizado el nombre de
Améríca, propuesto por WaldseemüUer para las regiones subecua-
toríales, y aplicado después á todo el continente por Mercator, no
por Vespucci. Obsérvese además, que en los últimos años del
siglo XV y en la prímera mitad del XVI, el descubrímiento del
Nuevo Mundo fué un proceso largo y gradual, en cuyos comienzos
tuvieron tanta parte las opiniones de los geógrafos antiguos como
la tradición de viajes anteriores, y las conjeturas geniales de más
de un humanista contemporáneo de los descubridores; y en este
proceso, los geógrafos de la época creyeron justo atribuir gloria
igual á Cristóbal Colón, que abrió el camino hacia lo que él y sus
compañeros suponían costa del Asia; á Amerigo Vespucci, que con
sus compañeros portugueses halló nuevas tierras, y aquí pueblos que
nadie sospechaba, y á Femando de Magallanes, que cruzando el
estrecho de su nombre y el Océano Pacífico, realizó la entonces
más portentosa empresa de navegación ...
Los dos primeros viajes de Vespucci se relacionan también
con el origen del nombre de Venezuela. Refiere que en su viaje
por el golfo de México (1497), estuvo en un puerto donde vio una
población fundada sobre el agua como Venecia, con cerca de
cuarenticuatro casas grandes en forma de campana, que se apoyaban
sobre postes validísimos y se comunicaban por puentes levadizos
echados de casa á casa^.
En su segundo viaje, hecho con Alonso de Ojeda por la costa
de Tierra Firme hasta el Cabo de la Vela, Vespucci vio probable-
mente en el lago de Coquibacoa ó Maracaibo, las mismas construc-
ciones que en Centro- América; y él, ó sus compañeros, ó navegantes
posteriores, pudieron repetir el nombre de pequeña Venecia ó Ve-
1 . Fummo a térra in un porto, dove trovammo una populazione fondata sopra
r acqua como Venetia: erano circa 44 case grandi ad uso di capanne íondate sopra
pali grossisimi, & tenevano le lore porte o éntrate di case ad uso di ponti levatoi,
& d* una casa si poteva correré per tutte, a causa dei ponti levatoi che gittavano di
casa in casa. Carta & Soderini, reproducida por Vamhagen. — Es bien sabido que
poblaciones semejantes han existido y existen en otras partes.
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— 512 —
nezuela; con el que se distinguió primero la gobernación concedida
á los alemanes en 1528^, después la provincia llamada también de
Caracas, y por últímo la Capitanía General de Venezuela.
No. 2.
(Libro 10, cap. VU.)
Proyectos Constitucionales de Miranda.
(Londres, 1808,)
1 . — Proyecto de Gobierno Provisorio.
Toda autoridad que emane del Gobierno español queda abolida
ipso {acto. Las leyes existentes quedarán en vigor con excepción
de las que se expresen en este proyecto.
Comicios.
Los Comicios los formarán los habitantes nacidos ó ya estable-
cidos en el país, cualquiera que sea la casta á que pertenezcan,
con tal tengan la edad de 21 años, hayan prestado juramento á la
nueva forma de gobierno y á la independencia americana, tengan
una renta anual al menos de 50 pesos, sean hijos de padre y madre
libres, no ejerzan el oficio de sirvientes Kíon sueldo, y no hayan su-
frido ninguna pena infamante.
Cabildos.
Las autoridades españolas serán sustituidas por los Cabildos y
Ayimtamientos de las diferentes ciudades, los que agregarán al
número de sus miembros un tercio escogido entre los indios y la
gente de color de la provincia; pero estas designaciones habrán de
ser confirmadas por los Comicios municipales. Ninguno de los miem-
bros de los dichos Cabildos ó Ayimtamientos podrá ser menor de
35 años, ni tener una propiedad menor de 20 fanegadas de tierra
1. Y Venezuela de Venecia viene,
Que tal nombre lé dio por excelencia
£1 alemán, diciendo le conviene
Al grande lago de esta pertenencia
Llamado Maracaibo
Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias. Madrid, 1589.
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— 513 —
cultivada: los indios y la gente de color serán dispensados de esta
última condición por una sola vez.
Los Cabildos escogerán entre sus miembros y todos los ciuda-
danos del distrito, dos que serán denominados Alcaldes, y quienes,
como en el pasado, estarán encargados de la administración de jus-
ticia, y también de la policía durante la guerra actual. Esta elección
debe recaer en ciudadanos de una probidad reconocida, de edad no
menor de 35 años y de una renta anual de 300 pesos á lo menos.
Asambleas.
Los Cabildos escogerán de su seno y entre todos los ciuda-
danos del distrito, uno ó varios representantes (según la población
de cada ciudad) y formarán una Asamblea Provincial encargada del
gobierno general de toda la provincia, hasta que se establezca el
Gobierno Federal.
La edad requerida para los miembros de esta Asamblea no ha
de ser menor de 35 años, y deben tener una renta anual de 400 pesos.
La Asamblea nombrará dos ciudadanos, bien entre sus miembros ó
entre los ciudadanos de la provincia, con la denominación de Cu-
racas, quienes tendrán encargo de activar y hacer ejecutar las
leyes provinciales durante le guerra: su edad será de 40 años y su
renta anual de 500 pesos.
Las leyes existentes seguirán rigiendo hasta ser sustituidas por
otras. Quedarán abolidos ipso facto:
10. — Todo impuesto ó gravamen personal para los indios ó
para los demás ciudadanos;
20. — Todos los derechos sobre las importaciones y exporta-
ciones del país. Sólo se mantendrá un derecho de 15 o/o sobre las
importaciones y de 20 o/o sobre las exportaciones. Se permite la
entrada al país de toda clase de manufacturas y mercancías, asi
como la salida de toda clase de producciones del país;
30. — Todas las leyes referentes al odioso Tribunal de la In-
quisición. Como la tolerancia religiosa es un principio de derecho
natural, se la permitirá en lo general: el pueblo colombiano reconoce
siempre la religión católica-apostólica-romana, como su religión na-
cional.
Milicia.
La milicia, así como toda la fuerza armada, será puesta bajo
la dirección de un ciudadano nombrado por la Asamblea y confir-
mado por los Comicios de la provincia: llevará el título de Hatu-
napa (generalísimo) de los ejércitos colombianos, y su autoridad
Fortoul, Historia ConttitadonaL 33
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- 514 —
sólo durará el tiempo que dure la guerra ó hasta la formación dd
Gobierno Federal. Su principal deber será la organización del ejér-
cito y la defensa del país, y á este efecto propondrá á la sanción
de la Asamblea todos los oficiales. La Asamblea nombrará tres per-
sonas con quienes el Hatunapa consultará, bajo secreto, todos los
asuntos relativos á su encargo, y que le servirán de consejo.
Los fondos necesarios para mantener, mover y acuartelar el
ejército, se obtendrán por requisición del General en Jefe, hasta
que la Asamblea pueda hacer un arreglo definitivo sobre el particular.
El Hatunapa es responsable de la administración de todos
estos intereses, así como del empleo que haga de sus poderes: el
Gobierno tendrá derecho de pedirle rinda cuentas al término de su
encargo.
Clero.
£1 clero estará, durante la guerra, bajo la dirección de un
Vicario General y Apostólico, nombrado por la Asamblea. Los
curas de toda la provincia serán también nombrados, ó al menos
confirmados, por sus feligreses respectivos.
Reglamento.
Los extranjeros que no se hayan establecido ó casado en el
país antes de nuestra declaratoria de independencia, no podrán
gozar de los derechos de ciudadanos americanos, á menos de una
residencia consecutiva de seis años, ó de hacer tres campañas en
los ejércitos americanos. La Legislatura podrá, sin embargo, ea
casos especiales, y cuando lo crea conveniente, otorgar estos de-
rechos.
A los habitantes, de cualquier categoría, que rehusaren prestar
el juramento de fidelidad, se les confinará al interior del país, en
puntos determinados por el Gobierno y por el tiempo que dure la
guerra. A los que pidieren permiso para salir del país se les dará
inmediatamente. La propiedad raíz ó de otro género que dejaren
en el país, será administrada con toda fidelidad durante su ausencia,
deduciendo los gastos de administración y los impuestos generales.
Restablecida la paz, quedarán en libertad de regresar al país en
calidad de extranjeros, y se les restituirán sus bienes. Pero los
que hubieren servido voluntariamente en los ejércitos contra su
patria, quedarán excluidos de ella á perpetuidad.
Todo ciudadano que quebrantare el juramento de fidelidad al
país, ^será perseguido ante los magistrados y castigado severamente
•conforme á las leyes del Estado.
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— 515 —
2. — Proyecto de Gobierao Federal.
Son ciudadanos americanos:
1<>. — Todos los que hayan nacido en el país de padre y
madre libres;
2^, — Todos los extranjeros que, establecidos y casados en el
país, presten juramento de fidelidad al nuevo Gobierno, ó siendo
solteros hagan tres campañas por la independencia americana. De
otro modo permanecerán en clase de extranjeros. La Legislatura
podrá sin embargo, en casos particulares y cuando lo crea con-
veniente, acordar estos derechos.
Comicios Americanos.
Estas asambleas las compondrán todos los ciudadanos ameri-
canos que tengan, además de las cualidades requeridas por la cons-
titución, una propiedad territorial al menos de 100 fanegadas de
tierra cultivada y sean mayores de 21 años. El Gobierno cuidará
de distribuir á cada indio que no tenga propiedad suficiente,
10 fanegadas si es casado, y 5 si soltero.
Los ciudadanos que carecieren de estas cualidades, no podrán
votar en los Comicios; pero no perderán por eso los demás de-
rechos que les correspondan como ciudadanos pacíficos.
Cuerpos Municipales (Cabildos).
Estos cuerpos los formarán cierto número de ciudadanos del
distrito, á quienes designarán los ciudadanos activos, y compondrán
un cuerpo de electores para la representación provincial.
Sus deberes principales serán la policía y administración
interna de las ciudades, así como la designación de las personas
que deban formar las Asambleas Provinciales.
Los miembros de los Cuerpos Municipales no serán menores
de 35 años y deberán tener una renta anual al menos de 500 pesos.
Asambleas Provinciales.
Elstas Asambleas se compondrán de un número de personas
escogidas entre los ciudadanos activos del Imperio Americano.
Tendrán á su cargo la salubridad y administración provin-
ciales, y á este efecto podrán dictar leyes administrativas que se
circunscriban á los límites de la propia provincia y que no pongan
trabas á la ejecución de las leyes generales: para lo cual se some-
terán aquéllas al Cuerpo Legislativo, el que sin retardo y en el
año corriente habrá de devolverlas con su sanción para ponerlas
en vigencia, ó bien dando las razones de su negativa si la rechazare.
33*
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— 516 —
Los miembros de las Asambleas Provinciales elegirán entre
los ciudadanos americanos las personas que deban componer el
Cuerpo Legislativo, y tendrán ante éste derecho de petición. Su
edad no será menor de 30 años y deberán poseer una propiedad
raíz de al menos 30 fanegadas.
La duración de estas autoridades será de cinco años; y ele-
girán igualmente á dos ciudadanos americanos para ejercer en la
Provincia el cargo de Poder Ejecutivo, por cinco años. Los últimos
tendrán el título de Curacas; no serán menores de 40 años, y deberán
ser propietarios de al menos 150 fanegadas de tierra cultivada.
Cuerpo Legislativo.
El Cuerpo Legislativo se compondrá de representantes nom-
brados por las diferentes Asambleas Provinciales (Amantas), en
número proporcional al de la población de cada provincia, y que
sean ciudadanos de la provincia que los envía. Habrán de ser
propietarios de al menos 150 fanegadas y tener la edad de 35 años.
Esta asamblea se llamará Concilio Colombiano y será el único
cuerpo que dicte leyes para toda la Federación Americana; leyes
que pasarán por simple mayoría de votos. Pero serán some-
tidas á la sanción del Poder Ejecutivo, quien tendrá el derecho
de rechazar el proyecto de ley, siempre que al hacerlo exponga
sus observaciones. Si después de esto votare el Concilio la misma
ley con una mayoría de dos tercios, el Poder Ejecutivo deberá
conformarse á la nueva decisión, y sin demora la pondrá en ejecu-
ción como ley del Imperio.
Si el Concilio, por mayoría de dos tercios, encontrare que una
ley constitucional cualquiera requiere reforma ó cambio, el Poder
Ejecutivo la pasará á las diferentes Asambleas Provinciales para su
asentimiento; y si la sancionaren las tres cuartas partes de las
Asambleas, será aprobada y puesta en ejecución. Las Asambleas,
vice versa, podrán tomar la iniciativa, y en este caso, si la aprueban
los tres cuartos del Concilio, será igualmente ley constitucional y
se pondrá en ejecución.
Poder Ejecutivo.
El Poder Ejecutivo, nombrado por el Concilio Colombiano, se
compondrá de dos ciudadanos elegidos entre todos los del Imperio ;
que sean mayores de 40 años, posean una propiedad de 200 fane-
gadas y hayan servido uno por lo menos de los grandes cargos del Im-
perio. Los dos miembros del Poder Ejecutivo durarán dos lustros. Para
la reelección de uno ó ambos, será preciso im intervalo de diez años.
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— 517 —
Los miembros del Poder Ejecutivo tendrán el titulo de Incas,
nombre venerable en el país.
Uno de los Incas permanecerá constantemente en la ciudad
federal, cerca del Cuerpo Legislativo, y el otro recorrerá las pro-
vincias del Imperio.
Los Incas nombrarán dos ciudadanos para ejercer el cargo
de Cuestores ó administradores del Tesoro Público; dos para el
cargo de Ediles, que se ocuparán principalmente en la construc-
ción y reparo de los caminos del Imperio, etc. ; y seis ciudadanos que,
con el título de Censores, harán levantar el censo del Imperio,
vigilarán la instrucción pública y cuidarán de la conservación de
las buenas costumbres. La edad de los Censores no será menos
de 45 años, ni de 40 la de los Ediles y Cuestores. La duración de
sus cargos será sólo de cinco años, haciéndose en seguida nuevos
nombramientos.
En las provincias y en los ejércitos habrá varios Cuestores,
con la sola atribución de percibir las rentas públicas, pagar los
ejércitos, etc. Todo de conformidad con las leyes y reglamentos
del Imperio.
En todas las provincias habrá también Ediles, quienes, como
los de la capital, cuidarán del buen estado de las ciudades, edificios
públicos, templos, acueductos, cloacas, y mercados públicos, pesos y
medidas, etc. Ejercerán la censura de las obras dramáticas, y tendrán
bajo su dirección los juegos y fiestas públicos.
Los Censores tendrán también subdelegados en las provincias,
con encargo de hacer el censo seg^n la forma adoptada para el de
la capital: censo que se pasará puntualmente al Gobierno cada cinco
años, para tener así el estado exacto de la población de todo el
Imperio. Examinarán además, si los ciudadanos cultivan bien sus
tierras, si viven largo tiempo sin casarse, si se han comportado con
valor en la guerra, etc.
Los Incas serán responsables ante la Nación de todos los
actos de su administración; y no obstante la inmunidad de sus
personas durante el ejercicio de sus magistraturas, podrán ser,
terminadas sus funciones públicas, acusados y juzgados ante la Alta
Corte Nacional.
El Poder Ejecutivo tendrá cargo esencial de velar por la
seguridad del Imperio: en consecuencia, podrá hacer la guerra de-
fensiva en caso de ataque de un enemigo cualquiera; pero no podrá
continuarla sin el consentimiento del Concilio Colombiano. En
ningún caso podrá declarar la guerra sin estar autorizado por el
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— 518 —
Concilio, y necesitará también autorización de este cuerpo para
llevaría fuera de los límites del territorio imperial.
En casos de extrema gravedad, el Concilio decretará el nom-
bramiento de un Dictador (con el mismo poder que se daba en
Roma á los dictadores, y el cargo sólo durará un año). Los Incas
escogerán la persona que haya de desempeñar este cargo sagrado.
£1 Dictador habrá de tener á lo menos 45 años de edad, y será
preciso que haya ejercido uno de los grandes cargos del Imperio.
Poder Judicial.
Este poder se compondrá de los jueces que presidan los di-
ferentes tribunales de las provincias, y serán elegidos en comicios
provinciales, en el número que considere conveniente el Poder Eje-
cutivo, de acuerdo con las Asambleas Provinciales.
El Inca dará ó negará su aprobación á la elección de jueces
efectuada por los Comicios: en caso de negaría, lo participará al
Concilio, y si éste confírmala negativa, llamará á nuevos comicios;
pero en caso contrario, el juez queda legítimamente nombrado y se
le dará posesión de su destino.
Los jueces tendrán las cualidades de ciudadanos activos y no
podrán ser menores de 40 años. Serán inamovibles y vitalicios,
salvo el caso de prevaricación. Si tal sucediere, se les acusará
ante el Concilio, que examinará los cargos. Si los encontrare in-
suficientes, rechazará la acusación: si la declarare con lugar, la
pasará á la Alta Corte Nacional (único tribunal competente para
juzgar á los Incas).
La constitución de los tribunales, y los juicios por jurados,
serán enteramente conformes á lo estatuido en Inglaterra y en los
Estados Unidos de América. Se nombrará primero un jurado
especial, hasta que la masa de los ciudadanos se encuentre más
ó menos acostumbrada á la libertad; jurado que conocerá solamente
de los asuntos civiles ó criminales.
El Poder Ejecutivo nombrará la Alta Corte Nacional, que se
compondrá de un presidente y de dos jueces, elegidos entre los
jueces nacionales. Esta Corte conocerá de los negocios relativos
al Derecho de Gentes, á los tratados con las potencias extranjeras,
y juzgará por último á todos los magistrados y demás personas
acusadas de prevaricación ó de cualquiera otro crimen de Estado.
Culto.
La religión católica-apostólica-romana será religión nacional,
y la jerarquía del clero americano la determinará un Concilio Pro-
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— 519 —
vincial que se convocará al efecto. Dado que la constitución admite
una perfecta tolerancia, ningún ciudadano será molestado por sus
ideas religiosas.
Los ministros del Evangelio no podrán ser molestados de
ninguna manera en el ejercicio de sus funciones, y á este efecto se
les excluirá de toda función civil ó militar.
La misma excepción se aplicará á los agentes del Poder Judicial,
que no son menos necesarios que útiles en el ejercicio de sus fun-
dones. Por tanto, todo notario público, procurador ó abogado, será
excluido del servicio militar y de cualquiera función civil.
Toda persona que enajenare sus tierras perderá el precioso
derecho de ciudadano, y sólo podrá recuperarlo cuando adquiera
la cantidad de tierras necesarias al efecto.
Las personas que descuidaren el cultivo de sus tierras por
dos años consecutivos, serán castigadas por los magistrados', de
acuerdo con las leyes.
La ciudad federal se establecerá en el punto más central
(tal vez en el istmo de Panamá), y llevará el nombre augusto de
Colombo, á quien se debe el descubrimiento de esta bella parte
de la tierra.
No. 3.
(Lib. 2», cap. U).
Acta de Independencia.
Estudio por José Gil Fortoul y Carlos A. Villanueva.
j
No existe en los archivos venezolanos el original del Acta de
Independencia. O lo destruyeron las autoridades españolas cuando
reocuparon á Caracas en 1812, ó lo enviaron con otros documentos
á los archivos de la Península, donde acaso se encuentre traspape-
lado, ó desapareció con alguno de tantos archivos quemados durante
la guerra 1. Pero el texto que corre en historias, recopilaciones y
1 . José Domingo Diaz, que estuvo siempre en todos los secretos del Gobierno
español, y era por otra parte muy aficionado á coleccionar papeles, dice que en
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— 520 —
periódicos, es idéntico, salvo una que otra ligera variante, e^>ecial-
mente en la ortografía; y por tanto, no occurren dudas acerca de
su autenticidad
Subsisten, empero, dos cuestiones históricas de grande impor-
tancia. ¿Por qué en unas de las actas impresas aparecen 41 firmas,
(sin contar la del secretario del congreso, Francisco Isnardy, que
no era diputado), y en otras 37, faltando aquí las firmas de los di-
putados Ramón Ignacio Méndez, Gabriel de Ponte, Ignacio Ramón
Bricefto y Juan Pablo Pacheco? ¿Fué realmente firmada, y cuándo,
el Acta de Independencia?
El primer escritor venezolano que notó la diferencia de firmas
fué el Dr. Arístides Rojas, en 1884, y se pronunció por el Acta que
autorizan 41 diputados, añadiendo que la firmaron el 7 de julio;
aunque sin aducir prueba alguna de que á la sesión de ese día
asistiese precisamente aquel número, ni tampoco de que firmasen
todos los diputados presentes i.
Años después, la Academia Nacional de la Historia se ocupó
en examinar el mismo asunto, desde el 28 de mayo de 1890 hasta
el 7 de diciembre de 1898. En el curso de la discusión, el acadé-
mico Dr. Julián Viso sostuvo: que no había constancia de que el
Acta aprobada por el congreso el 7 de julio, inserta en El Publi-
cista de Venezuela y comunicada al Poder Ejecutivo el día 8 con
la fórmula de juramento, la firmasen antes los diputados, y que como
el Acta de 37 firmas se había mandado publicar oficialmente en
1834, en la Gaceta de Venezuela, debíase respetar el status
quo. Los demás académicos opinaron lo contrario.
En 1894, el Sr. Manuel Landaeta Rosales publicó una lista
casi completa de los documentos en que aparecen ambas Actas; re-
paró que la escena de la firma representada por Martín Tovar y
Tovar en su famoso cuadro, no es históricamente exacta, puesto que
está fuera de duda que el Acta no se firmó el 5 de julio, é insinuó
que tal vez en los días siguientes alguno de los patricios '^se fué
recogiendo las firmas de casa en casa^^\
En 1901, el primero de los firmantes del presente estudio
Uamó la atención al carácter puramente conjetural de las conclu-
siones de la Academia de la Historia^.
junio de 1821, días aotes de la batalla de Carabobo, quemó eu Caracas muchos 'pre-
ciosos documentos de aquella época, que no podía salvar, y para cuyo escnitínio
faltaba el tiempo**.* Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, p. 255.
1. A. Rojas, El Constituyente de Venezuela. Caracas, 1884.
2. Véase el Diario de Caracas, 4 de julio, 1894.
3. En El Tiempo, de Caracas, 5 de febrero, 1901.
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— 521 —
Ya en diciembre de 1896 había la Academia aprobado por
unanimidad de votos un informe escrito por los Sres. Felipe Tejera,
Jacinto Gutiérrez Coll y Dr. Rafael Seijas, quienes dictaminaron que
el acta auténtica, de 41 firmas, es la copia que se encuentra en un
libro titulado Documentos oficiales interesantes relativos á
las Provincias Unidas de Venezuela, impreso en Londres, en
castellano y en inglés, el año de 1812 1. Y acordó en consecuencia
la Academia, comunicar dicho informe al Ejecutivo nacional por
órgano del Ministerio de Instrucción Pública, quien lo insertó y re-
comendó al congreso en su Memoria de 1899^. El congreso no lo
tomó en consideración.
Finalmente, el Gobierno del general Cipriano Castro expidió
un decreto á 19 de abril de 1900, en el que se declara texto oficial
el Acta impresa en Londres; y en 28 de mayo de 1903, el Ministerio
de Instrucción Pública mandó publicar un volumen que contiene:
1®. La resolución del Ministro; 2®. El dictamen de la Academia;
3* El decreto del Ejecutivo, y 4^. La reproducción del texto español
de los Documentos de Londres^.
El presente estudio se propone resolver la cuestión histórica,
con vista de las Actas oficiales de 1811, desconocidas de la Aca-
demia, y con algunas consideraciones, también documentadas, que
contradicen las conjeturas de la propia Academia.
Reproducimos previamente, con una adición esencial, la lista
de publicaciones formada por el Sr. Landaeta Rosales en 1894.
Traen el Acta con sólo 37 firmas:
1) El Observador Caraqueño, 1824.
2) La Gaceta de Venezuela, 1834. Esta publicación se
hizo en virtud de un decreto del Poder Ejecutivo (16 de abril del
mismo año) y conforme á una copia del Acta, autorizada por el
Concejo Municipal de Caracas.
3) Los Apuntes Históricos del cuarto tomo de la Geo-
grafía General por Feliciano Montenegro y Colón, 1837.
1. Ignórase quién fué el autor de este libro. ¿Lo mandó el general BÜranda
desde Caracas & su amigo el ex-Bfinistro inglés Nicolás Vansittart? ¿O lo compuso
en Londres el agente venezolano D. Luis López Méndez?
2. Página 619 y siguientes.
3. Academia Nacional de la Historia — Prólogo á los anales de Vene-
zuela— Edición oficial. Caracas, 1903. — Los documentos son: "Observaciones
preliminares** del editor (anónimo); Acta de Independencia, con el decreto del Su-
premo Poder Ejecutivo, 8 de julio de 1811, que manda publicarla; Declaración del
congreso sobre derechos de los extranjeros, 1^ de julio; "Hanifiesto que hace al
mundo la Confederación de Venezuela*', 30 de julio; "Constitución federal para los
Estados de Venezuela**, 21 de diciembre; Alocución del congreso á los venezolanos
23 de diciembre del propio afio.
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— 522 —
4) Dos caligrafías por Ramón Irady, 1840 y 1883.
5) Una litografía hecha en Filadelfia, de 1840 á 1842, y copia
que de la misma sacó en Caracas Félix Rasco.
6) El Resumen de la Historia de Venezuela por Rafael
María Baralt y Ramón Díaz, 1841, edición de París i.
7) La Vida del Libertador Simón Bolívar por Felipe
Larrazábal, 1865.
8) Las Memorias de Daniel Florencio 0*Leary, 1883.
En cambio traen 41 firmas:
1) El Publicista de Venezuela, 11 de julio, 1811.
2) El bando del Poder Ejecutivo, 14 de julio, 1811. In folio.
Imprenta de Baillío^.
3) La Gaceta de Caracas, No. 41, del martes 16 de
julio, 18118.
4) Un in — 4<>, en papel azul claro, impreso por Gallagher. y
Lamb, los propios editores de la Gaceta^
5) Los Documentos interesantes de Venezuela, Lon-
dres, 18125.
6) El Español, periódico publicado en Londres por José
María Blanco White, 1812«.
7) El Compendio de la Historia de Venezuela por Fran-
cisco Javier Yanes, 1840.
8) El Bosquejo de la Historia Militar de Venezuela
por José Austria, 1853.
9) Los Documentos para la historia de la vida pública
del Libertador, coleccionados por José Félix Blanco y Ramón
Azpurúa, 1878.
10) La Opinión Nacional, Caracas, 4 de julio, 1878.
11) El Constituyente de Venezuela por Arístides Ro-
jas, 1884.
12) La Gran Recopilación geográfica, estadística é
histórica de Venezuela por Manuel Landaeta Rosales, 1889.
1. La edición de Curazao, 1887, trae 41 firmas. ¿Variante introducida por
los editores?
2. Hay un ejemplar en los Archivos del Gobierno inglés. Foreign Of-
fice — Spanish America — North — No. 125.
3. Ibidem. Colonial Office — Martinique — 1811 — Vol. I. — La Mar-
tinica estaba en poder de los ingleses desde 1810.
4. Colonial Office — Loe. cit.
5. Hay un ejemplar en el Museo Británico. Londres. ,
6. £1 Museo Británico posee una colección de este periódico.
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— 523 —
13) El cuadro al oleo de Martín Tovar y Tovar, y sus re-
producciones.
Respecto del Acta que figura con 40 firmas en la Historia
de la Revolución de la República de Colombia por José
Manuel Restrepo^, adviértase que contiene un evidente error de
imprenta. Saltó allí el nombre de Ramón Ignacio Méndez, diputado
por Guasdualito, y aparece como de esta villa José Luis Cabrera,
que le precede en la lista, el cual era diputado por Guanarito.
Como se ha visto, el primer impreso, conocido, que trae el
Acta con 37 firmas, es El Observador Caraqueño de 1834. Su-
pone la Academia, que en esta fecha ^4os únicos documentos con-
sultables^' eran los de 1811 (El Publicista y el bando del Go-
bierno) y de 1812 (el libro anónimo de Londres); que la supresión
de cuatro firmas en 1824 se explica por un error de copia ó de
imprenta; que la misma supresión en la Gaceta Oficial de 1834
se debe á haberse copiado entonces el Acta mutilada de ElObser-
vador, y que si los historiadores Montenegro, Baralt, Larrazábal,
O'Leary, el calígrafo Irady y los litógrafos de Filadelfia no corri-
gieron el error, fué porque nadie se fijó en él hasta 1884.
Repárese desde luego, que si en 1824 se hubieran consultado
las publicaciones ^teriores, (no solamente las que cita la Aca-
demia, sino también la Gaceta de Caracas), las firmas del Acta
de El Observador conservarían el orden en que se imprimieron
en 1811, y no se notaría tampoco discrepancia en las denomina-
ciones de los diputados. Por otra parte, tanto el Acta de El Ob-
servador como la de la Gaceta Oficial de 1834, son reproduc-
ción de un Acta manuscrita que existía en la Municipalidad de
Caracas; acta que sirvió de texto al secretario municipal Juan José
Toro para la segunda impresión. ¿Cuando y como se perdió?
Probablemente no la devolvió el litógrafo de Filadelfia. ¿Y por
qué sus firmas y denominación de los diputados no concuerdan con
las Actas impresas en í811? No existiendo hoy ninguna Acta
manuscrita, la cuestión es insoluble. Pero podemos conjeturar (por
lo que se verá después) que el 8 de julio se firmaron en el con-
greso varios ejemplares; que uno de ellos se remitió á la Muni-
cipalidad, y que si en éste faltan cuatro firmas, fué porque ya se
habían ausentado cuatro diputados. Finalmente, es inverosímil que
las firmas de este ejemplar fueran simple copia, porque ningún
copista hubiera alterado tan arbitrariamente el orden del original.
En las cuatro actas conocidas de 1811 las firmas aparecen así:
1. Edición de 1858, vol. H, p. 568.
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— 531 —
Para completar lo relativo al número de diputados^ añadiremos:
que D. Domingo de Alvarado, diputado por Barquisimeto, y D. Luis
de Rivas y Tovar, diputado por Caracas, asistieron á la instalación
del congreso, pero no tomaron después parte en los debates sobre
Independencia; lo que explica que sus nombres no figuren entre las
firmas de ninguna Acta: — que D. Bartolomé Blandain, segundo
diputado suplente por Caracas, no concurrió al congreso sino des-
pués de proclamada la Independencia, en reemplazo del principal
D. Femando del Toro: — que D. Pedro de Arrieche, diputado por
Carora, no figura en el congreso hasta el mes de diciembre; — y
que desde el 26 de marzo toman asiento dos diputados de la pro-
vincia granadina del Socorro, D. Alberto Moreno y D. Miguel Tadeo
Gómez. Venían éstos á Caracas á negociar el modo de aliar las
dos provincias para *^ defender y asegurar sus respectivos terri-
torios^". Presentados al congreso por el Secretario de Estado Sanz,
*' manifestaron ante Su Majestad, y de modo público, el ardiente
deseo de la Provincia de El Socorro para aliarse á las Provincias
Confederadas de Venezuela y ayudar á éstas con todos los medios
en su poder; y dijeron además la gran satisfacción que tenían por
haber sido admitidos en el seno de la primera Asamblea Nacional
reunida en la América Hispana^". Se acordó en seguida que que-
dasen incorporados como representantes de su provincia, y Sanz
los acompañó luego al despacho del Poder Ejecutivo, para entie-
garle al Presidente las credenciales de su misión^. Pero los dipu-
tados de El Socorro improbaron la forma republicana con que se
declaró en Caracas la Independencia, y abandonaron la negociación
que les encomendara su Provincia,
El congreso declaró la Independencia absoluta en su sesión
•de la mañana del 5 de julio, por unanimidad de votos de los dipu-
tados presentes, á excepción sólo del Pro. Manuel Vicente Maya,
que votó contra: en la sesión de la tarde del mismo día, se comi-
1. Gaceta de Caracas, 29 de marzo, 1811. '
2. Gaceta de Caracas, 12 de abril, 1811.
3. Casi al mismo tiempo, el 16 de marzo, el Gobierno de Bogotá recibió en
audiencia pública y solemne al comisionado de la Junta Suprema de Caracas, D. José
-Cortés de Madariaga, quien celebró el primer tratado de unión (28 de mayo, 1811).
La iniciativa de la futura Colombia fué, pues, simultáneamente recíproca. Ya en
22 de febrero, 1811, el Vicepresidente de la Suprema Junta de Bogotá, D. José
Miguel Pey, escribía á la de Caracas, que siendo iguales los sentimientos que ani-
maban á los habitantes de la Nueva Granada y de Venezuela respecto del Gíobiemo
de Cádiz, los ¿granadinos se declaraban hermanos de los caraqueños para marchar
unidos hasta obtener la libertad, y juraban no desviarse un solo punto de tal com-
prometimiento. — Archivos del Gobierno inglés. — Colonial Oífice-Cura^ao
— 1811 — vol.I.
34*
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— 532 —
sionó al diputado Roscio y al secretario Isnardy para formular en
un proyecto de acta ó manüíesto las causas y motivos de la Inde-
pendencia: el 6 de julio (domingo) no hubo sesión: en la del 7 se
leyó y aprobó el proyecto. Dice la minuta de este día^: ^^-Se leyó
y aprobó el acta de declaratoria de independencia formada por el
Secretario (falta el nombre del Dr. Roscio) en cumplimiento del
encargo que le coitfirió S. M. (Su Majestad el congreso). Esta acta
está inserta en £1 Publicista número 2. En seguida se siguió
discutiendo por primera vez el proyecto de ley para el juramento
constitucional presentado por el señor Paúl, y quedó diferida su
resolución y aprobación. En lo que se invirtió la mañana y se
concluyó el acto". Desde luego nótese aquí un anacronismo: el
número 2 de El Publicista no circuló hasta el 11 de julio. Para
explicarlo, la Academia supone que el secretario Isnardy, á cuyo
cargo estaba el periódico, dio á las cajas el manuscrito con anti-
cipación, porque "no se disponía sino de una sola prensa". Supo-
sición inadmisible. En primer lugar, Isnardy no podía dar á las
cajas im documento que no estaba aún aprobado, y que el congreso
hubiera podido modificar; y en segundo, es inexacto que se dis-
pusiese de ima sola prensa, porque desde 1810 existían en Caracas
dos imprentas, — la de Juan Baillío y Ca., que publicó otra Acta el
14 de julio, y la de D. Mateo Gallagher y D. Jaime Lamb, dond^
se editaba la Gaceta (oficial) de Caracas. Cuando la minuta
emplea el presente del verbo estar, en vez del futuro, se sirve de
una fórmula semejante á la del último párrafo del Acta, que dice:
" Dada en el Palacio Federal y de Caracas, firmada de nuestra mano^
sellada con el gran sello provisional de la Confederación, refren-
dada por el Secretario del Congreso, á cinco días del mes de
julio", etc., dando anticipadamente por efectuado el acto de la firma.
La suposición de la Academia es tanto más arbitraria cuanto que
hay otros casos de anacronismo en las publicaciones oficiales de
1811. Ejemplo: en la Gaceta de Caracas de <P de marzo de 1811
aparecen dos documentos fechados el lo y el // de marzo, á saber:
una proclama del Presidente de la Confederación D. Baltasar Padrón,
con motivo de un conato revolucionario en el que estaban compli-
cados varios oficiales del batallón de gente de color, y una protesta
de adhesión al Gobierno suscrita por el comandante de dicho ba-
tallón, el lugarteniente de infantería D. Pedro Acevedo. Por último,
explícanse fácilmente tales particularidades en la fecha de los perió-
dicos, cuando se recuerda que no eran diarios, sino bisemanales
1. Colección Blanco-Azpurúa, t. III, p. 157.
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— 533 —
ó semanales, y que contando con pobres recursos tipográficos, no
siempre podían circular en día fijo.
Veamos otras inexactitudes de la Academia. Su dictamen de
1898 contiene un apéndice que dice: "La lectura del Acta mencio-
nada (la impresa en Londres) sugiere reflexiones varías, entre las
cuales nos ocurre apuntar en primer término: la ortografía anticuada
del texto, que era la propia de la época, lo que por sí solo (sic)
habla á favor de su autenticidad; y en segundo, la colocación de
las firmas de los diputados, que está alterada en las actas de 1824
y 1834. En efecto, en la auténtica se dio la primacía de lugar á
los diputados de Caracas, como en señal de distinción á la ciudad
que había iniciado, el 19 de abril de 1810, el primer movimiento de
emancipación política de la América española; luego firman el Pre-
sidente y el Vicepresidente del Congreso y en seguida los demás
diputados, con la circunstancia de que e^tqs no siguen un orden
fijo respecto del dictado de su representación; pues unos lo
escriben antes de la firma, y otros después de ella, como segura-
mente les ocurría en el acto de autorizar el documento. Todo
lo cual da á éste un sello de verdad que refleja, hasta en sus
minuciosidades, aquel célebre instante de la augusta transfiguración
«de Venezuela".
Ninguna de semejantes afirmaciones puede pasar " sin reparo.
Bn cuanto á la ortografía anticuada, adviértase de nuevo que la Aca-
demia no razona sobre im documento manuscrito y original, ni si-
quiera sobre un documento oficial; y por consiguiente, lo mismo la
ortografía del impreso anónimo de Londres que la de los impresos
caraqueños de 24 y 34, pueden discrepar, aunque ligeramente, con
la ortografía del Acta original, que nadie conoce. — No es exacto
que en el Acta de Londres se dé la primacía de lugar á los dipu-
tados de Caracas en señal de distinción á la ciudad que iniciara
la emancipación política de Hispano- América^. Los diputados de la
ciudad de Caracas ocupan en esa Acta los puestos 1® (López
Méndez), 5© (Castro), 13 (Ponte), 18 (Toro) y 23 (Clemente). Ni es
tampoco absoluta la primacía de lugar en cuanto á los diputados
de la provincia de Caracas, porque se ven allí intercalados (puestos
^o y 70) el nombre de Domínguez y el de Mendoza, diputados por
1. Se olvida además, que la provincia de La Paz del Alto Perú (Bolivia)
oonstitayó su "Junta Tuitiva** nueve meses antes que Caracas, en 16 de julio de
1809, sin que baste para despojarla de su iniciativa la circunstancia de haberia di-
suelto á poco las armas españolas. Y . respecto de Venezuela, no ha de olvidarse
4|ue el 'movimiento de emancipación política** venia desde las tentativas revolu-
cionarias de 1795 y 97, y se acentuó en las representaciones del Ayuntamiento
caraqueño de 1808.
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— 534 —
Barinas. La enumeración de provincias, con que principia el Acta^
es: Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Tru-
jillo. A esta enumeración no corresponde el orden de las fírmas,
que están agrupadas así: de la provincia de Caracas, 5; de Barinas,
2; otra vez de Caracas, 16; de Cumaná, 4; de Barcelona, 2; de Ba-
rinas (nueva alteración), 7; de Margarita, í; de Mérida, 2; de Tru-
jillo, 1, y de Barcelona (otra alteración), 1. De manera que este
desorden, no la supremacía de lugar imaginada por la Academia, es
el indicio que obra en favor del acto de la firma. — Tampoco es
exacto que unos diputados escriban el dictado de su representación
antes y otros después. A las ag^paciones de diputados por Caracas
*y Cumaná precede la mención **Por la provincia de . . . .", con la
circunstancia ya indicada de que la primera se interrumpe con dos
diputados de Barinas; á las otras agrupaciones precede la mención
abreviada "Por la de . . . .". A cada firma sigue el dictado de su
representación local, con tres excepciones: la de Maneiro, por
Margarita; la de Pacheco, por Trujillo, y la de Ramírez, por la
villa de Aragua de Barcelona. La última es la única que se sin-
gulariza poniendo antes su dictado de provincia y ciudad.
En el Acta de 41 firmas no encabezan la lista el Presidente
y el Vicepresidente del congreso. ¿Por qué? Sin duda porque el
acto de la firma no se consideró como parte de una sesión del con-
greso. Aprobada el Acta en la sesión del 7, los diputados la fuerwn
firmando á medida que llegaban al congreso, los unos probable-
mente el mismo día 7 y los demás en la mañana del 8. — Sea lo
que fuere, en un documento del Poder Ejecutivo encontramos igual
singularidad. En la proclama que dio á los caraqueños el 5 de julio
(la insertaremos abajo), anunciándoles la declaratoria de Indepen-
dencia, la firma de Mendoza, Presidente en tumo, no ocupa el
primer lugar, como era de estilo, sino que viene después de las de
sus colegas Padrón y Escalona.
Otros pormenores interesantes. Miranda, cuya firma manuscrita
es siempre Fr. de Miranda, ó Fran: de Miranda, aparece fir-
mando en unas Actas Francisco Miranda y en otra Francisco
de Miranda. La última forma aparece también en la Constitución
y en varios impresos de los años de 11 y 12. Roscio, que firmaba
siempre Juan Gn. Roscio y Juan G. Roscio, firma en dos de
las Actas citadas sin ninguna abreviatura. Diferencias análogas se
observan comparando las firmas del Acta y las de la Constitución.
Es indudable que los impresores no respetaban escrupulosamente
la forma de los nombres. Prueba de ello el Acta in-folio, donde
á Manuel Palacio lo bautizaron Ramón.
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— 535 —
Fáltanos demostrar que las Actas impresas en 1811^ las fir-
maron realmente los 41 diputados que en ellas figuran. A primera
vista pudiera extrañarse la firma del Pro. Manuel Vicente Maya,
diputado por la Grita, quien se opuso repetidas veces á la declara-
ción de Independencia y al fin votó contra. Pero no hay duda de
que se decidió después á aceptar y autorizar un hecho consumado;
así como firmó también, á los cinco meses, la constitución republi-
cana del 21 de diciembre, haciendo solamente salvedades en
lo relativo á la abolición del fuero eclesiástico. Y aunque Maya
no fué nunca amigo sincero de la revolución separatista, cual
lo prueba la circunstancia de haberse apresurado en 1812 á unirse
de nuevo con los españoles, no hizo con ésto más que imitar al
arzobispo CoU y Prat y á varios diputados, que anduvieron
fluctuando, de 1810 á 1821, entre la Independencia y la contra-
rrevolución realista.
Los siguientes documentos oficiales, desconocidos de la Aca-
demia, van á revelar la verdadera historia de aquellos días clásicos.
Votada la Independencia el 5 de julio, el Presidente del congreso
oficia al Presidente de la Confederación^:
"El Supremo Congreso ha sancionado en este día la declara-
" toria de nuestra independencia y se ocupa actualmente en discutir
"las fórmulas de aquel sublime y memorable acto. En tanto, pues,
"^e determina, ha acordado que se participe al Supremo Poder Eje-
"cutivo tan laudable y digna resolución, para que como encargado
"privativamente de la seguridad pública adopte las medidas que
"crea más convenientes en las actuales circunstancias: baxo el firme
"supuesto de que con quanta brevedad sea posible se expedirá la
"interesante declaración, que nos eleva al alto rango de Estados
"libres é independientes, y nos saca de la horrorosa esclavitud en
" que hemos yacido hasta ahora. Comunicólo á V. S. para que se
"sirva elevarlo al conocimiento de S. A.*.
"Dios guarde á VS. m. a.
"Caracas 5 de julio de 1811.
"Juan Antonio Rodríguez Domínguez
Presidente.
"Francisco Isnardy
Secretario."
1. Acerca de la de 37 firmas recuérdese lo dicho arriba.
2. Gaceta de Caracas del martes 9 de julio. Se halla en los Archivos
del Gobierno inglés. Colonial Office — Martinique — 1811 — vol. I.
3. £1 Ejecutivo tenía el tratamiento de Su Alteza.
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— 536 —
Al punto expidió el Ejecutivo una proclama á los habitantes
de la provincia de Caracas, diciéndoles^:
"Caraqueños! ¿Podrá anunciaros el Supremo Poder Ejecu-
" tívo que el Supremo Congreso de Venezuela ha acordado en este
"día la Independencia absoluta? Ya, Caraqueños, no reconocéis
"superior en la tierra: ya no dependéis sino del Ser Supremo.
"Esta sublime idea, esta elevada empresa sólo puede concebirse y
"executarse por hombres animados de la Libertad y dispuestos á
"sacrificarse por ella. Meditadla; y meditad quanto es el campo
" que se abre á la libertad para acreditar con acciones heroicas que
"un Pueblo que quiere ser libre lo es en efecto; y en tanto que se
"dispone la publicación, con la solemnidad correspondiente, dispo-
"neos para manifestar que el Supremo Congreso desempeña digna-
"mente la confianza pública; y que el Supremo Poder Ejecutivo
"merece la vuestra en la execución y perfección de la empresa.
"Baltazar Padrón — Juan Escalona —
"Cristoval de Mendoza, Presidente en turno —
" Por impedimento del Sr. Secretario de Estado
"Antonio Muñoz y Tebar
"Oficial Primero.^'
El mismo día 5, el Poder Ejecutivo participó la declaratoria á
las autoridades de la provincia de Caracas, á las demás de la Con-
federación y, en nota especial, al arzobispo, quien contestó el 6.
También el 5, expidió el Ejecutivo otra proclama al ejército de la
provincia de Caracas^.
Es bien sabido que en la sesión del 7 aprobó el congreso el
Acta de Independencia y empezó á discutir el proyecto de jura-
mento. Quedó éste aprobado en la del 8, y en seguida nombró el
congreso una comisión para que entregase al Ejecutivo el Acta ya
firmada. Cómo se efectuó esta solemne formalidad nos lo dice la
Gaceta de Caracas del viernes 12 de julio, que no ha citado
hasta ahora, que sepamos, ning^ln historiador. Léase:
"A las cinco de la tarde de este día (8 de julio) el Supremo
" Poder Ejecutivo ha recibido una diputación del Supremo Congreso
"de Venezuela, que componían los señores vocales de aquella
"Asamblea, Don Juan Germán Roscio y Don Femando del Toro,
" con su Secretario (Isnardy). Entrados en la sala de S. A. con la
" ceremonia correspondiente, el Señor Roscio pronunció una arenga
"cuyo objeto era anunciar el acuerdo de la independencia absoluta
1. Gaceta citada.
2. Gaceta del martes 9 y del viernes 12 de julio.
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— 537 —
^^de estas Provincias, dictado por el Congreso, que embiaba en-
^^tonces la acta, felicitando á S. A. y á los Pueblos que gobierna,
"por una resolución tan plausible y deseada. El Secretario de Es-
"tado. (Sanz) tomó la acta en sus manos de las de la diputación, y
"en alta voz la] leyó á presencia de dichos Señores y de un gran
"número de ciudadanos que se hallaban presentes en esta sesión
" pública y que á la conclusión prorrumpieron las más festivas acla^
" maciones.
" El Señor Presidente del Poder Ejecutivo (Mendoza) tomó en-
"tonces la palabra y dirigió á la diputación un discurso en que
"manifestó del modo más enérgico la sensibilidad del Gobierno y
"de los Pueblos á una noticia tan lisonjera, asegurando que toda
"Venezuela seria penetrada de los más profundos sentimientos de
"gratitud acia los que habían acordado elevarla á su dignidad, y
"que sus hijos sabrían llenar con sus virtudes este rango sublime
"bien merecido de sus esfuerzos gloriosos. Con lo qual se des-
" pidió la diputación y S. A. embió seguidamente otra compuesta de
"uno de sus miembros y los señores Secretario de Estado y Can-
"ciller con el objeto de cumplimentar al Supremo Congreso".
En vista de este documento oficial, no es ya posible poner en
duda el hecho de la fírma del Acta, pues sería más que ilógico su-
poner que el congreso la enviase y el Ejecutivo la recibiese sin
estar autorizada por los diputados. Resulta además, que es inexacto
el informe publicado por el Dr. Arístides Rojas, de haberse firmado
el Acta en un libro en cuarto donde figuraban las actas ordinarias
del congreso. El Acta entregada al Ejecutivo constaba en una hoja
ó pliego aislado; y si el Acta impresa tiene el ejecútese con fecha
del 8 de julio, fué porque en este día la mandó publicar el
Ejecutivo.
Añadiremos, como información nueva, que el Secretario de
Elstado, Sanz, participó la declaratoria de Independencia al Gober-
nador de Barbada, Sir George Beckwith, en nota del 1® de agosto,
acompañándole el Acta del in — 4^^, y al Gobernador de Granada,
Mr. Abraham Charles Adye, en nota del 9 de agosto, acompañán-
dole las Actas in — 4^ é in- folio, el reglamento, también impresó,
del juramento constitucional y la Gaceta de Caracas del 16 de
julio ^. Igual participación hizo á los Gobernadores de Curazao,
Trinidad y Jamaica; pero en los respectivos expedientes no existen
las Actas que envió. Consta también que D. Luis López Méndez,
1. Archivos del Gobierno inglés. Colonial Office — Windward & Lee-
ward Islands — 1811 — vol. II — No. 36.
2. Colonial Office — Granade — 1811 — No. 42.
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— 538 —
agente de Venezuela en Londres, dirigió la misma participación al
Secretario de Estado en Negocios Extranjeros, marqués Wellesley,
en nota fecha á 14 de diciembre, adjuntándole un ejemplar del
in-folio^.
En conclusión: perdidos los originales del Acta firmada el
d de julio (ó quizás desde la tarde del 7 hasta la mañana del 8), el
texto que forzosamente ha de considerarse auténtico es el que corre
inserto en El Publicista, periódico del congreso, fecha del 11 de
julio; en el bando del Poder Ejecutivo (in-folio) del 14 de julio; en
Ja Gaceta (oficial) de Caracas, del 16 de julio, y en el in — 4®
que editaron Gallagher y Lamb, impresores del Gobierno. La única
variante notable, sin contar una que otra letra cambiada, es la si-
guiente: en el párrafo XX, donde tres de los impresos citados
dicen " creyendo y defendiendo la Santa, Católica y Apostólica
Religión de Jesu-Christo'\ el in-folio añade "como el pri-
mero de nuestros deberes". Lo que no hace más que refirmar el
deliberado fervor religioso que bien conocidas circunstancias de la
época le imponían al congreso.
Respecto del texto que la Academia tomó del libro anónimo
de Londres, adviértase que es el mismo del bando publicado el
14 de julio, y puede, por consiguiente, pasar también como auténtico.
Tero si fué loable el propósito de la Academia, al examinar una
cuestión histórica de capital importancia, es ya urgente limpiar su
Prólogo á los anales de Venezuela, de todos sus razona-
mientos erróneos y de todas sus conjeturas inverosímiles. Ello por
el carácter oficial que adquirió después el Prólogo, y sobre todo
por acatamiento á la exactitud histórica, que en otras ocasiones ha
sido timbre de las deliberaciones de la misma Academia.
Berlín y Londres, agosto de 1906.
1. Foreign Office — Spanish America — North — No. 125. — AI
Gobierno de los Estados Unidos se 1^ comunicó también el Acta, según consta de
una nota del Secretario de Estado, Monroe, fecha á 9 de diciembre, 1811, trasmi-
tiéndola á la Cámara de Representantes. No poseemos, á este respecto, ningún otro
dato de los archivos de Washington, no obstante la busca que allí ha hecho el
Dr. Rafael Garbiras Guzmán, Encargado de Negocios de Venezuela, á quien damos ks
gracias por su interés en corresponder á nuestra súplica. — A 11 de noviembre de
1811, D. Telésforo de Orea, comisionado de Venezuela en los Estados Unidos, pasó
una nota á M. Semirier, Ministro francés en Washington, rogándole que participase
al Gobierno del Imperio la declaratoria de Independencia; pero se ignora si acom-
pañó el Acta. París — Ministére des Aífaires Etrangéres — Colombie —
1806 — 1821 — No. 1. — En los archivos de Simancas y de Sevilla no hemos encon-
trado, hasta ahora, ninguna de las Actas.
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— 539 —
Acta.
(Conforme al texto oficial decretado en 1900.)
En el Nombre de Dios Todopoderoso,
Nosotros los Representantes de las Provincias Unidas de Cara-
cas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida, y Truxillo, que
forman la Confederación Americana de Venezuela en el Continente
Meridional, reunidos en Congreso, y considerando la plena y ab-
soluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legíti-
mamente desde el 19 de Abril de 1810, en conseqüencia de la Jor-
nada de Bayona, y la ocupación del Trono Español, por la con-
quista y sucesión de otra nueva Dinastía, constituida sin nuestro
consentimiento: queremos antes de usar de los derechos de que nos
tuvo privados la fuerza, por mas de tres siglos, y nos ha restituido
el orden político de los jicóntecimientos humanos, patentizar al
Universo las razones, que han emanado de estos mismos aconteci-
mientos, y autorizan el libre uso que vamos á hacer de nuestra
Soberanía.
No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos que
tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de Propriedad
é Independencia: olvidamos generosamente la larga serie de males,
agravios y privaciones, que el derecho funesto de conquista ha
causado indistintamente á todos los descendientes de los Descubri-
dores, Conquistadores y Pobladores de estos países, hechos de peor
condición, por la misma razón que debia favorecerlos; y corriendo
un velo sobre los trescientos años de dominación Española en Amé-
rica, solo presentaremos los hechos auténticos y notorios, que han
debido desprender y han desprendido de derecho á un mundo de
otro, en el trastorno, desorden y conquista que tiene yá disuelta la
nación Española.
Este desorden ha aumentado los males de la América, inutili-
zándole los recursos y reclamaciones, y autorizando la impunidad
de los Gobernantes de España, para insultar y oprimir esta parte
de la nación, dexándola sin el amparo y garantía de las Leyes.
Es contrario al orden, imposible al Gobierno de España, y
funesto á la América, el que teniendo esta un territorio infinita-
mente mas extenso, y una Población incomparablemente mas nume-
rosa, dependa y esté sugeta á un ángulo Peninsular del Continente
Europeo.
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— 540 —
Las Sesiones y Abdicaciones de Bayona; las Jomadas del Es-
corial, y de Aranjuez, y las Ordenes del lugar Teniente, Duque de
Berg, á la América, debieron poner en uso los derechos que hasta
entonces hablan sacrificado los Americanos, á la unidad é integridad
de la nación Española.
Venezuela antes que nadie reconoció, y conservó generosa-
mente esta integridad por no abandonar la causa de sus hermanos,
mientras tuvo la menor apariencia de salvación.
La América volvió á existir de nuevo, desde que pudo y
debió tomar á su cargo su suerte y conservación; como la España
pudo reconocer, ó no, los derechos de un Rey que habia apreciado
mas su existencia que la dignidad de la nación que gobernaba.
Quantos Borbones concurrieron á las inválidas estipulaciones
de Bayona, abandonando el territorio Español, contra la voluntad
de los Pueblos, faltaron, despreciaron, y hollaron el deber sagrado,
que contraxeron con -los Españoles de ambos mundos, quando con
su sangre y sus tesoros, los colocaron en el Trono á despecho de
la casa de Austria; por esta conducta, quedaron inhábiles, é in-
capaces de gobernar á un Pueblo libre, á quien entregaron como
un rebaño de Esclavos.
Los intrusos Gobiernos que se abrogaron la Representación
nacional, aprovecharon pérfidamente las disposiciones, que la buena
f é, la distancia, la opresión, y la ignorancia, daban á los Americanos
contra la nueva Dinastía, que se introduxo en España por la fuerza;
y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros la ilusión
á favor de Femando, para devoramos y vexamos impunemente
quando mas nos prometían la libertad, la igualdad y la fraternidad,
en discursos pomposos y frases estudiadas, para encubrir el lazo de
una representación amañada, inútil y degradante.
Luego que se disolvieron, substituyeron y destruyeron entre
si las varias formas de Gobierno de España, y- que la ley imperiosa
de la necesidad, dictó á Venezuela el conservarse á si misma, para
ventilar y conservar los derechos de su Rey, y ofrecer un asilo á
sus hermanos de Europa, contra los males que les amenazaban, se
desconoció toda su anterior conducta, se variaron los principios, y
se llamó insurrección, perfidia é ingratitud, á lo mismo que sirvió
de norma á los Gobiernos de España, por que ya se les cerraba la
puerta al monopolio de administración, que querian perpetuar á
nombre de un Rey imaginario.
A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación, de
nuestra generosidad, y de la inviolabilidad de nuestros principios,
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— 541 -
contra la voluntad de nuestros hermanos de Europa, se nos declara
en estado de rebelión; se nos bloquea; se nos hostiliza; se nos
envian agentes á amotinamos unos contra otros, y se procura des-
acreditamos entre todas las naciones de Europa, implorando sus
auxilios para oprimimos.
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presen-
tarlas al imparcial juicio del mupdo, y sin otros jueces que nuestros
enemigos, se nos condena á una dolorosa incomunicación con nuestros
hermanos; y para añadir el desprecio á la calumnia se nos nom-
bran apoderado» contra nuestra expresa voluntad, para que en sus
Cortes dispongan arbitrariamente de nuestros intereses, baxo el
influxo y la fuerza de nuestros enemigos.
Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación,
quando se vieron obligados á concedérnosla, nos sometieron á una
tarifa mezquina y diminuta, y sugetaron á la voz pasiva de los
Ayuntamientos, degradados p«r el despotismo de los Gobernadores,
la forma de la elección: lo que era un isulto á nuestra sencillez y
buena fé, mas bien que una consideración á nuestra incontestable
importancia política.
Sordos siempre á los gritos de nuestra Justicia, han procurado
los Gobiernos de España, desacreditar todos nuestros esfuerzos, de-
clarando criminales, y sellando con la infamia, el cadalso y la confis-
cación, todas las tentativas que en diversas épocas han hecho al-
gunos Americanos, para la felicidad de su país, como lo fue, la que
últimamente nos dictó la propia seguridad, para no ser envueltos en
el desorden, que presentíamos, y conducidos á la horrorosa suerte
que vamos ya á apartar de nosotros para siempre: con esta atroz
política, han logrado hacer á nuestros hermanos, insensibles á nues-
tras desgracias, armarlos contra nosotros, borrar de ellos las dulces
impresiones de la amistad, y de la consanguinidad, y convertir en
enemigos una parte de nuestra gran familia.
Quando nosotros fieles á nuestras promesas, sacrificábamos
nuestra seguridad y dignidad civil, por no abandonar los derechos
que generosamente conservamos á Femando de Borbon, hemos visto,
que á las relaciones de la fuerza que le ligaban con el Emperador
de los Franceses, ha añadido los vínculos de sangre y amistad, por
los que hasta los Gobiernos de España, han declarado ya su reso-
lución, de no reconocerle sino condicionalmente.
En esta dolorosa alternativa hemos permanecido tres años en
una indecisión y ambigüedad política, tan funesta y peligrosa, que
ella sola bastaría á autorizar la resolución que la fé de nuestras pro-
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— 542 —
mesas, y los vínculos de la fraternidad, nos habían hecho diferir;
hasta que la necesidad nos ha obligado á ir mas allá de lo que nos
propusimos, impelidos por la conducta hostil, y desnaturalizada de
los Gobiernos de España, que nos ha relevado del juramento con-
dicional, con que hemos sido llamados á la augusta representación
que exercemos.
Mas nosotros que nos gloriamos de fundar nuestro proceder
en mejores principios, y que no queremos establecer nuestra feli-
cidad sobre la desgracia de nuestros semejantes, n^iramos, y de-
claramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte, y
partícipes de nuestra felicidad, á los que unidos ppn nosotros por
los vínculos de la sangre, la lengua, y la religión, han sufrido los
mismos males en el anterior orden; siempre que reconociendo
nuestra absoluta independencia de él, y de toda otra domina-
ción extraña, nos ayuden á sostenerla con su vida, su fortuna y su
opinión, declarándonos y reconociéndopos (como á todas las demás
Naciones), en guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos, y com-
patriotas.
En atención á todas estas sólidas, públicas, e incontestables
razones de política, que tanto persuaden la necesidad de recobrar
la dignidad natural, que el orden de los sucesos, nos ha restituido:
en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los Pueblos, para
destruir todo pacto, convenio 6 asociación que no llena los fines
para que fueron instituidos los Gobiernos, creemos que no podemos
ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al Gobierno de
España, y que como todos los Pueblos del mundo, estamos libres y
autorizados, para no depender de otra autoridad que la nuestra, y
tomar entre las Potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser
Supremo, y la naturaleza nos asignan, y á que nos llama la sucesión
de los acontecimientos humanos, y nuestro propio bien y utilidad.
Sin embargo de que conocemos las dificultades que trae con-
^^S^i y l^s obligaciones que nos impone el rango que vamos á
ocupar en el orden político del mundo, y la influencia poderosa de
las formas y habitudes á que hemos estado, á nuestro pesar, acos-
tumbrados; también conocemos que la vergonzosa sumisión á ellas,
quando podemos sacudirlas, seria mas ignominiosa para nosotros, y
mas funesta para nuestra posteridad, que nuesta larga y penosa
servidumbre, y que es ya de nuestro indispensable deber proveer á
nuestra conservación, seguridad, y felicidad, variando esencialmente
todas las formas de nuestra anterior constitución.
Por tanto, creyendo con todas estas razones satisfecho el res-
peto que debemos á las opiniones del género humano, y á la dig-
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— 543 —
nidad de las demás Naciones, en cuyo número vamos á entrar, y
con cuya comunicación . y amistad contamos: nosotros los Re-
presentantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo
por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder,
y de la rectitud de nuestras intenciones; implorando sus divinos
y celestiales auxilios, y ratificándole, en el momento en que na-
cemos á la dignidad, que su providencia nos restituye, el deseo
de vivir, y morir libres, creyendo y defendiendo la Santa Católica,
y Apostólica Religión de Jesu-Christo^: Nosotros, pues, á nombre
y con la voluntad, y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo
de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo: que sus Pro-
vincias Unidas, son y deben ser, desde hoy de hecho y de de-
recho Estados libres. Soberanos é independientes, y que están
absueltos de toda submision y dependencia de la corona de España,
ó de los que se dicen, ó dixeren sus apoderados ó representantes,
y que como tal Estado libre ó independiente, tiene un pleno poder,
para darse la forma de Gobierno que sea conforme á la voluntad
general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la paz, formar
alianzas, arreglar tratados de comercio, límite y navegación, hacer
y executar todos los demás actos que hacen y executan las Naciones
libres, é independientes. Y para hacer válida, firme y subsistente
esta nuestra solemne declaración, damos y empeñamos mutuamente
unas Provincias á otras, nuestras vidas, nuestras fortunas, y el sa-
grado de nuestro honor nacional. Dada en el Palacio Federal y
de Caráeas, firmada de nuestra mano, sellada con el gran sello pro-
visional de la Confederación, refrendada por el Secretario del Con-
greso, á cinco dias del mes de Julio del año de mil ochocientos
onc^ el primero de nuestra Independencia. — Por la Provincia de
Caracas. — Ysidoro Antonio López Méndez, Diputado de la Ciudad
de Caracas. — Juan Germán Roscio, por el partido de la Villa de
Calabozo. — Felipe Fermin Paul, por el partido de San Sebastian. —
Francisco Xavier Uztáriz, por el partido de San Sebastian. — Nicolás
de Castro, Diputado de Caracas. — Juan Antonio Rodríguez Do-
mínguez, Presidente, Diputado de Nutrias en Barínas. — Luis Ygncrcio
Mendoza, Vice Presidente, Diputado de Obispos en Barínas. — Fer-
nando de Peñalver, Diputado de Valencia. — Gabriel Pérez de Pa-
góla, Diputado de Ospino. — Salvador Delgado, Diputado de Nir-
gua. — El Marques del Toro, Diputado de la Ciudad del Tocuyo. —
Juan Antonio Diaz Argote, Diputado de la Villa de Cura. — Gabriel
de Ponte, Diputado de Caracas. — Juan José Maya, Diputado de
1. £1 Acta impresa in-folio añade: 'como el primero de nuestros deberes.'
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— 544 —
San Felipe. — Luis José de Cazorla, Diputado de Valencia. — Dr. José
Vicente Unda, Diputado de Guanare. — Francisco Xavier Yanes, Di-
putado de Araure. — Femando Toro, Diputada de Caracas. — Martin
Tovar Ponte, Diputado de San Sebastian. — Juan Toro, Diputado de
Valencia. — José Ángel de Álamo, Diputado de Barquisimeto. —
Francisco Hernández, Diputado de San Carlos. — Lino de Qemente,
Diputado de Caracas. — Por la Provincia de Cumaná, Francisco
Xavier de Mayz, Diputado de la Capital. — José Gabriel de Alcalá,
Diputado de idem. — Juan Bermúdez, Diputado del Sur. — Mariano
de la Cpva, Diputado del Norte. — Por la de Barcelona. — Fran-
cisco Miranda, Diputado del Pao. — Francisco Policarpo Ortiz, Di-
putado de San Diego. — Por la de Bariims. — Juan Nepomuceno de
Quintana, Diputado de Achaguas. — Ygnacio Fernández, Diputado
de la Capital de Barínas. — Ygnacio Ramón Bríceño, represen-
tante de Pedraza. — José de Sata y Bussy, Diputado de San Fer-
nando de Apure. — José Luis Cabrera, Diputado de Guanarito. —
Ramón Ygnacio Méndez, Diputado de Guasdualito. — Manuel Pa-
lacio, Diputado de Mijagual. — Por la de Margarita. — Manuel Plá-
cido Maneyro. — Por la de Mérida. — Antonio Nicholas Briceño,
Diputado de Mérida. — Manuel Vicente de Maya, Diputado de la
Grita. — Por la de Truxillo. Juan Pablo Pacheco. — Por la Wla
de Aragua Provincia de Barcelona. — José Maria Ramírez. Refren-
dado: Hay un sello. Francisco Isnardy, Secretario,
Decreto del Supremo Poder Executivo.
Palacio Federal de Caracas, 8 de JnUo de 181 U
Por la Confederación de Venezuela, el Poder Executivo or-
dena que la Acta antecedente sea Publicada, Executada, y Autori-
zada con el Sello del Estado y Confederación.
Cristoval de Mendoza, Presidente en tumo.
Juan de Escalona.
Baltazar Padrón.
Miguel José Sanz, Secretado ée Estado.
Carlos Machado, Chanciller Mayor.
José Tomas Santana, Secretario de Decretos.
Aqui el Sello.
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~ 545 —
No. 4*
(Lib. 2», cap. IX.)
El Poder Moral
propuesto por Bolívar en Angostura.
Sección primera.
De la composición, elección, duración, prerrogativas y
funciones de este poder.
Art ^^, El Poder Moral de la República reside en un cuerpo
compuesto de un presidente y cuarenta miembros, que bajo la de-
nominación de Areópago ejerce una autoridad plena é independiente
sobre las costumbres públicas y sobre la primera educación.
Art 2^. El Areópago se compone de dos Cámaras:
Primera — De moral.
Segunda — De educación.
Art. 3<>. El Congreso nombra á pluralidad de votos por esta
primera vez, los miembros que deben componer el Areópago, esco-
giéndolos entre los padres de familia que más se hayan distinguido
en la educación de sus hijos, y muy particularmente en el ejercicio
de las virtudes públicas. Constituido una vez el Areópago, prdvee
él mismo las plazas que vaquen.
Art 4^. El presidente del Areópago será nombrado siempre
por el Senado, en dos listas, cada una de doce candidatos de los
más virtuosos ciudadanos de la República, una presentada por la
Cámara de Representantes y otra por el Presidente de la República.
Se necesita una mayoría de las dos terceras partes de los miembros
presentes en el Senado, para esta elección.
Art 5®. Para ser miembro del Areópago se necesita, además
de las virtudes públicas, la edad de treinta y cinco años cumplidos.
Art 6^. El que ejerciere por veinte y cinco años las funciones
de areopagita, se publicará con el título de padre benemérito de la
patria, conservando hasta su muerte el derecho y no la obligación
de asistir y votar.
Art 7^, Los miembros del Areópago se titularán padres de
la patria, sus personas son sagradas, y todas las autoridades de
la República, los tribunales y corporaciones, les tributarán un res-
peto filial.
Art.'80. La instalación del Areópago se hará con una cele-
bridad extraordinaria, con ceremonias y demostraciones propias para
Fortoul, Historia ConstitacionaL ^^
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— 546 —
inspirar la más alta y religiosa idea de su institución, y con fiestas
en toda la República.
Art 90. El Congreso reglará por una acta especial los honores
que deben hacerse al Areópago, la precedencia que le corresponda
en las fiestas y actos públicos, su traje, sus. insignias, y cuanto con-
cierne al esplendor de que debe estar revestido este poder moral.
Art 10. La dignidad del presidente y miembros del Areópago
no se pierde sino por muerte ó por destitución.
Art. 11. Ningún miembro del Areópago puede ser destituido
sino por el mismo cuerpo.
Art. 12. Siendo el Areópago un tribunal esencialmente irre-
prensible y santo, todo buen ciudadano debe manifestarle los de-
fectos que se notaren en sus miembros, y el Areópago deberá des-
tituirlos por cualquiera causa que les haga desmerecer la venera-
ción pública.
Art 13. Cuando algún miembro del Areópago se hubiere hecho
reprensible, y el cuerpo se descuidase en destituirlo, el Gobierno
deberá invitarlo hasta por segunda vez á que lo haga, y no verifi-
cándolo, informará al Senado. Si el Senado no reconoce en el acu-
sado las virtudes necesarias á un padre de la patria, pronunciará
que el Areópago debe destituirlo.
Art 14. Cuando el Areópago destituyere á alguno de sus
miembros, se vestirá de luto por tres días, y el asiento que ocupaba
el destituido permanecerá cincuenta años cubierto de un paño negro,
con su nombre escrito en grandes caracteres blancos.
Art 15. Si en un período de doce años diese motivo el Areó-
pago para que el Senado intervenga tres veces en la destitución de
sus miembros, procederá el Congreso, de oficio, á la renovación del
cuerpo cómo en su primera instalación, y la República entera se
vestirá de luto por un mes. Pero en este caso el Congreso exami-
nará las actas, y reeligirá necesariamente á aquellos miembros que
todas tres veces se hubieren opuesto á la depravación del Areópago.
Art 16. Las funciones que debe ejercer el Areópago, reunidas
sus dos Cámaras en una sola, son:
Primera. Designar los veinte miembros que deben componer
cada Cámara, y nombrar de entre éstos el que deba presidirla,
cuando no lo haga el presidente del Areópago, que tiene derecho
de concurrir y votar en cualquiera de ellas.
Segunda. Pronunciar la destitución de alguno de sus miem-
bros, conforme queda establecido, y nombrar los que debtn suceder
en las plazas vacantes por muerte ó destitución.
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— 547 —
Tercera. Nombrar dentro de su seno el secretario ó secre-
tarios que juzgue necesarios para sus trabajos y para los de cada
Cámara.
Cuarta. Pedir al Congreso los fondos que anualmente sean
necesarios para sus gastos y establecimientos, exigir cuentas á sus
agentes ó empleados de la inversión de ellos, y darla al Congreso.
Quinta. Distribuir premios ó coronas cívicas cada año á los
ciudadanos que más se hayan distinguido por rasgos eminentes de
virtud y patriotismo, y despojar de estos mismos premios á los que
después de haberlos obtenido se hayan hecho indignos de llevarlos.
Estos actos se celebrarán en una junta pública con la mayor so-
lemnidad.
Sesta. Declarar eminentemente virtuoso, héroe ó grande
hombre, á los que se hayan hecho dignos de tanta recompensa. Sin
que haya precedido esta declaratoria, el Congreso no podrá de-
cretar ni erigir ninguna estatua ni otros monumentos públicos en
memoria de nadie.
Séptima. Proclamar con aplauso en las juntas de que se ha
hablado arriba los nombres de los ciudadanos virtuosos, y las obras
maestras de moral y educación. Pregonar con oprobio é ignominia
los de los viciosos, y las obras de corrupción y de indecencia; y
designar á la veneración pública los institutores é institutrices que
hayan hecho mayores adelantamientos en sus colegios.
Sección segunda.
De las atribuciones especiales de la Cámara de Moral.
Art 1®. La Cámara de Moral dirige la opinión moral de toda
la República, castiga los vicios con el oprobio y la infamia, y
premia las virtudes públicas con los honores y la gloria. La imprenta
es el órgano de sus decisiones.
Art 2®. Los actos singulares no son de su inspección, á
menos que sean tan extraordinarios que puedan influir en bien ó
en mal sobre la moral pública. Los actos repetidos, que cons-
tituyen hábito ó costumbre, son los que inmediatamente le competen.
Art 3<>. Su autoridad es independiente y absoluta. No hay
apelación de sus juicios sino á la opinión y á la posteridad: no
admite en sus juicios otro acusador que el escándalo, ni otro abo-
gado que el buen crédito.
Art 4®. Su jurisdicción se extiende no solamente á los in-
dividuos sino á las familias, á los departamentos, á las provincias,
35^
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— 548 —
á las corporaciones, á los tribunales, á todas las autoridades, y aun
á la República en cuerpo. Si llegan á desmoralizarse, debe dela-
tarlas al mundo entero. El Gobierno mismo le está sujeto, y ella
pondrá sobre él una marca de infamia, y lo declarará indigno de
la República, si quebranta los tratados, ó los tergiversa, si viola
alguna capitulación, ó falta á algún empeño ó promesa.
Art. 5^, Las obras morales y políticas, los papeles periódicos
y cualesquiera otros escritos, están sujetos á su censura, que no
será sino posterior á su publicación. La política no le concierne
sino en sus relaciones con la moral. Su juicio recaerá sobre el
aprecio ó desprecio que merecen las obras, y se extenderá á de-
clarar si el autor es buen ciudadano, benemérito de la moral, ó
enemigo de ella, y como tal, digno ó indigno de pertenecer á una
República virtuosa.
Art. 6^. Su jurisdicción abraza no solamente lo que se escribe
sobre moral ó concerniente á ella, sino también lo que se habla*
se declama, ó se canta en público, siempre para censurarlo y casti-
garlo con penas morales, jamás para impedirlo.
Art. 7^. En sus censuras y amonestaciones se dirige siempre
al público, y sólo se entiende con él. No habla ni contesta jamás
á los individuos ni corporaciones.
Art. 80. La gratitud pública, la deuda nacional, los tratados,
las capitulaciones, la fe del comercio, no sólo en sus relaciones
sino en cuanto á la calidad y legitimidad de las mercancías, son
objetos especiales sobre que la Cámara debe ejercer la más activa
y escrupulosa vigilancia. En estos ramos cualquiera falta ú omisión
debe castigarse con un rigor inexorable.
Art. 9<>. La ingratitud, el desacato á los padres, á los mari-
dos, á los ancianos, á los institutores, á los magistrados, y á los
ciudadanos reconocidos y declarados virtuosos, la falta de palabra
en cualquiera materia, la insensibilidad en las desgracias públicas
ó de los amigos y parientes inmediatos, se recomiendan especial-
mente á la vigilancia de la Cámara, que podrá castigarlos hasta
por un solo acto.
Art. 10. La Cámara organizará la politía moral, nombrando
al efecto cuantos censores juzgue convenientes. Como una recom-
pensa de su celo y trabajo, recibirá el honroso título de Catón el
censor que por sus servicios y virtudes se hiciere digno de él.
Art. 1 1 . Cada año publicará la Cámara tablas estadísticas de
las virtudes y de los vicios, para lo cual todos los tribunales
superiores é inferiores le presentarán cuentas exactas y prolijas
de todos los pleitos y causas criminales. También publicará cada
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— 549 —
año listas comparativas de los hombres que se distinguen en el
ejercicio de las virtudes públicas, ó en la práctica de los vicios
públicos.
Art 12. El pueblo, los colegios electorales, las municipalidades,
los gobiernos de provincia, el Presidente de la República y el con-
greso, consultarán estas listas para hacer sus elecciones y nombra-
mientos, y para decretar los honores y recomj^ensas. El ciudadano
cuyo nombre se halle inscrito en la lista de los viciosos, no podrá
ser empleado en ningún ramo del servicio público, ni de ningún
modo; y no podrá obtener ninguna recompensa nacional, ningún
honor especial, y ni aun una decoración, aquel cuyo nombre no se
halle inserto en las listas de los virtuosos, aunque sí podrá ser
empleado por el Gobierno.
Art 13. Las mujeres, igualmente que los hombres, están sujetas
á la jurisdicción de la Cámara, y reciben de ella premios ó castigos,
seg^n su mérito.
Sección tercera.
Atribuciones de la Cámara de Educación.
Art ^^. La Cámara de Educación está encargada de la educa-
ción física y moral de los niños, desde su nacimiento hasta la edad
de doce años cumplidos.
Art 2®. Siendo absolutamente indispensable la cooperación
de las madres para la educación de los niños en sus primeros años,
y siendo éstos los más preciosos para infundirles las primeras ideas,
y los más expuestos por la delicadeza de sus órganos, la Cámara
cuidará muy particularmente de publicar y hacer comunes y vul-
gares en toda la República algunas instrucciones breves y sencillas,
acomodadas á la inteligencia de todas las madres de familia sobre
uno y otro objeto. Los curas y los agentes departamentales serán
los instrumentos de que se valdrá para esparcir estas instrucciones,
de modo que no haya una madre que las ignore, debiendo cada
una presentar la que haya recibido, y manifestar que la sabe el día
que se bautice su hijo ó se inscriba en el registro de nacimiento.
Art 3^. Además de estas instrucciones, la Cámara cuidará de
publicar en nuestro idioma las obras extranjeras más propias para
ilustrar la nación sobre este asunto, haciendo juicio de ellas, y las
observaciones ó correcciones que convengan.
Art. 40. Estimulará á los sabios y á todos á que escriban y
publiquen obras originales sobre lo mismo, conforme á nuestros
usos, costumbres y gobienio.
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— 550 —
Art. 5^. Como la Cámara misma recogerá dentro de poco
tiempo mejor que nadie todos los datos y conocimientos necesarios
para semejantes obras, compondrá y publicará alguna que sirva á
la vez de estímulo para que se ocupen otros de este trabajo, y de
ilustración para todos.
Art. 6®. No perdonará medio ni ahorrará gasto ni sacrificio
que pueda proporcionarle estos conocimientos. Al efecto de ad-
quirirlos comisionará, pues, hombres celosos, instruidos y despreo-
cupados que viajen, inquieran por todo el mundo y atesoren toda
especie de conocimientos sobre la materia.
Art. 7®. Pertenece exclusivamente á la Cámara establecer,
organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños como de
niñas, cuidando de que se les enseñe á pronunciar, leer y escribir
correctamente, las reglas más usuales de la aritmética y los prin-
cipios de la gramática; que se les instruya en los derechos y deberes
del hombre y del ciudadano, se les inspiren ideas y sentimientos
de honor y de probidad, amor á la patria, á las leyes y al trabajo,
respeto á los padres, á los ancianos, á los magistrados, y adhesión
al Gobierno.
Art. 8^, Siendo nuestros colegios actuales incapaces de servir
para un gran plan de educación, será un cuidado muy especial de
la Cámara delinear y hacer construir los que se necesitan en toda
la República, tanto para niños como para niñas, que deben estar
separados por lo menos desde que la razón empieza á obrar en
ambos. La forma, proporción y situación de estos establecimientos,
será la más conveniente con su objeto, y se consultará en ellos no
solamente la solidez y extensión sino la elegancia, el aseo, la como-
didad y el recreo de la juventud.
Art. 90 La Cámara determina eí número de colegios que
deben construirse, señala la provincia y si es posible la posesión
que precisamente debe ocupar cada uno, calculando para esto todas
las ventajas del lugar, por su facilidad para reunir allí todos los
niños, por la salubridad del terreno, por la abundancia y bondad
de los alimentos, etc.
Art. 10. Cada colegio estará bajo la dirección inmediata de
un institutor que será nombrado por la Cámara, escogiéndolo entre
los hombres más virtuosos y sabios, cualquiera que sea el lugar de
su nacimiento. La mujer del institutor será la institutriz inmediata
del de las niñas, aunque bajo la dirección de su marido. Este
empleo será el más considerado, y los que lo ejerzan serán hon-
rados, respetados y amados como los primeros y más preciosos
ciudadanos de la República.
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— 551 —
Art 11. La Cámara formará el reglamento de organización
y policía general de estos establecimientos, según sus clases, especi-
ficando la educación que respectivamente conviene á los niños para
que adquieran desde su niñez ideas útiles y exactas nociones funda-
mentales, las más adaptadas á su estado y fortuna, sentimientos
nobles y morales, principios de sociabilidad y patriotismo. Este
plan se presentará al Congreso, para que siendo examinado y apro-
bado se convierta en ley de la República.
Art. 12. Todos los años publicará la Cámara tablas ó estados
exactos y circunstanciados de los niños nacidos y muertos, de su
constitución física, de su salud y enfermedades, de sus adelanta-
mientos, inclinaciones, cualidades y talentos particulares. Para hacer
todas estas observaciones se servirá de los institutores, de los
curas, de los médicos, de los agentes departamentales, de los ciu-
dadanos ilustrados, y de todas las autoridades, que empezando por
el mismo Presidente, le obedecen todas en materia de educación.
Art. 13. Además de estas atribuciones, la Cámara de Educa-
ción dirigirá la opinión pública en las materias literarias, mientras
se establece el instituto filosófico. Ella examinaré ó hará examinar
y analizar las obras que se publicarem sobre cualquiera asunto, for-
mando juicio de ellas en el Monitor del Areópago.
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ERRATAS NOTABLES.
Página
Linea
Dice
Léase
2
40
nvasores
invasores
3
27
immensas
inmensas
3
28
áurea
áurea
4
16
éxito
éxito
5
17
pruducto
producto
7
17
propría ^
propia
8
18
brio
brío2
8
44
congeturas
conjeturas
13
1
remplazado
reemplazado
13
34
errónea
errónea
14
11
Legó
Llegó
16
7
ijuerrar
leroe^
guerrear
18
8
héroe
20
7
Maragiiey^
MaragQey
26
3
el
al
30
15
instruciones
instrucciones
32
24
tal esy
infedilidad
tales y
infidelidad
36
36
37
11
extanjeros
extranjeros
38
9
capuchinos,
(agregúese) :
andaluces.
46
7
huésped
huésped
47
28
optenerles
obtenerles
52
23
disenciones
disensiones
61
1
cumpió
cumplió
66
19
sufragáneas
sufragáneas
introduzcan
69
28
intruduzcan
77
8
estendió
extendió
80
21
erróneo
erróneo
81
40
lijeros
ligeros
y por los
1. Errata que ocurre varias veces.
2. Falta también el acento en otras voces de igual ó semejante terminación.
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Página
Línea
Dice
Lóase
89
13
le
lo
89
39
dirije
dirige
93
3
soderanos
soberanos
95
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mumuríó
murió
96
19
son
con
98
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contan
con tan
100
12
lias
las
102
7
sonsagró
consagró
104
11
my
muy
104
14
carsa
casa
104
40
escribibió
escribió
105
2
Mirarda
Miranda
117
2
relidad
realidad
117
7
ducumentos
documentos
117
30
prescindierse
Firmín
prescindirse
Fermín
122
2
123
31
onvoca
convoca
136
28
sesultó
resultó
138
21
licendiado
licenciado
138
22
conciller
canciller
139
11
Payne
Paine
139
18
preferiesen
prefiriesen
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annciarse
anunciarse
148
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fulmíneo
fulmíneo
149
1
ne
no
150
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Granada
Granada
157
30
le
el
159
19
devidirlos
dividirlos
167
5
Ejuctívo
Ejecutivo
167
29
tora
otra
173
7
Trujilo
Trujillo
confía
175
38
confia
177
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igualidad
igualdad
184
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a
la
198
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sigilo
siglo
230
15
alconzaron
alcanzaron
235
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deder
deber
238
19
la
las
240
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provinvias
provincias
252
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pedido
podido
259
26
columnia
calumnia
261
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apitudes
aptitudes
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3
regresentativo
representativo
265
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contradición
contradicción
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estra
esta
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proesas
Ejecuitvo
proezas
Ejecutivo
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29
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in
ni
320
26
Obcenos
Obscenos
321
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espensas
expensas
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Página
Linca
Dice
Léase
326
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Bombaná
Bombona
330
4
rubios
castaños
334
2
reelaciones
relaciones
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34
infedilidad
infidelidad
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debaja
dejaba
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27
jiro
giro
340
1
antogónicas
antagónicas
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ciadadanos
ciudadanos
349
23
progongo
propongo
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19
condecendencia
condescendencia
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combiado
cambiado
364
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obsorben
absorben
377
31
esblecer
establecer
398
32
proesas
proezas
493
14
dereto
decreto
495
35
ultíma
última
496
25
depués
después.
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índice del Tomo primero.
Prefacio VII
Libro primero
La Colonia.
Capítulo L
Los conquistadores.
Cómo recibieron los indios á los descubridores de América —
Motívos de la conquista — Colón y sus compañeros —
Destino de la raza americana — Conquista de Cubagua
y primeras entradas á la Tierra Firme — Provincia de
"Venezuela" — Fundación de Santa Ana de Coro —
Capitulación de los Welser — Conquistadores alemanes
y españoles — Fin trágico del gobierno de los Welser —
inundación del Tocuyo, centro de expediciones — Cómo
se tomaba posesión de las tierras descubiertas — Con-
quista de los valles de Caracas y Aragua — Desde Fajardo
hasta Losada y Garcí-González — Conauista de la Nueva
Andalucía — Conquistare Guayana — Los descendientes
de los conquistadores — España y sus colonias . . . 1 — 25
Capítulo n.
Los indios.
Estado social de las tribus venezolanas al llegar los es-
pañoles — Conquista, repartimientos y encomiendas —
Origen de la servidumbre india — Instrucciones de Isabel
la Católica — Leyes de Burgos y Valladolid — Como se
practican — Entradas á Tierra Firme para cautivar indios
— Requerimientos — Los" caribes" ó caníbales — Criterio
acomodaticio de la época — Nuevas leyes á favor de los
indios sometidos — Circunstancias que se oponen á su apli-
cación eficaz — Las misiones — Su organización — Los
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— 556 —
misioneros imitan á los conquistadores — Entradas para
reducir indios bravos — Resultado del régimen religioso
— Fin de las misiones — Los indios al empezar la In-
dependencia 26 — 46
Capítulo III.
Negros, pardos y blancos.
Trata de negros en las Indias Occidentales — Quiere Las
Casas mejorar con ellos la condición de los indios —
Reconoce y confiesa su error — La esclavitud en Vene-
zuela — Rebélanse los esclavos de Buría é intentan cons-
tituir un reino — Condición de los esclavos según las leyes
de Indias — Castas de la Colonia — " Pardos " y blancos —
Cómo podían aquéllos pasar al rango de hidalgos — Cé-
dulas de "gracias al sacar" — Antagonismo entre blancos
europeos y blancos criollos, y entre nobles y plebeyos —
Ruidoso pleito de D. Sebastián de Miranda — La nobleza
criolla — Su origen — Informaciones de limpieza de
sangre — Mayoría de mestizos — Trabas puestas al co-
mercio é inmigración de extranjeros 47 — 59
Capítulo IV.
Organización del gobierno.
Los Ayuntamientos — Regidores y alcaldes — ' Privilegio
de los alcaldes ordinarios de Caracas — Regidores vita-
licios — Gobernadores y Capitanes Generales — Juicios
de residencia — Cambios en el gobierno político desde
1 71 7 hasta 1 777 — Límites de las Provincias — Límites de
la Capitanía General — Con el Nuevo Reino de Granada
— Con el Brasil — Con la Guayana holandesa, después in-
glesa — Audiencia de Caracas —7 Negocios de que cono-
cía — Fueros de ciertos empleados — Consulado de co-
mercio — Gobierno eclesiástico — Cambios de 1531 á
1803 — Derecho de Patronato — Renta de las catedrales
y salario de los clérigos — Diezmos — La Inquisición —
La potestad civil y la eclesiástica 60 — 68
Capítulo V.
Régimen económico.
Estado de la Colonia en el siglo XVI — Pobreza y aisla-
miento — El procurador general Simón de Boíívar —
Instrucción que le dan los Ayuntamientos venezolanos —
Súplicas al rey — Bolívar y el Gobernador Osorio — La
propiedad raíz — Impuestos — Estancos — Comercio con
España — La Compañía Guipuzcoana — Prosperidad mer-
cantil — La agricultura — Cacao, café, tabaco, añil, algo-
dón — Hostilidad de la oligarquía colonial contra la Com-
pañía — Juan Francisco de León — Los criollos y los
guipuzcoanos — Aventuras de León — Abandónanlo sus
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— 557 —
inspiradores y secuaces — Obra civilizadora de la Com-
pañía — Margarita y Cumaná — Guayana — Proyectos de
Centurión, Inciarte y Marmión — Un ideal que no se ha
realizado 69 — 83
Capítulo VI.
Evolución intelectual.
La antigua Caracas — Descripción de Oviedo y Baños —
Escudo de armas de la ciudad — Instrucción elemen-
tal — La primera escuela — El Seminario — La Uni-
versidad — Su tendencia conservadora y reaccionaria —
Primeros ensayos literarios — La música — Dibujo y
pintura — La poesía — El primer periódico — Evolución
interna — Imitación de las ideas extranjeras .... 84 — ^91
Capítulo Vn.
Los precursores de la Independencia.
Proyecto frustrado de autonomía para las Indias Occiden-
tales — Tentativas revolucionarias de 1795 á 1806 —
Programa republicano radical — Los cómplices de Gual
Ír España — Suplicio de José María España — Causas de
a revolución — Fidelidad de la nobleza criolla — Fran-
cisco de Miranda — ¿Monarquía ó República? — Primera
expedición á Venezuela — Combate desgraciado de Ocu-
mare — Segunda expedición — Desembarco en la costa
de Coro — Se retira Miranda — Sus ideas políticas —
Sus conexiones con el Gobierno británico — Por qué
fracasó Miranda — Abdican Carlos IV y Femando Vü —
Los criollos de Caracas juran fidelidad al último — Re-
presentaciones revolucionarias del Ayuntamiento — Con-
flicto con el Capitán General — Declaraciones de Es-
paña á favor de sus colonias — Resultan tardías é ine-
ficaces — Revolución inevitable 92 — 110
Libro segundo
La Independencia.
Capítulo I.
Revolución de 1810.
Antecedentes de la revolución — El último Capitán Ge-
neral — Tentativa revolucionaria del mes de marzo —
Noticias alarmantes de España — Ocupan los franceses
la Andalucía — Disuélvese la Junta Central del reino —
Sucesos del 19 de abril en Caracas — Destitución del
Capitán General — Instálase la Junta Suprema — Jura
fidelidad á Femando VII — Por qué^ — Acta del 19 de
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— 558 —
abril — Extrañamiento de los altos empleados de la
Colonia — Organización del nuevo Gobierno — Desco-
noce la autoridad del Consejo de Regencia constituido
en España — Disidencia de Coro y Maracaibo — Expe-
dición militar al mando del mar<jués del Toro — Cómo
se formó el primer ejército patriota — Mal éxito de la
campaña — Conjuración en Caracas á favor de la Re-
gencia — La desbarata la Junta — Envía agentes diplo-
máticos á las Antillas, Washington, Londres }r Bogotá —
Resultado de estas misiones — Convocatoria y regla-
mento para elecciones nacionales — Practícanse en no-
viembre — Regresan á Caracas Miranda y Bolívar, á
apresurar la declaración de Independencia 113 — 135
Capítulo II.
Independencia obsoluta.
Concesiones tardías de España — Instalación del primer
congreso venezolano (2 de marzo, 1811) — Juramento
de los diputados — Poderes Ejecutivo y Judicial — La
prensa política — La "Sociedad Patriótica" — Aniver-
sario del 19 de abril — El partido radical — Decídese
el congreso á tratar de independencia absoluta — Sesión
del 3 de julio — Opiniones de los diputados — Discre-
pancias y vacilaciones del congreso — Impaciencia de la
"Sociedad Patriótica" — Discurso de Bolívar — Vuelve
el congreso á tratar de independencia el 4 de julio —
Comisión de la "Sociedad Patriótica" — Dictamen del
Poder Ejecutivo — Sesión de la mañana del 5 de julio —
Discursos de los diputados — Se vota la declaración
de independencia — Sesión de la tarde del 5 de julio —
Se nombran comisiones para redactar el acta de inde-
pendencia, designar la bandera nacional y dar forma al
juramento de los empleados y ciudadanos — 'Apruébase
el acta de independencia el 7 de julio, y se publica por
bando solemne el 14 — El 15 prestan Juramento los altos
empleados — El 30 se expide un manifiesto al mundo —
Reacción á favor de Femando VII — Sublévanse en
Caracas los isleños canarios (1 1 de julio) — Son vencidos
en breves horas — ¿surrección de Valencia (julio y
agosto) — Triunfan los patriotas 136 — 155
Capítulo ffl.
Constitución federal de 1811.
Cómo pasa Venezuela de la Colonia á la República —
Sigue en parte el procedimiento constitucional de los Es-
tados Unidos — Diferencias sustanciales — Influencia
conjunta de la revolución norteamericana y de la revo-
lución francesa — Signos característicos de la federa-
ción venezolana — Bases del pacto federativo — El Poder
Supremo — Religión de Estado — Poder Legislativo —
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— 559 —
Su división, elección y atribuciones — Innovación demo-
crática: los electores pueden reemplazar en todo tiempo
á los niembros del congreso — Poder Ejecutivo — Lo
ejercen tres individuos — Modo de elección: atribu-
ciones, "deberes", casos de responsabilidad — Poder
Judicial — Jueces inamovibles — Corte Suprema — Se
adopta en principio el sistema de jurados para las causas
criminales — Ejercicio de la profesión de abogado —
Régimen de las provincias — Revisión y reforma de la
constitución — Derechos del hombre — Igualdad ante
la ley — No hay ya fuero alguno personal — Derecho
de tener y llevar armas — Libertad de imprenta — Liber-
tad de reunión — Libertad de industria y comercio —
Derechos civiles de los extranjeros — Abolición de los
títulos nobiliarios — El único tratamiento público es el
de "ciudadano" — Se borran las distinciones de castas:
los blancos, indios y mestizos se declaran iguales —
Prohíbese la trata de negros — Párrafo final de la cons-
titución — Idea de una Confederación Colombiana — Re-
paros constitucionales de Miranda — Protesta de varios
diputados y del clero contra la abolición del fuero per-
sonal 156—172
Capítulo IV.
Constituciones provinciales de Mérida,
Trujillo y Caracas.
Constitución de Mérida (1811) — Sufragio universal — Elec-
tores parroquiales — Electores capitulares — " Colegio
electoral" ó Le^slatura — Ejecutivo compuesto de cinco
miembros — Tribunal Superior de apelaciones — Juez
consular — Constitución de Trujillo (1811) —
Religión exclusiva — Legislatura — Ejecutivo plural ó
" Cuerpo Superior de Gobierno " — Municipalidades —
Tribunal de apelaciones — Constitución de Caracas
(1812) — Procedimiento sui géneris que se adoptó para
formularla — Imitación de la constitución federal — Divi-
sión territorial — Elecciones r— Poder Legislativo com-
puesto de dos Cámaras — Ejecutivo de tres miembros —
Sus atribuciones — Cortes de justicia — Autonomía de
los municipios — Reforma de la constitución .... 173 — 180
Capítulo V.
Desastre de 1812.
Reacción realista — Sale de Coro Monteverde á recon-
quistar la provincia de Caracas — Traición de Reyes
Vargas en Siquisique — Marchan al Centro las tropas
españolas — Terremoto del 26 de marzo — Ruinas y
fanatismo — Conflicto entre el Gobierno y el clero —
Confiere el congreso facultades extraordinarias al Eje-
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— 560 —
cutívo, y éste las delega en Miranda — Dictadura mili-
tar — Dificultades con que tropieza el Dictador — Triunfa
Monteverde en San Carlos y ocupa á Valencia — Com-
bates indecisos de Guaica y la Victoria — Desaliéntase
Miranda — Censúranle los oficiales del ejército —
Opinión del Ledo. Sanz sobre la situación política y
militar — Se declara por los españoles el castillo de
San Felipe, y pierde Bolívar la plaza de Puerto Ca-
bello — Miranda, de acuerdo cou algunos miembros del
Gobierno, determínase á capitular — Tratados de Va-
lencia y San Mateo — Ocupa Monteverde á Caracas —
Intenta Miranda embarcarse en la Guaira — Lo prenden
los mismos patriotas — Conducta de Casas, Peña, Bolí-
var y otros con el Dictador — Oficio de Monteverde á
la Regencia y contestación de ésta sobre los sucesos
de la Guaira — A quién incumbe la responsabilidad de
la prisión de Miranda — Cómo la explicó Bolívar —
Opiniones varias de los historiadores nacionales — Por
qué intentó Miranda embarcarse precipitadamente — O
error ó fatalidad — Perfidia con que interpreta Monte-
verde la capitulación — Prisiones y violencias — Listas
de sospechosos — Venezuela sometida á la ley de la
conquista — Termina tristemente el año de 1812 . . 181 — 197
Capítulo VI.
La juventud de Bolívar.
(1783—1812)
Progenie de Bolívar — Su nacimiento — Su infancia —
Su tutor y maestro Simón Rodríguez — Carácter de
Rodríguez — Su influencia sobre Bolívar — Su vida y
sus teorías filosóficas — Bolívar en Madrid — Su
matrimonio — Regresa á Venezuela — Muerte de su es-
posa — Vuelve á Europa — Sus viajes, estudios, placeres
juveniles — Inclinaciones intelectuales, lecturas pre-
dilectas, estilo — Vuelve á Caracas — Conspira contra
las autoridades españolas — Misión diplomática á Lon-
dres — Regresa á tomar parte en la guerra — Desastre
de 1812 — Su memoria de Cartagena de Indias — Crítica
del primer Gobierno independiente — Ideas políticas y
proyectos militares 198 — 212
Capítulo VIL
La guerra á muerte.
(1813—1814)
Monteverde y la "ley de la conquista" — Origen de la
fiierra á muerte — Plan de Antonio Nicolás Briceño —
o aprueba Bolívar con ligeros reparos — Empieza Bri-
ceño á ejecutarlo en San Cristóbal — Se interna en
Barinas, cae prisionero y lo fusilan los españoles — Pro-
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— 561 —
clama Bolívar la guerra á muerte en Mérida, Trujillo y
San Carlos — r Su victoriosa campaña de cuatro meses —
Ocupa á Caracas en agosto de 1813 — Plan de gobierno
que propone Francisco Javier Ustáriz — Se aplaza con
motivo de la guerra — ifonteverde en Puerto Cabello —
Combates de Bárbula y tas Trincheras — Renuévase la
discusión sobre proyectos constitucionales — Bases que
propone Miguel José Sanz — Los federalistas y los dic-
tatoríales — Continúa la guerra — Asamblea de Caracas
(enero 1814) — Bolívar dictador — Rehácense los es-
f>añoles — Éoves y sus ginetes llaneros — Triunfan en
a Puerta — Exasperación de Bolívar — Matanza de los
prisioneros españoles en la Guaira y Caracas — La eje-
cutan, por orden de Bolívar, Leandro Palacio y Juan
Bautista Arismendi — Barbarie contra barbarie — Com-
bates indecisos de la Victoria, San Mateo y Bocachica —
Derrota de Marino en el Arao — Gana Bolívar la batalla
de Carabobo — Pierde la de La Puerta — Desastre
final — Boves en Valencia — Sus represalias — Emi-
gración de los patriotas de Caracas — Entrada y atroci-
dades de Boves — Alzase con el mando supremo —
Morales desbarata á los patriotas en Aragua de Barce-
lona — Bolívar en Carúpano — Le desconocen sus
propios oficiales — Se embarca con Marino para las An-
tillas — Boves en Cumaná — Muere al triunfar en Úrica —
Morales en Maturín — Muerte de Sanz — Asesinato de
Ribas — Estado de Venezuela á fines de 1814 — Ojeada
retrospectiva — Cómo se explica el fracaso de la Inde-
pendencia — Los blancos criollos y los mestizos — Estos
[>refieren á los españoles — Ejemplos de abnegación de
os primeros patricios — Heroísmo de las mujeres — En
vano, hasta el desquite de 1821 213—235
Capítulo Vm.
Expediciones y disidencias.
(1815—1817)
Expedición de Morillo — Instrucciones que recibió al partir
de España — Cómo las cumple en Venezuela — Tribu-
nales de excepción — Confiscación de bienes — Sigue
Morillo á Cartagena — Gobierno de su teniente Moxó —
Bolívar en la Nueva Granada — Guerra civil en este
país — Triunfa Bolívar de los disidentes de Bogotá —
Reinstala el congreso granadino — Marcha á Santa Marta
— Detiénenle en Cartagena desavenencias con el briga-
dier Castillo — Inútiles esfuerzos de conciliación — Re- -
nuncia Bolívar el mando del ejército v pasa á Jamaica^ —
Triunfo de Morillo en Nueva Granaaa — Previsiones "de
Bolívar sobre el porvenir de las Repúblicas americanas —
Bolívar en Haití — Expedición á Yepezuela — Asamblea
de Margarita, que le nombra Jefe Supremo — Plan de
Fortonl, Historia Conititacional. 36
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— 562 —
campaña — Desgraciada expedición á Ocumare — Le
desconocen en Güiria Marifío y Bermúdez — Vuelve á
Haití — Nueva expedición á Venezuela — Fracasos en
Clarines y Barcelona — Insubordinación de Marino —
Congreso disidente de Cariaco — Victoria de Piar en San
Félix — Campaña de Bolívar en Guayana — Adueñase de
Angostura y del Orinoco — Tentativa de desobediencia
de Arismendi y Piar — Insubordinación y fuga de éste —
Su prisión — Análisis del i>roceso — Fusilamiento —
Consecuencias — Comentarios 236 — ^262
Capítulo IX.
De Angostura á Bogotá.
(1817—1819)
Bolívar en Guayana — Decretos dictatoriales — Secuestro
y confiscación de bienes — Navegación libre del Ori-
noco — Angostura capital provisoria — Tribunales —
Consejo de Estado — Consejo de Gobierno — Campaña
contra Morillo — Derrota de la Hogaza — Páez en la
provincia de Barinas — Reconoce la autoridad suprema
de Bolívar — Marchan á Calabozo contra Morillo — Am-
bigua conducta de Páez, que regresa á Apure — Se a
delanta Bolívar á la Villa de Cura — Retrocede y pierde
la acción de Semen — Sorpresa del Rincón de los
Toros — Escápase Bolívar con poca gente — Vuelve á
Angostura — Nuevo plan, político y militar — Actitud
favorable de los Gobiernos americano y británico —
Tentativa de disidencia en San Femando — Los ofi-
ciales de Páez intentan proclamarle Jefe Supremo —
¿Fué ó no con el consentimiento de Páez? — Bolívar
convoca un congreso nacional — Reglamento de elec-
ciones — Noticias alarmantes de Europa — España y la
Santa Alianza — Declara Bolívar que Venezuela no tra-
tará con España sino de igual á igual — Instálase el
congreso de Angostura — Mensaje y proyecto constitu-
cional de Bolívar — Problemas sociales y políticos —
Crítica de la constitución de 1811 — Senado heredi-
tario — La selección social — Ejecutivo imitado del
inglés — Estabilidad é independencia de los jueces —
Códigos venezolanos — El poder moral — Filo-
sofía y quimeras — Bolívar Presidente provisional —
Zea Vicepresidente — Ministerio — Indulto general —
Constitución de Angostura — En qué difiere del pro-
^ jecto de Bolívar — No acepta el Senado hereditario —
ISesuKlores vitalicios — Presidente por cuatro años, res-
ponsable anle el Senado — Se aplaza la idea del poder
moral — Nueva campaña — Bolívar y Páez en los llanos —
Las Queseras del MÍedio — Marcha á Nueva Granada —
Paso de los Andes — Victoria de Boyacá — Ocupación
de Bogotá — Santander Vicepresidente de Nueva Gra-
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— 563 —
nada — Triste epílogo de esta campaña — Fusilamiento
de los prisioneros españoles 263 — ^284
Capituló X.
De Boyacá á Carabobo.
(1819—1821)
Disidencia de Arismendi en Margarita — Urdaneta lo re-
mite preso á Angostura — Oposición de los militares al
Vicepresidente Zea — Obliganle á renunciar — El con-
greso lo sustituye con Arismendi — Dictadura de tres
meses — Regresa Bolívar — Sométese Arismendi — Lejr
Fundamental de Colombia — Bolívar Presidente provi-
sional — Revolución en España — Jura Femando VII
la constitución de Cádiz — Proyecto de conciliación con
las colonias — Conferencias de San Cristóbal — Inacep-
tables proposiciones de los españoles — Nuevas con-
ferencias en Trujillo — Tratados sobre armisticio y re-
gularización de la guerra — Envía Bolívar plenipoten-
ciarios á España á tratar de paz definitiva — Intran-
sigencia de la diplomacia española — Sublévase Mara-
caibo uniéndose á Colombia — Contestaciones sobre
interpretación del armisticio — Reanúdanse las hostili-
dades — Campaña desgraciada de Bermúdez — Marcha
Bolívar al Centro — Destruye el ejército español en
Carabobo — Ocupa á Caracas — Capitulación del bri-
fadier Pereira en la Guaira — La Torre en Puerto
!abello — Infructuosa negociación para renovar el armis-
ticio — Decretos de Bolívar en Caracas — Embargos y
empréstitos — Escasez de fondos — Necesidades del
ejército — Marcha Bolívar á Cúcuta 285—305
Libro tercero
La Gran Colombia.
Capítulo I.
Constitución y leyes de 1821.
Orígenes constitucionales de Nueva Granada y del Ecua-
dor — De 1810 á 1821 — Congreso de Cúcuta — Ten-
dencias contradictorias acerca de la Unión Colombiana —
Triunfan los centralistas — Ley fundamental de la Unión,
12 de julio — Constitución nacional, 30 de agosto — f
Quiénes son ciudadanos de Colombia — División terri-
torial — Régimen electoral — Asambleas parroauialeí y
asambleas provinciales — Poder Legislativo — Composi-
ción de la Cámara de Representantes — No se mantiene
el Senado vitalicio de Angostura — Poder Ejecutivo —
36*
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— 564 —
Lo ejerce un Presidente elegido por cuatro años — De-
cretos sobre facultades extraordinarias: dictadura de
hecho — Consejo de Gobierno y Ministerio — Poder
Judicial — Distritos judiciales — Organización interior
de la República — Departamentos, provincias, cantones,
parroquias — Reforma de la constitución — Bases in-
alterables — Leyes que complementan la constitución —
Abolición gradual de la esclavitud — Condición de los
indios — Libertad religiosa — Jurisdicción eclesiástica —
Derecho de patronato — Ley de imprenta — Leyes
fiscales — Supresión de conventos y aplicación de sus
rentas á la instrucción pública — Escudo de armas —
Bogotá, capital de la República — Protesta de Caracas
contra la constitución de Cúcuta 309 — 325
Capítulo n.
Bolívar y el ejército de Colombia.
Presidencia de la República — La delega Bolívar al Vice-
presidente Santander, y emprende la campaña del Sur —
Gérmenes de discordia en Colombia — Santander y
Páez — Prevé Bolívar la brillante carrera de Sucre —
Genio del Libertador — Su retrato físico — Su tempera-
mento y costumbres — Sport — Sus queridas — La
"señorita Pepa" — Doña Manuela Sáenz — Bolívar en
campaña — Cómo despachaba los negocios políticos —
Su liberalidad: testimonio de amigos y adversarios —
Bolívar y el ejército — Campaña de Quito — Victorias
de Bombona y Pichincha (1822) — Solicita el Perú auxilios
de Colombia — Bolívar y San Martín — Conferencia de
Guayaquil (1822) — Renuncia San Martín la Presidencia
del Perú — Anarquía de los peruanos — El cohgreso de
Colombia autoriza al Libertador para pasar al Perú —
El congreso peruano le confiere la suprema autoridad
militar — Sublévase la guarnición del Callao — Disen-
siones civiles que coinciden con la guerra de Indepen-
dencia— Dictadura de Bolívar — Victoria de Junín (agosto,
1824^ — El congreso de Colombia retira á Bolívar las
facultades que ejercía como Presidente en campaña —
Encárgase Sucre del mando del ejército — Victoria de
Ayacucho (9 de diciembre, 1824), que asegura la inde-
pendencia del Perú — Bolívar da cuenta de su dictadura
(febrero, 1825) — Honores que le acuerda el congreso —
Ceja en Colombia la oposición contra Bolívar — Con-
cédenle Bogotá y Caracas los honores del triunfo —
"M«r«ha al Alto Perú — Erígese allí la " República Bolí-
var", ó BoUvia (agosto, 1825), que le aclama Liber-
tador Padre de la Patria, lo elige jefe supremo y le
confía el encargo de redactar su constitución — Bolí-
var delega el Gobieriío á Sucre y vuelve á Lima
(febrero, 1826) — La constitución boliviana — Opinión
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— 565 —
de Bolívar sobre la libertad religiosa — División del
poder público en Electoral, Legislativo, Ejecutivo y
Judicial — Combinación del sistema republicano con el
monárquico electivo — Fórmase el Poder Legislativo
de tres Cámaras, dos de elección temporal y la tercera
vitalicia — Poder Ejecutivo — El Presidente es inamo-
vible é irresponsable — Responden de la administración
el Vicepresidente y los Ministros — Sabia teoría sobre
el Poder Judicial — Adoptan Bolivia y el Perú el pro-
yecto constitucional de Bolívar — Gobierno de Sucre en
Bolivia — Regresa el Libertador á Colombia: octubre
de 1826 326—352
Capítulo ni.
Las leyes y los hombres.
Facultades extraordinarias del Ejecutivo' — Cambios de la
división territorial — Régimen político y económico de
los Departamentos y Provincias — Leyes provisionales —
El Poder Judicial — Su organización — Procedimientos
judiciales — Jurisdicción militar — Jurisdicción eclesiástica
— Derecho de patronato — Cómo administraban justicia
las Cortes de Colombia — Dos causas célebres — La
del cura de Facatativá — La de Leonardo Infante — El
Dr. Miguel Peña acusado ante el Senado — Análisis de
su defensa — Dialéctica, erudición y sofismas — Con-
denación de Peña — Consecuencias políticas — La ha-
cienda nacional —Reformas sucesivas— Estado angustioso
del tesoro — Rentas nacionales — Déficit permanente —
Crédito público — Agencias fiscales en Londres — López
Méndez, Peñalver, Zea, Revenga, Hurtado, Arrublas y
Montoya — Empréstitos de 1822 y 1824 — Cómo se in-
virtió su producto — Cantidad destinada á fomentar la
agricultura en Venezuela — Acción indecorosa del
Dr. Peña — No cumplió el Gobierno sus compromisos
fiscales — Descrédito en Londres — Informes de Bello
y de Wilson — Vida precaria de Colombia .... 353 — 370
Capítulo IV.
Relaciones Exteriores.
Actitud de los Estados Unidos — Gestiones de Palacio Fa-
jardo en Washington y París — El Presidente Madison —
El Emperador Napoleón — El Papa Pío VII — Los
soberanos europeos y la Independencia sudamericana —
Errada diplomacia de España — Tratado de París 0 , '
n814) — Congreso de Viena(1815)— La Santa Alianza —
Su objeto — España adhiere tarde á las estipidaciones
de Viena (1817) — Cómo quería España la paciftcáción
de América — Revolución de Í820 — Paréntesis de ré-
gimen constitucional — Las Cortes españolas ofrecen
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— 566 —
paz, sin aceptar la Independencia — Congreso de
Verona (1822) — Los franceses invaden á España (1823) —
Manejos diplomáticos de Inglaterra — Confidencias de
Canning — Aconseja al rey el reconocimiento de las
Repúblicas americanas (1824) — La América española
será inglesa! — Mensaje de Monroe (1823) — Canning
se precia de haberlo inspirado — Consecuencias de la
declaración de Monroe — Cambio de actitud de Rusia —
Independencia de Colombia — La reconocen los Estados
Unidos en 1822. y la Gran Bretaña en 1825 — Rela-
ciones comerciales con Hamburgo y Bremen (1827) —
Tratado con los Países Bajos (1829— 1830) — Relaciones
con Francia — Aplaza el reconocimiento de la Re-
pública (1828) — Envía á Bogotá un comisionado es-
pecial (1829) — Reconoce la soberanía colombiana
(1830) — Relaciones con la Santa Sede (1821 á 1829) —
Proyectos diplomáticos de Bolívar — Tratados con
Chile y el Perú (1822) — Tratados con México, Centro-
América y Buenos Aires (1823 — 1825) — Congreso de
Panamá — Se instala en 1826 — Tratado de confedera-
ción entre Colombia, Centro-América, Perú y México —
Suspende sus sesiones el congreso, y no vuelve á reanu-
darlas — Anarquía de las Repúblicas hispano-ameri-
canas — Frustrado el proyecto de Bolívar, reafírmase
la hegemonía de los Estados Unidos 371—386
Capítulo V.
Venezuela en la Unión Colombiana.
Continúa y termina la guerra de Independencia, en Coro,
Maracaibo y Puerto Cabello — Competencias y con-
flictos entre las autoridades superiores (1821 — 1824) —
Páez, Comandante General, contra Soublette, Jefe Su-
perior — Soublette contra el Intendente Toro — Toro
contra la municipalidad de Caracas — El Intendente
Escalona contra ráez — Decretos sobre alistamiento de
milicias y sobre conspiradores — Oposición que en-
cuentran en Caracas — Bandos de Páez sobre alista-
miento (1825) — Amenazas y tropelías — Quejas ante
el Gobierno nacional (enero, 1826) — La Cámara de
Representantes propone acusación contra Páez, y la
admite el Senado — Queda suspenso de la Comandan-
cia General — Carácter de Páez — Su ojeriza contra
los "jurisconsultos" y "letrados" — Su infancia y ju-
ventud — Su vida en los Llanos — Autoridad que
€:jer«^ sobre las tropas llaneras — Su vigilante suspi-
cacia — Accesos de epilepsia — ímpetu guerrero — No
reconoce más autoridad que la de Bolívar — Rebelión
de Valencia (1826) — Reasume Páez el mando — Jura
desobedecer al Gobierno de Bogotá — Asambleas po-
pulares para pedir reformas — ¿Confederación ó se*
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— 567 —
paración? — Convocatoria de un congreso constituyente
de Venezuela — Se abandona el proyecto por la llegada
de Bolívar — Es ya imposible restablecer el régimen
constitucional colombiano — Triunfa de hecho el partido
autonomista — Confirma Bolívar la autoridad civil y
militar de Páez — Este lo reconoce como Presidente
de la República — Comedia forzosa — Bolívar en
Caracas — Triste estado de Venezuela en la Unión
Colombiana — Atraso de la instrucción pública — No
se cumple la ley de manumisión — Miseria de la agri-
cultura y la cría — Desorden de la hacienda — Mala
administración de justicia — Reorganización impuesta
por Bolívar — Regresa á Bogotá — Su despedida de
los venezolanos — Comentario de la revolución llamada
La Cosiata — El partido federalista, reformista ó se-
Í)aratista, y el bando militar de Páez — Tendencia de
a oligarquía venezolana — Los dos factores de la evo-
lución constitucional 387 — 419
Capítulo VI.
Dictadura y anarquía.
Los Departamentos del Sur protestan contra las leyes y
Gobierno de Colombia; pero aclaman á Bolívar — Este
los apacigua momentáneamente (1826) — Los pueblos
fluctúan entre la dictadura, á presencia del Libertador,
}r la anarquía en su ausencia — Sublévanse en Lima
as tropas colombianas (1827) — Motín y congreso cons-
tituyente en el Perú — Las tropas sublevadas promueven
disturbios y enredos en los Departamentos del Sur —
Terminan con im indulto general — Oposición á Bolívar
en Bogotá — El partido "liberal" y el partido "servil"
ó " godo " — Convocatoria de la Convención Nacional —
Bolívar apela de nuevo á las facultades extraordinarias
(1828) — Instálase la Convención de Ocaña — Resuelve
reformar la constitución de Cúcuta — ¿Federación ó
centralismo? — Santander ó Bolívar — Desacuerdo de
los partidos — Se disuelve la Convención — Proclámase
en toda Colombia la dictadura de Bolívar — Decretos
reaccionarios — Conventos — Misiones — Aumento del
ejército — Fuero militar — Religión de Estado — Opo-
sición del partido santanderista — Sociedades secretas —
Resuelven los radicales asesinar á Bolívar — Conjura-
ción del 25 de setiembre — Relato de Florentino Gon-
zález — Narración de Manuela Sáenz — Atacan los • •
conjurados el palacio presidencial — Matan al centinela ^
— Hieren al edecán Ibarra — Canijo asesina al edecán
Férguson — Se salva Bolívar gracias á su querida —
Dispérsanse los conjurados — Yuicios sumarios — Ca-
torce ejecuciones — Canijo delata á sus cómplices —
Se conmuta la pena de muerte á Santander y á otros —
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— 568 —
La sentencia contra Santander — Justicia y política —
Apasionada severidad de los historiadores venezolanos —
Carácter y tendencias de Santander — La dictadura de
Bolívar — Otros decretos reaccionanos — Reforma el
Blan general de estudios — Prohibe que se lean en la
íniversidad las obras de Bentham — Suspende las
cátedras de legislación universal y derecho constitu-
cional — Manda que se enseñen "fundamentos y apo-
logía de la religión católica" — Prohibe las sociedades
secretas — Suspende la libertad de imprenta — Eli-
mina las municipalidades — Prohibe temporalmente á
los españoles contraer matrimonio en Colombia — Res-
tablece el tributo personal de los indios, en cambio de
concesiones sobre impuestos ordinarios — Declara que
el congreso constituyente se instalará en enero de
1830 — Estado precario de la República — Insurrección
de Obando y López en Popayán (1829) — Se desbarata
en breve tiempo — Guerra con el Perú — Victoria de
los colombianos en Tarqui — Convenio de Girón —
Niégase La Mar á devolver la plaza de Guayaquil —
Lo destituyen y expulsan los peruanos — Tratado de
paz — Insurrección de Córdoba en Medellín — Muere
derrotado en el Santuario 420 — 449
Capítulo VII.
¿Monarquía ó República?
Los partidarios de la monarquía — Ideas atribuidas á San-
tander en 1822 — Proyecto cesarista de Páez en 1825 —
Lo imprueba Bolívar — Plan de monarquía inglesa,
atribuido al mismo Bolívar en 1825 y 27 — Reaparece
la tendencia monárquica en 1829 — Testimonio del
Ministro Restrepo — Piensa Bolívar en la "mediación
ó influencia" de las grandes potencias europeas — El
Gabinete de Bogotá propone á Inglaterra y á Francia
el establecimiento de una monarquía para después de
la muerte del Libertador — Hace éste declaraciones
ambiguas ó contradictorias — Decídese al fin contra el
proyecto monárquico — Inglaterra y Francia lo consi-
deran irrealizable 450 — 467
Capítulo Vm.
Federación ó Separación.
0|)iillQpes sobre reforma constitucional (1829) — Renué-
vase la contienda entre unitarios y federalistas — Gar-
cía del Río y Martín Tovar — Profecía de lo que será
la federación venezolana — Pronunciamientos contra-
dictorios en Caracas y Wlencia — Asambleas populares
que piden la separación de Venezuela — Caracas y
Valencia desconocen la autoridad de Bolívar — Mará-
M »
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— 569 —
caibo se pronuncia por su Presidencia vitalicia — Otras
ciudades votan por la confederación de los tres Estados
colombianos — Otras recomiendan el sistema federal
norte-americano — Pide Puerto Cabello que el nombre
de Bolívar "se condene al olvido" — En Nueva Gra-
nada y Ecuador la cuestión es, si el Libertador con-
tinúa en el poder ó se retira — Declárase Venezuela
Estado independiente (enero, 1830) — Instálase al pro-
pio tiempo en Bogotá el último congreso colombiano —
Tentativas de- conciliación — Conferencias de Cúcuta —
Esfuerzos de los colombianos por mantener la Unión —
No transigen los venezolanos: ó confederarse ó se-
pararse — Empéñase el mariscal Sucre en impedir la
" oligarquía militar" — La defiende el general Marino —
Terminan las conferencias de Cúcuta 468 — 480
Capítulo IX.
Disolución de Colombia.
Renuncia Bolívar la Presidencia — Encarga del Gobierno
al general Caicedo — Se firma la última constitución
colombiana — No la acepta el congreso de Valencia —
Presidencia de Mosquera — Antipatía recíproca de
granadinos y venezolanos — Reasumen su autonomía
los Departamentos del Sur — Asesinato del mariscal
Sucre — Anarquía en Nueva Granada — Insurrección
del batallón Callao — Caída del Gobierno de Mos-
quera — No acepta Bolívar el mando que le ofrecen
los insurrectos — Dictadura de Urdaneta — Actos del
congreso de Valencia — Pide la expulsión de Bolívar —
Declara que de otro modo no mantendrá relaciones
con Nueva Granada — Motivos de esta actitud — Los
venezolanos atribuyen á Bolívar la inferioridad en que
vivieron durante la Unión Colombiana — Error é in-
justicia — Proyectos del Libertador fuera de su patria —
Sus teorías políticas y sociales — Últimos meses de su
vida — Desesperanza y agonía — Su despedida á los co-
lombianos — Su testamento — Su muerte — Desaparece
con él la Gran Colombia 481 — 501
Apéndice.
No. 1.
(Lib. 10, cap. I.)
El nombre de América y el de Venezuela • 505
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— 570 —
No. 2.
(Libro 10, cap. VU.)
Proyectos Constítudonales de Miranda
(Londres, 1808) 512
Nq. 3.
(Lib. 20, cap. U.)
Acta de Independencia 519
No. 4.
(Lib. 20, cap. IX.)
El Poder Moral
propuesto por Bolívar en Angostura . 545
Erratas 552
Impreso por JoUus Sittenfeld, Berlín W*
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Digit
fÚ^
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