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Kstahlished under the will of Frangís Sales, Instructor
in Harvard CoUege, 1816-1854. This will rcquires
the income to be expended for books ** io the
Spanish languagre or for books il-
lustrative of Spanrsh history
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OBRAS
DE VÍCTOR BALAGUER
TOMO XIX DE LA COLECCIÓN
Y UNDÉCIMO DE LA HISTORIA DE CATALUÑA
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OBRAS DEL AUTOR
PUBLICADAS EN ESTA COLECCIÓN.
^^ Poesías catalanas. (£/ libro del amor, — El libro de la fe,
— El libro de la patria. — Eridanias, — Lejos de mi tierra. — C//-
timas poesías.) — Un tomo, que forma el I de la colección, 6
pesetas.
Tragedias. Original catalán y traducción castellana.
{La muerte de Aníbal, — Coriolano. — La sombra de César. — La
fiesta de Tibulo. — La muerte de Nerón. — Safo. — La tragedia de
Llivia. — La última hora de Cristóbal Colón. — Los esponsales
de la muerta, — El guante del degollado, — El conde de Foix. —
Rayo de luna,) — Un tomo (II de la colección), 8 pesetas.
Los Trovadores. Su historia literaria y política. — Cuatro,
tomos (III, IV, V y VI de la colección), 30 pesetas.
Discursos académicos y memorias literarias. [Discursos
y dictámenes leídos en las Academias y en los Juegos Florales. —
La corte literaria de Alfonso de Aragón. — Un ministerio de Ins~
trucci&n pública. — Fundación de la Biblioteca de Villanueva y
Geltrú. — Cartas literarias, — El poeta Cabanyes. — Ideas y apun-
tes^ etc., etc.) — Un tomo (VII de la colección), 7 pesetas 50
céntimos.
El Monasterio de Piedra. — Las leyendas del Mont-
serrat.— Las cuevas de Montserrat. — Un tomo (el VIII
de la colección), 7 pesetas 50 céntimos.
Historia de Cataluña. — Tomos primero á décimo de
esta obra, y IX á XVIII de la colección, á 10 pesetas cada
imo, 100 pesetas.
(Esta colección es propiedad del autor.)
VÍCTOR BALAGUER
DR LAS Reales Academias £spa5}ola y or la Historia
HISTORIA
DE
CATALUÑA
TOMO UNDÉCIMO
MADRID
IMPRENTA Y FUNDICIÓN DE MANUEL TELLO
IMPRESOR DE CÁMARA DE S. U.
Don Evaristo, 8
1887
fJaiii JL(A\\(A.
HISTORIA DE CATALUÑA
LA HEROICA PUIGCERDÁ
LA HEROICA PUIGCERDÁ.
I.
Vamos á decir en este escrito cómo ha conquistado
]a villa de Puigcerdá el blasón de heroica, no pudiendo
menos de hacer observar preventivamente que este tí-
tulo se le dio hace pocos años, con motivo del sitio que
sostuvo contra los carlistas en 1837, cuando ya la histo-
ria la llama repetidamente heroica en sus páginas por
altos hechos de más ó menos remota antigüedad.
Puigcerdá, en efecto, fígura brillantemente en nues-
tra historia de Cataluña desde sus primitivos tiempos*.
A cada paso se tropieza, registrando antiguas memo-
rias, con recuerdos memorables de aquellos célebres ce-
retanos, que fueron los últimos en ceder á las águilas
romanas.
Colocada se halla esta villa en lo más alto de las
montañas y en el centro del llano de la Cerdaña, sobre
la línea divisoria de las dos partes modernamente sepa*
radas y llamadas de España y Francia. La loma en que
se eleva se llamó Puig-Cerda, del nombre topográfico
latino Moiis Ccretanice. Algunos autores dicen que se
llamaba, en tiempo de los romanos, Poditim cereianum;
otros afirman que era la capital de los ceretanos, lla-
mada Augusta. Lo positivo es que antes de tener cual-
quiera de estos dos nombres, ó los dos á un tiempo,
fué con el nombre de Ceret, según parece, una fortale-
za inaccesible é inexpugnable para los romanos, que
sólo hasta el año 38 antes de Cristo, pudieron apode-
^^■'^^^ ■
8 VÍCTOR BALAGUBR
rarse de ella, en la época del triunvirato romano, y ha-
llándose de legado en Cataluña Cneo Domicio.
Por largo tiempo y con esa ruda é inquebrantable
fortaleza peculiar á los montañeses, resistieron los ce-
rétanos á los invasores. Los triunfantes estandartes de
Roma, en todo el mundo entonces conocido domina-
dores, hubieron muchas veces de retroceder vencidos al
divisar los robustos torreones de la ceretana Puigcer-
dá, sobre los cuales notaba al viento la bandera de la
independencia ibénca. Mucho costó á Cneo Domicio
sujetar á los ceretanos, ya ^ue, rechazado una vez, tu-
vo que volver otra y otra y otra contra ellos, siempre
con numerosas fuerzas y con más selectas huestes. Con-
siguió, por fin, vencerles, y éste fué ya el último es-
fuerzo que hicieron los pueblos catalanes por recobrar
su inc^pendencia. Desde entonces, y vencidos los indo-
mables ceretanos, destruido con Puigcerdá el último
baluarte de la independencia, Cataluña quedó opresa
bajo el yugo de hierro de sus dominadores. Con el oro
robado á los ceretanos en su conquista, compró Cneo
Domicio el triunfo que obtuvo al regresar á Roma.
Siempre desde entonces ha sabido mantenerse la an-
tigua capital de la Ceretania, á la altura en que la colo-
caron sus luchas heroicas con los que supieron hacer
del mundo una vasta nación {orbis rofnanus).
Su excelente posición estratégica debió convertirla en
un punto de gran importancia durante las guerras y
acontecimientos por los que vino á suceder la dominación
goda á la romana, y también en los que alteraron aque-
lla monarquía, hasta que cayó con su último rey Rodri-
go bajo el alfanje del islamismo en las llanuras del Gua-
dalete. Nada puede especificarse relativamente á aque-
llas épocas, y se ignora lo que fué de Puigcerdá durante
la reconquista. No obstante, conviene consignar que por
aquellos alrededores, en aquella comarca, quizá en la
HISTORIA DE CATALUÑA — ^LA HEROICA PUÍGCERDÁ 9
misma antigua Ceret, aparecieroiit como sí hubiesen
brotado de las entrañas de la tierra» aquellos primeros
independientes, á quienes se ha dado el nombre de Va-
rones de la fama. Es justo hacer observar^ para gloria
de los ceretanos y manifestación de los inmutables de-
signios de Aquél que dirige los destinos del mundo,
que en el país donde estuvo el último baluarte de la in-
dependencia en tiempo de los romanos, estuvo también
el primer baluarte en tiempo de la reconquista.
Puigcerdá debió desaparecer en el huracán de aque-
llas guerras. En las entrañas de la tierra, bajo los huer-
tos y campos cultivados que hoy rodean á la villa mo-
derna, existen aún los cimientos robustísimos de las
murallas formidables que envolvían á la antigua Au-
gusta.
Fué reedificada en la última mitad del siglo ^i por
Alfonso el Casio de Aragón, con el nombre de Puig'
Cerda, cerro de la Cerdaña ó de la Ceretania; y tales
privilegios y franquicias concedió á sus pobladores, qué
á los pocos años hubo de darse mayor extensión á su
recinto, llegando á ser bien pronto una villa de más de
600 vecinos.
Después de haber formado parte esta población del
reino de Mallorca, por ser el rey de estas islas conde de
Rosellón y de Cerdaña, quedó incorporada, á la Coro-
na de Aragón en tiempo de Pedro el Ceremonioso, pa-
sando á formar parte del Principado de Cataluña, y se
asegura que en los cuatro primeros siglos de su restau-
ración sostuvo más de doce ataques y asaltos, sin ha-
ber sido jamás tomada á fuerza por los enemigos.
Llave de cuatro vías que la ponen en comunicación
con Perpiñán, Tolosa, Barcelona y Lérida, debió aún
ser de mucha más importancia en las varías guerras de
España y Francia; y efectivamente, ha figurado en ellas
siempre con esplendor, pues más de una vez han ido
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I O VÍCTOR BALAGUER
poderosos ejércitos franceses á estrellarse al pie de sus
murallas.
Ya el autor de estas líneas en otra obra refiere las
glorias de Puigcerdá anteriores al presente siglo. No se
trata aquí de repetirlas^ pues sólo pretende el autor en
estos artículos ampliar ó decir lo que en la indicada
obra no ha podido tener cabida. Vamos, pues, hoy á
relatar solamente el hecho por el cual conquistó su tim-
bre de heroica; timbre que, por otra parte, ya había sa-
bido ganar antes que oficialmente se lo dieran, y esto
es lo que veremos en el próximo artículo.
II.
Ardía en Cataluña, como en toda España, aquella
desastrosa lucha fratricida que se conoce por la guerra
de los siete afios, y que un noble español, el general Es-
partero, había de acabar con un abrazo fraternal, hacién-
dose acreedor á la gratitud de todos de todos los que
no son ingratos.
A la muerte de Fernando VII en i833, los absolu-
tistas se declararon por el hermano del rey difunto,
D. Carlos de Borbón, y los liberales ampararon el de-
recho de Doña Isabel II, niña todavía. Fué una lucha
encarnizada y terrible. Fué aquélla una guerra de fue-
go y de sangre. Poco podía esperar el partido liberal,
después de tantos esfuerzos, de tantos sacrificios, de
tanta sangre pródigamente derramada en los campos
de batalla, lo que había de suceder después.
El día 17 de Noviembre de 1837 una hueste carlista,
mandada por el tristemente célebre Tristany el canó-
nigo, invadió la Cerdaña. El 18 recibió refuerzos, jun-
tándosele, entre otros, el cabecilla Pep del OH con su
terrible batallón; y el 19 hizo un reconocimiento sobre
É.'
HISTORIA DE CATALUKA — LA HEROICA PÜIGCERDA 1 1
la pla2a de Puigcerdá, como indicio de que se apres-
taba á sitiarla. Puigcerdá esperaba ya ser atacada des-
de el instante en que se supo que la Junta superior gu-
bernativa del partido carlista, el intendente Lavandero
y otros personajes acompañaban al cabecilla Tristany.
Entre su ejército de reserva y el de ataque contaban
los carlistas 6.000 hombres, y la villa no tenia más tro-
pa que dos compañías del regimiento provincial de Gua-
dix, ni otros defensores, á más de éstos, que su escasa
milicia nacional y sus habitantes. Se comprometieron,
sin embargo, á resistir hasta el último extremo, á pe-
recer envueltos entre las ruinas antes que rendirse, dis-
poniéndose á tomar parte en la defensa la población en
masa, de todo sexo y de todas edades, pues que hasta
se organizó apresuradamente una compañía de niños de
doce á quince años, á los cuales se armó con carabinas.
Comenzaron los carlistas el 20 á poner sitio á la pla-
za, y ocuparon en los tres días inmediatos los puntos
á ellos más próximos, cerrándole por este medio toda
comunicación con el resto de la Cerdaña y con Fran-
cia. El 24 quedaron terminadas las baterías que de no-
che pudieron construir, casi á tiro de pistola de la vi-
lla, y en la tarde de aquel mismo día comenzó un fuer-
te y repetido bombardeo que hizo llover sobre la pobla-
ción, en tres días que duró, 276 balas de á 36 y otras
de inferiores calibres.
Estas ventajas no las consiguieron, sin embargo, fá-
cilmente los carlistas. Los defensores de Puigcerdá se
mantuvieron constantemente en las aspilleras, de no-
che y de día, á pesar del crudo rigor de aquel clima,
haciendo un fuego continuo, mientras que, por otra par-
te, los más distinguidos cazadores del país fueron des-
tinados á situarse en la torre de la iglesia, punto desde
el cual, con certera puntería, diezmaban á los artilleros
carlistas, de tal manera, que no pocas veces consiguie-
12 VÍCTOR BALAGUBR
ron hacer suspender el fuego de los cañones y del obús
que dirigían contra la plaza. Dicese que entre estos ca-
zadores se distinguió un sacerdote de grande arrojo y
puntería notabilísima, llamado D. Vicente Degollada,
el cual ha dejado fama en todo aquel país.
A pesar de los esfuerzos heroicos de los defensores
de Puigcerdá, quedó por fin abierta y expedita la bre-
cha, rivalizando entonces la guarnición, la milicia na-
cional y los vecinos en hacer toda clase de esfuerzos y
sacrificios para cerrar aquélla, y burlar con su constan-
cia la frenética obstinación del enemigo. Por dos veces,
en dos noches seguidas, probó éste el asalto, pero fué
rechazado á la bayoneta con pérdida considerable de
muertos y heridos, quedando en poder de los sitiados
las escalas y herramientas de que al intento se habían
provisto los carlistas.
Durante aquellos días de prueba, no flaquearon ni
un momento los defensores de Puigcerdá, ofreciendo y
legando á la historia el mismo ejemplo de alto patrio-
tismo que en antiguas edades, y en situación parecida,
dieron sus valerosos antepasados. Serenidad, valor, de-
cisión, fortaleza de alma, prontitud para el ataque, fir-
meza para la defensa, resignación para el sufrimiento,
de todo dieron relevantes muestras aquellos bizarros
moradores de la capital ceretana, soportando con la
misma impasibilidad el fuego del enemigo que las fati-
gas y las privaciones del sitio. Digna de todo elogio la
milicia nacional, que durante aquellos desastrosos siete
años prestó en todas partes grandes servicios á la cau-
sa de la libertad, compitió con la benemérita guarni-
ción en arrojo y en bravura. Sin distinción de catego-
rías, sexo ni edad, todos los habitantes trabajaron á
porfía en coser y llenar de tierra los sacos hechos con
las sábanas que al intento y gustosos ofrecían, y que
fueron colocados en las brechas con los colchones, sacos
E CATALUÑA — LA HEROICA PUIGCERDÁ I3
objetos que ellos mismos suministraron
sí, y á costa de algunas victimas, una
por los dos lados de la puerta de Francia,
que acababan los earlistas de derribar.
Lción de la columna de Carbó, entre cu-
icíales iba el general Prim, produjo el
del sitio, que verificaron los carlistas en
del 28, habiendo incendiado antes tres
abían servido antes de asilo en las inme-
plaza, y al abrigo de las cuales ofendie-
sus defensores. La división de Carb6
erdá al anochecer del 28 de Noviembre,
er sostenido ocho horas de fuego con la
y en ella permaneció hasta que fué re-
^cación, y municionada y puesta en nue-
ifensa la villa.
> memorable y esta valerosa defensa, las
biemo dieron á Puigcerdá el titulo de
escritos y publicados los dos anteriores
periódico de Barcelona, recibió su autor
rta de un buen amigo suyo, joven de
6n, acompañándole los documentos que
¡ben:
OR Balagüer. — Muy señor mío y de mi
sideración: Recuerdo haberme V. dicho
licar un artículo sobre la heroica Puig-
lo el sitio que sufrió en 1837. Así no
mplacerá á V. el tener una copia de los
intimándoles la rendición, dirigió á los
íe mossén Benet.
14 VÍCTOR BALAGUBR
• Yacían ambos olvidados entre papeles inútiles, y
exhumándolos y dándolos á conocer, me han propor-
cionado no poca satisfacción al ver el interés con que
son leídos, principalmente por los que presenciaron
aquellas angustiosas jornadas, y que me han contado,
con este motivo, detalles interesantes.
•Según dicen, ninguno de los dos oficios obtuvo con-
testación, y el portador de un tercero fué rechazado á
balazos.
• Poseo la relación del sitio manuscrita por uno de
los jefes de la milicia nacional, fallecido recientemente;
pero no creo que contenga ningún pormenor que no co-
nozca V. ya. Si supiese cuáles son los que V. tiene,
podría recogerle quizás algunos nuevos, entre los mu-
chísimos que refieren los testigos y actores.
•Tengo un vivo placer en repetirle mi profunda gra-
titud por las inmerecidas bondades de V., y en ofrecer-
me, aunque indigno, su sincero amigo y afectísimo ser-
vidor, Q. B. S. M. — José María Martí.
•Puigcerdá i.° de Marzo de 1866. •
COPIA EXACTA DE DOS OFICIOS EXISTENTES EN EL ARCHIVO
MUNICIPAL DE LA HEROICA VILLA DE PUIGCERDÁ.
^Ejército real de Cataluña. — 2/ Comandancia general.
• Vencido el dificilísimo obstáculo de trasladar la ar-
tillería al frente de ese pueblo, prueba más positiva no
puede darse de que vengo decidido á tomarlo á toda
costa; y aunque los preparativos que habrán Vds. ob-
servado lo indiquen, y no puedan equivocarse, lo anun-
cio á Vds. para que reflexionen y conozcan á lo que
los expondrá la más corta resistencia que opongan. Paz
y unión á los demás pueblos fieles de este Principado,
ó dejar de existir cubiertos de escombros; no hay otra
'*■
HISTORIA DE CATALUÑA — LA HEROICA PUIGCERDÁ 1 5
alternativa: las ventajas que les ofrece lo primero está
en Vds. el conseguirlas; mas si permiten que el fuego
de la artillería se rompa, ¡mi corazón se conmueve al
sólo pronunciarlo! será tan cierto como inevitable lo
segundo.
•Dos horas doy á Vds. de tiempo para que decidan
de su suerte, y pasadas que sean, no tendrán ya lugar
para Vds. mis buenos deseos.
•Campos de Puigcerdá, á las doce de la mañana del
día 23 de Noviembre de 1837.
»E1 general segundo cabo, — Benito Tristany.
•Señor jefe militar y ayuntamiento del pueblo de
Puigcerdá. •
^Ejército real de Cataluña. — 2.* Comandancia general,
•Señor gobernador y ayuntamiento de Puigcerdá.
•Si el deber militar ú otros motivos os ha impulsa-
do á defender la fortificación de esa villa, como lo ha-
béis hecho hasta hoy, el mío es el de anunciaros que si
esperáis ser socorridos por fuerzas de vuestro partido
que hayan de venir, en vano confiaréis, pues que es-
tán tomadas las disposiciones convenientes para impe-
dirlo.
• Bien habéis visto que, hasta aquí, mi ataque ha
consistido únicamente en aparentes tentativas, y espe-
ro no daréis lugar á que ponga en movimiento los re-
cursos que me acaban de llegar. Deseo conservar la po-
blación, vidas de sus habitantes é intereses, como tra-
tar la guarnición con toda la consideración á que se
haga acreedora; pero si no accedéis brevemente á lo que
os propongo por esta segunda y última vez, en este in-
esperado caso, el gobernador, ayuntamiento é influyen-
tes de Puigcerdá, serán responsables á Dios y á los
hombres de los estragos consiguientes á una infundada
l6 VÍCTOR BALAGUER
cuanto temeraria continuación en la defensa, y no el
general segundo cabo, — Benito Trisiany.
•Campo, á las puertas de Puigcerdá, 27 de Noviem-
bre de 1837.
•El concejal encargado de la custodia y conservación
del archivo, — José María Martí.
• Puigcerdá i3 de Febrero de 1866. •
IV.
Con motivo y á consecuencia de la publicación de los^
dos artículos sobre Puigcerdá, un estimable y reputada
escritor catalán, el Sr. D. Luis Cutchet, dióáJuz en el
mismo periódico en que la vieron aquéllos, un escrito
que nos hacemos un deber de reproducir y copiar hoy
en estas páginas.
Dice asi:
• UNA ACLARACIÓN.
•Al consignar hace algunos días un distinguido co*
laborador de este periódico las glorias de la heroica
Puigcerdá, no hizo mención en el segundo artículo, de
seguro bien involuntariamente, pues tiene bien probada
su imparcialidad como historiador, del admirable valor
desplegado en el último sitio de aquella noble villa por
una compañía de jóvenes de Bagá, que estaban allí re-
fugiados por haberse apoderado de sus hogares los car-
listas, á cuya causa no habían querido adherirse, co-
rriendo por su constancia gravísimos peligros, y su-
friendo como buenos toda clase de privaciones. Con el
mayor gusto diremos, pues, hoy nosotros que aquellos
beneméritos baganeses, tan llenos de virtudes en la
paz como de ardimiento en la guerra, secundaron con
HISTORIA DE CATALUÑA — LA HEROICA PUIGCERDÁ IJ
toda bizarría los esfuerzos de los bravos habitantes de
la capital ceretana, acudiendo ganosos á los puntos de
la muralla y ó mejor mala tapia, en que más terrible
era la lucha , y mostrando una generosidad sin limites
en el ofrecimiento de su sangre y de sus vidas. Cuan-
tos recuerdan en Puigcerdá aquellos días de verdadera
prueba, durante los cuales ricos y pobres vivieron vida
común, en alimentos como en sangrientos azares, re-
conocerán la verdad de nuestras palabras con respecto
á aquellos hidalgos hijos de Bagá, que al antiguo valor
catalán reunian, según ya hemos indicado, las más ele-
vadas cualidades del pacifico y laborioso ciudadano.
Fraternal hospitalidad encontraron en Puigcerdá los
baganeses, pero supieron mostrarse merecedores de
ella, viniendo á ser, desde aquel memorable sitio, dig-
nos hermanos de armas de aquéllos á quienes ya mira-
ban justamente como hermanos de creencias. Crudos,
muy crudos eran aquellos días de la guerra civil; pero
si se presenciaban á menudo terribles escenas, si mu-
chos daban á la sazón rienda suelta á feroces instintos,
también brillaban en todo su esplendor los más nobles
sentimientos. Aquélla era época de furor, de odios y de
sangre, pero lo era igualmente de la más alta virtud,
de los sacrificios más sublimes. Los resortes humanos
para el bien y para el mal estaban fuertemente tendi-
dos, pero la parte que de ángel tiene el hombre no ce-
día en influencia y poder á la que tiene de demonio.
• Había, sin duda, espectáculos de caribes y dolorosí-
simos martirios, como los habrá siempre en todas esas
espantables luchas en que los hijos de Adán tratan de
exterminarse unos á otros; pero al mismo tiempo se oía
predominar, por lo común, la voz del deber y del ho-
nor. Bramaba desencadenado el huracán de todas las
malas pasiones; pero las pasiones buenas tenían, sin em-
bargo, suficiente fuerza de resistencia, porque en medio
TOMO XIX 2
1
j-jr.n. -nsT-x, zrx~J-Jt tes. n«t.
^Kftrr-^,,\(L r át rr~ — .^ ^t-t ¿ — -^^^J^ SIS iHTie-
•t, '-.í.-.-í-- ;/,í la ;.i::-.'jt i^ =^=j: ht is ser i::::»-
T.'í 'jtx' ./yjt. í-f^-jí z^J.\- K=. ese s':rc. Sesie-
-i-tt- I;;,vx/>*A la c^iM: P'-'r.i-TT-s-;^, C2 Ttj ¿e sff
■/f./j -ií '^.'.- .n-,',rí:^ para Ic'S g^bemair-s, es Icsio lo
r.'.-a;,'.; 'i.^X.r.y.i'-rA'.^^ ac-tl^a por su cinisn^o mis
y.'f,-/* i/ití.\ziL'Í'> it hip-xn-ciía cñcial, silo dagríx-
If/,':;,'»: >:'■/■ a. \,\;\ de bajeza, de servijsino y dcscrei-
M.l'í, ti.h'.i'.UHTAti de esta vjerte el ongec de las ver-
Akhi^ fiini/.UK vítale» del país, y precipitándolo, de
i'la en t^ída, hasta los más lóbregos abismos de la
íiihiirn y la ignorancia. Entonces, para los gobema-
», I'í in¡>)mo que para los gobernantes, no queda ya
<o que un culto, el del deleite: todos, ó casi todos. He-
n á ftcr al (in presa del monstruo llamado Sensualis-
), eterno padre de la indignidad y la impotencia,
irikformador seguro de naciones de hombres en reba-
HISTORIA DE CATALUíÍA — LA HEROICA PUIGCERDÁ 1 9
ños de eunucos que vienen á ser el ludibrio de los pue-
blos viriles de la tierra.
» Y he aquí cómo puede haber, y hay, en efecto, épo-
cas más calamitosas que las épocas de guerra civil, la
que al fin y al cabo supone vida, por formidables que
fueren las condiciones en que ésta tiene que manifestar-
se; pero los periodos á que acabamos de referirnos son
negación de vida, son postración y podredumbre. Du-
rante una guerra civil, hay en cada partido una fuerza
4e acción, hay una bandera, un símbolo, principios
que cuentan con creyentes, por más que en alguna de
las enseñas haya de estar más particularmente repre-
sentado el error que la verdad; pero lo repetimos: á lo
menos todo esto es signo de vida, mientras que una paz
interior de descreimiento y de inmoralidad, no es más
que corrupción y muerte.
»No son por cierto exagerados los prodigios que se
atribuyen al poder de la fe, poder tanto más incontes-
table, cuanto que la misma puede obrar maravillas aun
descansando en una base falsa. El islamismo no es, á
buen seguro, una religión verdadera; pero movidos de
su ardiente entusiasmo, es decir, de su fe, los primeros
hijos del Koran llevaron á cabo grandes cosas. La fe
hasta resucita á los muertos, como la falta de fe vuel-
ve cadáveres á los vivos.
•Véase, pues, cómo pueden venir para un pueblo
días más funestos que aquéllos en que se divide en dos
parcialidades, proclamando cada una su principio, y
defendiéndolo á la luz del sol con las armas de los
fuertes.
9 Bien comprenderá el lector que pudiéramos exten-
dernos fácilmente en consideraciones referentes á este
tema; pero hemos dicho ya lo bastante para dar á co*
nocer nuestra humilde opinión, que cada uno acogerá
como mejor le parezca. Por lo demás, al tomar hoy la
:;s¡iiíz ít fx-í-iÉa ?:-_n3. prrccc^sDizcas tan
az.', y. ':jí-=j-.i r^=7Lc-: li ^ — •~^- ie ataa ií-
".ríar ei '-t-"""-"- xrrjdn tctsQói a i^Z- en
na ca^'-til i; la C«r-3a5i per >a hr ?5 ás Bagá,
ííi: «síar la^ «f_r:s, ;r:~ : j: «sü^i'ts =cooti:cs,
CTcaíi; =ic;:r :pe per j:* p— "-.~^ '■»!-i>g-t ttpí-
\ DE CATALUÑA
XLER CASANOVA
{
1
4CELLER CASANOVA.
Diciembre de 1713 tomaba posesión
:eller en cap de Barcelona el ciudadano
, ó Casanovas, como quieren otros. En
} circunstancias entraba á ocupar aquel
y valor y patriotismo se necesitaban
laba ya Barcelona por las tropas de
mzaba ya á considerarse como perdida
is III, el emperador de Austria, abra-
empeño por los catalanes. Pero á bien
no se batían precisamente por Carlos,
rtades amenazadas, por sus derechos
mecidos. Al aparecer Carlos, el archi-
itorío catalán, el Principado casi en
i sostener sus derechos contra los de
:e, sosteniéndolos, sostenía los suyos
i causa de Carlos iba unida entonces
le Cataluña.
le fué aquella lucha, conocida en nues-
:1 nombre de Guerra de sucesión; pero
ue Carlos, por muerte de su hermano,
ür la corona imperial, y abandonó á
: no por esto desistieron. Entregados
:rzas, sacrificados por la diplomacia,
el que habían alzado rey, solos para
Vf que contaba con el apoyo francés.
%&:íí^r¿;xia c^cx. %.''j^xj^¿. ^z^tts^ ^Tr'iT7',i en € 5e Jc-
iío de 1713 p::^ li J -::tai ¿£ Et3íZ-j% gsiig^Vü 5e Caía-
1-^ña, e*, i inás ce Iz iStiLsa ¿c I2 fis^zá 5^1 «zpea-
el fnar-ttcen»» íibna de ¡a tiránica cpresicn cea que
cruelrner.te ae pretendía sir etan:as a! yiigc de ciia vio-
lenta escIa^Tfjd. •
Pocas veces se había \'isto uzisl nanfn tan icdigoa-
mente sacríñcada como fué Cataiuña por la diploma-
cia^ ni una ciudad como Barcelcca que tan heroica-
mente y con tan sublime resi^nacicn haya sabido la
cuesta de su Calvario. Adictos á sos libertades, que
probaron amar más que á su vida; fieles al rey qne se
habían dado y reconocido, rechazaron los catalanes el
indulto que se les ofrecía si abandonaban su actitud
hostil sometiéndose á las leyes de Castilla. Mantuvié-
ronse firmes y denodados, y no hubo medio de doble-
gar y vencer la tenacidad de los pronunciados, sin em-
bargo de que «caían sobre ellos la llama, el incendio y
el suplicio, • según frase escrita con asombrosa sangre
fría por el cortesano marqués de San Felipe.
En tal situación, y cuando las tropas de Felipe V
eran ya dueñs^s de casi toda Cataluña, cuando Barcelo-
na comenzaba á verse estrechamente sitiada, fué cuan-
do el ciudadano Rafael Casanova salió elegido para
ocupar el honroso, pero peligrosísimo puesto de conce-
ller en cap.
De suma gravedad y de alto compromiso eran las
circunstancias en el acto de vestir este ilustre ciudada*
no la purpúrea gramalla; pero no por esto hubo de arre-
% _
HIST. DE CATALUÑA — EL CONCELLER CASANOVA 25
ararse. Con la ñrrne convicción de sacrificar su vida^ si
«ra preciso, en aras del pueblo que le llamaba al frente
de sus destinos, Casanova ocupó el sillón de la presi-
dencia entre los concelleres y empuñó el bastón de man-
do como coronel de la milicia ciudadana, que estaba ya
en armas y bajo pie de guerra para atender á la defen-
sa de la ciudad. Su actividad, su celo, su patriotismo,
su decisión no se desmintieron un solo instante, y en
iodos los tristes momentos de prueba porque pasó en-
tonces Barcelona, siempre ésta vio -descollar la serena
é imponente figura de su conceller en cap, acudiendo el
primero al peligro, dando el primero el ejemplo, siendo
el primero en el consejo, en la vigilancia, en el camino
de la rectitud, de la lealtad y del patriotismo. Durante
los nueve meses que desempeñó su cargo, hasta llegar
el día en que cayó gravemente herido defendiendo como
soldado de la libertad los muros de Barcelona, prestó
innumerables servicios, que á grandes rasgos procura-
remos trazar. Fué para Casanova aquel período una
continuada serie de sacrificios, y era ya ocasión de que
por medio de un público testimonio, como felizmente
acaba de hacerse, se evocase del olvido en que yacía
el nombre de aquel ilustre ciudadano, consagrándose al
par un recuerdo de gratitud al patriota conceller.
II.
El Diario del sitio y defensa de Barcelona, correspon-
diente al 1 1 de Diciembre de lyiS, se felicita de haber
quedado al frente del gobierno de la ciudad, desde i.^ del
flies, los concelleres Rafael Casanova, Salvador Feliu
de la Peña, Raimundo Sans, Francisco Antonio Vidal,
José Llaurador y Jerónimo Ferrer. «Hallándose como
se hallan todos, dice, siguiendo la justa causa del rey
ÜÍ
«^
smspc
^ t;sa rtz y» i:,t¿é^ú¿D» faoitseiv
ec ktf ; :¿cbas de aq^ej prc>
y á la pn;ici>úji y tino cea
'm^tm% y V^sjÓ sos ^^-y^^»*
vkt^>ría icaiitíma alcanzada á la rista ád pucitD de
Barcelona en 24 de Fefarcn> de 1714. Hafasécdose ob-
servado en dicho día que, á cacsa de dcrta cvohicióo,
se haUa desmembrado d cordón de los boqccs cnemi-
%€3% que por la parte del mar formalizaban d sitio, de-
ddí//se hacer salir la fragata dd corond D. Scfaastün
Dzlmzu, al mando del capitán Esteban Magriñá; la dd
espitan D. Antonio Martínez, mandada por D. Juan
l^utísta LuneH, y con ellas catorce lanchas, bien pro-
vistas y tripuladas. Del sureglo y direodón general de
la empresa se encargó d conceller Casanova, d cual,
mientras duró el combate, permanedó en el muelle
dando las oportunas órdenes, enviando prontos socorros
y velando por la seguridad de los combatientes para que
nada les faltase. Roto el cordón enemigo, entregáronse
á la fuga los buques contraríos, dejando en poder de
los audaces marinos barceloneses dos navios, el uno de
ocho cañones y el otro de cuatro, y trece grandes bar-
cos cargados de todo género de municiones, pertrechos
y viveres. No combatió personalmente el conceller
D, Rafael Casanova en esta acción; pero cúpole no
HIST. DB CATALUÑA — EL CONCELLER CASANOVA 2/
poca parte en la victoria por el acierto con que supo
atender á los preparativos y dirigir todas las operacio-
nes que estuvieron á su cai^o.
Proseguía el sitio cada vez más crudo y más apreta-
do. Empero no desmayaban los barceloneses. A instan-
cía y propuesta de Casanova, dieron á luz los conce-
lleres un manifiesto 6 carta-circular despachada á todo
el Principado, que lleva la fecha de i3 de Abril. En
este manifiesto, que es un documento histórico impor-
tante, los concelleres de Barcelona participaban á las
ciudades, villas y lugares de Cataluña la justicia de su
causa, el derecho y la buena razón que en su favor mi-
litaban, la seguridad que tenian de prolongar la defen-
sa de Barcelona, la esperanza que fundaban en el por-
venir y la firme resolución en que se hallaban de soste-
ner con todo empeño su bandera, manteniéndose fuer-
tes en la capital del Principado.
Pero iban llegando provisiones y refuerzos al campa-
mento del duque de Pópuli, que era el general coman-
dante del sitio, y arribó también procedente de Fran-
cia, á mediados de Mayo, un convoy que desembarcó
'duchas piezas de artillería y una cantidad considerable
de bombas, balas, municiones y pertrechos. En estas
circunstancias, los concelleres decidieron celebrar un
consejo general de guerra en la casa de la ciudad, y
fueron convocados para el i6 de Mayo todos. cuantos
debían tener voz y voto en la sesión, desdé el coman-
dante general D. Antonio de Villarroel hasta el último
coronel. Sólo dejaron de asistir los jefes que estaban de
servicio ó se hallaban enfermos.
Abrió la sesión, y llevó la palabra en nombre de los
concelleres nuestro D. Rafael Casanova, el cual, en
un discurso muy intencionado y lleno de patriótica en-
tereza, manifestó que la ciudad deseaba oir el parecer y
voto de sus capitanes en aquellas circunstancias, abrien-
* ■
f.'v
1 8 VÍCTOR BALAGUBR
i de todo había convicción y fe. Toda guerra es una ca-
V, lamidad, y en las guerras intestinas la calamidad es
^•. ; mucho mayor, porque sea cual fuere el éxito de los
r combates que entre conciudadanos se traban, nunca
V. puede dejar de afligirse la común madre, la patria.
' Cualquiera batalla de guerra civil anubla corazones en
todas las familias, por poco numerosas que éstas fueren,
pues en ambos campos hay parientes, hay amigos.
»Y sin embargo, tristes y todo como son esas épocas
de fermentación y de contiendas á muerte, nos atreve-
mos á preferirlas, sin vacilar un momento, á tiempos de
frío indiferentismo para lo verdaderamente grande y
noble, á tiempos en que toda creencia esté muerta, me-
nos la creencia en el oro, febrilmente codiciado para
emplearlo tan sólo en goces de materia ó en envene-
namientos del alma. En la historia se encuentran á ve-
ces esos períodos de bestial desenfreno , que Dios per-
mite, cuando por la justicia del mismo ha de ser dura-
mente castigada alguna nación en este globo. Seme-
jantes tiempos son fáciles de conocer por síntomas ca-
racterísticos, infaliblemente precursores de cataclismos
sociales. Entonces la clase gobernante, en vez de ser
espejo de costumbres para los gobernados, es todo lo
contrario: distinguiéndose aquélla por su cinismo más
ó menos barnizado de hipocresía oficial, sólo da gene-
ralmente ejemplos de bajeza, de servilismo y descrei-
miento, inficionando de esta suerte el origen de las ver-
daderas fuerzas vitales del país, y precipitándolo, de
caída en caída, hasta los más lóbregos abismos de la
deshonra y la ignorancia. Entonces, para los goberna-
dos, lo mismo que para los gobernantes, no queda ya
más que un culto, el del deleite: todos, ó casi todos, lle-
gan á ser al fin presa del monstruo llamado Sensualis-
mo, eterno padre de la indignidad y la impotencia,
transformador seguro de naciones de hombres en reba-
HISTORIA DE CATALUfÍA — LA HEROICA PUIGCERDÁ 1 9
ños de eunucos que vienen á ser el ludibrio de los pue-
blos viriles de la tierra.
•Y he aquí cómo puede haber, y hay, en efecto, épo-
cas más calamitosas que las épocas de guerra civil, la
que al fin y al cabo supone vida, por formidables que
fueren las condiciones en que ésta tiene que manifestar-
se; pero los periodos á que acabamos de referirnos son
negación de vida, son postración y podredumbre. Du-
rante una guerra civil, hay en cada partido una fuerza
4e acción, hay una bandera, un símbolo, principios
que cuentan con creyentes, por más que en alguna de
las enseñas haya de estar más particularmente repre-
sentado el error que la verdad; pero lo repetimos: á lo
menos todo esto es signo de vida, mientras que una paz
interior de descreimiento y de inmoralidad, no es más
que corrupción y muerte.
•No son por cierto exagerados los prodigios que se
atribuyen al poder de la fe, poder tanto más incontes-
table, cuanto que la misma puede obrar maravillas aun
descansando en una base falsa. El islamismo no es, á
buen seguro, una religión verdadera; pero movidos de
su ardiente entusiasmo, es decir, de su fe, los primeros
hijos del Koran llevaron á cabo grandes cosas. La fe
hasta resucita á los muertos, como la falta de fe vuel-
ve cadáveres á los vivos.
•Véase, pues, cómo pueden venir para un pueblo
días más funestos que aquéllos en que se divide en dos
parcialidades, proclamando cada una su principio, y
defendiéndolo á la luz del sol con las armas de los
fuertes.
•Bien comprenderá el lector que pudiéramos exten-
demos fácilmente en consideraciones referentes á este
tema; pero hemos dicho ya lo bastante para dar á co-
nocer nuestra humilde opinión, que cada uno acogerá
como mejor le parezca. Por lo demás, al tomar hoy la
20 VÍCTOR BALAGUER
urna no lo hemos hecho con el ánimo de ventilar nin-
ina cuestión de filosofía política, proponiéndonos tan
lo, y esto lo hemos cumplido al principio de estas li-
as, recordar el brillante servicio prestado en 1837 en
antigua capital de la Cerdaña por los hijos de Bagá,
lepueden estar tan seguros, como lo estamos nosotros,
; que por nadie mejor que por los puigcerdaneses mis-
os será más noblemente apreciado este recuerdo.*
r
HISTORIA DE CATALUÑA
EL CONCELLER CASANOVA
r
HISTORIA DE CATALUÑA
DEL BANDOLERISMO
Y DE LOS BANDOLEROS EN CATALUÑA
TOMO XIX
BANDOLERISMO
BANDOLEROS EN CATALUÑA.
: algunos años mi Historia de Cata-
capítulo II del libro X con las si-
confesar que habrá quien achaque á
Q que no es otra cosa en mí que fuer-
¡nto. ¡Vindicar á los bandoleros! ¡Ha-
camino hombres de partido, agrupa-
era política! Empresa es, dirá alguno
;tivamente á presentar bajo una nue-
lad resplandeciente de una nueva luz,
italán de últimos del siglo xvi y prín-
1 inquietarme porque en desagradecí-
;ue lo poco que hacer yo pueda en
patria, pues común cosa es desobligar
on sembradura de afectos cosechar
lido decir á hombres que pasan por al-
)r más de algo tenemos todos, que eso
lalatuis es cosa moderna, pues jamás
ios habían hablado de libertad; que
irona de Aragón, sino coronilla; y que
y escribimos en este sentido acerca
pasadas, pertenecemos á una escuela
tar las faltas de los reyes?.... Pues á
y predican en público, desconociendo
36 TÍCTOR BALAGUER
por completo, de raíz, la historia de Cataluña, no les
quiero yo por jueces, que harto tienen que hacer con
juzgarse á si mismos antes que á los demás.
•Puedo andar equivocado en lo relativo al bandole*
rísmo de aquella época, pero un buen fin roe guia. De-
seo que se haga la luz en este punto, por desgracia
harto confuso y oscuro de nuestra historia, y no veré
con desplacer, sino muy al contrario, que haya quien
me contradiga si con mejores datos y más lógica me
convence. Busco la verdad, y á quien la busca su ha-
llazgo no puede ofenderle, sino más bien llenarle de sa-
tisfacción y júbilo. ¿Cuándo se ha visto que un hombre
se enoje al dar con el tesoro que busca? Lx> que deseo
es que se rebatan con argumentos mis argumentos, con
razones mis razone^, con datos históricos justificados
mis justificados datos históricos; que esta obra no la
escribo yo solamente, como tantas otras, para sustento-
mío y deleite ajeno, sino para inquirir la verdad, que en
cosas de historia de Cataluña andaba y anda aún bas*
tante desconocida y desarrapada, y para desabusar í
aquéllos á quienes emponzoñaran las detenidas lectu-
ras de ruines cronistas cortesanos. Y si, por otra parte,,
soy yo el engañado, por muy contento me daré en re-
conocer el engaño, que guiarme quiero por el espíritu
de la verdad y la justicia, y vengan éstas de donde vi-
nieren, con gozo he de acogerlas y saludarlas.»
Esto dije entonces, y esto repito ahora al completar
con nuevos datos, con más ampliación y con más abun*
dancia de noticias, lo que escribí sobre los bandoleros
catalanes en mi citada obra.
Vamos ahora al asunto, yendo á buscar su origen
donde creo que debe buscarse.
Sabido es de cuantos conocen un poco nuestra histo-
ria, lo que fué y lo que significó la famosa guerra de las
Gcrmanías en tiempo de Carlos V.
J
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 37
Mientras que en Valencia y en Mallorca, por los años
de i520 y iSzx, ardía la tierra en desastrosas luchas, y
«ran teatro aquellas fértiles comarcas de la guerra lla-
mada de las Germanías, verdadero combate de la de-
mocracia con la aristocracia, vióse á Cataluña agitarse
inquieta y desasosegada, traduciéndose su malestar in-
terno en sacudimientos exteriores, que no llegaron á
tomar el carácter de sublevación formal y general por
la prontitud con que se acudió al remedio, por la pru-
dencia de los gobernantes populares y por el mismo
refrenamiento de la nobleza, que no abusó de su posi-
ción como en Mallorca y en Valencia.
Sin embargo, es un hecho positivo que los concelle-
res de Barcelona escribieron en i52i al emperador»
pidiéndole les fuese enviado cuanto antes virrey para
sosegar á los turbulentos que querían levantarse en de-
manda de apoyar á los sediciosos de Valencia. (Manus^
^crito de Bruniquer, cap. XXXVI.)
No puede con más claridad marcarse el carácter po-
lítico de la agitación reinante entonces en Cataluña.
Probado dejo en mi Historia de Cataluña, que los
sediciosos de Valencia eran los liberales, partido de cuya
-existencia, por masque se pretenda lo contrario, no pue*
de dudarse, pues le vemos levantar varias veces y en
distintas ocasiones la cabeza, ya en Valencia, ya en Ma-
llorca, ya en la misma Barcelona, donde alguna vez
ganó las elecciones municipales. Este bando, como se le
llamaba entonces, este partido político, como diríamos
ahora, apareció en la Corona de Aragón, y más princi-
palmente en Cataluña por primera vez, cuando gobier-
nos desatentados, mejor que monarcas poco cautos, per-
mitieron que aires impuros é infectos de absolutismo vi-
niesen á turbar la serenidad del pueblo catalán y la lim-
pieza de su atmósfera política.
En Diciembre de i520 existía en Barcelona un cen-
VÍCTOR BAL\GI:ER
idoT y se preparaba algún movimiento, pues se
pasquines y carteles en varios sitios públicos,
[o á las armas, y señalando el día en que debia
gar la sublevación.
521 hubo pronunciados sfotomas de trastorno
ma, donde el pueblo se amotinó pidiendo rebaja.
:hos y queriendo entender en la distribución de
uestos.
1 mismo año i52i, y por el mes de Abril, el
)io barcelonés recibió un mensaje de los Comu-
; Castilla invitándoles á secundar el movimien-
bien los concelleres escribieron al rey solicitan-
:onsejos para lo que debían hacer en este caso,
le respetaron y trataron como amigo y correli-
), según diríamos ahora, al mensajero de las
idades.
:riormente, entre el infante D, Enrique, el con-
lódica, virrey de Valencia, y los concelleres de
na, mediaron cartas, acusando los dos primeros
icipio catalán de favorecedor más 6 menos ocul-
s Germanias, y tratándose éste de disculpar, si
ri dignidad y decoro y de manera que ciaramen-
entrever al fíno observador la verdad del hecho.
>do esto existen las pruebas y los comprobantes
chivo municipal de Barcelona. (Véase el apén-
m.I.)
n hay más. A fines de i52o se hallaban de tal
sobrexcitados los ánimos en Barcelona, que es-
I grandes disensiones en la ciudad y se dividió
dos bandos, uno de los cuales se llamaba de la
y otro del Arrabal. No una vez, sino varias,
1 estos bandos á las manos, y el día de año
1521) los concelleres, el veguer y otros oñciale»
1 grandes dificultades y se vieron en muchos
para apaciguar un motín que estalló en la plaza
LUSa — DEL BANDOLERISMO 39
en Barcelona á tiempo que el
:n Gerona, donde el pueblo se
ayle real estaba en Moya, hont
ega, según palabras de la carta
oncelleres explicándole los su-
tra nota de la Rúbrica de Bru-
ES escribieron al emperador pi-
lo un virrey, pues turbaban el
de Valencia.
1 los otros que hallará sin duda
uien con más detenimiento é
prueban que realmente los su-
s despertaron algún eco en el
guro no cobró la cosa mayores
i aquellos momentos el levan-
,al como se efectuó en Valencia
. razón de ser en Cataluña,
ser, porque aquí ios plebeyos
Q legitima, y los nobles no se
con las demás clases de la so-
las pretensiones que demostra-
os; pues si algún abuso ó exce-
a y severamente castigado por
' cumplir aquellas democráticas
i cuales al mayor potentado era
ebeyo.
:itarse un caso sucedido en esa
manías. El día 4 de Agosto de
a nobleza, D. Gaspar Burgués
;l, como le llama el Dietario,
1 escrila por los concelleres al empera-
1521. que se balU en el libro de Carias
eote al citado afio, del archivo niunici-
o VÍCTOR BALACUBR
ii)ó, al frente de una partida armada, una casa del
íno pueblo de Sania, llevándose á una doncella, hi-
tel conceller Juan Gualbes. Inmediatamente el Con-
) de Ciento mandó pregonar la cabeza del raptor,
^riendo 3oo florines á quien se apoderase de él, y
)uso que saliese el veguer en su busca con una par-
i de 200 hombres. La hija de Gualbes lué devuelta
i Eamilia, y el raptor cayó en poder del somatén al-
o contra él; pero reclamó el privilegio de estar ton-
udo ó ser clérigo, y hubo que entregarle al tribunal
siástico <. No he podido averiguar lo que fué del
it-CIiment; pero vista la enérgica actitud tomada
el Consejo, es de creer que hubieron de quedar sa-
»:has la moral y la vindicta pública.
)e todos modos, siempre es preciso hacer constar
reinó cierta agitación y cierto malestar en Catalu-
mientras duró en Valencia y en las Baleares la gue-
de las Germanías; y no deben perder de vista los
ores, pues importa mucho al objeto que el autor se
pone, que pocos años después comienza la época de
bandoleros en Cataluña, Y es época ésta en la cual
ré un poco la atención, ya porque se ha hablado
o Ó nada de ella, ya porque tengo algunos datos
ta el presente desconocidos é inéditos con que po-
ilustrarla, y ya, Analmente, porque en los bando-
« de Cataluña, aparecidos poco después de haber
umbido el pendón de las Germanías, se ve clara-
nte, en mi pobre juicio, un colorido 'politice que se
dibujando á medida que el poder centralizador de
•A 4 de Agost 1520 Gaspar Burgués y de Saat Climeal, doüseU,
ent armada de baílenles y spasas eatTá eu ana casa de Sanü y Tor-
Iment sen porti una donsella, (illa de Joan de Gualbes, conceller, y
insell delibera donar premi de 300 Dorias á quil pendria y 300 ho-
armali auoldejati qui anusen ab lo Veguer pera pendre!, ele,
tsucrüa di Bruni^utr, cap. XXXV.)
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 4 1
Castilla iba absorbiendo nuestras libertades é iba aquí
despertándose la ambición política de la nobleza.
II.
Caida la bandei^a de las Germanías^ y esparcidos por
las torres de las ciudades y encrucijadas de los caminos
los miembros y cabezas goteando sangre de aquel Vi-
cente Perís, tan heroico en su muerte; de aquel Guillen
SoroUa, tan enérgicamente entusiasta; de aquel Juan
Caro, tan conciliador y digno de premio, en vez de vi-
tuperio; de aquel misterioso rey encubierto^ que podía
ser de ruin origen, pero que era de hidalgas prendas, y
de aquel Odón Colom de Mallorca, á quien con inicua
muerte se pagó la nobleza de su conducta; roto, pues,
•el pendón de las Germanías, é inaugurada una época
de terror para los demócratas, éstos hubieron de ceder
el campo y desaparecieron por el pronto.
Las guerras contra los franceses, que comenzaron ya
en 1 521, y contra los turcos en seguida, tuvieron el
privilegio de cautivar la atención, no sólo de estos rei-
nos, sino de todos los de Europa, y en ellas se inaugu-
ró el degolladero á donde con el tiempo habían de ir á
hacerse matar millares de iberos, regando con su gene-
rosa sangre un suelo extraño, para conquistar nobilísi-
mas glorias que no trajeron al fin y al cabo otro resul-
tado positivo á España, que el de una nueva página en
su historia.
Pero comienzan á ceder las guerras después de aquel
funestísimo desastre de Argel en 1541; se habla ya de
paz, que luego se firmó en Crespi por Setiembre de
1544, y coincide con la paz la aparición de los prime-
ros bandoleros en Cataluña. La primera noticia que
hallo de ellos es del 1543, en los AnaXe% de Feliu de la
VÍCTOR BALAGUER
Habla este autor de turbaciones promovidas en
y dice: «Por este tiempo inquietaba á los pue-
Cataluña grande número de los que, faltando la
quedan sin empleo, y le buscan en daño ajeno;
sucediesen escándalos todos los días, encargó
y á Miguel Bosch de Vilagayá levantase gente
rseguirles, y ejecutádolo llegó á i3 de Abril con
US soldados á Caldas de Montbuy, en cuya villa
gunos de los delincuentes: quiso prenderles; tra-
cuentro; murieron algunos de ambas partes, y
tros mosén Bosch, Llegó el aviso al virrey: sa-
íarcelona, seguido del somatén; persiguió á los
ndos hasta sacarles del Principado; retiráronse
i á Francia; murieron algunos en los encuentros,
le hicieron prisioneros los del somatén pagaron
>res con la vida en las horcas de Barcelona. *
ie la Peña, lib. XIX, cap. VI.)
dice Feliu, y lo hallo efectivamente confirma-
ique con menos detalles, en los dietarios de la
uite todo aquel año prosiguieron las turbaciones
duna, sin que ni el somatén levantado ni la ac-
rsecución llevada á cabo por el mismo virrey en
i hubiese logrado exterminar á los que tenían en
el país.
la comenzado ya, con las alteraciones de 1543, la
le los bandoleros.
:8 de Julio de este año perecieron en las horcas
:elona i5 bandoleros con su jefe, al cual los die-
laman el Moreu Cisteller. (Dietario de 1543, en
ivo de Casa de la ciudad.) Probablemente serian
indoleros de la partida que habia dado muerte á
ie Vilagayá.
s castigos fueron inútiles. Aunque sofocado mo-
leamente, no tardó el bandolerismo en volver á
HISTORIA D£ CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 43
■
alzar la cabeza^ pues que á principios de 1544 se halla
otra vez el país en agitación, y se dice que los mals ho-
mens se habían hecho nuevamente fuertes en Caldas de
Montbuy, la cual villa parece haber sido por largo tiem-
po el cuartel general de los bandoleros.
En Febrero de este año de 1S44 se levantó somatén
(Dietario municipal) para perseguir á los que tenían al-
terada la tierra; pero no debió dar gran resultado, pues
consta que á i5 de Abril salió el virrey en pei*secución
de Antonio Roca, á quien se llama famoso bandolero.
Con el virrey no sadió — y es cosa digna de notar — la
bandera de Santa Eulalia, señal de que el poder civil no
quiso mezclarse en ello. Le acompañaban sólo dos de la
Rota y muchos caballeros. (Ai^de Abril de 1544, dice
el Manuscrito de Bruniquer, cap, XXXV, lo virrey ab
los de la Rota y molts cavallers anaren d Caldas de Mont-
buy en persecució de AíUony Roca, famós bandoler.)
No me ha sido posible averiguar qué éxito tuvo esta
expedición; pero tampoco debió ser muy satisfactorio,
cuando se halla que á 26 de Enero de 1545 se levantó
somatén general en toda Cataluña. (A 25 de Janer so-
maten general per tota Catalunya, dice el Dietario de
aquel año.) Lo mismo que en lo tocante á la expedi-
ción del virrey, callan los dietarios el resultado obteni-
do por este somatén; y adviértase que la circunstancia
de haber sido general en Cataluña, hace creer que los
bandoleros se habían extendido á varias comarcas.
Son escasas y muy concisas las noticias que los ma-
nuscritos de nuestros archivos nos proporcionan tocan-
te al punto que nos ocupa. Sin embargo, esta conci-
sión, este silencio mejor, no basta á ocultar la impor-
tancia del bandolerismo. Tenía éste jefes aguerridos y
contaba con huestes disciplinadas, favoreciéndole algu-
nas villas y poblaciones más ó menos abiertamente.
El jefe principal era Antonio Roca. No he podido
44 VÍCTOR BAI^GOEK
adquirir ninguna noticia de él; pero debió mover gran
mido cuando los dietarios le llaman unos /omaso y otros
ccUbrCf y cuando en las Memorias de Felipe de Gemi-
nes (tomo II de la traducción castellana, pág. 54) se
dice que burló la persecución del virrey y se atrevió á
desafiar ciudades tan principales como Barcelona, Gerona
y Lérida.
Luego ese hombre, cuyo cuartel general estaba tam-
bién en Caldas de Montbuy, traía una hueste á su dis-
posición. Parece que su influencia y popularidad eran
grandes en el país, y sin embargo de que carezcamos
de detalles para poder apreciar debidamente su impor-
tancia, todos los datos inducen á creer que tenia mucha
y que había libado á inspirar serios temores á los go-
bernantes. Demuestra claramente la importancia de
este bandolero una nota que se lee en un dietario del
archivo de Puigcerdá^ seg^n la cual, á i3 de Setiembre
de 1544, entró Roca en Cerdaña al frente de tres mil
hombres, retirándose después de haber incendiado las
poblaciones de Via, Ro y Rajanda.
Antonio Roca acabó por caer en poder del virrey. Se
había retirado á Francia^ y las autoridades de aquel
país se apoderaron de él, entregándolo á los gobernan-
tes de Cataluña. Con referencia al 26 de Junio de 1546,
se halla la noticia de haber sido sentenciado á muerte
(Rúbrica Bruniquer, cap. XXXV, sacando la noticia de
un dietario particular); y si bien esto y el no hablarse
en los dietarios de otros sucesos pudiera hacer creer
que se había conseguido dar un golpe de muerte á los
bandoleros, hallo una prueba de que éstos se mantenían
firmes en el país, y de que el bandolerismo proseguía
en campaña durante el 1547, ^^ ^^^ ^^^ acerca de la
administración del Hospital general, la cual dice que á
17 de Enero de 1547 nombraron los concelleres admi-
nistrador á Juan Luis Lull, porque Ramón Dusay es-
DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 45
lausa de los bandos. Y aun está la nota
! manera, que no parece sino que el Ra-
UDO de los bandoleros,
ómo dice:
er de 1547 perqué Ramón Duzay per s(t
iia enléndrer en la administrado del Hos-
rso durant sa absencia feren administrador
1. {Manuscrito Braniquer, cap. XXXIII.)
Iven los dietarios á hablar de bandole-
I claramente á entender que en todos
abían tenido alterada esta tierra,
laber salido el virrey con grande hueste
ríl de i55o, después de haber llamado
ral, dirigiéndose á las comarcas de Ur-
:ce que los bandoleros habían sentado
18 reales, y en l553 hubo necesidad de
maten general en toda Cataluña. (Bru~
.XV.)
o dio esta expedición? El mismo silen-
No se dice: ó al menos, no he sabido
lis investigaciones.
bar^, que la cosa iba poniéndose sería
.os bandoleros tenian dominada á Cata-
n con el apoyo de muchas poblaciones,
o á poner en campaña huestes organi-
tadas. ¿Y eran estos hombres meramen-
imino real?
el año i553 continuamos viendo á los
unpaña. No consta quién era su jefe,
io que eran muchos hombres y que se
i fuerza ó por avenencia, de varias po-
4 5 VÍCTOR BALAGÜER
blaciones. Ya no eran partidas sueltas, eran compañías
de bandoleros^ y creo que esto da algo que pensar.
Algún disgusto general debía haber, algún malestar»
alguna llaga existía en el fondo de todo, cuando se iban
formando, creciendo, organizándose y reemplazándose
aquellos cuerpos numerosos de bandoleros, cuyo origen
se halla en Cataluña á poco de haber sucumbido en Va-
lencia y en Mallorca la causa de los agermanados, y en
Castilla la de los comuneros.
El último somatén general de i55o no debió produ-
cir gran resultado. Hubo, según ya hemos dicho, nece-
sidad de levantar otro, general también, y éste, como el
anterior, estuvo muy lejos de acabar con los bandole-
ros, que prosiguieron su vida ordinaria.
Se creyó entonces, sin duda, por el poder centraliza-
dor de la corte, que debían tomarse varias medidas para
acabar con los trastomadores de la paz en Cataluña, y
vino de virrey en i554 el marqués de Tarifa.
Ya hubiese recibido instrucciones para el caso, ya
quisiese obrar bajo su responsabilidad, es lo cierto que
tomó enérgicas medidas, sin más consejo ni dictamen
que el suyo propio. Sin entenderse de leyes, libertades
y constituciones de Cataluña, las cuales serían para él
trapos viejos y papeles mojados, comenzó por sí y ante
sí á levantar somatenes, armar gente y derribar casti-
llos y masías, bajo pretexto de que en ellos eran ampa-
rados ó se refugiaban los bandoleros.
El país se alarmó, y levantóse un grito de indigna-
ción general, no contra los bandoleros, sino contra el
virrey. Los concelleres escribieron al rey una larga car-
ta quejándose de los desafueros cometidos por el mar-
qués de Tarifa, y pidiéndole nombrase otro virrey. (Ar-
chivo municipal: Cartas comunas. Volumen correspon-
diente á este año.)
Alarmóse también la diputación, y convocó á junta
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 47
de los tres estados ó Brazos, resolviéndose en esta asam-
b lea acudir al virrey y representarle que lo mandado
por él era contrarío á las leyes, pragmáticas, constitu-
ciones y privilegios de Cataluña. {Dietario del archivo
de la Corona de Aragón.) Fué la embajada con esta mi-
sión, pero se volvió como había ido. El virrey se negó
terminantemente á revocar la orden.
Serio amenazaba ser el conflicto, y sii gravedad su-
bió aún de punto cuando á 9 de Noviembre salió el vi-
rrey de Barcelona para Perpiñán, llevándose consigo
la real Audiencia. Las cosas hubieran podido parar en
mal^ si en la corte no hubiese habido más prudencia que
la que manifestó tener el marqués de Tarifa. El prin-
cipe gobernador D. Felipe dio orden para que el virrey
y Audiencia volviesen á Barcelona, y se procuró matar
el asunto.
Pero el marqués de Tarifa continuó en su cargo de
virrey, favorecido por la corte, y con dejarle á él en su
puesto, se demostró bien claramente que había sonado
la hora de entrar á saco el código, hasta entonces in-
maculado, de las constituciones catalanas.
Por algunos años no vuelvo á encontrar noticias de
bandoleros.
Sólo al llegar á i565 hallo que corría el país Barto-
lomé Camps, á quien se llama bandolero famoso, con
lo cual se prueba no ser aquel año la vez primera que
se presentaba, y de quien se dice que residía comunmen-
te en Caldas de Montbuy, villa que parece ser realmen-
te el foco y el baluarte de los bandoleros en el siglo xvi.
Bartolomé Camps fué perseguido, preso y ajusticiado
en Barcelona el 4 de Junio. {Fou sentenciat á /[de Juny
de 1 565 Bartomeu Camps bandoler y ladre f amos, dice el
Dietario del archivo municipal.)
En este año mismo de i565 hubo grandes alteracio-
nes y disturbios en Cerdaña. Los bandoleros domina-
fS VÍCTOR BAUtGDER
n por completo aquella tierra. El i ." de Setiembre de
uel año Il^ó á Paigcerdá el virrey príncipe de Mélito
n su esposa, y maodó quemar muchas casas eo el
He de Querol y derribar dos en Puigcerdá, per rahó
las bandosüats. Hizo firmar á los pueblos la uniÓD
ntra los bandoleros, y díó orden para que fuesen en-
cadas á las llamas algunas casas de Ribas y algunas
isias de aquellos contomos. Consta todo esto en el
:hÍvo de Puigcerdá.
Por aquellos tiempos sucedieron en Cataluña cosas
e dejo mejor explicadas en el cuerpo de mi Historia,
Esentándolas bajo un ponto de vista distinto de como
I presentan los historiadores y los analistas generales,
ly quien pinta aquellos sucesos de un modo diverso de
mo pasaron, y cuando as! se escribe la historia, no es
da de extrañar que en otros asuntos se nos oculte lo
rdadero.
Es imprudencia pretender apoyarse en nuestros ana-
tas como en artículos de fe, para combatir lo que la
itica histórica va descubriendo y desterrando. Nunca
luz artificial será la luz del sol. Según qué autores
lean, los agennanados de Valencia y de Mallorca,
r ejemplo, no fueron otra cosa que miserables bando-
os encenegados en los crímenes. Según á qué otros
tores se lea, los bandoleros catalanes no fueron sino
ndidos sin ley y sin conciencia, ladrones de camino
ti, lloares di pas. Y sin embargo, hay pruebas bas-
ites para creer y para afirmar, en épocas determina-
B, que los bandoleros catalanes, fuesen más ó menos
mínales, llevaban la misma idea y enarbolaban el
smo pendón que más tarde hombres políticos trata-
1 de levantar y llevar á cabo.
Pero hablar de idea política con referencia á bando-
08 es un sacrilegio á los ojos de algunos, que sólo
isieran que la historia fuese la mitad de la verdad, y
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 49
aun esta mitad encaminada á servir sus intereses parti-
culares. Los documentos oficiales, dirán éstos, hablan
de los bandoleros como de unos meros ladrones. Pues
qué, ¿hablan, por ventura, los documentos oficiales rela-
tivos á la Inquisición, de haber sido ésta mal recibida en
el país y de haber sido arrojados los inquisidores de al-
gunos pueblos á pedradas?
No, no es en las alocuciones de los virreyes donde
debe irse á buscar la verdad tocante á los bandoleros.
IV.
Y digo esto, porque en i568 vuelve á encontrarse no-
ticia de partidas armadas que corrian los pueblos, y co-
mienza á hablarse ya de un hombre llamado el Moreu
Palau, como de un jefe de bandoleros.
Hubo necesidad de levantar un nuevo somatén, y se
halla en el Dietario que á 14 de Junio de dicho año los
concelleres y los diputados enviaron embajada al virrey,
que lo era entonces el principe de Mélito, exponiéndole
sus quejas y sus protestas por haber hecho derribar ca-
sas y castillos, d iitol que recaptavan bandolers.
Los lectores irán notando, supongo, que en toda esta
cuestión de bandoleros se ve siempre al poder civil en
lucha con el poder militar. Añádase á esto el silencio
significativo, expresivo, de los cronistas que con el ma-
yor celo y la mayor puntualidad, sin embargo, se con-
sagraban á ir anotando día por día todo lo notable
que ocurría en Barcelona y en el Principado, apuntan-
do hasta las fiestas más insignificantes y los aconte-
cimientos de menor monta. Respecto á los bandole-
ros, no se hallan más que ligeras noticias, notables y
expresivas por su laconismo. ¿No significa algo todo
esto?
TOMO XIX 4-
VÍCTOR BALAGUBR
9 bandoleros continuaban en iSyi. No hablaban
los los dietarios; pero por cierto documento, á qae
entalmente se reñere nuestro analista Feliu de la
al ocuparse de otro asunto (Anales, lib. XIX, ca-
3 X), se ve que en i5yi Antich Zarriera, caballe-
la Orden de Santiago, fué nombrado por el virrey
ataltiña, á nombre de S. M., coronel de un regi-
to, para librar al Principado de las sedicioius de
entos hombres qfie U perturbaban. Naturalmente,
3.00 hombres serían de los llamados bandoleros.
cuántos llegarian en número, esos 3oo hombres
sados por los documentos oficiales? No se sabe ni
>dido averiguarlo.
1 los dietarios y papeles de iSyS consta, siempre
¡1 mismo laconismo, que á 3i de Marzo fué hecho
>nero en Igualada el famoso Moreu Palau, que ve-
a figurando desde los anos anteriores en la linea
indoleros célebres. Fueron presos con él 63 de sus
laneros.
. Rúbrica de Bruniquer, de donde saco esta noti-
10 da más detalles. Se ignora si hubo combate para
lerlos; si la población de Igualada tomó parte en
vor; si el Moreu Palau y sus compañeros fueron
nciados ó solamente desterrados del país.
n datos aislados todo& los que encuentro tocante á
asunto de bandoleros; y si bien no tienen interés
uno por separado, juntos, y con esa extraña conti-
id con que se van sucediendo y reproduciendo,
)an, por lo menos, que había cierto malestar en el
por alguna causa producido,
spués del Moreu Palau viene Montserrat Poch. Eü
Orias del iS/S se habla de éste como de un sedi-
muy atrevido y audaz, si bien no se particulariza
'm hecho. Tuvo también, por lo que parece, su
el en Caldas de Montbuy, y durante todo aquel
CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 5I
¡ente de 1576 estuvo por él la tierra
s alteraciones. En la Rúbrica de Bru-
ue en 1576, á 2 de Octubre, fué sen-
: Pock, bandolero famoso. No he po-
los.
de este bandolerismo continuo, ince-
tiabia una idea política, á mi no me
y luego citaré comprobantes en apo-
^n;~ pero que también á la sombra de
e lanzaban á correr el pais compa-
res y facinerosos, sin más objeto que
, lo tengo asimismo por muy cierto.
sido y será siempre. ¿No lo hemos
I civiles de nuestra misma edad?
: sentaran por aquel tiempo las ba-
le la llamada Unión 6 Santa Unión,
lirse las ciudades y villas para ex-
■ones; pero esta Unión, por dificul-
-ticularizan, tardó mucho en llevar-
principios del siglo siguiente no co-
llados, y leyendo lo mucho que se
particular , no parece sino que los
i de llevarla á cabo iban retardando
;ual si hubiese una causa secreta que
ar sin efecto la Unión. La causa se-
3Íen ser el no avenirse á perseguir
un cuando se quisiese exterminar á
fijándose bien, se ve que aquéllos
:os otra, aunque de las dos quisiesen
;l virrey y los delegados del poder
que eran los que con más ahinco
r á cabo esta Unión. Léase con al-
todo lo que sobre este particular
a de Bruniquer, dietarios y acuerdos
:1 Consejo, existente todo en núes-
¡3 VÍCTOK BUjWCCX
' arduTO mtmicipal, y de s^cro qut qoieo con cní-
lololea, acabará por tecn-Iz misma convicciÓD que
uitor de estas Uceas. De todos modos, la VnicH, de
cual se scntaroa ya bases en 1576, no se realizó has-
1606, como Tamos luego á ver, es dedr, hasta pa-
los treinta años, un tercio de siglo después. Bien sig-
ica algo este dato.
Bl bandolerismo no desapareció, antes cobró mayor
Tza. Desde 1576 á iSgz se habla vagamente de un
e Ibmado el iíinyó (Memorias de Felipe de Comines,
Far citado), y se ve que existían grandes compañias
bandoleros, anmentando ó decreciendo en número é
portancia, según las cimmstancias. (Acuerdos del
nsejo de Ciento en el archivo municipal.)
Pero llegamos ya á la ^loca en que vemos al bando-
ísmo tomar serías proporciones: á la época célebre,
ro muy desconocida aún, de los narros y cadells.
V.
Algunos años después de publicada mí primera edi-
in de la Historia de Cataluña, donde reuní sobre
bandolerismo todos los datos que entonces habían
gado á mi noticia, los azares de mi atormentada vida
t llevaron en 1866 á Cerdaña. Allí trabé relaciones
imas con D. José María Martí, persona á quien co-
cía poco de trato, pero mucho de reputación y nom-
s. Marti, sobre ser una persona de profundos conoci-
entos, es una especie de crónica encamada en la
rdaña, á la cual ha prestado importantísimos servi-
19, ya con el arreglo del archivo de Puígcerdá, ya con
hallazgo de manuscritos y lápidas, que son dos gran-
s elementos para facilitar la historia de un país como
uél.
\1
' tÉ.*íW?
u-
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 53
Díjele que iba en busca de ciertos datos sobre el ban-
dolerismOf que, según vagas noticias mías, había sido
muy poderoso en Cerdaña, y púsome delante un ma-
nuscrito tan curioso como notable, tan notable como
importante.
Es un Dietario que se conserva en el archivo de
Fuigcerdá, comentado á escribir por Juan Onofre de
Ortodó, notario de dicha villa, el año 1584. Tiene este
Dietario unas cubiertas de pergamino, en el centro de
las cuales hay el escudo de Puigcerdá; encima se lee:
Dietarium fidelissime ville Podis Ceretani, y debajo: Sola
virtus expers sepulcri.
Los datos que hallé en este libro completaron mis
noticias y afirmáronme en mis opiniones.
Se ve de una manera clara y evidente que la Cerda-
na fué el país clásico de los bandoleros y del bandole-
rismo. Por espacio de muchos años fueron los bandole-
ros reproduciéndose, llegando á tener verdaderos ejér-
citos; contando con villas y castillos; teniendo á su
frente nobles, caballeros y hombres de arraigo en el
país; poniendo sitio á poblaciones importantes, y bur-
lándose del poder y de las medidas tomadas por los vi-
neyes.
Procedamos por orden.
Ya hemos visto que en i565 el príncipe de Mélito lle-
gó á Puigcerdá, tomando varias medidas para extirpar
el bandolerismo.
Por el Dietario de Ortodó vemos que éste continuó
triunfante.
En 1 568 se nombró en Puigcerdá un consejo de
guerra para resistir á los bandoleros, que, aliados con los
hugonotes de Francia, infestaban el país.
En 1570 se acordó comprar banderas para los regi-
mientos, y formar unió contra 7s mals homens.
En 1573 se ve tomar serias providencias, á ñn de
' • \
• «Vi
f-
vi
54 VÍCTOR BALAGUER
proveer la viUa de Puigcerdá de arcabuces, picas y pól-
vora para los hombres de armas defensores de dicha vi-
lla, y en 1575 se halla que el consejo de Puigcerdá ob-
tuvo permiso para batir 3.ooo ducados de oro, llama-
dos tnenuts, á fin de reparar las murallas de la población»
Se halla que el mismo año, en virtud de la unión
formada, se dio facultad á ciertas Bprsonas para expul-
sar á los bandoleros.
Con referencia al i.^ de Enero de i58o, consta que
el veguer de Puigcerdá tenía presos en el castillo d cua-
tro bandoleros de la compañía de Tomás Banyuls^ señor de
Liertif y que, sabiéndolo éste, con más de setenta bando-
leros sorprendió el castillo y se llevó los cuatro presos»
El II de Mayo llegó á Puigcerdá el virrey de Catalu-
ña, que lo era entonces D. Francisco de Moneada, y
para castigar á los culpables por la dicha sorpresa del
castillo, hizo ahorcar á Tomás Pertils y al soldado
Riera, y desterró al alcaide Muntallá por no haber
dormido aquella noche en el castillo.
Siguiendo el Dietario de Puigcerdá, fué año de ban-
doleros el de 1 58 1, distinguiéndose señaladamente To-
más de Banyuls con su cuadrilla, que fué á poner sitio á
Oleta. Acudió mucha gente, de orden del virrey, por la
parte del Rosellón y Cerdaña, con el gobernador Misser
Osset, doctor del real consejo, y muchos caballeros y
vegueres. Hubo, según parece, varios encuentros, se
levantó somatén, y el de Banyuls con su gente, france-
ses y catalanes, que por lo visto eran muchos, se fue-
ron á Francia, mientras que Misser Osset, después de
haberlos perseguido, regresó á Oleta, á cuyo lugar
mandó prender fuego. Fué esto por la Cuaresma de
i58i. (Véase el apéndice II.)
Según todas estas noticias, tenemos á un noble de
cap de cuadrilla f de jefe de bandoleros. La partida alza-
da por Tomás de Banyuls, ¿llevaba intenciones de robo?
r
HISTORIA DB CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 55
A otro noble comenzamos ya á ver figurar este mis-
Tno año como cap de cuadrilla también.
Efectivamente: según el citado Dietario de Puigcer-
dá, durante el mes de Diciembre entraron por el valle
de Querol 225 franceses, hugonotes y otros» reclutados
por Galcerán Cadell. Esta partida de bandoleros entr6
en Cerdaña á son de guerra, cometiendo varios desafue-
ros y corriéndose hasta la Seo de Urgel. En el campo
de Lies tuvieron una refriega con los que les perseguían,
muriendo algunos de ellos y perdiendo un mortero que
llevaban, volviéndose á Francia. El virrey envió á Misser
Oliva y Misser Fermín Sorribes para pacificar el país,
consiguiéndolo éstos por el pronto, dando carta de guia-
je ó salvo-conducto á algunos bandoleros y desterrando
á Galcerán Cadell y á otros. (Véase el apéndice III.)
Tenemos, pues, á otro noble en campaña de jefe de
bandoleros.
Debe ser en esta época cuando la parcialidad que ca-
pitaneaban los nobles Banyuls y Cadell comenzó á to-
mar color político, y cuando comenzaron también los
bandos de narros y cadells^ que tan famosos debían ha-
cerse con el tiempo.
Era la de Cadell una familia ilustre de la Cerdaña,
originaría de Puigcerdá, que ha dado un número consi-
derable de personajes distinguidos á la historia. Se ti&-
ne ya noticia de Raimundo Cadell, jurisconsulto de
Puigcerdá, que obtuvo un privilegio de Ñuño Sancho,
señor soberano del Rosellón y de Cerdaña, el 3 de los
idus de Abril de 1222. (Véase el apéndice IV.)
Los Cadells eran señores del castillo de Arseguel,
cuyo lugar existe aún en Cerdaña, lo propio que una
torre que se llama de Cadell, y tenían por escudo de ar-
mas tres cachorros de oro.
Prosigamos ahora recogiendo notas del Dietario de
Puigcerdá,
56
VÍCTOR BALAGUER
En 1588 encontramos á otro Cadell en campaña. Fué
la de los Cadells una familia en que parece que los je-
fes de bandoleros se fueron sucediendo de padres á
hijos.
•A 7 del mes de Noviembre de 1588^ dice el Dieta-
rio en cuestión, del cual traduzco al pie de la letra esta
nota, entendiendo el señor virrey D. Manrique de Laxa
los estragos que hacían los bandoleros de la parcialidad
de Mosén Jonot Cadell de Árseguel en la tierra de Cer-
daña y otras partes vecinas, envió al magnifico Misser
Francisco Ubach, doctor del real Consejo, á esta villa
de Puigcerdá para asentar la unión y dar remedio de
justicia á la tierra, y también envió á Misser Enrich á
Lérida, y á Misser Mur á la Seo de Urgel para el mis-
mo efecto. Aquí ha hecho mucha justicia el citado Mo-
sén Ubach, persiguiendo á los bandoleros y sitiándoles
en Árseguel, en cuyo sitio mataron al miñó de«Montella
y al miñó de Capsir, y alzaron somatén y acudió toda
la tierra, y también Misser Mur con los de la Seo de
Urgel, y también acudió Bañuls con 3oo hombres. Du-
ró el sitio siete ú ocho días, y levantáronlo por no po-
der resistir el mal tiempo y el frío.»
De esta nota se desprenden varios datos importantes,
pues á más de venirse en conocimiento de que los, ban-
dos se habían extendido por Lérida y la Seo de Urgel,
se ve que Juan ó Jonot Cadell estaba al frente de ima
parcialidad numerosa, y que en su castillo de Árseguel
se hacia fuerte contra los que le combatían, saliendo
vencedor por el pronto en la contienda.
Otra particularidad de esta nota es la de que parece
que esta vez la cuadrilla ó la fuerza del bandolero To-
más de Ban}ails, que se componía de 3oo hombres,
apoyó á Misser Ubach contra el bando Cadell. ¿Es que
la parcialidad de Banyuls representaba un partido con-
trario á la de Cadell? ¿Y qué partido representada Ba-
HISTORIA DE CATALUÑA — DBL BANDOLERISMO SI
nyuISf cuando las fuerzas del gobierno no tenían incon-
ireniente en unirse con él, siendo asi que antes le ha-
bían perseguido?
Otras noticias del mismo Dietario prueban que el
país de Cerdaña continuó siendo teatro de bandoleros;
pero todas estas noticias son breves, llenas de misterio,
notables por su laconismo, é importantes, más por lo
que callan que por lo que dicen.
Asi, por ejemplo, hallamos que en iSSy hubo gran-
des disensiones de partido y de balido en Puigcerdá, sin
detalle alguno, y que 6.000 hugonotes pretenden, en
Diciembre de i588, entrar en Cerdaña, apoyados por
los bandoleros, sin poder conseguir su objeto.
VI.
Vamos ahora amontonando datos, y acudamos otra
vez á los archivos de Barcelona.
Hallo que en 1592 surgían grandes y transcendenta-
les desavenencias en el seno de la diputación con moti-
vo de las medidas tomadas para expulsión de bandole-
ros. Creyóse necesario reunir junta de Brazos, y hubo
grandes contiendas, dividiéndose en fracciones, formán-
dose en mayorías y minorías, aceptando unos por ca-
beza ó jefe á un diputado, otros á la diputación y otros
al Brazo militar. Los concelleres se retiraron del par-
lamento, manifestando querer permanecer independien-
tes. (Véase el apéndice VI.)
¿Cómo tanta agitación, tanta reyerta y tantos dis-
turbios, si sólo se trataba de perseguir á bandoleros
verdaderamente bandoleros, á ladrones verdaderamen-
te ladrones, á criminales verdaderamente criminales?
Lo cierto es que estas luchas y disensiones existie-
ron, y no pueden ocultar los dietarios la agitación rei-
58
nante entonces en el pais; lo cierto es que había gran-
des tiirfaaci<xies en el Principado y no salió la bandera
de Santa Eulalia; lo cierto es que por entonces se halla
esta nota sola, única, lacónica en el Dietario:
•A 26 de Setiembre de 1592, el virrey dio aviso á
los concelleres de cómo halna mandado sitiar el casti-
llo de Arseguel, porque Cadell se hacia fuerte en 61 con
otros bandoleros, y filé tomado y derrocado.»
Ahora bien; ya hemos visto que Cadell era un noble,
y no podía ser un noble tan oscuro ni tan vulgar cuando
dejó nombre á toda una facción que vivió largos años y
por él se llamó de los Cadells; por fuerza algo debía ser^
algo debía representar, cuando tanta excitación se pro-
movió, particularmente entre la nobleza, al tratarse de
su persecución.
Gracias á una nota del Dietario de Puigcerdá, corres-
pondiente al iSgS, donde por incidencia se refiere algo
del 1592, me hallo en el caso de poder completar d va-
cío que se observa por su laconismo en el Dietario de
Barcelona.
Efectivamente, he aquí lo que se desprende y se sabe:
Desde que Jonot Cadell apareció como jefe de ban-
doleros, éstos hubieron de tomar gran incremento. El
Dietario ceretano dice que se había hecho tan fuerte,
tan poderoso y tan temido, que no había manera de vi-
vir tranquilo en las tierras de Cerdaña, de Baridá, Ur-
gellet ni casi en Cataluña. Constantemente había en el
castillo de Arseguel un cuerpo de 200 bandoleros, quie-
nes, en sus frecuentes excursiones, saqueaban, no sólo
casas, sino que hasta entraban en villas amuralladas y
poblaciones de muchos habitantes, estando apoderados
de todos los pasos y puertos de la Cerdaña»
D. Bernardino de Cárdenas, duque de Maqueda^ vi-
rrey que á ia sazón era del Principado, determinó aca-
bar con aquel foco de bandolerismo, y comisionó, con
•ALUSA — DEL BANDOLERISMO Jg
Juan de Querait, gobernador de
lón y Cerdaña, el cual fué á po-
Arseguel con una hueste com-
:rdaña, de gente de algunas ve-
/ de 200 castellanos, de quienes
te ArgensoJa, caballero famoso y
i de Flandes.»
e Puigcerdá, el sitio del castillo de
92, como dicen las notas de Bru-
,80 el día de Santa Tecla, que es
'. año iSgS.
nes dur6 el sitio, teniendo lugar
y muertes de sitiados y sitiadores,
o de víveres y sobre todo de agua,
6 una noche el castillo, dejándolo
tiadores. Lo particular del caso es
se dicho castillo estrechamente si-
üló medio de salir libre con toda
componía, al decir del Dietario,
do Felipe Querait, compañero de
11, de los bandoleros de Arseguel,
le aquellos contornos con sus mu-
•seguel se refugiaron en el conda-
ludieron llegar sin tropiezo guía-
del país, y entonces, por orden
]uemar y asolar el lugar de Arse-
Cadell todos sus bienes.
[ue parece, muri6 á poco tiempo
c; pero cinco años después, y ob-
:s es dato digno de la mayor ob-
jeltosá su familia, por acuerdo de
en 1 599 en Barcelona, todos los
íido confiscados. (Véase el apeo-
VÍCTOR BALACUER
;rminemos ahora con los demás datos que he podi-
¡coger referentes á noticias del siglo XVI.
: halla que á lo de Noviembre de 1594 partió Juan
, sindico de Barcelona, para la corte por el agravio
aber sacado de Cataluña & Pedro de Mury de Na-
j y á otros cabecillas. (Y altres caps, dice la Rúbri'
runiquer en su cap. XXXVIII.) No queda duda
ssta noticia, que el Pedro de Mur era jefe de bando-
i, y por consiguiente, tenemos á otro noble en cam-
, y de cap de cuadrilia, sin contar los altres caps de
ella nos habla.
jr fin, y para terminar con las noticias referentes
,e siglo, en iSgS hubo de nuevo grande alteración
as tierras de Cerdaña. Una hueste de 3.cx30 fran-
), mandada por M. de Durban y por el vizconde de
mrt, atravesó la frontera penetrando en son de
ra. Iba guiada por los muchos bandoleros natura-
ie Cerdaña que se habían recogido en el condado
oix con Jonot Cadell, después de la calda de Ar-
el. Parece que el país en masa se levantó contra
ivasores, acudiendo gentes de todas partes, según
e verse en el apéndice núm. VII, y después de va-
escaramuzas y encuentros hubieron de volverse á
cía, rechazados vigorosamente de todos lados, con
ida de 700 hombres. (Véase el apéndice VII.)
VII.
principios del siglo xvii hallamos ya dibujándose
mente en nuestra historia las parcialidades de »a-
/ cadells; pero si bien se ve su importancia, si bien
can sus efectos, reina sobre estos bandos la más
ntable oscuridad.
;ruparé, sin embargo, cuantos datos pueden ser-
HISTORIA DB CATALUÑA— DEL BANDOLERISMO 6 1
vimos para esclarecer este período de nuestra historia^
cuantas noticias he podido recoger en archivos y libros
con el fin de hacer la luz en esa especie de caos.
Comencemos por los dietarios y hojeémosles hasta
1616, época en que se supone dieron ñn estos bandos,
aun cuando no fué asi, pues les hemos de ver reprodu»
cirse más adelante todavía.
A principios del siglo xvii los bandoleros eran pode»
rosísimos y tenían á toda Cataluña en agitación y en ar»
mas, pues se halla noticia de ellos en Rosellón, en Cer-
daña, en Urgel, en Vich, en el campo de Tarragona y
en el llano de Barcelona. Los dos bandos se daban en-
carnizadas batallas, y á su sombra, y protegidas por
unos y otros, vivían regimentadas compañías de ladro»
nes. Tratóse entonces de realizar la Unión, y á 23 de
Diciembre de i6o5 volvieron á sentarse las bases de
ella (Rúbrica Bruniquer, cap. XXXV), tocándose ya
sus efectos el 1 8 de Marzo de 1606. En dicho día su-
cedió en Barcelona un gran alboroto entre unos de la
Unión y ciertos hombres recogidos en una casa junto al
Hospital. Se tocó la campana; acudieron allí los de la
Unión; defendiéronse los otros cuanto les fué posible,
y por fin se les prendió en el convento del Carmen, á
donde se habían retirado. «Fué cosa notable lo de aquel
día (dice la Rubrica Bruniqtur, cap. XXXV), y fué el
primer efecto de la Unión, »
A 10 de Noviembre de 1612 celebróse Consejo de
Ciento para tratar de la persecución de ladrones y ban-
doleros, y decidió la ciudad hacer 25 soldados. (Acuer-
dos del Consejo de este año.)
A II de Julio de i6i3 otra vez Consejo de Ciento
para tratar de la muerte del conde de la Bastida, á
quien los bandoleros mataron viniendo de Montserrat,.
donde estaba el príncipe de Saboya, del que era grai^
privado. (Acuerdos de este año.)
62 VÍCTOft BALACOBR
A g de Noviembre del mismo i6i3 otra vej
para tratar de persecución de ladrones y baní
la ciudad ofreció- hacer y pagar Soo hombre
saliere el virrey por la veguería con somatén
(Acuerdos de este año.)
A 21 de Octubre de 1614 se decidió que
conceller en cap como jefe de los Soo hombre;
dos de este año.)
Leyendo las sesiones celebradas por el Ci
Ciento en 13 de Octubre de 1614 y en 15 dt
i6z5, se viene en conocimiento, á pesar de lo <
es su lectura por hallarse el papel muy malti
que los bandoleros eran dueños de todo el lian
celona, y llegaban hasta las mismas puertas 1
dad, contándose varios robos, homicidios y t
de personas acaecidos en Sans, San Quirse y 1
blos vecinos á la capital.
Nada más he sabido hallar en los archivos
tra ciudad. Vamos, pues, á buscar noticias
fuentes.
Por los años de 1606 daban mucho que hace
y campo de Tarragona los narros y cadells,
que en aquella comarca hubo encuentros y refi
carnizadas entre ambos bandos. En 20 de Juni
citado se celebró una concordia ó compromiso,
tres años, entre las ciudades de Tortosa, Reí
muchas universidades del Principado, cuyo <
la persecución y exterminio de ladrones y b
que infestaban el país, prometiéndose por cae
los criminales que se cogiese, 100 libras al ap
satisfechas de los fondos de las mencionadas
dades, cuyas disposiciones fueron acordadas t
sa, y su reglamento impreso en Barcelona coi
de CoTislitucions de deners, cincuankners y cenUnt
les de Rius, cap. IX.)
CATALUÑA ^DBL BANDOLBKISUO 63
OS archivos de Vich consta que en
;e6 la Unión, pero no tuvo lugar has-
:ué necesario hacer por «los muchos
dicha comarca de Osona ocasionaron
búlenlos señores y los atropellos de
Historia de Vich, pág. l54.)
Fontanellas de Vich, hoy de Abad,
particular y en él unas notas, de las
ácilitado copia. Las traslado, tradu-
lán textualmente, permitiéndome sólo
laiabras para fíjar la atención de loe
las y Fradell, en el año i6i3, fué ca-
s dos compañías de tercios catalanes
ich. Et dia 23 de Setiembre de dicho
mpañia, unido á otros tercios cátala-
trances» de la villa deManlleu. A los
614, con su compañía y 12 caballos
al D. Francisco Galvó, fué á convo-
, entre ellos un coronel y cuatro ca-
pañoUs habían hecho prisioneros en
26 de Agosto de 1614 asistió al sitio
Abella, donde se había hecho fuerte
ligueletes afrancesados, cuyo coman-
Moncau de Tagamanent. Duró el si-
noche, defendiéndose valerosamente:
as ocho de la mañana, después de ha-
xh&, entraron por asalto gritando di-
otros ¡Viva España! y eUos se retira-
torre que había muy fuerte, les inti-
liesen, y no lo quisieron hacer si no
i aseguraba la vida: entonces continuó el combate
encarnizado que nunca, y comenzaron á abrir una
para volar la dicha torre, y trabajando en la mi-
'eron ruido encima, y temiéndose que ellos no hi-
1 una contramina para desbaratarles los trabajos
intimó de nuevo que se rindiesen, que se les con-
fia quince días de vida; y no habiendo querido
ar, se puso un barril de pólvora en la mina y se
ió fuego, y se voló la torre, de la cual se destru-
ías tres cuartas partes, y los colgó á todos me-
1 capitán y á otros cuatro que fueron conducidos
celona, donde arrastraron vivo al capitán Monean
licieron cuatro cuartos, y su cabeza fué puesta á
osíción pública, y los otros cuatro sentenciados á
e.» (Del citado Dietario particular de casa de
nellas.)
lector habrá comprendido toda la importancia de
ícia que se acaba de trasladar, por lo cual sólo
:rmit¡ré algunas ligeras observaciones. Aquí no
lia ya de bandoleros, ni de ladrones, ni de narros,
zadells, sino de franceses que se habían apoderado
villa de Manlleu, de otros franceses á los cuales
lía hecho prisioneros en Puigcerdá, y de miguele-
■ancesados, cuyo comandante era un hereu del país.
', entre todo aquel rebullicio de bandos, de bando-
de agitadores, de facciosos y de ladrones, exis-
partido de afrancesados, es decir, un partido que
:reer quisiera ya en 1614 lo que alcanzó algunos
nás tarde, después de la revolución del 1640,
) se negó la obediencia al monarca español por
cador de las libertades catalanas, y se proclamó
de Barcelona al rey de Francia,
t sigamos adelante.
ero, en su Cruzca Provemale, pág. 134, habla de
y cadeUs, pero sólo para decirnos que guerra (es
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 65
decir, gnerro 6 ñerro, de lo cual se originó niarro, y por
fin, narro) era el nombre que se daba á una facción, la
cual fué muy célebre y estrepitosa en Cataluña por
aquellos tiempos á causa de los dos bandos llamados
fierros y cadells, ó sea lechones y cachorros.
D. Diego de Clemencín, en sus notas y comentarios
al Don Quijote, es más extenso que ningún otro autor
acerca de estos bandos. Dice (y téngase entendido que
lo dice con referencia á notas comunicadas por D. Pros*
pero de Bofarull, cronista y archivero de la Corona de
Aragón) que no se ha podido hallar ningún documento
que dé noticia del origen y objeto de estos dos bandos;
pero que parece, no obstante, que en su principio iuvieroit
objeto político. Clemencín añade que los cadells tomaron
este nombre, equivalente en castellano á cachorros, por
habérseles comenzado á dar con alusión al escudo de
armas de su jefe Juan Cadell, señor de Arseguel, quien,
según ya sabemos, tenia por blasón tres cachorros de
oro. Los cadells, en correspondencia, llamarían á sus
contrarios narros, niarros, ó más bien ñerros, que es lo
mismo que porcell en catalán y lechón en castellano.
Tenemos, pues, que hay ya quien dice que estos ban-
dos tuvieron en su principio origen político, y no se olvide
que lo dice con referencia á un sabio anciano que vivió
y murió entre los papeles de la Corona de Aragón. Voy
yo ahora á dar nuevas pruebas de que no se equivoca*
ron en sus sospechas y apreciaciones ni D. Próspero de
BofaruU al comunicarlo, ni al publicarlo D. Diego de
Clemencín.
Abramos la obra de D. Francisco Manuel Meló, es-
crita en 1644, y hojeando sus primeras páginas halla-
remos (jpe dice en el párrafo 71 de su lib. I:
«Son los catalanes (por la mayor parte) hombres de
durísimo natural; sus palabras pocas, á que parece les
inclina también su propio lenguaje, cuyas cláusulas y
TOMO XIX 5
r.es soc brerísimas: en bs ¡n;nrias mnestiaii gran
ciecto, y por eso son iccliíaio» í venganza: esü-
nucbo sa hocor y sn palabfa; do menos su cxen-
por lo que adre La mJs nacicna de España, son
£fáeiu liberíid. La ticira, abuodante de asperezas,
. y dispone sn ánimo vengativo i terribles efedos;
cqueña ocasión el quejoso ó agra\-iado dqa los
os, y se entra á vivir en los bosques, donde en
)uos asaltos fatigan los caminos: otros, sin más
'm que so propia insolencia, signen á estotros: és-
aquéllos se mantienen por la industria de sns in-
1. Llaman comunmente andar en trabajo aquel es-
de tiempo que gastan en este modo de vivir, como
rial de que le conocen por desconcierto: no es ac-
etre ellos reputada por afrentosa, antes al ofendí-
udan siempre sus deudos y amigos. Algunos han
por cosa política fomentar sus parcialidades por ha^
poderosos en sus acontecimientos civiles; con este «Mi-
au conservado siempre entre sí los dos famosos bandos
iros y cadells, no menos celebrados y dañosos á
tría que los guelfos y gibelinos de Milán, los pa-
médicis de Florencia, los bcamonteses y agra-
eses de Navarra, y los gamboynos y oñasinos de
tigua Vizcaya. •
IX.
' creo que pueda decirse más claramente que en los
! y cadells había una idea política. Pero por si no
se la autoridad de Meló, tengo á mano otra, que es
rancísco de Gilabert, cuyo autor escribía por los
i6i3, es decir, durante la época misma de los
)Ieros, y publicó su obra en 1616. Y D. Francis-
: Gilabert no puede ser sospechoso; primero, por-
1
—DEL BANDOLERISMO 67
ra en cita, que es el «Discurso sobre
cipado de Cataluña y inclinación de
)n el gobierno parece han menester,*
remediar los males que con los bañ-
il país; y después, porque es un autor
icionado al pueblo, ya que en su ci-
5¡do al principe D. Felipe, no vacila
fo 78) «que uno de los daños que el
ríncipado padece es estar en manos
5,* proponiendo á renglón seguido
¡ería gran parte remedio del mal el
is en el Consejo, las cuales «fuesen
lleros de capa y espada. *
tra que no se sospeche del buen Gila-
; procedencia liberal, por ser quien es
él.
se supondrá atendidas sus ideas, se
ir tan claray terminantemente como
dea política en los bandoleros; pero
a ocultarlo, no es el cuidado tal que
leje entrever.
ntc que «las bandosidades que de or-
rincipado, son efectos propios de áni-
lores de su honor» (párrafo 3o).
'or la mayor parte, los que levantan
; licenciarse para tan feo acto como
nen primero sus haciendas, siguien-
sus pundonores; pareciéndoles que
i su honra hecho, es sólo el que pide
en por ninguno el de robar, pues no
:n codicia, sino en necesidad por des-
engendrada, de lo cual se sigue, que
salen los robos, y as!, cesando ellas,
:ba también el no robar por codicia,
experiencia que, aunque han hecho
63 VÍCTOR BALAGUEK
muchos y crecidos robos, oioguno con ellos se ha reti-
rado para gozarlos: lo que da clara pmeba que do rob6
por codicia, pues si por ella fuera, retirárase á gozar y
conservar lo robado* (párrafos 41 y 42).
He aquí, pues, al noble Gilabert vindicando á los lla-
mados Irandoleros y ladrones, y es de suponer se tenga
por un poco autorizada su voz.
Pero hay más todavía.
En los párrafos 60 y 61 dice, hablando de persecu-
ción de bandoleros y de salir el veguer contra ellos,
•que aunque el somatén le dé gente (al veguer), es des-
pués de ser tan público lo que ha de hacer, que asi por
ser la gente popular enemiga del secreto, icomo por ser
banderiza, * queda el delincuente avisado antes que aco-
metido. *
Tenemos confesado ya por un autor de la época que
el pueblo era banderizo, y que favorecía á los bandole-
ros, pues le advertía el peligro.
He aquí cómo se expresa el mismo autor en el párra-
fo 71; «Tengo por cosa necesaria el quitar de la «mili-
cia» de este Principado la correspondencia que con la
gente inquieta tiene; ésta procede de diferentes causas,
•no de las que el vulgo publica,* pues no es tanto que-
rer inquietar la tierra, cuanta necesidad para defensa de
la gente rufn.*
Luego el vulgo publicaba de los nobles que querían
inquietar la tierra, ya que Gilabert trata de sincerarles
y excusarles por la necesidad que dice tenían de salir
en su defensa contra gente ruin. Y aún se demuestra
esto más claro en el párrafo 161, donde se dice termi-
nantemente «ser errónea la opinión que en común se
tiene de que «los caballeros son causa del daño de este
Principado,* y «que su remedio está en su castigo de
ellos. ■ ¿Se quiere expresada con más claridad la idea?
En vano Gilabert dice y repite que si los caballeros
CATALUÑA — DSL BANDOLERISMO 69
á armar gente, era por vivir en sus
las y mal muradas, que pueden cua-
LS,> siendo forzoso tener medios para
Siempre quedará demostrado por su
palabras que había en el pueblo dis-
>bles, y bien claro se ve que existia
ios y otro en favor,
dicho es suficiente prueba. Y final-
dar otro párrafo del mismo autor en
a evidentemente el malestar de este
re los mismos nobles, producido por
la corte.
ste daño (el de los bandos) de otra
laniñesta, y es por los pocos oficios
'a dar á caballeros de capa y espa-
•por repartirse los de su real casa
poco loa de este Principado en él
así desconfiados de ella, cada cual
ue ha de acabar su vida en la vere-
3nio tiene: y como la mayor felici-
le alcanzar sea ser respetado, toma
□ el tener amigos que en la ocasión
lyuden; y para esto toman sus amis-
e que en caseríos vive, por la fací-
ican á cualquier mal hecho, lo cual
sna gana por tener alguna persona
padrine en sus trabajos de cárcel ú
también para que con su sombra
ler y facilitar sus venganzas: y asi
i partes corre razón de estado para
in facilidad se conforman y se ayu-
en el villanaje atrevimiento y en la
tos datos y cifras habrán sido bas^
convicción al ánimo de los lecto*
^
70 VÍCTOR BALAGUER
res. Cuando no otra cesa, demostrarán que no obré con
ligereza, sino con detenimiento, al escribir hace algu-
nos años una obra dramática que fué ruda y aristarca-
mente atacada por hombres de cierta escuela escolás-
tico-política, suponiéndola hija de una exaltación febril
y propalando que el autor compraba aplausos con el
sacrificio de la historia y con hacer un héroe de un ca-
pitán de bandidos y ladrones. No: aquella pobre obra
mía, titulada Don Juan de Serrallonga, y referente á la
última época de los narros y cadells, es la expresión de
una idea, vertida mejor ó peor, pero con un objeto, con
un fin, con un plan. El drama puede ser malo. Sin em-
bargo, no es hijo de una impresión ligera, sino de un
estudio detenido de la época á que se refiere. Por esto
deploro que' se viese precisado á ir al teatro y á la pren-
sa después de haber andado con él á tijeretazos la cen-
sura, y por esto deploro que, no sé por quiénes, se le
hayan escrito segundas partes, cuyo mérito no trato de
calificar, pero á cuyos autores r^o ha guiado de seguro
la idea que á mi me impulsó á poner en escena á Don
Juan de Serrallonga.
No cabe duda, en vista de los datos y antecedentes
presentados, que tenían una idea política los narros y
cadells, y no cabe duda tampoco que de estos bandos
había visiblemente uno, que sólo podía ser el de los na-
rros, sostenedor y continuador de la misma ó parecida
causa proclamada por los agermanados de Valencia y
de Mallorca, bando de afrancesados, como hemos visto
que le llama un dietario, debiendo advertir que la pa-
labra afrancesados no tiene más significación en aquella
época que la de anti-casiellanos ó enemigos de las ideas
políticas del poder central de Castilla. En nuestro len-
guaje de hoy llamaríamos á estos dos bandos absolu-
tistas y liberales; en el de aquel siglo se les llamaba á
los unos narros 6 fierros, como equivalente á decir cosa
ILUSA— DBL BAKDOLBIUSMO 71
ilde esfera, de escoria de pueblo.
:o, fundado, no en conjeturas y
echos y en datos. Que más diga
. y 1609, los narros tenían ya á
jre bandolero llamado vulgar-
:uyo nombre debe en gran parte
la fama de que hoy continúa
:, en un brillante episodio de su
es hace aparecer á Roque Gui>
luy hidalgo y noble.
4, Cervantes lleva á su héroe
la, y hace que cerca de esta cJu-
« Roque, como te llama tres 6
doleros. Al decir del autor. Ro-
es de treinta y cuatro años, ro-
íana proporción, de mirar grave
ntaba un gallardo caballo cuan-
¡uijote, y vestíala acerada cota,
a parte.) Según le presenta Cer-
misma época, Roque Guinart
on las damas, cortés con los ca-
os enemigos, inñcxible con los
valiente, generoso y magnáni-
esalta el jefe de los narros en la
;o de Lepanto. Roque Guinart,
ijote, «no hay limites en la tierra
-esenta como protector de damas
cia, y se ve á los caminantes que
spedirse de él admirados ade su
disposición y extraño proceder,
Üejandro Magno, que por ladrón
72 VÍCTOR BALAGUER
conocido.* Por lo que refiere Cervantes, ui
graciada que se le presentó á contarle cuita
halló en él protección y consuelo; una fami
y unos capitanes detenidos por los suyos, i
libertad después de haber satisfecho cierto
unos peregrinos que con ellos iban, les regi
arrebatarles su poco peculio, dando á todc
conducto para los mayorales de las otras (
bandoleros que pudiesen hallar en su cami
no topar con otro impedimento. Finalmen
Don Quijote separarse del gran Roque, desp
escrito éste á sus amigos de Barcelona rec
les el ingenioso manchego, y advirtiendo en
■se diese noticia á sus amigos los narros p
él se solazasen, que él quisiera que care
gusto los cadells, sus contrarios.»
Todo es, naturalmente, novela pura; pe
biera atrevido Cervantes á pintar con est'
Roque, si las hidalgas prendas y nobles rasg
le hubiesen favorecido á los ojos de sus conté
A más, la aventura de los capitanes y pere
todos los visos de ser cierta, y por ñn, la c
supone haber escrito el bandolero á sus am
celona, prueba que en esta ciudad había na-,
como los habia en el campo y en la monta
Focas noticias se tienen malaventuradan
célebre caudillo de narros, á quien Cervant
tan galán, tan noble y tan hidalgo. He aqu
da el bibliotecario D. Juan Antonio Pellicc
tas al Quijote.
Dice este autor:
■Los bandos, pues, que andaban en tier
Quijote eran de los narros ó niarros y cade
los que seguían el bando de los niarros era
nart, como le llama Cervantes, aunque cor
LTALUSa— DEL BANDOLBBISUO 73
íuiñarte, según se comprueba con
ludiendo á este Roque, usó Don
anate contra Roque de Figueroa,
;1 siglo pasado, en esta copla ri-
ensí tan falso hallarte,
á mi piedra de toque,
I á bandolearte;
es tú me guitias, Roque,
ISO, Roque, /ui'Aor A.
(Biblioteca real. est. M, cúd. 30.)
, un poeta que andaba en la corte
lias y estrafalarias, á quien pusie-
Bo:
su vida dijo cosa
fuese UQ disparale.
I de este bandolero era Roque, ni
li Guiñart, ni Guiñarte. Su nom-
leros eran los de Pedro Rocha Gui-
abreviar, le suprimió el nombre
ió el apellido Rocha en el nombre
apellido Guinarda en el de Gui-
arte. Este nombre verdadero cons-
le los vecinos de la villa de Ripoll
III quejándose de los excesos y
eñor de vasallos, y en que se ha-
moso bandido, grande y especial
ros cargos que le hacen, le acusan
menta á gente facinerosa y recoge
I de su casa á Pedro Rocha Guiñar-
salteador de caminos, y como tal,
igo público por V. M., al cual y
ly de ordinario en algunos lugares
vr^
^
74 VÍCTOR BALAGÜER
•suyos, de donde salen á robar, y cometer otros insul-
»tos y delitos é homicidios, volviéndose á recoger á los
«dichos lugares, como está probado y averiguado en la
•regia corte del Principado; y con el favor del dicho
o señor, algunos salteadores de la dicha cuadrilla han
«tenido atrevimiento de asistir públicamente en unas
«ventanas de cierta casa de la plaza de la dicha villa
»de RípoU en unas ñestas que en ella se hicieron; y por
«ocasión de un pleito que el dicho trata con los vecinos
«de la dicha villa, vino algunos pocos días há á ella con
«junta 6 escuadra de más de 200 hombres, y entre ellos
«muchos ladrones y asesinos é salteadores de caminos,
«y pregonados por enemigos de V, M. y perturbadores
«de la paz pública, los cuales, divididos en cuadrillas,
«con pistolas y otras armas ofensivas prohibidas, fue-
«ron por la villa haciendo amenazas y agravios á los
«vecinos de ella, injuriándolos con obras y palabras, y
«tomándoles por fuerza sus frutos y hallándose tan
«injustamente oprimidos de su señor, acudieron al du-
«que de Monteleón para que, en nombre de V. M., le
«secuestrase la jurisdicción de la dicha villa, presen-
«tando petición, y pareciendo á los doctores del real
«Consejo de V. M. ser justo, cometieron el negocio al
«Dr. Miguel, juez de la regia corte, y habiéndolo el
«dicho señor entendido, amenazó á los dichos vasallos
«que haría que el dicho Rocha Guinarda y sus compa-
« ñeros les quemasen sus casas, haciendas y personas si
«no desistían de aquel recurso y remedio que habían
«intentado; y temiendo la ejecución de las dichas ame-
«nazas, no se atrevieron á proseguir en el pedir su des-
«agravio é injusticia. «
Este recurso que Pellicer halló entre los manuscritos
de la real biblioteca, «se hizo, dice, como se expresa en
él, en tiempo del virrey, duque de Monteleón, D. Héc-
tor Pignatelli, á quien se remiten los querellantes; y
J
ALüSA — DEL BANDOLERISMO 75
se colige que se presentó entre
Dg, porque este tiempo duró su
itvoca en la cita de esta última
el duque de Monteleón sólo fué
prosiga Pellicer:
la vida Roque Guinard, 6 por
>cha Guinard, por los años de
o primero del celo con que un
les, llamado Pedro Aznar, ha-
n el mes de Abril del citado año
srtirle. Dícelo expresamente en
íscos, cap. XVI, fol. 54, por es-
:1 reino ha discurrido por él estos
moso, llamado Roque GtUnart, á
bizarría alabada de su persona,
ratar de su salvación.* Consta lo
io de D. Diego Duque de Estra-
)s Comentarios de su vida (Biblio*
174, pág. 149), lo que le habia
ue hizo por Cataluña el mes de
ce: «Había en aquel tiempo mu-
:ino de Cataluña, y entre ellos el
ro, con 200 bandidos, y el capi-
ileroso y galante mozo, con i5o,
ice comunmente, roso ni be 11 oso;
rata) me dijo no tomase postas,
unos carros de lana que iban con
labían ajustado muchos arrieros,
ites, que la comitiva pasaba de
ts, porque entre la lana llevaban
eses secretamente Llegamos
Eia en la boca, teniendo aviso de:
¡ros; alli llegan; allá nos aguar-
«
76 VÍCTOR BALAGUBR
vdan En el camino de Barcelona hallamos muchos
i bandidos paseándose por en medio de los lugares, hom-
ibres feroces^ y aunque asalvajados, galanes de armas y
•tahalíes, de quien no tuvimos pocos sustos.» En estas
escuadras ó cuadrillas dice D. Francisco Gilabert que
había muchos franceses, especialmente gascones, por la
vecindad de la tierra y facilidad de volverse á ella.
(Discurso sobre el Principado de Cataluña, páginas 6,
iiyi5.)
»En medio de esta vida tan facinerosa, observaba
Roque Guinart con los suyos la justicia distributiva^ y
usaba con los demás de compasión, como dice Cervan-
tes, y lo experimentó Don Quijote cuando cayó en sus
manos el año de 1614, en que escribía nuestro autor su
segunda parte, como se colige 'claramente de la fecha
de la carta de Sancho á su mujer Teresa Panza, escri-
ta en el castillo del Duque á 20 de Julio de i6i4.>
(Cap. XXXVI.)
Concluye diciendo Pellicer que sin duda Roque Gui-
nart acabó por caer en manos de la justicia; pero por el
citado historiador Meló vemos que no fué así, pues dice
éste hablando de los bandoleros catalanes (párrafo del
lib. I): «Ya de este pernicioso mando han salido para
mejores empleos Roque Guinart, Pedraza y algunos fa-
mosos capitanes de bandoleros, y últimamente D. Pe-
dro de Santa Cília y Paz, caballero mallorquín, hombre
cuya vida hicieron notable en Europa la muerte de
325 personas, que por sus manos é industria hizo mo-
rir violentamente, caminando veinticinco años tras
la venganza de una injusta muerte de su hermano.
Ocupóse estos tiempos sirviendo al rey católico en
honrados puestos de la guerra, en que ahora le da al
mundo satisfacción del escándalo pasado, i
Suerte igual debió ser, sin duda, la de Roque Gui-
nart, quien sería enviado como capitán á las guerras
LLUÑA — DEL BANDOLERISMO 77
las, el nombre de este famoso
¡nos no he sabido yo hallarle en
s y manuscritos que he hojeado,
a tampoco de narros y cadells;
i prueba de convencimiento pa-
1 causa política en aquellos ban-
' que poderosos caballeros apo-
i también hubo nobles que íavo-
lados, y- en Cataluña la causa
ntada, á mí juicio, por los «a-
y muy poderosos nobles en sus
fama de Roque Guinart fueron
t poesías catalanas que existe ea
)na hay, sin nombre de autor, el
ido á Roque Guinart, que me
; traslado al pie de la letra, con
los é incorrecciones que noté en
IRT, GRAN BANDOLER.
SOSETO.
< del Monseny. val«ro9 Roca,
a del Monseny baíxara,
1> fortaleza rara
ría tota es poca.
>p de las balas toca
1 úao ta\% la cara,
uigne nos repara
ni traidora sora.
ñncipat fas que badalle
: de son. qui persegueixes
lebre paráosme,
judici mire y calle
a, que ho niereixes
ilart del cristianisme.
VÍCTOR BALACUER
steríormente, en un cuaderno de poemas catalanas
e publicó como suplemento á la colección de poe-
leí Dr. Vicente García, rector de Vallfogona, ha-
te mismo soneto atribuido á dicho autor, bajo el
< A un Jamos pillart anomenat N. Roca, y con al-
i variantes, entre ellas las de estar corregidos los
s quinto y sexto de esta manera:
A ningu de tis balac lo cap foca
Lo qual no 't v«Jb, sbo luig U cara.
es 6 no de García este soneto, averiguarlo puede
tenga más datos. De todos modos, si el soneto no
fo, está fuera de toda duda que le pertenece la si-
te décima que se lee en su poesía Desetiganys del
y la cual revela lo populares que eran en su ¿po-
ríncipios del siglo xvii) los bandos de narroí y
s.
se así:
Cuant lo Evangeli canEaban
En la iglesia antigua ment.
1..0S nobles incoatinent
La «pasa deseavaynabau.
Y ab asso significaban
Quetenian á parell
De moric peleant per ell.
Mes ja aquella gallardía
Tota sen va vuy en día
£» itr nytrre i ¡ir eaáiU,
la valí d' Aro existe también un proverbio ó di-
ulgar, el cual prueba que los bandos de que esta-
hablando se habían extendido por aquellas co-
is.
:en los de aquel país:
A Sania Crislioa nyeiroi,
A b valí d' Aro cadells,
A Calonje roba-sogas,
A San Feliu ganxoaelli.
.Ut3A— DEL BANDOLERISMO J^
todos estos datos los que con
to del siglo XVII me pude pro-
0, sin nombre de autor, reñ-
Isona, parece que por aquella
es llamaba cabelludos, y que te-
ue era ¡A cam, d cam! mientras
: grito de guerra ¡Via f ora ñe-
> se dice que el duque de Car-
3 de los cadells, y que uno de
: este bando se llamaba Mala
)lar de bandoleros hasta 1616,
eres de Barcelona habían, sin
embajada al rey; pues éste les
)ctubre de dicho año, diciendo
idores por las pretendidas que-
ca de haber procedido contra
D era a^, antes con su gobier-
ierra. (Volumen de Carias de
Iquer, cap. XXXVIII.)
con otra que debe constar aún
leí señor barón de Segur, don-
^Iburquerque, virrey y capitán
indó arrasar el castillo de Se-
haber tomado D. Miguel de
en las contiendas de narros y
seguro y acogida á alguno da
ice de un memorial elevado al
ipe de Calders.
an que en aquella época vol-
zí los bandos de narros y ca-
a apenas dicen de ellos las me-
:io extraño, pero fácil de com-
8o VlCTOB BALACDER
prender si el lector se fija eo nuestra mísmi
contemporánea, ya que muchas veces ha suc
ber partidas armadas en el campo con una i<
bandera política, guardando sobre dio sepul<
cío la prensa periódica.
Los bandos debieron dar mucho que hablar
más que hacer, cuando Feliu de la Pega, en £
(lib. XIX. cap. XIV), nos dice que «á lO de I
de 1617 (y no 1616, como escribe Pellicer en
al Quijote), se publicó el jubileo plenísimo,
por el papa Paulo V, á petición de los dip
toda la provincia, y en desagravio de las ofen
órdenes ejecutados en ella por los bandoleros
lidades de los narros y cadells, quietados poi
grande apücadón del duque de Alburquerque,
virrey del Principado: bendíjose la provincia;
se procesiones, é imploróse el favor y miseríi
Señor en el discurso de las dos semanas qi
jubileo, para que usase de piedad con la prov
Sin embargo de esta fiesta para solemnizt
fiesta que bien pudo tener más de oficial qui
cosa, es lo cierto que los bandos no se aquí
desaparecieron los bandoleros.
Existe de esto una prueba terminante en 1
dos del Consejo de los Ciento, celebrado á 9
de 1620, en el que se deliberó enviar embají
rrey por haber éste mandado derribar castillo
cometiendo otras infracciones de constitución
texto de ser refugio de mals horneas. (Acuerdos
del Consejo correspondiente á este año.)
Otra noticia puedo añadir á ésta, y es la de
de Febrero de 1627 se celebró Consejo de Ci'
tomar acuerdo sobre la demanda hecha por el
objeto de que se le ayudase á la persecución d<
doleros que infestaban el país.
LUNA — DEL BAHUOLBRISMO 8l
levo á los bandoleros en campa-
i á los narros y cadells, que do
ffisar del jubileo de 1617.
>n somatenes, si se persiguió á
esultado dio esta persecución;
lor aquellos tiempos, es decir,
uando campeó la &mosa parti-
ade Serrallonga, personaje que
y hablar á la tradición, al dra-
rónica.
XI.
laje de que voy á ocuparme se
srrallonga, y era noble. Según
un labrador y un bandido vul-
y Serrallonga.
nsta por el proceso de que lue-
corría ya el país en 1621, no
a i633, por lo cual se ve, á
mencionados en los capítulos
uy bien celebrarse en 1617 un
[esaparición de narros y cadells,
impidió que los bandos conti-
a ese Serrallonga, cuya memo-
en el campo de Vich?..,. ¿cuyo
y se menciona á cada paso en-
1 famoso ladrón y bandolero?....
icuerdo en cuentos, romances y
: le presentan con ciertos rasgos
tratar de averiguarlo,
aún se conserva en Vich, y yo
1 ciudad de labios de personas
82 VÍCTOR BAJLAGUBR
de distintas clases el año que fui á ella para asistir á la
traslación de los restos de Balmes, es la siguiente:
D. Juan de Serrallonga fué un caballero noble y
principal que tenia su casa en el pueblo de Caroz, si-
tuado en el corazón de las Guillerias. Pertenecia al
bando de los narros, y estaba enamorado de una dama
llamada Doña Juana de Torrellas, cuya familia, muy
principal en Barcelona, era adicta al bando de los ca-
dells. Por celos ó por otra causa^ D. Juan tuvo una
pendencia en Barcelona con un caballero, y le mató,
viéndose obligado por esta muerte á salir de la ciudad,
comenzando entonces su vida de bandolero. Cierto dia
de Carnaval penetró con algunos de los suyos en la ca-
sa de Torrellas, y se llevó á su querida Doña Juana^ que
desde entonces acompañó siempre á su amante en la
vida de bandolero, viéndosela constantemente á su lado
vestida de hombre, con pistolas al cinto y el pedreñal en
la mano i. Un día Serrallonga fué cogido en el ce-
menterio de Caroz, orando junto á la tumba de su pa-
dre, por el capitán D. Sal vio Fontanellas, de Vich, de-
jándose prender sin oponer la menor resistencia. Admi-
1 Los pedreñales eran una especie de arcabuces pequeños, llama-
dos asi porque no se les daba fuego con una mecha, como al arcabuz,
sino con pedernal, ó sea con una llave tosca de fusil. Covarrubias dice
que el pedreñal era el arma de los bandoleros y foragidos catalanes.
De seguro se puede decir que fué esta arma el primer perfecciona-
miento del arcabuz ó el primer paso dado para llegar al fusil moderno.
Felipe III mandó publicar una pragmática contra el uso de los pe-
dreñales en el Principado catalán, y de esto resultaron serias y ruido-
sas contestaciones entre la diputación y el virrey. La causa llegó á to-
marse con empeño por ambas partes, y la diputación, según puede ver-
se en los dietarios de aquélla época que se conservan en el archivo de
la Corona de Aragón, representó enérgicamente al rey, é hizo varias y
repetidas gestiones en favor del uso de los pedreñales.
También protestó contra esta pragmática por medio de un discurso,
que mandó imprimir, D. Francisco de Gilabert, escritor ya citado.
ITALUfiA — DEL BANDOLERISMO 83
que un hombre tan osado y tan
: de aquel modo, le preguntó la
rallonga que, estando rezando so-
padre, había tenido una visión y
:1 autor de sus dias mandán4ole
recogida por mi mismo; pero con-
ue hallo difícil averiguar si es ésta
iró la comedia antigua del catá-
is la comedía la que inspiró la tra-
í muy bien ser, atendida la fama
oca dicha comedia,
tima á mediados del siglo xvil, y
muy poco tiempo después de la
1, y bajo la influencia próxima de
30r tres ingenios acreditados de la
Coello, D. Francisco de Rojas y
vara. Hicieron los tres poetas con
media lo que con Roque Guinart
ioie. No presentan á Serrallonga
rabie y como un foragido vulgar,
bandolero, á cuyo carácter dan
es posible; y aquí digo yo de es-
: dicho de Cervantes con Roque
algún fundamento debieron tener
allonga como un noble, si no lo
de bando, si era sólo un misera-
caudillo emprendedor, generoso,
era únicamente un hombre vul-
caminos. Y cuenta que la come-
jy pocos años después de la muer-
s que por los años de i65o se sa-
)nio Coello, otro de sus autores,
^tos y los que habla recogido re-
ells, me propuse hace cinco años
84 VCTOR BALAGUER
escribir un drama sobre este asunto, poniendo también
en escena á D. Juan de Serrallonga. Mi objeto princi-
pal no. era el de este personaje, sino el de los narros y
cadelk; el de hacer ver que estos bandos habían repre*
sentado en nuestra historia un papel político; el de po-
ner en escena, por medio de un cuadro sintético, la lu-
cha política de dos ideas que habían tenido su teatro
aquí en Cataluña como en otras partes, Y mejor que
Juan de Serrallonga hubiera yo aceptado como perso-
naje dominante, por más propio, á Roque Guinart, si
no me lo hubiesen impedido, por un lado, Cervantes, y
por otro, un autor compañero que acababa de escogerle
para personaje de una de sus novelas. Me fijé, pues, en
Serrallonga, y calqué mi drama sobre la tradición y so-
bre la comedia antigua, sin más punto de contacto con
esta última que el haberse basado ambas producciones
en la historia tradicional de Serrallonga.
El drama hizo algún ruido; tuvo un éxito que yo el
primero no podía ni debía esperar, y aquella especie de
miserable crítica mordaz y venenosa que siempre le-
vanta la cabeza cuando hay que amargar un triunfo, se
cebó arístarcamente en mi pobre obra, sin reparar que
era una vindicación de historia, y no una simple vindi-
cación de personaje. Esta crítica no leyó, ó no quiso
leer, el prólogo puesto por mí en el drama impreso; no
vio ó no quiso ver la idea fundamental, la idea históri-
ca y política del drama, y lanzó un grito de indignación
y de anatema contra el osado autor que se atrevía á
convertir de buenas á primeras y por su simple capri-
cho á un capitán de ladrones en un héroe político. Po-
co se acordaba entonces la crítica 1 de que Cervantes^
1 Recuerdo, entre otras cosas, que un periódico, el más impor^
tante, dijo magistralmente que en Caroz, pueblo que yo decía ser de
Serrallonga, no existía memoria de éste, ni casa, huella ni lastro en que
pudiese apoyarse la memoria de aquel bandolero. Y debe saberse que
P"'"*
TI" ,-- - - _,^^^ , , ■' ¡i.-r W'7,f.-t'-f
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 85
Coello, Rojas y Vélez habían admitido como persona-
jes de sus obras á Roque Guinart y al mismo Serra-
Uonga.
£1 cargo más grave que se me hizo^ el único que po-
día ser un verdadero cargo, era el de que existia el pro-
ceso formado á Serrallonga, y en él figuraba éste como
un ladrón vulgar y ordinario, como un salteador de ca-
mino real.
Yo ignoraba entonces la existencia de este proceso
original, que estaba en poder del historiador D. Juan
Cortada. Facilitóme este señor el proceso, y, aún más,
me dio y tengo en mi poder un extracto minucioso del
mismo, que algún día se publicará. El proceso no está
realmente muy de acuerdo con la tradición y con la co-
media antigua; pero lo está perfectamente con el punto
capital de mi drama respecto á ser un bando político el
de Serrallonga. *
He aquí cómo se expresa D. Juan Cortada en el ex-
tracto y resumen de este proceso, advirtiendo que lo
copio al pie de la letra del manuscrito suyo que obra
en mi poder:
tEn esta declaración (una prestada por Jaime Malian-
ta, alias el fadrí de Sau, otro de los bandoleros de la
cuadrilla), está descrito el gracioso lance ocurrido á Se-
rrallonga; quien habiendo ido á Francia, muy bien re-
comendado por el abad de Bañólas d personas notables de
aquel reino, que lo recibieron muy bien y lo tuvieron unos
días en sus casas, al volver á España fué robado dentro
de Francia mismo por algunos jóvenes que le quitaron
40 libras en dinero, el pedreñal, el cinturón, las bolsas
de las municiones y dos sortijas de oro; pero tuvo tan
en Caroz existe una casa llamada de Serrallonga, y en su puerta un es-^
€ndo que se supone ser el de la familia, y en esta casa un descendiente
4Íe aquél.
VÍCTOR BALAGUER
que por los manejos del señor de Anyer,
icomendado, le fué devuelto todo menos
que no pudieron coger al ladrón <iue de él
derado. De esta segunda declaración de
leduce que Serrallonga y sus principales
: metían con mucha frecuencia en Fran-
persecución que suMan era muy viva, y
t recoger dinero de cualquier modo que
la persecución amainaba.
r sus viajes contaban con muchos valedo-
ispedaban y hacian acompañar hasta la
néndoles luego á la vuelta y proporcio-
to necesitaban. Todos estos amigos y (&•
itán citados en la segunda declaración de
la cual resultan comprometidas un crecido
rsonas.
ista declaración siguen las de Guillermo
tvells, de Pedro Juan Pales y Jaime Mas-
me Viola, las cuales son una conñrmación
de Malianta, pues en ella se refieren la
e los delitos que se relatan en ésta,
^o la tercera del mismo Malianta, que es
lente interminable, y en ella da noticia de
-ie de crímenes de la misma naturaleza
ados antes; y además expone noticias cu-
ín bastante luz para comprender que Se-
ba muy relacionado y contaba con amigos
;s y aun en clases distinguidas. Además
ués de leer atenta y concienzudamente
^n, nos parece que no puede ya caber du-
uadrílla de Serrallonga no era cuadrilla de
sinos en la genulna significación de estas
la partida de los sectarios políticos llama-
nyarros, en que figuró el famoso Roque
:e sostuvo una lucha prolongada y san-
ORIA DE CATALUtiA — DEL BANUOLBRISMO 87
otro bando llamado de los cadells. Estos ban-
ron en su apogeo á principios del siglo xvii.
tos comenzado á examinar el proceso que
a vista, en la persuasión de encontrar nada
i hechos de unos cuantos salteadores de ca-
. clase vulgar, y comparables con los Rajo-
rocas, Tetm y otros de la misma calaña; mas
lo que resulta de dicho proceso y que verán
:tores, nos hemos visto precisados á rectiñ-
licio formado a priori, y á creer que Serra-
m cabecilla político, y que los robos tenian
vivir, allegar dinero y tener hombres á su
' que los asesinatos todos, á excepción de
ometidos en el acto del robo por la resisten-
ibados, eran muertes de personas del bando
íjecutadas, como de algunas de ellas ya
istancias de los amigos y valedores de Serra-
vez algunos de los que componían la nume-
Ja de éste no eran más que ladrones vulga-
sstaban en el secreto de Serrallonga, ni les
de los bandos de cadells ni nyarros; mas
3 habia que estaban muy en autos, como,
>, el Fadri de Sau, ó sea Jaime Malianta, de
a é interesantísima declaración nos vamos
este hombre la comisión de seis robos más
antes habia declarado, ejecutadas unos en
ales y otros en casas solares; delata otros
:05, y nos da noticia de la captura de seis
ás, de quienes exigieron cantidades de dine-
iscate. De esta declaración además se dedu-
)biemo perseguía esta cuadrilla activamen-
paso que los alcaldes de algunos pueblos
con valor y constancia los intentos del go-
:abar con la cuadrilla, otros alcaldes la pro-
VfCTOR BALAGUKK
descaradamente; lo cual se explica con la mayor
12, por la diferencia de bando en que estas distin-
orídades militaban. De la sola declaradón de
ta resulta que seis veces tuvieron niego con la
leí rey, segün se llama á sus perseguidores; que
ti brava y prolongada resistencia, y que el mis-
larante, Serrallonga y otros compañeros, fueron
varías veces. Esta resistencia la prueba además
lencia extraordinaría con que procuraban que los
es proporcionasen pólvora y pilotes ó balas, de
se ve que no hacian gasto ninguno sino para re-
las gentes enviadas para perseguirlas,
uiendo más bien el orden cronológico de la de-
in que vamos resumiendo que el orden de ma-
:ontenidas en la misma, iremos apuntando las
noticias que más han llamado nuestra atención,
ienen interés más grande, ya histórico, ya dra-
. La joven Margarita Severa que Malíanta cogió
maitines en la Noche-buena de 1626, según lo
:, y que la llevó consigo, convirtiéndola en su
, fué en compañía de los ladrones de cinco á
ises, y se acostumbró tan bien á la vida airada
s, que á poco tiempo ya la encontraremos vesti-
lombre, con capa y sombrero chambergo ador-
m plumas de colores, formando parte de la cua-
y asistiendo, como espectadora, si no como ac-
los robos y otras fechorías,
no dos pruebas concluyentes de que no eran
;nte ladrones, sino partidarios políticos, citare-
ctualmente dos trozos de la declaración de Ma-
Dice en el uno que en el robo tal asistieron Se-
ja, él, fulano y el ladrón Pedro Sala, que se Aa-
con los cadells, y entonces había vtéelto con nosotros;
as hojas más adelante dice que fulano, llamado
f del Esquirol, preguntó á Francisco Moner,
r
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 89
compañero mio^ quiénes éramos^ y diciéndole Moner
quién era yo, dicho Roig dijo que quería aconnpañarnos
hasta que estuviésemos fuera de peh'gro aunque supiese
perderse, y nos fuimos directamente al Esquirol y pa-
samos juntos por en medio del pueblo, llevando Tu-
trích Gomes un bastón de rey corto en las manos como
comisario (comisarios eran, según las declaraciones,
los jefes de las partidas que seguían la cuadrilla), y di-
cho Roig nos acompañó media legua más allá del Es-
quirol, diciendo que bastaba que fuésemos nyerros, y
vi que dicho Roig iba armado con dos pedreñales
cortos.
»Esta declaración contiene muchas noticias que bas-
tan para formamos una idea de la calidad y quilates de
las personas que componían la cuadrilla, y en particu-
lar de su capitán Serrallonga. Se ve que usaban plumas
de diversos colores en los sombreros; que gastaban ropas
de mucho lujo, con bordados, guarniciones de tercio-
pelo, canutillo de oro y plata y otros adornos de valor
y gusto, cinturones de terciopelo carmesí con planchas
de plata, sortijas, y en particular Serrallonga, que se
mando hacer una, y la usó de oro, con muchas piedras
rojas (dice Malianta), que no podían ser sino topacios.
Usaban algunos de ellos alpargatas, pero muy rara vez,
cuando con grande frecuencia encargan las compras de
zapatos y calcetas; llevaban capas, y estrenaban trajes
con frecuencia. Es verdaderamente pasmoso el número
de valedores y protectores con que contaban, habién-
dolos de clase rica, y aun personas de alguna impor-
tancia, y que era imposible que se rozaran con ellos si
hubieran sido meramente salteadores de camino. En
todas las grandes y ricas casas solares tenían la puerta
abierta y la mesa puesta de día y de noche; los heridos
^eran ocultados y cuidados con esmero; los distintos ci-
rujanos de Vich fueron espontáneamente á curarles he-
g/O VÍCTOR BALAGUER
ridas y enfermedades, sin recatarse de los demás iadro*
nes, ni de los habitantes de las casas en donde los he-
ridos se hallaban; tenían aviso s^^nro y anticipado de
cuándo salía la fuerza armada en su persecudán; los
mismos amigos y valedores no sólo les llevaban la co-
mida al bosque y comían con ellos, sino que iban en
su compañía uno, dos 6 más días, aunque no tomaran
parte en sus fechorías; siempre hallaban gente dispues-
ta para llevarles á componer las armas á la ciudad de
Vich, de donde recibían cuanto habían menester con
una frecuencia extraordinaria. Los dueños de las casas
solares les ofrecían sus casas y servicios, y se los pres-
taban con la mayor lealtad, y casi ingeniosamente,
como lo hizo uno que, teniéndolos en su casa á tiempo
en que supo que llegaba la fuerza armada que iba en su
busca, les aconsejó que salieran y se refugiaran en un
bosque suyo, y apenas la cuadrilla lo hubo ejecutado,
el amo hizo marchar tras ellos por el mismo camino
un rebaño de cameros para que borrara las pisadas que
los ladrones podían haber dejado impresas en el suelo.
¿Ha sucedido esto jamás, ni puede suceder con ladro-
nes vulgares? A éstos se los teme y se les da de comer
por miedo y de mala gana; pero aquí vemos gusto y
oficiosidad en hacerlo; se nota una especie de alegría
en la casa cuando llega la cuadrilla: ancianos, jóvenes,
mujeres, todas las edades están representadas entre
sus valedores, y aun hay personas de alta clase, como
indudablemente lo era en aquel entonces el abad del
monasterio de Bañólas, que los recomendó muy bien
en uno de los viajes de Serrallonga á Francia. Se ve
un deseo grande, un gusto, un empeño en servirlos, en
proporcionarles cuanto necesitan, y en ponerlos á salvo
de sus perseguidores; y todo eso dura doce años, sin
que los valedores se cansen, sino yendo cada día en
notable progreso.
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO QI
» Mucho más podríamos añadir á lo dicho para que
no cupiese duda de que si Serrallonga y sus compañe-
ros robaban y mataban, el alma de todo eso era el sos-
tenimiento de un bando político, por más que los me-
dios empleados para ello fueran ajenos del objeto prin-
cipal que se proponían los caudillos.»
Hasta aquí Cortada. Y siguiendo el curioso extracto
del proceso hecho por el ilustrado y concienzudo escri-
tor, se ve que en las muchas veces que Serrallonga es-
tuvo en Francia, siempre volvía á Cataluña por falta
de dinero y con ánimo de recogerlo entre sus deudos y
amigos, advirtiendo que esas permanencias en Francia
eran á veces de cuatro y seis meses; que allí tenía re-
laciones con personas principales, como los señores de
Viver y de Anyer, quienes le daban amistosa acogida
y le aposentaban en sus propios castillos; que recibía
muy á menudo regalos de gente de calidad, quienes le
enviaban ya un pedreñal con ñecos de seda encamada
y borlas de oro, ya una xarpa bordada en plata y seda;
que era protegido del abad de Bañólas y de mucha
gente principal del país, pues causa verdadero pasmo
ver la multitud de casas de campo y rectorías del pue-
blo en donde era bien recibido y agasajado, dispensán-
dole generosa protección, dándole avisos y noticias y
facilitándole cuanto deseaba; que vestía con elegancia
y era su traje el de un caballero, pues llevaba sombrero
negro con corchetes de plata, ropilla con valona, capa
roja y alguna vez blanca, medias de estambre de varios
colores y zapatos, no usando jamás alpargatas; y por
ñn, que en cierta ocasión, estando con su cuadrilla en
acecho al pie de Moneada, llegó un coche en el cual
iban la condesa de Erill y el abad de Erill, quienes tu-
vieron una larga conversación con Serrallonga, despi-
diéndose luego y acompañando éste con los suyos un
trecho el coche de la condesa para hacerle cortesía.
VÍCTOR B A LAGUER
OS son todos estos que pueden dar algo que pen-
luantos crean á Serrallonga un ladrón ordinario;
3S modos, para mi vindicación contra las criticas
fui objeto, basta que una persona tan autorizada
toria como D. Juan Cortada, distinguido cate-
> de esta asignatura en la universidad de Barce-
laya dicho terminantemente, con el proceso á la
que Serrallonga fué un cabecillu político, y sus ro-
ían por objeto vivir, allegar dinero y tener hombrea
voción, y los asesinatos iodos fueron muertes de per-
'el bando contrario.
> del proceso no consta realmente, sino muy al
rio, que Serrallonga fuese noble. «El martes 15
s de Noviembre del año i633, en Barcelona, d¡-
\ autos, ante dicho magnífico Pablo Guiamet, re-
pareció Juan Sala y Serrallonga, labrador, etc.»
¡rmítaseme decir de paso que debió ser preso sólo
ocos días antes de tomársele declaración; pues
ue á 19 de Octubre se expedían aún órdenes ter-
;es para prenderle ', dato que no deja de ser im-
te y que da que pensar.
1 el archivo de la Gmma de Aragén consta lo siguiente;
•Lo Duch, etc.
e amat de la Real Majestat. Hans ha causst viu pesar lo alrevi-
Serrallonga que aprcs de tantes diligencies íeles en sa peraecu-
;cesiu gasto de la ThesoreHa Real, desfeta del tot sa cuadrilla
ut un (ant gran delincuent conservarse en aqueixes part y 50I
iga vestida de home exir en camins Reala y fer los robos que
ara evidencia de la tollerancia y descuit del ordlnaris, podent
Iclla donar locha que alce quadrilla y cause los mals y afliccioDS
an expeiimenlat. desitjanl prevenirlos, Iractat en lo Real Con-
ni resolt fer apretades diligencies en sa periecudó en totes les
; ha paregut convenir y pera dispondrerles en aqueixos dislric-
iureus esta pereque cohoperant en ella procureu dispondrerla
11a mes eflicaz prenént inteligtncias y coiresponentvos ab Don
:iaríana al qual escrivim ab la mateixa conformilal. Diem per
A DB CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 93
pucs, según el proceso, que Serrallonga no
sino labrador; pero en el mismo proceso
L vestido como aquéllos, que tenia rela-
sonas de clase, y que trataba á los suyos
ogancia y superioridad, como se nota en
ñones, dispensándole todos los de su cua-
ores atenciones y respeto.
Doña Juana Torrellas de la tradición apa-
ceso como una mujer llamada Juana Ma-
, á quien Serrallonga robó un día, Ueván-
, y siendo de entonces más su compañera,
tdvirtir asimismo que en todo este proce-
misterio impenetrable, y que las decla-
an como arrancadas por el tormento, y
ista qu£ punto se puede hacer confesar así
0 la mentira atormentando á un hombre.
, en su declaración, conñesa que robó á su
pero no.expl¡ca de dónde ni cómo; des-
os de sus valedores, todos ellos personas
iéndole cada una de estas declaraciones
r el tormento; y no contesta á la pregun-
cogió, en dónde y cuándo, que le hace
cipio de su declaración,
ón valiera, ya sabríamos que fué preso en
de Caroz, orando sobre la tumba de su
09 dipongau molt de proposit en esta factio que tant
de Sa Majeslat y benefici publich de la provincia que
particular y nos obligarÁ á U estiniaci^ que mereix.
1 á XVim de Octubre de MDCXXXIU.— El Duque
ardona. — V. D. M. Sala Regeni.
—Manuel Pérei.
ibili Ludovico Descallar.
xpedita directa Nobiti Hichaeti de Clariana.
xpedita directa Michaeli Johanni GranoUach* et de
94- VÍCTOR BALAGUER
dre. En cuanto á quién le prendió, nos lo dice un tí-
lo de nobleza expedido en Barcelona á 21 de Enero
1709 por Carlos III {el archiduque), á favor de Fran-
co y José Fontanellas y Pradell, en cuyo titulo se
:e ser éstos biznietos de SaJvio y José Fontanellas y
adell, quienes, entre otros servicios, prestaron el de
snder á Juan Serrallonga, siendo causa esto de que
pinos de los secuaces de dicho bandolero matasen
;go en venganza al citado Salvio > .
Tenemos, pues, dejando para otra ocasión y para
■& obra el profundizar en el proceso original, que Se-
illonga era del partido de los narros, como parecen
lo del de cadells el Fontanellas que lo prendió y los
:ces que lo sentenciaron; y que este famoso bandolero
cia frecuentes viajes á Francia, siendo el agente mis-
ioso de una sociedad política, en la cual figuraban
rsonas muy elevadas, puestas por Serrallonga en co-
spondencia, con otras muy principales también del
Este litulo, cujra copia debo á la amabilidad del descendiente de
i ramilia. dice así:
y teniendo présenle que Francisco y José Fontanellas y Pradell, ve-
>3 de nuestra leal f muy constante ciudad de Vich. é hijos legítimos
llurales de José Fontanellas y Pradell. difunto; nietos de otro de
mismo nombre y biinittos cié Salvio Fontanellas, que obtuvo del
no. Sr. D. Felipe III de Castilla y II de Aragón, de eterna me-
ia, el titulo de ciudadano honrado; que su casa y familia fueron
decoradas con igual gracia hace ciento y más aflos. y que en lodo
ipo han manifesl.ido su fidelidad hacia nuestros anales predecíso-
y que los sobredichos Salvio y José Fontanellas y Pradell concu-
"on á la expulsión de los facciosos que perturbaban la tranquilidad
lica en Calalufla, hasta prender y entiegar en manns de los reales
istros á Juan Serrallonga y á Jaime Serra, alias in Tul, lo que fué
a de que aiRunos de sus secuaces, ¡j-uiados de Un espíritu maligno,
isen á dicho Salvio, según puede inferirse de la alevosa muerte que
eron, y no obstante lo cual, José Fontanellas y Pradell, nielo de di-
difunto, se dedicó con más ardor al real servicio, etc.. etc. ■
CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO 95
1 histórica, y cuáles sean las conjetu-
eden deducirse, claras las verá el lec-
:ircunstancias y crisis porque estaba
ncipado, y teniendo presente lo que
;8, conforme queda dicho, el llamar-
.tos que, á costa de no pocos afanes
livos públicos y privados, he podido
1 bandolerismo y á los bandoleros de
nparcial podrá, sujetándolos á la cri-
1 lo que valgan y deducir las conse-
mientes estime y acertadas crea.
3cas observaciones me toca hacer y
adir, ya que transcendentales suce-
iiestra España vinieron en su día á
ea reclamando para otra mis pobres
£ndome por el momento completar
1 dietarios se concluye de hablar de
comienzan las turbaciones de Cata-
osas turbaciones que dieron origen á
640 y á la guerra llamada de los se-
una revelación para el historiador?
;1 bandolerismo, por condenable que
ia de un malestar secreto y aspira-
orar de estado?
ly en la historia de España sucesos
que merecen fijar la atención y la reclaman muy dete-
nida y diligente por parte de aquellos escritores que con-
g6 VÍCTOR BALAGUBR
sagrarse puedan á una época determinada con tíempo,
holgura y medios, ya que no es posible en historias ge-
nerales descender al estudio especial y á los detalles
minuciosos de un acontecimiento dado.
Las Comunidades de Castilla, las Gertnanías de Va-
lencia, los alzamientos de Cataluña contra D. Juan 11,
D. Felipe IV y D. Felipe V, y otros y otros sucesos
de los reinos que hoy forman la nacionalidad españo-
la, reclaman historiadores particulares que, allegan-
do datos de inapreciable valia para la historia general,
puedan estudiar causas, investigar orígenes y descubrir
y publicar documentos con que se vean las cosas á la
luz clara y transparente de lo cierto, enmendándose asi
juicios equivocados y errores profundos que, por falta
de datos suficientes, pueden llegar á ser históricos, y
perjudiciales, por ende, á la sagrada causa de la verdad
y de la justicia.
En la historia política, en la historia de la vida de
los pueblos y del progreso humano, yo creo, por ejem-
plo, que Cataluña ha sido en España la vanguardia de
las libertades públicas; pero esto, que es, en mi opinión,
verdad inconcusa, no lo es ciertamente para todos, que
á muchos cabe duda de ello, y yo la respeto, á causa
de no haberse historiado ciertos sucesos con la exacti-
tud debida, ya sea en unos por falta de datos, ya sea en
otros por falsedades convenientes á interesadas miras.
Yo condeno y condenaré toda mi vida los excesos á
que á veces se entregó Cataluña en determinados perío-
dos de sus turbaciones, obedeciendo más al impulso de
las pasiones que á la serenidad de la razón, y por esto
condeno el bandolerismo que de narrar acabo como es-
tudio y dato histórico; pero, en cambio, siempre veré
en las revoluciones de Cataluña el alto espíritu y el al-
to fin que se proponen los pueblos grandes y varoniles
al acometer empresas adelantadas á su siglo.
ir ■'■
I HISTORIA DE CATALUÑA— 'DEL BANDOLERISMO gj
>
Aun cuando en la relación de ciertos sucesos se ha-
llen hechos dignos de oprobio y anatema, no hay que
culpar por ello á la nación; que no es bien que paguen
todos la falta de alguno, ni el desvario ó el crimen de
[ unos pocos debe ser mancha en la clara fama de la co-
I munidad. En cambio, también en estos sucesos se ven
descollar altas virtudes que ya quisiera yo ver imitadas,
ciertamente, por los que hoy tanto hablan de ellas y
tan poco las practican.
En las grandes épocas de Cataluña hay algo que los
historiadores debieran tener especial cuidado en hacer
resaltar.
Un gran amor á las libertades, pero un profundo res-
peto á las leyes.
Un gran sentimiento democrático, en el verdadero y
recto sentido de esta palabra; pero al propio tiempo un
gran sentimiento monárquico y un exquisito respeto á
los reyes, hijo^ no de la adulación y del servilismo, sino
de la conciencia y de la dignidad.
Un perfecto conocimiento de los derechos, en defen-
sa de los cuales eran extremados los antiguos catalanes;
pero asimismo un religioso cumplimiento de los debe-
res, en cuya escrupulosa obediencia eran puntillosos.
Muy de desear fuera que en nuestros tiempos no se
echaran al olvido estos eternos principios que tanto y
tan característicamente resaltan en la historia del pue-
blo español todo.
Sin esto, tal es mi humilde opinión al menos, sin el
sentimiento monárquico, en España, donde no hay cos-
tumbres, ni tradiciones, ni virtudes republicanas, no
habría jamás orden ni justicia.
Sin esto, sin el respeto profundo á la ley y á la auto-
ridad, sin el conocimiento y el cumplimiento perfecto
de los deberes, en España, donde las costumbres son,
sin embargo, democráticas, y donde el espíritu que en
TOMO XIX 7
*/
VÍCTOR BALAGUER
eblo se encama es eminentemente liberal, no ha-
unca libertad.
r mala ventura, y con dolor lo consigno, la prác-
ie aquellas altas virtudes de los tiempos antiguos
:ne en los modernos la misma aplicación para to-
tiay en el día quien por libertad entiende licencia,
emocracia demagogia, y quien, predicando la cx-
cia de los derechos, niega, ó por lo menos olvida,
ligación de los deberes.
esto es ser liberal y demócrata, yo confieso humil-
nte que no eran esto nuestros antepasados, ni soy
to tampoco.
no, como mis padres, la libertad que en las sereni-
i del cielo es compañera inseparable del orden y
justicia, del deber y del derecho; pero aborrezco
ndamente la libertad que desciende al fango de las
i y se revuelca en el cieno de la orgia.
ramera no es la dama, como la licencia no es la
ad.
APÉNDICES.
APÉNDICE I.
el Manuscrito de Bntnigiier, que existe en el archivo
( Casas consistoriales, tomo II, cap. XXXVI, se en-
ran, referentes á éstos y á otros sucesos de la misma
, los siguientes párrafos, donde se extracta y resume
i con mayor extensión se baila en los dietarios, acuer-
el Consejo y copiadores de cartas:
A 14 de Desembre 1520, scriuhen los concellers al
om lo dilluns avans en la matinada eren cstat trot>ats
en alguns lochs per la ciutat cartells; contenint con-
> deis pobles, asenyalant jornada, y segons ab letra
[ CATAHIÜA — DEL BlNDOLERISMO 99
[, era asignat lo dia de Sant Thomas,
i apres nos conegué nengun moviment.»
1 1531, scriuhcn ais de Gerona en rcs-
cions seguides en aquella cíutat y ab
/eu que era perqué volien teñir que veu-
ons y ques devian levar drets, empero
virey, tots los moviments, y rumors
larcelona, Gerona, y altres parts de Ca-
leta.»
Ide 1521 scríuhen al rey com perpropi
ie dit una deis de la Junta del regne de
sn Valladolit (á qui nosaltres diem los
no havian volgut capturar lo correu per
ni fer dany ais mercaders catalans en
lajestat ves la resposta volía que fesen. »
t de 1521, havent lo infant D. Enrich
ZTit ais concellers ab paraulas molt sen-
inculpantlos de actes de inñdelitat, li
ab moltft gran prudencia, ab la cual y
e scríuhen al compte de Módica, se veu
itilla se eran alzats y Mallorca estava
'de 1 522 scriuhcn al rey y li donan rahó
nscommocionsdeMíllorca delspobles
lomens, y que estos se eran retiratsá
iiian asseCiaCs per térra y per mar, y 15
al virrey que era á Tarragona, com era
de Mallorca, trames per los jurats y
a 5a Senyoría, gobernador, deputats y
s, ab un frare, que segons fama ana per
a, ab un christo en la mia, conmovent,
t añy han regnat molts bandolers y se-
I de Banyuls ab sa codrilla, lo cual as-
00 VfCTOR DALAGUBR
aba á Oleta y vingwé molta gent por ordrc del virrey
la part de Rosselló y Cerdana en que hi era lo gober-
ior Nisser Osset, doctor del real consell y molts cava-
s y veguers y arseñaladament lo veguer y un cónsul de
ñls, pero no fcren res, ans he al moltes bregues y morts
1 se s^uiren deis bandolers persso no desampararen lo
:h, fins que lo somaten los bagué deixats, y á les bores
le Bañyuls ab sa gent, franceses y catalans, que'n tenia
Its, sen anaren en Fransa y lo dit Misser Osset torna á
!ta y crema tot lo lloch y la vila ab llettes del virrey
! manabe se fes dita persecució contra los bandolers, y
tá mes de <400t durats. Al ilibre deis Consells se pot
irer largauient. Ass6 ere en la Coresma del añy 1581.
aá la persecució del dit Bañyuls per cuant lo duch de
rranova en aqueix instant entra virrey de Cataluña, y 1»
ipte de Aytona entra per virrey de Valencia, lo cual
vingut en Perpinya sois per la dita persecució.»
(Dietario del archivo de PuigCLrdá.)
APÉNDICE III.
1681.
Aixis matéis en lo dit añy, en lo mes de Desembre, en-
:en per la Valí de Carol 325 franceses, hugonaus y al-
i, los cuals babia enviats á cercar Galceran Cadcll, los
is pasant per los llochs rebaben lo que podien y s'mcn-
¡n 50 moltons de la vila y devallaren fins á la Seu de
fell y assi vingueren los Ripollesos á vaicinos si fos
iter, y tambe habien avisats á altres circnmvehins, ha-
rén á Lies una brega y niorinenlhi ciiatre ó sinch deis
:onaus, y prenguerenlos tin morter que portaben, ysen
laren per la val! de la Losa, y !o virrey enviá Misser
va y Misser Fermin Sorribes per pasificarho y trague-
ab guiatge molts bandolera, y Galceran Cadell y altrc»
lesterro, y aixis ho remedia.»
(Diílaria de Piiigcerdá.)
CATALUÑA — DBL BANDOLERISMO 101
APÉNDICE IV.
Ht! t M. Marti, ile PuigccriU.
II, originaire de Puigcerdá, á fourni
ble de personages distingues, et la plus
ui en soit faite, á mft coonnaissance,
I Cadell, j utiscoiisult de Puigcerdá, qui
portant diverses franchises accordées
Scigneur souverain de Rousillon et de
ides d'avril 1222. — Un acte de 1229
ommuniqué á mon dernier voyage),
;rdá, R. Katdli, R, so» fils et Caleüi
me Cadeli), Se trouve cnsuite le nom
jsieurs fois dans des actes de la Cer-
I, et ce nomestainsi e'crit: Sig-{-num
is un documcnt de l'an i265,CeGui-
'5 ¿tait sans doute celui de 1229, et|
qualiñcation, ü est clair qu'il devait
portant le méme nom que lui, et qui
í de Margante décédée en 1300. Cc-
ription, eut aussi un fils du nom de
'en trove aucune trace dans les actes
, sauf la mention faite en 1315 d'une
erois, et confrontant ín tena Giiilletmi
robable que les documents que vous
Puigcerdá pourraint eclaircir com-
stion, beaucomp mieux que je ne puis
i que j 'ai a ma disposition ne concer-
les de la menie famille Cadell de Puig-
rent. Tune la seigneurie d'Espira en
íUes de Pruilans, Arceguel et Arau-
( la généalogie de ees deux brances de
tne foucnit pas d'antres prénoms que
srre, Raymond, Guido, Jean, et jao-
* et XIV ' siecles, et je u'y trouve rien
(pliquer si les débrís d'osssmets bu-
a
1 02
VÍCTOR BALAGUER
i>:
«-•
L»"I
^&'
mains que vons aves trouvés derriére la pierre de Tins-
criptiont se rapportent á deux enfants de Guillaume et de
Margar ¿te Cadell.»
La copia de la anterior carta me fué facilitada por el
Sr. Martí, junto con las siguientes interesantes notas:
cLa lápida de que se hace mención en el anterior escri-
to, se encuentra empotrada en el muro, detrás de un altar
de la iglesia parroquial de Puigcerdá. No la descubrí yo,
pues que me participaron su existencia, hace ya diez ó do-
ce años; pero ninguna de las cuatro ó seis personas que de
ella tenían noticia sabía cuál era su objeto. Gracias á la
curiosa inscripción que contiene, me fué fácil saber la per-
sona para la cual había sido labrada, y en qué época. Al-
terada, al difundirse esta noticia, se decía en toda la po-
blación que yo había encontrado un eos sant.
•Queriendo poseer una copia del hermoso relieve que
figura el acto del entierro de la cMargarita,» ensayé un
vaciado en yeso que, por las pésimas condiciones del local,
no me dio buen resultado. No satisfecho, obtuve del señor
párroco el permiso de arrancar la piedra, encontrándose ^
con sorpresa mía, dentro del tosco nicho, además de algu-
nos restos de una persona mayor, los cráneos de dos cria-
turas. Obtenido el molde, yo supliqué que se permitiera
colocar la lápida en paraje más visible, pero el señor pá-
rroco se opuso, y ahora vuelve á estar situada en el mismo
incómodo sitio.
iPara que me aclarara aquel inesperado hallazgo, y al-
gunas palabras de oscuro sentido de la inscripción, escri-
bí á Alard, el cual me dio sobre ella y sobre la familia de
la sepultada todas las noticias que V. vio en su carta, y
de las cuales copio las que se refieren á la segunda, pK)r
creer que son las únicas que á V. interesan, y con el fin
de ahorrarle trabajo y la molestia de tener que remitirme
nuevamente aquel escrito.
• Queda en dicha inscripción una palabra, que ni la vas-
ta ilustración de M. Alard, ni los raros especiales conoci-
mientos de M. de Bonnefoy, pudieron explicar; pero que
no perjudicando á la lectura general de la composidón
ik.
-)
HISTORIA DE CATALUÑA — DEL BANDOLERISMO IO3
poética (¡mala gttanyat noml), no tiene interés más que para
el paleógrafo, ninguno para el historiador.
•Para que tenga V. una idea de ella, he aquí la copia
de la inscripción:
Borde superior,
Mitis, munífica, — proba, provida, mente púdica, ^
Gaudens, pacifica — pia, prudens, mori, árnica,
Ritu sortita — quondam sermone perita.
Tu Margarita, — ^jam requiescis ita.
Uxor Guilleliui Catelli — fueras juniorts
Mater Guillelmi Catelli — frantrisque minoris.
Borde inferior.
Pro te poscentes — venían sunt suscipientes
Christum donum erum(?) — fore quadraquinta dierum,
Dum contempsisti — mundum funere tiisti.
Anno Dei M.CCC.VIIl idus julii obiit Domina Margarita. Hic jaset,
requiescat in pace. Amen.
APÉNDICE V.
AÑY 1588.
«Al 7 del mes de Novembre de dit añy entenent lo Se-
ñor Virrey D. Manrique de Lara los maleficis feyan los
bandolers de la parcialitat de Mosen Jonot Cadell de Ar-
seguel en la térra dé Cerdanya y altres parts circumve-
hines, envia lo maniñch Misser francés Ubach, doctor del
Real Consell á la present Vila pera fer fermar la unió y
per donar remey de justicia á la térra y també enviá á
Misser Enrich á Leyda y á Misser Mir á la Seu d'Urgell
per lo mateix efecte. Assi ha feta molta justicia lo dit
Mosen Ubach perseguint los bandolers assetiantlos en Ar-
seguel en lo cual siti mataren lo Minyó de Capsir y lo
Minyó de Montellá y alsaren somaten y acudit tota la tér-
ra y també Misser Mir ab los de la Seu de Urgell, y tam-
bé hi acudi Banyúls ab 300 homens. Dura lo siti set ó vuit
diesy alsarenlo per no poderhi estar per lo temps tan mal
VÍCTOR BALAGUBR
La Vila y la térra han fermada la unió per temps
añys.>
(Dielaria de Puigcerdá.)
APÉNDICE VI.
II de Abril de 1593 scrihucn al rey los coacellers
sr expulsió dea ladres á títol que feyan torb al Ge-
havian feta junta de Brassos y entre dit Consistort
jrans alteracions en sos parers, y que los un s'eran
s en la Deputació y los altres en casa de un depu-
que los del bras militar se eran ajustat á la Seu, y
3 concellers essent estats consoltats ab etnbaxadas,
n voigut resoldrers en nengun parer sens darne rahó
'.» {Manuscrito Brutiiquer, cap. XXXV.)
16 Setembre 1592, lo virrey dona avis ais concellers,
ivta fet assetiar lo castell Darcegol, perqué Cadell
L fort allá ab altres bandolera, y fou prés y dcrrocat.»
APÉNDICE Vli.
;loría de Nostre Senyor Deu Jesus-Crist exaltació
nvictísíma nostra fe católica, Uahor, honra y fama
ael. Nació de Cerdanya, sería no cosa deguda se po-
oblit k tant famosa victoría ^tingueren los de la
i Fuigcerdá y térra Cerdanya ais 22 del mes de Maig,
la Nativitat de nostre Redemptor 1598; divendres
leí solemnissim día de Corpus contra de 3.000 fran-
) mes, deis cuals era Capitá Mossur de Durban en
nya del Vescompte de la Cort Mossur Casáis, ab
iltres cavallers francesos, guiats per molts bando-
Eiturab de esta térra de Cerdanya, los cuals se eran
ts en lo comptat de Foix, després de la ruina y des-
I maná fer sa Magestad per lo Excelientisim Duch
jueda, Virrey de felis recordado y digne de tal car-
el Castell de Arseguel. térra de Baridá, en lo cual
105
or de aquell qui lea hores era Mos-
:al manera que s'podia viure en la
rra de Baridá, Urgellet ni casi en
redits bandolers se recutlian en Ar
> f2O0,> cossejaban y robavan de
lassos de Cataluña, y encara vilas
nolt numero de gent, puis que fou
ivehirnos de un Virrey cual conve-
lí: era lo predit Duch de Maqueda,
ya D. Bernardino de Cárdenes, lo
. y fidelitat del Sr. D. Joan de Que-
jmptats de Rosselló y Cerdanya, al
mena aquesta empresa ajudat espe-
Cerdanya y seo un daría m en t de al-
taluña y de 200 castcLlans feu des-
lieras liabia en Barcelona, de las
ileros Argensola Cavaller famos y
e Flandes que Vuy per sas hasanas
idor deis Comptats del Rosselló y
le dit castell de Arseguel aprés de
- espay de un mes, que coniensá lo
e es á 22 desembre del añy 1593, y
s Uargas escaramusas y haber mor-
ía part y altre, fou nostre Senyor
i may plogue per la cual cansa fou
lell y á un altre cavaller qui s'era
, nomenat Felipe Queralt en com-
iolers de Arsagucl y de molts pa-
s muUers y familias, una nit anas-
ch de Arseguel y deixailo tot sol á
nian assetiaCs, los cuals com habia
o sitl en una térra tan fragosa ab
lits y ab la industria y practica de
nt guíats y portats dins lo compUt
Mosen Jonot Cadell aprés de ha-
mat lo Castell y assolat lo lloch de
es Corts de Barcelona añy 1599 li
e li habia conñscat, de tal manera
io6
VÍCTOR BALAGUER
que los del dit francesos del comptat de Foix, guiats per
alguns deis dits bandolers se eren retira ts en dit comptat
de Foix entre los cuals se asseñalá molt Cua de Llop, na-
tural de la Valí de Querol, Barrabam de son nom dit Mas-
ferrer, natural de Sareja, Vicens Jasquer de Querol y
molts altres de Cerdanya, Baridá y altres parts, entraren
per la valí de Querol y descubrils la torre Cerdana y tira
la Artillería, y com veren foren descoberts no gosaren pa-
sar per la Valí de Querol avall sino com foren á Porta
prengueren per de sobra á ma esquerra y caigueren sobre
de Fanés y aquí comensaren á cremar y saquejar y roba-
ren casa de Floquet de fanés y los bestiars de aqueix Uoch
y sen portaren á Tomás de Rabia alias floquet y á son Fill
Guillem y matarem á un parayre de Puigcerdá que per
sobrenom se deya lo Sor de la Sclamonda, y de aquí par-
saren á la costa de la Sacratíssima Reyna de helloch y á
Dorras y aquí feren grandissimis estragos robant glesias,
portantsen lo Santissim Sagrament y tot lo que trobarcn
per las casas, y de aquí pasaren á las Caldas ahont troba-
ren grant resistencia en lo Hostal de la casa Grant per
raho de un monjo qui estaba en dit tempsen ditas Caldas
anomenat Fra Pujol natural de RipoU y net de Mossen
Sans de Puigcerdá, del ordre de Nostra Señora de Mont-
serrat, lo cual ab adjutori de alguns fadrins tenia en sa
companya resistí valerosament, y mataren alguns de dits
fadrins á alguns deis dits francesos, y ells cremaren lo
porcho del Hoste de las Caldas y apréssen pujaren al ser-
rat de sobre Vilano va y volgueren pendre lo port de Ca-
banas de sus Angostrina y no pogueren perqué ja-hi-foren
alguns de Llivia y ab mosquet que tenian los ho vedaren,
y á les hores se posarent en lo serrat sobre Vilanova y
aquí feyan eos de guarda y á tropas eixian á escaramussar
ab Mossen Joan de Codol, señor de Ur y Flori, lo cual deis
primers acudi á Vilanova y á les Caldas ab alguna gent de
la Vila de Puigcerdá y aquí resistiren valerosament á las
grans cargas donaban dit francesos cridant Bandoma Ban--
dorna, fins que arribaren tota la gent de la térra y Valí de
Querol y donaren brega á dits francesos, en las cuals bre-
. CATALUÑA — DEL BANDOLEIUSMO I07
:argas deis primers morí Mossen Fran-
isi á las derrarias Felip y molts de na-
its francesos la nit se acostaba, se retí-
la de Vall=:marans ahont dormiren la
grant fret hi feíi iVolento axis nostre
I molts y apres sen tornaren per Pimo-
baratats per los Carolaus primerament,
i de la vila de Piiigcerdá y apres los de
/A de tal manera entre morts, presos y
ña cuant ferent ressenya en Fransa los
)mens. •
(Dielario de PuigcerJi.)
A DE CATALUÑA
AS DE FELIPE V
DE FELIPE V.
I recibió el Consejo de Ciento
del rey Felipe V, anunciando
ie la corte el i6 de Agosto in-
rcelona con objeto de convocar
el convento de San Francisco,
antecesores, y también con el
!a princesa María Luisa de Sa-
ajustado casamiento.
: V de Borbón ocupaba el tro-
'., cuarto, degenerado y último
:1 trono de Fernando y de Isa-
de haber casado en primeras
>a francesa y en segundas con
Listria, moriasin hijos el i.°de
adhesión á la casa de la cual
fluencia de su segunda mujer,
riencia, decidirle á llamar al
riaco; pero no fué así. Los es-
supo suscitar junto á su lecho
)rtocarrero, arzobispo de Tole-
:sesde la Francia, obligaron á
sus más caros deseos para tes-
ie su hermana y de Luis XIV,
i los Borbones á ocupar el tro-
aquel circulo de intrigas, de
112 VÍCTOR BALAGUER
enredos y hasta de crímenes puestos en
gurar la sucesión del débil Carlos II, (
reinar en España ni dar un heredero á
se consultaron mucho los intereses priv
personales, las ambiciones de los repi
partido austríaco y del partido francé:
consultada jamás la voluntad del país. ¡
tereses de éste no se tratara más bien q
de Francia ó de Austria!
Luis XIV, aunque ligado por pactos
tratados anteriores, supo prescindir d<
compromisos, y aceptó para su nieto el
jou el trono de España. El 24 de Enei
cañones de Fuenterrabía y de Irún an
españoles la llegada de su nuevo monat
tro también en el país la más terrible y I
sa de las guerras: la guerra civil.
No dejaban de conocer los consejeros
pe y el mismo Luis XIV que, al pisar <
pañol el nuevo monarca de la casa de Bi
de poner su pie sobre el suelo de un voi
reventar. El emperador de Austria, qu
para su segundo hijo Carlos el trono
podía permanecer impasible; las demá:
tranjeras dejaban traslucir su desagrado
lio de la Francia; el príncipe de Darms
acababa de ser de Cataluña, al dimitir
embarcarse en Barcelona para Alemanií
voz, á cuantos fueron á despedirle, que
con nuevo rey á la capital del Principad
ban á correr sordos rumores, principalm
ña, presagio de la tormenta que iba á d
la nueva dinastía.
Felipe V quiso atraerse el cariño de lo
sando á celebrar Cortes en Barcelona y
LUNA— LAS BODAS DE FELIPE V II3
-incipado; pero no tuvo tacto para
), pues se vi6 claramente en sus
deseo de ir coartando las grandes
os que de época inmemoriai goza-
r á los fueros y á las libertades, era
pais. Los catalanes que en tiempo
ipe IV se habían alzado como un
icilando en arrojar solemnemente
reyes conculcadores de las liberta-
iendo á la elección de nuevos mo-
de titubear en hacer lo propio con
faltaba en lo que para ellos era sa-
•cto, sucedió, y con su constancia
L:hos años y con su heroica y famo-
ina, demostrar supieron los catata-
do que no en vano se atenta á las
lidad de un pueblo,
il punto de que hoy nos vamos á
es notas, sino de lo acaecido en los
Eitrimonio de Felipe, para lo cual
r el velo que oculta los secretos de
storiadores hablan con misterio de
das en Figueras el dia de la boda
njou; y como no refieren el suceso,
ioso, vamos hoy á relatarlo noso-
cierto historiador coetáneo de los
:ro libro raro y poco conocido que
lespués de haber aceptado el trono
< en dar una reina á la España, y
políticos enlazarle con una prince*
\'^
114 VÍCTOR BALAGUfiR
sa de Saboya, con lo cual contribuía á quitar un aliado
á las potencias enemigas de Francia. La elección reca-
yó, pues, en la hija segunda de Víctor Amadeo, María
Luisa Gabriela, hermana de la que había casado con
otro príncipe francés, el duque de Borgoña. Las nego-
ciaciones para esta boda, entabladas desde principios
de 1701, fueron retardándose á causa de las continuas
vacilaciones del duque de Saboya; pero, al cabo y al
fín, el II de Setiembre de dicho año, el príncipe de Ca-
rígnan se casaba en Turín, á nombre y por poderes del
rey de España, con María Luisa, que acababa de cum-
plir entonces trece años.
Después de haberla llevado al castillo de Racconigi,
residencia veraniega de los príncipes de Carignan, don-
de hubo grandes ñestas, Manuel Filiberto acompañó á
su sobrina, seguido de toda la familia real, hasta el pie
del collado de Tende, en cuyo punto la joven reina to-
mó el camino de Niza, puerto en donde la aguardaban
las galeras españolas.
Por su parte Felipe V retrasó su viaje, pues á pesar
de lo que tenía escrito á los concelleres de Barcelona,
no salió de Madrid hasta el 5 de Setiembre, llegando
el 16 á Zaragoza, efectuando el i.** de Octubre su en-
trada en la capital del Principado, prestando el 4 su ju-
ramento á los fueros y libertades del reino, y abriendo
el 12 las Cortes con un discurso ó proposición que no
fué, por cierto, del agrado general.
Contaba Felipe esperar á la reina en Barcelona, pero
supo que había decidido proseguir su viaje por tierra, y
fué á recibirla hasta Fígueras, á cuyo punto llegó el 2
de Noviembre, teniendo lugar en aquella villa las esce-
nas que luego relataremos.
Al separarse de su familia en Tende, María Luisa se
dirigió á Niza, desde cuyo punto comenzó con su abue-
la una correspondencia bastante seguida y que no se
rÑA — LAS BODAS DE FELIPE V II5
;o antes de su muerte. Esta co-
deser interesante, aunque se re-
}sas íntimas y de poco valor para
conocer por completo á la reina
stoel carácter de la mujer ■.
j biógrafo, la condesa de la Ro-
; talla pequeña, pero había en to-
^ancia notable. Sus cabellos eran
i negros, llenos de fuego y de vi-
i conservó largo tiempo una ex-
muy inteligente, una agradable
y de gracia pueril. Su tez era de
orno su hermana la duquesa de
;jillas muy gruesas, talle airoso,
s encantadoras. En una palabra,
ganaba mucho en ser vista y oida, pues que sus retra-
tos no dan masque una mediana idea de sus encantos,
mientras que su persona estaba tan llena de atractivos,
que cuantos hablaban con ella se deshacían en elogios.
Hay que añadir á esto que en María Luisa había to-
da la iniciativa, vivacidad y resolución que faltaba en
Felipe, el cual era de carácter tímido, débil y frío. Por
esto la joven princesa de Saboya, desde el primer año
de su casamiento, escribía áLuis XIV: iSapUco enca-
recidamente á V, M. que se valga de toda la autoridad
que por tantos motivos tiene sobre el rey mi esposo,
para hacerle que de una vez para siempre se acostum-
bre á decir con tono resuelto quúro 6 no quiero, á fin de
que pueda imitar á V. M. *
Al llegar á Niza, hubo María Luisa de separarse de
sus damas piamontesas, entrando á formar parte de su
1 Esta correspondencia ha sido recientemente publicnda por ta
íofXlttí de la Roca con el tituTo de CorrtipendenñB inédita di ¡a duque-
— di Btrgfña y de ¡a rema di España.
Il6 VÍCTOR BALAGUER
servidumbre otras damas francesas, conforme lo habia
dispuesto Luis XIV, quien á la sazón mandaba en todo
lo relativo á España mucho más que el rey Felipe V.
Este fué el primer disgusto serio que tuvo la princesa
saboyana, y sólo con lágrimas y sollozos se separó de
sus damas, particularmente de una que le era muy que-
rida y que cita frecuentemente en su correspondencia
llamándola siempre la pequeña Verwet.
En Niza encontró también á la princesa de los Ursi-
nos, que la estaba aguardando, y que habia sido desti-
nada para ocupar el puesto de camarera mayor de la
reina de España. La celebridad que adquirió esta mu-
jer, y lo mucho que hubo de influir en la política, nos
obligan á decir algo de ella.
En cuanto Luis XIV tuvo arreglado el casamiento
de Felipe V, sintió la necesidad de prevenir la influen-
cia que podía conquistarse sobre un príncipe poco ex-
perimentado una princesa que acaso el duque deSabo-
ya habría preparado para servirle á él, mejor que á la
nación sobre la cual iba á reinar. Luis XI V y su astuta
consejera, Mad. deMaintenon, pensaron también que no
era menos urgente poner al joven monarca en guardia
contra las insinuaciones de un consejo demasiado espa-
ñol, que trataría sin duda de apartarle de una unión
constante con la Francia, unión en la cual el rey Luis
apoyaba su supremacía.
Para llenar las miras del gabinete de Versalles, se
necesitaba un ingenio sutil, un espíritu despejado é in-
sinuante, propio á conciliarse el afecto de los españoles,
tan difíciles de engañar y más difíciles de seducir. La
de Maintenon, que era maestra en sutilezas, propuso
un personaje de su elección, María Ana de la Tremoui-
lle de Noirmontier, viuda en primeras nupcias del prín
cipe de Chaláis, y en segundas del duque de BraccianO)
principe dé los Ursinos, llenaba todas las condiciones
UÑA — LAS BODAS DE FEUPE V 1 1 7
mplimiento de los proyectos con-
;8, la escogida.
én era esa dama que tan célebre
gando un día á elevar sus miras
español.
cesa de los Ursinos fué la novela
i, la más sembrada de pasiones y
i hubo galantería más expansiva
de la Tiemouille, y jamás le hizo
ina ambición que no tenía limites.
)n quienes tropezó á su paso y de
¡dad de emplear el crédito, fueron
sus amores no durasen más que
s; y como la princesa de los Ursi-
vida, por espíritu de intriga aún
d, fácilmente se puede formar una
ncJatura de adoradores que tuvo,
isfacer sus deseos ambiciosos y su
;nto.
con Blaise de Talleyrand, su pri-
^ cortejada durante su viudez por
; rica y poderosa con el duque de
idependiente y libre en sus accio-
s Ursinos había podido conocer la
humano bajo todos sus aspectos,
ngenio, curiosa, de ardiente ima-
n desmedida y sin otra debilidad
de sí misma, María Ana de la
:establemente una de las primeras
!)emasiadD lo sabía ella; ella que,
nás graves acusaciones, llamada
Il8 VÍCTOR BALAQUER
como culpable por Luis XIV, consigue
hacerse absolver, sino que se la solicitasi
España, donde ya había estado cuando
trimonio, con una alta posición que le p
A todo.
Cincuenta años tenia, nada menos, cu
da para esta misión, y á pesar de semejai
lia nueva Lais era encantadora y poseí
ducciones de su sexo, al decir de los escri
ráneos. «Sus facciones, dice un autor,
sus ojos, sobre todo, os inundan de un;
luptuosidad que parte como un rayo de
pila; su voz, más dulce que la de las si
hasta el alma: unid á esto un talle de nii
de Hebe, la movilidad de caderas atribu
una flexibilidad de pasiones y de carácter
tarse á todo. He aqui, de pies i cabeza
de los Ursinos, y Mad. de Maintenon de
tido varías veces: Si yo no fuese Prancis
quisiera ser María .\na de la Tremouillt
Tal era la mujer que María Luisa eni
dispuesta á ser, por orden de Luis XIV,
y, según sientan muchos, su rival.
La joven reina de España se embarca
en las galeras españolas que la esperaba
de Niza, y después de haber descansad
Tolón, fué á desembarcar en Marsella,
guir su viaje por tierra, á causa de lo mt
cieran sufrir el mareo y el mal tiempo
hubo de esperar el permiso de Luis XIV
por tierra su camino, y si el lector se a
un permiso tan sencillo como el de un
1 La condesa de la Roca: Certapondcncía ini
Eifaña — Toucharil I^afosa: Oíniras del eje de 6iii¡
TALUÑA — LAS BODAS DE FELIPE V II9
do al rey de Francia y no al de Espa-
urante los primeros años del reinado
rbón, todos los negocios de la corte y
ban dirigidos por Luis XIV. Las ór-
ersalles, no de Madrid, y séloá pre-
ra sumisión y dependencia era como
1 concedía á su nieto el dinero y los
lia absoluta necesidad para sostener-
no tardó el Austria en venirle á dis-
te.
permiso solicitado, y el 21 de Octu-
11a María Luisa, para llegar el 2 de
ntera española.
i folleto impreso en Barcelona con la
tas que luego se celebraron, el rey
a llegado la vispera á Figueras, qui-
su esposa con el deseo de conocerla
icido, y vistiendo un sencillo traje de
caballo y fué al encuentro del coche
ca de la Junquera. Acercóse al ca-
tándole , departiendo con la reina y
los Ursinos hasta llegar cerca de Pi-
unto se separó de ellas, altamente
; venía para ser su esposa. Si María
le sospechar quién era aquel caballe-
:sa de los Ursinos, que conoció per-
y sirvió de mucho á entrambos en
lella primera entrevista,
eras, y al bajar del coche la reina, el
dias ratificó el casamiento con poca
pronto los regios consortes se senta-
3. cenar. Entonces fué cuando tuvo
que nos hemos referido, y cuyo co-
: al historiador Saint-Simon, que la
lera deliciosa.
I20 VÍCTOR BALAGUBR
Los esposos eran servidos á la mesa p
de los Ursinos y por las damas de palaci
dispuesto que la comida se compondría
manjares guisados á la española y de lai
dos á la francesa, acaso con el objeto d
susceptibilidades nacionales é inaugurar 1
tica de ambos pueblos. Pero esta mezcla
hubo de disgustar á las damas encargada
y á varios señores españoles que con el
confabulado, quedando decidido en aque
ningún plato francés llegase á la mesa. A
efecto. Bajo un pretexto ú otro, con el a<
unos platos eran demasiado pesados y oti
calientes, las damas de la servidumbre d
damente ó al acaso caer todos los pial
francés, rompiéndose los unos y volcand
de los otros, de tal manera que sólo los n
ñoles tuvieron la buena suerte de llegar
mesa. La afectación y el embarazo de las
masiado visible para que pudiese queda
sin embargo, así la reina como el rey tu
dura de hacer que nada habían advertido,
por su parte la princesa de los Ursinos, alt
brada, no desplegaba los labios.
Pero no estaba aún todo terminado.
Dejemos ahora que hable el historiador
■Después de aquella larga y enojosa
maligno cronista, el rey y la reina se re
tonces lo que se habla contenido mientra
mida, estalló. La reina se puso á llorar,
ña que era, lamentándose entre suspiros
la ausencia de sus damas piamontesas.
que no llegaba á catorce años, se creyó p
nos de damas tan altaneras, y cuando fu
acostarse, dijo clara y netamente que no
USA — LAS BODAS DE FBUPB V 121
país. Se hizo cuanto fué posible
0 el asombro y la confusión fue-
se vio que no había medio de re-
e había desnudado }'a, estaba es-
princesa de los Ursinos, apurada
le v¡6 obligada á ir á decirle lo
manifestó muy resentido y p¡ca-
igó por espacio de tres días. Has-
do convencer á la reina, que por
¡da conyugal con su esposo.
:ena, que parece tener mucho de
: tener algo de seria, y en aquel
L proscribir de la comida de bodas
ie ve ya despuntar el odio de cier-
ancia y se divisa el horizonte po-
s.
n los reales consortes á Barcelo-
lidos con ostentación, celebrando
¡tas por su llegada. Sin embargo,
1 una cosa: entusiasmo popular,
idensando en el horizonte políti-
a sordamente á lo lejos. Todo el
ntecimientos próximos, y estaba
dos que la dinastía, si llegaba á
la sólo después de una larga y
:A de CATALUfjA
;h de roda
de
scla
eF
clai
:otn
LisI
de
iqi
F<
van
tam
nga
Vr
1^6 VÍCTOR BALAGUBR
hitantes de Cervera, por ser en esta ci
mente halló Felipe partidarios catalai
Desde antes de comenzar la guerra
centro 6 una junta secreta que, ent
s, se componía de Jaime Puig de Pe
Puig y Surribes, su hijo; Antonio C<
u, Carlos Regás, Miguel Mas, de Ro
.ch, también de Roda.
Este último, que era vulgarmente c(
xh de Roda, á causa de tener una ma
el término de aquella población, de 1
i uno de los más entusiastas partidar
e, que simbolizaba para él la causa i
talanas, y uno también de los hombr
io y más popularidad que habia en e
La junta que secretamente se babia
ch se entendía particularmente con ei
Darmstad, landgrave de Hesse, que
la época de Carlos II, habia sido vii
, donde había dejado muchas y profu
principe Darmstad era uno de los h<
iñanza del archiduque Carlos, y fué i
6 para decidirle á venir á Cataluña, d
. inteligencias le respondían del bu<
isa.
El príncipe, para entenderse con la
;nte organizada en Vich, enviaba su c
ina dama de Barcelona, que habia e
lorosas relaciones, y esta dama, por
litan llamado Xirola ó Virola, remit
conspiradores vicenses, quienes á su
I capitán y la misma dama, mandaba
príncipe del estado de las cosas.
Don Francisco de Velasco, que era \
ia por Felipe V, tuvo conocimiento d'
CATALUÑA — BACH DB RODA 1 27
ípal del bando austríaco, y fácil le
i eran los pdncipales partidarios
luscar para que se presentasen en
iciendo ellos cuál era la intención
n y permanecieron en sus casas,
¡es mandó formar causa por des-
' crimen de conspiración, pero con
ii cosa que hacer adelantar el mo-
ses, con las personas citadas al
Yertamente al campo, levantando
:i.
ra los pronunciados un cuerpo de
.gosto de 1705 fué destrozado en
por los sublevados,
luerte un nuevo refuerzo enviado
3as hallaron seriamente defendido
tuvieron que volverse, después de
una nueva derrota.
ics, la de la riera de Granollers y
donde hizo sus primeras armas
listándose gran renombre por su
dez.
is de la primera acción, el 24 de
e las potencias aliadas desembar-
1 Besos y Mongat el ejército que
usa del archiduque, mandado por
nde de Peterboroug y por el prin-
Vich fueron de los primeros en
acudir á ponerse á las órdenes de Carlos III, y hay
quien asegura que éste les conñó la guardia particular
de 8U persona.
Lo cierto es que se formaron y organizaron inmedia-
tamente dos fuerzas: una de tercios de Vich, cuyos
128 VÍCTOR BALAGUBR
irincipales jefes fueron Puig y Surribes, Oms, ArÍKll
' otros; y otra, llamada de fttsileros de Roda, í cuyo
rente se pusieron Francisco Bach y Miguel Más.
Estas dos fuerzas prestaron grandes 6 importantes
ervicíos durante el sitio puesto por Carlos III á Bar-
elona, en cuya ciudad entraron triunfantes con ¿1.
Estas mismas fuerzas fueron de grande utilidad y se
eñalaron muy especialmente cuando más tarde Barcc-
:>na fué sitiada por Felipe V, que vino contra ella al
rente de un ejército castellano- francés.
Las crónicas del tiempo citan á los fusileros de Roda
' á su jefe Bach con grandes elogios.
No seguiremos á Bach durante su carrera militar,
ues necesitaríamos mucho papel y tiempo, á bien que
Eimbién la historia le pierde de vista muy á menudo.
Sólo se sabe de él que, durante aquella sangrienta
■uerra de tantos años, fué uno de los partidarios mis
leles, más celosos, más adictos y más desinteresados
ue luvo la causa del archiduque.
Por amor á la patria y á las libertades del pafs habia
mpuñado un arma, y no se sabe de él que tuviera más
eseo que el de salvar ambos grandes objetos, pues no
onsta — al menos no ha llegado á nuestra noticia — que
btuviese ningún empleo ni se le diesen honores algunos.
Parece que durante el triunfo de las armas de Car-
)s III, Bach se retiró á su casa y heredad, volviendo
ólo á salir de ellas en 1709, cuando las huestes de Fe-
pe V volvieron á invadir la Cataluña.
Cuando ya la causa de las libertades catalanas podía
arse por perdida; cuando en 1713 fuerzas considéra-
les habían caido sobre Barcelona, á la cual tenían en
strecho sitio, parece que Bach era uno de los que te-
lan sublevado aún el llano de Vich, haciendo jncrei-
les esfuerzos por levantar el país en favor de los bra*
os que como leones se defendían en Barcelona.
ATALUÑA — BACH DE RODA J2g
sabe de él. Desaparece después,
encuentra más que para citar su
)na, el recuerdo de su muerte se
nalmente por una bellísima can-
cnza con estos versos:
leu ciutflt de Vich.
t penjñ un caballer
>b1« de h plana.
lOm li diuhen Bnch,
de Roda estaba.
dito a esta canción, Bach, sen-
el gobierno triunfante de Feli-
un amigo que con un pretexto
donde estaba oculto, y llevado á
e un caballo. Una vez en Vich, ■
nbla llamada de las Devalhilas,
o por el Piiig de las Guardiolas.
dos el llamado Pagés de Puracols
distinción que se habían señala-
tra Felipe V.
Bach de Roda en la horca no ca-
conñrmada por la historia; pero
de que sea verdad lo que dice la
., según la cual, apenas acababa
lo llegaba el perdón que el rey le
e de esta mísma canci6n publi-
Maniiel Milá en su Romancerillo
r que el traidor amigo que ven-
fué el antiguo capitán Xirola ó
fidente de quien se valieran los
blevación, — respecto del cual, en
efecto, se tienen indicios de haberse
pe V durante la guerra.
ales son ]as noticias únicas que
ir acerca de este personaje, sobr
rama el poeta catalán D. Fran
i realmente una de las nobles y
quel tiempo pródigo en nobles
nártires de la patria, y bien ha
gerla para ponerle el marco de
r
HISTORIA DE CATALUÑA
UN EPISODIO
DEL SITIO DE BARCELONA EN 1705
EPISODIO
BARCELONA EN I705.
i cuando estalló la primera chis-
i lucha que debía llamarse gue-
habfa venido á ocupar el trono
por su abuelo Luis XIV con
célebres como impoUticas, de:
leral, no eran afectos al nuevo
:cho y la justicia estaban á fa-
los de Austria, mejor que en el
lipe V). A más, con el primero
de guardar y conservar íntegros
que con el segundo corrían peli-
a Felipe V adiestrado por su
ras indicaban sus primeros pa-
: quitar de en medio, como cosa
ades de Cataluña,
ipado D. Francisco de Velasco
los primeros síntomas de des-
rales de este país.
la conspiración contra el duque
o se llamaba á Felipe V) estaba
; se hallaban los principales je-
I, los Puig de Perafita, los Puig
la de ^íanlleu, los Regás, los
134 VÍCTOR BALAGÜER
Bach de Roda y otros que seguían
dencia con el príncipe de Darmstad
Cataluña y partidario decidido del :
No ignoraban los vicenses que se
liga europea, en la cual entraban Ai
Portugal, para impedir que el nieto
rey de España; no ignoraban tampo
cidido que el archiduque Carlos, pi
los III de España, saliese personaln
menos ignoraban aún que, habiendc
consejos del pretendiente la opinif
Darmstad, se había resuelto presen
de los aliados ante Cataluña, desemt
la corte en Barcelona.
Sabedores de todo esto, y de acue
los vicenses se lanzaron resueltami
zando bandera por Carlos III al grí
berlades catalanas!
Este fué el primer movimiento q
vo lugar á favor del archiduque, y
que á los partidarios de éste se les
del pais el nombre de vtguetans ó vif
de entonces fué conocido el partido
cuerdo de haber sido los de Vich lo
nunciarse.
A los del bando de Felipe V se le
butiflers, palabra intraducibie en ca:
Otro día diremos por qué.
La armada de los aliados, con el
al frente, se presentó á últimos de .
te las playas de Mongat, desembari
HIST. DE CAT. — ON EPISODIO DEL SITIO DE BARCELONA 135
tes y 260 caballos, que acamparon por el momento des-
de la orilla del mar hasta el pueblo de San Andrés de
Palomar.
Los catalanes partidarios del pretendiente fueron á
prestarle su homenaje y á engrosar las ñlas de su ejér-
cito.
El virrey Velasco se encerró en Barcelona con Jas
pocas tropas que tenia, y el ejército aliado fué á poner
sitio á esta ciudad, en cuyo seno contaba con numero-
sos é inSuyentes amigos.
Las fuerzas aliadas venían bajo el mando del gene-
ral inglés conde de Peterborough, que es principal-
mente de quien voy á ocuparme y á quien consagro hoy
este recuerdo.
Era lord Peterborough uno de esos hombres extraor-
dinarios cuya vida tiene algo de novelesco. Hablando
de 61 Voltaire en su Siglo de Luis XIV, dice que en to-
do se parecía á esos héroes que la imaginación de los
españoles ha hecho protagonistas de tantos libros.
La verdad es que el conde de Peterberough era sin-
gular, excéntrico, caprichoso, de raras costumbres, pero
siempre valiente y héroe siempre. A los quince años
había partido de Londres para ir á hacer la guerra á los
moros en África; á los veinte años, de regreso í In-
glaterra, fué el primero en comenzar allí la revolución
contra Jacobo II, formando un núcleo de partidarios
del príncipe de Orange y pasando á Holanda para jun-
tarse con el mismo príncipe, cuando tuvo su plan com-
binado y sus partidarios dispuestos: sólo que por temor
de inspirar sospechas sobre la causa de su viaje, se em-
barcó para América, dirigiéndose luego al punto que
deseaba en un buque holandés.
Cuéntase de ese hombre extraordinario que más de
una vez había perdido y restablecido su fortuna; que
fué el principal promovedor y el agente que con más
VÍCTOR BALACUHl
ontríbuyó á que la Ingl
poyar las pretensiones d
)so y pródigo, vino á C
; á sus costas, y que,
enia de su propio pecuü
ibre toda.
1 hombre que mandaba
as aliadas, y él fué el h
i contar.
r acontecimiento notabl
asalto del castillo de Me
a que el conde de Pete
arse por sorpresa del ca:
micará nadie su plan, n
) las precauciones nece;
' el 13 de Setiembre p
lestacamento de 1.200 I
ites de ponerse á su fn
de Darmstad, á quien p
u cooperación,
le desde tiempo antes es
izaban su palabra, mirái
en aquel momento to(
Peterborough se dieror
[uellos dos valientes, t\
I cual uno no había de
I de! castillo se efectuó,
o funesto para los sitiad
de alarma de Montjuich
e envió un refuerzo al c
ados hubo de retrocede]
ISODIO DEL SITIO DE BARCELONA I37
íieridos y llevándose el cadáver del
id, á quien una bala de cañón dejó
suceso, á los cuatro dias, el 17 de
lio de Montjuich se rendía á los
ó en seguir la misma suerte,
Velasco mantenerla por más tiem-
blación hostil, á Montjuich enemi-
í por completo sublevada.
cuando se iba á dar á la ciudad el
iba ya formada la fuerza que debia
^elasco pidió capitulación, que se
e, entrando en Barcelona los alia-
nado conde de Barcelona y rey de
medio, y mientras se estaban pac-
i capitulación, tuvo lugar la anéc-
;ido á contar.
1 en que se debía firmar el tratado,
mpañía de los sitiadores tuvo me-
n Barcelona por la brecha, gracias
3arte del pueblo catalán, que casi
1 por la'tausa de los sitiadores.
' grande estruendo se promovió en
ú pueblo amotinado corría á inva-
endo en libertad á los presos y en-
is las casas de los más conocidos
! V, los soldados de la hueste sitia-
o por las calles como audaces ven-
ilgunas casas, se entregaban á to-
138 VfCTOB BALAGUER
dos los desórdenes, y de todo se ap<
llándolo todo. Oro, mercancías, joya!
caía en sus manos.
Barcelona presentaba el aspecto de 1
da por asalto.
El virrey Velasco iba á perecer con
pero pudo refugiarse en el monasteri<
en donde se hizo fuerte, enviando un r
de Peterborough para pedirle cuenta
de aquella violación del derecho de gt
invasión de las tropas aliadas en Barcel
te cuando se estaban pactando las basi
ción y se había mandado suspender p
hostilidades de una y otra parte.
Lord Peterborough acudió á confer
rrcy.
— Nos estáis vendiendo, le dijo Vela;
pitulamos de buena fe, y vuestros so
por la brecha, se entregan á los más
— No son mis ingleses, respondió Pt
los alemanes del príncipe de DarmstE
et asalto de Montjuich y cuya muerte
— Pues qué, ¿no sois vos el que n
no podéis por lo mismo impedir estos
— Sin duda, pero no veo ahora más
salvar la ciudad y de detener á esos
obra de destrucción. Dejadme entrar
en Barcelona, y os respondo de todo.
— Pero, general, ¿quién me garant
dlciones verbales de nuestra capitulai
tadas?
—La palabra de un oñcial inglés,
— Ya; pero en la guerra...
^En la guerra, como en otra parte,
SL StriO DB BARCELONA I39
glés no ha violado nunca la
aré en la ciudad, recorreré
:den y me volveré con todos
ito para ñrmar mañana la
»n un acento tal de verdad
al peligro que se corría, per-
zo abrir una de las puertas
su tropa y halló á los ale-
be de la ciudad, saqueaban
Barcelona, apaciguó el tu-
aqueadores el botin que se
[uesa de Pópuli en poder de
róxima á ser deshonrada, y
r las armas en la misma cu-
jderado de ella; salvó tam-
duque de Pópuii, que tenia
is á él pudieron librarse los
Risbour, amenazados por la
;1 desorden, restablecida la
}s soldados invasores, fusilá-
is todos, el conde Peterbo-
la cabeza de ella salió de
tras él.
aba la capitulación, con las
ra el ejército sitiado que de
'enidas.
.TALUÑA
BRIHUEGA
tblamos de un inglés,
1 brillante rasgo épico
gura en las págjnas de
blar hoy también.
■ algo más de Peterbo-
en Cataluña este no-
más bellas ñguras de
¡ó marchar sobre Bar-
lotícia de que en esta
su corte,
de 1706 se presentaba
lército franco -hispa no,
escuadrones, al man-
ía por general en jefe
capital del Principa-
da al conde de Peler-
os sus talentos milita-
r los caudillos catala-
st escuadra aliada; des-
mandaba el conde de
o á levantar con pre-
144 VfcrOR BALACUBR
cipitación el sitio, abandonando en su
veres, artillería, bagajes y i.5oo herido
humanidad del conde de PeterborougH,
Libre por el pronto de enemigos Car
dio á marchar á Madrid por Aragón, 11
á lord Peterborough como general en ji
dó ya éste en separarse del lado del mo
Habíase originado una violenta riva
otro general inglés, el conde de Gallow
soltó que Peterborough, irritado un día
didos sus consejos para servir los de si
misión del mando y abandonó la guerra
causa de Carlos III, retirándose á Inf
apareciendo para siempre del teatro de r
Con él pareció eclipsarse la estrella
pues con la ausencia de Peterborough i
reveses y los infortunios.
Varios generales se sucedieron en el
visión inglesa hasta la llegada de lord
es de quien vamos á hablar.
Pasaba Stanhope por ser, y era, en el
mejores generales de su siglo.
La noticia de su nombramiento y de :
bo fué recibida con júbilo por los cat¡
partidarios todos de la casa de Austria, j
entonces no le faltaban al ejército de d
generales, entre ellos el alemán Guido
lord Stanhope era una figura sobresa
nombre y reputación se fiaba mucho pa
el crédito que iban ganando por su non
los generales franceses de las huestes c
Llegó lord Stanhope á Barcelona p
fama de su gloria, y fué recibido poco
triunfo.
■EL ASALTO DE BRIHUSGA I45
ica habla de cu llegada con
cluye con las siguientes lineas
ígado en compañía de otros
! un joven paje que ha llama-
r su gallarda presencia y por
r.*
e gallarda presencia y de orí-
ma mujer.
5 de incógnito por París, en
i tomar el mando de las tro-
, conoció en aquella capital á
ides parísienses, como tantas
Irte de Luis XIV.
ducie, y era una mujer bella,
;a de fausto y de lujo, de in-
te vida aventurera,
tanhope, y apresuróse Emilia
ue su amante le hizo de acom-
a de hombre.
larda presencia que acompa-
mdo llegó á Barcelona,
do de la división inglesa; es-
/ singularmente en la batalla
¡huyó poderosamente al tríun-
mpo por la bandera de Car-
victoria llevó á este monarca
de Madrid.
talanes entró el 27 de Setiem-
; España; pero sólo algo más
í.
imente fatal para la casa de
elipe V un poderoso refuerzo
1 duque José Luis de Vendo-
VÍCTOR BALACUER
causa de los Borbones se rea:
ino era hostil á Carlos III, y
le se retirase otra vez á Barcelí
erdadera, la ciudad que siempí
fiel, y que, por su causa, tan i
;riñcios venia haciendo,
prendió, pues, el archiduque h
nuevo el camino de Cataluña
ona, donde llegó el i5 de Dici
s de Carlos III debian aband
l1 alemán Guido de Starembei
<rd Stanhope, que sólo se hal
er la retirada de su rey.
}, por desgracia, la discordia ■■
;re aquellos dos caudillos, y, p
n, la traición vino á completai
zado la discordia,
mdo Staremberg y Stanhope s
aprendiendo su movimiento de
;lés cometió la gravísima falta,
; estaban, de quedarse algo ati
e retaguardia, compuesta de oc
, un regimiento de dragones,
ma nación y otro de portugués
6 de Diciembre de 1710 entr
ega esta división de retaguat
ope hacer noche, creyéndose 1
iña abierta.
huega, que es una villa situad
ilajara, era entonces un lugar
iro antiguo, ó dicho con más
y con un castillejo de no mi
I, incapaz por estas circunstan
mpo si era combatida por fuer
creía Stanhope tener que defenderse allí, ni crda
r^'
HIST, DE CATALUÑA — EL ASALTO DE BRIHUEGA I47
ser allí atacado; pero era porque, habiéndolo previste
todo, no había previsto que la traición pudiese velai
junto á él.
No recordaba que junto á él se hallaba una mujer, j
una mujer ultrajada.
El paje de gallarda presencia y de singular vestimen
ta, según el Dietario de Barcelona, se habla ya conver
tido en una mujer al llegar á Madrid.
Luego que estuvieron en la corte de España, Emilia
de Mucie, que hasta entonces había seguido por todaf
partes á su amante vestida de hombre, recobró sus há-
bitos y costumbres, volviendo á usar su traje mujeril j
comenzando una nueva vida de disipación y fausto.
Parece que Emilia sólo guardaba dudosa ñdelidad i
Stanhope, y parece que éste, que comenzaba á tenei
sospechas acerca de la lealtad de su querida, sorprendió
en Madrid una intriga galante de Emilia con un oficia]
del ejército.
Irritado y celoso lord Stanhope, mandó castigar al
oficial é injurió públicamente á Emilia de Mucie, i
quien trató, delante de toda la oficialidad reunida, come
á una intrigante y á una aventurera. Sintióse herida
en su amor propio la cortesana, y como estas heridas
son profundas en el corazón de las mujeres, juró ven-
garse.
Al siguiente dia Stanhope lo habla olvidado todo, y
su amor hacia su querida habla vuelto á ser el mismo.
No pasaba, sin embargo, lo mismo en Emilia.
Desde aquel día la cortesana buscó medio de enten-
derse secretamente con el duque de Vendóme; desde
aquel día el general de las tropas de Felipe V tuvo un
espía fiel y un auxiliar seguro en aquella mujer; desde
aquel día, sin saberse cómo ni por dónde, muchas ope-
raciones, muchos planes, muchos proyectos del ejército
austríaco llegaban á conocimiento del caudillo del ejér-
148 VfCTOR BALAGUBR
:o borbónico, que sabía perfectan
aquellos avisos.
En semejante estado las cosas, se
las tropas de Carlos III, y lord S
in abierta con Starembei^, se ri
ente, ó imprudentemente también
noche en Brihuega el 6 de Dicien
Es de creer, sin embargo, que es
ibiera tenido ningún fatal resultan
ílipe V no hubiese recibido aviso
nte aquella noche podía fáciiment
los ingleses, separándoles del geni
En el aviso se le indicaba además
procuraría que los oficiales ingl
los placeres de una fiesta, y que
ia caer de sorpresa sobre ellos, si
anes.
Ya se comprenderá que fué Emilij
Todo salió á medida de los deseo:
aidora beldad.
Durante la noche del 6 al 7, el ;
ñas pasó por orden del duque de
pueblo de Torija con toda la cabí
iros, cortando así las comunicaci'
lardia austríaca y el resto del ején
Mientras tanto Vendóme, con lo
is, entre las cuales iba el mismo I
, á favor de las sombras de la n
udencia conveniente, hacia Brihu
La cortesana no le había engañad
Tenía lugar una improvisada tiest
izara y los clamores de júbilo, lleva
isa, llegaron á oídos de los solds
le en silencio y á favor de las tinii
rihuega como si fuesen un ejército
r^
vv-'.-T^^í^"
HIST. DE CATALUÑ'A — EL ASALTO DE BRIHUEGA I49
La población^ ya lo hemos dicho, no tenía más mu-
rallas que unas simples tapias, y los descuidados centi-
nelas no advirtieron el movimiento del enemigo, pero
la operación de éste no terminó hasta que rasgueaba el
alba.
La luz del dia 7 de Diciembre nació para advertir al
general inglés que estaba cercado por todas partes.
En cuanto á Emilia de Mucie, había desaparecido,
yendo á refugiarse en el campamento de Vendóme.
Stanhope se vio perdido, pero se dispuso á hacer una
desesperada resistencia.
Tal fué ésta, que de ella hablan con admiración las
mismas crónicas de los partidarios de Felipe V.
Conociendo el caudillo inglés que no podía salir sin
mucho peligro y sin comprometerse en acción, se for-
tificó en Brihuega lo mejor que pudo; pero se hallaba
sin artillería, sin víveres y sin municiones.
Calculó, sin embargo, que podría sostenerse por es-
pacio de dos días, y por distintos puntos envió seis
hombres de los más esforzados que tenía en su división
á Staremberg, avisándole del peligro en que estaba, y
didéndole que si por todo el día 9 no era socorrido, se
vería obligado á rendirse.
El día 7 lo pasaron por completo batiéndose, pero
sin que los sitiadores obtuviesen ningún resultado favo-
rable, y sin que produjesen gran efecto las piezas de
campaña con las cuales se batía el muro.
El 8 la villa fué atacada y asaltada por dos partes.
I La acción fué de las más sangrientas que habían te-
' nido lugar en aquella guerra, pues todos los soldados
1 eran veteranos.
' Los oficiales ingleses eran excelentes: Stanhope, ya
lo hemos dicho, uno de los generales más acreditados
de su siglo; y su segundo, el teniente general Carpen-
I ter, era de un valor extraordinario y uno de esos hom-
150 VÍCTOR BALAGÜER
bres raros que son naturalmente audaces é intrépidos
y que, dominados del deseo de la gloria y del amor de
su nación y de su causa, desprecian la vida y no cesan
hasta triunfar ó morir abrazados á su bandera.
Los ingleses no tenían cañones , y hubieron de ser-
virse de todos los medios de defensa. Al lado de los
muros hicieron fosos anchos y profundos; aportillaron
las brechas con leña y piedras; hicieron cortaduras en
las calles; en una palabra, no omitieron ninguna dili-
gencia, y se dispusieron á pelear con desesperación para
salvar sus vidas, dando tiempo á que les llegase el so-
corro.
Las tropas de Felipe hallaban una dificultad á cada
paso que daban, y muchos morían en la demanda.
Llegaron, después de grandes pérdidas, á salvar los
muros, pero se encontraron entonces con que Stanho-
pe y los demás oficiales les disputaban el terreno á pal-
mos con las bayonetas.
El combate duró hasta la noche, y entonces se hizo
más sangriento, porque los ingleses, conociendo mejor
el terreno, herían con más acierto, hasta que, puesta
la artillería en las calles, disparaba con bala menuda,
y les obligó á retirarse á la torre.
Dos horas después de entrada la noche, cesó el com-
bate.
Stanhope, desde lo alto de la torre que ocupaba con
sus tropas, pidió capitulación en términos tan arrogan-
tes como si estuviera en la mejor fortificación y provis-
to de todo para su defensa. Quería salir libre con sus
soldados y con todos los honores que se conceden en la
guerra á las tropas que se defienden con valor.
Merecía que se acordase su petición. Es casi s^uro
que en la historia de España no hay ejemplo de que st
haya hecho mejor defensa en un pueblo de semejante
fortificación.
5a — EL ASALTO DE BRIHUKCA 151
sndome, picado por lo mismo, há-
dente, no quiso oÍr en su corazón
'enganza y del amor propio, y res-
e si no se rendía dentro de una ¡lora,
cuchillo.
por no sacrificar á tantos hom-
ciertamente de mejor suerte, ce-
la necesidad, y se rindió á dis-
pe V hicieron 4.800 prisioneros,
untaron los generales Stanhope,
na infinidad de oficiales.
on 5oo muertos y otros tantos lie-
:ia costó á Felipe V más de 2.000
la pérdida de algunos bravos ofi-
jés de Rupelmond y D. Gonzalo
lomé Urbina, coronel el primero y
is, muertos al frente de sus com-
¡^ tuvo aviso de la apurada situa-
orrió en su auxilio; pero ya era
itó batalla en los campos de Vi-
sta jornada no fué del todo perdi-
^l resultado fué tal, que bien puede
mpos de Villaviciosa volvió á re-
orona que había caido ya de su
o funesto que tuvo la venganza de
ausa tan heroicamente defendida
;neral pasan por alto este inciden-
palabra de Emilia de Mucie, pues
L la gravedad de la historia dar por
ias á grandes acontecimientos.
152 VÍCTOK BAL«CUBR
Sin embaído, todas las noticias qut
podido procuramos están contestes
como real y positiva la traición de la
Podrán abrigarse dudas sobre el t
cierto, y sobre esto no puede caber
pues recientes investigaciones hecha;
de París nos lo han demostrado de
tente, — es lo cierto, repetimos, que Fi
y Luis XIV de Francia aseguraron
querida de Stanhope.
Por algo serla.
Emilia de Mucie se retiró mástardi
de se sabe que murió en 1722.
CATALUÑA
AS DE ÁLVAREZ
DÍAS DE ÁLVAREZ.
que hayan adquirido más legí-
na, á la inmortalidad. El sitio
ranceses á principios de este sí-
popeya, y el nombre de su in-
¡)re D. Mariano Alvarez de Cas-
3 quiera que se hable de patria,
emos dicho. La posteridad re-
pasmo, los hombres lo citarán
itoria lo narrará con asombro.
es de la historia, es una de las
de Gerona. Tan sangrienta fué
itinos modernos, los gerunden-
los horrores de un sitio prolon-
I frente, ellos, un puñado de hé-
ales del imperio y á las mejores
ites de dos siglos la defensa de
y acaso encuentre un poeta que
:ontrado el sitio de Troya, como
iquista de Jerusalén. Es la mo-
¡Magníñca, gigantesca lucha la
ensa que unos ruinosos muros,
echo de sus ciudadanos, sin más
}ue la tumba, el incendio y los
< impasible á 40 baterías vomi-
156 VÍCTOR BALACUER
tar sobre ella 60.000 balas y 20.00G
das, es decir, una verdadera tempe!
hierro. Mientras en Gerona quede un
piedra hablará á la posteridad de su 1
El 10 de Diciembre de 1809, hall;
fermo de gravedad, y habiendo teñid
te, que ceder el mando, capituló Ge
te. Al poner el pie las legiones íranc<
ton de escombros, cuya conquista le
20.000 hombres, hubieron de quedi
la vista de aquella guarnición, que 1
pectros que de hombres; de aquello
extenuados por el hambre y devon
habían podido, sin embargo, hallar
para resistir uno tras otro los más 1
La humanidad y el respeto que e:
ben prestarse al valor y la desgracii
varez hubiese sido tratado con las 1
ciones; pero no fué así. Para Alvare
roismo, debía venir el martirio.
Registrando libros y papeles viejos,
caer un dia en nuestras manos un ■(
to sucedió al excelentísimo señor ter
Mariano Alvarez de Castro, gobema
Gerona, desde que quedó prisionero
hasta su fallecimiento en el castillo
de Figueras, escrito por el capitán i
dante que fué de dicho general dur
Francisco Satué.»
Este maniñesto nos pone en el ca:
nos hechos, que han sido pasados pi
ria, y vamos á hacerlo con referenc
y bajo la responsabilidad de su autc
como compañero de cautiverio que f
varez.
>S ÚLTIMOS DÍAS DE AlVARBZ l¡7
ir de Gerona se le hizo expiar su
liese sido un crimen. Los france-
;s inexplicable el hecho, no guar-
eración á aquella ilustre victima
rovidencia quiso, sin duda, que á
guíese el sufrimiento del mártir,
1 y más duradera fama de aquel
: habia visto acometido muchas
a, de la ñebre terciana, no quiso
10 ni abandonar los gravísimos
daban, hasta que, aumentándose
últimos días del sitio, y habiendo
¡vos que se le suministrasen los
2 separarse del mando el día 9 de
daba prisionero de guerra por ca-
:ituaci6n tal, que no tenía 20 du-
estado de miseria en que se ha-
ar de Gerona, varios de sus amí-
inónigo D. Vicente Jiménez, le
3S auxilios, facilitándole una can-
ales con que pudiese subvenir á
ón y demás que no podían menos
ic dicha capitulación, entró en la
igereau, Alvarez le mandó hacer
absoluta postración de fuerzas en
estándole que esperaba se le per-
jmo para ello se hallase en dis-
;cer á un pueblo de la marina.
ronto que el mariscal accedía á
tendió finalmente y dijo que iría
; podría restablecerse. Dióse or-
para que nadie de su plana mayor
irle, y sólo se permitió permane-
158 VÍCTOR B
;er á su lado al edecán Satué. A más.
seguridad, se puso una guardia en la
niento del general, y para observaí
;uarto un subalterno, que fué relevadi
}or un sargento de gendarmería y ést
ne. Los tres ó cuatro primeros días
irisitasen á Alvarez algunos sujetos;
:ión de los facultativos, á nadie de lo:
ie permitía la entrada en el aposento.
La única muestra de deferencia qi
leral español fué la de recibir de pai
!)ernador de la plaza, con un recade
aarrilito de vino generoso , un cuarto
ives muertas, expresándosele que p
:ésitase.
Habiendo Alvarez convalecido un
lias de la entrada de los franceses t
salir para su destino, y solicitó del g(
]ue le facilitase algunos caballos del
i fin de partir á Figueras con el coc
:ual se lo había ofrecido. Satué hizo p
leí general á uno de los edecanes del
no surtió ningún efecto la demanda, a
En la noche de zi de Diciembre se {
amiento de Alvarez el corregidor fra
ayudantes y gendarmes, y le dijo que «
ii rey D. José debía ir preso á Franci
:sta intimación con expresiones insu
]ue Alvarez, incorporándose en la c
iltivo, á pesar de su decaimiento, cor
tedes unos impostores: todas esas son
]ue se valen los franceses para encí
mortificar é incomodar á aquél á quie
Hacer rendir ta espada. Me llevarán f
ia suerte lo ha dispuesto así.*
S ÚLTIMOS DÍAS Db ÁLVAREZ 159
e aquella respuesta el corregidor,
general, los cuales fueron escru-
3S, apoderándose de sus dos sa-
ue, sin embargo, le fué devuelta
rchó diciendo á Alvarez y á su
dispuestos para partir entre once
la noche.
hora citada, el general y su ayu-
Gerona en ilna calesa ó cupé ce-
endarmes. Al llegar al inmediato
icieron detener más de una hora
siderable número de religiosos
noche salían de Gerona con des-
igueras el 22 de Diciembre, en-
-de, y en seguida los prisioneros
lio de San Femando, alojando al
1 de los jefes de la plaza, en el
nebíes que una madera de catre
ipé, una mesa y algunas sillas,
la visita de un edecán del maris-
á ofrecérsele en nombre de éste,
la debilidad de Alvarez, y sobre
i debida á un prisionero enfermo,
:unstancias y categoría, sufría el
ücado continuamente por las pre-
idor del castillo como de los ofi-
La contestación de Alvarez era:
!S de honor, hubieran hecho en
Su serenidad, su resignación, su
ieron mella en un joven oñcial
i6o víc'i
francés, el cual, no pudiendo meno!
comedimiento y la descortesía de
acercó una vez á Satué, y le dijo e
ral: — »Es bravo ese hombre.*
A las dos de la madrugada del
sioneros de Figueras, y prosiguier
ñán, á cuyo punto llegaron á las si
che. Sin permitirles á Alvarez-y á
la calesa, fueron conducidos á cas
de allí en derechura al «Castillet. ■
fué un aposento estrecho, en el que
bles que una cama pequeña, un col
pedazo de liento ordinario, una fu
sillas, cada una de su clase, y una
vare2 se vio en aquella indecente
bastante calor al comandante de la
acompañaba: — <¿Es este sitio corn
general? ¿Y son ustedes los que se
ros?» — El comandante le contestó <
insultante frase: — Palentia vobis nea
de este latín, pretextando que estab
prisión, se apoderó de las armas de
En vano el edecán Satué procuró ha
injusticia de su proceder al privarle
les daba la capitulación de Gerona,
habían concedido indistintamente ;
de la plaza. Sin hacerse cargo de es
ciones, y respondiendo que él era se
guardarles las armas, retiróse el co
darmería, dejándoles entregados á I
caide desatento, que les hizo pagar
cío la pobre cena que les suministi
de un gendarme importuno que, :
placía en no dejar dormir al genen
presentándose frecuentemente con
-LOS ÚLTIMOS DÍAS DE ÁLTAREZ l6l
:rles y asegurarse de que no habían
4, el mismo comandante de la vfspe-
)s prisioneros una media ñliación, é
20 recaer la conversación sobre los
le la guarnición de Gerona, dándo-
mente odiosos, y di cien do les que se
21, entre ellos un edecán de Alva-
n sido cogidos ii y los habían de-
á pesar de que cada vez estaba más
lenetrando la dañada intención de
contestó con aire festivo: — •¡Vola-
béis cogido, y pif!* £1 hecho era
cedimientos determinaron al gene-
ta al mariscal Augereau, en la que
lumano é indigno con que se le tra*
largamente de haberse faltado á lo
i de permitirle convalecer en Figue-
on este motivo algunos auxilios del
: mandaba el ejército de Cataluña,
ida al referido comandante, quien
ro probablemente no llegaría á su
il pasó una noche malísima, prin-
sbre que le entró, vióse obligado í
ana siguiente muy temprano, pues
itar dispuesto á salir á las diez con
É? l^ ignoraban,
se presentó el mismo comandante
nos gendarmes, é hizo salir del Cas-
as, los cuales vieron la tropa tendi*
jete á un lado, y á la vista de un
por su manera de mirarles, les pre-
siento funesto. Marcharon hacia la
l62 VÍCTOR BALAGUER
muralla, apoyado el general en su i
criado que le hablan permitido lleva
gendarmes con espada desnuda. Alv
débil y apenas podía andar; pero se a
rada fría y severo continente, domina
sufrimientos con aquella su caracterls
luntad. Todas las apariencias indicab;
fusilados. Los religiosos que hablan
Gerona les seguían en dos ñlas.
Así estuvieron por algunos minuto
sería su suerte, hasta que observando
ba los religiosos por sus órdenes resj
neaba, dedujeron que todo aquel apar
reducía á una revista. Terminada ést:
dijo que desde aquel día se les abonar
stoneros, y fueron conducidos á su en
modo que fueron sacados de él.
El día 26 de Diciembre, el gener
fueron trasladados á un calabozo del
donde los encerraron con dobles puertas. Parecía que
aquellos inhumanos estaban empeñados en apurar el
sufrimiento del general, vengándose á fuerza de multi-
plicados martirios de la heroica constancia con que ha-
bía sostenido la defensa de la inmortal Gerona.
Triste y sombrío era el aspecto del nuevo calabozo.
Una bóveda larga, sin otra luz que la que penetraba por
una pequeña claraboya en lo más elevado de ella; un pa-
vimento formado de piedras de punta que lo hadan so-
bremanera incómodo y desagradable; una cama la más
indecente y dos sillas desvencijadas; un alcaide desco-
medido, avaro, tosco en sus expresiones y brutal en sus
modales Esto era lo que se daba en pago al defensor
de Gerona. Era necesario tener toda la firmeza de su
espíritu para no sucumbir á tantos males reunidos, par-
ticularmente hallándose en una casi total postración de
HIST. DE CAT. — LOS ÚLTIMOS DÍAS DB ÁLVAREZ 163
fuerzas por los continuos crecimientos de la fiebre que
hacía ya muchos días le consumía.
Dos veces todas las noches se visitaba á los prisio-
neros por el mismo alcaide y por un gendarme que,
aplicándoles siempre la linterna á los ojos, y recono-
ciéndoles con particular estudio, parecía tener orden de
certificar de su existencia y de la identidad de sus per-
sonas.
Así permanecieron Alvarez y Satué, sujetos á este
trato brutal y á esta triste situación, hasta el 6 de Ene-
ro de 1810.
III.
Al llegar la noche del día citado, hizose vestir preci-
pitadamente, á deshora, al general y á su ayudante, y
sacándoles del calabozo, les metieron entre filas de una
gran escolta que esperaba. Allí estaban también los re-
ligiosos. El comandante de la escolta mandó cargar,
previniendo en voz alta que el que intentara huir sería
fusilado; hizo adelantar á Alvarez y á Satué, y les man-
dó subir á un coche que se había alquilado por cuenta
del general. Este pidió su espada al comandante de la
gendarmería, pero su respuesta fué: — «Está delante,
ya se os dará. »
Sin embargo, no fué así. La espada no fué devuelta
á Alvarez, y sólo después de su muerte pudo recobrarla
el ayudante Satué.
Después de haberse detenido los prisioneros en Sal-
ces para tomar algún alimento, llegaron, anochecido
}ra, á Sitgán, y les hicieron entrar en una caballeriza,
en la cual había una pequeña estancia de angosto y re-
ducido espacio, sin otra ventilación que la de una aspi-
llera en lo alto sobre la izquierda, llenos paredes y te-
164 VÍCTOR BALAGUB
cho de telarañas, y con unas tres
En aquel inmundo sitio fueron ei
Alvarez y su edecán con el criado, !
6 banco donde poderse sentar.
Hubiera estado seguramente el ]
aquella noche con la incomodidad
prender, si el cochero que lo habi
compadecido de él, no hubiese arbi
troducirse en la estancia, bajo pr
qué es lo que quería para cenar,
hombre á la vista del trato cruel (\
neral valiente y desgraciado, se a
en la estancia un catre de tijera c<
y buenas sábanas, y además una r
Mientras el general y su edecán
nelas permitieron asomar á varía;
la curíosidad llevaba á ver á los p
la atención de éstos una señora,
pal por las consideraciones con qu
trada. Pero apenas aquella dama
presos, cuando sorprendida por el
miento á que les veía reducidos, ]
y se salió precipitadamente de la e
Por la mañana del 8 de Enero
Narbona. Era inmenso el gentío qi
sioneros á mucha distancia de la 1
entraron en ésta con numeroso acó
El general y Satué fueron lleva
dijeron había sido de estudios y par
les encerró en ella poniendo centin
mes de plantón; pero las habitacic
la que destinaron para ellos bastar
Fué aquél el único punto donde el |
tras de consideración, pues fueron
y á compadecer su suerte.
r
HIST. DE CAT. — LOS ÚLTIMOS d!aS DE ÁLVAREZ 165
Cuando en la mañana del 9 se preparaba para prot
seguir su viaje, se presentaron de improviso un oñcial
de gendarmería, el capitán comandante de la escolta,
dos ó tres oficiales más y algunos gendarmes, y abrien-
do un pliego, dijo el jefe de más categoría:
— El genera] Alvarez debe volver y el edecán no.
A esto contestó Alvarez:
— ¿Con que me hacen volver? Bien. Mientras no me
vuelvan al castillo de Perpiñán, llévenme donde quieran.
Desde aquel momento Satué, separado del general,
ignora lo que á éste le sucedió, y suspende la relación.
El edecán fué llevado á Embrún con el criado de Alva-
rez, y de allí á Nancy, donde supo la muerte de su ge-
neral, no regresando á su patria hasta 1814.
Se ignora á punto ñjo lo que sucedió al general Al-
varez hasta su muerte, y he aquí lo único que hemos
podido rastrear, tomándolo de varias relaciones que pa-
recen verídicas, entre ellas la de D. Sebastián Bata^
11er, ecónomo de la parroquia de Figueras, que fué
quien tuvo la triste misión de enterrar al héroe de
Gerona.
Desde Narbona, Alvarez fué conducido otra vez al
Castillet de Perpiñán, y de allí al castillo de San Fer-
nando de Figueras, donde fué miserablemente encerra-
do en una especie de oscuro aposento, oculto en el
fondo de las caballerizas, como si no se hubiese encon-
trado otra habitación más digna para el defensor de
Gerona.
Se ha dicho y asegurado que un centinela, colocado
en la puerta, tenía la consigna espantosa y horrible de
herirle con la bayoneta cada vez que le viera entregar-
se al sueño. Asi lo dice el vulgo, apoyándose en la tradi-
ción; pero, afortunadamente, para honra de la humani-
dad, la historia lo refiere como una fábula. Lo cierto
es que Alvarez, solo, abandonado, acabó su vida en
l66 VÍCTOR BALAGUER
aquel miserable calabozo, entre hon
tos, muriendo envenenado. Unos creí
neno un oñcial francés, compadecid<
sufrimientos y de la heroica resignaci
portaba; otros aseguran que el vene
él le fué dado por orden superior.
Según se desprende de la certiñcaí
citado ecónomo de ia parroquia de F
tián Bataller, fué éste avisado en la
Enero de 1810 para que pasase á e
del general Alvarez, y á las tres de I
iglesia con tres capellanes y dos moi
tante que la costumbre era recibir el
á medio camino del castillo, no pud<
ñor en aquellas tristes circunstancia;
dice, que pasar adelante entrando
cruz alta hasta llegar al sitio mism
cadáver, que era el en que había mi
cantaban los responsos, presentáronse
castillo, Guillot, y algunos oficiales
acompañaron el cadáver hasta que ft
gados á la iglesia, se le hizo la entr
y dirigiéndose después al cementerio
manes que le llevaban encima de una
sin caja, intentaron quitarle la sában:
vuelto; pero viendo el cura Bataller
humano no hacía sensación al genei
oficiales, levantó la voz y díjo:
— ¿Cómo es esto? Hasta las fieras
veres. Si ustedes le quitan la sábana
con mi capa pluvial.
Y como conocieron que el cura estaba dispuesto á
ejecutarlo, dejaron la sábana, y en esta disposición, si.
caja y sin más ceremonia, fué enterrado.
Más tarde, en 1814, fueron exhumados los restos d
ÚLTIMOS DÍAS DE ALVAREZ 167
loy descansan en una modesta
:rona; urna que se trocó en un
■■ lleva adelante, como debiera
lacional iniciada hace un año
D. Salustiano de Olózaga.
e Alvarez murió, se mandaron
litan general Castaños, en i8i5,
impidiese su entrada, y una ins-
tfuríó envenenado en esta estan-
te 1810, victima de la iniquidad
1 gobernador de Gerona D. Ma-
, cuyos heroicos hechos vivirán
oria de todos los buenos. *
) rincón de las caballerizas del
el héroe de Gerona, es hoy reli-
todos cuantos van á Figueras.
la sin ir á ver los lugares en que
uel sitio de martirio es hoy un
e de la victima es una gloria.
de cataluña
anIa nacional
V DE
5 EN CATALUÑA
ERANÍA NACIONAL
ORTES EN CATALUÑA.
I.
volúmenes sobre el asunto que hoy
nuestro intento es sólo reunir al-
ácilitar el estudio de aquéllos que,
ks conocimientos, pueden dedicar-
materia. Para esto vamos á alle-
decir algo del sistema representa-
onalismo, en el modo como debe
losotros lo entendemos al menos.
1 rigor, llamarse sistema represen-
enlace de principios, al orden de
reunión, discusión, deliberación y
iresentantes, la verdad es que sólo
le institución representativa á la
; el elemento popular. El comienzo
itario debe fijarse en el momento
se popular representada por sindi-
iputados, con poderes ad hocy con
sentarse en los escaños de los Con-
Dntribuir á la formación de leyes,
■rno y destino de las naciones. Y
^arse, y sólo así puede ser, por*
grandes intereses sociales de un
172 VÍCTOR BALAGUER
páis, el más grande es del pueblo,
única clase que se sostiene á si mtsr
tener á Jas demás, teniendo condicio
pendiente y propia, están reconcentra
ción, el movimiento, la fuerza, la v
trico de la nación.
El origen y cuna del sistema rept
lian en la Península ibérica. No ha
modelos de parlamentarismo fuera d
cen algunos, poco conocedores de
abundantes los tenemos en ella. Los
que pueden presentarnos los extraños
vez, nacieron de haberse inspirado en
tes de las nacionalidades españolas.
Pudiéramos apelar á muchas y gr;
en prueba de este aserto; pero limiti
que dicen los inmortales legisladores
notabilísimo discurso preliminar leídc
presentar la Comisión de Constitucii
ella. Después de decir la Comisión, e;
rrafos de aquel luminoso y excelente
nada ofrece la Comisión en su proyec
consignado del modo más auténtico
diferentes cuerpos de la legislación e
algunas líneas más abajo, *que sólo I
la urgencia del trabajo y la impacienci
por ver terminada la obra, le impidie
dos los comprobantes que en nuestroí
tran haberse conocido y usado en I
comprendía en el proyecto de Constit
bajo, dice textualmente el preámbulo,
y difícil, hubiera justiñcado á la Coi
de novadora en el concepto de aquéll
sados en la historia y legislación an<
creerán tal vez tomado de naciones e
B LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. I73
:o de la reforma, todo lo que no ha
Igutios siglos á esta parte, ó.lo que
la de gobierno adoptado entre nos-
guerra de sucesión.»
nuestros legisladores de Cádiz, te-
día pudiese hacérseles el cargo de
o fuente, á las modernas constitucio-
:en de antemano la protesta solem-
leer, y rechazan el cargo, poniendo
lanantiales en donde fueron á beber
trinas de constitucionalismo senta-
nmortal del año iz. Y estas fuen-
ales, en admirables páginas nos lo
antiguas constituciones de las na-
das, hechas en Cortes, donde había
i, real y efectiva representación del
confesado por loa mismos legislado-
0 fueron á inspirarse en los articu-
¡ón francesa de 1791, como algún
1 y escrito, sino en los antiguos c6-
e dormían el sueño del olvido en el
trchivos. Otro cargo se les pudiera
uyentes de Cádiz, más acertado y
copistas de la Constitución france-
) con todo el respeto que tan altos
deben merecernos.
vn aprovechar muchas grandes y
ibia en nuestras constituciones anti-
daron de lo que había en ellas y en
ta y terminantemente consignado
lemnidad de tos derechos que cons»
lía, por ejemplo, para contener la
> sus limites jurisdiccionales, para
trca y á sus delegados, en cuantos
174 VÍCTOR BALAGUER
actos suyos se denunciasen como coi
á la libertad y á la soberanía de la i
Ya que nuestras constituciones ti
ya que sobre ellas, y no sobre ningv
saron la del año 12, ¡lástima grande
ran quizá lo más importante en ella
En el mismo preámbulo citado :
amargamente nuestros constituyen!
la ignorancia en que intencionalme
curado dejar al país con relación á
cosas é historia política.
■La Comisión recuerda con dolor
bierto en los últimos reinados la im[
nuestras Cortes. Su conocimiento es
á los sabios y literatos, que la estud
píritu de erudición que con ningún
gobierno no había prohibido abiert
el ningún cuidado que tomó para {
blico ediciones completas y acomedí
nos de Cortes, y el ahinco con que
quier escrito que recordase á la ns
fueros y libertades, sin exceptuar la
de algunos cuerpos del Derecho, de
ron con escándalo universal leyes bt
causaron un olvido casi general de
Constitución , hasta el punto de mil
cooñanza á los que se manifestaban
guas de Aragón y Castilla. La lectu
monumentos habría familiarizado i
ideas de verdadera libertad política 3
da, tan defendida, tan reclamada poi
A SOBBRANÍA NACIONAL, ETC. I75
aérgicas peticiones en Cortes de
lino, en las cuales se pedian, con
e hombres libres, la reforma de
[erogación de leyes perjudiciales
tvios.
a del anterior reinado había sa-
lodo el gusto y afición hacia núes-
ones, comprendidas en los cuer-
española, descritos, explicados y
icrítores nacionales, á tal punto,
ie sino á un plan seguido por el
e ignorancia de nuestras cosas,
10 pocos que tachan de forastero,
¡o y subversivo lo que no es más
Ha de hechos históricos referidos
as, Anglerias, Marianas y tantos
/es autores, que por incidencia 6
m solidez y magisterio de nues-
e nuestras leyes, de nuestros usos
ira en el año de iSiz punto de
¡tros hombres de Cádiz, se lamen-
is frases, en nuestros tiempos, el
Salustiano de Olózaga. En su Caí-
■agonesa, después de decirnos que
España no se ha escrito todavía,
verdad, mientras no sean conoci-
dos los muchos documentos que yacen entre el polvo de
nuestros archivos, añade que los castellanos, en tiempo
de Felipe IV, fueron á arrancar sangrientamente á Ara-
gón la libertad -que ellos habían perdido, y manifiesta
que más tarde, no sólo toda España perdió su libertad
sucesivamente, sino que se ha procurado cque perdiera
también la memoria de ella, y el conocimiento de sus
uitiguas leyes fundamentales.» Y á propósito de esto,
176 VÍCTOR BALACUER
sienta que en los archivos está la va
han conocido, dice, que no pudieron
ella supieron ó adivinaran algo, y que
figuraron horriblemente los únicos á
mitido escribir y comentar, á gusto de
ban, los hechos públicos de los siglos ;
Y efectivamente, parece increíble qi
to se haya borrado la memoria de r
cosas. Hoy se ve á hombres que pasa
y que en realidad lo son, ir á buscar
países extranjeros ejemplos de parlai
mejor y más abundantes y más puro:
sa. De tal manera la pesada atmósfen
que desgraciadamente se ha cernido s
tanto tiempo, ha interpuesto un velo
lo pasado y lo presente; velo tras de
los ricos tesoros de las libertades p;
importantes y patrióticas del sistemf
Los antiguos cronistas é historiadores
monarcas absolutos, 6 miseros cortesí
escrito la historia en el sentido que p
su real amo y señor, y en su afán de
moda llamar provincialismo, llegaron 1
cumentos para destruir la verdad histó
escribir, no en sentido nacional, sim
elusivo.
Pero la verdad acaba por salir triui
llar con luz más radiante y pura á trai
tras de los cuales la quiere hacer des:
levantan do quiera escritores independ
de patriótico entusiasmo evocan los g
antiguos para que puedan servir de
ejemplo á los modernos, y que al rehs
ria de las antiguas gloriosas nacioni
resucitan los grandes monumentos de
BRANÍA NACIONAL, E:
hora en que se es
1 importante, por
;nia representativc
1 buscar no sólo ;
de nuestros grande
^tros edificios moi
ios que habían peí
as entrañas de la ti
flor de ella y avet^
ellos que, cegados
guUo de la ciencia, creían que lo antiguo era
y miserable, y sólo hallaban grandeza, honda
nalidad en lo nuevo. En nada se parecen nue
ficios modernos á los romanos; sin embarg
construido sobre ellos como base, como punt'
yo. Lo propio sucede con las instituciones poli
nada se parecen á las romanas, y sin embaí
base, como punto de apoyo, parten de aquéllí
tros ediñcios modernos se han alzado sobre I
qne dejó el pueblo romano esparcidas por la
tierra, como nuestro sistema representativo a
entre las ruinas de sus instituciones políticas.
Omnipotente y poderoso era aquel pueblo
había propuesto hacer del universo todo un m
mano, y al cual hoy aún, y siempre, habremc
ver los ojos para buscar en él ejemplos, asi d(
virtudes y de grandes heroicidades, como de
monstruosidades y de grandes crímenes. Est
TOUO XIX
178 VÍCTOR BAIAGUE
i dominar á España, dejó arraigí
ina institución, planta lozana que
ndando el tiempo, en árbol i^ígan
' frondoso follaje. Al quitamos los
IOS dieron con esa institución el
estaurador de una nueva libertad
la que la antigua, principio y fun
lies y grandes empresas. Queremt
>io, que durante ciertas épocas 1
lecirse, el gobierao único de los p
^rca Santa, hasta en los tiempo;
ibsolutismo, ha conservado en si
lemilla de la idea representativa.
La dominación romana desapar
lacer lugar á otra dominación, á 1
uínas de la antigua sociedad se
¡splendorosa una sociedad nueva
rozos yacían por el suelo los miseí
' de madera de los antiguos romai
olio de los Césares se alzaba tríi
[usto, aquella horca infame y def
íd pendón de gloría y en símbolo
usticia.
Conspiraron á un tiempo conti
uerza. Eran representantes de la
os hombres de la Cruz y de las c
lombres que habían ido á hundir
a tierra para organizarse, y que d
lores de una nueva sociedad, sin 1
lue el Evangelio bajo el brazo, y
a horca de los romanos, padrón c
le muerte, convertido por ellos ei
tención. Los representantes de la
lombres del Norte, á quienes lo:
laman godos, pero á quienes con
r
HIST. DH CAT. — DE LA SOBERANÍA KACIONAL, ETC. 179
dea y Ortiz de la Vega llaman septentrionales. Los
cristianos hacían la revolución por la propaganda pací-
fica; los septentrionales, por el hierro; aquéllos, en nom-
bre de esa trinidad sublime que se llama libertad,
igualdad y fraternidad; éstos, en nombre de esa trini-
dad horrible que se llama el odio, la venganza y el ex-
terminio. La fuerza fué la que derribó; la idea, la que
construyó sobre las ruinas.
Allá iba con unos y con otros ese móvil misterioso y
supremo que, con apariencias de casualidad á veces,
viene rigiendo desde el principio de los siglos los desti-
nos humanos, señalando á cada hombre su misión, á
cada época su camino y á cada idea su norte, y ese
m6vil supremo quiso que de aquel día en adelante fue-
sen cabeza los hombres de la idea, y brazo los hombres
de la fuerza.
Entonces fué cuando la España, que había sido de
los romanos, pasó á ser la España de los septentrio-
nales.
IV.
Pero sucedió entonces una cosa singular y que me-
rece fijar la atención. La España, que con los romanos
había acabado por hacerse romana, con los bárbaros no
se hizo bárbara. Existía ya en ella el- germen de la
doctrina predicada por los Apóstoles de la Cruz; había
acampado en ella el ejército de los soldados de la idea,
y éstos pudieron más que los soldados de la fuerza. En
vez de amoldar los conquistadores á sus usos y costum-
bres á los conquistados, los conquistados civilizaron á
los conquistadores.
Comenzó entonces á levantarse el edificio de la nue-
va sociedad y de la nueva civilización. Puestos de acuer-
do los representantes de la idea y los de la fuerza, que
VÍCTOR BA LAGUER
:ntonces los altos dignatarios
reas de los septentrionales, ecl
los cuales se habia de elevar i
libertades públicas.
cabe la menor duda que la
econocida en el Fuero Juzgo;
tampoco que en los concilios
men que habla de dar más tai
[>Ieas nacionales; pero la verdE
;e que en estos concilios estuvi
representativo. En ellos lo en
[uienes asistían atl! por derecl
muy poco los nobles, y nad;
o, el cual era llamado para hac
. Pero alli, sin embargo, y hí
sminiscencias del municipio ro
leí sistema representativo futí
:o si en los concilios no se en(
na representativo, pues que en
r nosotros el dominio avasalla(
nos á dónde hubiera ido á parí
hubiese venido la invasión ár
;n cuenta que es una idea aveí
incontrarse en otras asambleas
tuvieron lugar en igual tiem
s nos faltan, desgraciadamentt
preciar. En una asamblea ge
no-romanos, según la llaman
sangrienta revolución que
:a, fué proclamado rey aquel 1
dado que hablar á la historia
ísta proclamación en toda regí
ntes del clero, nobleza y puebl
es sólo una idea que aventurar
todos modos, si aquel D. Rot
HIST. DE CAT. — DE LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. l8l
pueblo, hemos de reconocer que Dios no aprobó aquella
vez la elección popular. En los campos de Guadalete
perecieron para siempre aquel rey, aquel trono y aque-
lla corte, y los árabes triunfadores invadieron la Espa-
ña como un torrente desborciado. Si aquellos nuevos in-
vasores de la patria se hubiesen presentado algunos si-
glos antes, hubiera de seguro bastado la menor de nues-
tras antiguas tribus ibéricas para volverlos á arrojar al
mar de donde salían. Pero ya no había nacionalidades
en la Península^ y ya no había patria, por consiguiente.
Roma^ queriendo fundir en una las nacionalidades, las
había matado á todas, y la dominación de los septen-
trionales continuó en este sentido la obra de Roma. Ya
aquí no había patria, y donde no hay patria no hay hé-
roes; sólo existen esclavos.
Únicamente en algunas ciudades hallaron resistencia
los árabes, y vióse entonces á muchos hombres de co-
rsusón verdaderamente ibero, restos de las antiguas ra-
zas, entre quienes vivía como un recuerdo santo y un
culto sagrado la memoria de las muertas nacionalida-
des, refugiarse en los Pirineos, como van las águilas á
las montañas á procrear sus aguiluchos, para allí espe-
rar el momento propicio de arrojarse sobre aquellos nue-
vos conquistadores de su país. Dios debió elegir la in-
vasión de los árabes como una ocasión suprema para
revalidar, con mejores fundamentos, la obra que Roma
se había encargado de destruir. Dios, que rodeado de
las sombras impenetrables del misterio, señala con su
dedo el camino que han de seguir la civilización y el
progreso á través de los siglos y de las edades, quiso
que nuestra sociedad pasara por aquel último tamiz
para que brotara en cada pueblo ibero una nueva na-
ción purificada por el hierro, por la sangre y por el fue-
go, como la raza humana toda entera se había purifi-
cado un día por el agua del diluvio; una generación vir-
l82 VÍCTOR BALAGUER
gen, una raza independiente y libre, <
tiana por su origen, esencialmente i
La invasión de los árabes hubo dt
cepto beneñciosa. Las nacionalidade!
midas, despertaron al choque, como
nal al sentirse herido por el acero y i
entrañas. Los esclavos volvieron á s
Jas nacionalidades volvían á tener pa
vía á tener historia, y los que sólo h
sas de los concilios de Toledo, iban é
mo ciudadanos en los escaños, desde
les no debian tardar en proclamar s
leyes y hacer reyes. Fueron entoi
unos tras otros, los astures, los vas
los aragoneses, los navarros, y cada
do del letargo, suprimió los siglos q
lanzándose por sí solo y por su proj
conquista. Las nacionalidades volvía
No eran los godos los que levantaba
como malamente se ha escrito y m
ha creído. Eran catalanes, astures,
ses, vascos y navarros; es decir, naci
que estaban unidas por un lazo común de fraternidad y
de raza. Combatieron todas á un tiempo, es vei-dad,
para felicidad común y para arrojar al común enemigo
de la común patria; pero cada una en su casa, cada una
en su país.
En este momento de la historia es cuando hay que
ir á buscar los orígenes de la patria catalana.
En 711 fué cuando los árabes invadieron á Españay
tuvo lugar la rota famosa del Guadalete, pero hasta dos
3BbranIa nacional, etc. 183
, no penetraron en Cataluña.
na tras otra, de Lérida, Urgel,
:h, Barcelona, y, siguiendo la
rías y Rosas, hasta llegar á los
ieron por el pronto,
isistencia la mayor parte de es-
uchosde sus moradores fueron
iidades y asperezas de ios Fin-
aron con sus mujeres, hijos y
.ra creer que allí formaron un
ente, y que, continuando en el
os y costumbres, eligieron un
incipe ó un rey, llámesele co-
mentos incuestionables por los
I 736 aquel grupo de hombres
*irineos, tenía á su cabeza un
Tiontañas, cuyo centro de re-
ne era el Canigó, no tardaron
ores de su país. El primer le-
árabes, de que hay memoria
ué en 724, once años después
las tarde del alzamiento de Fe-
si bien esto es lo que probado
ler que la guerra de la recon-
ito como los cristianos se hu-
seno de las montañas á donde
isilo.
escritas de aquella época, y hay
erdos tradicionales que nos han
toríadores. Por estos recuerdos
los árabes y los proscritos de
'iva siempre, y que consistía en
, avances y retiradas; guerra
lontañeses, hasta que comenzó
184 VÍCTOR BALAGUER
á tomar un carácter más organizado en 754 con la apa-
rición de Otger y los que han sido llamados los nueve
varones (y no barones) de la fama.
Otger fué el Pelayo catalán. Los antiguos cronistas
se han devanado los sesos para darle noble cuna y ha-
cerle descender de ilustre prosapia; pero Otger no pu-
do ser, no fué otro que un jefe de los independientes^
de los proscritos de las montañas, de los cristianos
del Pirineo. No hay en él otra noble cuna ni otra ilus-
tre prosapia que su valor, su patriotismo y su grande-
za; tres títulos que valen más por si solos, á los ojos de
la critica histórica, que todas las genealogías imagi-
narias ó reales de los cronistas.
Mientras Otger y sus compañeros llegaban á formar
una hueste temible, y bajaban con ella á poner sitio á
Ampurias, aparecía otro núcleo de independientes en el
Valles. Nuestros recuerdos tradicionales hablan de un
puñado de cristianos que se mantenían fuertes en el
castillo de Egara, hoy Tarrasa. Es fama que los biza-
rros Caballeros d& Egara, que así son conocidos en la
historia, no sólo resistieron en aquel castillo cercos y
asaltos, sino que dieron improvisadas acometidas con-
tra los pueblos vecinos en que estaban los árabes, me-
tiéndose de continuo con ellos en escaramuzas, cerrán-
doles el paso, cogiéndoles precioso botín y rompiendo á
menudo sus huestes.
Se dice que Dapifer sucedió á Otger en el'mando de
los independientes, y luego á Dapifer, Seniofre 6 Senio-
fredo; y como hay quien en este caudillo halla el tron-
co de los condes de Barcelona, se agotan todos los re-
cursos para probar que Seniofre era de estirpe carlovin-
gia. Aquellos caudillos primeros de los independientes
eran de la tierra catalana, jefes valerosos á quien sus
hechos de armas y no sus títulos de nobleza ponían al
frente de las huestes cristianas. Tan ridículo es buscar-
LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. 185
s, como hablarnos de los milagros
;es acaecidos, suponiendo que los
ierra para combatir entre los cris-
::tona. Allí no hubo más nobleza
, ni más milagro que el de un po-
zándose á la reconquista de su país
s ejércitos de valientes invasores,
[otholaunos, ó sean ¡os catalanes,
istante ni tenían fuerzas suücien-
aÍ8 á BUS enemigos. Hubieron en-
< á los condes de la frontera, y en
etraron en Cataluña cuerpos de
: los cuales llegaron á apoderarse
rites como Gerona, Vich y Urgel.
atable fué la toma de Barcelona en
, después de un glorioso sitio, se
^udovico Pío, que mandaba las.
res. Ludovico Fío, monarca fran-
lO, había entrado en Cataluña, no
sino para ayudar á los naturales
da patria. Importa mucho dejar
consignado; importa mucho ha-
cobro de Barcelona se debió, no
tanto á las armas del monarca franco, como á los es-
fuerzos de los proscritos de las montañas y de los Ca-
balleros de Egara, que fueron todos á juntarse bajo los
pendones de guerra de Ludovico, cuyo auxilio y apoyo
habían reclamado.
Es conveniente para nuestro objeto fijar bien esta
circunstancia y levantar acta de ella, porque el sistema
parlamentario catalán está estrechamente ligado con la
época de la independencia del condado de Barcelona,
y hay que desvanecer los errores que torcidamente han
esparcido autores antiguos asalariados, suponiendo que
Cataluña fué provincia del imperio franco. No fué asi.
1 86 VÍCTOR BALAC
Los emperadores franceses no t
en Cataluña, y sólo se les adtni
res con las condiciones establecí
veremos.
VI.
Existe una prueba patente, qi
para hacer constar la indepenc
y para demostrar que los empeí
cieron aquí un protectorado. Es
man preceptos y otros privikgioi
cas franceses Carlomagno, Luí
Calvo, En estos documentos, i
Ludovico Pío, se encuentra el 1
na del Derecho y de la Constiti
luna, la primera piedra que hu
alcázar de su independencia y públicas libertades. Pero,
ante todo, hay que hacer aquí una observación, que
debe tenerse muy presente para nuestros estudios su-
cesivos. En Cataluña, lo propio que en Aragón, las
palabras fuero, privilegio y franquicia oo tenían el sig-
nificado que posteriormente se les dio y se les da ahora,
suponiendo que ellas entrañan merced de rey, y que los
derechos conocidos con estos nombres fueron debidos á
la liberalidad ó longaminidad del monarca. En Aragón
y en Cataluña hubo fueros, privilegios y franquicias
antes que reyes, y más particularmente aún en Cata-
luña, donde jamás los reyes fusron conocidos oficial-
mente como tales, sino sólo como Condes de Barcelo-
na. Se solía llamar /weros á las leyes civiles, privilegio:
á lo que hoy llamamos artículos de la Constitución po'
lítica, y franquicia era sinónimo de libertad. En Cata-
luña, home-franc (de la palabra franquesa, franquicia]
quiere decir hombre libre. — R^na, Reyna, detía el
HIST. DECAT. — DE LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. 187
Conde de Barcelona y rey de la Corona de Aragón, Don
Alonso III, á su esposa Doña Leonor de Castilla, la
cual se quejaba de que aquí no pasasen las cosas como
en aquel país; el nostre poblé esfranc, é no es assi subjecte
com ho es lo poblé de Casiella, Es decir: nuestro pueblo es
libre y no está sujeto como el pueblo de Castilla.
Dicho esto, que debe tenerse muy presente para lo
sucesivo, volvamos á los privilegios de los emperadores
francos.
El de Carlomagno está fechado el 4 de las nonas de
Abril de 812, once años después de haber entrado en
Barcelona su hijo Ludovico Pío; pero ni es tan extenso,
ni tan explícito, ni tan importante como el que dio Lu-
dovico en 816, confirmando el de su padre. En este
documento se reduce ya á escrito el pacto entre los ca-
talanes y el monarca francés, y bien puede ya dársele
el nombre de privilegio 6 Constitución política. Carlos
el Calvo confirmó en 844 el pacto, ó sea la Constitución
política de su padre.
Por estos documentos importantes, que obran en el
archivo de la catedral de Barcelona, se ve que los ca-
talanes pidieron el apoyo de los monarcas franceses,
no porque dependiesen en manera alguna de ellos, sino
como una nación solicita el auxilio de otra contra los
enemigos que la oprimen; que, entrada Barcelona por
Ludovico Pío, se pusieron bajo su protección y la de
sus sucesores, pero con la condición de conservar sus
leyes, privilegios y franquicias como hombres indepen-
dientes y libres; que tenían ya los catalanes leyes y cos-
tumbres propias, las cuales se comprometieron á res-
petar los emperadores francos; que hubieron de quedar
muy limitadas las facultades de los reyes de Francia en
este país; y, por fin, que estaban ya constituidos ó eran
conocidos los tres Estamentos, eclesiástico, militar, y
popular ó real, que más tarde habían de llamarse Bra-
llamos ci
) se dejai
is de] obi
eneral, y
le dar reci
ero, nobl
e seguro
ro p£Ús, [
ro no ha;
1 descend
ncontrar i
, bastante
la gloria i
e laclase
; nacional
, y much(
ente ae l\;
os conde!
}r los emperadores francos, pero eran sólo
nadores, especie de caudillos militares ó
¡ados para la defensa del pais. Hasta Itc-
hallamos un conde soberano; pues si bien
: algunos de los condes anteriores á esta
n de declararse independientes, ninguno
'/elloso fué el primer conde soberano de
875, y lo fué por aclamación de los ca-
je gobernaban por las leyes electivas del
Eligióle el pais por medio de un acto de
ional. Algunos historiadores pasan como
las al llegar á este punto; pero hay que
LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. 189
O fué proclamado por voto de los
por elección popular, cuando el pri-
lo fué por elección de los caudillos
pues, aquí tan antigua la índepen-
irania de la nación,
e aquellos tiempos escasean, no te-
iVsambleas nacionales 6 Cortes du-
le nuestro primer conde soberano;
indadísimos para creer que Beren-
go, el cual gobernó desde ioi8 has-
Qhas veces Cortes para arreglar los
. Hallamos también que este conde
le consta haber jurado las franqui-
los barceloneses, cuyo juramento
de San Juan de la iglesia de Santa
llalla, de Barcelona. Existe un pri-
6n política de Ramón Berenguer el
asegura, así á los seglares como á
confirmación de todas sus franqui-
tos libremente, sin censo alguno,
)or su parte los barceloneses á guar-
xiliarle contra sus enemigos. ¿ Fué
gado á consecuencia de unas Cor-
creerlo as!. De todos modos, cuan-
:e si debió de ser, tenemos al conde
ilemnemente guardar y hacer guar-
^□stitución política del país en el
¡an en los datos que acabamos de
ó pasarlos por alto, aseguran, sin
incipios de Representación nacional
^ y elevados á derecho constitucional
por D. Ramón Berenguer en las verdaderas Cortes de
¡arcelona de 1068, y efectivamente es así. En estas ca-
bres Cortes, que no fueron precisamente en 1068, sino
190 VÍCTOR BU^GUB
que, abiertas en 1069, no termin
compiló y estableció el Código de 1
consignado de hecho y de derecho
ranos de Barcelona, y luego com
Aragón, no podían legislar ni form
tatuto de interés general sin concui
Los autores hacen observar que e
hasta el punto de que, no habiend
habiendo asistido á esta legislatura
los condados de Ampurias, Besalú
tiguos jurisconsultos de Cataluña 1
de los Usatges, sin embargo de esta
tenía fuerza y vigor legal en aqu»
circunstancia mencionada. De ac
una práctica altamente liberal y
trina eminentemente constitución!
han dispensados del cumplimiento
Cortes aquellos estados que en ella
tación.
Han supuesto algunas que estaí
de 1069 á 1071, convocadas por 1
Viejo para dar fuerza de ley y re
«staba recibido como uso (Usatge,
ción en el Estamento popular. I
principalmente los que tal sientan
bres de tas personas que aparecer
la sanción con el conde de Barcelí
Almodis. Si en este dato hubié!
caeríamos entonces en un error
pues habríamos de suponer que sí
á aquellas, Cortes, y que no s6l(
tación del Estamento popular, pe
tampoco.
En los veintiún nombres de lo
no aparece ningún eclesiástico, ni
DK LA SOBBKANfA NACIONAL, ETC. I9I
ntante del estado llano, sin embargo
8 cabe alguna duda. Pero es preciso
ue, como ya advierten nuestros anti-
juellos veintiuno fueron sólo una co-
. por la Asamblea general para que re*
res y leyes, y los presentase después
para su aprobación á las Cortes. En el preámbulo de
este Código se consigna que, después de redactado por
la indicada comisión, fué aprobado laude et consilio pro-
borum hoininum.
No puede quedar la menor duda de que el Estamen-
to popular estaba representado en aquella Asamblea
nacional, ni tampoco de que allí tuviese su representa-
ción el Estamento eclesiástico, al cual, por otra parte,
se ve comenzar en Cataluña la idea del Congreso re-
presentativo. Los compiladores de los Códigos, los ju-
risconsultos más entendidos en las leyes catalanas, los
cronistas más importantes, todos están conformes y
contextes en decir que el conde D. Ramón Berenguer el
Viejo celebró verdaderas Cortes y formó los usaiges con
intervención y consejo de los obispos, prelados y otros
eclesiásticos, barones, nobles, caballeros, ciudadanos y
hombres de villas.
Asi, pues, cuando no se quieran encontrar, que bien
se puede, los albores del sistema representativo de Ca-
taluña en épocas anteriores, hay que hallarlos sin va-
cilar en las Cortes del 1069 á 1071.
VIII.
Desde 1071 no hallamos que volviesen á celebrarse
Cortes en Cataluña hasta ii25, en época de D. Ramón
Berenguer III el Grande. A estas Cortes 6 Asambleas
parece que no asistieron más que eclesiásticos y nobles,
pero también debe advertirse que, más que Cortes, fue-
U SOBERANÍA NACIONAL, ETC. I93
que se ha sentado ai decir por al-
letable y digno de crédito por otra
ne I el Conquistador se debe indti-
imiento definitivo del derecho de
a clase popular. Se ha dicho que
:1 derecho vacila, y no es asi, pues
lo concurrir á todas las legislatu-
ando sólo en duda si asistió á las
en 1200. No está probado que á
tampoco consta que dejara de con-
se reunieron en Lérida el ano 1214
, D. Jaime el Conquistador, asistie-
:ada una de las ciudades, villas y
:on poderes bastantes para consen-
;e acordase, y en todas las legisla-
: aquel gran monarca aragonés el
amado á ocupar su puesto,
catalán tenia ya reconocido por in-
da costumbre el derecho de repre-
ipre fué llamado, con rarísimas ex-
Cortes de 1071, no quedó, sin em-
ncionado hasta las Cortes de Bar-
idas por Pedro d Grande. En ellas
nción á los capítulos presentados,
$ tenia un carácter tan esencial-
iieron, por decirlo asi, la base de
ana y la consagración del régimen
liberal que vigente estuvo en Cataluña hasta la san-
grienta guerra de sucesión á principios del siglo pasa-
do. Estaba ya anteriormente reconocido el derecho de
las Cortes á legislar con el rey; era tradicional é incon-
mso en el estado llano el derecho á formar parte de las
Cortes; pero este derecho no se ve sancionado por ley
paccionada hasta I263, y de esta época arrancan las
TOMO XIX 13
194 VÍCTOR E
primeras leyes conocidas sobre el
tivo catalán.
IX.
Fueron importantes bajo much
tes de 1283. Ya D. Jaime el Con<¡
bía convenido en partir el poder leg
estableciendo que tenían derecho i
tes los ciudadanos y hombres de
sonas por su posición social eran
rar en el Cuerpo representativo; p
de 1283, presidida por Pedro el C
que en lo sucesivo sería necesario
los prelados, barones, caballeros
taluña, ó de la mayor parte de elli
para hacer constituciones ó estí
las leyes de Cataluña fuesen pai
fuerza de contrato, es decir, que el
ni derogar ninguna sin concurso y
las Cortes; y que éstas debían ser
años dentro de Cataluña en la épo
cíese, no impidiéndolo alguna just
Como esta última disposición
rey á poco de aprobada, en las
de 1291 se reiteró la ley de 1283
gatoria la reunión anual, y no pe
gar causa alguna que evitase la
tres Brazos, dejándosele, sin eml
elegir la población donde deberíar
dó, empero, en conocerse que esta
graves inconvenientes, y en las G
celona se acordó que la apertura
gislativa se veriñcase todos los í
lado, debiéndose reunir las Cor
HISr. DE CAT. — DE LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. I95
€n Lérida alternativamente, á no ser que el rey cre-
yese conveniente elegir otro punto, en cuyo caso de-
bía señalarlo y anunciarlo con dos meses de antici-
pación, advirtiendo que si el monarca estaba ausente ó
enfermo, 6 las Cortes no podían celebrarse por cual-
quier otro obstáculo, deberían precisamente reunirse á
los treinta días después de haber aquél desaparecido.
Los tres Brazos que componían las Cortes catalanas
se intitulaban más técnicamente Estamentos, eclesiásti-
co, militar y real, y sólo tomaban el nombre de Bra-
zos cuando, después de convocados, hablaban ya en las
sesiones y deliberaban. En los tres Estamentos se com-
prendían indistintamente nobles y plebeyos.
El Brazo eclesiástico lo componían su presidente nato
el arzobispo de Tarragona, los obispos de Barcelona,
Lérida, Gerona, Vich, Tortosa, Urgel, Solsona y Elna
(en el Rosellón), los síndicos de los cabildos de las ca-
tedrales, el Cástellan de Amposta, el prior de Catalu-
ña, los comendadores de las órdenes militares y los
abades y superiores de los monasterios.
El Brazo militar ó sea el noble, lo componían todos
los nobles de Cataluña, desde el duque de Cardona,
presidente de Brazo, hasta el último hombre dtparatje.
Formaban parte del mismo los extranjeros si poseían
feudos 6 jurisdicciones territoriales en el Principado, y
los ciudadanos, así nobles como plebeyos, ya fuesen
comerciantes ó simples artesanos que poseían tierras
jurisdiccionales*
El Brazo real 6 popular lo formaban las ciudades to-
das del Principado y las villas de realengo, teniendo la
presidencia Barcelona. Todas, así ciudades como villas,
enviaban sus respectivos diputados con el nombre de
síndicos. Barcelona enviaba cinco por lo regular, pero
no tenía sino un solo voto, como las demás.
Las Cortes eran nulas si se excluía de ellas algún Brazo.
196 vfCTOR BALACI
Las Cortes eran convocadas p
reformas hacederas en el país, y
cesarías y convenientes á la cusí
tud de la nación.
Todos los que tenian derecho <
tes podían presentarse y exigir si
do por descuido ó por malicia no
mente llamados por cartas reales
Por lo que toca á los procura<J
tados de las ciudades y villas, ei
gidos á cada nueva convocatoría
más antigua que hemos podido
elección es de Diciembre de 134
tulado Rúbrica de Brunigtier, que
vo de las casas consistoriales de
ei lunes 4 de los idus de Diciem
concelleres y Consejo de Ciento,
Palacio Real con muchos jurados y muchos de los otros
ciudadanos y habitantes de Barcelona, eligieron síndi-
cos á dos de los concelleres y á seis otros ciudadaoos
para concurrir á las Cortes que el rey había convocado.
Después de esta noticia, á cada paso se encuentran en
la citada Rúbrica notas referentes á elección de los ín-
dicos de Cortes, elección que siempre consta hecha en
público, en la plaza y escaleras del Palacio Real, y siem-
pre según la forma acostumbrada. También consta que
á los pocos días de su elección, los síndicos debían pre-
sentarse á jurar en la plaza pública, delante del pueblo
congregado para el acto.
Se ve, pues, por estas noticias, que los representan-
tes del pueblo eran verdaderamente tales y elegidos por
voto libre y espontáneo de sus representados.
K SOBUtANfA NACIONAL, ETC. I97
X.
b sindico, es decir, para ser ele-
an más condiciones que ser ca-
blación que lo elegía, y estar ha-
larte de la corporación municipal;
stas condiciones la prole de los
da y tan fatal para el país, no po-
. diputados cobraban honorarios,
Idos por día, según consta en esta
s al pie de la letra de la Rúbrica.
1420, Ramón de Plá, uno de los
de 35i libras catalanas por sus
L razón de 3o sueldos por día, se-
á los síndicos de Cortes extraci-
\s antiguas Cortes catalanas pue-
' dechado y ejemplo de patriotis-
or al trono y al pueblo, de hidal-
clones, de cuantas virtudes sod
nbs representantes del país, que
presentaban en los escaños del
u autorizada y desinteresada voz.
el diputado que no cumplía como
manifestaba indiferente á los ín-
'nio de sus conciudadanos, blan-
precisado á abandonar la ciudad.
. )rtes los diputados, prestaban el
juramento solemne de no admitir empleos ni honores
para ellos ni para los suyos, no sólo durante el tiempo
de su mandato, sino hasta cinco años después de ha-
ber cesado en sus funciones. La diputación ó General
198 vfCTOR BAL
e Cataluña, cuerpo casi sobe
nela avanzado del pais, y an
enciados los sindicos al volv
ae, durante cierto número d
>re8 hacerles todos los cargí
1 buen 6 mal desempeño de
ais era inexorable para con 1
ido. Probado el cohecho, se
)s ciudadanos honrados y q
)da clase de empleos y hono
Recordamos haber leído qu
mperador Carlos I, este mor
co brocado á un representan
lo á tomar asiento en las Co
ido catalán, que había prests
0 aceptar dádivas ni empleos
erdadero compromiso de delt
ir á lo que tan solemnementi
ar un desaire al emperador,
ieza de brocado que le ofrecí
alarla á uno de los templos c
: destinase al uso y servicio 1
enes veneradas por los catah
En otra ocasión, en tiempo
os catalanes que se hallaban
ccedieron á que el monarca
ausa de haberse declarado la
1 regresar á esta ciudad fuere
os por hatwr tenido miedo á 1
u consentimiento á que el n
ntes de haber contestado á c
Ejemplos como estos abunc
a historia, y prueban cuan a
e nuestros mayores y cuái
uestro suelo las verdaderas p
-DE LA SOBERANÍA NACIOtUL, ETC. igg
ionaríos y empleados, como gobema-
scal, almirante, etc., estaban absolu-
s de las Cortes, siendo las únicas im-
que habia. Al contrario de lo que hoy
antiguos políticos creían deber alejar
>s altos funcionarios que podían fal-
ición, seduciendo, oprimiendo, vejan-
nalamente.
de Barcelona tenían un Consejo con
;iaban y se ponían de acuerdo para
ave, dificultoso ó delicado. Llamába-
la veinticuatrena de Cortes, por for-
dadanos, que eran elegidos al propio
iputados, solamente para dar á éstos
'O de sus luces é influencia. Venía á
.0 la veinticuatrena de Cortes, lo que
m sido los comités políticos para los
cada partido.
XI.
fortes el día señalado con la que en-
L «proposición del rey, * y hoy se llama
roña. En esta proposición ó discurso,
ba de los motivos que le habían preci-
las Cortes, de lo que esperaba de ellas
enerales del reino, contestándole por lo
po de Tarragona con palabras de mera
:z que Juan II celebraba una solemne
:s en Barcelona, y por ley 6 capítulo
rminantemente prohibido, á cualquie-
larse en el estrado que sustentaba el
el rey, mientras que éste pronunciaba
1 cual abría la legislatura. En tanto
ni»
rali
airj
jlle
diU
i6n
ley,
ivaí
do
3rci
IS s
rta
Dpr
adei
-DB LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. 20I
;us derechos y franquicias, y deposita-
os una parte de su soberanía al con-
: hacer sus leyes.
ii6n de las Cortes se reducía al discurso
■testación de la Cámara.
, quedaban nombradas las diez y ocho
por la parte del rey y otras nueve por
irazos, que debían formar lo que hoy
isión de actas. Estas diez y ocho per-
nbre de habilitad&res, examinaban las
gales de los diputados y los poderes
ver si estaban en regla y dar su dic-
]a Asamblea, elegía el rey á las per-
I nombre y representación habían de
lia, y á éstas se daba la denominación
I deliberaban en común, sino cada uno
XTO al objeto de entenderse entre si,
nombraba seis tratadores de Brazos, y
y ocho, conferenciaban y se ponían de
> luego los asuntos á la discusión de
Brazos. En Éstos, después de amplia
laban los acuerdos por mayoría abso-
el Brazo militar, donde era necesaria
itos para que hubiese decisión, pues el
o individuo paraba el Brazo.
' los Brazos las proposiciones de los
vahan á la reunión general de los mis-
aban ya previamente aprobadas por
icular y se habían ampliamente discu-
>frecían al debate en ta Asamblea ge-
mayor motivo, cuanto que llevaban
ación de los iraiadores del rey. Para su
va aprobación se aguardaba á celebrar
02 VÍCTOR BA
Última sesión, que era 11
juraba todo lo hecho y 1
las las Cortes hasta que
toda religiosa pompa y ]
prestado este juramento.
XI]
)os circunstancias muy in
' que hacer observar, trati
as.
.a primera, que hasta de
3 lo que debían tratar las i
per prestado el rey el jura
xdar las Constituciones h
3S de Cortes, no se le otoi
que en los piimeros tien;
cierto, consistiendo sólo <
}8ta del Principado.
At segunda, que el subsidi
Cortes, como el rey no á
lalquiera de los tres Brai
t particulares, de las inju!
iedades que él ó sus oficia
desde la legislatura anterí
lobre este punto fueron sii
nes.
ín 1264 se negó al rey D
ilio que pedia contra los 1
ese los agravios que se reí
cometidas por él y sus of
L D. Pedro el Grande le m
]ue pedia para la guerra, si antes no retiraba der-
órdenes que había dado contrarias á lo prevenido en
Constituciones.
r'
HIST. DE CAT. — DE UL SOBERANÍA NACIONAL, ETC. 2O3
En tiempo de Alfonso, el conquistador de Ñapóles,
las Cortes se negaron á servir á este rey con el subsidio
que demandaba, si antes no venia de Ñapóles á respon-
der de ciertos cargos que se le hacían, y aun acordaron
que el subsidio no le fuese dado hasta seis meses des-
pués de su regreso y de haber satisfecho los agravios
para ver si sus ofrecimientos eran cumplidos.
En 1396, el Parlamento que celebró la reina en Bar-
celona pasó á hacer algunos actos de consideración,
sin intervenir los síndicos de Earcelona, quienes, por
causas especiales, no se habían presentado aún á tomar
asiento en el Congreso. Diéronse por agraviados los
diputados barceloneses, y se deliberó que no se presen-
tasen en el Parlamento ínterin aquellos actos no fuesen
revocados, como así tuvo que hacerse en i6 de Diciem-
bre de dicho año, pasando entonces á ocupar su puesto
losáiputíLdos (Bruniguer, tomo II, pág. 289).
En 1437, la veinticuatrena de Cortes deliberó y di6
instrucciones á los diputados para que no permitiesen
que se procediese á hacer ningún acto de Cortes, como
antes no fuese reparado un agravio que habia recibido
de parte del gobernador de la ciudad de Gerona (Brtir-
niquer, lugar citado).
Los anales parlamentarios de nuestro país están lle-
nos de casos de esta índole, y consta en diversos é im-
portantes casos la ñrmeza con que en este punto obra-
ron siempre las Cortes catalanas.
£1 derecho de quejarse y ser desagraviado, no se li-
mitaba á los Brazos 6 diputados. Cualquier catalán,
aun de la condición más humilde, tenia derecho de acu-
dir en queja b greuje alas Cortes pidiendo remedio y
justicia contra la autoridad, oñcial ó empleado que le
hubiese ofendido arbitrariamente, aun cuando fuese el
mismo rey (Encara sia lo smyor Rey).
Por lo mismo, todas las legíslatun^ comenzaban por
204 VÍCTOR BAJ
nombrar una Comisión, que
greujes, la cual se acostumb
ocho personas, elegidas la n
mitad por las Cortes; esta C
dar informes sobre cuantas q
En cuanto se reunían las Ci
todos los empleados reales ex
que, sujetos á un juicio de re
comisionados de veguería nc
Cortes de legislatura á legisl
su conducta oñcial en el desi
■ Unas Cortes, ha dicho u
con verdadera iniciativa en t
Jación y del gobierno, que pi
residenciar al monarca y á. to<
tos actos suyos se denunciab
diendo su remedio y reparací
revocar los servicios otoi^^adc
ciaba antes de llegar el térmi
tivos), ó por anular todo lo
negaba la regia sanción á sus
dentro de si más elementos <
macla parlamentaria que toe
han conocido en el siglo que
Conforme observa otro aut
les de las Cortes con el rey i
Clones y actos ó capítulos de
catalán Ripoll diferencia la Constitución del acto de
Cortes, diciendo tque la Constitución se hacia por el rey
y los tres Brazos juntamente, usándose la fórmula
tuimus et ordinamus, mientras que los actos ó capil
eran peticiones que elevaban uno ó dos Brazos sej:
damente al rey sobre intereses particulares del Bra
La fórmula de esta concesión era: Plau al setiyor
(Place al señor rey).
lE LA SOBERANÍA NACIONAL, BTC. 205
íes se consideraban como leyes pac-
os antiguos jurisconsultos están con-
ita fuerza y vigor; y como una de las
iciones para no bastardear el texto y
!S es su interpretación auténtica, las
10 quisieron que esto fuese facultad
e apropiaron esta interpretación con-
autoras de las leyes, y acordaron que
ribución debía residir en los Brazos,
las interpretaciones á una comisión
xm.
lodfan celebrarse en pueblo de menos
n lugar alguno que fuese casa de rey
mada.
e Bruniquer se lee: f En 24 de Marzo
3 la reina celebrar las Cortes en el
n, los concelleres escriben á los sin-
1 por ser casa de rey, y á 26 les es-
y á 28 escriben que cuando el rey
ecibida información de médicos con-
os de la corte, van los Estamentos
mde está el rey á celebrar el acto, y
rey debe ir al apartamento de los Es-
esto, dice un autor, muy entendido
lo que se roza con el parlamentarís-
:uanto á las relaciones oñciales entre
, éstas llevaban siempre ventaja; por-
an las muestras de política y cortesa-
aba presente, es lo cierto que nunca,
ni en comisión, se presentaban en el
^te iba para todo en persona á las
VÍCTOR
¡: son muy contada;
lan en palado, y s6
nes como cuando, i
cesión ni testamenti
re del sucesor para (
i Cortes llevaban es
, permitían que la sa
te fuese otorgada e
ie aquéllas. Asi es qi
te la legislatura de
istanctas del momen
ición de un capitule
: á levantarse de su cama á las doce de la noche
rasladarse al convento de San Francisco, donde
irtes celebraban sus sesiones, al objeto de sancío-
jurar aquel capítulo.
grande importancia, de suma transcendencia y
íl interés para el parlamentarismo era un prívi-
> facultad de las Cortes catalanas. Habia obliga-
e considerarlas reunidas y con ocultad de delibe-
tomar acuerdos hasta seis horas después de di-
s por el rey. A nadie puede ocultarse la transcen-
L de este derecho de prórroga, altamente favorable
la causa del constitucionalismo, y sabido es que
isaron las Cortes de Lérida en 1460 para inten-
libertad del príncipe de Viana.
poderío é influjo de este Cuerpo legislativo llegó
I tan alto, y tan respetado se vio, que fué la admi-
de las naciones extranjeras y dio fama merecida
iluña, que era reconocida do quiera como suelo
> de parlamentarismo y sistema constitucional.
Cataluña no existía la fórmula aragonesa de »
on; pero venía á ser lo mismo. Los condes-reyes
n reconocidos y admitidos como tales, hasta que
1 prestado solemne y público juramento alas cons-
DB LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. ZOJ
ides del pais. No se olvidaban jamás los
ir la solemnidad del juramento si por
te el conde-rey la retardaba; y Ueva-
politica hasta tal extremo, que á Don
Antequera, el rey aclamado por sen-
ees de Caspe, se le obligó á prestarlo
s aates que ellos prestasen el suyo de
iglo XVII ha escrito: «Era la ley perpe-
s de Barcelona fuesen tenidos á jurar,
odas las leyes de la tierra, ordenanzas
utos y privilegios, así generales como
to antes que los subditos les presten ó
aramento de ñdelidad, pleito y home-
iie si antes que la real majestad haya
e los subditos le prestaron el juramen-
lera nulo, se tendría por no hecho y de
a ha dicho el autor de estas líneas que
ü, por espacio de siglos, tuvo un tem-
estaba asegurada contra cualquier ata-
nos patricios, mirando en ella el ele-
idad, el porvenir, el bienestar, en una
del país, habían tenido buen cuidado
ididas para que fuese indestructible y
ese atreverse á ella ninguna clase de
:1 rey, que es la tiranía; ni la de los
oligarquía; ni la del clero, que es la
^ pueblo, que es la licencia.
resa y terminantemente prohibido al
tes, el otorgar privilegios generales ni
208 VÍCTOR B&LAi
especíales en contra de lo dispi
acostumbraba renovarse esta pi
latura.
Los diputados ó representan
su cargo el vigilar que las disp
las Cortes se observasen y no
por el rey ni por sus oñciales. .
latura se nombraban comisione
las veguerías (lo que hoy Ilamí
garan é informasen si eran cun
mados por la Asamblea nacioni
Un autor ya citado, el Sr. N
que en varias leyes de nuestras
el juicio por jurados, sobre cuj
veniencia ó posibilidad tanto se
Finalmente, estudiando la hi
guas Cortes, constituciones, lej
encontrarán reconocidos, respe
Cataluña muchos derechos y muchas libertades, que
sólo á costa de mucha sangre y de muchos sacrificios
hemos logrado volver á conquistar en tiempo modemo.
No hablemos ya del derecho de petición, reunión }
asociación, que eran tan latos como permitían las cir-
cunstancias y costumbres políticas de aquellos tiempos;
en cuanto á la libertad de imprenta, folletos politicoi
se imprimían entonces cuya reproducción no ha sidc
hasta ahora permitida; en cuanto á la libertad de ense-
ñanza, bastará decir que cualquiera tenia derecho i
abrir cátedras; y en cuanto á tolerancia religiosa, re-
cordar que en las Cortes de I283 se confirmaron todot
los privilegios, franquezas y libertades que tuviesen lot
judíos y sarracenos en cada lugar de Cataluña, permi-
tiéndoles el ejercicio público de su culto. Ya antes d(
1268, por medio de un documento que el autor de esta
lineas ha trasladado en otra obra, D. Jaime el Congms
LA SOBERANÍA NACIONAL, ETC. 2O9
gracias á las aljamas de judíos, per-
ar, adornar y ensanchar sus sina-
iterios particulares y dejarles en
rmones de los frailes, comprome-
■ sus sucesores á no hacer innova-
:llas disposiciones sin que previa-
V juzgados conforme á derecho,
s ideas que brevemente nos hemos
en estos escritos, sobre lo relativo
is, debemos consignar que los di-
bles. «Kunca falta en los principes
:ntar su hacienda, decían nuestros
je dejar de ser la ley el freno de
; njmca les faltan tampoco adula-
ligos de las libertades públicas, y
debe dejar ocasión de servir exciu-
i en daño del Estado; nunca, pues,
res de la libertad; y para que éstos
er que sean inviolables, siendo de
violabilidad no es en beneficio de
ados, sino en beneficio del mismo
nás ningún pais en que tan termi-
ido y reconocido estuviese el dere-
lacional. Si alguna vez, que pocas
del constitucionalismo catalán el
i su solemne juramento de guardar
leyes, faltando de este modo al
no bastaban las respetuosas y re-
inifestaciones que hacían para vol-
l1 extraviado príncipe, no vacilaban
á la cabeza del pais, en aclamar á
ircelona, y en jurarle fidelidad des-
ado las leyes, constituciones y li-
210 VÍCTOR Bt
Asi sucedió en tiempo de
y de Felipe V. En nombre di
seyó del trono á estos tres pr
res de las leyes y violadores
si bien es verdad que sucuml
y si bien lo es que los tres m
el trono, de] que se les había
patria, también lo es que sol
cruda y sangrienta guerra, d
supieron demostrar á cuántc
tereza y su amor á la libertai
El cronista Pujades dice ei
con esta frase podemos dar p
tículos: <E1 servir de los cal
no es servir, sino co-reinar.*
dría de CATALUÑA
EL CASTILLO
.BALLEROS DE EGAEA.
1. CASTILLO
3ALLEROS DE EGARA.
I.
importantes resultados á los estu-
oderna. Ninguna duda puede ca-
, de que Tarrasa fué la antigua y
siendo quizá la misma que Ptolo-
' la que, sin duda por error ó equi-
antes, se ha llamado en diferentes
ara. Exabra y Exatera.
Egara de todos era sabida. Nadie
eustido una Egara, á la que Ro-
:cho municipio y Roma cristiana
discordes andaban los autores en
je un dia se levantara: así es que
onian en Narbona, otros la situa-
>tros, finalmente, en Egea de los
celoso y docto cronista D. Jeró-
lizá el primero que, sacando á luz
ionio de las piedras escritas, pro-
. traducción de unas inscripciones
lápidas, que Egara había existido
' se levanta San Pedro de Tarra ■
ie él á robustecer esta opinión, con
lad, los F16rez, los Masdeu, los Fi-
214 VÍCTOR BALAGUEl
Ninguna duda queda ya del lugar
taada Egara; pero si bien los citado
afortunados en demostrar esto de i
les sucedió lo propio en averiguar s
y ruina. Su historia yace oculta en
blas amontonadas por los siglos bar
d6? ¿Quién la destruyó? Se ignora (
Pujadas colige, de una carta de i
te al año 978, que esta ciudad no f
neral pérdida de España, cuando I;
ros, y cree que debió conservarst
como Barcelona. Sin embargo , h
contextes en citar aquella época co
ción de Egara. Asi lo asegura, ent
unos Anales manuscritos que hemí
hojear ). Para este autor no quec
los moros, en la pérdida de España
Tarragona, pasaron adelante conc
blos hasta llegar á la ciudad de E
tan fuerte defensa y resistencia de
antes que entregarse prefirieron, ci
perecer entre los escombros y ruím
tiva. Destruida hubo de quedar en
salvándose sólo su fortisimo é in
como luego veremos, y desde aqu
era Egara arrasada se llamó Terr
marón el nombre de Terrasa ó Ti
modernas que hoy se levantan en
ocupado un día por la floreciente I
I Mmioria di la antigua ehidaá de Eg-
en el lugar donde lo está la villa de Tatrasa
pertenecientes i la historia eclesiástica y i I:
muy particularmente á CataluGa, por D. Jo!
nuscrito se halla en poder del ?r. D. Miguel
diputado provincial por el partido de Tairasi
— LOS CABALLEROS DE EGARA 215
sulenta ciudad la de Egara, no ca-
srias que de ella se conservan. FÍo-
lutes de la venida de Jesucristo,
npo de los fenicios, según parece,
de quienes heredaron sus naturales la industria en la
fabricación de sus manufacturas. Fué capital en tiempo
. de los cartagineses, y municipio en la época de la do-
l minación romana.
'■'* Su posición, en medio de un suelo poco fértil, pare-
I * cia destinarla únicamente para la industria y fabrica-
ción; as! es que, desde tiempos antiquísimos, sus mo-
radores se dedicaban con preferencia á la industria de
lanería, habiendo sido siempre muy celebrados sus arte-
I foctos.
A esto pudo muy bien contribuir la protección que
le dispensaron los emperadores romanos. Sus produc-
tos eran tenidos en grande estima y exportados á las
costas de Francia y de Italia, especialmente á Roma y
1 á Sicilia, donde los nobles se preciaban de vestir sus
Algunas lápidas que de la época romana se conser-
' manufacturas.
Algunas láp
I a vau, prueban la importancia y esplendor de la antigua
población.
I I Pero lo cierto es que reina una lamentable oscurí-
■ dad en lo que atañe á la historia iRilitar y política de
Bgara. Sólo tenemos alguna mayor luz tocante á su his-
toria eclesiástica. En tiempo de los godos fué silla epis-
copal, y no cabe la menor duda que su iglesia catedral
estaba donde hoy se hallan las tres iglesias de San Pe-
dro, Santa Maria y San Miguel, las cuales se edi&caron
de las ruinas de aquélla.
Se sabe haberse celebrado en su recinto un Concilio
el año 614. Fste Concilio, que parece fué nacional, con-
firmó las decisiones del de Huesca, celebrado en SgS,
, doade se establecieron dos cánones, uno de los cuales
VfcTOR BALAGUEI
le los sacerdotes, diáconos y
el celibato, y el otro, que tod
1 ánodos. Fué presidido este
itano Eusebio, y asistieron, '
Barcelona, Zaragoza, Geron
Lierza de grandes trabajos de
obre todo, á un importante n
el convento de padres Recol
rado saber que ya en 3i3 bab
ueron 25 los que ocuparon sui
dicha época hasta 684, por
entius, 3i3; Literinus, 35o;
zo; Iríneo, 465; Faticlus, 4;
s, 5i2; Taurus, 5x3; Nebrídií
oannes II, 586; Sofronio, '
i, 597; Ilei^io, 599; Celias II,
tus, 633; Godon, 643; Bací
('Ícente, 655; Juxtus, 670; Jí
habiendo memoria de más
; acabó Juan III, hasta 928
ilio, benedictino de Monserra
extinguida la Sede por la im
ña á principios del siglo viii.
da ya dicho que la tradición s
ira fué destriUfla por los mon
0 sus naturales una vigorosa
vasores. Hasta hja la tradicit
niéndoia en el de 714, según 1
tas del Dr. D. Segismundo
lies se nos ha facilitado copia
on con la ciudad de Egara hasta dejarla arrasada
rasa), no sucedió lo propio con el castillo, forti-
Imenar, baluarte inexpugnable, donde se reftigia-
1 héroes de la independencia catalana, conforme
á ver.
C&T. — LOS CABALLEROS DE ECABA 21?
II.
e Cataluña los moros, muchos habitan-
D al yugo de los invasores á ñn de no
hogares, mientras que otros muchos,
razÓQ en el fuego del patriotismo, co-
arse en los Pirineos con sus mujeres,
tesoros, para esperar la aurora de un
y criar allí á sus hijos, educándoles en
: amor á la religión del Cruciñcado, de
de sus padres y de odio á los invaso-
Los grandes valles de Cerdaña, Aran,
s, llenos de espesos bosques, de frago-
ie ignoradas cuevas y de ásperas que-
in un asilo seguro á los proscritos. Re-
mo los aragoneses en Uruel y en Cova-
8, fortaleciendo su espíritu con el aire
se respira en las montañas, robuste*
bros con las fatigas, las necesidades y
iraron á que llegase el día en que poder
ito sobre aquellos hombres de extraña
la religión y de extraños usos, que ha-
país.
de Egara y de sus inmediaciones, no
ad de ir á ampararse de los Pirineos,
de Egara les ofreció á todos uo asilo
refugiaron también con sus mujeres,
esoros, los que hasta el último trance
udad, y muchos habitantes del Valles
vecinos, arrojados de sus casas por los
gara y de los Pirineos debía partir á un
' grito de patria é independencia,
a el nombre de los caballeros de Egara
ue en aquel castillo s^icieron fuertes
218 VÍCTOR BALAGt
y temidos, consiguiendo que jam
pendón de la cruz en sus almena
fortaleza un baluarte inexpugnab
trellaron siempre las muslímicaí
los bizarros caballeros de la patri
piedad debiera llamárseles, no só
castillo cercos y asaltos, sino q
acometidas contra los pueblos vt
los moros, metiéndose de contini
muzas, cerrándoles el paso, «^
tines y rompiendo á menudo sus
Asi se mantuvieron, según tra
ochenta años, sucediendo los hiji
redando los menores la inquebr;
fortaleza de sus mayores.
No faltará quien ponga en di
por espacio de tantos años de un:
un país ocupado casi totalmente ]
misma tradición se encniga de e:
Varios sitios se ví6 obligado á
Egara; pero .siempre los moros, '
esfuerzos, acababan por levantar
Barcelona ó á otra de sus plazas f
ees ciertas épocas de respiro á lo
que aprovechaban aquellos momt
muras y proveer la fortaleza con i
nes vecinas, cuyos habitantes, al i
morisma, no habían renunciado
manos, siempre que para ello se I
Cuéntase que una vez el sitio ]
moros duró muchos meses. Ya qu
por la fuerza á aquellos bravos, si
hambre. Llegó un día en que el ;
tiadoras, creyendo que los egareí
nuados y desfallactdos por el han
HIST. DE CAT. — LOS CABALLEROS DE EGARA 21(
lamento ofreciéndoles honrosas condiciones de capil
lacién. Las condiciones fueron rechazadas, y el emt
jador moro pudo enterarse por sus propios ojos de t
los almacenes estaban llenos de víveres y los estab
llenos de ganados de todas clases. La abundancia i
naba en el castillo. E) parlamentario no pudo menos
mostrar su asombro. Los sitiados le llevaron á la ca]
lia del castillo, y enseñándole la imagen de la Virgí
esplendentemente rodeada de luces, le dijeron:
— No os admiréis sí, después de tantos meses, se ha
tan bien provisto nuestro castillo. Todo se lo deben
á la Reina de los Cielos, que está obrando para nosot:
este milagro.
Sin embargo, allí no habia más milagro que el
patriotismo. A fuerza de grandes trabajos y de mucl
penalidades, los sitiados habían abierto una mina ó (
mino subterráneo que iba á salir á dos ó tres horas
distancia, en un punto completamente ignorado de
conquistadores del pais. Por aquel conducto recibían
provisiones y las tropas de refresco que á veces les (
viaban sus hermanos de los Pirineos, con los cuales
taban en constante comunicación.
Asi cuenta la tradición que por espacio de ochei
años se fué sosteniendo el castillo. Lástima grande (
la carencia total de documentos y memorias escri
haga reinar tan profunda oscuridad en los anales
aquellos tiempos. Ni sabemos los nombres de los I
roes egarenses, ni cómo se gobernaba aquel pueblo :
refugiado, ni cuáles fueron sus hechos.
Sólo una cosa sabemos, y está afortunadamente ci
firmada por un documento auténtico que viene en a
yo de la tradición para que no pueda cabemos duda
haberse mantenido inexpugnable el castillo de Egi
durante el periodo de la invasión muslímica.
Más de tres tercios de siglo hacía ya que imperal
220
VÍCTOR BALAGUER
en nuestro país las armas de los musulmanes, cuando,
puestos de acuerdo los catalanes de Egara ó Tarrasa
con los que vivían libres en los valles pirenaicos y los
que gemían cautivos en Barcelona, decidieron ponerse
bajo la protección de Ludovico Pío, hijo de Carlomag-
no, ofreciéndose á reconocerle bajo ciertos pactos y
condiciones si les ayudaba á arrojar de esta tierra á
los invasores. Así consta en los preceptos de los empe-
radores francos, citados ya por nosotros en otra ocasión
y existentes en el archivo de la catedral de Barcelona.
En este documento, fuente primera de la historia ca-
talana á datar de la época de la reconquista, la existen-
cia de los caballeros de Egara está reconocida en aque-
llas palabras de gothos sive hispanos intra Barchinoftam
famosi nominis civitatem vel Tarrasium casUllum, etc.
Llamado, pues, por los defensores de Egara vino
Ludovico Pío, al comienzo del siglo ix, á poner su cam-
po sobre Barcelona, pasando los bravos catalanes que
se habían mantenido fuertes en Tarrasa á ayudarle en el
cerco y conquista de la que debía ser muy luego corte
y cuna de los condes barceloneses.
Tal fué el origen que tuvo la guerra de la reconquis-
ta y de la independencia catalana. Veamos ahora lo que
hoy ha quedado de aquel castillo célebre, cuna de he-
roicos al par que desconocidos varones.
III.
Así en Aragón como en Asturias, grandiosos monu-
mentos que atraen al viajero y fijan la atención del ar-
tista, indican el sitio que fué cuna de la patria indepen-
dencia. En Cataluña sólo señalan este lugar unos pare-
dones ennegrecidos que se van desmoronando. Lo que
se enseña en Tarrasa al forastero como castillo de Ega-
ra no es más que un resto escuálido, imperfecto y re-
—LOS CABALLEROS DE EGARA 221
élebre propugnáculo, donde acre-
nstancia fuertísima nuestros incli-
neas acabamos de visitar los restos
rtaleza. Apenas queda nada,
ínas se levantan á orillas del pin-
lado Valle del Paraíso, y por lo que
: conservan algunas paredes negras
esparcidas acá y acullá, se ven las
saeteras, algunos restos de ven-
arranque de muro. Es ya imposi-
de las murallas coronadas de al-
rreones y flanqueadas de torres cir-
ios que dicen ser vestigios del foso,
rada dos hendiduras ó largos tra-
5 pared que, al decir de las gentes,
estuvo el puente levadizo. Sin em-
)s pareció que nada de esto debía
idía estar el foso ni allí tampoco el
no este castillo 6 la parte que de
iterio de cartujos en el siglo xiv, se-
iebió sufrir grandes alteraciones á
ara su nuevo objeto. Lo que hoy se
el monasterio más que del castillo,
su interior, he aquí lo que puede
aya parte superior corre una gale-
npida por recientes hundimientos,
rada y compuesta de veinte toscas
e columnas de iguales bases y ca-
que conducía á esta galería debió
a, pero es sólo un montón de es-
DS cuales se trepa para ir á contem-
TÍste aspecto que presentan aque-
cen aún en pie los cuatro paredo-
lario 6 capilla, hoy convertido en
332 TfCTOR B/
:orral de conejos. La piedra
sóveda, y en la cual se distii
[nuy buen dibujo representan
izotado por dos sayones, sir\
as gallinas.
Muros agrietados, arranqu
uas destrozados, ventanas ro
ligios de almenas y de torres
;ados por modiücaciones hei
7 escombros, he aquí lo qm
valuarte de la milicia cristia
:odas partes en el interior c
lando de un modo lúgubre y
lesiertas galerías como si lat
En un ángulo, y en una r
;lada con restos antiguos, viv
:uidado está la conservación
pertenecen hoy á los señores
Idea muy equívoca tendrí
Je lo que era el antiguo casti
tes en el día. La fortaleza di
lebía extenderse en vasto rae
i las ruinas, y de seguro qu
abrador remueven hoy tierr;
:imientos del castillo.
La tradición, única antorc
jiparse un tanto las tiniebla
isunto, nos dice también que
le profundos fosos, los cuales
lo convenía, y que en cada
ina fuertísima torre, de las
iestruida por un rayo, y la;
1 Cuando vishú el autor est« casi
a en que se escribieron estas lineas.-
-LOS CABALLBROS DE EGARA 233
mandadas derribar hasta la mi-
zar ruina, por el marqués de Sen-
0 habia ido á parar el edi&cio.
3, tradición, recogida de boca de
itor de un viejo manuscrito, que
vino una gran tempestad, ácon-
la Riera de las Arenas, vecina á
nadre, inundando los campos de
Pedro, y dividiéndose en dos bra-
esia de San Pedro, abriendo dos
:olaterales que luego vinieron á
ribando con la avenida gran par-
itiguo castillo. Este barranco es
ó y continúa llamándose todavía
sufridas por el tiempo acaban de
lente, y, imido esto á la carencia
itas, hace que no pueda formar-
: era el antiguo castillo, el cual,
ner gran extensión y abrazar un
emos de haber servido este edifi-
cartujos se deben al Dr. D. José
:n su libro titulado Primer instttu-
: de la Cartuja, impreso en 1792.
>or los años de 1344, habiendo
lesión de D. Ramón de Calders
Doña Blanca de Centellas, hija
lo de Centellas, señor de la villa
Alemanda, su mujer, de la casa
iirra, deseosa de ofrecer parte de
)lvtó fundar una Cartuja, y para
e poseía en Tarrasa y era el mis-
le tantos años se habían mante-
ros de Egara.
VÍCTOR SALA'
el deseo de
¡ de grande!
se con serval
los batallad
:o asilo de í
idación el V
>o, por habf
a hablado y
repentinanit
il que el vul
■dís.
años la nob
)lo durante >
os cartujos;
a desarrollo
Montealegr
igustinas, >
lidas las órd
uelve á sabí
de los man
■ecientemem
ticias que,
emientes al
icia. De es
Ividadas y c
ios, arranca
Cataluña i.
« d« D. Segisn
lio Rodú. se \i
dal; D. Felipe
IOS los han faci]
évenlts estas I
*
^r^ -t;
HISTORIA DE CATALUÑA
EL REY D. JAIME
Y EL OBISPO DE GERONA
TOMO XIX 15
EL REY D. JAIME
Y EL OBISPO DE GERONA.
I.
Es un hecho cierto y positivo, por más que haya
autores, veridicos en otros puntos, empeñados en ne-
garlo, que, á principios del año 1246, el rey D. Jaime
el Conquistador mandó cortar la lengua al obispo de
Gerona, Fr. Berenguer de Castellbisbal. En vano cier-
tos cronistas han procurado hacer que se olvidara este
suceso negándolo, refutándolo 6 falseándolo; pero todos
sus esfuerzos han sido inútiles. La verdad acaba siem-
pre por abrirse paso.
Zurita se vio obligado por la censura oficial á borrar,
en su segunda edición de los Anales, el pasaje que rela-
tivo á este suceso habia impreso en la primera; Abarca
escribió largas páginas tratando de demostrar la poca
consistencia y la falsedad del hecho; otros autores, cor-
tesanos de la mentira, han lanzado los rayos de su ira
contra los que, apóstoles de la verdad, han intentado
poner este suceso en claro. Sin embargo, hoy no puede
caber ya la menor duda. La critica histórica demuestra,
con severa lógica, que el hecho es indudable.
Lo que todavía está oculto bajo un velo hasta ahora
impenetrable, es la verdadera causa que impelió á
D. Jaime á hacer cortar la lengua al obispo de Gerona.
vfCTOR BALAGUER
ce como lo más cierto, que i
ae el rey le habla coañado en s
quiso el monarca castigarle
pecado; pero se ignora en qi
pues aun cuando algunos h
lo por el obispo fué el matrimí
n Doña Teresa Gil de Vidau
ilace no pudo realizarse hast
de la muerte de la reina I
os que vayan tampoco más ac
que la revelación del obispe
! D. Alfonso, primogénito di
itribuci6n de la Corona que el
ida.
lecho es que el rey mandó
i á Fr. Berenguer de Castelil
lespués de esta sangrienta mi
no Pontíñce, dándole cuenta
tenido para proceder tan c
I y pidiéndole ser absuelto. E
conocido; pero sí lo es la co
ncio IV, dada en Lion, de I
las de Julio del año III de si
de 1246), la cual transcribe
sacándola de la librería VatJi
Epístolas del papa Inocencio,
que transcribimos por ser el :
la noticia, dice asi, traducido
ocencio, obispo, siervo de lof
: Aragón, espíritu del más sí
leídas tus letras, ocupó nuest
) asombro por la enormidad
¡aban; pues afirmaste que nu
Berenguer, obispo de Geror
Ma alcanzado tanta autoridí
BlPlii. --^''
HIST. DE CATALUÑA — EL REY D. JAIME 2 29
jera tenido como el más honrado entre los mayores;
pero que después, como tú añades, siendo traidor con-
tra tí, tuvo la osadía de revelar cosas que tú le habías
descubierto en el fuero de la penitencia, y también ha-
bía armado contra ti otras muchas y graves máquinas,
por lo cual le mandaste salir luego de tu reino; y ha-
biendo él alcanzado allí la dignidad episcopal, tú, en-
cendido con el calor de la ira, le hiciste prender y con
mandato sacrilego quitarle parte de la lengua. Asi nos
pedías que mandásemos salir de tu reino á dicho obis-
po, y á tí y á los partícipes en consejo, ayuda 6 ejecu-
ción, se diese la absolución de tan gran delito i.
Hasta aquí el primer capítulo de la epístola. La suma
de los otros consiste en decir: que concede al rey Don
Jaime la grandeza de sus virtudes y hazañas, manifes-
tándole el amor que por ellas y las de sus predecesores
le tiene el Papa sobre los demás príncipes católicos, y
que en esta medida era el dolor del escándalo con su de-
lito ocasionado; que no debía su real prudencia haber
creído ligeramente en delito tan inverosímil de su con-
fesor, y no fácil de probar, ni cuando se probara podía
ser castigado del rey, sino del mismo Papa; que no es-
taba el rey en disposición de recibir la absolución, pues
le duraba el rencor contra el afligido obispo; y que, por
fin^ le exhortaba al arrepentimiento de sus culpas, y á
que, conforme á los saludables consejos que le daría el
penitenciario Fr. Desiderio, que le enviaba, satisfacie-
1 £n el cuerpo de esta Historia de Cataluña insertamos algunos
párrafos de esta epístola. £1 cronista de Gerona, en su obra Gerona his^
iórko-monununtal^ con una ligereza que no queremos califícar. tachado
falsa la epístola citada por nosotros. "Permítasenos, dice, dudar, no di-
remos de su autenticidad, sino de su existencia, Ínterin no podamos leei-
la por nuestros propios ojos. . Puede leerla cuando guste en Odorico
Rainaldo, y traducida del latín en la Historia de Públet^ por Fínestres,
lomo Il,pág. 277-
V/CTOR E
ios y á la Iglesia para no perder el reino eterno
istcrilega tiranía de aquella sangrienta ejecución.
as cosas se deducen del contenido de esta epis-
itre ellas, que Fr. Berenguer reveló un secreto
esión; que la revelación de este secreto fué an-
su nombramiento de obispo y, por consiguiente,
r á los amores del rey con Doña Teresa Gil de
a, y también á los sucesos que dieron margen al
miento del príncipe D. Alfonso; que D. Jaime,
desterró al fíaíle por la revelación del secreta,
r estar urdiendo tramas contra él y por acaudi-
zi alguna parcialidad ó algún bando que ponia
Üictos al reino, y que no se lanzó el monarca á
: por sí y ante sí la captura del obispo y su bár-
utilación, cediendo sólo á los impulsos de su co-
no que tomó consejo de los barones que le ro-
ible fué la sentencia: bárbara y cruel, más que
;; pero criminal y gravemente criminal anduvo
rdote indigno que ante Dios y ante los hombres
de aquel modo á la santidad del Sacramento,
glesia no tenía perdón para el rey que mandaba
tr la lengua al monje por haber revelado un se-
le confesión, tampoco debía tenerlo para aquel
y que más adelante castigaba un delito político
cer beber á los reos el plomo derretido de la cam-
ue les llamaba á consejo.
II.
aria el sencillo documento de que hemos dado
en nuestro anterior artículo, para dejar sentado
b^erdad irrecusable el suceso de haber mandadt
D. Jaime cortar la lengua al obispo de Gerona
relación de secretos que le había descubierto e
HIST. DE CATALUÑA — EL REY D. JAIME 23 1
monarca en el fuero de la penitencia. Sin embargo, por
sí acaso esto no bastaba, Finestres^ en su Historia de
Poblei, apéndice á la disertación XI, tomo II, nos da
importantisimos detalles, que comprueban y particula-
rizan el trágico acontecimiento, copiando varias es-
crituras que extrae del proceso de reconciliación del rey
D, Jaime, cuyo proceso parece que se conservaba en el
archivo de dicho monasterio.
Por estas escrituras se ve que, recibidas las letras
exhortatorias del Papa, avínose el rey á seguir los con-
sejos de su penitenciario Fr. Desiderio, haciendo pú-
blico el reconocimiento del delito cometido y el propó-
sito de satisfacer á la Iglesia, con escritura que otorgó
en la ciudad de Valencia el 5 de Agosto de 1246, la cual
comienza asi, traducida del latín:
•Nos Jaime, rey de Aragón, por consejo y exhorta-
ción de Fr. Desiderio, penitenciario del señor Papa,
reconocemos habernos excedido gravemente en el he-
cho de la mutilación de la lengua del obispo de Gero«
na, y haber enteramente ofendido á nuestra madre la
Iglesia. Por tanto, doliéndonos de lo hecho, contritos
y humillados, pedimos perdón á Dios y al Sumo Pon-
tiñce, su vicario en la tierra, t
Sigue ofreciéndose á pedir perdón al ofendido obispo,
á levantarle el destierro, y, en satisfacción del delito, á
construir un hospital, á terminar la abadía de Benifazá,
de la Orden cisterciense, ya comenzada, ó á dar algu-
nos réditos á la iglesia de Gerona, según lo que al Papa
le pareciera mejor y más conveniente. También se ofre-
ce á reconocer su culpa en junta de prelados, nobles y
ciudadanos de sus reinos.
D. Jaime envió este documento al Papa por conduc-
to de Fr. Arnaldo de Peralta, obispo de Valencia, al
que nombró para este caso su embajador, y lo acompa-
ñó-con una carta, que también traslada íntegra el cita-
232 V1C1
do Finestres, en la cual protesta de su
to, manifestándose dispuesto á hacer c
ordenare en desagravio de su enorme d
por pedirle la absolución.
A estas cartas contestó el Sumo Po
fechada en Lión, á 10 de las calenda
año IV de su pontificado (22 de Setii
comisionando á sus legados Felipe, ob
se, y Fr. Desiderio, para que en su r
sen al rey luego que hubiese dado satif
sia y al agraviado obispo.
Los legados del Papa presentaron la
cas al rey en la ciudad de Lérida, dor
hallaba, y D. Jaime, antes de recibir la
en la iglesia de religiosos franciscanos
el acto de perdón y reconciliación con
roña, como es de ver en la escritura q
ducida:
■ Antes de nuestra absolución, delar
mos y venerables y discretos varones ol
se y Fr. Desiderio, nuncios del Sumo
gregada toda la multitud, asi de prelado
en la ciudad de Lérida, en la casa de Ii
res, perdonamos de puro corazón al ob
sobre todas las cosas por las cuales ha
nuestra ofensa, y al mismo damos en ;
seguridad. Dada esta escritura en Lé:
calendas de Noviembre, año 1246.1
Concurrieron á este acto público, á
de Camerino y Fr. Desiderio, legado:
arzobispo de Tarragona, los obispos de
gel, Huesca y Elna, muchos magnates
Cataluña, y varios ciudadanos principa
Luego que el rey hubo firmado el 1
procedieron á absolverlo los legados po
I CATALUSa — EL REY D. JAIME 233
ncia que hubiese de terminar el mo-
la, dando para la f Jbrica de su igle-
plata, y bienes suñcientes para que
se en él hasta 40 monjes, en vez de
edificara; que completase la dotación
1 Vicente de Valencia, hasta que tu-
il de 600 marcos de plata, y que fun-
lapellania perpetua en la catedral de
lel suceso que tanto escándalo hubo
, y que á tan diversos y contradictor
ado lugar después.
^„ u\ obispo gerundense, Fr. lierenguer
de Castellbisbal, se sabe que falleció fuera de su dióce-
is, en Ñapóles, el año de 1254.
CATALUÑA
lE POBLET
•BLET.
lisíma amiga
'oblet, hace p
isar en V. P(
lé profunda, t
s á las de mi
, . b >.. papel mis im
siones y recuerdos-
Al llegar á mi casa de Madrid, de regreso de aq
venturosa excursión, busqué con afán algo que n
daba haber escrito sobre Poblet, allá por los añc
i85o nada menos. No sin dificultades alcancé un e
piar, y con viva curiosidad y mayor emoción pú;
á leer, á devorar mejor, las páginas que escribí
treinta y cuatro años.
Pareciéronme detestables, lo digo en crudo, y
cebí en el acto la idea de modificar aquel trabaj
más bien escribir otro nuevo. No será mejor que i
probablemente, así lo temo; pero probará, cuando
nos, qué conozco mis errores y busco la enmienda
Deseo amparar esta nueva obra mía con el noi
238 VÍCTOR BALAi
de V., mi noble y bondadosa amiga. Quiero que el pa-
bellón cubra la mercancía, y que su nombre, por ser de
tan ilustre y discreta dama, salve la obra.
A más, ¿cómo no dedicar este escrito á la que fui
nuestra compañera y tomó parte en la excursión; á la
que, abandonando las delicias y comodidades de su es-
pléndido y suntuoso hogar, no vaciló en acometer las
fatigas y molestias de un viaje penoso y verdaderameo-
te anormal en la estación presente?
¿Recuerda V., amiga mía, cómo surgió la idea de
nuestra expedición?
Habiamos inaugurado ya nuestra Biblioieca-Musto de
Villanueva y Geltrú, y para honrar al ilustre académi-
co D. Manuel Cañete, gloria de nuestras letras, que
había asistido á la ñesta en representación de las dos
Reales Academias Española y de la Historia, su her-
mana de V., ese ángel de amor y de bondad que se lla-
ma la marquesa de Casa Sama, nos habia reunido á to-
dos en su hogar patriarcal y en torno de la mesa ben-
dita donde su noble esposo tiene el placer indecible de
ver congregada su numerosa y querida familia.
Conozco bien, V. lo sabe, aquella casa de beodición.
No soy en ella el huésped. Soy el amigo, el miemlm
de la familia que es siempre esperado con impaciencia,
recibido con alegría, despedido con pena. Conozco bies
aquella casa. Se me imagina que es la mía, y al entrai
en ella, sobre todo cuando llego con el ánimo afligido,
me parece respirar los aires de paz y de serenidad que
dan vida al cuerpo y salud al alma.
Aquel excelente, y llano, y modesto marqués de Casa
Sama, que á tan gran corazón reúne tan agradable tía'
to; aquella bondadosa señora tan amante de sus hijo!
y tan devota á los suyos; aquellos hijos tan tiernos
respetuosos para con sus padres; aquel hogar de ta
sencillas y patriarcales costumbres, que recuerda 1
.uSa^i.as ruínas db poblet 239
tradicional y antigua llar catalana; aquella serena tran-
quilidad que se respira y siente al entrar en aquel tem-
plo de familia, todo esto me atrae y fascina de tal ma-
nera y con tan poderoso encanto, que sólo me resig-
no á mi tempestuosa vida política de Madrid, para
considerarme con derecho á gozar del placer inefable
que siento cada verano al llegar á aquella casa, r^ue Dios
bendiga. £s algo parecido á lo del viajero que tras de
un largo y penoso viaje á pie por abruptos y áridos ca-
minos, bajo los rayos de un sol abrasador, llega de pron-
to, sediento y fatigado, á una fresca y apacible fuente
donde arroyos murmurantes le brindan al descanso, y
árboles frondosos le ofrecen el regalo de su sombra.
Pero vuelvo á anudar el hilo de mi relato.
¿Recuerda V., repito, cómo nació la idea de la expe-
dición?
Estábamos á 28 de Octubre y en torno de la mesa de
los marqueses de Sama.
Manuel Cañete hablaba de nuestro viaje de regreso á
Madrid, y deploraba no tener tiempo para ir á visitar
las ruínas de Poblet.
— Pues es preciso tenerle. Poblet vale la pena, — dijo
OQo de los comensales.
—¿Y si fuéramos á pasar la próxima noche de difun-
tos en Poblet, junto á las tumbas de los reyes de Ara-
gón?—dijo alguno, no sé quién.
¿Fué V., señora mía?
La idea brilló como un rayo de luz. Tan excelente
hubo de parecer, que se recibió con un grito unánime
de aplauso, y se impuso como se imponen las cosas que
llegan al alma: sin discutirse.
La expedición quedó arreglada aquella misma noche,
y comprometidos los expedicionarios, de los cuales, con
gnm coBtentamiento de todos, se decidió V. á formar
parte.
24*» VÍCTOR BALAGUl
No he de olvidar fácilmente aqi
años, y lo recordara aún.
Recuerdo cómo fuimos en numi
cibir el hospedaje con que nos bri:
ciano D. Miguel Clavé, ofreciénd<
po junto á las ruinas. Recuerdo q
su avanzada edad acompañarnos, i
los honores de la casa en su nom
á su ilustre yerno D. Casimiro Gi'
nado de su hijo, gallardo y exceleí
dispensarnos una hospitalidad tan
tan suntuosa, que no parecía sino
gar á unas ruinas, habíamos llega
lentas mansiones feudales de otras
sentarse grandes comitivas, inopit
to, encontraban cómodo albergue
para todos.
Recuerdo también todas las sor
cantos de aquella hospitalidad am
á nadie, como si nos halláramos <
losa y abastada. Y recuerdo, por fi
nes á las ruinas, nuestra misa soh
por el P. Llanas en la solitaria
nuestros paseos por el monte á la
tes arroyos, y nuestras fraternali
con el discreteo de animados coloq
V. como reina, y señora, y dam
mientos.
Pero por gratos que estos recue
que á todos domina y supera á tot
gada á Poblet. ¿No es verdad, sen
Eran el día de difuntos y poco a
che cuando por vez primera penei
La noche estaba oscura y borrase
al día, y ráfagas violentas de aii
HIST. DE CATALUÑA— LAS RUINAS DE POBLET
berír nuestras ñ%ntes, atizando la llama de la:
chas con que los guias alumbraban nuestro cam
avanzado de la hora; las sonsbras y misterios d
che; las grandes masas negras de los montes >
que parecían á través de la oscuridad abalanzan
nosotnss; las siluetas de los muros y de las toi
bajándose confusamente á nuestra vista; el he]a<
to que llegaba de las ruinas como para trae
humedad y la frialdad de los sepulcros; la misn
Jante llama de las antorchas, que sólo parecía lu
que pudiéramos ver mejor las tinieblas: todo es
do á la santidad y tradición del día, nos ímpre
de una manera singular y desusada.
Los que pocos momentos antes, congregad!
triclíneo de la casa Clavé y en tomo de la abi
mesa del huésped, saboreando el aromático café
gftimo veguero, nos entregábamos á todo el bi
expansión del regocijo, íbamos entonces, mud
lenciosos, recogidos y encerrados en nuestros
mientos, avanzando paso á paso y acercándon
temor más aún que con respeto, á aquellas mí
nos atraían con la ardiente curiosidad que insp
lo desconocido y todo lo misterioso. Si alguier
ees, desde cualquiera de las apartadas Masías, >
vemos pasar á semejante hora de aquella noch'
Ituitos, silenciosos, envueltos en nuestras cap
entre la doble hilera de guias con sus encendid
debió creer que los muertos, salidos de sus tumi
daban vagueando por el monte á la luz de fue
tuos.
De esta manera llegamos á la puerta del mon
y alguno hubo de asombrarse no encontrando
de pie, y vivos dentro de sus enmalladas cotas 3
armaduras, á los nobles caballeros catalanes 3
neses que, despertando de su sueño de siglos y i
TOMO XIX I
24a VÍCTOR B»
nando sus lechos de piedra,
]ir que los profanos invadier
lescanso eterno de los reyes
tno habían de presentarse á 1
inermes y curiosos, si un día
bas que, blandiendo la tea ir
:ida, fueron á profanar las
allí dormían?
La oscuridad era profunda
la puerta que diera un día i
del rey D. Martín, dos encoi
mánica que comunica con el
itrás nuestros guías con las :
medio de las más profundas
retroceder ni avanzar.
No podíamos explicamos 1
íbamos ya á llamarlos, cuan'
:er una luz roja; y entonces,
xanas de la tierra, por sobre
íiechicería, se presentó á nu<
jerbio, esplendente de luz y
neante como en medio de ui
ravilloso y monumental ciau
Todo era obra de un rojo
le nuestra comitiva mandar
lernos.
No recuerdo haber tenido 1
Así apareció á nuestros oj
no por arte de magia, aque
le personas vieron y con ocie
:a, cuando el pincel de un ar
eatro para la magna escena
jcrío. Así es como se nos
:Iaustro del siglo xui con tod
le arte; con sus esbeltos pila
JNA — LAS RUINAS DE POBLET 243
iteles, y rosetones, y calados; con
en mitad del patio; con los lien-
enos de severos sepulcros; y allá,
Ella en arco semicircular que daba
estancia donde los Monjes Blan-
• y de los fuegos de Bengala reco-
las ruinas de Poblet, y todo lo vi-
prisa y de pasada; que, aun cuan-
3 más detenida visita para la ma-
uz del día, no queríamos perder
: aquella noche. Y era que, domi-
>s retornos de añejo entusiasmo
nos, no ya un deseo, sino una ne-
isitando las ruinas de aquella ma-
i, con el misterio, á la luz de las
nugir del aborrascado viento, que
TÍas y en las estancias, remedaba
uosos cantos de los monjes en el
, „ ¡s gemidos de víctimas infortuna-
das, y otras, por ñn, los descompasados gritos de mu-
^ cbedumbres entregadas á la orgía de las bacanales,
como si quisiera asi familiarizamos con los secretos de
las tres épocas más caracterizadas del cenobio cister-
ciense.
¡Qué expedición la nuestra, señora míal No ha visto,
no, ciertamente, las ruinas de Poblet quien no las haya
visto como nosotros, á la luz de las teas, al rumor de
la tempestad y en la noche de difuntos.
Entramos en la capilla de San Jorge, joya preciosa
del arte gótico, donde doblaban los monarcas su rodilla
f antes de penetrar en el recinto; descendimos á la igle-
sia de Santa Catalina, que tiene algo de cripta, manda-
da edificar por el conde de Barcelona, D. Ramón Be-
leoguer IV; pasamos por junto al que fué palacio aba-
244 VÍCTOR BAL
cíal, del que casi sólo queda i
con ventanas sin postigos ni ce
cuencas de ojos sin pupila; ati
tral, abierta entre dos torreont
jambas y dinteles se destacan i
y Cataluña, y la tradicional fa
nos sentamos á departir unos
junto al saltante surtidor qui
centro vertiendo el agua por
cadas y mudas, sobre labrada
destruidas y rotas; visitamo!
lenta aún en sus tres naves, <
das, en sus ventanas, coluí
opulencia del arte; penetramc
donde entre códices precióse
valia, se guardaban todos ai
biertas, afanosamente buscad
con las armas y el nombre dt
los legó al monasterio; subin
yantar por el rey D. Martín,
de éste antes de habitarlo y f
su muerte, pareció destinar I
y eternas soledades; atravesa
ríos de los monjes, y bajamo:
llamada Iglesia Mayor.
¡Qué grandeza aún y qué i
La luz y el aire penetran a
recieron los cristales de color
ventanas modiñcaban las luc
eos altares que la poblaron, <
llamas; desnudos y agrietadc
ros; los murciélagos anidan e
dos de sus columnas; ya no i
les sillones de su coro; los re
sacrilegamente profanados, ;
U.UÑA— LAS RUINAS DE POBLBT 3^5
:os, la imagen venerada de la Virgen,
is espadas desnudas no custodian la
icienso en aromatizantes oleadas no
ar las bóvedas; ya el órgano no llena
i el espacio; ya no resuena el pausa-
to de los monjes. Todo está desierto,
lo está profanado, y, sin embargo,
ajestad y grandeza; todavia el ánimo
;e, impresionado por el sentimiento
tres airosas naves de aquel templo y
forma de cruz latina, con sujeción á
e1 artíñce, como si hubiese querido
prever que, aun desapareciendo todo, imágenes, cruci-
fijos, emblemas, reliquias, leyendas, lienzos, esculturas,
lodo, allí debia permanecer siempre, mientras quedase
en pie un solo palmo de muro, la santa forma de la cruz
de nuestro Redentor divino.
Por instinto ¿lo recuerda V.? fuimos á agrupamos
todos junto al sitio donde existen los destrozados se-
pulcros de los reyes de la Corona de Aragón, que allí
pensaron dormir su sueño eterno, rodeados en muerte,
como lo fueron en vida, de sus proceres más altos y
más renombrados barones.
Efectivamente, alli se leen aún, en aquellas rotas lá-
pidas; allí se ven aún, en aquellas mutiladas estatuas
que andan á trozos por el suelo, los nombres y los he-
chos, las efigies y los trajes de cien nobles caballeros,
de la Corona de Aragón que, al estremecer la tierra
bajo la uña de sus corceles, extendían por todo el uni-
verso mundo la fama de sus virtudes y de sus hazañas.
Esparcidos por los claustros y las capillas estaban los
panteones y monumentos fúnebres de algunos condes
de Üi^el, la ilustre familia que por lo alto y antiguo de
su nobleza rivalizaba con la casa de Barcelona, y que
fué á extinguirse desastrosamente en el castillo de Já-
24^
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de
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uña
-LAS RUINAS DE POBLET 247
;bres privilegios de la Unión,
er reyes: allí D. Femando de
quien hubo de dar derecho y
aspe, acto el más alardoso de
registra nuestra historia: alli_
mquistador de Ñapóles y res-
quien se duda si fué más agu-
ida, y que suspendió el saqueo
o patria de Virgilio; allí Don
r sembrado tantos vientos re-
, provocando el levantamiento
palabras imprudentes de la ira
rie: allí D. Martín el Humano,
ijos abrió ancho campo á los
"fin, entre todos el primero,
, de quien todo lo que de más
, dicho con sólo pronunciar su
imorable en las eternidades de
lescansaban sus esposas y sus
icipes; á sus pies las familias
le la casa real; en tomo y por
de las naves, las damas y ca-
dejaba de ser ciertamente sin-
icontrar en aquel sitio, unidos
erte, á muchos que durante su
toda la crueldad de sus odios
anes y sus bandos. Así se vela
la soberbia castellana esposa
:liz é infortunado príncipe de
uien tan fieramente persiguió
o hubieron de dar yerbas, se-
Igunas pobres reinas junto á
ie su corte que les habían ro>
y la paz del tálamo; as! se en-
248 VÍCTOR BALAGUER
contraban, mirándose aún con ira;
ojos de piedra de las estatuas ergui'
soleos, los caudillos que con sus b:
turbado cien veces la paz del reino.
Aquello era un pueblo de sepulcr
muertos. Allí estaban todas las gra
en el sejio de todas las majestades
allí también, en medio de aquel si
soledad; allí, donde todo estaba ft
allí, en el seno de toda aquella mu(
bargo, algo que vivía con toda la e;
vida poderosa, algo que hablaba coi
las tempestades y de las multitudes,
mado, parlante, prócero: la hístori;
Aragón, que allí se hallaba con sus
res, con sus libertades y parlamente
capitanes de épicas hazañas, sus ju
de romanas virtudes, sus leyes don
de las pasiones, sus flotas domeñan*
mares, y su progreso y su civilizacíi
la eternidad de su gloria.
Largo espacio de tiempo perman
dad de aquellas ruinas, vagando uní
por entre los escombros, agrupando
que acertaba á cautivar nuestra atei
ra de las maravillas del arte que allí
ya nos entretuviera con las legenda
las históricas gestas que recuerdan
lias expoliadas tumbas ó de aquellai
Fué entonces cuando, entre divi
sos, oímos contar á un compañero i
Pero no, no puede ser, debo habc
verdaderamente contar? ¿Fué engaf
oídos, 6 ilusión ahora de mis recuei
¿Será cierto lo que nos contaron?
TALUNA — LAS RUINAS DE POBLBT 249
ado? ¿Es cierto, es verdad, señora? —
'¿eS' cierto, es verdad lo que junto á
ras, á la luz de l.is teas y en la noche
i contaron?
Edgardo Foé en sus fantásticos cuen-
i alemanas con sus sombrías y deli-
oyeron contar, ni escribieron jamás,
os monjes habían desaparecido arras-
Lcnta revolucionaria, ya las llamas del
evorado los altares, ya Poblet habla
;o; pero todavía estaban allí, respeta-
:ólumes, las sepulturas de los reyes
no una hueste; una facción de migue-
repente para vivaquear en aquellos
s que alli acampaba, la tropa estaba
y de concierto general y común acuer-
>s pasar la tarde entregados al ínocen-
;go de los bolos.
1 sitio elegido. Las sepulturas fueron
ertos convidados á la ñesta. Los su-
vestimentas, las cotas de malla, los
erte, todo quedó esparcido por el sue-
e poca monta, abandonado,
inteón de la derecha hallaron un es-
ira realmente el de un gigante: el de
agón.
al atrio y colocáronle de pie, á la puer-
2ado de brazos, con un fusil en ellos,
h'igilancia para que nadie fuera osado
1 juego.
^tre bulla y algazara.
Ds reyes de Aragón y de sus magna-
VÍCTOR BKUi
n de bolos. Los crár
^ de sus barones sirvieron
asi fué como durante la
de verano, se concertaror
e sus ocios los descendient
¡uellos almogávares, que
latar los suyos conquistai
a y Cerdeña, y Constantii
de Aragón.
aquí termino ya, señora r
ndole me permita ponerla
) entregar al público bajo 1
n discreta dama y tan cari
II.
L> leyenda de ]
ómo, y por quién, y de t
dioso monasterio de Poblel
y de extraños, maravilla d
: ruina y recuerdo vivo d<
. quién debió su grandeza]
todas estas preguntas coi
idera leyenda con su histo
/ con su crónica también '
Tmítase, pues, al historial
lisión, deje campo al ley
i, que recorres las ruinas {
ano para que él te cuente
idición ó la historia de los c
(jos ó más te impresiona!
ti, no para los eruditos ni ]
;lla dama, la que lees esta
TALUÑA — LAS KUINAS DE POBLET Z5I
na y manera que hacerlo solía el viejo
:motas mocedades,
s del siglo XII.
^turana se elevaba sombrío y negniz-
nencia, dibujando en la sombra, á la
el alba, su triple línea de almenas y
es. Las tinieblas, que parecían reti-
nte ante la proximidad del astro diur-
m aparecer el castillo en toda su im-
¡a majestad. La fortaleza se destacaba
gigantesco buitre posado sobre una
a una hermosa mañana, una de esas
: Mayo, llenas de perfumes, ricas de
is de poesía, como sólo las conocen
tan en países meridionales. La prime-
ara flotaba por encima de las tinieblas
disipar, como flota un velo blanco so-
; luto; las flores más maravillosas de
:nso, perdidas entre mares de verdura,
lente sus húmedos cálices; la brisa acá-
das yerbas que se mecían amorosas
os; los árboles balanceaban sus cabe-
5, y los céspedes extendían sus pere-
de terciopelo, sobre las cuales, á la
crepúsculo, llueven á millares esas
:as de rocío que aparecen como puntas
re tapices de esmeraldas,
en calma. Sólo se oía el paso monó-
i sarraceno que velaba en el muro, y
oso del viento acariciando el follaje.
L, pues, en que el silencio podía hacer
ivcrso todo yacía en profundo sueño,
; la torre del Norte se abría cautelosa-
)a80 á una mujer envuelta en un man-
252 VÍCTOR BU
to blanco como la nieve, que
á lo largo de la muralla.
No tardó en salir del prime
netrar en un ameno circuito (
se elevaba, poblado de árbol
mujer avanzando por aquel d<
rapidez. Cualquiera, al verla
tantes pliegues de su blanco í
murante ramaje, y deslizarse
ranjos y cimbreadoras palma
una ondina retardada que, so
matinales, corría presurosa á
ñeras, para con ellas sumei^ii
tal y de plata.
El sitio que atravesaba erf
sitio: magniñco jardín orient:
encanto, al suelo de Cataluü
perdido de su espléndida y eni
dores caprichosos dejaban cae
surro sobre marmóreas concl
rando; bóvedas de follaje deja
rayos del sol; senderos de fina
elevarse á sus costados murai
donde la rosa y el jazmín enU
Un reyezuelo moro, como t
España, Almira Almuminiz,
hecho brotar aquel delicioso
una árida montaña, para que
vorit'as les faltara nada en Ca
africanos.
Al extremo del jardín se al;
de pórfido y de mármol, plací
á cuyo alrededor crecían espe!
preses artísticamente éntrela
este pabellón, y después de h;
iTALURa — LAS RUINAS DK POBLET 253
e no la seguían, empujó la primorosa
[ue le cerraba el paso, y penetró atro-
el interior.
acostado en unos cojines de escarlata
ro, se levantó al verla; ella entonces
■noz que la cubría, y una mujer, supe-
a á toda idea, espléndidamente vestida
según la usanza árabe, apareció á los
e del pabellón.
iste hoy, Anhuba — dijo éste dando un
lia mora; — demasiado quizá. Mira: el
no una mancha de sangre en el hori-
eñalando por una ventana el espacio,
ozco que he tardado — añadió con voz
quien el desconocido había llamado
i me sorprendió en mi estancia, y por
lecirte que te amo. Te lo dije ya, Ro-
;ho. Pudieran sorprenderme.
■s. Todo está preparado para nuestra
igo.
:he, á la hora en que las tinieblas ha-
mitad de su carrera, te esperaré aquí
abellón, y con la ayuda de Dios aban-
itio infame.
s me hacen feliz, Rodrigo mío y,
iblo y vacilo Un secreto sobresalto
ón.
imada mía. En el extremo del jardín
echa, cubierta ahora con espesos ma-
facilita seguro paso á la montaña, y,
sta, el cauce del torrente nos condu-
>nada, sin ser vistos, hasta las prime-
;bIecÍto de Ullés. Una vez allí, mira:
Jicar por tres veces seguidas á mis la-
254 VÍCTOK BALAGUER
bios este silbato de acero, y poco tardare
nuestras órdenes, dispuesto á servirnos 3
lugar seguro, al hombre más activo, ra
más práctico de la comarca.
— ¿Y quién es ese hombre?
— Un pobre cazador que se llama I
hace ya un año, cuando me hallaba con 1
te guerreando contra los moros de T
suerte de librarle de un mal paso en qi
gado su vida, y entonces el agradecido c
presentándome este silbato; «Pobre soj
llamo Poblet, y habito en el pueblo de
día quisiera vuestra mala suerte, D. I
hallarais por aquellas cercanías en algíi
do, rasgad el aire tres veces con el ag
silbato, y aun cuando pasen años, cora
amigos estén en disposición de oirio, un
liarán con la rapidez de la flecha á VU'
tomé, y prometí apelar á sus servicios s
sión. No sabia entonces que bien pronti
ses, una miserable emboscada debía hi
manos del régulo de Ciurana, y que tra
tan cerca de los lugares que recorre lit
dor, debía languidecer diez meses, ata
del esclavo, y sentir crujir mis huesos t
un perro de Mahoma.
Y el noble Rodrigo inclinó su cabeza ;
te entre las manos.
—¿Y yo? — dijo tristemente Anhuba.
— ¡Ah! sí — exclamó entonces apasi
cristiano; — por fortuna Dios me ha env
ga carrera de sufrimientos y martirios
consolarme y templar mis penas.
— Esta noche seremos libres, amadi
joven mora tratando de apartar las ideas
A — LAS RUINAS DE POBLET 255
: Rodrigo; — esta noche cruzare-
jertad, uno en brazos de otro, y
la nos encuentre ya ante un altar
ianos, cuyos dulces preceptos y
ensenaste tú á venerar. Anhelo
;o mió: cada momento que pasa
eseo que la religión de mi ama-
lor y de esperanza, puriñqde mi
bautismo, como sus preceptos,
tus labios, han puriñcado ya mi
ahora en el caos de la idolatría,
na serás mia; mañana bendecirá
la altiva favorita del orgulloso
mpañera del cristiano caudillo.
ma ya en toda su pompa. Vete,
iba.
mado mío.
idosc en su manto, se deslizó li-
1, después de haber rozado con
amante esclavo,
ihuba, Rodrigo abandonaba á su
irtiendo en dirección opuesta,
lanto de la favorita había des-
las palmeras del jardín; cuando
de] todo los pasos del esclavo,
a escena extraña junto á aquel
io, poblado un momento por el
dos amantes.
no podía ser ciertamente causa-
ó sentir en lo más espeso de un
matorral vecino, cuyas ramas se agitaron lentamente
dando paso á una monstruosa cabeza de negro Tras
de la cabeza apareció un deforme cuerpo de enano.
Hubiérase dicho un demonio brotando del seno de un
monstruo.
256 VÍCTOR Bit
AI hallarse fiícra del matoi
como pudiera haberlo hecho '
sus miradas por todas partes; interrogó el silencio y U
profundidad de las matas, y, seguro de que nadie leí
veía, se lanzó presuroso tomando la misnoa dirección
que Anhuha. \
Dos horas más tarde, el señor de Ciurana y de todos
aquellos alrededores, el rey moro Almira Almuroiniz,
el más constante y más implacable perseguidor de losi
cristianos, hallándose en su estancia y sentado sobre
opulentos cojines, acertó á volver casualmente la cabe-
za, y vio, no lejos de la puerta, á un hombre respetuo-
samente encorvado, de tal manera que casi tocaba con
la cabeza el suelo. Largo rato hacia ya que estaba en
semejante postura sin desplegar los labios para no tur-
bar el recogimiento de su poderoso señor.
— Levántate, Hadkahadji, — dijo el régulo. ^
El negro se incorporó. ^1
— Dime — prosiguió Almira Almuminiz, — ¿quénotí-%^«
cias traes á tu señor? ^¿
— El cristiano y la favorita — dijo el negro con voz^*^
sorda, — se han visto hoy, como ayer, como anteayer,!
en el pabellón del jardín arromper el alba. P
— ¿Pudiste oir algo de su conversación? '
— Una VC2 me acerqué á rastras hasta la puerta iie^
cedro, y distinguí perfectamente la voz de Aohuba. 1 .
—¿Qué decía? pT"
— Hablaba en la lengua de los cristianos. >^
— Que ese perro esclavo le habrá enseñado. ¿Irá tam- V
bien mañana Anhuba á la cita?
— Probablemente.
Almira Almuminiz sacó un puñal de su cinto, y arro'
jándoselo al esclavo le dijo:
— Cuando vaya Anhuba á la cita debe encontrar ui
cadáver. Por hoy nada más — añadió, viendo que el nf
JA— LAS RUINAS DE POBLET 257
dando sin duda más órdenes; —
se ha de hacer con Anhuba
regale.
ilvaje gozo resplandeció en el
[ue recogió el puñal, retirándose
e, á hora ya muy avanzada, se
la mañana una pequeña puerta
o, saliendo por ella la misma
ito blanco envuelta. Tomó igual
el alba, y llegó á la puerta del
lí para respirar y reponerse un
L carrera.
más profundo, un silencio de
lo por el monótono compás del
nchas de mármol, y por la voz
) de la noche ¿umbando entre
la Anhuba por la calma que en
pujó la puerta de cedro y ade-
lantando la cabeza en las tinieblas, dejó escapar de sus
labios, como un eco débil, el nombre de Rodrigo.
Nadie contestó. *
La joven repitió el nombre con voz más alta. El
mismo silencio.
— No ha venido aún, — pensó la bella mora.
Y entró en el pabellón. Sobrecogida de miedo, trému-
la de ansiedad, Anhuba dio algunos pasos en las tinieblas
para sentarse en los almohadones que habia en el cen-
tro de la estancia, y esperar allí la llegada de su aman-
te. No tardó en hallar el asiento; pero al ir á dejarse
caer en él, su mano tropezó con otra mano helada como
un mármol, que descansaba sobre los blandos cojines.
Anhuba retrocedió despavorida, no pudiendo conte-
ner un imprudente grito.
T<»IO XIX 17
258 víc
Alguien había allí,
grito de la mora nadie
en el mismo aterradoi
se quedó clavada en e
00 sabiendo á qué atri
la habia estremecido:
ó á una espantosa real
La luna, que en aqi
un grupo de nubes in
sus abiertas ventanas,
Un hombre aparecíi
bre tendido en el diva
te, caídas las manos
abierta en el pecho; i
dáver de Rodrigo,
Anhuba quiso gritai
filé imposible; pero su
sus piernas, y cayó d
pálida como una muei
sensible en aquellos w
biese herido.
Medio tendida en e
to. Poco á poco la vi
calor á su corazón, el
viosa agitó por un br
puso repentinamente <
sorte.
Y se puso entonce:
vida, convulsa; sino t<
— Nuestro amor ha
paso y extendiendo si
pobre mártir, has reg
mi libertad. Pues bien
mino que me traza la
brecha ha sido abiertí
UÑA — LAS RUINAS DE FOBLBT 259
e tu silbato Yo atravesaré esa
ese cazador
: hacia la puerta, y ameimzando
añadió:
Ciurana! Tu antigua favorita ha
dirte cuenta de la sangre de su
ina hueste de cristianos.
L la frente el cadáver, registróle el
e del silbato, y recogiendo un pu-
el mismo que debió servir para
, salió del pabellón y no tardó en
Itdad de las sombras,
jara atrás el castillo; rato hacía
(lino indicado por su amante, la
a ventura, sin que supiera á pun-
a, dónde encaminaba sus incier-
;o, tenía confianza en Dios, en el
guía andando, venciendo las con-
), murmurando entre dientes una
plegaría que le había ensenado Rodrigo.
LI^ó un momento, no obstante, en que, rendida por
la emoción y la &tiga, sin fuerzas casi, Anhuba se de-
tuvo para tomar aliento y se apoyó en el tronco de un
árbol. Se hallaba en un paraje salvaje y solitario: la
luna beria una masa imponente de árboles que se alza-
ba no lejos de ella; todo estaba desierto; el viento zum-
baba con eco triste entre las ramas, y algún pájaro noc-
turno iba de cuando en cuando á pasar por junto á la
joven, haciéndola estremecer.
Repuesta ya algún tanto de su fatiga, la pobre joven
siguió su camino; pero no hubo de tardar en conven-
cerse de que se había totalmente extraviado. Se hallaba
en el centro de un fragoso bosque, y ningún sendero,
ni indicio de él, se ofrecía á sus pasos. En esto, ya el
alba comenzaba á sonreír.
26o vfcTOR BALAGUBR
Anhuba tuvo miedo, y pensando <]
cerca del pueblo de UUés, cerca de
zador, llevó por instinto el silbato ;
escapar, promediados por naturales i
disimos silbidos.
En seguida esperó.
Focos momentos después, un grav
ba en el bosque, y saliendo de entre 1
bre con la primera luz del alba apa
No era el cazador, era un ermit!
caía sobre su pecho, burdo sayal le
cuerda ceñía su talle, un palo corvo
AI ver aparecer aquel hombre, que
caba, Anhuba se hizo atrás. El errr
se detuvo también á. la vista de la i
Sin embargo, no tardó esta últiir
hombre que tenía delante era uno di
ceretas que, para cumplir un voto
iban las más de las veces á sepulta
de los montes para pasar su vida
penitencia. Así es que, recobrando:
mer movimiento, se arrojó á los p
Dios le deparaba y exclamó:
— iSanto varón, si sois un cnvia
radme!
— Pobre puede ser la protección de un cenobita, hija
mía — dijo con pausada voz el solitario; — pero antes,
explicadme esos silbidos que rasgaron el aire
— Yo los di, — dijo la joven.
— jVos!
— Sí; para llamar á un cazador que debe habitar no
lejos de aquí: el cazador Poblet.
— ¡El cazador Poblet! — exclamó lleno de asombro el
ermitaño. — ¿Y qué os mueve á vos á ir en busca del
cazador Poblet?
— LAS RUINAS DE POBLBT 261
I con expresión ingenua toda
1 favor de que gozara un tiem-
; cómo conoció al cristiano es-
go; cómo'füé iniciada por éste
gión; cómo debían partirjun-
al encuentro del cazador, y
ido en busca de su amante á
rándose sólo con un cadáver,
aun el juramento de venganza
o cuerpo de Rodrigo.
ido su relación, el ermitaño,
do, le dijo:
a! Ante vos tenéis el que bus-
o que la joven hacía un mo-
:azador, es hoy el ermitaño
tido en oración en mi solitaria
s os ha traído, oí la seña y co-
de dar un día al hombre que
presurado á acudir. Juzgad de
■to á una mora,
i? — preguntó la joven, que no
cazador convertido en ermi-
listoria que, á mi vez, voy á
1 retirado tarde á mi humilde
bajo de la jornada, y apresu-
idos miembros en mi lecho,
íscanso. Acababa apenas de
pulsos de una gran soñolencia,
de un trueno cercano me des-
claridad vivísima y espléndida
ion. Incorpóreme asombrado:
uave aroma
oro de voces
atural tenía 1
o, y con las r
elo, con el ce
icida, cai de i
aba hacer un
Una voz resi
do de la flech
:mbargo, peí
sola palabra
— en la cueví
e llegar en qi
de las casas d
¡da por el Sei
let, y bendice
etunibó entoc
iguióse el ar(
lé con la fren
Uciendo con t
i que se habii
ales mensaje!
a. Al síguiec
a cueva de I
egado al ayu
ado instante
■no.
es6 de hablar
á aquel hom
elegido por 1
ablet interruD
-Seguid mis [
'a.
nhuba se dÍ8[
>n de nuestro!
LUNA— LAS RUINAS DE POBLET 263
il sol doraban ya las copas de los
internado en el bosque el anacoreta
mora, cuando repentinamente el
los los aullidos de una jauría.
oven deteniéndose,
xclamó Poblet volviendo tranqui-
rros del rey de Ciurana que aullan.
ido mi desaparición del castillo, y
la lanzado sus mastines en mi bus-
ianza en Dios? — dijo,
labéis, padre, lo que son los perros
ó la joven. — El rey los tiene acos-
fuesen ñeras, á destrozar cristia-
del hombre en el bosque; dan con
la, y
-interrumpió Poblet. — Por ñeros
mderse tranquilamente á mis plan-
Antonio, los mismos leones cava-
huesa donde enterró á San Pablo,
conñanza y seguridad las palabras
íiuba depuso su zozobra y le siguió
^nación.
/a de Lardeta, sin haber dejado de
claros, más distintos y próximos,
ría. Un murmurante arroyo roda-
ueva sus olas de plata, como si una
.hiera alli colocado para apagar la
sitio, Poblet se acercó á un árbol,
r, formando con ellas una cruz, la
lOCOs pasos de la cueva. En seguí-
mora,
264 VÍCTOR BAL
— jDe rodillas, Anhuba! — 1
La joven cayó de rodillas ji
El anacoreta se acercó, murm
diñóse hasta recoger con el hi
ción del agua cristalina que á
caer sobre la cabeza de la n;
palabras que Anhuba no com]
ceremonia, Poblet dijo á su
lemne:
— Dios te ha admitido entr
tiana. De hoy en adelante,
mártir barcelonesa. ¡Levántat
Y ia joven se levantó, lien:
plandeciente el rostro de alegí
Terribles aullidos sonaron
— ¡Ya están aquí! — gritó la
indecible expresión de terror,
cia el solitario como para es<
ya están aquí, pero me matan
Poblet extendió el brazo y í
— Tranquilízate, hija mía,-
do la cruz que pocos momentoí
las ramas:— basta esa cruz pai
Acababa apenas de pronunci
la vega de Lárdela, en medio
cueva que habla tomado su m
mente invadida por una multit
á caballo. Al frente de los san
rey de Ciurana montado en ui
rria el suelo con sus crines.
— Allí está — gritó Almira
su favorita. — ¡Adelaotel
Y hombres, caballos y per
tiempo.
La joven arrojó un grito, (
— LAS RUINAS DE POBL
itra el ermitaño, qu
ina linea; pero ¡oh p:
: ramas, los perros s
on impedidos de avaí
lana. Sólo el rey d
ir adelante, y, trof
o á su jinete,
levantó rugiendo de i
amó. — ¿Quién me
nquila de Poblet.
;ú?
&o, un pobre siervo
moro. — No hay más
esdén.
dazar vivo por mis
rana exasperado.
zos á la jauría, perc
suelo; el mismo re
Almira Almuminiz
idos sus puños y an
:xclam6 profiriendo
femia:
— ¡Perro infiel, toda esta vega diera por tt
una hora en mi poderl
— Moro — dijo entonces Poblet, — acepto ti
Prométeme la vega, júrame que dejarás par
salva á mi compañera, y me entrego á ti.
— [Por Alah te lo juro! — exclamó el mor
siaba por de pronto hacerse dueño á todo trac
lítario.
— Eulalia — dijo entonces Poblet volviént
la joven, — tu misión te llama á otra parte. I
266 VÍCTOR B
te al sitio donde la fama te
Barcelona: preséntate á él,
le esperan, que sus dominadores ios moros son aeoues, i
y que un puñado de valientes basta para arrojarlos dep"^
sus riscos. Corre, no te detengas; no vuelvas sin traerl
contigo una hueste de héroes; piensa en la sangre del
pobre mártir que clama venganza. Parte, y, escudada
por esa cruz, atraviesa sin miedo por entre esa turba
de infieles, ¡Dios va contigo! i _
En seguida el anacoreta arrancó del suelo su tOEca> /I
cruz, y se la di6 i la joven. iSi*
— Y ahora — añadió, — avanza, rey de Ciurana; perof
antes abrid, abrid paso á la que sigue su camino escu-
dada por la protección de Dios. |
Sobrecogidos los moros, hiciéronse respetuosamentCi
á un lado cual si á un poder desconocido obedecieran,
y fué entonces de ver cómo, con reposado ademán, con
serena frente, con tranquilo paso, con la sonrisa en los
labios y alzando la tosca cruz de ramas, pasó por entre
toda aquella turba de hombres feroces y desalmados
rracenos, la mujer que un día reinara en el corazón de
su rey, sin que uno solo se atreviera á estorbarle el
paso, sin que un solo brazo se adelantara para detener-
la en su camino. Almira Almuminiz mismo se callaba,|
pareciendo lleno de estupor y siguiéndola con su mi-
rada.
Cuando ya la joven hubo desaparecido; cuando todi
aquellos hombres comenzaron á moverse, asombrados
de no haberse sentido con fuerzas para detener
mujer indefensa, Poblet dió un paso y dijo sosegadaj
mente:
— Aquí estoy, rey de Ciurana: cumplida está mi p>','
labra; cumple la tuya.
— Lo único que tú mereces, perro cristiano — excti
mó rugiendo de cólera Almira Almuminiz, — es qut
el
i
r
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 267
maniatado como el más vil de los esclavos, te lleve á
mi castillo de Ciurana, y te haga pudrir en la más pro-
funda de sus mazmorras.
Y á una seña de su caudiflo, varios sarracenos se
arrojaron sobre el anacoreta, que se dejó atar sin opo-
ner la menor resistencia. Asi fué llevado al castillo y
hundido en un calabozo subterráneo.
Al siguiente día un azorado servidor se presentaba al
rey moro y le daba parte de haber desaparecido el soli-
tario durante la noche.
Almira Almuminiz recibió la noticia con asombro:
quiso enterarse por sus propios ojos; bajó á la mazmo-
rra; la registró, y, no pudiendo ya dudar de la verdad,
montó precipitadamente á caballo, y seguido de algu-
nos pocos sarracenos tomó á escape la dirección de la
vega de Lardeta.
Allí, sentado en el umbral de la cueva, pacífico y
tranquilo, estaba el anacoreta que, como la vez prime-
ra, al ver á los sarracenos dirigirse á él, formó otra cruz
con dos ramas fijándola en el suelo. Quisieron avanzar
los infieles, pero cuantos lo intentaron fueron á rodar
por tierra á pocos pasos de la cruz.
— ¿Qué es eso, y qué poder mágico te auxilia? — gri-
tó el régulo de Ciurana.
— No es ningún poder mágico: es Dios, que protege
á su humilde siervo. Prométeme, como hiciste ayer,
que me harás donación de la vega, y volverás á tener-
me en tus manos.
Prometióselo Almira Almuminiz, y entonces Poblet,
pasando por delante de la cruz, se dejó atar y conducir
al castillo, donde, nuevamente olvidado de su promesa,
mandóle el moro bajar á una profunda mazmorra, de
la que no se partió hasta ver al solitario sujeto á una
argolla por una firme cadena, y hasta después de ha-
ber mandado que dos guardias velaran toda la noche
VÍCTOR BALÍ
tancia. Cuando
, se salió diciér
hoy te escapa!
testó. ■
nte, el anacer
se durmieron,
irendido de la :
abierto por sí í
nueva el régul
I voy á aherroj.
capa, creeré er
r darle hé la ve
I profeta.
ué maniatado e
6 en su cueva;
quedándose ai
3 como la prin
bores de la mí
:a al solitario,
teriores, por nn
mbro lo que sii
lé miedo de aqi
idormeciendo é
TOS y cenojos
o, y por tres vi
:s comprendió y admiró en secreto toda
sa religión que sus padres y su país U
' á aborrecer. Lo cierto es que, subien-
en tanto que le ensillaban un corcel,
le prisa algunas lineas en un pergamino
so en su cinto. Pocos minutos despnís
lo, y no acompañado de lucida hueste,
anteriores, sino solo y sin armas, bajó
Lardeta.
UÑA — I^S RUINAS DE POBLET 269
jeva se hallaba, como de costum-
ibral de su mansión.
1 rey moro acercarse sin tropiezo al
mosdejó el pergamino, diciéndole:
blet. De hoy más serás sagrado
in del rey moro de Ciurana escuda
n el territorio de que es este per-
la ción.
!g6 el pergamino y leyó la dona-
a hacia el régulo de Ciurana, ce-
ardeta con sus montañas y tierras
: este documento se guardaba en el monus-
y lo copia traducido al castellano de esta
piadoso apiadador. y la »alvaci¿n <le Dios
la honrado, sobre ¿1 y los suyos, y loores á
iaci6n del honrado rey Almira AlmuminU.
( con su .-lyuda á vos el ermitallo Foblet,
ida de Lardtta. Esfuérceos Dios y ayúdeos,
y os faga cercano i su misericordia la grande. En lo cual vos fuisteis
preso en la villa de los Moros en el tiempo de la guerra, y por vuestra
dignidad y gracia, que Dios os quiso facer, fuisteis vuelto á vuestra er-
mita. Por ende yo el dicho rey Almira Alinuminiz, vos fago gracia de
todas eslas Montadas y Tierras, qoe son en esta partida para vos, y
para quien vos querréis indistintamente, sin ninguna levocaciún. Y que
ningún Moro sea osado de ir contra la dicha mi Donación, so pena de
la vida. Otro si: vos aseguro que ninguno de los mios, ni menos otros
Itoros que sean, no sean osados á damnificar vuestra persona ni cosas
vuestras. ¥ asi lo lirmo con firma honrada, y juro á Dios de no ir con-
tra lo que vos he prometido. E pongo A Dios por testigo, aquél que no
hay otro Criador sino él. Fué fecha la dicha Escritura á veinte días del
mes de Febrero. aBode la era de Mahoma DC.XIllI. afios (1120 de
Jesucristo).,
Aun despojando de la leyenda la parte de milagros y alguna otra, pa-
rece, en efecto, positivo que existió un ermitaSo llamado Poblet, del
que tomó nombre el monaslerio.
A favor del seguro que se acaba de leer, reuniéronse á Poblet algu-
nos compaBeros; pero como no tardaron en ser perseguidos por vasa-
VÍCTOR BAl
ira Poblet de la veg
;Íendo en ella un c
1 de San Salvador
do. No se pasó mi
dos ó tres amigos i
da, y sepultarse, ci
sierto,
I años se pasaron a:
;ompañeros:
os, hermanos mío;
conde de Barcelor
Ciurana vean ondi
olitaríos oraban, o:
:1 conde tardaba en
le de un sábado, es
:ron bajar del cielo
eda que habia á co
:nte. Llamóles la £
sus preces. Tres e
¡plandor, cerniendo
6veda de follaje que
I de algunos minu
lesaparecieron con
esentado; pero cas:
naco retas veían sal
res blancas formas i
lene i os as y graves.
moro de Lérida, consigu
firmase con nuevo docui
la; confinnación que les s
á lo cual di6 grande enif
^ al aiTOJar á ios moros i
que dice la crítica histú
jerza todo lo demás de 1
-WSa— LAS RUINAS DE POBLBT 271
es fantasmas. Eran tres mujeres,
ose, é iban ¿ pasar por delante de
is sin dirigirles la vista que no le-
i no haberlas detenido la voz so-
s doncellas á semejante hora por
ra Dios las pobres almas extra-
13 hermanas.
ar con el ejército del conde, con-
Tortosa.
áadas, Dios todopoderoso — excla-
on efusión sus manos al cielo; —
oídos. Los héroes catalanes vie-
iríoso estandarte en Prades y en
^ ellos Eulalia, habéis dicho? ¡Ver-
dad, doncellas?
— Eulalia viene con ellos.
— ¿Eulalia, la mora un día y hoy cristiana?
— Sí, Eulalia, favorita un tiempo del rey moro, y
hoy la noble cristiana que, enarbolando por pendón una
sencilla cruz de ramas, ha reunido en tomo suyo un
ejército de doncellas para conquistar con la persuasión
y el ejemplo á los inñeles, antes que el conde les con-
quiste con las armas y la guerra. Adiós, pues, herma-
nos. A Ciurana vamos, que allí nos envía Eulalia,
— Adiós, pues, doncellas; pero atended, que en Ciu-
rana está la muerte.
Aoñttn
Id, puc
as tres
s^adas.
¡a misr
ias prin
ieréis V
la.
ieremo!
efecto;
t, Alm
cceptos
cuchabi
rrar su;
espirar
is cuerj
uella ni
lundo a
eros cr
lo de h
ballero!
3s &e e?
conde
que un
religic
rdeta, 1
lero la :
ejétciti
igre de
seguid(
indo la
habla
^rupadc
ita un 1
i — LAS RUINAS DE POBLET 873
pro de la santa causa con las
f de la dulzura.
emos á encontrar permanecía
scursos de los caballeros sobre
debia para el ataque de Cíu-
ando de pronto, adelantándose
lán, en cuya frente brillaba el
e de Barcelona:
ido el castillo de Ciurana, y el
„. X ya en su torre el pendón cris-
tiano de Vifredo.
— En feudo lo tendrás, Ramón de Cervera — contestó
Ramón Berenguer IV, — sí al primer albor de la maña-
na veo ondear en su torre mi bandera.
— Lo veréis, señor, ó habré muerto en la demanda, —
exclamó el aguerrido joven.
— Y yo con él, señor, — exclamó entonces Eulalia con
voz dulce.
— ¡Pues bien, id, y que Dios os guíe! — dijo el con-
de,— Yo, en tanto, me dirijo á la vega de Lardeta para
cortar la retirada á los inñeles.
Ramón de Cervera mandó tremolar su pendón y to-
car al arma.
— Aquí los míos — gritó. — [A Ciurana!
Y la mitad del ejército se precipitó tras sus huellas y
las de Eulalia, gritando como ellos:
— ¡A Ciurana!
La guarnición no pudo ser sorprendida, como espe-
raban. Almira Almuminiz fué advertido de la llegada
de los cristianos, y los esperaba á pie firme, tomadas
todas las precauciones de defensa. La lucha fué,' pues,
encarnizada; el combate horrible, aumentado su ho-
rror por la oscuridad de la noche. Allí donde era ma-
yor el peligro, alli estaba la espada del valiente Ramón
Touo XIX 18
A — LAS RUINAS DE POBLBT
s rodeada de luces y velac
in á sus pies, enarboland
1 Redentor.
se hizo algunos pasos at
Dándose con él todo el ej(
:as comenzaron á enton
;o, solemne, lleno de uní
ban un tinte inefable de c
¡r de religiosidad, las so]
el silencio y la santa coi
ito de prosternados hérot
notas del canto de perdei
cuando un puñado de gi
:ó en el valle llevando á ;
aba su cruz.
i! — gritó la joven arroja
ra es Ciurana. La mitad
guarnición ha perecido, y la otra mitad está prisi
con su rey Almira Almuminiz.
El gozo resplandeció en el semblante del cond<
llamando á los anacoretas les dijo:
— Ya lo veis, Ciurana es nuestra. El pendón a
tremola en las cimas de estos montes. En memo
este suceso, y para corresponder también al st
consejo que acaso quisieran darme con su aparicit
tres íuces misteriosas, deseo fundar aquí un moc
rio cual otro no haya en la cristiandad. Este moi
rio llevará tu nombre — añadió, dirigiéndose á Pob
ya que eres el primer ermitaño de esta comarca, ;
de ahora lo elijo, con todos mis sucesores, en vida
recreo y en muerte para descanso.
Estas palabras produjeron grande emoción de
«n los solitarios. Habíase cumplido la predtccit
Poblet. Dios le habia destinado para dar nombre a
nasterio.
276 VfcrOR BAL
Eulalia se adelantó.
— Señor — dijo, — Ciurana 1
huestes cristianas, y mi voto :
pañeras y yo desearíamos ret
tros días con las religiosas de
Dióle el conde su permiso.
Al día siguiente Ramón Be
del castillo, y Eulalia, la Anl
se retiraba al fondo de un cía
entregada al llanto, á la penít
recuerdos.
También al siguiente día
para la edificación del monast
Tres años después, la erm
en una iglesia de regulares di
retablo á usanza de la época.
Virgen de la Humildad. Al p
mo conde hacía levantar otra;
advocación de Santa Catalin
Esteban, en memoria de las tr
vieron la noche del asalto de
Cuando ya la obra tocaba :
D. Ramón Berenguer IV, á q
nicas el Santo, víó alzarse ma
ficio que debía ser un tiempo
gloria de los monarcas arago
llamar á algunos virtuosos sol
ran la obra por él tan santame
ees recordó asimismo sus ya s
de introducir en sus estados h
Existia por aquellos tiemp(
pueblos veneraban y á quien
un hombre que era la más fin
de esa Iglesia que lo mismo
res que soldados; un hombrí
A — UIS RUINAS DE POBLET 277
nía á la sombra del claustro la
la ñor de las familias; un hom-
1 abadía de Claraval, y con la
iba enviando huestes de Mon-
rtes y conquistándose el apoyo
Bernardo.
;. Un mensajero partió un día
para Claraval con una misión del cuarto de los Beren-
guers, suplicando á San Bernardo le enviase algunos
religiosos de su orden para fundadores de aquel nuevo
edificio que á su costa y gastos estaba levantando. Oyó
Bernardo el mensaje y accedió. Trece monjes del Cís-
ter fueron elegidos por él; confirió la dignidad abacial
á uno de ellos, y desde el monasterio de Fonfreda, en
Narbona, mandóles á Cataluña, donde, junto con los
piadosos anacoretas y con Poblet, formaron comuni-
dad y vivieron bajo reglas cistercienses.
A contar de esta época, fué siempre en aumento el
monasterio, que comenzó á llamarse de Poblet. Cedió-
les el conde todas las tierras circunvecinas, y para que
los monjes viviesen -con toda tranquilidad y cual reque-
rían su instituto y su grandeza, permanecieron en la
vecina montaña de Ciurana los vasallos de Ramón de
Cervera, sirviendo siempre de atalaya y defensa del
monasterio en memoria del que fué su señor y del que
un día, junto con el conde de Barcelona, libertó á todo
aquel país del yugo sarraceno.
La religiosa casa que acababa de tomar nombre del
humilde ermitaño, no tardó en ser uno de los más fa-
mosos y opulentos monasterios de España.
Cada día fué creciendo en suntuosidad, en esplendor
y en magnificencia.
i Asi eran llsmados vulgarmente los monjes de U orden del Cister.
[II.
;ro3
edifi
ra p
cati
loso:
rtia.
os p
ijesl
lemi
erta
nast
5 op
á lo
los
aenl
. S<
• de
í br
>arei
A— LAS RUINAS DE POBLET 279
s; ya no existen los tesoros sin
su iglesia y sacristía; violadas
manos impías removieron los
:s como en ellas descansaban;
i artísticas de que era deposita-
ra perderse, algunas para ir á
tras, por fortuna, para conser-
50S nacionales, no pocas ¡ver-
ser ostentadas hoy con orgullo
.; sólo curiosos viajeros 6 erran-
Ter, alegres ó silenciosos, sus
almente, el suntuoso y monu-
biera el homenaje de los pue-
isto á estos mismos pueblos Ic-
os sus albergues y sus casas de
embargo, era sólido, y como
de los siglos, ha resistido el de
!0. El viajero-peregrino, á quien
de ruinas habla más alto que
la tierra, recorre con los ojos
i pasadas; ve momentáneamen-
jestuoso y lleno de vida, el edi-
y lo recorre, y contempla sus
lele como en sus tiempos de es-
lagniñcencia y suntuosidad de
ida á ser una de las más ricas
», que tantas, sin embargo, y
to de Poblet estaba encerrado
ro. El rey de Aragón, D. Pe-
mandó convertir el monasterio
I, si llegaba á verse alguna vez
T defendidas las cenizas reales
is. Tenüa, pues, el monasterio
28o VÍCTOR BALA
todo el aspecto de una gran foi
una población feudal, guarnec
por doce torres, coronado todc
ladronería.
Atravesado el primer muro,
en él se abre, y siguiendo una
lie de álamos, el viajero se ene
donde, á derecha é izquierda, s<
oes ocupadas por o ñ cíales de t<
formando también parte de aq
sos ancianos, el dormitorio y
sos, el hospital, las bodegas, le
caballerizas, corrales para gar
tes, pozos para conservar la n
cén de los picapedreros, moli
molinos de aceite, lagares, en i
podía necesitar una población i
A roano derecha está la capi
ge. Es una hermosa joya de
Estaba dedicada á la Virgen de
y fué costeada por D. Alfons
conquistó la ciudad y reino de '.
un retablo de piedra con rico!
para el culto. Esta capilla ha
taurada por la Comisión de me
cia de Tarragona, que también
conseguido restaurar otras partes del monasterio; pero
la Comisión no tiene más fondos que los que puede &■
cilitarle el Gobierno, y cuan escasos son éstos y con
cuánta fatiga se alcanzan y se cobran, sabido es de
todos.
Volviendo ahora á la capilla de San Jorge, se me
ocurre decir que, restaurada como se halla, está ya en
disposición de abrirse nuevamente al culto. Pero es muy
de temer que esto no suceda, ó tarde mucho al menos;
-LAS RUINAS DE POBLET 23l
uando haya vuelto ya á co-
pasa desgraciadamente con
muchas cosas en nuestra patria. Algo mejor seria ceder
esta capilla en patronato á cualquiera de los grandes
propietarios de aquellos alrededores, con el encargo de
su custodia, conservación, arreglo y gastos consiguien-
tes al culto. Así, todas aqueilas vuisías, todas aquellas
casas de campo, y las muchas familias que viven por los
contornos, tendrían lo que hoy no tienen: un lugar de
oración y un templo donde poder asistir al santo sacri •
ñcio de la misa. ¿Qué mejor sitio para esto que la her -
mosa y gótica capilla de San Jorge?
A la izquierda de la plaza se encuentra la antigua y
primitiva iglesia de Santa Catalina. Su fábrica, de cons-
tnacción románica y de mediados del siglo xii, consta
de diez y ocho varas de longitud y doce de anchura,
siendo una de las tres que mandó levantar el conde de
Barcelona, D. Ramón Berenguer IV, cuando arrojó á
los moros de aquella comarca y convirtió en templo la
ermita del pobre anacoreta. La iglesia de Santa Catali-
na es toda de sillería, y por la disposición del terreno
parece como tener algo de cripta.
En la plaza de que se viene hablando están los restos
de una capilla consagrada á la Virgen del Ciprés, Tomó
este nombre de un árbol secular de esta clase que se al-
zaba á su puerta, y que se suponía haber visto acampa-
da á sus pies la hueste del conde de Barcelona D. Ra-
món Berenguer IV, y sostenida de su tronco la tienda
de este conde, lo cual, si era dudoso por lo tocante á la
suposición, era bello por lo concerniente á la leyenda.
Junto á la capilla de San Jorge se levanta todavía la
majestuosa portada de piedra, que se llamó la Puerta
dorada, por hallarse revestida de recias planchas de bron-
ce dorado, con relieves, cosa que le comunicaba gran
aspecto de esplendor y magnificencia.
A'— LAS KUINAS DE POBLET
irande. — El aula capilular.~EI re
Martin El claustro de San Esteb
iblioteca d« D. Pedro d« Aragón.
irígioal de la crónica de D. Jaisic
:cha daba paso á la iglesia
hoy ya no existen, se hall
de bronce prímorosamenti
culturas y relieves. A cada
unas, están los santos patr
:nciina, y en una homacin
Es una portada de jaspes,
ina época de mal gusto,
la entrada de la izquierda;
'eal y daba paso á la clau
irotegida por dos torreone
almenas, y defendida poi
superior. Sobre sus pared
■■ Aragón y Cataluña, con el
lime. En lo alto y en el c
entana. No parece la entra
Je una fortaleza, y esto era
eda, desde que D. Pedro ]
r los muros, cuya obra se
ndo el 1367.
aduce directamente al cía
' su robusta y románica bó
izquierda el pasadizo que o
is dependencias, y á la de
srtada en que comenzaba
acio llamado del rey D. M:
284 VfCTOK BA]
Junto á la escalera, sosteni
sus robustas bóvedas, se hal
bodega del monasterio. Es u
Ion, construido, de seguro, el
destino debió ser muy distint
tuvo.
El distinguido padre escuh
que era uno de nuestros con
que con este motivo escribió
artículos en el Diario de Vi
asienta que esta grandiosa pit
refectorio de legos, converse
benefactores, como lo indicaí
cocina, su grandiosidad soq
del siglo XIII y las evidentes
sufrir para su moderno desti
que esta pieza tuviera comuí
la cual hoy se halla separad
moderna construcción.
Al finalizar la bóveda de U
diosa portada románica da en
Cuando por vez primera se
Roberto el Diablo, en el gran ■
lona, el artista encargado de i
vo el acierto y el buen gusto i
Poblet para la escena del cem
entonces; muchos años han pa
si fuera ayer, el efecto maravi
blico.
Y es que el claustro mayo
dera maravilla.
Su fábrica pertenece al sig
buen gusto, por la elegancia 1
lleza de sus ojivas, por el ca
setones.
JÑA — LAS RUINAS DE POBLET 285
es, si no me engaño, el primero
I ocupado de aquel claustro, ob-
lienzos llamaba más particular-
misma observación hace el Padre
esto debido á que la construcción
pertenece por entero á la época
e las restantes fueron construidas
1 de la primera época.
lista D. Eduardo Toda tiene en
#í, una hermosa página descri-
io, y frente al refectorio, se levan-
ico, que se supone ser de cons-
lustro. Había allí un surtidor que
mde altura, cayendo sobre una
ta y una fuentes,
paredes del claustro se ven an-
[orma de osarios unas, otras de
guardaban los restos de nobles y
0 de todo esto se hará especial
1 que más adelante se consagrará
los sepulcros de Poblet, y quié-
scansaban.
as y mejores piezas que comuni-
, sin disputa, el Aula capitular,
mstancia de ser una de las mejor
una puerta de arco semicircular,
molduras, elevándose á cada uno
ar, mejor podría decirse un haz
Dlumnas. La puerta está en me-
artidas por un pilar que sostiene
dos graciosas ojivas y un bello rosetón, que ostentaba
en otro tiempo cristales de colores.
Unas cuantas gradas permiten bajar á su sala, que
-LAS RUINAS DB POBLET 287
US lápidas sepulcrales revela
:, entre otros, los abades Pon-
Oliver, de quienes se ha de
ento más adelante,
iustro está también el refec-
!nto treinta y dos palmos de
ho de anchura. Un banco de
nadera labrada, corre por su
úlpito donde el monje lector
sa lectura la comida de sus
ncioso del agua que manaba
ntro de la estancia,
austro, sobre los grandes de-
le bodegas, se eleva el ediñ-
:n 1397 por el rey D, Martín
¡o monarca, no muy ventu-
\}ía. manifestado el deseo de
del claustro, escogiendo el
1 esta resolución, que no le
rcunstancias.
do ser, en efecto, la de refi-
verdad sea dicho, la fábrica
I levantar no tenia nada de
las sus trazas eran las de un
a errado ciertamente, que el
es la joya más rica y esbelta
. No parece sino que los ar-
abajaban más para su gloria
que para su lucro: tan admirables son las labores que se
;n en sus portadas y ventanas, en sus frisos y en sus
lénsulas. Verdadera joya de arquitectura y escultura
ivales, asombra por la riqueza de sus detalles, por la
;rfección de sus lineas, por el gusto de sus molduras,
>r la delicadeza de sus trabajos, por la grandiosidad,
en ñn, de sus sunti
partamentos. No sé
ha dicho, y ha dich<
jadas con más arte ;
pueden trabajarse ]
bellas y correctas 1!
le tan artística esl
ventanas del palacic
jue se abren sobre 1
]ue rivalizar puedaí
perfección y riqueza
A juzgar por los
partamentos que aú.
Ugunos, se compreí
sjecuciÓn de la obra
:o plan. íLástímagí
ra, si terminarse del
menzados!
La muerte del rej
interregno que sucei
;n agitadas revuelta
roña de Aragón, no
acio quedó inacabaí
:iempo de Felipe II
:inuar sus obras, y 1;
la fué la de su nue\
10 r lo poco que se h
nala dirección con <
La galería del cía
a Real, comunicat
nonasterío, que me
Existe todavía, ai
¡ante á su ruina, ur
Esteban, por estar c
)re, otra de las treí
ÍLVSa — LAS RUINAS DB POBLET 2S9
:do de las tres misteriosas luces que
;gún piadosa tradición ya referida,
imitivo, sino el que se reedificó por
expensas de D. Fernando I. Aún
motos de su fábrica el escudo de las
agón y el de León y Castilla, por
jeonor, esposa del citado D. Fer-
tro estaba la enfermería de los reli-
iglesia de San Esteban las Cámaras
< construido á mediados del siglo xiv,
imento destinado á estancia de los
el monasterio con su visita,
istro de San Esteban, se entra en
rquitectura que hace frente á una
rias habitaciones, reservadas unas
08 y otras para dormitorio de los
i fué locutorio de los monjes, y se
penetra en las estancias que estaban destinadas á bi-
blioteca. Son dos grandes salas que reciben la luz por
anchos ventanales. La primera, dividida en dos naves
por cuatro columnas que aparecian pintadas de jas-
pe, y que ha sido recientemente restaurada por amena-
zar ruina su bóveda, estaba destinada á guardar la bi-
blioteca que por los anos de 1673 regaló al monasterio
D. Pedro Antonio de Aragón, hijo tercero de los duques
de Cardona, embajador que fué del rey católico cerca
del Papa, virrey y capitán general de Ñapóles y pre-
sidente de las Cortes de Aragón y del Consejo de Esta-
do. La biblioteca regalada por este ilustre personaje
constaba, según Finestres, cronista de Poblet, de 3.75o
volúmenes; según otros más modernos, de 4.322, nú-
mero, de todos modos, muy respetable para la época.
La colección se componía de libros, impresos muchos
TOUO XIX IQ
¡90 VÍCTOR BALAGUER
ellos en Venecia, Roma y Ñapóles, y gran parte en
isterdam por la célebre casa de los hermanos Elze-
, al renacimiento de cuyos tipos hemos asistido en
:stra época; de un número considerable de papeles
íticos y manuscritos sobre sucesos referentes á Ná-
es, durante los virreinatos españoles; y, particular
specialmente, de los dietarios correspondientes al
upo en que Ñapóles fué gobernado por el duque de
nteleón y el donador de la biblioteca; gran tesoro
a la historia, miserablemente perdido.
estaban los libros repartidos en treinta grandes es-
tes de ébano, muy bien labrados, con cristales de
necia, y lucían rica y uniforme encuademación, todo
xpensas del D. Pedro Antonio, cuyo retrato y el de
esposa, Doña Ana Catalina de Lacerda, fíguraban
lidamente en el sitio más visible de la biblioteca.
encuademación de los volúmenes era de piel roja,
i cantos dorados, y dorados también en las cubiertas
:scudo de armas y el nombre del donador, D. Pedro
Aragón. Esta última círcunstansia ha hecho que mu-
ís, con poca discreción y gran Ignorancia de épocas
Licesos, creyeran que pudo pertenecer aquella biblio-
1 á uno de los Pedros aragoneses. Perecieron estos
íímenes cuando los varios incendios y saqueos de
)let, y los pocos que esparcidos quedan son buscados
grande afán y curiosidad por los bibliófilos. A in-
mtes pesquisas, y también á la casualidad, debe el
or de estas líneas el hallazgo de algunos que, como
Estra, depositó en el instituto de Villanueva y Geltrú.
Contigua á la biblioteca que se llamaba de D. Pedro
dragón, estaba la primitiva de! monasterio, que cen-
ia sobre 8.000 volúmenes al sonar la hora de su
la.
^illanueva, que tuvo ocasión propicia de examina
bas bibliotecas, menciona, en el tomo XX de su Vü
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 29I
je literario, muchos libros importantes que allí existian.
Merced á este literato eximio, el curioso puede tener
conocimiento de la verdadera riqueza que allí existía en
libros impresos, en manuscritos, en códices, en docu-
mentos literarios é históricos. Los monjes de Poblet,
gracias á su celo, á sus adquisiciones y al donativo es-
pléndido de D. Pedro de Aragón, tenían una de las más
ricas y escogidas colecciones de libros que á principios
de este siglo existian en España.
Se supone que, entre las preciosidades de la bibliote-
ca de Poblet, había el original y autógrafo de la cró-
nica catalana de D, Jaime de Aragón, escrita por el
propio monarca, y por 61 mismo legado en depósito al
monasterio, según voz común en tiempo de Villanue-
va, aun cuando éste conñesa haberle buscado inútil-
mente.
El archivo de Poblet, situado en un departamento
del piso superior, era también un verdadero tesoro de
datos y noticias para la historia de Aragón y Cataluña.
El monje-archivero estaba considerado como notario
real y escribano público, por privilegio del rey D. Pe-
dro II de Aragón.
Bran en número infinito los pergaminos y documen-
tos que allí existían, y puede juzgarse de lo que debía
ser aquel grandioso archivo y atesorar aquel inmenso
depósito, con sólo decir que nuestra Real Academia de
la Historia posee hoy 20.762 documentos, á más de
una importante colección de procesos formados con
motivo de las alteraciones y movimientos de Aragón
en iSgi, todo procedente de aquel centro y salvado
milagrosamente del saqueo ó de las llamas en que los
demás libros y manuscritos perecieron.
Para que pueda ser útil á los curiosos é investigado-
res, publicaré en Apéndice, al fínal de esta obra, la
nota de todos los documentos que pertenecieron al mo-
192 VÍCTOR BALAGUER
iterio de Poblet, y que hoy están bajo I;
A.cadeniia y del Archivo histórico.
V.
La iglesia mayor. — La sacrülla. — El tesoro de Poblet.
Pablo Piferrer, escritor insigne á quien quisiera te-
' ocasión de citar á cada paso, decia que el edi6cio
s notable de Poblet, y el que más belleza contiene,
sin disputa, su iglesia mayor.
Grandiosa es, en efecto, y cosa magnifica debía de
en su tiempo de esplendor y gloria. Hoy se neccsi-
gran esfuerzo de imaginación para comprender lo
: fué, aun cuando bi^ puede juzgarse su pasado por
restos.
L,a iglesia mayor de Poblet, última de las tres que
edificaron en memoria de las luces milagrosas, re-
nta á la época de la fundación del monasterio por el
ide de Barcelona, D. Ramón Berenguer IV.
Echó este príncipe sus cimientos, pero ni rastro que-
ya de la primitiva iglesia. Sólo se sabe que era muy
[ueña y que tenía un altar único con la imagen de la
'gen en medio de los santos, apareciendo pintados al
del retablo, como en adoración, los nueve primeros
njes del cenobio.
ÍAS necesidades de la creciente comunidad hicieron
! D. Alfonso, hijo del conde Ramón Berenguer,
ra nueva planta á la iglesia y comenzara con ampli-
y grandiosidad la nueva fábrica.
Is toda de sillería y tiene la forma de cruz latina,
nada por la gran nave y el crucero, y dos naves la-
iles muy bajas y estrechas. Su longitud, desde ia
rada al remate, es de ochenta y tres metros; su ele-
kTALUÑA — LAS RUINAS DB FOBLET 293
cinco en la nave central y veintidós
u anchura es de veintidós, excepto en
llega á treinta y seis y medio. Siete
rodeados de agrupadas columnas, di-
: las menores y sostienen los arcos de
íedas.
\ iglesia estaba ocupado por el coro,
enian grande majestad, siendo nota-
turas, elegancia y riqueza. La puerta
piedra con primorosos remates, y os-
de Aragón con las divisas, á sus la-
?rancisco Oliver, que gobernó por los
de este coro, ni vestigio siquiera; pero
10 con el altar mayor, del cual se con-
itos, suñcientes para apreciar su mag-
odo de alabastro , formando cuatro
esculturas con las imágenes de santos,
de la Pasión de Jesucristo, con los
ina Virgen de gran tamaño, cobijado
iñco pabellón que comunicaba al altar
y grandeza. Se terminó la obra en
España el emperador Carlos V, y
onasterioD. Pedro Queixal.
3ta obra hubo de costar grandes dis-
¡nero al abad Queixal, contra quien se
comunidad, acusándole de relajador
regular y disipador de los bienes del
ublevación triunfó: fué encerrado el
le una de las torres, y dos monjes pa-
portadores de las quejas y acusación,
ngularmente la de Finestres, el cro-
a explican el misterio que se nota en
:en que por orden del general del Cís-
él abad de Santas Creus, D. Bernardo
294- VÍCTOR BALAGUl
oirá, quien presidió el tribunal (
e de i53i, y en pleno capítulo,
. Pedro Queixal, privándole de I
lie á reclusión perpetua.
Diez y siete capillas adornaban
>side del templo, siendo algunas
a, ricas todas en altares, en es
¡ro más ricas aún en urnas y se
ircidos por las capillas, estaban
las nobles familias de Cataluña
A un lado y otro del crucero, ei
tro, sobre un enlosado de márm
taban los panteones reales, la
ás vistoso adorno del templo, q
tulo aparte, pues es asunto que
pecial detenimiento.
A las grandezas de este templ
■gano, obra de mucha escultura
10 de los mejores de Cataluña;
rio conocido por el nombre de i
^fícos altares de mármol, y el lian
insistente en una preciosa capill
il altar mayor, en la cual, confon
rcienses, estábala reserva del S;
Queda ya dicho cuál es el estad
as paredes están desnudas y agí
0 del altar mayor aparece roto y
!S están vacíos, mutiladas las es
os, y en algunos puntos la bóve
1 manera, que llega ya á ser p
into comprendido entre la puer
3. En el atrio del templo se gui
stos de los antiguos altares, y &
s, y amontonados en el que fu
ferentes fragmentos, sepulcros
r'-
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 295
lumoas y capiteles, trozos de estatuas, objetos varios
que con solicitud se han recogido, evitando que desapa-
rezcan, como ha sucedido durante su tiempo de aban-
dono con muchos de ellos, que son hoy adorno princi-
pal de Museos extranjeros.
También era obra grande la sacristía, y digna del
monumento. Al ediñcarse la iglesia se construyó la sa-
cristía conocida con el nombre de antigua, pero no tar-
dó en ser pequeña para guardar los objetos de culto que
las necesidades del mismo y la piedad de los fieles iban
acumulando. Hubo pronto precisión de construir una
nueva, que se levantó en el crucero del lado de la Epis-
toJa, Es un salón espacioso, perfectamente cuadrado,
de cien palmos de extensión y ciento cincuenta de al-
tura, con una cúpula octagonal.
Su puerta tenía aspecto de grandiosidad, fabricada
de piedra jaspe, con vivos remates de escultura, que nc
por pertenecer al género plateresco dejaban de ser df
muy buena y entendida ejecución. Sobre pedestales y
animadas á sus costados se veían la estatua de Don
Bartolomé Conill, abad de Poblet, y la de Fr. Pedrc
Marginet, monje que fué de la casa, y acerca del cual
se refieren muy curiosas y entretenidas consejas. So-
bre la puerta figuraba el rey D, Jaime e¿ Conquistador,
vestido de cogulla, con Ja corona real y el cetro.
El interior de la sacristía era espléndido. Una vasta
cómoda de nogal ocupaba las paredes en toda su exten-
sión, y encima de ella descansaban grandes armarios
esculturados, ostentando transparentes cristales de Ve-
necia. En el centro de la estancia había otrariquisima
cómoda, y diversas hornacillas abiertas en los ángulos
ostentaban imágenes y estatuas de primorosa labor,
siendo algunas de ellas verdaderas joyas de arte, como
una que pude adquirir y deposité en la Biblioteca- Museo
de Villanueva y Geltrú. Los lienzos de pared que per-
I •
296 VÍCTOR BALAGÜER
manecían libres estaban cubiertos por tapices y paños
de raso, de los cuales poseía el monasterio una riquísi-
ma colección, algunos de ellos con los escudos de ar-
mas de su donadores. Terminaban la decoración gran-
des cuadros» debidos al talento de famosos pintores ca-
talanes, sobresaliendo los de Viladomat, Juncosa y
Flauger. Aún hoy existen en lo alto de la cúpula tres
lienzos, que con dificultad se divisan colocados á tanta
elevación, y que se dice ser obra del primero de los ci-
tados artistas. Para ayudar al decorado de la sacristía,
colgaban de la bóveda suntuosos cortinajes de raso y
terciopelo con bordados de oro y plata.
Las riquezas que allí se guardaban eran incalcula-
bles. Finestres ocupa todo un capitulo sólo para enu-
merarlas, y con bastantes detalles habla de ellas tam-
bién D. Eduardo Toda en su libro recientemente pu-
blicado.
Como cosas de precio y joyas de valor figuraban en
primer lugar, y en gran número, vasos sagrados» cáli-
ces, custodias, aderezos de altar, imágenes de santos,
relicarios, blandones, candeleros, etc., objetos todos de
oro, de plata, de marfil ó de ricos metales, cuajados de
piedras preciosas, siendo de notar que algunos de ellos
eran de obra mucho más rica por el arte que por sus
diamantes ó esmeraldas, zafiros ó turquesas.
Gran tesoro era también el que allí se guardaba en
colgaduras y ornamento, frontales, capas pluviales, ca-
sullas, dalmáticas, gremiales, estrados, mitras, tapices,
paños de túmulo y de pulpito, alfombras, etc., todo
vistosamente aderezado con relieves y bordaduras de
oro y plata, figurando ya caprichosos dibujos, adornos
y flores, ya escudos de armas y pasajes, ó escenas de la
Historia y de la Biblia.
Finestres dice que eran tales las riquezas y profu-
sión de oro y plata, que llegaban á fatigar la vista.
ALONA— LAS RUINAS DE POBLET 297
ie mérito y valor que existían en el
iebe hacerse especial mención de al-
er ya desaparecido dejan de merecer
: libro, destinado á consignar lo que
es hoy el monasterio de Poblet.
inta Juana, condesa de Ampurias é
Iro IV, había una cruz que era una
arte, según se supone.
s sobresalían unos con pasajes de la
donativo del infante D. Enrique de
y enseñaban una rica dalmática per-
ime el Conquistador, que éste vestía
monias, y dos cetros de plata dora-
:iosas de los monarcas aragoneses,
que los reyes, principes y magnates
in de ellos había de ser más esplén-
1 tesoro de este monasterio ostentaba
>Ídas á la liberalidad de D. Jaime I
ro IV, de Jaime de Mallorca, de Al-
ndo el Católico, en una palabra, de
llegó á superar en sus dones y ofren-
Antonio de Aragón, de quien ya se
eneroso donador de la biblioteca,
to de Aragón aparece en las crónicas
un verdadero enamorado de Poblet.
ciertamente, con el donativo esplén-
a, ni tampoco con haber contribuido
lomo del altar mayor, ni mucho me-
cuantiosas sumas en varias épocas,
rdaba de él un aderezo de difuntos,
^ _.icarecimiento, que se ostentaba en
los funerales de los reyes; una urna de plata guarneci-
da de coral; una custodia de plata con pie y ramas de
oro; un frontal del altar mayor de lapis-lázuli, ágatas
2gS VfCTOR BALAGUER
y jaspes, con adornos de plata y bronc
des blandones de plata maciza; un o
formado por un peñasco, en el seno Aé
Verónica, y en lo alto una primorosa i
vador; una custodia de oro con doce n
muchos relicarios de oro, plata, ébano
dando reliquias de santos.
Y todo esto no era más que una peqi
regalos debidos á la inagotable muniñc
dro Antonio de Aragón.
Eduardo Toda, que hizo detenidas
en Poblet, habla también de un depósi
el nombre de Armario de las espadas, d
vahan las de los reyes y varones allí er
También poseía el monasterio ricos
y plata en su refectorio y en el palacio
Nada queda ya de tanta riqueza. E
el mismo monasterio dispuso de cierto:
rito, á los que no daba más valor que e
tenían, y asi se ve al abad D. Antonio
mandar fundir muchas imágenes y oí
sólo porque eran de modelo antiguo.
Cuando sonó la hora de la ruina y del
esas joyas desaparecieron, destrozadas
precio. Sólo queda algo de tanta riquez
de Tarragona y en las iglesias de San '.
Espluga y Vimbodi.
VI.
Las sepulturas reales.— El panteón de la cas
El prehoBi vmculadar.
Queda ya dicho que la mayor riqueza de Poblet es-
taba en sus sepulcros. Era aquélla una verdadera ciu-
dad de muertos.
TALUÑA — LAS KUINAS DE POBLET Z99
lasterio de RipoU fué destinado á pan-
de Barcelona, así Poblet fué el de
n hasta que se unieron las dos Coro-
istellana. Por esto alguien dijo, con
bastante verdad, creo que fué primero Villanueva, que
Poblet era el Escorial de Cataluña.
Ya se ha dicho dónde estaban las sepulturas reales,
en la iglesia mayor, á uno y otro lado del crucero, en-
tre el presbiterio y el coro, formando un recinto, espe-
cie de departamento cerrado por una puerta coronada,
cuyas hojas de bronce sólo se abrían para dar paso á
ia muerte.
Sostenido por robustos arcos se alzaba el panteón de
los reyes, en medio de singular grandeza, y correspon-
diendo su arquitectura al estilo gótico, que era el do-
minante en Poblet. Entre grandes cuadros ó compar-
liroentos de mármol, donde figuraban escenas y pasajes
bíblicos; sobre bajos relieves en que se veían los hechos
más notables de la vida de los reyes; en compañía de
estatuas que dentro de sus nichos de piedra asemejaban
piadosos varones, envueltos en sus mantos de anchos
pliegues y entregados á la meditación y al dolor; bajo
primorosos doseletes de artísticos calados y suntuosas
bovedillas azules con estrellas de oro; en medio de toda
la magnificencia del arte que allí había amontonado sus
bellezas, aparecían las admirables urnas góticas de los
reyes, alumbradas cada una por tres lámparas de luz
eterna, que al reflejarse y descomponerse en los pintados
vidrios, puestos allí por el arte de la Edad medía para
mayor realce y ornato, comunicaba color y hasta pare-
cía dar vida y movimiento á las estatuas yacentes de los
monarcas en aquella opulenta necrópolis sepultados.
En el panteón correspondiente á la parte del Evan-
gelio, yacia el rey D. Jaime I el Conquistador. Dos es-
tatuas tendidas adornaban su sepulcro, representándole
3O0 VÍCTOR I
una con sus insignias y vestiduras i
la cogulla cisterciense por haber mi
caminaba á Poblet, donde quería i
profesión de monje que hizo al abdi
■ Pedro. Los restos de D. Jaime, des
ción que se reñere en el primer capí
también todos los adornos y escul
fueron trasladados á Tarragona, en
vanta hoy, más aparatosa que artist
aquel monarca entre los grandes el t
Cuatro estatuas se veían en el se|
de D. Jaime. Eran la de D. Pedro
y las de sus tres esposas Doña María
Leonor de Portugal y Doña Leonc
tres con traje real y diadema. La de
en hábito de diácono; pero el esculti
se aviniera con el traje y aun cuan
de notarse algo de notoria irrevere
nada critica, tuvo la singular idea di
el puñal que, como es sabido, no se
su cinto.
El tercer panteón del lado del Ev „
tinado para el rey D. Martín elHwnafto, y así, en efec- :
to, lo decía el epitaño. Se lo había mandado labrar Q
mismo, en vida, igual al de sus predecesores; pero á su
muerte sin sucesión, ardiendo el país en bandos y en
disturbios, nadie pensó en trasladar sus restos, que hu-
bieron de quedar depositados en Barcelona hasta me-
dio siglo después de su fallecimiento. Sin ni siquiera
borrar su epitafio, el sarcófago sirvió para su sucesor
D. Fernando I el de Anlequera, aquél á quien elevó al
trono el Parlamento de Caspe. En el sepulcro, pues, de
D. Martín yacía D. Femando, que estaba representado
por dos estatuas, una armada de punta en blanco, otra
en hábito de diácono. Junto á estas estatuas se vda
TALUNA — LAS RUINAS DE POBLET 3OI
)sa la reina Doña Leonor, que tam-
illi, pues al quedar viuda profesó en
:dina del Campo, donde se habia re-
:nteiTaron.
del recinto que nos ocupa, y en el
to al presbiterio por la parte de la
Epístola, estaba el sepulcro de D. Alfonso 1 de Cata-
luña y II de Aragón, hijo del conde de Barcelona Don
Ramón Berenguer IV, fundador del monasterio, y de
Doña Petronila de Aragón, hija de Ramiro el Monje.
Dos estatuas habia en su sepultura que lo representa-
ban: una con el hábito de diácono y ceñida de laurel,
sin duda por haber sido aquel rey famoso trovador;
otra con la cogulla cisterciense, hábito con que quiso
ser sepultado por la mucha devoción que tuvo á la Orden
y al monasterio de Poblet, al cual legó su corona real.
D. Juan I, y sus dos esposas Doña Matha ó Matea
de Armeñach y Doña Violante, hija de los duques de
Bar, descansaban en el panteón segundo de la Epís-
tola, y allí se veían sus tres estatuas de alabastro, la
del rey con dalmática y diadema, insignias reales que
llevaba también la de su segunda fnujer Doña Violante,
pero no así la de Doña Matea. Esta aparecía con una
modesta guirnalda de flores en las sienes y su corona
de reina en las manos.
El tercer sepulcro del lado de la Epístola era quizá
el más rico y ostentoso, guardando los restos del rey
D. Juan II y de su esposa Doña Juana Enríquez, hija
del almirante de Castilla. El monarca estaba represen-
tado por dos estatuas: una con rica y lujosa armadura;
otra con el manto real guarnecido de pedrería. La de
Doña Juana figuraba vestir un suntuoso traje y ceñía
corona.
Inmediato al panteón real del Evangelio, y arrima-
do á la pilastra, se alzaba un mausoleo de alabastro
302 VÍCTOR BALAGUBR
enriquecido con numerosas escultu
morosa imaginería, como dice Fine
lo suntuoso y espléndido de la obra
pulcro en una urna con una magnt
de corte, arrodillada sobre un alm
sus pies cetro y corona y cobijada ]
y de púrpura. Mandó elevar este n
de Ñapóles D. Pedro Antonio de Ar
de Foblet, para guardar los restos di
que desde 1458 hasta 1671 estuvier
convento de padres dominicos de í ,
de virrey en esta ciudad el referido D, Pedro Antonio
de Aragón, doscientos trece años después de la muert
de D. Alfonso, fueron llevados á Foblet los despojo
mortales del egregio monarca, conquistador y literato
y guardados en e¡ sepulcro que á su memoria erigió (
ilustre citado miembro de la casa de Cardona.
En frente de esta sepultura se alzaba otra en un todi
semejante, mandada erigir también por el mismo Doi
Pedro Antonio de Aragón al infante D, Enrique, hei
mano de los reyes D. Alfonso V y D. Juan II, grai
maestre de Santiago,, conde de Ampurias y primer di
que de Segorbe, fallecido en 144S á consecuencia d
heridas que recibió en la batalla de Olmedo.
Por lo que toca al rey D. Martín el Humano, ya seh
visto que su tumba hubo de servir para su sucesor en e
trono D. Fernando el de Anteqiiera. Cuando D. Martíi
fué trasladado á Poblet, en 1460, cincuenta años des
pues de su muerte, quedó depositado en uno de los pan
teones de la casa de Cardona, donde estaba á mediado
del siglo pasado, en época del cronista Finestres, quiei
dice que sus restos se guardaban en un arca de mader
guarnecida de terciopelo negro, perseverando con la mis
ma incorrtiptibilidíid y entereza con que se le descubrió ei
el año de 1460, al hacerse la entrega de su cadáver.
CATALUÑA— LAS KDINAS DE POBIET 3O3
OS en hablar de los panteones de la ca-
que acaban de citarse; pero antes im-
ra que el lector pueda formarse aproxi-
aquella ciudad de muertos, que en las
i reglas, ó á su alrededor, en sepulcros
su riqueza aun cuando no por su tama-
[1 muchos infantes y principes de las fa-
Así, por ejemplo, en la tumba del rey
leron depositados los restos de doce in-
diversos reyes de Aragón, que yacían
le madera. Con D. Juan I estaba su hi-
: Fox; con D. Juan II su hija también
i Marina; y en sepulturas aparte, ricas
1 estatuas yacentes, varios príncipes y
eciendo particular atención entre los
que se levantaba en el brazo izquierdo
ndado fabricar por el rey D. Martín.
;ste sepulcro sobresaliera entre los de-
esplendidez y riqueza; al contrario. Ca-
ros, si en algo se distinguía, era por su
estia; pero el pensa'dor no podía menos
! con cierta emoción, ya que con los
se depositaron fueron sepultados tam-
i restos y las postreras esperanzas de
Lronil de la monarquía aragonesa que
:mente vive en la historia. Yacia allí
leí primogénito de Aragón D. Martín,
lya temprana muerte, acaecida en 1399,
is, incertidumbres y últimas disposido-
■buelo, D. Martín el Humano, dándose
por medio de un acto grandioso de so-
1, aunque no tan justo y afortunado co-
Parlamento de Caspe llamase al trono
lina,
el panteón de la casa de Cardona.
304 VÍCTOR BALAGUBR
Era fábrica de gran importancia y
tuosídad, mandada erigir, mientras co
1660 y siguientes, por D. Ramón Lu
dona, duque de Segorbe y de Cardona,
los arcos que sostenían las sepulturas
éstas, por consiguiente. Mandó el duqi
bos costados los arcos con una rica pa
traidos de Sarreal, sirviendo como de
panteones reales, aunque de estilo dif
asi espacio bastante para contener los
tepasados. Las dos puertas que mii
mente á cada lado del crucero estaban
tro compartimientos, separados por
mármol blanco sentadas, en pedesta
pilares, ostentándose en el centro una
corada con una corona ducal. Las fací
pondian al interior de la iglesia fo
cuatro cuadros cada una, figurando
episodios de guerras, detalles de entie
escudos de la casa de Cardona. Era fí
realizada por dos escultores hermanos
Manresa, Juan y Francisco Grau, cuj
cados del olvido por Finestres, mere
Dentro de estos panteones de la cas
Cardona yacían también en arcas de
reinas, príncipes é infantes, entre ellos
cho, el rey D, Martín, á quien, sin e
levantado un palacio en Poblet, Poblé
rente que le usurparan su tumba. La
abrió también las puertas de sus moi
para dar hospitalidad á las reinas Don
mujer de D. Martin, y Doña Beatriz
fué reina de Hungría; y á los príncipe;
gón, hijo de Fernando el Católico, en s
monio con Jermana de Fox; D. Alfonsí
TALUÑA— LAS RUINAS DE FOBLET 3O5
"). Pedro, hijo de Fernando 1, que mu-
e Ñapóles á la vista de su hermano el
', el cual, al verle caer, exclamó entre
to el mejor caballero qtie salió de Espa-
chado D. Carlos, principe de Viana,
e alzarse en armas Cataluña, ampa-
echo, y á quien poco faltó, después de
ler venerado en los altares i.
los Cardona guardaba, en número ex-
nerto, los restos de muchísimos miem-
ustre familia que á tan alto grado Ue-
iialenza. Los despojos dé aquéllos que
tes de terminarse la obra, lo cual fué
por los años de 1664, y estaban en distintos puntos,
fueron piadosamente recogidos y trasladados i. Poblet
en ostentosa procesión y ceremonia de que conservaban
gran recuerdo los anales del monasterio. Erigido ya el
panteón, eran depositados en él todos cuantos indivi-
duos de la casa de Cardona iban falleciendo, habiéndo-
se designado, entre tan conspicua ayuntación de muer-
tos, un puesto de honor y un sitio escogido para el ena-
morado de Poblet, aquel D. Pedro Antonio de Aragón
tantas veces citado en estas páginas, á quien era deu-
dor el monasterio de regalos valiosos, pero entre todos,
aun siendo de gran precio, ninguno como el de su esco-
gida y selecta biblioteca.
Sólo un sepulcro de los de Cardona estaba apartado
de los demás, compitiendo en lujo y esplendidez con los
mausoleos de los reyes, como que encerraba á uno de los
más insignes varones de nuestra historia, á aquel que
1 En 1542 un ligado apostólico di6 licencia para separar del ca-
dáver de D. Carlos de Viana un brazo que se guardaba con veneración
en la sacristía de Foblel, y un dedo que como reliquia conservaba la igle-
na de San Vicente, en Valencia.
TOMO XIX 20
3o6 1
era conde entre los i
hom vinculador, seg
capitán, esforzado i
defensor de Gerona
y de Francia, en ti
món Folch, en fin,
este nombre. Murió
pulcro, que más tan
do, y en donde pe
traslación de sus res
erigir D. Luis Ram
Cardona.
Levantábase este
que subía de la ¡gles
destal adornado con
urna enriquecida coi
tos, sobre la cual ai
tesca, la estatua del
Un epitafio latino re
des y hechos heróicc
era ciertamente mái
piedra se leía en la
solo dístico:
Cuniíiíut hic i>
Jtfgiitts t¡
Pendientes del se
del dístico latino, ap
castellanos, que mej
primeros, siguiendo el elocuente laconismo del primer
epitafio:
A quien esta (umb» esconde
por ser varón deiu ley,
entre los reyes es conde
y entre los condes es rey.
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET
Por hazafla sefialadn
Rano el conde esta corona.
. por áíi que<U coronada
la real casa de Cardona.
£1 cementerio común.— El monje misterioso.— La capilla de
dej de üigel.— El par.lec'm de esta familia, — Dofia Leonor
gÚD, la triste. —La casa de Cabrera.
Fatigado estará el lector de tanto como de n
se viene contando; pero hay necesidad absoluta
biar más aún, si este libro ha de corresponder á
jeto. Considérese que, en medio de las grande
Poblet, su Necrópolis era su mayor grandeza, y
ella estaba toda la historia de la Corona de A
Con sólo entrar en Poblet y detenerse un me
ante cada mausoleo, leyendo los epitafios y fij
en los hechos del difunto, el curioso podía sa
templo enterado á grandes rasgos de lo más sal;
culminante de nuestra memorable historia. Por <
más de lamentar la ruina y desaparición de a<
monumentos. El arte puede restaurar ó levan
nuevo el edificio; pero ¿cómo volver á reunir ai
tumbas desaparecidas ó aquellos restos perdido
siempre, que el genio de los artistas y el resp
las familias y de la posteridad hablan ido allí a
lando, á través de siglos y generaciones, para g
manifestación de las artes y monumental archivi
historia?
En el antiguo cementerio de los monjes, qii
detrás de la iglesia, y en el claustro, se ven ai^
chas sencillas urnas de piedra, á modo de ataú<
tenidas por columnas ó empotradas en el muro, 1
muñes en la Edad media. Aunque al parecer i
308 VÍCTOR
mes muchas de ellas, todas fueroi
fañadas un dia en busca de imagí
guardaban los restos de honrados ■
jurados y concelleres que de Lérii
la misma Barcelona, de diversas
á Poblet la piedad de las famiUas,
ascendientes, después de una vida
sagrada al hogar y Ja patria, fues<
eterno en la tierra bendita de P
amparo y custodia de la Virgen, a
sitio en tomo de sus reyes todos
columna de su trono ó esplendor
pes, barones, magnates, caballero
nos, como si fuese aquel sagrado
Cataluña.
Entre estas tumbas de que ve
hay muy curiosas y dignas de fi
cuando sólo descuellen por su exi
la artística forma que sabía darl
que con ninguna otra se confunde
taño, revelando el nombre del difi
y profesión de ciudadano, mercadi
según costumbre de los tiempos,
sa, un emblema, un escudo, una
pueda dar motivo á descifrar ó sos
personaje allí sepultado: así, por i
culpida en una lápida, indica que
Espada, que por antiguos manusí
enten-ado en el cementerio de los
dan á conocer á los individuos de
atributo profesional revela el art
funto.
¿En qué urna de éstas 6 en qui
cementerio descansaba cierto mis
después de la célebre batalla de M
LUMA — LAS RUINAS DE POBLET 309
a bajo la inmeasa pesadumbre de
rofe, se presentó á tomar el hábito
0 sólo al abad el secreto de su nom-
1 referente á este personaje, que de-
cíerta importancia, y sin duda muy
o, por lo que se trasluce. Cuanto
constaba en antiguos manuscritos,
pocos días de la batalla de Muret,
ta que D. Pedro de Aragón el Ca-
provenzai perdieron, el primero su
>u independencia y libertades, pre<
de Poblet un caballero, que tal pa-
lura y arreos. Jinete y caballo lle-
' fatigados, como quienes venfan de
peligrosa jornada. Pidió el caballe-
ad, que al parecer lo era D. Pedro
cuando en esto no andan claros los
errados entrambos en ila celda aba-
cia], tuvieron lai^a y detenida plática. Ya el caballero
no volvió á salir del monasterio, y poco después con-
taba la comunidad con un nuevo monje que nadie sa-
bía quién era, ni cómo se llamaba, ni de dónde había
' venido. Retraído, huraño, sin hablar ni comunicarse
con los demás hermanos, recatando el rostro cuando
podía ser visto de gente forastera, el monje miste-
rioso vivió algunos años en el cenobio, extraño á todo
' y á todos, y sin más trato que el de haberse llegado á
conferenciar con él un día, y en secreto, el magnate
D. Pedro Abones, á quien las Cortes de Lérida de 1ZI4
habían nombrado gobernador general de Cataluña du-
rante la menor edad del rey D. Jaime I.
Cuando murió el monje misterioso, mandáronse
quemar sus papeles, ropa y muebles de su celda por
310 VÍCTOR BALAGUBR
orden expresa del abad, que lo era á
món de Hostairích, y fué enterrado, i
como recóndito, dentro del cementen
La circunstancia de haber llegado al
días después de la batalla de Muret, t
estuvo y tomó parte, siendo quizá tai
de la infausta noticia, puede hacer p
guno de los capitanes de D. Pedro, t
sabido salvar á su rey ó morir con él,
vergüenza en el fondo de un claustre
zá, alguno de aquellos caballeros y ti
venza, que, tras de la fatal jornada c
toda esperanza, abandonaron para í
viniendo á buscar en Cataluña amiga
norada tumba.
Referido esto, que por lo curioso \
nuestro relato, volvamos á seguir la (
La casa de los condes de Urgel, ta
mada, que por ser originaria de los ci
na no reconocía superior, tenia en Pe
cros, principalmente en la capilla de
gelios, llamada también de los conde
tar á cai^o de esta casa, que erigió ei
miento.
Entre los muchos miembros de es
pultados, estaba Armengol VIII de '
Elvira, condesa de Subírats, que mur
cual las leyendas, y sobre todo las caí
vadores provenzales, presentan com
mas más hermosas, gallardas y galai
También tenía allí humilde y pobi
Doña Leonor de Aragón, hermana d
mo conde de Urgel.
Las crónicas de Poblet hablan la
señora, y hay que consagrarle unas Ij
ÍLUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 3II
: todos los transcendentes sucesos que
rte, sin hijos, de D. Martín el Hu-
« los pretendientes al trono vacante,
Lamente, con más derecho y justicia
de de Urgel, que era también el que
y más adictos contaba, singularmen-
les.. No hubo, sin embargo, de reco-
imento de Caspe, cuyo fallo convi-
todos los pretendientes, deponiendo
, suspendiendo los otros las hostili-
do D. Fernando el de Antequera,
le de Urgel, que contaba con el amor
á quien su madre Doña Margarita
a á cada momento: Hijo, ó rey ó nada,
fallo de los jueces de Caspe, é in-
), se levantó en armas. Tan infieles
10 la justicia. D. Jaime, preso en Ba-
osefdo hasta de sus estados de Ur-
istillo de Játiva por su victorioso rí-
\llí estuvo prisionero algunos años,
astradamente, por mandato, según
cupaba el trono que á él pertenecía.
le Urgel una hermana. Doña Leonor
al su padre dejó heredera de la baro-
eudo de Balaguer, á falta de sus her-
rey D. Femando desposeyó de sus
ho conde D. Jaime, poseía Leonor,
íT ó villa de Menargues, lo cual no
se lo vendiera al monasterio de Po-
Doña Leonor que á la caída de su
nelu di ble mente la suya, y se apresu-
;redera universal, por escritura del 4
á Doña Cecilia de Aragón y Cabré-
la sido de D. Bernardo de Cabrera,
1 Sicilia y vizconde de Cabrera en
313 VÍCTOR BALAGUEl
Cataluña, la cual puso pleito al rey
Poblet sobre el dicho lugar de Men;
entonces, desentendiéndose de la in
cilia, mandó proseguir el proceso di
beldia contra Doña Leonor, á quiei
bienes por suponerse que había reca
men que su hermano.
La infeliz Doña Leonor se vio e:
de todo, abandonada de todos, sin
sin hogar, sin patria, y la descend:
de los reyes de Aragón, que habían
do con la fama de sus hechos y la
riquezas, se encontró de pronto tan
tan falta de recursos, que hubo de
pública el amargo pedazo de pan c(
necesario sustento: grande ejemplo
gratitud.
Pero aún no paró en esto su mis<
guardaba el cielo mayor humillaciór
Por alguna misteriosa serie de suct
sido fácil averiguar — pues que las c
las memorias que de aquella infeliz
citan los hechos como si tuvieran
ahondar en ellos; — por alguna mis
cesos, repito, Doña Leonor vino á i
Fr. Pedro Cerdán, su confesor, dÍ!
San Vicente Ferrer, de aquel San ^
ron eminente, es verdad, apóstol e,
justicia se venera en los altares, pi
fin, no pareció ciertamente haber e
piraciones del cielo ni á las del derec
influyendo contra el conde de Urgel
te como lo hizo, cuando e] parlamet
sejada por Fr. Pedro Cerdán, Doi
abandonar el mundo y retirarse á u
LüSa — LAS RUINAS DE POBLET 3I3
ta, distante una legua de Poblet, en
-eíble abstinencia, descalza, vestida
levota imitadora de la Magdalena,
unida en 1430.
Poblet, precisados á guardar silen-
i de la vida de Doña Leonor, subsa-
irzado con grandes alabanzas á la
tir; dicen que murió en olor de san-
nerable, y cuentan que Fr. Pedro
nita de quien falta aún hablar, vio
a de Leonor conducida en triunfo
)teosis arrancada tal vez á la con-
historiadores obligados á hacerse
lerta por impedirles ocuparse de la
:nsura de su época. La triste Doña
la de limosna, en tierra llana, al
i capilla que sus ascendientes ha-
mtar y engrandecer con sus rique-
capilla panteón de los señores de
le Ager, emparentados con la casa
i de su título. Raza turbulenta que
nactiva, fué la de Cabrera. Núes-
tas están llenas de sucesos referen-
ladora, para la cual no había punto
ni tregua, siempre en actividad de
en lucha abierta, cuando no con
patria, con sus vecinos y con sus
condes de Barcelona y reyes de la
Varios de los Cabrera sepultados
sus lechos de piedra desde el mis-
i donde encontraron su muerte.
jue tenia sepulturas en Poblet era
lera entre las que llamaban de los
»»a, tan esclarecida y alta que, por
314 VÍCTOR BALACUER
ser quien era esta familia y por tcne
mo murió uno de sus individuos allí
más detenido comento y capitulo ap
Las sepulturas de los Moneadas.— El caballei
casa di? Moneada. — Los varona de la fama.'
Glorias de los Moneadas. •
Merece, en efecto, muy especial i
Moneada que, con la de los condes ¿
pues reyes de Aragón, y la de los co
mó el núcleo y la fuerza de aquel <
sobrecrecientes glorias por todas las
todos los mares surcados, palidecía (
principales monarcas y más primada
No era realmente en Poblet dond
cada tenía su panteón. Era en San
monasterio cisterciense, rival de Pol
alteza, sobre cuya historia, maraví
recuerdos se me hubiera ocurrido dei
to hay que decir no estuviera ya en
mente publicado por D. Teodoro C
1 Se tilula esta obra SANTAS CRItUS, ¿et
famúiú mimasltria y neliciai hiilóricaí re/ermlt.
y dtmás ptrmnas nelailis ^cpu¡lada¡ en tu rtem,
Hanuevfl y Gcltrú, estabkcimienlo lipográñco
Es un libro verdadera mente imporlanle, que at
se estudia con mas provecho, en el que su au
conocido y reputado en la república de las Ictl
gran valla, ha sabido reunir con arte, discreciún
lislico, hist/irico y legendario tiene aquel grandi
siempre en Cataluña al par de Poblet, Y tan es
Ire loi catalanes como frase usual y vulgar la di
LUNA — LAS RUI» AS
rio, á cuya fui
Moneada, era i
es de esta casa s
í de Aragón Pedí
I á la de aquel oí
.áuria.
doñeadas sólo t<
una de DoRa i
cada, capitán fai
Horca, esposa qi
de Urgel. Su se
1 divisas de Urgí
ilumnas, se hall;
le Cristo, en la
pilla, y al lado d
ivisas de Ui^l ;
bastro, veíase el
primera mujer d
e D. Jaime,
ura .de los Monc
rio de los monjes
e tierra y encaj;
la de San Berna:
:tavo, sin inscrii
>, yacen los resi
1, cuya trágica i
suceso que hast
3r lo extraordini
. ser tal vez una
SíHlat Crttu, como
r can esta frase á que
lo demás, fortuna ha
bil y tan completo en
6 VÍCTOR BALAi
s maneras un hecho y un ej
familia y retratan una époc
ii escena que voy á contal
y oscura noche de Novieml
ia de Santa Coloma de Qr
bajaba al río Besos desde el
n hombre envuelto en una
an los almogávares, se hali
m la cabeza apoyada en un
dormía. Nada de esto, sin
raba.
lalquiera que hubiera podid
curídad que reinaba, hubié
Drarse bruscamente, avanzí
iterrogar los ruidos de la
i uno que le fuese familiar;
len no le hubiese dado el i
se hasta tenderse en tieiTa
laneciendo así más de un i
de estatua yacente.
cabo de este tiempo se lev
ndo el árbol junto al cual
lanecido, fué á situarse en i
ios minutos después un mi
iimores de la noche. Bra e
candóse fué poco á poco hai
icstro hombre misterioso,
r de entre las sombras la si
el que avanzaba vio tamb
aridad de I9S estrellas, dit
1 del camino, pues que, inc
;i caballo, gritó con voz ro
¿QSién anda ahí?
Un hombre que desea hablí
líIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DK POBLET 3T7
BI jinete tiró la rienda y detuvo su caballo; pero al
propio tiempo que se inclinaba de nuevo, como para
descubrir mejor al que acababa de hablar, su mano de-
recha buscaba bajo la pellica en que iba envuelto el
pomo de la daga, compañera inseparable entonces de
ios caballeros, daga pequeña y de agudísima punta que
servía de arma arrojadiza á quienes, como el jinete de
que hablamos, sabían dispararla con certero tino y á
gran distancia. Quizá el de la manta notó este manejo,
pues hizo un movimiento como para adelantarse, dete-
niéndole sólo la voz del jinete.
— Di cuanto quieras sin avanzar un paso, 6 te arrojo
mi daga; y por la sangre de Cristo Nuestro Señor, que
no erraré de una pulgada tu corazón.
El desconocido, que había dejado caer el embozo de
su manta, se cruzó de brazos, y dijo, mientras una son-
risa indeñnible asomaba en sus labios:
— ¿D. Hugo de Moneada tiene miedo?
— ¡Villano! — gritó el jinete. — ¿Cuándo has visto ó
has oído decir que hubiese temblado un Moneada? Per-
donóte tu insolencia en gracia de que me digas pronto
lo que de mí deseas: pero antes de todo, comienza por
decirme tu nombre, ya que sabes el mío. ¿Quién eres?
— Soy Farech el almogávar.
— ¿Y qué es lo que quiere Farech el almogávar de
Hugo de Moneada?
— Una sola cosa Su vida.
D. Hugo se ¡rguió sobre la silla de su caballo, y sus
ojos centellearon en la oscuridad.
— ¿Mi vida dijiste, perro almogávar?..,. ¡Mi vida! ¿Y
para qué necesita mi vida un miserable como tú?
— Porque la palabra de un villano vale lo que la de
un caballero, y he prometido mataros.
— ¿Y á qué perro judío ó moro has prometido la vida
de un Moneada?
3l8 VÍCTOR BALACUBR
— Al vizconde de Rosanes.
Al oir Moneada el nombre de su
encarnizado, lo comprendió todo. E
delante era uno de esos, nacidos en
cho, que en aquella época alquilaban
á los caballeros para desembarazarle
migo demasiado poderoso ó demasiad
verse con él ellos mismos: as! es que,
go oyó el nombre de su enemigo,
con la rapidez del rayo, desenvainó
con ímpetu al almogávar, clavando
con furia, el aguijón en los ¡jares
hacerle saltar por sobre el cuerpo d(
La daga partió, en efecto, disparí
D. Hugo, pero fué á clavarse en el ;
se apoyara Farech; el caballo saltó,
cima de un cuerpo, pero no de un ci
También el almogávar lo había c
su vez, y con la misma presteza qui
D. Hugo, se tiró al suelo para evit
pasar el caballo, que, á mantenerse
derribado de seguro. Fué, sin emb;
neo el saltar D. Hugo por encima
el ponerse de pie el almogávar, emj
bailo, montar en grupa de un botí
con una de aquellas correas de que i
tos los almogávares para sujetar su:
nar á sus enemigos, teniendo alguní
dad, y Farech era de este número,
un lazo.
Cuando D. Hugo quiso hacer un
sistencia, estaba ya atado.
El almogávar paró el caballo, api
Hugo de la silla con la misma facili
becho con un saco de plumas, y lo d
ISa — LAS RUINAS DE POBLET 319
lado, y por otro la rapidez de la
alizado la lengua del caballero.
: que los villanos, al dar una pala-
Sois mío ya. Rezad vuestras ora-
con Dios. Vais á morir,
muerte al de Moneada. La'habia
y muy de cerca en los campos de
zó, sin embargo, como un rayo
ndo cara á cara al almogávar,
—¿cuánto te dieron por mi vida?
ie morabetinos el casco i.
ibieran llenado cinco veces lo me-
ló hacerte valer. Yo te lo llenaré
10 me salves la vida,
'. Hugo. DI mi palabra, y me han
nte.
, diez veces.
ento; aunque me dieseis, construí-
castillo de vuestro hermano el Se-
arriba.
lió que no había dado con un ase-
nso á morir.
javar se había, sin embargo, nu-
guió en el rostro de Farech la im-
ientos, y esperó.
3 de un instante el almogávar: —
itaros, porque sería deshonrarme.
y he dado mi palabra; pero puedo
Je de Rosanes luego de haberos
uminó el semblante de D. Hugo.
320 VfCTOK BALA(
El placer de la venganza le hací;
te. Los hombres de aquel siglo
— Que me place — dijo. — H
sabe Oíos, matarle por mí pro|
combate; pero ya que esto no p
ta. Te llenaré cinco veces tu ca
— No seríajusto tampoco, y n
—contestó con cierto tono de Í
que por lo visto entendía el he
cobraré sencillamente por su vi
vuestra; y sale ganando, que e
acomoda el precio?
— Me acomoda. Falta ahora i
del contrato.
— Son muy sencillas. Vais á
de honor de volver á este siti(
solo y sin armas. Ahora os !
taréis en vuestro caballo, os llej
ron, vuestro hermano, y volven
nido. En cambio, yo os daré ;
que antes de tres días habrá mu
sanes.
— ¿Puedo estar seguro de qui
— -Como yo lo estoy de que i
réis la vuestra, volviendo á este
ras, solo y sin armas.
—Mi palabra tienes, almogav
—Y vos tenéis la mía, D. Hi
Farech aflojó la hebilla de la
caballero, y ya ni uno ni otro st
Extraño contrato, ¿no es verd
Y, sin embargo, uno y otro
cumplieron al pie de la letra.
A las dos horas estaba de vuei
ció estipulado; á los pocos insl
:aTALUNA — LAS RUINAS DE POBLBT 32I
is después de esta muerte, los servido-
de Rosanes, que tenía su castillo cer-
viendo que su señor tardaba en volver
había partido muy de mañana, fueron
sque y le encontraron bañado en san-
I pie de un grupo de álamos. Junto á
1 ensangrentada azcona de almogávar.
le contado, tal como me la contaron,
oncada que yace en la tumba del ce-
nonjes, permitido me sea decir algo de
amiiia, cuyo nombre no se puede citar
) hablar de esa raza de héroes? ¿Qué
notable, qué gran hazaña, qué gloría
i que no vaya unido el nombre de un
o en los Moneadas el titulo de senescal
ervian á los condes de Barcelona más
; como subditos, siendo frecuentes en
:asiones en que por agravios recibidos
ndones contra los condes, sus señores,
nente con ellos, corriendo sus tierras y
) homenaje.
Katalon, según cuentan las tradicio-
habia sido de Carlos Martel, empren-
L de Cataluña, nueve estrenuos varones
letieron con él la empresa, siendo, por
lución, apellidados de la fama. Entre
nes se hallaba, ñgurando en las cróni-
nero, Naufer, Napifer ó Dapifer de
;en la casa de este nombre en Catalu-
s comienzan, pues, á figurar en el pri-
luestra historia, en el primer albor de
322 VÍCTOR BALí
nuestia independencia. Más ar
raza que la de los mismos com
fer es una grandiosa y soberbi
de la reconquista, y cuando O
último suspiro ante las muralla
legó á Dapifer Ja continuación
venganza. Tomó Dapifer el m
de hazaña en hazaña, de glori
pendón triunfante de la cruz s
subyugada Urgel. Debía aún
casa de Barcelona, cuando e
Moneadas de conquistar ciudad
Y ahora, sabido ya el origer
varones catalanes, vamos á in
sobre lo cual hay varias opinio
Es una de elias la de que Dai
to, según costumbre de entonce
naque servia de muro, empaliz
cristianos competidores y sus e
pónese que con motivo de esta
mar al monte de los Pirineos,
campo, monte caienato, y al sen
to, el capitán de MonUcaíenato,
nato, cuyo nombre, corrompié
Moneada andando el tiempo.
Otra opinión, que no se aparl
la anterior, asegura que Dapifi
ticado en la montaña de Canig
llamada Canaca 6 Caco, vinien
Dapifer de Montecaco ó Montes
dose se convirtió en Moneada.
Cuando la conquista de Barc
á principios del siglo ix, un hij
frente de un puñado de cristia
una torre ó atalaya que tenian
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 323
llamó Coll de Moneada, y en aquel sitio echó los cimien-
tos del que hubo de ser con el tiempo fortisimo casti-
llo é inexpugnable ciudadela. No falta, empero, quien
crea, y de este parecer es Zurita, que la casa de Mon-
eada tomó, este nombre y titulo de la baronía de Mon-
eada, en la época de D. Ramón Berenguer IV el Gran-
de. Llobet y Vall-llosera, en una erudita Memoria sobre
esta casa, presentada á la Academia de Buenas Letras
de Barcelona, cree que los Moneadas tomaron su nom-
bre del monte y del castillo, en lugar de dárselo.
Lo cierto es que desde entonces fué aquélla la man-
sión señorial de los Moneadas, y allí, en lo alto del
monte que se alza como centinela gigante en los lími-
tes de las llanuras de Barcelona y del Valles, comenza-
ron á anidar aquellas águilas soberbias de la nobleza
catalana y á reproducirse aquella familia, siempre tur-
bulenta y siempre independiente, que había de enlazar
con los príncipes y señores más poderosos de la tierra;
que había de dar tan grandes capitanes á su patria,
tantos nombres ilustres á la historia, tantos héroes al
drama, y que había de prestar, finalmente, asunto in-
teresante á los trovadores para sus más románticas
consejas y peregrinas leyendas.
Larga y muy entretenida tarea sería la de reseñar las
glorias todas de esta raza: me limitaré á citar algunos
hechos principales.
Dejemos á un lado al capitán Dapifer, tronco de esta
familia, el primer varón ó barón de la Fama, según le
llaman las crónicas, que ganó á Urgel y rindió tres re-
yes moros; no hablemos tampoco de aquel Moneada
que, según una poética leyenda, montó á la grupa del
caballo de San Jorge, trasladándose por los aires desde
Antioquía á la llanura de Alcoraz, y tomando parte el
mismo día y á la misma hora en dos batallas; y demos
al olvido la conseja de aquel otro Moneada, que, agrá-
324 VÍCTOR BAI^GUBK
viado por un arzobispo deTarragon
una noche y le mató, fundando lueg
Santas Creus en penitencia de su
que sean estas tradiciones, la critii
chaza, y la familia de que hablamo:
damente que recurrir á la fábula ps
eos episodios y hazañas caballeresci
poesía de la gloria.
Ninguna expedición contra moroí
grande tomaron á su cargo los coi
que no fuera contando con algunos c
tre sus más valientes y atrevidos ca;
familia, cuyas glorias van unidas á
líos tiempos, figura por medio de <3
tes y esforzados varones en la expec
nes á Andalucía á comienzos del si,
quista de Barcelona por el conde B<
sa contra las Baleares, llevada á cab
Ramón Berenguer III, y en las coni
de Fraga, venturosamente realizad
Berenguer IV. En la toma de Tor
mente se distinguió un Moneada, qi
feudo la tercera parte de la ciudad ]
este mismo Moneada se debió muy
enlace del conde D. Ramón Berenj
tronila, lo cual trajo la unión de Ca
mientras un Moneada se enlazaba ci
narca aragonés D. Pedro el Calólici
esposa á la condesa del Bearn, emj
dos casas reales.
Dos Moneadas, yendo en la arn;
son los primeros en tomar tierra en
meros que riegan con su sangre
abriendo paso su muerte á las hueste
quien detiene todo un dfa su victoria para consagrarlo
r
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 325
i llorar sobre sus cadáveres y á rendir fúnebres honore
á aquellos dos heraldos de la conquista: los Moneadas
senescales perpetuos de Cataluña, pasan á ser tambiéi
procuradores generales de Aragón: una hembra de s
familia, Doña Constanza, enlaza con el príncipe Doi
Alfonso; como más tarde otra. Doña Guillerma, ha d
enlazar con el principe D. Pedro; como otra, Don
Elisenda, ha de ser, andando el tiempo, mujer de Jai
me II, reina de Aragón, y, muerto su esposo, funda
dora y primera abadesa del monasterio de Pedralva;
como, finalmente, otra Doña Guillerma, émula de 1
varona castellana María Pérez, es ilustre capitana
monta á caballo, pone á cerco castillos, entra á sac
ciudades, y, tan esforzada en armas como diestra ei
letras y en leyes, debate con los monarcas y los prela
dos, discute ante todos los tribunales, y con arrollado
ra elocuencia truena contra todas las jerarquías y con
diciones.
Un Moneada es gran almirante de Aragón en tiem
po de D. Pedro IV, vence en Estepona á una armad
de moros, socorre á los aragoneses y catalanes de Sici
lia, y es almirante de la escuadra que el monarca ara
gonés envía contra Mallorca y su rey D. Jaime: otro e
condestable del reino, y en Sicilia caballeroso defenso
de la reina Doña Maria: otro es gobernador general d
Cerdeña y Córcega primero, de Mallorca después,
brilla lo mismo en el campo de batalla, donde es e
primer héroe, que en los parlamentos, donde es el prí
mer orador: otro toma parte en los bandos de Aragói
antes del parlamento de Caspe y figura en las asam
bleas de Mequinenza y de Tortosa: otro libra á la rein
Doíia Blanca de Sicilia cercada en el castillo de Mar
queto, socorre á la reina Doña Juana de Ñapóles, se se
ñaia en la guerra de Córcega y pelea valerosisimamen
te en Ñapóles con Sforza: otro conquista á Argel: otr
3^6 VÍCTOR BALAGUER
defiende á Puigcerdá: otro es el cap
del duque de Valentinois: otro deja fa
labría, de donde es gobernador; y pe
de Moneada, á quien llaman las cróní
talán, es virrey de Sicilia, corre las o
y vence y sojuzga á la indomada Tríj
Tal era esta casa. El viajero que v
Poblet ó las de Santas Crcus, no debt
por junto á los sepulcros de los Monc:
con respeto y sin recordar que los que
y son sus nombres todavía, gloría y ti
IX.
Los sepulcros de personas y fsmilUs distinguida
Pedro Mar^et. — Los monjes bandoleros. — I
Fr. Anselmo Turmeda.— La conversión de ^
nitente.— Sus pórtenlos y m i la g ros.
Como los Moneadas, otras familia:
roiies de la fama, tan renombrados en
y á quienes dieron celebridad y origei
pitanes de la reconquista, tenían par
ras en Foblet. Eran estas familias la:
ra, Cervelló, Anglesola y Ribelles. V
viduos descansaban en el monasterí(
urnas que estaban en el cementerio d
el claustro, ya en ricos y opulentos r
dos por las capillas del templo.
Para no fatigar al lector con una
ción, citaré sólo los más principales,
nes creo debe consignarse un rccuerd
su honrada memoria.
En una urna del cementerio común
de Cervera, señor de Cadoz y de la
,UÑA — LAS RUINAS DE POBLET 327
)as huestes del conde D. Ramón
o fueron arrojados los moros del
0 se fiíndó Poblet.
lia tenia varias sepulturas. En una
1 los restos de D. Guillen de An-
glcsola, señor de Beilpuig, que murió en 1 159, y otra
era un panteón, que se alzaba en la capilla de Santa
Magdalena, sobre cuya magniñca urna de alabastro se
veían las estatuas yacentes de D. Bernardo de Angle-
sola, señor de Miralcamp, y de su esposa Doña Cons-
tanza, allí enterrados.
Muchas eran las personas principales que tenían su
sepultura en Poblet, siendo en número tan extraordi-
nario, que abruma la sola idea de dar detallada cuenta.
Pablo Piferrer llamaba á Poblet el templo de los sepulcros,
y dice con grao verdad que jamás hubo otro que pose-
yera tanta riqueza de monumentos sepulcrales, ni don-
de mejor que en él pudiera el artista hacer un estudio
completo de las sepulturas góticas de todas épocas, des-
de las fúnebres y sencillas urnas levantadas en tas pa-
redes de los claustros, hasta el trabajado sarcófago de
los monarcas.
A cada paso encontraba el viajero lápidas mortuorias
con nombres de gran resonancia en la historia: D. Jai'
me Zarroca, obispo de Huesca y canciller del rey D. Jai-
me, cuya urna se veia majestuosamente coronada por
una estatua de hábitos pontificales; D. Guillen de Al-
carraz, así llamado porque ganó á los moros el lugar y
el castillo de aquel nombre; D. Ponce de Perellós, em-
bajador de Cataluña en diversos puntos; D. Rodrigo de
Rebolledo, barón de MontcMs, capitán insigne, que fué
sepultado en la urna labrada para el Prokom vtnculador,
vizconde de Cardona, cuando se trasladaron estos res-
tos á la que dejamos descrita al hablar de los panteo-
nes de aquella casa.
328 VÍCTOR
Alli tenían tumbas más
milias de Zacirera, Alañá
ra, Timor, Castelloni, Cat
ñera, Guimerá, Montpahó.
Rocafort, Morell, Puigveí
guardaban los restos de i
eclesiásticos, de los abade:
jes de la casa que, por sus
cieron enterramiento singí
Pero entre tantos y tan s
bía en el templo, uno solo
ra curiosidad, con devocí
por el vulgo, que acudía at
Verdad es también que el
pañar á los visitantes y dt
del templo, les conducía, :
con preferencia sobre las n
capilla de las santas reliqui
estaban los restos mortales
lar y expresiva veneración
un nicho levantado de tien
Epístola. Tenía este nicho
de hierro dorado, que pern
cubierta con un magniñco
ella este letrero:
Hic jacet venerabilis F
Hay que referir la histor
ria imperdonable su olvido
leyendas de Poblet; pero di
no pierda su sello especia
con aquel color distintivo '
que la cuentan los cronista:
tendió la fama del monje, i
la Iglesia y como santo po
iTjILUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 329
OS de 1409, siendo abad de Poblet
viviaen el monasterío un monje alto,
joven, de buenas maneras y mejores
lito y fama tales de perfecto religioso,
cargo de bolsero, cuya ocupación )e
de mayor independencia, facultado
para ir donde bien le acomodase so
obrar ó satisfacer.
que, pasando por la calle principal de
lejana de su convento, acertó á le-
idad, la cabeza, que por prescripción
la siempre baja, y pudo ver á través
rasgados ojos negros relucientes co-
), que le miraban de una manera ex-
adre latir su corazón bajo el fuego de
pretó el paso para alejarse, y por la
ito desocupado en el refectorio, ayu-
de contrición.
'arias veces en días sucesivos, volvió
/er aquellos dos rasgados ojos negros
rse clavado en su corazón y que le
or todas partes, pues es fama que los
y soledad de su celda, en medio de
i y penitencias áque despiadadamen-
ra librarse de una visión convertida
ante vértigo.
I llegó un día en que, al pasar por la
L, y abierta de par en par la ventana,
dorable mujer, cuya tez hubiese do<
le España.
[nuy conocida en la comarca, de sin-
de costumbres francas y verdadera-
L quien llamaban la Morena del Mas
ia de una deliciosa casa de campo ó
1"
330
VÍCTOR BALAGUER
granja que existía en el centro del frondoso y agreste
bosque del Tillar.
Los cronistas populetanos no pasan porque fuese
aquella mujer la arrogante y seductora Morena del Mas^
y sientan que era el mismísimo Satán en forma de en-
cantadora hembra para conseguir la prevaricación del
monje. Y acaso no andaban desacertados en su juicio,
pues no fué, de seguro, aquélla la vez primera en que
se vio al demonio parapetarse tras los ojos negros ó azu-
les de una mujer hermosa.
De todos modos, y sea de ello lo que fuere, la More-
na del Mas era la penitente, la amiga ó la parienta de
un religioso del convento de franciscanos de Montblanch,
llamado Fr. Anselmo Turmeda, varón de reconocido
saber y de gran palabra y elocuencia, cuyos famosos y
notables sermones había tenido Fr. Marginet ocasión
de oir y admirar repetidas veces.
Por medio de la Morena del Mas llegaron á intimar
Turmeda y Marginet, haciéndose grandes amigos y
compañeros, y viviendo largo tiempo en estrecha y cor-
dial fraternidad; pero siempre sojuzgado Marginet á
Turmeda, á quien miraba como hombre de g^ran talen-
to, juicio confirmado más tarde por la historia, aun
cuando comenzara ya á murmurarse en Montblanch y
en sus alrededores de la conducta un tanto misteriosa
y un tanto relajada del fraile franciscano.
Ocurrió por entonces la muerte del rey de Aragón,
D. Martín el Humano, que murió sin hijos, terminando
con él la línea masculina de los condes de Barcelona
en el trono, y el país quedó entregado al embate y dis-
cordia de las pasiones, avivadas por el celo y las intri-
gas de los pretendientes que se presentaron á disputar
la corona, algunos con las armas en la mano. Por al-
gún tiempo, que venturosamente no se prolongó mu-
cho, gracias á la sensatez y cordura de los prohombres
.UÑA — LAS RUINAS DE POBLET 33 1
ña, el reino ardió en bandos y en
emación y el terror se apoderaron
) nuncio todo de trastornos y ca-
ído, á principios de aquella época
io el año 1410, comenzó á decirse
llar, en la casa de aquella morena
¡ros, se reunían los partidarios de
;ntes al trono vacante, acudiendo
siniestro aspecto, y congregándose
or de la oscuridad, en tumultuosa
aroR colgados de un árbol del bos-
iosos, uno de cisterciense y otro de
mo dia se notó en el monasterio de
nto de Montblanch la desaparición
'urmeda y de Fr, Pedro Marginet.
la falta de los dos religiosos en sus
s, cuando se comenzaron á referir
de dos famosos bandoleros que re-
ecinos, usando traje de caballero y
L mujer vestida de hombre. Decíase
;ro en abundancia, y que con él se
nte en los mesones, seducían á las
leblos, y sólo con el puñal ó la ba-
as autoridades y jurados que inten-
.fueros.
ite, aquellos dos bandoleros los dos
ch y de Poblet, y la mujer que en
;ompañarles la Morena del Mas.
e Poblet hacia recorrer sus bosques
ñas por los monteros y servidores
j los jurados de Validara y otros
veguer de Lérida intentaron pes-
somatenes para dar con ellos: su
333 VÍCTOR BALAGUI
astucia les hizo evadir siempre la j
rías fueron creciendo en tanto gi
hablaba en todas partes, llegando ;
rror de la comarca.
Todo lo intentaban y á todo se
doleros. No había sagrado que le:
que no burlasen, honor que no atr
no desobedeciesen. Unas veces s(
cuando más de la gallarda moza
ayuntándose con los partidarios d
dos en armas; á veces rumbosos y
les y asesinos; escalando conventos
do castillos y ma^as, poniendo á (
blos, riñendo verdaderas batallas i
res, despojando á viajeros, apodei
determinadas y sometiéndolas á re
suerte de aventuras y héroes en ti
nes, llegaron á tal punto de crecí
más de una vez, según parece, huí
mente en tratar con ellos y llama
ciéndoles con el perdón de sus mal
ta honores que satisfacer pudieran
Pero vino en esto el año de 141
á regir la abadía de Poblet D. Juai
cho; y aun cuando quedaban en C
bandos que se habían disputado la
encaminarse á la paz, con la acepta
Femando el de Antequera. Cada es
á su antiguo orden y disciplina, y s
llegaron á formal rompimiento los
que las memorias que existen nos c
no sea lo que suponen los piadosos
atribuyendo en Turmeda la hdelida
turas, y en Marginet el deseo de ai
mienda.
TALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 333
to entre los dos antiguos monjes, no
tneda, por el pronto, en su nueva se-
cólo s! diremos de él que fué á parar
inegó de la religión cristiana, convir-
1 deMahomay comentador del Aleo-
ida, según parece, como mártir, pues
do al cristianismo, y fué bárbara-
or los infieles; pero de todo Jo refe-
naje hemos de ocuparnos luego con
lomento nos importa, es seguir en la
ida á Marginet, quien, rotos ya sus
n, apareció un día inopinadamente en
s, que eran labradores del pueblo de
stóles su propósito de cambiar de
is dos mujeres que en su compañía
iis acaso la Morena del Mas, para que
e dirigió al monasterio de Poblet sin
rse de su traje de bandolero.
la tarde, víspera de la fiesta de Nues-
en que los monjes acababan de reu-
ipitular. Presentóse de repente Mar-
nbrados religiosos, y cayendo de ro-
la sala, y prorrumpiendo en sollozos
ana piedra se daba violentos golpes
IZÓ á decir:
don! Soy un miserable, soy el que
ía Fr. Marginet, y después Marginet
;o á implorar de la misericordia di-
mis crímenes y culpas. Recibidme
I seno, dejadme morir entre vosotros
nis penitencias la gracia del Señor.
quí, no me abandonéis, no me mal-
Soy un pecador arrepentido, y á todo
ial
334 VfcroR BALAGUBR
Con éstas y otras palabras y con 1
arrepentimiento, Marginet conmo
ista llegar el momento en que, 1
lón el abad Mengucho y yéndose
abrigó solemnemente con su ma
ando:
— Infinitas son la bondad y mi:
n oveja descarriada torna al redil.
scibámosla en nombre de Dios, ]l
Y pronunciadas estas palabras, di
3 para que se llevaran al penitente,
al reinó por breves instantes. Vo!
iento, y una vez allí alzó su voz ]
— jDe rodillas, hermanos! Digan:
rlayor es el gozo de ver á un pecad
iventa y nueve justos sin necesid
egocijÉmonos, pues, y demos grac
ndo para el pobre arrepentido la
! la misericordia infinita.
Y todos los monjes cayeron de ro(
imo nube de incienso, subió pura y
es del trono del Eterno.
Ya al llegar aquí los cronistas de
ente Finestres, consagran extensa
explicar la vida de arrepentimiei
1 oración y de martirio á que desi
;gó Marginet con todo el mismo a
si asm o con que antes se entregan
ra.
Cuentan cómo pasaba los días en
ción y el éxtasis, y cómo fué di:
10 por todos los lugares que en
indolera había seguido, haciendo
emplar penitencia; refieren cómo
1 vecino monte á proseguir su vid
: CATALUÑA— LAS RmNAS DE P08LET 335
IOS extraordinarios y sucesos milagrosos;
[ué excitándose la pública curiosidad y
neración del pueblo hacia el monje-ban-
n, por fin, sus visiones y portentosas cu-
: y de cómo las campanas tocaban solas
de cómo recibía extrañas visitas de ten-
ios; y de cómo por las noches, estando
lertas del templo, se abrían éstas por si
e paso y permitirle hacer oración ante
ie cómo veía bajar y subir cohortes de
ablillos por las cuerdas de las campanas;
lia le encontraron cabalgando sobre una
ra, de la cual estaba pendiente una gran
o allí por invisibles espíritus infernales;
i vez disipó con sólo una señal una gran
ba á caer sobre la comarca amenazando
ie cómo otra vi6 á los ángeles subir en
el alma de aquella triste Doña Leonor
i moraba en una ermita próxima; y de
arrebatado por seres invisibles mientras
:ión y transportado instantáneamente á
habló con su amigo el renegado Turme-
nvenció de que debia volver al seno del
jendo con esto causa de la conversión
[idolero; y de cómo, últimamente, pues
ir nunca, acaecieron al eremita tales y
s sucesos y fué objeto de tales y tan m¡-
s, que á una voz sola y á grito unánime
la comarca hubieron de darle por santo,
lias Marginet en opinión de santidad el
e 1435, siendo enterrado en la iglesia á
:ar mayor; y como fuera muy concurrido
sepultura y continuara en muerte, según
istas, los milagros que hiciera en vida,
por los años de 1490 se colocaron sus huesos en nueva
336 VÍCTOR BALAGUER
umba y en el nicho con reja dorada de que se habló al
:omienzo de este relato, asistiendo á la traslación Doña
juiomar de Portugal, esposa de D. Enrique de Aragón,
lamado el infante Fortuna, que dio para cubrir su ataúd
1 rico brocado en que aparecía envuelto á los ojos de
US numerosos y asiduos visitantes.
Tal es la curiosa historia de Fr. Pedro Marginet el
nonje, el bandolero, el visionario, el santo, según con
nás copia aún de pormenores, y también con más gol-
pe de portentos y milagros, refieren los creyentes y
encillos cronistas de la casa populetana.
Pero todavía falta que decir algo de él, y mucho de
u compañero Turmeda.
edro Mnrginet y Anícimo Turmeda vindicados. — Tunueda tscrilor
catalnii, filósofo y poeta. — Sus obras.
Me he limitado á contar la vida de Fr. Pedro Mar-
inet, siguiendo la pauta trazada por sus fervorosos
ronistas y biógrafos. Todos, sin discrepancia ni des-
cuido de ninguna clase, lo presentan como sencillo
lonje en su época primera, como bandolero y capitán
e malhechores y foragidos en su segunda época, como
Srvido penitente y piadoso eremita luego, y, por fin,
omo venerable y como santo, sufriendo mortificado-
es y martirios, teniendo éxtasis prolongados, gozando
e visiones celestiales, comunicándole Dios la virtud y
I poder de hacer milagros.
Así es como aparece Fr. Pedro Mai^nct en todas las
roñicas populetanas y en todas las vidas de venerable
santos catalanes. Así aparece igualmente, aunqi
3n más accidentada vida y muerte trágica, su cooipa
LUSa — LAS RUINAS DE POBLET 337
r, Anselmo Turmeda; pero hora es
es justicia, aparezcan también bajo
lerecbo á ser juzgados imparcial-
del fanático por un lado, sin el
por otro.
o, conviene decir y consignar que
misterio, misterio que proseguirá
lenetrable, en la vida de aquellos
do de seguro exagerado las fecho-
0 exagerar su santidad y milagros,
intencional mente, acaso, la vida
presentar convertido por la apari-
lacoreta Mai^inet.
indolerísmo, hay que andarse con
todo cuando se trata del bandole-
specialmeote en épocas tan revuel-
bandos genuinamente políticos,
omienzos del siglo xv. Ya en otro
istrar un día, y creo haberlo con-
)Iero catalán no era el malhechor
tampoco el ladrón y salteador de
fine el vocablo, sino el hombre de
a bandosidad, facción ó partido i.
:r, á sospechar al menos, que Tur-
desaparecer de sus conventos y al
:bieron añilarse á uno de los ban-
rían la tierra apellidando patria y
. si es que en realidad llegaron á
sa que acaso no esté del todo averi-
guada, principalmente respecto á Turmeda, no siendo,
de todos modos, en este caso los únicos monjes á quie-
nes, así en lo antiguo como en lo moderno, se haya vis-
to figurar al frente de facciones, parcialidades ó bandos.
I EiüiiíUf Imlirües y peliticM: Madrid, librería de San Martín.
TOUO XIX 32
338 , VÍCTOR BALAd
Pero en fín, sea de ello lo que
demostrar es que entrambos, asi
meda, distaban mucho de ser 1
eran, por el contrario, de inte)
tiempo, muy singularmente Ti
filósofo y gran poeta.
Poco, realmente, se sabe de
este terreno, pero es lo suficient
parece, debió ser orador de verd,
las gentes iban en tropel á oírle,
movedora palabra hizo entrar ei
amotinados; los monjes consulti
ron docto, y su voz era atendida
sienes del capitulo; en varios
aparece la primera después de li
de gran consideración á su persi
abad D. Juan Martínez de Meng
cuencia y su autoridad se sobrep
balas y manejos para la elecciói
fué quien consiguió el triunfo de
que residía en Barcelona, y cuí
de salud y de modestia, se negó
cribióle Marginet una carta pan
Finestres publica esta carta e
apéndice que consagra á traslac
racteristtcos de la vida de nue
Basta leer esta carta para que si
la escribió era, á un tiempo, ur
ter y una inteligencia. Esta sola 1
ñero, bastó para que Torres Am
en su Diccionario crítico de escrik
Dos siglos después de su mi
1625, dos comisarios apostólicos
informados de cuanto se refería
mos hablando, abierto expediet
IA— LAS KUINAS DE FOBLET 339
as y documentos que acerca de
vos del monasterio, ordenaron
ro de mármol ó de jaspe, con la
ad que pudiere, para conservar
ginet, lo cual no llegó, sin em-
lad tuvo Fr. Anselmo Turme-
biógrafos; la posteridad no le
nvuelve ninguna atmósfera de
61o de pasada se ocupan de él
ita tratarle con desdén, y de se-
cón la infamante nota de ban-
dolero y renegado, si no hubiese convenido presentar á
Marginet rasgando los aires en alas de espíritus invisi-
bles para convertirlo á la fe y devolverle al seno de la
Iglesia. Y, sin embargo, Turmeda están infínitamente
superior á Marginet, que no hay entre ellos ni asomo
de paridad siquiera,
La vida de Turmeda la refieren los cronistas en po-
quísimas palabras. Apenas ocupa un párrafo en las his-
torias, y si alguna celebridad le otorgan, al reflejo de la
de Marginet la debe.
He aquí, en resumen, lo que de él dicen. Fué fraile
franciscano de Montblanch; se hizo bandolero con Mar-
ginet, ó mejor, arrastróle á él al bandolerismo; cuando
Afarginet se apartó movido de arrepentimiento, prosi-
guió Turmeda su vida airada; acabó por pasar á Tú-
nez; bizose renegado para predicar el Alcorán, y un día,
en ocasión de estar hablando calurosamente contra la
fe, apareciósele como bajado del cielo el P. Marginet,
y echándole en cara sus crímenes y reprendiéndole con
severidad, le convenció de su error, consiguiendo su
:omienda. Desde aquel momento Turmeda comenzó de
luevo á predicar el Evangelio, en vista de lo cual el bey
le Túnez le mandó cortar la cabeza por los años de 1419.
340 VÍCTOR BAL/
A esto se reduce todo cuanti
Pues bien; aunque muy á h
obra que escribo el campo prop
tión, he de decir, sin embargo,
gran inteligencia hubo de ser 1
to anduvieron desencaminados
con tanto desenfado al que es v
ría de las letras.
Es verdad que Fr. Anselmo
como Marginet; pero queda y
hay que entender el bandoterii
que pasó á Túnez; pero es m
inverosímil, que renegase de h
obras como La disputa del asj
morales y cristianas, debió ser
profundamente arraigadas, de
gran alteza de miras. De esta:
notables, no hablan una sola p;
me refiero.
La prímera se titula: Dispu
selmo Turmeda, acerca de la na
males, escrita por el diclto fraile
año 1417. Escribióla Turmedi
fué traducida al francés el í
Buyson.
Es un libro sumamente pere,
y sutileza, en el que hay un v(
sofia bajo una forma entretenic
Finge el autor que, habiéndí
gozar unos momentos de la so
de las ciudades, tropezó, despi
asamblea compuesta de todos
en el mundo y congregados p
juramento de fidelidad al león,
mente proclamado. Uno de lo:
(A — LAS RUINAS DB POBLBT 34I
incia á la asamblea como mantenedor
lisa: la de ser superiores los hombres
r las excelencias del cuerpo y las do-
:onces llama á Turmeda y le invita á
la tomando parte en un debate públi-
á un asno para que le replique, no
dado su palabra real de poder argUir
;do alguno á las iras de sus subditos,
so, ni más nuevo, ni más original, ni
lutileza y ñlosoHa, que este singular
á todas las cualidades y circunstan-
es, el elefante, el buey, el camero, el
el águila, el tigre, el león, la hormi-
el perro, el escarabajo, el caballo, el
;., etc.; y después de larga discusión,
da controversia, de fuertes razones
leda, de discretas y profundas répli-
I, acaba por demostrarse que sólo en
ibre superior á los animales: en el al-
íilo de Dios, dice Turmeda; frase ad-
después debía repetir el gran Calde-
1 una de sus obras inmortales ■, sin
ro, que antes la habia pronunciado
án.
:no de discretos comentarios y pro-
les acerca de la sociedad, la moral,
etc., y se discurre muy juiciosamen-
U rey la hacienda y la vida
lan de dai- pero el honor
jatrimonio del alma,
I alma 56I0 es de Dios.
(£1 AlcalJe Je Zalamea^
342 VÍCT<
te sobre ios papas, los i
nates, cod delicadas alu
nes se induce á imitar i
hormigas y de las langí
dirigir á todos hacia la i
Algo hay en la Dispu
go hay efectivamente qt
renegado ¿ Turmeda. I
si mismo por boca de u;
al león;
— «Muy alta y venerai
que recostado veis á soi
ción catalán, natural de
por nombre Fr. Anselm
y entendido en toda cier
gia, y es oñcial de ¡a ad
noble Maule Brafet, rey ;
y gran escudero de dich<
Pudiera deducirse de
había apostatado, pues :
ñel; pero, como no sea <
pirítu y el texto de la obi
resulta verdadero y ciei
extendido en general sol
todavía mayor tocante
Nada de positivo se sab<
de un hecho que él mi
con el asno, haciéndolo
animales interlocutores.
El gobernador del casi
al pasar de Sicilia á Cal
tos contraríos á refugiar
Túnez. Una vez allí, encontrándose falto de víveres j
refuerzos, envió por ellos á tierra, y echándolo de ve?
ATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 343
ando llamar á los mensajeros del go-
¡o:
I vituallas y llevadlas á vuestro señor,
i parte y diciéndole que yo le suplico
equeño servicio de mí, su humilde ser-
ijo, y devolvedle sus dineros; y si ne-
i cosa, que me lo mande á decir, pues
jjera será servido.
i6n, que ya no es posible interpretar
n pudiera tomarse la otra, se ve que
aba en Túnez Fr. Anselmo, lo cual de-
staba alli como renegado,
de Cáller agradeció mucho la atención
y asi se lo manifestó desde su nave
L carta que le escribió dándole las gra-
uestras también de cortesía, pues que,
idelante el libro, al llegar Amoldo de
tnviS á Túnez, con destino á Fr. Ansel-
míe de muchas y gentiles cosas. No bu-
ucedido este cambio de cortesías y re-
ballero cristiano y un renegado.
ce positivo es que Fr. Anselmo murió
)S de los enemigos del cristianismo por
^lio.
i Turmeda hay que dar cuenta, y tam-
patente demostración de lo que vení-
aun cuando, como luego se verá, pa-
> contrarío de su portada. Me refiero al
irnos morales y cristianas, preciosa obrí-
»:er especial atención, que desde tiero-
i hasta comienzos del presente siglo se
las á los niños para enseñarles á leer,
is en verso catalán, con unas poesies
io y Juicio 6nal. Los versos, leídos hoy,
I muy buenos, pero ni se hacían me-
344 VÍCTOR BALAGUE
jores en el siglo xv, ni en muchos
la elevación de pensamiento que i
poeta, y un poeta serio.
Ya no se hallan ejemplares de i
raros al menos. En mis mocedade:
alguno, y últimamente mi excelen
maestro Barbieri, que es tan entei
sico como inteligente biblióñlo, <
cías acerca de uno que existe en la
de Sevilla, cuya papeleta traslado
como fué copiada por el eximio m
Dice así:
Libre compost per frare | Ettcelm
ció del ángel Custodi.
Aquí la estampeta del impresor
al verso de la portada dice:
En nom de Deu sia: \ e delagli
libre I cópost en Tuni^ p. lo Rev
Encelm | Turmeda: en altra manten
de al=: I gutts bos enseityames: jat
haja se | guiís Empero pesen hauer
gar los I a la geni. E per que deu h
coin lo I sen cor ab gran esperanza
men^a la hobra.
Al fin se lee:
Fonech esiampat lo pre— \ senl tractat en la insigne \
Ciutat de Barcelona per \ Duran Saluanyach. En pSy \
Mil. D. e. XXVII a iij d' I mes de setebre.
En 8." g6t. de 16 hojas sin foliación. Sign. A — Bii
La mayor parte en verso y con dos estampas grabad
en madera (además de la del impresor), que represe
tan, la una el Juicio final y la otra la Virgen de la Co
cepción. En frente de la del Juicio ñnalse hallan los <
mST. DE CATALUSA — LAS RUINAS DE POBLET 34
lebres versos de la profecía de la Sibila, que se can
en las iglesias de Cataluña por Navidades, cuyo es
bulo dice:
Aljom dtljttdiá
parra qtd imrá ftt ¡erviei, etc.
Este rarísimo libro se halia en Sevilla, Biblioteca
¡ombina, bajo la sign. G. 3y — 36. Misceláneas in 8."
Por lo que toca á la Disputa del asno. Torres An
que no hubo de ver el libro, dice que se imprimió
Barcelona el año 1609 con el titulo Disputa del ase 1
tra frare Anselme Turmeda sobre la natura et nobleza
animáis.
Existen de esta obra dos traducciones en francés
de Lión, más arriba mencionada, y La revancíie el c
iré dispute de frere Anselme Turmeda contre les beles,
Mathurin Maurice. París, i554.
Este libro de Fr. Anselmo consta prohibido poi
Santo Oñcio; pero debió de ser por siete pasajes n
licenciosos que tiene al hablar de los siete pecados
pítales, aplicándolos á los religiosos de su siglo.
Es cuanto se me ha ocurrido decir sobre Margi
y Turmeda, considerando que los lectores no toma
á mal esta digresión ó paréntesis en el curso de <
obra, ya que, en cierto modo, se trata de vindicar á
personajes que de seguro no aparecen con su verdad
carácter ni con su exacta üsoDomia en las historias
los cronistas de Poblet.
346
SARRACENO,
(Otra ley
Lupo, el rey moro de '
te, hijo segundo de Almi
Lupo estaba sentado <
bosquecillo de olorosos r
Ámete.
¡El joven Ámete! La
nunca mozo más gallard
neja una lanza, nadie ce
potro, nadie más que él
die mejor que él sabe caí
ventana.
— Ámete — le dice Li
me brinda con tregua; i
mensajero que vaya en t
el de Barcelona.
— Yo seré ese mensaj<
— Toma, pues, el me
colta la flor de mis sóida
senté al conde las mejo:
rate y parte!
— Sólo te pido el tiempo indispensable para besar la
barba blanca de mi padre Almanzor, y dar un abraxo
á mis hermanas Zaída y Zoraida.
Voló Ámete á abrazar á su viejo padre y á sus be-
llas hermanas, y en seguida partió.
J
CALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 347
un potro cordobés, negro como la
el viento en su carrera. Cuatro sol-
guian. Era toda su escolta. Ámete
. Era audaz y arrojado, valiente y
s en Cataluña, atravesaban una tar-
peso pinar, cuando les sorprendió la
lo moro dijo:
nuestra izquierda, á la luz del ere-
mos montes soberbios que escondían
rbante de nieblas; el sol, al retirarse,
de sangre; el aire, que azota nues-
un hálito de fuego. Vecina está la
impestad: se lo dice á Ámete el vien-
esiguales y furiosas ráfagas las cres-
os pinos; se lo dicen esos ruidos sor-
' lejanos que se oyen de noche en las
se aproxima la tempestad, parecien-
¡os por las fragosas sierras al sentir
án.
órnete, — la tempestad nos sale al en-
ros, á escape!
ho, y el bruto cordobés vuela, vuela
águila que se lanza sobre la presa,
ie la flecha que rasga el aire. Bien
I sus compañeros.
: compañeros, y en tanto el huracán
1 viento silba como una serpiente en
como un león entre los matorrales.
:os son tronchados; los árboles más
n por el camino. De la sierra bajan
jue arrastran enormes peñas. El cíe-
atara tas.
rto sus cataratas, y el valiente potro
348 VÍCTOR BALAGUSR
ya tiene que saltar por sobre una
atravesados en el camino, ya resbal
diente de unas peñas, ya costea la p
ta por las aguas, ya atraviesa á nai
do es destrucción y muerte, todo te
pronto
De pronto un rumor de voces vi<
el ruido del viento. Entre el desorde
entre el rugir de la tempestad, entrt
can. Ámete percibe, como á ráfagi
rioso, melancólico, divino. ¿Es el i
del Paraíso?.... ¿b es el himno de j
malencos que gozan en la destrucci^
Amele siente una emoción ignorad;
Siente una emoción ignorada ha
acierta á preguntarse á sí mismo.
ber. El huracán redobla su furia y
dad. Los árboles pasan raudos por
ras de gigantescos fantasmas; los m
cruzan rápidos ante sus ojos como
ño. Soto le falta empuñar una tea
genio de la tempestad, cruzando coi
jinete en su caballo negro, las selvas
ra por dónde va, ignora dónde se di
le guía.
Su caballo le guia, y cuando por
de un imponente edifício, al lado di
meda, se eleva ante él. Ámete lo h¡
to un gigante con la cabellera sue
atrás. ' ¡Oh, sorpresal El canto que
oye aún de nuevo, pero más cercan
Más cercano, como que sale del ii
ñcio. Es un cántico nocturno, religic
y poesía, entonado por acentos varo
cucha un instante suspenso, y, en
fcTALUÑA— LAS RUINAS DE POBLET 349
irtir como un surco de luz rasgando
Eando la lluvia que cae, atravesando
el rayo en su seno, deslizándose por
J y la cólera de los elementos. Ámete
1 habla en su corazón, y arrastrado
isconocido
un impulso desconocido, abandona su
ja caer á un lado muerto de fatiga, y
ar la cerca del ediñcio. ¿Dónde va?
'.... No lo sabe.
o aquel cántico le fascina, le seduce,
le, en ñn, como el imán al hierro, co-
laríposa, como la libertad al cautivo.
) el interior, atraviesa un jardín, sigue
i un claustro, penetra en un templo.
, alli, bajo las bóvedas sonoras, so-
o, dulce y tierno, el cántico suena
s divino, y las acordes voces ruedan
oleadas de armonía por las cónca-
. El templo está invadido por las ti-
s luces brillan en el altar.
brillan en el altar, porque aquel tem-
t y aquel canto la Salve, es decir, el
fervoroso saludo que al aparecer los primeros albores
de la mañana dirigen á la Reina de los Angeles los co-
razones cristianos. Las tres luces son en recuerdo de
aquéllas otras tres que los solitarios de Lardeta y el
ejército de Berenguer vieron un día brillar sobre la
alameda. Ámete se apoya en una columna, y llora.
Y llora copiosamente. Hora sin tregua su infancia
pasada en el error, su juventud- transcurrida en la obce-
cación . Ámete se siente renacer, siente bullir en su alma
un mundo de nuevos sentimientos, y las lágrimas que
vierte son el bautismo que puriñca y lava de la culpa sus
horas de ceguedad y de engaño. Ámete cae de rodillas.
35° VÍCTOR BAU
Cae de rodillas, y entonces,
unos seres extraños, cubiertos
pajes, empiezan á deslizarse p<
monjes que se retiran del coro
diñada la frente, murmuran<
del dia.
Un monje repara en Ámete
— ¡Nuestro padre San Be
morol.... ¡Un moro en la casa
— jUn moro! — repiten los dei
Y todos se echan atrás horr
nal de la cruz.
Sólo el abad se adelanta.
— ¡Quién eres? — le dice.
— Soy Ámete, el hijo del re;
— ¿Quién te trajo aquí?
— La tempestad.
— ¿Dónde ibas?
— No lo sé Ya no lo rec
— ¿A quién buscas en estos i
— A Dios.
— ¿Qué le quieres?
— Quiero pedirle que me de
que me deje ser uno de vuestro
vestir ese ropaje que vestís V(
esos cantos que me enajenan,
adorarle, la frente en el polv
cielo, como hijo de cristianos.
El abad se volvió hacia los :
— ¡Acercaos, hermanos!...
entrar en el camino de la virtí
y demos gracias por ese nu(
nuestro padre San Bernardo!
— [Bernardo! — exclamó el n
ro llamarme de hoy en adelan
^TALUKA — LAS RUINAS DE POBLET 35I
tras.
!S hubo en Foblet un monje más que se
un monje virtuoso y santo, cuyos re-
iiya austeridad y penitencia, cuya as-
lieron el que volase la fama de su virtud
motos confínes.
is la caridad en Poblet fué más abun-
lares los pobres que acudían á sus puer-
do Bernardo el despensero, ni un solo
«tiraba sin ser socorrido.
:s todos pedían ver y besar la mano del
ma que habiendo un día el abad repren-
ro por su prodigalidad sin límites, Ber-
1 graneros intactos y aumentadas las ar-
ís había crecido el número de los con-
cón sus consejos, Bernardo atrajo á la
3 á una paríenta suya llamada Doray-
y á otros muchos sarracenos de la mis-
rdo se presentó al abad y le pidió su
ermiso para emprender un viaje.
ieres ir, hermano? — le preguntó el abad,
, á Carlet. Tengo allí unos hermanos,
D abrir á la luz y cuyo corazón á la fe.
su bendición, pero diósela llorando.
ios que regreses! ¡Permita Dios que no
halles en tu camino la palma del sufrimiento y del
martirio!
— Hágase la voluntad del Señor, — dijo Bernardo
despidiéndose del abad.
Bernardo marchó y llegó á su país. Su anciano pa-
dre había muerto, y su hermano Almanzor era rey de
Carlet. Quiso ver á sus hermanas Zaida y Zoraida.
Las dos le recibieron llorando.
35^ VÍCTOR BALAGU
— Os traigo á cada una una crt
Y desde aquel día, Zaída y
María y Gracia; pero lo que hab
dos hermanas, no pudo lograrlo de
2or. El corazón de éste era dui
Ningún presente quiso admitir, n
— No te conozco— dijo á Bei
eres, renegado. Sólo puedo dec
pronto hacia aquéllos que te en'
dejará de brillar para tí.
Bernardo fué entonces en busci
ría, y les dijo: — Vamos.
Y los tres partieron.
Al saber Almanzor la fuga de
apresurado tras ellas al frente de
ceños. En vano huyó Bernardo
embarcar á sus hermanas y salva
alcance, degolló á las pobres niñ
á Bernardo á una encina, arranct
raba el timón de la barca en que
tivos, y lo mandó clavar en la fren
misericordia.
Bernardo murió como el Redei
verdugo.
Cuentan las leyendas que medi
go que el rey D, Jaime I hubo ct
los moros, fué advertido por unos
los campos de Alcira ocurría i
Junto á una encina, cerca del río,
co de sangre fresca, y cada noche se iluminaba aquel
sitio con celestiales resplandores. Acudió allí et buen
rey, mandó cavar la tierra y hallóse el cuerpo de Ber-
nardo
Esta era la leyenda que se contaba ante la imagen
de un monje con la frente atravesada por un clavo, que
CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 353
inos se detenían á admirar en Poblet;
ría de San Bernardo de Alcira, el moro
[ rey de Carlet, á quien el monasterio
intó una suntuosa capilla de mármoles
la con gran veneración por los devotos.
XII.
)b1el. — Alfonso el dr/a.— Fundación del monas-
Jaime il dmqmtlader. — Hace cortar la lengua al
y por quí. — Fundadún del monasterio de Benifazá
ülorca. — D, Pedro il Cerímoaieío. — Visita de tos
-Lo que sucedi6 con el aposentador de Felipe II.
3 de Poblet se enorgullecía con el re-
atas regias. Consideraba, en efecto, co-
imbres más preciados el de haber ofre-
i á todos ó á casi todos los reyes que
)na de Aragón.
Barcelona, D. Ramón Berenguer IV,
veces en Poblet, atento á la edificación
que con tan solícito empeño llevó á
iu hijo el rey D. Alfonso el Casto, el rey
nás propiamente debiera llamársele y
lan las memorias literarias, consta que
t muy á menudo, unas veces para vigi-
trabajos de construcción, pues ya queda
:ran solicitud prosiguió la obra de su
padre, y otras tal vez para buscar en aquellas amenas
soledades el descanso y el reposo que necesitaba su vi-
da, agitada y febril como la de ningún monarca.
El antiguo bosque de Poblet, hoy ya desaparecido,
Touo :tix 23
\ V(CT0R BALAGUER
:11a grandiosa y secular selva, de que los cronistas
an con embeleso, como de un sitio lleno de encan-
' amenidades, vio sin duda pasear muchas veces
;ntre sus árboles al rey trovador, en busca de solaz
su ánimo preocupado y de soleded para sus seré-
meditaciones. ¡Quién sabe si fué entre las delicias
:]uel bosque, célebre en nuestras crónicas, donde
tlfonso compuso alguna de aquellas trovas proven-
i, sentidamente amorosas, que dirigía á Matilde de
tagnac 6 á la vizcondesa Adelaida de Beziers, dos
ntes y seductoras damas de su tiempo, á cuyos
es fama que languideció de amores el monarca! Y
ín sabe si fué también en las soledades de aquella
i donde el ofendido D. Alfonso meditaba la mane-
: contestar á los duros y sangrientos serventesios
le dirigía el famoso trovador Beltrán de Born, su
orable rival en amor y en poesía! i.
e D. Alfonso se sabe que estuvo en Poblet, sin
ar otras veces anteriores, por los años de 1174 y
i, época en que otorgó escritura auténtica, ofrecien-
nterrarse en dicho monasterio. También consta que
vo el año 1190, acompañado de su hijo el principe
'edro, aquél que fué más tarde llamado el Católico ó
Muret, y de varios magnates, entre ellos el arzo-
3 de Tarragona Berenguer de Vilademuls, Artal de
;ón, Guillen de Granada, Lope de Daroca y Miguel
,uesia ó de Lusia. Cuéntase que en esta ocasión el
:ipe D. Pedro, á presencia del citado arzobispo y
ís magnates, eligió sepultura en Poblet, con las
ñas condiciones que la eligiera su padre, año de
¡, otorgando de ello escritura que se guardaba au-
ca en el archivo del monasterio. Sin embargo de
Los que deseen tener má; detalles sobre esto, pueden hojear, si
ice. mi obra Lat Tyovadffret en sus capítulos Aífema di Aragim
•lar de Aquitania.
\
MIST. DE CATALUÑA— LAS RUINAS DE POBLET 351
esto, D. Pedro no fué enterrado allí, sino en Sijena
donde llevaron su cadáver los caballeros y magnat
que ensangrentado lo recogieron en las llanuras
Muret, campo de triste recordación para nuestra h
ton a.
Volvemos á encontrar á D. Alfonso en Poblet dun
te el mes de Julio de 1194. Las crónicas del monas
rio hablan de una gran solemnidad religiosa, actuar
como abad D. Pedro de Masanet, en la que el monai
aragonés ofreció á su hijo tercero D. Fernando ala h
jestad de Dios, dedicándole para monje de Poblet, coi
así fué, en efecto. También en esta ocasión parece c
D. Alfonso otorgó testamento, haciendo varias dor
cienes al monasterio, legando al tesoro del mismo
real diadema, ratificando su voluntad de ser alli en
rrado y nombrando al abad uno de sus albaceas.
Falta decir, pues es dato curioso, que en una de
varias veces que D. Alfonso visitó nuestro monaster
dispuso que doce monjes suyos pasaran á Aragón, de
de el rey trovador fundó á orillas del rio Piedra, y
amor de sus admirables cascadas, otra casa cistercit
se, hija de Poblet, por consiguiente, que tiene tambi
gran historia y esclarecidos recuerdos 1.
Huésped fué de Poblet en varias ocasiones el 1
D. Jaime I el Conquistador. Alli estuvo antes de ei
prender la conquista de Mallorca, y en su iglesia tu
lugar la solemne bendición de las banderas que i
huestes catalanas llevaron á aquella gloriosa campar
y alli volvió inmediatamente después de su conquisi
en lz3o, apenas desembarcado en Tarragona, parad
gracias á Dios por el éxito maravilloso de su jornac
£n el monasterio pasó la octava de Todos los Sanl
ocupado en dar aviso á todas las iglesias de sus rein
1 Véase £1 manasltrie di Htdra, del mismo autor.
355 V/CTOR BALAGUER
Lra que celebraran solemnes ceremonias en acción de
acias al Señor, convocando al obispo de Barcelona y
otros prelados para tratar del nuevo obispado que ¡n-
ntaba fundar en Mallorca, lo cual sólo se resolvió des-
les de grandes debates.
También durante su permanencia en aquel retiro,
orgó formal escritura para consignar que elegía allí
pultura, como sus antecesores, y acordó, con el abad
. Amaldo de Gallard, la manera de proveer á la fun-
ición del monasterio del Real de Mallorca, que quiso
ese de Ja orden del Císter é hijo de Poblet, como con
ledra hiciera su abuelo D. Alfonso.
De nuevo volvió D. Jaime á nuestro cenobio dos 6
es años más tarde, allá por los de i233, y también
itonces encargó al que era su abad, D. Vidal de Al-
laire, la fundación de otro monasterio, el que se lla-
ó de Santa María de Benifazá, haciéndole donación
ira ello del castillo de Benifazá y otros lugares en el
ino de Valencia, cuya conquista había emprendido.
Y por cierto que no merece desaprovecharse esta oca-
5n que se ofrece para referir lo que se cuenta acerca
: esta fundación.
El cronista valenciano Beuter dice que el rey Don
lime mandó un día cortar la lengua al obispo de Ce-
na, Berenguer de Castellbisbal, por haber revelado
ertos asuntos que en secreto de confesión le comuni-
ra, relativos á sus amores con la célebre y hermosa
ima Doña Teresa Gil de Vidaure. Arrepentido lu^o
rey, acudió al Papa pidiendo )a absolución, que se le
ó mediante su promesa de fundar un convento de la
den de San Bernardo, lo cual cumplió dando comí-
an al abad de Poblet para fundarlo en términos de
orella y en un lugar llamado Benifazá.
El hecho es cierto; pero no fué la fundación de San
María de Benifazá, sino su terminación y engrande
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 357
cimiento, lo que se impuso por penitencia á D. Jaime.
El hecho es cierto, repito, aun cuando se haya pro-
^ curado negarlo con insistencia; aun cuando muchos
cronistas lo hayan refutado ó falseado; aun cuando la
censura oficial obligara á Zurita á borrar en su segunda
edición de los Anales el pasaje relativo á este suceso
que se imprimió en la primera; aun cuando Abarca se
extendió en largas y difusas consideraciones para de-
mostrar la poca consistencia y falsedad del hecho; aun
cixstndo, por fin, en nuestra misma época lo haya rotun-
damente desmentido un cronista de Gerona, que lo atri-
buyó á invención y fábula del autor de estas líneas por
haber dado ligera cuenta de ello en la Historia de Cata-
luña. Hoy no puede caber ya la menor duda. La crítica
histórica demuestra, con la innegable lógica de los do-
cumentos, la verdad del suceso.
Lo que todavía está oculto bajo un velo impenetrable
hasta ahora, es la verdadera causa que indujo á Don
Jaime á hacer cortar la lengua al obispo de Gerona.
Aparece sólo como lo más cierto que el prelado reveló
algo que en secreto de confesión le había confiado el
monarca, queriendo así este último castigarle por don-
de mismo había pecado; pero se ignora en qué consistía
el secreto.
El suceso se reduce á que el rey mandó prender y
cortar la lengua á Fr. Berenguer de Castellbisbal, es-
cribiendo, poco después de esta horrible mutilación,
una carta al Sumo Pontífice dándole cuenta de los mo-
tivos que tuviera para proceder tan cruelmente contra
el obispo, y pidiendo ser absuelto. El texto de esta carta
no es conocido; pero sí la respuesta del papa Inocen-
cio IV, dada en Lyón, de Francia, á lo de las calen-
das de julio del año III de su pontificado (22 de Junio
de 1246), la cual transcribe Odorico Rainaldo, sacán-
dola del archivo del Vaticano.
358 VÍCTOR B/
Por este documento y por
en su Historia de Poblet (apé
tomo II) copia y extrae Fint
ciliación del rey D. Jaime, c
conserva en el archivo de ]
marcha y consecuencias de a
Se obligó á D. Jaime á peí
po, á levantarle el destierro i
nocer su culpa en junta de pi
nos de sus reinos, acto que ti
de Noviembre de 1246. Hecl
solverle los legados pontifici<
nitencia que terminase el me
do para la fábrica de su igle:
bienes suñcíentes á ñn de ma
vez de zo como se había fija(
ción del hospital de San Vici
ner la renta anual de 600 m:
dase además una capellanía
Gerona.
Volvamos ahora á las visi
Las crónicas hablan de do
efectuó al convento enjunio d
sin que mencionen cosa part
También estuvo el año i3;
nigno, que habia ido á celebr;
Montbianch.
Del rey D. Pedro IV el C
existe recuerdo de haber ido ™ .. ^ „ „„„
rio, entre ellas los años de 1340, 1341, 1342, 1346
y 1378.
Los cronistas de Poblet dan gran importancia á la
primera de estas visitas, suponiendo que el rey D. Pe*
dro celebró en el monasterio Cortes ó parlamento; pero
no fué asi. Lo que hay de cierto en ello es que Dod
E CATALUSA — LAS RUINAS DE POBLET 359
bía comentado ya sus arteros manejos
Tie de Mallorca, su deudo, cuyo reino
]uiso tratar este asunto en consejo pri-
mas personas de su confianza, y citó para
ios los infantes D. Pedro y D. Ramón
BU hermano el infante D. Jaime conde
I arzobispos de Tarragona y Zaragoza,
irida, á varios otros prelados, á diferentes
eino, y también á algunos síndicos de las
idades. Tenía realmente la reunión un
mblea.
de lo convenido en este consejo, volvió
el año siguiente de 1341, y allí recibió
tres de su cuñado el reyD, Jaime III de
' no llegaron á acuerdo, y poco tardó Don
:nzar su proceso contra el de Mallorca,
lamente hablan las historias, á las cua-
cosa de este lugar, se remite al lector,
el rey D. Pedro pasó todo el verano de
341: en Poblet, acompañando á su espo-
embarazada y que dio allí á luz una niña,
e ser la infanta Doña Constanza, casada
rey Federico II de Sicilia,
lablamos las memorias de otra larga es-
monioso en el convento, por los meses de
\ de 1346, en cuya época expidió una or-
biendo cazar en el bosque de Poblet, para
ido Nos vengamos al tnonasterio, al cual
'ecuenUmente y morar en él, podamos hallar
ido bosque.
encontrársele á últimos de Julio de 1347.
> que aquél era el lugar á donde iba á re-
dro para entregarse á sus meditaciones,
. preocupación de ánimo le dominaba, ya
! vemos ocuparse también en consultar
360 VÍCTOR BAL
con ciertos magnates y con lo
dos del país acerca de si la inl
hija que le nació en Foblct) po
caso de no tener él hijos varoi
Por las memorías antiguas
tuvo ocasión de albergar á muc
D. Carlos II de Navarra; D.
acompañando el cadáver de su
mano; D, Fernando I, D. Jua
Reyes Católicos, D. Felipe II
chíduque Carlos, á quien los ca
en lucha con Felipe V.
De todas estas visitas realcE
son especiales, y merecen pon
á los Reyes Católicos y á D. 1
En el año de 1493 se halla
brando Cortes, los reyes D. Fi
comunicaron al abad de Poblet;
determinación de ir á visitar e
real familia, tan pronto como
El domingo 3 de Noviembn
al monasterio los infantes D.
jos de Boabdil el Chico de Gra:
después de conquistada aquella
tólicos. Eran jóvenes de veinti
muy gallardos y nobles de ca
anales populetanos, habiéndose
á los monarcas.
El sábado 9 de Noviembre, a
cesa Doña Isabel, primogénita
acompañada de nueve damas pr
ba viuda por muerte de su esposi
entró velada con su manto, sin
secreto pasó á la iglesia, y de a
casi siempre estuvo retirada en compañía de sus damas.
^
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 361
£1 mismo día á las tres de la tarde llegaron los Re-
yes Católicos D. Femando y Doña Isabel, con sus hi-
jas las infantas Doña Juana, Doña María y Doña Ca-
talina, acompañados de gran número de prelados, gran-
des y damas, distinguiéndose el arzobispo de Toledo,
cardenal de España y patriarca de Alejandría, que lle-
vaba á la reina del brazo izquierdo; los arzobispos de
Sevilla y de Cáller, y el obispo de Mallorca. Entre los
grandes estaba el infante D. Juan de Aragón, duque de
Villahermosa, y entre las damas sesenta hijas de du-
ques, marqueses y condes, con más de quinientas mu-
jeres de servicio de Palacio.
Salió á recibir á SS. MM. el abad D. Juan Payo
Coello, vestido de pontiñcal, con toda la comunidad,
que se componía de 94 monjes profesos, 8 novicios y 35
conversos. Apeáronse los reyes ante la capilla de San
Jorge; abrióse la puerta dorada, y entrando los monar-
cas en el atrio se arrodillaron y adoraron las santas re-
liquias que llevaba el abad, dirigiéndose luego á la igle-
sia, bajo el palio sostenido por los principales seño-
res de la corte, y siguiendo toda la comitiva con los
monjes que iban entonando el himno de Te-Deum lau-
damus.
En la iglesia, los reyes besaron las tumbas de sus
padres D. Juan y Doña Juana, y terminada la ceremo-
nia religiosa fuéronse al palacio del abad, donde tenían
preparada habitación. La princesa Doña Isabel y las
infantas con su comitiva se aposentaron en los ediñcios
de la derecha de la plaza grande. El cardenal, arzobis-
pos y obispos, con los más principales magnates, fue-
ron hospedados en las antiguas cámaras reales del claus-
tro de San Esteban, y más de trescientas damas en el
salón de los arcos, que caía á espaldas de las cámaras
abaciales, donde posaban los reyes, advirtiendo los ma-
nuscritos de la época que fué cosa de grande ejemplo
362 VÍCTOR BALAGUBR
tanto silencio entre tantas mujeres,
religiosas en dormitorio que damas
Foco antes de anochecer llegó e
hijo y heredero de los Reyes Católi
ce años, que habia venido ca^andc
lucida comitiva, siendo recibido po
to con las mismas ceremonias que ;
Al siguiente dia, domingo 10, qti
las tumbas reales, algunas de las c
tas, habiendo dado orden especial
abriera la de su tía la infanta Doña
infante D. Enrique, duque de Segc
una dama muy hermosa. Largo ral
bel contemplando su cadáver, y q
cabellos, que eran muy rubios; peí
el rey D. Femando.
Los monarcas permanecieron tre
terio, al cual aún vemos volver á D,
de paso para celebrar Cortes en Bai
Por lo que toca á Felipe II, estu
ees en Poblet, una en 1564, siendc
ques, y la segunda en i5S5, siéndc
Oliver.
De esta segunda visita puedo c
curiosos, gracias á un manuscrito
conté algunas memorias antigás y c
por casualidad á mis manos, aunqu
falto de algunas hojas, después de 1
del archivo de Poblet. Lo que de es
se conserva hoy en una vitrina de la
Villanueva y Geltrú, donde lo depo
sidades, pareciéndome que debió s
como muy notable cita Finestres e:
bUt, tomo IV, disertación 2.*
AI dirigirse el rey Felipe de Zar
CALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 363
a, desde donde pensó marchar á Po-
anticipación á su aposentador Pedro
as para el abad D. Francisco de 01Í-
ie le dispusiera alojamiento. Llegó
1 monasterio á hora desusada, según
rogancia y autoridad de mensajero
e abriera la puerta diciendo que iba
del rey de España; á lo cual replicó
ue allí no conocían al rey ni era su
lo, DO sin grandes dificultades, ser
ador y costándole un triunfo llegar á
Cuentan que, cuando Felipe II supo
-fEI fraile dijo bien: dijérades vos
; Barcelona, y viéradcs cuan de otra
ra.»
narca, referida por el manuscrito ci-
Abril del anyo i585 pasó el rey Don
:ñor por Foblete, á donde se izo lo
lo salieron á recibir D. Abbad vesti-
n todo este santo convento á la Puer-
le adoraron la vera cruz Su Mages-
infanta mayor, el duque de Saboya
ita, y de allí le llevaron en procesión
', á donde ie fueron todos á besar la
[uiso dar Su Magestad, y ansí le be-
umente con el príncipe, y luego los
bras reales y los aposentaron á cada
nde estubieron asta segundo día de
charon á a3 de Abril de dicho anyo,
icieron el mandato el rey y el prínci-
aboya. Dieron de principio seis ser-
5 de pescado y lo de postre, que son
3e el mandato en el refitorio mayor.
I I
364
vfCTOR BALAGUER
El principe ponia el agua en el bacín, y cayó en tie-
rra por causa que el panyo que traya cinydo le travo.
También icieron mandato las infantas en la claustra de
santo Esteban^ y también lo icieron muy lindo de
todo.
»E1 dicho día predicó Don Abbad, y el viernes pre-
dicó el padre Tarros, y el día de Pasqua el padre Fray
Ferrer, y este día dio de cenar el Abbad á las infantas
en el huerto del prior. Dio á sus Altezas de todos ser-
vicios 61, ansí de volatería como de conñturas.
>Su Magestad traía 31 caballos de coche para sí, y el
príncipe y las infantas 44 acas, 70 caballos de armas y
tres sillas de oro picado.
»La gente que Su Magestad traía. Presidente D. Joan
de Zúñiga, comendador mayor de Castilla y aio del
príncipe. El marqués de Aguilar, del Consejo de esta-
do y guerra. El marqués de Denia, gentilhombre de la
cámara. El conde de Buendía, sumiller del corp que
biste el rey. El conde de Chinchón, mayordomo de Su
Magestad. El conde de Fuensalida, mayordomo de Su
Magestad. El conde de Uceda, mayordomo de Sus Al-
tezas. D. Francisco Enríquez, de la boca. D. Fadrique
Puerto Carrer, mayordomo de Sus Altezas. D. Joan
Enríquez, mayordomo de Sus Altezas. D. Luis de Aya-
la, de la boca. D. Sancho de la Cerda, de la boca. Don
Philippe de Córdoba, de la boca. D. Pedro de Bobadi-
lia, de la boca. D. Francisco Pacheco, de la boca. Don
Henrique de Guzmán, de la boca. D. Joan Pacheco, de
la boca. D. Diego de Córdoba, caballerizo de Su Ma-
gestad. D. Luis Montfor, caballerizo de Su Magestad.
D. Albaro de Chiroga, caballerizo de Su Magestad.
D. Gonzalo Chacón, caballerizo de Su Magestad. Don
Pedro de Guzmán, caballerizo de Su Magestad. Don
Joan de Velasco de Obando, caballerizo de Sus Alte-
zas. D. Alonso de Zúñiga, gentilhombre de la cámara.
'v V
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 365
D. Pedro de Velasco, gentilhombre ut supra. D. Joan
Diaz, secretario de Su Magestad.
tD. Diego Enríquez. D. Rodrigo de Mendoza. Don
Francisco Manriquez. D. Joan de Bracamontes. Don
Joan Velázquez, hijo del conde de Uceda. D. Pedro
Mejia, su hermano. Secretario, Mateo Vázquez- Li-
mosnero Mayor. Confesor, Diego de Chaves. D. Pedro
de Velasco, capitán de la guardia espanyola. D. Alon-
so de Velasco, su tiniente. El conde Landró, capitán
de la guardia tudesca con su tiniente. Mosén de Tinaz,
tiniente de los archeros. Cien espanyoles de la guardia.
Cien tudescos. Cien archeros y borgoñeses.
•Damas: La condesa de Abero. La condesa de Pa-
redes, camarera mayor de la infanta Isabel. Donya
Sancha de Guzmán, camarera mayor de la infanta Ca-
talina. Donya Anna de Mendoza, aya del principe nues-
tro señor. Donya Mariana de Tharsis, duenya de ho-
nor .de la infanta. Donya Anthonia de Mendoza, duenya
de honor. Donya Anna Manriquez. Donya María de
Aragón. Donya Joana Manriquez. Donya Mariana de
Mendoza. Donya María Chacón. Donya Mencía de la
Cerda. Donya Anthonia Manriquez. Donya Luisa La-
zo. Donya Catalina de Córdoba. Mas 145 mujeres más
de las sobredichas.»
Hasta aquí el manuscrito.
Con motivo de esta visita, Finestres y Serra y Pos-
tius hablan de haberse llevado el rey como cosa curio-
sa, tomándola del archivo de Poblet, una escritura an-
tigua de la casa catalana de Alentorn, en que se expli-
caba cómo un caballero de dicha casa tomó á censo
cierta cantidad de dinero para un viaje á Jerusalén con
objeto de ver y conocer al deseado Mesías.
Asi como con tantos detalles hablan las memorias
de Poblet de las visitas de los reyes, así hablan tam-
bién de los entierros reales, describiendo con toda clase
366 VÍCTOR BALAGUER
de pormenores y minuciosidades la p
nidad y el aparato con que los restos
eran conducidos al monasterio y de
tumbas.
Suntuosas eran, en efecto, las ceren
cían con motivo de los funerales. De:
desde el punto donde el rey fallecía, si
vado á Poblet á pequeñas jomadas, e
cesión, con gran acompañamiento de
nates, prelados, concelleres, diputado:
dose en cada villa importante que se
para las ceremonias de la Iglesia, ha;
nasterio, donde eran recibidos los re
tanta solemnidad como los vivos, ceit
tosos funerales en que el convento de;
fausto y grandeza.
El abad de Poblet.— Sus litulús. rentas y grandi
del monasterio. — Los abades de Foblet. — Arn
Ponce de Copón s.— Guillen de Agulló.— Viceni
línez de Menguclio.
Cuando un conde de Barcelona y r
de Aragón se acercaba á llamar á las
nasterio de Poblet, el abad salía de su
lar y recibía al monarca revestido co
de obispo, rodeado de una corte y de 1
remonial feudal, y llevando un num
monjes parecidos á los antiguos cab£
por lo holgado y flotante de sus milita
eos con cola, que arrastraban majes
tan ostentoso el aparato, que un cui
E CATALOtÍA— LAS RUINAS DE POBLET 367
que veía, podía dudar cuál de aquellos
el monarca, si el abad ó el rey.
1 efecto, el abad de Poblet era un verda-
iraba como el más rico y poderoso señor
su tiempo, bajo cuyo dominio y autori-
1 sujetos infinitos señoríos, que le ren-
asallaje. Era abad de siete abades; era
ifeta, y de Segarra, y de Urgel, y de Al-
Qarrigas, y de Valencia; era señor de
i; en lo temporal dueño de 19 lugares y
. y yermos; en lo espiritual, jefe de dos
comunidad, sin contar los títulos que le
:omo rector nato de varias iglesias pa-
Estaban bajo su patronato.
■onías que le miraban como señor juris-
las llamadas el Abadiato, Prenafeta, Se-
.Igerri y las Garrigas, en Cataluña, y la
laya, en Valencia; todas las cuales tribu-
terio las décimas y otros derechos, reco-
rd por señor absoluto, como que su do-
)nfirmado por privilegios, reales decretos
¡cas.
constaba de los sitios y territorios pro-
:erio, con sus bosques y cinco granjas,
Riudebella, Milananda, Castellfulit y la
:ares poblados de Vimbodí, Terrés, Se-
quet, Fulleda, Vinaixa, Omedons, Pobla
usell y Validara con sus términos, y tres
llamados Torrellas, Cudós y Corregó.
e Prenafeta, situada en el campo de Ta-
nponía, á más del pueblo que le daba
lugares de Figuerola, Miramar, Mas den
spi con sus términos, y el de Montornés,
spoblado.
1
68 VÍCTOR BALAGUSR
^ de Segarra contenía las villas, lugaresytérmÍDOS
Verdú, Grañanella, Sandomi, Solanellas, PuJgde-
ges y la Portella.
^ de Urgel abrazaba los lugares y términos de Cas-
será, Fuliola, Boldú, Tornabous, Belcayre, Bel-
nt, Buccenit y Móntale, y siete términos de lugares
olados.
^a de Algerrí consistía en'Ia villa del mismo nom-
y los lugares de Menargues, Boix, la Fríguera y
Lgó, con sus términos respectivos, y además tres
niños yermos que eran los de Totredá, Salavert y
iellas.
jBl baronía de las Garrigas contenia los términos y
ares de Juncosa, Torms, Solerás, Albages, Cugal y
Besas, con los cinco términos despoblados de Mont-
st, la Cova, Sisquella, Hospital de Riu de Set y
Idereig.
A baronía de Valencia, de la cual desmembró el
nasterío la villa de Castelló de la Plana y el lugar
Montornés, que vendió al rey D. Jaime II, com-
ndía un espacioso término en la huerta de Valencia
na legua de la ciudad, y en él dos grandes lugares,
nados Cuarte y Aldaya, con muchos censos y seño-
directo sobre dos molinos y diversas casas y campos
la ciudad y huerta de Valencia.
£n cuanto al dominio espiritual, estaban sujetos al
lasterio:
51 priorato de San Vicente mártir, eTttrammxis de la
lad de Valencia, y los de Nazareth en Barcelona y
Estra Señora del Tallat, situado á la vista de Poblet.
íl abad era rector nato de varias iglesias parroquia-
y tenía bajo su patronato diversas vicarias y mu-
s beneñcios en ciudades, villas y lugares de Cata-
a y Valencia. Era, á más, limosnero mayor del rej
e la real familia, con facultad de enviar á la cortí
^TALUSa — LAS RUINAS DE POBLET 369
bíet como lugartenientes suyos; y era
s dignidades, vicario general y rector
Bernardo en Huesca.
es y monjes, Poblet cuenta algunos
r célebres en sus tiempos y supieron
mundo por sus virtudes, sus talentos
ndo nombre y huella. No deben ser
almente, los siguientes, de quienes;
de reunir algunos datos:
'iipolL Fué doctor teólogo de la uni-
catedrático y regente de estudios en
Bernardo de la misma universidad,
.3o.
rl. Era hombre de gran sabiduría, y
ser celebrado y escogido con otros
ra impugnar los dogmas y espurgar
so Arnaldo de Vílanova,
rra, del siglo xvir, maestro en teolo-
ts obras religiosas escritas en latín,
e ellas su Speculum predicatorum ver-
'It, del mismo siglo que el anterior, y
ue era escritor culto y erudito ea ia-
ej6 varias obras manuscritas. No está
diccionario de Amat.
ervera, del siglo xiii. Fué un caballe-
la noble familia de su apellido, y pa-
!ente trovador; pero mandó quemar
poesías cuando se hizo monje de Fo-
¡me el Conquistador le distinguió mu-
onsejero, encargándole la educación
i. Tampoco lígura en el Diccionario
tres, varón erudito y muy versado en
n dice Torres Amat. Es el cronista
H
37° VÍCTOR B
de Poblet. Su historia de este m
1150 hasta el de 1752, está llena
buena obra de cousulta y archiví
tes noticias. No se lee con gusto,
cío que tenían por lo general las
pero se consulta con provecho, y
profundos estudios y de pertinacf
Son muchos los monjes de P
este monasterio para ir á ocupa;
en abadías, obispados y hasta cj
cardenales. Esteban de San Mart
Huesca en 1166; Ramón de V
1209, sede que ocuparon tambii
de Filella y Ramón de Ostalrích,
naldo de Amalrich, de quien aún
fué arzobispo de Narbona; Arnal
de Aix; de Segorbe lo fué Simói
ti, en Sicilia, Lorenzo Maza; de
rici; de Lérida, Ramón Sisear; d
ménez Cerdán; de Solsona, Frant
Juan Martínez de Murillo, moi
púrpura cardenalicia; y fueron a
de Huerta, Juan Magdalé; del de
fante D. Fernando; del de Veruel
de Rueda, Bernardo de San Ron
y Juan García; del de Escarpe, J
Gomar, monjes todos de Poblet.
Entre sus abades, el monasteri
eminentes, algunos cuyo nombí
gloria y con estruendo en los ana
tria:
A^naldo de Amalrich era abad de Poblet por los años
de 1196. Hubo pocos hombres de tan agitada vida yde
tan varia fortuna. Tengo hablado de él muy extensa-
mente en mi Historia de los Trovadores: Es una gran
lS ruinas de poblet 371
uadro dramático, y extraordinario ser-
. la historia quien en detenido estudio
;ara de poner en claro todo lo relativo á
Poblet, que á tan alto rayó, ya fuese
le las tremendas acusaciones que se le
para presentarle con recta justicia an-
ia historia.
;nz6 por ser monje en Poblet, luego
después abad; pero á más altos desti-
;atro estaba llamado. Llegó á ser abad
:ral de la orden; asistió al concilio late-
; fué inquisidor general en Provenza, y
la contra los albigenses, cruzada terri-
lora que estaba destinada, en nombre
verter tanta sangre y á llenar de estra-
uelo de aquella hermosa é infortunada
libertad y cuyas glorias acabaron á un
le Amairich quien mandaba en el asal-
:ziers. Cuando los habitantes de esta
perdidos, se ampararon en tropel de
ide se confundieron herejes y católicos
■ el terror y pidiendo misericordia. Ar-
dió orden de exterminarlos, y á él se '
horrible frase de oDegolladlos á todos,
que ya Dios escogerá los suyos.»
Como abad del Císter, dio al conde de Monfort, en
nombre del Papa, la soberanía de las tierras conquista-
das al conde de Tolosa y á los barones de Provenza;
pero hubo de excederse tanto en el cumplimiento de su
misión, que poco satisfecho el papa Inocencio III, en-
vió á otro legado en su lugar. Esto no obstante, le con-
firió el arzobispado de Narbona. Poco después vino Ar-
naldo á España con objeto de unir á los reyes contra
los moros, y estuvo en la famosa batalla de las Na-
372 VÍCTOR !
vas de Tolosa, de la cual nc
Al regreso de la guerra,
Narbona, y habiendo roto
abandonó su partido por
quien tanto persiguiera anl
Tal es, en breve resume:
Amalrich, que fué el undí
la cuenta de Finestres.
PofKE de Copons fué el aba
por los monjes reunidos en
de i3i6, y por más de tre
1348, gobernó el monaster
De este abad guardan gi
letanos; su vida alcanzó tr
de hospedar en su casa á i
me el Justo, D. Alfonso el
monioso, consiguiendo de e
vilegios para engrandecimi
terío.
Parece que era varón jt
siendo solicitado su cons
cargo, á las Cortes de Tan
Tortosaen i32i, de Barce
'en aquel mismo año, de Tv^.w^^. wi ^^^¿ j ^^ *.»
na en 1339, 1340 y 1347; así como asistió también á
nueve concilios provinciales tarraconenses, celebrados
desde el año i3i7 hasta el de 1341.
Fonce de Copons murió el año de 1348, víctima de
una terrible peste que por aquel tiempo se desarrolló en
Cataluña, y que diezmó el monasterio de Poblet, donde
en sólo el mes de Julio murieron 59 monjes y 3o con-
versos.
En el número de los abades que más nombradla de-
jaron, hay que contar también á D. Guillen de Agidlóy
D. Vicente Ferrer, que son el xxv y xxvi de PoWct,
LINA — LftS RUINAS DE POBLET 373
cuenta de Finestres. El primero
ido de D. Pedro el Ceremonioso, y
taron las murallas del convento.
'errer, fué tío de San Vicente Fe-
iólo se le parecía en la naturales
ue también en virtudes y talento.
ibades que se halla con el título
era varón docto y entendido, y
; 1415, en gran opinión de san-
) en el Aula capitular, debajo de
lee más inscripción ni epitafio
c mei Dcus secmiduvi nvagnam mi-
iras que pronunció al espirar.
Juan Martínez de Mengticho, se
moria en los anales populetanos.
i el año 1413, gobernándola has-
3nicas del monasterio dicen que
lo, prudencia, doctrina, religiosí-
o á ello debe añadirse también
ico de su tiempo, y que supo con
y llegar á los primeros puestos.
) del rey D. Femando el de Ante-
el parlamento de Caspe, figuró
intrigas que prepararon el adve-
narca, de quien fué consejero y
o que después de haber sido Mar-
rrimo partidario del papa Bene-
^una), le abandonó por completo
de San Vicente Ferrer y del rey
,vor suyo estuvieron en sus prin-
tlcularmente le debían. Así se ve
:ho ir al concilio de Constanza,
de Cardona, embajador de Don
ictiva y abiertamente en aquel
374 v/cTOi
concilio contra Benedicto
ponerse, nombrando en s
es muy de notar, aun cu;
muchos ejemplos de hum¡
nez de Mengucho debía si
tamente á la elección de
costumbre, sino á hombn
nedicto.
Pero de todo esto, y d'
capítulo siguiente, dondf
dignos de nota en que ai
muy principal el abad de
Suceso misterioso. — Bodas del r
— Intrieas de la corte,— Muei
Ben«dicto XIII, San Vicente I
res de la reina. — Et niflo reco;
El suceso de que se va
nubes de misterio, y aune
pertenece al drama 6 á 1
tórica; pero la venturos
populetano, el P. Finest
rastro al historiador y al
mente desperdiciarse la c
y todos los días se viene:
rigurosamente históricos,
su dramática acción ó su
Gracias, pues, al rasi
(tomo III de su Historia o
6 dicho sea con más prop
que con el tiempo pudier
CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 375
< como pueden narrarse ai menos las co-
1 asunto que es materia de estas lineas.
> 1409 y ocupaba el trono de la Corona
íy D. Martín llamado el Humano, viudo
leras esposas y sin hijos. El único que
n su primera mujer, llamado como él
tellidado el Joven, acababa de morir en
ir sucesión legítima. D. Martin el padre
:oso y doliente, y con él concluía la lí-
as condes de Barcelona reyes de Aragón.
nzaba á temblar, pues veía cernerse una
cías en el horizonte de su política y de
a que, al morir el rey sin sucesión, el
;ntregado á la lucha de los bandos y pre-
amenazaban aparecer para disputarse el
orona. Con terror se veía que pudiera
; cumplirse la terrible maldición arrojada
. Pedro el Ceremonioso y su descendencia
)re singular y superior, todavía no bien
; llamó Amaldo de Vilanova.
ido las cosas públicas, los privados, los
sino, las Cortes por medio de sus repre-
¡onsejeros del monarca, todos se pusie-
para influir en D. Martin é interesarle
eras nupcias. A esto se avino por ñn
se formaron inmediatamente en la cor-
3ía que eligiera por esposa á Dona Ceci-
!l conde D. Jaime de Urgel, á quien eran
s catalanes, y en favor del cual paredan
es probabilidades como sucesor del tro-
Drir sin hijos el rey D. Martín. A efec-
ice, tal vez los destinos de la Corona de
ui sido otros, evitándose muchos distur-
Fes al reino.
37^ VÍCTOR BAL
El segundo partido deseaba
en Doña Margarita de Prade
de singular hermosura, que si
con la primera mujer del rey,
este partido, que fué el que ac
cía el P. D. Juan Martínez d
Sicilia limosnero de D. Mari
duda á esta circunstancia sei
D. Martín padre, gran amadc
morías de su perdido hijo. T
P. Martínez de Mengucho infl
ánimo del monarca para su re
La bella Margarita de Prad
gida, y sus bodas con el rey s
ó casa de campo llamada Beli
lona, al pie del Tibi Dabo, d<
alcanzó á ver ruinas en su ju^
escribe.
Desposó á los reyes Benedic
reconocido entonces como pa]
que anti-papa para otros; y d
el sacerdote Vicente Ferrer, t
en los altares, y á la sazón e:
intereses de Benedicto XIII,
tarde; como estaba estrechan
en aquella época el P. Martínez
pensaba entonces sin duda en
pos, llegaría á ser abad de Pe
su gran amigo y protector Bei
había de faltar y ser traidor,
Maestro.
Vencida por las instancias
San Vicente Ferrer y del P.
confesor de Margarita de Pra
hermosa dama por prestarse i
TALUNA — LAS RUINAS DE POBLET 377
snte y valetudinario D. Martín. Ha-
:r á insondables profundidades de la
que á las mismas del corazón huma-
r explicarnos cómo aquella mujer, jo-
3sa, noble, ardientemente apasionada
gallardos mancebos de la nobleza, y
a, se avino á contraer un matrimonio
enado á ser estéril, á compartir un
a sabido que debía salir doncella ca-
n ¿I, y á ser cómplice de aquellas te*
políticas y víctima de aquellos mise-
ilcoba,que no lo fueron, sin embargo,
r Lorenzo Valla, quien, aunque en
on tremenda y prolija comp]a<
ades estaba próxima á casarse con el
na D. Juan de Vilaregut, mozo de
idas, cuando las intrigas políticas la
s del rey, que murió en Mayo de 1410,
de matrimonio.
argarita, reina viuda, se retiró al mo-
mcellas, de religiosas cistercienses,
por el pronto; y las intrigas políticas
vos caminos, declarándose entonces
Jan Vicente Ferrer y el P. Martínez
lentes partidarios de Femando el de
ra del derecbo, á toda razón legitimo,
de Urgel para suceder en el trono
s ocurrió, manifiesto está en las his-
licen de qué manera fueron desarro-
ptuidiosos sucesos, y de qué manera
r aquel acto imponente y para siem-
pre memorable de soberanía nacional, viniendo todo á
terminar en el Parlamento de Caspe, donde San Vi-
378 VfCTOB BALÍ
cente Ferrer, uno de sus juece
mwite con su elocuencia, que
dora, con su aureola de saatid.
el pueblo, y con su talento, fií
en aquel hombre, realmente e
carácter.
El derecho del conde de Ui
dente, fué desconocido, y proel
de Aragón D. Fernando el a
esto principalmente á los esfue
y á la elocuencia portentosa 1
quien, dicho sea con todo el n
cuerdo, abusó un poco de su p
inclinar el ánimo de los jueces
del cielo y tratando de dar cii
sobrenatural á lo que era purai
El pueblo murmuró largam
contento fué tan general, y tar
dores á la patria, aplicada á lo
taron por D. Fernando, que h
á San Vicente Ferrer para cal
su elecuencia y autoridad el u
A mediados de 1412 tomab
Fernando, no obstante levanl
de Urgel con sus partidarios, ;
las recompensas. A Benedicto
cluir, sin embargo, por ser lí
suceso, se le ofreció la obediem
de Aragón y Castilla; á San V
confesor del rey; á Berenguer
jueces, se hizo merced de cuar
nardo de Gualbes, otro de lo
nombró canciller, y asi sucesi^
No podia ser olvidado en e
de Mengucho, á quien Beni
^
<li
HIST. DE CATALUNA^LAS RUINAS DE POBLET 379
con el rey ó á propuesta de éste, nombró abad de Po-
blet, que era darle una gran posición y una gran pre-
benda en estos reinos, lo cual se hizo por bula pontificia
y sin elección de los monjes. Para esto se aprovechó la
circunstancia de haber renunciado la abadía en manos
de Benedicto, el que antes la poseía, D. Jaime Carbó,
de quien no es gran malicia sospechar que pudo verse £^
obligado á dimitirla, antes de que le dimitieran, según
la frase modernamente puesta en uso entre nuestros
políticos.
Lo cierto es que tan pronto como entró á regir la
abadía de Poblet D. Juan Martínez de Mengucho, se le
halla ya en intimidad con el nuevo rey D. Fernando,
viéndosele figurar entre sus privados y formar parte de
sus consejos. Cuando los catalanes, en las Cortes de
Montblanch del año 1414, se negaron á votar al rey la
suma de 80.000 florines que pedía, el abad de Poblet,
Martínez de Mengucho, es quien acude al monarca en
sus apuros ofreciéndole y pagándole la cantidad de
iS.ooo florines, á cambio de unas tierras que habían
pertenecido al conde de Urgel, y en las cuales no era
aún muy legítimo, por estar en litigio, el derecho del rey.
Sin embargo de esto, Martínez de Mengucho, por
complacer al monarca, no vaciló en exponerse á com-
prometer los interesis de Poblet, aviniéndose á adqui-
rir para el monasterio las citadas tierras, aun antes de
recaer sentencia en el pleito; si bien era de suponer cuál
debería ser aquélla, estando de un lado el rey, el Papa
y el abad de Poblet, y del otro un infeliz descendiente
de los reyes de Aragón, condenado á morir prisionero
en el fondo de un castillo, y á quien en aquellos mo-
mentos abandonaban á un tiempo la justicia, las armas,
la fortuna y el cielo.
Ya desde entonces se vio á Martínez de Mengucho
privar con el rey D. Fernando. Era éste tan adicto al
3SO VÍCTOR BALAGUER
abad de Poblet y tan ciega su confian
do hubo de nombrar embajador para (
tanza, donde debía tratarse de poner
de la Iglesia, eligió como su enviado
conde de Cardona, pero imponiendo
mencionado Martínez de Mengucho. I
donde Benedicto XIÍI, á quien todo :
de Aragón, San Vicente Ferrer y el
vio de todos abandonado, tratándole ■
tado al conde de Urgel un día, y teni
minar su vida recoleto en un castill
justa la Providencia, y realizándose
Luna, respecto áD. Fernando, á Sar
á Martínez de Mengucho, aquello po
rablemente dicho de que
el traidor ni
siendo la traición pasada,
Pero con todo esto hemos echado ;
til Margarita de Prades, que puso la
manos para trazar estas líneas. Perdí
res, ó mejor dicho mis lectoras, que
que con más atención hayan comenza
tulo, atraídas por su epígrafe de Lo& a
Volvamos á Margaiita de Prados.
Ya queda dicho que cuando las inti
llevaron á desposarse con ei rey, esta
un noble, galán y gallardo mancebo,
de Vilaregut. No tardaron estas relac
reanudarse á la muerte del rey, y s
amantes debieron contraer matrimon
to, para no perder Margarita su estad
vilegios y emolumentos de reina viud
Fruto de estos amores fué un hij
ocultamente hasta la edad de seis ú oi
ALUfiA — LAS RUINAS DE POBLKT 381
ipo, presentóse un día el caballero
alas puertas del monasterio de San-
ablar al abad, para el cual llevaba
'oblet, D. Juan Martínez de Mengu-
jn el caballero y el abad, ha queda-
a la historia; pero pocos dias des-
:gut iba á reunirse con el que luego
D. Alfonso V, hijo de D. Fernando,
' el puesto de mayordomo, en cuyo
e halla en 1435, y el abad de Santas
iño de siete ú ocho años, descono-
adres, que fué ocupado como mona-
leí templo y de la sacristía.
i Margarita de Prades, hízose reli-
' profesó en el monasterio de Vall-
hallaba el año 1424, según docu-
:poca, al pie de los cuales aparece su
;ra: La reina Margarita, monja de
te convento pasó luego al de Bonre-
tuja de Scala-Dei, donde fué abade-
año 1430, y trasladándose con el
Santas Creus, en cuyo coro, según
iquel monasterio, D. Teodoro Creus
>a un sillón perteneciente á dicha
ülpidas las armas reales y un báculo,
r sido abadesa.
1 niño amparado por el abad de Sañ-
udo, ignorante de quiénes eran sus
lombre propio en otro desconocido,
ad competente se le persuadió que
cistercíense en aquel monasterio,
vistió y profesó en manos de aquel
3, no por devoción, sino por temor,
i de sus padres. »
ta historia el más profundo secreto.
382 VÍCTOR BALAGOER
y nada ciertamente se hubiera sabido s
tas Creus, en su última enfermedad J
conciencia, no se hubiese resuelto á re
que pesaba sobre el desconocido joven,
era hijo de D. Juan de Vilaregut y de
rita. Apercibido el mancebo, y certific:
de sus padres, estimó por inválida su [
tica, hecha por temor y por ignorancia
y tomando el de Juan Jerónimo de V
hábito y el monasterio, lanzándose al r
yendo matrimonio.
El mozo, que por lo visto lo era de
fué á ampararse del rey D. Alfonso V
Ñapóles, llegando á obtener el favor d
como antes lo obtuviera su padre, y si
en el cargo de consejero y mayordomo,
en Letras Reales ñrmadas por Alfonso
20 de Noviembre de 1451, donde se da
el papa Nicolao V había absuelto del v
gión á Juan Jerónimo de Vilaregut.
Tal es lo que me ha sido dado ave
mente á los secretos amores de la reina
dando, sin embargo, lo principal del su
el misterio, como también lo de la legi
trímonio, que aparece entre nubes por 1
hiéndese atrevido el cronista de Poblet^
vantar más que la punta del velo.
Me ceñí en esta relación purament<
Día llegará, de seguro, en que un ho
sepa hacer de estos apuntes el grandioE
siente palpitar en su fondo.
■',■■}
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 383
XV.
Siguen los abades de Poblet, — Bartolomé Conill. — Miguel Delgado. —
Juan Payo Coello. — Domingo Porta. — Pedro Quexal. — Lo que su-
cedió con un novicio en tiempo del abad Boques. — Francisco de Oli-
ver. — Levantamiento de Cataluña contra Felipe IV. — Guerra de su-
cesión.— Guerra de la Independencia.
Prosigamos ahora hablando de aquellos abades de
Poblet, cuyos nombres no deben quedar en el olvido.
Bartolomé Conill, que figura el xli eñ la lista de Fi-
nestres, fué elegido el 8 de Febrero de 1437. Muy favo-
recido del rey D. Alfonso V, que le consultó en distin-
tas ocasiones sobre asuntos graves del Estado, rigió el
monasterio en paz, aumentando sus rentas, realizando
notables mejoras y dejando gran memoria de su go-
bierno.
Se le encuentra en las Cortes de Barcelona el 1438,
en las de Tortosa los años de 1440 y 1442, en las de
Barcelona el 1446, en las de Perpiñán el 1450, y en
las otras de Barcelona el 1456, haciéndose siempre no-
tar, según parece, por su rectitud de miras y su previ-
sión en el consejo.
Murió el año 1458, y es otro de los que yacen ente-
rrados en el Aula Capitular, distinguiéndose su lápida
sepulcral por la divisa de un conejo, que era la suya, en
conformidad á su nombre.
Miguel Delgado. Fué abad xlii de Poblet, sucesor de
Conill, y. elegido en 1458. Larga materia ofrece este
abad á la crónica. Pertenece al número de aquellos pre-
lados que, como Martínez de Mengucho, dieron carác-
ter político á su gobierno, comprometiendo al monas-
384 VÍCTOR BAL
terio en luchas y en empresas
sultar muy caras á no contai"
Fué limosnero del rey D, 1
Ñápeles, y confióle este mon;
licadas y de importancia cerc:
ca de Poblet se conservaba ce
De polcstatc eclesiástica, por E
cierta vez regaló el papa Cali
gado, cuando, terminada la n
fonso V para el Sumo Pontífii
gándole aquel libro y anotánd'
trarle que, conforme á su con
la Iglesia acceder á la pretcnsi
Alfonso V murió en brazos
éste se vino entonces á Catak
poco la muerte de Bartolomé
del monasterio.
Los cronistas populetanos 1
como pudieran decirlo de un
mente al rey D. Juan II en la
asi, en efecto. Desde que tomi
antiguo limosnero de Alfonso
un caudillo militar, más que
gioso prelado. En la lucha de
taluña, el abad de Foblet se p
empeño al lado del monarca e
Sabido es el origen de aquel
ídolo de los catalanes el princi
redero del trono, como primo;
monio del rey con Blanca de 1
esto en las miras de la segur
Doña Juana Enriquez, soberb
ba ver suceder en los estados (
del rey en segundo matrimonii
do, que fué más tarde el rey O
r^
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 385
El 23 de Setiembre de 1461 moría en Barcelona el
principe de Viana, victima, según se aseguró, de un
veneno que mandara darle su madrastra Doña Juana;
pero esta muerte, en vez de apaciguar los ánimos como
parecía lógico, pues ya no quedaba rival al principe
D. Femando, pareció, por el contrario, encenderlos y
enconarlos con más llama. D. Juan II, empujado por
su esposa Doña Juana, que ardía en cólera y en deseos
de venganza al verse aborrecida y maltratada de los ca-
talanes, llevó muy mal las negociaciones, ignorante
del terreno que pisaba, y la guerra estalló cruel y for-
midable.
A voz de pregón y á son de clarines fué depuesto del
trono D. Juan II, en Barcelona, por conculcador de las
públicas libertades, y elegido en su lugar el rey de Cas-
tilla. Toda Cataluña se alzó en armas contra el monar-
ca, quedándose sólo del lado de éste unos pocos, entre
ellos el abad de Poblet.
Finestres, en su Historia de Poblet y en su Apéndice
á la disertación i.', tomo IV, refiere minuciosamente
los servicios que el abad Delgado y el monasterio pres-
taron al rey durante aquella desastrosa guerra que los
catalanes sostuvieron, fuertes en su derecho y en su
justicia, reconociendo primero como rey al de Castilla,
después al condestable de Portugal, y por fin á Renato
de Anjou. En el citado Apéndice copia el cronista gran
parte de la correspondencia que medió, durante aque-
llos tiempos, entre D. Juan y el abad Delgado, quien
fué muy adicto de aquél y, sobre todo, de la reina Doña
Juana, á cuyo consejo, mejor aún, á cuya camarilla
pertenecía.
En aquella época se ve al abad Delgado no darse un
momento de tregua ni reposo: ir y venir de Zaragoza y
de los demás puntos donde se aposentaba el rey; levan-
tar en armas á los vasallos de Poblet, y con ellos y
TOMO zix 25
i vfcTOR BALACUBR
mercenaríos formar una hueste, cuyo mando con-
su hermano el capitán D. Juan Delgado; ponu ú
isterio en estado de defensa, rechazando ataques
s armas catalanas, y, por fin, ir en persona, man-
0 numerosas fuerzas, á sitiar el castillo de Omells
albona, que obligó á rendirse, ínterin las tropas de
lian II caían sobre Barcelona,
lando esta ciudad hubo capitulado de la manera
: y gallarda que cuentan las historias, obligando al
entrar en ella más como vencido que como vcn-
', el abad Delgado fué á ocupar un alto puesto al
del monarca, que recompensó sus servicios coo
res, dignidades, privilegios y rentas para el mo-
:río, comenzando entonces para éste su buena épo-
: esplendor y. de grandeza, aunque con la nota des-
able que venia ya señalándose desde los tiempos
bad Martínez de Mengucho, de ser siempre Poblet
inclinado á los intereses de los reyes que á las li-
des de la patria.
M« Payo Cotilo. Fué abad xliv de Poblet, elegido
bríl de 1480. Era natural de Zamora, en Castilta,
laje portugués, y habla sido bravo soldado, antes
a suerte, los infortunios y unos amores desgrada-
í llevaran á tomar el hábito en Poblet. Su elección
lad le halló desempeñando el cargo de limosnero
, Femando el Católico, de quien era muy parcial
cto, así como muy favorecido del monarca, que en
lía, al parecer, singular confianza.
:to último quedó patente cuando en 1488, habiendo
lesto el rey Católico que por aquella vez no se
asen diputados y oidores en Cataluña, sino que fue-
DS que él nombrara, eligió diputado eclesiástico al
Payo Coello. Desempeñó éste su cargo, que ft:
eal orden, como ahora se diría, y no como estat)
rito en las constituciones catalanas; y también pe
TALUfiA — LAS RUINAS DE POBLET 387
iscreción de Finestres, que copia una
icreta entre el rey y el abad, se puede
:nto de cómo este último supo favo-
del monarca con tanta ñdelidad co-
n servir, más discretamente, los inte-
aún abad de Poblet cuando los Reyes
de la toma de Granada, visitaron el
ya se vio en un capítulo anterior, y
LO contribuyó poderosamente á en-
ir el convento. Por esto, al fallecer
litado en el Aula Capitular, se escri-
i una elegante leyenda latina, la que
tellano:
bajo esta piedra es D. Juan Payo
)blet. De noble linaje, trocó el hábito
nonje, y elegido por sus hermanos,
, muy quebrantada por las guerras.»
Fué el XLVí abad de Poblet, elegido
1 varón docto y eminente, doctor en
ico de la universidad de Lérida. To-
núa en su Diccionario de escritores ca-
de unas Obras morales y políticas que
r manuscritas, y que sin duda esta-
rían en la biblioteca de Poblet.
Pedro Quexal. Sucedió al venerable Porta, siendo ele-
ido en iSzó.
Queda ya hecha mención de este abad en otro ca-
¡tulo de esta obra, al tratar del altar mayor de la
:Ies¡a.
Parece realmente que era hombre superior, de me-
to y ciencia, y Finestres dice de él que hubiera sido
]0 de los grandes prelados que ilustraron al monaste-
0, si no se hubiese dejado llevar por sus vivos deseos
; aumentos propios y de sus parientes.
388 VÍCTOR BALAG1
Es algo misteríoso todo lo que
Supónese que sus prodigalidades 3
do con gran soltura de los bienes
vocaron una insurrección de los
dose contra él, le prendieron y e
del convento hasta ser juzgado, c
Formáronle proceso, presidiendo
Santas Creus; y dejándole convi
observancia regular y disipador
nasterio, se le sentenció en i5 de
privación de la abadía y á cárcel
Pero contra esta sentencia se
amigos y parientes de D. Pedro
nerlos muy poderosos, y consta q
vidad de i533, siendo ya abadí*
monasterio se vio acometido y a¡
de hombres armados. Junto al pai
to Fr. Pedro Mas, converso; y esi
traron en el convento, causando (
sin conseguir la libertad del prisi
ser lo que principalmente deseab
A consecuencia de esto, el aba
ron al emperador Carlos V, á la
ex-abad Quexal fuese llevado á 1
acordó el monarca. Quexal fué tr
Játiva, donde años adelante acat
No puede negarse, sin embarj
este abad se hicieron grandes ob
larmenfe la espléndida del altar b
Gobernaba Pedro Boques, abad
de i552 ocurrió en Poblet un caí
rodeado de misterio.
Un joven novicio á quien dos
habia dado el hábito, conocido c
Bartolomé de Vilaroja, se prese:
hLVflK — LAS RtHNAS DE POBLBT 389
ispiros le reveló que era mujer. Ha-
lombre y el traje de varón, disimu-
sia duda no pudo tener oculto por
e pudieron inducir á aquella mujer
trar en el convento, han quedado en-
irofundo misterio. Sólo se sabe que
e oír su confesión, mandó con toda
al novicio, sin que volviese á ha-
ito y sin que nada más pudiera ave*
abad D. Juan de Quintera, por los
ba de monje en Poblet un joven Ua-
Oliver, que por sus altas cualidades
parecia llamado á superiores desti-
, tenia impedimento canónico para
dignidad eclesiástica, á causa de no
o matrimonio. Bra, en efecto, hijo
e de Castellbó, D. Luis de Oliver,
inos amores con cierta desconocida
'en Oliver daba grandes muestras de
:o, y contaba al parecer con eleva-
Itos protectores, llegó al monasterio
sometiendo al abad D. Juan de Gui-
abrir proceso sobre la legitimidad
no encontrándole otro defecto canó-
habilitarle para obtener cualquiera
n hecha sólo de la suprema de la
ióse proceso, y D. Francisco de Oli-
obstante su origen de ilegitimidad,
s tal manera, que en 1583 no hubo
legirle abad de Poblet, como no lo
ríe otros cargos y dignidades.
390 VÍCTOR BA
Pertenece Francisco de 01
des que dejaron nombre y hu
erudición y reconocida cienci
nios, en 1587 y en iSgó, elig
ci6n, según costumbre políti
tado eclesiástico de Cataluña
tación catalana.
Prestó buenos servicios, ol
da, contribuyó ¿ la grandeza
rio, y, conforme consignaba
tular donde fué enterrado, n
i5g8 durante el desempeño c
Otros varios abades tuvo
sa mención, aun cuando no
de esta obrita; y fué el moi
lantando en grandiosidad, en
bien siempre con la singula
decirse única en su clase, de ;
reses del rey que á los de Cat
Así sucedió también cuand
taluña en 1640, y hubo ya di
de ello el ilustrado joven D.
las páginas que ha escrito so
riosos pormenores, sobre toe
res á Finestres y más cercanc
signa juicios que, no por ser 1;
da intuición, dejan de verse 1
histórica, según tuve ocasión
Efectivamente; cuando Ca
favor de sus derechos desatei
conculcadas, teniendo lugar
de 1640, llamada de los segí
fiel á la causa de Felipe IV;
ocasión, al principio, pareciÉ
talana, no tardó en verse á s
DE CATALUÑA— LAS RUINAS DE POBLET 39I
s para prestar ayuda á los capitanes de Fe-
a tan clara, sin embargo, la parcialidad de
10 pretende Toda, cuando la grandiosa lu-
a de sucesión, á principios del pasado siglo.
izarlos II, Castilla, contando con el podero-
! Francia, proclamó y sentó en el trono á
lientras Cataluña, con el auxilio de las po-
das primeramente, pero luego sola, alzaba
>r Carlos III el archiduque. En esta ocasión,
)udo estar al principio vacilante, concluyó
:e de pleno á favor del país, y su abad Don
:)orda ñguró como consejero al lado del ar-
e quien aceptó cargos, honores y dignida-
idose con él al perderse su causa, pues ja-
;rdon6 el vencedor Felipe V.
ite, en tiempos más modernos, á comienzos
e corre, cuando nuestra épica guerra de la
cia, tampoco faltó Poblet á la causa abraza-
isiasmo por el país. Pudo en accidentales
erse obligado á recibir á los generales fran-
lo éstos dominaban el territorio, obrando asi,
r temor ó simpatía, por celo á favor del mo-
lero es positivo que distintas veces se con-
s hijos del país en el monasterio, y bajo los
ables de su Aula Capitular sonaron los pri-
siastas discursos de los patriotas y las prí-
tdas voces de independencia.
iluella guerra no faltaron al país el apoyo y
del monasterio de Poblet.
La ruina de Poblet.— Moví
bosque de Poblet. — liicen<
Y llegamos ya al té
AI comenzar este si
□umento, admiración
lebridad y fama se hal
Todo lo tenía Poblí
Con su extensa cer
torres y cúpulas, asen
de arte eran asombro
zarlas; en su recinto g
tro templos; poseía in
castillos, y pueblos, y
su abad era un gran s<
rial y opulenta, con te
de un real alcázar; su
consulta para sabios y
en vida y en muerte;
casa para ir á los cons
de los parlamentos po
á los concilios, á las a
dra de las universidad^
gión le amparaba con
fe y las leyendas cristi
de poéticos resplando
inmensos tesoros, y d(
todas las clases de la i
votos á prosternai^e a:
liquias y á depositar s
Poblet había alcanz
CATALUfiA— LAS RUINAS DE POBLKT 393
y esplendores. Ya no podía llegarse á
>odía subir más alto: parecía que todo
r eterno; pero sabida cosa es y notoria
ito á las grandes alturas estuvieron los
s.
ite á mano armada invadió su recinto;
jopular asaltó sus muros ni derribó sus
US más aéreos y más impalpables aún
le, según la leyenda, atormentaban al
nieron á confluir y á cernerse en el es<
lonasterio, y un día, sin advertirlo na-
\ la puerta ni escalar los muros, pasando
>aredes como el convidado de piedra, un
e fué á sentarse en el gótico y escultu-
i su Aula Capitular tenían los abades
u del siglo XIX.
:ix era el que estaba destinado á presen-
e terribles sacudimientos y junto á otras
ifes, la catástrofe de Poblet.
lonasterio invadido, como tantos otros,
[diarias en una noche de sangre y exter-
sstrucción y mina fueron más lentas,
o fueron menos segurasy completas. El
acable para Poblet.
) ocurrieron los sucesos:
ños de 1821, poco tiempo después del
Eüego y de proclamada la Constitución,
errados á Poblet unos frailes del con-
de Caspe, habilitándoseles alojamiento
a, en la gran plaza del monasterio, y
ante dos años, ocupándose más de pre-
ento político, pronto á iniciarse, que de
deberes religiosos.
Toda, á quien seguiremos en esta parte.
394 VÍCTOR BAUC
pues tuvo ocasión de hacer pro<
acerca de la ruina del monasteri
de personas que á ella contribuj
presenciaron .
Cuando se constituyó la regei
ron de Eróles y se dio el grito d<
el de los absolutistas, uno de lo:
terrados en Poblet, llamado Anti
plaza del monasterio el 3 de Ma
de paisanos, y poniéndose á su
religioso, bajó al pueblo de la
donde mandó pregonar que darí
á cuantos se presentaran á engn
dando su grito, que era el de Vi
y Abajo la ConsiitMión.
Los somatenes liberales de I
Vimbodi, salieron inmediatamei
partida sublevada, obligándola í
rras, desde donde fué á juntarse
que mandaba el general Romag
Durante algún tiempo los sor
en los alrededores de Poblet, de
salir á los monjes. Ningún daño
monasterio; pero al partir las fu
gar en él un incendio, que afori
tarse, destruyéndose sólo algún
na dependencia.
Por espacio de dos años PobI
merced de todo el mundo, ha.hu
gona las riquezas de la sacristía
tos del culto. Durante el abandc
recieron muchos objetos, y es fa
dían vecinos de los lugares i
efectos.
Triunfante el movimiento a
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 395
volvieron á ocupar su antigua casa, que fué restaurada,
obligándose á todos aquéllos de quienes se supo que se
babian llevado objetos, á reintegrarlos y devolverlos.
Los años que transcurrieron desde i825, época en
que los monjes volvieron á Poblet, hasta el de 1835,
fueron muy intranquilos para los monjes. Las luchas
con las poblaciones cercanas eran continuas, á causa del
pago de los diezmos^ de la renta que de ciertas tierras
del monasterio se había dejado de pagar, y del señorío
del bosque.
Las cuestiones que sobre el bosque se suscitaban
habían sido siempre graves para Poblet, que desde si-
glos venía sosteniendo un verdadero combate, más que
un pleito, con el pueblo de Vimbodí, el cual, amparán-
dose con una carta ó privilegio del conde D. Ramón
Berenguer, se creía con derecho á tomar del bosque la
leña que le convenía.
Con este motivo los debates y las luchas fueron siem-
pre constantes entre los frailes y los pueblos vecinos, y
más de una vez hubo ensangrentadas colisiones. Toda-
vía puede ver el viajero una sepultura en el claustro de
Poblet, cuya lápida recuerda que allí yace Fr. Guiller-
mo Tort, muerto por vecinos de Prades el año i366, á
consecuencia de querer impedirles que cortaran leña
del bosque. De distintas épocas existen recuerdos seme-
jantes. Unas veces los guardas del monasterio eran
arrollados; otras eran los vecinos de los pueblos quie-
nes sufrían duros castigos. Los anales populetanos ha-
blan hasta de una verdadera batalla que hubo de librar-
se en cierta ocasión. Una hueste de paisanos armados
entró en la ermita llamada de la Pena, dando muerte
al monje guardián, incendiando la capilla y bajando
luego al asalto del monasterio, que á duras penas pudo
rechazar el ataque, no sin que tuviera lugar gran daño
de edificios y robo de ganados.
96 VÍCTOR I
'or lo demás, el bosque
tiendas, era de mucha e
^niñcencia, con árboles
abundancia de aguas fn
irdinaria caza, que prest
;s y magnates cuando vi:
)urante los años que trai
contiendas con motivo d<
bosque fueron más viva;
i, mostrándose más osad
nbodi, que era un puebl
:l ánimo de cuyos morad
ion política,
¡on el año i835 llegó la 1
le sus conventos,
^s partidarios del absolu
ipo, levantándose en arn:
). Carlos, mientras que
itener el trono y el derec
confirmándose malavent]
icia, que los frailes apoy
istas, facilitándoles recur
muchos religiosos, olvid
)artidas armadas. La exa
s determinó el incendio de los conventos en Reus,
Is, Barcelona y otros puntos, llegando la noticia i
let con la alarma consiguiente. Asu
abandonaron la casa, refugiándose
blo de la Espluga del Francoli.
in embargo de esto, á pesar de la e:
nos y del recrudecimiento de los
let fué respetado, y nadie pensó al
escenas de Reus y Barcelona. El i
lasterio, P. Gatell, tuvo tiempo si
;r y retirar lo más importante de c
ALUNA — LAS RUINAS DE POBLET 397
) sólo las riquezas y tesoros se tras-
i la Espluga: hasta se recogieron los
De lo único de que no se acordó na*
iro, fué de la biblioteca y del archivo,
tro ó seis guardas quedaron al cui-
io, hasta que, pasados muchos dias,
s del abandono de Poblet. Entonces
;6 á acudir gente de toda la comar-
despojo y la destrucción. Por espa-
lo se veian salir continuamente de
males cargados de muebles, de ma-
! hierros, de libros, de cuantos obje-
á mano y podían fácilmente llevar-
s recién llegados se apoderaba como
le nadie se le opusiera, de lo que
halagaba. Se prendió fuego al pala-
altares de la iglesia y á la biblioteca
dieron salvarse muchos libros y pa-
1 á tiempo las disposiciones del Go-
tarse de muchos pergaminos, gran
les, según anteriormente se ha dicho,
archivos de la Real Academia de la
L época en que fueron violadas las
e soñados tesoros, haciéndose tam-
:o diferentes excavaciones en varios
;rio. No se encontraron más rique-
lágenes de plata y varios objetos del
tesoros que existían en la sacristía
ados por el abad Gatell. Muchos cua-
is de Viladomat y Juncosa, con las
iiogal y los preciosos estantes de la
on en grandes hogueras que para di-
e levantaban en la plaza las gentes
ye y al saqueo.
398 VÍCTOR BALA
Por entonces fué cuando tuv
cena que se ha contado en el
obra: la profanación de las tun:
tos de los monarcas, de los pr:
quedaron largo tiempo insepul
pavimento de la iglesia, hasta
ger y sepultar todos juntos y ct
«I de D. Jaime el Conquistador,
fué llevado á la catedral de Ta:
Durante varios años Poblet
abandonado, desapareciendo ei
arte, y destruyéndose poco á
principalmente á las partidas d
ban, á los viajeros y curiosos qt
á las turbas de gente ociosa y i
en aquellos alrededores excursi
Así fué como terminó el mo
Sus ruinas son hoy objeto d
cuantos van á pasar los meses
ciosos alrededores, atraídos po
las aguas de la Espluga ó por
La celosa Comisión de mor
á cuya cabeza se halla el distir
Montoliu, ha reparado cuanto I
numento, con los escasos fondi
salvarlo de una total ruina.
Como nota curiosa, que con<
todos, publico á continuación ]
la Comisión provincial, y que i
«Obras de reparación hechas en ei
cantidades á ellas destinada:
Siendo Ministro de Fomenti
de Toreno, y en el presupuest
naron á dicho objeto 8.000 pes
I
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 399
Siendo Ministro de Fomento D. Francisco Lasala,
se formó otro presupuesto para reparaciones, importan-
te 7.496 pesetas, que fué aprobado á su entrada en el
Ministerio de Fomento por D. José Luis Albareda,
quien en 1882 aprobó un presupuesto adicional al an~
terior, importante 4.429 pesetas.
Total invertido, 20.375 pesetas.
OBRAS HECHAS.
Reconstrucción de la techumbre del templo y su te-
jado. Puertas en las iglesias de San Jorge y Santa Ca-
talina y palacio del rey D. Martin.
Reparación de la parte ruinosa de los claustros y del
embaldosado que cubre su terrado.
Recorrido de quiebras y rejuntado con cal hidráuli-
ca de las bóvedas de la Sala Capitular y de la Biblio-
teca.
Reconstrucción de las cubiertas de la capilla exterior
de San Jorge, del gran dormitorio de los monjes y de
la chocolatería.
Se retejaron de nuevo los siguientes ediñcios: capilla
exterior de Santa Catalina, refectorio, oñcina del culto,
cocina antigua y sacristía nueva.
Se hicieron obras de importancia en el cimborrio de
la iglesia, que amenazaba ruina.
Se arregló una cómoda habitación para el conserje
dentro del mismo monasterio.
Se quitaron á centenares de carretadas los escombros
que había en el dormitorio, ruinas de la anterior te-
chumbre.
Retejo de la capilla de San Bernardo, cuya bóveda
estaba hundida.
Enladrillado del palacio del rey D. Martín.
Tejado nuevo en el comedor de palacio.
400 '
Se abrió la Puei
dar entrada al mon:
Se restableció la
Retejo de la sacr:
Reparaciones ím]
Se levantó, por It
no general del moni
cativa de todos sus <
El arquitecto pro
general de restaurac
LA NOCHE DEL 25
Meditaciones.— Graudeza
no absoluto. — El minl
La guerra civil. — Previ
la plaza de toros.— Incendio de los conventos. — Horribles escena
ocurridas en la noche del 25. —Sucesos posteriores. — La muerte drl
general Bassa.— Conclusiún.
Me hallaba solo, solo en las grandes ruinas de Pofalcl.
El cansancio y la fatiga del dia me impidieron se-
guir á mis compañeros de expedición, que habían ida
de paseo á una fuente no lejana, lugar encantador qot
atrae al viajero, como tantos otros hubo en tiempos poi
las cercanías de Poblet, punto de reunión y de cita, de
solaz, diversión, deporte y galanteos en las calurosas
siestas del estío, cuando rebosan de vagantes forastero:
las masfas inmediatas y el pueblo vecino de la Espluga
del Francol!.
La tarde estaba al caer, y habla ya comenzado es
hora dulcísima y misteriosa del crepúsculo vespertinc
hora de encantos y deleite que tanto se presta á la me
Z CATALUÑA — LAS RCINAS DE POBLET 40I
studio y que conserva gratos recuerdos,
tantes menos olvidados, para quien al-
n ella venturosas primicias de furtivos y
lores.
:1 roto capitel de una columna, y apo-
1 montón de escombros, di libertad á mi
ubo de partir desbocado como en deman-
ilicitaba mi profunda preocupadón. Pa-
sarse ante mis ojos el monasterio de Po-
: vi con todas las grandezas y esplendo-
los tiempos. Hube de fijarme luego en la
5rdenes monásticas, que mi imaginación
sus comienzos en las soledades del yer-
ína entre los arrebatamientos revolucio-
trajo á mi memoria el recuerdo de una
res, de sangre y de exterminio, que me
cuando apenas terminaban mis dos pri-
y que es el recuerdo más poderoso y
os juveniles.
de las órdenes monásticas! ¡Qué inmen-
iropio tiempo qué breve!
ca en la historia en que los espíritus re-
ndo aislarse del mundo y huir de la co-
gió, buscan la soledad del desierto; los
dos por la ingratitud, el infortunio ó la
enamoran del cielo y viven en los arro-
los seres castos y puros á quienes dis-
gustan el siglo y sus vanas pompas, se arrojan á la so-
ledad para ediñcarse y fortiñcarse en las austeridades
de la vida ascética. Es la primera época, la época de
los Antonio y los Pablo, de los Macario y de los Paco-
roio. Los cenobios se instalan, los conventos nacen, y
comienzan los tiempos de su esplendor.
Los bárbaros caen como un diluvio y se esparcen por
la tierra. El Occidente se ve invadido por hordas salva-
402 VÍCTOR BALAGUmi
jes de indómitos conquistadores,
templos en cuadras para sus cabal
las ciudades y en los campos á tod
órdenes de sus insaciables apetito
campo de batalla. Las letras se ref
tos. Los monjes recogen, preserva
numentos del saber antiguo; custoi
y utilizan la clave de las lenguas, g
cual fueran inútiles los tesoros de
son historiadores y literatos por es
glos, sino que son también los insl
tud, las solas antorchas vivas del t
tre las tinieblas de una época en c
natarios no saben leer, y en que 1
cruz al pie de sus edictos por no sa
bre. Entonces los conventos se lev.
la época de su gloria.
La política de los reyes toma ur
influencia y desarrollo de los claust
piezan á ser ricos, la ambición nat
esclavos y vasallos, venden al pod<
oro sus oraciones, los abades levan
parte en las contiendas civiles, los
dominan sobre los espirituales, el o
la relajación al fervor, el deleite á la
ventos son castillos feudales, el cía
y llega forzosamente con el abuso la
La reforma es ÍDútil. La generali
la senda extraviada, se olvidan re
hábito oculta los vicios, los solitario
ren influir en la política y en el des
Los conventos, olvidados de su orif
zón de ser y be ahí la época de
La ruina y desaparición de los ci
tuvo lugar de la manera que voy i
J
lATALÜNA— LAS RUINAS DE POBLBT 403
Cataluña, y sobre todo á Barcelona,
ta noche de! 25 de Julio de 1835 guar-
ya cincuenta años, un recuerdo tan
e, que me parece un suceso de hace
dio de los vaivenes de mi agitada vida,
e mi memoria la impresión que, niño
iquella noche terrible. Puedo contar
como si acabara de presenciarlos. Es
;ra hube de sentirlos y con tal consis-
en mí, que han llegado á borrar de
is los demás recuerdos, hasta los más
íntimos de aquella época. No hay que
irimeros años más recuerdo que el de
referir sus escenas he de poner al co-
gcnes y precedentes al lector, trazan-
ui,, ^..ju.^, oi,a a grandes rasgos, un boceto histórico in-
dispensable para que pueda comprenderse cómo, por una
fatal y encadenada serie dé acontecimientos, vino á te-
ner Barcelona la inevitable y gran desgracia de contar
en sus anales la infausta noche del 25 de Julio de i835.
He aqui el origen de los hechos:
A los generales gobernadores en Cataluña, Castaños
y Campo -Sagrad o, que habían gobernado discretamente
dejando en el país los más gratos recuerdos, sucedió en
1828 el tristemente célebre conde de España. Bajo su
ominoso mando, cada día la Ciudadela, como monstruo
que nunca logra verse satisfecho, engullía las víctimas
que le enviaba el capricho del conde; y las familias, in-
humanamente diezmadas, en vano pedían al cielo que
las líbrase de aquel azote sangriento que en el conde de
España había caído como una maldición sobre la infe-
liz Barcelona.
Al morir el rey Femando VII, D. Manuel Llauder
se presentó á sustituir al conde de España.
404 VÍCTOR
La llegada de Llauder 1
neral de Cataluña, fué ui
época en la historia de Ba
de pueblo ha sido más en
hacérsele; ningún general
pular; ningún ciudadano p
como él en su mano los di
A la entrada del nuevo
de España se retiró apedr
un verdadero milagro que
Al dar el último suspiro
se conmovió. Habia llegai
La sedición del engañad'
los realistas de Cataluña (
mente que el partido antil
de Femando sucediera en
narca, 6 debía permitirse 1
mano el infante D. Cario:
apoyo de la tierna Isabel
bautismo regenerador de
héroe de las Cabezas de S
Nadie ignora el entusi
abrazaron la causa de la a
roña; pero nadie ignora ta
dor que hubo de causar el
Bermúdez, anunciando qu
bemadora del reino, no ca
Un grito de asombro co:
temación fué general en E
bían visto perseguidos dur
años y los que acababan d
se por la reina, creyeron
cuello la sangrienta cuchill:
el conde de España.
El general Llauder fué <
r
HIST. D£ CATALUÑA — ^LAS RUINAS DE POBLBT 405
de buen patricio, se atrevió á levantar su voz desde el
seno de la ciudad misma donde algún día también la
alzaran en favor de los derechos del pueblo los Fivaller,
los Tamarít y tantos otros ilustres ciudadanos.
Efectivamente; Llauder, en 25 de Diciembre de i833,
elevaba una exposición á la reina gobernadora, en que
hacia patentes los males que sufria la nación, sus ne«
cesidades y sus deseos, y declaraba que el ministerio
Zea comprometía la paz pública y minaba el trono de
Isabel II, que era necesario afirmar sobre cimientos li-
berales. Al propio tiempo que tomaba esta actitud, el
general procedía al desarme de los voluntarios realistas,
y armando á los de Isabel, se procuraba el apoyo de los
patriotas catalanes.
La opinión pública fué acentuándose de una manera
muy significativa, y la reina gobernadora se decidió
por fin á cambiar el Ministerio y á variar de sistema,
renunciando al gobierno absoluto.
Martínez de la Rosa reemplazó á Zea y presentó su
Estatuto, aquel Estatuto que envejeció tan pronto, y
que no obstante estar destinado, según el discurso de la
reina gobernadora al abrir las sesiones de Cortes, aá
ser el cimiento sobre el que debía elevarse majestuosa-
mente el edificio social,» fué sólo una verdadera y rá-
pida transición á otro más necesario y más radical sis*
tema.
Pródiga se mostró la nación á las demandas del Mi-
nisterio. El amor á la libertad alcanzó á la caída del
gabinete Zea Bermúdez un grado de sublime entusias-
mo; el país depositó su confianza absoluta en un Minis-
terio que dejó, sin embargo, bastante que desear.
Al encargarse de sus carteras los que componían el
Consejo presidido por Martínez de la Rosa, apenas ha-
bía en España un faccioso declarado; y, sin embargo,
durante su administración aumentó con tanta rapidez
4o6 VÍCTOR
el partido carlista, que & Ii
con un ejército formidable
des. Las banderas de Cari
y de todas partes corrían
huestes rebeldes.
El ministerio Martínez
el peligro, y no pudo por lo mismo evitarlo. Permane-
ció en una inacción completa, sordo á las voces de al-
gunos proceres, á las reclamaciones de la prensa, y hasta
al eco tremendo de la campana que tocaba á rebato
en varios pueblos, anunciando las revueltas y asona-
das de Málaga, de Zaragoza y de la misma villa de Ma-
drid.
Mucho habia esperado Ja nación de Martínez de la
Rosa. Sus triunfos en la tribuna, sus declaraciones en
la prensa, sus primeros pasos en la senda de la eman-
cipación nacional, las persecuciones de que había sido
víctima por parte del despotismo, todo había hecho
creer que era la persona necesaria para la felicidad de
España, y fué por lo mismo elevado al apogeo de la po-
pularidad.
Pronto llegó el desengaño.
Las lentas y tardías medidas de su espíritu de con-
temporización, comprometieron gravemente el porvenir
del país. El primer ministro vio síntomas de anarquíaall!
donde no existía más que el ardor del
anuncios revolucionarios donde no habí
siasmo constitucional, y temiendo una
volución francesa, no se atrevió á conc
la necesidad reclamaba en nombre de I
siglo, empeñado en hacer triunfar su a
dio, que consistía en una fusión del anti
régimen.
España no quería esto: pedía reforir
dicales y completas, tales como se las
r^
HIST. DE CATALUÑA— LAS RUINAS DE POBLET 407
perar la rehabilitación de 1812 y 1820 en la persona de
Martínez de la Rosa.
El Ministerio tuvo entonces que alegar, para soste-
ner sus erróneas doctrinas, que la nación no se hallaba
todavía en estado de gozar de sus derechos; palabras
aventuradas é imprudentes que costaron la vida al Ga-
binete.
A todo esto, Llauder había sido nombrado ministro
de la Guerra; pero hacía poco que estaba en el Minis-
terio cuando hubo de retirarse ante el motín que costó
la vida al general Canterac, volviéndose á su mando de
Cataluña que se había reservado.
Cerráronse las Cortes, hubo en Madrid algunos des-
órdenes dirigidos contra la persona del primer minis-
tro, y éste, en el colmo de la impopularidad, cedió su
puesto al conde de Toreno.
Mientras tanto, las fuerzas del pretendiente habían
ido engrosando: el mismo D. Carlos se hallaba ya entre
sus partidarios, y la jornada y victoria de las Amez-
cuas habían acabado de rasgar el velo, apareciendo los
carlistas en toda su verdadera importancia.
Llauder en Cataluña parecía querer seguir un siste-
ma parecido al del Gobierno, y su popularidad anti-
gua, ya muy menguada, iba decayendo precipitada-
mente. Mientras que con su policía se empeñaba en
descubrir anarquistas y revolucionarios, conspiraban los
carlistas casi á la luz del día, é iban engrosándose las
filas de los facciosos, quienes con sus correrías y des-
manes tenían aterradas las comarcas.
Cataluña presentaba un cuadro desolador, y los hon-
rados patricios veían un triste porvenir.
Era llegada la hora de llorar por la pobre patria.
La guerra civil se ofrecía en primer término, y don-
de quiera que se fijaban los ojos sólo aparecían incen-
dios, muertes, alevosías, horrores y catástrofes. La dis-
403 VÍCTOR BAL
cordia recorría las filas de los
padre contra el hijo, al hermí
etmigo contra el amigo.
A tan triste espectáculo, qu
tenia á todos, se juntó la indi¡
mor que con insistencia com
partes. Asegurábase que, ialtf
sacerdocio, cada convento era
en el silencio y misterio de li
sordas maquinaciones contra
Isabel.
Sabíase que los frailes, en |
deseos de favorecer la causa d<
esto era por desgracia una tr
habían abandonado sus conveí
su presencia las huestes carli:
cabeza, soñando en otra gue
dábanse detalles y pormenores
bleas misteriosas celebradas e
terios; citábanse y señalábans
sos que en voz alta y con culp
el derecho hereditario de la re
ya esto era calumnia de la pa!
envenenado las aguas para ac
liberales.
Todo parecía unirse para o
des religiosas en blanco de la
Las cabezas fermentaban, 1
pasión cegaba, los odios se ib
tes. La opinión pública estab
acusar á los frailes. En cada i
un carlista, y la indignación
braveci endose, sobre todo al ci
monásticas, temerariamente c
políticos, no podían ocultar su
ATAI.UÑA — LkS RUIHA3 DE POBLBT 4O9
in error. Dada su actitud, y también,
, su provocación, el choque era ineví-
no podia tardar el conflicto,
in plan, ninguna conjuración, ninguna
frailes; sin embargo, su ruina estaba
Providencia. Los ánimos se hallaban
;I combate. Todos esperaban instinti-
al que nadie dijo que debia darse, pero
que se iba á dar.
1 primera en darla.
US sangrientas escenas cundió con la
agitando y conmoviendo los ánimos,
ion de todos los buenos patricios, la
escencia de los espíritus habían Uega-
iiando se supo en Reus la nueva de
ento de sus urbanos, regresando de
sido sorprendido por los facciosos,
perecer miserablemente á su capitán
is voluntarios, á uno de los cuales, pa-
, se dijo que había ordenado crucifi-
jos un fraile que iba con los rebeldes,
ado de certeza que pudo tener este úl-
10, sin embargo, que se halla confír-
s impresos de la época, y que garan-
)s de Keus; pero, aun admitiendo exa-
>ticia, queda fuera de toda duda que
n incitó á los facciosos á quitar la vida
é indefensos urbanos. Esta noticia,
VU..U.W.UV ».. .« rapidez de las malas nuevas, hizo es-
tallar á la población en gritos de ira y de venganza.
La mecha acababa de prender en la pólvora.
Bi pueblo de Reus, contagiado por el reciente ejem-
plo de Zaragoza, rompió todos los diques en su des-
bordada cólera, saltó la valla de las leyes divinas y bu-
410 vfci
manas, y aquella mism
recinto dos de sus tres
eran inhumanamente s
en poder de la desenfre
Al recibir Liauder la
ba este atentado, envió
gona, amplios poderes
las circunstancias; per<
puertas y negó la entra ^ • ~ i -
dijera que acudía para restablecer el orden, se contestó
con laconismo verdaderamente espartano que el orden
estaba ya restablecido.
La asonada de Reus produjo por mala ventura su efec-
to, y fué éste tanto más desdichado, cuanto que, como
pregón á mal reprimidos furores, circuló la voz de ha-
berse encontrado en los conventos depósitos de armasi
uniformes, proclamas y retratos del pretendiente.
Esto acabó de encender el enojo popular.
Justamente alarmados los religiosos de Barcelona al
ver la tempestad que les amenazaba pronta á caer sobre
ellos, se acogieron al general Liauder pidiéndole su pro-
tección y manifestándole sus deseos de abandonar se-
cretamente sus moradas; pero el general se empeñó en
no consentirlo. Fiado en su previsión y en sus baycoe-
tas, les dijo:
— Duerman tranquilos, buenos padres. Aquí estoy yo.
¡Ay! no, allí no estaba él. Era la revolución la que
allí estaba; era la cólera del pueblo, que pocas veces para
sino en sangre.
Si Liauder hubiese meditado un poco; si su vanidad
hubiese hecho lugar á su prudencia; si hubiese querido
fijarse en la situación, en la época, en el momento; si,
por ñn, hubiese estado atento á los síntomas visibles
que se marcaban con insistencia y que todos, menos él,
vefan, hubiera convenido en considerar como lo más
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 4II
cuerdo y político en aquellos críticos instantes, la sepa-
ración de los religiosos y el apartamiento de sus mo-
radas.
Esto, que debía hacer, fué lo que no hizo.
Teniendo ciega confianza en el jefe del Principado,
los religiosos siguieron habitando sus conventos.
Llegó el 25 de Julio.
Desde algún tiempo se daban en Barcelona corridas
de toros, y con motivo de la celebridad de los días de
la reina Cristina, los periódicos habían anunciado la sé-
tima función para la tarde del 25, día festivo por ser el
de Santiago, patrón de España.
Los toros lidiados en la anterior corrida habían sido
excelentes, y la plaza estaba llena; pero quiso la mala
suerte que aquella tarde la función fuese mala, desagra-
dando al público. Este, con aquella natural libertad que
se le concede, y de que algunas veces abusa, en una co-
rrida de toros, comenzó á mostrar su disgusto, y em-
briagándose con las voces, el estruendo, la confusión y
el barullo, arrojó los abanicos á la plaza, tras los aba-
nicos las sillas, tras las sillas los bancos, tras los ban-
cos las columnas de los palcos.
Bien pronto el circo presentó una escena difícil, cuan-
do no imposible, de describir. Hubo desmayos de seño-
ras, atropellos, riñas, protestas, arrebatos, y algunos
espectadores se arrojaron á la plaza para matar á palos
el último toro, y también el peor de la lidia.
En esto, algunos muchachos rompieron las maromas
que escudaban la contrabarrera, y atando un pedazo á
la cornamenta del toro, empezaron á gritar que debía
ser arrastrado, para escarnio, por las calles de Barcelo-
na. El pensamiento fué acogido con entusiasmo, y bien
pronto una turba numerosa, con estrépito y algazara,
dando gritos desaforados, penetró en la ciudad arras-
trando la res por las calles.
4-12 VÍC1
Apenas la gente sens
eo por la Rambla á ce
rincipió ya la alarma;
vnas piedras á las ven
alzados. La guardia d(
astrillo y se puso sobre
lando un grupo numei
iscanos, que estaba mt
Preludio parecía todo
adíe creía en tumulto;
sus casas; los curioso!
jrba de muchachos coi
3n de gritos descompai
ue se empezaron ¿ m
'ailes! al pasar por del
iscanos.
Frente á su puerta j
lultitud, cuando se le <
egar fuego á las puerl
)ro. Grandes aclamacií
eza, y, en efecto, se tn
iiñcio, á las cuales se h
o, cuando acudieron lo
í, que se alejó dejándc
rogresos del incendio.
Ya á todo esto había
dulce noche de verant
¿Quién, de cuantos la;
i lastimosa noche?
Entre ocho y media 3
inos grupos en la plaz:
lería; grupos que ibaí
le en vano intentaron 1
piquete de soldados (
DE CATALUÑA— LAS RUINAS DE POBLBT 413
&ÓI0 que se apartasen de un punto para
ro, pudiendú conocerse que la opinión es-
¡ada. Fácil fué entonces prever la tempes-
taba.
ndaba el populacho por las calles de la
■ando ante las puertas de varios conventos;
itán general y el gobernador de la plaza
isentes, el infatigable teniente de Rey, se-
ecorria todos los puntos, procurando en
con sus exhortaciones el peligro, que á
se hacía más inminente.
3e ¡Mueran los frailes! comenzaron á me-
oces que los daban eran cada vez más nu-
da vez también más oscuras y sombrías,
ito agitarse entre Lis masas algunos bra-
mientras que otros blandían flamígeras
braban rostros pálidos de furor, de odio y
se precipitaron en torrente por las calles,
algunas mujeres que corrían por entre los
nsanas furias, suelta al aire la desgreña-
ilandiendo en su contraída diestra el pu-
ando gritos iracundos que eran secunda-
os de la desatentada y frenética muche-
üsta fué aquélla, noche de ruina, de in-
ngre!
mero el convento de Carmelitas descal-
le San José, que se alzaba en la Rambla
i y en el sitio que hoy es plaza-mercado.
)tinados las llamas que con sus serpentea-
lamían las rojizas piedras allí colocadas
I, parecieron cobrar nuevo aliento para
ea destructora. Había subido de punto su
primer triunfo. ¡Triste triunfo!
vfcTOR BA
incendiaría corría
ros semblantes de i
icanal de sangre.
tose la turba por la
la puerta del conv
10 tardó en lanzar i
mas.
esto, una densa hu
'andioso edificio d<
voraz incendio y q
ótico, invadido por
go de furor tras de i
aradores del conven
Agustinos calzados
irbada su habitual
nesperado y terribí
Jel aplauso y de las
lital del Principadc
as que en un lado re:
abría las verjas df
estrépito de una b<
que por un lado soi
io la matanza, por
huyendo del hierro
direcciones buscan
le menguar, el ence
de los cinco conve
lientes fraguas.
: estaba el hombre
)rmid tranquilos, qi
multitud á prender
y a¡ de Trinitarios
*»:
HIST. DE CATALUÑA— LAS RUINAS DE POBLET . 4I5
ver que las llamas hubieran inevitablemente hecho pre-
sa en las casas inmediatas.
Tampoco fué incendiado el de los Servitas, por la voz
que cundió de que el cuerpo de aitilleria tenia muy in-
mediato su almacén de pertrechos.
A las repetidas instancias y súplicas de los vecinos,
se debió también el que fuese respetado el de la Mer-
ced. Los incendiarios pasaron de largo, sin que los edi-
ficios recibieran más insulto que el de algunas piedras
arrojadas á sus puertas y ventanas.
— ¡Al Seminario! — había gritado una voz ronca y
sombría. '^i
— ¡Al Seminario! — repitió la turba.
Y todos se lanzaron en tropel.
Era el Seminario un majestuoso edificio todavía no
terminado y que se elevaba en un extremo de la ciu-
dad, donde luego se habilitó la cárcel del Estado. Ser-
vía de morada á los sacerdotes seculares de la congre-
gación de la misión.
Dando gritos desembocaba la desordenada plebe por
la calle donde se alzaba el convento, cuando Id^ prime-
ros que avanzaron para consumar su obra de destruc-
ción, cayeron muertos ó heridos á la inesperada des-
carga de varios tiros de fusil.
Ante aquel inopinado accidente, la turba, cuya mar-
cha hasta entonces nadie había detenido, levantó con
asombro la cabeza, y vio
Vio las ventanas del Seminario coronadas de religio-
sos que, fusil en mano, aguardaban el ataque.
El Seminario fué respetado. Todos volvieron las es-
paldas.
Bien distinta escena tenía al mismo tiempo lugar en
el convento de Agustinos calzados. Tocóme presenciar
la parte más trágica desde la galería de mi casa, y con
todo el horror que me inspiró voy á referirla.
' decir p
>aba una
in Pablo
)res del p
is, los i ni
:ron apel
a situad)
'ecinos p
ic todos I
íxpusiéro
ceres. L:
lor de la!
sonaron
los ecos
pueblo et
penetra
entonces
■ el con VI
ie refugi.
á un pat
partícula)
a frente i
itigua.
da lucídi
[as ocun
ledio de
le poner
ventana:
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 417
Uno tras otro, diez y ocho frailes, jinetes sobre el
madero, atravesaron el patio á una altura inmensa del
suelo, pasando con auxilio de una frágil tabla por en-
cima de un verdadero abismo.
Llegaron de este modo á la escalera; .pero, ¿y allí?
¿qué hacer? ¿dónde huir? ¿dónde refugiarse?
Un vecino de la casa, á quien había parecido oir ru-
mor y voces confusas, abrió la puerta de su habitación
para cerciorarse. Juzgúese de su asombro al ver á diez
y ocho frailes que cayeron á sus pies, pálidos, despavo-
ridos, plegadas las manos. Nada le dijeron, pero todo
lo comprendió.
Era un hombre honrado. Hízoles subir á la azotea
en silencio, y les abrió la puerta de un desván, donde
todos se precipitaron bendiciendo á su salvador.
Allí pasaron la noche aquellos infelices en mortal
angustia, en terrible congoja, esperando á cada instan-
te ver aparecer á sus asesinos.
Afortunadamente no fué así, y pudieron salvarse al
siguiente día.
En el ínterin, aquellos de sus compañeros* que ha-
bían buscado la salud por otro lado, se veían en más
inminente peligro y terminaban algunos de manera
trágica.
A espaldas del convento corría una calleja reservada
para uso de las dependencias, y un muro separaba esta
calleja de los jardines y huertos de las casas inmedia-
tas, en una de las cuales vivía yo, niño de diez años,
con mi pobre madre, viuda, y dos criadas.
Escondido tras un balcón de la galería, y con mi cu-
riosidad de niño, pude presenciar parte de la escena que
voy á referir, mientras mi pobre madre y las criadas
rezaban, llenas de zozobra, en una sala contigua.
Al abandonar los religiosos el refectorio en comple-
ta fuga, algunos intentaron huir por la calleja, refu-
TOMO XIX 27
4l8 VÍCTOR BALAC
giándose en la vecindad; pero o
vo, les impedía atravesar el ch
callejuela, decidieron bajar á ell
tanas del primer piso, con auxil
Hiciéronlo así, en efecto. Uní
frailes fueron descolgándose en
cío, sólo turbado por los álaridc
que pugnaba por entrar en el C(
llamas. La noche estaba clara,
tamente, distingo aún hoy, con
les se iban colgando de la cue
por ella poco á poco.
La puerta latera! que á hach:
los incendiarios, acabó por caer
y un grupo de hombres con arn
Los infelices monjes, que oía
ees de sus asesinos, se daban j
cortaba las manos de los relig
sangre.
Mientras que el último fraile b
pió. El triste, cayendo desde ba;
un brazo. No obstante, ni un \\
Sonaron precisamente en aq
aldabazos y fuertes gritos.
Eran los incendiarios que, tei
sos se escaparan, llamaban á la
impedirlo.
Los frailes que se hallaban a
grupo junto á su compañero hei
todas direcciones á la proximid
ligro.
Sólo un lego se quedó junto
ponerse en pie y también á saltí
á un huerto público, llamado de
nombre de su dueño.
r"
HIST. DE CATALUÑA — LAS BUINAS DE POBLET 4I9
En el momento en que los dos fugitivos acababan d
saltar la tapia, ia puerta del huerto se abría para da
paso á varios hombres armados que iban á apostars
allí con objeto de impedir la fuga de los frailes.
Los infelices se vieron perdidos.
— Huye, huye y abandóname, — dijo el herido al lego
— ¡Silencio! — contestó éste.
Hallábanse junto á una especie de cobertizo, bajo e
cual había un vasto lavadero público. El lego hizo acu
rrucar al herido junto á uno de los poyos que sostenía:
el cobertizo; encargóle que reprimiese sus dolores, qu
suspendiese basta el aliento, y en seguida de haber de
jado allí al fraile, no viendo otro sitio donde ocultarse
su vez, y creyendo sin duda que la entrada de los hom
bres en el huerto sería momentánea, se sumergió co.
todo el tiento posible en el agua del algibe, sacand
sólo su cabeza, que procuró amparar tras de un cest
allí abandonado y notante. A pesar de que la noche er
bastante clara, creyó poder ocultarse á las miradas.
Por mucho cuidado que pusiera, algún ruido debí
oirse, sin embargo, pues que uno de los recién llega
dos volvió la cabeza.
— ¡Hola!— dijo,— parece que en aquel lavadero ha;
ranas.
— ¿Por qué lo dices? — preguntó otro.
— No sé; pero se me ha figurado oir un ruido, y ju
raría que hay ranas yranas con hábito, que es más
— Estaremos á la mira.
— Con el fusil preparado.
Y, en efecto, preparó el arma homicida.
Al cabo de unos instantes sonó el tiro.
— ¿Qué es eso? — preguntaron sus compañeros.
— Bien decía yo. He visto asomar una cabeza.
— Vamos á registrar el algibe, — dijeron algunos.
— No. Será más entretenido. Preparad vuestras ai
!0 VÍCTOR BALAGUBR
;; fijaos en aquel cesto ¿veis? que aparece sobrena-
do, y si se mueve algo junto á él, dispararemos á
tiempo.
'odos prepararon sus armas y fijaron sus ávidas mi-
is en el lavadero y en el punto indicado,
[ubo un rato en que sólo reinó un silencio sepulaal,
icio de muerte.
)1 lego, cuya posición era violenta, debió mover la
;za que tenía casi sumergida en el agua.
"res ó cuatro tiros sonaron á un tiempo; oyóse im
lido, el agua se agitó, y una exclamación de triunfo
6 de labios de los asesinos.
-Dimos en el blanco, — gritó uno.
-Ya tiene su cuenta, — dijo otro.
En efecto, los bárbaros habían asesinado al pobre
-¿Qué vas á hacer ahí? — exclamó uno viendo á otro
paso á paso, como un reptil, se iba acercando al
idero, introduciéndose bajo el cobertizo.
-Me ha parecido que algo se removía por aquí á
stros tiros, — contestó un interpelado.
>ngo buen olfato, y apostaría mi cabeza á que anda
ahí algún otro fraile.
íeuniéronsele sus camaradas, registraron juntos, y
tardaron en hallar al pobre agustino herido, que, al
56 descubierto, hizo un esfuerzo para ponerse de ro-
as. Ya que no podía evitar á los asesinos, quiso al
IOS que le hallasen de hinojos y rezando,
-Ya le tengo, — gritó el primero que se habla ade-
:ado, cogiendo al fraile por el cuello.
>iferentes voces sonaron entonces.
-¡Hiérele!
-I Mátale!
-¡Arrojemos á ese pillo al agua!
-¡Quemémosle vivo!
r'
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUIMAS DE POBLET 431
— ¡No, mejor es fusilarle!
— Que nos diga primero dónde están los fanáticos &i
compañeros.
• — ¡Di, fraile! ¿dónde se han ocultado los demás?
El desventurado no contestó. De rodillas entre aqu
grupo de hombres frenéticos, el religioso, pálido, peí
sereno, continuaba rezando en voz baja.
— ¿No quieres hablar, fraile?— preguntó uno.
Tampoco contestó el agustino.
Entonces uno de aquellos infames, infames ante
cielo y ante la tierra, se adelantó y le dio con la culai
del fusil un terrible golpe en la cabeza.
— ¡Jesús, Dios mío! — murmuró el religioso cayenc
al suelo.
— ¡Ah! ¿No quieres hablar, bribón? — gritó otro t
aquellos malvados con voz ronca. — Pues yo he c
hacerte hablar, mal que te pese. ¿Dónde están 1<
otros, di?
Y le dio un bayonetazo en el vientre, acompañanc
su acción con una blasfemia.
— ¡Jesús, Dios mío! — repitió el triste dirigiendo 1(
ojos al cielo con resignación sublime. — ¡Jesús, Dios mí'
— murmuró de nuevo, ya con voz apagada, al sent
la punta de un sable que rasgaba sus carnes.
Y ya no volvió á abrir sus labios.
Bntonces aquella miserable gente, lanzada ya por U
fatales descaminos, se cebó en la víctima que espiranc
veía á sus pies.
Otros episodios tuvieron lugar durante aquella nochi
En Santa Catalina, presa ya el convento de las lU
mas, los pobres religiosos, aturdidos y huyendo de '.
matanza con que les amenazaban los gritos furiosos qi
partían del claustro, donde las turbas habían lograc
penetrar, se lanzaron todos juntos por un corredor bu
cando la salida de un huerto á espaldas de su morad;
422 VÍCTOR BALAGl
Sólo uno, tomando dirección
á bajar por la escalera del clausti
— ¿Dónde vais, padre? — le gri1
ahí os perdéis.
— No; por aquí me salvo, — dij
do su camino.
Y siguió adelante, mientras si
á la fuga.
Dirigióse tranquilamente á la
le deslumbre el vivo resplandor (
templo era una hoguera.
El digno sacerdote que volunt:
ñcio, llegó al pie de un altar, doi
dándose de todo para no pensar
que ferviente rogaba por sus herí
sacrilegos mismos que osaban [
rada.
Orando se hallaba, cuando uni
invadió el templo dando alaridos
tmpias blasfemias aquellas bóved;
repercutieran los cantos religiosos
das del incienso que hasta ellas 1
altares. .
Volvióse el religioso al sentir
guiéndose ante ella cuan alto e
brazos al cielo, como si fuera
tema,
— ¿Dónde vais, asesinos? — exc
los pasos, incendiarios? ¡Aquí es'
mas! ¡Abajo las teas! ¡Atrás los
Sublime de expresión y admiri
ba el sacerdote.
Merecía haberse salvado.
La multitud pasó por encima (
do su obra de destrucción.
-LAS RUINAS DE P
líi muy distinta en el convento de Fran-
staba situado en la hoy llamada plaza de
itiguoá la muralla dd mar.
oídos de los Franciscanos los primeros
res, al ver los primeros resplandores del
irasaba sus puertas, los frailes, que iban
refectorio por ser la hora de la cena,
e en tropel junto al superior, pálidos,
terror y miedo.
1 — dijo el superior á la comunidad. —
dme, y, sobre todo, silencio!
)n la cabeza y nadie desplegó los labios.
comenzó á andar, siguiéndole la comu-
, muda, silendosa, como si fuese una
ntasmas.
el corredor, el patio, el claustro, varios
n lugar sombrío, especie de subterráneo,
nandó desembarazar la entrada de una
lino oscuro, misterioso, extraño, se pre-
1 de la comunidad sorprendida.
u-dián fué el primero en penetrar por él.
Ufe ron.
igua cloaca romana, de gran capacidad.
narcharun hombre sin inclinarse, ycon-
¡o de la muralla, á la cual ya se ha dicho
^do el convento, hasta las rocas que se
del mar.
m rato por entre tinieblas, pero no hu-
r en salir al aire libre, á la dulce y tenue
estrellas.
:Ioaca se encontraron en las rocas. Las
is del mar en bonanza llegaban á besar
ndo con melancólico arrullo como si lio-
unió. De vez en cuando el aire llevaba
424 VÍCTOR B
á sus oídos los clamores del
calles de la capital.
Los religiosos se deslizan
y á su sombra siguieron su
en dirección al fuerte de At
no lejos avanzando en el m
como la proa de un monstru
El centinela de la murall
lia hilera de sombras ó fant;
Inclinóse sobre el muro, ;
— ¿Quién vive?
— Los frailes de San Fran
con voz débil.
El centinela llamó al ca
sorprendió menos ver aquel
del mar y al pie de la mura
— Dicen que son los frail
clamó el centinela.
— Pero ¿de dónde diab
cabo.
— Pasad aviso al gobemac
jo el padre guardián, — y pee
escalas para que subamos.
El cabo fué, en efecto, á
ocurría al gobernador, quiei
ralla, movido por la extrañ
los frailes, que parecían salí;
no conducía al fuerte por at;
nador de Atarazanas arrím
franciscanos subieron á la fe
plicado y donde encontraror
Toda la noche prosiguien
calles de Barcelona sin que
coto á sus desmanes, penetr
bítaciones de los conventos <
r
v^^^^
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 425
dio, mientras crujían las vigas, mientras se desploma-
ban las bóvedas, mientras que columnas de humo se
lanzaban á los aires.
No hubo más víctimas que de diez 6 doce religiosos,
y hartas fueron por desgracia: se consiguió salvar á los
demás con la generosa acogida que pudo dárseles en
las casas de que se ampararon, y cuyos vecinos su-
pieron arrostrar la ira del pueblo para ponerles en se-
guridad.
Muchos fueron los habitantes de Barcelona, es preci-
so decirlo en su obsequio, que rivalizaron aquella noche
en generosidad é hidalguía y dieron á los infortunados
fugitivos una hospitalidad que podía costar bien cara
ciertamente á sus favorecedores.
Justo es consignar asimismo, la rectitud y la impar-
cialidad lo exigen, que no animaba en manera alguna
á los incendiarios la esperanza del pillaje, porque casi
todo lo que no fué devorado por las llamas se encontró
intacto en los templos y en las celdas.
Por lo demás, ningún convento de monjas svifrió el
menor ataque; ningún clérigo recibió un insulto; ni
tampoco ninguna de esas feas maldades, que ordinaria-
mente acompañan á semejantes conmociones nocturnas,
tuvo lugar aquella noche; antes, por el contrario, mu-
chas casas permanecieron abiertas, sin que nadie rece-
lara ni temiera los insultos ni el saqueo.
Y á f e que todo lo hubieran podido, pues Barcelona
estuvo, durante toda la noche, á completa merced de
las turbas, que libres y sin ningún obstáculo recorrían
las calles.
Con la primera sonrisa del alba cesó el tumulto.
Hubiérase dicho que, espantados de su obra, habían
corrido á esconderse cuantos tomaron parte en el des-
orden. La luz del día, la luz clara del sol, que se pre-
sentaba á iluminar tantos horrores, les hundía en el
426 VÍCTOR BAL
fondo de sus miserables guar
ran, con reprobación eterna 1
mar su obra de sangre, de fui
La catástrofe de aquella
todos los hombres de honor,
sin distinción de partidos. Na
cil de evitar si los encargado
lancia pública hubiesen acce
previsión á que los frailes se
moradas. Al estado á que hal
das la situación y la crisis p
teniendo en cuenta las imper
las órdenes monásticas al t
carácter político; consideran
del Gobierno en negar paso
únicas entonces salvadoras;
los ánimos, en las pasiones 1
cación que natural y lógicam
tidas facciosas mandadas y d
dido todo esto, repito, la catástrofe se veía venir, y
criminal fué no preverlo. Todo lo humano está sujeto
por la Providencia á una lógica inñexil
£1 partido liberal creía que las órdt
habian terminado su misión, y que, p<
tenían ya razón de ser. £s más: crei
que en la crisis porque atravesaba J
gran peligro para todos, y una amena.
y futura dinastía de la reina Isabel. F
podrá jamás culparse á tos partidos lib
dio de los conventos y matanza de 1<
fueron estos sucesos de hombres iluso!
jados, que á ningún partido político p
fueron de la hez del pueblo; obra de í
extraña naturaleza y anormales condic
das épocas y en todos los países son ma
wr^
r. .— . ■ , -,■■-. -Vi
■/I
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE FOBLET 427 ,'
el vicio, apta para el crimen y apropiada para cuanto
sea maldad, escándalo ó desorden.
Por esto aquella noche lo fué de luto para todos.
Desde el amanecer del siguiente dia las calles se po-
blaron de gente que iba á visitar el teatro de las esce-
nas nocturnas, y numerosos piquetes de tropa y Milicia
nacional cruzaban por todas partes, enviados por la
autoridad, á recoger los frailes que habían logrado en-
contrar refugio en las casas particulares, 6 consiguie-
ran esconderse en sus propios conventos. Los religiosos
eran trasladados para su seguridad personal á los fuer-
tes de la plaza, pero no sin recibir por el camino gro-
seros insultos del pueblo, al que con admirable tesón
sabia mantener á raya, impidiéndole los desmanes, la
Milicia ciudadana, graa mantenedora en aquella oca-
sión de la causa del orden.
El teniente de Rey, D. Joaquín Ayerbe, estuvo, sobre
todo, admirable. Iba á recoger en persona á los frailes,
y, haciéndoles subir á su propio coche, les acompañaba
á Montjuich ó á Atarazanas, arrostrando las iras de la
muchedumbre é imponiéndose á ella con su serenidad.
Cerráronse las puertas de la ciudad, sin permitir la
entrada á la gente del campo, y por aquel día limitóse
la autoridad civil á mandar que los dueños de fábricas
y talleres no los cerrasen bajo ningún pretexto.
Las monjas, previo el consentimiento de la autoridad
eclesiástica, fueron invitadas á retirarse del claustro,
con facultad para alojarse en casa de sus padres, pa-
rientes ó amigos, y pusiéronse fuertes guardias en to-
dos los conventos.
Al otro día, 27, el comandante general de las armas
y el gobernador civil, que en la aborrascada noche del
incendio dieron ostensibles muestras de ánimo desma-
yado, publicaron una proclama en que pintaban la gra-
vedad de los sucesos, y concluía de esta manera:
V.
>
428 vfCTO
t Disposiciones fuertes
ni miramiento á clases n
ve, y la terrible espada ¿
te sobre las cabezas de I
tes Los malvados sut
el peso de la ley en un
comisión militar, con ai
Al recordaros la existenc
ción, es justo advertiros i
á su conocimiento, si á I
dad competente no se de
funda recelo á la misma,
ción, el íállo á la culpa,
miento serán una tardía
P'ué esta proclama (
Llauder.
La alarma hubo de sei
Los términos violento
proclama; el querer culpí
cuando la verdadera culfw
nada hicieron para reprimir; las intenciones que se su-
ponían en Llauder, todo fué causa de general disgusto.
Barcelona, que no se sentía culpada, pues no pertc-
necían á su seno ni á su familia los hombres que en la
noche del 25 recorrieron sUs calles armados con el pu-
ñal del asesino y la tea del incendio; Barcelona, que
era la primera en deplorar los sucesos, sintióse herida
en su dignidad y en sus nobles sentimientos al ver que
se trataba de castigarla como si fuese ella la culpable.
Un grito unánime se levantó: el de ¡Muera Llauder'-
¡muera el ti rano!
El general entró en la ciudad el 27, pero al enterar-
se de lo que ocurría y al conocer la actitud del puebl >
se encerró en la Cindadela con parte de la tropa q
traía, y al amanecer del día siguiente, 2S, salió pa
♦ • T
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 429
Mataró, desalojando después el palacio, del que hizo
sacar todo su equipaje.
Mientras que estas escenas tenían lugar en Barcelo-
na, consecuencia de la noche del 25, en otros puntos
del Principado se secundaba el movimiento.
Ardían á un tiempo el convento de Recoletos de Riu-
doms, el precioso monasterio de Benedictinos de San
Cucufate del Valles, y el general Llauder y su comiti-
va hacían alto en Mongat para contemplar el torrente
de llamas que se escapaba del de San Jerónimo de la
Murtra. Más tarde, como si se hubiese dado por todas
partes la implacable señal de exterminio, devoraba el
incendio el convento de Capuchinos d>2 Matará; el de
la misma orden de Arenys; otro de Igualada; el monas-
terio de Scala-Dei, que era el primero y más rico mo-
nasterio de Cartujos en España; otro de igual religión,
el de Monte-Alegre, colocado como un águila en la
cima de una pintoresca montaña, y ocurrían en Po-
blet las escenas en el anterior capítulo descritas.
Mientras tanto, la agitación y la alarma reinaban en
Barcelona. El desorden volvía á presentar su negra faz.
Dióse una disposición justísima y acertada, por la que
se prohibía á toda persona, fuese de la clase que fuera,
penetrar en el recinto de convento alguno de la capital
sin expreso permiso de la autoridad competente; aña-
diendo que quien contraviniese, aun cuando no extra-
jera efecto alguno de dichos lugares, sería tratado como
atentador á la propiedad ajena.
Terrible cadena de sucesos siguió á la noche del 25.
Barcelona estaba sobre un volcán.
Inquietos, agitados, calenturientos fueron los días
que mediaron hasta el 5 de Agosto.
A las diez de la mañana de este día se esparció con
la rapidez del rayo la noticia de que había entrado el
general Bassa, con su columna de operaciones, porta-
43°
dor de severas órdenes de Llauder para i
vimiento político que se iniciaba, y escí
mente á los que intentaran secundarlo.
Al difundirse esta voz enciéndense lo:
se en la Rambla gritos subversivos, acu<
triotas á la plaza de Palacio donde est
recorren otros los cuarteles, huyen di
mujeres que iban á sus faenas, desapar
sos, ciérranse precipitadamente las puer
y tiendas, y, por fin, á las doce del día
la señal de alarma con un cañonazo, :
con su ronco estampido el cañón de la
Lejos de atemorizar esta señal al ]
por el contrario los ánimos. Oyese por
grito de ¡íí las armas! y el movimiento
rígese la Milicia urbana á la plaza de 1
batiente y banderas desplegadas: avan:
Bassa había dejado á las puertas de la
el edificio de la Lonja, pero no hostilizí
misiones del Ayuntamiento, de la Dipi
cial, de la Milicia, personas respetable:
niones, suben á Palacio para rogar al
que haga dimisión de su cargo, que no
gre y en llanto la segunda capital de E:
ral resiste, llega á vacilar en ciertos m^
por largo tiempo entre sus deseos con:
sus deberes como militar; pero triunfan
la voz de estos últimos, exclama resuell
— O yo, ó el pueblo.
¡O yo, ó el pueblo! Palabras fatales,
vez imprudentes en aquella situación,
dignas y propias de un valiente.
La respuesta de Bassa se esparce coi
ba apenas de pronunciar su frase, cuan
amotinado en la plaza se entera, y un
CAT1U.UÑA — LAS RUINAS DE POBLET 43 1
oces contesta al reto. Con la celeridad
I una turba desaforada invade la vecina
: María; escala una tribuna que comu-
uente, cuyos restos existen aún, con el
:raf; entra como un torrente en las ha-
:tra en el gabinete donde se halla Bas-
lenes para comenzar la lucha, y un
le sin vida al caballeroso militar á los
arrojado por el balcón á la plaza, arras-
lies, y, como si Barcelona se hubiese
a pueblo de salvajes, quemado y consu-
a que se formó con los efectos y pape-
ción de policia.
:es que el ejército pudiera volver en si
odo esto antes de que nadie se diera
le estaba pasando; todo esto antes de
rbana pudiera con su mediación repri-
10 y bárbaro atentado,
honrados de todos los partidos lamen-
1 suceso, que llenó de consternación al
capital.
o el populacho, desbandado por calles
)a á un tiempo las oficinas de los comi-
l; echaba mano de cuanto se ofrecía á
por ios balcones de las oficinas legajos,
ebles, todo en revuelta confusión, y con
igueras, mientras que otro grupo en la
plaza de Palacio derribaba la estatua de bronce de Fer-
nando VII, que allí mandara colocar en su tiempo Car-
los de España, ea actitud verdaderamente soberbia y
amenazadora para el pueblo.
Desbordada la plebe, perdió todo freno, y aquella no-
che una turba de malvados reduda á cenizas la fábiica
de vapor llamada de Bonaplata.
432 vfCTOR B
No es éste el sitio adecúa
entonces ocurrió, pues que ;
vo de la ruina de Poblet, tra
toria de los sucesos que tu
durante la infausta noche dt
cesos que, como he dicho, me tocó presenciar en parte,
dejándome tristes recuerdos que jamás se apartaron ni
se apartarán de mi memoria.
Referidos quedan ya aquellos sucesos, así como los
que más inmediatamente les siguieron, pudiéndose de-
cir que en ellos tuvieron origen. Sólo diré, en conclu-
sión, que la Milicia y los buenos ciudadanos supieron
unirse para arrojar á las turbas que tenían consternada
á Barcelona; que se trató de organizar el movimiento;
que se le imprimió un carácter político, levantado y se-
rio; que se nombró una Junta auxiliary consultiva que
reasumió todos los poderes; y que esta Junta, con so-
licitud y prudencia, cuidó de poner en seguridad á los
frailes, dio cuantas disposiciones requerían las circuns-
tancias, y se entendió con Aragón y Valencia para for-
mar una confederación liberal que tuviese por égida, sím-
bolo y bandera, el trono constitucional de Doña Isa-
bel II.
La situación de Barcelona fué entonces imponente?
marca época en su historia aquel período, que hu'^e'"»
sido mucho más brillante y gallardo á no tener ¡i:c la-
mentar los duelos y tristezas de su comienzo.
La crisis toda concluyó con el nombramiento del mi-
nisterio Mendízábal y con la llegada del famoso Mina
como capitán general del Principado.
Asi terminaron las órdenes moaásticas en Españi
Fué su ruina por medio de una gran catástrofe, pero »
ATALUSa — LAS RUItlAS DE POBLET 433
Slo por grandes sacudimientos y gran-
imben los poderes de la tierra,
i influyó entonces Cataluña en los des-
i, y comenzó una época de sistema re-
gimen constitucional; ¿poca de bien-
conquistada á través de muchos dis-
iones, á costa de muchos sacrificios y
>digamente vertida por dos generacío-
i quienes hay que conceder, al menos,
ito á toda prueba y un patriotismo que
grados de lo heroico y de lo sublime,
í de Poblet y otras que como ellas ea-
r el suelo de la patria, ejemplo cons-
lue es pasajera, cuando no efímera,
e no se apoye y asiente sobre bases de
!, de equidad y de justicia; y permita
Dios que nuestra noble tierra española, aleccionada por
lo ocurrido, halle el remedio de sus males en las salva-
doras y reguladas prácticas de la libertad, bajo la cual
pueden vivir tranquilamente sin menoscabo los poderes,
sin egoísmo los ciudadanos, sin monopolio los intere-
ses, sin odio las clases, sin lesión la justicia, sin trabas
la inteligencia, sin agravio los derechos, sin merma los
deberes, sin debilidades el carácter, sin contrariedades
néríto, sin escarnio la rectitud, y todas las fuerzas
das para el bien, la prosperidad y el engrandecimien-
le la patria.
Madrid 4 de Marzo dt 1885.
APENDIC
(V. la pág. ag
El archivo y la biblioteca de P<
tancia, guardaban un verdadero t
Viaje liürario á las iglesias de Esf
sita á Poblet (tomo XX), y cita al
bros raros, manuscritos y documi
biblioteca.
Gracias á este erudito literato, i
servicio con su obra, se sabe que
estima, había los siguientes, de •
tomar nota:
Las coplas di Juan de Metía, e;
siglo XV. — Poesías di D. Diego Me.
manuscrito del siglo xvii, obra des
bliotecas. — Lacrónica del rey D, E.
D. Diego Henriquez del Castillo.-
regnorum Sicilia, por Pedro Trosil
— El libro de Fr. Francisco Eximí
á la reina Doña María de Aragón.-
y acaso anterior; códice que Villan
iluminación, limpieza y hermosura
que tenia visibles señales de habt
narca aragonés. También dice el
estar en el archivo, según voz con
vio, el original de la Crónica de D
escrito de puno y letra de este mo
Lo que fueron la biblioteca y a
decírnoslo los libros, pergaminos
que, con solicitud y diligencia, y á
DE CATALUÑA. — LAS RUINAS DE POBLET 435
ieguido ir recogiendo nuestra Real Academís
1. Procedentes de Poblet, y salvados del in~
evoró muchos papeles, y del saqueo que hs
ichos libros por bibliotecas nacionales y ex-
Academia de la Htstoña posee:
locumentos, entre pergaminos y papeles más
Tesantes, conservados en 35 grandes cajas. —
ros, manuscritos, cartularios, etc. — 3.° 46 vo-
rocesos, formados con ocasión délas altera-
Lmientos de Aragón en 1591.
ero, ó sea de los 20.762 documentos, no hay
ilogo alguno. La Academia de la Historia,
mal, con gran escasez de fondos y teniendo
mucho, traspasó todos estos documentos al
ico nacional, á fin de que, teniendo éste más
:ran en él Irse catalogando; pero atenciones
leí servicio y otras causas fueron retardando
I distinguido literato D. Guillermo Forteza,
a al archivo, hizo en su tiempo unas doscien-
Hace algunos meses, con ocasión de hallar-
. el joven, ilustrado y entusiasta catalanista
Toda, de quien hablo más extensamente en el
obra, visitó el Archivo hiitóñco por recomen-
pasó algunos días registrando, con laudable
dad de documentos que existen, revueltos y
snlas citadas cajas; las cuales se tomó la mo-
jar en relación con un índice que hizo, muya
■ por encima, es cierto, pero índice gracias al
uego orientarme para entender algo en aquel
le papeles. La imparcialidad y la justicíame
lignar este tributo de gratitud al Sr. Toda, ya
pudiera dar ni siquiera la más escasa noticia
icumentos que me propongo ofrecer aquí á los
i y amantes de la historia patria, y que de
rvirles ínterin el Archivo histórico no cuente
sos y medios para catalogarlo todo y publicar
ligno de publicación sea.
pues, que contienen los documentos de Po-
j6 VÍCTOR BALAGUBR
, en relación con el índicede Toda, que poseo yht
lentado con muchas notas de papeles que él no llcfó í
encierran:
ajas números i, 2 y 3. — Pergamitios varios, algunos de
s de personajes reales, con sus correspondientes sellos
[antes, contratas, cesiones, ventas ó compras de terre-
Algunos de estos documentos son del siglo xit. Papt-
lUeltos y truncados de procesos seguidos por el monas-
3 en los siglos xiii y xiv.
aja nüm, 4. — Libros de Poblet pertenecientes á los si-
; XIV, XV y xvi, con notas, cuentas, contratos, rclacio-
de cosas relativas al monasterio, etc. Un libro de his-
1, usos y costumbres del Priorato de Nuestra StAon
Tellat, con unos gozos que parecen ser originales de
Maciá Grau, prior en 1659. Un libro de cartas de los
rados de Roma, concernientes al proceso que el monas-
j seguía contra e! de Santas Creus de 1741 á 1751. Un
) de confirmación de los privilegios reales del monas-
) de Cartujos de Scala-Dei. Dos manuales con la lisU
os monjes entrados en el monasterio, y nota délas co-
memorables ocurridas en el mismo desde 1493 á 1653.
aja n(¡m. 5, — Pergaminos referentes á donaciones, ven-
y sentencias. Varias cartas de reyes é infantes de
eim.
ya nüm. 6. — Pergaminos, casi todos de los siglos xv
'I, siendo copia de otros más antiguos interesantes pa-
'oblet, pero cuyos originales no estaban en el monas-
tja núm. 7. — Un grueso volumen sobre el pleito segui-
ntre el monasterio y la Espluga de Francolí con roo-
del dominio de las aguas y del bosque, cuyo pleito
; desde 1278 á laSo. Un tomo de hechos curiosos y da-
muy interesantes sobre la población del término de
bodí. Un paquete de correspondencia recibida durante
glo XVII por el monasterio, conteniendo varías caitas
1. Pedro Antonio de Aragón, el enamorado de Poblet
I voluminoso paquete de correspondencia política
icular. Cartas de reyes, príncipes y gobernadores d
■r?^"^
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 437
Cataluña, entre las cuales se hallan algunas correspon*
^dientes á la guerra de sucesión.
Caja núm. 8. — Algunos pergaminos y una colección de
Bulas de Papas, del siglo xu al xviii. Son notables por su
mérito artístico é histórico los sellos en cera y plomo de los
<locumentos pontificios.
Caja núm. 9. — Colección de antiguos pergaminos relati-
vos á títulos de propiedad, contratos, arriendos, servidum-
bres, etc., que tenía el monasterio, no sólo en los pueblos
de las cercanías, sino en diversos puntos de Aragón, Va-
lencia y Mallorca. Hay además muclias cédulas ó declara-
ciones de obediencia hechas por monjes que profesaron en
el monasterio, del siglo xv al xviiii curiosas algunas de
ellas como trabajos caligráficos.
Caja núm . 10. — Pergaminos .
Caja núm. 11. — Contiene una cantidad considerable de
papeles antiguos y modernos, relativos algunos al monas-
terio de Santas Creus.
Caja núm, i2.»>Bulas pontificias y cartas reales.
Cajas números 13, 14, 15, 16 y 17. — Pergaminos.
Caja núm. 18. — Bulas pontificias y cartas reales.
Caja núm. 19. — Pergaminos y declaraciones de monjes.
Caja núm. 20. — Cartas reales.
Caja núm. 21. — Grandes paquetes de cartas reales y
papeles políticos, que abrazan del siglo xv al xviii.
A más de estas cajas, existen en el Archivo muchas
obras, papeles y cartularios procedentes de Poblet. Entre
•ellos hay varios privilegios y escrituras de la casa y hospi-
tal de San Vicente, junto á Valencia; distintos documen-
tos curiosos y de valor histórico, como por ejemplo el Pro-
cóssHS reconciliaiionis Domini Jacobi regis Aragonum quondan
pro exussu commisso in episcopum gerundensemy de que se ha-
bla en otro apéndice; los privilegios concedidos por los re*
yes al monasterio; varios volúmenes de pleitos seguidos
por el monasterio contra particulares ó cabildos, etc., etc.
438 VÍCTOR BALAGUER
Merece citarse un libro manuscrito, cuyo título es:
Relación histórica del Serenísimo Señor Príncipe D* Caries
de Viana: autor el reverendo padre Joseph Queralt y Noet, «o»-
je Benedictino cisterciense del Real monasterio de Nuestra Seño-
ra de P óblete
Esta obra está dedicada al muy ilustre Sr. D. Francisco
Dorda, abad de Poblet, y escrita el año 1706, y es unMS.
en 4.** de 88 páginas de letra metida.
En el prólogo al lector se dice que lo contenido en la
obra está sacado de varios autores: Carbonell, Lucio Ma-
rineo, Zurita, Mariana, Garibay y otros, pero muy espe-
cialmente de €un manuscrito antiguo de un autor monje de Po-
blet, el cual es de eccoptación? grande, pues dice que cuasi todo
quanto escribe lo sacó de unos manuscritos del Sr, Abad de P<h
blet D. Miguel Delgado, varón docto y maestro en Santa Theo^
logia, y que se halló con él en tiempo que vivía el señor Príncipe
D, Carlos, y trató con él, con su tío D, Alonso y su padre D(m
Juan, » Este abad Delgado es aquél de quien recordará el
lector que se habla en el texto de esta obra.
Al prólogo siguen unos versos dedicados al príncipe Don
Carlos, que se dice ser copia de un MS. antiguo de Po-
blet, cuyos versos son, por cierto, bastante malos, como
puede juzgarse por la siguiente estrofa ñnal:
«No le levanta el honor
ni el deshonor le entristece,
ni jamás le desvanece
la voz del adulador,
ni la del malsín le empece
al tener» ó, al no tener
con una tassa la tassa
no estima el ser, ó, no ser,
y en hazer, ó, dezaser
c(3n sólo Dios se compassa.»
El libro se compone de las materias y capítulos si-
guientes:
Recopilación de muchos elogios que tributan algunos
autores al sereníssimo príncipe D. Carlos.
r
HIST, DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 439
Genealogía de los condes de Barcelona y reyes de
Aragón.
Descríbese la genealogía del sereníssimo infante hijo de
D. Juan lly el príncipe de Viana» por la línea de su padre.
Descríbese la genealogía del sereníssimo príncipe Don
Carlos, por la parte de su madre, esto es, del árbol de los
reyes de Navarra y Sobrarbe.
Libro primero. Cap. I. — Del nacimiento é infancia del
sereníssimo infante D. Carlos de Viana.
Cap. II. — Del principio» de las guerras entre padre 6
hijo.
Cap. III. — ^De la embajada que envió el padre al hijo y
de su respuesta.
Cap. IV. — Cómo D. Juan II dio batalla al ejército del
rey de Castilla y de D. Carlos, y cómo los venció.
Cap. V.— De cómo el príncipe D. Carlos fué aprisiona-
do, de la concordia que se hizo para libertarle, y de la
guerra que después se movió.
Cap. VI. — De cómo D. Carlos se fué á Ñapóles, y de lo
que le sucedió allí por el camino. En este capítulo, lo pro-
pio que en el anterior, hay algo curioso, y algunos detalles
que me parece son desconocidos en la historia.
Cap. VIL — De cómo el príncipe se fué á Sicilia y des-
pués á Cataluña, y lo que allí sucedió.
Cap. VIII. — De la venida del príncipe D. Carlos á Ca-
taluña.
Cap. IX. — De la venida de D. Carlos á Barcelona, y lo
que le sucedió en ella.
Cap. X. — Cómo el rey llamó á su hijo para Lérida, y
cómo allí le mandó aprisionar.
Cap. XI. — De las diligencias que hizo el Principado de
Cataluña para librar al príncipe de la cárcel. En este ca-
pítulo se dan como exactas aquellas palabras de tía ira del
rey es tnensajera de la mtierte^ i dirigidas por D. Juan II á los
embajadores catalanes.
Cap. XII. — De las diligencias que hizo el reino de Ara-
gón para alcanzar libertad á D. Carlos.
Cap. XIII.— Cómo fué puesto en libertad el príncipe, y
440 VÍCTOR I
cómo fué entreg&do á Barcelí
tulo los festejos y alegrías d<
cipe.
Cap. XIV. — De las capituL
cipe de Viana.
Cap. XV. — De cómo enft
sacramentos y ordenó su test
asegura que el príncipe hab!
Poblet, lo cual impidió por :
de dicho monasterio, D. Mig
mente se consultó al efecto.
Libro segundo. Cap. I.-
milagros que obró el Sr. P
traslada una escritura auténti
el archivo de Poblet, autoriz
lona Ltuys Rufet, en la cual s<
lo ocurrido en los doce dfas
muerte del príncipe liasta qa<
Cap. II. — De la translaciór
Carlos de la Seo de Baicelon
Este capitulo está escrito reü
existía en un manuscrito de
fama común se decía ser del i
Cap. III. — De un indulto aj
que se ha de dar al príncipe.
Cap. IV, — De algunos mila;
las reliquias del príncipe de \
Cap. V. — De algunos otros
por intercesión del Sr. Princi]
Cap. VI.— Cómo el Sr. Prl
muchos de lamparones.
Cap. VII. — De otros divori
Sr. Príncipe D. Carlos.
Cap. VIII. — De algunos mi
ñor Príncipe en nuestros tiem
Cap. IX. — De otros milagí
obró el Sr. Príncipe D. Carl(
menzado en el año 1707 por a
1 CATALUiÍA — LAS RUINAS DE POBLKT 44I
impido al llegar al mes de Febrero de di-
os estos documentos que existen en el Ar-
la Real Academia de la Historia posee y
sos volúmenes de procesos (todos proce-
lel Archivo de Poblet) que se formaron con
Iteraciones y movimientos de Aragón en
Marqués de Pidal encontró en ellos gran
ibir su notable libro sobre las alteraciones
>r. D. Salustiano de Olózaga se ocupó de
1 su discurso de entrada en la Academia, y
a^o de ellos en mi contestación académi-
: entrada de mi noble y llorado compañero
a Romero Ortiz.
ntos debieran publicarse, y así lo hará de
imia el día que disponga de fondos para
D se conozcan y estudien estos procesos,
rse con verdad la historia de aquellas ce-
es de Aragón, motivadas por el amparo
xinio Pérez y que acabaron con las liber-
üno.
! ayudar á los curiosos é investigadores,
tracto sucinto de lo que son y contienen
de procesos.
n averiguación de los que tomaron parte
itos de Aragón en 1591, formada por los
I Diego de Covarrubias y el Dr, Miguel do
} nombrados por el Rey. Sigue la declaxa-
>. Juan de Luna, preso en el castillo de
tomadas al Dr. D. Juan Francisco do To-
istamante, criado que fué de Antonio Pé-
Sema Bracamonte, Lázaro Corrilla, Je-
s, Jerónimo Marqués, D. Jorge Fernández
:U-hombre de la boca del Rey, y Juan de
1 original de D. Juan Martínez de Luna,
44^ VÍCTOR B.
preso en el castillo de Santorc
de 12 de Abril de 1592 dando
bal Pellicer, con asistencia d<
drano, para que examine y toi
D. Juan de Luna.
III. Proceso de la acusacit
res fiscales de S. M. con motil
goza en 1391 contra Cosme P
del ejército aragonés; Juan de
lió con el Justicia, y por comi
dos de Aragón, abrió una bo'
lugar de Gríssen para impedir
Hiorónimo Pecco, el mayor,
en algunas de las juntas que s
Hierónimo Avenilla, que fué t
ron instancia con el Justicia y
á resistir al ejército; D. Migu
bau, que se hallaron en la req
tados del reino, para que á r
ejército Real y que se convoc
to; Jaime Buii, procurador, q
muy perjudiciales y en deseri
ordenó las requestas que se h)
y diputados para que se resistiese al ejército del Rey, y
también ordenó otra requesta para que no se entregase ai
Santo Oñcio de la Inquisición la persona de Antonio Pérez,
y otra para que se quitasen los presidios de Ainxa, Bena-
barre y del Mercado; Dionisio Pérez, muy amigo y fautor
de Antonio Pérez, y camarada de los sediciosas; y por úl-
timo, Miguel de Torres, vecino y justicia de la villa de
Alagón, que en la noche del 24 de Setiembre de 1591, des*
pues que Antonio Pérez fué sacado de la cárcel de los ma-
nifestados, se fué á la dicha villa de Alagón en comparas
de Gil de Messa, Francisco de Ayerbe y otros, y se fueron
á apear á casa del señor de Canduero, á donde fué este
Miguel de Torres, y allí le contó Antonio Pérez todo I '
que había sucedido acerca de su liberación,
IV. Proceso contra D. Martín Despés y Alagón, birC
HIST, DB CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 443
de la Laguna, Juan de Marcuello, Miguel Turlán, diputa-
dos que fueron del reino de Aragón, y Juan Bucle Metelí ó
Metelin, jurado de Zaragoza. Están todas las actuaciones
menos la sentencia. Entre los documentos que contiene,
se hallan cartas de los diputados mandando resistir al ejér-
cito Real, convocatorias á ciudades y villas del reino para
alzarse en armas, comunicaciones á los concelleres de
Barcelona y contestación de éstos, diligencias, declaracio-
nes, registros, etc., etc., con papeles y noticias de suma
importancia para la historia de aquellos memorables su-
cesos.
V. Proceso á instancia de Doña Blanca Manrique, con-
desa de Aranda, viuda de D. Luis Jiménez de Urrea, con-
de de Aranda, para que los jueces comisarios absolviesen
la memoria, honor y bienes de su difunto marido. En este
proceso ñgura y declara como testigo el célebre poeta Leo-
nardo de Argensola.
VI. Parte de un proceso que empieza con el interroga-
torio, al tenor del cual había de ser examinado D. Antonio
Ferriz de Lizana, con las declaraciones tomadas á muchos
presos y á otros testigos que intervinieron más ó menos di-
rectamente en las revueltas. Hay declaraciones de verda-
dera importancia, y muchos documentos relativos á los
sucesos.
VIL Expediente ampliando la ciudad por cárcel á al-
gunos presos. Los comprendidos son los siguientes: Miguel
de Torres, de Alagón; Lucas Pérez de Olivan, Micer Pe-
dro Luis Martínez, Pedro Prado, procurador del reino;
Miguel Torres, D. Juan de Urrea, Juan de Sadava, Doctor
Micer Jerónimo López, Luis Ganareo, librero; Esteban de
Ardanza, en libertad por haber entregado la persona de
Jerónimo Abinilla; Martín de la Era y Araincar, Juan de
Bombao, Sebastián Moles, Juan Agustín Batista, Agustín
Jimeno, Juan de Mendive, D. Juan de Aragón, Juan de
Aro, notario; Mateo Ros, D. Juan Alonso de Moncayo,
Bartolomé Mainar, Miguel Turlán de Alabiano, Juan de
Sius, barquero; Micer Felipe Gaco, Micer Bartolomé Ló-
pez Zapata, Juan de Layeto, notario; Pedro Navarro, Cos-
444 VÍCTOR BALAG
me Pariente, D. Dionisio Guaras,
Sola, Dr. Juan López de Bailo, J
tado; Juan Azlor, Domingo Mont
la Laguna, Juan Ramírez, Jaime ]
de Villaverde, menor.
VIII. Cartas de D. Juan de I
gón, y de los diputados del reino
nientes de justicias, jurados, con
aquel reino, mandándoles envíen :
do armas, hábiles y prácticos en
acompañen á resistir y expeler di
y ejército que en ellas habían enl
Vargas.
De este volumen forman parte
incoados para averiguar la culpa
del reino pudieron tener determiní
Entre los documentas hay la sej
D. Diego Fernández de Heredia,
del delito de lesa majestad, coni
muerte, siendo decapitado y su
elevado sobre la puerta llamada c
tulo escrito en piedra, donde se le;
litos porque se le condenaba, mai
bienes fuesen secuestrados y aplici
IX. Proceso de la acusación cr
Rey contra Esteban de Ardanza,
Español de Niño,
En la hoja que sirve de cubier
hay una nota tachada que dice: co
puede p»ouder sin ordm del Sr. Atzo
Forman parte de este volumen
tas de diversos persona j es, y los e(
pitan general de los ejércitos reale
ofreciendo premios de dinero á los
presos en manos de los comisarios
efecto se nombrasen, las persona;
ta forma: Por la persona de Anto
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBI
dos; por la de D. Juan de Luna, 4.000; por la d'
de Hercdia, 4.000; por la de D. Martín de Laní
etc., etc.
X. Proceso de los procuradores ñscales del
BCusacióncriminal contra Jaime de Urgel, Frant
do Calatayud, Micer Juan de Bardají, doctor; <
Bardajl, Pedro de Mur, Pedro Cañigar, Pedrí
de Arbula y Pedro Pelegiín, alquilador de muía
goza. Los cuatro primeros fueron condenados
por sentencia pronunciada por los señores del (
Aragón.
XI. Proceso de la acusación criminal de los
res fiscales de S. M. contra Marcos de Araiz,
D. Die^o de Heredia, Lucaa de Andía, Juan 1
Miguel D. Lope, el maestro Basante, Rafael
Francisco Valles, Diego de Barrionuevo y Juai
menor.
XII. Proceso seg:uído por D. Juan de Ton
tra el procurador fiscal para que se le devuelvar
que se le secuestraron; de la cual pena, asi con
muerte que le había sido impuesta por sentenci
Diciembre de 1592, fué absuelto por otra de
tiembre de 1598.
XIII. Proceso de los procuradores fiscales
contra Gil de Urroz y Julián de Conderano, aus
sentencia de los señores del Consejo de Aragói
Almazán á 9 de Diciembre de 1592, fueron coi
la pena de muerte en horca,
XIV. Proceso de pleito seguido por Doña C
Urrea y Toledo y por D. Pedro de Lanuza, vi
de D. Juan de Lanuza y de Perellós, Justicia d<
vizconde de Roda, contra el procurador fiscal dt
primera sobre que se la entreguen libremente
del dicho su marido, así libres, en cuya posesii
la muerte del mismo por virtud de su testament
codicUo, como de los otros de mayorazgo de :
consorte, que también entró á poseer, así por ra
poteca de su dote y aumento de ésta, como por <
446 vfci
de la viudedad, cuyo g(
capitulaciones matricnoc
de la Doña Catalina su
pidió se alzase el secue:
mayorazgo en cuanto á 1
le por legítimo sucesor
de los dias de su madre,
mamientos hechos por le
los señores del Supremo
Madrid y en su iglesia ;
tumbraban celebrar sus i
to de 1598, en que se de
talina de Urrea el derec
de su marido, conforme
nes matrimoniales, jiinl
demás ventajas ferales;
da la viudedad, correspe
cho de cobrar de los mif
ta y un mil Hbras jaque
más por aumento de ésl
censales, de cada mil 1
cada mil sueldos de pen
matrimonio recibió y hi
madre Doña Juana de 1
chos del fisco en cuanto
nes. Por esta razón, la
alguna acerca de la pret
XV. Proceso del api
da de Antonio Pérez, pi
ción de Zaragoza, ante
dan, ciudadano y juez o
colas Melgar, Isidoro de
mo de Gali, morisco coi
Zorrilla, Pedro Luis d
Montalbo, comoculpabl
que contra Él prestaron.
XVI. Proceso de Is
dio de Bolea, Manuel U
. DB CATALUÑA^LAS RUINAS DE FOBLET 447
indez de Heredia, D. Antonio Ferriz, D. Mar-
iza, Tomás do Rueda, Francisco de Aycrbe,
Santa Clara y de Soria, Martín Jaime Fonz,
cden, Luc&S de Andía, Jerónimo García, Jeró-
Pedro Cañigral, Francisco de Ángulo, Juan de
an Porquet, dieron en 17 de Agosto de 1591 á
iS del reino de Aragón, en que les pidieron no
tregasen á los inquisidores la persona de Anto-
^ontiene muy curiosas informaciones de dife-
os sobre los movimientos de Zaragoza y reino
m 1591, siendo entre ellas notable la declara-
Diez d' Aux, vecino de Daroca, la cual está en
puntamientos y extractos délas declaraciones
os diez y nueve testigos, examinados en los
i se formaron por las alteraciones de Aragón
^oceso de ñanzas prestadas por algunos pro-
I salir de la prisión y tener la casa y ciudad por
los siguientes: Juan Jerónimo Espes de Sola,
do Clavería, Jerónimo Taff a lies, notario; Don
s la Caballería, Micer Andrés Serveto de Anin-
e la Huerta, Miguel Martínez, Felipe de Po-
:go de Funes, Tomás Gormaz, Antón de Exea,
I, Martín de Marchueta, Jerónimo Jiménez,
o Altarriba y Alagón, señor de Huerto, Don
la, D. Luis do Toirellas, Dr. Juan Murillo, MÍ-
[ontesa, Valero de Aro, Miguel de Fuertes, co-
Pernando Ruiz de Prado, Pedro de Amedo,
Torrellas, Pablo de Villanueva, Juan de los
in; Jaime y Martín de Mezquita, hermanos;
lénez, Juan Bautista de Vello, Domingo Mon-
imode Falces, Felipe Canerol, Micer Baltasar
itell, Juan Diez de Aux y de Marcilla, D. Juan
' Domingo Lobera.
oceso de la acusación criminal de los procu-
des contra Micer Andrés Serveto do Anii^ón,
lomé Diez, Micer Diego de Funes, Micer Je-
.'»< .•
^
'V
448
VÍCTOR BALAGUBR
fs-
•• «i
rónimo López, Micer Carlos Montesa, Micer Felipe Ga9Ór
Micer Andrés Barutell, Micer Bartolomé López Zapata
y Micer Juan López de Baylo, letrados acusados de ha-
ber dado consejo á los diputados de Aragón que convo-
casen las gentes del reino y que á mano armada se impi-
diese la entrada del ejército del Rey en 1591.
XX. Acusación criminal de los procuradores fiscales
contra Antonio Pérez, Gil de Mesa, Juan Francisco Ma-
yorini, D. Martín Lanuza, D. Pedro de Bolea, D. Juan de
Torrellas, D. Iban Coscón, Manuel D. Lope, Christóbal
Frontín, Juan Luis Fontova, Juan deUbieto, pelaire; An-
tón de Anón y Gaspar Burzes, por la parte que cada uno
de éstos tuvo en los movimientos.
XXI. Proceso del procurador fiscal del Rey contra Gil
Ibáñez de Urroz, por haber sido uno de los que más se
mostraron en los motines y sediciones que ocurrieron en
Zaragoza en 1591.
XXII. Proceso de la acusación criminal de los procu-
radores fiscales contra Felipe Ros, D. Juan Agustín, Don
Felipe de Castro, Jerónimo Valles, Jaime Villanueva, Juan
Agustín Bautista, Juan de Vertiz, Manuel D. Lope, As-
canio de Omedcs y Pablo de Villanueva. Además de los es-
critos de los fiscales y de las declaraciones de testigos que .
se presentaron contra los reos, contiene el proceso los si-
guientes documentos: Proceso de requesta de los muy ilus-
tres señores D. Martín de Bolea y Castro, D. Antonio Fe-
rriz, D. Pedro de Bolea y otros caballeros de Zaragoza,
contra la aprehensión de armas á los que las llevaban por
dicha ciudad y sus términos: 13 de Mayo de 1501: fol. 169.
Otro proceso de la requesta de ilustres señores D. Di^o
de Heredia, D. Pedro de Bolea, D. Martín de Lanuza y
otros caballeros de Zaragoza, por haberse puesto presidios
de tropa en algunos puntos de la ciudad, lo cual era contra
los fueros y libertades del reino: 24 de Mayo de 1591: fo-
lio 173. Proceso de requesta de los muy ilustres señores
D. Martín de Bolea y Castro, D. Antonio Ferriz, D. Pe-
dro de Bolea y de otros caballeros de Zaragoza, contra el
pregón sobre llevar linternas por las noches, que manda-
>■»■
V!
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 449
ron publicar los jurados de la ciudad: 15 de Mayo de 1591:
foL 175, Proceso de los muy ilustres señores D. Diego Fer-
nández de Heredia, D. Pedro de Bolea, D. Martín de La-
nuza, D. Antonio Ferriz de Lizana, D. Iban Coscón, Don
Martín de Bolea, D. Juan Agustín, Manuel D. Lope, ca-
balleros; Miguel Español de Niño y Tomás Pérez de Rue-
da, infanzones, sobre requesta contra los jurados de Zara-
goza, porque acaudillaban y amparaban muchas y diver-
sas gentes para ciertos fines y efectos, de que se temía re-
sultar grandísimos inconvenientes á la libertad y paz del
reino: 27 de Junio de 1591: fol. 179. Certificación de las
cantidades que se dieron para la guerra: fol. 181. Actos del
Consejo de guerra. Nominación de capitanes: fol. 182. Pro-
ceso de la requesta de los muy ilustres señores D. Diego
Fernández de Heredia, D. Pedro de Bolea, D. Miguel de
Sessé y otros muchos caballeros, infanzones y naturales de
Aragón, ante los señores diputados del reino, sobre la en-
trada del ejército Real en Aragón: 27 de Octubre de 1591.
XXIII. Prueba presentada por D. Juan de Torrellas en
el mes de Julio de 1596.
XXIV. Copia de las declaraciones tomadas en Madrid
en el día 7 y siguientes de Marzo de 1592 por el licenciado
Rodrigo Vázquez Arce, presidente del Real Consejo de Ha-
cienda y comisario por S. M. para entender en las averi-
guaciones y probanzas sobre los motines y sediciones de
Aragón. Declararon en este proceso D. Juan Fernández de
Híxar, conde de Belchite; el Dr. D. Juan Francisco Torral-
ba, Diego de Bustamante, Jerónimo Marqués, Manuel Za-
pata y D. Artal de Alagón, conde de Sástago.
XXV. Otro proceso de las declaraciones tomadas en
Marzo d^ 1592 por el referido licenciado Vázquez Arce á
los testigos siguientes: Alonso de Contamina, D. Juan Fer-
nández de Híxar, conde de Belchite; D. Manuel Zapata y
D. Jorge Fernández Heredia. Contiene también este pro-
ceso declaraciones que en Abril del mismo año de 1502
dieron el Dr. Francisco de Santa Cruz y Morales, Pedro
Sessé y D. Bemardino Pérez de Pomar y Mendoza.
XXVI. Proceso de la acusación criminal de los procu-
TOMO XIX 29
■i
450 VÍCTOR BALAGUBR
dores fiscales contra Jaime Chrístóbal, labrador muy
lo y de los piincipales de Zaragoza, cabeza de los amo-
lados, y particularmente de los labradores.
XXVII. Acusación criminal y proceso contra Micci
arco Alonso de la Sema, Luis de Torrcllas, D. Di^o
Funes, D. Juan de Ferrera y Micer Jusepe Domínguez,
T la parte que tomaron en los sucesos de Aragón.
No hay sentencia. Este proceso contiene, entre otros dó-
menlos, los siguientes: Acuerdo tomado por el Justidí
Aragón y sus lugartenientes para resistir al ejército del
sy: fol. 38. Requ£sta que sobre lo mismo fué hecha á ios
pillados del reino en 27 de Octubre de 1591 por algunos
balleros de Zaragoza, y parecer que acerca de esto die-
n los letrados: fol. 40 vuelto. Registro de los acuerdos
1 Consejo de guerra, formado para alzar y organizar el
Srcito que había de resistir al del Rey: fol. 64. Relación
los gastos que se hicieron con motivo de la salida del
sticia y diputados: fol. 78. Proceso seguido en la caite
1 Justicia por consulta de 29 de Octubre de 1591, pro-
.esta por los muy ilustres diputados del reino, sobre U
.da que se les ofrecía si para los gastos que hacían en
atificar espías y correos con objeto de tener avisos, »á
mo en la guarda de soldados puesta para seguridad de
Diputación, y en proveer otras muchas cosas necesarias
buen gobierno y quietud de la ciudad y del reino, po-
m tomar y sacar de la tabla común de los depósitos át
ciudad y de lo que en aquélla estaba depositado á Dom-
e del reino y de las generalidades del mismo: fol. 106.
:uerdo de la corte del Justicia en S de Noviembre de 1591,
ndo facultad á la Diputación para que se valiesen y po-
;sen tomar de las generalidades y masa del reiyo, pues-
y depositada en la tabla de los depósitos de Zaragoza,
3 cantidades que parecían necesarias para los salarias de
i gentes que se empleasen en la jomada que se había re-
eilo para resistir la entrada del ejército Real en aquel
ino: fol. 1 14. Carta del Justicia y diputados á la dndí
Borja, mandándoles que aperciban toda la gente, I >
mas y municiones, asi de mantenimientos como de cua
J
; CATALUÑA — LAS RinNAS DE POBLET ^¡l
as y pertrechos necesarios para ía guerra,
los lugares y sitios más fuertes: 3 de No-
:; fol. iiiS, Requcsta hecha por Mateo Fe-
'dinario de la corte derjusticia de Aragón,
'. de éste, á D. Luis Jiménez de Urree, con-
ara que con sus vasallos se disponga á re-
rmada y expeler los soldados y gente de
an entrado en el reino: en la villa de Épila
Sre de 1591: fol. 120. Carta que el Justicia
.una, diputado del reino, escribieron á la
ayud dando sus disculpas por haber des-
nte en Utebo: su fecha en Épíla á 13 de
591: fol. 122. Carta que los jurados de Za-
on á los concelleres de Barcelona, á peti-
tados del reino de Aragón: 7 de Noviembre
, Carta de Pablo Salmurri en respuesta á Is
ona 1 2 de Noviembre de 1591: fol. 145. Or-
es, mandamientos, íntimas y relaciones, sa-
lí proceso de denunciación dada ante los in-
ino de Aragón en el mes de Abril de 1591,
ntonio Pérez, contra Micer Juan Francis-
arteniente del Justicia de Aragón: fol 242.
que era contra fuero el llevar á Antonio
isición: 14 de Agosto de 1591. Un vol. en
iito que D. Pedro de Lanuza sostuvo con
volución de los estados y bienes que pose-
D. Juan de Lanuza, Justicia de Aragón, y
Huerto éste sin hijos legítimos le perte-
eso y probanzas de testigos examinados y
de acusación como de defensa, que se hi-
os procuradores ñscales de S. M., como
por parte de loa reos acusados en la causa sobre los movi-
mientos y altcrnciones de Zaragoza y del reino de Aragón.
Los comprendidos en este proceso son: Juan de Villaver-
de, menor, fol. 4: Jerónimo de Avenilla, fol. 36: Jaime
Buy), fol. 50: Francisco Arantegui, fol. 55: Martín de la
45* VÍCTOR BALA
Hera, calcetero, fol. 6o: Juan í
lio, médico de Antonio Pérez, 1
be, fol. I2i: D.Antonio Ferriz,1
cayo, fol. 150: Juan de Alteraque
tín Jaime, fol. 159: Jaime La '
Pariente, fol. 191, y Esteban de
publicado por mandamiento del
ciudad de Zaragoza á 17 de Er
perdón á todos los que se hallan
consejo en las revueltas y ruidos
de 1591 habían sucedido en aqu
del perdón á algunos que en la
nombrados. Es impreso y está a
á los diputados del reino en i;
D. Pedro de Bolea, Martín D. L
Zaragoza, sobre que no se entre
persona de Antonio Pérez; fol,
fojas.
XXX. Proceso de la supücac
el Supremo Consejo de Aragón
de S. M,, de la sentencia que en
se dio en favor de D. Fernando
duque de Villahermosa, conde d
sa tomaron, oponiéndose á la peí
cal sobre que se admitiese la su
Pemestán, duquesa viuda de Vil
co de Gurrea y Aragón, herman<
cuales, cada uno de ellos por su
se les mandase librar la dicha ca
cutoriales de ella.
XXXI. Proceso de la acusací
dor fiscal contra D. Fernando de
de Villahermosa, seguido desput
procurador contra la persona y b
á cuya defensa salieron después <f
de Pemestán, duquesa viuda, y D. Francisco de Gama
Aragón, hermano del duque difimto. Dióse sentencia pe
los señores del Supremo Consejo de Aragón en sábado i
■P'f^r
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET
de Diciembre de 1595, declarando [>or no probada
cientemente justiñcada la acusación ñscal, y dando
virtud, por absuelta la memoria del duque de Vi
tnosa.
XXXn. Proceso del pleito que se trató entre
Blanca Manrique y Aragón, marquesa de Astorga j
de D. Luis Jiménez de Urrea, conde de Aranda, en r
y como tutora y curadora de D. Antonio Jiménez de
su hijo, y del dicho su marido, de la una parte, y
otra el procurador ñscal, sobre la sucesión de la casi
tados pertenecientes al dicho conde de Aranda y á lo
sus predecesores, y que durante su vida había él te
poseído, así en el reino de Aragón como en el de Va
XXXIII. Proceso del pleito que Doña Blanca ]
que, condesa viuda de Aranda, trató con el procurac
cal sobre que se mandase alzar el secuestro del est
Aranda y se le diese la posesión de los lugares y
que en su vida tuvo el conde, su marido.
XXXIV. Proceso del secuestro de la tierra y I
de D. Luis Jiménez de Urrea, conde de Aranda, hec
Salvador Mongay, portero y comisario Real, en vir
comisión é instrucción que para ello le fué dada pe
Ramón Cerdán, gobernador de Aragón y comisarii
por S. M.
XXXV. Proceso de la confesión que se tomó y 1
que en virtud de ella y de otras informaciones se hi
á D. Luis Jiménez de Urrea, conde de Aranda, pr
la fortaleza de la Mota, de la villa de Medina del C
por consecuencia de los movimientos de Aragón.
XXXVI. Traslado de todo el proceso de los tuto
D. Antonio Jiménez de Urrea, menor, hijo de D. Li
ménez de Urrea, conde de Aranda. difunto I'', hechi
el señor Dr. Gaudiosso de Azaylla, del Consejo de
en lo civil de Aragón y su comisario Real, En él se t
nen los dichos de gran número de testigos que fuero
(t) Murió li 3 de Agosto de i=,g¡ en el castillo de Coca, do
taba preso por la parte que tomó ec ]qs movimieatos de Angó:
454 VÍCTOR BALAGUER
minados sobre los movimientos de Zaragoza y reino de
Aragón, al tenor de los articulados de preguntas propues-
tas por dos tutores, y de las repreguntas á pedimento del
procurador ñscal. Examináronse también algunos testigos
en Madrid, cuyas declaraciones se hallan originales en este
proceso. Entre ellas está, al fol. 310, la de Lupercio Leo-
nardo, secretario de la serenísima Emperatriz, de edad de
treinta y seis años, poco más ó menos, quien declaró en
Madrid á 17 de Noviembre de 1598. También fueron exa-
minados D. Francisco de Aragón, conde de Luna, al fo-
lio 312; Doña Juana de Pemestán, duquesa viuda de Villa-
hermosa, la cual, como fuesen en sábado 28 del mismo
mes á tomar su declaración á las casas ó palacios en que
vivía la serenísima Emperatriz en la plaza de las Descal-
zas, dijo que no quería jurar ni decir su dicho si no iba á
tomarlo uno de los regentes del Supremo Consejo de Ara-
gón, como otras veces se había hecho con ella. Otro día,
adelante, en 14 de Diciembre siguiente, juróla duquesa
en manos del Dr. Martín Batista de Lanuza, relator de
esta causa y regente la cancillería, ante quien dio su de-
claración: fols. 324-326. Declaró asimismo en 24 de Marzo
de 1599 Bartolomé Leonardo y Argensola, capellán de la
serenísima Emperatriz, de edad, según dijo, de treinta y
cuatro años, poco más ó menos: es su declaración la última
de este volumen, á los fols. 329-330. Un vol. en fol., 330
fojas.
XXXVII. Proceso de la acusación criminal del procu-
rador fiscal de S. M. contra la memoria y bienes de Don
Luis Jiménez de Urrea, conde de Aranda, difunto; Juez
comisario por el Rey el Dr. Miguel de Lanz, del Consejo
de S. M. y Senador de Milán. En las primeras hojas de
este volumen se halla el memorial ó tabla de lo que en el
mismo se contiene. Entre otros, comprende los siguientes
documentos: Información queá 3 de Agosto de 1592 se hi-
zo en la villa de Coca, dentro de su castillo y fortaleza,
sobre la enfermedad y muerte del conde de Aranda, qt
murió en aquel mismo día, lunes 3 de Agosto, al amanece*
en el noveno de su enfermedad, que fué una calentura coi
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DB POBLET 455
tinua de las malignas de tabardillo. Asistióle en los prime-
ros días de su enfermedad el Dr. Juan Núñez, médico de
la dicha villa de Coca, y con él, desde el martes 28 de Ju-
lio, le visitó el Dr. Miguel Aríndez de Oñate, médico, ve-
cino déla villa de Valladolid, llamado por Diego Benegas
de Córdoba, á cuyo cargo y custodia estaba la persona del
conde. Los dichos Diego Benegas y Dr. Arindez escribie-
ron al Dr. Mercado, vecino de Valladolid y médico de cá-
mara del Rey, para que viniese á curar al conde; y por es-
tar él ocupado vino en su lugar el Dr. Pedro de Soria,
médico y catedrático de Valladolid, quien llegó á Coca y
vio al de Aranda pocas horas antes que muriese: fols. 15-32.
Acta de depósito y sepultura del conde de Aranda. Diósele
sepultura á 5 de Agosto de 1592 en el monasterio de San
Pablo, extramuros de la villa de Coca, dentro de un ataúd
y en una sepultura al lado del Evangelio, junto y en fren-
te del altar de Nuestra Señora; fol. 33. En este volumen
hay algunas cartas originales del conde de Aranda, otras
del Rey D. Felipe II y del conde de Chinchón al de Aran-
da, éstas en copias; una certificación de D. Alonso de Var-
gas, capitán general del ejército Real, sobre los buenos
ofrecimientos que le hizo el conde de Aranda , estando él
en Agreda y en Zaragoza: 14 de Enero de 1593: fol. 223.
Capítulos matrimoniales de los muy ilustres señores Don
Hernando Jiménez de Urrea y Doña Juana de Toledo: fo-
lio 251. Otros capítulos matrimoniales de los ilustrísimos
señores D. Juan Jiménez de Urrea y Doña Isabel de Ara-
gón, condesa de Aranda: fol. 269. Capítulos matrimonia-
les de D. Luis Jiménez de Urrea y Doña Blanca Manrique
y Aragón, condes de Aranda: fol 291. Copia y sumpto ori-
ginal del proceso intitulado: «Proccssus summarie infor-
mationis Guardiani, fratrum et conuentus Sti. Francisci,
ciuitatis Cesaraugustae. Contra Super propositione ad
futuram rei memoriam.» Siguióse este proceso ante el
Or. Pedro Reues, canónigo de la Seo de la ciudad de Za-
ragoza, oficial eclesiástico y regente el vicariato general
en la dicha ciudad y arzobispado por D. Andrés de Boba-
dilla, arzobispo de Zaragoza, en virtud de cédula de ar-
456 vil
tfculos y proposición qi
Zaragoza á g de Abril
P. Fr. Podro Arregui,
la orden de San Franci
costumbres desenvueltE
so de la misma orden, i
ol monasterio de Nuest
Zaragoza: fol. 317. Le
Iban Coscón y D. Mari
rrativas del proceso de
ilustre D. Fernando Jii
Jiménez de Urrea: fol. ;
rías del proceso del con
que se hicieron en Epil
ñor Dr. Miguel de Lan
fol. 492 hay un inventa
en la sala de armas del
cuales se llevaron en ce
530 fojas.
XXXVIII. Proceso
30 de Diciembre de 15c
Antonio Jiménez de U
en 23 del mismo mes c<
nez de Urrea, conde de
tonio. Habiéndose segí
curador ñscai de S. A(
escrito apartándose de
Supremo de Aragón d
vuelto, en que se hubo
parte del procurador fii
estado y condado de Ai
D. Antonio Jiménez di
D. Luis.
XXXIX. Copia de
de una letra y Real p
Aragón, su fecha en Ss
enviada al limo, y Exc
hispo de Zaragoza, del
í CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 457
en el Principado de Cataluña y condados
^rdaña, contra el magnifico Dr. Jerónimo
patrimonial de S. M., y el noble D. Pedro
garteniente del maestro racional de la casa
, sobre lo que pasó acerca del despacho del
a do Figueras, y culpas que resultaban de
utos del referido abogado patrimonial y
umen en gran folio, rotulado por fuera en
mentó de Jaime Rodríguez y inventario de
1.1 Es el segundo protocolo ó manual de
itos otorgados por Pedro Franqueza, «scri-
scribano de mandamiento) de S. M. y su
3lumen en gran folio, rotulado por fuera
■> en favor del conde de Chinchón, Tbeso-
la Corona de Aragón. • Es otro protocolo
I Pedro Franqueza, escribano de manda-
mandatii) de S. M. y su notario público;
iticia que se halla en la primera esentura,
ees en Madrid en la calle de la Morería
ipio este hbro con un testimonio ó fe de
lencia, á la sazón en Madrid, que pidió el
^.^^^ w.. ^. francisco de Moncayo, morador en la ciu-
dad de Zaragoza, y por aquel tiempo andante en corte
de S. M.: su fecha en sábado 21 de Enero de 1576.
XLII. Un volumen en folio, 65 fojas útiles, y las si-
guientes 66-98 en blanco. Está rotulado iCartas de pago
de diferentes cantidades de diferentes sujetos.* Es conti-
nuación del protocolo anterior de Pedro Franqueza, que,
según se ve por la segunda escritura inserta en el mismo,
su fecha jueves 13 de Agosto de 1577, vivía entonces en
la plaza de la Madera.
('ontiene documentos de las mismas clases que los tras-
ladados en los das protocolos anteriores, descritos en este
catálogo con los núms. XL y XLI. y cartas de pago en
favor del limo. Sr. D. Diego Fernández de Cabrera y Bo-
badilla, conde de Chinchón, del Consejo de S. M, y su te-
5S VÍCTOR BALACUBR
iro general en los reinos de Aragón. La primera escn-
I, otorgada en jueves 8 de Agosto de 1577, es la minata
poder dado por el limo. D. Raimundo Riusec, alUa
Francisco Centellas, oiim Borja, marqués de Lombay,
lustre D. Fernando de Borja, Caballero déla orden mi-
r de Calatrava. Cierra y concluye el protocolo con una
ritura, su fecha miércoles 4 de junio de 1578, qoe es la
ta de confesión de deber ochenta roil ochocientos y tcís-
oiaravedises, que valen dos mil trescientos setenta 7
e reales castellanos y dos maravedises, otorgada por
Francisco Ortaffa, poblado en la ciudad de Perpiñin,
cesis de Elna, en favor del magnifico Juan Ribes, con-
> de la casa del Rey.
íLIIl. Un volumen en gran folio, 398 fojas, titulado
la cubierta (Cartas de pago en favor del conde de Chín-
in, Thesorero de la Corona de Aragón. ■ Es otro Ubro
tocólo de Pedro Franqueza, escribano de tnandamien-
le 5. M. y su notario público. Da principio con la cai-
je poder otorgada en Alcalá de Henares á 16 de Se-
nbro de 1573 por Pedro Grabiel (sicj, mercader vecino
aquella ciudad, en que nombra por su procurador al
gnífíco Pedro Amal, notario público de la ciudad de
lencia, para que en su nombre demande y cobre de los
gniticos Pedro de Balda, «hospite cursorum,» de ta di'
t ciudad; de Miguel de Lerisa, cirujano, ydeotrascua-
juier personas y corporaciones cualesquier sumas de
ero que entonces le debían 6 en adelante pudieran
lerle. At fol. 303 de este protocolo hay un testamento
rado del muy magnífico D. Gaspar Andrés Corso, el
J está sellado con sus sellos en placa, puestos en doce
ares, seis en cada una de sus cubiertas, y tiene en la
mera de éstas ta cláusula acostumbrada de presentadán
tornamiento ante Pedro Franqueza, estando Éste en las
as de su morada en la calle de la Morería vieja, á 16 de
ríl de 1584: este testamento no tiene señales de hat>ei5e
erto. La última escritura del protocolo es la carta 1
;o que en favor del conde de Chinchón, mayordomo 1
M., de su Consejo y su tesorero general en los reinos».
J
HIST. DE CATALUÑA"»LAS RUINAS DE POBLET 459
la Corona de Aragón, dio Guillen Ramón de Blanes» como
uno de los herederos de D. Gaspar Olzina, por la cantidad
de tres mil y trescientas libras, de la moneda de Valencia,
en cuenta de la parte y porción que como tal heredero
le cabía de las veintiocho mil novecientas y cincuenta li-
bras que se restaban por pagar del precio de la baronía de
Planes: fué hecha y otorgada esta carta de pago en la villa
de Monzón, estando en ella la corte de S. M., á 29 de Oc-
tubre de 1585.
XLIV. Manual ó protocolo de los instrumentos de los
años 1532, 1537, 1538, 1539, 1540, 1541, 1542, 1543, 1545,
1546, 1547 y 1548 por los venerables Fr. Miguel Ardiles y
Fr. Pablo Iban, monjes y notarios del monasterio de San-
tas Creus, en virtud de privilegio concedido por el Rey al
referido monasterio.
XLV. Proceso' actuado ante el muy ilustre y reveren-
dísimo Sr. D. Vicencio Domec, obispo de Jaca, del Conse-
jo del Rey, juez visitador y comisario nombrado por S. M.
para inquirir los oficiales reales en el reino de Aragón y
demás personas sujetas á enquesta conforme á los fueros
del mismo; á instancia del procurador fiscal para esta vi-
sita, contra Martín de Berdún, notario, por excesos y de-
litos que cometiera en el desempeño de su oficio. Dio prin-
cipio el proceso en Zaragoza á 25 de Mayo de 1634.
XLVI. Proceso general de la conquesta y visita hecha
en el reino de Aragón por el muy ilustre y Rmo. Sr. Don
Vicencio Domec, obispo de Jaca, del Consejo de S. M.
y su visitador en el dicho reino. Actuario Juan de Villa-
nueva, notario y secretario.
Algunos de estos volúmenes, como se habrá visto, no
tienen relación con los procesos; pero los incluyo en este
catálogo porque con ellos fueron enviados á la Academia,
y porque proceden también de Poblet.
También en la Biblioteca-Museo de Villanueva y Gel-
trúy que tuve la honra de fundar y establecer, dejé deposi-
ueprt
á más
anos ]
Iguiíos
por E
n libr
lorcfit
habla
>r fin,
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irigida
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1677 a
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isterío
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L año :
1 verd
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onocit
leva ei
iten U
que q
B CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 46I
le visitar U Biblioteca de Vülanueva y Gel-
ncucntra.
a de la biblioteca regalada, dice el inven-
ie citar los libros:
brería muy insigne, que consta de treinta es-
0, con sus puertas de vidrios cristalinos,
ives y cuatro mil trescientos y veinte y dos
isy humanas letras, donados con cubiertas
los ñnos colorados, y en ellas sus perfiles,
del libro, escudo de armas de S. E, y su
orado.*
mentó á que me he referido, y forma parte
>, es un acta notarial con la copia de un le-
■ el Excmo. Sr, D. Pedro Antonio de Ara-
>nasterio y convento de Nuestra Señora de
timo testamento que dicho señor hizo y fir-
e1 año 1690, ante el notario de la villa Isi-
ta que, no satisfecho aún D. Pedro Antonio
tanto como había donado á Foblet, quiso
;u muerte se le enviaran otros objetos, en
as reliquias y preciosos relicarios que tenía
/ todos cuantos libros se hallasen en su po-
1 su muerte.
: este legado acompañan dos mandatos de
listdores, para que no se ponga Ímpedimen<
:o de Madrid á Zaragoza, á dos cajones de
tes de la testamentaria de D. Pedro Anto-
:on destino al citado monasterio.
nuación un ejemplar impreso de la Pro{>iits-
U de S. M. el rey D. Carlas II á la corte ge-
Aragón el día 30 de Mayo de 1677 fara la
esidmte de Cortes, en ¡a persona del Excelcnlísi-
■ Antonio de Aragón; y termina el cuaderno
entos, con una Memoria de todos los libros
en virtud del referido legado se entrega-
í Fr. Baltasar Sayol, monje de Poblet, que
go de recibirlos. Consta, sin embargo, que
462 VÍCTOR BALAG
los relicarios y libros no Uegaxon
de Abril de 1701.
Los volúmenes impresos fueror
tenas religiosas, algunos clásicos,
historia. Los manuscritos, que a
parte más valiosa del donativo, fi
juzgar por sus títulos debían ser a
portancia. Entre ellos figuraban t
rías de la época en que D. Pedro
un Episcopologio de la iglesia de
Cataluña, cuyo autor no se cita en
de los antiguos reyes de Ñapóles,
que parecen sir, dice el inventario,
sus de Agreda, las cuales formaría
interesantísima correspondencia c
con el i'ey Felipe IV, que acaba d
table libro escrítQ por el que es er
se estas líneas ministro de Gracia
D. Francisco Silvela. A no haber
de dichas cartas (si es que se ha p
afortunada casualidad de caer en
biera hallado tal vez el Sr. Silvel
dir á su importante libro Sor Mar
libro que está sin duda llamado
crítica histórica, y que me complí
tudio muy meritorio, de honra y(
Parecióme que todas las noticie
recían consignarse en este Apéndi
pítulo de esta obra dedicado al i
Poblet. Ya con esto doy una nonr
bibliófilos, á quienes puede servir
mayores y más abundantes noticiai
Nacional, en el de la Academia de
blioteca de Villanueva y Geltrü.
•-*
HIST. DB CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLBT 463
JI.
(Cap. X. pág. 336.)
FRAY ANSELMO TURMBDA.
Este personaje necesita estudio más detenido que el que
se le consagra en las páginas de este capitulo, y algún día
he de escribirlo, Dios mediante.
£1 capítulo dedicado á Turmeda en esta obra no debe
tomarlo el lector más que como un boceto.
Anselmo Turmeda fué un hombre verdaderamente su-
perior, y hay que considerarle como ñlósofo, como nove-
lista, como poeta y como político.
En la Biblioteca del Escorial existe manuscrito un li-
bro de profecías, en verso, por él escritas, y se cuenta que
este libro se lo leía frecuentemente la condesa de Urgel á
su hijo D. Jaime con objeto de alentarle para la lucha y
tener siempre su ánimo preparado á la contienda empeña-
da contra D. Femando el d^ Antequera. En este libro de
Turmeda puede encontrarse, sin duda, la clave, 6 mejor
el secreto, de su vida bandolera. Turmeda debió pertene-
cer, de seguro, al bando que proclamaba al conde de Ur-
gel, y al perderse la causa de éste fué cuando emigró á
Tünez.
Mariano Aguiló ha publicado de él algunas poesías, que
revelan un verdadero poeta; pero hay otras inéditas en el
cancionero de trovadores que se custodia en la villa de
Carpantrás.
También habla de Turmeda Milá y Fontanals en algu-
nas de sus obras, y sobre él se publicaron unos curiosos
artículos en el Museo Balear»
Menéndez Pelayo, que es quien más datos, y más curio-
sos, tiene recogidos sobre Anselmo Turmeda, concede gran
importancia á este autor.
Es realmente una ñgura de nuestra historia literaria.
464 VfCTOR BALA
poco conocida, que merece com
cual hay que sacar del olvido pa
en toda su grandeza.
ni.
(V. pág. 35
DON JAIME EL CONQUISTADOR Y
Para ilustración y complemen
texto de esta obra referente al
con el obispo de Gerona, paré
aquí ¡os documentos que, mercec
á venturosa casualidad, pude ene
vo Histórico Nacional, secundac
por los empleados de dicho Archi
Forman parte estos documento
ción del rey, y llegaron al Archiv
blet, junto con los demás pápele
varón de incendios y saqueos, de
que afirma haber visto y examin»
no Finestres en su apéndice á la ]
toña de Poblít.
Con referencia á Finestres, cit
TALUÑA Y DE LA CORONA DE AuAGÍ
tre el monarca aragonés y el obispo gerundense; pero un
desatentado historiador catalán lo refutó ufándolo en ab-
soluto y diciendo set fábula de mi invención.
Pues bien; los documentos por los cuales se prueba la
veracidad de lo que yo dije, existen hoy en el Archivo
Histórico, sección de Códices y cartularios, núm. 212, fo-
lio 57 vuelto hasta 31, y dice así su copia:
Processiis Recoiiciliacionis domiut j'acobi Regis aragotiutn qucu'
dam pro excem coiiieso in tpiscopum gtrundensem.
Nos jacobus Rex aragonum ad consilium et exhortacio
nem fratris Desiderii domíni propter pecunieríi Recogn»
HIST. DE CATALUÑA— LAS KUINAS DE POBLET 465
cimus in facto mutilacionis lingu;e episcopi genindensis
grauitcr excesise et matrem eclesiam in codem facto in
maniter ofendise Animum nostrum ira et indignado máxi-
ma perturbant propter quod dolentes contrití et humiliati
a deo et a summo pontifice eius vicario in terris ueniam
supliciter postulamus. Et in aignum uerc contriccionis nos-
tre promitimus quod per literas nostras patentes a ditc
episcopo injuríam paso postulabimus ueniam deuote et peí
literas nostras domino pape supplicabimus quod non obs-
tantibus literis et percibus afectuosis quas pro eieccione
eius de regno nostro direximus faciat quod ei utUius uide-
bitur faciendum ita quod si in loco suo ipsum dimiserít
gratum habebimus et pro injuria iUata eclesie gerundensis
satisfaccionem faciemus alterum istorum faciendo. Aut
construemus hospitale uel complebímus abbadiam de be-
nifazano ordinis cisterciensis jam de nouo inceptam vel
complebimus hospitale sancti vincencii in civitate valencie
vel aliqíiDS redditus asignabimus eclesie gerundensis sed
quod domino pape melius uidebitur expediré. Et quot mul-
ti de Regnis nostris credut nos contra ordinem predicato-
nim indignatos subtraxerunt eis suam familiaritatem et
beneñcia, timentes se ex eorum famÜiaritate nostra mali-
uotencia incursuros. Promitimus quod ad omnia loca reg-
nonim nostrorum in quibus dicti fratres habent loca per-
sonaliter accedemus humiliter nos eis reconciliantes. Et
eosdem ad nostrum amorem pristinum reducentes. Et po-
pulo et clero eanmdem civitatum comuriter conuocatÍE
signiñcabimus nos contra ordinem fratnim predicatorum
in nuUo esse ofensos, sed eos diligere uolumus honorare el
promoveré et precipiemus quod idem faciant omnis nostri,
Et conuocabimus curiam preiatomm et nobílium et ciuium
r^nonim nostrorum coram ómnibus super predicto scele-
re recognoscentes humiliter culpam nostram. Per omnerr
modum taliter nos humiliantes, quod sicut in magnitudine
reatus materiam scandali prebuimus eisdem ita in máxima
nostri humüiacione hediñcacionís materiam prestabimu!
domino concedente. Et hoc omnia dicemus salua sempet
conscien et preuia veritate. Datum valencie nonas Augusti.
TOMO XIX 30
466 VÍCTOR BALAGUER
Sanctissimo in cbristo patri ac domino et Katisimo con-
sanguíneo suo innocencio diuina prouidencia sacrosancte
Romane eclesie summo pontiñci. Jacobus del gracia Reí
aragonum maioricarum et valence comes barchinone et
vrgelli et dominus montispesullani. Debitam Reuerenciam
et honoreoi. Ex parte sanctitatis uestre literas recepimus
supcr facto pro cuius uinculum excomunionis incideramus
quod multum graue gerímus et motestum. Qum nuUade
tam juste uel injuste nobis placet nec unquam placuit tac-
tum periculum incurrisse. Set de ülo qui nos promittit in
teiris uiuere et regnare fiduciam gerimus pleniorem. Quod
auxilio ipsius et uestii mediantibus taliter faciemus quod
onus istud ab humeris nostris reJeuabitur et nunquam in
consioiile relabemur. Et licet aliquibus uerba literanim
uestranim uisa fuerint áspera at que dura, tam nos ea be-
nigno recipimus et correccionem uestram intelligimus pro
magna gratia et amore. Et sanctitatis uestre consilium
sicut obediencie ñlius amplectentes nos semper et cclesiam
super omnia proponimus reuereri. Nec aliqua racione a
tramite eclesie deueiare uel ipsam in aliquo scandabzare.
vobis grates omnímodas referendo quam fratrem Deside-
lium uestrum pccuniarium virum prouidum et discretom
nostris annuentes postulatis transmisistis per cujus ueiba
persensímus quod quantum in presencia uestra persisüt
omnem quam comode potestis nobis paratus estis. faceré
gratíam et honorem vnum humiliter suplícamus, quot con-
siderantes bonam uoluntatem nostram quam semper erga
eclesiam ihesu christi habuimus. nobis in presentí articulo
ritis fauorabílis et benigni. Et propter hoc factum uobís
non placeat quod illa ardua negocia que coram nobis dicü
facti proposuít hac racionem ueniant ad efectum. Kos
enim propter aliquos suggest ores uel maleditos contra vos
in aliquo non proponimus deuiare. Cumsimus parati in
maioribus negocÜS eclesie et maioribus deseruire. vos la-
men si placuerít nos excusantes non posit perpendi ab bo-
míníbus cum propter hoc factum et infamian subsequer
tem nobis seruicium facíamus. Satis ením et considera]
potestis conñdenter. quod circa dampnum eclesie sume
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 467
parati personara nostram proposse nostro exponere. contra
iUos qui eam expugnant et perturbare nituntur vobis ta-
men prospicientibus oportunitatem nostram et nobis non
prospicientibus mortis metum. Cui subici semper propo-
nimus. pro euiccione uestra et eclesie libértate. Credentes
in super venerabili et dilecto A." episcopo valentino, et
dicto fratri in hiis et alus que nobis ex parte nostra duxe-
rint proponenda. Nobis igilur contritis et humiliatis de
tanto excesu perpétrate et humiliter satisfacere paratis
sed quod dicto fratri uiua uoce exposuimus sine mora mi-
tere dignemini absolucionis beneficium expectatum, Atten-
dentes quod alias non monnuimus nos in aliquo eclesiam
ofendisse. nec dante domino decetero ofendemus. Suplica-
mus etiam quod per eundem fratrem per quod anime nos-
tre consuli pietate benignisima uoluistis, nobis et qui nobis
cum fuerint si placet absolucionis beneñcium transmitatis.
visum est enim nobis quod ad uiam salutis eius salutare
consilium nos direxit. Datum valencie. Nonas Augusti.
Sanctitati uestre graciarum magniíicis agimus attenden-
tes. Quod nos uestrum filium ac deuotum non solum a rec-
titudinis tramite deuiantes. studuistis adauile eclesie pas-
toral! sollicitudine reuocare. uerum etiam ex solite pietatis
afluencia karisimos uiros prouidos et discretos episcopum
camerinensem et fratrem Desiderium pecuniarium nos-
tram nobis pro absolucionis beneficio misericorditer in-
pendendo. dignacione prouida mitere curauistis. vnum do-
minación! nostre nec non et uniuersis presentes literas ins-
pecturis karum serie facimus manifestum. Quod nos Anno
domini M." CC." XL. VI.' pridie ydus octobris ad locum
fratrum minorum ylerdensis attendentes. In presencia ve-
nerabilium Archiepiscopi Tarracone Cesaraugustani vrge-
llensis oscensis elnensis episcoporum et aliorum prelato-
rum baronum Religiosorum ac seculiarium uniuersa mul-
titudine congregata. De volúntate ac mandato predictorum
nunciorum uestrorum prius excesu commiso in episcopum
gerundensem humiliter sicut domino daré nobis compla-
cuit recognito juxta formara debitara stare promissimus
mandatis eclesie sub prestito juramento. Qui nuncii uestri
463 VÍCTOR BKL/i
nobis in uirtute juramenti pres
elencos ucl personas Religiosas,
ceptis decetero iniciamus uel ini
uiolentas. £t nos pro satisfácelo:
sona episcopis genindensis. et in
trorum. ipsis nuncis acceptantil:
IDUS in huno modum. videlicet <
zano cisterciensis ordinis Dert
nouiter a nobis in choata. cum
plementum perducamus. Et que
demus ducentas marchas argén
sancti vincencii de valencia quo
sexcentas marchas argenti prep
bus pau peres et peregríni ibidí
numerUB sacerdotum et clericon
áe deputetur. Et quod instítuan
petuo in eclesia gerundense. Qu
ac nocturnis oñcis, et pro nobi:
Datum ylerde. XV' Kalendas
M.° CC.° XL. VI.°
Innocencius episcopus seruus
gi aragonum. spiritum consilii s
dis nostri soUicitc per scnitan
pectorís perspicue indagamus.
denter agnoscitnus. et aliorum r
teres. Ab illo autem bono patn
tanter a nobis exigitur debitum qui pegre proñciscens. fa-
müiara suam soUicitudini nostre sub pasuit. cui talenta
que credidit reddere cogimur duplicata. Nam qui talentum
sibi ad lucrum creditum propter austerítatem domini sub
térra posuit. quot illud numulariis tradere metuit. signaji-
ter a domo ipsius dominus cst eicctus. Sed viceuersa ecle-
sie romane sublimitas que in omnium presidencium occu-
lis uelut in specula collocatur. Nos qui sumus ad eius ré-
gimen licet inmeríti disponente domino constituti ammo-
net et inducit. ut ex hiis quos ex deuocione dioina i
morum honestitate preclara. dUeccionis gracia proseqm
mur ampliori sollicitam diligcnciam et curam prouigiier
L
HIST. DB CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 46Í
habeamus. De illis autem potisime qui si quod absit i
predpicíum laberentur. nam nuUi eanim ex ergo ad a
lUanim interítum properarent. Sed subtUiter intuenti i
rabilis condicionis utnimque delitum spperebit, cujus I
solucio emolumenta non minuit debitoris. Et soluenti &
crescit magis incomodo quam suscipienti proñciat in ai
mentó. Quia si satisfacimus preponenti ut diligentis pi
positi o&cium impleamus. eternc retribucionís stipeni
querimus dum proñciraus in salute. venim si jusu domi
co nobis loco christi cuius uices in tenis gerímus. redi
quod est eius emolumentum solucionis fert in tamen S
ucnti idinquit dum nobis recipientibus non magis Com<
et honorís ecquintur, quam vexacionis et honotis agrej
tur. Ea namque sunt omnia si uenim inspicimus subjeci
rumleuamiam que sunt honora principatus. Intellectoigi
te in venerabilem fratrem nostrum episcopum gerund<
sem. instigante humani generis inimico graniter excesi
Cmn Ínter alios mundi principes eclesia te habent spec
lem propter inmanitatem excesus non potuimus non de
ra. ac in turbacione tua nequinimus non turbari. Et ci
mundus Regnosceiet te regem actenus virtuosum disin
lare nequiuimus. quin etiam de anime tue salute cor
sollicitam haberemus, Cum indubitanter excesus ille di
mulatus inducat pehculum et reprobatus remedium se
piternum. propter quod de fratrum nostrorum consilio
te dilectum ñlium fratrem Desiderium de ordine minor
pecuraanim nostrum uinim honestum prouidem et disc
tum cum literis nostris duximus transmitendum. vt s
exhortacionibus imo nostris. ad sinum matris eclesie reí
cere procuraret. Set sicut tuarum habebat asercio lite
rum et coram nobis ac fratríbus nostris ipsius relacio j
tefent. recipiens in nuncio transmitente uerba coram 1
cellencla tua proposita gratanti animo suscepisti, Et t
misa quam mitentis propositum serenum talamis tue se
nitatis oblatum tuis sensibus plurimum placuerit. De c
gaudemus in domino tibí non modicum et gaudentes.
quot cum leso satisfacere procurases, ad ulteiiorem te :
tisfactam exponena cordc contrito et humiüato spii
47° VÍCTOR BALAGUER
solucionis. beneñciupi petiuistis. Dedictorum fratnim
nsilio. Venerabilem fratrem nostrum episcopum camcri'
nsem et prcfatum fratrem Desideriam de ordine mino-
m pecuniamm nostrum transmitinius. Quí tibi justa for-
am eclesie munus absolucionis inpcndant. Sperantes ut
:ut ñdelitate contans et dileccione sincerus actenus exti-
iti. eclesie romane ac nobts denote ac ñdeliter adheren-
I. Tua semper in posterum debant intencio dirigí, vt in
iiina magestatis occulis placetis per opera pietatis. Quia
r hec tibi augmentum dienim dabitur. ct perhennis co-
na glorie conferetm-. De gracia quot ac fauore apostolice
dis ac nostro esto securas, quot deuocionis et ñdelitatis
B non sumus in nnemorcs. Et in animo gerimus tuo sin-
ritatis afectum. in bcnediccionibus sed dum proseqni
niuolencie specialis. Datum lugduni X.° Kalendas octú-
is. Pontificatus nostri Anno IIII."
Nouerint vniuersi. Quod nos phílipus episcopus canieri-
nsis, et frater Desiderium de ordine minonim domini
pe pecuniarius. Auctoritati domini propter qua fungi-
ir super absolucione nobisjacobo Regi aragonum im-
rcienda de excomunicacione quam incuristis. propter
snsam in persona episcopi genindensis commisa. man-
mus in uirtute a nobis prestiti juramenti. quod dccctero
clericos uel personas Religiosas exceptis casibus a jure
omisis, non iniciatis uel ab aliquo inici faciatis manus
nere uiolentas.Et acceptamus satisfaccionem quam cb-
listis spontaneo per ofensa predicta videlicet quod mo-
Sterio de benifazano ordinis cisterciensis per vos felict-
• inchoatum dotando et hedificando taliter consumentis.
cum ad presentes non podnt ibi plusquam XXII. " mi»-
chi esse ualeant ibidem XL. commode sustentan. Et
od fabrice eiusdem eclesie Ducentas marchas argonti
>endantis. Et hospitale sancti vincencii de valencia pa
S similiter iam inceptum de tot et talibus posesiont-
s ditetis ut reddituum sexcentanim marcharum argenti
nuarum habent conplementum, Et nichilominus statñ-
tis de uestris redditibus vnum sacerdotem. qui perpetur
leniiat et eclebret in eclesía genindense. Datum ylerde
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 47 1
Anno domini M." CC." XL. VI." XIII.* Kalendas nouem-
brís.
Ante absolucionem nostram coram karisirais et venera-
bilis ac discretis viris episcopo Camerinensi et fratre De-
siderio, nunciis summi pontiñcis. et vniuersa tam prela-
tonim quam aliorum multitudine congregata. in ciiiitate
ylerde in domofratrem minorum episcopo gerundensi super
ómnibus pro quibus ofensam nostram incurrerat. peperci-
mus puro corde. eidem decetero plenam seciuritatem pres-
tantes, in cuius Rey testimonio presentera paginara sigi-
ili nostri munimine dusimus roborandam. Datura 54er-
de. XVI.' Kalendas nouerabris. Anno doraini M.° CC*
XL. VI.*
Nouerint vniuersi. Quod nos. Jacobus. dei gratia Rex
aragonum maioricarum valencie Coraes barchinone et
vrgelli et dominus Montispesulani. per nos et nostros da-
mus et concedimus ac cediraus in perpetuum deo et beato
vicencio et domui seu hospitali eiusdem sancti vincencii
valencie. Et uobis jacobo de Rocha fídeli notarii nostro
decano valencie et procuratori dicte doraus seu hospitalis
jus feudatariura totura et dominiura et potestatem quod
quam habemus et habere debemus. que nobis conpetut in
castro de montornes. quod pro nobis ad feudum tenetur.
et contra. Petrum. Eximini. filium eximini. Petri de are-
noso quondam dorainum nunc dicti Castri. et contra quos-
libet aüos qui dictum castrum prius ipsum. Petrum exi-
mini tenebunt. decetero et habebunt. Ita sed quod dictum
castrum teneatur decetero ad feudum pro domo sine hos-
pitali sancti vincencii. sicut pro nobis tenetur et procura-
tori seu priorí dicte doraus seu hospitalis. quicuraque pro
tempere fuerit. uel cui ipsi uoluerint loco sui. detur po-
testas dicti castri. sicut nobis dari debet. et non aliqui alii
sic uolumus et concedimus nobis dicto jacobo de Rocha,
recipienti nomine et racione doraus seu hospitalis predicti.
Quod ipsa doraus sancti vincencii et priores seu prociura-
tores dicte doraus seu hospitalis qui pro terapore fuerint
habeant dictura feudura et partera in dicto Castro poten-
ter sicut nos ea ibi haberaus absque retentu aliquo quod in
472 VÍCTOR BALAGUE
predictis que dicte domui damus. m
sicut melius díci potest in inteligi ai
tem domus seu hospitalis predicti. ]
dictam donacionem ñrmam semper
mus. et non contraueniemus. nec alj
mitemus aliqua racione, mandantes
Eximini et ómnibus alus qui post i[
habebunt. quod teneant dictum Ca!
domo sancti vincencii predicti. sicu
nent. et inde donent partem procui
domus qui pro tempore fuerit. qua
cumque ab eo fuerint requisiti. sici
tradere atque daré. Datum ylerde.
Anuo domini M.° CC* LXX. VII]
gratias Regís aragonum maioñcaru!
barchinoue et vrgelli et domini m^
sunt. R. de Monte Cathena. G. R
Garcías ortíz de azagra. jacobus de
de podio viridi. Signum bertolomei
dato domini Regís hoc scrípsit et el
preñxis.
Coram nobis jacobus dei gracia R
carum et valencie. Comité barchinoi
Montispesulaní. Accésit jacobus de
densís et procurator domus seu hos]
valencíe et proposuit coram nobíS
quod iUam donacionem quam fece
propíetatc Castrí de Monttomes. r
beate Marie et beato víncencio ac <:
tuum retam habentes dígnaremur c(
Petro Eximini filio esimini. Pctro
tenenti dictum castrum quod ipsi jai
curatori dícti hospitalis et nomine i
magíum et fidelitatem sed vsaticui
attenderet et obediret ac faceret ra
que vasallus domino suo racione feu
dictus. Petrus. Eximini. opponens
dicte dixit. Quod boc faceré non ti
HIST. DE CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 473
facía dicte domui seu hospitali per nos ualebat vt pone
quot non poteramus dominium nostrum quod habebamus
in dicto Castro conferre in maiorem dominum. Dicens
etiam quod quoniam nos mandauimus jurari a richis ho-
minibus et militibus Regni valencia. Infanti. Petro. filio
nostro quod post obitum nostrum atenderent eidem. et
ipsum pro domino haberent. ipse. Petrus. Eximini fecit
homagium et juramentum. dicto infanti. Petro. filio nostro
sicut alii dicti Regni. et sicut non tenebatur racione eius-
dem feudi. duobus dominis seruire. uel dúos dóminos inde
habere. Super quibus nos rex predictus consilium habui-
mus cum fratre A.* de Castro nouo magistro milicie tem-
pli. et ferrando sancii. jacobo de ceruaria. G. de ceruelion.
Petro Martini de luna et Geraldo de aquilone. et cum aliis
pluribus richis hominibus et militibus ac juris perítis terre
nostre. Quorum consilio habito, sic dicimus uolumus et
mandamus quod dicta donacio omni tempori firma persis-
tat prout in carta jam a nobis facta continetur tanquam
valida et que valere debet et valet tam sed jura quam sed
vsum Catalonie et regnum valencie. cum dicta donacio
non posit dici coUata in minorem set pocius in maiorem.
videlicet in dominum et beatam Mariam virginem. et bea-
tum vincencium. ob remedium anime nostre. £t anime
preferende sicut ómnibus rebus. £t hoc dicimus non obs-
tante contradiccione dicti. Petrí. Eximini. precipientes et
mandantes eidem. Petro. Eximini. quot decetero prestet
et faciat fidelitatem et homagium dicto. Jacobo de Rocha
ut procuratori dicte domus seu hospitalis et ei tanquam
domino dicti Castri et suis sucesoribus procura toribus seu
prioríbus dicte domus siue hospitalis qui pro tempore fue-
rint. Pro quo siue quibus ipsum in feudum tenet et tenere
debet atiendat et obediat fideliter sicut nobis faceré tene-
batur. ac faciat ea. que nobis racione dicti feudi faceré te-
nebatur. Absoluentes eundem. Petrum. Eximini a jura-
mento et fidelitate et homagio que nobis fecerat racione
castri predicti ac ipsum etiam absoluimus a sacramento et
fidelitate et homagio si qua fecerat siue prestiterat ut su-
pradictum est infanti. Petro supehus memórate. Lata sen-
474 VÍCTOR BAI
tencia apud Ccruaria. VII.* ydi
M.* ce LXVIII/ presentibu!
uaria. G.° de ceruilion. Petro t
Aquilonis. eC alberto de lauani:
pluríbus. Signum Symonis de
domini Regis. Qwi de mandati
clausit. loco die et anno preñxi
Qui omnia pretereunt preter
ofenintur deo hediñcatur ad g]
jacobus dei gracia Rex aragonuí
Co vrgelli et dominus
tes nos eligesse nostri seplt. . , .
per nos et nostros ad honorem <
pro anima nostra. ac parentim
damus oferímus et concedimus
et Monasterio populetl et nobis
conuentui eiusdem Monasterii e
petuum. Castra nostra et viUas
et de monte falchona et de ti
casüanis et milittbus ac aliis hoi
tantibus et habitatorís ibi. et (
heremis et poputatis et cum aqi
ac molendinis. et montibus. prc
et aliis suis pertinencüs vniuei
exitibus ac prouentibus et aliis
cum jure feudali et dominación
et singulis que in dictis castris
bemus. et habere posumus et h
jure, racione modo uel causa. It
nía et singula castra nostra et i
dictis habeatis uos. et dictum I
cesores in perpetuum siue aliqi
dictis non facimus quoquomo
uoluntates. Saluo tamen quo pi
remaneant semper monasterii a
trí succesores. non positis uer
mandamus dictis castlanis et m
nibus dictonim Castrorum et v
CATALUÑA — LAS RUINAS DE POBLET 475
iiramentum fidelitatis, et uobis decelero
suo domino naturaÜ. et respondeant de
>us nobis responderé tcnentur. Nos enim
ab honiagio et fidelitate ac juramento
nentur. ipds tamen facientibus ea uobis.
I Xni.° Kalendas augusti. Anno domíni
' sexto.
li del gracia Rogis aragonie Maioiicaium
tis barcbinone et vrgcUi et domini Mon-
tes sunt GuUelmus de Kocha folio, for-
: de podio, fortunius de mae jusücia ara-
. . de sancto vincencio. Jacobus episcopus
, sancti felicio. qui mandato domini Regís
ibi prcfixis.
ORIA DE CATALUÑA
LÍ-BEY EL ABBASSI
I-BEY EL ABBASSI.
lío de i8o3 una pequeña barca, que ha-
'arifa á las seis de la mañana, atravesaba
Gibraltar y penetraba á las diez en el
jer.
barca hubo atracado, se presentaron en
oros, y uno de ellos, que era el capitán
lUelto en un albornoz, especie de saco
pucha, desnudo de pie y pierna y con una
a mano, pidió el certificado de sanidad,
e dio inmediatamente, y encarándose en
único pasajero, árabe, á juzgar por su
que llevaba la barca, con él entabló el
go:
; vienes?
es, por Cádiz.
n lengua mogrebina?
o sólo el árabe.
: eres, pues?
b 1.
está Khaleb?
lam 2,
es Khaleb?
a el Levante, cerca de Turquía,
r
480 VfCTOR BAL
— ¿Eres, pues, turco?
f-: — No soy turco; pero mi p
^ nio del Padischah >.
;.- — ¿Pero eres musulmán?
i — Sí-
í — ¿Cómo te llamas, pues?
P: — Alí-Bey el Abbassi, prín
f' Abbassidas, descendiente del
¡e Al oír esto, el capitán del
í: rrogatorio en un tono n
;*'" había usado hasta entonces,
¿ momento cierto respeto por el
': ba á Tánger.
— ¿A qué vienes á este país
¿- — A visitar al gran empera
'^ ge, á continuar mis viajes c¡
í santa peregrinación á la Mecí
t^ ; dos los verdaderos creyentes.
— ¿Traes pasaportes?
— Sí; traigo uno de Cádiz.
; — ¿Y por qué no lo traes dt
,' - — Porque el gobernador de
reemplazándole con éste.
— Dámele.
—Toma.
Y Alí-Bey el Abbassi entre]
del puerto, quien, dando ordi
car á nadie, partió á enseñar
Éste lo envió al cónsul de Es
aprobado como auténtico, k
conducto de Sidi Mahomed, j<
plaza, enviado por el goberm
El Gran S«fior.
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 481
Dirigióle éste casi las mismas preguntas que le había
hecho ya el capitán del puerto, y dándole el pasaporte
se marchó á dar cuenta al kaid.
Poco tiempo después volvió el capitán del puerto con
la licencia del gobernador para el desembarco.
Alí-Bey saltó en tierra al momento, y apoyándose
sobre dos moros (porque estaba herido en una pierna
á causa de haber volcado su coche al atravesar por Es-
paña), se hizo conducir á casa del kaid. Éste le aguar-
daba ya impaciente algunos pasos fuera de su puerta, y
le hizo subir con todas las consideraciones á una pieza
donde estaba su secretario y también su kiahia ó vice-
gobernador.
El kaid, dirigiéndose al ilustre viajero, le dijo que
quería darle hospitalidad hasta que hubiese mandado
arreglar un alojamiento conforme él merecía; hizo que
le sirvieran café con azúcar, y entabló una conversación
con el recién llegado sobre sus viajes.
Este le dijo entonces ser el príncipe Alí-Bey, hijo de
Othman, príncipe de los Abbassidas, que después de
haber empleado muchos años en viajar por los estados
cristianos estudiando en sus escuelas las ciencias de la
naturaleza y las artes útiles al hombre, había tomado
por fin la resolución de viajar por los países musulma-
nes; y cumpliendo al mismo tiempo con el sagrado de-
ber de la peregrinación á la Meca, observar las costum-
bres, usos y naturaleza de las tierras que se hallasen al
paso, á fin de no hacer inútiles las fatigas de tan larga
travesía y sí provechosas á sus conciudadanos en el país
que escogiera finalmente por patria.
El gobernador quedó muy satisfecho con estas expli-
caciones, alentóle en su propósito, y deseando corres-
ponder á la honra que le cabía albergando en su casa á
tan ilustre y sabio viajero, le hizo servir una abundan-
te cena, compartiendo luego con él su propio lecho, que
TOMO XIX 31
482 VÍCTOR BAL
era un diván cubierto con una i
Al anochecer del siguiente
huésped, que estaba ya disput
sando Alí-Bey á ocuparle, lúe;
del gobernador y habiendo que
Después de haber pasado la
AH-Bey se enteró del rito de 1(
rente del turco, que era, al pa
en las ceremonias religiosas de
plir con ellas al siguiente día, '
Hizose rasurar la cabeza, e:
los reservado en la coronilla, j
todas las demás partes de su
barba, de modo que no quedaf
feta ha proscrito en su ley com
seguida se hizo acompañar al
tuó su ablución general, y lúe
en sus ceremonias religiosas.
Poco después de la llegada
existencia comenzó á ser bastí
clones íntimas con el kaid y el
ban mucho respeto y deferenci
diencias que daban y reservánd
honor; la fama que luego con*
bre sabio y profundo en toda
su arrogante y simpática figurj
de sol que se verificó por aqu
trazó Alí-Bey de antemano, 1
su mayor oscuridad; la vista d
mentos que llegaron de Europ
presentes al kaid, al kadi y á 1(
sus liberalidades para con otro
en él la atención general, de s
adquirió una superioridad deci
tranjeros y personajes distingu
IRÍA DB CATALUÑA — AÚ-BBY EL ABBASSI 483
to no hubo en Tánger más persona de ver-
rtancia que AIí-Bey.
acontecimiento vino de golpe á acrecen-
tó y á hacerle uno de los primeros hom-
erío.
:tubre de aquel mismo año, la artillería de
de Tánger anunció la llegada del sultán
án, emperador de Marruecos, que se alojó
)a ó castillo de la ciudad,
lue debía ser presentado al sultán, recibió
viso de disponer el regalo de costumbre pa-
i i ente.
lia señalado para la presentación era vier-
te Abbassida fué primero á la gran mezquita
ación de medio día, y poco después de en-
, se le acercó un moro dicíéndole que el sul-
de enviar uno de sus criados para anun-
HÜa subir á la alcazaba á las cuatro y pre-
s de la hora señalada, el principe subió á la
rchando al frente de los criados que condu-
0 que iba á hacer al sultán, según costum-
¡antes casos. Este regalo se componía de
¡guien tes:
iles ingleses con sus bayonetas.
res de pistolas inglesas,
tillares de piedras de chispa.
de perdigones para cazar.
completo de cazador.
ie la mejor pólvora inglesa.
piezas de ricas muselinas unidas y bor-
ioleras de joyería,
so quitasol.
484 vfCTOR BALAGUER
Las armas iban en cajones cerrados con llave; los
demás objetos, en grandes azafates cubiertos de damas-
co rojo galoneado de plata; todas las llaves, ensartadas
en una larga cinta, iban colocadas en un plato.
El kaid aguardaba al prínáipe á la puerta de la cin-
dadela, recibiéndole con muchos cumplidos; hízole atra-
vesar un pórtico en el cual había gran numero de ofi-
ciales de la corte, y en seguida entraron juntos en una
pequeña mezquita para hacer la oración de la tarde, á
la cual asistió también el sultán.
Acabada ésta, Alí-Bey salió inmediatamente de la
mezquita, á cuya puerta había preparado un mulo para
el sultán; el animal estaba rodeado de infinito numen}
de sirvientes y primeros oñciales de la corte. Delante
había dos hombres armados de una pica ó lanza, que
mantenían perpendicularmente, cuya longitud era de 14
pies. Seguían de cerca á la comitiva 700 soldados ne-
gros, armados de fusiles, agrupados sin orden ni pre-
ferencia, y rodeados de gente por todas partes.
El kaidy el príncipe Abbassida se situaron en medio
del paso inmediatos á los dos lanceros. A su lado ibaei
presente, llevado en hombros de los criados del última.
No tardó mucho en salir el sultán, montó en su ca-
balgadura, y al llegar al centro del círculo, el príncipe
y el kaid se adelantaron. Detuvo el sultán su muía, y
Ali-Bey, presentado por el kaid, hizo una inclinación
de cabeza, poniendo su mano en el pecho, á lo cual
correspondió el sultán con otra inclinación, diciendo:
— Seas bien venido,
Al instante gritaron todos:
— ¡Bienvenido! ¡Bienvenido!
Acto continuo picó el sultán su muía dirigiéndose í
una batería distante de allí 200 pasos.
Fuese á ella Alí-Bey con su introductor, y permane
junto á la entrada, adelantándose el kaid con el reg:
J
rOBIA DE CATALUÑA— ALÍ-BBy EL ABBASSI 485
momento en que penetraron en la batería,
is profundo silencio, á pesar de ser muchas
lS que alli había, particularmente oficiales del
go-
mte después, el kaid llamó á Ali-Bey, y si-
al terraplén de la batería, que formaba una
terrado al Norte sobre el mar, artillado con
:as de grueso calibre. En el ángulo oriental
ma especie de casita de madera de algunos
vación para dominar el parapeto, subiéndose
una escalinata de ocho gradas,
n, entrando en la casita, se había recostado so-
:honcillo rodeado de almohadas. El príncipe,
os oEciales de distinción, dejaron á la puerta
los para caminar á pie descalzo, según cos-
os oñciales se colocaron á los lados de Ali-
iéndole cada uno por un brazo, y el kaid se
i la izquierda como para formar una valla.
: en presencia del sultán, el principe Abbassí-
i inclinación profunda de la mitad del cuerpo,
nano derecha sobre el pecho.
de haber repetido su expresión de bienveni-
ín hizo sentar á Ali-Bey en la escalera,
ales se retiraron, y el kaid permaneció de pie.
;s el sultán, con mucho afecto y un tono lleno
, dijo al príncipe Abbassida que se alegraba
'crle, y repitióle muchas veces la satisfacción
o sentía, poniéndole la mano sobre el pecho
hacerle conocer sus sentimientos, tanto por
10 por palabras. Preguntóle por los países en
a estado; cuántas lenguas hablaba, y si sabia
ellas; qué ciencias había estudiado en lases-
DS cristianos; cuánto tiempo había residido en
después de haber dado gracias á Dios por
cho salir de entre los infieles, manifestó sen-
486 VÍCTOR BA
timiento de que un hombre c
dado tanto en ir á Marruecos
preferido su país á Argel, T
varias veces su protección y
muy dispuesto en su favor.
El príncipe Abbassida ten
rostro y sus modales. Cuant
por él en seguida, arrastrados
patía, y el sultán fué de este
Entre las varias pregunta
ellas si tenía instrumentos
y á la respuesta añrmativa d(
ría verlos, y que podía ir en
Apenas hubo pronunciado
kaid fué á tomar la mano de
le; pero éste, sin moverse, h
era indispensable aguardar al
quedaba bastante tiempo pan
El kaid se quedó mudo de
casi con espanto al príncipe.
En Marruecos jamás se ci
quizá la vez primera que un 1
Si el kaid mismo lo hubiese
su cabeza no hubiera estadc
sus hombros.
El sultán, empero, pareció
terrible de etiqueta: tal era
ejercía el príncipe desde su pi
testó:
— Enhorabuena. Tráelos i
— ¿Á qué hora?
— Á las ocho.
— No haré falta.
Y Alí-Bey se despidió del s
Al dia siguiente y á la ho
ORIA DE CATALUÑA — ALÍ«BEY EL ABBAS5I 487
rdábaJe el sultán en el mismo sitio con su
Itih ó mufti y otro favorito. Tenía delante
de té completo.
llegó el príncipe, cuando le hizo subir la es-
itarse á su lado. Tomó en seguida la tetera,
mataza, y habiéndola acabado de llenar con
presentó por su propia mano. Mientras Ali-
aba, pidió el emperador papel y pluma. Tra-
pedaüo de mal papel y un tintero de cuerno
ima de caña: escribió en cuatro líneas y media
1 que dio á leer á su fakih, y como éste le ad-
; habia olvidado una palabra, el sultán tomó
i añadió. Acabado de tomar el té, presentó al
1 escrito para hacérselo leer, y acompañó su
üando con el dedo, palabra por palabra, so-
lí y corrigiendo sus defectos de pronuncia-
hace un maestro con su discípulo. Acabada
le rogó que guardase aquel escrito como re-
o.
sultán varias veces señales de su afecto. Fi-
trumentos, los miró pieza por pieza y con la
uciosidad, haciendo que le explicase aquello
desconocido 6 cuyo uso ignoraba. Manifes-
ícer sumo, y pidió á Alí-Bey que hiciese una
1 astronómica en su presencia; para satisfa-
I éste dos alturas de sol con el círculo mul-
Enseñóle en seguida diferentes libros de ta-
ómicas y logarítmicas que llevaba consigo,
:e ver que de nada servían los instrumentos si
idian aquellos libros y otros muchos más. El
ió extrañamente sorprendido al ver tantas ci-
óle entonces Ali-Bey sus instrumentos; pero
ó que los guardase, pues él sólo sabia usarlos.
a de que, dijo, bastantes noches nos queda-
lírar juntos al cielo.
488 VÍCTOR BALAGDER
Entonces vió claramente Alí-Bey que el emperador
trataba de conservarle junto á su persona y agregarte
á su servicio, lo cual ya antes habia manifestado con
otras expresiones. Añadió que deseaba ver los otros ins-
trumentos; ofreció Ali-Bey llevárselos al otro dia, y
despidióse de él.
Volvió á la mañana siguiente y subió á su habita-
ción.
El emperador marroquí estaba recostado sobre un
pequeño colchón y una almohada, y delante de él, sen-
tados sobre una alfombra, su gran fakih y dos de sus
favoritos. Luego que vió al principe Abbassida, se sen-
tó y dio orden de traer otro colchón de terciopelo azul
lo mismo que el suyo; hizolo poner á su lado, y obligó
á Alí-Bey á sentarse en él.
Después de algunos cumplidos de una y otra parte,
mandó este último traer una máquina eléctrica y una
cámara oscura, presentándoselas al sultán como dos ob-
jetos de pura diversión que no tenían aplicación alguna
á las ciencias. Habiendo montado las dos máquinas,
colocó la cámara oscura en frente de una ventana. £1
sultán se levantó y entró dos veces en la cámara, cu-
briéndole el mismo Alí-Bey con su bayeta durante el
largo espacio de tiempo que se entretuvo en considerar
los objetos transmitidos por la máquina, lo cual ñié
realmente una prueba inmensa de conñanza.
Divirtióse luego el sultán en ver detonar la botella
eléctrica diferentes veces; pero lo que colmó su pasmo
fué el experimento de la conmoción eléctrica. Hízosela
repetir á Alí-Bey muchas veces, teniéndose todos asi-
dos por la mano para formar cadena, y luego le pidió
largas explicaciones sobre las máquinas y sobre la in-
fluencia de la electricidad.
En esta entrevista acabó de echar raíces en el ánim'
del sultán su afecto por Ali-Bey, al que reiteró cien vi
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BBY EL ABBASSI 489
ees SU amistad, y á quien no tardó en dar de ella una
prueba real, según vamos á ver.
Hallábase Ali-Bey en la noche de aquel día en com-
pañía de sus amigos, cuando llegó un criado del sultán
trayéndole un regalo de su parte. Mandóle introducir
al momento, y se presentó postrándose y poniendo de-
lante del principe un envoltorio cubierto de una tela de
oro y plata. La curiosidad de ver el primer regalo del
emperador de Marruecos le hizo que abriera apresura-
damente el envoltorio, y encontró dos panes bas-
tante negros.
Alí-Bey pareció quedar sorprendido, como si no com»
prendiera toda la importancia de aquel regalo; pero
bien pronto le sacaron de dudas los plácemes que se
apresuraron á darle cuantos estaban en su compañía,
díciéndole:
— ¡Dichoso de vos! ¡Qué felicidad la vuestra! ¡Ya
sois hermano del sultán! El sultán es hermano vuestro.
Y otras frases por el estilo.
Efectivamente, el signo más sagrado de fraternidad
entre los árabes es presentarse mutuamente un pedazo
de pan y comer entrambos; de consiguiente, los panes
enviados por el sultán eran la mayor prueba que podia
dar de cariño: eran su signo de fraternidad con Ali-Bey.
£1 II de Octubre recibió éste un mensaje del sultán
por conducto del kaid. Le advertía que estuviese pronto
á partir con él al dia siguiente, previniéndole que pi-
diese cuanto necesitara; pero Ali-Bey, contradiciendo
por segunda vez al emperador (cosa inusitada en aquel
país), dijo que le era imposible partir tan pronto, y que
necesitaba permanecer en Tánger algunos días. El sul-
tán, sin embargo, no se incomodó por esto, y Je conce-
dió diez días.
Muley Solimán, que así se llamaba entonces el sobe-
rano de Marruecos, partió el 12 muy de madrugada, y
49° VÍCTOR BAL
Ali-Bey comenzó á hacer sus ]
su vez.
Ahora bien; ¿quién era ese 1
de haber llegado á Tánger, <
fausto verdaderamente orienta
¿Quién era ese hombre que
principe Abbassida, como sche
Abbas, tío del profeta, cuya di
califato por espacio de siete si|
¿Quién era ese hombre que
zas y sus regios regalos á cuai
con él se conciliaba el respeto,
sabiduría, la veneración, y poi
todos?
¿Quién era, en fin, ese hom
maba hermano, y por el cual :
vista una simpatía tan profun(
su persona, abriéndole el cami
grandezas y de los honores?
¿Quién?....
Vamos á decírselo á nuestro
Era un cristiano, era un a
Badia y Leblich.
Su historia en África, que 1
una novela.
Veamos antes á qué iba ese
sado por su genio, por su coi
ciencia.
II.
D. Domingo Badia y Lebli'
celona el l." de Octubre de 176
al estudio desde sus primeros
estudiara en la Universidad d
ISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY BL ABBA551 49I
a genio libre y fogoso nunca se avino bien con
mentes escolares. Con efecto, Badia no cono-
aulas que su propia habitación: encerrábase en
visto de los libros que más se conformaban con
ación, y pasaba muchas horas entregado al es-
rimero se dedicó con ardor al de las matemá-
a delincación y al dibujo; siguió la geografía,
lia, ñsica y música; pero su atención se ñjó
irmente en el estudio de las lenguas orientales,
límente el árabe moderno, el cual llegó á serle
liar, que parecía su propio idioma.
ístos conocimientos asombrosos para su corta
mó la atención del Gobierno de Carlos III, que
orce años le conñrió el destino de adminístra-
tensilios de la costa de Granada. A los diez y
a ya contador de guerra con honores de comi-
á los veinteséis Carlos IV le nombraba admi-
r de tabacos de Córdoba.
estos empleos, aunque eran ciertamente unos
lios de su mérito en razón de la corta edad en
)btuvo, no estaban en armonía con los estudios
¡a hecho ni podían darle ocasión para desplegar
extraordinario, limitando sobradamente la es-
su existencia. Con el objeto, pues, de ensan-
/ sintiéndose llamado por su vocación y por sus
á más altas empresas, presentó al Gobierno de
V en 1801 un proyecto de viaje científico al in-
; África, y examinada por orden del rey y rcco-
u utilidad, fué nombrado para realizarle el mis-
ia.
i éste contraído estrecha amistad con el sabio
ita D. Simón de Rojas Clemente, que á la sa-
allaba regentando una cátedra de árabe, el cual,
le supo el proyecto de Badía, quiso asociarse A
ición.
492 vi.
En su consecuenci
drid para Faris y Loi
cuyas capitales entab
distinguidos y con los
científicos, proveyéoc
necesarios para las o
bien una magnífica co
viaron al Real Qabioi
Entonces fué cuaní
Carlos IV, y el homt
en España, concibió i
como afirma en sus í
gran manera. Conocí
gunas conferencias, y
tífico en político.
Nos es preciso ahoi
nes para comprender 1
cipe de la Paz á semej
para hacernos cargo
que llevaba al África
en ella bajo el nombr
El mismo príncipe
mente en sus ya citad
nemos.
La idea del valido ■
cargar á Badía y á Ci
extranjero pasase sol.
al Asia; mas cuyo obj
ción de los medios de
escalas de Levante de
la misma indagación ;
vendría adoptar para
gión del Asia con en
para formar enlaces c
rio chino, y organizai
E CATALUfÍA — ALÍ-BEV EL ABBA5SI 493
sin que en él interviniesen otras manos
A estoB encargos se debía añadir el de
)samente cuantos artículos exóticos de
0 les fuese dable recoger ó sorprender
sia para aclimatarlos en la América.
1 objetos mencionados, había uno ma-
^n el principe de la Paz conñesa, era
a, viva siempre en su espíritu hasta
frecuencia, y era buscar el modo de
ioles una parte especialisima del co-
:1 África por el conducto de Marrue-
irtículos de nuestra producción, poco
i en América, y de valor también muy
o en los mercados de Europa, podían
18 países africanos con preciosos cam*
iue ignoren, dice el mismo príncipe,
lad de objetos de exportación que ofre-
oren polvo de oro, marfil, ámbar gris,
irábiga, cueros, algodón, añil, cera,
:, plumas de avestruz, etc., sin aña-
¡ería de esclavos, indigna de nombrar-
recibida y buscada codiciosamente en
ningún rebozo como ahora. «A estos
rocedentes de ka caravanas, se junta-
iropios de Marruecos, granos inagota-
le salida cierta en todos los mercados
os abundantes, caballos sin igual para
aballeria ligera, buenas lanas, tejidos
L especie, y los preciosos tafiletes ama-
en Europa. Sabidos son también los
ados de importación para lo interior
lentes en armas blancas y de fuego,
ibalorios y bujerías de toda especie,
.na, sederías, cotonadas, papel, lato-
494 VÍCTOR BAL AGÜE
5s, vidriado, corales, granates, á
as que podían todas ellas surtirs<
lera mano, dando pasto ala indu:
incias, sobre todo á la Cataluña,
astillas, Valencia, Granada y Mt
irfecto en nuestras fábricas, no p
1 otras partes, lo debia encontré
.s ferias de Sus, donde se tenia u
. parte central de la Nigricia de O
lijinia, Segó y otros puntos de la
I. Establecido este comercio, no
^zago ni ninguna cosa de desecho t
Tales son las palabras del prínc
Esta oscura ensenada de comei
lente descuidada por las demás na
ie encontraban mejor suconveni
lismo tiempo con el África y el J
riente y en la Arabia y el Egipto
3t SU posición geográfica, podía
ibo de comercio africano, sin te
egún las ideas del príncipe, á nm
is, la travesía de pocas horas, caí
uestras baterías, casi á cubiert(
ido el caso de una guerra, núes
frica debía ofrecer empleo segure
)]o á los grandes negociantes, sin
)rtos, hasta al humilde pescador
: una vela.
«Hacíase, empero, necesario pa
núa, tener puertos y asientos pr
;)tos y oportunos de las costas m;
ivo el Portugal en otro tiempo, y
ite á la Corona de Castilla, los ti
TOS, si bien no se sacó ningún [
^sesiones, puesta entonces nuestr
ITALUÍÍA — ALf-BEY BL ABBA55I 495
a, en tos negocios de la América
)s idiota y desleal que la morisma
sn tratado de comercio, cuyo pro-
lutuo entre Marruecos y la España
s mismos marroquíes per la doblí
nto comercial que habrían tomadi
inmenso desarrollo que se habrii
> é industria, puesta en mayor con
a, y derramada en sus mercados
I, como era persuadir á los moroi
¡ses, y mucho más lograr que con
narlos con los nuestros, todavii
ia sacar partido de la situación po
larca de Marruecos se encontrabi
!Ón Muley Solimán, principe mi¡
Tiplación del Alcorán que á losne
, muy más bien atfaquí, como dt
: señor de un vasto imperio; flaco 3
0 para las armas. Sus provincias
1 invadidas por las tribus libres de
herif Ahhmed, levantando en Su;
ibelión, desafiaba su poder en aque!
hacerse dueño del imperio. Scheri
a por déspota, los pueblos de Ma-
■ en aquel cambio, porque Ahhmec
das singulares para el trono. Mulej
eligro de perderle, como le perdií
anclas me pareció poder lograr m!
icándole una alianza con España )
le contra sus enemigos, se pusiese
edernos dos puertos por lo menos,
estro, uno de ellos en el Estreche
prestándose igualmente á celebrai
i VfCTOR BALÍ
acto de comercio en sus
>sas y sin ningunas restrii
jue lo que merecían aquel
:omo enemigos muy dañii
isos y muy falsos, desde
do otro camino más derec
para obrar más cuerdami
e Carlos IV, incapaz de i
tfreciese ni un solo viso di
cesidad de no alarmar á 1
rento, no obstante, se no
la guerra, bajo todas luce
moderación y cuya pazj
a nación inglesa, nos eos
)re de regalos, como hubi
1 año este tributo inicuo,
' un derecho ya adquiri<
' á la amenaza de interrur
stados.
egados los presentes, se m
10 impidiendo comprar gr
lo enteramente su protet
de esto se siguieron los am
;, y vejaciones y durezas e_
;p año les, violando á cada
mbres recibidas. Sobrabaí
acción á mano armada é in
¡pe; mas siguiendo mi p(
ién de que en el caso de t
cierto y con muy pocos s;
) de que Badía pasase á a<
lol, mas como árabe, coir
an príncipe descendiente
lo por Europa y volverla i
África y siguiendo á la A
HISTORIA DE CATALURA — ALÍ-BEY EL ABBA5S
•Su objeto principal seria ganar la conñ:
Muley, y, presentada la ocasión, inspirarle la
pedirnos nuestra asistencia y alianza contra los
que combatían su imperio y amenazaban su co
esta idea era acogida, debía ofrecerse él misi
venir á negociar acerca de ella en nuestra c(
poderes amplios. Si no alcanzaba á persuadir]
explorar el reino con el achaque de viajero, n
sus ñierzas, enterarse de la opinión de aquellos
y procurarse inteligencias con los enemigos de
por manera que entrando en guerra pudiésemo
con su asistencia y obrar de un mismo acuerd
teres reciproco bajo las condiciones ya apuntad
en mayor escala para poder hacernos dueño;
parte del imperio, la que mejor nos conviniese
iBadia era el hombre para el caso. Valienti
jado como pocos, disimulado, astuto, de cara
prendedor, amigo de fantasía y verdadero orí
donde la poesia pudiera haber sacado mucho
para sus héroes fabulosos; hasta sus mismas :
violencia de sus pasiones y la genial intempeí
su espirítu, le hacian apto para aquel designio
Hemos dejado hablar al mismo principe de i
fin de que nuestros lectores comprendieran
transcendencia é importancia de su proyecto,
era y osado, peligroso y diñcil; pero Badia se
de llevarlo á cabo.
■Tales fueron las veras con que aceptó mi
añade Godoy, que, sin consultar con nadie y d
acuerdo, osó circuncidarse, sola cosa que le fall
el difícil y arriesgado papel que debía hacer <
mahometanos.* •
Así fué. Badia llamó en Londres á un fa
acreditado y conñó á su destreza la peligros
ción, que, según parece, fué terríblemente
498 VÍCTOR BALAGUER
para nuestro paisano Badia, haciéndole padecer mucho
y ocasionándole una enfermedad de que sólo muy len-
tamente convaleció.
En seguida, con el fín de que pudiera fascinar por
completo al monarca y validos de aquella corte semi-
bárbara, halló medio de forjarse él mismo una genea-
logía completa árabe, como hijo de Othman-Bey, prín-
cipe Abbassida y descendiente del Profeta, y, así que
estuvo ya restablecido del todo, apareció un día en
Londres con traje musulmán para comenzar á repre-
sentar su papel.
Algún tiempo después, revestido Badía con todas las
señales exteriores, y con sus inmensos conocimientos
en las ciencias ñsicas y matemáticas y en las costum-
bres y literatura oriental, regresó á España, donde re-
cibió las instrucciones reservadas, los numerosos docu-
mentos y recomendaciones que debían sostenerle en su
peligrosa empresa, y que con los demás medios mate-
riales le facilitó el poderoso valido príncipe de la Paz,
el cual también, segúp parece, aseguró la subsistencia
de su mujer é hija con una pensión de 12.000 reales.
En cuanto á Rojas Clemente, no le acompañó, que
bien lo hubiera querido, porque el príncipe de la Paz
no lo halló conveniente.
Marchóse, pues, solo Badía, desembarcando en Tán-
ger, según hemos visto, y cortando desde entonces toda
correspondencia hasta con su familia para dejar al Go-
bierno español en entera libertad de hablar de él según
mejor conviniese al objeto de sus viajes. El secreto por
de pronto no fué comunicado á nadie por el príncipe de
la Paz. Desapareció ya entonces por completo la per-
sonalidad de Badía, ostentándose en su lugar la gran-
diosa figura de Alí-Bey el Abbassi. El Gobierno esp •
ñol le recomendó eficazmente á todos sus cónsules 1
agentes en África como si fuese un árabe que haL l
J
>RIA DE CATALUÑA — ALÍ-BBY EL ABBASSI 499
> largo tiempo en Europa, que en ella ha-
is estudios y que se había adquirido en elle
mpatias.
e toca personalmente á Alí-Bey, ya hemos
su elegante y simpática figura, su portt
el lujo que ostentaba, sus títulos escrito!
tiguo y admirableniente confeccionados cor
signaturas, la minuciosidad de sus práctica!
u completa posesión del idioma árabe, >
o, sus inmensos conocimientos en astrono-
a, historia natural, geografía, dibujo y mC'
aren desde luego hacia tan eminente per-
¡peto y la consideración de aquellos pueblos
i, sin que ni por asomo se suscitara por el
ás pequeña duda acerca de su descendencia.
is, buen cuidado tuvo £l de circular la idea
nte su larga permanencia en Europa había
parte sus usos, y que, al restituirse á Áfri'
untaba la sensación de un europeo que s(
iemejante caso y jamás hubiese salido de
que ya sabemos quién era aquel principt
I hemos visto llegar á Tánger; ahora qu(
lectores saben que tras la figura y nombrt
í-Bey se ocultan la figura y nombre del ca'
; ahora que ya le tenemos introducido er
sultán y en camino de ser su favorito, va-
ríe paso á paso en sus curiosos viajes, en
:as aventuras y en su arriesgada y temerá-
lectores recordarán que Alí-Bey (á quier
IOS llamando asi) había pedido al sultár
500 VfCTOR BALACUER
Hez días para disponer su viaje y salida de Tánger.
Dispuesto ya todo lo necesario para la marcha, em-
3leó Alí-Bey todo el martes 25 de Octubre en hacer
salir de la ciudad todos sus bagajes, yendo él á acam-
par á loo toesas al Oeste de las murallas, donde halria
fí hecho reunir sus tiendas, gentes y equipajes. Sali6
le Tánger después de hecha su oración en la mezqui-
:a, acompañándole á caballo el kaid, los fakihs y talbes
le la ciudad, con otras personas de importancia, unos
nontados y otros á pie, que no quisieron abandoDarle
lasta el sitio donde había levantado su tienda, y que
isi le acataban para honrar en él al viajero ilustre y al
ávoríto del sultán.
Antes de salir Ali-Bey de su casa, uno de los bkihs
e cogió el índice de la mano derecha y lo pasó por la
iuperiicie de una de las paredes de su cuarto, hacién-
lole trazar ciertos caracteres misteriosos para lograr
men viaje y feliz regreso.
Llegada la noche, todos los personajes que le haMan
Lcompanado se reunieron en su tienda, donde le oíre-
:ieron una cena suntuosa, despidiéndose luego de él y
«tirándose á la hora de cerrar las puertas de la ciudad.
El miércoles 26 por la mañana, cuando Alí-Bey aca-
taba de dar orden de levantar el campo para empren-
1er la marcha, se presentaron á saludarle por liltima
ez el kaid y todos los fakihs. Formaron un círculo al-
ededor suyo, dirigieron juntos á Dios dos oraciones
ara que le concediese un feliz viaje, y después de alira-
arle afectuosamente, se separaron de Él con lágrimas
n los ojos.
Alí-Bey, enternecido con aquella afectuosa despedida
ue jamás había alcanzado personaje alguno en Tañ-
er, montó á caballo y partió.
Ko pueden leerse sin conmoción las líneas que en ;
)iítario escribió Alí-Bey aquel día.
DE CATALUÑA — ALÍ-BBY EL ABBASSt 5<
:nto en que me encontré solo, dice, <
n la más profunda meditación. En c
üferentes países de la Europa civiliz:
mera vez al frente de una caravana,
1 pEÚs salvaje, sin otra garantía para
dual que mis propias fuerzas. Partie
entríonal de África, é internándome
:iame á mí mismo: — ¿Seré bien recil
¿Qué vicisitudes serán las que me agí
término de mis proyectos? ¿Seré ac
iada de algún tirano? ]AhI no, de r
:ran Dios, que desde lo alto de su tr
mis intenciones, me prestará SU auxi
; estado de abatimiento, saqué la c<
nte: — Pues Díos, con su mano todo
onducido felizmente hasta aquí á tra
)s, con igual felicidad me llevará ha
i AU-Bey, del cual acabamos de enl
ores líneas, lo escribió en árabe, y
cuenta que figuraba ser el que escri
cuya juventud había transcurrido
os esta advertencia para que la tenf
8 lectores siempre que citemos las i
sy.
>n toda su comitiva y equipajes á Al
.veso los sitios en que tuvo lugar la
. Sebastián, pasando luego á la ciu(
londe el ilustre viajero fué bien reci
> El gobernador quiso añadir seis í
;a y le envió una cena abundante aq
ándole también una segunda cena o
tosición.
i que, á medida que el viajero iba ai
curiosas observaciones sobre los sit
502 VfCT
que atravesaba, sobre I
sobre las costumbres d<
la atmósfera, etc.; ob:
Dietario, digno de leen
Vamos nosotros sigu
El 29 atravesó el ríe
nuestro famoso poeta
de la ruina del ejército
"Tú, iofanda
murió d vencí
y se acabó su ¡
no estés alegre
porque tu tente
hubo sin espera
indina de menx
despedazada ca
compensarás m
y Liiko, ainedi
pagará de afric:
Profecía del poeta q
de cumplir en nuestros
Sin incidente alguno
gó el i.° de Noviembre
ya se tenia noticia de si
to para recibirle, segijn
Mequinez está situac
triple lienzo de mural
contener un ejército n
ci6n. Dichas murallas
de espesor, con alguni
cho en trecho. La ciud
mino, presenta una h<
rres, y está rodeada c
teatro.
9T0RIA DE CATALUÑA — ALf-BEV EL ABBASSI 5O3
:y entró á descansar en una pequeña capilla que
ín á la puerta de la ciudad, y por medio de uno
riados envió á participar su llegada al gobema-
:o tardó en llegar un oficial de palacio enviado
iltán para recibirle, el cual le condujo con todos
ijes á la casa que se le tenía preparada,
trar en ella se encontró el principe Abbassidá
intendente del Tesoro, quien, después de los
os acostumbrados, se informó de cuanto nece-
tanto Alí-Bey como su gente y los animales,
bía recibido orden de proveer absolutamente á
s gastos sin excepción.
Itán bacía las cosas en grande.
ás de esto, el gobernador de la ciudad le envió
eve de la noche una magnífica cena,
mañana siguiente pasó á visitar al primer mi-
il sultán, que se llamaba Sidi Mohamet Salaouí,
; manifestó que tenía orden de presentarle al
lor el día siguiente.
idamente el sultán había cobrado un afecto y
patía inexplicables por el que creía ser un prin-
lo Alí-Bey se hubo retirado á su casa, recibió el
1 de una magnífica comida que le envió el mi-
i 4 fueron á buscar á Alí-Bey de orden del sul-
duciéndole á la mezquita de palacio, en donde
I en llegar Muley Solimán.
> era viernes hubo sermón y en seguida la ora-
istumbrada, siendo de notar que este sermón,
lo por un fakih del emperador, consistió, como
i oyera en Tánger Alí-Bey, en alentar el odio
Erdaderos musulmanes contra los cristianos, in-
) el orador con energía en que «era grave peca-
tener comercio con los cristianos, á los cuales
;04 VÍCTOR Bl
se les debia vender nada,
eres y alimentos.»
Mi-Bey oyó este sermón
dadero creyente,
i^umplidos los deberes reí
, que le recibió con grai
érencia, diciéndole que pe
i días para Fez, empeñan
1 su ministro el Salaou!.
Salido de la mezquita, pa
sonaje, quien le rogó coi
;es¡tara para salir al d!a !
ide seria alojado en casa c
ices un santo muy célebre
Bt principe Abbassida, cu
) á su casa para hacer su
\1 día siguiente, 5 de No'
.ñaua, de orden de Salaoi
y cinco soldados de á ca
u escolta, y salió en segí
i'ez después de un viaje U
IV
Poco llama la atención 1;
-Bey. Según dice, las cal
;, no solamente son est
posible marchar de fren
o también porque las cass
el primer piso un vuelo Ó
i luz; inconveniente que
:ie de galerías ó pasadizo:
r de las casas por ambos 1
idir las murallas elevada
5a— ALÍ-BEY EL ABBASSl ¡0$
asas de ambas aceras, y agu -
, Estos arcos se cierran por
ciudad se halla entonces divi-
bsolutamente incomunicados
de mezquitas, cuyo número
lO. La principal se llama el
lían más de 3oo pilares, con
nosas fuentes en el patio. La
a singulaiidad de poseer un
tinado á las mujeres que quie-
I pública. iCircunstanciaque
monumento, dice el ilustre
lo nuestro santo profeta seña-
1 el Paraíso, los musulmanes
do sitio en las mezquitas, y
á la oración pública.*
tada en Fez, y al mismo tiem-
8, es la dedicada al sultán Mu-
idad, y por esta razón venera-
uituario reposan sus cenizas
los monumentos de este gé-
lo de arcos; pero la parte cu
tdrado sin arco ni pilares, Su
madera, y adornada de ara-
octógona, que solamente es-
del salón.
luley Edris está colocado á
lán, y cubierto con una tela
ores; dicha tela está en ex-
levoción de los visitantes. En
y colgadas gran número de
ls de cristal. A ambos lados
uides cajones para recibir las
506 VÍCTOR BAI
Es este santuario el asilo n
perio; el criminal, aun el culp;
jestad ó de alta traición, está
derecho para arrestarlo.
Las demás mezquitas son {
cepto la que se halla en el ¡:
grande, mas no por esto, seg
todas estas noticias nos prop(
ni con carácter alguno de beli
demás.
El palacio del sultán se coi
unos á medio construir, otros i
les sirven de entrada á hahi
dado penetrar al intrépido via
ven ya guardias y puertas cer
los empleados, á los criados d
zan de privilegio particular. I
una casita de madera, semeja
tes de aduanas de Europa, á
escalones. Por dentro la cubn
el pavimento hay una alfomb
hay un lecho con sus cortinas
otro un pequeño colchón. La
no excede de i5 pies cuadt
en que AIl-Bey visitó Fez, el
tado en la silla 6 recostado ei
sonas que hablan obtenido el
das; pero que jamás pasaban
favoritos tenían el privilegio
colchón. Por lo que á Alí-B
esta distinción particular.
En el mismo patio existe u
quita, en la que Muley Solim
oraciones, menos los viernes,
ba á la gran mezquita de pa
DE CATALUSA— ALÍ-BEY EL ABBASSt 5O7
dio de una puerta que cae á la calle.
lo patio se hallaban entonces las ofici-
io. Había, y habrá ahora lo mismo, un
;jo y húmedo, situado al pie de una es-
za podria tener unos cinco pies de an-
de largo; las paredes eran en extremo
itradas, sin verse alli otros muebles ó
la vieja alfombra que cubría el suelo,
e este miserable recinto, el ministro se
fríamente sentado en cuclillas, tenien-
■ mal tintero de cuerno, y en un pañue-
nos papeles, junto con un libro de me-
)untaciones. Cuando salía, cerraba su
a en el pañuelo papeles y libros y los
azo, de modo que al marchar se llevá-
is sus archivos.
jrosigue diciendo nuestro viajero, está
ma eminencia en un cuartel ó arrabal
:ra de la ciudad de Fez, llamado Nueva
: están obligados á vivir en dicho cuar-
ierran por la noche,
palacio no es más que un simple huerto
boles y varios edifícios de puro ornato,
jardin Buckelú. El río de Fez atraviesa
itrar en la ciudad se divide en dos bra-
suministran la grande abundancia de
en las casas y mezquitas; de modo que
rá casa sin fuente; en los edifícios de al-
;ión hay, por lo menos, dos, y á veces
1 contiene gran número de molinos,
luchísimos baños públicos, un recinto
' de almacenes de henzos, sedas y efec-
s que forman el sitio llamado El-Kais-
al ú hospicio para locos y algunos otros
5o8 víCT
La ciudad está cerca
murallas que, aunque s
dejan de ser muy antig]
las eminencias que hay
ciudad, se ven dos fort
sisten en un simple ci
de frente.
Tal es la ciudad á la
debía esperar al sultán.
Habíale precedido ur
narca para el anciano ¥
se preparar alojamiento
le y sirviéndole en todo
En su consecuencia,
á Fez.
Ya hemos dicho que 1
dador de aquel imperio
de Fez, donde también
c«ndientes, mirados co
país, con el nombre de
de esta familia tomaba i
guo. El emkaddem, ci
el mismo Hadj Edris, i
sultán.
Era un anciano venei
milia antecesores suyo:
estaban colocados en coi
to, como también las 1:
otros efectos que los hal
á título de tributo; él m
tre los scherifs de la tri
les se mantenían con di
í CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 5O9
: los ínmeDsos bienes de que eran p<
el comercio que hacían, tanto elli
m.
:, y lo es aún, la veneración que ti<
s de Fez á Muley Edris, que en todi
la vida, y aun por movimiento ind<
dé invocar á Dios, invocan á Mul<
¡bió con grande agasajo al enviado d
) era tan viejo que apenas podía ar
>a en estado de manejarse por si mi
yor, llamado Hadj Edris Rami, fi
del huésped que les enviaba el en
I á contraer con él lazos de intin
npatia.
e de su llegada á Fez, recibió AIí-Be
incipales scherifs de la tribu de Edr
ts de la ciudad. En estas visitas h
numerables, las observaciones inñn
1 las noticias é informes pedidos á 1<
y por todos los medios imaginable:
verdaderos interrogatorios con relí
. de su amo; pero los molestos pn
n tan satisfechos de las respuestas c
e antes de pasar el segundo día }
n veces la barba del príncipe Abbass
inguidos le pedían que les otorgara i
is en el número de sus amigos.
su parte, sabedores también del ci
aba el sultán, de la sabiduría que '.
numerosas prácticas religiosas á qi
iban encantados con su huésped,
le largo tiempo en su compañía, nad
hacer agradable su permanencia e
pero Alí-Bey insistía cada día pai
jIO VÍCTOR BALAG1
que le buscaran alojamiento, pui
pueden comprender las razones <
solo, lejos de testigos, y fué prec
En su consecuencia, algunos díi
bitar la casa que le habían dispu
sisima.
Hallábase en Fez un hermar
Muley Abdsulem, que tenía la c
y que era un digno y respetable
le conocía de Tánger, pasó á visi
gran contento el hermano del en
caricias y encargándole fuese á
cual prometió y cumplió el príni
El despotismo, que desde muj
bre el imperio marroquí, había i
tes á la costumbre de ocultar su i
en sus vestidos como en los mut
to pudiera contribuir á disimular
die se atrevía á dar la más lígen
lesquiera que fueran sus riquezas
inmediatos del sultán y los m:
Edris, que gozaban de mayor Ut:
que, de consiguiente, no temían
decentemente que los demás. I
Alí- Bey notaban en él un sistem
pues que acostumbrado, según (
tal, de ningún modo podía acomo
usada en Fez. Con este motivo i
municábanle sus temores sobre e
de corregirse con estas advertenc
usos, hasta que sus amigos acab
se, y aun hubo quien se acostum
Su tertulia crecía diariamente
rifs y los doctores ó sabios se ci
mar parte de ella.
A DE CATALUíiA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 5II
¡□cipe ejercía decididamente una especie
, sobre todos los que le rodeaban. Nadie
bar que tras de aquel hombre se ocultaba
á nadie le pasó siquiera por la imagina-
1 personaje iba á perturbar y revolucionai
or su parte, andaba muy cauto y repre-
pel á las mil maravillas. Estudiaba, ob-
la creando simpatías y partidarios, y es-
Q propicia para comenzar sus trabajos.
is después de su llegada, lleváronle á la
^uley Edris y á una hermosa habitación
e vio un precioso surtido de relojes, pre-
: el sultán había ordenado se le preparase
icíóti, á ñn de que pudiese ir alli á leer ó
endo subir también los doctores todos los
[erenciar con él.
no le convenía en modo alguno sujetarse
ajo su carácter de viajero ilustre y de prin-
e convenía tampoco acceder á ciertas ór-
; sólo fuera para demostrar su indepen-
que, después de manifestar la extensión
¡¡miento por las bondades del sultán, y
útación mandándola adornar á su gusto,
ilguna vez á leer, pero que no sería todos
:jante lenguaje dejó parados á cuantos lo
Qusitado en el imperio.
13 sólo fué dos veces. Muchos doctores
ieosos de conocerlo, y á todos encantó con
extensión de sus conocimientos. Su nom-
i hacerse célebre, contribuyendo á darle
aventuras que dejamos de contar para
ion no se prolongue demasiado, y las se-
ras de deferencia que con él tenían el her-
in y los parientes de éste,
e tener suyas las simpatías generales, Ali-
VÍCTOR BALAGUSR
spleg6 todo el aparato conveoiente á su rango,
abo persona distinguida en Fez que no se aprc-
á ir á visitarle; de modo que su casa estaba lle-
a mañana á la noche.
mos dias después se anunció la próxima llegada.
:án. Acompañado de muchos criados y aJgunos
distinguidos de la ciudad, salió Alí-Bey á reci-
ontado, hasta una distancia considerable.
:urioso saber el modo como efectuó su entrada
el emperador. Dejemos que la reñera el mismo
y, á cuyas memorias, por otra parte, como ya
nderán nuestros lectores, nos atenemos especial-
en esta relación,
;nas lo divisamos, dice, le hicimos nuestros sa-
t los que correspondió afectuosamente, y confun-
los con los señores de la comitiva, le acompaña*
^alacio. El sultán entró en él; pero el séquito y
i, junto con el pueblo, se retiraron cada cual por
La comitiva del sultán se componía de un pe-
le i5 á 20 jinetes; cien pasos más atrás, ve-
ultán montado en un mulo, llevando á su lado
il que sostenía el quitasol en una cabalgadura se-
:. El quitasol es en Marruecos el distintivo del
o; ninguno sino él, sus hijos y hermanos pueden
No obstante, á m! me cupo el inestimable honor
lo.
o ó diez criados iban inmediatos al sultán; el
> Salaoui seguía detrás con un criado á pie, y
lia marcha algunos empleados y i.ooosoldados
Hería blancos y negros, con largos fusiles en la
brmando una especie de linea de batalla, que su
enía 10 ó la hombres de fondo y aún más, y
ttremídades terminaban en punta con un solo
)ero sin orden de fílas ó distancias. En el centro
lea había un centro de i3 grandes banderas.
ATALUAA — ALÍ-BBY EL ABDASSI 513
ilor, unas encarnadas, otras verdes,
1. Esta hilera de estandartes sirve de
tropa para marchar, hacer alto ó va-
todos los movimientos se hacen tu-
i desorden. Juato alas mismas bande-
> ó seis tambores roncos, con algunas
no sonó esta especie de música hasta
ntrado el sultán en su palacio.»
'■ la llegada del sultán, Muley Abdsu-
que el emperador le admitiría todos
ii no le enviaba á llamar diariamen-
ueria incomodarle ni privarle de su
' que le enviaría uno de sus sabios, el
de acompañarle á palacio.
Bey comenzaba ya á hacer sombra
)s, y hubieran logrado oscurecerle y
10 del sultán, si su carácter resuelto
mbiese hecho salir triunfante en la
is á relatar.
de la llegada del sultán, hallándose
ui con una reunión de unas 20 per-
e un mensaje del sultán. Hizo entrar
lel primer astrónomo y astrólogo de
presentó manifestando el más pro-
riéndole en las manos un magníñco
sultán, le dijo que él, Sidi Ginnan,
laber sido nombrado por S. M. para
ício todos los viernes.
s de besar el khaik y ponerlo sobre su
umbre, lo dejó sobre un almohadón
limientos de todos los circunstantes.
33
TfCTOR
ióse el te, y despué
Sidi Ginnan le pidió
particular. Alí-Be
ribano ó secretario i
go que se sentaron,
itas sobre su edad, ]
estudiado, pidiendo
ites problemas astrc
iba muy lejos de g
sación, porque igno
¡puestas con alguna
e el secretario las tr.
mas, y añadió las d
:lipses de sol y luna
!n el escribiente. E
doles un regalo á ca
Ginnan volvió el vi
: á caballo, pasaroi
habiéndole hecho st
a hora después apai
rezaba ord i n árlame
r visto del pueblo. (
iera haberle visto A
bien habia salido, <
de la tribuna, llamé
rar, y habiendo ce
, enseñándole el s
á hacer oración, ast
itado, que le habia ;
s, que el sultán le h
:ho, y que le habia
os viernes á la mez
el día.
Bey conoció al mo
2, y le respondió coi
LUNA — ALf-BEY EL ABBASSI 5]
i es indiferente venir aquí á
-la en cualquiera otra mezqu
azado, procuraba disimular
á la calle por una puerta ii
)le misteriosamente:
porque como todo ei mundo
lamado, advertirán más prc
1 que te concede.
lado de la felonía de semeja
imonia:
salir por aqui como por (
mte á caballo, partió con
igualmente en su muía, y
Alí-Bey, se puso á su lado, ;
un paseo, á lo cual el prlnt
le contestó con aspereza que no. Sin decirse más p:
bra llegaron á la casa de Alí-Bey, despidi6idose í
Ginnan á la puerta.
El príncipe Abbassida, conociendo la fuerza de su
fluencia, como también los motivos de la conducta
Sidi Ginnan, creyó indispensable dar un golpe quef
dujese su efecto en el público. Quiso, como vulgarm
te se dice, jugar el todo por el todo, y encumbrars
perderse para siempre.
Tomó, pues, la pluma en el acto, y pasó un escí
á Muley Abdsulera , demostrándole la injusticia
aquella especie de menosprecio de que acababa de
. victima, pues él nada había pretendido, y el sultán, :
el contrario, no le había enviado á llamar sino p
desairarle.
• Por esta razón, concluía, salgo inmediatamente
ra Argel, t
5l6 VÍCTOR BALAGUER
Bien presumía AIí-Bey al hacer esto. Se había j'a
formado un verdadero partido, y todos sus amigos, al
saber su resolución, se alarmaron, y trataron por todos
medios de calmarle y detenerle. Tuvo entonces Ingar
de asegurarse que realmente su prestigio había echado
hondas raíces entre aquellas gentes.
Al día siguiente, Muley Abdsuiem, que le quería en-
trañablemente, le envió un recado suplicándole que pa-
sase á verle. Acudió Alí á su invitación, y Muley le di-
jo que había estado en palacio y hablado al sultán de
su negocio; que éste se hallaba en extremo irritado con-
tra Ginnan; que bien veía era hombre de mal corazéo;
que el sultán, al dar la orden de conducir á Alí todos
los viernes á palacio, no quería decir que le dejaran en
la mezquita, sino que le introdujesen en él para verle y
hablarle; que esto era lo que debía hacer todos ios vier-
nes, y que podría suceder que Ginnan y algunos otros
tuviesen que arrepentirse. Acabó diciendo que iba á
dar orden para arrestar á aquel miserable.
Al regresar á su casa á participar su triunfo á sus
amigos, celebráronle éstos con grandes demostracio-
nes; pero uno de ellos, con semblante bañado por la
tristeza, le dijo:
— Temo, príncipe, que tu sobrada bondad te haya he-
cho cometer una falta.
— ¿Cuál? — preguntó Alí-Bey.
— La de haber comunicado al traidor Ginnan los días
y horas en que han de suceder los efectos del sol y luna>
— ¿Por qué?
— Porque no contento con no haber dicho nada de ti
y de la obligación que te tiene en el particular, ha pre-
sentado al sultán tu trabajo, y se ha hecho pasar por
autor de él.
Alí-Bey se sonrió diciendo:
— ¡Pobre hombre! Me da lástima.
TALO ÑA — ALÍ-BEY EL
[ladie conoce en Fez los días y ho-
10 yo.
lo se lo has dicho todo y él lo ha
ncipio conocí al hombre con quien
cuanto á la parte astronómica, no
sa alguna, y de consiguiente, los
ido son falsos.
ie abalanzaron á él; le besaban las
y le levantaban en brazos, procla-
erior á todos los hombres.
el sultán envió á llamar á Ali-6ey,
la casita de madera del tercer pa-
instante que entró, le invitó á sen-
>n á su lado, y entre otras pregun-
na de ellas si le gustaba aquel país
iba bien. Luego, llamándole hijo
títulos honrosos, añadió repetidas
■e.
^bbassida besarle la mano; pero el
. palma como á sus propios hijos.
3se su propio albornoz, se lo puso
idole que podía ir á verle siempre
lole día ni hora, porque no trataba
incomodidad.
duraba su conversación, cuando el
a la hora del rezo, se levantó para
repitiendo á Ali que era su hijo,
;omp3ñase. Todo esto hubo de pa-
tuchas personas, y entre otras, en
lal imán del sultán. Este persona-
pe Abbassida por la mano, le con-
jue estaba llena de gente, y no le
bo sentado.
5l8 VÍCTOR BAI
Alí-Bcy, entrando en la n:
comitiva, y sobre todo revesti
sobre el suyo, atrajo sobre í
asamblea. Salió al concluirse
podían alcanzarle, le besabar
dad de su vestido. Dio limosr
quita, según costumbre, y la
diciones, uniendo su nombre .
En seguida montó á caball
ramente satisfecho, pues la re
bía sido pública y, sobre todo
todo el mundo. Ya no se trat
gel, y continuó visitando al !
c¡6n con él en la tribuna.
No contaremos todas las a'
nuestro héroe. Sería hacer ei
Bastará decir que fué ganando
soberano de Marruecos, adqi
sus conocimientos astronómic
llosas y, lo que era más para
inteligencia de los testos y di
bro de la ley, que formó emp
Su reputación de ilustre y
do por todo el imperio; y cor
gar del espíritu de aquellas g(
sabe hacer una observación i
de ser por fuerza astrólogo, ;
uno y decirle la buena ventu
traba personas que le rogaba
cosas perdidas ó robadas; otr
r
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 5I(
mas, iban á pedirle les restituyese la salud; y otras,
fin, que no querían de él más que un Jius 6 moneda
quena, para conservarla como un don precioso en n
moría suya, creyendo que esto liabía de darles suer
A fin de complacer al sultán se entretuvo en ha
un calendario para los cuatro meses que terminaban
año árabe, y lo compuso indicando la corresponden
de las datas con el año solar; los días de la semai
del mes y de la luna; la longitud y declinación del
en Fez en punto de mediodía; la hora de su salidi
puesta, en el mismo lugar; la del paso de la luna \
el merídiano; la diferencia del tiempo medio al verc
dero; las fases y otros puntos lunares, y los fenómei
más notables de otros planetas. Como era precísame
te la época en que habían de suceder los dos eclipses
sol y luna, el almanaque se hizo mucho más interés:
te por el pronóstico de dichos fenómenos, cuya descr
ctón hizo completamente, añadiendo las figuras que <
bian presentar. Al fin puso otros dibujos que presen
ban: el uno la grandeza de los planetas con relación
sol; el otro el sistema solar con todos sus nuevos d
cubrimientos.
Al presentar este almanaque quedó asombrado
sultán, lo mismo que todos los grandes de su corte, y ]
dieron convencerse de cuan pequeños eran, al lado
Alí-Bey, los que representaban en Fez el papel de !
bios no sabiendo nada.
Una vez publicados los días y circunstancias de
eclipses, en poco tiempo llegaron á noticia de toda
ciudad. El eclipse de luna fué poco notado del puet
porque el cielo estaba cubierto de nubes y llovió un po
pero, en cambio, el eclipse de sol, que tuvo lugar del n
do y en la forma prevista por Alí-Bey, causó un des
den espantoso. El cielo se hallaba perfectamente limp
era á mediodía, y de repente se oscureció el sol casi
520 VÍCTOR BALAGUB
todo, quedando apenas descubierto
Los habitantes corrían por las caJ
gritos; los terrados estaban llenoE
mundo acudia á la casa de Ali-Bey
liándose tan atestada, que era im
desde la puerta hasta lo más alto.
Nuestro héroe llegó á tener tal ;
tan, que éste no podia pasarse sir
prendido un viaje á Marruecos, 1<
dicha ciudad.
En su consecuencia, pues, A1Í-]
chó en seguimiento del sultán. El
ciudad, era inmensa la muchedun
á su paso para despedirle y bende
sonajes de Fez le acompañaron hs
tancia, siguiéndole una gran muct
marchó dejando en Fez una mem
cleo de partidarios dispuestos á toi
Durante su viaje enriqueció su
natural; pero no como él hubiera
hiera podido, segtín se desprende
se leen en sus Memorias:
•Mis amigos de Fez, dice, no ;
las colecciones de historia natu
atractivo tiene para el alma sens
la naturaleza; pero los salvajes <
eran capaces de comprenderlo. Ye
do bien de desplegar delante de el
en los europeos que viajan por :
amor á las investigaciones, el ardí
el celo por la dilatación de su don
miento de nuevos individuos.
•Semejante gusto y liberalidad
todo extranjeras á la ociosa grava
rizar á un príncipe de mi santa re
K DE CATALUÜA— ALÍ-BEY EL ABBASSI 52I
causar perjuicios y producir casi siempre
iiencias. Vime, pues, obligado á sacriñ-
aciones ¿ la preocupación de la gente de
enunciar á las riquezas de un terreno que
millones de plantas; sólo cogí una doce*
itraido y de indiferencia, de modo que no
ir su crasa ignorancia y estupidez. >
Abbassida viajaba con una numerosa ca-
lesta de sus gentes y de los soldados que
En el camino salíanle al encuentro mu-
: los aduares vecinos, ya para cumpli-
rá convidarle á que se quedase, ya para
íes. Por todas partes fué recibido con las
:iones, en cumplimiento de las órdenes
recibido del sultán; y en Rabat, donde
ó tres días, fué tratado como el sultán
dolé en la alcazaba y siendo objeto de
n si deraciones.
le Ali-Bey á Marruecos causó la más vi-
ultán, lo mismo que á Muley Abdsulem
)s que tenia en la corte. Apenas la supo
nvió en prueba de su afecto la provisión
propia mesa, y otro tanto hizo Muley
ar guardaba una sorpresa á nuestro hé-
I un día descansando en su alojamiento,
•entó uno de los ministros del imperio,
I firman, por el cual el sultán hacía do-
a á Alí-Bey de su casa de recreo, llama-
con bienes raíces que consistían en tie-
olivares, huertas, etc., y una casa gran-
i, conocida con el nombre de Sidi Ben-
i.
plantaciones de Semelalia habían sido
ir el sultán Sidi Mohamet, padre de Mu-
522
VÍCTOR BALAGUBR
ley Solimán, que había fijado allí su residencia. Hizo
plantar las más bellas y mejores especies de árboles
frutales, y adornó la posesión con deliciosos jardines.
Grande abundancia de agua, que llegaba del Atlas por
un conducto magnífico, aumentaba el encanto de aque-
lla habitación, que tenia más de media legua de terreno
cercado todo de altas murallas; las grandes posesiones
y las palmeras se hallaban fuera de la cerca general, y,
por la parte de dentro, cada jardín de recreo, cada huer-
to ó plantación de olivos tenían su cerca particular.
Era un sitio regio.
Por lo que toca á la casa de la ciudad, era también
grande y magnífica. Habíala hecho construir para ha-
bitarla Benhamed Duqueli, ministro favorito que go-
bernó el imperio durante largo tiempo. Parte de ella y
el baño eran de una arquitectura regular y bella; pero lo
demás, aunque muy capaz, estaba muy lejos de corres-
ponder.
No se limitó á esto la liberalidad y grandeza del sul-
tán. Alí-Bey había llegado con respecto á él hasta el
grado mayor de intimidad que se puede tener con un
soberano.
Poco tiempo después del regalo de la posesión de Se-
melalia y de la casa Duqueli, el sultán le hizo saber
que iba á enviarle dos mujeres de su harem.
Alí-Bey había manifestado varías veces que estaba
resuelto á no tomar ninguna mujer sino después de
cumplida su peregrinación á la casa de Dios, y por lo
mismo trató de sostener su palabra, aun á pique de des-
agradar al sultán. Rehusó, pues, el presente; pero las
mujeres ya habían salido del harem imperial, á donde
era imposible volver, y el buen Muley Abdsulem se en-
cargó de tenerlas en su casa.
Este temía hablar al emperador de la negativa d<
Alí-Bey, y también á éste. Toda la corte tenia fijos los
i DE CATALURA — Atf-BEY EL ABBASSI 523
leseando saber el ñn de aquel gran nego-
cuchicheaba al oído de su vecino, pero
a á explicarse abiertamente sobre el par-
:ontinuaba yendo á la corte como si tal
), no pudiendo Muley Abdsulem soportar
0 situación tan embarazosa y para él tan
) romper el silencio y fué el primero en
á Ali. Este se parapetó tras de la rigidez
os, é invocó el voto que tenía hecho,
ulem, que se hallaba entre él y el sultán,
. mayor agitación. Algunas lágrimas se
sus ojos cerrados á la luz del día; y el
ssida, á quien la situación peligrosa A que
ra se hallaba reducido aquel respetable
lovía más que ningún peligro de cuantos
amenazarle, se levantó, y, tomándole la
tuley Abdsulem, me consta cuánto me
;s conocer el fondo de mi corazón y leer
retos pensamientos: indícame, pues, la
he de observar; díine qué quieres que ha-
iré, pero míralo y reflexiona antes.
1 la mano de Al!, la puso sobre su cora-
és de algunos momentos de silencio, dijo
te:
n las miyeres á tu casa.
16.
s regaladas por el sultán eran una blanca
la-Mohhana y una negra llamada Tigmu.
Abbassida recibió á las mujeres que llevó
á su casa la directora del harem de Mu-
; pero se presentaron ante él cubiertas, y
Pátima, le dijo:
10, pero circunstancias particulares me
524 vieron BALAÍ
impiden verte y hablarte. Dése
bre no se aparte jamás para m
en tu habitación es tuyo, lo raií
dadas en una caja de la que aqi
fío que protegerás á Tigmu, y p:
ta por conducto de cualquiera
yo, Fátima, no debemos hablar
Si quedó asombrada la corte
Alí-Bey rehusado las mujeres,
recibimiento que tuvieron. Ers
cosa secreta á causa de los criai
sa. Así es que en menos de vei
da la ciudad hasta las circunsta
suceso.
Y eso que Fátima era un pro
negro la vio un día al salir de
un portento de gracia y de bell
de que así despreciase Alí-Bey i
propia tenía.
Nuestro héroe continuó visití
Abdsulem como si nada hubiere
los musulmanes es regla de cor
las mujeres.
Deseando el sultán partir pai
hacer agradable á su huésped 1;
resolvió que pasase á Suera ó A
placer, ordenando, en consecue
de las provincias de Hhahha, S(
sen en Mogador con sus tropas
Vamos á dar breve cuenta d
VIII.
Conforme á las intenciones d
de Marruecos, componiéndose :
DE CATALUÑA — ALÍ-BEV EL ADBASSI 525
ra para sus fakihs, otra para la cocina,
ados, y la última para su guardia, que la
ibo y cuatro soldados negros de la guar-
ii del sultán.
ciudad de Suera, que en los mapas se
Lombre de Mogador, encontró allí á los
hahha, de Scherma y de Sus, que ya le
ido con sus tropas. Diéronle con éstas el
K)rndas de caballos y escaramuzas, en las
1 sus combates, jugando las armas, gas-
61vora y metiendo mucho ruido,
ron á Ali-Bey á un castillo del sultán
íiontañas en medio del bosque, donde se
an comida.
expedición rodeado de soldados de caba-
ite que se entregaba por el camino á ca-
nuzas para demostrar su regocijo,
as diversiones con que se obsequió al
ida, de las que también participó el pue-
, regresó á Marruecos con una escolta de
., mandada por un oficial. Entonces fué
■ comenzó á servirse del quitasol, privi-
al sultán, á sus hijos y hermanos, y pro*
los demás.
)e se volvió por el mismo camino por
o á Mogador; y como siempre le prece-
e y reputación, todos los habitantes de
lediatos al camino salían en ceremonia á
primeros eran los soldados de caballería
¡lera, que le pagaban el saludo con una
grito simultáneo de Allah iebark ómor
cndiga la vida de Nuestro Señor). Ve-
viejos y los muchachos, y le saludaban
in jarro de leche,
itaban para que se quedase en su país.
526 VÍCTOR BALAGUER
Las mujeres, detrás de las tiendas ó las rocas, hacían
resonar los ecos con sus gritos agudos de aplauso. Co-
mo á cada instante se repetían dichos saludos, porque
los habitantes acudian de largas distancias, no hay nece-
sidad de decir que le era imposible á Alí-Bey acceder á
todas las invitaciones. Pedíanle entonces una oración;
levantaban todos las manos; él la rezaba, y ellos mani-
festaban su reconocimiento corriendo los caballos y dis-
parando sus escopetas,
Al llegar al paraje donde debía pasar la noche, des-
pués de las mismas ceremonias y estando ya acampado,
todos los notables de la tribu ó aduar acudían segunda
vez, precedidos del schik y de los principales, que de
dos en dos llevaban un grueso camero por los cuernos y
se lo presentaban, mientras otros le hacían presentes de
alcuzcuz, cebada, gallinas, frutas, etc., entregándolo á
su mayordomo.
Así fué, obsequiado y festejado por todos, como Alí-
Bey volvió á Marruecos.
IX.
Ha llegado ya el caso de decir algo de la misión par-
ticular que condujo al interior del África á nuestro in-
trépido paisano.
Badia, que con el nombre de Alí-Bey nos ha dejado
unas Memorias muy curiosas acerca de sus viajes cien-
tíñeos, no dice una palabra del asunto político. Debe-
mos, pues, atenernos á lo que cuenta el príncipe de la
Paz, y á lo que dicen M. Bausset y el Sr. Mesonero
Romanos, que de ello han hablado.
Ya hemos visto cómo nuestro Badía ó Alí-Bey supo
conquistarse las simpatías del sultán. Llegó á ser tal el
ascendiente que tomó sobre éste, que no sólo le trataba
como amigo y hermano; no sólo le consultaba en todas
OBIA DE CATALUÑA — ALI-BEY EL ABBASSI 527
es los negocios más arduos; no sólo, como
:, le colmaba de regalos verdaderamente re-
do hasta enviarle mujeres de su harem im-
que descansaba absolutamente en él todo el
:orona.
3 tiempo, el pueblo y los magnates del im-
odiaban en general al despótico y estúpido
¡nán — favorecían con sus simpatías y con su
casi idolátrica al principe AÜBey, hasta el
llegar á formarse un partido poderoso para
trono y deshacerse del aborrecido Muley.
que Badia hubiese querido, sus partidarios
hecho emperador de Marruecos,
lado, alzábase en el interior del imperio otra
facción, siempre en contra del sultán rei-
Favor de Heschan, hijo de Achmet, y uno de
:s de sangre imperial; nuestro intrépido Ali-
;tba en la situación más crítica y comprome-
¡encia de ambas banderías, y representando
iuya propia, y todo ello teniendo que contar
ente con el Gobierno español,
icacia y talento superiores le sacaron siem-
os.
as cosas, y según el primer propósito de su
nido entre él y Godoy, exploró' la voluntad
reinante sobre la realización de la alianza
i y la extensión de sus relaciones mercanti-
todo el favor, ni el gran ascendiente que
ibia ganado sobre el crédulo y devoto empe-
llaron á persuadirle que buscase nuestra
austero fanatismo de Muley le hacia mirar
pecado toda especie de liga con infieles. Su
todavía más fuerte por lo tocante á los áspa-
los antiguos odios nacionales se juntaban al
' religioso.
528 VÍCTOR BALACl
La intención decidida de Muli
logrado sosegar ó rechazar á los
sus provincias del Atlas, era hací
soltar, como él decia, sus perros
mares, y dejar libertad á sus vas:
tros presidios.
¡Singular y peregrina situaciói
— Lejos de buscar amigos y so
decía el emperador, — nada llenar
como ver cumplida en nuestros c
que áeste imperio le está hecha i
aunque otro fuese el elegido para
que para esto fuese necesario cedí
rre más bien medios de apresurai
amigos y aliados en nuestras viej
cabeza, haz revivir la gloría de i
que al pasar por aquellas tierras
vir tu sangre é inflamarse tu cor
m en tos y vestigios que all! queda
tiguo. Los que, tan mal aconseja
estirpe, quieren dividir mis reino:
empleo en hacer la guerra á los <
dría atraerlos y acabar esta guer
cen, mejor por tus consejos que %
zas con principes infieles. Llam
para la grande empresa cuyo func
rio, y que los hermosos reinos d
Córdoba vuelvan á ser nuestros.
Tal concepto tenía Muley de le
ped, y á tal punto poseía éste su ]
Dueño asi de extender sus relai
y concertarse con quien le convini
chan el pretendiente, y sin manif
pre sosteniendo su papel de princi;
dolé que había viajado por Espaií
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 529
to, le propuso su intervención con el Gobierno español
para buscarle ayuda y coronarlo. En cuanto á condicio-
nes, dejando á Heschan que se explicase él mismo^ llegó
éste á prometerle, por ceñirse la corona de Marruecos,
la cesión de Fez entera. España debía, pues, adquirir,
por medio de este tratado, Tetuán, Tánger, Larache,
los dos Salé, nuevo y viejo, y todo el rico territorio de
aquel reino, el más civilizado del imperio.
Según las observaciones de Badia, las fuerzas de Mu-
ley, si había de hacer frente á los españoles, consistían
sólo en 10.000 hombres, los más de ellos esclavos; y
aunque en caso de guerra todos los moros son solda-
dos, no había temor de que se alzasen por un hombre
que era aborrecido, mucho más no siendo nuestra en-
trada sino en clase de aliados y á favor de otro scherif
que gozaba de un gran crédito. Toda la parte litoral
oprimida y vejada por Muley en los negocios de comer-
cio, lejos de acudirle, hubiera peleado en contra suya.
Nuestro dominio mismo, según Badía manifestó á Go-
doy, en vez de disgustar á aquellos moros industriosos,
les debía ser grato y preferible, respetada su religión,
introducidas nuestras leyes en materia de propiedad que
allí no tenía nadie, y dada entera libertad á su comer-
cio. Aún parece que había algunos de aquellos pueblos
que referían por tradición haber sido más felices cuan-
do se hallaron gobernados por portugueses ó espa-
ñoles.
El príncipe de la Paz, al recibir las noticias y obser-
vaciones de Badía, pesó todas las circunstancias de la
empresa, y, según parece, quiso asegurarse de la certe-
za de aquellas cosas. A este fin, cuando fué tiempo,
puso en el secreto de «quella tentativa á un hombre
tan leal y activo como sagaz y cuerdo, que era el cón-
sul de Mogador, D. Antonio Rodríguez Sánchez. Ofre-
cióle á éste tanta parte en la fortuna y en la gloria que
TOMO XIX 34
530 VÍCTOR BALAGUBR
podrían traer aquellos sucesos para España, como de
vituperio si se empeñase un lance desastrado.
Rodríguez afirmó á Godoy que las operaciones de
Badía eran ciertas y seguras; que todo estaba calculado
con buen pulso, y que, vistas las circunstancias del pais,
el carácter de las personas que mediaban y las dispo-
siciones de los ánimos, el buen éxito de la empresa pa-
recía indudable, cuanto en operaciones de esta clase se
podía juzgar con menos riesgo de engañarse.
Añadía, además de esto, que no seria imposible que
el imperio de Marruecos quedase todo por España, si
se diese anchura á Badía para aprovechar cualquio*
evento favorable á este designio, por más raro y singu-
lar que pareciese el modo de cumplirlo, porque existia
un partido que quería darle la corona; medio cierto por
el cual, dueño que llegase á ser de aquel imperio, lo
podía añadir á la corona de Castilla, haciéndole ocupar
por las tropas españolas, y estableciéndose después un
virrey moro, á la manera de los príncipes mediatos
del imperio anglo-indio.
Todavía, después de esto, para más asegurarse, hizo
Godoy partir á los mismos lugares, para que se infor-
mase por si propio, al coronel D. Francisco Amoró»,
oficial que era entonces de la secretaría de Estado y
del despacho de la Guerra, su agente único desde un
principio en el asunto de Marruecos, y á quien tenia
encargada la correspondencia con Badía y Rodríguez.
Vuelto Amorós, no tan sólo confirmó al príncipe de la
Paz la verdad de los hechos y la exactitud de los infor-
mes recibidos, sino que además le demostró la urgencia
de poner mano á aquella obra, sin dejar que se entibia-
sen ó que pudieran desmayar en su propósito los que
estaban ya dispuestos para dar el gran golpe en cuan
fuesen recibidos los auxilios.
Entonces fué cuando el príncipe de la Paz escriL
a CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBAS5I 53I
Solana la siguiente carta, que se ha
Eis al citado M. Bausset:
tAranjuez 17 de Junio de 1S04.
carta dije á V. E. que bien pronto le
>do lo que convenía preparar para el
impresa de África y para asegurar el
recisión y exactitud más rigurosas.
]ue recibo de nuestro viajero (Badia)
imente nos pongamos en disposición
ámenle todos los socorros que juzga
1 llenar felizmente la misión de que
s preciso que, al primer aviso que dé,
lesto para ser desembarcado en la eos-
el punto que él mismo designe.
:a expedición parta para su deatino,
iente dar á V. £. una idea exacta de
, en las cuales vamos á entrar, y ge-
.os los esfuerzos que son precisos ha-
n, actual emperador de Marruecos, es
tupido y tan supersticioso, que es pre-
e que se halle aún en el trono en vis-
arrecen sus subditos, los cuales espe-
;ia el momento de verse libres de él,
cruel, manchado con todos los vicios,
le esas nobles cualidades que se no-
tan en nuestro joyííi viajero. Muley Solimán se parece
al indolente monarca de Méjico, mientras que nuestro
joven español tiene toia la energía y el valor de Cortés.
Aprecia él mismo tan bien su posición y la de Solimán,
que me envia á decir que tiene entre sus manos d otro
Mofezuina.
•Los hijos se parecen al padre, y ninguno de ellos
tiene las cualidades necesarias para reinar á satisfacción
r-*'
►
•/
i.'
I
532 VÍCTOR BALAGUER
de los habitantes de Marruecos. El mayor está proscri-
to y desterrado; el segundo es despreciado y detestada
por toda la nación, aun cuandcf sea el objeto de las pre-
ferencias de su padre; los otros son aborrecidos ó están
desterrados. El único competidor de un poco de impor-
tancia y que ha anunciado pretensiones á la corona^ es
el pacha del Mogador, Muley' Abdelmeleck. Algunas
circunstancias felices para él parecían favorecer su am-
bición y ser contradictorias á mis proyectos. De desear
hubiera sido que el gobierno del Mogador, que cuenta
grandes establecimientos marítimos, se hubiese encon-
trado entre las manos de un hombre menos recomenda-
ble y de pretensiones menos elevadas; sin embai^go,
nuestro nuevo Cortés no parece temerle.
• Ahora que V. E. conoce la situación de toda esa fa-
milia* debe ver que todo concurre á favorecer nuestro
plan, y le parecerá, como á mí, natural y en el orden
I de las cosas que el ingenio, la habilidad, la inteligen-
cia y el carácter de nuestro viajero le hayan adquirido
tal ascendiente sobre esas almas vulgares, y una talpre-
\ ponderancia, que no fuera extraño llegase á obrar una
gran revolución, hasta sin el socorro de un aparato de
fuerza militar, sin choque y sin estrépito. De todos mo-
dos, él estará pronto á rechazar la fuerza con la fuerza
si las circunstancias lo exigen.
i En cuanto á los ministros y álos primeros persona-
jes del Estado, es inútil hablar de ellos. Es una clase
llena de ambición, de ignorancia y de avaricia, de ba-
jeza y de cobardía.
»E1 vicecónsul del rey en Mogador, D. Antonio Ro-
dríguez Sánchez, ha recibido la orden de favorecer con
todo su poder las excursiones científicas de nuestro joven
sabio, y se le ha dado á entender que sería posible q
esas excursiones cambiasen de objeto; se le ha promel
do recompensarle hidalgamente si contribuye á hac •
r^
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSl 533
salir airoso en sus proyectos al viajero. Este vicecón-
sul es joven, activo, disimulado y discreto, de una
figura agradable, y no está casado. Los moros y los in-
dígenas le aman mucho, y no podíamos encontrar un
hombre de un carácter más apropiado y más convenien-
te para la ejecución de las órdenes de que debe encar-
gársele.
»E1 cónsul de S. M., D. N. Salomón, ha dirigi-
do muy bien la introducción del viajero, así como su co-
respondencia; ha sabido allanar igualmente todos los
embarazos de ese primer momento, y ha dado prueba
de inteligencia y cordura. Podría, sin embargo, no ser
el mismo si llegase á saber que las operaciones cientí-
ficas podían convertirse en militares. Hay muchas mu-
jeres en su casa, está dominado por ellas, su comercio
habitual ha debilitado singularmente su carácter, y se-
ría poco á propósito para secundarnos. Este cónsul,
por lo demás, tiene grandes relaciones con todos los ne-
gociantes del imperio de Marruecos, y si llegaba á te-
ner el menor temor de ver su fortuna comprometida,
no hay ninguna duda que empezaría por esconder sus
capitales y salvar lo que pudiese, cosa que necesaria-
mente daría la alarma á los moros y á los otros cónsu-
les extranjeros.
«Bastaría esto para echar por tierra todo nuestro
plan: la máxima más verdadera en política es la de que
no es preciso conceder á cualquiera más confianza de la
que pueda merecer. Por esto se ha guardado reserva con
ese cónsul. Proseguiremos obrando así con él hasta el
momento en que circunstancias imprevistas exigieran
que fuese puesto en el secreto por tenerse necesidad de
sus servicios.
• De todas maneras, será prudente asegurar la retira-
da y no abandonar á los españoles que pudieran encon-
trarse en Marruecos ó en Tánger, en el caso de que V. E,
534 VÍCTOR í
recibiese aviso antes que y
A este fin, será preciso que
las embarcaciones necesari:
bahía de Tánger buques de
Cádiz, como asimismo atgi
emplean para el comercio d
•Después de haber dado
personas que deben apareí
preciso que dé á V. E. una
tos que son bastante impon
■ V. E. participará de la
á que la guarnición de Ceut
aumentada, de manera que
de 9 á 10.000 hombres, li
liajo los muros de la ciuda
momento de obrar, con el
hacerles maniobrar en sus
mostración bastaría por sí :
punto la atención de los mi
rían obrar hostilmente sino
bido el aviso de Aií-Bey. I
ñas razones para disfrazar y
to de tropas en Ceuta. Puec
que han sido enviadas allí |
ro de presidiarios que abun<
■También podría decir ^
servaciones de las potencias
tes de Marruecos y hasta át
baciones interiores que exis
bían hecho concebir temore
Ceuta, una de las más imp<
se ha reforzado su guamici
do golpe de mano y ponerl
sitio.
■ Vamos ahora á las dem
S CATALUÑA— ALÍ- BEY EL ABBA5SI 535
atro artilleros y dos oficiales,
enieros y dos zapadores.
ñsicos con sus instrumentos y una
laña.
piezas de campaña de diferentes cali-
necesario.
fusiles y municiones,
nil bayonetas.
s de pistolas.
timos artículos son los que más preci-
prepararlos lo más pronto y secreta-
sible. A este ñn, tomará V. E. de los
z 6 de los almacenes de la marina el
£ fusiles, bayonetas ó pistolas, sea de
, sea de las extranjeras. Será preciso
que haya para que la humedad no los
le que sea preciso enterrarlos en algu-
: su desembarco.
los proyectiles y los cañones, cuyo nú-
;rminado, lo mismo que su calibre, lo
al cuidado de V. E., ya sea por loto-
irte, ya por lo tocante á las precaucio-
narse para disimularlos y hacerles to-
, de armamentos de comercio. Las ór-
ú comandante de la isla de León, de
copia adjunta, facilitarán á V. E. los
rán en estado de efectuar con reserva,
favorable, el transporte de todo este
a á los oficiales, ingenieros, zapadores
e piden, no creo que sean necesarios
; de esta clase no cambian fácilmente
ar sospechas siendo en gran número,
sus servicios exige, por lo demás, que
;ún tanto en el secreto de los trabajos
536 VfCTOR BALAGUI
que se les impone, y un secreto e
dado cuanto más se reparte. Ya I
pensar en esto lo propio que en lo
«Fijémonos sólo en la actuaiid:
correspondencia segura y seguida
asegurar, para un caso desgraciadi
cónsul y de los demás españoles,
un solo buque, y no se podría eni
se oponen á ello inñnidad de razoi
muy bien en haber entregado sus
un piloto de conñanza, encargánd
más que en manos de la persona á
La marina real tiene en el departí
pequeños buques que podrían ser i
rrespondencia; pero como su arm:
propio que el de los otros buques
ciso valerse de ellos con prudencia
que en el último extremo y en el c
encargados de los despachos tard^
nir, ó bien en el caso en que hubi
solicitados con toda premura por <
so darle parte de todas estas dispc
biemo particular.
•Renuevo á V. E. las segurid
dadas de toda mí confianza para
la satisfacción que experimento vi
disposiciones para el éxito de núes
■Envío á V. E. copia de un av
ha hecho pasar hace algún tiempc
pueda valerse en el caso de ser ne
•El PRÍNciPi
Este interesante documento, i
de las Memorias de M. Bausset, nt
poder apreciar la situación en qi
■ORIA DE CATALUÑA — ALf-BBV EL ABBASSI 537
1)0 le llama el príncipe de la Paz, y del es-
i se encontraban los trabajos. Lástima que
3s más noticias que las que nos puede pre-
ste documento, y algunasotras pocas comu-
de escasa importancia que mediaron entre el
icipe de la Paz y el marqués de la Solana,
sndencia de Badia con el príncipe de la Paz
esgraciadamente, y aun los documentos ci-
,n conservado porque M. Baussct, que pudo
)ia, los tradujo al francés, insertándolos en
aba, pues, dispuesto. Alí-Bey, que se había
;on los jefes de los bandos, y que cada día
nás favor y crédito en la corte de Marruecos,
/a. dispuesto.
■\ entonces, un acontecimiento inesperado
uto á echar por tierra tan temerario y gigan-
que lo cuente quien sólo podía contarlo, el
cipe de la Paz.
una página de sus Memorias, referente á es-
a de estas cosas — dice hablando de los pre-
nse había hecho ni se hacía sin las órdenes
indo envié mis instrucciones por extenso al
la Solana, me pareció debido mostrárselas
Carlos IV; pero S. M. me dijo que podía
que después, cuando se hallase más despa-
contento en verlas, juntamente con un re-
circunstanciado, que tenia pedido, de la
;ncia de Badía. El resumen estaba ya exten-
amente aquella misma noche me mandó se
?ntre las cartas de Badia se encontraba el
la donación de Semelalia y demás gracias
ue el emperador marroquí le habla hecho,
538 VÍCTOR BALAGUBB
junto con el diseño de aquella pose
del firman que la pasaba á su domir
■ Y he aquí que cuando llegué á 1
men y desdoblé el diseño, noté en £
mo de horror, tras la cual, después
si mismo aquel diploma, me dijo es
— »No, en mis dias no será esto,
guerra, porque es justa y provechosí
aprobado también que antes de hac
rador, porque esto se acostumbra y
veces para emprenderla con aciert
sentiré que la hospitalidad se vuelv
ción del que la da benignamente,
mundo sería yo responsable de ta
agente mió quien habría obrado de
pa es de Badia, que debió quedarse
estos favores A Badia que se ^
sus viajes; otro hombre de más juic
podrá encargar de semejante negocí
•Tal era Carlos IV, en cuyas r
ticas no habrá sobre la tierra princ:
le pueda echar en rostro ni una s
dolo.
— «Pero, señor — le dije al rey;
más deshacer lo que está hecho, qu
Hay además personas, y algunas
que podrán pagar con su cabeza si
atrás de lo que está ya andado.
— »SÍ los comprometidos — dijo el
mios, escribirles que se vengan al í:
ros, no es cuenta mia; pero se podr
— «¿Quién de ellos — insté aun, —
nosotros, ni querría concertarse co
Nadie podría tener sus relaciones; c
lo creen un moro y un gran princi
IISTORIA DE CATALUÑA — Atf-BBYEL ABBASSI 539
I mismos jefes de la guardia; muchos goberna-
lajás nadie podria suplirle.
bien — repuso el rey, — dejemos esos medios y
lase la guerra por sus caminos naturales, si
0 se aviene con nosotros.
'ano fué representar á Carlos IV las ventajas
ibles que podrían traernos aquellas posesiones;
rios y recursos permanentes que adquirírian en
1 del África nuestras industrias y comercios; las
Lciones ricas que allí podrian hacerse en abun-
e los más preciosos frutos de los trópicos; el su-
o que esto haría á las riquezas de la América,
nto tan necesarío, ya fuese que las guerras inte-
sen los negocios en aquellos países lejanos, ó ya
)S se alzasen algún dia y adquiriesen su inde-
ia, como la América del Norte; el dominio que .
an aquellos puertos sobre las bocas del Estre-
nte por frente de los nuestros y tan á corta dis*
a importancia que tomaría nuestra amistad con
&s naciones comerciantes teniendo aquel domi-
espeto que por tal modo podría imponerse á la
ra; el aliento y espíritu de gloría que cobraría
ña, conquistadas aquellas tierras deliciosas con-
inemigos naturales que lo fueron tantos siglos;
nto de fuerzas que se podria añadir á nuestro
con escuadrones berberiscos; la necesidad de
rnos y de buscar nuestros equilibrios con la
por cuantos medios fuesen dables: tantas y tan-
is como éstas que yo dije y me inspiraba con
ncia mi deseo de ver cumplida aquella empresa,
odo es verdad — respondió el rey; — todo cuanto
es y me dices, lo quisiera yo igualmente; mas
iencia no se aviene ni podría avenirse con los
Non snnt facienda mala ut inde veniant bona.
ran principio, verdaderísimo — me atreví yo &
540 VÍCTOR I
ecir por último argumento, — si lo observasen todos;
ero en política dañoso, si es uno solo el que lo observa.
— lObrando rectamente. Dios estará conmigo, — dijo
I rey.
• Pero el correo ha partido con la instrucción-^-dije yo
)davia. — V. M. lo había mandado.
— «Yo lo desmando ahora — dijo el rey; — despáchese
n alcance.
* Aquella noche entera fué pasada en vela parades-
acer cuanto había hecho y deshacerlo para siempre.»
No debe haber desagradado á nuestros lectores que
ayamos trasladado la narración del príncipe de la Pa2.
s el único documento oficial que nos queda para sa-
:r el verdadero móvil que dio lugar á que se destruye-
L el edificio con tanta habilidad como peligro levanta-
y por nuestro paisano Badia.
Grande fué el compromiso de éste, que se hallaba ya
la mitad del camino peligroso donde se había adelan-
do algo imprudentemente quizá; pero su admirable sa-
icidad, su presencia de espíritu y los grandes recursos
; su ingenio, hallaron medios de sacarle de aquel apu-
I, Contentó á los conjurados con esperanzas y prome-
s y les fué manteniendo con buenas razones, hasta
le le fué dable retirarse sin que níngURO le vendiese, y
landonar la corte marroquí bajo el pretexto de su pere-
inación á la Meca, conforme los preceptos del Alcorán.
Le seguiremos también en este viaje tan peligroso
mo interesante at través de las regencias berberiscas,
Grecia, el Egipto, la Siria, la Arabía y la Turquía,
veremos cómo Badía supo desplegar en ocasiones las
ás interesantes y peligrosas, la serenidad de su áni-
0, su valor indomable y la prodigiosa multitud y pro*
ndidad de sus conocimientos.
La historia de Badía parece una novela, y, sin embar-
1, nada más cierto.
HISTORIA DE CATALUÑA — ALl-BEY EL ABBASSI 54 1
«Recibido con entusiasmo y veneración por los pue-
blos más civilizados del Asia y África, por las tribus
errantes de los desiertos, por los bajas soberanos de
Trípoli, de Acre, del Cairo y de la Meca; consultado
por los doctores de las diversas sectas del islamismo;
reverenciado como un ser casi sobrenatural á causa de
su carácter enérgico y sublime, de sus predicciones as-
tronómicas, de sus curas asombrosas y del magnífico
tren oriental de su comitiva, abriéronse á su insaciable
investigación los lugares más sagrados, aquéllos en
que ningún cristiano ha podido penetrar jamás; pudo
presenciar y tomar parte principal en todas las ceremo-
nias más recónditas del islamismo, y descorrer, en fín,
el velo espeso que hasta entonces había tenido encu-
bierta la fisonomía y costumbres de la moderna socie-
dad musulmana 1.»
Esto con respecto á Badía, á quien, según hemos di-
cho, vamos á seguir en su interesantísimo viaje, que
perdió ya todo su carácter político.
Por lo que toca á Muley Solimán, nos adelantaremos
á decir que al fin, años después, dividido en bandos su
imperio, se vio obligado á desceñirse la corona y abdi-
carla en favor de Abderraman, sobrino suyo, sin que
ninguno de sus hijos pudiera haberla.
En cuanto á Sidi Heschan, fundó un estado inde-
pendiente con las conquistas que había hecho sobre Sus
y otros provincias inmediatas.
La ocasión malograda era segura.
Ni Badía ni Godoy se habían engañado.
X.
Destruido el objeto político, sabedor de que no podía
contar con el Gobierno español, abandonado en mitad
1 Mesonero Romanos.
542 VÍCTOR BALAGUER
del camino por quien á emprenderle le había compro-
metido, Badia ó Ali-Bey se vio» según ya hemos di-
cho, en una amarga y apuradísima situación.
No tuvo más recursos que contentar con esperan-
zas á unos, con promesas á otros, y gracias á su pru-
dencia y habilidad pudo conseguir que ninguno lo ven-
diera.
Entonces, como lo que más importaba para él era sa-
lir de Marruecos, anunció que iba á partir para su anun-
ciada peregrinación á la Meca, viaje que hizo pasar
quizá como un pretexto á los ojos de sus partidarios
para que guardaran el secreto de la conspiración.
Al anunciar su marcha, tuvo sobre el particular al-
gunas disensiones con el sultán y Muley-Abdsulem,
quienes se empeñaban en disuadirle de tan penoso via-
je. Bien lejos estaban ellos de sospechar el motivo de
tan repentina marcha.
Muley Abdasulem le decía para disuadirle que tam-
poco el sultán había hecho aquella peregrinación, que
la religión no exigía se realizase personalmente, que
podría pagar el viaje á un peregrino, y de este modo
tendría igual mérito á los ojos de la Divinidad. El sul-
tán, particularmente, que deseaba de todas veras rete-
nerle consigo, se presentó un día en su casa acompaña-
do de su hermano Muley Abdsulem, de su primo Muley
Abdelmeleck y de toda su corte, favor insigne que ja-
más había concedido á nadie. Entró á las nueve de la
mañana y no se retiró hasta las cinco de la tarde, según
cuenta el mismo Alí-Bey, el cual hizo servir una comi-
da á su llegada y otra cuando salió.
El sultán, que quería darle pruebas de su afecto é
ilimitada confianza, comió en ambos banquetes, tomó
café, te y limonada diferentes veces, escribió y rubricó
las órdenes del día sobre el propio escritorio de Badía,
tratóle como á un hermano querido, y, finalmente, al
■TORIA DB CATALUfÍA — Atf-BEY EL ABBASSI 543
de SUS criados le presentaron en su nombre
líos tapices.
acompañaron al sultán á su palacio, casi to-
Sciales volvieron otra vez á casa de Ali-Bey
)ltmentarle y renovar sus instancias al objeto
ríe, haciéndole las más lisonjeras insinuacio-
iu suerte futura, si consentía en quedarse. Ati-
ero, permaneció inflexible, y fijó la época de
para pocos días después.
■\ momento de dar el último adiós al sultán,
ite sus instancias, repitiéndole mil veces que
se las fatigas y peligros que le aguardaban en
f penoso viaje; pero nada pudo conseguir. Al
le abrazó con las lágrimas en los ojos, rega-
ba tienda magnífica de tela encarnada con
seda. Antes de enviársela, hízola armar en
;ia, y entonces entraron doce fakihs y rezaron
raciones que debían atraerle las gracias del
ha constante en el viaje. £1 sultán añadió á
senté varios odres para poner agua, objeto
ara aquel camino.
jueAlí^Bey llegó á su casa, envíóádecirá Fá-
lana que se cubriese, porque deseaba hablarla.
) preparada para recibirle, pasó Ali-Bey á su
1 acompañado de toda su gente, y le dijo:
lana, hallándome á punto de marchar para
no te abandonaré si quieres seguirme; pero sí
¡darte, eres libre de hacerlo,
nosa Mohhana, á través del tupido velo que
la, fijó sus ojos en Ali-Bey, y con una voz
o el tañido de un arpa, le contestó:
o seguir á mi señor.
£1 á insistir,
ra bien en lo que dices, pues no es cosa para
veces.
544 VÍCTOR BALAGUBR
La hermosa tapada bajó la cabera como para mani-
festar que estaba decidida.
— ¿Insistes en seguirme? — preguntóla Alí-Bey.
Mohbana, con un acento que manifestaba una firme
resolución,
— Sí, señor — le contestó, — te seguirá por todo el
mundo hasta la muerte, do quiera que vayas, tu com-
pañera inseparable siempre.
Había algo de afectuoso al par que enérgico en la voz
de Mohhana. Parecía hablar con el corazón. Alí-Bey
no pudo menos de conmoverse al ver el afecto de aque-
lla mujer, que era suya, y á quien ni siquiera conocía
aún, y volviéndose á los que le rodeaban, les dijo:
— Ya oís las palabras que Fátima Mohhana acaba
de proferir, y sois testigos de su resolución.
En seguida, dirigiéndose á la para él hermosa des-
conocida,
— Eres — le dijo, — mujer apreciable; me tienes afec-
to y te protegeré: disponte para marchar. Adiós.
Mohhana, á quien parece que aquella orden llenó
de júbilo, se abalanzó entonces á Alí-Bey, y antes que
éste hubiese podido impedirlo, le tomó la mano y, le-
vantándose algo el velo, aplicó en ella un beso. Al con-
tacto de los labios de Mohhana, sintió Alí-Bey como si
le aplicaran en su mano un botón de fuego.
Luego que hubo salido de su habitación, dio orden
de construir para Mohhana una especie de litera, lla-
mada en el país darbucco, perfectamente cerrada por to-
dos lados, la cual se colocaba sobre una muía ó came-
llo, y era la que usaban las mujeres de distinción. Res-
pecto á Tigmu no hubo tanta ceremonia, pues podía ca-
minar envuelta en su khaik ó albornoz. Destinó también
para entrambas una gran tienda, donde nadie podía ver
las ni incomodarlas.
Dispuesto ya todo, nuestro viajero salió de la ciudac
HISTORIA DE CATALUÑA— ALÍ-BEY EL ABBASSÍ 545
de Marruecos, dirigiéndose á Fez por el mismo camino
que había emprendido á la ida.
En Fez se detuvo bastante tiempo, tres meses ó
más; y aunque él no explica el objeto de su detención,
bien pudiera ser que fuese para acallar las sospechas
que pudieran tener sus cómplices en el plan trazado, y
darles garantías.
Pocos días antes de que partiera, llegó á Fez Muley
Abdsulem llevándole una carta de recomendación del
sultán para el dey de Túnez, y otra para el bajá de Ta-
rables ó de Trípoli. El mismo Muley Abdsulem le dio
otra suya para el dey de Argel, á quien Muley Solimán
no quiso escribir tal vez por consideraciones políticas.
Habiendo, finalmente, resuelto su partida de Fez
para Argel, despidióse Badía de Muley Abdsulem y de-
más amigos, y á las diez de la mañana del 3o de Mayo
de i8o5 salió de su casa, acompañado de todos ellos,
conduciéndole primero á la mezquita de Muley Edrís,
de donde le acompañaron parte del camino, hasta el
momento de su despedida. La casa de Alí-Bey, las ca-
lles, la mezquita y salida de la ciudad estaban llenas
de gente. Por todos lados se abalanzaba á él la multi-
tud para tocarle, besarle, pedirle una oración ó darle
muestras de respeto y afecto.
Fué despedido en medio de las mayores y más uni-
versales simpatías.
Entre los obsequios que le hicieron los moradores de
los aduares vecinos á la ciudad, es digno de referirse el
siguiente.
Salieron todos los muchachos reunidos á recibirle.
Uno de ellos, que iba delante, vestía una túnica blanca,
un pañuelo de seda en la cabeza, y un cinturón de lo
mismo alrededor del cuerpo, y llevaba un palo de siete
pies de alto, en cuya extremidad había suspendida una
tablita, y en ésta, escrita una oración. Después de diri-
TOMO XIX 35
?.■'
546 VÍCTOR BALAGUER
gírle un cumplido estudiado, besáronle la mano, el es-
tribo 6 lo que podían tocar, y se volvieron en extremo
satisfechos.
Asi fué despedido en Fez el príncipe Alí-Bey el
Abbassi.
Tomó con su comitiva la dirección de la ciudad de
Ouschda, y según él mismo describe en su curioso iti-
nerario, cuya lectura recomendamos á nuestros lecto-
res, pues que nosotros sólo extractamos de sus Memo-
rias aquello que es más conducente al objeto que nos
proponemos 1, el segundo día costeó la orílla del río
Yenaut; el tercero plantó sus tiendas al pie de la ciu-
dad de Teza; el sexto sentó su campo en la alcazaba de
Temessuin; el octavo atravesó los ríos Muloiua y Enza;
el noveno situó sus tiendas junto al aduar Aaiaun May-
luk, y, por fin, el décimo día de su salida de Fez llegó
á Ouschda.
Ouschda, población de unos quinientos habitantes,
era, como las demás partes pobladas que había hallado
Alí-Bey al otro lado de la alcazaba de Temessuin, un
oasis en el desierto de Angad.
Apenas hubo llegado, el jefe y los principales del
pueblo le declararon que no podía pasar adelante, por-
que el mismo día habían recibido la noticia de la re-
volución que acababa de estallar en el reino de Ar-
gel, y que en Tlemsen ó Tremecén, á donde él se diri-
gía, no cesaba de correr la sangre de los turcos y de los
árabes.
Después de muchas discusiones y de haber reflexio-
nado maduramente, decidióse Alí-Bey á enviar un co-
1 Estas Memortas forman cuatro tomos en francés, impresos por I*
casa Didot, con atlas de cuatrocientas vistas y planos, lodo dibujado
por el mismo Alí-Bey.
También está traducido y publicado sin el atla3 en ValeDcta, r
Mallén, en ties tomos en 8.°
J
[STORIA DE CATALUÑA— ALÍ-BE Y EL ABBASSI 547
ue de vuelta le trajo la noticia de que los albo-
:edidos en la ciudad de Tremecén se hablan
lo; pero que los caminos estaban infestados de
que robaban y asesinaban,
icjpe Abbassida pidi6 al momento una escolta
la población, y le respondió que no tenía bas-
:rzas; pero que cuidaría de arreglar las cosas á
ón suya. Al cabo de dos dias, el jefe y los prín-
i Ouschda enviaron á buscar al Schek de Boa-
era el jefe de una tribu vecina, y le propusie-
nducir á Alí-Bey á Tremecén. El Schek re-
de luego, y, después de haber discutido largo
narchó sin haber decidido nada,
s dias pasaron en negociaciones inútiles, y en
1 hubo algunos revoltosos que se acercaron
murallas de Ouschda, disparando algunos tí-
iil y matando á dos hombres,
ición de Alí-Bey se hacía cada vez más críti-
por una parte se agotaban todos sus medios de
cia, y por otra sabia que sus enemigos de Ma-
.e habían valido de su larga permanencia en
, hacerle sospechoso al sultán. Persuadido,
que no dejarían de aprovecharse de esta oir-
ía para desacreditarle, tomó el partido de mon-
illo para ir solo á buscar á Boanani, que te-
luar á dos leguas de distancia, al pie de las
te se sobrecogió de espanto con ^sta noticñ,
os renegados españoles que se habían unido á
I salió de Fez, los cuales, en aquel crítico mo-
'. le presentaron diciéndole:
)r, si lo permites, nosotros te seguiremos y
«mos de tu suerte.
1 Alí-Bey con atención, y, viendo que eran
resueltos, mandóles tomar las armas, con el
54^ VÍCTOR BALAGUER
fin de que le siguiera uno, quedándose el otro con los
equipajes.
En el momento en que iba á montar á caballo, pre-
sentóse ante él, cubierta con su velo, la hermosa Moh-
hana.
Era la tercera vez que se veían. Durante el camino
de Fez á Ouschda, Alí-Bey no la había visto siquiera.
Habíase contentado con preguntar por ella y cuidar de
que nada le faltara.
— ¿Qué es eso? — preguntó Alí-Bey. — ¿A qué vienes
sin haberte llamado?
— Señor — contestó aquella mujer, — he sabido que
ibas á marchar, á correr un peligro y he venido. Tuj'a
soy, señor, y buena ó mala tu suerte, quiero compar-
tirla.
Por segunda vez oía Alí-Bey la voz dulce y simpáti-
ca de aquella mujer; por segunda vez le daba ésta una
prueba de vivísimo afecto y de adhesión. ¿Qué extraña
simpatía enlazaba á él de aquel modo á aquella mujer
que se llamaba suya, que lo era efectivamente, y que,
sin embargo, le era todavía desconocida?
Conmovióse el príncipe Abbassida al verse objeto de
tan tierno afecto, tranquilizó á Mohhana, y le dijo que
iba sólo á ponerse de acuerdo con un jefe de tribu para
que les sirviese de escolta.
Mohhana, con su dulcísima voz, y con acento con-
movido, dio gracias á Alí por el afecto y ternura con
que la trataba, y se retiró.
Alí-Bey montó en seguida á caballo, y se dirigió á
salir de la ciudad, acompañado de un fiel esclavo lla-
mado Salem, y del renegado de que hemos hecho men-
ción; pero encontró cerrada la puerta de Ouschda, y los
principales habitantes, en número de cuarenta 6 cii
cuenta, decididos á prohibirle la salida.
Suplicóles nuestro héroe que le dejasen marchar.
j
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 549
respondiéronle casi todos á la vez, los unos con razo-
nes y los otros con gritos. El insistió, ellos resistieron.
Por fin, dirigiéndose Alí-Bey al principal de ellos, ame-
nazándole con una de las pistolas del arzón de su silla,
le dijo con un tono entre amistoso y resuelto:
— Schek Solimán, hemos comenzado bien y creo que
vamos á acabar mal. Abre la puerta.
Entonces Schek Solimán, sacando por un lado la viga
que atrancaba la puerta, la abrió, diciendo á los demás:
— Pues él quiere perecer, que haga lo que quiera.
Salió Alí-Bey, por fin, seguido de su esclavo y de su
renegado, dirigiéndose hacia las montañas de Boanani.
Pocos momentos después de haber partido, vio llegar á
escape á los mismos habitantes, que iban á reunirse á él
para escoltarle. Acercáronse excusando su resistencia,
la cual, según decían, no tenía otro objeto que su inte-
rés por él y el temor de una desgracia.
Fueron muy bien recibidos por Boanani, quien des-
de luego les convidó á comer á todos, dándoles una ex-
celente comida; pero en la conversación manifestó en-
contrar muchos obstáculos para conducir al príncipe
hasta Tremecén. Por fin, convencido por las persuasio-
nes de éste y del Schek Solimán, convino en arreglar-
se con el Schek de otra tribu, llamado Benisuuz. Este
último debía aguardar á Alí-Bey, con su gente, á mi-
tad del camino para escoltarle hasta Tremecén, y el
Boanani se encargaba de conducirle hasta allí.
Alí-Bey y su acompañamiento regresaron á Ouschda
sin haber tenido novedad alguna á la ida y á la vuelta.
Así que llegó á su campo, el príncipe participó á Moh-
hana, por conducto de Salem, el buen resultado de su
expedición.
Mohhana recibió la noticia con sumo regocijo, y, en
muestra de su contento, dio una rica joya al portador
de tan fausta nueva.
5¡0 VÍCTOR BALAGUBR
Dos días después Boanani fué á avisar á Alí-Bey que
estuviese pronto para el día siguiente. A la hora conve-
nida se presentó, en efecto, con cerca de cien hombres,
y salieron al momento de Ouschda el príncipe y toda
su gente.
Estaban apenas á media legua de distancia, cuando
llegaron á todo escape dos soldados del sultán gritando
á los caminantes que se detuvieran. Seguíales un cuer-
po de tropas mandado por un oficial superior de la guar-
dia, llamado el kaid Dlaimi. Este anunció á Alí-Bey
que el sultán, sabiendo que estaba detenido en Ouschda,
le enviaba para protegerle y defenderle si fuera nece-
sario.
Hízole saber Alí-Bey que la revolución de Argel y
de Tremecén, así como los robos de los revoltosos, eran
los únicos motivos que le habían detenido, y que supues-
to había pasado el peligro, podía continuar su camino
con toda seguridad, tanto más cuanto iba escoltado por
las tribus de los Boananis y de los Benisuuz.
A pesar de estas razones, Dlaimi le declaró que ea
el estado de cosas no podía consentir en su viaje hasta
recibir nuevas instrucciones del sultán.
Alí-Bey, á quien aquella medida no dejaba de inspi-
rar cierta alarma, vióse obligado, por consiguiente, á re-
gresar á Ouschda, donde escribió al emperador. Luego
que éste recibió su carta envió otros dos oficiales de la
corte con la orden de conducirle, según decía, á Tán-
ger, á fin de que desde allí pudiera embarcarse para Le-
vante,
Esta orden del sultán le obligó á salir de Ouschda
con su gente y equipajes el 3 de Agosto á las nueve de
la noche. Acompañábanle dos oficiales y treinta udaias
ó guardias de corps del sultán, habiéndose quedado ei
Ouschda el kaid Dlaimi con el resto de la tropa. Segúi
parece, salió tan tarde á causa de que Dlaimi dijo ha
>E CATALUÑA— AL f-BBV EL ABBASSI 55I
I de que cuatrocientos árabes armados le
camino. Ali-Bey vióse obligado á salir
saber qué camino habia de seguir, has-
de marchar, en que Dlaimi lo indicó á
bbassida iba como preso, y llevaba el co-
por secretos presentimientos,
tuschda la caravana, dejó á un lado el
io, atravesó hacia el Sur y se introdujo
i muy oscura y el cielo estaba entera-
de nubes.
XI.
laber caminado muy de prisa toda la no-
or las montañas, la comitiva llegó á las
na cerca de las ruinas de una gran alca-
lá cual habia un fresco manantial de
de aduar.
prosiguió marchando sin descanso, s¡-
cción de muchos valles tortuosos, por
!a un arroyo que, aunque pequeño, no
para el riego á los laboriosos habitan-
.duares.
una orden que llevaban los oñciales en-
mpaiiar á Alí-Bey, salian de cada aduar
:s montados y equipados, los cuales se
;ado á las nueve de la mañana al para-
ninaba el arroyo, tos treinta udaias se
Mi-Bey, dejándole la escolta de los ani-
mando de dos oñciales.
ito de retirarse los guardias del sultán,
^bbassida algunas monedas de oro á uno
552 VÍCTOR BALAGUBR
de los oficiales para gratificar á los soldados, y conti-
nuó su marcha; pero bien pronto, habiendo oído ruido
detrás de él, volvió la cabeza y vio á los udaias revuel-
tos contra sus jefes y amenazando asesinarlos, Al pun-
to dos de ellos corrieron hacia Ali-Bey para quejarse,
creyendo que los oficiales se habían retenido parte del
dinero que aquél les había dado. Corrió Alí-Bey hacia
la gente amotinada, y no sosegó hasta que les hizo ba-
jar las armas. Llegó á convencerlos y á calmarlos, ha-
ciendo continuasen su marcha.
Durante esta riña, que alarmó bastante á los de la
caravana á causa de las desgracias que podían haber
ocurrido, nadie se acordó de hacer provisión de agua á
pesar de que comenzaba á faltar, y desgraciadamente
Alí-Bey ignoraba que aquél era el último lugar donde
podía hallarse.
La marcha seguía siempre acelerada por el temor de
encontrar á los cuatrocientos árabes de quienes trata-
ban de huir. Por esta razón marchaban separados de
los caminos por medio del desierto, caminando sobre
pedregales y al través de las montañas.
Aquel país está enteramente falto de agua. Los via-
jeros no veían ni un árbol, ni una roca aislada que pu-
diera ofrecer un ligero abrigo ó un poco de sombra. Una
atmósfera transparente, un sol intenso que caía á plo-
mo sobre sus cabezas, un terreno casi blanco, un mon-
tecillo ardiente como una llama: tal es el cuadro fiel de
los sitios que recorrían.
Estaban en el desierto y vivían ya en su atmósfera
de fuego. Luego debían probar todos sus horrores»
Todo hombre que se encuentra en aquellas soledades
es considerado como enemigo. Así es que los trece be-
duinos de Alí-Bey, habiendo visto hacia el Mediodía
un hombre armado á caballo que estaba á una distan
cia bastante larga, se reunieron al punto y partiero
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 553
como un rayo á sorprenderle; pero el beduino descu-
bierto se aprovechó de la distancia y huyó á las monta-
ñas, donde fué imposible encontrarle.
En el ínterin, ni hombres ni animales habian comido
desde el día anterior ni cesado de caminar á paso tirado
desde las nueve de la noche. Poco después de medio
día ya no le quedaba á la caravana una gota de agua,
y tanto las gentes de Alí-Bey como Jas cabalgaduras,
comenzaban á ceder á la fatiga. A cada instante calan
las muías con sus cargas, y era preciso levantarlas con-
tinuamente, sosteniendo el peso que llevaban. Tan pe-
noso ejercicio acabó de agotar las pocas fuerzas que
»
quedaban á la gente.
A las dos de la tarde, extenuado de sed y de fatiga,
cayó un hombre al suelo, yerto como un cadáver. Pa-
róse Alí-Bey á socorrerle con dos ó tres de sus criados.
Exprimióse la poca humedad que quedaba en un odre,
y lograron introducirle en la boca algunas gotas de
agua, pero tan débil socorro produjo muy poco efecto.
El mismo Alí-Bey empezaba ya á sentir una debili-
dad que, acrecentándose de un modo espantoso, le anun-
ciaba que también á él iban á abandonarle las fuerzas.
Hubo de dejar á aquel desgraciado y seguir adelante.
Desde aquel momento fueron cayendo sucesivamente
al suelo varios de la caravana, y quedaron abandona-
dos á su suerte. También se dejaron algunas muías con
su carga.
El mismo Alí-Bey cuenta que en aquellos instantes
halló al paso dos de sus grandes maletas en tierra; pe-
ro que no pudo saber qué fué de las muías que las lle-
vaban, porque nadie cuidaba ya desús efectos é instru-
mentos. Por lo que toca á aquella pérdida, la miró co-
mo cosa que no le atañía y pasó adelante.
Alí-Bey sentía ya á su caballo temblando debajo de
él, y esto que era el más fuerte de la caravana.
554 VÍCTOR BALAGUER
Marchaban todos abatidos y silenciosos.
Varias veces volvió el príncipe Abbassida los ojos
hacia el camello que llevaba el darbucco en que iba en-
cerrada Mohhana. Estaba perfectamente cerrado, y pa-
recía como que ningún ser viviente respiraba en aquel
aposento de lienzo y seda.
¿Qué hacia allí la hermosa tapada? ¿Estaba espiran-
do acaso? ¿Había muerto ya?.... .
Si quería Alí-Bey animar á alguno á que redoblase el
paso, su respuesta era mirarle de hito en hito y llevar
el índice á la boca para manifestar la ardiente sed que
le devoraba. Quiso también reconvenir á los oficiales
conductores su poco cuidado, el cual era la causa de la
falta de agua; pero se excusaban con el motín de los
udaias, y además decían:
— ¿No sufrimos tanto como los demás?
La situación de toda aquella gente era tanto más ho-
rrorosa cuanto ninguno de ellos creía poder sostenerse
hasta llegar al sitio en donde se había de encontrar ag^a.
Finalmente, sobre las cuatro de la tarde, Alí-Bey
cayó á su vez, desvanecido de sed y de fatiga.
Tendido sin conocimiento en medio del desierto, con
sólo cuatro ó cinco hombres á su lado, de los cuales uno
había caído casi al mismo tiempo que él, y los otros no
podían darle el menor alivio, pues no sabían donde en->
centrar agua, y aun cuando lo hubiesen sabido, falta*
banles fuerzas para ir á buscarla, hubiera Alí-Bc}' pe-
recido sin remedio, si la Providencia no le hubiera sal-
vado por una especie de milagro.
Poco después de haber caído sin conocimiento el prín-
cipe Abbassida, llegó hasta él el camello que llevaba el
darbucco de Mohhana. Los pocos servidores que, en me-
dio de su agonía, guardaron una memoria de aquel he-
cho, vieron entonces rasgarse, mejor que abrirse, los
lienzos del darbucco, precipitándose de él una mujer sin
HISTORIA DE CATALUÑA — ALl-BRV EL ABBASSI 555
lo, radiante de hermosura, flotante la cabellera, la
al corrió hacia Ali-Bey, inclinándose sobre el cuerpo
su señor y procurando volverle la vida.
Era Mohhana.
Pero ¿qué podia hacer aquella pobre y débil criatura
medio de la inmensidad de aquel desierto, pronto ella
¡u vez á caer rendida de fatiga y de sed?
Si Alí-Bey hubiese entonces tenido fuerza para abrir
! ojos, al ver aquel semblante pálido, pero espléndido
belleza, que se inclinaba sobre el suyo; al verse en
izos de aquella peregrina y celeste hermosura, hubie-
creido tal vez ver á un ángel que le transportaba á
i pies del Supremo Hacedor.
¡Pobre mujer! ¿Qué es lo que en aquellos instantes
saba en su alma?
¿Era sólo fidelidad á su señor lo que lá llevaba junto
cuerpo de AU-Bey, ó era su amor profundo, ese amor
>lento al cual basta un instante para desarrollarse en
corazón de una mujer de Oriente, ese que nace, que
sce, que estalla en un mismo día?....
Media hora habría pasado después que Ali-Bey se ha-
ba en tierra sin sentido; media hora después que
ahhana, sublime de dolor y de agonía, se hallaba á su
lo contemplando aquel pálido semblante y esperando
momento de caer exánime á su lado para sostener su
omesa de que, buena ó mala, quería compartir la suer-
de su señor, cuando se divisó á lo lejos una gran ca-
yana de más de dos mil hombres, que iba hacia el
upo formado por las gentes de Alí-Bey.
Mandábala un morabito ó santo llamado Sidi Alarbi,
e iba á Tremecén de orden del sultán. Este, encon-
indo á aquella gente en tan horrible situación, se
resuró á mandar derramar sobre ellos muchos odres
agua.
Después que á Alí-Bey se la echaron repetidas ve-
55^ VÍCTOR BALAGUER
ees en la cara y manos, comenzó á recobrar el cono-
cimiento y miró á todas partes sin poder reconocer á
nadie.
Mohhana ya no estaba allí.
Había vuelto á esconderse en su darbticco, huyendo á
las miradas de los salvadores que les llegaban.
Siguieron echándole á Alí-Bey agua en la cara, bra-
zos y manos, pudiendo por fin conseguir que tragara
algunos pequeños sorbos.
Entonces ya pudo preguntar á los que le rodeaban:
— ¿Quiénes sois?
Apenas le oyeron hablar, le respondieron:
— No temas; lejos de ser ladrones ó salteadores, so-
mos, por el contrario, tus amigos.
Y Sidi Alarbi se nombró.
' Aún le vertieron más agua encima y en mayor can-
tidad que antes, haciéndole beber otra vez; pero así
que vieron que comenzaba á restablecerse, llenaron de
agua parte de sus odres y continuaron su viaje, pues
cada momento que perdían en aquel sitio era preciosí-
simo é irreparable su pérdida.
Alí-Bey mandó con aquella agua socorrer á su gen-
te, y envió también de ella á Mohhana, tranquilizándo-
se al saber que ésta se hallaba ya restablecida.
Ignoraba aún, y hasta mucho tiempo después no lo
supo, lo que había pasado durante su pérdida de sen-
tidos.
Dejémosle hablar ahora á él mismo por un instante:
«El ataque de la sed — dice — se manifiesta por todo
el cuerpo con una suma aridez de la piel; los ojos pa-
recen ensangrentados; la lengua y la boca se cubren,
tanto por fuera como por dentro, de una capa de sarro
tan gruesa como una pieza de cinco francos; el color
de esta crasitud es amarillo oscuro, su gusto insípido,
y su consistencia perfectamente semejante á la cera
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 557
blanca de los panales. Un desfallecimiento 6 languidez
suspende todo movimiento; cierta congoja 6 nudo en
el diafragma y pecho detienen la respiración; escápanse
de los ojos algunas gruesas lágrimas aisladas; cae uno
á tierra, y á pocos instantes pierde uno el conocimiento.
Tales son los síntomas que advertí en mis desgraciados
compañeros de viaje, y experimenté en mí mismo. »
Salvada de la manera que hemos referido, la carava-
na prosiguió su viaje llegando á las siete de la tarde
junto á un aduar y un riachuelo, después de una mar-
cha forzada de veintidós horas consecutivas, sin un mo-
mento de descanso.
Alí-Bey no perdió casi nada, porque la caravana de
Sidi Alarbi salvó con su agua tanto hombres como bes-
tias.
Después de haber descansado suficientemente, volvió
la caravana á emprender su marcha, y, después de doce
días de viaje, llegó cerca de la ciudad de Wazein.
Durante el viaje, Alí-Bey advirtió en los oficiales con-
ductores cierto aire de misterio y signos de convenien-
cia; pero continuaban, no obstante, tratándole con el
más profundo respeto. Las tribus que se hallaban al
paso salían á hacerle todos los honores y ofrecerle re-
galos de víveres y forrajes, y él continuaba usando el
quitasol, como hijo ó hermano del sultán.
Sin embargo, en el misterio de sus acompañantes,
en sus secretas conversaciones, en una porción de cir-
cunstancias, conocía que estaba pronta á estallar una
borrasca.
Al duodécimo día de esta marcha se rasgó el velo de
la conducta misteriosa de los oficiales que conducían á
Alí-Bey, y le anunciaron que iban á Laraisch ó Lara-
che, en lugar de Tánger, como le habían dicho.
Efectivamente, al siguiente día llegaron á este punto.
De orden del sultán, el bajá de la ciudad, Sidi Moha-
558 VÍCTOR BALAGUER
med Salaoui, destinó para alojamiento del viajero la
mejor casa, situada en el gran mercado, al lado de la
mezquita principal.
Alí-Bey estuvo enfermo en esta ciudad algunos días,
á consecuencia de los sufrimientos pasados en el de-
sierto.
Hallábase á la sazón en Larache una corbeta de Trí-
poli. Dio orden el sultán de fletarla á su costa, desti-
nando la cámara de popa para que el principe Abbassida
pudiese efectuar en ella su travesía á Levante. Pasó el
mismo Alí-Bey á visitar el buque, y dio las órdenes
convenientes para arreglar la cámara de una manera
conveniente para tan largo viaje.
El i3 de Octubre de i8o5, día que Alí-Bey destinó
para su partida, fué por la mañana á despedirse del ba-
já, quien le hizo las mayores demostraciones de aprecio
y consideración, añadiendo que si quería embarcarse á
las tres de la tarde, asistiría á su embarque.
Era propuesta que no podía menos de lisonjear al
viajero, y accedió á ella.
Embalados los equipajes y cargados á bordo, acudió
Alí-Bey al puerto á la hora convenida para embarcarse
con sus gentes. Preguntó por el bajá, y le respondieron
que iba á llegar. Mientras llegaba la chalupa, aguardó-
se algunos instantes en la orilla del mar, en un sitio
donde la muralla formaba un ángulo entrante, y donde
se hallaba un callejón que salía del ángulo.
Llegada la chalupa y no pareciendo el bajá, dispo-
níase el viajero á ir á bordo, cuando de pronto, por un
lado y otro, se presentaron dos destacamentos de tropa,
y otro tercero desembocó por el callejón. Los dos pri-
meros se apoderaron de todas sus gentes; el otro le ro-
deó y le intimó que se embarcara solo y partiera al ins
tan te.
Preguntó Alí-Bey, asombrado, la causa de tan ej
TRIA DB CATALUÑA— ALÍ-BBS HL ABBASSI ¡¡g
der, y le respondieron que tal era la orden
i conoció claramente la mala fe del sultán y
llenes hasta el último instante habian orde-
hicieran los mayores honores por las tropas
nientras meditaban el golpe que debía herir-
mente, pues miraba Alí-Bey con tanto inte-
e de las personas que le eran afectas como la
)se en la chalupa, despedazado el corazón
os de algunas personas de su comitiva, in-
1 por tan cruel separación.
stos gritos y lamentos sobresalían los de
cuya desesperación era espantosa al ver que
lan del lado de Ali-Bey.
; mujer volvió al harem imperial, y el prín-
dda partió sin conocer aún á Mohhana, sin
que sospechado toda la sublimidad de aquel
peranzado que había vivido junto á él duran-
el tiempo.
amo Ali-Bey salió del imperio de Marruecos.
3 días empleó en la travesía la fragata trípo-
:i deNoviembre desembarcó Alí-Bey en Trí-
:aba que el bajá Salaoui de Larache había
itra Él; también le inspiraban desconfianza
pasajeros; pero en cuanto á los demás, esta-
amente seguro, como también de la trípula-
s que todos del capitán,
principe desembarcar sus equipajes, y al sal-
{ue le condujeron á una casa destinada para
560
VÍCTOR BALAGUER
SU alojamiento, situada frente á la del primer ministro
y del cónsul general de España.
Bien lejos se hallaba éste de sospechar que aquel
príncipe oriental que acababa de llegar, y cuya llega-
da movía tanto ruido en la población, no era otro que
un compatriota suyo.
Hacía ya tres días que Alí-Bey se hallaba en Trípoli,
cuando el capitán de la fragata le anunció la orden de
presentarse al bajá.
La audiencia fué pomposa, y se verificó en un gran
salón donde estaba el bajá sentado en una especie de
trono ó pequeño sofá elevado, teniendo junto á sí ásus
hijos y rodeado de una corte suntuosa. Pusiéronle de-
lante el regalo que le hizo Alí-Bey, lo admitió con gra-
cia y finura, y dispensó á su huésped toda clase de ho-
nores, haciéndole sentar en su presencia, conversando
con él largamente, haciéndole servir te, agua de olor
y perfumes, dándole, en una palabra, las pruebas más
claras de afecto y consideración.
Después de una larga conversación, despidiéronse
muy contentos uno de otro, pasando Alí-Bey á ver al
primer ministro, que le recibió también admirable-
mente.
Algunas personas de Marruecos, y en especial el
bajá Salaoui, habían escrito pintando á Alí-Bey con los
más negros colores; uno de los pasajeros de la fragata,
tal vez comisionado por el bajá, habia trabajado todo
lo posible para hacerle odioso; pero estos osados mane-
jos fueron objeto del menosprecio del bajá de Trípoli,
después de los informes que se tomaron y declaraciones
hechas por las demás personas del buque.
Sobre dos meses permaneció Alí-Bey en Trípoli, con-
siderado y querido del bajá, respetado de todos y solí
citado por el soberano, que le hizo brillantes oferta!
para que fijara allí su residencia. El príncipe Abbassidí
' HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI ¡6l
insistió^ sin embargo, en su partida, diciendo que de-
bía cumplir su peregrinación á la Meca, y el 26 de Ene-
ro de 1806 se embarcó para Alejandría en un buque
turco, despidiéndose del bajá, que le colmó de atencio-
nes y regalos, y que hasta el último momento le estu-
vo haciendo seductoras ofertas para retenerle á su lado.
XIII.
No entraremos en minuciosos detalles sobre los via-
jes de Alí-Bey, ni referiremos todas sus interesantes y
peregrinas aventuras. Nos limitaremos al objeto que
nos hemos propuesto, que es sólo dar á conocer la im-
portancia de los viajes de nuestro paisano, bien poco
conocido por cierto, pues aun en el día pasa por un
príncipe árabe el autor del libro interesante conocido
por Memorias de Alí-Bey, y apenas nadie sabía pocos
años atrás que, bajo aquel turbante y ropas orientales,
latía el corazón de un compatriota nuestro, del ilustre
catalán D. Domingo Badía y Leblich.
Volvemos á repetir que recomendamos el libro de
sus viajes á los que deseen más datos, y no les pesará,
por cierto, la lectura.
El buque en que Alí-Bey salió de Trípoli, después de
muchos días de fatigosa navegación, hubo de arribar á
la ciudad de Modon para proveerse de víveres.
Alí-Bey desembarcó y vivió en casa de una especie
de jefe de piratas, llamado Mustafá Schaux, que con su
tiranía tenía aterrorizada á la ciudad, y que era en Mo-
don un verdadero señor de vidas y haciendas.
Permaneció en Modon hasta el 20 de Febrero y pasó
luego al puerto llamado la Porta Longa, situado en la
misma isla Sapienza. Allí encontró tres buques austría-
cos, cuyos capitanes reunidos dieroo una fiesta al prín-
cipe oriental, llegando al día siguiente una grande urca
TOMO XIX 36
562 VÍCTOR BALAGÜER
rusa armada y otro barco de la misma nación, que lie- .
gabán de Ñapóles y Corfú, conduciendo oñciales y sol-
dados rusos á las costas del mar Negro.
El general y los oficiales rusos pasaron á visitar á
Alí-Bey, el cual á su vez les devolvió la visita, siendo
recibido por los buques rusos con salvas de artillería, y
con todos los honores que marca la ordenanza para las
personas de sangre real. Con los rusos iba un joven
griego, llamado Ipsilanti, el cual hablaba y escribía va-
rios idiomas, y que improvisó estos versos italianos en
honor de Ali-Bey. El poeta quiso sólo, sin duda, con-
sagrar al principe una lisonja; sus versos fueron una
profecía:
aVoierá di lido in lido
La tua gloría vincitríce,
E d'oblio triunfatríce
La tua fama vivera.
£ non solo in questi boschi
Sara noto iJ tuo coraggio,
Ma ogni popólo piú saggio,
Al tuo nome, al tuo valore
Simulacrí inalzerá.D
El buque de Alí-Bey tomó el rumbo de Alejandría,
pero no pudo arribar á esta ciudad. Juguete de una vio-
lenta borrasca, que les puso á las puertas de la muerte,
después de haber sufrido en el mar largas horas de an-
gustia y de agonía, pudieron casi milagrosamente fon-
dear en la rada de Limasol, en la isla de Chipre, donde
Alí-Bey fué tratado con toda consideración por el go-
bernador turco, que era un agá, y las personas más
influyentes de la villa.
Con ocasión de hallarse en los lugares inmortaliza-
dos por los poetas griegos con la descripción de las se-
ductoras aventuras de la madre del amor, quiso nw
tro viajero visitar los tan célebres sitios de Citen
Idalia, Pafos y Amatanta, y emprendió su expedid
raSTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY BL ABBASSI 563
acompañado de M. Francudi, vicecónsul de Inglaterra
y Rusia y cónsul de Ñapóles, el cual permaneció siem-
pre en la creencia de que su compañero era un príncipe
oriental, sin llegar jamás á sospechar la verdad.
Alí-Bey comenzó por visitar la ciudad de Nicosia,
capital de la isla de Chipre, donde fué recibido ceremo-
niosamente por las autoridades, que le trataron confor-
me al rango que representaba.
De Nicosia pasó á Citerea, de cuya población y del
palacio llamado de la Reina hace una deliciosa des-
cripción; visitó Idalia y Laruaca, recorrió las ruinas de
Alancina y Amatanta, estuvo en Pafos, y pasó algunos
días en el Yeroschipos Afroditis, ó sea el jardín consa-
grado á Venus.
Luego que hubo regresado á Limasol, terminada su
expedición artística, hizo su travesía á Alejandría de
Egipto en un pequeño bergantín griego, cuya cámara
fletó para él solo y sus gentes.
En Alejandría, como en todas partes, fué recibido se-
gún el rango que representaba, y con el respeto y ve-
neración que demuestran los musulmanes por el que
hace un viaje á la Meca. El capitán bajá de la Puerta
Otomana, que á la sazón se hallaba en Alejandría, le
envió, todo el tiempo que nuestro viajero permaneció en
aquella ciudad, su música ú orquesta todas las noches.
Los músicos se sentaban en tierra formando semicírculo
en frente del sofá ocupado por Alí-Bey, y tocaban hasta
que éste les despedía. El mismo capitán bajá le envia-
ba también todos los días su médico y regalos de dulces
y frioleras, y antes de que saliera de Alejandría, le dio
una carta de recomendación para Mehemet Alí, otra
para el bajá de Damasco y un ñrman para el sultán
scheríf de la Meca.
Alí-Bey permaneció en Alejandría desde el 12 de
Mayo hasta el 3o de Octubre de 1806, en cuyo día
564 VÍCTOR BALAGÜER
se embarcó en una dijerme, que es una barca descu-
bierta, con velas latinas, y se dirigió hacia el Nilo para
subir este famoso rio hasta el Cairo.
•A las diez de la mañana, dice, entramos por la boca
del Nilo. ¡Qué cuadro tan admirable! Un río majestuo-
so, cuyas aguas corren lentamente por entre dos orillas
cubiertas de palmeras, de árboles de toda especie, de
grandes sementeras de arroz, que entonces segaban, y
de una infinidad de plantas silvestres y aromáticas,
cuyos aromas embalsaman la atmósfera; aldeas, cho-
zas, casitas esparcidas acá y acullá por ambas riberas;
vacas, carneros y otros animales paciendo recostados
sobre la yerba; mil especies de aves haciendo resonar el
aire con sus cantos amorosos; millares de ánades, pa-
tos y gallinas de agua, y otros pájaros ñuviales reto-
zando por el río, entre los cuales se distinguían grandes
bandadas de cisnes, que parecen los reyes de aquellos
pueblos acuáticos ¡Ah! ¿por qué la diosa de amor
no escogió por morada suya las riberas de la emboca-
dura del Nilo?»
Llegado Alí-Bey á Rossetta ó Raschid, según los
turcos, en cuya población permaneció uno ó dos días,
abandonó su buque para tomar una caucha, que es una
clase de barcos destinados solamente á navegar por el
Nilo.
Después de seis días de navegación por el río, atra-
vesando por entre sitios pintorescos y cruzando por
ante pueblos y ciudades populosas, el intrépido viajero
llegó al Cairo, alojándose en casa del seid El Methluti,
que era el segundo scheid ó segundo jefe de la ciudad.
Recibió las visitas de los personajes más distinguidos
y el bajá Mehemet Alí le acogió^como un amigo.
Respetado, festejado y querido, permaneció Alí-Be
en el Cairo hasta el 1 5 de Diciembre; en este día, p
niéndose al frente de una caravana de cinco mil camv
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 565
líos y dos 6 trescientos caballos^ compuesta de gentes
de todas las naciones musulmanas que iban á hacer la
peregrinación de la Meca, atrevesó el desierto y llegó á
SueZy en donde se embarcó, emprendiendo la peligrosa
travesía del mar Rojo.
En esta travesía estuvo á punto de perderse, tenien-
do lugar una escena demasiado interesante y dramática
para que renunciemos á contarla.
Alí-Bey viajaba en un dao, que son las embarcacio-
nes árabes de mayor porte que navegan en aquel mar.
El 4 de Enero fondeó al anochecer el dao sobre un is-
lote entre escollos. A media noche se levantó una terri-
ble tempestad, y luego refrescó el viento en términos
que á IsLS dos de la madrugada los golpes de huracán
se sucedían sin interrupción con gran violencia, hacien-
do peda2:os en pocos minutos los cables de las cuatro
áncoras en que el dao se aferraba.
Abandonado el buque á la furia del viento y de las
olas, fué arrastrado hacia una roca, contra la cual co-
menzó á dar terribles sacudidas. La tripulación, cre-
yéndose perdida, despedía alaridos de desaliento y des-
esperación.
En medio de los clamores distinguió Alí-Bey la voz
aguda de un hombre que sollozaba y gritaba como un
niño, y, al preguntar quién era, le dijeron que el capi-
tán. Hizo entonces buscar al piloto, pero inútilmente.
El buque estaba perdido. Abandonado á su desgra-
ciada suerte, continuaba dando horribles golpes, y Alí-
Bey, que conservaba toda su serenidad y sangre fría, no
quiso aguardar á que se estrellase contra las rocas y
gritó á sus criados:
— ¡La chalupa!
Al instante se apoderaron de ella los que más cerca
estuvieron, y todo el mundo quiso precipitarse. Alí-Bey
saltó á la chalupa por encima de las cabezas de los pa-
566 VÍCTOR BALAGUER
sajeros, y dio orden de alejarse de la embarcación; pero
un hombre que tenía su padre á bordo la detenía por
medio de una cuerda, gritando: ¡Abujupa! ¡Abujupa!
¡Oh padre mío! ¡oh padre mío!
Según nuestro mismo viajero cuenta, respetó por un
momento este arrebato de amor filial; pero á la vista de
un grupo de hombres prontos á arrojarse á la chalupa,
gritó á aquel buen hijo que soltara la cuerda. Sordo á
las voces que se le daban, prosiguió éste llamando á su
padre, y entonces Alí-Bey, de una fuerte puñada que le
dio en la mano, le obligó á soltar la cuerda, siendo al
instante arrastrada la chalupa á doscientas toesas del dao.
Esta escena pasó en menos de un minuto. Fueron
momentos cortos, pero horrorosos.
La situación de los navegantes de la chalupa no ha-
bía, sin embargo, mejorado mucho. Un velo de negrí-
simas nubes les envolvía en una profunda oscuridad;
estaban todos casi desnudos; los golpes de mar llena-
ban de agua la barca, mientras descargaban por inter-
valos fuertes chubascos.
En esto se suscitó una disputa, pues unos querían ir
á la derecha y otros á la izquierda, como si fuera posi-
ble distinguir la ruta en el seno de las más profundas
tinieblas.
Haciéndose cada vez más seria la disputa, hízola ce-
sar Alí-Bey apoderándose rápidamente del timón, y
gritando con imperio:
— Yo sé más que vosotros, y me encargo de dirigir la
chalupa. ¡Desgraciado del que se atreva á disputármelo!
Alí-Bey había observado muy bien la posición de la
tierra al anochecer; pero no sabía á qué lado dirigirse.
No pudiendo, pues, orientarse en medio de las espesas
tinieblas que le rodeaban, procuró cuanto le era dabl
conservar su posición relativamente al buque, que aú
distinguía.
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 567
Para complemento de desgracia, nuestro viajero se
hallaba enfermo, atacado de violentos vómitos de bilis;
pero, sin embargo, no abandonó el timón.
Dio orden de remar; sus compañeros no sabían: se-
ñaló su lugar á cada cual, y después de distribuirles los
remos, les explicó la maniobra, y con su admirable se-
renidad se puso á cantar como los marineros del mar
Rojo para darles el compás y hacerles mover con uni-
formidad.
¡Escena terrible y dolorosa! Alí-Bey estaba casi des-
nudo, descubierto á los golpes de mar, lluvia y granizo;
atado al timón sin saber á dónde ir; sufriendo horribles
vómitos, y obligado á cantar para regular la uniformi-
dad de la maniobra.
Alguna vez la chalupa, el único y solo refugio de
aquellos desventurados náufragos, tocaba en una roca,
y la sangre se helaba entonces en las venas de todos.
Finalmente, después de pasar una hora entera en tan
horrorosa agonía, comenzaron á aclararse las nubes: un
rayo de luna sirvió para orientar á Alí-Bey y llevar la
alegría hasta el fondo de su corazón.
— ¡Nos hemos salvado! — exclamó.
Y ñjando la dirección de la chalupa hacia la costa de
Arabia, aunque no hubiese claridad bastante para des-
cubrirla, se hallaron casi en tierra al rayar el día, des-
pués de tres horas de las mayores fatigas.
Desembarcaron en número de quince, todos casi des-
nudos ó en camisa, y su primer movimiento fué abra-
zarse y darse el parabién por su salvación.
Los compañeros de Alí-Bey, sobre todo, no se can-
saban de manifestar su pasmo por dicha tan inespera-
da; preguntábanle cómo había podido saber, á pesar de
la oscuridad, que la tierra estaba allí; y por un movi-
miento espontáneo de reconocimiento se despojaron de
parte de sus vestidos en su favor, con lo cual nuestro
^
568 VÍCTOR BALAGÜER
viajero se halló bien pronto vestido, algo grotescamen-
te, es verdad, según él mismo confiesa, pero á lo me-
nos al abrigo del viento que soplaba.
Sólo faltaba saber cuál era la tierra á que acababan
de llegar. Para esto, Ali-Bey envió cuatro hombres ala
descubierta.
Su relación dio á conocer á los náufragos que se ha-
llaban en una isla desierta, que no era absolutamente
más que una llanura de arena movediza, sin agua, sin
roca ni vegetación. Descubríase el continente á algunas
leguas de distancia; mas ¿cómo exponerse aún en la
chalupa y con ungí mar siempre furiosa? Y si la borrasca
habia de durar algunos días^ ¿cómo permanecer en la
isla sin comer ni beber? «El tiempo, que se iba aclaran-
do cada vez más, me hizo descubrir en el horizonte,
dice AIí-Bey, nuestro buque acompañado de otro dao.
¡Cuál fué nuestra alegría al volverlo á ver, cuando lo
dábamos por perdido!»
El tiempo volvió á enmarañarse, caía el agua á ma-
res y soplaba un viento glacial. Los pobres náufragos
estaban transidos de frío, exhaustos, sin fuerzas, des-
pués de aquella horrible noche. Apretábanse estrecha-
mente unos contra otros; un solo capotón que llevaban
fué extendido sobre sus cabezas, y sirvió para defender-
les algún tanto de los aguaceros y hacerles entrar en
calor.
A mediodía calmó algo el tiempo, y la chalupa del
otro buque, que buscaba á los náufragos muertos ó vi-
vos, se acercó lo bastante para divisar las señales que
le hacían con una camisa puesta en la extremidad de un
remo. Al punto se aproximó, y sus marineros asegura-
ron que el dao se había salvado, sin averia considera-
ble, por ser muy fuerte y llevar poquísima carga. Comí
había perdido todas sus áncoras, fué, afortunadamente
socorrido por el otro buque, que, llegando casualmente
HISTORIA DE CATALUÑA— ALf-BEV EL ABBASSI 569
el apurado trance, le prestó un áncora y algunos
arcáronse los náufragos en ambas chalupas y vol-
ü buque. Tuvo entonces lugar una escena indes*
e. Todo el mundo, loco de contento por ver salvo
ey, se echó á sus pies vertiendo lágrimas de ale-
}razábanle, besábanle, y no sabían cómo mani-
u regocijo, porque le hablan ya creído á él y á
npañeros victimas del mar.
XIV.
tos los náufragos al buque, tomó éste á empren-
:ravesia, y, después de otros siete días de viaje
ber pasado el trópico, los peregrinos llegaron á
, donde los que van á la Meca efectúan la prime-
nonia de su peregrinación,
idida que se iban acercando á la Meca, el cora>
Alí-Bey debía latir con desusada violencia. Iba
rar él, cristiano, en la comarca y en el templo de
lia dicho el profeta: Jamás el pie del infiel pro/a-
erritorio prohibido. Por esto nunca había sido po-
lombre alguno que no fuese musulmán introdu-
aquel país llamado la tierra prohibida. Él se pre-
resuelto y sereno para desmentir la profecía,
avesía marítima terminó en Djeda, siendo alo-
í-Bey en una habitación adornada con todo el
ental. Permaneció algunos días en la ciudad
stabtecerse, y continuó luego su romería á la
donde llegó el 23 de Enero de 1807, quince me-
lués de su salida de Marruecos.
trar en la ciudad le aguardaban muchos mo-
i ó árabes occidentales con pequeños cántaros
del pozo de Zemzem ó pozo santo, la cual le
uron para beber, rogándole no la tomase de otro
1
570 VÍCTOR BALAGUER
y ofreciéndole proveer la casa, añadiéndole en secreto
que no bebiese jamás de la que le presentase el jefe del
pozo.
El jefe del pozo, según luego supo Alí-Bey, á quien
consiguió unirse con estrechas simpatías, era un joven
de veintidós á veinticuatro años, de hermosa presencia,
bellos ojos, bien vestido, muy fino, de aire dulce é in*
teresante, y dotado de cuantas cualidades hacen amable
á una persona. Depositario de toda la confianza del sul-
tán scherif, desempeñaba la plaza más importante de
la Meca: la de envenenador en jefe.
El jefe del Zemzem 6 del pozo sagrado siguió con
Ali-Bey, durante su permanencia en la Meca, la con-
ducta misma que tiene encargo de seguir con todos los
peregrinos de distinción que allí llegan. Les envía todos
los días dos pequeños jarros del agua del pozo maravi-
lloso; les hace incesantemente la corte; les da suntuo-
sos banquetes; espía las horas á que van al templo, y
acude, con la dulzura y gracia más delicadas, á presen-
tarles una taza llena de agua milagrosa. Por la más li-
gera sospecha, al menor capricho, el sultán scherif le
da la orden de envenenar al extranjero, y el desgracia-
do peregrino deja de existir. Como sería imposible no
aceptar el agua sagrada presentada por el jefe del pozo,
este hombre se hallaba, por tal medio, dueño de la vida
de todos los peregrinos.
Alí-Bey sabía que, desde tiempo inmemorial, tenían
los sultanes scherifs de la Meca un envenenador en su
corte; sabía que no se ocultaban de ello, pues era cosa
conocida en el Cairo y Constantinopla, en términos
que el diván había enviado, en varias ocasiones, bajas y
otras personas á la Meca para deshacerse de ellos por
este medio; así es que nuestro viajero llevaba siempn
consigo un contraveneno por lo que pudiera sucederle.
Fué conducido el príncipe Abbassida á una casa qut
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 57 1
le estaba preparada junto al templo é inmediata á la del
sultán scherif.
Alí-Bey se hizo distinguir y respetar bien pronto por
la prodigalidad de sus ceremonias religiosas y por el
celo y fervor con que se las veían cumplir.
Bebió el agua del pozo maravilloso, besó la piedra ne-
gra, dio las siete vueltas alrededor de la Kaaba ó casa de
Dios rezando las oraciones marcadas, hizo sus siete
viajes por entre las colinas sagradas de Ssafa y Mema,
y la primera noche no se recogió en su alojamiento, ni
se entregó al descanso hasta que hubo terminado todas
sus ceremonias y prácticas religiosas con el celo de un
verdadero creyente.
Mientras estuvo en la ciudad hizo cada día lo mismo.
Admiraba á todos tanto fervor; así es que el sultán
scherif, que ya había oído hablar de él, le recibió con
agrado y benevolencia, y usó con él de cuantas mues-
tras de consideración y amistad pudiera desear.
Dio la casualidad de hallarse Alí-Bey en la Meca el
día en que se lavó y purificó la Kaaba, en lo cual tomó
él una parte activa barriendo la sala con un manojo de
pequeñas escobas, lo mismo que había visto hacer al
sultán scherif en persona. Esto le valió ser proclamado
Hhaddem Beit Allah el Haram, es decir, servidor de
la casa de Dios la prohibida, título que le dio cierta
reputación de santo, conquistándole mayores méritos á
la admiración del vulgo.
No relataremos lo que pasó á Alí-Bey en la Meca: es
preciso leerlo en su obra misma, pues que lo que se re-
fiere á las descripciones de la Meca, de su templo y del
que tienen los musulmnes en Jerusalén, á donde fué
también, según veremos, es lo que forma la parte clá-
sica de sus memorias y viajes.
Había ya varias descripciones y vistas de la Meca y
de su templo, pero eran sólo conocidas por las relacio-
572 VÍCTOR BALAGUER
nes de los peregrinos 6 por dibujos groseros hechos por
los árabes; pero Alí-Bey, habiendo dado el plan de la
ciudad santa de los musulmanes, los planos^ elevacio-
nes, cortes y perfiles de su templo y del de Jerusalén,
en los cuales ya hemos dicho que jamas había penetra-
do ningún cristiano, enriqueció la historia de las bellas
artes con una geográfica y fiel descripción de aquellos
monumentos, que puede con justicia llamarse clási-
ca, y, sobre todo, de una ciudad que tan gran papel ha
hecho en los tiempos antiguos y modernos.
Jamás había penetrado cristiano alguno en los luga-
res donde se veneran Icfs sepulcros de Abraham y su fa-
milia en Hebrón, ni en el templo de Eyab, en Constanti-
nopla, donde «e ciñe el sable á los nuevos sultanes. Los
planos y descripciones que de todo esto da nuestro via-
jero, no pueden menos de satisfacer la curiosidad públi-
ca y ofrecer el mayor interés.
Hay además otra circunstancia que aumenta el mé-
rito de las relaciones y descripciones de Alí-Bey, y es
haberse hallado en los mismos lugares precisamente en
la época (Febrero de 1807) en que los wehhabis se
apoderaron de la Meca, y tenido todas las proporcio-
nes posibles para darnos exactas y ciertas nociones
sobre la geología, usos y costumbres de un país casi
desconocido á los europeos, y sobre la famosa peregri-
nación de los musulmanes, de la cual, hasta Alí-Bey,
sólo se había tenido una idea falsa ó muy imperfecta al
menos.
El 2 de Marzo de 1807, después de dar las siete vuel-
tas á la casa de Dios y rezar las oraciones particulares
de despedida delante de los cuatro ángulos de la Kaaba,
en el pozo de Zemzem, en las piedras de Ismail y en
el Makam Ibraim, salió Alí-Bey del templo por la puer-
ta Beb-l'udáa, lo cual dicen los musulmanes que es de
feliz agüero^ porque el Profeta salía por ella terminada
HISTORIA DE CATALUÑA — AL í BEY EL ABBASSI 573
SU peregrinación, y dejó la Meca para regresar á Djeda.
Llegó á este punto sin cosa que de contar sea, y qui-
so pasar á Medina á visitar el sepulcro del Profeta, á
pesar de que lo acababan de prohibir absolutamente los
wehhabis, que se habían hecho dueños del territorio en
aquel entonces.
Quiso Ali-Bey tentar aquel viaje, con la esperanza
de que la casualidad secundaria su empresa, y se procu-
ró dromedarios á ñn de hacer más pronto el camino,
poniéndose en marcha y llegando felizmente á Djidei-
da, de donde salió á las pocas horas de su llegada.
Atravesaba ya el desierto de Medina, y creía poder
llegar sin obstáculo al término de su viaje, cuando se
le presentó de repente un pelotón de wehhabis, cayen-
do en su poder él y toda su caravana.
Despojáronle de algunos objetos y quisieron exigirle
la multa ó contribución á que se había hecho acreedor
por desobedecer la orden que habían dado; pero pudo
afortunadamente librarse y consiguió que se le diese
permiso con toda su gente para volverse, uniéndose á
la caravana formada por los empleados, domésticos y
esclavos del templo de Medina, que el Saud, sultán de
los wehhabis, enviaba fuera de Arabia.
Sus nuevos compañeros de viaje le contaron que los
wehhabis habían destruido todos los adornos del sepul-
cro del Profeta, donde nada quedaba absolutamente;
que habían cerrado y sellado las puertas del templo, y
que Saud se había apoderado de los inmensos tesoros
acumulados allí en el transcurso de tantos siglos.
Alí-Bey pasó con esta caravana á la ciudad de Ineboa,
en donde se embarcó para Suez, á bordo de un dao que
formaba parte de una pequeña flota.
Como parecía que el destino había condenado á nues-
tro viajero á no hacer viaje por mar sin accidente, tuvo
la desgracia de que, al cuarto día de travesía, el buque
574 VÍCTOR BALAGUER
que montaba diese en una roca á flor de agua^ siendo
la sacudida terrible, y encallándose.
Pudiéronse afortunadamente salvar pasajeros y equi-
pajes, pasando á bordo de otro dao. Tuvo todavía nues-
tro viajero muchos percances en su larga travesía, de-
cidiéndose por ñn á desembarcar en un puerto que en-
contraron, proporcionándose camellos para seguir su
viaje por tierra.
£1 14 de Junio, después de haber pasado por Suez,
llegó Ali-Bey al Cairo, habiendo salido á recibirle, ce-
remoniosamente los personajes de más distinción, noti-
ciosos de su llegada.
XV.
Nuestro viajero se permitió pocos días de descanso
en el Cairo.
Los halagos de sus admiradores, la respetuosa vene-
ración del vulgo, las afectuosas demostraciones de sus
amigos, no impidieron que continuase su viaje en la
forma y modo que tenía proyectados.
El 3 de Julio de 1807 se puso en camino para Jeru-
salén , agregándose á una caravana compuesta de un
gran número de viajeros y de doscientos camellos. In-
fatigable y sereno, atravesó el desierto que le separaba
de Siria, y sin incidente notable llegó á Gaza en época
en que era gobernador de ella Mustafá-Agá, el cual le
hizo mil obsequios, mandándole disponer un buen alo-
jamiento, con orden de que le sirviesen y suministrasen
cuanto pudiera necesitar, y mandándole diariamente
tres comidas, que es, por lo que parece, el modo de ob-
sequiar que tienen los musulmanes.
Alí-Bey descansó algunos días en aquella ciudad de-
liciosa, saliendo de ella sin caravana el ig de Julio, y
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-EEY EL
después de mil rodeos entre jardines y olivares por e:
pado de hora y media, se halló en campo raso.
Al llegar á este punto de su viaje en sus Memoria
Alí-Bey se entrega á una extraña serie de reSexione:
que queremos reproducir.
• jCuán extraño, dice, me parecía aquel modo de vi.
jar! Acostumbrado tanto tiempo á recorrer los desiei
tos con grandes caravanas, es inexplicable la sensacíc
que experimenté aquel día. No llevaba conmigo mi
que tres criados, un esclavo, tres camellos, dos muía
mi caballo y un soldado turco por escolta; veíame, t
fin, sobre terreno cultivado; encontraba de trecho c
trecho pueblos y caseríos habitados; mis ojos podían
cada instante descansar deliciosamente sobre variad<
cuadros de plantíos; topaba á cada paso con seres c
figura humana, viajando á pie ó á caballo, y casi todi
bien vestidos; parecíame estar jen Europa; mas jgra
Dios! ¿qué idea venía á mezclar su dosis de amargui
con tan gratas sensaciones?
*Lo confesaré, pues lo he sentido: al entrar en aqu
líos países circunscritos por la propiedad individual,
corazón del hombre se encoge y comprime. No vuelvo li
ojos, no doy un paso sin tropezar con un seto que p;
rece me diga: Alto ahí, no traspases esíe límite. Mi c
razón se desanima, mis fibras se relajan, me abandi
no muellemente al movimiento de mi caballo, y me p
rece no ser ya el mismo Alí-Bey, aquel árabe qu
lleno de energía y fuego, se lanzó en medio de los dt
siertos de África y Arabia, como el atrevido navegan
que se abandonad las olas de un mar tempestuoso, ce
la fibra siempre en tensión y el alma preparada á todi
No hay duda que es un gran bien la sociedad, que
mayor dicha del hombre consiste en vivir bajo un Gi
biemo bien organizado, que, con el sabio empleo de '.
fuerza pública, asegura á cada individuo la pacífica pi
"n
576 VÍCTOR BALAGUER
sesión de su propiedad; mas también me parece que
cnanto se gana en segundad y tranquilidad, se pierde en
emrgía.9
Alí-Bey siguió su viaje cruzando la Palestina, sin
que fuese turbada la monotonía del camino más que
por un suceso que debió de alarmarle al pronto, pero
que luego se convirtió en materia de risa.
Acababa de salir de la ciudad de Ramle, y habiéndo-
se internado en las montañas, se vio obligado á trepar
por rocas escarpadas donde no se descubría camino tri-
llado. Llegado que hubo á la mayor altura á las dos y
media de la madrugada, hallóse rodeado de nubes y nie-
blas, las cuales, á la claridad de la luna, y con los ho-
rribles precipicios que le rodeaban, formaban un cuadro
imponente y magnífico.
Precedido de su guía, y seguido de sus gentes á al-
guna distancia, el viajero caminaba absorto en la con-
templación de tan bello espectáculo, y acaso en aquel
momento su alma se transportaba á países distantes],
recordando desde aquellas lejanas comarcas el país que
le viera nacer, y pensando en su infancia, transcurrida
á orillas del histórico Llobregat. El peregrino de la
Meca estaba quizá pensando que iba á entrar como mu-
sulmán en los lugares en que había muerto Cristo, sin
que le fuese dado decir:
— También yo soy cristiano.
De pronto, en medio de la oscuridad de la noche, se
presentan dos viejos y detienen al guía.
Éste, que ya les conocía, les dijo en seguida, seña-
lando á los que guiaba:
— Son musulmanes.
Pero los viejos replicaron:
— No, que son cristianos.
El guía replicó levantando la voz:
— Todos son musulmanes, os digo.
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BEY EL ABBASSI 577
Adelantóse entonces uno de los viejos^ y asiendo de la
brida el caballo de Ali-Bey, exclamó dirigiéndose á éste:
— Tú eres cristiano.
El ñngido musulmán, interpelado tan bruscamente
en medio de sus reflexiones, sin saber qué era aquello
y asombrado por el tono de autoridad de aquellos vie-
jos y por la firmeza con que hablaban, permaneció mudo
un instante.
El guia y sus criados contestaron por él.
— Es musulmán — dijeron, — es un fiel creyente.
Ali-Bey no sabia qué hacerse. Ignoraba la intención
de aquellos hombres, y, por otra parte, le sobresaltaba
aquel acontecimiento.
— Te digo que tú eres cristiano, — volvió á insistir el
viejo.
El principe Abbassida, vuelto en si y recobrando su
serenidad, le contestó entonces:
— Soy musulmán y me llamo Scherif Abbassi. Ven-
go de hacer mi peregrinación á la Meca.
Entonces el viejo le pidió su profesión de fe. Hizose-
la Ali-Bey por darle gusto, y luego les dejó continuar
el viaje.
Ahora bien: ¿por qué se obstinaba aquel viejo en creer
que Ali-Bey era cristiano, sin haberle visto el rostro ni
oídole hablar?
Porque llevaba un albornoz azul, y en aquel país este
color es usado por los habitantes cristianos.
Los cristianos y judíos que van á Jerusalén, pagan en
aquel sitio un tributo de quince piastras por persona,
en provecho del sultán de Constantinopla. Los viejos ha-
bían arrendado aquel tributo, y como aquel paraje, que
no dista mucho de la población, es el único desfiladero
por donde se puede pasar, estaban continuamente en
acecho para que ningún judio ni cristiano se sustrajera
al tributo.
TOMO XIX
37
r
578 VÍCTOR BALAGUER
Llegado que hubo á Jerusalén, Alí-Bey fué alojado
en la mezquita de un santón llamado Sidi Abdelkader,
situada al lado del Heram ó templo musulmán.
XVI.
■
Ya hemos dicho que á Ali-Bey debe la historia una
descripción circunstanciada del templo musulmán de
Jerusalén; descripción que antes no se tenia, porque los
musulmanes no se hallaban en estado de darla, y á los
cristianos no les ha sido posible penetrar jamás.
También visitó nuestro viajero, pero siempre como
moro, los lugares venerados por el cristianismo.
Obtuvo permiso para visitar el sepulcro de Cristo,
pero no pudo hacer en él oración, atendida la clase que
representaba, porque, según él mismo dice, los musul-
manes hacen oración en todos los santos lugares con-
sagrados á la meihoria de Jesucristo y de la Virgen, ex-
cepto en el sepulcro que no reconocen, pues creen que
Cristo no murió, sino que subió al cielo, dejando la ima-
gen de su rostro á Judas, condenado á morir en su lu-
gar, y en consecuencia, que habiendo sido sacrificado Ju-
das, aquel sepulcro podía muy bien encerrar el cuerpo
de éste, mas no el de Cristo. Por esta razón no ejercen
acto alguno de devoción en este monumento.
De Jerusalén pasó nuestro viajero á Jaffa, embarcán-
dose allí para San Juan de Acre; visitó el monte Car-
melo y estuvo en Nazaret, alojándose en el convento de
frailes franciscanos, edificado en el sitio de la casa don-
de la Virgen María recibió la visita del ángel Gabriel.
De seguro que habrá sido Alí-Bey el primero y tal
vez el último cristiano que ha visitado como musulmái
los lugares santificados por nuestra religión.
De Nazaret pasó á Damasco y de ésta á Alepo, visf
HISTORIA DE CATALUÑA — ALÍ-BBY EL ABBASSI 579
tando entonces por primera vez el país de que en todos
sus viajes había dicho ser hijo.
Tocamos ya el término de los viajes del príncipe
Abbassida.
De Damasco, por Antioquia, se dirigió á Constanti-
nopla, á cuya ciudad llegó á últimos del año 1807, P^*
sando á alojarse en el palacio del embajador de Espa*
ña, que era el marqués de Almenara, único que le co-
nocía, pero que guardó naturalmente el más profundo
secreto, llevando el misterio hasta destinarle una habi-
tación mandada expresamente alhajar á la oriental para
recibirle. Alí-Bey pasó siempre á los ojos de toda la fa-
milia de Almenara y personal de la embajada por un
principe Abbassida, relacionado ó recomendado por
nuestro Gobierno al embajador.
A propósito de la estancia de Alí-Bey en Constantí-
nopla, se cuenta una graciosa anécdota, que un joven
agregado entonces á nuestra legación en Constantino-
pla reñrió al conocido escritor madrileño Sr. Mesonero
Romanos.
Un día del mes de Octubre reunió el embajador Al-
menara á toda la legación, manifestándoles que iba á
llegar el príncipe Alí-Bey el Abbassi, poderoso magnate
que le estaba altamente recomendado por la corte de
Madrid, como fiel aliado y amigo; y que esperaba de
todos los caballeros españoles le tratasen con el agrado
y respeto debidos á sus distinguidas cualidades. Llegó,
en efecto, el principe seguido de una magnífica comitiva
de esclavos y soldados, mujeres, camellos y caballos;
apeóse en el palacio de la embajada, y fué presentada á
él toda la legación por el marqués, siguiendo la confe-
rencia por medio de los intérpretes, y en árabe puro,
con todas las etiquetas y retóricas figuras de estilo en-
tre los orientales. Repitióse la tal escena constantemen-
te mientras su permanencia en aquella capital, hasta
580 VÍCTOR BALAGUER
que el día de la despedida hizo disponer el embajador
un espléndido almuerzo, colocando al príncipe Ali-Bey
en el lugar distinguido, y apresurándose todos á servirle
por gestos y ademanes.
Lo extraño era que en el medio de la mesa descollaba
un gran plato de huevos revueltos con tomates, vianda
algo exótica en verdad en semejante convite; pero que
sin duda estaba puesto allí por capricho del embajador.
No dejaron de notarlo y aun de afearlo algunos de los
jóvenes españoles; pero ¡cuál fué su asombro cuando
vieron al príncipe Alí-Bey, que animado de repente á la
vista del plato, y poniéndose en pie, empieza á repartir
á todos y á servirse á si mismo con gracia y desemba-
razo, repitiendo con sonrisa placentera, en puro lengua-
je español, aquellos versas de Iríarte:
«Y ella les dijo: sois unos petates,
¡Yo os los haré revueltos con tomates!»
El príncipe árabe reía de veras, el embajador reía tam-
bién, todos los demás estaban sin creer lo que veían
Al día siguiente, y ya después de marchar Alí-Bey, su-
pieron la verdad del caso.
En Constantinopla fué donde tuvo Alí-Bey las pri-
meras noticias de las ocurrencias políticas acaecidas en
España y la entrada de los ejércitos de Napoleón, con
lo cual se determinó á acelerar su regreso; pero una
larga enfermedad le sorprendió en el viaje, obligándole
á detenerse en Munich.
No bien restablecido todavía, se trasladó á Bayona,
donde, según parece, llegó por cierto bien escaso de re-
cursos en 9 de Mayo de 1808, en los mismos momen-
tos en que la familia real de España y Napoleón se ha-
llaban en aquella ciudad.
Presentóse, pues, al rey Carlos IV, y habiéndole
enseñado algunos papeles y planos relativos á su via-
je, aquel monarca, después de examinarlos, le dijo:
HISTORIA DB CATALUÑA — ALÍ-BBY EL ABBASSI 58 1
— Ya sabrás que la España ha pasado al dominio de
la Francia por un tratado que verás. Ve de nuestra
parte al emperador, y dile que tu persona, tu expedi-
ción y cuanto dice relación á ella, queda á las órdenes
exclusivas de S. M. I. y R., y que deseamos produzca
algún bien al servicio del Estado.
Insistió Badia en seguir la suerte de la familia des-
tronada; pero contestóle Carlos IV:
— No, no; á todos conviene que sirvas á Napoleón.
Lo que sucedió después, se sabe por las Memorias ya
citadas de M. Bausset, prefecto del palacio imperial.
Éste fué enviado á buscar un día por el emperador,
que le dijo:
— Acabo de hablar con un español, que debéis haber
visto en el salón. No tengo tiempo bastante para pres-
tar atención á su historia, que, por lo demás, me parece
muy larga. Vedle, pues; habladle, y enteraos de un
manuscrito á que ha hecho referencia. Luego me da-
réis cuenta.
Este español era Badía, que, siguiendo las instruc-
ciones del rey Carlos IV, se había presentado al empe-
rador.
M. Bausset dice que, habiendo entrado entonces en
el salón á que el emperador hiciera referencia, vio á un
hombre, joven aún, de esbelta y elevada estatura. Lle-
vaba una especie de uniforme azul, sin bordados ni cha-
rreteras, y una magnífica cimitarra, prendida al uso de
los orientales, pendía á su lado colgando de un cordón
de seda verde.
El aspecto de aquel hombre llamó favorablemente la
atención de M. Bausset, que se acercó á él diciéndole
que estaba autorizado por el emperador para seguir la
conversación con él empezada.
«Respondióme con cortesía, dice M. Bausset, y en-
tonces su fisonomía expresó tal dulzura y tal vivacidad
;v-
582 * VfCTOK BALAGUBR
al mismo tiempo, que me sentí predispuesto en su fa*
vor, y pronto á hacer por él cuanto de mí dependiera. ■
M. Bausset se nombró, y le preguntó luego su nombre.
— Aquí y en España — le contestó nuestro héroe, —
me llamo Domingo Badía y Leblich; pero en Oriente
soy conocido por Ali-Bey, príncipe de la familia de los
Abbassidas.
Hubo de causar gran asombro á M. Bausset esta res-
puesta, y Badía se apresuró á contarle su dramática
historia, refiriéndole con los mayores detalles los prin-
cipales acontecimientos.
El prefecto, en sus Memorias, se extiende luego en re-
ferir las noticias del viaje de Alí-Bey, que le contó él
mismo; sus proyectos políticos y demás que queda ex-
plicado, haciendo un completo elogio del claro talento,
del valor y hasta de la hermosa figura y porte verdade-
ramente oriental de Badía.
Empero, no obstante el gran interés que éste le ins-
piró, y que también debió inspirar al emperador, no tu-
vo por entonces otro resultado que el de ser recomen-
dado al rey José, que parece tampoco pudo atenderle
en mucho tiempo. Badía vivió, en Madrid con su familia
reducido á la mayor estrechez, hasta que quince meses
después le envió aquel Gobierno de intendente á S^o-
via, sin que él lo hubiese solicitado, pues lo único que
pidió, según parece, fué el permiso para trasladarse á
París á hacer la edición de sus obras, que no era posible
publicar en España.
Más tarde fué nombrado prefecto de Córdoba, y últi-
mamente intendente de Valencia, de cuyo destino no
llegó á tomar posesión.
Aún parece que se conservan en dichas dos ciudades
de Segovia y Córdoba recuerdos del intendente moro^ por
lo que chocaban á sus habitantes su ademán y maneras
orientales.
PT-^
HISTORIA DB CATALUf^A— ALÍ-BBY EL ABBASSI 583
Comprometido por este modo con el partido afranu"
sado, no creyó prudente quedarse Badia en España á
la retirada de los franceses, porque aun cuando su
buen comportamiento en la intendencia y prefectura
parecían deber ponerle á cubierto de toda persecución,
era difícil que la cualidad de empleado del Gobierno in-
truso no le acarrease cuando menos algún insulto*
Emigró, pues, á París en 1814, y como su proceder ha-
bía sido recto y patriótico, envió á los pocos días una
reverente exposición al rey Femando VII, haciéndole
una breve reseña de sus importantes servicios, y ofre-
ciéndose á continuarlos en favor de S. M., á quien tri-
butaba su homenaje de fidelidad y sumisión.
Esta exposición, que encaminó á manos del rey por
distintos conductos, no produjo resultado alguno. Ba-
dia tuvo el dolor de ver despreciados sus servicios, y no
le quedó otro recurso que el de admitir la hospitalidad
que le ofrecía la Francia, y renunciar á su patria que,
ingrata é indolente, repelía en él una de sus mejores
glorías.
Fijóse, pues, definitivamente en París, donde publi-
có en 1814 su interesante viaje, en francés, bajo el
nombre de Ali-Bey, y ocultando su verdadero nombre
y patría.
En i8i5 casó á su hija con M. DelisUe de Sales,
miembro del Instituto, y este enlace y el aprecio que el
Gobierno de Luis XVIII hizo de Badía, proporciona-
ban á éste los medios de pasar tranquilo el resto de sus
días; pero su arrojo y osadía invencibles, el deseo de
recobrar parte de los preciosos objetos científicos que
había reunido en sus viajes, y, sobre todo, según pare-
ce, una misión política que le confiríó el Gobierno fran-
cés, le obligaron á pasar de nuevor á Oriente, á donde
regresó con el sueldo, grado y consideraciones de gene-
ral de división (mariscal de campo) que le había conce-
584 VÍCTOR BALAGUBR
dido el Gobierno francés^ aunque con el nombre y re-
presentación de Ali-Othmaní príncipe oriental.
Ya no debía regresar á Europa. Aquella vida labo-
riosa pasada en prestar eminentes servicios, debía tener
un fin trágico.
Se supone, pues no ha llegado aún á esclarecerse es-
ta verdad, que la misión importante que Badía llevaba
del Gobierno francés, era para la India, y que el Go-
bierno inglés, celoso de esta misión, se entendió con
el bajá de Damasco, el cual envenenó á nuestro Alí«
Bey ó Alí-Othman por medio de una taza de café. Em-
pero el Sr. Mesonero Romanos^ que es el último que
ha escrito su biografía, dice haber visto carta del guar-
dián del convento español de San Francisco en Damas-
co, en la que añrma que el desdichado Badía murió en
el mismo de una disenteria natural en 1822.
Todos sus papeles y efectos se perdieron, quedando
en poder del bajá, según los que suponen la primera ver-
sión.
Su esposa, que le sobrevivió algunos años, residió
siempre en París, disfrutando la viudedad de general, y
creemos que su hija, casada con M. DelisUe de Sales,
vive aún en dicha ciudad.
Hemos creído que debíamos extendemos algo al ha-
blar de D. Domingo Badía. Es una gloria de nuestro
país, que hasta hace poco ha sido criminalmente desco-
nocida, y que, por desgracia, no tiene aún entre noso-
tros toda la celebridad de que es digna.
FIN DEL TOMO XI Y ÚLTIMO DE LA fflSTORIA
DE CATALUÑA Y XIX DB LA COLECCIÓN.
ÍNDICE DEL TOMO UNDÉCIMO.
Páginas.
La heroica Püigcerdá. 5
El conceller Casanova 21
Del bandolerismo y de los bandoleros en CATALUfiA. . • 33
Las BODAS de Felipe V , 109
Bach de Roda 123
Un episodio del sitio de Barcelona en i 705 131
El asalto de Brihuega 141
Los últimos días de Alvarez 153
De la soberanía naqonal y de las Cortes en Cataluña . 169
El castillo y los caballeros de Egaiu 211
EL REY D. Jaime y el obispo de Gerona 205
Las ruínas de Poblet 235
\,-^ Introducción. — Á la Excma. Sia. Dofia Rafaela de To-
irents de Sama, Marquesa de Marianao 237
II.— La leyenda de Poblet 250
m. — Los muros de Poblet. — La capilla de San Jorge.— La
iglesia de Santa Catalina. — Lk Virgen del Ciprés. — La
puerta dorada • 278
IV.— La puerta real. — El claustro grande. — El aula capitu-
lar.— El refectorio.— El palacio del rey D. Martín. — El
claustro de San Esteban. — Las cámaras reales. — La biblio-
teca de D. Pedro de Aragón.— La biblioteca primitiva. —
El original de la crónica de D. Jaime. — El archivo 283
V. — La iglesia mayor. — La sacristía. — El tesoro de Poblet. 292
VI. — Las sepulturas reales.— El panteón de la casa de Car-
dona.— El prohotn vmculador • 298
VII. — El cementerio común. — El monje misterioso.— La ca-
pilla de los condes de Urgel.— El panteón de esta familia. —
Dofia Leonor de Aragón, la triste. — La casa de Cabrera* • 307
586 ÍNDIC£
Vin.— Las sepulturas de los Moneadas. — £1 caballero y d
almogávar.— La casa de Moneada. — ^Los varones de la
fama. — £1 capitán Dapifer. — Glorias de los Moneadas.. • . 314
IX. — Los sepulcros de personas y familias distinguidas.-»La
tumba de Fr. Pedro Marginet.— Los monjes bandoleros. —
La Morena del Mas. — Fr. Anselmo Turmeda. — La con-
versión de Marginet.<-^u vida penitente. — Sus portentos
y milagros • •••...« 326
X. — Pedro Marginet y Anselmo Turmeda vindicados. — Tur-
meda escritor catalán, filósofo y poeta. — Sus obras.. . . • . 336
XL— Sarraceno, monje y mArtir. (Otra leyenda de Po-
blet .) 346
XII.— Visitas de reyes á Poblet.— Alfonso el CSuA?.— Funda-
ción del monasterio de Piedra.— Jaime el Qmqtiiskulür, —
Hace cortar la lengua al obispo de Gerona y por qué. —
Fundación del monasterio de Benifazá y del Real de Ma-
llorca.— D.Pedro el Cerenumioso. — Visita de los Reyes Ca-
tólicos.—Lo que sucedió con el aposentador de Feli-
pe II. — Entierros reales 353
XIII.— El abad de Poblet. — Sus títulos, rentas y grandeza. —
Monjes célebres del monasterio.- Los abades de Poblet. —
Amaldo de Amalrich.— Ponce de Copons. — Guillen de
AguUó.— -Vicente Ferrer. — Juan Martínez de Mengucho. • 366
XIV.— Suceso misterioso. — Bodas del rey D. Martin con
Margarita de Prades. — Intrigas de la corte. — Muerte del
rey. — Parlamento de Caspe. — Benedicto XIII, San Vicente
Ferrer y el abad de Poblet. — Los amores de la reina. — £1
niflo recogido por el abad de Santas Creus. 374
XV.— Siguen los abades de Poblet.— Bartolomé Conill.— Mi-
guel Delgado.— Juan Payo Coello. — Domingo Porta. —
Pedro Quexal. — Lo que sucedió con un novicio en tiempo
del abad Boques. — Francisco de Oliver. — Levantamiento
de Catalufia contra Felipe IV. — Guerra de sucesión. —
Guerra de la Independencia , 383
XVI.— La ruina de Poblet.— Movimiento absolutista.— La
guerra civil. — El bosque de Poblet. —Incendio de los con-
ventos.— Abandono del monasterio 392 "j
XVII.— La noche del 25 de Julio db 1835 en Barcelo-
na. — Meditaciones. — Grandeza y ruina de los conventos. — 1
Caída del Gobierno absoluto.— £1 ministerio Martinez de •
la Rosa.— Los carlistas.— La guerra civil.— Prevención po-
r^
ÍNDICE 587
Págioas.
pular contra los frailes. — Motín en la plaza de toros. —
Incendio de los conventos. — Horribles escenas ocurridas
en la noche del 25. — Sucesos posteriores. — La muerte del
general Bassa. — Conclusión • 4CX>
Apéndices 434
I. — El archivo y la biblioteca de Poblet 434
II. — Fr. Anselmo Turmeda 463
m. — D. Jaime el Conqtustador y el obispo de Gerona. . 464
Alí-Bet el Abbassi 477
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