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Full text of "Historia constitucional de Venezuela"

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Historia  Constitucional 
.  "^    DE  Venezuela 


por 


JOSÉ  QIL  FORTOÜL 


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TOMO  PRIMERO 

LA  COLONIA  -  LA  INDEPENDENCIA 
LA  ORAN  COLOMBIA 


BERLÍN 

CARL  HfiYMANN,  EDITOR 
1907 


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Historia  Constitucional 
DE  Venezuela 


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Obras  de  José  gil  fortoul. 


Recuerdos  de  París.  —  Barcelona  (España),  Daniel  Cortezo  y  Ca.,  1887. 
Julián.  —  Leipzig,  Julius  Klinkhardt,  1888. 

Filosofía  Constitucional.  —  París,  Gamier  Hermanos,  1890. 
Filosofía  Penal.  —  Bruselas,  Alfred  Vromant  y  Ca.,  1891. 
£1  Humo  de  mi  pipa.  —  París,  Gamier  Hermanos,  1891. 
La  Esgrima  Moderna.  —  Liverpool,  Philip,  Son  and  Nephew,  1892. 
Idilio?  —  Liverpool,  Philip,  Son  and  Nephew,  1892. 
Pasiones.  —  París,  Gamier  Hermanos,  1895. 
El  Hombre  y  la  Historia.  —  París,  Garnier  Hermanos,  1896. 
Historia  Constitucional  de  Venezuela.  — Tomo  primero:  — Lá  Colonia  — 
La  Independencia  —  La  Gran  Colombia.  —  Berlín,  Cari  Heymann,  1907. 

EN  PRENSA: 

Historia  Constitucional  de  Venezuela.  —  Tomo  segundo:  '—  La  Oli- 
garquía Conservadora  —  La  Oligarquía  Liberal.  —  Tomo  tercero:  — 
La  Federación  —  La  Autocracia.  —  Tomo  cuarto:  —  El  Eclecti- 
cismo —  La  Restauración.  —  Tomo  quinto:  —  Ojeada  Retrospectiva  — 
Serie  de  Constituciones. 


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DEDICATORIA. 


Al  General  Cipriano  Castro,  Restaurador  de 
Venezuela,  Presidente  de  la  República. 


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Historia  Constitucional 
DE  Venezuela 


por 


JOSÉ  Gil  Fortoul 


TOMO  PRIMERO 

LA  COLONIA  -  LA  INDEPENDENCIA 
LA  GRAN  COLOMBIA 


BERLÍN 

CARL  HEYMANN,  EDITOR 

1907 


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THE  NEW  YORK     I 
PUBLIC  LIBRARY 

849555  A' 

ASTOR,  LENOX  AND 

TILDEN  FOUNDATJON8 

ñ  Í93e  L 


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—    XI    — 

corregible  en  la  diaria  disputa  política,  resulta  siempre  un 
método  estéril  en  la  serena  averiguación  histórica. 

Veamos,  pues,  los  esfuerzos  que  el  pueblo  venezolano 
ha  hecho  por  civilizarse;  las  auroras  de  paz  que  han  son- 
reído en  su  cíelo  y  las  guerras  que  han  desolado  sus 
campos;  los  ensayos  de  su  industria  y  la  varia  suerte,  ora 
próspera,  ya  decaída,  de  la  agricultura,  de  la  cría  y  del 
comercio;  los  proyectos  de  sus  pensadores  y  los  sueños 
de  sus  artistas;  los  programas  de  sus  caudillos,  las  de- 
liberaciones de  sus  congresos,  los  procedimientos  de  sus 
gobiernos,  sus  conflictos  con  el  extranjero,  sus  tratados 
internacionales;  el  ideal  que  ha  animado  sus  leyes,  el 
espíritu  <jue  se  encama  en  su  historia.  Y  si  al  fin  de  esta 
larga  tarea  no  fuere  el  autor  capaz  de  comprender  todo 
el  pasado  en  una  síntesis  luminosa,  —  á  la  certidumbre 
absoluta  claro  está  que  no  aspira,  porque  ninguna  obra 
histórica  puede  ser  definitiva,  —  acaso  habrá  siquiera  pre- 
sentado una  guía  imparcial  para  el  más  exacto  estudio  de 
la  evolución  venezolana. 

Berlín,  mayo  de   1906. 


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PREFACIO. 


NO  existe  ninguna  Historia  completa  de  Venezuela,  ni 
la  presente  sale  á  luz  con  la  pretensión  de  serlo. 
En  primer  lugar,  sobre  la  población  indígena  que 
conquistaron  y  destruyeron  en  su  mayor  parte  los  españoles, 
no  se  ha  escrito  aún  suficiente  número  de  monografías  cir- 
cunstanciadas;  y  un  simple  resumen  ó  paráfrasis  de  las 
descripciones  y  fantasías  de  los  primeros  cronistas,  apenas 
serviría  solamente  para  aventurar  una  que  otra  conjetura 
más  ó  menos  ingeniosa.  Luego,  escribir  historia  "pre- 
colombiana'\  como  alguna  vez  se  ha  intentado,  sin  otra 
base  que  la  observación  de  los  restos  de  indios  puros  que 
vemos  hoy  en  Guayana  y  en  Goagira,  vale  tanto  como  re- 
signarse, á  sabiendas,  á  formular  meras  hipótesis;  porque 
estos  indios  no  representan  el  estado  y  evolución  social 
de  aquellas  tribus  relativamente  superiores,  y  ya  desapare- 
cidas en  su  carácter  de  nación  —  caribes,  cumanagotos,  cara- 
cas, teques,  araguas,  caquetíos,  jirajaras,  etc.  —  que  cuando 
llegaron  los  conquistadores  parecían  abocadas  á  la  civiliza- 
ción. De  suerte  que  es  forzoso  todavía,  en  una  obra  his- 
tórica, circunscribirse  á  indicar  los  puntos  de  estudio,  mien- 
tras  se   esclarecen   con   trabajos   preparatorios  de  craneo- 


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—    VIII    — 

metría,    en  los    cementerios  genuínamente  indígenas,    y  de 
lingüística  y  cerámica  comparada  en  todo  el  territorio. 

En  lo  referente  á  la  Colonia,  á  la  Independencia  y  á 
la  Gran  Colombia,  tropezamos  también  á  cada  paso  con  la 
dificultad  de  consultar  y  cotejar  todos  los  documentos  in- 
dispensables;  pues  durante  la  guerra  de  emancipación,  los 
españoles  destruyeron  buena  parte  de  los  archivos  venezo- 
lanos, y  otra  la  llevaron  á  la  Península,  á  donde  es  pre- 
ciso ir  ahora  en  busca  de  datos.  Ni  son  tampoco  sufi- 
cientes los  archivos  de  España,  sino  que  es  necesario,  para 
resolver  más  de  una  cuestión  importante,  apelar  á  los  de 
Washington,  Londres,  París  y  el  Vaticano.  Y  en  lo  to- 
cante á  la  República  venezolana,  desde  1830,  las  frecuentes 
guerras  civiles  acabaron  asimismo  con  numerosos  archivos ; 
impidieron  formar  estadísticas,  salvo  en  contados  parén- 
tesis, y  hasta  descabalaron  las  incipientes  bibliotecas  na- 
cionales. De  donde  resulta  que  la  historia  de  la  Colonia 
tiene  aún  largos  períodos  en  blanco:  la  historia  de  la  In- 
dependencia y  de  Colombia  se  ha  escrito  desde  el  punto 
de  vista  casi  exclusivamente  militar,  y  con  parcial  apasiona- 
miento lo  mismo  por  los  españoles  que  por  los  ameri- 
canos; y  la  historia  de  la  República  ha  sido  materia  de 
pocos  libros,  si  interesantes  siempre  y  en  ocasiones  real- 
mente notables,  desprovistos  á  menudo  de  aquel  espíritu 
filosófico  que  procura  ahondar  en  las  causas  y  motivos  de 
los  sucesos  humanos,  descubrir  las  leyes  de  la  evolución 
nacional  y  trazarla  como  un  todo,  sin  la  preocupación  de 
sólo  buscar  argumentos  á  favor  de  un  sistema  de  gobierno 
ó  de  las  miras  de  un  partido  político.  —  Tal  vez  contri- 
buirá el  presente  libro  á  llenar  alguno  de  esos  vacíos. 

Aun  los  entendimientos  más  sagaces  se  han  dejado 
fascinar  por  la  tragedia  de  las  revoluciones  y  discordias 
civiles,    en  la  que  abundan    acciones  heroicas,    enredos  in- 


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—    IX    — 

trincados  y  pavorosas  catástrofes,  y  ello  hasta  desdeñar  las 
otras  manifestaciones  de  la  existencia  nacional.  El  más 
ilustre  de  los  historiadores  patrios,  ¡lustre  por  la  belleza 
clásica  de  su  estilo,  no  vaciló  en  estampar  esta  máxima: 
"los  trabajos  de  la  paz  no  dan  materia  á  la  historia;  cesa 
el  interés  que  ésta  inspira  cuando  no  puede  referir  grandes 
crímenes,  sangrientas  batallas,  ó  calamitosos  sucesos^".  No. 
Yo  buscaré  inspiración  en  otras  fuentes  y  caminaré  por 
otra  senda.  Me  fijaré  más  en  las  obras  de  la  inteligencia 
y  en  los  trabajos  de  la  paz.  En  medio  de  los  innumerables 
combates  hubo  siempre  hombres  que  pensasen,  escribiesen, 
hablasen  y  legislasen,  y  una  parte  del  pueblo  cultivó  los 
campos,  abrió  caminos,  trasportó  y  exportó  productos,  con- 
servó, en  suma,  los  elementos  constitutivos  de  la  patria. 
Es  verdad  que  la  obra  de  la  inteligencia,  recogida  en  leyes, 
escritos  y  discursos,  fué  á  menudo  archivada  en  olvidadas 
bibliotecas;  pero  allí  perduró  como  foco  de  una  aspira- 
ción constante  á  la  paz  y  al  progreso.  Es  cierto  que 
la  riqueza  acumulada  en  los  paréntesis  de  sosiego,  se  dis- 
persó y  malgastó  frecuentemente  en  mantener  ejércitos  y 
en  librar  batallas  fratricidas;  pero  nunca  desapareció,  con 
la  riqueza  material,  el  empeño  tenaz  de  los  buenos  ciuda- 
danos en  mejorar  las  condiciones  sociales.  Leyes  y  tra- 
bajo fueron  al  cabo  los  depositarios  de  la  tradición  civili- 
zadora. 

El  título  de  esta  obra  indica  ya  que  no  se  trata  de 
escribir  una  historia  completa.  Propónese  su  autor  un  fin 
especial,  y  diferente  del  que  han  perseguido  hasta  ahora 
los  historiadores  nacionales.  Dará  lugar  muy  amplio  al 
examen  de  las  leyes  fundamentales,  porque  resumen  en 
cada  período,   ora  el  sistema  con  que  una  raza  conquista- 

1.  Rafael  María  Barait,  Resumen  de  la  Historia  de  Venezuela,  t.  III, 
P.  131.     Edición  de  1887. 


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—    X    — 

dora  domina  y  pretende  civilizar  á  otra  raza  relativamente 
inferior,  como  sucedió  en  los  tiempos  de  la  Colonia,  ó  bien, 
como  en  las  distintas  épocas  de  la  República,  ora  el  con- 
cepto gubernativo  de  la  oligarquía  reinante,  en  ocasiones 
la  aspiración  popular,  ora  la  voluntad  soberana  de  los  cau- 
dillos autocráticos;  de  suerte  que,  aun  violadas  con  fre- 
cuencia y  aun  no  practicadas  en  su  integridad,  tienen 
siempre  esas  leyes  una  importancia  capital,  supuesto  que 
reflejan  el  verdadero  estado  de  un  pueblo  ó  el  criterio  de 
quienes  lo  dirigen,  mucho  más  cuando  se  consideran  con- 
juntamente el  estado  social  y  la  forma  de  su  constitución, 
cual  si  fuesen  un  organismo  en  perpetuo  movimiento  y 
desarrollo. 

Deseo,  por  otra  parte,  que  la  presente  Historia  re- 
sulte más  útil  que  atractiva;  y  por  ésto,  procuro  multi- 
plicar citas  y  extractos  de  los  documentos  más  notables 
de  cada  época,  á  fin  de  que  el  lector  pueda  formar  juicio 
propio  de  los  sucesos  y  de  los  hombres.  No  me  alargaré 
en  descripciones  de  campañas  y  combates,  porque  sin 
negar  su  importancia  en  sí,  ni  la  que  tienen  para  los 
especialistas  militares,  creo  que  habrá  hoy  mayor  prevecho 
en  recorrer  el  campo  apenas  explorado  de  la  evolución 
legislativa,  intelectual  y  económica.  Y  al  reseñar  la  con- 
tienda de  los  partidos  y  sus  procedimientos,  quisiera  ha- 
cerlo desde  el  punto  de  vista  puramente  filosófico,  para 
descubrir  y  enaltecer  la  obra  patriótica  y  fecunda  que  cada 
uno  haya  intentado  ó  realizado.  Señalar  errores  pasados 
y  presentes,  injusticias,  aberraciones,  crímenes,  accesos  de 
locura  individual  ó  colectiva,  es  tarea  aunque  ingrata  in- 
dispensable, porque  todo  eso  aparece  también  é  influye  en 
la  evolución  de  todo  pueblo;  pero  abrir  tribunales  de  jus- 
ticia para  pronunciar  alegatos  y  dictar  sentencias,  apasio- 
nados   los   unos  y  las  otras,    si  es  costumbre   tal  vez  in- 


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Libro  primero 

LA  COLONIA. 


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Capitulo  I. 

Los  conquistadores. 

Sumario.  Cómo  recibieron  los  indios  á  los  descubridores  de 
América  —  Motivos  de  la  cpnquista  —  Colón  y  sus  compañeros  — 
Destino  de  la  raza  americana  —  Conquista  de  Cubagua  y  primeras 
entradas  á  la  Tierra  Firme  —  Provincia  de  "Venezuela"  —  Fun- 
dación de  Santa  Ana  de  Coro  —  Capitulación  de  los  Welser  — 
Conquistadores  alemanes  y  españoles  —  Fin  trágico  del  gobierno 
de  los  Welser  —  Fundación  del  Tocuyo,  centro  de  expediciones  — 
Cómo  se  tomaba  posesión  de  las  tierras  descubiertas  —  Conquista 
de  los  valles  de  Caracas  y  Aragua  —  Desde  Fajardo  hasta  Losada 
y  Garcí-González  —  Conquista  de  la  Nueva  Andalucía  —  Conquista 
de  Guayana  —  Los  descendientes  de  los  conquistadores  —  España 

y  sus  colonias. 

Refiere  Fray  Bartolomé  de  las  Casas,  que  cuando  Cristóbal 
Colón  desembarcó  en  la  isla  de  Guanahaní  (12  de  octubre  de  1492) 
y  tomó .  posesión  de  aquella  tierra  "por  el  Rey  é  por  la' Reina  sus 
señores  ^\  "los  indios  que  estaban  presentes,  que  eran  gran  número, 
á  todos  estos  actos  estaban  atónitos  mirando  los  cristianos:  ....  pará- 
banse á  mirar  los  cristianos  á  los  indios,  no  menos  maravillados 
que  los  indios  dellos,  cuanta  fuese  su  mansedumbre,  simplicidad  y 
confianza  de  gente  que  nunca  cognoscieron,  y  que  por  su  apariencia, 
como  sea  feroz,  pudieran  temer  y  huir  dellos;  cómo  andaban  entre 
ellos  y  á  ellos  se  allegaban  con  tanta  familiaridad  y  sin  tan  temor 
y  sospecha,  como  si  fueran  padres  y  hijos:  ....  trujeron  luego  á  los 
cristianos  de  las  cosas  de  comer,  de  su  pan  y  pescado,  y  de  su 
agua,  y  algodón  hilado,  y  papagallos  verdes  muy  graciosos,  y  otras 
cosas  de  las  que  tenían:  ....  traían  en  las  narices  unos  pedacitos 
de  oro;  preguntóles  el -Almirante  por  señas  donde  había  de  aquello, 
respondían,  no  con  la  boca  sino  con  las  manos,  porque  las  manos 
servían  aquí  de  lengua,  según  lo  que  se  podía  entender,  que  yendo 
al  Sur  6  volviendo  la  isla  por  el  Sur,  que  estaba,  diz  que,  allí  un 
Rey  que  tenia  muchos  vasos  de  oro". 

Fort  o  ul.  Historia  Constitucional.  1 


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—    2    — 

Se  determinó  Colón  á  ir  allá,  y  sacar  de  esas  tierras  "pro- 
vecho y  rentas  para  los  Reyes,  temiendo  siempre  que  tan  grande 
negociación  se  le  había  al  mejor  tiempo  de  estorbar,  porque  via 
que  si  los  Reyes  se  hartaban  ó  enojaban  de  gastar,  no  la  habían 
de  llevar  al  cabo"  ....No  podía  en  verdad  justificar  de  otro  modo 
el  Almirante  su  temeraria  empresa,  ni  esperar  que  siguiera  España 
protegiéndole,  si  de  los  nuevos  descubrimientos  no  resultaban  pro- 
vecho y  rentas  para  sus  reyes  y  vasallos;  pero  —  añade  cando- 
rosamente Las  Casas  —  "no  teniendo  tanta  perspicacidad  y  provi- 
dencia de  los  males  que  podían  suceder,  como  sucedieron,  por 
excusación  de  los  cuales  s€  debiera  de  arriesgar  toda  la  prosecución 
y  conservación  del  negocio,  y  andar  poco  á  poco,  temiendo  más  de 
lo  que  se  debía  temer  la  pérdida  temporal,  ignorando  también  lo 
que  no  debiera  ignorar  concerniente  al  derecho  divino  y  natural, 
y  recto  juicio  de  razón,  introdujo  y  comenzó  á  sentar  tales  prin- 
cipios, y  sembró  tales  simientes,  que  se  originó  y  creció  dellas  tan 
mortífera  y  pestilencial  hierba,  y  que  produjo  de  sí  tan  profundas 
raíces,  que  ha  sido  bastante  para  destruir  y  asolar  todas  estas 
Indias,  sin  que  poder  humano  haya  bastado  á  tan  sumos  é  irre- 
parables daños  impedir  ó  atajar.  Yo  no  dudo  que  si  el  Almirante 
creyera  que  había  de  suceder  tan  perniciosa  jactura  como  sucedió, 
y  supiera  tanto  de  las  conclusiones  primeras  y  segundas  del  derecho 
natural  y  divino,  como  supo  de  cosmografía  y  de  otras  doctrinas 
humanas,  que  nunca  él  osara  introducir  ni  principiar  cosa  que  había 
de  acarrear  tan  calamitosos  daños,  porque  nadie  podrá  negar  él  ser 
hombre  bueno  y  cristiano  .  .  ,  .^". 

Vense  señaladas  en  este  admirable  trozo  de  Las  Casas  la  fuerza 
inicial  y  las  consecuencias  inevitables  de  la  conquista  de  América. 
Si  la  gloria  del  descubrimiento  hubiera  quizás  bastado  á  satis- 
facer el  alma  de  Colón,  en  cambio  sus  compañeros  esperaban  y  sus 
sucesores  debían  buscar  un  resultado  más  conforme  con*  los  pro- 
pósitos y  el  ideal  de  su  tiempo.  Los  pedacitos  de  oro  de  los  in- 
dios de  Guanahaní  determinaron  á  la  vez  la  aventura  triunfal  de 
los  conquistadores  y  el  destino  de  la  raza  americana.  Ni  peligros, 
ni  obstáculos,  ni  actos  vedados  por  la  religión  ó  la  moral,  habían 
de  contener  á  aquéllos,  hasta  hallar  las  prodigiosas  riquezas  que 
sospechaban  en  las  regiones  desconocidas.  Mientras  existiera  oro, 
ó  esperanza  de  descubrirlo,  no  podía  tener  otro  objeto  la  conquista; 
y  los  indios,  ora  se  sometiesen  de  buen  grado,  ora  resistiesen  á  los 
nvasores,    habían  de  correr   necesariamente   la  misma   suerte    des- 


1.  Historia  de  las  Indias,  lib.  I,  cap.  XL  y  XLI. 


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—    3    — 

graciada.  A  los  mansos  y  hospitalarios  les  esperaba  el  despojo  y 
la  opre^n;  los  guerreros  iban  á  pagar  con  la  vida  la  inferioridad 
de  sus  armas. 

El  espíritu  magnánimo  de  Isabel  la  Católica  procuró  desde 
el  principio  poner  á  los  indios  bajo  la  protección  de  leyes  generosas ; 
pero  no  era  fácil  que  leyes  dictadas  en  España  encontraran  en 
América  quien  las  aplicase  ni  respetase.  No  era  tampoco  verosímil 
que  el  alma  compasiva  de  Las  Casas  hallara  muchos  imitadores  en 
la  especie  de  hombres  que  en  los  primeros  tiempos  dejaron  su 
patria  para  buscar  en  América  gloria  y  fortuna, 

Comme  un  vol  de  gerfauts  hors  du  charníer  natal, 
Fatigues  de  porter  leurs  miséres  hautaines, 
De  Palos  de  Moguer,  routiers  et  capitaines 
Partaient,  ivres  d'un  réve  hérolque  et  brutal.^ 

Por  largos  años  habían  de  ser  las  Indias,  como  dijo  Cervantes 
exagerando  apenas,  "refugio  y  amparo  de  los  desesperados  de 
España,  iglesia  de  los  alzados,  salvo  conducto  de  los  homicidas,  pala 
y  cubierta  de  los  jugadores,  añagaza  general  de  mujeres  libres, 
engaño  común  de  muchos  y  remedio  particular  de  pocos^".  La 
cultura  española  no  empezó  á  echar  raíces  en  el  suelo  conquistado 
sino  cuando,  destruida  la  civilización  indígena,  donde  la  hubo,  y 
desaparecidas  ó  domadas  las  "naciones^'  más  belicosas,  pudo  otra 
gente,  que  no  la  aventurera  de  la  conquista,  pedir  á  la  tierra  los 
medios  de  subsistencia  que  no  daba  ya  el  oro  de  los  templos  sa- 
queados, como  en  el  Perú,  el  oro  de  los  indios  engañados  ó  ven- 
cidos, como  en  las  regiones  de  Venezuela.  Aquí  no  hallaron  los 
españoles  grandes  ciudades  ni  immensas  riquezas.  La  fábula  de  El 
Dorado,  el  mito  de  la  áurea  Manoa  con  que  los  naturales  los  fasci- 
naron, no  sirvió  más  que  para  lanzarles  en  expediciones  desgraciadas 
ó  inútiles.  Ni  encontraron  tampoco  aquí  los  conquistadores,  un 
gobierno  nacional  cuyo  reemplazo  les  hubiera  librado  en  seguida 
todo  el  territorio:  tuvieron  que  dispersar  sus  fuerzas  para  guerrear 
con  innumerables  tribus  que  obedecían  cada  una  á  su  rey  ó  cacique. 
Lo  cual,  con  diversas  circunstancias  que  se  apuntarán  después, 
explica  por  qué  la  conquista  y  colonización  de  Venezuela  fué  menos 
rápida  que  la  de  otras  partes  de  América. 

Colón  en  su  tercer  viaje,  1498,  pasó  por  las  bocas  del  Orinoco 
y  golfo  de  Paria,  costeando  la  tierra  firme  que,  según  creyeron  sus 
compañeros  entender  de  los  indios,  se  llamaba  de  Maracapana.  ^  Al 

l.'José  María  de  Heredia,  Les  Conquérants. 
2.  Cervantes,  £1  celoso  estremeflo. 


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—    4    — 

año  siguiente  los  descubridores  Alonso  de  Ojeda,  Pedro  Alonso  Niño 
y  Luis  y  Cristóbal  Guerra,  recogen  gran  cantidad  de  perlas  en  aguas 
de  las  islas  de  Margarita  y  Cubagua;  lo  que  decide  en  1500  á  los 
habitantes  de  la  Española  (Santo  Domingo)  á  fundar  en  Cubagua 
una  colonia,  —  primer  establecimiento  español  en  Venezuela.  La 
historia  de  esta  colonia  es  breve.  Comienza  con  la  abundancia  de 
perlas,  tanta,  que  en  los  primeros  años  el  quinto  correspondiente  al 
rey  no  bajaba  de  quince  mil  ducados:  varianla  escenas  de  salvajismo 
con  motivo  de  las  expediciones  de  los  colonos  á  Tierra  Firme,  á 
buscar  agua,  que  no  había  en  la  isla,  y  á  cautivar  indios  para  el 
buceo:  acaba  con  la  disminución  del  producto  de  la  pesca,  en  el  que 
pronto  rivalizan  y  subrepujan  á  Cubagua  las  islas  de  Coche  y  Mar- 
garita. En  vano  por  el  año  de  1523  pasa  aquella  aldea  á  la  cate- 
goría de  ciudad,  con  el  nombre  de  Nueva  Cádiz.  En  vano  los  neo- 
gaditanos  hacen  ostentación  de  valor  y  fuerzas  militares  cuando  en 
1528  los  atacan,  sin  mucho  empuje  y  ningún  éxito,  unos  filibusteros 
franceses.  Sucédense  años  de  decadencia  hasta  el  de  1543,  en  el 
que  un  vendabal  arrasa  la  ciudad,  y  al  cabo  de  poco  tiempo  queda 
despoblada.  De  establecimientos  permanentes,  ó  industriales  ó  mer- 
cantiles, no  tenían  aún  propósito  ninguno  los  conquistadores. 

La  conquista  de  la  provincia  que  se  llamó  primero  '*  Venezuela", 
después  '^  Caracas ",  y  que  se  extendía  por  el  Norte  desde  un  punto 
indeterminado  de  la  costa  de  Cumaná  hasta  el  Cabo  de  la  Vela, 
empezó  con  las  entradas  que  de  las  islas  vecinas  hacían  los  trafi- 
cantes de  indios  esclavos^.  A  corregir  los  excesos  de  los  indieros, 
la  Audiencia  de  Santo  Domingo  mandó  al  factor  de  real  hacienda 
Juan  de  Ampués  ó  Ampies;  quien  por  1527  desembarcó  con  sesenta 
hombres  en  la  costa  de  Coriana,  territorio  del  cacique  Manaure  6 
Anaure,  y  fundó  en  seguida  la  ciudad  de  Santa  Ana  de  Coro.  Di6 
pruebas  Ampués,  en  su  trato  con  los  indios,  de  cierta  dulzura  y 
buena  fe  que  contrastan  con  los  brutales  procederes  de  los  Ojeda  y 
Ocampo;  pero  á  poco  volvió  España  á  su  tradicional  sistema  de  con- 
quista. 

En  1528,  por  capitulación  del  27  de  marzo,  el  emperador 
Carlos  V  da  "licencia  y  facultad"  á  los  alemanes  Enrique  Ehinger 
y  Jerónimo  Sayler  para  que  por  sí,  ó  en  su  defecto  Ambrosio  y 
Jorge  Ehinger,  hermanos  de  Enrique,  puedan  "  descubrir  y  con- 
quistar y  poblar"  las  tierras  de  la  costa  comprendida  entre  el  Cabo 
de  la  Vela  (límite  de  la  gobernación  de  Santa  Marta)  y  Maracapana, 

1.  £1' nombre  de  Venezuela,  lo  mismo  que  el  de  América,  trae  su  origen  de 
los  viajes  de  Amerígo  Vespucci.  Véase  en  el  Apéndice,  No.  1,  el  resumen  de  la 
controversia  histórica  sobre  los  viajes  y  relaciones  del  navegador  florentino. 


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—    5    — 

*^con  todas  las  yslas  que  están  en  la  dha.  costa,   e^eptadas  las  que 
están  encomendadas  y  tiene  á  su  cargo  el  f ator  Joan  de  Ampués  ^\   A 
23  de  octubre    del  propio  año   los  beneficiarios  delegan   todos   sus 
poderes  á  Ambrosio  Ehinger,  que  se  encontraba  ya  en  la  Española 
como  factor  de  los  Welser,  banqueros  de  Augsburgo^.    La  mencio- 
nada capitulación   estípula:    que  los  alemanes,    en  el  plazo  de  dos 
años,  fundarán  dos  poblaciones  de  al  menos  300  hombre»  cada  una, 
enrolarán   50  mineros   alemanes   para  repartirlos    en  Tierra  Firme 
y  en  las  islas,  y  construirán  tres  fortalezas.    Se  les  acuerda:  el  4% 
de  "todo  el   provecho  de  la  conquista'';    exención  de  los  derechos 
de  almojarifazgo  para  los  mantenimientos  llevados  de  España,  á  con- 
dición de  no  venderlos;    doce   leguas  cuadradas  de  tierra   para  ex- 
plotarla por    propia    cuenta;    derecho    de    introducir   de   las   islas 
Española,  San  Juan  y  Cuba  los  caballos  y  otro  ganado  que  quisieran; 
exención  del  impuesto  sobre  la  sal;  no  pagar  al  tesoro,  durante  los 
cuatro  primeros   años,    más  que  el  décimo  del   impuesto   sobre   el 
pruducto  de  minas,    (gracia  que  se  aumentó  en  1531  á  diez    años); 
sacar  de  los  arsenales  de  Sevilla  todo  lo  necesario  para  equiparse; 
autorización  para  esclavizar  á  los  indios  rebeldes,  conformándose  en 
ésto  á  las  leyes   y  pagando  el  quinto  al  rey.    Se  concede   además: 
al  que  cumpla   la  capitulación,    el  cargo   de  Gobernador  y  Capitán 
General  de  las  tierras  conquistadas  "  para  todos  los  dias  de  su  vida", 
con  paga  anual  de  300,000  maravedises;  á  Ehinger  y  Sayler  el  título 
hereditario  de  Alguazil  mayor  de  S.  M.,  y  el  de  Adelantado,  también 
hereditario,  á  uno  de  los  dos,  designado  por  ellos  mismos.    En  1530, 
Ehinger  y  Sayler  solicitan  del  emperador  Carlos  V  que  sus  .derechos 
en  la  provincia  de  Venezuela  pasen  á  Antonio  y  Bartolomé  Welser, 
lo  que  se  acuerda  en  1531  por  otra  capitulación  que  no  difiere  de 
la  anterior.  2 

Desde  febrero  de  1529  estaban  ya  en  Coro  Alfinger  y  Bartolomé 
Sayler,  hermano  de  Jerónimo,  con  780  hombres,  —  alemanes, 
españoles,  portugueses  y  algunos  negros  de  Nueva  Guinea.  Alfinger 
se  encargó  en  seguida  del  Gobierno,  y  Ampués  se  retiró  á  su  pri- 


1.  Los  espafioles  llamaban  á  Ambrosio  £1  Eínguer  ó  £1  Inguer  ó  Dalfínguer 
ó  Alfinger,  imitando  en  la  última  silaba  la  pronunciación  alemana.  La  ortografía 
tradicional  es  Alfinger,  y  parece  preferible  conservarla,  aunque  sin  olvidar  su  origen. 

2.  Archivo  general  de  Indias,  Sevilla,  £st.  1,  caj.  1,  leg.  y%1f  ramo  12:  Des- 
cubrimientos, descripciones  y  poblaciones  tocantes  al  nuevo  Reino  de  Granada,  aftos 
de  1526  á  1591.  —  Julio  Humbert,  L'Occupation  allemande  du  Venezuela 
tu  XVIesiécle,  p.  13.  Burdeos  y  París,  1905.  —  Fray  Pedro  Simón,  Noticias 
historiales  de  la  conquista  de  Tierra  Firme,  noticia  2^,  cap.  II.  —  Los 
Welser  tenían  altas  influencias,  hasta  por  circunstancias  de  familia:  una  hija  de 
Bartolomé,  Filipina,  se  casó  secretamente  con  el  archiduque  Femando,  hijo  del  rey 
Femando  de  Bohemia,  sobrino  de  Carlos  V. 


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—    6    — 

mitíva  gobernación   de  las  islas  de  Oruba,    Curazao  y  Bonaire,   no 
sin  protestar  agriamente  contra  su  inmerecida  desgracia. 

En  los  siguientes  años,  los  Gobernadores  alemanes,  junto  con 
numerosos  conquistadores  españoles,  entre  los  cuales  se  distinguen 
Sancho  Briceño  y  Juan  de  Villegas,  se  lanzan  tierra  adentro  á  lejanas 
expediciones  que  parecen  hoy  odiseas  legendarias;  sin  preocuparse 
casi  nunca-  de  leyes  ú  órdenes  de  España,  ni  de  cumplir  las  cláusulas 
de  su  capitulación,  empeñados  como  estaban  en  incesantes  guerras 
con  los  indios  y  envueltos  en  perpetuas  intrigas  y  disputas  perso- 
nales. Dos  sucesos,  entre  muchos  semejantes,'  darán  idea  de  las 
aventuras  con  que  tropezaban  á  cada  paso  los  conquistadores.  El 
primer  acto  de  canibalismo  que  registran  las  crónicas  venezolanas 
fué  obra  de  estos  alemanes  y  españoles.  En  el  curso  de  su  segunda 
expedición,  hallándose  Alfinger  por  las  orillas  del  rio  Magdalena, 
decidió  remitir  á  Coro  la  cantidad  de  oro  que  había  recogido, 
calculada  en  30000  pesos,  y  la  confió  á  veinticuatro  hombres  man- 
dados por  na  capitán  Bascona,  Vasconia  ó  Vascoña.  Extraviáronse 
á  poco  y  acabados  los  bastimentos  que  llevaban,  ya  medio  muertos 
de  hambre  enterraron  el  oro  al  pie  de  un  árbol  para  volver  á 
buscarlo  en  lyejor  ocasión.  Mas,  "como  sus  fuerzas  del  todo  les 
iban  faltando,  acordaron,  y  de  hecho  lo  hicieron,  de  ir  matando  de 
los  pocos  indios  é  indias  que  les  habían  quedado  de  servicio  é 
írselos  comiendo  cada  dia  el  suyo ...  sin  dejar  cosa  de  ellos,  tripas 
ni  lo  demás,  porque  nada  les  sabía  mal;  y  aim  sucedió  que  matando 
el  postrer  indio,  y  arrojando  cuando  lo  hacían  cuartos  el  miembro 
genital . . .  era  tanta  la  hambre  rabiosa  de  un  soldado  llamado 
Francisco  Martín  (relator  del  suceso)  que  como  perro  arremetió  y 
lo  cogió  y  se  lo  engulló  crudo  diciendo:  pues  ésto  arrojáis  en  estas 
ocasiones? . .  .^'  Dividiéronse  luego  unos  de  otros  por  temor  de  que 
el  hambre  los  obligara  á  matarse  entre  sí.  Cuatro  que  partieron 
juntos  encontraron  unos  indios  que  les  socorrieron  con  maíz  y 
raíces;  pero  pareciéndoles  poco  cayeron  sobre  ellos,  mataron  á  uno 
y  tostaron  la  carne  para  que  les  sirviese  de  viático  i.  Léase  otra 
aventura.  Huyendo  los  indios  de  la  laguna  Tamalameque,  se 
refugiaron  en  unas  islas  con  todas  sus  canoas  para  evitar  que  los 
españoles  los  siguiesen:  como  éstos  "desde  la  tierra  firme  alcanzasen 
á  ver  que  los  indios,  fiados  en  la  dificultad  de  estar  de  por  medio 
la  laguna,  andaban  en  cuadrillas  sin  recato  alguno  por  las  playas  de 


1.  Fray  Pedro  Simón,  op.  cit.,  noticia  2»,  cap.  V  y  VI.  —  Juan  de 
Castellanos,  Elegías  de  varones  ilustres  deludías,  segunda  parte,  elegía  1  a^ 
canto  II.  —  Oviedo  y  Baflos  (que  copia  á  menudo  á  los  anteriores),  Historia  de 
la  conquista  y  problación   de  la   provincia  de  Venezuela,    lib.  I,   cap.  VII. 


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—    7    — 

las  islas  vecinas,  adornados  de  chagualas  y  orejeras  de  oro;  incitados 
de  la  presa  que  apetecía  su  desmedida  codicia,  hallándose  sin 
embarcaciones  en  que  pasar  á  lograrla,  Juan  de  Villegas,  Virgilio 
García,  Alonso  de  Campos,  Hernán  Pérez  de  la  Muela  y  otros 
veintiséis  se  arrojaron  á  la  laguna  montados  en  sus  caballos,  que, 
gobernados  del  freno  y  animados  del  batir  del  acicate,  atravesaron 
nadando  hasta  llegar  á  las  islas,  de  cuya  resolución  inopinada 
atemorizados  los  bárbaros,  sin  que  les  quedase  aliento  para  levantar 
las  armas  ni  para  calar  las  flechas,  irnos  fueron  destrozo  miserable 
de  las  lanzas,  y  otros  fatal  estrago  de  su  misma  confusión,  pues 
atrepellándose  unos  á  otros  por  ocurrir  á  las  canoas  para  escapar 
presurosos,  anegándose  en  las  ondas  se  encontraban  con  la  muerte 
donde  buscaban  la  vida^". 

El  guerrear  sin  tregua,  la  visión  constante  del  peligro  y  la 
muerte,  la  tenaz  esperanza  de  El  Dorado  que  se  desvanecía  todas 
las  tardes  en  el  horizonte  de  ignoradas  soledades,  las  vigilias  én 
campamentos  insalubres,  la  ausencia  de  mujeres  de  la  propria  raza, 
que  hubieran  tal  vez  endulzado  el  temple  de  aquellas  ásperas  almas, 
donde  con  el  valor  heroico  habitaban  la  codicia  y  el  despecho,  la 
ira  y  la  venganza,  —  apenas  tenían  más  distración  que  efímeros 
sensuales  amoríos  con  alguna  india  cautiva  ó  el  cuento  picaresco 
referido  en  noches  de  descanso  por  algún  soldado  poeta.  El  con- 
quistador Castellanos,  que  puso  en  verso  las  crónicas  de  Cubagua, 
Venezuela,  Cabo  de  la  Vela  y  nuevo  Reino  de  Granada,  cuenta  con 
gracia  andaluza  la  donosa  maña  que  cierta  india  inventara  en  tierras 
de  Maracaibo  para  librarse  del  amor  de  un  portugués. 

Era  india  bozal,  mas  bien  dispuesta; 

Y  el  portugués,  que  mucho  la  quería, 
Con  deseo  de  vella  más  honesta 
Vistióle  una  camisa  que  tenia. 
Hizola  baptizar,  y  con  gran  fiesta 
Debió  celebrar  bodas  aquel  día: 

Que  en  entradas  vergüenza  se  descarga 
Para  poder  correr  á  rienda  larga. 

Estaban  en  zavana  de  buen  trecho, 

Y  llegada  la  noche  muy  oscura, 
£1  portugués  juntóla  con  su  pecho 
Para  poder  tenella  más  segura. 
Ambos  dormían  en  pendiente  lecho. 
Según  uso  de  aquella  cojruntura; 
Fingió  la  india  con  intento  vario 

Ir  á  hacer  negocio  necesario. 


1.  Oviedo  y  Bafíos,  op.  cit.,  1. 1,  p.  49. 


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—    8    — 

Levantóse  del  lusitano  lado, 

Y  sentóse  no  lejos  del,  que  estaba 
Los  ojos  en  la  india  con  cuidado 
De  ver  si  más  á  lejos  se  mudaba: 
Siendo  de  su  mirar  asegurado 
Viendo  que  la  camisa  blanqueba, 
La  india  luego  que  la  tierra  pisa 
Quitóse  prestamente  la  camisa. 

Y  al  punto  la  colgó  de  cierta  rama, 
Por  cebo  de  la  vana  confianza; 
Aprestó  luego  más  veloz  que  gama 
Con  el  traje  que  fué  de  su  crianza: 
£1  pensaba  lo  blanco  ser  la  dama; 
Bfas  pareciendo  mal  tanta  tardanza, 
Le  decía:  "Ven  ya,  niña  Tereya, 
A  os  brazos  do  galán  que  te  deseya**  .... 

Viendo  no  responder,  tomó  consejo 
De  levantarse  con  ardiente  brfc>, 
Diciendo:  ** Cuidas  tú,  que  naon  te  veyo? 
Véyote  muito  bein  per  o  atavío". 
.Echóle  mano,  mas  halló  el  pellejo 
De  la  querida  carne  ya  vacío: 
Tomóse  pues  con  sola  la  camisa, 

Y  más  lleno  de  lloro  que  de  risa^. 

Alfinger,  no  bien  llegó  á  Coro  (febrero,  1529)  marchó  á  ex- 
plorar el  lago  de  Coquibacoa,  en  cuyas  orillas  fundó  un  pueblo  ó 
ranchería  de  cincuenta  á  sesenta  españoles,  dándole  el  nombre  indí- 
gena de  Maracaibo.  Regresó  á  los  ocho  meses  con  sólo  siete  mil 
pesos  de  oro  de  "  chaf aloina",  ó  baja  ley,  y  se  encontró  en  Coro 
con  Nicolás  Federmann  y  Hans  Seissenhoffer  (llamado  por  los  es- 
pañoles Juan  el  alemán),  agentes  ambos  de  los  Welser.  Al  primero 
le  entregó  Alfinger  el  gobierno  y  pasó  á  Santo  Domingo  "á  curar 
de  una  enfermedad  recia  que  traía  de  la  entrada"  (junio,  1530).  En 
setiembre  sale  Federmann  con  rumbo  al  Sur,  acompañado  de  unos 
cien  blancos  y  otros  tantos  indios;  descubre  la  provincia  de  Va- 
riquecemeto  (Barquisimeto)  donde  hubo,  según  un  cronista,  hasta  tres 
mil  pesos  de  oro,  y  vuelve  á  Coro  en  marzo  de  1531.^  Ya  estaba 
allí   otra   vez   Alfinger,    confirmado   en   su   cargo   de  Gobernador: 


1.  Castellanos,  Elegías,  2^  parte.  Introducción. 

2.  Véase  la  Narración  del  primer  viaje  de  Nicolás  Federmann  el  mozo,  natu- 
ral de  Ulm,  publicada  en  Haguenau,  1557.  Traducción  francesa  de  Enrique  Temaux, 
París,  1837.  —  No  es  posible  darse  cuenta  exacta  del  camino  que  siguiera  Feder- 
mann desde  Barquisimeto:  aun  los  historiadores  alemanes  andan  discordes  en  sus 
conjeturas. 


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juzga  que  Federmann  había  extralimitado  sus  poderes;  lo  obliga  á 
embarcarse  para  España,  y  emprende  su  segunda  expedición  por 
via  del  pueblo  de  Maracaibo  hasta  el  territorio  del  Nuevo  Reino 
de  Granada.  Cuando  volvía  sobre  sus  pasos,  al  cabo  de  dos  años, 
murió  en  una  pelea  con  los  indios,  entre  Pamplona  y  Cúcuta,  en  el 
lugar  que  conserva  el  nombre  de  Miser  Ambrosio. 

Como  sucesor  de  Alfinger  fué  nombrado  en  España  Feder* 
mami  (julio,  1533);  mas  hallándose  éste  y  sus  protectores  los  Welser 
en  litigio  con  los  españoles  de  Coro,  que  se  quejaban  de  ^^  muchos 
agravios"  de  los  alemanes,  se  convino  (diciembre,  1534)  en  reem- 
plazarlo con  Jorge  Hohermuth  (de  Spira).  Sin  embargo  Feder- 
mami,  ó  porque  no  recibiera  notificación  oficial  del  nuevo  nombra- 
miento, ó  porque  la  confianza  que  en  él  tenían  los  Welser  lo 
autorizara  para  expedicionar  de  todos  modos  en  Venezuela, 
emprendió  viaje,  y  á  principios  de  1535  se  encontró  en  Coro  con 
Hohermuth.  El  interés  de  uno  y  otro  no  era  propiamente  la  gober- 
nación de  una  colonia  que  apenas  existía  de  nombre:  acordaron, 
por  tanto,  repartirse  la  gente  de  Coro  é  irse  cada  cual  por  su 
camino  á  descubrir  tierras  y  buscar  oro. 

Federmann  acompañado  de  Pedro  de  Limpias,  marcha  por 
Maracaibo  hasta  el  Cabo  de  la  Vela:  le  cierran  el  paso  expedicio- 
narios de  la  gobernación  de  Santa  Marta:  vuelve  atrás,  se  interna 
por  Maracaibo,  Carora,  Barquisimeto,  los  llanos  hasta  el  Meta; 
traspasa  los  Andes  y  llega  á  la  altiplanicie  de  Bogotá.  Aquí  una 
escena  épica.  Encuéntranse  inesperadamente  tres  expediciones:  la  de 
Federmann,  que  sólo  por  el  Libertador  Bolívar  será  imitada  cerca  de 
trescientos  años  más  tarde;  la  de  Gonzalo  Jiménez  de  Quesada, 
que  venía  de  la  costa  de  Santa  Marta,  y  la  de  Benalcazar  que 
llegaba  de  Quito.  Mídase  la  audacia  de  aquellos  conquistadores 
reflexionando  que  hoy,  á  principios  del  siglo  XX,  no  existen 
todavía  verdaderos  caminos  en  tan  dilatadas  regiones.  Por  mi- 
lagro no  degeneró  en  matanza  su  disputa:  convinieron  en  pasar 
á  España  á  defender  cada  cual  sus  pretensiones  ante  el  Con- 
sejo de  Indias  (1539).  Gana  Quesada;  Benalcazar  se  somete; 
Federmann  sigue  en  inútiles  instancias  hasta  que  muere  en  Madrid 
en  1542. 

Entre  tanto,  el  Gobernador  Hohermuth  y  Felipe  de  Hutten, 
con  361  hombres  y  80  caballos,  habían  salido  de  Coro  (mayo,  1535) 
á  buscar  El  Dorado,  tomando  la  via  de  Barquisimeto,  Portuguesa  y 
Barinas.  En  enero  del  año  siguiente  estaban  por  las  orillas  del 
Apure,  en  abril  por  las  del  Arauca,  en  agosto  por  las  del  Meta. 
Ya  no  eran  más  que  184.    En  vano  intentan  subir  los  Andes  como 


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Federmann.  Al  cabo  de  tres  años  justos  regresan  á  Coro.  Ya  no 
eran  más  que  86  de  á  pie  y  24  de  á  caballo. 

En  Coro,  los  empleados  y  colonos  españoles  seguían  que- 
jándose de  los  alemanes.  Alegaban  que  les  vendían  á  precios  exce« 
sivos  la  sal,  las  armas  y  todo  género  de  mercancías.  Decían,  por 
ejemplo;  un  caballo,  que  "comunmente  sue¡,e  valer  en  la  isla  Els- 
pañola  veinte  y  veinte  y  cinco  pesos  de  buen  oro,  lo  venden  y  han 
vendido  los  alemanes  por  trescientos  ó  cuatrocientos  pesos  de  buen 
oro".  Para  averiguar  el  fundamento  de  semejantes  quejas  la  Au- 
diencia de  Santo  Domingo  manda  de  juez  de  residencia  á  un  Dr. 
Navarro  (1536),  quien  suspende  y  declara  culpable  á  Hohermuth,  no 
bien  regresa  de  su  expedición.  Pero  Navarro,  que  se  había  apre- 
surado á  tomarse  de  juez  en  conquistador,  comete  abusos  más 
escandalosos  todavía,  á  tal  extremo  que  los  vecinos  y  el  cabildo 
piden  unánimemente  su  retiro.  En  1540,  llamado  Navarro  por  la 
Audiencia  y  muerto  Hohermuth,  se  encarga  provisionalmente  del 
Gobierno  el  obispo  Rodrigo  de  Bastidas  hasta  que  se  posesiona  el 
nuevo  Gobernador  Felipe  de  Hutten. 

Soñaba  aún  Hutten,  á  pesar  de  su  reciente  y  desgraciada  ex- 
pedición, con  el  mito  de  El  Dorado.  A  descubrirlo  parte  en  agosto 
de  1541,  con  Pedro  de  Limpias,  Bartolomé  Welser,  Sebastián  de 
Amescua,  Martín  de  Arteaga,  el  Padre  Fructos  y  unos  150  soldados. 
Siguen  el  mismo  camino  que  Federmann  hasta  el  rio  Guaviare;  con 
menos  fortuna.  Al  cabo  de  cuatro  años  y  medio  se  repliegan  por 
los  llanos  y  Barquisimeto  al  Tocuyo,  para  caer  en  manos  del 
Gobernador  intruso  Juan  de  Carvajal  ....  Léanse  en  el  sabroso 
estilo  de  los  \dejos  cronistas  los  lances,  aventuras  y  heroicidades 
inauditas  de  estos  duros  conquistadores,  que  fascinados  por  un 
áureo  espejismo,  no  temieron  nunca  á  la  naturaleza  enemiga,  ni  á 
las  fieras,  ni  á  los  hombres. 

Nombrado  juez  de  residencia  el  Licenciado  Juan  de  Frías, 
fiscal  que  era  de  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  llega  á  Coro  por 
octubre  de  1544,  y  el  año  siguiente  condena  á  los  Welser  á  perder 
el  gobierno  de  la  provincia  y  á  devolverle  al  tesoro  30000  pesos 
oro.  Hubieran,  sin  embargo,  los  influyentes  banqueros  de  Augs- 
burgo  desdeñado  tal  vez  semejante  sentencia,  si  otra  desgracia  mayor 
no  se  les  estuviese  ya  preparando  en  el  occidente  de  la  provincia. 
Frias  partió  para  Magarita  y  Cubagua  á  instruir  otros  juicios,  cuando 
llegó  á  Coro  de  Gobernador  interino,  con  papeles  ó  auténticos  ó 
falsificados,  Juan  de  Carvajal,  quien  allegó  hasta  doscientos  hombres 
y  emprendió  entrada  al  Sur  llevándose  de  teniente  á  Juan  de  Ville- 
gas.   A  7  de  diciembre  de  1545  fundan    con   Diego   de    Losada   y 


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Diego  Ruiz  de  Vallejo  la  ciudad  de  Nuestra  Señora  de  k  Concep- 
ción del  Tocuyo.  Y  como  retomase  por  allí  la  última  desgraciada 
'expedición  á  El  Dorado,  resuelto  Carvajal  á  alzarse  á  toda  costa 
con  el  Gobierno,  asesinó  á  Felipe  de  Hutten,  Bartolomé  Welser, 
Diego  Romero  y  Gregorio  de  Placencia  (1546).  Al  año  siguiente, 
el  Gobernador  interino  y  juez  de  residencia  Licenciado  D.  Juan 
Pérez  de  Tolosa,  somete  á  juicio  á  Carvajal  y  lo  condena  á  ser 
arrastrado  "á  la  cola  de  un  rocín"  y  ahorcado  á  la  rama  de  un 
ári)ol,  que  conservó  por  largos  años  el  nombre  de  "ceiba  de 
Carvajal". 

Con  la  tragedia  del  Tocuyo  terminó  de  hecho  la  dominación 
de  los  Welser;  pues  si  bien  continuaron  durante  nueve  años  haciendo 
instancias  en  la  corte  para  que  se  les  renovasen  sus  privilegios,  al 
fin  se  decidió,  el  13  de  abril  de  1556,  que  no  tenían  ya  derecho  á 
nombrar  Gobernador,  por  no  haber  cumplido  todas  las  cláusulas  de 
su  capitulación. 

A  poco  de  fundada,  la  ciudad  del  Tocuyo  se  convierte  en 
centro  de  expediciones  y  adquiere  en  seguida,  hasta  la  fundación 
de  Caracas,  tanta  importancia  como  Santa  Ana  de  Coro.  Tolosa 
encontró  allí  unos  215  hombres,  con  100  caballos,  200  yeguas^ 
300  vacas  de  vientre,  500  ovejas  y  algunos  cerdos  \  Un  vecina 
del  Tocuyo,  Cristóbal  Rodríguez,  lleva  el  primer  ganado  vacuno  á 
los  llanos  del  Sudoeste  (1548).  En  la  propria  ciudad  se  establecieron 
telares:  en  sus  contomos  se  cultivó  arroz,  y  trigo  en  tal  abundancia, 
que  se  expedía  harina  á  Maracaibo,  á  Coro,  á  la  Isla  Española  y 
á  Cartagena  de  Indias^. 

A  fines  de  1546,  Tolosa  reparte  su  gente  en  varias  entradas. 
Una  de  ellas,  al  mando  del  incansable  Juan  de  Villegas,  se  interna 
por  regiones  todavía  inexploradas  y  el  24  de  diciembre  de  1547 
toma  posesión  de  la  laguna  de  Tacarigua,  con  todo  el  aparato  que 
se  usaba  entonces.  El  escribano  de  la  entrada,  Francisco  de  San 
Juan,  describe  así:  "Llegó  (Villegas)  á  la  ribera  de  la  laguna,  y 
cogió  agua  della,  y  con  una  espada  cortó  ramas,  y  se  paseó  por  la 
dicha  ribera  de  la  dicha  laguna,  y  por  otras  partes,  y  se  mandó 
poner  y  se  puso  junto  á  la  dicha  laguna  una  cruz  de  madera  hin- 
cada en  el  suelo;  lo  cual  todo  dijo  que  hacía  é  hizo  en  señal  de 
posesión,  la  cual  tomó  quieta  y  pacíficamente,  sin  contradicción  de 
persona  alguna  que  yo  el  dicho  escribano  viese  ni  oye^e;  y  de  toda 
ello  como  pasó  el  dicho  señor  teniente  del  Gobernador  lo  pidió  por 
testimonio,  siendo  presentes  por  testigos    á  lo    susodicho  el  capitán 

1.  Carta  del  Licenciado  Tolosa  al  rey,  15  de  octubre  de  1546. 

2.  Fray  Pedro  Simón,  Noticias  historiales,  noticia  5»,  cap.  XTV  y  XVUI. 


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Luis  de  Narváez,  é  Per  Alvarez,  teniente  de  veedor  de  S.  M.  en  la 
dicha  jomada,  é  Pablos  Xuárez,  alguacil  mayor,  é  Juan  Domínguez 
Antillano,  y  Gonzalo  de  los  Rios,  y  Sancho  Briceño,  y  Juan  de 
Escalante,  y  otros  muchos". 

Proponíase  Villegas  hacer  paz  con  los  indios  y  explotar  las 
minas  de  oro  de  las  tierras  de  Tacarigua  y  Caracas.  No  le  pareció, 
sin  embargo,  prudente  establecerse  lejos  de  la  costa;  y  trasladando 
á  ésta  su  campamento,  declaró  en  24  de  febrero  de  1548  que  fundaba 
en  el  puerto  de  Burburuata  una  ciudad  con  el  nombre  de  Nuestra 
Señora  de  la  Concepción,  para  que  la  habitasen  sus  campaneros  y 
otros  que  vinieran  del  Tocuyo^.  Pero  tuvo  que  aplazar  su  proyecto 
con  motivo  de  la  enfermedad  y  muerte  del  Gobernador  Tolosa. 
Regresó  al  Tocuyo  con  toda  su  gente  y  tomó  posesión  del  Gobierno, 
como  Capitán  General  (19  de  marzo,  1549).  De  allí  envió  á 
Burburuata  al  veedor  Pedro  Alvarez,  quien  dio  principio  á  la  pro- 
yectada población,  nombrándole  regidores  y  alcaldes;  mas  en  los 
siguientes  años,  amenazados  continuamente  de  piratas  los  vecinos, 
cobraron  miedo  y  abandonaron  el  puerto  (1568).  En  1551  funda 
Villegas  la  ciudad  de  Nueva  Segovia  de  Barquisimeto,  y  adelanta 
en  el  proprío  año  á  Damián  del  Barrio  para  que  se  posesione  de  la 
vecina  provincia  de  Nirva  ó  Nirgua,  donde  acababan  de  descubrirse 
unas  minas  de  oro  que  se  llamaron  de  San  Felipe  de  Buría. 
Sucesivamente  se  fundaron  allí,  y  desaparecieron,  las  ciudades  de 
las  Palmas,  Nirgua,  Villarrica  y  Nueva  Jerez;  mientras  dtiró  la  guerra 
con  los  indios  Jirajaras,  "gente  tan  belicosa  é  indómita  por  la 
fiereza  de  sus  condiciones  (dice  el  Padre  Simón),  que  hoy  se  están 
sin  conquistar  los  pocos  que  han  quedado".  La  actual  ciudad  de 
Nirgua  la  fundó  un  siglo  más  tarde  (1628)  D.  Juan  de  Meneses  y 
Padilla,  dándole  el  nombre  de  Nuestra  Señora  de  la  Victoria  del 
Prado  de  Talavera. 

A  Villegas  sucede  el  Gobernador  Alonso  Arias  de  Villacinda, 
1554.  Uno  de  sus  capitanes,  Alonso  Diaz  Moreno,  funda  en  1555  á 
Valencia  del  Rey.  Muerto  Villacinda  en  Barquisimeto  (1556),  los 
alcaldes  del  Tocuyo  mandan  á  Diego  García  de  Paredes,  con  setenta 
infantes  y  una  docena  de  caballos,  á  conquistar  la  provincia  de  los 
Cm'cas.  Aquí  la  guerra  se  prolonga  al  igual  de  lo  que  sucediera 
en  Nirgua,  Paredes  funda  una  aldea  con  el  nombre  de  Trujillo^; 
pero  á  poco  sus  vecinos  tienen  que  abandonarla,  echados  por  los 
indios  á  quienes  habían  robado  sus  propiedades  y  mujeres.  El 
sucesor  de  Paredes,   Francisco  Ruiz,   vuelve  á  fundar  aldea  con  el 

1.  Cartas  del  Licenciado  Tolosa.     Archivo  de  Indias,  Sevilla. 

2.  Era  oriundo  de  Trujillo  de  Estremadura. 


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nombre  de  Miravel.  Destituido  Ruiz  y  remplazado  por  el  mismo 
Paredes,  reaparece  el  nombre  de  Trujillo.  Sus  vecinos  cambian  de 
lugar  tres  veces,  acosados  siempre  por  los  indios,  hasta  establecerse 
en  el  sitio  de  la  ciudad  actual  por  el  año  de  1570.  Mudábanse 
fácilmente  los  conquistadores,  porque  las  primeras  casas  que  cons- 
truían eran  de  simple  bajareque  atando  las  maderas  con  bejucos. 
Sólo  cuando  el  sitio  les  parecía  seguro,  después  de  aniquilar  ó 
esclavizar  á  los  indígenas,  se  resolvían  á  levantar  casas  de  tapias^ 
y  teja. 

Al  Gobernador  Villacinda  suceden:  Gutiérrez  de  la  Peña,  de 
1557  á  1559;  el  Licenciado  Pablo  Collado,  hasta  1562;  el  Licenciado 
Bemáldez,  juez  pesquisidor  mandado  á  seguir  juicio  contra  aquél, 
hasta  1563;  Alonso  Manzanedo,  que  muere  en  1564;  y  otra  vez 
Bemáldez,  hasta  que  llega  en  1565  D.  Pedro  Ponce  de  León,  que 
gobierna  cuatro  años;  Juan  de  Chaves,  interino;  Diego  de  Mazariego,. 
1572;  JuanTimentel,  1577;  Luis  de  Rojas,  1582;  Diego  Osorio,  1587; 
Gonzalo  Pina  Ludueña,  1599.  Bajo  estos  Gobernadores,  la  población 
española  de  la  provincia  de  Venezuela  se  reparte  en  muchas  aldeas, 
que  serán,  mediado  el  siglo  XVIII,  los  más  notables  centros  mer- 
cantiles. Sucesivamente  aparecen:  Mérida,  fundada  en  1558  con  el 
nombre  de  Santiago  de  los  Caballeros  por  Juan  Rodríguez  Suárez; 
San  Cristóbal,  1561,  por  Juan  de  Maldonado;  Caraballeda,  1568,  por 
Diego  de  Losada;  Nueva  Zamora  (Maracaibo),  1571,  por  Alonso 
Pacheco;  San  Juan  Bautista  del  Portillo  de  Carora,  1572,  por  Juan 
de  Salamanca;  el  Espíritu  Santo  de  la  Grita,  1576,  por  Francisco  de 
tazares;  Altamira  de  Cazares  (Barinas),  1577,  por  Andrés  Várela; 
San  Sebastián  de  los  Reyes,  1584,  por  Sebastián  Diaz  de  Alfaro; 
la  Guaira,  1589,  por  Diego  Osorio;  Pedraza,  1591,  y  Gibraltar,  1592, 
por  Gronzalo  Pina  Ludueña;  el  Espíritu  Santo  de  Guanare,  1593,  por 
Juan  Fernández  de  León;  la  Victoria,  1595,  por  Francisco  Loreto. 
La  ciudad  de  Santiago  de  León  de  Caracas,  futura  capital  de  la 
Capitanía  General,  la  fundó  el  conquistador  Diego  de  Losada;  pero 
el  dia  no  se  sabe,  y  el  año  es  dudoso.  La  fecha  de  1530  que  da 
el  cronista  Gil  González,  es  evidentemente  errónea,  como  observó. 
Oviedo  y  Baños.  La  fecha  generalmente  aceptada  es  el  25  de  julio 
(dia  de  Santiago)  de  1567  ó  68 1. 

Promediando  el  siglo  XVI,  los  españoles  se  dedican  con  pre- 
ferencia á  la  conquista  de  los  valles  de  Caracas  y  Aragua,  cuyos 
habitantes  les  opusieron  la  más  tenaz  y  heroica  resistencia.  Prin- 
cipió esta  conquista  el  mestizo  Francisco  Fajardo,  hijo  de  un  español 

1 .  Según  las  averíguaciones  del  Sr.  Manuel  Landaeta  Rosales :  carta  al  autor^ 
Caracas,  2  de  abril,  1901. 


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del  mismo  nombre  y  de  doña  Isabel,  nieta  del  cacique  Charayma, 
del  valle  de  Maya  en  tierras  de  Caracas.  Por  abril  de  1555  em- 
prendió un  viaje  de  exploración  desde  la  isla  de  la  Margarita,  de 
donde  era  vecino,  acompañado  de  sus  hermanos  matemos  Alonso  y 
Juan  Carreño  y  un  séquito  de  veinte  indios  en  dos  piraguas.  Trató 
de  amistad  en  la  Tierra  Firme  con  los  caciques  Sacama,  Nicoto, 
Guaimacuare  y  Naiguatá,  tío  éste  de  doña  Isabel.  Vuelto  á  la 
Margarita,  emprendió  otro  viaje  en  1557  con  su  madre,  los  dos 
Carreños,  Pedro  Fernández,  Martín  de  Jaén,  Francisco  de  Cáceres, 
el  portugués  Cortés  Richo  y  cien  indios  guaiqueríes,  vasallos  de  su 
padre.  Legó  al  [puerto  de  Píritu,  donde  reinaban  sus  amigos  los 
indios  convertidos  Alonso  Coyegua  y  Juan  Caballo,  y  con  otros 
cinco  españgles  que  allí  se  le  juntaron  pasó  á  Sotavento  á  un  sitio 
llamado  El  Panecillo.  Pero  como  no  tenía  aún  autorización  oficial 
para  conquistar  ni  poblar,  resolvió  dejar  aquí  su  gente  é  irse  al 
Tocuyo,  con  solos  dos  compañeros  españoles  y  unos  pocos  indios, 
á  solicitarla  del  Gobernador  Gutiérrez  de  la  Peña.  Quien  le  dio 
entonces  título  para  que  gobernase  la  costa  desde  Burburuata  hasta 
Maracapana,  y  poblase  en  ella. 

Fajardo  heredó  de  su  padre  español  el  heroísmo  y  la  crueldad; 
mas  no  de  su  madre  india  compasión  alguna  ni  buena  fe  hacia  su 
propia  raza.  Empezó  por  fundar  en  el  sitio  del  Panecillo  una  villa 
que  llamó  El  Rosario,  y  al  punto  se  dio  á  guerrear  con  los  subditos 
de  Paisana.  Quiso  éste  entrar  en  tratos  de  paz  con  el  conquistador, 
y  confiado  en  su  palabra  fué  á  su  campo.  Pérfidamente,  [Fajardo 
ahorcó  al  cacique.  Lo  que  determinó  la  pronta  venganza  de  Idf 
indios:  envenenaron  á  doña  Isabel  y  obligaron  á  Fajardo  á  abandonar 
El  Rosario  y  escaparse  á  Margarita  (1558).  Al  año  siguiente  vuelve 
á  la  Tierra  Firme;  se  interna  hasta  Valencia  tratando  de  paz  con 
los  caciques;  recibe  del  Gobernador  Collado,  que  estaba  en  el 
Tocuyo,  el  nombramiento  de  teniente  general  y  un  refuerzo  de 
treinta  soldados;  pasa  al  valle  del  Guaire,  dándole  el  nombre  de  San 
Francisco  (1560);  baja  á  la  costa  á  fundar  en  el  puerto  de  Cara- 
valleda  la  villa  del  Collado;  regresa  á  San  Francisco,  y  descubre 
unas  minas  de  oro  en  tierras  de  los  indios  Teques.  Sabido  lo  cual 
por  el  Gobernador,  lo  manda  reemplazar  con  Pedro  Miranda,  de- 
jándole sólo  el  cargo  de  justicia  mayor  del  Collado.  Comienza 
Miranda  á  explotar  las  minas;  pero  atacado  por  el  cacique  Guaicai- 
puro,  las  abandona  y  se  retira  á  Burburuata.  Ni  halla  mejor  fortuna 
su  sucesor  Juan  Rodríguez  Suárez.  Ausente  un  dia  de  las  minas, 
cae  Guaicaipuro  sobre  la  gente  que  allí  había  y  la  sacrifica  toda. 
Al  propio  tiempo,    el  cacique  Paramaconi,  de  la  nación  Taramaina, 


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—  ^5  — 

destruye    la    ranchería    y    un    hato    que    dejara    Fajardo    en    San 
Francisco, 

Por  aquellos  años  (1561)  llegó  á  Margarita  Lope  de  Aguirre, 
á  quien  las  crónicas  de  la  conquista  llaman  ^^  el  tirano  ^\  Venía  desde 
el  Perú  por  vuelta  del  Amazonas,  el  océano  y  el  mar  de  las  Antillas, 
después  de  dar  muerte  á  su  jefe  Pedro  Ursúa  y  haber  cometido  mil 
crímenes.  Contados  son  los  cronistas  que  ponen  algún  toque  de 
nobleza  en  la  negra  pintura  que  todos  hacen  de  Aguirre.  Gonzalo 
de  Zúñiga  dice  que  solía  mostrarse  caballeroso  con  las  mujeres; 
probablemente  por  influencia  de  su  hija,  "  que  era  mestiza,  que  trujo 
de  Pirú,  á  la  cual  quería  y  tenía  en  mucho:  nunca  jamás  se  halló 
hacer  fuerza  ni  deshonra  á  ninguna,  antes  las  tenía  muy  á  recaudo 
y  siguras  de  ningún  mal;  y  de  sus  honras  tenía  el  tirano  una  cosa 
por  es  tremo,  que  las  que  eran  honradas  mujeres  las  honraba  mucho, 
y  á  las  malas  las  deshonraba  y  trataba  muy  mal".  En  Venezuela 
parece  que  "el  tirano"  trató  mal  á  todo  el  mundo.  Su  principio 
era  que  las  tierras  de  Indias  le  pertenecían  lo  mismo  á  él  que  al 
rey,  y  no  respetaba  ni  autoridades  ni  leyes.  Saqueó  la  isla  de 
Margarita,  mató  al  Gobernador  Villandrando,  á  un  alcalde,  á  un 
regidor,  al  alguacil  mayor,  á  dos  señoras  principales  y  á  otros 
españoles.  De  la  isla  pasó  á  Burburuata,  luego  á  Valencia,  y  por 
último  á  Barquisimeto ,  cuyos  vecinos  huyeron.  Allí  le  atacaron 
tropas  enviadas  del  Tocuyo;  sus  compañeros  le  abandonaron  pasán- 
dole al  campo  real,  y  Aguirre,  después  de  dar  de  puñaladas  á  su 
mujer  y  á  su  hija,  cayó  en  manos  de  Gutiérrez  de  la  Peña  y  García 
de  Paredes,  que  lo  hicieron  cuartos  sin  forma  de  juicio  ....  En  una 
carta  dirigida  al  rey  desde  Valencia,  propónese  Aguirre  justificar 
su  rebelión  y  aventuras,  pintándolas  como  protesta  contra  los  excesos 
que  todos  los  oficiales  de  la  corona  cometían  en  América.  Protesta 
más  que  fundada.  Sólo  que  este  regenerador  empleaba  pro- 
cedimientos demasiado  sumarios.  Léase  un  fragmento  de  su  carta: 
"  Fué  éste  (Ursúa)  mal  Gobernador,  perverso,  ambicioso  y  miserable, 
que  no  lo  pudimos  sufrir,  y  así,  lo  matamos  con  muerte  cierta  y 
bien  breve;  luego  á  un  mancebo  caballero  de  Sevilla,  que  se  llamaba 
D.  Femando  de  Guzmán,  alzamos  por  nuestro  rey  y  lo  juramentamos 
como  á  tu  real  persona,  como  parece  por  las  firmas  de  todos  aquellos 
que  nos  hallamos:  á  mí  me  nombraron  por  su  maestre  de  campo,  y 
porque  no  quise  consentir  en  sus  insultos  y  maldades,  me  quisieron 
matar;  yo  maté  al  nuevo  rey,  al  capitán  de  su  guardia  y  teniente 
general,  á  cuatro  capitanes,  á  su  mayordomo,  á  su  capellán,  clérigo 
de  misa,  á  una  mujer,  á  un  comendador  de  Rodas,  á  un  almirante, 
dos  alféreces  y  á  otros  cinco  ó  seis  criados  suyos,  y  con  intención 


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—     16    — 

de  llevar  la  guerra  adelante  y  morir  en  ella,  por  las  muchas  cruel- 
dades que  tus  ministros  usan  con  nosotros;  de  nuevo  nombré  capi- 
tanes y  sargentos,  y  me  quisieron  matar,  y  los  ahorqué  á  todos." 
¿Simple  enajenación  mental?  Enajenados  nos  parecen  hoy,  cuaimas 
cual  menos,  la  mayoría  de  los  conquistadores.  En  ellos  y  para  ellos, 
el  placer  de  la  aventura  extraordinaria,  la  ambición  de  riquezas  i- 
nauditas,  la  costumbre  de  guerrear  por  guerrar  ("  anden  las  guerras 
por  donde  anduvieren  —  escribía  Aguirre  —  que  para  los  hombres 
se  hicieron");  y  al  través  de  la  matanza  diaria,  otra  visión  roja,  — 
la  hoguera  de  la  Inquisición,  que  todo  español  divisaba  en  su 
horizonte,  ó  las  llamas  del  infierno.  Aguirre,  que  mata  á  sus  jefes, 
que  jura  no  dejar  con  vida  á  ningún  ministro  del  rey,  que  invectiva 
al  propio  rey  diciéndole:  "van  pocos  reyes  al  cielo  .  . .  sois  peores 
que  Luzbel -..  vuestro  gobierno  es  aire",  no  olvida  nunca  que  es 
católico  rancio,  y  más  que  escribe  reza:  "El  dia  de  hoy  nos  ha- 
llamos los  más  bienaventurados  de  los  nacidos,  por  estar,  como 
estamos,  en  estas  partes  de  las  Indias  teniendo  la  fe  y  mandamientos 
de  Dios  enteros,  sin  corrupción,  y  manteniendo  todo  lo  que  la 
Iglesia  romana  predica;  y  pretendemos,  aunque  pecadores  en  la 
vida,  recibir  martirio  por  los  mandamientos  de  Dios". 

El  conquistador  García  de  Paredes,  el  mismo  que  había  ajus- 
ticiado á  Aguirre,  volvía  de  España  en  1563  con.  el  cargo  de  Gober- 
nador y  Capitán  General  de  Popayán.  Al  pasar  por  Catia  de  la 
mar,  detúvose  en  la  tierra  del  cacique  Guanauguta,  aliado  de  Guai- 
caipuro,  ó  con  el  propósito,  según  refiere  Oviedo,  de  ayudar  á  los 
españoles  del  Tocuyo  que  andaban  empeñados,  sin  éxito,  en  la 
guerra  con  los  Caracas,  ó  bien  por  reanudar,  como  refiere  Caste- 
llanos, cierta  aventura  amorosa  con  una  dama  principal  de  la  vecina 
villa  del  Collado.  Allí  perdió  la  vida,  á  manos  de  los  indios  que 
se  defendían,  ó  á  mano  de  un  español  que  se  vengaba.  Y  acabaron 
también  en  tragedia  las  aventuras  del  conquistador  Fajardo.  Derro- 
tado por  Guaicaipuro  en  San  Francisco  y  en  el  Collado,  volvió  á 
refugiarse  en  Margarita.  Organizó  una  expedición  de  130  hombres 
para  ir  á  conquistar  en  la  costa  de  Cumaná;  pero  no  bien  desem- 
barcó, el  justicia  mayor  Alonso  Cobos,  que  se  veía  destituido  del 
Gobierno,  le  prendió  y  mandó  matar  (1574).  En  sabiéndolo,  vecinos 
de  Margarita  fueron  á  Tierra  Firme,  prendieron  á  Cobos,  lo  llevaron 

á  la  isla,  y  seguido  el  juicio,    lo  ahorcaron La  extrañeza  que 

pudieran  causar  tan  frecuentes  disputas  y  asesinatos,  disminuye  sin 
embargo  cuando  vemos  que  hoy,  después  de  tres  siglos  de  civiliza- 
ción, los  colonizadores  pertenecientes  á  Jas  naciones  más  cultas 
cometen  iguales  atrocidades,    [gastará  recordar  un  episodio  reciente, 


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—    17    — 

entre  muchísimos  otros.  En  julio  de  1899,  un  coronel  Klobb  marcha 
á  tomar  el  mando  de  la  expedición  dirigida  por  un  capitán  Voulet 
en  el  Sudán  francés.  Voulet  le  escribe:  "Ciertamente  habrá  com- 
prendido usted  la  infamia  que  comete  conmigo  viniendo  así,  im- 
pulsado por  ima  ambición  desenfrenada,  á  robarme  el  fruto  de  mis 
esfuerzos;  pero  se  equivoca  usted  si  supone  que  aceptaré  de  buen 
grado  deshonl'a  tal":  y  le  advierte  que  conserva  el  mando  de  la 
expedición;  que  dispone  de  seiscientos  fusiles;  que  le  tratará  como 
enemigo  si  continúa  su  marcha;  que  todos  sus  hombres  están  dis- 
puestos á  seguirle,  y  él  resuelto  á  sacrificar  su  vida  antes  que  sufrir 
ia  humillación  que  tiene  orden  de  imponerle.  Avanza  Klobb,  y 
muere  con  otros  de  su  séquito  bajo  las  balas  de  Voulet  —  Exacta- 
mente el  mismo  lenguaje  y  los  mismos  procedimientos  de  los 
españoles  del  siglo  XVI. 

Procedía  lentamente  la  conquista.  Rodríguez  Suárez  y  Luis  de 
Narváez,  que  suceden  á  Fajardo  en  el  valle  de  San  Francisco,  suman 
derrotas  á  derrotas.  Lo  que  determina  al  Gobernador  Ponce  de 
León  á  encomendar  la  empresa  al  célebre  capitán  D.  Diego  de 
Losada.  Sale  éste  del  Tocuyo  á  principios  de  1567,  por  via  de 
Barquisimeto,  Villarica  (Nirgua),  Valencia  y  Burburuata.  Acom- 
páñanle  los  tres  hijos  del  Gobernador,  D.  Francisco,  D:  Rodrigo  y 
D.  Pedro.  En  Mariara  pasa  revista  á  su  gente,  que  se  compone  de 
150  soldados  (20  de  á  caballo,  50  arcabuceros,  80  rodeleros),  y  800 
personas  de  servicio,  muchas  de  ellas  indios,  con  200  bestias  de  carga, 
4000  cameros  y  considerable  número  de  ganado  de  cerda.  Da  su 
primera  batalla  con  buen  éxito  en  el  sitio  de  las  Cocuizas;  sigue  á 
donde  los  indios  de  Macarao,  que  le  reciben  en  paz,  próxima  como 
estaba  la  época  de  sus  cosechas;  camina  á  la  derecha  por  los  pueblos 
del  cacique  Cuaricuao,  y  sale  al  Valle  que  se  llamaba  de  Cortés, 
por  haberlo  encomendado  Fajardo  á  su  compañero  el  portugués 
Cortés  Richo,  y  que  Losada  llama  ahora  de  la  Pascua  porque  allí 
celebra  pascua  florida.  El  3  de  abril  pone  cuartel  general  en  el  valle 
de  San  Francisco,  donde  funda  luego  la  ciudad  de  Santiago  de  León 
de  Caracas  nombrándole  por  regidores  á  Lope  de  Benavides,  Bar- 
tolomé de  Almao,  Martín  Fernández  de  Antequera  y  Sancho  del 
Villar,  quienes  eligen  por  primeros  alcaldes  á  Gonzalo  de  Osorio  y 
Francisco  Infante. 

Intentó  Losada  concluir  tratados  con  los  caciques  comarcanos; 
pero  tantas  veces  los  habían  violado  los  primeros  conquistadores, 
que  los  indios  perdieron  para  siempre  toda  confianza  en  la  palabra 
de  los  blancos;  y  ante  la  perspectiva  de  convertirse  en  esclavos, 
prefirieron   resistir   hasta   ser   completamente    exterminados    como 

Fortoul,  Historia  ConstitudonaL  2 


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—    18    — 

nación.  Ya  en  1568  se  ligaron  para  la  lucha  á  muerte  y  recono- 
cieron por  jefe  supremo  á  Guaicaipuro,  los  caciques  más  no- 
tables, de  los  cuales  dejaron  nombres  famosos  Naiguatá,  Guai- 
camacuto,  Aramaipuro,  Chacao,  Baruta,  Pamamacay,  Paramaconi, 
Chicuramay 

A  los  pocos  meses  de  encuentros  nada  decisivos  resolvió 
Losada  acabar  por  cualquier  medio  con  Guaicaipuro,  que  era  el 
héroe  nacional  y  se  gloriaba  de  haber  vencido  á  Fajardo,  á  Miranda^ 
á  Rodríguez  Suárez  y  á  Narváez.  Le  formó  un  proceso  por 
rebeldía  (sic),  libró  mandamiento  de  prisión  y  encomendó  su 
ejecución  al  alcalde  Francisco  Infante  acompañado  de  ochenta 
soldados.  Por  sorpresa  pusieron  fuego  á  la  casa  donde  se  hallaba 
Guaicaipuro.  Murió  el  indio  peleando,  con  veinticinco  de  los  suyos. 
Golpe  el  más  terrible  para  la  resistencia  indígena.  Al  año  siguiente 
de  1569,  se  sometieron  los  indios  Mariches,  ó  fingieron  someterse 
al  repartimiento  que  de  ellos  hiciera  Losada.  Para  prestar  obe- 
diencia á  sus  amos  fueron  muchos  á  Caracas.  Mala  la  hubieron. 
Pretextando  el  conquistador  que  aquellos  venían  á  la  ciudad  con 
propósito  de  traición,  ordenó  á  los  alcaldes  que  les  siguiesen  juicio, 
del  cual  resultó  la  prisión  de  veintitrés  caciques  y  su  condena  á 
muerte.  Para  la  ejecución  los  entregaron  á  otros  indios  de  servicio^ 
que  los  martirizaron  con  bárbaro  refinamiento  de  crueldad.  Sólo 
escapó  con  vida  el  cacique  Chicuramay  á  quien  voluntariamente 
sustituyó  en  el  suplicio,  con  una  heroica  mentira,  un  mancebo  indio^ 
entonces  oscuro  y  hoy  inmortal,  llamado  Cuaricurián. 

Losada  repartió  entre  sus  compañeros  las  tierras  conquistadas 
y  les  encomendó  los  indios;  origen  éste  de  las  grandes  riquezas 
que  poseyeron  luego  los  señores  principales  de  Caracas  y  Aragna. 
Causa  también  de  la  desgracia  del  conquistador.  Entre  los  descon- 
tentos del  reparto  apareció  como  jefe  el  alcalde  Francisco  Infante, 
quien  acompañado  del  cura  Baltasar  García  pasó  á  Barquisimeto  á 
quejarse  ante  el  Gobernador  Ponce  de  León.  Creyó  éste  lo  que  le 
dijeron,  revocó  los  poderes  de  Losada,  y  nombró  para  reemplazarlo 
á  su  hijo  D.  Francisco  Ponce.  El  conquistador  se  retiró  al  Tocuya 
y  allí  murió  en  1569  ...  De  él  dice  Oviedo  y  Baños:  "Fué 
natural  del  reino  de  Galicia,  caballero  muy  ilustre,  hijo  se- 
gundo del  señor  de  Rionegro,  de  gallarda  disposición  y  amable 
trato,  muy  reportado  y  medido  en  sus  acciones,  de  una  con- 
versación muy  amable  y  naturalmente  cortesano".  En  el  Tocuyo 
existen  todavía  descendientes  del  conquistador,  y  á  pesar  de  los 
cruzamientos  que  durante  más  de  tres  siglos  habrán  bastardeado 
la   sangre    de    la    familia,     obsérvanse    en    algunos    de    ellos    los. 


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—     19    — 

signos  físicos  de  su  noble  casta:  la  tez  rosada,  el  pelo  rubio  y  los 
ojos  azules. 

En  el  propio  año  de  69  murió  en  Barquisimeto  el  Grobemador 
Ponce  de  León,  dejando  el  Gobierno  al  mando  de  los  alcaldes  ordi- 
narios, cada  cual  en  svt  distrito.  Los  de  Caracas  pusieron  las  armas 
al  mando  de  Garcí-González  de  Silva,  quien  llegaba  de  España  con 
su  tio  D.  Pedro  destinado  á  la  conquista  de  El  Dorado.  Garcí- 
González  logró  vencer  en  combate  singular  al  cacique  Paramaconi, 
dejándolo  por  muerto  en  el  campo;  y  cuenta  un  cronista,  que  curado 
el  indio,  vivió  siempre  en  paz  y  amistad  con  el  español  y  se  hos- 
pedaba en  su  casa  cuando  iba  á  Caracas.  Triunfó  también  de  los 
caciques  de  los  Teques  Conocoima  y  Sorocaima,  no  menos  bravos 
que  su  antecesor  Guaicaipuro;  y  sometidos  estos  pueblos,  y  diez- 
mados por  una  epidemia  de  viruelas,  las  pocas  familias  que  que- 
daron se  fueron  al  Valle  de  la  Pascua  y  á  los  .de  Aragua.  En  1574 
Francisco  Infante  pacifica  las  naciones  de  los  Quiriquires  en  los 
valles  del  Tuy,  y  en  1583  Garcí-González  rechaza  definitivamente 
en  el  Guárico  á  los  Caribes,  que  desde  el  Orinoco  hacían  frecuentes 
correrías  hasta  las  vecindades  de  Valencia. 

En  Caracas  sucédense  como  tenientes  generales  Bartolomé 
García  y  Diego  de  Montes,  hasta  el  año  de  1577,  en  que  fija  allí 
la  capital  de  lá  provincia  D.  Juan  Pimentel.  Con  este  Gobernador, 
terminada  la  guerra  de  conquista,  empieza  lo  que  se  pudiera  llamar 
régimen  civil  de  la  colonia.  A  Pimentel  y  á  sus  inmediatos  suce- 
sores. Rojas  y  Osorio,  se  les  debe  la  iniciativa  de  cierto  progreso 
económico;  si  bien  limitado  y  lento,  porque  la  metrópoli  apenas 
ponía  ojos  en  las  necesidades  de  su  colonia  caraqueña,  nada  rica 
en  minas  de  oro. 

La  conquista  de  las  provincias  orientales  fué  análoga  á  la  de 
Caracas.  Bastará  indicar  aquí  los  sucesos  más  importantes.  Por 
los  años  de  1513,  tres  frailes  dominicos,  —  Fr.  Francisco  de  Cór- 
doba, Fr.  Juan  Garcés  y  Fr.  Antonio  Montesinos  — ,  salen  de  la 
isla  Española  á  fundar  un  convento  en  tierras  de  Pírítu.  A  poco 
los  sacrificaron  los  indios,  creyéndolos  cómplices  de  una  reciente 
íelom'a  con  ellos  cometida  por  los  traficantes  de  esclavos  i.  No 
tuvieron  mejor  éxito  los  franciscanos  que  en  1518  fundaron  también 
convento  en  el  mismo  sitio,  ni  tampoco  los  dominicos  que  estable- 
cieron el  de  Santa  Fe  de  Chichiribichi,  adelantados  por  Bartolomé 
de  las  Casas,    que   había   obtenido   de  Carlos  V   una  concesión  de 

1.  Fr.  Antonio  Caulin,  Historia  corográfica,  natural  y  evangélica 
de  Nueva  Andalucía,  provincias  de  Cumaná,  Guayana  y  vertientes  del 
Orinoco.     Biadrid,  1779. 

2* 


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tierras  para  llevar  allí  gente  blanca  y  enseñar  á  los  indios  su  cul- 
tivo i.  Fué  éste  el  primer  ensayo  de  verdadera  colonización,  —  si 
se  le  juzga  teniendo  en  cuenta  el  espíritu  humanitario  y  progresista 
de  su  autor.  Pero  los  indios,  exasperados  por  los  excesos  del 
siniestro  Alonso  de  Ojeda,  (no  se  le  confutida  con  el  descubridor 
del  mismo  nombre  que  murió  en  1515),  se  levantaron  en  masa  á  las 
órdenes  de  sus  caciques  Gil  González  y  Maragiiey,  y  por  el  mes  de 
octubre  de  1521  mataron  á  Ojeda,  á  la  mayoría  de  sus  compañeros 
y  á  casi  todos  los  frailes  y  sirvientes  de  la  incipiente  colonia  de 
Las  Casase.  Esto  dio  pretexto  á  la  expedición  de  Gonzalo  de 
Ocampo,  que  en  el  propio  año  salió  de  la  Española  á  castigar,  dicen 
sus  instrucciones,  á  los  indios  de  las  provincias  de  Cumaná,  Santa 
Fe,  los  Tageres  y  Maracapana.  Su  primera  víctima  fué  el  cacique 
Gil  González.  Para  acabar  con  los  demás,  le  sucede  á  fines  de 
año  Jácome  Castellón.  A  éste  se  le  debe  la  fundación,  en  1523, 
de  Nueva  Córdoba,  futura  Cumaná;  la  cual,  sin  embargo,  no  pasó 
de  miserable  aldea  durante  medio  siglo. 

En  1569  sale  de  España  D.  Diego  Fernández  de  Serpa,  porta- 
dor de  una  capitulación  para  gobernar  y  poblar  las  tierras  de 
"  Cumaná,  Guayana  y  Caura"  que  habían  de  intitularse  "  Gobernación 
de  la  Nueva  Andalucía"  3.  Llegó  á  Tierra  Firme  el  13  de  octubre, 
acompañado  de  '^280  hombres  de  guerra  y  pobladores,  casados 
todos,  con  sus  armas",  y  hasta  800  cabezas  de  ganado  que  embarcó 
en  lá  Margarita.  "Poblóse  en  ocho  dias  la  Nueva  Córdoba  de  más 
de  150  casas,  cubiertas  de  paja  ó  caña".  Organizado  el  Gobierno, 
se  repartieron  los  indios  "desde  la  cabezada  del  golfo  de  Cariaco 
y  valle  de  Tagachire  hasta  el  valle  de  Maracapana  y  rio  Neverí". 
Dos  tenientes  del  Gobernador,  —  Pedro  de  Ayala  y  Francisco  de 
Álava  — ,  marcharon  á  explorar,  el  primero  las  tierras  de  Cariaco 
y  el  segundo  las  montañas  del  Sur,  volviendo  ambos  con  noticia  de 
haber  recorrido  extensas  regiones  donde  abundaban  labranzas  de 
maíz,  yuca,  batatas^  y  cuyos  indios  traían  en  narices  y  orejas  aros 
de  oro  y  las  mujeres  cintas  de  perlas,  una  de  ellas  apreciada  en 
"más  de  mil  y  quinientos  ducados".  Serpa  marchó  á  fundar  en  la 
ribera  del  Neverí  la  ciudad  de  Santiago   de  los  Caballeros,    que  en 

1.  La  capitulación  es  del  19  de  mayo  de  1520,  y  comprende  '*  desde  la  pro- 
vincia de  Paria  hasta  la  de  Santa  Marta**. 

2.  "  ....  de  lo  cual  es  muy  notorio  fueron  ocasión  los  cristianos  por  los  ir 
á  correr  y  á  facer  guerra  tomándolos  por  esclavos  á  ellos  y  á  sus  mujeres  é  hijos, 
por  las  partes  donde  los  frailes  estaban  con  virtiendo**.  Relación  de  Miguel  de 
Castellanos,  que  fué  con  Las  Casas  á  la  costa  de  Paria. 

3.  Lo  que  va  entre  comillas  en  este  párrafo  se  toma  de  la  Relación  de  Lope 
de  las  Varillas  sobre  la  conquista  y  población  de  Nueva  Córdoba. 


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—    21     — 

su  intención  había  de  ser  capital  de  las  provincias  de  Píritu, 
Cumanagoto  y  Chacopata.  Sucedió  á  luego  la  eterna  historia  de  la 
conquista:  tratados  de  paz  con  los  caciques,  mala  fe  en  cumplirlos, 
ora  por  los  españoles,  ora  por  los  indios,  y  lo  que  no  faltaba  nunca, 
violentas  disputas  entre  los  mismos  conquistadores.  Un  capitán 
llamado  Juan  de  Salas,  á  quien  el  Gobernador  castigara  por  deso- 
bediente, juró  vengarse  y  se  huyó  de  la  prisión  para  ponerse  á  la 
cabeza  de  los  indios.  Con  ellos  cayó  en  una  emboscada  sobre  los 
españoles,  resultando  muertos  Serpa,  dos  capntanes  y  sesenta  y 
cuatro  soldados.  Los  vecinos  de  Santiago  la  abandonaron,  pasando 
unos  á  Nueva  Córdoba  y  los  más  á  Margarita. 

Nueva  Córdoba  cambia  su  nombre  en  1585  por  el  de  Santa 
Inés  de  Cumaná,  y  figura  como  capital  de  las  tres  provincias  de 
Nueva  Andalucía  ó  Cumaná,  Nueva  Barcelona  y  Guayana,  —  capital 
política,  pues  en  lo  judicial  Cumaná  y  Barcelona  dependieron  por 
largos  años  de  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  y  Guayana  de  la 
Cancillería  de  Santa  Fe  de  Bogotá. 

Además  de  su  considerable  producción  de  maíz,  casabe  y  ta- 
baco, tenían  estas  tierras  orientales  una  gran  riqueza  en  sus  salinas 
de  Araya  y  Uñare  que  empezaron  á  explotar  Fernández  de  Serpa 
y  Juan  de  Urpín,  y  explotaron  después  sus  sucesores  hasta  mediados 
del  siglo  XVIII.  Para  rechazar  á  los  fihbusteros  holandeses  se 
construyó  la  fortaleza  de  Araya  por  los  años  de  1624  á  25,  y  la 
mandó  demoler  en  1762  el  Gobernador  Diguja,  con  el  pretexto  de 
que  la  salina  estaba  agotada. 

En  1634,  Juan  de  Urpín  termina  la  conquista  de  los  cumaná- 
gotos  y  en  1637  funda  la  nueva  Barcelona.  Los  Gobernadores  que 
le  suceden  en  el  siglo  XVII  apenas  hacen  cosa  notable.  Menos  in- 
dolentes fueron  de  1732  á  1763  D.  Carlos  y  D.  Vicente  de  Sucre, 
D.  Gregorio  Espinosa  de  los  Monteros,  D.  Diego  Tabares  Ahumada, 
D.  Mateo  Gual  y  Pueyo,  D.  Nicolás  de  Castro,  D.  José  Diguja  y 
Villagómez,  pues  además  de  nombres  tan  sonoros  tuvieron  el  mérito 
de  fomentar  la  agricultura  y  la  cría.  Del  estado  de  la  población, 
no  muy  brillante  por  cierto,  al  mediar  el  siglo  XVIII,  juzgúese  por 
los  siguientes  datos: 

,  Santa  Inés  de  Cumaná 4372  almas 

Nueva  Barcelona 3351 

San  Felipe  de  Austria  ó  Cariaco    ....     1395 

Rio  Caribe 1077      - 

Carúpano 928 

"^Aragua 824      - 

San  Baltasar  de  los  Arias  ó  Cumanacoa     .      795      - 


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—    22    — 

En  1763  los  capuchinos  aragoneses  tenían  20  misiones  en  la 
provincia  de  Cumaná,  y  33  los  franciscanos  de  Píritu  en  la  de 
Barcelona  1, 

En  la  provincia  de  Guayana,  lo  más  notable  durante  el  siglo 
XVI  fueron  las  expediciones  por  el  Orinoco  hasta  el  Meta.  La 
primera  larga  parece  haber  sido  la  de  Diego  de  Ordaz  en  1531, 
quien  al  pasar  por  la  boca  del  Carón!  fundó,  ó  quizás  pensó  fundar, 
una  ciudad  con  el  nombre  de  Santo  Tomé.  Ordaz  murió  en  el 
Meta,  y  la  historia  de  su  ciudad  pasó  ó  desapareció  con  él 2. 
Síguenle  Jerónimo  Ortal,  el  Padre  Ayala  y  Antonio  de  Berrío,  fun- 
dador de  otro  Santo  Tomé,  probablemente  en  1584.  Once  años 
después  llega  el  inglés  Walter  Raleigh  á  disputarles  á  los  españoles 
el  dominio  del  Orinoco.  En  1595  pone  preso  á  Berrío  en  San  José 
de  Oruña  (isla  de  Trinidad)  y  se  lo  lleva  como  guia  á  buscar  El 
Dorado,  ó  la  fantástica  ciudad  india  de  Manoa».  Corto  y  estéril 
fué  el  viaje.  A  poco  resolvió  Raleigh  regresar  á  Inglaterra  en  busca 
de  mayores  recursos,  y  Berrío  continuó  tranquiló  hasta  1600,  año 
de  su  muerte.  Sucédele  su  hijo  D.  Femando  de  Berrío  y  Oruña, 
quien  se  dedicó  sobre  todo  á  darle  incremento  á  la  cría  de 
ganado  vacuno.  Era  de  genio  menos  manso  que  sus  toros,  y  en 
1609  lo  destituyó  D.  Sancho  de  Alquiza,  juez  de  residencia,  que  se 
quedó  con  el  Gobierno  durante  siete  años,  hasta  la  llegada  del 
nuevo  titular  D.  Diego  Palómeque  de  Acuña.  En  eneró  de  1618 
vuelve  Raleigh  con  numerosos  compañeros,  y  manda  á  su  teniente 
Keymis  á  apoderarse  de  Santo  Tomé.  En  el  asalto  muere  el 
Gobernador  Palómeque,  y  la  ciudad  ó  aldea,  cuya  guarnición  no 
alcanzaba  á  60  hombres,  queda  destruida  por  completo.  Triunfo 
efímero,  sin  embargo,  para  los  ingleses,  pues  á  las  dos  semanas 
abandonan  el  Orinoco.  Berrío,  que  había  logrado  en  España  ser 
restituido  á  su  Gobierno,  llega  en  mayo  de  1619,  recibe  el  mando 
del  Gobernador  provisorio  Jerónimo  de  Grados  y  se  dedica  á  re- 
construir la  ciudad,  en  los  hoy  llamados  Castillos  de  Guayana 
la  Vieja. 

Desde  el  siglo  XVI  hasta  el  XVIII,  los  españoles  de  la  región 
guayanesa  se  ven  empeñados,  no  soló  en  guerras  con  los  indios 
sino  también  en  continua  disputa  con  navegantes  y  mercaderes  in- 
gleses, franceses,  suecos  y  holandeses.   Los  más  animosos  y  tenaces 

1.  Los  precedentes  datos  se  toman  de  Julio  Humbert,  Origines  Véné- 
zuelicnnes,  p.  221   y  siguientes.     Burdeos  y  París,  1905. 

2.  Véase  sobre  esto  á  B.  Tavera  Acosta,  Anales  de  Guayana,  vol.  I,  p.  16.' 
Ciudad  Bolívar,  1905. 

3.  Raleigh,  The  Discovery  of  the  large,  rich  and  beautiful  Empire 
of  Guia  na.     Londres,  1596. 


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fueron  los  últimos,  establecidos  en  Demerara  desde  1556.  Formada 
en  1621  la  Compañía  holandesa  de  las  Indias  Occidentales,  sus 
agentes  procuraron  ganarse  la  buena  voluntad  de  los  indios  caribes, 
enemigos  mortales  de  los  conquistadores;  y  con  ellos  atacaron  á 
Santo  Tomé  dos  veces,  saqueándola  é  incendiándola  (1629,  1637).  La 
contienda  sigue,  aunque  menos  belicosa,  por  más  de  un  siglo,  hasta 
que  en  la  segunda  mitad  del  XVIII  logran  los  españoles  rechazar 
á  sus  rivales  tierra  adentro  al  Esequibo,  dejándoles  solamente,  en 
las  cercanías  del  Orinoco,  el  establecimiento  que  fundaran  sobre  el 
Moroco,  y  el  cual  subsistía  aún  cuando  pasó  la  Guayana  holandesa 
á  posesión  de  Inglaterra  (1814). 

En  1762  la  gobernación  de  Guayana  se  separa  de  la  de  Cu- 
maná  y  se  pone  bajo  la  inmediata  subordinación  del  virrey  de 
Santa  Fe  de  Bogotá.  Juzgúese  como  andaría  el  gobierno  á  tal  dis- 
tancia, sobre  todo  en  lo  judicial,  cuando  para  ir  de  Santo  Tomé  á 
Santa  Fe  se  gastaban  57  dias.  Bien  es  verdad  que  no  debían  de 
ser  muchos  los  negocios  consultados:  la  población  de  aquella  ciudad 
no  pasaba  entonces  de  535  almas,  contando  la  tropa.  El  primer 
Gobernador,  según  el  nuevo  régimen,  D.  Joaquín  Moreno  de  Men- 
doza, llega  en  1764  y  traslada  en  seguida  su  capital  á  donde  hoy 
se  encuentra.  Desde  entonces  se  dijo  indiferentemente  Nueva  Gua- 
yana, Angostura  de  Orinoco  ó,  abreviando.  Angostura. 

A  Mendoza  suceden  D.  Manuel  Centurión,  D.  Felipe  de 
Inciarte  y  D.  Miguel  Marmión  (1 766 — 1791),  tres  hombres  verdadera- 
mente notables,  si  no  por  los  adelantos  que  realizaran,  al  menos 
por  sus  proyectos  progresistas^.  Ideas  que  contrastan  con  las  de 
los  Gobernadores  de  Caracas  en  el  mismo  período.  En  general, 
los  descendientes  inmediatos  de  los  conquistadores  apenas  revelan 
algún  espíritu  de  iniciativa  en  cuanto  á  progreso  material,  y  en  la 
vida  pública  se  contentan  casi  siempre  con  ocupar  sin  brillo  lo  que 
entonces  llamaban  oficios  de  república.  Raras  fueron  las  excep- 
ciones, que  señalaremos  á  su  tiempo. 

No  es  de  extrañar,  sin  embargo,  que  las  colonias  pobres,  entre 
ellas  Venezuela,  lleven  vida  tan  oscura  durante  los  siglos  XVII  y 
XVin.  Los  comienzos  del  primero  coinciden  ya  con  la  decadencia 
de  la  metrópoli,  la  cual  se  alimentaba  del  oro  de  ciertas  partes  de 
América,  pero  no  ésta  ni  aquélla  del  trabajo  de  sus  hijos.  Desde 
la  muerte  de  Felipe  ll  (1598)  hasta  el  advenimiento  de  Carlos  III 
(1759)  la  existencia  del  imperio  de  Carlos  V  es  una  larga  y  mise- 
rable agonía,  bajo  la  dominación  de  monarcas  ó  indolentes,  ó  idio- 

1 .  Véase  abajo,  cap.  V. 


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tas,  ó  insensatos.^    Guerras  sin  cuento  que  dispersan  por  el  suelo 
extranjero  la  parte  más  enérgica  de  la  población  de  España;  la  ex- 
pulsión en  1609  de  hasta  un  millón  de    moriscos,    á    quienes    debía 
la  Península  su  agricultura  y  lo  mejor  de  sus  industrias;    supresión 
de    los    fueros    regionales;    los    bienes    raíces    acumulados    en  los 
monasterios    é    iglesias;    el    exceso    de    contribuciones  y  las  trabas 
puestas  al  comercio  exterior;  el  desmedido    aumento    de   la   deuda 
pública,  extremado  á  tal  punto  que  Felipe  II   dejó    hipotecadas  las 
rentas  de  varios  años  á  favor  de  los  acreedores  del  Estado,  y  Car- 
los II  apenas  hallaba  medios  de  pagar  el  salario  de  los  oficiales  de 
su  corte;  la  negligencia  en  la  administración  fiscal    de  Indias,  por 
tal  modo  que  á  mediados  del  siglo  XVIII  ya  los  ingresos  del  Perú, 
México,  Chile  y  Tierra  Firme  no  excedían  cuatro  millones  de  pesos, 
y  de  éstos    no    entraban   en   las    arcas    públicas    sino   menos  de  la 
cuarta   parte;    el  desdén    con    que  miraron   los  hidalgos  las  artes 
mecánicas,  al  extremo  de  no  considerar  dignas  de   su    rango    otras 
profesiones  que  no  fueran  la  religión  y  la  guerra;  el  Santo  Oficio 
de  la  Inquisición,  que   suprime  por  completo   el  espíritu  filosófico, 
obliga  á  los  mejores  ingenios  á  refugiarse    en  el   misticismo    ó  en 
obras  de  pura  imaginación,  y  haciendo  imposible  todo  libre  examen, 
condena  á  España  á  una  inferioridad  científica  que  dura  todavía;  .... 
la  lista  de  errores  seculares  y   descarríos   funestos   sería   completa 
sin    el   florecimiento    de   las    bellas    artes,     que    no    compensa   sin 
embargo  el  atraso  nacional  en  todo  lo  demás  que  ha  hecho  grandes, 
fuertes  y  civilizados  á  los  pueblos  modernos.    Ya  en  1643,  los  antes 
invencibles  tercios  españoles  muerden  el    polvo    en    la   batalla    de 
Rocroi.    La  nación  que  había  descubierto  la  América  y  dominado 
los  mares,  olvida  hasta  el  arte  de  construir  naves,  y  para  restaurar 
su  marina  en  1752  tiene  que  apelar  á  marinos  ingleses.     Desde    el 
advenimiento  de  Felipe  V  los  extranjeros  la  gobiernan.    Sus  esta- 
distas   son   el  italiano   Alberoni,    el  holandés  Ripperda,    el  alemán 
Konigseg,  el  irlandés  Wall,  el  genovés  Grimaldi,  el  siciliano  Esqui- 
lache.    Carlos  III  intenta  despertar  la  nación  y  empujarla  por  nuevos 
rumbos;  pero  su  obra  se  pierde  en  las  manos  incapaces    de  Carlos 
rV  y  Femando  VIL    De  las  ideas  que  predominan  en  más   de  dos 
siglos,   juzgúese  por  esto.     Las  Cortes  de  1570   piden   que   ningún 
médico  pueda  graduarse  sin  ser  bachiller  en  astrología,  "pues   por 
no    entender  los  movimientos  de  los    planetas  ¡y  los    dias    críticos, 
yerran  muchas  curas".    En  el  reinado  de  Femando  VI,  el  ministro 

1.  Véanse  detalles  en  Lafuente,  Historia  General  de  España,  tomos  X 
á  XIV,  y  en  Buckle,  History  of  Civil isation,  vol.  U,  todo  el  capítulo  VIII,  que 
trata  de  la  historia  intelectual  de  España  desde  el  siglo  XV. 


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Ensenada  anota  que  las  Universidades  no  tienen  cátedras  de  dere- 
cho público^  de  física  experimental,  de  anatomía,  ni  de  botánica. 
Por  último,  cuando  Carlos  III  quiere  implantar  la  higiene  pública  y 
manda  limpiar  las  calles  de  Madrid,  le  presentan  unos  viejos  dictá- 
menes de  médicos  según  los  cuales,  ^^  siendo  muy  sutil  el  aire  de 
la  población  á  causa  de  estar  próxima  la  sierra  de  Guadarrama, 
ocasionaría  los  mayores  estragos  si  no  se  impregnara  en  los  vapores 
de  las  inmundicias  desparramadas  por  las  calles^^  ....  Bien  es 
cierto  que  en  otras  naciones  europeas  pasaban  y  se  oían  cosas 
semejantes;  pero  en  España  se  prolongaron  más  que  en  parte 
alguna,  y  sus  consecuencias  se  están  aún  palpando. 

No  era  pues  en  la  metrópoli  donde  podían  aprender  los  colo- 
nos americanos  el  arte  de  gobernar  bien  ni  el  de  explotar  de  un 
modo  racional  las  riquezas  naturales  del  territorio  conquistado. 
España  dio  á  América  lo  único  que  podía  darle:  primero,  conquis- 
tadores; en  seguida,  leyes  que  resultaron  ineficaces  por  la  igno- 
rancia, aberraciones  y  fatalidad  de  los  tiempos;  y  gobernantes,  por 
último,  corrompidos  los  unos,  y  apegados  los  más  á  procedimientos 
rutinarios.  Con  lo  que  fué  absolutamente  imposible  que  las  Indias 
Occidentales  corrieran  suerte  menos  desdichada  que  el  triste  destino 
de  la  madre  patria.  Y  en  este  destino  Venezuela  fué  más  infeliz 
que  otras  colonias.  Regiones  de  América  muy  ricas  y  pobladas 
como  México  y  el  Perú,  tuvieron  en  ocasiones  mejor  fortuna  bajo 
la  dirección  de  algunos  virreyes  eminentes^  mas  en  Venezuela, 
pobre  y  casi  desierta,  apenas  hubo  Gobernadores  que  se  distin- 
guiesen en  la  turba  de  funcionarios  ó  indolentes  ó  incapaces  .... 
Sirva  esto  de  advertencia  á  todas  las  observaciones  ulteriores  sobre 
la  organización  y  evolución  de  la  Colonia. 


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Capítulo  II. 

Los  indios. 

Sumario.  Estado  social  de  las  tribus  venezolanas  el  llegar  los 
españoles  —  Conquista,  repartimientos  y  encomiendas  —  Origen  de  la 
servidumbre  india  —  Instrucciones  de  Isabel  la  Católica  —  Leyes 
de  Burgos  y  Valladolid  —  Como  se  practican  —  Entradas  á  Tierra 
Firme  para  cautivar  indios  —  Requerimientos  —  Los  "caribes"  ó 
caníbales  —  Criterio  acomodaticio  de  la  época  —  Nuevas  leyes  á 
favor  de  los  indios  sometidos  —  Circunstancias  que  se  oponen  á  su 
aplicación  eficaz  —  Las  misiones  —  Su  organización  —  Los  misio- 
neros imitan  á  los  conquistadores  —  Entradas  para  reducir  indios 
bravos  —  Resultado  del  régimen  religioso  —  Fin  de  las  misiones  — 
Los  indios  al  empezar  la  Independencia. 

No  sería  justo  tratar  redondamente  de  "raza  inferior"  la 
población  indígena  de  Venezuela.  En  primer  lugar,  los  términos 
correlativos  de  superioridad  é  inferioridad  significan,  en  sociología, 
•más  -bien  desigualdad  de  desarrollo  por  circunstancias  extemas,  y 
no  esenciales  diferencias  congénitas.  Orgánicamente  no  era  inferior 
Guaicaipuro  á  Diego  de  Losada,  ni  Paramaconi  á  Garcí-González. 
Pero  es  un  hecho  que  cuando  empezó  la  conquista,  los  aborígenes 
venezolanos  encontrábanse  todavía  en  un  estado  social  rudimentario, 
inferior  no  solamente  al  de  los  españoles  sino  también  al  de  los 
indios  que  desde  México  hasta  el  Perú  habían  ya  constituido 
poderosos  y  civilizados  imperios.  Andaban  los  venezolanos  desnudos, 
ó  sólo  cubiertas  las  partes  genitales,  los  hombres  con  unas  calabacitas 
sostenidas  por  hilos  y  á  veces  con  guayucos,  y  con  ligeras  faldillas 
las  mujeres.  Eran  los  unos  nómades;  agrupábanse  los  otros  en 
bohíos  ó  caneyes  de  paja.  Tenían  grandes  sementeras  de  maíz, 
yuca  y  otras  legumbres,  con  preferencia  en  terrenos  de  regadío. 
El  régimen  económico  de  las  tribus  más  avanzadas  era  probablemente 
un  colectivismo  semejante  al  de  la  monarquía  peruana.  De  los 
metales  no  conocían  sino  el  oro,  sirviéndose  de  él  en  algunas  partes 
como  moneda  y  en  otras   para  labrar  sus  ídolos  y  joyas.    Cazaban 


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—    27    — 

y  peleaban  con  flechas  y  armas  de  piedra,  hueso  y  madera;  con  las 
que  por  de  contado  érales  imposible  resistir  indefinidamente  á  las 
dos  grandes  ventajas  de  los  conquistadores;  las  armas  de  fuego  y 
el  caballo.  Sus  instrumentos  de  música  eran  caracoles  y  flautas  ó 
botutos.  Entre  sus  artes,  la  menos  atrasada  era  la  cerámica,  de  la 
que  tenemos  hoy  numerosas  muestras.  Sobre  piedras  dibujaban  mal 
que  bien  figuras  humanas  ó  animales,  é  indescifradas  leyendas. 
Sus  ídolos,  labrados  de  oro,  barro  ó  madera,  los  conservaban  en 
bohíos,  ó  en  huecos  de  peñas  y  árboles^.  De  caminos  indios, 
algunos  bastante  perfeccionados,  quedan  todavía  notables  vestigios. 
Humboldt  señala  uno  de  cinco  leguas  en  la  región  de  Barinas. 
Recientemente  el  Dr,  Lisandro  Alvarado  ha  señalado  otros  en  la 
misma  región  y  en  las  de  los  ríos  Guanare  y  Portuguesa.  "A 
pesar  —  dice  —  de  que  estas  obras  son  inmemoriales,  han  podido 
sin  embargo  conservarse  hasta  hoy  de  tal  modo  que  llenan  á 
cabalidad  su  objeto,  permitiendo  cruzar  sabanas  que  se  anegan  en 
la  época  de  las  lluvias  y  se  vuelven  atolladeros;  mas  como  los 
sitios  hoy  habitados  están  unidos  por  otros  caminos  más  rectos,  no 
se  pueden  utilizar  todas  esas  obras,  que  están  ya  en  parte  cubiertas 
por  los  bosques.  El  terraplén  mediano  entre  el  Maraca  y  el 
Cumarepo  tiene  de  8  á  10  metros  de  ancho  y  es  de  greda  amarillo- 
rojiza,  sin  vestigio  alguno  de  granzón,  que  la  piedra  es  allí  des- 
conocida"^. ¿Han  de  verse  aquí  huellas  de  una  civilización  de- 
saparecida? . . . 

La  antropología  y  sociología  venezolanas  están  aún  en  mantillas, 
y  más  que  aventurado  sería  formular  ya  conclusiones  científicas 
sobre  la  población  que  encontraron  los  españoles.  Los  conquista- 
dores, cronistas  é  historiadores  no  distinguieron  nunca,  de  un  modo 
preciso,  "razas"  de  indios,  ni  mal  pudieran  hacerlo  con  sus  nin- 
gunas ó  elementales  nociones  anatómicas,  y  con  su  propensión 
á  ver  en  los  indígenas  unos  como  animales  diferentes  del  hombre 
europeo.    Fray  Pedro  Simón,    por  ejemplo,    al  tratar   del   origen  y 

1 .  Fuerza  es,  por  el  plan  de  esta  obra,  contentarnos  aquí  con  una  ¡dea  general. 
Sobre  usos  y  costumbres  indígenas,  son  prolijas,  vagas  y  á  menudo  evidentemente 
exageradas  ó  inexactas,  las  descripciones  de  los  cronistas  é  historiadores  antiguos, 
<lQe  corrigen  en  muchos  puntos  los  relatos  de  los  viajeros  modernos.  Consúltese  y 
compárese,  entre  otros,  á  Fr.  Pedro  Simón,  Noticias  Historiales;  Las  Casas, 
Historia  de  las  Indias,  y  los  capítulos  publicados  de  su  Apologética  Histo- 
ria; Giüi,  Saggio  di  Storia  americana;  Gumilla,  £1  Orinoco  Ilustrado; 
Oviedo  y  Batios,  Historia  de  la  conquista  y  población  de  la  provincia  de 
Venezuela;  Humboldt,  Voyage;  Codazzi,  Resumen  de  la  Geografía  de  Vene- 
zuela; Baralt  y  Díaz,  Historia  antigua  de  Venezuela;  Michelena  y  Rojas, 
Exploración  Oficial;  B.  Tavera  Acosta,  Rionegro. 

2.  L.  Alvarado,  Construcciones  Prehistóricas,  papel  escrito  en  San 
Carlos,  EsUdo  2Umiora,  1904. 


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distribución  de  los  indios,  repite  seriamente  cosas  tan  estrambóticas 
como  éstas:  —  Los  Tutanuchas  de  California  "tienen  las  orejas  tan 
largas  que  les  arrastran  hasta  el  suelo  y  que  debajo  de  una  de 
ellas  caben  cinco  ó  seis  hombres":  en  Honopueva  los  naturales 
duermen  "debajo  del  agua":  en  Jamocohuicha,  "por  no  tener  via 
ordinaria  para  expeler  los  excrementos  del  cuerpo,  se  sustentan  con 
oler  flores,  frutas  y  yerbas,  que  guisan  sólo  para  esto":  en  cierta 
provincia  del  Perú  se  alimentan  también  únicamente  de  oler  flores 
y  frutas,  y  "en  oliendo  malos  olores  mueren":  en  unas  partes  se 
encuentran  pigmeos  "no  más  altos  que  de  un  codo";  en  otras, 
muelas  humanas  que  pesan  dos  libras,  "  aunque  esto  pudo  ser  estu- 
viesen allí  desde  antes  del  diluvio^" En  boca  de  los  con- 
quistadores y  cronistas,  "nación"  significa  cualquiera  agrupación  de 
indios;  "provincia"  equivale  á  territorio,  circunscrito  aveces  al  área 
de  una  simple  aldea;  y  los  nombres  de  naciones  y  provincias 
cambian,  por  de  contado,  según  los  varios  descubridores  y  seg^n 
y  como  interpretaban  las  lenguas  indígenas^.  Por  otra  parte,  sobre 
las  lenguas  de  los  indios  venezolanos  no  existen  aún  sino  ensayos 
más  ó  menos  científicos,  y  los  cementerios  precolombianos,  que 
guardan  la  solución  de  muchos  problemas,  apenas  han  sido  explo- 
rados en  pocas  partes  8.  En  suma,  desde  el  punto  de  vista  socio- 
lógico é  histórico,  para  esclarecer  la  organización  de  los  diversos 
grupos  ó  "naciones"  y  su  cruzamiento  ó  intermigración,  al  través 
de  los  siglos,  con  los  otros  grupos  del  Brasil,  Antillas,  Centro- 
América  y  Andes  granadinos,  sería  necesario  un  estudio  previo  de 
todo  el  territorio,  comparando  entre  sí  las  tribus  sobrevivientes  y 
recogiendo    y    examinando    metódicamente    datos    de    lingüística, 

1.  Primera  noticia  historial,  cap.  II. 

2.  El  más  reciente  explorador  venezolano  escribe:  "Los  primitivos  historia- 
dores, asi  como  todos,  todosj  los  que  les  han  sucedido  hasta  hoy,  confundieron  ó 
han  confundido,  lastimosamente  á  menudo,  las  denominaciones  geográficas  con  el 
nombre  de  las  principales  tribus;  y  aún  más,  á  cada  paso,  daban  á  las  numerosas 
fracciones  de  éstas  el  apelativo  de  los  jefes  ó  caciques  que  tenían  y  que  regular- 
mente era  el  nombre  de  las  montañas;  cafios,  nos  ó  selvas  donde  residian;  circuns- 
tancias que  además  de  aumentar  extraordinariamente  el  número  de  las  tribus,  con- 
firma la  no  existencia  de  muchas  con  diferentes  lenguas'*.  B.  Javera  Acosta,  Rio- 
negro,  p.  21.     Ciudad  Bolívar,  1906. 

3.  Elntre  los  más  notables  ensayos  venezolanos,  es  justo  citar  los  de  ling^üstica 
por  Agustín  Codazzi,  Adolfo  Ernst,  Lisandro  Alvarado,  Julio  Calcaño,  B.  Tavera 
Acosta;  y  los  de  etnografía  y  craneología  por  Vicente  y  Gaspar  Marcano  en  los 
valles  de  Aragua  y  Caracas  y  región  del  Orinoco.  Actualmente  hacen  estudios 
Alfredo  Jahn  en  los  valles  de  Aragua,  Pedro  M.  Arcaya  en  la  región  de  Coro, 
R.  Freites  Pineda  en  la  de  Barquisimeto.  —  No  se  ignoran,  por  supuesto,  los  tra- 
bajos sobre  lenguas  y  dialectos  de  Venezuela,  j>or  los  misioneros  y  otros  autores 
modernos,  que  figuran  en  la  Bibliothéque  linguistique  américaine  (Paris, 
J.  Maisonneuve);  en  la  colección  de  Platzmann  (Leipzig),  etc. 


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—    29    — 

alfarería  comparada  y  craneología.  En  lo  que  atañe  á  la  pre- 
sente Historia,  adviértase  que  los  indios  de  la  región  occidental 
no  ignoraban  por  completo  la  civilización  que  florecía  á  lo  largo 
de  los  Andes,  la  cual  venía  infiltrándose,  siquiera  lentamente, 
por  las  montañas  de  Mérída  y  Trujillo  hasta  la  entrada  de  los 
llanos;  y  es  más  que  verosímil  que  la  infiltración  se  estuviese 
efectuando  también  por  el  mar  de  las  Antillas,  pues  durante  los 
siglos  de  la  civilización  centro-americana,  indios  de  estas  tierras  han 
podido  hacer  viajes  ocasionales  por  agua,  en  distintas  épocas,  á 
las  costas  de  los  corianos,  caracas  y  cumanagotos . . . 

Los  conquistadores,  exclusivamente  ocupados  en  hacer  des- 
cubrimientos y  en  guerrear,  sirviéronse  en  seguida  de  los  indios 
para  labrar  la  tierra,  explotar  minas,  bucear  perlas  y  transportar 
todo  género  de  cosas, '  porque  en  América  no  existían  bestias  de 
carga.  El  sistema  de  "repartimientos"  y  "encomiendas"  lo  inició 
Cristóbal  Colón.  En  la  primera  batalla  que  libró  en  la  isla  Española 
(1495)  hizo  esclavos  á  muchos  de  los  indios  que  cayeron  prisioneros 
y  á  otros  les  puso  tributo.  En  1496  sustituyó  el  tributo  con  la 
obligación  de  trabajar  en  las  labranzas  de  los  castellanos;  y  de  este 
modo,  los  "repartimientos",  que  se  refirieron  al  principio  á  la 
tierra  señalada  á  cada  conquistador  para  ocuparla  y  cultivarla,  se 
trocaron  en  "encomiendas  de  indios "►  Colón  expedía  sus  cédulas 
diciendo,  que  "daba  en  tal  cacique  tantas  mil  matas,  ó  montones 
(labranzas),  que  todo  es  uno,  y  que  aquel  cacique,  ó  sus  gentes,  la- 
brasen para  quien  las  daba  aquellas  tierras  i".  Y  al  igual  procedió 
su  sucesor  inmediato,  Francisco  de  Bobadilla. 

El  tercer  Gobernador,  Nicolás  de  Obando,  recibió  instruc- 
ciones en  las  que  aparece  ya  la  eterna  é  inevitable  contradicción 
de  todas  las  leyes  sobre  los  indios.  Se  le  ordenó  que  "los  indios 
vecinos  y  moradores  de  la  isla  Española  fuesen  libres  y  no  sub- 
jetos  á  servidumbre";  pero,  informada  la  Reina  Católica  que,  "á 
causa  de  la  mucha  libertad  que  los  dichos  indios  tienen,  huyen  y 
se  apartan  de  la  conversación  y  comunicación  de  los  cristianos, 
por  manera  que,  aun  queriéndoles  pagar  sus  jornales,  no  quieren 
trabajar  y  andan  vagabundos,  ni  menos  los  pueden  haber  para  los 
doctrinar  y  traer  á  que  se  conviertan  á  nuestra  sancta  fe  católica, 
y  que,  á  esta  causa,  los  cristianos  que  están  en  la  dicha  isla,  y 
viven  y  moran  en  ella,  no  hallan  quien  trabaje  en  sus  granjerias  y 
mantenimientos,  ni  les  a3rudan  á  sacar  y  coger  el  oro  que  hay  en 
la  dicha  isla,  de  que  á  los  unos  y  á  los  otros  viene  perjuicio".  .  . . 

1.  Antonio  de  Herrera,Historia  general  délos  hechosde  los  castellanos 
en  las  Islas   y  Tierra  Firme  del  mar  Océano;  primera  década,  lib.  3®,  cap.  XVI. 


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—    30    — 

mandó  la  Reina  al  expresado  Gobernador  como  sigue:  "compeláis 
y  apremiéis  á  los  dichos  indios,  que  traten  y  conversen  con  los 
cristianos  ...  y  trabajen  en  sus  edificios,  en  coger  y  sacar  oro  y 
otros  metales,  y  en  facer  granjerias  y  mantenimientos  para  los 
cristianos  ....  y  fagáis  pagar  á  cada  uno  el  dia  que  trabajare  el 
jornal  y  mantenimiento  que,  según  la  calidad  de  la  tierra,  y  de  la 
persona,  y  del  oficio  vos  pareciere  que  debieren  haber,  mandando 
á  cada  cacique  que  tenga  cargo  de  cierto  número  de  los  dichos 
indios,  para  que  los  haga  ir  á  trabajar  donde  fuere  menester,  y 
para  que,  las  fiestas  y  dias  que  pareciere,  se  junten  á  oir  y  ser 
doctrinados  en  las  cosas  de  la  f e  •  • . .  lo  cual  hagan  é  cumplan 
como  personas  libres,  como  lo  son,  y  no  como  siervos;  é  faced  que 
sean  bien  tratados  los  indios . .  • .  é  non  consintades  ni  dedes  lugar 
que  ninguna  persona  les  haga  mal  ni  daño,  ni  otro  desaguisado  al- 
guno ...  .1".  Pero  la  consecuencia  fatal  de  semejantes  instruciones, 
tan  magnánimas  en  el  fondo  cuanto  contradictorias  en  su  forma, 
fué  necesariamente  la  reducción  de  los  indios  á  la  más  dura  servi- 
dumbre. Y  á  tal  extremo  llegó,  que  los  Padres  dominicos  estable- 
cidos en  la  isla,  acordaron  protestar  en  los  pulpitos  contra  tanta 
crueldad,  y  designaron  al  más  elocuente  de  sus  predicadores,  Fray 
Antón  Montesinos,  para  aconsejar  á  los  españoles  la  práctica  de 
otro  sistema  menos  inhumano.  Dicho  está  que  la  elocuencia  de  Fray 
Antón,  bien  que  moldeada  en  "  palabras  muy  pungitivas  y  terribles", 
no  logró  convertirlos  á  mejores  sentimientos,  y  antes  le  hizo  aparecer 
como  rebelado  contra  la  autoridad  de  los  oficiales  del  rey  y  contra 
las  mismas  leyes  de  la  corona.  Llevado  el  asunto  á  la  corte,  dio 
motivo  á  las  leyes  promulgadas  en  Burgos  á  27  de  setiembre  de 
1512;  las  cuales  reglamentaron  el  sistema  de  repartimientos  y  en- 
comiendas del  modo  que  en  España  se  juzgó  más  equitativo,  aunque 
sin  reformar  radicalmente  una  organización  que  más  dependía  de 
las  necesidades  del  momento  que  no  de  las  leyes. 

Según  ellas,  los  españoles  que  tuviesen  indios  repartidos  ó 
encomendados  debían  edificarles  bohíos  ó  casas  de  paja  y  hacerles 
montones  de  yuca,  ajes  (ñame),  ají  y  maíz,  de  que  se  alimentaban; 
sin  olvidar,  para  cada  cincuenta  indígenas,  una  docena  de  gallinas 
con  un  gallo.  En  lo  que  nada  ganaron  los  indios,  porque  no 
diciendo  la  ley  á  costa  de  quién  se  harían  los  bohíos  y  plantaciones, 
todo  salió  del  trabajo  y  jornales  de  los  mismos.  Para  su  manteni- 
miento se  dispuso,  que  á  los  que  trabajaban  en  las  labranzas  se  les 
diese  ^^  pan  y  ajes,  é  axí,  abasto,  é  los  domingos  é  pascuas  é  fíestas 


1.  Carta  expedida  en  Medina  del  Campo  á  20  de  diciembre  de  1503. 


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—    31     — 

sus  ollas  de  carne  guisadas^\  y  á  los  empleados  en  las  minas,  pan 
y  ají,  con  una  libra  de  carne  por  dia;  pero,  si  se  da  fe  á  las 
crónicas  de  la  época,  no  comieron  nunca  los  indios  encomendados 
sino  raices  y  hierbas,  lo  mismo  los  de  las  labranzas  que  los  de  las 
minas.  Cuando  se  debilitaban '  hasta  no  poder  trabajar  más,  6 
enfermaban,  se  les  enviaba  á  sus  tierras  á  curarse,  y  se  les 
reemplazaba  con  otros.  Se  mandó  también,  que  los  indios  trabajasen 
en  sacar  oro  de  las  minas  cinco  meses,  y  holgasen  luego  cuarenta 
cuas,  con  tal  que  alzasen  los  montones  ó  labranzas  durante  esta 
huelga  y  volviesen  después  á  las  minas;  y  para  ver  si  recibían 
agravios  y  se  guardaban  las  leyes,  se  ordenó  que  en  cada  lugar  ó 
pueblo  hubiese  dos  visitadores  que  debían  ir  dos  veces  al  año  á 
cerciorarse  de  como  vivían  los  indios. 

Otras  leyes  se  promulgaron  en  Valladolid,  á  28  de  julio  de 
1513,  aclarando  ó  modificando  las  de  Burgos,  y  según  ellas:  no  se 
obligará  á  las  indias  casadas  á  servir  con  sus  maridos:  los  menores 
de  catorce  años  no  serán  compelidos  al  mismo  trabajo  que  los 
mayores  de  esta  edad,  sino  á  otros  más  suaves,  ^^  como  en  desherbar 
las  heredades,  y  cosas  semejantes,  en  las  haciendas  de  sus  padres^': 
los  indios  repartidos  servirán  á  los  españoles  durante  nueve  meses 
del  año,  y  en  los  tres  meses  que  se  les  conceden  de  huelga  serán 
obligados  á  trabajar  en  sus  labranzas  propias,  ó  por  jornales  en  las 
de  los  otros  vecinos .... 

Bastará  una  sola  observación  para  comprender  que  estas 
leyes,  aun  suponiéndolas  teóricamente  eficaces,  no  podían  cumplirse 
en  su  objeto  humanitario.  Como  quiera  que  el  rey  se  reservó  la 
facultad  de  acordar  á  quien  quisiese  el  servicio  de  nueve  meses  á 
que  quedaban  sujetos  los  indios,  los  privados  de  la  corte  se  apre- 
suraron á  pedir  les  hiciera  merced  de  repartimientos,  y  obtenidos, 
enviaron  á  administrarlos  á  sus  criados  y  mayordomos,  quienes 
necesariamente  no  habían  de  curarse  poco  ni  mucho  de  someterse 
al  espíritu  de  la  legislación  española.  Aparte  que  los  visitadores, 
y  hasta  los  jueces  de  apelación  establecidos  en  la  Española,  obtu- 
vieron también  al  principio  sus  repartimientos.  No  eran  los  indios 
de  la  isla  arriba  de  veinte  mil,  y  perecieron  en  su  mayoría  por  el 
trabajo  excesivo  á  que  se  les  obligó.  Lo  que  hacía  exclamar  á  Las 
Casas:  "de  no  haberse  remediado,  sino  perdido,  inficionado,  y  ex- 
tragado y  despoblado  todo  este  orbe,  aquel  há,  vastativo  é  infernal 
repartimiento,  que  baptizaron  con  nombre  de  encomiendas,  la  culpa 
de  todo"i.     Ni  se  vea  en  esto  una  simple  exageración  del  Protector 


1.  Histotia  de  las  Indias,  t.  UI,  p.  427. 


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—    32    — 

de  los  indios.    El  rey  mismo  mandaba   escribir   como   sigue:    "Por 
cuanto  Nos  somos  certificados  y  es  notorio  que  por  la  desordenada 
cobdicia  de  algunos  de  nuestros  subditos  que  pasaron  á  las  nuestras 
Indias,   islas  y  Tierra  Firme   del   mar  Océano,   y  por  el  mal  trata- 
miento que    hicieron  á  los   indios    naturales    de   las    dichas   islas  y 
Tierra  Firme,  haciendo  grandes  y  excesivos  trabajos,  que  les  daban, 
y  teniéndolos  en  las  minas  para  sacar  oro,   y  en  las  pesquerías  de 
las  perlas,  y  en  otras  labranzas   y  granjerias,    haciéndolos   trabajar 
excesiva  é  inmoderadamente,   no  les  dando  el  vestir  y  el   manteni- 
miento   que   les   era   necesario   para   sustentamiento  de  sus    vidas, 
tratándolos    con   crueldad  y  desamor,    mucho   peor   que   si    fueran 
esclavos,    lo  cual    todo  ha   sido  y  fué  causa  de   la  muerte  de  gran 
número  de  los  dichos  indios,  en  tanta  cantidad,  que  muchas  de  las 
islas   é  parte   de    Tierra  Firme   quedaron  yermas  y   sin   población 
alguna  de  los  dichos  indios  naturales  della,  é  que  otros  se  huyeron 
é  ausentaron  de  sus  propias   tierras  y  naturaleza  é  se  fueron  á  los 
montes  é  otros  lugares   para   salvar  sus   vidas  y   salir  de  la    dicha 
sujeción  y  mal  tratamiento" ....   En  consecuencia  mandó  el  rey,  que 
los  indios  fuesen  tratados  como  los  demás  vasallos  libres  i.    Mas  al 
propio  tiempo  se  permite  hacer  guerra  á  los  indios  "  que  no  quisieren 
damos  la  obediencia  ó  no  consintieren,  resistiendo  ó  defendiendo  con 
mano  armada  que  no  se  busquen  minas  ni  se  saque  dellas  oro  y  los 
otros  metales  que  se  hallaren",  y  tener  por  esclavos  ^'  á  aquellos  que 
los  señores  naturales  de  la  tierra  tienen  por  tal  esy  os  vendieren". 
Ambas    excepciones    se   convirtieron  en  regla   general.     Para 
reemplazar  á  los  indios   que  morían  en  las   minas  y  labranzas,    los 
vecinos  de  la  Española   iban  á   cautivar  otros  en  las  demás  islas  y 
en  el  Continente.    Las  instrucciones  que  tenían  en  estos  casos  eran 
de  hacer  "requerimientos".    Consistían  en   decirles  á  los  naturales, 
*^que  supiesen  que  había  un  Dios   en  el   cielo,   y   un  Papa   vicario 
suyo  en  la  tierra   que   había   dado   aquellas    tierras  á  los  reyes  de 
Castilla,    cuyos   vasallos  ellos  eran:    que  viniesen  á  su    obediencia; 
si  no,    que   supiesen   que  les   harían  guerra,   y  harían  esclavos  .  .  " 
Iguales  requerimientos  hacían  en  la  costa  de  Cumaná  los  españoles 
de  Cubagua,  y  volvían  cojí  abimdante   provisión  de  esclavos,    cuyo 
exceso  vendían   luego  en  los  otros  establecimientos  de  las  Antillas. 
El  italiano  Benzoni,  que  pasó  por  allí  en  1542,  escribe  en  su  Historia 
del  Mundo  Nuevo:  "Todos  los  esclavos  juntados  por  los  castellanos 
eran  llevados  á  Cubagua:  con  un  hierro  encendido  les  imprimían  á 

1.  Capitulación  con  el  Licenciado  Marcelo  de  Villalobos  para  la  conquista  de 
la  isla  de  Margarita,  y  confirmación  á  D*-  Aldonza  de  Villalobos,  hija  del  mismo. 
1525—26—27. 


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—    33    — 

todos,  en  el  rostro  y  en  los  brazos,  una  marca  que  representaba 
una  C  (¿Cubagua  ó  Caribe?),  y  los  amos  disponían  de  ellos  cerno 
querían^\  Entre  los  nombres  de  los  más  duros  indieros,  las  crónicas 
repiten  á  menudo  los  de  Alonso  de  Ojeda,  Diego  de  Ordaz  y 
Jerónimo  de  Hortal. 

En  las  mismas  costas  orientales  y  región  del  Orinoco  hubo 
además  el  pretexto,  para  cautivar  indios,  de  que  estaban  infestadas 
de  caribes,  comedores  de  carne  humana  y  enemigos  mortales  de 
los  españoles.  Mas  ¿qué  indios  debían  considerarse  como  caribes, 
ó  caníbales,  y  cuáles  eran  sus  territorios?  No  había  entonces  medio 
de  hacer  ninguna  distinción  exacta  á  este  respecto,  y  los  conquista- 
dores se  aprovecharon  más  bien  de  semejante  imposibilidad,  para 
tachar  de  caníbales  á  cuantos  les  resistían.  Humboldt  indica  que 
*4a  desesperación  con  que  se  defendieron  los  caribes  contribuyó 
grandemente  á  su  renombre  de  feroddad^^^.  Otros  apuntan  la 
congetura  de  que  los  españoles  acaso  confundieron  con  carne  de 
hombres  sacrificados  los  cuartos  asados  de  monos  araguatos,  que 
los  indios  comían^.  Sin  embargo,  como  la  antropofagia  ha  existido 
en  otras  partes  (y  comer  carne  humana  apenas  es  en  sí  cosa  más 
extraña  que  comerla  de  mono  ó  de  cualquier  mamífero),  no  es 
inverosímil  que  existiera  también  entre  los  caribes;  —  aunque  con- 
viene advertir  que  la  antropofagia  habitual  parece  provenir  solamente 
de  una  aberración  religiosa.  Fray  Pedro  Simón,  si  bien  habla  de 
oídas  en  esta  materia,  se  acerca  quizás  á  la  verdad  cuando  dice 
que  algunas  tribus  de  Cumaná  comían  carne  humana  ^^  por  venganza 
6  rito,  ó  grandeza  de  alguna  victoria  que  habían  conseguido,  y  esta  no 
la  comían  de  cualquier  indio,  sino  del  principal  señor  ó  algún  capitán 
que  por  su  desgracia  quedaba  preso  en  laguazabara^'^  Los  conquista- 
dores procedían  con  la  mismaausencia  de  escrúpulos  y  con  igual  criterio 
acomodaticio  que  los  modernos  colonizadores  ingleses,  franceses, 
alemanes,  italianos*  Cualquiera  de  estos  hubiera  sido  capaz  de 
dictar  la  sentencia  que  en  1520  dio  el  Licenciado  Rodrigo  de 
Figueroa,  justicia  mayor  de  la  Española  y  repartidor  de  indios. 
Declaró   de    caribes    todas   las    islas   del    mar   de   las  Antillas,    no 


1.  Voyage  anx  regióos  équinoxiales  du  Nouveau  Continent,  t.  IX, 
p.40  á  44.     París,  1816. 

2.  B.  Tavera  Acosta,  Anales  de  Guayana,  vol.  I,  p.  318;  y  en  su  reciente 
obra  titulada  Rionegro,  cap.  Vn. 

3.  Cuarta  noticia,  cap.  XXV.  —  £1  Dr.  Lisandro  Alvarado,  competentísimo 
explorador,  nos  escribe  á  última  hora  (£1  Tinaco,  junio,  1906):  "Los  indios  pueden 
beber  sido  caníbales  ocasionales,  ó  por  motivos  de  guerra,  como  los  aztecas,  ó  de 
religión.  De  los  guajibos  del  Meta  se  sabe  que  comen  ó  han  comido  á  los  racio- 
nales que  han  podido  capturar  en  son  de  represalia.*' 

Fort  o  al.  Historia  ConstitacionaL  3 


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—    34    —    ^ 

pobladas  de  cristianos,  con  excepción  de  las  de  Trinidad,  Lucayos, 
Barimda,  Jigantes  (Curazao),  y  Margarita.  En  la  Tierra  Firme  ex- 
ceptuó la  provincia  de  Arruaca,  poblada  de  Guaitiaos  (ó  amigos 
de  los  cristianos),  la  de  Uniraco  (¿Orinoco?)  y  otras  de  la  costa  de 
Paria;  pero  en  la  misma  costa  dijo  que  se  tuviesen  como  caribes  á 
los  habitantes  de  Uriapana,  Olleros  y  otros  lugares,  y  también  á 
los  indios  "  que  caen  la  tierra  adentro  en  las  dichas  provincias  desde 
Uriapana  hasta  el  cabo  del  isleo  Blanco,  que  es  cabe  el  puerto  de 
la  Codera,  dejados  los  Guaitiaos".  "Declaro  —  concluía  Figueroa  — 
que  los  cristianos  que  fuesen  en  aquellas  partes,  con  las  licencias  é 
condiciones  é  instrucciones  que  les  serán  dadas,  puedan  ir  é  entrar, 
é  los  tomar  é  prender  é  cautivar  é  hacer  guerra  é  tener  é  traer  é 
poseer,  é  vender  por  esclavos  los  indios  que  de  las  dichas  tierras  é 
provincias  é  islas  así  por  caribes  declarados  pudieren  haber  en  cual- 
quiera manera,  con  tanto  que  los  cristianos  que  fueren  á  lo  suso- 
dicho np  vayan  á  lo  hacer  sin  el  veedor  ó  veedores  que  les  fuesen 
dados  por  las  justicias  ú  oficiales  de  Su  Majestad  que  para  las 
dichas  armadas  diesen  la  licencia;  é  que  lleven  consigo  de  los 
Guaitiaos  de  las  islas  é  partes  comarcanas  á  los  dichos  caribes, 
para  que  vean  é  se  satisfagan  de  ver  como  los  cristianos  no  hacen 
mal  á  los  Guaitiaos,  sino  á  los  caribes,  pues, los  dichos  Guaitiaos 
se  van  é  quieren  ir  con  ellos  de  buena  gana^'  ....  Más  que  juez 
picapleitos  debió  de  ser  este  Figueroa,  por  su  irónica  malicia  y  por 
la  intencionada  elasticidad  de  sus  defíniciones.  No  otra  cosa  pedían 
los  conquistadores  y  mercaderes  indieros,  sino  definiciones  por  el 
estilo;  y  cuando  se  les  imputaba  algún  abuso  demasiado  evidente, 
respondían  con  razón  que  mal  pudieran  ellos  distinguir  á  los  caribes 
de  los  no  caribes,  si  los  mismos  oficiales  del  rey  lo  hacían  en  tér- 
minos tan  vagos.  En  realidad,  Guaitiaos  y  caribes  estaban  con- 
denados á  igual  destino;  —  ó  la  guerra  á  muerte,  si  resistían,  ó,  en 
sometiéndose,  la  esclavitud  de  las  minas  y  labranzas.  Si  una  parte 
considerable  de  los  llamados  caribes  tuvo  más  tarde  suerte  menos 
dura,  fué  por  aliarse  con  los  holandeses  que  traficaban  en  Guayana^. 
Ni  era  mejor  la  suerte  de  los  indios  en  los  contornos  de  Coro,  re- 
sidencia oficial  de  los  Gobernadores  y  de  los  jueces  que  la  Audien- 
cia de  Santo  Domingo  enviaba  á  poner  algún  orden  en  los  ne- 
gocios de  la  provincia  de  Venezuela.  Por  los  años  de  1536  á  39  el 
juez  de  residencia  Navarro,  conformándose  á  la  regla  de  tener  por 

1.  Los  ingleses  creen  que  los  últimos  descendientes  de  caribes  puros  viven 
hoy  en  la  antilla  Dominica,  Report  on  the  Caribs  of  Dominica,  publicado 
por  el  Ministerio  de  Colonias,  Londres,  1902.  —  En  Guayana  se  habla  todavía  de 
**raza"  caribe;  aunque  sin  decir  en  qué  se  diferencia  exactamente  de  las  demfts  tribus. 


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—    35    — 

esclavos  á  los  indios  que  los  caciques  tuviesen  por  tales,  promovía 
guerras  entre  las  tribus  para  comprar  los  que  resultaban  vencidos, 
y  el  obispo  D.  Rodrigo  de  Bastidas,  siendo  Gobernador  interino  en 
1540,  mandó  á  Pedro  de  Limpias  á  cautivar  indios  en  Maracaibo 
para  venderlos  á  los  mercaderes  de  la  islas.  El  juez  de  residencia 
Pérez  de  Tolosa  dice  que  este  tráfico  duró  en  la  costa  de  Coro 
hasta  15451. 

Con  todo,  no  olvidaban  los  reyes  de  Elspaña  la  magnánima 
recomendación  que  en  su  testamento  les  hiciera  Isabel  la  Católica, 
y  procuraron  mejorar  desde  allá  la  condición  de  los  indios,  al  menos 
desde  el  punto  de  vista  legal;  si  bien  exceptuando  siempre  á  los 
caribes,  respecto  de  los  cuales  subsistió  la  ley  de  1569  que  decía: 
"Tienen  licencia  los  vecinos  de  las  islas  de  Barlovento  para  hacer 
guerra  á  los  indios  caribes,  que  las  van  á  infestar  con  manó  armada, 
y  comen  carne  humana,  y  pueden  hacer  sus  esclavos  á  los  que 
cautivaren,  con  que  no  sean  menores  de  catorce  años,  ni  mujeres 
de  cualquiera  edad".  De  los  demás  dicen  leyes  sucesivas:  que  se 
les  reduzca  á  pueblos,  pero  con  "  templanza  y  moderación,  suavidad 
y  blandura",  para  acostumbrarlos  á  la  vida  urbana;  que  no  se  les 
quiten  sus  tierras;  que  para  mejor  conseguir  su  pacificación,  primero 
se  informen  los  pobladores  de  la  diversidad  de  naciones,  lenguas, 
idolatrías,  sectas  y  parcialidades,  y  procuren  por  via  de  comercio 
atraerlos  á  su  amistad  y  concluir  alianzas  con  sus  jefes  principales; 
que,  hecha  amistad  con  ellos,  se  les  predique  la  santa  fe  usando  de 
los  medios  más  suaves,  y  no  empezar  reprendiéndoles  sus  vicios  é 
idolatrías,  ni  quitándoles  sus  mujeres  ni  ídolos,  para  no  escandali- 
zarlos; que  sean  favorecidos  y  amparados  por  las  justicias  ecle- 
siásticas y  seculares;  que  no  se  les  lleve  á  España;  que  se  les 
permita  mudarse  de  unos  lugares  á  otros,  criar  toda  especie  de 
ganado  mayor  6  menor,  dedicarse  á  la  agricultura,  vender  libremente 
sus  frutos,  y  disponer  libremente  por  testamento;  que  entre  españoles 
é  indios  haya  comercio  libre  á  <:ontento  de  las  partes;  que  en  los 
pueblos  de  indios  no  vivan  españoles,  negros,  mestizos  ni  mulatos, 
aunque  hayan  comprado  allí  tierras;  que  ningún  caminante  español 
esté  en  pueblo  de  indios  más  de  dos  dias,  ni  los  mercaderes  más 
de  tres;  que  no  se  saque  á  los  indios  de  tierra  fria  para  la  caliente, 
ni  al  contrario;  que  se  puedan  casar  libremente  entre  sí  y  con  los 
españoles,  teniendo  la  edad  legítima;  que  ninguno,  aun  siendo  in- 
fíel,  pueda  casarse  con  más  de  una  mujer;  que  no  vendan  sus  hijas 
para  casarlas;  que  no  compren  armas  ni  vino,  ni  anden  á  caballo(!); 


1 .  Carta  al  rey,  8  de  julio  de  1 548. 


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—  So- 
que los  inquisidores  apostólicos  no  procedan  contra  los  indios;  que 
en  causas  de  fe  conozcan  los  ordinarios  eclesiásticos,  y  en  hechizos 
y  maleficios  las  justicias  reales;  que  haya  iglesia  y  curas  doctrineros 
en  cada  reducción  de  indios ;  que  si  es  de  cien  indios,  haya  un  fiscal 
que  los  junte  y  convoque  á  la  doctrina,  y  en  las  de  más  de  ciento, 
dos  fiscales;  que  si  la  reducción  contiene  de  cuarenta  á  ochenta 
habitantes  haya  un  alcalde  y  un  regidor  indios,  y  si  pasa  de  ochenta 
casas,  haya  dos  alcaldes  y  cuatro  regidores,  los  cuales  deben  elegir 
á  sus  sucesores  por  año  nuevo,  en  presencia  de  los  curas;  que  los 
alcaldes  indios  tengan  jurisdicción  solamente  para  inquirir,  prender 
y  traer  á  los  delincuentes  á  la  cárcel  del  pueblo  de  españoles  de 
su  distrito;  para  prender  á  negros  y  mestizos  hasta  que  llegue  la 
justicia  ordinaria;  para  castigar  con  un  dia  de  prisión,  y  seis  ú  ocho 
azotes  al  indio  que  faltare  á  la  misa  el  dia  de  fiesta,  ó  se  embria- 
gare, ó  cometiere  otra  falta  semejante,  castigando  con  más  rigor  la 
embriaguez  de  muchos;  en  suma,  que  con  excepción  del  sorteo  de 
indios  para  los  trabajos  públicos,  —  lo  que  correspondía  á  los  ca- 
ciques — ,  el  gobierno  de  sus  pueblos  esté  á  cargo  de  los  alcaldes 
y  regidores  indios,  "en  cuanto  á  lo  imiversal".  Los  caciques  con- 
servan sus  derechos  y  prerrogativas,  aunque  sin  intitularse  señores; 
deben  pagar  jornales  á  los  indios  que  empleen;  la  jurisdicción  penal 
sobre  los  indios  de  sus  pueblos  no  se  extiende  á  las  causas  en  que 
hubiere  pena  de  muerte,  mutilación  de  miembro  ú  otro  castigo  atroz. 

Prohibieron  también  las  leyes  españolas,  que  los  indios  sir- 
viesen de  bestias  de  carga;  pero,  al  propio  tiempo,  permitieron  que 
donde  no  hubiese  caminos  ni  bestias,  las  Audiencias,  Gobernadores 
y  justicias  tasasen  y  señalasen  cuantos  indios  se  habían  de  conceder^ 
el  peso  de  las  cargas,  camino  y  distancia,  y  la  paga  que  habían  de 
recibir.  Las  cargas  no  debían  pesar  más  de  dos  arrobas,  "si  no 
es  —  dice  una  ley  —  que  á  las  justicias  parezca  que  según  la 
calidad  del  camino,  ú  otras  circunstancias,  aun  este  peso  se  debe 
moderar,  ó  puede  aumentar  algo".  El  algo,  dicho  está,  se  con- 
virtió en  regla  general. 

En  cuanto  al  tributo,  que  es  proporcional  á  la  renta  ó  ganan- 
ciales de  los  indios,  dicen  las  leyes:  los  que  pagaban  tributo  en 
tiempo  de  su  infedilidad,  pagarán  solamente  la  mitad  por  dos  años 
más;  los  infieles  que  se  reduzcan  á  la  fe  católica  y  reciban  el  bau- 
tismo, si  esto  hicieren  convertidos  por  la  sola  predicación  del  evan- 
gelio, no  serán  encomendados  ni  pagarán  tasas  por  diez  años;  los 
hijos  de  negros,  libres  ó  esclavos,  habidos  en  indias  por  matrimonio,^ 
pagarán  tributo;  los  indios  ocupados  en  estancias,  obrages,  labores, 
ganados,  minas,    recuas,  carreterías  y  servicio  de  españoles,    tribu- 


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—    37    — 

taran  para  el  rey  si  no  lo  hicieren  ya  para  sus  encomenderos;  no 
pagarán  tributo  los  caciques,  ni  sus  hijos  mayores,  ni  los  indios  al- 
caldeSy  ni  las  indias. 

El  sistema  de  encomiendas  se  conservó  hasta  el  reinado  de 
Carlos  in.  Consistía,  como  se  vio  arriba,  en  el  repartimiento  de  in- 
dios que  hacía  el  adelantado  ó  gobernador  ó  pacificador  entre  los 
pobladores  (que  fueron  al  principio  los  mismos  conquistadores);  y 
era  su  objeto,  al  menos  en  teoría  ó  según  la  ley,  defender  á  los 
encomendados,  ampararlos,  doctrinarlos  y  enseñarles  á  vivir  en 
policía.  Por  los  años  de  1687  se  prohibió  encomendar  indios  á 
empleados  civiles  ni  eclesiásticos,  á  extanjeros  ni  ausentes,  y  se 
ordenó  que  cuando  los  encomenderos  diputasen  calpixques  ó  mayor- 
domos para  vigilar  á  los  indios  y  cobrar  el  tributo,  lo  hicieran  sólo 
con  licencia  de  la  Audiencia  ó  Gobernador,  y  dando  fianza«  Los 
encomendados  no  debían  ya  trabajar  como  esclavos,  sino  en  las 
obras  que  quisiesen  y  conforme  á  un  salario  libremente  estipulado. 
Si  pedían  un  jornal  excesivo,  lo  tasaban  las  justicias;  y  para  el 
trabajo  en  las  obras  de  utilidad  común  se  exigió  que  los  sorteasen 
de  im  modo  equitativo.  Sorteo  que  se  llamó  mita,  y  mitayos  á 
los  indios  sorteados. 

Los  Papas  procuraron  también  en  ocasiones  mejorar  su  condi- 
ción social.  En  1537  se  penó  con  excomunión  la  esclavitud  de  los 
indios:  se  declaró  que  eran  realmente  personas  humanas  y  capaces 
para  profesar  la  fe  católica;  y  se  mandó  rehusar  los  sacramentos 
á  los  que  diesen  ó  recibiesen  encomiendas  ó  despojasen  á  los  in- 
dios de  sus  bienes  .... 

Pero,  dictadas  para  todas  las  Indias  Occidentales,  las  leyes 
españolas  y  las  resoluciones  pontificias  no  tuvieron  dondequiera  la 
misma  eficacia,  y  fueron  más  ó  menos  modificadas  según  el  criterio 
é  intereses  circunstanciales  de  los  hombres  encargados  de  aplicarlas. 
Por  otra  parte,  y  en  lo  referente  á  la  colonia  venezolana,  las  leyes 
más  favorables  no  empezaron  á  practicarse  sino  cuando  ya  habían 
desaparecido,  ó  quedaban  diezmadas  por  las  guerras  de  conquista, 
las  tribus  y  naciones  aparentemente  superiores,  que  habrían  sido 
tal  vez  capaces  de  adoptar  la  civilización  europea.  Los  que  lograron 
escaparse  (restos  de  córlanos,  cuicas,  jirajaras,  teques,  caracas, 
<nmianagotos,  caribes,  etc.)  cayeron  poco  á  poco  en  la  indolencia  ó 
bien  desaparecieron  como  nacionalidad  cruzándose  con  blancos  y 
negros.  A  fines  del  siglo  XVHI  los  indios  de  raza  pura,  en  toda 
la  Capitanía  General,  apenas  eran  más  de  120000. 

Si  era  fácil  para  los  conquistadores  y  pobladores  violar  é 
interpretar  arbitrariamente   las  leyes   protectoras  de  los  indios,    lo 


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—    38    — 

propio  sucedió  respecto  de  los  misioneros,    sobre  todo  cuando  em- 
pezaron á  acumular   riquezas.     Con  los  conquistadores  vinieron  al- 
gunos  monjes  á  evai^elizar;    pero  la  organización   del  sistema  de 
misiones  no  data  en  realidad  sino  de  mediados  del  siglo  XVII,  — 
en  la  provincia  de  Cumaná  por   los  capuchinos    aragoneses  y  por 
los  franciscanos  ó  Padres  observantes  de  Píritu;  en  la  provincia  de 
Guayana,   primero  por  los  Padres  jesuitas  h&ta  1686,   y  luego  por 
los  capuchinos  catalanes;  en  la  provincia  de  Venezuela  ó  Caracas, 
por  los  mismos  capuchinos.    Los  siguientes  pormenores  darán  idea 
de  la  organización   catalana  en  Guayana,    que  fué  la  más  notable. 
Cada  tres  años  se  reunían  los  capuchinos  en  la  capital  de  las 
misiones  (primero  Suay,  después  Upata)  para  elegir  un  Prefecto,  á 
quien  juraban  obediencia.    El   tesoro  de  las  misiones  era  común  y 
lo    administraba   un  síndico.     Un   Padre   Procurador   compraba  en 
Cumaná  y  la  Guaira  los  artículos  que  no  producía  Guayana:  vestidos, 
sombreros,    avena,    flor  de  harina   para   las   hostias    sacramentales, 
vino  para  consagrar,  cacao,  que  les  costaba  16  pesos  la  carga  puesta 
en  Angostura,  sal  de  Araya  á  3  pesos  la  fanega,  y  hachas,  cuchillos, 
collares  y  otros  objetos    para  los  indios.    Fabricaban  azúcar  y  ron 
en   el  ingenio    de  Cacagual,    situado    á  igual  distancia   de  Caroní, 
Suay  y  Amaruca.    AlU  iban  á  proveerse  todas  las  misiones.   El  hato 
central  se  hallaba  en  la  Divina  Pastora,   y  tenía  en  1754,    según  el 
Gobernador  D.  Mateo  Gual,   8000  cabezas    de  ganado.    Dirigíalo  el 
Padre  presidente  de  esta  misión,  con  un  intendente  y  cuarenta  va- 
queros ó  guarichos.    A  cinco  leguas  estaba  la  yegüería,  al  cuidado 
de  un  intendente  y  seis  guarichos.    Había  además  pequeñas  quintas 
en  las  misiones  de  Caroní,  Suay,  Altagracia,  Capapuí  y  Miamo.  Los 
capuchinos  mantenían  de  carne  á  los  dos  tercios  de  la  población  de 
Angostura,    á  seis  pesos  por  cabeza,   y  á  cinco  pesos   á  los  jorna- 
leros de  las  obras   públicas.    El  resto   de  ganado  lo  exportaban  á 
Trinidad.    Otros  productos  de  las  misiones  valían  en  Angostura:  — 
queso,   8   reales    arroba,    cueros   16  reales,   yuca  6  reales,    casabe 
3  pesos  carga,    maíz  8  reales  fanega,    la  de  arroz  3  pesos,  un  pollo 
2  reales.    £1  impuesto  que  pagaban   al  tesoro  real   de  Caracas  era 
de  150  pesos  por  año.  —  Los  indios  reducidos  cultivaban  por  cuenta 
propia  conucos  de  maíz,   yuca,    arroz,  bananos,    caña  de  azúcar;    y 
por  cuenta  de  los  misioneros,  otros  conucos  en  que  ganaban  salario. 
Los  españoles,    que  eran  casi  todos  guerreros  ó  empleados,    y  que 
por  consiguiente  desdeñaban  los  bajos  oficios,  iban  á  buscar  indios 
á  Jas  misiones  p^ra  construir  sus  casas,    labrar  sus  tierras,  etc.     £1 
jefe  de  la  misión  llevaba  un  registro  con   los  nombres  de  estos  in- 
dios, el  salario  que  recibían  y  los  reclamos  que  hicieran.  Vigilancia 


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—    39    — 

tutelar  cuando  se  ejercía  honradamente.  Para  asegurar  la  subordi- 
nación de  los  indios,  los  capuchinos  nombraban  entre  los  mismos 
naturales,  capitanes,  tenientes  de  justicia,  alcaldes,  procuradores, 
para  que  gobernasen  los  pueblos  bajo  la  suprema  autoridad  del  mi- 
sionero. —  A  fines  del  régimen  colonial,  la  población  total  de 
estas  lidsiones  era  de  veinte  mil  á  veintidós  mil  almas  ^. 

Los  pueblos  en  que  la  autoridad  de  los  capuchinos  se  ejercía 
independientemente   de  la  «utoridad  civil,    se  llamaban   de  misio- 
nes;  y  de   doctrina   aquellos  donde   los   indios  dependían   de  la 
autoridad   civil  para   el  pago   del  tributo    al    rey.    Con   el    fin   de 
aumentar  el  número   de  unos  y  otros,    los  misioneros  (de  todas  las 
provincias)  hacían   entradas  por  los  territorios  de  indios  "bravos". 
En  los  primeros  tiempos  se  aventuraron  solos,   confiando  en  la  efi- 
cacia  de  la  palabra   evangélica.    Después    prefirieron   salir   acom- 
pañados de  soldados.    Acerca  de  las  entradas  de  Guayana  dice  un 
informe  de  1769:  "El  modo  que  los  misioneros  tienen  de  recogerá 
los  infieles  es  armar  sus  seglares,  y  puestos  á  su  frente  el  capitán 
de  la  escolta  y  el  misionero,  marchan  al  sitio  donde  se  halla  el  ca- 
cique ó  capitán  de  los  bárbaros:    luego  que  le  encuentran,    entabla 
con  él  su  conferencia  el  misionero   proponiéndole  que  se  le  darán 
tierras  donde  fundar  su  pueblo,  herramientas  para  cultivar  el  campo, 
enseñándoles  el  modo  de  trabajarlo,  anzuelos  y  cuerdas  para  pescar, 
y  ganados   para   formar   un  hato.    Regularmente   se  contentan   los 
indios  y  se  entregan,  y  trayéndolos  á  los  pueblos  ya  reducidos,    se 
les  instruye  en   la  doctrina  cristiana   y  en  el  modo  de  sacar  de  la 
tierra  lo  necesario  para  mantener   la  vida^".    Ya  va  á  verse,    por 
confesión  de  los  propios  misioneros,  que  las  entradas  no  solían  ser 
tan  pacíficas  ni  eran  tan  diplomáticos  los  procedimientos  empleados, 
para  convencer  á  los  caciques.    Fray  Miguel  de  Olivares,  Prefecto 
de  las  misiones  de  la  provincia  de  Caracas,  es  muy  explícito  en  su 
"noticia  histórica"  de   los    años  de  1658  hasta  1745.    Dice  que  los 
primeros    capuchinos  hicieron   entradas  solos  y  lograron   reducir  á 
pueblos  á  muchos  indios;  "pero  como  quiera  que  las  tierras  en  que 
los  poblaban   no   estaban  cubiertas  de  españoles    que  los  pudiesen 
sujetar",  y  como  el  fin  principal  que  movía  á  los  indios  no  era  "la 
fe  de  Jesucristo,  pues  no  le  conocen,  ni  aprenden  nada  de  lo  eterno  ", 
sino  surtirse  de  las  hachas,  machetes  y  otros  hierros  é  instrumentos 

1.  Informes  de  D.Mateo  Gual,  junio  de  1754  (Archivo  de  Indias,  Sevilla)  y 
de  D.  Eugenio  de  Alvarado,  abril  de  1 755  (Archivo  de  Simancas),  y  extractos  de 
Julio  Humbert,  Origines  Venezueliennes,  p.  306. 

2.  Informe  copiado  por  José  Stríckland,  Docuraents  and  Mapa  on  the 
Boundary  Question  between  Venezuela  and  British  Guiana  from  the 
Capuchin  Archives  in  Rome.     Roma,  1896. 


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—    40    — 

que  les  daban,  así  que  los  conseguían  retomaban  á  sus  tierras  de- 
jando solo  al  misionero.  Para  evitarlo,  obtuvieron  los  capuchinos  en 
1676  (real  cédula  del  28  de  setiembre),  que  cerca  de  las  misiones 
"  se  fundase  un  pueblo  de  españoles  de  hasta  treinta  ó  cuarenta  ve- 
cinos de  buena  vida  y  ejemplo,  para  que  sirviesen  de  contener  á 
los  indios  en  su  fuga,  sujetarlos  en  sus  embriagueces  y  reprimirlos 
en  sus  motines,  y  para  que  acompañasen  dichos  españoles  á  los 
misioneros  para  la  reducción  de  los  indios  gentiles".  Lo  que  equi- 
valía á  permitirles  á  los  religiosos  las  mismas  prácticas  implantadas 
por  los  conquistadores.  De  ahí  que  en  1689  (real  cédula  del  22  de 
setiembre)  se  ordene  al  Prefecto,  que  "  solicite  la  reducción  de  los 
indios,  así  gentiles  como  apóstatas,  por  medio  únicamente  de  los 
religiosos  de  las  misiones,  con  la  blandura  y  suavidad  que  conviene, 
para  que  sea  la  palabra  evangélica  la  que  los  sujete  y  recobre". 
Pero  en  1692  (cédulas  de  15  de  junio  y  27  de  agosto)  obtienen 
de  nuevo  los  misioneros  que  se  les  permita  hacer  sus  entradas 
escoltados  de  españoles.  De  este  modo  fundan  en  los  diez  años 
siguientes  hasta  trece  aldeas,  siendo  las  principales  (que  subsisten 
pobladas  de  mestizos):  Camatagua,  en  1693,  San  Antonio  de  Araure 
en  1694,  Calabozo  en  1695,  la  Purísima  Concepción  del  Pao  y  San 
Diego  de  Cojedes  en  4700. 

Antes  de  salir  á  sus  jomadas,  reclutaban  los  religiosos  la 
gente  necesaria,  alistándose  voluntarios  unos  y  cobrando  otros  diez 
pesos  por  mes  y  un  -vestido.  A  los  voluntarios  se  les  cedía  "el 
derecho  de  llevar  algunos  de  los  indios  que  se  cogiesen"^  lo  cual 
era  lo  mismo  que  violar  todas  las  leyes  de  Indias  y  fomentar  la 
esclavitud.  Las  entradas  se  hacían  á  menudo  con  no  menor  número 
de  soldados  que  en  los  primeros  años  de  la  conquista^.  En  1709, 
los  Padres  Fray  Marcelino  de  San  Vicente  y  Fray  Pedro  Alcalá 
reclutan  160  soldados  que  ponen  al  mando  de  D.  Juan  Fernández 
de  la  Fuente;  entran  por  los  rios  de  Guanare,  Boconó,  Portuguesa 
y  Masparro,  y  vuelven  con  216  indios.  En  1713,  el  mismo  Fray 
Marcelino  y  Fray  Crisóstomo  de  Granada  entran  con  112  soldados 
y  sacan  231  indios.  La  entrada  de  1738  por  los  llanos  de  Guanare 
y  Cojedes  se  compone  de  156  soldados  de  escolta  y  300  de  á  caballo. 
Sumando  las  cifras  del  Padre  Olivares,  resulta  que  en  los  trece 
años  de  1707  á  1720  movieron  los  capuchinos  hasta  1357  hombres 
de  escolta,  entre  españoles,  mulatos  é  indios  fieles,  y  sacaron  1531 
indios   bravos.  —  El   número    relativamente   pequeño   de    cautivos, 

1.  Imitando  también  4  los  conquistadores,  los  misioneros  emprendieron  en 
1720  una  expedición  en  busca  de  £1  Dorado,  acompañados  de  300  soldados  al  mando 
de  tres  capitanes. 


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—    41     — 

comparado  con  el  de  soldados,  proviene  de  que  los  indios  adultos 
preferían  huir,  y  los  religiosos  á  su  vez  preferían  coger  muchachos 
y  mujeres  como  más  fáciles  de  reducir  al  régimen  de  las  misiones, 
régimen  que  no  soportó  nunca  de  buen  grado  ningún  indio  guerrero 
ó  principal  en  su  tribu.  —  Convencidos  los  capuchinos  de  que  la 
espada  del  conquistador  valía  más  que  la  palabra  evangélica,  evitaron 
el  volver  á  aventurarse  solos.  Si  alguno,  —  iluso,  abnegado  ó 
santo,  —  desdeñó  la  compañía  del  brazo  secular,  fué  para  pagar 
las  culpas  de  los  otros.  Fray  Plácido  da  Velicena  muere  á  flechazos 
en  la  iglesia  del  Pao  (1666);  Fray  Juan  de  Trigueros  se  ahoga  en 
el  rio  Guanare  huyendo  de  los  indios  (1676);  á  Fray  Salvador  de 
Casabermeja  le  cortan  la  cabeza  en  el  rio  Portuguesa  (1707)  .  •  »  . 
Misionero  ó  soldado,  todo  español  era  ya  para  los  indios  un  enemigo 
implacable  de  su  libertad  y  de  su  hacienda.  Los  naturales  —  dice 
candorosamente  el  Prefecto  Fray  Miguel  —  "conservan  de  padres 
á  hijos  la  memoria  de  las  crueldades  que  hicieron  con  sus  ante- 
pasados los  primeros  españoles  "i. 

¿Qué  trasformación  efectuó  el  régimen  de  las  misiones  en  el 
espíritu  y  costmnbres  de  los  indios  reducidos?  Al  través  de  los 
datos,  insuficientes,  que  contienen  las  noticias  y  cartas  de  los  mi- 
sioneros, y  no  obstante  la  vaguedad  de  su  lenguaje,  nótase  una 
impresión  pesimista.  Los  indios  de  las  misiones  de  la  provincia 
de  Caracas  —  dice  Fray  Miguel  de  Olivares  — •  "  no  aprenden  nada 
de  lo  eterno";  y  de  los  de  Guayana  escribía  en  1778  Fray  Félix 
de  Villanueva:  "lo  más  necesario  es  quitarles  el  vicio  de  la  borrachera, 
y  españolarlos,  ó  que  hablen  en  español;  sin  esto  no  adelantan. cosa, 
y  en  esto  trabajamos  toda  la  vida  con  poco  fruto".  En  cuanto  á 
observaciones  oculares  de  viajeros  fidedignos,  puede  decirse  que 
las  únicas  notables  son  las  de  Alejandro  de  Humboldt  en  1800.  El 
sabio  naturalista  y  filósofo  alemán,  que  no  obstante  su  carácter  de 
extranjero  y  de  protestante  fué  bien  acogido  por  los  religiosos,  ob- 
servó que  los  indios  reducidos  habían  perdido  progresivamente  el 
vigor  de  carácter  y  la  vivacidad  natural  que  en  todas  las  condiciones 
del  hombre  son  los  nobles  frutos  de  la  independencia.  "  Sometiendo 
á  reglas  invariables  hasta  los  menores  actos  de  su  vida  doméstica, 
se  les  ha  vuelto  estúpidos  á  fuerza  de  hacerlos  obedientes.  En 
general,  su  alimentación  está  más  asegurada  y  sus  hábitos  son  más 
apacibles;  pero  sometidos  á  la  regla  y  á  la  triste  monotonía  del 
gobierno  de  las  misiones,  revelan  en  su  aire  sombrío  y  concentrado 

1.  Noticia  del  estado  que  han  tenido  y  tienen  estas  misiones  de 
capuchinos  de  la  provincia  de  Caracas,  desde  el  aflo  de  1658  hasta  el 
de  1745,  por  su  Prefecto  Fray  Miguel  de  Olivares.  —  Archivo    de   Indias,    Sevilla. 


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que  han  sacrificado  de  mal  grado  la  libertad  al  reposo  .  .  Lamento 
tener  que  emplear  la  palabra  salvaje,  porque  indica  entre  el  indio 
reducido  que  vive  en  las  misiones  y  el  indio  libre  ó  independiente, 
una  diferencia  de  cultura  que  la  observación  desmiente  á  menudo. 
En  las  selvas  de  la  América  meridional  existen  tribus  indígenas 
que,  apaciblemente  reunidas  en  aldeas,  obedecen  á  jefes  (Pacanati, 
Apoto,  ó  Sibierene),  cultivan  en  terrenos  bastante  extensos  bananas, 
manioc  y  algodón,  y  emplean  éste  en  tejer  hamacas.  Apenas  son 
más  bárbaros  que  los  indios  desnudos  de  las  misiones  á  quienes  se 
ha  enseñado  la  señal  de  la  cruz  .  .  •  .  Es  un  error  creer  que  todos 
los  indios  no  reducidos  son  nómades  y  cazadores.  La  agricultura 
.existió  mucho  antes  de  la  llegada  de  los  europeos  ...  y  existe  en 
tribus  á  donde  los  misioneros  no  han  llegado.  Lo  que  se  debe  al 
régimen  de  las  misiones  es  el  haber  acrecentado  el  apego  á  la 
propiedad  raíz,  la  estabilidad  de  habitaciones,  el  amor  á  una  vida 
más  suave  y  pacífica.  Pero  estos  progresos  son  lentos,  y  aun  á 
menudo  insensibles,  por  el  aislamiento  absoluto  en  que  se  mantiene 
á  los  indios;  y  sería  propagar  ideas  falsas  sobre  el  estado  actual 
de  los  pueblos  de  la  América  meridional  tomar  por  sinónimos  las 
denominaciones  de  cristianos,  reducidos  y  civilizados,  y  las  de 
paganos;  salvajes  é  independientes.  Tan  poco  cristiano  suele  ser 
el  indio  reducido  como  idólatra  el  independiente:  uno  y  otro, 
preocupados  con  las  necesidades  del  momento,  revelan  una  indife- 
rencia notable  por  las  opiniones  religiosas  y  una  tendencia  secreta 
al  culto  de  la  naturaleza  y  de  sus  fuerzas.  "^ 

Sea  lo  que  fuere,  el  sistema  de  misiones  no  produjo  resultados 
sociales  más  favorables  que  el  antiguo  de  repartimientos  y  en- 
comiendas, como  no  sea  el  haber  conservado  la  vida  á  un  número 
mayor  de  indios;  ni  los  educó  en  el  cultivo  de  la  tierra  y  pastoreo 
de  ganados  más  que  lo  estaban  las  tribus  sometidas  por  el  brazo 
secular.  Algunos  escritores  modernos,  que  califican  á  los  misioneros 
de  representantes  ó  adelantados  de  la  civilización  europea,  olvidan 
primero,  que  se  trata  de  misioneros  españoles  imbuidos  en  todas 
las  preocupaciones  del  más  intransigente  catolicismo,  y  segundo, 
que  dondequiera  y  en  todo  tiempo  los  misioneros,  ó  católicos  ó 
protestantes,  más  han  contribuido  á  promover  conflictos  de  razas 
y  á  exacerbar  el  instinto  de  la  venganza  en  los  pueblos  llamados 
inferiores,  que  no  á  levantar  su  nivel  moral.  La  historia  reciente 
y  actual  de  los  misioneros  cristianos  en  China,  con  sus  procedi- 
mientos, supersticiones,  intemperancia  y  pretensión  despótica,  sirve 

1.  A.  de  Humboldt,  Voyage  aux  régions  équinoxiales  du  Nouveau 
Contincnt,  t.  m,  pp.  5,  264  y  265. 


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—    43    — 

para  congeturar  cual  sería  la  dura  disciplina  impuesta  por  los 
capuchinos  españoles  á  los  amedrentados  indios  que  lograron 
sobrevivir  á  la  exterminadora  guerra  de  conquista.  Los  Goberna- 
dores de  la  segunda  mitad  del  siglo  XVIII,  especialmente  Centurión^ 
Inciarte  y  Marmión,  comprendieron  la  radical  esterilidad  del  régimen 
religioso,  y  aconsejaron  á  la  corona  sustituirlo  con  un  bien  pensado 
plan  de  colonización  civil;  que  habría  sin  duda  mejorado  la  condición 
de  los  indios,  si  la  corona  española  no  hubiera  estado  entonces 
sobre  cabezas  incapaces . . . 

En  la  historia  de  la  Colonia,  y  luego  en  la  historia  de  la 
República,  no  se  distinguió  uno  solo  de  los  indios  que  los  misioneros 
mantuvieron  alejados  de  todo  cruzamiento  con  los  blancos,  mestizos 
y  negros.  La  obra  de  los  religiosos  desapareció  con  ellos.  Los 
únicos  establecimientos  relativamente  prósperos  en  1810  eran  los  de 
Guayana,  y  como  los  misioneros  permanecieron  fieles  á  la  causa  de 
España,  los  indios  fueron  también  víctimas  de  la  revolución  que 
pretendía  devolverles  la  libertad.  "Los  rebeldes  insurgentes  — 
escribe  Fray  Nicolás  de  Vich  —  viendo  la  mucha  resistencia,  y 
conociendo  que  la  causa  total  de  ella  era  el  influjo  de  los  PP. 
Misioneros,  todos  los  años  desde  el  principio  de  la  insurrección 
procuraban  con  los  mayores  esfuerzos  invadir  sus  pueblos;  pero 
siempre  inútilmente,  pues  dichos  PP.  tomaban  las  más  justas  medidas 
y  enérgicas  providencias,  armando  sus  indios,  abasteciendo  las  tropas 
(del  rey)  de  un  todo,  y  contribuyendo  con  caballos,  víveres  y  uten- 
silios de  toda  clase  que  permitía  su  posibilidad.  Por  este  motivo 
se  había  acarreado  aquella  comunidad  la  indignación  de  los  rebeldes, 
en  tanto  extremo  que  les  habían  amenazado  varias  veces  con  la 
terrible  expresión  "  que  de  las  barbas  de  los  misioneros  capuchinos 
catalanes  habían  de  formar  cabestros  para  sus  caballos"  i. 

Con  el  triunfo  de  las  tropas  republicanas  se  consumó  la  de- 
cadencia de  las  últimas  misiones;  y  fuerza  es  confesar  que  la 
República  no  supo  acrecentar  lo  poco  bueno  que  en  ellas  dejaron 
los  capuchinos.  Es  más,  la  explotación  de  los  indios  continuó  por 
medios  apenas  menos  bárbaros  que  los  de  los  encomenderos,  y  tan 
inconsiderados  como  los  de  los  misioneros.  El  Gobierno  de  la 
República  no  cesaba  de  expedir  instrucciones  humanitarias,  del 
propio  modo  que  lo  hiciera  antes  el  Gobierno  de  la  Monarquía; 
instrucciones    que   los.  empleados    republicanos   se    apresuraban   á 


1.  Elogio  histórico-fúnebre  pronunciado  por  Fray  Nicolás  de  Vich 
en  Barcelona,  el  10  de  junio  de  1818,  en  honor  y  sufragio  de  los  treinta  misioneros 
y  cuatro  hermanos  enfermeros  á  quienes  dieron  muerte  los  patriotas  de  enero  á 
julio  de  1817.  —  Sobre  esto  véase  el  Libro  2°,  cap.  VIII. 


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archivar,  siguiendo  la  tradición  de  los  empleados  coloniales.  En 
1838,  Agustín  Codazzi  informa  al  Gobernador  de  Guayana:  "Los 
indios  (del  cantón  Rio  Negro)  no  están  seguros  ni  en  sus  casas  ni 
en  sus  labranzas,  porque  el  dia  menos  pensado  les  llega  un  aviso 
del  alcalde  para  que  se  presenten  á  su  tribunal:  allí  reciben  la 
orden  de  marchar  á  la  cabecera  del  cantón  á  ponerse  á  la  dispo- 
sición del  jefe  político.  Estos  infelices  tienen  que  tomar  sus  canoas 
y  hacerse  de  víveres  para  diez  ó  quince  dias;  y  al  llegar  delante 
de  este  sátrapa,  son  recibidos  peor  que  esclavos  y  mandados  de 
peones  á  la  casa  del  mismo  jefe  político  y  demás  criollos;  los  cuales 
los  emplean,  sea  en  la  pesca,  en  la  caza,  en  ir  á  la  manteca,  á  la 
sarrapia,  á  buscar  zarza,  á  cortar  maderas,  á  hacerles  lanchas  ú 
otras  embarcaciones;  y  no  se  les  empieza  á  pagar  sino  del  dia  que 
entran  al  trabajo,  ¿y  de  qué  modo?  en  mercancías,  á  precios  tan 
exhorbitantes,  que  al  fin  del  mes  el  hombre  ha  ganado  un  peso  ó 
doce  reales,  graduados  por  ellos  á  cuatro  ó  cinco  pesos.  Inútiles 
son  las  quejas  de  aquellos  desgraciados  para  volver  á  sus  casas  á 
cuidar  de  sus  conucos  y  de  la  subsistencia  de  sus  familias;  se  les 
responde  que  si  no  van  al  servicio  que  se  les  manda,  los  despa- 
charán por  vagos  á  la  capital  para  que  sirvan  en  el  ejército.  A 
estas  amenazas  se  conforman  en  su  penosa  situación,  y  van  á  servir 
por  otros  meses  á  casa  de  otros  racionales  que  los  emplean  en 
donde  mejor  les  parece,  y  no  se  les  pasa  para  su  manutención 
sino  dos  totumas  de  mañoco,  que  son  dos  libras  de  casabe,  y  nada 
más.  Al  cabo  de  tres  ó  cuatro  meses  vuelven  á  sus  casas,  .  si  han 
venido  otros  á  reemplazarlos,  y  tienen  que  gastar  lo  poco  que  han 

ganado   para   proveerse   de   víveres   para  el  viaje Muchos  de 

ellos,  aborrecidos  de  un  trato  tan  infame  como  cruel,  se  huyen  á 
los  montes  y  quedan  los  pueblos  solos;  prefiriendo  vivir  entre  los 
salvajes  que  en  medio  de  los  pretendidos  racionales ....  Tengo 
rubor,  pero  es  preciso  decirlo:  ha  habido  juez  político  que  hacía 
visitas  á  todos  los  pueblos  con  ¡solo  el  fin  de  tener  con  ellos  un 
comercio  exclusivo  y  atraer  cuantos  peones  podía,  y  por  colmo  de 
vergüenza,  exigía  en  cada  uno  de  ellos  la  mejor  y  más  joven  india 

para  su  uso "    En  1855,   Francisco   Michelena  y  Rojas   informa 

cosas  semejantes  1.  Y  en  1904,  el  Gobernador  del  Territorio  Ama- 
zonas, Bartolomé  Tavera  Acosta,  comprueba  aún  los  mismos  abusos 
y  la  casi  completa  extinción  de  los  pueblos  fundados  por  los  misio- 
neros ^  ....  Dos  circunstancias  fatales  vienen  contribuyendo  desde 
1810  á  la  miserable  condición  de  las  tribus  del  Orinoco;  la  distancia 

1.  Véase  su  Exploración  Oficial,  p.  332  y  siguientes. 

2.  Boletín  de  estadística  de  Venezuela,  enero  de  1905,  p.  7  á  14. 


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á  que  se  encuentran  del  Gobierno  nacional,  á  cuya  vigilancia  se 
sustraen  fácilmente  los  empleados  locales,  y  las  incontables  turba- 
ciones del  orden  político  durante  todo  el  siglo  XIX. 

En  el  propio  siglo,  la  suerte  de  los  indios  es  menos  dura  en 
la  región  que  comprendía  la  primitiva  provincia  de  Venezuela.  Por 
real  orden  del  6  de  octubre  de  1812  se  pidió  informe  al  arzobispo 
de  Caracas  sobre  las  diferentes  castas  de  indios,  sus  costumbres, 
idiomas,  inclinaciones,  industria  y  culto:  y  en  3  de  julio  de  1813, 
el  arzobispo  Coll  y  Prat  mandó  al  despacho  de  la  Gobernación  de 
Ultramar  tres  papeles  que  se  refieren  á  los  indígenas  reducidos  ó 
civilizados^.  Dicen  los  informantes,  que  los  indios  desconfian  de 
los  blancos,  no  practican  sus  idiomas  propios  y  hablan  español. 
Son  humildes,  mansos  y  unidos  entre  sí;  muy  pobres,  y  los  caciques 
llevan  vida  privada  como  los  demás.  Por  lo  común  cumplen  sus 
compromisos  en  los  contratos  verbales  que  hacen,  bien  que  no 
tengan  por  pecaminosa  la  mentira.  Se  prestan  semillas  para  sus 
sementeras,  exigiendo  en  algunas  partes  el  duplo  á  la  cosecha. 
Para  los  trabajos  del  campo  se  ayudan  mutuamente  haciendo  un 
"convite".  Hacen  dos  comidas  al  dia,  de  pan,  legumbres  y  raíces, 
á  veces  carne  y  papelón  (azúcar  ordinario),  y  gastan  aproximada- 
mente un  real  por  persona.  Sus  bebidas  son  aguardiente  de  caña, 
guarapo  de  papelón,  chicha  de  maíz  cocido  y  molido  con  papelón, 
masato  (amasijo)  de  maíz  y  de  varias  raíces,  todas  fermentadas  y 
muy  fuertes.  Son  muy  aficionados  á  la  embriaguez.  Los  padres 
solicitan  maridos  para  sus  hijas  y  mujeres  para  sus  hijos,  aunque 
sin  obligaciones  ni  pactos  especiales.  Acostumbran  velar  los 
cadáveres  antes  de  enterrarlos  (lloras  y  velorios),  llorando,  can- 
tando y  bailando,  en  representación  de  las  acciones  del  difunto,  por 
dos  ó  tres  noches,  y  haciendo  frecuentes  libaciones  hasta  embria- 
garse*. No  queman  los  cadáveres,  ni  les  ponen  comidas,  ni  inmolan 
victimas  humanas.  Sus  instrumentos  de  música  son  tambores, 
chirimías,  pitos,  flautas  de  carrizo,  y  suelen  tocar  la  guitarra.  En- 
fermedades más  comunes:  tisis,  hidropesía,  disentería,  tabardillo. 
Remedios:  la  calaguata  contra  la  hidropesía  y  contusiones;  la  raíz 
de  escobilla  para  indigestiones;  hinojo,  perejil,  brusca  y  grama  para 
entonar  el  estómago.  Acostumbran  algo  los  purgantes,  menos  las 
sangrías  y  nada  los  vomitivos.  Las  purgas  habituales  son  la  raíz 
de  "pasaña",  pimpollos  de  "túatúa",   y  otra  que  llaman  "serenita" 

1.  Hállanse  estos  informes  en  el  Archivo  de  Indias,  Sevilla.  £1  uno  es  del 
vicario  y  curas  doctrineros  del  partido  del  Tocuyo  y  los  otros  del  cabildo  de 
Caracas. 

2.  Costumbre  que  persiste  todavía  en  la  casta  mestiza  inferior. 


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de  una  planta  nombrada  ^^encita^\  No  usan  aguas  termales.  En 
todas  partes  la  natalidad  excede  hasta  en  un  tercio  á  la  mortalidad. 
Vestidos:  camisa  y  calzones  cortos  los  hombres,  y  camisa,  fustanes 
y  paños  las  mujeres.  No  conocen  calendarios:  regulan  el  dia  por 
el  sol.  Son  inclinados  á  las  adivinanzas,  á  la  magia  y  á  los  naipes. 
Supersticiones:  cuando  el  fuego  hace  ruido  como  el  disparo  de  una 
pistola  es  porque  el  padre  ausente  vuelve,  ó  llega  un  huésped,  y 
cuando  pierden  alguna  cosa  la  buscan  del  lado  á  donde  se  inclina 
la  llama  de  una  vela.  Tienen  "ideas  oscuras  —  dice  el  informe 
del  Tocuyo  — ,  fe  muy  débil,  y  por  lo  general  no  temen  los  juicios 
de  Dios^\  Por  último,  no  hay  hombres  distinguidos  en  armas  ni  en 
letras. 

De  la  raza  indígena,  diezmada  ó  sometida  por  la  conquista, 
las  encomiendas  y  las  misiones,  no  volvieron  á  nacer  Manaures  ni 
Maragüeyes,  Guaicaipuros  ni  Paramaconis.  Su  energía  congénita 
no  sobrevive  sino  mezclada  con  sangre  española  y  sangre  africana, 
en  la  casta  mestiza  que  desde  el  triunfo  de  la  Independencia  tiene 
en  su  mano  la  suerte  de  la  nación  venezolana. 


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Capitulo  III. 

Negros,  pardos  y  blancos. 

Sumario.  Trata  de  negros  en  las  Indias  Occidentales  —  Quiere 
Las  Casas  mejorar  con  ellos  la  condición  de  los  indios  —  Reconoce 
y  confiesa  su  error  —  La  esclavitud  en  Venezuela  —  Rebélanse  los 
esclavos  de  Buría  é  intentan  constituir  un  reino  — r  Condición  de 
los  esclavos  según  las  leyes  de  Indias  —  Castas  dt  la  Colonia  — 
"Pardos"  y  blancos  —  Cómo  podían  aquéllos  pasar  al  rango  de 
hidalgos  —  Cédulas  de  "gracias  al  sacar"  —  Antagonismo  entre 
blancos  europeos  y  blancos  criollos,  y  entre  nobles  y  plebeyos  — 
Ruidoso  pleito  de  D.  Sebastián  de  Miranda  —  La  nobleza  criolla  — 
Su  origen  —  Informaciones  de  limpieza  de  sangre  —  Mayoría  de 
mestizos  —  Trabas  puestas  al  comercio  é  inmigración  de  extranjeros. 

En  guerra  continua  los  conquistadores  con  las  tribus  más  be- 
licosas, que  no  se  sometieron  nunca  de  buen  grado  á  la  esclavitud 
de  las  minas,  á  la  servidumbre  de  las  labranzas  ni  á  la  condición 
de  bestias  de  carga  (que  no  existían  en  Venezuela  y  cuyo  servicio 
debían  hacer  necesariamente  por  muchos  años  los  propios  indios), 
decidieron  desde  el  principio  comprar  esclavos  africanos  para 
emplearlos  especialmente  en  la  explotación  de  minas.  En  las  reales 
instrucciones  dadas  al  Gobernador  Obando  se  le  permitió  comprar 
negros,  y  en  efecto,  de  1501  á  1510  llegaron  algunos  á  la  isla  Es- 
pañola. Incansable  Las  Casas  en  su  empeño  de  mejorar  la  condición 
de  los  indígenas,  no  se  opuso  á  la  trata  de  negros  y  antes  bien  la 
aconsejó;  de  lo  que  se  arrepintió  á  poco,  viendo  el  resultado  de 
su  consejo.  Hallándose  en  la  Española  le  insinuaron  los  vecinos 
que  el  mejor  medio  de  asegurar  las  ventajas  que  buscaba  para  los 
indios,  era  optenerles  del  rey  el  permiso  de  comprar  una  docena 
más  de  negros.  De  lo  que  se  acordó  Las  Casas  en  la  corte  y  dijo 
en  sus  memoriales  al  rey  —  según  escribe  él  mismo  —  "que  le 
hiciese  merced  á  los  españoles  de  darles  licencia  para  traer  de 
España  una  docena,  más  ó  menos,  de  esclavos  negros,   porque  con 


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ellos  se  sustentarían  en  la  tierra  y  dejarían  libres  los  indios";  pero 
(agrega  con  un  candor  único  en  su  tiempo,  y  tai  que  nos  parece 
estar  leyendo  á  algún  filósofo  humanitario  del  siglo  XVIII),  "este 
aviso,  de  que  se  diese  licencia  para  traer  esclavos  negros  á  estas 
tierras,  dio  primero  el  clérigo  Casas,  no  advirtiendo  la  injusticia 
con  que  los  portugueses  los  toman  y  hacen  esclavos,  el  cual,  después 
de  que  cayó  en  ello,  no  lo  diera  por  cuanto  había  en  el  mundo, 
porque  siempre  los  tuvo  por  injusta  y  tiránicamente  hechos  esclavos 
porque  la  misma  razón  es  de  ellos  que  de  los  indios."  Consultados 
los  oficiales  de  la  Contratación  de  Sevilla,  dictaminaron  que  para 
las  cuatro  islas  Española,  San  Juan,  Cuba  y  Jamaica,  era  su  parecer 
que  al  presente  bastarían  cuatro  mil  esclavos  negros.^  Concedió  el 
rey  la  licencia,  y  se  vendió  ésta  á  unos  mercaderes  genoveses  por 
veinticinco  mil  ducados,  con  privilegio  por  ocho  años.  Con  lo  que 
se  frustró  el  propósito  de  Las  Casas,  pues  á  más  de  aumentarse  de 
un  modo  exorbitante  el  pequeño  número  de  esclavos  que  aconsejara, 
los  vecinos  de  las  islas  tuvieron  que  pagarlos  á  altos  precios,  en 
vez  de  recibirlos  de  balde  como  aquél  pretendió.  "Para  los  indios 
—  concluye  Las  Casas  —  ningún  fructo  dello  salió,  habiendo  sido 
para  su  bien  y  libertad  ordenado,  porque  al  fin  se  quedaron  en  su 
captiverio."^ 

De  las  islas  los  conquistadores  llevaron  sus  esclavos  á  las 
provincias  del  Continente,  donde  habían  descubierto  y  explotaban 
minas  de  oro.  A  las  de  Buría,  cercanas  de  Barquisimeto,  llevaron 
uno^  ochenta  á  mediados  del  siglo  XVI;  y  fueron  por  cierto  los 
primeros  que  se  rebelaron  contra  sus  amos.  Uno  de  ellos,  llamado 
Miguel,  "  muy  ladino  en  lengua  castellana,  y  resabido  en  toda  suerte 
de  maldad,"  se  escapó  de  las  minas  un  dia  de  1555,  y  empezó  á 
persuadir  á  los  esclavos  é  indios  hiciesen  lo  mismo  para  libertarse 
de  la  tiranía  de  los  españoles.  Siguiéronle  muchos,  le  nombraron 
rey,  reconocieron  por  reina  á  una  negra  su  querida^  llamada 
Guiomar,  por  príncipe  real  á  un  hijuelo  de  ambos,  y  por  obispo  á 
otro  negro.  Fundó  Miguel  su  capital,  organizó  su  ejército  y  marchó 
á  atacar  á  Barquisimeto,  donde  había  solamente  cuarenta  vecinos 
españoles.  Pero  habiendo  éstos  pedido  socorro  al  Tocuyo,  fué  el 
capitán  Diego  de  Losada  con  gente  armada,  y  cayendo  sobre  la 
corte  de  los  negros  acabó  con  ella  y  mató  al  rey.^ 

En  1560  el  procurador  Sancho  Briceño  obtiene  excensión  de 
derechos  para  doscientas  piezas  de  esclavos;  en  1590  el  procurador 

1.  Historia  de  las  Indias,  t.  IV,  p.  380  y  381. 

2.  Fr.  Pedro  Simón,  Noticias  historiales  de  las  conquistas  de  Tierra 
Firme,  noticia  5»/  cap.  XX  y  XXI. 


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Simón  de  Bolívar  solicita  tres  mil  licencias,  con  facultad  de  vender 
algunas  en  otras  partes  para  cubrir  los  gastos;  en  1692  D.  Bernardo 
Fraacisco  Martín  de  Guzmán  saca  privilegio  por  cinco  años  para 
proveer  de  negros  las  provincias  venezolanas;  la  Compañía  Gui- 
puzcoana  (1728  á  1781)  introduce  hasta  mil  negros.  El  Gobierno 
español  no  hacía  la  trata  directa  en  África:  en  la  primera  mitad  del 
siglo  XVIII  los  franceses  y  los  ingleses  tuvieron  sucesivamente  el 
privilegio  de  vender  esclavos  para  América,  y  desde  1 750  las  colonias 
españolas  se  proveyeron  por  medio  de  mercaderes  que  hacían  con- 
tratos con  el  rey.  La  trata  duró  en  Venezuela  hasta  1797.  En 
1812,  según  los  cálculos  de  D.  Andrés  Bello,  D.  Luis  López  Méndez, 
D.  Manuel  Palacio  Fajardo,  y  resumen  ulterior  de  Manuel  Landaeta 
Rosales,  los  esclavos  venezolanos  eran,  aproximadamente,  62000, 
de  los  cuales  vivían  más  de  40  000  en  la  sola  provincia  de  Caracas.^ 
La  condición  de  los  negros  fué  también  materjd  de  numerosas 
leyes  españolas.  Los  amos  de  esclavos  debían  instruirlos  en  la 
religión,  para  que  se  les  pudiese  bautizar  dentro  del  año  de  su  re- 
sidencia en  Indias,  y  ocuparlos  los  dias  de  fiesta,  después  de  la 
misa  y  explicación  de  la  doctrina,  en  diversiones  "simples  y  sen- 
cillas". Se  ordenó  además:  que  los  alimentos  y  vestidos  los  deter- 
mine el  justicia  del  distrito  donde  se  hallen  las  haciendas,  con 
acuerdo  del  Ayuntamiento  y  audiencia  del  procurador  síndico  en 
calidad  de  protector  de  los  esclavos;  y  arreglen  igualmente  las 
tareas  del  trabajo  diario,  de  sol  á  sol,  pero  de  modo  que  les  queden 
dos  horas  en  el  dia  para  emplearlas  en  ocupaciones  que  cedan  en 
su  '' personal  beneficio  y  utilidad":  que  no  trabajen  por  tareas  los 
menores  de  diecisiete  años  ni  mayores  de  sesenta,  y  se  dediquen 
las  esclavas  á  cosas  conformes  con  su  sexo:  que  los  amos  cons- 
truyan habitaciones  distintas  para  ambos  sexos,  con  camas  en  alto 
y  mantas  ó  ropa  necesaria:  que  no  pongan  más  de  dos  en  un 
cuarto:  que  costeen  el  hospital  y  los  entierros:  que  mantengan  á 
los  niños  y  ancianos:  que  no  liberten  á  ninguno  sin  darle  peculio 
suficiente.  Los  amos  presentaban  anualmente  á  la  justicia  de  su 
parroqia  ó  villa  una  lista  de  sus  esclavos ;  y  para  indagar  la  manera 
como  se  les  trataba,  la  justicia  recibía  informes  de  los  curas  doctri- 


1.  F.  Depons  (Voy  a  ge,  t.  1,  p.  241)  dice  que  los  esclavos  eran  218  400: 
error  evidente.  —  Son  espeluznantes  las  descripciones  de  la  caza  de  negros  en  el 
centro  de  África.  Los  negreros  incendiaban  por  la  noche  aldeas  enteras,  y  se 
aprovechaban  del  pánico  de  sus  habitantes  para  cautivarlos.  Los  encadenaban  con 
collares  de  acero  y  los  conducían  á  la  costa  á  látigo  limpio.  Se  calcula  que  SOoJq 
morían  en  el  viaje  hasta  el  puerto  de  embarque;  12  ®/o  de  los  restantes  perecían 
atravesando  el  océano,  y  5%  en  el  mercado.  De  suerte  que  de  100  cautivos  sólo 
50  podían  aprovecharse. 

Fortoul,  Historia  Constitucional.  4 


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—  se- 
ñeros y  de  una  persona  que  tres  veces  al  año  visitaba  las  haciendas, 
nombrada  por  la  justicia  con  acuerdo  del  Ayuntamiento  y  asistencia 
del  procurador  síndico.  Amos  y  mayordomos  podían  castigar  co- 
rreccionalmente  á  los  esclavos,  con  "  prisión,  grillete,  maza,  ó  zepo, 
con  tal  que  no  sea  poniendo  en  éste  de  cabeza;  6  con  azotes  que 
no  puedan  pasar  de  veinticinco,  y  con  instrumento  suave  que  no 
les  cause  contusión  grave  ó  efusión  de  sangre".  Otra  ley,  dada 
por  Felipe  II,  dice:  "que  al  negro  ó  negra  ausente  del  servicio  de 
su  amo  cuatro  dias  le  sean  dados  en  el  rollo  cincuenta  azotes  y 
que  esté  allí  atado  desde  la  ejecución  hasta  que  se  ponga  el  soP\ 
En  caso  de  ausencia  mayor,  la  pena  podía  ser  hasta  la  horca.  En 
caso  de  delitos  se  les  aplicaban  las  penas  correspondientes,  siendo 
civilmente  responsable  el  amo,  si  no  desamparaba  el  esclavo  antes 
de  la  contestación  de  la  demanda.  Los  excesos  de  los  amos  y 
mayordomos  íe  castigaban  con  multas,  y  con  otras  penas  más 
graves  en  caso  de  efusión  de  sangre  i. 

Dicho  está  que  con  las  leyes  españolas  (y  de  todo  país)  sobre 
los  esclavos,  sucedió  lo  mismo  que  con  las  leyes  favorables  á  los 
indios:  su  eficacia  dependió  únicamente  de  la  manera  de  inter- 
pretarlas y  de  la  clase  de  hombres  encargados  de  cumplirlas.  Al- 
gunas implicaban  ciertas  comodidades  y  dulzuras  de  que  no  gozaba 
por  lo  común  la  misma  gente  blanca.  Por  ejemplo:  casas  espa- 
ciosas y  habitaciones  separadas  con  camas  altas  y  mantas,  no  las 
tuvieron  nunca  los  esclavos,  ni  los  mestizos  libres,  ni  aun  los 
blancos  como  no  fuesen  ricos.  Cuando  se  ve  hoy  como  vive  to- 
davía, después  de  casi  un  siglo  de  República,  la  clase  de  los 
"peones",  se  comprende  bien  cual  debió  ser  la  condición  de 
los  negros.  El  mandamiento  que  prohibía  la  efusión  de  sangre 
tampoco  se  observaba  á  menudo.  Dice  Humboldt:  "La  autoridad 
civil  es  impotente  en  todo  lo  que  se  refiere  á  la  esclavitud  domés- 
tica, y  nada  es  más  ilusorio  que  el  tan  ponderado  efecto  de  las 
leyes  que  prescriben  la  forma  del  látigo  y  el  número  de  azotes  que 
se  pueden  dar  á  un  tiempo  . . .  .:  en  Cariaco,  pocas  semanas  antes 
de  mi  llegada  á  la  provincia,  un  hacendado  que  no  poseía  sino 
ocho  negros  hizo  perecer  seis,  azotándolos  de  la  manera  más  bár- 
bara^".  No  hay  que  extrañarlo.  Los  blancos  castigaban  también  á 
sus  hijos  con  azotes,  y  los  maestros  de  escuela  profesaban  el  prin- 
cipio de  que  la  letra  con  sangre  entra,  principio  que  no  se  quedaba 
en  pura  metáfora. 


1.  Real  cédula  del  31   de  mayo  de  1789. 

2.  Voy  age,  t.  UI,  p.  225. 


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—    51     — 

Si  un  amo  abusaba  de  su  derecho  de  propiedad,  se  le  obli- 
gaba á  vender  el  esclavo  por  el  precio  que  le  había  costado  y  que 
no  podía  ser  más  de  trescientos  pesos.  Por  la  misma  cantidad 
como  máximum  podía  cualquier  esclavo  rescatarse  y  adquirir  su 
libertad.  Con  todo,  ésta  no  equivalía  á  los  derechos  sociales  de 
los  blancos.  El  color  era  una  marca  perenne  de  inferioridad.  Léase 
por  ejemplo  la  siguiente  ley  de  1571:  "Ninguna  negra,  libre  ó 
esclava,  ni  mulata,  traiga  oro,  perlas,  ni  seda;  pero  si  la  negra  ó 
mulata  libre  fuere  casada  con  español,  pueda  traer  unos  zarcillos 
de  oro,  con  perlas,  y  una  gargantilla,  y  en  la  saya  un  ribete  de 
terciopelo,  y  no  puedan  traer  ni  traigan  mantos  de  burato,  ni  de 
otra  tela,  salvo  mantellinas  que  lleguen  poco  más  abajo  de  la  cin- 
tura, pena  de  que  se  les  quiten,  y  pierdan  las  joyas  de  oro,  vestidos 
de  seda  y  mantos  que  trajeren".  Los  negros,  ó  esclavos  ó  libres, 
debían  casarse  entre  sí,  y  no  se  les  permitía  tener  indios  á  su  ser- 
vicio, ni  llevar  armas,  ni  andar  de  noche  por  las  calles;  —  bien 
que  algimas  de  estas  prohibiciones,  si  no  todas,  fueron  modificán- 
dose ó  relajándose  con  el  transcurso  del  tiempo  y  á  causa  de  la 
mezcla  de  blancos,  negros  é  indios  que  dio  origen  á  la  numerosa 
casta  de  los  "pardos". 

En  las  Indias  Occidentales  se  distinguían  siete  castas,  á  saber: 
1*  los  españoles  nacidos  en  Europa;  2*  los  españoles  nacidos  en 
América,  llamados  "criollos";  3*  los  mestizos,  descendientes  de 
blanco  é  indio;  4*  los  mulatos,  descendientes  de  blanco  y  negro; 
5*  los  zambos,  descendientes  de  indio  y  negro ;  6*  los  indios,  y  7»  los 
negros,  con  las  subdivisiones  de:  zambos  prietos,  producto  de  negro 
y  zamba;  cuarterones,  de  blanco  y  mulata;  quinterones,  de  blanco 
y  cuarterona,  y  salto-atrás  la  mezcla  en  que  el  color  es  más  oscuro 
que  el  de  la  madre*.  En  Venezuela,  á  todas  las  personas  que  no 
eran  de  raza  pura  se  les  llamaba  habitualmente  "  pardos ",  casta  que 
á  fines  de  la  Colonia  componía  la  mitad  de  la  población  total.  — 
Los  domingos  y  fiestas  podía  verse  en  los  templos  de  Caracas  un 
cuadro  vivo  de  las  castas.  A  la  catedral  concurrían  preferente- 
mente los  blancos;  á  la  iglesia  de  Candelaria  los  isleños  de 
Canarias;  á  Altagracia  los  pardos,  y  á  la  ermita  de  San  Mauricio 
los  negros. 

Los  blancos,  dueños  de  la  tierra  por  los  repartimientos,  de  los 
indios  por  las  encomiendas  y  de  los  negros  en  las  minas  y  labranzas, 
veían  con  mal  disimulado  temor  la  multiplicación  de  la  clase  mestiza, 
y  se  opusieron   siempre    á    sus    pretensiones    sociales    hasta   en  la 

1.  Humboldt,  Essai  politique  sur  le  royaume  de  la  Nouvelle 
Espagne,  t.  I,  p.  344  y  453.     2»  edición,  París,  1825. 

4* 


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—    52    — 

víspera  de  la  revolución.  Un  acta  del  Ayuntamiento  de  Caracas, 
fecha  á  14  de  abril  de  1796,  revela  mejor  que  ningún  otro  docu- 
mento cuan  agria  era  la  lucha  social  entre  blancos  y  pardos.  Con- 
siderada ese  dia  la  real  cédula  de  "gracias  al  sacar"  expedida  en 
Aranjuez  el  10  de  febrero  del  año  anterior,  acordó  el  Ayimtamiento 
suplicar  al  rey  que  la  suspendiese,  sobre  todo  en  las  partes  que 
trataban  de  '^dispensación  de  calidad  de  pardos,  y  quinterones,  y 
distintivo  de  Don".  Los  pardos,  mulatos  ó  zambos  —  dice  el  acta  — 
"cuya  diferencia  en  la  común  acepción  no  es  conocida,  ó  casi  es 
ninguna",  tienen  "el  infame  origen  de  la  esclavitud  y  el  torpe  de 
la  ilegitimidad".  Después  de  renovar  la  súplica  dirigida  ya 'al  rey 
en  13  de  octubre  de  1788,  para  que  denegase  el  privilegio  á  que 
pretendieron  algunos  pardos  caraqueños  para  contraer  matrimonio 
,con  personas  blancas  y  para  ser  admitidos  á  los  órdenes  sagrados, 
continúa  el  acta:  "Dispensados  los  pardos  y  quinterones  de  la  cali- 
dad de  tales,  quedarían  habilitados  entre  otras  cosas  para  los  oficios 
de  república,  propios  de  personas  blancas,  y  vendrían  á  ocuparlos 
sin  impedimento  mezclándose  é  igualándose  con  los  blancos  y  gentes 
principales  de  mayor  distinción  en  la  república,  en  cuyo  caso  por 
sufrir  este  sonrojo  no  habría  quien  quisiese  servir  los  oficios 
públicos  como  son  los  de  regidores,  y  todo  el  resto  de  todos  los 
que  se  benefician  y  se  rematan  de  cuenta  de  la  real  hacienda",  y 
podrían  originarse  "  disenciones  y  turbación  en  las  respectivas  clases 
de  la  república  por  la  dispensa  de  calidad  que  se  les  conceda  á 
estas  gentes  bajas  que  componen  la  mayor  parte  de  las  poblaciones, 
y  son  por  su  natural  soberbias,  ambiciosas  de  los  honores  y  de 
igualarse  con  los  blancos,  á  pesar  de  aquella  clase  inferior  en  que 
los  colocó  el  autor  de  la  naturaleza".  Y  acordó  el  Ayuntamiento, 
que  el  alcalde  ordinario  de  segunda  elección,  D.  José  Ignacio  Ren- 
gifo,  formulase  la  representación  que  había  de  dirigirse  al  rey,  re- 
presentación que  firmaron  á  28  de  noviembre  el  mismo  Rengifo, 
Juan  José  de  Berastegui,  Carlos  Palacio  y  Blanco,  José  Hilario 
Mora,  Isidoro  Antonio  López  Méndez,  el  marqués  del  Toro,  Caye- 
tano Montenegro,  Rafael  González,  Juan  Bautista  de  Echezuría, 
Antonio  Ayala  y  Pedro  Martínez  de  Porras. 

El  tránsito  de  los  pardos  á  la  calidad  de  blancos  —  dice  la 
representación  —  "  es  espantoso  á  los  vecinos  y  naturales  de  Amé- 
rica, porque  sólo  ellos  conocen  desde  que  nacen,  ó  por  el  trans- 
curso de  muchos  años  de  trato  en  ella,  la  inmensa  distancia  que 
separa  á  los  blancos  y  pardos,  la  ventaja  y  superioridad  de  aquéllos, 
y  la  bajeza  y  subordinación  de  éstos  .  .  .":  que  las  milicias  de  pardos 
5ólo  sirven  para  alimentar  su    soberbia  y    "confundir   las  personas, 


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—    53    — 

como    que    muchas    veces,    adornado    un    oficial   de    su    uniforme, 
dragonas  y   espada  con  un   poco  de  color   en   la   cara,    se   usurpa 
obsequios  equivocados    que  elevan  su   pensamiento    á  otros  objetos 
más  altos,  y  entretenidos  en  las    ciudades  y  pueblos  con  el  motivo 
del  ejercicio  y  disciplina  militar,  se  desdeñan  de  cultivar  los  campos, 
abandonan  la  agricultura  á  solo  el  trabajo  de  los  blancos  y  negros 
esclavos,   y  confían  su   subsistencia  á  las    artes   mecánicas  en  que, 
al  paso  que  son  arbitros  del  precio  de  sus   obras,    nunca   procuran 
afinarse,  y  en  la  vejez  ó  en  cualquiera  otro  impedimento  se  entregan 
á  la  ociosidad,  á  la  mendicidad  y  á  la  miseria  .  .  .":    que   no   debe 
franquearse  á  los  pardos   "la   instrucción   de    que  hasta  ahora  han 
carecido  y  deben  carecer  en   adelante",   porque  "hormiguearán  las 
clases  de  estudiantes  mulatos;  pretenderán  entrar  en  el  Seminario; 
rematarán  y  poseerán  los  oficios  concejiles ;  servirán  en  las  oficinas 
públicas  y  de  real  hacienda  ....  y  vendrán  los  tristes  dias  en  que 
España  por  medio  de  la  fuerza  se  vea  servida  de  mulatos,  zambos 
y  negros,  cuya  sospechosa  fidelidad  causará  conmociones  violentas  . . ." 
Distingue  el  Ayuntamiento,    entre   los  pardos  "que  habitan  las  ciu- 
dades, villas  y  lugares,  que  son  los  que  por  sugestiones  ó  por  propia 
malicia  pretenden   alterar   su  suerte   en  odio  de  los  blancos,  ...  y 
los  pocos  que  están  retirados  en  los  campos  y  viven  miserablemente 
contentos  con  su  ociosidad  ó  con  el  robo  .  . .";  y  añade  que  los  de 
las  ciudades  y  villas  se  dedican  á  oficios  de  herreros,    carpinteros, 
plateros,  sastres,  albañiles,  zapateros,  carniceros,    matarifes  y  otros 
mecánicos,  "siendo  arbitros  de  trabajar  cuando  quieren,  de  mezclar 
los  metales  á  su  antojo,  de  poner  precio  á  sus  obras  y  de  engañar 
á  todos ...  sin  querer  aplicarse  á  otros  destinos,    porque    tienen  á 
menos,   especialmente  los  que  son   oficiales,    cabos  ó   sargentos  de 
las  milicias,    cultivar  el  campo  y  servir  á  los  que  tienen  tierras;   y 
aun  aquellos  que  no  estando  empleados  se   dedican  á  ganar  jornal, 
son  tan  falsos,  tramposos  y  altaneros,  que  se  escapan  con  los  prés- 
tamos que   les  hacen  los  hacendados   y  por   cualquiera  reprensión 
abandonan  el  trabajo ..."    A  todo  lo  cual  propone  el  Ayuntamiento 
como  remedios,  que  se  obligue  á  los  pardos  á  trabajar  en  los  campos; 
que  se  reglen  sus  oficios,  poniendo  tasa  á  sus  obras ;  que  se  reduzcan 
las  milicias  de  blancos  y  pardos  á  compañías  sueltas,  para  servirse  de 
ellas  en  las  ocurrencias  de  turbaciones;  y  que  se  aparte  á  los  pardos 
de  toda  ocasión  que  despierte  sus  pensamientos  altivos.  Con  lo  que  la 
suerte  délos  mestizos  apenas  habría  sido  menos  dura  que  la  de  los  negros. 
No  hubo  oídos  en  la  corte  para   semejante   representación,   y 
antes  bien  se   expidió   otra  real    cédula  de   gracias    al   sacar,    con 
fecha  del  3  de  agosto  de  1801.    Según  el  arancel  que  contiene,    se 


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pagaban  6000  reales  de  vellón  por  servir  oficios  de  escribano  los 
hijos  de  padres  no  conocidos;  por  cada  uno  de  los  privilegios  de 
hidalguía,  107000  reales;  por  la  concesión  del  distintivo  de  Don, 
1400  reales;  por  la  dispensación  de  la  calidad  de  pardo,  700  reales, 
y  por  la  de  quinterón  1100.  Por  la  declaración  de  hidalguía  y 
nobleza  de  sangre  los  derechos  eran  de  60,  80  y  100000  reales,  con 
proporción  á  la  justificacióon  respectiva  y  según  los  entronques 
nobiliarios.  El  Capitán  General  mandó  publicar  esta  tarifa  el  9  de 
marzo  de  1802,  y  comunicada  que  fué  al  Ayuntamiento,  acordó  éste 
reiterar  su    representación  de  1796,    bien  que  sin   resultado  alguno. 

Representación  que  es  igualmente  significativa  por  otras  circuns- 
tancias especiales.  Quejábase  en  ella  la  oligarquía  local  de  que 
con  el  establecimiento  de  la  Audiencia  en  Caracas  se  habían  multi- 
plicado las  disensiones  y  discordias,  habían  crecido  los  costos  de 
los  pleitos,  se  habían  hecho  más  osados  los  escribanos,  procuradores 
y  subalternos,  y  se  iban  ocupando  estos  empleos  por  sujetos  tacha- 
dos en  su  calidad  y  conducta.  Sin  embargo,  cualesquiera  que  fuesen 
entonces  las  imperfecciones  ó  vicios  de  la  administración  de 
justicia,  semejantes  quejas  obedecieron  á  un  motivo  secreto  poco 
generoso.  Cuando  la  Audiencia  estaba  en  Santo  Domingo,  era  más 
difícil  para  la  gente  pobre  ó  desvalida  atener  justicia,  y  el  estable- 
cimiento de  aquel  tribunal  en  Caracas  fué  ima  medida  evidentemente 
favorable  á  la  equidad,  aunque  disminuyera  de  hecho  el  poder  social 
de  los  blancos.  Pidió  también  el  Ayuntamiento  que  se  removiesen 
los  actuales  ministros  de  la  Audiencia,  por  desafectos  á  los  blancos 
criollos  y  personas  de  distinción;  agregando  que  los  empleados 
europeos  llegaban  prevenidos  contra  los  blancos  y  tendían  á  pro- 
teger á  los  mulatos  y  gente  inferior.  Nótese  á  este  propósito,  que 
después  de  la  conquista  los  españoles  que  poseían  la  mejor  y  mayor 
parte  de  la  tierra,  vieron  siempre  en  los  empleados  venidos  de  la 
Península  un  peligro  para  el  influjo  excesivo  que  les  aseguraban 
sus  riquezas,  y  de  aquí  la  antipatía  con  que  los  recibían.  En  tanto 
que  la  legislación  española  procuraba  elevar  la  condición  de  los 
pardos,  — «  si  bien  en  esto  entrase  por  mucho  la  necesidad  de 
aumentar  el  tesoro  real  con  la  concesión  de  prerrogativas  y  títulos,  — 
los  blancos  criollos  se  apegaban  á  sus  privilegios  sin  perder  ninguna 
ocasión  de  reafirmarlos,  aun  contra  la  volimtad  expresa  del  monarca. 
Cuando  éste  concedió  el  título  de  fieles  y  leales  subditos  á  los  habitantes 
de  Nirgua,  que  eran  casi  todos  descendientes  de  indios  y  negros,  fué 
general  el  coro  de  escarnio  para  la  "república  de  zambos  y  mulatos". 

Uno  de  los  más  ruidosos  pleitos  de  la  Colonia  revela  hasta 
donde   llegaba  el    antagonismo   entre  los   empleados  de  origen  pe- 


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—    55    — 

ninsular  y  los  blancos  criollos.  En  1 764,  el  Gobernador  Solano  creó 
en  Caracas  un  batallón  de  milicias  en  que  debía  figurar  una  com- 
pañía de  blancos  de  islas  Canarias,  y  nombró  capitán  de  ella  al 
isleño  D.  Sebastián  de  Miranda^.  Era  D,  Sebastián  comerciante,  y 
por  esto  y  porque  corrían  rumores  de  que  su  sangre  no  estaba 
limpia  de  mezcla,  empeñáronse  los  blancos  criollos  en  apartarlo  de 
la  carrera  militar.  Miranda  intentó  un  proceso  á  D.  Juan  Nicolás 
de  Ponte  y  á  D.  Martín  de  Tovar  Blanco  por  haber  proferido 
palabras  injuriosas  en  la  tertulia  del  Gobernador,  y  aunque  con- 
testaron que  no  habían  dicho  nada  semejante,  que  le  tenían  por 
blanco  y  le  consideraban  digno  de  su  empleo  de  capitán,  resolvió 
solicitar  su  retiro  de  la  milicia.  Mas  como  siguiese  usando  uni- 
forme, el  Ayuntamiento  acordó  (22  de  mayo,  1769)  notificarle  que 
exhibiese  dentro  de  tercero  dia  los  papeles  y  documentos  por  donde 
se  le  concediera  traer  el  uniforme  y  bastón  de  un  cuerpo  en  que 
no  estaba  sirviendo.  No  contestó  Miranda,  y  el  Ayuntamiento 
resolvió,  en  sesión  del  3  de  junio,  estimularlo  de  nuevo  á  cumplir 
lo  mandado,  bajo  pena  de  un  mes  de  cárcel,  y  dos  meses  de  prisión 
si  volvía  á  usar  uniforme.  Se  dirigió  también  al  Gobernador;  pero 
éste,  que  favorecía  á  Miranda,  respondió  que  el  capitán  ele  milicias 
vestía  legítimamente  su  uniforme  y  no  había  motivo  para  molestarle 
más.  Remitidas  á  España  copias  del  proceso,  decidió  el  rey  (12  de 
setiembre,  1 770)  que  los  españoles  europeos  avecindados  en  Caracas 
podían  y  debían  entrar  al  goce  de  los  empleos  públicos  del  Gobierno 
en  igualdad  con  los  españoles  criollos;  que  en  los  oficios  de  justicia 
y  república  tuviesen  indispensablemente  una  de  las  varas  de  alcaldes 
ordinarios  los  europeos  que  fuesen  vecinos;  que  la  provisión  de 
empleos  militares  no  le  tocaba  en  manera  alguna  al  Ayuntamiento, 
y  sí  al  inspector  de  milicias  (éralo  el  Gobernador);  que  no  tuvo 
facultades  el  Ayuntamiento  para  disponer  que  el  alcalde  ordinario 
D.  Francisco  de  Ponte  y  Mijares  enjuiciase  en  su  tribunal  á  D.  Se- 
bastián de  Miranda  sobre  el  uso  de  uniforme;  que  á  Miranda  se  le 
había  concedido  el  retiro  que  voluntariamente  pidió,  con  el  goce  de 
todas  las  preeminencias,  excensiones,  fueros  y  prerrogativas  mili- 
tares, y  con  el  permiso  de  llevar  bastón  y  vestir  el  uniforme  de 
capitán  reformado;  que  se  imponía  perpetuo  silencio  sobre  la  in- 
dagación de  su  calidad  y  origen^;  y  terminaba  el  despacho  real: 
de  graves  penas  y  de  privación  perpetua  de  oficios,    ordeno 


1.  Padre  del  célebre  General  revolucionario. 

2.  '^Lo  que  D.  Sebastián  de  Miranda  quiere  probar  —  había  dicho  con  ironía 
^  abogado  —  do  es  limpieza  de  sangre  de  Caracas,  ni  nobleza  de  Caracas,  sino  la 
calidad  y  limpieza  de  sus  ascendientes". 


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—    56    — 

os  abstengáis  en  adelante  de  formar  acuerdo  alguno  acerca  de  los 
asuntos  de  milicia,  y  que  se  tilde  y  borre  de  vuestro  libro  capitular 
el  del  dia  17  de  abril  del  año  próximo  antecedente,  para  que  no 
quede  ejemplar  de  él". 

La  pretensión  de  la  nobleza  criolla  á  acaparar  todos  los 
oficios  de  república,  nació  á  raíz  de  la  conquista  y  la  confirmaron 
desde  luego  las  leyes i.  En  ellas  se  dijo:  "El  que  capitulare  nueva 
población  de  ciudad,  villa  ó  colonia,  tenga  la  jurisdicción  civil  y 
criminal  en  primera  instancia  por  los  dias  de  su  vida,  y  de  un  hijo 
ó  heredero,  y  pueda  poner  alcaldes  ordinarios,  regidores  y  otros 
oficiales  del  concejo  del  mismo  pueblo.  —  Por  honrar  las  personas, 
hijos  y  descendientes  legítimos  de  los  que  se  obligaren  á  hacer 
población,  y  la  hubieren  acabado  y  cumplido  su  asiento,  les  hacemos 
Hijosdalgo  de  solar  conocido,  para  que  en  aquella  población  y 
otras  cualesquier  partes  de  las  Indias,  sean  Hijosdalgo  y  personas 
nobles  de  linaje,  y  solar  conocido,  y  por  tales  sean  habidos  y  teni- 
dos, y  les  concedemos  todas  las  honras  y  preeminencias  que  deben 
haber  y  gozar  todos  los  Hijosdalgo  y  Caballeros  de  estos  Reynos 
de  Castilla,  según  fueros,  leyes  y  costumbres  de  España".  Se 
ordenó  además,  que  al  hacer  nueva  población  se  repartiese  la  tierra 
á  los  pobladores,  pudiendo  éstos  venderla  á  los  cuatro  años  de  re- 
sidencia. Las  tierras  de  Caracas  las  repartieron  sucesivamente  los 
conquistadores  Losada  y  González  de  Silva;  y  tal  fué  el  origen  de 
la  considerable  riqueza  de  algunos  criollos.  Una  sola  hacienda  de 
la  familia  Tovar,  que  compró  tierras  del  conquistador  Silva,  se 
extendía  desde  la  Vega  hasto  el  Tartagal,  hoy  plaza  del  Teatro 
Municipal. 

En  el  primer  siglo  de  la  Colonia  fueron  pocos  los  hidalgos 
españoles  de  solar  conocido,  como  Pimentel,  Bolívar,  Fernández  de 
Serpa.  La  inmensa  mayoría  adquirió  rango  y  títulos  en  las  guerras 
y  aventuras  de  la  conquista.  Ejemplo:  Jácome  de  Castellón,  bár- 
baro conquistador  de  los  cumanagotos,  solicita  y  obtiene  del  rey  en 
1528,  "por  armas  la  fortaleza  é  torre  de  Cumaná,  puesta  en  costa 
de  mar  en  campo  verde,  é  á  un  lado  della  el  rio  de  Cumaná,  é  al 
pie  della  un  yugo  de  oro,  en  señal  de  la  subjeción  en  que  la  dicha 
fortaleza  tiene  á  toda  aquella  tierra,  é  cuatro  cabezas  de  indios 
principales  capitanes,  de  que  hicistes  justicia  al  pie  della,  é  por  orla 
ocho  llaves  de  color  de  plata  en  campo  colorado,  en  significación 
del  oficio  de  nuestro  alcaide    de  la  dicha  fortaleza^".    Muchos  en- 


1.  Véase  la  Recopilación    de   leyes  de   los   reinos   de  Indias,  4*  im- 
presión, Madrid,  1791. 

2.  Nobiliario  de  Conquistadores  de  Indias,   p.  52.     Madrid,  1892. 


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—    57    — 

noblecieron  sus  casas  aprovechándose  de  los  apuros  económicos  en 
que  por  varios  siglos  vivió  la  corte  española.  Ya  en  1557  Felipe  II 
mandó  vender  hasta  mil  hidalguías  apersonas  de  todas  clases,  "sin 
excepción  ni  defecto  de  linajes  ni  otras  máculas",  ejemplo  que 
imitaron  á  menudo  los  reyes  posteriores. 

No  muy  seguros  de  su  limpieza  de  sangre,  los  criollos  de  los 
siglos  XVII  y  XVIII  se  preocupaban  mucho  con  probarla  en  largas 
y  minuciosas  informaciones.  Quedaban  oficialmente  reputados  por 
hidalgos  cuando  demostraban,  gastando  las  sumas  necesarias,  que 
sus  ascendientes  habían  sido  (dice  una  información  caraqueña), 
"españoles,  cristianos  viejos,  limpios  de  toda  mala  raza  de  Moros, 
Judíos,  ó  mulatos,  ni  herejes,  ni  de  los  nuevamente  convertidos  al 
gremio  de  Nuestra  Santa  Madre  Iglesia  Católica;  ni  castigados  ni 
penitenciados  por  el  Santo  Oficio  de  la  Inquisición  ni  por  otro 
algún  tribunal,  pública  ni  secretamente  en  pena  alguna  que  les  in- 
famase, ni  haber  servido  ni  ejercido  oficios  viles  ni  mecánicos  en 
la  república,  antes  bien  todos  habián  sido  tenidos,  estimados  y  re- 
putadas comúnmente  por  caballeros  hijosdalgo  notorios  de  casas  y 
solares  conocidos,  sin  haber  cosa  en  contrario ;  y  como  tales  habían 
obtenido  en  los  lugares  de  su  vecindad  los  primeros  empleos  y 
cargos  en  su  república";  esto  es,  oficios  de  alcalde  ordinario,  de 
la  Santa  Hermandad,  regidor  y  procurador  general,  "por  no  haber 
como  no  hay  otros  goces  de  nobleza  ni  más  actos  que  la  califiquen 
que  los  enunciados  y  que  siempre  se  confieren  á  personas  cono- 
cidas, tenidas,  reputadas  y  estimadas  comúnmente  por  nobles^". 

Adviértase  también,  que  los  hidalgos  aventureros,  para  quienes 
no  había  regla  ni  medida,  saciaban  sus  ímpetus  amorosos  con  las 
indias  y  mestizas  y  negras  y  zambas;  y  por  otra  parte,  la  unión 
sexual  de  hidalgos  con  indias  fué  á  menudo  por  matrimonio,  que 
las  leyes  permitieron  siempre*.  Gran  número  de  criollos  que  ale- 
gaban pureza  de  sangre  española,  eran  en  realidad  mestizos  ó 
pardos,  por  secretos  desvíos  de  sus  abuelas,  ó  como  descendientes 
legítimos  de  conquistadores  mezclados,  cuales  Francisco  Fajardo, 
Alonso  Ruiz  Vallejo,  Juan  de  Urquijo,  etc. 8.  La  misma  familia  de 
Bolívar,  aunque  de  abolengo  ilustre,  tenía  ya  sangre  mestiza  á  fines 

1.  Información  de  limpieza  de  sangre  de  D.  Francisco  Rodríguez,  marqués 
del  Toro,  1744.  Archivos  de  Caracas;  donde  se  hallan  con  ésta  y  otras  informa- 
ciones las  del  conde  de  Tovar,  1786  y  1794. 

2.  Los  indios  que  prestaban  grandes  servicios  á  España,  y  podían  pagar  la 
tarifa,  adquirían  lo  mismo  que  los  blancos  la  caUdad  de  hidalgos.  Véase  el  citado 
Nobiliario. 

3.  La  partícula  de  no  denota  necesariamente  nobleza  de  origen,  ni  en  España 
ni  en  otros  países,  como  puede  verse  en  cualquier  tratado  de    heráldica. 


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—    58    — 

de  la  Colonia.  (Más  tarde,  es  cosa  sabida  que  una  hermana  y  una 
sobrina  del  Libertador  se  casaron  con  pardos)  . .  .  Las  circunstancias 
apuntadas,  junto  con  la  necesidad  de  aumentar  el  maltrecho  tesoro 
real,  justifican  y  explican  la  tendencia  liberal  de  las  autoridades 
peninsulares  en  acceder  á  las  pretensiones  nobiliarias  de  los  criollos, 
liberalismo  llevado  á  tal  punto,  que  en  la  víspera  de  la  revolución 
la  inmensa  mayoría  gozaba  del  destintivo  de  Don,  ó  por  derecho 
ó  tolerancia.  Sin  contar  que  el  color  más  ó  menos  claro  ú  oscuro 
de  la  piel  apenas  podía  servir  de  criterio  en  las  indagaciones  de 
origen,  porque  muchos  peninsulares,  mezclados  de  sangre  arábiga, 
eran  más  prietos  que  los  mismos  mestizos.  Los  fundamentos  posi- 
tivos de  la  clase  dominante  ú  oligarquía  de  la  Colonia^,  fueron 
desde  el  principio  y  sucesivamente  la  gloria  militar  de  la  conquista 
y  la  riqueza  adquirida  en  el  repartimiento  de  tierras,  encomiendas 
y  explotación  de  fundos  agrícolas  y  pecuarios  con  esclavos. 

Hasta  el  siglo  XVIII,  no  cesaba  la  corona  de  ponerle  trabas  al 
aumento  de  la  población.  Ningún  español  podía  pasar  á  las  Indias 
ni  volver  de  ellas  sin  licencia  del  rey  ó  de  la  Casa  de  Contratación 
de  Sevilla,  y  esta  prohibición  era  absoluta  para  los  condenados 
por  la  Inquisición  y  sus  descendientes.  Los  mercaderes  casados,  y 
sus  factores,  sólo  podían  estar  en  Indias  tres  años  sin  prorogación. 
Ni  apenas  era  posible  el  cruzamiento  con  extranjeros.  Necesitaban 
licencia  especial  para  ir  á  tratar  en  América.  Aun  con  licencia,  no 
se  les  permitió  al  principio  pasar  de  los  puertos  á  la  tierra  adentro. 
Después,  y  bien  que  recomendando  siempre  "limpiar  la  tierra  de 
extranjeros"  (son  palabras  textuales),  las  leyes  exceptuaron  á  los 
que  sirviesen  oficios  mecánicos  "por  ser  útiles  á  la  república",  y 
permitieron  que,  cuando  se  tratase  de  extranjeros  que  hubiesen 
residido  mucho  tiempo  y  prestado  servicios,  y  estuviesen  casados  y 
con  hijos  y  nietos,  se  pudiese  "disimular"  en  las  composiciones, 
siempre  que  se  les  retirase  al  interior,  lejos  de  los  pueblos. 

Al  terminar  el  régimen  colonial,  los  españoles  peninsulares 
eran,  aproximadamente,  12  000;  los  criollos  200000,  y  las  gentes  de 
color  406  000,  en  un  territorio  de  hasta  un  millón  y  medio  de  kiló- 
metros cuadrados.  Castas  que  se  odiaban,  así  por  la  diversidad  de 
su  origen  como  por  la  desigualdad  de  sus  condiciones;  los  indios, 
si  protegidos  por  las  leyes,  reducidos  de  hecho  á  la  servidumbre 
por  los  encomenderos,  misioneros,  pobladores  y  propietarios  de  la 
tierra;   los   negros,    si    también    amparados    teóricamente    por  una 

1.  Entiéndase  aquí  oligarquía  social,  y  ¿  lo  más  en  ciertos  asuntos  muni- 
cipales. Los  criollos  estaban  excluidos  de  los  altos  empleos  políticos,  judiciales, 
militares,  eclesiásticos,   y  este  será  uno  de  los  motivos   principales  de  la  revolución. 


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—    59    — 

legislación  tutelar,  diezmados  «i  el  trabajo  excesivo  de  las  minas  y 
labranzas,  porque  las  ideas  de  la  época  no  enseñaban  á  economizar 
las  fuerzas  del  esclavo  para  conservarle  la  vida  y  con  ésta  la 
capacidad  de  um  labor  más  productiva;  los  pardos  pobres,  excluidos 
del  Gobierno  municipal  y  menospreciados  de  los  blancos  criollos ;  éstos, 
en  quienes  degeneró  pronto  el  temperamento  impetuoso  y  aventurero 
de  los  conquistatores,  propensos  ahora  á  gozar  indolentemente  de 
las  riquezas  de  sus  abuelos  y  de  sus  privilegiados  "oficios  de 
república";  los  blancos  peninsulares,  en  su  mayoría  empleados  que, 
á  menudo  y  á  pesar  de  su  calculado  liberalismo  favorable  á  los 
mestizos,  buscaban  motivo  para  su  ascenso  en  las  rencillas  y  pleitos 
de  las  castas  domésticas;  España,  en  fin^  opuesta  por  creencias 
religiosas  y  errores  económicos  al  acrecentamiento  de  la  población 
de  sus  colonias;  todas  estas  circunstancias  explican  cómo  desde  la 
conquista  hasta  que  se  establece  el  monopolio  comercial  de  los 
gnipuzcoanos  á  mediados  del  siglo  XVIII,  apenas  pueda  señalarse 
algún  progreso  importante  en  el  estado  social  de  las  provincias 
venezolanas. 


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Capítulo  IV. 

Organización  del  gobierno. 

Sumario.  Los  Ayuntamientos  —  Regidores  y  alcaldes  —  Privilegio 
de  los  alcaldes  ordinarios  de  Caracas  —  Regidores  vitalicios  — 
Gobernadores  y  Capitanes  Generales  —  Juicios  de  residencia  — 
Cambios  en  el  gobierno  político  desde  1717  hasta  1777  —  Límites 
de  las  Provincias  —  Límites  de  la  Capitanía  General  —  Con  el 
Nuevo  Reino  de  Granada  —  Con  el  Brasil  —  Con  la  Guayana  ho- 
landesa, después  inglesa  —  Audiencia  de  Caracas  —  Negocios  de 
que  conocía  —  Fueros  de  ciertos  empleados  —  Consulado  de  co- 
mercio —  Gobierno  eclesiástico  —  Cambios  de  1531  á  1803  — 
Derecho  de  Patronato  —  Renta  de  las  catedrales  y  salario  de  los 
clérigos  —  Diezmos  —  La  Inquisición  —  La   potestad    civil   y   la 

eclesiástica. 

Desde  los  primeros  años  de  la  conquista,  los  españoles  imitan 
en  América  la  organización  gubernativa  de  la  Península.  El  Gober- 
nador representa  directamente  la  autoridad  del  rey;  el  Ayuntamiento 
es  órgano  de  la  autonomía  municipal;  el  clero  ejerce  la  potestad 
espiritual  conforme  al  Patronato ;  los  tribunales  de  inquisición  velan 
por  la  integridad  de  la  fe  católica;  el  juez  de  residencia  es  dele- 
gado de  las  Audiencias  mdiciales;  el  misionero  encama,  en  medio 
de  los  indios,  la  dualidad  político-religiosa  que  es  característica  de 
la  monarquía  española. 

Los  Gobernadores,  y  sus  tenientes  y  adelantados,  en  fundando 
im  pueblo  ó  ciudad  le  nombran  regidores,  y  éstos  eligen  alcaldes 
ordinarios.  Los  alcaldes  adquieren  en  seguida  una  prerrogativa  im- 
portante. En  el  año  de  1560,  las  ciudades  y  villas  de  la  provincia 
de  Venezuela  nombran  procurador  en  corte  al  conquistador  Sancho 
Briceño,  con  el  encargo  de  suplicar  al  rey,  que  cuando  falleciese  el 
Gobernador  y  mientras  no  se  proveyese  otro  en  su  lugar,  gober- 
nasen los  alcaldes  ordinarios  cada  uno  en  su  jurisdicción.  Así  lo 
mandó  el   rey  por  cédula  fecha   en  Toledo  á  8   de  diciembre    del 


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—    61     — 

propio  año;  cédula  que  se  curapió  durante  un  siglo,  hasta  que  el 
Ayuntamiento  de  Caracas,  á  causa  de  una  competencia  con  la 
Audiencia  de  Santo  Domingo,  obtuvo  para  sus  alcaldes  el  privilegio 
de  gobernar  toda  la  provincia  en  los  interinatos.  Sucedió  que, 
muerto  el  Gobernador  D.  Francisco  Dávila  Orejón  en  1675,  aquella 
Audiencia,  de  quien  dependía  Venezuela  en  lo  judicial,  envió  de 
Gobernador  interino  á  su  oidor  D.  Juan  de  Padilla  Guardiola  y  Guz- 
mán;  pero  los  alcaldes  caraqueños  D.  Manuel  Felipe  de  Tovar  y 
D.  Domingo  Galindo  y  Zayas,  apoyados  por  todo  el  cabildo,  se  ne- 
garon á  recibirlo,  alegando  que  la  Audiencia  no  tenía  ya  autoridad 
para  hacer  tales  nombramientos.  Y  á  fin  de  aclarar  más  el  punto, 
el  Ayuntamiento  comisionó  á  España  al  regidor  D.  Juan  de 
Arrechedera,  quien  obtuvo  la  real  cédula  de  18  de  setiembre 
de  1676,  en  virtud  de  la  cual  siempre  que  hubiese  vacante  en 
el  Gobierno  lo  ejercerían  en  toda  la  provincia  los  alcaldes  de 
Caracas,  sin  que  la  Audiencia  de  Santo  Domingo  pudiese  nombrar 
Gobernadores  interinos.  Privilegio  que  conservaron  hasta  fines  del 
siglo  XVIII. 

Los  oficios  de  regidores,  que  habían  sido  cadañeros,  pasaron 
á  ser  perpetuos  y  vendibles  en  1594.  En  este  año  el  Gobernador 
Osorio  sacó  á  pregones  dichos  oficios;  á  excepción  de  dos  que  por 
merced  especial  del  rey  eran  ya  vitalicios,  á  saber,  el  de  Garcí- 
González  de  Silva,  depositario  general,  y  el  de  D.  Simón  de  Bolívar, 
á  quien  Felipe  II  nombró  contador  de  la  real  hacienda  con  pre- 
eminencias de  regidor  vitalicio  y  voz  y  voto  en  el  cabildo.  Com- 
púsose desde  entonces  el  Ayimtamiento  de  Caracas,  de  doce  regi- 
'dores  de  oficios  comprados;  cuatro  masque  el  rey,  á  propuesta  del 
Gobernador,  confería  gratis  á  personas  nacidas  en  España  y  resi- 
dentes en  Caracas,  y  un  síndico  con  voz  consultiva.  Los  regidores 
elegían  todos  los  años  dos  alcaldes  ordinarios.  El  Gobernador  era 
presidente  del  cabildo  de  Caracas  y  de  los  demás  de  la  provincia. 
En  las  otras  ciudades  y  villas  había  hasta  seis  regidores,  siempre 
con  dos  alcaldes  cadañeros,  y  un  justicia  mayor  delegado  del  Gober- 
nador. Este  nombraba  además  cada  dos  años  un  teniente  de 
justicia  para  los  pueblos  que  no  tenían  cabildo.  A  cuantos  ejercían 
estos  oficios  municipales,  las  leyes  de  Indias  ordenaban  que  no 
tratasen  en  bastimentos,  ni  fuesen  regatones,  ni  tuviesen  tiendas 
por  sí  ni  por  otros,  ni  usasen  oficios  "viles  ó  mecánicos^'. 

Las  materias  y  negocios  d,el  gobierno  político  correspondían  á 
los  Virreyes,  Presidentes,  Capitanes  Generales  y  Gobernadores.  En 
Venezuela  hubo  sólo  Gobernadores  y  Capitanes  Generales,  nombrados 
los  primeros  por  cinco  años  y  por  siete  los  segundos.     En  las  pro- 


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—    62    — 

vincias  de  Cumaná,  Margarita,  Guayana,  Maracaibo  y  Mérida,  hubo 
simples  Gobernadores.  En  la  de  Caracas  el  Gobernador  adquirió 
el  título  de  Capitán  General,  extendiéndose  su  autoridad  á  todo  el 
territorio  venezolano  desde  1777.  Uno  y  otros  dependían  del  Con- 
sejo de  Indias,  creado  en  1542  y  residente  en  la  corte,  el  cual 
tenía  la  jurisdicción  suprema  de  todas  las  Indias  Occidentales  y 
legislaba  para  ellas  con  consulta  del  rey* 

Al  terminar  su  cargó,  los  Gobernadores  y  otros  altos  em- 
pleados eran  sometidos  á  un  juicio  de  residencia,  á  no  ser  que  el 
rey  los  dispensase  especialmente.  Duraba  el  juicio  sesenta  dias,  y 
de  las  sentencias  se  apelaba,  por  regla  general,  al  Consejo  de 
Indias.  Sin  embargo,  se  disponía  en  ciertos  casos  que  la  apelación 
pasase  á  la  Audiencia  inmediata.  En  1590,  el  Ayuntamiento  de 
Caracas  suplica  al  rey:  "sea  servido  de  mandar  que  las  demandas 
públicas  que  en  esta  ciudad  y  Gobernación  se  pusieren  á  los  Gober- 
nadores y  sus  tenientes  al  tiempo  que  se  les  toma  la  residencia, 
vayan  en  grado  de  apelación  á  la  real  Audiencia  de  Santo  Domingo, 
cuyo  distrito  es  esta  Gobernación,  por  cuanto  sucede  muchas  veces 
que  algunas  personas  que  tienen  algún  derecho  de  poner  las  tales 
demandas  no  las  ponen  por  no  tener  caudal  de  ir  en  seguimiento 
de  sus  demandas  al  real  Consejo  de  las  Indias,  por  la  grande  dis- 
tancia que  hay  de  aquí  allá;  y  pues  en  la  residencia  que  ahora 
toma  don  Diego  Osorio  á  don  Luis  de  Rojas  se  manda  que  todas 
las  demandas  que  se  pusieren  en  la  dicha  residencia  á  las  demás 
justicias  excepto  al  Gobernador  se  vayan  en  grado  de  apelación  á 
la  dicha  real  Audiencia,  se  suplica  que  se  declare  que  en  las  que 
se  pusieren  á  los  dichos  Gobernadores  se  entienda  lo  mismo  i^\ 
Estos  juicios  y  la  tenacidad  con  que  los  Ayuntamientos  defendieron 
siempre  sus  atribuciones,  eran  los  más  eficaces  correctivos  que 
había  en  la  Colonia  contra  la  arbitrariedad  de  los  Gobernadores. 
Prueba  de  ello  la  resistencia  que  opuso  el  Ayuntamiento  de  Cara- 
balleda  á  la  infimdada  pretensión  del  Gobernador  D.  Luis  de  Rojas, 
cuando  quisó  hacer  elección  de  alcaldes  contra  la  antigua  é  in- 
variable costumbre  de  ser  elegidos  anualmente  por  los  regidores. 
Protestaron  estos  y  no  reconocieron  la  elección;  y  como  el  Gober- 
nador los  mandase  prender  y  llevar  á  la  capital,  todos  los  vecinos 
abandonaron   la  ciudad  mudándose    á  vivir  unos  en  Caracas  y   los 

1.  Instrucción  dada  por  los  cabildos  de  Caracas  y  demás  ciudades  de  la 
Gobernación  á  D.  Simón  de  Bolívar,  su  procurador  general:  24  de  marzo,  1590.  — 
Archivo  general  de  Indias  —  Sevilla.  —  Simancas.  Secular.  Audiencia  de 
Santo  Domingo.  Cartas  y  expedientes  de  los  Gobernadores  de  las 
provincias  de  Caracas  y  Venezuela  vistos  en  el  Consejo  desde  el  año 
de  1540  á  1620.     Est.  54,  caj.  4,  leg.  15. 


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—    da- 
mas en  Valencia.    Seguido  el  juicio  de  residencia,  resultó  condenada 
la  conducta  de  Rojas  ^. 

La  gobernación  política  de  la  provincias  que  formaron  después 
la  República  de  Venezuela,  tuvo  cambios  sucesivos,  sobre  todo  de 
1717  á  1777.  En  29  de  abril  del  primer  año  se  decretó  poner  virrey 
en  la  entonces  Audiencia  de  Santa  Fe  de  Bogotá,  con  jurisdicción 
sobre  las  provincias  de  Cartagena,  Santa  Marta,  Maracaibo» 
Caracas,  Antioquia,  Guayana,  Popayán,  y  las  de  San  Francisco 
de  Quito.  En  1723  se  extinguió  el  virreinato,  dejando  las  cosas 
como  estaban  antes  del  año  17;  pero  en  20  de  agosto  de  1739 
volvió  á  establecerse  el  virreinato  del  Nuevo  Reino  de  Granada  con 
las  provincias  que  la  real  cédula  de  esta  fecha  enumera  así:  la  de 
Portobelló,  Veragua  y  el  Darién,  las  del  Chocó,  reino  de  Quito,. 
Popayán,  Cumaná,  y  la  de  Guayaquil,  provincias  de  Cartagena^ 
Santa  Marta,  Rio  de  la  Hacha,  Maracaibo,  Caracas,  Antioquia^ 
Guayana  y  Rio  Orinoco,  y  las  islas  de  la  Trinidad  y  Mar- 
garita, con  todas  las  ciudades,  villas  y  lugares,  puertos,  bahías, 
surgideros,  caletas  y  demás  pertenecientes  á  ellas,  en  uno  y  otro 
mar  y  Tierra  Firme,  permaneciendo  y  subsistiendo  la  Audiencia  de 
Panamá  y  la  de  Quito  como  estaban,  pero  subordinadas  al  expre- 
sado virrey  del  Nuevo  Reino.  En  12  de  febrero  de  1742,  se  re- 
solvió "relevar  y  eximir  al  Gobierno  y  Capitanía  General  de  la 
provincia  de  Venezuela  de  toda  dependencia  del  virreinato,"  y  que 
los  Gobernadores  de  la  misma  celasen  sobre  el  cumplimiento  de  la 
obligación  que  tenían  "en  lo  relativo  al  ilícito  comercio"  los  de 
Maracaibo,  Cumaná,  Margarita,  Trinidad  y  Guayana.  Se  ordenó 
también  que  los  Gobernadores  de  la  provincia  de  Venezuela  re- 
asumiesen las  facultades  que  anteriormente  les  estaban  concedidas, 
así  en  lo  tocante  á  gobierno,  guerra  y  hacienda  como  al  ejercicio 
del  real  Patronato,  y  que  nombrasen  los  tenientes  justicia-mayores 
en  las  ciudades,  villas  y  lugares  en  que  lo  tuviesen  por  conveniente,^ 
sin  necesidad  de  que  los  nombrados  sacasen  confirmación  de  la 
Audiencia  de  Santo  Domingo,  que  seguía  siendo  la  del  distrito  vene- 
zolano según  cédulas  de  7  de  noviembre  de  1738  y  3  de  mayo  de 
1741.  Por  último,  en  8  de  setiembre  de  1777  acordó  el  rey  se- 
parar en  absoluto  del  Nuevo  Reino  de  Granada  las  provincias  de 
Cumaná,  Guayana  (ésta  dependió  de  aquélla  desde  1 732  hasta  1 763), 
Maracaibo,    é   islas   de  Trinidad  y  Margarita,   y  agregarlas  "en   lo 

1.  A  pesar  de  su  triunfo,  los  vecinos  de  Caraballeda  no  quisieron  volver  á 
habitarla,  pretextando  entre  otras  cosas  que-  alli  estaban  expuestos  continuamente  á 
incursiones  de  piratas.  Lo  cual  dio  motivo  á  que  el  Gobernador  Osbrio  fundase  el 
puerto  de  la  Guaira. 


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gubenjatívo  y  militar"  á  la  Capitanía  General  de  Venezuela,  del 
mismo  modo  que  lo  estaban  ya,  en  cuanto  al  manejo  de  la  real 
hacienda,  á  la  nueva  intendencia  erigida  en  Caracas  i. 

Los  límites  de  las  provincias  entre  sí,  y  los  de  la  Capitanía 
General  con  el  Nuevo  Reino  de  Granada,  con  las  posesiones  ho- 
landesas (después  inglesas)  de  Guayana,  y  con  la  colonia  portuguesa 
del  Brasil,  no  se  fijaron  nunca  de  un  modo  categórico.  En  cuanto 
á  las  primeras,  hubo  siempre  confusión  y  disputa  respecto  de  la 
frontera  entre  la  provincia  de  Caracas  y  la  de  Cumaná.  La  citada 
Instrucción  dada  al  procurador  Bolívar  en  1590  dice  en  su  articulo  18: 
"Suplicar  á  Su  Majestad  haga  merced  á  esta  Gobernación  de  de- 
clarar que  la  provincia  de  los  cumanagotos  con  todos  sus  términos 
sea  y  se  entienda  ser  desta  dicha  Gobernación,  é  pertenecerle  sin 
que  el  Gobernador  de  Cumaná  ni  otro  juez  ni  persona  alguna  se 
pueda  entremeter  en  la  dicha  jurisdicción;  por  cuanto  Rodrigo  Mar- 
tínez Lobo,  Gobernador  que  fué  desta  gobernación,  antecesor  de 
don  Diego  Osorio  que  al  presente  gobierna,  se  entró  en  la  juris- 
dicción de  los  dichos  cumanagotos  é  la  tiene  usurpada  contra  todo 
derecho  é  razón,  porque  hasta  el  dicho  tiempo  los  Gobernadores 
desta  gobernación  han  estado  en  posesión  de  la  dicha  jurisdicción, 
desde  que  por  el  emperador  don  Carlos  de  gloriosa  memoria 
nuestro  señor,  adjudicó  ^en  tiempo  de  los  versares  (Welser)  á 
esta  gobernación  toda  la  tierra  desde  el  morro  de  Maracapana 
hasta  el  Cabo  de  la  Vela,  dentro  del  cual  sitio  é  distrito 
está  la  dicha  provincia  de  los  cumanagotos;  é  que  despache  las 
cédulas  y  provisiones  que  fueren  necesarias  sobre  ello,  atento  que 
ha  sido  conquistada  y  poblada  por  capitanes  nombrados  por  los 
Gobernadores  que  han  sido  desta  gobernación".  —  Súplica  que  no 
tuvo  buena  acogida. 

Los  límites  con  Nueva  Granada  no  se  pudieron  determinar 
hasta  la  última  década  del  siglo  XIX,  por  laudo  de  la  reina  regente 
de  España,  dictado  en  Madrid  á  16  de  marzo  de  18912.  Ni  fué 
menos  larga  la  discusión  sobre  la  frontera  con  el  Brasil,  durante  la 
Colonia  y  durante  la  República.  Por  bula  del  2  de  mayo  de  1493, 
el  Papa  Alejandro  VI  declaró  que  pertenecía  á  los  españoles  lo  que 
descubriesen  á  cien  leguas  al  Sur  y  al  Oeste  de  las  islas  Azores  y 
de  Cabo  Verde ;  mas  como  tuviesen  los  portugueses,  desde  1 454, 
otra  bula  del  Papa  Martín  V  que  les  reconocía  lo  que  descubriesen 
desde  el  cabo  Boyador  hasta  la  India,  y  como  por  los  años  de  la 
bula  de  Alejandro  VI  dudábase  aún   de    la  existencia  de  un  Con- 

1 .  Todas  las  reales  cédulas  citadas  se  encuentran  en  el  Archivo  de  Indias,  Sevilla. 

2.  De  las  cuestiones  sobre  limites  se  tratará  extensamente  en  el  libro.  4  o. 


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tinente  entre  los  de  Europa  y  Asia,  (Colón  mismo  creía  haber 
descubierto  la  costa  oriental  asiática),  surgió  un  conflicto  de  pre- 
tensiones entre  las  coronas  de  España  y  Portugal,  que  no  iba  á 
resolverse  nunca  mientras  conservaron  sus  colonias  americanas. 
Los  varios  y  sucesivos  tratados  que  á  este  respecto  celebraron 
^enas  tuvieron  un  principio  de  ejecución  ya  mediado  el  siglo  XVIII. 
En  1753,  el  rey  de  España  nombra  comisarios  de  límites  á  D.  José 
de  Iturriaga,  D.  Eugenio  de  Alvarado,  D.  Antonio  de  Urrutia  y 
D.  José  Solano,  quienes  llegan  á  Cumaná  en  abril  de  1 754  y  al  alto 
Orinoco  en  1756,  y  permanecen  cuatro  años  en  la  región  disputada 
esperando  á  los  comisarios  portugueses,  que  no  concurrieron  á  la 
dta^.  Finalmente,  en  la  región  oriental  de  Guayana  la  disputa  con 
los  holandeses,  primero,  y  luego  con  los  ingleses,  no  terminó  sino 
con  el  laudo  pronunciado  en  París  el  3  de  octubre  de  1899. 

La  real  cédula  de  1 777  mandó  que  las  provincias  de  Cumaná, 
Guayana,  Maracaibo,  Trinidad  y  Margarita  se  separasen  en  lo  jurí- 
dico de  la  Audiencia  de  Santa  Fe  y  se  agregasen  á  la  primitiva  de 
Santo  Domingo.  La  de  Caracas  se  creó  por  cédula  del  13  de  junio 
de  1786,  y  se  instaló  el  año  siguiente  con.  un  regente,  tres  oidores, 
dos  fiscales,  un  canciller,  un  relator  y  un  secretario  de  cámara. 
Conocía  la  Audiencia  en  segunda  y  tercera  instancias  de  los  fallos 
apelados  de  todos  los  tribunales  inferiores,  y  en  primera  y  segunda 
de  las  causas  en  que  intervenían  las  personas  que  gozaban  del  pri- 
vilegio llamado  "de  corte".  Veía  igualmente  las  causas  criminales 
por  delitos  graves  con  penas  de  presidio  ó  servicio  forzado  en  el 
ejército;  y  los  recursos  de  fuerza,  en  virtud  del  derecho  de  tuición, 
contra  las  denegaciones   de  justicia  de    los  tribunales   eclesiásticos. 

Los  empleados  de  hacienda,  los  militares  y  los  clérigos  tenían 
fueros  especiales.  Las  causas  de  los  primeros  las  juzgaba  el  inten- 
dente, con  alzada  á  la  junta  de  real  iiacienda.  La  justicia  civil  la 
administraban  á  los  militares  los  auditores  de  guerra,  y  la  penal  los 
consejos  de  guerra.  El  clero  recibía  justicia,  en  lo  civil  y  criminal, 
de  los  tribunales  eclesiásticos.  En  las  causas  de  fe  conocían  los 
inquisidores  apostólicos;  pero  no  contra  los  indios,  los  cuales  que- 
daron sometidos  en  esto  á  los  ordinarios  eclesiásticos  y  "  en  hechizos 
y  maleficios"  á  las  justicias  reales. 

Las  causas  mercantiles  no  se  diferenciaron  de  las  civiles  hasta 
que  se  estableció  el  consulado  de  comercio,  por  real  cédula  del  3  de 

1.    Consúltese    el    interesante    resumen    de    B.   Tavera  Acosta,    Anales    de 
Guayana,  vol.  1,   p.  128  y  siguientes.  —  Venezuela  y  el  Brasil  celebraron  un  tra- 
tado de  límites    el    5  de  mayo    de  1859  y  nombraron    comisiones    deslindadoras  en 
1879;  pero  los  últimos  puntos  en  litigio  no  quedaron  resueltos  hasta  1905. 
Fortoal,  Historia  Constitadonal.  5 


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junio  de  1793,  para  "la  más  breve  y  fácil  administración  de  justicia 
en  los  pleitos  mercantiles,  y  la  protección  y  fomento  del  comercio 
en  todos  sus  ramos ".  Componíase  de  un  prior,  dos  cónsules,  nueve 
consiliarios  y  un  síndico,  todos  con  sus  respectivos  tenientes,  un 
secretario,  un  contador  y  un  tesorero.  La  jurisdicción  del  consulado 
de  Caracas  comprendía  toda  la  Capitanía  General;  pero  para  mayor 
comodidad  de  los  litigantes,  se  mandó  que  tuviese  diputados  en 
Puerto  Cabello,  Coro,  Maracaibo,  Cumaná,  Guayana  y  Margarita. 
En  los  demás  pueblos  conocían  de  los  asuntos  mercantiles  los  jueces 
ordinarios,  si  en  ello  convenían  las  partes, 

£1  gobierno  religioso  tuvo  cambios  semejantes  al  político  y 
judicial.  El  primer  obispado,  que  fué  el  de  Coro,  se  erigió  en  1531, 
y  allí  estuvo  la  catedral  hasta  1636,  año  en  que  se  trasladó  á 
Caracas.  Al  obispado  de  Puerto  Rico  se  agregaron  las  provincias 
de  Margarita  y  Cumaná  en  1588,  la  ciudad  de  Santo  Thomé  de 
Guayana  en  1624  y  toda  la  provincia  de  Guayana  en  16251.  El 
obispado  de  Mérida  se  creó  en  1 777,  y  el  de  Guayana  en  1 790.  La 
catedral  de  Caracas  se  erigió  en  metropolitana  en  1803,  y  desde 
entonces  fueron  sufragáneas  de  ella  las  de  Guayana  y  Mérida. 

En  materia  eclesiástica  los  reyes  de  España  ejercieron  siempre 
el  derecho  de  "Patronazgo*',  y  lo  fundaban,  primero  en  haber 
descubierto  y  conquistado  la  América  y  edificado  y  dotado  sus 
iglesias  y  monasterios,  y  además  en  habérselos  concedido  expre- 
samente el  Sumo  Pontífice.  Conforme  al  Patronato,  no  se  erigía  ni 
fundaba  sin  licencia  del  rey  iglesia  catedral  ni  parroquial,  monas* 
terio,  hospital,  iglesia  votiva,  ni  otro  lugar  pió  ni  religioso:  los  ar- 
zobispados, obispados  y  abadías  se  proveían  por  presentación  del 
rey  á  Su  Santidad:  las  dignidades  y  prebendas  de  las  iglesias  cate- 
drales, por  presentación  de  sus  prelados  al  rey;  y  los  beneficios 
curados,  así  en  los  pueblos  de  españoles  como  en  los  de  indios,  por 
oposición,  escogiendo  los  arzobispos  y  obispos  tres  de  los  candidatos 
aprobados,  para  presentarlos  á  los  virreyes,  presidentes  de  Audiencia 
ó  gobernadores,  quienes  hacían  la  elección  definitiva.  Los  parti- 
culares que  fundaban  iglesia  ú  obra  pia  con  licencia  del  rey,  tenían 
el  patronato  de  ellas  bajo  la  jurisdicción  del  prelado.  Además, 
todas  las  letras,  bulas  y  breves  apostólicos  despachados  por  el  Papa 
sobre  negocios  eclesiásticos,  necesitaban  el  pase  del  Consejo  de 
Indias.  Si  no,  los  Virreyes,  Presidentes  y  Gobernadores  suspendían 
la  ejecución  de  dichos  despachos,  los  recogían  y  remitían  al 
Consejo. 


1.  Cédulas  consultadas  en  el  Archivo  de  Indias,  Sevilla. 


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—    67    — 

La  renta  de  las  catedrales  y  salario  de  los  clérigos  provenían 
de  los  diezmos,  que  se  repartían  del  modo  siguiente:  de  los  de  cada 
iglesia  catedral  se  sacaban  las  dos  partes  de  cuatro  para  el  pre- 
lado y  cabildo,  y  de  las  otras  dos  se  hacían  nueve  partes,  des- 
tinando dos  novenas  para  el  rey,  tres  para  la  fábrica  de  la  iglesia 
catedral  y  hospital,  y  cuatro  para  el  salario  de  los  curas.  Si  pagados 
éstos  sobraba  algo,  se  le  asignaba  al  cabildo^.  Los  clérigos  debían 
contentarse  con  su  salario,  porque  las  leyes  de  Indias  les  prohibían 
seriücaldes,  abogados  ni  escribanos,  mercaderes  ni  mineros.  Los 
frailes  y  monjas  recibían  dádivas  particulares,  y  como  en  todo  país 
español,  llegaron  á  tener  rentas  muy  pingües.  Los  conventos  de 
Caracas  se  llamaban  de  Santo  Domingo,  San  Francisco,  las  Mer- 
cedes y  la  Concepción. 

Tampoco  podían  faltar  en  ima  colonia  española  los  tribunales 
de  inquisición.  En  América  hubo  tres:  uno  en  México,  otro  en 
Lima  y  el  tercero  en  Cartegena  de  Indias.  El  último,  mandado  es- 
tablecer por  Felipe  III  á  8  de  marzo  de  1610,  tuvo  jurisdicción  en 
el  Virreinato  de  Santa  Fe  y  en  las  Capitanías  Generales  de  Vene- 
zuela, Cuba  y  Puerto  Rico.  En  Venezuela  delegó  agentes  con  el 
título  de  "ministros  inquisidores",  hasta  que  en  1810  los  suprimió 
la  Junta  Suprema  de  Caracas.  Pero  hacia  ya. muchos  años  que  la 
Inquisición  no  mandaba  quemar  brujas  ni  herejes.  Sus  penas  se 
redujeron  al  fin  á  penitencias,  prisión,  multas,  y  la  infamia,  al 
menos  nominal,  que  siempre  acompañaba  á  los  procesados  por 
asuntos  de  fe. 

En  los  siglos  XVII  y  XVIII  sucédense  en  Caracas  conflictos 
ruidosoB  entre  las  potestades  civil  y  religiosa,  por  motivos  que  hoy 
parecen  pueriles  ó  ridículos,  pero  que  tenían  entonces  singular  im- 
portancia. Baste  citar  dos  como  ilustración  del  espíritu  público  de 
la  época  colonial.  En  el  Amo  triunfó  el  Ayuntamiento,  en  el  otro 
el  clero  2.  Era  antigua  costumbre  que  los  domingos  de  Minerva  asis- 
tiesen siempre  á  la  iglesia  principal  el  Gobernador  y  todo  el  Ayun- 
tamiento; mas  ocurrió  en  cierto  domingo  de  1623,  que  la  procesión 
empezara  antes  de  hallarse  en  sus  puestos  las  altas  personas  del 
Muy  Dustre  Ayuntamiento,  Montáronse  en  cólera;  dieron  orden  para 
que  sus  bancos  se  trasladasen  á  la  iglesia  de  San  Francisco,  y  acu- 
saron al  cabildo  eclesiástico  ante   la  Audiencia  de  Santo  Domingo. 

1.  £1  producto  anual  de  los  diezmos  á  fines  de  la  Colonia  se  ha  calculado 
así:  arzobispado  de  Caracas,  316',215  pesos;  obispado  de  Mérida,  74,000,  y  obispado 
de  Guayana,  24,000. 

2.  £1  Padre  D.  Blas  Terrero  menciona  éstas  y  otras  competencias  análogas 
en  su  obra  inédita  titulada  Teatro  de  Venezuela  y  Caracas,  1767.  Citas  de 
A.  Rojas  en  sus  Leyendas  históricas  de  Venezuela,  2 &  serie. 

5* 


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—    68    — 

La  Audiencia  sentenció  que  tenían  razón,  y  sólo  entonces  volvieron 
bancos,  alcaldes  y  regidores  al  lugar  privilegiado  que  les  corres- 
pondía. A  los  pocos  años  toda  la  ciudad  se  apasiona  con  otro 
pleito  parecido.  Y  fué  que,  de  acuerdo  el  Ayuntamiento  y  el 
Gobernador  D.  Francisco  Núñez  Meleán  en  armarle  camorra  al  obispo, 
lo  acusaron  ante  la  Audiencia  de  haber  asistido  á  la  fiesta  del  do- 
mingo de  ramos  seguido  de  innumerables  caudatarios  y  pajes.  Mala 
la  hubieron.    La  Audiencia  sentenció  que  el  prelado  podía  llevar  en 

los    actos   públicos    cuantos   pajes   y  caudatarios    quisiera No 

eran,  con  todo,  estos  colonos  españoles  más  necios  que  aquellos 
grandes  señores  de  la  corte  de  Versalles,  como  el  dugue  de  Saint- 
Simon,  (hombre  de  genio  en  otro  sentido),  que  muchos  años  después, 
bajo  el  reinado  de  Luis  XIV,  malgastaban  el  tiempo  en  ergotizar 
sobre  meras  cuestiones  de  etiqueta. 


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Capitulo  V. 

Régimen  económico. 

Somarío.  Estado  de  la  Colonia  en  el  siglo  XVI  -r  Pobreza  y  ais- 
lamiento —  El  procurador  general  Simón  de  Bolívar  —  Instrucción 
que  le  dan  los  Ayimtamientos  venezolanos  —  Súplicas  al  rey  — 
Bolívar  y  el  Gobernador  Osorio  —  La  propiedad  raíz  —  Impuestos  — 
Estancos  —  Comercio  con  España  —  La  Compañía  Guipuzcoana  — 
Prosperidad  mercantil  —  La  agricultura  —  Cacao,  café,  tabaco,  añil, 
algodón  —  Hostilidad  de  la  oligarquía  colonial  contra  la  Compañía  — 
Juan  Francisco  de  León  —  Los  criollos  y  los  guipuzcoanos  — 
Aventuras  de  León  —  Abandónanlo  sus  inspiradores  y  secuaces  — 
Obra  civilizadora  de  la  Compañía  —  Margarita  y  Cumaná  —  Gua- 
yana  —  Proyectos  de  Centurión,  Inciarte  y  Marmión  —  Un  ideal 
que  no  se  ha  realizado. 

Durante  los  siglos  XVI  y  XVII,  terminadas  ya  las  guerras  de 
conquista,  los  conquistadores  y  sus  descendientes  puede  decirse  que 
no  viven  sino  del  trabajo  de  indios  y  negros  esclavos  en  las  minas, 
labranzas  y  pesquería  de  pedas.  Industrias  apenas  existían,  como 
no  fueran  los  tejidos  de  lana  del  Tocuyo,  los  cordobanes  de  Carora, 
las  hamacas  de  Margarita  y  la  alfarería  indígena.  No  había  caminos; 
pues  el  de  Caracas  á  los  Valles  de  Aragua,  el  de  Caracas  á  la 
Guaira  y  el  de  Valencia  á  Puerto  Cabello  no  llegaron  nunca  á 
merecer  su  nombre,  ni  aun  en  las  postrimerías  del  régimen  colonial. 
Sólo  de  vez  en  cuando  llegaba  un  barco  directo  de  España:  casi 
todos  venían  de  la  isla  Española.  En  1560,  el  procurador  en  corte 
D.  Sancho  Briceño  suplica  ique  todos  los  años  pueda  ir  á  Burburuata 
un  navio  de  registro  por  cuenta  de  los  vecinos,  pagando  sólo  la  mitad 
de  los  derechos  de  entrada  y  salida,  y  que  se  intniduzcan  libremente 
doscientas  piezas  de  esclavos  para  repartirlos  entre  los  pobladores.  Lo 
primero  no  debió  efectuarse,  porque  en  1578  el  Gobernador  Pimentel 
escribía  al  rey:  "No  viene  navio  de  España  para  esta  provincia  ni  della 
sale  para  ella.  Las  más  veces  los  despachos  y  cédulas  de  V,  M.  llegan 
tardíos,  y  mucho  más  los  que  vienen  por  via  de  Cartagena". 


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—    70    — 

Cual  fuera  el  estado  de  la  colonia  venezolana  por  los  años  de 
1590,  lo  revelan  las  súplicas  que  presentó  al  Consejo  de  Indias  el 
procurador  general  D.  Simón  de  Bolívar,  á  nombre  de  las  ciudades 
de  Santiago  de  León  de  Caracas,  Coro,  Trujillo,  Nueva  Segovia  de 
Barquisimeto,  Carora,  el  Tocuyo,  Maracaibo,  Valencia  del  Rey  y 
San  Sebastián  de  los  Reyes  i.  Piden  que  se  restablezca  el  servicio 
personal.de  los  indios  (mandado  suspender  por  real  cédula  del  27  de 
abril  de  1588),  "porque  si  se  quitase  á  los  vecinos  el  dicho  servicio 
personal  sería  ocasión  de  que  se  dejasen  de  convertir  á  nuestra 
santa  fe  católica,  é  los  que  están  convertidos  se  volverían  con  mucha 
facilidad  á  su  idolatría  y  gentilidad  é  antiguos  ritos  é  ceremonias  . . .' 
porque  estando  los  dichos  indios  en  servicio  de  los  españoles  son 
industriados  y  enseñados  con  mucho  cuidado  é  diligencia  en  las 
cosas  de  nuestra  santa  fe  católica  ...  y  son  más  bien  tratados  que 
en  los  repartimientos,  de  más  de  que  por  ser  en  general  la  mayor 
parte  de  los  vecinos  pobres,  si  se  les  quitase  el  dicho  servicio  per- 
sonal quedarían  de  todo  punto  destruidos,  especialmente  que  hay 
mucha  falta  de  esclavos  ^\  Que  los  indios  de  la  provincia  de  Mirla 
{vecina  de  Valencia),  que  resisten  á  los  españoles  y  les  hacen  guerra 
y  "  comen  carne  humana  (?) ",  puedan  tomarse  cautivos  de  diez  años 
para  arriba.  Que  se  haga  merced  de  "  tres  mil  licencias  de  esclavos 
negros  de  Guinea  . . .  para  que  se  repartan  entre  los  vecinos  de  las 
ciudades  .  • .  por  ser  la  tierra  nueva  y  la  mayor  parte  de  los  ve- 
cmos  de  poco  caudal  y  hacienda,  y  haber  muchas  minas  que  por 
falta  de  esclavos  no  se  labran  ...  y  se  permita  que  de  las  dichas 
licencias  se  pueda  vender  en  los  reinos  de  España  ó  en  las  islas  de 
Canarias  ó  Guinea  la  cantidad  de  licencias  que  fuere  necesario  para 
el  aviamiento  y  despacho  de  las  demás  restantes,  y  se  puedan 
navegar  en  naos  portuguesas  ó  castellanas  ó  por  via  de  las  islas  ^\ 
Que  se  prorrogue  por  veinte  años  la  merced  de  la  veintena  del 
oro  que  se  saca  en  toda  la  Gobernación.  Que  de  las  perlas,  en 
lugar  del  quinto  se  pague  la  décima  por  espacio  de  veinte  años. 
Que  se  confirme  la  ordenanza  municipal  del  año  anterior  para  que 
corran  "por  moneda  las  perlas  á  razón  de  á  16  reales  de  plata 
cada  peso,  como  corren  en  la  Margarita  y  Cumaná  y  en  las  demás 
partes  de  las  Indias ".  —  Antes  "  se  trataba  y  contrataba  en  Santiago 
de  León  y  otras  ciudades,  con  oro  en  polvo  y  en  pedacitos  de  oro 
fundido  y  algunas  veces  en  perlas  á  razón  de  á  18  y  á  20  reales 
de  perlas  por  cada  peso  de  oro,  de  lo  cual  se  seguían  muchos  in- 
convenientes y  debates  y  diferencias  entre  los  vecinos  y  moradores 


1.  Instrucción  dada  á  Bolívar  el  24  de  marzo  de  1 590.  Archivo  de  Indias,  Sevilla. 


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de  la  Gobernación,  y  desigualdad  en  las  pagas,  así  por  la  falta  que 
había  de  oro  como  porque  en  cada  peso  pagado  en  perlas  se 
aumentaban  dos  é  tres  y  cuatro  reales  de  plata  al  justo  é  verdadero 
valor  del  dicho  oro  y  perlas".  —  Que  se  prorrogue  por  diez  años 
más  la  merced  que  se  hizo  por  seis  de  no  pagar  sino  dos  y  medio 
por  ciento  del  almojarifazgo  real.  Que  se  dé  licencia  para  que 
vengan  todos  los  años  dos  navios  de  menor  porte  con  registro,  "  de 
Sevilla  ó  Cádiz,  con  flota  6  sin  ella,  con  mercadurías  para  el  pro- 
veimiento de  los  vecinos  desta  Gobernación,  por  cuanto  no  vienen 
navios  de  España  con  derecha  carga,  por  estar  esta  Gobernación 
fuera  de  la  navegación  general  de  las  flotas".  Que  el  Gobernador 
pueda  nombrar  oficiales  interinos  de  la  real  hacienda,  "sin  que  la 
Audiencia  de  Santo  Domingo  ni  su  presidente  se  entremetan  en 
ello".  Que  el  maíz  y  otros  mantenimientos  expedidos  á  Margarita, 
Cumaná,  islas  de  Aves  y  Orchila  y  otras  de  pesquería  de  perlas, 
para  el  sustento  de  las  canoas,  no  paguen  ningún  derecho  de  en- 
trada ni  salida  por  tiempo  de  veinte  años.  Que  el  presidente  y 
oidores  de  la  Audiencia  de  Santo  Domingo  no  puedan  enviar  jueces 
de  comisión  ni  de  bienes  de  difuntos  ni  para  cualquiera  otra  cosa, 
*^si  no  fuere  en  negocios  muy  arduos  y  muy  graves,  y  en  que  el 
Gobernador  haya  sido  remiso  en  hacer  justicia  á  las  partes  .  .  . 
porque  de  enviar  los  dichos  jueces,  como  de  ordinario  se  envían 
muchas  veces,  son  fatigados  é  molestados  é  vienen  á  menos  y  se 
emf)obrecen  los  vecinos ".  Que  las  visitas  sobre  el  buen  tratamiento 
de  los  indios  las  haga  el  Gobernador,  sin  que  pueda  venir  de  visi- 
tador ningún  otro  juez  de  comisión.  Que  el  Gobernador  pueda  nombrar 
"un  teniente  general  letrado  de  ciencia  y  conciencia,  con  salario  com- 
petente de  doscientos  y  cincuenta  mil  maravedís  en  cada  año,  pa- 
gados de  la  caja  de  la  Gobernación .  . .  por  cuanto  ha  habido  y  hay 
mucha  cantidad  de  pleitos  de  importancia,  civiles  y  criminales". 
Que  las  causas  en  que  haya  habido  apelación  para  la  Audiencia  de 
Santo  Domingo,  se  puedan  concluir  ante  el  Gobernador  y  no  se 
envíen  á  la  Audiencia  sino  para  sentencia  definitiva.  Que  por 
cuanto  en  el  puerto  de  la  Guaira  "están  comenzadas  á  hacer  unas 
atarazanas  y  fuerte  é  caleta  para  la  seguridad  y  custodia  de  las 
mercadurías  que  en  el  dicho  puerto  se  descargan,  por  ser  lugar 
despoblado  y  costa  brava,  se  haga  merced  de  las  penas  de  cámara 
que  cayeren  en  la  Gobernación  por  tiempo  de  diez  años,  para 
acabar  la  dicha  obra";  y  que  para  lo  mismo,  cada  negro  ó  negra 
que  entrare  á  la  Gobernación  pague  un  peso  de  oro^  Que  puedan 
venir  "  doce  mineros  de  los  reinos  de  Castilla,  con  su  casa  y  familia, 
para   el  beneficio   de   las   minas  de   oro  y   plata,   que  aunque  son 


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—    12    — 

muchas  no  se  labran  por  falta  de  quien  las  beneficie '' .  .  Que  se 
haga  una  limosna  de  quinientos  pesos  de  oro  fino  para  concluir  el 
hospital  comenzado  por  el  Gobernador  Osorio,  y  para  dotarlo  de 
dos  campanas,  la  una  de  cuatro  quintales  y  la  otra  de  dos;  y  (primer 
ensayo  de  secularización)  "que  en  este  hospital  no  se  entremeta 
ninguna  justicia  eclesiástica,  en  ser  patrones  ni  so  color  de  otro 
título,  sino  solamente  en  la  visita  del  para  ver  si  se  celebran  los 
santos  sacramentos  con  la  decencia  que  se  debe,  y  que  sean  pa- 
trones del  dicho  hospital  el  Gobernador  que  es  ó  fuere  y  el  cabildo 
y  regimiento  de  esta  ciudad". 

No  logró  Bolívar,  para  las  27  súplicas  de  su  Instrucción,  el 
mismo  resultado  favorable;  pero  empleó  los  dos  años  que  pasó  en 
la  corte  en  abogar  esforzadamente  por  el  progreso  de  la  colonia, 
preparando  así  la  relativa  autonomía  que  se  le  acordó  en  tiempos 
posteriores  1.  Con  la  colaboración  de  Bolívar  pudo  el  Gobernador 
Osorio  poner  algún  orden  en  la  organización  política  y  económica 
de  la  provincia:  repartió  tierras,  señaló  ejidos,  asignó  propios,  dictó 
numerosas  ordenanzas  sobre  la  congregación  de  indios  en  pueblos 
y  partidos,  formó  archivos,  administró  bien  la  renta  pública  y  fundó 
el  puerto  de  la  Guaira. 

Cuanto  al  origen  de  la  propriedad  raíz,  ya  se  vio  que  los 
conquistadores,  adelantados,  gobernadores  y  tenientes  repartían  las 
tierras  cada  vez  que  fundaban  un  pueblo  ó  ciudad.  Sistema  que 
dio  en  seguida  motivo  á  numerosos  pleitos,  é  interminables  porque 
se  decidían  en  última  instancia  en  la  corte.  Sólo  á  mediados  del 
siglo  XVIII  vino  á  adoptarse  un  procedimiento  menos  costoso  y 
más  rápido.  Por  real  cédula  de  1754  se  ordenó  que  la  Audiencia 
conociese  de  los  pleitos  sobre  propiedad  de  tierras,  y  que  para 
reparar  los  abusos  cometidos,  presentasen  todos  los  propietarios  sus 
títulos  de  posesión.  "Si  habían  sido  concedidos  por  los  Goberna- 
dores, quedaban  refrendados  siempre  que  el  poseedor  no  hubiese 
pasado  los  límites  de  la  concesión;   pero  en  el  caso  de  no  presen- 

1.  Este  Bolívar  fué  el  primero  de  la  Emilia  que  se  estableció  en  Caracas. 
Sus  antepasados  figuran  en  la  historia  del  Señorío  de  Viscaya,  lugar  de  Bolibar,  y 
fueron  de  antiguo  señores  de  la  casa  infanfona  de  la  Rehementería,  cerca  de  Bilbao. 
D.  Simón  residió  treinta  afios  en  Santo  Domingo,  con  el  empleo  de  escribano  y 
receptor  de  penas  de  cámara  de  la  Audiencia.  Llegó  á  Caracas  en  1578  como 
escribano  de  residencia  del  Gobernador  Osorio.  A  su  regreso  de  la  corte  fué  regi- 
dor vitalicio  del  Ayuntamiento  caraqueño,  y  ejerció  durante  dieciséis  años  el  empleo 
de  contador  general  de  la  provincia.  Como  juez  de  cuentas  estuvo  en  Margarita  y 
otros  lugares,  "en  que  hizo  muy  señalados  servicios  á  S.  M.  y  en  que  gastó  más 
de  ocho  mil  pesos,  de  que  salió  muy  empeñado,  habiendo  venido  á  notoria  pobreza, 
por  no  habérsele  abonado  estos  gastos*'.  Relación  de  los  méritos  de  la  familia 
Bolívar.  Consejo  de  Indias,  1724.  A.  Rojas,  Orígenes  Venezolanos,  apéndice, 
p.   107  y  siguientes. 


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tar  los  títulos,  quedaba  la  tierra  reunida  á  la  corona,  y  si  había 
exceso  en  los  linderos,  estaba  obligado  el  poseedor  á  comprar  al 
rey  á  un  precio  moderado  lo  que  resultaba  excedido,  ó  á  perderlo 
con  los  frutos  y  mejoras  que  tuviese"^. 

Los  productos  de  la  tierra  estuvieron  pechados  con  impuestos 
considerables:  por  ejemplo  los  quintos  reales,  la  alcabala  y  el  almo- 
jarifazgo. De  los  metales  y  de  las  perlas  que  se  sacaran  de  minas 
ó  rescates  se  cobraba  el  quinto  neto  para  el  rey,  cuando  no  había 
gracias  especiales.  La  alcabala  era  un  derecho  de  dos  por  ciento 
en  dinero  efectivo  sobre  todo  lo  que  se  vendía  y  compraba.  En  la 
provincia  de  Venezuela  se  permitió  por  ley  de  1600  pagar  la  alca- 
bala en  las  mismas  cosas  y  especies;  y  otras  leyes  ordenaron  que 
no  pagasen  alcabalas  los  indios;  ni  las  iglesias,  monasterios,  prela- 
dos y  clérigos  por  las  ventas  y  trueques  de  las  cosas  aplicadas  al 
servicio  religioso;  ni  los  granos  vendidos  en  los  mercados  y  albón- 
digas para  provisión  de  los  pueblos;  ni  los  mantenimientos  vendi- 
dos por  menudo  á  la  gente  pobre  en  los  lugares  y  plazas;  ni  el  pan 
cocido,  caballos  ensillados,  monedas,  libros  ni  aves  de  cetrería;  ni 
los  metales  para  labrar  moneda;  ni  los  bienes  dótales  y  porciones 
hereditarias;  ni  las  armas  ofensivas  y  defensivas;  aunque  sí  sus 
materias  primas.  —  El  cdmojarifazgo  consistía  en  un  impuesto  de 
entrada  y  salida  sobre  las  mercaderías  así  de  España  como  de  las 
IndJis.  Sobre  las  cargazones  para  las  Indias  se  cobraba  en  Sevilla 
dnco  por  ciento,  y  al  llegar  á  su  destino  diez:  sobre  los  vinos, 
diez  por  ciento  en  una  y  otra  parte.  Las  mercaderías  de  Indias 
pagaban  dos  y  medio  por  ciento  de  salida,  si  iban  para  España,  y 
si  para  otra  parte  de  Indias  dos  y  medio  por  ciento  de  salida  y 
cinco  al  llegar.  La  casa  de  Contratación  de  Sevilla,  fundada  por 
los  Reyes  Católicos,  se  ocupaba  en  los  negocios  de  navegación, 
trato  y  comercio  con  las  Indias,  y  en  Cádiz  residía  un  juez  oficial 
que  se  ocupaba  en  el  recibo  y  despacho  de  navios;  pero  no  en 
pleitos,  los  cuales  iban  siempre  á  la  Casa  de  Contratación. 

Diversos  productos,  como  la  sal,  el  azogue,  el  solimán  ó  subli- 
mado corrosivo,  los  naipes,  el  papel  sellado,  y  posteriormente  el 
tabaco,  estaban  estancados. 

A  estos  impuestos  se  agregaban:  el  llamado  "media  anata", 
que  consistía  en  la  mitad  de  la  renta  del  primer  año  de  todos  los 
oficios  y  cargos  no  eclesiásticos ;  el  producto  de  la  venta  de  oficios 
de  alguacil  mayor  en  las  Audiencias  y  en  las  ciudades,  de  escriba- 

1.  Francisco  Javier  Yanes,  Compendio  de  la  Historia  antigua  de  Vene- 
mela,  p.  43  y  Juan  Vicente  González,  Historia  del  Poder  Civil,  en  la  Re- 
vista   Literaria,  1865. 


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nos,  procuradores,  receptores,  alféreces  mayores,  regidores  de  las 
ciudades,  etc.,  y  lo  que  producían  las  gracias  al  sacar  ó  concesiones 
de  calidad  de  hijodalgo  y  títulos  de  nobleza» 

A  pesar  de  los  esfuerzos  de  hombres  como  Briceño,  Pimentel, 
Osorio,  Bolívar,  el  progreso  material  de  la  Gobernación  de  Caracas 
6  Venezuela  siguió  siendo  muy  lento  hasta  ya  entrado  el  siglo  XVIII. 
En  los  quince  años  corridos  de  1706  á  1721,  no  llegó  de  España  ni 
un  solo  barco  mercante  á  la  Guaira,  Puerto  Cabello  y  Maracaibo. 
Era  tal  la  desidia  de  los  peninsulares,  que  los  holandeses  de 
Curazao  y  Bonaire  monopolizaron  el  comercio  con  los  puertos  de 
Tierra  Firme.  Para  remediar  esta  situación  prohibió  Felipe  V  la 
introducción  ea  España  de  los  frutos  trasportados  por  barcos  ex- 
tranjeros (10  de  noviembre  de  1717  y  9  de  junio  de  1718);  rebajó 
el  derecho  de  importación  sobre  el  cacao  á  33  maravedís  la  libra 
en  lugar  de  75  (17  de  diciembre,  1720),  y  libertó  del  derecho  de 
toneladas  á  los  buques  nacionales  que  fuesen  á  Venezuela  por  cacao 
(\^  de  octubre  del  propio  año).  Pero  ninguna  de  estas  medidas 
tuvo  eficacia  alguna. 

Así  iban  las  cosas  cuando  á  25  de  setiembre  de  1728 
celebró  la  corona  un  contrato  con  la  Compañía  Guipuzcoana,  que 
se  formó  bajo  la  invocación  de  San  Ignacio  de  Loyola,  y  cuya 
dirección  general  se  fijó-  en  San  Sebastián  hasta  1751,  año  en  que 
se  trasladó  á  Madrid.  El  primer  artículo  del  contrato  asegura  á  la 
Compañía  el  monopolio  del  comercio  con  la  provincia  de  Caracas, 
y  ^gi'ega  que  se  expedirán  patentes  á  los  capitanes  de  sus  buques 
para  perseguir,  y  si  les  fuere  posible,  suprimir  todo  tráfico  ilícito  en 
las  costas  de  la  provincia^.  Los  navios  de  la  Compañía  cargarán 
mercancías  para  Venezuela  en  los  puertos  de  Guipúzcoa,  sin  pagar 
derechos  de  tonelaje;  pero  deben  satisfacer,  antes  de  partir  á 
América,  el  equivalente  de  los  derechos  de  aduana  de  salida  (5  %) 
y  de  entrada  (2  %)  que  las  mercancías  hubieran  debido  pagar  en 
Cádiz.  Al  regreso,  los  navios  deben  hacer  escala  en  este  puerto, 
y  seguir  luego  á  Guipúzcoa  con  parte  de  su  carga.  El  rey  se  reserva 
la  facultad  de  tomar  en  el  porvenir  las  medidas  que  juzgare  con- 
venientes respecto  del  comercio  y  navegación  de  Caracas.  Las 
mercancías  y  oro  y  plata  que  los  navios  de  la  Compañía  confiscaren 

1.  No  es  exacto  que  se  concediera  carta  de  nobleza,  como  creyó  el 
historiador  Lafuente,  á  los  accionistas  de  la  Compañía;  lo  cual  hubiera  sido  superíluo, 
porque  la  nobleza  era  general  en  Guipúzcoa,  según  su  fuero.  Lo  que  dice  la  real 
cédula  de  1728  es  que  "el  interesarse  directa  ó  indirectamente  en  este  comercio 
no  sirva  á  ninguno  de  desdoro,  sino  de  nuevo  blasón  y  lustre  de  su  nobleza,  empleo 
ó  carácter".  Véase  la  monografía  de  D.  Nicolás  Soraluce  y  Zubizarreta  intitulada 
Historia  de  la  Real  CompaRía  Guipuzcoana  de  Caracas.     Madrid,  1876. 


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—    75    — 

al  comercio  ilícito,  podrán  venderse  en  las  Indias  sin  ningún  derecho 
de  alcabala.  Su  producto  se  repartirá  así:  dos  tercios  para  la 
Compañía  y  armadores,  un  tercio  para  los  oficiales  y  tripulación. 
Un  "juez  conservador"  conocerá  de  las  causas  de  presa,  con 
apelación  al  Consejo  de  Indias.  Los  primeros  viajes  podrán  hacerse 
con  navios  de  construcción  extranjera  (no  por  liberalismo  sino 
porque  tanto  asi  andaba  ya  de  decaída  la  marina  española),  quedando 
exentos  esos  navios  de  los  derechos  de  extranjería.  Puede  también 
Ja  Compañía  proveer  las  provincias  de  Cumaná,  Trinidad  y  Margarita, 
cuando  no  hubiere  en  ellas  buques  de  registro  llegados  de  España^. 

El  15  de  julio  de  1730  salieron  de  Pasajes  los  navios  San 
Ignacio  y  San  Joaquín  y  la  fragata  Guipuzcoana,  y  el  15  de 
octubre  la  pequeña  fragata  Santa  Rosa,  con  una  tripulación  total  de 
700  hombres.  Pero,  á  causa  de  la  hostilidad  que  encontró  la 
Compañía  entre  los  venezolanos,  acostumbrados  como  estaban  al 
comercio  de  contrabando  con  los  holandeses,  el  primer  barco  cargado 
de  cacao  no  pudo  salir  de  la  Guaira  sino  al  cabo  de  dos  años,  y 
de  tres  años  los  demás*  El  cacao  se  vendió  en  España  á  45  pesos 
la  fanega,  en  lugar  de  80  pesos  que  se  pagaban  en  1 728.  La  Com- 
pañía gastó  en  los  dos  primeros  viajes  2,861,430  pesos,  y  vendió 
en  la  Península  80,000  fanegas  de  cacao,  por  3,600,000  pesos,  realizando 
en  consecuencia  un  beneficio  de  738,570  2. 

La  primera  factoría  se  estableció  en  Caracas  en  1730,  y 
sucesivamente  otras  en  la  Guaira,  Puerto  Cabello,  Barquisimeto,  Coro, 
Maracaibo,  etc.  Y  desde  luego,  el  sentido  práctico  de  los  guipuzcoa- 
nos,  sentido  que  no  sobresalía  entonces  en  los  demás  españoles, 
se  reveló  en  la  vigilancia  que  la  Junta  de  San  Sebastian  ejerciera 
sobre  sus  empleados  de  Ultramar.  En  1737  envía  á  Caracas  á  D. 
José  de  Yarza  á  informarse  si  el  factor  principal,  D.  Nicolás  de 
Francia,  había  establecido  exactamente  las  cuentas  generales  de  las 
factorías;  el  estado  de  éstas  y  la  calidad  de  las  mercancías 
existentes;  las  necesidades  de  los  naturales  en  cuanto  á  provisiones 
y  vestidos,  á  fin  de  que  las  remediasen  los  navios  de  la  Compañía; 
y  á  averiguar  sobre  todo,  consultándose  con  el  Gobernador  D.  Martín 
de  Lardizával,  y  con  su  sucesor  designado  D.  Gabriel  de  Zuloaga, 
"el  proceder  de  cada  uno  de  los  factores,  sus  dependientes  y  demás 
empleados,  y  si  viven  (sic)  cristianamente"*. 

1.  Muchos  datos  sobre  la  Compafifa  se  toman  de  Julio  Humbert,  Les 
Origines  Venezueliennes,  p.  86  y  siguientes.  Burdeos  y  París,  1905.  Este 
sutor  ha  consultado  los  archivos  de  San  Sebastián,  Madrid,  Sevilla,  Cádiz;  y  trae, 
por  consiguiente,  más  abundantes  pormenores  que  ningún  otro. 

2.  Archivos  de  San  Sebastián. 

3.  Archivo  general  de  Guipúzcoa,  existente  en  Tolosa. 


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—    16    — 

Por  otra  parte,  durante  la  guerra  entre  España  é  Inglaterra 
(1 739 — 1 748)  los  navios  guipuzcoanos  prestan-considerables  servicios 
á  la  monarquía,  alguno  notable  en  Venezuela.  En  1740  trasportan 
á  la  Guaira  300  soldados,  municiones  de  guerra  y  armamento;  con 
lo  que  se  reforzó  la  guarnición,  y  pudo  el  Gobernador  Zuloaga 
rechazar,  en  marzo,  abril  y  mayo  de  1743,  los  repetidos  ataques  de 
la  escuadra  inglesa  contra  la  Guaira  y  Puerto  Cabello^. 

Que  la  Compañía  fué  beneficiosa  para  el  comercio  de  España 
y  para  el  de  Venezuela,  bastarían  á  probarlo  las  siguientes  cifras. 
En  los  primeros  treinta  años  del  siglo  XVIII  se  importaron  á  la 
Península  643,215  fanegas  de  cacao  venezolano;  en  los  dieciséis 
años  siguientes  la  importación  fué  de  869,247  fanegas,  y  el  precio 
de  la  fanega,  que  era  de  80  pesos  en  1 728,  bajó  en  1 749  á  30  pesos 
en  San  Sebastián  y  Cádiz.  ¿Fué  esta  baja  de  precios  desfavorable 
á  la  colonia?  No.  Para  los  productores  era  lo  mismo  venderles  á 
los  factores  guipuzcoanos  que  á  los  contrabandistas  holandeses,  y 
por  otra  parte  los  productores  venezolanos  se  beneficiaron  adquiriendo 
un  mercado  más  seguro  y  recibiendo  directamente  de  España  mayor 
porción  de  mercancías.  Además  recibieron  mayor  número  de  brazos 
para  sus  plantaciones,  —  brazos  libres  y  brazos  de  esclavos  africanos, 
de  los  que  llevó  la  Compañía  hasta  2000. 

Otros  cultivos  prosperaron  también,  gracias  á  su  influencia 
directa  ó  indirecta.  Por  los  años  de  1740  las  plantaciones  de  café 
eran  insignificantes.  Con  la  facilidad  para  exportar  aumentó  el 
cultivo;  y  los  tímidos  ensayos  de  D.  José  Antonio  Mohedano,  cura 
de  Chacao,  de  D.  Bartolomé  Blandaín  y  d^l  Padre  D.  Pedro  Sojo, 
se  convirtieron  en  grandes  cultivos,  hasta  dar  en  1808  cien  mil 
quintales  2. 

Cosa  análoga  sucedió  con  el  cultivo  y  venta  del  tabaco,  cuya 
plantación  empezó  durante  el  siglo  XVI  en  Cumaná,  Guayana  y 
Harinas,  y  no  aumentó  considerablemente  en  los  valles  de  Aragua 
hasta  mediado  el  XVIII.  La  industria  tabacalera  fué  libre  hasta 
1777.  En  este  año  se  estancó  la  venta,  y  en  el  de  1779  se  desig- 
naron los  lugares  en  que  debía  sembrarse  y  elaborarse  por  cuenta 
del  rey. 


1 .  Elsto  le  valió  á  Zuloaga  los  títulos  de  teniente  general  y  conde  de  Torre 
Alta,  y  á  D.  José  Iturriaga,    director  de  la  Compañía,    el  titulo  de  jefe  de  escuadra. 

2.  Dato  de  Francisco  Javier  Yanes,  Compendio  de  la  Historia  de  Vene- 
zuela desde  su  descubrimiento  y  conquista  hasta  que  se  declaró  Estado 
independiente,  p.  54,  nota.  Caracas,  1840.  —  Esta  obra  se  publicó  sin  nombre 
de  autor,  pero  no  hay  duda  que  la  escribió  el  Dr.  Yanes.  Hemos  visto  en  un  viejo 
ejemplar  de  la  Historia  de  Oviedo  y  Baflos  notas  marginales  que  de  su  letra  le 
puso  Yanes  y  que  aparecen  después  en  su  Compendio. 


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Las  primeras  plantaciones  de  algodón,  1767,  se  debieron  tam- 
bién á  la  Compañía,  que  trajo  de  Martinica  á  un  francés  experto 
en  su  siembra  y  cultivo.  Al  año  siguiente,  los  vascongados  D.  Pablo 
Orrendaín  y  D.  Antonio  Arvide  empezaron  á  cultivar  añil  en  los 
valles  de  Aragua.  A  Arvide  lo  hizo  venir  la  Compañía  á  su  costa 
desde  Veracruz,  y  él  envió  un  hermano  suyo  á  Guatemala  para 
traer  semilla,  con  la  cual  y  250  pesos  que  le  suplió  la  Compañía, 
se  plantaron  las  primeras  haciendas  i.  De  Aragua  se  estendió  á 
otras  regiones  el  cultivo  de  añil,  cuya  exportación  llegaba  á  fines 
del  siglo  XVIII  á  un  millón  de  libras  por  año^.  Aumentó  igualmente 
la  explotación  de  dividive  y  la  producción  de  ganado.  En  las  pos- 
trimerías del  régimen  colonial,  el  valor  total  de  los  productos  vene- 
zolanos exportados  por  año,  alcanzó  á  ocho  millones  de  pesos 
fuertes  ^ 

El  progreso  general  promovido  por  la  Compañía  hirió,  sin 
embargo,  los  intereses,  ó  más  que  los  intereses,  las  prerrogativas 
de  la  clase  oligárquica  constituida  por  los  grandes  propietarios  de 
tierras,  descendientes  de  los  conquistadores  y  encomenderos.  Acos- 
tumbrados á  rutineros  sistemas  de  cultivo  y  comercio,  pensaron  que 
el  monopolio  de  la  Compañía  amenazaba  el  monopolio  que  ellos 
venían  gozando  por  siglos;  y  tal  ojeriza  mostraron  contra  los  fac- 
tores guipuzcoanos,  que  aprovecharon  la  primera  coyuntura  para 
envolver  á  la  Compañía  en  una  guerra  civil. 

En  abril  de  1749,  el  Gobernador  y  Capitán  General  D.  Luis 
de  Castellanos  manda  á  D.  Martín  de  Echeverría,  vizcaíno,  á  reem- 
plazar á.  D.  Juan  Francisco  de  León,  canario,  poblador  de  la  villa 
de  Panaquire,  en  el  cargo  que  allí  ejercía  de  teniente  de  justicia. 
Escribe  León  al  Gobernador,  que  siendo  Echeverría  empleado  ó 
agente  de  la  Compañía  Guipuzcoana,  era  preferible  nombrar  á  otro ; 
y  como  no  obtuviese  respuesta,  niégase  á  posesionarlo,  y  marcha 
en  seguida  camino  de  Caracas  acompañado  de  hasta  800  vecinos 
de  Cancagua,  Guariré,  Guarenas,  Panaquire  y  otros  lugares.  Desde 
Chacao  representa  al  Gobernador,  que  el  intento  directo  de  la  gente 
que  le  sigue  es  la  "destrucción  total"  de  la  Compañía,  la  prohibi- 
ción para  sus  agentes  de  servir  empleos  de  tenientes  ó  ministros 
de  jusricia,  y  la  expulsión  inmediata  de  todos  los  vizcaínos.  Reunido 
el  Ayuntamiento  el  19  de  abril  delibera:  que  los  miembros  presentes 

1.  Papeles  varios  de  Indias,  en  el  Brítish  Museum^  Londres. 

2.  Yanes,  op.  cit.,  p«  47,  nota. 

3.  Urqoinaona,  Relación  documentada  de  la  Revolución  de  Vene- 
zuela, p.  31.  —  La  estadística  colonial  está  aún  por  hacer:  las  cifras  que  se  citan, 
tomadas  de  aquí  y  de  aUi,  son  simples  aproximaciones  más  ó  menos  fidedignas. 


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—    78    — 

(D.  Juan  Nicolás  de  Ponte  y  Solórzano,  alcalde  ordinario,  D.  José 
Felipe  de  Arteaga,  D.  José  Miguel  Jedler,  D.  Juan  Tomás  Ibarra, 
regidores,  y  D.  Francisco  de  Tovar  y  Blanco,  procurador  general), 
acompañados  de  los  principales  vecinos,  del  teniente  general  D.  Lo- 
renzo Ponte  y  Villegas  y  del  marqués  de  Mijares,  salgan  á  encon- 
trar á  León  y  su  gente;  les  pregunten  la  causa  de  su  presencia,  y 
según  lo  que  contesten,  tomen  las  medidas  necesarias  para  hacer 
fracasar  semejante  "sedición". 

León  y  los  suyos  contestan,  que  no  admiten  componendas  y 
que  al  dia  siguiente  entrarán  á  la  capital.  Asustado  el  Gobernador 
manda  otra  comisión  compuesta  de  un  canónigo  de  la  catedral 
y  dos  capuchinos;  los  cuales  no  obtienen  de  León  sino  la  promesa 
de  situarse  en  la  plaza  y  barrio  de  Candelaria  á  esperar  el  resul- 
tado de  sus  representaciones.  Cosa  que  no  cumplió,  pues  el  20, 
"  á  son  de  cajas  y  banderas  desplegadas"  se  adelanta  hasta  la  Plaza 
Mayor.  Entra  luego  en  negociación  con  el  Gobernador,  y  concluye 
entregándole  otra  representación,  escrita  por  el  abogado  que  le 
nombraron  de  oficio,  D.  José  Arenas,  en  la  cual  solicita:  que  se 
convoque  el  Cabildo,  Justicia  y  Regimiento  para  que  certifique  si 
el  comercio  y  residencia  de  la  Compañía  ha  sido  conveniente  y 
útil,  ó  perjudicial  y  gravoso,  al  aumento  del  real  patrimonio:  que 
se  convoque  también  á  las  personas  "nobles  y  ancianas"  para  que 
digan  si  la  Compañía  ha  sido  de  "notable  perjuicio  al  bien  público 
y  común  de  la  provincia,  sus  vecinos  y  moradores";  y  que,  en  la 
afirmativa,  se  mande  salir  de  la  provincia  al  factor  principal  y  demás 
empleados,  permitiéndoles  sólo  dejen  procuradores  para  concluir 
los  negocios  pendientes. 

Reunida  la  asamblea  el  22  de  abril,  bajo  la  presidencia  de  los 
alcaldes  D.  Miguel  Blanco  Uribe  y  D.  Nicolás  de  Ponte,  y  con  asis- 
tencia de  los  más  ricos  propietarios,  —  marqueses  de  Mijares,  del 
Toro,  de  Torresaca,  *del  Valle  de  Santiago,  é  individuos  de  las 
familias  Bolívar,  Tovar,  Galindo,  Solórzano,  Blanco,  de  Villegas, 
Ibarra,  Ponte,  Ascanio,  Jedler,  de  la  Madriz,  etc.,  —  acuerda  por 
unanimidad  que  la  Compañía  es  perjudicial  á  la  provincia  y  al 
tesoro  real;  entre  otras  cosas,  porque  no  trae  suficientes  productos 
de  España,  ni  compra  en  cantidad  suficiente  productos  venezolanos, 
y  porque  al  propio  tiempo  que  ha  subido  el  precio  de  las  mer- 
cancías españolas,  ha  bajado  el  de  los  frutos  venezolanos.  Así 
apoyado,  León  se  dirige  al  Gobernador  solicitando  que  "requiera 
por  voz  de  pregonero  (á  los  vecinos  de  Caracas)  digan  quién  y  en 
nombre  de  quién  se  ha  pedido  en  esta  causa,  y  habiendo  precedido 
esta  diligencia  por  tres  veces  repetidas,    certifique   lo  que  oyere  se 


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—    79    — 

responde,  y  á  ello  me  dé  testímonio  ó  testimonios  que  pidiere". 
£1  23  de  abril,  efectuada  el  pregón  en  la  Plaza  Mayor,  la  muche- 
dumbre contesta  que  León  pide  "en  nombre  de  todos  los  de  la 
provincia".  El  mismo  dia  conviene  el  Gobernador  en  que  pase  á 
España  D.  Juan  Alvarez  de  Avila,  yerno  de  León,  á  suplicar  al  rey 
la  ratificación  de  las  medidas  propuestas  contra  la  Compañía.  León 
regresa  á  Panaquire  y  disuelve  su  gente. 

El  Gobernador  Castellanos,  temeroso  de  que  León  y  sus  ins- 
piradores no  aguarden  la  resolución  del  rey  y  le  obliguen  entre 
tanto  á  expulsar  violentamente  á  los  factores  de  la  Compañía,  — 
medida  que  hubiera  extralimitado  sus  atribuciones,  no  obstante  el 
acuerdo  del  Ayuntamiento,  acuerdo  que  era  por  otra  parte  ilegal 
tratándose  de  una  concesión  de  la  corona  — ,  se  traslada  á  la 
Guaira  en  mayo,  y  escribe  á  España  dando  cuenta  de  los  recientes 
sucesos  que  habían  puesto  y  ponían  en  peligro  su  autoridad  y  la 
paz  de  la  provincia.  En  lo  que  no  anduvo  errado;  pues  viendo 
León  que  nada  positivo  resultaba  de  sus  representaciones,  vuelve  á 
Caracas  con  más  gente  que  la  otra  vez,  y  escribe  al  Gobernador» 
que  se  hallaba  aún  en  la  Guaira,  intimándole  la  expulsión  inmediata 
de  los  factores  guipuzcoanos.  Finge  ceder  el  astuto  Castellanos; 
despacha  á  Macuto  á  los  empleados  de  la  Compañía  residentes  en  la 
Guaira,  y  ofrece  que  los  hará  embarcarse  muy  pronto.  No  insiste 
León  y  dispersa  su  gente  el  7  de  agosto. 

Así  las  cosas,  preséntase  en  Caracas  á  principios  de  setiembre 
el  oidor  de  la  Audiencia  de  Santo  Domingo  D.  Francisco  Galindo 
Quiñones,  con  el  encargo  de  hacer  una  averiguación.  Pide  entonces 
León  que  se  le  oiga  en  juicio;  mas  no  bien  empezara  éste,  llegó 
á  últimos  de  noviembre  el  nuevo  Gobernador  D.  Julián  de  Arriaga 
y  Rivero,  quien  publicó  un  indulto  general  para  los  autores  de  los 
pasados  sucesos. 

Con  todo,  no  desistían  de  su  propósito  los  adversarios  de  la 
Compañía.  Para  volver  á  las  andadas  alegaron  que  el  sucesor  de 
Arriaga  en  1751,  D.  Felipe  Ricardos,  protegía  públicamente  á  los 
guipuzcoanos  y  vejaba  á  los  criollos.  León  se  subleva  de  nuevo 
en  Panaquire  y  en  seguida  lo  imitan  vecinos  notables  de  Barlovento 
y  Aragua.  Persigúelos  activamente  Ricardos  y  llena  de  sospechosos 
las  cárceles,  hasta  que  abandonado  León  de  todos  sus  secuaces 
huye  á  esconderse  en  los  montes.  Seguido  el  proceso  de  rebelión, 
se  publica  un  bando  en  Caracas,  el  5  de  febrero  de  1752,  mandando 
que  inmediatamente  sea  demolida  la  casa  que  poseía  León  en  la 
plaza  de  Candelaria,  "y  que  todo  el  suelo  de  ella  sea  regado  y 
sembrado  de  sal,  poniéndose   en  el  territorio  que    correspondiere  á 


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—  so- 
la pared  que  cae  á  dicha  plaza,  de  modo  que  pueda  de  todos  ser 
vista,  una  columna  de  piedra  ó  de  ladrillo  de  altura  regular,  y  en 
ella  una  tarjeta  de  metal  con  inscripción  en  que  se  diga  ser  aquella 
justicia  mandada  hacer  por  S.  K  en  nombre  del  Rey  Nuestro 
Señor  .  .  •"  Se  puso  en  efecto  la  tarjeta  con  esta  inscripción:  "Esta 
es  la  justicia  del  Rey  Nuesto  Señor  mandada  hacer  por  el  Excmo. 
Señor  Don  Felipe  Ricardos,  Teniente  General  de  los  Ejércitos  de 
Su  Majestad,  su  Gobernador  y  Capitán  General  desta  Provincia  de 
Caracas,  con  Francisco  León,  amo  desta  casa,  por  pertinaz,  rebelde 
y  traidor  á  la  Real  Corona  y  por  ello  reo.  Que  se  derribe  y 
siembre  de  sal  para  perpetua  memoria  de  su  infamia.^^ 

A  tiempo  que  esto  sucedía  en  Caracas,  León  y  su  hijo  Nicolás 
se  presentaban  á  sus  perseguidores  en  el  pueblo  del  Guapo.  Llevados 
á  la  capital,  se  concluyó  el  proceso  y  en  un  barco  de  la  Compañía 
se  les  remitió  á  España.  Pero  fué  el  rey  más  compasivo  que 
Ricardos:  les  permitió  á  luego  alistarse  en  una  expedición  que  iba 
á  África,  donde  con  otras  empresas  hicieron  olvidar  y  perdonar  la 
de  Panaquire.  Murió  el  padre  al  volver  á  España:  el  hijo  regresó 
á  Venezuela  á  tomar  posesión  de  su  hacienda. 

Los  historiadores  venezolanos,  fijándose  en  puras  exterioridades, 
han  juzgado  estos  sucesos  con  un  criterio  que  nos  parece  erróneo.^ 
Rojas,  no  obstante  haber  sido  el  primero  en  conocer  y  extractar 
todo  el  expediente,  del  que  existen  copias  en  Caracas  y  en  Sevilla, 
se  deja  fascinar  por  la  coincidencia  de  que  León  iniciara  su  cam- 
paña un  19  de  abril  y  de  que  en  igual  dia  de  1810  estallara  la 
revolución  iniciativa  de  la  Independencia;  lo  que  le  basta  para  ver 
en  aquélla  "la  cuna  de  nuestra  emancipación  política."  Y  otro 
historiador  más  reciente  asevera,  que  "la  Compañía  fué  de  conse- 
cuencias desastrosas  para  la  producción  del  país  y  provocó  al  fin 
con  sus  excesos  una  revolución  popular  "2.  Ambas  afirmaciones  son 
contradictorias  con  la  realidad  de  los  hechos.  Las  turbulencias  de 
1749  á  1752  nacieron  y  se  alimentaron  de  una  pretensión  egoísta 
y  nada  patriótica  de  la  oligarquía  territorial;  porque  los  grandes 
propietarios  de  la  Colonia,  que  lanzaron  á  León  en  su  aventura, 
y  lo  abandonaron  luego  cobardemente  en  la  desgracia,  no  se 
proponían  ningún  fin  de  progreso  político,  antes  sólo  conservar 
intactos,    con  la  expulsión  de  los  guipuzcoanos,   los  privilegios  que 

1.  Sobre  todo  Arístides  Rojas,  Orígenes  Venezolanos,  vol.  1,  p.  241 — 42. 
Caracas,  1 891 .  —  Montenegro,  Yanes,  Baralt,  Larrazábal,  no  mencionan  la  parte  fínal 
del  proceso  y  estampan  fantasías,  especialmente  el  último,  sobre  la  muerte  de  León. 

2.  José  Ladislao  Andará,  Evolución  social  y  política  de  Venzuela, 
t.  1,  p.  100.  Cuñizao,  1904.  —  Esta,  obra,  de  la  que  no  se  ha  publicado  más  que 
un  volumen,  promete  ser  en  general  muy  notable. 


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—    81     — 

como  señores  de  la  tierra  y  amos  de  esclavos  tenían  desde  los 
tiempos  de  la  conquista;  privilegios  que  rara  vez  usaron  en  fomentar 
la  agricultura  ni  el  comercio,  ni  en  mejorar  la  triste  condición  de 
la  clase  menesterosa.  En  cambio  sus  descendientes,  los  hombres 
de  1810  y  1811,  empezaron  á  despojarse  —  siquiera  en  apariencia 
6  en  la  ley  —  de  sus  privilegios  de  casta,  y  realmente  abrieron 
las  puertas  de  la  patria  á  las  ideas  y  á  la  gente  del  mundo  civilizado, 
promoviendo  así  la  primera  revolución  social  y  política.  La  Com- 
pañía Guipuzcoana  trajo  á  la  provincia  de  Caracas  el  impulso 
iniciativo  de  la  actividad  económica,  —  en  forma  de  monopolio, 
es  verdad,  porque  no  podía  esperarse  más  de  la  España  de  entonces, 
—  pero  impulso,  en  todo  caso,  infinitamente  más  civilizador  que  la 
enervadora  rutina  en  que  todavía  vegetaban  estas  regiones  dos 
siglos  después  de  la  llegada  de  los  conquistadores.  Cuándo  la 
Compañía  perdió  su  monopolio  mercantil,  quedó  siquiera  el  espíritu 
progresista  que  ella  introdujo  cojí  sus  factores,  empleados  y  obreros, 
pertenecientes  todos  á  la  parte  más  enérgica  y  emprendedora  de 
la  población  peninsular.  Fuerza  es  pues  repetir  que  á  ella  se  le 
debió  principalmente  la  relativa  prosperidad  en  que  se  hallaba  la 
Colonia  al  proclamar  su  independencia. 

Los  excesos  que  cometiera  se  corrigieron  en  gran  parte  por 
la  vigilancia,  desde  1751,  del  Ministro  de  Marina  y  de  Indias,  D, 
Julián  de  Arriaga,  ex-Gobemador  de  Venezuela.  En  1 759  ya  la 
corona  había  empezado  á  cercenar  el  monopolio  de  los  guipuzcoanos. 
En  este  año  se  decreta  que  la  sesta  parte  de  la  capacidad  de  cada 
navio  de  registro  se  deje  á  disposición  de  los  productores  y  comer^ 
ciantes  de  Venezuela,  para  que  puedan  cargarla  de  cacao  libremente, 
sin  intervención  de  la  Compañía;  y  al  mismo  tiempo  queda  ésta 
obligada  á  pagar  el  cacao,  en  las  plantaciones,  á  razón  de  16  pesos 
la  fanega,  en  vez  de  10  como  lo  hacía  antes,  y  el  añil  á  13  reales 
la  libra  en  lugar  de  10.  Se  decidió  por  los  mismos  años,  que  en 
la  nueva  emisión  de  acciones  se  diera  parte  á  los  habitantes  de  la 
provincia  de  Caracas,  ...  y  dicho  está  que  á  más  de  uno  de  los 
que  protestaran  en  tiempo  de  León  les  pareció  excelente  el  dividendo 
de  10  %  que  le.s  distribuía  la  odiosa  Compañía. 

El  reinado  de  Carlos  III  fué  más  propicio  para  el  comercio 
libre  que  el  de  ningún  otro  monarca.  En  1764  se  dispone  que 
salgan  de  la  Coruña,  á  principios  de  cada  mes,  buques  postales 
para  la  Habana  y  Puerto  Rico,  de  donde  seguirían  barcos  más 
lijeros  con  la  correspondencia  destinada  al  Continente;  y  luego 
comienzan  las  medidas  que  prepararon  la  célebre  cédula  de  1776, 
en  virtud  de  la  cual  quedó  autorizada  la  creación  de  compañías  de 

FortoQ.1,  Historia  Constitacional.  ^ 


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—    82    — 

comercio  particulares,  españolas  ó  extranjeras,  sin  más  condición 
que  la  de  presentar  al  consulado  dé  Cádiz  "copia  testimoniada  de 
las  escrituras  públicas  de  su  establecimiento".  Con  esto  cesaba  de 
hecho  el  monopolio  de  la  Compañía  Guipuzcoana:  en  1781  quedó 
equiparada  á  las  compañías  particulares,  y  en  1785  fué  refundida  en 
la  Compañía  Real  de  Filipinas  .... 

En  las  provincias  de  Oriente  la  evolución  económica  fué  más 
lenta  que  en  la  de  Caracas.  Margarita,  con  su  escasa  población, 
siguió  viviendo  pobremente  de  sus  mal  organizadas  pesquerías.  Cu- 
maná  era  más  rica,  primero  por  la  explotación  de  sus  salinas,  y 
después  por  su  cultivo  de  tabaco  y  por  la  cria  de  ganado  en  los 
llanos  de  Barcelona.  Guayana  tuvo  en  el  último  tercio  del 
siglo  XVIII  los  más  notables  Gobernadores  de  todo  el  territorio, 
notables  por  sus  proyectos  de  progreso  material;  pero  no  encon- 
traron sostén  ni  ayuda  en  el  poder  central. 

El  Gobernador  de  Guayana,  D.Manuel  Centurión  (1766 — 1776), 
intenta  reemplazar  el  exclusivo  sistema  de  misiones  con  la  coloni- 
zación civil,  único  medio  de  multiplicar  la  producción  de  ganado, 
carne  salada,  pieles,  tabaco  en  rama,  que  componía  entonces  lo 
principal  del  comercio  guayanés  con  Nueva  Granada,  colonias  de 
Esequibo  y  Demerara  é  isla  de  Martinica.  En  1773  la  población  de 
la  provincia,  sin  contar  las  misiones,  era  sólo  de  4396  almas,  con 
477  casas,  633  establecimientos  de  cria  y  agricultura  y  14,781  ca- 
bezas de  ganado.  D.  Felipe  de  Inciarte,  que  sucede  á  Centurión» 
recomienda  sin  resultado  á  la  corona  otro  proyecto  de  colonización 
formulado  por  el  intendente  caraqueño  D.  José  Abalos;  proyecto 
que  consistía  en  aceptar  12,000  reses  ofrecidas  por  los  capuchinos 
catalanes  para  fundar  nuevos  hatos;  solicitar  indios  de  las  misiones 
para  agruparlos  en  aldeas  bajo  la  jurisdicción  de  algimos  blancos; 
atraerse  á  los  fugitivos  de  las  Guayanas  holandesa  y  francesa,  y 
acordar  completa  excención  de  impuestos  y  contribuciones  durante 
diez  años  á  los  blancos  é  indios  puros  que  en  los  seis  primeros 
viniesen  á  establecerse  en  la  región  del  Orinoco.  Y  el  Gobernador 
D.  Miguel  Marmión  (1783—1791)  trasmite  al  rey  en  1788  un  luminoso 
informe  que  parece  escrito  de  hoy.  Propone  aumentar  el  cultivo 
de  arroz  á  orillas  del  Orinoco,  y  el  de  tabaco,  que  daba  en  los  con- 
tomos de  Angostura  y  Upata  unas  600  cargas  anuales.  Recomienda 
plantar  cacao  en  el  Caura  y  faldas  de  la  Sierra  Imataca,  y  algodón, 
que  no  existe  sino  en  pequeñas  haciendas,  y  añil,  de  que  se  han 
sembrado  algimas  semillas.  Apunta  que  sería  fácil  explotar  los 
bosques  y  trasportar  madera  en  lanchas  á  Angostura.  Dice  que  la 
cria  de  ganado  vacuno  prospera,  como  que  hay  en  los  hatos  de  las 


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—    83    — 

misiones  180,000  cabezas  y  cosa  de  40,000  en  los  hatos  particulares; 
pero  observa  que  la  cria  de  muías  y  caballos  es  aún  muy  pobre,  y 
es  preciso  desarrollarla  trayendo  sementales  de  las  provincias  ve- 
cinas. Insista  (como  insistimos  hoy)  en  la  necesidad  de  traer  co* 
lonos,  acordarles  tierras,  eximirlos  de  impuestos  durante  diez  años, 
y  darles  en  los  primeros  seis  meses  materiales  para  construir  sus 
casas,  semillas  para  sus  plantaciones,  instrumentos  de  agricultura, 
caza  y  pesca.  Con  lo  que  no  tardarán,  agrega,  en  duplicarse  las 
rentas,  calculadas  todavía  en  no  más  de  14,000  pesos  anuales.  Aconseja 
también  fomentar  eficazmente  el  comercio  con  Nueva  Granada,  de 
donde  bajaban  por  el  Meta  cargamentos  de  harina,  azúcar  y  telas 
de  algodón;  promover  un  tráfico  más  activo  entre  las  hoyas  de 
Orinoco,  Meta,  Caroní,  Caura,  y  expedir  todos  los  productos  de  la 
región  directa  y  frecuentemente  á  España . . . 

Eran  otras  y  muy  diferentes  las  ideas  de  la  monarquía  es- 
pañola. Las  sugestiones  de  Marmión  se  quedaron  en  el  papel  • .  • 
y  en  el  papel  están  todavía,  para  su  heredera  la  República  de  Vene- 
zuela, después  de  trascurrido  más  de  un  siglo.  ^ 


6* 


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Capítulo  VI. 

Evolución  intelectual. 

Sumario.  La  antigua  Caracas  —  Descripción  de  Oviedo  y  Baños  — 
Escudo  de  armas  de  la  ciudad  —  Instrucción  elemental  —  La  pri- 
mera escuela  —  El  Seminario  —  La  Universidad  —  Su  tendencia 
conservadora  y  reaccionaria  —  Primeros  ensayos  literarios  —  La 
música  —  Dibujo  Ty  pintura  —  La  poesía  —  El  primer  periódico  — 
Evolución  interna  —  Imitación  de  las  ideas  extranjeras. 

Por  los  años  de  1580  tenia  la  ciudad  de  Caracas  unos  dos  mil 
habitantes,  y  en  1696  no  contaba  más  de  seis  mil,  entre  españoles, 
indios,  negros  y  mestizos^.  De  ella  escribe  el  historiador  Oviedo 
y  Baños  á  principios  del  siglo  XVIII:  ^^Sus  calles  son  anchas,  largas 
y  derechas,  con  salida  y  correspondencia  en  igual  proporción  á 
todas  partes,  y  como  están  pendientes  y  empedradas,  ni  mantienen 
polvo  ni  consienten  lodos;  sus  edificios  los  más  son  bajos,  por 
recelo  de  los  temblores,  algunos  de  ladrillo  y  lo  común  de  tapias, 
pero  bien  dispuestos  y  repartidos  en  su  fábrica;  las  casas  son  tan 
dilatadas  en  los  sitios,  que  casi  todas  tienen  espaciosos  patios, 
jardines  y  huertas,  que  regadas  con  diferentes  acequias  que  cruzan 
la  ciudad,  saliendo  encañadas  del  rio  Catuche,  producen  tanta  varie- 
dad de  flores,  que  admira  su  abundancia  todo  el  año;  hermoséanla 
cuatro  plazas,  las  tres  medianas,  y  la  principal  bien  grande  y  en 
proporción  cuadrada.  Fuera  de  la  innumerable  multitud  de  negros 
y  mulatos  que  la  asisten,  la  habitan  mil  vecinos  españoles,  y  entre 
ellos  dos  títulos  de  Castilla  que  la  ilustran,  y  otros  muchos  caba- 
lleros de  conocidas  prosapias,  que  la  ennoblecen;  sus  criollos  son 
de  agudos  y  prontos  ingenios,  corteses,  afables  y  políticos;  hablan 
la  lengua  castellana  con  perfección,  sin  aquellos  resabios  con  que 
la  vician  en  los  más   puertos  de  las  Indias,   y  por  lo   benévolo  del 

1 .  Caracas  fué  saqueada  en  1 595  (29  de  mayo  á  3  de  junio),  por  el  corsario 
inglés  Amyas  Preston.     Carlos  Kingsley,  Westward  Ho!,  cap.  XDC. 


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clima  son  de  airosos  cuerpos  y  gallardas  disposiciones,  sin  que  se 
halle  alguno  contrahecho  ni  con  fealdad  disforme,  siendo  en  general 
de  espíritus  bizarros  y  corazones  briosos,  y  tan  inclinados  á  todo 
lo  que  es  política,  que  hasta  los  negros  (siendo  criollos)  se  des- 
deñan de  no  saber  leer  y  escribir;  y  en  lo  que  más  se  extreman 
es  en  el  agasajo  con  que  tratan  á  la  gente  forastera,  siendo  el 
agrado  con  que  la  reciben  atractivo  con  que  la  detienen,  pues  el 
que  llegó  á  estar  dos  meses  en  Caracas  no  acierta  después  á  salir 
de  ella;  las  mujeres  son  hermosas  con  recato  y  afables  con  señorío, 
tratándose  con  tal  honestidad  y  tan  gran  recogimiento,  que  dé  mi- 
lagro, entre  la  gente  ordinaria,  se  ve  alguna  de  cara  blanca  de  vivir 
escandaloso,  y  esa  suele  ser  venida  de  otras  partes,  recibiendo  por 
castigo  de  su  defecto  el  ultraje  y  desprecio  con  que  la  tratan  las 
otras ....  Pero  la  joya  más  preciosa  que  adorna  esta  ciudad  y  de 
que  puede  vanagloriarse  con  razón  teniéndola  por  prenda  de  su 
mayor  felicidad,  es  el  convento  de  monjas  de  la  Concepción,  verjel 
de  perfecciones  y  cigarral  de  virtudes:  no  hay  cosa  en  él  que  no 
sea  santidad,  y  todo  exhala  fragancia  de  cielo"  ^. 

El  viejo  historiador  revela  en  este  arranque  lírico  su  doble 
calidad  de  altisonante  español  y  católico  sobrino  del  obispo  D.  Diego 
de  Baños.  Vanagloriábanse  también  los  caraqueños  del  escudo  de 
armas  que,  merced  á  las  gestiones  de  D.  Simón  de  Bolívar,  les 
acordó  Felipe  II  en  4  de  setiembre  de  1591:  —  "por  armas  en 
campo  de  plata  un  león  de  color  pardo,  puesto  en  pie,  teniendo 
entre  los  brazos  ima  venera  de  oro  con  la  cruz  roja  de  Santiago, 
y  por  timbre  un  coronel  de  cinco  pimtas  de  oro".  Con  el  recuerdo 
de  las  acciones  heroicas  y  bárbaras  de  sus  antepasados  los  con- 
quistadores; gozando  de  la  explotación  de  negaos,  indios  y  mestizos; 
aislados  del  mundo;  indolentes  é  ignorantes,  vivieron  siglo  y  medio 
los  habitantes  de  Caracas,  hasta  que  los  despertó  la  Compañía 
Guipuzcoana. 

Era  escasa  y  elemental  la  instrucción  que  recibían.  En  1591 
sólo  existía  una  escuela  primaria,  servida  por  Luis  Cárdenas  Saa- 
vedra,  para  quien  el  Ayuntamiento  mandó  recoger  entre  los  vecinos 
una  contribución  anual  de  cincuenta  pesos.  Al  año  siguiente  obtiene 
Bolívar  en  la  corte  la  creación  de  im  preceptorado  de  gramática 
castellana,  y  se  elige  para  dar  la  clase  á  Juan  de  Arteaga,  asignán- 
dole los  cincuenta  pesos  de  Saavedra  con  treinta  más.  En  el  propio 
año  obtiene  también  Bolívar  el  real  permiso  para   fundar  un  Semi- 


1.  Historia  de  la  conquista  y  población  de  la  provincia  de  Vene- 
zuela, t  U,  p.  36  á  42.     Edición  de  1885. 


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nano;  mas  no  quedó  concluido  el  edificio  hasta  1664,  según  Oviedo 
y  Baños.  La  cédula  de  creación  disponía  que  el  obispo  de  Caracas 
tuviese  el  gobierno  del  Seminario  y  prefiriese  en  la  elección  de  los 
educandos  á  los  descendientes  de  los  primeros  pobladores  y  de 
personas  que  hubiesen  servido  al  rey.  Tuvo  el  Seminario  cinco 
cátedras:  dos  de  teología,  una  de  filosofía  y  dos  de  gramática.  La 
licencia  de  establecer  una  Universidad  en  la  capital,  solicitada  en 
1697  y  negada  por  despachos  de  30  de  diciembre  de  este  año  y  14 
de  enero  de  1700,  no  la  acordó  el  rey  sino  en  22  de  diciembre  de 
1721,  Instalóse  el  12  de  agosto  de  1725,  permaneciendo  su  recto- 
rado unido  al  del  Seminario  hasta  1775.  Las  materias  de  enseñanza 
eran  teología,  cánones,  algo  de  filosofía  moral  y  gramática.  Clase 
de  medicina  no  existió  sino  desde  1763;  matemáticas  no  se  apren- 
dían sino  con  el  coronel  D.  Nicolás  de  Castro,  que  enseñaba  gratis 
en  su  casa  (de  1760  á  1768).  El  Padre  Andújar,  capuchino  ara- 
gonés, ofreció  servir  de  balde  esta  cátedra;  pero  no  hubo  medio 
de  obtener,  la  licencia  real,  á  pesar  de  la  recomendación  del  Gober- 
nador, porque  la  corona  juzgó  siempre  nociva  la  enseñanza  de 
ciencias  exactas.  Lo  mismo  dijo  el  rey  Carlos  IV  cuando  se  le 
propuso  convertir  en  Universidad  el  Seminario  de  Mérida.  A  los 
jesuítas,  que  tuvieron  un  colegio  particular  desde  1731,  se  les  ex- 
pulsó en  1767.  Al  año  siguiente  proyectó  el  Ayuntamiento  crear 
otro  con  el  nombre  de  "colegio  de  nobles^',  en  el  que  se  diera 
preferencia  al  estudio  de  matemáticas  y  ciencias  naturales;  pero 
todo  se  quedó  en  proyecto. 

La  "real  y  pontificia"  Universidad  de  Caracas  fué  el  foco 
de  las  ideas  más  conservadoras  de  la  Colonia,  y  aun  entrado  ya  el 
siglo  XIX,  y  hasta  la  víspera  de  declararse  la  Independencia,  pre- 
dominaba en  ella  un  espíritu  enteramente  opuesto  al  de  todo  el 
mundo  civilizado.  Un  ejemplo  entre  muchos.  La  Gaceta  de 
Caracas  inserta  el  19  de  febrero  de  1811  un  escrito  de  Guillermo 
Burke  sobre  la  tolerancia  religiosa,  y  en  números  siguientes  publica 
tres  impugnaciones  que  le  dirigieron,  una  los  franciscanos  de  Va- 
lencia, otra  el  Dr.  Antonio  Gómez,  de  Caracas,  y  otra  la  Univer- 
sidad. La  última  se  intitula  La  intolerancia  político-reli- 
giosa vindicada,  y  es  obra  del  catedrático  D.  Juan  Nepomuceno 
Quintana,  quien  la  redactó  por  orden  expresa  del  claustro  y  con- 
sultándose con  los  catedráticos  D.  Gabriel  Lindo,  Fray  Francisco 
Javier  Sosa,  Fray  Domingo  Viana  y  D.  Antonio  Gómez  i.  El  claustro 


1.  I^  Universidad  designó  también  al  efecto  al  catedrático  D.  Felipe  Fermín 
Paúl;  pero  éste  se  excusó  pretextando  sus  ocupaciones  en  el  Congreso. 


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—    87    — 

pleno  la  aprobó  por  unanimidad  y  ordenó  su  publicación  después 
de  obtenida  la  licencia  del  arzobispo.  En  el  escrito  universitario 
se  lee:  "la  autoridad  de  los  reyes  es  derivada  del  cielo:  las  per- 
sonas de  los  reyes,  aun  siendo  tiranos,  son  inviolables,  y  aunque 
su  voluntad  no  ha  de  confundirse  siempre  con  la  del  mismo  Dios, 
debe  siempre  respetárseles  y  obedecérseles:  la  Inquisición  es  un 
tribunal  legitimo  y  necesario:  no  queda  otro  recurso  contra  la  corrup- 
ción general  que  la  intolerancia  político-religiosa".  Esto  decía  la 
Universidad  cuando  el  congreso  revolucionario  estaba  ya  preparando 
algunas  de  las  leyes  más  radicales  que  se  han  dictado  en  América. 
La  rancia  morosidad  de  aquellas  aulas  no  se  animaba  un  poco 
sino  en  los  dias  de  "vejámenes".  Consistían  en  un  discurso  humo- 
rístico pronunciado  por  el  doctor  más  moderno  de  lá  facultad  en 
el  acto  de  conceder  el  grado  á  un  doctorando.  Véase  como  em- 
pieza y  como  acaba  el  vejamen  que  el  8  de  diciembre  de  1801  pro- 
nunció el  Dr.  D.  José  Antonio  Montenegro  en  el  grado  del  Dr.  D.  Sal- 
vador Delgado,  natural  de  los  Llanos. 

No  sé  si  es  caballo  ó  mulo 
Si  es  una  yeg^a  ó  potranca 
A  quien  á  echar  va  la  zanca 
Hoy  mi  numen  cachirulo; 
Pero  yo  no  me  atribulo, 
Ni  me  da  ningún  cuidado 
£1  corcovo,  que  ensebado 
Traigo  un  famoso  ramal 
Y  haré  ver  á  este  animal 
Que  aquí  se  jila  Delgado. 


Pero,  musa,  para  el  trote 
En  que  Pegaso  te  trae, 
Mira  que  si  nó  se  cae 
De  la  silla  el  monigote. 
Con  que  adiós,  sefior  padrote. 
Quien  lo  dijo  ya  se  fué, 
Y  pues  bajar  no  podré 
Sin  la  venia  de  esta  audiencia. 
Alma  parens,  tu  licencia 
Pido  para  echarme  á  pie.^ 


No  fué  ciertamente  de  la  Universidad  de  donde  salió  el  es- 
píritu revolucionario,  ni  tampoco  el  amor  de  las  ciencias.  El  Licen- 
ciado Miguel  José  Sanz,  á  quien  el  gobierno  de  la  Colonia  encargó 


1.  Véanse  los  Bosquejos  histérico-literarios  del  Dr.  Ángel  liaría  Álamo. 


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de  formular  las  leyes  municipales  de  Caracas,  traza  un  cuadro  som- 
brío de  la  enseñanza  pública.  "Créese  generalmente,  dice,  que 
toda  la  ciencia  se  encuentra  en  la  gramática  latina  de  Nebrija,  en 
la  filosofía  aristotélica,  en  los  Institutos  de  Justiniano,  en  la  Curia 
Philippica,  en  la  teología  de  Gonet  y  en  la  de  Larraga."^  Humboldt 
apunta  que  en  Caracas  (1800)  nadie  se  ocupaba  en  el  estudio  de  las 
ciencias  naturales:  que  solamente  el  anciano  Padre  Puerto,  del  con- 
vento de  San  Francisco,  poseía  algunas  noticias  sobre  la  astronomía 
moderna;  y  que  D.  Carlos  del  Pozo,  vecino  de  Calabozo,  era  el 
único  que  tenía  aparatos  eléctricos,  que  él  mismo  había  construido.^ 

La  afición  al  arte  se  debió  á  esfuerzos  particulares.  Es  verdad 
que  el  maestro  de  escuela  Cárdenas  Saavedra  enseñaba  canto  llano 
en  1592,  y  la  Universidad  tuvo  una  clase  de  música  servida  por 
D.  Francisco  Pérez  Camacho;  pero  esta  enseñanza  fué  puramente 
teórica  y  elemental.  Los  verdaderos  fundadores  del  arte  musical 
fueron  el  Padre  D.  Pedro  Sojo  y  D.  Juan  Manuel  Olivares  en  1770. 
Aquél  trajo  de  Roma  un  archivo  de  música  clásica,  textos  de  en- 
señanza y  los  primeros  instrumentos  de  viento,  aumentados  después 
con  otros  que  le  envió  el  emperador  de  Austria  en  agradecimiento 
á  la  buena  acogida  que  dispensara  Sojo  á  unos  naturalistas  austríacos. 
Con  Olivares  estableció  Sojo  la  Academia  de  música,  donde  apren- 
dieron Cayetano  Cari-eño,  autor  de  la  Oración  del  huerto,  José 
Ángel  Lamas,  del  Populemeus,  Lino  Gallardo,  compositor  festivo, 
y  Juan  Landaeta,  futuro  autor  del  himno  nacional  Gloria  al  bravo 
pueblo  3.  Los  primeros  pianos  llegan  á  Caracas  en  1796.  En  1797 
el  Ayimtamiento  manda  construir  un  teatro  (esquinas  del  Conde  á 
Carmelitas),  donde  se  cantó  por  primera  vez  una  ópera  en  1810. 
Tanto  se  propagó  la  afición  á  la  música,  que  en  el  primer  aniver- 
sario de  la  revolución  del  19  de  abril  tocaron  en  la  capital  cinco 
orquestas  populares  de  treinta  ejecutantes  cada  una^. 

El  dibujo  y  la  pintura  progresaron  menos  que  la  música.  El 
único  venezolano  que  adquiere  cierta  fama  á  principios  del  siglo  XIX 
es  el  retratista  Pedro  Lovera:  en  realidad  este  arte  no  adelanta 
sino  después  de  la  revolución,  gracias  entonces  á  los  esfuerzos  de 
la  "Sociedad  de  Amigos  del  País,"  fundada  en  1829. 


1.  Citado   por  Francisco  Depons»  Voy  age    á  la   partie   oriéntale    de  la 
Terre-Ferme,  1. 1,  p.  187.     París,  1806. 

2.  Humboldt,  Voyage,  t.  IV,  p.213  y  t.  VI,  p.  103. 

3.  Landaeta  fué  fusilado  por  el  jefe  realista  Morales  en  1814:  Launas  se  suicidó 
en  1816. 

4.  Datos  de  Ramón  de  la  Plaza,  Ensayos  sobre  el  arte  en  Venezuela, 
p.  89   y  siguientes;  y  diversas  publicaciones  de  periódicos. 


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La  poesía  halló  culto  y  hogar  en  casa  de  los  hermanos  Luis 
y  Francisco  Javier  de  Ustáriz.  Allí  leyeron  sus  primeros  ensayos 
Andrés  Bello,  José  Luis  Ramos,  Vicente  Tejera,  Domingo  Navas 
Spinola,  Juan  Landaeta,  Vicente  Sallas:  Bello,  su  oda  Al  Anauco; 
Ramos,  sus  traducciones  del  griego  y  del  latín;  Sallas,  su  poema 
La  Medicomaquia.  Ni  faltó  una  poetisa,  doña  María  Josefa  Paz 
del  Castillo,  en  religión  Sor  María  Josefa  de  los  Angeles,  que  solía 
imitar,  en  fáciles  aunque  nada  originales  versos,  las  clásicas  poesías 
de  Santa  Teresa  de  Jesús.   Ejemplo: 

Es  mi  gloría  mi  esperanza, 
Es  mi  vida  mi  tormento, 
Pues  muero  de  lo  que  vivo 
Y  vivo  de  le  que  espero.* 

En  la  indolente  monotonía  de  la  vida  colonial,  sólo  de  tarde 
en  tarde  había  paréntesis  de  fiesta  y  bullicio*.  Grandes  fiestas  eran: 
la  lectura  de  poesías  en  la  casa  de  Ustáriz;  los  conciertos  de 
música  clásica  organizados  por  Sojo  y  Olivares;  la  tertulia  del 
Capitán  General,  y  de  los  ricos  señores  como  el  marqués  del  Toro 
y  ios  condes  de  San  Javier  y  de  Tovar,  donde  aquellos  hombres 
"harto  graves  y  taciturnos"  de  que  habla  el  conde  de  Segur  en  sus 
Memorias,  olvidaban  por  la  noche  su  adusto  continente  para 
entregarse  á  los  placeres  de  la  danza  con  las  altas  damas  que  el 
mismo  viajero  francés  encontró  en  1780  "tan  notables  por  la  belleza 
de  sus  rasgos,  por  la  riqueza  de  su  adorno  y  por  la  elegancia  de 
sus  maneras";  el  regreso  de  Europa,  con  vestidos  nuevos  y  acaso 
con  nuevas  ideas,  de  algún  mancebo  de  casa  principal ;  y  el  alboroto 
que  producía  en  una  pequeña  ciudad,  donde  no  hubo  nunca  más  de 


1.  Hay  dudas  acerca  de  las  poesías  que  se  le  atribuyen  á  Vicente  Tejera. 
T\  académico  caraquefto  D.  Julio  Calcafio  inserta  dos  en  el  tomo  primero  de  su 
Parnaso  Venezolano  (Caracas,  1892);  pero  el  académico  español  D.  Marcelino 
Menéndez  y  Ftlayo,  en  la  Introducción  del  segundo  tomo  de  su  Antología  de 
poetas  hispano  americanos  (Madrid,  1893)  escribe:  *'De  Tejera  no  se  conoce 
con  certidumbre  poesía  alguna,  puesto  que,  de  las  dos  que  el  señor  Calcafio  pone 
á  su  nombre,  la  Paráfrasis  del  Miserere  es  mucho  más  antigua  que  Tejera,  y 
estaba  impresa  en  las  rimas  de  tan  conocido  autor  como  Gerardo  Lobo,  desde  1717 
por  lo  menos;  y  la  traducción,  muy  popular  en  Venezuela  y  Nueva  Granada,  y  aun 
en  España,  del  soneto  francés  de  Hesnault,  £1  Aborto,  anda  también  en  litigio,  y 
se  le  han  atribuido  diversos  padres".  A  lo  que  replica  el  señor  Calcafio,  en  carta 
que  nos  dirije  desde  Caracas  con  fecha  22  de  enero,  1904:  que  la  Paráfrasis 
está  entre  los  papeles  de  D.  Vicente,  de  su  puño  y  letra,  y  la  conserva  su  sobrino 
el  académico  D.  Felipe  Tejera;  y  que  respecto  de  la  traducción  de  El  Aborto 
sigue  creyendo  que  si  no  es  de  Tejera,  lo  será  en  todo  caso  de  otro  hispano  ameri- 
cano. —  Sea  lo  que  fuere,  la  £eima  poética  del  patricio  de  1810  no  sale  ilesa  de 
semejantes  dudas. 


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cincuenta  mil  almas,  "el  sermón  de  un  predicador,  la  festividad  de 
un  santo  ó  el  grado  de  un  doctor"^. 

Faltaba  todavía  el  agente  más  eficaz  para  el  progreso  de  las 
ciencias,  las  artes  y  la  política.  En  Venezuela  no  hubo  periódicos 
hasta  1808.  £1  primer  número  de  la  Gaceta  de  Caracas  se 
publicó  el  24  de  octubre  de  este  año,  y  sus  editores  anunciaron  que 
no  imprimirían  ningún  artículo  sin  la  previa  censura  del  Gobierno'. 
En  cuanto  á  libros  y  periódicos  extranjeros,  el  Consejo  de  Indias, 
los  Capitanes  Generales  y  la  Audiencia  impedían  por  todos  los 
medios  posibles  su  entrada  y  circulación,  especialmente  si  trataban 
de  materias  filosóficas  y  políticas.  Los  que  poseían  libros  ó  papeles 
considerados  como  "subversivos",  se  exponían  á  las  penas  más 
severas.  El  11  de  diciembre  de  1797  la  Audiencia  de  Caracas  de- 
clara que  los  que  recibieren  tales  libros  ó  papeles,  "y  no  los  entre- 
garen inmediatamente  á  las  justicias,  los  que  tuvieren  noticias  de 
ellos  y  no  lo  comimicajen  á  las  mismas  justicias,  los  que  los  pasaren 
á  otras  manos,  ó  de  cualquiera  forma  divulgaren  sus  doctrinas,  ó 
no  impidieren  su  extensión,  cuanto  esté  de  su  parte",  incurrirán 
"en  las  penas  de  azotes,  presidio,  y  en  la  de  muerte  según  las 
circunstancias  del  caso". 

Empero,  si  fué  casi  nula  durante  los  tres  siglos  de  la  Colo- 
nia la  iniciativa  local  en  ciencias,  artes,  industrias  ni  política,  obsér- 
vese que  no  hubo  tampoco  degeneración  ni  decadencia;  antes  fueron 
aquellos  largos  siglos  ima  especie  de  laboratorio  en  que  empezaron 
á  compenetrarse  las  tres  castas  originales,  —  española,  india  y  afri- 
cana, —  para  formar  la  variedad  mestiza  que  predominó  después 
en  la  evolución  de  la  República.  Por  otra  parte,  todos  los  seres 
organizados,  ó  individuales  ó  colectivos,  tienden  instintivamente  á 
durar;  y  en  toda  agrupación  humana,  por  imperfecta  que  sea  su 
constitución,  se  forma  el  cabo  de  cierto  tiempo  una  clase  de  indi- 
viduos social  é  intelectualmente  superiores,  que  se  atribuye  de 
hecho  la  fimción  cerebral  de  la  colectividad.  ¿De  donde  vienen? 
O  surgen  del  seno  mismo  de  dUa,  en  «virtud  de  la  sob  t^idencia 
social  á  la  diferenciación,  ó  son  conquistadores  ó  inmigrantes  per- 
tenecientes á  otras  razas;  fenómenos  que  se  efectúan  unas  veces  en 

1.  Juan  Vicente  González,  Biografía  de  Martin  Tovar,  en  la  Revista 
Literaria;  y  también  sobre  costumbres  coloniales,  Humboldt,  Depons,  A.  Rojas, 
Teófilo  Rodríguez,  Francisco  Tosta  García,  Nicanor  Bolet  Peraza,  Luis  Urbaneja 
Acbelpohl,  Eloy  G.  González,  Tulio  Febres  Cordero. 

2.  Los  editores  de  la  Gaceta,  Mateo  Gallagher  y  Jaime  Lamb,  compraron 
en  la  isla  de~  Trinidad  la  imprenta  que  cargó  á  bordo  Miranda  durante  su  des- 
graciada expedición  de  1806.  La  Gaceta  se  publicaba  una  vez  por  semana,  los 
viernes. 


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sucesión  y  otras  conjuntamente.  A  menudo,  por  las  relaciones  con 
pueblos  más  civilizados,  se  produce  en  el  que  lo  es  menos  una  in- 
filtración de  ideas  extranjeras,  que  trasforman  tarde  ó  temprano  el 
acervo  de  las  ideas  tradicionales.  Cuando  comenzó  el  siglo  XIX, 
á  pesar  del  sistema  español  de  trabas  y  aislamiento,  y  no  obstante 
la  tendencia  conservadora  de  la  Universidad  de  Caracas,  se  había 
ya  constituido  en  Venezuela  una  clase  social  superior,  por  sus 
riquezas  y  por  sus  dotes  intelectuales,  la  cual  propendió  natural- 
mente á  predominar  en  el  destino  de  la  Colonia.  Muchos  miembros 
de  las  familias  ricas,  nobles  y  mantuanas^,  se  contagiaron  al  fin 
del  espíritu  revolucionario  europeo,  leyendo  ocultamente  libros 
nuevos  ó  viajando  por  países  extraños.  Y  esta  infiltración  de  la 
corriente  revolucionaria  de  Francia  y  los  Estados  Unidos,  junto  con 
la  revivicencia  de  antiguas  instituciones  españolas  como  la  autonomía 
municipal  y  provincial,  explican  el  súbito  empeño  de  los  colonos 
venezolanos  en  atacar,  en  sus  fundamentos  mismos,  la  organización 
política  implantada  por  sus  antepasados.  En  1810  y  1811,  opulentos 
y  fieros  hidalgos  como  Tovar  Ponte,  los  Bolívares,  los  Montillas, 
los  Toros,  los  Ustáriz,  los  Palacios,  los  Ayalas,  no  vacilan,  siquiera 
ilusionados  por  un  ideologismo,  en  renunciar  á  las  leyes  que  en- 
camaban sus  privilegios  de  casta,  ni  en  consagrar  sus  riquezas  y 
su  vida  á  promover  la  libertad  política  de  los  •  pardos,  á  quienes 
pocos  años  antes  miraban  con  desdén;  y  juristas  como  Roscio, 
Yanes,  Sanz,  Briceño,  Paúl,  Anzola,  Peña,  Mendoza,  adoptan  en 
seguida  algunos  de  los  métodos  más  avanzados  de  pensar  y  legislar. 

1.  Llamábanlas    así    porque  las    mujeres    blancas    usaban    manto    largo    en  la 
calle,  cosa  que  se  vedaba  á  las  negras  y  pardas. 


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Capítulo  VIL 

Los  precursores  de  la  Independencia. 

Sumario.  Proyecto  frustrado  de  autonomía  para  las  Indias  Occi- 
dentales —  Tentativas  revolucionarias  de  1795  á  1806  —  Programa 
republicano  radical  —  Los  cómplices  de  Gual  y  España  —  Su- 
plicio de  José  María  España  —  Causas  de  la  revolución  —  Fidelidad 
de  la  nobleza  criolla  —  Francisco  de  Miranda  —  Monarquía  6 
República? —  Primera  expedición  ¿Venezuela  —  Combate  desgraciado 
de  Ocumare  —  Segunda  expedición  —  Desembarco  en  la  costa  de 
Coro  —  Se  retira  Miranda  —  Sus  ideas  políticas  —  Sus  conexiones 
con  el  Gobierno  británico  —  Por  qué  fracasó  Miranda  —  Abdican 
Carlos  IV  y  Femando  VII  —  Los  criollos  de  Caracas  juran  fide- 
lidad al  último  —  Representaciones  revolucionarias  del  Ayuntamiento 
—  Conflicto  con  el  Capitán  Q^neral  —  Declaraciones  de  España  á 
favor  de  sus  colonias  —  Resultan  tardías  é  ineficaces  —  Revolución 

inevitable. 

No  faltó  en  la  Península  quien  previera  la  revolución  de  las 
colonias  americanas.  Reconocida  en  1783  la  independencia  de  los 
Estados  Unidos  por  el  tratado  de  paz  que  firmaron  España,  Francia 
é  Inglaterra,  el  conde  de  Aranda,  embajador  de  Carlos  III  en  la 
corte  francesa,  diplomático  y  estadista  de  entendimiento  avisado, 
propone  á  su  rey  que,  tomando  el  título  de  Emperador,  reparta  á 
tres  Infantes  españoles  sus  posesiones  de  las  Indias  Occidentales, 
y  conserve  únicamente  las  islas  de  Cuba,  Puerto  Rico  y  alguna  otra 
como  escalas  ó  factorías  para  el  comercio  de  la  metrópoli.  En 
1806,  Carlos  IV  consulta  con  el  arzobispo  de  Tarragona  el  mismo 
proyecto;  —  establecimiento  en  América  de  sus  dos  hijos  menores, 
de  su  hermano,  de  su  sobrino  el  Infante  D.  Pedro  y  del  príncipe 
de  la  Paz,  con  títulos  de  virreyes  perpetuos  y  la  obligación  de  pagar 
un  tributo  y  acudir  con  tropas  y  navios  á  donde  se  les  dijese. 
Pero  el  arzobispo,  órgano  de  la  ceguedad  conservadora,  opinó  que 
"  era  de  temer  que  los  agraciados  olvidasen  el  beneficio^  y  especial- 
mente sus  descendientes,  que  tal  vez  codiciosos  de  la  independencia 


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intentarían  sacudir  el  yugo  feudal  que  sus  progenitores  abrazaron 
gustosos,  y  mucho  más  si  nuevos  enlaces  ú  otras  miras  políticas 
les  aficionasen  á  otros  soderanos,  en  cuyo  caso  solas  las  armas 
serían  quien  decidiesen,"  Con  lo  que  se  frustró  para  siempre  la 
idea  de  Aranda,  y  quedaron  las  Indias  Occidentales  á  la  merced 
del  destino  que  les  tocara  en  la  universal  revolución  de   la   época. 

En  Venezuela  empezó  el  movimiento  revolucionario  por  el 
año  de  1795,  con  una  sublevación  de  los  negros  y  mestizos  de 
Coro;  y  á  los  dos  años  se  descubrió  en  Caracas  otra  conjuración 
más  seria.  En  la  noche  del  4  de  jimio  de  1 797  se  fugah  de  las  pri- 
siones de  la  Guaira  los  reos  políticos  Juan  Bautista  Picomell,  Manuel 
Cortés  Campomanes  y  Sebastián  Andrés,  que  habían  sido  remitidos 
de  España  como  cómplices  de  la  conspiración  que  en  febrero  del 
año  anterior  intentara  reemplazar  la  monarquía  española  con  una 
República  á  la  francesa.  A  los  pocos  dias  logran  Picomell  y  Cam- 
pomanes pasar  á  Curazao,  y  menos  afortunado  Andrés  cae  en 
manos  de  las  autoridades  caraqueñas.  Estaban  sin  duda  de  acuerdo 
con  los  criollos  y  mestizos  venezolanos  que  se  proponían  también 
proclamar  la  República,  inspirados  y  dirigidos  por  D.  Manuel  Gual, 
capitán  retirado  del  batallón  veterano  de  Caracas,  y  D.  José  María 
España,  justicia  mayor  de  Macuto.  El  12  de  julio  del  propio  año, 
tres  mozos  pardos  de  la  Guaira,  —  Juan  José  de  Chirinos,  Francisco 
Javier  de  León  y  Juan  José  Ponte,  —  afiliados  al  plan  revolucionario 
pero  nada  discretos,  resuelven  consultarse  con  el  capitán  D.  Domingo 
Lander  para  "seguir  su  dictamen",  según  declararon  después,  y  en 
el  curso  de  la  conversación  descubrieron  todo  el  plan  y  hasta 
revelaron  el  nombre  de  uno  de  los  comprometidos,  que  resultó  ser 
D.  Manuel  Montesinos  y  Rico.  Se  apresuró  Lander  á  comunicar 
el  secreto  al  cura  párroco  de  la  catedral,  D.  Juan  Vicente  de 
Echeverría,  y  entrambos  dieron  aviso  sin  tardar  á  la  Audiencia  y 
al  arzobispado.  Al  dia  siguiente  fué  preso  Rico  con  muchos  otros 
sospechosos.    España  y  Gual  lograron  fugarse  á  las  Antillas. 

Contaban  los  revolucionarios  con  la  guarnición  de  la  Guaira 
y  parte  de  la  de  Caracas,  y  á  juzgar  por  los  papeles  tomados  á 
Rico,  querían  trasformar  radicalmente  el  régimen  político  y  social 
de  la  Colonia.  Habían  distribuido  secretamente  unas  ordenanzas  en 
cuarenta  y  tantos  artículos,  según  las  cuales:  los  vecinos  se  armarán 
como  puedan  para  deponer  á  todos  los  empleados  españoles  en 
rentas,  guerra  y  justicia;  en  cada  pueblo  se  constituirá  una  junta 
de  gobierno  provisional,  y  dentro  de  dos  meses  enviarán  diputados 
á  la  capital  para  declarar  la  independencia  y  establecer  el  gobierno 
definitivo;  serán  libres  la  siembra  y  venta  del  tabaco;  se  suprimirá 


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todo  impuesto  sobre  los  comestibles,  y  se  rebajará  la  cuarta  parte 
de  las  demás  contribuciones;  se  abolirá  el  derecho  de  composición 
de  tiendas  y  pulperías,  y  el  de  alcabala;  se  abrirán  todos  los  puer- 
tos al  comercio  exterior;  se  prohibirá  la  exportación  de  oro  y  plata, 
á  no  ser  en  cambio  de  efectos  de  guerra;  se  proclamará  la  igual- 
dad natural  de  todos  los  blancos,  pardos,  indios  y  negros;  se  abolirá 
para  siempre  el  tributo  de  los  indios  y  la  esclavitud  de  los  negros, 
pero  abonando  á  los  amos  de  esclavos  su  justo  valor  de  los  fondos 
públicos;  se  establecerá  la  milicia  de  todos  los  ciudadanos  de 
diecisiete  á'  cuarenta  y  cinco  años;  la  nueva  República  se  compondrá 
de  las  cuatro  provincias  de  Caracas,  Maracaibo,  Cumaná  y  Guayana, 
y  la  bandera  nacional  será  blanca,  azul,  amarilla  y  encamada,  en 
alusión  á  las  antiguas  cuatro  castas  de  blancos,  pardos,  negros  é 
indios.  —  Como  se  ve,  esta  tentativa  de  reforma  radical,  y  no  la 
aventura  oligárquica  y  reaccionaria  de  Juan  Francisco  de  León,  fué 
el  primer  paso  dado  hacia  la  Independencia.  El  Programa  de  1 797 
contiene  ya  en  germen  el  que  realizarán  los  patriotas  de  1810 
y  1811. 

De  las  primeras  averiguaciones  hechas  por  la  Audiencia  re- 
sultaron cómplices  hasta  89  personas,  inclusos  dos  monjes  francis- 
canos; y  á  causa  de  un  indulto  que  se  ofreció  á  los  que  se  dela- 
tasen ó  delatasen  á  otros,  presentáronse  35.  Condenados  á  presidio 
ó  expulsión  se  remitieron  á  Puerto  Rico  32,  y  10  á  España;  12 
fueron  absueltos.  A  José  María  España  le  tocó  el  peor  destino. 
Vuelto  á  escondidas  á  la  Guaira  en  enero  [de  1799,  alguien  lo  de- 
lató, y  sometido  á  juicio  se  le  condenó  á  muerte  el  6  de  mayo. 
Dice  la  sentencia:  que  ^^sea  sacado  de  la  cárcel  arrastrado  á  la 
cola  de  una  bestia  de  albarda,  y  conducido  á  la  horca,  publicándose 
por  voz  de  pregonero  su  delito;  que  muerto  naturalmente  en  ella 
por  mano  del  verdugo,  le  sea  cortada  la  cabeza,  y  descuartizado; 
que  la  cabeza  se  lleve  en  una  jaula  de  hierro  al  puerto  de  la 
Guaira,  y  se  ponga  en  el  extremo  alto  de  una  viga  de  treinta  pies, 
que  se  fijará  en  el  suelo  á  la  entrada  de  aquel  pueblo  por  la  puerta 
de  Caracas;  que  se  ponga  en  otro  igual  palo  uno  de  sus  cuartos 
á  la  entrada  del  pueblo  de  Macuto,  en  donde  ocultó  otros  gravísi- 
mos reos  de  Estado  á  quienes  sacó  de  la  cárcel  de  la  Guaira,  y 
proporcionó  la  fuga;  otro  en  la  vigía  de  Chacón,  en  donde  tuvo 
ocultos  los  citados  reos  de  Elstado;  otro  en  el  sitio  llamado  Quita- 
calzón,  rio  arriba  de  la  Guaira,  en  donde  recibió  el  juramento  de 
rebelión  contra  el  rey,  y  otro  en  la  Cumbre,  donde  proyectaba 
reimir  la  gente  que  se  proponía  mandar;  que  se  confisquen  todos 
los  bienes  que  resultaren  ser  suyos,   y  se   ejecute".    Dos  dias  des- 


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pues,  8  de  mayo,  el  primer  mártir  de  la  revolución  venezolana  fué 
ahorcado  y  hecho  cuartos  en  la  Plaza  Mayor  de  Caracas  i.  Ante 
el  cadáver  pendiente  de  la  horca,  el  cura  D.  Juan  Vicente  de  Eche* 
verría  discurrió  así:  "Dejad,  cristianos,  que  para  desahogar  mi 
corazón  me  despida  un  momento  del  amigo  de  mis  tiernos  años, 
del  compañero  de  mi  juventud,  del  que  recogió  las  efusiones 
primeras  de  mi  amistad.  Dejadme  llorar,  como  David,  al  nuevo 
Absalón,  que  ha  perecido  colgado  de  ese  árbol  funesto . . .  Ab- 
salon,  fili  mi .  • «  Satisfecha  la  vindicta  de  la  majestad  terrena,  yo 
no  debo  acordarme  sino  del  amigo:  está  ya  en  las  manos  clementes 
de  la  justicia  divina,  que  le  ha  recibido  en  sus  brazos  al  salir  de 
los  mios.  Qué  importa  la  manera  con  que  mumurió  al  que  está  en 
el  cielo?  Quizás,  aun  á  los  ojos  del  mundo,  en  estos  malos  dias 
en  que  la  sangre  de  los  reyes  mancha  las  manos  del  verdugo,  el 
patíbulo  venga  á  ser  im  título  de  gloria  ...  *  Qué  te  diré  yo,  amigo 
mío,  que  dé  paz  sobre  los  caminos  públicos  á  tus  huesos  áridos,  y 
lleve  un  consuelo  á  tu  inconsolable  esposa?  Que  la  mano  del 
hombre  no  es  la  mano  de  Dios;  que  su  balanza  no  es  la  de  los 
poderes  de  la  tierra,  y  que  mientras  otros  hieren,  aquél  corona . . . 
Yo,  debo  detenerme  aquí  en  medio  de  la  turbación  que  domina  mi 
espíritu.  Mi  fe  es  de  mi  rey;  dejadme  mis  lágrimas  para  mis  amigos^* ^. 
La  Audiencia  señaló  como  causas  principales  de  la  frustrada 
revolución  las  siguientes:  residencia  en  el  país  de  muchos  descen- 
dientes de  extranjeros,  y  otros  que  estaban  "  tolerados^',  no  obs- 
tante las  leyes  de  Indias  que  prohibían  su  permanencia  indefinida; 
la  remisión  á  la  Guaira  de  unos  800  prisioneros  franceses  tomados 
en  Santo  Domingo,  los  cuales,  al  mismo  tiempo  que  los  mencio- 
nados reos  políticos  Piconíell,  Cortés  y  Andrés,  contagiaron  la 
gente  de  la  Colonia  de  máximas  revolucionarias;  la  admisión  en  la 
Guaira  de  los  emigrados  franceses  que  abandonaron  la  isla  de 
Trinidad  cuando  pasó  al  dominio  inglés;  el  comercio  libre  que  se 
estableció  en  la  misma  isla;  los  medios  apenas  embozados  con  que 
su  Gobernador  fomentaba  la  idea  de  independencia  entre  los  es- 
pañoles de  Tierra  Firme;  y  la  introducción  de  papeles  extranjeros.  — 
En  lo  que  no  se  equivocaba  la  Audiencia.    El   impulso  de  la  revo- 

1.  Su  compafiero  D.  Manuel  Gual  murió  en  la  isla  de  Trinidad. 

2.  Juan  Vicente  González  inserta  esta  oración  fúnebre  en  su  Biografía  de 
José  Félix  Ribas,  marcándola  sin  duda  aquí  y  allí,  según  su  costumbre,  con  el 
sello  de  su  proprío  y  admirable  estilo.  Por  otra  parte,  no  menciona  González  la 
circunstancia  de  haber  sido  el  mismo  Echeverría  quien  delató  al  arzobispo  la  revo> 
hición  de  Gual  y  Espafia,  al  tiempo  que  Lander  lo  hacía  también  á  la  Audiencia. 
Véase  en  la  Colección  Blanco-Azpurúa  el  oficio  que  el  Capitán  General  Car- 
boneD  dirigió  al  principe  de  la  Paz  el  28  de  agosto  de  1797. 


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lución  venía  del  exterior  y  justamente  por  los  canales  indicados. 
El  programa  político  de  Gual  y  España  estaba  saturado  de  las  ideas 
de  la  revolución  francesa.  Pero  la  clase  superior  de  la  Colonia, 
que  debía  realizar  la  Independencia  trece  años  después,  era  todavía 
ó  aparentaba  ser  fiel  sostenedora  del  régimen  español,  y  en  todo 
caso  no  quería  aún  la  revolución  sino  de  un  modo  que  no  destruyese 
sus  privilegios  oligárquicos.  Cuando  se  descubrió  el  plan  de  1797, 
más  de  sesenta  personas  de  Caracas,  pertenecientes  á  la  nobleza  ó 
al  rango  de  hidalgos,  y  entre  ellas  los  condes  de  Tovar,  de  San 
Javier,  de  la  Granja  y  los  marqueses  del  Toro  y  de  Mijares,  se 
apresuraron  á  ofrecerle  al  Capitán  General  sus  vidas  y  haciendas, 
y  propusieron  armar  compañías  de  milicias  á  su  costa  para  la  de- 
fensa del  Gobierno^. 

Ni  halló  mejor  acogida  entre  los  criollos  otra  conspiración 
descubierta  en  Maracaibo  el  19  de  mayo  de  1799.  El  dia  6  habían 
llegado  allí  dos  goletas  cargadas  de  café,  procedentes  de  Santo 
Domingo,  con  otro  barco  inglés  que  habían  apresado  en  el  viaje. 
Casi  toda  la  tripulación  era  de  mulatos  y  negros,  los  cuales  se 
pusieron  en  relación  son  el  maracaibero  Francisco  Javier  Pirela,  sub- 
teniente de  una  compaíiía  de  milicias  de  pardos,  y  resolvieron  apo- 
derarse del  gobierno  de  la  ciudad  para  proclamar  la  República. 
Descubierto  el  plan  por  los  españoles,  presos  los  conjurados  y  sen- 
tenciada la  causa  en  Caracas  (30  de  julio  de  1800),  fueron  conde- 
nados á  presidio  Pirela,  un  negro  esclavo  llamado  José  Francisco 
Suárez,  el  capitán  de  la  goleta  Patrulla,  Agustín  Gaspar  Bocé,  y 
siete  más  de  la  tripulación. 

Con  esto  paretía  asegurada  la  paz  de  la  Colonia,  cuando  en 
abril  de  1806  la  amenazó  inesperadamente  un  peligro  mayor,  —  la 
expedición  libertadora  de  D.  Francisco  de  Miranda.  Nació  éste  en 
Caracas  el  14  de  junio  de  1756:  á  los  17  años,  después  del  ruidoso 
pleito  de  su  padre  con  los  nobles  criollos,  pasó  á  la  Península  á 
dedicarse  á  la  carrera  militar:  figuró  en  el  cuerpo  expedicionario 
con  que  España  contribuyó  á  la  independencia  de  los  Estados  Unidos: 
visitó  luego  casi  todas  las  cortes  europeas,  obteniendo  en  ellas 
valiosas  relaciones  con  estadistas  y  guerreros:  llegó  á  General  en 
las  guerras  de  la  Revolución  Francesa,  y  no  cesó  de  buscar  en 
todas  partes  los  medios  de  realizar  el  sueño  de  toda  su  vida,  —  la 
emancipación  de  las  colonias  hispano-americanas. 

Ya  por  los  años  de  1790,  Miranda  negociaba  en  Londres  á 
este  respecto  con  el  ministro   Pitt,   y  le  presentó  al  efecto  un  pro- 

1.  Representaciones  de  1^  y  4  de  agosto  de  1797. 


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—    97    — 

yecto  de  constitución^.  Tratábase  de  formar  un  grande  Elstado  que 
tuviese  por  limite  septentrional  una  linea  tirada  desde  la  desembo- 
cadura del  Missíssipi  hasta  sus  cabeceras  y  de  aquí,  por  45  grados 
de  latitud,  al  océano  Pacífico;  y  por  límite  meridional  el  cabo  de 
Hornos.  Se  comprende  en  el  proyectado  Imperio  á  la  isla  de  Cuba, 
"por  ser  el  puerto  de  la  Habana  llave  del  golfo  de  México",  y  se 
excluyen  las  demás  islas,  lo  mismo  que  el  Brasil  y  la  Guayana;  — 
parte  leonina  que  se  reservaba  sin  duda  Inglaterra  para  el  caso  de 
realizarse  la  empresa.  El  Poder  Ejecutivo,  organizado  á  imitación 
del  británico,  lo  ejercerá  un  Inca  ó  Emperador  hereditario.  La 
Cámara  Alta  se  compondrá  de  Senadores  ó  Caciques  vitalicios, 
nombrados  por  el  Inca.  Para  la  Cámara  de  Comunes  los  ciuda- 
danos del  Imperio  elegirán  diputados  cada  cinco  años.  Los  altos 
magistrados  del  Poder  Judicial  los  nombrará  el  Inca  y  serán  vitali- 
cios. Habrá  dos  Censores,  elegidos  por  el  pueblo  cada  cinco 
años  y  confirmados  por  el  Inca:  "sus  funciones  consistirán  prin- 
cipalmente en  vigilar  las  costumbres  de  los  Senadores,  pudiendo 
expulsarlos  del  Senado  con  sólo  inscribir  sus  nombres  en  las 
tablillas;  y  vigilarán  igualmente  las  costumbres  de  la  juventud,  en 
particular  las  Instituciones  (colegios)  y  los  institutores".  El  Senado, 
con  aprobación  del  Inca,  nombrará  cada  cinco  años  Ediles,  los 
cuales  tendrán  á  su  cargo  los  grandes  caminos  del  Imperio,  los 
puertos,  canales,  monumentos  públicos,  fiestas  nacionales,  etc. ;  de  lo 
que,  al  fin  de  su  mandato,  darán  cuenta  á  ambas  Cámaras.  Del 
mismo  modo  la  Cámara  de  Comunes  nombrará  Cuestores,  "que 
velarán  por  los  intereses  públicos  en  todo  lo  relativo  á  las  finanzas." 
Las  leyes  se  prepararán  y  sancionarán  según  el  sistema  inglés:  "no 
podrán  ser  sino  reglamentarias,  es  decir,  una  emanación  de  la  Cons- 
tíuición;  porque,  si  por  acaso  se  encontraran  en  oposición  con  las 
leyes  constitucionales  del  Elstado,  serían  consideradas  como  nulas 
por  todos  los  tribunales."  Y  concluye  el  proyecto  con  un  artículo 
sobre  reforma  de  la  Constitución,  que  dice:  "Si  los  dos  tercios  de 
las  dos  Cámaras  juzgaren  conveniente  alterar  una  ley  constitucional, 
el  Inca  tendrá  la  obligación  de  llamar  á  los  Jueces-Presidentes  de 
los  altos  tribunales  de  justicia,  para  someter  á  su  examen  la  pro- 
posición sancionada  por  las  Cámaras.  Si  los  tres  cuartos  de  los 
jueces,  comprendiendo  el  voto  del  Inca,  aprueban  la  proposición,  la 
ley  se  establece  y  se  reforma  la  .Constitución.    Si   por  el  contrario 


1.  El  documento  que  se  analiza  en  seguida  se  encuentra  en  Londres-Public 
Record  Oífice-Chatham  MSS-Legajo  345,  donde  lo  ha  copiado  mi  distin- 
guido amigo  Carlos  A.  Villanueva,  á  cuya  amabilidad  le  debo  ésta  y  otras  impor- 
tantes comunicaciones  citadas  abajo. 

Fort  cal.  Historia  ConstitucionaL  ^ 


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—  pe- 
los dos  tercios  de  los  jueces  y  el  Inca  son  los  que  presentan  la 
proposición,  y  es  ésta  sancionada  por  los  tres  cuartos  de  las  dos 
Cámaras,  la  ley  se  establece  y  se  reforma  la  Constitución.  Este 
modo  es  sabio  y  de  fácil  ejecución.  La  reforma  se  efectúa  sin  ex- 
poner  al  Estado  á  convulsiones  y  violencias". 

Quince  años  tardó  Miranda  en  hallar  la  ocasión  y  allegar  los 
medios  de  comenzar  su  empresa.  Contando  con  el  apoyo,  moral  y 
material,  de  Inglaterra,  y  con  la  simpatía  de  algunos  hispano-ameri- 
canos  que  en  varias  colonias  trabajaban  ya  por  la  independencia, 
se  trasladó  á  los  Estados  Unidos,  donde  acabó  de  organizar  su  ex- 
pedición. El  2  de  febrero  de  1806  sale  de  Nueva  York  en  el 
Leander,  barco  de  200  toneladas  y  18  cañones.  Disponía  de  un 
parque  de  1500  fusiles,  50  rifles,  300  pares  de  pistolas,  200  es- 
padas, 40  cañones  de  diverso  calibre,  20  toneladas  de  muni- 
ciones para  cañón,  media  tonelada  de  municiones  para  fusil, 
150  barriles  de  pólvora,  hasta  5000  lanzas,  700  vestuarios  de 
tropa  y  120  de  oficiales,  24  sillas  de  montar,  y  una  imprenta. 
Acompañábanle  200  personas  entre  jefes,  oficiales  y  soldados; 
americanos  los  más,  unos  pocos  ingleses  é  irlandeses,  dos  fran- 
ceses y  un  polaco.  En  el  viaje  se  incorporaron  las  goletas 
Bacchus  y  Bee^. 

Llegaron  á  la  costa  venezolana  de  Ocumare  el  27  de  abril  y 
al  dia  siguiente  se  batieron  con  los  barcos  españoles;  con  tan  mal 
éxito,  que  después  de  un  corto  combate  las  dos  goletas  se  rindieron 
y  el  Leander  huyó.  Los  prisioneros  fueron  juzgados  en  Puerto 
Cabello  y  condenados  10  á  la  horca  y  48  á  presidio.  A  los  pri- 
meros se  les  ahorcó  en  el  castillo  de  San  Felipe  el  21  de  julio,  y 
se  mandó  que  sus  cabezas  y  manos  se  fijasen  sobre  postes  en 
Caracas,  la  Guaira,  Valencia,  Puerto  Cabello  y  Ocumare.  Los  pre- 
sidiarios pasaron  á  las  prisiones  de  Cartagena  de  Indias  el  14  de 
agosto. 

El  Leander  se  escapó  á  las  islas  de  Bonaire,  Granada,  Bar- 
bada, y  por  último  á  Puerto  España,  donde  Miranda  pudo  reorga- 
nizar su  expedición  aumentándola  con  muchos  voluntarios,  entre 
los  cuales  se  alistó  un  sobrino  de  José  María  España.  Componíase 
ahora  de  400  hombres  de  armas  en  ocho  buques  de  combate,  una 
goleta  de  trasporte  y  un  bergantín  cargado  de  víveres.  El  27  de 
julio  salieron  al  mar  y  el  1  ^  de  agosto  estaban  en  la  costa  coriana. 
El  3  desembarcaron  en  la  Vela  y  el  4  ocuparon  la  ciudad  de  Coro 


1.  Datos  del  Ensayo  histórico  documentado   de   la  vida  de  D.  Fran- 
cisco de  Miranda,  por  el  Dr.  Ricardo  Becerra,    2  tomos.     Caracas,  1896. 


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--    99    — 

evacuada  en  la  noche  anterior  por  el  jefe  de  la  guarnición,  D.  Juan 
Salas.  Los  vecinos  siguieron  á  los  españoles,  y  las  proclamas  ira- 
presas  con  que  llegó  Miranda  no  hallaron  más  lectores  que  unas 
pocas  mujeres  y  algún  anciano  inválido.  Aunque  Salas  se  situó  en 
el  cercano  pueblo  de  Buena  Vista,  y  aunque  su  gente  no  tenía  más 
de  80  fusiles  y  unas  centenas  de  lanzas,  Miranda  regresó  á  la  Vela 
el  10  de  agosto  y  levó  anclas  el  13.  Más  de  un  año  anduvo  por 
las  Antillas  solicitando  nuevos  refuerzos,  ó  esperándolos  de  Ingla- 
tenra,  hasta  que  en  diciembre  de  1807,  perdida  toda  esperanza,  se 
embarcó  en  Puerto  España  para  los  Estados  Unidos,  de  donde  pasó 
otra  vez  á  Londres. 

¿Por  qué  Miranda  abandonó  tan  fácilmente  su  empresa?  Lo 
explican  varías  circunstancias,  nacidas  unas  de  su  propia  persona- 
lidad, dependientes  otras  de  la  época  y  del  medio.  Ausente  de  la 
Colonia  por  larguísimos  años,  habituado  ya  á  la  vida  europea,  con 
un  entendimiento  si  bien  muy  cultivado  en  cosas  militares,  tímido 
en  la  acción  y  propenso  á  ceder  ante  el  primer  obstáculo,  fracasa 
en  1806  por  motivos  análogos  á  los  que  le  llevaron  después  al 
desastre  de  1812.  En  París  y  en  Viena,  en  San  Petersburgo  y  en 
Londres,  lo  mismo  que  en  Nueva  York,  fascinado  por  su  sueño 
grandioso  de  redimir  de  la  dominación  española  á  todas  las  Indias 
Occidentales,  creyó  que  le  bastaría  dar  el  grito  de  independencia 
en  cualquier  playa  americana  para  que  los  .pueblos  corrieran  al 
punto  á  agruparse  bajo  la  bandera  de  la  revolución.  Sin  embargo, 
y  por  una  parte,  la  inmensa  mayoría  de  los  colonos,  sobre  todo  la 
casta  de  los  pardos,  era  aún  indiferente  á  todo  propósito  de  tras- 
formación  política, .  y  se  inclinaba  antes  bien  á  ver  en  el  gobierno 
de  los  españoles  peninsulares  un  refugio  tutelar  contra  las  pre- 
tensiones exorbitantes  de  la  nobleza  criolla.  Por  otra,  parte, 
entre  Miranda  y  la  nobleza  ú  oligarquía  criolla,  que  cuatro 
años  más  tarde  debía  —  ya  se  verá  por  qué  —  consumar  la  re- 
volución, no  existían  aún  vínculos  de  tradición,  de  ideas  ni  de 
propósitos. 

Cuando  se  batió  en  Ocumare  y  cuando  desembarcó  en  Coro, 
ni  un  solo  venezolano  vino  á  engrosar  las  filas  de  Miranda;  al  con- 
trario, la  clase  dominante,  (del  pueblo  no  hay  para  qué  hablar, 
porque  era  todavía  pasivo),  apoyó  sinceramente  al  Capitán  General. 
Y  no  por  ignorancia  del  plan  de  Miranda.  En  Caracas  se  tenían 
noticias  de  sus  gestiones  de  Londres.  Era  que  la  clase  dominante 
sabía  que  Miranda  expedicionaba  con  oro  inglés;  que  el  resultado 
inmediato  del  triunfo  de  la  expedición  sería  la  dominación  de  Ingla- 
terra, y    que    con   ella  perderían  los  criollos  su  predominio  oligár- 

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—    100    — 

quico.  Véanse  los  siguientes  documentos,  hasta  ahora  inéditos.^ 
Antes  del  suceso  de  Ocumare,  un  agente  francés  escribía  de  Caracas 
á  su  Gobierno:  "Inglaterra  quisiera  hacer  de  las  cuatro  partes  del 
mundo  dominio  de  su  monopolio.  Trata  en  estos  momentos  de  su- 
blevar las  provincias  españolas  de  la  América  meridional  y  sacarlas 
de  la  dependencia  de  su  metrópoli  para  ponerlas  bajo  la  de  su 
propio  comercio.  Una  expedición  formada  á  su  costa  y  mandada 
por  el  general  Miranda,  criollo  de  la  ciudad  misma  de  Caracas,  está 
destinada  á  la  desorganización  de  la  parte  oriental  de  la  Tierra 
Firme,  vulgarmente  conocida  bajo  la  denominación  de  Costa  de 
Caracas.  Si  el  estandarte  de  la  insurrección  tuviere  allí  éxito, 
todas  lias  colonias  españolas  se  separarán  sucesivamente  de  su 
Metrópoli,  y  la  Inglaterra  fundará  en  ellas  una  potencia  comercial 
igualmente  funesta  para  Francia,  para  España  y  para  todo  el  mundo 
mercantil  . . .  "^ 

Que  Miranda  organizó  su  expedición  con  la  protección  mate- 
rial del  Gobierno  inglés,  es  cosa  probada.  El  12  de  febrero  de  1806, 
la  nave  de  guerra  inglesa  Cleopatra  detiene  al  Leander  en 
aguas  de  la  Bermuda.  Miranda  sube  á  bordo  de  aquélla  y  celebra 
una  conferencia  con  su  capitán  John  Wight  Este  se  apresura  á 
informar  por  escrito  al  comandante  de  la  escuadra:  "También  me 
dijo  (el  general  Miranda)  que  salió  de  Inglaterra  con  unas  seis  mil 
libras,  y  me  mostró  copia  de  libranzas  giradas  desde  su  llegada  á 
Nueva  York  por  cuatro  diferentes  cantidades  de  quinientas  libras 
cada  una  contra  Mr.  Vansittart  (Ministro  del  Tesoro).  En  la  con^ 
versación  privada  que  tuve  con  el  General  me  convencí  plenamente 
de  que  es  una  persona  que  cuenta  con  la  confianza  del  Ministerio  ".^ 


1 .  Copiados  y  comunicados  al  autor  por  Carlos  A.  ViUanueva. 

2.  Archivos  del  Gobierno  francés.  —  Bfinistére  des  affaires  étrangéres.  — 
Colombie  —  1806  á  1821:  —  Mémoire  sur  la  cession  de  la  capitainerie 
genérale  de  Caracas  á  la  France.  —  De  Pons  — Caracas,  1606.  Es  el  propio 
autor  del  Voyage  á  la  partie  oriéntale  de  la  Terre-Ferme.  París,  1806.  — 
Nótese  que  De  Pons  insinuaba  á  su  Gobierno,  en  la  misma  Memoria,  un  plan  análogo 
al  de  Inglaterra.  Léase:  *' España  posee  colonias  demasiado  numerosas  y  vastas  para 
poder  defenderlas  eficazmente,  ni  contra  el  enemigo  exterior  ni  contra  las  facciones 
internas.  Si  las  ha  conservado  hasta  ahora  es  porque  todavía  no  se  ha  intentado 
seriamente  conquistarlas  y  porque  la  religión  y  la  apatía  de  los  habitantes  han  apar- 
tado toda  idea  de  independencia.  Pero  hoy  tienen  que  luchar  contra  la  avidez  in- 
glesa que  las  codicia,  y  con  el  deseo  que  manifiestan  los  Estados  Unidos  de  tener  en 
la  zona  tórrida  colonias  donde  su  comercio  no  esté  ya  expuesto  al  capricho  de  las 
Metrópolis  europeas.  Espafla  se  encuentra  pues  en  una  crisis  espantosa:  se  acerca 
al  momento  de  su  ruina;  y  Francia  es  la  única  nación  de  Europa  interesada  en  ase- 
gurarla (?)  contra  esta  terrible  catástrofe". 

3.  Archivos  del  Gobierno  inglés.  —  Admiralty-AdmiraTs  Despatches¡* 
North  America.   —  Vol.  17. 


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—    101     — 

A  Vansittart  le  escribía  Miranda  desde  Trinidad  el  10  de  junio^ 
1807:  "Mi  querido  amigo.  —  El  último  cambio  en  la  Administración 
de  la  Gran  Bretaña  me  ha  causado  grande  inquietud  y  pena,  parti- 
cularmente la  remoción  de  usted  del  Tesoro.  Espero  que  su  amistad 
será  invariable,  y  también  su  ayuda  para  este  asunto.  Mis  espe- 
ranzas se  fincan  ahora  en  Lord  Melville  (Ministro  de  Marina)  y 
Lord  Castlereagh  (Ministro  de  Colonias  y  Guerra).  Confío  asimismo 
en  que  Lord  Hawkesbury  (Ministro  de  Negocios  Extranjeros)  será 
también  favorable,  gracias  á  la  influencia  de  usted  . .  .  ^^  El  4  de 
junio  había  escrito  Miranda  al  almirante  inglés:  "Recibí  en  dias 
pasados  su  grata  del  5  de  mayo,  y  opino  como  usted  que  el  súbito 
cambio  de  la  reciente  Administración  puede  ser  causa  de  muchos 
males  para  los  intereses  políticos  de  la  Gran  Bretaña;  para  nuestra 
empresa  en  particular,  y  para  todo  el  mundo  en  general.  Habíamos 
obtenido  con  gran  trabajo  y  esfuerzo  todos  los  recursos  que  necesi- 
tábamos de  la  última  Administración  (la  de  Lord  Sidmouth),  cuando 
ya  al  punto  de  dar  las  órdenes  para  la  ejecución,  tuvo  lugar  el 
fatal  cambio  (Ministerio  del  duque  de  Portland,  marzo  de  1807).  Si 
es  para  mejorar  ó  empeorar,  sólo  Dios  lo  sabe.  Mi  única  esperanza 
es  que  Lord  Melville  adquiera  una  influencia  preponderante  en  la 
presente  Administración,  y  que  Lord  Castlereagh,  habiendo  ya  ex- 
presado su  opinión  favorable  en  el  Parlamento  respecto  de  las  es- 
peradas ventajas  de  esta  expedición,  para  los  intereses  de  la  Gran 
Bretaña,  pueda  ella  todavía  llevarse  á  cabo.  —  Mis  agentes  en  Lon- 
dres me  dicen  que  el  cambio  de  Ministerio  no  hará  variar  la  em- 
presa; pero  á  este  respecto  no  tengo  yo  tanta  confianza  como 
ellos;  aunque  estoy  reteniendo  aquí,  con  todo  el  esfuerzo  posible, 
hombres  y  armas  para  la  inmediata  ejecución,  á  ver  si  llega  la  re- 
solución por  el  próximo  paquete,  como  me  lo  han  asegurado  desde 
Inglaterra  mis  agentes.  —  Con  este  motivo  escribí  á  usted,  por 
medio  de  su  secretario  Mr.  Tracey,  incluyéndole  varias  letras  de 
cambio  sobre  Londres;  y  le  agradeceré  infinito  que  pueda  favore- 
cerme,   si  no  con  el  total  al  menos   con  una  parte,    devolviéndome 

las  letras  sobrantes " Por  último,  Mr.  Vansittart  escribía  desde 

la  isla  de  Wight  á  Lord  Castlereagh,  Ministro  de  Colonias,  á  27  de 
setiembre  del  propio  año:  "Confidencial.  —  Se  me  ha  enviado 
para  su  aceptación  un  giro  por  500  libras,  suscrito  contra  mí 
por  el  general  Miranda.  Debo  presumir  que  Su  Señoría  deseará 
que  yo  siga  en  este  caso  el  mismo  procedimiento  que  res- 
pecto del  giro  anterior;  pero  como  tengo  algunas  relaciones  con 
el  tenedor,  hemos  decidido  aguardar  las  instrucciones  que  usted 
me    comunique.      Deseo    que   sea    ésta   la    última    vez    que    tenga 


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—    102    — 

yo   ocasión   de   molestarle   acerca   de  un  asunto  de  esta  irregular 
especie  ".  ^ 

¿Resulta  acaso  manchada  la  honra  de  Miranda  con  la  revelación 
de  estos  documentos?  No  sería  equitativo  afirmarlo.  Era  aquel 
hombre  (para  emplear  la  terminología  española  de  su  época)  "un 
noble  aventurero".  Noble,  porque  en  el  viejo  y  en  el  nuevo  mundo 
sonsagró  su  vida  á  pelear  por  lo  que  entonces  se  llamaba  libertad 
de  los  pueblos;  aventurero,  porque  no  diferenciaba  los  medios  de 
realizar  el  ideal  de  su  vida.  En  Inglaterra  halló  esos  medios,  y  no 
vaciló  un  momento  en  aceptarlos.  Dinero  había  que  buscarlo  en 
cualquier  parte,  —  como  lo  hará  también  Bolívar  desde  1817, 
.  precisamente  en  Inglaterra.  Y  al  igual  de  Bolívar  ofreció  Miranda 
reembolsarlo.  Ya  en  1 791  (8  de  setiembre)  refiriéndose  á  una  carta 
del  28  de  enero,  escribía  á  Pitt:  "Dije  que  ...  mi  situación  personal 
requería  una  competente  subvención  anual,  hasta  que  yo  entrase 
en  posesión  de  mis  propiedades  de  Caracas,  y  que  entonces 
pagaría  toda  cantidad  de  dinero  que  pudiera  acordárseme  por 
cualquier  motivo  2  ...."  ¿Llevaba,  por  otra  parte,  la  idea  secreta  de 
coronarse  Inca?  Es  posible.  Supóngase  que  fuera  probable.  Había 
mandado  ejércitos  de  la  Revolución  Francesa,  y  visto  después  á 
Bonaparte  convertido  en  emperador  Napoleón,  y  á  sus  compañeros 
de  luchas  revolucionarias  trasformados  en  duques,  príncipes  y  reyes. 
Era,  ó  iba  á  ser,  fundador  de  la  independencia  de  un  mundo. 
Creíase,  por  consiguiente,  llamado  á  dirigirlo.  No  sería,  pues, 
absurdo  conjeturar  que  cuando  estaba  proyectando  su  empresa  en 
su  casa  londonense  de  Grafton  Street,  ó  conferenciando  con  los 
secretarios  del  rey,  ó  pintándoles  maravillas  á  los  tripulantes  del 
Leander,  pudiera  el  "noble  aventurero"  soñar  con  el  esplendor 
de  un  trono,  levantado  en  Caracas  ó  en  México,  en  Lima  ó  Buenos 
Aires,  y  desde  el  cual,  á  ejemplo  de  Napoleón,  intentaría  conciliar 
sus  prerrogativas  de  monarca  con  el  derecho  democrático.  Si  se 
reconoce  la  evidente  influencia  de  los  Ministros  ingleses  en  deter- 
minar la  aventura  de  Miranda,  reconózcase  al  propio  tiempo  la  no 
menos  evidente  influencia  del  espíritu  inglés  en  el  proyecto  constitu- 
cional para  la  América  hispana,  y  no  se  extrañe  que  su  imaginación 
acariciara  el  ideal  de  asegurar  á  los  subditos  del  Inca  iguales 
libertades  que  asegura  á  los  suyos  el  rey  de  Gran  Bretaña.  Cuando 
lleguemos  al  estudio  de  los  planes  constitucionales  de  Bolívar, 
veremos  que  éste  imitó  en  parte    las   ideas  de  Miranda,   y   que   si 

1.  Archivos  del  Gobierno  inglés.  —  Colonial  Office.  —  Miscellaneous. — 
Jío  595.  _  1807. 

2.  Public  Record  Office.  —  Chatham  MSS  —  Legajo  345. 


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—    103    — 

rechazó  la  corona  real  ó   imperial,    aspiró   á   una   cosa   casi    equi- 
valente, —  el  poder  vitalicio. 

El  error  de  Miranda  en  1806,  error  capital,  consistió  en  no 
buscar  anticipadamente  el  apoyo  ó  colaboración  de  la  clase  predo- 
minante en  la  Colonia,  y  en  no  desvanecer  los  escrújMilos  que 
siempre  tuvo  ésta  para  desligarse  de  su  Metrópoli  por  protección 
de  otra  potencia  europea.  El  pensamiento  de  emancipación  existía 
ya  sin  duda;  pero  se  aguardaba,  para  efectuarlo  por  cuenta  propia, 
cualquier  coyuntura  favorable  proveniente  de  los  violentos  conflictos 
internacionales  que  entonces  ocupaban  la  atención  inmediata  de  los 
Gobiernos  europeos.  No  tardó  en  presentarse  la  esperada  ocasión. 
Lo  fué  la  noticia  de  los  sucesos  de  Bayona,  de  5  y  6  de  mayo  de 
1808;  fecha  en  la  cual  el  rey  Carlos  IV  y  su  heredero  Femando  VII 
renunciaron  á  favor  de  Napoleón  sus  respectivos  derechos  á  la 
corona  de  España  y  de  las  Indias. 

Los  ingleses,  que  á  pesar  del  fracaso  de  Miranda,  no  perdían 
de  vista  las  cosas  de  Tierra  Firme,  se  apresuraron  á  tantear  otra 
vez  el  terreno.  Las  autoridades  inglesas  de  las  Antillas  recibieron 
á  principios  de  julio  una  circular  de  Lord  Collingwood,  almirante 
de  la  escuadra  británica  anclada  en  aguas  de  Cádiz,  en  la  que  les 
relataba  lo  acaecido  en  Bayona  y  apuntaba  las  probables  conse- 
cuencias. Con  estas  noticias  y  la  misión  de  sondar  los  ánimos,  el 
contralmirante  Sir  Alexander  Cochrane  envía  cerca  de  los  Gobiernos 
de  Cumaná  y  Caracas  al  capitán  Beaver,  comandante  de  la  A  casta. 
El  15  de  julio  informa  Beaver  desde  la  Guaira:  "Creo  poder 
aventurarme  á  decir  que  son  (los  criollos)  leales  en  extremo  y 
apasionadamente  adictos  á  la  rama  española  de  la  casa  de  Borbón; 
y  que  mientras  haya  alguna  probabilidad  de  la  vuelta  de  Femando  VII 
á  Madrid,  permanecerán  unidos  á  su  madre  patria.  Pero  si  aquello 
no  sucediere  pronto,  creo  poder  afirmar,  con  igual  certidumbre,  que 
se  declararán  independientes  por  sí  propios....  Estos  habi- 
tantes no  son  de  ningún  modo  aquella  raza  indolente  y  degenerada 
que  encontramos  en  la  misma  latitud  de  Oriente:  antes  parecen 
tener  todo  el  vigor  intelectual  y  energía  de  carácter  que  se  han 
considerado  generalmente  como  distintivos  de  los  habitantes  de 
regiones  más  septentrionales  ".^  El  Gobernador  de  Curazao,  Sir 
James  Cockburg,  envió  también  emisarios  á  Caracas  y  Maracaibo. 
Uno  de  los  enviados  á  Caracas,  el  teniente  coronel  Christie,  informa 
con  fecha  del  1<>  de  agosto:    "La  población  de  Caracas   se    calcula 


1.  Archivos  del  Gobierno  inglés.    —    Admiralty.    —    Leeward    Islands    — 
1808  —  No.  329. 


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—     104    — 

en  45000  almas,  de  las  cuales  aproximadamente  1400  son  españoles 
peninsulares,  los  más  comerciantes  ó  capitalistas.    No  son  éstos  muy 
decididos  por  la  independencia;  pero,  por  lo  que  oigo  decir,  seguirán 
sus  banderas.    Los    empleados   civiles   y   militares    superiores  son 
numerosos,  á  mi  ver  no  menos  de  500;  y  temiendo  perder  sus  destinos 
procuran  contener  las  aspiraciones  de  la  población  criolla   que,   en 
caso  de  que  Francia  se    apodere   de  España,    estará   resueltamente 
por  la  independencia  ....  La  milicia,  los  agricultores  y  otros  claman 
unánimemente  por  una  declaración  de  independencia  con  protección 
británica."    El  enviado  á  Maracaibo,  coronel  Robertson,  dice  en  su 
informe  del  2  de  agosto:  "Todos  los  habitantes  están  my  deseosos 
de  una  estrecha  é  íntima  unión  con  la  Gran  Bretaña;  pero  de  ningún 
modo  resueltos  á  someterse  á  ella.    Si  no  sube  al  trono  de  España 
un  príncipe  de  la  carsa  de  Borbón,    su  deseo  es   hacerse   indepen- 
dientes; y  aun  hoy  me  parece  que  predomina   la   idea   de   preferir 
constituirse  en  Estado   soberano   bajo   un   príncipe    de    su    antigua 
dinastía."    No  se  circunscribió  el  Gobernador  de  Curazao  á  trasmitir 
al  Gabinete  de  Londres  los  informes  de  sus   agentes.    Se    trasladó 
en   noviembre    á   Puerto    Cabello,    Valencia,    valles    de    Aragua   y 
Caracas,  y  en  1®  de  diciembre  escribió  á  Lord  Castlereagh   confir- 
mando   aquellos    informes    y    añadiendo:    "No    puedo    menos   que 
insistir  en  llamar  respetuosamente  la  atención  de  Su  Señoría  á  los 
verdaderos  sentimientos  de  los  habitantes  de  Caracas  respecto  del 
general  Miranda,  y  asegurarle  que    es   tan   general   y   decidida  la 
opinión  pública  contra  él,  que  su  aparición  como  agente  del  Gobierno 
británico  influirá  más  que  ningún  otro    suceso    á   aflojar    los   lazos 
que  hoy  unen  la  Tierra  Firme  con  la  Gran  Bretaña." ^ 

Aunque  es  indudable  que  la  oligarquía  criolla  de  Caracas 
deseaba  contar  con  la  simpatía  del  Gobierno  británico,  es  también 
evidente  que  temía  las  consecuencias  de  cualquier  compromiso; 
porque  su  aspiración  unánime  era  por  la  autonomía,  ora  llamando 
á  un  Borbón  á  ceñirse  la  corona  de  Tierra  Firme,  ora  aparentando 
fidelidad  á  Femando  VII  (cuyo  poder  mal  pudiera  ejercerse  en 
América,  despojado  como  estaba  de  su  trono),  ó  ya  constituyendo 
un  Estado  independiente:  aspiración  que  aparecerá  más  evidente 
todavía  en  la  forma  especial  con  que  dos  años  después  se  efectuará 
la  revolución  del  19  de  abril. 

En  1808  vueve  á  equivocarse  Miranda  acerca  de  los  sentí- 
mientos  y  tendencias  de  sus  compatriotas.  No  bien  tuvo  noticia  de 
lo  de  Bayona  escribibió  desde  Londres  al  marqués  del  Toro,  quien 


1.  Archivos  del  Colonial  Office.  —  Cura9ao.  —  1808  —  No.  668. 


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—    105    — 

recibió  la  carta  en  Caracas  por  el  mes  de  octubre  y  se  apresuró  á 
comunicársela  al  Capitán  General  calificando  á  Mirarda  nada  menos 
que  de   traidor,    por   haber   procedido   y   estar    procediendo    de 
acuerdo  con  una  potencia  extranjera  contra  su  rey.    Ignorante  aún 
de  este  incidente  rolvió  á  escribirle  Miranda   al   marqués  remitién- 
dole,  entre   otros   papeles,    dos   proyectos,    el   uno    de  Gobierno 
Provisorio,    el   otro  de  Gobierno   Federal^.     Papeles   que   no 
llegaron  á  su  destino,  porque  los  interceptó  el  Gobernador  de  Cu- 
razao y  los    devolvió    á  Londres,    al  Ministerio  de  Colonias  (28  de 
enero,  1809).    El  Ministro,  Lord  Castlereagh,  aprueba  lo  hecho  por 
el  Gobernador   y   en   nota  del   7  de  junio  le  participa :    "  Se  le  ha 
dicho  al   general  Miranda,    que   si    el   Gobierno   británico    tuviere 
conocimiento  de  nuevas  comunicaciones  de  igual  naturaleza,  se  verá 
en  la  necesidad  de  ordenarle  su  inmediata  salida  de  los  territorios 
de  S.  M.    Todos  los  ofíciales  de  S.  M.    deben  sostener  y  apoyar  la 
monarquía  española."    En  efecto,  el  Gobierno  inglés  había  cambiado 
de  táctica  en  los  dos  años  anteriores,  y  desde  el  27  de  mayo  (1809) 
el  subsecretario  de  Colonias  y  Guerra,  Mr  Cooke,    había  notificado . 
á  Miranda  la  mencionada  advertencia.    A  la  que  contestó  el  General 
en  los  siguientes  términos^:  "Graíton  Street  —  29  de  mayo,  1809  — 
Señor:  Tengo  el  honor  de  avisar  recibo    á  la  carta  de  usted  fecha 
27  del  corriente,   y  le  doy  las  gracias  por  la  participación    que  me 
hace  de   parte  de   Lord  Castlereagh,    con   quien   había  ya  hablado 
sobre  la  materia  en  24  de  abril  último.    Desde  esa  época  yo  no  he 
escrito  una  sola  linea  á  Caracas,   y  desde  la  paz   entre  este  país  y 
España  no  he  recibido   comunicación   de   ninguna  clase  de  aquella 
provincia;    de  haber  sido  lo    contrario  lo   habría  puesto   en  conoci- 
miento de  milord  Castlereagh,    con  la  misma  franqueza  y  buena  fe 
con  que  le  comuniqué,  semanas  pasadas,  una  importante  carta  reci- 
bida de  Rio  de  Janeiro  8.    Los  motivos  honorables  y  desinteresados 

1.  Véanse,  en  el  Apéndice,  No.  2. 

2.  La  copia  de  esta  carta  inédita  se  la  debemos  también  á  la  amabilidad  de 
Carlos  A.  Vülanueva,  quien  nos  informa  además:  "Miranda  acostumbraba  hacer 
escribir  toda  su  correspondencia,  en  inglés  y  francés,  por  su  secretario  Molini,  el 
cual  recibía  del  Gobierno  inglés,  para  este  servicio,  una  pensión  anual  de  200  libras 
esterlinas".  Archivos  del  Gobierno  inglés.  —  Foreign  Office  —  Spain  —  Domestic 
Various  —  1810  —  No.  105  —  Memorándum  del  general  Miranda  —  Londres, 
25  de  setiembre,  1810. 

3.  La  referida  carta  proviene  probablemente  de  D.  Manuel  Antonio  Padilla  ó  de 
D.  Saturnino  Fernández  de  la  Pefia,  agentes  del  general  Miranda  en  Rio  de  Janeiro  y 
Buenos  Aires  y  pensionados  ambos  del  Gobierno  inglés  por  recomendaciones  del  mismo 
Miranda.  £1  uno  tenia  300  y  el  otro  400  libras  esterlinas  al  afio,  que  pagaba  Lord  Berestford, 
Ministro  de  Inglaterra  en  Rio  de  Janeiro.  £1  Gobierno  inglés  tenía  además  en  Buenos 
Aires  un  agente  secreto  especial  para  informarle  directamente  de  la  marcha  del  movi- 
miento de  emancipación  de  aquellas  provincias :  era  D.  Mariano  Castilla,  á  quien  el  almi- 


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—    106    — 

que  han  formado  mis  conexiones  con  el  Gobierno  de  Su  Majestad 
Británica  por  el  espacio  de  muchos  años,  son  los  mismos  que  hasta 
hoy  me  han  retenido  aquí;  y  creo  que  en  todas  las  relaciones  que 
durante  tan  largo  como  intrincado  período  llegué  á  tener  con  las 
diferentes  Administraciones,  procedí  siempre,  respecto  de  España, 
con  una  sinceridad,  prudencia,  integridad  y  hasta  delicadeza,  que 
me  parece  cosa  suficiente  para  merecer  la  confianza  de  este  Go- 
bierno y  hacer  innecesaria  la  última  dura  frase  de  la  carta  de  usted 
que  contesto.  —  Con  el  debido  respeto  soy  de  usted.  Señor,  — 
Fr.  de  Miranda  "i. 

El  proyecto  de  Gobierno  Federal  que  Miranda  envió  al 
marqués  del  Toro  y  que  éste  no  recibió,  difiere  en  puntos  esen- 
ciales del  que  propusiera  á  Pitt  en  1790.  No  se  trata  ahora  de 
Inca  heriditario  ni  senadores  vitalicios.  El  Poder  Ejecutivo  se  reno- 
vará cada  diez  años  y  lo  ejercerán  dos  ciudadanos,  con  el  título 
dé  Incas,  nombrados  por  el  Concilio  Colombiano  (parlamento);  y 
éste  se  campondrá  de  representantes  elegidos  por  las  asambleas 
provinciales.  Pero  empezaba  el  proyecto  de  Gobierno  Provisorio 
diciendo:  "Toda  autoridad  que  emane  del  Gobierno  español  queda 
abolida  ipso  facto^\  y  "las  autoridades  españolas  serán  sustituidas 
por  los  cabildos  y  ayuntamientos  de  las  diferentes  ciudades,  los 
que  agregarán  al  número  de  sus  miembros  un  tercio  escogido  entre 
los  indios  y  la  gente  de  color  de  la  provincia".  Semejantes  inno- 
vaciones radicales  las  hubieran  rechazado,  sin  duda  alguna,  los 
criollos  caraqueños  de  1808. 

No  bien  corrió  en  Caracas,  á  mediados  de  julio  de  esté  año, 
la  noticia  de  la  abdicación  de  Carlos  IV  y  renuncia  de  Femando  VII, 
la  turba  popular  se  agolpó  á  las  puertas  del  Ayuntamiento  gritando 
"viva  Femando  VII  y  mueran  los  franceses".  Acuerda  al  punto  el 
Ayuntamiento  que  el  alférez  real  D.  Feliciano  Palacio  salga  con  el 
real  pendón  á  proclamar   públicamente  al   rey   legítimo;   lo  que  se 

rante  Sir  William  Sidney  Smith  pagaba  un  salario  diario  de  siete  chelines  y  seis  peniques. 

—  Archivos  del  Gobierno  inglés.  —  Colonial  Office — Miscellaneous  —  1807 

—  No.  593.  —  Carta  de  D.  Mariano  Castilla  á  Lord  CasÜereagh  —  Londres,  27  de 
agosto,  1807. 

1 .  Con  esta  carta  acompañó  Miranda  copia  de  otra  que  dirigiera  á  Pitt  el 
28  de  enero  de  1791,  en  la  que  explicó  el  carácter  de  su  proyectada  expedición, 
que  era  emancipar  las  colonias  hispano  americanas,  pero  sin  ponerse  él  á  las  órdenes 
de  Inglaterra  para  otro  género  de  guerra  contra  Espafta.  Decía  entonces  categórica- 
mente: ^'Y  espero  que,  como  mis  deseos  son  puramente  patrióticos  y  mis  miras 
ofrecer  mis  servicios  á  mi  país  y  promover  los  intereses  y  ventajas  de  la  Gran 
Bretafia,  en  cuanto  sea  compatible,  no  se  me  exigirán  servicios  contra  Elspafia  por 
ninguna  otra  causa.  Este  es  un  punto  de  delicadeza  para  mi,  no  obstante  la  autori- 
zación del  derecho  de  la  guerra  y  el  ejemplo  de  hombres  grandes  y  virtuosos  en  los 
tiempos  antiguos  y  modernos". 


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—    107    — 

apresuró  á  hacer  el  alférez  en  la  Plaza  Mayor,  en  la  de  San  Jacinto 
y  en  la  de  San  Francisco,  gritando:  "Castilla,  Castilla,  Castilla,  y 
Caracas,  por  el  señor  don  Femando  VII  y  toda  la  descendencia  de 
la  Casa  de  Borbón".  Voces  que,  según  el  acta  oficial,  "repitió  el 
numeroso  concurso  con  vivas  y  aclamaciones". 

El  16  de  julio  pide  el  Ayuntamiento  al  Capitán  General,  D. 
Juan  de  Casas,  los  pliegos  que  para  él  haya  recibido  de  España 
con  los  decretos  referentes  á  la  abdicación  de  Bayona;  pero  in- 
quieto ya  y  miedoso  Casas  de  la  actitud  del  cabildo  y  del  pueblo, 
retarda  por  diez  dias  la  comunicación  de  los  pliegos.  Abiertos  en 
la  sesión  del  26,  acuerda  el  Ayuntamiento  suplicar  al  Capitán 
General  se  tralade  á  la  sala  capitular  con  el  fin  de  manifestarle  "  la 
justa,  real  y  debida  obediencia  que  los  miembros  del  cabildo  han 
profesado,  profesan  y  profesarán  siempre  á  su  augusto  soberano  el 
señor  don  Femando  Vil".  Al  dia  siguiente  concurre  Casas  á  la 
sesión  del  Ayuntamiento,  y  éste  ratifica  el  juramento  de  no  reco- 
nocer otra  soberanía  que  la  del  rey  Femando,  "hasta  tanto  que 
las  posteriores  noticias  de  la  Península  brinden  motivo  á  otra  de- 
terminación". 

Acababa  de  saberse  en  Caracas  que  las  provincias  de  España 
estaban  constituyendo  Juntas  en  nombre  y  favor  de  Femando  VIL 
El  mismo  dia  27  de  julio,  el  Capitán  General  se  dirige  por  escrito 
al  Ayuntamiento  manifestándole  la  conveniencia  de  formar  una 
Junta  á  ejemplo  de  la  de  Sevilla.  El  29,  el  Ayuntamiento  apmeba 
im  prospecto  presentado  por  D.  Isidoro  Antonio  López  Méndez  y 
D.  Manuel  de  Echezuría  y  Echeverría,  según  el  cual  la  Junta  vene- 
zolana se  compondría  de  dieciocho  vocales,  á  saber:  el  Capitán 
General  como  presidente,  el  arzobispo,  el  regente  y  el  fiscal  de  la 
Audiencia,  el  intendente  de  ejército  y  hacienda,  el  subinspector  del 
cuerpo  de  artillería,  el  comandante  del  cuerpo  de  ingenieros,  el 
síndico  procurador  general,  dos  regidores  del  Ayuntamiento,  y  otro 
vocal  por  cada  una  de  las  siguientes  colectividades:  cabildo  ecle- 
siástico, cuerpo  de  cosecheros,  cuerpo  de  comerciantes.  Universidad, 
colegio  de  abogados,  clero  secular  y  regular  conjuntamente,  la 
nobleza,  y  el  pueblo.  (Nótese  que  por  primera  vez  se  le  reconoce 
al  pueblo  el  derecho  de  tomar  parte  en  el  Gobierno).  A  los  dos 
años  debían  efectuarse  nuevas  elecciones,  bien  que  pudiendo  recaer 
en  las  personas  de  los  mismos  vocales. 

Trasmitido  al  acuerdo  al  Capitán  General,  no  le  dio  éste  curso 
ninguno,  á  pesar  de  haber  sido  él  quien  iniciara  la  idea.  Y  era  que 
Casas  había  visto  en  seguida  que  la  formación  de  la  Junta  pudiera 
ser  el  fin  de  su  propia  autoridad.  Así  las  cosas,  reuniéronse  el   22 


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—     108    — 

de  noviembre  los  principales  vecinos  y  pasaron  una  representación 
á  Casas,  en  la  que  se  lee:  "Juzgamos  que  el  medio  más  con- 
veniente es  elegir  y  constituir  representantes  del  pueblo  que  traten 
personalmente  con  el  señor  Presidente,  Gobernador  y  Capitán 
General  de  la  organización  de  la  Junta  Suprema;  y  en  su  virtud 
nombramos  y  constituimos  por  tales  representantes  á  los  señores 
conde  de  Tovar,  conde  de  San  Javier,  conde  de  la  Granja,  marqués 
del  Toro,  marqués  de  Mijares,  D.  Antonio  Fernández  de  León,  D. 
José  Vicente  Galguera  y  D.  Femando  Key,  y  les  damos  todas  las 
facultades  necesarias  al  efecto  para  que,  unidos  con  dicho  señor 
Capitán  General  é  Ilustre  Ayuntamiento,  convoquen  de  todos  los 
cuerpos  de  esta  capital  las  personas  que  consideren  más  beneméritas, 
y  que  compongan  dicha  Junta  con  igual  número  de  militares,  le- 
trados, eclesiásticos,  comerciantes  y  vecinos  particulares  que  cada 
una  de  dichas  clases  nombren  entre  sí,  y  arreglen  esta  materia  en 
todas  sus  partes  hasta  dejar  á  la  Junta  en  el  pleno  y  libre  ejercicio 
de  la  autoridad  que  deba  ejercer  en  nombre  y  representanción  de 
nuestro  augusto  soberano  el  señor  don  Femando  VII."  No  obstante 
la  protesta  de  fidelidad  al  rey,  obsérvese  que  entre  los  firmantes 
figuran  ya  muchos  hombres  de  la  futura  revolución  radical,  como 
Martín  Tovar  Ponte  y  sus  hermanos  y  parientes,  los  Ustáriz,  los 
Ibarras,  los  Toros,  los  Palacios,  los  Briceños,  los  Montillas,  José 
Vicente  Tejera  y  José  Félix  Ribas,  todos  los  cuales  querían  en 
realidad  encaminarse  por  este  medio  á  la  completa  indepen- 
dencia. 

Lo  comprendió  así  el  Capitán  General,  y  en  24  de  noviembre 
mandó  arrestar  á  todos  los  representantes,  para  someterlos  á  un 
tribunal  extraordinario.  Sentenciada  la  causa,  fueron  muchos  de 
ellos  confinados  á  sus  haciendas  ó  casas,  y  Femández  de  León 
remitido  á  España  bajo  partida  de  registro.  Quedaron  en  libertad 
los  inválidos  ó  muy  ancianos,  como  el  conde  de  Tovar,  y  los  que  se 
retractaron  con  el  pretexto  de  haber  sido  engañados  sobre  el 
propósito  de  la  representación. 

Remitida  la  causa  á  la  Península,  por  queja  de  los  procesados, 
la  Junta  Central  del  reino  dijo  no  hallar  nada  de  criminal  en  los 
sucesos  de  Caracas;  pero  al  propio  tiempo  dictaminó  que  "las 
medidas  de  represión  eran  convenientes  para  contener  á  los  vene- 
zolanos", y  á  fin  de  que  no  intentasen  cercenarle  su  autoridad 
suprema.  En  cambio,  mandó  sustituir  á  D.  Juan  de  Casas  con  el 
Gobernador  de  Cumaná  D.  Vicente  Emparán. 

La  "Junta  Central  Gubemativa  del  Reino"  se  había  instalado 
en  el  palacio  real  de  Aranjuez  el  25   de    setiembre   de  1808,    com- 


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—    109    — 

puesta  al  principio  de  veinticuatro  miembros  que  se  aumentaron 
después  á  treinticinco,  elegidos  en  su  mayor  parte  por  las  Juntas 
de  provincia  que  se  formaron  cuando  se  sublevó  la  nación  contra 
los  franceses,  en  el  mes  de  mayo.  A  22  de  enero  de  1809  la  Junta 
Central  declaró  en  Sevilla,  á  donde  se  habia  trasladado,  echada  de 
Aranjuez  por  los  franceses,  que  los  dominios  de  España  en  las 
Indias  no  eran  ya  "propiamente  colonias,  ó  factorías,  como  los  de 
otras  naciones,  sino  una  parte  esencial  é  integrante  de  la  monar- 
quía española",  y  debían  figurar  en  la  Junta  Central  por  medio  de 
sus  correspondientes  diputados,  nombrando  uno  cada  Virreinato  y 
Capitanía  General.  Por  Venezuela  resultó  electo  el  regente  visitador 
D.  Joaquín  de  Mosquera  y  Figueroa,  quien  pasó  á  España;  mas  como 
no  fuese  venezolano,  no  lo  aceptó  la  Junta  y  anuló  la  elección. 
Ocupada  la  Andalucía  por  los  franceses,  los  miembros  de  la  Junta 
Central  se  fueron  á  la  isla  de  León  y  allí  acordaron  (29  de  enero, 
1810y  constituir  una  Regencia  del  reinó  con  cuatro  españoles  euro- 
peos y  uno  de  las  provincias  de  Ultramar.  Nombrado  con  este 
último  carácter  D.  Antonio  Fernández  de  León,  (el  mismo  que  había 
sido  enviado  preso  de  Caracas),  se  reparó  á  luego  que  no  era  nacido 
en  América  y  se  le  reemplazó  con  el  mexicano  D.  Miguel  de  Lardi- 
zábal  y  Uribe.  Para  las  Cortes  que  se  pensaba  reunir  en  la  misma 
isla  el  1^  de  marzo,  y  que  no  se  instalaron  hasta  el  24  de  setiembre, 
se  acordó  que,  no  habiendo  tiempo  para  que  las  provincias  de 
América  y  Asia  nombraran  sus  diputados,  formaría  la  Regencia 
una  junta  electoral  de  seis  sujetos  naturales  de  aquellos  dominios, 
los  que  elegirían  por  suerte  á  veintiséis  de  los  mismos  naturales 
residentes  em  España;  y  por  decreto  de  14  de  febrero  se  dispuso 
que  los  Virreinatos  y  Capitanías  Generales  tuviesen  un  diputado 
nombrado  por  los  Ayuntamientos  de  sus  capitales.  A  estas  Cortes 
concurrieron  D.  Esteban  Palacio  y  D.  Fermín  de  Clemente,  diputados 
suplentes  de  la  provincia  de  Caracas,  á  quienes  desautorizó  des- 
pués la  Junta  Suprema  de  Venezuela. 

Con  todo,  no  eran  ya  bastantes  á  evitar  la  revolución  que  se 
estaba  preparando  en  América,  ni  los  decretos  de  la  Regencia  ni 
las  deliberaciones  de  las  Cortes.  La  misma  Regencia  puede  decirse 
que  pronunció  la  oración  fúnebre  de  la  dominación  española  en  las 
Indias  Occidentales  cuando  dijo  en  su  manifiesto  del  14  de  febrero: 
"Desde  este  momento,  españoles  americanos,  os  veis  elevados  á  la 
dignidad  de  hombres  libres:  no  sois  ya  los  mismos  que  antes,  en- 
corvados bajo  un  yugo  mucho  más  duro  mientras  más  distantes 
estabais  del  centro  del  poder;  mirados  con  indiferencia,  vejados 
por  la  codicia  y  destruidos  por  la  ignorancia.    Tened  presente  que 


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—    110    — 

al  pronunciar  ó  al  escribir  el  nombre  del  que  ha  de  venir  á 
representaros  en  el  congreso  nacional,  vuestros  destinos  ya  no 
dependen  ni  de  los  Ministros,  ni  de  los  Virreyes  ni  de  los  Goberna- 
dores: están  en  vuestras  manos." 

La  última  frase  resumía  la  aspiración  de  los  colonos  ameri- 
canos; y  en  vez  de  confiar  en  unas  Cortes  y  en  una  Regencia 
amenazadas  por  los  soldados  de  la  invasión  extranjera,  prefirieron 
determinar  solos  y  libremente  el  destino  de  la  nueva  patria. 


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Libro  segundo 

LA  INDEPENDENCIA. 


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Capitulo  I. 

Revolución  de  1810. 

Sumario.  Antecedentes  de  la  revolución  —  El  último  Capitán 
General  —  Tentativa  revolucionaria  del  mes  de  marzo  —  Noticias 
alarmantes  de  España  —  Ocupan  los  franceses  la  Andalucía  — 
Disuélvese  la  Junta  Central  del  reino  —  Sucesos  del  19  de  abril 
en  Caracas  —  Destitución  del  Capitán  General  —  Instálase  la 
Junta  Suprema  —  Jura  fidelidad  á  Femando  VII  —  Por  qué  — 
Acta  del  19  de  abril  —  Extrañamiento  de  los  altos  empleados  de 
la  Colonia  —  Organización  del  nuevo  Gobierno.  —  Desconoce  la 
autoridad  del  Consejo  de  Regencia  constituido  en  España.  —  Disi- 
dencia de  Coro  y  Maracaibo  —  Expedición  militar  al  mando  del 
marqués  del  Toro  —  Como  se  formó  el  primer  ejército  patriota  — 
Mal  éxito  de  la  campaña  —  Conjuración  en  Caracas  á  favor  de  la 
Regencia  —  La  desbarata  la  Junta  —  Envía  agentes  diplomáticos 
á  las  Antillas,  Washington,  Londres  y  Bogotá  —  Resultado  de  estas 
misiones  —  Convocatoria  y  reglamento  para  elecciones  nacionales  — 
Practícanse  en  noviembre  —  Regresan  á  Caracas  Miranda  y  Bolívar, 
á  apresurar  la  declaración  de  Independencia. 

Venía  la  idea  revolucionaria  ganando  prosélitos  en  la  Colonia, 
por  dos  modos  diferentes.  En  primer  lugar,  el  ejemplo  de  los 
Estados  Unidos  y  de  Francia  despertaba  la  aspiración  á  un  régimen 
republicano  ó  democrático,  y  determinó  varias  tentativas  de  revolu- 
ción: la  de  negros  y  mestizos  de  Coro  en  1795,  la  de  Gual  y 
España  en  1 797,  la  de  Maracaibo  en  1 799.  Pero  esta  aspiración  no 
contaba  todavía  con  el  apoyo  de  la  clase  oligárquica  criolla,  que 
era  entonces  la  única  fuerza  activa  nacional.  Y  á  esto  se  debió 
también,  en  gran  parte,  el  fracaso  de  las  expediciones  de  Miranda, 
que  se  consideraron  encaminadas  á  sustituir  una  dominación  europea 
con  otra,  la  española  con  la  inglesa.  Efectivamente  la  única  mani- 
festación revolucionaria  que  se  pudiera  llamar  nacional,  fué  la  que 
promovió  la  misma  clase  oligárquica.  Para  ella,  la  cuestión  de 
Monarquía  ó  República  era  aún  secundaria.  Buscaba,  ante  todo,  la 
autonomía  de  la  Colonia,  sacudir  el  yugo  secular  de  los  gobernantes 

Fort  o  al,  Historia  Constitucional.  8 


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—     114    — 

peninsulares,  formar,  en  una  palabra.  Gobierno  criollo,  asegurando 
por  fin  aquel  derecho  de  "tiranía  doméstica,^'  como  dirá  Bolívar, 
que  no  se  les  permitió  nunca  á  los  americanos  ejercer  en  su 
propia  tierra. 

La  verdadera  revolución,  la  que  rematará  en  el  Acta  de 
Independencia,  comienza  con  las  representaciones  políticas  del 
Ayuntamiento  y  vecinos  de  Caracas  en  1808.  Pero  como  sucede 
siempre  en  casos  semejantes,  dividióse  en  seguida  la  opinión  en 
dos  partidos;  el  uno  radical,  que  abogaba  por  la  revolución  violenta 
é  inmediata,  y  moderado  el  otro,  que  prefería  los  medios  aparente- 
mente legales  de  una  evolución  pacífica,  haciéndola  depender  del 
rumbo  que  siguieran  los  sucesos  de  la  metrópoli  con  motivo  de  la 
invasión  francesa. 

En  mayo  de  1809  se  posesiona  del  gobierno  de  la  Capitanía 
General  el  mariscal  de  campo  D.  Vicente  Emparán.  Con  él  llegó  á 
Caracas  D.  Femando  Rodríguez  del  Toro,  que  había  sido  capitán 
de  la  guardia  real  en  Madrid,  y  á  quien  la  Junta  Central  de  España 
ascendió  á  coronel  con  el  cargo  de  inspector  de  las  milicias  vene- 
zolanas. Este  se  convirtió  al  punto  en  el  agente  más  activo  de  la 
tendencia  autonomista,  de  acuerdo  con  su  hermano  el  marqués  del 
Toro,  coronel  de  milicias  de  infantería,  con  su  sobrino  político 
D.  Simón  de  Bolívar,  teniente  de  las  mismas,  con  D.  Mauricio  Ayala, 
teniente  del  batallón  veterano,  con  D.  Mariano  Montilla,  ex-guardia 
de  Corps  en  la  corte,  y  con  algunos  regidores  de  la  capital.  Muy 
jóvenes  casi  todos,  sectarios  entusiásticos  de  las  ideas  radicales 
que  habían  aprendido  en  viajes  y  lecturas,  propensos  por  tanto  á 
la  rebelión,  poco  discretos  en  expresar  sus  ideas  personales,  como 
que  su  posición  social,  el  nombre  ilustre  de  sus  familias  y  aun  el 
prestigio  de  los  empleos  que  desempeñaban  les  permitían  arrostrar 
impunemente  la  ya  discutida  autoridad  del  Capitán  General,  apenas 
se  cuidaban  de  ocultarle  á  éste  sus  manejos  y  propósitos  subver- 
sivos. "A  pesar  de  la  amistad  que  me  unía  con  D.  Vicente  Em- 
parán —  confesó  después  Toro  —  amistad  contraída  muchos  años 
antes  de  su  elección  á  la  Capitanía  General  de  Caracas,  jamás  me 
desentendí  de  la  libertad  de  mi  patria,  y  hablé  á  este  jefe  sobre  la 
necesidad  de  nuestra  emancipación  en  el  caso  de  que  la  Junta 
Central  se  disolviese  ó  la  España  fuese  subyugada. "* 

En  el  mes  de  marzo  de  1810,  convencidos  ya  de  que  la  Junta 
Central  no  podría  resistir  á  la  invasión  francesa,  confabuláronse 
para  proclamar  la  autonomía  de  la  Colonia  el  próximo  1^.  de  abril. 

1.  Manifiesto  publicado  el  13  de  mayo  de  1811. 


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Desgraciadamente,  el  Gobierno  les  desbarató  la  trama  en  seguida, 
ó  por  infidencia  de  algunos  ó  por  falta  de  discreción  de  todos.^ 

Pero  el  Capitán  General,  de  quien  eran  amigos  personales  los 
conjurados,  se  limitó  á  confinar  á  algunos  á  Aragua  y  Valencia, 
lenidad  que  á  los  pocos  dias  debía  costarle  su  caída  y  expulsión. 
Los  revolucionarios  que  permanecieron  libres  en  Caracas  continuaron 
en  sus  manejos,  y  los  confinados,  sobre  todo  los  Toros,  los  Bolí- 
vares y  los  Montillas,  apresuráronse  á  hacer  lo  mismo  en  Valencia. 
** Teníamos  tomadas  todas  las  medidas  necesarias  al  buen  éxito  de 
la  empresa,  cuando  los  caraqueños,  ejecutándolo  el  19  de  abril,  de- 
jaron sin  lugar  nuestra  tentativa^." 

A  13  de  abril  se  supo  en  Puerto  Cabello  y  el  17  en  Caracas 
la  ocupación  de  la  Andalucía  por  el  ejército  francés  y  la  disolución 
de  la  Junta  Central  del  reino,  que  desde  Aranjuez  había  huido  á 
Sevilla  y  Cádiz.  Lo  cual  bastó  para  que  se  precipitase  el  plan  de 
Independencia.  El  18  llegaron  dos  comisionados  españoles  con 
noticias  del  Consejo  de  Regencia  instalado  en  la  isla  de  León  y 
con  el  encargo  de  hacer  reconocer  su  autoridad;  mas  decididos  es- 
taban de  antemano  los  patriotas  caraqueños  á  no  acatar  otro  go- 
bierno supremo  que  no  fuese  el  del  rey  mismo.  Por  la  noche  del 
18  al  19,  el  alcalde  de  segunda  elección  D.  Martín  Tovar  Ponte  y 
el  regidor  D.  Nicolás  Anzola,  que  habían  tomado  parte  en  la  con- 
juración de  marzo,  lograron  convencer  al  alcalde  primero  D.  José 
de  las  Llamosas  de  la  conveniencia  de  reunir  cuanto  antes  el  Ayun- 
tamiento, con  el  fin  de  considerar  las  noticias  de  España;  y  en  se- 
guida dieron  voz  á  sus  amigos  para  que  á  primera  hora  concuriesen, 
los  unos  al  cabildo  y  los  demás  á  la  plaza  mayor. 

Reunido  el  Ayuntamiento  á  las  7  de  la  mañana  del  19,  co- 
menzó por  diputar  á  dos  regidores  cerca  del  Capitán  General,  con 
la  mvitación  de  asistir  en   seguida  á  una  sesión  extraordinaria.    A 


1.  El  historiador  espafíol  José  Domingo  Diaz  escribe:  *£l  teniente  del  ba- 
tallón veterano  D.  Mauricio  Ayala,  y  el  oficial  mayor  de  la  secretaría  de  la  Capitanía 
General  D.  Andrés  Bello,  que  eran  del  número  de  los  conjurados,  se  habían  presen- 
tado al  Gobernador,  delatádose  como  tales  y  comunicádole  hasta  los  más  escondidos 
secretos".  Recuerdos  sobre  la  rebelión  de  Caracas,  p.  13.  Bien  pudo  ser; 
pero  obsérvese  que  el  propio  Diaz  cita  á  Ayala  (p.  21)  entre  los  autores  de  la  re- 
volución del  19  de  abril,  y  que  éste,  al  igual  de  sus  hermanos  D.  Juan  Pablo  y 
D.  Ramón,  figuró  luego  como  patriota  insospechable;  que  Bello  ocupó  puesto  dis- 
tinguido en  la  secretaría  de  la  Junta  Suprema  constituida  el  mismo  19  de  abril  y 
acompaftó  á  Bolívar  y  López  Méndez  en  su  misión  diplomática  á  Londres;  por  último, 
que  Diaz  no  se  hallaba  entonces  en  Caracas,  pues  partido  á  España  en  1808,  no 
regresó  hasta  el  26  de  Abril  de  1810,  cuando  ya  estaba  consumada  la  revolución. 
Véanse  sus  Recuerdos,  p.  8  y  23. 

2.  Toro,  Manifiesto  citado, 

8* 


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—     116    — 

las  8  entraba  Emparán  en  la  sala  capitular,  y  como  se  le  informase 
que  el  Ayuntamiento  creía  llegado  el  caso  de  organizar  un  Gobierno 
provisional  que  velase  por  la  seguridad  de  la  provincia  á  nombre 
del  rey  Femando,  replicó  que  existía  un  Gobierno  legítimo  de  la 
monarquía  representado  por  el  Consejo  de  Regencia  como  sustituto 
de  la  Junta  Central,  y  que  en  las  actuales  circunstancias  lo  único 
conducente  era  esperar  nuevas  noticias  de  la  Península  antes  de 
tomar  ninguna  resolución  definitiva.  En  diciendo  esto,  el  Capitán 
General  levantó  la  sesión,  con  la  oferta  de  volver  á  tratar  más 
tarde  el  asunto,  y  se  encaminó  á  la  iglesia  catedral.  Era  jueves 
santo.  Tímidos  todavía  los  del  Ayuntamiento,  creían  ya  frustrado 
su  plan,  cuando  otros  patriotas  de  mayor  audacia  aceleraron  el  su- 
ceso. Al  llegar  Emparán  al  atrio  de  la  iglesia,  D.  Francisco  Salias 
le  asió  por  el  brazo,  y  amenazándole  con  un  puñal  le  intimó  que 
volviese  á  la  casa  consistorial.  A  lo  que  no  opuso  aquél  ninguna 
resistencia,  ni  tampoco  su  guardia,  mandada  por  el  capitán 
D.  Luis  Ponte. 

En  el  Ayuntamiento  encontró  el  Capitán  General  otra  novedad 
insólita;  la  representación  de  un  poder  político  desconocido  hasta 
entonces  en  la  Colonia.  Cinco  personas  extrañas  al  cabildo  tomaron 
allí  asiento  y  voz  titulándose  diputados  del  clero,  del  pueblo  y  del 
gremio  de  pardos:  el  canónigo  D.  José  Cortés  de  Madariaga,  el 
presbítero  D.  Francisco  José  de  Ribas,  los  doctores  D.  Juan  Germán 
Roscio  y  D.  José  Félix  Sosa  y  el  tribuno  popular  D.  José  Félix 
Ribas.  Roscio  y  Sosa,  inclinados  por  hábito  profesional  á  fórmulas 
jurídicas  ó  soluciones  pacíficas,  proponen  que  se  establezca  una 
Junta  Suprema  presidida  por  Emparán,  continuando  en  sus  fun- 
ciones la  Real  Audiencia  y  demás  autoridades  constituidas;  y  apo- 
yados por  la  mayoría,  procede  Roscio  á  redactar  el  acta  correspon- 
diente. Pero  Madariaga,  que  teme  ver  malogrado  el  plan  revolucio- 
nario con  semejante  compromiso,  prorrumpe  en  acalorada  arenga, 
acusa  á  Emparán  de  engaño  y  perfidia,  arguye  que  la  Junta  presi- 
dida por  él  no  ofrecería  seguridad  alguna,  porque  podría  disolverla 
á  su  arbitrio,  y  termina  pidiendo  su  deposición  inmediata,  en  nombre 
del  clero  y  del  pueblo.  Emparán,  sintiéndose  perdido,  sale  al 
balcón  y  pregunta  al  pueblo  amotinado  en  la  plaza  si  está  contento 
de  su  gobierno.  A  su  espalda,  Madariaga  hace  signos  negativos,  y 
al  punto  el  Dr.  D.  Santiago  Villareal  grita  desde  la  plaza:  "no,  no"; 
grito  que  la  muchedumbre  repite  encoró.  Emparán  exclama:  "pues 
yo  tampoco  quiero  mando '\     La  revolución  había  triunfado  *. 

1.  El  virulento  historiador  Diaz  dice  del  canónigo  Madariaga:  "Era  uno  de 
aquellos    hombres    á   quienes    la   naturaleza    ha  formado  para    la  rebelión.     Con  un 


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—     117    — 

Llamóse  el  nuevo  Gobierno  "  Junta  Suprema  conservadora  de 
los  derechos  de  Femando  Vil";  pero,  en  relidad,  era  su  propósito 
encaminarse  á  la  autonomía  absoluta;  y  si  no  la  declaró  en  se- 
guida, fué  por  atenerse  á  la  "necesidad  de  no  alarmar  á  los  pueblos 
con  bruscas  novedades",  según  confesión  de  los  propios  revolucio- 
narios i.  Igual  preocupación  se  observa  en  la  redacción  de  los  pri- 
meros ducumentos  de  la  Junta,  sobre  todo  en  el  acta  de  los  sucesos 
del  19  de  abril,  la  cual  revela  el  deseo  de  velar  con  un  lenguaje 
moderado  ó  ambiguo  la  trascendencia  de  la  revolución.  Se  reunió 
el  Ayuntamiento  —  dice  el  acta  —  "  con  motivo  de  la  función 
"eclesiástica  del  dia  de  hoy  jueves  santo,  y  principalmente  con  el 
"de  atender  á  la  salud  pública  de  este  pueblo  que  se  halla  en  total 
"horfandad,  no  sólo  por  el  cautiverio  del  Sr.  D.  Femando  VII,  sino 
"también  por  haberse  disuelto  la  Junta  que  suplía  su  ausencia  en 
"todo  lo  tocante  á  la  seguridad  y  defensa  de  sus  dominios  invadi- 
"dos  por  el  Emperador  de  los  franceses,  y  demás  urgencias  de 
"primera  necesidad,  á  consecuencia  de  la  ocupación  casi  total  de 
"los  reinos  y  provincias  de  España,  de  donde  ha  resultado  la  dis- 
"persión  de  todos  ó  casi  todos  los  que  componían  la  citada  Junta, 
"y  por  consiguiente  el  cese  de  sus  funciones.  Y  aunque  según  las 
"últimas  ó  penúltimas  noticias  derivadas  de  Cádiz  parece  haberse 
"sustituido  otra  forma  de  gobierno  con  el  título  de  Regencia,  sea 
"lo  que  fuere  de  la  certeza  ó  incertidumbre  de  este  hecho,  y  de  la 
"nulidad  de  su  formación,  no  puede  ejercer  ningún  mando  ni 
"jurisdicción  sobre  estos  países,  porque  no  ha  sido  constituida  por 
"el  voto  de  estos  fieles  habitantes  cuando  han  sido  ya  declarados, 
"no  colonos  sino  partes  integrantes  de  la  corona  de  España,  y 
"como  tales  han  sido  llamados  al  ejercicio  de  la  soberanía  interina 
"y  á  la  reforma  de  la  constitución  nacional;  y  aunque  pudiese  pres- 
"cmdierse  de  esto,  nunca  podría  hacerse  de  la  impotencia  en  que 
"ese  mismo  gobierno  (la  Regencia)  se  halla  de  atender  á  la  seguri- 
"dad  y  prosperidad    de    estos    territorios  y  de   administrarles  cum- 


exterior  que  manifestaba  las  más  severas  virtudes,  con  unas  costumbres  aparente- 
mente austeras,  con  un  espíritu  audaz,  sanguinario  y  vengativo  hasta  el  exceso,  con 
una  ignorancia  atrevida,  con  un  eco  declamatorio,  con  una  charlatanería  capaz  de 
seducir  á  los  miserables  por  cierta  facilidad  en  su  explicación,  con  el  mismo  carácter 
de  que  era  indigno  y  que  aumentaba  su  reputación  en  un  pueblo  religioso,  él  fué  el 
hombre  de  aquel  dia,  y  el  alma  de  las  deliberaciones."  Recuerdos  de  la  re- 
belión, p.  17.  —  Este  célebre  canónigo,  natural  de  Chile,  sigue  figurando  en  Vené- 
rela hasta  1817.  Salías,  que  pertenecía  á  una  familia  distinguida  de  Caracas,  toma 
parte  en  toda  la  guerra  de  Independencia.  Villareal ,  oriundo  de  San  Felipe  del 
Yaracuy,  profesor  de  medicina,  muere  en  el  tenemoto  de  1812. 

1.  Véanse  (capítulo  siguiente)  los  discursos  pronunciados  en  el  congreso,   del 
3  al  5  de  julio  de  1811,  por  Tovar  Ponte,  Roscio  y  otros  diputados. 


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—     118    — 

"plida  justicia  en  los  asuntos  y  causas  propios  de  la  suprema  auto- 
bridad;  en  tales  términos  que,  por  las  circunstancias  de  la  guerra  y 
"de  la  conquista  y  usurpación  de  las  armas  francesas,  no  pueden 
"  valerse  á  sí  mimos  los  miembros  que  compongan  el  indicado  nuevo 
"gobierno,  en  cuyo  caso  el  derecho  natural  y  todos  los  demás 
"dictan  la  necesidad  de  procurar  los  medios  de  su  conservación  y 
"defensa,  y  de  erigir  en  el  seno  mismo  de  estos  países  un  sistema 
"de  gobierno  que  supla  las  enunciadas  faltas,  ejerciendo  los  de- 
"rechos  de  la  soberanía  que  por  el  mismo  hecho  ha  recaído  en  el 
"pueblo,  conforme  á  los  mismos  principios  de  la  sabia  constitución 
"  primitiva  de  la  España  y  á  las  máximas  que  ha  enseñado  y  publi- 
"cado  en  innumerables  papeles  la  Junta  suprema  extinguida.  Para 
"  tratar,  pues,  el  Muy  Ilustre  Ayuntamiento  de  un  punto  de  la  mayor 
"importancia,  tuvo  á  bien  formar  un  cabildo  extraordinario  sin  la 
"menor  dilación,  porque  ya  presentía  la  fermentación  peligrosa  en 
"que  se  hallaba  el  pueblo  con  las  novedades  esparcidas,  y  con  el 
"  temor  de  que  por  engaño  ó  por  fuerza  fuese  inducido  á  reconocer 
"un  gobierno  ilegítimo,  invitando  á  su  concurrencia  al  Sr.  mariscal 
"  de  campo  D.  Vicente  de  Emparán,  como  su  Presidente,  el  cual  lo 
"verificó  inmediatamente,  y  después  de  varias  conferencias,  cuyas 
"resultas  eran  poco  ó  nada  satisfactorias  al  bien  público  de  este 
"leal  vecindario,  una  gran  porción  de  él  congregada  en  las  innie- 
"  diaciones  de  estas  casas  consistoriales,  levantó  el  grito  aclamando 
"con  su  acostumbrada  fidelidad  al  Sr.  Don  Femando  Vil  y  á  la 
"soberanía  interina  del  mismo  pueblo;  por  lo  que  habiéndose 
"  aumentado  los  gritos  y  aclamaciones,  cuando  ya  disuelto  el  primer 
"tratado  marchaba  el  cuerpo  capitular  á  la  Iglesia  Metropolitana, 
"tuvo  por  conveniente  y  necessario  retroceder  á  la  sala  del  Ayun- 
"tamiento,  para  tratar  de  nuevo  sobre  la  seguridad  y  tranquilidad 
"  pública.  Y  entonces,  aumentándose  la  congregación  popular  y  sus 
"  clamores  por  lo  que  más  le  importaba,»  nombró  para  que  repre- 
"  sentasen  sus  derechos  en  calidad  de  diputados  á  los  señores 
"  doctores  D.  José  Cortés  de  Madariaga,  canónigo  de  Merced  de  la 
"  mencionada  Iglesia,  D.  Francisco  José  de  Ribas,  presbítero,  D.  José 
"Félix  Sosa  y  D.  Juan  Germán  Roscio*,  quienes  llamados  y  con- 
"ducidos  á  esta  sala  con  los  prelados  de  las  religiones,  fueron  ad- 
"mitido^,  y  estando  juntos  con  los  señores  de  este  muy  ilustre 
"cuerpo,  entraron  en  las  conferencias  conducentes,  hallándose  tam- 
"bien  presentes  el  Sr.  D.  Vicente  Basadre,  intendente  de  ejército 
"y   real    hacienda,    y  el  Sr.    brigadier   D.  Agustín  García,    coman- 


1.  D.  José  Félix  Ribas  se  incorporó  después. 


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—     119     — 

^'dante  subinspector  de  artillería,  y  abierto  el  tratado  por  el  Sr. 
"Presidente,  habló  en  primer  lugar  después  de  Su  Señoría  el  dipu- 
"tado  primero  en  el  orden  con  que  quedan  nombrados,  alegando 
"los  fundamentos  y  razones  del  caso,  en  cuya  inteligencia  dijo  entre 
"otras  cosas  el  Sr.  Presidente,  que  nó  quería  ningún  mandó,  y 
"saliendo  ambos  al  balcón  notificaron  al  pueblo  su  deliberación,  y 
"resultado  conforme  en  que  el  mando  supremo  quedase  depositado 
"en  este  Ayuntamiento  Muy  Ilustre,  se  procedió  alo  demás  que  se 
"dirá " 

Según  el  acta,  el  Ayuntamiento  acuerda  en  seguida  que  cesen 
en  sus  empleos  el  intendente  Basadre,  el  brigadier  García  y  el 
asesor  Anca;  que  para  componer  la  Real  Audiencia  se  nombren 
letrados  que  merezcan  la  confianza  del  nuevo  Gobierno;  que  con- 
tinúen los  demás  tribunales  en  sus  respectivas  funciones;  que  se 
conserve  á  cada  uno  de  los  empleados  suspendidos  el  sueldo  fijo 
de  sus  respectivas  plazas  y  graduaciones  militares;  que  continúen 
en  vigor  las  órdenes  de  policía,  exceptuando  las  relativas  á  los 
vagos  en  cuanto  no  sean  conformes  con  las  leyes  y  prácticas  de  la 
Colonia,  y  las  dictadas  novísimamente  por  Emparán  sobre  anónimos 
y  pasaporte  y  filiación  de  las  personas  conocidas  y  notables;  que 
para  el  ejercicio  de  sus  funciones  colegiadas,  se  asocie  el  Ayunta- 
miento con  los  diputados  del  pueblo,  teniendo  estos  voz  y  voto  en 
todos  los  negocios;  que  los  demás  empleados  no  comprendidos  en 
el  cese,  continúen  "por  ahora"  en  sus  destinos;  que  el  mando  de 
las  armas  quede  á  las  órdenes  inmediatas  del  teniente  coronel 
D.  Nicolás  de  Castro  y  del  capitán  D.  Juan  Pablo  Ayala,  con 
arreglo  á  las  que  reciban  del  Ayuntamiento  como  depositario  de 
la  suprema  autoridad;  que  para  ejercer  ésta  con  mejor  orden  en 
lo  sucesivo,  el  Ayuntamiento  forme  "cuanto  antes  el  plan  de  ad- 
imnistración  y  gobierno  que  sea  más  conforme  á  la  voluntad  general 
del  pueblo";  que  provisionalmente  toda  la  tropa  de  actual  servicio 
tenga  prest  y  sueldo  doble;  y  que  firme  también  el  acta  el  dipu- 
tado por  el  gremio  de  pardos  D.  José  Félix  Ribas. 

El  mismo  dia  se  publicó  el  acta  en  los  sitios  más  concurridos 
de  la  ciudad;  y  según  los  escribanos  públicos  Viaña  y  Santana,  se 
hizo  aquello  "con  general  aplauso  y  aclamaciones  del  pueblo,  di- 
ciendo: Viva  nuestro  rey  Femando  Vil:  Nuevo  Gobierno:  Muy 
Ilustre  Ayuntamiento  y  diputados  del  pueblo,    que  lo  representan". 

Sin  pérdida  de  tiempo,  el  Ayuntamiento  hace  comparecer  á 
los  nuevos  empleados,  lo  mismo  que  á  los  destituidos,  á  prestar  el 
juramento  de  "guardar,  cumplir  y  ejecutar  y  hacer  que  se  guarden, 
cumplan  y  ejecuten  todas  y  cualesquiera  órdenes  que    se    den   por 


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—     120    — 

esta  Suprema  Autoridad  Soberana  de  estas  provincias,  á  nombre  de 
nuestro  rey  y  señor  Don  Femando  VU  (que  Dios  guarde),  injusta- 
mente cautivo  por  la  traidora  nación  francesa,  sosteniendo  los 
derechos  de  la  patria,  del  rey  y  religión,  y  de  no  obedecer  ninguna 
orden  que  les  sea  dada  por  los  jefes  anteriores  ya  depuestos;  y  á 
éstos,  que  guardarán  y  cumplirán,  y  harán  guardar,  cumplir  y 
ejecutar  las  mismas  disposiciones,  sin  ir  ni  contravenir  á  ninguna 
de  ellas". 

También  el  19,  se  pasó  una  circular  á  todos  los  empleados 
participándoles  que  el  Ayuntamiento  ha  asumido  la  suprema  autoridad 
junto  con  los  diputados  del  pueblo,  y  al  dia  siguiente  se  publica  un 
manifiesto  á  los  habitantes  de  Venezuela,  en  el  que  se  lee:  "Si  la 
soberanía  se  ha  establecido  provisionalmente  en  pocos  individuos, 
no  es  para  dilatar  sobre  vosotros  una  usurpación  insultante,  ni  una 
esclavitud  vergonzosa:  sino  porque  la  urgencia  y  precipitación  propias 
de  estos  instantes  y  la  novedad  y  grandeza  de  los  objetos  así  ló 
han  exigido  para  la  seguridad  común:  eso  mismo  nos  obliga  á  no 
poder  manifestaros  de  pronto  toda  la  extensión  de  nuestras  generosas 
ideas;  pero  pensad  que  si  nosotros  reconocemos  y  reclamamos 
altamente  los  sagrados  derechos  de  la  naturaleza  para  disponer  de 
nuestra  sujeción  civil,  faltando  el  centro  común  de  la  autoridad 
legitima  que  nos  reunía,  no  respetamos  menos  en  vosotros  t^n  in- 
violables leyes,  y  os  llamaremos  oportunamente  á  tomar  parte  en 
el  ejercicio  de  la  suprema  autoridad,  con  proporción  al  mayor  ó 
menor  número  de  individuos  de  cada  provincia." 

El  21  fueron  conducidos  á  la  Guaira,  con  el  objeto  de  que  se 
embarcasen  allí  para  el  extranjero,  y  pagándoseles  previamente  sus 
sueldos  vencidos  y  gastos  de  viaje  (en  todo  algo  más  de  18,000 
pesos):  el  ex-Capitán  General  Emparán,  el  intendente  D.  Vicente 
Basadre,  el  auditor  D.  José  Vicente  Anca,  los  oidores  de  la  Audiencia 
D.  Felipe  Martínez  y  Aragón  y  D.  Antonio  Julián  Alvarez,  el  fiscal  de  la 
misma  D.  José  Gutiérrez  de  Rivero,  el  subinspector  de  artillería 
D.  Agustín  García,  el  coronel  D.  Manuel  del  Fierro  y  el  teniente 
coronel  D.  Joaquín  Osorno. 

El  25  quedó  organizado  el  nuevo  Gobierno.  La  Junta  Suprema 
de  Caracas,  con  el  tratamiento  de  Alteza,  se  compuso  de  los  vocales 
D.  José  de  las  Llamosas,  D.  Martín  Tovar  Ponte,  D.  Feliciano 
Palacio,  D.  Nicolás  de  Castro,  D.  Juan  Pablo  Ayala,  D.  José  Cortés 
de  Madariaga,  D.  Hilario  Mora,  D.  Isidoro  Antonio  López  Méndez, 
D.  Francisco  José  Ribas,  D.  Rafael  González,  D.  Valentín  Rivas, 
D.  José  Félix  Sosa,  D.  José  María  Blanco,  D.  Dionisio  Palacio, 
D.  Juan  Germán  Roscio,    D.   Juan   de   Ascanio,    D.    Pablo   Nicolás 


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—    121     — 

González,  D.  Francisco  Javier  Ustáriz,  D.  Silvestre  Tovar  Liendo, 
D.  Nicolás  Anzola,  D.  José  Félix  Ribas,  D.  Femando  Key  Muñoz 
y  D.  Lino  de  Clemente.^  Secretarios  del  despacho  fueron  nombrados: 
el  Dr.  Roscio,  para  Relaciones  Exteriores;  el  Dr.  Anzola,  para  Gracia 
y  Justicia;  el  regidor  Key  Muñoz,  para  Hacienda;  el  capitán  de  navio 
D.  Lino  de  Clemente,  para  Marina  y  Guerra;  y  secretarios  con 
ejercicio  de  decretos:  D.  José  Tomás  Santana,  en  Relaciones  Exte- 
riores, Gracia  y  Justicia,  y  D.  Casiano  Bezares,  en  Hacienda,  Marina 
y  Guerra,  Canciller  del  gobierno  fué  D.  Carlos  Machado,  ex-can- 
ciller  de  la  Real  Audiencia. 

El  ejército  se  puso  á  las  órdenes  del  coronel  D.  Femando  R. 
del  Toro,  teniendo  por  secretario  al  teniente  de  milicias  D.  Ramón 
García  de  Sena;  y  se  formó  además  una  "Junta  de  guerra  y  defensa 
de  las  provincias,"  compuesta  del  mismo  Toro,  los  capitanes  D. 
Nicolás  de  Castro  y  D.  Juan  Pablo  Ayala,  nombrados  comandantes 
generales,  los  coroneles  de  artillería  é  ingenieros  D.  José  Salcedo 
y  D.  Juan  Pires,  el  commandante  del  escuadrón  de  caballería  D. 
Antonio  Solórzano  y  el  del  batallón  veterano  D.  Antonio  José 
Urbina.  Para  secretario  de  esta  Junta  se  eligió  al  capitán  D.  José 
de  Sata  y  Bussy. 

En  lugar  de  la  Real  Audiencia  hubo  un  Tribunal  de  apelaciones, 
alzadas  y  recursos  de  agravios  con  el  tratamiento  de  Señoría,  cons- 
tituido  así:    presidente,    el   marqués   de  Casa  León;   ministros,   D. 


1.  £1  historiador  Diaz,  oriundo  de  Caracas,  fué  condiscípulo  y  amigo  de 
muchos  de  ellos;  pero,  exacerbado  por  la  pasión  política,  les  pinta  á  casi  todos  con 
colores  sombríos.  Véase:  Llamosas,  ^'comerciante  honrado,  muy  capaz  de  dirigir  una 
pequeña  negociación  mercantil,  y  nada  más*';  Tovar  Ponte  (hijo  segundo  del  conde 
de  Tovar),  "joven  ignorante  hasta  el  extremo";  Palacio  (D.  Feliciano),  "persona 
boorada,  y  de  regulares  conocimientos  como  vecino  de  una  cuidad**;  Blanco, 
"hombre  que  incapaz  de  gobernarse  á  sí  mismo,  había  visto  desaparecer  la  fortuna 
considerable  heredada  de  sus  padres  y  su  hermano,  y  se  encontraba  en  la  indi- 
gencia"; Palacio  y  Sojo  (D.  Dionisio),  "joven  ignorante,  lleno  de  vicios  públicos, 
y  esposo  de  Da.  Juana  Bolívar,  cuyo  rico  patrimonio  había  escandalosamente  disipado*'; 
López  Méndez,  "comerciante,  y  hacendado  de  las  mismas  circunstancias  que Llamosas " ; 
Anzola,  "abogado,  jugador  de  profesión,  y  sin  otros  conocimientos  que  los  muy 
medianos  de  la  carrera  que  seguía'*;  Tovar  Liendo,  "joven  insignificante  por  su 
conducta  y  por  sus  ningunos  conocimientos";  Mora,  "abogado  de  muy  mala  reputa- 
ción en  el  ejercicio  de  su  profesión";  González  (D.  Pablo),  "nulo  bajo  todos  respectos 
y  consideraciones";  Madariaga,  "cuyo  comportamiento  para  con  la  corporación  á 
que  pertenecía  había  sido  el  escándalo  de  aquellos  pueblos";  Roscio,  "abogado  de 
gran  crédito,  cuya  conducta  presentaba  un  contraste  singular  de  vicios  y  de  virtudes 
extremas:  desinteresado,  sobrio,  modesto,  iracundo,  ambicioso,  hipócrita,  £dso,  artifi- 
cioso, ingrato";  Ribas  (D.  José  Félix),  "joven  ignorante,  presuntuoso,  laborioso, 
jugador,  lleno  de  deudas  contraídas  en  sus  vicios  y  en  una  necia  ostentación,  y  el 
Dr.  D.  Francisco  José,  su  hermano,  hombre  de  conocimientos  escolásticos,  y  lleno 
de  deudas  por  el  error  de  sus  cálculos".  —  Recuerdos  sobre  la  rebelión  de 
Caracas,  p.  25. 


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—    122    — 

José  Bernabé  Diaz,  D.  José  María  Ramírez,  D.  Bartolomé  Ascanio 
y  D.  Felipe  Firmín  Paúl;  íiscal  de  lo  civil  y  criminal,  D.  Vicente 
Tejera;  agente  fiscal,  D.  Juan  Antonio  Rodríguez  Domínguez; 
relator,  D.  Francisco  Llanos;  escribano,  D.  Rafael  Márquez;  recep- 
tores, D.  Gabriel  y  D.  Vicente  Villaroel. 

Juez  de  policía  fué  nombrado  D.  Bartolomé  Blandaín  \  con  un 
procurador  síndico  y  doce  diputados  del  abasto,  para  que  turnasen 
cada  mes  en  ló  relativo  á  provisión  de  mantenimientos,  su  precio, 
peso  y  medida,  arbitrios  municipales,  conservación  de  propios,  etc. 

Las  causas  civiles  y  criminales  de  que  conocían  antes  el 
Gobernador  y  su  teniente  se  pusieron  á  cargo  del  corregidor  D. 
Luis  de  Rivas  y  Tovar,  y  las  que  correspondían  á  los  alcaldes 
ordinarios  y  jueces  de  provincia,  se  encomendaron  al.  corregidor 
D.  Juan  Bernardo  Larraín,  debiendo  ambos  asesorarse  con  letrados 
y  ejercer  sus  funciones  por  un  año. 

El  27  de  abril,  la  Junta  Suprema  se  dirigió  á  los  Ayuntamientos 
de  todas  las  capitales  de  América  excitándoles  "á  contribuir  á  la 
grande  obra  de  confederación  americana  española".  "Una  es  nuestra 
causa  —  añadía  la  nota  —  una  debe  ser  nuestra  divisa:  fidelidad 
á  nuestro  desgraciado  monarca;  guerra  á  su  tirano  opresor;  frater- 
nidad y  constancia".  Acordóse  al  propio  tiempo  prestar  ayuda  á 
los  españoles  peninsulares  "en  la  santa  lucha  en  que  se  hallaban 
empeñados"  contra  la  invasión  francesa,  y  se  declaró  que  la  Junta 
de  Caracas  sería  disuelta  luego  que  el  rey  Femando  se  restituyese 
á  sus  dominios,  ó  siempre  que  se  constituyese  en.  España  "otro 
gobierno  más  idóneo  para  ejercer  la  soberanía  de  toda  la  nación". 
Pero  no  era  todo  eso  más  que  fraseología  circunstancial,  fórmulas 
oficinescas  y  prudentes  del  secretario  de  Relaciones  Exteriores 
Dr.  Roscio,  fórmulas  que  no  detuvieron  á  la  Junta  en  su  abierta 
rebelión  contra  toda  autoridad  ejercida  desde  la  metrópoli.  En 
efecto,  al  Consejo  de  Regencia,  que  s^  había  dirigido  á  los  Virreyes 
y  Capitanes  Generales  diciéndoles  (14  de  enero,  1810)  que  los 
pueblos  de  América  serían  considerados  como  parte  integrante  de 
la  monarquía  y  tendrían  debida  representación  en  las  cortes  nacio- 
nales, la  Junta  contestó  el  3  de  mayo  censurando  agriamente  el 
reglamento  de  elecciones  y  protestando  otra  vez  contra  el  Gobierno 
arbitrario  que  se  titulaba  Regencia.  Mal  podían  ser  representación 
libre  de  las  Colonias  —  dijo  la  Junta  —  "los  diputados  elegidos 
por  los  cabildos  americanos,  cuerpos  que  el  Ministerio  español  se 
había  empeñado  siempre  en  vejar,    en  deprimir,    en    despojarlos  de 

1.  Este  apellido  se  ha  convertido  en  Blandín. 


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-    123 

la  confianza   pública   y  en   someterlos   ignominiosamente  á  la  vara 

despótica  de  sus  agentes ¿Dar  á  todos  los  habitantes 

de  la  Península  el  derecho  de  nombrar  sus  representantes  para  las 
cortes  de  la  nación,  y  reducirlo  en  la  América  á  la  voz  pasiva  y 
degradada  de  los  Ayuntamientos;  establecer  una  tarifa  para  los  di- 
putados europeos,  y  otra  diferentísima  para  los  americanos,  con  la 
sola  mira  de  negarles  la  influencia  que  se  debe  á  su  actual  impor- 
tancia y  población,  no  es  manifestar  claramente  que  la  libertad  y 
fraternidad  que  tanto  se  nos  cacarean  son  unas  voces  insignifi- 
cantes, unas  promesas  ilusorias,  y  en  una  palabra  el  artificio  trillado 
con  que  se  han  prolongado  tres  siglos  nuestra  infancia  y  nuestras 
cadenas?  ¿No  es  dar  á  entender  que  se  nos  considera  como  unos 
estólidos  que  no  conocen  lo  que  les  corresponde,  ó  como  unos  es- 
clavos que  viven  contentos  con  la  humillación?  ...  En  una  palabra, 
desconocemos  el  nuevo  Consejo  de  Regencia. '' 

Conforme  á  tales  propósitos  de  autonomía  absoluta,  la  Junta 
empezó  en  seguida  á  legislar  sobre  asuntos  que  se  consideraban 
hasta  entonces  como  privativos  de  la  corona.  Suprimió  el  derecho 
de  alcabala  sobre  los  comestibles  y  objetos  de  primera  necesidad; 
extinguió  el  impuesto  de  exportación;  dio  libre  entrada  á  varios 
productos  de  manufactura  extranjera,  para  proteger  el  beneficio  de 
los  frutos  del  país,  declaró  que  los  indios  quedaban  exentos  de 
todo  tributo,  y  prohibió  (14  de  agosto)  el  tráfico  de  esclavos. 

Desde  abril  hasta  setiembre  las  demás  ciudades  principales  de 
la  Capitanía  General,  á  excepción  de  Coro  y  Maracaibo,  imitaron 
el  ejemplo  de  Caracas,  formando  Juntas  gubernativas;  bien  que  en 
algunas  de  ellas,  como  en  la  de  Guayana,  no  tardaron  en  reaccionar 
los  españoles. 

En  Cumaná  las  cosas  pasaron  así^.  El  26  de  abril,  el  Gober- 
nador é  Intendente  de  la  provincia,  coronel  D.  Ensebio  Escudero, 
onvoca  á  junta  en  su  despacho  los  alcaldes  ordinarios,  procurador 
general,  comandantes  de  armas,  cura  vicario,  y  guardián  del  con- 
vento de  San  Francisco;  les  comunica  las  noticias  que  acaba  de 
recibir  de  Caracas  y  les  dice,  que  "  aunque  no  tenía  ningún  motivo 
de  recelar  de  aquel  vecindario  la  más  ligera  falta  de  fidelidad"  al 
rey  -ni  al  Gobierno  que  lo  representaba,  estaba  sin  embargo  dis- 
puesto á  abdicar  su  autoridad,  si  tenía  el  pueblo  alguna  queja.  La 
junta  le  contesta  que  puede  contar  con  la  confianza  y  obediencia 
públicas,   y   que    conviene    convocar  á  todo  el    cabildo  para  el  dia 

1.  Relación  existente  en  el  Archivo  de  Simancas.  Secretaría  de  Estado. 
Legajo  8284. 


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—     124    — 

siguiente  á  fin  de  resolver  con  el  Gobernador  lo  que  las  circuns- 
tancias demanden.  Al  amanecer  del  27  las  circunstancias  cambian 
por  completo.  Llegan  de  Caracas  dos  emisarios  ^  con  pliegos  de  la 
Junta  Suprema  para  el  Ayuntamiento  cumanés.  Sin  perder  tiempo 
reúnense  los  capitulares  y  pónense  de  acuerdo  con  los  comandantes 
del  castillo  de  San  Antonio  y  del  cuartel  de  la  ciudad  (D.  Carlos 
Guinet  y  D.  Miguel  Correa)  para  que  las  tropas  desobedezcan  las 
órdenes  que  les  trasmita  el  Gobernador  Escudero.  Acto  continuo, 
siempre  á  imitación  de  lo  de  Caracas,  el  Ayimtamiento  admite  en 
su  señó  representantes  de  los  diversos  cuerpos:  militares,  labra- 
dores, clero,  nobleza,  comercio,  clase  de  "pardos  y  morenos".  Se 
comisiona  á  dos  regidores  para  que  inviten  al  Gobernador  á  con- 
currir á  la  sesión,  y  una  vez  presente  se  le  manifiesta,  que  el  ca- 
bildo acuerda  constituirse  en  Junta  Gubernativa;  pero  que  en 
atención  ú  su  conducta  anterior  como  Gobernador,  "muy  aceptable 
á  toda  la  provincia",  se  acuerda  también  darle  puesto  y  voto  en 
la  Junta,  en  lugar  de  expulsarlo  del  territorio  "como  había  suce- 
dido en  la  capital  de  Caracas".  Escudero  contesta,  que  depuesto 
de  su  legítima  autoridad,  no  le  es  dable  aceptar  ningún  destino 
"con  voto  entre  sublevados"  y  que  voluntariamente  se  embarcará 
para  Cartagena.  Se  embarca  el  3  de  mayo,  habiéndole  el  Ayunta- 
miento costeado  el  viaje  y  pagado  sus  sueldos  hasta  fin  de  año. 

Quedó  constituida  la  Junta  del  modo  siguiente:  Presidente, 
D.  Francisco  Javier  Mayz,  capitán  de  milicias  regladas,  alcalde  pri- 
mero; Vicepresidente,  D.  Francisco  Illas  y  Ferrer,  comerciante, 
capitán  de  milicias  urbanas,  alcalde  segundo;  Vocales  de  derecho, 
como  miembros  que  eran  del  Ayuntamiento,  D.  José  Ramírez  Guerra, 
alférez  real,  D.  Jerónimo  Martínez,  alcalde  mayor  provincial,  D. 
Francisco  Sánchez,  alguacil  mayor,  D.  José  Jesús  de  Alcalá,  síndico 
procurador  general,  D.  Manuel  Millán,  fiel  ejecutor,  D.  Domingo 
Mayz  y  D.  José  Santos,  alcaldes  de  la  hermandad.  A  quienes  se 
unieron  en  calidad  de  representantes  de  los  cuerpos  y  clases:  por 
el  clero,  el  cura  párroco  D.  Andrés  Antonio  Callejón,  que  estaba 
suspenso  y  á  quien  se  nombra  ahora  "vicario  juez  eclesiástico 
superintendente";  por  la  nobleza,  el  Dr.  D.  Mariano  de  la  Cova, 
abogado;  por  los  labradores,  D.  Juan  Bermúdez  de  Castro,  maestro 
de  filosofía;  por  el  comercio,  D.  Juan  Manuel  Tejada,  comerciante; 


1.  D.  Francisco  Moreno,  capitán  de  una  de  las  compañías  sueltas  veteranas 
de  Cumaná,  que  estaba  cumpliendo  en  Caracas  una  condena  de  suspensión  de 
empleo,  y  D.  José  Antonio  Illas,  también  cumanés,  comerciante  y  ayudante  de 
milicias,  que  había  pasado  con  licencia  á  Caracas  **á  pretexto  de  ir  á  ver  la  se- 
mana santa**. 


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—     125    — 

por  el  ejército,  D.  Juan  José  Flores,  capitán  graduado,  teniente  de 
una  compañía  veterana;  por  los  "pardos  y  morenos",  D.  Pedro 
Mejía,  teniente  de  milicias  regladas.  D.  Juan  Martínez,  abogado, 
recibió  el  nombramiento  de  asesor  de  la  Junta  con  voto.  Como 
secretario  actuó  D.  Diego  Vallenilla,  teniente  de  ejército  y  ayu- 
dante de  milicias,  que  había  sido  también  secretario  del  Gobernador 
Escudero.  D.  José  Miguel  de  Alcalá,  empleado  de  real  hacienda, 
fué  ascendido  á  Intendente.  Y  al  brigadier  D.  Juan  Manuel  de 
Cajigal,  antiguo  Gobernador  de  la  provincia,  se  le  nombró  con- 
sultor de  la  Junta  y  comandante  general  de  las  armas,  con  el  grado 
y  sueldo  de  mariscal  de  campo  K 

Por  la  tarde  del  27  la  Junta  se  traslada  á  la  iglesia  parro- 
quial, donde  se  canta  el  Te  Deum,  á  tiempo  que  el  castillo  de  San 
Antonio  celebra  con  salvas  de  artillería  el  establecimiento  del  nuevo 
Gobierno  y  pasea  el  pueblo  por  las  calles  la  nueva  bandera  na- 
cional^.  Por  la  noche  se  envían  emisarios  á  Barcelona,  segunda 
ciudad  de  la  provincia,  á  proponerle  que  reconozca  el  Gobierno  de 
la  capital;  pero  ya  su  Ayuntamiento  se  había  constituido  en  Junta 
bajo  la  presidencia  del  teniente  coronel  D.  Gaspar  de  Cajigal,  y  de- 
clarádose  subordinada  á  la  de  Caracas.  Lo  propio  hizo  luego 
Margarita,  que  estaba  sujeta  en  lo  militar  á  Caracas  y  en  lo  de 
real  hacienda  á  Cumaná.  El  teniente  Guinet  pasa  á  la  colonia  de 
Trinidad  á  solicitar  armas  y  municiones.  Y  por  consejo  y  ambición 
de  D.  Juan  Manuel  de  Cajigal,  regresa  á  Caracas  D.  José  Antonio 
Illas  á  insinuar  el  proyecto  de  reunir  ambas  provincias  poniendo 
sus  fuerzas  militares  á  las  órdenes  de  un  generalísimo,  por  de  con- 
tado el  propio  Cajigal.  Proyecto  que  no  encontró  oídos  en  la  Junta 
Suprema. 

Cuya  autoridad  "suprema"  era  todavía  puramente  nominal, 
pues  si  bien  creía  contar  con  el  apoyo  de  las  provincias  de  Cumaná, 
Margarita,  Guayana,  Barinas,  Mérida  y  Trujillo,  todas  sus  respectivas 
Juntas  ó  siguieron  fluctuando  entre  la  revolución  y  la  reacción,  — 
tal  sucedió  en  Cumaná  y  Barcelona  y  en  Guayana,  —  ó  se  con- 
sideraron cuerpos  autonómicos  hasta  que  se  reunió  el  congreso  na- 
cional*    Por  otra   parte,   los  Ayuntamientos  de  Coro   y  Maracaibo 


1.  Cajiga  estaba  electo  Gobernador  de  la  Concepción  de  Chile,  pero  se 
había  quedado  en  Cumaná  "resentido  de  que  no  se  le  hubiese  concedido  su  retiro 
á  Caracas  de  teniente  del  rey  ó  con  opción  al  mando  de  la  Capitanía  General  en 
vacantes**. 

2.  La  misma  de  Caracas:  amarilla,  encamada  y  negra. 

3.  Las  Juntas  de  Cumaná,  Barcelona  y  Margarita  mandaron  diputados  á  tomar 
asiento  en  la  Suprema  de  Caracas. 


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—     126    — 

se  negaron  categóricamente  á  seguir  el  movimiento  revolucionario 
del  19  de  abril.  A  los  comisionados  de  la  Junta  Suprema  los  re- 
cibió en  Coro  el  Gobernador  D.  José  Ceballos  diciéndoles  "que  ni 
el  pueblo  se  metía  en  nada  ni  sabía  otra  cosa  que  lo  que  violenta 
y  maliciosamente  le  inspiraban  cuatro  maliciosos  magnates '\  y  les 
mandó  poner  á  cada  uno  un  par  de  grillos  y  los  despachó  á  Mara- 
caibo  para  que  de  allí  fuesen  remitidos  á  las  prisiones  de  Puerto 
Rico.  Desde  el  punto  de  vista  constitucional,  el  Ayuntamiento  de 
Coro  alegaba,  para  desconocer  á  la  Junta  Suprema,  que  la  ciudad 
de  Caracas  había  cesado  en  su  dignidad  de  capital  de  la  Colonia 
al  destituir  al  Capitán  General  y  Real  Audiencia,  quedando  por 
consiguiente  su  pueblo  y  cabildo  "  en  igual  clase  que  los  otros,  pues 
las  constituciones  del  reino  no  concedían  ni  sombra  de  autoridad  á 
un  cabildo  sobre  otro";  y  que  en  último  caso,  de  aceptarse  la 
supremacía  de  un  Ayuntamiento,  le  tocaría  antes  bien  al  de  Coro» 
por  representar  á  "la  ciudad  más  antigua  y  fundadora  de  la  pro- 
vincia de  Venezuela".  Razonamiento  que  se  apoyaba  realmente 
en  el  tradicional  principio  político  español  de  autonomía  municipal. 

La  Junta  Suprema  resolvió  apelar  á  las  armas  y  levantó  un 
ejército,  casi  en  su  totalidad  de  milicianos  bisónos,  que  puso  á  las 
órdenes  del  marqués  del  Toro.  Ejército  respetable  por  su  número, 
—  más  de  4000,  —  pero  poco  temible  á  causa  de  su  orgánica  debi- 
lidad. En  esto  se  revelan  también  los  vicios  inherentes  al  régimen 
colonial  español.  A  las  milicias  pertenecían,  desde  1759,  todos  los 
blancos  y  pardos  de  15  á  45  años,  menos  los  eclesiásticos,  médicos, 
boticarios,  jueces  y  otros  empleados;  mas  en  primer  lugar,  los 
pardos  no  hallaban  estímulo  en  la  carrera  de  las  armas,  porque  la 
ley  les  prohibía  aspirar  á  grados  superiores  al  de  capitán;  y  los 
nobles  criollos,  con  las  pocas  excepciones  de  quienes  lograban 
sentar  plaza  en  la  Península,  consideraban  sus  grados  en  la  milicia 
como  simple  distintivo  de  preeminencia  social.  Tanto  era  así,  que 
la  "compañía  de  nobles  aventureros",  formada  en  Caracas  en  1767 
por  los  hidalgos  ricos  que  deseaban  servir  al  rey  á  su  costa,  no 
tuvo  en  realidad  más  objeto  que  el  de  ostentar  títulos  y  uni- 
formes K 

Con  semejantes  milicias  salió  á  campaña  el  marqués  del  Toro, 
quien  por  otra  parte,   más  acostumbrado  estaba   á  la  vida  elegante 

1.  £1  primer  capitán  de  esta  compaftia,  compuesta  de  72  plazas,  fué  el  marqués 
del  Valle  de  Santiago,  y  en  ella  figuraron  como  soldados  el  marqués  de  Mijares, 
D.  Juan  Nicolás  de  Ponte,  D.  Manuel  Blanco  de  Villegas,  D.  Juan  Vicente  de  Bolívar, 
D.  Feliciano  Palacio,  etc.,  ninguno  de  los  cuales  tuvo  ocasión  de  encontrarse  en 
serias  acciones  militares. 


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—    127    ^ 

y  regalada  de  sus  lujosas  quintas  de  Anauco  y  de  Mocundo,  que  no 
á  las  faenas  del  campamento.  Inútil  y  desdichada  resultó  esta  pri- 
mera expedición  patriota;  aunque  el  marqués,  general  bisoño  pero 
altivo  hidalgo,  hizo  gala  en  toda  ella  de  gallarda  valentía  personal. 
Después  de  andar  150  leguas  por  los  incipientes  caminos  de  en- 
tonces, atacó  á  Coro  el  28  de  noviembre.  Sorprendido  al  punto  de 
la  resistencia  de  la  ciudad,  que  él  creía  ocupada  por  una  débil 
guarnición,  y  amenazado  también  por  fuerzas  de  Maracaibo,  tuvo 
que  regresar  maltrecho  á  Caracas. 

Entre  tanto,  la  Junta  Suprema  había  logrado  descubrir  y  des- 
baratar una  trama  contrarrevolucionaria  urdida  en  el  propio  Caracas 
por  los  hermanos  D.  Francisco,  D.  José  y  D.  Manuel  González  de 
Linares,  de  acuerdo  con  el  Dr.  D.  José  Bernabé  Diaz,  ministro  del 
tribunal  de  apelaciones,  los  cuales  se  proponían  sustituir  la  Junta 
con  otro  Gobierno  provisional  compuesto  del  arzobispo  D.  Narciso 
Coll  y  Prat^,  el  contador  mayor  D.  José  de  Limón ta,  el  canónigo 
D.  Juan  Vicente  de  Echeverría  y  el  cura  de  la  iglesia  de  Candelaria 
D.  José  Antonio  Montenegro.  Descubierto  el  plan  el  1^.  de  octubre, 
se  siguió  causa  á  los  principales  conjurados;  mas  como  su  delito 
no  pasó  de  tentativa,  se  les  aplicaron  solamente,  según  el  grado  de 
culpabilidad,  las  penas  de  prisión,  destierro  y  confinamiento. 

Con  esto  coincidió  otro  hecho  que  por  poco  desencadena  la 
anarquía  entre  los  promotores  de  la  revolución,  partidarios  los  unos 
de  medios  violentos,  é  inclinados  los  otros  á  medios  de  conciliación 
y  lenidad.  Acababa  de  frustrarse  la  conjura  de  los  Linares,  cuando 
se  tuvo  noticia  de  que  los  revolucionarios  de  Quito  habían  sido 
ejecutados  por  las  autoridades  españolas  el  2  de  agosto;  y  al  punto 
el  caudillo  popular  D.  José  Félix  Ribas,  que  se  titulaba  siempre 
diputado  del  gremio  de  pardos,  y  que  formaba  parte  del  Gobierno 
desde  el  19  de  abril,  aconsejó  un  motín  el  22  de  octubre  con  el 
objeto  de  pedir  el  extrañamiento  de  todos  los  españoles,  nacidos 
en  la  Península  é  islas  Canarias.  Más  que  imprudente  hubiera  sido 
en  aquellas  circunstancias  medida  tan  radical,  como  que  tendía  á 
dividir  la  población  en  dos  bandos  irreconciliables.  La  Junta  se 
decidió  á  expulsar  á  Ribas  con  su  teniente  José  María  Gallegos,  y 
al  propio  tiempo  dio  satisfación  á  los  sentimientos  populares  man- 
dando celebrar  el  15  de  noviembre  rumbosas  exequias  á  las  víctimas 
de  Quito,  en  el  templo  de  Altagracia,  que  era  la  parroquia  de  los 
pardos. 


1.    Este    había    prestado   juramento    de    obediencia,    ¿    la   Junta,    en   el   mes 
de  julio. 


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^     128    — 

A  raíz  de  los  sucesos  del  19  de  abril,  preocupáronse  también 
los  patriotas  caraqueños  con  la  posible  intervención  extranjera;  la 
cual  hubiera  sido  una  amenaza  mayor  para  su  plan  que  las  mismas 
disensiones  domésticas,  en  el  caso  de  resolverse  Francia  á  poner 
mano  sobre  las  Colonias;  ó  hubiera  asegurado  en  seguida  la  in- 
dependencia absoluta,  si  Inglaterra  y  los  Estados  Unidos  favorecían 
el  movimiento  autonomista.  Con  su  habitual  prudencia  planteó  la 
cuestión  ante  la  Junta  el  Dr.  Roscio,  secretario  de  Relaciones 
Exteriores,  y  se  decidió  enviar  agentes  diplomáticos  á  las  Antillas 
inglesas,  á  Londres,  á  Washington,  con  el  fin  de  atraerse  el  apoyo 
material  y  moral  de  sus  Gobiernos,  y  á  las  provincias  de  Nueva 
Granada  para  celebrar  un  tratado  de  acción  común. 

A  las  islas  de  Curazao  y  Jamaica  pasaron  al  efecto  D. 
Mariano  Montilla  y  D.  Vicente  Salias,  hombre  de  mundo  el  pri- 
mero, educado  en  la  corte,  hábil  el  segundo  en  hablar  lenguas 
extrañas.  Tropezaron,  sin  embargo,  con  las  dificultades  que  eran 
de  preverse ;  pues  las  autoridades  de  dichas  islas  (ambas  á  la  sazón 
dominios  ingleses)  no  tenían  aún  instrucciones  acerca  de  la  actitud 
que  al  Gabinete  de  Londres  conviniera  asumir  respecto  de  los  re- 
cientes sucesos  de  Caracas.  El  Gobernador  de  Curazao  se  apresuró 
á  informarles  en  14  de  mayo,  que  "tendría  el  mayor  gusto  en  ceder 
los  fusiles  y  demás  efectos  de  guerra  que  pudiesen  dispensarse  sin 
riesgo,  de  los  almacenes  de  S.  M. .  .  . ;  pero  que  debía  antes  participar 
á  su  Gobierno  las  circunstancias  del  caso,  y  aguardar  su  decisión". 

Respecto  de  los  Estados  Unidos,  sabía  la  Junta  Suprema  que 
desde  julio  de  1809  el  Gobierno  de  este  país  había  insinuado  á 
hombres  notables  de  las  colonias  españolas,  que  si  proclamaban  la 
Independencia,  el  congreso  norte-americano  acogería  en  su  seno  á 
los  diputados  que  enviasen,  y  se  trataría  de  una  confederación  de 
toda  la  América.  Nombró,  pues,  la  Junta  en  el  mes  de  mayo  comi- 
sionados diplomáticos  á  D.  Juan  Vicente  de  Bolívar  y  á  D.  Telés- 
foro  Orea,  con  D.  José  Rafael  Revenga  como  secretario.  Llegados 
á  Washington  en  junio,  presentan  sus  credenciales  al  Secretario  de 
Estado,  Mr.  R.  Smith.  Quien  les  contesta  aprobando  la  actitud  de 
la  Junta  y  prometiéndoles  tomar  medidas  para  estrechar  las  rela- 
ciones de  amistad  y  comercio  entre  los  Estados  Unidos  y  Vene- 
zuela. En  consecuencia,  nombra  el  26  de  junio  á  Mr.  Robert  Lowry 
Agente  comercial  en  la  Guaira  y  demás  puertos  venezolanos,  con 
autorización  de  designar  cuantos  subagentes  juzgara  necesarios  i.  Qui- 

1.  No  se  le  dio  á  Lowry  el  título  de  Cónsul,  atendiendo  á  que  la  Junta 
Suprema  no  podía  reconocerlo  con  este  carácter  oficial,  supuesto  que  no  representaba 
todavía  á  un  Estado  independiente ;  aunque  si  se  expresó  en  sus  Letras  Patentes  que 
se  le  confiaban  todas  las  funciones  consulares. 


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—    129    — 

so  desde  luego  la  Junta  aprovecharse  de  la  simpatía  americana,  y  les 
remitió  á  sus  comisionados  60,000  pesos  para  comprar  elementos  de 
guerra.  Pero  cuando  Bolívar  se  trasladó  á  Filadelfia  con  este  fin, 
encontró  düficultades  insuperables,  porque  el  Gobierno  americano 
tenía  ocupadas  las  fábricas  con  un  pedido  de  80,000  fusiles,  y  los 
existentes  en  el  mercado  acababan  de  acapararlos  el  Ministro  de 
España  (que  recibió  para  esto  300,000  pesos)  y  unos  comisionados 
de  México  y  del  Perú,  que  llegaron  también  con  grandes  cantidades 
de  dinero.  El  plan  del  Gobierno  español  —  dice  Bolívar  en  una 
de  sus  notas  —  era  armar  á  todos  sus  partidarios  en  las  Colonias, 
para  el  caso  de  que  la  pérdida  de  la  Península  produjese  "algún 
movimiento  contrario  á  sus  ideas".  —  Orea  regresó  á  Caracas  en 
agosto,  y  Bolívar,  navegando  en  otro  buque,  se  ahogó. 

A  Londres  fueron  el  coronel  D.  Simón  de  Bolívar,  el  comi- 
sario ordenador  D.  Luis  López  Méndez  y,  en  calidad  de  auxiliar,  el 
comisario  de  guerra  y  oficial  primero  de  la  secretaría  de  Estado, 
D.Andrés  Bello  ^.  No  tuvo  inconveniente  el  Secretario  de  Negocios 
Extranjeros,  marqués  Wellesley,  en  acordarles  una  audiencia  pri- 
vada, en  la  que  les  rogó  resumir  por  escrito  el  objeto  de  su  misión^. 
El  21  de  julio,  Bolívar  y  Méndez  pasan  la  siguiente  nota. 

Los  comisionados  de  la  Junta  Suprema  de  Venezuela,  presentando  sus  res- 
petos al  Exorno.  Scflor  Marqués  Wellesley,  tienen  el  honor  de  indicarle,  en  virtud 
de  lo  que  S.  £.  se  ha  servido  insinuarles  en  su  conferencia  del  jueves  último,  las 
miras  de  su  Gobierno  en  la  misión  que  les  ha  conferido. 


1.  En  la  Biografía  de  Bello  por  los  escritores  chilenos  D.  Miguel  Luis  y 
D.  Gregorio  Víctor  Amunátegui  se  dice  que  Bello  llevaba  iguales  poderes  que  Bolívar 
y  Méndez,  pero  que  éstos  convinieron  en  que  figurase  sólo  como  secretario,  por  ser 
de  meóos  categoría  que  el  coronel  Bolívar  y  más  joven  que  Méndez.  La  verdad  no 
es  ésa.  Bello  fué  "en  calidad  de  auxiliar*',  seg^n  la  credencial  expedida  por  la 
Jtinta  Suprema  con  fecha  6  de  junio,  y  no  figuró  oficialmente  en  las  conferencias  de 
Londres,  circunscribiéndase  ¿  desempeñar  el  papel  de  traductor,  pues  conocía  el  in- 
glés mejor  que  sus  jefes.  La  credencial  existe  en  los  archivos  del  Foreign 
Office,  y  la  inserta  el  marqués  de  Rojas  en  su  obra  titulada  Simón  Bolívar, 
p.14.     París,  1883. 

2.  Aürman  también  los  biógrafos  de  Bello,  que  en  esta  audiencia  Bolívar 
expresó  al  marqués  Wellesley  ideas  abiertamente  contradictorias  con  las  de  la  Junta, 
porque  '*se  había  ido  á  la  conferencia  sin  haber  leido  (sic)  siquiera  sus  instrucciones''. 
Lo  mismo  repite  el  general  Mitre  en  su  Historia  de  San  Martin  y  en  la  edición 
inglesa  que  lleva  por  título  The  Emancipation  of  South  America,  being  a 
condensed  translation  by  William  Pillíng  of  the  History  of  San  Martín  by 
General  Don  Bartolomé  Mitre.  Pág.  302.  Londres,  1893.  —  Que  en  conversaciones 
particulares  con  los  amigos  que  tenía  en  Londres  de  viajes  anteriores,  no  ocultase 
Bolívar,  joven  entonces  de  26  afios,  sus  ideas  sobre  emancipación  radical,  es  cosa 
m¿s  que  verosímil ;  y  por  otra  parte,  bien  sabía  el  Ministro  inglés,  sin  que  se  lo  di- 
jeran los  comisionados,  á  donde  se  encaminaba  la  revolución  de  Caracas.  Pero  que 
ofíciatmente  se  atuvo  al  texto  de  sus  instrucciones,  lo  demuestran  los  documentos 
qoe  van  ¿  leerse  sobre  lo  tratado  en  Londres. 

Fortoul,  Historia  Constitucional.  9 


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—    130    — 

El  primer  deber  de  los  comisionados  es  suplicar  á  S.  E.  se  sirva  ser  el  intér- 
prete de  su  profundo  y  respetuoso  reconocimiento  á  la  benévola  acogida  que  S.  M.  B. 
se  ha  dignado  dar  á  los  votos  del  pueblo  y  Gobierno  de  Venezuela. 

Impuesto  S.  E.  de  los  principios  que  ha  tenido  la  transformación  política  de 
aquellas  provincias,  y  del  espíritu  que  anima  á  su  Junta  Suprema,  no  puede  menos 
de  ver  en  ellos  el  mejor  garante  de  la  sincera  disposición  de  los  pueblos  de  Vene- 
zuela á  conservar  sus  relaciones  de  amistad,  comercio  y  buena  correspondencia  con 
los  subditos  de  S.  M.  B. 

Las  solemnes  declaraciones  de  aquel  Gobierno  incluyen  además,  la  seguridad 
de  que  bien  lejos  de  aspirar  Venezuela  á  romper  los  vínculos  que  la  han  estrechado 
con  la  metrópoli,  sólo  ha  querido  ponerse  en  la  actitud  necesaria  para  precaver  los 
peligros  que  la  amenazaban.  Independiente  como  lo  está  del  Consejo  de  Regencia, 
no  se  considera  ni  menos  fiel  á  su  monarca,  ni  menos  interesada  en  el  éxito  feliz 
de  la  santa  lucha  de  Espafia. 

Desenvuelta  así  la  posición  de  Venezuela,  se  hallan  al  descubierto  sus  inte- 
reses y  los  objetos  de  esta  misión. 

Venezuela  como  parte  integrante  del  imperio  español,  se  halla  amenazada  por 
la  Francia  y  desea  apoyar  su  seguridad  en  la  protección  marítima  de  la  Inglaterra. 
£1  Gobierno  de  Venezuela  desearía  también  que  por  el  de  S.  M.  B.  se  le  facilitasen 
del  modo  conveniente  los  medios  que  puedan  serle  necesarios  para  defender  los 
derechos  de  su  legítimo  soberano  y  para  completar  sus  medidas  de  segundad  contra 
el  enemigo  común. 

La  resolución  de  Venezuela  puede  ser  un  motivo  de  disensiones  desagradables 
con  las  provincias  que  hayan  reconocido  la  Regencia,  y  este  Gobierno  central  tra- 
tará acaso  de  hostilizarla  directamente,  ó  de  turbar  su  paz  interior,  fomentando 
facciones  peligrosas.  Los  habitantes  de  Venezuela  solicitan  la  alta  mediación  de 
S.  M.  B.  para  conservarse  en  paz  y  amistad  con  sus  hermanos  de  ambos 
hemisferios. 

Requiriendo  la  continuación  de  las  relaciones  de  amistad,  comercio  y  corres- 
pondencia de  auxilios  entre  la  provincia  de  Venezuela  y  la  madre  patria,  algunas 
estipulaciones  entre  los  respectivos  Gobiernos,  el  de  Venezuela  se  prestaría  con  toda 
confianza  á  ellas  bajo  la  garantía  de  S.  M.  B. 

Sería  también  tan  importante  como  conforme  á  los  deseos  de  la  Junta  de 
Venezuela,  que  el  Gobierno  de  S.  M.  B.  se  sirviese  expedir  instrucciones  á  los  jefes 
de  las  escuadras  y  colonias  de  las  Antillas,  para  que  favoreciesen  del  modo  posible 
los  objetos  insinuados,  y  muy  especialmente  las  relaciones  comerciales  entre  aquellos 
habitantes  y  los  subditos  de  S.  M.  B.,  que  gozarán  de  nuestro  comercio  como  una  de 
las  naciones  más  favorecidas. 

Los  comisionados  no  deben  terminar  esta  exposición  sin  asegurar  á  S.  £.  el 
Marqués  WeUesley,  que  su  deferencia  corresponderá  en  todos  casos  al  modo  franco 
y  amistoso  con  que  S.  E.  les  ha  hecho  el  honor  de  tratarlos. 

No  pudo  redactarse  esta  nota  con  mayor  habilidad  diplomá- 
tica. Al  propio  tiempo  que  se  declara  en  ella,  si  bien  con  deli- 
berada frialdad,  el  propósito  de  conservar  vínculos  con  la  metrópoli 
y  seguir  reconociendo  al  cautivo  soberano  legítimo,  se  patentiza 
también  el  hecho  de  que  la  Junta  es  un  Gobierno  que  no  depende 


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—     131     — 

de  la  Regencia  (cosa  equivalente  á  la  autonomía  absoluta  de  la 
Colonia);  se  solicita  la  mediación  de  la  Gran  Bretaña  para  tratar 
con  la  Regencia,  pero  de  poder  á  poder,  y  se  le  piden  auxilios 
para  mantener  aquella  autonomía,  tocando  por  ültímo  el  punto  más 
sensible  del  Gobierno  británico,  á  saber,  la  extensión  y  privilegios 
de  su  comercio.  Pero  Wellesley,  convencido  de  que  el  mayor  y 
más  inmediato  interés  de  la  Gran  Bretaña  consistía  en  asegurarse 
de  la  cooperación  de  España  y  sus  colonias  contra  Francia,  procuró 
soslayar  por  de  pronto  la  cuestión  de  autonomía,  é  insistió  sobre 
la  necesidad  de  mantener  la  unión  de  toda  la  monarquía  para 
rechazar  al  enemigo  común;  sin  dejar  por  esto  de  ofrecer  los  buenos 
oficios  del  Gobierno  británico  á  fin  de  considerar  las  justas  quejas  y 
aspiraciones  de  la  Colonia  venezolana. 

El  8  de  agosto,  Wellesley  dirige  á  los  comisionados  de  Vene- 
zuela, y  á  la  Embajada  de  España,  la  siguiente  memorial 

En  la  primera  conferencia  que  tuvo  el  Lord  Wellesley  con  el  coronel  D.  Simón 
de  Bolívar  y  D.  (Luis)  López  Méndez,  comisionados  por  Venezuela,  les  manifestó  las 
circunstancias  que  se  oponían  á  una  comunicación  formal  ó  de  oficio  entre  el 
Gobierno  de  S.  M.  y  la  provincia  de  Venezuela  ó  sus  agentes,  en  su  condición  actual. 

Los  actos  públicos  de  la  provincia  (de  que  se  han  entregado  copias  al  Lord 
WcDcsley)  y  la  representación  de  las  autoridades  provisionales  constituidas  en 
Caracas  á  S.  M.,  contenían  sin  embargo  una  declaración  de  principios  y  de  miras  que 
parecía  hacer  la  amistosa  comunicación  con  los  comisionados,  no  sólo  compatible  con 
las  relaciones  que  existen  entre  S.  M.  y  la  Regencia  de  España,  sino  muy  de  desear 
para  el  objeto  de  conservar  los  derechos  del  monarca  legítimo  de  Espafia,  y  com- 
binar las  diferentes  partes  del  imperio  español  en  un  sistema  uniforme  de  resistencia 
á  la  usurpación  de  la  Francia. 

Por  todos  estos  documentos  aparece  que  Venezuela  ha  declarado  uniforme- 
mente una  estrecha  adhesión  ¿  mantenerse  fiel  á  Femando  VII:  ha  constituido  las 
autoridades  provisionales  de  su  Gobierno  en  nombre  y  á  favor  de  aquel  príncipe,  y 
ha  limitado  la  existencia  de  aquellas  autoridades  para  el  tiempo  de  su  restitución  al 
trono  de  España. 

De  los  mismos  papeles  resulta  que  aquella  provincia  ha  declarado  su  deter- 
minación de  contribuir  por  todos  los  medios  practicables  al  socorro  de  la  metrópoli 
<birante  su  lucha  con  Francia. 

Posteriormente  ha  manifestado  en  los  términos  más  fuertes  su  firme  resolu- 
ción de  oponerse  al  progreso  del  poder  francés,  y  de  cooperar  cordialmente  con  el 
Gobierno  británico,  como  aliado  de  Fernando  VII,  para  los  objetos  comunes  de 
U  alianza. 

Sin  embargo  de  la  declaración  de  estos  principios  y  de  la  aprobación  que 
tienen  derecho  de  obtener  de  parte  del  Gobierno  de  S.  M. ,  la  separación  formal  de 
la  provincia  de  la  autoridad  central   reconocida  en  España,    indicaba  la  necesidad  de 

1.  Copia  traducida,  tal  como  existe  en  el  Archivo  de  Simancas.  Secretaría 
de  Estado.     Legajo  8284. 

9* 


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—    132    — 

conducir  la  comunicación  entre  este  país  y  Venezuela  de  la  manera  que  fuese  la 
menos  propia  posible  para  favorecer  el  espíritu  de  división  entre  las  provincias  es- 
pañolas de  la  América  meridional  y  la  madre  patria,  ó  para  exponemos  ¿  la  casualidad 
de  una  interrupción  de  la  confianza  que  actualmente  subsiste  entre  el  Gobierno  de 
S.  M.  y  la  Regencia  de  Espafia. 

Esta  precaución  se  debe  considerar  igualmente  ventajosa  por  ambas  partes 
unidas  á  la  causa  común,  pues  es  evidente  que  el  modo  de  proceder  más  con- 
veniente á  los  intereses  de  Espafia  y  de  los  aliados,  es  aquel  que  combine  la  mayor 
porción  de  los  esfuerzos  de  los  diferentes  ramos  del  imperio  español,  para  los  ob- 
jetos generales  de  la  conservación  de  la  monarquía,  y  de  resistir  ¿  la  Francia. 

Estas  consideraciones  justificaban  el  amistoso  recibimiento  de  los  comisionados 
diputados  de  Venezuela;  mas  los  intereses  de  Venezuela  mismos  parecían  consultarse 
mejor  por  medio  de  la  comunicación  no  oficial  que  ha  sido  adoptada,  que  pok*  otro 
modo  de  proceder  más  formal,  el  cual  podría  ser  ofensivo  á  la  Regencia  de  Espafta. 

Al  hacer  á  los  diputados  de  Venezuela  la  acogida  á  que  tenían  derecho,  el 
Lord  Wellesley  consideró  sin  embargo  ser  su  primer  deber  representarles  sin  re- 
serva el  peligro  á  que  se  exponían  los  intereses  generales  de  la  monarquía  espaflola 
y  de  los  aliados,  por  la  separación  de  Venezuela  de  la  autoridad  central  reconocida 
en  Espafta,  y  por  lo  tanto  procuró  desde  luego  inculcarles  la  urgente  necesidad  de 
adoptar  las  medidas  conciliatorias  que  pudiesen  conducir  á  reunir  la  provincia  á  la 
autoridad  que  ejerce  actualmente  el  Gobierno  de  la  metrópoli  en  nombre  de  su 
común  soberano. 

El  Lord  Wellesley  aseguró  que  esta  unión  es  sumamente  importante  para 
todos  los  objetos  que  ha  declarado  la  provincia;  para  la  inmediata  conservación  de 
los  derechos  de  Femando  VII  y  de  la  monarquía  en  su  completa  integridad,  armonía 
y  orden;  á  la  rigorosa  prosecución  de  la  guerra  contra  Francia,  por  una  efectiva  y 
sistemática  combinación  de  todo  el  poder  y  recursos  del  imperio,  y  especialmente  al 
fin  principal  profesado  por  la  provincia  de  Venezuela  de  ayudar  del  modo  más 
eficaz  á  la  metrópoli  en  la  crisis  de  su  suerte.  Para  el  logro  de  este  fin  no  podían 
discurrirse  medios  más  útiles  que  la  fuerza  que  adquirida  el  Gobiemo  central  con 
la  administración  de  los  recursos  generales  de  la  monarquía,  continuando  la  conexión 
y  no  interrumpido  auxilio  de  cada  provincia  y  colonia.  Por  lo  que  hace  á  los 
ag^vios  locales  y  temporales  de  que  se  quejaba  la  provincia  bajo  el  Gobiemo  pro- 
visional establecido  en  Espafia,  el  Lord  Wellesley  aseguraba  que  estas  considera- 
ciones eran  más  bien  asunto  de  urgentes  representaciones  á  aquel  Gobiemo,  de  un 
arreglo  amistoso  ó  de  la  interposición  de  los  buenos  oficios  de  los  aliados,  que  no 
una  justifícación  del  intento  de  separarse  positiva  y  abiertamente  del  Gobiemo 
general  del  imperio. 

Para  reconocer  la  soberanía  de  la  Regencia  no  tenían  autori- 
zación los  comisionados,  ni  era  verosímil  que  la  Junta  de  Caracas 
cejara  nunca  en  su  inquebrantable  resolución  de  autonomía.  Así  lo 
participaron  al  Foreign  Office  en  otra  nota  del  10  de  agosto,  repi- 
tiendo que  la  Junta  se  prestaría  á  negociaciones  conciliatorias,  pero 
á  condición  de  no  alterarse  la  base  sobre  que  "Be  había  constituido, 
á  saber,   "la  necesidad  de  no  reconocer   la  soberanía   del  Consejo 


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—    133    — 

de  Regencia",  y  que  bajo  esta  condición  las  provincias  de  Vene- 
zuela cooperarían  siempre,  con  los  medias  que  tuviesen  á  su  alcance, 
á  la  defensa  de  la  madre  patria  contra  el  extranjero. 

El  30  de  agosto,  los  comisionados  venezolanos  dan  por  ter- 
minada su  misión  y  avisan  que  regresarán  en  el  buque  de  guerra 
que  el  Gobierno  británico  les  ofrecía  para  viajar  con  mayor  se- 
guridad^ .  .  .  España  aceptó  en  principio  los  buenos  oficios  de  la 
Gran  Bretaña  para  lograr  una  reconciliación  con  sus  dominios  de 
América;  mas  como  pretendiera  que  en  caso  de  no  lograrse  en  un 
plazo  estipulado,  había  de  comprometerse  el  Gobierno  británico  á 
cortar  relaciones  con  las  colonias  españolas  y  auxiliar  también  con 
sus  fuerzas  á  la  metrépoli  para  reducirlas  á  la  obediencia,  —  pre- 
tensión que  se  juzgó  en  Londres  importuna  é  inaceptable  — ,  fra- 
casó al  fin  todo  propósito  pacífico. 

De  todas  las  misiones  venezolanas,  fué  la  más  fácil,  y  obtuvo 
el  resultado  apetecido,  la  que  llevó  á  las  provincias  del  Nuevo 
Reino  de  Granada  D.  José  Cortés  de  Madariaga,  quien  por  de  con- 
tado no  halló  obstáculos  para  demostrarle  al  Gobierno  de  la  vecina 
colonia  la  urgente  necesidad  de  unirse  contra  las  amenazas  de  la 
Regencia.  Estas  gestiones  de  Madariaga  prepararon  el  tratado  de 
amistad,  alianza  y  unión  federativa  firmado  al  año  siguiente  en 
Bogotá  (28  de  mayo,  1811),  pacto  iniciativo  de  la  futura  Gran 
Colombia. 

No  habían  corrido  dos  meses  á  contar  desde  el  19  de  abril, 
cuando  la  Junta  Suprema  convocó  á  los  pueblos  á  elecciones  ge- 
nerales. La  alocución  que  con  tal  objeto  les  dirigió  el  10  de  junio, 
y  el  reglamento  correspondiente,  redactados  ambos  por  Roscio,  son 
el  origen  y  fuente  del  derecho  electoral  venezolano.  Trata  aquélla 
de  justificar  la  forma  que  fué  preciso  darle  al  primer  Gobierno  re- 
volucionario, é  indica  la  manera  de  convertirlo  en  verdadera  ins- 
titución nacional.  "La  Junta  Suprema  de  estas  provincias,  al  re- 
vestirse del  alto  carácter  que  una  parte  considerable  de  vosotros  le 
ha  conferido,  no  pudo  disimular  que  la  naturaleza  ó  términos  de  su 
constitución  le  imponían  imperiosamente  la  necesidad  de  convocaros 
para  consultar  vuestros  votos,  y  para  que  escogieseis  inmediata- 
mente las  personas  que  por  su  probidad,  luces  y  patriotismo  os, 
parecieran  dignas  de  vuestra  confianza.  Veía  la  Junta,  que  antes 
de  la  reunión  de  los  diputados  provinciales  nacionales  sólo  incluía 
la  representación  del  pueblo  de  la  capital,  y  que  aun  después  de 
admitidos  en  su  seno  los  de  Cumaná,  Barcelona  y  Margarita,    que- 

1.  Se  embarcó  Bolívar.  López  Méndez  y  Bello  prefirieron  quedarse,  y  allí 
pasaron  todo  el  tiempo  de  las  guerras  de  Independencia. 


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—     134    — 

daban  sin  voz  alguna  representativa  las  ciudades  y  pueblos  de  lo 
interior,  tanto  de  ésta  coiño  de  las  otras  provincias:  veía  que  la 
proporción  en  que  se  hallaba  el  número  de  los  delegados  de  Caracas 
con  los  del  resto  de  la  Capitanía  General  no  se  arreglaba,  como  lo 
exige  la  naturaleza  de  tales  delegaciones,  al  número  de  los  comi- 
tentes: veía,  por  último,  que  si  la  estrechez  de  las  circunstancias 
era  una  apología  suficiente  para  estos  defectos,  dejaría  de  serlo  si 
descuidaba  remediarlos  inmediatamente  que  pareciese  llegada  la 
época  de  verificarlo  sin  inconveniente,  sin  desorden,  y  de  una 
manera  que  calificase  la  vigilante  solicitud  de  la  Junta  por  la  tran- 
quilidad pública,  al  mismo  tiempo  que  hiciese  presente  la  modera- 
ción y  equidad  de  sus  principios  .  .  .". 

El  reglamento  electoral  reconoció  el  derecho  de  sufragio  con 
las  siguientes  excepciones:  "las  mujeres,  los  menores  de  veinti- 
cinco años,  á  menos  que  estuviesen  casados  y  velados,  los  de- 
mentes, los  sordomudos,  los  que  tuviesen  causa  criminal  abierta, 
los  fallidos,  los  deudores  á  caudales  públicos,  los  extranjeros,  los 
transeúntes,  los  vagos  públicos  y  notorios,  los  que  hubiesen  sufrido 
pena  corporal  aflictiva  ó  infamatoria,  y  todos  los  que  no  tuviesen 
casa  abierta  ó  poblada,  esto  es,  que  viviesen  en  la  de  otro  vecino 
particular  á  su  salario  y  expensas  ó  en  actual  servicio  suyo,  á 
menos  que  según  la  opinión  común  del  vecindario  fuesen  propie- 
tarios por  lo  menos  de  dos  mil  pesos  en  bienes  muebles  ó  raíces 
libres".  Se  determinó  que  las  elecciones  se  hiciesen  en  dos  grados: 
en  las  parroquias  y  en  las  cabeceras  de  partidos  capitulares.  A 
cada  parroquia  ó  cuartel  tocó  el  nombramiento  de  un  elector  por 
500  almas  y  otro  por  el  exceso  de  más  de  250,  votándose  por 
papeletas  firmadas,  ó  de  palabra  ante  dos  testigos  en  caso  de  no 
saber  escribir  el  sufragante.  Terminada  la  votación,  el  comisionado 
parroquial  hacía  el  escrutinio  en  presencia  del  cura  y  cinco  vecinos 
respetables,  proclaijiando  electores  principales  á  los  que  hubieren 
obtenido  mayoría,  y  suplentes  á  los  inmediatamente  más  favore- 
cidos. A  fin  de  evitar  fraudes,  se  mandó  fijar  una  copia  de  la  lista 
de  votos  en  la  puerta  de  la  iglesia  parroquial. 

P§ra  las  elecciones  de  segundo  grado,  se  dispuso  que  los 
electores  de  las  parroquias  se  reuniesen  en  la  cabecera  del  partido 
capitular  y  eligiesen  diputados  principales  y  suplentes  á  razón  de 
uno  por  cada  30,000  almas  y  otro  por  el  exceso  de  10,000,  expidién- 
doles en  seguida  sus  correspondientes  credenciales.  Estas  las  exa- 
minaría la  Junta  de  Caracas,  y  llegados  á  la  capital  los  dos  tercios 
de  los  elegidos,  se  instalarían  en  congreso  bajo  el  nombre  de 
"Junta  general  de  diputación  de  las  provincias  de  Venezuela". 


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—    135    — 

En  tono  paternal  y  á  manera  de  consejo  (tal  era  el  candor 
de  quienes  creían  ya  fundada  la  república  democrática),  el  regla- 
mento recomendó  á  los  electores  "la  mayor  escrupulosidad  en 
atender  á  las  circunstancias  de  buena  educación,  acreditada  conducta, 
talento,  amor  patriótico,  conocimiento  local  del  país,  notorio  con- 
cepto y  aceptación  pública  y  demás  necesarias  para  sostener  con 
decoro  la  diputación  y  ejercer  las  altas  facultades  de  su  instituto 
con  el  mayor  honor  y  pureza."  Ordenó  además  el  reglamento,  con 
el  fin  de  halagar  el  tradicional  formalismo  religioso  de  los  españoles, 
que  el  dia  de  las  elecciones  de  diputados  "se  celebrase  misa  so- 
lemne al  Espíritu  Santo  en  la  iglesia  principal,  recomendándose  á 
la  piedad  de  los  fieles  implorar  el  auxilio  divino  para  el  acierto"; 
y  que  durante  la  votación  "se  tocase  en  las  iglesias  la  señal  acos- 
tumbrada para  las  rogativas  públicas". 

Terminaron  las  elecciones  en  el  mes  de  noviembre,  del  modo 
que  permitían  las  circunstancias  de  una  colonia  que  ensayaba  por 
primera  vez  el  sistema  representativo,  y  en  aquellas  localidades 
donde  se  había  derrocado  al  Gobierno  español. 

A  los  pocos  dias,  el  7  de  diciembre,  un  comisionado  especial  de 
la  Regencia,  D.  Antonio  Ignacio  de  Cortabarria,  se  dirigió  desde 
Puerto  Rico  á  los  Ayuntamientos  venezolanos  exigiéndoles  que 
prestasen  juramento  de  obediencia  á  las  cortes  generales  y  extra- 
ordinarias del  reino,  instaladas  en  la  isla  de  León  el  24  de  se- 
tiembre, y  amenazando  bloquear  las  costas  en  caso  de  resistencia. 
Como  se  vé,  tal  conminación  llegaba  tarde.  En  25  de  diciembre  la 
Junta  Suprema  declaró  de  nuevo  que  desconocía  la  legitimidad  de 
la  Regencia  y  de  las  cortes,  é  igual  respuesta  dio  en  el  siguiente 
enero  á  los  venezolanos  D.  Esteban  Palacio  y  D.  Fermín  de  Clemente, 
quienes  nombrados  diputados  suplentes  por  Venezuela,  en  España 
mismo,  concurrieron  á  las  cortes,  y  solicitaban  ahora  que  la  Colonia 
eligiese  diputados  principales. 

No  había  terminado  el  año  de  1810  cuando  regresaron  á 
Caracas  Francisco  de  Miranda  y  Simón  Bolívar  *,  resueltos  á  acelerar 
la  marcha  de  la  revolución  hasta  romper  los  últimos  lazos  políticos 
entre  la  Colonia  y  su  metrópoli.  La  Junta  Suprema  había  creado 
en  14  de  agosto  una  "Sociedad  patriótica  de  agricultura  y  eco- 
nomía". Miranda  y  Bolívar  se  apresuraron  á  convertirla  en  club  ra- 
dical para  fomentar  la  propaganda  en  favor  de  la  Independencia  inme- 
diata, venciendo  la  timidez  de  la  Junta  y  las  vacilaciones  del  congreso. 

1.  Bolívar  regresó  en  un  barco  de  guerra  inglés.  Miranda  lo  hizo  en  el  pa* 
quetc  ordinario,    para   no  aparecer   otra  vez  como  protegido   del  Gobierno  británico. 


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Capítulo  n. 

Independencia  absoluta. 

Sumario.  Concesiones  tardías  de  España  —  Instalación  del  primer 
congreso  venezolano  (2  de  marzo,  1811)  —  Juramento  de  los  dipu- 
tados —  Poderes  Ejecutivo  y  Judicial  —  La  prensa  política  —  La 
"Sociedad  Patriótica"  —  Aniversario  del  19  de  abril  —  El  partido 
radical  —  Decídese  el  congreso  á  tratar  de  independencia  absoluta  — 
Sesión  del  3  de  julio  —  Opiniones  de  los  diputados  —  Discrepan- 
cias y  vacilaciones  del  congreso  —  Impaciencia  de  la  "Sociedad 
Patriótica"  —  Discurso  de  Bolívar  —  Vuelve  el  congreso  á  tratar 
de  independencia  el  4  de  julio  —  Comisión  de  la  "  Sociedad  Patrió- 
tica" —  Dictamen  del  Poder  Ejecutivo  —  Sesión  de  la  mañana  del 
5  de  julio  —  Discursos  de  los  diputados  —  Se  vota  la  declaración  de 
independencia  —  Sesión  de  la  tarde  del  5  de  julio  —  Se  nombran 
comisiones  para  redactar  el  acta  de  independencia,  designar  la  ban- 
dera nacional  y  dar  forma  al  juramento  de  los  empleados  y  ciuda- 
danos —  Apruébase  el  acta  de  independencia  el  7  de  julio,  y  se 
publica  por  l)ando  solemne  el  14  —  El  15  prestan  juramento  los 
altos  empleados  —  El  30  se  expide  un  manifiesto  al  mundo  —  Re- 
acción á  favor  de  Femando  Vil  —  Sublévanse  en  Caracas  los  is- 
leños canarios  (11  de  julio^  —  Son  vencidos  en  breves  horas  — 
Insurección  de  Valencia  (julio  y  agosto)  -^  Triunfan  los  patriotas. 

La  historia  de  España  en  todo  el  siglo  XIX  revela  el  error 
fundamental  que  la  condujo  á  la  pérdida  definitiva  del  más  vasto  y 
rico  imperio  de  la  edad  moderna.  Jamás  se  preocupó  con  la  natural 
evolución  política  de  sus  colonias  sino  después  de  haber  ellas  ape- 
lado á  la  rebelión;  y  cuando  por  acaso  se  decidió  á  ofrecerles  de- 
rechos más  amplios,  la  oferta  sesultó  insuficiente  y  tardía.  Tal 
sucedió  con  el  decreto  que  en  9  de  febrero  de  1811  expidiéronlas 
cortes  generales,  inspirándose  al  fin  en  ideas  de  fraternidad  y  jus- 
ticia; pero  estas  ideas,  que  á  haberlas  expresado  un  año  antes  la 
Junta  Central  representante  del  soberano  legítimo,  hubieran  tal  vez 
detenido  el  movimiento  separatista,  llegaban  ahora  demasiado  tarde 
a  las  rebeladas  colonias.     "Deseando   asegurar   para  siempre  á  los 


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—    137    — 

americanos  —  decía  el  decreto  —  así  españoles  como  originarios 
de  aquellos  vastos  dominios  de  la  monarquía  española,  los  derechos 
que  como  parte  integrante  de  la  misma  han  de  disfrutar  en  ade- 
lante", se  acuerda:  "1®.  La  representación  de  la  parte  americana 
de  la  monarquía  española  en  todas  las  cortes  que  en  adelante  se 
celebren,  será  enteramente  igual  en  el  modo  y  forma  á  la  que  se 
estableciere  en  la  Península,  debiéndose  fijar  en  la  constitución  el 
arreglo  de  esta  representación  nacional  sobre  las  bases  de  la  per- 
fecta igualdad  conforme  al  decreto  de  15  de  octubre  de  1810. 
2^.  Los  naturales  y  habitantes  de  América  podrán  sembrar  y  cul- 
tivar cuanto  la  naturaleza  y  el  arte  les  proporcione  en  aquellos 
climas,  y  del  mismo  modo  promover  la  industria  manufacturera  y 
las  artes  en  toda  su  extensión.  3^,  Los  americanos,  así  españoles 
como  indios,  y  los  hijos  de  ambas  clases,  tendrán  igual  opción  que 
los  españoles  europeos  para  toda  clase  de  empleos  y  destinos,  así 
ea  la  corte  como  en  cualquier  otro  lugar  de  la  monarquía,  sean  de 
la  carrera  eclesiástica,  política  ó  militar."  ¿Qué  confianza  hubieran 
podido  inspirar  en  América  semejantes  promesas,  formuladas  por 
unas  cortes  que,  ni  representaban  las  ideas  del  soberano  legítimo, 
á  la  sazón  cautivo,  ni  eran  tampoco  genuina  representación  del 
pueblo  español,  en  cuyo  territorio  dominaban  las  armas  extranjeras? 
El  decreto  llegó  á  Caracas  cuando  acababa  de  instalarse  el  primer 
congreso  venezolano. 

Efectuadas  las  elecciones  nacionales  en  octubre  y  noviembre  de 
1810,  correspondieron  á  la  provincia  de  Caracas  24  diputados,  á  la  de 
Barinas  9,  á  la  de  Cumaná  4,  á  la  de  Barcelona  3,  á  la  de  Mérida  2, 
1  á  la  de  Trujillo  y  otro  á  la  de  Margarita.  En  Coro,  Maracaibo  y 
Guayana  dominaban  los  españoles. 

£1  2  de  marzo  de  1811  se  hallaban  en  Caracas  30  diputados, 
que  se  reunieron  ese  dia  en  el  salón  de  la  Junta  Suprema.  Con 
ésta  se  trasladaron  á  la  iglesia  catedral,  donde  después  de  cantada 
una  misa  solemne,  en  la  que  pontificó  el  arzobispo,  respondieron 
todos  al  juramento  que  se  les  propuso  en  los  siguientes  términos: 
**  Juráis  á  Dios  por  los  sagrados  Evangelios  que  vais  á  tocar,  y 
prometéis  á  la  patria  conservar  y  defender  sus  derechos  y  los  del 
señor  Don  Femando  VII,  sin  la  menor  relación  ó  influjo  de  la 
Francia,  independientes  de  toda  forma  de  gobierno  de  la  península 
de  España,  y  sin  otra  representación  que  la  que  reside  en  el  con- 
greso general  de  Venezuela;  oponeros  á  toda  otra  dominación  que 
pretendiera  ejercer  soberanía  en  estos  países,  ó  impedir  su  ab- 
soluta y  legítima  independencia  cuando  la  Confederación 
de  sus  provincias  la  juzgue  conveniente;  mantener  pura,  ilesa 


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-     138    — 

é  inviolable  nuestra  sagrada  religión,  y  defender  el  misterio  de  la 
Concepción  Inmaculada  de  la  Virgen  María,  nuestra  Señora;  pro- 
mover directa  é  indirectamente  los  intereses  generales  de  la  Con- 
federación de  que  sois  parte,  y  los  particulares  del  distrito  que  os 
ha  constituido;  respetar  y  obedecer  las  leyes  y  disposiciones  que 
este  congreso  sancione  y  haga  promulgar;  sujetaros  al  régimen  eco- 
nómico que  él  establezca  para  su  interior  gobierno,  y  cumplir  bien 
y  exactamente  los  deberes  de  la  diputación?"  Tal  juramento,  hábil- 
mente formulado  (hasta  en  el  empeño  de  no  chocar  con  los  escrú- 
pulos del  clero),  insinúa  ya  los  dos  grandes  propósitos  del  congreso ; 
la  Independencia  absoluta  y  la  forma  federativa  de  la  constitución 
política. 

Se  eligió  en  seguida  un  Poder  Ejecutivo  de  tres  miembros, 
que  lo  fueron  D.  Cristóbal  de  Mendoza,  D.  Juan  Escalona  y  D.  Balta- 
sar Padrón,  los  cuales  acordaron  que  uno  de  ellos  fuese  Presidente 
cada  semana;  y  para  suplir  sus  ausencias  se  nombró  á  D.  Manuel 
Moreno  de  Mendoza,  D.  Mauricio  Ayala  y  D.  Andrés  Narvarte.  Con- 
sultores del  Poder  Ejecutivo  fueron  D.  Juan  Vicente  de  Echeverría, 
D.  José  Joaquín  Pineda  y  D.  José  Ignacio  Briceño,  sin  voto  de- 
liberativo, y  secretario  del  despacho  general  de  Estado,  Guerra  y 
Marina,  el  sabio  licendiado  D.  Miguel  José  Sanz,  con  D.  Carlos 
Machado  como  conciller  mayor  y  D.  José  Tomás  Santana  como 
secretario  de  decretos.  Para  constituir  el  Poder  Judicial  de  la  Con- 
federación se  creó  una  Alta  Corte  de  justicia  presidida  por  el 
Dr.  D.  Francisco  Espejo,  con  cinco  ministros  y  un  fiscal. 

El  carácter  de  las  personas  escogidas  para  componer  el  Kje- 
cutivo  demuestra  la  preocupación  del  congreso  de  darle  al  Gobierno 
un  aspecto  de  austeridad  y  prestigio  moral,  más  propio  de  tiempos 
pacíficos  y  de  pueblos  habituados  al  régimen  democrático,  que  no 
de  aquella  época  de  incertidumbre  y  de  aquella  colonia  acostum- 
brada á  obedecer  al  capricho  de  Gobernadores  ó  atrabiliarios  ó 
despóticos.  Jurisconsultos  de  fama  eran  Mendoza  y  Padrón;  y 
Escalona,  coronel  de  milicias,  hombre  honrado  sin  sospechas.  Los 
tres,  incapaces  de  cometer  ningún  acto  arbitrario,  mucho  menos  de 
doblar  á  su  voluntad  la  tendencia  todavía  indecisa  de  gran  número 
de  patriotas,  iban  á  ser  solamente  cumplidores  fieles  de  las  resolu- 
ciones del  congreso,  hasta  que  el  partido  radical  de  fuera  de 
su  seno  apresurase  é  impusiese  la  formal  declaración  de  Inde- 
pendencia. 

Por  este  tiempo  ya  empezaba  á  desarrollarse  la  prensa  perió- 
dica, y  contribuyó  por  de  contado  á  impacientar  la  opinión  pública. 
Además    de  la  Gaceta  de  Caracas,    que  se  imprimía   desde  1808 


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—    139    — 

en  casa  de  Gallaghcr  y  Lamb,  salieron:  en  noviembre  de  1810  el 
Semanario  de  Caracas,  redactado  por  Miguel  José  Sanz  y  José 
Domingo  Diaz,  con  quienes  cplaboraron  García  de  Sena,  Vicente 
Saüas,  Muñoz  Tébar,  Francisco  Javier  Ustáriz;  en  enero  de  1811 
el  Mercurio  Venezolano,  folleto  en  8®  de  60  páginas,  redactado 
por  Francisco  Isnardy  y  editado  por  Baillío  y  C*;  en  junio,  181  ]_, 
El  Patriota  de  Venezuela,  órgano  de  la  Sociedad  Patriótica, 
dirigido  por  Vicente  Sallas  y  Muñoz  Tébar;  una  reimpresión  del 
Diario  Político  de  Santa  Fe  de  Bogotá;  otro  folleto  con 
extractos  traducidos  de  los  Derechos  del  hombre  y  del  ciu¡- 
dadano  por  Tomás  Payne^.  Las  crónicas  del  congreso,  escritas 
por  su  secretario  Isnardy,  se  insertaron  en  el  Publicista  de 
Venezuela,  semanario  que  por  orden  del  congreso  se  publicó 
desde  el  4  de  julio  hasta  el  28  de  noviembre  de  1811,  bajo  la 
dirección  del  propio  Isnardy,  quien  dejó  de  redactar  El  Mercurio. 
Iba  el  congreso  á  pasos  lentos,  sin  atreverse  á  plantar  cate- 
góricamente la  definitiva  organización  nacional;  y  de  aquí  que  el 
pueblo  y  algunos  diputados  preferiesen  asistir  á  las  sesiones  tumul- 
tuosas de  la  Sociedad  Patriótica,  donde  hombres  como  Miranda, 
Bolívar,  Miguel  Peña,  Antonio  Muñoz  Tébar,  Francisco  Espejo, 
García  de  Sena,  los  Sallas,  Vicente  Tejera,  Coto  Paúl,  los  hermanos 
Buroz,  los  Carabaños,  los  Jugos,  imitaban  la  elocuencia  fulgurante 
de  los  clubs  franceses,  tronaban  contra  las  vacilaciones  del  congreso 
y  pedían  á  diario  la  inmediata  declaración  de  Independencia. 
Celebró  la  Sociedad  el  aniversario  del  19  de  abril  con  una  sesión 
solemne.  Miranda  presidió.  Los  discursos  pronunciados  ese  dia 
por  los  tribunos  populares  Muñoz  Tébar  y  Coto  Paúl  dan  idea  de 
la  exaltación  é  impaciencia  á  que  llegaba  ya  el  partido  radical. 
"Hoy  es  el  natalicio  de  la  revolución  —  decía  Muñoz  Tébar ^  — 
Termina  un  año  perdido  en  sueños  de  amor  por  el  esclavo  de 
Bonaparte:  que  principie  ya  el  año  primero  de  la  independencia  y 
la  libertad!  Confederación  de  Estados  ó  Gobierno  central,  una 
asamblea  ó  muchas,  por  todo  podemos  comenzar,  como  comencemos 

por  la  Independencia "    Discutíase    acerca  de   la   forma   de 

gobierno  que   mejor   conviniera  á   la  esperada  República.    Algunos 


1.  £1  original  de  esta  obra,  refutación  de  los  escritos  de  Burke  contra  la 
revolución  francesa,  había  sido  condenado  en  Londres  por  sus  teorías  radicales. 

2.  *'  Su  figura  endeble  y  delicada,  su  tez  blanca  y  pura,  su  rostro  franco, 
sombreado  apenas  por  naciente  bozo,  revelan  sus  pocos  aflos".  Juan  Vicente  Gon- 
zález, en  la  Biografía  de  José  Félix  Ribas.  "Sus  grandes  y  extraordinarios 
talentos,  en  medio  de  una  cortísima  edad,  han  sido  empleados  desgraciadamente  en 
adornar  los  med^os  de  la  ruina  de  nuestra  patria."  José  Domingo  Diaz,  en  sus 
Recuerdos  sobre  la  rebelión  de  Caracas,  p.  112. 


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^    140     - 

oradores  combatían  la  forma  federalista,  señalándola  como  agente 
fatal  de  disensiones  anárquicas.  Cotp  Paúl  replicó^:  "La  anarquía! 
E^a  es  la  libertad,  cuando  para  huir  de  la  tiranía  desata  el  cinto  y 
desanuda  la  cabellera  ondosa!  La  anarquía!  Cuando  los  dioses  de 
los  débiles  —  la  desconfianza  y  el  pavor  —  la  maldicen,  yo  caigo 
de  rodillas  á  su  presencia.  Señores!  Que  la  anarquía,  con  la 
antorcha  de  las  furias  en  la  mano,  nos  guie  al  congreso,  para  que 
su  humo  embriague  á  los  facciosos  del  orden,  y  la  sigan  por  calles  y 
plazas  gritando  libertad!  Para  reanimar  el  mar  muerto  del  congreso 
estamos  aquí,  estamos  aquí  en  la  alta  Montaña  de  la  santa  dema- 
gogia. Cuando  ésta  haya  destruido  lo  presente,  y  espectros  san- 
grientos hayan  venido  por  nosotros,  sobre  el  campo  que  haya  la- 
brado la  guerra  se  alzará  la  libertad  .  .  .  ." 

Al  aguijón  constante  de  la  Sociedad  Patriótica  se  añadió 
por  este  tiempo  la  alarma  que  causara  en  el  Gobierno  un  incidente 
inesperado.  El  capitán  D.  Feliciano  Montenegro  Colón,  llegado  de 
España  meses  antes  en  comisión  de  la  Regencia,  hizo  luego  pro- 
testas de  adhesión  al  movimiento  revolucionario,  y  la  Junta  Suprema 
le  nombró  oficial  mayor  de  la  secretaría  de  guerra;  mas  una  vez 
empapado  de  los  más  importantes  secretos  de  Estado,  se  fugó  de 
Caracas  llevándose  parte  del  archivo.  Lo  que  contribuyó  á  que  el 
Gobierno  se  decidiese  á  apresurar  su  plan. 

El  3  de  julio,  el  presidente  del  congreso,  D.  Juan  Antonio 
Rodríguez  Domínguez,  manifestó  que  era  ya  "  el  momento  de  tratar 
sobre  la  Independencia  absoluta",  y  comenzó  enseguida  la  discusión^. 
José  Luis  Cabrera,  diputado  por  Guanarito,  abre  el  debate  diciendo 
que  Venezuela  está  ya  de  hecho  en  posesión  de  la  Independencia, 
y  que  á  su  declaración  legal  debe  preceder  la  de  que  el  pueblo 
recobró  desde  el  19  de  abril  sus  derechos  y  soberanía. 

Mariano  de  la  Cova,  por  Cumaná,  corrobora  el  discurso  de 
Cabrera,  observando  que  si  el  pueblo  de  Venezuela  es  ya  soberano 
de  hecho,  sólo  falta  el  acto  que  declare  serlo  también  de  derecho. 
Añade,    que  es  necesario  pensar  en  los  medios   de  sostener   la  In- 

1.  **No  es  un  hombre  ese  cíclope  (dice  González  en  la  Biografía  citada),  con 
dos  agujeros  por  ojos,  afeado  por  la  viruela,  de  cabeza  enorme  cubierta  de  erizadas 
cerdas,  de  ideas  febriles  servidas  por  una  voz  de  trueno".  —  Ya  advertimos  en 
otro  lugar,  que  González  introduce  variantes  en  el  estilo  de  los  demás  y  suele  fan- 
tasear en  sus  retratos;  pero  lo  citamos  porque  su  visión  de  artista  es  siempre 
penetrante.  Si  acaso  exagera  al  pintamos  á  Paúl,  físicamente,  como  una  mezcla  de 
Mirabeau  y  de  Dantón,  describe  sin  embargo  muy  bien  el  medio  intelectual  en  que 
se  agitaban  los  radicales  de  1811,   imitadores  todos  de  los  revolucionarios  franceses. 

2.  Lo  que  sigue  es  un  sumario  de  las  opiniones  de  los  diputados:  las  actas 
de  las  sesiones  están  insertas  en  la  Colección  Blanco-Azpurúa,  t.  UI,  p.  125  y 
siguientes. 


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—    141     — 

dependencia;  que  conviene  obrar  de  acuerdo  con  Inglaterra,  expli- 
cándole cual  ha  sido  la  conducta  de  Venezuela  y  la  de  los  Gobiernos 
de  España,  demostrándole  la  nulidad  de  los  derechos  de  Femando  VII 
y  señalándole  los  perjuicios  que  ocasiona  á  Venezuela  el  estado  de 
bloqueo  en  que  se  encuentra *;  y  que  lo  mismo  ha  de  hacerse  res- 
pecto de  los  Estados  Unidos,  pues  lo  que  más  importa  es  el  recono- 
cimiento de  la  Independencia  por  ambas  naciones.  Sin  esto,  "es 
aventurada  nuestra  resolución;  para  nada  se  necesita  la  declaración 
de  Independencia  en  Venezuela;  nada  nos  empeorará  con  la  España; 
pero  creo  é  insisto  en  que  debe  procederse  sin  comprometemos 
con  la  Inglaterra  y  el  Norte  de  América^'. 

Martín  Tovar  Ponte,  por  San  Sebastián,  replica:  que  no  hay 
el  menor  indicio  de  que  los  Estados  Unidos  dejen  de  reconocer  la 
Independencia,  pues  su  agente  en  Caracas  ha  manifestado  abierta- 
mente la  necesidad  que  tenía  Venezuela  de  declararla,  y  que  en 
cuanto  á  Inglaterra,  ningún  pacto  se  ha  celebrado  con  ella  que  sea 
contrario  á  la  declaración.  '•Cuantas  veces  ha  considerado  esta 
materia  el  congreso,  ha  creido  que  debíamos  ser  independientes;  y 
es  la  prueba,  que  ha  comisionado  á  alguno  de  sus  miembros  para 
el  proyecto  de  una  constitución  democrática^,  y  esto  no  puede  con- 
ciliarse  con  Femando  VIL  Desde  el  19  de  abril  debimos  y  quisimos 
ser  independientes;  pero  por  razones  políticas  se  difirió  á  nuestro 
pesar  esta  resolución.  Ha  llegado  el  tiempo,  y  si  los  ingleses  se 
resisten,  darán  á  entender  que  calculaban  poco  generosamente  sobre 
nuestra  debilidad  y  buena  fe". 

Femando  de  Peñalver,  por  Valencia,  y  Femando  Rodríguez 
del  Toro,  por  Caracas,  expresan  la  misma  opinión  que  TíTvar  Ponte. 

Francisco  Hemández,  por  San  Carlos,  observa:  "Es  muy  pro- 
bable que  se  alarmen  los  pueblos  incapaces  aún  de  alcanzar  los 
bienes  de  la  Independencia:  el  vulgo  cree  que  los  reyes  vienen  de 

Dios,   y    este    prestigio   debe   desvanecerse    Ilústrese    á   los 

pueblos  en  sus  derechos:  preceda  un  manifiesto  circunstanciado  á 
la  declaración  de  Independencia,  para  prevenir  los  ánimos.  De  otro 
modo  comprometería  mi  representación  y  faltaría  á  las  instrucciones 
que  me  han  dado  mis  comitentes.'' 

José  María  Ramírez,  por  Aragua  de  Barcelona,  extraña  que 
se  vacile  todavía.  "En  los  tumultuarios  momentos  del  19  de  abril 
fué  necesario  economizar  las  innovaciones,   y  por  eso  se    conservó 

1.  Alude  al  que  decretó  desde  Puerto  Rico  en  21  de  enero  el  Pacificador 
Cortabarria. 

2.  Refiérese  á  Francisco  Javier  Ustáriz,  con  quien  se  unieron  luego,  para 
redactar  el  proyecto,  Juan  Germán  Roscio  y  el  mismo  Tovar  Ponte. 


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-     142    - 

el  nombre    de  Fernando:    á  pesar  de  eso  nos    llaman    insurgentes; 
nada  tenemos,  pues,  que  aventurar." 

José  Ángel  de  Álamo,  por  Barquisimeto,  replica  á  los  que  in- 
sinúan la  necesidad  de  consultar  antes  á  los  pueblos:  "Yo  creo  que 
no  es  necesario  este  paso,  porque  el  reglamento  de  elección  con 
que  hemos  sido  constituidos  representantes  de  esos  mismos  pueblos 
nos  autoriza  para  todo  lo  favorable  á  nuestros  constituyentes.  Nada 
puede  serlo  tanto  como  la  Independencia:  por  ella  vamos  á  recobrar 
enteramente  nuestros  derechos,-  y  todos  los  bienes  inseparables  de 
tan  preciosa  adquisición.  Si  estamos,  pues,  autorizados  como  lo 
creo  y  sostengo,  debemos  no  detenemos  en  esta  razón;  y  si  no  hay 
otras  que  la  contraríen,  declarar  desde  luego  nuestra  absoluta 
Independencia." 

El  general  Miranda,  por  el  Pao,  insiste  en  un  largo  discurso 
sobre  la  oonveniencia  de  la  declaración  inmediata,  y  advierte  que 
las  potencias  extranjeras  no  podrían  ayudar  eficazmente  á  Venezuela 
mientras  no  se  separe  de  España.    " 

El  presbítero  Juan  Vicente  Maya,  por  la^  Grita,  argumenta  en 
contra,  provocando  frecuentemente  las  protestas  de  sus  colegas  y 
las  invectivas  de  la  barra. *  "Varias  veces  —  dice  en  resumen  — 
se  ha  discutido  en  esta-  asamblea  sobre  el  presente  asunto,  y  en  la 
misma  he  alegado  muchas  razones  que  me  persuaden  no  deber 
declararse  la  Independencia.  Para  evitar  la  molestia  de  su  repe- 
tición, no  las  especifico  ahor^,  y  me  contento  solamente  con 
remitirme  á  las  actas  del  congreso,  en  flúe  están  estampadas.  Sólo 
añadiré  á  ellas,  que  no  considero  al  congreso  con  facultades  para 
esta  declaratoria;  porque  la  convocacción  hecha  á  los  pueblos  fué 
para  que  eligiesen  sus  representantes  para  formar  el  cuerpo  con- 
servador de  los  derechos  de  Femando  VII;  y  á  este  objeto,  por 
consiguiente,  contrajeron  ellos  su  voluntad  expresa,  como  se  puede 
ver  en  las  credenciales  de  cada  uno  de  los  diputados.  Siendo,  pues, 
la  declaratoria  de  Independencia  una  mutación  sustancial  del  sistema 
de  gobierno  adoptado  por  los  pueblos  en  la  constitución  de  sus 
representantes,  necesitan  éstos  una  'manifestación  clara  y  expresa 
de  aquéllos,    para  obrar  conforme  á"sus  poderes  y  dar  á  este    acto 

1 .  Hubo  nueve  sacerdotes  en  el  congreso :  Maya,  rector  de  la  Universidad  de 
Caracas  y  después  canónigo  de  la  catedral^  Ramón  Ingnacio  Méndez,  futuro  arzobispo 
de  Venezuela  (1827);  Ignacio  Fernández  Peña,  arzobispo  en  1842;  José  Vicente 
Unda,  obispo  de  Mérida  en  1836;  Luis  Ignacio  Mendoza,  deán  de  la  catedral  de 
Mérida;  Salvador  Delgado,  José  Luis  Cazorla,  Juan  Nepomuceno  Quintana  y  Juan 
Antonio  Diaz  Argote.  Véase  el  estudio  de  Lino  Duarte  Level  intitulado  Declaración 
de  Independencia:  el  clero,  en  la  Restauración  Liberal,  Caracas,  4  de 
julio,  1901. 


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—     143    — 

todo  el  valor  y  legitímidad  que  él  exige.  Esta  razón,  que  creo  tan 
fuerte  y  poderosa  respecto  de  todos  los  ilustres  miembros  que 
componen  este  respetable  cuerpo,  lo  es  mucho  más  respecto  de  mí, 
que  fuera  de  esta  consideración  general  tengo  la  especial  de  mis 
comitentes,  expresada  en  las  instrucciones  que  me  han  dirigido  en 
forma  auténtica,  y  en  las  que  una  de  ellas  se  contrae  á  este  caso 
de  la  Independencia,  prohibiéndome  por  varias  razones  que  exponen 
acceder  por  ahora  á  su  declaratoria."  Mientras  habla  Maya,  los 
mienbros  más  exaltados  de  la  Sociedad  Patriótica,  Bolívar,  Vicente 
Salias,  Coto  Paúl,  le  increpan  desde  la  barra.  Varios  diputados  — 
Miranda,  Roscio,  Quintana,  Méndez  —  protestan  acaloradamente, 
los  unos  contra  Maya,  los  otros  en  favor  de  la  libertad  parlamen- 
taria; y  conviértese  la  discusión  en  desencadenado  tumulto  y 
vocería.  Cuando  el  presidente  logra  calmar  los  ánimos,  el  secretario 
lee  las  instrucciones  de  Maya,  y  éste  salva  su  voto,  pidiendo  que 
se  certifique  para  satisfacer  á  sus  comitentes.  Así  lo  acuerda  el 
congreso.^ 

Francisco  Javier  Yanes,  por  Araure,  combate  con  gran  copia 
de  razones  todas  las  ideas  contrarias  á  la  Independencia  inmediata. 
A  los  que  piden  que  se  declare  previamente  la  Confederación  de 
los  provincias  replica:  "¿Cómo  podrá  sostenerse  que  la  Confederación 
debe  preceder  á  la  declaratoria  de  Independencia  de  los  Estados 
de  Venezuela,  cuando  son  éstas  (la  libertad,  la  soberanía  y  la 
independencia)  las  primeras  cualidades  de  que  deben  estar  ador- 
nadas las  partes  que  pretenden  confederarse?  ¿Cómo  podrán  ceder 
las  provincias  una  parte  de  su  libertad  é  independencia,  cuando  de 
derecho  no  se  ha  manifestado  tenerlas,  ni  haberlas  reasumido? 
¿Cómo,  en  fin,  podrán  constituir  un  jefe  soberano  común,  cuando 
no  se  ha  declarado  á  todo  el  mundo  que  cada  uno  de  esos  Estados 
es  particularmente  soberano?  Prius  est  esse,  quam  taliter 
esse.''  A  los  que  aconsejaban  ponerse  antes  de  acuerdo  con  la 
Gran  Bretaña,  en  virtud  del  tratado  que  se  suponía  concluido  con 
ella,2  objeta  Yanes  que  no  se  conocen  sus  términos  y  condiciones, 
y  aun  ocurre  dudar  de  su  existencia,  porque  los  tratados  "  sólo 
pueden  hacerse  entre  los  Soberanos  independientes  y  libres,  en 
cuyo  rango  no  ha  podido  entrar  Venezuela  mientras  se  ha  ocupado 
de  conservar  los  derechos  de  Fernando."    Por  otra  parte,  tal  tratado, 

1.  Nótese  este  caso  de  "mandato  imperativo",  que  se  repetirá  en  algunas 
elecciones  de  la  Gran  Colombia  y  en  las  del  congreso  constituyente  de  Venezuela 
de  1830. 

2.  Se  interpretó  entonces  de  un  modo  erróneo,  por  los  que  ignoraban  los 
secretos  de  la  cancillería,  la  misión  diplomática  de  Bolívar  y  López  Méndez  á 
Londres  en  el  año  anterior. 


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—     144    — 

si  existe,  "jamás  puede  obstar  á  nuestra  deliberación,  porque  es 
sabido  que  cuando  interviene  necesidad  ó  evidente  utilidad  cesan 
estas  obligaciones,  y  no  debe  una  nación  observar  rigurosamente 
semejantes  Pactos  con  perjuicio  suyo;  sin  que  para  ello  sea  preciso 
consultar  á  la  otra,  pues  todos  incluyen  tácitamente  esta  condición. 
En  este  caso  nos  hallamos  nosotros:  los  males  que  padecemos  son 
muchos,  muy  graves  y  de  naturaleza  que  no  admiten  ninguna 
dilación Tampoco  se  necesita  (para  la  declaración  de  Inde- 
pendencia) el  expreso  consentimiento  de  los  pueblos  interiores, 
porque  no  es  im  acto  por  el  cual  van  á  empeorar  su  condición, 
sino  antes  bien  á  mejorarla  sobremanera,  reasumiendo  los  derechos 
de  que  habían  sido  privados  ppr  el  despotismo . . .  Los  pueblos 
tienen  sus  diputados  y  representantes  en  este  supremo  congreso,  y 
lo  que  decidiere  la  pluralidad  esa  es  la  voluntad  general  del  Estado 
de  Venezuela,  á  la  cual  debe  atemperarse  y  ajustarse  la  menor 
parte.  De  otra  suerte,  nos  expondríamos  á  aumentar  los  males, 
y  tal  vez  aventuraríamos  el  éxito  de  tan  gran  resolución  por  la 
Ignorancia  de  los  pueblos,  ó  por  la  malicia  de  nuestros  enemigos, 
que  no  dejarían  de  intrigar  por  evadir  una  declaración  tan  funesta 
para  ellos.  Los  asuntos  de  esta  naturaleza  jamás  deben  pender  del 
capricho  de  cada  individuo,  porque  no  todos  tienen  igual  interés  en 
ellos,  ni  un  mismo  deseo  de  la  felicidad  común.  A  la  vista  tenemos 
algunos  pueblos,  que  bien  hallados  con  su  esclavitud,  no  sólo 
rehusan  sacudir  el  yugo  que  los  oprime,  sino  que  sirven  de  obs- 
táculo para  que  disfruten  de  su  libertad  los  que  han  sabido  ad- 
quirirla. Si  Caracas  hubiera  emprendido  consultar  á  los  pueblos 
para  la  deliberación  del  19  de  abril,  ciertamente  estaríamos  todavía 
bajo  la  tiranía  del  Gobierno  europeo,  porque  cada  uno  hubiera 
reputado  por  imposible  la  empresa,  y  ninguno  se  hubiera  resuelto 
á  tomar  parte  en  ella,  por  más  repetidos  y  despóticos  que  fuesen 
los  actos  de  los  mandones.  Y  si  las  circimstancias  son  distintas, 
no  por  eso  dejan  de  ser  bien  críticas  las  presentes,  que  no  permiten 
inquirir  la  voluntad  de  todos  y  cada  uno  en  particular,  sin  exponer- 
nos á  un  sacrificio,    ó  á  que  se  cubra  de   dudas   y   dificultades    un 

negocio  tan  importante Por  tanto,  creo  que  es  llegado  el  tiempo 

en  que  se  declare  la  absoluta  Independencia  de  Venezuela;  y  mi 
dictamen  es  que  se  verifique  en  este  dia,  ó  cuando  más  en  el  de 
mañana,  en  que  nuestros  hermanos  los  anglo-americanos  celebran 
el  memorándum  de  su  gloriosa  Independencia." 

Francisco  Policarpo  Ortiz,  por  San  Diego  de  Barcelona,  y  José 
Gabriel  de  Alcalá,  por  Cumaná,  apoyan  sin  restricciones  la  argu- 
mentación de  Yanes. 


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—    145    — 

Juan  Germán  Roscio,  por  Calabozo,  secretario  de  Relaciones 
Exteriores,  aprovecha  la  ocasión  para  afirmar  que  no  existe  ningún 
tratado  con  la  Gran  Bretaña.  "  Participamos  á  la  Inglaterra  nuestra 
resolución  después  del  19  de  abril,  y  ahora  deberemos  hacer  lo 
mismo  después  de  declarar  nuestra  Independencia . . .  No  hallo 
otro  inconveniente  para  la  declaración  de  nuestra  absoluta  Inde- 
pendencia que  la  situación  en  que  se  hallan  nuestros  hermanos  de 
Coro,  Maracaibo  y  Guayana,  á  quienes  quizás  sus  déspotas  alejarán 
de  nosotros,  cubriéndonos  con  los  horrores  del  perjurio  y  de  la 
traición.  De  no  declarar  la  Independencia  se  siguen  males  incalcu- 
lables; declarándola,  temo  la  suerte  de  esos  infelices  á  quienes  qui- 
siera ver  reunidos  con  nosotros." 

Yanes  procura  desvanecer  el  escrúpulo  de  Roscio,  replicán- 
dole que  en  semejante  conflicto  Jiay  que  acudir  á  la  mayor  necesi- 
dad y  empezar  la  caridad  bien  ordenada  por  sí  propio,  con  prefe- 
rencia á  la  atención  de  los  males  ajenos.  Miranda  vuelve  á  hablar 
en  el  mismo  sentido. 

Gabriel  Pérez  de  Pagóla,  por  Ospino,  advierte  finalmente  que 
si  la  opinión  pública  está  aún  fluctuante,  es  preciso  fijarla  con  la 
inmediata  declaración  de  Independencia,  suprimiendo  así  la  in- 
fluencia que  todavía  ejercen  los  españoles  europeos  y  los  parti- 
darios de  Femando  VIL 

Aunque  este  debate  revelaba  ya  cual  era  el  dictamen  de  la 
mayoría,  terminó  la  sesión  del  3  de  julio  sin  resolverse  nada. 

Al  propio  tiempo  que  en  el  congreso,  discutióse  aquel  dia  la 
misma  cuestión  en  la  Sociedad  Patriótica;  y  como  algunos  obser- 
vasen que  la  Sociedad  se  convertía  abusivamente  en  cuerpo  legis- 
lativo, promoviendo  de  este  modo  disidencias  entre  los  revolucio- 
narios, Simón  Bolívar  resumió  en  elocuentísimas  y  breves  frases  la 
opinión  general.  "  No  es  que  hay  dos  congresos.  ¿  Cómo  fomentarán 
el  cisma  los  que  conocen  más  la  necesidad  de  la  unión?  Lo  que 
queremos  es  que  esa  unión  sea  efectiva,  para  animamos  á  la  glo- 
riosa empresa  de  nuestra  libertad.  Unimos  para  reposar,  para 
dormir  en  los  brazos  de  la  apatía,  ayer  fué  una  mengua,  hoy  es 
una  traición.  Se  discute  en  el  congreso  nacional  lo  que  debiera 
estar  decidido.  ¿Y  qué  dicen?  Que  debemos  comenzar  por  una 
Confederación,  como  si  todos  no  estuviésemos  confederados  contra 
la  tiranía  extranjera.  Que  debemos  atender  á  los  resultados  de  la 
política  de  España.  ¿Qué  nos  importa  que  España  venda  á  Bona- 
parte  sus  esclavos,  ó  que  los  conserve,  si  estamos  resueltos  á  ser 
libres?  Esas  dudas  son  tristes  efectos  de  las  antiguas  cadenas. 
Que  los  grandes  proyectos  deben  prepararse  en  calma.    ¿Trescicn- 

F orto  al.  Historia  ConstitucionaL  10 


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—    146    — 

tos  años  de  calma  no  bastan?  La  Junta  patriótica  respeta,  como 
debe,  al  congreso  de  la  nación;  pero  el  congreso  debe  oir  á  la 
Junta  patriótica,  centro  de  luces  y  de  todos  los  intereses  revolucio- 
narios. Pongamos  sin  temor  la  piedra  fundamental  de  la 
libertad  suramerícana.  Vacilar  es  perdemos!  Que  una  comisión 
del  seno  de  este  cuerpo  lleve  al  soberano  congreso  estos  senti- 
mientos." 

Votada  y  aprobada  la  proposición  de  Bolívar,  se  acordó  que 
una  comisión  de  la  Sociedad  se  trasladase  al  congreso  con  el  en- 
cargo de  comunicarle  el  texto  de  un  discurso  que  había  escrito  y 
pronunciado  el  Dr.  Miguel  Peña  en  favor  de  la  Independencia  ab- 
soluta. 

Reunido  el  congreso  en  la  mañana  del  4  de  julio,  el  dipu- 
tado por  Mérida,  Antonio  Nicolás  Briceño,  presentó  las  actas  y  cons- 
titución de  los  Estados  Unidos  de  1778,  para  comprobar  la  ampli- 
tud de  poderes  que  tuvo  entonces  el  congreso  americano,  é  insinuar 
la  conveniencia  de  seguir  los  mismos  procedimientos. 

En  sesión  secreta,  Juan  José  Maya,  por  San  Felipe,  propone 
que  se  dé  algún  intervalo  á  la  discusión  sobre  Independencia, 
"  porque  siendo  de  las  más  importantes  y  trascendentales,  no  puede 
ni  debe  aventurarse  el  éxito  en  la  precipitación". 

José  Luis  Cabrera,  por  Guanaríto,  replica  que,  "  empezada  ya 
la  controversia,  no  debe  interrumpirse  sin  decidirla  de  cualquier 
modo".  En  ésto,  anunciada  una  comisión  de  la  Sociedad  Patrió- 
tica, se  hace  pública  la  sesión,  y  se  le  acuerda  el  permiso  de  hablar, 
aunque  "sin  el  carácter  de  diputación  de  cuerpo,  de  que  carece  la 
Sociedad "1.  "El  objeto  de  su  venida  —  continúa  el  acta  —  fué  el 
de  expresar  el  dictamen  de  los  que  se  reúnen  amistosamente  á 
tratar  de  materias  políticas,  y  presentarlo  como  favorable  á  la  In- 
dependencia, dejando  un  discurso  escrito  sobre  la  materia^.  Reti- 
rados los  ciudadanos  de  la  Sociedad  Patriótica,  se  siguió  tratando 
en  sesión  privada  de  si  debía  ó  no  continuarse  la  discusión  sobre 
la  declaratoria  de  Independencia,  y  se  acordó  por  último  que  se 
suspendiese,  comisionándose  al  señor  Presidente  para  que  confe- 
renciase con  el  Poder  Ejecutivo  sobre  si  era  compatible  con  la 
seguridad  pública  la  mencionada  declaratoria."  Opinó  el  Ejecutivo 
que  se  hiciese  cuanto  antes,  pues  los  obstáculos  que  se  presentaban 


1 .  Los  venezolanos  imitaron  en  esta  ocasión  la  costumbre  que  se  inició  en  la 
Asamblea  Constituyente  francesa  (1789)  de  permitir,  contra  el  reglamento,  la  entrada 
de  diputaciones  populares  al  salón  de  sesiones,  y  acordarles  la  palabra. 

2.  £1  de  Peña;  cuya  argumentación  es  la  misma  del  discurso  pronunciado  por 
Francisco  Javier  Yancs  el  dia  anterior. 


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desaparecerían  muy  tarde:  que  difiriéndola,  quizás  se  aventuraría 
para  siempre  la  suerte  de  la  patria,  y  declarándola,  se  destruiría  de 
una  vez  la  ambigüedad  en  que  estaba  el  país  y  se  trastornarían  los 
proyectos  de  los  enemigos. 

Volvió  á  reunirse  el  congreso  en  la  mañana  del  5,  sin  la 
asistencia  de  los  diputados  Pro.  Ramón  Ignacio  Méndez,  por  Guas- 
dualito  (quien  se  incorporó  en  el  curso  de  la  sesión),  Francisco 
Javier  Ustáriz,  por  San  Sebastián,  Luis  José  Rivas  Tovar,  por 
Caracas,  Pro.  Luis  Ignacio  Mendoza,  por  Obispos,  Pro.  Juan  Nepo- 
muceno  Quintana,  por  Achaguas,  Gabriel  de  Ponte,  por  Caracas,  y 
Francisco  Hernández,  por  San  Carlos. 

El  Presidente  Rodríguez  Domínguez  da  cuenta  del  dictamen 
del  Ejecutivo.    Miranda  lo  apoya. 

José  Luis  Cabrera  reclama  la  asistencia  de  los  diputados 
ausentes,  y  pide  que  se  les  cite  en  el  acto  para  que  concurran  ó 
den  sus  excusas. 

Juan  Bermúdez,  por  Cumaná,  cree  que  es  muy  prematura  la 
Independencia  en  estos  momentos,  y  agrega  que  dicha  ciudad  se 
halla  indefensa  para  sostener  semejante  innovación,  que  enfurecerá 
más  á  los  enemigos. 

Felipe  Fermín  Paúl,  por  San  Sebastián,  propone  que  se  dicte 
una  ley  previa  "para  contener  los  excesos  con  que  la  ignorancia, 
confundiendo  la  independencia  con  la  licencia,  la  insubordinación 
y  el  libertinaje,  pudiera  convertir  en  daño  nuestro  los  efectos  de 
esta  resolución." 

Antonio  Nicolás  Briceño  insinúa,  que  "aunque  las  discusiones 
sean  públicas,  sea  secreta  la  votación,  para  impedir  los  involuntarios 
excesos  que  el  pueblo  en  su  entusiasmo  puede  cometer  contra  el 
decoro  de  este  lugar  sagrado  por  su  anterior  destino  y  sagrado  por 
el  que  ahora  tiene  "i. 

José  Ángel  de  Álamo,  por  Barquisimeto,  opina  que,  además 
de  la  ley  propuesta  por  Paúl,  se  hace  necesaria  otra  que  conceda 
pasaportes  á  todos  los  descontentos. 

Fernando  Peñalver,  por  Valencia,  se  opone  á  la  insinuación 
de  Briceño  sobre  votación  secreta. 

El  Pro.  Maya,  por  la  Grita,  vuelve  á  formular  sus  objeciones 
del  dia  3;  cree  prematura  la  Independencia,  exhibe  el  artículo  de 
sus  instrucciones,  que  le  prohibe  expresamente  votarla,  y  pide  que 
se  le  dé  testimonio  en  el  acuerdo. 


1.  Estaba  reunido  el  congreso  en  la  capilla  de    la  Universidad:    hoy  Concejo 
Municipal. 

10* 


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Briceño  declara  que  sus  instrucciones  son  %n  todo  iguales  á 
las  de  Maya;  pero  que  las  circunstancias  han  variado  desde  la 
época  en  que  le  fueron  dadas,  y  no  duda  que  sus  comitentes  ad- 
herirán á  una  medida  dictada  por  la  justicia  y  la  necesidad. 

José  María  Ramírez,  por  Aragua  de  Barcelona,  aconseja,  como 
Paúl,  una  ley  previa  encaminada  á  contener  los  excesos  que  pudiere 
ocasionar  el  nuevo  orden  de  cosas,  y  otra  ley  posterior  á  la  de- 
claratoria de  Independencia  "para  que  todos  los  que  pasen  de 
diez  (?)  años  presten  juramento,  comisionándose  á  los  jueces  res- 
pectivos." 

Peñalver  vuelve  la  discusión  al  punto  esencial.  "Convengo, 
dice,  en  que  se  respeten  las  instrucciones  que  nos  hayan  dado 
nuestros  comitentes;  pero  también  debe  respetarse  la  pluralidad  del 
congreso.  Queden,  pues,  en  libertad  para  seguir  sus  instrucciones 
los  que  las  tengan  contrarias  á  la  Independencia,  y  no  den  voto 
sobre  ella.  Creo  fútiles  loe  peligros  que  se  nos  presentan;  pero 
aunque  fuesen  sólidos  y  efectivos,  no  por  eso  debemos  desmayar, 
sino  doblar  nuestra  energía  para  vencerlos.  Siempre  habrá  incon- 
venientes, y  es  bien  sabido  que  para  ser  libre  un  pueblo,  basta  que 
quiera  serlo.  Tan  débil  quizá  como  nosotros  era  la  Holanda  con 
respecto  á  la  España,  y  logró  triunfar  del  tribunal  de  sangre  de 
Felipe  II  y  de  las  huestes  del  duque  de  Alba;  y  la  Suiza  era  bien 
despreciable  para  la  Alemania  cuando  declaró  su  independencia. 
Nada  podrán  contra  la  nuestra  Coro  y  Maracaibo;  y  la  Inglaterra 
conocerá  al  fin  nuestra  justicia  y  las  ventajas  más  sólidas  que  deben 
resultarle  de  nuestra  Independencia." 

Briceño  insiste  otra  vez  sobre  la  declaración  inmediata,  y 
termina  diciendo:  "Creo  que  deben  preceder  los  fundamentos  y 
razones  que  tenemos  para  hacerla:  creo  que  deben  tomarse  medi- 
das para  estrechar  más  nuestras  relaciones  con  los  europeos,  y 
sacar  á  los  buenos  de  la  indiferencia  en  que  les  tiene  el  temor: 
creo  que  debe  annciarse  que  no  se  relaja  por  eso  la  subordinación 
á  las  leyes  y  la  obediencia  á  las  autoridades  constituidas;  y  creo, 
finalmente,  que  ahora,  más  que  nunca,  deben  ser  la  unión,  la  fra- 
ternidad y  la  moderación  nuestra  divisa^." 

El  Pro.  José  Vicente  Unda,  por  Guanare,  promueve  honda 
sensación  diciendo:  "No  es  mi  ánimo  entrar  á  demostrar  la  justicia, 
la  necesidad  y  la  oportunidad  en  que  nos  hallamos  de  declarar  la 
Independencia.    Dos   cosas   sólo  deseo:    la   primera,    acreditar  que 

1.  Compárese  después  esta  elocuencia  sosegada  y  medida  con  el  lenguaje 
fulmíneo   que  el  mismo  Brícefio  empleará  en  1813  al  empezar  la  '  Guerra  á  muerte '*. 


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—     149     — 

mi  estado  (eclesiástico)  ne  me  preocupa  ciegamente  á  favor  de  los 
reyes,  ni  contra  la  felicidad  de  mi  patria,  y  que  no  estoy  imbuido 
en  los  prestigios  y  antiguallas  que  se  quieren  oponer  contra  la 
justicia  de  miestra  resolución,  que  conozco  y  declaro;  la  segunda 
es,  que  Guanare,  á  quien  represento,  no  se  tenga  por  obstáculo 
para  la  Independencia,  cuando  se  crea  necesaria  ..." 

Manuel  Palacio,  por  Mijagual,  pide  "se  haga  en  este  dia  la 
declaración  de  nuestra  absoluta  emancipación  de  la  España  y  de 
todo  poder  extranjero." 

Juan  Germán  Roscio,  por  Calabozo,  habla  ahora  en  términos 
más  categóricos  que  en  la  sesión  del  3.  "Se  «llega,  dice,  la  con- 
vocatoria con  que  fuimos  llamados  á  formar  este  congreso,  que 
ninguna  condición  incluía  de  Independencia;  pero  la  misma  con- 
ducta observó  la  España  cuando  quiso  reunir  los  pueblos  para  la 
suya,  y  nada  les  dijo  entonces  de  Femando  y  sus  derechos,  con  el 
doble  fin  de  no  alarmar  á  los  amerioanos.  Además  de  esto,  el 
reglamento  (de  elecciones)  quedó  sujeto  á  la  voluntad  dei  congreso 
en  lo  esencial  y  lo  accesorio,  y  puede  alterarlo  en  ambos  res- 
pectos. —  Dos  juramentos  habíamos  prestado  á  Fernando  cuando 
se  instaló  el  congreso,  uno  en  15  de  julio  de  1808,  otro  en  19  de 
abril  de  1810;  pero  el  primero  lo  arrancó  la  fuerza,  y  el  segundo 
la  ignorancia  y  la  necesidad  de  no  alarmar  á  los  pueblos.  Los 
hombres  ilustrados  sabían  todo  lo  que  saben  ahora;  pero  el  des- 
potismo había  embrutecido  de  tal  manera  la  multitud,  que  fué  pru- 
dencia no  chocar  abiertamente  con  ella.  Inútil  es  repetir  lo  que 
nadie  ignora  entre  nosotros,  y  lo  saben  ya  tantos  que  lo  ignoraban 
antes.  Todos  sabemos  que  nada  tienen  los  Borbones  en  América: 
y  así  nada  tenemos  que  conservarles,  que  fué  lo  que  les  prometi- 
mos^. Los  efectos  de  las  jomadas  del  Escorial  y  de  Aranjuez,  y 
de  las  cesiones  y  abdicaciones  de  Bayona,  son  bien  notorios  en  la 
América,  y  además  de  estar  en  nuestros  papeles  públicos  se  traerán 
á  la  vista  en  el  manifiesto  de  nuestra  Independencia.  Nadie  podrá 
negar  que  Fernando  salió  voluntariamente  de  España,  atropellando 
la  clara  y  decidida  resistencia  de  los  pueblos;  y  aunque  por  las 
leyes  constitucionales  no  perdió  como  en  Suecia  el  reino,  faltó  al 
deber  de  soberano  y  quedó  suspenso  de  la  autoridad.  Voluntaria- 
mente concurrió  á  las  cortes  (conferencias)  de  Bayona,  y  aún  es  un 
problema  si  voluntariamente  consintió  en  aquellas  violentas  é  ilegí- 
timas estipulaciones.    Lo    que   es    claro  es    que   los  Borbones  ven- 

1.  Nótese  que  Roscio,  á  pesar  de  su  propósito  sinceramente  revolucionario, 
no  olvida  nunca  las  argucias  de  su  profesión  de  abogado.  Habla  en  el  congreso 
como  en  una  corte  de  justidi. 


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—    150    — 

dieron  la  América  á  una  potencia  extraña,  por  vengar  sus  resenti- 
mientos personales;  que  por  ingratitud  perdieron  cuantos  derechos 
pudieran  alegar  á  ella,  y  que  aunque  nosotros  lo  ignorábamos  el 
15  de  julio,  nada  ofrecimos  más  que  conservarles  lo  que  tuviesen, 
sin  restituirles  lo  que  por  tantos  títulos  habían  perdido;  y  queda 
anulada  por  consecuencia  la  conservaduría  prometida  incauta  ó  im- 
premeditadamente. Mas,  suponiendo  que  tuvieron  algo,  y  que  noso- 
tros juramos  conservárselos  cuando  ignorábamos  si  esto  dañaba  á 
nuestros  intereses,  ¿cómo  podría  ser  válido  un  pacto  oneroso,  que 
lejos  de  haber  sido  aceptado  por  la  otra  parte  ha  sido  rechazado 
hostilmente  por  loa  que  se  dicen  sus  apoderados?"  No  obstante, 
Roscio  alarga  la  discusión  con  an  reparo  superfino  ó  importuno. 
"Parece  demostrada  —  agrega  —  la  justicia  y  necesidad  de  nuestra 
Independencia,  y  sólo  creo  que  podrá  hacerse  contra  ella  una  sola 
objeción.  Podría  dudarse  por  los  políticos  si  Venezuela  tiene  la 
estatura  necesaria  y  las  fuerzas  suficientes  para  el  rango  que  va  á 
ocupar;  pues  aun  cuando  en  la  Europa  hay  soberanías  de  menos 
población  y  extensión  que  la  nuestra,  creo  que  no  debe  ser  (ó 
aceptarse)  el  mismo  cálculo  estadístico  con  respecto  á  la  América. 
Los  Estados  Unidos  contaban  tres  millones  de  habitantes  cuando 
declararon  su  Independencia,  y  nosotros  apenas  tenemos  uno: 
esta  duda  es  la  única  que  creo  queda  en  pie  contra  la  Indepen- 
dencia." 

Cabrera  se  apresura  á  replicar,  que  si  en  Europa  se  recono- 
cían, antes  de  la  revolución  francesa,  Estados  independientes  mucho 
más  pequeños  que  Venezuela,  en  América  hay  para  ellos  más  pro- 
babilidades de  estabilidad  que  en  Europa,  pues  no  existen  aún 
"  Estados  preponderantes  que  puedan  absorberse  á  los  pequeños  que 
van  á  formarse,  mientras  se  ligan  entre  sí  los  dos  continentes  meri- 
dional y  septentrional." 

Miranda  refuerza  esta  réplica  con  eruditas  consideraciones. 
Los  Estados  Unidos  tenían  menos  dé  tres  millones  de  habitantes 
libres,  cuando  se  declararon  independientes:  aunque  su  territorio  es 
dos  veces  más  extenso  que  el  de  Venezuela,  en  sus  principales 
ciudades  no  había  entonces  más  luces  é  ilustración  que  en  Caracas: 
dividida  la  América  en  pequeños  Estados,  no  podría  temerse  la 
usurpación  ni  la  conquista  como  en  Europa: .  . .  finalmente,  limítrofe 
Venezuela  con  el  Nuevo  Reino  de  Cranada,  que  le  ha  ofrecido  ya 
paz  y  unión,  debe  cesar  todo  temor  y  procederse  en  seguida  á  la 
declaración  que  todos  esperan. 

El  Presidente  Rodríguez  Domínguez,  diputado  de  Nutrias, 
afirma  que  Santa  Fe   de  Bogotá  reconocerá»  inmediatamente   la  In- 


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—    151     — 

dependencia  de  Venezuela  y  que,  en  dándole  Caracas  el  ejemplo, 
proclamará  también  la  suya. 

Mariano  de  la  Cova,  por  Cumaná,  observa  que  las  provincias 
venezolanas  debieron  considerarse  independientes  desde  el  instante 
mismo  en  que  Femando  VII  partió  para  Bayona,  perdiendo  asi  todos 
sus  derechos. 

Su  colega  Juan  Bermúdez,  quien  dos  dias  antes  señalaba  los 
peligros  de  invasión  extranjera  que  amenazaban  á  la  provincia  de 
Cumaná,  es  de  parecer  ahora  que  no  se  retarde  más  la  Indepen- 
dencia,   puesto   que  el   pueblo  la  reclama  y  la   quiere   el  congreso. 

Lo  propio  dice  Nicolás  de  Castro,  por  Caracas:  "Aunque  antes 
opiné  que  había  algunos  motivos  para  que  no  declarásemos  la  In* 
dependencia  en  las  actuales  circunstancias,  ya  veo  que  ha  llegado 
el  momento:  el  pueblo  la  desea " 

Juan  Rodríguez  del  Toro,  por  Valencia,  observa  unanimidad 
de  sentimientos  sobre  la  declaratoria  en  cuestión,  y  extraña  que  se 
la  demore.  "  Tal  vez  —  agrega  —  algunos  de  mis  condiputados  se 
habían  propuesto  el  mismo  objeto  de  hacer  entender  al  pueblo  lo 
que  es  Independencia;  pero  yo  estoy  seguro  de  que  todos  conocen 
la  significación  de  esta  palabra,  y  nadie  la  confundirá  con  la  licencia 
y  el  libertinaje,  porque  si  las  monarquías  se  sostienen  y  apoyan  en 
los  vicios  y  la  corrupción  de  los  vasallos,  las  repúblicas  fundan  su 
existencia  en  las  virtudes  de  los  ciudadanos." 

El  Pro.  Ramón  Ignacio  Méndez  espera  á  que  se  allanen  las 
dificultades  que  le  ocurren  respecto  de  la  manera  con  que  apre- 
ciarán tal  acto  las  otras  naciones,  después  del  juramento  que  hi- 
cieron los  diputados  de  fidelidad  al  rey. 

Roscio,  Ramírez,  Castro,  Briceño,  Peñalver  y  Juan  José  Maya 
se  esfuerzan  en  demostrarle  á  Méndez  que  semejante  juramento,  pres- 
tado en  otras  circunstancias,  no  tiene  ya  validez  alguna. 

El  Pro.  Manuel  Vicente  Maya  hace  suyas  las  razones  alegadas 
por  Méndez  en  cuanto  al  juramento,  y  repite  por  tercera  vez  que 
no  puede  votar  sino  conforme  á  las  instrucciones  de  sus  electores. 

En  vano  Felipe  Fermín  Paúl  intenta  convencerle,  con  argu- 
mentos análogos  á  los  ya  expuestos  por  Roscio,  que  el  juramento 
prestado  por  el  congreso  el  dia  de  su  instalación,  si  bien  se  refirió 
á  defender  los  derechos  de  Femando  VII  "en  el  supuesto  falso  de 
que  tuviese  algunos  con  respecto  á  la  América,"  se  refirió  también 
á  defender  los  derechos  de  la  patria,  esto  en  primer  término,  y 
previo  además  la  declaratoria  de  independencia  absoluta  cuando  las 
provincias  la  juzgasen  conveniente:  que,  por  tanto,  demostrada 
exuberantemente   la  conveniencia  de  tal  declaratoria  en  defensa  de 


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—    152,— 

« 

los  derechos  de  la  patria,  quedaba  insubsistente  la  parte  del  jura- 
mento relativa  al  rey. 

A  favor  de  la  declaración  inmediata  sucédense  breves  dis- 
cursos de  los  demás  diputados:  Pro.  Luis  José  de  Cazorla,*por 
Valencia,  Pro.  Salvador  Delgado,  por  Nirgua,  Gabriel  Pérez  de  Pa- 
góla, por  Ospino,  Manuel  Plácido  Maneyro,  por  Margarita,  Ignacio 
Ramón  Briceño,  por  Pedraza,  José  de  Sata  y  Bussy,  por  San  Fer- 
nando de  Apure,  Juan  José  Maya,  por '  San  Felipe,  Juan  Pablo 
Pacheco,  por  Trujillo,  Lino  de  Clemente  é  Isidoro  Antonio  López 
Méndez,  por  Caracas,  el  marqués  del  Toro,  por  el  Tocuyo,  y  el 
Pro.  Ignacio  Fernández  Peña,  por  Harinas. 

El  acta  de  la  sesión  termina  así:  "El  señor  Presidente  creyendo 
suficientemente  discutida  la  materia  llamó  la  atención  del  congreso 
para  la  resolución  de  una  tan  ardua,  importante  y  trascendental;  y 
propuesta  después  la  votación,  fueron  casi  unánimes  los  sentimientos 
del  congreso,  á  excepción  del  señor  Maya,  de  la  Grita,  por  las 
razones  que  había  alegado  anteriormente,  y  el  señor  Presidente 
anunció  declarada  solemnemente  la  Independencia  absoluta  de 
Venezuela;  cuyo  anuncio  fué  seguido  de  vivas  y  aclamaciones  del 
pueblo,  expectador  tranquilo  y  respetuoso  de  esta  augusta  y  me- 
morable controversia.  —  Con  lo  que  se  concluyó  esta  acta,  que  fir- 
maron todos  los  señores  que  se  hallaron  presentes  el  mismo  dia  en 
que  se  extendió,  conmigo  el  secretario  (Francisco  Isnardy),  de  que 
certifico". 

Por  la  tarde  del  5  de  julio,  el  congreso  encargó  al  diputado 
Roscio  y  al  secretario  Isnardy  de  "formar  un  proyecto  que  abra- 
zase todas  las  causas  ó  poderosos  motivos  que  habían  obligado  á 
declarar  la  Independencia,  para  que  sometido  á  la  inspección  del 
congreso,  sirviese  de  competente  acta  y  pasase  al  Poder  Ejecutivo 
á  fin  de  que  la  publicase  é  hiciese  circular  en  la  forma  ordinaria". 
Para  designar  la  bandera  y  cucarda  nacionales  se  comisionó  á  los 
diputados  Miranda,  Lino  de  Clemente  y  José  de  Sata  y  Bussy, 
quienes  propusieron,  con  asentimiento  unánime,  la  formada  de  tres 
fajas  horizontales,  amarilla  la  primera,  azul  la  del  medio  y  encamada 
la  última.  Al  diputado  Felipe  Fermín  Paúl  se  confió  la  redacción 
del  juramento  que  debían  prestar  los  empleados  y  ciudadanos,  en 
señal  de  reconocimiento  y  obediencia  al  nuevo  sistema  de  gobierno. 
Finalmente,  los  diputados  Peñalver  y  Álamo  propusieron  que  se 
procediese  á  declarar  la  división  de  provincias;  pero  discutida  la 
materia,  se  acordó  reservarla. 

El  mismo  dia  5  el  Presidente  del  congreso  pasa  la  siguiente 
nota   al  Ejecutivo:    "El   Supremo  Congreso  ha  sancionado   en  este 


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—     153    -- 

dia  la  declaratoria  de  nuestra  Independencia  y  se  ocupa  actualmente 
en  discutir  las  fórmulas  de  aquel  sublime  y  memorable  acto.  En 
tanto,  pues,  se  determina,  ha  acordado  que  se  participe  al  Supremo 
Poder  Ejecutivo  tan  laudable  y  digna  resolución,  para  que  como 
encargado  privativamente  de  la  seguridad  pública,  adopte  las  medi- 
das que  crea  más  convenientes  en  las  actuales  circunstancias;  bajo 
el  firme  supuesto  de  que  con  cuanta  brevedad  sea  posible  se  expe- 
dirá la  interesante  declaración,  que  nos  eleva  al  alto  rango  de 
Estados  libres  é  independientes,  y  nos  saca  de  la  horrorosa  escla- 
vitud en  que  hemos  yacido  hasta  ahora."  Con  igual  fecha  el  Eje- 
cutivo dirige  sendas  alocuciones  á  los  habitantes  y  al  ejército  de  la 
provincia  de  Caracas,  y  participa  la  fausta  nueva  á  las  autoridades 
de  la  Confederación  y  al  arzobispo. 

El  7  de  julio  aprueba  el  congreso  el  Acta  de  Independencia, 
presentada  por  Roscio  é  Isnardy^. 

En  la  sesión  del  8  se  aprobó  la  forma  de  juramento  redactada 
por  Paúl  y  se  expidió  un  decreto  ordenando  que  en  esos  términos 
jurasen  la  Independencia  todas  las  autoridades  y  los  ciudadanos 
mayores  de  15  años.  El  texto,  que  resulta  hoy  demasiado  largo, 
pero  que  había  de  serlo  en  aquella  ocasión,  amenazados  como  es- 
taban los  patriotas  por  dos  reacciones,  la  del  partido  español  y  la 
del  clero,  dice:  "¿Juráis  á  Dios  y  á  los  Santos  Evangelios  que 
estáis  tocando,  reconocer  la  Soberanía  y  Absoluta  Independencia 
que  el  orden  de  la  Divina  Providencia  ha  restituido  á  las  Provincias 
Unidas  de  Venezuela,  Libres  y  Exentas  para  siempre  de  toda  sumi- 
sión y  dependencia  de  la  Monarquía  Española  y  de  cualquiera  Cor- 
poración ó  Jefe  que  la  represente  ó  representare  en  adelante;  obe- 
decer y  respetar  los  Magistrados  constituidos  y  que  se  constituyan, 
y  las  Leyes  que  fueren  legítimamente  sancionadas  y  promulgadas; 
oponeros  á  recibir  cualquiefa  otra  dominación,  y  defender  con 
vuestras  personas  y  con  todas  vuestras  fuerzas  los  Estados  de  la 
Confederación  Venezolana;  y  conservar  y  mantener  pura  é  ilesa  la 


1.  Véase  el  texto  en  el  Apéndice,  no.  3,  con  un  examen  de  la  controversia 
histórica  sobre  las  diversas  ediciones  del  acta,  su  fecha,  y  número  y  autenticidad  de 
sus  firmas.  —  Nótese  aquí,  que  los  patricios  venezolanos  imitaron,  pero  sólo  en 
parte,  el  procedimiento  que  siguió  el  congreso  de  los  Estados  Unidos  de  América. 
La  declaración  de  la  Independencia  americana  no  la  firmaron  los  diputados  el  dia  en 
que  la  acordaron  (2  de  julio),  aunque  si  la  mandaron  publicar,  una  vez  autenticada 
por  el  presidente  y  secretario.  £1  manifiesto  de  los  principios  de  Independencia, 
redactado  por  Jéfferson,  se  aprobó  el  4  de  julio,  y  este  dia  fué  seftalado  como  ani- 
versario nacional.  (Bancroft,  History  of  the  United  States  of  America, 
vol.  IV,  p.  446  y  452).  En  cambio,  los  venezolanos  señalaron  como  dia  de  fiesta 
nacional,  no  el  7  de  julio,  fecha  de  la  aprobación  del  Acta,  sino  el  5,  fecha  de  la 
declaración  del  congreso. 


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—    154    — 

Santa  Religión  Católica,  Apostólica,  Romana,  única  y  exclusiva  en 
estos  países,  y  defender  el  Misterio  de  la  Concepción  Inmaculada 
de  la  Virgen  María  Nuestra  Señora?". 

Por  la  tarde  del  dia  8  el  congreso  nombra  una  diputación  com- 
puesta de  Roscio,  D.  Femando  del  Toro  y  el  secretario  Isnardy  para 
que  vayan  en  seguida  á  presentarle  al  Ejecutivo  el  Acta  aprobada  y  fir- 
mada. Lo  que  se|hizo  congran pompa  en  medio  de  numeroso  concurso^. 

La  publicación  del  Acta  se  efectuó  por  bando  el  14  de  julio, 
enarbolándose  entonces  por  primera  vez  el  pabellón  nacional.  Los 
hijos  de  José  María  España,  cadetes  abanderados  del  batallón  de 
linea,  tuvieron  ese  dia  la  gloria  de  alzar  el  emblema  de  la  patria 
sobre  la  misma  plaza,  hoy  Plaza  Bolívar,  que  presenciara  doce  años 
antes  el  martirio  del  precursor  de  la  República. 

El  15  prestaron  el  juramento  en  sesión  solemne  del  congreso, 
los  diputados,  el  Poder  Ejecutivo,  la  Alta  Corte  de  justicia,  el  Go- 
bernador militar  de  Caracas  y  el  arzobispo;  y  el  30  se  mandó 
publicar  un  largo  manifiesto  al  mundo  de  las  razones  en  que  la 
Confederación  había  fundado  su  independencia  absoluta. 

Empero,  no  fué  completo  el  júbilo  patriótico  de  estos  dias. 
Los  partidarios  del  antiguo  régimen  se  apresuraron  á  conspirar 
contra  la  naciente  República.  El  11  de  julio,  gran  número  de  los 
isleños  canarios,  soliviantados  por  su  compatriota  D.  Juan  Diaz 
Flores  y  el  venezolano  D.  José  María  Sánchez,  se  amotinaron  en  el 
llano  de  El  Teque,  á  las  puertas  mismas  de  Caracas,  dando  vivas  á 
Femando  VII  y  mueras  á  los  "traidores,  rebeldes  y  herejes".  En 
breve  tiempo  les  apresó  la  guarnición,  y  concluido  el  proceso  álos 
cuatro  dias,  fueron  fusilados  dieciséis. 

Otra  rebelión  más  seria,  de  españoles  y  venezolanos,  estalló 
en  Valencia  el  propio  1 1  de  julio.  Llegada  la  noticia  á  Caracas,  el 
congreso  dio  facultades  extraordinarias  al  Ejecutivo  (13  de  julio),  y 
en  seguida  salieron  tropas  al  mando  del  marqués  del  Toro  y  de  su 
hermano  D.  Femando;  mas,  como  era  escaso  el  número,  sufrieron 
un  descalabro  entre  la  Cabrera  y  Mariara,  y  fué  preciso  reforzarlas 
con  otras,  confiándose  ahora  á  Miranda  la  dirección  del  ejército. 
Sólo  al  cabo  de  un  mes  y  á  costa  de  sangrientos  combates,  pudo 
el  Gobierno  recuperar  á  Valencia^. 

1.  Véase  el  Apéndice. 

2.  Campaña  que  costó  á  los  patriotas  **mÁs  de  800  muertos  y  1500  hendos, 
sin  contar  los  muchos  americanos  que  perdieron  la  vida  peleando  en  las  filas  de  los 
españoles.'*  Baralt,  Resumen  de  la  Historia  de  Venezuela,  t.  II,  p.  87.  £n 
la  toma  de  Valencia  fué  herido  en  una  pierna  D.  Femando  del  Toro,  quedando  in- 
válido para  siempre,  y  murió  el  capitán  D.  Lorenzo  Buroz,  miembro  distinguido  de 
la  Sociedad  Patriótica. 


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—    155    — 

Estos  sucesos  interrumpieron  los  trabajos  legislativos,  especial- 
mente la  discusión  del  proyecto  de  constitución  nacional.  Alarmado 
con  esto  el  Ejecutivo,  dirigió  im  mensaje  al  congreso  el  22  de  agosto 
manifestándole  que  la  falta  de  leyes  constitucionales  mantenía  en 
evidente  riesgo  la  seguridad  pública;  que  "vacilante  el  Poder  Eje- 
cutivo en  tan  crítica  situación,  no  tenía  otro  norte  para  gobernar 
que  su  prudente  arbitrio",  y  que  era  de  absoluta  necesidad  formular 
cuanto  antes  la  constitución.  Al  dia  siguiente  declaró  el  congreso, 
que  reasumía  las  facultades  extraordinarias  acordadas  al  Ejecutivo, 
y  continuó  discutiendo  la  constitución  hasta  sancionarla  el  21  de 
diciembre. 


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Capítulo  III. 

Constitución  federal  de  1811. 

Sumario.  Cómo  pasa  Venezuela  de  la  Colonia  á  la  República  — 
Sigue  en  parte  el  procedimiento  constitucional  de  los  Estados 
Unidos  —  Diferencias  sustanciales  —  Influencia  conjunta  de  la 
revolución  norteamericana  y  de  la  revolución  francesa  —  Signos 
característicos  de  la  federación  venezolana  —  Bases  del  pacto  fede- 
rativo —  El  Poder  Supremo  —  Religión  de  Estado  —  Poder  Legis- 
lativo —  Su  división,  elección  y  atribuciones  —  Innovación  demo- 
crática: los  electores  pueden  reemplazar  en  todo  tiempo  á  los 
niembros  del  congreso  —  Poder  Ejecutivo  —  Lo  ejercen  tres  in- 
dividuos —  Modo  de  elección:  atribuciones,  "deberes",  casos  de 
responsabilidad  —  Poder  Judicial  —  Jueces  inamovibles  —  Corte 
Suprema  —  Se  adopta  en  principio  el  sistema  de  jurados  para  las 
causas  criminales  —  Ejercicio  de  la  profesión  de  abogado  —  Régimen 
de  las  provincias  —  Revisión  y  reforma  de  la  constitución  — 
Derechos  del  hombre  —  Igualdad  ante  la  ley  —  No  hay  ya  fuero 
alguno  personal  —  Derecho  de  tener  y  llevar  armas  —  Libertad 
de  imprenta  —  Libertad  de  reunión  —  Libertad  de  industria  y 
comercio  —  Derechos  civiles  de  los  extranjeros  —  Abolición  de  los 
títulos  nobiliarios  —  El  único  tratamiento  público  es  el  de  "ciudadano" 
—  Se  borran  las  distinciones  de  castas:  los  blancos,  indios  y  mestizos 
se  declaran  iguales  —  Prohíbese  la  trata  de  negros  —  Párrafo  final 
de  la  constitución  —  Idea  de  una  Confederación  Colombiana  — 
Reparos  constitucionales  de  Miranda  —  Protesta  de  varios  disputados 
y  del  clero  contra  la  abolición  del  fuero  personal. 

La  constitución  federal  sancionada  el  21  de  diciembre  de  1811, 
no  representa  una  etapa  lógica  en  el  movimiento  evolutivo  del 
pueblo  venezolano,  como  que  el  nuevo  régimen  implantado  por 
ella  no  es  realmente  el  desarrollo  necesario  ni  el  perfeccionamiento 
armónico  de  la  organización  social  y  política  que  se  mantuvo 
durante  los  tres  siglos  de  la  dominación  española.  En  la  revolución 
que  comienza  el  19  de  abril  de  1810  y  remata  en  el  acta  declaratoria 
de  Independencia  el  5  de  julio  de  1811,  predominan  ó  adquieren 
forma  legal,  no  las  protestas  y  aspiraciones  de  un  pueblo  mal  hallado 


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—    157    — 

con  el  despotismo  español,  sino  aquellos  principios  de  filosofía 
política  que  á  la  clase  noble,  rica  é  instruida  parecieron  teóricamente 
más  perfectos.  La  masa  popular,  ignorante  y  pasiva,  no  comprendió 
el  cambio,  mucho  menos  pudo  determinarlo.  Todo  él  fué  obra  de  un 
grupo  de  hombres  superiores,  resueltos  los  unos  á  conservar  en  la 
Independencia  su  privilegio  de  clase  oligárquica,  deseosos  los  demás 
de  incorporarse  en  la  misma  oligarquía. 

Instalado  el  congreso,  los  diputados  no  tardaron  en  desligarse 
del  mandato  exclusivo  que  recibieran  de  los  colegios  electorales,  á 
saber:  asegurar  la  autonomía  de  la  Colonia,  conservando  las  prerro- 
gativas dinásticas  de  Femando  VIL  Algunos  invocaron  las  instruc- 
ciones recibidas  de  sus  electores;  pero  los  mismos,  á  excepción 
solamente  de  Manuel  Vicente  Maya,  cesaron  pronto  de  insistir  en  el 
reparo,  y  al  fin,  ya  declarada  la  Independencia,  decidieron  por 
unanimidad  que  el  congreso  era  soberano  para  determinar  la  forma 
constitucional  más  adecuada  á  la  naciente  República.  Pensaron  sin 
duda  que  el  procedimiento  adoptado  en  un  caso  análogo  por  las 
colonias  inglesas  de  la  América  septentrional,  era  un  modelo  digno 
de  imitarse.  En  efecto,  los  delegados  á  la  convención  de  Filadelfia, 
1787,  habían  recibido  instrucciones  que  limitaban  su  autoridad  á 
revisar  los  artículos  de  confederación  existentes  desde  el  año 
anterior;  y  la  mayoría  resolvió  sustraerse  á  tales  instrucciones  y 
formular  una  nueva  constitución.  Con  todo,  la  analogía  de  ambos 
casos  es  más  de  superficie  que  de  fondo.  En  la  América  septen- 
trional las  colonias  tenían  ya  Gobiernos  propios  cuando  se  con- 
federaron: en  Venezuela,  los  Gobiernos  provinciales  no  gozaban 
de  ninguna  iniciativa  durante  la  Colonia,  y  si  dos  provincias,  las  de 
Mérida  y  Trujillo,  dictaron  constituciones  antes  de  la  nacional,  no 
lo  hicieron  sino  cuando  ya  estaba  legislando  para  todo  el  territorio 
le  congreso  federal.  En  el  Norte  se  propuso  el  congreso  formar 
una  unión  más  perfecta  (to  form  a  more  perfect  Union,  dice 
el  preliminar  de  la  constitución  americana)  entre  poderes  regionales 
preexistentes,  y  declaró  que  era  necesaria  la  ratificación  de  la  nueva 
carta  á  lo  menos  por  las  convenciones  de  nueve  Estados  (art.  VII) : 
en  Venezuela,  la  ratificación  ó  alteración  debía  hacerse  por  el 
pueblo  de  las  provincias,  y  no  por  éstas,  que  constitucionalmente 
no  existían  aún  (art.  137).  Allá,  por  último,  al  ratificarse  la  cons- 
titución, se  manifestaron  dos  grandes  tendencias  nacionales,  favorable 
la  una  á  la  "consolidación"  establecida  en  Filadelfia,  y  adversaria 
la  otra  á  cuanto  se  refiriese  á  cercenar  la  autonomía  de  los  Estados : 
acá  todo  se  redujo  á  un  congreso  que  se  declaró  á  sí  mismo  soberano 
respecto  de  provincias  que  no  existían  sino  de  nombre,  porque  unas 


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—     158    — 

estaban  todavía  bajo  el  dominio  español  y  la  autonomía  de  las 
otras  fué  siempre  sobre  manera  circunscrita  ó  limitada.  Es  más: 
el  movimiento  político  de  la  Colonia  venezolana  fué  inverso  con 
relación  al  de  las  Colonias  anglo-amerícanas.  La  autonomía  de 
los  Ayuntamientos,  trasplantada  de  España,  disminuyó  en  el  curso 
de  los  siglos,  cediendo  el  paso  á  la  tendencia  centralista.  En  1560, 
las  ciudades  y  villas  adquieren  el  derecho  para  sus  alcaldes  ordi- 
narios de  ejercer  el  gobierno  en  caso  de  fallecimiento  del  Gober- 
nador y  hasta  que  se  nombre  nuevo  titular.  En  1676  los  alcaldes 
de  Caracas  adquieren  el  privilegio  de  gobernar  toda  la  provincia 
en  los  interinatos.  En  1777,  las  provincias  de  Cumaná,  Guayana, 
Maracaibo  y  Margarita,  aunque  conservando  Gobernadores  especiales, 
quedan  incorporadas  en  la  Capitanía  General  de  Venezuela  en  lo 
relativo  á  gobernación  política,  justicia,  ejército  y  hacienda.  De 
suerte  que  los  poderes  regionales  apenas  existían  de  nombre  al 
declararse  la  Independencia.  Y  si  bien  es  verdad  que  cuando  el 
congreso  de  1811  adopta  el  sistema  federalista,  lo  hace  no  solamente 
por  imitar  la  constitución  de  la  Unión  Americana,  sino  también  por 
re\dvir  la  antigua  y  casi  olvidada  autonomía  de  las  ciudades  y 
provincias,  no  es  menos  cierto  que  dictó  su  carta  federal  sin  con- 
sultarlas previamente. 

Consecuentes  los  diputados  de  1811  con  el  acto  revolucionario 
del  19  de  abril  de  1810,  por  el  cual  el  Ayuntamiento  de  Caracas 
se  arrogó  de  hecho  la  representación  de  toda  la  Capitanía  General, 
sin  más  protestas  que  las  de  Coro,  Maracaibo  y  Guayana,  y  ello  porque 
estas  regiones  permanecían  bajo  el  poder  español,  temieron  dichos 
diputados  comprometer  el  éxito  de  su  empresa  si  consultaban  á  los 
pueblos  y  provincias  acerca  de  la  forma  constitucional.  De  donde 
resulta  que  en  Venezuela,  á  diferencia  de  lo  que  sucedió  en  los 
Estados  Unidos,  las  provincias  no  se  despojan  deliberadamente  de 
parte  de  su  autonomía,  para  crear  con  esta  delegación  de  derechos 
un  poder  central.  El  poder  central,  formado  por  la  Junta  Suprema 
de  Caracas,  se  reparte  entre  las  provincias  y  les  concede  la  facul- 
tad de  constituir  Gobiernos  propíos  en  todo  lo  que  el  pacto  federal 
no  reserve  expresamente  á  la  autoridad  general  de  la  Confederación. 
Esta  circunstancia  explica  la  antinomia  que  se  observará  después 
en  toda  la  historia  constitucional  de  Venezuela,  diferenciándola 
esencialmente  de  la  Confederación  Suiza  y  de  la  Unión  Americana, 
En  efecto,  lo  mismo  en  la  una  que  en  la  otra  el  Gobierno  federal 
depende,  en  su  origen,  de  los  Gobiernos  seccionales,  y  los  repre- 
senta en  calidad  de  mandatario:  por  consiguiente,  sus  atribuciones 
son   propriamente   una   delegación   de   poderes.    En  Venezuela,   la 


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—    159    — 

mayor  ó  menor  autonomía  de  las  provincias  ó  Estados  ha  depen- 
dido siempre  del  Gobierno  federal;  y  éste  no  ha  permitido  nunca 
la  variedad  de  leyes  civiles  y  penales,  que  es  en  otras  partes  con- 
dición esencial  del  régimen  federativo. 

£1  congreso  de  1811  se  inspira  en  dos  fuentes  de  filosofía 
política:  la  constitución  norte-americana  y  la  declaración  francesa 
de  los  derechos  del  hombre;  pero  al  combinar  los  principios  de 
una  y  otra  en  la  carta  venezolana,  más  de  una  vez  los  modifica 
de  un  modo  sustancial.  Durante  la  discusión  del  proyecto,  Miranda 
en  el  congreso^  y  en  la  Sociedad  Patriótica  Bolívar  y  Muñoz  Tébar 
—  corifeos  los  tres  de  la  tendencia  positivista,  adversaria  de  la 
tendencia  ideológica  —  se  esfuerzan  en  contrariar  como  inoportuna 
la  imitación  del  federalismo  norte-americano,  aconsejando  antes  bien 
la  imitación  de  ciertas  doctrinas  del  régimen  inglés.  La  organización 
federativa  —  advierte  Miranda  —  no  es  "suficientemente  sencilla 
y  clara  para  que  pueda  ser  permanente",  ni  se  conforma  á  "la 
población,  usos  y  costumbres"  de  países  apenas  libertados  de  la 
dominación  española,  y  en  lugar  de  reunirlos  en  una  "  masa  general 
ó  cuerpo  social^*  amenaza  devidirlos  y  separarlos  con  perjuicio  de 
la  seguridad  común  y  hasta  con  peligro  de  la  misma  Indepen- 
dencia^. Mas  semejantes  objeciones,  confirmadas  á  poco  por  el 
desastre  de  1812  y  repetidas  entonces  por  Bolívar,  no  detuvieron  á 
los  hombres  influyentes  de  la  mayoría  parlamentaria,  —  Ustáriz, 
Roscio,  Tovar,  Yanes,  Briceño,  Peñalver,  —  y  triunfó  al  fin  la  imi- 
tación del  sistema  americano,  con  algunas  variantes^. 

Refiérese  el  preliminar  de  la  constitución  á  las  "bases  del 
pacto  federativo  que  ha  de  constituir  la  autoridad  general  de  la 
Confederación".  Cada  provincia  conserva  su  soberanía,  libertad  é 
independencia  en  todo  aquello  que  no  estuviere  expresamente  dele- 
gado á  la  autoridad  general  de  la  Confederación;  y  declárase  que 
gozarán  de  igual  autonomía  las  nuevas  provincias  que  se  agreguen 
á  la  Confederación  (Coro,  Maracaibo  y  Guayana  seguían  bajo  el 
dominio  español)  ó  que  se  formen  por  división  de  las  actuales 
(Caracas,  Barcelona,  Cumaná,  Margarita,  Mérida,  Trujillo  y  Barinas). 
Compréndense  en  la  autoridad  general:   las   relaciones  extranjeras. 


1.  "Esto  parece  contradictorio  con  lo  que  afios  antes  había  escrito  Miranda  en 
w  Proyecto  de  Gobierno  Federal  (véase  el  Apéndice,  No.  2).  Nótese,  sin 
embargo,  que  su  proyecto  se  refería  á  una  "Federación  Americana",  es  decir,  á  la 
confederación  que  formasen  todas  las  colonias  españolas  representadas  en  un  ''Con- 
cilio Colombiano". 

2.  Ustáriz  y  Peflalver  se  convertirán  de  federalistas  en  centralistas  en  1813, 
uniéndose  con  Bolívar  y  Miguel  José  Sanz.    Véase  el  capitulo  VII. 


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—     160     — 

la  defensa  común  de  las  provincias,  la  conservación  de  la  paz 
pública  contra  las  conmociones  internas-  ó  ataques  exteriores,  el 
comercio  con  el  extranjero  y  el  de  las  provincias  entre  sí,  el  ejér- 
cito de  tierra  y  de  mar,  los  tratados  y  alianzas,  la  declaración  de 
guerra  internacional  y  la  de  paz,  la  creación  de  impuestos  nacio- 
nales y  la  legislación  sobre  intereses  generales  de  la  Confede- 
ración i. 

Antes  de  determinar  la  formación  y  atribuciones  del  Poder 
Supremo,  declara  la  constitución  (cap.  I,  art  18)  que  la  religión 
católica,  apostólica,  romana  es  la  religión  del  Estado,  y  la  única  y 
exclusiva  de  los  habitantes  de  Venezuela,  añadiendo  que  "su  pro- 
tección, conservación,  pureza  é  inviolabilidad  será  uno  de  los  pri- 
meros deberes  de  la  representación  nacional,  la  que  no  permitirá 
jamás  en  todo  el  territorio  de  la  Confederación  ningún  otro  culto 
público  ni  privado,  ni  doctrina  contraria  á  la  de  Jesucristo '\  En 
esto  se  aparta  de  su  modelo  norte-americano,  que  prohibe  al 
congreso  (Enmiendas,  art  I)  dictar  leyes  que  establezcan  una  religión 
ó  prohiban  el  libre  ejercicio  de  cualquiera.  Tal  discrepancia,  ó 
derogación  del  principio  liberal,  obedeció  á  consideraciones  circuns- 
tanciales. Los  diputados  de  1811,  aunque  estaban  en  su  mayoría 
afiliados  á  la  escuela  filosófica  más  avanzada,  quisieron  no  ena- 
jenarse por  el  pronto  la  buena  voluntad  del  clero  nacional,  educado 
á  la  española,  y  aun  sincerarse  en  lo  posible  del  dictado  de  "  here- 
jes" con  que  los  partidarios  del  antiguo  régimen  se  empeñaron  en 
hacerles  impopulares  desde  los  comienzos  de  la  revolución 2.  Por 
lo  demás,  se  estatuye  que  corresponden  á  la  Confederación  las  re- 
laciones con  la  Silla  Apostólica,  é  igualmente  las  que  deban  promo- 
verse con  los  actuales  prelados  diocesanos,  "  mientras  no  se  logre  el 
acceso  directo  á  la  autoridad  pontificia." 

Divídese  el  poder  supremo  en  Legislativo,  Ejecutivo  y  Judi- 
cial. El  Legislativo  se  compone  de  dos  Cámaras:  una  de  Represen- 
tantes y  otra  de  Senadores.  En  cualquiera  de  ellas  pueden  tener 
principio  las  leyes,  á  excepción  de  las  relativas  á  contribuciones, 
tasas  ó  impuestos,  cuya  iniciativa  pertenece  á  la  Cámara  de  Re- 
presentantes. Ningún  proyecto  de  ley  se  promulga  antes  de  ser 
presentado  al  Ejecutivo  para  su  firma.  Puede  éste  devolverlo  á  la 
Cámara  de  su  origen,  con  los  reparos  que  le  ocurran,  y  en  todo 
caso  el  proyecto  necesita   ser   aprobado  en  ambas  Cámaras   por  la 

1.  De  lo  mismo  trata  la  constitución  de  los  Estados  Unidos  cuando  especifica 
las  atribuciones  del  congreso,  art.  I,  sec.  8 

2.  £1  liberalismo  en  materia  religiosa  lo  implantarán  después  las  constituciones 
de  Angostura  y  de  Cúcuta,  gracias  á  la  recomendación  especial  de  Bolívar. 


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— •    161     — 

pluralidad  de  dos  tercios.  Si  el  Ejecutivo  no  lo  devuelve  en  el 
plazo  de  diez  dias,  ó  en  el  de  dos,  cuando  se  trata  de  medidas 
urgentes,  el  proyecto  adquiere  fuerza  de  ley  y  se  promulga  cons- 
titucionalmente. 

El  número  de  Representantes  se  determina  por  la  población 
de  las  provincias,  en  razón  de  uno  por  cada  veinte  mil  almas  de 
todas  condiciones,  sexos  y  edades,  y  uno  más  por  cada  residuo  que 
pase  de  diez  mil.  La  duración  de  esta  Cámara  es  de  cuatros  años, 
pero  sus  miembros  se  renuevan  por  mitad  cada  dos,  y  ninguno 
puede  ser  reelegido  inmediatamente.  La  elección  es  de  dos  grados: 
elección  primaria  ó  parroquial  y  elección  capitular.  En  la  primera 
tiene  derecho  de  voto  todo  hombre  libre,  ciudadano  venezolano, 
vecino  de  la  parroquia,  mayor  de  veintiún  años,  siendo  soltero,  ó 
menor  siendo  casado  y  velado,  y  requiérese  además  que  posea 
bienes  libres  por  valor  de  doscientos  á  seiscientos  pesos,  según  sea 
soltero  ó  casado  y  según  se  encuentren  los  bienes  en  las  capitales 
de  provincia  ó  en  otras  poblaciones;  ó  que  teqga  grado  en  una 
ciencia  ó  arte,  ó  sea  propietario  ó  arrendador  de  tierras  para  se- 
menteras ó  ganado,  con  tal  que  sus  productos  alcancen  á  la  suma 
asignada  para  los  respectivos  casos  de  soltero  y  casado.  No  votan: 
los  dementes,  los  sordomudos,  los  fallidos,  los  deudores  á  caudales 
públicos  con  plazo  cumplido,  los  extranjeros,  los  transeúntes,  los 
vagos  públicos  y  notorios,  los  que  hayan  sufrido  infamia  no  pur- 
gada por  la  ley,  los  que  tengan  abierta  causa  criminal  de  gravedad, 
y  los  que  siendo  casados  no  vivan  con  sus  mujeres  sin  motivo  legal. 

Además  de  tener  las  cualidades  requeridas  para  los  sufra- 
gantes parroquiales,  los  electores  de  segundo  g^ado  deben  ser 
vecinos  del  partido  capitular  donde  votan  y  poseer  una  propiedad 
libre  de  seis  mil  pesos  en  la  capital  de  Caracas,  siendo  solteros, 
6  de  cuatro  mil  siendo  casados.  Esta  propiedad  se  rebaja  á 
cuatro  mil  y  tres  mil,  respectivamente,  en  las  otras  ciudades  y 
villas. 

Los  empleados  públicos  con  sueldo  anual  de  trescientos  pesos 
tienen  derecho  de  voto  en  las  elecciones  parroquiales,  y  en  las 
capitulares  si  el  sueldo  alcanza  á  mil  pesos;  pero  no  pueden  ser 
Representantes  ni  Senadores  mientras  no  renuncien  á  sus  empleos 
y  sueldos  por  todo  el  tiempo  que  dure  el  mandato  legislativo. 

Para  ser  Representante  se  exige:  la  edad  de  veinticinco  años, 
la  cualidad  de  ciudadano  durante  los  cinco  años  que  preceden  á  la 
elección  y  el  goce  de  una  propriedad  de  cualquier  clase.  La  con- 
dición de  domicilio  y  residencia  no  excluye  á  los  que  hayan  estado 
ausentes  en  servicio  del  Estado,  ni  á  los  ausentes  con  permiso  del 

Fortoul,  Historia  ConstitudonaL  11 


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—     162    — 

Gobierno  en  asuntos  propios,  si  la  ausencia  no  ha  pasado^  de  tres 
años,  ni  á  los  naturales  que,  habiendo  estado  fuera  del  territorio, 
se  hubiesen  restituido  y  hallado  presentes  á  la  declaración  de  In- 
dependencia, reconociéndola  y  jurándola. 

Las  Legislaturas  provinciales  eligen  á  los  Senadores,  á  razón 
de  uno  por  cada  setenta  mil  almas  y  otro  por  el  residuo  de  treinta 
mil;  cálculo  según  el  cual  el  número  de  Senadores  fluctúa  entre  la 
tercera  y  quinta  parte  del  número  de  Representantes^.  Los  Sena- 
dores son  elegidos  por  seis  años,  y  se  renuevan  en  cada  bienio  por 
terceras  partes,  empezando  con  los  de  las  provincias  que  hubieren 
dado  mayor  número.  Para  ser  Senador  se  requiere:  treinta  años 
de  edad,  diez  de  residencia,  con  las  excepciones  supra  indicadas 
respecto  de  los  Representantes,  y  poseer  en  el  país  una  propiedad 
de  seis  mil  pesos. 

Este  sistema  oligárquico  se  corrige,  sin  embargo,  con  otro  es- 
tatuto que  sujeta  los  miembros  del  congreso  á  la  voluntad  de  sus 
electores.  Los  artículos  209  y  210  de  la  constitución  federal  dicen: 
"El  pueblo  de  cada  provincia  tendrá  facultad  para  revocar  la  no- 
minación de  sus  delegados  en  el  congreso,  ó  alguno  de  ellos,  en 
cualquier  tiempo  del  año,  y  para  enviar  otros  en  lugar  de  los  pri- 
meros, por  el  que  á  éstos  faltare  al  tiempo  de  la  revocación.  — 
El  medio  de  inquirir  y  saber  la  voluntad  general  de  los  pueblos 
sobre  estas  revocaciones,  será  del  resorte  exclusivo  y  peculiar  de 
las  Legislaturas  provinciales,  según  lo  que  para  ello  establecieren 
sus  respectivas  constituciones^". 

A  cada  Cámara  corresponde  la  calificación  y  admisión  de  sus 
miembros.  Ambas  gozan  en  el  lugar  de  sus  sesiones  del  derecho 
exclusivo  de  policía,  y  tienen  á  sus  órdenes  inmediatas  una  guardia 
nacional,  para  mantener  el  decoro  de  su  representación  y  la  libertad 
de  sus  resoluciones.  Cada  Cámara  se  da  un  reglamento  propio,  y 
puede  castigar  á  cualquiera  de  sus  miembros  que  lo  infrinja,  hasta 
con  la  expulsión  de  su  seno,  siempre  que  hallándose  reunidos  los 
dos  tercios  del  total,  lo  decida  la  unanimidad  de  las  dos  terceras 
partes  de  los  presentes.  No  pueden  ser  reducidos  á  prisión  los 
Representantes   y  Senadores  durante  las  sesiones  del  congreso,   ni 

1.  Discrepancia  con  el  modelo  americano.  Conforme  á  éste,  los  Estados 
tienen  una  representación  igual  en  el  Senado,  á  fin  de  garantizar  asi  la  soberanía 
que  cada  uno  se  reserva  en  el  pacto  federal,  y  lograr  además  que  las  le3''es  ge- 
nerales nazcan  á  un  tiempo  de  las  dos  fuentes  del  Poder  Leg^lativo;  é.  saber:  las 
mayorías  populares,  que  eligen  la  Cámara  de  Representantes,  y  el  Senado,  que  es  el 
órgano  de  la  autonomía  de  los  Estados.  Véase  el  Federalista,  colección  de  estudios 
sobre  la  constitución  de  1787,  por  HamíHon,  Jay  y  Madison,  no.  LXII. 

2.  Véase  en   el   capítulo  siguiente  la  constitución   de  la  provincia  de  Caracas. 


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—  los- 
en el  tiempo  que  gasten  en  trasladarse  al  lugar  de  las  sesiones  ó  en 
restituirse  á  sus  domicilios;  pero  esta  inmunidad  no  comprende  los 
casos  de  traición  y  perturbación  de  la  paz  pública.  De  sus  dis- 
cursos ú  opiniones  no  son  responsables  sino  ante  las  Cámaras. 
Durante  el  período  legislativo,  y  aunque  no  concurran  al  congreso, 
los  Senadores  y  Representantes  no  son  elegibles  para  empleo  ni 
cargo  alguno  civil  que  en  el  mismo  tiempo  haya  sido  creado  ó 
aumentado  en  sueldos  ó  emolumentos. 

Reúnese  el  congreso  el  15  de  enero  de  cada  año  en  la  ciudad 
que  se  designe  como  capital  de  la  Confederación,  "y  que  nunca 
podrá  ser  la  capital  de  ninguna  provincia  i."  Sus  sesiones  duran  un 
mes,  prorrogable  por  uno  ó  dos  más.  Puede  el  congreso  disolverse 
y  emplazarse  para  otro  tiempo  y  lugar,  expresa  y  previamente 
señalados;  advirtiéndose  que  el  Ejecutivo  no  tendrá  otra  interven- 
ción en  estas  resoluciones  "sino  la  de  fijar,  en  caso  de  discordia 
entre  ambas  Cámaras,  un  término  que  no  exceda  el  mayor  de  la 
disputa  para  la  reunión  en  el  mismo  lugar  en  que  se  encontraren 
entonces". 

La  Cámara  de  Representantes  tiene  bajo  su  inspección  á  todos 
los  empleados  de  la  Confederación,  y  les  acusa  ante  el  Senado  por 
los  delitos  y  faltas  cometidos  en  el  desempeño  de  sus  funciones. 
El  Senado  oye,  juzga  y  sentencia.  Si  condena,  queda  depuesto  el 
empleado,  declarándosele  incapaz  de  obtener  en  la  Confederación 
ningún  cargo  honorífico  ó  lucrativo,  y  sin  que  esto  lo  releve  de 
ser  ulteriormente  perseguido,  juzgado  y  sentenciado  por  los  tribu- 
nales ordinarios  2. 

Las  "atribuciones  especiales  del  Poder  Legislativo"  com- 
prenden: la  fijación  y  mantenimiento  del  ejército  y  marina  nacio- 
nales; llamar  al  servicio  de  la  Confederación  las  milicias  de  las 
provincias,  ó  parte  de  ellas,  y  decretar  "su  organización,  arma- 
mento y  disciplina,  reservando  á  las  provincias  la  nominación  de 
sus  respectivos  oficiales  y  la  ejecución  de  los  reglamentos  dictados 
por  el  congreso;  establecer  y  percibir  de  un  modo  uniforme  en 
toda  la  Confederación  los  impuestos  necesarios  para  nantener  el 
ejército  y  escuadra;  contraer  deudas  sobre  el  crédito  nacional;  regla- 
mentar el  comercio  con  el  extranjero  y  el  de  las  provincias  entre* 
sí;  disponer  absolutamente  del  ramo  del  tabaco,  mo  y  chimó  y  de 
los  derechos  de  importación  y  exportación;    acuñar  moneda,  deter- 


1.  Se  designó  á  Valencia  como  ciudad  federal. 

2.  Copia  del  párrafo  final  de  la  sección  3  ^ ,  art.  I,    de  la  constitución  de  los 
Estados  Unidos. 

11* 


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—     164    — 

minar  su  valor  y  el  de  las  extranjeras,  introducir  la  de  papel  si 
fuere  necesario  y  fijar  uniformemente  los  pesos  y  medidas;  establecer 
contribuciones  para  postas,  correos  y  caminos  nacionales,  dejando  á 
cargo  de  las  provincias  las  vias  de  comunicación  secundarias;  de- 
clarar la  guerra  y  hacer  la  paz;  reglamentar  lo  referente  al  corso, 
represalias  y  presas  de  tierra  y  mar;  dar  leyes  sobre  piratería  y 
delitos  cometidos  en  alta  mar  contra  el  derecho  de  gentes;  cons- 
tituir tribunales  inferiores  que  conozcan  de  los  asuntos  propios  de 
la  Confederación  en  todo  el  territorio,  bajo  la  autoridad  y  juris- 
dicción del  Supremo  Tribunal  de  justicia,  y  detallar  los  agentes 
subalternos  del  Poder  Ejecutivo  no  especificados  en  la  constitución; 
establecer  una  regla  permanente  y  imiforme  de  naturalización  en 
todas  las  provincias;  legislar  sobre  bancarrotas,  falsificación  de 
efectos  públicos  y  de  la  moneda;  ejercer  el  derecho  exclusivo  de 
legislación  para  el  Distrito  Federal;  examinar  las  leyes  expedidas 
por  las  Legislaturas  provinciales,  y  decir  si  se  oponen  ó  no  á  la 
autoridad  de  la  Confederación;  dar  reglamentos  generales  para  el 
buen  funcionamiento  del  poder  que  la  constitución  confiere  al  Go- 
bierno federal. 

El  Supremo  Poder  Ejecutivo  lo  ejercen  tres  individuos^.  Han 
de  ser  oriundos  del  "continente  colombiano"  (América  española),  ó, 
si  nacidos  en  España  ó  islas  Canarias,  haberse  encontrado  en  Vene- 
zuela al  tiempo  de  su  Independencia,  reconociéndola  y  jurándola; 
han  de  haber  residido  en  el  territorio  de  la  Unión  durante  los  diez 
años  que  precedan  á  la  elección,  á  menos  que  la  ausencia  fuese  en 
servicio  del  Estado,  ó  en  asuntos  propios  con  permiso  del  Gobierno 
y  por  no  más  de  tres  años,  y  deben  gozar  de  alguna  propiedad 
cualquiera  en  bienes  libres.  El  período  constitucional  se  fija  en 
cuatro  años. 

La  elección  de  los  miembros  del  Ejecutivo  la  hacen,  ó  por 
escrito  ó  de  palabra,  los  mismos  electores  capitulares  que  nombran 
á  los  individuos  de  la  Cámara  de  Representantes.  Cada  elector 
nombra  tres  personas,  de  las  cuales  una  cuando  menos  ha  de  ser 
habitante  de  otra  provincia  distinta  de  la  en  que  vota^  Concluida 
la  votación,  se  forman  listas  de  los  candidatos  por  cada  partido 
capitular,    con  expresión   del  número   de  votos,   y  firmadas   por  el 

1.  Diferencia  notable  con  la  constitución  norte-americana,  seg^n  la  cual 
(art.  II,  sec.  la.)  "el  Poder  Ejecutivo  reside  en  un  Presidente". 

2.  Esto  es  copia  del  artículo  XII  (Enmiendas)  de  la  constitución  de  los  Estados 
Unidos,  con  la  diferencia  apuntada  de  que  ésta  trata  de  un  Presidente  y  un  Vice- 
presidente y  la  venezolana  se  refiere  á  un  Ejecutivo  compuesto  de  tres  individuos  y 
tres  lugartenientes  ó  suplentes. 


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—    165    — 

presidente,  electores  y  secretario  de  la  congregación,  se  remiten 
selladas  al  presidente  del  Senado.  El  congreso  perfecciona  la  elección, 
proclamando  miembros  del  Ejecutivo  á  los  candidatos  que  hubieren 
obtenido  la  mayoría  de  votos  en  todas  las  congregaciones  electo- 
rales: si  del  escrutinio  no  resulta  esa  mayoría,  la  Cámara  de  Re- 
presentantes escoge  por  cédulas  tres  de  las  personas  que  hubieren 
obtenido,  mayor  número  devotos;  y  si,  por  último,  en  esta  votación 
de  la  Cámara  ningún  candidato  obtiene  la  mayoría  de  la  mitad  de 
los  Representantes  presentes,  el  Senado  elige  á  tres  de  las  seis 
personas  que  hubieren  sacado  más  votos  en  la  otra  Cámara.  Los 
candidatos  que  obtengan  las  mayorías  inmediatas  se  declaran  lugar- 
tenientes de  los  miembros  del  Ejecutivo  para  casos  de  ausencia, 
enfermedad,  muerte,  renuncia  ó  deposición. 

El  Poder  Ejecutivo  manda  las  armas  de  mar  y  tierra  y  las 
milicias  que  se  hallaren  al  servicio  de  la  Confederación:  pide  á  los 
principales  funcionarios  cuantos  informes  necesite,  por  escrito  ó 
de  palabra,  sobre  la  buena  administración  general  del  Estado  y  con- 
ducta de  los  empleados  públicos  de  todas  clases:  con  previo  aviso, 
consejo  y  consentimiento  del  Senado,  que  dictamina  por  mayoría 
de  dos  tercios,  concluye  tratados  y  negociaciones  con  las  otras 
potencias,  y  nombra  los  agentes  diplomáticos  y  cónsules,  los  jueces 
de  la  Alta  Corte  de  justicia  y  los  demás  empleados  de  la  Con- 
federación para  cuyo  nombramiento  no  se  requieran  formalidades 
especiales  por  la  constitución  ú  otra  ley:  durante  el  receso  del 
Senado,  puede  el  Ejecutivo  proveer  por  sí  solo  los  empleos  que 
vacaren,  concediéndolos  como  en  comisión  hasta  las  próximas  sesiones 
ordinarias  ó  extraordinarias  del  Senado:  puede  asimismo  perdonar 
y  mitigar  la  pena,  aunque  sea  capital,  en  los  crímenes  de  Estado, 
no  en  otros  i;  pero  debe  consultar  al  Poder  Judicial  expresándole 
las  razones  de  conveniencia  política  en  que  se  funda,  y  sólo  tendrá 
efecto  el  perdón  ó  conmutación  cuando  sea  favorable  el  dictamen 
de  los  jueces  que  hayan  actuado  en  el  proceso.  Sólo  en  el  caso 
de  injusticia  evidente  y  notoria,  que  irrogue  perjuicio  irreparable, 
puede  el  Ejecutivo  rechazar  y  dejar  sin  efecto  las  sentencias  que 
le  pase  el  Poder  Judicial;  pero  cuando  por  sólo  su  dictamen  crea 
que  éstas  son  contrarias  á  la  ley,  debe  pasar  en  consulta  sus  reparos 
al  Senado,  ó  á  la  comisión  especial  que  éste  deje  autorizada  en 
sus  recesos,  para  resolución  definitiva,  la  cual,  si  es  contraria  al 
Ejecutivo,  determina  la  ejecución  inmediata  de  la  sentencia,  y  si  es 

1.  Las  atribuciones  seftaladas  hasta  aquí  corresponden  exactamente  á  las  del 
Presidente  de  los  Estados  Unidos  (art.  II,  sec.  2  *•) :  en  las  que  siguen  se  introducen 
variantes. 


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—     166    — 

favorable,  tíene  por  consecuencia  la  devolución  del  proceso  al 
tribunal  competente  para  que  asociado  con  dos  jueces  más,  elides 
por  el  Senado  6  su  comisión,  revea  la  causa  y  reforme  la  sentencia. 
Exceptúanse  las  sentencias  dictadas  con  motivo  de  las  acusaciones 
que  haga  la  Cámara  de  Representantes,  pues  en  tales  casos  el 
Ejecutivo  ha  de  limitarse  á  suspender  la  ejecución  hasta  la  próxima 
reunión  del  congreso.  Tiene  también  la  atribución  de  docretar  y 
publicar  indultos  generales  durante  el  receso  del  congreso,  cuando 
así  lo  exijan  una  urgente  utilidad  y  la  seguridad  pública.  Escoge 
y  nombra  á  los  jefes  de  las  secretarías  del  Despacho  Federal  y 
demás  empleados  de  ellas,  si  fueren  ciudadanos  de  la  Confederación: 
si  no  lo  .fueren,  ha  de  preceder  el  dictamen  del  Senado.  Puede, 
en  consecuencia,  el  Ejecutivo  remover  á  los  secretarios  y  sus 
subordinados;  pero  si  hiciere  la  remoción,  no  por  faltas  ó* crímenes 
indecorosos  sino  por  ineptitud,  incapacidad  ú  otros  defectos  com* 
patibles  con  la  inocencia  é  integridad,  debe  recomendar  al  congreso 
el  mérito  anterior  de  los  mismos  empleados,  para  que  se  les  re» 
compense  é  indemnice  en  otros  destinos,  con  utilidad  de  la  nación. 
Se  necesita  previo  aviso,  consejo  y  consentimiento  del  Senado  para 
la  concesión  de  grados  militares  y  otras  recompensas  honoríficas; 
y  el  consentimiento  de  la  Cámara  de  Representantes  para  acordar 
recompensas  pecuniarias.  El  nombramiento  de  los  empleados 
subalternos  puede  el  congreso,  por  leyes  particulares,  encomendarlo 
al  Ejecutivo,  á  las  Cortes  de  justicia  ó  á  los  jefes  de  los  varios 
ramos  de  administración. 

En  sección  aparte  trata  la  constitución  de  los  "deberes"  del 
Ejecutivo.  Conformándose  á  las  leyes  y  resoluciones  del  congreso, 
provee  el  Ejecutivo  á  la  seguridad  interior  y  exterior  del  Estado: 
rechaza  cualquier  ataque  imprevisto,  mas  para  continuar  la  guerra 
ó  llevarla  fuera  del  territorio  de  la  Confederación,  ha  de  solicitar 
el  consentimiento  del  congreso:  comunica  anualmente  al  Poder 
Legislativo  razón  circunstanciada  del  estado  del  tesoro,  é  indica  las 
reformas  fiscales  que  juzgue  necesarias;  pero  sin  presentar  nunca 
proyectos  de  ley,  formulados  ó  redactados  como  tales:  proporciona 
á  las  Cámaras  los  informes,  cuentas  é  ilustracionns  que  le  pidan, 
reservando  lo  que  no  crea  prudente  publicar:  puede  reservar  también, 
cuando  informa  ante  la  Cámara  de  Representantes,  todas  las  nego- 
ciaciones ó  tratados  secretos  que  hubiere  entablado  ó  concluido  con 
aviso,  consejo  y  consentimiento  del  Senado:  convoca  el  congreso 
ó  una  de  sus  Cámaras  en  casos  extraordinarios:  vela  sobre  la 
ejecución  de  las.  leyes,  y  conforme  á  éstas,  puede  comisionar  á 
agentes  ó  delegados  que  vigilen  la  buena  administración  de  justicia 


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—    167    — 

en  todos  los  tribunales  de  la  Confederación:  recibe,  por  último, 
como  jefe  permanente  del  Estado,  á  los  enviados  diplomáticos  de 
las  otras  potencias. 

Los  Poderes  Ejecutivos  de  las  provincias  son  en  éstas  agentes 
naturales  é  inmediatos  del  Ejuctivo  federal,  para  todo  aquello  que 
el  congreso  no  hubiere  cometido  á  empleados  particulares  en  los 
ramos  de  marina,  ejército  y  hacienda  nacional  en  los  puertos  y 
plazas  provinciales. 

Los  miembros  del  Ejecutivo  federal  son  responsables  en  los 
casos  de  traición,  venalidad  ó  usurpación,  y  una  vez  acusados  y 
convencidos  ante  el  Senado,  quedan  destituidos  de  sus  funciones  y 
sujetos  además  á  la  jurisdicción  de  los  tribunales  ordinarios. 

El  Poder  Judicial  de  la  Confederación  se  deposita  en  una 
Corte  Suprema,  en  Cortes  Subalternas  y  en  tribunales  inferiores. 
El  congreso  señala  el  número  de  ministros  de  cada  Corte,  los  cua- 
les, en  la  Suprema,  han  de  ser  abogados  mayores  de  treinta  años 
y  de  veinticinco  en  las  demás.  Las  elección  la  hace  el  Poder  Eje- 
cutivo, previo  aviso,  consejo  y  consentimiento  del  Senado.  Con- 
servan sus  empleos  por  el  tiempo  que  observen  buena  conducta,  y 
mientras  ejercen  sus  funciones  no  pueden  ser  disminuidos  los  suel- 
dos que  se  les  asignen^. 

Las  atribuciones  del  Poder  Judicial  de  la  Confederación  com- 
prenden: los  asuntos  contenciosos,  civiles  ó  criminales,  que  se  deri- 
ven del  contenido  de  la  constitución;  los  tratados  públicos;  lo  con- 
cerniente á  embajadores,  ministros  y  cónsules;  lo  relativo  á  almi- 
rantazgo y  jurisdicción  marítima ;  las  diferencias  en  que  la  Confede- 
ración tenga  ó  sea  parte,  —  las  que  se  susciten  entre  dos  ó  más 
provincias,  —  entre  una  provincia  y  uno  ó  muchos  ciudadanos  de 
tora,  —  entre  ciudadanos  de  una  misma  provincia  que  disputen 
üerras  concedidas  por  diferentes  provincias,  —  entre  una  provincia 
ó  ciudadanos  de  ella,  y  otros  Estados,  ciudadanos  ó  vasallos  ex- 
tranjeros. Cuando  alguno  de  estos  asuntos  se  inicia  en  los  tribu- 
nales subalternos,  pasa  en  apelación  á  la  Corte  Suprema;  pero  ésta 
ejerce  su  autoridad  "exclusiva  y  originalmente " 2  en  todo  lo  con- 
cerniente á  embajadores,  ministros  y  cónsules,  lo  mismo  que  en 
todas  las  diferencias  en  que  fuere  parte  interesada  alguna  provincia. 

Tiene  también  la  Corte  Suprema  la  atribución  exclusiva  de 
examinar,  aprobar  y  erxpedir  títulos  á  los  abogados  que  acrediten 
sus  estudios  con  testimonio   de  su   respectivo  Gobierno.    El  Ejecu- 


1.  Constitución  de  los  Estados  Unidos,  art.  ni,  sec.  la. 

2.  Original  Jurisdiction  dice  la  constitución  americana,    art.  HI,  sec.  2a. 


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—     168    — 

tívo  federal  pone  el  correspondiente  pase  á  dichos  títulos;  y  pueden 
desde  luego  los  abogados  recibidos  ejercer  su  profesión  en  todo 
el  territorio  —  aún  donde  haya  colegios  de  abogados,  ouyos  privi- 
legios exclusivos  para  actuación  quedan  derogados  —  y  optar  á  los 
empleos  y  comisiones  propios  de  su  especialidad. 

£1  sistema  de  jurados  se  adopta  en  principio  para  todas  las 
causas  criminales  que  no  se  deriven  del  derecho  de  acusación  con- 
cedido á  la  Cámara  de  Representantes. 

Los  límites  de  la  autoridad  de  las  provincias  son  los  ya  seña- 
lados en  las  atribuciones  del  congreso  federal.  Necesitan  además 
el  consentimiento  del  congreso  para  concluir  alianzas,  confedera- 
ciones ó  tratados  entre  sí,  ó  pactos,  estipulaciones  y  convenios  con 
potencias  extranjeras;  para  levantar  y  mantener  tropas  ó  bajeles 
de  guerra  en  tiempo  de  paz;  para  establecer  derechos  sobre  el 
comercio  internacional,  ó  de  cabotaje,  ó  interior,  y  para  emprender 
guerra  que  no  sea  la  puramente  defensiva  en  casos  urgentes,  mien- 
tras provee  lo  necesario  el  Gobierno  federal.  Las  leyes  particu- 
lares de  cada  provincia  deben  someterse  siempre  al  juicio  del  con- 
greso para  evitar  que  colidan  con  las  nacionales;  pero  pueden  eje- 
cutarse entre  tanto  las  revé  aquél. 

Los  actos  públicos  del  Gobierno  de  cada  provincia  tienen  fé 
y  crédito  en  las  demás,  y  los  ciudadanos  de  la  Confederación  gozan 
en  todas  ellas  de  los  derechos  que  acuerden  las  leyes  locales.  Es 
recíproca  entre  las  provincias  la  extradición  de  los  reos  acusados 
de  crimen  de  Estado,  hurto,  homicidio  ú  otros  graves^. 

El  Poder  Federal  asegura  y  garantiza  á  las  provincias  la  forma 
del  gobierno  republicano  que  cada  una  adopte  para  la  administra- 
ción de  sus  negocios  domésticos;  pero  sin  aprobar  ninguna  cons- 
titución provincial  que  se  oponga  á  los  principios  ya  admitidos  en 
la  nacional.  Además,  les  afianza  su  libertad  é  independencia  re- 
cíprocas, y  las  protege  y  auxilia  contra  toda  invasión  ó  violencia 
doméstica,  siempre  que  así  lo  soliciten  las  Legislaturas  ó,  en  su  receso, 
los  Poderes  Ejecutivos  provinciales. 

Las  reformas  ó  alteraciones  de  la  constitución  pueden  pro- 
ponerlas las  dos  terceras  partes  de  cada  una  de  las  Cámaras  del 
congreso  ó  de  las  Legislaturas  provinciales,  y  quedarán  sancionadas 
cuando  las  aprueben  las  mismas  mayorías. 

Como  se  ve  por  este  análisis,  los  diputados  de  1811  tuvieron 
siempre  á  la  vista  la  constitución  de  los  Estados  Unidos,  y  la 
copiaron  á  menudo;  pero  á  causa  de  la  necesidad  en  que  se  halla- 


1.  Constitución  de  los  Estados  Unidos,  art  IV,  sec.  la  y  2a. 


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—    169    — 

ban  de  crearlo  todo  en  un  pueblo  que  apenas  empezaba  á  líber* 
tarse  del  régimen  colonial,  no  pudieron  imitar  la  concisión  y  sobrie- 
dad del  modelo,  y  antes  bien  determináronse  á  redactar  uno  como 
tratado  de  derecho  político,  con  profusas  definiciones  teóricas  y 
frecuentes  digresiones  de  filosofía  moral.  Lo  que  se  nota  especial* 
mente  en  el  capítulo  relativo  á  los  "derechos  del  hombre".  Diví- 
dese en  cuatro  secciones  consagradas  á  definir  y  explicar  la  "  sobe- 
ranía del  pueblo",  los  "derechos  del  hombre  en  sociedad",  los 
"deberes  del  hombre  en  sociedad"  y  los  "deberes  del  cuerpo 
social".  Del  estilo  que  se  creyó  más  apropiado  á  las  circunstancias 
darán  idea  las  siguientes  frases  con  que  comienza  la  sección  pri- 
mera (Artículo  141):  "Después  de  constituidos  los  hombres  en 
sociedad,  han  renunciado  á  aquella  libertad  ilimitada  y  licenciosa  ^ 
que  fácilmente  los  conducían  sus  pasiones,  propria  sólo  del  estado 
salvaje :  el  establecimiento  de  la  sociedad  presupone  la  renuncia  de 
estos  derechos  funestos,  la  adquisición  de  otros  más  dulces  y  pací- 
ficos, y  la  sujeción  á  ciertos  deberes  mutuos." 

La  enumeración  de  derechos  ó  garantías  individuales  es  nota- 
blemente avanzada  para  la  época.  La  ley  es  la  misma  para  todos 
los  ciudadanos,  ora  castigue,  ora  proteja;  nadie  puede  ser  recon- 
venido en  juicio,  acusado,  preso  ni  condenado  sino  en  los  casos  y 
con  las  formalidades  que  previamente  determine  la  ley,  ni  compe- 
lido  á  dar  testimonio  contra  sí  mismo,  contra  sus  ascendientes  y 
descendientes,  ó  contra  sus  colaterales  hasta  el  cuarto  grado  civil 
de  consanguinidad  y  segimdo  de  afinidad;  toda  persona  detenida 
legalmente  tiene  el  derecho  de  recuperar  su  libertad  dando  fianza, 
salvo  los  casos  en  que  haya  pruebas  evidentes  ó  grande  presimción 
de  delitos  capitales,  ó  cuando  la  prisión  provenga  de  deudas  con 
evidencia  ó  vehemente  presunción  de  fraude;  queda  abolido  el  uso 
de  la  tortura,  y  "deben  disminuirse  las  leyes  sanguinarias,  como 
que  su  frecuente  aplicación  es  inconducente  ala  salud  del  Estado"; 
ninguna  sentencia  condenatoria,  por  cualquier  delito,  produce  in- 
famia para  los  hijos  y  descendientes  del  reo;  no  hay  fuero  alguno 
personal,  pues  la  competencia  de  los  magistrados  se  determina 
sólo  por  la  naturaleza  de  las  materias,  y  los  empleados  de  cual- 
quier ramo  deben  ser  juzgados  como  los  demás  ciudadanos  en  todo 
aquello  que  no  sea  asunto  propio  de  su  profesión  ó  carrera;  el 
hogar  y  la  propiedad  son  inviolables,  con  las  solas  excepciones 
justificadas  por  la  ley;  todo  el  mundo  puede  tener  y  llevar  armas 
lícitas  para  su  defensa;  se  garantiza  la  libertad  del  pensamiento  por 
medio  de  la  imprenta,  con  responsabilidad  ante  las  leyes  "si  ataca 
y  perturba  la  tranquilidad  púbUca,  el  dogma,  la  moral  cristiana,   la 


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—     170    — 

propiedad,  honor  y  estímación  de  algún  ciudadano";  la  libertad  de 
reunión  se  sujeta  al  previo  permiso  de  las  autoridades  competentes, 
pero  no  se  puede  impedir  que  los  ciudadanos  con  derecho  de  voto 
se  reúnan  para  tratar  de  sus  intereses,  dar  instrucciones  á  sus  re- 
presentantes en  el  congreso  ó  en  la  provincia,  ó  dirigir  peticiones 
á  los  cuerpos  legislativos,  siempre  que  no  se  arroguen  la  calificación 
de  "pueblo  soberano";  la  libertad  de  tránsito  y  la  de  cambiar  de 
domicilio  son  absolutas;  la  industria  y  el  comercio  son  libres,  ex- 
cepto los  ramos  que  provisionalmente  se  reserven  para  la  subsis- 
tencia del  Elstado;  éste  proporciona  auxilios  á  los  indigentes  y  des- 
graciados, y  la  instrucción  á  todos  los  ciudadanos;  los  extranjeros 
no  naturalizados  gozan  en  sus  personas  y  propiedades  de  la  misma 
seguridad  que  los  nacionales  "siempre  que  respeten  la  religión 
católica,  única  del  país,  reconozcan  la  independencia  de  la  Con- 
federación, su  soberanía  y  las  autoridades  constituidas  por  la  volun- 
tad general";  los  extranjeros  pueden  naturalizarse  á  los  siete  años 
de  residencia,  y  adquieren  entonces  los  mismos  derechos  políticos 
que  los  venezolanos;  se  declaran  extinguidos  los  títulos  de  nobleza, 
honores  ó  distinciones  hereditarias,  no  pudiendo  el  congreso  ni  las 
Legislaturas  provinciales  conceder  otro  alguno;  se  prohibe  á  los 
empleados  públicos  aceptar  regalo,  título  ó  emolumento  de  algún 
rey,  príncipe  ó  Estado  extranjero  sin  el  consentimiento  del  con- 
greso; nadie  tiene  otro  título  ó  tratamiento  sino  el  de  "ciudadano", 
pero  á  los  miembros  de  las  Cámaras  legislativas,  del  Ejecutivo  y 
de  la  Corte  Suprema  de  justicia  se  añade  el  tratamiento  respectivo 
de  Honorable,  Respetable  y  Recto;  se  borran  las  antiguas  distin- 
ciones de  castas  en  cuanto  á  los  indios,  á  quienes  los  españoles 
consideraban  de  hecho  como  menores  de  edad,  y  en  cuanto  á  los 
mestizos  ó  "pardos",  que  eran  tenidos  como  socialmente  inferiores 
á  los  blancos;  se  renueva  la  prohibición  de  la  trata  de  negros  — 
suprimida  ya  por  decreto  de  la  Junta  Suprema  en  14  de  agosto  de 
1810  —  y  se  añade  que  "no  pueden  introducirse  esclavos  de  nin- 
guna especie  por  via  de  especulación  mercantil";  se  declara  nula 
toda  ley  del  congreso  federal  ó  de  las  Legislaturas  provinciales  que 
sea  contraria  á  la  declaración  de  derechos;  y  se  estatuye,  por  último, 
que  mientras  se  formulan  los  códigos  civil  y  penal  continúen 
rigiendo  las  leyes  actuales,  en  cuanto  no  se  opongan  á  la  consti- 
tución. 

El  párrafo  final  de  la  constitución  resume  los  propósitos,  ilu- 
siones é  ideologismó  candoroso  de  los  diputados  de  1811.  Dice: 
"  Y  por  cuanto  el  Supremo  Legislador  del  Universo  ha  querido  ins- 
pirar en  nuestros  corazones  la  amistad  y  unión  más  sincera  entre 


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—     171     — 

nosotros  mismos  y  con  los  demás  habitantes  del  Continente  Colom- 
biano que  quieran  asociársenos  para  defender  nuestra  Religión, 
nuestra  Soberanía  natural  y  nuestra  Independencia:  por  tanto  nos- 
otros, el  referido  Pueblo  de  Venezuela,  habiendo  ordenado  con 
entera  libertad  la  constitución  precedente,  que  contiene  las  reglas, 
principios  y  objetos  de  nuestra  Confederación  y  alianza  perpetua, 
tomando  á  la  misma  Divinidad  por  testigo  de  la  sinceridad  de  nues- 
tras intenciones,  é  implorando  su  poderoso  auxilio  para  gozar  por 
siempre  las  bendiciones  .de  la  libertad  y  de  los  imprescriptibles 
derechos  que  hemos  merecido  á  su  beneficencia  generosa,  nos  obli- 
gamos y  comprometemos  á  observar  y  cumplir  inviolablemente 
todas  y  cada  una  de  las  cosas  que  en  ella  se  comprenden,  desde 
que  sea  ratificada  en  la  forma  que  en  la  misma  se  previene;  pro- 
testando sin  embargo  alterar  y  mudar  en  cualquier  tiempo  estas 
resoluciones,  conforme  á  la  mayoría  de  los  Pueblos  de  Colombia^ 
que  quieran  reunirse  en  im  Cuerpo  nacional  para  la  defensa  y  con- 
servación de  su  libertad  é  independencia  política,  modificándolas, 
corrigiéndolas  y  acomodándolas  oportunamente  y  á  pluralidad  y  de 
común  acuerdo  entre  nosotros  mismos,  en  todo  lo  que  tuviere  rela- 
ciones directas  con  los  intereses  generales  de  los  referidos  Pueblos 
y  fuere  convenido  por  el  órgano  de  sus  legítimos  Representantes 
reunidos  en  un  Congreso  general  de  la  Colombia,  ó  de  alguna 
parte  considerable  de  ella,  y  sancionado  por  los  comitentes;  cons- 
tituyéndonos entre  tanto  en  esta  Unión,  todas  y  cada  una  de  las 
Provincias  que  concurrieron  á  formarla,  garantes  las  unas  á  las 
otras  de  la  integridad  de  nuestros  respectivos  territorios  y  derechos 
esenciales,  con  nuestras  vidas,  nuestras  fortunas  y  nuestro  honor: 
y  confiamos  y  recomendamos  la  inviolabilidad  y  conservación  de 
esta  Constitución  á  la  fidelidad  de  los  Cuerpos  Legislativos,  de  los 
Poderes  Ejecutivos,  Jueces  y  Empleados  de  la  Unión  y  de  las  Pro- 
vincias, y  á  la  vigilancia  y  virtudes  de  los  padres  de  familia,  madres, 
esposas  y  ciudadanos. del  Estado.  Dada  en  el  Palacio  Federal  de 
Caracas,  á  veintiuno  de  Diciembre  del  año  del  Señor  mil  ocho- 
cientos once,  primero  de  nuestra  Independencia." 

De  los  37  diputados  que  firmaron  la  constitución,  9  lo  hicieron 
con  reparos  ó  protestas.  Miranda,  vicepresidente  del  congreso, 
pidió  que  bajo  su  firma  se  expresase  al  pié  del  acta  lo  siguiente: 
'^Considerando  que  en  la  presente  constitución  los  Poderes  no  se 
hallan  en  justo  equilibrio,   ni  la   estructura  ú  organización  general 


1.  Colombia,  denominación  recomendada  especialmente   por  Miranda,    equi« 
vale  aquí  á  América  española. 


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—    172    — 

es  suficientemente  sencilla  y  clara  para  que  pueda  ser  permanente; 
que  por  otra  parte  nó  está  ajustada  con  la  población,  usos  y  cos- 
tumbres de  estos  países,  de  que  puede  resultar  que  en  lugar  de 
reunimos  en  una  masa  general  ó  cuerpo  social,  nos  divida  y  separe 
en  perjuicio  de  la  seguridad  común  y  de  nuestra  Independencia, 
pongo  estos  reparos  en  cumplimiento  de  mi  deber". 

Los  diputados  que  pertenecían  al  clero,  á  saber,  los  presbí- 
teros Juan  Nepomuceno  Quintana,  Manuel  Vicente  Maya,  Luis  José 
Cazorla,  Salvador  Delgado,  José  Vicente  Unda,  Luis  Ignacio  Men- 
doza, Juan  Antonio  Diaz  Argote,  y  el  señor  Luis  José  de  Rivas  y 
Tovar,  firmaron  protestando  contra  el  artículo  1W,  que  abolió  el 
fuero  personal  1. 

Los  demás  firmantes  fueron:  Juan  Toro,  presidente  del  con- 
greso, Isidoro  Antonio  López  Méndez,  Juan  José  de  Maya,  Nico- 
lás de  Castro,  Lino  de  Clemente,  José  María  Ramírez,  Domingo  de 
Alvarado,  Manuel  Plácido  Maneyro,  Mariano  de  la  Cova,  Francisco 
Javier  de  Maiz,  Antonio  Nicolás  Briceño,  Francisco  Javier  Yanes, 
Manuel  Palacio,  José  de  Sata  y  Bussy,  José  Ignacio  Briceño,  José 
Gabriel  de  Alcalá,  Bartolomé  Blandaín,  Francisco  Policarpo  Ortíz, 
MartínTovar,  Felipe  Fermín  Paúl,  José  Luis  Cabrera,  Francisco 
Hernández,  Francisco  del  Toro,  José  Ángel  de  Álamo,  Gabriel  Pérez 
de  Pagóla,  Francisco  Javier  Ustáriz,  Juan  Germán  Roscio  y  Fer- 
nando Peñalver. 


1.  Después  de  publicada  la  constitución,  el  arzobispo  de  Caracas,  en  repre- 
sentación del  clero,  protestó  igualmente  contra  el  mismo  artículo,  en  una  larga 
memoria  que  dirigió  al  congreso  el  10  de  marzo  de  1812.  Véase  el  texto  en  los 
Documentos  de  José  Félix  Blanco,  No.  645. 


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Capíttüo  IV. 

Constituciones  provinciales  de  Mérida,  Trujillo  y  Caracas. 

Sumario.  Constitución  de  Mérida  (1811)  —  Sufragio  universal  — 
Electores  parroquiales  —  Electores  capitulares  —  "  Colegio  electoral " 
6  Legislatura  —  Ejecutivo  compuesto  de  cinco  miembros  —  Tribunal 
Superior  de  apelaciones  —  Juez  consular  —  Constitución  de 
Trujilo  (1811)  —  Religión   exclusiva  —  Legislatura  —   Ejecutivo 

?lural  ó  "Cuerpo  Superior  de  Gobierno"  —  Municipalidades  — 
nbunal  de  apelaciones  —  Constitución  de  Caracas  (1812)  — 
Procedimiento  sui  generis  que  se  adoptó  para  formularla  —  Imita- 
ción de  la  constitución  federal  —  División  territorial  —  Elecciones  — 
Poder  Legislativo  compuesto  de  dos  Cámaras  —  Ejecutivo  de  tres 
miembros  —  Sus  atribuciones  —  Cortes  de  justicia  —  Autonomía 
de  los  municipios  —  Reforma  de  la  constitución. 

De  las  siete  provincias  que  declararon  la  Independencia  en 
1811,  únicamente  las  de  Mérida,  Trujillo  y  Caracas  pudieron  darse 
constituciones  propias.  Las  de  Cumaná,  Margarita,  Barcelona  y 
Barinas  viéronse  envueltas  en  la  guerra  contra  España  antes  de 
terminar  su  organización  constitucional.  Las  de  Coro,  Maracaibo  y 
Guayana  permanecieron  dominadas  por  las  armas  realistas. 

La  ciudad  de  Mérida,  que  en  una  época  del  régimen  colonial 
había  sido  capital  de  la  provincia  del  mismo  nombre,  perteneciendo 
entonces  al  virreinato  de  Nueva  Granada,  hallábase  en  1810  in- 
corporada á  la  de  Maracaibo.  En  16  de  setiembre  de  este  año, 
se  afilió  á  la  revolución  del  19  de  abril,  se  apartó  del  Gobierno 
de  Maracaibo  y  formó  una  Junta  á  la  que  se  sometieron  las 
ciudades  de  la  Grita  y  San  Cristóbal,  reviviendo  así  la  primitiva 
provincia  comprendida  en  los  siguientes  límites:  de  Oriente  á  Po- 
niente, desde  la  Raya  de  Timotes  hasta  el  rio  Táchira,  y  de  Norte 
á  Sur,  desde  las  caídas  de  la  laguna  de  Maracaibo  hasta  las  altas 
sierras  que  limitan  la  provincia  de  Barinas. 

Reunidos  en  Mérida,  el  21  de  julio  de  1811,  los  representantes 
de  los  partidos  capitulares,    sancionaron  el  31  de  agosto  una  cons- 


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—    174    — 

titución  provincial,  que  debía  regir  provisionalmente  hasta  que  el 
congreso  instalado  en  Caracas  dictase  la  carta  de  la  Confederación. 

Los  legisladores  merídeños  empiezan  por  establecer  el  su- 
fragio universal,  coaio  que  no  exigen  á  ningún  sufragante  la  con- 
dición de  propietario  ó  rentista.  En  las  elecciones  primarias,  para 
nombrar  "apoderados"  (electores  parroquiales),  votan  todos  los  ve- 
cinos casados  y  los  solteros  de  veintiún  años,  "  con  tal  que  —  dice 
la  constitución  —  sean  personas  libres,  que  no  tengan  causa  cri- 
minal pendiente,  ni  hayan  sufrido  pena  infamatoria,  y  que  estén  en 
su  cabal  juicio,  por  cuya  razón  los  locos,  mentecatos,  sordomudos 
y  los  que  se  han  abandonado  á  la  bebida,  carecerán  de  voto".  Los 
apoderados  de  las  parroquias  nombran  á  los  "  electores "  (represen- 
tantes) de  los  partidos  capitulares,  y  en  los  últimos  se  exige  que 
sean  vecinos  de  la  provincia,  mayores  de  veinticinco  años,  de  cono- 
cida probidad,  instrucción  y  estimación  pública,  que  hayan  mani- 
festado opinión  favorable  á  la  libertad  de  los  americanos,  y  que  no 
tengan  causa  criminal  pendiente,  ni  hayan  sufrido  pena  infamatoria, 
ni  estén  demandados  como  deudores  al  erario. 

El  "colegio  electoral"  (Legislatura)  se  renueva  todos  lósanos 
y  celebra  sus  sesiones  en  la  capital  de  la  provincia  por  el  lapso  de 
sesenta  dias.  Tiene  el  tratamiento  de  Alteza  Serenísima,  y  sus  in- 
dividuos el  de  Señoría  en  lo«  actos  oficiales.  Sus  atribuciones  son: 
dictar  la  constitución,  ó  ampliarla  y  reformarla  en  los  artículos  que 
no  sean  fundamentales;  nombrar  los  miembros  del  Poder  Ejecutivo 
y  los  consejeros  de  éste,  lo  mismo  que  los  jueces  y  magistrados  y, 
anualmente,  el  jefe  principal  de  las  armas. 

El  Ejecutivo  se  compone  de  cinco  individuos  titulares,  con  dos 
supernumerarios  y  dos  consejeros.  Duran  en  sus  funciones  un  año, 
"no  perciben  sueldo,  por  ahora",  y  los  titulares  turnan  en  la  Pre- 
sidencia mensualmente.  Tiene  el  Ejecutivo  el  tratamiento  de  Exce- 
lencia, y  sus  individuos  el  de  Señoría.  Provee  todos  los  empleos 
militares,  políticos  y  de  hacienda  cuya  elección  no  se  reserve  á  la 
Legislatura;  concede  indultos,  gracias  y  mercedes  á  que  se  hagan 
acreedores  los  ciudadanos;  distribuye  las  tierras  realengas;  repre- 
senta la  provincia  en  sus  relaciones  con  el  Gobierno  federal  y  con  los 
demás  provinciales;  examina  las  cuentas  de  todos  los  ramos  adminis- 
trativos, y  dispone  del  tesoro  público  con  arreglo  á  las  leyes. 

El  Poder  Judicial  reside  en  un  Tribunal  Superior  de  apela- 
ciones, compuesto  de  tres  jueces  y  un  asesor,  y  en  tribunales  y 
jueces  inferiores.  Un  juez  consular,  elegido  cada  dos  años  por  los 
comerciantes  y  hacendados,  conoce  de  los  asuntos  mercantiles,  acom- 
pañado de  los  colegas   que  nombren  las  partes  litigantes   en  juicio 


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—    175    — 

verbal,  y  aconsejándose  con  letrado  cuando  el  caso  lo  requiera: 
promueve  el  comercio,  industrias,  fábricas,  etc.,  y  arbitra  los  medios 
de  abrir  caminos,  proponiéndolos  al  Ejecutivo. 

Los  derechos  ó  garantías  individuales  son  análogos  á  los  que 
cuatro  meses  más  tarde  formuló  la  constitución  federal,  siendo  de 
notarse   en  la   de  Mérida   el  lenguaje  sobrio,   preciso  y  luminoso  i. 

La  constitución  provisional  de  la  provincia  de  Trujillo,  san- 
cionada en  2  de  setiembre  de  1811,  contrasta  por  su  forma  confusa 
y  á  menudo  ampulosa  con  la  sencilla  claridad  de  la  merideña,  y  es 
menos  democrática. 

Declara  que  la  religión  católica  será  "eternamente"  la  de  la 
provincia,  sin  permitirse  otro  culto  público  ni  privado. 

El  "Poder  Provincial"  ó  "Colegio  Electoral"  (Legislatura)  se 
compone  de  diecisiete  diputados  elegidos  anualmente  por  los  partidos 
capitulares  de  Trujillo,  Carache,  Escuque  y  Boconó:  dicta  la  cons- 
titución provincial,  y  la  adiciona  ó  reforma  en  sus  artículos  que  no 
sean  fundamentales;  elige  los  miembros  del  Ejecutivo  y  el  jefe  prin- 
cipal de  las  armas. 

El  Ejecutivo  se  llama  "Cuerpo  Superior  de  Gobierno"  y  lo 
forman  cinco  vecinos  beneméritos,  que  en  casos  de  mucha  gravedad 
podrán  asociarse  dos  ó  tres  más.  Turnan  en  la  Presidencia  mensual- 
mente;  pero  "  cada  seis  meses  —  dice  la  constitución  —  se  mudarán 
por  sorteo  dos  de  los  individuos  de  este  Cuerpo  Superior,  y  los 
tres  que  restan,  ó  todos,  si  pareciere  al  colegio  de  electores,  en 
los  otros  seis  subsecuentes".  Deben  ser  vecinos  de  la  provincia, 
mayores  de  veinticinco  años  y  propietarios  ó  con  renta  suficiente 
para  mantenerse. 

El  "Cuerpo  municipal  ó  de  cabildo"  se  compone  de  cinco 
individuos,  á  saber:  dos  alcaldes  ordinarios,  juez  de  policía  cívica, 
otro  de  vigilancia  pública  (que  interviene  en  lo  que  sea  contrarió 
"á  la  religión,  buenas  costumbres,  patria  y  sistema  venezolano") 
y  un  síndico  personero.  Cada  cabildo  nombra  im  maestro  de 
primeras  letras  con  sueldo  anual  de  doscientos  pesos:  la  instrucción 
primaria  es  gratuita  para  los  pobres,  y  los  pudientes  pagan  cuatro 
reales  por  mes.  Se  dispone  además  que  el  convento  de  San  Fran- 
cisco de  Trujillo  mantenga  im  religioso  que  abra  escuela  pública 
de  latinidad. 

El  Poder  Judicial  se  confia  á  un  tribunal  de  apelaciones,  que 
es  el  mismo  Cuerpo  Superior  de  Gobierno    (confusión   de   poderes 

1.  Redactó  la  constitución  merideña  el  Pro.  Mariano  de  Talavera  y  Garcés, 
foturo  obispo  de  Guayana,  hombre  de  vastos  conocimientos  políticos.  Véase  su 
Biografía   por   Francisco  Javier  Bíármol,    incluida   en   las  de  Azpurúa,    t.  UI,    p.  1 75. 


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—     176    —     . 

que  no  existe  en  ninguna  otra  constitución)  y  á  tribunales  inferiores, 
añadiéndose  que,  para  evitar  las  dilaciones  en  la  administración  de 
justicia,  provenientes  de  la  demasiada  extensión  territorial,  la 
Legislatura  permitirá  á  los  lugares  y  partidos  que  puedan  mantener 
juez  propio  presentarle  para  su  confirmación  el  primer  justicia  que 
los  ha  de  regir. 

El  último  capítulo  de  esta  constitución  contiene  im  indicio 
notable  del  atraso  en  que  se  hallaba  la  provincia.  Dice:  "entre 
los  oficiales  que  se  han  de  pedir  al  supremo  congreso,  para  for- 
mar la  plana  mayor  de  los  cuerpos  provinciales,  se  incluirá  un 
cirujano". 

En  la  provincia  de  Caracas  se  siguió  un  procedimiento  sui 
generis.  El  congreso  nacional,  en  vez  de  permitir  que  los  pueblos 
eligiesen  una  asamblea  constituyente,  como  lo  hicieron  Mérida  y 
Trujillo,  nombró  el  28  de  marzo,  1811,  una  comisión  de  diputados 
para,  formular  la  constitución  de  la  provincia,  ''con  el  objetó  — 
dijo  —  de  que  sirviese  de  modelo  á  las  demás  provincia»  de  la  Con- 
federación, y  se  administrasen  los  negocios  en  todas  uniformemente";^ 
y  el  5  de  junio  del  propio  año,  decidió  formar  una  sección  legis- 
lativa provisional,  compuesta  de  los  diputados  al  congreso  por  la 
provincia  de  Caracas.^  De  suerte  que  estos  diputados  se  ocuparon 
á  un  tiempo  en  la  legislación  federal  y  en  la  provincial.  Dictaron, 
en  efecto,  para  Caracas  una  ley  de  imprenta,  la  declaración  de  los 
derechos  del  hombre,  y  unas  ordenanzas  para  la  policía  y  mejor  go- 
bierno económico  de  los  Uanos  de  la  provincia.  La  declaración 
de  derechos  es  del  1^  de  julio  y  contiene  artículos  muy  liberales 
sobre  los  extranjeros,  á  quienes  convida  á  fijarse  en  la  provincia 
como  agricultores,  artesanos  ó  comerciantes,  ofreciendo  también  dar 
tierras  al  que  quiera  cultivarlas.  Y  advierte  que,  "aunque  el  co- 
mercio de  negros  está  prohibido  en  Venezuela,  no  comprende  la 
prohibición  á  los  extranjeros  que  vengan  con  sus  esclavos  á 
establecerse  con  ellos,  precisamente  destinados  á  la  agricultura,  ó 
dedicados  á  algún  arte  ó  profesión  útil  y  ventajosa  al  Estado". 

La  contrarrevolución  realista  de  los  meses  de  julio  y  agosto 
interrumpió  por  varias  semanas  el  trabajo  legislativo.  Muchos  de 
los  diputados  más  influyentes,  entre  ellos  Francisco  de  Miranda,  el 
marqués  del  Toro,    sus  hermanos  D.  Femando   y   D.  Juan,   Martín 


1.  Semejante  uniformidad  ha  sido  siempre  carácter  distintivo  de  la- "federación" 
venezolana,  donde  el  poder  central  no  ,acata  nunca,  salvo  cortísimos  paréntesis,  la 
autonomía  de  las  provincias  ó  Estados.     Como  se  ve,  tal  sistema  viene  desde  1811. 

2.  Véase  la  alocución  que  esta  Legislatura  dirigió  á  los  habitantes  de  la 
provincia  el  19  de  febrero  de  1812. 


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—    177    — 

Tovar,  Femando  Peñalver,  Lino  de  Clemente,  marcharon  al  ejército. 
Además,  Juan  Germán  Roscio  tuvo  que  abandonar  sus  funciones  de 
diputado  para  ocupar  la  secretaría  de  Hacienda,  Gracia  y  Justicia, 
y  Francisco  Javier  Ustáriz  enfermó.  Restablecida  la  paz,  y  á 
tiempo  que  el  congreso  discutía  la  constitución  federal,  la  sección 
legislativa  de  Caracas  formulaba  la  provincial,  hasta  concluirla  y 
firmarla  el  31  de  enero  de  1812. 

Imita  ésta  á  aquélla  en  sus  disposiciones  esenciales. 

Reconoce  como  única  y  exclusiva  la  religión  católica,  apostó- 
lica, romana. 

Divide  el  territorio  de  la  provincia  en  departamentos  (Caracas, 
San  Sebastián,  los  valles  de  Aragua,  Barquisimeto  y  San  Carlosj, 
los  departamentos  en  cantones,  éstos  en  distritos  y  éstos  en 
parroquias. 

Acuerda  el  derecho  electoral  á  los  mismos  ciudadanos  que 
especifica  la  constitución  federal.  Los  sufragantes  parroquiales 
nombran  los  electores  del  distrito,  y  estos  votan  cada  dos  años  por 
los  Representantes  al  congreso  nacional,  por  los  tres  miembros  del 
Ejecutivo  nacional  y  por  los  Senadores  y  Representantes  á  las 
Cámaras  provinciales.    Estas  nombran  los  Senadores  federales. 

El  Poder  Legislativo  se  compone  de  dos  Cámaras,  una  de 
Senadores  y  otra  de  Representantes,  correspondiendo  un  Senador 
á  cada  cantón  —  excepto  los  de  Caracas  y  San  Carlos,  que  nom- 
bran dos  —  y  un  Representante  á  cada  distrito.  El  Senado  se  re- 
nueva en  su  totalidad  cada  seis  años,  y  cada  dos  por  terceras 
partes:  la  primera  vez  el  total  de  Senadores  se  divide  por  suerte 
en  partes  iguales  ó  aproximadas  á  la  igualidad,  para  los  efectos  de 
la  renovación.  Los  Representantes,  elegidos  para  cuatro  años,  se 
renuevan  por  mitad  en  cada  bienio,  decidiendo  la  suerte  cuales  de- 
ban cesar  primero.  El  procedimiento  de  las  Cámaras  provinciales 
es  análogo  al  del  congreso  federal,  y  sus  atribuciones  conprenden 
todo  lo  que  no  se  oponga  á  la  constitución.  Reunidas  en  asamblea 
general  pueden,  en  cualquier  tiempo,  declarar  removidos  á  sus  Se- 
nadores y  Diputados  en  el  congreso  nacional,  practicándose  entonces 
nuevas  elecciones  en  la  forma  ordinaria. 

El  Ejecutivo  reside  en  tres  individuos,  nombrados  cada  cuatro 
años  por  los  electores  de  segundo  grado  reunidos  en  las  capitales 
de  departamento.  Permítese  la  reelección;  pero  ningún  miembro 
del  Ejecutivo  puede  ejercer  su  empleo  por  más  de  ocho  años  en 
un  periodo  de  doce.  Necesita  el  consentimiento  de  ambas  Cámaras 
para  mandar  las  tropas  de  mar  y  tierra  que  hubiere  en  la  pro- 
vincia,  para  mandar  la  milicia  que   no   estuviere  al  servicio  de  la 

Fortoul,  Hifltorit  Co&stitacional.  12 


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—    178    — 

Confederación,  para  llamar  á  las  armas  á  todos  los  habitantes  en 
caso  de  ataque  repentino  ó  riesgo  inminente,  y  para  nombrar  el 
secretario  del  Estado.  Con  aviso,  consejo  y  consentimiento  de  los 
dos  tercios  del  Senado  puede  formar  alianzas,  tratados  y  confede- 
raciones con  ima  ó  más  provincias,  precediendo  en  este  caso  el 
permiso  del  congreso  federal;  nombra,  con  los  mismos  requisi^s 
anteriores,  los  ministros  de  las  Cortes  de  justicia  y  los  tribunales 
de  departamento,  y  concede  grados  militares  ó  recompensas  honorí- 
ficas. Para  toda  recompensa  pecuniaria  necesita  el  acuerdo  de  la 
Cámara  de  Representantes.  Ejerce  las  funciones  de  superintendente 
general  de  las  rentas  del  Estado,  á  menos  que  la  Legislatura  elija 
al  efecto  otro  empleado.  Dirige  un  mensaje  anual  á  la  Legislatura, 
y  mensajes  especiales  cada  vez  que  cualquiera  de  las  Cámaras  le 
pida  cuentas,  informes  ó  ilustraciones.  Extraordinariamente  puede 
convocar  á  una  ó  ambas  Cámaras. 

El  Poder  Judicial  se  ejerce,  en  materias  civiles  y  criminales 
ordinarias,  por  dos  Cortes  Supremas,  tribunales  superioces  en  cada- 
departamento,  jueces  de  primera  instancia  y  jueces  municipales  en 
las  ciudades,  viUas  y  pueblos,  pudiendo  siempre  los  litigantes  hacer 
juzgar  sus  diferencias  por  arbitros. 

Las  dos  Cortes,  llamada  la  una  "Corte  Suprema  de  los  de- 
partamentos orientales'^  (Caracas,  Aragua  y  San  Sebastián)  y  la 
otra  "Corte  Suprema  de  los  departamentos  occidentales"  (Barquisi- 
meto  y  San  Carlos),  residen  en  las  ciudades  de  Caracas  y  Barqui- 
simeto;  pero  la  Legislatura  puede  disponer  que  celebren  sesiones 
temporales  en  otros  lugares  "  para  mayor  comodidad  y  alivio  de  los 
pueblos".  Cada  Corte  se  compone  de  tres  jueces  y  un  fiscal,  que 
conservan  sus  empleos  mientras  dure  su  buena  conducta^. 

La  autonomía  de  los  municipios  es  muy  amplia.  Las  parro- 
quias nombran  cada  dos  años  electores  especiales  para  que  de- 
signen los  miembros  de  la  municipalidad  (cuyo  número  varía  según 
la  población),  y  elige  además  cada  parroquia  un  agente  municipal 
que  tiene  asiento,  voz  y  voto  en  el  cabildo.  Las  municipalidades, 
compuestas  de  una  ó  de  dos  Cámaras,  según  la  importancia  del 
distrito,  nombran  libremente  sus  alcaldes  ordinarios,  y  proponen 
cada  dos  años  al  Gobierno  Superior  tres  sujetos  beneméritos  para 
los  empleos  de  corregidores.  Los  miembros  de  la  municipalidad 
deben  ser  mayores  de  veinticinco  años,  y  poseer  en  el  partido 
una    propiedad    territorial,    ó    casa  propia,    ó    establecimiento  de 

1.  Para  los  procedimientos  judiciales  véase  el  texto  de  la  constitución,  en  el 
último  volumen  de  esta  obra. 


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—    179    — 

comercio  ó  pastorería,  6  tener  arrendadas  y  cultivadas  cuatro  fane- 
gadas de  tierra. 

Las  atribuciones  de  las  municipalidades  comprenden:  ^4a  con- 
servación de  las  propiedades  públicas  que  hubiere  en  el  distrito; 
todo  lo  concerniente  á  la  fuentes  y  aguas  públicas  de  las  pobla- 
ciones; el  aseo  y  buen  orden  de  sus  calles  y  plazas;  la  limpieza  de 
los  desaguaderos;  el  alumbrado,  rondas  y  patrullas  de  las  noches 
para  quietud  y  seguridad  del  vecindario;  la  construcción  y  reparo 
de  puentes  y  obras  púUicas  necesarias  ó  útiles;  el  establecimiento 
y  superintendencia  de  las  escuelas  de  primeras  letras,  y  otras  de 
literatura  que  puedan  procurarse;  el  alivio  de  los  pobres;  la  salu- 
bridad pública,  precaviendo  los  estragos  dañosos  á  la  salud  de  los 
ciudadanos;  la  seguridad  y  sanidad  de  las  cárceles  y  prisiones,  con 
cuyo  objeto  elegirán  uno  ó  dos  individuos  de  su  seno  que  visiten 
las  casas  de  prisión  y  cuiden  que  los  presos  no  sufran  los  rigores 
y  malos  tratamientos  que  la  ley  no  ha  prescrito;  la  conservación 
de  los  pesos  y  medidas  que  fije  la  Legislatura  para  las  ventas;  la 
regulación  del  peso  y  calidad  del  pan,  y  de  otras  cosas  que  son  de 
primera  necesidad  para  el  abasto  y  subsistencia  del  pueblo;  las 
licencias  para  los  pulperos  y  revendedores,  cuyo  importe  no  podrá 
ceder  en  beneficio  de  ningún  particular  sino  de  los  fondos  de  la 
mtmicipalidad;  la  abolición  y  persecución  de  los  juegos  prohibidos, 
que  disipan  el  tiempo  y  arruinan  la  fortuna  de  los  ciudadanos;  la 
licencia,  restricción,  regulación  y  orden  de  los  espectáculos  y  diver- 
siones públicas,  y  de  los  trucos,  billares  y  otros  lugares  de  pasa- 
tiempo; la  apertura,  conservación,  reparo  y  mejora  de  los  caminos 
públicos;  la  navegación  de  los  rios;  la  subsistencia  del  fluido  vacimo; 
y  todo  lo  demás  que  fuere  necesario  para  llevar  á  efecto  estos  ob- 
jetos; bien  que  la  Legislatura  podrá  ampliar  y  restringir  por  leyes 
particulares  la  jurisdicción  de  las  municipalidades,  según  lo  juzgare 
conveniente '\  Pueden  además  imponer  penas  ligeras  que  no  sean 
injuriosas  ni  infamatorias,  y  establecer  contribuciones  moderadas 
"sobre  los  carruajes  y  bestias  de  servicio  que  transitan  por  los  ca- 
minos y  (sic)  los  arruinan  y  deterioran,  ó  sobre  las  personas  sin 
propiedad,  que  nada  contribuyen  para  las  cargas  del  Estado  y  gozan 
de  todas  las  ventajas  del  orden  social.^' 

Las  leyes  y  ordenanzas  municipales  no  se  llevan  á  efecto, 
salvo  en  casos  excepcionales  ó  urgentes,  sino  después  de  apro- 
badas por  la  Legislatura  provincial.  Los  encargados  de  eje- 
cutarlas son  los  corregidores,  quienes  ejercen,  por  otra  parte, 
el  derecho  de  veto  suspensivo  que  la  constitución  acuerda  al 
Ejecutivo. 

12» 


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—    180    — 

La  revisión  y  reforma  de  la  constítución  se  practica  por  ini- 
ciativa de  cualquiera  de  las  Cámaras  y  acuerdo  de  ambas,  si  con* 
curre  el  voto  afirmativo  de  los  dos  tercios  de  sus  miembros  y  la 
aprobación  del  Ejecutivo,  ó  sin  ésta,  con  el  voto  de  las  tres  cuartas 
partes;  pero  en  el  último  caso  se  requiere  que,  verificadas  nuevas 
elecciones  en  los  períodos  ordinarios,  quede  renovadaj  toda  ó  la 
mayor  parte  de  la  Cámara  de  Representantes.  Lo  cual  permite  que 
los  electores  conozcan  y  estudien  las  reformas  propuestas,  y  puedan 
dar  instrucciones  especiales  á  sus  nuevos  diputados. 

La  sanción  ó  ratificación  constitucional  la  hace  el  pueblo  de 
la  provincia  por  medio  de  convenciones  reunidas  al  efecto,  ó  por  el 
órgano  de  sus  electores  capitulares  expresamente  autorizados,  ó 
en  las  asambleas  parroquiales,  según  lo  determine  la  próxima 
Legislatura. 

Se  dan  por  insertos  literalmente  los  derechos  del  hombre 
formulados  en  la  constitución  federal,  y  se  repite  lo  que  ésta  dis- 
pone acerca  de  la  igualdad  de  blancos,  indios  y  pardos,  á  la  aboli- 
ción del  comercio  de  negros  y  á  la  supresión  de  los  títulos  de 
nobleza. 

Se  recomienda,  por  último,  á  los  curas  de  almas,  que  lean  á 
sus  feligreses  los  domingos  y  demás  días  festivos  la  constitución 
provincial  y  la  federal,  especialmente  el  capítulo  de  los  derechos 
del  hombre;  y  á  los  profesores  de  primeras  letras,  que  las  pongan 
en  manos  de  sus  discípulos  para  su  constante  estudio. 

La  constitución  federal  (arts.  71,  124  y  133)  reservó  al  con- 
greso la  facultad  de  rever  las  constituciones  y  leyes  de  las  provin- 
cias, para  evitar  que  colidiesen  con  las  nacionales;  pero  á  poco 
se  envolvió  todo  el  país  en  la  guerra  de  Independencia,  y  apenas 
pudieron  aplicarse  unas  ni  otras.  Su  importancia  se  circunscribe, 
pues,  á  haber  sido  origen  teórico  del  derecho  constitucional  vene- 
zolano, y  raíz  de  la  lucha  ulterior  entre  las  dos  tendencias  federa- 
lista y  unitaria. ' 


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Capítulo  V. 

Desastre   de    1812. 

Sumario.  Reacción  realista  —  Sale  de  Coro  Monteverde  á  recon- 
auistar  la  provincia  de  Caracas  —  Traición  de  Reyes  Vargas  en 
oiquisique  —  Marchan  al  Centro  las  tropas  españolas  —  Terremoto 
del  26  de  marzo  —  Ruinas  y  fanatismo  — :  Conflicto  entre  el  Go- 
bierno y  el  clero  —  Confiere  el  congreso  facultades  extraordinarias 
al  Ejecutivo,  y  éste  las  delega  en  Miranda  —  Dictadura  militar  — 
Dificultades  con  que  tropieza  el  Dictador  —  Triunfa  Monteverde  en 
San  Carlos  y  ocupa  á  Valencia  —  Combates  indecisos.de  Guaica 
y  la  Victoria  —  Desaliéntase  Miranda  —  Censúranle  los  oficiales 
del  ejército  —  Opinión  del  Ledo.  Sanz  sobre  la  situación  política 
y  militar  —  Se  declara  por  los  españoles  el  castillo  de  San  Felipe, 
y  pierde  Bolívar  la  plaza  de  Puerto  Cabello  —  Miranda,  de  acuerdo 
con  algunos  miembros  del  Gobierno,  determínase  á  capitular  — 
Tratados  de  Valencia  y  San  Mateo  —  Ocupa  Monteverde  á  Caracas  — 
Intenta  Miranda  embarcarse  en  la  Guaira  —  Lo  prenden  los  mismos 
patriotas  —  Conducta  de  Casas,  Peña,  Bolívar  y  otros  con  el  Dicta- 
dor —  Oficio  de  Monteverde  á  la  Regencia  y  contestación  de  ésta 
sobre  los  sucesos  de  la  Guaira  —  A  quién  incumbe  la  responsabili- 
dad de  la  prisión  de  Miranda  —  Cómo  la  explicó  Bolívar  —  Opi- 
niones varias  de  los  historiadores  nacionales  —  Por  qué  intentó 
Miranda  embarcarse  precipitadamente  —  O  error  ó  fatalidad  —  Per- 
fidia con  que  interpreta  Monteverde  la  capitulación  —  Prisiones  y 
violencias  —  Listas  de  sospechosos  —  Venezuela  sometida  á  la  ley 
de  la  conquista  —  Termina  tristemente  el  año  de  1812. 

Promulgada  la  constitución  del  21  de  diciembre  de  1811,  el 
congreso  inauguró  la  era  republicana  con  un  decreto  de  conmuta- 
ción de  penas,  que  salvó  la  vida  á  los  realistas  sublevados  seis 
meses  antes  en  Valencia;  renovó  el  personal  del  Ejecutivo,  de- 
signando como  titulares  á  Femando  Toro,  Francisco  Javier  Ustáriz 
y  Francisco  Espejo,  y  como  suplentes  á  Francisco  Javier  Mayz, 
Juan  Germán  Roscio  y  Cristóbal  Mendoza,  y  se  trasladó  por  fin  á 
Valencia,  capital  de  la  Confederación,  el  1^.  de  marzo,  1812. 


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—    182    — 

Pero  los  tiempos  no  eran  ya  para  deliberaciones  parlamentarías, 
mucho  menos  para  poner  en  práctica  teorías  constitucionales.  Desde 
Guayana,  Coro  y  Maracaibo  los  españoles  amenazaban  la  indepen- 
dencia de  las  provincias  confederadas,  y  aguardaban  solamente  la 
llegada  de  refuerzos  militares  para  emprender  la  reconquista.  En 
esto  se  presentó  en  Coro,  con  una  compañía  de  marina  procedente 
de  Puerto  Rico,  el  capitán  de  fragata  D.  Domingo  de  Monteverde, 
quien  se  ofreció  al  Capitán  General  para  hacer  una  entrada  por  la 
provincia  de  Caracas  con  las  pocas  tropas  disponibles,  al  modo  que 
lo  hicieran  en  el  siglo  XVI  los  primeros  conquistadores.  Con  menos 
de  500  hombres  salió  de  Coro  el  10  de  marzo;  el  17  logró  que  se 
le  incorporase  en  Siquisique  el  indio  Juan  de  los  Reyes  Vargas, 
que  mandaba  allí  una  de  las  avanzadas  del  ejército  republicano  y 
acababa  de  traicionar  á  los  patriotas;  el  23  toman  á  Carora,  y  en 
seguida  marcha  Monteverde  al  Centro  por  Barquisimeto  y  San 
Carlos. 

A  esta  amenaza  se  agregó  el  terremoto  del  propio  mes  de 
marzo.  El  26,  á  las  cuatro  y  siete  minutos  de  la  tarde,  apiñada  la 
multitud  en  los  templos  con  motivo  de  las  festividades  religiosas 
del  jueves  santo,  tiembla  la  tierra,  y  muchas  de  las  ciudades  princi- 
pales —  Caracas,  la  Guaira,  San  Felipe,  Barquisimeto,  el  Tocuyo, 
Mérida  —  por  poco  desaparecen  bajo  sus  escombros^.  En  Caracas 
se  caen  ó  desploman  las  iglesias  de  la  Pastora,  Altagracia,  San 
Mauricio,  la  Merced,  Santo  Domingo  y  la  Trinidad  2.  En  las  iglesias 
de  Caracas  mueren  hasta  4,000  personas  y  en  toda  la  ciudad  cerca 
de  10,000,  sin  contar  las  gravemente  heridas  que  sucumben  después. 
Por  varios  días  enciéndense  hogueras  para  quemar  los  cadáveres. 
Corren  por  todas  partes  las  gentes  poseídas  de  espanto;  las  unas, 
en  procesión,  entonan  cantos  fúnebres;  las  otras,  enloquecidas,  se 
confiesan  en  alta  voz  en  medio  de  las  calles  ^  El  clero  atribuyó 
en  seguida  el  terremoto  á  ira  del  cielo  contra  la  obra  de  los 
patriotas.  Hubo  fr^les  que  predicasen  á  la  muchedumbre  aterrori- 
zada, que  aquello  era  ^^  el  azote  de  im  Dios  irritado  contra  los  nova- 
dores que  habían  desconocido  al  más  virtuoso  de  los  monarcas. 
Femando  Vn,  el  ungido  del  Señor''.    Bolívar,  que  se  hallaba  en  la 

1.  Los  pueblos  de  Maiquetía,  Antímano,  la  Vega  y  Banita  fueron  casi  total- 
mente destruidos.  Maracay,  la  Victoria  y  Valencia  apenas  sufrieron.  En  Coro  no 
se  sintió  nada.  Apuntamientos  de  Don  Manuel  Palacio  Fajardo,  manuscrito  co- 
municado á  Humboldt,  Voy  age,  lib.  V,  cap.  XTV. 

2.  José  Francisco  Heredia,  Memorias  sobre  las  revoluciones  de  Vene- 
zuela, p.  44. 

3.  Apuntamientos  de  Palacio  Fajardo.  Es  el  mismo  diputado  que  firmaba 
antes  con  el  solo  apellido  de  Palacio. 


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—    183    — 

turba,  desenvainó  la  espada,  y  amenazando  de  muerte  á  uno  de  los 
predicadores,  le  obligó  á  bajar  de  la  mesa  que  le  servía  de  pulpito. 
^Si  se  opone  la  naturaleza,  gritó,  lucharemos  contra  ella  y  la  hare- 
mos que  nos  obedezca  ^^\ 

Al  duelo  universal  se  añadió  un  conflicto  entre  el  Poder 
Ejecutivo,  que  se  empeñaba  en  tranquilizar  ]ps  ánimos,  y  el  arzo- 
bispo de  Caracas,  D.  Narciso  Coll  y  Prat,  que  persistía  en  inter- 
pretar el  terremoto  como  un  castigo  providencial.  En  4  de  abril 
excitó  aquél  á  éste  á  '^dar  á  luz  una  pastoral  —  dice  la  nota  — 
dirigida  á  todos  los  pueblos  venezolanos  demostrándoles  que  dicho 
suceso  no  había  sido  sino  un  efecto  tan  común  en  el  orden  de  la 
naturaleza  como  el  llover,  granizar,  centellear,  etc.,  ó  que,  á  lo 
más,  habría  servido  de  instrumento,  como  podían  ser  los  extremos 
de  los  demás  (fenómenos),  á  la  justicia  divina  para  castigar  los  vi- 
cios morales,  sin  que  tuviese  conexión  alguna  con  los  sistemas  y 
reformas  políticas  de  Venezuela^';  y  agregó  en  otra  nota  el  Ejecu- 
tivo (9  de  abril)  que  convenía  dar  orden  inmediatamente  á  los  curas 
de  almas  "previniéndoles  de  la  estrecha  é  inviolable  obligación  en 
que  se  hallaban  de  no  alucinar  á  los  pueblos  con  las  absurdas  in- 
sinuaciones de  que  las  revoluciones  políticas  habían  originado  el 
terremoto ^\  y  antes  bien  "empleasen  la  fuerza  de  su  ministerio  sa- 
cerdotal en  animar  é  inspirar  aliento,  conformidad  y  resignación  á 
todos  sus  feligreses,  para  que  sostuviesen  valerosos  la  causa  de  la 
libertad".  A  lo  que  contestó  el  arzobispo  el  10  de  abril,  que  "muy  bien 
sabía  que  llover,  granizar,  centellear  y  temblar  la  tierra  eran  efectos  de 
las  causas  naturales,  mas  tampoco  ignoraba,  y  no  había  quien  dudase, 
que  el  soberano  autor  de  la  naturaleza,  gobernando,  dirigiendo  y  re- 
moviendo sus  agentes,  los  empleaba  para  castigar  los  vicios  y  haqer 
volver  á  los  prevaricadores  al  corazón";  que,  convencido  de  la  profunda 
corrupción  que  había  minado  su  grey,  lloraba  sobre  Caracas  cual 
sobre   otra  Jerusalem,   acordándose   de  Sodoma  y  Gomorra;   que 

1.  José  Domingo  Díaz  (Recuerdos  sobre  la  rebelión  de  Caracas,  p.  39) 
refiere  este  incidente  como  sigue:  "En  lo  más  elevado  (de  las  ruinas)  encontré  á 
D.  Simón  de  Bolívar,  que  en  mangas  de  camisa,  trepaba  por  ellas.  En  su  semblante 
estaba  pintado  el  sumo  terror,  ó  la  suma  desesperación.  Me  vio  y  me  dirigió  estas 
impías  y  extravagantes  palabras  (las  citadas  arriba)."  Díaz  agrega:  ** Mientras  que  el 
R.  P.  Prior  de  los  Dominicos,  puesto  sobre  una  mesa  en  medio  de  la  multitud  asom- 
brada y  Qorofa,  pronunciaba  una  vehemente  oración ;  mientras  que  el  Dr.  D.  Nicolás 
Anzola,  regidor  del  19  de  abril,  pedia  de  rodillas  y  á  gritos  fierdón  al  Señor  Don 
Femando  VU;  mientras  que  todos  estábamos  mirando  nuestros  sepulcros  abiertos  á 
nuestros  pies,  se  presentó  el  mayordomo  de  los  hospitales  D.  Rafael  de  León  con  el 
semblante  más  alegre  y  risuefio  que  he  visto  jamás,  felicitando  á  todos  por  haber 
tan  patentemente  declarado  Dios  su  voluntad  destruyendo  hasta  las 
casas  hechas  por  los  espafioles."  Nótese  que  tanto  los  americanos  como  los 
españoles  profirieron  á  un  tiempo  semejante  desatino. 


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—    184    — 

Dios  misericordioso  "no  había  castigado  todavía  en  todo  su  furor  á 
aquellos  pueblos,  que  si  no  lo  merecían  menos  por  su  soberbia  y 
lujuria,  comenzaban  ya  á  exceder  en  irreligión  á  las  mismas  infames 
ciudades";  que  había  ordenado  á  los  curas  inculcasen  á  sus  feli- 
greses la  obediencia  debida  al  Gobierno;  que  lo  mismo  diría  en  la 
pastoral  exigida  "  luego  que  hubiese  dado  evasión  á  la  multitud  de 
asuntos  que  día  y  noche  le  ocupaban  con  la  mayor  exigencia  é  im- 
portancia ",  y  que  tomaría  las  providencias  del  caso  contra  los  curas 
que  traspasasen  los  deberes  de  su  ministerio.  Durante  los  meses 
de  abril  y  mayo  siguió  el  arzobispo  pretextando  el  quebranto  de 
su  salud  para  demorar  la  redacción  de  su  pastoral,  y  no  la  comu- 
nicó al  Ejecutivo  iiasta  el  8  de  junio;  mas  disgustado  éste  de  que 
no  contuviese  nada  de  lo  pedido,  ordenó  decir  al  prelado,  en  22  de 
junio,  que  se  mandaba  archivar  dicho  documento  por  " antipolítico^, 
y  quedaba  prohibida  absolutamente  su  publicación.  Días  ante?,  el 
16,  ya  había  resuelto  el  Gobierno  expulsar  al  arzobispo,  y  comi- 
sionó al  canónigo  (titulado  ahora  ciudadano)  José  Cortés  Se  Ma- 
dariaga,  para  que  se  apoderase  de  aquél  y  lo  entregase  al  coman- 
dante militar  de  la  Guaira;  pero  no  se  cumplió  la  orden,  por  haber 
preferido  Madariaga  no  excitar  más  la  oposición  del  clero  en  mo- 
mentos en  que  por  todas  partes  surgían  peligros  contra  la  Re- 
pública i. 

El  terremoto  del  26  de  marzo  hizo  fracasar  la  expedición 
republicana  que  intentó  recuperar  á  Guayana,  y  además  gran  parte 
de  las  guarniciones  pereció  en  varias  ciudades.  Esto  facilitó  la 
marcha  de  Monteverde  á  Barquisimeto  y  San  Carlos. 

Desde  principios  de  abrU,  el  congreso  se  disolvió  después  de 
autorizar  al  Ejecutivo  para  ejercer  todas  las  facultades  que  la  cons- 
titución atribuía  á  los  altos  poderes;  y  en  el  propio  mes  el  Ejecu- 
tivo nombró  á  Miranda  Generalísimo  y  Dictador  absoluto.  Al 
cominiicarle  el  nombramiento,  el  Secretario  de  Guerra,  José  de  Sata 
y  Bussy,  le  dice:  "no  consultéis  más  que  la  ley  suprema  de  salvar 
la  patria;  y  á  este  efecto  os  delega  el  Poder  de  la  Unión  sus  facul- 
tades naturales  y  las  extraordinarias  que  le  confirió  la  represen- 
tación nacional  (el  4  de  abril)  bajo  vuestra  responsabilidad  ^\*  y  el 
Secretario  de  Estado  y  Relaciones  Exteriores,  Antonio  Muñoz  Tébar, 
le  participa  el  4  de  mayo   que   el   Gobierno  pone  á  su  disposición, 

1.  £1  arzobispo  CoU  y  Prat  procedió  entonces  y  después  con  el  más  astuto 
** oportunismo".  £1  15  de  octubre,  ocupada  ya  Caracas  por  las  tropa*  de  Monte- 
verde,  publicó  su  pastoral  atribuyendo  el  terremoto  &  la  impiedad  de  sus  feligreses, 
y  cuando  el  afío  siguiente  triunfó  el  ejército  de  Bolívar,  se  fingió  otra  vez  patriota 
circulando  un  edicto  (18  de  setiembre,  1813)  en  el  que  ordenó  al  clero  reconocer 
a  Independencia  y  obedecer  á  las  leyes  de  la  República. 


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—    185    — 

sin  limitaciones,  los  fondos  nacionales,  para  los  gastos  públicos  y 
reservados  de  la  campaña.  A  qiás  de  esto,  el  19  de  mayo  pasan  al 
ctMUtel  general  de  Miranda ^  Juan  Germán  Roscío,  diputado  ad  hoc 
por  el  Ejecutivo  federal,  Francisco  Talavera,  por  el  Ejecutivo  pro- 
vincial, y  José^Vicente  Mercader,  por  la  Cámara  de  Representantes 
de  Caracas,  y  acuerdan  con  Miranda  que  se  publique  la  ley  marcial; 
que  el  Generalísimo  tenga  facultad  exclusiva  de  nombrar  los  jefes  y 
comandantes  militares  que  juzgue  necesarios  en  los  pueblos,  villas, 
ciudades  y  partidos,  avisando  al  Gobierno  de  la  Unión  y  á  los 
Gobiernos  de  provincias;  que  los  jueces  y  magistrados  obren  bajo 
la  dirección  de  los  jueces  militares  en  todo  lo  relativo  á  bt  ^gurí* 
dad  y  defensa  del  Estado;  qne  las  facultades  de  los  jefes  militares 
consistan  en  "hacer  reclutas,  armar  y  levantar  tropas  an  sus  terri- 
torios y  enviarlas  al  ejército,  proveer  el  abasto  de  éste,  establecer 
medios  de  defensa  en  sus  jurisdicciones,  elevar  el  espíritu  público, 
proceder  militarmente  y  con  arreglo  al  último  decreto  del  Poder 
Ejecutivo  contra  los  traidores  y  sospechosos,  y  todo  lo  demás  que 
tenga  íntima  relación  con  lo  anteriormente  expresado";  que  pueda 
también  el  Generalísimo  "tratar  directamente  eon  las  naciones  ex- 
tranjeras y  de  América  libres  de  la  dominación  española,  con  el 
objeto  de  proporcionarse  todos  los  auxilios  que  juzgue  necesarios 
para  la  defensa  del  Estado",  dando  cuenta  de  tod*  al  Gobierno  de 
la  Unión;  por  último,  que  "conocida  la  necesidad  de  arreglar  el 
sistema  de  rentas  de  la  Confederación  y  de  la  provincia  de  Caracas, 
de  dar  crédito  y  circulación  al  papel  moneda*,  de  establecer  bancos 
provinciales  que  lo  garanticen  y,  por  consiguiente,  de  dar  por  este 
medio  un  i^ipulso  á  la  prosperidad  general",  quede  encargado  de 
lo  dicho  el  ciudadano  Antonio  Fernández  de  León^,  acompañado  de 
los  ciudadanos  Gerardo  Patrullo,  Juan  Esteban  Echezuría  "y  otros 
de  iguales  luces  y  circunstancias". 

Así  vino  á  estrellarse  en  la  necesidad  de  la  dictadura  militar 
absoluta  el  primer  ensayo  constitucional  de  la  República  venezolana- 
Desgraciadamente,  ni  el  acendrado  patriotismo  del  Dictador  ni  sus 
conocimientos  técnicos,  fueron  ya  bastantes  para  contener  la  reacción. 
Apenas  hubo  circunstancia  que  no  la  favoreciese.  El  terremoto  ex- 
aspera el  fanatismo  del  clero,  y  aumenta  la  oposición  de  los  mestizos 
á  la  Independencia.  Entre  los  mismos  prohombres  del  5  de  julio 
desaparece  la  unidad  de  acción:   los   partidarios   ideólogos  del  go- 


1.  Hallábase  en  Bfaracay:  hacienda  de  la  Trinidad  de  Tapatapa. 

2.  Emitido  con  la  garantía  de  la  renta  de  tabaco.    Ley  de  27  de  agosto,  1811. 

3.  £1  marqués  de  Casa  León,  que  se  pasará  luego  á  los  españoles. 


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—     186    — 

biemo  civil  soportan  á  despecho  la  Dictadura:  repúblicos  de  grande 
influjo,  como  el  marqués  del  Toro  y  su  hermano  D.  Femando,  nié- 
ganse  á  servir  en  el  ejército  bajo  las  órdenes  de  Miranda,  y  hasta 
Bolívar,  que  lo  había  decidido  á  regresar  á  Venezuela  en  1810,  de- 
clárase ahora  su  adversario  y  acepta  de  mal  grado  la  comandancia,  que 
aquél  le  confiere,  de  la  plaza  de  Puerto  Cabello.  Las  esclavitudes  de 
Barlovento  se  alzan  en  bandas,  que  cometen  atropellos  y  crímenes 
lo  mismo  contra  los  españoles  que  contra  los  americanos.  Las  rentas 
se  hallan  en  completo  desorden,  y  es  absoluto  el  descrédito  del 
papel  moneda.  Por  último,  la  traición  de  Vargas  en  Siquisíque 
encuentra  al  punto  imitadores:  José  Martí  entrega  á  los  realistas  la 
guarnición  de  Guanare:  Bernardo  Goroyza  se  pasa  con  sus  tropas 
á  las  de  Astoñanzas  en  San  Juan  de  los  Morros.  Con  esto.  Monte- 
verde  engrosa  considerablemente  sus  fuerzas.  El  25  de  abril  triunfa 
en  San  Carlos  y  el  3  de  marzo  ocupa  á  Valencia.  Aquí  le  ataca 
Miranda  con  mal  éxito  y  retrocede  á  la  Victoria.  Del  12  al  29  de 
junio  se  pelea  sin  resultados  apreciables  en  Guaica  y  en  la  Victoria. 
Cunde  el  desaliento  en  el  ejército  patriota:  muchos  de  sus  jefes  im- 
prueban la  táctica  defensiva  del  Generalísimo,  y  aun  discuten  el 
proyecto  de  reemplazarle.  Miranda  vacila,  se  atemoriza,  consulta 
á  sus  amigos.  Uno  de  ellos,  el  prudente  Ledo.  Miguel  José  Sanz, 
le  escribe  de  Caracas  el  14  de  junio  insinuándole  la  conveniencia 
de  aplazar  la  lucha  y  buscar  apoyo  en  el  extranjero.  "Desde  que 
tomé  conocimiento  en  la  Secretaría  de  Estado  de  los  negocios  poli- 
ticos  de  Venezuela  —  dice  su  carta  —  formé  la  idea  de  que  la  Indepen- 
dencia y  libertad  no  podían  verificarse  sin  el  auxilio  eficaz  de  las 
potencias  de  Europa  ó  de  alguna  de  ellas.  La  situacióu  en  que  se 
hallan  nuestras  tropas,  nuestra  agricultura,  nuestro  comercio,  nuestras 
rentas;  el  espíritu  de  partido  de  nuestros  compatriotas,  y  la  escasez 
de  hombres  capaces  de  llevar  al  cabo  esta  empresa»  me  han  con- 
vencido de  aqueUa  verdad  prácticamente.  Es  imposible,  pues,  man- 
tener las  fuerzas  militares  necesarias,  con  tan  poca  población  y  con 
sólo  las  rentas  que  produce  actualmente  la  provincia . . .  Nosotros 
no  podemos  sostenemos  sin  agricultura,  población,  comercio,  armas 
y  dinero.  La  mayor  parte  de  nuestro  territorio  está  ocupada  por 
nuestros  enemigos,  y  los  internos  nos  hacen  ima  guerra  la  más 
cruda  y  peligrosa:  estos  enemigos  internos  son  la  ignorancia,  la 
envidia  y  la  soberbia;  y  estos  malvados  empeña^ps  en  hacer  inefi- 
caces las  providencias  de  usted,  todo  lo  desordenan  y  confunden. 
Si  usted  quiere  tener  la  gloria  de  hacer  independiente  á  su  patria 
y  que  ésta  goce  de  su  libertad,  es  preciso  que  no  se  fie  en  los 
medios  que  aquí  se  le   proporcionen :   búsquelos  usted  de  fuera . .  • 


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—    187    — 

Querer  cosas  extraordinarias  por  medios  ordinarios  es  un  desatino ; 
es  indispensable  emplear  los  extraordinarios  . .  .^'^K, 

A  las  dos  semanas  sobrevino  otra  catástrofe.  El  30  de  junio, 
el  subteniente  Francisco  Fernández  Vinoni,  que  mandaba  el  castillo 
de  Puerto  Cabello  por  ausencia  ocasional  del  coronel  Ramón  A3rme- 
rích,  traiciona  á  los  patriotas,  júntase  con  los  prisioneros  españoles 
custodiados  en  la  fortaleza,  enarbolan  el  pabellón  del  rey  y  hacen 
fuego  sobre  la  plaza >.  Bolívar,  comandante  de  la  plaza,  continuó  pe- 
leando  en  los  días  siguientes  contra  la  guarnición  del  castillo  y 
contra  las  fuerzas  realistas  que  de  Valencia  se  adelatitaron  basta 
San  Esteban;  pero  el  6  de  jiiUo  no  le  quedaban  más  de  40  hombres 
y  decidió  embarcarse  con  8  oficiales  en  un  bergantín  que  los  con' 
dujo  á  la  Guaira.  —  Desde  el  P  de  julio  escribió  Bolívar  á  Miranda: 
^Si  V.  E.  no  ataca  inmediatamente  al  enemigo  por  la  retaguardia, 
esta  plaza  es  perdida^',  Y  le  insinuó  que  destacase  un  cuerpo  de 
tropa  á  Puerto  Cabello,  por  vía  de  Choroní;  con-  lo  que  él,  Bolívar, 
pudiera  acosar  á  Monteverde  por  el  lado  de  Valencia,  á  tiempo  que 
el  Generalísimo  lo  amenazase  de  frente  desde  la  Victoria.  Los 
apologistas  de  Miranda  lo  disculpan  advirtiendo  que  el  aviso  del 
coronel  Bolívar  no  llegó  al  cuartel  general  sino  el  día  5,  víspera 
del  en  que  se  perdió  Puerto  Cabello.  Y  añaden,  apoyándose  en  el 
testimonio  de  D.  Pedro  Gual  (en  un  papel  publicado  en  Bogotá  por 
los  años  de  1843),  que  la  plaza  se  perdió,  sobre  todo,  por  impru- 
dencia del  mismo  Bolívar,  á  quten  ya  «e  le  había  aconsejado  que 
QO  dejase  en  el  castillo  á  los  prisioneros  españoles.  En  cambio, 
otros  reparan,  para  justificar  á  Bolívar,  que  era  solamente  jefe  de 
la  plaza;  que  del  castillo  respondía  el  coronel  Aymerich,  y  que  si 
bien  es  cierto  que  á  la  hora  de  la  sublevación,  Aymerich  se  hallaba 


1.  HáUafl^  esta  carta  en  la  obra  del  marqués  de  Rojas  intitulada  £1  General 
Miranda,  p.  275.     París,  1884. 

2.  Antonio  Leocadio  Guzmán  intenta  demostrar  en  sus  Datos  históricos 
sur  americanos,  t.  III,  p.  41  j  siguientes,  que  no  hubo  traición  por  parte  de 
Vinoni  y  que  la  fliblevación  del  castillo  fué  obra  de  su  padre,  el  coronel  D.  Antonio 
de  Guzmán,  que  se  hallaba  entre  los  presos.  Nótese,  sin  embargo,  que  seflNJante 
aserto  está  en  contradicción  con  todas  las  historias,  inclusive  la  del  coronel  José  de 
Austria,  quien  figuró  en  la  campafia  de  1812.  Además,  cuando  Bolívar  triunfó  en 
Boyacá  (1819)  mandó  al  punto  ahorcar  por  traidor  á  Vinoni,  que  cayó  allí  prisio- 
nero. Esto  lo  explica  Guzmán,  no  por  la  traición  de  Puerto  Cabello,  sino  por  el 
solo  hecho  de  hallarse  entonces  Vinoni  en  las  filas  españolas.  La  explicación  es  in- 
aceptable, porque  otros  prisioneros  se  encontraron  en  el  mismo  caso,  y  no  sufrieron 
igual  pena,  y  porque  Bolívar  mismo  afirma  (véase  el  parte  oficial  que  dirigió  á 
Miranda  el  14  de  julio,  inserto  en  las  Memorias  de  O'Leary,  1. 1,  p.  63)  que  Vinoni 
pe  dejó  seducir  por  los  presos  y  les  vendió  la  fortaleza.  Acerca  de  D.Antonio 
Guzmáp,  lo  único  que  parece  cierto  es  que  contribuyó  esforzadamente  á  la  subleva- 
ción, según  lo  certificó  después  Monteverde. 


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—    188    — 

ocasionalmente  en  la  plaza  .  *  *  empeñado  con  Bolívar  en  mía  par- 
tida de  tresillo!  . .  .^  nadie  puede  prever  ni  evitar  una  traición  bien 
tramada.  —  Historia  eterna:  después  de  un  fracaso  militar,  cada 
cualy  ó  su  defensor,  intenta  echarle  al  vecino  la  mayor  culpa. 

La  pérdida  de  Puerto  Cabello  acabó  de  desalentar  á  Miranda. 
"Venezuela  está  herida  en  el  corazón'',  se  le  oyó  decir  entonces. 
Contaba  todavía  en  la  Victoria  con  un  ejército  de  más  de  4,000  hom- 
bres^. Pero,  ni  los  bisónos  milicianos  patriotas,  ni  sus  díscolos  é 
inexpertos  oficiales,  inspiraban  ya  confianza  alguna  al  Generalísimo. 
El  12  de  julio  reúne  en  consejo  á  los  doctores  Francisco  Elspejo  y 
Juan  Germán  Roscio,  miembros  del  Ejecutivo  federal,  José  de  Sata 
J  Bussy,  Secretario  de  Guerra,  el  marqués  de  Casa  León,  director 
de  las  rentas,  y  Francisco  Antonio  Paúl,  ministro  de  la  Corte  de 
justicia,  los  cuales  dictaminan  que  es  llegado  el  caso  de  proponer 
al  jefe  enemigo  un  armisticio  ó  capitulación,  dejando  "su  ejecución 
y  cumplimiento"  -=-  dice  el  acta  firmada,  en  la  Victoria  —  "á  la 
prudencia  y  pericia  militar  y  política  del  Generalísimo".  El  20  de 
julio,  Jos  parlamentarios  patriotas  acuerdan  en  Valencia  con  el  jefe 
realista,  que  en  el  territorio  no  reconquistado  las  personas  y  propie- 
dades serán  salvas  y  resguardadas;  que  nadie  será  preso,  ni  juz- 
gado, ni  sufrirá  secuestro  de  bienes  por  las  opiniones  que  haya 
seguido;  que  se  dará  pasaporte  á  los  que  quieran  salir  del  país, 
señalándoseles  plazo  para  hacerlo;  que  se  pondrán  en  libertad  los 
prisioneros  de  una  y  otr»  parte.  Y  conforme  á  estas  bases,  el 
comisionada  de  Miranda  —  Sata  y  Bussy  —  firma  con  Monteverde 
ima  capitulación  el  25  de  julio,  en  el  ciartel  general  de  San  Mateo, 
advirtiendo  por  el  artículo  11  que  el  acta  solemne  y  definitiva  de 
lo  estipulado  la  firmarán  Monteverde  y  Miranda  en  Caracas  ó  en 
donde  se  convenga. 

Miranda  abandona  en  seguida  las  tropas,  dejando  á  sus  ofi- 
ciales el  encargo  de  entregarlas;  pasa  á  Caracas,  y  de  aquí  á  la 
Guaira  el  30  de  julio,  horas  antes  de  entrar  Monteverde  á  la  capi- 
tal. Según  D.  Pedro  Gual  (en  su  citado  papel)  llevaba  el  propósito 
de  irse  por  las  Antillas  á  Nueva  Granada,  á  organizar  otra  expedi- 
ción sobre  Venezuela,  de  acuerdo  con  su  amigo  D.  Antonio  Nariño;  — 
lo  que  parece  inverosímil,  pues  mal  podía  Miranda  abandonar  en 
Venezuela  un  ejército  de  4,000  hombres,  con  sus  elementos  de 
guerra,  por  ir  á  buscar  en  Nueva  Granada  recursos  que  de  todas 
suertes  habían   de  ser  menores.    Pero   fuese   tal  su  plan,    ó  el  de 


1.  Según  datos    más  ó    menos  fidedignos:    3,979  infantes  y  493  ginetes.    £1 
ejército  de  Monteverde  era  inferior  en  número:  cosa  de  3,000  soldados  de  linea. 


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—    189    — 

solicitar  el  apoyo  de  alguna  potencia  europea,  como  se  lo  aconse- 
jaba Sanz,  lo  cierto  es  que  el  siempre  desgraciado  Generalísimo  no 
tovo  la  prudencia  de  precaverse,  á  la  vez,  de  la  mala  fe  de  Monte- 
verde  y  de  la  venganza  de  sus  propios  compatriotas.  En  la  noche 
del  30  al  31  de  julio,  júntanse  en  la  Guaira  el  coronel  Manuel  María 
de  las  Casas,  comandante  militar  de  la  plaza,  el  Dr.  Miguel  Peña, 
jefe  político,  los  coroneles  Simón  Bolívar,  Juan  Paz  del  Castillo, 
José  Mires,  Manuel  Cortés,  los  comandantes  Tomás  Montilla,  Rafael 
Chatillón,  Miguel  Carabaño,  Rafael  Castillo,  José  Landaeta,  y  el 
sargento  mayor  Juan  José  Valdés,  y  resuelven  reducir  á  prisión  á 
Miranda.  Los  más  exaltados,  especialmente  Bolívar,  proponen  que 
se  le  fusile  como  traidor  por  haber  capitulado  con  los  españoles,  — 
No  queda  duda  de  que  á  tanto  llegó  su  exaltación.  Una  autoridad 
tan  abonada  como  el  coronel  B,  H.  Wilson,  edecán  que  fué  del 
Libertador  desde  1821,  y  su  más  fiel  amigo  y  admirador,  escribe: 
^^£1  general  Bolívar  siempre  se  glorió  delante  de  mí  de  haber  arries- 
gado su  propia  salvación,  que  pudo  haber  conseguido  embarcándose, 
con  el  fin  de  asegurar  el  castigo  de  Miranda  por  la  traición  que  se 
le  atribuía.  No  carecían  de  fundamento  sus  razones,  pues  argüía 
que,  si  Miranda  creyó  que  los  españoles  observarían  el  tratado, 
debió  quédame  para  hacerles  cumplir  su  palabra,  y  si  no,  era  un 
traidor  por  haber  sacrificado  su  ejército.  Invariablemente  agregaba 
el  general  Bolívar,  que  él  había  querido  fusilar  á  Miranda  como 
traidor,  pero  que  otros  lo  impidieron^". 

El  mismo  30  de  julio.  Casas  recibe  orden 'de  Monteverde  de 
no  permitir  la  salida  de  embarcación  alguna  de  la  Guaira,  antes  de 
que  se  entregue  la  plaza,  so  pena  de  considerar  absolutamente  nulo 
el  tratado  de  San  Mateo.  Casas  obedeció.  Y  quedaron  todos  como 
cogidos  en  una  trampa;  de  la  cual  los  que  lograron  escaparse  fué 
solamente  de  milagro.  A  Miranda  le  tocó  la  peor  suerte.  Ordenó 
Monteverde  que  lo  trasladasen  de  la  Guaira  á  las  bóvedas  de  Puerto 
Cabello  y  luego  á  Puerto  Rico.  De  allí  se  le  condujo  á  España,  y 
al  cabo  de  cuatro  años  de  duro  cautiverio  en  el  castillo  de  las  Siete 
Torres   del   arsenal   de   la  Carraca,   murió   el  14  de  julio  de  1816. 

En  26  de  agosto,  Monteverde  escribe  al  Gobierno  español': 
"Si  los  que  en  medio  de  las  turbaciones  de  Caracas,   y  del  activo 

1.  Carta  de  Wilson  fecha  en  Londres  el  afio  de  1832  y  dirigida  al  general 
O'Leazy,   que  le  pidió  informes.     Memorias  de  OXeary,  1. 1,  p.  76. 

2.  La  siguiente  nota  y  su  respuesta,  no  mencionadas  hasta  ahOrC  por  ningún 
Instoriador  venezolano,  se  hallan  originales  en  el  Archivo  General  de  Indias,  Sevilla, 
Estante  133,  Cajón  3,  Legajo  12.  £1  autor  de  la  presente  obra  las  publicó  por  pri- 
ñera  vez  en  El  Tiempo,  diario  de  Caracas,  16  de  setiembre  de  1899. 


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—    190    — 

^^  contagio  de  la  rebelión,  se  han  conservado  ilesos,  mantenido  el 
^^amor  de  su  Soberano,  sufrido  en  sus  personas  y  bienes,  y  detes- 
^^  tado  la  usurpación,  merecen  de  S.  M.  un  premio  correspondiente 
^^al  mérito  é  intensidad  de  sus  acciones;  los  que  fueron  contagiados, 
^^pero  de  algún  modo  obraron  opuestamente  á  la  maligna  intención 
"  de  los  facciosos,  deben  ser  perdonados  de  su  extravío  y  aun  tenerse 
^^  en  consideracüfn  sus  acciones,  según  la  utilidad  que  haya  resultado 
"  de  ellas  al  servicio  de  S.  M. 

"En  esta  clase,  Excmo.  Señor,  se  hallan  D.  Manuel  María  de 
"las  Casas,  D.  Miguel  Peña  y  D.  Simón  Bolívar.  Casas  y  Peña  eran 
"los  que  estaban  encargados  del  gobierno  de  la  Guaira;  el  primero 
"  de  lo'  militar  y  el  segundo  de  lo  político,  cuando  los  facciosos  de 
"esta  provincia  trataron  de  escaparse  por  aquel  puerto  con  su 
"dictador  Miranda,  llevándose  consigo  los  restos  del  erario  de 
"S.  M.  en  los  días  que  inmediatamente  precedieron  á  la  entrada  de 
"mi  ejército  en  Caracas. 

"En  el  momento  que  pisé  esta  ciudad  di  las  órdenes  más 
"perentorias  para  la  detención  de  aquellos  en  la  Guaira;  pero 
"afortunadamente  cuando  llegaron,  aunque  dirigidas  con  la  mayor 
"rapidez,  ya  Casas  con  el  consejo  de  Peña  y  por  medio  de  Bo- 
"lívar  había  puesto  en  prisiones  á  Miranda  y  asegurado  á  todos 
"los  colegas  que  se  encontraban  allí.  Operación  en  que  Casas 
"expuso  su  vida,  que  habría  perdido  si  se  hubiese  eludido  su 
"  orden,  del  misnjo  modo  que  habrían  corrido  un  riesgo  Peña  y 
"  Bolívar. 

"Casas  completó  su  obra  de  un  modo  más  satisfactorio.  An- 
"teriormente  había  desob^ecido  las  órdenes  del  Déspota  dadas 
"para  poner  en  un  pontón  los  europeos  é  isleños  de  aquel  vecin- 
"dario  y  echarlos  á  pique  al  menor  movimiento;  las  dirigidas  á  no 
"exigir  recibos  de  las  cantidades  que  se  embarcasen,  y  las  demás 
"que  fueron  su  consecuencia;  pues  con  respecto  á  las  primeras, 
"notorio  es  que  no  lo  hizo;  con  relación  á  las  segundas,  exigió 
"  recibos  de  los  22,000  (?)  pesos  entregados  al  comerciante  Róbert- 
"soa  con  cuyo  paso  proporcionó  los  reclamos  que  he  hecho 
"al  Gobernador  de  Curazao;  y  por  lo  que  toca  á  las  demás,  sus 
"pasos  y  contestaciones  en  el  embargo  y  clausura  que  hizo  del 
"puerto,  y  con  el  capitán  de  la  fragata  de  guerra  inglesa  La 
"Zafiro,  de  que  he  dado  cuenta  á  S.  M.,  son  los  mejores  com- 
"  probantes. 

"Yo  no  puedo  olvidar  los  interesantes  servicios  de  Casas,  ni 
"el  de  Bolívar  y  Peña,   y  en  su  virtud  no  se  han  tocado  sus  per- 


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—    191     — 

^sonas,  dando  solamente  al  segundo  sus  pasaportes  para  países 
^extranjeros,  pues  su  influencia  y  conexiones  podrían  ser  peli- 
^grosas  en  estas  circunstancias. 

"Espero  que  V.  E.  pong^  en  la  consideración  del  Supremo 
"Consejo  de  Regencia  esta  medida,  para  su  soberana  aprobación,  y 
."para  que  si  lo  tiene  á  bien  manifieste  su  beneficencia  á  los  impor- 
"tantes  servicios  de  Casas". 

El  Secretario  de  Estado  contestó  á  Monteverde  desde  Cádiz, 
á  18  de  diciembre  de  1812,  como  sigue:  "He  dado  cuenta  á  laRe- 
"gencia  del  Reino  de  la  exposición  de  V.  S.  No.  7,  de  36  de  agosto 
"de  este  zñm,  dirigida  por  la  primera  Secretaría  de  Estado,  relativa 
"al  mérito  contraído  por  D.  Manuel  María  de  las  Casas  y  D.  Miguel 
"de  Peña,  encargados  del  gobierno  militar  y  político  de  la  villa  y 
"puerto  de  la  Guaira,  en  la  prisión  del  rebelde  Miranda,  que  aso- 
"ciado  con  los  demás  principales  autores  de  los  males  que  han 
"afligido  á  Caracas  se  había  dirigido  á  dicho  puerto  con  ánimo  de 
"verificar  su  fuga  llevándose  consigo  los  restos  del  erario  nacional; 
"operación  que  por  su  importancia  y  el  peligro  á  que  aquellos  se 
"expusieron  ha  merecido  para  V.  S.  un  concepto  muy  distinguido 
"de  sus  buenos  sentimientos,  señaladamente  de  Casas,  que  además 
"desobedeció  otras  órdenes  tiránicas  de  Miranda. 

"  Su  Alteza  en  vista  de  todo  ha  tenido  á  bien  resolver  se  con- 
"  teste  á  V.  S.  como  lo  ejecuto,  que  manifieste  á  Casas  y  á  Peña  lo 
"mucho  que  debe  esperarse  de  las  pruebas  que  han  dado  de  su 
"reconocimiento,  y  que  Su  Alteza  les  atenderá  en  las  solicitudes 
"que  hagan,  por  estar  firmemente  persuadida  de  que  las  acompañarán 
"con  otras  nuevas  del  interés  que  toman  en  la  conservación  del 
"orden  y  unión  nacional. 

''De  orden  de  Su  Alteza  lo  participo  á  V.  S.  para  su  inteli- 
"gencia  y  satisfacción  de  los  interesados  i". 

Los  historiadores  españoles  r^itea  la  acusación  de  Monte- 
verde,  de  que  Miranda  trataba  de  escaparse  llevándose  consigo  los 
restos  del  erario.  Torrente  dice  que  el  Dictador  pasó  á  la  Guaira 
^^  esperando  recibir  allí  750  onzas  de  las  1,000  que  le  habían  sido 
ofrecidas  para  rendir  las  arma^^  y  de  las  que  tan  s4lo  habían  sido 
remitidas  á  la  Victoria  250^".  Díaz  refiere  que  el  marqués  de  Casa 
León  fué  desde  Caracas  al  cuartel  general  á  aconsejarle  á  Miranda 

1.  A  Caafts,  por  de  contado,  le  tildaron  los  patriotas  de  traidor,  tanto  más 
cuanto  que  continuó  sirviendo  á  Espafia  hasta  1 821 :  Pefla  volvió  á  poco  á  las  filas 
<le  la  Independencia. 

2.  Historia  de  la  Revolución  Hispano-Americana,  t.  I,  p.  308. 


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que  capitulase,  por  ser  ya  patente  la  inutilidad  de  toda  resistencia; 
que  Miranda  convino  en  ello,  "pero  le  hizo  presente  que  encon- 
trándose sin  medios  algunos  para  volver  á  Inglaterra,  estaban  sus 
deseos  en  contraposición  con  su  situación  actual^';  que  el  marqués 
se  aprovechó  del  momento  para  ofrecerle  1,000  onzas  de  oro;  que 
el  propio  Díaz,  por  encargo  de  aquél,  remitió  250  onzas  á  la  Victoria, 
"y  se  aprontaron  las  750  restantes  en  Caracas  y  la  Guaira;  pero 
habiendo  sido  preso  Miranda  en  aquel  puerto  por  el  mismo  coman- 
dante (Casas)  que  él  había  nombrado,  antes  de  recibirlas,  no  tuvo 
el  marqués  que  hacer  el  desembolso  de  ias  últimas  ^^\  Que  la  oferta 
de  dinero  determinase  á  Miranda  á  abrir  tratados  coa  el  enemigo, 
no  está  probado,  y  aun  parece  cosa  inverosímil,  mientras  no  se 
aduzcan  testimonios  más  fidedignos  que  los  de  sus  adversarios. 
Adviértase  que  el  marqués  de  Casa  León  era  director  de  rentas, 
nombrado  por  los  patriotas,  no  por  los  españoles;  que  Miranda 
tenía  autorización  ilimitada  (véase  arriba,  p.  184)  para  disponer  del 
tesoro,  empleándolo  en  los  gastos  públicos  y  privados  de  la  guerra, 
y  que  antes  de  ratificaüse  la  capitulación,  el  director  de  rentas,  si 
se  atenía  á  su  deber  de  empleado,  (desgraciadamente  era  también 
hombre  de  mala  fe),  no  podía  cumplir  más  órdenes  que  las  libradas 
por  el  Generalísimo,  Consta  que  éste  pidió  varias  sumas  á  la  te- 
sorería, y  que  envió  algunas  4  Londres  con  su  secretario  Molini. 
Es  lógico  suponer  que  lo  hizo  para  algún  objeto  del  servicio  público. 
Pero  las  citadas  imputaciones  de  los  historiadores  españoles  con- 
cuerdan  con  las  circunstancias  que  menciona  Monteverde  en  el  tercer 
párrafo  de  su  nota  á  la  Regencia.  Miranda  había  dado  orden  á 
Casas  de  no  exigir  recibo  de  las  cantidades  que,  por  su  cuenta, 
entregase  al  inglés  Róbertson,  socio  de  la  firma  Róbertson  y  Belt, 
de  Curazao.  ¿Por  qué?  Cuando  libre  todavía  Miranda,  §e  embar- 
caron en  la  Guaira,  en  la  fragata  inglesa  Zafiro,  unas  cajas  de 
moneda  de  plata  (no  eran,  claro  está,  las  750  onzas).  Casas  exige 
de  todos  modos  recibo,  como  dice  Monteverde,  ó  le  hace  firmar 
vales  á  Róbertson,  como  aparece  de  otra  fuente;  y  entrega  después 
á  Monteverde  los  recibos  para  dirigir  su  reclamo  al  Gobernador 
de  Curazao.  ¿S^  aprontó  ese  dinero  antes  ó  después  del  25  de 
julio,  fecha  dt  la  capitulatión  de  San  Mateo?  ¿Se  vendió  Mi- 
randa por  1,000  onzas  de  oro?  Mientras  no.se  aduzcan  pruebas 
contundentes  de  tamaña  infamia,  se  le  continuará  llamando,  con  el 
apodo  que  ilustra  su  memoria,  el  "Quijote  de  la  libertad  en  ambos 
mundos.'' 


1.   Recuerdos  sobre  la  rebelión  de  Caracas,  p.  47. 


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—    193    — 

En  la  respuesta  de  la  Regencia  á  Monteverde  no  se  men- 
ciona el  nombre  de  Bolívar.  Este  refirió  incidentalmente,  afios 
después,  su  presentación  á  Monteverde.  "Cuando  en  el  año  de  12  — 
dijo  —  la  traición  del  comandante  d^  la  Guaira,  coronel  M.  M.  C, 
puso  en  posesión  del  general  Monteverde  aquella  plaza  con  todos 
los  jefes  y  oficiales  que  pretendían  evacuarla,  no  pude  evitar  la  in- 
fausta suerte  de  ser  presentado  á  un  tirano;  porque  mis  com- 
pañeros de  armas  no  se  atrevieron  á  acompañarme  á  castigar  aquel 
traidor,  ó  vender  caramente  nuestras  vidas.  Yo  fui  presentado  á 
Monteverde  por  un  hombre  tan  generoso  como  yo  era  desgraciado. 
Con  €ste  discurso  me  presentó  D.  Francisco  Iturbe  al  vencedor: 
"Aquí  está  el  comandante  de  Puerto  Cabello,  el  Sr.  D.  Simón  Bolí- 
var, por  quien  he  ofmcido  mi  garantía:  si  á  él  toca  alguna  pena  yo 
la  sufro,  mi  vida  está  por  la  suya^".  El  propio  Iturbe  completa  la 
narración  diciendo:  "Monteverde  contestó  (al  discurso  citado):  — 
Está  bien,  y  volviéndose  á  su  secretario  D.  Bernardo  Muro  le  dijo: 
—  Se  concede  pasaporte  al  señor  (mirando  á  Bolívar)  en  recom- 
pensa del  servicio  que  ha  hecho  al  Rey  con  la  prisión  de  Miranda.  — 
Hasta  entonces  Bolívar  hat^a  estado  callado;  mas  al  oir  las  palabras 
que  dirigía  Monteverde  al  secretario  Muro,  repuso  con  prontitud, 
que  había  preso  á  Miranda  para  castigar  un  traidor  á  su  patria,  no 
para  servir  al  Rey.  Tal  respuesta  descompuso  el  ánimo  de  Monte- 
verde;  pero  Iturbe  insistió  en  que  se  le  había  ofrecido  el  pasaporte 
y  que  su  garantía  estaba  empeñada,  terminando  sus  buenos  oficios 
por  decir  jocosamente  á  Muro,  con  quien  le  unía  buena  y  fiel  amis- 
tad: —  Vamos,  no  haga  usted  caso  de  este  calavera:  déle  usted  el 
pasaporte,  y  que  se  vaya^".  El  27  de  agosto,  Bolívar  se  embarcó  en 
la  Guaira  con  rumbo  á  Curazao;  y  en  el  mismo  mes  otros  patriotas, 
ó  con  pasaporte  ó  clandestinamente,  lograron  también  salir  para 
las  AntUIas,  entre  ellos  José  Félix  Ribas,  Antonio  Nicolás  Briceño, 
Francisco  Javier  Yánez,  Pedro  Gual,  Vicente  Tejera,  Manuel  Díaz 
Casado. 

¿A  quién  incumbe  la  mayor  responsabilidad  de  los  tristes  su- 
cesos de  la  Guaira,  que  originaron  el  martirio  de  Miranda?  Los 
historiadores  nacionales,   acordes  en  su  narración,   como  que  todos 


1.  Oficio  de  Bolívar  al  congreso  de  Cúcuta  (agosto  de  1821)  solicitando  que 
no  se  incluyan  en  la  confiscación  las  propiedades  del  emigrado  Iturbe.  *  Si  sus 
bienes  se  han  de  confiscar  —  agrega  Bolívar  —  yo  ofi-ezco  los  míos,  OQmo  él 
ofreció  su  vida  por  la  mía;  y  si  el  congreso  soberano  quiere  hacerle  gracia,  son 
mis  bienes  los  que  la  reciben,  soy  yo  el  agraciado**. 

2.  Comunicación  de  Iturbe  á  Felipe  Larrazábal,  Vida  de  Bolívar,  t.  I, 
p.  137.  Edición  de  1883.  Nótese  que  Bolívar  consideró  igualmente  traidores  á 
Miranda  y  ¿  Casas. 

Forte  al.  Historia  CoastitodonaL  13 


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—    194    — 

repiten  sin  añadir  nada  esencial  la  del  coronel  José  Austria,  testigo 
ocular,  discrepan  en  sus  juicios^.  Austria  afirma  que  Bolívar  fué  el 
"promovedor"  de  la  prisión  del  Generalísimo,  y  disculpa  á  Casas^. 
Rojas  acusa  solamente  á  Peña  como  autor  de  todo  lo  ocurrido. 
Restpepo,  Baralt,  Larrazábal,  O'Leary  se  ensañan  contra  Casas,  y 
los  dos  primeros  hasta  le  acusan  de  haber  ofrecido  á  Monteverde, 
desde  que  se  inició  la  capitulación  de  San  Mateo,  entregarle  la  plaza 
de  la  Guaira  y  obedecer  sus  órdenes,  imputación  que  se  confirma, 
al  menos  en  parte,  por  el  oficio  arriba  citado  del  propio  Monte- 
verde.  Becerra,  que  es  el  historiador  más  reciente,  juzga  á  Casas, 
Bolívar  y  Peña  igualmente  responsables  de  la  prisión,  y  en  guante 
á  la  orden  dada  por  Casas  á  última  hora  de  no  permitir  á  nadie  la 
salida  para  el  extranjero,  asienta  que  "por  una  errónea  é  inconsi- 
derada apreciación  de  su  deber,  sacrificó  á  muchos  de  sus  amigos 
y  compatriotas  y  se  entregó  él  mismo  al  poder  de  la  sospecha, 
siempre  temible  y  más  aún  en  épocas  de  revolución".  Sea  lo  que 
fuere,  de  los  hechos  conocidos  se  deduce:  que  Bolívar  y  sus  colegas 
militares  quisieron  vengar  bárbaramente  en  Miranda,  más  que  una 
supuesta  traición,  el  desastre  de  la  campaña;  y  que  Casas  y  Peña, 
de  quienes  dependían  las  resoluciones  definitivas,  como  autori- 
dades que  eran  de  la  Guaira,  prefirieron  salvarse  ellos,  aun  que 
sacrificasen  á  sus  compañeros.  Acaso  no  cometieron  un  crimen 
voluntario;  pero  de  todas  suertes  equivalieron  á  lo  mismo  las  con- 
secuencias de  su  error. 

Cuanto  á  la  precipitada  determinación  de  Miranda  á  empren- 
der viaje  antes  de  firmar  con  Monteverde  el  acta  solemne  á  que  se 
refirió  el  artículo  11  del  tratado  de  San  Mateo,  conviene  añadir 
algunas  consideraciones  que  la  explican.  Dicho  está  que  Miranda  se 
proponía  rehacer  en  el  extranjero  la  por  entonces  comprometida  causa 
de  la  Independencia,  aprovechándose  de  su  nombre,  umversalmente 
conocido,  y  de  las  valiosas  amistades  con  que  contaba  así  en 
los  Estados  Unidos  como  en  Europa,  sobre  todo  en  Inglaterra, 
Dicho  está  asimismo,  que  desde  los  comienzos  de  la  campaña 
flaqueó  su  confianza  en  las  aptitudes  militares  de  sus  subordinados, 
hasta  llegar  un  día  al  extremo  de  decir,  según  crónicas  de  la  época, 
que  "  los  oficiales  venezolanos  eran  ineptos  para  el  mando,  y  debían 


1.  Austria,  Rosquejo  de  la  historia  militar  de  Venezuela;  Rojas, 
Simón  Bolívar;  Restrepo,  Historia  de  la  Revolución  de  la  República  de 
Colombia;  Baralt,  Resumen  de  la  historia  de  Venezuela;  Larrazábal,  Vida 
de  Bolívar;  O'Leary,  Memorias;  Becerra,  Ensayo  histórico  documentado 
de  la  vida  de  D,  Francisco  de  Miranda. 

2.  Adviértase  que  Austria  era  hijastro  de  Casas. 


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—    195    — 

aprender  á  manejar  el  fusil  antes  de  ponerse  charreteras";  lo  cual, 
junto  con  su  marcada  preferencia  por  algunos  oficiales  extranjeros, 
exasperó  la  hostilidad  é  impaciencia  de  los  bisónos  guerreros 
patriotas.  Miranda,  profundo  erudito  en  teorías  militares,  y  acos- 
tumbrado á  mandar  en  Europa  ejércitos  disciplinados,  se  creía,  y 
era,  superior  á  sus  conterráneos  de  aquellos  tiempos;  pero  esa  misma 
creencia  le  impidió  darse  cuenta  exacta  de  las  condiciones  del  medio 
en  que  se  hallaba,  y  no  supo  ni  extremar  la  dictadura,  como  lo 
hiciera  Bolívar  años  después,  para  hacerse  obedecer  de  los 
díscolos,  ni.  contemporizar  con  el  carácter  nacional,  para  trocar  su 
táctíca  defensiva  por  el  empuje  aventurero  que  dominaba  á  sus 
tenientes.  Perdida,  pues,  su  confianza  en  el  ejército,  y  atemori- 
zado por  el  presentimiento  de  que  fiarse  á  la  palabra  de  Monte- 
verde  era  exponer  su  libertad  personal  y  con  ésta  el  porvenir 
de  la  revolución,  precipitó  su  determinación  de  ausentarse,  sin 
prever  que  de  este  modo  iba  á  aparecer  más  bien  como  fugitivo, 
y  aun  á  despertar  en  sus  propios  compatriotas  la  sospecha  de  in* 
fídencia. 

En  efecto,  sin  menoscabar  la  sincera  conmiseración  que  ins- 
pira la  desgracia  de  Miranda,  la  ecuanimidad  obliga  á  advertir  que, 
ó  por  error  suyo  ó  por  fatalidad  de  las  circtmstancias,  la  sospecha 
hostil  de  sus  compatricios,  con  motivo  del  apresurado  viaje  de  Ca- 
racas á  la  Guaira,  si  no  merece  disculpa,  se  apoyó  al  menos  en 
razones  de  *peso.  Un  testigo  ocular  tan  abonado  como  el  Dr.  Felipe 
Fermín  Paúl  escribe:  ^^La  capitulación  del  general  Miranda  fué  un 
misterio  para  todos,  pues  se  decía  la  firmaría  á  bordo:  ningún 
empleado  de  esta  capital  y  la  Guaira  la  conoció  sino  después  que 
las  tropas  españolas  dominaban  el  territorio;  y  la  ansiedad  é  incer- 
tidumbre  en  que  todos  estaban,  produjeron  proyectos  de  revueltas 
que  principalmente  se  dirigían  contra  el  general  Miranda,  por  haber 
faltado  á  la  confianza  que  en  él  se  había  depositado,  haber  obrado 
contra  la  voluntad  y  opinión  general  ^  y  por  haber  comprometido  á 
multitud  de  ciudadanos  que  quedaron  expuestos  á  los  padecimientos 
y  ultrajes  que  deipués  sufrieron.  Así  es  que  no  pueden  imputarse 
á  defecto  de  patriotismo  algunos  hechos  contra  el  referido  General, 
en  que  obraron  los  más  ilustres  proceres  de  la  Independencia,  sino 
á  un  impulso    irresistible  por  la  propia   conservación,   calculando 


1.  Evidentemente  no  se  ahide  aquí  á  la  sola  capitulación,  en  cuya  iniciativa 
tomaron  también  parte  patriotas  y  funcionarios  insospechables  como  Espejo,  Roscio, 
Sata  y  Bussy  y  Francisco  Antonio  Paúl,  hermano  de  Fermín  (véase  arriba,  p.  187): 
trátase  sin  duda  de  no  haber  Bíiranda  publicado  en  seguida  el  texto  de  aquélla,  ni 
celerado  la  entrada  de  Monteverde  á  Caracas. 

13* 


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—    196    — 

que  si  el  caudillo  se  salvaba  ellos  obtendrían  la  misma 
.suerte  1." 

Pocos  se  salvaron.  Monteverde  interpretó  pérfidamente  el 
tratado  de  San  Mateo.  Véase  si  nó.  En  una  proclama  á  los  habi- 
tantes de  Caracas,  les  dijo  el  3  de  agosto:  ^^Una  de  las  cualidades 
características  de  la  bondad,  justicia  y  legitimidad  de  los  Gobiernos, 
es  la  buena  fe  de  sus  promesas  y  la  exactitud  de  su  cumplimiento. 
Mis  promesas  son  sagradas  y  mi  palabra  es  inviolable.  Oísteis  de 
mi  boca  un  olvido  eterno,  y  así  ha  sucedido:  los  acontecimientos 
condenados  á  él,  ya  están  borrados  de  mi  memoria ....  Pero  mis 
promesas  nó  se  extienden  á  todas  las  épocas  de  esta  desgraciada 
historia:  tuvieron  su  término  en  el  momento  de  firmarlas  y  sancio- 
narlas. Los  sucesos  posteriores  están  comprendidos  dentro  de  otro 
circulo,  en  el  que  debe  obrar  la  autoridad  absoluta  de  la  ley  y  de 
vuestra  seguridad."  Y  con  el  pretexto  de  "sucesos  posteriores",  á 
los  diez  días  llenó  las  cárceles  con  los  más  conocidos  patriotas,  impu- 
tándoles el  "delito  de  reincidencia"  por  haber  "abusado  de  su 
generosidad  y  quebrantado  (ellos!)  la  capitulación".  Es  más,  remi- 
tió presos  á  fepaña  á  Juan  Germán  Roscio,  José  Cortés  [de  Mada- 
riaga,  Juan  Pablo  Ayala,  Juan  Paz  del  Castillo,  Francisco  Isnardy, 
Manuel  Ruíz,  José  Mires  y  Juan  Barona,  "ocho  monstruos  (dice  la 
nota  de  remisión),  origen  y  raíz  primitiva  de  todos  los  males  y 
novedades  de  la  América,    que  han  horrorizado  al   mundo  entero". 

Que  las  prisiones  de  agosto  se  hicieron  por  sucesos  ante- 
riores á  la  capitulación,  lo  demostraron  á  luego  las  mismas  autori- 
dades españolas.  Monteverde  anunció  á  España,  cuando  remitió  los 
ocho  monstruos,  el  envío  de  un  "documento"  que  probaba  su  delito 
"de  reincidencia";  pero  jamás  llegó  á  su  destino  semejante  docu- 
mento, aunque  se  pidió  á  Caracas  varias  veces.  En  10  de  mayo  de 
1815,  el  Consejo  de  Indias  declaró  que  las  causas  remitidas  en  1812 
contra  los  ocho  monstruos  "estaban  ceñidas  á  averiguar  su  con- 
ducta en  el  tiempo  de  la  revolución,  sin  tocar  hecho  alguno  pos- 
terior á  ella". 

Otro  rasgo  acabará  de  pintar  á  Monteverde.  El  3  de  diciembre 
{1812)  se  publicó  en  Caracas  la  nueva  constitución  de  la  monarquía 
española,  y  al  día  siguiente  se  convocó  una  junta  de  dieciocho  vo- 
cales para  resolver  lo  conveniente  á  la  tranquilidad  pública.  Esta 
junta  se  apresuró  á  formar  listas  de  las  personas  "peligrosas  á  la 
seguridad  pública  y  sospechosas  de  infidencia  á  la  causa  común '\ 
entre  ellas  (dice  una  de  las  listas)  las  que  "  obraron  activamente  en 

1 .  CtrU  de  Paúl  á  los  hijos  de  Casas,  reproducida  yor  Larrmz&bal,  1. 1,  p.  136. 


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—    197    — 

el  criminal  atenta(}o  del  19  de  abril  de  1810  (!),  según  los  sucesos 
de  aquel  día  y  noticias  divulgadas  posteriormente".  En  conse- 
cuencia, más  de  1500  personas  (confiésalo  el  historiador  realista 
Urquinaona)  fueron  reducidas  á  prisión.  Y  en  3  de  enero  de  1813, 
Monteverde  escribe  al  Gobierno  español,  que  Venezuela  no  debe 
"por  ahora  participar  del  beneficio  de  la  constitución,  hasta  dar 
pruebas  de  haber  detestado  su  maldad,  y  bajo  este  concepto  debe 
ser  tratada  por  la  ley  de  la  conquista".  Con  lo  que  ya  se  anuncian 
los  años  sombríos  de  la  guerra  á  muerte. 

Cuando  termina  el  de  1812,  cautivo  Miranda,  ausente  Bolívar, 
expulsos,  confinados  ó  reducidos  á  la  impotencia  los  fundadores  de 
la  patria,  Venezuela  vuelve  al  régimen  colonial,  más  desdichada 
ahora  bajo  el  mando  insensato  de  Monteverde  que  en  1810  bajo  el 
gobierno  de  Emparán,  afligida  por  dos  años  de  hondas  turbaciones, 
diezmada  en  su  comercio,  en  su  riqueza  material  y  en  sus  hombres. 


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Capítulo  VI. 

La  juventud   de   Bolívar. 

(1783—1812) 

Sumario.  Progenie  de  Bolívar  —  Su  nacimiento  —  Su  infancia  — 
Su  tutor  y  maestro  Simón  Rodríguez  —  Carácter  de  Rodrí^ez  — 
Su  influencia  sobre  Bolívar  —  Su  vida  y  sus  teorías  filosóficas  — 
Bolívar  en  Madrid  —  Su  matrimonio  —  Regresa  á  Venezuela  — 
Muerte  de  su  esposa  —  Vuelve  á  Europa  —  Sus  viajes,  estudios, 
placeres  juveniles  —  Inclinaciones  intelectuales,  lecturas  predilectas, 
estilo  —  Vuelve  á  Caracas  —  Conspira  contra  las  autoridades 
españolas  —  Misión  diplomática  á  Londres  —  Regresa  á  tomar 
parte  en  la  guerra  —  Desastre  de  1812  —  Su  memoria  de  Carta- 
gena de  Indias  —  Crítica  del  primer  Gobierno  independiente  — 
Ideas  políticas  y  proyectos  militares. 

De  1813  á  1830,  Bolívar  es  el  jefe  más  prestigioso  de  la  re- 
volución. Su  genio  militar  domina  en  las  campañas  de  la  Indepen- 
dencia, y  su  genio  político  inspira  á  los  congresos  que  reconstituyen 
la  República.  Digamos  aquí  su  origen,  cómo  vivió  en  su  juventud, 
y  qué  pensaba  y  proyectaba  á  raíz  del  desastre  de  1812. 

Desde  el  último  tercio  del  siglio  XVI  la  familia  Bolívar  ocu- 
paba la  más  alta  situación  social,  así  por  los  importantes  servicios 
que  prestaba  á  la  Colonia  como  por  sus  tradiciones  nobiliarias  y 
sus  grandes  riquezas.  En  1588  llegó  á  Caracas  un  D.  Simón  de 
Bolívar,  vizcaíno  de  abolengo  ilustre,  según  las  viejas  crónicas 
de    las   provincias   vascongadas^.     En    1590   pasó   á   la   corte  de 


1.  £1  espaflol  Antonio  de  Trueba,  apoyándose  en  historiadores  locales,  escribe: 
^*£1  apellido  Bolibar,  que  es  clásicamente  éuscaro,  equivale  á  *  pradera  del  mo- 
lino *  —  £1  escudo  de  armas  de  la  primitiva  casa,  llamada  Bolfbarjáurregoi,  tenía  una 
piedra  de  molino  en  campo  de  plata  ...  £1  de  la  moderna,  siglo  X,  era  'una  laja 
azul  y  con  panelas  en  campo  verde  *  . .  .  La  puebla  de  Bolíbar  forma  parte  de  la 
ante-iglesia  de  Cenamiza,  una  de  las  ciento  veinticinco  repúblicas  que  constituyen  el 
sefiorio  de  Vizcaya;  dista  de  Bilbao  siete  leguas^  y  su  caserío»  habitado  por  unas 
seiscientas  personas,  está  disperso  á  orillas  del  riachuelo  que  baja  de  Oiz  y  en  los 
declives    y    planicies    de  los    collados    de  la  izquierda  .  .  .     Individuos  de  la  casa  de 


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—    199    — 

Felipe  n  como  procurador  de  la  Colonia  y  obtuvo  para  ésta  con- 
siderables concesiones^.  Su  hijo,  llamado  también  Simón,  se  hizo 
sacerdote  después  de  viudo,  fué  comisario  del  Santo  Oficio  en  Va- 
lencia y  visitador  del  obispado.  En  la  tercera  y  cuarta  generaciones 
figuran  D.  Antonio  y  D.  Luis,  alcaldes  de  Caracas.  En  la  quinta, 
D.  Juan  de  Bolívar  y  Villegas,  poblador  de  la  villa  de  San  Luis  del 
Cura  (1718)  y  justicia  mayor  de  los  valles  de  Aragua.  Su  hijo  D. 
Juan.  Vicente  le  sucedió  en  sus  cargos  y  llegó  á  coronel  de  milicias. 
Casado  con  D»  María  de  la  Concepción  Palacio  y  Blanco,  tuvo 
cuatro  hijos:  Simón,  que  nació  en  Caracas  el  24  de  julio  de  1783, 
Juan  Vicente,  Juana  y  María  Antonia.  La  hacienda  de  esta  familia 
la  formaban  las  minas  de  cobre  de  Aroa  y  ricas  propiedades  en  los 
valles  de  Aragua  y  del  Tuy.  Además,  el  día  del  bautizo  de  Simón, 
su  pariente  D.  Juan  Félix  Jerez  y  Aristeguieta,  le  regaló  otra  finca 
cuya  renta  anual  alcanzaba  á  20,000  pesos. 

Bolívar  perdió  á  su  padre  á  los  tres  años,  y  como  la  Audien- 
cia le  nombrase  tutor  al  célebre  jurisconsulto  caraqueño  D.  Miguel 
José  Sanz,  bajo  la  dirección  de  éste  lo  puso  en  seguida  su  madre. 
Poco  ó  nada  influyó  Sanz  en  la  educación  de  su  pupilo:  harto  ocu- 
pado en  sus  tareas  profesionales,  lo  restituyó  en  breve  á  la  casa 
materna.  Era  el  muchacho  travieso,  desobediente,  voluble,  burlón 
y  poco  amigo  de  libros.  A  duras  penas  aprendió  primeras  letras 
con  Simón  Rodríguez,  rudimentos  de  latín  con  Guillermo  Pelgrón, 
nociones  de  ciencias  físicas  con  Andrés  Bello,  y  algo  de  humani- 
dades con  los  Padres  Negrete  y  Andújar.  Entr^  sus  preceptores 
prefería  á  Rodríguez,  quien,  con  el  carácter  de  tutor  y  maestro,  le 
acompañó  en  Caracas  hasta  la  edad  de  catorce  años,  y  más  tarde 
en  sus  viajes  por  Europa.  Este  hombre  original,  que  en  plena 
Colonia  convirtió  su  escuela  en  propaganda  de  ideas  republicanas 
y  aun  socialistas,  vivía  en  contradicción  con  los  gobernantes  de  la 
época  y  en  pendencias  con  su  propria  familia,  decidiéndose  al  fin 
-á  abandonar  el  apellido  de  su  padre,  que  era  Carreño,  para  no 
-parecerse  en  nada  á  un  su  hermano  con  quien  no  pudo  nunca 
entenderse,  y  usando  desde  entonces  el  de  su  madre.  Rodríguez,  ó 
á  ocasiones  el  de  Róbinson.  Complicado  en  la  revolución  republi- 
cana de  Gual  y  España,   y  temiendo  ser   descubierto,   se  marchó  á 

Bolíbar  han  figurado  con  frecuencia  y  desde  tiempo  muy  antiguo. en  el  gobierno  de 
Vizcaya,  y  si  la  memoria  no  me  es  inñel,  el  primero  que  pasó  ¿  América,  antes  de 
alejarse  de  la  patria  había  sido  honrado  con  el  sufragio  de  ésta  para  formar  parte 
del  gobierno  universal  de  la  misma**.  Estudio  publicado  en  La  Ilustración  Es- 
pañola y  Americana,  1876,  y  reproducido  por  Aristides  Rojas  en  sus  Orígenes 
Venezolanos,  vol.  I,  p.  127  y  siguientes. 
1.  Véase  el  libro  1«   cap.  V. 


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—    200    — 

Europa  en  1797,  donde  vivió  dedicado  á  trabajos  científicos,  sobre 
todo  de  química.  Viajaba  de  continuo.  ^^Yo  no  quiero,  decía, 
parecerme  á  los  árboles,  que  echan  raíces  en  un  lugar,  sino  al 
viento,  al  agua,  al  sol  y  á  todas  esas  cosas  que  marchan  sin  cesar". 
Bolívar  le  quiso  desde  luego  como  á  segundo  padre.  En  una  de 
sus  cartas  dice  que  era  el  hombre  ^^más  sabio,  más  virtuoso,  más 
extraordinario".  "El  ha  sido  —  añade  —  el  compañero  de  mi  in- 
fancia, el  confidente  de  todos  mis  goces  y  penas,  el  mentor  cuyos 
consejos  y  consuelos  han  tenido  para  mí  tanto  imperio  . .  •  Con  qué 
encanto  persuasivo  habla  este  hombre:  aunque  diga  los  sofismas 
más  absurdos,  cree  uno  que  tiene  razón . . .  Este  hombre  capri- 
choso, sin  orden  en  sus  propios  negocios,  que  se  enredaba  con  todo 
el  mundo,  sin  pagar  á  nadie,  hallándose  muchas  veces  reducido  á 
carecer  de  las  cosas  más  necesarias,  ha  cuidado  la  fortuna  que  mi 
padre  me  dejara,  con  tan  buen  resultado  como  integridad,  pues  la 
ha  aumentado  en  un  tercio.  Sólo  ha  gastado  en  mi  persona  ocho 
mil  francos  durante  los  ocho  años  que  he  estado  bajo  su  tutela. 
Ciertamente  él  ha  debido  cuidarla  mucho.  A  decir  verdad,  la  ma- 
nera como  me  hacía  viajar  era  muy  económica.  El  no  ha  pagado 
más  deudas  que  las  que  contraje  con  mis  sastres;  pues  la  relativa 
á  mi  instrucción  era  muy  pequeña,  porque  él  era  mi  maestro  uni- 
versal . . .  Sólo  amaba  las  ciencias.  En  Viena  lo  hallé  (1 803)  ocu- 
pado en  un  gabinete  de  física  y  química,  que  tenía  un  señor  alemán, 
y  en  el  cual  debía  él  demostrar  públicamente  estas  ciencias  . . ." 

Instrucción  propiamente  científica  no  recibió  nunca  Bolívar,  á 
pesar  de  los  esfuerzos  de  Rodríguez.  Contentóse  con  una  ilustra- 
ción general,  en  la  que  predominaba  la  lectura  de  poetas,  historia- 
dores y  filósofos.  Pero  en  esto  mismo  la  influencia  de  su  maestro 
fué  profunda  y  acertada.  Además  de  los  clásicos  griegos  y  latínos, 
explicados  en  francés,  le  familiarizó  con  las  obras  de  Spinoza, 
Hobbes,  Holbach,  Montesquieu,  Rousseau  y  los  enciclopedistas,  en 
las  que  principalm«ite  bebió  el  futuro  Libertador  sus  teorías  reli- 
giosas, filosóficas  y  políticas;  y  acaso  por  la  misma  influencia  des- 
deñó casi  siempre  á  los  clásicos  de  su  propia  lengua.  Cuando 
mencionemos  su  crítica  del  poema  de  Olmedo  se  verá  cómo  evi- 
taba citar  autoridades  españolas.  En  1806,  Bolívar  deja  á  su  maestro 
en  París  y  regresa  á  Caracas.  Rodríguez  permanece  en  Europa 
durante  los  diecisiete  años  siguientes^.  En  1823  llega  á  Bogotá, 
atraído  por  la  fama,  universal  entonces,  de  su  antiguo  discípulo,  y 


1.    Como  su  vida  apenas  se  mezcla   con  la  carrera  politica  de  Bolívar,  y  no 
habrá  después  ocasión  de  citarlo,  apuntamos  desde  luego  sus  relaciones  intelectuales. 


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en  sabiéndolo  éste  le  escribe  entusiasmado  desde  Pativilca:  ^^Ohmi 
maestro!  Oh  mi  amigo!  Oh  mi  Róbinson!  Usted  en  Colombia,  usted 
en  Bogotá,  y  nada  me  ha  dicho,  nada  me  ha  escrito!  Sin  duda, 
es  usted  el  hombre  más  .  • .  extraordinario  del  mundo.  Podría 
usted  merecer  otros  epítetos;  pero  no  quiero  darlos  por  no  ser 
descortés  al  saludar  á  un  huésped  que  viene  del  Viejo  Mundo  á 
visitar  el  Nuevo.  Sí,  á  visitar  su  Patria,  que  ya  no  conoce  . . .  que 
tenía  olvidada,  no  en  su  corazón,  sino  en  su  memoria.  Nadie  más 
que  yo  sabe  lo  que  usted  quiere  á  nuestra  adorada  Colombia.  ¿Se 
acuerda  usted  cuando  fuimos  al  Monte  Sacro,  en  Roma,  á  jurar 
sobre  aquella  tierra*  santa  la  libertad  de  la  Patria? . . .  Usted, 
maestro  mío,  cuánto  debe  haberme  contemplado  de  cerca,  aunque 
colocado  á  tan  remota  distancia!  Con  qué  avidez  habrá  usted  se- 
guido mis  pasos,  dirigidos  muy  anticipadamente  por  usted  mismo! 
Usted  formó  mi  corazón  para  la  libertad,  para  la  justicia,  para  lo 
grande,  para  lo  hermoso.  Yo  he  seguido  el  sendero  que  usted  me 
señaló!  Usted  fué  mi  piloto,  aunque  sentado  sobre  una  de  las 
playas  de  Europa.  No  puede  usted  figurarse  cuan  hondamente  se 
han  grabado  en  mi  corazón  las  lecciones  que  usted  me  ha  dado: 
no  be  podido  jamás  borrar  siquiera  una  coma  de  las  grandes  sen- 
tencias que  usted  me  ha  regalado:  siempre  presentes  á  mis  ojos  in- 
telectuales, las  he  seguido  como  guías  infalibles  . . . ."  Y  con  igual 
lirismo  afectuoso  le  escribía  el  maestro  (en  1827):  "En  usted  tengo 
un  amigo  físico,  porque  ambos  somos  inquietos,  activos  é  infati- 
gables; mental,  porque  nos  gobiernan  las  mismas  ideas;  moral, 
porque  nuestros  humores,  sentidos  é  ideas  dirigen  nuestras  acciones 
al  mismo  f in . . .  Que  usted  haya  abrazado  una  profesión  y  yo 
otra,  hace  una  diferencia  de  ejercicio,  no  de  obra  ....''  Da  á  en- 
tender con  esto  el  sabio,  que  ambos  trabajaban  en  la  misma  obra 
de  regeneración  humana;  el  filósofo  y  educacionista,  creando,  según 
decía,  "gente  nueva  para  hacer  jrepúblicas ",  y  su  amigo  fundando 
naciones  y  dirigiéndolas  con  su  genio.  Bien  que  Bolívar  no  mos- 
trase en  lo  sucesivo  gran  confianza  en  las  teorías  pedagógicas  de 
su  maestro,  coincidieron  siempre  sus  entendimientos  en  la  necesidad 
de  aplicar  á  los  nuevos  Estados  americanos  un  sistema  de  gobierno 
diferente  de  los  europeos;  sistema  que  Rodríguez  resumía  en  un 
ideal,  á  la  verdad  confuso,  de  Estados  que  (escribía)  "  ni  pueden  ser 
monárquicos,  como  lo  eran,  ni  republicanos,  como  se  pretende  que 
lo  sean",  y  sistema  que  Bolívar  quiso  practicar  con  la  imposición 
de  un  régimen  mezclado  de  autocracia  y  democracia,  ó  más  bien 
una  especie  de  tutela  legal  conferida  al  hombre  más  eminente  de 
la  patria.    Ambos  espíritus  se   encontraban  así  en  los  espacios  in- 


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finitos  de  la  hipótesis,   cuando   echaban  á  volar  por  ellos  la  imagi- 
nación.   Con  todo,  si  coincidían  en  el  fin,  se  apartaban  en  los  me- 
dios.   Gustaba  el  uno,   el  sabio,   de   engolfarse  en  la  especulación 
científica,  para  formar  teorías  y  generalizarlas,  en  tanto  que  el  otro 
prefería  bajar  en  seguida  á  la  contienda  diaria,  para  buscar  en  ella 
puntos  de  apoyo  á  su  ambición  de   gloria  y  de  poder;   y  mientras 
aquél  se  contentaba  con  la  obra  lenta  y  tardía  del  pedagogo,  corría 
el  otro  con  la  actividad  relampagueante   del  guerrero,   del  tribuno, 
del  dictador.    Predominaba  en  el  maestro  la  inteligencia:  la  volun- 
tad era   soberana   en  el   discípulo.    Y  ello   explica,    en  suma,   que 
estos  dos   cerebros,   extraordinario   cada   cual,   no  pudiesen  encon- 
trarse en  el  mismo   ambiente  sino  en   ocasiones   lejanas;   en  la  in- 
fancia del  uno,  cuando  el  héroe,  todavía  ignorante  de  su  genio,  se 
apoyó  en  el  amor  y   consejos  del   sabio,   y   cuando  éste,   ya  viejo, 
quiso  realizar  en   la  patria   creada   por   el   héroe  el  más  hermoso 
sueño   de   su   espíritu  ...    No   pasó   de  sueño.    Aunque  Bolívar  le 
recibió  en  el  Perú  con  cariñoso  agasajo  y  le  auxilió  para  que  fuese 
á  implantar  en  Bolivia  su  sistema  de  educación,  no  pudo  Rodríguez 
ponerse  de  acuerdo  con  las    autoridades    de   aquella  República,  ni 
aun  con  el  mismo  mariscal  Sucre,  que  era  Presidente.    En  realidad, 
nadie  le  comprendía.    Sus  originalidades  se  achacaban  á  locura;  sus 
palabras  eran  absurdos   heréticos;   su   plan   de   escuelas,   ideal  de 
filósofo  extraviado.    Sucre  escribía  á  Bolívar   (1826):    "Don  Simón 
era  ya  un  imposible  en  Chuquisaca,   y  la  escuela  fué    cerrada .... 
Considero  á  D.  Simón  un  hombre  muy  instruido,  benéfico  cual  nadie, 
desinteresado   hasta  lo  sumo  y  bueno  por   carácter  y  por   sistema; 
pero  le  considero  también   como  una   cabeza   alborotada  con  ideas 
extravagantes,   y  con   incapacidad  para  desempeñar  el   puesto  que 
tiene,  bajo  el  plan  que  él  dice  y  que  yo  no  sé  cuál  es;  porque  di- 
ferentes veces  le  he  pedido  que  me  traiga  por  escrito  el  sistema  que 
él  quiere  adoptar,  para  que  me  sirva  de  regla,  y  en  ocho  meses  no 
me  lo  ha  podido  presentar.    Sólo    en  sus    conversaciones  dice  hoy 
una  cosa  y  mañana  otra".     En  cambio.    Rodríguez  se  quejaba,  con 
razón,    de  que  se   contrariaban  sus  planes  ó  no  los  entendían.    En 
carta  á  Bolívar  (1827)  decía:   "Dos  ensayos   llevo  hechos  en  Amé- 
rica, y  nadie  ha  traslucido  el  espíritu  de  mi  plan.    En  Bogotá  hice 
algo  y  apenas  me  entendieron;   en  Chuquisaca   hice  más  y  me  en- 
tendieron menos.  Al  verme  recoger  niños  pobres,  unos  piensan  que 
mi   intención  es   hacerme   llevar  al  cielo  por  los    huérfanos ....  y 
otros,    que  conspiro  á  desmoralizarlos  para  que   me   acompañen  al 
infierno.    Sólo  usted  sabe,    porque  lo  ve  como  yo,   que  para  hacer 
repúblicas  es  menester  gente  nueva,  y  que  de  la  que  se  llama  de- 


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—    203    — 

cente  lo  que  más  se  puede  conseguir  es  que  no  ofenda  • . .  Vién- 
dome comprometido  con  usted,  conmigo  mismo  y  con  Bolivia  en  la 
obra  que  usted  me  confió  •  •  •  procedL  Mis  conocimientos  se  des- 
cubrieron en  las  primeras  providencias  que  tomé;  mi  actividad  hizo 
aparecer,  en  el  corto  espacio  de  cuatro  meses,  el  bosquejo  de  im 
plan  ejecutado  ya  en  sus  primeros  trazos,  y  mi  prudencia  venció 
las  dificultades  que  oponían,  por  una  parte  las  gentes  con  quienes 
obraba,  y  por  otra  las  que  por  sostener  sus  opiniones  ó  por  ejer- 
citar su  malignidad,  se  empleaban  en  desanimar,  desaprobar,  ridi- 
culizar, etc.  Llegó  el  atrevimiento  de  un  clérigo  á  términos  de  in- 
sultarme groseramente  en  su  casa.  Todo  lo  soporté;  pero  no  pude 
sufrir  la  desaprobación  del  Gobierno  y  mucho  menos  el  que  me 
reprendiese  en  público ....  (Sucre)  me  ha  tratado  de  caprichoso. 
Debo  perdonárselo,  porque  no  sabe  ó  no  quiere  distinguir  de  sen- 
timientos ni  de  acciones:  caprichoso  es  el  necio;  firme  es  el  hombre 
sensato:  el  capricho  se  sostiene  con  la  terquedad;  la  firmeza  es 
propia  de  la  razón  •..i^\  Bolívar  había  regresado  á  Colombia, 
donde  su  vida  fué  ya  im  via  crucis:  la  rebelión  de  Venezuela,  la 
discordia  de  la  Convención  de  Ocaña,  la  noche  trágica  del  25  de 
setiembre,  la  guerra  con  el  Perú,  la  sublevación  de  Córdoba,  por 
último  la  caída  y  la  agonía.  Rodríguez,  abandonado  y  desvalido  en 
Bolivia,  pasa  á  Lima,  después  á  Valparaíso,  donde  no  halla  más 
empleo  que  el  de  fabricante  de  velas,  y  va  á  morir  en  Huaymas 
(Perú)  por  los  años  de  1854.  Pobre  filósofo,  á  quien  un  solo  hombre 
en  América,  el  Libertador,  supo  comprender  y  amar!  "Sólo  Bolí- 
var —  escribía  él  —  puede  dar  á  mis  ideas  su  verdadero  valor,  y 
hacer  á  mis  pretensiones  la  justicia  que  merecen ''2. 

Volvamos  á  la  juventud  de  Bolívar.  A  los  quince  años  de 
edad,  en  1798,  recibe  del  rey  el  grado  de  subteniente  del  batallón 
de  milicias  de  blancos  de  los  Valles  de  Aragua,  del  que  fuera 
coronel   su  padre,   y  donde  sirvió  unos  seis  meses.    En   enero   del 

1.  Véanse  ésta  y  otra  carta  de  Rodríguez  en  las  Leyendas  históricas  de 
Venezuela  por  Arístides  Rojas,  2^  serie,  p.  285  y  siguientes.  Rojas  reproduce 
buena  parte  de  la  Vida  de  Simón  Rodríguez  por  Miguel  Luis  Amunáteguí. 

2.  Algunas  anécdotas  que  refieren  sus  biógrafos,  v.  gr,  la  de  un  banquete  que 
ofreciera  al  mariscal  Sucre  y  en  el  cual  se  dice  que  figuraban  orinales,  aunque 
nuevos,  en  lugar  de  vajilla,  son  sin  duda  chistes  de  corrillo,  inventados  en  Chuqui- 
■tca  para  ridiculizarle.  De  sus  manuscritos,  probablemente  perdidos  para  siempre, 
reproducen  sólo  el  siguiente  plan  de  una  obra:  "Sociedades  americanas  en 
4828.  Cómo  serán  y  cómo  podrían  ser  en  los  siglos  venideros.  —  Epígrafe  — 
En  esto  han  de  pensar  los  americanos,  no  en  pelear  unos  con  otros.  —  Tema. 
Las  sociedades  han  llegado  á  su  pubertad :  ni  pueden  ser  monárquicas  como  lo  eran, 
ni  republicanas  como  se  pretende  que  lo  sean.  Dedúcese  que  deben  gobernarse  sin 
Reyes  y  sin  Congresos;  ad virtiendo  que  .  .  .  Monarquía  republicana  (pensaba  tal  vez 
en  la  inglesa)    ó  República    monárquica    (recordaba    quizá   los  proyectos  constitucio- 


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año  siguiente,  su  madre  le  envía  á  seguir  estudios  en  Madrid,  ha- 
ciendo el  viaje  por  vuelta  de  México  y  llegando  á  España  por  el 
mes  de  mayo.  En  la  corte  encontró  á  su  tío  materno  D.  Esteban 
Palacio,  y  á  los  caraqueños  el  futuro  general  Mariano  Montilla, 
Manuel  Mallo,  un  coronel  Freites,  Luis  de  Eraso  y  Esteban  Escobar, 
los  dos  últimos  estudiantes.  Además,  varios  amigos  de  su  familia, 
entre  ellos  el  marqués  de  Ustáriz,  que  le  sirvió  provisionalmente 
de  curador,  y  D.  Bernardo  Rodríguez,  hermano  del  marqués  del 
Toro.  A  poco  se  apasionó  por  una  hija  de  D.  Bernardo,  María  Teresa; 
pero  siendo  ambos  demasiado  jóvenes,  convínose  en  retardar  el 
matrimonio  por  unos  años. 

Singular  atractivo  tuvo  para  Bolívar  su  primera  permanencia 
en  la  corte  de  Carlos  IV.  Rico,  en  la  flor  de  su  edad,  dotado  de 
viva  inteligencia  y  aficionado  á  placeres  mundanos,  pasaba  feliz  el 
tiempo,  cuando  de  pronto  se  interpuso  un  incidente  inesperado.  Su 
amigo  y  paisano  D.  Manuel  Mallo  estaba  entonces  en  el  apogeo  de 
su  fortuna,  pues  era  nada  menos  que  amante  de  la  reina  María 
Luisa,  gracia  que  compartía  con  el  futuro  principe  de  la  Paz, 
D.  Manuel  Godoy.  Por  de  contado,  la  casa  de  Mallo  era  lugar  de 
cita  para  los  americanos,  y  como  fuese  Bolívar  uno  de  los  visitantes 
más  asiduos,  llegó  á  ser  confidente  de  los  amores  de  aquél  con  la 
reina,  y  en  ocasiones  les  acompañaba  á  cenar.  Sucedió  que,  celosa 
la  soberana  de  otras  intrigas  de  su  favorito,  y  creyendo  que  el 
joven  caraqueño  intervenía  en  ellas  guardando  ó  llevando  cartas 
confidenciales,  dio  orden  de  que  le  registrasen  con  el  pretexto  de 
infracción  de  cierta  ordenanza  que  prohibía  llevar  diamantes  en  el 
vestido  sin  permiso  especial.  Se  intentó  cumplir  la  orden  un  día 
en  que  el  mancebo  paseaba  por  la  puerta  de  Toledo,  mas  desen- 
vainó él  la  espada,  amenazando  atravesar  al  primero  que  se  le 
acercase.  Afortimadamente  y  gracias  á  que  se  interpusieron  otras 
personas,  el  incidente  no  pasó  á  mayores  allí  mismo.  Sin  embargo, 
vióse  Bolívar  obligado  á  alejarse  de  la  corte  por  unos  meses  (otoño 
de  1801),  los  que  aprovechó  para  hacer  viaje  á  Bilbao,  donde  se 
hallaba  temporalmente   su  novia,  y  de  allí  á  París  ^.    A  su  regreso 

nales  de  Bolívar),  no  es  la  resultante  que  se  pretende  determinar:  no  es  tampoco  d 
gobierno  democrático  de  algunos  pueblos  de  la  antigüedad.  —  División  de  Is 
obra.  1*  parte.  £1  suelo  y  sus  habitantes  —  Estado  económico,  moral,  civil  y 
político  —  Necesidad  de  una  reforma.  —  2  *  parte.  Medios  de  reforma  que  se  bto 
tentado  hasta  aquí  —  Su 'insuficiencia.  —  3»  parte.  Nuevo  plan  de  reforma.  — 
4  A  parte.  Medios  que  se  deben  emplear  en  la  reforma  —  Métodos  y  modos  de  pro- 
ceder en  los  métodos*'. 

1 .  A  su  tío  D.  Esteban  se  le  complicó  también  en  las  aventuras  de  Mallo  y  se  le 
redujo  á  prisión  durante  varios  meses,  al  cabo  de  los  cuales  se  restituyó  á  Venezuela.  No 
es  cierto  que  muriese  entonces  en  Madrid.     Por  los  afios  de  1830  vivía  en  Cartcts. 


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á  la  corte,  en  mayo  de  1802,  contrajo  en  seguida  matrimonio,  previo 
el  permiso  real  que  entonces  se  exigía*.  Días  después  partió  para 
Venezuela  con  su  esposa,  determinado  á  dedicarse  á  trabajos  agrí- 
colas en  su  hacienda  de  San  Mateo.  Un  motivo  especial  le  obli- 
gaba á  ello;  y  era  que,  el  mayocazgo,  ya  mencionado,  que  le  vin- 
culara su  pariente  D.  Félix  Aristeiguieta,  tenía  la  condición  de  re- 
sidenciarse en  la  patria^.  A  los  diez  meses  murió  de  fiebre  doña 
Teresa. 

¿Hubiera  podido  Bolívar,  dado  su  carácter  inquieto  y  su  con- 
génita  afición  á  la  avenara,  resignarse  á  la  apacible  existencia  del 
agricultor,  perdido  en  oscuro  rincón  de  una  colonia?  En  1828  decía 
en  Bucaramanga  á  sus  amigos:  ^^Si  no  hubiera  enviudado,  quizás 
mi  vida  habría  sido  otra:  no  sería  el  general  Bolívar  ni  el  Liber- 
tador; aunque  convengo  en  que  mi  genio  no  era  para  ser  alcalde 
de  San  Mateo  . . .  Sin  la  muerte  de  mi  mujer  no  habría  hecho  mi 
segundo  viaje  á  Europa,  y  es  de  creer  que  en  Caracas  ó  San  Mateo 
DO  me  habrían  nacido  las  ideas  que  me  ocurrieron  en  mis  viajes, 
porque  en  América  no  hubiera  adquirido  aquella  experiencia  ni 
hecho  aquel  estudio  del  mundo,  de  los  hombres  y  de  las  cosas,  que 
tanto  me  ha  servido  en  todo  el  curso  de  mi  carrera  política'".  Im- 
pulsivo en  todas  sus  determinaciones,  Bolívar  no  se  detenía  á  re- 
flexionar largamente,  ni  se  paraba  medroso  ante  los  caminos  diver- 
gentes de  la  vida.  El  signo  característico  de  su  voluntad  fué  en 
toda  ocasión  la  rapidez.  Pensar,  decidirse  y  obrar,  era  para  él  todo 
uno.  No  consideró  jamás  la  existencia  sino  desde  el  punto  de  vista 
de  la  acción.  A  la  suya  cuadra  justamente  la  fórmula  de  Leibnitz, 
repetida  por  Cecilio  Acosta:  la  vida  es  obra.  La  muerte  de  su 
joven  compañera  (dulce  y  melancólica  figura  que  la  historia  deja 
en  indecisa  penumbra),  lo  arroja  al  punto  en  un  verdadero  torbe- 
llino: viajes  que  duran  tres  años;  al  principio  la  nostalgia  del  primer 
amor,  nostalgia  que  á  veces  se  convierte  en  desesperación;  pro- 
yectos confusos;   nuevas  pas^pnes,   que  se  suceden  violentas   y  efí- 

1.  Este  documento  dice  así:  '^£1  rey  se  ha  servido  conceder  á  don  Simón 
de  Bolívar  y  Palacio,  subteniente  del  batallón  de  milicias  disciplinadas  de  Valles  de 
Aragua,  en  la  provincia  de  Venezuela,  actualmente  residente  en  Madrid,  el  permiso 
que  ha  solicitado  para  contraer  matrimonio  con  dofia  María  Teresa  Rodríguez  del 
Toro,  precedidos  los  requisitos  prevenidos  del  consentimiento  paterno  y  demás  reales 
disposiciones''.     Cita  de  O'Leary,  Memorias,  t.  I,  p.  13. 

2.  Bolívar  escribía  á  tmo  de  sus  tíos,  coo  fecha  de  setiembre  de  1800:  "No 
ignora  usted  que  poseo  un  mayorazgo  bastante  cuantioso,  con  la  precisa  condición 
de  que  he  de  estar  establecido  en  Caracas,  y  que  á  falta  mía  pase  i  mis  hijos,  y 
de  no,  á  la  casa  de  Aristeiguieta  ....'*  Cita  de  Larrazébal,  Vida  de.  Bolívar, 
1. 1,  p.  9. 

3.  Lacroix,  Diario  de  Bucaramanga. 


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meras;  al  fin,  el  alto  ideal  que  se  apodera  de  su  espíritu,  arrastrán- 
dole á  la  lucha  por  la  libertad  de  su  patria. 

A  fines  de  1803  pasa  por  Madrid  con  dirección  á  París,  y  de 
aquí  sigue  á  Viena  á  reunirse  con  su  maestro  Rodríguez.  Era  aún 
tal  la  impresión  dolorosa  con  que  acariciaba  el  recuerdo  de  su 
mujer,  que  llegó  hasta  desear  sinceramente  la  muerte.  Para  reani- 
marle, Rodríguez  apeló  á  un  medio  que  él  creía  supremo:  revelarle 
el  monto  de  su  fortuna,  que  no  era  menor  de  cuatro  millones  de 
pesos,  excitándole  á  gastar  á  su  arbitrio  su  cuantiosa  rentad  Durante 
tres  años,  divide  el  tiempo  entre  las  lecciones  de  su  maestro  y  todo 
género  de  placeres  mundanos.  En  Londres,  París,  Madrid,  Lisboa, 
gasta  cincuentar  mil  francos  por  mes,  hasta  que  Rodríguez,  alarmado 
de  su  ya  quebrantada  salud,  lo  lleva  á  viajar  por  Italia,  obligándole 
á  veces  á  andar  á  pie^.  Fué  empeño  constante  de  su  maestro  des- 
pertarle el  instinto  de  ambición  y  gloria,  ó  en  la  actividad  cientí- 
fica, á  la  que  sin  embargo  no  se  mostraba  propenso  el  discípulo,  ó 
en  la  empresa  de  guerrear  en  América  por  la  libertad.  Hallándose 
en  Roma,  y  conociendo  su  imaginación  inflamable,  le  hizo  jurar  un 
día  sobre  el  Aventino,  que  se  consagraría  á  promover  la  indepen- 
dencia de  su  patria.  Iguales  ideas  acababan  de  insinuarle  en  París 
Humboldt  y  Bonpland,  que  volvían  de  América  convencidos  de  la 
próxima  sublevación  de  las  colonias  españolas;  y  aun  cuéntase  que, 
entusiasmado  Bolívar  con  lo  que  le  decía  Bonpland,  le  ofreció  parte 
de  su  renta  á  condición  de  ir  á  establecerse  en  Caracas. 

Grande  influencia  ejerció  por  estos  años  en  la  formación  de 
su  criterio  el  espíritu  francés;  mas  no  el  del  Imperio  —  por 
el  cual  tuvo  tal  aversión  que,  encontrándose  en  París  el  día  de 
la  coronación  de  Napoleón -é  invitado  por  el  embajador  de  España 
á  figurar  en  su  séquito,  buscó  un  pretexto  para  excusarse  —  sino 
antes  bien  el  espíritu  revolucionario  de  los  filósofos.  De  Montes- 
quieu  tomó  Bolívar  algunas  de  las  teorías  que  formuló  después 
en  sus  proyectos  de  constitución,  aun^e  combinándolas  con  su  es- 
tudio personal  del  régimen  inglés;  y  de  las  obras  de  Rousseau 
imitó   sobre   todo   ciertas  peculiaridades   de   estilo*.    En  el  estilo 


1.  Faltaban  todavía  unos  meses  para  que  Bolívar  cumpliese  la  edad  de  21  afios; 
y  aunque  es  claro  que  se  sabía  rico,  no  se  había  preocupado  nunca  con  la  suma  de 
su  patrimonio. 

2.  A  pie  recorrieron  el  largo  camino  de  Lyon  á  Milán. 

3.  Por  curiosa  coincidencia,  dada  la  profunda  antipatía  con  que  hablaba  de 
Napoleón,  el  ejemplar  del  Contrato  Social  que  leía  Bolívar  en  sus  últimos  afios 
perteneció  á  la  biblioteca  del  emperador,  habiendo  pasado  á  América  por  regalo  qo^ 
de  él  hizo  al  Libertador  el  general  inglés  Roberto  Wilson,  padre  de  uno  de  sus 
edecanes. 


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—    207    — 

de  Bolívar,  á  menudo  pintoresco  y  musical,  nótase  ya  la  tendencia 
á  dramatizarlo  todo,  junto  con  la  propensión  á  la  misantropía. 
Además,  su  lenguaje  estuvo  estonces  y  siempre  plagado  de  galicis* 
mos,  á  tal  punto  que  leyéndolo  ocurre  pensar  que  frecuentemente 
concebía  en  francés  para  escribir  en  castellano.  Por  otra  parte,  no 
es  de  extrañar  que  cuidase  poco  de  la  forma  literaria;  pues  ni  su 
maestro  Rodríguez  le  animaba  al  cultivo  de  las  bellas  letras,  las 
cuales  eran  para  él  cosa  secundaría  cgn  relación  á  la  actividad 
científica,  ni  el  carácter  impaciente,  arrebatado,  del  discípulo,  se 
plegaba  al  trabajo  de  encerrar  en  frases  académicas  sus  volcánicos 
pensamientos  ^  Lo  que  más  le  atraía  era  la  oratoria,  por  ser  tam* 
bien  la  tribuna  un  campo  de  acción.  Ora  hablase  6  ya  escribiese, 
fué  siempre  orador  por  inslÉito.  Recuérdese  la  influencia  decisiva 
que  tuvo  en  la  declaratoria  de  Independencia  su  discurso  pronun- 
ciado en  la  Sociedad  Patriótica  el  3  de  julio  de  181Í.  Muchos 
párrafos  de  sus  proclamas,  improvisadas  en  los  campos  de  batalla, 
compiten  con  lo  más  hermoso  que  en  este  género  conserva  la 
historia,  y  en  sus  arengas  vibran  los  arranques  repentinos  del  tri- 
buno, el  fanatismo  del  patriota,  los  gritos  coléricos  del  héroe,  la 
pomposa  jactancia  del  guerrero,  animándolas  de  vida  tan  intensa, 
que  no  es  difícil  comprender  hoy  el  prestigio  extraordinario  que 
tuvieron  en  su  época. 

Bolívar  regresó  á  Caracas  á  fines  de  1806,  por  vía  de  los  Es- 
tados Unidos.  Acababa  de  fracasar  la  expedición  libertadora  de 
Miranda;  mas  no  por  eso  desistían  de  su  plan  revolucionario  los 
miembros  más  conspicuos  de  la  nobleza  colonial,  y  con  ellos  formó 
Bolívar  causa  común,  llevando  un  día  su  audacia,  en  1809,  hasta 
brindar  por  la  próxima  independencia  de  América,  en  un  banquete 
á  que  asistía  el  capitán  general  Emparán.  Abortada  la  conspiración 
del  mes  de  marzo  de  1810,  que  dirigían  el  marqués  del  Toro  y  su 
hermano  D.  Femando,  Bolívar  y  sus  amigos  fueron  confinados  á 
varios  puntos  del  interior,  lo  que  les  impidió  figurar  en  los  sucesos 
del  19  de  abriP. 


1.  Afios  después  se  observará,  empero,  cierta  reacción  á  este  respecto.  En 
1821  escribía  al  general  Azuola:  "Procure  usted  instalar  lo  más  pronto  el  congreso, 
con  un  discurso  muy  senciHo,  pero  noble,  sin  frases  estudiadas  ni  palabras  anticua- 
das**. Fragmento  sugestivo,  que  revela  ya  el  cansancio  de  la  declamación,  ó  algo 
como  irónico  desdén  por  la  obligada  redundancia  politica.  —  Lo  que  mejor  revela 
sns  gustos  literarios  son  las  cartas  que  escribió  á  Olmedo,  en  1825,  sobre  La  Vic- 
toria de  Junfn.     Se  mencionarán  en  el  libro  4^. 

2.  Un  historiador  realista  escribe:  Bolívar  "fué  uno  de  los  principales  que 
tramaron  secretamente  la  revolución  del  19  de  abril;  y  el  marqués  de  Casa  León 
Ole  refirió  (en  1812)  que  tratando  de  persuadir,  á  él  y  á  otros  compafieros  suyos, 
^  peligros  que  corría  la  prflivincia  por  aquel  paso  imprudente,  .los  atrajo  á  una  con- 


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—    208    — 

La  Junta  Suprema  de  1810  le  asciende  á  teniente  coronel  de 
infantería  y  le  envía  en  misión  diplomática  á  Londres  con  López 
Méndez  y  Bello.  Allí  decide  á  Mirauda  á  volver  á  la  patria,  y  no 
bien  se  encuentran  ambos  en  Caracas,  convierten  en  club  radical  la 
Sociedad  Patriótica,  contribuyendo  más  que  nadie  —  Miranda  como 
diputado,  Bolívar  como  tribuno  —  á  que  la  mayoría  del  congreso 
apresure  la  declaratoria  de  independencia.  En  la  campaña  de  1811 
contra  los  insurrectos  de  Valencia  figurar  como  edecán  de  su  tío 
político  el  marqués  del  Toro.  Destinado  en  1812  á  defender  la 
plaza  de  Puerto  Cabello,  la  pierde  en  julio.  En  agosto  se  embarca 
para  Curazao,  con  pasaporte  de  Monteverde*.  De  Curazao  pasa  á 
Cartagena  de  Indias,  donde  publica  (15  de  diciembre)  su  célebre 
Memoria  dirigida  á  los  ciudadanos  de  llueva  Granada. 

Esta  Memoria,  con  la  cual  se  propuso  señalar  las  causas  del 
desastre  que  acababa  de  presenciar,  y  al  mismo  tiempo  demostrarles 
á  los  granadinos  la  necesidad  de  unirse  con  los  venezolanos  para 
combatir  al  enemigo  oomún,  revela  ya  el  genio  político  del  futuro 
Libertador.  A  su  juicio,  el  error  inicial  de  los  patriotas  venezolanos 
fué  el  sistema  de  tolerancia  que  adoptaron  desde  1810,  y  que  empezó 
en  seguida  á  dar  funestos  resultados  en  la  campaña  contra  los  rea- 
listas de  Coro.  "La  Junta  Suprema  —  escribe  —  en  lugar  de  sub- 
yugar aquella  indefensa  ciudad,  que  estaba  rendida  con  presentar 
nuestras  fuerzas  marítimas   delante  de  su  puerto,   la  dejó  fortificar, 

ferenciá  en  que  D.  José  Domingo  Duarte,  asesor  de  la  intendencia,  les  manifestó  su 
error  con  toda  la  fuorza  de  la  razón,  y  que  Bolívar,  después  de  oírlo  en  silencio, 
contestó  que  todo  aquello  estaba  muy  bien  pintado,  pero  que  él  y  sus 
asociados  habían  declarado  la  guerra  á  Espafia,  y  verían  como  saldrían". 
Heredia,  Memorias,  p.  123. 

1.  'Cuentan  que  habiendo  obtenido  su  pasaporte,  comió  con  dos  amigos  con 
quienes  departió  sobre  el  despotismo  de  Miranda,  y  habló  de  su  intención  de  mar- 
charse á  Inglaterra  á  pedir  al  marqués  de  Wellesley  (su  amigo  desde  1810)  carta  de 
recomendación  para  Sir  Arturo  Wellesley,  después  duque  de  Wellington,  con  la  es- 
peranza de  ser  admitido  como  vohintarío  en  el  ejército  inglés.  No  sabré  decir  si 
con  esa  conversación  quiso  disfrazar  su  verdadero  proyecto,  ó  si  en  realidad  pensó 
ejecutar  lo  que  decía;  pero  si  tal  fué  su  intención,  la  frustró  la  confiscación  de  sus 
bienes  por  Monteverde,  y  la  pérdida  en  Curazao  de  doce  mil  pesos  (que  Devaba  en 
su  equipaje  y  que  embargó  la  aduana  k  causa  de  informalidades  en  los  papeles  del 
buque)".  0*Leary,  Memorias,  publicadas  en  Caracas,  1883,  1 1,  p.  82.  Además, 
en  las  Memorias  sobre  las  revoluciones  de  Venezuela  por  José  Francisco 
Heredia,  regente  que  fué  de  la  real  Audiencia  de  Caracas  en  la  época  de  Monteverde, 
se  lee  (p.  124),  que  Bolívar  salió  para  Curazao  "manifestándose  convertido  de  las 
ideas  revolucionarías,  y  decidido  á  pasar  á  servir  de  voluntario  en  el  ejército  inglés 
del  Lord  Wellington,  para  volver  á  la  gracia  (sic)  del  gobierno  de  Espafla.  Esta 
disposición  de  su  ánimo,  que  sus  amigos  más  Íntimos  me  han  asegurado  que  era 
sincera,  se  mudó  enteramente  luego  que  supo  en  Curazao  que  á  pocos  días  de  su 
salida  mandó  Monteverde  secuestrar  sus  bienes,  con  cuyos  productos  contaba  para 
sostenerse  decorosamente  en  la  nueva  carrera".  Heredia  escribió  sus-  Memorias  por 
los  afios  de  1818  á  1820,  y  no  se  publicaron  hasta  1895,  en  París. 


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—    209    — 

y  tomar  una  actitud  tan  respetable  que  logró  subyugar  después  la 
Confederación  entera,  con  casi  igual  facilidad  que  la  que  teníamos 
nosotros  anteriormente  para  vencerla;  fundando  la  Junta  su  política 
en  los  principios  de  humanidad  mal  entendida  que  no  autorizan  á 
ningún  Gobierno  para  hacer  por  la  fuerza  libres  á  los  pueblos  es- 
túpidos que  desconocen  el  valor  de  sus  derechos.  —  Los  códigos 
que  consultaban  nuestros  magistrados,  no  eran  los  que  podían  en- 
señarles la  ciencia  práctica  del  gobierno,  sino  los  que  han  formado 
ciertos  visionarios  que,  imaginándose  repúblicas  aéreas,  han  pro- 
curado alcanzar  la  perfección  política  presuponiendo  la  perfectibi- 
lidad del  linaje  humano.  Por  manera  que  tuvimos  filósofos  por 
jefes,  filantropía  por  legislación,  dialéctica  por  táctica  y  sofístas  por 
soldados  ...  De  aquí  nació  la  impunidad  de  los  delitos  de  Estado, 
cometidos  descaradamente  por  los  descontentos,  y  particularmente 
por  nuestros  natos  é  implacables  enemigos  los  españoles  europeos, 
que  maliciosamente  se  habían  quedado  en  nuestro  país  para  tenerlo 
incesantemente  inquieto,  y  promover  cuantas  conjuraciones  les  per- 
mitían formar  nuestros  jueces,  perdonándolos  siempre,  aun  cuando 
sus  atentados  eran  tan  enormes  que  se  dirigían  contra  la  salud 
pública*.  —  La  doctrina  que  apoyaba  esta  conducta  tenía  su  origen 
en  las  máximas  filantrópicas  de  algunos  escritores  que  defienden  la 
no  residencia  de  facultad  en  nadie  para  privar  de  la  vida  á  un 
hombre,  aun  en  el  caso  de  haber  delinquido  éste  con  el  delito  de 
lesa  patria.  Al  abrigo  de  esta  piadosa  doctrina,  á  cada  conspiración 
sucedía  im  perdón,  y  á  cada  perdón  sucedía  otra  conspiración  que 
se  volvía  á  perdonar,  porque  los  gobiernos  liberales  deben  distin- 
guirse por  la  clemencia.  Clemencia  criminal,  que  contribuyó  más 
que  nada  á  derribar  la  máquina  que  todavía  no  habíamos  entera- 
mente concluido".  El  congreso  indultó,  en  efecto,  á  los  insurrectos 
de  Valencia;  lo  que  hacía  exclamar  á  Bolívar:  "La  pacificación 
costó  cerca  de  mil  hombres,  y  no  se  dio  á  la  vindicta  de  las  leyes 
un  solo  rebelde,  quedando  todos  con  vida  y  los  más  con  sus  bienes". 
En  vez  de  levantar  é  instruir  un  ejército  de  línea,  "  se  estable- 
cieron innumerables  cuerpos  de  milicias  indisciplinadas,  que  además 
de  agotar  las  cajas  del  erario  nacional  en  los  sueldos  de  las  planas 
mayores,  destruyeron  la  agricultura  alejando  á  los  paisanos  de  sus 
lugares,  é  hicieron  odioso  el  Gobierno,  que  obligaba  á  éstos  á  tomar 
las  armas  y  á  abandonar  sus  familias.  —  Las  repúblicas,  decían 
nuestros  estadistas,  no  han  menester  de  hombres  pagados  para  man- 


1 .  Bolívar  había  apoyado  la  proposición  de  José  Félix  Ribas  de  expulsar  á  los 
!         españoles,  mieatras  no  se  reconociese  á  la  nueva  República. 

Fortoal,  Ifistoria  ConstitadontL  14 


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—    210    — 

tener  su  libertad:  todos  los  ciudadanos  serán  soldados  cuando  nos 
ataque  el  enemigo  ....  El  resultado  probó  severamente  á  Vene- 
zuela el  error  de  su  cálculo;  pues  los  milicianos  que  salieron  al 
encuentro  del  enemigo,  ignorando  hasta  el  manejo  del  arma,  y  no 
estando  habituados  á  la  disciplina  y  obediencia,  fueron  arrollados  al 
comenzar  la  última  campaña,  á  pesar  de  los  heroicos  y  extraordi- 
narios esfuerzos  que  hicieron  sus  jefes  para  llevarlos  á  la  victoria  ^\ 
E^to  en  cuanto  á  errores  militares.  En  el  gobierno  político  reinó 
la  misma  ideología.  ^^La  disipación  de  las  rentas  públicas  en  ob- 
jetos frivolos  y  perjudiciales,  y  particularmente  en  sueldos  de  infi- 
nidad de  oficinistas,  secretarios,  jueces,  magistrados,  legisladores 
provinciales  y  federales,  dio  un  golpe  mortal  á  la  República,  porque 
la  obligó  á  recurrir  al  peligroso  expediente  de  establecer  el  papel 
moneda,  sin  otra  garantía  que  la  fuerza  y  las  rentas  imaginarías  de 
la  Confederación.  Esta  nueva  moneda  pareció  á  los  ojos  de  los 
más  una  violencia  manifiesta  del  derecho  de  propiedad,  porque  se 
conceptuaban  despojados  de  objetos  de  intrínseco  valor  en  cambia 
de  otro  cuyo  precio  era  incierto  y  aun  ideal.  El  papel  moneda  re- 
mató el  descontento  de  los  estólidos  pueblos  internos,  que  llamaron 
al  comandante  de  las  tropas  españolas,  para  que  viniese  á  librarlos 
de  una  moneda  que  veían  con  más  horror  que  la  servidumbre"  — 
A  lo  que  se  agregó:  el  terremoto  del  26  de  marzo,  que  exasperó 
las  preocupaciones  fanáticas;  la  influencia  del  partido  clerical 
"siempre  adicto  á  su  apoyo  y  compañero  el  despotismo",  y  "la 
opinión  inveterada  de  cuantos  ignorantes  y  supersticiosos  contienen 
los  límites  de  nuestros  Estados". 

Pero  lo  que  más  debilitó  al  Gobierno  —  según  Bolívar  —  fué 
su  forma  federativa.  "El  sistema  federal,  escribe,  bien  que  sea  el 
más  perfecto,  y  más  capaz  de  proporcionar  la  felicidad  humana  en 
sociedad,  es  no  obstante  el  más  opuesto  á  los  intereses  de  nuestros 
nacientes  Estados.  Generalmente  hablando,  todavía  nuestros  con- 
ciudadanos no  se  hallan  en  aptitud  de  ejercer  por  sí  mismos  y  am- 
pliamente sus  derechos,  porque  carecen  de  las  virtudes  políticas  que 
caracterizan  al  verdadero  republicano;  virtudes  que  no  se  adquieren 
en  los  gobiernos  absolutos  (refiérese  al  gobierno  colonial),  en  los 
que  se  desconocen  los  derechos  y  los  deberes  del  ciudadano". 

Como  se  ve,  la  crítica  de  Bolívar  es  contundente  y  exacta  en 
su  fondo.  Con  todo,  en  lo  tocante  al  régimen  federalista  es  fuerza 
reparar  que  la  constitución  no  influyó  tanto  como  él  creía  en  los 
sucesos  desgraciados  de  1812,  pues  no  se  practicó  ni  pudo  practi- 
carse. Desde  luego,  para  la  masa  popular,  ignorante  y  pasiva,  habi- 
tuada por  siglos  al  régimen  de  la  Colonia,  era  del  todo  indiferente 


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—    211     — 

que  la  constitución  fuese   federalista   ó   unitaria;   y   en  cuanto  á  la 
clase  social   que   hizo  la   revolución,   comprendió   al  punto  que  no 
había  llegado   el  momento   de  plantar   la  República   tal  como   la 
soñara,  y  de  buen  ó  mal  grado  tuvo  que  apelar  á  la  dictadura  mili- 
tar.   La  constitución  se  firmó  el  21  de  diciembre  de  1811 :  en  marzo 
de  1813,  ya  el  congreso  confirió  facultades  extraordinarias  al  Poder 
Ejecutivo,  y  éste  las  delegó  á  Miranda  en  abril,   delegación  confir- 
mada también,  aunque  semejante  formalidad  fuese  superflua,  por  el 
Gobierno  de   la  provincia   de  Caracas.    Es   verdad  que  bien  pudo 
perderse  menos  tiempp  en  preliminares   inútiles;   mas  no  fué  ésta, 
realmente,  la  mayor  fatalidad  de  aquellos  días.    Todos  se  engañaron 
creyendo  que  bastaba  apelar  á  la  dictadura  para  conjurar  el  peligro, 
y  no  vieron,  sino  después  de  la  derrota,  que  no  existía  entonces  el 
dictador  capaz  de  sobreponerse  á  los  obstáculos,  vencerlos  y  triun- 
far.   No  lo  era  Miranda,  á  pesar  de  su  patriotismo  insospechable  y 
su  larga  experiencia  de  guerrero  en  Europa.    Ideólogo  á  su  modo, 
pagado  de  formularios  que  á  sus  conciudadanos  parecieron  exóticos, 
deshabituado  de  las   preocupaciones  y   costumbres  de  su  incipiente 
patria,  tropezó  con  las  dificultades  de  un  medió  social  contrario  en 
todo  á  lo  que  él  venía  de  observar   en   países   más   civilizados,   y, 
tímido  en  la  acción,  fué  víctima  de  sus  propias  ilusiones.     Por  otra 
parte,  claro  está  hoy  —  vistas  las  cosas  á  distancia  —  que  la  culpa 
del  desastre   no   puede   imputarse   toda  ni  á  la  sola  ideología  de 
Miranda  ni  á  la  exclusiva  oposición  que  le  hicieron  los  gobernantes 
civiles  de  la  provincia  de  Caracas,  unidos  con  algunos  militares  in- 
disciplinados.   El  pueblo,  hay  que   confesarlo,   era  todavía  hostil  á 
la  Independencia.    Bolívar  mismo,   á  pesar  de  su  audacia  en  impo- 
nerse como  autócrata,  va  á  tropezar  con  dificultades  análogas:  por 
los  años  de  13  y  14,   imitará  á  los  españoles  en  severidad  y  cruel- 
dad; pero  será  también  vencido,   y  por  lógica  consecuencia  de  cir- 
cunstancias semejantes,  veremos  que,  así  como  quiso  él  sacrificar  á 
Miranda  en  la  Guaira  para   vengar   la  .común   derrota,   José  Félix 
Ribas  querrá  también  en  Carúpano  vengar  en  el  Libertador  las  des- 
gracias comunes  de  1814.    La  superioridad  de  Bolívar  sobre  Miranda 
no  aparecerá  realmente  sino   á  contar  desde  el  año  de  17,   cuando 
logra  salvar  la  Independencia  sobreponiéndose  á  la  discordia  de  sus 
tenientes;  domando,  por  decirlo  así,  á  los  más  díscolos  —  Bermúdez, 
Marino,   Piar  —  y   ahogando   las   disidencias   que   promueven   en 
Güiria,  en  Cariaco,   en  Angostura,   los  representantes,   tanto  civiles 
como  militares,  de  la  reacción  anárquica. 

En  la  Memoria  de  Cartagena,   Bolívaf  resume   de  este  modo 
sus  ideas  políticas:  "Es  preciso  que  el  Gobierno  se  identifique,  por 

14* 


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—    212    — 

decirlo  así,  al  carácter  de  las  circunstancias,  de  los  tiempos  y  de 
los  hombres  que  lo  rodean.  Si  éstos  son  prósperos  y  serenos,  él 
debe  ser  dulce  y  protector;  pero  si  son  calamitosos  y  turbulentos, 
él  debe  mostrarse  terrible  y  armarse  de  una  firmeza  igual  á  los 
peligros,  sin  atender  á  leyes  ni  constituciones,  interim  no  se  resta- 
blece la  felicidad  y  la  paz".  Y  á  los  granadinos  les  dice,  que  su 
propia  seguridad  depende  de  la  reconquista  de  Venezuela;  que  es 
preciso  aliarse  contra  el  enemigo  común;  que  "toda  guerra  defen- 
siva es  perjudicial  y  ruinosa  para  el  que  la  sostiene,  pues  lo  debi- 
lita sin  esperanza  de  indemnizarlo,  y  que  las  hostilidades  en  el 
territorio  enemigo  siempre  son  provechosas,  por  el  bien  que  resulta 
del  mal  del  contrario "  .  . . .  A  los  ocho  meses  ya  había  recorrido 
de  triunfo  en  triunfo  el  camino  de  Cúcuta  á  Caracas. 


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Capitulo  Vn. 

La  guerra  á   muerte. 

(1813—1814). 

Sumario.  Monteverde  y  la  "ley  de  la  conquista"  —  Origen  de  la 
guerra  á  muerte  —  Plan  de  Antonio  Nicolás  Briceño  —  Lo  aprueba 
Bolívar  con  ligeros  reparos  —  Empieza  Briceño  á  ejecutarlo  en  San 
Cristóbal  —  Se  interna  en  Barinas,  cae  prisionero  y  lo  fusilan  los 
españoles  —  Proclama  Bolívar  la  guerra  á  muerte  en  Mérida,  Tru- 
jilio  y  San  Carlos  —  Su  victoriosa  campaña  de  cuatro  meses  — 
Ocupa  á  Caracas  en  agosto  de  1813  —  Plan  de  gobierno  que  pro- 
pone Francisco  Javier  Ustáriz  —  Se  aplaza  con  motivo  de  la 
guerra  —  Monteverde  en  Puerto  Cabello  —  Combates  de  Bárbula 
y  las  Trincheras  —  Renuévase  la  discusión  sobre  proyectos  cons- 
titucionales —  Bases  que  propone  Miguel  José  Sanz  —  Los  federa- 
listas y  los  dictatorisdes  —  Continúa  la  guerra  —  Asamblea  de 
Caracas  (enero  1814)  —  Bolívar  dictador  —  Rehácense  los  españo- 
les —  Boves  y  sus  ginetes  llaneros  —  Triimfan  en  la  Puerta  — 
Exasperación  de  Bolívar  —  Matanza  de  los  prisioneros  españoles 
en  la  Guaira  y  Caracas  —  La  ejecutan,  por  orden  de  Bolívar,  Lean- 
dro Palacio  y  Juan  Bautista  Arismendi  —  Barbarie  contra  barbarie  — 
Combates  indecisos  dft  la  Victoria,  San  Mateo  y  Bocachica  —  De- 
rrota de  Marino  en  el  Arao  —  Gana  Bolívar  la  batalla  de  Cara- 
bobo  —  Pierde  la  de  La  Puerta  —  Desastre  final  —  Boves  en  Va- 
lencia —  Sus  represalias  —  Emigración  de  los  patriotas  de  Caracas 
—  Entrada  y  atrocidades  de  Boves  —  Alzase  con  el  mando  su- 
premo —  Morales  desbarata  á  los  patriotas  en  Aragua  de  Barce- 
lona —  Bolívar  en  Carúnano  —  Le  desconocen  sus  propios  oficia- 
les —  Se  embarca  con  Marino  para  las  Antillas  —  Boves  en  Cu- 
maná  —  Muere  al  triunfar  en  Úrica  —  Morales  en  Maturín  — 
Muerte  de  Sanz  —  Asesinato  de  Ribas  —  Estado  de  Venezuela  á 
fines  de  1814  —  Ojeada  retrospectiva  —  Cómo  se  explica  el  fracaso 
de  la  Independencia  —  Los  blancos  criollos  y  los  mestizos  —  Estos 
prefieren  á  los  españoles  —  Ejemplos  de  abnegación  de  los  primeros 
patricios  —  Heroísmo  de  las  mujeres  —  En  vano,  hasta  el  desquite 

de  1821. 

Con  la  capitulación  de  San  Mateo,   la  prisión  de  Miranda,  el 
extrañamiento  de  Bolívar  y  reducción  á  la  impotencia   de  los  más 


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—    214    — ' 

influyentes  patriotas,  todo  el  territorio  venezolano  volvió  á  caer 
bajo  la  dominación  española.  El  Gobierno  de  la  Península  ordenó, 
en  consecuencia,  que  se  promulgase  la  constitución  de  Cádiz;  pero, 
si  bien  se  promulgó  en  Caracas  á  fines  de  1*812,  Monteyerde  re- 
solvió por  propia  autoridad  aplicar  solamente  lo  que  él  llamaba 
"ley  de  la  conquista".  Apenas  hubo  atentado  ni  crimen  que  no 
cometiese  en  Caracas  durante  los  doce  meses  de  su  dictadura 
absoluta,  y  en  ei  interior  le  secundaron  tenientes  cuyos  apellidos  se 
han  perpetuado  como  sinónimos  de  ferocidad  y  vandalismo:  Yáñez, 
Cerveris,  Antoñanzas,  Zuazola,  Rósete,  Boves.  De  cómo  pensaban 
y  procedían  los  nuevos  conquistadores  juzgúese  por  el  siguiente 
párrafo  de  una  carta  que  Francisco  Cerveris  dirigió  á  Monteverde 
desde  Rio  Caribe  el  18  de  junio  de  1813:  "No  hay  más.  Señor,  que 
im  gobierno  militar;  pasar  todos  estos  picaros  (criollos)  por  las 
armas:  yo  le  aseguro  á  VS.  que  ninguno  de  los  que  caigan  en  mis 
manos  se  escapará.  Todo  gobierno  político  debe  separarse  inme- 
diatamente; pues  no  debemos  estar  ni  por  Regencia,  ni  por  Cortes, 
ni  por  Constitución,  sino  por  nuestra  seguridad  y  el  exterminio  de 
tanto  insurgente  y  bandido.  Yo  bien  conozco  que  no  se  puede 
acabar  con  todos;  pero  acabar  con  los  que  puedan  hacer  de  cabezas, 
y  los .  demás,  á  Puerto  Rico,  á  la  Habana  ó  á  España  con  ellos.'' 
A  lo  que  replicaron  los  patriotas  con  la  proclamación  de  la 
guerra  á  muerte.  Entre  los  escapados  de  Caracas  en  agosto  de 
1812,  iba  el  Dr.  Antonio  Nicolás  Briceño,  diputado  al  primer  con- 
greso venezolano,  jurisconsulto  eminente,  miembo  de  familia  ilustre 
desde  los  tiempos  de  la  conquista,  "de  carácter  apacible  —  agrega 
un  deudo  suyo  —  aunque  sumamente  impresionable,  lleno  de  nobles 
sentimientos  y  modelado  en  materia  de  política,  no  por  la  República 
de  Washington  sijio  por  las  de  Bruto  y  de  Dantón*".  Llegado  a 
Cartagena  de  Indias,  dióse  Briceño  á  formar  un  cuerpo  de  volun- 
tados para  expedicionar  sobre  Venezuela,  y  al  efecto  circuló  un 
papel  el  16  de  enero  de  1813  con  las  siguientes  principales  propo- 
siciones 2:  Serán  admitidos  en  la  expedición  todos  los  criollos  y 
extranjeros  que  quieran  unirse.  Como  el  primer  objeto  de  esta 
guerra  es  destruir  en  Venezuela  la  raza  maldita  de  los  españoles 
europeos,  en  que  van  inclusos  los  isleños  de  Canarias,  no  serán 
admitidos  en  la  expedición,  por  patriotas  y  buenos  que  parezcan. 
Tampoco  se  admitirán  oficiales  ingleses,  por  ser  aliados  de  los  es- 


1.  Mariano  de  Brícefio,    Historia    de  la    isla  de  Margarita,    p.  18.    Se- 
gunda edición. 

2.  Extracto  del  texto  que  inserta  José  Domingo  Díaz,  Recuerdos,  p.  69|y 
reproduce  con  ligeras  variantes  Larrazábal,  Vida  de  Bolívar,  t.  I,  p.  168. 


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.     —    215    — 

pañoles,  á  no  ser  que  consienta  en  ello  la  mayoría  de  la  oficialidad. 
Las  propiedades  de  todos  los  españoles  europeos  que  se  encon- 
traren en  el  territorio  rescatado,  se  dividirán  en  cuatro  partes:  ima 
para  los  oficiales,  otra  para  los  soldados  y  dos  para  el  Estado.  Las 
propiedades  de  los  naturales  del  país  serán  respetadas.  Cuando 
algún  ofícial  ó  soldado  se  haga  digno  de  un  premio  en  dinero,  se 
sacará  éste  de  la  masa  común.  Será  mérito  suficiente  para  recibir 
premio  6  grado  en  el  ejército,  presentar  un  número  de  cabezas  de 
españoles  europeos  ó  isleños:  el  soldado  que  presentare  20  cabezas 
será  ascendido  á  alférez;  30  valdrán  el  grado  de  teniente;  50  el  de 
capitán,  etc.*. 

Con  semejante  plan  pasaron  Briceño  y  sus  compañeros  á  Cu- 
enta, donde  Bolívar  y  el  coronel  granadino  Manuel  del  Castillo  es- 
taban esperando  instrucciones  del  Gobierno  de  Santa  Fe  para  in- 
vadir á  Venezuela.  Ambos  jefes  aceptaron  (20  de  marzo)  el  con- 
venio de  Cartagena,  si  bien  poniéndole  algunos  reparos:  —  que  no 
se  fusilaría  sino  á  los  españoles  que  se  encontrasen  con  las  armas 
en  la  mano;  que  á  los  demás  se  les  haría  marchar  con  el  ejército, 
para  vigilarlos,  y  que  se  sometería  el  convenio  á  la  consideración 
del  congreso  general  de  la  Nueva  Granada.  Lo  último,  sin  em- 
bargo, era  pura  apariencia,  al  menos  respecto  de  Bolívar,  pues 
aunque  venía  sirviendo  al  Gobierno  granadino  desde  fine^dií  di- 
ciembre 3,  y  aun  cuando  se  retardó  en  Cúcuta  aguardando  la  autori- 
zación de  Bogotá  para  continuar  la  guerra  en  territorio  venezol^o, 
su  propósito  fué  siempre  obrar  por  propia  cuenta  y  llevar  al  cabo 
de  todos  modos  el  plan  de  Briceño,  que  era  también  el  suyo.  De- 
savínose con  Castillo;  se  aprovechó  de  la  circunstancia  de  haber 
éste  renunciado  el  mando  de  las  fuerzas  expedicionarias;  obtuvo 
al  fin,  por  medio  del  Presidente  granadino  Camilo  Torres,  su  amigo 
personal,  el  deseado  permiso  de  marchar  como  jefe  supremo  á  las 
provincias  de  Mérida  y  Trujillo,  y  desde  entonces  (abril),  ya  no  se 
atuvo  á  órdenes  ni  instrucciones  de  aquel  Gobierno.  Los  más  no- 
tables entre  los  oficiales  venezolanos  que  le  acompañaban  - —  José 
Félix  Ribas  y  Rafael  Urdaneta  —  le  eran  incondicionalmente 
adictos,  y  los  granadinos  como  Atanacio  Girardot  y  Antonio  Ricaurte 
se  apasionaron  en  seguida  por  la  temeraria  aventura  del  impetuoso 
caraqueño. 

1.  Firmaron  estas  proposiciones  en  Cartagena  (seg^n  Díaz,  p.  71)  los  fran- 
ceses Antonio  Rodrigo,  José  Debraine,  Luis  Marquis,  Jorge  H.  Delon,  B.  Henriquez, 
L.  Caze,  y  los  venezolanos  Juan  Silvestre  Chaquea  y  Francisco  de  Paula  Navas. 

2.  Tomó  parte  con  éxito  feliz  en  las  campañas  libertadoras  de  Cartagena  y 
el  Magdalena,  lo  que  le  valió  el  grado  de  brigadier  y  el  derecho  de  ciudadanía  en 
la  nueva  República. 


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—    216    — 

Briceño,  que  se  había  adelantado  á  San  Cristóbal,  empezó  á 
ejecutar  su  plan  de  Cartagena,  fusilando  á  los  dos  únicos  españoles 
que  encontró  en  la  ciudad,  y  excediéndose,  si  merece  fe  el  historia- 
dor Díaz,  hasta  escribir  cartas  con  la  sangre  de  sus  víctimas.  Hecho 
lo  cual,  se  internó  con  unos  250  hombres  hacia  la  provincia  de 
Barinas;  pero  en  la  montaña  de  San  Camilo  le  atacó  á  la  impro- 
vista el  español  Yáñez,  lo  tomó  prisionero  y  lo  condujo  á  Barinas, 
donde  fué  fusilado  el  15  de  junio.  El  Gobernador  de  esta  pro- 
vincia, D.  Antonio  Tízcar,  había  declarado  desde  el  3  de  mayo  en 
una  orden  general,  que  "sus  tropas  no  darían  cuartel  ni  á  los 
rendidos." 

A  Briceño  se  le  atribuye  haber  dicho  ante  el  consejo  de 
guerra:  "Yo  he  apreciado  á  los  buenos  españoles;  he  querido  la 
libertad  tanto  para  ellos  como  para  mis  compatriotas;  tuve  gran 
parte  en  la  salvación  de  los  conjurados  de  Valencia  (indulto  de 
1812);  los  horrores  cometidos  en  mi  patria  y  en  toda  la  América 
por  los  enemigos  de  mi  causa,  me  impelieron  á  seguir  la  práctica 
(de  represalias)  que  conforme  al  derecho  de  gentes  se  adoptó  en 
Cartagena;  mi  plan  fué  un  ardid  militar  para  concluir  la  guerra  á 
poca  costa*."  Funesta  alucinación  de  un  gran  patriota!  Y  es  lo 
peor,  que  cuando  Briceño  sufría  la  misma  pena  con  que  amenazara 
á  sus  adversarios,  Bolívar,  igualmente  ciego,  proclamaba  un  sistema 
de  represalias  que  iba  á  ser  no  menos  funesto  para  la  patria.  El 
8  de  junio  dijo  en  su  proclama  de  Mérida:  "Las  víctimas  serán 
vengadas:  los  verdugos  serán  exterminados.  Nuestra  bondad  se 
agotó  ya,  y  puesto  que  nuestros  opresores  nos  fuerzan  á  una  guerra 
mortal,  ellos  desaparecerán  de  América,  y  nuestra  tierra  será  pur- 
gada de  los  monstruos  que  la  infestan.  Nuestro  odio  será  impla- 
cable, y  la  guerra  será  á  muerte."  A  los  siete  días,  el  15  de  junio, 
agregó  en  Trujillo:  "Los  españoles  nos  han  aniquilado  con  la  ra- 
piña y  destruido  con  la  muerte;  han  violado  los  derechos  sagrados 
de  las  gentes,  infringido  las  capitulaciones  y  los  tratados  más  so- 
lemnes; cometido,  en  fin,  todos  los  crímenes,  reduciendo  la  República 
de  Venezuela  á  la  más  espantosa  desolación.    Así  pues,    la  justicia 

exige  la  vindicta,  y  la  necesidad  nos  obliga  á  tomarla Todo 

español  que  no  conspire  contra  la  tiranía  en  favor  de  la  justa  causa, 
por  los  medios  más  activos  y  eficaces,  será  tenido  por  enemigo, 
castigado  como  traidor  á  la  patria,  y  en  consecuencia  será  irremi- 
siblemente pasado  por  las  armas.  Por  el  contrario,  se  concede  un 
indulto    general  y  absoluto  á  los  que  pasen  á  nuestro  ejército  con 


1.    Mariano  de  Briceño,  op.  cit.,  p.  19. 


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—    217    — 

sus  armas  ó  sin  ellas  . . .  Los  españoles  que  hagan  señalados  ser- 
vicios al  Estado,  serán  tratados  como  americanos  . . .  Españoles  y 
canarios,  contad  con  la  muerte,  aun  siendo  indiferentes,  si  no  obráis 
activamente  en  obsequio  de  la  libertad  de  Venezuela.  Americanos, 
contad  con  la  vida,  aun  cuando  seáis  culpables."  Y  el  28  de  junio 
en  San  Carlos:  "Por  última  vez,  españoles  y  canarios,  oid  la  voz 
de  la  justicia  y  de  la  clemencia.  Si  preferís  nuestra  causa  á  la  de 
los  tiranos,  seréis  perdonados  y  disfrutaréis  de  vuestros  bienes, 
vidas  y  honor;  y  si  persistís  en  ser  nuestros  enemigos,  alejaos  de 
nuestro  país,  ó  preparaos  á  morir." 

Ya  van  á  verse  las  fatales  consecuencias  de  tan  exasperado 
lenguaje.  Apuntemos,  entre  tanto,  una  consideración  de  orden 
general.  Si  es  cierto  que  cuantas  violencias  se  atribuyeron  á  las 
autoridades  españolas  de  esta  época  están  comprobadas  por  la  tra- 
dición, los  documentos  y  la  historia,  también  es  verdad  que  los 
patriotas  venezolanos,  enloquecidos  por  la  lucha,  no  repararon  du- 
rante ios  años  de  13  y  14  que  el  sistema  de  guerra  á  muerte  favo- 
recía más  bien  á  sus  enemigos,  dueños  de  casi  todo  el  territorio. 
Que  oscuros  y  desalmados  aventureros  como  Monteverde  y  sus 
tenientes,  quisiesen  acabar  con  los  blancos  criollos,  es  cosa  expli- 
cable por  el  interés  personal,  pues  en  la  guerra  americana  buscaban 
solamente  ascensos  militares  y  recompensas  materiales^;  pero  que  un 
patricio  de  vasta  ilustración  política  como  el  Dr.  Antonio  Nicolás 
Briceño,  se  acordase  únicamente  de  imitar  el  heroísmo  bárbaro  de 
su  antepasado  el  conquistador  don  Sancho,  cual  si  durasen  aún  las 
guerras  de  raza  á  raza  que  ensangrentaron  el  siglo  XVI;  que  otro 
patricio  de  refinada  cultura  como  Bolívar,  educado  en  las  capitales 
europeas,  olvidase  que  descendía  de  aquel  primer  D.  Simón  de 
Bolívar,  tan  hidalgo  por  la  sangre  cuanto  por  su  alto  entendimiento; 
que  hombres  nacidos  en  limpia  y  noble  cuna  como  José  Félix 
Ribas,  Rafael  Urdaneta,  Santiago  Marino,  Juan  Bautista  Arismendi 
y  tantos  más,  se  contagiasen  en  seguida  de  la  pasión  vandálica  de 
un  Tízcar  ó  un  Cerberis,  es  cosa  que  revela  un  descarrío  mental 
apenas  comprensible.  Porque  si  aniquilar  á  los  criollos  entraba  en 
el  interesado  propósito  de  los  jefes  españoles,  fundar  la  patria  y 
acrecerla  en  población  y  riqueza  era  el  objetivo  de  los  jefes  vene- 
zolanos. Al  equipararse  éstos  en  salvajismo  con  aquéllos,  no  hi- 
cieron más  que  retardar  el  triunfo  definitivo  de  la  Independencia. 
Bolívar  mismo  tuvo  en  ocasiones,  como  se  verá  luego,  conciencia 
de  su  error,  cuando  intentó  paliar  el  mal  que  desencadenara  su  reto 


1.  Lo  propio  sucedió  recientemente  en  la  guerra  de  Cuba. 


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insensato  de  Mérida,  Trujillo  y  San  Carlos;  pero  todo  su  genio  no 
fué  bastante  para  desengañarle  por  completo  hasta  1816.  Sólo  en- 
tonces, el  6  de  julio,  estampó  categóricamente  en  su  proclama  de 
Ocumare  la  declaración  que  la  patria  le  hubiera  agradecido  tres 
años  antes:  "La  guerra  á  muerte  que  nos  han  hecho  nuestros  ene- 
migos, cesará  por  nuestra  parte:  perdonaremos  á  los  que  se  rindan, 
aunque  sean  españoles  .  .  •  ningún  español  sufrirá  la  muerte  fuera 
del  campo  de  batalla  "*. 

Desde  la  Grita,  de  donde  salió  el  17  de  mayo  (1813),  hasta 
Caracas,  recuperada  el  7  de  agosto,  el  pequeño  ejército  de  Bolívar 
corrió  de  triunfo  en  triunfo:  los  de  Niquitao,  los  Horcones,  Taguanes, 
aseguraron  por  el  pronto  la  libertad  de  las  provincias  de  Mérida, 
Trujillo  y  Caracas.  Al  propio  tiempo,  Juan  Bautista  Arismendi  logró 
apoderarse  de  la  isla  de  Margarita,  su  patria,  y  desde  Trinidad 
pasaron  á  Güiria  (13  de  enero)  Santiago  Marino,  José  Francisco 
Bermúdez,  Manuel  Piar,  Antonio  José  de  Sucre,  los  cuales  domi- 
naban ya  en  Maturín  y  Cumaná  á  principios  de  agosto.  La  colonia 
española  quedaba  reducida  á  Coro,  Maracaibo,  Guayana,  parte  de 
Barinas  y  la  plaza  de  Puerto  Cabello,  donde  se  refugió  Monteverde 
con  los  restos  de  su  ejército. 

Al  llegar  á  Caracas,  Bolívar  procuró  darle  á  la  dictadura,  que 
de  hecho  y  necesariamente  iba  á  ejercer  en  el  territorio  libertado, 
cierta  apariencia  de  legalidad  que  calmase  la  oposición  de  quienes 
soñaban  aún  con  la  resurrección  del  régimen  constitucional  de  1811, 
pero  sin  disminuir  la  autoridad  absoluta  que  juzgaba  indispensable 
para  proseguir  la  guerra.  En  un  manifiesto  del  9  de  agosto  dijo: 
"Una  asamblea  de  notables,  de  hombres  virtuosos  y  sabios,  debe 
convocarse  solemnemente  para  discutir  y  sancionar  la  natiu'aleza 
del  Gobierno  y  los  funcionarios  que  hayan  de  ejercerlo  en  las  críti- 
cas y  extraordinarias  circunstancias  que  rodean  á  la  República";  y 
á  los  cuatro  días  se  dirigió  á  Francisco  Javier  Ustáriz,  que  había 
sido  uno  de  los  redactores  de  la  primera  constitución  y  miembro 
del  Ejecutivo  federal  en  1812,  excitándole  á  formular  un  plan  de 
gobierno  provisional.  Opinó  Ustáriz  (18  de  agosto)  que  la  necesi- 
dad más  urgente  era  la  seguridad  del  país  con  la  completa  eiq>ul- 
sión  de  los  enemigos  que  la  amenazaban  por  varios  pimtos,   y  que 

1.  En  los  aflos  subsiguientes  no  pierde  oportunidad  Bolívar  de  reparar  las 
consecuencias  de  su  error.  "La  política  —  escribía  á  uno  de  sus  oficiales,  el  17  de 
febrero  de  1818  —  la  política,  de  acuerdo  con  la  humanidad,  me  ha  movido  á  sus- 
pender la  ejecución  de  la  guerra  á  muerte;  y  la  experiencia  ha  empelado  á 
manifestarnos  las  ventajas  de  esta  medida:  más  de  200  españoles  se  han 
pasado  ¿  nuestro  ejército  después  que  se  les  ha  hecho  saber  la  clemencia  con  que 
se  les  recibe  ....".  Y  con  la  misma  fecha  expidió  un  decreto  concediendo  indulto 
y  gracias  á  los  jefes  y  soldados  españoles  que  pasasen  á  las  filas  patriotas. 


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~    219    — 

siendo  imposible  en  las  actuales  circunstancias  convocar  el  con- 
greso, el  Ejecutivo  y  demás  autoridades  de  1812,  convenía  adoptar 
una  organización  transitoria  en  los  siguientes  términos.  El  Poder 
Legislativo  y  el  Ejecutivo  residirán  en  el  General  en  Jefe  del  ejér- 
cito libertador,  "sin  otras  restricciones  que  las  que  provengan  del 
congreso  general  de  la  Nueva  Granada,  sü  comitente  "i.  Lo  guber- 
nativo, económico  y  de  policía  estará  á  cargo  de  sus  respectivos 
magistrados,  bajo  la  dependencia  del  mismo  General  en  Jefe.  En 
cada  provincia  habrá  un  gobierno  político  y  otro  militar.  La  ha- 
cienda nacional  la  administrará  en  Caracas  un  superintendente 
general,  y  en  las  provincias,  bajo  su  dependencia,  los  gobernadores 
políticos.  La  administración  de  justicia  seguirá  á  cargo  de  los  tri- 
bunales ordinarios,  según  las  leyes  establecidas  ó  que  se  expidieren; 
y  en  Caracas  habrá  un  Supremo  Tribunal  de  apelación,  compuesto 
de  tres  letrados  que  se  nombrarán  "  sin  designación  de  sueldp,  para 
que  se  reúnan  eventualmente  cuando  ocurra  alguna  causa,  á  costa 
de  las  partes  litigantes,  con  arreglo  al  arancel".  También  podrá 
convocarse  eventualmente  un  Consejo  de  Gobierno  para  consultarle 
sobre  los  asuntos  de  guerra,  marina,  hacienda  ó  comercio.  Final- 
mente, para  propender  á  la  unión  con  Nueva  Granada  se  convocará 
"un  equivalente  del  congreso  de  Venezuela",  con  el  solo  objeto  de 
nombrar  diputados  que  vayan  á  incorporarse  en  el  congreso  grana- 
dino y  discutir  las  bases  de  la  unión. 

Bolívar  mandó  publicar  el  plan  de  Ustáriz,  y  repitió  la  exci- 
tación de  que  se  presentasen  proyectos  análogos.  Pero  á  mediados 
de  agosto  tuvo  que  ausentarse  de  la  capital  para  dirigir  de  cerca 
las  operaciones  contra  la  plaza  de  Puerto  Cabello.  La  atacó  varias 
veces  sin  otro  resultado  que  el  de  tomar  prisionero  al  bárbaro  Zua- 
zola  (2  de  setiembre).  Propuso  á  Monteverde  canjearlo  por  el 
coronel  patriota  Diego  Jalón,  y  además  entregarle  cuatro  prisioneros 
realistas  por  otros  tantos  republicanos.  A  lo  que  se  negó  aquél, 
advirtiendo  que  en  lo  sucesivo,  por  cada  español  sacrificado  man- 
daría fusilar  dos  americanos.  El  general  Rafael  Urdaneta,  á  nombre 
de  Bolívar,  replicó:  "Si  el  intruso  ex-gobemador  Monteverde 
está  pronto  á  sacrificar  dos  americanos  por  cada  español  ó  canario, 
el  Libertador  de  Venezuela  está  pronto  á  sacrificar  seis  mil  espa- 
ñoles y  canarios   que   tiene   en   su   poder^    por  la   primer  víctima 

1.  Semejante  salvedad,  que  pudiera  llamarse  *' diplomática*',  tenia  por  único 
objeto  recordar  con  gratitud  el  apoyo  acordado  por  las  autoridades  de  aquel  país  á 
^  expedición  libertadora,  y  halagar  á  los  ofíciales  g^nadinos  que  acompaftaban  á 
Bolívar.  E^te,  desde  que  pasó  la  frontera,  se  creyó,  con  razón,  arbitro  exclusivo  de 
sus  planes  militares  y  políticos. 

2.  La  cifra  es  evidentemente  exagerada. 


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—    220    — 

americana  ^\  En  seguida  se  mandó  ahorcar  á  Zuazola.  Insistió, 
empero,  Bolívar  en  canjear  prisioneros,  ofreciendo  ahora  dos  espa- 
ñoles por  cada  americano;  mas  persistió  Monteverde  en  exceptuar 
á  Jalón,  y  rotas  las  negociaciones  fusiló  á  cuatro  oficiales  patriotas^. 

En  setiembre  llega  á  Puerto  Cabello  un  regimiento  enviado 
desde  Cádiz,  con  lo  que  se  decide  Monteverde  á  salir  de  la  plaza 
tomando  la  ofensiva.  Los  nuestros,  al  mando  de  Urdaneta  y  de  los 
granadinos  Girardot  y  D'Elhuyar,  le  derrotan  en  Bárbula  (30  de  se- 
tiembre) y  en  las  Trincheras  (3  de  octubre).  Monteverde,  herido  en 
la  retirada,  vuelve  á  encerrarse  en  Puerto  Cabello,  hasta  que  en 
enero  de  1814  sus  propios  oficiales  le  obligan  á  embarcarse  para 
las  Antillas. 

En  Bárbula  perdió  la  vida  Girardot  Bolívar  expidió  entonces 
un  decreto  declarando  "día  de  luto  para  los  venezolanos"  el  30 de 
setiembre,  y  ordenando  que  el  corazón  del  héroe  fuese  llevado  en 
triunfo  á  Caracas,  donde  se  le  haría  "la  recepción  de  los  liberta- 
dores". 

En  Caracas,  el  14  de  octubre,  la  municipalidad,  convocada  en 
cabildo  extraordinario,  aclama  á  Bolívar  Capitán  General  de  los 
ejércitos  patriotas  y  le  concede  el  título  de  Libertador  de  Venezuela. 
Por  el  propio  mes  renuévase  la  discusión  sobre  proyectos  constitu- 
cionales. El  Ledo.  Miguel  José  Sanz,  ex-Secretario  de  Estado,  pro- 
pone el  22  de  octubre  un  plan  de  gobierno  dictatorial,  idéntico  en 
el  fondo  al  ya  mencionado  de  Ustáriz.  "La  necesidad  —  advierte 
Sanz  en  su  discurso  preliminar  '• —  hará  callar  las  escrupulosas 
cavilaciones  de  una  política  sutil,  desmentida  por  tantas  experiencias. 
Ninguna  más  celosa  de  su  libertad  que  Roma,  y  en  sus  conflictos 
nombraba  dictadores.  Por  este  medio  logró  defenderla  y  conser- 
varla, y  jamás  (?)  tuvo  que  arrepentirse  de  haberlo  usado.  Lau- 
dable es  anhelar  la  autoridad  para  hacer  bien,  y  es  afrentosa  debi- 
lidad dejarla  sin  haberlo  hecho  "2.  Los  poderes  Legislativo  y  Eje- 
cutivo los  ejercerá  Bolívar  en  materias  de  Estado,  Guerra  y  Hacienda, 
en  todo  el  territorio  de  Venezuela,  sin  más  limitación  que  enten- 
derse y  acordarse  con  el  congreso  de  Nueva  Granada.  Tendrá  la 
facultad  exclusiva  de  entablar  negociaciones  con  las  otras  potencias 
á  fin  de  que  reconozcan  la  Independencia  de  Venezuela,  y  con  el 
congreso  granadino  para  la  proyectada  unión  de  ambos  países.   Dis- 


1.  Jalón  fué  canjeado  en  diciembre,  cuando  ya  no  mandaba  Monteverde. 

2.  Compárese  con  la  carta  que  dirigió  á  Miranda  en  1812:  arriba,  p.  186.  Desde 
el  principio  de  la  guerra,  Sanz  fué  partidario  de  la  autocracia,  de  los  procedimientos 
despóticos,  que  él  Uamaba  "medios  extraordinarios**.  Lo  mismo,  en  esta  época,  el 
apacible  Ustáriz,  el  austero  Mendoza,  el  flemático  Peftalver. 


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—    221     — 

pondrá  á  su  arbitrio  de  las  rentas,  "dejando  moderadamente  lo 
necesario  para  sueldos  y  entretenimiento  de  los  empleados  políticos 
y  eclesiásticos".  Cuando  haya  pacificado  el  país  y  asegurado  su 
independencia,  convocará  el  congreso  venezolano,  é  instalado  éste, 
dimitirá  el  mando.  Nombrará  gobernadores  políticos  de  las  pro- 
vincias, de  temas  que  le  presentarán  las  municipalidades,  y  estos 
gobernadores  estarán  siempre  bajo  la  dependencia  del  Jefe  Supremo. 

Los  proyectos  formulados  por  Ustáriz  y  Sanz,  aunque  no  re- 
cibieron ninguna  .sanción,  equivalían  exactamente  al  gobierno  de 
hecho  que  desde  el  6  de  agosto  venía  ejerciendo  Bolívar,  acom- 
pañado de  sus  tres  secretarios  Antonio  Muñoz  Tébar,  Rafael  D.  Mé- 
rida  y  Tomás  Montilla^.  Pensar  en  revivir  la  constitución  de  1811, 
hubiera  sido,  según  Bolívar  y  sus  amigos,  sacrificar  otra  vez  la 
patria.  Categóricamente  lo  participó  al  Gobernador  de  Barinas, 
D.  Manuel  Antonio  Pulido,  cuando  éste  le  escribió  en  octubre 
invocando  la  autonomía  provincial  garantizada  por  la  constitución. 
^Malograríamos  —  le  respondió  —  todos  los  esfuerzos  y  sacrificios 
hechos,  si  volviéramos  á  las  embarazosas  y  complicadas  formas  de 
la  administración  que  nos  perdió . . .  Mientras  dure  el  peligro 
actual,  á  despecho  de  toda  oposición  llevaré  adelante  el  plan  enér- 
gico que  tan  buenos  sucesos  me  ha  proporcionado". 

En  los  meses  de  noviembre  y  diciembre,  Bolívar  vuelve  á 
dirigir  personalmente  las  operaciones  militares.  Rechazado  en  Bar- 
quisimeto  (10  de  noviembre)  por  el  brigadier  D.  José  Ceballos,  se 
retira  á  Valencia;  el  23  se  desquita  derrotando  en  Vigirima  á  las 
fuerzas  salidas  de  Puerto  Cabello;  el  7  de  diciembre,  á  la  cabeza 
de  3,000  hombres,  desbarata  los  3,500  que  le  opone  Ceballos  en 
Araure;  al  terminar  el  año  regresa  á  Caracas. 

El  2  de  enero  de  1814,  celébrase  en  la  capital  una  asamblea 
popular  presidida  por  el  gobernador  político  Cristóbal  de  Mendoza, 
quien,  aunque  formaba  parte  del  Ejecutivo  federal  nombrado  en 
1812,  sostenía  sin  reservas  la  dictadura  de  Bolívar.  Este  dijo  á  la 
asamblea^:  ^^Para  salvaros  de  la  anarquía  y  destruir  los  enemigos 
que  intentaron  sostener  el  partido  de  la  opresión,  fué  que  admití  y 
conservé  el  poder  soberano.  Anhelo  por  el  momento  de  trasmitirlo  á 
los  representantes  que  debéis  nombrar.  Espero  que  me  eximiréis 
de  un  destino  que  alguno  de  vosotros  podrá  llenar  dignamente.    Yo 


1.  Sus  decretos  m&s  importantes  fueron:  el  de  ig^dmd  de  derechos  civiles 
entre  extranjeros  y  nacionales,  los  relativos  al  fomento  de  la  agricultura  y  el 
cotnercio  (por  de  contado  letra  muerta)  y  el  de  22  de  octubre  que  creó  la  orden 
militar  de  ** Libertadores  de  Venezuela*'. 

2.  Extracto. 


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—    222    — 

aspiro   únicamente   al  honor   de   continuar  combatiendo  á  vuestros 
enemigos.   Os  presento  tres  informes  de  las  Secretarias  de  listado. 
Decidid   vosotros   si    vuestro   honor   se   ha    repuesto,    si  vuestras 
cadenas  han  sido  despedazadas,  si  he  exterminado  vuestros  enemi- 
gos, si  os  he  administrado  justicia  y  si  he   organizado  el  erario  de 
la  República  ^\    Leídos   los  informes,   el  Gobernador  Mendoza  pro- 
nuncia un  entusiasta  elogio  del  Libertador,  y  termina  manifestando 
que  si  la  República  se  disolvió  una  vez  ^^por  la  debilidad  é  insub- 
sistencia  de   sus   bases   primitivas^',   sería   exponerse  á   otra  ruina 
convocar  un  congreso  constituyente   en  las   actuales  circunstancias, 
las  que  sólo  aconsejan  por  ahora  encargar  al  Jefe  Supremo  de  pro- 
penda á  la  unión  indisoluble  de  las  provincias  de  Venezuela  entre 
sí  y   ton  las   de   Nueva  Granada,   hasta   que   el   congreso  general 
forme  la  nueva  constitución.    Bolívar  contesta  con  un  elocuentísimo 
discurso,   en   el   que   se   descubren,   bajo  la  exaltación   patriótica, 
el  avisado  criterio  del  hombre  político  y  la  consumada  habilidad  del 
diplomático.    Al  principio  dice:    ^^No  he   podido  oir  sin  rubor,   sin 
confusión,  llamarme  héroe  y  tributarme  tantas  alabanzas.    Exponer 
mi  vida  por  la  patria,   es   un   deber  que  han  llenado  nuestros  her- 
manos en  el  capipo  de  batalla:  sacrificar  todo  á  la  libertad,   lo  ha- 
béis hecho  vosotros  mismos,   compatriotas  generosos".    Refiere  en 
frases   rápidas   y   refulgentes   sus   campabas  de    Cartagena,    Santa 
Marta,  Pamplona  y  la  de  Venezuela.    Paga  tributo  de  admiración  á 
sus  compañeros  de  armas.   ^^  Vosotros,  compatriotas,  me  honráis  con 
el  ilustre  título  de  Libertador.    Los  oficiales,  los  soldados  del  ejér- 
cito, ved  ahí  los  libertadores;  ved  ahí  los  que  reclaman  la  gratitud 
nacional".    Con   rasgos   felices  pinta  á  sus  tenientes:    ^^el   general 
Ribas,  cuyo  valor  vivirá   siempre  en  la   memoria   americana,  junto 
con  las  jomadas   gloriosas   de   Niquitao   y  Barquisimeto;    el  gran 
Girardot,  el  joven  héroe  que  hizo  aciaga  con  su  pérdida  la  victoria 
de  Bárbula;  el  mayor  general  Urdaneta,  el  más  constante  y  sereno 
oficial  del  ejército ;  el  intrépido  D'Elhuyar,  vencedor  de  Monteverde 
en  las  Trincheras;   el  bravo  comandante  Elias,  pacificador  del  Tuy 
y  libertador  de  Calabozo;   el  bizarro   coronel  Villapol,   que  desris- 
cado en  Vigirima,   contuso   y   desfallecido,   no   perdió   nada  de  su 
valor    que   tanto   contribuyó   á  la  victoria   de  Araure;    el   coronel 
Palacio,   que  en  una  larga  serie   de   encuentros   terribles,   soldado 
esforzado  y  jefe  sereno,  ha  defendido  con  firme  carácter  la  libertad 
de  su  patria;  el  mayor  Manrique,  que  dejando  sus  soldados  tendidos 
en  el  campo,   se  abrió  paso  con  sólo  pocos  oficiales  por  en  medio 
de  las  filas  enemigas  . . ."    Termina  diciendo:  "No  es  el  despotismo 
militar  el  que  puede  hacer  la   felicidad  de  un  pueblo,   ni  el  mando 


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—    223    — 

que  obtengo  puede  convenir  jamás,  sino  temporariamente,  á  la  Re- 
pública. Un  soldado  feliz  no  adquiere  ningún  derecho  para  mandar 
á  su  patria.  No  es  él  arbitro  de  las  leyes  ni  del  gobierno;  es  el 
defensor  de  su  libertad  Sus  glorías  deben  confundirse  con  las  de 
la  República,  y  su  ambición  debe  quedar  satisfecha  al  hacer  la  feli- 
cidad de  su  país.  He  defendido  vigorosamente  vuestros  intereses 
en  el  campo  del  honor,  y  os  protesto  los  sostendré  hasta  el  último 
período  de  mi  vida.  Vuestra  dignidad,  vuestras  glorías  serán  siempre 
caras  á  mi  corazón;  mas  el  peso  de  la  autorídad  me  agobia.  Yo 
os  suplico  me  eximáis  de  una  carga  superíor  á  mis  fuerzas.  Elegid 
vuestros  representantes,  vuestros  magistrados,  un  gobierno  justo;  y 
contad  con  que  la3  armas  que  han  salvado  la  República  protegerán 
siempre  la  libertad  y  la  gloría  nacional  de  Venezuela".  La  insi- 
nuación de  renunciar  al  mando,  que  contienen  las  frases  citadas,  no 
era  más,  claro  está,  que  un  efecto  oratorío,  una  promesa  para  el 
porvenir;  pues  mal  podía  el  caudillo,  hasta  ahora  victoríoso,  cometer 
la  insensatez  de  despojarse  de  su  autorídad  suprema.  £1  presidente 
de  la  municipalidad,  Juan  Antonio  Rodríguez  Domínguez,  que  lo 
había  sido  también  del  con^^eso  de  1811,  sucede  á  Bolívar  en  la 
palabra,  é  imitando  á  Ustáriz,  á  Sanz  y  á  Mendoza,  insiste  en  la 
necesidad  de  la  dictadura  mientras  queden  enemigos  que  combatir. 
** Continúe  V.  E.  de  dictador:  perfeccione  la  obra  de  salvar  la  patría; 
y  cuando  lo  haya  conseguido,  restituyale  el  ejercicio  de  su  soberanía 
planteando  el  gobierno  democrático".  Después  de  Domínguez,  habla 
con  entonación  de  tríbuno  Domingo  Alzuru,  y  luego  de  celebrar  las 
declaraciones  del  Libertador  como  un  reconocimiento  de  la  sobe- 
ranía del  pueblo,  lanza  otra  idea  que  estaba  en  todos  los  cerebros 
sin  que  se  atreviese  nadie  á  expresarla.  Marquemos  este  acto  — 
dice  —  ^^con  la  espontánea  y  pública  aclamación  de  la  suprema 
autorídad  dictatoríal  en  el  ciudadano  Simón  Bolívar,  para  que  cons- 
tituyéndole nuestro  primer  magistrado,  salga  él,  así  como  la  Re- 
pública, de  la  especie  de  dependencia  con  que  obraba  como  comi- 
sionado del  honorable  congreso  de  la  Nueva  Granada".  Bolívar 
habla  por  tercera  vez:  hábilmente  pasa  en  silencio  esas  palabras  de 
Alzuru;  con  no  menor  habilidad  indica  como  candidato  para  el 
poder  supremo,  después  de  la  guerra,  al  general  Marino,  "libertador 
del  Oríente",  —  quien  revelaba  ya  las  veleidades  de  disidencia  que 
tanto  abundaron  en  su  vida  pública  — ,  y  declara  por  último  que  acepta 
la  dictadura  hasta  que  puedan  reunirse  las  asambleas  electorales. 

Pero  la  patría  estaba  á  punto  de  perderse  otra  vez,  no  ya 
como  en  1812  por  la  pusilanimidad  de  su  dictador,  pues  que  Bolí- 
var, á  diferencia  de  Miranda,   pecaba   antes  bien  por  su  temeraría 


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—    224    — 

audacia,  sino  porque  los  españoles  encontraron  en  la  clase  de  los 
mestizos  ó  ^^  pardos  ^\  que  era  la  más  numerosa,  su  mejor  aliado. 
Los  pardos,  en  efecto,  formaron  en  su  mayor  parte  el  ejército  de 
José  Tomás  Boves,  que  iba  á  destruir  la  naciente  República.  Boves, 
nacido  en  España,  y  cuyo  verdadero  apellido  era  Rodríguez,  hallá- 
base en  Puerto  Cabello  por  los  años  de  1808  al  servicio  de  unos 
mercaderes  llamados  Joves.  Perseguido  como  contrabandista,  logró 
que  se  le  conmutase  la  pena  de  presidio  por  la  de  confinamiento  á 
la  ciudad  de  Calabozo,  gracias  á  la  intervención  de  los  Joves,  de 
quienes  imitó  luego  el  apellido  cambiándole  la  primera  letra.  Cuén- 
tase que  en  1811  se  alistó  en  las  filas  patriotas  y  que  disgustado 
con  sus  jefes,  por  motivos  que  las  crónicas  no  aclaran,  se  pasó  al 
año  siguiente  á  la  causa  realista.  Su  nombre  surge  de  la  oscuridad 
en  1813.  Enamorado  de  las  costumbres  primitivas  de  los  llaneros, 
gente  á  la  sazón  inculta  y  dada  á  todo  género  de  aventuras,  no 
tardó  en  hacerse  jefe  de  numerosa  banda  y  en  adquirir  prestigio 
tal,  que  sólo  puede  compararse  con  el  de  José  Antonio  Páez  en 
años  posteriores.  Valiente  á  toda  prueba,  aventurero  por  instinto, 
impasible  en  la  derrota,  ebrio  en  el  triunfo,  tolerante  con  los  ex- 
cesos de  sus  parciales,  feroz  hasta  el  delirio  contra  sus  enemigos, 
Boves  mezcla  en  su  alma  el  ímpetu  salvaje  del  llanero,  y  su  astucia 
y  su  fatalismo,  con  toda  la  crueldad  de  un  Zuazola,  de  un  Anto- 
ñanzas,  de  un  Cerberis.  El  3  de  febrero  de  1814  gana  su  primera 
batalla  destrozando  en  La  Puerta  las  tropas  de  Campo  Elías^,  y 
se  adelanta  rápido  á  los  valles  de  Aragua. 

Bolívar,  sabedor  del  desastre,  deja  en  Caracas  á  Ribas  y 
vuela  á  Valencia.  Fuerza  es  detenemos  aquí  para  escribir  la  página 
más  triste  acaso  de  su  vida  pública,  el  episodio  más  sombrío  de  su 
sistema  de  guerra  á  muerte.  Cuando  á  principios  de  agosto  de 
1813  se  aproximaba  á  Caracas,  encontró  en  la  Victoria  una  comi- 
sión compuesta  del  marqués  de  Casa  León,  el  Pro.  Marcos  Ribas, 
D.  Francisco  Iturbe,  el  Dr.  Felipe  Fermín  Paúl  y  D.  José  Vicente 
Galguera,  enviados  desde  aquella  ciudad  por  el  Capitán  General 
D.  Manuel  del  Fierro,  con  el  fin  de  ajustar  las  cláusulas  de  una 
capitulación.  Convínose  en  que  todas  las  plazas  de  la  provincia  se 
entregarían  sin  demora  á  las  autoridades  republicanas;  que  se  con- 
cedería pasaporte  para  emigrar  á  cuantos  españoles  lo  solicitasen 
en  el  plazo  de  dos  meses,  y  que  el  convenio  se  presentaría  al  día 
siguiente  al  Capitán  General,  para  su  ratificación  dentro  de  veinti- 
cuatro horas.    Desde  la  Victoria,  Bolívar  escribió   á  Fierro:  "Esta 


1.  Los  realistas  eran  7,000,  ios  patriotas  3,000. 


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—    225    — 

capitulación  será  cumplida  religiosamente  para  oprobio  del  pérfido 
Monteverde  y  honor  del  nombre  americano".  Pero,  entre  tanto, 
Fierro  y  las  autoridades  españolas,  imitando  el  ejemplo  de  Miranda, 
huyeron  á  la  Guaira  y  se  embarcaron  ó  para  las  Antillas  ó  para 
Puerto  Cabello.  Al  ocupar  Bolívar  á  Caracas  y  la  Guaira,  y  aunque 
las  guarniciones  de  estas  plazas  se  entregaron  sin  resistencia,  mandó 
prender  á  todos  los  españoles  y  canarios  sospechosos.  Envió  comi- 
sionados á  Puerto  Cabello  á  proponer  á  Monteverde  la  ratificación 
del  convenio  de  la  Victoria,  ó  al  menos  el  canje  de  prisioneros. 
Monteverde  opuso  condiciones  inaceptables  y  se  rompió  el  tratado. 
Quedaron  en  consecuencia  presos  los  españoles  y  canarios,  á  ex- 
cepción de  unos  pocos  á  quienes  se  indultó,  y  uno  que  otro  fusi- 
lado al  intentar  fugarse.  En  4  de  setiembre  (1813)  el  Gobernador 
inglés  de  Curazao  escribió  á  Bolívar  intercediendo  por  los  prisio- 
neros, y  se  le  contestó  desfavorablemente  el  2  de  octubre,  alegando 
que  las  medidas  de  clemencia  no  habían  dado  los  resultados  apete- 
cidos; que  los  españoles  á  quienes  se  concedió  pasaportes  para 
Ultramar  volvieron  á  alistarse  en  las  filas  realistas,  y  que  los  aten- 
tados del  enemigo  obligaban  á  ejercer  represalias.  Sin  embargo, 
no  se  procedió  por  el  pronto  contra  los  presos.  En  los  primeros 
días  de  febrero  (1814)  túvose  noticia  de  la  marcha  de  Boves  hacia 
el  Centro  y  de  la  de  Rósete  á  Ocumare.  Temeroso  entonces  el 
comandante  de  la  Guaira,  coronel  Leandro  Palacio,  de  que  los 
presos  intentasen  un  golpe  de  mano,  pidió  instrucciones  á  Bolívar. 
Este,  exasperado  por  el  triunfo  de  Boves,  le  oontestó  desde  Valencia 
el  día  8:  "Por  el  oficio  de  US.  de  4  del  actual,  que  acabo  de  re- 
cibir, me  impongo  de  las  críticas  circunstancias  en  que  se  encuentra 
esa  plaza,  con  poca  guarnición  y  un  crecido  número  de  presos  i. 
En  consecuencia,  ordeno  á  US.  que  inmediatamente  se  pasen  por 
las  armas  todos  los  españoles  presos  en  esas  bóvedas  y  en  el  hospi- 
tal, sin  excepción  alguna".  Y  despachó  al  mismo  tiempo  igual 
oficio  al  comandante  de  Caracas,  coronel  Juan  Bautista  Arismendi. 
Cómo  se  cumplió  tan  bárbara  orden  lo  dicen  con  su  tremenda 
concisión  los  partes  ofidftles.  Palacio  escribe  desde  la  Guaira: 
13  de  febrero  de  1814:  "En  obedecimiento  á  orden  expresa  del 
Excmo.  Señor  General  Libertador  para  que  sean  decapitados  todos 
los  presos  españoles  y  canarios  reclusos  en  las  bóvedas  de  este 
puerto,  se  ha  comenzado  la  ejecución  pasándose  por  las  armas  esta 
noche  100  de  ellos".  14  de  febrero:  "Ayer  tarde  fueron  decapi- 
tados 150  hombres  de  los   españoles  y   canarios   encerrados  en  las 

1.  Bolívar  recordó  la  sublevación  de    los    presos    espafioles  en  el  castiUo  de 
Poerto  Cabello,  en  1812,  cuando  él  mandaba  la  plaza. 

Fortoul,  Historia  Constitodonal.  15 


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-    226 

bóvedas  de  este  puerto,  y  entre  hoy  y  mañana  lo  será  el  resto  de 
ellos".  15  de  febrero:  "Ayer  tarde  fueron  decapitados  247  espa- 
ñoles y  canarios,  y  sólo  quedan  en  el  hospital  20  enfermos,  y  en  las 
bóvedas  108  criollos".  16  de  febrero:  "Hoy  se  han  decapitado  los 
españoles  y  canarios  que  estaban  enfermos  en  el  hospital,  últimos 
restos  de  los  comprendidos  en  la  orden  de  S..E.".  —  Total  517. 
Desde  Caracas  participa  Arismendi  al  Secretario  de  la  Guerra  el 
25  de  febrero:  "Se  servirá  US.  elevar  á  la  consideración  del 
Excmo.  General  en  Jefe,  que  la  orden  comunicada  por  US.  con 
fecha  8  de  este  mes  se  halla  cumplida,  habiéndose  pasado  por  las 
armas,  tanto  aquí  como  en  la  Guaira,  todos  los  españoles  y  canarios 
.  que  se  hallaban  presos,  en  número  de  más  de  800 1,  contando  los 
que  se  han  podido  recoger  de  los  que  se  hallaban  ocultos^.  Pero 
habiéndose  presentado  á  este  Gobierno  y  al  público  un  número  de 
ciudadanos  beneméritos  garantizando  la  conducta  de  varios  de  los 
individuos  que  según  la  citada  orden  de  8  de  febrero  debían  ser 
decapitados,  he|creído  deber  condescender  para  evitar  cualquiera  entor- 
pecimiento de  la  dicha  orden,  esperando  las  ulteriores  disposiciones 
de  S.  E.  Incluyo  á  US.  copia  del  oficio  que  he  pasado  sobre  este 
particular  al  ciudadano  Gobernador  político,  y  la  lista  que  me  ha 
remitido,  á  fin  de  que  determine  S.  E.  lo  que  tenga  por  conveniente*." 
El  24  de  febrero,  el  Secretario  de  Estado  Muñoz  Tébar  publica 
en  San  Mateo,  por  orden  del  Libertador,  un  Manifiesto  destinado  á 
justificar  las  matanzas  de  Caracas  y  la  Guaira.  Reseña  les  cono- 
cidos  atentados  de  lo»  jefes  realistas  desde  1812;  repite  que  ninguno 
de  los  españoles  indultados  había  desistido  de  la  lucha;  advierte 
que  los  prisioneros  estaban  de  acuerdo  con  Boves,  que  se  adelan- 
taba á  la  villa  de  Cura,  y  con  Rósete,  que  desolaba  á  Ocumare, 
para  sublevarse  en  el  momento  oportuno;  que,  descubierto  el  plan, 
respetar  sus  vidas  hubiera  sido  "aventurar  manifiestamente  el  des- 
tino de  la  República,  cuya  pérdida  anterior  la  causó  la  sublevación 
de  los  prisioneros  españoles  en  el  castillo  de  Puerto  Cabello",  y 
agrega:  "Los  prisioneros  españoles  han  sido  pasados  por  las  armas, 
cuando  su  impunidad  esforzaba  el  encono  de  sus  compañeros;  cuando 

1.  Por  consiguiente,  cosa  de  300  en  Caracas. 

2.  José  Domingo  Díaz,  Recuerdos,  p.  338,  dice  que  el  total  de  víctifflts 
fué  de  866;  Restrepo  copia  á  Díaz;  Larrazábal  habla  de  886;  O'Leaiy,  de  800; 
Baralt,  de  más  de  800;  José  Francisco  Heredia  (Memorias,  p.  185)  de  cerca  de 
900.  Lo  verosímil  es  que  fuesen  817  ú  818,  según  la  Gaceta  de  Caracas  con- 
sultada por  Juan  Vicente  González  (Biografía  de  Ribas),  y  Mariano  de  Brícefio 
(Biografía  de  Arismendi,  p.  40  y  nota  14).  I-a  colección  de  la  Gaceta  « 
rarísima  y  no  hemos  podido  hacer  el  cotejo. 

3.  No  se  conoce  el  texto  de  los  documentos  citados  por  Arismendi. 


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~    227    — 

sus  conspiraciones  en  el  centro  mismo  de  los  calabozos,  apenas  des- 
baratadas cuando  resucitadas,  nos  han  impuesto  la  dura  medida  á 
que  nos  había  autorizado,  mucho  tiempo  há,  el  derecho  de  las  re- 
presalias". —  Con  igual  derecho  de  represalias  van  á  justificar  sus 
barbaridades  Boves,  y  Rósete,  y  Morales.  Exasperado  Bolívar,  no 
reflexionó  que  su  nombre,  lo  mismo  que  el  de  sus  tenientes  (Arís- 
mendi  había  sacrificado  antes  en  Margarita  29  prisioneros,  Marino 
en  Cumaná  200,  Campo  Elias  en  los  llanos  un  número  incontable), 
no  reflexionó  que  su  nombre,  y  el  de  tantos  héroes  de  la  patria, 
iban  á  quedar  en  la  historia  de  1814  confundidos  con  los  de  aquellos 
vándalos,  bajo  la  misma  horrenda  mancha  del  crimen.  Tristes 
tiempos,  cuando  hasta  el  genio  enloquece,  y  apaga  él  mismo  la 
antorcha  que  le  guía  al  porvenir. 

El  día  en  que  empezaron  las  hecatombes  de  la  Guaira 
y  Caracas,  el  12  de  febrero,  José  Félix  Ribas  logra  rechazar  á 
Boves  en  la  Victoria.  Triunfo  efímero.  Boves  se  rehace,  y  el  28, 
á  la  cabeza  de  7,000  hombres,  ataca  á  Bolívar  en  San  Mateo.  La 
batalla  queda  indecisa:  Boves,  herido,  se  ausenta  por  unos  días. 
Sucédense  escaramuzas  y  maniobras  en  los  contomos  de  San  Mateo. 
El  20  de  marzo  reaparece  Boves  al  frente  de  su  ejército;  renueva 
el  ataque  hasta  el  25;  y  ya  al  punto  de  apoderarse  del  parque 
republicano,  custodiado  por  el  granadino  Antonio  Ricaurte  en  la 
casa  llamada  El  Ingenio,  Ricaurte  despide  sus  soldados,  prende 
fuego  á  las  cajas  de  pólvora  y  perece  con  gran  número  de  enemi- 
:gos.  El  30  de  marzo,  Boves  contramarcha  hacia  la  villa  de  Cura, 
con  el  intento  de  batir  á  Marino,  que  por  el  Sur  se  aproximaba 
con  3,500  hombres:  al  día  siguiente  se  encuentran  en  Bocachica,  y 
después  de  impetuosas  cargas  por  una  y  otra  parte,  retíranse 
ambos;  el  republicano  á  la  Victoria,  el  realista  camino  de  Valencia, 
y  luego  hacia  Calabozo. 

Desde  Coro  se  había  internado  el  español  D.  José  Ceballos, 
y  hallábase  en  San  Carlos  á  principios  de  abril  con  una  división  de 
hasta  4,000  hombres.  Bolívar  ordena  á  Marino  que  marche  contra  él 
desde  la  Victoria.  El  16  de  abril  lo  desbarata  Ceballos  en  la  llanura 
del  Arao.  El  30  llega  á  San  Carlos  el  Capitán  General  D.  Juan 
Manuel  Cajigal,  y  sumando  sus  tropas  con  las  de  Ceballos  —  más 
ó  menos  6,000  —  marcha  sobre  Valencia.  Pero  Bolívar  le  gana  la 
batalla  de  Carabobo  el  28  de  mayo,  aunque  con  fuerzas  inferiores 
«i  número  (5,000  hombres). 

Empero,  ya  se  acercaba  el  desastre  final.  Boves  sale  de  Ca- 
labozo con  5,000  ginetes  y  3,000  infantes;  el  15  de  junio  encuentra 
€n  la  Puerta  á  2,300  soldados  que  mandan  Bolívar  y  Marino,   y  en 

15* 


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—    228    — 

breves  horas  acaba  con  ellos.  Más  de  1 ,000  patriotas  quedan  en  el 
campo.  Antonio  Muñoz  Tébar  y  Antonio  Rafael  Mendiri,  secre- 
tarios del  Libertador,  mueren  en  lo  más  recio  del  combate.  El 
coronel  Diego  Jalón  y  todos  los  prisioneros  son  fusilados.  Bolívar^ 
Marino  y  Ribas  huyen  á  Caracas. 

Boves  se  adelanta  á  la  Victoria,  destaca  una  división  sobre  la 
capital  y  retrocede  á  asediar  á  Valencia.  Del  19  de  junio  al  9  de 
julio,  el  coronel  Juan  de  Escalona,  jefe  de  la  guarnición,  resiste 
heroicamente,  y  no  capitula  sino  cuando  quedan  agotados  los  ví- 
veres y  municiones.  ¿Será  preciso  agregar  que  el  feroz  caudillo 
olvidó  al  punto  su  palabra  empeñada  de  respetar  la  vida  de  mili- 
tares y  civiles?  Asesinó  á  lanza  ó  á  cuchillo  á  más  de  90  per- 
sonas pacificas,  á  60  y  tantos  oficiales  y  á  300  soldados.  Refiere 
un  historiador  realista:  "En  la  noche  siguiente  á  su  entrada  á  Va- 
lencia (10  de  julio),  Boves  reunió  todas  las  mujeres  en  un  sarao,  y 
entre  tanto  hizo  recoger  los  hombres,  que  había  tomado  precau- 
ciones para  que  no  se  escaparan,  y  sacándolos  fuera  de  la  pobla- 
ción, los  alanceaban  como  á  toros  sin  auxilio  espiritual.  Solamente 
el  Dr.  Espejo  (Gobernador  político)  logró  la  distinción  de  ser  fusi- 
lado y  tener  tiempo  para  confesarse^.  Las  damas  del  baile  se  be- 
bían las  lágrimas,  y  temblaban  al  oir  las  pisadas  de  las  partidas  de 
caballería,  temiendo  lo  que  sucedió,  mientras  que  Boves  con  un 
látigo  en  la  mano  las  hacía  danzar  el  piquirico,  y  otros  sonecitos 
de  la  tierra  á  que  era  muy  aficionado  2,  sin  que  la  molicie  que  ellos 
inspiran  fuese  capaz  de  ablandar  aquel  corazón  de  hierro.  Duró  la 
matanza  algunas  otras  noches  ^.^' 

El  6  de  julio,  Bolívar  desocupa  á  Caracas  con  los  escasos 
restos  de  sus  tropas,  y  seguido  de  numerosa  emigración  de  pai- 
sanos, mujeres  y  niños  (más  de  10,000  almas!)  emprende  retirada á 
Barcelona.  El  camino  de  Chacao  —  dice  el  historiador  español 
Heredia*  —  "  estuvo  todo  el  día  cubierto  de  una  columna  de  gentes 
de  todas  clases  y  edades,  que  huían  despavoridas,  á  pie  y  cargando 
cada  cual  con  lo  que  podía,  de  las  cuales  casi  todas  perecieron  en 
el  viaje  al  rigor  de  cuantas  calamidades  pueden  imaginarse.  De^ 
las  cuarenta  mil    almas  á  que  llegaba  el  vecindario  de  aquella  her- 


1.  El  coronel  Escalona    pudo   fugarse    de   la  propia    casa  de    Boves,    donde 
estaba  preso. 

2.  Cuentan  las  crónicas  que  Boves  no  daba  cuartel  sino  á  los  músicos  .  .  .y 
á  los  cirujanos. 

3.  José  Francisco  Heredia,  Memorias  sobre  las  revoluciones  de  Vcnf- 
zuela,  p.  203. 

4.  Op.  cit.,  p.  201 . 


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—    229    — 

mosa  capital,  quedaron  las  monjas  de  los  dos  conventos  de  la  Con- 
cepción y  el  Carmen,  algunos  frailes,  el  arzobispo  y  á  su  ejemplo 
los  canónigos,  y  como  cuatro  ó  cinco  mil  personas  que  tuvieron  re- 
solución para  esperar  la  muerte  en  sus  casas,  sin  exponerse  á  en- 
contrarla más  cierta  entre  los  riesgos  de  la  fuga."  A  los  tres  meses 
de  horrenda  peregrinación,  los  que  pudieron  llegar  á  las  costas  de 
Cumaná  se  embarcaron  pocos  á  pocos  para  Margarita  y  las  An- 
tillas inglesas^. 

El  8  de  julio  entra  en  Caracas  la  vanguardia  del  ejército  rea- 
lista, á  las  órdenes  de  D.  Ramón  González,  quien  se  apresura  á 
decir  en  una  proclama:  "Vuestras  vidas  serán  salvas,  vuestras  pro- 
piedades ilesas  y  vuestra  seguridad  inviolable".  Boves,  que  llega 
á  la  capital  el  16,  repite  lo  mismo  en  bandos  sucesivos  de  este  día, 
del  18  y  del  26;  mas  cuantos  patriotas  cometieron  la  imprudencia 
de  salir  de  sus  escondites,  fueron  ejecutados  en  Coticita,  á  las 
puertas  de  la  ciudad,  ó  deportados  á  Calabozo,  donde  corrieron 
igual  suerte.  Además,  á  los  justicias  de  los  pueblos  vecinos  pasó 
Boves  una  orden  en  estos  términos  (25  de  julio):  "Conviene  á  la 
seguridad  pública  el  que  se  castiguen  los  malvados  que  han  sido 
causa  de  que  se  sacrificasen  los  europeos,  canarios  é  hijos  del  país. 
En  esta  inteligencia  prevengo  á  V.  que  tomando  los  informes  de 
personas  de  probidad,  á  fin  de  evitar  algún  partido  de  venganza, 
pase  inmediatamente  por  las  armas  en  ese  pueblo  á  los  de  aquella 
clase,  dándome  cuenta  de  haberlo  ejecutado;  bien  entendido  que 
hago  á  V.  responsable,  si  no  lo  verifica,  de  cualquier  desgraciado 
acontecimiento  que  haya  en  esa  jurisdicción". 

Desde  que  triunfó  en  La  Puerta,  Boves  se  alzó  con  el  mando 
del  territorio  reconquistado,  desconociendo  de  hecho  al  Capitán 
General  D.Juan  Manuel  Cajigal,  á  quien  osó  escribir:  "He  reco- 
brado las  armas,  las  municiones  y  el  honor  de  las  banderas  es- 
pañolas, que  S.  E.  perdió  en  Carabobo ".  Al  pusilánime  de  Cajigal 
no  le  quedó  más  recurso  que  refugiarse  en  Puerto  Cabello,  de  donde 
remitió  pliegos  á  España  acusando  la  conducta  del  rebelde.  Boves, 
imperturbable,  se  apropió  los  pomposos  títulos  de  "Comandante 
General  del  ejército  español  y  Gobernador  é  Intendente  de  las  pro- 
vincias de  Cumaná  y  Barcelona",  ó  "Comandante  General  de  Barlo- 
vento". En  Caracas  nombró  á  fines  de  julio  Gobernador  político  al 
marqués   de   Casa  León,    Gobernador  militar   á   Juan  Nepomuceno 


1.  Nótese  una  acción  generosa  por  parte  de  los  españoles^  en  estos  tiempos 
<ic  reciproca  crueldad.  El  intendente  de  Puerto  Rico,  D.  Mariano  Ramírez,  envió 
atixilio  de  víveres  y  dinero  á  la  muchedumbre  de  mujeres  y  nifios  que  se  refugiaron 
en  Saint-Thomas,  y  el  Gobierno  de  la  Península  aprobó  su  noble  conducta. 


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—    230    — 

Quero  (tan  desalmado  como  su  jefe,  y  por  añadidura  traidor  á  la 
patria,  como  que  era  venezolano  y  había  servido  bajo  Miranda), 
ministros  del  tribunal  de  apelaciones  —  creado  en  lugar  de  la  Real 
Audiencia  —  á  los  doctores  Tomás  Hernández  Sanabria,  Juan 
Rojas  y  Francisco  Rodríguez  Tosta,  é  intendente  á  D.  José  Do- 
mingo Duarte.  Hecho  lo  cual  marchó  á  Oriente,  á  donde  ya  había 
adelantado  á  su  segundo  Francisco  Tomás  Morales  en  persecución 
de  Bolívar. 

Este  se  hizo  fuerte  en  Aragua  de  Barcelona  con  unos  3,000 
hombres;  pero  el  18  de  agosto  le  cayó  encima  Morales  con  8,000, 
derrotándolo  por  completo.  "Morales  pasó  á  cuchillo  no  solamente 
los  prisioneros  sino  ima  gran  parte  de  la  vecindad,  sin  respetar 
edad  ni  sexo,  haciendo,  como  Rósete,  su  matanza  en  el  recinto 
mismo  de  la  iglesia  (donde  perecieron  más  de  1,000).  Por  esta 
razón  los  muertos  de  uno  y  otro  partido  alconzaron  en  aquel  aciago 
día  á  4,700,  todos  americanos  ^ ". 

Bolívar  pasó  á  escape  por  Barcelona.  Al  llegar  á  Cumaná 
(25  de  agosto)  le  avisan  que  el  comandante  de  la  escuadrilla  re- 
publicana, un  italiano  llamado  Bianchi,  estaba  levando  anclas  y  se 
llevaba  las  alhajas  que  el  clero  de  Caracas  confió  á  los  patriotas 
para  atender  á  los  gastos  de  guerra 2.  Bolívar  y  Marino  persiguen 
á  Bianchi  hasta  Margarita,  y  logran  que  entregue  á  las  autoridades 
de  la  isla  parte  de  los  buques  y  dos  tercios  del  tesoro,  quedándose 
con  lo  demás  el  aventurero,  para  indemnizarse  de  acreencias  que 
tenía  contra  las  provincias  orientales.  Regresan  al  continente,  á 
Carúpano,  el  3  de  setiembre;  y  allí  José  Félix  Ribas,  de  acuerdo 
con  los  demás  oficiales,  les  declara  destituidos  del  mando  supremo, 
con  el  pretexto  de  que  el  viaje  á  Margarita  podía  considerarse  como 
una  tentativa  de  deserción.  Y  poco  faltó  para  que  Ribas,  y  Manuel 
Piar,  y  José  Francisco  Bermúdez,  se  vengasen  en  sus  jefes  de  la 
derrota  común,  del  propio  modo  que  contribuyera  Bolívar  á  sacri- 
ficar á  Miranda  por  el  desastre  de  1812.  Al  fin  les  permitieron 
embarcarse  para  las  Antillas  (7  de  setiembre). 

El  16  de  octubre  ocupa  Boves  á  Cumaná,  y  según  su  costumbre 
pasa  á  cuchillo  á  los  prisioneros,  á  mujeres  y  á  niños:  más  de 
1,000  personas.  El  5  de  diciembre,  derrota  en  Úrica  á  Ribas,  Ber- 
múdez, Piw,   Monagas,    Cedeño,    Zaraza.    En   medio    del  combate, 


1 .  Baralt,  t.  II,  p.  270. 

2.  "Acta  Solemne  de  Concordia,  entre  el  Estado  y  el  Sacerdocio,  para  pro- 
veer los  Exércitos  que  obran  contra  los  enemigos  que  invaden  el  territorio  de  Vene- 
zuela". Caracas,  12  de  febrero,  1814.  Imprenta  de  Juan  Baillio.  —  El  peso  total 
de  las  alhajas  era  de  27,912  onzas  de  plata.     Larrazábal,  t.  I,  p.  329. 


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Boves  pierde  la  vida  de  un  lanzazo;  pero  su  teniente  Morales  per- 
sigue á  los  patriotas  hasta  Maturin,  acabándolos  de  dispersar.  En 
Maturín  queda  muerto  el  sabio  Licenciado  Miguel  José  Sanz,  y  á 
Ribas,  vendido  en  su  fuga  por  un  esclavo,  lo  asesinan  los  españoles 
el  31  de  enero,  en  los  montes  de  Tamanaco,  cerca  del  Valle  de 
la  Pascua. 

Cuando  termina  el  año  de  1814,  los  patriotas  no  ocupan  ya 
sino  la  isla  de  Margarita,  gracias  á  la  indomable  energía  con  que 
allí  se  sostuvo  Arismendi  desde  el  mes  de  abril,  y  contados  lugares 
del  Continente,  donde  siguen  peleando  como  guerrilleros  los  Mo- 
nagas,  Zaraza,  Cedeño  y  Páez.  El  estado  general  de  Venezuela  lo 
describen  los  mismos  españoles.  El  asesor  de  la  Intendencia, 
Dr.  José  Manuel  Oropesa,  dice:  "No  hay  ya  provincias:  las  pobla- 
ciones de  millares  de  almas  han  quedado  reducidas,  unas  á  cen- 
tenas, otras  á  decenas,  y  de  otras  no  quedan  más  que  los  vestigios 
de  que  allí  vivieron  racionales  .  .  .  Los  caminos  y  los  campos  cu- 
biertos de  cadáveres  insepultos,  abrasadas  las  poblaciones,  familias 
enteras  que  ya  no  existen  sino  en  la  memoria,  y  tal  vez  sin  más 
delito  que  haber  tenido  una  rica  fortuna  de  que  vivir  honradamente. 
La  agricultura  enteramente  abandonada,  y  así  es  que  ya  no  se  en- 
cuentran en  las  ciudades  ni  granos  ni  frutos  de  primera  necesidad. 
En  una  palabra,  he  visto  los  templos  polutos  y  llenos  de  sangre,  y 
saqueados  hasta  los  sagrarios".  El  brigadier  D.  Manuel  del  Fierro 
escribe  á  un  compatriota  suyo  el  29  de  diciembre  de  1814:  "En  las 
últimas  acciones  habrán  perecido  de  una  y  otra  parte  más  de 
12,000  hombres.  Afortunadamente  los  más  son  criollos,  y  muy  raro 
españoL  Si  fuera  posible  arrasar  con  todo  americano,  sería  lo 
mejor.  Si  en  las  demás  partes  de  la  América  se  encontraran  muchos 
Boves,  yo  le  aseguro  á  usted  que  se  lograrían  nuestros  deseos;* 
pues  lo  que  es  en  Venezuela,  poco  ha  faltado  para  verlos  realizados, 
pues  hemos  concluido  con  cuantos  se  nos  han  presentado". 

Repitamos  que  las  catástrofes  de  1812  y  1814  ponen  de  re- 
lieve uno  de  los  aspectos  característicos  de  la  revolución  venezo- 
lana. La  idea  de  Independencia  no  tuvo,  durante  sus  primeros 
períodos,  raíces  profundas  en  las  clases  populares:  no  fué,  por 
tanto,  una  reacción  espontánea  de  toda  la  colonia  contra  el  des- 
pótico gobierno  de  la  monarquía,  mucho  menos  la  sublevación  del 
pueblo  colonizado  contra  el  pueblo  colonizador.  Realmente,  en  el 
19  de  abril  y  en  el  5  de  julio  no  se  ve,  á  pesar  de  lo  que  dijeran 
entonces  los  patriotas,  el  despertar  de  un  pueblo  "cansado  de  la 
esclavitud",  antes  bien  la  obra  de  un  pequeño  grupo  de  hombres  ins- 
truidos y  audaces  que  formaban  parte  de  la  clase  social  privilegiada, 


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-    232 

y  que  contaminados  de  las  ideas  revolucionarias  de  Inglaterra, 
Francia  y  los  Estados  Unidos,  quisieron  difundirlas  de  golpe  en  la 
masa  oscura  y  pasiva,  sobre  la  cual  pesó  por  tres  siglos  la  dura 
dominación  de  los  conquistadores,  el  anticuado  sistema  de  los  ó 
atrabiliarios  ó  estultos  Capitanes  Generales.  Empresa  más  difícil 
que  el  desconocimiento,  en  el  papel,  de  la  soberanía  de  España, 
empeño  más  largo  que  el  de  vencer  de  vez  en  cuando  en  los  campos 
de  batalla  á  los  ejércitos  del  rey. 

Los  ejércitos  que  combatieron  en  seguida  no  se  compusieron 
de  españoles    solos  en  el  campo  realista  ni  de  sólo  americanos  en 
el  campo  patriota.    Los  más  de  los  soldados  de  Monteverde,  Caji- 
gal, Boves  y  Morales    eran   tan  venezolanos  como   los  de  Bolívar, 
Marino,    Ribas  y  Urdaneta.    La   caballería  de  Boves,    que  llegó  á 
contar  más  de  10,000  ginetes,    la  formaron  casi  en  su  totalidad  los 
mismos  llaneros  que  después  debían  seguir  á  Páez.    De  modo  que 
si  la  guerra   se  prolongó  por   tantos  años,   y  á  pesar   de  la   fulgu- 
rante campaña  de  Bolívar  en  1813,    fué  justamente  porque  España, 
no  obstante    el  conflicto   internacional    que  la   envolvía  en  Europa, 
pudo  siempre    reforzar   y  rehacer  sus   batallones  con   la  población 
colonial,    sin  distinción  de  razas,    ó  más  bien  apelando  á  los  vene- 
zolanos mestizos,    que  componían   la  mayoría,    desconfiaban   de  la 
nobleza  criolla  y  no  ocultaban   su  preferencia  por   los  gobernantes 
españoles.    "Los  guerrilleros,  dice  un  historiador  realista,  que  des- 
pués (de  1811)    quisieron  formar  partido  bajo  la  voz  del  rey,   exci- 
taron esta  rivalidad    (entre  blancos  y  pardos),    llegando    á  ser  pro- 
verbio en  la  boca   de  los    europeos  exaltados   que  los  pardos  eran 
fieles,    y  revolucionarios  los  blancos  criollos  con  quienes  era  nece- 
sario acabar  1".    Los  incultos  pueblos   de  esta  época  temían  más  á 
los  patriotas  que  á  los  españoles.    En  julio  de  1814,  escribía  desde 
Trujillo  el  general  Urdaneta:    "Los  pueblos   se  oponen    á  su  bien; 
el  soldado  americano  es  mirado  con  horror;  no  hay  un  hombre  que 
no   sea    un   enemigo   nuestro;    voluntariamente    se   reúnen   en  los 
campos   á   hacemos   la  guerra;   nuestras   tropas   transitan  por  los 
países   más  abundantes,   y  no   encuentran   que    comer;    los  pueblos 
quedan  desiertos    al  acercarse  nuestras  tropas,    y  sus  habitantes  se 
van  á  los  montes,  nos  alejan  los  ganados  y  toda  clase  de  víveres; 
y  el  soldado   infeliz    que  se  separa   de    sus    camaradas,   tal  vez  á 
buscar   alimento,    es   sacrificado*^".     Bolívar   mismo   dijo  con  des- 
pecho en  su  despedida  de  Carúpano  (7  de  setiembre):  "El  ejército 

1.  Heredia,  Memorias,  p.  30. 

2.  Memorias  del  general  Rafael  Urdaneta,  p.  132. 


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libertador  exterminó  las  bandas  enemigas;  pero  no  ha  podido  ni 
debido  exterminar  á  unos  pueblos  por  cuya  dicha  ha  lidiado  en 
centenares  de  combates.  No  es  justo  destruir  á  los  hombres  que 
no  quieren  ser  libres '\ 

Los  blancos  criollos,  autores  de  la  revolución,  fueron  sus  pri- 
meras víctimas.  José  María  España  perece  en  la  horca,  y  sus  cuar- 
tos, suspendidos  en  postes  de  infamia,  marcan  el  viacrucis  de  la 
libertad  desde  la  Guaira  á  Caracas.  Manuel  Gual  muere  en  el  des- 
tierro. Miranda  agoniza  durante  cuatro  años  en  inmimdas  prisiones. 
Los  "ocho  monstruos"  (Rosció,  Madariaga,  etc.),  remitidos  por 
Monteverde  á  la  Península,  pasan  más  de  dos  años  entre  los  presi- 
diarios de  Ceuta,  hasta  que  se  evaden  de  milagro.  Femando  del 
Toro,  herido  en  la  campaña  de  1811,  escapa  á  las  persecuciones  de 
Monteverde,  y  emigra  á  Trinidad,  donde  arrastra  diez  años  su  pierna 
de  inválido.  Su  hermano  el  marqués  pierde  sus  inmensas  propie- 
dades, y  hasta  1821  vive  miserablemente,  de  jardinero,  en  Puerto 
España,  En  la  miseria  viven  también  José  Ángel  Álamo  y  Cristóbal 
Mendoza  y  Juan  Escalona  y  Femando  Peñalver.  El  conde  de  la  Granja 
y  el  conde  de  Tovar  mueren  asesinados.  Muñoz  Tébar  muere  en  el 
desastre  de  La  Puerta,  Sanz  en  el  de  Maturín.  Francisco  Espejo  es 
fusilado  en  Valencia.  Los  verdugos  de  Ribas  renuevan  para  él  el 
martirio  de  José  María  España,  y  exponen  su  cabeza  en  una  jaula 
de  hierro  sobre  el  camino  de  Caracas  á  la  Guaira.  Familias  enteras 
se  sacrifican  por  la  Independencia.  Mueren  veinticinco  Ribas  en 
veintidós  meses.  De  sola  doña  Catalina  Tovar  perecen  cuatro 
hijos  1.  Mas  era  inquebrantable  la  fe  de  aquellos  hombres;  y  no 
faltaba  entre  ellos  quien  conservase  en  los  días  trágicos  la  sonrisa 
y  el  ingenio  chispeante  de  otros  días  felices.  Tomás  Montilla,  que 
con  su  hermano  D.  Mariano  daba  en  sus  mocedades  el  tono  ele- 
gante de  la  vida  caraqueña,  escribe  desde  Nueva  Granada  á  Rafael 
Urdaneta  (junio,  1815):  "Yo  -estoy,  créamelo  usted,  amolado:  pobre 
como  Cristo,  calenturiento,  azorado,  con  un  pie  en  la  cárcel  y  el 
otro  en  el  destierro.  .  .  .  José  Félix  Ribas  murió  en  alto  puesto; 
el  resto  de  su  familia,  á  lanza,  entre  ellos  Narciso  Blanco,  cuya 
barriga  opuso  fuerte  resistencia  á  una  de  las  mejores  picas  del 
Llano.  Mis  parientes  —  conocidos  —  y  aquella  encantadora  mucha- 
cha que  usted  no  ignora,  gozan  de  Dios  .  .  .  gracias  á  Boves.  Mi 
madre  murió  y  yó  estoy  vivo,  sin  duda  para  algo  bueno  . . ." 

Las  mujeres  patricias  emulan  á  los  hombres  en  su  entusiasmo 
por  la  libertad,  y  en  su  heroísmo.    Ya  en  1811  concurrían  á  aplau- 

1.  Juan  Vicente  González,  Biografía  de  José  Félix  Ribas,  pássim. 


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—    234     - 

dir  á   los   tribunos   de   la   Sociedad  Patriótica.    En   el  curso  de  la 
guerra  sostienen  con  actos  y  palabras    la  constancia  de  los  liberta- 
dores.   Doña   Juana   Antonia  Padrón,    madre   de  los  Montillas,   les 
dice  cuando  salen  á  campaña:  "No  hay  que  volver  á  mi  presencia, 
si  no  volvéis  victoriosos".    Doña  María  Antonia  Bolívar   acompaña 
á  su  hermano  el  Libertador  en  la  dolorosa  retirada  de  1814.    Doña 
Josefa  María  Palacio,  tía  del  mismo   y   viuda  de  Ribas,  se  encierra 
por  seis  años  en  su  casa,  jurando  que  no  saldrá  de  ella  mientras  la 
patria  sea  esclava.    No  se  cuentan  las  que  abandonan  su  antes  re- 
galada existencia  para  emigrar  á  los  campos  y  á  las  Antillas,  donde 
ganan  la  vida   trabajando   en   las   más  bajas  condiciones.     Las  hay 
que  no  olvidan  en  su  infortunio  el  sentimiento  de  la  compasión  para 
con  sus  propios  enemigos.    Doña  Dolores  Jerez,  esposa  del  terrible 
patriota  Antonio  Nicolás  Briceño,  le  escribe   desde  Nueva  Granada 
estas  frases  de  incomparable  ternura:  "Quien  fuera  tan  dichosa  que 
respirara  el    aire   libre   de  Venezuela!    Sobre   lo   que  me  dices  de 
los  desgraciados   españoles,    quiero  que  Dios   ponga   tiento  en  tus 
justicias,  y  que,    sin  faltar  á  la  razón,    cumplas   con  la  caridad  que 
es  lo  primero  ....    Algunas  letras  van  borradas,  porque  hoy  estoy 
triste   y   te   escribo    llorando".    Otras    revelan    almas    indomables. 
Doña  Luisa  Cáceres,  cuyo  padre  muere  asesinado  en  Ocumare  por 
las  tropas  de  Rósete,    en   marzo  de  1814,    sale    de  Caracas  con  su 
madre  en  la  emigración   del  mes  de  julio:    después  de  penalidades 
sin  cuento,  á  los  tres  meses,  se  embarcan  para  Margarita  en  la  costa 
de  Cariaco:  en  diciembre  se  casa  Luisa  en  la  Asunción  con  el  coro- 
nel Juan  Bautista  Arismendi:  en  setiembre  de  1815,  cuando  cumplía 
apenas  sus  16  años,  se  apoderan  de  ella  los  españoles,  la  encierran 
en  noviembre  en  un  calabozo  del  castillo  de  Santa  Rosa,  donde  da 
á  luz  su  primer  hijo,  que  muere  al  nacer:  el  brigadier  Pardo  escribe 
al  Capitán  General  Moxó:    "La  mujer  de  Arismendi  ha  dado  á  luz 
en  su   prisión   un   nuevo   monstruo  . . .    Arismendi,   según  voz,  ha 
hecho  matar  á  nuestros  prisioneros  i,  y  en  este  caso  convendría  de- 
capitar á  su  mujer  .  w  .";  en  marzo  de  181 6,. la  trasladan  á  la  Guaira, 
y  de  aquí,  bajo  la  custodia  del  teniente  coronel  D.  Antonio  Guzmán, 
al  convento  de  la  Concepción  de  Caracas;  á  los  nueve  meses  la  re- 
miten á  España  bajo  partida  de  registro;   en  Cádiz,  las  autoridades 
españolas,  más  benignas  que  las  de  Ultramar,   le    asignan  una  pen- 
sión de   quince  duros,    á   condición   de   permanecer   vigilada  en  la 
casa  que  se  le  designa;    le    exigen  un  día  que  escriba  á  Arismendi 
aconsejándole  que  desista  de  la  rebelión;  contesta  con  frases  espar- 

1.  Desgraciadamente  era  verdad:    acababa    de    fusilar,    en  diciembre,    13  ofi- 
ciales y  160  soldados  espafioles. 


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tanas:  "soy  incapaz  de  deshonrar  á  mi  marido,  su  deder  es  servir 
á  su  patria  y  libertarla";  por  fin,  en  marzo  de  1818  logra  fugarse, 
merced  á  la  protección  de  su  compatriota  D.  Francisco  Carabaño; 
un  barco  inglés  la  lleva  á  Filadelfia,  y  en  julio  vuelve  á  reunirse 
con  Arismendi  en  Margarita,  al  cabo  de  tres  años  de  la  más  angus- 
tiosa separación  1. 

Con  semejantes  ejemplos  procuraron  los  patricios  de  los  pri- 
meros años  infundir  en  la  masa  popular  el  entusiasmo  por  la  Inde- 
pendencia. Fueron  tantos,  empero,  los  obstáculos  con  que  trope- 
zaron, y  tuvo  en  éstos  tal  influencia  el  insensato  sistema  de  guerra 
á  muerte,  que  fué  preciso  seguir  luchando  siete  años  más,  para 
tomar  en  Carabobo  el  desquite  definitivo  de  la  espantosa  catástrofe 
de  1814. 


1.  Véanse  pormenores  en  la  Historia  de  la  isla  de  Margarita  por 
Mariano  de  Bricefío,  quien  tuvo  la  buena  fortuna  de  oir  las  confidencias  de  la 
heroína. 


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Capítulo  VIII. 

Expediciones  y  disidencias. 

(1815—1817) 

Sumario.  Expedición  de  Morillo  —  Instrucciones  que  recibió  al 
partir  de  España  —  Cómo  las  cumple  en  Venezuela  —  Tribunales 
dé  excepción  —  Confiscación  de  bienes  —  Sigue  Morillo  á  Carta- 
gena —  Gobierno  de  su  teniente  Moxó  —  Bolívar  en  la  Nueva 
Granada  —  Guerra  civil  en  este  país  —  Triunfa  Bolívar  de  los  di- 
sidentes de  Bogotá  —  Reinstala  el  congreso  granadino  —  Marcha 
á  Santa  Marta  —  Detiénenle  en  Cartagena  desavenencias  con 
el  brigadier  Castillo  —  Inútiles  esfuerzos  de  conciliación  —  Renun- 
cia Bolívar  el  mando  del  ejército  y  pasa  á  Jamaica  —  Triunfo  de 
Morillo  en  Nueva  Granada  —  Previsiones  de  Bolívar  sobre  el  por- 
venir de  las  Repúblicas  americanas  —  Bolívar  en  Haití  —  Expedi- 
ción á  Venezuela  —  Asamblea  de  Margarita,  que  le  nombra  Jefe 
Supremo  —  Plan  de  campaña  —  Desgraciada  expedición  á  Ocu- 
mare  —  Le  desconocen  en  Güiria  Marino  y  Bermúdez  —  Vuelve 
á  Haití  —  Nueva  expedición  á  Venezuela  —  Fracasos  en  Clarines 
y  Barcelona  —  Insubordinación  de  Marino  —  Congreso  disidente 
de  Cariaco  —  Victoria  de  Piar  en  San  Félix  —  Campaña  de  Bolívar 
en  Guayana  —  Adueñase  de  Angostura  y  del  Orinoco  —  Tenta- 
tiva de  desobediencia  de  Arismendi  y  Piar  —  Insubordinación  y 
fuga  de  éste  —  Su  prisión  —  Análisis  del  proceso  —  Fusilamiento  — 
Consecuencias  —  Comentarios. 

Restituido  Fernando  VII  al  trono  de  España,  declaró  en 
Valencia,  á  4  de  mayo  de  1814,  que  la  constitución  del  año 
12  era  nula  y  sin  ningún  efecto.  Dicho  está  que  en  Venezuela  esa 
constitución  no  se  practicó  nunca,  pues  si  bien  fué  promulgada  en 
Caracas  en  el  mes  de  diciembre,  Monteverde  y  Boves  y  consortes 
la  sustituyeron  en  seguida  con  la  "ley  de  la  conquista".  Muerto 
Boves  en  Úrica,  su  teniente  Francisco  Tomás  Morales  se  alzó  tam- 
bién con  el  mando  hasta  fines  de  marzo  de  1815,  fecha  en  que  se 
sometió  á  la  autoridad  del  Capitán  General  D.  Juan  Manuel  Cajigal, 
aunque  conservando  siempre  aquél  la  dirección  del  ejército  que 
acababa  de  reconquistar  las  provincias  de  Oriente. 


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—    237    — 

Declaró  asimismo  el  rey  Femando,  en  circular  del  25  de  mayo 
de  1814,  que  las  turbulencias  de  Ultramar  habían  sido  ^^  discordias 
entre  hermanos  causadas  por  la  ausencia  del  padre  ^\  y  mandó  or- 
ganizar á  poco  una  expedición  compuesta  de  15,000  hombres  con 
el  íin  de  pacificar  las  colonias  de  Sud- América,  nombrando  General 
en  Jefe  al  mariscal  de  campo  D.  Pablo  Morillo.  Salió  éste  de  Cádiz 
el  18  de  febrero  de  1815  y  llegó  á  principios  de  abril  á  la  costa 
oriental  de  Venezuela. 

Respecto  de  la  Capitam'a  General,  las  instrucciones  que  re- 
cibió Morillo  dicen*: 

"Ocupada  la  isla  de  la  Margarita,  se  emplearán  para  su  sosiego  y  buen  orden 
todos  los  medios  de  dulzura,  apoderándose  tan  sólo  de  las  personas  encontradas  con 
las  armas  en  las  manos,  y  de  los  buques  ó  efectos  que  no  pertenezcan  á  vasaUos  de 
de  S.  M.  Por  lo  que  el  Gobernador  que  quede  alli  debe  ser  de  buen  juicio,  activo 
y  vigilante.  —  La  importancia  de  esta  isla  es  por  la  proximidad  á  Cumaná,  y  por- 
que estando  á  Barlovento  es  la  guarida  de  los  corsarios  y  el  asilo  de  los  insur- 
gentes arrojados  del  continente.  Es  pues  preciso  dejar  una  guarnición  proporcionada, 
que  se  enlace  con  la  de  Cumaná  por  medio  de  alguna  fuerza  de  mar. 

£1  General  en  Jefe  publicará  un  indulto  en  nombre  del  Rey  á  los  que  en  un 
plazo  determinado  se  presenten,  que  estén  ó  hayan  estado  sirviendo  contra  la  causa 
de  S.  M.  Prometerá  recompensar  á  los  que  por  notoriedad  hayan  servido  bien,  ó  que 
á  pesar  de  las  apariencias  lo  justifiquen.  Publicará  un  olvido  general  de  lo  pasado  á 
los  que  estén  en  sus  casas  y  labores,  sea  cual  fuere  el  partido  que  hayan  seguido, 
y  pondrá  á  precio  las  cabezas  de  aquellos  que  más  influencia  tengan ;  pero  esto  será, 
amipUdo  3ra  el  plazo  sefialado  (¿para  presentarse?);  al  propio  tiempo  que  á  los  ne- 
gros que  estén  con  las  armas  en  la  mano  se  les  concederá  la  libertad,  quedando 
soldados  del  Elstado,  aunque  sus  amos  los  reclamen,  los  que  serán  indemnizados  por 
el  real  erario,  según  las  circunstancias. 

En  este  indulto  serán  comprendidas  aun  las  personas  que  en  la  actualidad 
están  en  las  islas  extranjeras;  pero  no  se  les  nombrará,  y  sólo  en  el  caso  de  pre* 
guntark)  se  les  asegurará  que  si,  pero  que  por  el  buen  orden,  tranquilidad  general 
y  particular,  tendrán  que  mantenerse  en  Espafia  por  ahora,  en  donde  gusten,  y  en  la 
corte  con  el  beneplácito  de  S.  M.  si  lo  concediese.  En  este  número  están  el  marqués 
del  Toro,  actualmente  en  Trinidad,  y  don  N.  León,  que  se  mantiene  en  Caracas, 
personas  nada  conveniente  el  que  alli  se  mantengan. 

La  conducta  que  se  ha  de  seguir  con  los  caudillos  que  tengan  fuerza  y 
opinión  no  puede  detallarse  en  esta  breve  instrucción,  y  sólo  los  talentos  del  General 
en  Jefe  podrán  aprovechar  las  circunstancias  negociando  el  partido  más  ventajoso  y 
decente  á  las  armas  del  Rey,  debiendo  desaparecer  toda  idea  que  no  contribuya  á 
asegurar  la  fidelidad  de  los  vasallos  de  S.  M.  en  aquellas  inmensas  regiones.  —  Las 
personas  que  hayan  tenido  en  Caracas  algún  empleo  bien  desempeftado  y  cuya  con- 


1.    Conviene  reproducir  su  texto  para    dar  idea  exacta    del  criterio  que  á  la 
>azón  predominaba  en  la  corte,  y  de  cómo  lo  aplicó  Morillo  en  Ultramar. 


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docta  para  ellos  pueda  ser  dudosa,  auoque  aquí  se  juzgue  de  otro  modo,  se  remi- 
tirán á  la  Península  con  pretextos  lisonjeros  para  ellas. 

En  un  país  donde  desgraciadamente  está  el  pillaje  y  el  asesinato  organizado, 
conviene  sacar  las  tropas  y  jefes  que  hayan  hecho  allí  la  guerra;  y  aquellos  que 
como  algunas  de  nuestras  partidas  han  aprovechado  los  nombres  del  Rey  y  de  la 
patria  para  sus  fines  particulares,  cometiendo  horrores,  debe  si  separárseles  con 
marcas  muy  lisonjeras,  destinándolos  al  Nuevo  Reino  de  Granada  y  bloqueo  de 
Cartagena,  de  los  que  por  desgracia  hay  en  la  Capitanía  General  de  Caracas. 

Por  ahora  no  volverán  á  restablecerse  los  regimientos  fijos,  aunque  para  llevar 
cuerpos  organizados  al  sitio  de  Cartagena,  y  para  moverlos,  se  les  reconocerá  con 
este  nombre;  pero  las  bajas  de  los  cuerpos  europeos  se  lleaarán  con  los  que  haya 
entre  los  fijos,  concluyendo  insensiblemente  con  éstos,  y  enviando  los  oficiales  sol- 
teros á  Espafia  y  los  casados  que  también  lo  deseasen.  Esta  medida  debe  ejecutarse 
con  mucha  prudencia  para  evitar  contingencias  graves. 

Los  habitantes  de  Coro  se  han  distinguido  en  favor  del  Rey  en  esta  locha 
por  su  lealtad  y  valor,  cualidades  que  han  fijado  la  atención  de  S.  M.,  y  es  su  ReaJ 
voluntad  que  se  les  conceda  ventajas  en  todo  lo  que  no  cause  perjuicios  á  las  demás 
provincias,  distinguiendo  mucho  al  cacique  D.  Juan  de  los  Reyes  Vargas  y  á  los  que 
él  señalen  Pero  en  general  se  empleará  mucha  dulzura  para  todas  la  clases  y  par- 
tidos, vig^ilando  á  todos  á  fin  de  separar  á  aquellos  que  directa  ó  indirectamente  en- 
torpezcan las  medidas. 

Aunque  la  pronta  administracif^n  de  justicia  ocupe  tanto  el  paternal  corazón 
de  S.  M.,  es  su  soberana  voluntad  que  no  se  expongan  los  dignos  ministros  de  la 
Audiencia  de  Caracas  á  sobresaltos  y  peligros  que  impidiendo  el  ejercicio  de  su 
ministerio  ajan  el  esplendor  de  un  tribunal  tan  respetable  con  demérito  de  la  autori- 
dad Real.  Por  lo  tanto  se  mantendrán  por  ahora  sos  ministros  donde  se  encuentreo*, 
hasta  que  el  General  en  Jefe  avise  á  su  regente,  ó  al  que  ejerza  ó  deba  ejercer  sus 
funciones,  que  puede  establecerse  el  tribunal  sin  riesgo.  En  el  interim,  el  mismo 
General  queda  autorizado  para  ejercer,  ó  asesorarse  con  el  juez  ó  letrado  que  tenga 
por  conveniente,  sea  del  seno  de  la  Real  Audiencia,  ó  de  fuera  de  ella. 

Tan  luego  como  sea  posible  se  volverá  á  hacer  jurar  fidelidad  á  la  angosta 
persona  de  S.  M.  D.  Femando  el  VII,  con  aquella  pompa  que  jamás  se  resiente  de 
las  circunstancias  desgraciadas. 

Por  ahora  se  dejarán  en  el  estado  en  que  se  encuentran  las  Universidades  y 
Colegios,  y  en  general  todo  establecimiento  científico,  aprovechando  Jas  rentas  par» 
las  urgencias  de  la  guerra,  dando  los  documentos  y  seguridades  competentes,  y  de- 
jando tanto  este  ramo  como  todo  cuanto  corresponda  á  lo  gubernativo  civil  que  no 
sea  urgente,  para  mejores  tiempos  en  que  las  luces  de  la  Real  Audiencia  todo  lo 
verifiquen. 

El  mayor  respeto  á  las  autoridades  eclesiásticas  y  la  mayor  armonía  con  los 
ministros  del  altar,  encarga  S.  M.,  y  es  el  más  seguro  garante  de  que  las  empresas 
militares  tendrán  el  resultado  más  feliz. 


1.  Este  indio  traicionó  á  los  patriotas  en  1812.     En  1821  le  veremos  volver 
á  las  filas  republicanas. 

2.  Boves  había  reemplazado  la  Audiencia  con  otro  tribunal. 


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AI  comercio  y  hacendados  se  les  protegerá  y  auxiliari»  pues  la  exportación 
de  frutos,  al  propio  tiempo  que  proporciona  mayores  comodidades  á  los  vasallos  de 
S.  M.,  aumenta  considerablemente  las  rentas  del  ^ey,  tan  minoradas  en  este  momento, 
y  para  cuyo  aumento  es  preciso  trabajar. 

£1  general  Morillo  está  autorizado  á  exigir  empréstitos,  á  buscar  fondos,  víveres 
y  otros  efectos  para  pagar  las  tropas  de  S.  M.  y  empleados,  además  de  hacer  frente 
á  todos  los  gastos,  estando  facultado  para  separar  de  la  Capitanía  General  de  su 
mando  á  los  que  creyese  oportuno. 

La  recompensa  de  los  buenos  servicios  distribuida  con  equidad  animará  á  los 
buenos,  y  podrá  hacerlo  el  General  en  Jefe  á  nombre  de  S.  M.  aunque  no  sean 
militares. 

Como  los  actos  exteriores  tienen  una  influencia  tan  inmediata  en  aquellos 
países,  establecerá  el  Capitán  General  en  su  provincia,  tan  pronto  como  pueda,  todo 
el  ceremonial  que  mandan  las  leyes,  sin  permitirle  S.  M.  que  exima  á  ninguno  de  las 
obligaciones  que  allí  se  le  imponen,  sin  graves  motivos. 

Como  el  éxito  de  la  expedición  y  tranquilidad  de  aquella  Capitanía  General 
está  sujeta  á  las  contingencias  de  la  distancia  á  que  aquella  ha  de  operar  de  la 
capital,  concede  S.  M.  amplias  facultades  al  General  en  Jefe  para  alterar  en  todo 
ó  en  parte  estas  instrucciones;  pues  S.  M.  conoce  los  talentos  y  buen  deseo 
del  mariscal  de  campo  D.  Pablo  Morillo  hacia  su  Real  servicio,  lo  que  le  asegura  de 
que  su  conducta  se  arreglará  á  lo  más  conveniente  para  lograr  aquél,  y  de  consi- 
guiente la  dicha  de  los  amados  vasallos  de  Ultramar. 

El  9  de  abril  (1815)  Juan  Bautista  Arismendi  entregó  á  Morillo 
la  isla  de  Margarita,  en  cambio  de  la  amnistía  plena  ofrecida  y  cum- 
plida por  éste^.  En  Caracas  (mayo  y  junio),  Morillo  exigió  un  cre- 
cido empréstito  al  vecindario;  declaró  en  suspenso  la  Real  Audiencia; 
erigió  un  tribunal  de  apelaciones  para  negocios  civiles,  un  consejo 
de  guerra  permanente  para  juzgar  infidencias  actuales  y  futuras,  y 
una  junta  superior  de  secuestros.  Esta  dividió  en  tres  clases  las 
personas  cuyos  bienes  habían  de  embargarse  y  venderse.  Compren- 
día la  primera,  según  el  decreto:  "aquellos  sujetos  que,  por  autores 
ó  fautores,  ó  caudillos  de  la  revolución,  ó  por  haber  llevado  las 
armas  contra  el  Rey,  ó  por  asesinos  de  los  vasallos  fieles,  ó  por 
haber  obrado  activamente  contra  el  Gobierno  legítimo  por  medio  de 
la  seducción,  consejos,  escritos  y  empleos,  no  necesitan  por  notorie- 
dad de  ser  procesados  para  declararlos  por  reos  de  alta  traición". 
Así  aplicaba  Morillo  la  "dulzura"  que  le  aconsejaron  sus  instruc- 
ciones. En  la  segunda  clase  se  incluyó  á  los  que  "  por  una  opinión 
y  conducta  puramente  pasiva  é  inoficiosa,  siguieron  el  partido  de 
los  insurgentes,  sin  solicitar  ni  obtener  gracias,  premios  ó  empleos ", 


1.  Sin  embargo,  era  tal  la  barbarie  de  aquellos  tiempos,  que  á  unos  15  emi- 
grados de  Tierra  Firme,  entre  ellos  el  ex-Gobemador  de  Barcelona,  D.  Agustín 
Arrioja,  que  se  hallaban  en  Ja  isla  y  á  quienes  Morillo  prometió  restituirles  sus  pro- 
piedades secuestradas,  se  les  asesinó  al  desembarcar  en  el  Continente. 


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agregándose  que  la  junta  graduaría  la  gravedad  de  su  delito  y  se 
exceptuaría  del  secuestro  á  las  personas  indultadas.  La  tercera 
clase  comprendió  á  los  que  "  constrefüdos  por  la  fuerza  ó  circuns- 
tancias, y  más  bien  por  terror  que  por  desafecto,  emigraron  en  la 
entrada  de  las  tropas  del  Rey  á  las  colonias  amigas,  á  lugares  no 
sospechosos  y  aun  á  países  de  la  dominación  española",  personas 
que,  después  de  restablecida  la  paz,  tendrían  derecho  á  la  resti- 
tución de  sus  propiedades  no  vendidas  y  á  la  indemnización  de  las 
rematadas  ó  arrendadas.  Alcanzó  el  secuestro  á  un  valor  de  veinti- 
tantos millones  de  pesos,  con  lo  que  se  completó  la  miseria  á  que 
ya  estaban  reducidas  por  la  guerra  las  principales  familias  patricias. 
Y  duró  este  régimen  no  menos  de  diez  meses,  hasta  que  el  21  de 
marzo  de  1816  se  restableció  por  real  orden  llegada  de  España  la 
Audiencia  de  Caracas,  la  cual  corrigió  en  lo  posible  las  arbitrarie- 
dades cometidas. 

A  mediados  de  julio  (1815),  Morillo  deja  la  Capitanía  General 
de  Caracas  al  cargo  de  D.  Salvador  de  Moxó  y  parte  á  poner  sitio 
á  Cartagena  de  Indias,  llevándose  consigo  á  Francisco  Tomás  Mo- 
rales y  su  ejército  de  3,000  venezolanos.  Moxó  pertenecía  á  la 
escuela  de  Boves.  Para  pintarle  bastará  citar  las  instrucciones  que 
trasmitió  en  noviembre  al  coronel  Urreiztieta,  Gobernador  de  Marga- 
rita, al  saber  que  Arismendi  había  vuelto  á  enarbolar  allí  el  pabellón 
de  la  patria.  "  Prevengo  á  usted  —  le  escribió  —  que  deseche  toda 
humana  consideración.  Todos  los  insurgentes,  ó  los  que  los  sigan 
con  armas  ó  sin  ellas;  los  que  hayan  auxiliado  ó  auxilien  á  los 
mismos,  y  en  fin,  todos  los  que  hayan  tenido  parte  en  la  crisis  en 
que  se  encuentra  esa  isla,  serán  fusilados  irremisiblemente,  sin  for- 
marles proceso  ni  sumario,  sino  un  breve  consejo  verbal  de  tres 
oficiales." 

¿Qué  era  de  Bolívar?  Desconocido  por  sus  propios  oficiales 
en  Carúpano  (setiembre,  1814),  pasó  á  Cartagena  y  de  allí  á  Tunja, 
donde  se  hallaba  reunido  el  congreso  de  la  confederación  grana- 
dina. Iba,  según  dijo,  á  dar  cuenta  y  sincerarse  de  su  fracasada 
empresa  de  Venezuela,  y  presentó  al  efecto  un  hábil  alegato  que 
mereció  la  unánime  aprobación  del  congreso;  mas  en  realidad,  su 
propósito  era  reallegar  recursos  para  invadir  otra  vez  la  Capitanía 
General.  Por  el  pronto,  dos  circunstancias  favorecieron  su  plan: 
la  una,  hallarse  entonces  envuelta  Nueva  Granada  en  disensiones 
domésticas  con  motivo  de  un  conflicto  entre  el  poder  nacional,  re- 
presentado por  el  congreso,  y  los  Gobiernos  representantes  de  la 
autonomía  de  las  provinvias  confederadas,  circunstancia  que  per- 
mitió á  Bolívar  ponerse  en  seguida  á  la  cabeza  de  los  sostenedores 


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de  aquél;  la  otra,  el  haberse  encontrado  en  su  viaje  á  Tunja  con 
los  restos  de  tropas  que  por  la  vía  de  Cúcuta  salvó  el  general 
Rafael  Urdaneta  del  Occidente  de  Venezuela,  y  con  las  cuales  pudo 
el  caudillo  caraqueño  ofrecer  un  contingente  respetable  para  el 
sometimiento  de  la  facción  que  en  la  provincia  de  Cundinamarca 
desconocía  la  autoridad  del  congreso.  Se  le  confió  al  punto  el 
mando  del  ejército,  compuesto  de  venezolanos  y  granadinos;  atacó 
en  10  de  diciembre  á  Santa  Fe  de  Bogotá,  y  á  los  dos  días  logró 
que  la  guarnición  capitulase^.  Por  tan  señalado  servicio  le  premió 
el  congreso  con  el  titulo  de  "Capitán  General  de  los  ejércitos  de 
la  Confederación  ^\  y  puso  á  sus  órdenes  una  división  de  2,000  hom- 
bres para  que  fuese  á  libertar  de  españoles  las  provincias  de  Santa 
Marta  y  Maracaibo. 

Con  buen  éxito  empezó  Bolívar  su  expedición  en  enero  de 
1815,  acompañado  de  sus  distinguidos  secretarios  venezolanos  José 
Rafael  Revenga  y  Pedro  Briceño  Méndez,  y  de  brillantes  oficiales 
como  los  caraqueños  Florencio  Palacio  y  Tomás  Montilla;  pero  en 
llegando  á  las  puertas  de  Cartagena  se  encontró  con  un  obstáculo 
insuperable.  £1  Gobierno  legítimo  de  esta  capital  de  provincia  aca- 
baba de  ser  derrocado  por  una  revolución  capitaneada  por  el  bri- 
gadier granadino  Manuel  del  Castillo,  y  secundada  por  los  venezo- 
lanos Pedro  Gual  y  Mariano  Montilla  2.  Era  Castillo  enemigo  per- 
sonal de  Bolívar,  desde  que  en  1813  logró  el  último  sustituirle  en 
el  mando  de  la  primera  expedición  sobre  Venezuela,  y  se  negó 
ahora  á  concederle  el  auxilio  de  recursos  que,  cumpliendo  instruc- 
ciones del  congreso,  le  pedía  para  continuar  á  Santa  Marta.  Inútil- 
mente el  jefe  venezolano  —  quien  á  pesar  de  su  genio  impulsivo 
supo  en  esta  ocasión  posponer  el  rencor  egoísta  al  interés  público  — 
envió  repetidas  veces  á  Castillo  emisarios  de  reconciliación,  y  aun 
ofreció  renunciar  el  mando  del  ejército.  Tres  meses  pasaron  en 
embajadas,  discusiones  é  intrigas.  Castillo  en  la  plaza  y  Bolívar  á 
sus  puertas,  dándose  así  el  triste  ejemplo  de  la  guerra  civil  al  tiempo 
mismo  que  tomaba  cuerpo  en  los  pueblos  vecinos  la  reacción  espa- 
ñola.   Inútil  fué    también   apelar  á  la   suprema   autoridad   del  con- 


1 .  Ya  por  estos  afios  los  partidos  de  Nueva  Granada  revelaban  la  propensión, 
que  se  hizo  allí  tradicional  y  que  no  ha  existido  nunca  en  Venezuela,  á  mezclar 
intimamente  la  religión  con  la  política.  Al  acercarse  Bolívar  á  Bogotá,  el  goberna- 
dor del  arzobispado  circuló  una  pastoral  tildándole  de  *' impío  é  irreligioso**  y  ex- 
comulgándole con  toda  su  tropa,  y  durante  el  combate,  los  bandos  opuestos  se  desa- 
fítban  con  los  gritos  de  Viva  jesús  y  Muera  Jesús. 

2.  Gual  se  apartó  á  hiego  marchándose  á  FiladeUia:  Montilla  continuó  sostc* 
niendo  el  Gobierno  revolucionario  hasta  la  caída  de  Cartagena,  y  pasó  después  á 
Haití. 

Fort  o  al.  Historia  Constitacional.  ^^ 


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—    242    — 

greso  de  Bogotá,  cuerpo  impotente  á  quien  ya  nadie  obedecía.  Por 
fin,  perdida  toda  esperanza  de  traer  á  partido  á  su  enemigo,  Bolí- 
var salió  para  el  extranjero  el  9  de  mayo,  dejando  el  ejército  — 
diezmado  por  la  deserción  y  las  enfermedades  —  al  mando  de  Flo- 
rencio Palacio,  que  tampoco  pudo  avenirse  con  el  intratable 
Castillo. 

Mala  la  hubo  éste.  £1  23  de  julio  llegan  Morillo  y  Morales  á 
Santa  Marta;  el  1^  de  setiembre  ponen  sitio  á  Cartagena;  el  17  de 
octubre,  la  guarnición  desconoce  á  Castillo,  sustituyéndolo  con  el 
general  venezolano  José  Francisco  Bermúdez,  que  en  abril  se  había 
escapado  de  Margarita;  el  5  de  diciembre,  lo  que  resta  de  la  guar- 
nición y  unas  2,000  personas  de  ambos  sexos  abandonan  la  plaza  y 
se  embarcan.  Muchos  perecen.  El  6  de  diciembre  entran  á  Carta- 
gena los  jefes  españoles.  En  los  castillos  de  Bocachica  prenden  á 
3  oficiales  y  60  soldados  que  no  pudieron  embarcarse.  Los  fusilan  á 
todos,  junto  con  300  vecinos.  Castillo,  á  quien  encuentran  oculto, 
es  sometido  á  un  consejo  de  guerra  y  ahorcado.  Morillo  sigue  á 
Bogotá  y  comete  barbaridades  sin  cuento,  comenzando  por  fusilar 
á  más  de  600  americanos,  entre  ellos  el  ilustre  repúblico  Camilo 
Torres  y  el  sabio  naturalista  Francisco  José  Caldas.  La  Confede- 
ración granadina  desaparece  en  1816  del  mismo  modo  que  desapa- 
reció en  1814  la  República  venezolana. 

Desde  mediados  de  mayo  de  1815,  Bolívar  se  hallaba  en 
Jamaica  esperando  ocasión  propicia  de  reencender  la  guerra.  Su 
genio  no  decae  en  la  adversidad,  antes  parece  que  con  ella  se  su- 
blima. En  Kingston  escribe  el  6  de  setiembre  la  célebre  Memoria 
dirigida  á  un  su  amigo  que  le  pedía  opinión  sobre  el  porvenir  de 
los  pueblos  hispanoamericanos.  Juzgúese  tan  notable  documento 
por  el  siguiente  extracto.  La  América  española  se  dividirá  en 
quince  ó  más  Repúblicas  independientes.  La  de  México  será  re- 
presentativa, con  un  Presidente  que  podrá  hacerse  vitalicio  (tal  su- 
cede hoy  -con  Porfirio  Díaz),  "  si  desempeña  sus  funciones  con 
acierto  y  justicia",  ó  que  traerá,  en  caso  contrario,  la  monarquía 
apoyada  por  el  partido  militar  ó  aristocrático  (tal  sucedió  con  Itur- 
bide  y  Maximiliano).  Los  Estados  de  Centro-América  formarán  una 
confederación:  ^'sus  canales  acortarán  las  distancias  del  mundo, 
estrecharán  los  lazos  comerciales  de  Europa,  América  y  Asia . . ." 
En  Buenos  Aires  dominará  por  el  pronto  el  elemento  militar,  hasta 
que  se  implante  la  oligarquía  ó  la  monocracia,  ''con  más  ó  menos 
restricciones".  Chile,  por  su  situación  geográfica,  *'por  el  ejemplo 
de  sus  vecinos,  loa  fieros  republicanos  del  Arauco",  por  las  cos- 
tumbres de  sus  habitantes,  "no  alterará  sus  leyes,  usos  y  prácticas; 


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preservará  su  uniformidad  en  opiniones  políticas  y  religiosas  ^\'  será 
la  más  estable  de  las  Repúblicas  americanas  (previsión  confirmada 
por  la  experiencia  de  tres  cuartos  de  siglo).  En  cambio,  el  Perú 
"encierra  dos  elementos  enemigos  de  todo  régimen  justo  y  liberal: 
oro  y  esclavos.  El  primero  lo  corrompe  todo;  el  segundo  está 
corrompido  por  si  mismo:  el  alma  de  un  siervo  rara  vez  alcanza  á 
apreciar  la  sana  libertad;  se  enfurece  en  los  tumultos  ó  se  humilla 
en  las  cadenas";  y  aimque  lo  propio  sucede  en  otras  partes  de 
América,  en  el  Perú  es  más  violento  el  conflicto  entre  la  aspiración 
de  los  ricos  á  la  tiranía  ó  á  la  aristocracia,  y  la  propensión  de  los 
esclavos,  libertos  y  mestizos  á  la  democracia  tumultuaría.  (Diez  años 
más  tarde,  siendo  Jefe  Supremo  del  Perú,  el  propio  Bolívar  verá  que 
los  hechos  comprueban  su  teoría).  "La  Nueva  Granada  se  unirá 
con  Venezuela,  si  llegan  á  convenirse  en  formar  una  República 
central,  cuya  capital  será  Maracaibo,  ó  una  nueva  ciudad  que,  con 
el  nombre  de  Las  Casas  —  en  honor  de  este  héroe  de  la  filan- 
tropía —  se  funde  en  los  confines  de  ambos  países,  en  el  soberbio 
puerto  de  Bahía  Honda".  Esa  República  se  llamará  Colombia,  y 
"su  gobierno  podrá  imitar  al  inglés"  con  un  Senado  hereditario  y 
una  Cámara  de  elección  popular;  pero  "en  lugar  de  un  rey,  habrá 
un  Poder  Ejecutivo  electivo,  cuando  más  vitalicio  y  jamás  heredi- 
tariOy  si  se  quiere  República".  (Lo  mismo  aconsejará  en  Angos- 
tura cuatro  años  después).  Insinúa  finalmente  el  proyecto  de  reunir 
en  el  Istmo  de  Panamá  ("que  podría  ser  para  los  americanos  — 
son  sus  palabras  —  lo  que  el  de  Corinto  para  los  griegos")  un 
congreso  de  los  nuevos  Estados,*  "para  tratar  y  discutir  sobre  los 
altos  intereses  de  la  paz  y  de  la  guerra  con  las  naciones  de  las 
otras  tres  partes  del  mimdo  .  •  • .".  Así  discurría  y  soñaba  el  Liber- 
tador, en  una  colonia  extranjera,  sin  ejército,  sin  buques,  sin  dinero, 
cuando  su  patria  gemía  de  nuevo  en  el  régimen  de  la  conquista, 
cuando  no  le  acompañaban  más  que  un  puñado  de  emigrados,  y  en 
los  días  mismos  en  que  andaba  á  punto  de  perder  la  vida  bajo  el 
puñal  de  un  asesino.  Un  negro  que  le  servía  en  Kingston  se  de- 
cidió una  noche,  sobornado  sin  duda  por  los  españoles,  á  matarle 
en  su  hamaca.  Sucedió,  empero,  que  Bolívar  no  volvió  esa  noche 
á  su  casa  á  la  hora  de  costumbre,  y  como  imo  de  sus  oficiales, 
Félix  Amestoy,  se  durmiese  esperándole  en  la  hamaca  Ubre,  el 
negro,  que  ignoraba  el  cambio,  le  acribilló  á  puñaladas. 

Convencido  Bolívar  de  que  no  hallaría  recursos  en  Jamaica, 
pasó  en  diciembre  á  Haití,  donde  le  aguardaba  mejor  acogida.  El 
Presidente  de  esta  República,  Alejandro  Petión;  un  armador  curazo- 
leño,   Luis  Brión,  y  un  comerciante  de  los  Cayos,   Roberto  Suther- 

16* 


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land,  le  suministran  fusiles,  barcos  y  dinero,  y  el  20  de  marzo  de 
1816,  aprestadas  siete  goletas  y  reunidos  hasta  250  hombres,  ofí- 
cíales  en  su  mayor  parte,  sale  la  expedición  del  puerto  de  Acquin, 
dirigiéndose  á  la  isla  de  Margarita,  donde  el  indomable  Arísmendi, 
con  unas  centenas  de  pescadores  y  labriegos  heroicos,  había  enar- 
bolado  otra  vez  el  pabellón  de  la  patria^. 

El  3  de  mayo  fondea  la  expedición  en  Juan  Griego,  y  el  16 
una  asamblea  celebrada  en  la  villa  de  la  Asunción  reconoce  á  BoU- 
var  como  Jefe  Supremo  y  á  Marino  como  segundo.  Al  día  siguiente, 
aquél  publica  una  proclama  diciendo:  "El  congreso  de  Venezuela 
será  nuevamente  instalado,  donde  y  cuando  sea  vuestra  voluntad. 
Como  los  pueblos  independientes  me  han  hecho  el  honor  de  encar- 
garme de  la  autoridad  suprema,  yo  os  autorizo  para  que  nombréis 
vuestros  diputados  en  congreso,  sin  otra  convocatoria  que  la  pre- 
sente, confiándoles  las  mismas  facultades  soberanas  que  en  la  pri- 
mera época  de  la  República".  ¿Por  qué  tal  lenguaje,  cuando  los 
republicanos  no  ocupaban  aún  sino  parte  de  la  isla  de  Margarita  y 
contados  puntos  del  continente?  Bolívar  se  vio  obligado  á  hacer 
su  peregrina  declaración,  porque  antes  de  salir  de  Haití  se  la  habían 
impuesto  por  condición  muchos  de  Jijus  compañeros.  Ya  va  á  verse 
que  tan  prematura  ideología  sirvió  en  seguida  de  pretexto  á  los 
mismos  para  contrariar  los  planes  militares  del  ^fe  Supremo. 

Desde  el  1<>  de  julio,  fecha  en  que  pasan  á  Carúpano,  y  du- 
rante diez  meses,  los  patriotas  pierden  el  tiempo  en  injustificadas 
disensiones.  De  Carúpano,  Bolívar  despacha  á  Marino  por  mar  á 
la  costa  de  GQiria,  á  Piar  por  tierra  hacia  Maturín,  y  se  embarca 
con  600  hombres  á  expedicionar  por  el  Oeste.  El  6  de  julio  ocupa 
á  Ocumare;  proclama  la  libertad  de  los  esclavos,  cumpliendo  así  el 
ofrecimiento  que  hiciera  á  sus  buenos  amigos  los  negros  de  Haití; 
declara  que  no  hará  más  la  guerra  á  muerte,  reparando  con  esto 
su  funesto  error  de  1813,  y  empieza  las  operaciones  militares  ade- 
lantando á  sus  tenientes  Mac-Grégor,  Soublette,  Torres,  Briceño, 
Anzoátegui,  con  orden  de  invadir  los  Valles  de  Aragua.  Logran 
éstos  derrotar  en  Maracay  á  un  escuadrón  español.  Triimfo  efímero. 
Amenazados  luego   por   fuerzas   superiores,   contramarchan  á  Ocu- 

1.  Los  más  notables  compafieros  de  Bolívar  fueron:  Bríón,  Marifio,  líanud 
Piar,  Carlos  Soublette,  Pedro  Bricefio  Méndez,  Francisco  Antonio  Zea,  Justo  Brícefio, 
Pedro  León  Torres,  Diego  Ibarra,  el  escosés  Mac-Grégor  y  el  coronel  Dacoudray- 
Holstein,  autor  después  de  unas  Memorias  violentísimas  contra  el  Libertador  (tfe- 
moirs  oí  Simón  Bolivar,  Londres,  1830).  £1  general  José  Francisco  Bennúdez 
y  el  teniente  coronel  Blariano  Montilla,  que  se  hallaban  también  en  Haití,  escapados 
del  desastre  de  Cartagena,  no  quisieron  figurar  en  la  expedición  á  causa  de  des- 
4ivenencifts  con  Bolívar. 


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mare,  detiénense  en  la  Cumbre  de  los  Aguacates,  á  donde  acude 
Bolívar  á  socorrerlos;  pero  los  españoles  les  cortan  (13  de  julio), 
matan  ó  hieren  á  más  de  200  y  se  apoderan  de  casi  todo  el  parque. 
No  obstante,  los  jefes  expedicionarios  se  abren  paso  por  la  Victoria 
y  San  Juan  de  los  Morros,  incorporan  las  guerillas  de  Zaraza  y 
Monagas,  arrollan  al  enemigo  en  Quebrada  Honda  y  el  Alacrán 
(agosto)  y  al  cabo  de  dos  meses,  en  setiembre,  rematan  su  heroica 
entrada  juntándose  con  Piar  en  Barcelona  para  ganar  la  batalla  del 
Juncal. 

Bolívar,  reducido  á  unas  docenas  de  soldados,  volvió  á  Ocu- 
mare,  embarcó  los  restos  del  parque,  hizo  vela  á  Bonaire,  donde 
encontró  á  José  Francisco  Bermúdez  que  llegaba  de  Haití,  y  salieron 
ambos  para  la  costa  de  Paría  en  busca  de  Marino.  Halláronle  en 
Güiría;  pero  allí,  acordes  Marino  y  Bermúdez  en  incriminar  á  Bolí- 
var por  el  mal  éxito  de  la  expedición  á  Ocumare,  promueven  un 
tumulto  de  soldados  y  paisanos,  le  desconocen,  le  amenazan  de 
muerte  y  le  obligan  al  fin  á  reembarcarse  para  Haití  (22  de 
agosto). 

En  sabiendo  esto  los  jefes  que  triunfaron  en  el  Juncal,  comi- 
sionaron á  Zea  para  que  decidiese  al  Libertador  á  regresar  al  con- 
tinente, y  en  igual  sentido  le  escribió  cartas  Arismendi,  luego 
que  obligó  á  los  españoles  á  evacuar  la  isla  de  Margarita  (3 
de  noviembre).  El  21  de  diciembre  sale  de  Jacmel  la  nueva  ex- 
pedición de  Bolívar  y  Brión,  y  á  los  siete  días  da  fondo  en  Juan 
Griego. 

Antes  de  seguir  al  continente,  Bolívar  repite  sus  declaraciones 
acerca  de  convocación  de  un  congreso.  "Venezolanos  —  dice  en 
su  proclama  del  28  de  diciembre  —  Vosotros  habéis  sido  convo- 
cados por  mí  desde  el  mes  de  mayo  para  constituir  el  cuerpo  legis- 
lativo, sin  prescribiros  restricción  alguna,  autorizándoos  para  escoger 
la  época  y  el  lugar.  No  lo  habéis  hecho:  los  sucesos  de  la  guerra 
os  lo  han  impedido;  pero  ahora  debéis  apresuraros  á  ejecutarlo 
como  las  circunstancias  lo  dicten  ...  Si  aquellos  (empleados)  que 
fueron  legítimamente  constituidos  por  los  representantes  de  los 
pueblos  en  el  primer  período  de  la  República,  existiesen  libres  y 
entre  nosotros,  les  veríais  ocupar  las  dignidades  que  les  fueron  con- 
feridas; pero  la  más  deplorable  fatalidad  nos  priva  de  los  servicios 
de  estos  funcionarios.  Los  más  se  hallan  ausentes,  muchos  opri- 
midos, muchos  muertos  y  otros  son  traidores.  No  obstante  que  su 
autoridad  ha  prescripto,  habiendo  terminado  sus  funciones,  yo  los 
habría  convidado  á  continuar  de  nuevo  el  gobierno  de  la  República. 
JEllos  no  aparecen  en  el  seno  de  la  patria  libre;   es  pues  indispen- 


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—    246    — 

sable  reemplazarlos.  Nombrad  vuestros  diputados  al  congreso.  La 
isla  de  Margarita  está  completamente  libre:  en  ella,  vuestras 
asambleas  serán  respetadas  y  defendidas  por  un  pueblo  de  héroes 
en  virtud,  en  valor  y  en  patriotismo.  Reunios  en  este  suelo  sagrado, 
abrid  vuestras  sesiones  y  organizaos  según  vuestra  voluntad  El 
primer  acto  de  vuestras  funciones  será  celebrado  por  la  aceptación 
de  mi  renuncia  ^\  Dicho  está  que  todo  esto  debía  quedarse  en  pura 
fraseología,  ó  no  tener  más  efecto  que  justificar  hasta  cierto  punto 
la  próxima  disidencia  de  Cariaco. 

Días  antes,  Arismendi  había  conferido  la  gobernación  de  la 
Margarita  al  coronel  Francisco  Esteban  Gómez  y  pasado  á  Barce- 
lona. Allí  lo  encontró  Bolívar  el  I*,  de  enero  de  1817.  Reunidos 
unos  700  hombres,  determínanse  á  invadir  la  provincia  de  Caracas; 
pero  al  llegar  al  sitio  de  Clarines,  el  capitán  realista  Francisco  Ji- 
ménez les  derrota  con  fuerzas  superiores  (9  de  enero)  y  les  obliga 
á  volver  á  Barcelona. 

En  febrero,  Marino  y  Bermúdez,  arrepentidos  de  su  desobe- 
diencia de  Güiria,  reconocen  la  autoridad  suprema  de  Bolívar,  quien 
resuelve  marchar  á  Guayana  á  jimtarse  con  Piar,  dejando  en  Bar- 
celona una  guarnición  de  400  soldados  al  mando  del  general  Pedro 
María  Freites,  y  ordenando  á  Marino  que  con  su  división  de  1,700 
hombres  espere  su  regreso  en  Aragua.  Mas  no  bi«i  se  alejó  Bolívar 
(29  de  marzo),  el  voluble  Marino  tomó  á  insubordinarse;  y  no  sólo 
desobedeció  la  orden  de  su  jefe,  deteniéndose  en  el  camino  de 
Aragua,  sino  que  llamado  en  auxilio  por  Freites,  quien  inesperada- 
mente se  vio  cercado  en  la  Casa  Fuerte  de  Barcelona,  lo  dejó  sacri- 
ficar. Los  españoles  pasaron  á  cuchillo  toda  la  guarnición  y  uno6 
300  vecuios  (7  de  abril). 

Es  más:  interpretando  á  su  modo  Marino  las  proclamas  de 
Bolívar,  de  mayo  y  diciembre,  relativas  á  la  convocación  de  un 
congreso,  pónese  de  acuerdo  con  el  canónigo  Madariaga  —  el  mismo 
tribuno  de  1810,  que  remitido  preso  á  Elspaña  por  Monteverde  aca- 
baba de  restituirse  á  América* —  y  con  otros  de  los  que  más 
adictos  parecían  al  Libertador,  para  celebrar  una  asamblea  que  res- 
tableciese el  sistema  federalista  de  1811.  Esto,  por  de  contado,  era 
materialmente  imposible,  porque  todas  las  provincias,  á  excepción 
de  Margarita,  seguían  en  poder  del  enemigo;  pero  el  secreto  de 
semejante  farsa  consistía  en  desconocer  otra  vez  á  Bolívar,  acerca 
del  cual  se  hizo  correr  la  voz  de  haber  sido  preso  ó  asesinado  en 
su  viaje  á  Guayana. 

Juntáronse,  pues,  el  8  de  mayo  en  el  pueblito  de  San  Felipe 
de  Cariaco,   Marino,  Madariaga,   el  almirante  Luis  Brión,   el  inten»- 


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—    247    — 

dente  Francisco  Antonio  Zea,  los  ciudadanos  Francisco  Javier  Mayz, 
Francisco  Javier  de  Alcalá,  Diego  Vallenilla,  Diego  Antonio  de  Alcalá, 
Manuel  Isaba,  Francisco  de  Paula  Navas,  Diego  Bautista  Urbaneja  y 
Manuel  Maneyro,  titulándose  á  sí  propios  (elecciones  mal  pudo 
haber)  representantes  de  los  Estados  Unidos  de  Venezuela.  Marino 
resignó  en  la  asamblea  —  dice  el  acta  —  "  la  autoridad  suprema  que 
por  resolución  aprobada  en  Margarita  (16  de  mayo,  1816)  fué  con- 
ferida, en  primer  término,  al  general  Simón  Bolívar",  y  en  segundo 
tal  mismo  Marino.  En  seguida,  la  asamblea  declaró  que  quedaba 
restablecido  el  gobierno  federal^;  y  designó  para  componer  el  Eje- 
cutivo á  los  ciudadanos  general  Femando  del  Toro,  Francisco  Javier 
Mayz,  general  Simón  Bolívar,  Francisco  Antonio  Zea,  José  Cortés 
Madariaga  y  Diego  Vallenilla.  Nótese  que  el  nombre  de  Bolívar  no 
viene  sino  en  tercer  lugar;  que  Toro  estaba  asilado  é  inválido  en 
la  coloiiiR  inglesa  de  Trinidad,  y  que  el  acta  advierte  que  los  nom- 
bramientos de  Zea  y  Madariaga  eran  para  reemplazar  en  su  ausencia 
á  Toro  y  á  Bolívar,  en  todo  lo  cual  se  trasparenta  aim  más  la  ya 
indicada  intriga.  Para  formar  el  Poder  Judicial  eligieron  á  los  le- 
trados Juan  Martínez,  José  Elspaña,  Gaspar  Marcano  y  Ramón  Cádi¿. 
A  Marino  le  nombraron  jefe  supremo  del  ejército  y  á  Brión  coman- 
dante de  la  armada»  El  12  de  mayo  se  embarcan  para  Pampatar, 
donde  expiden  h*sta  el  22  varios  decretos.  Cambian  el  nombre  de 
Margarita  por  el  de  Nueva  Esparta;  declaran  libre  el  comercio  con 
los  Estados  Unidos  é  Inglaterra,  quedando  exonerados  de  todo 
•derecho  los  buques  de  estos  países;  ofrecen  á  los  nacionales  in- 
gleses y  americanos,  que  se  establezcan  en  Venezuela,  asegurarles 
la  libertad  civil  y  religiosa;  acuerdan  enviar  á  Madariaga  á  Washing- 
ton como  agente  diplomático.  Pero  á  fines  de  mayo  tuvieron  que 
dispersarse,  amenazados  por  la  nueva  invasión  de  los  realistas;  y 
casi  todos,  arrepentidos  ó  desengañados,  partieron  para  Guayana  á 
sincerarse  con  Bolívar.  Madariaga,  que  había  sido  el  alma  de  la  disi- 
dencia, se  fué  á  Jamaica,  llevando  desde  esta  fecha  una  vida  relativa- 
mente oscura,  hasta  que  murió  en  Río  Hacha,  pobre  y  olvidado,  por 


1.  Llama  la  atención,  especialmente,  que  hombres  de  tan  vasta  ilustración 
política  como  Urbaneja  y  Zea  aprobasen  semejante  desatipo  en  tales  circunstancias, 
mucho  más  cuando  Urbaneja  se  había  pronunciado  el  afio  anterior  (28  de  junio), 
en  una  asamblea  popular  de  Carúpano,  por  el  gobierno  uno  y  central,  y  cuando 
Zea,  á  los  13  días  de  lo  de  Cariaco,  escribía  desde  Pampatar  á  Marífio:  "No  hay 
mayor  absurdo  en  política  que  el  gobierno  federativo;  toda  la  historia  depone  Contra 
él";  acensejéndole,  además,  que  desistiese  de  constituir  un  gobierno  provincial  en 
Cumaná,  y  se  contentase  con  el  gobierno  nacional  nombrado  el  8  de  mayo.  —  Esta 
carta  se  publicó  por  primera  vez  en  la  obra  del  marqués  de  Rojas  titulada  Simón 
Bolívar,  p.  159.    París,  1883. 


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los  años  de  1826^.  Y  Marine,  que  con  sus  2,000  hombres  pretendía 
dominar  la  provincia  de  Cumaná,  los  perdió  en  sucesivos  combates 
desgraciados  contra  las  fuerzas  de  Morillo. 

Entre  tanto,  Piar  había  obtenido  en  Guayana  un  triunfo  bri- 
llante, el  11  de  abril,  con  la  acción  de  Sau  Félix,  donde  quedaron 
muertos  más  de  500  realistas.  Por  desgracia,  los  patriotas  mancharon 
su  gloria  con  dos  hechos  atroces:  el  uno  la  matanza  ordenada  por 
Piar  de  los  prisioneros  españoles  j[¿160  ó  300?),  no  obstante  haber 
declarado  Bolívar  en  Ocumare  el  término  de  la  guerra  á  muerte; 
el  otro,  el  asesinato  de  los  misioneros  catalanes.  Desde  el  mes  de 
febrero  se  había  apoderado  Piar  de  las  misiones  del  Caroní  y  re- 
ducido entonces  á  prisión  en  el  convento  de  Caruache  á  22  ó  28  ca- 
puchinos. A  principios  de  mayo  se  les  mandó  con  dos  oficiales  y 
unos  indios  al  pueblo  de  la  Divina  Pastora.  Todos  perecieron  en 
el  camino.  ¿Por  orden  de  Bolívar,  ó  de  Piar,  ó  del  jefe  dfi  estado 
mayor  Soublette,  ó  del  coronel  Jacinto  Lara,  ó  de  su  ayudante 
Monzón?  Tales  conjeturas  corren  en  historias  y  crónicas;  sin 
haberse  podido  averiguar  nunca  á  ciencia  cierta  quién  fuera  el  res- 
ponsable de  tan  inútil  barbaridad. 

Bolívar,  reconocido  por  los  triunfadores  de  San  Félix,  los 
dividió  en  tres  cuerpos,  con  el  triple  objeto  de  limpiar  de  barcos 
españoles  las  aguas  del  Orinoco,  bloquear  á  Guayana  la  Vieja  y 
asediar  á  Angostura;  todo  lo  cual  se  logró  al  cabo  de  cuatro  meses  de 
maniobras  y  combates^.  El  17  de  julio,  los  españoles  se  fugan  de  An- 
gostura, y  el  3  de  agosto  abandonan  los  castillos  de  Guayana  la  Vieja. 

Dueños  así  los  patriotas  del  Orinoco  y  sus  márgenes,  dueños 
también  de  gran  parte  de  Barinas,  donde  Páez  acosaba  al  ejército 
de  Morillo,  la  causa  de  la  Independencia  no  podrá  ya  ser  destruida, 
por  más  reveses  parciales  que  sufra  en  varios  encuentros.  Bolívar 
comprendió  que  el  porvenir  era  suyo.  El  6  de  agosto  escribía  á 
Trinidad  al  marqués  del  Toro:  "E^ta  provincia  (de  Guayana)  es  un 
punto  capital,  muy  propio  para  ser  defendido  y  más  aún  para 
ofender.  Tomamos  la  espalda  al  enemigo  desde  aquí  hasta  Santa 
Fe  y  poseemos  im  inmenso  territorio  en  una  y  otra  ribera  del  Ori- 
noco, Apure,  Meta  y  Arauca.  Además  poseemos  ganados  y  ca- 
ballos: y  como  en  el  día  la  lucha  se  reduce  á  mantener  el  territorio 
y  á  prolongar  la  campaña,  eL  que  más  logre  esta  ventaja  será  el 
vencedor".    No  se  equivocó. 


1.  De  él  escribía  Bolívar:  "el  canónigo  es  loco,  y  debe  tratarse  como  á  til." 

2.  En  uno  de  ellos,  el  4  de  julio,  poco  faltó  para  que  Bolívar  y  todo  sn 
estado  mayor  cayesen  prisioneros.  Véase  en  las  obras  de  Juan  Vicente  González  el 
sugestivo  fragmento  titulado  Bolívar  en  Casacoima. 


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—    249    — 

Con  todo,  necesitaba  asegurarse  antes  contra  la  insubordioa- 
ción  de  sus  tenientes.  Eran  los  más  díscolos  Marino  y  Piar.  £1 
primero,  que  por  atolondrado  perdiera  las  provincias  de  Barcelona 
y  Cumaná,  se  vio  pronto  reducido  á  la  impotencia,  y  procuró  otra 
vez  congraciarse  con  Bolívar.  Este  le  comunica  intrucciones  á 
Sucre,  que  era  ya  un  hábil  diplomático:  —  "Angostura,  noviembre  1 1 
de  1817.  —  Mi  querido  Coronel:  He  recibido  con  mucho  gusto  su 
apreciable  de  5  del  corriente  en  Maturín,  en  que  me  participa  loS 
asuntos  ocurridos  con  el  Gral.  Marino  y  en  que  U.  se  Ixa  portado 
con  la  delicadeza  y  tino  que  yo  me  esperaba.  Celebro  infinito  que 
U.  haya  visto  y  tratado  al  Gral.  Marino  del  modo  que  lo  ha  hecho, 
sin  desesperarlo  y  con  la  consideración  que  él  se  merece  por  su 
conducta  en  estos  últimos  días,  que  me  parece  bastante  favorable 
á  nuestros  intereses  comunes;  sobre  todo  si  logramos  que  el  Gral. 
Marino  sft  reúna  de  nuevo  al  Gobierno  con  la  sinceridad  que  él  me 
ofrece.  —  Yo  contesto  al  Gral.  Marino  lo  que  U.  verá  por  el  oficio 
y  carta.  Esta  es  mi  última  deliberación  y  no  la  revocaré  jamás.  A 
ella  debe  U.  someterse  y  hacerla  obedecer.  Es  la  única  que  puede 
salvamos,  porque  el  Gral.  Marino  no  puede  servir  en  el  día  en 
Cumaná  de  modo  alguno;  y  sólo  Bermúde2  puede  realizar  los  planes 
del  Gobierno,  que  se  dirigen  todos  á  la  libertad  general  y  á  la  con- 
cordia entre  todas  las  partes  de  la  República.  —  Apruebo  que  á 
las  tropas  del  Gral.  Marino  se  les  den  los  auxilios  de  víveres  y 
demás  que  puedan  necesitar,  pues  corresponden  á  la  República 
siempre  que  no  sean  enemigas  ó  traten  de  hostilizamos;  cosa  que 
estoy  lejos  de  creer,  según  lo  que  U.  mismo  me  dice  por  su  carta. 
Procure  U.,  Sucre,  que  si  no  son  amigas  estas  tropas,  lo  sean  por 
fin,  y  sirvan  á  la  Patria  en  lugar  de  destruirla.  La  política  es  la 
que  debe  hacerlo  todo.  Si  por  desgracia  Marino  desconoce  su 
deber,  Uds.  emplearán  todos  sus  ardides  para  atraer  sus  tropas;  y 
si  no,  procurarán  Uds.  emplear  la  fuerza;  pero  de  modo  que  no 
sea  con  escándalo  ni  perjuicio.  De  resto  me  refiero  en  todo  á  las 
instrucciones  que  he  dado  anteriormente,  porque  son  las  únicas  que 
se  deben  seguir  y  las  únicas  que  convienen  en  el  día.  Sólo  sí  re- 
comiendo á  U.  mucho  que  si  el  Gral.  Marino  se  somete  voluntaria- 
mente se  le  trate  con  la  mayor  dignidad,  y  como  á  un  hombre  que 
acaba  de  hacer  un  importante  servicio  con  no  haber  manchado  las 
armas  de  Venezuela  con  la  guerra  civil.  La  disminución  del  mal  es  un 
bien,  y  este  bien  debe  premiarse  en  cuanto  sea  compatible  con  el  decoro 
del  Gobierno,  que  es  en  lo  que  consiste  la  mayor  dificultad  para 
poder  ejercer  la  clemencia.  Pero  si  por  el  contrario,  el  Gral. 
Marino  resiste  á  sus  órdenes,   y  Uds.  logran  aprehenderlo,   es  pre- 


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ciso  enviarlo  aquí  con  toda  segundad.    Este   es  mi  ultimatum^^ 
Marino  se  sometió  por  el  pronto. 

Más  seria  y  peligrosa  fué  la  disidencia  de  Piar.  Envanecido 
con  sus  laureles  del  Juncal  y  San  Félix,  celoso-  siempre  de  la 
autoridad  de  Bolívar,  no  bien  tuvo  noticia  de  las  resoluciones  que 
tomara  el  llamado  congreso  de  Cariaco,  intentó  aventurarse  por  el 
mismo  camino.  Que  en  tal  cosa  pensó,  de  acuerdo  al  principio  con 
Arismendi,  lo  confiesa  paladinamente  el  apologista*  más  entusiasta 
de  ambos -jefes ^.  Léase  si  no:  "Los  sucesos  le  Cariaco  habían  lle- 
gado á  noticia  del  campamento  de  San  Félix  (en  junio)  antes  del 
día  en  que  Bolívar  los  siy>iera  oficialmente  por  Besares  (secretario 
del  congreso).  Sobre  el  modo  de  verlos,  Arismendi  y  Piar  hallá- 
banse de  acuerdo.  Como  personajes  prominentes  de  la  época  tra- 
taron de  evitar  la  anarquía  en  el  ejército,  organizando  un  cuerpo 
que  con  el  nombre  de  Senado  ó  de  Consejo  semejase  una  cámara 
del  pueblo,  y  se  diese  á  los  trabajos  que  exigían  la  administración 
pública  y  los  ramos  políticos  y  civiles.  Aquellos  jefes  de  ningún 
modo  pensaron  poner  fuera  de  lugar  el  talento  de  Bolívar.  Al  con- 
trario, querían  se  encargase  de  los  negocios  de  la  guerra,  con  ei 
apoyo  respetable  del  Mierpo  proyectado,  que  debía  quitar  á  los 
militares  ambiciosos  todo  pretexto  para  introducir  la  inobediencia 
en  el  ejército,  y  con  "ella  retardar  el  término  de  la  guerra  nacional. 
Arismendi,  ya  se  ha  visto,  había  tenido  propicias  ocasiones  para 
apoyar  las  pretensiones  de  Marino,  y  siempre  en  ellas  había  sos- 
tenido la  autoridad  suprema  de  Bolívar.  Piar,  tampoco  aspiraba  á 
menoscabarla  en  el  teatro  de  la  guerra,  aunque  engreído  con  la 
victoria  de  San  Félix.  Es  incuestionable  que  estos  jefes,  con  motivo 
de  las  actas  de  Cariaco,  concibieron  el  propósito  laudable  de  organizar 
un  Gobierno  provisorio,  en  obsequio  de  los  verdaderos  intereses 
de  la  patria  y  sin  ánimo  de  coartar  la  autoridad  suprema  de  Bo- 
lívar en  los  negocios  de  la  guerra".  Como  se  ve,  semejante  alegato 
prueba  todo  lo  contrario  de  lo  que  su  autor  se  propone.  En  primer 
lugar,  bien  conocían  Piar  y  Arismendi  el  texto  de  los  discursos  y 
acta  de  Cariaco,  que  no  dejan  duda  alguna  acerca  del  desconoci- 
miento de  la  autoridad  suprema  de  Bolívar,  tanto  política  como 
militar.  Marino  dijo,  á  vuelta  de  un  elogio,  evidentemente  hipócrita, 
del  Libertador:  "Resigno  en  vuestras  manos  el  depósito  sagrado 
de  la  autoridad  suprema  que  por  resolución  aprobada  en  Margarita 


1.  Carta  autógrafa  que   me  comunica  Laureano  VaDenilla  Lanz,    autor  de  uo 
importante  libro,  todavia  inédito,  sobre  historia  social  y  política  de  Venezuela. 

2.  Mariano  de  Briceflo,  Historia  de  la  isla  de  Margarita,  p.  t48. 


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fué  conferida,  en  primer  término,  al  general  Simón  Bolívar  y  luego 
ai  que  habla";  y  el  acta  del  congreso:  "Desde  este  día  reasumimos 
el  carácter  nacional  representativo  á  .que  hemos  sido  restituidos  por 
el  eminente  general  Santiago  Marino,  procediendo  éste  en  nombre 
del  Jefe  Supremo  de  la  República,  el  digno  ciudadano  Simón 
Bolívar,  y  en  el  suyo  propio,  como  segundo  jefe,  encargado  al 
presente  de  las  riendas  del  Gobierno*^.  ¿Cuándo  autorizó 
Bolívar  ¿Marino  para  renimciar  en  su  nombre  la  autoridad  suprema 
que  le  había  conferido  la  asamblea  de  Margarita?  ¿Ni  cuándo  le 
encargó  de  las  riendas  del  Gobierno?  Lo  que  le  ordenó  fué  espe- 
rarle con  sus  tropas  en  Aragua  de  Barcelona,  orden  que  no  cumplió. 
¿Ni  qué  autoridad  le  quedaba  á  Bolívar,  á  pesar  de  su  designación 
nominal  para  formar  con  otros  el  Ejecutivo,  si  Marino  asumió  el 
mando  supremo  del  ejército?  Por  otra  parte,  no  se  ignoraba  en  el 
campamento  de  San  Félix,  que  desde  el  13  de  junio  Bolívar  se 
apresuró  á  despachar  á  Oriente  á  los  generales  Andrés  Rojas  y 
Tomás  Montilla  con  el  encargo  de  declarar  al  congreso  que  consi- 
deraba todos  sus  actos  ilegítimos  y  nulos.  De  suerte  que,  si  Piar 
y  Arismendi  ae  proponían  imitar  lo  de  Cariaco,  se  rebelaban  desde 
luego  contra  la  conocida  determinación  de  Bolívar.  Y  finalmente, 
Arismendi  y  Piar,  que  se  le  habían  sometido  no  sólo  en  los  asuntos 
militares  sino  también  en  los  políticos,  puesto  que  por  voto  de  ellos 
mismos  era  Jefe  Supremo  de  la  República,  se  declaraban  disidentes 
ó  cosa  peor,  al  promover  la  formación  de  un  Senado,  Consejo  ó 
Congreso  sin  consultar  previamente  á  su  jefe.  Que  Bolívar  desa- 
probó categóricamente  el  plan,  lo  demuestra  la  carta  que  el  mismo 
13  de  junio  dirigió  desde  San  Félix  á  su  secretario  el  coronel  Pedro 
Bríceño  Méndez,  á  la  sazón  al  lado  de  Piar  en  Upata,  comunicán- 
dole el  rumor  de  disidencia  y  agregando:  ^^Lo  único  que  por  el 
momento  se  puede  hacer  y  no  sin  peligro,  es  nombrar  un  segundo 
jefe  para  en  caso  de  muerte  ó  ausencia  del  primero,  puesto  que 
Bflariño,  no  solamente  ha  desertado,  sino  que  reconoce  otra  fuente 
de  autoridad  y  tiene  actualmente  el  mando  usurpado  de  todas  las 
armas  de  Venezuela".  Briceño  Méndez  conteita  el  15,  esforzándose 
en  sincerar  á  Piar  .  .  . :  "  No  se  pretende  aquí  la  menor  cosa  contra 
usted:  su  autoridad  se  respeta  y  queda  existente.  Toda  la  preten- 
sión es  dar  á  usted  un  Senado  ó  Consejo,  para  que  tenga  algo  de 
democrática  ó  representativa  nuestra  forma  de  gobierno;  medida 
más  importante  á  usted  que  á  nadie,  pues  si  los  que  han  concebido 
el  proyecto  lo  han  hecho  pensando  coartar  su  suprema  autoridad, 
usted,  que  tiene  la  fuerza,  obrará  sin  limites,  mientras  que  ellos 
con  su  insignificante  proyecto  tienen  adormecidos  los  pueblos.    Piar 


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dice  que  es  indispensable  que  haya  quien  trabaje  en  la  civil  y  polí- 
tico, mientras  usted  ae  ocupa  en  las  atenciones  de  la  guerra  .  .  . 
El  es  amigo  de  usted,  á  pesar  de  los  esfuerzos  que  se  han  hecho 
y  hacen  para  .  .  /'^  No  se  desvanecieron  las  sospechas  de  Bolívar. 
El  19  de  junio  vuelve  á  escribir  á  su  fiel  secretario,  ^itre  otras 
cosas:  ^^Me  dice  usted  que  le  ahon'e  el  sacrificio  de  hablarme  con 
franqueza.  No  es  ciertamente  porque  usted  me  tema  á  mi  .  .  .  .; 
luego  es  por  otro  cualquiera  temor  que  no  sé  imaginar  .  .  .  «  Usted 
sin  duda  se  ha  imaginado  que  estamos  en  una  situación  como  la 
de  Cartagena,  Carúpano  ó  Güiria,  en  donde  las  circunstancias  nos 
fueron  tan  desfavorables  y  donde  el  espíritu  de  partido  triunfó  de 
nosotros.  Vamos.  No  tema  usted  una  repetición  de  estos  sucesos; 
que  si  hasta  ahora  he  sido  moderado,  no  lo  seré  en  lo  suceswo. 
No  crea  usted  que  las  intrigas  sean  tan  grandes  que  nos  puedan 
destruir.  Jamás  he  tenido  una  situación  tan  feliz^  aunque  digan  lo 
que  quieran.  El  poder  supremo  está  en  mi  mano,  y  no  se  tratará 
de  quitárseme  impunemente.  Pobre  del  que  lo  intentare!  Dos  mil 
hombres  me  obedecen,  y  están  dispuestos  á  ejecutar  cuanto  les 
mande.  Deben  obedecerme  los  ambiciosos  y  los  intrigantes,  y  me 
obedecerán.  Piar  no  será  temible  dentro  de  poco;  no  inquietará 
nuestra  tranquilidad  2." 

En  las  últimas  frases  se  ha  creido  ver  la  resolución  anticipada 
de  Bolívar  de  sacrificar  á  Piar.  Sin  embargo,  lo  más  que  pudiera 
conjeturarse  en  sana  lógica  es  que  se  proponía  quebrantar  su  in- 
fluencia en  el  ejército,  temida  realmente  por  todos  los  amigos  del 
Jefe  Supremo,  dándole  en  otra  parte  alguna  comisión  menos  im- 
portante, ó  dejándole  en  el  interior  deGuayana  con  pocas  fuerzas. 
En  la  misma  fecha  que  escribió  á  Méndez  (19  de  junio)  lo  hizo 
también  á  Piar:  le  acordó  satisfacción  en  ciertas  desavenencias  que 
tenía  con  José  Félix  Blanco  por  el  gobierno  de  las  misiones  del 
Caroní,  y  le  advirtió  que  desconfiase  de  Arismendi,  á  quien  con- 
sideraba como  el  principal  promovedor  del  proyecto  de  Senado  ó 
Congreso.  Con  todo,  nada  pudo  apaciguar  el  genio  violento  de 
Piar,  —  ni  las  protesta   de  amistad  de  su  jefe,   ni  los  consejos  de 


1.  Las  cartas  que  vamos  citando  se  conocea  por  haberlas  tomado  los  espt- 
fióles  del  archivo  de  Bolívar  en  la  desgraciada  acción  de  Semen  (16  de  marzo  de 
1818),  y  haberlas  insertado  el  propio  afio  José  Domingo  Díaz  en  la  Gaceta  de 
Caracas.  En  el  lugar  donde  se  interrumpe  el  texto  puso  Díaz  la  siguiente  nota: 
„ Ignoramos  qué  cosa  continuaba  refiriendo  Bricefio,  porque  hita,  el  resto  de  U 
carta  y  no  se  ha  pedido  encontrar**. 

2.  Es  posible  que  Díaz,  hombre  sin  escrúpulos,  haya  introducido  alguna 
variante  para  poner  más  de  relieve  la  anarquía  de  los  patriotas;  pero  el  fondo  é 
sentido  general  de  las  cartas  parece  incuestionable. 


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Méndez,  hombre  manso  y  muy  medido  diplomático.  Siguió  expre- 
sándose en  términos  liiríentes  contra  Bolívar,  á  quien  acusaba  de 
procedimientos  tiránico»  y  de  haberse  alzado  con  el  ejército  des- 
pués de  San  Félix  (¿que  otra  cosa  había  de  hacer  un  Jefe  Supremo 
en  campaña?)  y  terminó  por  pedir  licencia  para  separarse  del  ser- 
vido, á  pretexto  de  enfermedad.  Se  le  concedió  el  30  de  junio, 
desde  el  cuartel  general  de  San  Miguel,  para  trasladarse  — r  dice  el 
pasaporte  firmado  por  Bolívar  —  al  lugar  que  tenga  á  bien  en  el 
territorio  de  la  República  ó  á  las  colonias  extranjeras. 

En  los  primeros  días  de  julio,  Piar  pasa  de  Upata  al  Juncal, 
y  el  18  á  Angostura,  al  tiempo  mismo  que  las  tropas  de  Bermúdez 
entraban  en  esta  plaza.  Alarmado  Bolívar  por  los  rumores  que 
diariamente  le  llegaban  de  que  Piar  andaba  invitando  á  algunos 
oficiales  para  desconocer  su  autoridad,  para  acompañarle  á  unirse 
con  Marino  y  pata  sustituir  en  el  ejército  el  predominio  de  los 
pardos  ó  mestizos  al  de  los  blancos  ó  mantuanos,  trasmitió  orden 
á  Bermúdez  de  que  Piar  se  trasladase  en  seguida  al  cuartel  general 
de  Casacoima.  La  orden  llegó  á  Angostura  el  26  de  julio;  pero  al 
tener  conocimiento  de  ella,  Piar  pasó  oculto  el  Orinoco  y  tomó 
camino  de  Maturín.  Días  después  se  juntó  con  Marino^.  Durante 
agosto  y  setiembre  siguieron  ambos  haciendo  correrías  por  la  pro- 
vincia de  Cumaná.  Comisionado  el  general  Manuel  Cedeño  para 
prender  á  Piar,  le  encontró  el  27  de  setiembre  en  el  pueblo  de 
Aragua  escoltado  por  unos  70  fusileros  que  mandaba  el  comandante 
Francisco  Carmona.  Piar  se  negó  desde  luego  á  entregarse,  y 
ordenó  á  Carmona  que  se  preparase  á  hacer  fuega  Logró  sin 
embargo  Cedeño  que  los  fusileros  se  le  sometiesen  sin  pelear; 
prendió  á  Piar  y  acto  continuo  lo  remitió  á  Angostura. 

El  3  de  octubre,  Bolívar  da  orden  al  general  de  brigada  Carlos 
Soublette,  jefe  de  estado  mayor,  para  que  conforme  al  reglamento 
expedido  en  mayo  último  y  en  su  carácter  de  juez  fiscal,  instruya 
el  proceso  de  Piar  por  "  los  crímenes  de  insubordinado  á  la  autoridad 
suprema,  de  conspirador  contra  el  orden  y  tranquilidad  pública,  de 
sedicioso  y  últimamente  de  desertor  "^ 


1.  Por  este  tíempo,  Arísmendi  había  ya  desistido  de  su  plan  de  congreso,  y 
regresado  á  Blargarita. 

2.  £1  texto  del  proceso  anduvo  por  muchos  afios  de  aquí  para  alU.  En  1820 
se  hallaba  en  el  archivo  que  desde  Angostura  llevó  á  Cúcuta  el  Vicepresidente  de 
la  República  Dr.  Roscio.  Cuando  murió  éste,  en  marzo  de  1821,  su  viuda  dofia 
Dolores  Cueva,  confundiendo  el  expediente  con  papeles  privados,  lo  inchiyó  en  su 
equipaje  al  regresar  á  Angostura,  y  lo  regaló  después  á  D.  José  Gabriel  Núftez,  de 
quien  lo  heredó  su  sobrino  D.  Joeé  M.  Núfiez,  de  Maturín,  en  cuyo  poder  se  encon- 
traba por  los  afios  de  1850.    (Véase  á  Brícefio,  Historia  de  la  isla  de  Margarita, 


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—    254    — 

El  4  de  octubre  comenzó  la  instrucción,  actuando  como  secre- 
tario el  capitán  José  Ignacio  Pulido.  Citanse  nueve  testigos,  que 
deponen  todos  contra  el  reo.  Los  corónele^  Juan  Francisco  Sánchez 
y  Pedro  Hernández,  el  teniente  coronel  José  Manuel  Olivares  y  el 
capitán  de  navio  Antonio  Dia2,  ¿firman  que  Piar  les  invitó  á  des- 
conocer la  autoridad  del  Jefe  Supremo  y  á  ligar  á  todos  los  pardos 
contra  los  blancos,  especialmente  contra  los  mantuanos  de  Caracas. 
Su  plan  primitivo  consistía,  según  el  testimonio  de  Olivares,  en 
pasar  al  Caroni,  ^  donde  toda  la  gente  era  suya^\  y  f onaar  un 
ejército  para  acabar  con  la  tiranía  de  Bolívar.  Díaz  agrega  que 
Piar  le  dijo  en  Maturin:  que  habiendo  opinado  en  Guayana  por  el 
establecimiento  de  im  Gobierno  "á  fin  de  que  no  residiesen  todas 
las  facultades  en  una  sola  persona,  como  residían  en  el  Jefe  Supremo, 
habían  tratado  de  sacriíicarlo  los  mantuanos  y  él  se  había  visto 
forzado  á  huir  para  salvarse;  que  llevaba  el  designio  de  reimir  en 
la  provincia  de  Cumaná,  con  la  opinión  de  que  gozaba  entre  sus 
habitantes,  un  grande  ejército  para  volvpr  á  repasar  el  Orinoco; 
que  en  la  provincia  de  Guayana  había  dejado  un  gran  partido  y 
estaba  seguro  de  triunfar  de  los  mantuanos,  á  quienes  era  menester 
matar  absolutamente,  porque  sus  miras  no  eran  otras  que  las  de 
destruir  á  todo  hombre  de  color;  que  destruido  que  fuese  este 
partido  (de  los  mantuanos)  él  establecería  un  Gobierno,  ofreciéndole 
al  exponente  el  empleo  de  almirante  de  la  República,  cuyo  título 
le  dio  por  dos  ó  tres  veces  en  la  conferencia".  El  capitán  de  in- 
fantería Ramón  Machado,  edecán  del  general  Bermúdez  en  Angos- 
tura, refiere  que  cuando  este  jefe  trasmitió  á  Piar  la  orden  de  pasar 
al  cuartel  general  de  Casacoima,  contestó  verbalmente  "que  estaba 
bien";  mas  notando  Bermúdez  que  lejos  de  cumplir  Piar  con  lo 
que  se  le  prevenía  "estaba  haciendo  pasar  sus  bestias  al  otro  lado 
de  la  Soledad,  dispuso  hacer  volver  éstas  por  varios  tiros  de  fusil 
que  se  dirigieron  á  las  canoas,  y  ordenó  al  exponente  pasase  á  la 
brigada  del  coronel  Bricefto  á  tomar  25  hombres,  que  con  un  buen 
oficial  custodiasen  en  su  posada  la  persoma  del  general  Piar;  pero 
que  habiéndolo  solicitado  en  ella,  manifestaron  que  había  salido  en 
aquel  momento",  y  no  se  le  halló  después  en  la  ciudad.  El  teniente 
coronel   Francisco  Pildaín   depone   que,   encontrándose   en  Maturin 

apéndice,  p.  30).  En  1881,  el  Presidente  Guzmán  Blanco  lo  mandó  insertar,  sio 
decir  de  donde  lo  hubo,  en  las  Memorias  de  O'Lcary,  t.  XV,  p.  351  y  siguientes. 
Hoy,  en  1906,  se  ignora  el  paradero  del  original.  Nos  referimos,  pues^  al  impreso, 
advirtiendo  además  que  hay  motivos  para  sospechar  de  su  completa  exactitud,  porque 
asi  como  ordenó  Guzmán  Blanco  la  supresión  del  tomo  IH  de  dichas  Memorias, 
pudo  también  ordenar  interpolaciones  ó  variantes  en  éste  y  otros  documentos  de 
las  mismas. 


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—    255    —  . 

cuando  llegó  Piar,  le  oyó  decir  públicamente  ^^que  los  mantuanos 
lo  habían  querido  sacrificar  y  lo  habían  mandado  asesinar  ^^;  que  la 
causa  de  tal  persecución,  después  de  tantos  servicias,  no  podía  ser 
otra  sino  su  calidad  de  pardo,  y  que  ^^  iba  á  unirse  al  general  Marino, 
para  que  se  hiciera  la  división  ¿e'las  provincias  como  estaban 
anteriormente",  á  fin  de  que  "los  mantaanos  gobernasen  en  Occi- 
dente, y  Marino  y  él  en  Oriente".  El  alférez  de  caballería  José 
Abad  Peralta  y  los  cabos  primeros  Timoteo  Díaz  y  José  Claro 
Sixto^  perteneci^tes  los  tres  á  las  tropas  con  que  Cedeño  capturó 
á  Kar,  afirman  que  éste  desenvainó  le  espada  é  intentó  resistir 
cuando  se  le  intimó  la  orden  de  arresto,  no  dándose  á  partido  sino 
desqués  que  los  fusileros  mandados  por  Carmona  se  negaron  á 
ob^ecerle. 

El  8  de  octubre.  Piar  nombra  defensor  al  teniente  coronel 
Femando  Galindo  y  rinde  en  seguida  su  confesión  ante  el  juez 
fiscal.  Dice^,  que  si  antes  del  27  de  julio  no  hizo  uso  de  su  pasa- 
porte para  ausentarse  de  Guayana,  fué  porque  necesitaba  auxilio  de 
bestias  que  debía  franquearle  el  general  Cedeño,  y  porque  el  mismo 
Cedeño,  "á  instancias  del  confesante,  se  había  encargado  de  pasar 
al  cuartel  general  á  solicitar  del  Jefe  Supremo  se  examinase  en  un 
consejo  de  guerra  su  conducta,  relativamente  al  manejo  de  los  in- 
tereses del  Estado,  que  públicamente  se  decía  que  el  confesante  se 
los  había  apropiado,  y  aguardaba  las  resultas  ^^;  que  cuando  se  le 
contestó  negativamente  respecto  de  la  reunión  del  consejo,  ya  la 
plaza  de  Angostura  había  sido  evacuada  por  los  españoles,  y  en 
ella  "sólo  trató  de  ausentarse  haciendo  uso  del  permfeo  que  tenía,'* 
activando  cuanto  le  fué  posible  "la  consecución  de  las  bestias  que 
necesitaba  para  su  viaje,  y  el  de  los  dragones  que  también  se  le 
había  permitido  llevar  en  su  compañía.''  Rechaza  la  imputación  de 
haber  intentado  sublevar  los  hombres  de  color  contra  los  blancos. 
Confiesa  que  "lastimado  de  las  injusticias  que  se  le  habían  hecho, 
de  los  crímenes  que  se  le  inputaban,  entre  otros  el  de  usurpador 
de  los  intereses  públicos,  y  sufocado  con  las  relaciones  que  se  le 
hacían  de  la  enemistad  que  le  profesaban  ya  varios  de  sus  amigos» 
de  los  asesinatos  que  contra  él  se  premeditaban  y  de  las  especies 
indecentes  •  con  que  se  manchaba  su  reputación  y  su  honor,  pro- 
mmipía,  en  presencia  de  los  que  venían  á  verle,  en  quejas  amargas, 
y  exclamaba  en  medio  de  la  exaltación  que  naturalmente  debía  pro- 
dudr  todo  esto  en  su  espíritu,  que  no  sabía  si  el  ser  pardo  era  la 
causa  de  que  se  le  calumniase  y  vilipendiase;  pero  que  es  falso  el. 


1.  Extracto. 


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—    256    — 

que  convocase,  ni  en  público  ni  en  privado,  á  los  hombres  de  color, 
á  la  conspiración  de  que  se  le  acusa  ^\  Añade  que  durande  su  corta 
permanencia  en-  Maturín,  aconsejó  públicamente  la  unión  de  todas 
las  clases  sociales,  y  que  si  repitió  allí  sus  quejas  de  injusticia,  lo 
hizo  "privadamente,  en  converMciones  particulares,  con  personas 
de  confianza  y  con  mucho  menos  calor  que  cuando  estaba  en  Gua- 
yana,  porque  lejos  ya  del  peligro  que  se  le  había  hecho  temer,  su 
imaginación  se  había  despejado  y  se  había  tranquilizado  su  espíritu,^^ 
de  lo  que  darían  fe  el  capitán  de  navio  Antonio  Díaz  y  el  teniente 
coronel  Pache  (óPildaín)^.  Cuando  llegó  al  campo  de  Marino  ^^  sólo 
pensó  en  arreglai*  y  organizar  la  provincia  de  Cumaná,  reunir  tropas 
y  continuar  haciendo  la  guerra  á  los  enemigos  de  la  República''^ 
aunque  no  con  el  propósito  de  continuar  unido  á .  aquel  geaual, 
pues  antes  bien  quería  "conseguir  un  pasaporte  de  su  mano  para 
trasladarse  á  una  colonia  extranjera,  á  donde  no  podía  presentarse 
sin  un  documento  semejante  que  lo  pusiese  á  cubierto  de  la  sos- 
pecha de  deserción,  á  causa  de  haber  dejado  en  Angostura  el  pasar 
porte  que  había  obtenido  del  Jefe  Supremo".  En  Aragua  "hizo  ai 
general  Marino  su  solicitud,  manifestándole  que  se  retiraba  hasta 
que  reinase  la  unión  y  la  buena  armonía  entre  todos  los  jefes  y 
provincias  del  Estado,  pues  el  confesante,  que  había  conocido  ya 
que  cualquiera  otra  máxima  que  él  hubiese  asentado  era  un  error, 
sólo  aspiraba  á  la  paz,  á  la  buena  armonía  y  mejor  inteligencia 
entre  todos  los  que  combatían  por  la  salvación  de  la  República". 
Habiéndose  negado  Marino  á  darle  pasaporte,  "le  pidió  permiso 
para  retirarse  á  los  montes  de  Púnceles  á  hacer  una  labranza  y  á 
aguardar  allí  el  día  de  la  reconciliación'';  pero  en  esto  tuvo  que 
marchar  aquél  á  la  costa  de  GCdria,  y  Piar  convino  en  esperar  su 
regreso,  encargándose  entre  tanto  del  mando  de  algunas  tropas. 
Finalmente,  respecto  de  la  resistencia  que  opuso  en  Aragua  á  Ce- 
defio,  al  comunicarle  éste  la  orden  de  pasar  á  Angostura,  dice  que 
tal  resistencia  no  nació  **de  un  principio  de  insubordinación,  sino 
del  temor  que  le  inspiraba  la  proscripción  publicada  contra  él"; 
que  si  Cedefio  "le  hubiese  manifestado  un  documento  del  Jefe  Su- 
premo en  que  se  le  aseguiase  la  remisión  de  las  faltas  que  hubiera 
cometido,  habría  venido  voluntariamente,  como  un  hombre  que  había 
conocido  sus  errores  y  que  sólo  deseaba  la  paz,  la  unión  y  la  buena 
armonía";  pero  no  garantizándosele  con  nada  su  persona,  temió  ser 
sacrificado;  que  "él  no  habría  entregado  las  tropas  que  el  general 


1 .  Pildaín,  como  se  vio  arriba,  declaró  otra  cosa,  y  Díaz,  repreguntado,  man- 
tuvo en  todas  sus  partes  lo  que  ya  había  dicho. 


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—    257    — 

Marino  le  confiara,  porque  esta  conducta  habría  mancillado  su  honor, 
pero  habría  puesto  su  persona  en  manos  del  Jefe  Supremo  con  la 
mayor  confianza;  que  si  se  había  descisirriado  del  verdadero  camino, 
ya  le  había  vuelto  á  encontrar  y  deseaba  el  seguirle,  pero  de  un 
modo  que  concillase  su  seguridad  personal;  que  sus  tropas  (en 
Aragua)  tenían  las  armas  descargadas,  y  que  si  hubiera  querido 
hacer  una  resistencia  obstinada^  tiempo  sobrado  tuvo  para  hacerla, 
mandando  cargar,  de  manera  que  su  resistencia  fué  más  de  palabra 
que  de  hecho."  Y  protesta  de  nuevo  que  no  tuvo  nunca  la  inten- 
ción de  promover  la  guerra  civil. 

Citados  de  nuevo  todos  lo^  testigos,  en  presencia  del  defen- 
sor, y  confrontados  con  el  reo,  ratifican  sus  primeros  testimonios 
sin  variante  ninguna.  El  15  de  octubre  redacta  Soublette  su  dic- 
tamen. De  las  pruebas  testimoniales  y  de  la  confesión  del  reo 
deduce  que  no  quedan  dudas  de  su  proyecto  de  conspiración;  que 
su  deserción  la  demuestran  las  circunstancias  en  que  se  fugó  de 
Angostura,  desobedeciendo  la  orden  terminante  de  presentarse  en 
el  cuartel  general;  que  su  unión  con  Marino,  jefe  disidente,  y  su 
resistencia  en  Aragua  á  las  órdenes  de  la  suprema  autoridad, 
bastarían,  á  falta  de  otra  prueba,  para  calificarle  de  insubordinado 
ó  rebelde;  que  las  injusticias  de  que  tanto  se  queja  el  reo  se  limitan 
^á  la  imputación  que  dice  se  le  hacía  de  haberse  apropiado  los 
mtereses  públicos",  sin  reflexionar  qtie  ni  el  Gobierno  ni  la  República 
son  nunca  responsables  de  calumnias  propaladas  por  particulares; 
que  se  contradice  cuando  alega  como  pretexto  de  su  fuga  la  nega- 
tiva de  sometérsele  á  un  consejo  de  guerra  para  sincerarse  de  la 
calumnia  sobre  malversación  de  fondos,  supuesto  que  á  los  pocos 
días,  cuando  se  le  llama  á  presencia  del  Jefe  Supremo,  se  escapa 
clandestinamente  de  Angostura;  que  el  proyectó  de  sublevar  á  los 
pardos  contra  los  blancos  lo  evidencian  las  declaraciones  de  testigos 
idóneos  y  en  número  más  que  suficiente  para  producir  plena  prueba, 
sin  que  se  pueda  disculpar  dicho  proyecto  por  "un  sentimiento  de 
filantropía",  pues  "demasiado  notorio  es  su  carácter  altivo  y  do- 
minante, que  no  admite  superiores  ni  iguales,  y  también  es  sabido 
que  nunca  se  ha  reputado  por  pardo,  de  manera  que  sólo  en  su 
frenesí  se  hubiera  declarado  tal,  porque  lo  creyó  el  único  medio  de 
congregar  á  todos  los  de  esta  clase  y  de  hacerlos  entrar  en  los 
intereses  particulares  de  éV\  Y  termina  su  dictamen  diciendo: 
^Resulta  de  todo  que  Manuel  Piar  ha  conspirado  contra  la  sociedad 
y  contra  el  Gobierno,  lo  ha  desobedecido,  ha  desertado  y  hecho 
armas  contra  los  subalternos  del  Jefe  Supremo.  Por  todo  lo  cual 
concluyo  por  la  República  que  sea  condenado   á  sufrir  la  pena  de 

Fortoul,  Historia  ConstitadonaL  ^^ 


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—    258    — 

ser  ahorcado,  señalada  por  las  Ordenanzas  del  ejército  en  el  artículo 
veintiséis,  tratado  octavo,  título  décimo". 

En  el  mismo  día,  15  de  octubre,  se  reúne  el  consejo  de 
guerra,  compuesto  del  almirante  Luis  Brión,  presidente,  los  generales 
José  Anzoátegui  y  Pedro  León  Torres,  los  coroneles  José  ücrós  y 
José  María  Carreño  y  los  tenientes  coroneles  Judas  Piñango  y 
Francisco  Conde,  El  defensor  Galindo  presenta  en  seguida  su  ale- 
gato. "Más  fácil  —  dice* —  más  fácil  es  concebir  el  exterminio  total 
del  país  que  poderse  figurar  la  insubordinación  del  general  Piar^ 
Cuando  se  le  notificó  en  Angostura  la  orden  de  presentarse  en  el 
cuartel  general  de  Casacoima,  hallábase  rodeado  de  enemigos  parti- 
culares: "instruido  falsamente  por  amigos  suyos,  residentes  en  el 
cuartel  general,  de  que  se  proyectaba  su  sacrificio,  y  dotado  de  un 
carácter  desconfiado,  al  mismo  tiempo  que  violento  y  tímido,  se 
creyó  perdido  j  se  vio  fuera  de  sí",  "¿E^  pues  de  extrañar  que 
en  tan  empeñado  lance,  él,  que  no  tíene  una  gran  serenidad  de 
ánimo,  busque  un  asilo  entre  sus  mismos  hermanos,  entre  los  mis« 
mos  defensores  de  este  suelo  venezolano,  ausentándose  por  algunos 
días  para  escaparse  de  la  cólera  de  la  autoridad,  haciendo  tal  vez 
después  sacrificios  importantes  papi  acreditar  su  obediencia  y  su 
afección?"  Su  vida  anterior  es  la  mejor  prueba  de  su  subordinación. 
Acogió  en  su  ejército  á  los  expedicionarios  de  Ocumare;  después 
de  su  victoria  en  el  Juncal,  resolvió  con  sus  compañeros  de  armas 
que  el  intendente  Zea  fuese  á  buscar  á  Bolívar,  sin  el  cual  no  podía 
existir  la  República;  rehusó  las  promesas  de  Marino,  que  le  invitaba 
á  dividir  con  él  el  poder;  y  en  toda  la  campaña  de  Barcelona  y 
Guayana  fué  "el  más  firme  y  decidido  apoyo  de  la  autoridad". 
Sólo  acaso  "la  vehemencia  de  sus  pasiones,  la  impetuosidad  de  su 
carácter,  la  indiscreción  de  algunos  individuos,  el  sentimiento  de 
creerse  ofendido  y  despreciado,  el  mismo  amor  (á  Bolívar)  y  una 
especie  de  celo  porque  creía  que  el  Jefe  Supremo  no  lo  distinguía 
según  quería  y  merecía",  le  habían  hecho  expresarse  de  un  modo 
que  él  mismo  no  recuerda^  "En  una  fibra  tan  irritable  como  la 
suya,  y  en  un  hombre  que  desgraciadamente  se  transporta  y  en- 
furece hasta  el  término  de  perder  el  juicio,  no  es  de  admirar  nada 
de  ésto.  Deploremos  su  carácter,  culpemos  más  bien  á  la  natura- 
leza, y  no  á  la  inteligencia  del  infeliz  general  Piar",  De  su  cons- 
piración no  se  aducen  otras  pruebas  que  declaraciones  de  testigos, 
y  entre  éstos  figuran  enemigos  personales  del  reo.  El  coronel 
Sánchez   fué  despedido  del  ejército   de  Piar   en  Guayana,  y  desde 

1.  Extracto. 


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—    259    — 

entonces  Je  juró  venganza.  El  coronel  Hernández  fué  por  él  re- 
prendido públicamente  en  la  acción  de  San  Félix,  y  se  declaró 
desde  luego  adversario  suyo.  El  teniente  coronel  Olivares,  tuvo 
desavenencias  en  Upata  con  un  oficial  inferior,  y  como  Piar  "le 
echó  toda  la  culpa  á  Olivares,  éste  acabó  por  no  ser  más  su  amigo  ^\ 
(De  los  demás  testigos  no  habla  el  defensor).  El  supuesto  plan  de 
sublevar  á  los  pardos  contra  los  mantuanos  no  se  apoya  en  funda- 
mento ningimo.  Los  actos  mismos  de  Piar  prueban  lo  contrario. 
El  escuadrón  que  le  acompañaba  en  Upata  se  componía  todo  de 
gente  de  color,  y  sin  embargo  no  se  opuso  á  entregarlo,  Al  llegar 
á  Maturín,  aconsejó  la  unión  de  todas  las  castas  contra  los  españoles, 
y  cuando  se  vio  á  la  cabeza  de  tropas  en  la  provincia  de  Cumaná, 
una  de  sus  primeras  medidas  fué  someter  á  juicio,  por  excesos 
militares,  al  capitán  León  Prado,  "  que  es  pardo,  y  el  más  implacable 
délos  enemigos  del  Jefe  Supremo",  Reunió  en  territorio  de  Cumaná 
más  de  quinientos  hombres,  y  ni  atacó  la  plaza  de  Maturín,  ocupada 
por  fuerzas  del  Gobierno,  ni  intentó  pasar  á  Guayana,  ni  proclamó 
una  sola  vez  la  guerra  civil,  "El  acto  de  acogerse  al  general 
Marino,  de  quien  siempre  ha  sido  enemigo,  prueba  bien  claramente 
que  su  espíritu  no  estaba  todavía  muy  tranquilo,  ni  su  juicio  muy 
en  su  lugar,  para  refugiarse  casa  del  que  más  le  ha  odiado  siempre". 
Su  verdadero  propósito,  como  lo  declara  en  su  confesión,  era  irse 
á  una  colonia  extranjera,  "y  por  esto  fué  qui  exigió  (en  Guayana) 
el  permiso  temporal  que  se  le  acordó".  En  resumen,  si  herido  en 
su  justo  orgullo  de  general  en  jefe,  y  exasperado  por  la  persecución 
y  la  columnia,  profirió  quejas  amargas,  no  tuvo  nunca  la  intención 
de  rebelarse  contra  la  autoridad. 

El  consejo  le  condenó  por  unanimidad  á  ser  pasado  por  las 
armas.  Conde,  Piñango  y  Anzoátegui  votaron  por  que  precediese 
la  degradación!.  Los  demás  decidieron  expresamente  que  no  se  le 
degradase.  Comunicado  el  proceso  al  Jefe  Supremo,  decretó  el 
mismo  15  de  octubre:  "Vista  la  sentencia  pronunciada  por  el  con- 
sejo de  guerra  de  oficiales  generales  contra  el  general  Manuel  Piar, 
por  los  enormes  crímenes  de  insubordinado,  desertor,  sedicioso  y 
conspirador,  he  venido  en  confirmarla  sin  degradación.  Pásese  al 
señor  fiscal  para  que  la  haga  ejecutar,  conforme  á  ordenanza,  á 
las  cinco  de  la  tarde  del  día  de  mañana".  Llegada  la  hora,  se  le 
sacó  á  la  plaza  y  —  dice  el  secretario  Pulido  —  "  habiéndose  publi- 
cado el  bando  por  el  señor  juez  fiscal  según  previenen  las  orde- 
í 

iT  Hay  dudas  respecto  del  voto  de  Anzoátegui.  Al  reproducirlo  en  las 
Memorias  de  O'Leary  se  puso  la  siguiente  nota  (p.  420):  "En  el  original  está  esta 
palabra  (con  degradación)  enmendada;  parece  que  se  escribió  primero  sin", 

17* 


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—    260    — 

nanzas,  puesto  el  reo  de  rodillas  delante  de  la  bandera  y  leídosele 
por  mí  la  sentencia  en  alta  voz,  se  pasó  por  las  armas  á  dicho 
señor  general  Piar  .  •  •  .,  delante  de  cuyo  cadáver  desfüaron  en 
columna  las  tropas  que  se  hallaban  presentes  y  llevaron  luego  á 
enterrar  al  cementerio  de  esta  ciudad.'* 

Que  murió  con  la  serenidad  de  un  héroe,  superfluo  es  decirlo. 
No  había  temblado  nimca  su  corazón,  y  era  indomable  su  espíritu^. 
¿Cuales  eran  el  origen  y  raza  de  Piar?  El  proyecto  que  se  le 
atribuyó  en  Guayana  de  hacerse  jefe  de  los  pardos  ó  mestizos 
contra  los  blancos  ó  mantuanos,  probablemente  sí  existió  en  su 
acalorada  imaginación,  como  medio  de  encumbrarse  sobre  Bolívar, 
jefe  natural  de  los  últimos  por  su  abolengo  y  posición  social;  pero 
adviértase  que,  acerca  de  la  progenie  de  Piar,  y  respecto  de  las 
circunstancias  de  su  nacimiento,  todo  es  conjetural.  Nació  (¿en 
Caracas  ó  en  Curazao?)  por  los  años  de  1782.  Creen  algunos  que 
de  padres  pobres  y  oscuros  (Femando  Piar  y  su  querida  María 
Isabel  Gómez):  cuentan  otros  que  de  los  clandestinos  y  pasajeros 
amores  dé  un  príncipe  europeo  con  una  alta  dama  caraqueña,  agre- 
gando que  al  nacer  se  le  condujo  á  Curazao  y  fué  confiado  á  una 
mulata  que  le  crió  como  su  hijo  y  le  acompañó  á  los  quince  años 
á  Caracas,  donde  le  hizo  aprender  el  oficio  de  barbero.  El  juez  fiscal 
Soublette  dice  en  su  dictamen  que  Piar  nunca  se  reputó  por  pardo,  y 
el  capitán  Juan  José  Conde,  que  mandaba  en  Angostura  la  guardia 
del  reo,  lo  pinta  "de  regular  estatura,  ojos  azules,  barbilampiño  y 
tez  algo  rosada"*. 

La  cuestión  de  raza  en  los  sucesos  de  Guayana  puede  con- 
siderarse como  secundaria;  tanto  más  cuanto  que  el  mismo  Piar, 
aunque  se  creyera  mestizo,  aspiró  siempre  á  figurar,  y  figuró 
desde  1811|  entre  los  oligarcas  criollos,  promovedores  de  la  In* 
dependencia.  La  única  cuestión  capital  fué  el  conflicto  entre  la 
ambición  á  mayor  influencia  de   un  jefe  de   división  y  el  poder 


1.  £1  laísmo  capitán  Pulido,  en  carU  particular  dirigida  al  general  G'Leaiy 
afios  después  (véanse  las  Memorias,  t.  I,  p.  425)  refíere  que  cuando  leyó  por 
primera  vez  la  sentencia,  en  la  prisión,  Piar,  al  oir  que  se  le  condenaba  á  moerte, 
"gritó,  rasgó  la  camisa,  tiró  el  lente  que  cargaba  colgado  del  cuello  y  cayó  al  saelo 
diciendo,  que  me  dejen  sacrificar**.  En  lo  que  no  puede  verse  un  acto  de  pusi- 
lanimidad, antes  bien  otra  manifestación  de  su  temperamento  impulsivo  y  arrebatado .  •  • 
tal  vez  epiléptico;  conjetura  ésta  que  concuerda  con  el  retrato  que  de  él  traza  (véate 
arriba)  su  defensor  Galindo. 

2.  Conde,  Recuerdos  de  la  vida  y  muerte  d«l  general  Piar,  llaracaibo, 
1839.  Hay  pormenores  interesantes  en  las  polémicas  que  más  de  una  vez  bt 
sostenido  en  periódicos  y  hojas  sueltas  el  señor  Roberto  Syers  Piar,  descendiente 
del  general;  pero  no  produce  ningún  documento  que  contradiga  la  parte  esenciíA 
del  proceso. 


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—    261     — 

supremo  representado  por  Bolívar;  y  en  semejante  conflicto  se 
jugaba  nada  menos  que  el  porvenir  de  la  patria.  Si  Bolívar  no 
se  apresura  á  ponerse  á  la  cabeza  del  ejército  que  triunfó  en 
San  Félix,  Piar  se  hubiera  alzado  con  el  mando  absoluto  de  Gua- 
yana,  suprimiendo  de  hecho  la  autoridad  de  su  jefe,  imitando  la 
insubordüíación  de  Marino  y  Bermúdez  en  Güiria,  y  la  disidencia 
de  Marino  en  Cariaco.  Es  más:  de  esto  hubiera  surgido  al  punto 
la  anarquía,  con  nuevos  conflictos  entre  Piar  y  Marino,  que  estaba 
resuelto  á  adueñarse  del  Oriente;  entre  Piar  y  Arísmendi,  que  era 
señor  de  Margarita;  entre  Piar  y  Páez,  que  campeaba  por  cuenta 
propia  en  los  llanos  del  Suroeste.  Bolívar  supo  medir  toda  la 
magnitud  del  peligro,  y  tuvo  la  suprema  audacia  de  conjurarlo, 
quebrantando  primero  la  influencia  de  Piar  en  el  ejército,  sometién- 
dole luego  á  un  consejo  de  guerra,  lo  que  ya  equivalía  á  condenarle 
á  muerte.  ¿A  qué  invocan  aquí  todos  los  historiadores  la  noción 
abstracta  de  la  justicia,  para  sincerar  los  unos  al  Libertador,  para 
inculparle  los  otros?  Si  la  justicia  moral  es  diosa  en  la  paz,  en 
los  campamentos  no  pueden  reinar  más  que  la  fuerza  y  el  éxito; 
ni  para  un  emancipador  de  pueblos,  capitán  de  rebeldes  contra  el 
yugo  extranjero,  podrá  haber  nunca  un  interés  superior  al  triunfo 
de  la  propia  emancipación,  por  todos  los  medios  á  su  alcance. 
Y  si  excepcionales  circunstancias  exigen  medidas  violentas,  ¿á  qué 
otras  pudiera  humanamente  apelar?  "Es  un  desatino  —  escribió  cinco 
años  antes  á  Miranda  el  sabio  Sanz  —  es  un  desatino  querer  cosas 
extraordinarias  por  medios  ordinarios".  En  otras  ocasiones,  Bolívar 
cometió  errores  imperdonables,  tal  su  proclamación  de  guerra  á 
muerte,  que  debía  producir  resultados  contrarios  á  los  que  se  pro- 
ponía; pero  en  la  presente  ocasión,  con  su  serenidad  de  alma, 
con  su  audacia  sin  escrúpulos,  y  si  se  quieren  términos  más  duros, 
con  su  falta  de  piedad  para  el  rival  vencido,  salvó  de  un  nuevo  de- 
sastre á  la  naciente  República.  No  había  entonces  otro  jefe  capaz  de 
llevar  á  buen  fin  la  magna  empresa.  Si  eran  todos  patriotas  in- 
sospechables, ninguno  tenía,  como  él,  á  un  tiempo,  el  genio  político 
y  el  genio  de  la  guerra.  Piar  y  Marifio  podían  mandar  en  un  com- 
bate, y  más  de  una  vez  les  coronó  la  victoria;  pero  carecían  de  la 
estrategia  necesaria  para  dirigir  largas  campañas.  Arismendi  y 
Bermúdez,  hombres  de  escasas  dotes  intelectuales,  sólo  se  distin- 
guían por  su  impetuosa  bravura;  y  hasta  pudiera  decirse  que  apenas 
se  distinguían  en  esta,  porque  la  heroicidad  era  entonces  virtud  de 
todos.  Monagas  y  Zaraza  y  Cedeño  y  Anzoátegui  y  el  mismo  Páez, 
eran  simples  guerrilleros.  Sucre,  el  único  que  años  después  debía 
emular  á  su  jefe  en  apitudes  bélicas,  estaba  empezando  su*  carrera. 


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—    262    — 

En  resumen,  y  sin  perder  tiempo  en  consideraciones  de  importuno 
sentimentalismo,  si  Bolívar  no  se  decide  á  darle  un  golpe  mortal 
á  la  anarquía,  suprimiendo  al  más  indómito  de  sus  tenientes,  la  Inde- 
pendencia fracasaba  otra  vez  ó  se  retardaba  por  tiempo  indefinido. 
Es  verdad  que  en  los  meses  y  aun  años  subsiguientes  se  notaron 
nuevas  veleidades  de  insubordinación  —  de  Arismendi  en  Margarita 
y  en  Angostura,  de  Marino  en  Cumaná,  de  Páez  en  los  llanos;  — 
pero  fué  tal  el  temor  que  en  todos  infundió  la  "muerte  de  Piar, 
que  si  intentaban  rebelarse  cuando  Bolívar  andaba  lejos,  no  per- 
sistieron ya  nunca  á  su  presencia  en  planes  subversivos. 


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Capítulo  IX. 

De  Angostura  á   Bogotá. 

(1817—1819) 

Somario.  Bolívar  en  Guayana  —  Decretos  dictatoriales  —  Se- 
cuestro y  confiscación  de  bienes  —  Navegación  libre  del  Orinoco  — 
Angostura  capital  provisoria  —  Tribunales  —  Consejo  de  Estado  — 
Consejo  de  Gobierno  —  Campaña  contra  Morillo  —  Derrota  de  la 
Hogaza  —  Páez  en  la  provincia  de  Barinas  —  Reconoce  la  autoridad 
suprema  de  Bolívar  ■ —  Marchan  á  Calabozo  contra  Morillo  —  Am- 
bigua conducta  de  Páez,  que  regresa  á  Apure  —  Se  adelanta  Bolívar 
á  la  Villa  de  Cura  —  Retrocede  y  pierde  la  acción  de  Semen  — 
Sorpresa  del  Rincón  de  los  Toros  —  Escápase  Bolívar  con  poca 
gente  —  Vuelve  á  Angostura  —  Nuevo  plan,  político  y  militar  — 
Actitud  favorable  de  los  Gobiernos  americano  y  británico  —  Tenta- 
tiva de  disidencia  en  San  Femando  —  Los  oficiales  de  Páez  intentan 
froclamarle  Jefe  Supremo  —  ¿Fué  ó  no  con  el  consentimiento  de 
áez?  —  Bolívar  convoca  un  congreso  nacional  —  Reglamento  de 
elecciones  —  Noticias  alarmantes  de  Europa  —  España  y  la  Santa 
Alianza  —  Declara  Bolívar  que  Venezuela  no  tratará  con  España 
sino  de  igual  á  igual  —  Instálase  el  congreso  de  Angostura  —  Men- 
saje y  proyecto  constitucional  de  Bolívar  —  Problemas  sociales  y 
políticos  —  Crítica  de  la  constitución  de  1811  —  Senado  heredi- 
tario —  La  selección  social  —  Ejecutivo  imitado  del  inglés  —  Esta- 
bilidad é  independencia  de  los  jueces  —  Códigos  venezolanos  —  El 
poder  moral  —  Filosofía  y  quimeras  —  Bolívar  Presidente  provi- 
sional —  Zea  Vicepresidente  —  Ministerio  —  Indulto  general  — 
Constitución  de  Angostura  —  En  qué  difiere  del  proyecto  de 
Bolívar  —  No  acepta  el  Senado  hereditario  —  Senadores  vita- 
licios —  Presidente  por  cuatro  años,  responsable  ante  el  Senado  — 
Se  aplaza  la  idea  del  poder  moral  —  ríueva  campaña  —  Bolívar 
y  Páez  en  los  llanos  —  Las  Queseras  del  Medio  —  Marcha  á  Nueva 
Granada  —  Paso  de  los  Andes  —  Victoria  de  Boyacá  —  Ocupación 
de  Bogotá  —  Santander  Vicepresidente  de  Nueva  Granada  —  Triste 
epílogo  de  esta  campaña  —  Fusilamiento  de  los  prisioneros  españoles. 

.Del  sistema  de  represalias  implantado   por  los  españoles  en 
1812  y  seguido  por  los  patriotas  en  1813,  éstos  restaron  en  1816  el 


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bárbaro  principio  de  guerra  á  muerte,  pero  mantuvieron  el  de  se- 
cuestro y  confiscación  de  bienes,  alegando  que  Morillo  hacía  lo 
propio  en  Caracas.  El  3  de  setiembre  de  1817,  Bolívar  expide  un 
decreto  en  Guayana  la  Vieja,  por  el  cual  quedan  secuestrados  y  con- 
fiscados á  favor  de  la  República  los  bienes  muebles  é  inmuebles 
pertenecientes  al  Gobierno  español,  á  sus  vasallos  de  origen  europeo 
ó  á  los  americanos  realistas,  añadiéndose  que  las  propiedades  qui- 
tadas por  los  españoles  á  los  patriotas  sean  embargadas,  hasta  que 
se  presenten  sus  dueños  ó  herederos  y  prueben  que  han  permane- 
cido fieles  á  la  causa  de  la  Independencia.  Exceptúanse,  empero, 
de  toda  confiscación,  los  bienes  dótales  de  la  mujer  y  la  tercera 
parte  del  caudal^  del  marido,  que  se  manda  distribuir  por  partes 
iguales  entre  las  hijas  solteras  y  los  hijos  menores  de  catorce  años. 
Además,  á  propuesta  del  tribunal  de  secuestros,  establecido  en  An- 
gostura el  23  de  setiembre,  se  dijo  el  18  de  octubre  que  á  l^s  mu- 
jeres cuyos  maridos  incurriesen  en  la  pena  de  confiscación,  se  les 
reservarían  no  sólo  sus  bienes  dótales  sino  también  los  heredados 
y  la  mitad  de  los  gananciales;  que  á  ninguna  mujer  se  le  secues- 
trarían sus  bienes,  salvo  en  el  caso  extraordinario  de  una  adhesión 
decidida  á  la  causa  del  enemigo,  acreditada  por  actos  de  espionaje 
ú  otros  de  igual  gravedad,  y  que  los  hijos  que  hubiesen  tomado 
parte  activa  en  favor  de  la  República  conservarían  sus  herencias 
legítimas,  menos  la  parte  disponible  por  testamento.  Con  tales  ex- 
cepciones se  dulcificó  considerablemente  la  dureza  de  las  repre- 
salias, y  mucho  más  gracias  á  la  benevolencia  del  tribunal,  com- 
puesto de  hombres  como  el  intendente  Zea  y  los  jurisconsultos  José 
España,  Femando  Serrano  y  Luis  Peraza.  En  cuanto  á  las  propie- 
dades de  españoles  se  dispuso  especialmente,  el  10  de  octubre,  que 
las  que  no  se  pudiesen  enajenar  á  beneficio  del  erario,  se  repar- 
tiesen y  adjudicasen  al  ejército  en  cantidades  proporcionales,  desde 
500  pesos  al  soldado  hasta  25,000  al  general  en  jefe.  Única  paga 
que  recibieron  los  libertadores  hasta  su  entrada  en  Bogotá. 

En  los  meses  de  setiembre,  octubre  y  noviembre  expide  Bo- 
lívar otros  decretos  de  carácter  urgente  ó  transitorio.  A  fin  de 
favorecer  el  comercio  con  el  extranjero  y  aumentar  asf  las  rentas 
públicas,  declaró  que  la  navegación  del  Orinoco  sería  libre  para 
todas  las  naciones,  s^unque  manteniendo  por  el  pronto  los  derechos 
de  entrada  y  salida  establecidos  por  los  españoles^  Reconoció  á 
Guayana  como  provincia  autonómica,  ordenando  en  consecuencia 
que  en  el  pabellón  nacional  se  pusiesen  ocho  estrellas,  en  lugar  de 
las  siete  que  simbolizaban  las  provincias  confederadas  en  1811.  De- 
signó á  Angostura  como  capital  provisoria.    Mandó  formar  una  Alta 


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Corte  de  justicia,  tribunales  de  primera  instancia  y  otro  de  comercio. 
Decretó  finalmente,  que  mientras  no  estuviese  libre  la  mayor  parte 
del  territorio  ni  se  pudiese  establecer  el  gobierno  regresentativo, 
el  Jefe  Supremo  tendría  un  "Consejo  provisional  de  Estado"  (30  de 
octubre)  para  informar  en  los  asuntos  administrativos,  y  un  "  Consejo 
de  Gobierno"  (5  de  noviembre)  en  quien  delegaría  algunas  de  sus 
facultades  durante  su  ausencia  en  campaña.  —  En  esta  medida  ven 
dertos  historiadores  una  contradición,  reparando  que  equivalía  á 
darles  razón  á  los  disidentes  de  Cariaco  y  á  Arismendi  y  á  Piar, 
á  quienes  pocos  meses  antes  desautorizara  el  Jefe  Supremo  por 
haber  intentado  paliar  la  dictadura  con  un  cuerpo  de  consulta.  ,No 
hay  paridad  entre  uno  y  otro  caso.  En  el  primero  se  trataba  de 
formar  un  Congreso  ó  Senado  ó  Consejo  contra  Bolívar;  en  el  se- 
gundo no  tuvo  éste  otra  mira  que  formar  una  especie  de  secretaría 
6  ministerio  revocable  á  su  arbitrio.  De  gobierno  representativo  no 
se  trató  sino  al  año  siguiente^. 

El  21  de  noviembre  sale  Bolívar  de  Angostura  á  emprender 
campaña  por  los  llanos  de  Calabozo  contra  el  ejército  español  man- 
dado por  Morillo  y  su  teniente  La  Torre,  Desde  el  principio  le 
fué  contraria  la  fortuna.  La  primera  división  patriota,  que  se  había 
adelantado  á  las  órdenes  del  general  Zaraza,  encontró  á  La  Torre 
el  2  de  diciembre  en  el  hato  de  la  Hogaza  y  quedó  destruida.  Bo- 
lívar regresa  á  Angostura,  organiza  con  su  acostumbrada  rapidez 
otra  división  de  hasta  3,000  hombres,  por  mitad  infantes  y  ginetes, 
remonta  el  Orinoco  (31  de  diciembre)  y  á  los  pocos  días  (enero  de 
1818)  incorpora  en  San  Juan  de  Payara  parte  de  las  fuerzas  de 
Páez,  mil  y  tantos  ginetes. 

Páez,  que  desde  1813  venía  guerrilleando  con  varia  suerte  en 
la  provincia  de  Barínas,   había  reconocido  la  autoridad  suprema  de 

1.  £1  Diario  de  Bacaramanga,  escrito  ea  esta  villa  por  el  francés  La- 
croix  el  afio  de  1828,  pone  en  boca  de  Bolívar:  "Llamé  junta  nacional  á  algunos 
militares  y  empleados  que  tomaban  el  nombre  de  Consejo  de  Estado  cuando  se 
reunian  para  tratar  algunos  negocios  que  yo  había  resuelto;  pero  que  tomaban  más 
inerza  al  parecer  que  se  habían  discutido  en  Consejo  de  Estado**.  Enteramente 
exacto.  Sin  embargo,  hay  quien  dude  de  la  buena  íe  de  aquel  cronista.  Ramón 
Azpurúa  (Biografías  de  hombres  notables  de  Hispano-América,  t.  FV, 
p.  24)  afirma  que  la  parte  del  Diario  publicada  en  París  no  es  auténtica;  que  Lacroix 
escribió  en  1 835  y  no  en  1 828,  y  que  las  diversas  copias  manuscritas  que  circularon 
después  en  Caracas  sufrieron  enmiendas,  interpolaciones,  etc.  .  .  Y  por  esto  no  lo 
insertó  Azpurúa  en  su  ampliada  edición  de  la  recopilación  de  Blanco.  Pero  es  in- 
cuestionable que  Lacroix  se  hallaba  con  Bolívar  en  Bucaramanga  en  1828,  y  por 
otra  parte,  casi  todas  las  confesiones  que  le  atribuye  se  conforman  exactamente  con 
bs  ideas  y  procedimientos  del  mismo  Bolívar,  y  con  los  sucesos  contemporáneos.  De 
suerte  que  ha  de  considerarse  siempre  dicho  Diario  como  un  documento  histórico  de 
grande  importancia,  y  es  lástima  que  no  figure  completo  en  ninguna  colección.  El 
manuscrito  se  encuentra  probablemente  en  el  archivo  del  difunto  Dr.  Julián  Viso. 


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Bolívar  cuando  se  hallaba  éste  libertando  á  Guayana.  El  mismo 
Páez  refiere:  "Mostraron  (mis  tropas)  gran  contento  al  saber  que 
se  hallaba  en  Guayana;  pero  al  hablarles  de  que  iba  á  reconocerle 
como  jefe,  la  mayor  parte  del  ejército  y  de  los  emigrados  me  hizo 
la  observación  de  que,  como  al  conferirme  en  la  Trinidad  de  Ari- 
chuna  el  mando  supremo,  no  se  me  facultó  para  delegarlo  en  otra 
persona,  no  me  creían  autorizado  para  dar  aquel  paso^.  Consultando 
sólo  el  bien  de  la  patria,  teniendo  en  cuenta  las  dotes  militares  de 
Bolívar,  el  prestigio  de  su  nombre  ya  conocido  hasta  (sic)  en  el 
extranjero,  y  comprendiendo  sobre  todo  la  ventaja  de  que  hubiera  una 
autoridad  suprema  y  un  centro  que  dirigiera  á  los  diferentes  cau- 
dillos que  obraban  por  diversos  puntos,  me  decidí  á  someter  mi 
autoridad  á  la  del  general  Bolívar.  Formé  las  tropas  que  tenía  en 
el  Yagual,  hice  venir  al  padre  Ramón  Ignacio  Méndez,  arzobispo 
después  de  Caracas,  para  que  á  presencia  de  aquéllas  me  recibiese 
juramento  de  reconocer  como  Jefe  Supremo  al  general  Bolívar,  y 
mandé  después  que  las  tropas  siguiesen  mi  ejemplo,  ordenando  que 
hiciesen  lo  mismo  los  cuerpos  que  se  hallaban  en  otros  puntos^". 

Las  fuerzas  de  Bolívar  y  el  contingente  de  Páez  sumaron  unos 
4,000  hombres.  Organizados  de  prisa,  diestros  solamente  en  correrías 
por  los  llanos,  propensos  á  la  indisciplina,  apenas  vestidos,  escasos 
de  municiones,  sobrados  sí  de  bravura  heroica,  iban  á  medirla  con 
los  veteranos  tercios  españoles  que  venían  de  vencer  á  los  fran- 
ceses. Con  la  vanguardia  de  ginetes  llaneros  marchó  Páez;  con  la 
infantería  Anzoátegui,  Valdés  y  Pedro  León  Torres.  Dos  cuerpos 
de  caballería  formaron  la  retaguardia  á  las  órdenes  de  Cedeño  y 
Monagas.    En  el  estado  mayor,  Soublette  y  Santander. 

El  12  de  febrero  sorprenden  á  Morillo  á  las  puertas  de  Ca- 
labozo, le  destrozan  lo  mejor  de  sus  regimientos,  persíguenle  el 
16  hasta  el  Sombrero,  y  oblíganle  á  fugarse  á  la  Villa  de  Cura. 
Pero  el  ímpetu  del  ataque,  si  quebrantó  al  enemigo,  causándole  más 
de  800  bajas,  disminuyó  también  en  proporción  las  fuerzas  patriotas, 
quitándoles  de  la  mano  el  fruto  de  su  victoria.  Y  hubo  cosa  peor. 
Páez,   cuyo  contingente   era  indispensable  para  seguir  adelante,  se 

1.  Alude  á  una  asamblea  de  militares  y  civiles,  así  venezolanos  como  grant* 
dinos,  que  en  setiembre  de  1816  resolvió  desbaratar  un  simulacro  de  Gobierno  que 
se  había  establecido  poco  antes  en  Arauca  con  los  siguientes  funcionarios :  Presidente, 
el  granadino  Femando  Serrano;  Ministro,  el  venezolano  Francisco  Javier  Yanes; 
Consejeros  de  Estado,  el  francés  Servier,  que  se  hallaba  al  servicio  de  Nueva  Granada, 
y  el  venezolano  Rafael  Urdaneta;  y  jefe  del  ejército,  el  coronel  granadino  FranciKO 
de  Paula  Santander.  Semejante  Gobierno  era  puramente  nominal,  y  resultando  P^ 
el  único  capaz  de  hacerse  obedecer  por  el  grupo  de  llaneros  que  llamaban  ejército, 
convinieron  en  proclamarlo  jefe,  mientras  tanto. 

2.  Autobiografía,  1. 1,  p.  169. 


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negó  á  acompañar  á  Bolívar  á  los  Valles  de  Aragua,  alegando  que 
la  caballería,  única  arma  de  los  patriotas  superior  á  las  de  los 
españoles,  quedaría  inutilizada  al  pisar  terrenos  quebrados,  pedre- 
gosos y  cubiertos  de  bosques,  y  que  era  preferible  volver  atrás  á 
apoderarse  de  San  Femando  de  Apure,  para  asegurarse  una  base 
de  operaciones,  librando  á  un  tiempo  á  Guayana  de  posibles  ame- 
nazas en  caso  de  un  revés.  "Por  todas  estas  razones  —  agrega 
Páez  —  convino  Bolívar  en  que  yo  fuese  á  tomar  á  San  Femando"  K 
La  verdad  es  que  Bolívar  cedió  porque  no  podía  hacer  otra  cosa 
en  realidad  los  ginetes  llaneros  no  obedecían  más  que  á  Páez,  y 
la  sola  tentativa  de  someter  á  éste  por  la  fuerza  habría  partido  el 
ejército  en  mitades  enemigas.  En  vano  se  le  advirtió  que  San 
Femando  estaba  ya  asediado  por  tropas  suficientes  al  mando  del 
coronel  Miguel  Guerrero.  Páez,  dominado  por  su  ambloión  luga- 
reña, pensando  sólo  en  su  "patriecita'\  como  decía  agudamente 
Soublette,  deslumhrado  por  la  pequeña  gloria  de  ser  él  y  ningún 
otro  quien  tomase  aquella  plaza,  partió  de  Calabozo  el  24  de 
febrero,  y  no  bien  llegó  á  San  Femando  se  retiraron  de  allf  los 
realistas,  el  6  de  marzo. 

Entre  tanto,  Bolívar  siguió  al  Centro  con  sus  disminuidas 
tropas.  El  11  de  marzo  estaba  en  Villa  de  Cura.  Su  vanguardia 
logró  adelantarse  hasta  Maracay.  Pero  tres  cuerpos  de  tropas 
superiores  le  cerraban  el  paso:  Morillo  en  Valencia,  La  Torre  en 
las  Cocuizas,  Morales  en  la  Victoria.  Y  fuerza  fué  replegarse  por 
el  camino  de  San  Juan  de  los  Morros,  librando  en  el  Semen  un 
combate  desesperado  (16  de  marzo),  donde  si  estuvo  un  momento 
indecisa  la  suerte,  á  causa  de  un  lanzazo  que  recibió  Morillo, 
Bolívar  vio  al  fin  desbandado  su  campo,  perdió  hasta  su  archivo 
particular,  y  á  uña  de  caballo  se  fugó  por  Ortiz  á  Calabozo.  Allí 
se  le  juntó  Páez,  que  volvía  de  Apure  con  su  caballería.  Era  ya 
tarde.  El  24  de  marzo  atacan  en  Ortíz  á  La  Torre  y  le  obligan  á 
retirarse  á  los  Valles  de  Aragua;  mas  los  patriotas,  no  menos  mal- 
trechos, contramarchan  también  á  reorganizar  sus  bandas. 

El  16  de  abril  hallábase  Bolívar  en  el  hato  llamado  Rincón 
de  los  Toros:  en  las  cercanías,  unos  escuadrones  realistas  mandados 
por  el  coronel  Rafael  López.  Logró  éste,  amenazando  de  muerte 
á  un  soldado  prisionero,  descubrir  el  lugar  donde  dormía  Bolívar 
con  su  estado  mayor,  y  luego  un  desertor  le  comunicó  el  santo  y 
seña.  Entrada  la  noche,  adelantó  al  campamento  patriota  al  capitán 
D.  Tomás  Renovales  con  ocho  soldados,  quienes  próximos  ya  á  la 
hamaca   del   Libertador,    se   sintieron   descubiertos    y   descargaron 

1.  Autobiografía,  t.  I,  ps.  190,  194,  195. 


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—    268    — 

precipitadamente  sus  fusiles.  López  atacó  en  seguida  con  sus  es- 
cuadrones, y  hubiera  sido  total  su  triunfo  si  al  fin  de  la  rápida 
refriega  no  cae  muerto  de  un  balazo.  Con  poca  gente  se  escapó 
Bolívar  á  Calabozo  y  continuó  retirada  á  San  Femando.  Páez,  que 
andaba  á  la  sazón  maniobrando  por  la  parte  de  San  Carlos,  se 
apresuró  también  á  volver  á  Apure. 

Aniquilada  más  que  nunca  parecía  la  causa  republicana.  Los 
realistas  dominaban  todo  el  Centro  y  el  Occidente;  en  las  pro- 
vincias orientales,  á  la  amenaza  de  los  mismos  se  añadía  la  in- 
terminable desavenencia  entre  Bermúdez,  que  obedecía  á  Bolívar, 
y  Marino,  que  unas  veces  fingía  someterse  y  las  más  campeaba  por 
su  cuenta;  en  Margarita,  Arismendi  se  consideraba  señor  feudal  de 
la  isla;  finalmente  en  Apure  apenas  podía  contarse  con  la  sub- 
ordinación de  Páez.  Pero  el  alma  del  Libertador  se  engrandecía 
en  la  desgracia.  No  bien  regresó  á  Angostura  (5  de  junio)  concibió 
un  vasto  plan  que  semejaba  en  tan  tristes  circunstancias  pura  in- 
sensatez: convocar  un  congreso,  establecer  el  gobierno  constitucio- 
nal ...  y  trasmontar  los  Andes,  libertar  á  Nueva  Granada,  fundar 
á  Colombia,  dándole  al  propio  tiempo  el  golpe  de  gracia  á  la  do- 
minación española»    Todo  s^  realizó. 

¿Por  qué  planteó  primero  la  cuestión  política,  y  convocó  el 
congreso  antes  de  emprender  la  campaña?  Semejante  proceder, 
aparentemente  absurdo,  fué  sin  embargo  consecuencia  lógica  de  una 
concepción  premeditada.  Bolívar  veía  alto  y  lejos.  Desde  que  se 
supo  en  el  extranjero  que  Guayana  y  el  Orinoco  estaban  en  su 
poder,  la  causa  de  la  Independencia  recobró  prestigio  en  los 
Estados  Unidos  é  Inglaterra,  únicos  países  de  que  se  podía  esperar 
apoyo  material  y  moral.  En  su  mensaje  del  2  de  diciembre  de 
1817,  el  Presidente  Monroe  dijo  al  congreso  americano  que  la  Unión 
miraba  la  guerra  de  Independencia,  no  como  una  insurrección  ó 
rebelión  ordinaria  sino  como  una  guerra  civil  entre  contendores 
casi  iguales,  con  iguales  derechos  de  beligerantes;  y  á  los  seis 
meses  envió  cerca  de  Bolívar  un  agente  confidencial,  B.  Invine,  que 
llegó  á  Angostura  el  12  de  julio  de  1818.  En  Inglaterra,  el  agente 
venezolano  Luis  López  Méndez,  que  residía  allí  desde  1810,  no 
encontró  ya  obstáculos  insuperables  para  organizar  expediciones  de 
voluntarios,  contratar  empréstitos,  despachar  vestuarios  y  armas  ^. 
Era,   pues,   urgente  convertir  el  gobierno  de  hecho   en  un  aparato 


1 .  £1  agente  en  los  Estados  Unidos,  Lino  de  Clemente,  fué  menos  afortunado 
A  este  respecto,  por  haber  cometido  la  imprudencia  de  mezclarse  en  asuntos  políticos 
locales;  justo  motivo  para  que  el  Gabinete  de  Washington  se  negase  hiego  á  reco- 
nocerle en  su  carácter  oficial.     Le  sustituyó  Manuel  Torres. 


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—    269    — 

siquiera  de  régimen  constitucional,  para  demostrarle  al  extranjero 
que  ya  la  naciente  República  no  se  apoyaba  solamente  en  el  éxito 
de  sus  armas.  Un  año  antes,  semejante  medida  hubiera  sido  pre- 
matura, y  peligrosa  por  las  veleidades  de  insubordinación  de  los 
jefes  patriotas,  —  Piar,  Arismendi,  Marino.  Ahora  estaba  indicada 
por  la  drcimstancia  misma  de  sentirse  el  Libertador  bastante  fuerte 
para  sofbcar  toda  tentativa  de  disidencia,  como  sucedió  con  la  de 
Páez,  ó  de  sus  oficiales.  Angostura,  que  no  fuera  hasta  entonces 
sino  un  cuartel,  se  trasformó  en  verdadera  capital  con  el  concurso 
de  las  más  notables  ilustraciones  civiles.  Allí  se  hallaban  Femando 
Peñalver,  Martín  Tovar,  Francisco  Javier  Yanes,  Juan  Germán 
Roscio,  José  Luis  Ramos,  Diego  Bautista  Urbaneja,  Manuel  Palacio 
Fajardo,  y  los  granadinos  Francisco  Antonio  Zea,  Femando  Serrano, 
Francisco  de  Paula  Santander,  José  María  Salazar;  y  de  tan  brillantes 
colaboradores  se  aprovechó  Bolívar  para  sacar  á  luz  un  periódico 
que  con  el  título  de  Correo  del  Orinoco  fué  por  dos  años  el 
ariete  intelectual  de  la  empresa  libertadora. 

La  mencionada  tentativa  de  disidencia  consistió  en  que,  me- 
diado el  año  de  18,  los  oficiales  de  las  tropas  de  Páez  celebraron 
en  San  Femando  una  asamblea  con  el  fin  de  proclamarle  Jefe 
Supremo  ó  Capitán  General.  ¿Concibió  y  favoreció'  la  treta  el 
mismo  Páez;  ó  fué  obra  exclusiva  de  sus  más  exaltados  partidarios, 
seducidos  por  el  coronel  Wilson,  que  acababa  de  llegar  con  una 
de  las  expediciones  británicas?*  Páez  afirmó  después,  que  todo 
se  hizo  sin  su  consentimiento;  que  él  se  hallaba  en  Achaguas;  que 
al  conocer  el  acta  de  San  Femando  corrió  allí  á  improbarla,  y  que 
"impuesto  de  que  el  coronel  inglés  Wilson  había  tomado  parte 
muy  activa  en  la  formación  del  acta,  dispuso  que  saliese  para  An- 
gostura á  presentarse  al  general  Bolívar  á  fin  de  que  lo  destinase 
á  otro  punto"^.  En  cambio,  el  historiador  OXeary,  testigo  pre- 
sencial, asegura  que  Páez  oyó  complacido  los  ofrecimientos  de 
Wilson  de  "levantar  en  Inglaterra  un  cuerpo  numeroso  de  millares 
de  hombres  que  él  mismo  conduciría";  que  el  acta  se  leyó  y  firmó 
á  presencia  de  Páez;  pero  que,  "antes  de  entrar  la  noche  hubo 
quien  se  le  acercase  para  advertirle  que  había  obrado  mal,  y  re- 
flexionando sobre  lo  acaecido,  resolvió  mandar  el  acta  á  Bolívar  y 
dio  licencia  á  Wilson  para  trasladarse  á  Angostura  con  cartas  de 
recomendación  para   el  mismo  Bolívar"'.    Bolívar   se   apresuró  á 

1.  No  se  confunda  á  este  Wilson  con  el  faturo  edecán  del  Libertador. 

2.  Autobiografía,  t.  I,  p.  210. 

3.  Daniel  Florencio  O'Leary,  Memorias,  t.  I,  p.  484 — 85.  —  O'Leary,  de 
origen  irlandés,  había  llegado  en  marzo,  1 81 8,  con  la  expedición  formada  en  Londres 


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—    270    — 

escribirle  á  Páez,  el  25  de  junio:  ^^ Esparcida  eií  esta  ciudad  (An- 
gostura), por  la  tripulación  y  pasajeros  de  una  lancha  valida  de 
San  Femando,  la  noticia  de  la  escandalosa  sedición  del  coronel 
Wilson,  para  proclamar  ó  pedir  á  US.  por  Capitán  General,  llegó 
al  fin  á  mis  oídos  á  tiempo  que  llegaba  también  al  puerto  aquel 
oficial.  La  gravedad  del  crimen  de  que  era  acusado  me  movió  á 
hacer  tomar  algunas  informaciones,  y  resultando  conformes  con  lo 
que  había  sabido  por  la  voz  pública,  mandé  que  se  arrestase  su 
persona  y  se  le  tomase  una  declaración.  A  pesar  de  que  en  ella 
ha  procurado  él  descargarse  de  mil  modos  y  hacer  concebir  que 
no  ha  tenido  la  parte  principal,  aparece  que  debe  ser  juzgado  en 
consejo  de  guerra,  conforme  á  nuestras  ordenanzas.  Para  que  el 
juicio  tenga  todas  las  formalidades  legales,  me  remitirá  US.  en  la 
primera  oportunidad  una  representación  ó  acta  firmada  por  algunos 
de  los  principales  jefes  del  ejército  que  US.  manda,  en  que  nombran 
ó  piden  á  US.  por  Capitán  General,  y  todos  los  demás  documentos 
que  puedan  ilustrar  á  los  jueces  de  esta  causa ..."  —  Que  Páez  no 
conociese  de  antemano  el  proyecto  de  sus  oficiales,  parece  cosa 
inverosímil;  pero  también  es  cierto  que  no  le  dio  curso  por  su 
parte  y  siguió  sometido  á  Bolívar.  Lo  que  decidió  á  éste  á  echar 
tierra  sobre  el  asunto,  contentándose  con  despedir  del  ejército 
á  Wilson,  Llevar  más  adelante  la  averiguación  hubiera  tal  vez 
equivalido  á  perder  las  tropas  de  Apure,  personalmente  adictas 
á  Páez,  y  las  cuales  eran  indispensables  para  mantener  libre  la 
comunicación  con  Nueva  Granada,  objetivo  principal  de  la  próxima 
campaña.  Para  mayor  seguridad,  Bolívar  despachó  en  agosto  á 
Santander  con  el  encargo  de  formar  una  división  de  vanguardia  en 
la  provincia  de  Casanare. 

De  julio  á  setiembre  ocúpase  preferentemente  Bolívar  en 
distribuir  las  tropas  y  armas  llegadas  de  Londres,  y  en  comimicar 
instrucciones  detalladas  á  sus  tenientes:  Monagas  en  Barcelona,  Ber* 
mudez  y  Marino  en  Cumaná,  Cedefio  en  los  llanos  de  Calabozo, 
Páez  en  Apure,  Santander  en  Casanare,  Brión  y  Antonio  Díaz  en 
las  aguas  del  Orinoco  y  en  las  Antillas. 

El  1<>  de  octubre  dice  entre  otras  cosas  al  Consejo  de  Estado: 
**  Llamado  por  mi  deber  al  campo  del  honor,  no  puedo  separarme 
de   la  capital   sin   consultar  antes  vuestro   dictamen  •  •  •     Nuestro 

por  el  citado  Wilson  y  que  fué  destinada  en  seguida  á  reforzar  las  tropas  de  Apure. 
Su  improbación  del  acta  de  San  Femando,  su  decidida  fidelidad  á  Bolívar,  de  quien 
llegó  á  ser  edecán  predilecto,  su  bravura  en  los  combates  y  su  notable  habilidad  de 
escritor,  le  granjearon  desde  luego  las  simpatías  del  estado  mayor  y  le  facilitaron 
su  carrera  hasta  obtener  en  1829  el  grado  de  general  de  brigada. 


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—    271     — 

ejército  ha  recibido  ló  que  siempre  ha  faUado,  armas  y  municiones; 
y  se  ha  equipado  tan  completamente  cuanto  era  de  apetecer.  Ex- 
tranjeros liberales,  y  sobre  todo  bravos  ingleses,  sedientos  de  una 
gloria  benéfica,  se  han  incorporado  en  nuestras  tropas  .  •  •  £1  ene- 
migo será  atacado  simultáneamente  sobre  todos  los  puntos  que 
ocupa;  y  si  la  suerte  nos  concede  la  victoria,  como  todo  lo  pro- 
mete, muy  pronto  llegará  el  dichoso  día  en  que  veamos  nuestro 
territorio  libre  de  tiranos  y  restablecido  en  toda  su  perfección  el 
Gobierno  de  la  República  •  •  •  Aunque  el  momento  no  ha  llegado 
en  que  nuestra  afligida  patria  goce  de  la  tranquilidad  que  se  re- 
quiere para  deliberar  con  inteligencia  y  acierto,  podemos,  sin  em- 
bargo, anticipar  todos  los  pasos  que  aceleren  la  marcha  de  la 
restauración  de  nuestras  instituciones  republicanas  . . «  Llamo  muy 
particularmente  la  atención  del  Consejo  sobre  la  inmediata  convo- 
cación del  congreso  nacional:  yo  no  me  he  atrevido  (sic)  á  resol- 
verla sin  oir  su  dictamen,  no  sintiéndome  capaz  de  tomar  sobre  mi 
solo  la  responsabilidad  ó  el  mérito  de  tan  importante  medida.  El 
Consejo,  si  lo  juzga  conveniente,  puede  nombrar  una  comisión 
especial,  encargada  de  la  formación  del  proyectó  y  modo  de  llevar 
á  efecto  las  elecciones  .populares  ^\  Se  nombró  á  Juan  Germá» 
Roscio,  Femando  Peñalver,  Juan  Martínez,  Ramón  García  Cádiz, 
Luis  Peraza  y  Diego  Bautista  Urbaneja^.  Formulado  el  reglamento 
de  elecciones,  lo  aprobó  el  Consejo  por  acuerdos  de  17  y  19  de 
octubre,  y  el  24  lo  mandó  ejecutar  Bolívar. 

Declara  el  reglamento,  que  disuelto  el  primer  congreso  vene- 
zolano por  la  capitulación  de  1812,  y  trascurridos  ya  más  de  los 
cuatro  años  que  según  la  constitución  del  año  de  11  debían  durar 
las  funciones  de  los  diputados,  su  representación  ha  caducado;  que 
no  existiendo  el  censo  civil  formado  en  1810  para  la  nominación 
de  electores  parroquiales  y  provinciales,  ni  habiendo  tiempo  de 
formar  otro,  no  es  posible  practicar  elecciones  conforme  al  sistema 
de  dos  grados,  y  se  procederá  en  consecuencia  á  la  elección  directa; 
que  el  congreso  se  compondrá  de  treinta  diputados  venezolanos, 
distribuidos  por  igual  entre  las  seis  provincias  de  Margarita,  Guayana, 
Caracas,  Barcelona,  Cumaná  y  Barinas,  pudiendo  también  nombrar 
cinco  diputados  cada  una  de  las  provincias  de  Trujillo  y  Mérida, 
cuando  estuvieren  en  aptitud  de  hacerlo,  é  igual  número  la  pro- 
vincia de  Casanare,  la  cual,  aunque  granadina,  se  considera  unida 
con  las  venezolanas   en  la  guerra  de  Independencia;   que  los  dipu- 

1  Entre  todos,  estadistas  y  jurisconsultos  ^notables,  Pefialver  ejercía  la  mayor 
influencia  sobre  Bolívar,  á  quien  no  sólo  tuteaba  sino  que  solfa  también  contradecirle, 
é  imponerle  su  sensato  dictamen. 


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—    272    — 

tados  no  serán  solamente  representantes  de  sus  distritos  sino  de 
todas  las  porciones  del  territorio;  y  que  existiendo  el  pensamiento 
de  formar  un  solo  Estado  con  Venezuela  y  Nueva  Granada,  se  in- 
vitará á '  las  provincias  granadinas  á  npmbrar  también  diputados 
á  medida  que  recobren  su  libertad. 

Efectuáronse  las  elecciones  del  modo  imperfecto  que  permitían 
las  circunstancias,  y  en  muchas  partes  por  el  solo  voto  de  los  jefes 
militares;  pues  las  únicas  provincias  completamente  libertadas  eran 
Margarita  y  Guayana.  En  las  demás  lóá  patriotas  no  contaban  sino 
con  las  poblaciones  ocupadas  por  sus  tropas. 

A  tiempo  que  se  preparaba  el  advenimiento  del  régimen  cons- 
titucional, llegaron  á  Angostura  noticias  alarmantes  acerca  de  las 
reiteradas  instancias  de  España  para  obtener  la  intervención  de  las 
grandes  potencias  contra  las  nacientes  Repúblicas  americanas^.  Lo 
que  determinó  á  Bolívar  á  convocar  una  asamblea  de  todas  las 
autoridades  residentes  en  Angostura,  asamblea  que,  á  vuelta  de  los 
considerandos  del  caso,  formuló  la  siguiente  declaración  el  20  de 
noviembre:  "La  República  de  Venezuela,  por  derecho  divino  y  hu- 
mano está  emancipada  de  la  nación  española  y  constituida  en  im 
Estado  independiente,  libre  y  soberano;  — La  España  no  tiene  jus- 
ticia para  reclamar  su  dominación,  ni  la  Europa  derecho  para 
intentar  someterla  al  Gobierno  español;  — No  ha  solicitado  ni  soli- 
citará jamás  su  incorporación  á  la  nación  española;  —  No  ha  solici- 
tado la  mediación  de  las  altas  potencias  para  reconciliarse  con  la 
España;  —  No  tratará  jamás  con  la  España  sino  de  igual  á  igual, 
en  paz  y  en  guerra,  como  lo  hacen  recíprocamente  todas  las  nacio- 
nes; —  Únicamente  desea  la  mediación  de  las  potencias  extranjeras 
para  que  interpongan  sus  buenos  oficios  en  favor  de  la  humanidad, 
invitando  á  la  España  á  ajustar  y  concluir  un  tratado  de  paz  y 
amistad  con  la  nación  venezolana,  reconociéndola  y  tratándola  como 
una  nación  libre,  independiente  y  soberana;  —  Últimamente,  declara 
la  República  de  Venezuela,  que  desde  el  19  de  abril  de  1810  está 
combatiendo  por  6us  derechos;  que  ha  derramado  la  mayor  parte 
de  la  sangre  de  sus  hijos;  que  ha  sacrificado  todos  sus  bienes, 
todos  sus  goces  y  cuanto  es  caro  y  sagrado  entre  los  hombres,  por 
recobrar  sus  derechos  soberanos,  y  que  por  mantenerlos  ilesos, 
como  la  Divina  Providencia  se  los  ha  concedido,  está  resuelto  el 
pueblo  de  Venezuela  á  sepultarse  todo  entero  en  medio  de  sus 
ruinas,  si  la  España,  la  Europa  y  el  mundo  se  empeñan  en  encor- 
varla bajo   el  yugo  español"*    Por  de  contado,   tan  arrogante  reto, 


1  Sobre  los    asuntos    internacionales    v¿ase  el   capítulo  rv   del   libro  tercero. 


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—    273    — 

que  suena  hoy  como  pura  declamación,  no  hubiera  impedido  el 
triunfo  de  España,  en  caso  de  lograr  ésta  el  concurso  material  de 
la  Santa  Alianza;  pero  Bolívar  presintió,  sin  equivocarse,  que  el 
manejo  de  la  diplomacia  de  Madrid  estaba  á  punto  de  fracasar  ante 
la  actitud  de  la  Gran  Bretaña,  la  cual,  celosa  de  su  comercio,  y  á 
fin  de  aumentarlo,  debía  necesariamente  favorecer,  siquiera  de  un 
modo  indirecto,  la  emancipación  de  las  colonias  españolas,  ora  se 
efectuase  con  la  forma  republicana,  ó  ya  con  la  de  principados 
independientes,  como  repetidas  veces  lo  insinuara  el  Gabinete  de 
Londres.  Por  otra  parte,  aquella  declaración,  á  pesar  de  su  apa- 
riencia declamatoria,  ó  quizás  por  lo  mismo,  exaltó  aún  más  el  sen- 
timiento patriótico,  y  sirvió  de  precedente  ó  doctrina  para  rechazar 
las  condicionales  proposiciones  de  paz  que  más  tarde  presentara 
España. 

Mientras  se  practicaban  las  elecciones,  Bolívar  hizo  viajes 
á  Maturín  y  al  Apure  para  vigilar  personalmente  la  organización 
del  ejército.  El  8  febrero,  1819,  regresó  á  Angostura,  y  el 
15  presenció  la  instalación  del  congreso.  Su  mensaje,  más  que 
discurso  puramente  poUtíco  es  una  como  disertación  filosófica,  de 
máxima  importancia  así  por  su  forma  cuanto  por  la  variedad  y  ri- 
queza de  su  fondo  1.  Aquí  es  fuerza  circunscribimos  á  un  extracto, 
sin  paramos  siquiera  á  indicar  qué  ideas  son  propiamente  originales 
de  Bolívar  y  cuáles  imitación  de  sus  autores  predilectos;  á  saber, 
los  historiadores  clásicos  de  Grecia  y  Roma,  sus  filósofos,  y  los  in- 
gleses y  franceses  de  los  siglos  XVII  y  XVIII,  con  uno  que  otro  de 
los  pensadores  que  conoció  en  Europa,  entre  ellos  Jeremías  Bentham. 
Fuera  preciso  escribir  una  larga  monografía  para  analizar  y  com- 
parar, con  todo  el  interés  que  merecen,  las  Memorias  de  Cartagena 
y  de  Jamaica,  ya  citadas,  el  mensaje  y  proyecto  constitucional 
de  Angostura  (redactados  durante  el  viaje  á  Apure:  21  de  diciembre, 
1818,  á  8  de  febrero,  1819)  y  el  mensaje  y  constitución  de  Bolivia, 
1825.  —  Su  mensaje  de  Angostura  lo  confió  Bolívar  al  distinguido 
-humanista,  poliglota  y  diplomático  Manuel  Palacio  Fajardo,  con  el 
encargo  de  revisarlo  é  imprimirlo.  Fajardo  le  escribe,  en  francés, 
á  19  de  marzo:  ...  "Me  honra  mucho  V.  E.  al  confiarme  la  re- 
visión de  su  hermoso  y  original  discurso  al  congreso  •  •  •  Consa- 
graré toda  mi  atención  á  corregirlo;  es  decir,  dejaré  los  pensa- 
mientos, porque  son  bellos  todos,  pero  omitiré  algunas  cláusulas 
repetidas,  ó  cuya  sustancia  se  halla  expresada  en  otras  con  más 
calor   ó  propiedad ...    La  traducción  inglesa  que   acaba   de  hacer 


1.  £1  texto  integro  se  insertará  «1  fin  de  estra  obra. 
Fortoul,  Historia  ConstitacioiiaL  13 


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—    274    — 

Mr.  Hamilton  es  excelente.  El  discurso  de  V.  E.  no  ha  perdido  en 
ella  nada  de  su  fuerza;  antes  bien  gana  en  algunos  puntos,  en  los 
que  el  traductor  ha  sabido  aprovecharse  de  las  ventajas  de  expresión 
que  ofrece  la  lengua  inglesa.  Otra  ventaja  de  la  traducción  es  la 
de  estar  en  buen  inglés.  El  español  de  V.  E.  no  siempre  es  puro, 
aunque  siempre  escogido,  cadencioso  y  elegante.  Hay  pensamientos 
atrevidos  en  el  discurso;  pero  dependen  de  la  originalidad  con  que 
V.  E.  juzga  nuestra  situación  política,  y  esta  originalidad  será  religio- 
sámente  respetada '\  —  Finísima  crítica,  que  honra  tanto  á  Fajardo 
cuanto  á  Bolívar. 

Al  restituirle  al  congreso  la  autoridad  que  venía  ejerciendo 
como  Dictador  le  dice:  "Yo  no  he  podido  hacer  ni  bien  ni  mal. 
Fuerzas  irresistibles  han  dirigido  la  marcha  de  nuestros  sucesos. 
Atribuírmelos  no  sería  justo,  y  sería  darme  una  importancia  que  no 
merezco.  ¿Queréis  conocer  los  autores  de  los  acontecimientos 
pasados  y  del  orden  actual?  Consultad  los  anales  de  España, 
de  América,  de  Venezuela:  examinad  las  leyes  de  Indias,  el 
régimen  de  los  antiguos  mandatarios,  la  influencia  de  la  religión 
y  del  dominio  extranjero;  observad  los  primeros  actos  del  Gobierno 
republicano,  la  ferocidad  de  nuestros  enemigos  y  el  carácter  nacio- 
nal. No  me  preguntéis  sobre  los  efectos  de  estos  trastornos,  para 
siempre  lamentables;  apenas  se  me  puede  suponer  simple  instru- 
mento de  los  grandes  móviles  que  han  obrado  sobre  Venezuela. 
Sin  embargo,  mi  vida,  mi  conducta,  todas  mis  acciones  públicas  y 
privadas,  están  sujetas  á  la  censura  del  pueblo".  La  Dictadura  no 
debe  prolongarse  más,  "porque  nada  es  tan  peligroso  como  dejar 
permanecer  largo  tiempo  en  un  mismo  ciudadano  el  poder.  El 
pueblo  se  acostumbra  á  obedecerle,  y  él  se  acostumbra  á  mandarlo; 
de  donde  se  origina  la  usurpación  y  la  tiranía"^. 

De  su  proyecto  de  constitución  dice:  "Como  se  trata  de  la 
salud  de  todos,  me  atrevo  á  creer  que  tengo  derecho  para  ser  oído 
por  los  representantes  del  pueblo.  Yo  sé  muy  bien  que  vuestra 
sabiduría  no  ha  menester  de  consejos,  y  sé  también  que  mi  pro- 
yecto acaso  os  parecerá  erróneo,  impracticable.  Pero  señores, 
aceptad  con  benignidad  este  trabajo,  que  más  bien  es  el  tributo  de 
mi  sincera  sumisión  al  congreso  que  el  efecto  de  una  levedad  pre- 
suntuosa". Legislar  para  Venezuela  es  obra  tanto  más  difícil  cuanto 
son  especiales   las  circunstancias   pasadas  y  presentes.    "Nosotros 

1.  Esto  parece  contradíctorío  con  la  recopiendación  que  hizo  siempre  de  oot 
Presidencia  vitalicia;  pero  ya  se  verá  que  pretendió  borrar  la  contradicción,  en  sus 
proyectos  de  Angostura  y  Bolivia,  suponiendo  que  las  trabas  de  la  misma  cons- 
titución serian  bastantes  para  impedirle  al  Presidente  todo  abuso  de  autoridad. 


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—    275    — 

ni  aun  conservamos  los  vestigios  de  lo  que  fué  en  otro  tiempo:  no 
somos  europeos,  no  somos  indios,  sino  una  especie  media  entre  los 
aborígenes  y  los  españoles:  americanos  por  nacimiento  y  europeos 
por  derechos,  nos  hallamos  en  el  conflicto  de  disputar  á  los  natu- 
rales los  títulos  de  posesión,  y  de  mantenemos  en  el  país  que  nos 
vio  nacer  contra  la  oposición  de  los  invasores;  así,  nuestro  caso  es 
el  más  extraordinario  y  complicado  ^\  A  lo  que  se  agrega  la  falta 
de  tradiciones  propiamente  vernáculas,  porque  la  vida  de  la  colonia 
fué  siempre  pasiva,  no  permitiéndole  España  ni  aun  la  ^'tiranía  do- 
méstica", desde  luego  que  por  principio  reservaba  á  los  peninsulares 
los  altos  destinos  políticos,  militares  y  eclesiásticos^. 

La  suerte  de  la  República  dependerá  de  los  fundamentos  de 
«u  nueva  constitución.  La  de  1811  estableció  el  régimen  demo- 
crático y  proclamó  los  derechos  del  hombre,  con  lo  que  aspiró  á 
k)  más  justo  y  perfecto;  pero  cometió  un  error  al  querer  adaptar 
á  Venezuela  el  sistema  federalista  de  la  América  septentrional^. 
Invoca  á  Montesquieu  (Espíritu  de  las  Leyes)  para  demostrar 
que  sólo  por  acaso  las  instituciones  de  una  nación  pueden  con- 
venirle á  otra;  y  que  han  de  formularse  siempre  de  acuerdo  con 
las  condiciones  físicas,  sociales  é  históricas  de  cada  pueblo.  ^^He 
aquí  el  código  que  debíamos  consultar  y  no  el  dé  Washington". 
Lo  que  era  digno  de  imitarse  de  la  constitución  americana,  no  se 
imitó:  en  lugar  del  Ejecutivo  unipersonal  se  estableció  un  triunvi- 
rato, que  carecía  "  de  unidad,  de  acción  momentánea,  de  uniformidad 
real  y  de  responsabilidad  individual  é  inmediata".  Ni  estaba  Vene- 
zuela preparada  para  practicar  el  ideal  democrático  de  1811.  "El 
bien,  como  el  mal,  da  la  muerte  cuando  es  súbito  y  excesivo: 
nuestra  constitución  moral  no  tenía  todavía  la  consistencia  necesaria 
para  recibir  el  beneficio  de  un  gobierno  completamente  represen- 
tativo, y  tan  sublime  cuanto  que  podía  ser  adaptado  á  una  república 
de  santos". 

Aquí  una  digresión  genial.  Fíjase  Bolívar,  antes  que  nadie, 
en  el  problema  sociológico,  desdeñado  después  por  casi  todos  los 
pensadores  venezolanos'.  "Séame  permitido,  dice,  llamar  la  aten- 
ción del  congreso  sobre  ima  materia  que  puede  ser  de  una  im- 
portancia vital.  Tengamos  presente  que  nuestro  pueblo  no  es  el 
europeo,  ni  el  americano  del  Norte;  que  más  bien  es  im  compuesto 
de  África   y  América   que  una  emanación  de  la  Europa;   pues  que 

1.  Cí.  con  la  Memoria  de  Jamaica,  1816. 

2.  Cf.  con  la  Memoria  de  Cartagena,  1812. 

3.  Véase  á  este  respecto  nuestro  libro  titulado  £1  Hombre  y  la  Historia: 
ensayo  de  sociología  venezolana,  caps.  I,  III  y  VI.    París,  1896. 

18» 


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—    276    — 

hasta  la  España  misma  deja  de  ser  europea  por  su  sangre  africana 
(árabe),  por  sus  instituciones  y  por  su  carácter.  Es  imposible  ave* 
riguar  con  propiedad  á  qué  familia  humana  pertenecemos.  La 
mayor  parte  del  indígena  se  ha  aniquilado;  el  europeo  se  ha  mez- 
clado con  el  amerismo  y  con  el  africano,  y  éste  se  ha  mezclado 
con  el  indio  y  con  el  europeo.  Nacidos  todos  del  seno  de  una 
misma  madre,  nuestros  padres,  diferentes  en  origen  y  en  sangre, 
son  extranjeros,  y  todos  difieren  visiblemente  en  la  epidermis:  esta 
desemejanza  trae  un  reato  de  la  mayor  trascendencia '\ 

El  Gobierno  de  Venezuela  ha  de  ser  republicano,  "y  sus 
bases,  la  soberanía  del  pueblo,  la  división  de  los  poderes,  la  liber- 
tad civil ^,  la  proscripción  de  la  esclavitud  y  de  los  privilegios"* 
Propone  que  el  Poder  Legislativo  se  componga  de  una  Cámara  de 
Representantes  de  elección  popular  y  de  un  Senado,  debiendo  ser 
éste  hereditario  á  fin  de  conservarse  independiente  de  todo  otro 
poder.  Los  Senadores  "serán  elegidos  la  primera  vez  por  el  con* 
greso",  y  convendría  que  prefiriese  á  los  libertadores  de  la  patria, 
"para  conservar  con  gloria,  hasta  la  última  posteridad,  una  raza  de 
hombres  virtuosos,  prudentes  y  esforzados,  que  superando  todos  los 
obstáculos  han  fundado  la  República  á  costa  de  los  más  heroicos 
sacrificios  ^\  Sus  herederos  debieran  aer  educados  por  el  Estado 
en  un  colegio  especial,  con  el  fin  de  prepararlos  al  ejercicio  de  su 
alta  función  política ...  —  Mera  ideología,  sin  duda,  que  no  tuvo 
entonces,  como  lo  demostró  la  deliberación  del  congreso,  ni  tiene 
hoy  ninguna  probabilidad  de  realizarse  en  América;  pero  es  forzoso 
admirar  de  todos  modos  al  grande  espíritu  que  se  adelantaba  á  su 
tiempo  en  la  especulación  filosófica,  planteando  ya  el  problema  de 
las  selecciones  sociales.  ¿Hubiera  acaso  el  principio  hereditario 
conservado  la  casta  de  hombres  "virtuosos,  prudentes  y  esforzados'^ 
que  promovieron  la  Independencia,  y  los  hubiera  apartado  de  la 
desorganizadora  contienda  de  la  guerra  civil?  Tal  es  el  secreta 
del  pasado,  así  como  es  todavía  el  secreto  del  porvenir  averiguar 
cómo  se  efectuará  la  selección  social  y  política  en  las  democracias 
modernas . . . 

Aconseja  Bolívar  que  haya  un  Presidente  con  atribuciones 
análogas  á  las  del  soberano  de  la  Gran  Bretaña;  pero  elegido  por 
el  pueblo  ó  sus  representantes.  Cree  que  el  Ejecutivo  británico  es 
"el  más  perfecto  modelo,   sea  para   un  reino,   sea  para  una  aristo- 


1.  £d  ésta,  como  se  verá  después  (lib.  3  o,  cap.  U),  comprendía  BoUvar  U 
libertad  religiosa,  sobre  la  cual,  en  su  opinión,  no  debiera  legislarse  especialmente^ 
por  ser  asunto  exclusivo  de  la  conciencia  individual. 


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—    277    — 

cracia,  sea  para  una  democracia"  i.  El  rey^^es  jefe  del  gobierno, 
pero  sus  ministros  y  subalternos  dependen  más  de  las  leyes  que  de 
su  autoridad,  porque  son  personalmente  responsables,  y  ni  aun  las 
mismas  órdenes  de  la  autoridad  real  los  eximen  de  esta  responsa- 
bilidad. Es  Generalísimo  del  ejército  y  la  marina,  hace  la  paz  y 
declara  la  guerra;  pero  el  parlamento  es  el  que  decreta  anualmente 
las  sumas  con  que  deben  pagarse  estas  fuerzas  militares.  Si  los 
tribunales  y  jueces  dependen  de  él,  las  leyes  emanan  del  parla- 
mento . . .,  y  de  su  cumplimiento  son  responsables  los  mismos  jueces. 
Con  el  objeto  de  neutralizar  su  poder,  es  inviolable  y  sagrada  la 
persona  del  rey;  (mas)  al  mismo  tiempo  que  le  dejan  libre  la 
cabeza,  le  ligan  las  manos  con  que  debe  obrar.  El  soberano  de 
Inglaterra  tiene  tres  formidables  rivales:  su  Gabinete,  que  debe 
responder  al  pueblo  y  al  parlamento;  el  Senado  (Cámara  de  los 
Lores)  que  defiende  los  intereses  del  pueblo  (nación)  como  re- 
presentante de  la  nobleza  de  que  se  compone,  y  la  Cámara  de  los 
Comunes,  que  sirve  de  órgano  y  de  tribuna  al  pueblo  británico". 
Tal  sería  el  mejor  sistema  para  la  naciente  República  venezolana. 

Acerca  del  Poder  Judicial  propone,  que  "los  tribunales  sean 
reforzados  por  la  estabilidad  y  la  independencia  de  los  jueces,  por 
el  establecimiento  de  jurados,  y  códigos  civiles  y  criminales  que  no 
sean  dictados  por  la  antigüedad,  ni  por  reyes  conquistadores,  sino 
por  la  voz  de  la  naturaleza,  por  el  grito  de  la  justicia  y  por  el 
genio  de  la  sabiduría". 

Y  hace  aquí  otra  síntesis  que  merece  recordarse,  siquiera  por 
su  comunicativa  elocuencia.  "Los  venezolanos  aman  la  patria, 
pero  no  aman  sus  leyes,  porque  estas  han  sido  nocivas  y  eran  la 
fuente  del  mal:  tampoco  han  podido  amar  á  sus  magistrados,  porque 
eran  inicuos,  y  los  nuevos  apenas  son  conocidos  en  la  carrera  en 
que  han  entrado.  Si  no  hay  un  respeto  sagrado  por  la  patria  y 
por  las  leyes  y  por  las  autoridades,  la  sociedad  es  una  confusión, 
un  abismo;  es  un  conflicto  singular  de  hombre  á  hombre,  de  cuerpo 
á  cuerpo.  Para  sacar  de  este  caos  á  nuestra  naciente  República, 
todas  nuestras  facultades  morales  no  serán  bastantes,  si  no  fundimos 
la  masa  del  pueblo  en  un  todo,  la  composición  del  Gobierno  en  un 
todo,  la  legislación  en  un  todo,  y  el  espíritu  nacional  en  un  todo. 
Unidad,  unidad,  unidad,  debe  ser  nuestra  divisa.  La  sangre  de 
nuestros  ciudadanos  es  diferente;  mezclémosla  para  unirla:  nuestra 
constitución   ha  dividido   los  poderes;   enlacémoslos   para   unirlos: 

1.  £n  todos  sus  discursos  revela  la  misma  fervorosa  admiración  por  la  cons- 
^tución  inglesa,  "en  lo  que  tiene,  dice,  de  republicana". 


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nuestras  leyes  son  funestas  reliquias  de  todos  los  despotismos  anti- 
guos y  modernos;  que  este  edificio  monstruoso  se  derribe,  caiga, 
y  apartando  hasta  sus  ruinas,  elevemos  un  templo  á  la  justicia,  y 
bajo  los  auspicios  de  su  santa  inspiración  dictemos  un  código  de 
leyes  venezolanas". 

Recomienda  por  último  el  establecimiento  de  ima  cuarta  po- 
testad, que  con  el  nombre  de  "poder  moral "^  sea  imitación  á  un 
tiempo  del  areópago  ateniense,  de  los  censores  y  tribunales  domés- 
ticos de  Roma  y  de  las  austeras  instituciones  espartanas,  á  fin  de 
dirigir  la  educación  de  la  infancia  y  la  instrucción  pública,  celar  el 
buen  cumplimiento  de  las  leyes,  enaltecer  la  virtud,  perseguir  el 
vicio,  "  corregir  las  costumbres  con  penas  morales,  así  como  las  leyes 
castigan  los  delitos  con  penas  aflictivas",  y  reflejar  en  sus  actas  y 
deliberaciones  la  imagen  moral  de  la  República,  para  ejemplo  de 
los  magistrados  y  enseñanza  de  los  ciudadanos.  "Una  institución 
semejante,  por  más  que  parezca  quimérica,  es  infinitamente  más 
realizable  que  otras  que  algunos  legisladores  antiguos  y  modernos 
han  establecido  con  menos  utilidad  del  género  humano"  ...  De 
todos  modos,  bella  quimera !  Nótase  siempre  en  el  criterio  de  Bolívar 
una  mezcla  curiosa  de  positivismo  filosófico  y  alucinación  poética, 
que  lo  distinguen  entre  todos  sus  compatriotas,  y  le  sobreponen  in- 
telectualmente  al  precursor  Miranda,  de  quien  reproduce  sin  embargo 
algunas  ideas.  Cuando  observa  la  realidad  de  las  cosas,  —  una 
nación  empeñada  aún  en  libertar  su  territorio,  y  cuyo  único  funda- 
mento y  apoyo  es  un  ejército  inferior  en  número  y  organización  al 
de  sus  mortales  enemigos,  —  el  instinto  práctico  predomina  en  su 
criterio  y  pide  que  el  Presidente  tenga  atribuciones  análogas  á  las 
de  un  monarca,  "para  que  logre  mantenerse  luchando  contra  los 
inconvenientes  anexos  á  nuestra  reciente  situación,  al  estado  de 
guerra  que  sufrimos  y  á  la  especie  de  enemigos  extemos  y  domés- 
ticos contra  quienes  tendremos  largo  tiempo  que  combatir".  Pero 
á  la  vez,  cuando  echa  á  volar  su  imaginación  tropical  por  las  varias 
perspectivas  de  la  historia,  ya  no  es  el  guerrero  implacable  ni  el 
inflexible  dictador;  enamórase  de  toda  bella  concepción,  no  más 
que  por  ser  bella;  es  el  cantor  y  el  profeta  de  ima  República  que 
todavía  no  existe  sino  en  su  propio  ideal.  Así  van  los  genios  con- 
ductores de  pueblos,  imponiéndoles  en  el  presente  su  autoridad 
soberana  y  pintándoles  en  el  porvenir  fantásticos  paisajes  .  • . 

El  congreso  nombró  á  Bolívar  Presidente  provisional  de  la 
República,    con   amplísimas  facultades  equivalentes   á  la  dictadura 

1.  Cf.  con  la  "Cámara  de  Censores"  de  la  constitución  boliviana:  lib.  3®, 
cap.  U,  y  con  los  proyectos  constitucionales  de  Miranda,  Apéndice  No.  2. 


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(decreto  del  18  de  febrero),  y  Bolívar  repitió  entonces  lo  que  venía 
diciendo  desde  1813:  que  no  aceptaba  sino  la  dirección  de  la  guerra 
y  que  "el  primer  día  de  paz  sería  el  último  de  su  mando ^\  Pura 
fraseología,  porque  en  aquella  ocasión  —  y  en  las  sucesivas  —  lo 
mismo  daba  ser  Capitán  General  que  Presidente;  porque  la  guerra, 
primero  internacional  y  después  doméstica,  iba  á  prolongarse  hasta 
1830,  y  porque  el  Libertador  comprendía  que  la  suerte  de  la  patria 
estaba  en  sus  manos.  Guiado,  pues,  por  la  conciencia  de  su  genio 
y  por  el  derecho  que  éste  le  aseguraba  para  ser  cabeza  de  la  Re- 
pública, procuró  en  todo  evento  imponer  su  autoridad  soberana;  y 
si  más  de  una  vez  se  vio  obligado  á  ceder,  plegarse  ó  contempori- 
zar, lo  hizo  únicamente  ante  los  obstáculos  que  le  oponían  los 
hombres  ó  las  circunstancias,  no  las  teorías  constitucionales.  Cam- 
biaba sí  de  opinión,  como  todo  hombre  superior,  en  cuestiones  del 
momento,  ora  cuando  se  convencía  de  sus  propios  errores,  ó  ya 
por  la  fuerza  de  los  reparos  que  le  hiciesen  sus  colaboradores  emi- 
nente*; pero  se  creyó  siempre  destinado  á  mandar,  no  á  obedecer. 
Nunca  tuvo  confianza  en  la  democracia  absoluta:  inclinábase  por 
carácter  y  reflexión  á  un  régimen  de  oligarquía  intelectual;  y  aun 
cuando  amó  sinceramente  al  pueblo  y  trabajó  por  su  bien,  lo  amaba 
como  Pericles,  desde  arriba,  para  gobernarlo  á  modo  de  rey  sin 
corona  1  . .  .  Aceptó  al  fin  la  Presidencia;  formó  Ministerio  el  27  de 
febrero  con  Manuel  Palacio  Fajardo  en  Estado  y  Hacienda,  Pedro 
Briceño  Méndez  en  Guerra  y  Marina,  y  Diego  Bautista  Urbaneja  en 
Interior  y  Justicia;  encargó  en  seguida  del  Ejecutivo  al  Vicepresi- 
dente Francisco  Antonio  Zea,  y  salió  de  Angostura  á  dirigir  el 
ejército  que  iba  á  triunfar  en  Boyacá. 

Entre  tanto,  el  congreso  organizó  provisionalmente  el  Poder 
Judicial;  acordó  un  indulto  general,  incluyendo  en  él  á  los  españoles 
europeos;  suavizó  el  rigor  de  los  secuestros  y  confiscaciones 2,  y  dis- 
cutió la  constitución  hasta  firmarla  en  15  de  agosto.  El  interés  que 
ofrece  es  puramente  teórico,  puesto  que  no  pudo  practicarse 8. 
Cuando  la  estaba  discutiendo  el  congreso,  los  centros  de  población 
más  importantes  se  hallaban  todavía  bajo  la  dominación  española: 
Caracas,  Valencia,  Puerto  Cabello,  la  Victoria,  Calabozo,  San  Carlos, 
Nirgua,  Barquisimeto,  Guanare,  Ospino,  Tocuyo,  Carora,  Coro,  Mara- 
caibo,  Trujillo,  Mérida,   San  Cristóbal,  etc.*.    Además,    á  los  pocos 

i.  Recuérdese  á  TucSdides,  Lib.  II. 

2.  Decretos  de  25  de  febrero  y  leyes  de  20  y  23  de  junio. 

3.  Se  hallará  en  la  colección  que  insertaremos  al  fin  de  esta  obra. 

4.  Véase  en  la  colección  Blanco- Azpurúa  el  "Manifiesto  de  las  provincias  de 
Venezuela    á  todas  las  naciones    civilizadas  de  Europa",  redactado    en  Caracas  por 


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meses  quedó  libertada  Nueva  Granada  y  fué  preciso,  en  conse- 
cuencia, convocar  otro  congreso  que  formulase  la  constitución  de  la 
Gran  Colombia* 

La  sancionada  en  Angostura  sigue  en  sus  líneas  generales  el 
proyecto  que  presentó  Bolívar.  Abandona  el  sistema  federalista  de 
1811,  y  á  ejemplo  de  los  revolucionarios  franceses,  declara  que  la 
República  de  Venezuela  es  "una  é  indivisible".  Pero  no  acepta  el 
Senado  hereditario.  A  esfuerzos  sobre  todo  de  Peflalver,  quien 
como  ya  se  dijo  contradecía  frecuentemente  á  Bolívar,  —  no  obs- 
tante su  amistad  íntima,  ó  por  lo  mismo,  —  se  rechazó  aquel 
principio,  reemplazándolo  con  el  de  funciones  vitalicias;  y  se  añadió, 
á  propuesta  del  presbítero  Ramón  Ignacio  Méndez,  que  los  obispos 
fuesen  miembros  honorarios  del  Senado.  Tampoco  se  aceptó  la 
idea  de  un  Ejecutivo  á  imitación  británica,  no  obstante  haber  de- 
fendido Peñalver  en  este  punto  la  proposición  boliviana  de  Presi- 
dencia vitalicia.  Se  resolvió  que  el  Presidente  durase  sólo  cuatro 
años  y  fuese  responsable,  en  virtud  de  acusación  de  la  Cámflha  de 
Representantes  ante  el  Senado,  por  los  delitos  de  traición,  cons- 
piración contra  la  constitución  y  el  Estado,  venalidad,  usurpación 
ó  mala  versación  de  las  rentas  públicas.  Por  último,  respecto  del 
"poder  moral"  se  dijo  y  acordó  (sesión  del  23  de  julio):  "El  Poder 
"Moral  estatuido  en  el  proyecto  de  constitución  presentado  por  el 
"general  Bolívar,  como  Jefe  Supremo  de  la  República,  en  la  insta- 
"lación  del  congreso,  fué  considerado  por  algunos  diputados  como 
^^  la  idea  más  feliz  y  la  más  propia  á  influir  en  la  perfección  de  las 
"instituciones  sociales.  —  Por  otros  como  una  inquisición  moral, 
"no  menos  funesta  ni  menos  horrible  que  la  religiosa.  —  Y  por 
"todos  como  de  muy  difícil  establecimiento,  y  en  los  tiempos  pre- 
"sentes  absolutamente  impracticable.  Prevaleció  después  de  largos 
"debates  el  parecer  de  que  en  la  infancia  de  nuestra  política,  y 
"tratándose  de  objetos  tan  interesantes  al  Estado  y  aun  á  la  hu- 
"  manidad,  no  debíamos  fiamos  de  nuestras  teorías  y  raciocinios  en 
"pro  ni  en  contra  del  proyecto.  —  Que  convenía  consultar  la  opinión 
"de  los  sabios  de  todos  los  países,  por  medio  de  la  imprenta.  — 
"  Hacer  algunos  ensayos  parciales,  y  reunir  hechos  que  comprobasen 
"las  ventajas  ó  los  perjuicios  de  esta  nueva  institución,  para  en  su 
"vista  procederá  poneria  en  ejecución  ó  rechazarla.  Decretóse  en 
"  consecuencia  que  el  título  del  Poder  Moral  se  publicase  por  apén- 

orden  de  Morillo,  á  6  de  abril  de  1819,  y  firmado  en  abril,  mayo  y  junio  por  las 
autoridades  de  las  mencionadas  ciudades,  villas  y  pueblos.  £1  Correo  del  Orinoco 
se  apresuró  á  refutar  este  Manifiesto;  pero  el  hecho  es  que  los  republicanos  no 
gobernaban  entonces  más  que  en  Guayana,  Margarita,  parte  de  Oriente  y  parte  de  Barints. 


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^dice  de  la  constitución,  invitando  á  todos  los  sabios,  que  por  el 
^^  mismo  hecho  de  serlo  deben  considerarse  como  los  ciudadanos  del 
'^  mundo,  á  que  comuniquen  sus  luces  á  esta  porción  hermosa  de 
**su  inmensa  patria  "i. 

Bolívar  llegó  á  mediados  de  marzo  (1819)  al  cuartel  general 
de  Páez,  que  se  hallaba  en  el  Caujaral  de  Cunabiche,  á  orilla  del 
río  Arauca.  Los  españoles,  al  mando  de  Morillo,  ocupaban  con  no 
menos  de  6,000  hombres  á  San  Femando,  Achaguas  y  llanos  vecinos. 
Locura  hubiera  sido  de  los  patriotas,  inferiores  en  número,  aventurar 
entonces  una  batalla  campal.  Determináronse  á  acosar  al  enemigo 
con  emboscadas  y  combates  parciales,  esperando  á  que  la  estación 
de  las  lluvias  paralizase  los  movimientos  del  realista  y  permitiese 
al  republicano  emprender  sin  peligro  la  campaña  de  Nueva  Granada. 
Entre  estos  combates  merece  mencionarse  el  de  las  Queseras  del 
Medio,  —  romántico  episodio  que  tantas  exageraciones  ha  inspirado 
á  los  historiadores  patrios,  aunque,  valga  la  verdad,  no  tuvo  otra 
importancia  en  el  curso  de  la  guerra  sino  probar  una  vez  más  la 
inveterada  propensión  á  la  aventura  heroica.  Encontrábanse  el  2 
de  abril  separados  los  dos  ejércitos  por  el  Arauca.  Páez  escoge 
150  de  sus  mejores  ginetes;  con  ellos  pasa  á  nado  el  río;  déjanse 
perseguir  un  trecho  por  la  caballería  enemiga;  cuando  la  sienten 
ya  lejos  de  su  campo  vuelven  caras,  la  destrozan,  lo  mismo  que 
á  los  infantes  que  acuden  á  socorrerla,  y  al  cerrar  la  noche  repasan 
los  llaneros  el  río.  El  Libertador  les  premia  con  la  estrella  de  los 
Libertadores,  y  les  dice:  "Lo  que  se  ha  hecho  no  es  más  que  un 
preludio  de  lo  que  podéis  hacer.  Preparaos  al  combate,  y  contad 
con  la  victoria  que  lleváis  en  las  puntas  de  vuestras  lanzas  y  de 
vuestras  bayonetas  "2. 

Los  meses  de  abril  y  mayo  se  emplearon  en  marchas  y  con- 
tramarchas sin  resultado  apreciable  para  uno  ni  otro  ejército,  hasta 
que  el  de  Morillo  tomó  cuarteles  de  invierno  •.  El  26  de  mayo 
Bolívar  pasó  revista  á  sus  tropas  en  el  Mantecal:  2,100  hombres 
venezolanos  y  extranjeros,  distinguiéndose  entre  los  últimos  la 
Legión  Británica  al  mando  de  su  coronel  Jaime  Rook*.    El  3  de 

1.  Véase  el  Apéndice  del  presente  tomo,  No.  4. 

2.  Entre  los  1 50  compañeros  de  Páez,  los  más  conocidos  por  proesas  ulteriores 
son:  Francisco  Carmona,  Francisco  Aramendi,  Comelio  Mufioz,  Francisco  Faríán, 
Juan  José  Rondón,  Femando  Figueredo,  Leonardo  Infante,  Juan  Carvajal,  Pedro 
Camejo,  á  quien  Uamaban  *el  negro  primero**.  Véase  la  lista  completa  en  la  Auto- 
biografía, t.  I,  p.  228. 

3.  Llámase  invierno  en  Venezuela  la  estación  lluviosa  que  comienza  general- 
mente á  fines  de  mayo. 

4.  De  1817  á  1820  llegaron  á  Venezuela  y  Nueva  Granada  más  ó  menos 
3,000   soldados  voluntarios;    en    su  mayoría  ingleses    é  irlandeses    enganchados    por 


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junio  comunica  Bolívar  desde  Guasdualito  al  Vicepresidente  Zea  su 
plan  de  campaña.  El,  con  la  infantería,  marchaba  á  juntarse  con 
Santander  en  Casanare,  para  pasar  á  Nueva  Granada.  La  caballería 
quedaba  en  los  llanos  dividida  en  tres  cuerpos:  uno  en  los  con- 
tomos de  San  Femando,  mandado  por  Pedro  León  Torres;  otro  en 
los  de  Barinas  á  las  órdenes  de  Francisco  Aramendi,  y  el  tercero 
con  que  debía  ir  Páez  á  ocupar  los  valles  de  Cúcuta,  colaboraado 
así  los  tres  á  mantener  en  jaque  el  ejército  enemigo  . . .  Páez  se 
adelantó  hasta  cerca  de  San  Cristóbal;  pero,  irresistiblemente  atraído 
ahora,  lo  mismo  que  en  1818,  por  sus  predilectas  llanuras,  por  su 
"patriecita",  se  apresuró  á  regresar  con  el  pretexto  de  que  sus 
caballos  no  podían  atravesar  "veinte  leguas  de  monte  y  barri- 
zales ^'^  . . . 

Al  emprender  su  más  brillante  campaña,  Bolívar  cumplía  36 
años  de  edad:  Revenga,  su  secretario  general,  37;  Soublette,  jefe 
del  estado  mayor,  29;  Santander,  que  mandaba  la  división  de  van- 
guardia, 28;  Anzoátegui,  comandante  de  la  retaguardia,  30.  Estos 
jóvenes  iban,  con  poco  más  de  2,000  soldados,  á  trasmontar  los 
Andes,  destmir  á  un  aguerrido  ejército  español,  ocupar  á  Bogotá 
y  fundar  la  Gran  Colombia.  Bien  se  vé  que  en  sus  corazones 
revivía  la  audacia  de  los  conquistadores  del  siglo  XVL 

A  las  tres  semanas  de  marcha  penosísima,  empieza  á  son- 
reírles  la  victoria  en  el  desfiladero  de  Paya,  donde  arrollan  una 
avanzada  enemiga  (27  de  junio).  Del  2  al  6  de  julio  pasan  el  pá- 
ramo de  Pisba,  "lúgubre  é  inhospitalario  desierto"  —  dice  uno  de 
ellos  —  donde  los  llaneros,  casi  desnudos,  y  los  impasibles  ingleses, 
avanzan  bajo  "la  llovizna  constante  acompañada  de  granizó  y  de 
un  viento  helado  y  perenne".    Muchos  mueren  de  frió.    "A  medida 


Hippisley,  Englísh,  Wilsoiiy  GuiUmore,  Ekom,  D*£vereaux,  y  unos  cuantos  alemanes 
de  Hanover  capitaneados  por  su  compatriota  Uzlarj  los  más,  por  de  contado,  gente 
aventurera  que  venía  á  buscar  en  estas  regiones  de  £1  Dorado  botín  y  grados  mili- 
tares. Al  distribuirlos  en  las  divisiones  americanas,  la  mayor  dificultad  fué  que 
casi  todos  los  oficiales  querían  empezar  de  coroneles,  á  no  ser  de  generales.  Soo- 
blette  se  quejaba  de  la  llegada  de  tanto  jefe  extranjero.  "Hay  uno  llamado  el 
barón  von  Hebens,  edecán  del  rey  de  Inglaterra,  brigadier  al  servicio  portugués  y 
coronel  al  británico:  es  viejo,  lleva  mil  cruces  ricamente  esmaltadas,  y  sé  anuncia 
como  con  cosas  importantes  para  el  Libertador;  —  una  de  ellas  será  que  lo  hagan 
Capitán  General  de  mar  y  tierra.  Otro  nombrado  Power  tiene  despacho  de  coronel 
(coroneles  hay  un  millón!)  y  dice  que  este  despacho  ha  debido  crecer  en  el  viaje) 
y  aquí  se  ha  titulado  general  .  .  .**  Pero  fué  larga  también  la  lista  de  muy  nobles 
aventureros  que  abonaron  con  su  sangre  la  patria  venezolana,  ó  fundaron  después 
en  ella  familias  respetables.  Como  batallón  homogéneo  figuró  el  Británico,  que 
va  á  cubrirse  de  gloria  en  Boyacá,  á  decidir  de  la  victoria  en  Carabobo  y  á  pelear 
de  igual  modo  en  los  campos  no  menos  famosos  del  Ecuador  y  el  Perú. 
1.  Autobiografía,  t.  I,  p.  238. 


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—  asa- 
que las  partidas  de  diez  ó  veinte  hombres  descendían  juntos  del 
páramo,  Bolívar  los  felicitaba  por  el  próximo  término  de  la  cam- 
paña, diciéndoles  que  ya  habían  vencido  los  mayores  obstáculos  de 
la  marcha  ^^^.  £1  6  de  julio  llegan  á  Socha,  extenuados,  cubiertos 
de  solas  sus  armas  —  como  dirá  después  Bolívar  — ,  con  escasas 
provisiones  de  guerra,  sin  un  caballo.  Reunidos  luego  Ips  soldados 
enfermos  y  dispersos,  recogidas  las  armas  que  habían  quedado 
junto  á  los  muertos,  y  allegadas  algunas  caballerías,  se  baten  con 
buen  éxito,  del  10  al  25  de  julio,  en  Corrales,  en  Gámeza,  en  el 
pantano  de  Vargas.  Aquí  exceden  á  todos  en  bizarra  emulación  el 
inglés  Rook  y  los  llaneros  Rondón  y  Carvajal.  El  7  de  agosto» 
victoria  de  Boyacá,  donde  2,000  patriotas  triunfan  de  3,000  realistas. 
"El  ejército  enemigo  quedó  en  nuestro  poder  —  escribe  Soublette 
en  su  parte  oficial  — ;  fué  prisionero  el  general  Barreiro,  coman- 
dante general  del  ejército  de  Nueva  Granada,  á  quien  tomó  en  el 
campo  de  batalla  el  soldado  del  1^  de  Rifles  Pedro  Martínez;  fué 
prisionero  su  segundo  el  coronel  Jiménez,  casi  todos  los  coman- 
dantes y  mayores  de  los  cuerpos,  multitud  de  subalternos  y  más  de 
1,600  soldados...    Apenas  se  han  salvado  50  hombres '\ 

A  los  dos  días,  9  de  agosto,  el  virrey  Sámano  se  fuga  de 
Bogotá,  tan  de  prisa,  que  en  la  casa  de  moneda  dejó  más  de  medio 
millón  de  pesos,  y  en  los  almacenes  y  depósitos  —  dice  Soublette 
—  "cuanto  puede  necesitarse  para  armar  y  equipar  completamente 
un  numeroso  ejército". 

Bolívar  nombró  á  Santander  Vicepresidente  de  las  provincias 
libres  de  Nueva  Granada,  y  regresó  á  Venezuela  en  setiembre. 

Tuvo  desgraciadamente  la  victoria  de  Boyacá  un  epílogo  bár- 
baro. No  habían  olvidado  los  granadinos  los  crímenes  que  come- 
tiera Morillo  en  1815  y  repitieran  sus  sucesores.  Clamaron,  pues, 
venganza,  y  el  11  de  octubre  Santander  hizo  fusilar  á  Barreiro, 
Jiménez  y  37  prisioneros  más,  —  crueldad  inútil  después  de  un 
triunfo  tan  decisivo,  y  menos  justificable  todavía  que  la  matanza  de 
españoles  ordenada  por  Bolívar  en  1814,  en  plena  guerra  á  muerte. 
Pretendió  Santander  sincerarse  escribiéndole  al  Libertador  el  17  de 
octubre:  "Poco  después  de  que  V.  E.  dejó  esta  capital,  los  oficiales 
prisioneros,  engreídos  con  el  generoso  tratamiento  que  recibían, 
comenzaron  á  difundir  especies  subversivas  con  que  no  sólo  desa- 
lentaban el  ánimo  de  los  patriotas  sino  que  fijaban  la  opinión  en 
favor  del  partido  del  rey.  Se  dedicaron  á  ofrecer  protección  á  los 
mismos  oficiales  de  la  República  que  les  hacían  la  guardia,  trataron 

1.  Véase  á  O'Leary,  que  iba  en  el  estado  mayor  de  Anzoátegui,  Memorias, 
t.  I,  p.  564. 


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—    284    — 

de  ganar  algunos  de  los  soldados  que  antes  pertenecían  á  su  ejér- 
cito y  hoy  están  agregados  al  nuestro,  y  aun  no  faltó  quien  pro- 
curase proveerse  de  un  vestido  de  mujer  para  fugarse.  La  ciudad 
estaba  sumamente  alarmada,  el  pueblo  clamaba  contra  una  conducta 
semejante,  el  Grobiemo  no  podía  trabajar  con  seguridad,  temiendo 
por  una  parte  á  un  pueblo  desalentado  y  por  otra  el  que  se  ganase 
la  única  tropa  que  estaba  de  guarnición.  Cuando  yo  meditaba  todas 
estas  poderosas  razones,  veía  al  mismo  tiempo  en  estos  ofídales 
los  verdugos  y  asesinos  de  nuestros  pacíficos  compatriotas,  los 
desoladóres  de  este  precioso  territorio,  los  ejecutores  de  tantas 
maldades  como  se  han  cometido  en  la  Nueva  Granada . . ."  Bolívar 
contestó  desde  Pamplona  el  26  de  octubre:  "He  sabido  con  senti- 
miento la  pérfida  conducta  de  nuestros  prisioneros  de  guerra,  que 
ha  obligado  á  V.  E.  á  pasarlos  por  las  armas,  en  circunstancias  en 
que  estaba  pendiente  una  negociación  de  canje  que  tanto  honor 
hace  al  Gobierno  de  la  República,  por  el  aplauso  con  que  miran 
las  naciones  extranjeras  las  nobles  medidas  de  humanidad  y  cultura 
entre  los  pueblos  beligerantes  i.  Nuestros  enemigos  no  creerán,  á 
la  verdad,  ó  pof  lo  menos  supondrán  artificiosamente  que  nuestra 
severidad  no  es  un  acto  de  forzosa  justicia  sino  una  represalia  ó 
una  venganza  gratuita.  Pero  sea  lo  que  fuere,  yo  doy  las  gracias 
á  V.  E.  por  el  celo  y  actividad  con  que  ha  procurado  salvar  la 
República  con  esta  dolorosa  medida.  Nuestra  reputación  sin  duda 
padecerá;  en  recompensa,  el  aplauso  de  nuestros  pueblos  y  el  nuevo 
ardor  con  que  servirán  á  la  República  será  nuestro  consuelo". 
Hábil  modo  de  combinar  la  aprobación  y  la  censura  de  aquella 
Venganza,  que  fué  un  crimen. 

1.    £1  canje    lo   había  propuesto  Bolívar   al  virrey  Sámano;    pero    hallándose 
éste  fugitivo,  se  retardó  la  negociación. 


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Capítulo  X. 

De  Boyacá  á  Carabobo. 
(1819—1821) 

Sumario.  Disidencia  de  Arismendi  en  Margarita  —  Urdaneta  lo  remite 
preso  á  Angostura  —  Oposición  de  los  militares  al  Vicepresidente 
Zea  —  Oblíganle  á  renunciar  —  El  congreso  lo  sustituye  con  Aris- 
mendi —  Dictadura  de  tres  meses  — Regresa  Bolívar  —  Sométese 
Arismendi  —  Ley  Fundamental  de  Colombia  —  Bolívar  Presidente 
provisional  —  Revolución  en  España  —  Jura  Femando  Vil  la  cons- 
titución de  Cádiz  —  Proyecto  de  conciliación  con  las  colonias  — 
Conferencias  de  San  Cristóbal  —  Inaceptables  proposiciones  de  los 
españoles  —  Nuevas  conferencias  en  Trujillo  —  Tratados  sobre 
armisticio  y  regularización  de  la  guerra  — •  Envía  Bolívar  pleni- 
potenciarios á  España  á  tratar  de  paz  definitiva  —  Intransigencia 
de  la  diplomacia  española  —  Sublévase  Maracaibo  uniéndose  á 
Colombia  —  Contestaciones  sobre  interpretación  del  armisticio  — 
Reanúdanse  las  hostilidades  —  Campaña  desgraciada  de  Bermúdez 

—  Marcha  Bolívar  al  Centro  —  Destruye  el  ejército  español  en 
Carabobo  —  Ocupa  á  Caracas  —  Capitulación  del  brigadier  Pereira 
en  la  Guaira  —  La  Torre  en  Puerto  Cabello  —  Infructuosa  nego- 
ciación para  renovar  el  armisticio  —  Decretos  de  Bolívar  en  Caracas 

—  Embargos  y  empréstitos  —  Escasez  de  fondos  —  Necesidades 
del  ejército  —  Marcha  Bolívar  á  Cúcuta. 

Antes  de  <|piprender  la  campaña  de  Nueva  Granada,  había  Bo- 
lívar enviado  á  Margarita  al  general  Rafael  Urdaneta  para  que  or- 
ganizase las  tropas  que  llegaban  del  extranjero  (los  ingleses  traídos 
por  English  y  los  hanoverianos  capitaneados  por  Uzlar)  y  para  que 
reforzándolas  con  soldados  de  la  isla,  expedicionase  á  la  provincia 
de  Caracas,  Pero  no  bien  llegó  Urdaneta,  se  convenció  de  que 
tanto  Arismendi  como  el  Gobernador  político  Francisco  Esteban 
Gómez,  harían  imposible  el  cumplimiento  de  su  comisión.  El  17  de 
marzo  (1819)  escribía  á  Bolívar  desde  Juan  Griego:  *'E1  general 
Arismendi  se  opone  á  la  saca  de  tropas,  aparentando  al  mismo 
tiempo   obediencia  al   Gobierno...     Desengáñese   V,  £.:   aquí  se 


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obra  absolutamente  independiente  del  Gobierno:  aquí  se  dan  em- 
pleos militares:  aquí  se  dispone  de  los  fondos  nacionales  arbitraría- 
mente  ^\  etc.  En  mayo,  Arísmendi  promovió  un  motín,  en  el  que 
se  declaró  categóricamente  que  de  la  isla  no  saldría  un  solo  soldado. 
Visto  lo  cual  se  determinó  Urdaneta  á  "suspenderlo  del  mando, 
arrestarlo  y  enviarlo  á  dar  cuenta  de  su  conducta  al  C3robiemo 
General  1." 

En  Angostura,  á  donde  llegó  preso  el  21  de  julio,  Arísmendi 
procuró  sincerarse  diciendo  que  quien  se  oponía  á  la  expedición 
era  el  Gobernador  Gómezf  y  pidió  en  seguida  ser  juzgado  por  el 
congreso.  E^te  examinó  el  expediente  eM  agosto  y  lo  devolvió  sin 
tomar  por  el  pronto  ninguna  resolución.  Pero  en  el  mes  siguiente 
se  aprovechó  de  este  asunto  la  oposición  parlamentaría,  cuyos  di- 
rectores eran  el  Ledo.  Gaspar  Marcano  y  el  Dr.  Domingo  Alzuru, 
diputados  de  Margaríta,  para  extremar  sus  ataques  contra  Bolívar, 
á  quien  censuraban  el  haber  pasado  á  Nueva  Granada  sin  previa 
autorízación  del  congreso,  y  contra  el  Vicepresidente  Zea,  de  quien 
por  ser  granadino  y  hombre  civil  desconfiaban  algunos  generales 
venezolanos.  Propusieron  sin  ambajes  el  14  de  setiembre  que  se 
reemplazase  á  Zea  con  un  jefe  militar,  por  de  contado  ArismendL 
Agolpáronse  al  punto  muchos  oficiales  á  la  barra  del  congreso,  y 
amedrentada  la  mayoría,  se  convino  en  que  Zea  presentase  su  re- 
nuncia y  se  eligiese  Vicepresidente  á  Arísmendi.  E^te,  sacado  de 
la  cárcel,  se  arrogó  el  título  de  Capitán  General  de  los  ejércitos  de 
Venezuela  y  asumió  de  hecho  la  dictadura,  sin  sujetarse  á  ninguna 
ley,  ni  mucho  menos  á  la  lejana  autorídad  de  Bolívar^.  Exigió  al 
comercio  un  empréstito  de  4,000  pesos  para  atender  á  los  gastos 
de  guerra;  para  lo  mismo  declaró  que  pertenecían  al  Estado  todos 
los  cueros  de  ganado  vacuno  (principal  artículo  de  exportación  en- 
tonces), cualesquiera  que  fuesen  sus  dueños;  dispuso  que  las 
tropas  auxiliares  extranjeras  se  equiparasen  á  las  venezolanas 
para  el  efecto  de  asignaciones  de  bienes  confiscados;  destituyó 
á  Bermúdez  del  mando  del  ejército  de  Oríente,  sustituyéndolo 
con  Marino;  marchó  finalmente  á  Maturín  á  dirígir  las  operaciones 
militares. 

Así  iban  las  cosas  —  creyendo  Arísmendi  y  sus  parciales  que 
el  Libertador  fracasaría  irremediablemente  en  su  aventurada  em- 
presa  al   otro   lado   de   los  Andes  —  cuando  se   tuvo  noticia  de 


1.  Ofício  al  Ministro  de  Guerra. 

2.  Le  escribió,  sin  embargo,  el  16  de  setiembre:  "En  el  conflicto  á  que  me 
ha  reducido  (el  congreso)  me  anima  k  esperanza  de  que  U.  me  dirigirá  con  sus 
órdenes  y  consejos,  de  los  que  protesto  no  separarme  .  .  .  ." 


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la  victoria  de  Boyacá  y  del  próximo  regreso  del  propio  Bolí* 
var.  Llegado  éste  á  Angostura,  el  11  de  diciembre,  se  des* 
barató  como  por  ensalmo  el  Gobierno  disidente.  £1  congreso 
aclama  al  Libertador.  El  diputado  Alzuru,  cabeza  de  la  oposición 
y  gran  elector  de  Arismendi,  no  tiene  ahora  empacho  en  decir,  á 
vuelta  de  otras  líricas  alabanzas:  ^^Por  mucho  que  hagamos  para 
manifestar  nuestra  gratitud  á  nuestro  amigo  y  conciudadano  Simón 
Bolívar,  jamás  podremos  recompensar  dignamente  á  un  héroe  que 
nos  ha  dado  patria,  vida  y  libertad  ^\  Arismendi  se  apresura  á  re- 
nunciar la  Vicepresidencia,  advirtiendo  que  no  se  había  determinado 
á  ejercerla  (son  sus  palabras)  sino  por  ^^el  imperio  de  las  circuns- 
tandas,  una  ciega  obediencia  (?)  y  sobre  todo  el  vehemente  deseo 
de  servir  á  la  patria". 

Bolívar  tuvo  la  magnanimidad,  ó  mejor  el  tacto  político,  de 
no  tomar  ninguna  medida  de  rigor.  Hizo  que  el  congreso  pasase 
una  nota  á  Arismendi  con  elogios  exagerados,  y  le  nombró  general 
en  jefe  del  ejército  de  las  provincias  de  Oriente;  —  si  bien  ponién- 
dole trabas  para  cualquiera  otra  veleidad,  pues  al  propio  tiempo 
reemplazó  á  Marino  en  Cumaná  con  el  general  Soublette,  y  des- 
pachó á  Margarita  al  coronel  Mariano  Montilla,  con  facultades  tan 
amplias  que  lo  sobreponían  de  hecho  á  Arismendi  y  al  Gober- 
nador Gómez. 

El  1 7  de  diciembre,  el  congreso  dicta  la  "  Ley  fundamental  de 
la  República  de  Colombia";  según  la  cual,  la  antigua  Capitanía 
General  de  Venezuela  y  el  antiguo  Virreinato  de  Nueva  Granada 
formarán  desde  luego  un  solo  Estado,  dividido  en  tres  grandes  De- 
partamentos con  los  nombres  de  Venezuela,  Cundinamarca  y  Quito; 
la  capital  de  Colombia  será  una  nueva  ciudad  que  lleve  el  nombre 
del  Libertador  Bolívar;  el  congreso  colombiano  se  reunirá  en  el  si- 
guiente año  en  la  villa  del  Rosario  de  Cúcuta;  y  mientras  tanto,  se 
elegirá  un  Presidente  del  Estado  y  un  Vicepresidente  para  cada 
Departamento;  el  congreso  de  Angostura  se  pondrá  en  receso,  y  se 
procederá  á  nuevas  elecciones.  En  seguida  se  nombró  á  Bolívar 
Presidente  provisional  de  Colombia,  á  Roscio  Vicepresidente  de 
Venezuela  y  á  Santander  de  Cundinamarca*. 

Claro  está  que  semejante  ley  "fundamental"  era  prematura, 
desde  luego  que  gran  parte  del  territorio  estaba  aún  en  poder  del 
enemigo.  Pero  Bolívar  no  se  paraba  á  reflexionar  en  ésto;  con- 
fiando en  su  genio  y  fortuna,  anteveía  la  realización  del  ideal,  cada 

1.  Zea  fué  enviado  á  Londres  con  la  misión  de  gestionar  el  reconocimiento 
de  la  nueva  República  y  negociar  un  empréstito  para  los  gastos  de  guerra. 


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vez  más  vasto,  de  acabar  con  la  dominación  española  no  sólo  en 
su  patria  sino  también  en  la  mayor  porción  de  América.  Todo  lo 
hecho  en  Angostura  se  ratificó  en  Bogotá  por  una  asamblea  cele« 
brada  el  27  de  febrero,  1820.  En  cuanto  al  Ecuador,  la  ley  funda- 
mental se  retardó  hasta  que  la  ciudad  de  Guayaquil  se  puso  bajo 
la  protección  de  Colombia,  en  1821,  y  la  de  Quito  en  18^. 

El  24  de  diciembre  sale  Bolívar  de  Angostura  para  Bogotá,  á 
donde  llega  el  3  de  marzo,  y  á  las  dos  semanas  vuelve  á  emprender 
viaje  por  Tunja  á  los  valles  de  Cúcuta.  Desde  aquí  trasmite  ins« 
trucdones,  durante  cuatro  meses,  á  sus  tenientes  venezolanos  y 
granadinos,  para  acelerar  las  operaciones  militares. 

En  el  año  de  1820  nótase  por  primera  vez  la  posibilidad  de 
obtener  la  Independencia  por  medios  pacíficos.  En  España,  la 
revolución  liberal  obliga  á  Femando  VII  á  sustituir  el  sistema  ab- 
solutista con  el  de  la  constitución  de  1812,  y  determina  á  sus 
Ministros  á  expedir  instrucciones  á  América  (11  de  abril)  para  que 
se  arbitren  los  medios  de  lograr  una  reconciliación  con  los  jefes 
republicanos.  Morillo  las  recibe  en  Caracas  el  6  de  junio  y  al  día 
siguiente  manda  publicar  la  constitución.  Se  equivocaban,  sin  em- 
bargo, los  consejeros  de  la  corona,  al  pensar  que  la  proclamación 
del  régimen  constitucional  en  América  retrotraería  las  cosas  al 
tiempo  en  que  la  autoridad  del  rey  era  umversalmente  acatada. 
Diez  años  de  propaganda  y  combates  habían  ya  trasformado  la 
opinión  pública.  En  Venezuela,  la  casta  de  mestizos,  que  en  las 
primeras  épocas  de  la  revolución  mostraba  mayor  simpatía  por  los 
realistas  que  por  los  republicanos,  mostrábase  ahora  encariñada 
con  la  causa  de  la  Independencia  Hasta  los  llaneros,  que  repre- 
sentaban la  parte  más  inculta  de  la  casta  mestiza,  empezaban  á  com- 
prender y  amaban  ya  la  patria  libre.  Y  hasta  el  uno  que  otro  indio 
que  llegó  á  figurar  en  la  guerra  alza  ahora  la  bandera  republicana. 
¿Recuérdase  al  coronel  Juan  de  los  Reyes  Vargas,  aquel  indio  que 
en  1812,  traicionando  á  los  patriotas,  se  pasó  á  las  filas  de  Monte- 
verde?  Pues  en  octubre  de  1820  publica  en  Carora  lyia  proclama 
c©n  estas  sugestivas  consideraciones:  "Los  trastornos  de  nuestra 
antigua  metrópoli  me  han  dado  lecciones  luminosas  del  derecho  de 
los  hombres.  La  España  misma  me  ha  enseñado  que  un  rey  no  es 
más  que  un  subdito  del  pueblo,  y  que  el  pueblo  es  el  verdadero 
soberano.  Cuando  yo  pensé  como  mis  mayores  que  le  rey  es  el 
señor  legítimo  de  la  nación,  expuse  en  su  defensa  mi  vida  con 
placer.  Ahora  que  los  inmortales  Quiroga  y  Riego  han  descubierto 
con  sus  armas  libertadoras  los  títulos  imprescriptibles  de  lá  nación, 
he  logrado   convencerme   de  que  tanto  el   pueblo  español   como  el 


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—    289    — 

americano   tienen   derecho   para  establecer  un  Gobierno   según  su 
conciencia  y  propia  felicidad  .  .  .    ¡Viva  Colombia!" 

Refiere  José  Domingo  Díaz^  que  cuando  Morillo  leyó  las  ins- 
trucciones de  su  Gobierno  para  gestionar  ima  reconciliación,  le 
dijo  indignado:  ^^ Están  locos:  ignoran  lo  que  mandan:  no  conocen 
el  país,  ni  los  enemigos,  ni  los  acontecimientos,  ni  las  circunstancias: 
quieren  que  pase  por  la  humillación  de  entrar  en  estas  comuni- 
caciones: entraré,  porque  mi  profesión  es  la  subordinación  y  la 
obediencia".  ¿Humillación?  Esta  palabra  se  pronunció  sin  duda; 
y  el  desdén  que  ella  implica  venía  de  que  los  jefes  realistas,  al 
cabo  de  diez  años  de  guerra,  en  que  tantas  veces  mordieron  el 
polvo,  se  empeñaban  en  considerar  todavía  á  los  republicanos  como 
simples  insurgentes,  con  quienes  rehuían  tratar  de  igual  á  igual  aun 
-para  fines  de  mutua  conveniencia  como  el  canje  de  prisioneros. 
"Dominó  Morillo  su  inoportuna  soberbia,  y  el  17  de  jimio  escribió 
ú  Bolívar  y  á  sus  tenientes  en  varias  partes  (Pácz,  Bermúdez, 
Zaraza,  Monagas,  Cedeño,  Rojas,  Montilla),  anunciándoles  que  en 
la  misma  fecha  daba  órdenes  á  los  comandantes  de  las  divisiones 
de  su  ejército  para  que  suspendiesen  las  hostilidades  por  un  mes, 
á  contar  desde  el  día  en  que  los  jefes  patriotas  recibiesen  este 
aviso.  Al  propio  tiempo  envió  como  emisarios  de  paz  cerca  del 
Gobierno  de  Angostura  á  D.  Tomás  de  Gires  y  D.  José  Domingo 
•Duarte,  y  cerca  de  Bolívar  á  D.  Francisco  González  de  Linares 
y  D.  José  María  Herrera.  Los  primeros^  llegados  á  su  destino  á 
principios  de  julio,  recibieron  por  respuesta  del  Ministro  de  Rela- 
<:iones  Exteriores  (José  Rafael  Revenga)  que  todo  lo  relativo  á  la 
guerra  estaba  cometido  exclusivamente  á  la  dirección  del  Liber- 
tador Presidente.  Los  otros  pusiéronse  al  habla  el  20  de  agosto 
con  los  representantes  de  Bolívar,  —  general  Rafael  Urdaneta  y 
coronel  Pedro  Briceño  Méndez,  —  en  San  Cristóbal  del  Táchira. 
Propusieron  los  españoles:  ^^  que  se  jurase  y  adoptase  en  Colombia 
la  constitución  de  Cádiz  y  se  enviasen,  conforme  á  ella,  diputados 
á  las  cortes;  2^  que  en  este  caso,  los  actuales  jefes  de  Colombia 
conservarían  el  mando  del  país  libre,  quedando  subordinados  in- 
mediatamente al  comandante  del  ejército  español,  ó  directamente 
al  Gobierno  de  la  metrópoli.  Por  de  contado,  los  patriotas  recha- 
zaron al  punto  semejantes  proposiciones,  y  declararon  con  altivez 
que  no  estaban  autorizados  ^^para  sellar  los  males  de  Colombia 
sometiéndola  á  la  España,  sino  para  promover  y  sostener  sus  inte- 
reses y  derechos,  constituyéndola  libre,  independiente  y  soberana". 


1.  Recuerdos,  p.  239. 
Fort  o  al.  Historia  Constitucional.  1^ 


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Con  todo,  en  los  tres  meses  siguientes  continuaron  Bolívar  y 
Morillo  tratando  por  cartas  la  conveniencia  de  suspender  provisional- 
mente las  hostilidades,  como  preliminar  á  una  negociación  de  paz» 
Al  fin,  hallándose  el  jefe  realista  en  Carache  y  el  republicano  en 
Trujillo,  nombraron  plenipotenciarios;  el  primero  á  D.  Ramón 
Correa,  D.  Juan  Rodríguez  del  Toro  y  D.  Francisco  González  de 
Linares,  el  segundo  al  general  Antonio  José  de  Sucre,  coronel  Pedro 
Briceño  Méndez  y  teniente  coronel  José  Gabriel  Pérez.  Y  tan 
buena  voluntad  reveló  en  esta  Ocasión  Morillo,  —  olvidando  las 
duras  frases  pronunciadas  en  Caracas,  —  que  hasta  suavizó  su 
fiera  arrogancia  de  carácter  ante  la  susceptibilidad  de  su  no  menos 
arrogante  adversario.  Poco  faltó,  en  efecto,  para  que  la  negocia- 
ción se  interrumpiese  en  sus  mismos  comienzos.  Un  oficial  español^ 
conductor  de' pliegos  á  Trujillo,  fué  invitado  á  la  mesa  del  Liber» 
tador,  y  como  en  el  curso  de  la  comida  se  propasase  á  insinuar 
que  su  jefe  exigiría  previamente  la  contramarcha  de  los  patriotas 
á  su  anterior  cuartel  general  de  la  frontera  granadina,  Bolívar  le 
replicó  airado:  "Diga  usted  á  su  jefe  que  él  se  retirará  á  sus  posi- 
ciones de  Cádiz  antes  que  yo  á  Cúcuta".  Y  al  punto  escribió  á 
Morillo  (20  de  noviembre):  "El  teniente  coronel  Pita  ha  tenido  la 
imprudencia  de  decirme  que  V.  E.  piensa  que  yo  debo  evacuar  el 
territorio  libre  .  de  Venezuela  para  volver  á  ocupar  mis  posiciones 
de  Cúcuta.  No  es  el  Gobierno  español  el  que  puede  dictar  condi- 
ciones ultrajantes,  y  últimamente  ofensivas  á  los  intereses  de  la 
República  de  Colombia  .•.''.  Morillo  contestó  al  día  siguiente:  "El 
carácter  de  Pita  cerca  de  V.  E.  no  ha  sido  otro  que  el  de  un  mero 
conductor  del  pliego  que  tuve  la  honra  de  dirigirle,  y  las  especies 
que  haya  producido  con  mayor  ó  menor  ligereza,  deben  reputarse 
como  efecto  de  una  conversación  particular  que  ninguna  influencia 
puede  tener  en  nuestras  negociaciones  . . .''. 

El  25  de  noviembre  firmaron  los  plenipotenciarios,  en  Trujillo, 
el  tratado  que  se  llamó  de  armisticio,  cuyo  texto  conviene  repro* 
ducir  para  tenerlo  á  la  vista  cuando  se  mencione  más  adelante  el 
incidente  de  Maracaibo  y  la  reanudación  de  hostilidades. 

Deseando  los  Gobiernos  de  Colombia  y  de  E^spafia  transigir  las  discordias 
que  existen  entre  ambos  pueblos;  y  considerando  que  el  primero  y  mis  importante 
paso  para  llegar  á  tan  feliz  término  es  suspender  recíprocamente  las  armas,  pan 
poderse  entender  y  explicar,  han  convenido . . .  Art.  1^.  Tanto  el  ejército  de 
Colombia  como  el  espafiol  suspenden  sus  hostilidades  de  todas  clases,  desde  el  mo- 
mento que  se  comunique  la  ratificación  del  presente  tratado,  sin  que  pueda  conti- 
nuarse la  guerra,  ni  ejecutarse  ningún  acto  hostil  entre  las  dos  partes  en  toda  la 
extensión  del  territorio  que  posean  durante  este  armisticio.  —  Art.  2^.    La  duración 


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de  este  armisticio  será  de  seis  meses  1,  contados  desde  el  día  en  que  sea  ratificado; 
pero  siendo  el  principio  y  base  fundamental  de  él  la  buena  fe  y  los  deseos  sinceros 
que  animan  á  ambas  partes  de  terminar  la  guerra,  podrá  prorrogarse  aquel  término 
por  todo  el  tiempo  que  sea  necesario,  siempre  que  expirado  el  que  se  sefiala  no  se 
hayan  concluido  las  negociaciones  que  deben  entablarse,  y  haya  esperanza  de  que 
se  concluyan.  —  Art.  3^.  Las  tropas  de  ambos  ejércitos  permanecerán  en  las 
posiciones  que  ocupen  al  acto  de  intimárseles  la  suspensión  de  hostilidades;  mas 
siendo  conveniente  sefialar  limites  claros  y  bien  conocidos  en  la  parte  que  es  el 
teatro  principal  de  la  guerra,  para  evitar  los  embarazos  que  presenta  la  confusión  de 
posiciones,  se  fijan  los  siguientes:  —  1^  £1  rfo  de  Uñare,  remontándolo  desde  su 
embocadura  al  mar  hasta  donde  recibe  al  Guanape:  las  corrientes  de  éste  subiendo 
hasta  su  origen:  de  aquí  una  linea  hasta  el  nacimiento  del  Manapire:  las  corrientes 
de  éste  hasta  el  Orinoco :  la  ribera  izquierda  de  éste  hasta  la  confluencia  del  Apure : 
éste  hasta  donde  recibe  al  Santo  Domingo:  las  aguas  de  éste  hasta  la  ciudad  de 
Barinas,  de  donde  se  tirará  una  línea  recta  á  Bonocó  de  TrujiDo;  y  de  aquí  la  línea 
natural  de  demarcación  que  divide  la  provincia  de  Caracas  del  departamento  de 
Tmjillo.  —  2  O  Las  tropas  de  Colombia  que  obren  sobre  Blaracaibo  al  acto  de  inti- 
márseles el  armisticio,  podrán  atravesar  por  el  territorio  que  corresponde  al  ejército 
espafiol  para  venir  á  buscar  su  reunión  con  los  otros  cuerpos  de  tropas  de  Ja  Re* 
pública,  con  tal  que  mientras  que  atraviesen  por  aquel  territorio  las  conduzca  un 
oficial  espafiol.  También  se  les  facilitarán  con  este  mismo  objeto  las  subsistencias  y 
trasportes  que  necesiten,  pagándolos.  —  3^  Las  demás  tropas  de  ambas  partes  que 
no  estén  comprendidas  en  los  límites  señalados,  permanecerán  como  se  ha  dicho  en 
las  posiciones  que  ocupen,  hasta  que  los  oficiales  que  por  una  y  otra  parte  se  co- 
misionarán, arreglen  amigablemente  los  límites  que  deben  separar  el  territorio  en 
que  se  está  obrando,  procurando  transar  las  dificultades  que  ocurran  para  la  de- 
marcación de  un  modo  satisfactorio  á  ambas  partes.  —  Art.  4®.  Como  puede  suceder 
que  al  tiempo  de  comunicar  este  tratado  se  hallen  dentro  de  las  líneas  de  de- 
marcación que  se  han  sefialado  en  el  articulo  3^,  algunas  tropas  ó  guerrillas  que  no 
deben  permanecer  en  el  territorio  que  estén  ocupando,  se  conviene:  1^  Que  las 
tropas  organizadas  que  se  hallan  en  este  caso  se  retiren  fuera  de  la  línea  de  la  de- 
marcación, y  como  tal  vez  se  hallan  algunas  de  éstas,  pertenecientes  al  ejército  de 
Colombia,  en  las  riberas  izquierdas  del  Guanape  y  del  Uñare,  podrán  éstas  retirarse 
y  situarse  en  Pfritu  ó  Ckuines,  ó  algún  otro  pueblo  inmediato;  2^  Que  las  guerrillas 
que  estén  en  igual  caso  se  desarmen  y  disuelvan,  quedando  reducidos  á  la  clase  de 
símiles  ciudadanos  los  que  las  componían,  ó  se  retiren  lambién  como  las  tropas 
regladas.  En  el  primero  de  estos  dos  últimos  casos,  se  ofrece  y  concede  la  más 
al»ohita  y  perfecta  garantía  á  los  que  comprenda,  y  se  comprometen  ambos  Gobiernos 
á  no  enrolarlos  en  sus  respectivas  banderas  durante  el  armisticio,  antes  por  el 
contrario,  permitirles  que  dejen  el  país  en  que  se  hallan  y  vayan  á  reunirse  al  ejér- 
cito de  que  dependan  al  tiempo  de  concluirse  este  tratado.  —  Art.  5^.  Aunque  el 
pueblo  de  Carache  está  situado  dentro  de  la  linea  que  corresponde  al  ejército  de 
Colombia,  se  conviene  en  que  quede  allí  im  comandante  militar  del  ejército  espafiol 
con  una  observación    de  paisanos  armados  que  no  excedan    de  veinticinco  hombres. 


1.  Morillo  había  propuesto  un  aflo. 

19« 


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También  se  quedarán  las  justicias  civiles  que  existen  actualmente.  —  Art.  6^.  Como 
una  prueba  de  la  sinceridad  y  buena  fe  que  dictan  este  tratado,  se  establece  que  en. 
la  ciudad  de  Harinas  no  podrá  permanecer  sino  un  comandante  militar  por  la  Re- 
pública^  con  un  piquete  de  veinticinco  hombres  de  paisanos  armados  de  obsenración^ 
y  todos  los  peones  necesarios  para  las  comunicaciones  con  Mérida  y  TrujiUo  y  las 
conducciones  de  ganados.  —  Art.  7^.  Las  hostilidades  de  mar  cesarán  iguahnente 
á  los  treinta  días  de  la  ratificación  de  este  tratado  para  los  mares  de  América,  y  i 
los  noventa  para  los  de  Europa.  Las  presas  que  se  hagan  pasados  estos  términos, 
se  devolverán  recíprocamente,  y  los  corsarios  ó  apresadores  serán  responsables  de 
los  perjuicios  que  hayan  causado  por  la  detención  de  los  buques.  —  Art  8®.  Queda 
desde  el  momento  de  la  ratiñcación  del  armisticio  abierta  y  libre  la  comunicación 
entre  los  respectivos  territorios,  para  proveerse  reciprocamente  de  grados,  todo 
género  de  subsistencias  y  mercancías,  llevando  los  negociadores  y  traficantes  los 
correspondientes  pasaportes,  á  que  deberán  agregar  los  pases  de  las  autoridades  del 
territorio  en  que  hubieren  de  adquirirlos,  para  impedir  por  este  medio  todo  desorden. 

—  Art.  9**.  La  ciudad  y  puerto  de  Blaracaibo  queda  libre  y  expedita  para  las 
comunicaciones  con  los  pueblos  del  interior,  tanto  para  subsistencias  como  para 
relaciones  mercantiles;  y  los  buques  mercantes  neutros  ó  de  Colombia  que  intro- 
duzcan efectos,  no  siendo  armamento  ni  pertrechos  de  guerra,  ó  los  extraigan  por 
aquel  puerto  para  Colombia,  serán  tratados  como  extranjeros  y  pagarán  como  tales 
los  derechos,  sujetándose  á  las  leyes  del  país.  Podrán  además  tocar  en  día,  salir 
y  entrar  por  el  puerto  los  agentes  ó  comisionados  que  el  Gobierno  de  Colombia 
despache  para  Espafia  ó  para  los  países  extranjeros,  y  los  que  reciba.  —  Art  10. 
La  plaza  de  Cartagena  tendrá  la  misma  libertad  que  la  de  Maracaibo  con  respecto 
al  comercio  interior,  y  podrá  proveerse  de  él  durante  el  armisticio  para  su  pobla- 
ción y  guarnición.  —  Art.  11.  Siendo  el  principal  fundamento  y  objeto  primario 
de  este  armisticio  la  negociación  de  la  paz,  de  la  cual  deben  recíprocamente  ocu- 
parse ambas  partes,  se  enviarán  y  recibirán  por  uno  y  otro  Gobierno  los  enviados 
ó  comisionados  que  se  juzguen  convenientes  á  aquel  fin,  los  cuales  tendrán  el  salvo- 
conducto, garantía  y  seguridad  personal  que  corresponde  á  su  carácter  de  agentes 
de  paz.  —  Art.  12.  Si  por  desgracia  volviere  á  renovarse  la  guerra  entre  ambos 
Gobiernos,  no  podrán  abrirse  las  hostilidades  sin  que  preceda  un  aviso,  que  deberá 
dar  el  primero  que  intente  ó  se  prepare  á  romper  el  armbticio.  Este  aviso  se  dari 
cuarenta  días  antes  que  se  ejecute  el  primer  acto  de  hostilidad.  —  Art  13.  Se 
entenderá  también  por  un  acto  de  hostilidad  el  apresto  de  expedición  militar  coatra 
cualquier  país  de  los  qv»  suspendan  las  armas  por  este  tratado;  pero  sabiendo  que 
puede  estar  navegando  una  expedición  de  buques  de  guerra  espafioles,  no  hay  in- 
conveniente en  que  queden  haciendo  el  servicio  sobre  las  costas  de  Colombia  ea 
relevo  de  igual  número  de  los  que  componen  la  escuadra  espafiola,  bajo  la  precisa 
condición  que  no  desembarquen  tropas.  —  Art.  14.  Para  dar<  al  mundo  un  testi- 
monio de  los  principios  liberales  y  filantrópicos  que  animan  á  ambos  Gobiernos,  no 
menos  que  para  hacer  desaparecer  los  horrores  y  el  furor  que  han  caracterizado  It 
funesta  guerra  en  que  están  envueltos,  se  compromete  uno  y  otro  Gobierno  i 
celebrar  inmediatamente  un  tratado  que  regularice  la  guerra  conforme  al  derecho  de 
gentes  y  á  las  prácticas  más  liberales,  sabias  y  humanas  de  las  naciones  civilizadas. 

—  Art.  15.     El  presente  tratado  deberá  ser  ratificado   por  una   y  otra  parte  dentro 


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dé  sesenta  horaSi  y  se  comunicará  inmediatamente    á  los  jefes  de  las  divisiones  por 
oficiales  que  se  nombrar&n  al  intento  por  una  y  otra  parte. 

¿Qué  se  proponían  los  patriotas  con  semejante  tregua?  Ob- 
tener todo  género  de  ventajas.  Si  llegaba  á  buen  término  la  nego- 
ciación que  iba  á  entablarse  con  España»  su  resultado  no  podía  ser 
otro  que  el  reconocimiento  de  la  soberanía  de  Colombia;  si  no, 
aprovechaban  la  tregua,  —  durante  la  cual  no  era  verosímil  que  el 
enemigo  recibiese  refuerzos  considerables  de  la  Península,  —  para  or- 
ganizar mejor  el  ejército  republicano,  circular  el  plan  de  la  próxima 
campaña  entre  las  diversas  divisiones  repartidas  en  un  territorio  in- 
menso, prepararse  á  librar  una  batalla  definitiva  con  las  mayores 
probabilidades  de  éxito. 

El  26  de  noviembre  firmaron  en  Trujillo  los  mismos  pleni- 
potenciarios otro  tratado  que  se  llamó  de  regularización  de  la 
guerra.  Véase  como  había  cambiado  el  criterio  de  los  contendores, 
desde  los  terribles  años  de  13  y  14. 

Deseando  los  Gobiernos  de  Colombia  y  de  E^pafia  manifestar  al  mundo  el 
horror  con  que  ven  la  guerra  de  exterminio  que  ha  devastado  hasta  ahora  estos 
territorios  convirtiéndolos  en  un  teatro  de  sangre;  y  deseando  aprovechar  el  primer 
momento  de  calma  que  se  presenta  para  regularizar  la  guerra  que  existe  entre 
ambos  Gobiernos,  conforme  á  las  leyes  de  las  naciones  cultas  y  á  los  principios 
más  liberales  y  filantrópicos,  han  convenido . . .  Art.  1^.  La  guerra  entre  Colombia 
y  Espafia  se  hará  como  la  hacen  los  pueblos  civilizados,  siempre  que  no  se  opongan 
las  prácticas  de  ellos  á  algunos  de  los  artículos  del  presente  tratado,  que  deben  ser 
la  primera  y  más  inviolable  regla  de  ambos  Gobiernos.  —  Art.  2^.  Todo  militar  ó 
dependiente  de  un  ejército  tomado  en  el  campo  de  batalla,  aun  antes  de  decidirse 
ésta,  se  conservará  y  guardará  como  prisionero  de  guerra,  y  será  tratado  y  respetado 
conforme  á  su  grado,  hasta  lograr  su  canje.  —  Art.  3®.  Serán  igualmente  prisio- 
neros de  guerra  y  tratados  de  la  misma  manera  que  éstos,  los  que  se  tomen  en 
marchas,  destacamentos,  partidas,  plazas,  guarniciones  6  puestos  fortificados,  aunque 
éstos  sean  tomados  al  asalto,  y  en  la  marina  los  que  lo  sean  aun  al  abordaje.  — 
Art.  4®.  Los  militares  ó  dependientes  de  un  ejército,  que  se  aprehendan  heridos  ó 
enfermos  en  los  hospitales  ó  fuera  de  ellos,  no  serán  prisioneros  de  guerra,  y 
tendrán  libertad  para  restituirse  á  las  banderas  á  que  pertenecen  luego  que  se  hayan 
restablecido.  Interesándose  tan  vivamente  la  humanidad  en  favor  de  estos  des- 
gradados que  se  han  sacrificado  á  su  patria  y  á  su  Gobierno,  deberán  ser  tratados 
con  doble  consideración  y  respeto  que  los  prisioneros  de  guerra  y  se  les  prestará 
por  lo  menos  la  misma  asistencia,  cuidados  y  alivios  que  á  los  heridos  y  enfermos 
del  ejército  que  los  tenga  en  su  poder.  —  Art.  5^.  Los  prisioneros  de  guerra  se 
canjearán  clase  por  clase  y  grado  por  grado,  ó  dando  por  superiores  el  número  de 
subalternos  que  es  de  costumbre  entre  las  naciones  cultas.  —  Art  6®.  Se  com- 
prenderá también  en  el  canje,  y  serán  tratados  como  prisioneros  de  guerra,  aquello^ 
militares  ó  paisanos  que  individualmente  ó  en  partidas  hagan  el  servicio  de  reco- 
nocer,   observar    ó  tomar  noticias    de    un  ejército   para  darlas    al   jefe    de    otro.  — 


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—    294    — 

Art.  7^.  Oríg^ándose  esta  guerra  de  U  diferencia  de  opiniones;  hallándose  ligados 
con  vínculos  y  relaciones  muy  estrechas  los  individuos  que  han  combatido  encar- 
nizadamente por  las  dos  causas,  y  deseando  economizar  la  sangre,  cuanto  sea  posible, 
se  establece  que  los  militares  ó  empleados  que  habiendo  antes  servido  á  cualquiera 
de  los  dos  Gobiernos  hayan  desertado  de  sus  banderas  y  se  aprehendan  alistados 
bajo  las  del  otro,  no  puedan  ser  castigados  con  pena  capital.  Lo  mismo  se  enten- 
derá con  respecto  á  los  conspiradores  y  desafectos  de  una  y  otra  parte  *.  —  Art.  8^. 
El  canje  de  prisioneros  será  obligatorio,  y  se  hará  á  la  más  posible  brevedad. 
Deberán,  pues,  conservarse  siempre  los  prisioneros  dentro  del  territorio  de  Colombia, 
cualquiera  que  sea  su  grado  y  dignidad ;  y  por  ningún  motivo  ni  pretexto  se  alejarán 
del  país  llevándolos  á  sufrir  males  mayores  que  la  misma  muerte.  —  Art.  9*.  Los 
jefes  de  los  ejércitos  exigirán  que  los  prisioneros  sean  asistidos  conforme  quiera  el 
Gobierno  á  quien  éstos  correspondan,  haciéndose  abonar  mutuamente  los  costos  que 
causaren.  Los  mismos  jefes  tendrán  derecho  de  nombrar  comisarios,  que  trasladados 
á  los  depósitos  de  los  prisioneros  respectivos,  examinen  su  situación,  procuren 
mejorarla  y  hacer  menos  penosa  su  existencia.  —  Art.  10.  Los  prisioneros  exis- 
tentes actualmente  gozarán  de  los  benefícios  de  este  tratado.  —  Art.  1 1 .  Los  habi- 
tantes de  los  pueblos,  que  alternativamente  se  ocuparen  por  las  armas  de  ambos 
Gobiernos,  serán  altamente  respetados,  gozarán  de  una  extensa  y  absoluta  libertad  y 
seguridad,  sean  cuales  fueren  ó  hayan  sido  sus  opiniones,  destinos,  servicios  y  con- 
ducta con  respecto  á  las  partes  beligerantes.  —  Art.  12.  Los  cadáveres  de  los  que 
gloriosamente  terminen  su  carrera  en  los  campos  de  batalla,  ó  en  cualquier  combate, 
choque  ó  encuentro  entre  las  armas  de  los  dos  Gobiernos,  recibirán  los  últimos 
honores  de  la  sepultura,  ó  se  quemarán  cuando  por  su  número  ó  por  la  premura 
del  tiempo  no  pueda  hacerse  lo  primero.  El  ejército  ó  cuerpo  vencedor  será  el 
obligado  á  cumplir  con  este  sagrado  deber,  del  cual  sólo  por  una  circunstancia  moy 
grave  y  singular  podrá  descargarse,  avisándolo  inmediatamente  á  las  autoridades  del 
territorio  en  que  se  halle,  para  que  lo  hagan.  Los  cadáveres  que  de  una  y  otra 
parte  se  reclamen  por  el  Gobierno,  ó  por  los  particulares,  no  podrán  negarse,  y  se 
concederá  la  comunicación  necesaria  para  trasportarlos.  —  Art.  13.  Los  generales 
de  los  ejércitos,  los  jefes  de  las  divisiones  y  todas  las  autoridades,  estarán  obligados 
á  guardar  fiel  y  estrictamente  este  tratado,  y  sujetos  á  las  más  severas  penas  por 
su  infracción,  constituyéndose  ambos  Gobiernos  responsables  á  su  exacto  y  religioso 
cumplimiento,  bajo  la  garantía  de  la  buena  fe  y  del  honor  nacional.  —  Art  14.  £1 
presente  tratado  será  ratificado  y  canjeado  dentro  de  sesenta  horas,  y  empezará  á 
cumplirse  desde  el  momento  de  la  ratificación  y  canje. 

Cumplidas  estas  formalidades,  por  Bolívar  en  Trujillo^  y  por 
Morillo  en  Carache,  ambos  jefes  se  encontraron  el  27  de  noviembre 
en  el  pueblo  de  Santa  Ana,  y  con  mutuas  demostraciones  corteses, 
á  usanza  de  hidalgos,  hicieron  votos  por  la  defínitiva  conclusión  de 


1.  Morillo  había  propuesto  que  se  devolviesen  los  desertores  y  pasados;  qoe 
los  emigrados  pudiesen  restituirse  á  sus  hogares;  que  se  les  devolviesen  sus  bienes, 
y  no  se  les  hiciese  cargo  por  sus  opiniones  políticas. 

2.  En  la  misma  casa  donde  siete  años  antes  firmó  su  decreto  de  guerra  á  muerte. 


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—    295    — 

la  paz^.  Morillo  regresó  en  seguida  á  Caracas  y  de  alli  pasó  á 
España,  dejando  el  ejército  á  las  órdenes  de  D.  Miguel  de  la  Torre. 
Bolívar,  después  de  un  rápido  viaje  á  Harinas  volvió  á  Bo- 
gotá (5  de  enero,  1821),  y  conforme  al  tratado  de  Trujillo,  se 
apresuró  á  nombrar  dos  plenipotenciarios,  —  José  Rafael  Revenga, 
Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  y  José  Tiburcio  Echeverría, 
Gobernador  de  Bogotá,  —  para  que  pasasen  á  España  á  negociar 
la  paz,  siempre  que  se  reconociese  la  independencia  dé  Colombia. 
Las  instrucciones  que  les  dio  demuestran  que,  al  menos  en  estos 
días,  creía  sincera  la  buena  volimtad  de  España,  y  estaba  dispuesto 
á  ceder  en  varios  puntos  capitales.  En  efecto,  ordenó  á  los  pleni- 
potenciarios, que  en  el  reconocimiento  de  Colombia  pidiesen  el 
territorio  comprendido  en  la  Capitanía  General  de  Venezuela, 
Virreinato  de  Nueva  Granada  y  Presidencia  de  Quito;  pero  que 
acerca  de  la  última,  si  España  no  conviniera  en  ceder  la  parte  ocu- 
pada actualmente  por  ella,  firmasen  el  tratado  incluyendo  en  Co- 
lombia sólo  el  territorio  ecuatoriano  que  se  encontrase  libre  al  acto 
de  las  ratificaciones;  y  en  caso  de  no  aceptarse  tampoco  ésto,  cir- 
cunscribiesen el  tratado  á  Venezuela  y  Nueva  Granada,  si  bien  pro- 
testando y  declarando  que  Colombia  consideraría  á  Quito  en  libertad 
de  continuar  la  guerra  ó  hacer  la  paz  por  cuenta  propia.  Que  si 
España  exigía  el  istmo  de  Panamá,  podían  cederlo  en  compensación 
de  Quito,  y  en  último  caso  sin  ella.  Que  ofreciesen  recíproca  libertad 
de  comercio.  Que  se  opusiesen  al  proyecto  de  una  confederación 
de  España  con  las  Repúblicas  americanas,  porque  ello  "  sería  origen 
de  desavenencias  y  aim  de  rompimientos".  Que  en  caso  extremo 
aceptasen  "una  alianza  simple  ó  puramente  defensiva,  y  si  fuese 
forzoso,  ofensiva  y  defensiva".  Por  último  —  dicen  las  ins- 
trucciones —  "como  tal  vez  entra  en  las  miras  de  la  España  pro- 
poner algún  príncipe  de  la  casa  de  Borbón  para  soberano  de  Co- 
lombia, protestarán  contra  semejante  proposición,  que  no  será  acep- 
tada por  ningún  motivo  aunque  se  ofrezcan  las  mayores  ventajas. 


1.  Refiere  Morillo  desde  Carache:  "Acabo  de  llegar  del  pueblo  de  Santa  Ana, 
en  donde  pasé  ayer  uno  de  los  días  más  alegres  de  mi  vida  en  compañía  de  Bolívar 
y  de  vanos  oficiales  de  su  estado  mayor  á  quienes  abrazamos  con  el  mayor  carifto. 
Bolívar  vino  solo  con  sus  oficiales,  entregado  á  la  buena  íe  y  á  la  amistad,  y  yo 
hice  retirar  inmediatamente  una  pequefia  escolta  que  me  acompañaba.  —  No  puede 
U.  ni  nadie  persuadirse  de  lo  interesante  que  fué  esta  entrevista,  ni  de  la  cordialidad 
y  amor  que  reinó  en  ella.  Todos  hicimos  locuras  de  contento,  pareciéndonos  un 
sueño  el  vemos  allí  reunidos  como  españoles,  hermanos  y  amigos.  Crea  U.  que  la 
franqueza  y  la  sinceridad  reinaron  en  esta  reunión.  Bolívar  estaba  exaltado  de 
alegría;  nos  abrazamos  un  millón  de  veces,  y  determinamos  erigir  un  monumento 
para  eterna  memoria  del  principio  de  nuestra  reconciliación  en  el  sitio  en  que  nos 
dimos  el  primer  abrazo*'. 


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—    296    — 

Esta  protesta  debe  hacerse  extensiva  no  sólo  á  los  Borbones,  sino 
á  cualquiera  casa  reinante  de  Europa  . ,  •  Colombia  será  indepen- 
diente, soberana  y  libre  de  toda  dominación  extranjera,  ó  dejará  de 
existir''. 

De  tránsito  para  la  Península,  los  plenipotenciarios  colombianos 
encontraron  en  Caracas  á  dos  comisionados  españoles,  —  D.  José 
Sartorio  y  D.  Francisco  E^pelius,  —  que  tenían  poderes  para  tratar 
sobre  armisticio,  pero  no  sobre  paz  definitiva.  El  24  de  marzo 
salieron  aquéllos  de  la  Guaira.  Y  fué  infructuosa  su  misión,  á  causa 
de  la  hoy  inconcebible  ceguedad  de  España,  que  seguía  considerando 
la  revolución  de  toda  la  América  como  una  simple  insurrección,  y 
sacrificó  de  esta  suerte  su  interés  inmediato  y  aun  su  porvenir^. 
Ya  el  30  de  noviembre,  1820,  el  embajador  español  en  Londres, 
duque  de  Frías,  había  escrito  al  agente  confidencial  de  Colombia, 
Francisco  Antonio  Zea,  lo  siguiente:  "En  cumplimiento  de  las  ór- 
denes que  acabo  de  recibir  de  mi  Gobierno,  debo  participar  á  V.  S. 
que  el  Ministerio  de  S.  M.,  después  de  considerar  detenidamente  la 
propuesta  de  reconciliación  entre  España  y  sus  provincias  disidentes 
de  Ultramar,  que  V,  S.  me  dirigió  en  carta  de  4  de  octubre  último, 
ha  encontrado  que  la  base  principal  de  aquellas  propuestas  (la  In- 
dependencia), y  por  consiguiente  toda  su  naturaleza,  es  absoluta- 
mente inadmisible''.  Y  cuando  llegaron  á  Madrid  Revenga  y  Eche- 
verría, no  se  les  reconoció  siquiera  en  su  carácter  oficial;  aunque 
sí  se  les  permitió  permanecer  allí,  como  particulares,  hasta  setiembre 
de  1821. 

A  tiempo  que  partían  de  Bogotá  los  plenipotenciarios  colom- 
bianos, prodújose  en  la  ciudad  de  Maracaibo  un  incidente  inesperado, 
que  los  españoles  consideraron  como  violación  del  armisticio.  Desde 
que  se  publicó  allí  la  constitución  de  Cádiz,  en  julio  del  año  an- 
terior, el  nuevo  Ayimtamiento,  elegido  por  el  pueblo,  y  el  Gober- 
nador D.  Franciso  Delgado,  venían  en  tratos  secretos  con  el  general 
republicano  Rafael  Urdaneta,  que  ocupaba  con  sus  tropas  la  vecina 
provincia  de  Trujillo  y  contaba  en  Maracaibo,  de  donde  era  oriundo, 
con  valiosas  relaciones  personales  2,  El  28  de  enero,  1821,  una 
asamblea  popular  promovida  por  las  mismas  autoridades  españolas, 
declaró  que  el  territorio  de  Maracaibo  se  constituía  en  "República 
democrática"  y   se   unía   á   los    pueblos   de   Colombia.    Y   al  día 

1.  Véase  en  el  presente  tomo  el  capítulo  sobre  las  Relaciones  Exteriores  de 
Colombia:  Hb.  3°. 

2.  Véanse  pormenores  en  Baralt,  también  maracaibero,  Resumen  de  la 
Historia  de  Venezuela,  t.  UI,  cap.  lU,  y  en  las  Memorias  de  Urdaneta,  p.  305 
y  siguientes. 


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—    297    — 

siguiente  el  oficial  patriota  José  Heras,  que  se  hallaba  en  Gibraltar 
con  un  destacamento,  ocupó  la  plaza  de  acuerdo  con  los  revolu- 
cionarios. 

Al  tener  noticia  de  lo  ociurido,  el  general  Urdaneta  se  apre- 
sura á  dirigir  un  oficio  (3  de  febrero)  al  Capitán  General  La  Torre, 
que  se  hallaba  en  Caracas,  diciéndole:  ^^Por  la  copia  (del  acta) 
que  incluyo  se  impondrá  V.  £.  de  la  novedad  ocurrida  en  Maracaibo. 
Este  es  un  suceso  igual  al  de  Guayaquil  (que  acababa  de  declararse 
mdependiente)  en  que  nosotros  no  hemos  tenido  parte;  y  por  tanto, 
ni  V.  £•  ni  el  mundo  podrán  mirar  este  hecho  como  infracción  del 
armisticio,  porque  ha  sido  obra  espontánea  de  aquel  pueblo,  dp 
acuerdo  con  las  autoridades  que  allí  existían  por  el  Gobierno  es- 
pañol". Y  el  11  de  febrero  añadió,  que  si  había  franqueado  una 
guarnición  á  los  insurrectos  de  Maracaibo,  lo  hizo  á  instancias  de  ellos 
mismos,  para  evitar  posibles  desórdenes,  y  á  reserva  de  dar  cuenta  á 
su  Gobierno;  finalmente,  "no  he  podido  desentenderme  de  las  súplicas 
de  los  habitantes  de  Maracaibo,  fundado  en  que  si  nos  es  licito  (en 
virtud  del  armisticio)  admitir  mutuamente  un  desertor  ó  un  pasado, 
con  mayor  razón  debe  serlo  la  admisión  de  un  pueblo  entero,  que 
por  sí  solo  se  insurreccione  y  se  acoja  á  la  protección  de  nuestras 
armas".  A  lo  que  contestó  La  Torre  (15  y  23  de  febrero)  califi- 
cando el  envío  de  tropas  á  Maracaibo  como  "  una  infracción  pública 
del  armisticio",  y  proponiendo  sin  embargo  un  medio  conciliatorio 
en  los  siguientes  términos:  "que  salgan  de  Maracaibo  las  tropas 
que  se  remitieron  para  su  guarnición,  retirándose  á  los  cantones 
de  que  proceden,  gobernándose  ella,  entre  tanto,  conforme  tenga 
por  conveniente,  obligándome  á  no  interrumpir  su  tranquilidad  hasta 
que,  avisados  recíprocamente  cuando  se  estime  oportimo,  volvamos 
á  las  hostilidades,  si  es  que  los  comisionados  que  se  dirigen  á  Es- 
paña por  parte  del  Gobierno  de  US.  no  ajustan  antes  las  diferen- 
cias que  nos  dividen". 

Antes  de  conocer  esta  proposición,  Bolívar  escribe  á  La  Torre 
desde  Cúcuta,  el  19  de  febrero:  "Empezaré  por  declarar  franca- 
mente que  he  desaprobado  la  marcha  del  comandante  Heras  á  Mara- 
caibo y  que  será  juzgado,  porque  ha  excedido  sus  facultades  no 
aguardando  la  resolución  de  su  jefe  para  acoger  bajo  la  protección 
de  las  armas  de  la  República  á  un  territoóo  que  pertenecía  á  la 
España  al  suspenderse  las  hostilidades ".  Pero  si  el  acto  del  oficial 
Heras  pudiera  ser  "motivo  aparente"  de  violación  del  tratado,  no 
lo  es  el  hecho  mismo  de  haberse  sustraído  Maracaibo  á  la  domina- 
ción española,  y  pedido  protección  á  la  República.  "El  armisticio 
de  Trujillo  no  incluye  ninguna   cláusula  que  nos  prive  del  derecho 


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—    298    — 

de  amparar  á  aquél  ó  á  aquéllos  que  se  acojan  al  Gk>biemo  de  Co- 
lombia. Por  el  contrario,  mis  negociadores  sostuvieron  contra  los 
del  Gobierno  español,  que  nos  reservábamos  la  facultad  de  amparar 
y  proteger  á  cuantos  abrazasen  nuestra  causa:  así,  no  se  hizo 
mención  en  el  tratado  del  artículo  en  que  exigía  S.  E.  el  conde  de 
Cartagena  (Morillo)  la  devolución  de  los  desertores  y  pasados  i.  El 
armisticio,  pues,  sólo  nos  prohibe  á  entrambas  partes  el  traspaso 
de  nuestros  respectivos  territorios  y  las  hostilidades ".  Invocando  el 
origen  de  la  Independencia  agrega:  "Si  Colombia  y  las  demás 
secciones  de  América  en  guerra,  forman  pueblos  separados  y  no 
pueden  considerarse  como  parte  de  la  monarquía  española,  porque 
los  derechos  posesivos  de  la  España  sobre  América  no  son  sino  los 
de  la  fuerza  y  los  de  la  conquista,  y  porque  éstos  cesan  de  regir 
cuando  cesa  la  posesión,  Maracaibo,  puesto  en  el  mismo  caso,  dejó 
de  ser  dominio  español  desde  el  28  de  enero,  y  las  armas  de  Co- 
lombia ocupándolo  han  ocupado  un  país  que  estaba  fuera  de  las 
leyes  españolas ;  que  no  era  ya  parte  de  la  nación  á  que  V,  E. 
pertenece,  y  que  estaba  en  libertad  de  elegir  su  forma  de  gobierno 
ó  de  incorporarse  al  pueblo  que  conviniese  más  á  sus  intereses  .  /' 
"Mas  si  ninguna  de  estas  consideraciones  es  suficiente  para  con- 
vencer á  V.  E.  de  la  legitimidad  de  mi  derecho  á  proteger  á  Mara- 
caibo, yo  adoptaré  un  medio  que  ha  sido  en  otros  casos  muy  aplau- 
dido. Nombremos  arbitros  por  ambas  partes  y  defiramos  á  su  de- 
cisión. Por  mi  parte,  cumplo  mi  oferta  de  Santa  Ana:  será  el 
(Gobernador  español  de  Caracas)  señor  brigadier  Correa". 

Tanto  la  sensata  proposición  de  La  Torre,  como  la  caballe- 
rosa insinuación  de  Bolívar  de  nombrar  arbitro  á  un  enemigo, 
hubieran  sido  medios  honrosos  de  darle  solución  al  incidente;  pero 
á  tal  distancia  uno  de  otro,  aquél  en  Caracas,  éste  en  Cúcuta,  y 
muy  entrado  ya  el  plazo  del  armisticio,  no  era  verosímil  que  se 
terminase  la  negociación  antes  de  renovar  las  hostilidades;  y  el 
resultado  fué  que  Maracaibo  quedó  en  poder  de  los  patriotas. 

Ya  se  advirtió  que  los  republicanos  consideraban  ventajoso  el 
armisticio  en  la  estación  seca  y  por  solo  el  tiempo  necesario  para 
reorganizar  y  concentrar  su  ejército;  por  lo  que  se  negaron  cate- 
góricamente en  Trujillo  á  aceptar  el  plazo  de  un  año  que  propu- 
sieron los  españoles.  En  cuanto  al  proyecto  de  reconciliación  defi- 
nitiva, vióse  también  que  el' Gabinete  de  Madrid  rechazó  de  plano 
la  condición  sin  la  cual  todo  tratado  era  imposible;  á  saber,  el 
reconocimiento  de  la  República.    Y  aquí  es    fuerza  notar  de  nuevo 

1.  Véase  la  nota  al  artículo  7^  del  segundo  tratado. 


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el  error  radical  de  la  diplomacia  española.  Apenas  se  concibe  como 
la  corona,  viendo  que  casi  todo  el  continente  americano  estaba  ya 
resuelto  á  emanciparse,  permaneciese  firme  en  su  empeño  de  re- 
ducirlo á  la  obediencia  ó  por  la  fuerza  ó  con  vagas  promesas  de 
garantías  constitucionales;  y  en  lo  relativo  á  Colombia,  mayor  era 
todavía  la  candidez  de  pensar  que  un  caudillo  como  Bolívar,  adies- 
trado en  diez  años  de  guerra  y  hombre  de  alto  entendimiento,  pu- 
diera al  fin  abandonar  la  causa  de  la  Independencia  para  resignarse 
al  puesto  de  segundón  de  Morillo  ó  de  La  Torre,  ó  cambiar  el 
noble  ideal  de  toda  su  vida  por  algún  destino  de  aparato  en  la 
anticuada  corte  de  Femando  Vil.  España,  alucinada  por  los  ror 
cuerdos  de  su  historia,  se  creía  aún  armada  del  brazo  conquistador 
de  Carlos  V,  ó  protegida  por  la  astuta  cabeza  de  Felipe  II,  sin  re- 
flexionar un  solo  instante  que  en  aquellos  caudillos  de  Ultramar, 
á  quienes  trataba  desdeñosamente  de  sediciosos  y  rebeldes,  habían 
reaparecido,  con  más  vigor  que  en  la  Península,  las  dos  grandes 
fuerzas  del  hispano  clásico,  —  la  fe  en  el  éxito,  la  constancia  indo- 
mable. 

Sabedor,  pues,  Bolívar  por  medio  de  sus  agentes,  de  que  toda 
gestión  pacífica  se  estrellaría  contra  la  intransigencia  del  rey  ó  sus 
ministros,  se  decidió  á  reanudar  las  hostilidades,  aun  antes  de  cum- 
plirse el  lapso  del  armisticio,  pretextando  que  las  enfermedades  y 
falta  de  mantenimientos  estaban  ya  diezmando  sus  tropas  de  los 
llanos.  Al  efecto  participó  á  La  Torre  el  5  de  marzo  desde  Tru- 
jillo,  y  el  10  desde  Boconó,  que  marchaba  á  Barinas  y  San  Femando, 
cuarteles  del  ejército,  donde  esperaría  sus  nuevas  proposiciones  de 
paz,  en  caso  de  tener  por  base  la  Independencia,  y  que  de  lo  con- 
trario, continuaría  la  guerra.  La  Torre  contestó  desde  Caracas  el 
19  de  marzo,  que  en  cumplimiento  del  artículo  12  del  tratado  de 
Trujillo  las  operaciones  militares  comenzarían  el  28  del  próximo 
abril;  mas  no  sin  quejarse  dm  que  el  jefe  republicano  diese  un 
'^paso  inesperado  é  inconcebible",  "desatendiéndose  absolutamente 
de  las  contestaciones  pendientes  sobre  el  acontecimiento  de  Mara- 
caibo,  y  de  las  conferencias  entabladas  con  sus  comisionados  sobre 
prorrogación  del  armisticio".  —  En  cuanto  á  lo  de  Maracaibo,  re- 
suelto Bolívar  á  apelar  de  nuevo  á  las  armas,  convencido  como 
estaba  de  que  el  Gobierno  español  no  reconocería  á  Colombia,  mal 
pudiera  ahora  convenir  en  la  proposición  de  La  Torre  de  declarar 
neutral  la  plaza  sublevada  hasta  la  conclusión  de  la  paz  —  que  era 
ya  imposible  — ,  ni  tampoco  renovar  su  propia  insinuación  de  so- 
meter el  punto  á  un  arbitrage.  Y  en  lo  tocante  á  las  conferencias 
que  menciona  el  jefe  realista,  si  es  verdad  que  las  hubo  en  Caracas 


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-    300    — 

entre  los  comisionados  Revenga  y  Echeverría  y  los  españoles  Sar- 
torio y  Espelius,  éstos  sin  embargo  no  habían  traído  poderes  de  la 
Península  sino  para  proponer  mía  suspensión  de  hostilidades,  — 
cosa  ya  convenida  en  el  tratado  de  Tujillo.  También  es  verdad 
que  Bolívar  dio  instrucciones  á  sus  comisionados  para  tratar  en 
Caracas  acerca  de  un  nuevo  armisticio;  pero  á  condición  de  que 
los  españoles  licenciasen  todas  sus  tropas  venezolanas,  reservando 
solamente  las  peninsulares,  y  entregasen  la  plaza  de  Cumaná  con 
sus  costas  vecinas  y  además  todo  el  territorio  de  las  provincias  de 
Maracaibo,  Río  Hacha  y  Santa  Marta,  en  compensación  de  lo  cual 
ofrecían  los  republicanos  licenciar  igual  número  de  tropas;  todo  con 
el  doble  fin  de  evitarse  los  inconvenientes  de  la  aglomeración  en 
los  cuarteles  de  invierno,  situados  en  lugares  insalubres,  y  esperar 
el  resultado  de  la  misión  á  España.  Claro  está  que  hubiera  sido 
peor  que  locura  por  parte  de  los  realistas  convenir  en  semejantes 
condiciones,  á  menos  de  querer  rendirse  á  discreción.  Ni  eran  tan 
lerdos  para  no  comprender  ahora  que  todas  las  ventajas  del  primer 
armisticio  resultaban  en  favor  de  los  patriotas;  que  éstos  no  lo 
prorrogarían  sino  con  estipulaciones  más  ventajosas  todavía;  y  que, 
por  último,  á  La  Torre  no  le  quedaba  más  recurso  que  aceptar  el 
reto  de  Bolívar  de  aventurar  en  una  suprema  campaña  la  suerte 
de  España  y  de  Colombia. 

Las  probabilidades  estaban  realmente  por  Colombia.  El  28  de 
abril,  día  fijado  para  las  hostilidades,  el  ejército  español  no  domi- 
naba sino  la  plaza  de  Cumaná  y  el  territorio  de  la  provincia  de 
Caracas  comprendido  entre  el  río  Uñare,  en  la  frontera  oriental,  y 
la  ciudad  de  Guanare  por  la  parte  de  Occidente.  Desde  ambos 
extremos  se  adelantan  á  un  tiempo  los  patriotas.  Bolívar  ocupa 
sucesivamente  las  plazas  de  Guanare  y  San  Carlos,  que  el  enemigo 
abandona  sin  pelear,  y  detiénese  en  la  última  hasta  mediados  de 
junio,  aguardando  la  división  de  Páez,  retrasada  en  los  llanos. 
Soublette,  á  la  sazón  Vicepresidente  de  Venezuela,  dirige  los  ope- 
raciones de  Oriente,  y  el  propio  28  de  abril  ordena  á  Bermúdez, 
comandante  de  la  división  acantonada  á  orillas  del  Uñare  (más  6 
menos  1,000  hombres),  que  invada  la  provincia  de  Caracas,  siguién- 
dole él  á  distancia. 

Bermúdez  dispersa  las  Quimeras  guerrillas  españolas  que  le 
salen  al  paso;  arrolla  un  batallón  en  las  cercanías  de  Guatire;  llega 
á  Petare  el  13  de  mayo,  ocupa  al  día  siguiente  la  capital,  de  donde 
acababan  de  retirarse  los  realistas  camino  de  Antímano;  les  alcanza 
y  derrota  en  el  Consejo,  y  persigúelos  hasta  la  Victoria.  Pero  aquí, 
amenazado  por  fuerzas  superiores,  retrocede  á  la  serranía,  y  en  el 


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lugar  llamado  el  Limoncito  sufre  la  más  completa  derrota  el  24  de 
mayo,  yendo  á  parar  á  Guatire.  £1  13  de  junio,  allegadas  otras 
fuerzas,  logra  desquitarse  en  el  combate  de  Santa  Lucia,  y  vuelve 
sobre  Caracas.  Desquite  efímero.  Los  españoles,  al  mando  del 
brigadier  Pereira,  lo  destrozan  en  las  calles  el  23  de  junio,  obli- 
gándole á  escaparse  por  el  camino  de  Petare. 

Mas  á  pesar  de  todo,  esta  campaña  de  Bermúdez  fué  favo- 
rable al  plan  general  de  los  patriotas,  pues  distrajo  una  parte  del 
ejército  enemigo,  al  tiempo  que  estaba  también  amenazado  por  la 
vía  de  San  Carlos  á  Valencia.  A  la  hora  misma  en  que  los  orien- 
tales salían  derrotados  de  Caracas,  Bolívar  pasó  revista  en  Tina- 
quillo  á  6,500  hombres.  La  primera  división,  compuesta  de  los 
batallones  Bravo  de  Apure  y  Británico,  éste  con  su  coronel, 
impasible  y  heroico,  el  inglés  Farriar,  la  mandaba  Páez.  Cedefio 
la^segunda,  formada  de  una  brigada  de  La  Guardia,  los  batallones 
Tiradores,  Boyacá  y  Vargas,  y  un  escuadrón  de  ginetes,  el 
Sagrado,  á  cuya  cabeza  blandía  su  lanza  el  llanero  Aramendi. 
La  tercera,  á  las  órdenes  de  Ambrosio  Plaza,  la  componían  otra 
brigada  de  La  Guardia,  y  los  batallones  Rifles  (mandado  por  el 
inglés  Sandes),  Granaderos,  Vencedores  de  Boyacá  y  Anzoá- 
tegui,  con  el  regimiento  de  caballería  de  otro  llanero  impetuoso, 
Rondón.  Marino,   ya  sumiso   á  Bolívar,   era  jefe  del  estado  mayor. 

En  la  mañana  del  24  de  junio  avistaron  el  ejército  de  La  Torre, 
que  ocupaba  la  llanura  de  Carabobo  y  colinas  circundantes.  Eran 
los  realistas  5,000,  repartidos  en  seis  columnas  de  infantería  y  tres 
de  caballería,  "situadas  de  manera  que  mutuamente  se  sostenían 
para  impedir  nuestra  salida  á  la  llanura  "i.  Bajaban  los  patriotas 
por  el  camino  que  atraviesa  el  alto  de  Buenavista,  tan  estrecho  que 
apenas  les  ofrecía  campo  para  desfilar,  y  ésto  bajo  los  fuegos  de 
la  artillería  é  infantería  españolas.  Bolívar,  cambiando  su  plan, 
ordenó  á  la  división  de  Páez  que  flanquease  el  enemigo  por  su 
derecha,  "que  parecía  más  débil";  pero  "debíamos  desfilar  por 
segunda  vez  para  atravesar  un  riachuelo  que  separa  la  colina  en 
que  se  había  desplegado  nuestro  ejército",  y  otra  desde  cuya  cumbre 
bajaron  al  punto  cuerpos  enemigos  á  disputar  el  desfiladero.  ^^Alli 
se  rompió  el  fuego  de  infantería,  sostenido  vigorosamente  por  am- 
bas partes.  El  batallón  Apure,  que  logró  al  fin  pasar,  no  pudo 
resistir  solo  la  carga  que  le  dieron:  ya  plegaba,  cuando  llegó  en  su 
auxilio   el  batallón  Británico   que   le  seguía"^.    Este,  peleando   á 

1.  Lo  que  va  y  sigue  entre  comillas  se  toma  del  parte  redactado  por  Pedro 
Brícefio  Méndez,  Ministro  de  Guerra  en  campaña. 

2.  De^ués  de  la  victoria  recibió  el  nombre  de  Carabobo. 


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—    302    — 

pie  firme,  dio  tiempo  á  que  se  reformase  el  de  Apure,  y  refor- 
zados ambos  con  dos  compañías  de  Tiradores,  ^^ decidieron  la 
batalla  ^\  En  vano  la  caballería  enemiga  intentó  luego  arrollar  ¿ 
nuestros  llaneros,  que  al  verse  en  campo  abierto  se  creían  ya  in- 
vencibles, y  vencieron.  ^^  Batallones  enteros  se  tomaron  prisioneros; 
otros,  arrojando  sus  armas,  se  dispersaron  disueltos  por  los  bosques^\ 
Menos  de  una  hora  había  durado  la  batalla.  La  Torre  y  su  segundo 
Morales  lograron  escaparse  merced  á  la  admirable  resistencia  del 
primer  batallón  de  Valencey,  que  formado  en  cuadro  por  su 
coronel  D.  Tomás  García,  se  retiró  á  Valencia.  "Nuestra  pérdida 
no  es  sino  dolorosa  —  escribió  Bolívar  al  día  siguiente  — :  apenas 
200  muertos  y  heridos".  Entre  los  muertos  se  encontró  á  los  jefes 
de  la  segunda  y  tercera  divisiones.  Cedeño  —  agrega  el  Liberta- 
dor —  "desesperado  de  no  poder  entrar  en  la  batalla  con  toda  su 
división  por  los  obstáculos  del  terreno,  dio  solo  contra  una  masa 
de  infantería  (la  de  Valencey)  y  murió  en  medio  de  ella  del  modo 
heroioo  que  merecía  terminar  la  noble  carrera  del  bravo  de  los 
bravos  de  Colombia . . .  Igual  dolor  sufre  la  República  con  la  muerte 
del  intrepidísimo  coronel  Plaza,  que  lleno  de  un  entusiasmo  sin 
ejemplo  se  precipitó  sobre  un  batallón  enemigo  á  rendirlo''. 

La  Torre  fué  á  encerrarse  en  Puerto  Cabello,  que  debía  ser 
el  último  refugio  de  la  dominación  española  en  Venezuela.  Bolívar 
siguió  á  Caracas.  Al  brigadier  D.  José  Pereira,  que  con  la  guar- 
nición realista  de  la  capital  había  pasado  á  la  Guaira,  le  propuso 
la  más  generosa  capitulación,  inspirándose  en  el  tratado  sobre 
regularización  de  la  guerra.  Le  concedió  (4  de  julio)  que  se  em* 
barcase  con  los  oficiales  y  tropa  que  quisiesen  seguirlo,  á  condición 
solamente  de  no  continuar  haciendo  armas  contra  Colombia  en  la 
presente  guerra.  Le  siguieron  200  á  Puerto  Cabello:  los  demás 
prefirieron  incorporarse  en  el  ejército  republicano.  Y  tan  com- 
pletamente había  ya  olvidado  su  antiguo  sistema  de  represalias, 
para  con  todos  los  vencidos,  que  La  Torre  se  apresuró  á  escribirle 
desde  Puerto  Cabello  el  6  de  julio:  "Ha  llegado  á  mi  noticia  que 
por  V.  E.  han  sido  tratados  con  toda  consideración  los  individuos 
del  ejército  de  mi  mando  que  han  tenido  la  desgracia  de  ser  pri- 
sioneros de  guerra.  Doy  á  V.  E.  las  debidas  gracias  por  este  rasgo 
de  humanidad,  que  me  hace  disminuir  el  sentimiento  de  la  suerte 
de  dichos  individuos;  esperando  qtte  continuará  V.  E.  de  este  modo 
dando  pruebas  nada  equívocas  de  que  hace  renacer  las  virtudes 
sociales  que  habían  desaparecido  por  el  enardecimiento  de  las 
pasiones . . .".  —  Quiso  Bolívar  aprovechar  esta  ocasión  para  con- 
cluir con  La  Torre  otro  armisticio;   mas  no  bien  se  abocaron  los 


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comisionados  republicanos  con  ios  realistas,  convenciéronse  aquéllos 
de  que  el  jefe  español  se  proponía  solamente  ganar  tiempo  en  la 
discusión  de  pormenores,  para  enviar  clandestinamente  una  expedi- 
ción sobre  las  costas  de  Coró,  la  cual  salió  en  efecto  antes  de 
interrumpirse  la  negociación. 

Breves  semanas  pasó  Bolívar  en  Caracas  y  Valencia,  prepa- 
rando su  plan  de  campaña  á  Quito  y  el  Perú,  preocupación  que  no 
le  abandonaba  un  momento  desde  el  año  anterior,  porque  mientras 
estos  países  permaneciesen  btijo  el  dominio  de  España  no  era  po- 
sible dejar  asegurada  la  independencia  de  Colombia.  Organizó 
provisionalmente  el  gobierno  político  de  la  provincia  nombrtmdp 
Gobernador  al  Dr.  José  María  Ramírez,  quien  debía  ejercer  también 
las  funciones  de  juez  de  apelación  hasta  que  se  instalase  la  Corte 
Superior  de  justicia.  A  los  alcaldes  y  regidores  de  la  capital,  que 
el  30  de  junio  se  declararon  cesantes,  por  haber  sido  elegidos  du- 
rante el  régimen  español,  los  mantuvo  en  sus  destinos,  "persua- 
dido —  les  dijo  —  de  que  merecían  la  confianza  del  pueblo . . ." 
Sin  embargo,  el  6  de  agosto  el  Vicepresidente  Soublette  mandó 
proceder  á  nueva  elección. 

Otra  medida  causó  grande  alarma,  y  fué  la  declaración  de 
que  seguía  vigente  la  ley  expedida  en  Guayana  sobre  secuestro  de 
las  propiedades  de  emigrados,  ley  que,  á  pesar  de  sus  excepciones 
humanitarias,  contribuía  á  fomentar  la  discordia  entre  republicanos 
y  realistas,  sin  atender  siquiera  á  que  fuesen  criollos  ó  peninsulares. 
Se  ordenó,  pues,  el  secuestro  general,  inclusive  los  frutos  y  efectos 
que  los  emigrados  tuviesen  en  sus  haciendas  y  almacenes,  poniendo 
aquéllas  en  administración  y  vendiendo  los  frutos  por  cuenta  del 
Estado.  Pretendió  Soublette  suavizar  esta  medida,  decretando  que 
las  haciendas  se  administrasen  por  los  más  próximos  parientes  el» 
los  emigrados,  ó  por  sus  herederos  conjuntamente  con  el  Gobierno]; 
pero  Bolívar  se  apresuró  á  revocar  el  decreto  (San  Mateo,  27  de 
julio)  y  mandó  que  los  administradores  fuesen  sin  excepción  per- 
sonas extrañas,  en  quienes  se  pudiese  hacer  efectiva  la  responsa- 
bilidad en  caso  de  malversación.  Lo  último  fué  simple  pretexto. 
Responsabilidad  no  hubo  en  ningún  casó.  El  rigor  de  los  secuestros 
vino  de  que,  exhausto  el  tesoro,  no  se  halló  otro  medio  de  sacar 
de  la  indigencia  algunas  familias  de  los  patriotas  muertos,  y  espe- 
cialmente cumplir,  siquiera  en  parte,  el  ofrecimiento  que  hizo  Bo- 
lívar desde  1817  á  los  oficiales  de  las  tropas  llaneras,  más  exigentes 
que  todos  los  demás,  de  recompensarles  con  bienes  del  Estado  su 
colaboración  á  la  Independencia,  Eran  los  llaneros  "  hombres  acostum- 
brados  á  alcanzarlo   todo   por  la  fuerza,   habituados   á   la   guerra. 


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poco  ó  nada  sensibles  á  los  sentimientos  de  generosidad  y  despren- 
dimiento i".  Al  coronel  Aramendi,  por  ejemplo,  (y  como  él  eran 
Rondón  y  Leonardo  Infante  y  muchos  más),  fué  preciso  darle  sin 
tardanza  la  hacienda  de  un  español.  De  cómo  la  administraría,  juz- 
gúese por  algunos  hechos  de  su  vida.  En  1817  mata  á  estocadas 
en  la  isla  de  Achaguas  al  comandante  Calixto  García;  en  1818  ^^se 
agarra  á  las  manos"  en  San  Femando  con  el  general  Cedeño;  Bo- 
lívar lo  manda  preso  á  Angostura-  para  juzgarlo,  pero  se  fuga  y 
vuelve  á  las  filas  de  Páez;  en  1821  **se  agarra  á  sablazos"  en  Ca- 
racas con  el  coronel  Miguel  Vásquez,  Gobernador  de  la  plaza;  Páez, 
para  salir  de  él,  resuelve  despacharlo  á  Guasdualito  ...  de  coman- 
dante de  armas;  en  Guasdualito  empieza  por  poner  en  el  cepo  al 
alcalde,  se  mezcla  en  una  revolución  de  los  pardos  contra  los 
blancos,  y  por  viejos  rencores  intenta  asesinar  al  general  Miguel 
Guerrero,  Gobernador  de  la  provincia,  quien  lo  manda  matar  ni 
más  ni  menos  que  como  á  un  tigre  cebado  2,  Largo  tiempo  debía 
trascurrir  para  que  fuese  posible  domar  en  ciertas  capas  sociales 
los  instintos  salvajes  de  la  época  de  Boves. 

Como  no  hubiese  en  caja  existencia  alguna  para  atender  á  la 
mantención  y  equipo  del  ejército,  ordenó  también  Bolívar  en  el 
mes  de  julio,  que  se  exigiese  un  empréstito  á  los  comerciantes  y 
hacendados  para  confeccionar  diez  mil  vestidos  de  tropa,  y  otro 
empréstito  de  25,000  pesos  á  los  propietarios  de  Caracas  y  la  Guaira, 
ofreciendo  en  garantía  derechos  de  aduana  y  el  producto  de  las 
haciendas  embargadas;  que  se  continuase  cobrando  provisional- 
mente las  mismas  contribuciones  establecidas  por  el  Gobierno  es- 
pañol; que  se  suprimiese  del  todo  la  moneda  de  cobre,  llamada  de 
^^  señas ",  y  se  acuñase  de  plata.  Las  circunstancias  eran  realmente 
apremiantes.  'El  ejército  acuartelado  en  Valencia  constaba  de  6,000 
hombres,  mal  vestidos,  escasamente  racionados;  la  mitad  por  lo 
menos  debían  marchar  cuanto  antes  á  la  campaña  del  Pacífico,  y 
si  la  comisaría  no  allegaba  fondos,  ^^será  forzoso  —  escribía  Bolívar 
á  Soublette  —  saquear  y  desolar  el  país  para  mantener  á  nuestros 
miserables  soldados".  Con  todo,  no  fué  posible  reunir  en  Caracas 
el  dinero  suficiente.  En  Bogotá,  más  afortunado  ó  más  hábil  anduvo 
Santander,  pues  el  30  de  julio  anunció  el  envío  de  al  menos  30,000 
pesos. 

Bolívar  emprende  viaje  por  Valencia,  Barquisimeto,  Trujillo, 
Maracaibo,  y  á  fines  de  setiembre  llega  al  Rosario  de  Cúcuta,  donde 


1.  Nota  de  Brícefio  Méndez  al  Ministro  de  Hacienda:  Valencia ^  20deju]iO|  1831. 

2.  Carta  de  Guerrero  á  Bolívar:    Barínas,  23  de  marzo,  1827. 


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estaba  celebrando  sus  sesiones  el  congreso  colombiano  desde  el 
6  de  mayo.  Soublette  quedó  en  Venezuela  como  Vicepresidente 
y  director  de  las  operaciones  militares,  teniendo  bajo  sus  órdenes, 
nominalmente,  á  tres  generales  en  jefe;  á  saber,  Bermúdez  en  las  pro- 
vincias orientales,  Páez  en  las  de  Caracas  y  Barínas,  Marino  en  las 
de  Occidente.  La  guerra  durará  aún  más  de  dos  años;  y  por  otra 
parte,  ya  Soublette,  hombre  de  entendimiento  claro,  pero  medroso 
y  tímid(^  prevé  las  próximas  complicaciones  y  se  asusta.  El  15  de 
noviembre  le  escribe  á  Bolívar:  "Mucho  siento  que  usted  se  aleje 
de  nosotros  en  estas  circimstandas,  y  mucho  temo  que  nos  veamos 
envueltos  en  males  enormes.  Me  deja  U.  en  Venezuela,  y  U.  sabe 
que  yo  no  puedo  conducir  este  mundo.  Para  mayor  alivio,  quedan 
Páez  y  Marino  con  grandes  mandos  militares,  independientes  uno 
étl  otro,  y  sujetos  á  Dios,  porque  U.  nada  me  ha  dicho.  Si  quedan 
sujetos  á  esta  Vicepresidencia,  que  sería  lo  más  regular,  fácil  es 
concebir  las  dificultades 'que  yo  encontraré,  y  encontrará  cualquiera 
que  no  sea  U.,  para  hacer  que  las  cosas  lleven  una  marcha  regular 
y  conveniente,  que  las  rentas  se  organicen,  y  que  el  país  no  sea 
un  Bajo  Apure  y  un  Maturín . .  •  Todos  los  jefes  y  oficiales  al 
servicio  del  rey  que  se  habían  presentado  en  el  Alto  Llano,  se  le- 
vantan y  forman  guerrillas  que  entran  en  Camatagua,  Barbacoas, 
Sombrero,  Calvario,  etc.,  y  no  hay  quien  dé  impulso  á  nuestras 
fuerzas  mientras  el  Excmo.  General  en  Jefe  (Páez)  se  pasea  en 
Achaguas.  Si  aún  yo  estuviera  seguro  de  ^ue  no  volvía,  me  iría 
á  Valencia,  y  desentendiéndome  de  todo  el  mundo  reduciría  mi 
atención  al  territorio  de  este  lado  del  Apure,  y  dejaríamos  allá  á 
Páez  con  su  patriedta;  porque  contar  con*  rentas,  ni  con  estableci- 
miento de  ninguna  especie  en  aquella  provincia,  mucho  más  después 
que  sepan  que  U.  está  en  el  Perú,  es  tiempo  perdido".  —  Bolívar, 
empujado  por  su  temperamento,  no  gustaba  de  mirar  kacia  atrás. 
Y  en  esta  ocasión  tenía  otro  motivo  más  imperioso  para  no  de- 
tenerse á  resolver  cuestiones  de  administración  local.  Comprendió 
que  la  libertad  de  Venezuela  y  Nueva  Granada  ^ería  siempre  cosa 
aleatoria  mientras  quedasen  ejércitos  españoles  en  los  países  del 
Sur.    Y  marchó  á  completar  allí  su  empresa  de  emancipación. 


Fortonl,  Ifistoñt  ConstitiidoiuL  ^ 


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Libro  tercero 

LA  GRAN  COLOMBIA. 


20* 


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Capitulo  L 

Constitución  y  leyes  de  1821. 

Sumario.  Orígenes  constitucionales  de  Nueva  Granada  y  del 
Ecuador  —  De  1810  á  1821  —  Congreso  de  CúcuU  —  Tendencias 
contradictorias  acerca  de  la  Unión  Colombiana  —  Triunfan  los 
centralistas  —  Ley  fundamental  de  la  Unión,  12  de  julio  —  Cons- 
titución nacional,  30  de  agosto  —  Quienes  son  ciudadanos  de  Co- 
lombia —  División  territorial  —  Régimen  electoral  —  Asambleas 
parroquiales  y  asambleas  provinciales  —  Poder  Legislativo  —  Com- 
posición de  la  Cámara  de  Representantes  —  No  se  mantiene  el 
Senado  vitalicio^  de  Angostura  —  Poder  Ejecutivo  —  Lo  ejerce  un 
Presidente  elegido  por  cuatro  años  —  Decretos  sobre  facultades 
extraordinarias:  dictadura  de  hecho  —  Consejo  de  Gobierno  y  Mi- 
nisterio —  Poder  Judicial  —  Distritos  judiciales  —  Organización 
mterior  de   la  República  —  Departamentos,   provincias,   cantones, 

Grroquias  —  Reforma  de  la  constitución  —  ¿ases  inalterables  — 
yes  que  complementan  la  constitución  —  Abolición  gradual  de  la 
esdavitikl  —  Condición  de  los  indios  —  Libertad  religiosa  —  Juris- 
dicción eclesiástica  —  Derecho  de  patronato  —  Ley  de  imprenta  — 
Leyes  fiscales  —  Supresión  de  conventos  y  aplicación  de  sus  rentas 
á  la  instrucción  pública  —  Escudo  de  armas  —  Bogotá,  capital  de 
la  República  —  rrotesta  de  Caracas  contra  la  constitución  de  Cúcuta. 

La  revolución  de  Independencia  empezó  á  un  tiempo,  y  por 
causas  análogas,  en  las  provincias  de  Nueva  Granada  y  Quito,  que 
van  á  formar  con  kts  de  Venezuela  la  República  de  Colombia  i. 

La  Nueva  Granada,  erigida  en  Presidencia  separada  del 
Virreinato  del  Perú,  en  1563;  ascendida  á  Virreinato  en  1719;  con- 
vertida otra  vez  en  Presidencia  en  1 724,  y  declarada  definitivamente 
Virreinato  en  1740,  imita  en  1810  el  movimienlo  revolucionario  de 
Caracas.    Cartagena  y  Pamplona  inician  en  junio  la  revolución,   y 

1.  Para  k  evolución  general  de  aquellas  provincias  véase  á  José  Manuel  Res- 
trepo,  Historia  de  la  Revolución  de  la  República  de  Colombia,  Besanzón, 
1858;  y  para  su  movimiento  constitucional,  á  Justo  Arosemena,  Estudios  cons- 
titucionales sobre  los  gobiernos  de  la  América  latina,  París,  1878. 


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-    310    — 

en  julio  el  Socorro  y  Santa  Fe  de  Bogotá.  El  Ayuntamiento  bogo- 
tano decide  el  20  de  julio  constituir  una  Junta  que  gobierne  á  nombre 
de  Femando  VII,  hasta  que  sea  restituido  al  trono  de  España;  y  al 
día  siguiente  se  instala  la  Junta,  compuesta  del  Ayuntamiento  y 
veinticuatro  diputados  del  pueblo.  Nombra  presidente  al  virrey 
Amar;  pero  un  motín  lo  reduce  á  prisión  el  25  de  julio,  y  es  expul- 
sado el  5  de  agosto. 

No  ejerció  al  principio  la  Junta  de  Bogotá  la  misma  autoridad 
nacional  que  la  de  Caracas,  á  consecuencia  de  haberse  formado  en 
las  provincias  granadinas  dos  partidos  adversarios,  centralista  el 
uno  y  federalista  el  otro;  los  cuales  hicieron  más  difícil  que  en 
Venezuela  —  donde  la  tendencia  federalista  fué  casi  unánime  —  la 
pronta  adopción  de  ima  ley  constitucional  para  todo  el  territorio. 
En  27  de  noviembre  de  1811,  los  diputados  de  Antíoquia,  Cartagena, 
Neiva,  Pamplona  y  Tunja  sancionaron  un  ^^acta  federal  ^^  para  las 
^^  Provincias  unidas  de  la  Nueva  Granada^';  mas  se  negaron  á  fir- 
marla loa  diputados  de  Cundinamarca  y  el  Chocó,  que  representaban 
las  ideas  de  D.  Antonio  Nariño,  jefe  del  partido  centralista;  y  aunque 
la  asamblea  de  la  misma  provincia  de  Cundinamarca  aceptó  el  acta 
federal  en  mayo  de  1812,  Nariño,  que  gobernó  allí  de  hecho  hasta 
1814,  no  la  cumplió  nunca,  y  se  rebeló  contra  la  autoridad  del  con- 
greso nacional. 

Se  instaló  éste  en  la  villa  de  Leiva,  provincia  de  Tunja,  el 
4  de  octubre  de  1812;  encargó  provisionalmente  del  Gobierno  á  su 
presidente  Camilo  Torres;  reformó  en  setiembre  de  1814  el  acta 
federal  del  año  de  1 1 ;  declaró  en  suspenso  las  facultades  legblatívas 
de  las  provincias;  confirió  el  ejercicio  del  Poder  Ejecutivo  á  un 
tríumvirato,  y  en  enero  de  1815  se  trasladó  á  Bogotá,  capital.de  la 
provincia  de  Cundinamarca,  que  Bolívar  acababa  de  someter  por  la 
fuerza  (en  diciembre  de  1814)  á  la  obediencia  del  Gobierno  federal. 
En  noviembre  de  1815,  el  congreso  reformó  otra  vez  la  organlsación 
del  Poder  Ejecutivo,  confíándolo  á  un  Presidente;  pero  á  los  treinta 
días.  Morillo  tomó  la  plaza  de  Cartagena  y  reconquistó  todo  el  terri- 
torio. Entró  á  Bogotá  el  26  de  mayo  de  1816,  cometiendo  las 
mismas  crueldades  que  Boves  y  Moxó  en  Venezuela.  El  Presidente 
Camilo  Torres,  el  sabio  Francisco  José  Caldas,  Joaquín  Camacbo, 
Miguel  Pombo,  Mamusl  Toríces  y  ciento  veinte  patriotas  más,  fueron 
al  punto  inmolados  por  el  jefe  español,  que  llegaba,  sin  embargo, 
con  el  título  de  Pacificador.  Igual  sistema  de  pacificación  emplearon 
luego  sus  sucesores  Sámano  y  Montalvo;  y  el  bárbaro  régimen  de 
la  reconquista  se  prolonga  en  Nueva  Granada  hasta  que  en  1819 
ganan. Bolívar  y  Santander  la  batalla  de  Boyacá. 


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—    311     — 

La  Presidencia  de  Quito  formaba  parte  del  Virreinato  grana- 
dino desde  1740.  En  10  de  agosto  de  1809,  reúnese  en  la  capital 
una  asamblea  de  diputados  del  pueblo,  declarando  en  seguida  que 
cesan  en  sus  funciones  todos  los  magistrados  españoles:  constituye 
una  Junta  Suprema  para  que  gobierne  interinamente  —  dice  el 
acta  —  "  á  nombre  y  como  representante  de  nuestro  legítimo  soberano 
el  señor  don  Femando  Vil,  y  mientras  S.  M.  recupera  la  Península 
ó  viene  á  imperar";  y  elige  Presidente  al  marqués  de  Selva  Alegre. 
Apenas  dos  meses  gobierna  la  Junta,  pues  en  octubre  ya  la  capital 
está  en  poder  de  las  fuerzas  que  enviara  á  someterla  el  virrey  de 
Santa  Fe.  El  10  de  agosto  de  1810,  veintiocho  de  los  revolu- 
cionaríos  mueren  en  sus  calabozos  á  manos  de  los  soldados  espa- 
ñoles. Resurge,  empero,  la  revolución  el  22  de  setiembre  del  propio 
año,  instalando  otra  Junta  de  gobierno  á  nombre  de  Femando  VII, 
y  convertida  en  congreso  con  los  diputados  de  siete  provincias,  de- 
clara la  Independencia  en  diciembre  de  1811.  Independencia  efí- 
mera. En  1812,  el  jefe  español  D.  Toribio  Montes,  nombrado  por 
la  Regencia  de  Cádiz  Presidente  y  Comandante  General  de  las  pro- 
vincias de  Quito,  reconquista  todo  el  territorio  y  hace  jurar  la  cons- 
titución española.  A  los  ocho  años,  en  octubre  de  1820,  el  pueblo 
de  Guayaquil  depone  á  las  autoridades  realistas  y  constituye  un 
Gobierno  independiente,  compuesto  de  los  patriotas  José  Joaquín  de 
Olmedo,  Francisco  Roca  y  Rafael  Gimena,  Gobierno  que  celebra 
daqpués  un  tratado  (15  de  mayo,  1822)  con  el  plenipotenciario  colom- 
biano, Antonio  José  de  Sucre,  en  virtud  del  cual  la  provincia  de 
Guv^aquil  se  pone  desde  luego  bajo  los  auspicios  y  protección  de 
ColcMnbia,  y  ofrece  incorporarse  á  ésta  cuando  queden  libertadas  las 
de  Quito  y  Cuenca.  A  los  once  días  (26  de  mayo)  el  ejército 
libertador,  mandado  por  el  propio  Sucre,  ocupa  á  Quito,  quedando 
por  consecuencia  incluido  todo  el  Ecuador  en  la  República  de 
Colombia. 

£1  congreso  constituyente  de  Colombia  se  instaló  en  la  villa 
del  Rocano  de  Cúcuta  el  6  de  mayo  de  1821,  con  57  diputados  de 
los  95  que  correspondían  á  las  diecinueve  provincias  que  pudieron 
practicar  elecciones;  y  nombró  presidente  de  sus  sesiones  al  grana- 
íiino  FéEx  Restrepo  y  vicepresidente  al  venezolano  Femando 
Peñalver. 

Dos  tendencias  contradictorias  dividieron  en  seguida  á  los  dipu- 
tados, respecto  del  lazo  constitucional  que  debía  unir  á  las  provin- 
cias de  Venezuela  con  las  de  Nueva  Granada.  (De  las  del  Ecuador, 
que  no  estaban  todas  libertadas,  se  suponía  que  aceptarían  necesaria- 
mente cualquier  pacto).   Muchos  diputados  granadinos  abogaron  por 


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—    312    — 

que  ambos  Estados  conservasen  su  autonomía  é  independencia  bajo 
un  sistema  de  gobierno  federativo;  pero  triunfaron  al  fin  los  que, 
inspirándose  en  las  ideas  políticas  de  Bolívar  y  de  Nariño,  (á  la 
sazón  Vicepresidente  interino),  preferían  la  forma  centralista.  En 
12  de  julio,  el  congreso  ratificó  la  ^^Ley  fundamental  de  la  unión 
de  los  pueblos  de  Colombia^',  dictada  en  Angostura  el  17  de  di- 
ciembre de  1819,  y  se  les  declaró  reunidos  desde  luego  ^^en  un  solo 
cuerpo  de  nación,  bajo  el  pacto  expreso  de  que  su  gobierno  es  y 
será  siempre  popular  representativo^'.  De  acuerdo  con  esto,  quedó 
sancionada  la  constitución  definitiva  el  30  del  próximo  agosto^. 

Tiénense  por  colombianos:  todos  los  hombres  libres  nacidos 
en  el  territorio,  y  sus  hijos;  los  que  estaban  radicados  en  él  al 
tiempo  de  la  revolución,  si  permanecen  fieles  á  la  Independencia,  y 
los  extranjeros  que  adquieran  carta  de  naturaleza^. 

Divídese  el  territorio  en  departamentos,  provincias,  cantones  y 
parroquias;  y  en  cuanto  á  los  no  libertados  todavía,  se  estatuye  que 
se  incorporarán  oportunamente  á  la  República  con  derechos  y  re- 
presentación iguales. 

Las  elecciones  se  practican  en  asambleas  parroquiales  y  en 
asambleas  electorales  ó  de  provincia.  Las  primeras  votan  por  el 
elector  ó  electores  que  correspondan  al  cantón  (uno  por  cada  cuatro 
mil  almas,  y  otro  más  por  un  residuo  de  tres  mil);  las  segundas, 
por  el  Presidente  y  Vicepresidente  de  la  República,  senadores  y  di- 
putados. Para  ser  sufragante  parroquial  sé  requiere:  ser  colombiano, 
casado  ó  mayor  de  veintiún  años,  dueño  de  una  propiedad  raíz  del 
valor  libre  de  cien  pesos,  ó  ejercer  oficio,  profesión,  comercio  ó 
industria  útil  con  casa  ó  taller  abierto,  sin  depender  de  otro  como 
jornalero  ó  sirviente.  La  condición  de  saber  leer  y  escribir  se 
aplaza  hasta  el  año  de  1840.  Para  ser  elector  es  preciso:  ser  sufra- 
gante parroquial  no  suspenso,  mayor  de  veintiún  años  y  vecino  del 
cantón,  dueño  de  una  propiedad  raíz  que  valga  quinientos  pesos, 
ó  empleado  público  ó  usufructuario  de  bienes  con  renta  anual  de 
trescientos  pesos,  ó  profesor  de  alguna  ciencia,  ó  graduado  en  la 
misma. 

El  Poder  Legislativo  lo  ejercen  la  Cámara  del  Senado  y  la  de 
Representantes.  Reunidas  en  congreso,  tienen  las  atribuciones  que 
señaló  la  constitución  de  Angostura,  sin  ninguna  variante  sustancial. 
En  los  años  de  elecciones  nacionales,  verifican  los  escrutinios  rela- 
tivos á  Presidente,  Vicepresidente  y  Senadores. 


1.  Se  insertará  al  fin  de  esta  obra. 

3.  Sobre  naturalización  de  extranjeros  véanse  las  leyes  de  1821  y  23. 


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—    313    — 

Para  componer  la  Cámara  de  Representantes,  cuyas  funciones 
duran  cuatro  años,  cada  provincia  nombra  uno  por  treinta  mil  almas 
de  su  población  y  otro  por  el  exceso  de  quince  mil,  teniendo 
siempre  derecho  á  un  Representante  aun  cuando  sea  menor  su 
población.  A  proporción  que  ésta  aumente,  la  base  de  treinta  mil 
almas  podrá  aumentarse  hasta  cincuenta  mil.  Provisionalmente  se 
dispone  (art  85)  que  el  congreso  señale  por  un  decreto  el  número 
de  Representantes  que  ha  de  nombrar  cada  provincia  mientras  se 
forman  censos.  Se  hizo  el  reparto  con  fecha  13  de  octubre,  to- 
cándoles dos  Representantes  á  las  provincias  de  Guayana,  Cumaná, 
Barcelona,  Mérida,  Maracaibo,  Mariquita,  Neiba  y  Santa  Marta;  doce 
á  la  de  Caracas;  siete  á  la  de  Tunja;  seis  á  las  de  Bogotá,  Popayán 
y  Cartagena;  cinco  á  la  del  Socorro;  tres  á  las  de  Pamplona,  Antio- 
quia  y  Barinas,  y  uno  á  las  de  Margarita,  Coro,  Trujillo,  Casanare, 
el  Chocó  y  Riohacha. 

Para  ser  Representante  se  requiere,  además  de  las  condiciones 
de  elector:  ser  natural  ó  vecino  de  la  provincia;  haber  residido  en 
el  territorio  nacional  durante  los  dos  años  que  preceden  á  la  elec- 
ción, á  menos  que  se  justifique  la  ausencia  por  servicio  de  la  Re- 
pública, ó  permiso  del  Gobierno  ú  otro  motivo  patriótico,  y  ser 
dueño  de  propiedad  raíz  que  valga  dos  mil  pesos,  ó  tener  renta  ó 
usufructo  de  quinientos  pesos  anuales,  ó  ser  profesor  de  alguna 
denda.  Los  no  nacidos  en  Colombia  necesitan  ocho  años  de  resi- 
denda  y  poseer  bienes  por  diez  mil  pesos.  Los  nacidos  en  cual- 
quier parte  de  Hispano-América  que  no  haya  pasado  al  dominio  de 
potencia  extranjera,  pueden  ser  elegidos  si  tienen  bienes  por  cinco 
mil  pesos  y  una  residencia  de  cuatro  años. 

Es  privativo  de  la  Cámara  de  Representantes  el  derecho  de 
acusar  ante  el  Senado  al  Presidente  y  Vicepresidente  de  la  Re- 
pública y  á  los  ministros  de  la  Alta  Corte  de  justicia,  pudiendo 
también  hacer  lo  mismo  respecto  de  los  demás  empleados,  sin  que 
se  disminuyan  en  el  último  caso  las  atribuciones  de  otras  autori- 
dades en  cuanto  á  juzgar  y  castigar  á  sus  respectivos  subalternos. 

La  constitución  del  Senado  difiere  esencialmente  de  la  que  se 
adoptó  en  1819.  Cada  Departamento  elige  cuatro  Senadores  por 
ocho  años,  debiendo  renovarse  la  mitad  al  cabo  de  un  cuadrienio. 
Por  la  primera  vez  los  elige  el  congreso  constituyente.  Para  ser 
Senador  se  exige:  edad  de  treinta  años,  ser  natural  ó  vedno  del 
Departamento,  tener  tres  años  de  residenda,  propiedad  de  bienes 
raíces  por  cuatro  mil  pesos,  ó  renta  anual  de  quinientos,  ó  pro- 
fesión científica.  Los  no  nacidos  en  Colombia  deben  probar 
mayores  bienes  y  residencia. 


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—    314    — 

El  Senado  se  convierte  en  corte  de  justicia  para  oir,  juzgar  y 
sentenciar  á  los  funcionarios  acusados  por  la  Cámara  de  Represen- 
tantes. Esta  elige  á  uno  de  sus  miembros  como  acusador,  y  aquél 
instruye  el  proceso,  ó  por  sí  mismo  ó  por  medio  de  una  comisión 
de  su  seno,  pudiendo  también  convocar  al  efecto  al  presidente  6 
algunos  ministros  de  la  Alta  Corte.  Para  dictar  sentencia  con- 
denatoria requiérese  el  voto  unánime  de  los  dos  tercios  de  los 
Senadores  presentes.  Las  sentencias  versan  solamente  sobre  depo- 
sición de  empleo  y  declaración  de  incapacidad  para  desempeñar 
funciones  honoríficas,  lucrativas  ó  de  confianza,  quedando  sujeto  el 
culpable  al  juicio  ordinario,  según  la  ley.  Todos  los  fallos  del 
Senado  se  ejecutan  sin  la  sanción  del  Poder  Ejecutivo. 

El  Presidente  y  Vicepresidente  de  la  República  deben  ser  co- 
lombianos por  nacimiento  y  tener  las  condiciones  requeridas  para 
Senador.  Los  nombran  cada  cuatro  años  las  asambleas  de  provincia, 
perfeccionando  el  congreso  la  elección.  £1  constituyente  los  elige 
por  la  primera  vez. 

Las  atribuciones  del  Ejecutivo  son,  con  ligeras  variantes,  las 
mismas  de  1819;  pero  llenas  tuvieron  eficacia  en  la  práctica,  por 
el  estado  de  continua  agitación,  sublevaciones  y  guerras  en  que 
vivió  Colombia.  A  este  respecto,  mayor  importancia  que  la  cons- 
titución tienen  los  tres  decretos  expedidos  por  el  congreso  en  29  de 
setiembre  y  9  y  10  de  octubre.  Por  el  primero  se  autoriza  al  Eje- 
cutivo ^^  para  que  pueda  dictar  en  los  pueblos  insurreccionados  todas 
aquellas  medidas  extraordinarias  que  sean  indispensables  y  que  no 
estén  comprendidas  en  la  (esfera  natural  de  sus  atribuciones,  hasta 
el  restablecimiento  de  la  tranquilidad  pública  en  cada  uno  de 
aquellos  lugares  respectivamente^'.  El  segundo  decreto  confiere  las 
más  amplias  facultades  dictatoriales  al  Presidente  en  campaña, 
Bolívar.  Puede  éste  mandar  las  armas  en  persona  todo  el  tiempo 
que  estime  conveniente,  quedando  el  Vicepresidente  encargado  en 
la  capital  de  las  funciones  del  Ejecutivo:  puede  aumentar  el  ejército 
en  los  lugares  que  vaya  Ubertando,  exigir  contribuciones  en  los 
mismos,  admitir  al  servicio  oficiales  de  cualquier  graduación  y 
cuerpos  enteros  del  enemigo,  conferir  grados  y  ascensos  militares, 
solicitando  la  aprobación 'del  Senado  ^^  cuando  sea  posible '\  organizar 
á  su  arbitrio  los  países  que  liberte,  conceder  premios  y  recompensas 
á  los  pueblos  ^  individuos  que  contribuyan  al  éxito  de  la  campaña, 
imponer  penas  á  los  criminales  ó  desafectos,  sin  atenerse  á  las 
formalidades  rigurosas  de  la  ley,  conceder  indultos,  generales  y 
especiales,  ^^  obrar  discrecionalmente  en  lo  demás  de  su  resorte, 
según  lo   exija  la  salud   del  Estado '\    £1  Presidente   lleva  consigo 


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—    315    — 

estas  facultades  ^^  respecto  de  los  lugares  donde  haga  personalmente 
lá  guerra:  respecto  de  los  otros,  quedarán  en  el  Vicepresidente, 
quien  podrá  delegarlas  en  la  parte  y  con  las  restricciones  que 
juzgue  necesarias  ^\  El  tercer  decreto  autoriza  al  Ejecutivo  para 
aumentar  las  fuerzas  terrestre  y  marítima,  hasta  que  se  reúna  el 
congreso  de  1823,  y  para  exigir  empréstitos  á  los  ciudadanos  y 
habitantes  de  Colombia,  con  el  fin  de  pagar  las  listas  civil  y  militar 
y  cualesquiera  otros  gastos  extraordinarios  ó  imprevistos  ...  De 
suerte  que,  en  todo  lo  relativo  al  poder  supremo,  la  constitución 
quedó  de  hecho  en  suspenso,  aguardando  para  practicarse  circuns- 
tancias más  propicias,  que  no  llegaron  nunca.  Desde  1811  se  ob-. 
serva  la  misma  contradicción  entre  la  ideología  constitucional  y  la 
necesidad  de  la  dictadura,  único  régimen  posible  entonces  en  los 
pueblos  hispano-americanos. 

Por  lo  demás,  el  Presidente  de  la  República  tenía  un  Consejo 
de  Gobierno,  con  voto  puramente  consultivo,  compuesto  del  Vice- 
presidente, de  un  ministro  de  la  Alta  Corte  de  justicia  elegido  por 
el  mismo  Consejo,  y  de  los  cuatro  Secretarios  de  Estado,  en  Rela- 
ciones Exteriores,  Interior,  Hacienda  y  Guerra  y  Marina^. 

El  Poder  Judicial  reside  en  una  Alta  Corte,  en  Cortes  Superiores 
y  en  tribunales  subalternos.  La  constitución  de  la  primera  es  la 
misma  que  se  estableció  en  Angostura.  Sus  ministros  duran  por 
tiempo  indefinido.  Por  ley  de  12  de  octubre  se  dividió  la  República 
en  tres  distritos  judiciales,  con  una  Corte  Superior  cada  cual,  á 
saber;  el  del  Norte,  que  comprendía  los  Departamentos  de  Vene- 
zuela, Orinoco  y  Zulia;  el  del  Centro,  con  los  del  Magdalena,  Cun- 
dinamarca  y  Boyacá,  y  el  del  Sur,  con  el  Departamento  del  Cauca 
y  los  que  se  fonñasen  de  las  provincias  del  Ecuador.  Los  ministros 
de  las  Cortes  Superiores  los  nombraba  el  Ejecuitvo,  á  propuesta  en 
tema  de  la  Alta  Corte. 

.  De  la  organización  interior  de  la  República  trata  el  título  VII 
de  la  constitución,  ampliado  por  la  ley  de  2  de  octubre.  Se  divide  el 
territorio  en  siete  Departamentos,  llamados:  Orinoco,  con  las  pro- 
vincias de  Guayana,  Cumaná,  Barcelona  y  Margarita;  Venezuela, 
con  las  de  Caracas  y  Harinas;  Zulia,  con  las  de  Coro,  Trujillo, 
Mérida  y  Maracaibo^;   Boyacá,    con  las  provincias  de  Tunja,   So- 

1.  Cuando  asistían  á  las  sesiones  del  cong^reso,  llamados  por  alguna  de  las 
Cámaras  ó  enviados  por  el  Gobierno,  tomaban  asiento  indistintamente  entre  los 
Senadores  y  Representantes.     Decreto  de  1823. 

2.  Los  Departamentos  citados  son  los  mismos  tres  distritos  militares  en  que 
BoUvar  dividió  á  Venezuela  después  de  la  batalla  de  Carabobo,  poniéndolos  respec- 
tivamente á  las  órdenes  de  los  generales  Bermúdez,  Páez  y  Blarífio. 


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corro,  Pamplona  y  Oasanare;  Cundinamarca,  con  las  de  Bogotá, 
Antíoquia,  Mariquita  y  Neiba;  Cauca,  con  las  de  Popayán  y  el 
Chocó;  Magdalena,  con  las  de  Cartagena  é  islas  adyacentes,  Santa 
Marta  y  Riohacha.  Para  el  gobierno  político  de  cada  Departamento,, 
el  Presidente  de  la  República  nombra  un  Intendente,  y  para  cada 
provincia  un  Gobernador,  los  cuales  duran  tres  años.  En  las  cabe- 
ceras de  cantón  hay  un  juez  político,  agente  inmediato  del  Gober- 
nador, con  dos  alcaldes  ordinarios,  y  en  las  parroquias  dos  alcaldes 
pedáneos,  nombrados  todos  por  el  cabildo  del  cantón. 

La  constitución  es  reformable  cuando  lo  proponen  las  dos 
berceras  partes  de  cada  una  de  las  Cámaras,  y  se  toma  en  conside- 
ración la  reforma,  al  renovarse  la  mitad  por  lo  menos  de  los  Sena- 
dores y  Representantes.  Sin  embargo,  decláranse  inalterables  las 
bases  formuladas  en  los  siguientes  artículos  de  los  títulos  I 
(sección  la)  y  II  (sección  2a):  ^^La  nación  colombiana  es  para 
siempre  é  irrevocablemente  libre  é  independiente  de  la  monarquía 
española,  y  de  cualquiera  otra  potencia  ó  dominación  extranjera;  y 
no  es  ni  será  nunca  el  patrimonio  de  ninguna  familia  ni  persona. 
—  La  soberanía  reside  esencialmente  en  la  nación:  los  magistrados 
y  oficiales  del  Gobierno,  investidos  de  cualquiera  especie  de  auto- 
ridad, son  sus  agentes  ó  comisarios,  y  responsables  á  ella  de  su 
conducta  pública.  —  Es  un  deber  de  la  nación  proteger  por  leyes 
sabias  y  equitativas  la  libertad,  la  seguridad,  la  propiedad  y  la 
igualdad  de  todos  los  colombianos.  —  El  Gobierno  de  Colombia  es 
popular  representativo.  —  El  pueblo  no  ejercerá  por  sí  mismo  otras 
atribuciones  de  la  soberanía  que  la  de  las  elecciones  primarias;  ni 
depositará  el  ejercicio  de  ella  en  imas  solas  manos.  El  fioder 
supremo  estará  dividido  para  su  administración  en  Legislativo,  Eje- 
cutivo y  Judicial.  —  El  poder  de  dar  leyes  corresponde  al  congreso; 
el  de  hacer  que  se  ejecuten,  al  Presidente  de  la  República,  y  el  de 
aplicarlas  en  las  causas  civiles  y  criminales,  á  los  tribunales  y 
juzgados." 

Declarar  invariables  tales  principios,  sobre  todo  el  que  se 
refiere  á  no  depositar  el  ejercicio  de  la  soberanía  en  imas  solas 
manos,  revela  de  nuevo  la  candidez  de  los  legisladores;  porque  ni 
podía  bastar  semejante  declaración  para  impedir  la  dictadura  de 
hecho,  in  fué  óbice  para  que  muchos  republicanos  de  toda  Colombia 
promoviesen  ptíblicamente,  aunque  sin  resultado,  una  reacción  cesa- 
rista  en  1825  y  otra  monárquica  en  1829,  señalándose  en  ésta  el 
Gabinete  de  Bogotá.  Además,  el  último  artículo  de  la  constitución 
previo  la  necesidad  de  reformarla  totalmente  al  cabo  de  diez  años. 
Dice:   "Cuando  ya  libre  toda   ó  la  mayor  parte  de  aquel  territorio 


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de  la  República  que  hoy  está  bajo  del  poder  español  (parte  de 
Venezuela  y  más  de  la  mitad  del  Ecuador),  pueda  ocurrir  con  sus 
Representantes  á  perfeccionar  el  edificio  de  su  felicidad,  y  después 
que  una  práctica  de  diez  6  más  años  haya  descubierto  todos  los 
inconvenientes  ó  ventajas  de  la  presente  constitución,  se  convocará 
por  el  congreso  una  Gran  Convención  de  Colombia,  autorizada  para 
examinarla  ó  reformarla  en  su  totalidad."  Tampoco  se  cumplió 
este  artículo,  pues  la  imposibilidad  de  practicar  la  carta  de  Cúcuta 
obligó  á  Bolívar  á  convocar  la  Convención  nacional  antes  de  los 
diez  años. 

Ocupóse  también  el  congreso  de  1821  en  otros  problemas  de 
capital  importancia;  especialmente,  lo  relativo  á  la  esclavitud,  con- 
dición de  los  indios,  relaciones  del  Estado  con  la  iglesia  católica, 
libertad  de  imprenta,  administración  fiscal  é  instrucción  pública. 

Desde  1M0  venía  discutiéndose  el  modo  de  extinguir  la  es- 
clavitud. La  Junta  Suprema  de  Caracas  y  el  congreso  venezolano 
de  1811  prohibieron  que  continuase  el  tráfico  de  esclavos  africanos. 
Miranda  declaró  libres  en  1812  á  los  que  se  incorporasen  en  las 
filas  patriotas.  Bolívar  libertó  á  los  suyos  en  1813;  proclamó  la 
libertad  de  todos  los  venezolanos  en  1816;  en  1819  recomendó  al 
congreso  de  Angostura  una  ley  de  abolición  completa,  y  como  la 
aplazara  el  congreso  hasta  que  se  constituyese  definitivamente  la 
República  de  Colombia,  insistió  sobre  lo  misnio  ante  los  legisladores 
de  Cúcuta.  Estos  dictaron  una  ley,  con  fecha  de  19  de  julio,  adop- 
tando un  sistema  de  abolición  gradual.  Desde  la  publicación  de  la 
ley,  decláranse  libres  los  hijos  de  esclavas  que  nazcan  en  las  capi- 
tales de  provincia,  quedand»  obligados  los  amos  de  sus  madres  á 
alimentarlos,  vestirlos  y  educarlos  hasta  la  edad  de  dieciocho  años, 
y  en  recompensa  de  lo  cual  los  manumisos  prestarán  al  amo,  hasta 
la  misma  edad,  sus  obras  y  servicios,  á  menos  que  otra  persona 
quiera  libertarlos  antes  pagando  equitativamente,  por  convenio  ó 
prudente  arbitrio  de  un  juez,  los  alimentos  suministrados.  Cumplidos 
los  dieciocho  años,  el  Gobierno  les  destina  á  oficios  ó  profesiones 
útiles.  Prohíbese  en  absoluto  la  venta  de  esclavos  para  fuera  del 
territorio  de  Colombia,  ó  su  extracción  con  igual  objeto  de  venta. 
Esta  se  permite  de  una  provincia  para  otra,  á  condición  de  no  se- 
parar de  sus  padres  á  los  hijos  impúberos.  Se  prohibe  también  la 
introducción  de  esclavos,  no  permitiéndose  á  nadie  traer  como  sir- 
viente doméstico  á  más  de  uno,  y  éste  no  puede  enajenarse  en  el 
país.  Se  crea  un  fondo  de  manumisión  compuesto  del  30/o  sobre  el 
quinto  de  las  herencias  distríbuibles  entre  descendientes  legítimos, 
sobre  el  tercio  de  las  que  corresponden  á  ascendientes  legítimos  y 


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—    318    — 

sobre  el  total  de  las  pertenecientes  á  herederos  colaterales,  y  del 
10%  sobre  el  total  de  las  sucesiones  distríbuibles  entre  herederos 
extraños.  Para  colectar  este  impuesto  se  establece  en  cada  cantón 
una  junta  encargada  de  manumitir  anualmente  á  los  esclavos  que 
pueda,  dando  preferencia  á  los  más  honrados  é  industriosos,  é  in« 
demnizando  á  los  amos  á  justa  tasación  de  peritos.  Por  último, 
decláranse  irrevocablemente  libres  todos  los  esclavos  y  partos  de 
esclavas  ^^que  habiendo  obtenido  su  libertad  en  fuerza  de  leyes  y 
decretos  de  los  diferentes  Gobiernos  republicanos,  fueron  después 
reducidos  nuevamente  á  la  esclavitud  por  el  Gobierno  español'?. 
Se  resolvió  además,  el  14  de  octubre,  que  los  esclavos  pudiesen 
ser  admitidos  al  servicio  de  las  armas  bajo  los  pactos  y  condiciones 
que  les  acordase  el  Gobierno,  y  que  en  tal  caso  se  indemnizase 
preferentemente  á  sus  amos  con  el  fondo  de  manumisión.  Cómo 
se  aplicaron  dichas  leyes  se  verá  en  la  historia  de  períodos 
ulteriores. 

Respecto  de  los  indios,  se  dispuso  el  4  de  octubre  que  no 
pagarían  en  lo  venidero  el  impue^o  conocido  con  el  nombre  de 
tributo,  pues  se  les  igualaba  en  todo  á  los  demás  ciudadanos.  Pero, 
atendiendo  al  estado  de  miseria  en  que  se  hallaban,  se  les  eximió 
por  el  lapso  de  cinco  años  de  pagar  derechos  parroquiales  y  cual- 
quiera otra  contribución  civil  sobre  los  bienes  que  poseyesen  en 
comunidad.  En  cuanto  á  los  resguardos  de  tierras  que  les  asignaban 
las  leyes  españolas,  díjose  que  se  les  repartirían  en  pleno  dominio 
y  propiedad  antes  de  cinco  años.  Esta  ley,  como  tantas  otras,  no 
pasó  de  simple  declaración  de  principios. 

A  ejemplo  de  la  constitución  de  Angostura,  la  de  Cúcuta  no 
contiene  ningún  articulo  sobre  libertad  religiosa.  Bolívar  explicó 
más  tarde,  en  1824,  la  causa  de  semejante  vacío.  A  un  viajero 
norteamericano,  que  le  interrogaba  en  el  Perú  á  este  respecto,  con- 
testó: ^^  Cuando  se  formó  la  constitución  de  Colombia,  conociendo 
que  no  sería  admitida  la  tolerancia  de  ninguna  otra  religión  sino 
la  católica,  puse  yo  cuidado  en  que  no  se  dijese  nada  sobre  religión, 
de  manera  que,  como  no  hay  una  cláusula  que  prescriba  la  forma 
de  culto,  los  extranjeros  adoran  á  Dios  como  les  parece.  El  pueblo 
de  Colombia  no  se  halla  preparado  todavía  para  ningún  cambio  en 
materia  de  religión.  Los  sacerdotes  tienen  grande  influencia  con 
las  gentes  ignorantes.  La  libertad  religiosa  debe  ser  consecuencia 
de  las  instituciones  libres  y  de  un  sistema  de  educación  general  ^.^ 


1.  Véanse  también  las  ideas  de  Bolívar  en   el  discurso  con  que  acompafió  su 
proyecto  de  constitución  para  BoHvia.     Capítulo  siguiente. 


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—    319    — 

Tomó,  empero,  el  congreso  de  1821  algunas  medidas  libeitües.  Por 
ley  de  22  de  agosto  extinguió  el  tribunal  de  la  Inquisición  ó  Santo 
Oficio,  aplicando  sus  bienes  y  rentas  al  aumento  del  erario  público  i. 
Se  declaró,  en  consecuencia,  que  los  arzobispos  y  obispos  reasu- 
mían ^^  la  jurisdicción  eclesiástica  y  puramente  espiritual,  de  que  les 
había  privado  el  establecimiento  de  la  Inquisición,  para  conocer  en 
las  causas  de  fe  con  arreglo  á  los  cánones  y  derecho  común  ecle- 
siástico, y  para  imponer  á  los  reos  las  penas  establecidas  por  la 
potestad  de  la  iglesia;  salvos  siempre  á  los  acusados  los  recursos 
de  fuerza  á  los  tribunales  civiles,  con  arreglo  á  las  leyes".  Para 
allanar  obstáculos  á  la  inmigración  extranjera,  se  añadió:  ^£1  se- 
guimiento de  tales  causas  (de  fe)  tendrá  solamente  lugar  con  los 
católicos  romanos  nacidos  en  Colombia,  con  sus  hijos,  y  con  los 
que  habiendo  venido  de  otros  países,  se  hayan  hecho  inscribir  en 
los  registros  parroquiales  de  los  mismos  católicos;  mas  no  c<m  los 
extranjeros  que  vengan  á  establecerse  temporal  ó  perpetuamente, 
ni  con  sus  descendientes,  los  que  no  podrán  ser  de  modo  alguno 
molestados  acerca  de  su  crencia,  debiendo  sí  respetar  el  culto  y  la 
religión  católica  romana:  en  caso  de  cualquiera  contravención,  los 
prelados  ú  ordinarios  eclesiásticos  darán  parte  á  los  jueces  respec- 
tivos, para  que  pongan  el  remedio  conveniente".  Finalmente  dis- 
puso la  misma  ley:  ^^En  todos  los  negocios  y  causas  relativas  á  la 
disciplina  extema  de  la  iglesia,  como  prohibición  de  libros  y  otras 
semejantes,  se  conservarán  íntegras  é  ilesas  las  prerrogativas  de  la 
potestad  civil,  lo  mismo  que  todas  aquellas  que  correspondan  al 
supremo  Gobierno,  en  calidad  de  tal  y  como  á  protector  de  la 
iglesia  de  Colombia". 

Ya  había  tenido  ocasión  di  Gobierno  de  defender  sus  prerro- 
gativas en  esta  materia.  Duraba  aún  la  guerra  de  Independencia, 
cuando  el  obispo  de  Popayán,  D.  Salvador  Jiménez  de  Encina, 
abandonó  el  territorio  de  su  diócesis,  al  ser  ocupado  por  el  ejército 
republicano,  y  publicó  pena  de  excomunión  contra  cualquiera  que 
osase  ejercer  en  su  higar  la  jurisdicción  eclesiástica.  Le  instó  el 
Vicepresidente  de  Cundinamarca  á  volver  á  su  diócesis;  pero  le 
contestó  el  obispo  tratando  de  herejes  á  cuantos  se  separasen  de 
la  dominación  española,  y  cortando  con  ellos  toda  comunicación. 
Se  dirigió  entonces   el  Vicepresidente   al  cabildo   de  Popajrán  para 


1.  La  Junta  Suprema  de  Caracas  snprímió  en  1810  los  tribunales  de  Inqui^ 
sición,  y  las  cortes  g^enerales  de  Espada  declararon  en  1813  que  el  Santo  Oficio 
era  incompatible  con  la  constitución  de  1812;  pero  Femando  VII  lo  restableció  en 
1814  para  todos  sur  dominios  de  España  y  América,  y  el  general  Morillo  ordenó  su 
reinstalación  en  Cartagena,  en  1817. 


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—    320    — 

que  nombrase  gobernador  de  la  diócesis,  y  como  no  lo  hiciese  el 
deán,  única  autoridad  que  había  permanecido  en  el  territorio,  ocurrió 
al  provisor  del  arzobispado.  Este,  conformándose  al  dictamen  de 
ima  junta  de  canonistas,  insinuó  la  necesidad  de  que  se  extrañase 
antes  al  obispo;  y  luego  que  se  decretó  el  extrañamiento  (enero 
de  1820),  nombró  un  gobernador  eclesiástico  interino.  En  abril 
de  1821,  el  Poder  Ejecutivo  ratificó  todo  lo  hecho,  advirtiendo,  sin 
embargo,  que  las  personas  qué  tuviesen  algún  escrúpulo  en  obedecer 
al  gobernador  ó  en  contrariar  los  mandamientos  del  obispo  ausente, 
podían  pedir  pasaportes  para  fuera  de  la  diócesis.  Al  fin,  termi- 
nada la  guerra,  y  convertido  á  la  causa  republicana  aquel  prelado, 
se  le  restituyó  á  sede  plena  por  decreto  del  28  de  julio  de  1823. 
Al  año  siguiente,  el  congreso  dictó  una  ley  declarando  que  tocaba 
á  la  República  el  ejercicio  del  derecho  de  patronato,  tal  como  lo 
ejercieron  en  América  los  reyes  españoles. 

La  constitución  garantizó  á  los  ciudadanos  el  derecho  de  es- 
cribir, imprimir  y  publicar  sus  pensamientos  y  opiniones  sin  nece- 
sidad de  examen,  revisión  ó  censura  previa.  En  consecuencia,  se 
dictó  una  ley  (14  de  setiembre,  1821)  sobre  la  extensión  de  este 
derecho  y  sobre  la  calificación  y  castigo  de  sus  abusos.  Después 
de  prohibir  que  los  libros  sagrados  se  impriman  sin  licencia  del 
ordinario  eclesiástico,  la  ley  clasifica  del  modo  siguiente  los  escritos 
punibles:  1^.  Subversivos,  los  que  sean  contrarios  á  los  dogmas 
de  la  religión  católica  apostólica  romana;  2^.  Sediciosos,  los 
que  exciten  á  la  rebelión  ó  perturbación  de  la  tranquilidad  pública; 
30.  Obcenos,  ó  contrarios  á  las  buenas  costumbres,  los  que 
ofendan  la  moral  y  decencia  pública;  40.  Libelos  infamatorios, 
los  que  vulneren  la  reputación  ó  el  honor  de  alguna  persona, 
tachando  su  conducta  privada.  Acerca  de  los  últimos  se  establece  una 
distinción  esencial.  Si  se  dirigen  contra  particulares,  son  punibles 
aun  cuando  el  autor  ó  editor  ofrezca  probar  la  imputación  injuriosa. 
En  cambio  (doctrina  liberal,  é  indispensable  en  toda  RepúbUca)  no 
merece  pena  alguna  el  escrito  en  que  "se  tachen  los  defectos  de 
los  empleados,  con  respecto  á  su  aptitud  ó  falta  de  actividad  y 
acierto  en  el  desempeño  de  sus  funciones;  pero  si  en  el  impreso 
se  imputaren  delitos  que  comprometan  el  honor  y  la  probidad  de 
alguna  corporación  ó  empleado,  con  inculpaciones  de  hechos  que 
estén  sujetos  á  positivo  castigo,  el  autor  ó  editor  quedará  obligado 
á  la  prueba  de  sus  imputaciones,  para  salvar  el  escrito,  si  fuere 
acusado,  de  la  calificación  de  libelo  infamatorio  ".^    Los  delitos  de 

1.  Artículos  7»  y  S®. 


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—    321     — 

imprenta  producen  acción  popular,  excepto  el  de  injurias,  que  es  de 
acción  privada.  El  juicio  se  sigue  ante  un  jurado  de  siete  ciuda- 
danos, en  ejercicio  de  sus  derechos,  mayores  de  veinticinco  afios 
residentes  en  el  cantón  y  con  oficio  ó  propiedad  conocida  que  les 
dé  lo  bastante  para  mantenerse  por  si,  sin  necesidad  de  vivir  á 
espensas  de  otro.  Para  condenar  se  requiere  la  unanimidad  de 
seis  votos,  y  basta  la  de  dos  para  absolver. 

En  lo  referente  á  impuestos,  el  congreso  de  Cúcuta  abolió  el 
de  sisa  sobre  los  comestibles,  el  de  ^^exportación  interior^',  que  era 
de  50/0,  sobre  todos  los  frutos  que  pasaban  de  una  provincia  á  otra 
y  aun  de  pueblo  á  pueblo  de  la  misma  provincia,  y  el  que  pagaban 
los  lavaderos  de  oro.  £1  impuesto  de  alcabala,  que  subía  á  5% 
en  el  comercio  de  las  producciones  nacionales,  se  sustituyó  con  otro 
de  2^2%  sobre  todas  las  ventas  de  géneros  y  mercaderías  extran- 
jeras y  sobre  las  de  bienes  raíces.  Se  conservó  el  estanco  del 
tabaco  y  se  gravó  la  introducción  del  extranjero  con  un  derecho 
de  50%^.  £1  estanco  de  aguardientes,  que  existía  en  Nueva  Gra- 
nada, no  en  Venezuela,  quedó  abolido,  y  se  declaró  libre  su  desti- 
lación y  tráfico  mediante  una  patente  especial^.  Se  conservó  tam- 
bién la  renta  del  papel  sellado.  Las  leyes  sobre  diezmos  eclesiás- 
ticos se  declararon  vigentes  hasta  que  se  celebrase  un  concordato 
con  la  Sede  Apostólica^  En  cuanto  á  derechos  de  importación,  se 
autorizó  al  Poder  Ejecutivo  para  hacer  reformas  parciales  en  los 
aranceles,  conservando  siempre  uniformidad  en   todos   los  puertos. 

Para  no  ocurrir  con  frecuencia  á  contribuciones  extra- 
ordinarias, las  cuales,  según  el  congreso,  ^^  debiéndose  cobrar  dentro 
de  un  breve  término,  vejan  á  los  pueblos  y  no  pueden  guardar  la 
proporcionada  igualdad '',  se  creó  un  impuesto  proporcional  con  el 
nombre  de  ^^contribución  directa ^\  pagadero  por  toda  clase  de 
bienes  raíces,  semovientes,  muebles  productivos,  censos,  capitales  y 
réditos,  á  excepción  de  los  edificios  públicos,  ganancia  ó  sueldo  in- 
feriores á  ciento  cincuenta  pesos  anuales,  propiedades  de  menos  de 
den  pesos,  salario  de  los  jornaleros,  y  resguardos  y  casas  de  in- 
dígenas poseídos  en  comunidad.  Además,  se  autorizó  al  Ejecutivo 
para  negociar  un  empréstito  de  tres  millones  de  pesos,  pudiendo 
hipotecar  al  efecto  los  productos  de  cualquier  ramo  de  las  rentas 
públicas;  y  se   estableció   una   comisión   liquidadora  de   la  deuda 


1.  Se  suprimió  en  1823. 

2.  Se  reformó  esU  ley  en  1824. 

3.  Por  leyes  tucesivas  de  los  afios  de  24   y  26  quedaron  libres  de  diezmos, 
temporalmente,  las  nuevas  plantaciones  de  cacao,  café  y  afiil. 

Fortoul,  Historia  CoastitiicionaL  21 


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—    322    — 

nacional  ^  Al  propio  tiempo  se  dictaron  reglas  para  la  enajenación 
de  tierras  baldías,  y  leyes  sobre  oficinas  de  agrimensura,  sobre  uni- 
formidad de  pesos  y  medidas,  sobre  ley  y  peso  de  las  monedas 
de  oro  y  plata,  amonedación  de  la  platina  y  emisióo  de  moneda 
de  cobre. 

Acerca  de  instrucción  pública  tomó  el  congreso  medidas  pro- 
videntes. Suprimió  los  conventos  de  regulares  que  no  tuviesen  por 
lo  menos  ocho  religiosos  de  misa,  á  excepción  de  los  hospitalarios, 
y  aplicó  sus  edificios  y  rentas  á  casas  de  educación  y  otros  objetos 
de  beneficencia;  mandó  establecer  escuelas  de  niñas  en  los  con- 
ventos de  mujeres^,  colegios  en  cada  capital  de  provincia  y  escuelas 
para  ambos  sexos  en  cada  parroquia  de  cien  vecinos.  En  los 
colegios  se  dispuso  que  hubiese  por  el  pronto  escuelas  de  primeras 
letras  y  dos  cátedras,  una  de  gramática  castellana,  latina  y  prin- 
cipios de  retórica,  y  otra  de  filosofía  y  elementos  de  matemáticas, 
ofreciendo  que  al  aumentar  las  rentas  se  crearían  también  cátedras 
de  derecho  civil  patrio,  derecho  canónico,  teología  dogmática  y 
derecho  de  gentes.  En  las  escuelas  primarías  la  instrucción  debía 
comprender,  además  de  lectura  y  escritura,  principios  de  aritmética, 
dogma,  moral  y  "los  derechos  y  deberes  del  hombre  en  sociedad". 
Poco  era  todo  eso,  si  se  le  juzga  con  el  criterio  moderno;  pero  ha 
de  recordarse  que  Colombia  nacía  al  cabo  de  diez  años  de  guerra, 
y  que  la  escasa  y  anticuada  instrucción  que  permitiera  el  régimen 
español,  se  concentraba  en  Universidades,  dominadas  por  el  clero, 
en  seminarios,  en  conventos  y  en  imo  que  otro  colegio  particular 
de  existencia  precaria. 

El  pabellón  de  Colombia  siguió  siendo  el  que  adoptó  Vene- 
zuela en  1811,  y  el  escudo  de  armas  se  designó  así  (ley  del  4  de 
octubre):  "Dos  cornucopias  llenas  de  frutos  y  flores  de  los  países 
fríos,  templados  y  cálidos  (como  signo  de  la  abundancia),  y  (com© 
símbolo  de  fuerza  y  unión)  un  hacecillo  de  lanzas  con  la  segur 
atravesada,  arcos  y  flechas  cruzados,  atados  con  cinta  tricolor  por 
la  parte  inferior." 

Para  residencia  provisional  del  Gobierno  supremo  se  escogió 
á  Bogotá,  mientras,  llegados  "mejores  días",  pudiese  levantarse  b 
ciudad  que  con  el  nombre  de  Bolívar  sería  capital  de  la  Re* 
pública. 

El  14  de  octubre  terminó  sus  sesiones  el  congreso  de  Cúcuta. 
Quiso  constituir  una  grande  y  poderosa  República;   y   si  la  suerte 


1.  Del  estado  de  la  hacienda  se  hablará  en  el  capítulo  III. 

2.  Los  últimos  duran  en  Venezuela  hasta  1874. 


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de  los  Estados  dependiese  sólo  de  la  sabiduría  de  sus  leyes,  aquel 
congreso  habría  asegurado  por  años  ó  siglos  el  porvenir  de  Colom- 
Wa.  Sin  embargo,  no  hubo  nunca  obra  legislativa  menos  adecuada 
á  la  condición  social  y  política  de  los  pueblos  que  con  ella  quedaron 
aparentemente  unidos.  Realización  fortuita  de  im  ideal  grandioso 
de  Bolívar,  Colombia  no  podía  vivir  sino  al  amparo  del  genio  que 
la  creó:  ausente  él,  en  lejanas  guerras,  irá  perdiendo  (^a,  con  sus 
estériles  conmociones,  toda  esperanza  de  vida  perdurable.  Pacto 
ocasional  entre  países  que  tendían  naturalmente  á  gobernarse  á  sí 
propios,  la  historia  de  la  constitución  de  Cúcuta  será  la.  historia  de 
siis  violaciones. 

Bien  que  la  creación  de  Colombia  fuese  obra  del  más  pre- 
claro de  los  venezolanos,  se  verá  que  el  grupo  de  hombres  más 
influyentes  en  Venezuela  trabajará  sin  descanso,  durante  nueve 
años,  por  la  disolución  de  la  gran  República.  La  tendencia  separa- 
tista de  los  venezolanos  se  reveló  desde  el  momento  mismo  de 
jurar  la  constitución.  En  29  de  diciembre,  reúnese  la  municipalidad 
de  Caracas  en  cabildo  extraordinario  á  fin  de  deliberar  acerca  del 
juramento  que  debía  prestar  el  próximo  3  de  enero.  Componen  el 
cabildo,  el  gobernador  político  Andrés  Narvarte  y  los  municipales 
José  Antonio  Díaz,  Valentín  Osío,  Juan  Nepomuceno  Chaves,  Pedro 
González,  Bernardo  Herrera,  Vicente  del  Castillo,  Pedro  de  Herrera, 
Tomás  Lander,  Vicente  Carrillo,  Luis  Lovera,  Juan  Crisóstomo 
Tovar  y  José  Austria.  Consideran  que  algunos  artículos  de  la  cons- 
titución "deben  sujetarse  á  nuevo  examen  y  sufrir  alguna  alte- 
ración ó  reforma  en  los  términos  que  se  crean  más  convenientes  á 
los  pueblos  de  la  República''.  Acuerdan,  sin  embargo,  que  para  no 
dar  "idea  de  división  entre  pueblos  que  se  habían  imido  por  una- 
nimidad de  sentimientos,  intereses  y  recíprocos  afectos",  prestará 
«1  concejo  el  juramento  legal;  pero  advirtiendo  que  dicho  jura- 
mento no  impedirá  á  los  representantes  de  la  provincia  de  Caracas 
que  concurran  al  próximo  congreso  "promover  cuantas  reformas  y 
alteraciones  crean  conducentes  á  la  prosperidad  de  la  República, 
libertad  y  seguridad  de  sus  ciudadanos"  y  rever  y  discutir  la  cons- 
titución, la  cual  —  sigue  diciendo  el  acta  —  "no  puede  conside- 
rarse sancionada  por  los  mismos  representantes  que  la  formaron, 
ni  imponer  á  los  pueblos  detesta  provincia,  y  del  Departamento  de 
Quito,  el  deber  de  su  estrecha  é  inalterable  observancia,  cuando  no 
han  tenido  parte  en  su  formación  ni  creen  adaptables  á  este  terri- 
torio algunas  disposiciones  de  aquel  código  y  de  las  leyes  que 
emanan  de  él".  Finalmente,  determina  el  concejo  que  este  acuerdo 
se  inserte  en  la  Gaceta  del  Gobierno  "y  se  dé  en  testimonio  á  los 

21* 


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—    324    — 

representantes  de  la  provincia  en  el  próximo  congreso,  con  las  ins'^ 
trucdones  relativas  ^\  Y  al  prestar  el  juramento,  el  3  de  enero, 
manifestaron  los  mismos  municipales,  que  lo  hacían  sin  perjuicio  de 
la  declaratoria  contenida  en  el  acta  de  29  de  diciembre.^ 

No  tuvo  realmente  en  Cúcuta  la  provincia  de  Caracas  re- 
presentantes nombrados  por  sus  pueblos,  á  causa  de  hallarse  casi 
todos  bajo  la  dominación  española  cuando  se  practicaron  las  elec- 
ciones; mas  ha  de  advertirse  que,  previendo  ésto,  el  reglamento 
dictado  en  Angostura  dispuso  que  los  representantes  lo  fuesen  de 
toda  la  República  y  no  de  las  provincias  en  particular,  único  sis- 
tema posible  mientras  durase  el  estado  de  guerra.  Por  otra  parte,, 
entre  los  diputados  que  concurrieron  al  congreso,  bien  que  en 
nombre  de  las  provincias  ya  libertadas,  hubo  cinco  caraqueños  de 
nacimiento,  á  saber:  el  Dr.  Pedro  Gual,  el  Ledo.  José  Prudencia 
Lanz,  los  coroneles  Francisco  Conde  y  Cerbelión.  Urbina,  el  Pro,. 
José  Félix  Blanco,  y  dos  vecinos  de  la  misma  provincia,  el  Ledo» 
Diego  Bautista  Urbaneja  y  el  Sr.  Miguel  Zárraga;  de  suerte  que, 
aun  cuando  en  tiempos  normales  hubieran  sido  justificadas  las  pro- 
testas de  Caracas,  en  aquella  época  obedecieron  á  motivos  de  otro 
género,  que  conviene  indicar.  Más  que  la  estructura  unitaria  de  la 
constitución,  y  más  que  algunas  leyes  orgánicas  que  se  consideraroa 
perjudiciales  á  los  intereses  de  Venezuela,  v.  gr.  la  encaminada  á. 
suprimir  los  consulados  de  comercio,  y  las  de  orden  fiscal,  —  dos 
sucesos  excitaron  el  descontento  de  Caracas:  la  designación  de  Bo- 
gotá como  capital  de  Colombia,  y  la  elección  para  Vicepresidente 
de  la  República  del  general  granadino  Frandsco  de  Paula  San-^ 
tander,  el  cual  debía  ejercer  el  Gobierno  supremo  por  todo  el 
tiempo  que  permaneciese  ausente  Bolívar  en  las  campañas  del 
Ecuador  y  del  Perú.  Una  y  otra  cosa  se  impusieron  por  las  cir- 
cunstancias del  momento.  En  el  preámbulo  del  decreto  que  fijó- 
provisionalmente  la  capital  en  Bogotá,  se  dijo  con  razón  que  era 
preciso  escoger  una  ciudad  equidistante  de  los  extremos  de  la  Re- 
pública, con  edificios  y  abundancia  de  recursos  para  todos  los. 
ramos  de  administración,  y  que  la  necesidad  de  libertar  las  provin- 
cias de  Quito,  reclamaba  por  el  pronto  la  cercanía  y  principales, 
atenciones  del  Gobierno.  Ni  era  menos  necesaria  la  elección  de 
Santander.    Encargado   de  gobernar  á  Nueva   Granada   á  raíz   del 

1 .  La  Corte  Superior  de  justida  y  el  consulado  de  comercio,  que  existía  aún^ 
acordaron  lo  mismo  que  la  municipalidad,  pero  no  publicaron  sus  actas.  La  del 
concejo  se  imprimió  en  papel  suelto,  por  haberse  negado  á  insertarla  la  Gaceta,  cuyo 
director  era  secretario  del  gobierno  local.  Sometido  después  dicho  papel  al  jurado 
de  imprenta,  declaró  éste  que  no  había  lugar  á  formación  de  causa.  Véase  sobro, 
lo  último  otra  acta  de  la  municipalidad,  fecha  de  15  de  julio,  1822. 


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—    325    — 

triunfo  de  Boyacá,  caudillo  prestigioso  en  su  país,  hombre  ilustrado 
y  administrador  competentísimo,  de  acuerdo  en  fin  con  el  Liber- 
tador, al  menos  entonces,  en  cuanto  á  ideas  políticas  y  planes  mili- 
tares, su  nombre  y  talentos  ofrecían  las  mejores  garantías  para 
mantener  por  el  pronto  la  unión  del  Virreinato  con  la  Capitanía 
General,  y  sobre  todo  para  proporcionarle  á  Bolívar  el  ejército  con 
que  iba  á  asegurar  en  el  Sur  la  independencia  de  la  propia  Co- 
lombia. En  resumen,  dadas  estas  circimstancias,  el  acta  protesta- 
tiva de  Caracas  no  podía  tener  más  resultado  que  sombrar  gér- 
menes de  disidencia  y  discordia,  aun  antes  de  terminada  la  guerra 
con  España. 


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Capitulo  IL 

Bolívar  y  el  ejército  de  Colombia. 

Sumario.  Presidencia  de  la  República  —  La  delega  Bolívar  al 
Vicepresidente  Santander,  y  emprende  la  campaña  del  Sur  —  Gér- 
menes de  discordia  en  Colombia  —  Santander  y  Páez  —  Prevé 
Bolívar  la  brillante  carrera  de  Sucre  —  Genio  del  Libertador  —Su 
retrato  físico  —  Su  temperamento  y  costumbres  —  Sport  —  Sus 
queridas  —  La  "señorita Pepa''  —  Doña  Manuela  Sáenz  — Bolívar 
en  campaña  —  Como  despachaba  los  negocios  políticos  —  Su  libera- 
lidad: testimonio  de  amibos  3^  adversarios  —  Bolívar  y  el  ejército  — 
Cami)aña  de  Quito  —  Victorias  de  Bombaná  y  Pichincha  (1822)  — 
Solicita  el  Perú  auxilios  de  Colombia  —  Bolívar  y  San  Martín  — 
Conferencia  de  Guayaquil  (1822)  —  Renuncia  San  Martín  la  Presi- 
dencia del  Perú  —  Anarquía  de  los  peruanos  —  El  congreso  de 
Colombia  autoriza  al  Libertador  para  pasar  al  Perú  —  £1  congreso 
peruano  le  confiere  la  suprema  autoridad  militar  —  Sublévase  la 
guarnición  del  Callao  —  Disensiones   civiles   aue  coinciden  con  la 

Serra  de  Independencia  —  Dictadura  de  Bolívar  -—  Victoria  de 
QÍn  (agosto,  1824)  —  El  congreso  de  Colombia  retira  á  Bolívar 
)  facultades  que  ejercía  como  Presidente  en  campaña  —  Encár- 
gase Sucre  del  mando  del  ejército  —  Victoria  de  Ayacucho  (9  de 
diciembre,  1824),  que  asegura  la  independencia  del  Perú  —  Bolívar 
da  cuenta  de  su  dictadura  (febrero,  1&5)  —  Honores  que  le  acuerda 
el  congreso  —  Ceja  en  Colombia  la  oposición  contra  Bolívar  — 
Concédenle  Bogotá  y  Caracas  los  honores  del  triunfo  —  Marcha  al 
Alto  Perú  —  Erígese  allí  la  ^^ República  Bolívar",  ó  Bolivia  (agosto, 
1825),  que  le  aclama  Libertador  Padre  de  la  Patria,  le  elige  jefe 
suDremo  y  le  confía  el  encargo  de  redactar  su  constitución  —  Bolívar 
delega  el  Gobierno  á  Sucre  y  vuelve  á  Lima  (febrero,  1826).  —  La 
constitución  boliviana  —  Opinión  de  Bolívar  sobre  la  libertad  reli- 
giosa —  División  del  poder  público  en  Electoral,  Legislativo,  Eje- 
cutivo y  Judicial  —  Combinación  del  sistema  repubUcano  con  el 
monárquico  electivo  —  Fórmase  el  Poder  Legislativo  de  tres  Cá- 
maras, dos  de  elección  temporal  y  la  tercera  vitalicia  —  Poder  Eje- 
cutivo —  Eli  Presidente  es  inamovible  é  irresponsable  —  Responden 
de  la  administración  el  Vicepresidente  y  los  Ministros  —  Sabia 
teoría  sobre  el  Poder  Judicial  —  Adoptan  Bolivia  y  el  Perú  el  pro- 
yecto constitucional  de  Bolívar  —  Gobierno  de  Sucre  en  Bolivia  — 
Regresa  el  Libertador  á  Colombia:  octubre  de  1826. 


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—    327    — 

£1  congneso  de  Cúcuta  nombró,  por  voto  unánime  de  sus 
miembros,  Presidente  de  la  República  á  Bolívar  y  Vicepresidente  á 
Santander.  Según  la  constitución,  el  ejercicio  de  ambos  empleos 
debía  durar  cuatro  años;  pero  habiendo  resuelto  el  mismo  congreso 
que  el  período  presidencial  se  empezaría  á  contar  desde  el  2  de 
enero  de  1823,  pju-a  que  coincidiese  con  el  Legislativo,  continuaron 
vigentes  aqueUo»  nmnbramientos  hasta  el  afio  de  1827^. 

Consecuente  con  sus  declaraciones  anteriores,  Bolívar  pasó 
un  mensaje  en  estos  términos:  ^^  Cuando  las  calamidades  públicas  me 
pusieron  las  armas  en  las  manos  para  libertar  á  mi  patria,  yo  no 
consulté  mis  fuerzas  ni  mis  talentos.  Cedí  á  la  desesperación!  del 
espectáculo  de  horror  que  ofrecía  eUa  en  cadenas;  y  poniéndome  á 
la  cabeza  de  las  empresas  militares,  que  han  continuado  la  lucha 
por  más  de  once  años,  no  fué  con  ánimo  de  encargarme  del  Go- 
bierno, sino  con  la  finne  resolución  de  no  ejercerlo  jamás.  Yo  juré 
en  el  fondo  de  mi  corazón  no  ser  más  que  un  soldado,  servir  sola- 
mente en  la  guerra,  y  ser  en  la  paz  un  ciudadano.  Pronto  á  sacri- 
ficar por  el  servicio  público  mis  bienes,  mi  smigre,  y  hasta  la  gloria 
misma,  no  puedo,  sin  embargo,  hacer  el  sacrificio  de  mi  conciencia, 
porque  estoy  profundamente  penetrado  de  mi  incapacidad  para 
gobernar  á  Colombia,  "no  conociendo  ningún  genero  de  administra- 
ción. Yo  no  soy  el  magistrado  que  la  República  necesita  para  su 
dicha:  soldado  por  necesidad  y  por  inclinación,  mi  destino  está 
señalado  en  im  campo,  ó  en  cuarteles.  El  bufete  es  para  mí  un 
lugar  de  suplicio.  Mis  inclinaciones  naturales  me  alejan  de  él,  tanto 
más  cuanto  que  he  alimentado  y  fortificado  estas  inclinaciones  por 
todos  los  medios  que  he  tenido  á  mi  alcance,  con  el  fin  de  impe- 
dirme á  mi  mismo  la  aceptación  de  un  mando  que  es  contrario  al 
bien  de  la  causa  pública,  y  aun  á  mi  propio  honor  ...  Si  el  con- 
greso general  persiste,  después  de  esta  franca  declaración,  en  en- 
cargarme del  Poder  Ejecutivo,  yo  cederé  sólo  por  obediencia;  pero 
protesto  que  no  admitiré  el  título  de  Presidente  sino  por  el  tiempo 
que  dure  la  guerra,  y  bajo  la  condición  de  que  se  me  autorice  para 
continuar  la  campaña  á  la  cabeza  del  ejército,  dejando  todo  el  go- 
bierno del  Estado  á  S.  E.  el  general  Santander,  que  tan  justamente 
ha  merecido  la  elección  del  congreso  general  para  Vicepresidente, 
y  cuyos  talentos,  virtudes,  celo  y  actividad  ofrecen  á  la  República 
el  éxito  más  completo  en  su  administración.^^ 

Por  de  contado,  toda  condición  que  impusiese  el  Libertador 
en  las  actuales  circunstancias,   debía  necesariamente   aceptarse   sin 

1.  Véase  la  reaohiciÓQ  de  7  de  setiembre,  1821,  y  la  ley  de  2  de  mayo,  1825. 


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—    328    — 

reparo.  Tomó  posesión  el  3  de  octubre  (1821);  el  7  formó  Minis- 
terio con  Pedro  Gual  en  las  Relaciones  Exteriores,  José  Manuel 
Restrepo  en  el  Interior,  José  Maria  del  Castillo  y  Rada  en  Hacienda 
y  Pedro  Briceño  Méndez  en  Guerra  y  Marina,  hombres  competentí- 
simos en  sus  respectivos  departamentos;  confío  en  seguida  al  Vice- 
presidente la  dirección  del  Gobierno,  y  el  9  del  propio  mes  salió 
de  Cúcuta  para  emprender  la  campaña  del  Sur. 

Durante  su  larga  ausencia,  en  la  que  va  á  obtener  los  triunfos 
más  ruidosos  que  haya  logrado  nimca  un  guerrero  americano,  el 
destino  interior  de  Colombia  dependerá,  sobre  todo,  de  la  actitud 
de  dos  hombres;  los  cuales,  á  pesar  de  profundas  diferencias  en  su 
educación  y  carácter,  coincidirán  al  fin  en  el  propósito  de  disolver 
la  República.  En  Bogotá,  el  Vicepresidente  Santander,  patricio  de 
'esmerada  cultura,  más  político  que  guerrero,  estadista  de  espíritu 
amplio  y  flexible,  se  acoge  al  amparo  del  g#nio  de  Bolívar  y  le 
secunda  hábilmente  en  las  guerras  del  Ecuador  y  el  Perú;  pero 
aguardando  el  momento  propicio  de  hacerse  inspirador  y  jefe  de  la 
oposición  política.  En  Venezuela,  el  general  José  Antonio  Páez, 
llanero  aún  indómito  á  la  autoridad  de  las  leyes,  aunque  entendi- 
miento fácil  de  ser  dirigido  por  cortesanos  que  halaguen  su  am- 
bición de  mando  y  prestigio,  tarda  poco  en  aliarse  con  los  promo- 
vedores de  la  tendencia  separatista.  Bolívar  parece  que  presintiera 
desde  1821  la  causa  principal  de  la  próxima  discordia.  Cuando 
pasaba  revista  en  los  llanos  al  ejército  con  que  iba  á  triunfar  en 
Carabobo,  escribió  al  Dr.  Gual:  "No  pueden  ustedes  formarse  una 
idea  exacta  del  espíritu  que  anima  á  muchos  de  nuestros  militares. 
Estos  no  son  los  que  ustedes  conocen  por  allá;  son  los  que  ustedes 
no  conocen:  hombres  que  han  combatido  largo  tiempo,  que  se  creen 
muy  beneméritos,  y  se  consideran  muy  humillados  y  miserables,  y 
sin  esperanza  de  coger  todo  el  fruto  de  las  adquisiciones  de  su 
lanza.  Son  llaneros  determinados,  y  que  nunca  se  creen  iguales  á 
los  otros  hombres  que  saben  más  ó  parecen  mejor.  Yo  mismo,  que 
siempre  he  estado  á  su  cabeza,  no  sé  aún  de  lo  que  son  capacesw 
Los  trato  con  una  consideración  suma;  y  ni  aun  esta  misma  con- 
sideración es  bastante  para  inspirarles  confianza  y  la  franqueza  que 
debe  reinar  entre  camaradas  y  conciudadanos.  Persuádase  usted, 
Gual,  que  estamos  sobre  un  abismo,  ó  más  bien  sobre  un  volcán 
pronto  á  hacer  su  explosión.  Yo  temo  más  la  paz  que  la  guerra . . .'' 
Habituado  Bolívar  á  penetrar  el  carácter  de  sus  tenientes,  se  apre- 
suró á  coronar  la  carrera  militar  de  Páez  acordándole  el  grado  de 
general  en  jefe  sobre  el  campo  de  batalla  de  Carabobo,  y  con- 
fiándole  en  seguida  la  comandancia  de  armas  en  las  provincias  de 


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Caracas  y  Barinas;  mas  ello  no  impidió  que  el  inmortal  llanero 
apareciese  á  los  pocos  años  como  el  más  temible  adversario  de  la 
Unión  Colombiana. 

En  cambio,  llevóse  consigo  el  Libertador  á  un  joven  guerrero, 
Antonio  José  de  Sucre,  quien  por  su  alto  entendimiento  y  nobleza 
de  alma  iba  á  encumbrarse  sobre  todos  los  generales  de  su  época. 
Nació  en  Cumaná  el  3  de  febrero  de  1795.  A  los  quince  años  era 
teniente  de  ingenieros  y  figuró  desde  luego  como  comandante  de 
las  milicias  cumanesas.  En  1813  asciende  á  teniente  coronel,  en 
1817  á  coronel,  en  1819  á  general  de  brigada,  ganando  estos  grados 
en  veintiún  combates  y  batallas.  De  él  había  escrito  Bolívar:  ^^Es 
uno  de  los  mejores  ofíciales  del  ejército:  reúne  los  conocimientos 
profesionales  de  Soublette,  el  bondadoso  carácter  de  Bricefio,  el 
talento  de  Santander  y  la  actividad  de  Salóm.  Por  extraño  que 
parezca,  no  se  le  conoce,  ni  se  sospechan  sus  aptitudes.  Estoy 
resuelto  á  sacarle  á  luz,  persuadido  de  que  algún  día  me  rivalizará  ^\ 
Previsión  que  veremos  realizada  en  Ayacucho. 

Fué  sincero  Bolívar  cuando  dijo  al  congreso  de  Cúcuta,  que 
soldado  por  necesidad  y  por  inclinación,  su  destino  estaba  seña- 
lado en  los  cuarteles  y  campos  de  batalla,  y  trocábasele  el  bufete 
del  magistrado  en  lugar  de  suplicio.  De  este  modo  trazó  él  mismo 
su  mejor  retrato  moral.  Genio  impulsivo  si  los  hubo,  su  tempera- 
mento le  arrastra  invenciblemente  á  los  azares  de  la  guerra,  á 
libertar  pueblos  y  fundar  naciones.  Si  es  capaz,  entre  dos  cam- 
pañas, de  formular  grandes  y  profundos  pensamientos  políticos, 
como  su  manifiesto  de  Cartagena,  su  carta  de  Jamaica  y  su  mensaje 
de  Angostura,  toda  su  vida  demuestra  mayor  energía,  más  tenaci- 
dad, y  audacia  más  deslumbradora,  en  el  campamento  que  no  en  el 
palacio  de  Gobierno.  Su  carácter  y  existencia  los  resume  el  título 
que  le  dio  Caracas  en  1813:  el  Libertador.  Ensayemos  aquí  un 
bosquejo,  conforme  al  testimonio  de  sus  contemporáneos^. 

Estatura  de  cinco  pies  y  seis  pulgadas;  cabeza  de  regular  vo- 
lumen, deprimida  en  las  sienes,  prominente  en  las  partes  anterior 
y  superior,  abultada  en  la  posterior;  enorme  desarrollo  de  la  frente; 
rostro  de  óvalo  largo,  anguloso,  agudo  en  la  barba,  pómulos  sa- 
lientes, mejillas  hundidas;  pobladas  y  bien  arqueadas  las  cejas;  pro- 
fundas las  cuencas  de  los  ojos,  y  éstos  negros,  grandes  y  muy 
vivos,   cuyas   miradas   brillaban   como    si   surgiesen   de   recónditos 


1.  Véase  especialmente  á  O'Leary,  Memorias,  t.  I,  cap.  XXII;  á  Páez, 
Autobiograífa,  t.  I,  cap.  IX,  y  las  notas  del  Dr.  Roullin,  médico  y  naturalista 
Atmcés  que  le  conoció  en  Bogotá  á  fínes  de  1827;  hállanse  en  la  colección  Blanco- 
Azpurúa. 


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—    380    — 

focos;  orejas  grandes,  pero  bien  cortadas;  nariz  recta,  no  aguileña, 
y  finamente  delineada;  no  agraciada  la  boca,  y  los  labios  carnosos; 
dientes  blancos,  uniformes  y  bellísimos,  que  cuidaba  con  esmero; 
bigotes  rubios  que  afeitó  por  primera  vez  en  1825;  cabellos  negros, 
ensortijados  y  sedosos,  que  llevó  largos  hasta  1821  y  cortos  cuando 
empezaron  á  encanecer,  y  acostumbró  un  tiempo  dividirlos  en  una 
mecha  enroscada  sobre  la  parte  alta  de  la  frente  y  guedejas  sobre 
las  sienes,  peinadas  hacia  adelante;  tez  blanca,  tostada  pronto  por 
el  sol  tropical,  y  áspera  al  cabo  de  tantos  años  de  viajes  y  cam- 
pañas; el  pecho  angosto,  delgado  el  cuerpo  y  sobre  todo  las  pier- 
nas; manos  y  pies  pequeños:  no  obstante  su  estatura  mediana,  era  de 
continente  airoso,  y  aunque  de  andar  inquieto  y  rápido,  cruzaba 
con  frecuencia  los  brazos  y  tomaba  actitudes  esculturales  en  los 
momentos  solemnes.  —  En  suma,  tipo  de  vascongado  (de  que  des- 
cendía por  la  línea  paterna),  aunque  tenia  también  acaso  su  parte 
de  sangre  mestiza,  como  la  generalidad  de  los  hidalgos  coloniales^. 
Si  su  organismo  era  sobre  todo  español,  los  ímpetus  de  su 
alma  también  lo  fueron  á  menudo.  En  1812,  la  rota  de  Puerto 
Cabello  le  exaspera,  y  al  llegar  á  la  Guaira,  ciego  de  ira,  quiere 
vengar  en  Miranda,  al  modo  de  los  bárbaros,  un  desastre  cuya 
responsabilidad  era  de  todos  por  igual.  Cuando  emprende  la  cam- 
paña de  1813,  sus  palabras  y  sus  actos  suelen  remedar  la  vehe- 
mencia y  la  crueldad  de  los  conquistadores  del  siglo  XVI:  en  1814, 
no  vacila  en  corresponder  al  salvajismo  de  Boves,  ordenando  á 
Arismendi  y  á  Palacio  que  sacrifiquen  los  800  prisioneros  de 
Caracas  y  la  Guaira.  A  ocasiones,  su  imaginación  alborotada  se 
armoniza  por  modo  singular  con  el  cálculo  diplomático.  Sus  triun- 
fos de  1813,  relativamente  fáciles  y  sobre  todo  efímeros,  él  los 
exagera,  los  magnifica,  los  convierte  en  epopeya  para  deslumhrar 
á  amigos  y  enemigos;  y  como  fué  con  oficiales  de  Nueva  Granada 
que  se  aventuró  á  la  reconquista  de  Venezuela,  para  eUos  canta 
sin  cesar  himnos  de  gloria.  Muere  el  granadino  Girardot  peleando 
en  Bárbula  como  peleaban  y  morían  tantos  bravos  de  su  tiempo,  y 
Bolívar  decreta  que  todos  los  venezolanos  vistan  de  luto  por  un 
mes,  que  el  corazón  del  héroe  se  Ueve  en  Iñunfo  á  la  capital,  que 
se  le  haga  allí  la  recepción  de  los  Libertadores  y  se  le  deposite  en 
un  mausoleo  erigido  en  la  catedral  metropolitana.  El  mismo  va  á 
presidir  con  su  estado  mayor  la  procesión  triunfal  hasta  Caracas.  En 
este  año,  ya  Bolívar  soñaba  con  gobernar  una  gran  República  formada 
de  Venezuela  y  Nueva  Granada^.  Cuando  en  1817  andaba  errante  por 

1.  Véase  arriba,  p.  57. 

2.  Memoria  de  Relaciones  Exteriores,  31   de  diciembre  de  1813. 


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—  asi- 
las soledades  de  Guayana,  sin  ejército,  desconocido  de  sus  tenientes 
en  Cariaco,  andaba  también  delirando  con  el  proyecto  de  tras- 
montar los  Andes,  fundar  á  Colombia,  libertar  al  Perú.  En  1818,. 
dueño  apenas  de  una  parte  del  territorio,  constituye  en  Angostura 
un  gobierno  de  aparato,  y  lanza  su  grandilocuente  reto  á  España. 
La  jactancia  hispana  de  los  tiempos  clásicos  vibra  en  sus  proclamas» 
Cuando  regresa  del  Perú  dice  á  los  ciudadanos  de  Bogotá:  "Cinco 
años  hace  que  salí  de  esta  capital  para  marchar  á  la  cabeza  del 
ejército  libertador,  desde  las  riberas  del  Cauca  hasta  las  cumbres 
argentinas  del  Potosí ...  Un  millón  de  colombianos  y  dos  Repúblicas 
hermanas  han  obtenido  la  independencia  á  la  sombra  de  vuestras 
banderas,  y  el  mundo  de  Colón  ha  dejado  de  ser  español.  Tal  ha 
sido  nuestra  ausencia!  ^^ 

Si  el  lenguaje  de  sus  proclamas  y  discursos  solía  ser  arre- 
batado y  pomposo,  en  la  conversación  —  observa  el  Dr.  Roullin  — 
"  su  réplica  era  pronta,  frecuentemente  brusca,  y  en  ocasiones  hasta 
dura  y  punzante;  y  no  pocas  veces,  en  circunstancias  delicadas^ 
contestó  á  cumplimientos,  á  súplicas  interesadas  ó  á  palabras  lison- 
jeras, con  agudezas  muy  oportunas  pero  rudas,  y  aun  con  terribles 
epigramas;  no  las  agudezas  del  ingenio  que  quiere  agradar,  sino 
de  la  voluntad  que  se  impacienta  y  quiere  hacerse  sentir  y  obe- 
decer". No  obstante,  otro  testimonio,  que  ha  de  creerse  imparcial 
en  este  caso  porque  es  injusto  casi  siempre,  advierte  que  Bolívar 
'^  había  adquirido  en  el  curso  de  sus  viajes  aquel  hábito  mundano,, 
aquella  cortesía  y  suavidad  de  maneras  que  le  distinguían,  y  que 
tan  atractiva  influencia  ejercieran  sobre  cuantos  le  trataban"^. 

Extremadamente  nervioso,  impresionable  é  impaciente,  procu- 
raba calmarse  con  un  severo  régimen  higiénico.  Dormía  poco,. 
áncó  á  seis  horas  de  las  veinticuatro,  dice  O'Leary;  en  hamaca^ 
en  catre,  sobre  un  cuero,  ó  envuelto  en  su  capa  en  el  suelo  y  á 
campo  raso,  y  era  su  sueño  tan  ligero  y  su  despertar  tan  pronto,, 
que  á  ésto  debió  el  salvarse  de  sus  asesinos  en  el  Rincón  de  los 
Toros.  Mostrábase  sobrio  en  la  mesa,  y  se  dedicaba  diariamente  á. 
ejercicios  al  aire  libre,  sobre  todo  á  la  equitación,  en  la  que  com- 
petía con  los  más  atrevidos  ginetes  de  los  llanos.  Gustábale,  dice 
Páez,  correr  á  todo  escape  por  las  llanuras  del  Apure  persiguiendo 
á  los  venados  que  allí  abundan.  No  lograba,  sin  embargo,  sobre- 
ponerse á  otras  de  sus  aficiones  predilectas.  Apasionado  danzarín 
desde  la  infancia,  solía  despilfarrar  en  este  pasatiempo,  más  fati- 
gante que  ningún  otro  en  el  ardiente  clima  intertropical,  los  restos 

1.  H.  L.  V.  Ducoudray  Holstein,  Memoirs  of  Simón  Bolívar,  vol.  I^ 
p.  83.     Londres,  1830. 


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de  energía  economizados  de  las  faenas  del  campamento  y  tareas 
de  la  política.  Por  otra  parte,  nada  pudo  nunca  enfrenar  su  más 
constante  pasión,  que  fueron  las  mujeres.  No  volvió  á  casarse. 
¿Acaso  porque  conservaba  inmaculado  el  recuerdo  de  su  primer 
amor?  ¿O  quizá  porque  en  la  vertiginosa  carrera  de  su  existencia," 
no  podía  ya  haber  descanso  ni  paréntesis  sino  para  los  amores  vo- 
lubles? "Quise  mucho  á  mi  mujer,  decía  en  1828,  y  su  muerte  me 
hizo  jurar  no  volverme  á  casar:  he  cumplido  mi  palabra".^  Con 
todo,  puede  decirse  que  no  vivió  nunca  solo.  Sus  queridas  le  acom- 
pañaron siempre  en  Caracas,  en  Angostura,  en  Bogotá,  en  Lima, 
en  Quito,  y  aun  en  las  campañas.  En  Caracas  se  le  oía  decir  por  el 
año  de  1814,  que  prefería  el  Purgatorio  al  Paraíso  porque  allí 
estaba  seguro  de  encontrar  á  sus  primas  las  Aristeiguietas,  her- 
mosas muchachas  de  genio  alegre  y  muy  independiente.  Bien  es 
cierto  que  más  de  una  vez  su  pasión  amorosa  le  sirvió  de  Provi- 
dencia. En  1815,  hallándose  en  Kingston,  la  circunstancia  de  que- 
darse á  dormir  en  casa  de  una  amiga  le  salvó  de  que  lo  asesinase 
su  propio  esclavo,  el  cual  dio  de  puñaladas  á  ua  oficial  que  por 
aquella  noche  ocupaba  su  hamaca;  y  el  25  de  setiembre  de  1828, 
escapó  de  los  conjurados  de  Bogotá  merced  á  las  trazas  que  se 
dio  su  querida  para  hacerle  saltar  por  el  balcón.  De  1813  á  1819, 
su  favorita  fué  Doña  Josefina  Núñez,  á  quien  llamaban  familiarmente 
en  el  ejército  "Señorita  Pepa",  y  poco  faltó  para  que  fracasase  la 
primera  expedición  de  Haití  (1816)  por  un  retraso  en  el  barco  que 
conducía  á  aquella  á  Margarita.  Algunos  de  sus  tenientes  debieron 
á  complacencias  de  sus  mujeres  con  el  Libertador,  no  menos  que 
á  su  bravura  en  los  combates,  sus  grados  y  honores  militares.  En 
el  Perú,  los  paréatesis  de  actividad  política  y  guerrera  los  dedicaba 
á  intrigas  amorosas,  que  en  no  raras  ocasiones  llegaron  al  delirio. 
Allí  también  empezó  á  flaquear  su  organismo  y  á  decaer  su  genio. 
Desde  1822,  otra  mujer  ocupa  lugar  absorbente  en  la  vida  pasional 
de  Bolívar,  mujer  única  en  esta  época,  así  por  su  carácter  aventu- 
rero como  por  su  afición  á  ejercicios  varoniles,  y  tanto  por  su 
soberbia  en  desdeñar  oiertas  convenciones  sociales  cuanto  por  su 
brillante  inteligencia.  Llamábase  Manuela  Sáenz.  Casada  en  Quito 
con  un  médico  inglés,  de  apellido  Thome,  le  abandonó  allí  para 
seguir  al  Libertador  en  todas  sus  campañas.  El  inglés,  excéntrico, 
enamorado  y  generoso  (á  menudo  le  enviaba  grandes  cantidades  de 
dinero,  que  ella  no  aceptó  nunca,  y  al  fin  la  instituyó  heredera  de 
toda  su  fortuna),  le  suplicaba  sin  cesar  que  volviese  á  unírsele. 
Léase  una  de  las  respuestas  de  Doña  Manuela,  en  la  que  aparecen 

1.  Lacroix,  Diario  de  Bucaramanga. 


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ambos  pintados  con  ingeniosos  toques. ^  "No,  no,  no,  no  más, 
hombre,  por  Dios!  ¿Por  qué  hacerme  usted  escribir,  faltando  á  mi 
resolución?  Vamos,  ¿qué  adelanta  usted,  sino  hacerme  pasar  por 
el  dolor  de  decirle  mil  veces  no?  Señor,  usted  es  excelente,  es 
inimitable,  jamás  diré  otra  cosa  sino  lo  que  es  usted;  pero,  mi 
amigo,  dejar  á  usted  por  el  general  Bolívar  es  algo:  dejar  á  otro 
marido  sin  las  cualidades  de  usted,  sería  nada.  —  ¿Y  usted  cree 
que  yo,  después  de  ser  la  querida  de  este  general  por  siete  años, 
y  con  la  seguridad  de  poseer  su  corazón,  prefiriera  ser  la  mujer 
del  Padre,  del  Hijo,  del  Espíritu  Santo,  ó  de  la  Santísima  Trinidad? 
Si  algo  siento  es  que  no  haya  sido  usted  mejor  para  haberlo  de- 
jado. Yo  sé  muy  bien  que  nada  puede  unirme  á  él  bajo  los  aus- 
picios de  lo  que  usted  llama  honor.  ¿Me  cree  usted  menos  honrada 
por  ser  él  mi  amante  y  no  mi  marido?  Ah!  yo  no  vivo  de  las 
preocupaciones  sociales  inventadas  para  atormentarse  mutuamente. 
—  Déjeme  usted,  mi  querido  inglés.  Hagamos  otra  cosa:  en  el 
cielo  nos  volveremos  á  casar;  pero  en  la  tierra  no.  ¿Cree  usted 
malo  este  convento?  Entonces  diría  yo  que  era  usted  muy  descon- 
tento. Em  la  patria  celestial  pasaremos  una  vida  angélica  y  toda 
espiritual  (pues  como  hombre  es  usted  pesado).  Allá  todo  será  á 
la  inglesa,  porque  la  vida  monótona  está  reservada  á  su  nación 
(en  amores,  digo,  pues  en  lo  demás,  ¿quiénes  más  hábiles  para  el 
comercio  y  marina?).  El  amor  les  acomoda  sin  placeres,  la  conver- 
sación sin  gracia,  y  el  caminado  despacio,  el  saludar  con  reverencia^ 
el  levantarse  y  sentarse  con  cuidado,  la  chanza  sin  risa:  éstas  son 
formalidades  divinas;  pero  yo,  miserable  mortal,  que  me  río  de  mi 
misma,  de  usted  y  de  esas  seriedades  inglesas,  ¡qué  mal  me  iría 
en  el  cielo!,  tan  mal  como  si  fuera  á  vivir  á  Inglaterra  ó  Constan- 
tinopla;  pues  los  ingleses  me  deben  el  concepto  de  tiranos  con  las 
mujeres,  aunque  no  lo  fué  usted  conmigo^  pero  sí  más  celoso  que 
un  portugués.  Eso  no  lo  quiero  yo.  ¿No  tengo  buen  gusto?  — 
Basta  de  chanzas:  formalmente  y  sin  reirme,  con  toda  la  seriedad,, 
verdad  y  piureza  de  una  inglesa,  digo  que  no  me  juntaré  más 
con  usted.  Usted  anglicano  y  yo  atea,  es  el  más  fuerte  impedi- 
mento  religioso:^  el  que   estoy   amando   á  otro   es   mayor  y  má» 

1.  Hállase  esta  carta  en  el  tomo  tercero,  Apéndice,  p.  377,  de  las  Memorias 
de  0*Leaxy,  apéndice  que,  impreso  en  Caracas  en  1 883,  fué  mandado  destruir,  antes 
de  ponerse  á  la  venta,  por  el  Gobierno  de  Guzmán  Blanco,  y  del  cual  sólo  queda 
uno  que  otro  ejemplar.  £1  nuestro  alcanza  á  la  pagina  464.  Ignórase  el  paradero 
del  manuscrito. 

2.  En  el  bonrador,  ó  en  copia  de  la  misma  carta,  se  lee,  según  O'Leary:  '  Hay 
que  advertir  que  mi  marido  es  católico  y  yo  jamás  atea:  sólo  el  deseo  de  estar 
separada  de  él  me  hacia  hablar  asi". 


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fuerte.  ¿No  vé  usted  con  qué  formalidad  pienso?  —  Su  invariable 
amiga,  —  Manuela ^\  Al  principio  de  sus  reelaciones,  Bolívar  le 
escribía:  "Mi  amor:  ¿Sabes  que  me  ha  dado  mucho  gusto  tu  her- 
mosa carta?  Es  muy  bonita  la  que  me  ha  entregado  Salazar.  El 
estilo  de  ella  tiene  un  mérito  capaz  de  hacerte  adorar  por  tu  espí- 
ritu admirable.  Lo  que  me  dices  de  tu  marido  es  doloroso  y  gracioso 
A  la  vez.  Deseo  verte  libre,  pero  inocente  juntamente;  porque  no 
puedo  soportar  la  idea  de  ser  el  robador  de  un  corazón  que  fué 
virtuoso,  y  no  lo  es  por  mi  culpa.  No  sé  como  hacer  para  conci- 
liar mi  dicha  y  la  tuya,  con  tu  deber  y  el  mío:  no  sé  cortar  este 
nudo,  que  Alejandro  con  su  espada  no  haría  más  que  intrincar  más 
y  más;  pues  no  se  trata  de  espada  ni  de  fuerza,  sino  de  amor 
puro  y  de  amor  culpable,  de  deber  y  de  falta,  de  mi  amor,,  en  fin, 
con  Manuela  la  bella". ^  Hasta  la  muerte  del  héroe,  la  original  y 
hermosa  favorita  figura  en  las  crónicas  mundanas  del  Perú  y  Co- 
lombia. En  Lima,  dice  un  escritor  peruano,  "cabalgaba  á  manera 
de  hombre,  en  brioso  corcel,  escoltada  por  dos  lanceros  de  Co- 
lombia, y  vistiendo  dormán  rojo  con  brandeburgos  de  oro  y  pan- 
talón bombacho  de  cotonía  blanca.  Mujer  fuerte,  sabía  dMiinar  sus 
nervios,  apareciendo  serena  y  enérgica  en  medio  de  las  balas  y 
espadas  tintas  de  sangre,  ó  del  afilado  puñal  de  los  asesinos.  ''*  En 
Bogotá,  refieren  dos  granadinos,  "se  presentaba  con  frecuencia  á 
caballo,  vestida  de  oficial  y  seguida  de  dos  esclavas  negras  con 
uniforme  de  húsares,  que  se  llamaban  Natán  y  Jonatás.  En  este 
traje,  ella  eipada  en  mano  y  las  negras  con  lanza,  salieron  en  1830 
la  víspera  de  Corpus,  y  rompiendo  en  la  plaza  mayor  por  la  muche- 
tiumbre  y  atropellando  las  guardias,  fueron  á  desbaratar  los  castillos 
de  pólvora  en  que  se  decía  haber  figuras  caricaturescas  del  Liber- 
tador "*  .  ,  .  Pero,  á  ser  verídicas  ciertas  crónicas,  ya  el  amor  exclu- 
sivo que  enloqueciera  á  JManuelita  en  Quito  y  Lima,  había  cedido  el 
paso  á  la  pura  admiración.  Un  informe  confidencial  del  agente  del 
-Gobierno  francés  en  Bogotá,  pretende  que  aquélla  se  consolaba  del  can- 
sancio del  Libertador,  con  un  brillante  oficial  de  la  guardia.  De  saberlo 
Bolívar,  grande  hubiera  sido  su  despecho,  no  tanto  por  la  infedilidad 
t!e  su  querida  cuanto  por  la  circunstancia  de  hacerle  representar  así  el 
papel  de  Napoleón,  á  quien  nunca  quiso  parecerse  en  nada . . .  Por 
otra  parte,  era  mujer  de  conversación  erudita,  y  aficionada  á  buenas 
letras,  como  que  gustaba  de  leer  á  Tácito  y  á  Plutarco,  y  solía  re- 

1.  Dofia  Manuela    confió    á  OXeary    en  1846    un  cofrecito    que    contenia  la^ 
<artas  intimas  de  Bolívar.     Ninguna  se  ha  publicado  todavía. 

2.  Ricardo  Palma,  Ropa  vieja,  p.  101. 

3.  Ángel  y  Rufino  José  Cuervo,    Vida    de    Rufino  Cuervo,    t.  1,  p.  193. 


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citar  de  memoria  trozos  de  los  clásicos  españoles.  Expulsada  de 
Bogotá  después  de  la  disolución  de  Colombia,  se  retiró  á  Paita, 
donde  pasó  los  últimos  años  de  su  vida  rindiendo  culto  á  la  me- 
moria de  su  grande  amigo  K  Dicho  está  que  su  pasión  por  Manuela 
Sáenz  no  le  impedia  á  Bolívar  anudar  dondequiera  otras  intrigas, 
efímeras  sin  duda,  pero  también  á  ocasiones  más  violentas.  La 
quinta  de  La  Magdalena,  cerca  de  Lima,  y  las  alcobas  de  Quito, 
Bogotá  y  Caracas,  resonaron  siempre  con  los  triunfos  del  héroe,  que 
así  libertaba  pueblos  como  conquistaba  corazones.  Consagró  su 
actividad  devoradora  á  tres  divinidades:  la  guerra,  "^a  política,  el 
amor,  las  cuales  le  minaron  el  organismo  trayendo  la  vejez  prema- 
tura. El  amor  sensual  puede  decirse  que  fué  el  elemento  morboso 
de  su  vida;  sobre  todo  en  el  Perú,  país  de  clima  enervador  y  cos- 
tumbres voluptuosas,  donde  el  guerrero  venezolano  fué  celebrado  y 
adorado,  á  la  letra,  como  un  semidiós^. 

En  el  campamento  —  escribe  Páez  —  "mantenía' el  buen 
humor  con  oportunos  chistes;  pero  en  las  marchas  se  le  veía 
siempre  algo  inquieto,  y  procuraba  distraer  su  impaciencia  ento- 
nando canciones  patrióticas:  amigo  del  combate,  acaso  lo  prodigaba 
demasiado,  y  mientras  caraba,  tenía  la  mayor  serenidad  ^\  En  la 
adversidací,  nunca  perdió  la  esperanza  del  próximo  desquite.  El 
arte  de  vencer,  repetía  á  menudo,  se  aprende  en  las  derrotas.  En 
1817,  vencido,  medio  desnudo,  acompañado  de  sólo  su  estado  mayor 
en  el  caño  de  Casacoima,  anunciaba  para  pronto  la  creación  de 
Colombia;   y   en  1819,    cuando  Morillo  dominaba   aún   á   casi   toda 

1.  Allí  la  visitó  Garíbaldi  en  1851.  £n  sus  Memorias  se  lee:  'A  Paita 
sbarcammo,  ci  fermammo  un  giorno  e  fui  ospitato  in  casa  d*una  generosa  signora 
del  paese,  che  trovavasi  in  letto  da  varí  anni,  essendo  stata  colpita  da  un  attacco 
apoplético  neUe  gambe  .  .  .  Dona  Manuelita  de  Saenz  era  la  piü  g^raziosa  e  gentile 
matrona  ch*  io  abbia  mai  veduto ;  essendo  stata  V  árnica  di  Bolivar,  conosceva  le  piü 
minute  circostanze  della  vita  del  grande  liberatore  d^*  America  céntrale;  la  di  cui 
vita,  intieramente  consacrata  all*  emancipazione  del  suo  paese,  e  le  virtü  somme  che 
lo  adomavano  non  valsero  a  sostrarlo  al  veleno  dell*  invidia  e  del  gesuitismo,  che  ne 
amareggiarono  gli  ultimi  giomi  .  .  .  Dopo  quella  giornata  ch*  io  chiameró  deliziosa, 
in  confronto  di  tante  angosciose,  perché  passata  nella  cara  compagnia  dell'  intere- 
sante invalida,  io  la  lasciai  veramente  commosso  ..."  Memorie  Autobio- 
gra fiche,  p.  268—9.    9»  edición. 

2.  A  tanto  llegó  el  lirismo  de  los  peruanos,  que  en  las  iglesias  cantaban, 
entre  la  epístola  y  el  evangelio,  versos  por  este  estilo: 

De  ti  viene  todo  ¿Qué  hombre  es  este,  cielos, 

Lo  bueno,  sefior:  Que  con  tal  primor 

Nos  diste  á  Bolivar,  De  tan  altos  dones 

Gloria  á  tí,  gran  Dios.  Tu  mano  adornó? 

Lo  futuro  anuncia 

Con  tal  precisión. 

Que  parece  el  tiempo 

Ceñido  á  su  loz  .  .  • 


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Venezuela,  y  él  pasaba  los  ventisqueros  de  los  Andes,  en  la  más 
aventurada  de  sus  empresas,  iba  cantando  de  antemano  la  recon- 
quista del  imperio  de  los  Incas.  Su  aspecto  —  observa  O'Leary  — 
cuando  estaba  de  buen  humor  era  apacible;  pero  terrible  cuando 
irritado.  En  términos  análogos  dice  Páez:  ^^De  humor  alegre  y 
jovial,  y  carácter  apacible  en  el  trato  familiar;  impetuoso  y  domi- 
nador cuando  se  trataba  de  acometer  una  empresa  de  importante 
resultado,  hermanando  asi  lo  afable  del  cortesano  con  lo  fogoso  del 
guerrero''.  Los  ataques  de  la  prensa  —  añade  OXeary  —  "le  im- 
presionaban en  sumo  grado,  y  la  calumnia  le  irritaba:  su  naturaleza 
sensible  no  pudo  nunca  vencer  esta^  susceptibilidad".  £1  mismo 
O'Leary,  que  le  acompañó  más  de  diez  años,  lo  pinta  bien  en  las 
tareas  de  oficina.  "Trabajaba  meciéndose  en  la  hamaca  ó  paseán- 
dose, las  más  veces  á  largos  pasos,  pues  su  natural  inquietud  no 
se  avenía  con  el  reposo;  con  los  brazos  cruzados,  ó  asido  el  cuello 
de  la  casbca  con  la  mano  izquierda  y  el  índice  de  la  derecha  sobre 
el  labio  superior,  oía  á  su  secretario  leer  la  correspondencia  oficial, 
y  el  sinnúmero  de  memoriales  y  cartas  particulares  que  le  dirigían. 
A  medida  que  leía  el  secretario,  iba  él  dictando  su  resolución  á  los 
memoriales,  y  ésta  era,  por  lo  general,  irrevocable.  Dictaba  luego, 
y  hasta  á  tres  amanuenses  á  la  vez,  los  despachos  oficiales  y  las 
cartas,  pues  nunca  debaja  una  sin  contestar,  por  hiunilde  que  fuese 
el  que  le  escribía.  Aunque  se  le  interrumpiese  mientras  dictaba, 
jamás  le  vi  equivocarse  ni  turbarse  para  reanudar  la  frase.  Cuando 
no  conocía  al  corresponsal  ó  al  solicitante,  hacía  una  ó  dos  pre- 
guntas. Esto  sucedía  muy  rara  vez,  porque,  dotado  de  prodigiosa 
memoria,  conocía  no  sólo  á  todos  los  oficiales  del  ejército,  sino  á 
todos  los  empleados  y  personas  notables  del  país." 

Prodigó  desde  mozo,  no  tardó  en  derrochar  su  cuantiosa 
hacienda.  Su  liberalidad  no  conocía  límites.  A  principios  de  la 
revolución  poseía  mil  esclavos:  á  todos  les  dio  libertad.  En  1814 
sus  bienes  se  reducían  ya  á  las  minas  de  Aroa,  á  la  sazón  impro- 
ductivas y  además  en  litigio,  y  á  su  hacienda  de  San  Mateo,  arrui- 
nada á  tal  punto  que  todos  sus  habitantes  la  abandonaron,  á  ex- 
cepción de  tres  ancianos  que  habían  sido  esclavos.  Durante  toda 
su  vida,  la  única  cantidad  que  personalmente  pidió  al  erario  público 
fué  la  de  14,000  pesos,  en  las  circunstancias  y  con  el  fin  que  ex- 
plica la  siguiente  nota  dirigida  de  Guanare  al  Vicepresidente  de  la 
República,  en  25  de  mayo  de  1821:  ^^  Instigado  de  los  clamores 
con  que  mi  propia  familia  y  las  de  algunos  de  mis  amigos  y  com- 
pañeros de  armas,  se  lamentaban  por  la  miserable  situación  en  que 
se  hallaban   (es  superfino  advertir  que   desde   1814  la  familia  de 


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Bolívar  no  recibía  renta  ninguna),  me  tomé  la  libertad  de  librar  una 
orden  á  mi  favor  contra  las  cajas  públicas  de  Bogotá  en  el  año  de 
1819.  (Cuando  entró  á  B<^otá  halló  en  caja  medio  millón  de 
pesos).  La  copia  que  incluyo  á  V.  E.  con  el  número  I®,  es  la  con- 
testación que  recibí  del  director  de  rentas,  acusando  el  recibo  de 
mi  orden  y  avisando  haberla  mandado  cimiplir.  El  documento, 
también  adjunto,  número  2^,  manifiesta  haberse  satisfecho  mi  libra- 
miento. —  La  ley  de  repartición  de  bienes  nacionales  me  asigna 
un  haber  de  25,000  pesos  como  general  en  jefe  de  ejército,  y  me 
da  derecho  para  esperar  asignaciones  y  gracias  extraordinarias;  y 
la  ley  que  declara  los  sueldos  de  todos  los  empleos,  me  asigna 
como  Presidente  de  la  República  el  de  50,000  pesos  anuales  desde 
el  año  de  1819.  Yo  renuncio  desde  ahora  todos  estos  derechos  y 
acciones,  que  no  he  percibido,  dándome  satisfecho  de  ellos  por  los 
14,000  pesos  tomados  en  Bogotá.  —  El  objeto  á  que  los  destiné  y 
las  sagradas  obligaciones  á  que  satisfice  con  eUos,  me  han  recom- 
pensado ampliamente  de  los  derechos  que  renuncio  á  favor  del 
tesoro  público.  —  Yo  suplico  á  V.  E.  se  sirva  presentar  al  Con- 
greso General,  en  mi  nombre,  esta  expresión  sincera  de  mi  volun- 
tad. Aceptarla  será  para  mí  una  gracia  singular,  que  miraré  como 
el  testimonio  más  puro  del  aprecio  con  que  la  representación  na- 
cional se  digna  honrarme . .  .^^  El  congreso  del  Perú  le  ofreció  un 
millón  de  pesos:  lo  rechazó  dos  veces;  y  no  cedió  á  la  insistencia 
de  aquél  sino  á  condición  que  semejante  dádiva  sería  distribuida 
entre  varias  ciudades  de  Colombia.  Dispuso  luego  de  la  cantidad 
de  20,000  pesos  para  el  establecimiento  de  escuelas  en  Caracas,  y 
como  no  cubriesen  el  jiro  los  agentes  del  Perú  en  Londres,  lo  pagó 
Bolívar  de  su  propio  peculio.  Para  su  viaje  de  Lima  á  Bogotá,  en 
1826,  tuvo  que  tomar  dinero  prestado  de  los  oficiales  de  su  estado 
mayor,  porque  había  repartido  entre  sus  servidores  y  amigos  todos 
los  regios  presentes  que  allí  le  hicieron,  conservando  únicamente 
la  espada  que  le  regaló  la  municipalidad  de  Lima.  Vuelto  pobre 
á  Colombia,  aceptó  el  sueldo  de  Presidente;  pero  empleaba  la  mayor 
parte,  dice  un  historiador  de  la  época,  "en  socorros  á  las  viudas, 
en  auxilios  á  los  militares  y  en  limosnas  á  los  pobres  vergonzantes: 
hasta  su  quinta  en  las  inmediaciones  de  Bogotá,  que  cualquiera  otro 
hubiera  conservado  como  un  retiro  en  circunstancias  posibles,  la 
regaló  á  un  amigo  suyo:  el  último  soldado  que  ocurriese  á  él, 
recibía  cuando  menos  im  peso:  espadas,  caballos,  hasta  su  ropa 
misma,    todo  lo  daba"^.    Y  otro  historiador,   casi  siempre  hostil   á 


1.  Posada  Gutiérrez,  Memorias  histórico-políticas,  1. 1,  p.  315. 
Fortoul,  Historia  ConstitucionaL  22 


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Bolívar,  escribe:  "Debo  sin  embargo  hacerle  justicia  diciendo  que 
no  fué  nunca  avariento,  porque  es  generoso  y  se  preocupa  poco  ó 
nada  con  el  dinero.  Le  vi  á  menudo  vaciar  su  bolsa  y  darle  su 
último  doblón  á  cualquier  oficial,  que  le  pedía  algo  á  cuenta  de  su 
salario,  y  en  alejándose  oí  siempre  á  Bolívar  que  decía  riéndose: 
le  pauvre  diable!,  está  más  necesitado  que  yo,  y  para  mí  no 
tiene  valor  esa  miseria  de  oro;  le  he  dado  todo  lo  que  tenía "i. 

Así  logró  infundir  en  sus  soldados,  más  que  obediencia  admira- 
ción y  cariño.  Fué  siempre  el  ejército  su  más  constante  preocupa- 
ción; á  lo  que  debió  la  República  ver  convertidas  en  invencibles 
batallones  las  indisciplinadas  reclutas  de  los  primeros  años.  Para 
emprender  la  campaña  del  Sur,  hubo  tropas  que  marcharon  desde 
Valencia  hasta  Popayán,  más  de  setecientas  leguas,  por  territorios 
donde  apenas  existían  caminos,  ahora  atravesando  llanuras  inunda- 
das, ó  abrasadas  por  el  sol  del  estío,  y  luego  respirando  el  viento 
helado  de  las  cumbres  andinas.  En  esa  escuela  adiestraba  el  Liber- 
tador á  los  veteranos  de  Colombia,  que  iban  á  triunfar  en  Bom- 
bona, Junín  y  Ayacucho. 

En  los  primeros  días  de  marzo  de  1822,  Bolívar  abre  desde 
Popayán  la  campaña  de  Quito,  y  el  7  de  abril  triunfa  en  Bombona. 
Sucre  gana  la  batalla  de  Pichincha  el  24  de  mayo,  y  ambos  se  en- 
cuentran en  Quito  el  15  de  junio,  donde  se  promulga  en  seguida  la 
ley  fundamental  de  Colombia. 

Forma  un  instante  Bolívar  el  proyecto  de  volver  á  Bogotá  á 
fines  de  este  año;  renunciar  la  Presidencia,  pues  ya  estaba  libertado 
todo  el  territorio  de  la  República,  y  pasar  á  Caracas,  para  recuperar 
allí,  en  el  seno  de  su  familia,  la  actividad  que,  según  decía,  empe- 
zaba á  faltarle^.  Proyecto  ilusorio.  Su  genio  impulsivo  le  arrastra 
á  más  grandes  empresas;  á  libertar  al  Perú,  á  fundar  á  Bolivia. 

El  11  de  julio  pasó  á  Guayaquil,  donde  se  debatía  una  cues- 
tión de  grave  importancia;  á  saber,  si  esta  provincia  se  declaraba 
Estado  independiente,  ó  se  unía  al  Perú,  ó  se  incorporaba  á  Co- 
lombia. Bolívar  impuso  la  última  solución,  que  era  realmente  la 
única  racional,  hasta  por  circunstancias  geográficas,  porque  con  la 
autonomía  de  Guayaquil  hubieran  quedado  aisladas  del  Pacífico  las 
demás  provincias  ecuatorianas  que  ya  formaban  parte  de  la  gran 
República.  En  esto  preséntase  en  Guayaquil  (25  de  julio)  el  general 
José  de  San  Martín,  que  presidía  el  Gobierno  del  Perú  con  el  título 

1.  H.  L.  V.  Ducoudray  Holstein,  Memoirs  of  Simón  Bolívar,  vol.  I,  p.  232. 

2.  Carta  de  21  de  junio,  dirigida  á  Caracas  al  marqués  del  Toro  y  á  su  her- 
mano D.  Femando. 


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—    339    — 

<le  Protector  y  mandaba  su  ejército.  La  independencia  de  este 
país  estaba  aún  amenazada  por  numerosas  tropas  españolas,  y  para 
asegurarla  era  indispensable  la  cooperación  de  las  armas  colombia- 
nas. Quiso,  pueS|  San  Martín  combinar  con  Bolívar  el  plan  de  la 
próxima  campaña,  y  fijar  anticipadamente  las  bases  del  gobierno 
que  más  conviniera  al  Perú  después  del  triunfo.  No  se  acordaron. 
Eran  uno  y  otro  los  más  altos  campeones  de  la  libertad  en  la 
América  hispana,  é  incuestionablemente  poseían  almas  demasiado 
nobles  para  posponer  aquélla  á  exclusivismos  de  personal  ambición; 
pero  si  coincidían  en  cuanto  á  la  necesidad  de  asegurar  la  Indepen- 
4]encia,  disentían  radicalmente  en  propósitos  políticos.  San  Martín 
abogaba  por  el  establecimiento  de  monarquías  con  príncipes  euro» 
peos:  Bolívar,  aunque  sin  rechazar  en  principio  la  idea,  opinaba 
por  aplazar  su  ejecución  y  formar  por  el  pronto  Repúblicas  cuyos 
Presidentes  vitalicios  tuviesen  las  prerrogativas  de  un  monarca  in- 
glés, pero  en  todo  caso  americanos,  y  cuyos  parlamentos  fuesen 
imagen  y  órgano  de  la  masa  popular»  La  alianza  era  imposible.  O 
«1  Protector,  francamente  monárquico,  debía  apartarse  ante  el  Liber- 
tador, mitad  cesarista  mitad  demócrata,  ó  desistía  el  segundo  de 
auxiliar  al  Perú.  San  Martín  se  apartó.  De  regreso  á  Lima  re- 
nuncia la  Presidencia,  en  setiembre,  abandona  la  vida  pública  y  se 
retira  á  Europa. 

Los  historiadores  sudamericanos  se  complacen  en  hacer  para- 
ielos  entre  los  dos  más  grandes  hombres  de  la  Independencia;  pero 
así  los  parciales  de  Bolívar  como  los  de  San  Martín  (v.  gr.  Larra- 
^ábal  en  Venezuela,  Mitre  en  la  República  Argentina),  apelan  á 
recursos  de  pura  retórica  para  enaltecer  á  cada  imo  en  detrimento 
del  otro,  resultando  desfigurada  la  personalidad  de  ambos.  Citemos 
solamente  el  paralelo  de  un  estadista  que  se  ha  considerado  como 
imparcial,  aunque  acaso  no  lo  sea  del  todo,  D.  Domingo  Santa 
Maria,  Presidente  que  fué  de  Chile  ^.  Después  de  comparar  las  em- 
presas militares  de  ambos  caudillos,  dice  el  estadista  chileno:  ^^San 
Martín  no  era  expansivo  como  Bolívar  ni  encendía,  como  éste,  el 
pecho  del  soldado.  Reservado  y  disimulado,  acomodaba  en  el  es- 
-crit^rio  lo  que  el  otro  trazaba  en  el  campo  de  batalla.  En  una 
palabra,  San  Martín  era  un  zorro,  Bolívar  un  águila.  —  Bolívar  tuvo 
sus  debilidades  y  sus  errores  como  los  tuvo  San  Martín,  y  de  ello  • 
•no  podemos  formarles  im  proceso,  ni  formular  ima  acusación.  El 
astado  social  americano,   los  extraños  elementos   que   lo  formaban, 

1.  Carta  fecha  en  Santiago  á  4  de  febrero  de  1886  y  dirigida  á  D.  Pedro 
S.  Lamas,  redactor  en  París  de  la  Revue  Sud-Américaine.  Reproducción  de 
£1  Tiempo,  Caracas,  18  de  mayo,  1895. 

22* 


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—    340    — 

las  razas  antogónicas  é  ignorantes  que  poblaban  estos  países,  la 
educación  viciosa  que  nos  había  dado  España  y  las  falsas  ideas 
religiosas  que  predominaban  en  la  sociedad,  en  la  familia  y  en  las 
leyes;  todo  este  conjunto  no  podía  menos  que  producir  un  des- 
calabro y  un  desconcierto  el  día  en  que  la  revolución  diera,  como 
dio,  una  fuerte  y  violenta  sacudida.  —  Los  caudillos  militares  por 
avanzados  que  fuesen,  desconfiaron  del  orden  y  mucho  más  de  la 
libertad,  que  requiere,  para  dar  todos  sus  frutos,  un  régimen  re- 
gular, ordenado  é  ilustrado.  Se  espantaron  con  la  anarquía.  Bolívar 
creyó  encontrar  el  remedio  para  contener  el  desborde  de  las  pa- 
siones desencadenadas  por  la  revolución,  en  la  constitución  de  un 
gobierno  fuerte  personal;  y  San  Martín,  no  menos  asustado,  se 
imaginó  hallarlo  en  la  constitución  de  una  monarquía,  cuya  idea, 
sostenida  por  él  con  todo  tesón,  desmedró  su  nombre  ante  sus 
compañeros  de  armas,  le  arrebató  su  prestigio  como  caudillo,  que 
no  lo  tenía  como  soldado  arrojado,  y  lo  empequeñeció  delante  de 
Bolívar  en  la  conferencia  de  Guayaquil,  hasta  comprender  que  no 
le  quedaba  otro  camino  que  retirarse  del  Perú,  como  él,  patriótica, 
elevadamente  lo  hizo,  y  ceder  aquel  vasto  teatro  á  la  audacia  y 
actividad  de  Bolívar,  á  quien  desgraciadamente  desvanecieron  las 
pastillas  de  las  limeñas  y  el  incienso  sofocante  de  los  peruanos. 
Allí  fué  donde  enflaqueció  Bolívar  de  cuerpo,  y  donde  desfalleció 
de  alma;  pero  así  y  con  mucho  más,  Bolívar  es  la  primera  figura 
en  la  constelación  americana '\  Sí  lo  fué,  por  su  genio,  relampa- 
gueante y  original,  único  en  América;  pero  respecto  de  teorías, 
políticas,  que  es  la  cuestión  pertinente  á  nuestro  estudio,  nótese  que 
ni  la  monarquía  del  argentino,  ni  la  República  sui  generis  del 
venezolano,  pudieron  nunca  adaptarse  al  medio  social  hispano-ame- 
rícano,  al  menos  en  la  forma  especial  que  uno  y  otro  recomendaban; 
de  suerte  que  el  error  constitucional  de  San  Martín  equivale  al 
error  constitucional  de  Bolívar. 

Para  sustituir  á  San  Martín,  el  congreso  peruano  nombró  una 
Junta  de  Gobierno  compuesta  del  general  José  de  la  Mar,  D.  Felipe 
Alvarado  y  D.  Manuel  Salazar,  conde  de  Vista  Florida,  la  cual,, 
creyéndose  bastante  fuerte  para  proseguir  la  guerra  sin  el  au^lio 
extranjero,  hizo  devolver  á  Guayaquil  los  batallones  colombianos 
que  enviara  Bolívar.  Mas,  como  no  tardasen  los  peruanos  en  ser 
arrollados  por  los  españoles  en  los  combates  de  Toratá  y  Moquegua 
(enero  de  1823),  perdió  la  Junta  toda  autoridad  moral,  y  el  ejército 
mismo  impuso  al  congreso  el  nombramiento  de  D.  José  de  la  Riva- 
Agüero,  jefe  del  partido  popular,  como  Presidente  de  la  República 
(27  de  febrero).    Este  se  apresuró  á  enviar  á  Guayaquil,  en  marzo^ 


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—    341     — 

al  general  D.  Mariano  Portocarrero,  con  el  fín  de  solicitar  de  nuevo 
la  protección  de  Bolívar.  En  el  discurso  con  que  el  enviado  pre- 
sentó sus  credenciales  se  lee  el  siguiente  párrafo,  donde  se  nota  ya 
el  tono  exageradamente  lineo  con  que  el  Perú  ensalzara  al  Liber- 
tador: "Este  digno  jefe  (Riva- Agüero),  lo  primero  á  que  aspira  es 
á  buscar  los  recursos  de  que  carece,  en  el  héroe  de  América,  en 
el  gran  Bolívar,  á  quien  todo  elogio  es  corto  si  pensara  mensurar 
sus  grandes  méritos.  A  este  interesante  fin  elige  mi  persona  para 
que  sea  el  órgano  por  donde  se  sirva  V.  E.  oir  las  súplicas  del 
Perú;  y  como  el  objeto  de  ellas  es  su  salvación,  me  felicito  desde 
ahora  por  el  mejor  éxito  de  mi  misión,  pues  tengo  el  honor  de 
estar  ya  á  la  presencia  del  Libertador  de  Colombia  y  el  Perú". 
Bolívar,  sin  reírse  del  lacayuno  estilo  de  Portocarrero,  porque  las 
cosas  eran  serias,  contestó:  "Colombia  hará  su  deber  en  el  Perú: 
llevará  sus  soldados  hasta  el  Potosí,  y  estos  bravos  volverán  á  sus 
hogares  con  la  sola  recompensa  de  haber  contribuido  á  destruir  los 
últimos  tiranos  del  Nuevo  Mundo.  Colombia  no  pretende  un  grano 
de  terreno  del  Perú,  porque  su  gloria,  su  dicha  y  su  seguridad  se 
fijan  en  conservar  la  libertad  para  sí  y  en  dejar  independientes  á 
sus  hermanos."  Mandó  en  seguida  tropas  al  Callao;  nombró  á 
Sucre  Ministro  Plenipotenciario  en  Lima,  y  aguardó  á  que  llegase 
de  Bogotá  la  autorización  del  congreso  para  ausentarse  del  terri- 
torio colombiano.  No  bien  la  recibió,  se  embarcó  en  Guayaquil  el 
7  de  agosto. 

Entre  tanto,  no  había  sido  afortunado  el  Presidente  Riva- 
AgQero.  Amenazada  Lima  por  los  españoles,  el  Gobierno  se  tras- 
lada al  Callao,  confiando  el  ejército  al  mando  de  Sucre.  En  el 
Callao,  el  congreso  depone  á  Riva-AgQero  (22  de  junio),  y  pasa  á 
celebrar  sesiones  en  Trujillo;  pero  aquí,  Riva- Agüero  lo  disuelve 
(19  de  julio)  por  medio  de  las  tropas  que  aún  le  obedecían.  La 
mayoría  de  los  diputados  regresa  entonces  á  Lima,  ya  abandonada 
por  los  españoles;  declara  á  Riva- Agüero  traidor  á  la  patria  y  fuera 
de  la  ley  (8  de  agosto)  y  nombra  Presidente  al  marqués  de  Torre 
Tagle.  Bolívar  llega  á  Lima  el  1®  de  setiembre,  y  el  10  le  confiere 
el  congreso  la  suprema  autoridad  militar  en  todo  el  territorio^* 

La  situación  del  Perú  no  podía  ser  más  desesperante.  Hallá- 
banse sus  jefes  militares  en  completa  anarquía,  y  los  españoles  con- 
taban aún  con  un  ejército  de  18,000  hombres.  Además,  Riva- Agüero 
seguía  titulándose  Presidente   y  mantuvo   la  discordia  civil  durante 

1 .  No  permite  el  plan  especial  de  esta  obra  seguir  paso  á  paso  al  Libertador 
en  las  guerras  del  Perú  y  Boüvia.  Resellaremos  solamente  los  sucesos  que  de 
algún  modo  influyeron  en  la  historia  política  de  la  Unión  Colombiana. 


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largos  meseSi  hasta  que  al  fin  fué  preso  en  Trujillo  y  expulsado^ 
el  25  de  noviembre  (1823).  Para  colmo  de  contratiempos,  el  5  de 
febrero  de  1824  sublévase  la  guarnición  del  Callao,  capitaneada  por 
un  mulato  llamado  Moyano,  con  el  pretexto  de  exigir  del  Gobierno 
el  pago  de  sus  sueldos  atrasados  y  restituirse  luego  á  su  país  (eraa 
tropas  de  Buenos  Aires);  mas  como  no  se  aceptasen  las  proposiciones 
de  los  sublevados,  ponen  éstos  en  libertad  á  los  prisioneros  rea- 
listas, enarbolan  la  bandera  española  y  amenazan  á  Lima.  Sobre- 
cogido de  espanto,  el  congreso  expide  un  decreto  el  10  de  febrero,, 
en  virtud  del  cual  la  suprema  autoridad  política  y  militar  se  con- 
centra en  el  Libertador,  y  desd^  que  éste  se  encargue  ¿e  ella  queda 
en  suspenso  el  Presidente  de  la  República  y  en  receso  el  congreso 
mismo.  Por  desgracia,  Bolívar  se  encontraba  á  la  sazón  gravemente 
enfermo  en  Pativilca,  lo  que  acabó  de  acobardar  al  Gobierno  de 
Lima;  y  finalmente.  Torre  Tagle,  lo  mismo  que  el  Vicepresidente, 
el  Ministro  de  la  Guerra  y  gran  número  de  empleados  cometieron 
la  felonía  de  pasarse  á  los  españoles  (28  de  febrero). 

Bolívar  emplea  los  cinco  meses  siguientes  en  organizar  su 
ejército.  £1  2  de  agosto  pasa  revista  en  Pasco  á  7,700  hombres 
de  todas  armas.  "Soldados  —  fes  dice  —  los  enemigos  que  vais 
á  destruir  se  jactan  de  catorce  años  de  triunfos:  ellos,  pues,  serán 
dignos  de  medir  sus  armas  con  las  vuestras,  que  han  brillado  en 
mil  combates. ^^  £1  día  7,  en  la  sabana  de  Junín,. trábase  un  com- 
bate de  caballería,  y  en  menos  de  ima  hora  queda  arrollada  la 
española,  fugándose  el  general  Canterac  con  el  resto  de  sus  tropas. 

Junín  anunciaba  la  victoria  definitiva  de  Ayacucho.  Poco 
faltó,  sin.  embargo,  para  que  quedase  allí  mismo  interrumpida  la 
campaña.  Diez  días  antes,  el  28  de  julio,  el  partido  oposicionista 
de  Bogotá  había  logrado  que  el  congreso  expidiese  im  decreto  dero- 
gatorio del  de  1821,  que  confirió  facultades  extraordinarias  á  Bo- 
lívar en  todos  los  lugares  donde  hiciese  personalmente  la  guerra; 
y  se  declaró  en  consecuencia,  que  dichas  facultades  las  ejerceiía 
en  adelante  el  Poder  Ejecutivo  únicamente  en  las  provincias  donde 
se  turbase  la  paz,  añadiéndose  que,  "si  restituido  el  Libertador 
Presidente  al  territorio  de  la  República,  tuviere  por  necesario,  útil 
y  conveniente  mandar  en  persona  algún  ejército,  quedaba  autori- 
zado para  ello".  Consideraba  el  congreso,  que  hallándose  aquél  á 
la  cabeza  del  Gobierno  de  un  país  extranjero,  no  era  conforme  con 
la  constitución  que  continuase  ejerciendo  al  propio  tiempo  autoridad 
sobre  Colombia,  ni  mandando  el  ejército  que  ésta  enviara  en  auxilio* 
del  Perú.  Teoría  exacta,  sin  duda,  desde  el  punto  de  vista  legal; 
pero  medida  del    todo  inconsulta,    ó  efecto   sólo  de   intrigas   parti- 


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darías,  si  se  reflexiona  que  se  tomaba  precisamente  cuando  el  Liber- 
tador iba  á  destruir  las  últimas  fuisrzas  del  dominio  español  en  la 
América  meridional,  y  asegurar  para  siempre  la  independencia  de 
la  misma  Colombia.  Con  todo,  supo  Bolívar  dominar  el  resenti- 
miento personal  (fue  le  causara  el  decreto  de  Bogotá;  acató  sumiso 
la  resolución  del  Gobierno;  puso  el  ejército  colombiano  á  las 
órdenes  de  Sucre,  y  se  retiró  á  Lima,  para  dirigir  desde  allí  las 
curaciones  militares  con  el  solo  carácter  de  Dictador  del  Perú. 

A  los  cuatro  meses,  el  9  de  diciembre  de  1824,  encuéntranse 
en  Ayacucho  el  ejército  republicano  y  el  realista,  compuesto  el  pri- 
mero de  5,780.  hombres  (4,500  colombianos,  1,200  peruanos  y  80  ar- 
gentinos), y  de  9,310  el  segundo.  A  las  órdenes  de  Sucre  pelean 
los  generales  José  de  la  Mar  y  Agustín  Gamarra,  peruanos,  José 
María  Córdoba,  granadino,  Jacinto  Lara,  venezolano,  y  Guillermo 
Miller,  inglés,  jefe  d^  las  caballerías  colombianas,  secundado  por 
los  coroneles  Lucas  Carvajal  y  José  Laurencio  Silva.  A  las  ór- 
denes del  virrey  La  Sema,  —  el  teniente  general  D.  José  Canterac, 
los  mariscales  de  campo  D.  José  Carratalá,  D.  Jerónimo  Valdez, 
D.  Juan  Antonio  Monet,  D.  Alejandro  González  Villalobos,  y  los 
brigadieres  Ferrer  y  Cacho.  La  victoria  fué  de  Sucre.  En  su 
poder  quedan:  el  virrey  y  su  teniente,  4  mariscales  de  campo^ 
10  generales  de  brigada,  16  coroneles,  68  tenientes  coroneles,  284 
mayores  y  oficiales,  y  más  de  2,000  hombres  de  tropa.  No  obstante, 
el  general  venezolano  extrema  su  hidalguía  hasta  convenir  en  que 
se  ponga  fin  á  la  guerra  con  una  capitulación.  A  este  respecto 
dice  en  el  parte  oficial:  ^^Creí  digno  de  la  generosidad  americana 
conceder  algunos  honores  á  los  rendidos,  que  vencieron  catorce 
aftos  en  el  Perú,  y  la  estipulación  fué  ajustada  sobre  el  campo  de 
batalla:  por  ella  se  han  entregado  todos  los  restos  del  ejército 
español,  todo  el  territorio  del  Perú  ocupado  por  sus  armas,  todas 
las  guarniciones,  los  parques,  almacenes  militares,  y  la  plaza  del 
Callao  con  sus  existencias  ^\  Quedaron,  pues,  en  libertad  todos  los 
rendidos,  con  el  derecho  de  pasar  á  España  á  costa  del  erario  de 
la  República  y  disponer  de  sus  propiedades  como  quisieran.  — 
Sólo  el  comandante  del  Callao,  brigadier  D.  José  Ramón  Rodil,  no 
reconoció  el  tratado  de  Ayacucho.  Resistió  hasta  el  23  de  enero 
de  1826,  fecha  en  la  cual,  agotados  sus  víveres  y  municiones,  tuvo 
que  rendirse  al  general  venezolano  Bartolomé  Salóm.  El  heroísmo 
de  aquel  español  causó  admiración  universal.  Antes  de  que  se  rin- 
diera, Salóm  consultó  á  Bolívar  sobre  el  castigo  que  convendría 
imponerle.  Bolívar  contestó:  ^^El  heroísmo  no  merece  castigo,  y 
al  vencedor  sienta  muy   bien  la  generosidad.    Concibo   que   usted 


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tíene  mil  derechos  para  estar  furioso  con  Rodil;  pero,  ¡cuanto  no 
le  alabaríamos  si  fuera  patriota!^  Se  le  permitió  embarcarse  para 
España  con  sus  oficiales. 

Sucre  se  encumbró  el  9  de  diciembre  á  la  más  alta  gloria,  y 
al  dirigirse  á  Bolívar  demostró  toda  la  nobleza  de  su  alma.  En  el 
parte  oficial  le  dijo:  ^^La  campaña  del  Perú  está  terminada:  su  in- 
dependencia y  la  paz  de  América  se  han  firmado  en  este  campo  de 
batalla.  El  ejército  unido  cree  que  sus  trofeos  en  la  victoria  de 
Ayacucho  sean  una  oferta  digna  de  la  aceptación  del  Libertador  de 
Colombia. ^^  Y  en  carta  particular  añadió:  ^^ Estoy  más  contento  por 
haber  llenado  la  comisión  de  usted  que  por  nada  .  •  •  Esta  carta 
está  muy  mal  escrita,  y  embarulladas  todas  las  ideas;  pero  en 
sí  vale  algo:  contiene  la  noticia  de  ima  gran  victoria  y  la  libertad 
del  Perú.  Por  premio  para  mí,  pido  á  usted  me  conserve  su 
amistad.^^ 

Bolívar  se  apresura  á  convocar  el  congreso,  y  reunido  el 
10  de  febrero,  1825,  le  anuncia:  ^^Mi  destino  de  soldado  auxiliar  me 
llama  á  contribuir  á  la  libertad  del  Alto  Perú  y  á  la  rendición  del 
Callao,  último  baluarte  del  imperio  español  en  la  América  meri- 
dional. Después,  volveré  á  mi  patria  á  dar  cuenta  á  los  represen- 
tantes del  pueblo  colombiano,  de  mi  misión  en  el  Perú,  de  vuestra 
libertad  y  de  la  gloria  del  ejército  libertador.^^  El  congreso  declara 
en  seguida,  que  sólo  el  poder  dictatorial  ^^  puede  dar  consistencia  á 
la  República  ^\  y  resuelve  que  el  Libertador  continúe  encargado  del 
mando  político  y  militar  hasta  que  se  reúna  el  próximo  congreso 
de  1826:  le  autoriza  para  ^^  suspender  los  artículos  constitucionales, 
leyes  y  decretos  que  estén  en  oposición  con  la  exigencia  del  bien 
público  en  las  actuales  circunstancias  y  en  las  que  pudieran  sobre- 
venir; como  también  decretar  en  uso  de  la  autoridad  que  ejerce, 
todo  lo  concerniente  á  la  organización  de  la  República '\  pudiendo 
además  delegar  estas  facultades,  y  aun  nombrar  quien  le  sustituya 
en  algún  caso  inesperado:  le  concede  el  título  de  Padre  y  Salvador 
del  Perú:  manda  erigirle  una  estatua  en  Lima,  acuñar  en  su  honor 
una  medalla,  fijar  lápidas  con  su  nombre  en  las  capitales  de  los 
Departamentos  y  poner  su  retrato  en  las  casas  de  los  Ayuntamien- 
tos: le  acuerda  los  honores,  en  todo  tiempo,  de  Presidente  de  la 
República:  le  ofrece,  por  último,  un  millón  de  pesos  para  él,  y  otro 
para  que  lo  distribuya  en  el  ejército.  La  primera  oferta,  dicho  está, 
la  rechazó  Bolívar  repetidas  veces;  ni  otra  cosa  hubiera  sido  digna 
de  quien  tan  noblemente  gastara  su  cuantiosa  hacienda  en  libertar 
pueblos  y  fundar  naciones:  la  gloria  le  bastaba.  Al  fin  le  rogó  el 
congreso   que  destinase   im  millón  á  obras   de  beneficencia   en  las 


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ciudades  de  Colombia^.  A  Sucre  se  le  acordó  el  título  de  Gran 
Mariscal  de  Ayacucho,  y  á  los  jefes,  oficiales  y  soldados  del  ejér- 
cito colombiano  se  les  declaró  peruanos  de  nacimiento  con  opción 
á  todos  los  empleos. 

Gran  resonancia  tuvo  en  Colombia  el  resultado  de  la  campaña 
del  Sur,  y  puso  á  raya  por  el  pronto  al  partido  adversario  de 
Bolívar.  Repetíase  la  historia;  pues  lo  mismo  que  á  consecuencia 
de  la  victoria  de  Boyacá  cejó  al  punto  la  oposición  de  Angostura, 
la  gloria  de  Ayacucho  deslumbró  á  la  oposición  de  Bogotá.  El  con- 
greso colombiano  decidió  por  voto  unánime  (8  de  febrero,  1825)  no 
aceptar  la  renimcia  de  Presidente  presentada  por  Bolívar  con  fecha 
de  diciembre;  le  decretó  el  12  de  febrero  los  honores  del  triunfo; 
y  además,  el  Poder  Ejecutivo  le  autorizó  el  6  de  marzo  para  con- 
ceder grados  y  empleos  efectivos  á  los  individuos  del  ejército, 
mientras  permaneciese  en  el  Perú.  La  municipalidad  de  Caracas 
acordó  el  1<^  de  marzo  que  se  le  erigiese  una  estatua  ecuestre  en 
la  plaza  de  San  Jacinto,  frente  á  la  casa  de  su  nacimiento,  y  que 
la  plaza  se  llamase  de  Bolívar'. 

Dejando  en  Lima  un  Consejo  de  Gobierno  bajo  de  presidencia 
del  general  Santa  Cruz,  Bolívar  emplea  los  meses  de  abril  á  di* 
dembre  de  1825,  en  viajar  por  las  provincias  del  interior,  en  or- 
ganizar la  administración  local  y  en  preparar  al  propio  tiempo,  con 
gestiones  y  correspondencia  diplomáticas,  su  proyecto  de  confedera- 
ción latino-americana*.  Empezó  su  viaje  por  Arequipa.  La  muni- 
cipalidad salió  á  recibirle  con  manifestaciones  de  delirante  alborozo. 
Ofrecióle  para  entrar  en  la  ciudad  un  caballo  ricamente  enjaezado: 
los  estribos,  el  bocado,  el  pretal  y  los  adornos  de  la  silla  y  de  la 
brida  eran  de  oro  macizo^.  No  hicieron  nunca  los  Incas  paseos 
mas  pomposos  que  los  del  héroe  colombiano.  A  fines  de  junio 
estaba  en  el  Cuzco,   donde  procuró  mejorar   con  leyes  providentes 

1.  El  Gobierno  del  Perú  no  erogó  parte  alguna  de  esa  suma  durante  la  vida 
de  Bolívar  y  ni  éste  la  mencionó  en  su  testamento.  En  1852,  sus  herederos,  rom- 
piendo el  generoso  silencio  que  guardara  el  grande  hombre,  y  en  mala  hora  apoyados 
por  el  entonces  poco  escrupuloso  Gobierno  de  Venezuela,  la  reclamaron  del  Perú 
por  medio  del  Ministro  en  Lima,  Antonio  Leocadio  Guzmán,  quien  la  recibió  en 
papeles  de  deuda  interna.  Mengua  de  aquel  Gobierno,  de  aquel  Ministro  y  de 
aqneDoa  degenerados  sobrinos.  Afios  después,  los  mismos  herederos  ofrecieron  á  la 
municipslMad  de  Caracas  dedicar  una  parte  &  la  beneficencia  pública,  siempre  que 
el  Gobierno  peruano  convirtiese  los  vales  á  la  par. 

2.  Cerca  de  cincuenta  afios  pasaron  sin  que  se  cumpliese  este  acuerdo.  En 
1874  se  erigió  la  estatua  en  la  pla^  mayor,  llamada  desde  entonces  Plaza  Bolívar. 
En  la  de  San  Jacinto  se  levantó  después  la  de  Antonio  Leocadio  GuzmAn. 

3.  Véase  el  capitulo  IV. 

4.  Véase  en  las  Memorias  de  0*Leary,  quien  acompañaba  &  Bolívar,  la 
descripción  de  las  fiestas  triunfales  con  que  le  recibieron  en  todas  partes. 


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—    346    — 

la  miserable  condición  en  que  ahora  se  hallaban  los  descendientes 
de  Manco-Capac.  Desde  el  Cuzco  siguió  á  Puno;  atravesó  el  lago 
de  Titicaca,  cuna  del  imperio  incásico;  llegó  en  setiembre  á  La  Paz, 
en  octubre  á  Potosí,  en  noviembre  á  La  Plata,  .en  diciembre  á  Chu- 
quisaca,  donde  ya  se  había  proclamado  la  nueva  República  que 
lleva  su  nombre. 

La  provincia  de  La  Paz  del  Alto  Perú  fué  la  primera  en  ini- 
ciar la  revolución  de  la  América  meridional.  En  1809  (16  de  julio) 
£l  pueblo  depuso  á  las  autoridades  españolas  y  constituyó  una  ^^  Junta 
Tuitiva";  pero,  poco  afortunados  en  la  guerra  con  España  los 
patriotas  de  esta  región,  no  lograron  su  independencia  definitiva 
sino  después  de  la  victoria  de  Ayacucho.  Sucre,  comisionado  al 
afecto  por  Bolívar,  expidió  un  decreto  en  La  Paz,  el  9  de  febrero 
de  1825,  convocando  una  asamblea  de  diputados  de  las  provincias 
del  Alto  Perú,  para  que  decidiesen  de  su  suerte  futura.  Instalóse 
aquella  en  Chuquisaca  el  10  de  julio;  declaró  en  6  de  agosto  que 
dichas  provincias  se  erigían  en  Estado  independiente  con  el  nombre 
de  "Repúblioa  Bolívar";  aclamó  al  Libertador  como  Padre  de  la 
Patria;  le  eligió  Jefe  Supremo  del  Estado,  y  le  confió  el  encargo  de 
formular  su  primera  constitución.  Bolívar  delegó  á  Sucre  el  ejer- 
cicio provisional  del  Gobierno  y  regresó  á  Lima,  de  donde  remitió 
el  proyecto  de  constitución  (mayo,  1826)  con  im  discurso  que  le 
servía  de  comentario. 

La  adoptó  el  congreso  boliviano  con  ligeras  modificaciones, 
siendo  la  única  esencial  la  de  declarar  religión  del  Estado  la  cató- 
lica, apostólica,  romana,  con  exclusión  de  todo  otro  culto  público. 
Se  había  abstenido  Bolívar  de  redactar  ningún  artículo  sobre  reli- 
gión, consecuente  en  esto  con  el  criterio  que  reveló  en  1819  en 
su  proyecto  constitucional  de  Angostura.  Tal  omisite  la  explica 
ahora  en  su  discurso,  diciendo:  "En  una  constitución  política  no 
debe  prescribirse  ima  profesión  religiosa,  porque,  según  las  mejores 
doctrinas  sobre  las  leyes  fundamentales,  éstas  son  las  garantías  de 
los  derechos  políticos  y  civiles;  y  como  la  religión  no  toca  á  nin- 
guno de  estos  derechos,  es  de  naturaleza  indefinible  en  el  orden 
social,  y  pertenece  á  la  moral  intelectual  ...  La  religión^  es  la  ley 
de  la  conciencia.  Toda  ley  sobre  ella  la  anula,  porque  imponiendo 
la  necesidad  al  deber,  quita  el  mérito  á  la  fe,  que  es  la  base  de  la 
religión.  Los  preceptos  y  los  dogmas  sagrados  son  útiles,  lumi- 
nosos y  de  evidencia  metafísica:  todos  debemos  profesarlos;  mas 
este  deber  es  moral,  no  político." 

Tiene  capital  importancia  el  proyecto  boliviano,  así  por  haberlo 
adoptado  la  República  de  Bolivia,  y  luego  la  del  Perú,  como  por  la 


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—    347    — 

recomendación  que  de  él  hiciera  el  Libertador  á  sus  amigos  de  Co- 
lombia. Fué  tal  el  entusiasmo  con  que  lo  acogieron  al  principio 
sus  admiradores,  que  uno  de  ellos  escribió  lo  siguiente:  ^^Esta  no 
es  sólo  la  constitución  de  Bolivia,  no  es  sólo  una  constitución,  sino 
el  resumen  de  todo  lo  bueno  que  los  hombres  han  sabido  en  la 
ciencia  de  gobierno,  y  el  germen  de  una  felicidad  inmensa  que  se 
desarrollará  en  medio  de  las  sociedades  que  tengan  la  dicha  de 
adoptarla  1."  Lirismo  exagerado,  sin  duda;  pero,  con  todo  y  sin 
salir  de  la  esfera  teórica,  lirismo  que  no  se  aparta  mucho  de  la 
verdad,  porque  sí  puede  afirmarse  que  los  proyectos  constitucionales 
de  Bolívar,  el  de  Angostura  y  el  de  Lima,  son  la  más  notable 
especulación  filosófico-política  de  la  historia  sudamericana^. 

El  Gobierno  de  Bolivia  es  popular  representativo,  y  el  poder 
supremo  se  divide  para  su  ejercicio  en  cuatro  secciones:  Electoral, 
Legislativa,  Ejecutiva  y  Judicial. 

El  Poder  Electoral  lo  ejercen  inmediatamente  los  ciadadanos. 
Para  ello  se  requiere:  ser  boliviano;  casado,  ó  mayor  de  veintiún 
años;  saber  leer  y  escribir,  y  tener  empleo  ó  industria,  ó  profesar 
alguna  ciencia  ó  arte,  sin  sujeción  á  otro  en  clase  de  sirviente  do- 
méstico. Desaparece  aquí  la  condición  de  propietario  ó  rentista, 
al  menos  en  la  forma  que  exigían  las  constituciones  de  Venezuela 
y  de  la  Unión  Colombiana.  "Saber  y  honradez,  no  dinero  —  es- 
cribe Bolívar  —  requiere  el  ejercicio  del  poder  público".  Los  ciu- 
dadanos eligen  cada  cuatro  años  el  "cuerpo  electoral".  Este  se 
compone  de  im  elector  por  cada  diez  ciudadanos,  y  propone  en 
tema:  1<>.  á  las  Cámaras  Legislativas,  los  miembros  que  han  de 
formarlas  ó  llenar  sus  vacantes;  2®.  al  Poder  Ejecutivo,  candidatos 
para  la  Prefectura  del  Departamento,  para  el  gobierno  de  la  pro- 
vincia y  para  corregidores  de  los  cantones  y  pueblos ;  3^.  al  Pre- 
fecto del  Departamento,  candidatos  para  acaldes  y  jueces  de  paz; 
4^  al  Senado,  candidatos  para  las  Cortes  judiciales  y  tribunales  de 
primera  instancia;  5^  al  Poder  Ejecutivo,  candidatos  para  las  va- 
cantes de  curas  y  vicarios.  "Ningún  objeto,  según  Bolívar,  es  más 
importante  para  un  ciudadano  que  la  elección  de  sus  legisladores, 
magistrados,  jueces  y  pastores.  Los  colegios  electorales  de  cada 
provincia  representan   las  necesidades   y   los  intereses   de  ellas,    y 

1.  Antonio  Leocadio  Guzmán,  Ojeada  al  proyecto  de  constitución  que 
el  Libertador  ha  presentado  á  la  República  Bolívar.  Lima,  1826,  p.  4. 
Nótese  que  Guzmán,  futuro  jefe  del  partido  liberal  de  Venezuela,  encomia  sin  reparo 
lüBta  las  partes  no  democr&ticas  del  proyecto;  v.  gr.  la  Presidencia  y  los  censores 
vitalicios. 

2.  Se  hallarán  al  fin  de  esta  obra. 


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— —       Orto       — 

sirven  para  quejarse  (véase  la  atribución  4»)  de  las  infracciones  de 
las  leyes  y  de  los  abusos  de  los  magistrados.  Me  atrevería  á  decir 
con  alguna  exactitud  que  esta  representación  participa  de  los  de- 
rechos de  que  gozan  los  Gobiernos  particulares  de  los  Estados 
federados". 

El  Poder  Legislativo  emana  directamente  de  los  cuerpos  elec- 
torales nombrados  por  el  pueblo,  y  su  ejercicio  reside  en  tres  Cá- 
maras: una  de  Tribunos,  elegidos  por  cuatro  años  y  renovables 
en  lo  sucesivo  por  mitad  en  cada  bienio;  otra  de  Senadores,  por 
ocho  años  y  renovables  por  mitad  al  cabo  de  un  cuadrienio;  y  la 
tercera,  de  Censores  vitalicios.  El  Tribunado  inicia  las  leyes  de 
hacienda.  El  Senado  forma  los  códigos  nacionales  y  reglamentos 
eclesiásticos,  elige  á  los  magistrados  de  las  Cortes  Superiores  y 
jueces  de  primera  instancia,  de  entre  los  candidatos  presentados 
por  las  provincias,  y  propone  á  la  Cámara  de  Censores  los  magis- 
trados del  tribunal  supremo,  arzobispos,  obispos,  dignidades  y  canó- 
nigos. "Los  Censores  —  dice  Bolívar  —  ejercen  una  potestad 
política  y  moral  que  tiene  alguna  semejanza  con  la  del  aréc^ago 
de  Atenas  y  de  los  censores  de  Roma":^  velan  sobre  el  cumpli- 
miento de  la  constitución  y  tratados  públicos;  sustancian  y  senten- 
cian los  juicios  de  responsabilidad  propuestos  por  el  congreso 
contra  el  Vicepresidente  de  la  República,  Secretarios  del  Despacho 
y  miembros  de  cualquiera  de  las  Cámaras  Legislativas;  conceden 
honores  á  los  servidores  de  la  nación;  promueven  el  fomento  de 
la  instrucción  pública,  de  las  ciencias,  del  arte;  representan,  en 
suma,  la  más  alta  autoridad  en  todo  lo  relativo  á  intereses  na- 
cionales. 

El  ejercicio  del  Poder  Ejecutivo  se  encomienda  á  un  Presi- 
dente, im  Vicepresidente  y  tres  Secretarios  de  Estado.  El  Presi- 
dente es  vitalicio,  é  irresponsable  por  los  actos  de  la  administración. 
Elige  con  aprobación  del  congreso  al  Vicepresidente,  y  éste  y  los 
Secretarios  son  responsables  por  las  órdenes  que  autoricen  contra 
la  constitución,  leyes  y  tratados  públicos.  La  autoridad  del  Presi- 
dente —  escribe  Bolívar  —  "debe  ser  perpetua,  porque  en  los 
sistemas  sin  jerarquía  se  necesita,  más  que  en  otros,  un  punto  fijo 
al  rededor  del  cual  jiren  los  magistrados  y  los  ciudadanos,  los 
hombres  y  las  cosas.''  Para  evitar  la  tiranía  —  prosigue  —  "está 
privado  de  todas  las  influencias:  no  nombra  los  magistrados,  los 
jueces,  ni  las  dignidades  eclesiásticas  por  pequeñas  que  sean.  Esta 
disminución   de  poder  no   la   ha   sufrido   todavía  ningún  Gobierno 


1.  Compárese  con  el  "  poder  moral"  propuesto  en  Angostura.    Libro  2^,  cmp.  IX. 


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bien  constituido:  ella  añade  trabas  sobre  trabas  á  la  autoridad  de 
un  jefe  que  hallará  siempre  á  todo  el  pueblo  dominado  por  los  que 
ejercen  las  funciones  más  importantes  de  la  sociedad.  Los  sacer- 
dotes mandan  en  las  conciencias;  los  jueces,  en  la  propiedad,  el 
honor  y  la  vida;  y  los  magistrados,  en  todos  los  actos  públicos. 
No  debiendo  éstos  sino  al  pueblo  sus  dignidades,  su  gloría  y  su 
fortuna,  no  puede  el  Presidente  esperar  complicarlos  en  sus  miras 
ambiciosas.  Si  á  esta  consideración  se  agregan  las  que  natural- 
mente nacen  de  las  oposiciones  generales  que  encuentra  un  Gobierno 
democrático  en  todos  los  momentos  de  su  administración,  parece 
que  hay  derecho  para  estar  cierto  de  que  la  usurpación  del  poder 
público  dista  más  de  este  Gobierno  que  de  los  otros ^\..  En  todo 
caso,  semejante  Poder  Ejecutivo  no  parece  más  cerca  de  la  tiranía 
que  el  sistema  prácticamente  autocrático  implantado  por  casi  todas 
las  Repúblicas  americanas,  donde  los  Presidentes  intentan  á  menudo 
gobernar  indefinidamente,  por  si  ó  por  los  sucesores  que  imponen. 
Resume  el  proyecto  boliviano  lo  que,  en  teoría,  ofrecen  de  más 
razonable  los  sistemas  monárquicos  y  los  republicanos.  Estaba,  sin 
embaído,  en  contradicción  evidente  con  las  primitivas  condiciones 
sociales  de  unos  pueblos  que  debían  al  punto  entregar  su  suerte 
al  prestigio  personal  de  los  caudillos  y  al  azar  de  las  guerras 
civiles. 

Acerca  del  Poder  Judicial,  Bolívar  dijo:  "El  que  progongo 
goza  de  una  independencia  absoluta:  en  ninguna  parte  tiene  tanta. 
EU  pueblo  (los  colegios  electorales)  presenta  los  candidatos,  y  el 
Legislativo  escoge  los  individuos  que  han  de  componer  los  tribu- 
nales. Si  el  Poder  Judicial  no  emana  de  este  origen,  es  imposible 
que  conserve  en  toda  su  pureza  la  salvaguardia  de  los  derechos 
individuales".  Y  añadió  sabiamente:  "La  verdadera  constitución 
liberal  está  en  los  códigos  civiles  y  criminales ...  De  ordinario  el 
Ejecutivo  no  es  más  que  el  depositario  de  la  cosa  pública;  pero 
los  tribunales  son  los  arbitros  de  las  cosas  propias,  de  las  cosas  de 
los  individuos.  El  Poder  Judicial  contiene  la  medida  del  bien  ó 
del  mal  de  los  ciudadanos;  y  si  hay  libertad,  si  hay  justicia  en  la 
República,  son  distribuidas  por  este  poder.  Poco  importa  á  veces 
la  organización  política,  con  tal  que  la  civil  sea  perfecta,  y  que  las 
leyes  se  cumplan  religiosamente  y  se  tengan  por  inexorables  como 
el  destíno." 

El  destino  de  la  constitución  boliviana  fué  el  mismo  de  la 
casi  totalidad  de  las  constituciones  hispano-americanas:  terminó  en 
tumultos,  siendo  reemplazada  por  otra  que  resultó  inferior,  lo  mismo 
en   su  redacción   que   en   su  eficacia.    Nombrado  Sucre  Presidente 


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vitalicio,  el  25  de  setiembre  de  1826,  aceptó  la  Presidencia  por 
solos  dos  años.  Su  Gobierno  fué  ilustrado,  progresista,  liberal . . . 
y  débil.  Redujo  la  fuerza  armada  á  50  granaderos.  No  más  quería 
la  oposición  militar.  A  los  pocos  meses  de  posesionado,  Sucre  es* 
capa  de  milagro,  en  su  propio  palacio,  al  puñal  del  comandante 
Valentín  Matos.  Condenado  éste  á  muerte,  le  conmuta  la  pena  en 
destierro ...  y  le  regala  para  el  viaje  200  pesos;  lo  que  aparece  en 
la  cuenta  de  gastos  así:  ^^Por  una  dádiva  hecha  reservadamente  de 
orden  de  S.  E.  el  Gran  Mariscal."  Hay  más:  para  celebrar  el 
primer  aniversario  de  la  República,  expide  el  25  de  mayo  de  1827 
él  siguiente  decreto:  **E1  reo  Valentín  Matos,  condenado  á  muerte 
y  conmutada  esa  pena  en  destierro  que  actualmente  sufre  por  el 
asesinato  premeditado  contra  mi  persona,  queda  exento  de  toda 
pena  por  dicho  delito,  en  virtud  de  la  autorización  que  obtuve  del 
Congreso  Constituyente  para  indultarlo  "i.  En  abril  de  1828,  estalla 
una  insurrección,  que  si  bien  desbaratada  en  breves  días,  le  cuesta 
á  Sucre  dos  heridas  en  el  brazo  derecho  y  en  la  cabeza.  A  luego, 
tropas  del  Perú  invaden  el  territorio  boliviano,  con  el  pretexto, 
entre  otros  igualmente  inconsiderados,  de  que  el  Presidente  se 
oponía  á  la  confederación  de  ambos  países;  y  aunque  las  cosas  se 
arreglan  después  de  algunos  combates,  Sucre  aprovecha  la  circuns* 
tancia  de  cumplirse  ya  los  dos  años  á  que  deliberadamente  redujo  su 
período  presidencial,  para  presentar  su  renimcia  al  congreso  (2  de 
agosto,  1828).  Unos  fragmentos  del  mensaje  acabarán  de  pintar  al 
hombre.  ^^No  concluiré  sin  pedir  á  la  Representación  nacional  un 
premio  por  mis  servicios,  que  pequeños  ó  grandes,  han  dado  exis- 
tencia á  Bolivia,  y  que  lo  merecerán  por  tanto.  La  Constitución 
me  hace  inviolable:  ninguna  responsabilidad  me  cabe  por  los  actos 
de  mi  Gobierno.  Ruego,  pues,  que  se  me  destituya  de  esta  prerro- 
gativa, y  que  se  «examine  escrupulosamente  toda  mi  conducta.  Si 
hasta  el  18  de  abril  se  me  justifica  ima  sola  infracción  de  ley,  si 
las  Cámaras  constitucionales  juzgan  que  hay  lugar  á  formación  de 
causa  al  Ministerio,  volveré  de  Colombia  á  someterme  al  fallo  de 
las  leyes.  Exijo  este  premio  con  tanta  más  razón,  cuanto  que  de- 
claro solemnemente  que,  en  mi  administración  yo  he  gobernado:  el 
bien  ó  el  mal,  yo  lo  he  hecho;  pues  por  fortuna  la  naturaleza  me 
ha  excluido  de  esos  miserables  seres  que  la  casualidad  eleva  á  la 
magistratura,  y  que,  entregados  á  sus  Ministros,  renimcian  hasta  la 
obligación  de  pensar  en  los  pueblos  que  dirigen.  Los  Ministros 
sólo  han  tenido   aquí  la  organización  de  los  ramos  de  sus  departa- 

1.    Véase     el     estudio     de    Salvador     N.    Llamozas,     Sucre    Magistrado. 
Caracas,  1894. 


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mentos,  en  los  cuales  han  gozado  de  toda  la  amplitud  que  les  era 
necesaria . . .  Aunque  por  resultado  de  instigaciones  extrañas  llevo 
roto  este  brazo,  que  en  Ayacucho  terminó  la  guerra  de  la  Inde* 
pendencia  americana,  y  que  destrozó  las  cadenas  del  Perú  y  dio 
ser  á  Bolivia;  me  conformo  cuando  en  medio  de  difíciles  circuns- 
tancias tengo  mi  conciencia  libre  de  todo  crimen.  Al  pasar  el 
Desaguadero  encontré  una  porción  dé  hombres  divididos  entre 
asesinos  y  víctimas,  entre  esclavos  y  tiranos;  devorados  por  los 
enconos  y  sedientos  de  venganza.  Concilié  los  ánimos,  he  formado 
un  pueblo  que  tiene  leyes  propias,  que  va  cambiando  su  educación 
y  sus  hábitos  coloniales,  que  está  reconocido  de  sus  vecinos,  que 
está  exento  de  deudas  exteriores,  que  sólo  tiene  una  interior  pe- 
queña, y  en  su  provecho,  y  que  dirigido  por  un  Gobierno  prudente, 
será  feliz ...  En  medio  de  los  partidos  que  se  agitaron  quince  años, 
y  de  la  desolación  del  país,  no  he  hecho  gemir  á  ningún  boliviano; 
ninguna  viuda,  ningún  huérfano  solloza  por  mi  causa;  he  levantado 
del  suplicio  porción  de  infelices  condenados  por  la  ley,  y  he  seña- 
lado mi  Gobierno  por  la  clemencia,  la  tolerancia  y  la  bondad.  Se 
me  culpará  acaso  de  que  esta  condecendencia  es  el  origen  de  mis 
mismas  heridas;  pero  estoy  contento  de  ellas,  si  mis  sucesores  con 
igual  lenidad  acostumbran  al  pueblo  boliviano  á  conducirse  por  las 
leyes,  sin  que  sea  necesario  que  el  estrépito  de  las  bayonetas  esté 
perennemente  amenazando  la  vida  del  hombre,  y  asechando  la 
libertad  . .  ."  Desde  el  20  de  abril  se  había  casado  en  Quito,,  por 
poder,  con  doña  Mariana  Carcelén  y  Larrea,  marquesa  de  Solanda. 
El  30  de  setiembre  llegó  á  reunirse  con  ella,  y  vivió  en  Quito  hasta 
que  en  enero  de  1829  partió  á  dirigir  la  campaña  de  Tarqui^. 

La  efímera  constitución  boliviana  la  sometió  también  el  Liber- 
tador, á  principios  de  1826,  á  la  consideración  de  los  colegios 
electorales  del  Perú,  y  todos,  con  la  sola  excepción  del  de  Sara- 
pacá,  la  aceptaron  sin  modificaciones,  proponiendo  como  Presidente 
vitalicio  al  mismo  Bolívar.  Pero  los  disturbios  domésticos  de  Co- 
lombia le  obligaron  á  ausentarse  en  seguida  y  para  siempre.  El 
4  de  setiembre  del  propio  año  se  embarca  en  el  Callao;  el  14  de 
octubre  llega  á  Bogotá.  El  Perú  cambia  de  constitución  en  marzo 
de  1828. 

Otros  proyectos  grandiosos  habían  seducido  también  por  estos 
tiempos  su  genio  creador:  declararle  la  guerra  al  Paraguay,  donde 
gobernaba  el  excéntrico  Dr.  Francia,  y  anexarlo  á  la  Confederación 
del  Plata;   invadir  el  Brasil,  para  sustituir  la  República  al  Imperio; 

1.  Dr.  Laureano  Villanueva,  Vida  del  Gran  Mariscal  de  Ayacucho, 
p.  536.     Caracas,  1895. 


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llevar  parte  del  ejército  colombiano  á  independizar  á  Cuba  y  Puerto 
Rico  proyecto  contrariado  por  los  Estados  Unidos,  que  pensaban 
ya  adueñarse  de  todo  el  mar  de  las  Antillas);  unir  finalmente  en 
una  gran  confederación  á  todas  las  Repúblicas  de  origen  español 
Vasto  ideal,  que  de  realizarse  hubiera  combiado  los  destinos  del 
mundo. 

Bolívar  va  á  emplear  ahora  los  últimos  breves  años  de  su 
vida  en  retardar  la  ya  inevitable  disolución  de  Colombia*  Veamos 
como  vivió  ésta  durante  la  ausencia  de  su  fundador. 


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Capitulo  III. 

Las  leyes  y  los  hombres. 

Sumario.  Facultades  extraordinarias  del  Ejecutivo  —  Cambios 
de  la  división  territorial  —  Régimen  político  y  económico  de 
los  Departamentos  y  Provincias  —  Leyes  provisionales  —  El  Poder 
Judicial  —  Su  organización  —  Procedimientos  judiciales  —  Juris- 
dicción militar  —  Jurisdicción  eclesiástica  —  Derecho  de  patronato 

—  Cómo  administraban  justicia  las  Cortes  de  Colombia  —  Dos  causas 
célebres  —  La  del  cura  de  Facatativá  —  La  de  Leonardo  Infante  -— ^ 
El  Dr.  Miguel  Peña  acusado  ante  el  Senado  —  Análisis  de  su  de- 
fensa —  Dialéctica,  erudición  y  sofismas  —  Condenación  de  Peña 

—  Consecuencias  políticas  —  La  hacienda  nacional  —  Reformas 
sucesivas  —  Estado  angustioso  del  tesoro  —  Rentas  nacionales  — 
Déficit  permanente  —  Crédito  público  —  Agencias  fiscales  en  Londres 

—  López  Méndez,  Peñalver,  Zea,  Revenga,  Hurtado,  Arrublas  y  Mon- 
toya  —  Empréstitos  de  1822  y  1824  —  Cómo  se  invirtió  su  producto 

—  Cantidad  destinada  á  fomentar  la  agricultura  en  Venezuela  — 
Acción  indecorosa  del  Dr.  Peña  —  No  cumplió  el  Gobierno  sus  com- 
promisos fiscales  —  Descrédito  en  Londres  —  Informes  de  Bello  y 

de  Wilson  —  Vida  precaria  de  Colombia. 

Habiéndose  promulgado  la  constitución  de  la  Gran  Colombia 
(30  de  agosto,  1821)  cuando  duraba  todavía  la  guerra  en  Venezuela, 
Nueva  Granada  y  Ecuador,  fué  preciso  conceder  las  más  amplias 
facultades  dictatoriales,  por  tiempo  indefinido,  á  Bolívar,  Presidente 
en  campaña,  y  al  Vicepresidente  Santander,  encargado  del  Ejecu- 
tivo, pudiendo  ambos  ejercerlas  y  delegarlas  lo  mismo  en  las  partes 
del  territorio  sometidas  al  régimen  militar  que  en  aquellas  donde 
hubiese  temores  de  perturbarse  la  paz  ó  por  invasión  del  exterior 
ó  por  conmociones  interiores.  Una  vez  asegurada  la  Independencia, 
los  congresos  reunidos  en  Bogotá  desde  1823  hasta  1827,  en  los 
que  brillaron  ciertos  estadistas  y  oradores  elocuentes,  hicieron 
nobles  esfuerzos  por  convertir  la  dictadura  en  gobierno  consti- 
tucional, ora  reformando  las  leyes,  ora  corrigiendo  los  más  notables 

Fortoul»  Historia  Constitucional.  23 


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—    354    — 

abusos  administrativos.  Pero  fué  siempre  tan  vivaz  en  los  propios 
años  la  tendencia  á  la  anarquía  y  á  la  insubordinación,  que  en  rea- 
lidad la  República  no  se  mantuvo  por  la  eficiencia  de  su  consti- 
tución política,  sino  antes  bien  por  el  prestigio  personal  del  Liber- 
tador, ó  de  cerca  ó  á  distancia,  y  por  la  á  menudo  discreta  habilidad 
de  Santander,  mientras  obró  bajo  la  suprema  dirección  de  aquél 
Además,  en  un  Estado  de  territorio  tan  vasto,  donde  la  falta 
de  caminos  hacía  dificilísimas  las  comunicaciones  entre  el  poder 
central  y  los  gobiernos  locales,  y  donde  los  últimos  estaban  casi 
siempre  dirigidos  por  jefes  militares,  propensos  de  suyo  á  erigirse 
en  caciques,  fué  preciso  también  variar  una  y  otra  vez  la  división 
territorial,  y  con  ella  el  régimen  político  de  los  Departamentos  y 
Provincias,  á  fin  de  permitirle  al  Ejecutivo  mantener  por  cualquier 
modo  el  orden  y  la  paz.  La  división  territorial  de  1821^,  que  creó 
siete  Departamentos  venezolanos  y  granadinos,  se  modificó  por  ley 
de  25  de  junio  de  1824  aumentándolos  á  doce,  que  fueron:  lo.  Ori- 
noco, capital  Cumaná;  2^.  Venezuela,  capital  Caracas;  3^.  Apure 
(antes  comprendido  en  el  de  Venezuela),  capital  Harinas;  4^.  Zulia, 
capital  Maracaibo;  5^.  Boyacá,  capital  Tunja;  6^.  Cundinamarca,  ca- 
pital Bogotá;  70.  Magdalena,  capital  Cartagena;  9^.  Istmo  (Departa- 
mento nuevo),  capital  Panamá;  10^.  Ecuador,  capital  Quito;  1 1^.  Asuay, 
capital  Cuenca;  12^.  Guayaquil,  capital  Guayaquil.  A  los  dos  años 
(18  de  abril,  1826),  al  Departamento  de  Apure  se  le  llamó  Orinoco, 
con  las  provincias  de  Guayana,  Barinas  y  Apure;  se  creó  el  Departa- 
mento de  Maturín,  con  las  provincias  de  Cumaná,  Barcelona  y  Mar- 
garita, y  se  añadió  al  del  Magdalena  la  provincia  de  Mompox.    En 

1827  (decreto  del  26  de  julio)  el  congreso  autorizó  al  Ejecutivo  para 
variar  los  limites  de  los  cantones  y  parroquias,  aun  cuando  se 
alterasen   los    de   las  Provincias  y  Departamentos.    Finalmente,   en 

1828  quedó  abolida  la  constitución  de  Cúcuta  y  proclamada  la 
dictadura. 

Hasta  esta  fecha,  los  Departamentos  eran  gobernados  y 
administrados  por  Intendentes,  las  provincias  por  Gobernadores, 
unos  y  otros  elegidos  cada  tres  años  por  el  Ejecutivo,  con  previo 
acuerdo  y  consentimiento  del  Senado;  los  cantones  por  Jefes  muni- 
cipales, nombrados  cada  año  por  el  Intendente  á  propuesta  del  Gober- 
nador; y  las  parroquias  por  Alcaldes,  á  quienes  nombraban  anual- 
mente las  municipalidades.  Todos  estos  funcionarios  podían,  teóri- 
camente, diferir  hasta  nuevo  aviso  la  ejecución  de  cualquier  regla- 
mento ú  orden  del  supremo  poder  central,  en  cuatro  casos:  1®.  cuando 

1.  Véase  arriba,  p.  315. 


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—    355    — 

la  orden  era  opuesta  á  la  constitución;  2^.  cuando  no  había  sido 
comunicada  por  el  Ministerio  de  Estado  respectivo,  ó  podía  dudarse 
prudentemente  de  su  autenticidad;  3o.  cuando  evidentemente  se 
había  obtenido  con  engaño  ó  expedido  contra  alguna  ley;  4^.  cuando 
se  juzgaba  que  de  su  cumplimiento  resultarían  graves  males  que  el 
Gobierno  no  hubiese  podido  prever.  Cada  Ministerio  comunicaba 
sus  órdenes  á  las  autoridades  de  los  Departamentos  por  conducto 
de  los  respectivos  Intendentes;  pero  podía  también  comunicarlas 
directamente  á  los  funcionarios  inferiores  en  todos  los  negocios  de 
guerra  y  marina,  ó  cuando  las  órdenes  se  expedían  en  uso  de  las 
facultades  extraordinarias.  Y  como  éstas  fueron  de  hecho  la  regla 
general,  los  funcionarios  locales  obraban  á  menudo  con  absoluta  in- 
dependencia de  sus  inmediatos  superiores,  y  á  diario  surgían  com- 
petencias y  conflictos  entre  unos  y  otros. 

Apenas  hubo  leyes  en  la  Gran  Colombia  que  no  tuviesen  el 
carácter  de  provisorias  ó  condicionales,  aun  las  referentes  á  la  or- 
ganización del  Poder  Judicial  i.  En  la  capital  de  la  República  se 
estableció  una  Alta  Corte  de  justicia,  compuesta  de  siete  jueces  y 
dos  fiscales;  y  en  cada  Departamento  se  mandó  constituir  una  Corte 
con  seis  magistrados,  si  bien  dejando  al  arbitrio  del  Ejecutivo  formar 
por  el  pronto  las  Cortes  que  pareciesen  más  urgentes,  hasta  que  el 
número  de  letrados  y  los  fondos  públicos  permitiesen  instalarlas 
todas.  La  Alta  Corte  y  cada  una  de  las  Superiores  tenían  dos  se- 
cretarios, un  registrador  de  sus  respectivas  provisiones  y  despachos, 
un  tasador  y  cuatro  ó  seis  procuradores  para  la  propia  Corte  y 
para  los  tribunales  y  juzgados  inferiores.  Los  procuradores  llevaban 
tres  libros:  uno  titulado  "poderes  y  cuentas",  en  que  anotaban  los 
poderes  que  recibían,  con  el  nombre  y  vecindad  del  otorgante, 
fecha  del  otorgamiento  y  aceptación,  naturaleza  del  negocio  y  cuenta 
de  cada  interesado;  otro  destinado  á  sentar  las  "notificaciones",  y 
otro  de  "conocimientos",  en  el  que  recogían  los  recibos  de  los  abo- 
gados. En  las  capitales  de  provincia  había  un  juez  letrado  de  ha- 
cienda, y  en  los  cantones  el  número  de  jueces  letrados  que  el  Eje- 
cutivo creyese  indispensables.  En  las  capitales  de  cantón  había  de 
una  hasta  seis  escribanías  numerarias,  según  la  importancia  de  la 
población,  y  un  oficio  de  anotación  de  hipotecas  á  cargo  del  secre- 
tario de  la  municipalidad.  En  las  parroquias  administraban  justicia 
los  alcaldes. 

Para  los  pleitos  mercantiles  se  mandó  que  en  cada  capital  de 
Departamento  y  Provincia,  y  en  otras  ciudades  y  villas  importantes. 


Leyes  de  12  de  octubre,  1821,  11   de  mayo,  1825,  y  17  de  mayo,  1826. 

23* 


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—    356    — 

hubiese  tribunales  ad  hoc  compuestos  de  cuatro  comerciantes  desig- 
nados en  cada  caso  por  las  partes,  y  del  juez  de  primera  instancia 
ó  alcalde  ordinario  i. 

En  todos  los  tribunales  y  juzgados,  civiles,  eclesiásticos  ó  mili- 
tares, así  en  asuntos  civiles  como  criminales,  las  leyes  debían 
observarse  en  el  orden  siguiente:  ^^.  las  decretadas  por  el  congreso 
nacional;  2^.  las  pragmáticas,  cédulas,  órdenes,  decretos  y  orde- 
nanzas del  Gobierno  español,  sancionadas  y  puestas  en  observancia 
hasta  el  18  de  marzo  de  1808,  quedando  en  consecuencia  derogadas 
las  posteriores  y  las  que  de  algún  modo  resultasen  contradictorias 
con  las  leyes  de  la  República^;  3^.  la  Recopilación  de  Indias;  4^^.  la 
Nueva  Recopilación  de  Castilla;  5^.  las  Siete  Partidas. 

Hubo  naturalmente  dudas  y  pleitos  acerca  de  la  legitimidad 
de  los  juicios  de  todo  orden  seguidos  en  el  territorio  de  Colombia 
desde  que  empezó  la  guerra  de  Independencia;  pues  en  unos  habían 
actuado  tribunales  republicanos,  en  otros,  tribunales  españoles,  y  en 
no  pocos  aquéllos  y  éstos  alternativamente.  Para  remover  toda  duda  se 
declaró  5,  que  las  sentencias,  autos  y  providencias  dictadas  en  las 
diversas  épocas  de  la  revolución  separatista,  por  las  autoridades, 
jueces  y  tribunales  de  las  provincias  que  ahora  formaban  la  Re- 
pública, se  tuviesen  por  válidas  y  subsistentes,  si  llegaron  á  ejecu- 
toriarse, y  se  llevasen  á  efecto  aun  cuando  las  autoridades  españolas 
las  hubiesen  revocado  ó  declarado  nulas:  que  fuesen  también  válidas 
y  subsistentes  las  dictadas  por  tribunales  españoles  en  los  territorios 
sujetos  al  rey,  siempre  que  se  hubiesen  ejecutoriado;  pero  que  se 
tuviesen  por  nulas  las  que  los  mismos  tribunales  españoles  hubiesen 
dictado  contra  alguna  persona,  considerándola  criminal  en  razón 
de  su  opinión  política  ó  de  servicios  prestados  á  la  Independencia. 
Se  añadió,  empero,  que  esta  nulidad  no  produciría  á  los  interesados 
acción  personal  ó  de  responsabilidad  contra  los  autores  de  las  re- 
feridas causas  ni  contra  los  participantes  de  su  ejecución;  aunque 
sí  quedaban  expeditas  á  los  interesados  las  acciones  reales  para 
perseguir  y  vindicar  los  bienes  secuestrados  ó  confiscados  en  odio 
de  su  patriotismo,  recuperando  dichos  bienes  en  el  estado  en  que 
se  hallasen  y  salvo  siempre  el  derecho  de  terceros  y  demás  posee- 
dores, cada  cual  contra  su  respectivo  antecesor.  Las  causas  pen- 
dientes, y  las  no  ejecutoriadas  definitivamente  por  las  autoridades 
españolas,  debían  por  de  contado  continuarse  en  los  tribunales  co- 
lombianos, conforme  á  las  leyes  de  la  República. 

1.  I-ey  de  10  de  julio,  1824. 

2.  Ley  de  13  de  mayo,  1825. 

3.  Ley  de  8  de  abril,  1826. 


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—    357    — 

Leyes  especiales  determinaron  la  jurisdicción  militar  y  la 
eclesiástica.  £1  ejército  permanente  se  formaba  de  todos  los  ciu- 
dadanos de  dieciocho  á  treinta  años,  por  sorteo  y  con  facultad  de 
hacerse  reemplazar;  y  durante  los  cinco  años  de  servicio  obli- 
gatorio, sus  causas  se  veían  y  sentenciaban  conforme  al  estatuto 
militar  1.  Exting^do  por  la  República  el  tribunal  de  la  Inquisición, 
se  declaró  que  los  arzobispos  y  obispos  reasumían  la  jurisdicción 
eclesiástica  y  puramente  espiritual  para  conocer  en  las  causas  de 
fe  con  arreglo  á  los  cánones  y  derecho  común  eclesiástíco,  y  para 
imponer  á  los  reos  las  penas  consiguientes,  salvo  siempre  el  re- 
curso de  fuerza  ante  los  tribunales  civiles  2.  Por  su  parte,  la  Re- 
pública reasumió  el  ejercicio  del  derecho  de  patronato  que  tuvieron 
los  reyes  de  España  en  las  iglesias  metropolitanas,  catedrales  y 
parroquiales  de  América,  agregándose  que  el  Gobierno  de  Colombia 
negociaría  con  la  Santa  Sede  un  concordato,  á  fin  de  asegurar  irre- 
vocablemente aquella  prerrogativa  y  evitar  en  adelante  quejas  ó 
reclamaciones^. 

Acerca  de  procedimientos  judiciales,  pocas  innovaciones  se 
introdujeron  en  el  sistema  español.  Las  más  notables  se  refieren 
á  las  juicios  por  conspiración,  asonadas,  tumultos,  hurto  y  robo*. 
De  cuan  incipiente  era  aún  á  este  respecto  la  vigilancia  de  las 
autoridades  inferiores,  dará  idea  el  considerando  de  la  ley  de  1826. 
*^Por  una  consecuencia,  dice,  de  la  dilatada  guerra  que  ha  sufrido  la 
República,  cierta  clase  de  hombres  se  ha  desmoralizado  hasta  el 
extremo  de  atacar  frecuentemente  del  modo  más  escandaloso  la 
propiedad  y  seguridad  individual  del  pacifico  ciudadano,  y  es  indu- 
dable que  la  multitud  de  hurtos  que  se  cometen  con  impunidad, 
nacen  de  los  vagos,  ociosos  y  mal  entretenidos  que  por  desgracia 
existen  en  las  poblaciones,  por  el  poco  celo  en  los  encargados  de 
la  policía  » . ." 

Correcta  administración  de  justicia  no  hubo,  ni  podía  haberla, 
sino  en  las  ciudades  capitales,  donde  residían  las  Cortes,  compuestas 
de  jurisconsultos  eminentes,  y  donde  el  personal  político  tenía  por 
fuerza  que  respetar  la  independencia  de  los  magistrados.  La 
siguiente  reseña  de  dos  causas  célebres  demostrará,  mejor  que  con- 
sideraciones generales,  cómo  se  interpretaban  y  aplicaban  las  leyes 
en  las  altas  Cortes  de  Colombia. 


1.  Leyes  de  11   de  agosto,  1824,  y  18  de  abril,  1826. 

2.  Ley  de  22  de  agosto,  1821. 

3.  Ley  de  28  de  julio,  1824.     De  la  negociación   respectiva  se  hablará  en  el 
cap.  IV. 

4.  Leyes  de  12  de  octubre,  1821,  y  3  de  mayo,  1826. 


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—    358    —  . 

El  presbítero  doctor  José  Manuel  Fernández  Saavedra,  cura  y 
vicario   del  cantón   de  Facatativá,   Departamento  de  Cundinamarca, 
creyéndose  autorizado  para  expulsar  de  su  parroquia  á  los  forasteros 
que   de   palabra   ú  obra   turbasen   las  buenas    costumbres,   firmó  y 
mandó   publicar   un  bando,    de  acuerdo    con  los  alcaldes,   el  21  de 
setiembre  de  1823,  en  virtud  del  cual  todo  vecino  debía  dar  cueuta 
al  cura  y  alcaldes,  dentro  de  tercero  día,  de  la  persona  ó  personas 
que  tuviese  en  su  casa;    agregando  que  se  vedaba  la  residencia  en 
la   parroquia   á   todo   individuo   que   no   presentase   documentos  ó 
testigos  de  su  cristiandad  y  buenas  costumbres;  que  los  infractores 
serian  castigados  á  juicio  de  juez  lego,   y  finalmente,    que  las  per- 
sonas alojadas  en   la  parroquia  sin  las  formalidades  dichas,   serían 
expulsadas.    Dictaminó    el   ministerio   fiscal,   que   semejante  bando 
era  escandaloso,    contrarío  á  las   leyes  y  atentatorio  á  la  autoridad 
civil;   y  en   consecuencia,    el  Intendente   del  Departamento  ordenó 
la   prisión  de    los  alcaldes  y  del  cura  Saavedra.    Pero  se  apresuró 
éste   á   presentarse   á   su    superior   eclesiástico,  y  el   provisor  del 
arzobispado   le   mandó    recluido   á   un   convento   hasta   que  se  de- 
clarase  á  quien  correspondía   el  conocimiento  de  la  causa,   ó  si  el 
delito   imputado   era   de   los   que    hacían   perder  el   fuero.     Remi- 
tidos los  autos  á  la  Corte  Superior,  decidió  que  el  arzobispado  no 
hacía  fuerza  con  su   procedimiento  y  que  á  él  solo  le  correspondía 
seguir  la  causa  conforme  á  derecho  y  á  las  leyes  de  Indias,  dando 
cuenta   á  la  Corte.    Suplicado   este   auto,   declaró  la  misma  Corte, 
que  no  siendo   suplicables   las  providencias  dictadas   por  los  tribu- 
nales superiores  en  recursos  de  fuerza,  se  abstenía  ella  de  conocer 
y  pronunciar  en  el  negocio.    Interpuso  entonces  el  fiscal  recurso  de 
nulidad  para  ante   la  Alta  Corte,   y  como  se  le  negase,    ocurrió  de 
hecho  á  la  misma,  quejándose  de  la  Superior.   Previa  una  luminosa 
exposición  de   los  autos  y  de  las  leyes  aplicables  al  caso,   la  Alta 
Corle  decidió  en  15  de  mayo  de  1824,  que  "  el  eclesiástico  que  pre- 
varica  en  funciones  seculares   no  delinque   contra   el   poder  de  la 
iglesia  y  sólo  es  culpable  con  respecto  al  poder  secular,  ante  quien 
ha  prestado  juramento   de  guardar  la  constitución  y  las  leyes  y  de 
quien  depende    como  ciudadano^^*   que  tal   era  el  caso   del  cura  y 
vicario  de  Facatativá,    el  cual  se  había  atribuido  la  facultad  de  dar 
reglas  á  los  vecinos  del  cantón  en  su  conducta  con  los  alojados  de 
otros  lugares,  imponiendo  penas  por  su  infracción;  que  los  ministros 
de  la  Corte  Superior  habían  procedido  contra  las  leyes  cuando  de- 
clararon  que  correspondía  al   provisor   del   arzobispado  conocer  y 
proceder  en  el  negocio,  lo  mismo  que  cuando  en  la  sala  de  revista 
se  negaron   á  conocer  de  la  súplica;    que,   por  tanto,   los  autos  de 


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^  _    359    — 

vista  y  revista  pronunciados  por  la  Corte  Superior  eran  injustos, 
desde  luego  que  en  ellos  se  aplicaron  leyes  inadaptables  al  caso,  y 
como  tales  nulos  y  de  ningún  valor;  que  debía  reponerse  la  causa, 
y  (añadió  la  Alta  Corte)  "por  haber  faltado  los  ministros  que  en 
ambas  instancias  han  conocido,  al  estrecho  deber  que  les  imponen 
las  leyes  de  sostener  y  defender  la  jurisdicción  civil  contra  los 
abusos  de  los  eclesiásticos,  se  les  condena  en.  la  multa  de  cien 
pesos  á  cada  uno  de  ellos,  quedando  apercibidos  para  lo  sucesivo  ^\ 
Firmaron  esta  sentencia  los  doctores  Miguel  Peña  (venezolano), 
Félix  Restrepo  y  Vicente  Azuero  (granadinos). 

El  mismo  Dr.  Peña  dio  motivo  á  otra  causa  no  menos  célebre, 
y  de  singular  importancia  por  sus  consecuencias  políticas.  En  la 
mañana  del  24  de  julio  de  1825,  se  encontró  en  las  aguas  de  un 
río  que  cruza  á  Bogotá  el  cadáver  del  teniente  Francisco  Perdomo, 
y  horas  después  se  procedió  á  la  prisión  del  coronel  Leonardo  In- 
fante, á  quien  la  voz  pública  atribuía  el  crimen.  Infante,  mestizo 
venezolano  de  bravura  heroica,  compañero  de  Páez  en  las  Queseras 
del  Medio,  era  generalmente  odiado  en  la  capital  por  su  carácter 
indómito,  su  instinto  pendenciero  y  su  afición  á  no  siempre  honestas 
aventuras  amorosas,  que  terminaban  á  menudo  en  ruidosos  escán- 
dalos. Sometido  á  un  consejo  de  guerra,  fué  sentenciado  á  muerte. 
El  pueblo  de  Bogotá  acogió  la  sentencia  con  señales  de  viva  apro- 
bación. No  así  algunos  juristas  y  magistrados,  quienes  advirtieron 
que  las  pruebas  aducidas  no  ponían  en  absoluta  evidencia  la  cul- 
pabilidad del  reo  y  que,  por  otra  parte,  el  proceso  adolecía  de  serias 
informalidades. 

Al  menos  una,  sustancial,  se  cometió  en  el  consejo  de  guerra, 
pues  se  compuso  solamente  de  coroneles  y  tenientes  coroneles, 
cuando  la  ley  de  la  materia  exigía  que,  tratándose  de  juzgar  á  un 
coronel,  concurriesen  dos  generales.  Alegado  ésto  por  el  defensor 
de  Infante  en  la  Alta  Corte  Marcial  (formada  en  tales  casos  por  la 
Alta  Corte  de  justicia  y  dos  jueces  militares),  se  declaró  que  la 
primera  sentencia  era  nula.  Devuelta  la  causa,  el  nuevo  consejo  de 
guerra,  en  el  que  figuraron  dos  generales,  repitió  la  sentencia  de 
muerte;  y  elevada  en  consulta  á  la  Alta  Corte  Marcial,  para  su 
aprobación  ó  reforma,  dos  jueces  (el  Dr.  Azuero  y  el  coronel  An- 
tonio Obando)  votaron  por  la  pena  capital;  dos  por  la  absolución 
(el  Dr.  Peña  y  el  coronel  Mauricio  Encinozo)  y  uno  (el  Dr.  Restrepo) 
por  la  degradación  y  diez  años  de  presidio.  Advirtió  Peña,  Presi- 
dente de  la  Corte,  que  el  reo  debía  considerarse  absuelto,  porque 
si  bien  la  mayoría  le  declaraba  culpable,  no  era  idéntico  el  voto  de 
la  misma  respecto   de   la  pena.    Rechazada  esta   opinión   por  la 


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mayoría  de  la  Corte,  se  convino  en  elegir  otro  jurisconsulto  que 
dirimiese  la  discordia,  y  elegido  el  Dr.  Joaquín  Gori,  dictaminó  que 
se  aplicase  la  pena  capital.  Alegó  entonces  Peña,  que  no  había 
sentencia,  porque  resultaban  tres  votos  á  muerte  y  tres  á  vida;  á 
lo  que  respondieron  cuatro  miembros  de  la  Corte,  que  la  sentencia 
era  firme  y  quedaba  el  reo  condenado  á  muerte.  Oído  lo  cual,  de- 
claró Peña  que  de  ningún  modo  pondría  su  firma  al  pie  de  una  sen- 
tencia en  su  opinión  injusta. 

Pero  esto  equivalió  ya,  como  se  verá  luego,  á  desconocer  las 
mismas  reglas  jurídicas  que  con  tanto  empeño  invocara  en  las  deli- 
beraciones anteriores,  y  fué  acusado  ante  el  Senado  en  virtud  de 
queja  introducida  en  la  Cámara  de  Representantes  por  el  ministerio 
público  ^  Merece  especial  mención  la  defensa  de  Peña,  así  por  la 
intrínseca  importancia  del  asunto  como  por  sus  consecuencias,  y 
hasta  por  ser  acaso  el  alegato  más  elocuente  que  conservan  los 
anales  de  Colombia.  Resplandecen  allí  la  dialéctica  del  abogado 
habilísimo,  la  erudición  del  jurisconsulto  eminente,  y  al  propio  tiempo 
el  arte  de  un  consumado  sofista,  que  sabe  armonizar  la  conmove- 
dora invocación  á  la  justicia  con  las  sutiles  insinuaciones  del 
hombre  político,  resuelto  á  vengarse  pronto  de  sus  enemigos  y  ad- 
versarios. 

Comienza:  "Inútil  sería  que  un  magistrado  conociera  la  verdad 
y  amase  la  justicia,  si  no  tiene  la  firmeza  necesaria  para  defender 
la  verdad  que  conoce  y  combatir  y  sufrir  por  la  justicia  que  ama. 
Si  yo  viniera  á  este  respetable  lugar  á  indemnizarme  del  cargo  que 
se  me  hace,  con  la  mira  de  sostenerme  en  la  plaza  de  ministro  de 
la  Alta  Corte,  todavía  sería  el  día  de  hoy  tiempo  oportuno  para 
hacer  mi  defensa,  recibir  la  absolución  de  esta  honorable  Cámara,  y 
por  medio  de  ella  los  tristes  salarios  con  que  la  patria,  esta  patria 
que  me  ha  sido  tan  costosa  como  querida,  habría  comprado  mis 
servicios  "•  Era  voz  pública  en  Bogotá  que  el  Dr.  Soto,  fiscal  de  la 
Alta  Corte,  aspiraba  á  la  sucesión  de  Peña,  A  lo  que  alude  éste 
diciendo  desdeñosamente:  "No  he  traído  la  toga  para  dejarla  en 
este  salón  sagrado  y  que  la  levante  el  que  la  pretenda  ó  haya  pre- 
tendido, porque  no  se  atribuya  á  soberbia  una  acción  que  sólo  mani- 
festaría la  indiferencia  con  que  la  veo^\  Decíase  también  que  el 
Vicepresidente  Santander  deseaba  su  condenación.  Peña  advierte, 
sin  nombrarle:  "Los  periódicos  de  esta  capital,  como  dirigidos  por 
una  misma  mano,  han  abrazado  y  anunciado  una  misma  opinión,  sin 
exponer  ningún  fundamento.    El  Constitucional  me  calumnia:  yo 


1.  Véanse  los  arts.  89  y  97  de  la  constitución  de  Cúcuta. 


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habría  sufrido  con  menos  indiferencia  sus  censuras,  si  no  hubiera 
estado  cierto  de  no  merecerlas,  y  si  ellas  hubieran  sido  menos  par- 
ciales y  más  racionales:  los  ministros  de  la  Alta  Corte  han  echado 
sobre  mí  toda  la  odiosidad  de  esta  causa,  dando  al  crimen  el  nombre 
de  virtud  y  á  ésta  el  nombre  de  crimen:  han  buscado  en  su  apoyo 
la  voz  pública,  esa  estatua  risueña  que  con  voz^sonora  habla  á  cada 
uno  el  lenguaje  que  le  agrada,  ó  ese  medio  equívoco  que  las  más 
de  las  veces  se  encuentra  en  labios  comprados,  seducidos  ó  en- 
gañados, y  que  no  tiene  por  lo  común  otro  origen  que  tres  6  cuatro 
demagogos.  De  todas  estas  ventajas  exteriores,  y  de  algunas  otras 
hien  pueriles,  cuentos,  chismes,  enredos  indecentes,  se  han  valido 
mis  contrarios  para  prevenir  la  opinión  de  este  respetable  cuerpo, 
cuyo  juicio  considero  todavía  acerca  de  esta  causa  como  un  papel 
blanco  donde  nada  haya  escrito.  Estoy  persuadido  que  los  pro- 
ceres de  mi  patria  saben  que  la  autoridad  que  ejercen  no  es  suya, 
sino  un  poder  conferido  por  el  pueblo  para  decidir  en  estos  graves 
negocios,  según  su  razón,  no  según  sus  caprichos;  que  nada  haría 
más  ilusoria  nuestra  libertad,'  ni  degradaría  tanto  á  los  pueblos, 
como  las  injusticias  de  sus  mandatarios;  que  su  autoridad  está  fun- 
dada sobre  los  imponderables  sacrificios  que  han  hecho  todos  los 
Departamentos  para  darse  instituciones  sabias  y  benéficas,  con  que 
los  derechos  de  los  ciudadanos  queden  tan  seguros  que  sólo  sean 
comensurados  por  la  ley;  y  miraré  por  tanto  esta  sala  como  una 
especie  de  templo,  á  donde  no  llega  el  aire  contagioso  de  las  pa- 
siones, donde  sólo  se  hacen  sacrificios  á  la  virtud  y  de  donde  no 
salen  sino  los  santos  oráculos  de  la  justicia". 

Repite  lo  que  dijera  en  las  deliberaciones  de  la  Corte  Marcial, 
á  saber,  que  en  la  causa  de  Infante  no  hubo  sentencia,  porque  de 
los  seis  jueces  tres  votaron  por  la  pena  capital,  uno  por  la  de  pre- 
sidio y  dos  absolvieron,  faltando  así  la  mayoría  absoluta  requerida 
para  la  condenación.  Ya  se  vio,  sin  embargo,  que  cuando  la  Corte 
consideró  este  punto,  cuatro  de  sus  miembros  decidieron  que  sí 
había  sentencia  condenatoria.  Añade  Peña,  que  los  ministros  de  la 
Corte  no  deben  firmar  los  acuerdos,  sentencias  ó  determinaciones 
que  no  tengan  la  mayoría  legal  de  votos.  Empero,  la  Corte  de- 
<ndió,  por  cuatro  contra  dos,  que  en  la  sentencia  debía  considerarse 
€omo  mayoría  legal  los  tres  votos  á  muerte,  atendiendo  á  que  los 
tres  contrarios  no  eran  uniformes.  De  donde  resulta  que,  justa  ó 
injusta  la  sentencia  en  sí.  Peña  se  rebeló  de  todos  modos,  negán- 
dose á  firmarla,  contra  el  dictamen  definitivo  de  la  mayoría  abso- 
luta de  sus  colegas.  Y  aun  cuando  se  esfuerza  en  convencer  al 
Senado  de  la  corrección  jurídica  de  su  proceder,  por  medio  de  un 


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erudito  é  interesantísimo  examen  de  las  leyes  españolas  y  colom* 
bianas,  queda  siempre  de  resalto  el  hecho  esencial:  —  aun  supo- 
niendo errónea  la  determinación  de  la  Corte,  al  considerar  suficiente 
la  mayoría  relativa  de  sus  miembros  para  condenar  al  reo,  tal  deter- 
minación la  confirmó  luego  la  mayoría  absoluta,  y  contra  esta 
última  no  tenía  otro  recurso  Peña,  para  poner  á  cubierto  su  respon- 
sabilidad personal,  sino  el  de  motivar  su  voto  con  las  razones  en 
que  apoyaba  la  inculpabilidad  del  reo  y  el  supuesto  error  de  los 
jueces;  pero  firmando  siempre  el  fallo,  para  no  transgredir  inten- 
cionalmente  la  ley  que  á  ello  le  obligaba. 

De  este  hecho  esencial  se  apartó  Peña  en  su  defensa,  6  pro- 
curó envolverlo  con  atavíos  puramente  retóricos.    Al  fin  dijo: 

"Si  el  'crimen  manifiestamente  contrario  al  bien  de  la  Re- 
"  pública*  de  que  soy  acusado  en  esta  vez,  es  el  haber  entendido 
"el  articuló  19  de  la  ley  orgánica^  tomando  la  más  sana 
"parte  é  más  provechosa,  según  las  palabras  que  en  él 
"están  puestas,  como  me  lo  manda  la  ley,  con  la  extensión  de 
"sentido  que  admite  su  letra,  con  la  equidad  y  humanidad  que  me 
"dictan  la  naturaleza,  los  sentimientos  de  mi  corazón  y  los  altos 
"fines  de  la  sociedad  en  general,  conservando  por  estos  medios  la 
"vida  de  un  ciudadano,  hasta  que  la  ley  y  no  los  hombres  dis- 
" ponga  de  su  suerte;  feliz  criminal,  por  cierto.  Si  el  grave  delito 
"que  se  me  atribuye  contra  el  orden  social,  es  el  haber  procurado 
"sostener  el  imperio  de  las  leyes,  contener  la  arbitrariedad  de  los 
"jueces  y  hacer  que  se  respeten  los  derechos  de  los  ciudadanos; 
"mi  crimen  será  mi  gloria.  Si  no  hallare  entre  los  hombres  la 
"justicia  que* he  deseado  hacerles,  la  convicción  de  haber  llenado 
"mis  deberes  me  hará  pasar  contento  los  días  de  mi  vida.  Si  la 
"patria  no  me  pagare  sino  con  ingratitud  los  servicios  que  le  he 
"hecho;  si  después  de  haber  visto  derramada  la  sangre  de  todos 
"mis  hermanos  por  la  crueldad  de  los  españoles;  de  haber  arruinado 
"  los  bienes  que  fueron  fruto  de  la  industria  honrada  de  mis  padres; 
"  de  haber  renunciado  á  la  fortuna  que  disfrutaba  en  otro  suelo,  por 
"venir  á  servirla;  de  haberla  acompañado  en  sus  calamidades  y 
"desgracias,  exponiendo  muchas  veces  mi  vida  en  el  campo  como 
"un  soldado  y  contribuyendo  con  mis  cortas  luces,  en  calidad  de 
"un  ciudadano,  para  establecer  el  orden;  si  después,  vuelvo  á 
"decir,  de  haberme  tenido  esta  patria  en  sus  angustias  como  un 
"hijo  querido,  me  desconoce  en  su  grandeza;  todavía  gozaré  en 
"paz   de   la  fortuna  irritada.    Si  después   de   haber  gustado   todos 

1.  Ley  de  12  de  octubre,  1821.  Art.  19:  "Para  que  haya  sentencia,  es 
necesaria  la  conformidad  en  la  mayoría  absoluta  de  los  jueces  que  asistan  á  la  causa." 


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"los  sinsabores  del  mando  desde  los  primeros  tiempos  de  la  revo* 
"  lución,  he  llegado  á  este  puesto  por  elección  de  mis  compatriotas, 
"descenderé  tranquilo  de  él  por  los  sentimientos  de  mi  conciencia. 
"Los  mismos  que  han  deseado  mi  separación  del  Tribunal,  habrán 
"de  envidiar  mi  felicidad  privada;  y  en  mi  retiro  tendré  bastante 
"  tiempo  para  considerar,  que  no  hay  poder  humano  sobre  la  tierra 
"que  pueda  hacer  desgraciado  á  un  hombre  de  bien." 

Fué  inútil  tan  elocuente  alegato.  £1  Senado,  considerando  que 
la  obstinada  resistencia  del  Dr.  Peña  á  firmar  el  fallo  del  proceso 
de  Infante  era  "manifiestamente  contraría  á  la  ley  107,  título  15, 
libro  2  de  la  Recopilación  de  Indias,  que  previene  firmen  todos  los 
jueces  las  sentencias,  autos  interlocutorios  y  cualesquiera  otras  de- 
terminaciones que  haya  acordado  la  mayor  parte  de  los  jueces, 
aunque  sean  de  voto  y  parecer  contrario",  le  condenó  á  la 
suspensión  del  empleo  de  ministro  de  la  Alta  Corte  por  el  término 
de  un  año,  descontándose  de  su  sueldo  el  que  se  pagase  al 
sustituto. 

El  Vicepresidente  Santander  no  conmutó  la  pena  capital  im- 
puesta á  Infante.  Se  llevó  á  efecto  la  ejecución  el  26  de  marzo  de 
1825.  Las  crónicas  de  la  época  ponen  en  boca  de  Infante  estas 
palabras,  al  llegar  al  patíbulo:  "He  cometido  muchos  crímenes  du- 
rante la  guerra:  esos  los  voy  á  pagar  ahora;  pero  en  cuanto  á  la 
muerte  de  Perdomo,  declaro  delante  de  todos  que  no  he  tenido 
ninguna  parte  en  ella,  y  que  muero  inocente." 

Peña  volvió  á  Valencia,  su  patría,  donde  se  le  verá  luego 
ejercer  influjo  preponderante  sobre  Páez,  y  convertirse  en  alma  de 
la  insubordinación  del  año  26.  Bolívar  previo  el  peligro  cuando, 
hallándose  en  Lima,  supo  que  el  audaz  valenciano  sería  sometido 
á  juicio.  En  carta  particular  escríbió  entonces  al  Vicepresidente: 
"El  Dr.  Peña  es  un  hombre  vivo,  de  talento,  audaz  ...  y  conviene 
mucho  que  usted  lo  mantenga  al  lado  del  Gobierno,  halagado  con 
la  esperanza  de  un  alto  destino,  y  que,  por  ningún  pretexto  vaya 
á  Venezuela,  para  que  la  patria,  usted  y  yo  no  tengamos  algún  día 
algo  que  llorar."  Pero  el  claro  entendimiento  de  Santander  se  dejó 
cegar  por  preocupaciones  más  personales  que  políticas.  Pensó  que 
sus  compatríotas  granadinos  le  agradecerían  la  ejecución  del  vene- 
zolano Infante,  á  quien  odiaban,  y  la  condenación  del  venezolano 
Peña,  á  quien  no  amaban.  El  odio  á  aquél  era  sin  duda  justificado, 
pues  mal  podía  «u  bravura  militar  servirle  de  manto  para  sus  des- 
manes de  héroe  bárbaro:  el  desamor  al  otro  fundábase  también  en 
serios  motivos,  pues  á  pesar  de  su  talento  no  vacilaba  en  cometer 
actos    de    inmoralidad    escandalosa,    tales    cual    el    de    apropiarse 


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caudales  públicos.  Mas  el  instable  equilibrio  en  que  vivía  Colombia 
aconsejaba  imperiosamente  suavizar  el  rigor  de  la  justicia,  con- 
mutando en  presidio  la  pena  de  Infante,  á  fin  de  no  enajenarse  por 
completo  la  voluntad  .del  ejército  venezolano,  y  obrando  respecto 
de  Peña  del  modo  que  insinuó  Bolívar,  para  no  fomentar  en 
Venezuela  el  ya  iniciado  movimiento  de  disolución  nacional . . . 

Si  la  administración  de  justicia  tropezaba  con  obstáculos  pro- 
venientes tanto  de  los  hombres  como  de  las  circunstancias,  obstá- 
culos no  menores  se  oponían  á  la  buena  organización  de  la  hacienda 
nacional.  El  congreso  constituyente  de  Cúcuta  la  confió  á  la  pru- 
dencia del  Ejecutivo,  y  los  sucesivos  congresos  ordinarios  procuraron 
mejorarla  en  teoría  i.  La  oficina  general  de  hacienda  y  rentas  se 
estableció  en  Bogotá  (1826)  con  tres  directores  y  contadores  gene- 
rales, á  saber:  uno  de  tesorerías  y  sus  ramos  anexos,  otro  de  tabacos 
y  otro  de  aduanas.  Los  dos  directores  generales  de  correos  y 
casas  de  moneda  quedaron  bajo  la  inmediata  dependencia  del  Mi- 
nisterio de  Hacienda.  En  los  Departamentos,  el  Intendente  era  jefe 
inmediato  de  la  administración  fiscal,  y  de  acuerdo  con  el  contador 
y  el  tesorero  locales  podía  hacer  gastos  extraordinarios  en  casos 
de  necesidad  urgente,  imprevista  y  momentánea,  que  no  diese 
tiempo  á  consultar  al  Ministro.  En  las  provincias,  los  Gobernadores 
procedían  como  subdelegados.  De  los  negocios  contenciosos  y  de 
las  deudas  de  plazo  cumplido  conocían  en  primera  instancia  los 
jueces  letrados  de  hacienda,  y  en  apelación  las  respectivas  Cortes 
Superiores  de  justicia. 

El  estado  del  tesoro  fué  siempre  angustioso.  En  19  de  abril 
de  1826,  decía  el  Vicepresidente  Santander  á  la  Cámara  de  Repre- 
sentantes: "En  el  día  no  cuento  con  rentas  que  basten  á  cubrirlos 
gastos  de  la  República,  y  no  sé  lo  que  debo  hacer  para  ocurrir  á 
ellos  • .  •  Dé  los  Departamentos  no  cesan  los  clamores,  y  en  las 
plazas  se  han  suspendido  las  obras  de  fortificación,  porque  no  hay 
de  donde  sacar  los  costos  necesarios  ni  el  Gobierno  tiene  fondos 
de  qué  disponer.  Los  gastos  del  ejército  y  marina  obsorben  lo 
poco  que  producen  las  rentas,  y  es  preciso  indispensablemente  que 
así  sea  mientras  la  República  tenga  que  mantener  su  actitud  guerrera. 
La  deuda  doméstica  crece  por  consiguiente  en  la  misma  razón,  y 
yo  me  he  visto  precisado  á  dar  hoy  mismo  orden  á  la  Secretaría 
de  Hacienda  de  que  suspenda  por  ahora  todo  pago  de  deuda  an- 
terior . .  . ,  La  honorable  Cámara  no  debe  extrañar  esta  situación, 
si  recuerda  que  cada  año  se  ha  presentado  un  déficit  en  la  adminis- 

1.  Leyes  de  5  de  octubre,  1821,  3  de  agosto,  1824,  y  18  de  abril,  1826. 


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tración  del  presupuesto  general  de  gastos,  y  que  debemos  ahora 
vemos  rodeados  de  la  suma  de  todos  los  deficientes  de  cinco  aftos^ 
con  más  las  deudas  desde  1819  á  182t".  Es  verdad  que  cuando  el 
Vicepresidente  trazaba  este  cuadro  sombrío,  el  Ministro  de  Hacienda 
calculaba  las  rentas  de  1826  en  más  de  nueve  millones  de  pesos,  y 
los  gastos  ordinarios  en  ocho  y  medio  millones,  lo  que  daba,  en  el , 
papel,  un  sobrante;  pero  ha  de  advertirse  que  el  Ministro  pasaba  en 
silencio  los  gastos  extraordinarios,  con  los  que  el  supuesto  sobrante 
se  convertía  fatalmente  en  déficit  considerable^. 

Por  ley  de  24  de  setiembre,  1827,  se  especificaron  las  rentas 
nacionales  del  modo  siguiente.  Rentas  fijas:  1^.  los  derechos  de 
aduana  por  importación,  exportación  y  tonelaje;  2^.  los  de  depósito 
y  tránsito  en  varios  puertos;  3^.  el  producto  del  tabaco  de  consumo 
y  exportación;  4^.  la  parte  de  diezmos  reservada  por  las  leyes; 
5^.  los  derechos  de  registros  é  hipotecas;  6^.  el  producto  del  papel 
sellado;  7^.  el  de  los  portes  de  cartas  y  encomiendas;  8^.  los  de 
quintos,  fundición  y  amonedación  de  los  metales  preciosos;  9®.  los 
derechos  sobre  destilación  y  venta  por  menor  de  aguardientes; 
10.  las  vacantes  eclesiásticas  mayores  y  menores;  11.  el  derecho 
sobre  las  ventas  públicas;  12.  el  producto  de  las  salinas;  13.  el  de 
las  bodegas  del  Estado.  Y  rentas  eventuales:  1^.  el  producto  de  las 
multas  destinadas  al  tesoro  nacional;  2^.  el  de  las  tierras  nacionales 
ó  baldías;  3^.  el  de  las  posesiones  ó  fincas  del  Estado;  4^.  el  de  los 
bienes  secuestrados;  5^,  el  de  las  temporalidades;  6^.  los  bienes 
mostrencos  y  abintestato  que  por  las  leyes  vigentes  correspondiesen 
al  Estado.  Dispuso  la  misma  ley,  que  cuando  el  total  de  estas 
rentas  no  fuese  suficiente  para  cubrir  los  gastos  públicos,  se  cobrase 
la  contribución  directa  personal  (proporcional  á  la  renta)  y  sub- 
sidiariamente la  contribución  directa  urbana^.  Pero  el  propio  con- 
greso, previendo  las  dificultades  que  en  el  vasto  territorio  colom- 
biano se  presentarían  para  la  recaudación  de  las  rentas,  agregó 
(art.  38):  "El  Poder  Ejecutivo  pondrá  en  ejecución  esta  ley  según 
lo  aconsejen  la  prudencia  y  la  necesidad,  y  lo  permitan  las  circuns- 
tancias locales".  Finalmente,  por  decreto  de  26  de  setiembre,  1827, 
autorizó  también  al  Ejecutivo  para  hacer  los  arreglos  que  estimase 
convenientes   en  la   parte  administrativa   de  la   hacienda   nacional, 


1.  Además,  el  historiador  Restrepo,  á  la  sazón  Ministro  del  Interior,  observa 
que  el  cálculo  de  ingresos  establecido  por  su  colega  de  Hacienda  era  evidentemente 
exagerado,  porque  las  rentas  no  excedieron  jamás  de  siete  millones  de  pesos. 
Historia  de  la  Revolución  de  la  República  de  Colombia,  t.  IV,  p.  588. 

2.  Véanse,  además  de  la  presente  ley,  los  decretos  de  22  y  29  de  mayo, 
1826,  sobre  cobro  anticipado  de  las  contribuciones  directas. 


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según  lo  exigiesen  las  circunstancias  actuales  de  la  República,  dando 
cuenta  al  congreso  para  su  aprobación  ó  reforma.  De  suerte  que 
toda  la  administración  fiscal  dependió  siempre  de  eventualidades  y 
del  arbitrio  más  ó  menos  prudente  del  Gobierno,  quedando  de  hecho 
reducidas  las  leyes  generales  á  mera  teoría  i. 

En  lo  relativo  al  crédito  exterior,  Colombia  vivió  en  circuns- 
tancias no  menos  anormales.  A  principios  de  1820,  el  Gobierno 
establecido  en  Angostura  envió  á  Londres  á  Femando  Peñalver  con 
el  encargo  de  solicitar  un  empréstito  de  tres  millones  de  pesos.  En 
Londres  encontró  Peñalver  á  Luis  López  Méndez,  compañero  de 
Bolívar  en  la  misión  diplomática  de  1810,  el  cual  después  de  ocu- 
pada Guayana  por  los  patriotas  (1817)  había  organizado  expedi- 
ciones de  voluntarios  y  remitido  elementos  de  guerra,  comprome- 
tiendo al  efecto  el  tesoro  de  la  futura  República  por  más  de  dos 
millones  de  pesos,  pagaderos  al  contado;  y  como  no  cumpliese 
aquel  compromiso  (mal  podía  cumplirlo  cuando  en  Angostura  no 
había  fondos  ni  para  racionar  las  tropas),  uno  de  sus  proveedores 
ingleses,  Mr.  Campbell,  quebró,  fué  reducido  á  prisión  y  con  él  el 
mismo  Méndez  2.  Peñalver  logró  terminar  el  proceso,  dándole  á 
Campbell  vales  contra  el  Gobierno  colombiano,  para  que  los  nego- 
ciase á  su  arbitrio;  mas  paró  en  esto  su  gestión  y  á  los  pocos 
meses  regresó  á  Angostura.  Le  sustituyó  Francisco  Antonio  Zea, 
quien  empezó  (agosto,  1820)  por  reconocer  todas  la  reclamaciones 
de  los  acreedores  ingleses,  distribuyéndoles  pagarés;  arreglo  general 
que  no  había  querido  aceptar  Peñalver,  advirtiendo  con  razón  que 
era  preciso  examinar  previamente  el  origen  y  justificación  de  cada 
crédito.  No  bien  conoció  Bolívar  el  procedimiento  de  Zea,  ordenó 
á  su  secretario  general  que  participase  al  Ministro  de  Relaciones 
Exteriores  y  Hacienda  8;  "S.  E.  el  Libertador  Presidente  ha  exami- 
nado los  documentos  que  US.  me  incluyó  en  su  oficio  de  8  del 
corriente  relativamente  á  las  operaciones  del  señor  Zea  en  su 
misión.  Parece  que  el  genio  del  error  ha  conducido  á  este  Enviado 
en  todos  sus  pasos,  y  si  S.  E.  no  estuviese  íntimamente  per- 
suadido de  su  buena  fe  y  adhesión  sincera  á  la  causa  de  la  Re- 
pública, podría  decir  que  no]  se  ha  propuesto  en  sus  operaciones 
otro  fin  que  comprometer  al  Gobierno  y  arruinar  al  Estado".  En 
consecuencia,    el  Ministro  del  Exterior  revocó   los  poderes  de  Zea, 

1.  De  la  situación  fiscal  de  los  Departamentos  venezolanos  se  hablari  en 
el  cap.  V. 

2.  Igual  percance  le  sucedió  por  el  propio  tiempo  á  J.  M.  Real,  agente  de 
Nueva  Granada. 

3.  Nota  expedida  desde  Maracaibo,  setiembre  de  1821. 


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—    367    — 

15  de  octubre,  1821,  y  como  éste  no  avisase  el  recibo,  repitió  la  re- 
vocación en  29  de  setiembre  de  1822  •  • .  Entre  tanto,  Zea  y  Méndez 
vivían  en  Londres  en  perpetua  disputa,  porque  el  segundo  seguía 
titulándose  agente  fiscal  y  el  primero  alegaba  que  á  él  le  correspon- 
día la  suprema  dirección  de  todo  negocio,  en  su  carácter  de  En- 
viado Extraordinario  y  Plenipotenciario.  Imputábanse  además  mutua- 
mente las  condiciones  onerosas  de  los  compromisos  contraídos,  por 
Méndez  en  los  años  anteriores,  por  Zea  después.  Ha  de  advertirse, 
empero,  que  á  tal  respecto  la  culpabilidad,  si  la  hubo,  de  uno  y 
otro,  se  atenúa  ó  explica  por  las  propias  circunstancias  de  la  época. 
Eran  agentes  de  una  República  que  no  había  sido  aún  reconocida 
por  el  Gobierno  británico;  no  podían  ofrecer  otra  garantía  que  la 
futura  buena  fe  de  un  Estado  cuya  formación  estaba  jugándose  en 
los  campos  de  batalla;  veíanse  por  consiguiente  obligados  á  ocurrir 
á  gente  de  aventura,  para  organizar  expediciones,  y  á  simples 
usureros  para  conseguir  dinero  y  elementos  de  guerra,  ofreciéndoles 
por  de  contado  ganancias  proporcionales  al  riesgo  que  corrían,  y 
que  fluctuaban  desde  el  50  ^/q  hasta  el  doble  ó  más  sobre  las  canti- 
dades desembolsadas.  Sin  lo  cual,  hubiérales  sido  materialmente 
imposible  procurarse  una  sola  libra  esterlina.  Por  último,  no  hay 
motivos  suficientes  para  creer  que  Méndez  ni  Zea  se  aprovechasen 
de  la  ocasión  para  darse  á  lucros  personales;  antes  bien  la  corres- 
pondencia de  ambos  tiende  á  demostrar  lo  contrario  i. 

Parece  que  Zea  no  recibió  en  tiempo  oportuno  las  notas  ofi- 
ciales que  ponían  término  á  su  misión,  pues  en  marzo  de  1822  ne- 
goció en  París  un  empréstito  de  dos  millones  de  libras  esterlinas 
con  los  ingleses  Herring,  Graham  y  Powles, .  y  con  su  producto  se 
apresuró  á  hacer  transacciones  con  los  diversos  acreedores  de  la 
República,  si  bien  procediendo  de  tal  modo  que  no  se  pudo  nunca 
determinar  exactamente  la  inversión  del  dinero.  A  los  ocho  meses, 
noviembre  de  1822,  murió  en  Bath  (Inglaterra),  El  congreso  de 
1823  improbó  su  conducta,  pero  declaró  al  propio  tiempo  que  re- 
conocería todos  los  capitales  y  sus  respectivos  intereses  que  los 
acreedores  comprobasen  legítimamente  haber  suministrado,  en  dinero 
y  efectos,  para  la  República.  A  tal  fin  pasó  á  Londres  José  Rafael 
Revenga,  ex-Ministro  de  Relaciones  Exteriores;  el  cual,  en  los 
breves  meses  de  su  misión,  no  logró  entenderse  con  los  acreedores. 
Le  sustituyó  el  granadino  Manuel  José  Hurtado,  quien  á  1^  de  abril 
de  1824  convino  con  los  contratistas  del  empréstito,  que  se  les 
abonarían  sus  créditos  á  razón  de  80%,  con  el  interés  anual  de  6% 


1.  Méndez  permaneció  en  Londres,  aunque  ya  sin  destino  ofícial,  hasta  1825. 


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—    368    — 

y  las  comisiones  acordadas  por  Zea;  que  Hurtado  les  entregaría 
54,550  libras  en  vales  6  pagarés  firmados  de  su  mano,  por  otros 
tantos  que  quedaron  sin  firmar  á  la  muerte  de  Zea,  y  que  la  Re- 
pública recibiría  como  saldo  la  cantidad  de  165,000  libras.  Dos 
semanas  después  (15  de  abril,  1824),  otros  agentes  fiscales  de  Co- 
lombia, Manuel  Antonio  Arrublas  y  Francisco  Montoya,  negociaron 
en  Calais  un  nuevo  empréstito  de  4,750,000  libras  con  B.  A.  Gold- 
schmidt  y  Ca,  de  Londres.  Para  su  pago  la  República  compro- 
metió la  renta  del  tabaco,  y  subsidiariamente  las  demás.  Se  esti- 
puló un  interés  de  6%  anual,  pagadero  en  Londres  por  semestres, 
y  para  el  fondo  de  amortización,  47,000  libras  el  primer  año  y 
47,500  en  los  siguientes. 

La  mayor  parte  del  producto  de  este  empréstito  se  invirtió 
en  cubrir  deudas  anteriores  y  en  el  armamento,  equipo  y  subsis- 
tencia del  ejército.  Un  millón  de  pesos  se  destinó  al  fomento  de 
la  agricultura  1,  tocándoles  á  los  Departamentos  venezolanos  300,000 
pesos . . .  Mala  la  hubieron.  El  Dr.  Miguel  Peña,  á  quien  el  Senado 
acababa  de  suspender  de  su  destino  como  ministro  de  la  Alta  Corte, 
recibió,  no  obstante,  el  encargo  de  llevar  á  Caracas  dicha  cantidad, 
y  en  vez  de  entregarla  íntegra  á  la  tesorería,  se  apropió  25,062  pe- 
sos, alegando  para  justificarse  que  ésta  era  la  diferencia  del  valor 
de  la  moneda  entre  el  Departamento  del  Magdalena,  donde  la  reci- 
bió, y  el  de  Venezuela  donde  la  devolvía 2.  Naturalmente,  se  le 
acusó  en  seguida  por  usurpación  de  caudales  públicos;  pero  ya  tenía 
él  formado  su  plan,  y  antes  que  regresar  á  Bogotá  á  disculparse, 
se  dio  á  apresurar  el  movimiento  separatista  que  á  los  pocos  meses 
estalló  en  Valencia  . . . 

No  pudo  nunca  el  Gobierno  de  Colombia  pagar  regularmente 
los  intereses,  ni  hacer  la  amortización  proporcional  de  la  deuda  ex- 
tranjera. En  vano  apeló  más  de  una  vez  al  cobro  anticipado  de 
las  contribuciones  directas  y  á  contribuciones  extraordinarias.  La 
necesidad  de  mantener  un  ejército  numeroso  de  tierra  y  mar,  por 
temor  de  que  se  reanudase  la  guerra  con  España,  y  para  asegurar 
contra  las  insurrecciones  locales  la  precaria  existencia  de  la  Re- 
pública, prolongó  hasta  1830  el  angustioso  estado  del  tesoro.  Re- 
currir otra  vez  al  crédito  exterior  era  pensar  en  lo  excusado.  Ya 
el  21  de  marzo  de  1827,   Andrés  Bello,    secretario  de   la  Legación 


1.  Decreto  de  28  de  abril,  1825. 

2.  Cuéntase  que  Pefia,  desaforado  jugador,  entabló  en  Cartagena  gran  partid- 
con  el  general  Mariano  Montílla,  quien,  como  él,  jugaba  el  sol  antes  de  nacer;  que 
allí  perdió  los  25,000  pesos,  y  no  le  quedó  más  remedio  que  apelar  á  aquella  ina 
moral  argucia. 


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—    369    — 

colombiana  en  Londres,  escribía  á  Bolívar:  "Un  objeto,  entre  otros, 
pide  con  urgencia  la  atención  de  V.  E.,  y  es  el  crédito  público  de 
Colombia.    Tal  vez  al  otro  lado  del  Atlántico   no  se  percibe  tanto 
como  aquí  la  absoluta  imposibilidad  de  levantar  otro  empréstito  en 
Londres.    Digo  imposibilidad,  porque  si  alguno  pudiera  contratarse, 
el  sacrificio  sería  enormísimo;   y  el  Gobierno  se  vería  precisado  á 
tratar  con  especuladores   de  un  carácter  equívoco.    Pero  dado  que 
se  cerrasen   los  ojos  á  todo,    á  trueque  de  lograr  una  anticipación, 
V.  E.  conoce  muy  bien  que  no  se  conseguiría  de  este  modo  reponer 
el  crédito,  sino  deprimirlo  más  y  más,  porque  éste  se  mide  por  los 
recursos  de  un  país,  crece  con  ellos,   y  se  abate  á  proporción  que 
se    multiplican   sus   empeños.    Créame  V.  E.,    la   proposición   sola 
produciría   en   Londres   la   más    funesta   impresión   contra   nuestro 
Gobierno,    así  como   por   el  contrario   una   de  las  medidas    más   á 
propósito   para  conciliarle   la  buena  voluntad   de    este  pueblo,    que 
tanto  influye   en   la   del  mundo,    es    el  pago  religioso   de   las  obli- 
gaciones contraídas . . .   Dicese   que    una  casa   de  Londres   ha   pro- 
puesto  á  V.  E.   y   al  Ejecutivo  de  Bogotá  recibir  frutos   ó  recoger 
el  producto  de  ciertos  ramos  de  rentas,  haciéndose  cargo  del  pago 
de  los  dividendos.    No  sé  la  verdad  que  haya  en  ésto:   lo   que   sé 
es  que  V.  E.    mirará   esta  proposición   como  inadmisible,    pues   en 
sustancia  se  reduciría  á  multiplicar  el  dividendo.    Una  vez  que  éste 
ha  de  salir  de  nosotros,  ¿para  qué  valemos  de  terceras  manos,  por 
entre    las  cuales   se  deslizaría   sin  fruto  alguno   gran  parte    de   los 
caudales  del  Estado,  abriéndonos  á  mayor  abundamiento  otro  campo 
inmenso  de  fraudes,  malversaciones,  inmoralidad,  reclamos  y  litigios 
interminables?".  Y  en  2  de  junio  de  1829,  el  fiel  edecán  de  Bolívar, 
Belford    H.  Wilson,   le   escribía   también   desde   Londres:    "Siento 
mucho  que  la  verdad  me  obligue  á  insinuar  á  V.  E.,  que  en  el  día, 
tanto  Colombia  como   todas  las  demás  Repúblicas    están  desacredi- 
tadas hasta  el  extremo  que  sería  molesto  expresar  á  V.  E.  .  .  .    En 
vano  es  representarles  (á  los  acreedores)  las  causas  inevitables  que 
hasta  ahora  han  impedido   el  pago    de  los  dividendos,    ó  las  inten- 
ciones sinceras   de  V.  E.    á  hacer  todo  género   de  sacrificios   para 
restaurar  el  honor  nacional ;  ellos  no  atienden  á  sucesos  en  que  no 
han  tenido  parte . . .   Mientras  esas  Repúblicas  no  envíen  el  dinero, 
vanas  son  sus  protestas:    sus  disculpas,    aunque  justas,    de  falta   de 
tranquilidad,    de  guerras  invasoras,    ó  cualquiera   otro   motivo   por 
justo    que   fuera,   no   servirán   para  recobrar   su  crédito   ó    excitar 
interés   en   su  favor.    No   crea  V.  E.    que    he  exagerado   nada;   al 
contrario,  por  no  incomodarle  me  callo  mucho''.  .  .  . 

Fortoul,  Historia  Constitadonal.  24 


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—    370    — 

En  resumen,  durante  los  diez  años  de  la  era  colombiana,  todo 
fué  provisional  ó  condicional,  inclusive  la  constitución.  De  hecho 
el  Ejecutivo  se  convirtió  en  dictadura,  paliada  por  la  relativa  in- 
dependencia de  los  Poderes  Legislativo  y  Judicial  hasta  1828;  dicta- 
dura absoluta  al  disolverse  la  convención  de  Ocaña.  Formada  Co- 
lombia por  hombres  que  debían,  casi  todos,  su  autoridad  al  prestigio 
conquistado  en  los  campos  de  batalla,  el  ejército  fué  necesariamente 
arbitro  de  sus  destinos.  Mientras  hubo  guerra  con  el  extranjero, 
hasta  sellarse  la  libertad  del  Perú,  el  ejército  persiguió  un  pro- 
pósito patriótico;  pero  en  seguida,  sus  jefes  fueron  los  más  acti- 
vos agentes  de  discordia.  "Yo  temo  más  la  paz  que  la  guerra", 
decía  genialmente  Bolívar  poco  antes  de  triunfar  en  Carabobo.  A 
la  guerra  sucedió  el  desesperado  esfuerzo  del  grande  hombre  por 
domar  el  instinto  anárquico  de  sus  tenientes. 


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Capítulo  IV. 

Relaciones   Exteriores. 

Sumario*  Actitud  de* los  Estados  Unidos  —  Gestiones  de  Palacio 
Fajardo  en  Washington  y  París  —  El  Presidente  Madison  —  El 
Emperador  Napoleón  —  El  Papa  Pío  VII  —  Los  soberanos  euro- 
peos y  la  Independencia  sudamericana  —  Errada  diplomacia  de 
España  —  Tratado  de  París  (1814)  —  Congreso  de  Viena  (1815)  — 
La  Santa  Alianza  —  Su  objetó  —  España  adhiere  tarde  á  las  esti- 
pulaciones de  Viena  (1817)  —  Cómo  quería  España  la  pacificación 
de  América  —  Revolución  de  1820  —  Paréntesis  de  régimen  cons- 
titucional —  Las  Cortes  españolas  ofrecen  paz,  sin  aceptar  la  Inde- 
pendencia —  Congreso  de  Verona  (1822)  —  Los  franceses  invaden 
á  España  (1823)  —  Manejos  diplomáticos  de  Inglaterra  —  Confiden- 
cias de  Canning  —  Aconseja  al  rey  el  reconocimiento  de  las  Re- 
gúblicas  americanas  (1824) —  La  América  española  será  inglesa!  — 
íensaje  de  Monroe  (1823}  —  Canning  se  precia  de  haberlo  inspi- 
rado —  Consecuencias  de  la  declaración  de  Monroe  —  Cambio  de 
actitud  de  Rusia  —  Independencia  de  Colombia  —  La  reconocen 
los  Estados  Unidos  en  1822,  y  la  Gran  Bretaña  en  1825  —  Rela- 
ciones comerciales  con  Hamburgo  y  Bremen  (1827)  —  Tratado  con 
los  Países  Bajos  (1829—1830)  —  Relaciones  con  Francia  —  Aplaza 
el  reconocimiento  de  la  República  (1828)  —  Envía  á  Bogotá  un 
comisionado  especial  (1829) — Reconoce  la  soberanía  colombiana  (1830)- 
—  Relaciones  con  la  Santa  Sede  (1821  á  1829)— Proyectos  diplomáticos 
de  Bolívar  —  Tratados  con  Chile  y  el  Perú  (1822)  —  Tratados  con 
México,  Centro-América  y  Buenos  Aires  (1823 — 1825)  —  Congreso 
de  Panamá  —  Se  instala  en  1826  —  Tratado  de  confederación 
entre  Colombia,  Centro-América,  Perú  y  México  —  Suspende  sus 
sesiones  el  congreso,  y  no  vuelve  á  reanudarlas  —  Anarquía  de  las 
Repúblicas  hispano-amerícanas  —  Frustrado  el  proyecto  de  Bolívar, 
reafírmase  la  hegemonía  de  los  Estados  Unidos. 

El  fracaso  que  en  1812  %ufrió  la  Independencia  venezolana 
con  el  triunfo  de  Monteverde,  hizo  también  desaparecer  en  Londres 
y  en  Washington  el  interés  que  promovieron  las  misiones  diplo- 
máticas dirigidas  respectivamente  por  los  hermanos  Simón  y  Juan 
Vicente  Bolívar^. 


1.  Ub.20,  cap.  I. 

24* 


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—    372    — 

El  Gabinete  de  Washington,  que  desde  1810  acreditó  en  Vene- 
zuela un  agente  comercial,  elevándolo  después  á  la  categoría  de 
Cónsul;  el  congreso  de  la  Unión,  que  en  diciembre  de  1811  declaró 
que,  miraba  con  amistoso  interés  el  establecimiento  de  soberanías 
independientes  en  las  provincias  españolas  de  América,  y  se  uniría 
al  Ejecutivo  para  reconocerlas  como  Estados  soberanos  y  entablar 
relaciones  de  amistad  y  comercio,  cuando  ^^  hubiesen  alcanzado  la 
condición  de  naciones,  por  el  justo  ejercicio  de  sus  derechos"; 
tanto  el  congreso  como  el  Ejecutivo,  que  cuando  tuvieron  noticia 
del  terremoto  del  26  de  marzo  mandaron  despachar  á  la  Guaira 
seis  buques  cargados  de  provisiones,  encontrábanse,  á  fines  de  1812, 
bajo  la  desfavorable  impresión  de  los  informes  que  trasmitieron  el 
Cónsul  Roberto  K.  Lowry  y  el  Comisionado  especial  para  ofrecer 
las  provisiones,  Alejandro  Scott^.  Scott,  sobre  todo,  pinta  con  los 
colores  más  sombríos  el  desastre  de  los  patriotas,  y  es  enteramente 
pesimista  acerca  de  un  posible  desquite  2.  Dice  que  nombrado  Mi- 
randa Dictador,  no  correspondió  á  las  esperanzas  de  sus  con- 
terráneos. Su  táctica  puramente  defensiva,  no  obstante  haber  triun- 
fado en  las  primeras  escaramuzas,  le  permitió  al  enemigo  apo- 
derarse de  todos  los  caminos  de  los  llanos,  de  donde  resultó  que 
Caracas  y  Aragua  quedaron  por  completo  desprovistas  de  ganado 
y  otros  recursos;  y  al  fin  Miranda,  "por  una  vergonzosa  y  traidora 
capitulación,  sacrificó  la  libertad  de  su  pttria".  ¿Era  "agente  del 
Gobierno  Británico,  ó  fué  su  conducta  consecuencia  de  un  corazón 
vil  y  cobarde?  . . .  Tirano  brutal  y  caprichoso,  carecía  al  propio 
tiempo  de  valor,  honor  y  competencia".  "El  terremoto  y  sus  fatales 
consecuencias,  la  guerra  civil  y  su  desgraciado  desenlace,  el  impla- 
cable rigor  de  los  conquistadores,  la  destrucción  de  propiedades  y 
la  miseria  de  los  habitantes,  han  reducido  este  país  á  una  condición 
de  la  que  no  resurgirá  por  muchos  años".  Gran  parte  del  socorro 
americano  cayó  en  manos  de  Monteverde,  quien  mandó  también 
capturar  y  detener  los  buques,  y  no  los  devolvió  sino  al  cabo  de 
largas  y  apremiantes  reclamaciones.  Además,  la  población  venezo- 
lana no  se  halla  aún  en  capacidad  de  gobernarse  á  si  misma  con 
instituciones  liberales.  La  clase  más  numerosa,  denominada  "gente 
de  color",  —  mezcla  de  blancos,  indios  y  negrof  — ,  "la  considero 
superior  con  mucho  á  los  blancos  orioUos,  en  valor  y  energía  cor- 
poral, y  está  sin  duda  destinada,  en  no  largo  plazo,  á  hacerse  dueño 

1.  Tenemos  á  la  vista  la  correspondencia  de  ambos  con  el  Departamento  de 
Estado,  que  ha  tenido  la  amabilidad  de  hacer  copiar  el  Dr.  Rafael  Garbiras  Guzmán, 
Encargado  de  Negocios  de  Venezuela. 

2.  Nota  fecha  en  Caracas  el  16  de  noviembre,  1812. 


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—    373    — 

exclusivo  del  país".  Los  criollos,  "gente  mansa,  generosa  y  de 
carácter  mucho  más  amable  que  los  españoles  peninsulares,"  son, 
empero,  "tímidos,  indolentes,  ignorantes,  supersticiosos  é  incapaces 
de  ninguna  empresa  ni  esfuerzo".  No  podrán  todavía  "romper  sus 
cadenas,  ni  vengarse  del  opresor.  Más  parecen  formados  para  la 
esclavitud  que  para  la  libertad".  —  Es  superfino  advertir  que  las 
observaciones  de  Scott,  á  este  respecto,  no  se  conforman  con  la 
realidad  histórica;  pues  fueron  justamente  los  blancos  nacidos  en 
América  quienes  iniciaron  la  Independencia,  pelearon  por  ella  con 
indomable  energía  y  se  esforzaron  en  enseñarles  á  los  mestizos  las 
ideas  de  patria  y  libertad.  Y  es  bien  sabido  que  el  predominio  de 
la  gente  de  color  no  se  estableció  sino  después  de  fundada  defini- 
tivamente la  República,  por  la  misma  oligarquía  criolla.  — 

Cuando  aquella  impresión  desfavorable  predominaba  en  el 
Gobierno  de  los  Elstados  Unidos,  el  patricio  venezolano  Manud 
Palacio  Fajardo,  escapado  del  reciente  desastre,  pasó  de  Barinas  á 
Bogotá  con  el  fin  de  exponerles  á  los  granadinos  la  necesidad  de 
seguir  solicitando  el  apoyo  de  la  Unión  Americana,  y  subsidiariamente 
el  del  Imperio  Francés.  Provisto  de  credenciales  á  este  efecto, 
llegó  á  Washington  en  diciembre  de  1812.  El  mal  éxito  de  su 
misión  lo  refiere  él  mismo i.  "El  Ministro  de  Relaciones  Exteriores 
(Monroe),  el  primer  oficial  de  la  Secretaría,  Graham,  y  el  mismo 
Presidente  Mádison,  oyeron  de  mis  labios  los  males  de  que  estaba 
amenazada  Nueva  Granada  en  consecuencia  de  la  ocupación  de 
Venezuela;  la  resolución  de  sus  habitantes  de  defender  la  Indepen- 
dencia á  toda  costa;  los  artículos  de  que  carecían  para  tan  justo 
fin,  y  las  ventajas  que  ella  proporcionaría  á  los  Estados  Unidos. 
Pero  era  tan  fuerte  la  impresión  que  las  victorias  del  general  Monte- 
verde  habían  hecho  en  Washington,  y  tan  creída  la  reesclavización 
de  la  Tierra  Firme,  que  el  Ministro  Mr.  Monroe  se  sorprendía  sen- 
siblemente al  oir  hablar  de  la  población  y  la  riqueza  de  la  Nueva 
Granada,  de  la  formación  de  un  congreso  é  ilustración  de  los  grana- 
dinos; y  sea  que  desesperase  de  nuestra  situación,  ó  que  pudiesen 
contribuir  mucho  los  informes  de  tres  pasajeros  franceses  que  sa- 
lieron de  Cartagena  en  el  tiempo  más  angustiado  de  su  guerra  con 
los  samarios,  ó  que  temiese  efectivamente  comprometerse  con  la 
España,  reducida  entonces  á  Cádiz  y  á  la  isla  de  León,  se  denegó 
á  mis  proposiciones  bajo  el  pretexto  de  estar  en  paz  con  esta  nación; 
respuesta  glacial  que  algún  día  podrá  servir  de  regla  para  nuestras 
relaciones  con  aquella  Potencia.    Desde  entonces  cambié  la  atención 

1 .  Carta  al  Presidente  del  Estado  de  Cartagena :  de  Londres^  7  de  febrero  de 
1815.     Memorias  de  OXeary,  t.  IX,  p.  403. 


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—    374    — 

á  la  segunda  parte  de  mi  comisión,  entrando  en  correspondencia 
con  el  Embajador  francés,  quien  me  aseguró  las  buenas  disposiciones 
del  Emperador;  y  no  pudiendo  ofrecer  los  socorros  que  yo  pedia, 
me  persuadió  la  necesidad  de  reclamarlos  por  mí  mismo  cerca  de 
S.  M.  Imperial.  —  D.  Manuel  Gual,  testigo  de  estas  conferencias,  se 
encargó  de  presentar  al  Gobierno  de  Cartagena  los  fundamentos 
que  me  movieron  á  abrazar  el  dictamen  del  Embajador  Serrurier." 
El  29  de  enero  de  1813  se  embarca  Fajardo  en  Nueva  York,  y  el 
13  de  marzo  llega  á  París,  donde  se  encuentra  con  Luis  Delpéche, 
que  recomendado  por  el  mismo  Serrurier  estaba  solicitando  auxilio 
en  favor  de  los  revolucionarios  venezolanos  i. 

Por  medio  del  duque  de  Bassano,  Ministro  de  Negocios  Ex- 
tranjeros, lograron  Fajardo  y  Delpéche  que  el  Emperador  diese 
orden  de  aprestar  una  fragata  que  llevase  á  Cartagena  de  Indias 
"algunos  oficiales,  fusiles  y  otros  artículos^';  mas  sucedió  que,  cuando 
ya  estaba  pronta  á  salir  la  expedición,  tuvo  el  Emperador  que 
marchar  al  Rin  "desentendiéndose  de  toda  otra  atención." 

Agrega  Fajardo:  "Entre  otros  medios  con  que  el  Emperador 
Napoleón  creía  contribuir  al  establecimiento  de  la  Independencia  de 
la  Tierra  Firme,  era  uno  el  de  entrar  en  relación  con  el  Supremo 
Pontífice,  entonces  residente  en  Fontainebleau.  Diéronse  algunos 
pasos  á  este  fin,  y  yo  no  estoy  lejos  de  creer  que  por  más  adicto 
que  se  le  suponga  á  las  instituciones  antiguas,  deje  de  prever  la 
caída  de  un  despotismo  decrépito  (el  de  España)  que  lucha  contra 
la  libertad.  Pío  Vil  parecía  extrañar  que  los  acontecimientos  de 
nuestra  revolución  no  le  fueran  trasmitidos  por  el  órgano  de  un 
hijo  de  aquellos  países,  en  que  la  religión  es  un  poderoso  agente 
del  modo  de  obrar;  y  su  silencio  en  un  tiempo  en  que  el  Gabinete 
de  Madrid  querría  incendiar  la  América  con  los  rayos  del  Vaticano, 
es  una  prueba  manifiesta  de  su  despreocupación  .  .  ." 

Después  de  la  caída  de  Napoleón,  procuró  Fajardo,  ya  desligado 
de  Delpéche,  conocer  las  ideas  personales  de  los  Soberanos  reunidos 
en  París,  con  respecto  á  la  América  española.  El  de  Rusia  y  los 
de  los  Estados  alemanes  pensaban  todos,  que  en  momentos  de 
conciliación  general  europea  "no  debían  mezclarse  en  la  contienda 
de  la  España  con  sus  colonias,  mucho  menos  cuando  esta  nación  fué 
la  primera  que  levantó  el  grito  contra  el  enemigo  común."  La  única 
opinión  favorable  la  expresó  el  príncipe  real  de  Suecia  (Carlos 
Juan).  "A  no  verme  en  la  necesidad  —  dijo  —  de  hacer  la  guerra 
á  la  Noruega,  pensaría  en  proteger  la  América  del  Sur." 

1.  Delpéche  fué  enviado  al  extranjero  por  los  patriotas  que  desde  Trinidad 
se  piepai-aban  á  invadir  la  costa  de  Güiria:  Mariflo,  Bermúdez,  Piar,  Sucre. 


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—    375    — 

Concibió  entonces  otro  plan  el  patriota  venezolano.  De  acuerdo 
con  los  granadinos  Francisco  Antonio  Zea,  y  José  María  Leal,  que 
se  hallaban  también  en  París,  hizo  gestiones  para  que  se  trasladasen 
á  América  algunos  oficiales  franceses  que,  ^^disgustados  de  la  res- 
tauración de  los  Borbones,  deseaban  pasar  al  servicio  de  otro 
Gobierno";  pero  descubierto  el  plan,  por  indiscreción  del  general 
Dufour  Saint  Caries  (según  Fajardo),  el  Ministro  de  la  Policía  lo 
mandó  arrestar  y  embargarle  sus  papeles  (20  de  octubre,  1814). 
Gracias  empero  á  los  buenos  oficios  de  Humboldt,  Bonpland  y 
Dupont  de  Nemours,  amigos  decididos  de  la  Independencia  americana, 
obtuvo  Fajardo  que  se  le  expidiese  pasaporte  para  salir  de  Francia 
á  su  arbitrio  y  se  le  devolviesen  sus  papeles,  "á  excepción  de  las 
credenciales,  instrucciones,  copias  de  las  notas  pasadas  al  Gobierno 
de  los  Estados  Unidos,  al  Ministro  francés  en  Washington,  al  Em- 
perador Napoleón,  y  las  respuestas  originales  de  Mr.  Monroe  y 
M.  Serrurier".  ^^Me  decidí  desde  luego  á  abandonar  un  país  cuyo 
Soberano,  aunque  en  contradicción  con  la  nación  entera,  se  declaraba 
tan  abiertamente  enemigo  de  mi  patria  .  .  .  Luis  XVIII  hace  jurar 
á  los  franceses  que  se  embarcan  para  las  Antillas,  que  no  pasarán 
á  las  colonias  españolas.  La  Inglaterra  mira  la  Tierra  Firme  como 
un  país  sobre  cuyos  destinos  puede  influir  en  todos  tiempos  del 
modo  que  le  convenga.  La  Rusia,  la  Alemania  y  la  Prusia  se 
ocupan  en  su  engrandecimiento  en  Europa,  y  el  congreso  de  Viena 
está  al  disolverse  de  una  manera  desagradable.  Parece  que  sola- 
mente la  Suecia,  Dinamarca  y  Ñapóles  podrían  favorecer  la  causa 
de  la  América  *  -  #" 

Con  todo,  los  errores  diplomáticos  que  por  estos  años  co- 
metió el  Grobiemo  español,  lo  mismo  en  los  asuntos  continentales 
que  en  los  referentes  á  las  sublevadas  colonias,  contribuyeron  á 
que  la  coalición  europea  no  representase  im  peligro  inmediato  para 
la  Independencia.  Por  el  tratado  concluido  en  París  el  30  de  mayo 
de  1814,  entre  Francia,  España,  la  Gran  Bretaña,  .Austria,  Rusia, 
Prusia,  Portugal  y  Suecia,  se  convino  en  que  las  grandes  cuestiones 
europeas  se  debatirían  en  un  próximo  congreso  general.  Se  instaló 
éste  en  Viena  el  1^  de  noviembre,  1814,  y  á  los  ocho  meses  (acta 
del  9  de  julio,  1815)  constituyó  la  llamada  Santa  Alianza  entre  las 
potencias  de  primer  orden;  cuyo  fin  era  modificar  la  geografía  po- 
lítica de  Europa  y  lograr  que  los  Soberanos  se  auxiliasen  mutua- 
mente en  sostener  sus  prerrogativas  de  derecho  divino.  Pero 
España,  sea  por  incapacidad  de  sus  agentes  ó  por  un  error  de 
táctica,  representó  en  el  congreso  un  papel  secundario,  y  no  ad- 
hirió á  las  estipulaciones   de  la  Alianza  hasta  1817;   aunque,  entre 


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—    376    — 

tanto,  ni  cejó  en  su  pretensión  de  influir  en  las  más  graves  cues- 
tiones europeas,  ni  varió,  antes  agravó  en  América,  su  tradicional 
sistema  de  absolutismo  religioso  y  político.  Pues  si  bien  envió  á 
la  Tierra  Firme  un  "Pacificador"  (Morillo),  éste  empezó  por 
restablecer  la  Inquisición  é  imponer  la  paz  de  las  cárceles  y  del 
patíbulo,  lo  que  necesariamente  fomentó  en  las  colonias  la  aspiración 
á  la  libertad,  hasta  proporcionarle  á  Bolívar  los  medios  de  destruir 
el  ejército  "pacificador",  en  las  sucesivas  campañas  de  Guayana, 
Boyacá  y  Carabobo. 

Momentáneamente  y  contra  la  voluntad  del  monarca,  una  re- 
volución popular  sustituyó  en  la  Península  el  sistema  absoluto  con 
el  régimen  constitucional  (1820).  En  consecuencia,  las  cortes  del 
reino  acordaron  enviar  comisionados  á  Ultramar  á  oir  las  pro- 
posiciones de  paz  que  hiciesen  las  colonias,  siempre  que  no  tuviesen 
por  base  la  Independencia,  y  aun  hubo  en  las  mismas  cortes  quien 
propusiese  el  establecimiento  de  una  confederación  de. las  Repúblicas 
americanas  y  de  España,  teniendo  á  su  cabeza  á  Femando  VH  con 
el  título  de  Protector.  Proyectos  sólo  concebibles  en  el  anticuado 
criterio  español.  Pensar  que  Colombia  (para  no  hablar  más  que 
de  nuestro  asunto)  conviniese  en  volver  á  ser  colonia  después  de 
la  victoria  de  Boyacá,  ó  que  Bolívar  se  convirtiese  en  teniente 
de  Fernando  VII,  equivalía  á  olvidar  de  golpe  la  historia  de 
diez  años^. 

En  el  congreso  de  Verona  (1822)  Austria,  Francia,  Prusia  y 
Rusia,  á  quienes  alarmaba  la  revolución  española,  que  contradecía 
los  principios  de  la  Santa  Alianza,  acuerdan  oponerse  á  todo  movi- 
miento liberal^.  Inglaterra,  más  hábil  y  más  práctica,  conserva  las 
manos  libres  en  esta  tentativa  de  reacción,  con  la  idea  de  apro- 
vecharse del  conflicto  europeo  para  favorecer  sus  intereses  mer- 
cantiles en  Ultramar.  -Durante  las  sesiones  del  congreso,  el  Ministro 
Canning  escribe  desde  Londres  al  Embajador  británico  en  la  corte 
española:  "Ni^^stra  dificultad  viene  del  doble  carácter  con  que 
España  se  presenta  en  Europa  y  en  América;  luchando  aquí  por  su 
independencia  y  ejerciendo  allá  una  tiranía  y  asumiendo  un  tono 
de  arrogancia  que  no  se  puede  tolerar;  proponiendo  nuevos  lazos 
de  amistad  aquí  y  prohibiendo  allá  nuestro  acostumbrado  comercio ; 
tendiendo  á  la  caridad  su  mano  europea  y  metiendo  su  mano  ame- 


1.  Véase  el  Ubro  2°,  cap.  X. 

2.  £s  curioso  observar  de  paso  cómo  Espafia,  la  tierra  clásica  de  los  gobier- 
nos despóticos,  representa,  aunque  por  breve  instante,  la  civilización  moderna,  y 
cómo  Francia,  foco  de  la  revolución  democrática,  recoge  al  mismo  tiempo  la  bandera 
del  antiguo  régimen. 


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—    377    — 

rícana  en  nuestros  bolsillos.  Esta  dificultad  será  mayor  si  del  con- 
greso resulta,  como  lo  permiten  prever  todos  los  rumores  de  Verona 
y  de  París,  un  estado  de  cosas  que  no  sea  la  guerta  ni  la  paz,  pero 
que  tienda  á  la  guerra  entre  Francia  y  España ...  No  está  en 
nuestro  poder  evitarla,  á  no  ser  que  España  quiera  pronto,  in- 
mediatamente, hacemos  justicia.  Que  España  dé  órdenes  sin  tardar 
á  sus  gobiernos  de  Puerto  Rico  y  Puerto  Cabello  i,  (á  Cuba  espero 
que  se  habrán  ya  trasmitido  órdenes  estrictas),  y  á  sus  comandantes 
navales  en  las  Indias  Occidentales,  para  que  ejecuten  los  proyectos 
á  que  se  destina  nuestro  armamento".  No  cedió  España,  y  el  Go- 
bierno británico  la  amenazó  luego  con  abandonarla  á  su  propia 
suerte  en  Europa  y  declararse  además  neutral  en  las  contiendas  de 
América,  si  no  daba  algún  paso  que  favoreciese  al  comercio  inglés 
en  las  Antillas,  —  actitud  que  se  explica  por  la  contradicción  que 
existió  siempre  entre  el  sistema  mercantil  de  la  monarquía  española 
y  el  de  la  Gran  Bretaña.  Donde  aquella  ponía  trabas  y  creaba 
monopolios,  ésta  fomentaba  la  prosperidad  de  sus  colonias  con 
franquicias  liberales  y  mercados  abiertos  á  la  concurrencia  uni- 
versal, régimen  en  que  fundó  y  con  el  cual  ha  mantenido  hasta  hoy 
su  preponderancia  mundial. 

La  diplomacia  española  siguió  acumulando  error  sobre  error. 
Ya  estaba  fundada  la  Gran  Colombia,  ya  eran  libres  Buenos  Aires 
y  Chile,  ya  marchaba  Bolívar  á  libertar  el  Perú;  y  sin  embargo,  el 
Gobierno  de  la  Península  soñaba  todavía  con  recuperar  el  dominio 
de  Ultramar  y  rechazaba  toda  proposición  de  paz  honrosa.  Cerró 
también  los  ojos  ante  la  actitud  de  los  Estados  Unidos,  los  cuales, 
desde  1818,  habían  enviado  un  agente  confidencial  á  Angostura  á 
fin  de  observar  de  cerca  la  formación  del  Estado  colombiano.  En 
1820,  la  Cámara  de  Representantes  de  la  Unión,  accediendo  á  la 
insinuación  de  su  presidente  Enrique  Clay,  declara  que  votará  los 
fondos  necesarios  para  esblecer  Legaciones  cerca  de  los  nuevos 
Gobiernos  hispano-americanos;  en  1821,  la  misma  Cámara  expresa 
en  un  acuerdo  su  simpatía  hacia  los  pueblos  del  Sur  que  estaban 
luchando  por  su  libertad  é  independencia;  en  1822,  la  Cámara  y  el 
Senado  votan  100,000  doUars  para  mantener  aquellas  Legaciones,  y 
el  Presidente  Monroe,  que  había  vacilado  hasta  entonces  en  seguir 
resueltamente  el  rumbo  señalado  por  el  congreso,  se  apresura  á 
mandar  ejecutar  el  decreto  sobre  Legaciones  (4  de  mayo,  1822),  lo 
que  equivalió  á  reconocer  oficialmente  la  soberanía  de  las  nuevas 
Repúblicas. 


1.  Esta  plaza  permaneció  en  manos  de  los  españoles  hasta  1823. 


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—    378    — 

A  los  once  meses,  habiendo  España  desoído  el  ofrecimiento 
que  le  hiciera  la  Gran  Bretaña  de  mediar  en  su  disputa  con  Francia, 
el  ejército  francés  invade  la  Península  (7  de  abril,  1823). 

El  2  de  diciembre  del  propio  año,  el  Presidente  Monroe  dirige 
al  congreso  americano  su  célebre  mensaje.  "En  las  guerras  — 
dice  — T  de  las  potencias  europeas  sobre  asuntos  concernientes  á 
ellas  mismas,  no  hemos  tomado  nunca  parte  algima,  ni  conviene  á 
nuestra  política  hacerlo.  Sólo  en  el  caso  de  ver  atacados  6  seria- 
mente amenazados  nuestros  derechos,  nos  resentimos  de  la  sinrazón 
6  nos  preparamos  á  la  defensa.  Con  los  sucesos  de  este  hemisferio 
estamos  por  necesidad  más  inmediatamente  relacionados,  y  ello  por 
causas  obvias  para  todo  observador  instruido  é  imparcial.  A  este 
respecto  el  sistema  político  de  las  potencias  aliadas  es  esencialmente 
distinto  del  de  América.  Tal  diferencia  nace  de  la  que  existe 
entre  sus  respectivos  Gobiernos;  y  toda  la  nación  americana  es  fiel 
en  defender  su  propio  Gobierno,  que  se  ha  constituido  con  la  pérdida 
de  tanta  sangre  y  riquezas,  que  se  ha  consolidado  por  la  prudencia 
de  sus  mejores  ciudadanos,  y  bajo  el  cual  hemos  gozado  de  una 
felicidad  sin  ejemplo.  La  sinceridad  y  las  amistosas  relaciones  que 
existen  entre  los  Estados  Unidos  y  aquellas  potencias,  nos  obligan 
pues  á  declarar,  que  toda  tentativa  de  su  parte  á  extender  su  sis- 
tema á  una  porción  cualquiera  de  este  hemisferio,  la  consideraríamos 
como  peligrosa  para  nuestra  paz  y  seguridad.  Respecto  de  las  co- 
lonias ó  dependencias  actuales  de  las  potencias  europeas,  no  hemos 
intervenido  ni  intervendremos*  Pero  en  lo  tocante  á  los  Gobiernos 
que  han  declarado  su  independencia  y  mantenidola,  independencia 
que  hemos  reconocido  después  de  madura"  reflexión  y  de  acuerdo 
con  principios  justos,  veríamos  toda  ingerencia  de  las  potencias 
europeas,  con  el  propósito  de  oprimirlos  ó  dominar  de  cualquier 
modo  su  suerte,  como  la  manifestación  de  una  actitud  hostil  hacia 
los  Estados  Unidos  i".     Contrapuesto  así  el   sistema  republicano  de 


1.  Tanto  se  ha  comentado  la  declaración  de  Monroe,  y  de  modos  tan  vinos 
se  la  ha  interpretado  asi  en  América  como  en  Europa,  que  conviene  tener  siempre 
á  la  vista  el  texto  de  su  conclusión.  Dice:  *We  owe  it,  therefore,  to  candor  ana 
to  the  amicable  relations  existing  between  the  United  States  and  those  Powers,  lo 
declare  that  we  should  consider  any  attempt  on  their  part  to  extend  their  sjrstem  to 
any  portion  of  this  hemisphere  as  dangerous  to  our  peace  and  safety.  With  tbe 
existing  colonies  or  dependencies  of  any  European  Power  we  have  not  intcrfered, 
and  shall  not  interfere.  But  with  the  govemments  who  have  declared  their  indepcn- 
dence  and  maintened  it,  and  whose  independence  we  have,  on  great  considerttion 
and  on  just  principies  acknowledged,  we  could  not  view  any  interposition  for  the 
purpose  of  oppressing  them,  or  controUíng  in  any  other  manner  their  destiny,  jjy 
any  European  Power,  in  any  other  light  than  as  the  manifestation  of  an  unfricndly 
disposition  towai'd  the  United  States**. 


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—    379    — 

América  al  sistema  monárquico  europeo,  la  reconquista  española  se 
hacía  imposible  para  siempre. 

Entre  tanto,  la  diplomacia  británica  había  seguido  en  Europa 
un  rumbo  análogo  al  de  los  Estados  Unidos,  oponiéndose  á  que 
tuviese  buen  éxito  el  plan  reaccionario  del  congreso  de  Verona,  No 
bien  conoció  el  Ministro  Canning  la  declaración  de  Monroe,  escribió 
confidencialmente  al  Embajador  en  Madrid^:  "Cuando  yo  vacilaba 
en  setiembre  acerca  de  la  forma  que  debía  darse  á  la  declaración 
y  protesta  (sobre  las  resoluciones  del  congreso,  que  la  Gran  Bre- 
taña  no  aceptó),  inquirí  de  Mr.  Rush,  Ministro  americano  aquí,  cuáles 
eran  sus  instrucciones  y  disposición  para  adherir  á  cualquier  medida 
que  pudiéramos  tomar  con  el  fin  de  evitar  una  empresa  hostil  de 
las  potencias  europeas  contra  la  América  española.  No  tenía  él 
instrucciones;  pero  habría  tomado  sobre  sí  el  juntarse  con  nosotros 
si  empezábamos  por  reconocer  á  los  Estados  hispano-americanos. 
Esto  no  podíamos  hacerlo,  y  en  consecuencia  procedimos  solos. 
Pero  no  me  queda  duda  de  que  el  informe  que  dirigió  á  su  Gobierno 
sobre  aquel  paso  mío,  que  él  consideró  probablemente  como  una 
insinuación,  tuvo  gran  parte  en  determinar  las  explícitas  declara- 
ciones del  Presidente ''  . . .  Todo  es  exacto.  Al  recibir  Monroe  el 
informe  de  Rush,  llamó  á  consulta  á  los  ex-Presidentes  Jéñerson  y 
Mádison,  quienes  opinaron  que  convenía  discutir  desde  luego  el 
asunto  en  Consejo  de  Ministros.  Tal  fué  el  origen  del  célebre 
mensaje. 

Canning  comprendió  en  seguida  que  el  mejor  partido  para  la 
Gran  Bretaña  era  reconocer  también  la  Independencia  de  las  nuevas 
Repúblicas,  y  la  propuso  al  rey  repetidas  veces  en  1824.  "Las 
relaciones  —  dice  uno  de  sus  memorándum  —  entre  el  Gobierno 
de  los  Estados  Unidos  y  los  Gobiernos  de  México  y  Colombia,  han 
progresado  y  se  han  consolidado  en  los  últimos  años.  El  Estado 
de  Colombia  acreditó  en  los  Estados  Unidos  un  Enviado  Extra- 
ordinario y  Ministro  Plenipotenciario,  y  por  el  último  correo  de 
Washington  sabemos  la  llegada  allí  de  un  Enviado  igual  de  México, 
Estado  donde,  más  especialmente  por  su  situación  local,  ha  de 
esperarse  que  la  influencia  del  Gabinete  de  Washington  aumente 
en  progresión  rápida.''  Aceptó  al  fin  el  rey  la  proposición  de  su 
gran  Ministro,  quien  se  apresuró  á  escribir  al  Embajador  en  París: 
"La  América  española  es  libre;  y  si  no  manejamos  mal  nuestros 
negocios,   ella  es   inglesa! 2".    No  desde  el  punto  de  vista  político, 


1.  Carta  del  31  de  diciembre,  1823. 

2.  Carta  de  Canning  á  Lord  Granville,  17  de  diciembre^  1824. 


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—  asó- 
se entiende:   Canning,  como  buen  inglés,  pensaba  sobre  todo  en  el 
predominio  mercantil. 

En  resumen,  la  declaración  de  Monroe  y  la  actitud  de  la  Gran 
Bretaña  dieron  por  resultado  inmediato  el  que  las  grandes  potencias 
aliadas  en  Verona  desistiesen  de  toda  intervención  en  América. 
Rusia  misma,  que  había  mostrado  singular  entusiasmo  por  las  pre- 
tensiones españolas,  varió  sus  miras  diplomáticas,  y  tanto,  que  el 
Presidente  Adams  pudo  decir  al  congreso  americano,  en  su  mensaje 
de  1826,  que  las  relaciones  amistosas  del  Gobierno  de  Washington 
con  el  Emperador  de  Rusia  habían  contribuido  á  fijar  la  política 
según  la  cual  no  quedaba  á  las  potencias  europeas  otra  alternativa 
sino  reconocer  tarde  ó  temprano  la  independencia  de  las  Repúblicas 
del  Sur,  á  ejemplo  de  los  Estados  Unidos. 

Estos  celebraron  con  Colombia  en  1824  un  tratado  de  paz, 
amistad,  comercio  y  navegación,  que  se  ratificó  en  1825. 

La  Gran  Bretaña  reconoció  oficialmente  á  Colombia  en  enero 
de  1825,  y  en  abril  del  propio  año  celebró  con  ella  un  tratado  de 
amistad,  comerció  y  navegación,  canjeándose  las  ratificaciones  el  26 
de  mayo. 

Las  ciudades  libres  de  Hamburgo  y  Bremen  enviaron  Cónsules 
Generales  á  Bogotá  en  1827. 

También  en  1827  los  Países  Bajos  acreditaron  un  Cónsul 
General  1.  A  los  dos  años,  el  Ministro  holandés  en  Londres  formuló 
con  el  de  Colombia  en  la  misma  corte  un  tratado  de  amistad, 
navegación  y  comercio:  firmado  á  1<>  de  marzo  de  1829  y  canjeado 
en  15  de  febrero  de  1830. 

Desde  1826  acreditó  Francia  en  Bogotá  un  "agente  superior 
de  comercio",  á  quien  se  reconoció  el  carácter  consular,  á  fin  de 
propender  á  más  definidas  relaciones.  No  creía  oportuno  el  Gabinete 
de  París,  según  dijo  después  el  Ministro  de  Negocios  Extranjeros  á 
la  Cámara  de  los  Pares  (enero,  1828),  "escoger  el  momento  en  que 
las  plazas  más  importantes  de  España  se  hallaban  en  poder  de  las 
tropas  francesas,  para  reconocer  la  Independencia  de  Estados  que 
no  hacía  mucho  tiempo  se  encontraban  bajo  la  autoridad  de  S.  M. 
Católica".  En  abril  de  1829  llegó  á  Bogotá  un  "Comisionado"  del 
rey  de  Francia  y  residió  allí  con  las  atribuciones,  si  no  con  el 
título,  de  agente  diplomático.  En  el  mismo  año  el  Gobierno  francés 
expide  exequátur  al  Cónsul  General  de  Colombia  en  París,  Leandro 

1.  £1  caballero  de  Stuart,  que  murió  el  30  de  octubre  en  un  duelo  á  pistola 
con  el  teniente  Miranda,  hijo  del  Generalísimo,  á  quien  había  aquél  ultrajado  en  un 
baile  de  palacio. 


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—    381     — 

Palacio ;  á  quien  el  Ministro  de  Negocios  Extranjeros,  Mole,  participa 
el  30  de  diciembre,  1830,  que  "reconociendo  en  principio  la  Inde- 
pendencia de  Colombia,  el  Gobierno  francés  está  dispuesto  á  concluir 
con  ella  im  tratado  de  amistad,  comercio  y  navegación  i^\ 

Con  la  Santa  Sede  las  relaciones  se  establecieron  á  paso  lento. 
A  raíz  de  la  fundación  de  Colombia,  el  Gobierno  hizo  gestiones  en 
Roma  á  fin  de  que  se  proveyesen  los  obispados  vacantes,  se  auto- 
rizase á  los  obispos  para  secularizar  á  los  regulares  y  se  concluyese 
un  concordato  en  virtud  del  cual,  el  Legado  de  Su  Santidad  y  el 
Primado  de  Colombia  que  se  erigiese  pudieran  arreglar  ó  dividir 
las  diócesis  conforme  á  las  necesidades  y  aumento  de  la  población, 
conferir  la  institución  canónica  á  los  nuevos  prelados,  trasladarlos 
de  unas  sillas  á  otras,  erigir  una  iglesia  metropolitana  en  Quito  y 
reducir  á  menos  número  los  días  festivos  del  año.  Al  efecto  se 
acreditó  en  Roma  un  Enviado  Extraordinario  y  Ministro  Plenipoten- 
ciario (Ignacio  Tejada);  mas  deseando  la  curia  romana  evitar  las 
protestas  de  la  católica  España,  si  entraba  en  relaciones  directas  y 
oficiales  con  las  antiguas  colonias,  no  recibió  solemnemente  al 
Ministro  colombiano,  y  aun  le  insinuó  que  se  mantuviese  alejado  de 
la  residencia  papal ^.  En  1824  la  República  se  declaró  en  ejercicio 
del  derecho  de  patronato,  de  que  gozaba  antes  el  monarca  español 
en  sus  dominios  de  Ultramar,  y  presentó  prelados  para  las  diócesis 
vacantes.  Al  cabo  de  largas  negociaciones  convino  la  Santa  Sede  (1827) 
en  preconizar  á  los  nuevos  arzobispos  de  Bogotá  y  Caracas  y  á 
los  obispos  de  Santa  Marta,  Cuenca,  Quito  y  Antioquia.  En  Vene- 
zuela, el  arzobispo  Ramón  Ignacio  Méndez  tomó  posesión  corporal 
de  la  silla  metropolitana  de  Caracas  el  11  de  mayo  de  1828;  y  á 
15  de  agosto  de  1829  recibió  la  consagración  Mariano  de  Talavera 
y  Garcés,  que  en  el  año  anterior  había  sido  preconizado  como 
obispo  de  Trícala,  in  partibus  infidelium,  y  recibido  el  nombra- 
miento de  vicario  apostólico  de  la  diócesis  de  Guayana,  con  todas 
las  facultades  concedidas  á  los  obispos  colombianos. 

Los  demás  Estados  europeos  que  mantenían  relaciones  comer- 
ciales con  Colombia,  aunque  no  celebraron  con  ella  tratados  públicos 
no  apoyaron  tampoco  la  inquebrantable  pretensión  de  España  á 
recuperar  sus  colonias,  insistencia  de  la  cual  no  desistió,  respecto 
de  Venezuela,  hasta  1845. 

La  cuestión  más  importante  en  la  historia  diplomática  del 
período  que  nos  ocupa,   fué  sin  duda  la  que  planteó  Bolívar  desde 

1.  Disuelta  ya  la  Unión  Colombiana,  no  se  firma  el  tratado  hasta  1843,  con 
la  República  de  Venezuela. 

2.  Tejada  se  fijó  en  Florencia. 


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—    382    — 

antes  de  la  constitución  de  la  Gran  Coloml^ía.  Otro  entendimiento 
menos  alto  bubiérase  preocupado  solamente  de  triunfar  en  los  campos 
de  batalla.  £1  vio  siempre  más  allá,  y  no  cejó  nunca  en  su  empeño 
de  asegurar  sobre  sólida  base  el  porvenir  de  toda  la  América 
española.  Al  efecto  siguió  paso  á  paso  las  combinaciones  é  intrigas 
de  la  política  europea,  valiéndose  á  la  vez  de  su  correspondencia 
privada  con  personas  residentes  en  varias  cortes,  de  la  ilustración 
de  sus  Ministros  de  Relaciones  Exteriores  y  de  la  habilidad  de  sus 
agentes  en  el  extranjero^.  No  había  aún  libertado  el  Perú  ni  fun- 
dado á  Bolivia  cuando  aspiraba  ya  á  la  confederación  de  Hispano- 
América,  lo  mismo  para  defender  su  Independencia  contra  todo  in- 
tento de  reconquista  europea,  que  para  establecer  un  contrapeso  á 
la  gran  República  del  Norte.  He  aquí  el  desarrollo,  —  y  des- 
graciadamente el  fracaso,  por  circunstancias  especiales,  —  de  tan 
vasto  pensamiento. 

En  1822,  Colombia  celebra  con  el  Estado  de  Chile  un  tratado 
de  unión,  liga  y  confederación  en  paz  y  en  guerra  (ratificado  en 
Bogotá  á  12  de  julio  de  1823),  '^para  sostener  —  dice  el  texto  — 
con  su  influjo  y  fuerzas  marítimas  y  terrestres,  en  cuanto  lo  per- 
mitan las  circunstancias,  su  independencia  de  la  nación  española  y 
de  cualquiera  otra  dominación  extranjera,  y  asegurar,  después  de 
reconocida  aquélla,  su  mutua  prosperidad  y  la  mejor  armonía  y 
buena  inteligencia,  así  entre  sus  pueblos,  subditos  y  ciudadanos, 
como  con  las  demás  potencias  con  quienes  deben  entrar  en  rela- 
ciones". Igual  estipulación  contiene  el  tratado  con  el  Perú,  ratifi- 
cado al  propio  tiempo. 

Por  otro  tratado  adicional  con  el  Perú,  de  la  misma  fecha,  se 
convino  además,  de  acuerdo  con  lo  estipulado  también  en  el  tratado 
con  Chile,  que  se  formaría  una  asamblea  compuesta  de  dos  pleni- 
potendaríos  por  cada  parte  para  el  nombramiento  de  los  Ministros 
de  igual  clase  cerca  de  los  Gobiernos  extranjeros;  que  los  aliados 
interpondrían  sus  buenos  oficios  con  los  Gobiernos  de  los  demás 
Estados  de  la  América  antes  española,  para  entrar  en  este  pacto 
de  imión,  liga  y  confederación  perpetua;  que,  conseguido  este  ob- 
jeto, se  reuniría  un  congreso  general  de  plenipotenciarios,  á  fin  de 
servirles  "de  concejo  en  los  grandes  conflictos,  de  punto  de  con- 
tacto en  los  peligros  comunes,  de  fiel  intérprete  de  sus  tratados 
públicos  cuando  ocurriesen  dificultades,   y  de  juez  arbitro  y  con- 

1.  Los  diplomáticos  venezolanos  que  más  se  distinguen  en  el  período  colom- 
biano  son  el  Dr.  Pedro  Gual,  el  general  Pedro  Brícefio  Méndez,  Femando  Pefialver, 
José  Rafael  Revenga  y  el  mariscal  Antonio  José  de  Sucre.  —  Para  formar  idct 
completa  de  la  polftica  internacional  de  Bolívar,  consúltense  sus  memorias  de  Carta- 
gena y  Jamaica,  sus  mensajes  á  los  congresos  y  su  correspondencia  general. 


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—    383    — 

ciliador  en  sus  disputas  y  diferencias^";  que  dicho  pacto  no  inter- 
rumpía el  ejercicio  de  la  soberanía  nacional  de  cada  Estado,  pero 
se  obligaban  por  él  ^^á  no  acceder  á  las  demandas  de  tributos  ó 
exacciones  que  el  Grobiemo  español  pudiese  entablar  por  la  pérdida 
de  su  antigua  supremacía  sobre  estos  países,  ó  cualquiera  otra  nación 
en  nombre  6  representación  suya,  ni  entrar  en  tratado  alguno  con 
España  ni  otra  nación  en  perjuicio  y  menoscabo  de  esta  indepen- 
dencia". Lo  mismo  se  pactó  con  México  (1823 — 1824)  y  con  las 
Provincias  Unidas  del  Centro  de  América  (1825).  Con  el  Estado 
de  Buenos  Aires  se  estipuló  solamente  amistad  y  alianza  defensiva 
(1823—1824). 

A  7  de  diciembre  de  este  año,  Bolívar,  en  su  calidad  de  Li- 
bertador y  Jefe  Supremo  del  Perú,  dirige  desde  Lima  una  circular 
á  los  Gobiernos  que  habían  adherido  al  pensamiento  del  congreso 
internacional  americano,  proponiéndoles  la  inmediata  reunión  de 
sus  plenipotenciarios  en  el  istmo  de  Panamá,  lugar  indicado  por 
Colombia  en  sus  anteriores  tratados.  Al  cabo  de  largos  meses  de 
gestiones  preliminares,  se  instaló  el  congreso  el  22  de  junio  de 
1826,  con  dos  representantes  de  cada  una  de  las  Repúblicas  de 
Colombia  (cuyos  plenipotenciarios  fueron  Pedro  Gual  y  Pedro 
Briceño  Méndez),  Centro  de  América,  Perú  y  Estados  Unidos  Mexi- 
canos. Chile,  á  pesar  del  compromiso  contraído,  no  pudo  enviar 
representantes,  alegando  ó  pretextando  que  para  nombrarlos  era 
preciso  el  consentimiento  de  la  Legislatura,  que  no  estaba  reunida. 
El  Presidente  de  Bolivia,  Sucre,  mandó  pliegos  en  blanco  á  Bolívar 
para  que  escogiese  los  plenipotenciarios  y  les  diese  instrucciones; 
lo  que  no  se  hizo.  El  Gobierno  del  Río  de  la  Plata  se  abstuvo. 
A  este  respecto  escribía  Bolívar  al  Ministro  de  Relaciones  Ex- 
teriores, Revenga,  (17  de  febrero,  1826):  "No  tengo  ninguna  es- 
peranza de  que  Chile  y  las  Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata 
entren  en  la  confederación  de  buena  fe,  ni  adopten  el  proyecto  tal 
cual  se  ha  presentado;  por  el  contrario,  los  creo  perjudiciales. 
Estos  dos  países  están  en  una  situación  lamentable,  y  casi  sin  Go- 
bierno . .  ."  También  se  abstuvo  el  Brasil,  cuyo  Gobierno  había 
prometido   en  1825  enviar   un  plenipotenciario,    si  bien  advirtiendo 

1.  £s  realmente  digno  de  recordación  y  nota  semejante  precedente  de  la 
diplomacia  boliviana,  que  inspirándose  en  una  institución  de  la  antig^  Grecia  (la 
Liga  Aníictiónica),  en  el  proyecto  de  Enrique  IV  (Conseil  General  de 
l*£arope),  y  en  las  ideas  de  algunos  filósofos  modernos,  sobre  todo  Jeremías 
BeoUiam  (A  Plan  for  an  Universal  and  Perpetual  Peace)  y  Manuel  Kant 
(Ein  permanenter  Staaten-Congress),  se  adelantó  sesenta  y  siete  afios  á  las 
resoluciones  del  Congreso  Internacional  Americano  de  Washington  (1890)  y  setenta 
y  cinco  afios  &  la  Conferencia  y  Convención  de  La  Haya  (1898). 


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—    384    — 

que  sólo  "tomaría  parte  en  las  deliberaciones  de  interés  general, 
compatibles  con  la  estricta  neutralidad  que  el  Emperador  guardaba 
entre  los  Estados  beligerantes  de  América  y  la  España  ^\ 

En  el  propio  año  declaró  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos 
al  Ministro  colombiano  en  Washington,  que  se  haría  representar  en 
el  congreso  "siempre  que  los  puntos  que  allí  se  tratasen  fuesen 
compatibles  con  su  neutralidad^';  neutralidad  que  le  servia  de  pre- 
texto especialmente  para  oponerse,  como  se  opuso  en  toda  forma, 
á  la  ya  preparada  expedición  de  BoHvar  con  el  fin  de  libertar  á 
Cuba  y  Puerto  Rico.  Obtenida  la  promesa  de  que  se  aplazaría  la 
expedición,  resolvieron  los  Estados  Unidos  nombrar  plenipotencia- 
rios, primero  á  Mr.  Anderson,  Ministro  que  era  en  Bogotá,  y  luego 
á  Mr.  Sergeant  Pero,  en  viaje  para  Panamá  murió  aquél  en  Carta- 
gena, y  el  segundo  llegó  cuando  habían  terminado  las  sesiones. 
La  Gran  Bretaña  envió  también  un  representante,  Mr.  Dawkins,  y 
Holanda  otro,  el  Sr.  Van  Veer;  aunque  con  la  sola  misión  de 
seguir  en  silencio  los  trabajos  del  congreso.  Cuyo  éxito  era  ya 
muy  problemático,  con  semejantes  abstenciones  y  cortapisas. 

Los  representantes  de  las  citadas  cuatro  Repúblicas  hispano- 
americanas firman  en  Panamá,  el  15  de  julio  de  1826,  un  tratado 
por  el  cual  se  establece  una  liga  y  confederación  perpetua  para 
sostener  en  común,  defensiva  y  ofensivamente,  la  soberanía  é  in- 
dependencia de  las  potencias  aliadas,  contra  toda  dominación  ex- 
tranjera. Cada  dos  años  en  tiempo  de  paz,  y  cada  año  en  tiempo 
de  guerra  internacional,  se  reunirá  una  asamblea  general,  compuesta 
de  dos  ministros  plenipotenciarios  por  cada  Elstado,  cuyos  prin- 
cipales objetos  serán:  —  negociar  y  concluir  todos  aquellos  trata- 
dos, convenciones  y  demás  actos  que  tiendan  á  las  mejores  re- 
laciones recíprocas  de  los  confederados;  contribuir  al  mantenimiento 
de  la  paz  y  amistad,  sirviéndoles  de  punto  de  contacto  en  los  peli- 
gros comunes,  de  fiel  intérprete  de  los  tratados  y  convenciones 
concluidos  en  la  misma  asamblea,  cuando  ocurriere  alguna  duda 
sobre  su  inteligencia,  y  de  conciliador  en  sus  disputas  y  diferencias; 
procurar  la  conciliación  y  mediación  entre  las  potencias  aliadas,  ó 
entre  éstas  con  una  ó  más  potencias  extrañas  á  la  confederación 
que  estuvieren  en  guerra  ó  amenazadas  de  un  rompimiento;  y 
"  ajustar  y  concluir,  durante  las  guerras  comunes  de  las  partes  con- 
tratantes con  una  ó  muchas  potencias  extrañas  á  la  confederación, 
todos  aquellos  tratados  de  alianzas,  conciertos,  subsidios  y  contin- 
gentes que  aceleren  su  terminación''.  Ninguno  de  los  confederados 
podrá  celebrar  tratados  de  alianza  con  otra  potencia  sin  consultar 
previamente    á  los  demás.    Siempre  que  no  lograren  transigir  ami- 


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-    385    — 

gablemente  entre  sí  sus  diferencias  presentes  ó  eventuales,  las  so- 
meterán  al  juicio  de  la  asamblea,  cuya  decisión,  sin  embargo^  no 
será  obligatoria  si  las  potencias  en  conflicto  no  hubieren  convenido 
antes  en  que  lo  fuese.  No  podrá  tampoco  uno  de  los  confederados 
declarar  la  guerra  á  otro  ni  ordenar  actos  de  represalias  sin  someter 
antes  su  causa,  apoyándola  en  documentos,  á  la  decisión  concilia- 
toria de  la  asamblea.  Para  que  un  confederado  declare  la  guerra 
ó  rompa  las  hostilidades  contra  una  potencia  extraña,  deberá  soli- 
citar antes  los  buenos  oficios  y  mediación  de  sus  aliados.  En  ningún 
caso  podrá  la  confederación  ligarse  con  el  enemigo  de  una  de  las 
potencias  aliadas.  Será  excluido  de  la  confederación  el  Estado  que 
declare  la  guerra  ó  rompa  las  hostilidades  sin  haber  solicitado  su 
mediación,  ó  que  no  cumpla  sus  decisiones  en  caso  de  haberse  so- 
metido previamente  á  ellas.  Las  demás  potencias  de  América 
podrán  incorporarse  en  la  confederación,  dentro  de  un  año  de 
ratificado  este  tratado,  aceptando  todas  sus  bases.  Se  compro- 
meten además  los  confederados  á  cooperar  á  la  completa  aboli- 
ción del  tráfico  de  esclavos,  y  á  declarar  piratas  á  los  buques 
cargados  de  ellos,  procedentes  de  África.  Cada  Estado  conserva 
el  ejercicio  de  su  soberanía  respecto  de  sus  relaciones  exteriores 
con  las  otras  potencias,  en  cuanto  no  se  oponga  al  tenor  y  letra 
del  tratado. 

Por  convenciones  especiales  se  estipula,  el  mismo  15  de  julio, 
el  contingente  que  ha  de  aportar  cada  Estado  para  levantar  y 
mantener  un  ejército  de  60,000  hombres  de  infantería  y  caballería, 
y  una  armada  de  veintiocho  buques,  con  el  objeto  de  defenderse  de 
España.  Y  en  la  propia  fecha  acuerda  el  congreso  trasladarse  á  la 
villa  de  Tacubaya,  cerca  de  la  ciudad  de  México,  á  continuar  allí 
sus  deliberaciones.    Lo  que  no  se  pudo  efectuar. 

El  30  de  julio  parte  para  México  el  primer  plenipotenciario 
colombiano,  Gual,  y  encuentra  allí  solamente  al  plenipotenciario  de 
Centro-América,  Larrazábal,  al  norte  americano  Sergeant,  sustituido 
á  poco  por  el  Ministro  Poinssett,  y  al  comisionado  holandés  Van 
Veer,  que  decidió  regresar  á  su  país.  A  11  de  agosto,  Bolívar  re- 
nueva- á  Gual  .sus  instrucciones  para  que  siga  fomentando  en  el 
congreso  la  confederación  de  Hispano-América,  como  punto  de 
política  permanente,  y  como  objeto  inmediato  la  expedición  liberta- 
dora á  Cuba  y  Puerto  Rico,  á  fin  de  poder  marchar  luego  "con 
mayores  fuerzas  á  España  ...  si  para  entonces  no  quieren  la  paz 
los  españoles  ^\  Pero  múltiples  circunstancias  impidieron  la  reinsta- 
lación del  congreso  en  Tacubaya,  Veintiocho  meses  trascurrieron 
sin  que  las  Cámaras  mexicanas  ratificasen  los  tratados  de  Panamá; 

Fortonl,  Historia  Constitadonal.  25 


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—    386    — 

y  al  lin,  cansados  de  esperar,  los  últimos  plenipotenciarios,  Gual  y 
Larrazábal,  decidieron  marcharse  (noviembre,  1828). 

La  situación  de  Hispano-América  no  era  en  realidad  propicia 
para  ningún  vasto  plan  internacional.  Sucesivamente,  Buenos  Aires 
pelea  con  el  Brasil,  á  causa  de  la  Banda  Oriental  del  Plata;  e) 
Salvador  se  disputa  con  Guatemala;  México  es  teatro  de  violentas 
disensiones;  Chile  malgasta  el  tiempo  en  estéril  polémica  sobre 
teorías  constitucionales;  Bolivia,  con  sus  disturbios  militares,  obliga 
á  Sucre  á  abandonar  definitivamente  la  Presidencia;  el  Perú  pro- 
mueve guerra  á  Colombia,  su  libertadora;  Venezuela  desconoce  el 
Gobierno  de  Bogotá,  y  en  toda  Colombia  los  partidos  santanderísta 
y  boliviano  luchan  á  muerte,  acaban  con  la  Convención  de  Ocaña 
y  determinan  á  Bolívar  á  proclamar  la  Dictadura. 

Gual  escribía  desde  México  al  Ministro  colombiano  de  Rela- 
ciones Exteriores  (26  de  mayo,  1827):  "Es  una  completa  calamidad 
para  los  Estados  de  la  América  antes  española,  que  al  tiempo  de 
crearse  la  institución  más  hermosa  que  se  vio  jamás,  una  institución 
-que  iba  á  consolidar  para  siempre  su  existencia  política,  se  hayan 
puesto  la  mayor  parte  de  ellos  en  una  confusión  horrorosa  . . . 
¿Cómo  es  posible,  pues,  que  en  el  día  se  establezca  una  con- 
federación de  partes  discordes  y  desorganizadas?  ¿Puede  acaso 
ser  la  confederación  medio  eficaz  de  curar  los  males  interiores  de 
cada  Estado?  ¿O  debe  esta  misma  confederación  ser  el  resultado 
del  buen  orden  y  profundos  cálculos  de  cada  uno  de  ellos?". 
Crítica  aguda  y  trascendente.  Han  trascurrido  ya  ochenta  años,  y 
la  América  latina,  á  pesar  de  sus  congresos  panamericanos,  per- 
manece aún  dividida  en  Estados  débiles,  y  celosos  unos  de  otros, 
por  motivos  análogos  á  los  de  1826« 

Quedó  así  frustrado  el  doble  pensamiento  de  Bolívar:  sal- 
var de  la  dominación  de  España  —  y  de  los  Estados  Unidos  —  las 
islas  de  Cuba  y  Puerto  Rico,  y  establecer  un  eqtdlibrio  permanente 
entre  fa  •grtin  República  de  origen  inglés  y  las  Repúblicas  de  origen 
español.  "Lo  que  tal  vez  hubiera  hecho  imposible  la  hegemonía  ó 
protectorado  de  aquélla  sobre  éstas,  ó- hubiera  en  todo  caso  de- 
sarrollado en  la  raza  latino-americana  la  potencia  mundial  qqe  aún 
le  falta. 


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Capitulo  V. 

Venezuela  en  la  Unión  Colombiana. 

Sumario.  Continúa  y  termina  la  guerra  de  Independencia,  en  Coro, 
Maracaibo  y  Puerto  Cabello  —  Competencias  y  conflictos  entre  las 
autoridades  superiores  (1821 — 1824)  —  Páez,  Comandante  Greneral, 
contra  Soublette,  Jefe  Superior  —  Soublette  contra  el  Intendente 
Toro  —  Toro  contra  la  municipalidad  de  Caracas  —  El  Intendente 
Escalona  contra  Páez  —  Decretos  sobre  alistamiento  de  milicias  y 
sobre  conspiradores  —  Oposición  que  encuentran  en  Caracas  — 
Bandos  de  Páez  sobre  alistamiento  (1825)  —  Amenazas  y  tropelías  — 
Quejas  ante  el  Gobierno  nacional  (enero,  1826)  —  La  Cámara  de 
Representantes  propone  acusación  contra  Páez,  y  la  admite  el  Se- 
nado —  Queda  suspenso   de  la  Comandancia  General  —  Carácter 

de  Páez Su  ojeriza  contra  los  "jurisconsultos"  y  "letrados"  — 

Su  infancia  y  juventud  ^-  Su  vida  en  los  Llanos  —  Autoridad  que 
ejerce  sobre  las  tropas  llaneras  —  Su  vigilante  suspicacia  —  Accesos 
de  epilepsia  —  ímpetu  guerrero  —  No  reconoce  más  autoridad  que 
la  de  Bolívar  —  Rebelión  de  Valencia  (1826)  —  Reasume  Páez  el 
mando  —  Jura  desobedecer  al  Gobierno  de  Bogotá  —  Asambleas 
populares  para  pedir  reformas  —  ¿Confederación  ó  separación?  -^ 
Convocatoria  de  un  congreso  constituyente  de  Venezuela  —  Se 
abandona  el  proyecto  por  la  lleuda  de  Bolívar  —  Es  ya  imposible 
restablecer  el  régimen  constitucional  colombiano  — Triunfa  de  hecho 
el  partido  autonomista  —  Confirma  Bolívar  la  autoridad  civil  y 
mihtar  de  Páez  — -Este  lo  reconoce  como  Presidente  de  la  Re- 
pública —  Comedia  forzosa  —  Bolívar  en  Caracas  —  Triste  estado 
de  Venezuela  en  la  Unión  Colombiana  —  Atraso  de  la  instrucción 
pública  —  No  se  cumple  la  ley  de  manumisión  —  Miseria  de  la 
agricultura  y, la  cría  —  Desorden  de  la  hacienda  —  Mala  adminis- 
tradóa  de  justicia  —  Reorganización  impuesta  por  Bolívar  —  Re- 
gresa á  Bogotá  —  Su  despedida  de  los  venezolanos  —  Comentario 
de  la  revolución  llamada  La  Cosiata  —  El  partido  federalista,  re- 
formista ó  separatista,  y  el  bando  militar  de  ráez  —  Tendencia  de 
la   oligarquía   venezolana   —   Los    dos    factores    de   la    evolución 

.constitucional. 

Después  del  triunfo  de  Bolívar  en  Carabobo,  el  mayor  peligro 
que  amenazó  la  Independencia  fué  la  expedición  que  con  1,200  hom- 

25* 


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-    388    — 

bres  (de  los  4,000  que  guarnecían  á  Puerto  Cabello)  emprendió  La 
Torre  sobre  Coro,  en  diciembre  de  1821.  El  Libertador  había  sa- 
cado de  esta  provincia,  considerándola  pacificada,  .las  tropas  con 
que  la  libertara  el  general  Urdaneta,  y  sólo  dejó  en  ella  un  pequeño 
cuerpo  á  las  órdenes,  sucesivamente,  del  coronel  Juan  Escalona,  del 
coronel  Justo  Briceño  y  del  coronel  Juan  Gómez,  que  se  alzó  con 
el  mando.  No  tardaron  en  formarse  considerable  número  de  guerri- 
llas realistas,  que  por  el  mes  de  noviembre  tenían  ya  en  jaque  á 
los  republicanos  en  la  Vela.  Aquí  les  obliga  á  capitular  La  Torre 
el  9  de  enero  de  1822.  En  todo  este  año  y  en  el  siguiente  hasta 
el  mes  de  agosto,  pelean  encarnizadamente  realistas  y  republicanos 
por  la  dominación  de  las  provincias  de  Coro  y  Maracaibo,  capitanea* 
dos  los  primeros  por  Soublette,  Urdaneta,  Francisco  Carabaño,  K- 
ñango,  Clemente,  Reyes  González,  Torrellas,  Padilla,  los  franceses 
Belluche  y  el  inglés  Gualterio  Chitty.  En  mayo  de  1823  queda 
libertado  Coro;  en  julio  triunfa  en  el  lago  de  Coquibacoa  la  escua- 
dra republicana  de  Padilla  contra  la  realista  de  Laborde,  y  el  3  de 
agosto  capitula  Morales,  sucesor  de  La  Torre,  en  la  plaza  de  Mara- 
caibo. A  8  de  octubre  capitulan  también  en  la  plaza  y  castillo  de 
Puerto  Cabello  los  españoles  D.  Sebastián  de  la  Calzada  y  D.  Manuel 
Correa,  acordándoles  Páez,  generosamente,  que  la  guarnición  salga 
con  bandera  desplegada  y  se  trasladen  todos  á  Cuba  en  barcos  de 
Colombia.  Así  desapareció  para  siempre  el  dominio  de  España  en 
Venezuela. 

Coincidieron  con  la  Independencia  disturbios  domésticos,  cuya 
causa  principal  fué  la  tendencia  autonomista  ó  separatista,  que  no 
cejó  nunca  en  Venezuela,  ni  ante  la  constitución  de  Cúcuta,  ni  ante 
el  gobierno  central  de  Bogotá,  ni  ante  la  suprema  autoridad  de 
Bolívar.  Conforme  á  la  división  territorial  decretada  por  el  con- 
greso de  Cúcuta,  las  provincias  venezolanas  formaban  tres  Departa- 
mentos, á  saber:  Orinoco  (Guayana,  Cumaná,  Barcelona  y  Margarita), 
Zulia  (Coro,  Trujillo,  Mérida  y  Maracaibo),  Venezuela  (Caracas  y 
Barinas);  y  como  en  parte  de  ellos  continuaba  aún  la  guerra  de 
Independencia,  y  las  rentas  de  todos  se  hallaban  además  en  com- 
pleta desorganización,  autorizó  el  congreso  al  Poder  Ejecutivo 
(6  de  octubre  de  1821)  para  nombrar  allí  un  Jefe  Superior,  en  lo 
militar  y  en  lo  civil,  sin  perjuicio  de  que  existieran  siempre  los  In- 
tendentes y  Gobernadores  constitucionales.  Se  nombró  en  conse- 
cuencia Jefe  Superior  al  general  Carlos  Soublette;  pero  éste,  á 
pesar  de  su  moderación  y  tacto  diplomático,  no  logró  siempre  do- 
minar las  pretensiones  de  Páez,  que  era  comandante  militar  de 
Venezuela;  de  donde  vino,  sobre  todo,  la  prolongación  por  dos  años 


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de  la  reconquista  de  Coro  y  Maracaibo  y  sitio  de  Puerto  Cabello. 
Páez,  según  decía  agudamente  Soublette,  no  se  formaba  todavía  con- 
cepto exacto  de  la  "patria  grande":  preocupábase,  primero  que  todo, 
con  los  asuntos  caseros  de  su  "patriecita",  los  llanos  de  Barinas 
y  Apure. 

Apenas  deslindadas  las  atribuciones  de  las  diversas  autoridades 
departamentales,  surgían  con  frecuencia  competencias  y  conflictos. 
En  1823,  siendo  Intendente  de  Venezuela  el  general  Francisco 
Rodríguez  (antiguo  marqués  del  Toro),  le  ordena  el  Ejecutivo  na- 
cional cumplir  el  decreto  de  4  de  julio  que  mandaba  expulsar  del 
territorio  de. la  República  á  los  individuos,  tanto  españoles  como 
americanos,  "  cuya  permanencia  en  Colombia  fuese  peligrosa  por  su 
desafección  al  sistema  de  Independencia".  Soublette,  Jefe  Superiqí:, 
creyéndose  igualmente  autorizado,  manda  expulsar  á  los  españoles 
y  canarios,  con  algunas  excepciones.  Protesta  entonces  el  Inten- 
dente, alegando  que  la  orden  del  Ejecutivo  se  le  había  trasmitido 
directamente.  Pero  el  Gobierno  de  Bogotá  decide,  en  26  de  no- 
viembre, que  ninguna  autoridad  que  no  fuera  la  del  Jefe  Superior 
militar  debía  "entender  en  este  negocio". 

No  .bien  apaciguados  los  ánimos  estalla  un  conflicto  entre  el 
mismo  Rodríguez  del  Toro  y  la  municipalidad  de  Caracas.  En  13 
de  febrero  de  1824,  el  Intendente  nombra  juez  político  del  cantón 
á  Francisco  de  Bamitia,  que  era  alcalde  ordinario  de  primera  elec- 
ción, y  se  dirige  al  alcalde  segundo  para  que  le  dé  posesión  y  se 
proceda  á  elegir  otro  alcalde  primero.  Niégase  á  ello  lo  munici- 
palidad, porque,  en  su  entender,  no  tenía  facultades  el  Intendente 
para  eximir  á  Barrutia  de  su  cargo  concejil  y  destinarlo  exclusiva- 
mente al  ramo  político.  Replica  el  Intendente,  que  la  ley  no  le 
priva  de  nombrar  jueces  políticos  del  seno  de  la  municipalidad,  y, 
trasladándose  al  Ayuntamiento,  pone  él  mismo  en  posesión  de  su  destino 
al  nuevo  empleado,  no  obstante  la  protesta  de  los  capitulares  pre- 
sentes. Llevado  el  asunto,  por  vía  de  queja,  á  la  Corte  Superior 
de  justicia,  declara  en  24  de  febrero  nulo  el  nombramiento  de  juez 
político,  é  "ilegal,  violento  y  atentado"  el  procedimiento  del  Inten- 
dente, á  quien  le  impone  una  multa  de  quinientos  pesos,  con  las 
costas  del  recurso. 

Menos  acertada  anduvo  la  municipalidad  de  Caracas  cuando 
en  noviembre  del  propio  año  pidió  que  se  suspendiese  la  ejecución 
de  un  decreto  en  que  el  Vicepresidente  Santander  ordenaba  el 
alistamiento  general  de  los  ciudadanos,  desde  la  edad  de  dieciséis 
años  hasta  la  de  cincuenta,  con  excepción  de  los  individuos  del 
ejército   permanente,   los  milicianos  de  artillería  y  de  marina  y  los 


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eclesiásticos  ordenados  in  sacris,  para  poner  á  la  República  ^^en 
estado  vigoroso  de  defensa  contra  sus  enemigos,  en  circunstancias 
en  que  el  rey  de  España  pretende  renovar  las  hostilidades  ^\  Fun- 
dábase la  oposición  municipal,  en  que  el  decreto  ponía  la  organiza- 
ción de  las  milicias  bajo  la  autoridad  del  comandante  militar  (Páez), 
y  no  del  Intendente,  con  lo  que  se  cercenaban  las  atribuciones  del 
gobierno  civil;  pero  el  Ministro  de  Guerra  se  dirigió  de  nuevo  ai 
comandante  militar  (22  de  diciembre)  recomendándole  que  venciese 
todos  los  obstáculos  opuestos  al  alistamiento. 

Reemplazado  el  Intendente  Rodríguez  del  Toro  con  el  general 
Juan  Escalona,  tampoco  logró  éste  acordarse  con  Páez.  En  diciem- 
bre de  1824,  un  grupo  de  hombres,  muchos  de  ellos  esclavos,  intenta 
aj^oderarse  del  parque  que  se  custodiaba  en  Petare.  Fádhnente  los 
dispersó  Páez;  mas  como  ordenara  juzgar  militarmente  á  algunos 
prisioneros,  el  Intendente  Escalona  se  quejó  al  Ejecutivo  nacional 
de  que  la  autoridad  militar  procediese  sin  dar  aviso  siquiera  ni  á  la 
Intendencia  ni  á  la  Corte  Superior  de  justicia;  y  le  dio  la  razón  el 
Gobierno,  pues  decidió  (17  de  febrero,  1825),  que  conforme  á  la  ley 
de  conspiradores  del  año  21,  era  ^^de  cargo  de  la  autoridad  militar 
entregar  los  facciosos  aprehendidos  á  la  civil  respectiva".  Sin  em- 
bargo, cuando  esta  resolución  llegó  á  Caracas,  ya  Páez  había  in- 
dultado á  los  de  Petare. 

En  enero  de  1825,  el  Vicepresidente  Santander  dirige  una 
nota  al  presidente  del  Senado  diciéndole  que  los  sucesos  de  Caracas 
manifiestan  un  malestar  profundó,  capaz  de  ocasionar  funestas  con* 
secuencias;  que  existe  allí  un  partido,  desde  1821,  que  se  propone 
desacreditar  la  constitución,  atacar  la  unión  de  Venezuela  y  Nueva 
Granada,  objetar  las  leyes,." concitar,  en  una  palabra,  el  odio  de  la 
masa  del  pueblo  contra  instituciones,  leyes,  congreso,  Ejecutivo  y 
toda  clase  de  autoridades,"  y  que  Caracas  es  la  única  ciudad  de  la 
República  que  protestara  contra  el  decreto  de  alistamiento  de  mili- 
cias, dando  ejemplo  de  inobediencia  y  aconsejando  la  insubordina- 
ción. —  Existía  en  realidad  un  partido  que,  descontento  de  ver  la 
capital  en  Bogotá,  y  adversario  de  la  forma  centralista  de  la  cons- 
titución de  Cúcuta,  aspiraba  á  sustituir  el  régimen  actual  con  otro 
federativo,  que  le  permitiese  á  Venezuela  (y  por  consiguiente,  á 
Nueva  Granada  y  al  Ecuador)  darse  instituciones  más  adecuadas  á 
sus  particulares  intereses.  Pero  no  habían  aún  los  caraqueños  aban- 
donado el  terreno  de  la  oposición  legal. 

Legal  fué  todavía  la  oposición  de  la  municipalidad  de  Caracas, 
aunque  formulada  en  términos  excesivos,  contra  el  decreto  sobre 
conspiradores,   del   17  de   marzo   de  1825.    Considerando  el  Více- 


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presidente  Santander,  qoe  estaba  en  peligro  de  turbarse  la  tranqui- 
lidad pública  de  Venezuela»  según  los  informes  del  Intendente  y  del 
Comandante  General  acerca  de  ^^  las  hostilidades  causadas  en  Baruta 
y  otros  lugares  de  la  jurisdicción  de  Caracas  por  hi  partida  enemiga 
de  Cisneros/'  (un  aventurero  que  se  titulaba  coronel  al  servicio  de 
España),  acerca  del  suceso  de  Petare  y  otras  turbaciones  en  Tucti- 
pido  y  el  Sombrero,  consulta  al  congreso  sobre  las  medidas  que 
juzga  oportunas,  y  el  congreso  lo  autoriza  el  10  de  marzo  para  de- 
cretar lo  siguiente: 

Art.  1®.  Las  personas  autores  principales  ó  directores  de  una  conspiración  á 
mano  armada  contr»  la  independencia  y  libertad  d«  la  República,  bien  on  favor  de 
Espafia  ó  de  cualquiera  otra  nación  extranjera,  sufrirán  la  pena  de  muerte,  previo 
un  juicio  en  la  manera  que  se  expresará. 

Art.  2^.  Además  de  dicha  pena  perderán  también  sus  biene%  que  se  apli- 
carán en  la  manera  y  con  las  exci|>c¡ones  siguientes:  —  1^  se  deducirán  la  dote  y 
gananciales  pertenecientes  á  su  mujer,  sieapre  que  ésta  no  se  halle  complicada  en 
la  conspiración:  2^  se  deducirán  también  las  dos  terctns  partes  de  los  bienes  á 
ftrvor  de  sus  hijos  ó  herederos  forzosos,  siempre  que  estos  resulten  inocentes. 

Art  3^.  La  parte  confiscable  al  autor  ó  director  de  la  conspiración  se  distrí< 
buirá  entro  los  individuos  que  hayan  tenido  parte  en  el  restablecimiento  de  la  tran- 
quilidad pública  y  destrucción  de  la  facción,  á  juicio  del  Comandante  de  operaciones 
y  de  dos  oficiales  elegidos  por  él,  siempre  que  se  esté  en  el  caso  de  cualquiera  de 
las  dos  excepciones  anteriores;  pero  si  no  hay  necesidad  de  hacer  ninguna  de  dichas 
deducciones,  se  distribuirán  los  bienes,  aplicando  una  tercera  parte  á  la  educación 
pública  de  la  provincia,  otra  á  los  individuos  que  han  verificado  la  pacificación,  y  la 
otra  al  tesoro  nacional. 

Art.  4^.  £1  juicio  contra  los  conspiradores,  sean  autores,  directores,  ó  coope- 
radores, corresponde  al  Comandante  de  armas  de  la  Provincia  con  dictamen  de  le- 
trado, y  sus  fórmulas  y  términos  serán  los  prescritos  para  estos  casos  en  la  ley  de 
12  de  octubre  del  afio  11^.  Pero  sólo  se  consultará  la  sentencia  con  la  Corte  Su- 
perior de  Justicia  respectiva,  cuando  ésta  se  halle  á  tres  días  de  4i>tancia  del  lugar 
donde  se  sigue  la  causa. 

Art.  5^.  Las  personas  que  sin  ser  cabezas  de  motín  pertenezcan  á  la  facción, 
ó  se  encuentren  en  ella,  serán  condenadas  al  servicio  de  las  armas  fuera  del  terri- 
torio de  la  República;  pero  si  esto  no  pudiere  suceder  porque  no  haya  tropas  co- 
loaibianas  fuera  de  dicho  territorio,  ó  porque  los  facciosos  no  sean  aparentes  para  el 
servicio  militar,  se  condenarán  al  trabajo  de  obras  públicas  por  un  término  que  no 
pase  de  seis  sAos. 

Art.  6*.  De  las  penas  presentas  en  los  artículos  1®  y  5**  de  este  decreto,  se 
exceptúan  los  eclesiásticos  ordenados  in  sacris,  á  los  cuales  se  ks  expulsará  del 
territorio  de  Colombia  perpetuamente,  con  pérdida  de  sus  beneficios  y  ocupación  de 
temporalidades. 

Art.  7  0.  La  parroquia  ó  población  que  voluntariamente  diere  ayuda  ó  se  uniere 
á  una  £iiccióii,  sufrirá  una  contribución  en  metílico,  ó  provisiones  de  boca,  á  favor 
del  tesoro  nacional,  á  juicio  del  Gobernador  de  la  Provincia,   calculadas  sus  propor- 


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Clones  y  en  vista  de  los  informes  del  Comandante  militar  ó  de  otra;s  antorídades. 
Además  anfiírá  la  población  un  quinto  de  hombres  útiles  que  se  destinarán  al  ser- 
vicio de  las  armas  fuera  del  Departamento,  y  el  continente  que  resultare  será  des- 
contado del  que  en  i^ud  de  las  leyes  sobre  reclutamientos  le  correspondiese  á  los 
pueblos  que  hayan  ayudado  á  restablecer  el  orden,  oponiéndose  á  las  miras  de 
loft  facciosos. 

Art  9^.  Si  alguno  ó  algunos  esdavos  denunciaren  las  sugestiones  que  les  pu- 
dieren hacer  para  sublevarlos  contra  la  tranquiKdad  pública,  y  se  probase  la  verdad 
de  la  denuncia  ante  las  autoridades  civiles  del  cantón  ó  provincia,  recibiría  su  libertad 
inmediatamente,  y  sus  duefios  serán  indemnizados  de  su  valor  con  preferencia  de 
los  fondos  dm  manumisión  de  toda  la  Provincia.  Exceptúase  dicha  indemnización,  «i 
el  mismo  4uefio  dal  esclavo  es  agente  4e  las  sugestiones;  pero  si  el  «sclavo  ó 
esclavos  resultaren  falsos  denunciantes,  serán  castigados  severamente  por  4a  autoridad 
civil  con  arreglo  á  las  leyes. 

Art.  9*.  Por  el  presente  queda  autorizado  el  Comandante  Geaeral  del  De- 
partamento para  conceder  indultos  generales  ó  pArtioilares  de  las  penas  aquí  pres- 
critas, á  cualquiera  porsona  ó  facción,  ^ea  para  desarmarla  y  restablecer  el  orden, 
ó  para  descubrir  alguna  inAirrección  qu^  se  haya  tramado.  £1  indulto  se  Uevará  á 
efecto  sólo  en  el  caso  de  que  se  logre  cualquiera  de  dichos  resultados. 

Art.  10.  '  £1  £jecutivo  se  reserva  la  facultad  de  conceder  recompensas  á  los 
individuos  ó  pueblos  que  más  se  distingan  en  oponerse  y  perseguir  á  los  facciosos, 
y  dichas  recompensas  se  entiendeny  aunque  no  sean  de  las  comprendidas  en  la  es- 
fera natural  de  sus  atribncioncs. 

Art.  ti.  £1  presente  decreto  tendrá  fuerza  y  vigor  hasta  la  próxima  reanión 
del  congreso  en  1826,  y  no  sólo  en  la  Provyicici  de  Caracas,  sino  en  los  demás 
lugares  donde  lo  exijan  las  circunstancias,  porque  aparezcan  insurrecciones  á  mano 
armada. 

Art.  12.  L41S  autoridades  correspondientes  darán  cuenta  sucesiva  al  Gobierno 
de  la  ejecución  de  eate. decreto  en  los  cflsos  que  pudieren  oourrir. 

En  los  considerandos  y  en  cada  uno  de  los  artículos  de  este 
decreto,  vio  Ja  municipalidad  de  Caracas  otras  tantas  violaciones 
de  la  constitución.  De  probarlas  se  encargó  el  Dr.  Alejo  Fortique, 
en  su  carácter  de  síndico  procurador.  "  Siendo  —  dijo  —  los  puntos  á 
que  se  contrae  el  decreto  de  1  ?  de  marzo  todas  materias  atribuidas 
al  pongreso,  no  han  podido,  ni  el  Ejecutivo  consultarle  en  ellas,  ni 
aquella  soberana  asamblea  adoútir  consultas  en  un  negocio  de  du 
exclusiva  incumbencia,  descendiendo,. por  decirlo  así,  del  alto  rango 
de  legislador  que  octipa,  á  la  simple  esfera  de  consultor  del  Gobierno; 
pues  cuanda  juzgase  necesaria  la  medida,  debió  tomarla  en  con- 
sideración, y  discutida  y  sancia^nada  conforme  á  las  reglas  de  debate 
prescritas  en  la  constitución,  pasada  al  Ejecutivo  para  su  obser- 
vancia". El  artículo  1<^  impone  pena  de  muerte  á  los  conspiradores; 
y  esa  no  es  atribución  del  Ejecutivo,  sino  del  congraéo.  El  artículo 
2^   ataca  la  propiedad  iiKÜvidual:   "no  satisfecho   el  Ejecutivo  con 


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imponer  á  un  delito  una  pena,  y  ésta  de  muerte,  añade  la  pérdida 
de  bienes".  El  artículo  3^,  al  ofrecer  á  los  que  pacifiquen  la 
rebelión  una  parte  de  los  bienes  confiscados,  bastará  él  solo  ^^para 
fomentarlas,  en  vez  de  prevenirlas,  de  manera  que  podemos  estar 
seguros  de  que  nunca  nos  faltarán  conspiraciones  en  Venezuela; 
en  tanto  que  nuestros  beneméritos  militares,  pagados  al  efecto  por 
la  patria  y  dispuestos  á  velar  donde  se  les  necesite,  como  mil  veces 
lo  tienen  acreditado,  reoíben  una  injuria  atroz,  suponiéndose  que  el 
vil  interés  pecuniario  sea  el  único  resorte  poderoso  que  les  mueva 
á  llenar  su  deber".  El  artículo  4^  "establece  un  nuevo  tribunal 
desconocido  hastft  aquí,  y  atropellando  todas  las  formalidades  que 
escudan  la  inocencia,  ei  infeliz  que  tuvo  la  desgracia  de  encontrarse 
distante  del  lugar  donde  reside  la  Corte  Superior  de  justicia  una 
hora  máB  <le  las  setentídós  prevenidas,  perece  irremisiblemente  á 
la  voz  de  un  hombre  solo;  y  j^r  libramos  de  un  parcial  y  contin- 
gente trastorno,  caemos  en  una  real  y  completa  desorganización 
le^al,  mucho  más  temible  todavía,  si  se  advierte  que  lo  único  que 
puede  preservamos  de  aquél,  es,  como  dice  un  sabio,  la  observancia 
de  las  fórmulas".  El  artículo  5^  hace  una  distinción  de  penas  que 
no  se  halla  en  las  leyes  vigentes.  El  6^  viola  la  igualdad  de  los 
ciudadanos  ante  la  ley,  "pues  decretando  la  pena  de  muerte  contra 
los  conspiradores,  exceptúa  de  ella  á  los  eclesiásticos  ordenados 
in  sacris".  "La  contribuci<tei  pecuniaria  y  quintó  de  hombres  con 
que  en  el  7  <^  se  castiga  á  la  parroquia  ó  pueblo  que  auxiliare  á  Iob 
facciosos,  es  4sl  colmo  de  la  injusticia;  pues  que  jamás  podrá  llevarse 
á  efecto  sin  que  padezca  el  inocente".  El  artículo  8^,  que  ofreoe 
la  libertad  á  los  esclavos  que  denuncien  á  quienes  intenten  suble- 
varlos contra  la  tranquilidad  pública,  "  produciría  él  solo  más  daños 
que  la  más  bien  tramada  conspirado^".  Igualmente  injusto  es  el 
artículo  9<>,  con  el  arbitrario  poder  que  confiere  á  la  autoridad 
militar.  Violada  así  la  const^ución,  es  ifii  deber  de  la  municipalidad 
sostenerla.  "¿Qué  os  detiene?  ¿El  ascendiente  del  poder?  Esto 
mismo  nos  etnpeña,  por  una  doble  rasón,  á  esforzamos  más. 
Arrastraréis  la  nota  de  insubordinados;  pero  nunca  habréis  dado 
una  prueba  más  convincente  de  amor  al  orden  y  de  obediencia,  que 
reclamando  vigorosamente  el  cumplimiento  de  una  constitución  en 
cuya  formación  no  tuvimos  parte;  pero  que  basta  hallamos  ligados 
con  juramentos  para  no  permitir  se  viole,  mientras  circule  la  sangre 
en  nuestras  venas,  ó  en  tanto  que  la  nación  misma  no  adopte  otra 
solemnemente.  Al  pueblo,  según  Mably,  se  le  llama  insolente,  por- 
que no  quiere  sufrir  que  lo  sean  los  empleados  y  poderosos.  Es 
indócil  y  se  le  quiere  castigar,  porque  rehusa  ser  bestia  de  carga  •«  • 


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•    ^  _    394    — 

Pensad  que  si  enmudecéis^  ese  mismo  magistrado  cuya  determinacióa 
repugnáis,  si  son  tan  rectas,  como  es  de  suponerse,  sus  intenciones, 
debe  cubrirse  de  vergüenza  al  verse  colocado*  á  la  cabeza  de  un 
pueblo  tan  degradado  y  humilde.  ¿Y  qué  diría  el  gran  Bolívar  al 
oir  que  el  suelo  que  le  vio  nacer  no  ha  sabido  conservar  la 
libertad,  que  le  procuró  con  su  espada  y  con  sus  luces  ?"i.  Oída 
esta  contundente  representación,  la  municipalidad  manifiesta  en  so 
acta  del  13  de  junio,  que  sus  ideas  son  las  mismas  e^spresadas  por 
el  síndico,  sin  dudar  que  sean  también  las  del  pueblo  que  repre- 
senta; y  acuerda  dirigir  su  acta  y  el  papel  de  Fortique  á  la  Cámara 
de  Representantes,  para  los  efectos  de  acusación  ante  el  Senado, 
conforme  al  artículo  89  de  la  constitución. 

Obsérvese  que  este  espíritu  de  independencia  de  la  munici- 
palidad de  Caracas,  imitado  después  por  otras,  revela  que  renacía 
bajo  la  República  la  tradición  de* los  Ayuntamientos  españoles, 
siempre  celosos  de  sus  atribuciones,  y  órganos  á  menudo  del  pro- 
greso político  an  América.  Pero  semejante  actividad  de  los  cuerpos 
municipales,  tan  vivaz  al  principio,  irá  debilitándose,  hasta  desapa- 
recer por  completo  en  muchas  partes,  á  medida  que  el  sistema 
federal  se  implanta  en  la  constitución.  Ulteriormente  veremos,  que 
la  vida  política  regional  tiende  á  concentrarse  en  la  capital  de  la 
Provincia  ó  Estado,  ó  más  bien  en  su  Gobernador  ó  Presidente;  de 
tal  suerte  que  eí  régimen  federativo,  según  el  concepto  especia- 
Ifeimo  que  de  él  se  forman  los  pueblos  sudamericanos  (lo  mismo 
Venezuela  que  Nueva  Granada,  y  México  y  la  Repúblisa  Argentina), 
contribuye  al  fin  á  sustituir  la  autonomía  municipal  con  un  vigoroso 
y  tenaz  centralismo  en  el  gobierno  regional. 

Estaba  ya  en  el  aire,  por  decirlo  así,  el  pronunciamiento  de 
Venezuela  contra  la  autoridad  central  ejercida  desde  Bogotá.  Páez, 
que  había  andado  muy  remiso  en  la  ejecución  del  decreto  de  1824 
sabré  alistamiento  de  milicias,  publica  un  bando  en  Caracas,  á  29 
de  diciembre  de  1825,  citando  á  los  vecinos  para  reunirse  en  el 
convento  de  San  Francisco.  Pocos  acuden  á  la  cita.  Renuévase 
para  el  6  de  enero,  y  no  concurren  más  de  ochocientos  vecinos. 
Páez  les  echa  en  cara  su  indolencia,  les  dice  que  pretenden  des- 
conocer su  autoridad,  y  apienaza  con  severas  represalias  á  los  pe- 
riodistas que  combatían  el  decreto  de  alistamiento.  ^^No  contento 
el  general  Páez  —  escribe  á  Bogotá  el  Intendente  Escalona  —  con 
insultar  de  este  modo  al  pueblo,   vertió,    con   él  á  su  presencia  en 

1.  £1  mismo  hombre  que  emplea  aquí  tan  vehemente  lenguaje  (si  bien  justo 
por  la  legitimidad  de  la  causa  que  defiende),  será  en  afios  posteriores  uno  de  bs  mis 
hables  y  sensatos  diplomáticos  de  la  República  venezolana. 


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—    395    — 

San  Francisco,  las  expresiones  más  duras,  como  estoy  informado 
por  personas  respetables,  hasta  tocar  al  peligrosísimo  extremo  de 
amenazar  que  destruiría  una  de  nuestras  más  preciosas  garantías, 
cual  es  la  libertad  de  la  imprenta,  si  ésta  se  ocupaba  en  denmciar 
lo  ocurrido  con  motivo  de  la  milicia  ^^\  Dio  <en  seguida  orden  á 
los  batallones  Anzoátegui  y  Apure  para  que  recorriesen  en 
guerrilla  la  ciudad  y  aprehendiesen  á  cuantos  hombres  encontrasen, 
sin  excepción  alguna,  y  hasta  con  prevención  (según  los  adversarios 
de  Páez)  "de  hacer  fuego  á  los  que  hyyeran,  y  registrar  las  casas 
que  fuera  preciso".  Lo  cierto  es  que  las  tropas,  como  sucede  en 
tales  casos,  cometieron  tantos  excesos,  que  la  ciudad  presentó  el 
aspecto  de  una  plaza  entrada  á  saco.  Intervino  entonces  el  Inten- 
dente, con  la  oferta  de  publicar  otro  bando  para  que  todos  los 
vecinos  concurriesen  de  buen  grado  á  la  cita  del  Comandante  Ge- 
neral. Lo  hizo,  y  el  9  de  enero  se  efectuó  el  alistamiento  sin  más 
.disturbios. 

£1  Intendente  da  cuenta  de  lo  sucedido  al  Poder  Ejecutivo,  y 
la  municipalidad  se  queja  ante  la  Cámara  de  Representantes  (16  de 
enero)  de  los  actos  arbitrarios  cometidos  por  el  Comandante  Gene- 
ral. La  Cámara  pide  informes  al  Ejecutivo,  y  éste  contesta  en  19 
de  febrero  que:  "1^.  No  consta  de  un  modo  evidente,  capaz  de 
formar  juicio  exacto,  que  el  Comandante  General  diese  positiva^ 
mente  las  órdenes  para  esparcir  partidas  de  tropa  armada,  ni  menos 
que  mandase  hacer  fuego,  ni  allanar  las  casas;  pues  apenas  dice  el 
Intendente  que  se  lo  han  informado:  2<^.  El  hecho  de  hacer  reunir 
la  milicia  y  los  vecinos  morosos  por  medio  de  soldados,  no  es  un 
delito  contra  las  leyes,  siempre  que  no  se  excedan  á  ultrajarlos  ni 
á  extraerlos  de  sus  hogares:  3^.  La  confusión,  sobre  que  recalca  el 
Intendente,  de  ancianos,  primeros  ciudadanos  y  asistentes  á  tabernas, 
es  un  poco  ofensiva  á  la  igualdad  legal  y  al  sistema  político:  4<>. 
Faka  probar  que  estos  excesos  hayan  sido  cometidos  con  orden  del 
Comandante  General,  y  que  no  fuesen  causados  por  las  partidas  de 
tropa,  que  por  lo  regular  traspasan  las  instrucciones  que  se  les  dan; 
y  5^.  Si  ha  habido  palabras  duras  y  amenazas  contra  la  imprenta, 
éstas  son  faltas»  que  no  las  leyes  escritas  sino  la  opinión  pública 
las  sabe  corregir''.  Agrega  el  Ejecutivo:  *'No  es  superfluo  recordar 
á  la  Cámara,  que  el  capítulo  sobre  la  responsabilidad  de  empleados 
de  la  ley  de  1 1  -de  marzo  de  25,  no  comprende  al  Comandante  Ge- 
neral de  un  Departamento  (art  11),  ni  hay  tribunal  designado  para 

1.  Infonne  del  7  de  enero.  —  Páez,  en  nota  del  21  de  diciembre,  dirigida 
al  Bünistro  de  Guerra  (Soublette),  se  quejaba  ya  de  la  bterpretación  ■violenta"  que 
los  'jurisconsultos**  le  daban  á  la  libertad  de  imprenta,  para  injuriar  á  los  militares. 


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—    396    — 

que  conozca  de  sus  causas,  cuando  no  sea  preciso  un  consejo  de 
guerra,  lo  cual  advierto  nuevamente  para  que  se  llenen  estos  vacíos 
en  nuestra  legislación^'.  Recomienda  además  la  mayor  prudencia 
en  e)  procedimiento  que  se  adopte,  y  termina  el  informe  con  una 
insinuación  ambigua,  reveladora  del  carácter  sinuoso  y  flexible  del 
Vicepresidente  Santander.  "Réstame  saber  —  dice  —  ya  que  la 
Honorable  Cámara  ha  tomado  conocimiento  de  este  negocio,  si  son 
de  su  cargo  las  ulteriores  medidas,  dejándome  á  mi  libre  de  toda 
responsabilidad,  en  cuyo  caso  lé  haré  pasar  los  demás  informes  que 
han  de  venir." 

La  Cámara  nombró  á  uno  de  sus  miembros  para  proponer 
acusación  ante  el  Senado  contra  el  Comandante  General,  y  la  ad- 
mitió el  Senado  el  27  de  marzo,  por  mayoría  de  15  votos  contra  6. 
Dice  así  la  resolución:  "Considerando:  ^^.  Que  por  el  artículo  90 
de  la  constitución  los  empleados  públicos  pueden  ser  acusados  ante 
el  Senado  por  el  mal  desempeño  de  las  funciones  de  sus  empleos: 
20.  Que  de  este  cargo  es  responsable  el  Comandante  General  de 
Venezuela,  general  José  Antonio  Páez,  por  haber  destacado  en  el 
expresado  día  6  de  enero,  sin  anuencia  de  las  autoridades  civiles, 
por  las  calles  de  Caracas,  partidas  de  tropas  que  aprehendiesen  y 
condujesen  al  edificio  que  sirve  de  cuartel  á  los  batallones  An- 
zoátegui  y  Apure,  á  todos  los  hombres  de  cualquiera  edad  y 
empleo:  3®.  Que  este  cargo  se  halla  comprobado  con  la  exposición 
que  hace  á  la  Cámara  de  Representantes  la  municipalidad  de  Cara- 
cas, con  fecha  16  de  enero  de  este  año,  y  pon  la  que  hace  al  Poder 
Ejecutivo  el  Intendente  de  Venezuela  en  su  oficio  del  mismo  mes: 
—  Por  estos  fundamentos;  —  Resuelve:  —  Se  admite  la  expresada 
acusación  introducida  contra  el  Comandante  General  de  Venezuela, 
general  José  Antonio  Páez,  y  en  consecuencia,  conforme  al  articulo 
100  de  la  constitución,  se  declara  que  queda  suspenso  del  empleo 
de  Comandante  General  del  expresado  Departamento.  Avísese  al 
Poder  Ejecutivo  para  los  fines  constitucionales,  y  para  que  pre- 
venga al  acusado  comparezca  en  esta  ciudad  ante  la  comisión  del 
Senado  nombrada  para  instruir  el  proceso,  á  responder  sobre  los 
cargos  que  le  resultan^". 

Para  reemplazar  á  Páez  durante  la  suspensión  de  su  empleo, 
el  Ejecutivo  nombra  Comandante  General  interino  al  ex-Intendente 
Juan  Escalona  (28  de  marzo).    Medida   que   acabó  de  exacerbar  el 

1.  £1  art.  89  de  la  constitución  se  refiere  á  las  acusaciones  contra  el  Fres- 
dente  de  la  República,  el  Vicepresidente  y  los  ministros  de  la  Alta  Corte  de  justicia, 
y  el  art.  90  dice:  ^Los  demás  empleados  de  Colombia  también  están  sujetos  á  la 
inspección  de  la  Cámara  de  Representantes,  y  podrá  acusarlos  ante  el  Senado  por  el 


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—    397    — 

carácter  indómito  de  Páez.  ^^  Santander  añadió  el  insulto  al  agravio 
nombrando  para  sucederme  á  Escalona,  mi  acusador,  á  quien  no 
correspondía  por  ordenanza  recibir  el  mando  en  competencia  con 
otros  generales  más  antiguos,  de  mayor  graduación  y  que  entonces 
no  tenían  destinos  *".  Si  bien  dio  á  reconocer  á  su  sucesor  el  29  de 
abril,  desoyó  la  citación  de  sus  jueces,  y  prefirió  confiar  su  suerte 
á  la  aventura  de  una  rebelión.  Páez  era  todavía  el  guerrero  inculto 
de  los  llanos  de  Apure,  incapaz  de  distinguir  entre  la  disciplina 
política,  asegurada  por  las  leyes,  y  la  disciplina  militar,  mantenida 
en  la  guerra  antes  que  por  reglamentos  por  el  prestigio  personal. 
£1  había  triunfado  en  cien  combates;  él  mandaba  el  ejército  de 
Venezuela;  él  era  y  debía  ser  el  jefe:  las  leyes  representaban  trabas 
inventadas  por  los  civiles,  por  los  "jurisconsultos '\  para  reducir  á 
la  impotencia  á  los  militares.  "Advierto  —  le  escribía  al  Ministro 
de  Guerra  en  1825  —  que  será  un  paso  muy  falso  y  fuera  del  mo- 
mento reducir  el  ejército  al  estado  de  depresión  y  abatimiento  que 
pretenden  los  jurisconsultos:  ellos  no  son  los  que  han  de  hacer  la 
guerra:  halagan  á  los  militares  cuando  están  poseídos  del  temor,  y 
4os  injurian  en  la  prosperidad  de  la  paz". 

Era  Páez  mestizo,  y  algo  influyó  sin  duda  esta  circunstancia 
en  la  ojeriza  que  mostró  al  principio  contra  los  "mantuanos"  de  la- 
capital  (que  debían  á  poco  reconocerlo  por  jefe).  Nació  el  13  de 
junio  de  1790  en  un  campo  cercano  del  pueblo  de  Acarigua,  pro- 
vincia de  Barinas.  Su  padre,  Juan  Victorio  Páez,  empleado  del 
estanco  de  tabaco  en  Guanare,  viajaba  con  frecuencia,  y  su  madre, 
María  Violante  Herrera,  "por  diversos  motivos  jamás  tuvo  con  sus 
hijos  residencia  fija^".  Hijo  de  padres  muy  pobres,  recibió  en  su 
niñez  una  instrucción  demasiado  rudimentaria.  A  los  ocho  años  de 
edad  asistió  por  poco  tiempo  á  la  escuela  del  pueblo  de  Guama,  en 
el  Yaracuy,  donde  la  maestra  Gregoria  Díaz  —  dice  él  mismo  — 
^^ enseñaba  á  leer  mal;  la  doctrina  cristiana,  que  á  fuerza  de  azotes 
se  les  hacía  aprender  de  memoria  á  los  muchachos,  y  cuando  más 
á  formar  palotes  según  el  método  del  profesor  Palomares  "  "  Mi  cuñado 
Bernardo  Fernández  —  agrega  —  me  sacó  de  la  escuela  para  lie- 
mal  desempefio  de  sus  funciones,  ú  otros  graves  crímenes.  Pero  esta  facultad  no 
deroga  ni  disminuye  la  de  otros  jefes  y  tribunales  para  velar  en  la  observancia  de 
las  leyes,  y  juzgar,  deponer  y  castigar  según  ellas  A  sus  respectivos  subalternos '*.  — 
Como  la  ley  de  responsabilidad  de  empleados,  de  1825,  citada  por  Santander  en  su 
informe,  no  comprendía  á  los  Comandantes  Generales,  es  evidente  que  la  Cámara  de 
Representantes  podía  acusarlM,  y  el  Senado  juzgarlos,  conforme  al  copiado  articulo  90. 

1.  Páez,  Autobiografía,  t.  I,  p.  360.    Edición  de  1888.  —  La  Introducción 
de  esta  obra  está  fechada  en  Nueva  York  á  19  de  abril  de  1867. 

2.  Autobiografía,  t  I,  p.  5. 


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—    398    — 

varme  á  su  tíenda  de  mercería  ó  bodega,  en  donde  me  enseñó  á 
detallar  víveres,  ocupando  las  horas  de  la  mañana  y  de  la  tarde  en 
sembrar  cacao  i^\  A  los  diecisiete  años  pasó  á  los  llanos,  donde 
vivió  sirviendo  de  peón  en  un  hato,  hasta  que  tuvo  medios  de  de« 
dicarse  por  cuenta  propia  al  tráfico  de  ganados.  A  las  cualidades 
adquiridas  en  este  género  de  vida,  —  bravura  á  toda  prueba,  au- 
dacia sin  límites,  amor  de  la  existencia  nómade  y  afición  á  las 
empresas  de  peligro  y  azar,  —  debió  la  autoridad  absoluta  que 
ejerció  después  sobre  las  bandas  llaneras.  Del  llanero  adquirió 
también  aquella  vigilante  suspicacia  que  se  convertirá,  de  1830  á 
1846,  en  consumada  habilidad  política,  para  prestarle  entonces  á  la 
patria  servicios  no  menores  que  sus  heroicidades  de  la  Indepen- 
dencia. Desde  1810  se  incorpora  en  las  filas  patriotas.  En  1812, 
dominada  otra  vez  por  los  españoles  casi  toda  Venezuela,  se  retira 
del  servicio  con  el  grado  de  sargento  primero.  En  1814  vuelve  á 
la  guerra  en  los  llanos  de  Apure,  y  de  este  año  arranca  la  serie 
de  sus  combates  y  triunfos,  hasta  ganar  en  Carabobo,  á  las  órdenes 
de  Bolívar,  el  grado  de  general  en  jefe.  O'Leary,  que  le  vio 
guerrear  en  los  llanos,  lo  pinta  así:  ^^Era  de  mediana  estatura,  ro« 
busto  y  bien  formado,  aunque  la  parte  inferior  de  su  cuerpo  no 
guardaba  proporción  con  el  busto;  pecho  y  hombros  muy  anchos, 
cuello  corto  y  grueso  que  sostenía  una  cabeza  abultada,  cubierta  de 
pelo  castaño  oscuro,  corto  y  rizado;  ojos  pardos  que  no  carecían 
de  viveza;  nariz  recta  con  anchas  ventanas;  labios  gruesos  y  barba 
redonda.  Su  cutis  clara  indicaba  salud,  y  habría  sido  muy  blanca 
sin  los  efectos  del  sol.  La  cautela  y  la  desconfianza  eran  los  rasgos 
distintivos  de  su  fisonomía.  Hijo  de  padres  de  condición  humilde 
en  la  sociedad,  no  debía  nada  á  la  educación.  En  presencia  de 
personas  á  quienes  él  suponía  instruidas,  era  callado  y  hasta  tímido, 
absteniéndose  de  tomar  parte  en  la  conversación  ó  de  hacer  obser- 
vaciones; pero  con  sus  inferiores  era  locuaz,  adicto  á  la  chocarrería 
y  no  esquivo  á  los  juegos  de  manos.  Complacíale  referir  sus  proesas 
en  la  guerra.  Enteramente  iliterato,  ignoraba  la  teoría  de  la  pro- 
fesión que  tanto  había  practicado,  y  desconocía  hasta  los  más  senci- 
llos términos  del  arte;  pero  aunque  hubiese  recibido  esmerada  edu- 
cación militar,  nunca  habría  llegado  á  ser  capitán  consumado,  pues 
la  taenór  contradicción  ó  emoción  le  producía  fuertes  convulsiones 
que  le  privaban  del  sentido  por  el  momento  y  eran  seguidas  de 
debilidad  física  y  moral  .  .  .  Como  jefe  de  guerrilla  era  sin  igual. 
Arrojado,  activo,  valiente,  fecundo  en  ardides,  pronto  en  concebir, 
resuelto  en  ejecutar  y  rápido  en  sus   movimientos,    era   tanto   más 

1 .  Loe.  cit.,  p.  6. 


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—    399    — 

temible  cuanto  menor  la  fuerza  que  mandaba.  Mil  hombres  le  ha- 
brían embarazado,  sobre  todo  si  una  parte  de  esa  fuerza  eran  d^ 
infantería^".  Padeció  desde  mozo  accesos  de  epilepsia,  que  sobre- 
venían ora  en  la  gpierra,  como  le  sucedió  en  el  combate  de  Chire 
(1815)  y  en  la  batalla  de  Carabobo  (1821),  ora  en  la  paz  por  cir- 
cunstancias eventuales  y  especialmente  por  su  idiosincracia  de  no 
poder  soportar  la  vista  de  serpientes.  Era  tal  su  ímpetu  bélico, 
que  en  todo  combate  —  dice  él  mismo  —  "cuando  sonaban  los 
primeros  tiros,  apoderábase  de  mí  una  violenta  excitación  nerviosa, 
que  me  impelía  á  lanzarme  contra  el  enemigo  para  recibir  los  pri- 
meros golpes,  lo  que  habría  hecho  siempre  si  mis  compañeros,  con 
grandes  esfuerzos,  no  me  hubiesen  contenido^".  Por  su  carácter  y 
valor,  impuso  á  las  insubordinadas  tropas  llaneras  la  misma  autori- 
dad personal  con  que  Bolívar  se  hizo  obedecer  de  sus  díscolos 
tenientes;  y  díscolo  como  los  otros,  desde  comienzos  de  1818  no 
reconoció  ya  otro  jefe  supremo  sino  el  Libertador.  Hallándose  éste 
ausente,  en  el  Perú,  no  era  Páez  hombre  capaz  de  someterse  de 
buen  grado  al  Gobierno  de  Bogotá,  ni  tampoco  á  Soublette,  Toro, 
Escalona,  y  después  el  Dr.  Mendoza,  que  desempeñaron  la  Inten- 
dencia de  Venezuela.  Su  reconciliación  con  los  "jurisconsultos  y 
letrados"  se  hará  solamente  al  precio  de  la  sumisión  de  éstos  á  su 
autoridad  soberana. 

Dos  días  antes  de  posesionarse  Escalona  del  mando  militar, 
la  municipalidad  de  Valencia  se  ocupó  (27  de  abril)  en  discutir  el 
acuerdo  del  Senado  sobre  acusación  contra  Páez,  y  su  reemplazo 
en  la  Comandancia  General.  Varios  miembros  proponen,  que  si  el 
cuerpo  tiene  facultad  para  tomar  algunas  medidas  con  el  fin  de 
suspender  la  orden  de  separación  de  Páez,  se  adopten  desde  luego; 
pero  más  avisada  la  mayoría,  resueWe  asesorarse  previamente  con 
los  abogados  "y  demás  hombres  de  luces"  de  la  ciudad.  Citados 
al  efecto  los  doctores  Miguel  Peña,  José  Antonio  Borges  y  Jerónimo 
Windivoxhel,  dictaminan:  que  no  hay  ninguna  medida  legal  «apaz 
de  suspender  la  orden,  y  que  ni  el  mismo  Poder  Ejecutivo  de  la 
República  pudiera  hacerlo^sin  infringir  abiertamente  la  constitución. 
En  consecuencia,  la  municipalidad  acuerda:  manifestar  al  general 
Páez  el  profundo  sentimiento  de  toda  la  población  por  haberse  ad- 

1.  Memorias,  t.  I,  p.  441.  0*Leary,  que  como  se  ha  visto  pinta  exacta- 
mente á  Páez  bajo  su  aspecto  militar,  agrega  frases  que  son  pura  diatriba.  Por 
ejemplo:  "sin  método,  sin  conocimientos,  sin  valor  moral,  era  nulo  en  política**. 
Los  hechos  van  á  demostrar  que  era  todo  lo  contrario.  Si  como  militar  no  pasó 
nunca  de  guerrillero  afortunado,  como  político  reveló  en  ocasiones  altas  dotes  ad- 
ministrativas, sobre  todo  en  el  primer  período  de  la  oligarquía. 

2.  Autobiografía,  t.  I,  p.  90. 


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mitído  la  acusación,  y  el  convencimiento  de  ^e  justificará  evidente- 
{jiente  ante  el  Senado  su  inocencia.  Además,  ^^que  sólo  la  nece- 
sidad en  que  están  de  obedecer  á  las  leyes  y  á  las  instituciones 
establecidas,  les  harán  pasar  por  el  dolor  amarga  que  experimentan 
al  ver  á  S.  E.  dejar  el  mando  de  la  Comandancia  General  y  salir 
de  este  Departamento,  al  que  esperan  volverá  para  su  consuelo ^ 
Acuerdo  moderado,  pacífico  y  legal.  Mas  á  los  tres  días,  30  de 
abril,  vuelve  á  reunirse  la  misma  mimicípalidad  y  consuma  una  re- 
volución. Pretextando  que  el  pueblo  había  manifestado  un  disgusto 
extremo  por  el  reemplazo  dePáez,  y  que  se  temía,  con  tal  motivo, 
una  perturbación  del  orden  público,  se  acuerda:  "que  pase  inmedia- 
tamente una  diputación  á  la  casa  del  señor  Gobernador  (Femando 
Peñalver),  haciéndole  presente  que  esta  municipalidad  le  hace 
desde  ahora  responsable  de  los  males  que  sobrevengan,  pues  ya  ha 
hecho  cuanto  está  de  su  parte  para  contenerlos".    Otra  acta  dice^: 

En  eh  mismo,  día,  reunidos  los  mismos  municipales,  recibieron  al  sefior 
Gobernador,  con  quien  habiendo  conferenciado  acerca  de  las  peligrosas  circunstandis 
en  que  se  hallaba  esta  ciudad,  y  habiéndole  manifestado  que  todo  el  pueblo  estabt 
amotinado  aclamando  á  S.  £.  el  General  en  Jefe  José  Antonio  Páez,  pidiendo  su 
reposición  al  mando  y  al  ejercicio  de  todas  sus  funciones,  y  las  que  fuera  necesario 
conferirle  como  único  remedio  para  evitar  los  desastres  de  este  Departamento,  y  la 
ruina  cierta  y  segura  en  que  iba  á  envolverse;  S.  Sa.  el  señor  Gobernador  mani- 
festó extrema  obediencia  á  la  ley,  y  expuso  no  estaba  en  la  esfera  de  sus  facultades 
tomar  ninguna  medida  de  hecho  para  la  reposición  de  S.  E.,  contra  la  cual  pro- 
testaba. En  cuyo  acto,  el  público  reunido  en  m&s  de  dos  mil  almas  adamA  por  on 
asenso  general  á  S.  E.  por  jefe  del  Departamento;  y  por  un  acto  de  oficiosidiui 
salió  una  partida  considerable  del  mismo  pueblo,  y  conduciendo  á  S.  E.,  lo  presentó 
á  esta  Dustre  Corporación,  continuando  las  mismas  aclamaciones;  y  colocado  en  uno 
de  los  asientos  se  le  hizo  capaz  del  voto  general;  después  de  lo  cual  se  sentó,  y 
varios  ciudadanos  instaron  á  S.  £.  iomase  el  mando;  en  cuyo  acto  esta  munici- 
palidad, encontrando  inevitable  el  suceso,  y  coincidiendo  con  la  voluntad  general 
del  pueblo,  determinó:  que  S.  £.  reasumiese  el  mando.  Conforme  con  las  dichas 
aclamaciones,  S.  E.  manifestó  en  medio  de  una  suma  perplejidad,  que  no  podiendo 
resistir  al  deseo  general,  y  estar  dispuesto  á  m&s  á  todos  los  esfuerzos,  aceptaba 
el  mando  que  se  le  confería:  determinó  entonces  la  municipalidad,  que  por  medio 
de  su  presidente  el  jefe  político,  se  pasase  oficio  al  del  estado  mayor  para  que 
hiciese  reconocer  á  S.  E.,  cuyo  oficio  se  pasó  y  fué  ejecutado,  estando  bi  sesión 
abierta,  y  en  ella  misma  se  recibió  la  contestación  de  habérsele  dado  cumplimiento, 
como  en  efecto  se  vieron  venir  las  tropas  con  el  mejor  orden,  saludando  á  S.  £.  y 
al  pueblo  con  golpes  de  artillería,  y  reconocerle  por  su  jefe.  Acto  continuo,  y 
siguiendo  el  deseo  del  pueblo  de  no  incurrir  en  hechos  turbulentos,  ni  hacer  inno- 
vación,   se  exploró    del  sefior  Gobernador    su  voluntad    de  continuar    en    el  mando, 

1 .  Se  prefiere  aquí  reproducir  el  texto,  para  que  los  hombres  de  la  revolución 
se  pinten  con  ^u  propio  estilo. 


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pues  que  el  pueblo  le  amaba  y  tenía  confíanza  en  el  acierto,  madurez  é  integridad 
con  que  se  hft  conducido  en  todo  el  tiempo  de  su  administración  política,  mam* 
festánddie  que  no  era  su  deseo  separarle  de  un  destino  que  ha  llenado  con  decoro, 
y  en  que  se  ha  labrado  una  pública  y  universal  reputación;  y  después  de  una  de- 
tenida meditación  y  de  algunas  reflexiones,  admitió  espontáneamente  el  encargo  del 
Gobierno,  ofreciendo  desemp^fiar  sus  funciones  por  corresponder  á  la  predilección 
de  una  ciudad  que  le  aclamaba  y  le  protestaba  su  confianza.  En  seguida  se  retiró 
S.  £.  á  su  casa,  y  quedando  en  sesión  la  municipalidad,  ha  determinado  ^e  se 
pasen  oficios  á  las  autoridades  correspondientes  informándoles  de  este  suceso,  y  á 
todas  las  municipalidades  de  la  Provincia  por  conducto  del  sefior  Gobernador,  y  se 
comunique  á  todas  las  demás  autoridades  de  la  Provincia  y  Departamentos  del  terri- 
torio que  formaba  la  antigua  Venezuela. 

El  Gobernador  Peñalver,  que  consideraba  infundada  la  acu- 
sación contra  Páez,  porque,  en  su  entender,  se  había  visto  un  delito 
en  el  solo  hecho  de  cumplir  el  decreto  sobre  alistamiento  de  mi- 
licias, "sin  haber  infringido  Páez  ninguna  ley,  ni  las  disposiciones 
del  mismo  decreto,  que  autorizaba  á  los  Comandantes  Generales 
para  compeler  con  la  fuerza  á  los  que  no  quisiesen  obedecerlo^", 
—  quiso  contemporizar  el  30  de  «bríl,  ante  la  promesa  que  le 
hizo  Páez  de  mantener  por  el  pronto  el  status  quo,  hasta 
conocer  la  suprema  decisión  del  Libertador.  Pero  al  ¿lotar  que  el 
movimiento  se  convertía  en  abierta  insurrección,  tomó  el  partido 
de  abandonar  su  puesto  y  marcharse  á  Occidente,  pretextando  que 
á  todos  les  convem'a  que  él  fuese  á  encontrar  á  Bolívar  "para 
manif^tarle  verbalmente  el  estado  del  país,  y  la  necesidad  de  su 
presencia,  ó  sus  disposiciones^". 

£1  3  de  mayo  publica  Páez  una  proclama  anunciando  que 
reasume  el  empleo  de  Comandante  General . . .  Cuarenta  años  des- 
pués dirá  en  su  Autobiografía:  "En  hora  menguada  para  mí, 
reasumí  el  mando  de  que  se  me  había  suspendido  tan  injustamente, 
y  ya  dado  el  primer  paso,  era  necesario  ser  consecuente  con  el  error 
cometido  ¡8".  Semejante  confesión,  por  honrosa  que  parezca,  viene 
solamente  del  contradictorio  criterio  con  que  suelen  juzgar  las  re- 
voluciones los  hombres  públicos,  ora  las  hagan  ellos  mismas,  como 
Páez  en  1826,  ó  ya  tengan  que  reprimirlas,  como  el  propio  Páez 
durante  sus  períodos  presidenciales. 

Otras  municipalidades  se  adhirieron  en  seguida  á  la  revolución 
iniciada  por  la  de  Valencia.  La  de  Caracas,  no  obstante  su  acuerdo 
del  16  de  enero,  que  sirvió  de  fundamento  para  acusar  á  Páez,   se 

1.  Carta  á  Bolívar,  12  de  mayo. 

2.  Esto  dice  el  pasaporte  expedido  á  Pefialver  y  al  capitán  José  Austria  por 
el  jefe  de  estado  mayor,  Francisco  Carabafío:  3  de  setiembre. 

3.  Tomo  I,  p.  363. 

Fortoul,  Historia  Constitudonal.  26 


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—    402    — 

apresuró  á  reconocerlo  por  Comandante  General  en  su  acta  del 
5  de  mayo^  añadiendo  que  adhería  á  "los  principios  y  causas  pro- 
clamados por  la  municipalidad  y  pueblo  de  Valencia".  Y  para  dis- 
culparse de  tan  evidente  contradicción,  declara  después,  el  2  de 
octubre,  "que  su  referida  exposición  del  16  de  enero,  fué  sólo  ex- 
citada del  deseo  de  hacer  capaz  á  la  Cámara  de  Representantes 
del  desagrado  con  que  los  habitantes  de  Caracas  veían  la  formación 
de  las  milicias,  y  los  fatales  resoltados  que  podrían  seguirse  de  la 
ejecución  del  decreto  del  Ejecutivo;  pero  nunca  con  la  mira  de 
tomar  esta  corporación  el  carácter  de  acusadora  de  S.  E.  el  general 
Páez,  á  quien  ha  conceptuado  como  el  baluarte  inexpugnable  de 
las  libertades  públicas  ..."  —  La  exacta  explicación  de  este  cambio 
de  táctica  es  que,  el  partido  formado  en  Caracas  desde  1821,  y  con 
ramificaciones  ya  en  otras  ciudades,  comprendió  en  seguida,  que 
apoyando  la  rebelión  de  Páez  multiplicaría  sus  fuerzas,  para  pro- 
pagar en  todo  el  territorio  el  movimiento  reformista  contra  la  cons- 
titución de  Cúcuta. 

En  efecto,  volvió  á  reunirse  la  municipalidad  de  Valencia  el 
11  de  mayo,  con  asistencia  de  dos  caraqueños,  José  Núñez  de  Cá- 
ceres  y  Pedro  Pablo  Díaz,  diputados  "para  tratar  del  arreglo  sobre 
la  marcha  del  Gobierno  y  administración  actual".  Asistió  también, 
en  calidad  de  asesor  ad  hoc,  el  Dr.  Miguel  Peña,  consejero  íntimo 
de  Páez;  y  se  acordó:  que  los  pueblos  estaban  resueltos  á  acelerar 
la  época  prevenida  por  la  constitución  para  proponer  las  reformas 
que  debieran  adoptarse;  que  se  enviase  un  comisionado  cerca  del 
Libertador,  á  suplicarle  su  paso  á  Venezuela  y  la  interposición  de 
su  influjo  con  los  demás  Departamentos  á  fin  de  convocar  en  se- 
guida la  Gran  Convención  que  la  constitución  había  previsto  para 
1831;  que  Páez  continuase  en  el  mando  de  Venezuela  con  la  de- 
nominación de  Jefe  Civil  y  Militar,  mientras  lo  exigiesen  las  cir- 
cunstancias, las  que  se  esperaba  variarían  con  la  venida  del  Liber- 
tador Presidente;  y  que  entonces,  "ó  cuando  los  pueblos  de  Vene- 
zuela puedan  verificar  con  seguridad  su  asociación,  sean  convocados 
según  las  bases  que  se  establezcan,  para  deliberar  acerca  de  la  forma 
del  gobierno  que  sea  más  adaptable  á  su  situación,  á  sus  costumbres 
y  producciones." 

El  14  de  mayo  presta  Páez  juramento  ante  la  municipalidad 
valenciana,  de  cumplir  y  hacer  cumplir  las  leyes  establecidas,  "con 
condición  de  no  obedecer  las  nuevas  órdenes  del  Gobierno  de  Bo- 
gotá"; y  el  29  de  mayo,  en  sesión  solemne  de  la  municipalidad  de 
Caracas,  juran  ante  Páez  las  altas  autoridades  del  Departamento:  — 
el  general  Santiago  Marino,    segundo   jefe  militar,    el  Dr.  Cristóbal 


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—    403    — 

Mendoza,  Intendente,  el  Dr.  Suárez  Aguado,  Provisor  y  Vicario  capi- 
tular, el  Dr.  Francisco  Javier  Yanes,  presidente  de  la  Corte  Su- 
perior, etc. 

En  los  tres  meses  siguientes,  todo  pasa  en  conciliábulos,  po- 
lémicas y  preparaciones.  La  opinión  pública,  es  decir,  la  opinión  de 
la  clase  oligárquica,  porque  el  pueblo  sigue  siendo  pasivo,  no  tiene 
rumbo  bien  determinado,  como  no  sea  el  de  lograr  la  autonomía  de 
la  antigua  Capitanía  Genaral.  Unos  desean  mantener  la  integridad 
de  Colombia,  siempre  que  se  reforme  la  constitución  de  Cúcuta  en 
sentido  descentralizador;  otros  quieren  que  se  convoque  cuánto 
antes  la  Convención  nacional,  para  discutir  en  ella  la  forma  de 
gobierno;  otros  piden  el  sistema  federativo  á  imitación  de  los 
Estados  Unidos;  otros  prefieren  una  confederación  de  Venezuela, 
Nueva  Granada  y  Ecuader;  algimos  propagan  el  régimea  constitu- 
cional boliviano,  con  su  Presidencia  vitalicia;  todos  están  pendientes 
de  lo  que  resuelva  el  Libertador,  éstos  para  obedecerle,  aquéllos 
para  irse  más  adelante  en  el  camino  de  la  rebelión.  Páez,  aconse- 
jado por  Peña,  se  prepara  á  todo  evento,  y  en  julio  va  á  Apure  á 
asegurarse  de  la  fidelidad  de  sus  llaneros^. 

Entre  tanto,  Bolívar  hat)ía  despachado  desde  Lima  (el  1<^  de 
junio)  á  su  primer  edecán  el  coronel  Daniel  Florencio  O'Leary,  con 
el  encargo,  entre  otros,  de  manifestarle  al  Vicepresidente  Santander, 
que  no  le  parecía  político  se  juzgase  á  Páez  por  los  sucesos  de 
Caracas.  Santander  le  da  instrucciones  el  14  de  julio  para  seguir 
á  Venezuela  é  insinuarle  á  Páez,  de  parte  del  Libertador  y  del 
Gobierno,  la  manera  de  restablecer  el  orden  constitucional^.  "Puede 
el  general  Páez  en  una  proclama  excusar  su  conducta,  en  prestarse 
al  imperio  de  las  circunstancias;  anular  todo  lo  que  se  ha  hecho 
contra  las  leyes,  del  30  de  abril  para  acá;  declarar  que  el  Departa- 
mento de  Venezuela  está  como  antes  sumiso  al  Gobierno  colom- 
biano, y  manifestar  que  el  mismo  general  Páez  se  somete  á  las 
leyes  y  al  mismo  Gobierno,  con  la  decisión  y  buena  voluntad  con 
que  había  estado  hasta  el  día  30  de  abril.     Aquí  puede  sugerirle  y 


1 .  Hubo  también  el  proyecto,  aunque  no  se  le  dio  curso,  de  revivir  la  antigua 
rivalidad  de  castas.  *£1  Dr.  Pefia  ha  trabajado  bastante  por  la  opinión  de  la  gente 
de  coWr,  y  para  identificarlos  cuando  lo  creyese  necesario :  para  conseguirlo  ha  dicho 
con  pubÚcidad  que  el  Gobierno  de  Bogotá  había  declarado  la  persecución  del  general 
Páez  y  la  suya,  por  sólo  el  motivo  de  ser  pardos  y  no  ser  indiferentes  á  la  suerte 
de  sus  semejantes;  que  respecto  de  él,  era  más  pública  la  persecución,  porque  tam- 
bién había  sido  Inás  público  su  interés  en  las  causas  de  Gadea  y  de  Infante**.  In- 
fonne  del  capitán  José  Austria  al  Gobierno  de  Bogotá,  13  de  octubre. 

2.  Nos  valemos  aquí  del  suprimido  tomo  III  de  las  Memorias  de  OXeary, 
que  empieza  con  un  capitulo  intitulado  Mi  Misión  á  Colombia. 

26* 


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—    404    — 

ayudarle  el  coronel  O'Leary  á  presentar  razones  y  argumentos  con 
que,  aunque  sea  aparentemente,  crea  el  general  Páez  que  excusa  su 
conducta  ^\  Insinuándole  además,  que  haga  salir  del  país,  ^^bajo  el 
disfraz  de  comisionados  ^\  á  las  personas  más  comprometidas,  como 
Peña  y  Carabaño,  quienes  podrán  más  tarde  pedir  permiso  para 
volver  á  Colombia;  que  el  Gobierno  dará  un  decreto  excusando  á 
las  municipalidades  rebeladas,  y  que,  en  último  caso,  podrá  Páez 
fingirse  enfermo  y  trasladarse  á  un  lugar  donde  no  haya  fuerza 
armada,  á  esperar  la  llegada  del  Libertador,  ofreciendo  el  Gobierno 
no  perseguirle.  Estas  instrucciones  las  dictó  Santander  de  acuerdo 
con  los  Ministros  venezolanos  José  Rafael  Revenga,  del  Exterior,  y 
Carlos  Soublette,  de  Guerra;  los  cuales,  si  bien  reprobaban  termi- 
nantemente la  conducta  de  Páez,  buscaban  también  una  solución 
conciliatoria^. 

El  18  de  julio  sale  O'Leary  de  Bogotá,  y  por  vía  de  Cúcuta, 
Mérida,  Tocuyo,  Barquisimeto  y  San  Carlos,  llega  á  Valencia  el  6  de 
agosto.  Pero  ya  había  marchado  Páez  á  los  llanos,  y  tuvo  que  se- 
guir hasta  8u  cuartel  general  de  Achaguas.  Del  19.  al  31  de  agosto 
hace  O'Leary  vanos  esfuerzos  por  traer  á  partido  al  astuto  llanero. 
Este  le  replica  que  su  conducta  no  h^  tenido  otro  fin  que  salvar  á 
Venezuela  de  la  anarquía;  que  la  naturaleza  de  las  cosas  exigía  su 
permanencia  en  el  mando;  "que  nadie  sentía  más  que  él  lo  sucedido; 
pero  que  ya  no  estaba  en  su  poder  remediarlo".  Convencido  de 
qne  toda  argumentación,  era  inútil,  toma  la  vuelta  el  comisionado, 
oon  la  impresión  de  que  Páez  temía  correr  la  suerte  de  Piar  y 
Leonardo  Infante,  quienes  según  él  habían  sido  víctimas  de  la  in- 
triga. "Me  ha  dicho  que  si  el  ejército  y  los  pueblos  lo  abandonan 
tomará  el  partido  de  Cisneros",  el  insurgente  del  Tuy  que  no  obe- 
decía ni  al  rey  ni  á  la  República^. 

Aprovechándose  de  la  ausencia  de  Páez,  los  amigos  de  Bolívar 
intentaron  una  contrarrevolución.  Pusiéronse  de  acuerdo  con  el 
coronel  Felipe  Macero,  comandante  del  batallón  Apure,  acuarte- 
lado en  Caracas,  para  prender  á  los  prohombres  civiles  del  movi» 
miento  separatista;   pero   se  descubrió   el  plan,   y   el  28  de  agosto 


1.  De  ambos  inserta  cartas  O'Leary.  En  la  de  Soublette  se  lee:  "Ya  U.  sabe 
la  historia  de  la  acusación  del  general  Páez;  no  ha  habido  intrigas,  ni  nada;  d 
general  Santander  ha  obrado  como  amigo  del  general  Páez,  sin  faltar  á  su  deber,  y 
el  Senado  ha  manifestado  la  más  grande  consideración  por  el  acusado:  todos  está- 
bamos seguros  de  su  triunfo,  y  cuánto  hubiera  ganado  la  nación  si  el  general  Páes 
se  presenta  en  la  barra  del  Senado  y  es  allí  absuelto!". 

2.  Bolívar  desaprobó  el  modo  con  que  desempeñara  O'Leary  su  misión,  y 
aun  creyó  que  se  había  convertido  en  instrumento  de  la  ya  tortuosa  política  de  San* 
tander,  á  quien  le  convenía  la  guerra  civil. 


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—    405    — 

Macero  y  sus  tropas  abandonaron  precipitadamente  la  capital, 
camino  de  Oriente,  para  no  obedecer  la  orden  que  desde  Valencia 
les  trasmitió  Marino  de  pasar  á  esta  ciudad.  En  su  precipitación 
no  lograron  prender  sino  al  Dr.  Andrés  Level,  dejando  escaparse 
á  sus  copartidarios  José  Núñez  de  Cáceres,  Pedro  Pablo  Díaz, 
Domingo  Navas  Spínola  y  Tomás  Lander. 

El  2  de  octubre  vuelve  á  las  andadas  la  municipalidad  de 
Caracas,  y  acordándose  del  método  adoptado  por  el  Ayuntamiento 
de  1810,  admite  en  su  seno,  con  voz  y  voto,  á  personas  extrañas, 
para  convertirse  en  verdadero  parlamento  político.  El  alcalde 
Jerónimo  Pompa  y  el  procurador  José  de  Iribarren  llaman  la  aten- 
ción del  cuerpo  á  "  la  necesidad  de  pronunciarse  de  un  modo  claro 
y  terminante  en  favor  del  sistema  federal".  José  María  de  Rojas, 
que  no  era  municipal,  indica  que  la  mejor  medida  en  las  actuales 
circunstancias  será  convocar,  por  medio  del  Intendente,  una  asam- 
blea plena,  á  la  que  concurran  las  personas  ^'más  caracterizadas  y 
notables  de  la  ciudad",  para  acordar  por  mayoría  el  modo  de 
adoptar  y  establecer  el  sistema  federal,  y  el  de  apresurar  ia  reunión 
de  la  Gran  Convención  de  Colombia.  Aprobado  Ig  cual,  pasa  una 
comisión  á  proponerle  al  Intendente  Mendoza  que  haga  la  convo- 
catoria. Mendoza  vacila;  alega  que  por  los  actos  que  han  precedido 
el  establecimiento  del  régimen  actual,  aceptado  y  sostenido  por  el 
general  Páez,  ^^se  ha  prevenido  siempre  la  puntual  observancia  d^ 
las  leyes;  que  no  hay  motivo  para  alterarla,  mucho  menos  sin  el 
conocimiento  del  mismo  jefe,"  y  solicita  que  éste  resuelva  si  debe 
convocarse  la  asamblea,  en  qué  forma  y  en  qué  tiempo  y  lugar.  El 
4. escribe  Páez  al  Intendente:  "Queriendo  dar  un  nuevo  testimonio 
á  toda  la  República  (de  Colombia)  y  á  todo  (sic)  el  mundo  entero,  de 
que  no  abrigo  siniestras  intenciones,  ni  las  miras  ambiciosas  que  los 
enemigos  de  nuestro  bienestar  han  querido  atribuirme  gratuitamente, 
puede  US.  acceder  á  la  solicitud  de  la  Corporación  Municipal,  y 
disponer  que  en  este  mismo  día  se  publique  el  bando  para  la  con- 
vocatoria de  la  asamblea".    Lo  que  hizo  al  punto  Mendoza. 

Reunida  el  día  5,  en  la  iglesia  del  convento  de  San  Francisco, 
se  concede  el  derecho  de  palabra  y  voto  á  las  personas  que  tengan 
las  cualidades  de  sufragantes  parroquiales.  Se  aprueba  "por  unánime 
aclamación,"  á  propuesta  de  Pedro  Machado  y  Gabriel  Camacho:  — 
que  es  voto  general  de  los  venezolanos  "el  sistema  popular  repre- 
sentativo federal,  como  se  halla  establecido  en  los  Estados  Unidos 
de  la  América  del  Norte,  en  cuanto  sea  compatible  con  las  costum- 
bres, climas  y  particulares  circunstancias  de  los  pueblos  que  forman 
la  República  de  Colombia".    Pide   entonces  Mendoza,   que  se  dis- 


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—    406    — 

cuta  y  acuerde  "el  medio  más  útil  de  adoptar  y  establecer  el  sis- 
tema federal".  Rojas  propone,  como  medio  práctico,  que  se  forme 
una  asamblea  provincial  con  representantes  de  todas  las  municipa- 
lidades, para  que  pida  al  congreso  y  al  Gobierno  la  convocatoria 
de  la  Gran  Convención.  Y  así  se  acuerda,  con  la  adición  de  An- 
drés Narvarte  de  que,  "  pues  se  había  aclamado  la  integridad  de  la 
República  de  Colombia,  no  se  altere  su  constitución  y  leyes,  entre 
tanto  se  consiguen  las  reformas,  excepto  en  la  parte  que  sea  abso- 
lutamente indispensable,"  y  que  la  asamblea  provincial  se  instale  el 
1<>  de  noviembre.  Se  acuerda,  por  último,  que  se  trasmita  testi- 
monio de  esta  acta  al  Libertador  Presidente,  "á  quien  los  pueblos 
'  han  invocado  como  su  mediador  en  la  presente  solicitud." 

Reúnense  en  la  fecha  indicada  los  diputados  de  los  cantones 
de  la  provincia  de  Caracas:  la  Guaira,  Petare,  Sabana  de  Ocumare, 
Orituco,  Santa  Lucía,  Villa  de  Cura,  Maracay,  Cancagua,  La  Victoria, 
Guarenas,  San  Sebastián,  Calabozo;  faltando,  por  ser  opuestas  ala 
revolución,  las  personas  nombradas  en  representación  de  Río  Chico 
y  Turmero,  á  saber,  José  Manuel  Paz,  José  María  Llamosas  y  el 
general  Pedro  Bricefio  Méndez.  Examinadas  las  credenciales,  se 
nombra  presidente  al  Dr.  Cristóbal  Mendoza.  En  seguida  Iribarren, 
que  en  todos  estos  sucesos  capitaneaba  á  los  más  radicales  é  im- 
pacientesj  pide  que  se  discuta  acto  continuo  una  representación 
ftuya,  relativa  ."al  estado  y  circunstancias  actuales  de  la  República"; 
pero  se  aplaza  la  materia  para  la  próxima  sesión.  Que  se  efectuó 
el  2  de  noviembre  en  la  iglesia  de  San  Francisco.  Se  lee  la  re- 
presentación de  Iribarren,  según  la  cual:  la  República  de  Colombia 
está  de  hecho  disuelta;  Bolívar,  "el  primer  hombre  de  la  revolu- 
ción," recomienda  la  constitución  boliviana,  "  que  destruye  las  liber- 
tades públicas  y  el  objeto  primordial  de  la  Independencia";  ya  no 
es  hoiti  de  "hacer  peticiones  á  un  Gobierno  que  no  existe  y  á  un 
congreso  que  no  se  reunirá";  es  tiempo  de  tomar  un  acuerdo  de- 
finitivo y  "hacer  marchar  sin  demora  los  progresos  del  sistema 
federal,  ya  sancionado  irrevocablemente  por  la  asamblea  popular 
del  5  de  octubre".  Pide  también  Iribarren,  que  se  lean  las  actas 
de  varias  ciudades  colombianas,  las  cartas  escritas  recientemente 
por  Bolívar  á  sus  amigos  y  cualesquiera  documentos  relativos  al 
estado  de  la  República;  citándose  además  á  Antonio  Leocadio  Guz- 
mán  —  que  acababa  de  llegar  del  Perú  —  para  que  informe  sobre 
las  instrucciones  que  le  haya  dado  el  Libertador. 

El  3  de  noviembre  se  da  lectura  á  la  constitución  boliviana,  á 
las  actas  de  Guayaquil,  Panamá  y  Cartagena,  y  á  algunas  cartas  de 
Bolívar.    Luego   comparece    Guzmán  y  dice,    en  sustancia:  que  el 


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—    407    — 

Libertador  le  había  comisionado  para  entregar  varias  cartas  á 
sus  amigos;  para  recomendar  á  los  pueblos  la  conservación  del 
orden  y  tranquilidad  á  toda  costa;  para  decirles  "que  su  espadaño 
se  mancharía  jamás  con  la  guerra  civil",  y  que  de  ningún  modo  se 
oponía  á  las  reformas,  y  antes  bien  contribuiría  á  efectuarlas,  si 
era  esa  la  voluntad  de  la  mayoría  popular;  que  "el  Libertador,  al 
recomendar  la  constitución  boliviana,  no  hacía  otra  cosa  que  mani- 
festar su  opinión  particular,  como  podía  hacerlo  libremente  cual- 
quier otro  ciudadano,  sometiéndose  siempre  á  la  voluntad  de  los 
pueblos,  así  como  lo  hizo  también  en  Guayana  y  en  Cúcuta,  á  cuyos' 
congresos  había  presentado  los  mismos  proyectos,  sin  que  por  esto 
hubiese  pretendido  que  prevaleciese  su  opinión";  que  no  aspiraba  á 
la  reelección  presidencial;  que  el  Libertador  no  lo  había  éncar^  , 
gado  —  como  erróneamente  se  decía  —  de  redactar  una  constitu-  ^' 
ción  para  Colombia,  calcada  sobre  la  de  Bolivia;  que  había  recomen- 
dado á  varios  amigos  que  escribiesen  sobre  ésta,  y  al  mismo  Guz- 
mán  le  recomendó  "viese  si  podía  sacar  algo  (sic)  que  apoyase  la 
opinión  de  ese  pensamiento  suyo,  trayendo  á  la  vista  las  que  sir- 
viesen á  otros  Estados^".  Con  este  discurso  se  calma  por  de  pronto 
la  oposición  personal  á  Bolívar,  y  se  nombra  á  los  diputados  An- 
drés Narvarte,  José  Santiago  Rodríguez,  Pedro  Machado  y  Martín 
Tovar,  para  que  formulen  la  representación  que  ha  de  dirigirse  at 
congreso,  pidiendo  reformas.  ..     ^ 

Pero  no  cejó  en  su  empeño,  el  partido  radical,  de  romper  todo 
lazo  con  el  Gobierno  central  de  la  República.  A  propuesta  de  Iri- 
barren,  y  por  subsecuente  decreto  de  Páez,  se  reúne  en  Caracas 
otra  asamblea  popular  el  7  de  noviembre.  Pronúncíanse  discursos 
en  favor  del  sistema  federal  y  aconséjase  que  Venezuela  se  cons- 
tituya en  seguida,  sin  esperar  la  instalación  del  congreso  nacional. 
Interviene  Páez  en  el  debate  y  expone:  que  desde  el  30  de  abril 
ha  jurado  no  obedecer  al  Gobierno  de  Bogotá,  y  está  resuelto  á 
cumplir  su  juramento;  y  que  si  el  pueblo  de  Caracas  está  igual- 
mente decidido  á  tomar  medidas  para  su  constitución  ú  organización, 
no  será  obstáculo  la  autoridad  que  se  le  ha  confiado.  La  asamblea 
resuelve:  "que  para  dar  al  cuerpo  constituyente  de  Venezuela  el 
mayor  grado  posible  de  popularidad  y  legitimidad  en  su  represen- 
tación, se  recomiende  á  S.  E.  el  Jefe  Civil  y  Militar  libre  por  sí 
las  órdenes  convenientes  para  la  reunión  de  los  colegios  electorales 
existentes,  y  que  deben  formarse  donde  no  los  haya,  dé  las  Pro- 
vmcias   que   están  bajo   sus  órdenes,   en   el  modo   y  términos  que 

1.  Véase  arriba,  p.  347,  lo  que  escribió  Guzmán  en  Lima  sobre  la  constitución 
boliviana. 


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estime  oportunos,  á  fia  de  que  arreglándose  aquéllos  á  la  consti- 
tución y  leyes  vigentes  en  orden  á  las  calidades  y  número  de  los 
representantes  que  deben  formar  el  congreso  de  Colombia,  elijan 
otros  tantos  para  que  concurran  al  lugar  y  en  el  día  que  se  les 
designe  por  S.  E.;  y  que  igual  invitación  se  haga  á  todas  las  Pro- 
vincias que  están  comprendidas  en  el  territorio  de  la  antigua  Vene- 
zuela, para  que  si  tuvieren  á  bien  unirse  bajo  un  mismo  pacto  á  la 
nueva  organización  del  Estado,  envíen  sus  representantes,  que  serán 
recibidos  como  hermanos,  aun  después  que  se  hayan  principiado 
las  sesiones". 

En  Valencia  se  reúne  otra  asamblea  el  10  de  noviembre,  con 
diputados  de  las  municipalidades  de  la  provincia  de  Carabobo,  á 
saber:  Valencia,  Puerto  Cabello,  Yaritagua,  Nirgua,  Quíbor,  Ocumare 
de  la  Costa,  San  Carlos,  Tocuyo,  Pko,  San  Felipe,  Barquisimeto, 
Araure  y  Carora;  y  se  resuelve:  que  es  llegado  el  tiempo  para 
tratar  de  la  forma  de  gobierno  más  adaptable  á  las  provincias  vene- 
zolanas; que  al  efecto,  el  Jefe  Civil  y  Militar  convoque  á  asamblea 
general  los  Departamentos  que  están  bajo  su  mando;  que  se  con- 
firme á  Páez  en  la  autoridad  que  viene  ejerciendo,  y  también 
"á  S.  E.  el  Libertador  Presidente  en  todos  los  títulos  de  conside- 
ración, amor,  respeto  y  confianza  expresados  en  el  acta  de  11  de 
^^yOi  y  que  son  inseparables  de  los  venezolanos  hacia  su  persona, 
x:omo  un  nuevo  testimonio  de  nuestra  gratitud  por  el  comportamiento 
imparcial  y  la  deferencia  á  los  deseos  de  estos  pueblos  que  han 
solicitado  las  reformas".  —  Lo  último  fué  porque  estaba  ya  anun- 
ciada la  próxima  llegada  de  Bolívar. 

A  13  de  noviembre,  Páez  expide  un  decreto  señalando  el 
10  de  diciembre  para  la  reunión  de  los  colegios  electorales  en  las 
capitales  de  provincia,  y  el  10  de  enero  para  que  se  instale  en 
Valencia  el  congreso  constituyente. 

Entre  tanto,  Páez  venía  ejerciendo  su  autoridad  sin  sujeción 
á  ninguna  ley.  El  10  de  junio  restablece  la  casa  de  moneda  de 
Caracas,  que  el  Gobierno  había  suprimido.  El  25  de  julio  prohibe 
la  circulación  de  papeles  impresos  y  cartas  procedentes  de  los  De- 
partamentos limítrofes,  bajo  pena  de  ser  consideradas  como  sospe- 
chosas las  personas  que  los  guarden  ó  propaguen;  y  á  tal  extremo 
lleva  esta  medida,  que  el  Cónsul  de  Inglaterra  se  queja  duramente 
(26  de  setiembre)  de  que  él  y  sus  nacionales  no  reciben  su  corres- 
pondencia particular.  El  3  de  agosto  da  un  reglamento  sobre  los 
jueces  que  han  de  conocer  de  las  causas  civiles,  y  de  las  crimi- 
nales por  delitos  comunes,  fundándose  en  que  se  había  impuesto 
"el  fuero  de  guerra  á  los  individuos   alistados   en   los   cuerpos  de 


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_    409    — 

milicia  reglada''.  El  25  de  noviembre  ordena  al  presidente  de  la 
Corte  Superior  de  justicia,  cuya  residencia  legal  era  Caracas,  que 
se  traslade  en  seguida  á  Valencia,  con  los  ministros  de  la  Corte  y 
sus  dependientes  y  archivos,  "por  convenir  así  al  mejor  servicio 
público''.  En  la  misma  fecha  declara  el  territorio  en  estado  de 
asamblea,  y  confiere  el  ejercicio  de  toda  autoridad  á  los  jefes  mili- 
tares, para  que  vigilen,  persigan  y  castiguen  "á  cuantos  de  algún 
modo  contrariaren  la  ejecución  y  cumplimiento  del  sistema  de 
gobierno  popular  representativo  federal,  proclamado  unánimemente  por 
el  voto  libre  de  los  mismos  pueblos,  no  menos  que  de  constituir  á 
Venezuela  en  un  Estado".  Por  último,  al  Intendente  Mendoza,  que 
había  puesto  algunos  reparos  á  tantas  medidas  arbitrarias,  y  á  pesar 
de  la  forma  que  empleara,  tan  moderada  como  prudente,  lo  destituye 
d  25  de  noviembre,  le  expide  pasaporte  para  el  extranjero  y  lo  reem- 
plaza el  27  con  el  antiboliviano  Echezuría^. 

Estaba  á  punto  de  estallar  la  guerra  civil.  El  21  de  noviembre,  el 
batallón  de  Granaderos  se  pronuncia  en  Puerto  Cabello  contra  las 
actas  revolucionarias  de  Valencia  y  Caracas;  á  insinuación  del  coronel 
Sebastián  Boguier  proclama  á  Bolívar  supremo  "mediador"  en  el. 
proceso  de  reformas,  y  el  24  se  pone  á  las  órdenes  de  Pedro  Bri- 
ceño  Méndez,  que  se  encontró  allí  de  paso  á  su  vuelta  del  congreso 
de  Panamá.  Las  plazas  de  Cumaná  y  Angostura  y  la  municipalidad 
de  Maracaibo  se  decían  también  fieles  al  Gobierno  constitucional,  ó 
reconocían  por  única  autoridad  legítima  la  del  Libertador  Presidente. 
Pero  se  aplazó  todo  plan  con  la  noticia  de  que  Bolívar  había  sa- 
lido de  Bogotá  camino  de  Venezuela. 

Páez  se  apresura  á  decir  en  una  proclama  fecha  á  15  de  di- 
ciembre: "Cesaron  todos  nuestros  males:  el  Libertador,  desde  el 
centro  del  Perú  oyó  nuestros  clamores  y  ha  volado  á  nuestro  so- 
corro ...  El  viene  para  nuestra  dicha;  no  para  destruir  la  autoridad 
civil  y  militar  que  he  recibido  de  los  pueblos,  sino  para  ayudarais 
con  sus  consejos,  con  su  sabiduría  y  consumada  experiencia,  á  per- 
feccionar la  obra  de  las  reformas  . . .  Venezolanos,  olvidad  vuestros 
males:  el  gran  Bolívar  está  con  nosotros."  Entusiasmo  ficticio. 
Páez  recelaba  de  las  intenciones   de   Bolívar,   á   quien  no   da   si- 


1.  Mendoza  regresa  de  San  Thomas  y  vuelve  á  encargarse  de  la  Intendencia 
en  enero,  estando  ya  Bolívar  en  Caracas.  A  los  pocos  meses  dio  Páez  una  prueba 
de  habilidad  política  reconciliándose  definitivamente  con  aquel  austero  patricio.  De 
quien  dijo  después  en  carta  á  Bolívar  (21  de  enero,  1828):  "Me  he  opuesto  á  que 
el  Dr.  Mendoza  vaya  á  la  Convención  (de  Ocaña)  como  representante  elegido  de  la 
provincia  de  Mérida:  dejando  Mendoza  el  puesto,  se  abre  la  puertü  á  la  corrupción 
y  mtla  fe  de  los  empleados:  este  hombre  les  impone  respeto  por  su  saber,  pro- 
bidad y  severidad,  y  tiene  también  á  los  godos  en  continuas  zozobras*'. 


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—    410    — 

quiera  el  titulo  de  Presidente.  El  26  de  diciembre  comisiona  al 
Dr.  Miguel  Peña  y  al  coronel  José  Hilario  Cistiaga  para  que  vayan 
á  su  encuentro  á  manifestarle  "el  propósito  firme  y  resuelto  con 
que  la  masa  del  pueblo  juró  desde  el  30  de  abril  no  reconocer  más 
el  Gobierno  de  Bogotá  ni  obedecer  sus  órdenes";  y  la  necesidad 
de  que  el  Libertador  haga  una  declaración  oficial  de  respeto  al 
voto  popular,  ó  no  pase  la  frontera  antes  de  que  el  mismo  Páez  no 
vaya  á  adoptar  con  él  de  mutuo  acuerdo  las  medidas  conducentes 
á  evitar  desgracias.  Al  propio  tiempo  escribe  al  coronel  J.  A.  Cala, 
Gobernador  de  Barinas:  "Si  el  Libertador  se  introduce  entre  nosotros 
ante«  de  haber  dado  las  garantías  que  le  exijo,  en  la  forma  más 
pública  y  solemne,  estamos  expuestos  á  los  mayores  desastres,  y 
por  lo  tanto  es  menester  que  no  entre  sin  un  convenio  preliminajr 
que  asegure  la  suerte  del  país  y  nos  asegure  á  todos  . . .  Anhelo 
por  saber  su  entrada  en  esa  ciudad,  y  si  ha  costado  sangre."  Y  el 
29  de  diciembre  escribe  al  coronel  Comelio  Muñoz  la  siguiente 
carta,  que  pinta,  mejor  que  ningún  comentario,  -al  receloso  llanero. 
"Mi  querido  compadre.  —  El  velo  se  ha  descorrido.  El  general 
"Bolívar,  después  de  las  protestaciones  más  sinceras  de  amistad,  y 
"del  deseo  de  salvar  la  patria,  viene  con  el  puñal  en  la  mano. 
"Acaba  de  llegar  de  Barquisimeto  el  coronel  Torrellas,  quien  ha 
"sido  sorprendido  por  un  edecán  del  general  Bolívar  (Férguson) 
"con  un  corto  número  de  hombres  seducidos  del  país,  y  le  ha 
"intimado  arresto;  mis  comisionados  Peña  y  Cistiaga  han  corrido 
"la  misma  suerte,  con  la  desgracia  de  no  haber  podido  escapar 
"  como  Torrellas.  Viene  en  nombre  del  Gobierno  de  Bogotá  hacién- 
"dole  rendir  homenaje  á  todos,  y  amenazando  á  los  rebeldes.  — 
"Ha  llegado,  pues,  el  instante  de  obrar;  prepárese  U.  y  ponga  al 
"país  en  una  actitud  guerrera  y  á  cubierto  de  cualquiera  invasión, 
"sem  d§  fuerza  ó  de  seducción.  Firmeza,  compadre;  esta  fea  la  que 
"nos  va  á  salvar;  esta  es  la  que  nos  ha  salvado  en  las  épocas  de 
"apuro  y  de  conflicto.  Nadie  tiene  más  experiencia  del  valor  de 
"los  apúrenos  que  yo;  este  valor,  este  heroísmo  ha  salvado  la 
"patria  en  otras  ocasiones;  ahora  le  afirmará  su  dicha.  —  El 
"punto  de  mis  operaciones  es  el  Apure;  con  él  pienso  vencer, 
"teniendo  á  mis  campaneros  antiguos.  Cuidado,  compadre,  no 
"se  dejen  alucinar;  horcas  y  patíbulos  viene  levantando  contra 
"nosotros;  opongámosle  firmeza,  lanzas  y  espadas,  y  derribare- 
"mos  su  poder;  él  es  una  sirena  que  piensa  halagamos  con  pa- 
"labras  de  miel;  los  hombres  fuertes  no  se  rinden  á  esta  arma 
"débil.  —  Señale  ésta  á  todos  nuestros  compañeros,  y  dígales  que 
"cuento  con  todos,  todos,  todos,  y  que  no  se   fíen  del  nombre  de 


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—    411     — 

"Bolívar,   porque   con  él   vienen  sorprendiéndonos   para   llevamos 
"amarrados  á  Bogotá.'' 

Los  comisionados  de  Páez  encontraron  en  Barquisimeto  al 
coronel  Férguson,  á  quien  Bolívar  adelantó  desde  Cúcuta.  Férguson 
los  detuvo  y  despachó  á  Maracaibo.  De  aquí  marchó  Bolívar  á 
Coro,  donde  leyó  la  proclama  de  Páez,  y  le  «scribió  en  seguida  una 
extensa  carta  (23  de  diciembre),  que  es  modelo  á  un  tiempo  de 
severidad  y  de  amistoso  reproche.  "¿Qué  podré  yo  hacer  como 
"ciudadano?  ¿Como  podré  yo  apartarme  de  los  deberes  de  magis- 
"trado?  ¿Quién  ha  disuelto  á  Colombia  con  respecto  á  mí  y  con 
"respecto  á  las  leyes?  El  voto  nacional  ha  sido  uno  solo:  re- 
" formas  y  Bolívar.  Nadie  me  ha  recusado;  nadie  me  ha  degra- 
"dado.  ¿Quién,  pues,  me  arrancará  las  riendas  del  mando?  ¡Los 
"amigos  de  usted,  usted  mismo!  La  infamia  sería  mil  veces  más 
"grande  por  la  ingratitud  que  por  la  traición.  No  lo  puedo  creer. 
"Jamás  concebiré  que  usted  lleve  hasta  ese  punto  la  ambición  de 
"  sus  amigos  y  la  ignominia  de  su  nombre.  No  es  posible,  General, 
"que  usted  me  quiera  ver  humillado  por  causa  de  una  banda  de 
"tránsfugas,  que  nunca  hemos  visto  en  los  combates.  No  pretenda 
"  usted  deshonrar  á  Caracas,  haciéndola  aparecer  como  el  padrón  de 
"la  infamia  y  el  ludibrio  de  la  ingratitud  misma.  ¡Qué  no  me  deben 
"todos  en  Venezuela!  ¿Hasta  usted  no  me  debe  la  existencia?  • . . 
"Lo  que  más  me  asombra  de  todo,  es  que  usted  no  habla  una 
"palabra  de  mi  autoridad  suprema,  ni  de  mediador.  Usted  me  ha 
"llamado,  y  ni  siquiera  me  escribe  una  letra  después  de  tan  graves 
"  acontecimientos . .  •  Crea  usted,  General,  que  á  la  sombra  del 
"misterio  no  trabaja  sino  el  crimen.  Quiero  desengañarme:  deseo 
"saber  si  usted  me  obedece  ó  no,  y  si  mi  patria  me  reconoce  por 
"  su  jefe  . ; .  Querido  Greneral,  conmigo  será  usted  todo,  todo,  todo. 
"Yo  no  quiero  nada  para  mí;  así  usted  lo  será  todo,  sin  que  sea  á 
"  costa  de  mi  gloria,  de  una  gloria  que  se  ha  fundado  sobre  el  deber 
"y  el  bien...  Crea  usted  que  no  pretendo  ni  pretenderé  jamás 
"  hacer  triunfar  un  partido  sobre  otro,  ni  en  la  Convención,  ni  fuera 
"de  ella.  No  me  opondré  á  la  federación:  tampoco  quiero  que  se 
"  establezca  la  constitución  boliviana.  Sólo  quiero  que  la  ley  reúna 
"  á  los  ciudadanos,  que  la  libertad  los  deje  obrar,  y  que  la  sabiduría 
"los  guíe,  para  que  admitan  mi  renuncia,  y  me  dejen  ir  lejos,  muy 
"lejos  de  Colombia...  Adiós,  mi  querido  General.  Yo  parto 
"mañana  para  Puerto  Cabello:  allí  espero  la  respuesta  de  usted. 
"Puerto  Cabello  es  un  gran  monumento  de  su  gloria.  ¡Ojalá  que 
"allí  se  alce  tanto  que  pase  la  mía!  Este  voto  es  sincero,  porque 
"no  tengo  envidia  de  nadie." 


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—    412    — 

Cuatro  días  antes,  Bolívar  había  dado  un  decreto  disponiendo, 
en  virtud  de  las  facultades  extraordinarias  que  ejercía,  que  los  De- 
partamentos de  Venezuela,  Maturín,  Orinoco  y  Zulia  quedaban  su- 
jetos á  su  autoridad  inmediata,  y  agregando  que  convocaría  los  co- 
legios electorales  para  que  declararan  cuándo,  dónde  y  en  qué  tér- 
minos querían  celebrar  la  Gran  Convención  nacional.  Mas  no  era 
ya  posible,  ni  restablecer  en  Venezuela  el  régimen  constitucional,  ni 
devolverle  á  Colombia  la  unidad  de  gobierno  que  pretendieron  im- 
plantar los  constituyentes  de  Cúcuta.  El  partido  revolucionario  de 
Caracas  y  Valencia  estaba  resuelto  á  no  cejar  en  su  empeño  de 
disolver  la  República,  acorde  en  esto  con  el  partido  revolucionario 
de  los  Departamentos  del  Sur,  y  con  las  ideas  políticas  del  mismo 
Vicepresidente  Santander.  Y  si  en  Venezuela  podía  la  revolución 
acordar  una  tregua  momentánea,  mientras  permaneciese  allí  Bolívar, 
cierto  era,  con  todo,  que  no  retrocedería  al  estado  de  legalidad, 
roto  definitivamente  en  Valencia  el  30  de  abril.  Por  otra  parte,  la 
sumisión  de  Páez  no  podía  tampoco  diu'ar  luego  que  Bolívar  se 
ausentase.  Este  debió  comprenderlo  así  al  llegar  á  Cúcuta,  donde 
recibió  informes  de  su  viejo  y  fiel  amigo  Peñalver,  en  cuyo  buen 
criterio  tenía  gran  confianza.  Desde  TrujiUo  le  escribía  el  11  de 
octubre,  que  Páez  había  estado  de  buena  fe  dispuesto  á  obedecerle 
en  todo  mientras  no  influyeron  en  él  las  malas  ideas  de  sus  con- 
sejeros el  Dr.  Peña  y  el  coronel  Francisco  Carabaño;  y  agregaba: 
*'Creo  que  debe  ser  tratado  con  mucha  suavidad  por  tí  y  por  el 
Gobierno,  pues  si  se  quiere  emplear  en  él  el  rigor  de  las  leyes,  y 
no  la  política,  pueden  muy  bien  resultar  las  más  funestas  conse- 
cuencias. Tú  conoces  más  que  nadie  los  elementos  de  que  se  com- 
pone nuestro  país;  cuyos  combustibles  inflamados  por  una  persona 
como  el  general  Páez,  harán  los  más  horribles  estragos  ^\  Esta  ad- 
vertencia, y  la  convicción  de  que  la  oligarquía  venezolana  estaba 
resuelta  á  desligarse  por  cualquier  modo  del  Gobierno  central  de 
Bogotá,  determinaron  á  Bolívar  á  emplear  medios  diplomáticos  y 
conciliatorios. 

Llega  á  Puerto  Cabello  el  31  de  diciembre,  y  el  1<>  de  enero 
publica  un  decreto  en  virtud  del  cual:  nadie  será  perseguido  ni 
juzgado  por  sus  actos,  discursos  ú  opiniones  con  motivo  de  las  re- 
formas; las  personas,  bienes  y  empleos  de  los  comprometidos  en 
esta  causa,  serán  garantidos  sin  excepción  alguna;  el  general  Páez 
seguirá  ejerciendo  la  autoridad  civil  y  militar  con  el  título  de  Jefe 
Superior  de  Venezuela,  y  el  general  Santiago  Marino  será  Inten- 
dente y  Comandante  General  de  Maturín;  inmediatamente  se  man- 
dará reconocer  y  obedecer  la  autoridad  del  Libertador  como  Presi- 


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—    413    — 

dente  de  la  Repittlica;  toda  hostilidad  coflietida  después  de  la  noti-» 
íicación  del  presente  decreto  será  juzgada  como  delito  de  Estado, 
y  castigada  según  las  leyes;  la  Gran  Convención  nacional  se  con- 
vocará conforme  al  decreto  expedido  el  19  de  diciembre,  para  que 
decida  de  la  suerte  de  la  República.  Al  día  siguiente  manda  Páez 
cumplir  este  decreto,  añadiendo:  que  quedaba  sin  efecto  el  suyo  de 
13  de  noviembre  acerca  de  un  congreso  venezolano  en  Valencia,  y 
que  todos  los  pueblos  debían  tributarle  ^^á  su  hijo  más  ilustre^'  los 
honores  del  triunfo  acordados  por  el  congreso  colombiano  para 
cuando  volviese  á  su  patria. 

El  3  de  enero  publica  Bolívar  en  Puerto  Cabello  una  proclama 
donde  dice:  "Ahoguemos  en  los  abismos  del  tiempo  el  año  de  veinte 
y  seis:  que  mil  siglos  lo  alejen  de  nosotros,  y  que  se  pierda  para 
siempre  en  las  más  remotas  tinieblas.  Yo  no  he  sabido  lo  que  ha 
pasado.  Colombianos,  olvidad  lo  que  sepáis  de  los  días  de  dolor, 
y  que  su  recuerdo  lo  borre  el  silencio"  ....  Y  el  astuto  llanero 
sabe  entonces  replicarle  al  Libertador,  en  la  comedia  política  que 
éste  se  veía  obligado  á  representar.  El  mismo  día  le  escribe  desde 
Valencia,  suplicándole  que  designe  inmediatamente  el  tribunal  ó  los 
jueces  que  deban  ocuparse  en  conocer  y  juzgar  la  acusación  ad- 
mitida por  el  Senado.  Bolívar  ordena  á  su  Secretario  General,  José 
Rafael  Revenga,  le  conteste  así:  "Conforme  al  decreto  de  antes  de 
ayer,  no  hay  culpables  en  Venezuela  por  causa  de  las  reformas,  y 
todo  juicio  sobre  lo  pasado  es  una  violación  de  una-  ley  sagrada 
que  garantiza  la  salud  de  todos".  El  4  de  enero  pasa  Bolívar  á 
Valencia,  á  donde  llega  en  compaílía  de  Páez,  que  había  salido  á 
recibirle  en  el  camino.  Juntos  entran  á  Caracas  el  10. 

La  entrada  fué  triunfal,  y  cariñoso  el  entusiasmo  con  que  la 
mayoría  de  los  caraqueños  aclamó  otra  vez  á  su  Libertador.  En  el 
banquete  que  le  ofreció  la  municipalidad  el  13  de  enero,  Páez  dijo 
entre  otras  cosas:  "El  Libertador  ha  colmado  la  medida  de  sus  bene- 
ficios, de  mi  gloria  y  hasta  la  de  su  poder;  ya  no  puede  darme  más : 
me  ha  dado  la  espada  con  que  ha  libertado  un  mundo  ^  » .  •  Ella  en 
mb  manos  no  será  jamás  sino  la  espada  de  Bolívar:  su  voluntad 
la  dirige:  mi  brazo  la  llevará.  Antes  pereceré  cien  veces,  y  mi 
sangre  toda  será  perdida,  que  esta  espada  salga  de  mi  mano,  ni 
atente  jamás  á  derramar  la  sangre  que  hasta  ahora  ha  libertado. 
Conciudadanos,  la  espada  de  Bolívar  está  en  mis  manos:  por  voso- 
tros y  por  él  iré  con  ella  hasta  la  eternidad.    Brindad  conmigo  por 


1.    Al  llegar  le  regaló    Bolívar  una  espada,    una  lanza    con  grabados  de  oro^ 
dos  caballos  peruanos  y  nn  neceser  de  campafia.     Autobiografía,  1. 1,  p.  478. 


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—    414    — 

la  inviolabilidad  de  este^ramento^\  Sonoras  palabras,  sonoras  y 
efímeras  como  la  tregua  del  festín. 

Bolívar  se  dedicó  á  mejorv  en  lo  posible  todos  los  ramos 
de  administración.  Apenas  había  ley  de  la  República  que  se 
cumpliese  eficazmente  en  Venezuela;  y  puede  afirmarse  que  á 
este  respecto,  su  unión  con  Nueva  Granada  fué  más  bien  motivo 
de  atraso  que  de  progreso. 

La  Universidad  de  Caracas  y  las  escuelas,  —  no  obstante  la 
protección  que  Bolívar  quiso  dispensarles  á  las  últimas  cuando 
desde  el  Perú  subvencionó  á  Lancáster  para  plantear  aquí  su  sis- 
tema de  educación,  —  vivían  de  un  modo  precario,  por  la  irregu- 
laridad con  que  se  pagaban  los  sueldos  de  los  profesores,  y  porque 
los  fondos  de  que  podía  disponer  Colombia  para  fomentar  la  ins- 
trucción científica,  se  empleaban  casi  todos  en  los  institutos  de  Bo- 
gotá. El  Libertador  se  apresuró  á  crear  rentas  propias  para  la 
Universidad  y  el  colegio  de  educandas  de  Caracas;  y  formó  una 
subdirección  de  estudios,  destinada  á  organizar  de  nuevo  la  ins- 
trucción. 

Estableció  también  una  diri^cción  de  manumisión,  con  el  fin 
de  que  se  cumpliese  eficazmente  la  ley  de  1821.  La  renta  desti< 
nada  á  manumisión  de  esclavos  debía  haber  alcanzado,  hasta  prin- 
cipios de  1827,  á  más  de  30,000  pesos;  pero  no  se  había  recaudado 
más  de  la  tercera  parte,  y  ésta  solía  invertirse  en  objetos  extraños 
á  su  destino.!. 

La  agricultura  y  la  cría  habían  perdido  su  prosperidad  de  los 
últimos  años  de  la  Colonia.  En  la  provincia  de  Barinas,  la  pro- 
ducción de  tabaco  bajó  de  28,000  quintales  por  año  á  poco  más  de 
3,000;  y  una  sola  casa,  Ackers  y  Huizi,  monopolizaba  las  cosechas, 
comprándolas  á  bajo  precio.  Ni  adelantaba  tampoco  el  cultivo  de 
café.  Solamente  los  productores  de  añil  extendían  sus  haciendas, 
animados  por  los  altos  precios.  En  1828,  el  Intendeote  Pedro  Briceño 
Méndez  escribe:  "El  jnal  principal  de  nuestra  agricultura  está  en 
que  ningún  hacendado  tiene  nada,  y  para  haber  de  coger  su  cosecha 
ó  limpiar  su  hacienda,  toma  créditos  á  interés  muy  subido,  habiendo 
llegado  á  pagarse  hasta  el  15%  mensual.  De  aquí  viene  que  todo 
el  provecho  pasa  al  usurero,  y  el  país  continúa  arruinándose,  porque 
nadie  puede  sembrar  un  árbol  más^\  La  necesidad  de  mantener  un 
ejército  permanente  durante  la  guerra  de  independencia;  el  enorme 
consumo  de  ganado  vacuno  y  caballar  que  hicieron  realistas  y  pa- 
triotas;  la   falta,   por   tantos   años,   de  garantías  personales  en  los 

1.  Memorias  de  la  Dirección  de  manumisión:  1^  de  octubre  de  1827  y  7  de 
enero  de  1828. 


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—    415    — 

campos,  y  el  abandono  de  los  pocos  caminos  que  existían,  casi 
agotaron  toda  fuente  de  riqueza.  Los  propietarios  de  haciendas 
que  no  distaban  más  de  dieciocho  leguas  de  Caracas,  tenían  que 
dar  la  mitad  de  sus  cosechas  al  que  les  llevaba  la  otra  mitad  al 
mercado;  y  los  demás  preferían  á  menudo  abandonarlas i.  Con  el 
objeto  de  remediar  estos  males,  Bolívar  prohibe  temporalmente  la 
exportación  de  ganado  vacuno  y  caballar;  reforma  en  sentido  liberal 
el  sistema  de  alcabalas,  y  dispone  que  no  las  paguen  sino  una  sola 
vez  los  frutos  de  exportación  ó  consumo. 

Era  igualmente  extrema  la  desorganización  de  la  hacienda; 
pues  los  sucesivos  Intendentes,  —  Soublette,  Toro,  Escalona,  Men- 
doza, —  aunque  hombres  probos  á  carta  cabal,  preferían,  ó  por 
error  ú  obligados  por  las  circunstancias,  el  sistema  de  dejar  hacer. 
"En  estos  Departamentos  —  informa  Revenga  —  la  hacienda  no 
existía  para  la  República:  s«  cobraban  real  ó  aparentemente  todas 
las  contribuciones,  pero  desaparecían  aun  antes  de  cobradas.  Se 
debe  muy  poco  de  las  directas;  pero  rarísimo  ha  sido  el  colector 
que  ha  rendido  cuentas,  ni  que  haya  publicado  lo  que  cada  uno 
debía,  ó  lo  que  había  recaudado.  Las  aduanas  litorales  no  pro- 
ducían ya  casi  nada  para  el  Estado.  La  renta  de  tabaco,  cuyos 
productos  llegaron  antes  en  estas  provincias  á  más  de  un  millón  y 
doscientos  mil  pesos,  apenas  producía  ahora  la  cuarta  parte."  En 
el  primer  trimestre  de  1827  se  debía,  sólp  en  Caracas  y  la 
Guaira,  aproximadamente  doscientos  mil  pesos.  En  la  Contaduría  de 
Caracas  no  se  habían  examinado  aún  las  cuentas  de  la  aduana  de 
la  Guaira,  correspondientes  á  1825,  ni  presentádose  las  de  1826. 
En  los  mismos  años,  la  aduana  de  Puerto  Cabello  no  dio  cuentas 
de  ningún  género.  Las  de  correos  de  1826  no  estaban  tampoco 
examinadas;  y  las  de  administración  del  ramo  de  tabacos  no  se 
habían  presentado  desde  1822^. 

Si  esto  sucedía  en  el  Departamento  de  Venezuela,  no  iban  mejor 
las  cosas  en  los  otros.  El  general  Rafael  Urdaneta,  Intendente  del  De- 
partamento delZulia,  escribe  en  marzo  de  1827:  "Estoy  en  la  absoluta 
imposibilidad  de  cubrir  los  presupuestos  mensuales,  con  los  pequeños 
productos  de  que  puedo  disponer.  Las  provincias  (Maracaibo,  Coro,  Mé- 
rida  y  Trujillo)  no  me  dan  nada;  lejos  de  eso,  tengo  que  ayudarlas  para 
sus  gastos,  y  esta  aduana,  que  es  nuestro  principal  apoyo,  está  redu- 
cida á  poco  más  de  nada  por  la  decadencia  del  comercio.  Las 
ejecuciones  que  se  han  trabado  contra  los  deudores,   que   á  la  vez 

1 .  Memoria  presentada  al  congreso  por  el  Secretario  General  de  Bolívar,  José 
Rafael  Revenga:  10  de  setiembre,  1827. 

2.  Memorias  del  Secretario  Revenga,  14  de  abril  y  23  de  mayo  de  1827. 


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—    416    — 

son  acreedores,  nos  han  producido  una  infinidad  de  disgustos,  de 
protestas  y  reclamos  contra  el  Gobierno;  y  por  último  poco  se  logra 
cobrar,  porque  ellos  hallan  un  medio  de  cubrir  sus  propiedades  bajo 
las  de  otros  que  no  son  deudores,  y  sólo  presentan  los  documentos 
que  tienen  contra  el  Gobierno.  La  confianza  se  ha  perdido  por  la 
suspensión  de  los  pagos,  y  no  hay  á  quien  se  le  pueda  pedir  un 
real  prestado,  porque  todo  el  mundo  llora  miseria . . ."  Igual  penuria 
en  las  provincias  orientales.  El  general  Bartolomé  Salóm,  Gober- 
nador de  Cumaná,  escribe  en  julio  de  1828,  que  al  encalatarse  del 
mando  no  encontró  *'un  medio  real  en  cajas'',  y  eran  incontables 
los  abusos  y  fraudes  de  la  administración  fiscal.  "La  tesorería 
tenía  sus  cuentas  con  más  de  dos  meses  de  atraso  •  .  .  Además, 
se  hallaban  retenidos  sin  despachar  más  de  cuarenta  expedientes  de 
los  años  25,  26,  27  y  28,  en  los  que  tiene  parte  el  Estado.  Jamás 
se  pasó  tanteo  ni  se  trataba  de  examinar  el  estado  en  que  se  hallaba 
aquella  oficina.  El  1<>  de  junio  (1828),  se  pasó  tanteo  al  cabo  de 
más  de  dos  años  que  no  se  hacía,  y  ya  giran  todos  los  expedientes 
retenidos,  llevando  el  trabajo  con  el  día  .  .  .  Maturín  y  las  costas 
del  Orinoco  han  estado  (bajo  el  anterior  gobierno  de  Marino)  entera- 
mente libres  para  hacer  lo  que  les  ha  dado  gana ....  De  Margarita 
(dominada  siempre  por  Arismendi)  nada  digo,  pues  en  mi  opinión 
debe  calcularse  como  segregada  de  Colombia"  ...  A  Salóm,  que 
suplicaba  todos  los  días  lo  sacasen  de  esta  Gobernación,  sucedió  á 
los  pocos  meses  el  Ledo.  Diego  Bautista  Urbaneja.  Quien  escribe 
en  julio  de  1829:  "En  las  épocas  anteriores  (gobiernos  locales  de 
Bermúdez  y  Marino)  hubo  ingresos  en  las  cajas  y  aun  auxilios  pecu- 
niarios del  Gobierno;  y  (sin  embargo)  todos  los  gastos  de  aquella 
fecha  se  deben  y  están  cobrándose  ahora.  La  administración  de  la 
hacienda  fué  fatal,  y  no  ha  dejado  otro  fruto  que  una  propensióft 
irresistible  al  contrabando  .  .  •  que  es  incesante  en  la  eosta  de  Paria 
y  Cxolfo  Triste  •  •  .  Su  foco  es  la  isla  de  Trinidad,  •  .  •  y  la  de 
Margarita,  situada  como  se  halla,  con  puertos  buenos  y  excusados 
en  sus  costas,  y  con  su  gente  tan  á  propósito,  es  una  madriguera 
que  sirve  de  recalada  y  de  refugio  á  los  contrabandistas,  para 
escapar  y  esperar  opoítunidades'\  ¿Verdad  que  esto  parece  escrito 
ayer  no  más?  Urbaneja,  hombre  sensato,  propone  en  seguida  el 
remedio  racional:  establecer  flecheras  guardacostas,  "que  causarán 
gastos;  pero  de  otro  modo  no  se  acaba  el  contrabando".  Ya  se 
verá  que  no  se  aplicó  el  remedio.  —  Gracias  únicamente  á  las  me- 
didas enérgicas,  bien  que  nada  constitucionales,  que  tomó  Bolívar 
durante  los  seis  meses  de  su  gobierno  en  Venezuela,  pudo  pagarse 
el  presupuesto  de  1827, 


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—    417    — 

La  administración  de  justicia  no  tenia  tampoco  eficacia  al- 
guna en  los  tribunales  inferiores,  no  obstante  la  vigilancia  que 
sobre  la  recta  aplicación  de  las  leyes  procuraba  ejercer  la  Corte 
Superior  residente  en  Caracas,  de  la  que  formaban  parte  juris- 
consultos notables,  como  España,  Yanes,  Urbaneja,  Narvarte.  Bo- 
lívar pretendió  remediar  de  una  vez,  con  decretos  autoritarios,  el 
desorden  que  reinaba  en  las  provincias.  Con  motivo  de  varios 
crímenes  atroces  cometidos  recientemente;  de  una  numerosa  deser- 
ción de  soldados  acaecida  en  Valencia,  y  de  la  insurrección  de  varios 
pueblos  en  la  provincia  de  Barcelona  y  en  el  cantón  de  San  Felipe, 
resolvió  establecer  (19  de  marzo  y  4  de  abril)  consejos  militares 
permanentes,  para  seguirles  juicio  verbal  á  los  desertores,  á  los 
perturbadores  del  orden  público  y  á  los  que  cometiesen  faltas 
contra  la  disciplina  militar,  agregando  que  se  le  pasasen  todas  las 
sentencias  para  su  superior  aprobación.  Pero  la  Corte  le  dirigió 
una  representación  el  18  de  abril,  poniendo  algunos  reparos  jurí- 
dicos á  la  manera  de  ejecutar  tan  severa  medida.  Y  el  Libertador, 
que  á  pesar  de  su  voluntad  autocrática  solía  ser  muy  respetuoso 
de  dos  cosas,  —  las  representaciones  de  los  jueces  . . ,  y  la  crítica 
de  los  periodistas,  —  acogió  del  modo  más  liberal  los  reparos  de 
la  Corte,  y  el  23  de  abril  mandó    cesar   los  consejos  permanentes. 

El  4  de  julio  salió  de  Caracas  para  Bogotá,  dejando  á  Páez 
como  Jefe  y  Comandante  Superior  de  los  Departamentos  de  Vene- 
zuela, Maturín  y  Orinoco.  Urdaneta  continuó  en  el  gobierno  civil  y 
militar  del  Departamento  del  Zulia.  Al  despedirse  de  sus  compa- 
triotas les  dice  Bolívar:  "Vuestros  sufrimientos  me  llamaron  á  Co- 
"lombia,  para  emplear  mis  servicios  en  restablecer  el  orden  y  la 
"  unión  entre  vosotros.  Mi  más  grato  deber  era  consagrarme  al 
"país  de  mi  nacimiento:  por  destruir  á  vuestros  enemigos  he 
"marchado  h^^ta  las  más  distantes  provincias  de  la  América:  todas 
"mis  acciones  han  sido  dirigidas  por  la  libertad  y  la  gloria  de 
"  Venezuela,  de  Caracas.  Esta  preferencia  era  justa,  y  por  lo  mismo 
"debo  publicarla.  He  servido  á  Colombia  y  á  la  América,  porque 
"vuestra  suerte  estaba  ligada  á  la  del  resto  del  hemisferio  de  Colón. 
*^No  penséis  que  me  aparto  de  vosotros  con  miras  ambiciosas.  Yo 
"no  voy  á  otros  Departamentos  de  la  República  por  aumentar  la 
"extensión  de  mi  mando,  sino  por  impedir  que  la  guerra  civil  que 
"los  destruye  se  extienda  hasta  vosotros.  Tampoco  quiero  la  Pre- 
*^sidencia  de  Colombia,  tan  envidiada  por  otros  colombianos.  Yo 
"os  prometo  que  luego  que  la  Gran  Convención  sea  convocada,  y 
"ejerza  su  benéfico  dominio  sobre  vuestra  felicidad,  me  veréis 
**  siempre    en   el  suelo   de    mis  padres,    de   mis  hermanos,    de    mis 

Fortoul,  Historia  Constitudonal.  2^ 


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—    418    — 

^^  amigos,  ayudándoos  á  aliviar  las  calamidades  públicas,  que  hemos 
"sufrido  por  la  guerra  y  la  revolución.  —  Caraqueños!  Nacido 
"ciudadano  de  Caracas,  mi  mayor  ambición  será  conservar  este 
"precioso  título:  una  vida  privada  entre  vosotros  será  mi  delicia, 
"mi  gloria,  y  la  venganza  que  espero  tomar  de  mis  enemigos"  .  .  . 
Otra  vez  se  alucinaba  con  el  alto  ideal  que  perseguía  su  genio. 
No  volverá  á  Caracas*  A  los  tres  años  morirá  desterrado  y  calum- 
niado por  sus  compatriotas. 

A  la  revolución  de  1826  se  le  ha  dado  el  nombre  desdeñoso 
de  Cosiata;  pero  no  hay  duda  que  logró  su  objeto,  —  desligar  de 
hecho  á  Venezuela  de  la  Unión  Colombiana.  En  conseguir  este  fin 
venía  trabajando  durante  cinco  años  el  partido  más  potente  de  la 
oligarquía  local.  Es  un  error  evidente  atribuirle  toda  la  iniciativa 
á  Páez,  á  quien  poco  importaba  que  hubiese  Unión  ó  Confedera- 
ción, con  tal  de  conservar  él  su  mando  militar.  No  á  consecuencia 
de  un  plsm  premeditado,  antes  por  modo  puramente  ocasional, 
aparece  Páez  en  1826  como  jefe  del  partido  liberal,  ó  federalista, 
ó  reformista,  ó  separatista,  constituido  en  Caracas  por  los  años  de 
21  y  22.  Fueron  sus  fundadores  los  hombres  que  representaban  la  tra- 
dición revolucionaria  radical  de  1811:  hombres  de  grande  influencia 
social,  como  Martín  Tovar;  jurisconsultos  eminentes,  como  Francisco 
Javier  Yanes,  Felipe  Fermín  Paúl,  José  Santiago  Rodríguez,  Andrés 
Narvarte;  tribunos  y  escritores,  como  Tomás  Lander,  Alejo  Fortique 
y  José  de  Iribarren.  Censuraban,  sobre  todo,  la  forma  imítaria  de  la 
constitución  de  Cúcuta  y  la  concentración  en  Bogotá  del  Gobierno 
supremo.  Fomentaban,  por  tanto,  la  oposición  al  agente  directo  é 
inmediato  en  Venezuela  del  Gobierno  central;  y  siéndolo  Páez,  mal 
podían  pensar  al  principio  en  reconocerlo  como  jefe.  Pertenecían 
á  la  clase  social  é  intelectual  más  alta,  y  hubieran  contradicho  sus 
planes  y  propósitos  sometiéndose  á  la  dirección  4e  un  hombre 
como  Páez,  que  no  representaba,  en  suma,  sino  el  triunfo  de  la 
fuerza  brutal  en  los  azares  de  la  guerra ;  cuyo  cerebro  estaba  toda- 
vía inculto,  y  quien,  por  otra  parte,  miraba  con  antipatía  y  descon- 
fianza la  influencia  que  iban  adquiriendo  los  que  él  llamaba  "juris- 
consultos" y  "letrados"  enemigos  de  los  militares.  De  ahí  que  el 
partido  reformista  aprovechara  la  coyuntura  que  le  ofrecieron  los 
disturbios  ocurridos  con  motivo  del  alistamiento  de  milicias,  para 
haCer  más  violenta  su  oposición  contra  el  Gobierno  de  Bogotá .  .  ^ 
y  contra  Páez.  El  acta  de  la  municipalidad  de  Caracas  del  16  de 
enero  de  1826  concuerda  en  sus  puntos  esenciales  con  los  informes 
del  Intendente  Escalona;  y  aquélla  y  éstos  sirvieron  de  fundamentos 
para  la  acusación  contra  Páez.   Si  la  misma  municipalidad  protestd 


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—    419    — 

en  5  de  mayo  por  la  interpretación  que  se  diera  en  Bogotá  al  acta 
del  16  de  enero,  —  no  obstante  la  imposibilidad  material  que  exis- 
tió y  existe  para  interpretarla  de  otro  modo,  —  fué  simplemente 
porque  en  los  consejos  del  partido  reformista  se  había  cambiado  de 
táctica,  y  resuelto  aprovecharse  de  la  insurrección  tramada  en  Va- 
lencia el  30  de  abril  por  los  amigos  personales  de  Páez.  Juró 
éste  que  no  obedecería  ya  las  órdenes  del  Gobierno  de  Bogotá;  y 
ello  bastó  para  que  creyesen  los  caraqueños  haber  hallado  un 
jefe  que  les  ayudase  á  acelerar  el  movimiento  separatista,  y  en 
quien  pudieran  fácilmente  influir  con  el  propósito  de  poner  su  pres- 
tigio de  guerrero  al  servicio  de  un  partido  genuinamente  venezolano. 
Unida  asi  la  oligarquía  civil  con  el  bando  militar,  y  acordes  una  y 
otro  en  la  necesidad  de  cambiar  la  constitución  de  Cúcuta,  obtienen 
por  el  momento  la  autonomía  regional,  para  convertirla  á  los  tres 
años  en  nueva  República. 

Aliáronse,  pues,  en  1826,  las  dos  fuerzas  políticas  que  deter- 
minan, desde  los  últimos  años  de  la  Colonia,  la  evolución  consti- 
tucional de  Venezuela;  á  saber,  la  aspiración  de  la  oligarquía  civil 
é  intelectual  á  dictar  leyes  para  una  sociedad  en  formación,  y  la 
voluntad  de  un  guerrero  prestigioso,  que  representa,  según  las 
circunstancias,  ó  el  mando  de  hecho  entre  dos  revoluciones,  ó  la 
dictadura,  ó  la  autocracia.  Ambos  factores,  armonizados  unas  veces, 
y  otras  en  pugna,  empujan  á  la  masa  popular,  en  todo  el  siglo  XIX, 
por  rumbos  no  bien  definidos  todavía. 


27* 


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Capítulo  VI. 

Dictadura  y   anarquía. 

Sumario.  Los  Departamentos  del  Sur  protestan  contra  las  leyes  y 
Gobierno  de  Colombia;  pero  aclaman  á  Bolívar  —  Este  los  apa- 
cigua momentáneamente  (1826)  —  Los  pueblos  fluctúan  entre  la 
dictadura,  á  presencia  del  Libertador,  y  la  anarquía  en  su  ausencia  — 
Sublévanse  en  Lima  las  tropas  colombianas  (1827)  —  Motín  y  con- 
greso constituyente  en  el  Perú  —  Las  tropas  sublevadas  promueven 
disturbios  y  enredos  en  los  Departamentos  del  Sur  —  Terminan 
con  un  indulto  general  —  Oposición  á  Bolívar  en  Bogotá  —  El  par- 
tido "liberal"  y  el  partido  "servil"  ó  "godo"  —  Convocatoria  de 
la  Convención  Nacional  —  Bolívar  apela  de  nuevo  á  las  facul- 
tades extraordinarias  (1828)  —  Instálase  la  Convención  de  Ocaña  — 
Resuelve  reformar  la  constitución  de  Cúcuta  —  ¿Federación  ó 
centralismo?  —  Santander  ó  Bolívar  —  Desacuerdo  de  los  parti- 
dos —  Se  disuelve  la  Convención  —  Proclámase  en  toda  Co- 
lombia la  dictadura  de  Bolívar  —  Decretos  reaccionarios  —  Con- 
ventos —  Misiones  —  Aumento  del  ejército  —  Fuero  militar  — 
Religión  de  Estado  —  Oposición  del  partido  santanderista  —  So- 
ciedades secretas  —  Resuelven  los  radicales  asesinar  á  Bolívar  — 
Conjuración  del  25  de  setiembre  —  Relato  de  Florentino  González  — 
Narración  de  Manuela  Sáenz  —  Atacan  los  conjurados  el  palacio 
presidencial  —  Matan  al  centinela  —  Hieren  al  edecán  Ibarra  — 
Canijo  asesina  al  edecán  Férguson  —  Se  salva  Bolívar  gracias  á 
su  querida  —  Dispérsanse  los  conjurados  —  Juicios  sumarios  — 
Catorce  ejecuciones  —  Carujo  delata  á  sus  cómplices  —  Se  con- 
muta la  pena  de  muerte  á  Santander  y  á  otros  —  La  sentencia 
contra  Santander  —  Justicia  y  política  —  Apasionada  severidad  de 
los  historiadores  venezolanos  —  Carácter  y  tendencias  de  Santan- 
der —  La  dictadura  de  Bolívar  —  Otros  decretos  reaccionarios  — 
Reforma  el  plan  general  de  estudios  —  Prohibe  que  se  lean  en  la 
Universidad  las  obras  de  Bentham  —  Suspende  las  cátedras  de 
legislación  universal  y  derecho  constitucional  —  Manda  que  se  en- 
señen "fundamentos  y  apología  de  la  religión  católica" —  Prohibe 
las  sociedades  secretas  —  Suspende  la  libertad  de  imprenta  —  Eli- 
mina las  municipalidades  —  Prohibe  temporalmente  á  los  españoles 
contraer  matrimonio  en  Colombia  —  Restablece  el  tributo  personal 


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—    421     — 

de  los  indios,  en  cambio  de  concesiones  sobre  impuestos  ordinarios  — 
Declara  que  el  congreso  constituyente  se  instalará  en  enem  de 
1830  —  Estado  precario  de  la  República  —  Insurrección  de  Obando 
y  López  en  Popayán  (1829)  —  Se  desbarata  en  breve  tiempo  — 
Guerra  con  el  rerú  —  Victoria  de  los  colombianos  en  Tarqiii  — 
Convenio  de  Girón  —  Niégase  La  Mar  á  devolver  la  plaza  de 
Guayaquil  —  Lo  destituyen  y  expulsan  los  peruanos  —  Tratado  de 
paz  —  Insurrección  de  Córdoba  en  Medellín  —  Muere  derrotado  en 

el  Santuario. 

Le  censuran  á  Bolívar,  aun  sus  panegiristas,  el  haber  cedido 
ante  el  movimiento  insurreccionario  de  Venezuela,  y  confirmado  á 
Páez  en  el  mando,  sacrificando  así  el  prestigio  de  la  ley  y  la 
autoridad  del  congreso  nacional.  ¿Mas  qué  otra  cosa  pudo  hacer? 
La  revolución  estaba  consumada,  y  se  encontró  Bolívar  con  un  di- 
lema que  no  tenía  solución  definitiva.  O  permanecía  en  su  patria 
para  restablecer  el  régimen  constitucional,  y  perdía  entonces  irre- 
mediablemente toda  autoridad  sobre  la  mayor  porción  de  la  Re- 
pública; ó  volvía  á  Bogotá  para  ver  de  dominar  la  insurrección  del 
Sur,  y  preferido  este  camino,  fuerza  era  dejar  el  Norte  á  cargo 
del  hombre  á  quien  la  oligarquía  venezolana  consideraba  ya  como 
su  jefe. 

Por  iguales  motivos  que  los  Departamentos  del  Norte,  los  del 
Ecuador,  Guayaquil  y  Asuay  fueron  desde  el  principio  adversarios 
de  la  constitución  de  Cúcuta;  y  sólo  el  prestigio  personal  de  Bolívar 
pudo  incluirlos  y  mantenerlos  mal  que  bien  en  la  Unión  Colom- 
biana^. Antes  de  salir  del  Perú,  ya  la  municipalidad  de  Quito  le 
enviaba  comisionados  (19  de  julio,  1826),  con  instrucciones  reser- 
vadas en  las  cuales  se  lee:  que  casi  no  hay  un  ciudadano  satisfecho 
de  las  leyes  de  Colombia;  que  las  rentas  nada  producen,  ni  se  han 
pagado  en  los  últimos  cinco  meses  las  listas  civil  y  militar;  que  la 
seguridad  individual  es  ilusoria;  que  la  industria  fabril,  único  ele- 
mento de  riqueza  en  el  Ecuador,  se  encamina  á  su  ruina;  y  que  la 
voluntad  de  estos  pueblos  es  "  que  S.  E.  el  Libertador  Presidente  se 
perpetúe  en  el  Gobierno  supremo,  bien  como  Presidente  vitalicio,  ó 
como  sea  de  su  superior  agrado '\  Y  oficialmente  añadió  la  muni- 
cipalidad: "Debemos  á  V.  E.  inmensos  bienes,  libertad,  patria  y 
gloria;  pero  nos  atrevemos  á  exigir  más  del  hombre  que  no  de- 
manda recompensas:  un  Gobierno  estable  y  un  reposo  firme  que  no 
puedan  destruir  ni  el   tiempo  ni  las  revoluciones''.    A  imitación  de 

1.  Observa  un  historiador,  que  estos  Departamentos  "no  se  consideraron  ja- 
más parte  integrante  de  Colombia:  sus  habitantes  llamaban  colombianos  á  los 
venezolanos  y  granadinos,  como  si  ellos  no  lo  fueran".  Restrepo,  Historia  de  la 
Revolución  de  la  República  de  Colombia,  t.  IV,  p.  202. 


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Quito,  el  pueblo  de  Guayaquil  declara  el  28  de  agosto  que  reasume 
su  soberanía  y  entrega  su  suerte  á  Bolívar.  Logra  éste  en  setiembre 
paralizar  momentáneamente  el  movimiento  separatista;  pero  no  bien 
se  aleja,  con  destino  á  Bogotá  y  Caracas,  todos  aquellos  pueblos 
caen  en  permanente  estado  anárquico. 

Dictadura  y  anarquía  son  los  términos  que  mejor  caracterizan 
la  existencia  de  la  República  desde  1826;  dictadura  donde  se  halla 
Bolívar,  anarquía  lejos  de  él.  El  23  de  noviembre  llega  á  Bogotá; 
encárgase  en  seguida  de  la  Presidencia;  se  declara  en  ejercicio  de 
las  facultades  extraordinarias  previstas  por  el  artículo  128  de  la 
constitución,  y  marcha  á  pacificar  á  Venezuela.  Mas  no  bien  llegó 
á  Caracas,  cuando  en  el  otro  extremo  del  territorio  que  había  liber- 
tado, una  división  del  ejército  de  Colombia  se  rebela  contra  sus 
jefes.  El  26  de  enero,  1827,  los  batallones  Vencedor,  Rifles, 
Caracas  y  Araure,  y  el  4^  escuadrón  de  Húsares  de  Aya- 
cucho,  que  se  hallaban  en  Lima  á  órdenes  de  los  generales  Jacinto 
Lara  y  Arturo  Sandes,  los  deponen  del  mando  "por  muy  graves  y 
fundadas  sospechas",  y  reconocen  como  jefe  al  primer  comandante 
José  Bustamante.  Del  acta  que  redactaron  el  mismo  día,  resulta 
que  sospechaban  á  sus  generales  de  complicidad  con  los  que  en 
Venezuela  y  en  los  Departamentos  del  Sur  desconocían  la  constitu- 
ción de  Colombia  y  querían  sustituirla  con  la  boliviana.  El  28  de 
enero  dirige  Bustamante  una  nota  al  Vicepresidente  Santander,  en 
la  que  dice:  "Al  pronunciamos  decididamente  por  la  constitución  y 
Estado  á  que  pertenecemos,  reconocemos  y  protestamos  nuestros 
antiguos  é  invariables  deberes;  reconocemos  con  gratitud  al  Liber- 
tador Presidente  de  Colombia  según  la  ley  jurada  por  él  y  la  na- 
ción, y  según  las  miras  de  nuestro  Gobierno  nos  conservamos  como 
auxiliares  del  Perú'\  Y  con  esta  nota,  Bustamante  remite  presos  á 
los  generales  Lara  y  Sandes  y  á  dieciséis  oficiales.  Tal  así  era  el 
estado  de  anarquía,  aun  en  el  seno  mismo  del  ejército,  cuando 
Bolívar  se  alejaba. 

No  tardó  en  verse  la  consecuencia  inmediata  de  semejante 
desatino.  El  pueblo  de  Lima  se  amotinó,  pidiendo  la  deposición  de 
los  Ministros  y  el  cambio  de  la  constitución  boliviana.  El  jefe  del 
Gobierno,  Santa  Cruz,  se  apresura  á  formar  nuevo  Ministerio  y  á 
convocar  un  congreso  constituyente. 

El  18  de  marzo  sale  de  Lima  la  división  sublevada;  desembarca 
en  la  costa  de  Guayaquil,  y  al  punto  se  arma  el  más  enredado  zipi- 
zape ...  ó  guachafita,  á  la  moda  venezolana.  El  16  de  abril,  el 
pueblo  de  Guayaquil  se  amotina;  se  subleva  la  tropa,  al  mando  de 
los  coroneles  Elizalde  y  Merino,  y  desconoce  á  las  autoridades  cons- 


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—    423    — 

títucionales.  La  municipalidad  nombra  jefe  político  y  militar  del 
Departamento  al  mariscal  peruano  D.  José  de  La  Man  Bustamante, 
que  había  pasado  á  Cuenca  con  parte  del  ejército,  se  vé  reducido 
á  prisión  el  6  de  mayo  por  el  capitán  Bravo.  Remitido  luego  al 
Comandante  General  del  Ecuador,  general  Juan  José  Flores,  éste  le 
ordena  pasar  á  Guayaquil  con  el  propósito  de  pacificar  (!)  la  ciudad. 
Bustamante  se  apresura  á  formar  causa  común  con  La  Mar.  Lo  que  pasa 
en  los  meses  de  jimio  y  julio,  apenas  es  posible  reseñarlo  en  breves 
frases.  El  Gobierno  de  Bogotá  envía  al  general  Antonio  Obando  á 
tomar  el  matado  de  las  tropas  sublevadas.  Flores,  Comandante  del 
Ecuador,  y  La  Mar,  apoyado  por  la  municipalidad  de  Guayaquil,  se 
engolfan  en  tratados  de  arreglo,  que  se  hubieran  prolongado  in- 
definidamente, á  no  ser  que  el  segundo  tuvo  que  partir  á  fines  de 
julio  para  posesionarse  de  la  Presidencia  del  Perú.  La  municipa- 
lidad de  Guayaquil  convoca  entonces  una  asamblea  con  el  objetp 
de  elegir  nuevas  autoridades.  Instalada  declara:  que  desde  luego 
se  pronuncia  por  la  "forma  de  gobierno  federal '';  que  elegirá  dipu- 
tados en  este  año  para  la  Convención  nacional  anunciada  por  Bo- 
lívar; que  si  esta  no  fuere  convocada,  procederá  el  Departamento 
á  constituirse,  y  que  entre  tanto,  nombra  Intendente  á  D.  Diego 
Noboa,  y  Comandante  General  al  coronel  Antonio  Elizalde  . . .  Por 
fin,  el  Gobierno  de  Bogotá,  siguiendo  el  ejemplo  de  Bolívar  en 
Venezuela,  dio  un  indulto  general,  en  que  quedaron  comprendidos  el 
acto  de  rebelión  de  Bustamante  y  todo  el  enredo  del  Ecuador,  Gua- 
yaquil y  Asuay. 

En  3  de  agosto,  el  congreso  nacional  convoca  la  Gran  Con- 
vención de  Colombia,  "para  que,  reuniéndose  en  la  ciudad  de  Ocafia 
el  día  2  de  marzo  de  1828,  y  declarando  ella  misma  previamente  si 
hay  urgente  necesidad  de  examinar  la  constitución  ó  de  reformarla, 
proceda  á  verificarlo".  Y  para  justificar  esta  medida  violatoria  de 
la  misma  constitución,  dice  el  decreto:  "Aunque  en  el  curso  ordi- 
nario y  regular  de  los  acontecimientos  habría  sido  necesaria  la  prac- 
tica de  la  constitución  por  diez  ó  más  años,  que  se  exige  en  su 
artículo  191  para  que  el  congreso  pudiera  convocar  la  Gran  Con- 
vención de  Colombia;  sin  embargo,  en  las  circunstancias  críticas  en 
que  se  halla  la  República,  la  experiencia  ya  obtenida  basta,  y  llena 
el  espíritu  del  artículo  citado".  El  29  de  agosto  se  dicta  el  regla- 
mento de  elecciones.  Cada  provincia  nombra  tantos  diputados 
cuantos  le  correspondan  en  razón  de  uno  por  cada  24,000  almas  de 
su  población,  y  otro  más  por  el  residuo  de  12,000.  Los  sufragantes 
parroquiales  designan  á  los  electores  del  cantón,  en  razón  de  uno 
por  cada  3,000  almas,  y  otro  más  por  un  residuo  de  1 ,500.    Y  estos 


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electores  nombran  á  los  diputados  por  mayoría  absoluta  de  votos. 
Se  excluye  del  derecho  de  sufragio  á  los  militares  de  saínente 
abajo  que  pertenezcan  al  ejército  permanente,  ó  á  cualquiera 
especie  de  milicias,  y  se  hallen  en  servicio  activo  al  tiempo  de 
las  elecciones.  Los  sufragantes  parroquiales  se  convocan  para  el 
15  de  noviembre,  y  el  3(0  de  diciembre  ha  de  efectuarse  la  votación 
para  diputados. 

Bolívar  llegó  á  Bogotá  el  10  de  setiembre  y  se  posesionó  de 
la  Presidencia.  Encontró  allí  un  fuerte  partido  de  oposición  que 
inspiraba  y  dirigía  el  Vicepresidente  Santander;  partido  que  se 
titulaba  "liberal"  y  llamaba  á  los  amigos  de  Bolívar  "serviles"  y 
"godos"*.  El  congreso  no  admitió  el  6  de  junio  la  renuncia  que  á 
27  de  febrero  le  remitió  Bolívar  desde  Caracas;  pero  la  minoría 
oposicionista  fué  de  24  votos.  El  20  de  junio,  animada  de  igual 
intención  hostil  la  mayoría,  se  decretó  que  mientras  estuviese  reunido 
el  congreso,  no  podía  el  Ejecutivo  dictar  medidas  extraordinarias 
sin  su  previo  acuerdo  y  consentimiento;  que  se  restablecía  en  toda 
su  fuerza  y  vigor  el  orden  político,  como  regía  antes  del  27  de  abril 
de  1826;  que  aunque  el  congreso  debía  tomar  en  consideración  las 
reformas  que  en  uso  de  facultades  extraordinarias  se  habían  hecho 
en  algunas  leyes,  pasa  decretar  en  consecuencia  lo  que  juzgase  más 
conveniente,  sin  embargo  el  Ejecutivo  restablecería  progresivamente 
la  observancia  de  aquellas  cuyo  cumplimiento  fuese,  en  su  concepto, 
más  necesario  para  restablecer  el  orden  político;  por  último,  que 
ningún  colombiano  estaba  obligado  á  obedecer  sino  á  las  autoridades 
establecidas  por  los  medios  y  en  la  forma  que  prescribía  la  consti- 
tución ó  la  ley.  Dicho  esto  en  tiempos  normales,  hubiera  sido  una 
garantía  de  orden  y  paz:  proclamado  en  época  de  tumultos  y  hondas 
disensiones,  cuando  apenas  había  ya  autoridades  políticas  en  los 
Departamentos,  que  no  vinieran  de  la  revolución  ó  del  motín,  era 
solamente  añadir  un  nuevo  elemento  de  anarquía. 

Clausuró  el  congreso  sus  sesiones  en  octubre,  y  empezaron 
todos  los  pueblos  á  levantar  actas  en  favor  de  la  reforma  constitu- 
cional; pero  fué  tan  precario  en  los  últimos  meses  de  este  año  el 
estado  político  de  la  República,  que  Bolívar  resolvió  decretar  de 
nuevo  (19  de  febrero  y  13  de  marzo,  1828)  las  facultades  extra- 
ordinarias sobre  todo  el  territorio,  á  excepción  únicamente  del  cantón 
de  Ocaña,  designado  para  la  Convención;  declarando  además  (23  de 

1.  El  califícativo  de  "godo",  aplicado  á  los  partidarios  del  régimen  español 
durante  la  guerra  de  Independencia,  lo  importaron  á  Bogotá  los  caraquefios.  Des- 
pués, en  Venezuela,  se  llamará  *  godos"  á  los  adversarios  de  Bolívar,  y  se  titulartüi 
"liberales"  sus  amigos. 


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febrero  y  15  de  marzo)  que  desde  luego  se  sometían  á  la  autoridad 
militar  todos  los  juicios  por  conspiración  contra  el  orden  público. 
Y  para  librarse  del  Vicepresidente  Santander,  dispuso  también  el 
26  de  febrero,  que  durante  su  ausencia  de  la  capital  quedasen  en- 
cargados del  Gobierno  los  Secretarios  de  Estado,  como  jefes  de  sus 
respectivos  departamentos,  reimiéndose  en  consejo  para  todos  los 
negocios  graves  que  ocurriesen.  Quedó  el  Ministerio  constituido 
así:  Interior,  José  Manuel  Restrepo;  Relaciones  Exteriores,  Estanislao 
Vergara;  Guerra  y  Marina,  Rafael  Urdaneta;  Hacienda,  Nicolás 
Tanco.  Bolívar  se  trasladó  á  Bucaramanga,  donde  esperó  el  resul- 
tado de  la  Convención. 

No  esperaba  ninguno  favorable  á  la  paz  y  porvenir  de  Co- 
lombia, á  juzgar  por  sus  confidencias.  Desde  el  30  de  enero  le  escri- 
bía á  Páez:  "Diferentes  veces  me  ha  escrito  usted  sobre  que  vaya 
á  la  Gran  Convención  para  influir  en  ella  con  la  mira  de  darle  á 
Venezuela  un  gobierno  propio.  Bastante  pena  me  causa  tener  que 
responder  á  usted,  que  todo  lo  que  usted  desea  no  puedo  ejecutarlo 
en  el  día:  mis  contrarios  han  logrado  despopularizarme:  los  repre- 
sentantes que  allí  van  son  enemigos  personales  (entre  ellos  algunos 
venezolanos):  éstos,  después  de  haberse  opuesto  á  la  Gran  Con- 
vención, van  á  ser  ahora  los  arbitros  de  las  reformas  ...  Es  una 
evidencia  para  mí  la  destrucción  de  Colombia,  si  no  se  le  da  al 
Gobierno  una  fuerza  inmensa  (siempre  la  preocupación  de  una  Pre- 
sidencia vitalicia),  capaz  de  reluchar  contra  la  anarquía  que  levan- 
tará mil  cabezas  sediciosas  .  .  .  Nos  vamos  á  sepultar  entre  las 
ruinas  de  la  patria,  porque  todo  es  malo,  todo  es  peor.  La  vio- 
lencia de  la  fuerza  arrastra  consigo  los  principios  de  su  propia  des- 
trucción: la  división  es  la  ruina  misma,  y  la  federación  el  sepulcro 
de  Colombia.  Por  lo  mismo,  el  primer  mal  es  preferible  á  los  de- 
más; pero  más  como  un  plazo  que  como  un  bien''.  Ya  apunta  en 
su  cerebro  la  dictadura  cesarista,  en  que  por  dos  años  aventurará 
el  poder  y  la  vida. 

Las  representaciones  que  dirigieron  á  la  Convención  las  muni- 
cipalidades y  vecinos  de  las  principales  ciudades  de  toda  la  Re- 
pública, coincidieron  en  pedir  la  integridad  de  Colombia  y  el  mando 
supremo  de  Bolívar,  mientras  lo  exigiese  la  salvación  de  la  patria; 
mas,  si  bien  se  acordaba  este  voto  con  las  urgentes  necesidades  del 
momento,  contradecíanlo  sin  embargo  las  irreconciliables  pasiones 
que  llevaban  á  Ocaña  los  dos  partidos  adversarios:  centralista  el 
uno,  é  invariablemente  adicto  á  la  autoridad  personal  de  Bolívar; 
federalista  el  otro,  por  ocasión  ó  conveniencia,  y  ciegamente  sumiso 
á  la  ambición  personal  de  Santander.    Los  reformistas  venezolanos» 


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que  fueron  durante  cinco  años  los   más   apasionados   enemigos  de 
Santander,  serán  ahora  sus  mejores  aliados. 

El  2  de  abril,  1828,  se  reunió  la  Convención  con  67  dipu- 
tados, de  los  108  electos  en  toda  la  República.  Concurrieron  de 
Venezuela  los  siguientes:  Martín  Tovar,  Andrés  Narvarte,  José  de 
Iribarren,  Mariano  Echezuría,  Juan  Manuel  Manrique,  Manuel  Vicente 
Huizi  y  Valentín  Espinal,  por  la  provincia  de  Caracas;  Juan  José 
Pulido,  por  la  de  Apure;  Pedro  Vicente  Grimón,  por  la  de  Barce- 
lona; Pedro  Briceño  Méndez,  Miguel  M.  Pumar  y  Francisco  Conde, 
por  la  de  Barinas;  Rafatl  Hermoso,  por  la  de  Coro;  Domingo  Bru- 
zual,  por  la  de  Cumaná;  Antonio  María  Briceño,  por  la  de  Mará- 
caibo;  Juan  de  Dios  Picón,  por  la  de  Mérida;  Salvador  Meza,  Fran- 
cisco Aranda,  Vicente  Michelena,  Juan  José  Romero,  José  Santiago 
Rodríguez,  Juan  Neporouceno  Chaves  y  Miguel  Peña,  por  la  de 
Carabobo.  La  credencial  del  Dr.  Peña  fué  anulada  por  la  Conven- 
ción (42  votos  contra  21),  con  motivo  de  estar  pendiente  ante  el 
Senado  la  mencionada  acusación  por  usurpación  de  caudales  públi- 
cos^, no  obstante  haber  alegado  Peña  que  estaba  comprendido  en 
el  decreto  de  olvido  general  publicado  por  Bolívar  en  Puerto  Ca- 
bello el  1<>  de  enero  del  año  27.  Terminada  la  calificación  de  sus 
miembro§,  .sp  instaló  la  Convención  el  9  de  abril,  y  el  17  se  leyó 
el  mensaje  de  Bolívar  (fechado  en  Bogotá  á  29  de  febrero). 

Este  mensaje  es  una  crítica  de  la  constitución  de  Cúcuta,  la 
cual,  como  es  sabido,  no  reflejaba  las  teorías  personales  del  Liber- 
tador. En  su  concepto,  los  constituyentes  de  1821  cometieron  un 
error  capital  al  hacer  del  Poder  Legislativo  el  solo  cuerpo  soberano, 
atribuyéndole  la  facultad  exclusiva  de  iniciar  las  leyes  y  convirtíendo 
en  un  recurso  ilusorio  el  veto  del  Ejecutivo.  En  lugar  de  constituir 
«1  Ejecutivo  como  poder  igual  al  Legislativo,  y  "jefe  del  Judicial" 
se  le  debilitó  á  tal  extremo  que  no  ha  podido  nunca  "repeler  la 
invasión  exterior  ó  contener  los  conatos  sediciosos  sino  revestido 
de  la  dictadura".  Por  otra  parte,  no  están  determinados  los  casos 
de  responsabilidad  de  los  Secretarios  del  Despacho;  la  del  Presi- 
dente es  demasiado  vaga,  ni  dice  la  constitución  cual  sería  la  pena 
aplicable  2.  De  suerte  que  (profunda  observación  demostrada  por 
toda  la  historia  venezolana)  "la  responsabilidad  en  el  escogido  del 
pueblo  será  siempre  ilusoria,  á  no  ser  que  voluntariamente  se  someta 
á  ella,   ó   que   contra   toda  probabilidad   carezca   de   medios  para 

1.  Véase  arriba,  p.  368. 

2.  Era,  teóricamente,  responsable  el  Ejecutivo  en  los  casos  de  *una  conducta 
manifiestamente  contraria  al  bien  de  la  República  y  á  los  deberes  de  su  empleo,  ó 
de  delitos  graves  contra  el  orden  social'*.     Artículos  89  y  131. 


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sobreponerse  á  la  ley".  Las  leyes  de  Colombia  parecen  "hechas 
del  acaso;  carecen  de  conjunto,  de  método,  de  clasificación  y  de 
idioma  legal:  son  opuestas  entre  sí,  confusas,  á  veces  innecesarias 
y  aun  contrarias  á  sus  fines".  Leyes  posteriores  á  la  constitución 
han  dado  una  absoluta  supremacía  á  los  tribunales  civiles  en  los 
juicios  militares,  "  contra  la  práctica  uniforme  de  los  siglos ",  y  que- 
brantando así  la  disciplina  del  ejército  colombiano,  que  en  los  pri- 
meros tiempos,  cuando  "se  cubría  con  sus  armas  porque  no  tenía 
uniformes",  fué  "el  modelo  de  la  América  y  la  gloria  de  la  liber- 
tad". —  Las  municipalidades,  "que  serían  útiles  como  consejos  de 
los  Gobernadores  de  provincias,  apenas  han  llenado  sus  verdaderas 
funciones":  unas  se  han  convertido  en  parlamentos,  otras  han 
fomentado  la  sedición,  otras  "han  llegado  á  hacerse  odiosas  por 
las  gabelas  que  cobran,  por  la  molestia  que  causan  á  los  electos 
que  las  componen,  y  porque  en  muchos  lugares  no  hay  siquiera 
con  quien  reemplazarlas".  "Si  he  de  decir  lo  que  todos  piensan, 
no  habría  decretó  más  popular  que  el  que  eliminase  las  municipali- 
dades". —  La  policía  general  no  existe.  La  agricultura,  la  indus- 
tria, el  comercio,  en  vez  de  prosperar  decaen.  La  organización  de 
la  hacienda  viene  de  ensayo  en  ensayo,  y  "  el  último  nos  ha  dejado 
más  desengañados  que  los  anteriores".  —  Termina  pidiendo  "para 
el  pueblo,  para  el  ejercitó,  para  el  juez  y  para  el  magistrado,  leyes 
inexorables".  ¿Cuales?  No  lo  dice  el  Libertador;  pero  es  claro 
que  su  pluma  se  mueve  aquí  al  recuerdo  de  la  República  sui  géneris, 
(mitad  República,  mitad  Monarquía),  soñada  en  Angostura  y  en 
Bolivia. 

Lo  que  debía  exasperar  aún  más  al  partido  santanderista,  que 
iba  á  Ocaña  con  el  único  propósito  de  socavar  el  prestigio  personal 
de  Bolívar.  Decíalo  sin  ambajes  Santander  en  la  siguiente  carta 
confidencial  escrita  desde  el  17  de  marzo i:  "Nuestra  patria  está 
"regida,  no  constitucionalmente  sino  caprichosamente  por  Bolívar, 
"que  del  título  puramente  honroso  de  Libertador  ha  querido  hacer 
"su  título  de  autoridad  superior  á  las  leyes.  .  .  ¿Y  quiere  usted 
"que  algún  hombre  de  honor  se  reconcilie  con  el  supremo  pertur- 
"bador  de  la  República?  Es  imposible  reconciliarse  con  un  jefe 
"supremo  que  nos  trata  de  facciosos  y  traidores  á  cuantos  hemos 
"hecho  frente  á  sus  planes  y  descubierto  sus  arterías,  y  que  no 
"  ocupa  en  los  puestos  públicos  ni  en  sus  consejos  sino  á  declarados 
"  amigos  de  la  dictadura  eterna  ó  de  la  constitución  boliviana . .  . 
"  No  por  esto  seré  yo  imprudente  ni  inmoderado  en  la  Convención, 

1.  A  Alejandro  Vélez,  Encargado  de  Negocios  de  Colombia  en  Washington. 
Carta  interceptada  en  Cartagena  por  el  general  Mariano  Montilla. 


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"porque  no  trataré  más  que  de  los  intereses  del  país,  de  refrenar 
"ese  poder  colosal  que  ejerce  Bolívar,  de  asegurar  los  derechos 
"del  pueblo  y  los  de  los  ciudadanos,  y  de  dividir  la  autoridad  eje- 
"cutiva  para  contenerla.  ¿Y  comprende  usted  de  pronto  lo  que 
"quiere  decir  esta  última  frase?  Pues  quiere  decir  que  estoy  por 
"la  federación,  como  único  recurso  que  nos  resta  para  salvar  las 
*Mibertades  nacionales.  Y  no  se  admire  usted  de  verme  federalista 
"en  1828,  porque  á  tal  estado  ha  llegado  esta  nuestra  Colombia, 
"  que  sería  musulmán  si  esto  fuera  preciso  para  que  hubiera  un 
"gobierno  estrictamente  liberal..."  —  Hábil  manejo,  sin  duda; 
pero  el  partido  boliviano  replicaba,  que  Santander,  Vicepresidente 
de  la  República  y  encargado  del  poder  supremo  durante  siete  años, 
aspiraba  únicamente  á  sustituir  á  Bolívar,  sin  ofrecer  ninguna  ga- 
rantía de  mayor  respeto  á  las  leyes,  y  que  autocracia  por  auto- 
cracia, era  preferible  la  del  Libertador,  á  cuyo  genio  le  debía  hi 
patria  su  existencia. 

Las  primeras  sesiones  de  la  Convención  trascurren  en  escara- 
muzas, midiendo  cada  partido  sus  fuerzas.  El  11  de  abril,  el  grana- 
dino Juan  de  Dios  Aranzazu  pide  que  se  declare  necesaria  y  urgente 
la  reforma  de  la  constitución.  El  17,  el  venezolano  Mariano 
Echezuría  propone  que  se  adopte  "el  sistema  federal".  El  grana- 
dino Vicente  Azuero  repara  que,  si  bien  los  males  de  Colombia 
deben  atribuirse  á  su  régimen  central,  la  proposición  de  Echezuría 
es  demasiado  vaga;  é  invocando  irónicamente  la  autoridad  del 
Libertador,  que  de  hecho  había  reconocido  la  separación  de  Vene- 
zuela y  de  Quito  al  dejar  estas  secciones  bajo  el  mando  de  Jefes 
Superiores,  es  decir,  bajo  Gobiernos  desconocidos  en  las  leyes 
colombianas,  presenta  el  siguiente  plan  de  confederación.  La  Re- 
pública se  dividirá  en  tres  grandes  Distritos  (Venezuela,  Cundina- 
marca  y  Quito),  gobernado  cada  uno  por  un  Director  que  nombrarán 
sus  respectivos  colegios  electorales;  con  dos  Cámaras  legislativas 
para  sus  asuntos  propios,  y  una  Corte  Superior;  quedando  por  lo 
demás  sometidos  á  un  Gobierno  nacional  (Congreso,  Presidente  y 
Corte  Suprema),  que  tendrá  facultades  análogas  á  las  del  régimen 
vigente.  Plan  que,  si  se  hubiera  discutido  en  calma  y  enmendado 
en  algunos  pormenores,  habría  sido  tal  vez  la  más  oportuna  solución 
del  problema  constitucional.  El  partido  unitario  lo  rechazó  de 
plano.  Andrés  Narvarte  le  replica  á  Azuero,  que  los  males  de  Co- 
lombia no  vienen  de  Ja  constitución  de  Cúcuta,  sino  del  error 
cometido  por  el  Gobierno  de  Bogotá,  al  establecer  la  costumbre  de 
sobreponer  la  autoridad  de  los  Comandantes  militares  á  la  de  los 
Intendentes  civiles,  que  eran   los   órganos  inmediatos  y  legales  dd 


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-    429    — 

Poder  Ejecutivo;' error  que  fué  causa  principal  de  los  disturbios  de 
Venezuela.  El  santanderista  Vargas  Tejada  y  el  boliviano  José 
Santiago  Rodríguez  cruzan  argumentos  semejantes.  Echezuría  se 
impacienta;  dice  que  venezolanos  y  granadinos  "no  pueden  sufrirse", 
como  que  se  califican  recíprocamente  de  ultramontanos  é  ineptos, 
y  que  la  federación  es  el  único  medio  de  vivir  en  paz.  El  21  de 
abril,  el  debate  llega  á  su  punto  culminante  con  un  duelo  oratorio 
entre  Santander  y  Joaquín  Mosquera.  Según  el  primero,  la  Unión 
ha  sido  forzada  y  violenta,  y  depende  sólo  de  la  fortuna  ó  de  la 
vida  del  Libertador;  la  diversidad  de  climas  y  costumbres  se  opone 
al  centralismo;  el  pueblo  pide  federación,  porque  con  ella  asegurará 
sus  libertades;  cuando  los  bolivianos  proponen  un  Gobierno  emi- 
nentemente vigoroso,  olvidan  que  lo  fué  el  de  Tiberio  y  lo  son  el 
de  Rusia  y  el  de  Turquía,  sin  que  su  vigor,  sinónimo  de  despotismo, 
sea  nunca  bastante  para  impedir  las  revoluciones.  Mosquera  le 
contesta,  que  la  diversidad  de  costumbres  es  pura  imaginación;  que 
en  América,  de  México  á  Buenos  Aires,  todo  es  igual,  hasta  los 
resabios;  que  la  revolución  de  Independencia  fué  la  misma  don- 
dequiera, y  que  todas  las  nuevas  Repúblicas  están  pasando  por 
idénticos  trastornos,  debidos  á  una  mala  administración  que  ya 
se  trata  de  corregir.  —  Triunfan  al  fin  los  bolivianos,  votando 
contra  la  federación  de  Echezuría  y  contra  la  confederación  de 
Azuero. 

Bolívar  continuaba  en  Bucaramanga,  sin  que  se  supiese  á  punto 
fijo  cual  era  su  propósito.  Decía  unas  veces  que  estaba  de  viaje 
para  Cartagena,  á  restablecer  allí  el  orden  turbado  por  una  disputa 
entre  los  generales  José  Padilla  y  Mariano  Montilla:  decía  otras 
veces,  que  al  nombrarle  sucesor  la  Convención,  se  retiraría  á  Ve- 
nezuela ó  se  iría  á  Europa.  A  mediados  de  abril  cayó  en  uno  de 
sus  ya  frecuentes  accesos  de  misantropía.  El  15  le  escribe  á  Bri- 
ceño  Méndez:  "Estoy  cierto  que  un  cuerpo  (la  Convención)  tan 
encontrado  en  opiniones,  no  hará  más  que  luchar,  y  cuando  más 
transarse,  dejando  la  mitad  del  mal  para  que  se  haga  la  mitad  del 
bien;  de  lo  que  no  puede  resultar  sino  un  retardo  en  la  caída  final. 
Es  decir,  una  resistencia  de  dos,  tres  ó  cuatro  años,  para  sucumbir 
con  mayores  desastres^  ...  Es  tanto  lo  que  me  atormenta  la  vil 
suposición  de  que  yo  tengo  miras  personales,  que  estoy  resuelto  y 
aun  desesperado  por  irme,  para  probarles  .lo  contrario;  y  aun  haría 
más  si  fuera  necesario:  quizás,  quizás  si  alguna  vez  me  voy  y  de 
mi  vuelta  depende   la  vida   de  Colombia,    la   deje  perecer,   por  no 


Nótese  que  su  previsión  se  realizó  justamente  á  los  dos  aflos. 


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—    430    — 

mandar,  y  aun  la  condenaría  á  la  nada,  para  que  se  viera  que  nada 
quería  ..."  Y  el  23:  "Yo  me  iré,  y  á  mil  ó  dos  mil  leguas  resonarán 
los  alaridos  espantosos  de  la  guerra  civil;  y  no  volveré,  ciertamente, 
la  quinta  vez  á  un  país  de  donde  me  han  expulsado  indignamente 
tantas  veces.  Poco  me  importa  el  modo  que  se  decrete  para  perder 
á  Colombia,  porque  estos  señores  no  tendrán  que  elegir  sino  entre 
retardos,  pero  no  entre  remedios  saludables."  A  fines  de  abril 
se  reanima,  al  saber  que  la  Convención  ha  rechazado  la  proposición 
federalista;  y  aconseja  á  sus  amigos  que  no  transijan:  ^^  triunfo 
absoluto  ó  nada,  es  mi  divisa".  Pero  á  los  breves  días  se  contra- 
dice; piensa  que  el  triunfo  de  sus  partidarios  es  pura  apariencia; 
y  olvidando  el  "todo  ó  nada",  les  insinúa  que,  para  evitar  la  guerra 
civil,  deben  propender  á  que  se  divida  Colombia  en  tres  ó  cuatro 
Repúblicas,  que  se  ligarán  en  confederación  para  la  defensa  común. 
El  general  Soublette,  que  se  hallaba  en  Bucaramanga,  le  escribe  el 
2  de  mayo  al  diputado  Castillo,  leader  de  los  bolivianos:  "Si 
esto  se  logra  en  paz  y  bajo  los  auspicios  del  Libertador,  habremos 
conseguido  un  inmenso  bien  * .  •  Usted  me  ha  oído  siempre  opinar 
en  favor  de  una  división  absoluta,  de  preferencia  á  la  forma  federa- 
tiva; pero  no  por  esto  juzgue  usted  que  mi  consejo  haya  influido 
en  la  resolución  del  Presidente:  ella  ha  sido  exclusivamente  suya, 
y  cuando  me  la  participó,  ya  lo  había  meditado  mucho". . . 

Los  bolivianos  de  Ocaña  se  alarman,  y  procuran  quebrantar 
la  resolución  del  Libertador,  atacándola  por  su  lado  débil,  que 
era,  ahora  —  enfermo,  descreído,  inconstante  —  la  extremada  con- 
descendencia á  las  insinuaciones  de  sus  cortesanos.  Véase  con 
qué  arte  sabían  estos  circunvenir  al  genio  en  su  ocaso.  Bríceño 
Méndez  le  dice  el  5  de  mayo:  "El  nombre  y  gloria  de  usted  están 
tan  íntimamente  ligados  con  el  nombre,  la  gloria  y  bienestar  de  Co- 
lombia, que  es  imposible  separarlos  —  Abandonar  el  campo  á  sus 
enemigos  es  confesarse  vencido,  y  es  quizás  dar  lugar  á  que  se 
crea  que  éstos  tenían  razón  para  calumniarlo.  No  se  dirá  cierta- 
mente que  usted  se  desprendió  del  mando  porque  creyó  que  este 
era  el  último  bien  que  podía  hacer,  sino  que  lo  perdió  porque  no 
lo  pudo  conservar,  y  porque  tenía  miras  personales  que  no  pudo 
llevar  al  cabo.  San  Martín  dejó  el  mando,  y  nadie  lo  ha  excu- 
sado . . .  Revoque  esa  resolución,  mi  General,  por  Colombia,  por 
usted  y  por  sus  amigos".  Castillo  le  escribe  el  8  de  mayo  bosque- 
jando ya  la  dictadura:  le  advierte  que  si  los  santanderistas  presentan 
un  proyecto  de  "constitución  anárquica,"  será  rechazado,  ó  se  di- 
solverá la  Convención;  que  en  todo  evento,  el  Libertador  tendrá  el 
voto  de  la  República;  "usted  debe  soportar  la  nota  momentánea  de 


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—    431     - 

usurpador,  para  contener  á  Colombia  y  encaminarla  á  su  dicha: 
esto  lo  puede  hacer  usted  y  sólo  usted,  y  haciéndolo,  usted  verá 
confirmado  su  titulo  de  héroe  y  padre  de  la  patria:  usted  no  puede^ 
no  digo  contribuir,  pero  ni  permitir  que  se  deshaga  su  obra:  usted 
tiene  para,  evitarlo  todos  los  medios,  y  más  apoyos  que  los  que 
usted  piensa.  Así,  mi  querido  amigo,  usted  debe  abandonar  aquella 
idea  y  alimentar  solamente  la  de  sostener  á  la  República  á  todo 
trance".  Y  como  supremo  recurso  mandan  á  Bucaramanga  á 
O'Leary  —  que  compartía  con  sus  compañeros  los  edecanes  Wilson 
y  Férguson  la  absoluta  confianza  de  Bolívar  —  para  asegurarle  que 
cuentan  con  la  mayoría  de  la  Convención  y  que  ésta  lo  llamará  á 
Ocaña.  Bolívar  comete  otra  vez  la  imprudencia  de  contradecirse. 
Si  bien  con  salvedades.  En  sus  cartas  á  Castillo  y  Briceño  Méndez 
(15  de  mayo)  se  lee:  ^^No  insisto  más  en  las  ideas  que  antes  había 
concebido,  y  prometo  guardar  religiosamente  una  tregua  con  ustedes, 
hasta  que  veamos  lo  que  se  haya  conseg^do  por  último.  Pero  esta 
tregua  no  quiere  decir  que  me  comprometo  á  desistir  absolutamente 
y  sin  reservas  de  mis  deseos  y  pensamientos.  Yo  los  conservo 
intactos,  porque  ningún  poder  intelectual  es  capaz  de  penetrar  hasta 
el  hondo  abismo  de  mis  infaustas  conjeturas  . . .  Suspenderé  mi 
juicio;  esperaré  con  paciencia,  y  me  quedaré  con  el  derecho  de 
hacer  lo  que  juzgue  de  mi  deber,  cuando  llegue  el  caso". 

A  pesar  de  sus  esperanzas,  los  bolivianos  fueron  derrotados 
el  13  de  mayo;  pues  habiendo  propuesto  que  la  Convención  invi- 
tase al  Libertador  á  pasar  á  Ocaña,  la  mayoría  decidió  que  no 
estaba  en  sus  atribuciones  tomar  en  consideración  semejante  asunto. 

Y  es  curioso  notar  que  Bolívar  le  decía  á  Briceño  Méndez  en  su 
carta  del  15^:  "He  meditado  mucho  sobre  mi  ida  á  Ocaña,  y  he 
sacado  en  limpio  que  no  conviene,  por  política  y  por  conveniencia". 

Y  al  saber  la  derrota  de  sus  amigos  escribió  al  mismo  Briceño,  el  22: 
"Repito  que  con  la  constitución  que  hagan  estos  señores  (los  san- 
tanderistas)  yo  no  sirvo  á  la  República.  Esta  ha  sido  mi  resolución 
mucho  tiempo  há,  y  si  he  convenido  en  esperar,  no  ha  sido  más 
sino  porque  esta  era  mi  obligación  forzosa,  sin  disminuir  un  ápice 
mi  decisión.  Yo  he  dicho  siempre  todo  lo  que  pienso  y  he  pen- 
sado, y  por  lo  mismo  no  se  podrán  quejar  mis  amigos  de  que  los 
he  entretenido  con  esperanzas.  Desde  el  movimiento  de  Valencia 
yo  vi  este  país  perdido,  y  cada  día  lo  veo  acercarse  al  precipicio 
último.    Cada  paso,  cada  instante,  es  un  escalón  que  descendemos, 


1.  A  esta  fecha  no  se  conocía  aún  en  Bucaramanga  el  voto  de  la  Convención. 
lx>s  correos  empleaban  5  A  8  días. 


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—    432    — 

y  si  mi  desesperación  no  fuese  igual  al  horror  de  nuestra  suerte, 
hubiera  perdido  el  juicio;  pero  yo  me  encuentro  en  el  tremendo  mo- 
mento de  la  calma  del  despecho". 

El  21  de  mayo  presentan  los  santanderistas  un  proyecto  de 
constitución,  redactado  por  Azuero,  según  el  cual  se  aumenta  hasta 
veinte  el  número  de  Departamentos,  y  se  establecen  asambleas  lo- 
cales para  deliberar  y  resolver  sobre  intereses  departamentales,  re- 
servándose al  Ejecutivo  la  atribución  de  suspender,  y  al  congreso 
la  de  anular,  los  actos  contrarios  á  las  leyes  ó  que  extralimiten  las 
facultades  conferidas  á  las  mismas  asambleas.  Estas  proponen  al 
Ejecutivo,  cada  cuatro  años,  temas  de  candidatos  para  la  elección 
de  Prefectos  departamentales.  Las  municipalidades  se  reemplazan 
con  asambleas  municipales,  compuestas  de  diputados  del  cantón, 
que  se  reunirán  en  su  cabecera  tres  veces  por  año.  El  Ejecutivo 
no  puede  recurrir  al  ejercicio  de  facultades  extraordinarias:  los 
Ministros  son  responsables  por  todos  sus  actos  oficiales,  aun  cuando 
los  firmen  con  el  consentimiento  del  Presidente  ó  al  mismo  tiempo 
que  él.  El  Presidente  tiene  un  Consejo  de  Gobierno,  compuesto 
del  Vicepresidente  de  la  República,  cuatro  individuos  nombrados 
por  el  congreso  .y  dos  Ministros  de  Estado.  Los  miembros  del  Con- 
sejo, á  excepción  del  Vicepresidente,  tienen  libre  entrada  en  ambas 
Cámaras,  .para  hablar  sobre  todos  los  proyectos  de  ley  que  en  ellas 
se  discutan;  pero  se  les  prohibe  concurrir  más  de  dos  á  tomar  la 
palabra  sobre  el  mismo  proyecto,  y  deben  retirarse  antes  de  la  vo- 
tación. Los  ministros  de  la  Corte  Suprema  los  nombra  el  congreso, 
escogiéndolos  de  las  listas  remitidas  por  las  asambleas  departamen- 
tales, y  esta  Corte  elige  los  ministros  de  las  Cortes  Superiores,  de 
las  listas  enviadas  por  las  mismas  asambleas. 

Los  bolivianos,  viendo  sobre  todo  en  el  anterior  proyecto  la 
mira  de  cercenar  la  autoridad  del  Presidente,  presentan  otro  el  28  de 
mayo,  redactado  por  J.  M.  del  Castillo.  El  período  presidencial  se 
aumenta  á  ocho  años,  y  no  se  prohibe  la  reelección.  El  Presidente 
nombra,  con  previo  acuerdo  y  consentimiento  del  Senado,  á  los 
consejeros  de  Estado  y  á  los  ministros  de  la  Alta  Corte:  elige,  á 
propuesta  del  Consejo  de  Estado,  los  jefes  de  los  Departamentos  y 
Provincias,  los  de  oficinas  de  hacienda,  sean  nacionales  ó  departa- 
mentales, y  todos  los  empleados  militares  de  coronel  arriba:  re- 
mueve, con  previo  dictamen  del  Consejo  de  Estado,  á  los  empleados 
de  todos  los  ramos  de  la  administración,  exceptuando  solamente  los 
jueces  de  la  Alta  Corte,  Cortes  Superiores,  y  de  primera  instancia: 
nombra,  á  propuesta  de  la  Alta  Corte,  los  jueces  de  las  Superiores, 
y  á  propuesta  de  éstas  los  de  primera  instancia.    En  casos  de  con- 


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—    433    — 

moción  á  manó  armada  contra  la  seguridad  de  la  República,  el 
Presidente  queda  autorizado,  durante  el  receso  del  congreso,  y  con 
el  consentimiento  del  Consejo  de  Estado,  para  aumentar  el  ejército 
permanente  y  llamar  al  servicio  las  milicias  regladas;  para  exigir 
anticipadamente  las  contribuciones  ordinarias  ó  cualesquiera  sumas 
por  vía  de  empréstito,  siempre  que  no  pudieren  cubrirse  los  gastos 
con  las  rentas  ordinarias,  ni  con  las  cantidades  decretadas  por  el 
congreso;  para  arrestar,  mantener  en  arresto  é  interrogar  á  las  per- 
sonas que  pudieran  ser  un  obstáculo  para  restablecer  la  tranquilidad ; 
para  conceder  amnistías  ó  indultos  generales  ó  particulares,  y  para 
acordar  premios  y  recompensas  á  los  pueblos  é  individuos.  Se  dis- 
minuye el  número  de  Senadores  y  Representantes.  Las  atribuciones 
de  las  asambleas  departamentales  se  circunscriben  á  asuntos  locales, 
y  sus  resoluciones  necesitan  la  aprobación  de  los  Prefectos  departa- 
mentales, que  son  órganos  del  Ejecutivo. 

Dicho  está  cuan  difícil,  si  no  imposible,  hubiera  sido  armonizar 
tan  contradictorios  proyectos.  No  hubo  medio  siquiera  de  discutir- 
los. El  2  de  junio,  los  bolivianos  amenazan  con  separarse  de  la 
Convención.  Los  santanderista9  proponen  celebrar  conferencias 
conciliatorias.  Se  celebran  dos  sin  ningún  resultado.  Los  santan- 
derístas  proponen  en  sesión  pública,  el  6  de  junio,  que  se  desista 
de  los  proyectos  presentados,  y  se  agregue  solamente  un  acta  á  la 
constitución  de  Cúcuta  declarando  suprimido  el  artículo  128  y  la  atri- 
bución 25  del  artículo  55,  referentes  á  los  casos  de  facultades  extra- 
ordinarias. Pero  los  bolivianos  consideran  inaceptable  semejante 
transacción,  y  el  10  de  junio  salen  de  Ocaña  para  el  vecino  pueblo 
de  La  Cruz,  donde  redactan  un  manifiesto  titulado  Al  pueblo  co- 
lombiano, en  el  que  acusan  á  sus  adversarios  de  intransigencia  y 
mala  fe.  Y  como  no  quedase  número  suficiente  para  seguir  deliberando, 
se  disolvió  la  Convención*. 

No  bien  llegó  esta  noticia  á  Bogotá,  el  Intendente  de  Cundi- 
namarca,  coronel  Pedro  Herrán,  convocó  una  asamblea  de  las  auto- 
ridades y  el  pueblo,  que  acordó  el  13  de  junio:  desobedecer  á  todo 
acto  ó  reforma  que  emanase  de  la  Convención  de  Ocaña,  por  no 
ser  expresión  de  la  voluntad  general;  revocar  los  poderes  conferidos 
á  los  diputados  de  la  provincia,  y  llamar  al  Libertador  á  encargarse 
del  mando  supremo,  con  plenitud  de  facultades,  hasta  que  estimase 
oportuno  convocar   la   representación   nacional.    Ejemplo   que   imi- 


1.  £1  manifiesto  de  La  Cruz  lo  firman  20  diputados,  entre  ellos  6  de  Vene- 
zuela: Pedro  Brícefio  Méndez  y  Miguel  María  Pumar,  porBarinas;  Francisco  Aranda, 
por  Carabobo;  Pedro  Vicente  Grimón,  por  Barcelona;  Rsdael  Hermoso,  por  Coroj 
Bmzual  de  Beaumont,  por  Cumaná. 

Fortottl,  Historia  Constitucional.  28 


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—    434    — 

taron  en  seguida  la  mayoría  de  las  municipalidades.  En  Venezuela, 
Páez  —  á  quien  le  era  indiferente  la  federación,  el  centralismo  6 
la  dictadura,  con  tal  de  continuar  en  su  Gobierno  —  participa  al 
Intendente  con  fecha  15  de  julio  el  pronunciamiento  de  Bogotá,  y 
añade:  ^^ Queda  con  esto  sancionado  el  voto  uniformemente  emitido 
por  los  pueblos  que  comprenden  los  tres  Departamentos  que  se 
hallan  bajo  mi  autoridad  superior,  y  los  ardientes  deseos  que  habían 
manifestado  por  sus  peticiones  elevadas  por  mi  conducto,  de  que 
S.  E.  el  Libertador  Presidente  se  encargase  del  mando  supremo  dd 
Estado,  conservándose  la  unidad  de  la  República".  El  18  de  julio 
se  pronuncia  Caracas  en  el  mismo  sentido,  y  luego  la  secundan  las 
demás  ciudades  venezolanas.  El  21  de  setiembre,  las  autoridades 
caraqueñas  juran  obediencia  al  Libertador. 

Había  llegado  éste  á  Bogotá  el  24  de  junio,  y  encargádose 
del  Gobierno  Supremo.  Suspendido  de  hecho  el  régimen  constitu- 
cional, Bolívar  modifica  ó  deroga  varias  leyes. 

Las  de  6  de  agosto  de  1821  y  7  de  abril  de  1826,  que  su- 
primían los  conventos  menores,  se  derogan  por  decreto  del  10  de 
julio,  exceptuando  solamente  aqtfellos  conventos  cuyos  edificios 
sirven  ya  de  colegios,  casas  de  educación  y  hospitales.  La  ley  del 
4  de  marzo  de  1826,  que  prohibía  en  los  conventos  de  regulares  la 
admisión  de  novicios,  donados  ó  devotos,  antes  de  la  edad  de 
veinticinco  años,  queda  suspendida  por  decreto  del  11  de  julio,  con 
el  objeto  de  enviar  otra  vez  religiosos  á  las  misiones  destruidas 
durante  la  guerra  de  Independencia,  lo  que  ocasionó  —  dice 
erróneamente  el  decreto  —  la  despoblación  de  algunas  provincias; 
y  se  dispone,  que  el  Gobierno  designará  el  número  de  novicios, 
donados  y  devotos  que  cada  convento  podrá  admitir,  aun  siendo 
menores  de  veinticinco  años;  que  cada  uno  de  los  órdenes  re- 
gulares, excluidos  los  hospitalarios,  empleará  en  las  misiones  el 
número  de  religiosos  que  se  determine;  y  que  todos  los  no- 
vicios contraerán  al  tiempo  de  profesar  la  obligación  de  emplearse 
por  cinco  años,  luego  que  reciban  los  sagrados  órdenes,  en 
el  servicio  de  las  misiones  que  se  les  designen.  El  28  de  julio  se 
restablecen  en  el  ejército  las  plazas  de  vicarios  generales  y  cape- 
llanes, suprimidas  por  la  ley  de  30  de  julio  del  año  anterior;  y  eUo 
con  el  propósito  de  facilitar  la  celebración  del  matrimonio  de  los 
jefes  y  oficiales  del  ejército,  los  que  necesitan  ahora  el  consenti- 
miento previo  de  sus  superiores.  La  fuerza  efectiva  del  ejército 
permanente,  que  la  ley  de  8  de  agosto  de  1827  fijaba  en  9,980  hom- 
bres, la  manda  aumentar  Bolívar,  por  decreto  del  7  de  agosto,  al 
pie  de  40,000  hombres,  y  ordena  al  propio  tiempo  que  se  organice 


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la  milicia  auxiliar.  El  28  de  agosto  declara  comprendidos  en  el 
goce  del  fuero  de  guerra  todos  los  cuerpos  de  milicias:  el  30  su- 
prime las  Cortes  marciales,  creadas  por  la  ley  de  11  de  agosto  de 
1824,  y  manda  observar  la  ordenanza  española  de  1768,  en  todo  lo 
relativo  al  fuero  militar. 

El  poder  público  lo  organiza  el  27  de  agosto,  por  medio  de 
un  decreto  que  ha  de  regir  hasta  que  se  convoque  de  nuevo  la  re- 
presentación nacional.  El  Libertador  Presidente  ejercerá  el  poder 
supremo  con  un  Consejo  de  Estado,  compuesto  de  los  Ministros  del 
despacho  y  de  uno  ó  más  consejeros  por  cada  uno  de  los  actuales 
Departamentos  de  la  República.  El  territorio  se  divide  en  Prefec- 
turas, quedando  suprimidas  las  Intendencias  departamentales.  La 
justicia  se  administrará  por  una  Alta  Corte,  Cortes  de  apelación, 
juzgados  de  primera  instancia,  tribunales  de  comercio.  Cortes  de 
almirantazgo  y  tribunales  militares.  El  poder  supremo  nombrará  y 
removerá  libremente  á  todos  los  empleados  de  la  República.  Y  por 
primera  vez  habla  Bolívar,  oficialmente,  de  religión  de  Estado,  di- 
ciendo en  el  artículo  25  de  este  decreto,  que  "el  Gobierno  sos- 
tendrá y  protegerá  la  religión  católica,  apostólica,  romana,  como  la 
religión  de  los  colombianos".  Al  día  sígnente  nombra  miembro  del 
Consejo  de  Estado  al  arzobispo  de  Bogotá.  —  Con  su  decreto  or- 
gánico expide  una  proclama  diciendo  que  no  retendrá  la  autoridad 
suprema  sino  hasta  el  día  en  que  el  pueblo  le  mande  devolverla,  y 
que  si  éste  no  dispone  antes  otra  cosa,  convocará  dentro  de  un 
año  la  representación  nacional.  Y  á  manera  de  disculpa  por  su 
reaccionario  despotismo,  termina  con  este  párrafo  elocuentísimo  . . . 
y  triste:  "Colombianos!  No  os  diré  nada  de  libertad,  porque  si 
cumplo  mis  promesas,  seréis  más  [que  libres,  seréis  respetados. 
Además,  bajo  la  dictadura,  ¿quién  puede  hablar  de  libertad?  ¡Com- 
padezcámonos mutuamente  del  pueblo  que  obedece  y  del  hombre 
que  manda  solo!^' 

Aquí  iba  de  su  arrebato  dictatorial,  cuando  corriendo  el  mes 
de  setiembre  apelaron  sus  enemigos  á  la  conjuración  y  al  asesinato. 
Santander,  no  obstante  haber  aceptado  el  nombramiento  de  Enviado 
Extraordinario  y  Ministro  Plenipotenciario  en  los  Estados  Unidos, 
no  desistía  del  propósito  que  manifestó  en  la  Convención  de  Ocaña, 
de  oponerse  por  todos  los  medios  posibles  á  la  dictadura  de  Bolí- 
var, y  venía  empleando  su  tenaz  habilidad  en  preparar  una  reacción. 
Era  su  plan  constituir  sociedades  secretas  en  toda  Colombia,  que 
determinasen  un  movimiento  de  protesta  nacional,  durante  su  ausencia 
en  Washington,  para  regresar  él  como  aclamado  por  los  pueblos. 
Optaron,  empero,  sus  amigos  más  exaltados,  por  otros  medios  más 

28* 


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rápidos,  y  aprovechándose  de  la  oposición  que  halló  en  la  juventud 
liberal  de  Bogotá  el  decreto  sobre  organización  del  poder  público, 
formaron  una  junta  revolucionaria,  compuesta  de  Florentino  Gon- 
zález, el  coronel  Ramón  Guerra,  jefe  de  estado  mayor  del  Departa- 
mento, Mariano  Escobar,  Juan  Nepomuceno  Vargas,  Wenceslao  Zu- 
laibar,  Luis  Vargas  Tejada  y  el  Dr.  Juan  Francisco  Arganil,  á 
quienes  se  unieron  el  francés  Agustín  Horment,  el  profesor  de  filo- 
sofía Pedro  Celestino  Azuero,  el  capitán  Rudecindo  Silva,  que  man- 
daba una  brigada  de  artillería,  el  teniente  coronel  venezolano  Pedro 
Canijo,  ayudante  del  estado  mayor,  y  muchos  otros  militares  y 
civiles*. 

"Era  nuestro  objeto  —  dice  el  primer  conjurado  —  destruir 
este  régimen  (de  dictadura)  apoderándonos  de  las  personas  de 
Bolívar  y  sus  Ministros,  venciendo  la  resistencia  que  podíamos 
encontrar  en  algunos  cuerpos  de  la  fuerza  armada;  y  poner  en 
seguida  á  la  cabeza  del  Gobierno  al  jefe  constitucional  de  la  nación 
(Santander),  quien  dispondría  de  la  suerte  de  los  usurpadores 2". 
Comisionado  González  para  poner  en  conocimiento  de  Santander 
este  plan,  Santander  le  advirtió,  que  "en  los  momentos  mismos  en 
que  la  dictadura  se  proclamaba  por  sí  en  un  decreto",  no  era 
oportuno  intentar  "una  reacción  contra  un  poder  que  aparecía  tan 
fuerte  por  el  número  de  bayonetas  de  que  podía  disponer".  No 
cejaron  por  esto  los  conjurados.  Cuatro  de  ellos,  dirigidos  por 
Carujo,  quisieron  asesinar  á  Bolívar  el  21  de  setiembre  en  el  pueblo 
de  Soacha,  cerca  de  Bogotá,  á  donde  había  ido  aquél  de  paseo, 
acompañado  sólo  de  dos  amigos.  Súpolo  Santander,  cuando  ya  los 
asesinos  montaban  á  caballo  para  encaminarse  á  Soacha,  y  los  obligó 
á  desistir  de  su  intento.  Preparáronse  entonces  para  el  28  de 
setiembre,  fecha  de  un  baile  anunciado  en  la  Legación  de  México, 
al  cual  asistiría  Bolívar  con  sus  Ministros'^.  Les  pareció  tanto  más 
fácil  la  ejecución  de  su  plan,  cuanto  que  Bolívar  acostumbraba 
andar  de  noche  por  las  calles,  sin  otro  séquito  que  uno  ó  dos 
edecanes ;  y  en  todo  caso,  muchos  de  los  conjurados  podían  también 


1.  £n  Venezuela,  apenas  hubo  partidaríos  de  esta  conjuración,  porque  sus 
prohombres  no  se  preocupaban  sino  con  la  autonomía  local,  que  aún  esperaban  ob- 
tener del  mismo  Bolívar.  Sólo  Martín  Tovar  y  José  de  Iribairen  intentaron  formar 
allí  un  partido  antiboliviano;  pero  en  sabiéndolo  Páez,  dio  órdenes  para  que  no  se 
les  permitiese  la  entrada  en  el  territorio  de  su  mando,  y  cuando  á  fines  de  agosto  Degó 
Tovar  á  la  Guaira,  se  le  obligó  á  reembarcarse  para  Curazao.   Iríbarren  pasó  á  México. 

2.  Florentino  González,  Narración  publicada  en  1853. 

3.  El  general  Posada  Gutiérrez  dice  en  sus  Memorias  histórico-polí- 
ticas  que  escogieron  el  28  de  octubre,  día  de  San  Simón.  González  afirma  que  el 
28  de  setiembre. 


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asistir  al  baile.  Pero  en  la  tarde  del  25,  les  sorprendió  la  prisión 
de  un  capitán  Triana,  conocedor  del  plan;  y  aunque  no  reveló  nada 
en  el  primer  interrogatorio,  determinaron  proceder  en  la  misma 
noche  por  temor  de  ser  descubiertos. 

Reunidos  en  casa  de  Vargas  Tejada  —  dice  González  — 
"resolvimos  arrostrar  todos  los  peligros,  tomar  á  viva  fuerza  los 
"cuarteles  de  Vargas  y  Granaderos  (donde  contaban  con  la 
"complicidad  de  una  brigada  de  artillería)  y  el  palacio  del  Dic- 
"  tador,  y  apoderamos  de  la  persona  de  éste,  vivo  ó  muerto,  según 
"fuese  posible,  en  medio  de  la  lid  en  que  íbamos  á  entrar.  Ya  no 
"podíamos  lisonjeamos  de  triunfar  sino  con  la  impresión  de  terror 
"que  causase  en  nuestros  contrarios  la  noticia  de  la  muerte  de 
"Bolívar,  y  ella  fué  resuelta,  en  aquel  momento  supremo,  en  que 
"  ya  era  imposible  arreglamos  al  plan  primitivo  . . .  Doce  ciudadanos, 
"unidos  á  veinticinco  soldados,  al  mando  del  comandante  Canijo, 
"fuimos  destinados  á  forzar  la  entrada  del  palacio,  y  coger  vivo  ó 
"  muerto  á  Bolívar.  Iba  con  nosotros  don  Agustín  Horment,  francés 
"de  origen,  quien  fué  el  primero  que,  arrojándose  á  la  puerta  del 
"palacio,  hirió  mortalmente  al  centinela  y  franqueó  el  paso  á  los 
"que  le  acompañábamos.  Entramos  inmediatamente,  sin  otra  resis- 
"  tencia  que  la  del  cabo  de  guardia,  quien  recibió  una  herida  mortal, 
"después  de  haber  dado  un  sablazo  al  heroico  joven  Pedro  Celestino 
"Azuero.  El  resto  de  la  guardia,  que  ascendía  á  unos  cuarenta 
"soldados  selectos  mandados  por  un  valiente  capitán,  fué  rendido 
"y  desarmado  por  la  tropa  que  mandaba  el  comandante  Canijo, 
"sin  que  hubiese  necesidad  de  un  solo  tiro  de  fusil i.  Nos  ha- 
"  liábamos,  pues,  en  posesión  del  palacio,  y  era  preciso  penetrar 
"hasta  el  dormitorio  de  Bolívar.  Subí  primero  la  escalera,  y  con 
"riesgo  de  mi  vida,  desarmé  al  centinela  del  corredor  alto,  sin 
"  herirle.  Quedó  libre  el  paso,  y  seguimos  á  forzar  las  puertas  que 
"  conducían  al  cuarto  de  Bolívar,  guiados  por  el  valiente  joven  Juan 
"Miguel  Acevedo,  que  había  tomado  el  farol  de  la  escalera  para 
"alumbramos.  Cuando  hubimos  forzado  las  primeras  puertas,  salió 
"á  nuestro  encuentro,  en  la  oscuridad  y  desvestido,  el  teniente 
"Andrés  Ibarra,  á  quien  uno  de  los  conjurados  descargó  un  golpe 
"de  sable  en  el  brazo,  creyendo  que  era  Bolívar.  Iba  á  secundar 
"el  golpe,  pero   Ibarra  gritó,   y  yo   detuve   al   agresor,   habiendo 


1 .  Según  Posada  Gutiérrez,  la  guardia  era  apenas  de  veinte  hombres,  armados 
de  carabina:  "las  puertas  estaban  entreabiertas:  el  oficial  y  la  tropa,  excepto  los 
centinelas,  durmiendo;  todo  lo  cual  prueba  la  confianza  y  hasta  el  descuido  en  que 
se  estaba  .  .  .  porque  Triana  nada  había  dicho  que  llamara  seriamente  la  atención  de 
las  autoridades". 


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"conocido  á  aquél  en  la  voz.  Zulaibar  y  Azuerp  empezaron  á 
"gritar  vivas  á  la  libertad;  y  Bolívar,  alarmado,  y  sospechando  lo 
"que  sucedía,  se  arrojó  á  la  calle  por  una  ventana,  y  fué  á  ocul- 
"tarse  debajo  de  un  puente  del  río  de  San  Agustín.  Cuando 
"rompimos,  pues,  la  puerta  de  su  cuarto  de  dormir,  ya  Bolívar  se 
"había  salvado.  N^s  salió  al  encuentro  una  hermosa  señora,  con 
"una  espada  en  la  mano;  y  con  admirable  presencia  de  ánimo,  y 
"muy  cortésmente,  nos  preguntó  qué  queríamos.  Correspondimos 
"con  la  misma  cortesía,  y  tratamos  de  saber  de  ella  en  donde 
"estaba  Bolívar.  Alguno  de  los  conjurados  llegó  poco  después,  y 
"  profirió  amenazas  contra  aquella  señora,  y  yo  me  opuse  á  que  las 
"realizara,  manifestándole  que  no  era  aquel  el  objeto  que  dos 
"conducía  allí.  Procedimos  á  buscar  á  Bolívar;  y  un  joven  negro 
^^que  le  servía  nos  informó  que  se  había  arrojado  á  la  calle  por 
"la  ventana  de  su  cuarto  de  dormir.  Nos  asomamos  algunos  á 
"aquella  ventana,  que  Canijo  había  descuidado  de  guardar,  y  ad- 
"  quirimos  la  certidumbre  de  que  Bolívar  se  había  escapado  ...  Vi 
"que  se  había  frustrado  nuestro  plan,  y  me  dirigí  á  la  calle  para 
"escaparme,  con  los  otros". 

La  señora  de  que  habla  González  era  Manuela  Sáenz,  querida 
predilecta  de  Bolívar  en  los  seis  años  anteriores,  y  á  quien  desde 
el  25  de  setiembre  solió  llamar  "la  Libertadora  del  Libertador". 
Escribió  ella  una  narración  de  la  noche  trágica,  y  como  es  apenas 
conocida,  y  completa  ó  rectifica  la  de  González,  se  leerán  con 
interés  algunos  párrafos,  en  los  que  respetamos  escrupulosamente 
su  estilo  1.  Refiere  Manuelita,  que  estando  enfermo  Bolívar  aquella 
noche,  la  llamó  al  palacio  y  lo  encontró  dándose  un  baño  caliente. 
"Me  hizo  que  le  leyera  durante  el  baño:  desde  que  se  acostó  se 
"  durmió  profundamente,  sin  más  precaución  que  su  espada  y  pistolas, 
"sin  más  guardia  que  la  de  costumbre,  sin  prevenir  al  oficial  de 
"guardia  ni  á  nadie,  contento  con  que  el  jefe  de  estado  mayor,  ó 
"no  sé  lo  que  era,  le  había  dicho  que  no  tuviese  cuidado,  que  él 
"  respondía.  (Este  era  el  señor  coronel  Guerra,  el  mismo  que  dicen 
"  dio  para  esa  noche  santo,  seña  y  contraseña,  y  á  más,  al  otro  día 
"andaba  prendiendo  á  todos,  hasta  que  no  sé  quién  lo  denunció), 
"  Serían  las  doce  de  la  noche,  cuando  latieron  mucho  dos  perros  del 
"Libertador,  y  á  más  se  oyó  algún  ruido  extraño  que  debe  haber 
"sido  al  chocar  con  los  centinelas,  pero  sin  armas  de  fuego,  por 
"evitar  ruido.  Desperté  al  Libertador,  y  lo  primero  que  hizo  fué 
"tomar   su    espada  y   una  pistóla,   y   tratar  de  abrir  la  puerta:  lo 

1.  Carta  al  general  O'Leary,  fecha  en  Paita  á  10  de  agosto  de  1850.  Se 
halla  en  el  suprimido  tomo  III  de  las  Memorias. 


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*' contuve  y  le  hice  vestir,  lo  que  verificó  con  mucha  serenidad  y 
"prontitud.  Me  dijo:  *  Bravo!  vaya,  pues,  ya  estoy  vestido,  y  ahora 
"qué  hacemos?  hacemos  fuertes?'.  Volvió  á  querer  abrir  la  puerta, 
"y  lo  detuve.  Entonces  me  ocurrió  lo  que  le  había  oído  al  mismo 
"General  un  día.  *  ¿Usted  no  dijo  á  Pepe  París  que  esta  ventana 
"era  muy  buena  para  un  lance  de  estos?'.  *Dices  muy  bien',  me 
"dijo,  y  fué  á  la  ventana:  yo  impedí  el  que  se  botase,  porque 
"pasaban  gentes;  pero  lo  verificó  cuando  no  hubo  gente  y  porque 
"ya  estaban  forzando  la  puerta.  Yo  fui  á  encontrarme  con  ellos 
"para  darle  tiempo  á  que  se  fuese,  pero  no  tuve  tiempo  para  verle 
"  saltar  ni  para  cerrar  la  ventana.  Desde  que  me  vieron,  me  agarraron  y 
"me  preguntaron:  *¿ donde  está  Bolívar?'.  Les  dije  que  en  el  Consejo, 
"que  fué  lo  primero  que  se  me  ocurrió.  Registraron  la  primera 
"pieza  con  tenacidad,  pasaron  á  la  segunda,  y  viendo  la  ventana 
"abierta  exclamaron:  *huyó,  se  ha  salvado'.  Yo  les  decía:  *no, 
"señores,  no  ha  huido,  está  en  el  Consejo'.  . .  Les  dije  que  sabía 
"que  había  esa  reunión,  que  la  llamaban  Consejo,  á  la  que  asistía 
"todas  las  noches  el  Libertador,  pero  que  yo  no  conocía  el  lugar. 
"Con  esto  se  enfadaron  mucho  y  me  llevaron  con  ellos,  hasta  que 
"encontré  á  Ibarra  herido;  y  él  desde  que  me  vio  me  dijo:  *¿con 
"que  han  muerto  al  Libertador?'.  *No,  Ibarra,  el  Libertador 
"vive'.  Conozco  que  ambos  estuvimos  imprudentes:  me  puse  á 
"vendarlo  con  un  pañuelo.  Entonces  Zulaibar  me  tomó  por  la  mano 
"á  hacerme  nuevas  preguntas.  No  adelantando  nada,  me  condujeron 
"á  las  piezas  de  donde  me  habían  sacado,  y  yo  me  llevé  al  herido  .  . . 
*' Dejaron  centinelas  en  las  puertas  y  ventana  y  se  fueron^.  Al  oir 
"pasos  de  botas  herradas  me  asomé  á  la  ventana,  y  vi  pasar  al 
"coronel  Férguson  (noble  y  fiel  irlandés,  edecán  de  Bolívar)  que 
"venía  á  la  carrera  de  la  casa  donde  estaba  curándose  de  la  gar- 
"ganta:  me  vio  con  la  luna,  que  era  mucha:  me  preguntó  por  el 
"Libertador,  y  yo  le  dije  que  no  sabía  de  él,  ni  podía  decirle  más 
"por  los  centinelas,  pero  le  previne  que  no  entrara,  porque  lo 
"matarían.  Me  contestó  que  moriría  llenando  su  deber.  A  poco  oí 
"un  tiro:  este  fué  el  pistoletazo  que  le  tiró  Carujo,  y  además  un 
"sablazo  en  el  cráneo  (dejándole  muerto)  ...  El  Libertador  se 
"fué  con  una  pistola,  y  con  el  sable  que  no  sé  quién  le  había 
"regalado  de  Europa.    Al   tiempo    de    caer   en  la   calle   pasaba  su 

1 .  Florentino  González  dice  (y  lo  repite  Posada  Gutiérrez)  que  él  te  opuso  á 
que  uno  de  los  conjurados  realizase  sus  amenazas  contra  Manuela  Sáenz;  pero  ésta 
afirma  que  fué  el  francés  Horment  quien  gritó:  "no  hay  que  matar  mujeres**.  Si 
Manuelita  declaró  á  los  jueces  que  González  le  había  salvado  la  vida,  lo  hizo  con  el 
propósito  de  que  no  lo  condenaran  á  muerte;  y  profirió  la  misma  generosa  mentira 
en  favor  de  otros. 


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"  repostero,  y  lo  acompañó.  El  General  se  quedó  en  el  río  y  mandó 
^^á  éste  á  saber  como  andaban  los  cuarteles.  Con  el  aviso  que  le 
"llevó,  salió  y  fué  para  el  de  Vargas  .. .  Para  no  ver  curar  á 
"Ibarra,  me  fui  hasta  la  plaza  (de  la  Catedral),  y  allí  encontré  al 
"Libertador  á  caballo,  hablando  con  Santander  y  Padilla,  entre 
"mucha  tropa  que  daba  vivas  al  Libertador". 

De  las  fuerzas  acuarteladas  en  Bogotá,  los  conjurados  no 
habían  logrado  sobornar  más  que  una  brigada  de  artillería:  con  ella 
atacaron  el  cuartel  del  batallón  Vargas;  pero  retrocedieron  á  los 
primeros  tiros.  Al  mismo  tiempo  otros  conjurados  escalaban  la  pared 
del  cuartel  de  artillería  en  busca  de  uno  de  sus  copartidarios,  el 
general  José  Padilla,  que  estaba  preso,  y  asesinaron  al  coronel  vene- 
zolano José  Bolívar  1.  En  breves  horas  quedó  vencida  la  cuartelada. 
A  las  cuatro  de  la  mañana  regresa  Bolívar  al  palacio.  "  Su  primera 
opinión  —  dice  Manuela  Sáenz  —  fué  el  que  se  perdonase  á  todos; 
pero  para  esto  tenía  que  habérselas  con  el  general  Urdaneta  y  con 
Córdoba,  que  eran  unos  de  los  que  entendían  en  estas  cosas".  El 
hecho  es  que  todos  los  miembros  del  Consejo  opinaron  por  castigos 
severos  é  inmediatos.  Urdaneta,  Ministro  de  Guerra,  escribe  al 
general  Mariano  Montilla,  á  Cartagena,  el  28  de  setiembre:  "El 
Gobierno,  queriendo  ejecutar  un  acto  de  justicia  que  librará  á  la 
República  de  los  incalculables  males  que  la  amenazan  si  no  contiene 
en  su  principio  á  los  revoltosos,  se  verá  en  la  necesidad  de  acordar 
que  hoy  mismo  sean  puestos  en  capilla  cuatro  de  ellos,  sin  per- 
juicio de  continuar  el  seguimiento  de  la  causa,  en  que  he  sido 
nombrado  director,  para  la  aplicación  de  las  penas  correspondientes". 
El  mismo  día,  el  Ministro  del  Interior  Res  trepo  le  escribía  al  propio 
Montilla:  "Allá  le  irán  Azuero  y  Soto,  con  otros,  para  que  los 
arroje  inmediatamente  del  país:  no  los  envíe  á  los  Estados  Unidos, 
donde  pueden  perjudicar  con  sus  escritos.  Es  preciso,  como  le 
digo,  exterminar  el  partido  contrario,  ó  dejarlo  de  modo  que  no 
nos  puedan  hacer  otra  revolución,  y  asesinamos  como  éstos  pre- 
tendieron con  la  mayor  infamia". 

A  todos  se  les  juzgó  sumariamente,  conformé  al  decreto  sobre 
conspiradores,  y  catorce  fueron  pasados  por  las  armas,  entre  ellos 
el  general  Padilla,  el  coronel  Guerra,  el  comandante  Silva  y  el 
catedrático  Azuero.  El  venezolano  Pedro  Canijo  debió  la  vida  á 
la  delación  que  hizo  de  sus  cómplices.  El  granadino  Vargas  Tejada, 
joven  de  brillante  inteligencia,  se  fugó  de  Bogotá  y  á  poco  se  ahogó 
al  pasar  un  río.    A  Santander,  condenado  á  muerte,  se  le  conmutó 


1.    No  era  de  la  familia  del  Libertador. 


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la  pena  (10  de  noviembre)  en  las  de  destitución  de  su  empleo  de 
general  y  extrañamiento  de  la  República.  A  Florentino  González 
y  á  cuatro  oficiales  inferiores  se  les  condenó  á  encierro  ó  presidio 
temporal.  £1  12  de  noviembre  se  indultó  á  los  que  se  hallaban  aún 
prófugos. 

González,  que  en  su  citada  narración  de  1853  se  pinta  á  sí 
mismo  como  un  héroe  dominado  sólo  por  el  amor  de  la  libertad^ 
no  tuvo,  sin  embargo,  una  actitud  heroica  ante  los  jueces,  ni  pagó 
noblemente  la  magnanimidad  de  Bolívar,  quien  le  conmutó  la  pena 
primitivamente  dictada,  que  era  la  muerte.  En  pago  de  lo  cual 
escribió  veinticinco  años  después,  en  el  extranjero,  que  Bolívar  había 
fallecido  "en  medio  de  una  multitud  de  generales  y  coroneles,  que 
se  ocupaban  en  jugar  á  las  cartas  y  los  dados  mientras  aquél  agoni- 
zaba: murió  aquel  hombre  abrumado  por  los  remordimientos  .  .  .  : 
se  lamentaba  en  sus  últimos  momentos  de  lo  que  él  llamaba  la  in^ 
gratitud  de  sus  compatriotas,  como  si  se  debiese  gratitud  á  los  que 
gastan  la  sangre  y  la  riqueza  de  los  pueblos  en  conquistar  el  poder 
para  sí  y  no  para  el  pueblo ".  Y  era  el  mismo  hombre  que  le  había 
escrito  á  Bolívar  desde  la  cárcel  de  Charalá  el  7  de  octubre  de 
1828:  "No  me  he  mezclado  yo  en  los  atentados  cometidos  contra 
V.  E.  .  .  .  Espero  que  V.  E.,  compadecido  de  las  desgracias  de  un 
infeliz  patriota,  se  sirva  mandar  se  me  libre  de  la  prisión  en 
que  me  hallo ^^  —  Mentira  y  flaqueza  de  ánimo;  tanto  más  bajas 
cuanto  por  los  mismos  días  sus  compañeros  confesaban  bravamente, 
hasta  en  el  patíbulo,  la  causa  que  movió  sus  brazos  tiranicidas . . .  • 
y  que,  si. les  hubiera  acompañado  el  éxito,  los  habría  convertido, 
ante  la  conciencia  popular,  en  redentores  y  proceres  de  las  libertades 
públicas. 

La  sentencia  contra  Santander  se  fundamentó,  no  en  que  hu- 
biese tomado  parte  directa  en  la  conjuración  del  25,  sino  en  haber 
preparado  y  aconsejado  una  rebelión  contra  el  Gobierno,  que  debía 
efectuarse  más  tarde;  y  se  dictó  la  sentencia  en  virtud  del  decreto 
del  20  de  febrero,  que  impone  pena  de  muerte  á  "los  que  acon- 
sejan, auxilian  ó  fomentan  la  rebelión,  y  á  todos  los  que  secreta- 
mente se  reúnan  ó  coliguen,  ya  en  favor  de  los  enemigos  de  la 
República,  y  ya  contra  su  Gobierno  y  autoridades  constituidas". 
En  circular  del  14  de  noviembre,  dirigida  por  el  Ministro  de  Rela- 
ciones Exteriores  á  los  representantes  de  Colombia  en  el  extran- 
jero, se  lee:  "Santander  no  ha  resultado  del  proceso,  que  hubiese 
tenido  una  parte  inmediata  y  próxima  en  la  conspiración  del  25: 
había  dado  consejos  y  propuesto  medios  para  que  se  verificase  una 
cuando  saliera  de  Colombia  para  los  Estados  Unidos,  á  donde  debía 


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seguir  muy  pronto  á  desempeñar  el  destino  de  Plenipotenciario  de 
esta  República  cerca  de  aquel  Gobierno;  y  estos  consejos  le  hacían 
seguramente  un  criminal  digno  de  la  muerte,  conforme  al  decreto  dado 
por  el  Libertador  acerca  de  conspiradores,  y  en  que  está  fundada 
la  sentencia  dada  por  el  Comandante  General  ...  No  hay  duda 
ninguna  sobre  la  criminalidad  en  general  de  Santander,  aunque  si 
la  hay  en  cuanto  á  la  aprobación  que  le  haya  merecido  el  horrible 
atentado  cometido  en  la  noche  del  25;  y  esto  ha  movido  al  Minis- 
terio á  aconsejar  al  Libertador  que,  atendidas  otras  razones  de 
política  que  no  se  ocultarán  á  la  penetración  de  US.,  privase  á  San- 
tander de  los  medios  de  ser  peligroso  á  la  República  al  mismo 
tiempo  que  le  salvase  la  vida,  cuyo  sacrificio  sería  quizá  inútil  sí 
se  conseguía  el  otro  y  principal  objeto.  Si  se  hubiese  llevado  á 
efecto  la  sentencia,  á  la  verdad  justa,  dada  por  la  Comandancia 
General,  como  la  pena  no  podía  ni  dqbía  recaer  sobre  la  parte  que 
pudo  probársele  haber  tenido  en  la  conspiración  del  25,  sino  sobre 
los  medios  que  indicó  como  muy  á  propósito  para  efectuar  una 
cuando  llegase  la  ocasión;  quizá  se  habría  atribuido  ésto  á  miras 
no  sólo  ajenas  del  carácter  noble  y  generoso  del  Libertador,  ano 
altamente  ofensivas,  y  por  tanto  perjudiciales  á  su  Gobierno".  En 
defensa  propia,  Santander  escribió  diez  años  después:  "Yo,  sin  ser 
agente  ni  director  de  la  conspiración,  sufrí  por  ella  las  venganzas 
de  los  que  me  habían  considerado  uno  de  los  más  fuertes  obstáculos 
á  la  realización  de  los  planes  de  Bolívar  ...  En  vano  se  fatigan 
mis  enemigos  en  hacerme  cómplice  de  aquel  acto:  ni  la  sentencia 
lo  asegura,  ni  el  Gobierno  mismo  se  atrevió  á  afirmarlo,  en  la  cir- 
cular á  los  Ministros  de  Colombia  en  Europa.  Yo  no  intento  ahora 
justificar  ni  condenar  aquella  conjuración:  me  limito  á  decir  que  no 
la  dirigí  ni  la  fomenté^." 

Es  injusta,  en  efecto,  la  severidad  con  que  algunos  historia- 
dores, sobre  todo  los  venezolanos  Baralt  y  Larrazábal,  juzg^an 
siempre  al  Vicepresidente  de  Colombia.  Estadista  eminente,  correcto 
administrador,  y  patriota  en  toda  ocasión,  la  violencia  de  sus  pa- 
siones y  la  ambición  de  continuar  en  el  poder,  —  fácilmente  expli- 
cable por  el  convencimiento  que  tenía  de  ser  superior  á  muchos 
otros  de  los  prohombres  colombianos,  —  le  arrastraron  hasta  la 
pretensión,  extremada  es  cierto,  de  sustituir  su  hábil  y  culto  enten- 
dimiento al  genio  de  Bolívar;  pero  lo  intentó,  en  todo  caso,  por 
los  medios  habituales  de  la  intriga  política,  sin  manchar  nunca  su 
conciencia  ni  su  nombre  con  la  sangre  del  crimen.    Por  otra  parte, 

1.  Apuntamientos  para  las  memorias  sobrfe  Colombia  y  la  Nueva 
Granada.     Bogotá,  1838. 


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«ra  ya  Santander  el  jefe  reconocido  en  las  provincias  de  Nueva 
Granada,  —  como  lo  fué  también  Páez  en  las  de  Venezuela,  —  de 
una  tendencia  general  á  disolver  la  obra  política  de  Bolívar  y  á 
constituir  nuevos  Estados.  Equivocábanse,  sin  duda,  cuando  pen- 
saban que  iban  á  asegurar  así  las  libertades  públicas  y  la  prosperi- 
dad de  los  pueblos,  —  cosas  imposibles  entonces,  por  el  estado 
primitivo,  turbulento  y  anárquico  en  que  se  hallaban  los  países  sur- 
americanos;  pero  llevaban  consigo  la  fuerza  irresistible  de  la  vo- 
luntad de  la  turba  militar,  ocasionalmente  apoyada  por  la  opinión 
de  gran  parte  de  la  clase  intelectual.  La  existencia  de  Colombia 
dependía  sólo  de  la  vida  de  su  fundador;  y  como  quiera  que 
éste,  enfermo  y  prematuramente  envejecido,  había  de  desaparecer 
pronto,  prefirieron  muchos  de  los  pensadores  de  la  época  entregar 
desde  luego  la  patria  al  azar  de  las  trasformaciones  que  le  reser- 
vara el  porvenir. 

Bolívar  no  tuvo  ya  otra  mira,  después  del  25  de  setiembre, 
sino  vigorizar  aún  más  el  poder  público,  hasta  convertir  el  Go- 
bierno en  una  dictadura  sin  límites;  dominado  ó  ilusionado  por  dos 
propósitos:  el  uno  político,  —  salvar  la  integridad  de  Colombia;  el 
otro  personal,  —  no  desoír  los  consejos  y  contentar  la  ambición  de 
sus  más  allegados  amigos.  Y  empezó  por  olvidar  los  principios 
constitucionales  que  había  profesado  toda  su  vida,  ó  por  no  ver  en 
ellos  sino  la  fase  autocrátíca  y  despótica.  Habiendo  tomado  parte 
en  la  conjuración  del  25  de  setiembre  muchos  estudiantes  y  algunos 
catedráticos  de  Bogotá,  se  atribuyó  ésto  á  los  textos  de  filosofía  y 
ciencias  políticas  que  se  enseñaban  en  la  Universidad,  y  el  20  de 
octubre  se  reformó  el  plan  general  de  estudios.  De  los  tratados 
de  legislación  de  Jeremías  Bentham,  dice  el  Ministro  del  Interior  en 
su  circular  á  las  Universidades,  que  "  contienen,  al  lado  de  máximas 
luminosas,  muchas  opuestas  á  la  religión,  á  la  moral  y  á  la  tran- 
quilidad de  los  pueblos,  de  lo  que  ya  hemos  recibido  primicias  do- 
lorosas",  y  renueva  en  consecuencia  la  prohibición,  decretada  desde 
el  mes  de  marzo,  para  seguir  enseñándolos  i.  Se  suspenden  tem- 
poralmente las  cátedras  de  principios  de  legislación  universal, 
derecho  público  político,  constitución  y  ciencia  administrativa;  y  se 

1 .  Bentham  había  remitido  á  Bolívar  en  1 825  (carta  fecha  en  Londres  á  1 3  de 
agosto)  sus  tres  obras  tituladas:  "Principios  que  deben  servir  de  guía  en  la  forma- 
ción de  un  Gkíigo  Constitucional  para  un  Estado*';  "Declaración  ó  Protesta  de  los 
miembros  del  Cuerpo  Legislativo  al  tomar  posesión  de  su  destino",  y  "La  eficacia 
de  los  empleos  públicos  llevada  A  su  máximum,  y  los  gastos  á  su  mínimum".  Tra- 
ducidas en  Londres  por  el  Dr.  Puigblanch,  ex-catedrático  de  la  Universidad  de  Al- 
calá y  ex-diputado  á  cortes,  "refugiado  español  —  dice  Bentham  —  de  alta  reputa- 
ción y  de  mucho  saber". 


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—    444    — 

dispone  que  en  los  seis  años  de  estudios  para  el  doctorado,  se  ea- 
señe  derecho  civil  romano,  derecho  civil  patrio,  jurisprudencia 
canónica,  principios  de  economía  política  y  derecho  intemadonaL 
Se  obliga  á  los  estudiantes  á  asistir  por  uno  ó  dos  años,  desde  el 
principio  de  los  cursos,  á  una  cátedra  ^^de  fundamentos  y  apología 
de  la  religión  católica  romana,  de  su  historia  y  de  la  eclesiástica '\ 
procurando  —  añade  candidamente  la  circular  del  Ministro  —  "que 
sea  el  tiempo  bastante  para  que  los  cursantes  se  radiquen  en  los 
principios  de  nuestra  santa  religión,  y  puedan  así  rebatir  por  una 
parte  los  sofismas  de  los  impíos,  y  por  otra  resistir  á  los  estímulos 
de  sus  pasiones".  Recuérdese  que  el  arzobispo  de  Bogotá  era  ya 
vocal  del  Consejo  de  Gobierno,  como  para  consagrar  tan  desbara- 
justada reacción. 

El  8  de  noviembre  se  prohiben  las  sociedades  secretas,  sea 
cual  fuere  su  denominación;  pénase  con  multas  ó  prisión,  no  sólo 
á  los  que  asistan  á  ellas,  sino  también  á  cuantos  les  ofrecieren  ó 
arrendaren  casa  ó  local,  y  se  autoriza  á  los  Gobernadores  de  pro- 
vincia para  disolverlas,  por  sí  ó  por  medio  de  los  jefes  de  policía 
de  los  cantones.  £1  5  de  diciembre,  el  Intendente  de  Cundinamarca 
decreta  que  serán  juzgados  como  conspiradores  todos  los  que  se 
reunieren  en  sociedades  secretas,  los  que  proporcionaren  local  para 
éstas  y  los  que,  sabedores  del  hecho,  no  dieren  parte  á  la  Inten- 
dencia. Además,  declara  perturbadores  del  orden  público  á  los  que 
"divulguen  especies  y  rumores  alarmantes",  quedando  por  consi- 
guiente suprimida  la  libertad  de  imprenta,  y  sospechosos  á  los 
que  anden  por  las  calles  con  armas,  sin  permiso  expreso  de  la 
autoridad. 

£1  17  de  noviembre  se  suspenden  todas  las  municipalidades, 
"  por  el  tiempo  que  el  Gobierno  juzgue  necesario  para  su  reorgani- 
zación y  para  el  examen  de  sus  propios  y  arbitrios".  Se  confía  á 
los  Gobernadores  de  provincia  la  recaudación  y  custodia  de  las 
rentas  municipales,  por  medio  de  tesoreros  nombrados  al  efecto,  lo' 
mismo  que  la  designación  de  las  cantidades  aplicables  á  gastos  or- 
dinarios de  la  policía  y  administración  de  cada  cantón,  reservándose 
el  Gobierno  supremo  todo  lo  relativo  á  gastos  extraordinarios.  Los 
jefes  políticos  y  los  de  policía  quedan  encargados  de  las  atribuciones 
que  las  leyes  señalaban  á  las  municipalidades. 

£n  Venezuela  se  había  consultado  á  los  vecinos  y  hacen- 
dados de  los  diferentes  cantones,  sobre  la  conveniencia  de  que  con- 
tinuasen ó  se  suprimiesen  los  cuerpos  municipales;  y  reunidos 
aquéllos  en  Caracas  el  4  de  setiembre,  opinaron:  que  "los  cuerpos 
municipales,  así  antiguos  como  modernos,  por  ser  colectivos,  habían 


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hecho  muy  poco  bien  al  común  de  los  pueblos'';  que  en  la  mayoría 
de  los  cantones  no  había,  ó  era  difícil  hallar,  hombres  competentes 
para  el  desempeño  de  esos  destinos,  y  que  era  '^útil,  conveniente 
y  necesaria''  la  extinción  de  las  municipalidades,  ^^subrogándose 
para  el  ejercicio  de  las  funciones  económicas  de  aquéllas  la  autoridad 
que  se  tuviese  á  bien,  y  la  de  un  solo  magistrado,  como  estaban 
constituidos  bajo  el  antiguo  régimen,  para  la  pronta  y  buena  adminis- 
tración de  justicia".  Entre  los  firmantes  de  este  acuerdo  figuran 
hombres  notables,  como  Pedro  Briceño  Méndez,  Diego  Bautista  Ur- 
baneja,  José  Ángel  de  Álamo,  Felipe  Fermín  Paúl,  Francisco  de 
Barrutia,  Bartolomé  Blandaín,  José  Manuel  de  los  Ríos,  Miguel 
Pimentel,  Cristóbal  de  Acosta,  quienes  olvidaban,  por  motivos  polí- 
ticos del  momento,  que  las  municipalidades  fueron  en  muchas  oca- 
siones, y  no  obstante  ciertos  errores  lamentables,  los  únicos  cuerpos 
de  resistencia  contra  la  arbitrariedad  del  Gobierno,  y  los  únicos 
órganos  eficaces  del  espíritu  de  independencia.  Temiendo  la  oli- 
garquía venezolana  que  las  mismas  municipalidades,  en  cuyos 
acuerdos  había  fundado  Páez  su  autoridad  militar,  la  desconociesen 
en  cualquier  momento  de  crisis,  promovió  é  inspiró  la  deliberación 
de  los  vecinos  reunidos  en  Caracas,  y  la  de  la  municipalidad  de 
Valencia  (20  de  octubre),  la  cual,  olvidando  á  su  vez  las  actas  revo- 
lucionarias de  30  de  abril  del  año  26,  se  pronunció  unánimemente 
por  su  propio  suicidio.  Adviértase,  sin  embargo,  que  Páez  y  sus 
partidarios  procedieron  en  esta  ocasión  conforme  á  las  instrucciones 
y  propósitos  de  Bolívar,  quien  le  había  conferido  á  aquél  amplias 
facultades  en  el  mes  de  julio.  De  donde  resultó  que,  cuando  reci- 
bieron en  Caracas  el  decreto  del  17  de  noviembre,  ya  Páez  había 
expedido  otro  el  7  de  octubre  eliminando  las  municipalidades,  y  con- 
fiando la  administración  económica  y  jurídica  de  los  cantones  y 
parroquias  á  corregidores  y  tenientes  corregidores;  y  como  en  varios 
puntos  fuesen  contradictorios  ambos  decretos,  declaró  el  5  de  enero 
en  suspenso  y  sin  efecto  el  del  Gobierno  supremo,  fundándose  en 
la  advertencia  que  le  hiciera  el  Ministro  del  Interior,  de  que  este 
decreto  no  innovaría  las  providencias  que  el  propio  Páez  hubiese 
dictado  como  Jefe  Superior  de  Venezuela.  Existía  aquí  realmente 
una  dictadura  local,  tolerada  y  autorizada  por  la  dictadura  nacional. 
Se  cumplió,  en  cambio,  otro  decreto  del  6  de  noviembre,  que  reemplazó 
las  antiguas  Cortes  Superiores  con  Cortes  de  Apelaciones.  Para  la  que 
debía  residir  en  Caiacas  con  el  nombre  de  Corte  de  Apelación  del 
Distrito  Norte,  hizo  Bolívar,  el  29  de  noviembre,  acertadas  designa- 
dones:  presidente,  Juan  Martínez;  jueces  de  la  sala  de  lo  civil, 
Diego  Bautista  Urbaneja,  Andrés  Narvarte  y  Tomás  Orellana;  jueces 


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de  la  sala  del  crimen,  José  Domingo  Duarte,  Felipe  Fermín  Paúl  y 
Juan  José  Alvarez;  fiscales,  Francisco  Aranda  y  Tomás  Hernández 
Sanabría,  todos  jurisconsultos  distinguidos. 

El  23  de  diciembre  organiza  Bolívar  el  régimen  político  y 
económico  de  la  República,  conforme  á  las  bases  de  su  decreto 
de  27  de  agosto  sobre  el  poder  supremo.  Divídese  ahora  el 
territorio  en  tantas  Prefecturas  cuantas  Intendencias  había,  re- 
servándose el  Gobierno  la  facultad  de  unir  dos  ó  más  Departa- 
mentos bajo  la  autoridad  de  un  sólo  Prefecto,  y  la  de  agregar 
provincias  de  una  Prefectura  á  otra.  Se  amplían  las  atribuciones 
de  los  Prefectos,  para  asegurar  la  tranquilidad  del  Estado,  y  se  dice 
que  podrán  ejercer  también  el  mando  militar  cuando  lo  disponga 
el  Gobierno. 

En  este  año  de  28  se  prohibió  (1<>  de  octubre)  que  ningún 
español  contrajese  matrimonio  en  Colombia  mientras  durase  la 
guerra  con  España.  Bien  que  en  Venezuela  toda  la  "guerra"  se 
redujo  á  perseguir  algunas  partidas  armadas,  que  al  mando  de 
Celestino  Centeno,  Inocencio  Rodríguez  y  Doroteo  Herrera,  re- 
corrían los  pueblos  del  interior,  reconociendo  por  jefe  al  teniente 
coronel  José  Arizábalo,  comisionado  desde  Puerto  Rico  para 
promover  una  reacción  realista  en  la  Tierra  Firme.  En  agosto  de 
1829  se  dispersaron,  á  consecuencia  de  un  convenio  entre  Arizábalo 
y  Lorenzo  Bustillos,  comisionado  de  Páez;  quedando  sólo  en  armas 
la  guerrilla  de  José  Dionisio  Cisneros,  incorregible  bandolero  que 
no  obedecía  ni  al  rey  ni  á  la  República. 

Los  indios  reducidos,  no  obstante  las  leyes  dictadas  desde  1811 
para  igualarlos  á  los  demás  ciudadanos,  seguían  viviendo  conforme 
á  la  organización  que  dieron  los  españoles  á  sus  comunidades  y 
pueblos.  En  15  de  octubre  de  1828  se  establece  una  contribución 
personal  de  tres  pesos  cuatro  reales  al  año,  que  pagarán  todos  los 
indios  desde  la  edad  de  18  hasta  la  de  50,  con  excepción  de  "los 
que  se  hallen  lisiados  ó  enfermos  habitualmente  hasta  el  extremo 
de  no  poder  trabajar  ni  ganar  un  salario";  y  los  que  poseyeren  una 
propiedad  de  mil  ó  más  pesos  continuarán  sujetos  al  pago  de  las 
contribuciones  ordinarias.  En  cambio  se  les  acuerda  que  no  paguen 
derechos  parroquiales  ni  impuestos  nacionales;  ni  alcabala  respecto 
de  lo  que  vendieren  como  fruto  de  su  trabajo;  ni  derecho  alguno 
en  los  negocios  propios  que  ventilaren  en  los  tribunales  y  juzgados 
seculares  ó  eclesiásticos. 

Por  último,  después  de  expedir  en  este  año  otros  decretos  de 
escasa  importancia  histórica,  Bolívar  convoca  en  24  de  diciembre 
un  congreso  constituyente,    para   que    se    reúna  en  la  capital  de  la 


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República  el  2  de  enero  de  1830,  y  da  un  reglamento  de  elecciones 
según  el  cual,  nombrarán  las  provincias  sus  diputados  en  razón  de 
uno  por  cada  40,000  almas,  y  otro  por  un  residuo  de  más  de 
20,000.  En  la  convocatoria  se  declara,  que  el  Libertador  continuará 
ejerciendo  las  facultades  extraordinarias  (léase  dictadura),  con- 
forme al  decreto  orgánico  del  27  de  agosto,  hasta  que  se  publique 
la  nueva  constitución.  Pero  milagro  hubiera  sido  que  el  año  de 
29  trascurriese  en  paz. 

Más  que  precaria  era  la  existencia  de  Colombia.  Si  el 
Libertador  escapa  al  puñal  de  sus  asesinos,  no  logra  desarmar  al 
partido  adversario:  si  Venezuela  permanece  todavía  en  la  Unión, 
es  sólo  gracias  á  la  autoridad  sin  límites  que  se  le  permite  á  Páez 
ejercer,  para  demorar  en  lo  posible  su  inevitable  separación:  el 
Ecuador,  Guayaquil  y  Asuay  siguen  en  el  estado  anárquico  de  que 
no  salieron  nunca;  y  para  colmar  la  medida,  el  Perú  se  lanza  á  la 
guerra  contra  sus  propios  libertadores.  Lo  que  hacía  exclamar  á 
Bolívar;  "Ni  en  Colombia  ni  en  el  Perú  se  puede  hacer  nada 
bueno:  ni  aun  el  prestigio  de  mi  nombre  vale  ya:  todo  ha  desa- 
parecido para  siempre:  ...  el  instinto  solamente  nos  hará  vivir; 
mas,  casi  sin  objeto"^. 

£1  28  de  diciembre  sale  para  Popayán,  donde  hacía  dos  meses 
que  estaban  sublevados  contra  el  Gobierno  los  coroneles  José  María 
Obando  y  José  Hilario  López,  á  tiempo  que  los  Departamentos  del 
Sur  se  hallaban  invadidos  por  el  ejército  del  Perú.  Pudo  sin 
embargo  la  incansable  actividad  de  Bolívar  evitar  por  el  momento 
la  suprema  catástrofe.  Secundado  por  los  generales  Flores  y  Cór- 
doba, logró  someter  muy  pronto  á  los  insurrectos  de  Popayán;  y 
con  el  concurso  de  Sucre,  obtuvo  un  triunfo  fulgurante  contra  el 
ejército  peruano.  Había  el  Perú  invadido  el  territorio  de  Boliviay 
mezcládose  en  sus  negocios  domésticos;  retardaba  con  moratorias 
diplomáticas  y  pretextos  insustanciales  el  arreglo  amistoso  de  sus 
límites  con  Colombia,  lo  mismo  que  la  liquidación  de  la  deuda  re- 
sultante del  auxilio  que  ésta  le  prestó  en  la  guerra  de  Indepen- 
dencia;   después   de   haber  adorado   al  Libertador   como  im  Dios, 

1.  Respecto  de  Venezuela,  léase  lo  que  el  Intendente  Bríceño  Méndez 
escribe  á  Bolívar  desde  Caracas  el  21  de  enero,  1829:  "Si  la  presencia  de  usted 
es  necesaria  en  el  Sur,  lo  será  también  la  ruina  de  la  República.  Usted  se  irá  y 
probcü>leinente  ésta  lo  alcanzará  bien  lejos;  pero  debe  ir  persuadido  de  que  no  puede 
mirar  siquiera  para  atrás.  Yo  estoy  tomando  mis  medidas  de  seguridad  propia, 
tntes  que  se  sepa  la  marcha  de  usted,  que  es  el  toque  de  alarma  para  todos  los 
partidos.  Si  usted  tiene  la  fortuna  de  que  nuestras  armas  triunfen  en  Popayán  y 
el  Perú,  sin  necesidad  de  su  presencia  personal,  puede  ser  que  vivamos  tranquilos; 
pero  si  se  va,  triunfe  ó  no,  debe  despedirse  para  siempre.  Esta  es  mi  opinión,  y 
la  de  todos  sus  amigos.     Dios  quiera  que  nos  engañemos**. 


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oponíase  á  todos  sus  planes  de  política  ínteramerícana;  llegó  por 
último  el  congreso  peruano  á  autorizar  al  Presidente  La  Mar,  desde 
el  17  de  mayo,  1828,  para  ponerse  al  frente  del  ejército  é  invadir 
el  territorio  colombiano.  El  20  de  julio  pubMca  el  Gobierno  de  Co- 
lombia un  manifiesto  justificando  por  su  parte  el  próximo  rompi- 
miento de  hostilidades;  pero  envió,  no  obstante,  un  comisionado  á 
Lima  (el  coronel  O'Leary)  con  el  fin  de  intentar  el  último  esfuerzo 
en  favor  de  la  paz.  Cuando  el  comisionado  llegó  á  Guayaquil,  ya 
La  Mar  había  empezado  la  guerra  y  se  negó  á  negociar  ningún 
avenimiento.  Mala  la  hubo.  El  27  de  febrero  (1829)  se  encuen- 
tran en  el  Pórtete  de  Tarqui  los  ejércitos  enemigos;  3,600  hombres 
el  colombiano,  y  8,000  el  peruano.  En  dos  horas  de  combate 
queda  derrotado  el  peruano,  dejando  en  el  campo  1,500  muertos 
y  1,000  heridos  ó  prisioneros,  por  154  muertos  y  206  heridos  de 
Colombia^.  Sobre  el  campo  de  batalla,  Sucre  se  acuerda  de  Aya- 
cucho  y  ofrece  á  La  Mar  una  capitulación  para  que  salve  los  restos 
de  su  ejército.  "Llenando  las  órdenes  del  Gobierno  —  dice  en  el 
parte  oficial  —  de  no  abusar  en  ningún  caso  de  la  victoria  .  .  . 
juzgué  indecoroso  á  la  República  y  á  su  jefe  humillar  al  Perú,  des- 
pués de  una  derrota,  con  mayores  imposiciones  que  las  pérdidas, 
cuando  ellos  tenían  un  ejército  doble  en  número  al  nuestro;  y  quise 
mostrar  que  nuestra  justicia  era  la  misma  antes  que  después  de  la 
batalla  ^\  Al  día  siguiente  se  firmó  un  convenio  en  Girón  dando 
por  terminadas  las  hostilidades;  pero  en  viaje  La  Mar  para  el  Sur, 
se  negó  á  devolver  la  plaza  de  Guayaquil,  pretextando  que  el  parte 
oficial  de  la  batalla  era  deshonroso  para  el  Perú,  lo  mismo  que  la 
intención  de  erigir  en  Tarqui  un  monumento  conmemorativo'.  Bo- 
lívar replica  desde  Quito  en  su  proclama  del  3  de  abril:  "Nos 
veremos  obligados  á  emplear  la  fuerza  para  conquistar  la  paz;  y 
aunque  la  gloria  sería  el  producto  de  nuevos  combates,  pospon- 
dremos todo  á  la  consecución  del  reposo  de  la  América,  y  en  parti- 
cular de  los  pueblos  del  Sur,  cuyos  dolorosos  y  crueles  sacrificios 
han  servido  poderosamente  para  repeler  la  invasión  del  enemigo. 
Reocuparemos  á  Guayaquil  únicamente  para  cumplir  con  los  pre- 
liminares de  paz  concluidos  con  el  Perú:   no   dispararemos  un  tiro 

1.  Sucre  había  previsto  que  los  peruanos  presentarían  un  ejército  de  seis  i 
ocho  mil  hombres,  y  que  serían  derrotados  con  cuatro  ó  cinco  mil  colombianos: 
carta  á  Bolívar  fecha  en  Guayaquil  á  18  de  setiembre  de  1828.  En  Tarqui  tuvo  i 
sus  órdenes  al  carabobefío  Juan  José  Flores,  al  merídefio  León  de  Pebres  Cordero, 
al  irlandés  0*Leary,  al  granadino  Luis  Urdaneta,  y  á  otros  ofíciales  vetenmos  de  la 
Independencia. 

2.  Es  fuerza  confesar  que  Sucre  cometió  un  error  .  .  .  diplomático,  al  no 
hacer  la  debida  distinción  entre  el  Gobierno  y  el  pueblo  del  Perú. 


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—    449    — 

ni  aun  para  defendemos,  sino  después  de  haber  agotado  todo  sufri- 
miento y  de  haber  reclamado  en  vano  nuestros  incontestables  de- 
rechos. Haremos  más:  expulsados  que  sean  los  peruanos  y  los 
facciosos,  de  Guayaquil,  pediremos  la  paz  á  los  vencidos:  esta  será 
nuestra  vindicta^.  Afortunadamente  una  insurrección  de  los  peruanos 
dio  en  tierra,  el  3  de  junio,  con  el  gobierno  de  La  Mar;  lo"  expul- 
saron; convinieron  en  alejarse  de  todo  el  territorio  colombiano,  y 
el  22  de  setiembre  se  firmó  en  Bogotá  un  tratado  definitivo  de  paz. 

En  el  seno  de  Colombia  no  eran  posibles  el  orden  ni  la 
paz.  No  estaba  aún  concluido  el  tratado  con  el  Perú,  cuando  el 
general  José  María  Córdoba,  partidario  desde  el  principio  de  la 
dictadura  de  Bolívar,  áe  subleva  á  mediados  de  setiembre  en  Me- 
dellín  contra  "la  tiranía  de  Bolívar",  contra  el  proyecto  de  monar- 
quía, y  en  favor  de  la  constitución  de  Cúcuta  ...,  en  la  que  nadie 
pensaba  ya.  El  17  de  octubre  se  encuentran  en  el  Santuario  sus 
tropas  con  las  del  Gobierno,  mandadas  éstas  por  el  general  0*Leary, 
el  coronel  Castelli  y  los  comandantes  Crofton  y  Hand,  En  breve 
combate  quedan  destruidos  los  sublevados,  y  muerto  Córdoba. 

Cesa  la  guerra  civil;  mas  adquiere  al  propio  tiempo  más  fuerza 
el  espíritu  de  anarquía,  con  motivo  de  la  próxima  reunión  del  con- 
greso constituyente. 


Porto  al.  Historia  ConstitadonaL  ^^ 


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Capitulo  VIL 

¿Monarquía  6  República? 

Sumario.  Los  partidaríos  de  la  monarquía  —  Ideas  atribuidas  á 
Santander  en  1822  —  Proyecto  cesarista  de  Páez  en  1825  —  Lo 
imprueba  Bolívar  —  Plan  de  monarquía  inglesa,  atribuido  al  mismo 
Bolívar  en  1825  y  27  —  Reaparece  la  tendencia  monárquica  en 
1829  —  Testimonio  del  Ministro  Restrepo  —  Piensa  Bolívar  en  la 
"mediación  ó  influencia"  de  las  grandes  potencias  europeas  -^  El 
Gabinete  de  Bogotá  propone  á  Inglaterra  y  á  Francia  el  estableci- 
miento de  una  monarquía  para  después  de  la  muerte  del  Libertador 
—  Hace  éste  declaraciones  ambiguas  ó  contradictorias  —  Decídese 
al  fin  contra  el  proyecto  monárquico  —  Inglaterra  y  Francia  lo  con- 
sideran irrealizable. 

Acordes  todos  los  hombres  de  influjo  en  reformar  la  cons- 
titución de  Cúcuta,  discrepaban  sin  embargo  sobre  la  esencia  misma 
del  Gobierno  que  Conviniera  adoptar.  Lo  querían  irnos  vigoroso  y 
centralizado;  federalista  los  otros;  llegando  aquéllos  á  extremar  su 
opinión  hasta  proponer  la  forma  monárquica,  y  éstos  hasta  hacer 
inevitable  la  disolución  de  Colombia. 

No  desapareció  nunca  por  completo,  con  la  revolución  de 
1811,  la  tendencia  á  una  monarquía  constitucional,  como  remedio 
á  la  honda  turbación  que  produjera  el  paso  del  absolutismo  español 
á  la  República;  y  si  apenas  se  habló  de  esto  en  el  curso  de  la 
guerra,  fué  solamente  por  la  necesidad  de  encaminar  todo  esfuerzo 
á  obtener  primero  la  Independencia,  aceptando  con  tal  fin,  y  de 
buen  ó  mal  grado,  la  autoridad  suprema  del  Libertador.  No  había 
éste  concluido  su  campaña  de  Quito,  cuando  ya  se  volvía  á  tratar 
de  ideas  monárquicas  en  las  provincias  granadinas  y  venezolanas. 
£1  20  de  noviembre  de  1822,  un  periódico  de  Maracaibo  intitulado 
El  Posta  Español  de  Venezuela  inserta  una  carta  fechada  en 
Santa  Fe  á  28  de  agosto  y  firmada  S.,  en  la  cual  se  lee:  "Detesto 
el  antiguo  gobierno;  pero   conozco  que  este  pueblo  no  está  bien 


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—    451     — 

ilustrado,  ni  es  capaz  eeta  gesieración  de  estarlo  bastante  para  ser 
gobernada  por  institudanes  liberales:  además,  todos  quieren  apro* 
vecharse  de  los  únicos  recursos  del  Estado,  que  son  las  propiedades 
de  secuestros:  no  hay  con  que  atender  al  gasto  ordinario,  y  un 
gobierno  popular  donde  todos  mandan  y  sin  recursos,  está  siempre 
próximo  á  una  anarquía:  necesita,  pues,  la  República  un  gobierno 
más  fuerte  y  liberal  al  mismo  tiempo,  y  creo  que  no  sería  difícil 
aceptarse  con  gusto  el  de  una  monarquía  moderada  y  constitucional. 
Sobre  todo  cuando  por  vía  de  recompensa  á  sus .  servicios,  el  con- 
greso por  aclamación  lo  ofreciese  al  Libertador,  no  hay  un  colom- 
biano que  se  negara  á  esta  demostración  de  la  patria  á  un  héroe 
que  iodo  lo  ha  sacrificado  por  ella;  y  aun  creo  más,  que  este  es 
el  voto  reservado  de  cada  propietario  que  tenga  algunas  luces. 
Esta  forma  de  gobierno  tiene  más  garantías  dentro  y  fuera,  con- 
cilia  los  intereses  de  las  clases  y  aun  será  acogida  por  los  so- 
beranos de  Europa  como  más  conforme  á  las  grandes  miras  polí- 
ticas: los  empleados  y  defensores  de  la  república  tendrán  más 
estabilidad  y  poco  á  poco  las  jerarquías  ocuparán  su  lugar ...  Ya 
se  sabe  que  el  Libertador  rechazará  la  propuesta  por  delicadeza: 
por  manifiesto  pedirá  su  retiro  á  simple  particular;  pero  en  política 
se  le  dará  toda  la  importancia  que  se  da  en  iguales  casos,  y  un 
decreto  unánime  del  congreso  llenará  el  objeto:  él  conoce  que  esta 
única  forma  de  gobierno  puede  hacer  la  prosperidad,  etc."  —  Dí- 
jose  que  el  texto  de  esta  carta  había  caído  en  manos  de  los  españoles 
en  la  acción  de  Garabuya,  ganada  por  ellos  el  13  de  noviembre;  y  de 
aquí  tomó  pie  El  Venezolano,  periódico  patriota  de  Caracas,  para 
negar  su  autenticidad  (3  de  febrero,  1823),  agregando  que  "el 
objeto  de  esta  invención  era  sembrar  la  desconfianza  y  la  dis- 
cordia entre  el  Gobierno  y  los  pueblos  de  Colombia,  y  lograr  por 
este  medio  lo  que  no  habían  alcanzado  los  ejércitos  españoles". 
Posteriormente  se  le  atribuyó  su  paternidad  á  Santander,  aunque 
por  meras  conjeturas.  Pero  quienquiera  que  haya  sido  su  autor, 
el  hecho  es  que  la  carta  de  Garabuya  revela  propósitos  que  no 
tardaron  en  manifestarse  en  la  correspondencia  auténtica  de  muchos 
patriotas  notables. 

En  1825  se  forma  en  Venezuela  un  proyecto  de  golpe  de 
Estado,  ó  Imperio  napoleónico,  para  el  que  solicitan  la  anuencia  de 
Bolívar.  Páez  le  escribe  el  1<>  de  octubre  quejándose  del  Gobierno 
de  Santander  y  de  las  pretensiones  de  los  "curiales  y  letrados",  de 
reducir  á  los  militares  "á  la  condición  de  esclavos^".   "La  situación 

1 .  Páez  declaró  apócrifo  el  texto  de  la  primera  impresión  que  se  hizo  de  su 
caria.    Nos  referimos,  por  consiguiente,  al  de  su  Autobiografía,  t.  I,  p.  629. 

29* 


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—    452    — 

de  este  país  —  añade  —  es  muy  semejaate  en  el  dia  á  lá  de  Francia 
cuando   Napoleón   se   encontraba   en  Egipto,   y   fué    llamado   por 
aquellos   primeros   hombres   de   la  revolución,    convencidos  de  que 
un  gobierno  que  había  caído  en-  las   manos   de   la  más  vil  canalla, 
no  era  el  que  podía  salvar  aquella  nación,  y  usted  está  en  el  caso 
de  decir  lo  que  aquel  hombre  célebre  entonces:  los  intrigantes  van 
á  perder  la  patria,  vamos  á  salvarla . . .    Veo  como  un  feliz  acon- 
tecimiento la  marcha   del  general  Briceño  (Pedro  Briceño  Méndez) 
en  dirección   hacia'  usted;   él   es   el  conductor  de   la  presente,  y 
mucho   me   alegraría  que   se    viesen   ustedes,   porque   él  va   bien 
enterado  de   todo   lo   que   hemos   hablado,  y  ha  visto  y  observado 
más  de  cerca  la  administración,   y  puede   decirle   todo   lo   que   se 
deja  de  expresar  en  este  escrito".    Bolívar  recibió  esta  carta  en  el 
Perú,  y  con   ella   la  visita   de  Antonio  Leocadio  Guzmán,   que   iba 
comisionado  especialmente  para  exponerle  el  proyecto.    Bolívar  le 
escribe   á   Santander   (21    de   febrero,    1826):     "En  estos   días   he 
recibido  cartas  de  diferentes  amigos  de  Venezuela,   proponiéndome 
ideasi  .napoleónicas.    El  general  Páez   está   á  la   cabeza   de  estas 
ideas,   sugeridas   por  sus   amigos   los   demagogos.     Un   secretario 
privado  y  redactor  de  £1  Argos  (Guzmán,  que  publicaba  en  Caracas 
este  periódico),  ha  venido   á   traerme   el   proyecto.    Usted  lo  verá 
disfrazado    en    la    carta    que   incluyo   original,    que   usted    deberá 
guardar  con  infinito  cuidado  para  que  no  la  vea  nadie.    El  redactor 
de  esta  carta  es  Carabaño  (Francisco).    El  general  Briceño   me  ha 
escrito  diciéndome  que  él  ha  tenido  que  contener  á  los  que  querían 
dar  el  golpe   en  Venezuela,   y   que   les   aconsejó   que   me   consul- 
tasen ...    Yo   diré   al  general   Páez , . .   que   debe   temer  lo   que 
Iturbide  padeció   por   su  demasiada  confian¿a  en  sus  partidarios;  6 
bien  debe  temer  ima  reacción  horrible  de  parte  del  pueblo,  por  la 
justa  sospecha  de  una  nueva  aristocracia  destructora  de  la  igualdad. 
E^to  y  mucho   más   diré  para  borrarles   del  pensamiento   un  plan 
tan  fatal,  tan  absurdo  y   tan  poco  glorioso.    Plan  que  nos  deshon* 
raría  delante  del  mundo  y  de  la  historia:   que  nos  atraería  el  odio 
de  los  liberales  y  el  desprecio  de  los  tiranos:  plan  que  me  horroriza 
por  principios,  por  prudencia  y  por  orgullo  ..."    Y  el  6  de  marzo 
le  escribe  á  Páez:    "He  recibido  la  muy  importante  carta  de  usted 
del  1^  de  octubre  del  año   pasado,   que   me   mandó   por  medio  del 
señor  Guzmán,    á  quien   he   visto  y  oído,  no  sin  sorpresa,  pues  su 
misión   es   extraordinaria  ^ . .  •    Usted   no  ha  juzgado,   me  parece, 

1.  Páez  confió  su  carta  á  Brícefio  Méndez;  pero  obligado  éste  á  permanecer 
en  Bogotá  como  diputado  al  congreso,  le  entregó  la  correspondencia  de  Venezuela 
á  Guzm&n,  que  pasó  á  Lima,  quinta  de  La  Magdalena,  donde  se  hallaba  Bolívar. 


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—    453    — 

ímparcialmeñte  del  estado  dé  las  cosas  y  de  los  hombres.  Ni  Co- 
lombia es  Francia,  ni  yo  Napoleón ...  Yo  no  puedo  persuadirme 
de  que  el  proyecto  que  me  ha  comiinicado  Guzmán  sea  sensato,  y 
creo  también  que  los  que  lo  han  sugerido,  son  hombres  de  aquellos 
que  elevaron  á  Napoleón  y  á  Iturbide,  para  gozar  de  su  prosperidad 
y  abandonarlos  en  el  peiligro;  ó  si. la  buena  fe  los  ha  guiado,  crea 
usted  que  son  unos  aturdidos,  ó  partidarios  de  opiniones  exage- 
radas. Bajo  cualquiera  forma  ó  principio  que  sea,  diré  á  usted  con 
toda  franqueza,  que  este  proyecto  no  conviene  ni  á  usted,  ni  á  mí, 
ni  al  país".  Le  anuncia  el  envío  de  su  constitución  para  Bolivia, 
que  quisiera  ve»  recomendada  á  la  opinión  pública,  y  tenyina:  "Por 
lo  demás,  yo  no  aconsejo  á  «sted  que  haga  para  sí  lo  que  no  quiero 
para  mi;  mas  'si  el  pueblo  lo  quiere  y  usted  acepta  el  voto  nacional, 
mi  espada  y  mi  autoridad  se  emplearán  con  infinito  gozo  en  sostener 
y  defender  los  derechos  de  la  soberanía  popular.  Esta  protesta  es 
•tan  sincera  como  el  corazón  de  su  fiel  amigo", 

Páez  afirmó  años  después,  que  no  fué  nunca  partidario  de  la 
monarquía,  ni  recibió  la  respuesta  de  Bolívar,  que  "  tiene  más  visos 
de  un  manifiesto  á  la  nación  que  respuesta  á  ima  comunicación 
privada  1".  En  todo  caso,  Páez  propone  claramente  en  su  carta  del 
1®  de  octubre,  que  Bolívar  regrese  á  Colombia  á  dirigir  un  Gobierno 
autocrático  ó  cesarista,  para  reemplazar  el  del  Vicepresidente  San- 
tander, y  contando  con  el  apoyo  —  según  el  mismo  Páez  —  de  hombres 
como  Briceño  Méndez,  el  mariscal  Sucre,  el  arzobispo  Méndez,  los 
Urdanetas,  los  Montillas,  los  Ibarras  y  algunos  mantuanos^.  Ad- 
viértase, sin  embargo,  que  respecto  de  otro  mantuano,  ó  noble 
criollo,  la  afirmación  de  Páez  parece  infundada.  Escribe  en  su 
Autobiografía:  "Cuando  en  el  año  26  (debe  leerse  27)  me.  dirigía 
yo  con  el  Libertador  de  Valencia  á  Caracas,  nos  detuvimos  en  la 
parroquia  de  San  Pedro,  y  allí  llegó  de  la  capital  don  Martín  Tovar, 
quien,  poco  después,  se  retiró  con  Bolívar  á  una  habitación,  per- 
maneciendo más  de  una  hora  en  conferencia  al  parecer  interesante. 
Cuando  emprendimos  de  nuevo  nuestra  marcha,  al  empezar  á  subir 
el  cerro  el  Libertador  me  dijo:  "¿creerá  usted  que  en  la  conferencia 
que  acabo  de  tener  cpn  Tovar  me  ha  dicho  este  hombre,  conocido 


1.  Autobipgrafia,  t.  I,  p.  634.  -—  No  hay  ya  duda  sobre  su  autenticidad: 
se  halla  en  las  Memorias  de  O'Leary,  til,  p.  653  y  siguientes.  Pero  no  llegó 
á  manos  de  Páez,  por  no  habérsela  remitido  Santander.  Este  •  escribió  á  Bolívar  con 
fecha  6  de  julio:  "Yo  he  detenido  la  carta  de  usted  á  Páez  en  que  le  respondía 
á  su  propuesta  de  imitar  ¿á  Napoleón,  porque  llegó,  á  tiempo  en  que  había  sido 
llamado  por  el  Senado  para  ser  juzgado,  y  temí  que  dicha  carta  le  corroborase  cual- 
quier deseo  de  insubordinarse". 

2.  Autobiografía,  t  I,  p.  608—9. 


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—    454    — 

por  sus  ideas  ultra-democráticas,  que  debo  qirovechar  los  momentos 
para  ceñirme  la  corona,  pues  todo  me  es  propicio  y  favonUe? 
Delirio  es  pensar  en  monarquías,  cuando  nosotros  mismos  hemos 
ridiculizado  tanto  las  corona^  y  si  fuera  necesario  la  adopción  de  seme- 
jante  sistema,  tenemos  la  constitución  de  Bolivia,  que  no  es  otra  cosa 
que  una  monarquía  sin  corona  ^^'.  Tovar  fué  demócrata  radical  desde 
1810:  diputado  á  la  Convención  de  1828,  se  mostró  irreconciliable 
adversario  de  tos  proyectos  centralistas  y  autoritarios  de  Bolívar  y 
sus  amigos,  á  tal  extremo,  que  cuando  desembarcó  en  la  GKiaira,  de 
regreso  de  Ocate,  Páez  mismo  dio  orden  de  hacerle  reembarcar  en 
seguida  p^a  el  extranjero,  sin  permitirle  siquiera  ir  á  Caracas  á 
buscar  á  su  familia;  y  por  último,  en  ^829  defendió  fervorosamente, 
en  su  opúsculo  titulado  A  los  Colombianos,  ideas  radicales  idén- 
ticas á  las  de  1811.  No  obstante  ser  hijo  del  conde  de  Tovar  y 
poseedor  de  cuantiosa  fortuna,  tal  vez  no  hubo  en  la  Independencia 
ni  en  Colombia  otro  hombre  más  extremado  en  sus  opiniones  fede- 
ralistas y  democráticas,  ni  más  inflexible  en  sus  procederes  políticos. 
De  modo  que  á  ser  cierta  la  confidencia  de  Bolívar  relatada  por 
Páez,  probablemente  no  tuvo  más  objeto  que  descubrir  el  íntimo 
sentimiento  de  éste  acerca  de  su  proposición  cesarista  del  año  25, 
y  especialmente  acerca  de^la  constitución  boliviana,  de  la  cual 
no  desistió  el  Libertador  sino  mal  de  su  grado.  Y  en  cuanto  á  la 
conducta  de  Páez,  aparentemente  contradictoria  por  estos  años,  ob- 
sérvese que  en  realidad  fué  premeditadamente  lógica.  En  1825  yá 
principios  de  1826,  quería  sustraerse  al  Gobierno  de  Santander  y 
al  partido  de.  los  "curiales  y  letrados",  y  no  vio  entonces  otro 
medio  de  realizar  su  plan  sino  apelar  á  la  autoridad  soberana  de 
Bolívar.'  Pero  consumada  la  rebelión  de  abril;  aceptado  ya  como 
jefe  por  el  mismo  partido  oligárquico  de  Caracas,  y  tranquilizado, 
sobre  todo,  por  el  decreto  de  Puerto  Cabello,  en  que  Bolívar  re- 
conoció de  hecho  la  rebelión,  vio  Páez  lograda  su  aspiración  i 
gobernar  sin  trabas  en  Venezuela,  y  es  natiu*al  que  no  pensase  más 
en  proyectos  monárquicos  ni  cesaristas. 

Lo  que  no  significa  que  las  ideas  monárquicas  dejasen  de 
contar  con  partidarios,  aunque  en  otra  forma.  En  el  propio  año  en 
que  se  escribe  esta  Historia,  se  ha  publicado  por  primera"  vez  un 
documento  que  se  relaciona  con  el  presente  asunto,'  y  que  requiere 
algún  comentario.  Es  un  informe  que  en  20  de  marzo  de  1825 
dirigió   desde  Chorrillos    el   capitán   de   fragata  Tomás  Mailing  al 

Ministro  de  Marina   de   la  Gran  Bretaña,  Lord  Melville,   acerca  de 

— — — ^— ^_^_  • 

1.  Loe.  cit.,  p.  609,  nota. 


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—    455    — 

una  conversación  que  acababa  de  tener  con  Bolívar  en  Lima;  de 
quien  di6e  que  oyd  lo  siguiente^:  '^No  hay  país  más  libre  que  Ingla« 
^^erra,  bajo  su  bien  ordenada  monarquía»  Inglaterra  es  un  modelo 
*^para  todas  las  naciones  de  la  tierra,  y  el  ejemplo  que  debieran 
^^  imitar  al  formar  una  nueva  constitución  ó  gobierno.  Entre  todos 
^Mos  países,  Sud-América  es  tal  vez  el  menos  apropiado  para  Go- 
^^biemos  republicanos.  Su  poblaeión  no  se  compone  sino  de  indios 
"y  negros,  más  ignorantes  que  la -raza  vil  de  españoles  de  que 
^^  acabamos  de  independizarnos.  Un  país  representado  y  gobernado 
^^por  semejante  población,  debe  arruinarse.  No  le  queda  otro  ca- 
rmino que  ocurrir  á  Inglaterra  para  salvarse;  y  no  solamente  puede 
*^  usted  comunicar  esta  conversación,  sino  que  le  ruego  lleve  este 
"asunto  á  la  consideración  del  Gobierno  de  S.  M.  B.,  como  mejor 
"le  parezca,  sea  oficialmente  ó  de  otro  modo.  Puede  usted  decir 
"que  no  he  sido  nunca  enemigo  de  las  monarquías,  en  cuanto  á 
"principios  generales:  al  contrario,  las  considero  esenciales  á  la 
"respetabilidad  y  bienestar  de  naciones  nuevas;  y  si  el  Gabinete 
"Británico  presentare  alguna  proposición  para  el  establecimiento  de 
"un  Gobierno  regular,  es  decir,  de  una  monarquía  ó  monarquías  en 
"el  Nuevo  Mimdo,  hallará  en  mí  im  firme  y  seguro  colaborador  del 
"proyecto,  enteramente  decidido  á  apoyar  al  soberano  que  Ingla- 
"  térra  propusiere  y  sostuviere  en  el  trono.  Sé  que  se  ha  dicho 
"que  deseo  ser  rey,  pero  de  ningún  modo  es  verdad.  No  aceptaría 
"para  mí  la  corona;  porque  cuando  vea  feliz  á  este  país,  bajo  un 
"  firme  y  buen  Gobierno,  volveré  á  la  vida  privada.  Repito  á  usted 
"que,  si  pudiere  yo  secundar  los  deseos  y  propósitos  del  Gobierno 
"Británico,  para  realizar  este  deseado  objeto,  puede  él  contar  con 
"mis  servicios.  Bien  le  debo  yo  esto  á  Inglaterra,  y  aim  mayor 
"sería  mi  gratitud,  —  á  Inglaterra  más  que  á  ningún  otro  país,  — 
"por  su  siempre  generosa  y  liberal  ajruda.  No  hay  duda  que  Fran- 
"cia  ó  España  tratarían  conmigo  si  les  hiciese  igual  proposición; 
"pero  jamás  toleraré  la  ingerencia  en  América  de  estas  odiadas  y 
"pérfidas  naciones.  El  título  de  Rey  pudiera  no  ser  hoy  popular 
"  en  América,  y  por  consiguiente  sería  preferible  evitar  la  oposición, 
"tomando  el  de  Inca,  al  que  tan  adictoa  son  los  indios^.  Este 
"esclavizado  y  miserable  país  ha  oído  hasta   ahora  el   nombre   de 

1.  Documento  copiado  en  los  archivos  de  Londres  por  Carlos  A.  Villanueva 
y  reproducido  por  el  marqués  de  Rojas  en  su  libro  intitulado  Tiempo  Perdido, 
P'  8  á  11.  París,  1 905.  Villanueva  está  preparando  una  obra  considerable  con  el 
título  de  Bolívar  y  la  Monarquía  Colombiana,  documentada  especialmente  en 
los  archivos  del  Gobierno  Británico  y  del  Gobierno  Francés.  Ignoramos  todavía 
cuales  serán  sus  conclusioned. 

2.  Inca  fué  el  titulo  propuesto  por  Miranda  en  1790. 


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—    456    — 

^^  Rey  cómo  sinónimo  solamente  de  sus  desgracias  y  de  las  cruel- 
^^dades  españolad,  y  todo  cambio  de  Virreyes  ha  sido  invaríable- 
^^  mente  la  sustitución  de  un  rapaz  opresor  con  otro.  La  democracia 
^Vtiene  sus  encantos  para  el  pueblo,  y  en  teoría  parece  plausible 
^^  poseer  un  Gobierno  libre  que  excluya  toda  distinción  hereditaria; 
"pero  á  este  respecto  nos  sirve  también  de  ejemplo  Inglaterra. 
"  Cuánto  más  respetable  es  la  nación  británica,  gobernada  por  su 
"Rey,  y  por  sus  Lores  y  Comunes,  que  aquella  otra  enorgullecida 
"con  su  igualdad,  en  donde  muy  popo  puede  hacerse  en  beneficio 
"del  Estado.  Ciertamente  dudo  de  que  la  actual  situación  se  pro- 
"  longue  mucho  en  los  Estados  Unidos.  En  suma,  deseo  asegurar  á 
"  usted  que  no  soy  enemigo  ni  dé  los  reyes  ni  de  cualquier  Go- 
"biemo  aristocrático,  siempre  que  estén  bajo  las  necesarias  res- 
"tricciones  que  la  constitución  inglesa  impone  en  sus  tres  grados. 
"Si  hemos  de  tener  nosotros  un  nuevo  Gobierno,  ha  de  modelarse 
"sobre  el  de  ustedes,  y  estoy  decidido  á  sostener  cualquier  sobe- 
"rano  que  Inglaterra  pueda  damos". 

No  consta  que  el  capitán  Mailing  sometiera  á  Bolívar  la  revi- 
sión del  texto  de  su  informe,  y  es  probable,  por  consiguiente,  que 
contenga  inexactitudes  y  variantes.  La  insinuación  principal  puede 
ser  exacta,  porque  concuerda  con  otras  manifestaciones  del  liber- 
tador, y  porque  ya  se  sabe  que  éste  no  fué  nunca  demócrata  á  la 
americana,  antes  bien  aristócrata  á  la  inglesa,  como  lo  revela  desde 
1819  el  proyecto  constitucional  de  Angostura,  con  su  Presidencia 
vitalicia  y  atribuciones  análogas  á  las  del  monarca  británico,  y  sus 
Senadores  hereditarios,  imitación  de  la  Cámara  de  los  Lores.  Pero 
la  circunstancia  misma  de  haberse  archivado  en  Londres  la  nota  de 
Mailing,  induce  á  creer  que  no  tradujo  fielmente  toda  la  conversa- 
ción de  Lima.  «En  marzo  de  1825,  Bolívar  se  halla  en  el  apogeo  de 
su  gloria  y  poder,  á  la  edad  de  42  años,  y  resuelto  á  ejercer  él 
mismo  una  autoridad  equivalente  á  la  de  Pericles  en  Atenas,  rey 
sin  corona.  El  Peni  acaba  de  concederle  el  título  de  Padre  y  Sal- 
vador de  la  Patria;  el  congreso  le  decreta  los  honores  del  triunfo 
y  le  inviste  de  una  dictadura  sin  límites.  Tres  meses  antes  había 
convocado  el  congreso  internacional  de  Panamá,  y  en  el  año  siguiente 
redacta  su  constitución  de  Bolivia,  calcada  sobre  la  de  Angostura. 
De  modo  que  en  la  fecha  en  que  escribe  el  capitán  Mailing,  lo  más 
verosímil  es  que  Bolívar,  hábil  diplomático  como  lo  fué  siempre,  se 
valiese  de  aquel  marino. para  sondear  al  Gabinete  de  Londres,  con 
el  fin  de  atraerse  su  simpatía  y  apoyo  en  las  cuestiones  que  iban 
á  tratarse  en  Panamá,  y  en  favor  de  su  proyectada  expedición  á 
Cuba  y  Puerto  Rico,  que  contrariaban  los  Estados  Unidos.    Y  pen- 


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—    457    — 

saba  en  Inglaterra,  antes  que  en  ninguna  otra  potencia-  europea,  por- 
que allí  justamente  encontró,  durante  los  años  más  angustiosos  de 
su  carrera,  los  elementos  de  guerra  que  le  eran  indispensables  — 
hombres,  armas  y  vestuarios  —  para  emprender  su  campaña  de 
Boyacá,  preliminar  necesario  de  la  batalla  de  Carabobo.  Sin  la  to- 
lerancia que  se  le  dispensó  en  Londres  á  López  Méndez  para  formar 
expediciones,  y  sin  la  facilidad  que  tuvo  luego  Zea  para  conseguir 
dinero,  es  evidente  que  se  hubiera  aplazado,  quien  sabe  por  cuanto 
tiempo,  la  fulgurante  serie  de  victorias  que  empieza  en  Boyacá  y 
remata  en  Ayacucho.  Deseaba  ahora  Bolívar  la  misma  protección, 
porque  veía  claramente  el  estado  de  los  países  libertados:  inmensos 
territorios  con  escasa  población,  sin  caminos,  sin  industrias,  domi- 
nados de  hecho  por  militares  semejantes  á  los  de  Napoleón,  — 
militares  de  aventura,  como  los  colombianos  Páez,  y  Córdoba,  y 
Obando,  y  Flores,  lo  mismo  que  los  peruanos  Santa  Cruz,  La  Mar, 
Gamarra;  y  para  asegurar  la  tranquilidad  de  aquellos  pueblos,  ne- 
cesitaba que,  reconocida  oficialmente  su  Independencia,  los  tomase 
bajo  su  protección  moral  y  material  ima  gran  potencia  como  In- 
glaterra, único  medio  de  poder  mandar  á  sus  casas  la  parte  más  tur- 
bulenta del  ejército,  y  presidir  en  paz  la  soñada  X^onfederación  de 
la  América  meridional.  Pensó,  tal  vez,  en  una  ó  varias  monar- 
quías con  príncipes  británicos;  pero  como  proyecto  que  no  debía 
realizarse  sino  después  de  su  muerte,  ó  para  el  caso  de  no  poder 
realizar  su  tenaz  aspiración  á  la  Presidencia  vitalicia. 

Fué  preocupación  constante  de  Bolívar,  echar  á  los  españoles 
de  sus  últimas  posesiones  americanas,  para  obligarlos  á  reconocer 
por  un  tratado  la  soberanía  de  las  nuevas  Repúblicas.  En  enero  de 
1827,  hallándose  en  Caracas,  le  llegan  noticias  de  probables  hosti- 
lidades de  Inglaterra  y  Portugal  contra  España.  Apresúrase  á  ha- 
cerle saber  al  Ministro  Canning,  que  llegado  el  caso,  Inglaterra 
podía  contar  con  el  ejército  colombiano  para  libertar  á  Cuba  y 
Puerto  Rico,  quedando  estas  islas  ó  como  dominio  británico  ó  como 
Estados  independientes,  pues  no  era  su  propósito  agregarlas  á  Co- 
lombia, sino  quitarle  á  España  tan  importante  base  de  operaciones 
en  el  mar  de  las  Antillas.  Y  en  los  siguientes  meses  del  propio 
año,  durante  su  permanencia  en  Caracas  y  en  su  viaje  de  la  Guaira 
á  Cartagena,  conferenciando  con  el  Ministro  Plenipotenciario  de 
Inglaterra,  Sir  Alejandro  Cockbum,  insiste  en  las  ventajas  que  obten- 
dría Inglaterra  obligando  á  España  á  reconocer  la  independencia  de 
Colombia;  con  lo  cual  podría  ésta  licenciar  parte  de  su  ejército, 
fomentar  su  riqueza  y  asegurar  definitivamente  el  servicio  de  su 
deuda  contraída  con  capitalistas  británicos. 


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—    458    — 

A  principios  de  1^8,  un  periódico  de  Cuenca  titulado  El  Eco 
del  Asuay,  propone  que  se  establezca  una  monarquía  en  toda  la 
América  espafiola,  con  su  capital  en  Lima.  Bolívar  escribe  desde 
Bucaramanga  al  general  Urdaneta,  el  18  de  mayo:  ^^EMrán  que  este 
proyecto  es  mío,  y  por  lo  mismo  quiero  que  mis  amigos  escriban 
contra  él,  diciendo  lo  que  merece  el  proyecto  y  atribuyéndolo  á 
quien  puede  ser  la  causa,  pues  asi  como  ellos  (los  santanderistas) 
dirán  que  soy  yo,  es  preciso  decir  que  son  ellos*'.  Y  le  acompaña 
un  primer  artículo  p^a  que  se  inserte  en  Al  Amigo  del  País  de 
Bogotá.  Apunta  que  semejante  invención  no  tiene  más  objeto  que 
concitar  odios  contra  el  Libertador,  suponiéndole  la  idea  de  coro- 
narse para  conquistar  el  resto  de  la  América;  é  insinúa  que  lo 
publicado  en  Cuenca  es  obra  del  mismo  Santander.  "Si  por  fortuna, 
ninguna  calamidad  ocurre  mientras  que  el  pueblo  se  desengaña  de 
las  patrañas  insidiosas  de  los  enemigos  del  Libertador,  y  que,  lo 
que  no  deseamos  ni  podemos  esperar  y  mucho  menos  temer,  se 
verificara  un  trastorno  absoluto  en  los  principios  de  nuestra  polí- 
tica, y  se  erigiera  ese  malhadado  imperio,  entonces  el  autor  del 
proyecto  aguardaría  confiadamente  la  recompensa  de  su  delirio 
extravagante  con  algún  principado  de  Cundinamarca.  No 
sería  extraño  que  el  que  ha  variado  sin  dilación,  de  principio 
á  principio  y  de  opinión  á  opinión,  también  deseara  titularse 
príncipe . . ." 

En  1829  se  trata  de  conservar  la  Presidencia  vitalicia  de  Bo- 
lívar y  darle  por  sucesor  un  príncipe  inglés,  ó  francés.  El  historia- 
dor Restrepo,  que  era  á  la  sazón  Ministro  del  Interior,  explica 
llanamente  la  marcha  del  plan  monárquico.  Dice  que  muchos  hom- 
bres ''de  experiencia  y  de  influjo",  al  considerar  que  el  único 
vínculo  de  la  Unión  Colombiana  era  el  Libertador,  "  cuyas  enferme- 
dades y  vejez  prematura  no  prestaban  garantías  de  que  viviese  lo 
bastante  para  dar  cima  á  la  obra  comenzada";  al  ver  la  profunda 
antipatía  existente  entre  granadinos  y  venezolanos,  y  la  de  los 
ecuatorianos  por  unos  y  otros;  las  revueltas  que  ocasionaba  la  elec- 
ción de  Presidente  y  Vicepresidente;  la  inmensa  lista  de  ambiciosos 
caudillos  locales,  prontos  á  erigirse  cada  cual  en  mandatario  ab- 
soluto de  sus  respectivas  regiones,  —  se  dieron  á  excogitar  el  medio 
de  evitar  la  disolución  del  Estado  colombiano,  y,  ''después  de 
muchas  meditaciones,  pareció  á  algunos,  entre  los  cuales  se  con- 
taban los  miembros  del  Consejo  de  Ministros^,  que  Colombia  no 
podía  subsistir  regida  por  instituciones  republicanas  que  prescribían 

1.  Eranlo  José  María  del  Castillo,  José  Manuel  Restrepo,  el  general  kafael 
Urdaneta,  Estanislao  Vergara  y  NicoUs  Tanco. 


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—    499    — 

un  jefe  electivo  cada  cuatro  afios,  según  lo  estableciera  la  constitu- 
ción de  Cücuta,  pues  infaliblemente  se  dividiría  por  las  antipatías 
y  rivalidades  existentes,  y  las  que  excitaban  las  cuestiones  eleccio- 
narias. '  Fueron,  pues,  de  opinión  que  el  único  Gobierno  que  daría 
al  territorio  colombiano  garantías  de  orden  y  estabilidad,  sería  el 
monárquico  constitucional,  llaihando  al  trono  á  un  príncipe  extran- 
jero de  las  antiguas  dinastías  de  la  Europa  ^\  Pensaron  al  propio 
tíempo,  que  no  debía  esto  efectuarse  sino  después  de  la  muerte  de 
Bolívar,  y  convinieron:  "que  se  adoptara  en  principio  la  monarquía 
constitucional  en  Colombia,  y  que  Bolívar,  mientras  viviera,  man- 
dase en  ella  con  el  título  de  Libertador  Presidente;  pero  que  desde 
ahora  se  llamase  á  un  príncipe  extranjero  á  sucederle,  quien  sería 
el  primer  rey,  y  hereditario  el  trono  en  sus  descendientes^". 

En  abril  del  mismo  afio  de  29,  Bolívar  escribe  desde  Quito  al 
Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  aconsejándole  que  hable  privada- 
mente con  los  agentes  diplomáticos  de  los  Estados  Unidos  y  de 
Inglaterra  acerca  de  la  probable  anarquía  que  va  á  apoderarse  de 
los  países  suramerícanos,  si  un  Estado  poderoso  no  interviene  en 
sus  diferencias;  y  el  6  de  julio  el  Secretario  General  del  Libertador 
escribe  desde  Buijó  al  propio  Ministro:  "¿Cómo  librar  á  la  América 
de  la  anarquía  que  la  devora  y  de  la  colonización  europea  que  la 
amenaza?  Se  reunió  un  congreso  anfictiónico  (el  de  Panamá),  y 
sus  tareas  fueron  desdeñadas  por  las  naciones  más  interesadas  en 
sus  convenios.  Se  propuso  una  federación  parcial  de  tres  Estados 
soberanos,  y  la  maledicencia  y  el  escándalo  se  elevaron  hasta  los 
cielos*  En  fin,  la  América  necesita  de  un  regulador  •  •  •  S.E.  no 
tiene  en  este  negociado  el  más  remoto  interés  personal,  fuera  del 
de  Colombia,  fuera  del  de  la  América.  No  se  adhiere  á  la  palabra, 
busca  la  cosa.  Llámese  como  se  quiera,  con  tal  que  el  resultado 
corresponda  á  sus  deseos  de  que  la  América  se  ponga  bajo  la 
custodia  ó  salvaguardia,  mediación  ó  influencia  de  imo  ó 
más  Estados  poderosos  que  la  preserven  de  la  destrucción  á  que  la 
conduce  la  anarquía  erigida  en  sistema,  y  del  régimen  colonial  de 
que  está  amenazada.  Inglaterra  ¿no  ofreció  espontáneamente  su 
mediación  entre  el  Brasil  y  el  Río  de  la  Plata?  ¿No  intervino  á 
mano  armada  entre  la  Turquía  y  la  Grecia?  Busquemos,  pues, 
señor  Ministro,  una  tabla  de  que  asimos,  ó  resignémonos  á  nau- 
fragar en  el  diluvio  de  males  que  inundan  á  la  desgraciada  Amé- 
rica"* El  Consejo  de  Ministros  examina  esta  nota  en  su  sesión  del 
3  de  setiembre,  y  considerando  que  el  propósito  del  Libertador  de 

1.  J.  M.  Restrepo,  Historia  de  la  revolución  de  la  República  de  Co- 
lombia, t.  IV,  p.  201  á  203. 


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—    460    — 

solicitar   la   ^^  custodia   ó  salvaguardia,   mediación   ó  influenciad^  de 
uno  ó  más  Estados  poderosos,   no   se  conseguirá  ^^  mientras  en  Co- 
lombia no  haya   un  Gobierno   estable  en  el  que  se  pueda  confíar^\ 
resuelve  que  el  Ministro  de  Relaciones  Exteriores  abra  ^^  sin  tardanza 
*^  y  con  la  reserva  correspondiente,  una  negociación  con  los  agentes 
^^diplomáticos   de   Inglaterra  y  Francia,  reducida:  —  1®  A  manifes- 
^^tarles  con  todas  las  razones  que  hay  en  el  caso  la  necesidad  que 
^^  tiene   Colombia,   para   organizarse   definitivamente,   de    variar  la 
^4orma  de  Gobierno,  decretando  una  monarquía  constitucional;  que 
."  sin  embargo  de  tener  el  derecho  indisputable  de  acordar  la  forma 
'^  de  Gobierno  que  más  le  convenga,  para  proceder  de  acuerdo  y  en 
,^^  buena   armonía,   el  Consejo   de  Ministros   desea   saber  si  los  Go- 
^^  bienios  de  S.M.  Británica  y  S.M.  Cristianísima,  llegado  el  caso  de 
"  que  el  congreso  decrete  la  monarquía  constitucional,  darán  su  asenso 
"á  ella:  —  2^  Se  les  indicara  que,  en  tal  caso,  le  parece  al  Consejo, 
^^que  el  Libertador   mandará   por   el   tiempo   de   su   vida  con  este 
"  título,  y  que  el  rey  ó  monarca  no  se  tomará  sino  por  su  sucesor:  — 
"3<>  Se  les  preguntara  si  sus  Gobiernos  reconocerían  la  libertad  que 
"  tiene  Colombia  para  señalar  al  Libertador,  y  para  sucederle  en  el 
^^  caso  expresado,  el  príncipe,  rama  ó  dinastía  que  más  convenga  á 
"sus  intereses:  —   4<^  En  fin,  se  les  manifestara  la  importancia  del 
"paso  que  es  probable   dé   el  congreso   de  Colombia   para  nuestra 
"organización,  y  para  la  del  resto  de  la  América;  mas  que,  siendo 
"también   muy   probable  que,    tanto   los  Estados  Unidos   del  Norte 
"como   las   demás  Repúblicas   de  América,    se  alarmen  contra  Co- 
"lombia,  s^, reclame  para  este  caso  la  poderosa  y  efícaz  intí^rven- 
"ción  de   Inglaterra  y  Francia,  dirigida  á  que  de  ningún  modo  se 
"turbe  ni  inquiete  á  Colombia,  por  haber  usado  del  derecho  indis- 
"putable  que  tiene  de  darse   la   forma   de   Gobierno    que  mejor  le 
"  convenga;  cuya  intervención  podrá  pedirse  á  una  ó  más  Potencias. 
"Al  comisionado  de  Francia  se  le  hará  entrever,  aunque  sin  com- 
"  prometimiento  alguno   de   nuestra   parte,    que   llegado  el  caso  de 
"escogerse  alguna  rama  de  las  casas  reales  de  Europa,  el  Consejo 
"juzga  que  convendría  á  Colombia  escoger  un  príncipe  de  la  casa 
"  real  de  Francia,  que  tiene  nuestra  misma  religión,  y  que  nos  sería 
"conveniente  por  otras  muchas  razones  políticas''. 

Cumplió  su  encargo  el  Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  di- 
rigiéndose por  escrito,  con  fecha  5  de  setiembre,  al  señor  Bressón, 
Comisionado  especial  del  rey  de  Francia  en  Colombia,  y  al  cpronel 
Campbell,  Encargado  de  Negocios  de  Inglaterra;  y  estos  diplomáti- 
cos contestaron  que  darían  cuenta  del  asunto  á  sus  respectivos  Go- 
biernos. 


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-    461     - 

El  coronel  Campbell,  procurando  explorar  el  pensamiento  de 
Bolívar,  le  había  escrito  una  carta  •  privada  el  31  de  mayo,  y  en 
la  respuesta,  fechada  en  Guayaquil  el  5  de  agosto,  se  lee:  ^^Lo  que 
usted  se  sirve  decirme  con  respecto  al  nuevo  proyecto  de  nombrar 
un  sucesor  de  mi  autoridad  que  sea  príncipe  europeo,  no  me  coge 
de  nuevo,  porque  algo  se  me  había  anunciado  con  no  poco  misterio, 
y  algo  de  timidez,  pues  conocen  mi  modo  de  pensar.  No  sé  que 
decir  á  usted  sobre  esta  idea,  que  encierra  mil  inconvenientes. 
Usted  debe  conocer  que  por  mi  parte  no  habría  ninguno,  deter* 
minado  como  estoy  á  dejar  el  mando  en  este,  próximo  congreso; 
mas  ¿quien  podrá  mitigar  la  ambición  de  nuestros  jefes. y  el  temor 
de  la  desigualdad  en  el  bajo  pueblo  ?^^  Enumera  en  seguida  los 
principales  inconvenientes  que  tendría  en  Colombia  y  en  toda  Amé- 
rica una  tan  radical  trasformacióa  de  las  instituciones  nacionales,  y 
concluye:  "En  fin,  estoy  muy  lejos  de  oponerme  á  la  reorganiza* 
ción  de  Colombia  conforme  á  las  instituciones  experimentadas  de 
la  sabia  Europa.  Por. el  contrario,  me  alegraría  infinito  y  reani- 
maría mis  fuerzas  para  ayudar  á  una  obra  que  se  podría  llamar  de 
salvación,  y  que  se  conseguiría,  no  sin  dificultad,  sostenidos  noso- 
tros de  la  Inglaterra  y  de  la  Francia.  Con  estos  poderosos  auxilios 
seríamos  capaces  de  todo;  sin  ellos  no.  Por  lo  mismo,  yo  me  re- 
servo para  dar  mi  dictamen  definitivo  cuando  sepamos  qué  piensan 
los  Gobiernos  de  Inglaterra  y  de  Francia  sobre  el  mencionado 
cambio  de  sistema  y  la  elección  de  dinastía  ^^\ 

Fechada  á  5  de  agosto,  la  carta  á  Campbell  parece  contra- 
dictoria con  otras  anteriores  de  Bolívar;  y  lo  es,  en  efecto,  aunque 
sus  términos  ambiguos  se  explican  tal  vez  por  la  circunstancia  de 
no  querer  revelarle  á  un  diplomático  extranjero  la  discrepancia  que 
ya  existía  entre  su  modo  de  pensar  y  el  del  Consejó  de  Ministros. 
En  13  de  julio  había  escrito  al  de  Relaciones  Exteriores  resumiendo 
como  sigue  los  obstáculos  del  proyecto:  "1<^  Ningún  príncipe  extran- 
jero admitirá  por  patrimonio  un  principado  anárquico  y  sin  garan- 
tías; 2^  Las  deudas  nacionales  y  la  pobreza  del  país  no  ofrecen 
medios  para  mantener  un  príncipe  y  ima  corte  miserablemente; 
3^  Las  clases  inferiores  se  alarmarán,  temiendo  los  efectos  de  la 
aristocracia  y  de  la  desigualdad;  4^  Los  generales  y  ambiciosos  de 
todas  condiciones  no  podrán  soportar  la  idea  de  verse  privados  del 
mando  supremo  ^\  Con  la  misma  fecha  dice  á  Urdaneta,  Ministro 
de  Guerra:  "Para  el  proyecto  de  monarquía  no  hay  sujeto,  porque 

1.  Se  halla  esta  carta  en  la  Autobiografía  de  Páez,  t.  I,  p.  616;  y  en  la 
p&gina  61 8  se  agrega,  que  el  general  Urdaneta  incluyó  copia  de  la  misma  .en  la  que 
dirigió  á  Páez  desde  Bogotá  el  16  de  setiembre,  1829. 


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—    462    — 

yo  no  quierO)  y  ningún  príncipe  extranjero  quiere  subir  á  un  ca- 
dalso regio  ^'.  Y  les  aconsejó  á  uno  y  otro  Ministro,  que  se  pu- 
siesen más  bien  á  la  cabeza  del  movimiento-'  que  tendía  á  separar 
á  Nueva  Granada  y  Venezuela  con  Gobiernos  propios.  Igual  cosa 
le  escribía  al  general  O'Leary  desde  Guayaquil,  el  13  de  setiembre: 
^^La  nueva  nobleza,  indispensable  en  una  monarquía,  saldría  de  la 
masa  del  pueblo,  con  todos  los  celos  de  una  parte,  y  toda  la  alta- 
nería de  la  otra^.  Nadie  sufriría  sin  impaciencia  esta  miserable 
aristocracia  cubierta  de  pobreza  é  ignorancia,  y  animada  de  pre- 
tensiones ridiculas  •  • .  No  hablemos  más,  por  consiguiente,  de  esta 
quimera ...  £1  congreso  constituyente  tendrá  que  elegir  una  de 
dos  resoluciones,  únicas  que  le  quedan  en  la  situación  de  las  cosas: 
1*  la  división  de  la  Nueva  Granada  y  Venezuela;  2*  la  creación  de 
un  Gobierno  vitalicio  y  fuerte  • . .  Yo  no  veo  el  modo  de  suavizar 
las  antipatías  locales,  y  de  abreviar  las  distancias  enormes.  En  mi 
concepto,  estos  son  los  grandes  obstáculos  que  se  nos  oponen  á  la 
formación  de  im  Gobierno  y  un  Estado  solo . . .  Fórmense  dos  Go- 
biernos ligados  contra  los  enemigos  comunes,  y  concluyase  un  pacto 
internacional  que  garantice  las  relaciones  recíprocas:  lo  demás  lo 
hará  el  tiempo,  que  es  pródigo  en  recursos". 

Explícanse  también  las  evidentes  contradicciones  de  Bolívar 
en  este  año,  por  la  circunstancia  de  que,  literalmente,  ya  se  sentía 
morir.  Gravemente  enfermo  durante  todo  su  viaje  al  Ecuador,  lo 
que  causa  asombro  es  que  su  genio  tuviese  aún  la  enei^a  de  no 
cometer  el  supremo  error  de  aceptar  ahora  la  corona  que  in- 
considerados amigos  le  ofrecieran,  ó  llevar  más  adelante  el  peli- 
groso plan  de  monarquía  europea.  Cual  era  su  cansancio,  lo  revela 
otro  párrafo  de  su  citada  carta  á  O'Leary:  ^^No  es  creíble  el  estado 
en  que  estoy,  según  lo  que  he  sido  en  toda  mi  vida;  y  bien  sea 
que  mi  robustez  espiritual  ha  sufrido  mucha  decadencia,  ó  que  mi 
constitución  se  ha  arruinado  en  gran  manera,  lo  que  no  deja  duda 
es  que  me  siento  sin  fuerzas  para  nada,  y  que  ningún  estímulo 
puede  reanimarías.  Una  calma  universal,  ó  más  bien  una  tibieza 
absoluta,  me  ha  sobrecogido  y  me  domina  completamente.  Estoy 
tan  penetrado  de  mi  incapacidad  para  continuar  más  tiempo  en  el 
servicio  público,  que  me  he  visto  obligado  á  descubrir  á  mis  más 
íntimos  amigos  la  necesidad  que  veo  de  separarme  del  mando  su- 
premo para  siempre,  á  fin  de  que  se  adopten  por  su  parte  aquellas 
resoluciones  que  les  sean  más  convenientes".  Sabido  lo  cual  por 
el  Consejo  de  Ministros,  le  rogaron   todos,   que   para  evitar  la  in- 

1.  Olvida  su  utopia  de  Angostura,  de  formar  una  nobleza  criolla  con  los 
Senadores  hereditarios. 


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—    463    — 

*  mediata  disolución  de  Colombia,  no  publicase  su  determinación,  ni 
sobre  el  plan  mcmárquico  ni  sobre  su  retiro  á  la  vida  privada,  antes 
de  instalarse  el  próiumo  congreso.  Y  así  lo  hizo,  dando  lugar  á 
todas  las  malévolas  suposiciones  y  calumnias  que  se  desencadenaron 
en  seguida:  dando-  también  lugar,  con  su  silencio,  á  que  en  Vene* 
zuela,  cuya  oligarquía  no  desaprovechaba  ninguna  ocasión  de  fomen* 
tar  la  tend^icia  separatista,  se  precipitase  ésta  á  fines  del  año  29. 
Por  el  mes  de  abril  había  llegado  á  Caracas  el  comandante 
José  Austria,  comisionado  por  el  general  Urdaneta  para  decirles 
á  los  prohombres  venezolanos,  que  la  opinión  de  los  Departamentos 
de  Nueva  Granada  y  el  Ecuador  estaba  pronunciada  por  la  monar- 
quía y  designaba  al  Libertador  para  ocupar  el  trono.  Páez  con* 
sultó  á  los  más  íntimos  amigos  de  Bolívar,  —  Soublette,  Bríceño 
Ménd^  y  Lino  de  Clemente,  —  y  todos  (son  palabras  de  Soublette) 
^^encontrando  mil  dificultades  y  peligros  en  la  empresa  de  establecer 
aquí  una  monarquía,  sin  haber  preparado  el  país  á  un  cambio  tan 
radical,  nos  decidimos  por  la  adopción  de  una  constitución  que 
estableciera  un  Gobierno  tan  compacto  como  el  de  un  rey,  sin  darle 
este  nombre,  y  sin  dar  una  ley  de  sucesión  ni  crear  una  nobleza". 
Con  tal  dictamen  despacharon  en  julio  al  mismo  Austria,  á  explorar 
el  ánimo  de  Bolívar.  ^^  Se  quiere  saber  positivamente  (son  palabras 
de  Bríceño  Méndez)  su  modo  de  pensar  sobre  el  proyecto  de  que 
hablan  algunos  de  Bogotá  "i.  En  setiembre,  Urdaneta  vuelve  á 
escribirles  recomendando  el  plan  del  Ministerio  sobre  monarquía 
inglesa  ó  francesa.  Pero  Soublette,  que  ejercía  ahora  grande  influjo 
como  jefe  del  estado  mayor  de  Páez,  le  contesta  el  4  de  octubre: 
^^  Cada  día  tengo  más  motivos  para  conocer  que  estos  Departamentos 
resisten  la  monarquía;  que  de  la  adopción  de  esta  forma  de  Go- 
bierno tendremos  la  guerra  civil,  y  que  ella  nos  volverá  á  la  domi- 
nación española,  después  de  mil  horrores  y  desastres  .  .  •  Soy 
amigo  de  usted  y  dé  todos  los  que  están  en  la  empresa,  conozco 
la  piureza  de  sus  intenciones,  y  por  lo  mismo  se  aumentan  mis  tor- 
mentos, pues  veo  que  con  los  mejores  deseos  del  mundo,  han 
adoptado  ustedes  el  único  arbitrio  que  puede  perdemos  sin  reme- 
dio . .  .  ¿Cómo  es  posible  que  usted,  Castillo  y  los  demás  sujetos 
de  importancia  que  están  en  la  idea,  tengan  tan  poca  noticia  del 
verdadero  estado  é  índole  de  Venezuela,  para  haber  dado  esta 
dirección  á  las  cosas?".  Y  le  advierte  que  habrá  una  revolución, 
"porque  si  hasta  ahora  ha  sido  fácil  probar  que  el  Libertador  se 
oponía  á  la  monarquía,  no  lo  será  ya  tanto  en  lo  sucesivo". 

1.  Tanto  Soublette  como  Bricefio  traamiten  á  Bolívar  obsep^cioQCs  y  reparo» 
contra  la  idea  monárquica,  ai  bian  agregando  que   seguirán  el  camino  que  les  trace. 


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—    464    — 

Que  Bolívar  se  abstuvo  de  trasmitir  instrucciones  á  sus  amigos 
venezolanos,  lo  prueba  evidentemente  una  carta  del  general  Diego 
Ibairra,  quien  fué  por  estos  meses  en  Caracas  el  más  esforzado  pro^ 
pagandista  de  la  monarquía.  El  14  de  octubre  le  escribe  Ibarra  á 
Urdaneta,  que  Soublette  y  Briceño  consideran  prematui-o  el  plan, 
'''no  porque  hayan  consultado  la  opinión  pública,  sino  porque  les 
parece  que  si  hablan  6  dicen  algo  en  favor,  se  los  lleva  el  diablo"; 
que  Páez  no  dará  ningún  paso  "mientras  no  reciba  una  contesta- 
ción terminante  del  Libertador",  y  que  teme  Páez  que  el  asunto 
no  salga  bien,  aunque  "ofrece  seguir  á  D.  Simón  hasta  el  sepul- 
cro "...  "Yo  le  he  dicho  que  del  general  Bolívar  no  espere  nada 
terminante,  y  que  si  aguarda  ésto  nunca  hará  nada:  él  contesta  que 
de  otro  modo  no  se  mueve  .  .  .  Todos  para  manifestarse  claramente 
no  esperan  más  que  el  general  Páez  se  pronyncie"  ...  Y  concluye 
Ibarra  con  una  insinuación  que  revela  cuanto  abusaban  los  ami- 
gos de  Bolívar,  en  estos  años,  de  su  carácter  en  plena  decadencia, 
y  aun  de  su  alejamiento  de  la  capital.  Dice:  "En  este  estado  tiene 
usted  las  cosas  por  aquí,  y  así  es  que  sería  muy  bueno  que  Pepe 
(Austria)  volviese  pronto,  trayendo  una  buena  contestación  de 
D.  Simón,  fuese  ó  no  verdadera,  á  fin  de  quitar  este  incon- 
veniente, que  es  el  que  se  presenta  ostensiblemente".  —  La  con- 
testación no  vino,  y  á  las  cinco  semanas  el  partido  de  Páez  se  pro- 
nunció por  la  separación. 

No  encontró  tampoco  en  Europa  el  plan  monárquico  la  buena 
acogida  que  esperaban  sus  promovedores.  Francia  no  quiso  dar 
ningún  paso  que  pudiera  tildarla  de  adversaria  de  las  pretensiones 
que  aún   revelaba  España   sobre  sus  perdidas  colonias^.    Inglaterra 


1.  "Parece  que  (en  Bogotá)  se  pensó  y  llegó  á  hablarse  de  cierto  matrimonio 
{de  Bolivaí:)  con  una  princesa  francesa,  estipulando  que  el  trono  sería  hereditario,  i 
falta  de  sucesión,  en  la  casa  real  de  Francia*'.  F.  Michelena  y  Rojas,  Exploración 
Oficial,  p.  618.  —  En  cuanto  á  la  tradicional  errónea  diplomacia  de  Espafia,  en 
las  cosas  de  América,  nótese  de  nuevo  que  los  más  avisados  de  sus  agentes  en  el 
extranjero  insinuaron  siempre,  desde  los  fines  del  siglo  XVHI,  el  plan  de  establecer 
en  Ultramar  príncipes  de  la  familia  real.  Pero  el  Gobierno  de  Madríd  no  aspiraba  i 
otra  cosa  sino  á  revivir  su  antiguo  régimen  colonial  absolutista,  como  si  le  hubiera 
sido  posible  borrar  de  la  historía  veinte  afios  de  revolución  republicana.  Léase,  i 
solo  titulo  de  curíosidad,  porque  ya  el  plan  no  tenia  ninguna  probabilidad  de  éxito^ 
lo  que  el  26  de  enero  de  1828  escribía  el  conde  de  Ofalia,  Embajador  de  Espafta 
en  Londres,  al  Secretario  de  Estado,  D.  Manuel  González  Salmón:  "No  hace  mucho 
tiempo  que  la  opinión  general  aquí  era  que  la  España  había  malogrado  para  siempre 
la  ocasión  de  establecer  algunos  Príncipes  de  la  Familia  Real  en  América,  porque 
las  cosas  habían  tomado  allí  tal  vuelo  é  incremento,  que  éste,  en  su  concepto,  único 
medio  de  arreglo,  se  había  llegado  á  hacer  imposible.  Sin  embargo  de  esto,  no  hace 
muchas  noches  que  Mr.  Lamb  (que  no  puede  dudarse  tiene  la  confianza  de  este  Go- 
bierno sobre  los  negocios  de  Espafia  y  Portugal)  hablando  en  un  convite  conmigo, 
'poco  antes  de  su  salida  de  aquí  y  de  la  del  Sr.  Infante  D.  Miguel,  me  preguntó:  — 


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—    465    — 

declaró  que  se  opondría  á  la  adopción  de  un  príncipe  francés,  y 
que  tampoco  aceptaba  la  oferta  para  ninguno  de  su  propia  familia 
real.  El  Ministro  de  Colombia  en  Londres,  José  Fernández  Madrid, 
trasmite  al  de  Relaciones  Exteriores,  en  nota  del  16  de  diciembre, 
1829,  la  respuesta  verbal  del  Secretario  de  Negocios  Extranjeros, 
Lord  Aberdeen:  —  "El  Gobierno  de  S.  M.,  lejos  de  oponerse  á  que 
se  establezca  en  Colombia  un  Gobierno  semejante  al  de  este  país, 
celebraría  que  se  verificase  esa  reforma,  por  cuanto  está  conven- 
cido de  que  ella  contribuiría  al  orden  y  por  consiguiente  á  la  pros- 
peridad de  aquella  parte  de  la  América;  pero  el  Gobierno  Bri- 
tánico no  permitiría  que  un  Príncipe  de  la  familia  de  Francia  cruce 
el  Atlántico  para  ir  á  coronarse  en  el  Nuevo  Mundo ...  Y  para  que 
usted  se  convenza  de  que  no  hay  inconsecuencia  ni  aspiración  al- 
guna por  nuestra  parte,  declaro  á  usted  igualmente  que  el  Gobierno 
de  S.  M.  no  se  prestaría,  aun  cuando  se  le  propusiese,  á  que  fuese 
á  reinar  en  la  América  española  ningún  Príncipe  de  la  real  familia.'' 
Que  era  ésta,  en  verdad,  la  resolución  del  Gobierno  Británico,  lo 
demuestran  también  las  confidencias  que  el  mismo  Lord  Aberdeen 
le  hizo  poco  después  al  Ministro  español.  Quien  escribe  á  la  Se- 
cretaría de  Estado,  el  20  de  febrero  de  1830:  —  "Este  Ministro  de 
Negocios  Extranjeros,  me  ha  dicho  muy  confidencialmente  que  el 
actual  Gobierno  de  la  llamada  (sic)  República  de  Colombia,  ha  hecho 
últimamente  al  Gabinete  Británico  una  comunicación  oficial  dirigida 
á  manifestarle  que  el  pretendido  Libertador  Simón  Bolívar,  debiendo 
de  ser  muy  en  breve  investido  de  por  vida  con  la  autoridad  su- 
prema del  Estado,  asumiendo  el  título  de  Presidente,  dictador  ú 
otro  cualquiera  hasta  el  de  Rey  ó  Emperador,  con  la  facultad  pri- 
vativa de  nombrar  la  persona  que  después  de  muerto  hubiese  de 
sucederle  en  la  misma  dignidad,  proponía  á  la  Inglaterra  que  admita 

¿y  por  qué  no  se  resuelve  el  Rey  de  España  á  enviar  á  América  algunos  Príncipes 
de  la  Familia  Real?  Yo  le  contesté  que  no  tenía  ningún  conocimiento  del  modo  de 
pensar  de  mi  Gobierno  acerca  de  este  punto,  ni  sabía  tampoco  como  pensaba  hoy 
el  de  Inglaterra  sobre  la  cuestión  de  América.  A  lo  que  me  contestó  que  Inglaterra 
no  llevaría  á  mal  la  expresada  medida,  y  que  él  mismo,  siendo  Ministro  en  Madrid, 
había  hecho  acerca  de  ello  algunas  indicaciones  al  Sr.  Duque  del  Infantado  y  á  V.  E.  — 
Otra  noche  el  Embajador  portugués,  Marqués  de  Palmella,  que  por  su  antigua  resi- 
dencia en  Inglaterra  y  por  sus  intimas  relaciones  con  algunos  de  los  miembros  de 
este  Gobierno  puede  estar  al  corriente  de  muchas  cosas,  me  dijo :  —  La  Espafia  está 
perdiendo  un  tiempo  precioso,  cuando  podrían  colocarse  en  América  varios  Prín- 
cipes de  la  Real  Familia,  con  ventaja  de  la  metrópoli,  y  me  consta  que  el  Gobierno 
Inglés  no  desaprobaría  la  idea.  Yo  le  respondí  que  ignoraba  cuales  eran  las  inten- 
ciones de  mi  Gobierno  sobre  el  particular,  y  que  por  lo  que  respectaba  á  las  ideas 
del  Gobierno  Inglés,  á  mí  nada  me  habían  insinuado  directamente,  ni  indirectamente 
otros  Ministros;  á  lo  que  me  contestó:  —  no  lo  dirán,  ni  nacerá  de  ellos  la  indica- 
ción; pero  crea  usted  que  es  cierto  lo  que  yo  le  digo*'.  —  Archivo  Histórico  Na- 
cional, Madrid. 

Fort  o  a  I,  Historia  Constitacional.  30 


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—    466    — 

ó  consienta  caiga  esta  segunda  elección  en  un  Príncipe  de  su  casa 
reinante,  6  cuando  no,  que  no  se  oponga  á  que  sea  elegido  otro  de 
las  demás  dinastías  que  actualmente  poseen  trono  en  Europa;  á 
cuya  comunicación  me  dijo  que  había  este  Gobierno  contestado  de 
oficio  declarando  formalmente,  que  si  bien  la  Inglaterra  no  podía 
oponerse  á  que  la  República  de  Colombia,  reconocida  por  S.  M.  B. 
como  Estado  independiente,  elija  entre  sus  ciudadanos  al  que  mejor 
le  parezca  para  conferirle  la  autoridad  suprema  con  cualquier  título 
ó  forma  de  Gobierno,  no  sólo  no  admitía  la  oferta  á  uno  de  los 
Príncipes  de  la  dinastía  reinante  en  la  Gran  Bretaña,  sino  que  jamás 
consentiría  que  recayese  dicha  elección  en  ningún  otro  Príncipe  de 
las  dinastías  de  Europa,  á  excepción  de  los  de  la  familia  real  de 
España  propiamente  dicha;  pero  en  caso  que  algún  Príncipe  de 
Europa  fuese  llamado  á  reinar  sobre  aquel  país,  la  Inglaterra  sólo 
vería  con  gusto  la  elevación  al  trono  de  Colombia  de  uno  de  los 
Infantes  de  España.  —  Me  añadió  dicho  Ministro,  que  esta  resolu- 
ción del  Gabinete  Británico  era  invariable,  y  exactamente  conforme 
con  lo  que  respondió  este  Gobierno  á  una  insinuación  de  la  misma 
naturaleza,  aunque  sin  auténticas  ni  oficiales  formas,  que  le  fué 
hecha  hace  unos  seis  meses  por  el  colombiano.  —  Añadióme  este 
Ministro,  que  tenía  muy  fimdados  motivos  de  creer  que  Bolívar  haya 
hecho  al  Gabinete  Francés  iguales  proposiciones,  con  el  aditamento 
de  designarle  al  Duque  de  Chartres  como  el  Príncipe  en  quien,  dado 
el  caso  que  se  acogiesen  sus  aberturas,  recaería  la  elección;  pero 
que  esto  no  lo  sabía  á  punto  fijo,  aunque  sí  tenía  entendido  que  el 
Duque  de  Chartres  era  en  quien  había  puesto  los  ojos  Bolívar,  y 
que  sólo  había  hecho  la  proposición  á  favor  de  un  Príncipe  inglés 
por  mera  forma  *,  en  la  suposición  de  que  sería  desatendida  como 
el  caso  lo  ha  acreditado.  —  Prosiguió  Lord  Aberdeen  encargándome 
diese  parte  de  esta  comunicación  al  Gobierno  de  S.  M.,  haciéndole 
presente  que  este  Gabinete  esperaba  que  el  Rey  mi  augusto  amo 
le  haría  en  esta  ocasión  la  justicia  que  merecen  su  rectitud  de 
principios  y  sus  deseos  de  darme  nuevas  pruebas  de  confianza  y 
amistad,  y  concluyó  manifestándome  que  tenía  por  absurda  é  in- 
admisible la  idea  de  que  un  Príncipe  de  cualquiera  dinastía  de 
Europa  se  prestase  á  suceder  á  Bolívar  en  el  Gobierno  de  aquel 
Estado;  pero  que  no  estaba  distante  de  creer  que  el  Gobierno  Co- 
lombiano, viendo  desechado  este  pensamiento,  se  allanaría  á  ofrecer 
la  corona  desde  ahora  al  Príncipe  que  se  desee  entronizar,  porque 
cree  muy  difícil  que  Bolívar  ni  ningún  otro  colombiano  pueda  con- 

1.    Es  evidente  que  aquí  el   inglés  engafia  al  español,    supuesto  que  las  pre- 
ferencias de  Bolívar  por  todo  lo  que  fuese  británico  no  variaron  nunca. 


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—    467    — 

solidar  su  autoridad,  vista  la  violencia  de  las  pasiones  envidiosas  y 
los  proyectos  ambiciosos  de  los  que  sin  cesar  conmueven  aquella 
República  en  cuanto  se  trata  de  conferir  el  mando  supremo  á  alguno 
de  los  ciudadanos,  y  me  añadió  que  como  quiera  que  fuese,  la 
España  puede  estar  segura  de  que  la  Inglaterra  no  variará  la  reso- 
lución que  ha  tomado^". 

Por  otra  parte,  Lord  Aberdeen  decía  muy  sensatamente  al 
Ministro  colombiano 2:  "El  proyecto  me  parece  además  irrealiza- 
ble: es  demasiado  vago  é  incierto  para  que  pueda  satisfacer  á  nadie. 
¿Cómo  es  posible  que  ningún  Príncipe  de  las  grandes  naciones  de 
Europa  aceptase  im  nombramiento,  que  no  podría  llevarse  á  efecto 
sino  después  de  la  muerte  del  Libertador?  Si  se  cree  que  la 
monarquía  es  necesaria  en  Colombia  y  que  convendría  un  Príncipe 
europeo,  llámese  á  éste  desde  luego:  de  otro  modo  ustedes  no 
pueden  encontrar  im  individuo  de  las  primeras  dinastías  europeas 
que  pueda  llevar  consigo  el  lustre  y  consideración  que  se  desean; 
encontrarán,  á  lo  más,  algún  pequeño  Principe  de  Alemania,  con  lo 
que  poco  adelantarán  ustedes  .  . .  ¿Qué  necesidad  tienen  ustedes 
de  hablar  ahora  de  la  sucesión  ni  de  Príncipes  europeos?  Con- 
tinuando el  Libertador  al  frente  de  Colombia,  sea  durante  su  vida,  ó 
por  un  cierto  número  de  años,  ustedes  podrán  después  resolver 
para  lo  sucesivo  lo  que  sea  más  conveniente". 

Quedó,  pues,  abandonado  el  mal  urdido  plan  de  los  Ministros 
colombianos.  En  cuanto  á  Bolívar,  si  es  verdad  que  hizo  á  este 
respecto  declaraciones  contradictorias  en  1829,  resulta,  sin  embargo, 
consecuente  consigo  mismo,  al  mantener  la  idea  esencial  que  forma 
el  centro  de  todas  sus  teorías  constitucionales,  á  saber:  un  Poder 
Ejecutivo  cuyo  Jefe  fuese  vitalicio.  Y  de  serlo  él,  desistió  solamente 
cuando,  envejecido  y  cansado,  se  apoderó  de  su  espíritu,  según 
propia  confesión,  aquella  "decadencia",  "calma  universal",  "tibieza 
absoluta",  mensajera  de  la  muerte.  Por  último,  no  se  ha  encontrado 
hasta  ahora  en  ninguna  parte  la  prueba  de  que  Bolívar  pretendiera 
coronarse.  Y  aun  cuando  se  encontrara  esa  prueba,  el  nombre  del  Liber- 
tador no  sería  ni  más  grande  ni  más  pequeño  en  la  historia.  Su 
República  estaba  calcada  sobre  la  Monarquía  inglesa:  su  Presi- 
dente, siendo  vitalicio,  equivalía  á  un  Monarca  constitucional. 

1.  Archivo  de  Simancas.     Secretaría  de  Estado.     Legajo  8198. 

2.  Nota  citada  de  Fernández  Madrid. 


30  • 


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Capítulo  Vni. 

Federación   6   Separación. 

Sumario.  Opiniones  sobre  reforma  constitucional  (1829)  —  Renué- 
vase la  contienda  entre  unitarios  y  federalistas  —  García  del  Río 
Ír  Martín  Tovar  —  Profecía  de  lo  que  será  la  federación  venezo- 
ana  —  Pronunciamientos  contradictorios  en  Caracas  y  Valencia  — 
Asambleas  populares  que  piden  la  separación  de  Venezuela  — 
Caracas  y  Valencia  desconocen  la  autoridad  de  Bolívar  —  Mara- 
caibo  se  pronuncia  por  su  Presidencia  vitalicia  —  Otras  ciudades 
votan  por  la  confederación  de  los  tres  Estados  colombianos  — 
Otras  recomiendan  el  sistema  federal  norte-americano  —  Pide  Puerto 
Cabello  que  el  nombre  de  Bolívar  "se  condene  al  olvido"  —  En 
Nueva  Granada  y  Ecuador  la  cuestión  es,  si  el  Libertador  continúa 
en  el  poder  ó  se  retira  —  Declárase  Venezuela  Estado  independiente 
(enero,  1830)  —  Instálase  al  propio  tiempo  en  Bogotá  el  último 
congreso  colombiano  —  Tentativas  de  conciliación  —  Conferencias 
de  Cúcuta  —  EIsfuerzos  de  los  colombianos  por  mantener  la  Unión  — 
No  transigen  los  venezolanos:  ó  confederarse  ó  separarse  — 
Empéñase  el  mariscal  Sucre  en  impedir  la  "oligarquía  militar"  —  La 
defiende  el  general  Marino  —  Terminan  las  conferencias  de  Cúcuta. 

En  31  de  agosto,  1829,  Bolívar  expide  ima  circular,  confirmada 
luego,  á  16  de  octubre,  por  otra  del  Ministro  del  Interior,  en  las 
que  se  excita  á  los  pueblos  á  manifestar  francamente  sus  opiniones 
sobre  la  forma  de  gobierno,  sobre  la  constitución  que  debiera 
adoptar  el  congreso  y  sobre  la  elección  del  jefe  del  Estado. 

Y  se  reanudó  con  este  motivo  la  vieja  contienda  entre  uni- 
tarios y  federalistas.  Hallaron  los  primeros  un  campeón  eminente 
en  el  granadino  Juan  García  del  Río,  quien  publicó  en  este  año  sus 
Meditaciones  Colombianas,  destinadas  á  bosquejar  la  historia 
de  la  gran  República,  á  señalar  sus  necesidades  más  urgentes,  y  á 
proponer,  como  transición  para  un  régimen  político  mejor  organizado, 
la  Presidencia  vitalicia  de  Bolívar  i. 


1.  Las  Meditaciones  son  cinco,  fechadas  á  20  de  julio,  24  de  agosto,  24  de 
setiembre,  30  de  octubre  y  19  de  diciembre.     De    ellas    se    ha  dicho,    sin  ezagenr 


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—    469    — 

A  lo  que  respondieron  los  federalistas,  invocando  los  principios 
constitucionales  de  1811;  y  fué  el  más  radical  de  sus  campeones  el 
patricio  venezolano  Martín  Tovar.  "No  se  trata  —  escribe  —  de 
cuantos  sean  los  Estados  de  Colombia,  sino  de  que  haya  ima  Re- 
pública federal;  y  para  ello,  en  esta  gran  crisis  en  que  debe 
pronunciarse  la  sentencia  definitiva  de  nuestra  vida  ó  de  nuestra 
muerte,  de  nuestra  esclavitud  en  sistema  central  ó  monárquico,  que 
son  una  misma  cosa,  ó  de  nuestra  libertad  en  sistema  federal,  sin 
poderse  admitir  medio  en  estos  dos  extremos,  me  atrevo  á  decir 
que,  para  llevar  nuestra  gran  revolución  sobre  independencia  y 
libertad  al  punto  de  donde  partió  en  1810,  y  por  sus  planes,  —  las 
prudentes  y  seguras  medidas  que  deben  adoptarse  para  evitar  todo 
desorden  y  que  no  se  nos  escape  la  libertad  por  causa  de  una 
moderación  mal  entendida,  deben  ser  que  cada  Provincia,  y  no  cada 
Departamento,  reasumiendo  todos  sus  derechos  en  la  presente  crisis, 
reúna  los  padres  de  familia,  instale  sus  municipalidades,  establezca 
las  bases  de  la  República  de  Colombia  popular  y  representativa, 
con  sistema  federal  en  todo  su  territorio  .  .  .i" 

No  era,  sin  embargo,  unánime  en  Venezuela  el  radicalismo 
de  Tovar,  pues  muchos  otros  patricios,  bien  que  adversarios  de  la 
constitución  de  Cúcuta  y,  sobre  todo,  del  establecimiento  de  la 
capital  en  Bogotá,  temían  los  efectos  del  régimen  federalista  ensayado 
en  1811.  Decían:  "Por  qué  delirio  quieren  algunos  extinguir  el 
Gobierno  central  de  la  nación,  para  multiplicar  este  mismo  sistema 
unitario,  según  la  denominación  de  moda,  en  diversos  puntos  de 
la  República?  ....  La  federación  vendría  á  ser  el  mismo  centralismo, 
no  sólo  respecto  de  la  nación  con  los  Estados,  sino  de  estos  con 
las  provincias,  ciudades  ó  pueblos  que  los  compongan . . .  Podríamos 
llevar  hasta  el  infinito  la  multiplicación  del  Gobierno  central,  y  jamás 
llegaría  á  realizarse  la  federación^". 

Con  la  discusión  teórica  entre  centralistas  y  federalistas,  se 
repite  en  Venezuela  la  táctica  del  año  de  26,  expresando  sucesi- 
vamente votos  contradictorios.  El  3  de  julio  del  29,  el  colegio 
electoral  reunido  en  Caracas   aprueba  por  unanimidad  un  proyecto 


casi,  que  *su  significación  política  y  literaria  las  ha  hecho  sobrevivir  á  cuanto  se 
publicó  entonces  sobre  derecho  público*',  y  que  'representan  el  punto  extremo  á 
que  se  llegó  en  buaca  de  solidez  y  libertad  en  las  instituciones".  A.  y  R.  J.  Cuervo, 
Vida  de  Rufino  Cuervo,  t  I,  p.  137.     París,  1892. 

1.  Opúsculo  titulado  A  los  Colombianos,  1829. 

2.  Folleto  publicado  en  Caracas  con  el  titulo  de  Colombia  en  MDCCCXXVIII, 
ó  lo  que  deberá  ser  Colombia  en  1828.  £1  párrafo  citado  prevé  el  sistema 
que  adoptará  Venezuela  en  1864:  federalismo  en  la  constitución  y  centralismo  en  la 
práctica. 


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•   —    470    — 

de  instrucciones  para  los  diputados  al  congreso  constituyente,  según 
las  cuales:  se  dará  al  Gobierno  todo  el  vigor  y  energía  necesarios 
para  sostener  la  constitución  de  Cúcuta  y  las  leyes,  sin  la  menor 
alteración,  conservándose  la  forma  popular  representativa;  se  pro- 
longarán los  períodos  de  los  altos  poderes  del  Estado;  se  garan- 
tizará '-el  ejercicio  de  la  libertad  de  imprenta;  se  fomentará  la 
inmigración  de  extranjeros;  se  pondrán  todas  las  contribuciones  y 
todas  las  rentas  públicas  bajo  una  sola  administración,  proveyendo 
el  Gobierno  ^^á  todos  los  gastos  de  la  nación,  para  evitar  gravá- 
menes superiores  al  estado  de  su  población  y  riqueza";  se  pro- 
tegerán las  libertades  individuales,  haciendo  efectiva  la  responsabilidad 
de  los  que  infrinjan  la  constitución  y  las  leyes.  Entre  los  electores 
que  firman  estas  instrucciones  figuran  hombres  de  grande  influjo 
político,  pertenecientes  al  partido  boliviano,  como  Tomás  José 
Sanabría,  que  las  redactó,  Pedro  Briceño  Méndez,  Carlos  Soublette, 
Francisco  Aranda,  Domingo  Briceño  y  Briceño,  Francisco  de  Bamitia, 
Francisco  Carabaño,  José  Vargas,  Pedro  Bermúdez,  Pedro  Naranjo, 
Lino  de  Clemente. 

Pero,  más  numeroso  el  partido  separatista,  no  tardó  en  so- 
breponerse al  voto  de  los  bolivianos.  La  ciudad  de  Valencia,  ini- 
ciadora de  la  rebelión  de  1826,  inició  también  la  separación  defini- 
tiva en  1829^.  Por  invitación  del  Gobernador  de  la  provincia  de 
Carabobo,  reúnense  en  asamblea  popular,  el  23  de  noviembre,  los 
"vecinos,  padres  de  familia,  comerciantes  y  ag^cultores"  del  cantón 
de  Valencia,  y  firman  la  siguiente  acta: 

Conforme  á  la  orden  (circular)  del  sefior  Ministro  del  Interior  de  16  de 
octubre  último,  para  expresar  con  entera  franqueza  y  libertad  sus  votos  acerca  de  la 
forma  de  gobierno  que  sea  más  conveniente  para  el  territorio  de  Colombia,  ó  cuáles 
sean  las  mejoras  ó  reformas  que  deban  adoptarse  para  su  dicha  y  estabilidad;  y  ha- 
biendo indicado  algunos  ciudadanos,  que  temían  manifestar  libremente  sus  votos  por 
falta  de  g^arantías,  el  sefior  doctor  Ríos  (José  Manuel)  propuso :  que  se  mandase  una 
comisión  cerca  de  S.  E.  el  Jefe  Superior  (Páez)  para  que  le  suplicase  que  se  sir- 
viera concurrir  é  inspirar  confianza  con  su  presencia  á  todo  este  vecindario.  Y  ha- 
biendo venido  expresó:  que  se  había  desprendido  gustoso  del  despacho  de  los  nego- 
cios á  que  estaba  consagrado,  por  venir  á  complacer  los  deseos  del  pueblo  de  Va- 
lencia: seguidamente  les  hizo  presente  que  cualquiera  que  fuese  la  opinión  de  los 
ciudadanos  sobre  forma  de  gobierno  y  reforma  de  la  constitución,  sería  agradable  á 
S.  £.  el  Libertador  Presidente  y  al  Supremo  Gobierno :  que  todos  podían  pedir  Ubre- 
mente  lo  que  les  pareciese;  bien  fuera  un  gobierno  monárquico  ó  republicano,  ó 
cualquiera  otra  reforma  del  régimen  anterior.  Para  inspirar  más  confianza  hizo  leer 
por  medio  de  su  secretario  el  Dr.  Miguel  Pefia  dos  cartas  de  S.  £.  el  Libertador,  en 

1.  Esta  ciudad  era  residencia  predilecta  de  Páez,  y  allí  vivía  su  consejero 
el  Dr.  Pefia. 


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—    471     — 

la  parte  que  tenía  relación  con  el  presente  negocio,  la  una  fecha  en  Quito  á  25  de 
marzo,  y  la  otra  en  Guayaquil  á  13  de  setiembre,  ambas  del  presente  año,  en  las 
cuales  S.  £.  el  Libertador  protesta  el  más  sincero  deseo  de  que  se  oiga  siquiera  al- 
guna vez  la  volimtad  libre  de  los  pueblos,  y  que  cada  cual  se  pronuncie  sin  otra 
consideración  que  por  el  bien  general.  Concluido  este  acto,  S.  E.  el  Jefe  Superior 
se  retiraba  junto  con  su  secretario;  pero  el  pueblo  le  instó  porque  presenciase  sus 
deliberaciones;  y  tomó  de  nuevo  el  asiento  asegurando  que  por  consideración  á  una 
reunión  tan  respetable  y  al  sagrado  objeto  con  que  se  hacia,  suspendería  sus  trabajos 
y  oiría  sus  resoluciones.  En  su  consecuencia  se  abrió  la  sesión;  y  habiéndose  pro- 
puesto á  los  ciudadanos  si  convendría  en  Colombia  la  forma  de  un  gobierno  monár- 
quico, se  discutió  con  bastante  extensión,  y  por  voz  universal  con  uniformidad  con- 
testaron todos  que  no;  y  que  por  el  contrarío  consideran  que  les  conviene  regirse 
en  lo  futuro  bajo  una  forma  republicana  que  les  asegure  todos  los  beneñcios  y 
garantías  de  que  debe  disfrutar  el  hombre  en  sociedad.  También  se  discutió  y  con- 
vinieron todos  unánimemente,  en  que  Venezuela  no  debe  continuar  unida  á  la  Nueva 
Granada  y  Quito,  porque  las  leyes  que  convienen  á  aquellos  terrítorios,  no  son  á 
propósito  para  éste,  enteramente  distinto  por  costumbres,  clima  y  producciones;  y 
porque  en  la  grande  extensión  pierden  la  fuerza  y  energía,  como  lo  ha  comprobado 
la  experíencia  de  la  administración  pasada,  durante  U  cual  ha  sido  necesario  que  el 
Gobierno  delegue  frecuentemente  sus  facultades,  y  que  los  Jefes  gobiernen  por  medios 
extraordinaríos  y  conforme  á  las  circunstancias.  Que  se  diríja  esta  petición  al  con- 
greso constituyente,  para  que  teniéndola  en  consideración  provea  los  medios  más 
justos,  equitativos  y  pacíficos,  á  fin  de  conseguir  la  separación  sin  necesidad  de 
ocurrir  á  vías  de  hecho;  antes  bien  proporcionando  á  este  país  una  reunión  en  que 
sus  habitantes,  congregados  legítimamente,  expresen  su  voluntad;  y  que  en  todo  caso 
ella  sea  definitiva,  sin  que  los  otros  Estados  tengan  derecho  de  intervención  en  sus 
resoluciones;  haciéndose  la  remisión  por  el  conducto  del  Excmo.  Sr.  Jefe  Superíor 
Civil  y  Militar,  General  en  Jefe  beneméríto  J.  A.  Páez,  como  la  humilde  expresión  de 
Ja  voluntad  general  y  opinión  de  la  capital  del  cantón  de  Valencia,  emitida  en  la 
fecha  referída. 

Al  día  siguiente,  24  de  noviembre,  el  jefe  de  policía  de  Caracas 
general  Juan  Bautista  Arismendi,  conformándose  á  las  instrucciones 
de  Páez,  reúne  en  su  casa  particular  á  las  autoridades  y  vecinos 
principales,  con  el  fin  de  considerar  la  carta  de  Guayaquil  en  que 
recomendaba  Bolívar  la  libre  expresión  de  opiniones  sobre  reforma 
constitucional;  y  decide  la  reunión,  que  se  convoque  inmediatamente 
al  pueblo  en  el  edificio  de  San  Francisco.  Instalada  la  asamblea 
popular  el  25,  bajo  la  presidencia  de  Lino  de  Clemente,  Prefecto 
del  Departamento,  y  actuando  como  secretarios  Andrés  Narvarte, 
Alejo  Fortíque,  Félix  Alfonso  y  Antonio  Leocadio  Guzmán,  se 
emplea  la  primera  sesión  en  discutir  profusamente  sobre  teorías 
constitucionales,  y  el  26  se  firma  un  acta  en  que  se  manifiesta  con 
violencia  la  oposición  á  Bolívar.  Se  le  acusa  de  haber  propuesto 
al  congreso  de  Angostura  "bases  contrarias   al  sistema  proclamado 


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—    472    — 

en  Venezuela  desde  el  momento  de  su  trasíormación  política'*;  no 
haber  cumplido  su  juramento  de  someterse  á  la  constitución  de  Cu- 
enta, juramento  que  "eludió  ausentándose  á  remotas  regiones  por 
no  gobernar  con  trabas";  haber  recomendado  al  Perú  y  á  Colombia 
la  constitución  que  redactó  para  Bolivia;  haber  disuelto  el  congreso 
del  Perú  y  la  convención  de  Ocaña;  haber  dispensado  acogida  fa- 
vorable y  prestado  apoyo  al  movimiento  revolucionario  de  Bogotá, 
que  le  erigió  en  "Jefe  Supremo  y  arbitro  de  la  suerte  de  los  co- 
lombianos,'* etc.  Resuelve  finalmente  la  asamblea:  "1<^.  Separación 
"del  Gobierno  de  Bogotá  y  desconocimiento  de  la  autoridad  del 
"general  Bolívar,  aunque  conservando  paz,  amistad  y  concordia  con 
"  sus  hermanos  de  los  Departamentos  del  Centro  y  Sur  de  Colombia, 
"  para  entrar  á  pactar  y  establecer  lo  que  convenga  á  sus  intereses 
"comunes:  lo  cual  acordado,  fué  aplaudido  con  un  entusiasmo  extra- 
"  ordinario.  —  2^,  Que  se  dirija  el  acta  justificativa  del  proceder,  y 
"  que  contenga  estas  resoluciones,  al  Excmo.  Sr.  General  Jefe  Superior, 
"pidiéndole  que  consulte  la  voluntad  de  los  Departamentos  que 
"forman  la  antigua  Venezuela,  y  se  sirva  convocar  con  toda  bre- 
"  vedad  posible  las  asambleas  primarias  en  todo  el  territorio  de  su 
"mando,  para  que  seg^  las  reglas  conocidas,  se  haga  el  nombra- 
"  miento  de  electores  y  sucesivamente  el  de  los  representantes  que 
"deben  componer  una  Convención  venezolana,  para  que  tomando 
"en  consideración  estas  bases  proceda  inmediatamente  al  estableci- 
"  miento  de  im  Gobierno  republicano,  representativo,  alternativo  y 
"responsable.  —  3^.  Que  esta  Convención  extienda  el  manifiesto 
"  que  se  dirigirá  á  nuestros  hermanos  de  Colombia  y  á  todo  el  orbe^ 
"expresando  las  razones  que  imperiosamente  han  ocasionado  esta 
"resolución.  —  4<>.  Que  S.  E.  el  benemérito  General  José  Antonio 
"Páez  sea  Jefe  de  estos  Departamentos,  y  que  reuniendo  como 
"reúne  la  confianza  de  los  pueblos,  mantenga  el  orden  público  y 
"todos  los  ramos  de  la  administración,  bajo  las  formas  existentes, 
"mientras  se  instala  la  Convención.  —  5^.  Que  Venezuela,  aunque 
"impelida  por  las  circunstancias  ha  adoptado  medidas  relativas  á  su 
"  seguridad,  separándose  del  Gobierno  que  la  ha  regido  hasta  ahora, 
"protesta  que  no  desconoce  sus  compromisos  con  las  naciones 
"extranjeras,  ni  con  los  individuos  que  le  han  hecho  suplementos 
"para  consolidar  su  existencia  política,  y  espera  que  la  Convención 
"arregle  estos  deberes  de  justicia  del  modo  conveniente".  Firman 
esta  acta,  además  del  presidente  y  secretarios  mencionados,  muchos 
otros  hombres  que  van  á  ejercer  grande  influjo  en  la  historia  vene- 
zolana; entre  ellos,  los  generales  Arismendi,  Marino,  Escalona  y 
Ayala,   y  Manuel   Echeandía,   Pedro   y  Ángel   Quintero,    Guillermo 


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Smith,  Rafael  Acevedo,  José  Luis  Ramos,  Felipe  Fermín  Paúl, 
Isidro  Osío,  Carlos  Arvelo,  Mariano  Herrera,  Valentín  Espinal,  Do- 
mingo Briceño  y  Bríceño,  Mariano  Echezuría,  José  Casas,  José 
Julián  García. 

Quiso  al  propio  tiempo  el  partido  antiboliviano  de  Caracas, 
aprovecharse  de  la  ocasión  para  excitar  aún  más  los  espíritus  tur- 
bulentos, é  hizo  circular  pasquines  llenos  de  insultos  y  amenazas 
contra  el  Libertador;  pero  Páez  se  apresuró  á  poner  á  raya  este 
exceso,  trasmitiendo  órdenes  severas  desde  Valencia  (30  de  no- 
viembre) al  Prefecto  departamental  Lino  de  Clemente,  quien  publicó 
al  efecto  en  2  de  diciembre  un  bando  en  que  se  lee:  "Si  en  un 
momento  de  exaltación  ó  delirio,  pudo  alguno  olvidarse  de  lo  que 
debe  Venezuela  á  su  ilustre  Libertador  y  lo  que  se  debe  á  sí  mismo, 
ya  ha  pasado  . .  .^\  Además,  se  trasladó  Páez  á  Caracas,  y  con- 
vocó otra  asamblea  (24  de  diciembre)  que  acordó  dirigirle  al  Li- 
bertador una  exposición  menos  violenta  que  la  del  26  de  noviembre. 
£n  ella  se  manifiesta,  que  son  imánimes  los  deseos  de  separarse  de 
la  República  de  Colombia,  y  se  añade:  "A  V.E.  que  tanto  se  ha 
"interesado  por  la  independencia  y  gloria  de  este  suelo,  donde  vio 
"la  luz  primera,  donde  están  sus  parientes,  sus  amigos,  y  las  cenizas 
"respetables  de  sus  padres,  encarecemos  con  la  más  sincera  efusión 
"de  nuestros  corazones,  ejerza  su  poderosa  influencia  para  que' 
"nuestra  separación  y  organización  se  haga  en  paz,  para  que  nadie 
"altere  nuestra  unión,  ni  pretenda  oponerse  á  nuestra  cara  y 
"laudable  empresa.  Ningún  motivo  justificable  á  presencia  del 
"género  humano  puede  armar  el  brazo  de  V.E.  ni  del  Gobierno  de 
"Bogotá,  para  invadir  nuestros  derechos;  mientras  que  V.E.  com- 
"  prenderá  que  nos  es  permitido  defendemos  y  resistimos.  El  mundo 
"investigará  las  causas  de  las  desgracias,,  muertes  y  horrores  que 
"sobrevengan,  y  no  los  pretextos  que  se  busquen  para  imputámos- 
"los.  Dejaríamos  abiertos  los  sepulcros  de  las  víctimas,  para  que 
"los  descendientes  viesen  la  sangre  derramada  de  sus  padres,  y 
"las  heridas  que  recibieron  por  las  manos  de  los  que  quisieron 
"inútilmente  sofocar  su  heroico  patriotismo  ..."  Y  aparecen  entre 
las  fírmas  de  esta  manifestación,  las  de  muchos  que  aprobaron  el 
acta  del  26  de  noviembre,  con  las  de  otros  hombres  de  alta  in- 
fluencia, como  Francisco  Javier  Yanes,  José  Vargas,  José  Rafael 
Revenga,  Diego  Bautista  Urbaneja,  Tomás  José  Sanabria,  Carlos 
Soublette,  Manuel  Felipe  de  Tovar,  Miguel  Peña,  Wenceslao 
Urnttía. 

Con  todo,  á  los  cuatro  días  el  partido  de  Páez  pide  en  Va- 
lencia el  ostracismo  de  Bolívar.    Reunidos   de   nuevo  el  28  de  di- 


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ciembre  los  vepinos,  "para  tratar  si  deberían  esperar  que  el  con- 
greso constituyente  decretase  la  separación  de  Venezuela,  según  lo 
pidieron  en  el  acta  del  23  de  noviembre  último,  6  si  sería  mejor  y 
aun  necesario  separarse  de  hecho,  y  por  consiguiente  desconocer 
la  autoridad  del  general  Bolívar  y  todos  los  actos  que  emanen  de 
aquel  cuerpo",  resuelven:  "1^.  Que  desconocen  la  autoridad  del 
"general  Bolívar,  la  de  su  Consejo  de  Gobierno  y  la  del  congreso 
"constituyente  del  año  de  30,  contra  cuyos  actos  protestan  del 
**modo  más  solemne.  —  20.  Que  se  separe  de  hecho  Venezuela,  y 
"  se  encargue  del  mando  S.  E.  el  Jefe  Superior  benemérito  Genend 
"  José  Antonio  Páez,  con  todas  las  facultades  necesarias  para  llevar 
"al  cabo  nuestra  empresa,  convocando  igualmente  el  congreso  de 
"Venezuela  que  debe  damos  una  constitución  bajo  el  sistema 
"popular,  representativo,  electivo,  alternativo  y  responsable.  — 
"3®.  Que  S.  E.  el  Jefe  Superior  no  permita  de  ningún  modo  que 
"vuelva  el  general  Bolívar  al  territorio  de  Venezuela.  —  40.  Que 
"  se  dirija  testimonio  de  este  pronunciamiento  á  dicho  Sr.  Excmo, 
"Jefe  Superior,  asegurándole  que  están  prontos  á  hacer  el  sacri- 
"ficio  de  su  vida  y  bienes  para  sostener  su  libertad,  si  fuere  ne- 
"cesario". 

A  pesar  de  lo  dicho,  no  era  tampoco  unánime  en  Venezuela 
el  pensamiento  de  una  separación  absoluta;  y  ello,  no  porque 
hubiese  ahora  defensores  de  la  constitución  de  Cúcuta,  sino  porque 
los  más  fieles  bolivianos  esperaban  aún  paralizar  el  movimiento 
anárquico.  Cuando  en  Caracas  y  Valencia  se  decidía  la  separación 
inmediata,  los  vecinos  de  Maracaibo  se  pronunciaban  (19  y  27  de 
noviembre)  por  la  integridad  de  Colombia  y  la  Presidencia  vitalicia 
de  Bolívar,  llegando  hasta  recomendarle  un  procedimiento  especial 
para  elegir  á  su  sucesor.  "Los  pueblos  designarán  tres  ó  más  in- 
dividuos, y  entre  los  que  resulten  con  mayoría  de  votos,  S.  E. 
elegirá  inmediatamente  aquel  que  más  sea  de  su  confianza,  y  con- 
sidere más  capaz  de  dirigir  los  destinos  de  Colombia.  De  este 
modo  nos  parece  que  el  sucesor,  reuniendo  los  votos  de  la  nación, 
será  al  mismo  tiempo  el  legado  que  el  Padre  de  Colombia  deje  á 
sus  hijos,  el  vínculo  de  paz  entre  todos,  el  representante  de  su 
gloria  y  de  su  inmenso  poder  moral''.  En  las  provincias  orientales 
predomina  la  tendencia  á  una  confederación  de  Venezuela,  Nueva 
Granada  y  Ecuador.  Lo  mismo  en  muchas  ciudades  de  Occidente, 
como  San  Felipe  del  Yaracuy,  Barinas  y  el  Tocuyo.  El  cantón 
de  Nirgua,  y  las  parroquias  de  Sanare,  Chavasquén  y  Barbacoas 
(provincia  de  Carabobo)  se  pronuncian  por  el  sistema  federaL  En 
cambio,   las   poblaciones   vecinas   de   Caracas  y  Valencia   adhieren 


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en  seguida  al  movimiento  separatista,  y  llega  Puerto  Cabello  hasta 
pedir  (15  de  diciembre)  que  el  nombre  de  Bolívar  "se  condene  al 
olvido". 

En  los  Departamentos  del  Centro  y  Sur  de  Colombia,  la 
cuestión  constitucional  puede  decirse  que  se  reducía  á  averiguar  si 
el  Libertador  continuaría  en  el  poder,  á  lo  que  le  impulsaban  sus 
amigos  por  todos  los  medios  posibles,  6  se  retiraba  de  la  vida 
pública,  como  repetidas  veces  lo  había  prometido,  para  dejar  á 
los  Departamentos  en  completa  libertad  de  formar  una  ó  varías 
Repúblicas. 

El  2  de  enero,  1830,  empiezan  á  celebrar  sesiones  prepara- 
torias en  Bogotá  los  diputados  al  congreso  constituyente  que  con- 
vocó Bolívar  un  año  antes,  y  se  instalan  el  20  de  enero,  eligiendo 
presidente  al  mariscal  Sucre  y  vicepresidente  á  José  María 
Esteves,  obispo  de  Santa  Marta.  Pero  con  fecha  13  del  propio 
enero,  había  Páez  publicado  en  Caracas  un  decreto  ordenando  que 
se  efectuasen  elecciones  para  otro  congreso  exclusivamente  vene- 
zolano, que  debía  instalarse  en  Valencia  el  30  de  abril  i.  Persistió 
sin  embargo  el  partido  boliviano,  en  su  propósito  de  llegar  á  un 
avenimiento  pacífico  con  los  separatistas  de  Venezuela.  A  este  fin, 
Bolívar  propuso  al  congreso,  el  27  de  enero,  que  se  acercaría  á  su 
patría  para  conferenciar  con  Páez;  mas  habiendo  insinuado  el  con- 
greso la  conveniencia  de  no  ausentarse  de  la  capital  antes  de  que- 
dar redactada  la  nueva  constitución,  abandonó  Bolívar  su  proyecto. 
Y  se  acordó,  en  cambio,  el  6  de  febrero,  invitar  al  Gobierno 
provisional  de  Venezuela  á  nombrar  comisionados  para  tratar 
con  los  del  congreso.  Aceptada  la  invitación  el  7  de  marzo, 
abríéronse  las  conferencias  el  18  de  abríl,  en  la  villa  del  Rosarío 
de  Cúcuta,  puntó  fronterízo  de  donde,  por  órdenes  de  Páez,  no  pu- 
dieron adelantarse  los  comisionados  de  Bogotá. 

Componían  la  comisión  colombiana  el  mariscal  Sucre,  el  obispo 
Esteves  y  el  licenciado  Francisco  Aranda,  y  la  venezolana  el  general 
Santiago  Marino,  el  doctor  Ignacio  Fernández  Peña  y  Martín  Tovar. 
Manifiestan  aquéllos,  que  el  propósito  del  congreso  es  instruir  á  los 
pueblos  de  sus  deseos  de  paz  y  concordia;  que  no  debe  subsistir 
el  temor  de  que  se  establezca  una  monarquía  en  Colombia,  pues  el 
congreso   está   discutiendo   un  proyecto   de    constitución   para   or- 


1.  En  el  próximo  libro  se  tratará  de  todo  lo  concerniente  á  la  constitución 
de  la  nueva  República  de  Venezuela.  Aqui  mencionaremos  únicamente  lo  que  se 
relaciona  con  los  últimos  esfuerzos  del  Gobierno  de  Bogotá  por  conservar  la  unidad 
de  la  Gran  Colombia. 


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ganizar  el  gobierno  republicano,  alterriktívo  y  responsable,  y  para 
mejorar  la  administración  en  todos  sus  ramos;  que  conforme  á  este 
proyecto,  la  forma  central  quedará  modificada,  adoptándose  de  la 
federal  todo  aquello  que  pueda  ser  favorable  á  los  pueblos,  y  evi- 
tándose lo  que  por  el  pronto  se  considera  impracticable  6  peligroso 
para  la  unión  y  tranquilidad  de  Colombia^;  que  en  lo  sucesivo,  los 
congresos  constitucionales  prodrán  hacer  las  reformas  parciales  que 
juzguen  convenientes  para  mejorar  y  perfeccionar  las  instituciones; 
que  el  congreso  considera  como  su  primer  deber  conservar  la  inte- 
gridad de  Colombia,  pues  no  es  posible  que  se  divida  en  Estados 
independientes  sin  causar  perjuicios  á  los  intereses  nacionales  y  á 
los  individuales;  y  que  el  congreso  oirá  toda  proposición  sobre 
reformas  de  la  organización  política,  en  el  concepto  de  que 
podrán  admitirse  y  establecerse  las  que  salven  la  Unión  y  no 
estén  en  oposición  con  los  intereses  de  los  demás  pueblos  de  la 
República. 

Contestan  los  comisionados  venezolanos  proponiendo  que  "se 
reconozca  el  Gobierno  actual  de  Venezuela,  y  la  capacidad  en 
que  se  halla  este  Estado  para  darse  la  organización  poUtica 
que  estime  conveniente";  porque  tal  es  la  opinión  general  y  uni- 
forme de  los  pueblos  venezolanos,  convencidos  como  están  de 
que  realmente  se  ha  intentado  destruir  la  República  para  es- 
tablecer una  monarquía  sobre  sus  ruinas;  convencidos  además  de 
que  el  Gobierno  de  Colombia  les  causa  enormes  males,  y  re- 
sueltos, por  último,  á  sostener  á  todo  trance  su  separación,  sean 
cuales  fueren  las  bases  de  la  constitución  que  se  les  ofrece 
desde  Bogotá. 

Replican  los  del  congreso,  que  no  están  autorizados  para  re- 
conocer el  Gobierno  provisorio  de  Venezuela;  pero  que  someterán 
esta  proposición  á  conocimiento  del  congreso,  aunque  éste  ha  creído 
siempre  que  no  tiene  tampoco  facultades  para  convenir  en  la  divi- 
sión de  Colombia.  Y  en  cuanto  al  proyecto  de  monarquía,  repiten 
que  no  ha  tenido  carácter  oficial. 

Declaran  en  seguida  los  venezolanos,  que  sus  instrucciones  no 
les  permiten  presentar  ninguna  otra  proposición,  ni  convenir  en 
cosa  alguna  que  no  implique  el  reconocimiento  del  Gobierno  pro- 
visorio. Los  del  congreso  proponen  á  su  tumo,  que  cada  cual  ex- 
prese su  opinión  personal  acerca  de  los  medios  de  restablecer  la 
concordia  y  mantener  la  paz  doméstica. 


1.  £1  elemento  federalista    del   proyecto    consistía    en    establecer    Cámaras   ó 
Legislaturas  en  los  grandes  Distritos  de  la  República. 


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—    477    — 

A  este  fin  celebran  otra  conferencia  el  19  de  abril.  En  la 
que  manifiestan  los  comisionados  de  Venezuela:  que  en  el  concepto 
privado  de  cada  uno,  podrán  terminar  las  actuales  diferencias  de 
Colombia  si  se  permite  á  Nueva  Granada,  á  Quito  y  á  Venezuela 
organizarse  libremente  en  Estados  soberanos,  correspondiendo  á  sus 
respectivos  congresos  constituyentes  el  determinar  la  naturaleza  de 
los  vínculos  que  los  ligarán  en  lo  sucesivo;  que,  entre  tanto,  podrá 
el  congreso  decretar  lo  conveniente  para  mantener  provisionalmente 
las  relaciones  exteriores  de  Colombia,  y  para  cuidar  del  crédito 
nacional;  pero  que  en  una  y  otra  cosa  no  ha  de  inferirse  perjuicio 
á  la  actitud  tomada  por  Venezuela,  y  ha  de  respetarse  lo  que  en 
obsequio  de  sus  intereses,  defensa  y  seguridad  tuviere  ya  resuelto 
ó  resolviere;  y  que,  para  calmar  desconfianzas,  no  se  encargue  del 
Gobierno  provisional  á  ninguna  persona  que  haya  sido  Presidente 
ó  Vicepresidente  de  la  República,  Ministro,  ó  miembro  del  Consejo 
de  Estado. 

El  mariscal  Sucre  advierte:  que  sería  imposible  confiar  el 
Gobierno  provisional  á  personas  que  no  fuesen  las  mismas  encar- 
gadas de  ejercer  el  Gobierno  constitucional;  que  las  proposiciones 
formuladas  por  los  venezolanos  contienen  la  disolución  de  la  Re- 
pública, dejando  apenas  entrever  una  esperanza  de  retomar  á  la 
Unión  en  caso  de  decidirla  los  tres  congresos  constituyentes;  y  que, 
si  como  se  ha  insinuado,  lo  que  se  teme  es  la  continuación  del 
Libertador  en  el  mandó  supremo,  la  comisión  del  congreso  puede 
asegurar  que  su  reciente  renuncia  de  la  Presidencia  es  absoluta- 
mente irrevocable. 

Martín  Tovar  insiste  en  que  el  congreso  de  Colombia  podría 
estatuir  por  el  pronto  lo  que  creyese  necesario  para  determinar 
las  atribuciones  de  los  empleados  que  han  de  dirigir  provisional- 
mente las  relaciones  exteriores  y  el  crédito  nacional,  todo  sin  per- 
juicio de  la  independencia  de  Venezuela,  ni  de  su  facultad  para 
fíjar  las  ulteriores  relaciones  que  le  convenga  mantener  con  los 
nuevos  Estados  colombianos. 

Sucre,  impacientado  ya  por  la  intransigencia  de  los  venezo- 
lanosy  quiso  llevar  el  debate  á  una  esfera  más  alta,  y  dijo^:  "que 
"siendo  sus  deseos  como  colombiano  el  que  se  reformasen  los 
"  abusos  que  se  habían  introducido  en  la  administración,  se  mejorase 
"el  Gobierno,  y  en  fin,  que  los  colombianos  resultasen  beneficiados 
^^  por  consecuencia  de  las  medidas  que  exigía  el  estado  presente  de 
"la  República;  y  en  el  supuesto  de  que  los  señores  Comisionados  de 


1.  Texto  del  protocolo. 


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—    478    — 

"Venezuela  se  empeñaban  en  demostrar  que  las  novedades  ocurri- 
"das  allí  eran  una  revolución  popular,  y  no  un  movimiento  ejecu- 
"tado  y  dirigido  por  los  militares,  como  se  fiabía  asegurado  hasta 
"ahora,  era  justó  convertir  en  provecho  del  pueblo  sus  resultados; 
"y  que  ningún  poderoso,  bajo  el  pretexto  de  protegerlo,  lo  some- 
"  tiese  después  á  im  yugo  tanto  ó  más  pesado  que  aquel  de  que  se 
"pretendía  libertarlo;  pues,  aunque  había  estado  seis  años  fuera  de 
"Colombia,  entendía  que  los  males  públicos  emanaban,  no  de  lo 
"  que  se  ha  llamado  despotismo  del  Libertador,  (puesto  que  iguales 
"  ó  mayores  quejas  hubo  en  la  administración  anterior  y  en  la  época 
"constitucional),  sino  esencialmente  de  la  misma  revolución,  y  del 
"  despotismo  de  una  aristocracia  militar  que,  apoderándose  del  mando 
"en  todas  partes,  hacía  gemir  al  ciudadano  por  un  absoluto  olvido 
"de  las  garantías  y  derechos;  siendo  este  abuso  tan  arraigado,  que 
"ni  el  tremendo  poder  de  la  dictadura  había  podido  contenerlo.  Que 
"con  este  objeto,  y  para  facilitar  el  completo  restablecimiento  de 
"las  garantías  y  derechos,  iba  á  presentar  una  proposición  á  los 
"señores  Comisionados  de  Venezuela,  para  que,  si  les  parecía  bien 
"se  comprometiesen  á  sostenerla  allá,  así  como  él  en  este  caso  la 
"  sostendría  en  el  congreso  de  Colombia,  en  donde  podía  contar  con 
"la  liberalidad  de  principios  de  que  estaban  animados  sus  miembros, 
"y  con  un  verdadero  interés  por  la  felicidad  de  los  colombianos". 
Formuló  así  su  proposición:  "Habiéndose  hecho  azarosos  algunos 
"  militares,  que  abusando  de  su  poder  y  de  su  influencia,  han  hollado 
"los  unos  las  leyes,  y  acusádose  á  otros  por  sospechas  de  intentar 
"un  cambio  de  las  formas  de  Gobierno,  se  prohibe  que  durante  un 
"período  que  no  será  menos  de  cuatro  años,  pueda  ninguno  de  los 
"  Generales  en  Jefe,  ni  de  los  otros  Generales  que  han  obtenido  los 
"altos  empleos  de  la  República  en  los  años  desde  20  al  de  30,  ser 
"Presidente  ó  Vicepresidente  de  Colombia,  ni  Presidentes  ó  Vice- 
"  presidentes  de  los  Estados,  si  se  establece  la  confederación  de  los 
"tres  grandes  Distritos;  entendiéndose  por  altos  empleos  los  de 
"Presidente  y  Vicepresidente,  Ministros  de  Estado  y  Jefes  Su- 
"periores". 

Veía  de  este  modo  el  noble  espíritu  de  Sucre,  que  la  causa 
esencial  del  malestar  de  Colombia  no  era  la  autoridad  suprema  de 
Bolívar,  única  fuerza  orgánica  que  existió  en  aquellos  pueblos  desde 
que  lograron  su  independencia  en  Boyacá,  Carabobo  y  Pichincha, 
ni  lo  era  tampoco  la  forma  constitucional  que  adoptaron,  supuesto 
que  con  ninguna  otra  hubieran  podido  convertirse,  de  la  noche  á 
la  mañana,  de  países  medio  desiertos  y  militarizados  en  nación 
próspera  y  pacífica;  y  lo  demostró  á  sus  compatriotas  con  razones 


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—    479    — 

tan  firmes,  que  Tovar  y  Fernández  Peña,  hombres  de  cultivado  en- 
tendimiento, llegaron  á  declarar  que  realmente  la  proposición  de 
Sucre  merecía  adoptarse;  añadiendo,  sin  embargo,  para  escudar  la 
conducta  de  Páez,  que  éste  no  había  hecho  otra  cosa  sino  auxiliar 
y  proteger  el  libre  pronunciamiento  de  los  ciudadanos.  Y  aquí 
intervino  el  general  Marino,  que  representaba  allí  la  pretensión  de 
la  oligarquía  militar,  dándose  por  ofendido  personalmente  é  insis- 
tiendo en  que  la  comisión  venezolana  no  tenía  instrucciones  para 
considerar  siquiera  semejante  proposición,  violatoria  de  la  indepen- 
dencia de  Venezuela. 

Adviértase  con  todo,  —  y  sin  negar  por  esto  el  fondo  de  in- 
cuestionable verdad  que  tenía  la  opinión  de  Sucre,  en  cuanto  al 
error  de  quienes  atribuían  los  males  de  la  patria  al  despotismo  de 
Bolívar  ó  á  la  forma  de  las  leyes  constitucionales,  —  que  el  mo- 
vimiento separatista  de  Venezuela  no  fué  obra  exclusiva  del  mili- 
tarismo. Sábese  ya  cómo  el  partido  liberal  civil,  que  formaron  en 
Caracas  en  1821  el  mismo  Tovar  y  los  demás  representantes  de  la 
teoría  federalista  de  1811,  fué  adversario  del  partido  militarista  de 
Páez  hasta  1826,  y  no  se  alió  con  éste  sino  cuando,  al  estallar  la 
rebelión  de  Valencia,  creyó  que  así  llegaría  más  pronto  á  emanci- 
parse de  la  tutela  de  Bogotá,  y  á  sustituir  con  una  organización 
federativa  el  régimen  unitario  de  la  constitución  de  Cúcuta.  De 
suerte  que,  en  1829  y  1830,  la  tendencia  separatista  vino  á  ser  el 
resultado  de  la  conformidad  de  propósitos  políticos  de  la  mayoría 
de  hombres  influyentes  en  Venezuela,  tanto  militares  como  civiles, 
porque  los  unos  y  los  otros  creían  aún,  si  bien  erradamente, 
que  Bolívar  iba  á  oponerse  al  fin  al  establecimiento  de  una 
Confederación;  y  de  ahí  que  el  mayor  obstáculo  para  un  aveni- 
miento entre  el  congreso  de  Bogotá  y  el  Gobierno  provisional 
de  Venezuela,  fuese  el  empeño  del  partido  centralista  en  con- 
servarle á  dicha  ciudad  una  invariable  hegemonía  sobre  todo  el  terri- 
torio colombiano. 

Empleó  Sucre  el  último  medio  de  conciliación,  manifestando 
el  deseo  de  pasar  á  Venezuela  con  sus  compañeros  de  misión,  para 
instruir  al  congreso  que  debía  reunirse  en  Valencia,  de  las  dis- 
posiciones pacíficas  del  de  Colombia,  y  proponiendo  que  la  comisión 
venezolana  siguiese  con  igual  objeto  á  Bogotá;  pero  le  contestó 
ésta,  que  sus  instrucciones  no  le  permitían  acceder  á  la  nueva  pro- 
posición, aunque  sí  podía  asegurar  que  una  vez  instalado  el  con- 
greso de  Valencia,  "allanaría  el  paso  á  los  comisionados  del  de 
Colombia,  ó  cualesquiera  otros,  para  que  pudieran  dirigirse  á  él 
libremente '\    Con  esto  terminaron  las  conferencias  de  Cúcuta. .... 


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—    480    — 

Y  con  un  epílogo  ingrato»  porque  los  venezolanos  escribieron  á  su 
Gobierno  (20  y  22  de  abril),  ^ue  el  mayor  obstáculo  que  habían 
encontrado  para  una  "inteligencia  amigable  y  fructuosa",  fué  la 
"mala  fe"  de  los  comisionados  de  Bogotá;  y  aconsejaron  que 
Venezuela  se  declarase  en  seguida  protectora  de  la  libertad  gra- 
nadina, sosteniéndola  Páez  con  su  influjo.  Afortunadamente  no 
hubo  oídos  en  el  congreso  de  Valencia  para  tan  peregrina  insi- 
nuación. 


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Capitulo  IX. 

Disolución   de  Colombia. 

Somario.  Renuncia  Bolívar  la  Presidencia  —  Encarga  del  Gobierno 
al  general  Caicedo  —  Se  firma  la  última  constitución  colombiana  — 
No  la  acepta  el  congreso  de  Valencia  —  Presidencia  de  Mos- 
quera —  Antipatía  recíproca  de  granadinos  y  venezolanos  —  Rea- 
sumen su  autonomía  los  Departamentos  del  Sur  —  Asesinato  del 
mariscal  Sucre  —  Anarquía  en  Nueva  Granada  —  Insurrección  del 
batallón  Callao  —  Caída  del  Gobierno  de  Mosquera  —  No  acepta 
Bolívar  el  mando  que  le  ofrecen  los  insurrectos  —  Dictadura  de 
Urdaneta  —  Actos  del  congreso  de  Valencia  —  Pide  la  expulsión 
de  Bolívar  —  Declara  que  de  otro  modo  no  mantendrá  relaciones 
con  Nueva  Granada  —  Motivos  de  esta  actitud  —  Los  venezolanos 
atribuyen  á  Bolívar  la  inferioridad  en  que  vivieron  durante  la 
Unión  Colombiana  —  Error  é  injusticia  —  Proyectos  del  Liber- 
tador fuera  de  su  patria  —  Sus  teorías  políticas  y  sociales^ — 
Últimos  meses  de  su  vida  —  Desesperanza  y  agonía  —  Su  despedida 
á  los  colombianos  —  Su  testamento  —  Su  muerte  —  Desaparece 
con  él  la  Gran  Colombia. 

Bolívar,  cuya  resolución  de  abandonar  el  poder  era  ya  irre- 
vocable, manifestó  al  congreso  el  día  de  su  instalación,  que  no 
aceptaría  otra  vez  la  Presidencia  de  la  República,  y  encargó  del 
Ejecutivo,  el  1^  de  marzo  (1830),  al  presidente  interino  del  Consejo 
de  Estado,  general  Domingo  Caicedo.  El  cual,  viendo  que  el  con- 
greso se  retardaba  en  formular  una  constitución  que  de  todos  mo- 
dos iba  á  ser  letra  muerta,  le  dirigió  un  mensaje  el  15  de  abril 
didéndole:  "Días  ha  que  el  Gobierno  es  de  concepto  que  los  tra- 
bajos que  ocupan  al  congreso  sancionando  una  constitución,  serían 
infructuosos,  supuesto  que  Venezuela  está  dispuesta  á  resistirla  con 
la  fuerza,  y  que  acordada  para  la  República  no  sería  aceptada  en 
todos  los  Departamentos.  ¿Y  de  qué  utilidad  podría  ser  una  cons- 
titución que  no  había  de  regir  un  solo  día?  ...  Se  hace  im  grave 
mal  á  los  pueblos  habituándolos  á  mirar  las  constituciones  acorda 

Fortovl,  Historia  ConstitndonaL  3^ 


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—    482    — 

das  por  la  Representación  nacional,  como  unos  cuadernos  que  nada 
significan.  El  Gobierno  juzga  que  los  trabajos  del  congreso  no 
serían  útiles  á  la  nación,  sino  dirigiéndose  á  acordar  un  decreto 
orgánico  que  detallase  las  atribuciones  del  Gobierno  Supremo  y  que 
asegurase  las  garantías  individuales  y  sociales,  y  á  nombrar  los 
altos  funcionarios  que  deban  tomar  las  riendas  del  Estado,  autori- 
zándolos para  que  convoquen  una  Convención  granadina  que  se 
ocupe  de  la  suerte  de  estos  pueblos  •  • .  •  Si  la  unión  con  los  De- 
partamentos de  Venezuela  es  posible,  los  representantes  de  los  dos 
pueblos  podrán  acordar  esta  unión  en  calma,  transigir  las  diferen- 
cias, convenir  en  el  pacto  que  mejor  les  convenga;  pero  en  medio 
del  trastorno  y  del  desorden,  los  pueblos  se  precipitan  á  su  ruina  ^\ 
Tal  era  en  realidad  la  opinión  pública,  lo  mismo  en  Venezuela  que 
en  Nueva  Granada.  Allá,  la  separación  estaba  consumada:  acá,  la 
mayoría  protestaba  enérgicamente  contra  la  eventualidad  de  un 
conflicto  armado. 

Continuó,  sin  embargo,  el  congreso  de  Bogotá  redactando  su 
constitución,  hasta  firmarla  el  29  de  abril  ^.  Por  decreto  del  5  de 
mayo  resolvió  el  congreso  ofrecer  su  constitución  á  las  provincias 
venezolanas,  como  un  vínculo  de  unión  y  concordia;  advirtiendo 
que  si  la  aceptaban  con  modificaciones,  se  convocaría  inmediata- 
mente una  Convención  colombiana,  para  tomarlas  en  consideración; 
que  si  no  la  admitían,  el  Gobierno  de  Bogotá  no  les  haría  la 
guerra,  y  que  en  este  caso  convocaría  otra  Convención  del  resto 
de  Colombia,  para  establecer  un  nuevo  pacto.  Mas  no  había 
probabilidad  alguna  de  que  Venezuela  aceptase  aquella  constitución, 
la  cual,  si  bien  acordaba  á  los  Departamentos  el  derecho  de  Cá- 
maras de  Distrito  con  facultades  de  deliberar  y  resolver  en  todo 
lo  municipal  y  local,  y  el  derecho  de  representación  en  lo  relativo 
á  intereses  generales  de  la  República,  los  sujetaba  siempre  al  go- 
bierno político  de  Prefectos  que  dependían  del  Ejecutivo  central 
Redújose,  pues,  á  simple  demostración  de  cortesía  la  misión  que  se 
confió  al  granadino  Juan  de  Dios  Aranzazu  cerca  del  congreso  de 
Valencia,  donde  todas  sus  gestiones  de  concordia  resultaron  ne- 
cesariamente estériles.  Se  le  trasmitió  copia  del  decreto  expedido 
el  16  de  agosto,  declarando  que  Venezuela,  ocupada  de  su  propia 
constitución,  conforme  á  la  voluntad  de  los  pueblos,  no  admitía  la 
de  Bogotá;  aunque  "estaba  dispuesta  á  entrar  en  pactos  recíprocos 

1.  La  firmaron  seis  diputados  de  Venezuela:  Pedro  Brícefio  Méndez,  por 
Apure,  Juan  Gual,  por  Barcelona,  José  Ifiguel  de  Unda,  por  Barinas,  José  Laurencio 
Silva,  por  Caracas,  Rafael  Hermoso,  por  Coro,  y  José  María  Carrefio,  por  Blaracaibo. 
Sucre  y  Aranda,  que  eran  también  diputados  de  Venezuela,  se  habían  sepanMlo 
para  asistir  á  las  conferencias  de  Cúcuta. 


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—    483    — 

de  federación,  que  uniesen,  arreglasen  y  representasen  las  altas 
relaciones  nacionales  de  Colombia,  luego  que  ambos  Estados  estu- 
viesen perfectamente  constituidos,  y  que  el  general  Bolívar  hubiese 
evacuado  el  territorio  de  Colombia", 

Condición,  la  última,  que  más  obedecía  á  un  sentimiento  de 
hostilidad  personal,  supuesto  que  Bolívar  abandonó  el  poder  á  prin- 
cipios de  marzo,  y  en  agosto  se  hallaba  en  Cartagena  preparando 
su  viaje  al  extranjero.  Desde  el  27  de  abril  comunicó  al  congreso, 
para  que  nadie  votase  por  su  reelección:  "Venezuela  ha  pretextado 
para  efectuar  su  separación,  miras  de  ambición  de  mi  parte;  luego 
alegará  que  la  reelección  es  un  obstáculo  á  la  reconciliación,  y  al 
fin  la  República  tendrá  que  sufrir  im  desmembramiento  ó  una  guerra 
civil".  En  consecuencia,  el  congreso  nombró  el  4  de  mayo  Presi- 
dente de  la  República  á  Joaquín  Mosquera,  y  Vicepresidente  al 
general  Domingo  Caicedo. 

Pocas  horas  antes  de  ausentarse  para  siempre,  presenció  Bo- 
lívar otro  espectáculo  anárquico.  Las  fuerzas  venezolanas  que 
estaban  de  guarnición  en  Bogotá  se  sublevaron  el  7  de  mayo,  y 
prendieron  á  sus  jefes.  El  Gobierno,  sintiéndose  perdido,  ofreció 
á  los  oficiales  bagajes  y  dinero,  y  se  apresuró  á  poner  las  tropas 
á  órdenes  del  general  José  Laurencio  Silva,  con  el  encargo  de 
conducirlas  hasta  la  frontera  de  Venezuela.  Convencidos  de  que 
el  Libertador  no  los  llevaría  más  á  empresas  gloriosas  en  lejanas 
tierras,  los  soldados  venezolanos  deseaban  todos  volver  á  su  patria. 
Y  al  propio  tiempo,  los  habitantes  de  Nueva  Granada  anhelaban 
por  la  marcha  definitiva  de  estos  insubordinados  guerreros,  que  si 
los  habían  libertado  de  los  españoles  en  Boyacá,  se  dieron  después 
aire  de  conquistadores,  y  á  imitación  de  Leonardo  Infante,  solían 
dejar  ingratos  recuerdos  en  los  hogares  granadinos.  La  antipatía 
era  recíproca.  Baste  citar  otro  suceso.  La  división  ?tci)artelada  en 
Pamplona  se  negó  á  reconocer  como  jefe  al  general  Vélez,  por  el 
solo  hecho  de  no  ser  venezolano.  "En  la  junta  de  guerra  (escribe 
el  4  de  mayo  el  comandante  Francisco  Parias)  tuve  la  satisfacción 
de  que  mi  voto  tuviese  séquito  para  no  admitir  á  un  bogotano  que 
nos  mandase ".  El  mismo  día,  el  coronel  José  Escolástico  Andrade 
escribe  desde  Pamplona  al  general  Marino:  "Se  ^lonvocó  una  junta 
de  guerra,  y  acordó  la  no  admisión  de  aquel  jefe,  que  venía  á 
disolver  este  cuerpo  de  tropas  que  pueden  ser  siempre  algún  apoyo 
del  orden  y  de  su  patria.  Se  le  dio  parte  de  todo  al  Gobierno,  y 
esperamos  que  en  Bogotá  se  exagere  aquella  resolución  hasta  juz- 
gamos ya  separados  de  su  obediencia."  Y  á  fines  de  mayo  resuel- 
ven marcharse  á  Venezuela. 

31* 


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—    484    — 

En  los  Departamentos  ecuatorianos  no  fué  menos  rápido  el 
movimiento  separatista,  bien  que  haciendo  manifestaciones  de  respeto 
y  gratitud  á  Bolívar.  Casi  á  un  tiempo  se  pronunciaron  por  la 
separación  las  capitales  de  Quito,  Guayaquil  y  Asuay;  y  en  31  de 
mayo,  el  general  Juan  José  Flores  convocó  un  congreso  constituyente 
para  que  se  instalase  en  Riobamba  el  10  de  agosto. 

Despedazada  así  la  Gran  Colombia,  y  sin  autoridad  moral  el 
Grobiemo  de  Mosquera  para  conservar  siquiera  la  disciplina  del 
ejército,  venía  acercándose  la  última  catástrofe.  Contados  estaban 
los  días  de  los  dos  grandes  hombres  que  emanciparon  cinco 
colonias  y  realzaron  ante  la  América  su  gloria  y  poderío.  £1  Li- 
bertador, enfermo  y  postrado  en  honda  tristeza,  esperaba  en  Car- 
tagena á  que  le  enviasen  de  Caracas  los  pocos  restos  de  su  fortuna 
personal,  para  irse  á  morir  en  tierra  extraña.  Sucre,  resuelto  á 
abandonar  también  para  siempre  la  vida  pública,  anhelaba  por 
restituirse  al  lado  de  su  esposa,  que  había  permanecido  en  Quito. 
De  viaje  para  esta  ciudad,  unos  hombres  oscuros  lo  asesinaron  en 
el  bosque  de  Berruecos  el  4  de  junio  ...  Su  tumba  guarda  todavía 
un  misterio.  En  el  proceso  de  los  asesinos  pareció  comprobada  la 
responsabilidad  del  general  José  María  Obando,  Comandante  Ge- 
neral del  Cauca,  á  cuyas  órdenes  dijeron  aquéllos  haber  obedecido. 
Pero  en  este  juicio,  que  duró  afios,  intervinieron  pasiones  de  polí- 
tica local,  y  no  sería  prudente  tomarlo  al  pie  de  la  letra.  Tiempo 
después,  se  acusó  por  la  prensa  al  general  Juan  José  Flores,  que 
representaba  en  el  Ecuador  un  papel  análogo  al  de  Páez  en  Vene- 
zuela. Verdad  ó  conjeturas,  quién  lo  sabe?  Otros,  aficionados  á 
dramas  íntimos,  recordaron  que  Sucre  no  vivió  con  su  mujer  más 
de  once  meses,  que  la  viuda  no  tardó  en  consolarse,  é  insinuaron 
su  complicidad,  con  la  de  un  amante  celoso,  en  el  inesperado  fin 
del  héroe . . .  ¿Inesperado?  Un  periódico  de  Bogotá  decía  el 
1®  de  junio:  ** Puede  ser  que  Obando  haga  con  Sucre  lo  que  no 
hicimos  con  Bolívar".  Bien  se  sabía  que  el  Libertador  estaba 
moribundo:  Sucre  era  la  segunda  personalidad  de  Colombia:  en 
él  se  veía,  por  tanto,  el  sucesor  eventual  del  Libertador  Presidente, 
á  cuya  sombra  y  bajo  cuya  influencia  moral  vivió  siempre.  "Yo 
pienso  —  le  escribió  Bolívar  á  Flores  —  qtíe  la  mira  de  este  crimen 
ha  sido  privar  á  la  patria  de  un  sucesor  mío".  A  Sucre,  por  otra 
parte,  no  lo  querían  gran  número  de  aquellos  generales  de  aven- 
tura; primero,  por  su  evidente  superioridad  intelectual,  sus  triunfos, 
su  fulgurante  gloria  de  Ayacucho;  luego,  por  su  carácter  de  altivo 
hidalgo,  severo  para  la  debilidad  ajena,  duro  en  mantener  la  dis- 
ciplina militar,  clemente  sólo  cuando  se  trataba  de  perdonar  ataques 


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á  su  persona,  tenazmente  inflexible  contra  el  más  ligero  olvido  del 
honor  público.  En  esta  época  las  pasiones  tenían  toda  la  intensidad 
de  la  locura;  apenas  había  teniente  en  quien  no  despertase  envidia 
el  encumbramiento  de  su  jefe;  la  rivalidad  era  implacable;  la  emula- 
ción se  confundía  con  el  odio,  el  adversario  con  el  enemigo.  Los 
asesinos  del  4  de  junio  en  Berruecos  imitaron  á  los  victimarios  del 
25  de  setiembre  en  Bogotá.  Acaso  fué  sincera  la  resolución  de 
Sucre  de  retirarse  á  la  vida  privada;  tal  vez  no  había  ya  para  su 
alma,  satisfecha  de  gloria  en  verde  juventud,  más  aspiración  que  al 
amor  de  la  esposa,  á  los  besos  de  su  hija.  Pero  contaba  sólo 
treinta  y  cinco  años  de  edad;  iba  á  fijarse  en  Quito,  pueblo  que 
no  por  llamarse  colombiano  dejaba  de  serle  extranjero;  ni  Obando, 
ni  Flores,  ni  otros,  podían  sin  duda  creer  que  el  mariscal  de 
Ayacucho,  el  discípulo  predilecto  del  Libertador,  el  héroe  joven 
mimado  de  la  victoria,  se  resignara  á  presenciar  impasible  la 
disolución  de  aquel  haz  de  Estados,  que  ambos  libertadores  vene- 
zolanos levantaron  desde  Guayana  hasta  el  Alto  Perú  ...  y  la  en- 
vidia política,  ó  la  venganza  personal,  ó  la  pasión  adúltera,  ó  acaso 
todas  juntas,  se  dieron  cita  en  el  bosque  de  Berruecos. 

El  Gobierno  de  Mosquera  no  tardó  en  desaparecer  ante  la  in- 
surrección militar.  El  26  de  agosto,  el  corouel  venezolano  Florencio 
Jiménez,  á  la  cabeza  del  batallón  Callao,  derrota  en  el  Santuario 
las  fuerzas  constitucionales,  y  ocupa  la  capital  el  28.  El  2  de  se- 
tiembre se  firma  uq  acta  llamando  al  Libertador  á  encargarse  del 
mando  supremo,  y  confiándolo,  entre  tanto,  al  generjaj  .Rafael  Urda- 
neta.  El  18,  Bolívar  le  escribe  á  Urdaneta  desde  Cartagena,  que 
contribuirá  en  cuanto  pueda  "al  restablecimiento  del  orden,  á  la 
reconciliación  de  los  hermanos  enemigos,  y  á  recuperar  la  integri- 
dad nacional";  que  irá  á  Bogotá  á  reiterar  sus  protestas  "de  obe- 
decer las  leyes  y  las  autoridades  legalmente  constituidas",  hasta 
que  los  pueblos  elijan  nuevo  Gobierno,  y  que  servirá  únicamente 
"como  ciudadano. y  soldado".  Tal  oferta  de  volver  á  tomar  parte 
en  la  cosa  pública,  fué  sin  duda  un  movimiento  irreflexivo,  debilidad 
de  enfermo  ante  cortesanos  importunos;  porque  á  los  siete  días,  el 
25  de  setiembre,  le  escribe  al  Ministro  Vergara:  "No,  mi  amigo, 
"yo  no  puedo  ir  (á  Bogotá),  ni  estoy  obligado  á  ello,  porque  á 
"nadie  se  le  debe  forzar  á  obrar  contra  su  conciencia  y  las  leyes. 
"Tampoco  he  contribuido  en  la  menor  cosa  á  esta  reacción,  ni  he 
**  comprometido  á  nadie  á  que  la  hiciera.  Si  yo  recogiese  el  fruto 
"de  esta  insurrección,  yo  me  haría  cargo  de  toda  su  responsabili- 
"dad.  Los  comisionados  me  dijeron  que  todo  marchaba  á  las  mil 
*^  maravillas;   pero  desgraciadamente  lo  que  escriben  de   allá  y   lo 


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^^que  se  sabe  aquí,  hace  presumir  á  todo  el  mundo  que  ustedes 
^^  marchan  con  más  rapidez  á  su  ruina  que  los  legitimados  ...  No 
"puedo  volver  á  mandar  más;  y  crea  usted  que  cuando  he  resistido 
"hasta  ahora  á  los  ataques  de  los  amigos  de  Cartagena,  seré  in- 
"  contrastable.  Dentro  de  tres  días  me  voy  hacia  Santa  Marta  por 
"hacer  ejercicio,  por  salir  del  fastidio  en  que  estoy,  y  por  mejorar 
"de  temperamento.  Yo  estoy  aquí  renegando,  contra  toda  mi  vo- 
"luntad,  pues  he  deseado  irme  á  los  infiernos  por  salir  de  Colom- 
"bia;  pero  el  señor  Juan  de  Francisco,  á  la  cabeza  de  otra  porción 
"de  importunos,  me  han  tiranizado,  haciéndome  quedar  donde  no 
"puedo  ni  quiero  vivir ^.  Usted  me  dice  que  todo  esto  está  en 
"oposición  con  mi  proclama  y  mi  ofício  al  Gobierno 2.  Res- 
"  ponderé,  que  Santamaría  me  hizo  ver  que  ustedes  se  iban  á 
"dividir  en  mil  partidos,  y  se  arruinaba  completamente  la  patria 
"si  redondamente  yo  respondía  que  no  aceptaba.  Ofrecí,  pues, 
"disimulando,  hablando  vagamente,  de  servir  como  ciudadano  y 
"como  soldado.  Sin  embargo,  no  dejé  de  manifestar  al  general 
"Urdaneta,  que  yo  no  iba  á  Bogotá  ni  aceptaba  el  mando:  lo  mismo 
"he  dicho  á  mis  amigos.  Por  consiguiente,  yo  no  he  engañado  á 
"nadie,  sino  á  los  enemigos,  para  que  no  acabaran  con  ustedes  de 
"  repente  y  de  nuevo  ...  Yo  compadezco  al  general  Urdaneta,  á 
"  usted,  y  á  todos  mis  amigos,  que  se  ven  comprometidos  sin  espe- 
"ranza  de  salir  bien,  pues  nunca  debieron  ustedes  contar  conmigo 
"  para  nada,  después  de  haber  salido  del  mando  y  haber  visto  tantos 
"desengaños...  Añadiré  á  usted  una  palabra  más  para  aclarar 
"esta  cuestión.  Todas  mis  razones  se  fundan  en  una  sola,  —  no 
"espero  salud  para  la  patria.  Este  sentimiento,  ó  más  bien, 
"  esta  convicción  interior,  ahoga  mis  deseos  y  me  arrastra  á  la  más 
"cruel  desesperación.  Yo  creo  todo  perdido  para  siempre,  y  la 
"patria  y  mis  amigos  sumergidos  en  un  piélago  de  calamidades. 
"Si  no  hubiera  más  que  un  sacrificio  que  hacer,  y  éste  fuera  el  de 
"  mi  vida,  ó  el  de  mi  felicidad,  ó  el  de  mi  honor . . .  créame  usted, 
"no  titubearía.  Pero  estoy  convencido  de  que  este  sacrificio  seria 
"inútil,  porque  nada  puede  im  pobre  hombre  contra  un  mundo  en- 
"tero;  y  porque  soy  incapaz  de  hacer  la  felicidad  de  mi  país,  me 
"deniego  á  mandarlo.    Hay  más  aún:  los  tiranos  de  mi  país  me  lo 


1.  Sus  más  allegados  amigos,  Montilla,  0*Leary,  García  del  Río,  aumentaban 
el  maitirío  del  grande  hombre  moribundo,  empeñándose  en  hacerle  creer  que  bas- 
taría el  nombre  solo  de  Bolívar  para  reconstituir  la  disuelta  República. 

2.  Proclaiua  del  18  de  setiembre:  'Las  calamidades  públicas  que  han  reducido 
á  Colombia  al  estado  de  anarquía,  me  obligan  á  salir  del  reposo  de  mi  retiro  para 
emplear  mis  servicios  como  ciudadano  y  como  soldado  ..." 


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"han  quitado;  así  yo  no  tengo  patria  á  quien  hacer  el  sacrificio. 
"Perdóneme  usted,  mi  querido  amigo,  la  molestia  que  le  doy  en 
"esta  funesta  declaración:  la  he  debido  al  general  Urdaneta  y  á 
"usted;  por  eso  no  me  he  detenido  en  hacerla,  pues  un  desengaño 
"vale  más  que  mil  ilusiones ^\  Y  la  misma  nota  doliente  domina 
en  todas  sus  cartas  de  setiembre  á  diciembre.  A  Montilla  le  dice 
el  27  de  octubre:  "Estoy  desesperado  con  los  hombres  y  con  las 
eosas,  y  mucho  más  al  ver  el  empeño  que  hay  en  que  yo  haga  lo 
que  no  puedo,  y  lo  que  no  podría  el  más  grande  de  los  hombres: 
la  restauración  de  Colombia  ^\ 

Mayor  era  su  tristeza,  y  en  ocasiones  su  despecho,  al  ver  que 
los  directores  del  partido  separatista  de  Venezuela  lo  consideraban 
como  el  peor  enemigo  de  su  patria.  Fueron  injustos  y  crueles; 
señalándose  en  el  congreso  de  Valencia,  por  su  arrebatado  lenguaje, 
los  diputados  Ángel  Quintero,  Ramón  Ayala,  Alejo  Fortique,  Juan 
José  Osío,  Antonio  Febres  Cordero  y  José  Luis  Cabrera.  Ayala  y 
Quintero  apoyan  el  1 7  de  mayo  una  representación  de  Pedro  Canijo, 
el  propio  conjurado  y  asesino  del  año  28;  piden  que  se  le  indulte 
jimto  con  sus  cómplices,  y  se  les  restituya  á  la  patria,  de  donde  se 
hallan  expulsados  "por  causa  de  la  libertad".  El  29  de  mayo 
vuelven  á  celebrar  la  "acción  heroica"  de  Canijo  y  sus  compañeros; 
y  para  ahogar  la  indignada  elocuencia  con  que  les  replica  Andrés 
Narvarte,  se  empeñan  de  nuevo  en  demostrar  que  el  25  de  setiembre 
fué  im  "movimiento  nacional"  contra  la  tiranía,  y  que  sus  autores, 
antes  que  delincuentes  ó  culpables  eran  ciudadanos  beneméritos. 
Cordero  propone  el  27  de  mayo,  que  se  indulte  también  á  los  con- 
trabandistas y  defraudadores  de  las  rentas,  porque  habían  sido 
igualmente  víctimas  del  Libertador,  porque  "la  humanidad  se  estre- 
mece de  la  tiranía  de  los  decretos  expedidos  por  el  general  Bolívar 
en  el  año  de  27".  Y  hubiera  quizás  arrastrado  por  este  camino  á 
la  mayoría,  si  el  prudente  economista  Juan  Pablo  Díaz  no  le  de- 
muestra que  justamente  desde  la  publicación  de  aquellos  decretos 
"se  restableció  la  hacienda  pública  y  hubo  ingresos    en  las  cajas". 

A  tanto  llegó  la  exacerbación  del  congreso  valenciano,  que 
si  el  Gobierno  de  Mosquera  hubiese  tenido  aún  la  más  ligera  es- 
peranza de  estabilidad,  difícil  habría  sido  evitar  un  conflicto  armado 
entre  Venezuela  y  Nueva  Granada.  En  la  sesión  del  19  de  mayo, 
Fortique  pide:  "que  se  exija  del  Gobierno  que  exista  en  Bogotá  el 
reconocimiento  pronto  y  expreso  de  nuestra  separación  y  soberanía, 
advirtiéndose  que  la  negativa  ó  la  dilación  se  tendrá  por  una  de- 
claratoria de  guerra".  Sigúese  al  punto  larga  y  apasionada  dis- 
cusión, que  se  prolonga  por   muchos   días.    El   21    propone  Ayala, 


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—    488    — 

con  apoyo  del  Dr.  Vargas:  "que  este  congreso  haga  saber  al  de 
Bogotá  su  instalación,  con  remisión  del  acta  y  cuaderno  impreso  de 
los  pronunciamientos  uniformes  de  todos  los  pueblos,  á  fin  de  que 
reconociendo  nuestra  independencia  podamos  entendemos;  pero  con 
la  condición  precisa  y  terminante,  sine  qua  non,  que  ni  el  gene- 
ral Bolívar  ni  su  Consejo  de  Gobierno  han  de  intervenir  directa  ni 
indirectamente  en  este  negocio  ".  Ángel  Quintero  modifica  la  segunda 
parte  de  esta  proposición  asi:  "que  no  tendrá  lugar  ninguna  n^o- 
elación  mientras  permanezca  en  todo  el  territorio  de  la  antigua 
Colombia  el  general  Simón  Bolívar,  entendiéndose  además,  que  no 
debe  tener  intervención  ninguna  el  Consejo  de  Ministros".  Cordero 
y  Conde  lo  apoyan*  Continúa  el  debate,  y  el  22  propone  Osío,  que 
se  establezca  como  base  fundamental  de  toda  negociación  "la  ex- 
pulsión del  general  Bolívar  de  todo  el  territorio  de  Colombia''. 
Ante  tal  exabrupto,  la  mayoría  retrocede  por  el  pronto,  y  rechaza 
la  proposición  de  Osío,  aunque  salvando  sus  votos  Conde,  Pulido, 
Cordero,  Gallegos,  Ruíz,  Quintero,  Labastida  y  Fortique.  Pero  á 
los  cuatro  días,  el  26  de  mayo.  Quintero  y  Osío  vuelven  á  proponer 
que  no  se  entre  "en  relaciones  de  ninguna  especie  con  Bogotá 
mientras  exista  en  su  territorio  el  general  Bolívar''.  Vargas  y  Sou- 
blette  exigen  que  el  congreso  resuelva,  como  cosa  previa,  si  esta 
proposición  es  diferente  de  la  que  pidió  la  expulsión  de  Bolívar,  y 
que  fué  rechazada  el  22.  El  congreso  declara  que  hay  diferencia 
entre  ambas;  y  sólo  Vargas  tiene  la  cordura  de  salvar  su  voto. 
Diferencia  de  forma  la  había,  sin  duda;  pero  una  y  otra  proposi- 
ción significaban  lo  mismo,  supuesto  que  si  el  Gobierno  de  Bogotá 
resolvía  tratar  con  el  de  Valencia,  estaba  obligado  á  decretar  antes 
la  expulsión  de  Bolívar,  á  no  ser  que  éste  se  desterrase  á  sí  propio. 
Reanúdase  la  discusión  el  28,  y  el  congreso  se  pronuncia  difinitiva- 
mente  por  el  ostracismo  del  Libertador,  sin  más  oposición  que  la 
de  los  votos  salvados  del  Dr.  Vargas  y  Manuel  Urbina. 

Era  presidente  del  congreso  el  Dr.  Francisco  Javier  Yanes,  y 
en  la  comunicación  que  dirigió  al  de  Bogotá,  anunciándole  que 
Venezuela  entraría  en  relaciones  y  transacciones  con  Cundinamarca 
y  Quito,  dijo:  "Benéficas  serán,  sin  duda,  para  uno  y  otro  Estado, 
"semejantes  relaciones.  No  es  fácil  prever  hasta  donde  se  extcn- 
"derían  sus  útiles  resultados;  pero  Venezuela,  á  quien  una  serie  de 
"males  de  todo  género  ha  enseñado  á  ser  prudente;  que  ve  en  el 
"general  Simón  Bolívar  el  origen  de  ellos,  y  que  tiembla  todavía 
"al  considerar  el  riesgo  que  ha  corrido  de  ser  para  siempre  su 
"patrimonio,  protesta  que  no  tendrán  aquéllas  lugar  mientras  éste 
"permanezca  en  el  territorio  de  Colombia,   declarándolo  así  el  so- 


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"berano  congreso  en  sesión  del  día  28".  Además,  el  congreso 
expide  un  decreto  el  10  de  setiembre  autorizando  al  Poder  Eje- 
cutivo para  expulsar  del  territorio  á  quienes  contraríen  los  prin- 
cipios proclamados  por  Venezuela;  y  en  sus  considerandos  se  lee: 
^^que  los  conatos  y  proyectos  de  turbar  la  tranquilidad  y  el  orden 
^^establecidos,  se  apoyan  principalmente^  en  la  mansión  que  hace  el 
^^  general  Simón  Bolívar  en  el  Departamento  del  Magdalena,  después 
*^de  haber  renunciado  el  destino  de  Presidente  de  Colombia,  nom- 
^^brádose  su  sucesor  constítucionalmente,  y  aun  después  de  haber 
^^  obtenido  su  pasaporte  para  Europa,  según  lo  anuncian  los  papeles 
^^  públicos  de  Cartagena;  que  es  tanto  más  insidiosa  la  conducta  del 
"general  Bolívar  cuanto  que,  sin  embargo  de  no  tener  ya  carácter 
"  público,  ha  tratado  de  fomentar  la  insurrección  de  Río  Chico,  diri- 
"giéndose  oficialmente  al  Gobierno  de  Bogotá,  según  lo  demuestra 
"la  contestación  del  Ministerio  del  Interior  fecha  31  de  julio^;  que 
"desde  allí  promueve  todavía  el  general  Bolívar,  por  medio  de  sus 
"agentes,  la  seducción  de  los  incautos,  y  amenaza  con  hostilidades 
"á  su  misma  patria,  cuyos  ciudadanos  fueron  instrumentos  de  su 
"gloría,  mientras  él  respetó  el  sistema  de  Gobierno  que  desde  su 
"  emancipación  política  adoptó  Venezuela. . ." 

Adviértase,  con  todo,  que  la  explosión  de  odio  implacable 
contra  el  padre  de  la  patria,  coincidió  con  la  sabia  prudencia  que 
emplearon  sus  mismos  adversarios  en  organizar  la  nueva  República 
de  Venezuela,  dándole  las  leyes  que  más  parecían  adaptarse  en- 
tonces al  estado  de  los  pueblos,  —  aunque  sin  hallar,  por  supuesto, 
como  se  verá  después,  la  solución  definitiva  del  problema  constítu- 
cicHial  que  está  aún  planteado  en  todos  los  países  de  la  América 
latina.  Cuando  el  congreso  de  Valencia  acusaba  á  Bolívar  de  no 
haber  respetado  el  sistema  de  Gobierno  que  se  adoptó  al  pro- 
clamar la  Independencia,  estaba  redactando  el  mismo  congreso  una 
constitución  que  rompía  la  tradición  de  1811.  E  imitando  el  pre- 
cedente que  sentó  Bolívar  desde  1813,  de  amoldar  la  teoría  re- 
publicana á  las  necesidades  del  momento,  procuró  equilibrar  el  prin- 
cipio democrático-federalista,  que  era  realmente  impracticable  en  la 
forma  del  año  de  11,  y  el  principio  oligárquico-centralista,  sin  el 
cual  parecía  imposible  mantener  un  Gobierno  estable.  De  donde 
resultó  la  forma  centro-federal  de  la  constitución  de  1830^.    De 


1.  La  insurrección  de  Río  Chico  y  Alto-Llano  no  tuvo  importancia  alguna,  y 
no  tardó  el  Gobierno  venezolano  en  disculparla  con  un  indulto.  Los  habitantes  de 
estas  aldeas  se  habían  pronunciado  el  1^  de  junio  por  la  integridad  de  Colombia,  y 
dirigido  al  Libertador  las  actas  correspondientes,  reconociéndolo  como  Jefe  Supremo. 
Bolívar  se  limitó  á  trasmitirlas  al  Ministro  del  Interior. 

2.  De  la  que  se  tratará  en  el  siguiente  libro. 


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suerte  que,  sólo  ima  comprensión  parcial  y  errónea  del  carácter  y 
propósitos  del  Libertador,  pudo  dar  origen  á  la  hostilidad  exagerada- 
mente injusta  del  congreso  de  Valencia. 

La  indicada  contradicción  en  los  procedimientos  del  congreso, 
descubre  una  de  las  causas  esenciales  que  obraron  en  la  ruina  de 
la  Gran  Colombia,  y  en  la  desesperada  condición  económico-política 
de  que  se  quejaban  los  venezolanos  desde  1821,  achacándola  ahora 
á  la  pretensión,  que  no  tuvo  nunca  Bolívar,  de  esclavizar  á  su 
patria.  Fué  de  Caracas  la  fortuna  de  ver  nacer  al  hombre  capzz 
de  realizar  la  Independencia  y  dirigir  la  marcha  triunfal  de  su 
ejército  por  Nueva  Granada,  el  Ecuador,  el  Perú  y  Bolivia,  creando 
nuevas  Repúblicas;  pero  fué  también  esta  noble  aspiración  de  Bolí- 
var, á  consumar  empresas  cada  vez  más  grandiosas  en  toda  la 
América  española  (como  lo  reveló  en  su  proyecto  iniciativo  del  con- 
greso de  Panamá),  lo  que  redujo  á  Venezuela  á  una  situación  de 
relativa  inferioridad.  Si  el  Libertador,  después  de  Carabobo,  y 
suponiendo  que  Santander  hubiese  podido  evitar  en  Nueva  Granada 
ima  reacción  realista,  y  suponiendo  además  que  el  Ecuador  y  el 
Perú  se  hubieran  emancipado  por  sí  propios,  —  sin  todo  lo  cual 
quedaba  comprometida  la  Independencia  de  Venezuela;  si  el  Liber- 
tador, en  lugar  de  aventurarse  en  el  empeño  de  ligar  contra  Elspaña 
á  todas  las  Indias  Occidentales,  hubiese  reducido  su  ambición  á 
fundar  la  República  en  su  patria,  lo  habría  tal  vez  logrado.  Era 
arbitro  supremo  en  1821.  Ninguno  de  sus  tenientes  podía  rivali- 
zarle  en  genio  ni  prestigio.  Sucre,  joven  de  veintiséis  años,  llevaba 
el  sentimiento  de  la  lealtad  hasta  convertirlo  en  respeto  casi  filiaL 
Páez  era  solamente  un  guerrillero  afortunado,  sin  cultura  suficiente, 
ni  capacidad  intelectual  para  trasformar  ima  colonia  y  crear  un 
Estado^.  El  pueblo,  todavía  ignorante  y  pasivo,  era  incapaz  de  pro- 
testar contra  ningún  Gobierno  establecido,  cualquiera  que  fuese  su 
forma.  La  clase  social  superior  habría  sin  duda  moderado  su  en- 
tusiasmo radical  y  federalista  de  1811,  y  plegádose,  bajo  la  im- 
periosa necesidad,  al  autoritarismo  paternal  de  Bolívar,  para  susti- 
tuir el  antiguo  régimen  español  con  otro  semejante  al  que  propu- 
siera en  Angostura  y  en  Bolivia,  el  cual,  no  obstante  ciertas  exa- 
geraciones ideológicas  fácilmente  reparables  en  la  práctica,  era,  en 
realidad,  la  única  transición  razonable  entre  la  Colonia  y  la  Re- 
pública. Recuérdese  que  así  pensaban  en  1813  patricios  radi- 
cales como  Ustáriz,  y  Muñoz  Tébar,  y  Sanz,  y  Peñalver;  y  después 

1.  La  habilidad  política  de  Páez  no  empieza  á  revelarse  sino  en  1826.  Se 
desarrollará  en  los  afíos  de  1 830  á  1 846,  adquiriendo  entonces  una  prerrogativa  análoga, 
en  la  práctica,  á  la  de  los  reyes  constitucionales  de  la  Europa  moderna. 


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de  asegurada  la  Independencia  de  Colombia ,  libertadores  como 
Sucre,  Urdaneta,  Bríceño  Méndez,  Carabaño  y  el  mismo  Páez,  fueron 
partidarios,  no  solamente  de  la  autocracia  de  Bolívar,  sino  hasta 
del  Imperio  ó  Monarqm'a;  lo  que  no  se  realizó  por  haberse  negado 
el  Libertador  á  coronarse,  ni  aun  con  el  apoyo  de  Inglaterra^.  En 
el  seno  de  la  paz,  —  suponiendo  siempre  el  reconocimiento  in- 
mediato de  la  nueva  República  por  las  potencias  europeas,  —  hubiera 
podido  Bolívar  organizaría,  desarrollando  su  riqueza  natural,  devol- 
viendo á  la  agricultura  y  al  comercio  la  prosperidad  que  perdieron 
en  la  revolución,  en  una  palabra  llevando  á  la  práctica  aquellos  sus 
exactos  conceptos  sobre  el  estado  social  de  los  pueblos  que  iba 
libertando;  conceptos  que,  apuntados  en  su  mensaje  de  Angostura  y 
ampliados  en  los  años  siguientes,  le  permitieron  apreciar  con  clarí- 
simo criterio,  no  superado  todavía,  el  problema  capital  de  Hispano- 
América.  Véase  si  no  como  discurría  en  1822:  ^^Ni  nosotros,  ni  la 
generación  que  nos  suceda,  verá  el  brillo  de  la  República  que  esta- 
mos fundando:  yo  considero  á  la  América  en  crisálida:  habrá  una 
metamorfosis  en  la  existencia  física  de  sus  habitantes:  al  fin  habrá 
una  nueva  casta  de  todas  las  razas,  que  producirá  la  homogeneidad 
del  pueblo'".  Y  en  1824:  "Estos  países  no  pueden  prosperar  en 
los  primeros  cien  años:  es  menester  que  pasen  dos  ó  tres  genera- 
ciones. Se  debe  fomentar  la  inmigración  de  las  gentes  de  Europa 
y  de  la  América  del  Norte,  para  que.  se  establezcan  aquí  trayendo 
sus  artes  y  sus  ciencias.  Estas  ventajas,  un  Gobierno  independiente, 
escuelas  gratuitas,  y  los  matrimonios  con  europeos  y  anglo-ameri- 
canos,  cambiarían  todo  el  carácter  del  pueblo  y  lo  harían  ilustrado 
y  próspero'".  Mientras  esta  trasformación  radical  no  se  realizara, 
pensó  que  el  único  remedio  era  ima  educación  intensiva  y  práctica. 
Con  este  fin  protegió  personalmente  á  su  maestro  Simón  Rodríguez 
en  Bolivia  y  al  inglés  Lancaster  en  Caracas.  Y  al  propio  tiempo, 
en  1825,  preocupado  con  los  estudios  de  su  joven  sobrino  D.  Fer- 
nando,  dictaba  instrucciones  que  parecen   escritas  hoy:   "si  su  in- 


1.  Si  Inglaterra  no  aceptó  para  un  principe  suyo  la  oferta  de  la  corona  co- 
lombiana, pareció  siempre  dispuesta  á  reconocer  al  Libertador  como  monarca.  Ya 
en  1820  era  ésta  la  opinión  predominante  en  Londres.  Zea  escribía  el  12  de  julio: 
'Nuestra  Independencia  seria  reconocida  por  todas  las  potencias  el  día  en  que  se 
estableciese  en  las  nuevas  Repúblicas  un  Poder  Ejecutivo  hereditario  (por  con- 
siguiente monárquico)  bajo  cualquier  denominación*'.  Y  en  los  años  siguientes, 
hasta  el  de  1830,  el  Gabinete  británico  aconsejó  invariablemente  el  Gobierno  vita- 
licio de  Bolívar. 

2.  Tomás  C.  de  Mosquera,  en  un  escrito  sobre  las  conferencias  de  Bolívar  y 
San  Bfartin  en  Guayaquil,  á  las  que  asistió  el  autor  como  secretario.     Bogotá,  1861. 

3.  A  Sketch  of  Bolivar,  por  un  oficial  de  la  marina  de  guerra  americana. 
Colección  Blanco-Azpurúa,  t.  IX,  p.  324. 


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clinación  le  decide  á  aprender  algún  arte  ú  oficio,  yo  lo  celebraría; 
pues  abundan  entre  nosotros  médicos  y  abogados,  pero  nos  faltan 
mecánicos  y  agricultores,  que  son  los  que  el  país  necesita  para  ade- 
lantar en  prosperidad  y  bienestar. .  ." 

Mas  no  pensó  nunca  ser  Presidente  de  Venezuela,  y  tal  es  el 
único  cargo  que  en  justicia  pudieron  hacerle  sus  compatriotas.  Vio 
siempre  más  lejos,  miró  siempre  más  alto.  Quiso  tomarse  arbitro 
de  los  destinos  de  la  América  española,  y  fracasó  en  su  empresa 
de  juntar  en  un  haz  político  países  separados  por  distancias  inmen- 
sas, sin  caminos,  casi  desiertos.  Desvanecido  también  su  sueño  de 
presidir  una  Confederación  de  Colombia,  el  Perú  y  Bolivia,  com- 
prendió que  no  había  ya  campo  en  América  para  su  vasta  ambi- 
ción. Por  último,  enfermo  y  desengañado,  no  es  verosímil  que  en 
1829  creyese  aún  en  la  posibilidad  de  sobreponerse  á  la  anarquía 
colombiana,  ni  se  resignase  mucho  menos,  en  1830,  á  ser  reempla- 
zante de  Páez  en  Venezuela.  El  dilema  de  toda  su  vida  fué,  —  ó 
la  más  alta  cumbre  del  poder,  ó  la  oscuridad  del  simple  ciudadano. 
Y  en  los  seis  meses  de  1827  que  pasó  en  Caracas,  acabó  de  pesar 
el  sentimiento  hostil  de  la  oligarquía  de  su  patria,  á  donde  no 
hubiera  podido  regresar  ni  como  simple  ciudadano.  A  los  pocos 
meses  le  escribía  una  de  sus  hermanas:  "aquí  no  vuelvas  sino  Li- 
bertador ó  muerto".  Delicado  instinto  de  mujer,  que  presentía  la 
explosión  de  odio  de  1830 ....  Y,  (fenómeno  frecuente  en  la  psi- 
cología de  los  hombres  y  de  los  pueblos),  el  mismo  Páez,  jefe  ya 
de  la  oligarquía  venezolana,  la  propia  mano  que  firmó  el  decreto 
de  ostracismo  del  10  de  setiembie,  no  tardó  mucho  en  tomar  la 
iniciativa,  en  1833,  para  limpiar  de  aquella  mancha  la  conciencia 
nacional.  Restituidas  á  la  patria  las  cenizas  del  Libertador,  fórmase 
al  punto,  con  su  nombre  y  con  sus  hechos,  una  leyenda  semejante 
á  las  de  los  pueblos  primitivos:  la  admiración  se  toma  en  culto: 
se  adora  á  Bolívar  como  á  un  Dios:  parece  casi  una  herejía  ver 
sombras  en  su  existencia:  llega  á  tanto  el  lirismo  de  los  rapsodas 
de  la  leyenda,  que  aun  en  los  años  en  que  esto  se  escribe,  fuerza 
es  para  la  crítica  histórica  analizar  á  menudo  el  carácter  y  la  vida 
del  grande  hombre,  mostrándolo  á  las  turbas  tal  cual  era,  un  genio 
sí,  pero  como  todos  los  genios,  alma  compuesta  de  impulsos  nobles 
y  egoístas,  apóstol  y  conquistador,  libertador  y  autócrata,  y  al  fin, 
desde  1828,  la  decadencia  prematuramente  senil  sustituyéndose  á  la 
ascensión  triunfal  del  héroe  joven. 

De  mayo  á  diciembre  de  1830,  la  vida  de  Bolívar  es  una  serie 
continua  de  contrariedades  y  tormentos.  No  pudo  siquiera  realizar 
su   proyecto   de   ausentarse    de    Colombia.     La   insistencia   de   sus 


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amigos  en  que  aguardase  el  resultado  de  sus  últimos  esfuerzos  por 
consenrar  la  imidad  de  la  gran  República,  esfuerzos  que  él  creía, 
sin  embargo,  inútiles;  la  inacción  á  que  lo  condenaba  su  enferme- 
dad; su  invencible  oposición  á  someterse  á  ningún  tratamiento  mé- 
dico (^^ prefiero  la  muerte  á  las  medicinas^',  decía);  y  sobre  todo  la 
carencia  de  recursos  pecuniarios  para  emprender  un  largo  viaje, 
explican  por  una  parte  sus  vacilaciones,  y  fueron,  por  otra,  circuns- 
tancias que  contribuyeron  á  exacerbar  hasta  la  tortura  su  tempera- 
mento extremadamente  nervioso.  Su  cuantiosa  fortuna  estaba  ya 
reducida  á  sus  derechos  en  litigio  sobre  las  minas  de  Aroa,  y  sus 
abogados  no  podían  vencer  la  mal  disimulada  hostilidad  de  Páez, 
jefe  del  Gobierno,  ni  el  rencor  personal  del  Dr.  Yanes,  á  la  sazón 
jurista  el  más  influyente  en  los  tribunales.  Al  renunciar  la  Presi- 
dencia, el  congreso  de  Bogotá  confirmó  un  dereto  de  1823  que  le 
acordaba  la  pensión  anual  de  treinta  mil  pesos;  pero,  ni  la  recibió, 
ni  le  era  posible  contar  en  •  el  extranjero  con  una  renta  tan  alea- 
toria, ni  se  resignaba  á  economizar  sus  escasos  recursos,  acostum- 
brado como  estaba  ^á  darlo  todo  en  Umosna  ó  regalos  á  servidores 
y  amigos.  Los  pocos  amigos  que  le  quedaban  en  Venezuela,  ó  lo 
olvidaban  ó  no  podían  ayudarlo.  Apenas  se  cita  una  oferta  gene- 
rosa; la  de  su  tío  materno  D.  Esteban  Palacio,  quien  le  escribía 
desde  Caracas  el  15  de  junio:  ^^Como  me  han  pintado  tu  situación 
muy  lastimosa  en  cuanto  á  intereses,  yo  tengo  en  Europa  5,000 
pesos  que  remití  en  mayo  pasado,  con  los  que  puedes  contar,  y 
otros  5,000  que  están  regados  aquí  para  cuando  puedan  recogerse ". 
Bolívar  los  rehusó. 

A  fines  de  setiembre  pasa  de  Cartagena  á  Soledad  y  Barran- 
quilla.  El  1<>  de  diciembre  llega  por  mar  á  Santa  Marta.  "Vino  á 
tierra  en  ima  silla  de  brazos,  por  no  poder  caminar:  le  encontré 
el  cuerpo  muy  flaco  y  extenuado,  el  semblante  adolorido,  y  una 
inquietud  de  ánimo  constante;  la  voz  ronca,  una  tos  profunda  con 
esputos  viscosos  y  de  color  verdoso;  el  pulso  igual,  pero  compri- 
mido; la  digestión  laboriosa:  las  frecuentes  impresiones  del  paciente 
indicaban  padecimientos  morales :  finalmente,  la  enfermedad  de  S.  E. 
me  pareció  ser  de  las  más  graves,  y  mi  primera  opinión  fué  que 
tenía  los  pulmones  dañados  i".  Al  día  siguiente,  el  médico  francés 
Reverend  y  el  cirujano  Mac-Night,  de  una  fragata  norteamericana, 
diagnostican  tuberculosis  pulmonar.  El  6  de  diciembre  lo  trasladan 
á   la    quinta    de   San  Pedro   Alejandrino,    propiedad    del    español 


1 .  Boletines  del  Dr.  Alejandro  Próspero  Reverend.    Colección  Blanco-Azpurúa^ 
t.  XrV,  p.  464. 


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D.  Joaquín  de  Mier,  á  una  legua  de  Santa  Marta.  Allí,  asilado  por 
ironía  de  la  suerte  en  un  hogar  de  la  antigua  madre  patria,  tras- 
curren en  soledad  y  tristeza  sus  últimos  días,  sin  más  distracción 
que  la  visita  de  algunos  compañeros  de  armas.  Apenas  creían 
éstos  á  sus  ojos  al  ver  así  postrado  á  su  Libertador;  y  expresaban 
su  doloroso  despecho  en  el  lenguaje  sincero  y  rudo  de  los  campa- 
mentos. £1  general  Mariano  Montilla,  hermano  de  aquel  elegante 
afrancesado  D.  Tomás,  que  aun  en  medio  de  los  horrores  de  la 
guerra  á  muerte  prorrumpía  en  macabros  chistes,  resume  ahora  su 
pena  en  vocablos  desnudos  como  su  bravo  corazón.  Cuando  el 
médico  le  confiesa  que  el  Libertador  está  perdido,  Montilla  monta 
en  cólera,  se  golpea  la  frente,  estalla,  como  al  blandir  su  sable 
contra  los  españoles,  en  formidable  ¡carajo! ...  y  se  echa  á  llorar. 
De  tarde  en  tarde,  la  sombría  estancia  se  ilumina  con  recuerdos  de 
los  tiempos  dichosos.  El  general  Sarda  viene  á  despedirse  de  su 
jefe.  Gran  fumador  de  pipa,  huele  . . .  á  tabaco.  Toma  asiento  al 
lado  de  la  hamaca,  de  donde  ya  no  podía  levantarse  el  enfermo. 
"General,  apártese  un  poco  ...  un  poco  más  ...  un  poco  más",  — 
Sarda,  medio  amoscado:  "Permítame  V, E.  decirle  que  no  creo 
haberme  ensuciado".  —  "No  hay  tal:  es  que  huele  usted  á  diablos"  — 
"¿Cómo  á  diablos?"  —  "Quiero  decir,  á  cachimbo!"  —  Sarda,  en 
tono  socarrón:  "Ah!  mi  General!  tiempo  hubo  en  que  V.  E.  no 
tenía  tal  repugnancia;  cuando  doña  Manuelita .  .  .  ."  —  Bolívar, 
poniéndose  triste:  "Sí,  otros  tiempos  eran!  Ahora  me  hallo  en  una 
situación  tan  penosa;  y  lo  que  es  peor,  sin  saber  cuando  saldré  de 
.  ella".  Y  el  guerrero  moribundo  vio  con  envidia  al  camarada  joven 
que  marchaba  de  nuevo  á  luchar,  á  vivir.  A  ratos,  conversaba  con 
el  Dr.  Reverend,  mezclando  la  frase  espiritual  con  la  amarga  ironía. 
"Doctor,  ¿qué  vino  á  buscar  usted  en  estas  tierras?" —  "La  liber- 
tad!". —  "¿La  ha  encontrado  usted?".  —  "Sí,  mi  General".  —  "Es 
usted  más  afortunado  que  yo  .  . .  Vuélvase  á  su  bella  Francia,  en 
donde  ya  está  flameando  la  gloriosa  bandera  tricolor:  aquí,  en  este 
país,  no  se  puede  vivir:  hay  muchos  canallas".  Por  las  noches, 
delirando,  pensaba  hallarse  entre  los  soldados  que  lo  adoraban: 
"Vamonos!  Vamonos!,..,  esta  gente  no  nos  quiere  en  esta 
tierra  . .  .  Vamos,  muchachos! . . .  Lleven  mi  equipaje  á  bordo  de 
la  fragata  "... 

El  Dr.  Esteves,  obispo  de  Santa  Marta,  le  visita  en  los  últimos 
días,  y  viéndolo  extremadamente  débil,  le  insinúa  que  es  llegada 
la  hora  de  cumplir  con  los  deberes  de  cristiano.  Bolívar,  después 
de  protestar  que  no  se  sentía  tan  mal,  se  resigna  y  exclama:  "  Cómo 
saldré  yo  de  este  laberinto!".    Se    confiesa   con   el   cura  de  almas 


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de  Mamatoco,  humilde  aldea  de  indios  cercana  de  Santa  Marta  i.  El 
mismo  día,  10  de  diciembre,  otorga  testamento.  Declara  que  no 
posee  otros  bienes  sino  las  tierras  y  minas  de  Aroa,  y  imas  alhajas 
que  se  hallan  en  poder  de  Juan  de  Francisco  Martín,  vecino  de 
Cartagena;  que  solamente  es  deudor  de  cantidad  de  pesos  al  dicho 
Martín  y  á  Powles  &  C*,  y  previene  á  sus  albaceas  que  estén  por 
las  cuentas  que  les  pasen.  Manda  que  se  le  devuelva  á  Bolivia, 
como  lo  había  ofrecido,  la  medalla  que  le  presentó  el  congreso;  que 
se  entreguen  á  la  Universidad  de  Caracas  los  dos  volúmenes  del  Con- 
trato Social  de  Rousseau  y  del  Arte  Militar  de  Monte-Cuculi, 
regalo  del  general  inglés  Roberto  Wilson,  y  que  habían  pertenecido 
á  la  biblioteca  de  Napoleón;  que  se  le  den  á  su  fiel  mayordomo 
José  Palacio  8,000  pesos,  en  remuneración  de  sus  constantes  servi- 
cios; "que  los  papeles  que  se  hallan  en  poder  del  Sr.  Pavajeau,  se 
quemen ^^';  que  su  cuerpo  sea  depositado  en  la  ciudad  de  Caracas; 
que  la  espada  que  le  regaló  el  mariscal  de  Ayacucho  se  devuelva 
á  su  viuda;  "que  mis  albaceas  den  las  gracias  al  Sr.  general  Ro- 
berto Wilson,  por  el  buen  comportamiento  de  su  hijo  el  coronel 
Belford  Wilson,  que  tan  fielmente  me  ha  acompañado  hasta  los 
últimos  momentos  de  mi  vida^\  Nombra  albaceas  testamentarios  al 
general  Pedro  Briceño  Méndez,  á  Juan  de  Francisco  Martín,  al 
Dr.  José  Vargas  y  al  general  José  Laurencio  Silva.  Manda,  final- 
mente, que  sus  bienes  se  dividan  en  tres  partes,  dos  para  sus 
hermanas  María  Antonia  y  Juana,  y  la  otra  para  sus  sobrinos  Juan, 
Felicia  y  Fernando  Bolívar. 

Hallándose  presentes  este  día,  el  obispo  Esteves,  el  Coman- 
dante General  del  Departamento,  Mariano  Montilla;  el  comandante 
de  armas  de  Santa  Marta,  general  José  María  Carreño;  el  general 
José  Laurencio  Silva,  el  auditor  de  guerra  y  marina,  Dr.  Manuel 
Pérez  de  Romero;  el  coronel  José  de  la  Cruz  Paredes,  el  coronel 
Wilson  y   el   capitán  Andrés  Ibarra,    edecanes    del   Libertador;    el 


1.  ¿Era  católico  Bolívar?  Apenas  cristiano,  ó  quizás  puramente  deista;  im- 
pregnado como  estaba  de  la  filosofía  francesa  del  siglo  XVIII.  Contra  el  dogma 
católico,  defendió  siempre  la  libertad  de  conciencia  y  la  de  cultos,  salvo  en  su 
paréntesis  de  reacción  política  de  1828.  Que  se  confesara  á  ultima  hora,  prueba 
solamente  que  ya  el  espíritu  del  Libertador  no  era  más  que  su  sombra. 

2.  Según  el  Dr.  Reverend,  Pavajeau  quemó  todos  los  papeles  menos  un  acta 
ó  representación  con  la  propuesta  dirigida  á  Bolívar  para  coronarse,  y  á  cuyo  margen 
escribió  éste:  "aceptar  una  corona  sería  manchar  mi  gloria;  más  bien  prefiero  el 
glorioso  titulo  de  primer  ciudadano  de  Colombia".  Agrega  Reverend:  'Estas  pala- 
bras afirmo  como  hombre  de  honor  haberlas  visto  estampadas  en  este  documento, 
que  no  se  publicó  para  cumplir  con  las  órdenes  del  Libertador,  y  también  por  no 
comprometer  las  firmas  de  los  autores  de  la  proposición".  Colección  Blanco-Azpurúa, 
t.  XIV,  p.  479. 


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coronel  de  milicias  de  Santa  Marta,  Joaquín  de  Mier;  el  primer 
comandante  de  milicias  de  Barranquilla  y  Soledad,  Juan  Glen;  el 
juez  político  de  Santa  Marta,  Manuel  Ujueta;  el  Dr.  Reverend,  el 
capitán  de  la  guardia,  Lucas  Meléndez;  el  teniente  de  la  misma, 
José  María  Molina  i;  el  escribano  José  Catalino  Noguera  y  el  mayor- 
domo José  Palacio,  —  dictó  y  firmó  Bolívar  su  última  proclama. 
^^Colombianos!  Habéis  presenciado  mis  esfuerzos  para  plantear  la 
"libertad,  donde  reinaba  antes  la  tiranía.  He  trabajado  con  des- 
"  interés,  abandonando  mi  fortuna,  y  aun  mi  tranquilidad.  Me  separé 
'"  del  mando  cuando  me  persuadí  que  desconfiabais  de  mi  desprendi- 
"  miento.  Mis  enemigos  abusaron  de  vuestra  credulidad,  y  hollaron 
"lo  que  me  es  más  sagrado:  mi  reputación  y  mi  amor  á  la  libertad. 
"  He  sido  víctima  de  mis  perseguidores,  y  me  han  conducido  á  las 
"  puertas  del  sepulcro.  Yo  los  perdono  ...  Al  desaparecer  de  en 
"medio  de  vosotros,  mi  cariño  me  dice  que  debo  haceros  la  mani- 
"festación  de  mis  últimos  deseos.  No  aspiro  á  otra  gloria  que  á 
"la  consolidación  de  Colombia.  Todos  debéis  trabajar  por  el  bien 
"inestimable  de  la  unión:  los  pueblos,  obedeciendo  al  actual  Go- 
"biemo,  para  libertarse  de  la  anarquía;  los  ministros  del  santuario, 
"dirigiendo  sus  oraciones  al  cielo;  y  los  militares  empleando  la 
"espada  en  defender  las  garantías  sociales. 

"Colombianos!  Mis  últimos  votos  son  por  la  felicidad  de  la 
"Patria.  Si  mi  muerte  contribuye  para  que  cesen  los  partidos,  y 
"se  consolide  la  unión,  yo  bajaré  tranquilo  al  sepulcro". 

Murió  el  17  de  diciembre,  á  la  una  del  día.  Horas  depués 
hizo  la  autopsia  el  Dr.  Reverend,  confirmando  la  tuberculosis  pul- 
monar; y  procedió  á  embalsamar  el  cuerpo,  mal  que  bien.  "Por 
desgracia  estaba  enfermo  el  único  boticario  que  había  en  la  ciudad: 
muy  escasas  fueron,  si  no  faltaron,  las  preparaciones  que  se  usan 
en  semejante  caso,  hallándome  solo  para  practicar  esta  operación". 
Agrega  que  la  penuria  del  Libertador  era  tal,  que  para  vestirlo  le 
presentaron  ima  camisa  rota,  y  tuvo  que  esperar  otra  perteneciente 
al  general  Silva.  El  cadáver  permaneció  expuesto  al  público  en 
la  casa  de  aduana  de  Santa  Marta,  hasta  que  se  celebraron  los 
funerales,  el  día  20,  en  la  iglesia  catedral,  en  una  de  cuyas  bóvedas 
quedó  depositado  el  cuerpo  durante  doce  años. 

La  noticia  del  fallecimiento  llegó  á  Maracaibo  el  21  de  enero, 
y  el  Gobernador  de  esta  provincia,  Juan  Antonio  Gómez,  la  tras- 
mitió al  Ministro  del  Interior  en  los  siguientes  términos:   "Anoche 


1.  La  guardia  del  Libertador,  desde  que  salió  de  BogotA,    era    una  compaflfa 
del  batallón  Granaderos. 


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^ha  llegado  á  esta  ciudad  el  capitán  inglés  Pil  Riton  (?)  en  la 
*^ corbeta  de  guerra  La  Rosa,  procedente  de  Jamaica  y  salida  el 
"6  del  presente  de  aquella  isla.  Trae  por  noticias  la  confirmacióh 
"de  la  muerte  del  general  Bolívar  en  la  villa  de  Soledad,  provincia 
"de  Cartagena;  de  cuyo  acontecimiento  no  hay  ya  la  más  pequeña 
"duda,  pues  todos  los  informes  y  noticias  sobre  el  particular  son 
"cónsonos.  Un  acontecimiento  de  tanta  magnitud  y  que  debe  pro- 
"ducir  bienes  innumerables  á  la  causa  de  la  libertad  y  al  bien 
"de  los  pueblos,  es  el  que  me  apresuro  á  comunicar  al  Gobierno 
"por  el  conducto  de  US.  y  por  medio  de  un  oficial  que  sólo 
"lleva  esta  comisión.  Bolívar,  el  genio  del  mal,  la  tea  de  la  dis- 
"cordia,  ó  mejor  diré  el  opresor  de  su  patria,  ya  dejó  de  existir, 
"y  de  promover  males  que  refluían  siempre  sobre  sus  conciuda- 
."  danos.  Su  muerte,  que  en  otras  circunstancias  y  en  tiempo  del 
"engaño  pudo  causar  el  luto  y  la  pesadumbre  de  los  colombianos, 
"será  hoy  sin  duda  el  más  poderoso  motivo  de  sus  regocijos, 
"porque  de  ella  dimana  la  paz  y  el  avenimiento  de  todos.  ¡Qué 
^^  desengaño  tan  funesto  para  sus  partidarios,  y  qué  lección  tan 
"impresiva  á  los  ojos  de  todo  el  mundo,  al  ver  y  conocer  la 
"protecelón  que  por  medio  de  este  suceso  nos  ha  prestado  el 
"Supremo  Hacedor!  Me  congratulo  con  US.  por  tan  plausible 
"noticia"  .... 

No  se  realizaron  los  votos  de  unión  con  que  se  despidió 
Bolívar  de  los  colombianos.  En  estos  países  no  existía  aún  ningimo 
de  los  factores  sociales  que  aseguran  la  prosperidad  de  las  Re- 
públicas, ni  era  posible  crearlos  en  breve  tiempo.  El  genio  im- 
pulsivo de  Bolívar,  omnipotente  en  la  guerra,  estaba  condenado  á 
tropezar  con  las  dificultades  de  la  paz,  y  de  aquí  qjue  él  mismo 
dudara  á  menudo  de  la  estabilidad  de  sus  creaciones  políticas. 
Soñador  épico,  y  al  propio  tiempo  filósofo  escéptico,  vio  claramente, 
aun  antes  de  consumar  su  epopeya  militar,  la  anarquía  jde  ambi- 
ciones personalistas  en  que  iba  á  disolverse  la  unidad  de  aspiración 
Á  la  gloria,  que  él  supo  mantener  en  sus  tenientes  durante  la  guerra 
con  España.  En  1821,  antes  de  triunfar  en  Carabobo,  ya  decía:  "yo 
temo  más  la  paz  que  la  guerra".  Por  otra  parte,  en  los  paréntesis 
de  la  carrera  militar,  su  sensibilidad  enfermiza  lo  arrastraba  á 
accesos  de  misantropía  y  pesimismo;  y  aunque  hábil  en  manejos 
de  alta  diplomacia,  le  disgustaba  en  seguida  la  menuda  política 
diaria,  donde  la  falacia  y  la  intriga  suelen  ser  mejores  armas  que 
la  convicción  y  la  fuerza.  Cada  vez  que  pudo  descansar  entre  dos 
campañas,  le  sobrecogió  el  temor  del  porvenir.  Lo  que  se  nota, 
sobre  todo,  desde  1824.    En  este  año   le   escribe   á  Sucre:   "Estoy 

Fortoul,  Historia  ConstitacionaL  32 


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—    498    — 

pronto  á  dar  una  batalla  á  los  españoles,  para  terminar  la  guerra 
de  América;  pero  no  más.  Me  hallo  cansado,  estoy  viejo  (viejo  á 
los  cuarenta  años!)  y  ya  no  tengo  que  esperar  nada  de  la  suerte. 
Por  el  contrarío,  estoy  como  un  rico  avaro,  que  tiene  mucho  miedo 
de  que  le  roben  su  tesoro.  Todo  son  temores  é  inquietudes,  y  me 
parece  que  de  un  momento  á  otro  pierdo  mi  reputación,  que  es  la 
recompensa  y  la  fortuna  que  he  sacado  de  tan  inmenso  sacrífído. 
A  usted  le  ocurrirá  otro  tanto.  Sin  embargo,  puedo  observarle  que 
usted  es  todavía  muy  joven  y  tiene  mucho  á  que  aspirar.  Ojalá  yo 
estuviera  en  el  caso  de  usted,  para  no  estar  temblando  por  mi  propia 
fortuna:  al  menos  todavía  tendría  deseos,  tendría  esperanzas  que  me 
lisonjeasen".  Y  al  marqués  del  Toro:  "Puedo  asegurar  á  usted 
francamente,  que  lo  pasado  parece  un  camino  de  flores,  y  que  mis 
dolores  existen  en  los  días  futuros.  El  porvenir  es  mi  tormento; 
es  mi  suplicio  .  .  .  Por  acá  hemos  sido  felices  en  esta  campaña  . . . 
Los  españoles  han  perdido  casi  todo  su  ejército,  y  casi  todo  el 
Perú  .  .  .  Dentro  de  muy  pocos  meses  no  quedarán  españoles  en 
América .  .  .  Estas  noticias  supongo  que  le  aliviarán  á  usted  el 
introito  de  mi  carta.  Entienda  usted,  mi  querido  marqués,  que  mis 
tristezas  vienen  de  mi  filosofía;  y  que  yo  soy  más  filósofo  en  la 
prosperidad  que  en  el  infortunio.  Esto  lo  digo  para  que  usted  no 
crea  que  mi  estado  es  triste,  y  mucho  menos  mi  fortuna.  Si  estoy 
triste,  es  por  ustedes  ..." 

Se  preocupó  en  toda  ocasión  con  la  suerte  de  sus  amigos  y  cor- 
tesanos, y  esto  explica  en  parte  la  conducta  que  observó  en  Colombia, 
cuando  regresó  del  Perú,  en  la  cual  hallaron  motivo  las  apasionadas 
imputaciones  de  sus  adversarios.  Los  caracteres  autoritarios  suelen 
mostrarse  débiles  ante  las  insinuaciones,  á  menudo  interesadas,  de  las 
camarillas  palaciegas.  Así  Bolívar  más  de  una  vez,  en  momentos  de 
crisis  en  que  se  aventuraban  los  destinos  de  Colombia,  procedió  de  un 
modo  contrario  á  su  propia  convicción,  sometiéndose  á  los  consejos  y 
exigencias  de  hombres  que  parecían  sus  más  fieles  y  desinteresados 
servidores.  Reunida  la  Convención  de  Ocaña,  y  convencido  de  que^ 
lo  mismo  el  partido  de  Páez  en  Venezuela  que  el  de  Santander  en 
Nueva  Granada,  no  cejarían  en  su  empeño  de  disolver  la  Re- 
pública, tuvo  el  propósito  de  dividirla  en  tres  ó  cuatro  Estados 
soberanos,  para  evitar  la  constante  amenaza  de  una  guerra  civil; 
pero  sus  amigos  lograron  disuadirle  de  una  resolución  que  les 
parecía,  personalmente,  funesta,  y  separándose  de  la  Convención 
promovieron  la  dictadura  i.    Frustrado   el   asesinato   del   25   de  se- 

1.  £1  volumen  UI,  no  publicado,  de  las  Memorias  de  OXeaxy,  contiene 
pormenores  sugestivos  á  este  respecto. 


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—    499    — 

tíembre,  su  primer  impulso  fué  perdonar  á  sus  victimarios,  echando 
el  manto  de  un  olvido  magnánimo  sobre  el  triste  error  de  los  que 
pensaron  hallar  en  el  crimen  el  reino  de  la  libertad;  mas  como  no 
hubiese  ima  sola  voz  en  el  Consejo  de  Gobierno,  que  no  protestase 
contra  el  hábil  y  generoso  propósito  del  Libertador,  se  dejó  arras- 
trar por  la  pendiente  de  la  reacción,  hasta  el  extremo  de.  revivir  el 
absolutismo,  político  y  religioso,  de  los  españoles,  suprimiendo  todas 
las  libertades  públicas. 

En  estos  años  funestos  de  28  y  29,  su  amargo  pesimismo 
apenas  tiene  paréntesis  de  esperanza.  "Nosotros  —  escribe  —  no 
podemos  formar  ningún  gobierno  estable,  porque  nos  faltan  muchas 
cosas,  y  sobre  todo,  hombres  que  puedan  mandar  y  que  sepan 
obedecer.  Por  otra  parte,  nunca  tendremos  otras  leyes,  porque 
cada  Convención  será  peor  que  la  anterior  ^ ...  —  Yo  no  he  visto 
en  Colombia  nada  que  parezca  gobierno,  ni  administración,  ni  orden 
siquiera ...  La  guerra  y  la  revolución  han  fijado  toda  nuestra 
atención  . . .  Mientras  teníamos  que  continuar  la  guerra,  parecía,  y 
casi  se  puede  decir  que  fué,  conveniente  la  creación  de  la  Re- 
pública de  Colombia.  Habiéndose  sucedido  la  paz  doméstica  • . . 
nos  hemos  desengañado  de  que  este  laudable  proyecto,  ó  más  bien 
este  ensayo,  no  promete  las  esperanzas  que  nos  habíamos  figurado. 
Los  hombres  y  las  cosas  gritan  por  la  separación,  porque  la  desazón 
de  cada  uno  compone  la  inquietud  general*.  —  ¿Qué  haremos  con 
estos  Generales  conspiradores?  Si  los  contengo,  soy  tirano,  y  si 
espero  á  que  delincan  para  castigarlos,  soy  cruel  asesino^.  Yo  no 
sé  como  conducirme  para  dar  gusto  á  estos  señores.  Si  hago 
mucho  por  ellos,  abusan;  y  si  no,  están  quejosos.  Ahora  voy  á 
hacer  cuatro  Generales  granadinos,  y  usted  verá  luego  lo  que 
hacen:  no  quedarán  conformes.  Esto  no  tiene  remedio*.  —  No  hay 
fe  en  América,  ni  entre  los  hombres,  ni  entre  las  naciones.  Los 
tratados  son  papeles;  las  constituciones,  libros;  las  elecciones,  com- 
bates; la  libertad,  anarquía;  y  la  vida  un  tormento  .  .  .  Los  tumultos 
populares,  los  alzamientos  de  la  fuerza  armada,  nos  obligarán  al 
fin  á  detestar  los  mismos  principios  constitutivos  de  la  vida  polí- 
tica. Hemos  perdido  las  garantías  individuales,  cuando  por 
obtenerlas  perfectas  habíamos  sacrificado  nuestra  sangre  y  lo  más 
precioso    de   lo   que  poseíamos    antes   de    la  guerra  .  .  .    Ansiamos 


1 .,  Carta  á  Bricefio  Méndez.     Bucaramanga,  29  de  mayo,  1 828. 

2.  Carta  á  O'Leary.    Guayaquil,  13  de  setiembre,  1829. 

3.  Refiérese  á  Córdoba,  quien  llegó  á  propagar  que  Bolívar  intentaba  asesinarlo. 

4.  Carta  á  Urdaneta.     Guayaquil,  28  de  setiembre,  1829. 

32» 


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—    500    — 

por  un  gobierno  estable,  consecuente  con  nuestra  situación  actual, 
análogo  á  la  índole  del  pueblo,  y  sobre  todo,  que  nos  aleje  de 
esta  feroz  hidra  de  la  discordante  anarquía . . .  que  á  todos  ins- 
pira amor  desenfrenado  del  mando  absoluto,  y  al  mismo  tiempo 
odio  implacable  á  la  obediencia  legal  i.  —  Todo  es  necesario 
crearlo ...  La  Independencia  es  el  único  bien  que  hemos  ad- 
quirido á  costa  de  los  demás*'*.  —  Y  el  supremo  despecho:  "Los 
que  han  servido  á  la  revolución  han  arado  en  el  mar . . .  Estos 
países  caerán  infaliblemente  en  manos  de  la  multitud  desenfrenada, 
para  después  pasar  á  las  de  tiranuelos  casi  imperceptibles,  de  to- 
dos colores  y  razas,  devorados  por  todo»  los  crímenes  y  extin- 
guidos por  la  ferocidad ...  Si  fuera  posible  que  ima  parte  del 
mundo  volviera  al  caos  primitivo,  este  sería  el  último  período  de  la 
América". 

En  el  fondo  de  tal  desesperanza  ocúltase  una  confesión  de 
impotencia,  ocasionada  ésta  por  la  enfermedad  y  la  prematura  vejez. 
Ya  no  era  el  espíritu  creador  del  mensaje  de  Angostura,  ni  de  la 
constitución  de  Bolivia,  ni  del  congreso  de  Panamá.  Ahora  se 
.fijaba  solamente  en  la  realidad  momentánea.  Realidad  sombría,  es 
cierto:  —  la  anarquía  y  la  insurrección  en  lugar  del  orden  y  la 
paz;  la  dominación  de  caudillos  militares  reemplazando  el  imperio 
de  la  ley;  la  imposibilidad  para  un  solo  hombre,  aunque  fuese  el 
Libertador,  de  vigilar  con  igual  eficacia  todos  los  pimtos  del 
territorio  colombiano,  que  comprendía  más  de  noventa  mil  leguas 
cuadradas:  en  tan  inmenso  territorio,  y  sin  vías  de  comunicación, 
menos  de  tres  millones  de  habitantes;  pobreza  general  ocasionada 
por  la  guerra;  la  hacienda  pública  en  bancarrota  ....  Pero  de  la 
misma  confesión  del  grande  hombre  moribundo  surge  también  la 
realidad  permanente,  el  alba  del  porvenir.  Asegurada  la  Indepen- 
dencia, y  á  pesar  de  la  discordia  civil,  los  países  por  él  emanci- 
pados contaban  ya  con  la  base  fundamental  de  sus  futuras  tras- 
formaciones. 

Aquí  es  justo  señalar  otra  vez  la  fecunda  enseñanza  que  encama 
la  vida  pública  del  Libertador.  El  supo,  cuando  contaba  apenas 
veintiún  años  de  edad,  y  á  raíz  de  una  dolorosa  crisis  moral, 
crearse  á  sí  propio  un  ideal  alto  y  generoso.  En  más  de  una 
osasión  comprendió  y  rectificó  su  error  personal:  la  barbarie  de  la 
guerra  á  muerte,  que  él  proclamara  en  1813,  la  sustituyó  con  la 
esplendorosa    epopeya    que    comienza    en   Guayana   y    remata  en 


1.  Opúsculo  publicado  en  Quito,  1829. 

2.  Mensaje  al  último  congreso  de  Colombia.     Bogotá,  20  de  enero,  1830. 


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—    501     — 

Ayacucho.  Si  amó  el  poder  y  la  gloria,  buscó  siempre  con  ellos 
el  lustre  y  la  grandeza  de  su  patria.  Supo  desdeñar  el  oro  con 
que  el  Perú  quiso  pagarle  sus  triunfos  de  guerrero;  y  de  aquella 
tierra  corruptora  por  su  opulencia,  se  alejó  pobre,  sin  una  sola 
mancha  en  su  alma  de  héroe.  Sacrificó  toda  su  fortima  en  formar 
y  conducir  á  la  victoria  los  ejércitos  de  la  Independencia.  Murió 
en  la  miseria,  en  hogar  ajeno,  calumniado,  perseguido  por  sus 
compatriotas.  Les  dejó  de  herencia  dos  cosas  perdurables:  el 
ejemplo  de  su  vida  y  el  resplandor  de  su  genio. 


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APÉNDICE. 


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No.  1, 

(Lib.  10,  cap.  I.) 

El  nombre  de  América  y  el  de  Venezuela. 

Colón  descubrió  la  Tierra  Firme  en  agosto  de  1498  (tercero 
de  sus  viajes).  En  sabiéndolo  Alonso  de  Ojeda,  que  se  hallaba  en 
Castilla,  se  determinó  á  partir  á  las  mismas  regiones;  y  obtenidas 
sus  provisiones  é  instrucciones  para  hacer  descubrimientos  y  rescatar 
oro  y  perlas,  salió  de  Cádiz  el  16  de  mayo  de  1499,  acompañado 
de  Juan  de  la  Cosa  y  Amerigo^  Vespucci,  sin  contar  á  otros  des- 
cubridores que  ya  habían  navegado  con  Colón.  En  21  ó  27  de  jimio 
vieron  tierra  del  Brasil,  y  tomando  el  rumbo  del  Noroeste  siguieron 
las  costas  de  Guayana,  Paria  y  Maracaibo  hasta  el  Cabo  de  la  Vela, 
de  donde  pasaron  á  la  isla  Española.  Desde  junio  de  1499  hasta 
abril  de  1500,  Pero  Alonso  Niño  y  Cristóbal  Guerra  hicieron  tam- 
bién viaje  á  Tierra  Firme;  y  de  octubre  de  1500  á  setiembre  de 
1502,  Rodrigo  de  Bastidas  y  Juan  de  la  Cosa  completaron  el  des- 
cubrimiento de  la  costa  septentrional  de  la  América  del  Sur,  desde 
el  Cabo  de  la  Vela  hasta  Puerto  Bello,  en  el  istmo  de  Darién. 

¿Fué  Vespucci  quien  dio  al  nuevo  mundo  su  nombre  de  América, 
y  ésto  con  el  fin  de  arrebatarle  á  Colón  la  prioridad  de  su  des- 
cubrimiento? La  relación  que  de  sus  viajes  escribió  Vespucci, 
erróneamente  interpretada  por  los  primeros  historiadores  y  cartó- 
grafos, dio  lugar  á  una  discusión  apasionada  y  parcial  que  ha  durado 
cuatro  siglos. 

La  Historia  más  leída  en  Venezuela,  al  hablar  de  las  injusti- 
cias que  llenaron  de  amargura  el  alma  de  Colón,  dice:  ^4a  posteri- 
dad, que  hubiera  debido  repararlas,  ha  sancionado  de  edad  en  edad 


1.  Cargúese  el  acento  sobre  la  i. 


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—    506    — 

la  más  inicua  de  todas  ellas,  dando  al  mundo  que  descubrió,  el 
nombre  de  un  obscuro  aventurero  •  •  •  á  quien  nada  debe  la  humani- 
dad . . .  que  se  atribuyó  el  mérito  de  haber  visto  el  primero,  ya  en 
el  Brasil,  ya  en  Paria,  la  tierra  del  Nuevo  Continente  . .  .^'^.  Y  la 
última  obra  venezolana  que  trata  de  lo  mismo,  contiene  varios  capí- 
tulos destinados  á  demostrar  que  Vespucci  fué  un  impostor^. 

Si  es  evidente  la  injusticia  de  los  contemporáneos  de  Colón, 
no  lo  es  menos  la  que  se  cometió  después  con  Vespucci,  impután- 
dole mentiras  y  supercherías  de  que  no  fué  nunca  autor' 

Vespucci  nació  en  Florencia  en  1451.  De  mozo  se  dedicó  al 
comercio,  y  tuvo  grande  afición  á  estudios  geográficos.  Por  los 
años  de  1489  á  1491,  la  casa  florentina  de  los  Médici  le  envió  á 
España  como  agente  de  sus  negocios  allí,  y  con  este  motivo  se  re- 
lacionó con  los  mercaderes  de  Sevilla  que  preparaban  expediciones 
á  las  tiaras  descubiertas  por  Colón.  No  tardó  Vespucci  en  deter- 
minarse á  ir  también,  como  él  dice,  a  vedere  parte  del  mondo 
e  le  sue  maraviglie,  é  hizo  sus  dos  primeros  viajes  al  servicio 
de  España;  el  uno,  de  mayo  de  1497  á  octubre  de  1498,  el  otro  de 
mayo  de  1499  á  junio  de  1500.  En  el  año  siguiente  pasó  al  serr 
vicio  de  Portugal,  emprendiendo  dos  viajes  á  las  costas  del  Brasil, 
de  1501  á  1504.  Vuelto  á  España,  viajó  dos  veces  más  con  Juan 
de  la  Cosa,  en  1505  y  1507.  Finalmente,  en  1508  fué  nombrado 
Piloto  Mayor  de  España  con  residencia  en  Sevilla,  donde  murió 
en  1512. 


1.  Baralt  y  Diaz,  Resumen  de  la  Historia  de  Venezuela,  t.  I,  p.  114  á 
118.     (Citamos  la  edición  de  1887). 

2.  Félix  £.  Bigotte,  Colón  y  su  Descubrimiento,  t.  II,  p.  118  á  162. 
Caracas,  1905.  Omite  el  Sr.  Bigotte  &  los  más  recientes  historiadores  que  sostienen, 
y  prueban,  la  opinión  contraria.  Cita,  sin  embargo,  (p.  1 56),  aunque  para  hablar  de 
ingratitud,  la  conocida  carta  de  Colón  á  su  hijo  D.  Diego  (1 505)  en  ki  que  dice  de  Ves- 
pucci: "El  siempre  tuvo  deseo  de  me  hacer  placer:  es  mucho  hombre  de  bien:  la 
fortuivi  le  ha  sido  contraria  como  á  otros  muchos:  sus  trabajos  no  le  han  aprove- 
chado tanto  como  la  razón  requiere.  £1  va  por  mío  y  en  mucho  deseo  de  hacer 
cosa  que  redunde  k  mi  bien,  si  á  sus  manos  está**. 

3.  Consúltense  las  monografías  del  historiador  brasilero  Francisco  Adolfo  de 
Vamhagen,  tituladas:  Amerigo  Vespucci:  son  caractére,  ses  ¿crits  (méme 
les  moins  authentiques),  sa  vie  et  ses  navigations,  Lima  1865;  —  Le 
premier  voyage  de  Amerigo  Vespucci  définitivement  expliqué  dans 
ses  détails,  Viena,  1869;  —  Nouvelles  recherches  sur  les  derníers 
voyages  du  n'avigateur  florentin,  et  le  reste  des  documents  et  éclair  - 
cissements  sur  luí,  Viena,  1869;  —  Postface  aux  trois  livraisons  sur 
Amerigo  Vespucci,  Viena,  1870;  —  Ainda  Amerigo  Vespucci;  novos 
estudos  e  achegas  especialmente  em  favor  da  interpreta^ao  dada  a  saa 
la  viagem  em  1497 — 98,  Viena,  1874.  Véase  también  la  luminosa  exposición  que 
contiene  la  obra  de  Juan  Fiske  titulada  The  Discovery  of  America,  vol.  II, 
p.  25  á  164.  Londres,  1892.  Y  entre  otras  memorias,  la  de  Luis  Hugues  Sul 
nome  "America**.     Turín,  1886. 


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—    507    — 

Escribió  Vespucci  un  libro  con  el  título  de  Quattro  Gior- 
nate,  que  se  perdió.  Suyas  quedan  sólo  dos  cartas  auténticas. 
La  una,  fecha  en  Lisboa  á  4  de  setiembre  de  1504  y  dirigida  á  su 
compatriota  Piero  Soderini,  contiene  una  breve  noticia  de  cuatro 
de  sus  viajes;  pero,  arbitrariamente  interpretada  y  traducida,  dio 
lugar  á  las  calumniosas  imputaciones  que  tantos  historiadores  re- 
piten. En  lá  primera  edición  latina  (1507),  publicada  durante  el 
último  viaje  de  Vespucci,  se  alteró  el  nombre  indio  de  un  lugar 
visitado  por  él  en  su  primer  viaje,  poniendo  Parias  donde  el  texto 
italiano  dice  Lariab^.  Lo  cual,  y  el  hablar  Vespucci  de  un  pueblo 
de  indios  cuyas  casas  estaban  construidas  sobre  el  agua  como  las 
de  Venecia  y  eran  semejantes  á  las  que  vio  también  en  su  segundo 
viaje  con  Ojeda,  contribuyó  á  que  se  confundiesen  dos  viajes  dife- 
rentes. Bartolomé  •  de  las  Casas  consagra  varios  capítulos  del  primer 
Hbro  de  su  Historia  de  las  Indias  á  demostrar  que  Vespucci 
Bo  pudo  descubrir  la  Tierra  Firme  en  1497;  que  su  relación  no 
concuerda  con  las  regiones  de  esta  parte  ni  con  las  costumbres  de 
sus  habitantes,  y  que  se  empeñó  pérfidamente  en  sustituirse  al  ver- 
dadero descubridor,  que  fué  Colón^.  Pero  toda  su  argumentación 
se  funda  precisamente  en  la  mencionada  confusión  de  nombres. 
Vespucci  no  pretendió  nunca  haber  estado  en  la  costa  de  las 
perlas  (Paria)  en  1497,  supuesto  que  en  este  año  viajaba  con 
Vicente  Yanes  Pinzón  y  Juan  Díaz  de  Solís  por  las  costas  de 
Honduras,  Yucatán,  golfo  de  México  y  la  Florida,  á  las  cuales  se 
refiere  la  relación  que  contiene  su  carta  á  Soderini.  Es  cierto  que 
no  menciona  aquí  el  nombre  de  aquellos  capitanes;  pero  no  es  ex- 
traño cuando  se  advierte  que  ya  tenía  escrita  la  crónica  minu- 
ciosa de  sus  viajes  en  las  Quattro  Giornate,  desgraciadamente 
perdidas,  y  que  su  carta,  dirigida  á  un  amigo  de  la  infancia,  era 
sólo  un  breve  sumario,  no  destinado  á  quedar  como  documento 
histórico. 

Ni  tiene  mejor  fundamento  la  inculpación  de  haber  querido 
sustituir  su  nombre  al  de  Colón.  En  la  otra  carta  de  Vespucci, 
dirigida  desde  Lisboa  en  1503  á  Lorenzo  di  Pier  Francesco  de* 
Medici,  y  referente  á  su  tercer  viaje  hecho    en   compañía   de  Gon- 

1.  Texto  latino:  £t  provincia  ipsa  Parias  ab  ipsis  nuncupata  est. 
Texto  italiano:  La  provincia  si  dice  Lariab. 

2.  La  Historia  de  Las  Casas  se  publicó  por  primera  vez  en  Madrid  en 
1875 — 76:  5  tomos.  —  Antonio  de  Herrera,  que  también  acusa  á  Vespucci  de 
haber  antedatado  su  viaje  de  1499  con  el  fin  de  apropiarse  el  descubrimiento  de 
Colón,  tuvo  á  la  vista  los  manuscritos  de  Las  Casas  para  escribir  su  Historia 
general  de  los  hechos  de  los  castellanos  en  las  Islas  y  Tierra  Firme 
del  mar  Océano.     Bíadrid,  1601—15. 


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—    508    -T- 

zalo  Coelho  á  las  costas  del  Brasil  i,  se  encuentra  por  primera  vez 
la  expresión  de  Nuevo  Mundo,  que  el  mismo  Vespucci  justifica 
por  el  hecho  de  no  haber  tenido  los  antiguos  conocimiento  del 
nuevo  continente,  y  "porque  á  todos  los  que  oyeren  de  él  será 
cosa  novísima  ^\  Efectivamente  la  opinión  común  era  que  al  sur  del 
ecuador  no  había  ningún  continente,  sino  el  mar  que  llamaban 
Atlántico;  y  si  bien  algunos  afirmaban  la  existencia  de  tierra  en 
estas  regiones,  daban  muchas  razones  para  considerarla  como  in* 
habitable.  "Ahora  bien  —  dice  Vespucci  —  mi  último  viaje  ha 
probado  que  aquella  opinión  era  errónea  y  en  todo  contraria  á  la 
realidad,  pues  que  en  estos  lugares  meridionales  he  hallado  un 
continente  más  habitado  de  pueblos  y  animales  que  nuestra  Europa, 
y  que  Asia  y  África,  y  con  un  clima  más  templado  y  ameno  que 
cualquiera  otra  región  de  nosotros  conocida . .  .^\  Por  manera  que 
el  descubrimiento  de  Colón  y  el  de  Vespucci  podían  estimarse  en- 
tonces como  dos  cosas  enteramente  distintas:  Colón  halló  la  tierra 
que  todos  creyeron,  inclusive  él  mismo,  parte  oriental  del  Asia,  y 
Vespucci  demostró  la  existencia  de  vastas  regiones  habitadas  en 
el  Sur,  donde  nadie  las  preveía. 

A  principios  de  1504,  el  fraile  dominico  Giovanni  Giocondo, 
de  Verona,  célebre  matemático,  arquitecto  y  humanista,  publicó  una 
versión  latina  de  la  carta  de  Vespucci  á  Lorenzo  di  Pier  Francesco 
de*Medici,  poniéndole  el  título  de  Mundus  Novus;  y  fué  tal  la 
curiosidad  que  despertó  en  toda  Europa,  que  en  solo  aquel  año 
se  hicieron  hasta  once  ediciones 3.  Adviértase,  empero,  que  la 
denominación  de  "Nuevo  Mundo"  no  se  entendió  entonces  como 
en  años  posteriores.  Opinaron  unos,  de  acuerdo  con  la  idea  del 
mismo  Colón,  que  la  tierra  subecuatorial,  desconocida'  de  los  anti- 
guos y  descubierta  por  Vespucci,  era  una  prolongación  del  Asia,  y 
la  consideraron  otros  como  una  isla  situada  al  sudeste  del  propio 
continente. 

El  nombre  de  América  aparece  por  primera  vez  en  el  libro 
titulado  Cosmographise  Introductio,  escrito  y  publicado  en  1507 
por  Martín  Waldseemüller,  con  el  seudónimo  de  Hylacomylus,  pro- 
fesor de  geografía  que  era  en  San  Dié,  ciudad  que  el  duque  Renato 


1 .  Barait  y  Díaz  dicen  (t.  I,  p.  1 1 5)  que,  si  Vespucci  navegó  por  cuenta  de 
los  portugueses  al  Brasil,  "fué  como  individuo  subalterno  de  la  tripulación  de  algún 
bajel".  No  es  verdad.  Vespucci  mandaba  uno  de  los  seis  barcos  de  la  expedición 
de  Coelho,  y  á  tanto  llegó  su  fama  de  marino,  que  á  los  tres  afios  se  le  nombró 
Piloto  Mayor  de  España. 

2.  .De  la  primera  no  se  conocen  sino  dos  ejemplares,  el  uno  en  el  Museo 
Británico  de  Londres  y  el  otro  en  la  Biblioteca  Imperial  de  Viena. 


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—    509    — 

de  Lorena  había  convertido  en  un  brillante  centro  intelectual.  Des- 
pués de  tratar  de  la  división  de  la  tierra  habitada,  en  tres  partes 
—  Europa,  Asia  y  África  —  WaldseemüUer  escribe:  "Pero  ahora 
estás  partes  han  sido  más  extensamente  exploradas,  y  otra  cuarta 
parte  ha  sido  descubierta  por  Américo  Vespucio  (como  se  verá 
luego);  y  no  veo  qué  razón  impediría  llamarla  Ame  rige  ó  Amé- 
rica, esto  es  tierra  de  Américo,  según  el  nombre  de  su  descubri- 
dor Américo,  varón  de  sagaz  ingenio,  —  así  como  Europa  y  Asia 
traen  sus  nombres  de  mujeres.  Su  situación  y  las  costumbres  de 
sus  habitantes,  se  comprenderán  claramente  por  las  dos  navega- 
ciones de  Américo,  que  siguen^". 

Se  escribió  este  libro  para  servir  de  introducción  á  una  nueva 
edición  de  Tolomeo,  que  debía  hacerse  en  San  Dié  en  1507,  y  que 
no  se  publicó  hasta  1513,  en  Estrasburgo.  Contiene  esta  edición 
la  Tabula  Terre  Nove  corregida  bajo  la  dirección  de  Waldsee- 
müUer, y  aparecen  en  ella  las  tierras  del  Brasil  dibujadas  de  acuerdo 
con  el  tercer  viaje  de  Vespucci;  mas,  en  lugar  del  nombre  general 
de  América,  ó  MundusNovus,  hay  sólo  el  de  Terra  Incógnita; 
y  á  la  izquierda,  con  referencia  á  los  descubrimientos  de  Colón,  se 
lee:  Haec  térra  cum  adiacentibus  insulis  inventa  est  per 
Columbü  ianvensem  ex  mandato  Regis  Castellse.  En  la 
siguiente  edición  de  Tolomeo,  publicada  en  Estrasburgo  en  1522, 
tres  años  después  de  la  muerte  de  WaldseemüUer,  se  sustituyó  el 
nombre  de  Terra  Incógnita  con  el  de  America,  pero  sólo  en 
lo  referente  al  Brasil,  dejando  siempre  la  inscripción  del  mapa  an- 
terior sobre  las  partes  descubiertas  por  los  españoles.  Donde  se  vé 
que  no  tuvo  nunca  el  geógrafo  de  San  Dié  la  intención  de  reempla- 
zar el  nombre  de  Colón  con  el  de  Vespucci. 

WaldseemüUer  se  refiere  en  su  Cosmografía  á  dos  "descrip- 
ciones^^ del  mundo,  hechas  por  él  mismo,  tam  ín  solido,  quam 
plano^.  En  ambas  "descripciones"  el  nombre  de  América  se 
aplica  al  Brasil,  y  lo  propio  sucede  en  el  mapamundi  de  1514  atri- 
buido á  Leonardo  de  Vinci,  en  los  dos  globos   de  1515  y  1520  por 

1.  Nunc  vero  &  haec  partes  sunt  latius  lústrate  &  alia  quarta  pars  per  Ame- 
rícü  Vesputium  (ut  in  sequentibus  audietur)  iaventa  est:  qua  non  video  un  quis  iure 
vetet  ab  Américo  inventore  sagacis  ingenii  viro  Amerígem  quasi  Ameríci  terram 
8ine  Amerícam  dicendam:  cum  &  Europa  &  Asia  a  mulieribus  sua  sortita  sunt 
nomina.  Eius  sitü  &.  gentis  mores  ex  bis  binis  Ameríci  navigationibus  que  sequntur 
liquide  intellige  datur. 

2.  El  globo  lo  descubríó  Vamhagen  en  1872,  y  el  mapa  de  1507,  junto  con 
una  Carta  Bíarina  del  mismo  WaldseemOller,  fecha  de  1516,  los  descubríó  el  pro- 
fesor Fischér  en  1901.  The  Oldest  Map  with  the  Ñame  America,  of  the 
Year  1507,  and  the  Carta  Marina  of  the  Year  1516.  By  M.  WaldseemOller. 
Edited  by  Prof.  J.  Fischer,  S.  J.,  and  F.  R.  von  Wieser.     Londres,  1904. 


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—    510    — 

Juan  Schóner^  y  en  el  mapa  de  1540  por  Sebastián  Münsten  De 
suerte  que  todos  los  cartógrafos  llamaron  Nuevo  Mundo,  6 
América,  únicamente  la  tierra  situada  al  sur  del  ecuador,  hasta 
que  Gerardo  Kaufmann  (Mercator)  señaló  las  nuevas  tierras  como 
independientes  del  Asia,  y  dio  á  todo  el  continente  el  nombre 
de  América,  en  1541,  veintinueve  años  después  de  la  muerte  de 
Vespucci. 

No  falta  quien  sostenga^  que  la  denominación  de  América  no 
tiene  nada  que  ver  con  el  nombre  de  Vespucci,  alegando  que  los 
indios  de  la  América  Central  llaman  Ame ri que  ó  Americ  las 
tierras  altas  situadas  al  oriente  del  lago  de  Nicaragua,  Pero  no  se 
aducen  pruebas  de  que  los  indios  empleasen  esta  denominación 
antes  del  descubrimiento,  y  con  igual  razón  podría  conjeturarse 
que  la  aprendieron  más  tarde  de  los  españoles^. 

Las  Casas  escribe:  '^Maravillóme  yo  de  don  Hernando  Colón, 
hijo  del  mismo  Almirante,  que  siendo  persona  de  muy  buen  ingenio 
y  prudencia,  y  teniendo  en  su  poder  las  mismas  navegaciones  de 
Américo,  como  lo  sé  yo,  no  advirtió  en  este  hurto  y  usurpación 
que  Américo  Vespucio  hizo  á  su  muy  ilustre  padre^."  Repárese, 
que  no  solamente  tuvo  en  su  poder  Femando  Colón  las  cartas  de 
Vespucci,  sino  también  un  ejemplar  de  la  Cosmographiae  Intro- 
ductio  de  Waldseemüller,  que  compró  en  1521,  según  nota  del 
mismo;  mas  como  quiera  que  no  pusiese  en  ellas  ningún  reparo, 
no  obstante  la  costumbre  que  conservó  hasta  su  muerte  (1539)  de 
refutar  agriamente  todos  los  libros  que  le  parecían  disminuir  la 
gloria  de  su  padre,  es  claro  que  no  vio  usurpación  de  ningún  género 
en  los  escritos  de  Vespucci,  ni  en  los  mapas  de  quienes  llamaron 
América  las  tierras  subecuatoriales. 

En  resumen,  Vespucci  no  pretendió  nunca  quitarle  á  Colón  la 
gloria  de  su  descubrimiento.  No  fué  él  quien  propuso  su  nombre 
para  el  nuevo  mundo.  La  insinuación  de  Waldseemüller  era  del 
todo  lógica  é  inocente,  supuesto  que  las  tierras  descubiertas  al  sur 
del  ecuador  se  consideraron  como  cosa  enteramente  nueva,  de  que 
no  hablaban  los  antiguos,  ó  de  que  hablaron  sin  creerlas  habitadas. 
Las  regiones  visitadas  por  Colón  no  podían  llamarse  en  seguida 
Nuevo  Mundo  ni  Cuarta  Parte,   porque   ni  él  ni  nadie   creyó  haber 


1.  SchOner  cometió,  sin  embargo,  un  error  en  su  Luculentissima  qaaeda 
terrae  totius  descriptio,  publicada  en  Nflmberg  en  1515,  al  decir  que  Vespucci 
visitó  la  quarta  orbis  pars  en  1497,  cuando  esto  fué  en  1501. 

2.  Julio  Marcou,  Sur  Torigine  du  nom  Amérique,  Paris,  1875. 

3.  Luis  Hugues,  Sul  nome  "America",  p.  18. 

4.  Historia  de  las  Indias,  t.  II,  p.  396. 


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—    511     — 

hallado  allí  un  continente  distinto  de  la  costa  oriental  de  Asia.  En 
el  primer  tercio  del  siglo  XVI,  el  descubrimiento  de  las  tierras  sube- 
cuatoriales  llamó  tanto  ó  más  la  atención  de  los  geógrafos  que  el  de 
la  costa  de  Paría  é  islas  adyacentes.  Si  la  ignorancia  general  de 
aquellos  tiempos  consideró  como  tierras  distintas  é  independientes 
el  Brasil  y  parte  septentríonal  de  Sud-Améríca,  era  natural  señalarlas 
con  nombres  diferentes.  Y  cuando  al  fin  se  demostró  que  las  tierras 
descubiertas,  asi  por  españoles  como  por  portugueses,  formaban  un 
todo  separado  del  Asia,  ya  se  había  generalizado  el  nombre  de 
Améríca,  propuesto  por  WaldseemüUer  para  las  regiones  subecua- 
toríales,  y  aplicado  después  á  todo  el  continente  por  Mercator,  no 
por  Vespucci.  Obsérvese  además,  que  en  los  últimos  años  del 
siglo  XV  y  en  la  prímera  mitad  del  XVI,  el  descubrímiento  del 
Nuevo  Mundo  fué  un  proceso  largo  y  gradual,  en  cuyos  comienzos 
tuvieron  tanta  parte  las  opiniones  de  los  geógrafos  antiguos  como 
la  tradición  de  viajes  anteriores,  y  las  conjeturas  geniales  de  más 
de  un  humanista  contemporáneo  de  los  descubridores;  y  en  este 
proceso,  los  geógrafos  de  la  época  creyeron  justo  atribuir  gloria 
igual  á  Cristóbal  Colón,  que  abrió  el  camino  hacia  lo  que  él  y  sus 
compañeros  suponían  costa  del  Asia;  á  Amerigo  Vespucci,  que  con 
sus  compañeros  portugueses  halló  nuevas  tierras,  y  aquí  pueblos  que 
nadie  sospechaba,  y  á  Femando  de  Magallanes,  que  cruzando  el 
estrecho  de  su  nombre  y  el  Océano  Pacífico,  realizó  la  entonces 
más  portentosa  empresa  de  navegación ... 

Los  dos  primeros  viajes  de  Vespucci  se  relacionan  también 
con  el  origen  del  nombre  de  Venezuela.  Refiere  que  en  su  viaje 
por  el  golfo  de  México  (1497),  estuvo  en  un  puerto  donde  vio  una 
población  fundada  sobre  el  agua  como  Venecia,  con  cerca  de 
cuarenticuatro  casas  grandes  en  forma  de  campana,  que  se  apoyaban 
sobre  postes  validísimos  y  se  comunicaban  por  puentes  levadizos 
echados  de  casa  á  casa^. 

En  su  segundo  viaje,  hecho  con  Alonso  de  Ojeda  por  la  costa 
de  Tierra  Firme  hasta  el  Cabo  de  la  Vela,  Vespucci  vio  probable- 
mente en  el  lago  de  Coquibacoa  ó  Maracaibo,  las  mismas  construc- 
ciones que  en  Centro- América;  y  él,  ó  sus  compañeros,  ó  navegantes 
posteriores,   pudieron  repetir  el  nombre  de  pequeña  Venecia  ó  Ve- 


1 .  Fummo  a  térra  in  un  porto,  dove  trovammo  una  populazione  fondata  sopra 
r  acqua  como  Venetia:  erano  circa  44  case  grandi  ad  uso  di  capanne  íondate  sopra 
pali  grossisimi,  &  tenevano  le  lore  porte  o  éntrate  di  case  ad  uso  di  ponti  levatoi, 
&  d*  una  casa  si  poteva  correré  per  tutte,  a  causa  dei  ponti  levatoi  che  gittavano  di 
casa  in  casa.  Carta  &  Soderini,  reproducida  por  Vamhagen.  —  Es  bien  sabido  que 
poblaciones  semejantes  han  existido  y  existen  en  otras  partes. 


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—    512    — 

nezuela;  con  el  que  se  distinguió  primero  la  gobernación  concedida 
á  los  alemanes  en  1528^,  después  la  provincia  llamada  también  de 
Caracas,  y  por  últímo  la  Capitanía  General  de  Venezuela. 


No.  2. 

(Libro  10,  cap.  VU.) 

Proyectos  Constitucionales  de  Miranda. 

(Londres,  1808,) 

1 .  —  Proyecto  de  Gobierno  Provisorio. 

Toda  autoridad  que  emane  del  Gobierno  español  queda  abolida 
ipso  {acto.  Las  leyes  existentes  quedarán  en  vigor  con  excepción 
de  las  que  se  expresen  en  este  proyecto. 

Comicios. 
Los  Comicios  los  formarán  los  habitantes  nacidos  ó  ya  estable- 
cidos en  el  país,  cualquiera  que  sea  la  casta  á  que  pertenezcan, 
con  tal  tengan  la  edad  de  21  años,  hayan  prestado  juramento  á  la 
nueva  forma  de  gobierno  y  á  la  independencia  americana,  tengan 
una  renta  anual  al  menos  de  50  pesos,  sean  hijos  de  padre  y  madre 
libres,  no  ejerzan  el  oficio  de  sirvientes  Kíon  sueldo,  y  no  hayan  su- 
frido ninguna  pena  infamante. 

Cabildos. 
Las  autoridades  españolas  serán  sustituidas  por  los  Cabildos  y 
Ayimtamientos  de  las  diferentes  ciudades,  los  que  agregarán  al 
número  de  sus  miembros  un  tercio  escogido  entre  los  indios  y  la 
gente  de  color  de  la  provincia;  pero  estas  designaciones  habrán  de 
ser  confirmadas  por  los  Comicios  municipales.  Ninguno  de  los  miem- 
bros de  los  dichos  Cabildos  ó  Ayimtamientos  podrá  ser  menor  de 
35  años,   ni  tener  una  propiedad  menor  de  20  fanegadas  de  tierra 


1.  Y  Venezuela  de  Venecia  viene, 

Que  tal  nombre  lé  dio  por  excelencia 
£1  alemán,  diciendo  le  conviene 
Al  grande  lago  de  esta  pertenencia 

Llamado  Maracaibo 

Castellanos,  Elegías  de  varones  ilustres  de  Indias.     Madrid,  1589. 


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—    513    — 

cultivada:  los  indios  y  la  gente  de  color  serán  dispensados  de  esta 
última  condición  por  una  sola  vez. 

Los  Cabildos  escogerán  entre  sus  miembros  y  todos  los  ciuda- 
danos del  distrito,  dos  que  serán  denominados  Alcaldes,  y  quienes, 
como  en  el  pasado,  estarán  encargados  de  la  administración  de  jus- 
ticia, y  también  de  la  policía  durante  la  guerra  actual.  Esta  elección 
debe  recaer  en  ciudadanos  de  una  probidad  reconocida,  de  edad  no 
menor  de  35  años  y  de  una  renta  anual  de  300  pesos  á  lo  menos. 

Asambleas. 

Los  Cabildos  escogerán  de  su  seno  y  entre  todos  los  ciuda- 
danos del  distrito,  uno  ó  varios  representantes  (según  la  población 
de  cada  ciudad)  y  formarán  una  Asamblea  Provincial  encargada  del 
gobierno  general  de  toda  la  provincia,  hasta  que  se  establezca  el 
Gobierno  Federal. 

La  edad  requerida  para  los  miembros  de  esta  Asamblea  no  ha 
de  ser  menor  de  35  años,  y  deben  tener  una  renta  anual  de  400  pesos. 
La  Asamblea  nombrará  dos  ciudadanos,  bien  entre  sus  miembros  ó 
entre  los  ciudadanos  de  la  provincia,  con  la  denominación  de  Cu- 
racas, quienes  tendrán  encargo  de  activar  y  hacer  ejecutar  las 
leyes  provinciales  durante  le  guerra:  su  edad  será  de  40  años  y  su 
renta  anual  de  500  pesos. 

Las  leyes  existentes  seguirán  rigiendo  hasta  ser  sustituidas  por 
otras.    Quedarán  abolidos  ipso  facto: 

10.  —  Todo  impuesto  ó  gravamen  personal  para  los  indios  ó 
para  los  demás  ciudadanos; 

20.  —  Todos  los  derechos  sobre  las  importaciones  y  exporta- 
ciones del  país.  Sólo  se  mantendrá  un  derecho  de  15  o/o  sobre  las 
importaciones  y  de  20  o/o  sobre  las  exportaciones.  Se  permite  la 
entrada  al  país  de  toda  clase  de  manufacturas  y  mercancías,  asi 
como  la  salida  de  toda  clase  de  producciones  del  país; 

30.  —  Todas  las  leyes  referentes  al  odioso  Tribunal  de  la  In- 
quisición. Como  la  tolerancia  religiosa  es  un  principio  de  derecho 
natural,  se  la  permitirá  en  lo  general:  el  pueblo  colombiano  reconoce 
siempre  la  religión  católica-apostólica-romana,  como  su  religión  na- 
cional. 

Milicia. 

La  milicia,  así  como  toda  la  fuerza  armada,  será  puesta  bajo 
la  dirección  de  un  ciudadano  nombrado  por  la  Asamblea  y  confir- 
mado por  los  Comicios  de  la  provincia:  llevará  el  título  de  Hatu- 
napa  (generalísimo)  de  los  ejércitos  colombianos,   y   su   autoridad 

Fortoul,  Historia  ConttitadonaL  33 


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-    514    — 

sólo  durará  el  tiempo  que  dure  la  guerra  ó  hasta  la  formación  dd 
Gobierno  Federal.  Su  principal  deber  será  la  organización  del  ejér- 
cito y  la  defensa  del  país,  y  á  este  efecto  propondrá  á  la  sanción 
de  la  Asamblea  todos  los  oficiales.  La  Asamblea  nombrará  tres  per- 
sonas con  quienes  el  Hatunapa  consultará,  bajo  secreto,  todos  los 
asuntos  relativos  á  su  encargo,  y  que  le  servirán  de  consejo. 

Los  fondos  necesarios  para  mantener,  mover  y  acuartelar  el 
ejército,  se  obtendrán  por  requisición  del  General  en  Jefe,  hasta 
que  la  Asamblea  pueda  hacer  un  arreglo  definitivo  sobre  el  particular. 

El  Hatunapa   es  responsable   de   la   administración   de   todos 

estos  intereses,   así  como  del  empleo  que   haga  de  sus  poderes:   el 

Gobierno  tendrá  derecho  de  pedirle  rinda  cuentas  al  término  de  su 

encargo. 

Clero. 

£1  clero  estará,  durante  la  guerra,  bajo  la  dirección  de  un 
Vicario  General  y  Apostólico,  nombrado  por  la  Asamblea.  Los 
curas  de  toda  la  provincia  serán  también  nombrados,  ó  al  menos 
confirmados,  por  sus  feligreses  respectivos. 

Reglamento. 

Los  extranjeros  que  no  se  hayan  establecido  ó  casado  en  el 
país  antes  de  nuestra  declaratoria  de  independencia,  no  podrán 
gozar  de  los  derechos  de  ciudadanos  americanos,  á  menos  de  una 
residencia  consecutiva  de  seis  años,  ó  de  hacer  tres  campañas  en 
los  ejércitos  americanos.  La  Legislatura  podrá,  sin  embargo,  ea 
casos  especiales,  y  cuando  lo  crea  conveniente,  otorgar  estos  de- 
rechos. 

A  los  habitantes,  de  cualquier  categoría,  que  rehusaren  prestar 
el  juramento  de  fidelidad,  se  les  confinará  al  interior  del  país,  en 
puntos  determinados  por  el  Gobierno  y  por  el  tiempo  que  dure  la 
guerra.  A  los  que  pidieren  permiso  para  salir  del  país  se  les  dará 
inmediatamente.  La  propiedad  raíz  ó  de  otro  género  que  dejaren 
en  el  país,  será  administrada  con  toda  fidelidad  durante  su  ausencia, 
deduciendo  los  gastos  de  administración  y  los  impuestos  generales. 
Restablecida  la  paz,  quedarán  en  libertad  de  regresar  al  país  en 
calidad  de  extranjeros,  y  se  les  restituirán  sus  bienes.  Pero  los 
que  hubieren  servido  voluntariamente  en  los  ejércitos  contra  su 
patria,  quedarán  excluidos  de  ella  á  perpetuidad. 

Todo  ciudadano  que  quebrantare  el  juramento  de  fidelidad  al 
país,  ^será  perseguido  ante  los  magistrados  y  castigado  severamente 
•conforme  á  las  leyes  del  Estado. 


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—    515    — 

2.  —  Proyecto  de  Gobierao  Federal. 

Son  ciudadanos  americanos: 

1<>.  —  Todos  los  que  hayan  nacido  en  el  país  de  padre  y 
madre  libres; 

2^,  —  Todos  los  extranjeros  que,  establecidos  y  casados  en  el 
país,  presten  juramento  de  fidelidad  al  nuevo  Gobierno,  ó  siendo 
solteros  hagan  tres  campañas  por  la  independencia  americana.  De 
otro  modo  permanecerán  en  clase  de  extranjeros.  La  Legislatura 
podrá  sin  embargo,  en  casos  particulares  y  cuando  lo  crea  con- 
veniente, acordar  estos  derechos. 

Comicios  Americanos. 

Estas  asambleas  las  compondrán  todos  los  ciudadanos  ameri- 
canos que  tengan,  además  de  las  cualidades  requeridas  por  la  cons- 
titución, una  propiedad  territorial  al  menos  de  100  fanegadas  de 
tierra  cultivada  y  sean  mayores  de  21  años.  El  Gobierno  cuidará 
de  distribuir  á  cada  indio  que  no  tenga  propiedad  suficiente, 
10  fanegadas  si  es  casado,  y  5  si  soltero. 

Los  ciudadanos  que  carecieren  de  estas  cualidades,  no  podrán 
votar  en  los  Comicios;  pero  no  perderán  por  eso  los  demás  de- 
rechos que  les  correspondan  como  ciudadanos  pacíficos. 

Cuerpos  Municipales  (Cabildos). 

Estos  cuerpos  los  formarán  cierto  número  de  ciudadanos  del 
distrito,  á  quienes  designarán  los  ciudadanos  activos,  y  compondrán 
un  cuerpo  de  electores  para  la  representación  provincial. 

Sus  deberes  principales  serán  la  policía  y  administración 
interna  de  las  ciudades,  así  como  la  designación  de  las  personas 
que  deban  formar  las  Asambleas  Provinciales. 

Los  miembros  de  los  Cuerpos  Municipales  no  serán  menores 
de  35  años  y  deberán  tener  una  renta  anual  al  menos  de  500  pesos. 

Asambleas  Provinciales. 

Elstas  Asambleas  se  compondrán  de  un  número  de  personas 
escogidas  entre  los  ciudadanos  activos  del  Imperio  Americano. 

Tendrán  á  su  cargo  la  salubridad  y  administración  provin- 
ciales, y  á  este  efecto  podrán  dictar  leyes  administrativas  que  se 
circunscriban  á  los  límites  de  la  propia  provincia  y  que  no  pongan 
trabas  á  la  ejecución  de  las  leyes  generales:  para  lo  cual  se  some- 
terán aquéllas  al  Cuerpo  Legislativo,  el  que  sin  retardo  y  en  el 
año  corriente  habrá  de  devolverlas  con  su  sanción  para  ponerlas 
en  vigencia,  ó  bien  dando  las  razones  de  su  negativa  si  la  rechazare. 

33* 


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—    516    — 

Los  miembros  de  las  Asambleas  Provinciales  elegirán  entre 
los  ciudadanos  americanos  las  personas  que  deban  componer  el 
Cuerpo  Legislativo,  y  tendrán  ante  éste  derecho  de  petición.  Su 
edad  no  será  menor  de  30  años  y  deberán  poseer  una  propiedad 
raíz  de  al  menos  30  fanegadas. 

La  duración  de  estas  autoridades  será  de  cinco  años;  y  ele- 
girán igualmente  á  dos  ciudadanos  americanos  para  ejercer  en  la 
Provincia  el  cargo  de  Poder  Ejecutivo,  por  cinco  años.  Los  últimos 
tendrán  el  título  de  Curacas;  no  serán  menores  de  40  años,  y  deberán 
ser  propietarios  de  al  menos  150  fanegadas  de  tierra  cultivada. 

Cuerpo  Legislativo. 

El  Cuerpo  Legislativo  se  compondrá  de  representantes  nom- 
brados por  las  diferentes  Asambleas  Provinciales  (Amantas),  en 
número  proporcional  al  de  la  población  de  cada  provincia,  y  que 
sean  ciudadanos  de  la  provincia  que  los  envía.  Habrán  de  ser 
propietarios  de  al  menos  150  fanegadas  y  tener  la  edad  de  35  años. 
Esta  asamblea  se  llamará  Concilio  Colombiano  y  será  el  único 
cuerpo  que  dicte  leyes  para  toda  la  Federación  Americana;  leyes 
que  pasarán  por  simple  mayoría  de  votos.  Pero  serán  some- 
tidas á  la  sanción  del  Poder  Ejecutivo,  quien  tendrá  el  derecho 
de  rechazar  el  proyecto  de  ley,  siempre  que  al  hacerlo  exponga 
sus  observaciones.  Si  después  de  esto  votare  el  Concilio  la  misma 
ley  con  una  mayoría  de  dos  tercios,  el  Poder  Ejecutivo  deberá 
conformarse  á  la  nueva  decisión,  y  sin  demora  la  pondrá  en  ejecu- 
ción como  ley  del  Imperio. 

Si  el  Concilio,  por  mayoría  de  dos  tercios,  encontrare  que  una 
ley  constitucional  cualquiera  requiere  reforma  ó  cambio,  el  Poder 
Ejecutivo  la  pasará  á  las  diferentes  Asambleas  Provinciales  para  su 
asentimiento;  y  si  la  sancionaren  las  tres  cuartas  partes  de  las 
Asambleas,  será  aprobada  y  puesta  en  ejecución.  Las  Asambleas, 
vice  versa,  podrán  tomar  la  iniciativa,  y  en  este  caso,  si  la  aprueban 
los  tres  cuartos  del  Concilio,  será  igualmente  ley  constitucional  y 
se  pondrá  en  ejecución. 

Poder  Ejecutivo. 
El  Poder  Ejecutivo,  nombrado  por  el  Concilio  Colombiano,  se 
compondrá  de  dos  ciudadanos  elegidos  entre  todos  los  del  Imperio ; 
que  sean  mayores  de  40  años,  posean  una  propiedad  de  200  fane- 
gadas y  hayan  servido  uno  por  lo  menos  de  los  grandes  cargos  del  Im- 
perio. Los  dos  miembros  del  Poder  Ejecutivo  durarán  dos  lustros.  Para 
la  reelección  de  uno  ó  ambos,  será  preciso  im  intervalo  de  diez  años. 


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—    517    — 

Los  miembros  del  Poder  Ejecutivo  tendrán  el  titulo  de  Incas, 
nombre  venerable  en  el  país. 

Uno  de  los  Incas  permanecerá  constantemente  en  la  ciudad 
federal,  cerca  del  Cuerpo  Legislativo,  y  el  otro  recorrerá  las  pro- 
vincias del  Imperio. 

Los  Incas  nombrarán  dos  ciudadanos  para  ejercer  el  cargo 
de  Cuestores  ó  administradores  del  Tesoro  Público;  dos  para  el 
cargo  de  Ediles,  que  se  ocuparán  principalmente  en  la  construc- 
ción y  reparo  de  los  caminos  del  Imperio,  etc. ;  y  seis  ciudadanos  que, 
con  el  título  de  Censores,  harán  levantar  el  censo  del  Imperio, 
vigilarán  la  instrucción  pública  y  cuidarán  de  la  conservación  de 
las  buenas  costumbres.  La  edad  de  los  Censores  no  será  menos 
de  45  años,  ni  de  40  la  de  los  Ediles  y  Cuestores.  La  duración  de 
sus  cargos  será  sólo  de  cinco  años,  haciéndose  en  seguida  nuevos 
nombramientos. 

En  las  provincias  y  en  los  ejércitos  habrá  varios  Cuestores, 
con  la  sola  atribución  de  percibir  las  rentas  públicas,  pagar  los 
ejércitos,  etc.  Todo  de  conformidad  con  las  leyes  y  reglamentos 
del  Imperio. 

En  todas  las  provincias  habrá  también  Ediles,  quienes,  como 
los  de  la  capital,  cuidarán  del  buen  estado  de  las  ciudades,  edificios 
públicos,  templos,  acueductos,  cloacas,  y  mercados  públicos,  pesos  y 
medidas,  etc.  Ejercerán  la  censura  de  las  obras  dramáticas,  y  tendrán 
bajo  su  dirección  los  juegos  y  fiestas  públicos. 

Los  Censores  tendrán  también  subdelegados  en  las  provincias, 
con  encargo  de  hacer  el  censo  seg^n  la  forma  adoptada  para  el  de 
la  capital:  censo  que  se  pasará  puntualmente  al  Gobierno  cada  cinco 
años,  para  tener  así  el  estado  exacto  de  la  población  de  todo  el 
Imperio.  Examinarán  además,  si  los  ciudadanos  cultivan  bien  sus 
tierras,  si  viven  largo  tiempo  sin  casarse,  si  se  han  comportado  con 
valor  en  la  guerra,  etc. 

Los  Incas  serán  responsables  ante  la  Nación  de  todos  los 
actos  de  su  administración;  y  no  obstante  la  inmunidad  de  sus 
personas  durante  el  ejercicio  de  sus  magistraturas,  podrán  ser, 
terminadas  sus  funciones  públicas,  acusados  y  juzgados  ante  la  Alta 
Corte  Nacional. 

El  Poder  Ejecutivo  tendrá  cargo  esencial  de  velar  por  la 
seguridad  del  Imperio:  en  consecuencia,  podrá  hacer  la  guerra  de- 
fensiva en  caso  de  ataque  de  un  enemigo  cualquiera;  pero  no  podrá 
continuarla  sin  el  consentimiento  del  Concilio  Colombiano.  En 
ningún  caso  podrá  declarar  la   guerra   sin   estar  autorizado  por  el 


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—    518    — 

Concilio,  y  necesitará   también   autorización   de   este   cuerpo   para 
llevaría  fuera  de  los  límites  del  territorio  imperial. 

En  casos  de  extrema  gravedad,  el  Concilio  decretará  el  nom- 
bramiento de  un  Dictador  (con  el  mismo  poder  que  se  daba  en 
Roma  á  los  dictadores,  y  el  cargo  sólo  durará  un  año).  Los  Incas 
escogerán  la  persona  que  haya  de  desempeñar  este  cargo  sagrado. 
£1  Dictador  habrá  de  tener  á  lo  menos  45  años  de  edad,  y  será 
preciso  que  haya  ejercido  uno   de  los  grandes  cargos  del  Imperio. 

Poder  Judicial. 

Este  poder  se  compondrá  de  los  jueces  que  presidan  los  di- 
ferentes tribunales  de  las  provincias,  y  serán  elegidos  en  comicios 
provinciales,  en  el  número  que  considere  conveniente  el  Poder  Eje- 
cutivo, de  acuerdo  con  las  Asambleas  Provinciales. 

El  Inca  dará  ó  negará  su  aprobación  á  la  elección  de  jueces 
efectuada  por  los  Comicios:  en  caso  de  negaría,  lo  participará  al 
Concilio,  y  si  éste  confírmala  negativa,  llamará  á  nuevos  comicios; 
pero  en  caso  contrario,  el  juez  queda  legítimamente  nombrado  y  se 
le  dará  posesión  de  su  destino. 

Los  jueces  tendrán  las  cualidades  de  ciudadanos  activos  y  no 
podrán  ser  menores  de  40  años.  Serán  inamovibles  y  vitalicios, 
salvo  el  caso  de  prevaricación.  Si  tal  sucediere,  se  les  acusará 
ante  el  Concilio,  que  examinará  los  cargos.  Si  los  encontrare  in- 
suficientes, rechazará  la  acusación:  si  la  declarare  con  lugar,  la 
pasará  á  la  Alta  Corte  Nacional  (único  tribunal  competente  para 
juzgar  á  los  Incas). 

La  constitución  de  los  tribunales,  y  los  juicios  por  jurados, 
serán  enteramente  conformes  á  lo  estatuido  en  Inglaterra  y  en  los 
Estados  Unidos  de  América.  Se  nombrará  primero  un  jurado 
especial,  hasta  que  la  masa  de  los  ciudadanos  se  encuentre  más 
ó  menos  acostumbrada  á  la  libertad;  jurado  que  conocerá  solamente 
de  los  asuntos  civiles  ó  criminales. 

El  Poder  Ejecutivo  nombrará  la  Alta  Corte  Nacional,  que  se 
compondrá  de  un  presidente  y  de  dos  jueces,  elegidos  entre  los 
jueces  nacionales.  Esta  Corte  conocerá  de  los  negocios  relativos 
al  Derecho  de  Gentes,  á  los  tratados  con  las  potencias  extranjeras, 
y  juzgará  por  último  á  todos  los  magistrados  y  demás  personas 
acusadas  de  prevaricación  ó  de  cualquiera  otro  crimen  de  Estado. 

Culto. 
La  religión  católica-apostólica-romana  será   religión  nacional, 
y  la  jerarquía  del  clero  americano  la  determinará  un  Concilio  Pro- 


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—    519    — 

vincial  que  se  convocará  al  efecto.  Dado  que  la  constitución  admite 
una  perfecta  tolerancia,  ningún  ciudadano  será  molestado  por  sus 
ideas  religiosas. 

Los  ministros  del  Evangelio  no  podrán  ser  molestados  de 
ninguna  manera  en  el  ejercicio  de  sus  funciones,  y  á  este  efecto  se 
les  excluirá  de  toda  función  civil  ó  militar. 

La  misma  excepción  se  aplicará  á  los  agentes  del  Poder  Judicial, 
que  no  son  menos  necesarios  que  útiles  en  el  ejercicio  de  sus  fun- 
dones. Por  tanto,  todo  notario  público,  procurador  ó  abogado,  será 
excluido  del  servicio  militar  y  de  cualquiera  función  civil. 


Toda  persona  que  enajenare  sus  tierras  perderá  el  precioso 
derecho  de  ciudadano,  y  sólo  podrá  recuperarlo  cuando  adquiera 
la  cantidad  de  tierras  necesarias  al  efecto. 

Las  personas  que  descuidaren  el  cultivo  de  sus  tierras  por 
dos  años  consecutivos,  serán  castigadas  por  los  magistrados',  de 
acuerdo  con  las  leyes. 

La  ciudad  federal  se  establecerá  en  el  punto  más  central 
(tal  vez  en  el  istmo  de  Panamá),  y  llevará  el  nombre  augusto  de 
Colombo,  á  quien  se  debe  el  descubrimiento  de  esta  bella  parte 
de  la  tierra. 


No.  3. 

(Lib.  2»,  cap.  U). 

Acta  de  Independencia. 

Estudio  por  José  Gil  Fortoul  y  Carlos  A.  Villanueva. 

j 

No  existe  en  los  archivos  venezolanos  el  original  del  Acta  de 
Independencia.  O  lo  destruyeron  las  autoridades  españolas  cuando 
reocuparon  á  Caracas  en  1812,  ó  lo  enviaron  con  otros  documentos 
á  los  archivos  de  la  Península,  donde  acaso  se  encuentre  traspape- 
lado, ó  desapareció  con  alguno  de  tantos  archivos  quemados  durante 
la  guerra  1.    Pero  el  texto   que  corre  en  historias,    recopilaciones  y 


1 .  José  Domingo  Diaz,  que  estuvo  siempre  en  todos  los  secretos  del  Gobierno 
español,  y  era  por  otra  parte   muy  aficionado   á  coleccionar   papeles,    dice  que    en 


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—    520    — 

periódicos,  es  idéntico,  salvo  una  que  otra  ligera  variante,  e^>ecial- 
mente  en  la  ortografía;  y  por  tanto,  no  occurren  dudas  acerca  de 
su  autenticidad 

Subsisten,  empero,  dos  cuestiones  históricas  de  grande  impor- 
tancia. ¿Por  qué  en  unas  de  las  actas  impresas  aparecen  41  firmas, 
(sin  contar  la  del  secretario  del  congreso,  Francisco  Isnardy,  que 
no  era  diputado),  y  en  otras  37,  faltando  aquí  las  firmas  de  los  di- 
putados Ramón  Ignacio  Méndez,  Gabriel  de  Ponte,  Ignacio  Ramón 
Bricefto  y  Juan  Pablo  Pacheco?  ¿Fué  realmente  firmada,  y  cuándo, 
el  Acta  de  Independencia? 

El  primer  escritor  venezolano  que  notó  la  diferencia  de  firmas 
fué  el  Dr.  Arístides  Rojas,  en  1884,  y  se  pronunció  por  el  Acta  que 
autorizan  41  diputados,  añadiendo  que  la  firmaron  el  7  de  julio; 
aunque  sin  aducir  prueba  alguna  de  que  á  la  sesión  de  ese  día 
asistiese  precisamente  aquel  número,  ni  tampoco  de  que  firmasen 
todos  los  diputados  presentes  i. 

Años  después,  la  Academia  Nacional  de  la  Historia  se  ocupó 
en  examinar  el  mismo  asunto,  desde  el  28  de  mayo  de  1890  hasta 
el  7  de  diciembre  de  1898.  En  el  curso  de  la  discusión,  el  acadé- 
mico Dr.  Julián  Viso  sostuvo:  que  no  había  constancia  de  que  el 
Acta  aprobada  por  el  congreso  el  7  de  julio,  inserta  en  El  Publi- 
cista de  Venezuela  y  comunicada  al  Poder  Ejecutivo  el  día  8  con 
la  fórmula  de  juramento,  la  firmasen  antes  los  diputados,  y  que  como 
el  Acta  de  37  firmas  se  había  mandado  publicar  oficialmente  en 
1834,  en  la  Gaceta  de  Venezuela,  debíase  respetar  el  status 
quo.    Los  demás  académicos  opinaron  lo  contrario. 

En  1894,  el  Sr.  Manuel  Landaeta  Rosales  publicó  una  lista 
casi  completa  de  los  documentos  en  que  aparecen  ambas  Actas;  re- 
paró que  la  escena  de  la  firma  representada  por  Martín  Tovar  y 
Tovar  en  su  famoso  cuadro,  no  es  históricamente  exacta,  puesto  que 
está  fuera  de  duda  que  el  Acta  no  se  firmó  el  5  de  julio,  é  insinuó 
que  tal  vez  en  los  días  siguientes  alguno  de  los  patricios  '^se  fué 
recogiendo  las  firmas  de  casa  en  casa^^\ 

En  1901,  el  primero  de  los  firmantes  del  presente  estudio 
Uamó  la  atención  al  carácter  puramente  conjetural  de  las  conclu- 
siones de  la  Academia  de  la  Historia^. 


junio  de  1821,  días  aotes  de  la  batalla  de  Carabobo,  quemó  eu  Caracas  muchos  'pre- 
ciosos documentos  de  aquella  época,  que  no  podía  salvar,  y  para  cuyo  escnitínio 
faltaba  el  tiempo**.*   Recuerdos  sobre  la  rebelión  de  Caracas,  p.  255. 

1.  A.  Rojas,  El  Constituyente  de  Venezuela.     Caracas,  1884. 

2.  Véase  el  Diario  de  Caracas,  4  de  julio,  1894. 

3.  En  El  Tiempo,  de  Caracas,  5  de  febrero,  1901. 


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—    521     — 

Ya  en  diciembre  de  1896  había  la  Academia  aprobado  por 
unanimidad  de  votos  un  informe  escrito  por  los  Sres.  Felipe  Tejera, 
Jacinto  Gutiérrez  Coll  y  Dr.  Rafael  Seijas,  quienes  dictaminaron  que 
el  acta  auténtica,  de  41  firmas,  es  la  copia  que  se  encuentra  en  un 
libro  titulado  Documentos  oficiales  interesantes  relativos  á 
las  Provincias  Unidas  de  Venezuela,  impreso  en  Londres,  en 
castellano  y  en  inglés,  el  año  de  1812 1.  Y  acordó  en  consecuencia 
la  Academia,  comunicar  dicho  informe  al  Ejecutivo  nacional  por 
órgano  del  Ministerio  de  Instrucción  Pública,  quien  lo  insertó  y  re- 
comendó al  congreso  en  su  Memoria  de  1899^.  El  congreso  no  lo 
tomó  en  consideración. 

Finalmente,  el  Gobierno  del  general  Cipriano  Castro  expidió 
un  decreto  á  19  de  abril  de  1900,  en  el  que  se  declara  texto  oficial 
el  Acta  impresa  en  Londres;  y  en  28  de  mayo  de  1903,  el  Ministerio 
de  Instrucción  Pública  mandó  publicar  un  volumen  que  contiene: 
1®.  La  resolución  del  Ministro;  2®.  El  dictamen  de  la  Academia; 
3*  El  decreto  del  Ejecutivo,  y  4^.  La  reproducción  del  texto  español 
de  los  Documentos  de  Londres^. 

El  presente  estudio  se  propone  resolver  la  cuestión  histórica, 
con  vista  de  las  Actas  oficiales  de  1811,  desconocidas  de  la  Aca- 
demia, y  con  algunas  consideraciones,  también  documentadas,  que 
contradicen  las  conjeturas  de  la  propia  Academia. 

Reproducimos  previamente,  con  una  adición  esencial,  la  lista 
de  publicaciones  formada  por  el  Sr.  Landaeta  Rosales  en  1894. 

Traen  el  Acta  con  sólo  37  firmas: 

1)  El  Observador  Caraqueño,  1824. 

2)  La  Gaceta  de  Venezuela,  1834.  Esta  publicación  se 
hizo  en  virtud  de  un  decreto  del  Poder  Ejecutivo  (16  de  abril  del 
mismo  año)  y  conforme  á  una  copia  del  Acta,  autorizada  por  el 
Concejo  Municipal  de  Caracas. 

3)  Los  Apuntes  Históricos  del  cuarto  tomo  de  la  Geo- 
grafía General  por  Feliciano  Montenegro  y  Colón,  1837. 


1.  Ignórase  quién  fué  el  autor  de  este  libro.  ¿Lo  mandó  el  general  BÜranda 
desde  Caracas  &  su  amigo  el  ex-Bfinistro  inglés  Nicolás  Vansittart?  ¿O  lo  compuso 
en  Londres  el  agente  venezolano  D.  Luis  López  Méndez? 

2.  Página  619  y  siguientes. 

3.  Academia  Nacional  de  la  Historia  —  Prólogo  á  los  anales  de  Vene- 
zuela—  Edición  oficial.  Caracas,  1903.  —  Los  documentos  son:  "Observaciones 
preliminares**  del  editor  (anónimo);  Acta  de  Independencia,  con  el  decreto  del  Su- 
premo  Poder  Ejecutivo,  8  de  julio  de  1811,  que  manda  publicarla;  Declaración  del 
congreso  sobre  derechos  de  los  extranjeros,  1^  de  julio;  "Hanifiesto  que  hace  al 
mundo  la  Confederación  de  Venezuela*',  30  de  julio;  "Constitución  federal  para  los 
Estados  de  Venezuela**,  21  de  diciembre;  Alocución  del  congreso  á  los  venezolanos 
23  de  diciembre  del  propio  afio. 


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—    522    — 

4)  Dos  caligrafías  por  Ramón  Irady,  1840  y  1883. 

5)  Una  litografía  hecha  en  Filadelfia,  de  1840  á  1842,  y  copia 
que  de  la  misma  sacó  en  Caracas  Félix  Rasco. 

6)  El  Resumen  de  la  Historia  de  Venezuela  por  Rafael 
María  Baralt  y  Ramón  Díaz,  1841,  edición  de  París  i. 

7)  La  Vida  del  Libertador  Simón  Bolívar  por  Felipe 
Larrazábal,  1865. 

8)  Las  Memorias  de  Daniel  Florencio  0*Leary,  1883. 

En  cambio  traen  41  firmas: 

1)  El  Publicista  de  Venezuela,  11  de  julio,  1811. 

2)  El  bando  del  Poder  Ejecutivo,  14  de  julio,  1811.  In  folio. 
Imprenta  de  Baillío^. 

3)  La  Gaceta  de  Caracas,  No.  41,  del  martes  16  de 
julio,  18118. 

4)  Un  in  —  4<>,  en  papel  azul  claro,  impreso  por  Gallagher.  y 
Lamb,  los  propios  editores  de  la  Gaceta^ 

5)  Los  Documentos  interesantes  de  Venezuela,  Lon- 
dres, 18125. 

6)  El  Español,  periódico  publicado  en  Londres  por  José 
María  Blanco  White,  1812«. 

7)  El  Compendio  de  la  Historia  de  Venezuela  por  Fran- 
cisco Javier  Yanes,  1840. 

8)  El  Bosquejo  de  la  Historia  Militar  de  Venezuela 
por  José  Austria,  1853. 

9)  Los  Documentos  para  la  historia  de  la  vida  pública 
del  Libertador,  coleccionados  por  José  Félix  Blanco  y  Ramón 
Azpurúa,  1878. 

10)  La  Opinión  Nacional,  Caracas,  4  de  julio,  1878. 

11)  El  Constituyente  de  Venezuela  por  Arístides  Ro- 
jas, 1884. 

12)  La  Gran  Recopilación  geográfica,  estadística  é 
histórica  de  Venezuela  por  Manuel  Landaeta  Rosales,  1889. 


1.  La  edición  de  Curazao,    1887,    trae  41   firmas.     ¿Variante    introducida  por 
los  editores? 

2.  Hay  un    ejemplar    en   los   Archivos    del   Gobierno   inglés.     Foreign    Of- 
fice —  Spanish  America  —  North  —  No.  125. 

3.  Ibidem.     Colonial  Office  —  Martinique  —  1811  —  Vol.  I.  —  La  Mar- 
tinica estaba  en  poder  de  los  ingleses  desde  1810. 

4.  Colonial  Office  —  Loe.  cit. 

5.  Hay  un  ejemplar  en  el  Museo  Británico.     Londres.  , 

6.  £1  Museo  Británico  posee  una  colección  de  este  periódico. 


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—    523    — 

13)  El  cuadro  al  oleo  de  Martín  Tovar  y  Tovar,  y  sus  re- 
producciones. 

Respecto  del  Acta  que  figura  con  40  firmas  en  la  Historia 
de  la  Revolución  de  la  República  de  Colombia  por  José 
Manuel  Restrepo^,  adviértase  que  contiene  un  evidente  error  de 
imprenta.  Saltó  allí  el  nombre  de  Ramón  Ignacio  Méndez,  diputado 
por  Guasdualito,  y  aparece  como  de  esta  villa  José  Luis  Cabrera, 
que  le  precede  en  la  lista,  el  cual  era  diputado  por  Guanarito. 

Como  se  ha  visto,  el  primer  impreso,  conocido,  que  trae  el 
Acta  con  37  firmas,  es  El  Observador  Caraqueño  de  1834.  Su- 
pone la  Academia,  que  en  esta  fecha  ^4os  únicos  documentos  con- 
sultables^' eran  los  de  1811  (El  Publicista  y  el  bando  del  Go- 
bierno) y  de  1812  (el  libro  anónimo  de  Londres);  que  la  supresión 
de  cuatro  firmas  en  1824  se  explica  por  un  error  de  copia  ó  de 
imprenta;  que  la  misma  supresión  en  la  Gaceta  Oficial  de  1834 
se  debe  á  haberse  copiado  entonces  el  Acta  mutilada  de  ElObser- 
vador,  y  que  si  los  historiadores  Montenegro,  Baralt,  Larrazábal, 
O'Leary,  el  calígrafo  Irady  y  los  litógrafos  de  Filadelfia  no  corri- 
gieron  el  error,  fué  porque  nadie  se  fijó  en  él  hasta  1884. 

Repárese  desde  luego,  que  si  en  1824  se  hubieran  consultado 
las  publicaciones  ^teriores,  (no  solamente  las  que  cita  la  Aca- 
demia, sino  también  la  Gaceta  de  Caracas),  las  firmas  del  Acta 
de  El  Observador  conservarían  el  orden  en  que  se  imprimieron 
en  1811,  y  no  se  notaría  tampoco  discrepancia  en  las  denomina- 
ciones de  los  diputados.  Por  otra  parte,  tanto  el  Acta  de  El  Ob- 
servador como  la  de  la  Gaceta  Oficial  de  1834,  son  reproduc- 
ción de  un  Acta  manuscrita  que  existía  en  la  Municipalidad  de 
Caracas;  acta  que  sirvió  de  texto  al  secretario  municipal  Juan  José 
Toro  para  la  segunda  impresión.  ¿Cuando  y  como  se  perdió? 
Probablemente  no  la  devolvió  el  litógrafo  de  Filadelfia.  ¿Y  por 
qué  sus  firmas  y  denominación  de  los  diputados  no  concuerdan  con 
las  Actas  impresas  en  í811?  No  existiendo  hoy  ninguna  Acta 
manuscrita,  la  cuestión  es  insoluble.  Pero  podemos  conjeturar  (por 
lo  que  se  verá  después)  que  el  8  de  julio  se  firmaron  en  el  con- 
greso varios  ejemplares;  que  uno  de  ellos  se  remitió  á  la  Muni- 
cipalidad, y  que  si  en  éste  faltan  cuatro  firmas,  fué  porque  ya  se 
habían  ausentado  cuatro  diputados.  Finalmente,  es  inverosímil  que 
las  firmas  de  este  ejemplar  fueran  simple  copia,  porque  ningún 
copista  hubiera  alterado  tan  arbitrariamente  el  orden   del  original. 

En  las  cuatro  actas  conocidas  de  1811  las  firmas  aparecen  así: 


1.  Edición  de  1858,  vol.  H,  p.  568. 


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—    531     — 

Para  completar  lo  relativo  al  número  de  diputados^  añadiremos: 
que  D.  Domingo  de  Alvarado,  diputado  por  Barquisimeto,  y  D.  Luis 
de  Rivas  y  Tovar,  diputado  por  Caracas,  asistieron  á  la  instalación 
del  congreso,  pero  no  tomaron  después  parte  en  los  debates  sobre 
Independencia;  lo  que  explica  que  sus  nombres  no  figuren  entre  las 
firmas  de  ninguna  Acta:  —  que  D.  Bartolomé  Blandain,  segundo 
diputado  suplente  por  Caracas,  no  concurrió  al  congreso  sino  des- 
pués de  proclamada  la  Independencia,  en  reemplazo  del  principal 
D.  Femando  del  Toro:  —  que  D.  Pedro  de  Arrieche,  diputado  por 
Carora,  no  figura  en  el  congreso  hasta  el  mes  de  diciembre;  —  y 
que  desde  el  26  de  marzo  toman  asiento  dos  diputados  de  la  pro- 
vincia granadina  del  Socorro,  D.  Alberto  Moreno  y  D.  Miguel  Tadeo 
Gómez.  Venían  éstos  á  Caracas  á  negociar  el  modo  de  aliar  las 
dos  provincias  para  *^  defender  y  asegurar  sus  respectivos  terri- 
torios^". Presentados  al  congreso  por  el  Secretario  de  Estado  Sanz, 
*' manifestaron  ante  Su  Majestad,  y  de  modo  público,  el  ardiente 
deseo  de  la  Provincia  de  El  Socorro  para  aliarse  á  las  Provincias 
Confederadas  de  Venezuela  y  ayudar  á  éstas  con  todos  los  medios 
en  su  poder;  y  dijeron  además  la  gran  satisfacción  que  tenían  por 
haber  sido  admitidos  en  el  seno  de  la  primera  Asamblea  Nacional 
reunida  en  la  América  Hispana^".  Se  acordó  en  seguida  que  que- 
dasen incorporados  como  representantes  de  su  provincia,  y  Sanz 
los  acompañó  luego  al  despacho  del  Poder  Ejecutivo,  para  entie- 
garle  al  Presidente  las  credenciales  de  su  misión^.  Pero  los  dipu- 
tados de  El  Socorro  improbaron  la  forma  republicana  con  que  se 
declaró  en  Caracas  la  Independencia,  y  abandonaron  la  negociación 
que  les  encomendara  su  Provincia, 

El  congreso  declaró  la  Independencia  absoluta  en  su  sesión 
•de  la  mañana  del  5  de  julio,  por  unanimidad  de  votos  de  los  dipu- 
tados presentes,  á  excepción  sólo  del  Pro.  Manuel  Vicente  Maya, 
que  votó  contra:  en  la  sesión  de  la  tarde  del  mismo  día,   se   comi- 


1.  Gaceta  de  Caracas,  29  de  marzo,  1811.  ' 

2.  Gaceta  de  Caracas,  12  de  abril,  1811. 

3.  Casi  al  mismo  tiempo,  el  16  de  marzo,  el  Gobierno  de  Bogotá  recibió  en 
audiencia  pública  y  solemne  al  comisionado  de  la  Junta  Suprema  de  Caracas,  D.  José 
-Cortés  de  Madariaga,  quien  celebró  el  primer  tratado  de  unión  (28  de  mayo,  1811). 
La  iniciativa  de  la  futura  Colombia  fué,  pues,  simultáneamente  recíproca.  Ya  en 
22  de  febrero,  1811,  el  Vicepresidente  de  la  Suprema  Junta  de  Bogotá,  D.  José 
Miguel  Pey,  escribía  á  la  de  Caracas,  que  siendo  iguales  los  sentimientos  que  ani- 
maban á  los  habitantes  de  la  Nueva  Granada  y  de  Venezuela  respecto  del  Gíobiemo 
de  Cádiz,  los  ¿granadinos  se  declaraban  hermanos  de  los  caraqueños  para  marchar 
unidos  hasta  obtener  la  libertad,  y  juraban  no  desviarse  un  solo  punto  de  tal  com- 
prometimiento. —  Archivos  del  Gobierno  inglés.  —  Colonial  Oífice-Cura^ao 
—  1811    —  vol.I. 

34* 


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—    532    — 

sionó  al  diputado  Roscio  y  al  secretario  Isnardy   para   formular  en 
un  proyecto  de  acta  ó  manüíesto  las  causas  y  motivos  de  la  Inde- 
pendencia: el  6  de  julio  (domingo)  no  hubo  sesión:  en  la  del  7  se 
leyó  y  aprobó  el  proyecto.    Dice  la  minuta  de  este  día^:  ^^-Se  leyó 
y  aprobó  el  acta  de  declaratoria  de  independencia  formada  por  el 
Secretario   (falta   el   nombre   del  Dr.  Roscio)   en  cumplimiento   del 
encargo  que  le  coitfirió  S.  M.  (Su  Majestad  el  congreso).   Esta  acta 
está   inserta   en  £1  Publicista  número  2.     En  seguida   se   siguió 
discutiendo  por  primera  vez  el  proyecto   de   ley  para  el  juramento 
constitucional  presentado   por   el   señor  Paúl,    y  quedó   diferida  su 
resolución  y  aprobación.    En   lo   que   se   invirtió   la   mañana  y  se 
concluyó  el  acto".    Desde   luego  nótese   aquí   un   anacronismo:   el 
número  2  de  El  Publicista  no  circuló  hasta  el  11  de  julio.    Para 
explicarlo,  la  Academia  supone  que  el  secretario  Isnardy,   á  cuyo 
cargo  estaba  el  periódico,    dio   á  las  cajas   el  manuscrito  con  anti- 
cipación, porque  "no  se  disponía  sino  de  una  sola  prensa".    Supo- 
sición inadmisible.    En  primer  lugar,  Isnardy  no   podía   dar   á   las 
cajas  im  documento  que  no  estaba  aún  aprobado,  y  que  el  congreso 
hubiera  podido   modificar;  y  en  segundo,   es  inexacto  que  se  dis- 
pusiese de  ima  sola  prensa,  porque  desde  1810  existían  en  Caracas 
dos  imprentas,  —  la  de  Juan  Baillío  y  Ca.,  que  publicó  otra  Acta  el 
14  de  julio,   y   la  de  D.  Mateo  Gallagher  y  D.  Jaime  Lamb,  dond^ 
se   editaba   la   Gaceta   (oficial)   de   Caracas.    Cuando   la  minuta 
emplea  el  presente  del  verbo  estar,  en  vez  del  futuro,   se    sirve  de 
una  fórmula  semejante  á  la  del  último  párrafo   del  Acta,  que  dice: 
"  Dada  en  el  Palacio  Federal  y  de  Caracas,  firmada  de  nuestra  mano^ 
sellada  con  el  gran  sello  provisional   de   la  Confederación,   refren- 
dada  por   el   Secretario   del  Congreso,   á   cinco   días  del  mes  de 
julio",  etc.,  dando  anticipadamente  por  efectuado  el  acto  de  la  firma. 
La  suposición  de  la  Academia  es  tanto   más   arbitraria  cuanto  que 
hay  otros  casos  de  anacronismo   en   las   publicaciones   oficiales  de 
1811.    Ejemplo:  en  la  Gaceta  de  Caracas  de  <P  de  marzo  de  1811 
aparecen  dos  documentos  fechados  el  lo  y  el  //  de  marzo,  á  saber: 
una  proclama  del  Presidente  de  la  Confederación  D.  Baltasar  Padrón, 
con  motivo  de  un  conato  revolucionario   en  el  que  estaban  compli- 
cados varios  oficiales  del  batallón  de  gente  de  color,  y  una  protesta 
de  adhesión  al  Gobierno  suscrita  por   el   comandante   de  dicho  ba- 
tallón, el  lugarteniente  de  infantería  D.  Pedro  Acevedo.    Por  último, 
explícanse  fácilmente  tales  particularidades  en  la  fecha  de  los  perió- 
dicos,   cuando  se  recuerda   que  no  eran   diarios,   sino   bisemanales 

1.  Colección  Blanco-Azpurúa,  t.  III,  p.  157. 


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—    533    — 

ó  semanales,  y  que  contando  con  pobres   recursos   tipográficos,  no 
siempre  podían  circular  en  día  fijo. 

Veamos  otras  inexactitudes  de  la  Academia.  Su  dictamen  de 
1898  contiene  un  apéndice  que  dice:  "La  lectura  del  Acta  mencio- 
nada (la  impresa  en  Londres)  sugiere  reflexiones  varías,  entre  las 
cuales  nos  ocurre  apuntar  en  primer  término:  la  ortografía  anticuada 
del  texto,  que  era  la  propia  de  la  época,  lo  que  por  sí  solo  (sic) 
habla  á  favor  de  su  autenticidad;  y  en  segundo,  la  colocación  de 
las  firmas  de  los  diputados,  que  está  alterada  en  las  actas  de  1824 
y  1834.  En  efecto,  en  la  auténtica  se  dio  la  primacía  de  lugar  á 
los  diputados  de  Caracas,  como  en  señal  de  distinción  á  la  ciudad 
que  había  iniciado,  el  19  de  abril  de  1810,  el  primer  movimiento  de 
emancipación  política  de  la  América  española;  luego  firman  el  Pre- 
sidente y  el  Vicepresidente  del  Congreso  y  en  seguida  los  demás 
diputados,  con  la  circunstancia  de  que  e^tqs  no  siguen  un  orden 
fijo  respecto  del  dictado  de  su  representación;  pues  unos  lo 
escriben  antes  de  la  firma,  y  otros  después  de  ella,  como  segura- 
mente les  ocurría  en  el  acto  de  autorizar  el  documento.  Todo 
lo  cual  da  á  éste  un  sello  de  verdad  que  refleja,  hasta  en  sus 
minuciosidades,  aquel  célebre  instante  de  la  augusta  transfiguración 
«de  Venezuela". 

Ninguna  de  semejantes  afirmaciones  puede   pasar "  sin  reparo. 
Bn  cuanto  á  la  ortografía  anticuada,  adviértase  de  nuevo  que  la  Aca- 
demia no  razona  sobre  im  documento  manuscrito   y  original,   ni  si- 
quiera sobre  un  documento  oficial;  y  por  consiguiente,  lo  mismo  la 
ortografía  del  impreso  anónimo  de  Londres  que  la  de  los  impresos 
caraqueños  de  24  y  34,  pueden  discrepar,   aunque  ligeramente,  con 
la  ortografía  del  Acta  original,  que  nadie  conoce.  —  No  es  exacto 
que  en  el  Acta  de  Londres   se  dé  la  primacía  de  lugar  á  los  dipu- 
tados de  Caracas  en  señal  de  distinción  á  la  ciudad   que   iniciara 
la  emancipación  política  de  Hispano- América^.   Los  diputados  de  la 
ciudad   de   Caracas   ocupan   en   esa   Acta   los   puestos  1®   (López 
Méndez),  5©  (Castro),  13  (Ponte),  18  (Toro)  y  23  (Clemente).    Ni  es 
tampoco  absoluta  la  primacía   de   lugar   en  cuanto   á  los  diputados 
de  la  provincia  de  Caracas,  porque  se  ven  allí  intercalados  (puestos 
^o  y  70)  el  nombre  de  Domínguez  y  el  de  Mendoza,  diputados  por 

1.  Se  olvida  además,  que  la  provincia  de  La  Paz  del  Alto  Perú  (Bolivia) 
oonstitayó  su  "Junta  Tuitiva**  nueve  meses  antes  que  Caracas,  en  16  de  julio  de 
1809,  sin  que  baste  para  despojarla  de  su  iniciativa  la  circunstancia  de  haberia  di- 
suelto á  poco  las  armas  españolas.  Y .  respecto  de  Venezuela,  no  ha  de  olvidarse 
4|ue  el  'movimiento  de  emancipación  política**  venia  desde  las  tentativas  revolu- 
cionarias de  1795  y  97,  y  se  acentuó  en  las  representaciones  del  Ayuntamiento 
caraqueño  de  1808. 


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—    534    — 

Barinas.  La  enumeración  de  provincias,  con  que  principia  el  Acta^ 
es:  Caracas,  Cumaná,  Barinas,  Margarita,  Barcelona,  Mérida  y  Tru- 
jillo.  A  esta  enumeración  no  corresponde  el  orden  de  las  fírmas, 
que  están  agrupadas  así:  de  la  provincia  de  Caracas,  5;  de  Barinas, 
2;  otra  vez  de  Caracas,  16;  de  Cumaná,  4;  de  Barcelona,  2;  de  Ba- 
rinas (nueva  alteración),  7;  de  Margarita,  í;  de  Mérida,  2;  de  Tru- 
jillo,  1,  y  de  Barcelona  (otra  alteración),  1.  De  manera  que  este 
desorden,  no  la  supremacía  de  lugar  imaginada  por  la  Academia,  es 
el  indicio  que  obra  en  favor  del  acto  de  la  firma.  —  Tampoco  es 
exacto  que  unos  diputados  escriban  el  dictado  de  su  representación 
antes  y  otros  después.  A  las  ag^paciones  de  diputados  por  Caracas 
*y  Cumaná  precede  la  mención  **Por  la  provincia  de . . . .",  con  la 
circunstancia  ya  indicada  de  que  la  primera  se  interrumpe  con  dos 
diputados  de  Barinas;  á  las  otras  agrupaciones  precede  la  mención 
abreviada  "Por  la  de . . .  .".  A  cada  firma  sigue  el  dictado  de  su 
representación  local,  con  tres  excepciones:  la  de  Maneiro,  por 
Margarita;  la  de  Pacheco,  por  Trujillo,  y  la  de  Ramírez,  por  la 
villa  de  Aragua  de  Barcelona.  La  última  es  la  única  que  se  sin- 
gulariza poniendo  antes  su  dictado  de  provincia  y  ciudad. 

En  el  Acta  de  41  firmas  no  encabezan  la  lista  el  Presidente 
y  el  Vicepresidente  del  congreso.  ¿Por  qué?  Sin  duda  porque  el 
acto  de  la  firma  no  se  consideró  como  parte  de  una  sesión  del  con- 
greso. Aprobada  el  Acta  en  la  sesión  del  7,  los  diputados  la  fuerwn 
firmando  á  medida  que  llegaban  al  congreso,  los  unos  probable- 
mente el  mismo  día  7  y  los  demás  en  la  mañana  del  8.  —  Sea  lo 
que  fuere,  en  un  documento  del  Poder  Ejecutivo  encontramos  igual 
singularidad.  En  la  proclama  que  dio  á  los  caraqueños  el  5  de  julio 
(la  insertaremos  abajo),  anunciándoles  la  declaratoria  de  Indepen- 
dencia, la  firma  de  Mendoza,  Presidente  en  tumo,  no  ocupa  el 
primer  lugar,  como  era  de  estilo,  sino  que  viene  después  de  las  de 
sus  colegas  Padrón  y  Escalona. 

Otros  pormenores  interesantes.  Miranda,  cuya  firma  manuscrita 
es  siempre  Fr.  de  Miranda,  ó  Fran:  de  Miranda,  aparece  fir- 
mando en  unas  Actas  Francisco  Miranda  y  en  otra  Francisco 
de  Miranda.  La  última  forma  aparece  también  en  la  Constitución 
y  en  varios  impresos  de  los  años  de  11  y  12.  Roscio,  que  firmaba 
siempre  Juan  Gn.  Roscio  y  Juan  G.  Roscio,  firma  en  dos  de 
las  Actas  citadas  sin  ninguna  abreviatura.  Diferencias  análogas  se 
observan  comparando  las  firmas  del  Acta  y  las  de  la  Constitución. 
Es  indudable  que  los  impresores  no  respetaban  escrupulosamente 
la  forma  de  los  nombres.  Prueba  de  ello  el  Acta  in-folio,  donde 
á  Manuel  Palacio  lo  bautizaron  Ramón. 


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—    535    — 

Fáltanos  demostrar  que  las  Actas  impresas  en  1811^  las  fir- 
maron realmente  los  41  diputados  que  en  ellas  figuran.  A  primera 
vista  pudiera  extrañarse  la  firma  del  Pro.  Manuel  Vicente  Maya, 
diputado  por  la  Grita,  quien  se  opuso  repetidas  veces  á  la  declara- 
ción de  Independencia  y  al  fin  votó  contra.  Pero  no  hay  duda  de 
que  se  decidió  después  á  aceptar  y  autorizar  un  hecho  consumado; 
así  como  firmó  también,  á  los  cinco  meses,  la  constitución  republi- 
cana del  21  de  diciembre,  haciendo  solamente  salvedades  en 
lo  relativo  á  la  abolición  del  fuero  eclesiástico.  Y  aunque  Maya 
no  fué  nunca  amigo  sincero  de  la  revolución  separatista,  cual 
lo  prueba  la  circunstancia  de  haberse  apresurado  en  1812  á  unirse 
de  nuevo  con  los  españoles,  no  hizo  con  ésto  más  que  imitar  al 
arzobispo  CoU  y  Prat  y  á  varios  diputados,  que  anduvieron 
fluctuando,  de  1810  á  1821,  entre  la  Independencia  y  la  contra- 
rrevolución realista. 

Los  siguientes  documentos  oficiales,  desconocidos  de  la  Aca- 
demia, van  á  revelar  la  verdadera  historia  de  aquellos  días  clásicos. 
Votada  la  Independencia  el  5  de  julio,  el  Presidente  del  congreso 
oficia  al  Presidente  de  la  Confederación^: 

"El  Supremo  Congreso  ha  sancionado  en  este  día  la  declara- 
"  toria  de  nuestra  independencia  y  se  ocupa  actualmente  en  discutir 
"las  fórmulas  de  aquel  sublime  y  memorable  acto.  En  tanto,  pues, 
"^e  determina,  ha  acordado  que  se  participe  al  Supremo  Poder  Eje- 
"cutivo  tan  laudable  y  digna  resolución,  para  que  como  encargado 
"privativamente  de  la  seguridad  pública  adopte  las  medidas  que 
"crea  más  convenientes  en  las  actuales  circunstancias:  baxo  el  firme 
"supuesto  de  que  con  quanta  brevedad  sea  posible  se  expedirá  la 
"interesante  declaración,  que  nos  eleva  al  alto  rango  de  Estados 
"libres  é  independientes,  y  nos  saca  de  la  horrorosa  esclavitud  en 
"  que  hemos  yacido  hasta  ahora.  Comunicólo  á  V.  S.  para  que  se 
"sirva  elevarlo  al  conocimiento  de  S.  A.*. 

"Dios  guarde  á  VS.  m.  a. 

"Caracas  5  de  julio  de  1811. 

"Juan  Antonio  Rodríguez  Domínguez 

Presidente. 
"Francisco  Isnardy 

Secretario." 


1.  Acerca  de  la  de  37  firmas  recuérdese  lo  dicho  arriba. 

2.  Gaceta  de  Caracas    del  martes  9  de  julio.     Se  halla  en  los  Archivos 
del  Gobierno  inglés.     Colonial  Office  —  Martinique  —  1811  — vol.  I. 

3.  £1  Ejecutivo  tenía  el  tratamiento  de  Su  Alteza. 


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—    536    — 

Al  punto  expidió  el  Ejecutivo  una  proclama  á   los  habitantes 
de  la  provincia  de  Caracas,  diciéndoles^: 

"Caraqueños!  ¿Podrá  anunciaros  el  Supremo  Poder  Ejecu- 
"  tívo  que  el  Supremo  Congreso  de  Venezuela  ha  acordado  en  este 
"día  la  Independencia  absoluta?  Ya,  Caraqueños,  no  reconocéis 
"superior  en  la  tierra:  ya  no  dependéis  sino  del  Ser  Supremo. 
"Esta  sublime  idea,  esta  elevada  empresa  sólo  puede  concebirse  y 
"executarse  por  hombres  animados  de  la  Libertad  y  dispuestos  á 
"sacrificarse  por  ella.  Meditadla;  y  meditad  quanto  es  el  campo 
"  que  se  abre  á  la  libertad  para  acreditar  con  acciones  heroicas  que 
"un  Pueblo  que  quiere  ser  libre  lo  es  en  efecto;  y  en  tanto  que  se 
"dispone  la  publicación,  con  la  solemnidad  correspondiente,  dispo- 
"neos  para  manifestar  que  el  Supremo  Congreso  desempeña  digna- 
"mente  la  confianza  pública;  y  que  el  Supremo  Poder  Ejecutivo 
"merece  la  vuestra  en  la  execución  y  perfección  de  la  empresa. 
"Baltazar  Padrón — Juan  Escalona  — 
"Cristoval  de  Mendoza,  Presidente  en  turno  — 

"  Por  impedimento  del  Sr.  Secretario  de  Estado 

"Antonio  Muñoz  y  Tebar 
"Oficial  Primero.^' 

El  mismo  día  5,  el  Poder  Ejecutivo  participó  la  declaratoria  á 
las  autoridades  de  la  provincia  de  Caracas,  á  las  demás  de  la  Con- 
federación y,  en  nota  especial,  al  arzobispo,  quien  contestó  el  6. 
También  el  5,  expidió  el  Ejecutivo  otra  proclama  al  ejército  de  la 
provincia  de  Caracas^. 

Es  bien  sabido  que  en  la  sesión  del  7  aprobó  el  congreso  el 
Acta  de  Independencia  y  empezó  á  discutir  el  proyecto  de  jura- 
mento. Quedó  éste  aprobado  en  la  del  8,  y  en  seguida  nombró  el 
congreso  una  comisión  para  que  entregase  al  Ejecutivo  el  Acta  ya 
firmada.  Cómo  se  efectuó  esta  solemne  formalidad  nos  lo  dice  la 
Gaceta  de  Caracas  del  viernes  12  de  julio,  que  no  ha  citado 
hasta  ahora,  que  sepamos,  ning^ln  historiador.    Léase: 

"A  las  cinco  de  la  tarde  de  este  día  (8  de  julio)  el  Supremo 
"  Poder  Ejecutivo  ha  recibido  una  diputación  del  Supremo  Congreso 
"de  Venezuela,  que  componían  los  señores  vocales  de  aquella 
"Asamblea,  Don  Juan  Germán  Roscio  y  Don  Femando  del  Toro, 
"  con  su  Secretario  (Isnardy).  Entrados  en  la  sala  de  S.  A.  con  la 
"  ceremonia  correspondiente,  el  Señor  Roscio  pronunció  una  arenga 
"cuyo  objeto  era  anunciar  el  acuerdo  de  la  independencia  absoluta 

1.  Gaceta  citada. 

2.  Gaceta  del  martes  9  y  del  viernes  12  de  julio. 


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—    537    — 

^^de  estas  Provincias,  dictado  por  el  Congreso,  que  embiaba  en- 
^^tonces  la  acta,  felicitando  á  S.  A.  y  á  los  Pueblos  que  gobierna, 
"por  una  resolución  tan  plausible  y  deseada.  El  Secretario  de  Es- 
"tado.  (Sanz)  tomó  la  acta  en  sus  manos  de  las  de  la  diputación,  y 
"en  alta  voz  la]  leyó  á  presencia  de  dichos  Señores  y  de  un  gran 
"número  de  ciudadanos  que  se  hallaban  presentes  en  esta  sesión 
"  pública  y  que  á  la  conclusión  prorrumpieron  las  más  festivas  acla^ 
"  maciones. 

"  El  Señor  Presidente  del  Poder  Ejecutivo  (Mendoza)  tomó  en- 
"tonces  la  palabra  y  dirigió  á  la  diputación  un  discurso  en  que 
"manifestó  del  modo  más  enérgico  la  sensibilidad  del  Gobierno  y 
"de  los  Pueblos  á  una  noticia  tan  lisonjera,  asegurando  que  toda 
"Venezuela  seria  penetrada  de  los  más  profundos  sentimientos  de 
"gratitud  acia  los  que  habían  acordado  elevarla  á  su  dignidad,  y 
"que  sus  hijos  sabrían  llenar  con  sus  virtudes  este  rango  sublime 
"bien  merecido  de  sus  esfuerzos  gloriosos.  Con  lo  qual  se  des- 
"  pidió  la  diputación  y  S.  A.  embió  seguidamente  otra  compuesta  de 
"uno  de  sus  miembros  y  los  señores  Secretario  de  Estado  y  Can- 
"ciller  con  el  objeto  de  cumplimentar  al  Supremo  Congreso". 

En  vista  de  este  documento  oficial,  no  es  ya  posible  poner  en 
duda  el  hecho  de  la  fírma  del  Acta,  pues  sería  más  que  ilógico  su- 
poner que  el  congreso  la  enviase  y  el  Ejecutivo  la  recibiese  sin 
estar  autorizada  por  los  diputados.  Resulta  además,  que  es  inexacto 
el  informe  publicado  por  el  Dr.  Arístides  Rojas,  de  haberse  firmado 
el  Acta  en  un  libro  en  cuarto  donde  figuraban  las  actas  ordinarias 
del  congreso.  El  Acta  entregada  al  Ejecutivo  constaba  en  una  hoja 
ó  pliego  aislado;  y  si  el  Acta  impresa  tiene  el  ejecútese  con  fecha 
del  8  de  julio,  fué  porque  en  este  día  la  mandó  publicar  el 
Ejecutivo. 

Añadiremos,  como  información  nueva,  que  el  Secretario  de 
Elstado,  Sanz,  participó  la  declaratoria  de  Independencia  al  Gober- 
nador de  Barbada,  Sir  George  Beckwith,  en  nota  del  1®  de  agosto, 
acompañándole  el  Acta  del  in  —  4^^,  y  al  Gobernador  de  Granada, 
Mr.  Abraham  Charles  Adye,  en  nota  del  9  de  agosto,  acompañán- 
dole las  Actas  in  —  4^  é  in- folio,  el  reglamento,  también  impresó, 
del  juramento  constitucional  y  la  Gaceta  de  Caracas  del  16  de 
julio  ^.  Igual  participación  hizo  á  los  Gobernadores  de  Curazao, 
Trinidad  y  Jamaica;  pero  en  los  respectivos  expedientes  no  existen 
las  Actas  que  envió.    Consta  también   que  D.  Luis  López  Méndez, 

1.  Archivos  del  Gobierno  inglés.  Colonial  Office  —  Windward  &  Lee- 
ward  Islands  —  1811   —  vol.  II  —  No.  36. 

2.  Colonial  Office  —  Granade  —  1811    —  No.  42. 


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—    538    — 

agente  de  Venezuela  en  Londres,  dirigió  la  misma  participación  al 
Secretario  de  Estado  en  Negocios  Extranjeros,  marqués  Wellesley, 
en  nota  fecha  á  14  de  diciembre,  adjuntándole  un  ejemplar  del 
in-folio^. 

En  conclusión:  perdidos  los  originales  del  Acta  firmada  el 
d  de  julio  (ó  quizás  desde  la  tarde  del  7  hasta  la  mañana  del  8),  el 
texto  que  forzosamente  ha  de  considerarse  auténtico  es  el  que  corre 
inserto  en  El  Publicista,  periódico  del  congreso,  fecha  del  11  de 
julio;  en  el  bando  del  Poder  Ejecutivo  (in-folio)  del  14  de  julio;  en 
Ja  Gaceta  (oficial)  de  Caracas,  del  16  de  julio,  y  en  el  in  —  4® 
que  editaron  Gallagher  y  Lamb,  impresores  del  Gobierno.  La  única 
variante  notable,  sin  contar  una  que  otra  letra  cambiada,  es  la  si- 
guiente:   en   el  párrafo  XX,    donde  tres    de   los   impresos   citados 

dicen "  creyendo  y  defendiendo  la  Santa,  Católica  y  Apostólica 

Religión  de  Jesu-Christo'\  el  in-folio  añade "como  el  pri- 
mero de  nuestros  deberes".  Lo  que  no  hace  más  que  refirmar  el 
deliberado  fervor  religioso  que  bien  conocidas  circunstancias  de  la 
época  le  imponían  al  congreso. 

Respecto  del  texto  que  la  Academia  tomó  del  libro  anónimo 
de  Londres,  adviértase  que  es  el  mismo  del  bando  publicado  el 
14  de  julio,  y  puede,  por  consiguiente,  pasar  también  como  auténtico. 
Tero  si  fué  loable  el  propósito  de  la  Academia,  al  examinar  una 
cuestión  histórica  de  capital  importancia,  es  ya  urgente  limpiar  su 
Prólogo  á  los  anales  de  Venezuela,  de  todos  sus  razona- 
mientos erróneos  y  de  todas  sus  conjeturas  inverosímiles.  Ello  por 
el  carácter  oficial  que  adquirió  después  el  Prólogo,  y  sobre  todo 
por  acatamiento  á  la  exactitud  histórica,  que  en  otras  ocasiones  ha 
sido  timbre  de  las  deliberaciones  de  la  misma  Academia. 

Berlín  y  Londres,  agosto  de  1906. 


1.  Foreign  Office  —  Spanish  America  —  North  —  No.  125.  —  AI 
Gobierno  de  los  Estados  Unidos  se  1^  comunicó  también  el  Acta,  según  consta  de 
una  nota  del  Secretario  de  Estado,  Monroe,  fecha  á  9  de  diciembre,  1811,  trasmi- 
tiéndola á  la  Cámara  de  Representantes.  No  poseemos,  á  este  respecto,  ningún  otro 
dato  de  los  archivos  de  Washington,  no  obstante  la  busca  que  allí  ha  hecho  el 
Dr.  Rafael  Garbiras  Guzmán,  Encargado  de  Negocios  de  Venezuela,  á  quien  damos  ks 
gracias  por  su  interés  en  corresponder  á  nuestra  súplica.  —  A  11  de  noviembre  de 
1811,  D.  Telésforo  de  Orea,  comisionado  de  Venezuela  en  los  Estados  Unidos,  pasó 
una  nota  á  M.  Semirier,  Ministro  francés  en  Washington,  rogándole  que  participase 
al  Gobierno  del  Imperio  la  declaratoria  de  Independencia;  pero  se  ignora  si  acom- 
pañó el  Acta.  París  —  Ministére  des  Aífaires  Etrangéres  —  Colombie  — 
1806 — 1821  —  No.  1.  —  En  los  archivos  de  Simancas  y  de  Sevilla  no  hemos  encon- 
trado, hasta  ahora,  ninguna  de  las  Actas. 


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—    539    — 

Acta. 

(Conforme  al  texto  oficial  decretado  en  1900.) 


En  el  Nombre  de  Dios  Todopoderoso, 

Nosotros  los  Representantes  de  las  Provincias  Unidas  de  Cara- 
cas, Cumaná,  Barinas,  Margarita,  Barcelona,  Mérida,  y  Truxillo,  que 
forman  la  Confederación  Americana  de  Venezuela  en  el  Continente 
Meridional,  reunidos  en  Congreso,  y  considerando  la  plena  y  ab- 
soluta posesión  de  nuestros  derechos,  que  recobramos  justa  y  legíti- 
mamente desde  el  19  de  Abril  de  1810,  en  conseqüencia  de  la  Jor- 
nada de  Bayona,  y  la  ocupación  del  Trono  Español,  por  la  con- 
quista y  sucesión  de  otra  nueva  Dinastía,  constituida  sin  nuestro 
consentimiento:  queremos  antes  de  usar  de  los  derechos  de  que  nos 
tuvo  privados  la  fuerza,  por  mas  de  tres  siglos,  y  nos  ha  restituido 
el  orden  político  de  los  jicóntecimientos  humanos,  patentizar  al 
Universo  las  razones,  que  han  emanado  de  estos  mismos  aconteci- 
mientos, y  autorizan  el  libre  uso  que  vamos  á  hacer  de  nuestra 
Soberanía. 

No  queremos,  sin  embargo,  empezar  alegando  los  derechos  que 
tiene  todo  país  conquistado,  para  recuperar  su  estado  de  Propriedad 
é  Independencia:  olvidamos  generosamente  la  larga  serie  de  males, 
agravios  y  privaciones,  que  el  derecho  funesto  de  conquista  ha 
causado  indistintamente  á  todos  los  descendientes  de  los  Descubri- 
dores, Conquistadores  y  Pobladores  de  estos  países,  hechos  de  peor 
condición,  por  la  misma  razón  que  debia  favorecerlos;  y  corriendo 
un  velo  sobre  los  trescientos  años  de  dominación  Española  en  Amé- 
rica, solo  presentaremos  los  hechos  auténticos  y  notorios,  que  han 
debido  desprender  y  han  desprendido  de  derecho  á  un  mundo  de 
otro,  en  el  trastorno,  desorden  y  conquista  que  tiene  yá  disuelta  la 
nación  Española. 

Este  desorden  ha  aumentado  los  males  de  la  América,  inutili- 
zándole los  recursos  y  reclamaciones,  y  autorizando  la  impunidad 
de  los  Gobernantes  de  España,  para  insultar  y  oprimir  esta  parte 
de  la  nación,  dexándola  sin  el  amparo  y  garantía  de  las  Leyes. 

Es  contrario  al  orden,  imposible  al  Gobierno  de  España,  y 
funesto  á  la  América,  el  que  teniendo  esta  un  territorio  infinita- 
mente mas  extenso,  y  una  Población  incomparablemente  mas  nume- 
rosa, dependa  y  esté  sugeta  á  un  ángulo  Peninsular  del  Continente 
Europeo. 


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—    540    — 

Las  Sesiones  y  Abdicaciones  de  Bayona;  las  Jomadas  del  Es- 
corial, y  de  Aranjuez,  y  las  Ordenes  del  lugar  Teniente,  Duque  de 
Berg,  á  la  América,  debieron  poner  en  uso  los  derechos  que  hasta 
entonces  hablan  sacrificado  los  Americanos,  á  la  unidad  é  integridad 
de  la  nación  Española. 

Venezuela  antes  que  nadie  reconoció,  y  conservó  generosa- 
mente esta  integridad  por  no  abandonar  la  causa  de  sus  hermanos, 
mientras  tuvo  la  menor  apariencia  de  salvación. 

La  América  volvió  á  existir  de  nuevo,  desde  que  pudo  y 
debió  tomar  á  su  cargo  su  suerte  y  conservación;  como  la  España 
pudo  reconocer,  ó  no,  los  derechos  de  un  Rey  que  habia  apreciado 
mas  su  existencia  que  la  dignidad  de  la  nación  que  gobernaba. 

Quantos  Borbones  concurrieron  á  las  inválidas  estipulaciones 
de  Bayona,  abandonando  el  territorio  Español,  contra  la  voluntad 
de  los  Pueblos,  faltaron,  despreciaron,  y  hollaron  el  deber  sagrado, 
que  contraxeron  con -los  Españoles  de  ambos  mundos,  quando  con 
su  sangre  y  sus  tesoros,  los  colocaron  en  el  Trono  á  despecho  de 
la  casa  de  Austria;  por  esta  conducta,  quedaron  inhábiles,  é  in- 
capaces de  gobernar  á  un  Pueblo  libre,  á  quien  entregaron  como 
un  rebaño  de  Esclavos. 

Los  intrusos  Gobiernos  que  se  abrogaron  la  Representación 
nacional,  aprovecharon  pérfidamente  las  disposiciones,  que  la  buena 
f é,  la  distancia,  la  opresión,  y  la  ignorancia,  daban  á  los  Americanos 
contra  la  nueva  Dinastía,  que  se  introduxo  en  España  por  la  fuerza; 
y  contra  sus  mismos  principios,  sostuvieron  entre  nosotros  la  ilusión 
á  favor  de  Femando,  para  devoramos  y  vexamos  impunemente 
quando  mas  nos  prometían  la  libertad,  la  igualdad  y  la  fraternidad, 
en  discursos  pomposos  y  frases  estudiadas,  para  encubrir  el  lazo  de 
una  representación  amañada,  inútil  y  degradante. 

Luego  que  se  disolvieron,  substituyeron  y  destruyeron  entre 
si  las  varias  formas  de  Gobierno  de  España,  y-  que  la  ley  imperiosa 
de  la  necesidad,  dictó  á  Venezuela  el  conservarse  á  si  misma,  para 
ventilar  y  conservar  los  derechos  de  su  Rey,  y  ofrecer  un  asilo  á 
sus  hermanos  de  Europa,  contra  los  males  que  les  amenazaban,  se 
desconoció  toda  su  anterior  conducta,  se  variaron  los  principios,  y 
se  llamó  insurrección,  perfidia  é  ingratitud,  á  lo  mismo  que  sirvió 
de  norma  á  los  Gobiernos  de  España,  por  que  ya  se  les  cerraba  la 
puerta  al  monopolio  de  administración,  que  querian  perpetuar  á 
nombre  de  un  Rey  imaginario. 

A  pesar  de  nuestras  protestas,  de  nuestra  moderación,  de 
nuestra  generosidad,  y  de  la  inviolabilidad   de   nuestros   principios, 


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—    541     - 

contra  la  voluntad  de  nuestros  hermanos  de  Europa,  se  nos  declara 
en  estado  de  rebelión;  se  nos  bloquea;  se  nos  hostiliza;  se  nos 
envian  agentes  á  amotinamos  unos  contra  otros,  y  se  procura  des- 
acreditamos entre  todas  las  naciones  de  Europa,  implorando  sus 
auxilios  para  oprimimos. 

Sin  hacer  el  menor  aprecio  de  nuestras  razones,  sin  presen- 
tarlas al  imparcial  juicio  del  mupdo,  y  sin  otros  jueces  que  nuestros 
enemigos,  se  nos  condena  á  una  dolorosa  incomunicación  con  nuestros 
hermanos;  y  para  añadir  el  desprecio  á  la  calumnia  se  nos  nom- 
bran apoderado»  contra  nuestra  expresa  voluntad,  para  que  en  sus 
Cortes  dispongan  arbitrariamente  de  nuestros  intereses,  baxo  el 
influxo  y  la  fuerza  de  nuestros  enemigos. 

Para  sofocar  y  anonadar  los  efectos  de  nuestra  representación, 
quando  se  vieron  obligados  á  concedérnosla,  nos  sometieron  á  una 
tarifa  mezquina  y  diminuta,  y  sugetaron  á  la  voz  pasiva  de  los 
Ayuntamientos,  degradados  p«r  el  despotismo  de  los  Gobernadores, 
la  forma  de  la  elección:  lo  que  era  un  isulto  á  nuestra  sencillez  y 
buena  fé,  mas  bien  que  una  consideración  á  nuestra  incontestable 
importancia  política. 

Sordos  siempre  á  los  gritos  de  nuestra  Justicia,  han  procurado 
los  Gobiernos  de  España,  desacreditar  todos  nuestros  esfuerzos,  de- 
clarando criminales,  y  sellando  con  la  infamia,  el  cadalso  y  la  confis- 
cación, todas  las  tentativas  que  en  diversas  épocas  han  hecho  al- 
gunos Americanos,  para  la  felicidad  de  su  país,  como  lo  fue,  la  que 
últimamente  nos  dictó  la  propia  seguridad,  para  no  ser  envueltos  en 
el  desorden,  que  presentíamos,  y  conducidos  á  la  horrorosa  suerte 
que  vamos  ya  á  apartar  de  nosotros  para  siempre:  con  esta  atroz 
política,  han  logrado  hacer  á  nuestros  hermanos,  insensibles  á  nues- 
tras desgracias,  armarlos  contra  nosotros,  borrar  de  ellos  las  dulces 
impresiones  de  la  amistad,  y  de  la  consanguinidad,  y  convertir  en 
enemigos  una  parte  de  nuestra  gran  familia. 

Quando  nosotros  fieles  á  nuestras  promesas,  sacrificábamos 
nuestra  seguridad  y  dignidad  civil,  por  no  abandonar  los  derechos 
que  generosamente  conservamos  á  Femando  de  Borbon,  hemos  visto, 
que  á  las  relaciones  de  la  fuerza  que  le  ligaban  con  el  Emperador 
de  los  Franceses,  ha  añadido  los  vínculos  de  sangre  y  amistad,  por 
los  que  hasta  los  Gobiernos  de  España,  han  declarado  ya  su  reso- 
lución, de  no  reconocerle  sino  condicionalmente. 

En  esta  dolorosa  alternativa  hemos  permanecido  tres  años  en 
una  indecisión  y  ambigüedad  política,  tan  funesta  y  peligrosa,  que 
ella  sola  bastaría  á  autorizar  la  resolución  que  la  fé  de  nuestras  pro- 


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—    542    — 

mesas,  y  los  vínculos  de  la  fraternidad,  nos  habían  hecho  diferir; 
hasta  que  la  necesidad  nos  ha  obligado  á  ir  mas  allá  de  lo  que  nos 
propusimos,  impelidos  por  la  conducta  hostil,  y  desnaturalizada  de 
los  Gobiernos  de  España,  que  nos  ha  relevado  del  juramento  con- 
dicional, con  que  hemos  sido  llamados  á  la  augusta  representación 
que  exercemos. 

Mas  nosotros  que  nos  gloriamos  de  fundar  nuestro  proceder 
en  mejores  principios,  y  que  no  queremos  establecer  nuestra  feli- 
cidad sobre  la  desgracia  de  nuestros  semejantes,  n^iramos,  y  de- 
claramos como  amigos  nuestros,  compañeros  de  nuestra  suerte,  y 
partícipes  de  nuestra  felicidad,  á  los  que  unidos  ppn  nosotros  por 
los  vínculos  de  la  sangre,  la  lengua,  y  la  religión,  han  sufrido  los 
mismos  males  en  el  anterior  orden;  siempre  que  reconociendo 
nuestra  absoluta  independencia  de  él,  y  de  toda  otra  domina- 
ción extraña,  nos  ayuden  á  sostenerla  con  su  vida,  su  fortuna  y  su 
opinión,  declarándonos  y  reconociéndopos  (como  á  todas  las  demás 
Naciones),  en  guerra  enemigos,  y  en  paz  amigos,  hermanos,  y  com- 
patriotas. 

En  atención  á  todas  estas  sólidas,  públicas,  e  incontestables 
razones  de  política,  que  tanto  persuaden  la  necesidad  de  recobrar 
la  dignidad  natural,  que  el  orden  de  los  sucesos,  nos  ha  restituido: 
en  uso  de  los  imprescriptibles  derechos  que  tienen  los  Pueblos,  para 
destruir  todo  pacto,  convenio  6  asociación  que  no  llena  los  fines 
para  que  fueron  instituidos  los  Gobiernos,  creemos  que  no  podemos 
ni  debemos  conservar  los  lazos  que  nos  ligaban  al  Gobierno  de 
España,  y  que  como  todos  los  Pueblos  del  mundo,  estamos  libres  y 
autorizados,  para  no  depender  de  otra  autoridad  que  la  nuestra,  y 
tomar  entre  las  Potencias  de  la  tierra,  el  puesto  igual  que  el  Ser 
Supremo,  y  la  naturaleza  nos  asignan,  y  á  que  nos  llama  la  sucesión 
de  los  acontecimientos  humanos,   y  nuestro   propio  bien  y  utilidad. 

Sin  embargo  de  que  conocemos  las  dificultades  que  trae  con- 
^^S^i  y  l^s  obligaciones  que  nos  impone  el  rango  que  vamos  á 
ocupar  en  el  orden  político  del  mundo,  y  la  influencia  poderosa  de 
las  formas  y  habitudes  á  que  hemos  estado,  á  nuestro  pesar,  acos- 
tumbrados; también  conocemos  que  la  vergonzosa  sumisión  á  ellas, 
quando  podemos  sacudirlas,  seria  mas  ignominiosa  para  nosotros,  y 
mas  funesta  para  nuestra  posteridad,  que  nuesta  larga  y  penosa 
servidumbre,  y  que  es  ya  de  nuestro  indispensable  deber  proveer  á 
nuestra  conservación,  seguridad,  y  felicidad,  variando  esencialmente 
todas  las  formas  de  nuestra  anterior  constitución. 

Por  tanto,  creyendo  con  todas  estas  razones  satisfecho  el  res- 
peto que  debemos  á  las  opiniones  del  género   humano,   y  á  la  dig- 


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—    543    — 

nidad  de  las  demás  Naciones,  en  cuyo  número  vamos  á  entrar,  y 
con  cuya  comunicación .  y  amistad  contamos:  nosotros  los  Re- 
presentantes de  las  Provincias  Unidas  de  Venezuela,  poniendo 
por  testigo  al  Ser  Supremo  de  la  justicia  de  nuestro  proceder, 
y  de  la  rectitud  de  nuestras  intenciones;  implorando  sus  divinos 
y  celestiales  auxilios,  y  ratificándole,  en  el  momento  en  que  na- 
cemos á  la  dignidad,  que  su  providencia  nos  restituye,  el  deseo 
de  vivir,  y  morir  libres,  creyendo  y  defendiendo  la  Santa  Católica, 
y  Apostólica  Religión  de  Jesu-Christo^:  Nosotros,  pues,  á  nombre 
y  con  la  voluntad,  y  autoridad  que  tenemos  del  virtuoso  pueblo 
de  Venezuela,  declaramos  solemnemente  al  mundo:  que  sus  Pro- 
vincias Unidas,  son  y  deben  ser,  desde  hoy  de  hecho  y  de  de- 
recho Estados  libres.  Soberanos  é  independientes,  y  que  están 
absueltos  de  toda  submision  y  dependencia  de  la  corona  de  España, 
ó  de  los  que  se  dicen,  ó  dixeren  sus  apoderados  ó  representantes, 
y  que  como  tal  Estado  libre  ó  independiente,  tiene  un  pleno  poder, 
para  darse  la  forma  de  Gobierno  que  sea  conforme  á  la  voluntad 
general  de  sus  pueblos,  declarar  la  guerra,  hacer  la  paz,  formar 
alianzas,  arreglar  tratados  de  comercio,  límite  y  navegación,  hacer 
y  executar  todos  los  demás  actos  que  hacen  y  executan  las  Naciones 
libres,  é  independientes.  Y  para  hacer  válida,  firme  y  subsistente 
esta  nuestra  solemne  declaración,  damos  y  empeñamos  mutuamente 
unas  Provincias  á  otras,  nuestras  vidas,  nuestras  fortunas,  y  el  sa- 
grado de  nuestro  honor  nacional.  Dada  en  el  Palacio  Federal  y 
de  Caráeas,  firmada  de  nuestra  mano,  sellada  con  el  gran  sello  pro- 
visional de  la  Confederación,  refrendada  por  el  Secretario  del  Con- 
greso, á  cinco  dias  del  mes  de  Julio  del  año  de  mil  ochocientos 
onc^  el  primero  de  nuestra  Independencia.  —  Por  la  Provincia  de 
Caracas.  —  Ysidoro  Antonio  López  Méndez,  Diputado  de  la  Ciudad 
de  Caracas.  —  Juan  Germán  Roscio,  por  el  partido  de  la  Villa  de 
Calabozo.  —  Felipe  Fermin  Paul,  por  el  partido  de  San  Sebastian.  — 
Francisco  Xavier  Uztáriz,  por  el  partido  de  San  Sebastian.  —  Nicolás 
de  Castro,  Diputado  de  Caracas.  —  Juan  Antonio  Rodríguez  Do- 
mínguez, Presidente,  Diputado  de  Nutrias  en  Barínas.  —  Luis  Ygncrcio 
Mendoza,  Vice  Presidente,  Diputado  de  Obispos  en  Barínas.  —  Fer- 
nando de  Peñalver,  Diputado  de  Valencia.  —  Gabriel  Pérez  de  Pa- 
góla, Diputado  de  Ospino.  —  Salvador  Delgado,  Diputado  de  Nir- 
gua.  —  El  Marques  del  Toro,  Diputado  de  la  Ciudad  del  Tocuyo.  — 
Juan  Antonio  Diaz  Argote,  Diputado  de  la  Villa  de  Cura.  —  Gabriel 
de  Ponte,   Diputado   de  Caracas.  —  Juan  José  Maya,   Diputado  de 


1.  £1  Acta  impresa  in-folio  añade:  'como  el  primero  de  nuestros  deberes.' 


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—     544    — 

San  Felipe.  —  Luis  José  de  Cazorla,  Diputado  de  Valencia.  —  Dr.  José 
Vicente  Unda,  Diputado  de  Guanare.  —  Francisco  Xavier  Yanes,  Di- 
putado de  Araure.  —  Femando  Toro,  Diputada  de  Caracas.  —  Martin 
Tovar  Ponte,  Diputado  de  San  Sebastian.  —  Juan  Toro,  Diputado  de 
Valencia.  —  José  Ángel  de  Álamo,  Diputado  de  Barquisimeto.  — 
Francisco  Hernández,  Diputado  de  San  Carlos.  —  Lino  de  Qemente, 
Diputado  de  Caracas.  —  Por  la  Provincia  de  Cumaná,  Francisco 
Xavier  de  Mayz,  Diputado  de  la  Capital.  —  José  Gabriel  de  Alcalá, 
Diputado  de  idem.  —  Juan  Bermúdez,  Diputado  del  Sur.  —  Mariano 
de  la  Cpva,  Diputado  del  Norte.  —  Por  la  de  Barcelona.  —  Fran- 
cisco Miranda,  Diputado  del  Pao.  —  Francisco  Policarpo  Ortiz,  Di- 
putado de  San  Diego.  —  Por  la  de  Bariims.  —  Juan  Nepomuceno  de 
Quintana,  Diputado  de  Achaguas.  —  Ygnacio  Fernández,  Diputado 
de  la  Capital  de  Barínas.  —  Ygnacio  Ramón  Bríceño,  represen- 
tante de  Pedraza.  —  José  de  Sata  y  Bussy,  Diputado  de  San  Fer- 
nando de  Apure.  —  José  Luis  Cabrera,  Diputado  de  Guanarito.  — 
Ramón  Ygnacio  Méndez,  Diputado  de  Guasdualito.  —  Manuel  Pa- 
lacio, Diputado  de  Mijagual.  —  Por  la  de  Margarita.  —  Manuel  Plá- 
cido Maneyro.  —  Por  la  de  Mérida.  —  Antonio  Nicholas  Briceño, 
Diputado  de  Mérida.  —  Manuel  Vicente  de  Maya,  Diputado  de  la 
Grita.  —  Por  la  de  Truxillo.  Juan  Pablo  Pacheco.  —  Por  la  Wla 
de  Aragua  Provincia  de  Barcelona.  —  José  Maria  Ramírez.  Refren- 
dado: Hay  un  sello.    Francisco  Isnardy,  Secretario, 


Decreto  del  Supremo  Poder  Executivo. 

Palacio  Federal  de  Caracas,  8  de  JnUo  de  181 U 
Por  la  Confederación  de  Venezuela,   el  Poder  Executivo  or- 
dena que  la  Acta  antecedente  sea  Publicada,   Executada,   y  Autori- 
zada con  el  Sello  del  Estado  y  Confederación. 

Cristoval  de  Mendoza,   Presidente  en  tumo. 

Juan  de  Escalona. 

Baltazar  Padrón. 

Miguel  José  Sanz,  Secretado  ée  Estado. 

Carlos  Machado,  Chanciller  Mayor. 

José  Tomas  Santana,  Secretario  de  Decretos. 

Aqui  el  Sello. 


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~    545    — 

No.  4* 

(Lib.  2»,  cap.  IX.) 

El  Poder  Moral 
propuesto  por  Bolívar  en  Angostura. 

Sección  primera. 

De    la   composición,    elección,    duración,   prerrogativas   y 
funciones  de  este  poder. 

Art  ^^,  El  Poder  Moral  de  la  República  reside  en  un  cuerpo 
compuesto  de  un  presidente  y  cuarenta  miembros,  que  bajo  la  de- 
nominación de  Areópago  ejerce  una  autoridad  plena  é  independiente 
sobre  las  costumbres  públicas  y  sobre  la  primera  educación. 

Art  2^.    El  Areópago  se  compone  de  dos  Cámaras: 
Primera  —  De  moral. 
Segunda  —  De  educación. 

Art.  3<>.  El  Congreso  nombra  á  pluralidad  de  votos  por  esta 
primera  vez,  los  miembros  que  deben  componer  el  Areópago,  esco- 
giéndolos entre  los  padres  de  familia  que  más  se  hayan  distinguido 
en  la  educación  de  sus  hijos,  y  muy  particularmente  en  el  ejercicio 
de  las  virtudes  públicas.  Constituido  una  vez  el  Areópago,  prdvee 
él  mismo  las  plazas  que  vaquen. 

Art  4^.  El  presidente  del  Areópago  será  nombrado  siempre 
por  el  Senado,  en  dos  listas,  cada  una  de  doce  candidatos  de  los 
más  virtuosos  ciudadanos  de  la  República,  una  presentada  por  la 
Cámara  de  Representantes  y  otra  por  el  Presidente  de  la  República. 
Se  necesita  una  mayoría  de  las  dos  terceras  partes  de  los  miembros 
presentes  en  el  Senado,  para  esta  elección. 

Art  5®.  Para  ser  miembro  del  Areópago  se  necesita,  además 
de  las  virtudes  públicas,  la  edad  de  treinta  y  cinco  años  cumplidos. 

Art  6^.  El  que  ejerciere  por  veinte  y  cinco  años  las  funciones 
de  areopagita,  se  publicará  con  el  título  de  padre  benemérito  de  la 
patria,  conservando  hasta  su  muerte  el  derecho  y  no  la  obligación 
de  asistir  y  votar. 

Art  7^,  Los  miembros  del  Areópago  se  titularán  padres  de 
la  patria,  sus  personas  son  sagradas,  y  todas  las  autoridades  de 
la  República,  los  tribunales  y  corporaciones,  les  tributarán  un  res- 
peto filial. 

Art.'80.  La  instalación  del  Areópago  se  hará  con  una  cele- 
bridad extraordinaria,  con  ceremonias  y  demostraciones  propias  para 

Fortoul,  Historia  ConstitacionaL  ^^ 


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—    546    — 

inspirar  la  más  alta  y  religiosa  idea  de  su  institución,  y  con  fiestas 
en  toda  la  República. 

Art  90.  El  Congreso  reglará  por  una  acta  especial  los  honores 
que  deben  hacerse  al  Areópago,  la  precedencia  que  le  corresponda 
en  las  fiestas  y  actos  públicos,  su  traje,  sus. insignias,  y  cuanto  con- 
cierne al  esplendor  de  que  debe  estar  revestido  este  poder  moral. 

Art  10.  La  dignidad  del  presidente  y  miembros  del  Areópago 
no  se  pierde  sino  por  muerte  ó  por  destitución. 

Art.  11.  Ningún  miembro  del  Areópago  puede  ser  destituido 
sino  por  el  mismo  cuerpo. 

Art.  12.  Siendo  el  Areópago  un  tribunal  esencialmente  irre- 
prensible y  santo,  todo  buen  ciudadano  debe  manifestarle  los  de- 
fectos que  se  notaren  en  sus  miembros,  y  el  Areópago  deberá  des- 
tituirlos por  cualquiera  causa  que  les  haga  desmerecer  la  venera- 
ción pública. 

Art  13.  Cuando  algún  miembro  del  Areópago  se  hubiere  hecho 
reprensible,  y  el  cuerpo  se  descuidase  en  destituirlo,  el  Gobierno 
deberá  invitarlo  hasta  por  segunda  vez  á  que  lo  haga,  y  no  verifi- 
cándolo, informará  al  Senado.  Si  el  Senado  no  reconoce  en  el  acu- 
sado las  virtudes  necesarias  á  un  padre  de  la  patria,  pronunciará 
que  el  Areópago  debe  destituirlo. 

Art  14.  Cuando  el  Areópago  destituyere  á  alguno  de  sus 
miembros,  se  vestirá  de  luto  por  tres  días,  y  el  asiento  que  ocupaba 
el  destituido  permanecerá  cincuenta  años  cubierto  de  un  paño  negro, 
con  su  nombre  escrito  en  grandes  caracteres  blancos. 

Art  15.  Si  en  un  período  de  doce  años  diese  motivo  el  Areó- 
pago para  que  el  Senado  intervenga  tres  veces  en  la  destitución  de 
sus  miembros,  procederá  el  Congreso,  de  oficio,  á  la  renovación  del 
cuerpo  cómo  en  su  primera  instalación,  y  la  República  entera  se 
vestirá  de  luto  por  un  mes.  Pero  en  este  caso  el  Congreso  exami- 
nará las  actas,  y  reeligirá  necesariamente  á  aquellos  miembros  que 
todas  tres  veces  se  hubieren  opuesto  á  la  depravación  del  Areópago. 

Art  16.  Las  funciones  que  debe  ejercer  el  Areópago,  reunidas 
sus  dos  Cámaras  en  una  sola,  son: 

Primera.  Designar  los  veinte  miembros  que  deben  componer 
cada  Cámara,  y  nombrar  de  entre  éstos  el  que  deba  presidirla, 
cuando  no  lo  haga  el  presidente  del  Areópago,  que  tiene  derecho 
de  concurrir  y  votar  en  cualquiera  de  ellas. 

Segunda.  Pronunciar  la  destitución  de  alguno  de  sus  miem- 
bros, conforme  queda  establecido,  y  nombrar  los  que  debtn  suceder 
en  las  plazas  vacantes  por  muerte  ó  destitución. 


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—    547    — 

Tercera.  Nombrar  dentro  de  su  seno  el  secretario  ó  secre- 
tarios que  juzgue  necesarios  para  sus  trabajos  y  para  los  de  cada 
Cámara. 

Cuarta.  Pedir  al  Congreso  los  fondos  que  anualmente  sean 
necesarios  para  sus  gastos  y  establecimientos,  exigir  cuentas  á  sus 
agentes  ó  empleados  de  la  inversión  de  ellos,  y  darla  al  Congreso. 

Quinta.  Distribuir  premios  ó  coronas  cívicas  cada  año  á  los 
ciudadanos  que  más  se  hayan  distinguido  por  rasgos  eminentes  de 
virtud  y  patriotismo,  y  despojar  de  estos  mismos  premios  á  los  que 
después  de  haberlos  obtenido  se  hayan  hecho  indignos  de  llevarlos. 
Estos  actos  se  celebrarán  en  una  junta  pública  con  la  mayor  so- 
lemnidad. 

Sesta.  Declarar  eminentemente  virtuoso,  héroe  ó  grande 
hombre,  á  los  que  se  hayan  hecho  dignos  de  tanta  recompensa.  Sin 
que  haya  precedido  esta  declaratoria,  el  Congreso  no  podrá  de- 
cretar ni  erigir  ninguna  estatua  ni  otros  monumentos  públicos  en 
memoria  de  nadie. 

Séptima.  Proclamar  con  aplauso  en  las  juntas  de  que  se  ha 
hablado  arriba  los  nombres  de  los  ciudadanos  virtuosos,  y  las  obras 
maestras  de  moral  y  educación.  Pregonar  con  oprobio  é  ignominia 
los  de  los  viciosos,  y  las  obras  de  corrupción  y  de  indecencia;  y 
designar  á  la  veneración  pública  los  institutores  é  institutrices  que 
hayan  hecho  mayores  adelantamientos  en  sus  colegios. 

Sección  segunda. 
De   las   atribuciones   especiales   de    la   Cámara   de    Moral. 

Art  1®.  La  Cámara  de  Moral  dirige  la  opinión  moral  de  toda 
la  República,  castiga  los  vicios  con  el  oprobio  y  la  infamia,  y 
premia  las  virtudes  públicas  con  los  honores  y  la  gloria.  La  imprenta 
es  el  órgano  de  sus  decisiones. 

Art  2®.  Los  actos  singulares  no  son  de  su  inspección,  á 
menos  que  sean  tan  extraordinarios  que  puedan  influir  en  bien  ó 
en  mal  sobre  la  moral  pública.  Los  actos  repetidos,  que  cons- 
tituyen hábito  ó  costumbre,  son  los  que  inmediatamente  le  competen. 

Art  3<>.  Su  autoridad  es  independiente  y  absoluta.  No  hay 
apelación  de  sus  juicios  sino  á  la  opinión  y  á  la  posteridad:  no 
admite  en  sus  juicios  otro  acusador  que  el  escándalo,  ni  otro  abo- 
gado que  el  buen  crédito. 

Art  4®.  Su  jurisdicción  se  extiende  no  solamente  á  los  in- 
dividuos sino  á  las  familias,    á  los  departamentos,  á  las  provincias, 

35^ 


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—    548    — 

á  las  corporaciones,  á  los  tribunales,  á  todas  las  autoridades,  y  aun 
á  la  República  en  cuerpo.  Si  llegan  á  desmoralizarse,  debe  dela- 
tarlas al  mundo  entero.  El  Gobierno  mismo  le  está  sujeto,  y  ella 
pondrá  sobre  él  una  marca  de  infamia,  y  lo  declarará  indigno  de 
la  República,  si  quebranta  los  tratados,  ó  los  tergiversa,  si  viola 
alguna  capitulación,  ó  falta  á  algún  empeño  ó  promesa. 

Art.  5^,  Las  obras  morales  y  políticas,  los  papeles  periódicos 
y  cualesquiera  otros  escritos,  están  sujetos  á  su  censura,  que  no 
será  sino  posterior  á  su  publicación.  La  política  no  le  concierne 
sino  en  sus  relaciones  con  la  moral.  Su  juicio  recaerá  sobre  el 
aprecio  ó  desprecio  que  merecen  las  obras,  y  se  extenderá  á  de- 
clarar si  el  autor  es  buen  ciudadano,  benemérito  de  la  moral,  ó 
enemigo  de  ella,  y  como  tal,  digno  ó  indigno  de  pertenecer  á  una 
República  virtuosa. 

Art.  6^.  Su  jurisdicción  abraza  no  solamente  lo  que  se  escribe 
sobre  moral  ó  concerniente  á  ella,  sino  también  lo  que  se  habla* 
se  declama,  ó  se  canta  en  público,  siempre  para  censurarlo  y  casti- 
garlo con  penas  morales,  jamás  para  impedirlo. 

Art.  7^.  En  sus  censuras  y  amonestaciones  se  dirige  siempre 
al  público,  y  sólo  se  entiende  con  él.  No  habla  ni  contesta  jamás 
á  los  individuos  ni  corporaciones. 

Art.  80.  La  gratitud  pública,  la  deuda  nacional,  los  tratados, 
las  capitulaciones,  la  fe  del  comercio,  no  sólo  en  sus  relaciones 
sino  en  cuanto  á  la  calidad  y  legitimidad  de  las  mercancías,  son 
objetos  especiales  sobre  que  la  Cámara  debe  ejercer  la  más  activa 
y  escrupulosa  vigilancia.  En  estos  ramos  cualquiera  falta  ú  omisión 
debe  castigarse  con  un  rigor  inexorable. 

Art.  9<>.  La  ingratitud,  el  desacato  á  los  padres,  á  los  mari- 
dos, á  los  ancianos,  á  los  institutores,  á  los  magistrados,  y  á  los 
ciudadanos  reconocidos  y  declarados  virtuosos,  la  falta  de  palabra 
en  cualquiera  materia,  la  insensibilidad  en  las  desgracias  públicas 
ó  de  los  amigos  y  parientes  inmediatos,  se  recomiendan  especial- 
mente á  la  vigilancia  de  la  Cámara,  que  podrá  castigarlos  hasta 
por  un  solo  acto. 

Art.  10.  La  Cámara  organizará  la  politía  moral,  nombrando 
al  efecto  cuantos  censores  juzgue  convenientes.  Como  una  recom- 
pensa de  su  celo  y  trabajo,  recibirá  el  honroso  título  de  Catón  el 
censor  que  por  sus  servicios  y  virtudes  se  hiciere  digno  de  él. 

Art.  1 1 .  Cada  año  publicará  la  Cámara  tablas  estadísticas  de 
las  virtudes  y  de  los  vicios,  para  lo  cual  todos  los  tribunales 
superiores  é  inferiores  le  presentarán  cuentas  exactas  y  prolijas 
de  todos  los  pleitos   y   causas  criminales.    También  publicará  cada 


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—    549    — 

año  listas  comparativas  de  los  hombres  que  se  distinguen  en  el 
ejercicio  de  las  virtudes  públicas,  ó  en  la  práctica  de  los  vicios 
públicos. 

Art  12.  El  pueblo,  los  colegios  electorales,  las  municipalidades, 
los  gobiernos  de  provincia,  el  Presidente  de  la  República  y  el  con- 
greso, consultarán  estas  listas  para  hacer  sus  elecciones  y  nombra- 
mientos, y  para  decretar  los  honores  y  recomj^ensas.  El  ciudadano 
cuyo  nombre  se  halle  inscrito  en  la  lista  de  los  viciosos,  no  podrá 
ser  empleado  en  ningún  ramo  del  servicio  público,  ni  de  ningún 
modo;  y  no  podrá  obtener  ninguna  recompensa  nacional,  ningún 
honor  especial,  y  ni  aun  una  decoración,  aquel  cuyo  nombre  no  se 
halle  inserto  en  las  listas  de  los  virtuosos,  aunque  sí  podrá  ser 
empleado  por  el  Gobierno. 

Art  13.  Las  mujeres,  igualmente  que  los  hombres,  están  sujetas 
á  la  jurisdicción  de  la  Cámara,  y  reciben  de  ella  premios  ó  castigos, 
seg^n  su  mérito. 

Sección  tercera. 
Atribuciones  de  la  Cámara  de  Educación. 

Art  ^^.  La  Cámara  de  Educación  está  encargada  de  la  educa- 
ción física  y  moral  de  los  niños,  desde  su  nacimiento  hasta  la  edad 
de  doce  años  cumplidos. 

Art  2®.  Siendo  absolutamente  indispensable  la  cooperación 
de  las  madres  para  la  educación  de  los  niños  en  sus  primeros  años, 
y  siendo  éstos  los  más  preciosos  para  infundirles  las  primeras  ideas, 
y  los  más  expuestos  por  la  delicadeza  de  sus  órganos,  la  Cámara 
cuidará  muy  particularmente  de  publicar  y  hacer  comunes  y  vul- 
gares en  toda  la  República  algunas  instrucciones  breves  y  sencillas, 
acomodadas  á  la  inteligencia  de  todas  las  madres  de  familia  sobre 
uno  y  otro  objeto.  Los  curas  y  los  agentes  departamentales  serán 
los  instrumentos  de  que  se  valdrá  para  esparcir  estas  instrucciones, 
de  modo  que  no  haya  una  madre  que  las  ignore,  debiendo  cada 
una  presentar  la  que  haya  recibido,  y  manifestar  que  la  sabe  el  día 
que  se  bautice  su  hijo  ó  se  inscriba  en   el    registro   de  nacimiento. 

Art  3^.  Además  de  estas  instrucciones,  la  Cámara  cuidará  de 
publicar  en  nuestro  idioma  las  obras  extranjeras  más  propias  para 
ilustrar  la  nación  sobre  este  asunto,  haciendo  juicio  de  ellas,  y  las 
observaciones  ó  correcciones  que  convengan. 

Art.  40.  Estimulará  á  los  sabios  y  á  todos  á  que  escriban  y 
publiquen  obras  originales  sobre  lo  mismo,  conforme  á  nuestros 
usos,  costumbres  y  gobienio. 


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—    550    — 

Art.  5^.  Como  la  Cámara  misma  recogerá  dentro  de  poco 
tiempo  mejor  que  nadie  todos  los  datos  y  conocimientos  necesarios 
para  semejantes  obras,  compondrá  y  publicará  alguna  que  sirva  á 
la  vez  de  estímulo  para  que  se  ocupen  otros  de  este  trabajo,  y  de 
ilustración  para  todos. 

Art.  6®.  No  perdonará  medio  ni  ahorrará  gasto  ni  sacrificio 
que  pueda  proporcionarle  estos  conocimientos.  Al  efecto  de  ad- 
quirirlos comisionará,  pues,  hombres  celosos,  instruidos  y  despreo- 
cupados que  viajen,  inquieran  por  todo  el  mundo  y  atesoren  toda 
especie  de  conocimientos  sobre  la  materia. 

Art.  7®.  Pertenece  exclusivamente  á  la  Cámara  establecer, 
organizar  y  dirigir  las  escuelas  primarias,  así  de  niños  como  de 
niñas,  cuidando  de  que  se  les  enseñe  á  pronunciar,  leer  y  escribir 
correctamente,  las  reglas  más  usuales  de  la  aritmética  y  los  prin- 
cipios de  la  gramática;  que  se  les  instruya  en  los  derechos  y  deberes 
del  hombre  y  del  ciudadano,  se  les  inspiren  ideas  y  sentimientos 
de  honor  y  de  probidad,  amor  á  la  patria,  á  las  leyes  y  al  trabajo, 
respeto  á  los  padres,  á  los  ancianos,  á  los  magistrados,  y  adhesión 
al  Gobierno. 

Art.  8^,  Siendo  nuestros  colegios  actuales  incapaces  de  servir 
para  un  gran  plan  de  educación,  será  un  cuidado  muy  especial  de 
la  Cámara  delinear  y  hacer  construir  los  que  se  necesitan  en  toda 
la  República,  tanto  para  niños  como  para  niñas,  que  deben  estar 
separados  por  lo  menos  desde  que  la  razón  empieza  á  obrar  en 
ambos.  La  forma,  proporción  y  situación  de  estos  establecimientos, 
será  la  más  conveniente  con  su  objeto,  y  se  consultará  en  ellos  no 
solamente  la  solidez  y  extensión  sino  la  elegancia,  el  aseo,  la  como- 
didad y  el  recreo  de  la  juventud. 

Art.  90  La  Cámara  determina  eí  número  de  colegios  que 
deben  construirse,  señala  la  provincia  y  si  es  posible  la  posesión 
que  precisamente  debe  ocupar  cada  uno,  calculando  para  esto  todas 
las  ventajas  del  lugar,  por  su  facilidad  para  reunir  allí  todos  los 
niños,  por  la  salubridad  del  terreno,  por  la  abundancia  y  bondad 
de  los  alimentos,  etc. 

Art.  10.  Cada  colegio  estará  bajo  la  dirección  inmediata  de 
un  institutor  que  será  nombrado  por  la  Cámara,  escogiéndolo  entre 
los  hombres  más  virtuosos  y  sabios,  cualquiera  que  sea  el  lugar  de 
su  nacimiento.  La  mujer  del  institutor  será  la  institutriz  inmediata 
del  de  las  niñas,  aunque  bajo  la  dirección  de  su  marido.  Este 
empleo  será  el  más  considerado,  y  los  que  lo  ejerzan  serán  hon- 
rados, respetados  y  amados  como  los  primeros  y  más  preciosos 
ciudadanos  de  la  República. 


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—    551     — 

Art  11.  La  Cámara  formará  el  reglamento  de  organización 
y  policía  general  de  estos  establecimientos,  según  sus  clases,  especi- 
ficando la  educación  que  respectivamente  conviene  á  los  niños  para 
que  adquieran  desde  su  niñez  ideas  útiles  y  exactas  nociones  funda- 
mentales, las  más  adaptadas  á  su  estado  y  fortuna,  sentimientos 
nobles  y  morales,  principios  de  sociabilidad  y  patriotismo.  Este 
plan  se  presentará  al  Congreso,  para  que  siendo  examinado  y  apro- 
bado se  convierta  en  ley  de  la  República. 

Art.  12.  Todos  los  años  publicará  la  Cámara  tablas  ó  estados 
exactos  y  circunstanciados  de  los  niños  nacidos  y  muertos,  de  su 
constitución  física,  de  su  salud  y  enfermedades,  de  sus  adelanta- 
mientos, inclinaciones,  cualidades  y  talentos  particulares.  Para  hacer 
todas  estas  observaciones  se  servirá  de  los  institutores,  de  los 
curas,  de  los  médicos,  de  los  agentes  departamentales,  de  los  ciu- 
dadanos ilustrados,  y  de  todas  las  autoridades,  que  empezando  por 
el  mismo  Presidente,  le  obedecen  todas  en  materia  de  educación. 

Art.  13.  Además  de  estas  atribuciones,  la  Cámara  de  Educa- 
ción dirigirá  la  opinión  pública  en  las  materias  literarias,  mientras 
se  establece  el  instituto  filosófico.  Ella  examinaré  ó  hará  examinar 
y  analizar  las  obras  que  se  publicarem  sobre  cualquiera  asunto,  for- 
mando juicio  de  ellas  en  el  Monitor  del  Areópago. 


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ERRATAS  NOTABLES. 


Página 

Linea 

Dice 

Léase 

2 

40 

nvasores 

invasores 

3 

27 

immensas 

inmensas 

3 

28 

áurea 

áurea 

4 

16 

éxito 

éxito 

5 

17 

pruducto 

producto 

7 

17 

propría  ^ 

propia 

8 

18 

brio 

brío2 

8 

44 

congeturas 

conjeturas 

13 

1 

remplazado 

reemplazado 

13 

34 

errónea 

errónea 

14 

11 

Legó 

Llegó 

16 

7 

ijuerrar 
leroe^ 

guerrear 

18 

8 

héroe 

20 

7 

Maragiiey^ 

MaragQey 

26 

3 

el 

al 

30 

15 

instruciones 

instrucciones 

32 

24 

tal  esy 
infedilidad 

tales  y 
infidelidad 

36 

36 

37 

11 

extanjeros 

extranjeros 

38 

9 

capuchinos, 

(agregúese)    : 
andaluces. 

46 

7 

huésped 

huésped 

47 

28 

optenerles 

obtenerles 

52 

23 

disenciones 

disensiones 

61 

1 

cumpió 

cumplió 

66 

19 

sufragáneas 

sufragáneas 
introduzcan 

69 

28 

intruduzcan 

77 

8 

estendió 

extendió 

80 

21 

erróneo 

erróneo 

81 

40 

lijeros 

ligeros 

y  por  los 


1.  Errata  que  ocurre  varias  veces. 

2.  Falta  también  el  acento  en  otras  voces  de   igual  ó  semejante  terminación. 


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—    553    — 


Página 

Línea 

Dice 

Lóase 

89 

13 

le 

lo 

89 

39 

dirije 

dirige 

93 

3 

soderanos 

soberanos 

95 

12 

mumuríó 

murió 

96 

19 

son 

con 

98 

23 

contan 

con  tan 

100 

12 

lias 

las 

102 

7 

sonsagró 

consagró 

104 

11 

my 

muy 

104 

14 

carsa 

casa 

104 

40 

escribibió 

escribió 

105 

2 

Mirarda 

Miranda 

117 

2 

relidad 

realidad 

117 

7 

ducumentos 

documentos 

117 

30 

prescindierse 
Firmín 

prescindirse 
Fermín 

122 

2 

123 

31 

onvoca 

convoca 

136 

28 

sesultó 

resultó 

138 

21 

licendiado 

licenciado 

138 

22 

conciller 

canciller 

139 

11 

Payne 

Paine 

139 

18 

preferiesen 

prefiriesen 

148 

32 

annciarse 

anunciarse 

148 

41 

fulmíneo 

fulmíneo 

149 

1 

ne 

no 

150 

38 

Granada 

Granada 

157 

30 

le 

el 

159 

19 

devidirlos 

dividirlos 

167 

5 

Ejuctívo 

Ejecutivo 

167 

29 

tora 

otra 

173 

7 

Trujilo 

Trujillo 
confía 

175 

38 

confia 

177 

27 

igualidad 

igualdad 

184 

43 

a 

la 

198 

20 

sigilo 

siglo 

230 

15 

alconzaron 

alcanzaron 

235 

1 

deder 

deber 

238 

19 

la 

las 

240 

41 

provinvias 

provincias 

252 

40 

pedido 

podido 

259 

26 

columnia 

calumnia 

261 

42 

apitudes 

aptitudes 

265 

3 

regresentativo 

representativo 

265 

8 

contradición 

contradicción 

273 

41 

estra 

esta 

281 

36 

proesas 
Ejecuitvo 

proezas 
Ejecutivo 

315 

29 

316 

37 

in 

ni 

320 

26 

Obcenos 

Obscenos 

321 

6 

espensas 

expensas 

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554    — 


Página 

Linca 

Dice 

Léase 

326 

11 

Bombaná 

Bombona 

330 

4 

rubios 

castaños 

334 

2 

reelaciones 

relaciones 

334 

34 

infedilidad 

infidelidad 

336 

22 

debaja 

dejaba 

337 

27 

jiro 

giro 

340 

1 

antogónicas 

antagónicas 

347 

16 

ciadadanos 

ciudadanos 

349 

23 

progongo 

propongo 

351 

19 

condecendencia 

condescendencia 

352 

5 

combiado 

cambiado 

364 

33 

obsorben 

absorben 

377 

31 

esblecer 

establecer 

398 

32 

proesas 

proezas 

493 

14 

dereto 

decreto 

495 

35 

ultíma 

última 

496 

25 

depués 

después. 

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índice  del  Tomo  primero. 


Prefacio VII 


Libro    primero 
La  Colonia. 


Capítulo  L 

Los    conquistadores. 

Cómo  recibieron  los  indios  á  los  descubridores  de  América — 
Motívos  de  la  conquista  —  Colón  y  sus  compañeros  — 
Destino  de  la  raza  americana  —  Conquista  de  Cubagua 
y  primeras  entradas  á  la  Tierra  Firme  —  Provincia  de 
"Venezuela"  —  Fundación  de  Santa  Ana  de  Coro  — 
Capitulación  de  los  Welser  —  Conquistadores  alemanes 
y  españoles  —  Fin  trágico  del  gobierno  de  los  Welser  — 
inundación  del  Tocuyo,  centro  de  expediciones  —  Cómo 
se  tomaba  posesión  de  las  tierras  descubiertas  —  Con- 
quista de  los  valles  de  Caracas  y  Aragua — Desde  Fajardo 
hasta  Losada  y  Garcí-González  —  Conauista  de  la  Nueva 
Andalucía  —  Conquistare  Guayana  —  Los  descendientes 
de  los  conquistadores  —  España  y  sus  colonias    .     .     .      1 — 25 

Capítulo  n. 

Los  indios. 

Estado  social  de  las  tribus  venezolanas  al  llegar  los  es- 
pañoles —  Conquista,  repartimientos  y  encomiendas  — 
Origen  de  la  servidumbre  india  —  Instrucciones  de  Isabel 
la  Católica  —  Leyes  de  Burgos  y  Valladolid  —  Como  se 
practican  —  Entradas  á  Tierra  Firme  para  cautivar  indios 
— Requerimientos  — Los" caribes"  ó  caníbales  —  Criterio 
acomodaticio  de  la  época  —  Nuevas  leyes  á  favor  de  los 
indios  sometidos —  Circunstancias  que  se  oponen  á  su  apli- 
cación eficaz  —  Las  misiones  —  Su  organización  —  Los 


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—    556    — 

misioneros  imitan  á  los  conquistadores  —  Entradas  para 
reducir  indios  bravos  —  Resultado  del  régimen  religioso 

—  Fin  de  las  misiones  —  Los  indios  al  empezar  la  In- 
dependencia      26 — 46 

Capítulo  III. 

Negros,  pardos  y  blancos. 
Trata  de  negros  en  las  Indias  Occidentales  —  Quiere  Las 
Casas  mejorar  con  ellos  la  condición  de  los  indios  — 
Reconoce  y  confiesa  su  error  —  La  esclavitud  en  Vene- 
zuela —  Rebélanse  los  esclavos  de  Buría  é  intentan  cons- 
tituir un  reino — Condición  de  los  esclavos  según  las  leyes 
de  Indias  —  Castas  de  la  Colonia  — "  Pardos  "  y  blancos  — 
Cómo  podían  aquéllos  pasar  al  rango  de  hidalgos  —  Cé- 
dulas de  "gracias  al  sacar"  —  Antagonismo  entre  blancos 
europeos  y  blancos  criollos,  y  entre  nobles  y  plebeyos  — 
Ruidoso  pleito  de  D.  Sebastián  de  Miranda  —  La  nobleza 
criolla  —  Su  origen  —  Informaciones  de  limpieza  de 
sangre  —  Mayoría  de  mestizos  —  Trabas  puestas  al  co- 
mercio é  inmigración  de  extranjeros 47 — 59 

Capítulo  IV. 

Organización  del  gobierno. 

Los  Ayuntamientos  —  Regidores  y  alcaldes  — '  Privilegio 
de  los  alcaldes  ordinarios  de  Caracas  —  Regidores  vita- 
licios —  Gobernadores  y  Capitanes  Generales  —  Juicios 
de  residencia  —  Cambios  en  el  gobierno  político  desde 
1 71 7  hasta  1 777  —  Límites  de  las  Provincias  —  Límites  de 
la  Capitanía  General  —  Con  el  Nuevo  Reino  de  Granada 

—  Con  el  Brasil  —  Con  la  Guayana  holandesa,  después  in- 
glesa —  Audiencia  de  Caracas  —7  Negocios  de  que  cono- 
cía —  Fueros  de  ciertos  empleados  —  Consulado  de  co- 
mercio —  Gobierno  eclesiástico  —  Cambios  de  1531  á 
1803  —  Derecho  de  Patronato  —  Renta  de  las  catedrales 
y  salario  de  los  clérigos  —  Diezmos  —  La  Inquisición  — 

La  potestad  civil  y  la  eclesiástica 60 — 68 

Capítulo  V. 

Régimen  económico. 
Estado  de  la  Colonia  en  el  siglo  XVI  —  Pobreza  y  aisla- 
miento —  El  procurador  general  Simón  de  Boíívar  — 
Instrucción  que  le  dan  los  Ayuntamientos  venezolanos  — 
Súplicas  al  rey  —  Bolívar  y  el  Gobernador  Osorio  —  La 
propiedad  raíz  —  Impuestos  —  Estancos  —  Comercio  con 
España  —  La  Compañía  Guipuzcoana  —  Prosperidad  mer- 
cantil —  La  agricultura  —  Cacao,  café,  tabaco,  añil,  algo- 
dón —  Hostilidad  de  la  oligarquía  colonial  contra  la  Com- 
pañía —  Juan  Francisco  de  León  —  Los  criollos  y  los 
guipuzcoanos  —  Aventuras  de  León  —  Abandónanlo  sus 


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—    557    — 

inspiradores  y  secuaces  —  Obra  civilizadora  de  la  Com- 
pañía —  Margarita  y  Cumaná  —  Guayana  —  Proyectos  de 
Centurión,  Inciarte  y  Marmión  —  Un  ideal  que  no  se  ha 
realizado 69 — 83 

Capítulo  VI. 

Evolución  intelectual. 
La  antigua  Caracas  —  Descripción  de  Oviedo  y  Baños  — 
Escudo  de  armas  de  la  ciudad  —  Instrucción  elemen- 
tal —  La  primera  escuela  —  El  Seminario  —  La  Uni- 
versidad —  Su  tendencia  conservadora  y  reaccionaria  — 
Primeros  ensayos  literarios  —  La  música  —  Dibujo  y 
pintura  —  La  poesía  —  El  primer  periódico  —  Evolución 
interna  —  Imitación  de  las  ideas  extranjeras    ....      84 — ^91 

Capítulo  Vn. 

Los  precursores  de  la  Independencia. 
Proyecto  frustrado  de  autonomía  para  las  Indias  Occiden- 
tales —  Tentativas  revolucionarias  de  1795    á  1806  — 
Programa  republicano  radical  —  Los  cómplices  de  Gual 

Ír  España  —  Suplicio  de  José  María  España  —  Causas  de 
a  revolución  —  Fidelidad  de  la  nobleza  criolla  —  Fran- 
cisco de  Miranda  —  ¿Monarquía  ó  República?  —  Primera 
expedición  á  Venezuela  —  Combate  desgraciado  de  Ocu- 
mare  —  Segunda  expedición  —  Desembarco  en  la  costa 
de  Coro  —  Se  retira  Miranda  —  Sus  ideas  políticas  — 
Sus  conexiones  con  el  Gobierno  británico  —  Por  qué 
fracasó  Miranda  —  Abdican  Carlos  IV  y  Femando  Vü  — 
Los  criollos  de  Caracas  juran  fidelidad  al  último  —  Re- 
presentaciones revolucionarias  del  Ayuntamiento  —  Con- 
flicto con  el  Capitán  General  —  Declaraciones  de  Es- 
paña á  favor  de  sus  colonias  —  Resultan  tardías  é  ine- 
ficaces —  Revolución  inevitable 92 — 110 


Libro  segundo 
La  Independencia. 


Capítulo  I. 

Revolución  de  1810. 

Antecedentes  de  la  revolución  —  El  último  Capitán  Ge- 
neral —  Tentativa  revolucionaria  del  mes  de  marzo  — 
Noticias  alarmantes  de  España  —  Ocupan  los  franceses 
la  Andalucía  —  Disuélvese  la  Junta  Central  del  reino  — 
Sucesos  del  19  de  abril  en  Caracas  —  Destitución  del 
Capitán  General  —  Instálase  la  Junta  Suprema  —  Jura 
fidelidad  á  Femando  VII  —  Por  qué^  —  Acta  del  19  de 


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—    558    — 

abril  —  Extrañamiento  de  los  altos  empleados  de  la 
Colonia  —  Organización  del  nuevo  Gobierno  —  Desco- 
noce la  autoridad  del  Consejo  de  Regencia  constituido 
en  España  —  Disidencia  de  Coro  y  Maracaibo  —  Expe- 
dición militar  al  mando  del  mar<jués  del  Toro  —  Cómo 
se  formó  el  primer  ejército  patriota  —  Mal  éxito  de  la 
campaña  —  Conjuración  en  Caracas  á  favor  de  la  Re- 
gencia —  La  desbarata  la  Junta  —  Envía  agentes  diplo- 
máticos á  las  Antillas,  Washington,  Londres  }r  Bogotá  — 
Resultado  de  estas  misiones  —  Convocatoria  y  regla- 
mento para  elecciones  nacionales  —  Practícanse  en  no- 
viembre —  Regresan  á  Caracas  Miranda  y  Bolívar,  á 
apresurar  la  declaración  de  Independencia 113 — 135 

Capítulo  II. 

Independencia  obsoluta. 
Concesiones  tardías  de  España  —  Instalación  del  primer 
congreso  venezolano  (2  de  marzo,  1811)  —  Juramento 
de  los  diputados  —  Poderes  Ejecutivo  y  Judicial  —  La 
prensa  política  —  La  "Sociedad  Patriótica" —  Aniver- 
sario del  19  de  abril  —  El  partido  radical  —  Decídese 
el  congreso  á  tratar  de  independencia  absoluta  —  Sesión 
del  3  de  julio  —  Opiniones  de  los  diputados  —  Discre- 
pancias y  vacilaciones  del  congreso  —  Impaciencia  de  la 
"Sociedad  Patriótica"  —  Discurso  de  Bolívar  —  Vuelve 
el  congreso  á  tratar  de  independencia  el  4  de  julio  — 
Comisión  de  la  "Sociedad  Patriótica"  —  Dictamen  del 
Poder  Ejecutivo  —  Sesión  de  la  mañana  del  5  de  julio  — 
Discursos  de  los  diputados  —  Se  vota  la  declaración 
de  independencia  —  Sesión  de  la  tarde  del  5  de  julio  — 
Se  nombran  comisiones  para  redactar  el  acta  de  inde- 
pendencia, designar  la  bandera  nacional  y  dar  forma  al 
juramento  de  los  empleados  y  ciudadanos  —  'Apruébase 
el  acta  de  independencia  el  7  de  julio,  y  se  publica  por 
bando  solemne  el  14  —  El  15  prestan  Juramento  los  altos 
empleados  —  El  30  se  expide  un  manifiesto  al  mundo  — 
Reacción  á  favor  de  Femando  VII  —  Sublévanse  en 
Caracas  los  isleños  canarios  (1 1  de  julio)  —  Son  vencidos 
en  breves  horas  —  ¿surrección  de  Valencia  (julio  y 
agosto)  —  Triunfan  los  patriotas 136 — 155 

Capítulo  ffl. 

Constitución  federal  de  1811. 
Cómo  pasa  Venezuela  de  la  Colonia  á  la  República  — 
Sigue  en  parte  el  procedimiento  constitucional  de  los  Es- 
tados Unidos  —  Diferencias  sustanciales  —  Influencia 
conjunta  de  la  revolución  norteamericana  y  de  la  revo- 
lución francesa  —  Signos  característicos  de  la  federa- 
ción venezolana  —  Bases  del  pacto  federativo  —  El  Poder 
Supremo  —  Religión  de  Estado  —  Poder  Legislativo  — 


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—    559    — 

Su  división,  elección  y  atribuciones  —  Innovación  demo- 
crática: los  electores  pueden  reemplazar  en  todo  tiempo 
á  los  niembros  del  congreso  —  Poder  Ejecutivo  —  Lo 
ejercen  tres  individuos  —  Modo  de  elección:  atribu- 
ciones, "deberes",  casos  de  responsabilidad  —  Poder 
Judicial  —  Jueces  inamovibles  —  Corte  Suprema  —  Se 
adopta  en  principio  el  sistema  de  jurados  para  las  causas 
criminales  —  Ejercicio  de  la  profesión  de  abogado  — 
Régimen  de  las  provincias  —  Revisión  y  reforma  de  la 
constitución  —  Derechos  del  hombre  —  Igualdad  ante 
la  ley  —  No  hay  ya  fuero  alguno  personal  —  Derecho 
de  tener  y  llevar  armas  —  Libertad  de  imprenta  —  Liber- 
tad de  reunión  —  Libertad  de  industria  y  comercio  — 
Derechos  civiles  de  los  extranjeros  —  Abolición  de  los 
títulos  nobiliarios  —  El  único  tratamiento  público  es  el 
de  "ciudadano"  —  Se  borran  las  distinciones  de  castas: 
los  blancos,  indios  y  mestizos  se  declaran  iguales  — 
Prohíbese  la  trata  de  negros  —  Párrafo  final  de  la  cons- 
titución —  Idea  de  una  Confederación  Colombiana  —  Re- 
paros constitucionales  de  Miranda  —  Protesta  de  varios 
diputados  y  del  clero  contra  la  abolición  del  fuero  per- 
sonal   156—172 

Capítulo  IV. 

Constituciones  provinciales  de  Mérida, 
Trujillo  y  Caracas. 

Constitución  de  Mérida  (1811)  —  Sufragio  universal  —  Elec- 
tores parroquiales  —  Electores  capitulares  —  "  Colegio 
electoral"  ó  Le^slatura  —  Ejecutivo  compuesto  de  cinco 
miembros  —  Tribunal  Superior  de  apelaciones  —  Juez 
consular  —  Constitución  de  Trujillo  (1811)  — 
Religión  exclusiva  —  Legislatura  —  Ejecutivo  plural  ó 
"  Cuerpo  Superior  de  Gobierno "  —  Municipalidades  — 
Tribunal  de  apelaciones  —  Constitución  de  Caracas 
(1812)  — Procedimiento  sui  géneris  que  se  adoptó  para 
formularla  —  Imitación  de  la  constitución  federal  —  Divi- 
sión territorial  —  Elecciones  r—  Poder  Legislativo  com- 
puesto de  dos  Cámaras  —  Ejecutivo  de  tres  miembros  — 
Sus  atribuciones  —  Cortes  de  justicia  —  Autonomía  de 
los  municipios  —  Reforma  de  la  constitución  ....  173 — 180 

Capítulo  V. 

Desastre  de  1812. 

Reacción  realista  —  Sale  de  Coro  Monteverde  á  recon- 
quistar la  provincia  de  Caracas  —  Traición  de  Reyes 
Vargas  en  Siquisique  —  Marchan  al  Centro  las  tropas 
españolas  —  Terremoto  del  26  de  marzo  —  Ruinas  y 
fanatismo  —  Conflicto  entre  el  Gobierno  y  el  clero  — 
Confiere  el  congreso  facultades  extraordinarias  al  Eje- 


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—    560    — 

cutívo,  y  éste  las  delega  en  Miranda  —  Dictadura  mili- 
tar —  Dificultades  con  que  tropieza  el  Dictador  —  Triunfa 
Monteverde  en  San  Carlos  y  ocupa  á  Valencia  —  Com- 
bates indecisos  de  Guaica  y  la  Victoria  —  Desaliéntase 
Miranda  —  Censúranle  los  oficiales  del  ejército  — 
Opinión  del  Ledo.  Sanz  sobre  la  situación  política  y 
militar  —  Se  declara  por  los  españoles  el  castillo  de 
San  Felipe,  y  pierde  Bolívar  la  plaza  de  Puerto  Ca- 
bello —  Miranda,  de  acuerdo  cou  algunos  miembros  del 
Gobierno,  determínase  á  capitular  —  Tratados  de  Va- 
lencia y  San  Mateo  —  Ocupa  Monteverde  á  Caracas  — 
Intenta  Miranda  embarcarse  en  la  Guaira  —  Lo  prenden 
los  mismos  patriotas  —  Conducta  de  Casas,  Peña,  Bolí- 
var y  otros  con  el  Dictador  —  Oficio  de  Monteverde  á 
la  Regencia  y  contestación  de  ésta  sobre  los  sucesos 
de  la  Guaira  —  A  quién  incumbe  la  responsabilidad  de 
la  prisión  de  Miranda  —  Cómo  la  explicó  Bolívar  — 
Opiniones  varias  de  los  historiadores  nacionales  —  Por 
qué  intentó  Miranda  embarcarse  precipitadamente  —  O 
error  ó  fatalidad  —  Perfidia  con  que  interpreta  Monte- 
verde  la  capitulación  —  Prisiones  y  violencias  —  Listas 
de  sospechosos  —  Venezuela  sometida  á  la  ley  de  la 
conquista  —  Termina  tristemente  el  año  de  1812     .    .  181 — 197 

Capítulo  VI. 

La  juventud  de  Bolívar. 

(1783—1812) 

Progenie  de  Bolívar  —  Su  nacimiento  —  Su  infancia  — 
Su  tutor  y  maestro  Simón  Rodríguez  —  Carácter  de 
Rodríguez  —  Su  influencia  sobre  Bolívar  —  Su  vida  y 
sus  teorías  filosóficas  —  Bolívar  en  Madrid  —  Su 
matrimonio  —  Regresa  á  Venezuela  —  Muerte  de  su  es- 
posa —  Vuelve  á  Europa  —  Sus  viajes,  estudios,  placeres 
juveniles  —  Inclinaciones  intelectuales,  lecturas  pre- 
dilectas, estilo  —  Vuelve  á  Caracas  —  Conspira  contra 
las  autoridades  españolas  —  Misión  diplomática  á  Lon- 
dres —  Regresa  á  tomar  parte  en  la  guerra  —  Desastre 
de  1812  —  Su  memoria  de  Cartagena  de  Indias  —  Crítica 
del  primer  Gobierno  independiente  —  Ideas  políticas  y 
proyectos  militares 198 — 212 

Capítulo  VIL 

La  guerra  á  muerte. 

(1813—1814) 

Monteverde   y  la  "ley  de   la   conquista"  —  Origen  de   la 

fiierra  á  muerte  —  Plan  de  Antonio  Nicolás  Briceño  — 
o  aprueba  Bolívar  con  ligeros  reparos  —  Empieza  Bri- 
ceño á  ejecutarlo  en  San  Cristóbal  —  Se  interna  en 
Barinas,  cae  prisionero  y  lo  fusilan  los  españoles  —  Pro- 


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—    561     — 

clama  Bolívar  la  guerra  á  muerte  en  Mérida,  Trujillo  y 
San  Carlos  — r  Su  victoriosa  campaña  de  cuatro  meses  — 
Ocupa  á  Caracas  en  agosto  de  1813  —  Plan  de  gobierno 
que  propone  Francisco  Javier  Ustáriz  —  Se  aplaza  con 
motivo  de  la  guerra  —  ifonteverde  en  Puerto  Cabello  — 
Combates  de  Bárbula  y  tas  Trincheras  —  Renuévase  la 
discusión  sobre  proyectos  constitucionales  —  Bases  que 
propone  Miguel  José  Sanz  —  Los  federalistas  y  los  dic- 
tatoríales  —  Continúa  la  guerra  —  Asamblea  de  Caracas 
(enero  1814)  —  Bolívar  dictador  —  Rehácense  los  es- 

f>añoles  —  Éoves  y  sus  ginetes  llaneros  —  Triunfan  en 
a  Puerta  —  Exasperación  de  Bolívar  —  Matanza  de  los 
prisioneros  españoles  en  la  Guaira  y  Caracas  —  La  eje- 
cutan, por  orden  de  Bolívar,  Leandro  Palacio  y  Juan 
Bautista  Arismendi  —  Barbarie  contra  barbarie  —  Com- 
bates indecisos  de  la  Victoria,  San  Mateo  y  Bocachica  — 
Derrota  de  Marino  en  el  Arao  —  Gana  Bolívar  la  batalla 
de  Carabobo  —  Pierde  la  de  La  Puerta  —  Desastre 
final  —  Boves  en  Valencia  —  Sus  represalias  —  Emi- 
gración de  los  patriotas  de  Caracas  —  Entrada  y  atroci- 
dades de  Boves  —  Alzase  con  el  mando  supremo  — 
Morales  desbarata  á  los  patriotas  en  Aragua  de  Barce- 
lona —  Bolívar  en  Carúpano  —  Le  desconocen  sus 
propios  oficiales  —  Se  embarca  con  Marino  para  las  An- 
tillas —  Boves  en  Cumaná  —  Muere  al  triunfar  en  Úrica  — 
Morales  en  Maturín  —  Muerte  de  Sanz  —  Asesinato  de 
Ribas  —  Estado  de  Venezuela  á  fines  de  1814  —  Ojeada 
retrospectiva  —  Cómo  se  explica  el  fracaso  de  la  Inde- 
pendencia —  Los  blancos  criollos  y  los  mestizos  —  Estos 
[>refieren  á  los  españoles  —  Ejemplos  de  abnegación  de 
os  primeros  patricios  —  Heroísmo  de  las  mujeres  —  En 
vano,  hasta  el  desquite  de  1821 213—235 

Capítulo  Vm. 

Expediciones  y  disidencias. 
(1815—1817) 

Expedición  de  Morillo  —  Instrucciones  que  recibió  al  partir 
de  España  —  Cómo  las  cumple  en  Venezuela  —  Tribu- 
nales de  excepción  —  Confiscación  de  bienes  —  Sigue 
Morillo  á  Cartagena  —  Gobierno  de  su  teniente  Moxó  — 
Bolívar  en  la  Nueva  Granada  —  Guerra  civil  en  este 
país —  Triunfa  Bolívar  de  los  disidentes  de  Bogotá  — 
Reinstala  el  congreso  granadino  —  Marcha  á  Santa  Marta 
—  Detiénenle  en  Cartagena  desavenencias  con  el  briga- 
dier Castillo  —  Inútiles  esfuerzos  de  conciliación  —  Re-  - 
nuncia  Bolívar  el  mando  del  ejército  v  pasa  á  Jamaica^ — 
Triunfo  de  Morillo  en  Nueva  Granaaa  —  Previsiones  "de 
Bolívar  sobre  el  porvenir  de  las  Repúblicas  americanas  — 
Bolívar  en  Haití  —  Expedición  á  Yepezuela  —  Asamblea 
de  Margarita,  que  le  nombra  Jefe  Supremo  —  Plan  de 

Fortonl,  Historia  Conititacional.  36 


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—    562    — 

campaña  —  Desgraciada  expedición  á  Ocumare  —  Le 
desconocen  en  Güiria  Marifío  y  Bermúdez  —  Vuelve  á 
Haití  —  Nueva  expedición  á  Venezuela  —  Fracasos  en 
Clarines  y  Barcelona  —  Insubordinación  de  Marino  — 
Congreso  disidente  de  Cariaco  —  Victoria  de  Piar  en  San 
Félix  —  Campaña  de  Bolívar  en  Guayana  —  Adueñase  de 
Angostura  y  del  Orinoco  —  Tentativa  de  desobediencia 
de  Arismendi  y  Piar  —  Insubordinación  y  fuga  de  éste  — 
Su  prisión  —  Análisis  del  i>roceso  —  Fusilamiento  — 
Consecuencias  —  Comentarios 236 — ^262 

Capítulo  IX. 

De  Angostura  á  Bogotá. 

(1817—1819) 

Bolívar  en  Guayana  —  Decretos  dictatoriales  —  Secuestro 
y  confiscación  de  bienes  —  Navegación  libre  del  Ori- 
noco —  Angostura  capital  provisoria  —  Tribunales  — 
Consejo  de  Estado  —  Consejo  de  Gobierno  —  Campaña 
contra  Morillo  —  Derrota  de  la  Hogaza  —  Páez  en  la 
provincia  de  Barinas  —  Reconoce  la  autoridad  suprema 
de  Bolívar  —  Marchan  á  Calabozo  contra  Morillo  —  Am- 
bigua conducta  de  Páez,  que  regresa  á  Apure  —  Se  a 
delanta  Bolívar  á  la  Villa  de  Cura  —  Retrocede  y  pierde 
la  acción  de  Semen  —  Sorpresa  del  Rincón  de  los 
Toros  —  Escápase  Bolívar  con  poca  gente  —  Vuelve  á 
Angostura  —  Nuevo  plan,  político  y  militar  —  Actitud 
favorable  de  los  Gobiernos  americano  y  británico  — 
Tentativa  de  disidencia  en  San  Femando  —  Los  ofi- 
ciales de  Páez  intentan  proclamarle  Jefe  Supremo  — 
¿Fué  ó  no  con  el  consentimiento  de  Páez?  —  Bolívar 
convoca  un  congreso  nacional  —  Reglamento  de  elec- 
ciones —  Noticias  alarmantes  de  Europa  —  España  y  la 
Santa  Alianza  —  Declara  Bolívar  que  Venezuela  no  tra- 
tará con  España  sino  de  igual  á  igual  —  Instálase  el 
congreso  de  Angostura  —  Mensaje  y  proyecto  constitu- 
cional de  Bolívar  —  Problemas  sociales  y  políticos  — 
Crítica  de  la  constitución  de  1811  —  Senado  heredi- 
tario —  La  selección  social  —  Ejecutivo  imitado  del 
inglés  —  Estabilidad  é  independencia  de  los  jueces  — 
Códigos  venezolanos  —  El  poder  moral  —  Filo- 
sofía y  quimeras  —  Bolívar  Presidente  provisional  — 
Zea  Vicepresidente  —  Ministerio  —  Indulto  general  — 
Constitución   de  Angostura  —  En  qué  difiere  del  pro- 

^  jecto  de  Bolívar  —  No  acepta  el  Senado  hereditario  — 
ISesuKlores  vitalicios  —  Presidente  por  cuatro  años,  res- 
ponsable anle  el  Senado  —  Se  aplaza  la  idea  del  poder 
moral — Nueva  campaña — Bolívar  y  Páez  en  los  llanos — 
Las  Queseras  del  MÍedio  —  Marcha  á  Nueva  Granada  — 
Paso  de  los  Andes  —  Victoria  de  Boyacá  —  Ocupación 
de  Bogotá  —  Santander  Vicepresidente  de  Nueva  Gra- 


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—    563    — 

nada  —  Triste  epílogo  de  esta  campaña  —  Fusilamiento 

de  los  prisioneros  españoles 263 — ^284 

Capituló  X. 

De  Boyacá  á  Carabobo. 

(1819—1821) 

Disidencia  de  Arismendi  en  Margarita  —  Urdaneta  lo  re- 
mite preso  á  Angostura  —  Oposición  de  los  militares  al 
Vicepresidente  Zea  —  Obliganle  á  renunciar  —  El  con- 
greso lo  sustituye  con  Arismendi  —  Dictadura  de  tres 
meses  —  Regresa  Bolívar  —  Sométese  Arismendi  —  Lejr 
Fundamental  de  Colombia  —  Bolívar  Presidente  provi- 
sional —  Revolución  en  España  —  Jura  Femando  VII 
la  constitución  de  Cádiz  —  Proyecto  de  conciliación  con 
las  colonias  —  Conferencias  de  San  Cristóbal  —  Inacep- 
tables proposiciones  de  los  españoles  —  Nuevas  con- 
ferencias en  Trujillo  —  Tratados  sobre  armisticio  y  re- 
gularización  de  la  guerra  —  Envía  Bolívar  plenipoten- 
ciarios á  España  á  tratar  de  paz  definitiva  —  Intran- 
sigencia de  la  diplomacia  española  —  Sublévase  Mara- 
caibo  uniéndose  á  Colombia  —  Contestaciones  sobre 
interpretación  del  armisticio  —  Reanúdanse  las  hostili- 
dades —  Campaña  desgraciada  de  Bermúdez  —  Marcha 
Bolívar  al  Centro  —  Destruye  el  ejército  español  en 
Carabobo  —  Ocupa  á  Caracas  —  Capitulación  del  bri- 

fadier  Pereira  en  la  Guaira  —  La  Torre  en  Puerto 
!abello  —  Infructuosa  negociación  para  renovar  el  armis- 
ticio —  Decretos  de  Bolívar  en  Caracas  —  Embargos  y 
empréstitos  —  Escasez  de  fondos  —  Necesidades  del 
ejército  —  Marcha  Bolívar  á  Cúcuta 285—305 


Libro  tercero 
La  Gran  Colombia. 


Capítulo  I. 

Constitución  y  leyes  de  1821. 

Orígenes  constitucionales  de  Nueva  Granada  y  del  Ecua- 
dor —  De  1810  á  1821  —  Congreso  de  Cúcuta  —  Ten- 
dencias contradictorias  acerca  de  la  Unión  Colombiana  — 
Triunfan  los  centralistas  —  Ley  fundamental  de  la  Unión, 
12  de  julio  —  Constitución  nacional,  30  de  agosto  —  f 
Quiénes  son  ciudadanos  de  Colombia  —  División  terri- 
torial —  Régimen  electoral  —  Asambleas  parroauialeí  y 
asambleas  provinciales  —  Poder  Legislativo — Composi- 
ción de  la  Cámara  de  Representantes  —  No  se  mantiene 
el  Senado  vitalicio  de  Angostura  —  Poder  Ejecutivo  — 

36* 


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—    564    — 

Lo  ejerce  un  Presidente  elegido  por  cuatro  años  —  De- 
cretos sobre  facultades  extraordinarias:  dictadura  de 
hecho  —  Consejo  de  Gobierno  y  Ministerio  —  Poder 
Judicial  —  Distritos  judiciales  —  Organización  interior 
de  la  República  —  Departamentos,  provincias,  cantones, 
parroquias  —  Reforma  de  la  constitución  —  Bases  in- 
alterables —  Leyes  que  complementan  la  constitución  — 
Abolición  gradual  de  la  esclavitud  —  Condición  de  los 
indios  —  Libertad  religiosa  —  Jurisdicción  eclesiástica  — 
Derecho  de  patronato  —  Ley  de  imprenta  —  Leyes 
fiscales  —  Supresión  de  conventos  y  aplicación  de  sus 
rentas  á  la  instrucción  pública  —  Escudo  de  armas  — 
Bogotá,  capital  de  la  República  —  Protesta  de  Caracas 
contra  la  constitución  de  Cúcuta 309 — 325 

Capítulo  n. 

Bolívar  y  el  ejército  de  Colombia. 

Presidencia  de  la  República  —  La  delega  Bolívar  al  Vice- 
presidente Santander,  y  emprende  la  campaña  del  Sur  — 
Gérmenes  de  discordia  en  Colombia  —  Santander  y 
Páez  —  Prevé  Bolívar  la  brillante  carrera  de  Sucre  — 
Genio  del  Libertador  —  Su  retrato  físico  —  Su  tempera- 
mento y  costumbres  —  Sport  —  Sus  queridas  —  La 
"señorita  Pepa"  —  Doña  Manuela  Sáenz  —  Bolívar  en 
campaña  —  Cómo  despachaba  los  negocios  políticos  — 
Su  liberalidad:  testimonio  de  amigos  y  adversarios  — 
Bolívar  y  el  ejército  —  Campaña  de  Quito  —  Victorias 
de  Bombona  y  Pichincha  (1822)  —  Solicita  el  Perú  auxilios 
de  Colombia  —  Bolívar  y  San  Martín  —  Conferencia  de 
Guayaquil  (1822)  —  Renuncia  San  Martín  la  Presidencia 
del  Perú  —  Anarquía  de  los  peruanos  —  El  cohgreso  de 
Colombia  autoriza  al  Libertador  para  pasar  al  Perú  — 
El  congreso  peruano  le  confiere  la  suprema  autoridad 
militar  —  Sublévase  la  guarnición  del  Callao  —  Disen- 
siones civiles  que  coinciden  con  la  guerra  de  Indepen- 
dencia— Dictadura  de  Bolívar — Victoria  de  Junín  (agosto, 
1824^  —  El  congreso  de  Colombia  retira  á  Bolívar  las 
facultades  que  ejercía  como  Presidente  en  campaña  — 
Encárgase  Sucre  del  mando  del  ejército  —  Victoria  de 
Ayacucho  (9  de  diciembre,  1824),  que  asegura  la  inde- 
pendencia del  Perú  —  Bolívar  da  cuenta  de  su  dictadura 
(febrero,  1825)  —  Honores  que  le  acuerda  el  congreso  — 
Ceja  en  Colombia  la  oposición  contra  Bolívar  —  Con- 
cédenle  Bogotá  y  Caracas  los  honores  del  triunfo  — 
"M«r«ha  al  Alto  Perú  — Erígese  allí  la  "  República  Bolí- 
var", ó  BoUvia  (agosto,  1825),  que  le  aclama  Liber- 
tador Padre  de  la  Patria,  lo  elige  jefe  supremo  y  le 
confía  el  encargo  de  redactar  su  constitución  —  Bolí- 
var delega  el  Gobieriío  á  Sucre  y  vuelve  á  Lima 
(febrero,  1826)  —  La  constitución  boliviana  —  Opinión 


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—    565    — 

de  Bolívar  sobre  la  libertad  religiosa  —  División  del 
poder  público  en  Electoral,  Legislativo,  Ejecutivo  y 
Judicial  —  Combinación  del  sistema  republicano  con  el 
monárquico  electivo  —  Fórmase  el  Poder  Legislativo 
de  tres  Cámaras,  dos  de  elección  temporal  y  la  tercera 
vitalicia  —  Poder  Ejecutivo  —  El  Presidente  es  inamo- 
vible é  irresponsable  —  Responden  de  la  administración 
el  Vicepresidente  y  los  Ministros  —  Sabia  teoría  sobre 
el  Poder  Judicial  —  Adoptan  Bolivia  y  el  Perú  el  pro- 
yecto constitucional  de  Bolívar  —  Gobierno  de  Sucre  en 
Bolivia  —  Regresa  el  Libertador  á  Colombia:  octubre 
de  1826 326—352 

Capítulo  ni. 

Las  leyes  y  los  hombres. 

Facultades  extraordinarias  del  Ejecutivo' — Cambios  de  la 
división  territorial  —  Régimen  político  y  económico  de 
los  Departamentos  y  Provincias  —  Leyes  provisionales  — 
El  Poder  Judicial  —  Su  organización  —  Procedimientos 
judiciales — Jurisdicción  militar — Jurisdicción  eclesiástica 
—  Derecho  de  patronato  —  Cómo  administraban  justicia 
las  Cortes  de  Colombia  —  Dos  causas  célebres  —  La 
del  cura  de  Facatativá  —  La  de  Leonardo  Infante  —  El 
Dr.  Miguel  Peña  acusado  ante  el  Senado  —  Análisis  de 
su  defensa  —  Dialéctica,  erudición  y  sofismas  —  Con- 
denación de  Peña  —  Consecuencias  políticas  —  La  ha- 
cienda nacional —Reformas  sucesivas— Estado  angustioso 
del  tesoro  —  Rentas  nacionales  —  Déficit  permanente  — 
Crédito  público  —  Agencias  fiscales  en  Londres  —  López 
Méndez,  Peñalver,  Zea,  Revenga,  Hurtado,  Arrublas  y 
Montoya —  Empréstitos  de  1822  y  1824 —  Cómo  se  in- 
virtió su  producto  —  Cantidad  destinada  á  fomentar  la 
agricultura  en  Venezuela  —  Acción  indecorosa  del 
Dr.  Peña  —  No  cumplió  el  Gobierno  sus  compromisos 
fiscales  —  Descrédito  en  Londres  —  Informes  de  Bello 
y  de  Wilson  —  Vida  precaria  de  Colombia      ....  353 — 370 

Capítulo  IV. 

Relaciones  Exteriores. 

Actitud  de  los  Estados  Unidos  —  Gestiones  de  Palacio  Fa- 
jardo en  Washington  y  París  —  El  Presidente  Madison  — 
El  Emperador  Napoleón  —  El  Papa  Pío  VII  —  Los 
soberanos  europeos  y  la  Independencia  sudamericana  — 
Errada  diplomacia  de  España  —  Tratado  de  París  0  ,  ' 
n814)  —  Congreso  de  Viena(1815)— La  Santa  Alianza  — 
Su  objeto  — España  adhiere  tarde  á  las  estipidaciones 
de  Viena  (1817)  —  Cómo  quería  España  la  paciftcáción 
de  América  —  Revolución  de  Í820  —  Paréntesis  de  ré- 
gimen  constitucional  —  Las  Cortes  españolas  ofrecen 


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—    566    — 

paz,  sin  aceptar  la  Independencia  —  Congreso  de 
Verona  (1822)  —  Los  franceses  invaden  á  España  (1823)  — 
Manejos  diplomáticos  de  Inglaterra  —  Confidencias  de 
Canning  —  Aconseja  al  rey  el  reconocimiento  de  las 
Repúblicas  americanas  (1824)  —  La  América  española 
será  inglesa!  —  Mensaje  de  Monroe  (1823)  —  Canning 
se  precia  de  haberlo  inspirado  —  Consecuencias  de  la 
declaración  de  Monroe  —  Cambio  de  actitud  de  Rusia  — 
Independencia  de  Colombia  —  La  reconocen  los  Estados 
Unidos  en  1822.  y  la  Gran  Bretaña  en  1825  —  Rela- 
ciones comerciales  con  Hamburgo  y  Bremen  (1827)  — 
Tratado  con  los  Países  Bajos  (1829— 1830) —  Relaciones 
con  Francia  —  Aplaza  el  reconocimiento  de  la  Re- 
pública (1828)  —  Envía  á  Bogotá  un  comisionado  es- 
pecial (1829)  —  Reconoce  la  soberanía  colombiana 
(1830)  —  Relaciones  con  la  Santa  Sede  (1821  á  1829)  — 
Proyectos  diplomáticos  de  Bolívar  —  Tratados  con 
Chile  y  el  Perú  (1822)  —  Tratados  con  México,  Centro- 
América  y  Buenos  Aires  (1823 — 1825)  —  Congreso  de 
Panamá — Se  instala  en  1826 — Tratado  de  confedera- 
ción entre  Colombia,  Centro-América,  Perú  y  México  — 
Suspende  sus  sesiones  el  congreso,  y  no  vuelve  á  reanu- 
darlas —  Anarquía  de  las  Repúblicas  hispano-ameri- 
canas  —  Frustrado  el  proyecto  de  Bolívar,  reafírmase 
la  hegemonía  de  los  Estados  Unidos 371—386 

Capítulo  V. 

Venezuela  en  la  Unión  Colombiana. 

Continúa  y  termina  la  guerra  de  Independencia,  en  Coro, 
Maracaibo  y  Puerto  Cabello  —  Competencias  y  con- 
flictos entre  las  autoridades  superiores  (1821 — 1824)  — 
Páez,  Comandante  General,  contra  Soublette,  Jefe  Su- 
perior —  Soublette  contra  el  Intendente  Toro  —  Toro 
contra  la  municipalidad  de  Caracas  —  El  Intendente 
Escalona  contra  ráez  —  Decretos  sobre  alistamiento  de 
milicias  y  sobre  conspiradores  —  Oposición  que  en- 
cuentran en  Caracas  —  Bandos  de  Páez  sobre  alista- 
miento (1825)  —  Amenazas  y  tropelías  —  Quejas  ante 
el  Gobierno  nacional  (enero,  1826)  —  La  Cámara  de 
Representantes  propone  acusación  contra  Páez,  y  la 
admite  el  Senado  —  Queda  suspenso  de  la  Comandan- 
cia General  —  Carácter  de  Páez  —  Su  ojeriza  contra 
los  "jurisconsultos"  y  "letrados"  —  Su  infancia  y  ju- 
ventud —  Su  vida  en  los  Llanos  —  Autoridad  que 
€:jer«^  sobre  las  tropas  llaneras  —  Su  vigilante  suspi- 
cacia —  Accesos  de  epilepsia  —  ímpetu  guerrero  —  No 
reconoce  más  autoridad  que  la  de  Bolívar  —  Rebelión 
de  Valencia  (1826)  —  Reasume  Páez  el  mando  —  Jura 
desobedecer  al  Gobierno  de  Bogotá  —  Asambleas  po- 
pulares  para   pedir   reformas  —  ¿Confederación  ó  se* 


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—    567    — 

paración?  —  Convocatoria  de  un  congreso  constituyente 
de  Venezuela  —  Se  abandona  el  proyecto  por  la  llegada 
de  Bolívar  —  Es  ya  imposible  restablecer  el  régimen 
constitucional  colombiano  —  Triunfa  de  hecho  el  partido 
autonomista  —  Confirma  Bolívar  la  autoridad  civil  y 
militar  de  Páez  —  Este  lo  reconoce  como  Presidente 
de  la  República  —  Comedia  forzosa  —  Bolívar  en 
Caracas  —  Triste  estado  de  Venezuela  en  la  Unión 
Colombiana  —  Atraso  de  la  instrucción  pública  —  No 
se  cumple  la  ley  de  manumisión  —  Miseria  de  la  agri- 
cultura y  la  cría  —  Desorden  de  la  hacienda  —  Mala 
administración  de  justicia  —  Reorganización  impuesta 
por  Bolívar  —  Regresa  á  Bogotá  —  Su  despedida  de 
los  venezolanos  —  Comentario  de  la  revolución  llamada 
La  Cosiata  — El  partido  federalista,  reformista  ó  se- 

Í)aratista,  y  el  bando  militar  de  Páez  —  Tendencia  de 
a  oligarquía  venezolana  —  Los  dos  factores  de  la  evo- 
lución constitucional 387 — 419 

Capítulo  VI. 

Dictadura  y  anarquía. 

Los  Departamentos  del  Sur  protestan  contra  las  leyes  y 
Gobierno  de  Colombia;  pero  aclaman  á  Bolívar  —  Este 
los  apacigua  momentáneamente  (1826)  —  Los  pueblos 
fluctúan  entre  la  dictadura,  á  presencia  del  Libertador, 

}r  la  anarquía  en  su  ausencia  —  Sublévanse  en  Lima 
as  tropas  colombianas  (1827)  —  Motín  y  congreso  cons- 
tituyente en  el  Perú  —  Las  tropas  sublevadas  promueven 
disturbios  y  enredos  en  los  Departamentos  del  Sur  — 
Terminan  con  im  indulto  general  —  Oposición  á  Bolívar 
en  Bogotá  —  El  partido  "liberal"  y  el  partido  "servil" 
ó  "  godo  "  —  Convocatoria  de  la  Convención  Nacional  — 
Bolívar  apela  de  nuevo  á  las  facultades  extraordinarias 
(1828)  — Instálase  la  Convención  de  Ocaña  —  Resuelve 
reformar  la  constitución  de  Cúcuta  —  ¿Federación  ó 
centralismo?  —  Santander  ó  Bolívar  —  Desacuerdo  de 
los  partidos  —  Se  disuelve  la  Convención  —  Proclámase 
en  toda  Colombia  la  dictadura  de  Bolívar  —  Decretos 
reaccionarios  —  Conventos  —  Misiones  —  Aumento  del 
ejército  —  Fuero  militar  —  Religión  de  Estado  —  Opo- 
sición del  partido  santanderista  —  Sociedades  secretas  — 
Resuelven  los  radicales  asesinar  á  Bolívar  —  Conjura- 
ción del  25  de  setiembre  —  Relato  de  Florentino  Gon- 
zález —  Narración  de  Manuela  Sáenz  —  Atacan  los  •  • 
conjurados  el  palacio  presidencial  —  Matan  al  centinela  ^ 
—  Hieren  al  edecán  Ibarra  —  Canijo  asesina  al  edecán 
Férguson  —  Se  salva  Bolívar  gracias  á  su  querida  — 
Dispérsanse  los  conjurados  —  Yuicios  sumarios  —  Ca- 
torce ejecuciones  —  Canijo  delata  á  sus  cómplices  — 
Se  conmuta  la  pena  de  muerte  á  Santander  y  á  otros  — 


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—    568    — 

La  sentencia  contra  Santander  —  Justicia  y  política  — 
Apasionada  severidad  de  los  historiadores  venezolanos  — 
Carácter  y  tendencias  de  Santander  —  La  dictadura  de 
Bolívar  —  Otros  decretos  reaccionanos  —  Reforma  el 

Blan  general  de  estudios  —  Prohibe  que  se  lean  en  la 
íniversidad  las  obras  de  Bentham  —  Suspende  las 
cátedras  de  legislación  universal  y  derecho  constitu- 
cional —  Manda  que  se  enseñen  "fundamentos  y  apo- 
logía de  la  religión  católica"  —  Prohibe  las  sociedades 
secretas  —  Suspende  la  libertad  de  imprenta  —  Eli- 
mina las  municipalidades  —  Prohibe  temporalmente  á 
los  españoles  contraer  matrimonio  en  Colombia  —  Res- 
tablece el  tributo  personal  de  los  indios,  en  cambio  de 
concesiones  sobre  impuestos  ordinarios  —  Declara  que 
el  congreso  constituyente  se  instalará  en  enero  de 
1830 — Estado  precario  de  la  República  —  Insurrección 
de  Obando  y  López  en  Popayán  (1829)  —  Se  desbarata 
en  breve  tiempo  —  Guerra  con  el  Perú  —  Victoria  de 
los  colombianos  en  Tarqui  —  Convenio  de  Girón  — 
Niégase  La  Mar  á  devolver  la  plaza  de  Guayaquil  — 
Lo  destituyen  y  expulsan  los  peruanos  —  Tratado  de 
paz  —  Insurrección  de  Córdoba  en  Medellín  —  Muere 
derrotado  en  el  Santuario 420 — 449 

Capítulo  VII. 

¿Monarquía  ó  República? 

Los  partidarios  de  la  monarquía  —  Ideas  atribuidas  á  San- 
tander en  1822  —  Proyecto  cesarista  de  Páez  en  1825  — 
Lo  imprueba  Bolívar  —  Plan  de  monarquía  inglesa, 
atribuido  al  mismo  Bolívar  en  1825  y  27  —  Reaparece 
la  tendencia  monárquica  en  1829  —  Testimonio  del 
Ministro  Restrepo  —  Piensa  Bolívar  en  la  "mediación 
ó  influencia"  de  las  grandes  potencias  europeas  —  El 
Gabinete  de  Bogotá  propone  á  Inglaterra  y  á  Francia 
el  establecimiento  de  una  monarquía  para  después  de 
la  muerte  del  Libertador  —  Hace  éste  declaraciones 
ambiguas  ó  contradictorias  —  Decídese  al  fin  contra  el 
proyecto  monárquico  —  Inglaterra  y  Francia  lo  consi- 
deran irrealizable 450 — 467 

Capítulo  Vm. 

Federación  ó  Separación. 

0|)iillQpes  sobre  reforma  constitucional  (1829)  —  Renué- 
vase la  contienda  entre  unitarios  y  federalistas  —  Gar- 
cía del  Río  y  Martín  Tovar  —  Profecía  de  lo  que  será 
la  federación  venezolana  —  Pronunciamientos  contra- 
dictorios en  Caracas  y  Wlencia  —  Asambleas  populares 
que  piden  la  separación  de  Venezuela  —  Caracas  y 
Valencia   desconocen   la  autoridad  de  Bolívar  —  Mará- 


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—    569    — 

caibo  se  pronuncia  por  su  Presidencia  vitalicia  —  Otras 
ciudades  votan  por  la  confederación  de  los  tres  Estados 
colombianos  —  Otras  recomiendan  el  sistema  federal 
norte-americano  —  Pide  Puerto  Cabello  que  el  nombre 
de  Bolívar  "se  condene  al  olvido"  —  En  Nueva  Gra- 
nada y  Ecuador  la  cuestión  es,  si  el  Libertador  con- 
tinúa en  el  poder  ó  se  retira  —  Declárase  Venezuela 
Estado  independiente  (enero,  1830)  — Instálase  al  pro- 
pio tiempo  en  Bogotá  el  último  congreso  colombiano  — 
Tentativas  de-  conciliación  —  Conferencias  de  Cúcuta  — 
Esfuerzos  de  los  colombianos  por  mantener  la  Unión  — 
No  transigen  los  venezolanos:  ó  confederarse  ó  se- 
pararse —  Empéñase  el  mariscal  Sucre  en  impedir  la 
"  oligarquía  militar"  —  La  defiende  el  general  Marino  — 
Terminan  las  conferencias  de  Cúcuta 468 — 480 

Capítulo  IX. 

Disolución   de  Colombia. 

Renuncia  Bolívar  la  Presidencia  —  Encarga  del  Gobierno 
al  general  Caicedo  —  Se  firma  la  última  constitución 
colombiana  —  No  la  acepta  el  congreso  de  Valencia  — 
Presidencia  de  Mosquera  —  Antipatía  recíproca  de 
granadinos  y  venezolanos  —  Reasumen  su  autonomía 
los  Departamentos  del  Sur  —  Asesinato  del  mariscal 
Sucre  —  Anarquía  en  Nueva  Granada  —  Insurrección 
del  batallón  Callao  —  Caída  del  Gobierno  de  Mos- 
quera —  No  acepta  Bolívar  el  mando  que  le  ofrecen 
los  insurrectos  —  Dictadura  de  Urdaneta  —  Actos  del 
congreso  de  Valencia  —  Pide  la  expulsión  de  Bolívar  — 
Declara  que  de  otro  modo  no  mantendrá  relaciones 
con  Nueva  Granada  —  Motivos  de  esta  actitud  —  Los 
venezolanos  atribuyen  á  Bolívar  la  inferioridad  en  que 
vivieron  durante  la  Unión  Colombiana  —  Error  é  in- 
justicia —  Proyectos  del  Libertador  fuera  de  su  patria  — 
Sus  teorías  políticas  y  sociales  —  Últimos  meses  de  su 
vida  —  Desesperanza  y  agonía  —  Su  despedida  á  los  co- 
lombianos —  Su  testamento  —  Su  muerte  —  Desaparece 
con  él  la  Gran  Colombia 481 — 501 


Apéndice. 


No.  1. 

(Lib.  10,  cap.  I.) 

El  nombre  de  América  y  el  de  Venezuela  •        505 


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—    570    — 
No.  2. 

(Libro  10,  cap.  VU.) 

Proyectos  Constítudonales  de  Miranda 

(Londres,  1808) 512 

Nq.  3. 

(Lib.  20,  cap.  U.) 

Acta  de  Independencia 519 

No.  4. 

(Lib.  20,  cap.  IX.) 

El  Poder  Moral 
propuesto  por  Bolívar  en  Angostura    .        545 

Erratas 552 


Impreso  por  JoUus  Sittenfeld,  Berlín  W* 


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