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Full text of "Historia de Cataluña .."

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Híavhwc'ti  Collegr  l,ttirars. 

FROM    THE 

SALES   FUND. 


Kstahlished  under  the  will  of  Frangís  Sales,  Instructor 

in  Harvard  CoUege,  1816-1854.    This  will  rcquires 

the  income  to  be  expended  for  books  **  io  the 

Spanish  languagre  or  for  books   il- 

lustrative  of  Spanrsh  history 

and  Itterature." 


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OBRAS 


DE  VÍCTOR   BALAGUER 


TOMO  XIX  DE  LA  COLECCIÓN 
Y   UNDÉCIMO   DE   LA   HISTORIA   DE   CATALUÑA 


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OBRAS  DEL  AUTOR 


PUBLICADAS     EN     ESTA    COLECCIÓN. 


^^  Poesías  catalanas.  (£/  libro  del  amor, — El  libro  de  la  fe, 

— El  libro  de  la  patria. — Eridanias, — Lejos  de  mi  tierra. — C//- 
timas  poesías.) — Un  tomo,  que  forma  el  I  de  la  colección,  6 
pesetas. 

Tragedias.  Original  catalán  y  traducción  castellana. 
{La  muerte  de  Aníbal, — Coriolano. — La  sombra  de  César. — La 
fiesta  de  Tibulo. — La  muerte  de  Nerón. — Safo. — La  tragedia  de 
Llivia. — La  última  hora  de  Cristóbal  Colón. — Los  esponsales 
de  la  muerta, — El  guante  del  degollado, — El  conde  de  Foix. — 
Rayo  de  luna,) — Un  tomo  (II  de  la  colección),  8  pesetas. 

Los  Trovadores.  Su  historia  literaria  y  política.  — Cuatro, 
tomos  (III,  IV,  V  y  VI  de  la  colección),  30  pesetas. 

Discursos  académicos  y  memorias  literarias.  [Discursos 
y  dictámenes  leídos  en  las  Academias  y  en  los  Juegos  Florales. — 
La  corte  literaria  de  Alfonso  de  Aragón. — Un  ministerio  de  Ins~ 
trucci&n  pública. — Fundación  de  la  Biblioteca  de  Villanueva  y 
Geltrú. — Cartas  literarias, — El  poeta  Cabanyes. — Ideas  y  apun- 
tes^ etc.,  etc.) — Un  tomo  (VII  de  la  colección),  7  pesetas  50 
céntimos. 

El  Monasterio  de  Piedra. — Las  leyendas  del  Mont- 
serrat.— Las  cuevas  de  Montserrat. — Un  tomo  (el  VIII 
de  la  colección),  7  pesetas  50  céntimos. 

Historia  de  Cataluña. — Tomos  primero  á  décimo  de 
esta  obra,  y  IX  á  XVIII  de  la  colección,  á  10  pesetas  cada 
imo,  100  pesetas. 

(Esta  colección  es  propiedad  del  autor.) 


VÍCTOR  BALAGUER 

DR  LAS  Reales  Academias  £spa5}ola  y  or  la  Historia 


HISTORIA 


DE 


CATALUÑA 


TOMO  UNDÉCIMO 


MADRID 

IMPRENTA   Y    FUNDICIÓN   DE   MANUEL  TELLO 

IMPRESOR  DE   CÁMARA   DE   S.    U. 

Don  Evaristo,  8 

1887 


fJaiii  JL(A\\(A. 


HISTORIA  DE  CATALUÑA 


LA   HEROICA  PUIGCERDÁ 


LA  HEROICA  PUIGCERDÁ. 


I. 


Vamos  á  decir  en  este  escrito  cómo  ha  conquistado 
]a  villa  de  Puigcerdá  el  blasón  de  heroica,  no  pudiendo 
menos  de  hacer  observar  preventivamente  que  este  tí- 
tulo se  le  dio  hace  pocos  años,  con  motivo  del  sitio  que 
sostuvo  contra  los  carlistas  en  1837,  cuando  ya  la  histo- 
ria la  llama  repetidamente  heroica  en  sus  páginas  por 
altos  hechos  de  más  ó  menos  remota  antigüedad. 

Puigcerdá,  en  efecto,  fígura  brillantemente  en  nues- 
tra historia  de  Cataluña  desde  sus  primitivos  tiempos*. 
A  cada  paso  se  tropieza,  registrando  antiguas  memo- 
rias, con  recuerdos  memorables  de  aquellos  célebres  ce- 
retanos,  que  fueron  los  últimos  en  ceder  á  las  águilas 
romanas. 

Colocada  se  halla  esta  villa  en  lo  más  alto  de  las 
montañas  y  en  el  centro  del  llano  de  la  Cerdaña,  sobre 
la  línea  divisoria  de  las  dos  partes  modernamente  sepa* 
radas  y  llamadas  de  España  y  Francia.  La  loma  en  que 
se  eleva  se  llamó  Puig-Cerda,  del  nombre  topográfico 
latino  Moiis  Ccretanice.  Algunos  autores  dicen  que  se 
llamaba,  en  tiempo  de  los  romanos,  Poditim  cereianum; 
otros  afirman  que  era  la  capital  de  los  ceretanos,  lla- 
mada Augusta.  Lo  positivo  es  que  antes  de  tener  cual- 
quiera de  estos  dos  nombres,  ó  los  dos  á  un  tiempo, 
fué  con  el  nombre  de  Ceret,  según  parece,  una  fortale- 
za inaccesible  é  inexpugnable  para  los  romanos,  que 
sólo  hasta  el  año  38  antes  de  Cristo,  pudieron  apode- 


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8  VÍCTOR  BALAGUBR 

rarse  de  ella,  en  la  época  del  triunvirato  romano,  y  ha- 
llándose de  legado  en  Cataluña  Cneo  Domicio. 

Por  largo  tiempo  y  con  esa  ruda  é  inquebrantable 
fortaleza  peculiar  á  los  montañeses,  resistieron  los  ce- 
rétanos  á  los  invasores.  Los  triunfantes  estandartes  de 
Roma,  en  todo  el  mundo  entonces  conocido  domina- 
dores, hubieron  muchas  veces  de  retroceder  vencidos  al 
divisar  los  robustos  torreones  de  la  ceretana  Puigcer- 
dá,  sobre  los  cuales  notaba  al  viento  la  bandera  de  la 
independencia  ibénca.  Mucho  costó  á  Cneo  Domicio 
sujetar  á  los  ceretanos,  ya  ^ue,  rechazado  una  vez,  tu- 
vo  que  volver  otra  y  otra  y  otra  contra  ellos,  siempre 
con  numerosas  fuerzas  y  con  más  selectas  huestes.  Con- 
siguió, por  fin,  vencerles,  y  éste  fué  ya  el  último  es- 
fuerzo que  hicieron  los  pueblos  catalanes  por  recobrar 
su  inc^pendencia.  Desde  entonces,  y  vencidos  los  indo- 
mables ceretanos,  destruido  con  Puigcerdá  el  último 
baluarte  de  la  independencia,  Cataluña  quedó  opresa 
bajo  el  yugo  de  hierro  de  sus  dominadores.  Con  el  oro 
robado  á  los  ceretanos  en  su  conquista,  compró  Cneo 
Domicio  el  triunfo  que  obtuvo  al  regresar  á  Roma. 

Siempre  desde  entonces  ha  sabido  mantenerse  la  an- 
tigua capital  de  la  Ceretania,  á  la  altura  en  que  la  colo- 
caron sus  luchas  heroicas  con  los  que  supieron  hacer 
del  mundo  una  vasta  nación  {orbis  rofnanus). 

Su  excelente  posición  estratégica  debió  convertirla  en 
un  punto  de  gran  importancia  durante  las  guerras  y 
acontecimientos  por  los  que  vino  á  suceder  la  dominación 
goda  á  la  romana,  y  también  en  los  que  alteraron  aque- 
lla monarquía,  hasta  que  cayó  con  su  último  rey  Rodri- 
go bajo  el  alfanje  del  islamismo  en  las  llanuras  del  Gua- 
dalete.  Nada  puede  especificarse  relativamente  á  aque- 
llas épocas,  y  se  ignora  lo  que  fué  de  Puigcerdá  durante 
la  reconquista.  No  obstante,  conviene  consignar  que  por 
aquellos  alrededores,  en  aquella  comarca,  quizá  en  la 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ^LA  HEROICA  PUÍGCERDÁ         9 

misma  antigua  Ceret,  aparecieroiit  como  sí  hubiesen 
brotado  de  las  entrañas  de  la  tierra»  aquellos  primeros 
independientes,  á  quienes  se  ha  dado  el  nombre  de  Va- 
rones de  la  fama.  Es  justo  hacer  observar^  para  gloria 
de  los  ceretanos  y  manifestación  de  los  inmutables  de- 
signios de  Aquél  que  dirige  los  destinos  del  mundo, 
que  en  el  país  donde  estuvo  el  último  baluarte  de  la  in- 
dependencia en  tiempo  de  los  romanos,  estuvo  también 
el  primer  baluarte  en  tiempo  de  la  reconquista. 

Puigcerdá  debió  desaparecer  en  el  huracán  de  aque- 
llas guerras.  En  las  entrañas  de  la  tierra,  bajo  los  huer- 
tos y  campos  cultivados  que  hoy  rodean  á  la  villa  mo- 
derna, existen  aún  los  cimientos  robustísimos  de  las 
murallas  formidables  que  envolvían  á  la  antigua  Au- 
gusta. 

Fué  reedificada  en  la  última  mitad  del  siglo  ^i  por 
Alfonso  el  Casio  de  Aragón,  con  el  nombre  de  Puig' 
Cerda,  cerro  de  la  Cerdaña  ó  de  la  Ceretania;  y  tales 
privilegios  y  franquicias  concedió  á  sus  pobladores,  qué 
á  los  pocos  años  hubo  de  darse  mayor  extensión  á  su 
recinto,  llegando  á  ser  bien  pronto  una  villa  de  más  de 
600  vecinos. 

Después  de  haber  formado  parte  esta  población  del 
reino  de  Mallorca,  por  ser  el  rey  de  estas  islas  conde  de 
Rosellón  y  de  Cerdaña,  quedó  incorporada, á  la  Coro- 
na de  Aragón  en  tiempo  de  Pedro  el  Ceremonioso,  pa- 
sando á  formar  parte  del  Principado  de  Cataluña,  y  se 
asegura  que  en  los  cuatro  primeros  siglos  de  su  restau- 
ración sostuvo  más  de  doce  ataques  y  asaltos,  sin  ha- 
ber sido  jamás  tomada  á  fuerza  por  los  enemigos. 

Llave  de  cuatro  vías  que  la  ponen  en  comunicación 
con  Perpiñán,  Tolosa,  Barcelona  y  Lérida,  debió  aún 
ser  de  mucha  más  importancia  en  las  varías  guerras  de 
España  y  Francia;  y  efectivamente,  ha  figurado  en  ellas 
siempre  con  esplendor,  pues  más  de  una  vez  han  ido 


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poderosos  ejércitos  franceses  á  estrellarse  al  pie  de  sus 
murallas. 

Ya  el  autor  de  estas  líneas  en  otra  obra  refiere  las 
glorias  de  Puigcerdá  anteriores  al  presente  siglo.  No  se 
trata  aquí  de  repetirlas^  pues  sólo  pretende  el  autor  en 
estos  artículos  ampliar  ó  decir  lo  que  en  la  indicada 
obra  no  ha  podido  tener  cabida.  Vamos,  pues,  hoy  á 
relatar  solamente  el  hecho  por  el  cual  conquistó  su  tim- 
bre de  heroica;  timbre  que,  por  otra  parte,  ya  había  sa- 
bido ganar  antes  que  oficialmente  se  lo  dieran,  y  esto 
es  lo  que  veremos  en  el  próximo  artículo. 


II. 


Ardía  en  Cataluña,  como  en  toda  España,  aquella 
desastrosa  lucha  fratricida  que  se  conoce  por  la  guerra 
de  los  siete  afios,  y  que  un  noble  español,  el  general  Es- 
partero, había  de  acabar  con  un  abrazo  fraternal,  hacién- 
dose acreedor  á  la  gratitud  de  todos de  todos  los  que 

no  son  ingratos. 

A  la  muerte  de  Fernando  VII  en  i833,  los  absolu- 
tistas se  declararon  por  el  hermano  del  rey  difunto, 
D.  Carlos  de  Borbón,  y  los  liberales  ampararon  el  de- 
recho de  Doña  Isabel  II,  niña  todavía.  Fué  una  lucha 
encarnizada  y  terrible.  Fué  aquélla  una  guerra  de  fue- 
go y  de  sangre.  Poco  podía  esperar  el  partido  liberal, 
después  de  tantos  esfuerzos,  de  tantos  sacrificios,  de 
tanta  sangre  pródigamente  derramada  en  los  campos 
de  batalla,  lo  que  había  de  suceder  después. 

El  día  17  de  Noviembre  de  1837  una  hueste  carlista, 
mandada  por  el  tristemente  célebre  Tristany  el  canó- 
nigo, invadió  la  Cerdaña.  El  18  recibió  refuerzos,  jun- 
tándosele, entre  otros,  el  cabecilla  Pep  del  OH  con  su 
terrible  batallón;  y  el  19  hizo  un  reconocimiento  sobre 


É.' 


HISTORIA  DE  CATALUKA — LA  HEROICA  PÜIGCERDA        1 1 

la  pla2a  de  Puigcerdá,  como  indicio  de  que  se  apres- 
taba á  sitiarla.  Puigcerdá  esperaba  ya  ser  atacada  des- 
de el  instante  en  que  se  supo  que  la  Junta  superior  gu- 
bernativa del  partido  carlista,  el  intendente  Lavandero 
y  otros  personajes  acompañaban  al  cabecilla  Tristany. 

Entre  su  ejército  de  reserva  y  el  de  ataque  contaban 
los  carlistas  6.000  hombres,  y  la  villa  no  tenia  más  tro- 
pa que  dos  compañías  del  regimiento  provincial  de  Gua- 
dix,  ni  otros  defensores,  á  más  de  éstos,  que  su  escasa 
milicia  nacional  y  sus  habitantes.  Se  comprometieron, 
sin  embargo,  á  resistir  hasta  el  último  extremo,  á  pe- 
recer envueltos  entre  las  ruinas  antes  que  rendirse,  dis- 
poniéndose á  tomar  parte  en  la  defensa  la  población  en 
masa,  de  todo  sexo  y  de  todas  edades,  pues  que  hasta 
se  organizó  apresuradamente  una  compañía  de  niños  de 
doce  á  quince  años,  á  los  cuales  se  armó  con  carabinas. 

Comenzaron  los  carlistas  el  20  á  poner  sitio  á  la  pla- 
za, y  ocuparon  en  los  tres  días  inmediatos  los  puntos 
á  ellos  más  próximos,  cerrándole  por  este  medio  toda 
comunicación  con  el  resto  de  la  Cerdaña  y  con  Fran- 
cia. El  24  quedaron  terminadas  las  baterías  que  de  no- 
che pudieron  construir,  casi  á  tiro  de  pistola  de  la  vi- 
lla, y  en  la  tarde  de  aquel  mismo  día  comenzó  un  fuer- 
te y  repetido  bombardeo  que  hizo  llover  sobre  la  pobla- 
ción, en  tres  días  que  duró,  276  balas  de  á  36  y  otras 
de  inferiores  calibres. 

Estas  ventajas  no  las  consiguieron,  sin  embargo,  fá- 
cilmente los  carlistas.  Los  defensores  de  Puigcerdá  se 
mantuvieron  constantemente  en  las  aspilleras,  de  no- 
che y  de  día,  á  pesar  del  crudo  rigor  de  aquel  clima, 
haciendo  un  fuego  continuo,  mientras  que,  por  otra  par- 
te, los  más  distinguidos  cazadores  del  país  fueron  des- 
tinados á  situarse  en  la  torre  de  la  iglesia,  punto  desde 
el  cual,  con  certera  puntería,  diezmaban  á  los  artilleros 
carlistas,  de  tal  manera,  que  no  pocas  veces  consiguie- 


12  VÍCTOR  BALAGUBR 

ron  hacer  suspender  el  fuego  de  los  cañones  y  del  obús 
que  dirigían  contra  la  plaza.  Dicese  que  entre  estos  ca- 
zadores se  distinguió  un  sacerdote  de  grande  arrojo  y 
puntería  notabilísima,  llamado  D.  Vicente  Degollada, 
el  cual  ha  dejado  fama  en  todo  aquel  país. 

A  pesar  de  los  esfuerzos  heroicos  de  los  defensores 
de  Puigcerdá,  quedó  por  fin  abierta  y  expedita  la  bre- 
cha, rivalizando  entonces  la  guarnición,  la  milicia  na- 
cional y  los  vecinos  en  hacer  toda  clase  de  esfuerzos  y 
sacrificios  para  cerrar  aquélla,  y  burlar  con  su  constan- 
cia la  frenética  obstinación  del  enemigo.  Por  dos  veces, 
en  dos  noches  seguidas,  probó  éste  el  asalto,  pero  fué 
rechazado  á  la  bayoneta  con  pérdida  considerable  de 
muertos  y  heridos,  quedando  en  poder  de  los  sitiados 
las  escalas  y  herramientas  de  que  al  intento  se  habían 
provisto  los  carlistas. 

Durante  aquellos  días  de  prueba,  no  flaquearon  ni 
un  momento  los  defensores  de  Puigcerdá,  ofreciendo  y 
legando  á  la  historia  el  mismo  ejemplo  de  alto  patrio- 
tismo que  en  antiguas  edades,  y  en  situación  parecida, 
dieron  sus  valerosos  antepasados.  Serenidad,  valor,  de- 
cisión, fortaleza  de  alma,  prontitud  para  el  ataque,  fir- 
meza para  la  defensa,  resignación  para  el  sufrimiento, 
de  todo  dieron  relevantes  muestras  aquellos  bizarros 
moradores  de  la  capital  ceretana,  soportando  con  la 
misma  impasibilidad  el  fuego  del  enemigo  que  las  fati- 
gas y  las  privaciones  del  sitio.  Digna  de  todo  elogio  la 
milicia  nacional,  que  durante  aquellos  desastrosos  siete 
años  prestó  en  todas  partes  grandes  servicios  á  la  cau- 
sa de  la  libertad,  compitió  con  la  benemérita  guarni- 
ción en  arrojo  y  en  bravura.  Sin  distinción  de  catego- 
rías, sexo  ni  edad,  todos  los  habitantes  trabajaron  á 
porfía  en  coser  y  llenar  de  tierra  los  sacos  hechos  con 
las  sábanas  que  al  intento  y  gustosos  ofrecían,  y  que 
fueron  colocados  en  las  brechas  con  los  colchones,  sacos 


E  CATALUÑA — LA  HEROICA  PUIGCERDÁ        I3 

objetos  que  ellos  mismos  suministraron 
sí,  y  á  costa  de  algunas  victimas,  una 
por  los  dos  lados  de  la  puerta  de  Francia, 
que  acababan  los  earlistas  de  derribar. 
Lción  de  la  columna  de  Carbó,  entre  cu- 
icíales  iba  el  general  Prim,  produjo  el 
del  sitio,  que  verificaron  los  carlistas  en 
del  28,  habiendo  incendiado  antes  tres 
abían  servido  antes  de  asilo  en  las  inme- 

plaza,  y  al  abrigo  de  las  cuales  ofendie- 

sus  defensores.  La  división  de  Carb6 
erdá  al  anochecer  del  28  de  Noviembre, 
er  sostenido  ocho  horas  de  fuego  con  la 

y  en  ella  permaneció  hasta  que  fué  re- 
^cación,  y  municionada  y  puesta  en  nue- 
ifensa  la  villa. 

>  memorable  y  esta  valerosa  defensa,  las 
biemo  dieron  á  Puigcerdá  el  titulo  de 


escritos  y  publicados  los  dos  anteriores 
periódico  de  Barcelona,  recibió  su  autor 
rta  de  un  buen  amigo  suyo,  joven  de 
6n,  acompañándole  los  documentos  que 

¡ben: 

OR  Balagüer. — Muy  señor  mío  y  de  mi 
sideración:  Recuerdo  haberme  V.  dicho 
licar  un  artículo  sobre  la  heroica  Puig- 
lo  el  sitio  que  sufrió  en  1837.  Así  no 
mplacerá  á  V.  el  tener  una  copia  de  los 
intimándoles  la  rendición,  dirigió  á  los 
íe  mossén  Benet. 


14  VÍCTOR  BALAGUBR 

•  Yacían  ambos  olvidados  entre  papeles  inútiles,  y 
exhumándolos  y  dándolos  á  conocer,  me  han  propor- 
cionado no  poca  satisfacción  al  ver  el  interés  con  que 
son  leídos,  principalmente  por  los  que  presenciaron 
aquellas  angustiosas  jornadas,  y  que  me  han  contado, 
con  este  motivo,  detalles  interesantes. 

•Según  dicen,  ninguno  de  los  dos  oficios  obtuvo  con- 
testación, y  el  portador  de  un  tercero  fué  rechazado  á 
balazos. 

•  Poseo  la  relación  del  sitio  manuscrita  por  uno  de 
los  jefes  de  la  milicia  nacional,  fallecido  recientemente; 
pero  no  creo  que  contenga  ningún  pormenor  que  no  co- 
nozca V.  ya.  Si  supiese  cuáles  son  los  que  V.  tiene, 
podría  recogerle  quizás  algunos  nuevos,  entre  los  mu- 
chísimos que  refieren  los  testigos  y  actores. 

•Tengo  un  vivo  placer  en  repetirle  mi  profunda  gra- 
titud por  las  inmerecidas  bondades  de  V.,  y  en  ofrecer- 
me, aunque  indigno,  su  sincero  amigo  y  afectísimo  ser- 
vidor, Q.  B.  S.  M. — José  María  Martí. 

•Puigcerdá  i.°  de  Marzo  de  1866. • 

COPIA  EXACTA  DE  DOS  OFICIOS  EXISTENTES  EN  EL  ARCHIVO 
MUNICIPAL  DE  LA  HEROICA  VILLA  DE  PUIGCERDÁ. 

^Ejército  real  de  Cataluña. — 2/  Comandancia  general. 

•  Vencido  el  dificilísimo  obstáculo  de  trasladar  la  ar- 
tillería al  frente  de  ese  pueblo,  prueba  más  positiva  no 
puede  darse  de  que  vengo  decidido  á  tomarlo  á  toda 
costa;  y  aunque  los  preparativos  que  habrán  Vds.  ob- 
servado lo  indiquen,  y  no  puedan  equivocarse,  lo  anun- 
cio á  Vds.  para  que  reflexionen  y  conozcan  á  lo  que 
los  expondrá  la  más  corta  resistencia  que  opongan.  Paz 
y  unión  á  los  demás  pueblos  fieles  de  este  Principado, 
ó  dejar  de  existir  cubiertos  de  escombros;  no  hay  otra 


'*■ 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — LA  HEROICA  PUIGCERDÁ        1 5 

alternativa:  las  ventajas  que  les  ofrece  lo  primero  está 
en  Vds.  el  conseguirlas;  mas  si  permiten  que  el  fuego 
de  la  artillería  se  rompa,  ¡mi  corazón  se  conmueve  al 
sólo  pronunciarlo!  será  tan  cierto  como  inevitable  lo 
segundo. 

•Dos  horas  doy  á  Vds.  de  tiempo  para  que  decidan 
de  su  suerte,  y  pasadas  que  sean,  no  tendrán  ya  lugar 
para  Vds.  mis  buenos  deseos. 

•Campos  de  Puigcerdá,  á  las  doce  de  la  mañana  del 
día  23  de  Noviembre  de  1837. 

»E1  general  segundo  cabo, — Benito  Tristany. 

•Señor  jefe  militar  y  ayuntamiento  del  pueblo  de 
Puigcerdá.  • 

^Ejército  real  de  Cataluña.  —  2.*  Comandancia  general, 

•Señor  gobernador  y  ayuntamiento  de  Puigcerdá. 

•Si  el  deber  militar  ú  otros  motivos  os  ha  impulsa- 
do á  defender  la  fortificación  de  esa  villa,  como  lo  ha- 
béis hecho  hasta  hoy,  el  mío  es  el  de  anunciaros  que  si 
esperáis  ser  socorridos  por  fuerzas  de  vuestro  partido 
que  hayan  de  venir,  en  vano  confiaréis,  pues  que  es- 
tán tomadas  las  disposiciones  convenientes  para  impe- 
dirlo. 

•  Bien  habéis  visto  que,  hasta  aquí,  mi  ataque  ha 
consistido  únicamente  en  aparentes  tentativas,  y  espe- 
ro no  daréis  lugar  á  que  ponga  en  movimiento  los  re- 
cursos que  me  acaban  de  llegar.  Deseo  conservar  la  po- 
blación, vidas  de  sus  habitantes  é  intereses,  como  tra- 
tar la  guarnición  con  toda  la  consideración  á  que  se 
haga  acreedora;  pero  si  no  accedéis  brevemente  á  lo  que 
os  propongo  por  esta  segunda  y  última  vez,  en  este  in- 
esperado caso,  el  gobernador,  ayuntamiento  é  influyen- 
tes de  Puigcerdá,  serán  responsables  á  Dios  y  á  los 
hombres  de  los  estragos  consiguientes  á  una  infundada 


l6  VÍCTOR  BALAGUER 

cuanto  temeraria  continuación  en  la  defensa,  y  no  el 
general  segundo  cabo, — Benito  Trisiany. 

•Campo,  á  las  puertas  de  Puigcerdá,  27  de  Noviem- 
bre de  1837. 

•El  concejal  encargado  de  la  custodia  y  conservación 
del  archivo, — José  María  Martí. 

•  Puigcerdá  i3  de  Febrero  de  1866.  • 


IV. 


Con  motivo  y  á  consecuencia  de  la  publicación  de  los^ 
dos  artículos  sobre  Puigcerdá,  un  estimable  y  reputada 
escritor  catalán,  el  Sr.  D.  Luis  Cutchet,  dióáJuz  en  el 
mismo  periódico  en  que  la  vieron  aquéllos,  un  escrito 
que  nos  hacemos  un  deber  de  reproducir  y  copiar  hoy 
en  estas  páginas. 

Dice  asi: 

•  UNA  ACLARACIÓN. 

•Al  consignar  hace  algunos  días  un  distinguido  co* 
laborador  de  este  periódico  las  glorias  de  la  heroica 
Puigcerdá,  no  hizo  mención  en  el  segundo  artículo,  de 
seguro  bien  involuntariamente,  pues  tiene  bien  probada 
su  imparcialidad  como  historiador,  del  admirable  valor 
desplegado  en  el  último  sitio  de  aquella  noble  villa  por 
una  compañía  de  jóvenes  de  Bagá,  que  estaban  allí  re- 
fugiados por  haberse  apoderado  de  sus  hogares  los  car- 
listas, á  cuya  causa  no  habían  querido  adherirse,  co- 
rriendo por  su  constancia  gravísimos  peligros,  y  su- 
friendo como  buenos  toda  clase  de  privaciones.  Con  el 
mayor  gusto  diremos,  pues,  hoy  nosotros  que  aquellos 
beneméritos  baganeses,  tan  llenos  de  virtudes  en  la 
paz  como  de  ardimiento  en  la  guerra,  secundaron  con 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — LA  HEROICA  PUIGCERDÁ        IJ 

toda  bizarría  los  esfuerzos  de  los  bravos  habitantes  de 
la  capital  ceretana,  acudiendo  ganosos  á  los  puntos  de 
la  muralla  y  ó  mejor  mala  tapia,  en  que  más  terrible 
era  la  lucha ,  y  mostrando  una  generosidad  sin  limites 
en  el  ofrecimiento  de  su  sangre  y  de  sus  vidas.  Cuan- 
tos recuerdan  en  Puigcerdá  aquellos  días  de  verdadera 
prueba,  durante  los  cuales  ricos  y  pobres  vivieron  vida 
común,  en  alimentos  como  en  sangrientos  azares,  re- 
conocerán la  verdad  de  nuestras  palabras  con  respecto 
á  aquellos  hidalgos  hijos  de  Bagá,  que  al  antiguo  valor 
catalán  reunian,  según  ya  hemos  indicado,  las  más  ele- 
vadas cualidades  del  pacifico  y  laborioso  ciudadano. 
Fraternal  hospitalidad  encontraron  en  Puigcerdá  los 
baganeses,  pero  supieron  mostrarse  merecedores  de 
ella,  viniendo  á  ser,  desde  aquel  memorable  sitio,  dig- 
nos hermanos  de  armas  de  aquéllos  á  quienes  ya  mira- 
ban justamente  como  hermanos  de  creencias.  Crudos, 
muy  crudos  eran  aquellos  días  de  la  guerra  civil;  pero 
si  se  presenciaban  á  menudo  terribles  escenas,  si  mu- 
chos daban  á  la  sazón  rienda  suelta  á  feroces  instintos, 
también  brillaban  en  todo  su  esplendor  los  más  nobles 
sentimientos.  Aquélla  era  época  de  furor,  de  odios  y  de 
sangre,  pero  lo  era  igualmente  de  la  más  alta  virtud, 
de  los  sacrificios  más  sublimes.  Los  resortes  humanos 
para  el  bien  y  para  el  mal  estaban  fuertemente  tendi- 
dos, pero  la  parte  que  de  ángel  tiene  el  hombre  no  ce- 
día en  influencia  y  poder  á  la  que  tiene  de  demonio. 

•  Había,  sin  duda,  espectáculos  de  caribes  y  dolorosí- 
simos  martirios,  como  los  habrá  siempre  en  todas  esas 
espantables  luchas  en  que  los  hijos  de  Adán  tratan  de 
exterminarse  unos  á  otros;  pero  al  mismo  tiempo  se  oía 
predominar,  por  lo  común,  la  voz  del  deber  y  del  ho- 
nor. Bramaba  desencadenado  el  huracán  de  todas  las 
malas  pasiones;  pero  las  pasiones  buenas  tenían,  sin  em- 
bargo, suficiente  fuerza  de  resistencia,  porque  en  medio 

TOMO  XIX  2 


1 


j-jr.n.  -nsT-x,  zrx~J-Jt  tes.  n«t. 

^Kftrr-^,,\(L   r  át  rr~ — .^  ^t-t   ¿  — -^^^J^  SIS  iHTie- 


•t,  '-.í.-.-í--  ;/,í  la  ;.i::-.'jt  i^  =^=j:  ht  is  ser  i::::»- 

T.'í  'jtx' ./yjt.  í-f^-jí  z^J.\-  K=.  ese  s':rc.  Sesie- 

-i-tt-  I;;,vx/>*A  la  c^iM:  P'-'r.i-TT-s-;^,  C2  Ttj  ¿e  sff 
■/f./j  -ií  '^.'.- .n-,',rí:^  para  Ic'S  g^bemair-s,  es  Icsio  lo 
r.'.-a;,'.;  'i.^X.r.y.i'-rA'.^^  ac-tl^a  por  su  cinisn^o  mis 
y.'f,-/*  i/ití.\ziL'Í'>  it  hip-xn-ciía  cñcial,  silo  dagríx- 
If/,':;,'»:  >:'■/■  a. \,\;\  de  bajeza,  de  servijsino  y  dcscrei- 
M.l'í,  ti.h'.i'.UHTAti  de  esta  vjerte  el  ongec  de  las  ver- 
Akhi^  fiini/.UK  vítale»  del  país,  y  precipitándolo,  de 
i'la  en  t^ída,  hasta  los  más  lóbregos  abismos  de  la 
íiihiirn  y  la  ignorancia.  Entonces,  para  los  gobema- 
»,  I'í  in¡>)mo  que  para  los  gobernantes,  no  queda  ya 
<o  que  un  culto,  el  del  deleite:  todos,  ó  casi  todos.  He- 
n  á  ftcr  al  (in  presa  del  monstruo  llamado  Sensualis- 
),  eterno  padre  de  la  indignidad  y  la  impotencia, 
irikformador  seguro  de  naciones  de  hombres  en  reba- 


HISTORIA  DE  CATALUíÍA — LA  HEROICA  PUIGCERDÁ        1 9 

ños  de  eunucos  que  vienen  á  ser  el  ludibrio  de  los  pue- 
blos viriles  de  la  tierra. 

» Y  he  aquí  cómo  puede  haber,  y  hay,  en  efecto,  épo- 
cas más  calamitosas  que  las  épocas  de  guerra  civil,  la 
que  al  fin  y  al  cabo  supone  vida,  por  formidables  que 
fueren  las  condiciones  en  que  ésta  tiene  que  manifestar- 
se; pero  los  periodos  á  que  acabamos  de  referirnos  son 
negación  de  vida,  son  postración  y  podredumbre.  Du- 
rante una  guerra  civil,  hay  en  cada  partido  una  fuerza 
4e  acción,  hay  una  bandera,  un  símbolo,  principios 
que  cuentan  con  creyentes,  por  más  que  en  alguna  de 
las  enseñas  haya  de  estar  más  particularmente  repre- 
sentado el  error  que  la  verdad;  pero  lo  repetimos:  á  lo 
menos  todo  esto  es  signo  de  vida,  mientras  que  una  paz 
interior  de  descreimiento  y  de  inmoralidad,  no  es  más 
que  corrupción  y  muerte. 

»No  son  por  cierto  exagerados  los  prodigios  que  se 
atribuyen  al  poder  de  la  fe,  poder  tanto  más  incontes- 
table, cuanto  que  la  misma  puede  obrar  maravillas  aun 
descansando  en  una  base  falsa.  El  islamismo  no  es,  á 
buen  seguro,  una  religión  verdadera;  pero  movidos  de 
su  ardiente  entusiasmo,  es  decir,  de  su  fe,  los  primeros 
hijos  del  Koran  llevaron  á  cabo  grandes  cosas.  La  fe 
hasta  resucita  á  los  muertos,  como  la  falta  de  fe  vuel- 
ve cadáveres  á  los  vivos. 

•Véase,  pues,  cómo  pueden  venir  para  un  pueblo 
días  más  funestos  que  aquéllos  en  que  se  divide  en  dos 
parcialidades,  proclamando  cada  una  su  principio,  y 
defendiéndolo  á  la  luz  del  sol  con  las  armas  de  los 
fuertes. 

9  Bien  comprenderá  el  lector  que  pudiéramos  exten- 
dernos fácilmente  en  consideraciones  referentes  á  este 
tema;  pero  hemos  dicho  ya  lo  bastante  para  dar  á  co* 
nocer  nuestra  humilde  opinión,  que  cada  uno  acogerá 
como  mejor  le  parezca.  Por  lo  demás,  al  tomar  hoy  la 


:;s¡iiíz  ít  fx-í-iÉa  ?:-_n3.  prrccc^sDizcas  tan 
az.',  y.  ':jí-=j-.i  r^=7Lc-:  li  ^ — •~^-  ie  ataa  ií- 
".ríar  ei  '-t-"""-"-  xrrjdn  tctsQói  a  i^Z-  en 
na  ca^'-til  i;  la  C«r-3a5i  per  >a  hr  ?5  ás  Bagá, 
ííi: «síar  la^  «f_r:s,  ;r:~ :  j:  «sü^i'ts  =cooti:cs, 
CTcaíi;  =ic;:r  :pe  per  j:*  p— "-.~^  '■»!-i>g-t  ttpí- 


\   DE  CATALUÑA 


XLER  CASANOVA 


{ 


1 


4CELLER  CASANOVA. 


Diciembre  de  1713  tomaba  posesión 
:eller  en  cap  de  Barcelona  el  ciudadano 
,  ó  Casanovas,  como  quieren  otros.  En 
}  circunstancias  entraba  á  ocupar  aquel 
y  valor  y  patriotismo  se  necesitaban 

laba  ya  Barcelona  por  las  tropas  de 
mzaba  ya  á  considerarse  como  perdida 
is  III,  el  emperador  de  Austria,  abra- 
empeño  por  los  catalanes.  Pero  á  bien 

no  se  batían  precisamente  por  Carlos, 
rtades  amenazadas,  por  sus  derechos 
mecidos.  Al  aparecer  Carlos,  el  archi- 
itorío  catalán,  el  Principado  casi  en 
i  sostener  sus  derechos  contra  los  de 
:e,  sosteniéndolos,  sostenía  los  suyos 
i  causa  de  Carlos  iba  unida  entonces 
le  Cataluña. 

le  fué  aquella  lucha,  conocida  en  nues- 
:1  nombre  de  Guerra  de  sucesión;  pero 
ue  Carlos,  por  muerte  de  su  hermano, 
ür  la  corona  imperial,  y  abandonó  á 
:  no  por  esto  desistieron.  Entregados 
:rzas,  sacrificados  por  la  diplomacia, 

el  que  habían  alzado  rey,  solos  para 
Vf  que  contaba  con  el  apoyo  francés. 


%&:íí^r¿;xia  c^cx.  %.''j^xj^¿.  ^z^tts^  ^Tr'iT7',i  en  €  5e  Jc- 
iío  de  1713  p::^  li  J -::tai  ¿£  Et3íZ-j%  gsiig^Vü  5e  Caía- 
1-^ña,  e*,  i  inás  ce  Iz  iStiLsa  ¿c  I2  fis^zá  5^1  «zpea- 

el  fnar-ttcen»»  íibna  de  ¡a  tiránica  cpresicn  cea  que 
cruelrner.te  ae  pretendía  sir etan:as  a!  yiigc  de  ciia  vio- 
lenta escIa^Tfjd.  • 

Pocas  veces  se  había  \'isto  uzisl  nanfn  tan  icdigoa- 
mente  sacríñcada  como  fué  Cataiuña  por  la  diploma- 
cia^ ni  una  ciudad  como  Barcelcca  que  tan  heroica- 
mente y  con  tan  sublime  resi^nacicn  haya  sabido  la 
cuesta  de  su  Calvario.  Adictos  á  sos  libertades,  que 
probaron  amar  más  que  á  su  vida;  fieles  al  rey  qne  se 
habían  dado  y  reconocido,  rechazaron  los  catalanes  el 
indulto  que  se  les  ofrecía  si  abandonaban  su  actitud 
hostil  sometiéndose  á  las  leyes  de  Castilla.  Mantuvié- 
ronse firmes  y  denodados,  y  no  hubo  medio  de  doble- 
gar y  vencer  la  tenacidad  de  los  pronunciados,  sin  em- 
bargo de  que  «caían  sobre  ellos  la  llama,  el  incendio  y 
el  suplicio,  •  según  frase  escrita  con  asombrosa  sangre 
fría  por  el  cortesano  marqués  de  San  Felipe. 

En  tal  situación,  y  cuando  las  tropas  de  Felipe  V 
eran  ya  dueñs^s  de  casi  toda  Cataluña,  cuando  Barcelo- 
na comenzaba  á  verse  estrechamente  sitiada,  fué  cuan- 
do el  ciudadano  Rafael  Casanova  salió  elegido  para 
ocupar  el  honroso,  pero  peligrosísimo  puesto  de  conce- 
ller en  cap. 

De  suma  gravedad  y  de  alto  compromiso  eran  las 
circunstancias  en  el  acto  de  vestir  este  ilustre  ciudada* 
no  la  purpúrea  gramalla;  pero  no  por  esto  hubo  de  arre- 


%  _ 


HIST.  DE  CATALUÑA — EL  CONCELLER  CASANOVA   25 

ararse.  Con  la  ñrrne  convicción  de  sacrificar  su  vida^  si 
«ra  preciso,  en  aras  del  pueblo  que  le  llamaba  al  frente 
de  sus  destinos,  Casanova  ocupó  el  sillón  de  la  presi- 
dencia entre  los  concelleres  y  empuñó  el  bastón  de  man- 
do como  coronel  de  la  milicia  ciudadana,  que  estaba  ya 
en  armas  y  bajo  pie  de  guerra  para  atender  á  la  defen- 
sa de  la  ciudad.  Su  actividad,  su  celo,  su  patriotismo, 
su  decisión  no  se  desmintieron  un  solo  instante,  y  en 
iodos  los  tristes  momentos  de  prueba  porque  pasó  en- 
tonces Barcelona,  siempre  ésta  vio  -descollar  la  serena 
é  imponente  figura  de  su  conceller  en  cap,  acudiendo  el 
primero  al  peligro,  dando  el  primero  el  ejemplo,  siendo 
el  primero  en  el  consejo,  en  la  vigilancia,  en  el  camino 
de  la  rectitud,  de  la  lealtad  y  del  patriotismo.  Durante 
los  nueve  meses  que  desempeñó  su  cargo,  hasta  llegar 
el  día  en  que  cayó  gravemente  herido  defendiendo  como 
soldado  de  la  libertad  los  muros  de  Barcelona,  prestó 
innumerables  servicios,  que  á  grandes  rasgos  procura- 
remos trazar.  Fué  para  Casanova  aquel  período  una 
continuada  serie  de  sacrificios,  y  era  ya  ocasión  de  que 
por  medio  de  un  público  testimonio,  como  felizmente 
acaba  de  hacerse,  se  evocase  del  olvido  en  que  yacía 
el  nombre  de  aquel  ilustre  ciudadano,  consagrándose  al 
par  un  recuerdo  de  gratitud  al  patriota  conceller. 


II. 


El  Diario  del  sitio  y  defensa  de  Barcelona,  correspon- 
diente al  1 1  de  Diciembre  de  lyiS,  se  felicita  de  haber 
quedado  al  frente  del  gobierno  de  la  ciudad,  desde  i.^  del 
flies,  los  concelleres  Rafael  Casanova,  Salvador  Feliu 
de  la  Peña,  Raimundo  Sans,  Francisco  Antonio  Vidal, 
José  Llaurador  y  Jerónimo  Ferrer.  «Hallándose  como 
se  hallan  todos,  dice,  siguiendo  la  justa  causa  del  rey 


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y  á  la  pn;ici>úji  y  tino  cea 
'm^tm%  y  V^sjÓ  sos  ^^-y^^»* 
vkt^>ría  icaiitíma  alcanzada  á  la  rista  ád  pucitD  de 
Barcelona  en  24  de  Fefarcn>  de  1714.  Hafasécdose  ob- 
servado en  dicho  día  que,  á  cacsa  de  dcrta  cvohicióo, 
se  haUa  desmembrado  d  cordón  de  los  boqccs  cnemi- 
%€3%  que  por  la  parte  del  mar  formalizaban  d  sitio,  de- 
ddí//se  hacer  salir  la  fragata  dd  corond  D.  Scfaastün 
Dzlmzu,  al  mando  del  capitán  Esteban  Magriñá;  la  dd 
espitan  D.  Antonio  Martínez,  mandada  por  D.  Juan 
l^utísta  LuneH,  y  con  ellas  catorce  lanchas,  bien  pro- 
vistas y  tripuladas.  Del  sureglo  y  direodón  general  de 
la  empresa  se  encargó  d  conceller  Casanova,  d  cual, 
mientras  duró  el  combate,  permanedó  en  el  muelle 
dando  las  oportunas  órdenes,  enviando  prontos  socorros 
y  velando  por  la  seguridad  de  los  combatientes  para  que 
nada  les  faltase.  Roto  el  cordón  enemigo,  entregáronse 
á  la  fuga  los  buques  contraríos,  dejando  en  poder  de 
los  audaces  marinos  barceloneses  dos  navios,  el  uno  de 
ocho  cañones  y  el  otro  de  cuatro,  y  trece  grandes  bar- 
cos cargados  de  todo  género  de  municiones,  pertrechos 
y  viveres.  No  combatió  personalmente  el  conceller 
D,   Rafael  Casanova  en  esta  acción;  pero  cúpole  no 


HIST.    DB   CATALUÑA  —  EL  CONCELLER  CASANOVA       2/ 

poca  parte  en  la  victoria  por  el  acierto  con  que  supo 
atender  á  los  preparativos  y  dirigir  todas  las  operacio- 
nes que  estuvieron  á  su  cai^o. 

Proseguía  el  sitio  cada  vez  más  crudo  y  más  apreta- 
do. Empero  no  desmayaban  los  barceloneses.  A  instan- 
cía  y  propuesta  de  Casanova,  dieron  á  luz  los  conce- 
lleres un  manifiesto  6  carta-circular  despachada  á  todo 
el  Principado,  que  lleva  la  fecha  de  i3  de  Abril.  En 
este  manifiesto,  que  es  un  documento  histórico  impor- 
tante, los  concelleres  de  Barcelona  participaban  á  las 
ciudades,  villas  y  lugares  de  Cataluña  la  justicia  de  su 
causa,  el  derecho  y  la  buena  razón  que  en  su  favor  mi- 
litaban, la  seguridad  que  tenian  de  prolongar  la  defen- 
sa de  Barcelona,  la  esperanza  que  fundaban  en  el  por- 
venir y  la  firme  resolución  en  que  se  hallaban  de  soste- 
ner con  todo  empeño  su  bandera,  manteniéndose  fuer- 
tes en  la  capital  del  Principado. 

Pero  iban  llegando  provisiones  y  refuerzos  al  campa- 
mento del  duque  de  Pópuli,  que  era  el  general  coman- 
dante del  sitio,  y  arribó  también  procedente  de  Fran- 
cia, á  mediados  de  Mayo,  un  convoy  que  desembarcó 
'duchas  piezas  de  artillería  y  una  cantidad  considerable 
de  bombas,  balas,  municiones  y  pertrechos.  En  estas 
circunstancias,  los  concelleres  decidieron  celebrar  un 
consejo  general  de  guerra  en  la  casa  de  la  ciudad,  y 
fueron  convocados  para  el  i6  de  Mayo  todos. cuantos 
debían  tener  voz  y  voto  en  la  sesión,  desdé  el  coman- 
dante general  D.  Antonio  de  Villarroel  hasta  el  último 
coronel.  Sólo  dejaron  de  asistir  los  jefes  que  estaban  de 
servicio  ó  se  hallaban  enfermos. 

Abrió  la  sesión,  y  llevó  la  palabra  en  nombre  de  los 
concelleres  nuestro  D.  Rafael  Casanova,  el  cual,  en 
un  discurso  muy  intencionado  y  lleno  de  patriótica  en- 
tereza, manifestó  que  la  ciudad  deseaba  oir  el  parecer  y 
voto  de  sus  capitanes  en  aquellas  circunstancias,  abrien- 


*   ■ 

f.'v 


1 8  VÍCTOR  BALAGUBR 


i  de  todo  había  convicción  y  fe.  Toda  guerra  es  una  ca- 

V,  lamidad,  y  en  las  guerras  intestinas  la  calamidad  es 

^•. ;  mucho  mayor,  porque  sea  cual  fuere  el  éxito  de  los 

r  combates  que  entre  conciudadanos  se  traban,  nunca 

V.  puede  dejar  de  afligirse  la  común  madre,  la  patria. 

'  Cualquiera  batalla  de  guerra  civil  anubla  corazones  en 

todas  las  familias,  por  poco  numerosas  que  éstas  fueren, 
pues  en  ambos  campos  hay  parientes,  hay  amigos. 

»Y  sin  embargo,  tristes  y  todo  como  son  esas  épocas 
de  fermentación  y  de  contiendas  á  muerte,  nos  atreve- 
mos á  preferirlas,  sin  vacilar  un  momento,  á  tiempos  de 
frío  indiferentismo  para  lo  verdaderamente  grande  y 
noble,  á  tiempos  en  que  toda  creencia  esté  muerta,  me- 
nos la  creencia  en  el  oro,  febrilmente  codiciado  para 
emplearlo  tan  sólo  en  goces  de  materia  ó  en  envene- 
namientos del  alma.  En  la  historia  se  encuentran  á  ve- 
ces esos  períodos  de  bestial  desenfreno ,  que  Dios  per- 
mite, cuando  por  la  justicia  del  mismo  ha  de  ser  dura- 
mente castigada  alguna  nación  en  este  globo.  Seme- 
jantes tiempos  son  fáciles  de  conocer  por  síntomas  ca- 
racterísticos, infaliblemente  precursores  de  cataclismos 
sociales.  Entonces  la  clase  gobernante,  en  vez  de  ser 
espejo  de  costumbres  para  los  gobernados,  es  todo  lo 
contrario:  distinguiéndose  aquélla  por  su  cinismo  más 
ó  menos  barnizado  de  hipocresía  oficial,  sólo  da  gene- 
ralmente ejemplos  de  bajeza,  de  servilismo  y  descrei- 
miento, inficionando  de  esta  suerte  el  origen  de  las  ver- 
daderas fuerzas  vitales  del  país,  y  precipitándolo,  de 
caída  en  caída,  hasta  los  más  lóbregos  abismos  de  la 
deshonra  y  la  ignorancia.  Entonces,  para  los  goberna- 
dos, lo  mismo  que  para  los  gobernantes,  no  queda  ya 
más  que  un  culto,  el  del  deleite:  todos,  ó  casi  todos,  lle- 
gan á  ser  al  fin  presa  del  monstruo  llamado  Sensualis- 
mo, eterno  padre  de  la  indignidad  y  la  impotencia, 
transformador  seguro  de  naciones  de  hombres  en  reba- 


HISTORIA  DE  CATALUfÍA — LA  HEROICA  PUIGCERDÁ        1 9 

ños  de  eunucos  que  vienen  á  ser  el  ludibrio  de  los  pue- 
blos viriles  de  la  tierra. 

•Y  he  aquí  cómo  puede  haber,  y  hay,  en  efecto,  épo- 
cas más  calamitosas  que  las  épocas  de  guerra  civil,  la 
que  al  fin  y  al  cabo  supone  vida,  por  formidables  que 
fueren  las  condiciones  en  que  ésta  tiene  que  manifestar- 
se; pero  los  periodos  á  que  acabamos  de  referirnos  son 
negación  de  vida,  son  postración  y  podredumbre.  Du- 
rante una  guerra  civil,  hay  en  cada  partido  una  fuerza 
4e  acción,  hay  una  bandera,  un  símbolo,  principios 
que  cuentan  con  creyentes,  por  más  que  en  alguna  de 
las  enseñas  haya  de  estar  más  particularmente  repre- 
sentado el  error  que  la  verdad;  pero  lo  repetimos:  á  lo 
menos  todo  esto  es  signo  de  vida,  mientras  que  una  paz 
interior  de  descreimiento  y  de  inmoralidad,  no  es  más 
que  corrupción  y  muerte. 

•No  son  por  cierto  exagerados  los  prodigios  que  se 
atribuyen  al  poder  de  la  fe,  poder  tanto  más  incontes- 
table, cuanto  que  la  misma  puede  obrar  maravillas  aun 
descansando  en  una  base  falsa.  El  islamismo  no  es,  á 
buen  seguro,  una  religión  verdadera;  pero  movidos  de 
su  ardiente  entusiasmo,  es  decir,  de  su  fe,  los  primeros 
hijos  del  Koran  llevaron  á  cabo  grandes  cosas.  La  fe 
hasta  resucita  á  los  muertos,  como  la  falta  de  fe  vuel- 
ve cadáveres  á  los  vivos. 

•Véase,  pues,  cómo  pueden  venir  para  un  pueblo 
días  más  funestos  que  aquéllos  en  que  se  divide  en  dos 
parcialidades,  proclamando  cada  una  su  principio,  y 
defendiéndolo  á  la  luz  del  sol  con  las  armas  de  los 
fuertes. 

•Bien  comprenderá  el  lector  que  pudiéramos  exten- 
demos fácilmente  en  consideraciones  referentes  á  este 
tema;  pero  hemos  dicho  ya  lo  bastante  para  dar  á  co- 
nocer nuestra  humilde  opinión,  que  cada  uno  acogerá 
como  mejor  le  parezca.  Por  lo  demás,  al  tomar  hoy  la 


20  VÍCTOR  BALAGUER 

urna  no  lo  hemos  hecho  con  el  ánimo  de  ventilar  nin- 
ina  cuestión  de  filosofía  política,  proponiéndonos  tan 
lo,  y  esto  lo  hemos  cumplido  al  principio  de  estas  li- 
as, recordar  el  brillante  servicio  prestado  en  1837  en 
antigua  capital  de  la  Cerdaña  por  los  hijos  de  Bagá, 
lepueden  estar  tan  seguros,  como  lo  estamos  nosotros, 
;  que  por  nadie  mejor  que  por  los  puigcerdaneses  mis- 
os será  más  noblemente  apreciado  este  recuerdo.* 


r 


HISTORIA  DE  CATALUÑA 


EL  CONCELLER  CASANOVA 


r 


HISTORIA  DE  CATALUÑA 


DEL  BANDOLERISMO 


Y  DE  LOS  BANDOLEROS  EN  CATALUÑA 


TOMO  XIX 


BANDOLERISMO 

BANDOLEROS   EN   CATALUÑA. 


:  algunos  años  mi  Historia  de  Cata- 
capítulo  II  del  libro  X  con  las  si- 
confesar  que  habrá  quien  achaque  á 
Q  que  no  es  otra  cosa  en  mí  que  fuer- 
¡nto.  ¡Vindicar  á  los  bandoleros!  ¡Ha- 
camino  hombres  de  partido,  agrupa- 
era  política!  Empresa  es,  dirá  alguno 

;tivamente  á  presentar  bajo  una  nue- 
lad  resplandeciente  de  una  nueva  luz, 
italán  de  últimos  del  siglo  xvi  y  prín- 
1  inquietarme  porque  en  desagradecí- 
;ue  lo  poco  que  hacer  yo  pueda  en 
patria,  pues  común  cosa  es  desobligar 
on  sembradura  de  afectos  cosechar 
lido  decir  á  hombres  que  pasan  por  al- 
)r  más  de  algo  tenemos  todos,  que  eso 
lalatuis  es  cosa  moderna,  pues  jamás 
ios  habían  hablado  de  libertad;  que 
irona  de  Aragón,  sino  coronilla;  y  que 

y  escribimos  en  este  sentido  acerca 
pasadas,  pertenecemos  á  una  escuela 
tar  las  faltas  de  los  reyes?....  Pues  á 

y  predican  en  público,  desconociendo 


36  TÍCTOR  BALAGUER 

por  completo,  de  raíz,  la  historia  de  Cataluña,  no  les 
quiero  yo  por  jueces,  que  harto  tienen  que  hacer  con 
juzgarse  á  si  mismos  antes  que  á  los  demás. 

•Puedo  andar  equivocado  en  lo  relativo  al  bandole* 
rísmo  de  aquella  época,  pero  un  buen  fin  roe  guia.  De- 
seo que  se  haga  la  luz  en  este  punto,  por  desgracia 
harto  confuso  y  oscuro  de  nuestra  historia,  y  no  veré 
con  desplacer,  sino  muy  al  contrario,  que  haya  quien 
me  contradiga  si  con  mejores  datos  y  más  lógica  me 
convence.  Busco  la  verdad,  y  á  quien  la  busca  su  ha- 
llazgo no  puede  ofenderle,  sino  más  bien  llenarle  de  sa- 
tisfacción y  júbilo.  ¿Cuándo  se  ha  visto  que  un  hombre 
se  enoje  al  dar  con  el  tesoro  que  busca?  Lx>  que  deseo 
es  que  se  rebatan  con  argumentos  mis  argumentos,  con 
razones  mis  razone^,  con  datos  históricos  justificados 
mis  justificados  datos  históricos;  que  esta  obra  no  la 
escribo  yo  solamente,  como  tantas  otras,  para  sustento- 
mío  y  deleite  ajeno,  sino  para  inquirir  la  verdad,  que  en 
cosas  de  historia  de  Cataluña  andaba  y  anda  aún  bas* 
tante  desconocida  y  desarrapada,  y  para  desabusar  í 
aquéllos  á  quienes  emponzoñaran  las  detenidas  lectu- 
ras de  ruines  cronistas  cortesanos.  Y  si,  por  otra  parte,, 
soy  yo  el  engañado,  por  muy  contento  me  daré  en  re- 
conocer el  engaño,  que  guiarme  quiero  por  el  espíritu 
de  la  verdad  y  la  justicia,  y  vengan  éstas  de  donde  vi- 
nieren, con  gozo  he  de  acogerlas  y  saludarlas.» 

Esto  dije  entonces,  y  esto  repito  ahora  al  completar 
con  nuevos  datos,  con  más  ampliación  y  con  más  abun* 
dancia  de  noticias,  lo  que  escribí  sobre  los  bandoleros 
catalanes  en  mi  citada  obra. 

Vamos  ahora  al  asunto,  yendo  á  buscar  su  origen 
donde  creo  que  debe  buscarse. 

Sabido  es  de  cuantos  conocen  un  poco  nuestra  histo- 
ria, lo  que  fué  y  lo  que  significó  la  famosa  guerra  de  las 
Gcrmanías  en  tiempo  de  Carlos  V. 


J 


HISTORIA  DE   CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO        37 

Mientras  que  en  Valencia  y  en  Mallorca,  por  los  años 
de  i520  y  iSzx,  ardía  la  tierra  en  desastrosas  luchas,  y 
«ran  teatro  aquellas  fértiles  comarcas  de  la  guerra  lla- 
mada de  las  Germanías,  verdadero  combate  de  la  de- 
mocracia con  la  aristocracia,  vióse  á  Cataluña  agitarse 
inquieta  y  desasosegada,  traduciéndose  su  malestar  in- 
terno en  sacudimientos  exteriores,  que  no  llegaron  á 
tomar  el  carácter  de  sublevación  formal  y  general  por 
la  prontitud  con  que  se  acudió  al  remedio,  por  la  pru- 
dencia de  los  gobernantes  populares  y  por  el  mismo 
refrenamiento  de  la  nobleza,  que  no  abusó  de  su  posi- 
ción como  en  Mallorca  y  en  Valencia. 

Sin  embargo,  es  un  hecho  positivo  que  los  concelle- 
res de  Barcelona  escribieron  en  i52i  al  emperador» 
pidiéndole  les  fuese  enviado  cuanto  antes  virrey  para 
sosegar  á  los  turbulentos  que  querían  levantarse  en  de- 
manda de  apoyar  á  los  sediciosos  de  Valencia.  (Manus^ 
^crito  de  Bruniquer,  cap.  XXXVI.) 

No  puede  con  más  claridad  marcarse  el  carácter  po- 
lítico de  la  agitación  reinante  entonces  en  Cataluña. 
Probado  dejo  en  mi  Historia  de  Cataluña,  que  los 
sediciosos  de  Valencia  eran  los  liberales,  partido  de  cuya 
-existencia,  por  masque  se  pretenda  lo  contrario,  no  pue* 
de  dudarse,  pues  le  vemos  levantar  varias  veces  y  en 
distintas  ocasiones  la  cabeza,  ya  en  Valencia,  ya  en  Ma- 
llorca, ya  en  la  misma  Barcelona,  donde  alguna  vez 
ganó  las  elecciones  municipales.  Este  bando,  como  se  le 
llamaba  entonces,  este  partido  político,  como  diríamos 
ahora,  apareció  en  la  Corona  de  Aragón,  y  más  princi- 
palmente en  Cataluña  por  primera  vez,  cuando  gobier- 
nos desatentados,  mejor  que  monarcas  poco  cautos,  per- 
mitieron que  aires  impuros  é  infectos  de  absolutismo  vi- 
niesen á  turbar  la  serenidad  del  pueblo  catalán  y  la  lim- 
pieza de  su  atmósfera  política. 

En  Diciembre  de  i520  existía  en  Barcelona  un  cen- 


VÍCTOR   BAL\GI:ER 

idoT  y  se  preparaba  algún  movimiento,  pues  se 

pasquines  y  carteles  en  varios  sitios  públicos, 

[o  á  las  armas,  y  señalando  el  día  en  que  debia 

gar  la  sublevación. 

521  hubo  pronunciados  sfotomas  de  trastorno 

ma,  donde  el  pueblo  se  amotinó  pidiendo  rebaja. 

:hos  y  queriendo  entender  en  la  distribución  de 

uestos. 

1  mismo  año  i52i,  y  por  el  mes  de  Abril,  el 

)io  barcelonés  recibió  un  mensaje  de  los  Comu- 

;  Castilla  invitándoles  á  secundar  el  movimien- 

bien  los  concelleres  escribieron  al  rey  solicitan- 

:onsejos  para  lo  que  debían  hacer  en  este  caso, 

le  respetaron  y  trataron  como  amigo  y  correli- 

),  según  diríamos  ahora,  al  mensajero  de   las 

idades. 

:riormente,  entre  el  infante  D,  Enrique,  el  con- 

lódica,  virrey  de  Valencia,  y  los  concelleres  de 

na,  mediaron  cartas,  acusando  los  dos  primeros 

icipio  catalán  de  favorecedor  más  6  menos  ocul- 

s  Germanias,  y  tratándose  éste  de  disculpar,  si 

ri  dignidad  y  decoro  y  de  manera  que  ciaramen- 

entrever  al  fíno  observador  la  verdad  del  hecho. 

>do  esto  existen  las  pruebas  y  los  comprobantes 

chivo  municipal  de  Barcelona.  (Véase  el  apén- 

m.I.) 

n  hay  más.  A  fines  de  i52o  se  hallaban  de  tal 

sobrexcitados  los  ánimos  en  Barcelona,  que  es- 
I  grandes  disensiones  en  la  ciudad  y  se  dividió 

dos  bandos,  uno  de  los  cuales  se  llamaba  de  la 
y  otro  del  Arrabal.  No  una  vez,  sino  varias, 
1  estos  bandos  á  las  manos,  y  el  día  de  año 
1521)  los  concelleres,  el  veguer  y  otros  oñciale» 
1  grandes  dificultades  y  se  vieron  en  muchos 
para  apaciguar  un  motín  que  estalló  en  la  plaza 


LUSa — DEL   BANDOLERISMO        39 

en  Barcelona  á  tiempo  que  el 
:n  Gerona,  donde  el  pueblo  se 
ayle  real  estaba  en  Moya,  hont 
ega,  según  palabras  de  la  carta 
oncelleres  explicándole  los  su- 

tra  nota  de  la  Rúbrica  de  Bru- 
ES  escribieron  al  emperador  pi- 
lo un  virrey,  pues  turbaban  el 
de  Valencia. 

1  los  otros  que  hallará  sin  duda 
uien  con  más  detenimiento  é 
prueban  que  realmente  los  su- 
s  despertaron  algún  eco  en  el 
guro  no  cobró  la  cosa  mayores 
i  aquellos  momentos  el  levan- 
,al  como  se  efectuó  en  Valencia 
.  razón  de  ser  en  Cataluña, 
ser,  porque  aquí  ios  plebeyos 
Q  legitima,  y  los  nobles  no  se 
con  las  demás  clases  de  la  so- 
las pretensiones  que  demostra- 
os;  pues  si  algún  abuso  ó  exce- 
a  y  severamente  castigado  por 
'  cumplir  aquellas  democráticas 
i  cuales  al  mayor  potentado  era 
ebeyo. 

:itarse  un  caso  sucedido  en  esa 
manías.  El  día  4  de  Agosto  de 
a  nobleza,  D.  Gaspar  Burgués 
;l,  como  le  llama  el  Dietario, 

1  escrila  por  los  concelleres  al  empera- 
1521.  que  se  balU  en  el  libro  de  Carias 
eote  al  citado  afio,  del  archivo  niunici- 


o  VÍCTOR  BALACUBR 

ii)ó,  al  frente  de  una  partida  armada,  una  casa  del 
íno  pueblo  de  Sania,  llevándose  á  una  doncella,  hi- 
tel  conceller  Juan  Gualbes.  Inmediatamente  el  Con- 
)  de  Ciento  mandó  pregonar  la  cabeza  del  raptor, 
^riendo  3oo  florines  á  quien  se  apoderase  de  él,  y 
)uso  que  saliese  el  veguer  en  su  busca  con  una  par- 
i  de  200  hombres.  La  hija  de  Gualbes  lué  devuelta 
i  Eamilia,  y  el  raptor  cayó  en  poder  del  somatén  al- 
o  contra  él;  pero  reclamó  el  privilegio  de  estar  ton- 
udo ó  ser  clérigo,  y  hubo  que  entregarle  al  tribunal 
siástico  <.  No  he  podido  averiguar  lo  que  fué  del 
it-CIiment;   pero  vista  la  enérgica  actitud  tomada 

el  Consejo,  es  de  creer  que  hubieron  de  quedar  sa- 
»:has  la  moral  y  la  vindicta  pública. 
)e  todos  modos,  siempre  es  preciso  hacer  constar 

reinó  cierta  agitación  y  cierto  malestar  en  Catalu- 
mientras  duró  en  Valencia  y  en  las  Baleares  la  gue- 
de  las  Germanías;  y  no  deben  perder  de  vista  los 
ores,  pues  importa  mucho  al  objeto  que  el  autor  se 
pone,  que  pocos  años  después  comienza  la  época  de 
bandoleros  en  Cataluña,  Y  es  época  ésta  en  la  cual 
ré  un  poco  la  atención,  ya  porque  se  ha  hablado 
o  Ó  nada  de  ella,  ya  porque  tengo  algunos  datos 
ta  el  presente  desconocidos  é  inéditos  con  que  po- 

ilustrarla,  y  ya,  Analmente,  porque  en  los  bando- 
«  de  Cataluña,  aparecidos  poco  después  de  haber 
umbido  el  pendón  de  las  Germanías,  se  ve  clara- 
nte, en  mi  pobre  juicio,  un  colorido  'politice  que  se 
dibujando  á  medida  que  el  poder  centralizador  de 

•A  4  de  Agost  1520  Gaspar  Burgués  y  de  Saat  Climeal,  doüseU, 
ent  armada  de  baílenles  y  spasas  eatTá  eu  ana  casa  de  Sanü  y  Tor- 
Iment  sen  porti  una  donsella,  (illa  de  Joan  de  Gualbes,  conceller,  y 
insell  delibera  donar  premi  de  300  Dorias  á  quil  pendria  y  300  ho- 
armali  auoldejati  qui  anusen  ab  lo  Veguer  pera  pendre!,  ele, 
tsucrüa  di  Bruni^utr,  cap.  XXXV.) 


HISTORIA   DE   CATALUÑA — DEL  BANDOLERISMO       4 1 

Castilla  iba  absorbiendo  nuestras  libertades  é  iba  aquí 
despertándose  la  ambición  política  de  la  nobleza. 


II. 


Caida  la  bandei^a  de  las  Germanías^  y  esparcidos  por 
las  torres  de  las  ciudades  y  encrucijadas  de  los  caminos 
los  miembros  y  cabezas  goteando  sangre  de  aquel  Vi- 
cente Perís,  tan  heroico  en  su  muerte;  de  aquel  Guillen 
SoroUa,  tan  enérgicamente  entusiasta;  de  aquel  Juan 
Caro,  tan  conciliador  y  digno  de  premio,  en  vez  de  vi- 
tuperio; de  aquel  misterioso  rey  encubierto^  que  podía 
ser  de  ruin  origen,  pero  que  era  de  hidalgas  prendas,  y 
de  aquel  Odón  Colom  de  Mallorca,  á  quien  con  inicua 
muerte  se  pagó  la  nobleza  de  su  conducta;  roto,  pues, 
•el  pendón  de  las  Germanías,  é  inaugurada  una  época 
de  terror  para  los  demócratas,  éstos  hubieron  de  ceder 
el  campo  y  desaparecieron  por  el  pronto. 

Las  guerras  contra  los  franceses,  que  comenzaron  ya 
en  1 521,  y  contra  los  turcos  en  seguida,  tuvieron  el 
privilegio  de  cautivar  la  atención,  no  sólo  de  estos  rei- 
nos, sino  de  todos  los  de  Europa,  y  en  ellas  se  inaugu- 
ró el  degolladero  á  donde  con  el  tiempo  habían  de  ir  á 
hacerse  matar  millares  de  iberos,  regando  con  su  gene- 
rosa sangre  un  suelo  extraño,  para  conquistar  nobilísi- 
mas glorias  que  no  trajeron  al  fin  y  al  cabo  otro  resul- 
tado positivo  á  España,  que  el  de  una  nueva  página  en 
su  historia. 

Pero  comienzan  á  ceder  las  guerras  después  de  aquel 
funestísimo  desastre  de  Argel  en  1541;  se  habla  ya  de 
paz,  que  luego  se  firmó  en  Crespi  por  Setiembre  de 
1544,  y  coincide  con  la  paz  la  aparición  de  los  prime- 
ros bandoleros  en  Cataluña.  La  primera  noticia  que 
hallo  de  ellos  es  del  1543,  en  los  AnaXe%  de  Feliu  de  la 


VÍCTOR   BALAGUER 

Habla  este  autor  de  turbaciones  promovidas  en 
y  dice:  «Por  este  tiempo  inquietaba  á  los  pue- 
Cataluña  grande  número  de  los  que,  faltando  la 
quedan  sin  empleo,  y  le  buscan  en  daño  ajeno; 
sucediesen  escándalos  todos  los  días,  encargó 
y  á  Miguel  Bosch  de  Vilagayá  levantase  gente 
rseguirles,  y  ejecutádolo  llegó  á  i3  de  Abril  con 
US  soldados  á  Caldas  de  Montbuy,  en  cuya  villa 
gunos  de  los  delincuentes:  quiso  prenderles;  tra- 
cuentro;  murieron  algunos  de  ambas  partes,  y 
tros  mosén  Bosch,  Llegó  el  aviso  al  virrey:  sa- 
íarcelona,  seguido  del  somatén;  persiguió  á  los 
ndos  hasta  sacarles  del  Principado;  retiráronse 
i  á  Francia;  murieron  algunos  en  los  encuentros, 
le  hicieron  prisioneros  los  del  somatén  pagaron 
>res  con  la  vida  en  las  horcas  de  Barcelona.  * 
ie  la  Peña,  lib.  XIX,  cap.  VI.) 
dice  Feliu,  y  lo  hallo  efectivamente  confirma- 
ique  con  menos  detalles,  en  los  dietarios  de  la 

uite  todo  aquel  año  prosiguieron  las  turbaciones 

duna,  sin  que  ni  el  somatén  levantado  ni  la  ac- 

rsecución  llevada  á  cabo  por  el  mismo  virrey  en 

i  hubiese  logrado  exterminar  á  los  que  tenían  en 

el  país. 

la  comenzado  ya,  con  las  alteraciones  de  1543,  la 

le  los  bandoleros. 

:8  de  Julio  de  este  año  perecieron  en  las  horcas 

:elona  i5  bandoleros  con  su  jefe,  al  cual  los  die- 

laman  el  Moreu  Cisteller.  (Dietario  de  1543,  en 

ivo  de  Casa  de  la  ciudad.)  Probablemente  serian 

indoleros  de  la  partida  que  habia  dado  muerte  á 

ie  Vilagayá. 

s  castigos  fueron  inútiles.  Aunque  sofocado  mo- 

leamente,  no  tardó  el  bandolerismo  en  volver  á 


HISTORIA  D£   CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO        43 

■ 

alzar  la  cabeza^  pues  que  á  principios  de  1544  se  halla 
otra  vez  el  país  en  agitación,  y  se  dice  que  los  mals  ho- 
mens  se  habían  hecho  nuevamente  fuertes  en  Caldas  de 
Montbuy,  la  cual  villa  parece  haber  sido  por  largo  tiem- 
po el  cuartel  general  de  los  bandoleros. 

En  Febrero  de  este  año  de  1S44  se  levantó  somatén 
(Dietario  municipal)  para  perseguir  á  los  que  tenían  al- 
terada la  tierra;  pero  no  debió  dar  gran  resultado,  pues 
consta  que  á  i5  de  Abril  salió  el  virrey  en  pei*secución 
de  Antonio  Roca,  á  quien  se  llama  famoso  bandolero. 
Con  el  virrey  no  sadió — y  es  cosa  digna  de  notar — la 
bandera  de  Santa  Eulalia,  señal  de  que  el  poder  civil  no 
quiso  mezclarse  en  ello.  Le  acompañaban  sólo  dos  de  la 
Rota  y  muchos  caballeros.  (Ai^de  Abril  de  1544,  dice 
el  Manuscrito  de  Bruniquer,  cap,  XXXV,  lo  virrey  ab 
los  de  la  Rota  y  molts  cavallers  anaren  d  Caldas  de  Mont- 
buy  en  persecució  de  AíUony  Roca,  famós  bandoler.) 

No  me  ha  sido  posible  averiguar  qué  éxito  tuvo  esta 
expedición;  pero  tampoco  debió  ser  muy  satisfactorio, 
cuando  se  halla  que  á  26  de  Enero  de  1545  se  levantó 
somatén  general  en  toda  Cataluña.  (A  25  de  Janer  so- 
maten general  per  tota  Catalunya,  dice  el  Dietario  de 
aquel  año.)  Lo  mismo  que  en  lo  tocante  á  la  expedi- 
ción del  virrey,  callan  los  dietarios  el  resultado  obteni- 
do por  este  somatén;  y  adviértase  que  la  circunstancia 
de  haber  sido  general  en  Cataluña,  hace  creer  que  los 
bandoleros  se  habían  extendido  á  varias  comarcas. 

Son  escasas  y  muy  concisas  las  noticias  que  los  ma- 
nuscritos de  nuestros  archivos  nos  proporcionan  tocan- 
te al  punto  que  nos  ocupa.  Sin  embargo,  esta  conci- 
sión, este  silencio  mejor,  no  basta  á  ocultar  la  impor- 
tancia del  bandolerismo.  Tenía  éste  jefes  aguerridos  y 
contaba  con  huestes  disciplinadas,  favoreciéndole  algu- 
nas villas  y  poblaciones  más  ó  menos  abiertamente. 
El  jefe  principal  era  Antonio  Roca.  No  he  podido 


44  VÍCTOR   BAI^GOEK 

adquirir  ninguna  noticia  de  él;  pero  debió  mover  gran 
mido  cuando  los  dietarios  le  llaman  unos /omaso  y  otros 
ccUbrCf  y  cuando  en  las  Memorias  de  Felipe  de  Gemi- 
nes (tomo  II  de  la  traducción  castellana,  pág.  54)  se 
dice  que  burló  la  persecución  del  virrey  y  se  atrevió  á 
desafiar  ciudades  tan  principales  como  Barcelona,  Gerona 
y  Lérida. 

Luego  ese  hombre,  cuyo  cuartel  general  estaba  tam- 
bién en  Caldas  de  Montbuy,  traía  una  hueste  á  su  dis- 
posición. Parece  que  su  influencia  y  popularidad  eran 
grandes  en  el  país,  y  sin  embargo  de  que  carezcamos 
de  detalles  para  poder  apreciar  debidamente  su  impor- 
tancia, todos  los  datos  inducen  á  creer  que  tenia  mucha 
y  que  había  libado  á  inspirar  serios  temores  á  los  go- 
bernantes. Demuestra  claramente  la  importancia  de 
este  bandolero  una  nota  que  se  lee  en  un  dietario  del 
archivo  de  Puigcerdá^  seg^n  la  cual,  á  i3  de  Setiembre 
de  1544,  entró  Roca  en  Cerdaña  al  frente  de  tres  mil 
hombres,  retirándose  después  de  haber  incendiado  las 
poblaciones  de  Via,  Ro  y  Rajanda. 

Antonio  Roca  acabó  por  caer  en  poder  del  virrey.  Se 
había  retirado  á  Francia^  y  las  autoridades  de  aquel 
país  se  apoderaron  de  él,  entregándolo  á  los  gobernan- 
tes de  Cataluña.  Con  referencia  al  26  de  Junio  de  1546, 
se  halla  la  noticia  de  haber  sido  sentenciado  á  muerte 
(Rúbrica  Bruniquer,  cap.  XXXV,  sacando  la  noticia  de 
un  dietario  particular);  y  si  bien  esto  y  el  no  hablarse 
en  los  dietarios  de  otros  sucesos  pudiera  hacer  creer 
que  se  había  conseguido  dar  un  golpe  de  muerte  á  los 
bandoleros,  hallo  una  prueba  de  que  éstos  se  mantenían 
firmes  en  el  país,  y  de  que  el  bandolerismo  proseguía 
en  campaña  durante  el  1547,  ^^  ^^^  ^^^  acerca  de  la 
administración  del  Hospital  general,  la  cual  dice  que  á 
17  de  Enero  de  1547  nombraron  los  concelleres  admi- 
nistrador á  Juan  Luis  Lull,  porque  Ramón  Dusay  es- 


DE  CATALUÑA — DEL  BANDOLERISMO   45 

lausa  de  los  bandos.  Y  aun  está  la  nota 
!  manera,  que  no  parece  sino  que  el  Ra- 
UDO  de  los  bandoleros, 
ómo  dice: 

er  de  1547  perqué  Ramón  Duzay  per  s(t 
iia  enléndrer  en  la  administrado  del  Hos- 
rso  durant  sa  absencia  feren  administrador 
1.  {Manuscrito  Braniquer,  cap.  XXXIII.) 
Iven  los  dietarios  á  hablar  de  bandole- 
I  claramente  á  entender  que  en  todos 
abían  tenido  alterada  esta  tierra, 
laber  salido  el  virrey  con  grande  hueste 
ríl  de  i55o,  después  de  haber  llamado 
ral,  dirigiéndose  á  las  comarcas  de  Ur- 
:ce  que  los  bandoleros  habían  sentado 
18  reales,  y  en  l553  hubo  necesidad  de 
maten  general  en  toda  Cataluña.  (Bru~ 
.XV.) 

o  dio  esta  expedición?  El  mismo  silen- 
No  se  dice:  ó  al  menos,  no  he  sabido 
lis  investigaciones. 

bar^,  que  la  cosa  iba  poniéndose  sería 
.os  bandoleros  tenian  dominada  á  Cata- 
n  con  el  apoyo  de  muchas  poblaciones, 
o  á  poner  en  campaña  huestes  organi- 
tadas.  ¿Y  eran  estos  hombres  meramen- 
imino  real? 


el  año  i553  continuamos  viendo  á  los 
unpaña.  No  consta  quién  era  su  jefe, 
io  que  eran  muchos  hombres  y  que  se 
i  fuerza  ó  por  avenencia,  de  varias  po- 


4  5  VÍCTOR    BALAGÜER 

blaciones.  Ya  no  eran  partidas  sueltas,  eran  compañías 
de  bandoleros^  y  creo  que  esto  da  algo  que  pensar. 

Algún  disgusto  general  debía  haber,  algún  malestar» 
alguna  llaga  existía  en  el  fondo  de  todo,  cuando  se  iban 
formando,  creciendo,  organizándose  y  reemplazándose 
aquellos  cuerpos  numerosos  de  bandoleros,  cuyo  origen 
se  halla  en  Cataluña  á  poco  de  haber  sucumbido  en  Va- 
lencia y  en  Mallorca  la  causa  de  los  agermanados,  y  en 
Castilla  la  de  los  comuneros. 

El  último  somatén  general  de  i55o  no  debió  produ- 
cir gran  resultado.  Hubo,  según  ya  hemos  dicho,  nece- 
sidad de  levantar  otro,  general  también,  y  éste,  como  el 
anterior,  estuvo  muy  lejos  de  acabar  con  los  bandole- 
ros, que  prosiguieron  su  vida  ordinaria. 

Se  creyó  entonces,  sin  duda,  por  el  poder  centraliza- 
dor  de  la  corte,  que  debían  tomarse  varias  medidas  para 
acabar  con  los  trastomadores  de  la  paz  en  Cataluña,  y 
vino  de  virrey  en  i554  el  marqués  de  Tarifa. 

Ya  hubiese  recibido  instrucciones  para  el  caso,  ya 
quisiese  obrar  bajo  su  responsabilidad,  es  lo  cierto  que 
tomó  enérgicas  medidas,  sin  más  consejo  ni  dictamen 
que  el  suyo  propio.  Sin  entenderse  de  leyes,  libertades 
y  constituciones  de  Cataluña,  las  cuales  serían  para  él 
trapos  viejos  y  papeles  mojados,  comenzó  por  sí  y  ante 
sí  á  levantar  somatenes,  armar  gente  y  derribar  casti- 
llos y  masías,  bajo  pretexto  de  que  en  ellos  eran  ampa- 
rados ó  se  refugiaban  los  bandoleros. 

El  país  se  alarmó,  y  levantóse  un  grito  de  indigna- 
ción general,  no  contra  los  bandoleros,  sino  contra  el 
virrey.  Los  concelleres  escribieron  al  rey  una  larga  car- 
ta quejándose  de  los  desafueros  cometidos  por  el  mar- 
qués de  Tarifa,  y  pidiéndole  nombrase  otro  virrey.  (Ar- 
chivo municipal:  Cartas  comunas.  Volumen  correspon- 
diente á  este  año.) 

Alarmóse  también  la  diputación,  y  convocó  á  junta 


HISTORIA   DE   CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO        47 

de  los  tres  estados  ó  Brazos,  resolviéndose  en  esta  asam- 
b  lea  acudir  al  virrey  y  representarle  que  lo  mandado 
por  él  era  contrarío  á  las  leyes,  pragmáticas,  constitu- 
ciones y  privilegios  de  Cataluña.  {Dietario  del  archivo 
de  la  Corona  de  Aragón.)  Fué  la  embajada  con  esta  mi- 
sión, pero  se  volvió  como  había  ido.  El  virrey  se  negó 
terminantemente  á  revocar  la  orden. 

Serio  amenazaba  ser  el  conflicto,  y  sii  gravedad  su- 
bió aún  de  punto  cuando  á  9  de  Noviembre  salió  el  vi- 
rrey de  Barcelona  para  Perpiñán,  llevándose  consigo 
la  real  Audiencia.  Las  cosas  hubieran  podido  parar  en 
mal^  si  en  la  corte  no  hubiese  habido  más  prudencia  que 
la  que  manifestó  tener  el  marqués  de  Tarifa.  El  prin- 
cipe gobernador  D.  Felipe  dio  orden  para  que  el  virrey 
y  Audiencia  volviesen  á  Barcelona,  y  se  procuró  matar 
el  asunto. 

Pero  el  marqués  de  Tarifa  continuó  en  su  cargo  de 
virrey,  favorecido  por  la  corte,  y  con  dejarle  á  él  en  su 
puesto,  se  demostró  bien  claramente  que  había  sonado 
la  hora  de  entrar  á  saco  el  código,  hasta  entonces  in- 
maculado, de  las  constituciones  catalanas. 

Por  algunos  años  no  vuelvo  á  encontrar  noticias  de 
bandoleros. 

Sólo  al  llegar  á  i565  hallo  que  corría  el  país  Barto- 
lomé Camps,  á  quien  se  llama  bandolero  famoso,  con 
lo  cual  se  prueba  no  ser  aquel  año  la  vez  primera  que 
se  presentaba,  y  de  quien  se  dice  que  residía  comunmen- 
te en  Caldas  de  Montbuy,  villa  que  parece  ser  realmen- 
te el  foco  y  el  baluarte  de  los  bandoleros  en  el  siglo  xvi. 
Bartolomé  Camps  fué  perseguido,  preso  y  ajusticiado 
en  Barcelona  el  4  de  Junio.  {Fou  sentenciat  á  /[de  Juny 
de  1 565  Bartomeu  Camps  bandoler  y  ladre  f amos,  dice  el 
Dietario  del  archivo  municipal.) 

En  este  año  mismo  de  i565  hubo  grandes  alteracio- 
nes y  disturbios  en  Cerdaña.  Los  bandoleros  domina- 


fS  VÍCTOR  BAUtGDER 

n  por  completo  aquella  tierra.  El  i ."  de  Setiembre  de 
uel  año  Il^ó  á  Paigcerdá  el  virrey  príncipe  de  Mélito 
n  su  esposa,  y  maodó  quemar  muchas  casas  eo  el 
He  de  Querol  y  derribar  dos  en  Puigcerdá,  per  rahó 
las  bandosüats.  Hizo  firmar  á  los  pueblos  la  uniÓD 
ntra  los  bandoleros,  y  díó  orden  para  que  fuesen  en- 
cadas á  las  llamas  algunas  casas  de  Ribas  y  algunas 
isias  de  aquellos  contomos.  Consta  todo  esto  en  el 
:hÍvo  de  Puigcerdá. 

Por  aquellos  tiempos  sucedieron  en  Cataluña  cosas 
e  dejo  mejor  explicadas  en  el  cuerpo  de  mi  Historia, 
Esentándolas  bajo  un  ponto  de  vista  distinto  de  como 
I  presentan  los  historiadores  y  los  analistas  generales, 
ly  quien  pinta  aquellos  sucesos  de  un  modo  diverso  de 
mo  pasaron,  y  cuando  as!  se  escribe  la  historia,  no  es 
da  de  extrañar  que  en  otros  asuntos  se  nos  oculte  lo 
rdadero. 

Es  imprudencia  pretender  apoyarse  en  nuestros  ana- 
tas como  en  artículos  de  fe,  para  combatir  lo  que  la 
itica  histórica  va  descubriendo  y  desterrando.  Nunca 
luz  artificial  será  la  luz  del  sol.  Según  qué  autores 
lean,  los  agennanados  de  Valencia  y  de  Mallorca, 
r  ejemplo,  no  fueron  otra  cosa  que  miserables  bando- 
os  encenegados  en  los  crímenes.  Según  á  qué  otros 
tores  se  lea,  los  bandoleros  catalanes  no  fueron  sino 
ndidos  sin  ley  y  sin  conciencia,  ladrones  de  camino 
ti,  lloares  di  pas.  Y  sin  embargo,  hay  pruebas  bas- 
ites  para  creer  y  para  afirmar,  en  épocas  determina- 
B,  que  los  bandoleros  catalanes,  fuesen  más  ó  menos 
mínales,  llevaban  la  misma  idea  y  enarbolaban  el 
smo  pendón  que  más  tarde  hombres  políticos  trata- 
1  de  levantar  y  llevar  á  cabo. 
Pero  hablar  de  idea  política  con  referencia  á  bando- 
08  es  un  sacrilegio  á  los  ojos  de  algunos,  que  sólo 
isieran  que  la  historia  fuese  la  mitad  de  la  verdad,  y 


HISTORIA   DE  CATALUÑA  —  DEL   BANDOLERISMO       49 

aun  esta  mitad  encaminada  á  servir  sus  intereses  parti- 
culares. Los  documentos  oficiales,  dirán  éstos,  hablan 
de  los  bandoleros  como  de  unos  meros  ladrones.  Pues 
qué,  ¿hablan,  por  ventura,  los  documentos  oficiales  rela- 
tivos á  la  Inquisición,  de  haber  sido  ésta  mal  recibida  en 
el  país  y  de  haber  sido  arrojados  los  inquisidores  de  al- 
gunos pueblos  á  pedradas? 

No,  no  es  en  las  alocuciones  de  los  virreyes  donde 
debe  irse  á  buscar  la  verdad  tocante  á  los  bandoleros. 


IV. 


Y  digo  esto,  porque  en  i568  vuelve  á  encontrarse  no- 
ticia de  partidas  armadas  que  corrian  los  pueblos,  y  co- 
mienza á  hablarse  ya  de  un  hombre  llamado  el  Moreu 
Palau,  como  de  un  jefe  de  bandoleros. 

Hubo  necesidad  de  levantar  un  nuevo  somatén,  y  se 
halla  en  el  Dietario  que  á  14  de  Junio  de  dicho  año  los 
concelleres  y  los  diputados  enviaron  embajada  al  virrey, 
que  lo  era  entonces  el  principe  de  Mélito,  exponiéndole 
sus  quejas  y  sus  protestas  por  haber  hecho  derribar  ca- 
sas y  castillos,  d  iitol  que  recaptavan  bandolers. 

Los  lectores  irán  notando,  supongo,  que  en  toda  esta 
cuestión  de  bandoleros  se  ve  siempre  al  poder  civil  en 
lucha  con  el  poder  militar.  Añádase  á  esto  el  silencio 
significativo,  expresivo,  de  los  cronistas  que  con  el  ma- 
yor celo  y  la  mayor  puntualidad,  sin  embargo,  se  con- 
sagraban á  ir  anotando  día  por  día  todo  lo  notable 
que  ocurría  en  Barcelona  y  en  el  Principado,  apuntan- 
do hasta  las  fiestas  más  insignificantes  y  los  aconte- 
cimientos de  menor  monta.  Respecto  á  los  bandole- 
ros, no  se  hallan  más  que  ligeras  noticias,  notables  y 
expresivas  por  su  laconismo.  ¿No  significa  algo  todo 
esto? 

TOMO  XIX  4- 


VÍCTOR  BALAGUBR 

9  bandoleros  continuaban  en  iSyi.  No  hablaban 
los  los  dietarios;  pero  por  cierto  documento,  á  qae 
entalmente  se  reñere  nuestro  analista  Feliu  de  la 

al  ocuparse  de  otro  asunto  (Anales,  lib.  XIX,  ca- 
3  X),  se  ve  que  en  i5yi  Antich  Zarriera,  caballe- 

la  Orden  de  Santiago,  fué  nombrado  por  el  virrey 
ataltiña,  á  nombre  de  S.  M.,  coronel  de  un  regi- 
to,  para  librar  al  Principado  de  las  sedicioius  de 
entos   hombres  qfie  U  perturbaban.  Naturalmente, 

3.00  hombres  serían  de  los  llamados  bandoleros. 

cuántos  llegarian  en  número,  esos  3oo  hombres 
sados  por  los  documentos  oficiales?  No  se  sabe  ni 
>dido  averiguarlo. 

1  los  dietarios  y  papeles  de  iSyS  consta,  siempre 
¡1  mismo  laconismo,  que  á  3i  de  Marzo  fué  hecho 
>nero  en  Igualada  el  famoso  Moreu  Palau,  que  ve- 
a  figurando  desde  los  anos  anteriores  en  la  linea 
indoleros  célebres.  Fueron  presos  con  él  63  de  sus 
laneros. 
.  Rúbrica  de  Bruniquer,  de  donde  saco  esta  noti- 

10  da  más  detalles.  Se  ignora  si  hubo  combate  para 
lerlos;  si  la  población  de  Igualada  tomó  parte  en 
vor;  si  el  Moreu  Palau  y  sus  compañeros  fueron 
nciados  ó  solamente  desterrados  del  país. 

n  datos  aislados  todo&  los  que  encuentro  tocante  á 
asunto  de  bandoleros;  y  si  bien  no  tienen  interés 
uno  por  separado,  juntos,  y  con  esa  extraña  conti- 
id  con  que  se  van  sucediendo  y  reproduciendo, 
)an,  por  lo  menos,  que  había  cierto  malestar  en  el 
por  alguna  causa  producido, 
spués  del  Moreu  Palau  viene  Montserrat  Poch.  Eü 
Orias  del  iS/S  se  habla  de  éste  como  de  un  sedi- 
muy  atrevido  y  audaz,  si  bien  no  se  particulariza 
'm  hecho.  Tuvo  también,  por  lo  que  parece,  su 
el  en  Caldas  de  Montbuy,  y  durante  todo  aquel 


CATALUÑA — DEL  BANDOLERISMO   5I 

¡ente  de  1576  estuvo  por  él  la  tierra 
s  alteraciones.  En  la  Rúbrica  de  Bru- 
ue  en  1576,  á  2  de  Octubre,  fué  sen- 
:  Pock,  bandolero  famoso.  No  he  po- 
los. 

de  este  bandolerismo  continuo,  ince- 
tiabia  una  idea  política,  á  mi  no  me 
y  luego  citaré  comprobantes  en  apo- 
^n;~  pero  que  también  á  la  sombra  de 
e  lanzaban  á  correr  el  pais  compa- 
res y  facinerosos,  sin  más  objeto  que 
,  lo  tengo  asimismo  por  muy  cierto. 

sido  y  será  siempre.  ¿No  lo  hemos 
I  civiles  de  nuestra  misma  edad? 
:  sentaran  por  aquel  tiempo  las  ba- 
le la  llamada  Unión  6  Santa  Unión, 
lirse  las  ciudades  y  villas  para  ex- 
■ones;  pero  esta  Unión,  por  dificul- 
-ticularizan,  tardó  mucho  en  llevar- 
principios  del  siglo  siguiente  no  co- 
llados, y  leyendo  lo  mucho  que  se 

particular ,  no  parece  sino  que  los 
i  de  llevarla  á  cabo  iban  retardando 
;ual  si  hubiese  una  causa  secreta  que 
ar  sin  efecto  la  Unión.  La  causa  se- 
3Íen  ser  el  no  avenirse  á  perseguir 
un  cuando  se  quisiese  exterminar  á 

fijándose  bien,  se  ve  que  aquéllos 
:os  otra,  aunque  de  las  dos  quisiesen 
;l  virrey  y  los  delegados  del  poder 

que  eran  los  que  con  más  ahinco 
r  á  cabo  esta  Unión.  Léase  con  al- 
todo  lo  que  sobre  este  particular 
a  de  Bruniquer,  dietarios  y  acuerdos 
:1  Consejo,  existente  todo  en  núes- 


¡3  VÍCTOK  BUjWCCX 

'  arduTO  mtmicipal,  y  de  s^cro  qut  qoieo  con  cní- 
lololea,  acabará  por  tecn-Iz  misma  convicciÓD  que 
uitor  de  estas  Uceas.  De  todos  modos,  la  VnicH,  de 
cual  se  scntaroa  ya  bases  en  1576,  no  se  realizó  has- 
1606,  como  Tamos  luego  á  ver,  es  dedr,  hasta  pa- 
los treinta  años,  un  tercio  de  siglo  después.  Bien  sig- 
ica  algo  este  dato. 

Bl  bandolerismo  no  desapareció,  antes  cobró  mayor 
Tza.  Desde  1576  á  iSgz  se  habla  vagamente  de  un 
e  Ibmado  el  iíinyó  (Memorias  de  Felipe  de  Comines, 
Far  citado),  y  se  ve  que  existían  grandes  compañias 
bandoleros,  anmentando  ó  decreciendo  en  número  é 
portancia,  según  las  cimmstancias.  (Acuerdos  del 
nsejo  de  Ciento  en  el  archivo  municipal.) 
Pero  llegamos  ya  á  la  ^loca  en  que  vemos  al  bando- 
ísmo  tomar  serías  proporciones:  á  la  época  célebre, 
ro  muy  desconocida  aún,  de  los  narros  y  cadells. 


V. 

Algunos  años  después  de  publicada  mí  primera  edi- 
in  de  la  Historia  de  Cataluña,  donde  reuní  sobre 
bandolerismo  todos  los  datos  que  entonces  habían 
gado  á  mi  noticia,  los  azares  de  mi  atormentada  vida 
t  llevaron  en  1866  á  Cerdaña.  Allí  trabé  relaciones 
imas  con  D.  José  María  Martí,  persona  á  quien  co- 
cía poco  de  trato,  pero  mucho  de  reputación  y  nom- 
s.  Marti,  sobre  ser  una  persona  de  profundos  conoci- 
entos,  es  una  especie  de  crónica  encamada  en  la 
rdaña,  á  la  cual  ha  prestado  importantísimos  servi- 
19,  ya  con  el  arreglo  del  archivo  de  Puígcerdá,  ya  con 
hallazgo  de  manuscritos  y  lápidas,  que  son  dos  gran- 
s  elementos  para  facilitar  la  historia  de  un  país  como 
uél. 


\1 


'   tÉ.*íW? 


u- 


HISTORIA   DE   CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO       53 

Díjele  que  iba  en  busca  de  ciertos  datos  sobre  el  ban- 
dolerismOf  que,  según  vagas  noticias  mías,  había  sido 
muy  poderoso  en  Cerdaña,  y  púsome  delante  un  ma- 
nuscrito tan  curioso  como  notable,  tan  notable  como 
importante. 

Es  un  Dietario  que  se  conserva  en  el  archivo  de 
Fuigcerdá,  comentado  á  escribir  por  Juan  Onofre  de 
Ortodó,  notario  de  dicha  villa,  el  año  1584.  Tiene  este 
Dietario  unas  cubiertas  de  pergamino,  en  el  centro  de 
las  cuales  hay  el  escudo  de  Puigcerdá;  encima  se  lee: 
Dietarium  fidelissime  ville  Podis  Ceretani,  y  debajo:  Sola 
virtus  expers  sepulcri. 

Los  datos  que  hallé  en  este  libro  completaron  mis 
noticias  y  afirmáronme  en  mis  opiniones. 

Se  ve  de  una  manera  clara  y  evidente  que  la  Cerda- 
na  fué  el  país  clásico  de  los  bandoleros  y  del  bandole- 
rismo. Por  espacio  de  muchos  años  fueron  los  bandole- 
ros reproduciéndose,  llegando  á  tener  verdaderos  ejér- 
citos; contando  con  villas  y  castillos;  teniendo  á  su 
frente  nobles,  caballeros  y  hombres  de  arraigo  en  el 
país;  poniendo  sitio  á  poblaciones  importantes,  y  bur- 
lándose del  poder  y  de  las  medidas  tomadas  por  los  vi- 
neyes. 

Procedamos  por  orden. 

Ya  hemos  visto  que  en  i565  el  príncipe  de  Mélito  lle- 
gó á  Puigcerdá,  tomando  varias  medidas  para  extirpar 
el  bandolerismo. 

Por  el  Dietario  de  Ortodó  vemos  que  éste  continuó 
triunfante. 

En  1 568  se  nombró  en  Puigcerdá  un  consejo  de 
guerra  para  resistir  á  los  bandoleros,  que,  aliados  con  los 
hugonotes  de  Francia,  infestaban  el  país. 

En  1570  se  acordó  comprar  banderas  para  los  regi- 
mientos, y  formar  unió  contra  7s  mals  homens. 

En  1573  se  ve  tomar  serias  providencias,  á  ñn  de 


'  •  \ 


•  «Vi 


f- 


vi 


54  VÍCTOR  BALAGUER 

proveer  la  viUa  de  Puigcerdá  de  arcabuces,  picas  y  pól- 
vora para  los  hombres  de  armas  defensores  de  dicha  vi- 
lla, y  en  1575  se  halla  que  el  consejo  de  Puigcerdá  ob- 
tuvo permiso  para  batir  3.ooo  ducados  de  oro,  llama- 
dos tnenuts,  á  fin  de  reparar  las  murallas  de  la  población» 

Se  halla  que  el  mismo  año,  en  virtud  de  la  unión 
formada,  se  dio  facultad  á  ciertas  Bprsonas  para  expul- 
sar á  los  bandoleros. 

Con  referencia  al  i.^  de  Enero  de  i58o,  consta  que 
el  veguer  de  Puigcerdá  tenía  presos  en  el  castillo  d  cua- 
tro bandoleros  de  la  compañía  de  Tomás  Banyuls^  señor  de 
Liertif  y  que,  sabiéndolo  éste,  con  más  de  setenta  bando- 
leros sorprendió  el  castillo  y  se  llevó  los  cuatro  presos» 

El  II  de  Mayo  llegó  á  Puigcerdá  el  virrey  de  Catalu- 
ña, que  lo  era  entonces  D.  Francisco  de  Moneada,  y 
para  castigar  á  los  culpables  por  la  dicha  sorpresa  del 
castillo,  hizo  ahorcar  á  Tomás  Pertils  y  al  soldado 
Riera,  y  desterró  al  alcaide  Muntallá  por  no  haber 
dormido  aquella  noche  en  el  castillo. 

Siguiendo  el  Dietario  de  Puigcerdá,  fué  año  de  ban- 
doleros el  de  1 58 1,  distinguiéndose  señaladamente  To- 
más de  Banyuls  con  su  cuadrilla,  que  fué  á  poner  sitio  á 
Oleta.  Acudió  mucha  gente,  de  orden  del  virrey,  por  la 
parte  del  Rosellón  y  Cerdaña,  con  el  gobernador  Misser 
Osset,  doctor  del  real  consejo,  y  muchos  caballeros  y 
vegueres.  Hubo,  según  parece,  varios  encuentros,  se 
levantó  somatén,  y  el  de  Banyuls  con  su  gente,  france- 
ses y  catalanes,  que  por  lo  visto  eran  muchos,  se  fue- 
ron á  Francia,  mientras  que  Misser  Osset,  después  de 
haberlos  perseguido,  regresó  á  Oleta,  á  cuyo  lugar 
mandó  prender  fuego.  Fué  esto  por  la  Cuaresma  de 
i58i.  (Véase  el  apéndice  II.) 

Según  todas  estas  noticias,  tenemos  á  un  noble  de 
cap  de  cuadrilla  f  de  jefe  de  bandoleros.  La  partida  alza- 
da por  Tomás  de  Banyuls,  ¿llevaba  intenciones  de  robo? 


r 


HISTORIA  DB  CATALUÑA — DEL  BANDOLERISMO       55 

A  otro  noble  comenzamos  ya  á  ver  figurar  este  mis- 
Tno  año  como  cap  de  cuadrilla  también. 

Efectivamente:  según  el  citado  Dietario  de  Puigcer- 
dá,  durante  el  mes  de  Diciembre  entraron  por  el  valle 
de  Querol  225  franceses,  hugonotes  y  otros»  reclutados 
por  Galcerán  Cadell.  Esta  partida  de  bandoleros  entr6 
en  Cerdaña  á  son  de  guerra,  cometiendo  varios  desafue- 
ros y  corriéndose  hasta  la  Seo  de  Urgel.  En  el  campo 
de  Lies  tuvieron  una  refriega  con  los  que  les  perseguían, 
muriendo  algunos  de  ellos  y  perdiendo  un  mortero  que 
llevaban,  volviéndose  á  Francia.  El  virrey  envió  á  Misser 
Oliva  y  Misser  Fermín  Sorribes  para  pacificar  el  país, 
consiguiéndolo  éstos  por  el  pronto,  dando  carta  de  guia- 
je  ó  salvo-conducto  á  algunos  bandoleros  y  desterrando 
á  Galcerán  Cadell  y  á  otros.  (Véase  el  apéndice  III.) 

Tenemos,  pues,  á  otro  noble  en  campaña  de  jefe  de 
bandoleros. 

Debe  ser  en  esta  época  cuando  la  parcialidad  que  ca- 
pitaneaban los  nobles  Banyuls  y  Cadell  comenzó  á  to- 
mar color  político,  y  cuando  comenzaron  también  los 
bandos  de  narros  y  cadells^  que  tan  famosos  debían  ha- 
cerse con  el  tiempo. 

Era  la  de  Cadell  una  familia  ilustre  de  la  Cerdaña, 
originaría  de  Puigcerdá,  que  ha  dado  un  número  consi- 
derable de  personajes  distinguidos  á  la  historia.  Se  ti&- 
ne  ya  noticia  de  Raimundo  Cadell,  jurisconsulto  de 
Puigcerdá,  que  obtuvo  un  privilegio  de  Ñuño  Sancho, 
señor  soberano  del  Rosellón  y  de  Cerdaña,  el  3  de  los 
idus  de  Abril  de  1222.  (Véase  el  apéndice  IV.) 

Los  Cadells  eran  señores  del  castillo  de  Arseguel, 
cuyo  lugar  existe  aún  en  Cerdaña,  lo  propio  que  una 
torre  que  se  llama  de  Cadell,  y  tenían  por  escudo  de  ar- 
mas tres  cachorros  de  oro. 

Prosigamos  ahora  recogiendo  notas  del  Dietario  de 
Puigcerdá, 


56 


VÍCTOR  BALAGUER 


En  1588  encontramos  á  otro  Cadell  en  campaña.  Fué 
la  de  los  Cadells  una  familia  en  que  parece  que  los  je- 
fes de  bandoleros  se  fueron  sucediendo  de  padres  á 
hijos. 

•A  7  del  mes  de  Noviembre  de  1588^  dice  el  Dieta- 
rio en  cuestión,  del  cual  traduzco  al  pie  de  la  letra  esta 
nota,  entendiendo  el  señor  virrey  D.  Manrique  de  Laxa 
los  estragos  que  hacían  los  bandoleros  de  la  parcialidad 
de  Mosén  Jonot  Cadell  de  Árseguel  en  la  tierra  de  Cer- 
daña  y  otras  partes  vecinas,  envió  al  magnifico  Misser 
Francisco  Ubach,  doctor  del  real  Consejo,  á  esta  villa 
de  Puigcerdá  para  asentar  la  unión  y  dar  remedio  de 
justicia  á  la  tierra,  y  también  envió  á  Misser  Enrich  á 
Lérida,  y  á  Misser  Mur  á  la  Seo  de  Urgel  para  el  mis- 
mo efecto.  Aquí  ha  hecho  mucha  justicia  el  citado  Mo- 
sén Ubach,  persiguiendo  á  los  bandoleros  y  sitiándoles 
en  Árseguel,  en  cuyo  sitio  mataron  al  miñó  de«Montella 
y  al  miñó  de  Capsir,  y  alzaron  somatén  y  acudió  toda 
la  tierra,  y  también  Misser  Mur  con  los  de  la  Seo  de 
Urgel,  y  también  acudió  Bañuls  con  3oo  hombres.  Du- 
ró el  sitio  siete  ú  ocho  días,  y  levantáronlo  por  no  po- 
der resistir  el  mal  tiempo  y  el  frío.» 

De  esta  nota  se  desprenden  varios  datos  importantes, 
pues  á  más  de  venirse  en  conocimiento  de  que  los,  ban- 
dos se  habían  extendido  por  Lérida  y  la  Seo  de  Urgel, 
se  ve  que  Juan  ó  Jonot  Cadell  estaba  al  frente  de  ima 
parcialidad  numerosa,  y  que  en  su  castillo  de  Árseguel 
se  hacia  fuerte  contra  los  que  le  combatían,  saliendo 
vencedor  por  el  pronto  en  la  contienda. 

Otra  particularidad  de  esta  nota  es  la  de  que  parece 
que  esta  vez  la  cuadrilla  ó  la  fuerza  del  bandolero  To- 
más de  Ban}ails,  que  se  componía  de  3oo  hombres, 
apoyó  á  Misser  Ubach  contra  el  bando  Cadell.  ¿Es  que 
la  parcialidad  de  Banyuls  representaba  un  partido  con- 
trario á  la  de  Cadell?  ¿Y  qué  partido  representada  Ba- 


HISTORIA  DE   CATALUÑA — DBL  BANDOLERISMO       SI 

nyuISf  cuando  las  fuerzas  del  gobierno  no  tenían  incon- 
ireniente  en  unirse  con  él,  siendo  asi  que  antes  le  ha- 
bían perseguido? 

Otras  noticias  del  mismo  Dietario  prueban  que  el 
país  de  Cerdaña  continuó  siendo  teatro  de  bandoleros; 
pero  todas  estas  noticias  son  breves,  llenas  de  misterio, 
notables  por  su  laconismo,  é  importantes,  más  por  lo 
que  callan  que  por  lo  que  dicen. 

Asi,  por  ejemplo,  hallamos  que  en  iSSy  hubo  gran- 
des disensiones  de  partido  y  de  balido  en  Puigcerdá,  sin 
detalle  alguno,  y  que  6.000  hugonotes  pretenden,  en 
Diciembre  de  i588,  entrar  en  Cerdaña,  apoyados  por 
los  bandoleros,  sin  poder  conseguir  su  objeto. 


VI. 


Vamos  ahora  amontonando  datos,  y  acudamos  otra 
vez  á  los  archivos  de  Barcelona. 

Hallo  que  en  1592  surgían  grandes  y  transcendenta- 
les desavenencias  en  el  seno  de  la  diputación  con  moti- 
vo de  las  medidas  tomadas  para  expulsión  de  bandole- 
ros. Creyóse  necesario  reunir  junta  de  Brazos,  y  hubo 
grandes  contiendas,  dividiéndose  en  fracciones,  formán- 
dose en  mayorías  y  minorías,  aceptando  unos  por  ca- 
beza ó  jefe  á  un  diputado,  otros  á  la  diputación  y  otros 
al  Brazo  militar.  Los  concelleres  se  retiraron  del  par- 
lamento, manifestando  querer  permanecer  independien- 
tes. (Véase  el  apéndice  VI.) 

¿Cómo  tanta  agitación,  tanta  reyerta  y  tantos  dis- 
turbios, si  sólo  se  trataba  de  perseguir  á  bandoleros 
verdaderamente  bandoleros,  á  ladrones  verdaderamen- 
te ladrones,  á  criminales  verdaderamente  criminales? 

Lo  cierto  es  que  estas  luchas  y  disensiones  existie- 
ron, y  no  pueden  ocultar  los  dietarios  la  agitación  rei- 


58 

nante  entonces  en  el  pais;  lo  cierto  es  que  había  gran- 
des tiirfaaci<xies  en  el  Principado  y  no  salió  la  bandera 
de  Santa  Eulalia;  lo  cierto  es  que  por  entonces  se  halla 
esta  nota  sola,  única,  lacónica  en  el  Dietario: 

•A  26  de  Setiembre  de  1592,  el  virrey  dio  aviso  á 
los  concelleres  de  cómo  halna  mandado  sitiar  el  casti- 
llo de  Arseguel,  porque  Cadell  se  hacia  fuerte  en  61  con 
otros  bandoleros,  y  filé  tomado  y  derrocado.» 

Ahora  bien;  ya  hemos  visto  que  Cadell  era  un  noble, 
y  no  podía  ser  un  noble  tan  oscuro  ni  tan  vulgar  cuando 
dejó  nombre  á  toda  una  facción  que  vivió  largos  años  y 
por  él  se  llamó  de  los  Cadells;  por  fuerza  algo  debía  ser^ 
algo  debía  representar,  cuando  tanta  excitación  se  pro- 
movió, particularmente  entre  la  nobleza,  al  tratarse  de 
su  persecución. 

Gracias  á  una  nota  del  Dietario  de  Puigcerdá,  corres- 
pondiente al  iSgS,  donde  por  incidencia  se  refiere  algo 
del  1592,  me  hallo  en  el  caso  de  poder  completar  d  va- 
cío que  se  observa  por  su  laconismo  en  el  Dietario  de 
Barcelona. 

Efectivamente,  he  aquí  lo  que  se  desprende  y  se  sabe: 

Desde  que  Jonot  Cadell  apareció  como  jefe  de  ban- 
doleros, éstos  hubieron  de  tomar  gran  incremento.  El 
Dietario  ceretano  dice  que  se  había  hecho  tan  fuerte, 
tan  poderoso  y  tan  temido,  que  no  había  manera  de  vi- 
vir tranquilo  en  las  tierras  de  Cerdaña,  de  Baridá,  Ur- 
gellet  ni  casi  en  Cataluña.  Constantemente  había  en  el 
castillo  de  Arseguel  un  cuerpo  de  200  bandoleros,  quie- 
nes, en  sus  frecuentes  excursiones,  saqueaban,  no  sólo 
casas,  sino  que  hasta  entraban  en  villas  amuralladas  y 
poblaciones  de  muchos  habitantes,  estando  apoderados 
de  todos  los  pasos  y  puertos  de  la  Cerdaña» 

D.  Bernardino  de  Cárdenas,  duque  de  Maqueda^  vi- 
rrey que  á  ia  sazón  era  del  Principado,  determinó  aca- 
bar con  aquel  foco  de  bandolerismo,  y  comisionó,  con 


•ALUSA  —  DEL  BANDOLERISMO       Jg 

Juan  de  Querait,  gobernador  de 
lón  y  Cerdaña,  el  cual  fué  á  po- 
Arseguel  con  una  hueste  com- 
:rdaña,  de  gente  de  algunas  ve- 
/  de  200  castellanos,  de  quienes 
te  ArgensoJa,  caballero  famoso  y 
i  de  Flandes.» 

e  Puigcerdá,  el  sitio  del  castillo  de 
92,  como  dicen  las  notas  de  Bru- 
,80  el  día  de  Santa  Tecla,  que  es 
'.  año  iSgS. 

nes  dur6  el  sitio,  teniendo  lugar 
y  muertes  de  sitiados  y  sitiadores, 
o  de  víveres  y  sobre  todo  de  agua, 
6  una  noche  el  castillo,  dejándolo 
tiadores.  Lo  particular  del  caso  es 
se  dicho  castillo  estrechamente  si- 
üló  medio  de  salir  libre  con  toda 
componía,  al  decir  del  Dietario, 
do  Felipe  Querait,  compañero  de 
11,  de  los  bandoleros  de  Arseguel, 
le  aquellos  contornos  con  sus  mu- 

•seguel  se  refugiaron  en  el  conda- 
ludieron  llegar  sin  tropiezo  guía- 

del  país,  y  entonces,  por  orden 
]uemar  y  asolar  el  lugar  de  Arse- 
Cadell  todos  sus  bienes. 
[ue  parece,  muri6  á  poco  tiempo 
c;  pero  cinco  años  después,  y  ob- 
:s  es  dato  digno  de  la  mayor  ob- 
jeltosá  su  familia,  por  acuerdo  de 

en  1 599  en  Barcelona,  todos  los 
íido  confiscados.  (Véase  el  apeo- 


VÍCTOR   BALACUER 

;rminemos  ahora  con  los  demás  datos  que  he  podi- 
¡coger  referentes  á  noticias  del  siglo  XVI. 
:  halla  que  á  lo  de  Noviembre  de  1594  partió  Juan 
,  sindico  de  Barcelona,  para  la  corte  por  el  agravio 
aber  sacado  de  Cataluña  &  Pedro  de  Mury  de  Na- 
j  y  á  otros  cabecillas.  (Y  altres  caps,  dice  la  Rúbri' 
runiquer  en  su  cap.  XXXVIII.)  No  queda  duda 
ssta  noticia,  que  el  Pedro  de  Mur  era  jefe  de  bando- 
i,  y  por  consiguiente,  tenemos  á  otro  noble  en  cam- 
,  y  de  cap  de  cuadrilia,  sin  contar  los  altres  caps  de 
ella  nos  habla. 

jr  fin,  y  para  terminar  con  las  noticias  referentes 
,e  siglo,  en  iSgS  hubo  de  nuevo  grande  alteración 
as  tierras  de  Cerdaña.  Una  hueste  de  3.cx30  fran- 
),  mandada  por  M.  de  Durban  y  por  el  vizconde  de 
mrt,  atravesó  la  frontera  penetrando  en  son  de 
ra.  Iba  guiada  por  los  muchos  bandoleros  natura- 
ie  Cerdaña  que  se  habían  recogido  en  el  condado 
oix  con  Jonot  Cadell,  después  de  la  calda  de  Ar- 
el. Parece  que  el  país  en  masa  se  levantó  contra 
ivasores,  acudiendo  gentes  de  todas  partes,  según 
e  verse  en  el  apéndice  núm.  VII,  y  después  de  va- 
escaramuzas  y  encuentros  hubieron  de  volverse  á 
cía,  rechazados  vigorosamente  de  todos  lados,  con 
ida  de  700  hombres.  (Véase  el  apéndice  VII.) 

VII. 

principios  del  siglo  xvii  hallamos  ya  dibujándose 
mente  en  nuestra  historia  las  parcialidades  de  »a- 
/  cadells;  pero  si  bien  se  ve  su  importancia,  si  bien 
can  sus  efectos,  reina  sobre  estos  bandos  la  más 
ntable  oscuridad. 
;ruparé,  sin  embargo,  cuantos  datos  pueden  ser- 


HISTORIA  DB   CATALUÑA— DEL   BANDOLERISMO       6 1 

vimos  para  esclarecer  este  período  de  nuestra  historia^ 
cuantas  noticias  he  podido  recoger  en  archivos  y  libros 
con  el  fin  de  hacer  la  luz  en  esa  especie  de  caos. 

Comencemos  por  los  dietarios  y  hojeémosles  hasta 
1616,  época  en  que  se  supone  dieron  ñn  estos  bandos, 
aun  cuando  no  fué  asi,  pues  les  hemos  de  ver  reprodu» 
cirse  más  adelante  todavía. 

A  principios  del  siglo  xvii  los  bandoleros  eran  pode» 
rosísimos  y  tenían  á  toda  Cataluña  en  agitación  y  en  ar» 
mas,  pues  se  halla  noticia  de  ellos  en  Rosellón,  en  Cer- 
daña,  en  Urgel,  en  Vich,  en  el  campo  de  Tarragona  y 
en  el  llano  de  Barcelona.  Los  dos  bandos  se  daban  en- 
carnizadas batallas,  y  á  su  sombra,  y  protegidas  por 
unos  y  otros,  vivían  regimentadas  compañías  de  ladro» 
nes.  Tratóse  entonces  de  realizar  la  Unión,  y  á  23  de 
Diciembre  de  i6o5  volvieron  á  sentarse  las  bases  de 
ella  (Rúbrica  Bruniquer,  cap.  XXXV),  tocándose  ya 
sus  efectos  el  1 8  de  Marzo  de  1606.  En  dicho  día  su- 
cedió en  Barcelona  un  gran  alboroto  entre  unos  de  la 
Unión  y  ciertos  hombres  recogidos  en  una  casa  junto  al 
Hospital.  Se  tocó  la  campana;  acudieron  allí  los  de  la 
Unión;  defendiéronse  los  otros  cuanto  les  fué  posible, 
y  por  fin  se  les  prendió  en  el  convento  del  Carmen,  á 
donde  se  habían  retirado.  «Fué  cosa  notable  lo  de  aquel 
día  (dice  la  Rubrica  Bruniqtur,  cap.  XXXV),  y  fué  el 
primer  efecto  de  la  Unión, » 

A  10  de  Noviembre  de  1612  celebróse  Consejo  de 
Ciento  para  tratar  de  la  persecución  de  ladrones  y  ban- 
doleros, y  decidió  la  ciudad  hacer  25  soldados.  (Acuer- 
dos del  Consejo  de  este  año.) 

A  II  de  Julio  de  i6i3  otra  vez  Consejo  de  Ciento 
para  tratar  de  la  muerte  del  conde  de  la  Bastida,  á 
quien  los  bandoleros  mataron  viniendo  de  Montserrat,. 
donde  estaba  el  príncipe  de  Saboya,  del  que  era  grai^ 
privado.  (Acuerdos  de  este  año.) 


62  VÍCTOft   BALACOBR 

A  g  de  Noviembre  del  mismo  i6i3  otra  vej 
para  tratar  de  persecución  de  ladrones  y  baní 
la  ciudad  ofreció-  hacer  y  pagar  Soo  hombre 
saliere  el  virrey  por  la  veguería  con  somatén 
(Acuerdos  de  este  año.) 

A  21  de  Octubre  de  1614  se  decidió  que 
conceller  en  cap  como  jefe  de  los  Soo  hombre; 
dos  de  este  año.) 

Leyendo  las  sesiones  celebradas  por  el  Ci 
Ciento  en  13  de  Octubre  de  1614  y  en  15  dt 
i6z5,  se  viene  en  conocimiento,  á  pesar  de  lo  < 
es  su  lectura  por  hallarse  el  papel  muy  malti 
que  los  bandoleros  eran  dueños  de  todo  el  lian 
celona,  y  llegaban  hasta  las  mismas  puertas  1 
dad,  contándose  varios  robos,  homicidios  y  t 
de  personas  acaecidos  en  Sans,  San  Quirse  y  1 
blos  vecinos  á  la  capital. 

Nada  más  he  sabido  hallar  en  los  archivos 
tra  ciudad.  Vamos,  pues,  á  buscar  noticias 
fuentes. 

Por  los  años  de  1606  daban  mucho  que  hace 
y  campo  de  Tarragona  los  narros  y  cadells, 
que  en  aquella  comarca  hubo  encuentros  y  refi 
carnizadas  entre  ambos  bandos.  En  20  de  Juni 
citado  se  celebró  una  concordia  ó  compromiso, 
tres  años,  entre  las  ciudades  de  Tortosa,  Reí 
muchas  universidades  del  Principado,  cuyo  < 
la  persecución  y  exterminio  de  ladrones  y  b 
que  infestaban  el  país,  prometiéndose  por  cae 
los  criminales  que  se  cogiese,  100  libras  al  ap 
satisfechas  de  los  fondos  de  las  mencionadas 
dades,  cuyas  disposiciones  fueron  acordadas  t 
sa,  y  su  reglamento  impreso  en  Barcelona  coi 
de  CoTislitucions  de  deners,  cincuankners  y  cenUnt 
les  de  Rius,  cap.  IX.) 


CATALUÑA  ^DBL   BANDOLBKISUO       63 

OS  archivos  de  Vich  consta  que  en 
;e6  la  Unión,  pero  no  tuvo  lugar  has- 
:ué  necesario  hacer  por  «los  muchos 
dicha  comarca  de  Osona  ocasionaron 
búlenlos  señores  y  los  atropellos  de 
Historia  de  Vich,  pág.  l54.) 


Fontanellas  de  Vich,  hoy  de  Abad, 
particular  y  en  él  unas  notas,  de  las 
ácilitado  copia.  Las  traslado,  tradu- 
lán  textualmente,  permitiéndome  sólo 
laiabras  para  fíjar  la  atención  de  loe 

las  y  Fradell,  en  el  año  i6i3,  fué  ca- 
s  dos  compañías  de  tercios  catalanes 
ich.  Et  dia  23  de  Setiembre  de  dicho 
mpañia,  unido  á  otros  tercios  cátala- 
trances»  de  la  villa  deManlleu.  A  los 
614,  con  su  compañía  y  12  caballos 
al  D.  Francisco  Galvó,  fué  á  convo- 
,  entre  ellos  un  coronel  y  cuatro  ca- 
pañoUs  habían  hecho  prisioneros  en 
26  de  Agosto  de  1614  asistió  al  sitio 
Abella,  donde  se  había  hecho  fuerte 
ligueletes  afrancesados,  cuyo  coman- 
Moncau  de  Tagamanent.  Duró  el  si- 
noche,  defendiéndose  valerosamente: 
as  ocho  de  la  mañana,  después  de  ha- 
xh&,  entraron  por  asalto  gritando  di- 
otros  ¡Viva  España!  y  eUos  se  retira- 
torre  que  había  muy  fuerte,  les  inti- 
liesen,  y  no  lo  quisieron  hacer  si  no 


i  aseguraba  la  vida:  entonces  continuó  el  combate 
encarnizado  que  nunca,  y  comenzaron  á  abrir  una 
para  volar  la  dicha  torre,  y  trabajando  en  la  mi- 
'eron  ruido  encima,  y  temiéndose  que  ellos  no  hi- 
1  una  contramina  para  desbaratarles  los  trabajos 
intimó  de  nuevo  que  se  rindiesen,  que  se  les  con- 
fia quince  días  de  vida;  y  no  habiendo  querido 
ar,  se  puso  un  barril  de  pólvora  en  la  mina  y  se 
ió  fuego,  y  se  voló  la  torre,  de  la  cual  se  destru- 
ías tres  cuartas  partes,  y  los  colgó  á  todos  me- 
1  capitán  y  á  otros  cuatro  que  fueron  conducidos 
celona,  donde  arrastraron  vivo  al  capitán  Monean 
licieron  cuatro  cuartos,  y  su  cabeza  fué  puesta  á 
osíción  pública,  y  los  otros  cuatro  sentenciados  á 
e.»  (Del  citado  Dietario  particular  de  casa  de 
nellas.) 

lector  habrá  comprendido  toda  la  importancia  de 
ícia  que  se  acaba  de  trasladar,  por  lo  cual  sólo 
:rmit¡ré  algunas  ligeras  observaciones.  Aquí  no 
lia  ya  de  bandoleros,  ni  de  ladrones,  ni  de  narros, 
zadells,  sino  de  franceses  que  se  habían  apoderado 
villa  de  Manlleu,  de  otros  franceses  á  los  cuales 
lía  hecho  prisioneros  en  Puigcerdá,  y  de  miguele- 
■ancesados,  cuyo  comandante  era  un  hereu  del  país. 
',  entre  todo  aquel  rebullicio  de  bandos,  de  bando- 
de  agitadores,  de  facciosos  y  de  ladrones,  exis- 
partido  de  afrancesados,  es  decir,  un  partido  que 
:reer  quisiera  ya  en  1614  lo  que  alcanzó  algunos 
nás  tarde,  después  de  la  revolución  del  1640, 
)  se  negó  la  obediencia  al  monarca  español  por 
cador  de  las  libertades  catalanas,  y  se  proclamó 
de  Barcelona  al  rey  de  Francia, 
t  sigamos  adelante. 

ero,  en  su  Cruzca  Provemale,  pág.  134,  habla  de 
y  cadeUs,  pero  sólo  para  decirnos  que  guerra  (es 


HISTORIA   DE  CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO        65 

decir,  gnerro  6  ñerro,  de  lo  cual  se  originó  niarro,  y  por 
fin,  narro)  era  el  nombre  que  se  daba  á  una  facción,  la 
cual  fué  muy  célebre  y  estrepitosa  en  Cataluña  por 
aquellos  tiempos  á  causa  de  los  dos  bandos  llamados 
fierros  y  cadells,  ó  sea  lechones  y  cachorros. 

D.  Diego  de  Clemencín,  en  sus  notas  y  comentarios 
al  Don  Quijote,  es  más  extenso  que  ningún  otro  autor 
acerca  de  estos  bandos.  Dice  (y  téngase  entendido  que 
lo  dice  con  referencia  á  notas  comunicadas  por  D.  Pros* 
pero  de  Bofarull,  cronista  y  archivero  de  la  Corona  de 
Aragón)  que  no  se  ha  podido  hallar  ningún  documento 
que  dé  noticia  del  origen  y  objeto  de  estos  dos  bandos; 
pero  que  parece,  no  obstante,  que  en  su  principio  iuvieroit 
objeto  político.  Clemencín  añade  que  los  cadells  tomaron 
este  nombre,  equivalente  en  castellano  á  cachorros,  por 
habérseles  comenzado  á  dar  con  alusión  al  escudo  de 
armas  de  su  jefe  Juan  Cadell,  señor  de  Arseguel,  quien, 
según  ya  sabemos,  tenia  por  blasón  tres  cachorros  de 
oro.  Los  cadells,  en  correspondencia,  llamarían  á  sus 
contrarios  narros,  niarros,  ó  más  bien  ñerros,  que  es  lo 
mismo  que  porcell  en  catalán  y  lechón  en  castellano. 

Tenemos,  pues,  que  hay  ya  quien  dice  que  estos  ban- 
dos tuvieron  en  su  principio  origen  político,  y  no  se  olvide 
que  lo  dice  con  referencia  á  un  sabio  anciano  que  vivió 
y  murió  entre  los  papeles  de  la  Corona  de  Aragón.  Voy 
yo  ahora  á  dar  nuevas  pruebas  de  que  no  se  equivoca* 
ron  en  sus  sospechas  y  apreciaciones  ni  D.  Próspero  de 
BofaruU  al  comunicarlo,  ni  al  publicarlo  D.  Diego  de 
Clemencín. 

Abramos  la  obra  de  D.  Francisco  Manuel  Meló,  es- 
crita en  1644,  y  hojeando  sus  primeras  páginas  halla- 
remos (jpe  dice  en  el  párrafo  71  de  su  lib.  I: 

«Son  los  catalanes  (por  la  mayor  parte)  hombres  de 
durísimo  natural;  sus  palabras  pocas,  á  que  parece  les 
inclina  también  su  propio  lenguaje,  cuyas  cláusulas  y 
TOMO  XIX  5 


r.es  soc  brerísimas:  en  bs  ¡n;nrias  mnestiaii  gran 
ciecto,  y  por  eso  son  iccliíaio»  í  venganza:  esü- 
nucbo  sa  hocor  y  sn  palabfa;  do  menos  su  cxen- 
por  lo  que  adre  La  mJs  nacicna  de  España,  son 
£fáeiu  liberíid.  La  ticira,  abuodante  de  asperezas, 
.  y  dispone  sn  ánimo  vengativo  i  terribles  efedos; 
cqueña  ocasión  el  quejoso  ó  agra\-iado  dqa  los 
os,  y  se  entra  á  vivir  en  los  bosques,  donde  en 
)uos  asaltos  fatigan  los  caminos:  otros,  sin  más 
'm  que  so  propia  insolencia,  signen  á  estotros:  és- 
aquéllos  se  mantienen  por  la  industria  de  sns  in- 
1.  Llaman  comunmente  andar  en  trabajo  aquel  es- 
de  tiempo  que  gastan  en  este  modo  de  vivir,  como 
rial  de  que  le  conocen  por  desconcierto:  no  es  ac- 
etre ellos  reputada  por  afrentosa,  antes  al  ofendí- 
udan  siempre  sus  deudos  y  amigos.  Algunos  han 
por  cosa  política  fomentar  sus  parcialidades  por  ha^ 
poderosos  en  sus  acontecimientos  civiles;  con  este  «Mi- 
au conservado  siempre  entre  sí  los  dos  famosos  bandos 
iros  y  cadells,  no  menos  celebrados  y  dañosos  á 
tría  que  los  guelfos  y  gibelinos  de  Milán,  los  pa- 
médicis  de  Florencia,  los  bcamonteses  y  agra- 
eses  de  Navarra,  y  los  gamboynos  y  oñasinos  de 
tigua  Vizcaya.  • 


IX. 

'  creo  que  pueda  decirse  más  claramente  que  en  los 
!  y  cadells  había  una  idea  política.  Pero  por  si  no 
se  la  autoridad  de  Meló,  tengo  á  mano  otra,  que  es 
rancísco  de  Gilabert,  cuyo  autor  escribía  por  los 
i6i3,  es  decir,  durante  la  época  misma  de  los 
)Ieros,  y  publicó  su  obra  en  1616.  Y  D.  Francis- 
:  Gilabert  no  puede  ser  sospechoso;  primero,  por- 


1 


—DEL  BANDOLERISMO        67 

ra  en  cita,  que  es  el  «Discurso  sobre 
cipado  de  Cataluña  y  inclinación  de 
)n  el  gobierno  parece  han  menester,* 

remediar  los  males  que  con  los  bañ- 
il país;  y  después,  porque  es  un  autor 
icionado  al  pueblo,  ya  que  en  su  ci- 
5¡do  al  principe  D.  Felipe,  no  vacila 
fo  78)  «que  uno  de  los  daños  que  el 
ríncipado  padece  es  estar  en  manos 
5,*  proponiendo  á  renglón  seguido 
¡ería  gran  parte  remedio  del  mal  el 
is  en  el  Consejo,  las  cuales  «fuesen 
lleros  de  capa  y  espada.  * 
tra  que  no  se  sospeche  del  buen  Gila- 
;  procedencia  liberal,  por  ser  quien  es 

él. 

se  supondrá  atendidas  sus  ideas,  se 
ir  tan  claray  terminantemente  como 
dea  política  en  los  bandoleros;  pero 
a  ocultarlo,  no  es  el  cuidado  tal  que 
leje  entrever. 

ntc  que  «las  bandosidades  que  de  or- 
rincipado,  son  efectos  propios  de  áni- 
lores  de  su  honor»  (párrafo  3o). 
'or  la  mayor  parte,  los  que  levantan 
;  licenciarse  para  tan  feo  acto  como 
nen  primero  sus  haciendas,  siguien- 

sus  pundonores;  pareciéndoles  que 
i  su  honra  hecho,  es  sólo  el  que  pide 
en  por  ninguno  el  de  robar,  pues  no 
:n  codicia,  sino  en  necesidad  por  des- 
engendrada, de  lo  cual  se  sigue,  que 

salen  los  robos,  y  as!,  cesando  ellas, 
:ba  también  el  no  robar  por  codicia, 
experiencia  que,  aunque  han  hecho 


63  VÍCTOR  BALAGUEK 

muchos  y  crecidos  robos,  oioguno  con  ellos  se  ha  reti- 
rado para  gozarlos:  lo  que  da  clara  pmeba  que  do  rob6 
por  codicia,  pues  si  por  ella  fuera,  retirárase  á  gozar  y 
conservar  lo  robado*  (párrafos  41  y  42). 

He  aquí,  pues,  al  noble  Gilabert  vindicando  á  los  lla- 
mados Irandoleros  y  ladrones,  y  es  de  suponer  se  tenga 
por  un  poco  autorizada  su  voz. 

Pero  hay  más  todavía. 

En  los  párrafos  60  y  61  dice,  hablando  de  persecu- 
ción de  bandoleros  y  de  salir  el  veguer  contra  ellos, 
•que  aunque  el  somatén  le  dé  gente  (al  veguer),  es  des- 
pués de  ser  tan  público  lo  que  ha  de  hacer,  que  asi  por 
ser  la  gente  popular  enemiga  del  secreto,  icomo  por  ser 
banderiza,  *  queda  el  delincuente  avisado  antes  que  aco- 
metido. * 

Tenemos  confesado  ya  por  un  autor  de  la  época  que 
el  pueblo  era  banderizo,  y  que  favorecía  á  los  bandole- 
ros, pues  le  advertía  el  peligro. 

He  aquí  cómo  se  expresa  el  mismo  autor  en  el  párra- 
fo 71;  «Tengo  por  cosa  necesaria  el  quitar  de  la  «mili- 
cia» de  este  Principado  la  correspondencia  que  con  la 
gente  inquieta  tiene;  ésta  procede  de  diferentes  causas, 
•no  de  las  que  el  vulgo  publica,*  pues  no  es  tanto  que- 
rer inquietar  la  tierra,  cuanta  necesidad  para  defensa  de 
la  gente  rufn.* 

Luego  el  vulgo  publicaba  de  los  nobles  que  querían 
inquietar  la  tierra,  ya  que  Gilabert  trata  de  sincerarles 
y  excusarles  por  la  necesidad  que  dice  tenían  de  salir 
en  su  defensa  contra  gente  ruin.  Y  aún  se  demuestra 
esto  más  claro  en  el  párrafo  161,  donde  se  dice  termi- 
nantemente «ser  errónea  la  opinión  que  en  común  se 
tiene  de  que  «los  caballeros  son  causa  del  daño  de  este 
Principado,*  y  «que  su  remedio  está  en  su  castigo  de 
ellos.  ■  ¿Se  quiere  expresada  con  más  claridad  la  idea? 

En  vano  Gilabert  dice  y  repite  que  si  los  caballeros 


CATALUÑA — DSL  BANDOLERISMO   69 

á  armar  gente,  era  por  vivir  en  sus 
las  y  mal  muradas,  que  pueden  cua- 
LS,>  siendo  forzoso  tener  medios  para 
Siempre  quedará  demostrado  por  su 
palabras  que  había  en  el  pueblo  dis- 
>bles,  y  bien  claro  se  ve  que  existia 
ios  y  otro  en  favor, 
dicho  es  suficiente  prueba.  Y  final- 
dar  otro  párrafo  del  mismo  autor  en 
a  evidentemente  el  malestar  de  este 
re  los  mismos  nobles,  producido  por 
la  corte. 

ste  daño  (el  de  los  bandos)  de  otra 
laniñesta,  y  es  por  los  pocos  oficios 
'a  dar  á  caballeros  de  capa  y  espa- 
•por  repartirse  los  de  su  real  casa 
poco  loa  de  este  Principado  en  él 
así  desconfiados  de  ella,  cada  cual 
ue  ha  de  acabar  su  vida  en  la  vere- 
3nio  tiene:  y  como  la  mayor  felici- 
le  alcanzar  sea  ser  respetado,  toma 
□  el  tener  amigos  que  en  la  ocasión 
lyuden;  y  para  esto  toman  sus  amis- 
e  que  en  caseríos  vive,  por  la  fací- 
ican  á  cualquier  mal  hecho,  lo  cual 
sna  gana  por  tener  alguna  persona 
padrine  en  sus  trabajos  de  cárcel  ú 
también  para  que  con  su  sombra 
ler  y  facilitar  sus  venganzas:  y  asi 
i  partes  corre  razón  de  estado  para 
in  facilidad  se  conforman  y  se  ayu- 
en  el  villanaje  atrevimiento  y  en  la 

tos  datos  y  cifras  habrán  sido  bas^ 
convicción  al  ánimo  de  los  lecto* 


^ 


70  VÍCTOR   BALAGUER 

res.  Cuando  no  otra  cesa,  demostrarán  que  no  obré  con 
ligereza,  sino  con  detenimiento,  al  escribir  hace  algu- 
nos años  una  obra  dramática  que  fué  ruda  y  aristarca- 
mente  atacada  por  hombres  de  cierta  escuela  escolás- 
tico-política, suponiéndola  hija  de  una  exaltación  febril 
y  propalando  que  el  autor  compraba  aplausos  con  el 
sacrificio  de  la  historia  y  con  hacer  un  héroe  de  un  ca- 
pitán de  bandidos  y  ladrones.  No:  aquella  pobre  obra 
mía,  titulada  Don  Juan  de  Serrallonga,  y  referente  á  la 
última  época  de  los  narros  y  cadells,  es  la  expresión  de 
una  idea,  vertida  mejor  ó  peor,  pero  con  un  objeto,  con 
un  fin,  con  un  plan.  El  drama  puede  ser  malo.  Sin  em- 
bargo, no  es  hijo  de  una  impresión  ligera,  sino  de  un 
estudio  detenido  de  la  época  á  que  se  refiere.  Por  esto 
deploro  que'  se  viese  precisado  á  ir  al  teatro  y  á  la  pren- 
sa después  de  haber  andado  con  él  á  tijeretazos  la  cen- 
sura, y  por  esto  deploro  que,  no  sé  por  quiénes,  se  le 
hayan  escrito  segundas  partes,  cuyo  mérito  no  trato  de 
calificar,  pero  á  cuyos  autores  r^o  ha  guiado  de  seguro 
la  idea  que  á  mi  me  impulsó  á  poner  en  escena  á  Don 
Juan  de  Serrallonga. 

No  cabe  duda,  en  vista  de  los  datos  y  antecedentes 
presentados,  que  tenían  una  idea  política  los  narros  y 
cadells,  y  no  cabe  duda  tampoco  que  de  estos  bandos 
había  visiblemente  uno,  que  sólo  podía  ser  el  de  los  na- 
rros, sostenedor  y  continuador  de  la  misma  ó  parecida 
causa  proclamada  por  los  agermanados  de  Valencia  y 
de  Mallorca,  bando  de  afrancesados,  como  hemos  visto 
que  le  llama  un  dietario,  debiendo  advertir  que  la  pa- 
labra afrancesados  no  tiene  más  significación  en  aquella 
época  que  la  de  anti-casiellanos  ó  enemigos  de  las  ideas 
políticas  del  poder  central  de  Castilla.  En  nuestro  len- 
guaje de  hoy  llamaríamos  á  estos  dos  bandos  absolu- 
tistas y  liberales;  en  el  de  aquel  siglo  se  les  llamaba  á 
los  unos  narros  6  fierros,  como  equivalente  á  decir  cosa 


ILUSA— DBL  BAKDOLBIUSMO        71 

ilde  esfera,  de  escoria  de  pueblo. 
:o,  fundado,  no  en  conjeturas  y 
echos  y  en  datos.  Que  más  diga 


.  y  1609,  los  narros  tenían  ya  á 
jre  bandolero  llamado  vulgar- 
:uyo  nombre  debe  en  gran  parte 

la  fama  de  que  hoy  continúa 
:,  en  un  brillante  episodio  de  su 
es  hace  aparecer  á  Roque  Gui> 
luy  hidalgo  y  noble. 
4,  Cervantes  lleva  á  su  héroe 
la,  y  hace  que  cerca  de  esta  cJu- 
«  Roque,  como  te  llama  tres  6 
doleros.  Al  decir  del  autor.  Ro- 
es de  treinta  y  cuatro  años,  ro- 
íana  proporción,  de  mirar  grave 
ntaba  un  gallardo  caballo  cuan- 
¡uijote,  y  vestíala  acerada  cota, 
a  parte.)  Según  le  presenta  Cer- 

misma  época,  Roque  Guinart 
on  las  damas,  cortés  con  los  ca- 
os enemigos,  inñcxible  con  los 

valiente,  generoso  y  magnáni- 
esalta  el  jefe  de  los  narros  en  la 
;o  de  Lepanto.  Roque  Guinart, 
ijote,  «no  hay  limites  en  la  tierra 
-esenta  como  protector  de  damas 
cia,  y  se  ve  á  los  caminantes  que 
spedirse  de  él  admirados  ade  su 

disposición  y  extraño  proceder, 
Üejandro  Magno,  que  por  ladrón 


72  VÍCTOR  BALAGUER 

conocido.*  Por  lo  que  refiere  Cervantes,  ui 
graciada  que  se  le  presentó  á  contarle  cuita 
halló  en  él  protección  y  consuelo;  una  fami 
y  unos  capitanes  detenidos  por  los  suyos,  i 
libertad  después  de  haber  satisfecho  cierto 
unos  peregrinos  que  con  ellos  iban,  les  regi 
arrebatarles  su  poco  peculio,  dando  á  todc 
conducto  para  los  mayorales  de  las  otras  ( 
bandoleros  que  pudiesen  hallar  en  su  cami 
no  topar  con  otro  impedimento.  Finalmen 
Don  Quijote  separarse  del  gran  Roque,  desp 
escrito  éste  á  sus  amigos  de  Barcelona  rec 
les  el  ingenioso  manchego,  y  advirtiendo  en 
■se  diese  noticia  á  sus  amigos  los  narros  p 
él  se  solazasen,  que  él  quisiera  que  care 
gusto  los  cadells,  sus  contrarios.» 

Todo  es,  naturalmente,  novela  pura;  pe 
biera  atrevido  Cervantes  á  pintar  con  est' 
Roque,  si  las  hidalgas  prendas  y  nobles  rasg 
le  hubiesen  favorecido  á  los  ojos  de  sus  conté 
A  más,  la  aventura  de  los  capitanes  y  pere 
todos  los  visos  de  ser  cierta,  y  por  ñn,  la  c 
supone  haber  escrito  el  bandolero  á  sus  am 
celona,  prueba  que  en  esta  ciudad  había  na-, 
como  los  habia  en  el  campo  y  en  la  monta 

Focas  noticias  se  tienen  malaventuradan 
célebre  caudillo  de  narros,  á  quien  Cervant 
tan  galán,  tan  noble  y  tan  hidalgo.  He  aqu 
da  el  bibliotecario  D.  Juan  Antonio  Pellicc 
tas  al  Quijote. 

Dice  este  autor: 

■Los  bandos,  pues,  que  andaban  en  tier 
Quijote  eran  de  los  narros  ó  niarros  y  cade 
los  que  seguían  el  bando  de  los  niarros  era 
nart,  como  le  llama  Cervantes,  aunque  cor 


LTALUSa— DEL  BANDOLBBISUO        73 

íuiñarte,  según  se  comprueba  con 
ludiendo  á  este  Roque,  usó  Don 
anate  contra  Roque  de  Figueroa, 
;1  siglo  pasado,  en  esta  copla  ri- 

ensí  tan  falso  hallarte, 
á  mi  piedra  de  toque, 
I  á  bandolearte; 
es  tú  me  guitias,  Roque, 
ISO,  Roque, /ui'Aor A. 
(Biblioteca  real.  est.  M,  cúd.  30.) 

,  un  poeta  que  andaba  en  la  corte 
lias  y  estrafalarias,  á  quien  pusie- 
Bo: 

su  vida  dijo  cosa 
fuese  UQ  disparale. 

I  de  este  bandolero  era  Roque,  ni 
li  Guiñart,  ni  Guiñarte.  Su  nom- 
leros  eran  los  de  Pedro  Rocha  Gui- 
abreviar,  le  suprimió  el  nombre 
ió  el  apellido  Rocha  en  el  nombre 
apellido  Guinarda  en  el  de  Gui- 
arte. Este  nombre  verdadero  cons- 
le  los  vecinos  de  la  villa  de  Ripoll 
III  quejándose  de  los  excesos  y 
eñor  de  vasallos,  y  en  que  se  ha- 
moso  bandido,  grande  y  especial 
ros  cargos  que  le  hacen,  le  acusan 
menta  á  gente  facinerosa  y  recoge 
I  de  su  casa  á  Pedro  Rocha  Guiñar- 
salteador  de  caminos,  y  como  tal, 
igo  público  por  V.  M.,  al  cual  y 
ly  de  ordinario  en  algunos  lugares 


vr^ 


^ 


74  VÍCTOR  BALAGÜER 

•suyos,  de  donde  salen  á  robar,  y  cometer  otros  insul- 
»tos  y  delitos  é  homicidios,  volviéndose  á  recoger  á  los 
«dichos  lugares,  como  está  probado  y  averiguado  en  la 
•regia  corte  del  Principado;  y  con  el  favor  del  dicho 
o  señor,  algunos  salteadores  de  la  dicha  cuadrilla  han 
«tenido  atrevimiento  de  asistir  públicamente  en  unas 
«ventanas  de  cierta  casa  de  la  plaza  de  la  dicha  villa 
»de  RípoU  en  unas  ñestas  que  en  ella  se  hicieron;  y  por 
«ocasión  de  un  pleito  que  el  dicho  trata  con  los  vecinos 
«de  la  dicha  villa,  vino  algunos  pocos  días  há  á  ella  con 
«junta  6  escuadra  de  más  de  200  hombres,  y  entre  ellos 
«muchos  ladrones  y  asesinos  é  salteadores  de  caminos, 
«y  pregonados  por  enemigos  de  V,  M.  y  perturbadores 
«de  la  paz  pública,  los  cuales,  divididos  en  cuadrillas, 
«con  pistolas  y  otras  armas  ofensivas  prohibidas,  fue- 
«ron  por  la  villa  haciendo  amenazas  y  agravios  á  los 
«vecinos  de  ella,  injuriándolos  con  obras  y  palabras,  y 

«tomándoles  por  fuerza  sus  frutos y  hallándose  tan 

«injustamente  oprimidos  de  su  señor,  acudieron  al  du- 
«que  de  Monteleón  para  que,  en  nombre  de  V.  M.,  le 
«secuestrase  la  jurisdicción  de  la  dicha  villa,  presen- 
«tando  petición,  y  pareciendo  á  los  doctores  del  real 
«Consejo  de  V.  M.  ser  justo,  cometieron  el  negocio  al 
«Dr.  Miguel,  juez  de  la  regia  corte,  y  habiéndolo  el 
«dicho  señor  entendido,  amenazó  á  los  dichos  vasallos 
«que  haría  que  el  dicho  Rocha  Guinarda  y  sus  compa- 
« ñeros  les  quemasen  sus  casas,  haciendas  y  personas  si 
«no  desistían  de  aquel  recurso  y  remedio  que  habían 
«intentado;  y  temiendo  la  ejecución  de  las  dichas  ame- 
«nazas,  no  se  atrevieron  á  proseguir  en  el  pedir  su  des- 
«agravio  é  injusticia. « 

Este  recurso  que  Pellicer  halló  entre  los  manuscritos 
de  la  real  biblioteca,  «se  hizo,  dice,  como  se  expresa  en 
él,  en  tiempo  del  virrey,  duque  de  Monteleón,  D.  Héc- 
tor Pignatelli,  á  quien  se  remiten  los  querellantes;  y 


J 


ALüSA — DEL  BANDOLERISMO        75 

se  colige  que  se  presentó  entre 
Dg,  porque  este  tiempo  duró  su 

itvoca  en  la  cita  de  esta  última 
el  duque  de  Monteleón  sólo  fué 

prosiga  Pellicer: 

la  vida  Roque  Guinard,  6  por 
>cha  Guinard,  por  los  años  de 
o  primero  del  celo  con  que  un 
les,  llamado  Pedro  Aznar,  ha- 
n  el  mes  de  Abril  del  citado  año 
srtirle.  Dícelo  expresamente  en 
íscos,  cap.  XVI,  fol.  54,  por  es- 
:1  reino  ha  discurrido  por  él  estos 
moso,  llamado  Roque  GtUnart,  á 
bizarría  alabada  de  su  persona, 
ratar  de  su  salvación.*  Consta  lo 
io  de  D.  Diego  Duque  de  Estra- 
)s  Comentarios  de  su  vida  (Biblio* 
174,  pág.  149),  lo  que  le  habia 
ue  hizo  por  Cataluña  el  mes  de 
ce:  «Había  en  aquel  tiempo  mu- 
:ino  de  Cataluña,  y  entre  ellos  el 
ro,  con  200  bandidos,  y  el  capi- 
ileroso  y  galante  mozo,  con  i5o, 
ice  comunmente,  roso  ni  be  11  oso; 
rata)  me  dijo  no  tomase  postas, 
unos  carros  de  lana  que  iban  con 
labían  ajustado  muchos  arrieros, 
ites,  que  la  comitiva  pasaba  de 
ts,  porque  entre  la  lana  llevaban 

eses  secretamente Llegamos 

Eia  en  la  boca,  teniendo  aviso  de: 
¡ros;  alli  llegan;  allá  nos  aguar- 


« 

76  VÍCTOR  BALAGUBR 

vdan En  el  camino  de  Barcelona  hallamos  muchos 

i  bandidos  paseándose  por  en  medio  de  los  lugares,  hom- 
ibres  feroces^  y  aunque  asalvajados,  galanes  de  armas  y 
•tahalíes,  de  quien  no  tuvimos  pocos  sustos.»  En  estas 
escuadras  ó  cuadrillas  dice  D.  Francisco  Gilabert  que 
había  muchos  franceses,  especialmente  gascones,  por  la 
vecindad  de  la  tierra  y  facilidad  de  volverse  á  ella. 
(Discurso  sobre  el  Principado  de  Cataluña,  páginas  6, 
iiyi5.) 

»En  medio  de  esta  vida  tan  facinerosa,  observaba 
Roque  Guinart  con  los  suyos  la  justicia  distributiva^  y 
usaba  con  los  demás  de  compasión,  como  dice  Cervan- 
tes, y  lo  experimentó  Don  Quijote  cuando  cayó  en  sus 
manos  el  año  de  1614,  en  que  escribía  nuestro  autor  su 
segunda  parte,  como  se  colige  'claramente  de  la  fecha 
de  la  carta  de  Sancho  á  su  mujer  Teresa  Panza,  escri- 
ta en  el  castillo  del  Duque  á  20  de  Julio  de  i6i4.> 
(Cap.  XXXVI.) 

Concluye  diciendo  Pellicer  que  sin  duda  Roque  Gui- 
nart acabó  por  caer  en  manos  de  la  justicia;  pero  por  el 
citado  historiador  Meló  vemos  que  no  fué  así,  pues  dice 
éste  hablando  de  los  bandoleros  catalanes  (párrafo  del 
lib.  I):  «Ya  de  este  pernicioso  mando  han  salido  para 
mejores  empleos  Roque  Guinart,  Pedraza  y  algunos  fa- 
mosos capitanes  de  bandoleros,  y  últimamente  D.  Pe- 
dro de  Santa  Cília  y  Paz,  caballero  mallorquín,  hombre 
cuya  vida  hicieron  notable  en  Europa  la  muerte  de 
325  personas,  que  por  sus  manos  é  industria  hizo  mo- 
rir violentamente,  caminando  veinticinco  años  tras 
la  venganza  de  una  injusta  muerte  de  su  hermano. 
Ocupóse  estos  tiempos  sirviendo  al  rey  católico  en 
honrados  puestos  de  la  guerra,  en  que  ahora  le  da  al 
mundo  satisfacción  del  escándalo  pasado,  i 

Suerte  igual  debió  ser,  sin  duda,  la  de  Roque  Gui- 
nart, quien  sería  enviado  como  capitán  á  las  guerras 


LLUÑA — DEL  BANDOLERISMO        77 

las,  el  nombre  de  este  famoso 
¡nos  no  he  sabido  yo  hallarle  en 
s  y  manuscritos  que  he  hojeado, 
a  tampoco  de  narros  y  cadells; 
i  prueba  de  convencimiento  pa- 
1  causa  política  en  aquellos  ban- 
'  que  poderosos  caballeros  apo- 
i  también  hubo  nobles  que  íavo- 
lados,  y-  en  Cataluña  la  causa 
ntada,  á  mí  juicio,  por  los  «a- 
y  muy  poderosos  nobles  en  sus 

fama  de  Roque  Guinart  fueron 

t  poesías  catalanas  que  existe  ea 
)na  hay,  sin  nombre  de  autor,  el 
ido  á  Roque  Guinart,  que  me 
;  traslado  al  pie  de  la  letra,  con 
los  é  incorrecciones  que  noté  en 

IRT,  GRAN  BANDOLER. 
SOSETO. 

<  del  Monseny.  val«ro9  Roca, 
a  del  Monseny  baíxara, 
1>  fortaleza  rara 
ría  tota  es  poca. 

>p  de  las  balas  toca 
1  úao  ta\%  la  cara, 
uigne  nos  repara 
ni  traidora  sora. 
ñncipat  fas  que  badalle 
:  de  son.  qui  persegueixes 
lebre  paráosme, 
judici  mire  y  calle 
a,  que  ho  niereixes 
ilart  del  cristianisme. 


VÍCTOR  BALACUER 

steríormente,  en  un  cuaderno  de  poemas  catalanas 
e  publicó  como  suplemento  á  la  colección  de  poe- 
leí  Dr.  Vicente  García,  rector  de  Vallfogona,  ha- 
te  mismo  soneto  atribuido  á  dicho  autor,  bajo  el 
<  A  un  Jamos  pillart  anomenat  N.  Roca,  y  con  al- 
i  variantes,  entre  ellas  las  de  estar  corregidos  los 
s  quinto  y  sexto  de  esta  manera: 

A  ningu  de  tis  balac  lo  cap  foca 
Lo  qual  no  't  v«Jb,  sbo  luig  U  cara. 

es  6  no  de  García  este  soneto,  averiguarlo  puede 
tenga  más  datos.  De  todos  modos,  si  el  soneto  no 
fo,  está  fuera  de  toda  duda  que  le  pertenece  la  si- 
te décima  que  se  lee  en  su  poesía  Desetiganys  del 
y  la  cual  revela  lo  populares  que  eran  en  su  ¿po- 
ríncipios  del  siglo  xvii)  los  bandos  de  narroí  y 
s. 
se  así: 

Cuant  lo  Evangeli  canEaban 

En  la  iglesia  antigua ment. 

1..0S  nobles  incoatinent 

La  «pasa  deseavaynabau. 

Y  ab  asso  significaban 

Quetenian  á  parell 

De  moric  peleant  per  ell. 

Mes  ja  aquella  gallardía 

Tota  sen  va  vuy  en  día 

£»  itr  nytrre  i  ¡ir  eaáiU, 

la  valí  d'  Aro  existe  también  un  proverbio  ó  di- 
ulgar,  el  cual  prueba  que  los  bandos  de  que  esta- 
hablando  se  habían  extendido  por  aquellas  co- 
is. 
:en  los  de  aquel  país: 

A  Sania  Crislioa  nyeiroi, 
A  b  valí  d'  Aro  cadells, 
A  Calonje  roba-sogas, 
A  San  Feliu  ganxoaelli. 


.Ut3A— DEL  BANDOLERISMO        J^ 

todos  estos  datos  los  que  con 
to  del  siglo  XVII  me  pude  pro- 

0,  sin  nombre  de  autor,  reñ- 
Isona,  parece  que  por  aquella 
es  llamaba  cabelludos,  y  que  te- 
ue  era  ¡A  cam,  d  cam!  mientras 
:  grito  de  guerra  ¡Via  f ora  ñe- 
>  se  dice  que  el  duque  de  Car- 
3  de  los  cadells,  y  que  uno  de 
:  este  bando  se  llamaba  Mala 

)lar  de  bandoleros  hasta  1616, 
eres  de  Barcelona  habían,  sin 
embajada  al  rey;  pues  éste  les 
)ctubre  de  dicho  año,  diciendo 
idores  por  las  pretendidas  que- 
ca  de  haber  procedido  contra 
D  era  a^,  antes  con  su  gobier- 
ierra.  (Volumen  de  Carias  de 
Iquer,  cap.  XXXVIII.) 
con  otra  que  debe  constar  aún 
leí  señor  barón  de  Segur,  don- 

^Iburquerque,  virrey  y  capitán 
indó  arrasar  el  castillo  de  Se- 
haber  tomado  D.  Miguel  de 
en  las  contiendas  de  narros  y 
seguro  y  acogida  á  alguno  da 
ice  de  un  memorial  elevado  al 
ipe  de  Calders. 

an  que  en  aquella  época  vol- 
zí  los  bandos  de  narros  y  ca- 
a  apenas  dicen  de  ellos  las  me- 
:io  extraño,  pero  fácil  de  com- 


8o  VlCTOB  BALACDER 

prender  si  el  lector  se  fija  eo  nuestra  mísmi 
contemporánea,  ya  que  muchas  veces  ha  suc 
ber  partidas  armadas  en  el  campo  con  una  i< 
bandera  política,  guardando  sobre  dio  sepul< 
cío  la  prensa  periódica. 

Los  bandos  debieron  dar  mucho  que  hablar 
más  que  hacer,  cuando  Feliu  de  la  Pega,  en  £ 
(lib.  XIX.  cap.  XIV),  nos  dice  que  «á  lO  de  I 
de  1617  (y  no  1616,  como  escribe  Pellicer  en 
al  Quijote),  se  publicó  el  jubileo  plenísimo, 
por  el  papa  Paulo  V,  á  petición  de  los  dip 
toda  la  provincia,  y  en  desagravio  de  las  ofen 
órdenes  ejecutados  en  ella  por  los  bandoleros 
lidades  de  los  narros  y  cadells,  quietados  poi 
grande  apücadón  del  duque  de  Alburquerque, 
virrey  del  Principado:  bendíjose  la  provincia; 
se  procesiones,  é  imploróse  el  favor  y  miseríi 
Señor  en  el  discurso  de  las  dos  semanas  qi 
jubileo,  para  que  usase  de  piedad  con  la  prov 

Sin  embargo  de  esta  fiesta  para  solemnizt 
fiesta  que  bien  pudo  tener  más  de  oficial  qui 
cosa,  es  lo  cierto  que  los  bandos  no  se  aquí 
desaparecieron  los  bandoleros. 

Existe  de  esto  una  prueba  terminante  en  1 
dos  del  Consejo  de  los  Ciento,  celebrado  á  9 
de  1620,  en  el  que  se  deliberó  enviar  embají 
rrey  por  haber  éste  mandado  derribar  castillo 
cometiendo  otras  infracciones  de  constitución 
texto  de  ser  refugio  de  mals  horneas.  (Acuerdos 
del  Consejo  correspondiente  á  este  año.) 

Otra  noticia  puedo  añadir  á  ésta,  y  es  la  de 
de  Febrero  de  1627  se  celebró  Consejo  de  Ci' 
tomar  acuerdo  sobre  la  demanda  hecha  por  el 
objeto  de  que  se  le  ayudase  á  la  persecución  d< 
doleros  que  infestaban  el  país. 


LUNA — DEL  BAHUOLBRISMO        8l 

levo  á  los  bandoleros  en  campa- 
i  á  los  narros  y  cadells,  que  do 
ffisar  del  jubileo  de  1617. 
>n  somatenes,  si  se  persiguió  á 
esultado  dio  esta  persecución; 
lor  aquellos  tiempos,  es  decir, 
uando  campeó  la  &mosa  parti- 
ade  Serrallonga,  personaje  que 
y  hablar  á  la  tradición,  al  dra- 
rónica. 

XI. 

laje  de  que  voy  á  ocuparme  se 
srrallonga,  y  era  noble.  Según 
un  labrador  y  un  bandido  vul- 
y  Serrallonga. 
nsta  por  el  proceso  de  que  lue- 

corría  ya  el  país  en  1621,  no 
a  i633,  por  lo  cual  se  ve,  á 

mencionados  en  los  capítulos 
uy  bien  celebrarse  en  1617  un 
[esaparición  de  narros  y  cadells, 
impidió  que  los  bandos  conti- 

a  ese  Serrallonga,  cuya  memo- 
en  el  campo  de  Vich?..,.  ¿cuyo 
y  se  menciona  á  cada  paso  en- 
1  famoso  ladrón  y  bandolero?.... 
icuerdo  en  cuentos,  romances  y 
:  le  presentan  con  ciertos  rasgos 

tratar  de  averiguarlo, 
aún  se  conserva  en  Vich,  y  yo 
1  ciudad  de  labios  de  personas 


82  VÍCTOR  BAJLAGUBR 

de  distintas  clases  el  año  que  fui  á  ella  para  asistir  á  la 
traslación  de  los  restos  de  Balmes,  es  la  siguiente: 

D.  Juan  de  Serrallonga  fué  un  caballero  noble  y 
principal  que  tenia  su  casa  en  el  pueblo  de  Caroz,  si- 
tuado en  el  corazón  de  las  Guillerias.  Pertenecia  al 
bando  de  los  narros,  y  estaba  enamorado  de  una  dama 
llamada  Doña  Juana  de  Torrellas,  cuya  familia,  muy 
principal  en  Barcelona,  era  adicta  al  bando  de  los  ca- 
dells.  Por  celos  ó  por  otra  causa^  D.  Juan  tuvo  una 
pendencia  en  Barcelona  con  un  caballero,  y  le  mató, 
viéndose  obligado  por  esta  muerte  á  salir  de  la  ciudad, 
comenzando  entonces  su  vida  de  bandolero.  Cierto  dia 
de  Carnaval  penetró  con  algunos  de  los  suyos  en  la  ca- 
sa de  Torrellas,  y  se  llevó  á  su  querida  Doña  Juana^  que 
desde  entonces  acompañó  siempre  á  su  amante  en  la 
vida  de  bandolero,  viéndosela  constantemente  á  su  lado 
vestida  de  hombre,  con  pistolas  al  cinto  y  el  pedreñal  en 
la  mano  i.  Un  día  Serrallonga  fué  cogido  en  el  ce- 
menterio de  Caroz,  orando  junto  á  la  tumba  de  su  pa- 
dre, por  el  capitán  D.  Sal  vio  Fontanellas,  de  Vich,  de- 
jándose prender  sin  oponer  la  menor  resistencia.  Admi- 


1  Los  pedreñales  eran  una  especie  de  arcabuces  pequeños,  llama- 
dos asi  porque  no  se  les  daba  fuego  con  una  mecha,  como  al  arcabuz, 
sino  con  pedernal,  ó  sea  con  una  llave  tosca  de  fusil.  Covarrubias  dice 
que  el  pedreñal  era  el  arma  de  los  bandoleros  y  foragidos  catalanes. 

De  seguro  se  puede  decir  que  fué  esta  arma  el  primer  perfecciona- 
miento del  arcabuz  ó  el  primer  paso  dado  para  llegar  al  fusil  moderno. 

Felipe  III  mandó  publicar  una  pragmática  contra  el  uso  de  los  pe- 
dreñales en  el  Principado  catalán,  y  de  esto  resultaron  serias  y  ruido- 
sas contestaciones  entre  la  diputación  y  el  virrey.  La  causa  llegó  á  to- 
marse con  empeño  por  ambas  partes,  y  la  diputación,  según  puede  ver- 
se en  los  dietarios  de  aquélla  época  que  se  conservan  en  el  archivo  de 
la  Corona  de  Aragón,  representó  enérgicamente  al  rey,  é  hizo  varias  y 
repetidas  gestiones  en  favor  del  uso  de  los  pedreñales. 

También  protestó  contra  esta  pragmática  por  medio  de  un  discurso, 
que  mandó  imprimir,  D.  Francisco  de  Gilabert,  escritor  ya  citado. 


ITALUfiA — DEL  BANDOLERISMO        83 

que  un  hombre  tan  osado  y  tan 
:  de  aquel  modo,  le  preguntó  la 
rallonga  que,  estando  rezando  so- 
padre,  había  tenido  una  visión  y 
:1  autor  de  sus  dias  mandán4ole 

recogida  por  mi  mismo;  pero  con- 
ue  hallo  difícil  averiguar  si  es  ésta 
iró  la  comedia  antigua  del  catá- 
is la  comedía  la  que  inspiró  la  tra- 
í  muy  bien  ser,  atendida  la  fama 
oca  dicha  comedia, 
tima  á  mediados  del  siglo  xvil,  y 
muy  poco  tiempo  después  de  la 
1,  y  bajo  la  influencia  próxima  de 
30r  tres  ingenios  acreditados  de  la 
Coello,  D.  Francisco  de  Rojas  y 
vara.  Hicieron  los  tres  poetas  con 
media  lo  que  con  Roque  Guinart 
ioie.  No  presentan  á  Serrallonga 
rabie  y  como  un  foragido  vulgar, 
bandolero,  á  cuyo  carácter  dan 

es  posible;  y  aquí  digo  yo  de  es- 
:  dicho  de  Cervantes  con  Roque 
algún  fundamento  debieron  tener 
allonga  como  un  noble,  si  no  lo 

de  bando,  si  era  sólo  un  misera- 
caudillo  emprendedor,  generoso, 

era  únicamente  un  hombre  vul- 
caminos.  Y  cuenta  que  la  come- 
jy  pocos  años  después  de  la  muer- 
s  que  por  los  años  de  i65o  se  sa- 
)nio  Coello,  otro  de  sus  autores, 
^tos  y  los  que  habla  recogido  re- 
ells,  me  propuse  hace  cinco  años 


84  VCTOR  BALAGUER 

escribir  un  drama  sobre  este  asunto,  poniendo  también 
en  escena  á  D.  Juan  de  Serrallonga.  Mi  objeto  princi- 
pal no.  era  el  de  este  personaje,  sino  el  de  los  narros  y 
cadelk;  el  de  hacer  ver  que  estos  bandos  habían  repre* 
sentado  en  nuestra  historia  un  papel  político;  el  de  po- 
ner en  escena,  por  medio  de  un  cuadro  sintético,  la  lu- 
cha política  de  dos  ideas  que  habían  tenido  su  teatro 
aquí  en  Cataluña  como  en  otras  partes,  Y  mejor  que 
Juan  de  Serrallonga  hubiera  yo  aceptado  como  perso- 
naje dominante,  por  más  propio,  á  Roque  Guinart,  si 
no  me  lo  hubiesen  impedido,  por  un  lado,  Cervantes,  y 
por  otro,  un  autor  compañero  que  acababa  de  escogerle 
para  personaje  de  una  de  sus  novelas.  Me  fijé,  pues,  en 
Serrallonga,  y  calqué  mi  drama  sobre  la  tradición  y  so- 
bre la  comedia  antigua,  sin  más  punto  de  contacto  con 
esta  última  que  el  haberse  basado  ambas  producciones 
en  la  historia  tradicional  de  Serrallonga. 

El  drama  hizo  algún  ruido;  tuvo  un  éxito  que  yo  el 
primero  no  podía  ni  debía  esperar,  y  aquella  especie  de 
miserable  crítica  mordaz  y  venenosa  que  siempre  le- 
vanta la  cabeza  cuando  hay  que  amargar  un  triunfo,  se 
cebó  arístarcamente  en  mi  pobre  obra,  sin  reparar  que 
era  una  vindicación  de  historia,  y  no  una  simple  vindi- 
cación de  personaje.  Esta  crítica  no  leyó,  ó  no  quiso 
leer,  el  prólogo  puesto  por  mí  en  el  drama  impreso;  no 
vio  ó  no  quiso  ver  la  idea  fundamental,  la  idea  históri- 
ca y  política  del  drama,  y  lanzó  un  grito  de  indignación 
y  de  anatema  contra  el  osado  autor  que  se  atrevía  á 
convertir  de  buenas  á  primeras  y  por  su  simple  capri- 
cho á  un  capitán  de  ladrones  en  un  héroe  político.  Po- 
co se  acordaba  entonces  la  crítica  1  de  que  Cervantes^ 

1  Recuerdo,  entre  otras  cosas,  que  un  periódico,  el  más  impor^ 
tante,  dijo  magistralmente  que  en  Caroz,  pueblo  que  yo  decía  ser  de 
Serrallonga,  no  existía  memoria  de  éste,  ni  casa,  huella  ni  lastro  en  que 
pudiese  apoyarse  la  memoria  de  aquel  bandolero.  Y  debe  saberse  que 


P"'"* 


TI" ,--     -    -  _,^^^  ,  ,  ■'  ¡i.-r  W'7,f.-t'-f 


HISTORIA  DE   CATALUÑA — DEL  BANDOLERISMO        85 

Coello,  Rojas  y  Vélez  habían  admitido  como  persona- 
jes de  sus  obras  á  Roque  Guinart  y  al  mismo  Serra- 
Uonga. 

£1  cargo  más  grave  que  se  me  hizo^  el  único  que  po- 
día ser  un  verdadero  cargo,  era  el  de  que  existia  el  pro- 
ceso formado  á  Serrallonga,  y  en  él  figuraba  éste  como 
un  ladrón  vulgar  y  ordinario,  como  un  salteador  de  ca- 
mino real. 

Yo  ignoraba  entonces  la  existencia  de  este  proceso 
original,  que  estaba  en  poder  del  historiador  D.  Juan 
Cortada.  Facilitóme  este  señor  el  proceso,  y,  aún  más, 
me  dio  y  tengo  en  mi  poder  un  extracto  minucioso  del 
mismo,  que  algún  día  se  publicará.  El  proceso  no  está 
realmente  muy  de  acuerdo  con  la  tradición  y  con  la  co- 
media antigua;  pero  lo  está  perfectamente  con  el  punto 
capital  de  mi  drama  respecto  á  ser  un  bando  político  el 
de  Serrallonga.  * 

He  aquí  cómo  se  expresa  D.  Juan  Cortada  en  el  ex- 
tracto y  resumen  de  este  proceso,  advirtiendo  que  lo 
copio  al  pie  de  la  letra  del  manuscrito  suyo  que  obra 
en  mi  poder: 

tEn  esta  declaración  (una  prestada  por  Jaime  Malian- 
ta,  alias  el  fadrí  de  Sau,  otro  de  los  bandoleros  de  la 
cuadrilla),  está  descrito  el  gracioso  lance  ocurrido  á  Se- 
rrallonga; quien  habiendo  ido  á  Francia,  muy  bien  re- 
comendado  por  el  abad  de  Bañólas  d  personas  notables  de 
aquel  reino,  que  lo  recibieron  muy  bien  y  lo  tuvieron  unos 
días  en  sus  casas,  al  volver  á  España  fué  robado  dentro 
de  Francia  mismo  por  algunos  jóvenes  que  le  quitaron 
40  libras  en  dinero,  el  pedreñal,  el  cinturón,  las  bolsas 
de  las  municiones  y  dos  sortijas  de  oro;  pero  tuvo  tan 


en  Caroz  existe  una  casa  llamada  de  Serrallonga,  y  en  su  puerta  un  es-^ 
€ndo  que  se  supone  ser  el  de  la  familia,  y  en  esta  casa  un  descendiente 
4Íe  aquél. 


VÍCTOR  BALAGUER 

que  por  los  manejos  del  señor  de  Anyer, 
icomendado,  le  fué  devuelto  todo  menos 
que  no  pudieron  coger  al  ladrón  <iue  de  él 
derado.  De  esta  segunda  declaración  de 
leduce  que  Serrallonga  y  sus  principales 
:  metían  con  mucha  frecuencia  en  Fran- 
persecución  que  suMan  era  muy  viva,  y 
t  recoger  dinero  de  cualquier  modo  que 
la  persecución  amainaba. 
r  sus  viajes  contaban  con  muchos  valedo- 
ispedaban  y  hacian  acompañar  hasta  la 
néndoles  luego  á  la  vuelta  y  proporcio- 
to  necesitaban.  Todos  estos  amigos  y  (&• 
itán  citados  en  la  segunda  declaración  de 
la  cual  resultan  comprometidas  un  crecido 
rsonas. 

ista  declaración  siguen  las  de  Guillermo 
tvells,  de  Pedro  Juan  Pales  y  Jaime  Mas- 
me  Viola,  las  cuales  son  una  conñrmación 
de  Malianta,  pues  en  ella  se  refieren  la 
e  los  delitos  que  se  relatan  en  ésta, 
^o  la  tercera  del  mismo  Malianta,  que  es 
lente  interminable,  y  en  ella  da  noticia  de 
-ie  de  crímenes  de  la  misma  naturaleza 
ados  antes;  y  además  expone  noticias  cu- 
ín bastante  luz  para  comprender  que  Se- 
ba  muy  relacionado  y  contaba  con  amigos 
;s  y  aun  en  clases  distinguidas.  Además 
ués  de  leer  atenta  y  concienzudamente 
^n,  nos  parece  que  no  puede  ya  caber  du- 
uadrílla  de  Serrallonga  no  era  cuadrilla  de 
sinos  en  la  genulna  significación  de  estas 
la  partida  de  los  sectarios  políticos  llama- 
nyarros,  en  que  figuró  el  famoso  Roque 
:e  sostuvo  una  lucha  prolongada  y  san- 


ORIA   DE   CATALUtiA — DEL   BANUOLBRISMO        87 

otro  bando  llamado  de  los  cadells.  Estos  ban- 
ron  en  su  apogeo  á  principios  del  siglo  xvii. 
tos  comenzado  á  examinar  el  proceso  que 
a  vista,  en  la  persuasión  de  encontrar  nada 
i  hechos  de  unos  cuantos  salteadores  de  ca- 
.  clase  vulgar,  y  comparables  con  los  Rajo- 
rocas,  Tetm  y  otros  de  la  misma  calaña;  mas 
lo  que  resulta  de  dicho  proceso  y  que  verán 
:tores,  nos  hemos  visto  precisados  á  rectiñ- 
licio  formado  a  priori,  y  á  creer  que  Serra- 
m  cabecilla  político,  y  que  los  robos  tenian 
vivir,  allegar  dinero  y  tener  hombres  á  su 
'  que  los  asesinatos  todos,  á  excepción  de 
ometidos  en  el  acto  del  robo  por  la  resisten- 
ibados,  eran  muertes  de  personas  del  bando 
íjecutadas,  como  de  algunas  de  ellas  ya 
istancias  de  los  amigos  y  valedores  de  Serra- 
vez  algunos  de  los  que  componían  la  nume- 
Ja  de  éste  no  eran  más  que  ladrones  vulga- 
sstaban  en  el  secreto  de  Serrallonga,  ni  les 
de  los  bandos  de  cadells  ni  nyarros;  mas 
3  habia  que  estaban  muy  en  autos,  como, 
>,  el  Fadri  de  Sau,  ó  sea  Jaime  Malianta,  de 
a  é  interesantísima  declaración  nos  vamos 

este  hombre  la  comisión  de  seis  robos  más 
antes  habia  declarado,  ejecutadas  unos  en 
ales  y  otros  en  casas  solares;  delata  otros 
:05,  y  nos  da  noticia  de  la  captura  de  seis 
ás,  de  quienes  exigieron  cantidades  de  dine- 
iscate.  De  esta  declaración  además  se  dedu- 
)biemo  perseguía  esta  cuadrilla  activamen- 
paso  que  los  alcaldes  de  algunos  pueblos 
con  valor  y  constancia  los  intentos  del  go- 
:abar  con  la  cuadrilla,  otros  alcaldes  la  pro- 


VfCTOR   BALAGUKK 

descaradamente;  lo  cual  se  explica  con  la  mayor 
12,  por  la  diferencia  de  bando  en  que  estas  distin- 
orídades  militaban.  De  la  sola  declaradón  de 
ta  resulta  que  seis  veces  tuvieron  niego  con  la 
leí  rey,  segün  se  llama  á  sus  perseguidores;  que 
ti  brava  y  prolongada  resistencia,  y  que  el  mis- 
larante,  Serrallonga  y  otros  compañeros,  fueron 
varías  veces.  Esta  resistencia  la  prueba  además 
lencia  extraordinaría  con  que  procuraban  que  los 
es  proporcionasen  pólvora  y  pilotes  ó  balas,  de 
se  ve  que  no  hacian  gasto  ninguno  sino  para  re- 
las  gentes  enviadas  para  perseguirlas, 
uiendo  más  bien  el  orden  cronológico  de  la  de- 
in  que  vamos  resumiendo  que  el  orden  de  ma- 
:ontenidas  en  la  misma,  iremos  apuntando  las 
noticias  que  más  han  llamado  nuestra  atención, 
ienen  interés  más  grande,  ya  histórico,  ya  dra- 
.  La  joven  Margarita  Severa  que  Malíanta  cogió 
maitines  en  la  Noche-buena  de  1626,  según  lo 
:,  y  que  la  llevó  consigo,  convirtiéndola  en  su 
,  fué  en  compañía  de  los  ladrones  de  cinco  á 
ises,  y  se  acostumbró  tan  bien  á  la  vida  airada 
s,  que  á  poco  tiempo  ya  la  encontraremos  vesti- 
lombre,  con  capa  y  sombrero  chambergo  ador- 
m  plumas  de  colores,  formando  parte  de  la  cua- 
y  asistiendo,  como  espectadora,  si  no  como  ac- 
los  robos  y  otras  fechorías, 
no  dos  pruebas  concluyentes  de  que  no  eran 
;nte  ladrones,  sino  partidarios  políticos,  citare- 
ctualmente  dos  trozos  de  la  declaración  de  Ma- 
Dice  en  el  uno  que  en  el  robo  tal  asistieron  Se- 
ja,  él,  fulano  y  el  ladrón  Pedro  Sala,  que  se  Aa- 
con  los  cadells,  y  entonces  había  vtéelto  con  nosotros; 
as  hojas  más  adelante  dice  que  fulano,  llamado 
f  del  Esquirol,  preguntó  á  Francisco  Moner, 


r 


HISTORIA    DE   CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO        89 

compañero  mio^  quiénes  éramos^  y  diciéndole  Moner 
quién  era  yo,  dicho  Roig  dijo  que  quería  aconnpañarnos 
hasta  que  estuviésemos  fuera  de  peh'gro  aunque  supiese 
perderse,  y  nos  fuimos  directamente  al  Esquirol  y  pa- 
samos juntos  por  en  medio  del  pueblo,  llevando  Tu- 
trích  Gomes  un  bastón  de  rey  corto  en  las  manos  como 
comisario  (comisarios  eran,  según  las  declaraciones, 
los  jefes  de  las  partidas  que  seguían  la  cuadrilla),  y  di- 
cho Roig  nos  acompañó  media  legua  más  allá  del  Es- 
quirol, diciendo  que  bastaba  que  fuésemos  nyerros,  y 
vi  que  dicho  Roig  iba  armado  con  dos  pedreñales 
cortos. 

»Esta  declaración  contiene  muchas  noticias  que  bas- 
tan para  formamos  una  idea  de  la  calidad  y  quilates  de 
las  personas  que  componían  la  cuadrilla,  y  en  particu- 
lar de  su  capitán  Serrallonga.  Se  ve  que  usaban  plumas 
de  diversos  colores  en  los  sombreros;  que  gastaban  ropas 
de  mucho  lujo,  con  bordados,  guarniciones  de  tercio- 
pelo, canutillo  de  oro  y  plata  y  otros  adornos  de  valor 
y  gusto,  cinturones  de  terciopelo  carmesí  con  planchas 
de  plata,  sortijas,  y  en  particular  Serrallonga,  que  se 
mando  hacer  una,  y  la  usó  de  oro,  con  muchas  piedras 
rojas  (dice  Malianta),  que  no  podían  ser  sino  topacios. 
Usaban  algunos  de  ellos  alpargatas,  pero  muy  rara  vez, 
cuando  con  grande  frecuencia  encargan  las  compras  de 
zapatos  y  calcetas;  llevaban  capas,  y  estrenaban  trajes 
con  frecuencia.  Es  verdaderamente  pasmoso  el  número 
de  valedores  y  protectores  con  que  contaban,  habién- 
dolos de  clase  rica,  y  aun  personas  de  alguna  impor- 
tancia, y  que  era  imposible  que  se  rozaran  con  ellos  si 
hubieran  sido  meramente  salteadores  de  camino.  En 
todas  las  grandes  y  ricas  casas  solares  tenían  la  puerta 
abierta  y  la  mesa  puesta  de  día  y  de  noche;  los  heridos 
^eran  ocultados  y  cuidados  con  esmero;  los  distintos  ci- 
rujanos de  Vich  fueron  espontáneamente  á  curarles  he- 


g/O  VÍCTOR   BALAGUER 

ridas  y  enfermedades,  sin  recatarse  de  los  demás  iadro* 
nes,  ni  de  los  habitantes  de  las  casas  en  donde  los  he- 
ridos se  hallaban;  tenían  aviso  s^^nro  y  anticipado  de 
cuándo  salía  la  fuerza  armada  en  su  persecudán;  los 
mismos  amigos  y  valedores  no  sólo  les  llevaban  la  co- 
mida al  bosque  y  comían  con  ellos,  sino  que  iban  en 
su  compañía  uno,  dos  6  más  días,  aunque  no  tomaran 
parte  en  sus  fechorías;  siempre  hallaban  gente  dispues- 
ta para  llevarles  á  componer  las  armas  á  la  ciudad  de 
Vich,  de  donde  recibían  cuanto  habían  menester  con 
una  frecuencia  extraordinaria.  Los  dueños  de  las  casas 
solares  les  ofrecían  sus  casas  y  servicios,  y  se  los  pres- 
taban con  la  mayor  lealtad,  y  casi  ingeniosamente, 
como  lo  hizo  uno  que,  teniéndolos  en  su  casa  á  tiempo 
en  que  supo  que  llegaba  la  fuerza  armada  que  iba  en  su 
busca,  les  aconsejó  que  salieran  y  se  refugiaran  en  un 
bosque  suyo,  y  apenas  la  cuadrilla  lo  hubo  ejecutado, 
el  amo  hizo  marchar  tras  ellos  por  el  mismo  camino 
un  rebaño  de  cameros  para  que  borrara  las  pisadas  que 
los  ladrones  podían  haber  dejado  impresas  en  el  suelo. 
¿Ha  sucedido  esto  jamás,  ni  puede  suceder  con  ladro- 
nes vulgares?  A  éstos  se  los  teme  y  se  les  da  de  comer 
por  miedo  y  de  mala  gana;  pero  aquí  vemos  gusto  y 
oficiosidad  en  hacerlo;  se  nota  una  especie  de  alegría 
en  la  casa  cuando  llega  la  cuadrilla:  ancianos,  jóvenes, 
mujeres,  todas  las  edades  están  representadas  entre 
sus  valedores,  y  aun  hay  personas  de  alta  clase,  como 
indudablemente  lo  era  en  aquel  entonces  el  abad  del 
monasterio  de  Bañólas,  que  los  recomendó  muy  bien 
en  uno  de  los  viajes  de  Serrallonga  á  Francia.  Se  ve 
un  deseo  grande,  un  gusto,  un  empeño  en  servirlos,  en 
proporcionarles  cuanto  necesitan,  y  en  ponerlos  á  salvo 
de  sus  perseguidores;  y  todo  eso  dura  doce  años,  sin 
que  los  valedores  se  cansen,  sino  yendo  cada  día  en 
notable  progreso. 


HISTORIA   DE   CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO        QI 

» Mucho  más  podríamos  añadir  á  lo  dicho  para  que 
no  cupiese  duda  de  que  si  Serrallonga  y  sus  compañe- 
ros robaban  y  mataban,  el  alma  de  todo  eso  era  el  sos- 
tenimiento de  un  bando  político,  por  más  que  los  me- 
dios empleados  para  ello  fueran  ajenos  del  objeto  prin- 
cipal que  se  proponían  los  caudillos.» 

Hasta  aquí  Cortada.  Y  siguiendo  el  curioso  extracto 
del  proceso  hecho  por  el  ilustrado  y  concienzudo  escri- 
tor, se  ve  que  en  las  muchas  veces  que  Serrallonga  es- 
tuvo en  Francia,  siempre  volvía  á  Cataluña  por  falta 
de  dinero  y  con  ánimo  de  recogerlo  entre  sus  deudos  y 
amigos,  advirtiendo  que  esas  permanencias  en  Francia 
eran  á  veces  de  cuatro  y  seis  meses;  que  allí  tenía  re- 
laciones con  personas  principales,  como  los  señores  de 
Viver  y  de  Anyer,  quienes  le  daban  amistosa  acogida 
y  le  aposentaban  en  sus  propios  castillos;  que  recibía 
muy  á  menudo  regalos  de  gente  de  calidad,  quienes  le 
enviaban  ya  un  pedreñal  con  ñecos  de  seda  encamada 
y  borlas  de  oro,  ya  una  xarpa  bordada  en  plata  y  seda; 
que  era  protegido  del  abad  de  Bañólas  y  de  mucha 
gente  principal  del  país,  pues  causa  verdadero  pasmo 
ver  la  multitud  de  casas  de  campo  y  rectorías  del  pue- 
blo en  donde  era  bien  recibido  y  agasajado,  dispensán- 
dole generosa  protección,  dándole  avisos  y  noticias  y 
facilitándole  cuanto  deseaba;  que  vestía  con  elegancia 
y  era  su  traje  el  de  un  caballero,  pues  llevaba  sombrero 
negro  con  corchetes  de  plata,  ropilla  con  valona,  capa 
roja  y  alguna  vez  blanca,  medias  de  estambre  de  varios 
colores  y  zapatos,  no  usando  jamás  alpargatas;  y  por 
ñn,  que  en  cierta  ocasión,  estando  con  su  cuadrilla  en 
acecho  al  pie  de  Moneada,  llegó  un  coche  en  el  cual 
iban  la  condesa  de  Erill  y  el  abad  de  Erill,  quienes  tu- 
vieron una  larga  conversación  con  Serrallonga,  despi- 
diéndose luego  y  acompañando  éste  con  los  suyos  un 
trecho  el  coche  de  la  condesa  para  hacerle  cortesía. 


VÍCTOR  B  A  LAGUER 

OS  son  todos  estos  que  pueden  dar  algo  que  pen- 
luantos  crean  á  Serrallonga  un  ladrón  ordinario; 
3S  modos,  para  mi  vindicación  contra  las  criticas 
fui  objeto,  basta  que  una  persona  tan  autorizada 
toria  como  D.  Juan  Cortada,  distinguido  cate- 

>  de  esta  asignatura  en  la  universidad  de  Barce- 
laya  dicho  terminantemente,  con  el  proceso  á  la 
que  Serrallonga  fué  un  cabecillu  político,  y  sus  ro- 
ían por  objeto  vivir,  allegar  dinero  y  tener  hombrea 
voción,  y  los  asesinatos  iodos  fueron  muertes  de  per- 
'el  bando  contrario. 

>  del  proceso  no  consta  realmente,  sino  muy  al 
rio,  que  Serrallonga  fuese  noble.  «El  martes  15 
s  de  Noviembre  del  año  i633,  en  Barcelona,  d¡- 
\  autos,  ante  dicho  magnífico  Pablo  Guiamet,  re- 
pareció  Juan  Sala  y  Serrallonga,  labrador,  etc.» 
¡rmítaseme  decir  de  paso  que  debió  ser  preso  sólo 
ocos  días  antes  de  tomársele  declaración;  pues 
ue  á  19  de  Octubre  se  expedían  aún  órdenes  ter- 
;es  para  prenderle  ',  dato  que  no  deja  de  ser  im- 
te  y  que  da  que  pensar. 

1  el  archivo  de  la  Gmma  de  Aragén  consta  lo  siguiente; 

•Lo  Duch,  etc. 
e  amat  de  la  Real  Majestat.  Hans  ha  causst  viu  pesar  lo  alrevi- 
Serrallonga  que  aprcs  de  tantes  diligencies  íeles  en  sa  peraecu- 
;cesiu  gasto  de  la  ThesoreHa  Real,  desfeta  del  tot  sa  cuadrilla 
ut  un  (ant  gran  delincuent  conservarse  en  aqueixes  part  y  50I 
iga  vestida  de  home  exir  en  camins  Reala  y  fer  los  robos  que 
ara  evidencia  de  la  tollerancia  y  descuit  del  ordlnaris,  podent 
Iclla  donar  locha  que  alce  quadrilla  y  cause  los  mals  y  afliccioDS 
an  expeiimenlat.  desitjanl  prevenirlos,  Iractat  en  lo  Real  Con- 
ni  resolt  fer  apretades  diligencies  en  sa  periecudó  en  totes  les 
;  ha  paregut  convenir  y  pera  dispondrerles  en  aqueixos  dislric- 
iureus  esta  pereque  cohoperant  en  ella  procureu  dispondrerla 
11a  mes  eflicaz  prenént  inteligtncias  y  coiresponentvos  ab  Don 
:iaríana  al  qual  escrivim  ab  la  mateixa  conformilal.  Diem  per 


A  DB  CATALUÑA — DEL  BANDOLERISMO   93 

pucs,  según  el  proceso,  que  Serrallonga  no 
sino  labrador;  pero  en  el  mismo  proceso 
L  vestido  como  aquéllos,  que  tenia  rela- 
sonas  de  clase,  y  que  trataba  á  los  suyos 
ogancia  y  superioridad,  como  se  nota  en 
ñones,  dispensándole  todos  los  de  su  cua- 
ores  atenciones  y  respeto. 
Doña  Juana  Torrellas  de  la  tradición  apa- 
ceso  como  una  mujer  llamada  Juana  Ma- 
,  á  quien  Serrallonga  robó  un  día,  Ueván- 
,  y  siendo  de  entonces  más  su  compañera, 
tdvirtir  asimismo  que  en  todo  este  proce- 
misterio  impenetrable,  y  que  las  decla- 
an  como  arrancadas  por  el  tormento,  y 
ista  qu£  punto  se  puede  hacer  confesar  así 

0  la  mentira  atormentando  á  un  hombre. 
,  en  su  declaración,  conñesa  que  robó  á  su 
pero  no.expl¡ca  de  dónde  ni  cómo;  des- 
os  de  sus  valedores,  todos  ellos  personas 
iéndole  cada  una  de  estas  declaraciones 
r  el  tormento;  y  no  contesta  á  la  pregun- 

cogió,  en  dónde  y  cuándo,  que  le  hace 
cipio  de  su  declaración, 
ón  valiera,  ya  sabríamos  que  fué  preso  en 
de  Caroz,  orando  sobre  la  tumba  de  su 

09  dipongau  molt  de  proposit  en  esta  factio  que  tant 
de  Sa  Majeslat  y  benefici  publich  de  la  provincia  que 
particular  y  nos  obligarÁ  á  U  estiniaci^  que  mereix. 

1  á  XVim  de  Octubre  de  MDCXXXIU.— El  Duque 
ardona. — V.  D.  M.  Sala  Regeni. 

—Manuel  Pérei. 
ibili  Ludovico  Descallar. 
xpedita  directa  Nobiti  Hichaeti  de  Clariana. 
xpedita  directa  Michaeli  Johanni  GranoUach*  et  de 


94-  VÍCTOR    BALAGUER 

dre.  En  cuanto  á  quién  le  prendió,  nos  lo  dice  un  tí- 
lo  de  nobleza  expedido  en  Barcelona  á  21  de  Enero 
1709  por  Carlos  III  {el  archiduque),  á  favor  de  Fran- 
co y  José  Fontanellas  y  Pradell,  en  cuyo  titulo  se 
:e  ser  éstos  biznietos  de  SaJvio  y  José  Fontanellas  y 
adell,  quienes,  entre  otros  servicios,  prestaron  el  de 
snder  á  Juan  Serrallonga,  siendo  causa  esto  de  que 
pinos  de  los  secuaces  de  dicho  bandolero  matasen 
;go  en  venganza  al  citado  Salvio  > . 
Tenemos,  pues,  dejando  para  otra  ocasión  y  para 
■&  obra  el  profundizar  en  el  proceso  original,  que  Se- 
illonga  era  del  partido  de  los  narros,  como  parecen 
lo  del  de  cadells  el  Fontanellas  que  lo  prendió  y  los 
:ces  que  lo  sentenciaron;  y  que  este  famoso  bandolero 
cia  frecuentes  viajes  á  Francia,  siendo  el  agente  mis- 
ioso  de  una  sociedad  política,  en  la  cual  figuraban 
rsonas  muy  elevadas,  puestas  por  Serrallonga  en  co- 
spondencia,  con  otras  muy  principales  también  del 


Este  litulo,  cujra  copia  debo  á  la  amabilidad  del  descendiente  de 
i  ramilia.  dice  así: 

y  teniendo  présenle  que  Francisco  y  José  Fontanellas  y  Pradell,  ve- 
>3  de  nuestra  leal  f  muy  constante  ciudad  de  Vich.  é  hijos  legítimos 
llurales  de  José  Fontanellas  y  Pradell.  difunto;  nietos  de  otro  de 
mismo  nombre  y  biinittos  cié  Salvio  Fontanellas,  que  obtuvo  del 
no.  Sr.  D.  Felipe  III  de  Castilla  y  II  de  Aragón,  de  eterna  me- 
ia,  el  titulo  de  ciudadano  honrado;  que  su  casa  y  familia  fueron 
decoradas  con  igual  gracia  hace  ciento  y  más  aflos.  y  que  en  lodo 
ipo  han  manifesl.ido  su  fidelidad  hacia  nuestros  anales  predecíso- 
y  que  los  sobredichos  Salvio  y  José  Fontanellas  y  Pradell  concu- 
"on  á  la  expulsión  de  los  facciosos  que  perturbaban  la  tranquilidad 
lica  en  Calalufla,  hasta  prender  y  entiegar  en  manns  de  los  reales 
istros  á  Juan  Serrallonga  y  á  Jaime  Serra,  alias  in  Tul,  lo  que  fué 
a  de  que  aiRunos  de  sus  secuaces,  ¡j-uiados  de  Un  espíritu  maligno, 
isen  á  dicho  Salvio,  según  puede  inferirse  de  la  alevosa  muerte  que 
eron,  y  no  obstante  lo  cual,  José  Fontanellas  y  Pradell,  nielo  de  di- 
difunto,  se  dedicó  con  más  ardor  al  real  servicio,  etc..  etc.  ■ 


CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO        95 

1  histórica,  y  cuáles  sean  las  conjetu- 
eden  deducirse,  claras  las  verá  el  lec- 
:ircunstancias  y  crisis  porque  estaba 
ncipado,  y  teniendo  presente  lo  que 
;8,  conforme  queda  dicho,  el  llamar- 


.tos  que,  á  costa  de  no  pocos  afanes 
livos  públicos  y  privados,  he  podido 
1  bandolerismo  y  á  los  bandoleros  de 

nparcial  podrá,  sujetándolos  á  la  cri- 
1  lo  que  valgan  y  deducir  las  conse- 
mientes  estime  y  acertadas  crea. 
3cas  observaciones  me  toca  hacer  y 
adir,  ya  que  transcendentales  suce- 
iiestra  España  vinieron  en  su  día  á 
ea  reclamando  para  otra  mis  pobres 
£ndome  por  el  momento  completar 

1  dietarios  se  concluye  de  hablar  de 
comienzan  las  turbaciones  de  Cata- 
osas  turbaciones  que  dieron  origen  á 
640  y  á  la  guerra  llamada  de  los  se- 

una  revelación  para  el  historiador? 

;1  bandolerismo,  por  condenable  que 

ia  de  un  malestar  secreto  y  aspira- 

orar  de  estado? 

ly  en  la  historia  de  España  sucesos 
que  merecen  fijar  la  atención  y  la  reclaman  muy  dete- 
nida y  diligente  por  parte  de  aquellos  escritores  que  con- 


g6  VÍCTOR  BALAGUBR 

sagrarse  puedan  á  una  época  determinada  con  tíempo, 
holgura  y  medios,  ya  que  no  es  posible  en  historias  ge- 
nerales descender  al  estudio  especial  y  á  los  detalles 
minuciosos  de  un  acontecimiento  dado. 

Las  Comunidades  de  Castilla,  las  Gertnanías  de  Va- 
lencia, los  alzamientos  de  Cataluña  contra  D.  Juan  11, 
D.  Felipe  IV  y  D.  Felipe  V,  y  otros  y  otros  sucesos 
de  los  reinos  que  hoy  forman  la  nacionalidad  españo- 
la, reclaman  historiadores  particulares  que,  allegan- 
do datos  de  inapreciable  valia  para  la  historia  general, 
puedan  estudiar  causas,  investigar  orígenes  y  descubrir 
y  publicar  documentos  con  que  se  vean  las  cosas  á  la 
luz  clara  y  transparente  de  lo  cierto,  enmendándose  asi 
juicios  equivocados  y  errores  profundos  que,  por  falta 
de  datos  suficientes,  pueden  llegar  á  ser  históricos,  y 
perjudiciales,  por  ende,  á  la  sagrada  causa  de  la  verdad 
y  de  la  justicia. 

En  la  historia  política,  en  la  historia  de  la  vida  de 
los  pueblos  y  del  progreso  humano,  yo  creo,  por  ejem- 
plo, que  Cataluña  ha  sido  en  España  la  vanguardia  de 
las  libertades  públicas;  pero  esto,  que  es,  en  mi  opinión, 
verdad  inconcusa,  no  lo  es  ciertamente  para  todos,  que 
á  muchos  cabe  duda  de  ello,  y  yo  la  respeto,  á  causa 
de  no  haberse  historiado  ciertos  sucesos  con  la  exacti- 
tud debida,  ya  sea  en  unos  por  falta  de  datos,  ya  sea  en 
otros  por  falsedades  convenientes  á  interesadas  miras. 

Yo  condeno  y  condenaré  toda  mi  vida  los  excesos  á 
que  á  veces  se  entregó  Cataluña  en  determinados  perío- 
dos de  sus  turbaciones,  obedeciendo  más  al  impulso  de 
las  pasiones  que  á  la  serenidad  de  la  razón,  y  por  esto 
condeno  el  bandolerismo  que  de  narrar  acabo  como  es- 
tudio y  dato  histórico;  pero,  en  cambio,  siempre  veré 
en  las  revoluciones  de  Cataluña  el  alto  espíritu  y  el  al- 
to fin  que  se  proponen  los  pueblos  grandes  y  varoniles 
al  acometer  empresas  adelantadas  á  su  siglo. 


ir  ■'■ 

I  HISTORIA   DE   CATALUÑA— 'DEL  BANDOLERISMO        gj 

> 

Aun  cuando  en  la  relación  de  ciertos  sucesos  se  ha- 
llen hechos  dignos  de  oprobio  y  anatema,  no  hay  que 
culpar  por  ello  á  la  nación;  que  no  es  bien  que  paguen 
todos  la  falta  de  alguno,  ni  el  desvario  ó  el  crimen  de 
[  unos  pocos  debe  ser  mancha  en  la  clara  fama  de  la  co- 
I  munidad.  En  cambio,  también  en  estos  sucesos  se  ven 
descollar  altas  virtudes  que  ya  quisiera  yo  ver  imitadas, 
ciertamente,  por  los  que  hoy  tanto  hablan  de  ellas  y 
tan  poco  las  practican. 

En  las  grandes  épocas  de  Cataluña  hay  algo  que  los 
historiadores  debieran  tener  especial  cuidado  en  hacer 
resaltar. 

Un  gran  amor  á  las  libertades,  pero  un  profundo  res- 
peto á  las  leyes. 

Un  gran  sentimiento  democrático,  en  el  verdadero  y 
recto  sentido  de  esta  palabra;  pero  al  propio  tiempo  un 
gran  sentimiento  monárquico  y  un  exquisito  respeto  á 
los  reyes,  hijo^  no  de  la  adulación  y  del  servilismo,  sino 
de  la  conciencia  y  de  la  dignidad. 

Un  perfecto  conocimiento  de  los  derechos,  en  defen- 
sa de  los  cuales  eran  extremados  los  antiguos  catalanes; 
pero  asimismo  un  religioso  cumplimiento  de  los  debe- 
res, en  cuya  escrupulosa  obediencia  eran  puntillosos. 

Muy  de  desear  fuera  que  en  nuestros  tiempos  no  se 
echaran  al  olvido  estos  eternos  principios  que  tanto  y 
tan  característicamente  resaltan  en  la  historia  del  pue- 
blo español  todo. 

Sin  esto,  tal  es  mi  humilde  opinión  al  menos,  sin  el 
sentimiento  monárquico,  en  España,  donde  no  hay  cos- 
tumbres, ni  tradiciones,  ni  virtudes  republicanas,  no 
habría  jamás  orden  ni  justicia. 

Sin  esto,  sin  el  respeto  profundo  á  la  ley  y  á  la  auto- 
ridad, sin  el  conocimiento  y  el  cumplimiento  perfecto 
de  los  deberes,  en  España,  donde  las  costumbres  son, 
sin  embargo,  democráticas,  y  donde  el  espíritu  que  en 

TOMO   XIX  7 


*/ 


VÍCTOR  BALAGUER 

eblo  se  encama  es  eminentemente  liberal,  no  ha- 

unca  libertad. 

r  mala  ventura,  y  con  dolor  lo  consigno,  la  prác- 

ie  aquellas  altas  virtudes  de  los  tiempos  antiguos 

:ne  en  los  modernos  la  misma  aplicación  para  to- 

tiay  en  el  día  quien  por  libertad  entiende  licencia, 

emocracia  demagogia,  y  quien,  predicando  la  cx- 

cia  de  los  derechos,  niega,  ó  por  lo  menos  olvida, 

ligación  de  los  deberes. 

esto  es  ser  liberal  y  demócrata,  yo  confieso  humil- 

nte  que  no  eran  esto  nuestros  antepasados,  ni  soy 

to  tampoco. 

no,  como  mis  padres,  la  libertad  que  en  las  sereni- 

i  del  cielo  es  compañera  inseparable  del  orden  y 

justicia,  del  deber  y  del  derecho;  pero  aborrezco 
ndamente  la  libertad  que  desciende  al  fango  de  las 
i  y  se  revuelca  en  el  cieno  de  la  orgia. 

ramera  no  es  la  dama,  como  la  licencia  no  es  la 
ad. 

APÉNDICES. 


APÉNDICE  I. 

el  Manuscrito  de  Bntnigiier,  que  existe  en  el  archivo 
(  Casas  consistoriales,  tomo  II,  cap.  XXXVI,  se  en- 
ran,  referentes  á  éstos  y  á  otros  sucesos  de  la  misma 
,  los  siguientes  párrafos,  donde  se  extracta  y  resume 
i  con  mayor  extensión  se  baila  en  los  dietarios,  acuer- 
el  Consejo  y  copiadores  de  cartas: 
A  14  de  Desembre  1520,  scriuhen  los  concellers  al 
om  lo  dilluns  avans  en  la  matinada  eren  cstat  trot>ats 
en  alguns  lochs  per  la  ciutat  cartells;  contenint  con- 
>  deis  pobles,  asenyalant  jornada,  y  segons  ab  letra 


[   CATAHIÜA — DEL   BlNDOLERISMO       99 

[,  era  asignat  lo  dia  de  Sant  Thomas, 
i  apres  nos  conegué  nengun  moviment.» 
1  1531,  scriuhcn  ais  de  Gerona  en  rcs- 
cions  seguides  en  aquella  cíutat  y  ab 
/eu  que  era  perqué  volien  teñir  que  veu- 
ons  y  ques  devian  levar  drets,  empero 

virey,  tots  los  moviments,  y  rumors 
larcelona,  Gerona,  y  altres  parts  de  Ca- 
leta.» 

Ide  1521  scríuhen  al  rey  com  perpropi 
ie  dit  una  deis  de  la  Junta  del  regne  de 
sn  Valladolit  (á  qui  nosaltres  diem  los 
no  havian  volgut  capturar  lo  correu  per 
ni  fer  dany  ais  mercaders  catalans  en 
lajestat  ves  la  resposta  volía  que  fesen. » 
t  de  1521,  havent  lo  infant  D.  Enrich 
ZTit  ais  concellers  ab  paraulas  molt  sen- 
inculpantlos  de  actes  de  inñdelitat,  li 

ab  moltft  gran  prudencia,  ab  la  cual  y 
e  scríuhen  al  compte  de  Módica,  se  veu 
itilla  se  eran  alzats  y  Mallorca  estava 

'de  1 522  scriuhcn  al  rey  y  li  donan  rahó 
nscommocionsdeMíllorca  delspobles 
lomens,  y  que  estos  se  eran  retiratsá 
iiian  asseCiaCs  per  térra  y  per  mar,  y  15 
al  virrey  que  era  á  Tarragona,  com  era 
de  Mallorca,  trames  per  los  jurats  y 
a  5a  Senyoría,  gobernador,  deputats  y 
s,  ab  un  frare,  que  segons  fama  ana  per 
a,  ab  un  christo  en  la  mia,  conmovent, 


t  añy  han  regnat  molts  bandolers  y  se- 
I  de  Banyuls  ab  sa  codrilla,  lo  cual  as- 


00  VfCTOR   DALAGUBR 

aba  á  Oleta  y  vingwé  molta  gent  por  ordrc  del  virrey 
la  part  de  Rosselló  y  Cerdana  en  que  hi  era  lo  gober- 
ior  Nisser  Osset,  doctor  del  real  consell  y  molts  cava- 
s  y  veguers  y  arseñaladament  lo  veguer  y  un  cónsul  de 
ñls,  pero  no  fcren  res,  ans  he  al  moltes  bregues  y  morts 

1  se  s^uiren  deis  bandolers  persso  no  desampararen  lo 
:h,  fins  que  lo  somaten  los  bagué  deixats,  y  á  les  bores 
le  Bañyuls  ab  sa  gent,  franceses  y  catalans,  que'n  tenia 
Its,  sen  anaren  en  Fransa  y  lo  dit  Misser  Osset  torna  á 
!ta  y  crema  tot  lo  lloch  y  la  vila  ab  llettes  del  virrey 
!  manabe  se  fes  dita  persecució  contra  los  bandolers,  y 
tá  mes  de  <400t  durats.  Al  ilibre  deis  Consells  se  pot 
irer  largauient.  Ass6  ere  en  la  Coresma  del  añy  1581. 
aá  la  persecució  del  dit  Bañyuls  per  cuant  lo  duch  de 
rranova  en  aqueix  instant  entra  virrey  de  Cataluña,  y  1» 
ipte  de  Aytona  entra  per  virrey  de  Valencia,  lo  cual 

vingut  en  Perpinya  sois  per  la  dita  persecució.» 
(Dietario  del  archivo  de  PuigCLrdá.) 

APÉNDICE  III. 

1681. 

Aixis  matéis  en  lo  dit  añy,  en  lo  mes  de  Desembre,  en- 
:en  per  la  Valí  de  Carol  325  franceses,  hugonaus  y  al- 
i,  los  cuals  babia  enviats  á  cercar  Galceran  Cadcll,  los 
is  pasant  per  los  llochs  rebaben  lo  que  podien  y  s'mcn- 
¡n  50  moltons  de  la  vila  y  devallaren  fins  á  la  Seu  de 
fell  y  assi  vingueren  los  Ripollesos  á  vaicinos  si  fos 
iter,  y  tambe  habien  avisats  á  altres  circnmvehins,  ha- 
rén á  Lies  una  brega  y  niorinenlhi  ciiatre  ó  sinch  deis 
:onaus,  y  prenguerenlos  tin  morter  que  portaben,  ysen 
laren  per  la  val!  de  la  Losa,  y  !o  virrey  enviá  Misser 
va  y  Misser  Fermin  Sorribes  per  pasificarho  y  trague- 
ab  guiatge  molts  bandolera,  y  Galceran  Cadell  y  altrc» 
lesterro,  y  aixis  ho  remedia.» 

(Diílaria  de  Piiigcerdá.) 


CATALUÑA — DBL  BANDOLERISMO  101 

APÉNDICE  IV. 

Ht!  t  M.  Marti,  ile  PuigccriU. 

II,  originaire  de  Puigcerdá,  á  fourni 
ble  de  personages  distingues,  et  la  plus 
ui  en  soit  faite,  á  mft  coonnaissance, 
I  Cadell,  j utiscoiisult  de  Puigcerdá,  qui 
portant  diverses  franchises  accordées 
Scigneur  souverain  de  Rousillon  et  de 
ides  d'avril  1222. — Un  acte  de  1229 
ommuniqué  á  mon  dernier  voyage), 
;rdá,  R.  Katdli,  R,  so»  fils  et  Caleüi 
me  Cadeli),  Se  trouve  cnsuite  le  nom 
jsieurs  fois  dans  des  actes  de  la  Cer- 
I,  et  ce  nomestainsi  e'crit:  Sig-{-num 
is  un  documcnt  de  l'an  i265,CeGui- 
'5  ¿tait  sans  doute  celui  de  1229,  et| 

qualiñcation,  ü  est  clair  qu'il  devait 
portant  le  méme  nom  que  lui,  et  qui 
í  de  Margante  décédée  en  1300.  Cc- 
ription,  eut  aussi  un  fils  du  nom  de 
'en  trove  aucune  trace  dans  les  actes 
,  sauf  la  mention  faite  en  1315  d'une 
erois,  et  confrontant  ín  tena  Giiilletmi 
robable  que  les  documents  que  vous 

Puigcerdá  pourraint  eclaircir  com- 
stion,  beaucomp  mieux  que  je  ne  puis 
i  que  j 'ai  a  ma  disposition  ne  concer- 
les  de  la  menie  famille  Cadell  de  Puig- 
rent.  Tune  la  seigneurie  d'Espira  en 
íUes  de  Pruilans,  Arceguel  et  Arau- 
( la  généalogie  de  ees  deux  brances  de 
tne  foucnit  pas  d'antres  prénoms  que 
srre,  Raymond,  Guido,  Jean,  et  jao- 
*  et  XIV '  siecles,  et  je  u'y  trouve  rien 
(pliquer  si  les  débrís  d'osssmets  bu- 


a 


1 02 


VÍCTOR   BALAGUER 


i>: 


«-• 


L»"I 


^&' 


mains  que  vons  aves  trouvés  derriére  la  pierre  de  Tins- 
criptiont  se  rapportent  á  deux  enfants  de  Guillaume  et  de 
Margar  ¿te  Cadell.» 

La  copia  de  la  anterior  carta  me  fué  facilitada  por  el 
Sr.  Martí,  junto  con  las  siguientes  interesantes  notas: 

cLa  lápida  de  que  se  hace  mención  en  el  anterior  escri- 
to, se  encuentra  empotrada  en  el  muro,  detrás  de  un  altar 
de  la  iglesia  parroquial  de  Puigcerdá.  No  la  descubrí  yo, 
pues  que  me  participaron  su  existencia,  hace  ya  diez  ó  do- 
ce años;  pero  ninguna  de  las  cuatro  ó  seis  personas  que  de 
ella  tenían  noticia  sabía  cuál  era  su  objeto.  Gracias  á  la 
curiosa  inscripción  que  contiene,  me  fué  fácil  saber  la  per- 
sona para  la  cual  había  sido  labrada,  y  en  qué  época.  Al- 
terada, al  difundirse  esta  noticia,  se  decía  en  toda  la  po- 
blación que  yo  había  encontrado  un  eos  sant. 

•Queriendo  poseer  una  copia  del  hermoso  relieve  que 
figura  el  acto  del  entierro  de  la  cMargarita,»  ensayé  un 
vaciado  en  yeso  que,  por  las  pésimas  condiciones  del  local, 
no  me  dio  buen  resultado.  No  satisfecho,  obtuve  del  señor 
párroco  el  permiso  de  arrancar  la  piedra,  encontrándose ^ 
con  sorpresa  mía,  dentro  del  tosco  nicho,  además  de  algu- 
nos restos  de  una  persona  mayor,  los  cráneos  de  dos  cria- 
turas. Obtenido  el  molde,  yo  supliqué  que  se  permitiera 
colocar  la  lápida  en  paraje  más  visible,  pero  el  señor  pá- 
rroco se  opuso,  y  ahora  vuelve  á  estar  situada  en  el  mismo 
incómodo  sitio. 

iPara  que  me  aclarara  aquel  inesperado  hallazgo,  y  al- 
gunas palabras  de  oscuro  sentido  de  la  inscripción,  escri- 
bí á  Alard,  el  cual  me  dio  sobre  ella  y  sobre  la  familia  de 
la  sepultada  todas  las  noticias  que  V.  vio  en  su  carta,  y 
de  las  cuales  copio  las  que  se  refieren  á  la  segunda,  pK)r 
creer  que  son  las  únicas  que  á  V.  interesan,  y  con  el  fin 
de  ahorrarle  trabajo  y  la  molestia  de  tener  que  remitirme 
nuevamente  aquel  escrito. 

•  Queda  en  dicha  inscripción  una  palabra,  que  ni  la  vas- 
ta ilustración  de  M.  Alard,  ni  los  raros  especiales  conoci- 
mientos de  M.  de  Bonnefoy,  pudieron  explicar;  pero  que 
no  perjudicando  á  la  lectura  general  de  la  composidón 


ik. 


-) 


HISTORIA   DE   CATALUÑA — DEL   BANDOLERISMO      IO3 

poética  (¡mala  gttanyat  noml),  no  tiene  interés  más  que  para 
el  paleógrafo,  ninguno  para  el  historiador. 

•Para  que  tenga  V.  una  idea  de  ella,  he  aquí  la  copia 
de  la  inscripción: 

Borde  superior, 

Mitis,  munífica, — proba,  provida,  mente  púdica,    ^ 
Gaudens,  pacifica — pia,  prudens,  mori,  árnica, 
Ritu  sortita — quondam  sermone  perita. 
Tu  Margarita, — ^jam  requiescis  ita. 
Uxor  Guilleliui  Catelli — fueras  juniorts 
Mater  Guillelmi  Catelli — frantrisque  minoris. 

Borde  inferior. 

Pro  te  poscentes — venían  sunt  suscipientes 
Christum  donum  erum(?) — fore  quadraquinta  dierum, 
Dum  contempsisti — mundum  funere  tiisti. 

Anno  Dei  M.CCC.VIIl  idus  julii  obiit  Domina  Margarita.  Hic  jaset, 
requiescat  in  pace.  Amen. 

APÉNDICE  V. 

AÑY    1588. 

«Al  7  del  mes  de  Novembre  de  dit  añy  entenent  lo  Se- 
ñor Virrey  D.  Manrique  de  Lara  los  maleficis  feyan  los 
bandolers  de  la  parcialitat  de  Mosen  Jonot  Cadell  de  Ar- 
seguel  en  la  térra  dé  Cerdanya  y  altres  parts  circumve- 
hines,  envia  lo  maniñch  Misser  francés  Ubach,  doctor  del 
Real  Consell  á  la  present  Vila  pera  fer  fermar  la  unió  y 
per  donar  remey  de  justicia  á  la  térra  y  també  enviá  á 
Misser  Enrich  á  Leyda  y  á  Misser  Mir  á  la  Seu  d'Urgell 
per  lo  mateix  efecte.  Assi  ha  feta  molta  justicia  lo  dit 
Mosen  Ubach  perseguint  los  bandolers  assetiantlos  en  Ar- 
seguel  en  lo  cual  siti  mataren  lo  Minyó  de  Capsir  y  lo 
Minyó  de  Montellá  y  alsaren  somaten  y  acudit  tota  la  tér- 
ra y  també  Misser  Mir  ab  los  de  la  Seu  de  Urgell,  y  tam- 
bé hi  acudi  Banyúls  ab  300  homens.  Dura  lo  siti  set  ó  vuit 
diesy  alsarenlo  per  no  poderhi  estar  per  lo  temps  tan  mal 


VÍCTOR   BALAGUBR 

La  Vila  y  la  térra  han  fermada  la  unió  per  temps 
añys.> 

(Dielaria  de  Puigcerdá.) 

APÉNDICE  VI. 

II  de  Abril  de  1593  scrihucn  al  rey  los  coacellers 
sr  expulsió  dea  ladres  á  títol  que  feyan  torb  al  Ge- 
havian  feta  junta  de  Brassos  y  entre  dit  Consistort 
jrans  alteracions  en  sos  parers,  y  que  los  un  s'eran 
s  en  la  Deputació  y  los  altres  en  casa  de  un  depu- 
que  los  del  bras  militar  se  eran  ajustat  á  la  Seu,  y 
3  concellers  essent  estats  consoltats  ab  etnbaxadas, 
n  voigut  resoldrers  en  nengun  parer  sens  darne  rahó 
'.»  {Manuscrito  Brutiiquer,  cap.  XXXV.) 
16  Setembre  1592,  lo  virrey  dona  avis  ais  concellers, 
ivta  fet  assetiar  lo  castell  Darcegol,  perqué  Cadell 
L  fort  allá  ab  altres  bandolera,  y  fou  prés  y  dcrrocat.» 

APÉNDICE  Vli. 


;loría  de  Nostre  Senyor  Deu  Jesus-Crist  exaltació 
nvictísíma  nostra  fe  católica,  Uahor,  honra  y  fama 
ael.  Nació  de  Cerdanya,  sería  no  cosa  deguda  se  po- 
oblit  k  tant  famosa  victoría  ^tingueren  los  de  la 
i  Fuigcerdá  y  térra  Cerdanya  ais  22  del  mes  de  Maig, 
la  Nativitat  de  nostre  Redemptor  1598;  divendres 
leí  solemnissim  día  de  Corpus  contra  de  3.000  fran- 
)  mes,  deis  cuals  era  Capitá  Mossur  de  Durban  en 
nya  del  Vescompte  de  la  Cort  Mossur  Casáis,  ab 
iltres  cavallers  francesos,  guiats  per  molts  bando- 
Eiturab  de  esta  térra  de  Cerdanya,  los  cuals  se  eran 
ts  en  lo  comptat  de  Foix,  després  de  la  ruina  y  des- 
I  maná  fer  sa  Magestad  per  lo  Excelientisim  Duch 
jueda,  Virrey  de  felis  recordado  y  digne  de  tal  car- 
el Castell  de  Arseguel.  térra  de  Baridá,  en  lo  cual 


105 

or  de  aquell  qui  lea  hores  era  Mos- 
:al  manera  que  s'podia  viure  en  la 
rra  de  Baridá,  Urgellet  ni  casi  en 
redits  bandolers  se  recutlian  en  Ar 
>  f2O0,>  cossejaban  y  robavan  de 
lassos  de  Cataluña,  y  encara  vilas 
nolt  numero  de  gent,  puis  que  fou 
ivehirnos  de  un  Virrey  cual  conve- 
lí: era  lo  predit  Duch  de  Maqueda, 
ya  D.  Bernardino  de  Cárdenes,  lo 
.  y  fidelitat  del  Sr.  D.  Joan  de  Que- 
jmptats  de  Rosselló  y  Cerdanya,  al 
mena  aquesta  empresa  ajudat  espe- 
Cerdanya  y  seo  un  daría  m  en  t  de  al- 
taluña  y  de  200  castcLlans  feu  des- 
lieras liabia  en  Barcelona,  de  las 
ileros  Argensola  Cavaller  famos  y 
e  Flandes  que  Vuy  per  sas  hasanas 
idor  deis  Comptats  del  Rosselló  y 
le  dit  castell  de  Arseguel  aprés  de 
-  espay  de  un  mes,  que  coniensá  lo 
e  es  á  22  desembre  del  añy  1593,  y 
s  Uargas  escaramusas  y  haber  mor- 
ía part  y  altre,  fou  nostre  Senyor 
i  may  plogue  per  la  cual  cansa  fou 
lell  y  á  un  altre  cavaller  qui  s'era 
,  nomenat  Felipe  Queralt  en  com- 
iolers  de  Arsagucl  y  de  molts  pa- 
s  muUers  y  familias,  una  nit  anas- 
ch  de  Arseguel  y  deixailo  tot  sol  á 
nian  assetiaCs,  los  cuals  com  habia 
o  sitl  en  una  térra  tan  fragosa  ab 
lits  y  ab  la  industria  y  practica  de 
nt  guíats  y  portats  dins  lo  compUt 
Mosen  Jonot  Cadell  aprés  de  ha- 
mat  lo  Castell  y  assolat  lo  lloch  de 
es  Corts  de  Barcelona  añy  1599  li 
e  li  habia  conñscat,  de  tal  manera 


io6 


VÍCTOR   BALAGUER 


que  los  del  dit  francesos  del  comptat  de  Foix,  guiats  per 
alguns  deis  dits  bandolers  se  eren  retira ts  en  dit  comptat 
de  Foix  entre  los  cuals  se  asseñalá  molt  Cua  de  Llop,  na- 
tural de  la  Valí  de  Querol,  Barrabam  de  son  nom  dit  Mas- 
ferrer,  natural  de  Sareja,  Vicens  Jasquer  de  Querol  y 
molts  altres  de  Cerdanya,  Baridá  y  altres  parts,  entraren 
per  la  valí  de  Querol  y  descubrils  la  torre  Cerdana  y  tira 
la  Artillería,  y  com  veren  foren  descoberts  no  gosaren  pa- 
sar per  la  Valí  de  Querol  avall  sino  com  foren  á  Porta 
prengueren  per  de  sobra  á  ma  esquerra  y  caigueren  sobre 
de  Fanés  y  aquí  comensaren  á  cremar  y  saquejar  y  roba- 
ren casa  de  Floquet  de  fanés  y  los  bestiars  de  aqueix  Uoch 
y  sen  portaren  á  Tomás  de  Rabia  alias  floquet  y  á  son  Fill 
Guillem  y  matarem  á  un  parayre  de  Puigcerdá  que  per 
sobrenom  se  deya  lo  Sor  de  la  Sclamonda,  y  de  aquí  par- 
saren  á  la  costa  de  la  Sacratíssima  Reyna  de  helloch  y  á 
Dorras  y  aquí  feren  grandissimis  estragos  robant  glesias, 
portantsen  lo  Santissim  Sagrament  y  tot  lo  que  trobarcn 
per  las  casas,  y  de  aquí  pasaren  á  las  Caldas  ahont  troba- 
ren  grant  resistencia  en  lo  Hostal  de  la  casa  Grant  per 
raho  de  un  monjo  qui  estaba  en  dit  tempsen  ditas  Caldas 
anomenat  Fra  Pujol  natural  de  RipoU  y  net  de  Mossen 
Sans  de  Puigcerdá,  del  ordre  de  Nostra  Señora  de  Mont- 
serrat, lo  cual  ab  adjutori  de  alguns  fadrins  tenia  en  sa 
companya  resistí  valerosament,  y  mataren  alguns  de  dits 
fadrins  á  alguns  deis  dits  francesos,  y  ells  cremaren  lo 
porcho  del  Hoste  de  las  Caldas  y  apréssen  pujaren  al  ser- 
rat  de  sobre  Vilano  va  y  volgueren  pendre  lo  port  de  Ca- 
banas de  sus  Angostrina  y  no  pogueren  perqué  ja-hi-foren 
alguns  de  Llivia  y  ab  mosquet  que  tenian  los  ho  vedaren, 
y  á  les  hores  se  posarent  en  lo  serrat  sobre  Vilanova  y 
aquí  feyan  eos  de  guarda  y  á  tropas  eixian  á  escaramussar 
ab  Mossen  Joan  de  Codol,  señor  de  Ur  y  Flori,  lo  cual  deis 
primers  acudi  á  Vilanova  y  á  les  Caldas  ab  alguna  gent  de 
la  Vila  de  Puigcerdá  y  aquí  resistiren  valerosament  á  las 
grans  cargas  donaban  dit  francesos  cridant  Bandoma  Ban-- 
dorna,  fins  que  arribaren  tota  la  gent  de  la  térra  y  Valí  de 
Querol  y  donaren  brega  á  dits  francesos,  en  las  cuals  bre- 


.  CATALUÑA — DEL  BANDOLEIUSMO  I07 

:argas  deis  primers  morí  Mossen  Fran- 
isi  á  las  derrarias  Felip  y  molts  de  na- 
its  francesos  la  nit  se  acostaba,  se  retí- 
la  de  Vall=:marans  ahont  dormiren  la 
grant  fret  hi  feíi  iVolento  axis  nostre 
I  molts  y  apres  sen  tornaren  per  Pimo- 
baratats  per  los  Carolaus  primerament, 
i  de  la  vila  de  Piiigcerdá  y  apres  los  de 
/A  de  tal  manera  entre  morts,  presos  y 
ña  cuant  ferent  ressenya  en  Fransa  los 
)mens.  • 

(Dielario  de  PuigcerJi.) 


A  DE  CATALUÑA 


AS  DE  FELIPE    V 


DE  FELIPE  V. 


I  recibió  el  Consejo  de  Ciento 
del  rey  Felipe  V,  anunciando 
ie  la  corte  el  i6  de  Agosto  in- 
rcelona  con  objeto  de  convocar 
el  convento  de  San  Francisco, 
antecesores,  y  también  con  el 
!a  princesa  María  Luisa  de  Sa- 
ajustado  casamiento. 
:  V  de  Borbón  ocupaba  el  tro- 
'.,  cuarto,  degenerado  y  último 
:1  trono  de  Fernando  y  de  Isa- 
de  haber  casado  en  primeras 
>a  francesa  y  en  segundas  con 
Listria,  moriasin  hijos  el  i.°de 
adhesión  á  la  casa  de  la  cual 
fluencia  de  su  segunda  mujer, 
riencia,  decidirle  á  llamar  al 
riaco;  pero  no  fué  así.  Los  es- 
supo suscitar  junto  á  su  lecho 
)rtocarrero,  arzobispo  de  Tole- 
:sesde  la  Francia,  obligaron  á 
sus  más  caros  deseos  para  tes- 
ie  su  hermana  y  de  Luis  XIV, 

i  los  Borbones  á  ocupar  el  tro- 
aquel  circulo  de  intrigas,  de 


112  VÍCTOR   BALAGUER 

enredos  y  hasta  de  crímenes  puestos  en 
gurar  la  sucesión  del  débil  Carlos  II,  ( 
reinar  en  España  ni  dar  un  heredero  á 
se  consultaron  mucho  los  intereses  priv 
personales,  las  ambiciones  de  los  repi 
partido  austríaco  y  del  partido  francé: 
consultada  jamás  la  voluntad  del  país.  ¡ 
tereses  de  éste  no  se  tratara  más  bien  q 
de  Francia  ó  de  Austria! 

Luis  XIV,  aunque  ligado  por  pactos 
tratados  anteriores,  supo  prescindir  d< 
compromisos,  y  aceptó  para  su  nieto  el 
jou  el  trono  de  España.  El  24  de  Enei 
cañones  de  Fuenterrabía  y  de  Irún  an 
españoles  la  llegada  de  su  nuevo  monat 
tro  también  en  el  país  la  más  terrible  y  I 
sa  de  las  guerras:  la  guerra  civil. 

No  dejaban  de  conocer  los  consejeros 
pe  y  el  mismo  Luis  XIV  que,  al  pisar  < 
pañol  el  nuevo  monarca  de  la  casa  de  Bi 
de  poner  su  pie  sobre  el  suelo  de  un  voi 
reventar.  El  emperador  de  Austria,  qu 
para  su  segundo  hijo  Carlos  el  trono 
podía  permanecer  impasible;  las  demá: 
tranjeras  dejaban  traslucir  su  desagrado 
lio  de  la  Francia;  el  príncipe  de  Darms 
acababa  de  ser  de  Cataluña,  al  dimitir 
embarcarse  en  Barcelona  para  Alemanií 
voz,  á  cuantos  fueron  á  despedirle,  que 
con  nuevo  rey  á  la  capital  del  Principad 
ban  á  correr  sordos  rumores,  principalm 
ña,  presagio  de  la  tormenta  que  iba  á  d 
la  nueva  dinastía. 

Felipe  V  quiso  atraerse  el  cariño  de  lo 
sando  á  celebrar  Cortes  en  Barcelona  y 


LUNA— LAS  BODAS  DE  FELIPE  V   II3 

-incipado;  pero  no  tuvo  tacto  para 
),  pues  se  vi6  claramente  en  sus 

deseo  de  ir  coartando  las  grandes 
os  que  de  época  inmemoriai  goza- 
r  á  los  fueros  y  á  las  libertades,  era 

pais.  Los  catalanes  que  en  tiempo 
ipe  IV  se  habían  alzado  como  un 
icilando  en  arrojar  solemnemente 
reyes  conculcadores  de  las  liberta- 
iendo  á  la  elección  de  nuevos  mo- 
de  titubear  en  hacer  lo  propio  con 
faltaba  en  lo  que  para  ellos  era  sa- 
•cto,  sucedió,  y  con  su  constancia 
L:hos  años  y  con  su  heroica  y  famo- 
ina,  demostrar  supieron  los  catata- 
do que  no  en  vano  se  atenta  á  las 
lidad  de  un  pueblo, 
il  punto  de  que  hoy  nos  vamos  á 
es  notas,  sino  de  lo  acaecido  en  los 
Eitrimonio  de  Felipe,  para  lo  cual 
r  el  velo  que  oculta  los  secretos  de 
storiadores  hablan  con  misterio  de 
das  en  Figueras  el  dia  de  la  boda 
njou;  y  como  no  refieren  el  suceso, 
ioso,  vamos  hoy  á  relatarlo  noso- 

cierto  historiador  coetáneo  de  los 
:ro  libro  raro  y  poco  conocido  que 


lespués  de  haber  aceptado  el  trono 
<  en  dar  una  reina  á  la  España,  y 
políticos  enlazarle  con  una  prince* 


\'^ 


114  VÍCTOR  BALAGUfiR 

sa  de  Saboya,  con  lo  cual  contribuía  á  quitar  un  aliado 
á  las  potencias  enemigas  de  Francia.  La  elección  reca- 
yó, pues,  en  la  hija  segunda  de  Víctor  Amadeo,  María 
Luisa  Gabriela,  hermana  de  la  que  había  casado  con 
otro  príncipe  francés,  el  duque  de  Borgoña.  Las  nego- 
ciaciones para  esta  boda,  entabladas  desde  principios 
de  1701,  fueron  retardándose  á  causa  de  las  continuas 
vacilaciones  del  duque  de  Saboya;  pero,  al  cabo  y  al 
fín,  el  II  de  Setiembre  de  dicho  año,  el  príncipe  de  Ca- 
rígnan  se  casaba  en  Turín,  á  nombre  y  por  poderes  del 
rey  de  España,  con  María  Luisa,  que  acababa  de  cum- 
plir entonces  trece  años. 

Después  de  haberla  llevado  al  castillo  de  Racconigi, 
residencia  veraniega  de  los  príncipes  de  Carignan,  don- 
de hubo  grandes  ñestas,  Manuel  Filiberto  acompañó  á 
su  sobrina,  seguido  de  toda  la  familia  real,  hasta  el  pie 
del  collado  de  Tende,  en  cuyo  punto  la  joven  reina  to- 
mó el  camino  de  Niza,  puerto  en  donde  la  aguardaban 
las  galeras  españolas. 

Por  su  parte  Felipe  V  retrasó  su  viaje,  pues  á  pesar 
de  lo  que  tenía  escrito  á  los  concelleres  de  Barcelona, 
no  salió  de  Madrid  hasta  el  5  de  Setiembre,  llegando 
el  16  á  Zaragoza,  efectuando  el  i.**  de  Octubre  su  en- 
trada en  la  capital  del  Principado,  prestando  el  4  su  ju- 
ramento á  los  fueros  y  libertades  del  reino,  y  abriendo 
el  12  las  Cortes  con  un  discurso  ó  proposición  que  no 
fué,  por  cierto,  del  agrado  general. 

Contaba  Felipe  esperar  á  la  reina  en  Barcelona,  pero 
supo  que  había  decidido  proseguir  su  viaje  por  tierra,  y 
fué  á  recibirla  hasta  Fígueras,  á  cuyo  punto  llegó  el  2 
de  Noviembre,  teniendo  lugar  en  aquella  villa  las  esce- 
nas que  luego  relataremos. 

Al  separarse  de  su  familia  en  Tende,  María  Luisa  se 
dirigió  á  Niza,  desde  cuyo  punto  comenzó  con  su  abue- 
la una  correspondencia  bastante  seguida  y  que  no  se 


rÑA — LAS  BODAS  DE  FELIPE  V       II5 

;o  antes  de  su  muerte.  Esta  co- 
deser  interesante,  aunque  se  re- 
}sas  íntimas  y  de  poco  valor  para 
conocer  por  completo  á  la  reina 
stoel  carácter  de  la  mujer  ■. 
j  biógrafo,  la  condesa  de  la  Ro- 
;  talla  pequeña,  pero  había  en  to- 
^ancia  notable.  Sus  cabellos  eran 
i  negros,  llenos  de  fuego  y  de  vi- 
i  conservó  largo  tiempo  una  ex- 
muy  inteligente,  una  agradable 
y  de  gracia  pueril.  Su  tez  era  de 
orno  su  hermana  la  duquesa  de 
;jillas  muy  gruesas,  talle  airoso, 
s  encantadoras.  En  una  palabra, 
ganaba  mucho  en  ser  vista  y  oida,  pues  que  sus  retra- 
tos no  dan  masque  una  mediana  idea  de  sus  encantos, 
mientras  que  su  persona  estaba  tan  llena  de  atractivos, 
que  cuantos  hablaban  con  ella  se  deshacían  en  elogios. 
Hay  que  añadir  á  esto  que  en  María  Luisa  había  to- 
da la  iniciativa,  vivacidad  y  resolución  que  faltaba  en 
Felipe,  el  cual  era  de  carácter  tímido,  débil  y  frío.  Por 
esto  la  joven  princesa  de  Saboya,  desde  el  primer  año 
de  su  casamiento,  escribía  áLuis  XIV:  iSapUco  enca- 
recidamente á  V,  M.  que  se  valga  de  toda  la  autoridad 
que  por  tantos  motivos  tiene  sobre  el  rey  mi  esposo, 
para  hacerle  que  de  una  vez  para  siempre  se  acostum- 
bre á  decir  con  tono  resuelto  quúro  6  no  quiero,  á  fin  de 
que  pueda  imitar  á  V.  M.  * 

Al  llegar  á  Niza,  hubo  María  Luisa  de  separarse  de 
sus  damas  piamontesas,  entrando  á  formar  parte  de  su 


1  Esta  correspondencia  ha  sido  recientemente  publicnda  por  ta 
íofXlttí  de  la  Roca  con  el  tituTo  de  CorrtipendenñB  inédita  di  ¡a  duque- 
—  di  Btrgfña  y  de  ¡a  rema  di  España. 


Il6  VÍCTOR    BALAGUER 

servidumbre  otras  damas  francesas,  conforme  lo  habia 
dispuesto  Luis  XIV,  quien  á  la  sazón  mandaba  en  todo 
lo  relativo  á  España  mucho  más  que  el  rey  Felipe  V. 
Este  fué  el  primer  disgusto  serio  que  tuvo  la  princesa 
saboyana,  y  sólo  con  lágrimas  y  sollozos  se  separó  de 
sus  damas,  particularmente  de  una  que  le  era  muy  que- 
rida y  que  cita  frecuentemente  en  su  correspondencia 
llamándola  siempre  la  pequeña  Verwet. 

En  Niza  encontró  también  á  la  princesa  de  los  Ursi- 
nos, que  la  estaba  aguardando,  y  que  habia  sido  desti- 
nada para  ocupar  el  puesto  de  camarera  mayor  de  la 
reina  de  España.  La  celebridad  que  adquirió  esta  mu- 
jer, y  lo  mucho  que  hubo  de  influir  en  la  política,  nos 
obligan  á  decir  algo  de  ella. 

En  cuanto  Luis  XIV  tuvo  arreglado  el  casamiento 
de  Felipe  V,  sintió  la  necesidad  de  prevenir  la  influen- 
cia que  podía  conquistarse  sobre  un  príncipe  poco  ex- 
perimentado una  princesa  que  acaso  el  duque  deSabo- 
ya  habría  preparado  para  servirle  á  él,  mejor  que  á  la 
nación  sobre  la  cual  iba  á  reinar.  Luis  XI V  y  su  astuta 
consejera,  Mad.  deMaintenon,  pensaron  también  que  no 
era  menos  urgente  poner  al  joven  monarca  en  guardia 
contra  las  insinuaciones  de  un  consejo  demasiado  espa- 
ñol, que  trataría  sin  duda  de  apartarle  de  una  unión 
constante  con  la  Francia,  unión  en  la  cual  el  rey  Luis 
apoyaba  su  supremacía. 

Para  llenar  las  miras  del  gabinete  de  Versalles,  se 
necesitaba  un  ingenio  sutil,  un  espíritu  despejado  é  in- 
sinuante, propio  á  conciliarse  el  afecto  de  los  españoles, 
tan  difíciles  de  engañar  y  más  difíciles  de  seducir.  La 
de  Maintenon,  que  era  maestra  en  sutilezas,  propuso 
un  personaje  de  su  elección,  María  Ana  de  la  Tremoui- 
lle  de  Noirmontier,  viuda  en  primeras  nupcias  del  prín 
cipe  de  Chaláis,  y  en  segundas  del  duque  de  BraccianO) 
principe  dé  los  Ursinos,  llenaba  todas  las  condiciones 


UÑA — LAS  BODAS  DE  FEUPE  V       1 1 7 

mplimiento  de  los  proyectos  con- 

;8,  la  escogida. 

én  era  esa  dama  que  tan  célebre 

gando  un  día  á  elevar  sus  miras 

español. 


cesa  de  los  Ursinos  fué  la  novela 
i,  la  más  sembrada  de  pasiones  y 
i  hubo  galantería  más  expansiva 
de  la  Tiemouille,  y  jamás  le  hizo 
ina  ambición  que  no  tenía  limites. 
)n  quienes  tropezó  á  su  paso  y  de 
¡dad  de  emplear  el  crédito,  fueron 

sus  amores  no  durasen  más  que 
s;  y  como  la  princesa  de  los  Ursi- 
vida,  por  espíritu  de  intriga  aún 
d,  fácilmente  se  puede  formar  una 
ncJatura  de  adoradores  que  tuvo, 
isfacer  sus  deseos  ambiciosos  y  su 
;nto. 

con  Blaise  de  Talleyrand,  su  pri- 
^  cortejada  durante  su  viudez  por 
;  rica  y  poderosa  con  el  duque  de 
idependiente  y  libre  en  sus  accio- 
s  Ursinos  había  podido  conocer  la 

humano  bajo  todos  sus  aspectos, 
ngenio,  curiosa,  de  ardiente  ima- 
n  desmedida  y  sin  otra  debilidad 

de  sí  misma,  María  Ana  de  la 
:establemente  una  de  las  primeras 
!)emasiadD  lo  sabía  ella;  ella  que, 
nás  graves  acusaciones,  llamada 


Il8  VÍCTOR  BALAQUER 

como  culpable  por  Luis  XIV,  consigue 
hacerse  absolver,  sino  que  se  la  solicitasi 
España,  donde  ya  había  estado  cuando 
trimonio,  con  una  alta  posición  que  le  p 
A  todo. 

Cincuenta  años  tenia,  nada  menos,  cu 
da  para  esta  misión,  y  á  pesar  de  semejai 
lia  nueva  Lais  era  encantadora  y  poseí 
ducciones  de  su  sexo,  al  decir  de  los  escri 
ráneos.  «Sus  facciones,  dice  un  autor, 
sus  ojos,  sobre  todo,  os  inundan  de  un; 
luptuosidad  que  parte  como  un  rayo  de 
pila;  su  voz,  más  dulce  que  la  de  las  si 
hasta  el  alma:  unid  á  esto  un  talle  de  nii 
de  Hebe,  la  movilidad  de  caderas  atribu 
una  flexibilidad  de  pasiones  y  de  carácter 
tarse  á  todo.  He  aqui,  de  pies  i  cabeza 
de  los  Ursinos,  y  Mad.  de  Maintenon  de 
tido  varías  veces:  Si  yo  no  fuese  Prancis 
quisiera  ser  María  .\na  de  la  Tremouillt 

Tal  era  la  mujer  que  María  Luisa  eni 
dispuesta  á  ser,  por  orden  de  Luis  XIV, 
y,  según  sientan  muchos,  su  rival. 

La  joven  reina  de  España  se  embarca 
en  las  galeras  españolas  que  la  esperaba 
de  Niza,  y  después  de  haber  descansad 
Tolón,  fué  á  desembarcar  en  Marsella, 
guir  su  viaje  por  tierra,  á  causa  de  lo  mt 
cieran  sufrir  el  mareo  y  el  mal  tiempo 
hubo  de  esperar  el  permiso  de  Luis  XIV 
por  tierra  su  camino,  y  si  el  lector  se  a 
un  permiso  tan  sencillo  como  el  de  un 


1     La  condesa  de  la  Roca:  Certapondcncía  ini 
Eifaña  — Toucharil  I^afosa:  Oíniras  del  eje  de  6iii¡ 


TALUÑA — LAS  BODAS  DE  FELIPE  V      II9 

do  al  rey  de  Francia  y  no  al  de  Espa- 
urante  los  primeros  años  del  reinado 
rbón,  todos  los  negocios  de  la  corte  y 
ban  dirigidos  por  Luis  XIV.  Las  ór- 
ersalles,  no  de  Madrid,  y  séloá  pre- 
ra  sumisión  y  dependencia  era  como 
1  concedía  á  su  nieto  el  dinero  y  los 
lia  absoluta  necesidad  para  sostener- 
no  tardó  el  Austria  en  venirle  á  dis- 
te. 

permiso  solicitado,  y  el  21  de  Octu- 
11a  María  Luisa,  para  llegar  el  2  de 
ntera  española. 

i  folleto  impreso  en  Barcelona  con  la 
tas  que  luego  se  celebraron,  el  rey 
a  llegado  la  vispera  á  Figueras,  qui- 

su  esposa  con  el  deseo  de  conocerla 
icido,  y  vistiendo  un  sencillo  traje  de 

caballo  y  fué  al  encuentro  del  coche 
ca  de  la  Junquera.  Acercóse  al  ca- 
tándole ,  departiendo  con  la  reina  y 
los  Ursinos  hasta  llegar  cerca  de  Pi- 
unto  se  separó  de  ellas,  altamente 
;  venía  para  ser  su  esposa.  Si  María 
le  sospechar  quién  era  aquel  caballe- 
:sa  de  los  Ursinos,  que  conoció  per- 

y  sirvió  de  mucho  á  entrambos  en 
lella  primera  entrevista, 
eras,  y  al  bajar  del  coche  la  reina,  el 
dias  ratificó  el  casamiento  con  poca 
pronto  los  regios  consortes  se  senta- 
3.  cenar.  Entonces  fué  cuando  tuvo 
que  nos  hemos  referido,  y  cuyo  co- 
:  al  historiador  Saint-Simon,  que  la 
lera  deliciosa. 


I20  VÍCTOR   BALAGUBR 

Los  esposos  eran  servidos  á  la  mesa  p 
de  los  Ursinos  y  por  las  damas  de  palaci 
dispuesto  que  la  comida  se  compondría 
manjares  guisados  á  la  española  y  de  lai 
dos  á  la  francesa,  acaso  con  el  objeto  d 
susceptibilidades  nacionales  é  inaugurar  1 
tica  de  ambos  pueblos.  Pero  esta  mezcla 
hubo  de  disgustar  á  las  damas  encargada 
y  á  varios  señores  españoles  que  con  el 
confabulado,  quedando  decidido  en  aque 
ningún  plato  francés  llegase  á  la  mesa.  A 
efecto.  Bajo  un  pretexto  ú  otro,  con  el  a< 
unos  platos  eran  demasiado  pesados  y  oti 
calientes,  las  damas  de  la  servidumbre  d 
damente  ó  al  acaso  caer  todos  los  pial 
francés,  rompiéndose  los  unos  y  volcand 
de  los  otros,  de  tal  manera  que  sólo  los  n 
ñoles  tuvieron  la  buena  suerte  de  llegar 
mesa.  La  afectación  y  el  embarazo  de  las 
masiado  visible  para  que  pudiese  queda 
sin  embargo,  así  la  reina  como  el  rey  tu 
dura  de  hacer  que  nada  habían  advertido, 
por  su  parte  la  princesa  de  los  Ursinos,  alt 
brada,  no  desplegaba  los  labios. 

Pero  no  estaba  aún  todo  terminado. 

Dejemos  ahora  que  hable  el  historiador 

■Después  de  aquella  larga  y  enojosa 
maligno  cronista,  el  rey  y  la  reina  se  re 
tonces  lo  que  se  habla  contenido  mientra 
mida,  estalló.  La  reina  se  puso  á  llorar, 
ña  que  era,  lamentándose  entre  suspiros 
la  ausencia  de  sus  damas  piamontesas. 
que  no  llegaba  á  catorce  años,  se  creyó  p 
nos  de  damas  tan  altaneras,  y  cuando  fu 
acostarse,  dijo  clara  y  netamente  que  no 


USA — LAS  BODAS  DE  FBUPB  V      121 

país.  Se  hizo  cuanto  fué  posible 

0  el  asombro  y  la  confusión  fue- 
se vio  que  no  había  medio  de  re- 
e  había  desnudado  }'a,  estaba  es- 
princesa  de  los  Ursinos,  apurada 
le  v¡6  obligada  á  ir  á  decirle  lo 

manifestó  muy  resentido  y  p¡ca- 

igó  por  espacio  de  tres  días.  Has- 
do  convencer  á  la  reina,  que  por 
¡da  conyugal  con  su  esposo. 
:ena,  que  parece  tener  mucho  de 
:  tener  algo  de  seria,  y  en  aquel 
L  proscribir  de  la  comida  de  bodas 
ie  ve  ya  despuntar  el  odio  de  cier- 
ancia  y  se  divisa  el  horizonte  po- 
s. 

n  los  reales  consortes  á  Barcelo- 
lidos  con  ostentación,  celebrando 
¡tas  por  su  llegada.  Sin  embargo, 

1  una  cosa:  entusiasmo  popular, 
idensando  en  el  horizonte  políti- 
a  sordamente  á  lo  lejos.  Todo  el 
ntecimientos  próximos,  y  estaba 
dos  que  la  dinastía,  si  llegaba  á 
la  sólo  después  de  una  larga  y 


:A  de  CATALUfjA 


;h  de  roda 


de 
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1^6  VÍCTOR  BALAGUBR 

hitantes  de  Cervera,  por  ser  en  esta  ci 
mente  halló  Felipe  partidarios  catalai 
Desde  antes  de  comenzar  la  guerra 
centro  6  una  junta  secreta  que,  ent 
s,  se  componía  de  Jaime  Puig  de  Pe 
Puig  y  Surribes,  su  hijo;  Antonio  C< 
u,  Carlos  Regás,  Miguel  Mas,  de  Ro 
.ch,  también  de  Roda. 
Este  último,  que  era  vulgarmente  c( 
xh  de  Roda,  á  causa  de  tener  una  ma 
el  término  de  aquella  población,  de  1 
i  uno  de  los  más  entusiastas  partidar 
e,  que  simbolizaba  para  él  la  causa  i 
talanas,  y  uno  también  de  los  hombr 
io  y  más  popularidad  que  habia  en  e 
La  junta  que  secretamente  se  babia 
ch  se  entendía  particularmente  con  ei 
Darmstad,  landgrave  de  Hesse,  que 
la  época  de  Carlos  II,  habia  sido  vii 
,  donde  había  dejado  muchas  y  profu 
principe  Darmstad  era  uno  de  los  h< 
iñanza  del  archiduque  Carlos,  y  fué  i 
6  para  decidirle  á  venir  á  Cataluña,  d 
.  inteligencias  le  respondían  del  bu< 
isa. 

El  príncipe,  para  entenderse  con  la 
;nte  organizada  en  Vich,  enviaba  su  c 
ina  dama  de  Barcelona,  que  habia  e 
lorosas  relaciones,  y  esta  dama,  por 
litan  llamado  Xirola  ó  Virola,  remit 
conspiradores  vicenses,  quienes  á  su 
I  capitán  y  la  misma  dama,  mandaba 
príncipe  del  estado  de  las  cosas. 
Don  Francisco  de  Velasco,  que  era  \ 
ia  por  Felipe  V,  tuvo  conocimiento  d' 


CATALUÑA — BACH  DB  RODA  1 27 

ípal  del  bando  austríaco,  y  fácil  le 
i  eran  los  pdncipales  partidarios 

luscar  para  que  se  presentasen  en 
iciendo  ellos  cuál  era  la  intención 
n  y  permanecieron  en  sus  casas, 
¡es  mandó  formar  causa  por  des- 
'  crimen  de  conspiración,  pero  con 
ii  cosa  que  hacer  adelantar  el  mo- 
ses,  con  las  personas  citadas  al 
Yertamente  al  campo,  levantando 

:i. 

ra  los  pronunciados  un  cuerpo  de 
.gosto  de  1705  fué  destrozado  en 

por  los  sublevados, 
luerte  un  nuevo  refuerzo  enviado 
3as  hallaron  seriamente  defendido 

tuvieron  que  volverse,  después  de 

una  nueva  derrota. 

ics,  la  de  la  riera  de  Granollers  y 

donde   hizo  sus  primeras  armas 

listándose  gran  renombre  por  su 

dez. 

is  de  la  primera  acción,  el  24  de 

e  las  potencias  aliadas  desembar- 

1  Besos  y  Mongat  el  ejército  que 

usa  del  archiduque,  mandado  por 

nde  de  Peterboroug  y  por  el  prin- 

Vich  fueron  de  los  primeros  en 
acudir  á  ponerse  á  las  órdenes  de  Carlos  III,  y  hay 
quien  asegura  que  éste  les  conñó  la  guardia  particular 
de  8U  persona. 

Lo  cierto  es  que  se  formaron  y  organizaron  inmedia- 
tamente dos  fuerzas:  una  de  tercios  de  Vich,  cuyos 


128  VÍCTOR   BALAGUBR 

irincipales  jefes  fueron  Puig  y  Surribes,  Oms,  ArÍKll 
'  otros;  y  otra,  llamada  de  fttsileros  de  Roda,  í  cuyo 
rente  se  pusieron  Francisco  Bach  y  Miguel  Más. 

Estas  dos  fuerzas  prestaron  grandes  6  importantes 
ervicíos  durante  el  sitio  puesto  por  Carlos  III  á  Bar- 
elona,  en  cuya  ciudad  entraron  triunfantes  con  ¿1. 

Estas  mismas  fuerzas  fueron  de  grande  utilidad  y  se 
eñalaron  muy  especialmente  cuando  más  tarde  Barcc- 
:>na  fué  sitiada  por  Felipe  V,  que  vino  contra  ella  al 
rente  de  un  ejército  castellano- francés. 

Las  crónicas  del  tiempo  citan  á  los  fusileros  de  Roda 
'  á  su  jefe  Bach  con  grandes  elogios. 

No  seguiremos  á  Bach  durante  su  carrera  militar, 
ues  necesitaríamos  mucho  papel  y  tiempo,  á  bien  que 
Eimbién  la  historia  le  pierde  de  vista  muy  á  menudo. 

Sólo  se  sabe  de  él  que,  durante  aquella  sangrienta 
■uerra  de  tantos  años,  fué  uno  de  los  partidarios  mis 
leles,  más  celosos,  más  adictos  y  más  desinteresados 
ue  luvo  la  causa  del  archiduque. 

Por  amor  á  la  patria  y  á  las  libertades  del  pafs  habia 
mpuñado  un  arma,  y  no  se  sabe  de  él  que  tuviera  más 
eseo  que  el  de  salvar  ambos  grandes  objetos,  pues  no 
onsta — al  menos  no  ha  llegado  á  nuestra  noticia — que 
btuviese  ningún  empleo  ni  se  le  diesen  honores  algunos. 

Parece  que  durante  el  triunfo  de  las  armas  de  Car- 
)s  III,  Bach  se  retiró  á  su  casa  y  heredad,  volviendo 
ólo  á  salir  de  ellas  en  1709,  cuando  las  huestes  de  Fe- 
pe  V  volvieron  á  invadir  la  Cataluña. 

Cuando  ya  la  causa  de  las  libertades  catalanas  podía 
arse  por  perdida;  cuando  en  1713  fuerzas  considéra- 
les habían  caido  sobre  Barcelona,  á  la  cual  tenían  en 
strecho  sitio,  parece  que  Bach  era  uno  de  los  que  te- 
lan sublevado  aún  el  llano  de  Vich,  haciendo  jncrei- 
les  esfuerzos  por  levantar  el  país  en  favor  de  los  bra* 
os  que  como  leones  se  defendían  en  Barcelona. 


ATALUÑA — BACH    DE    RODA         J2g 

sabe  de  él.  Desaparece  después, 
encuentra  más  que  para  citar  su 

)na,  el  recuerdo  de  su  muerte  se 
nalmente  por  una  bellísima  can- 
cnza  con  estos  versos: 

leu  ciutflt  de  Vich. 

t  penjñ  un  caballer 
>b1«  de  h  plana. 
lOm  li  diuhen  Bnch, 
de  Roda  estaba. 

dito  a  esta  canción,  Bach,  sen- 
el  gobierno  triunfante  de  Feli- 
un  amigo  que  con  un  pretexto 
donde  estaba  oculto,  y  llevado  á 
e  un  caballo.  Una  vez  en  Vich,  ■ 
nbla  llamada  de  las  Devalhilas, 
o  por  el  Piiig  de  las  Guardiolas. 
dos  el  llamado  Pagés  de  Puracols 
distinción  que  se  habían  señala- 
tra  Felipe  V. 

Bach  de  Roda  en  la  horca  no  ca- 
conñrmada  por  la  historia;  pero 
de  que  sea  verdad  lo  que  dice  la 
.,  según  la  cual,  apenas  acababa 
lo  llegaba  el  perdón  que  el  rey  le 

e  de  esta  mísma  canci6n  publi- 
Maniiel  Milá  en  su  Romancerillo 

r  que  el  traidor  amigo  que  ven- 
fué  el  antiguo  capitán  Xirola  ó 

fidente  de  quien  se  valieran  los 

blevación, — respecto  del  cual,  en 


efecto,  se  tienen  indicios  de  haberse 
pe  V  durante  la  guerra. 

ales  son  ]as  noticias  únicas  que 
ir  acerca  de  este  personaje,  sobr 
rama  el  poeta  catalán  D.  Fran 
i  realmente  una  de  las  nobles  y 
quel  tiempo  pródigo  en  nobles 
nártires  de  la  patria,  y  bien  ha 
gerla  para  ponerle  el  marco  de 


r 


HISTORIA  DE  CATALUÑA 


UN  EPISODIO 

DEL    SITIO   DE   BARCELONA    EN    1705 


EPISODIO 

BARCELONA   EN    I705. 


i  cuando  estalló  la  primera  chis- 
i  lucha  que  debía  llamarse  gue- 

habfa  venido  á  ocupar  el  trono 
por  su  abuelo  Luis  XIV  con 
célebres  como  impoUticas,  de: 

leral,  no  eran  afectos  al  nuevo 
:cho  y  la  justicia  estaban  á  fa- 
los de  Austria,  mejor  que  en  el 
lipe  V).  A  más,  con  el  primero 
de  guardar  y  conservar  íntegros 
que  con  el  segundo  corrían  peli- 
a  Felipe  V  adiestrado  por  su 
ras  indicaban  sus  primeros  pa- 
:  quitar  de  en  medio,  como  cosa 
ades  de  Cataluña, 
ipado  D.  Francisco  de  Velasco 
los  primeros  síntomas  de  des- 
rales de  este  país. 
la  conspiración  contra  el  duque 
o  se  llamaba  á  Felipe  V)  estaba 
;  se  hallaban  los  principales  je- 
I,  los  Puig  de  Perafita,  los  Puig 
la  de   ^íanlleu,  los   Regás,  los 


134  VÍCTOR   BALAGÜER 

Bach  de  Roda  y  otros  que  seguían 
dencia  con  el  príncipe  de  Darmstad 
Cataluña  y  partidario  decidido  del  : 

No  ignoraban  los  vicenses  que  se 
liga  europea,  en  la  cual  entraban  Ai 
Portugal,  para  impedir  que  el  nieto 
rey  de  España;  no  ignoraban  tampo 
cidido  que  el  archiduque  Carlos,  pi 
los  III  de  España,  saliese  personaln 
menos  ignoraban  aún  que,  habiendc 
consejos  del  pretendiente  la  opinif 
Darmstad,  se  había  resuelto  presen 
de  los  aliados  ante  Cataluña,  desemt 
la  corte  en  Barcelona. 

Sabedores  de  todo  esto,  y  de  acue 
los  vicenses  se  lanzaron  resueltami 
zando  bandera  por  Carlos  III  al  grí 
berlades  catalanas! 

Este  fué  el  primer  movimiento  q 
vo  lugar  á  favor  del  archiduque,  y 
que  á  los  partidarios  de  éste  se  les 
del  pais  el  nombre  de  vtguetans  ó  vif 
de  entonces  fué  conocido  el  partido 
cuerdo  de  haber  sido  los  de  Vich  lo 
nunciarse. 

A  los  del  bando  de  Felipe  V  se  le 
butiflers,  palabra  intraducibie  en  ca: 

Otro  día  diremos  por  qué. 


La  armada  de  los  aliados,  con  el 
al  frente,  se  presentó  á  últimos  de  . 
te  las  playas  de  Mongat,  desembari 


HIST.  DE  CAT. — ON  EPISODIO  DEL  SITIO  DE  BARCELONA     135 

tes  y  260  caballos,  que  acamparon  por  el  momento  des- 
de la  orilla  del  mar  hasta  el  pueblo  de  San  Andrés  de 
Palomar. 

Los  catalanes  partidarios  del  pretendiente  fueron  á 
prestarle  su  homenaje  y  á  engrosar  las  ñlas  de  su  ejér- 
cito. 

El  virrey  Velasco  se  encerró  en  Barcelona  con  Jas 
pocas  tropas  que  tenia,  y  el  ejército  aliado  fué  á  poner 
sitio  á  esta  ciudad,  en  cuyo  seno  contaba  con  numero- 
sos é  inSuyentes  amigos. 

Las  fuerzas  aliadas  venían  bajo  el  mando  del  gene- 
ral inglés  conde  de  Peterborough,  que  es  principal- 
mente de  quien  voy  á  ocuparme  y  á  quien  consagro  hoy 
este  recuerdo. 

Era  lord  Peterborough  uno  de  esos  hombres  extraor- 
dinarios cuya  vida  tiene  algo  de  novelesco.  Hablando 
de  61  Voltaire  en  su  Siglo  de  Luis  XIV,  dice  que  en  to- 
do se  parecía  á  esos  héroes  que  la  imaginación  de  los 
españoles  ha  hecho  protagonistas  de  tantos  libros. 

La  verdad  es  que  el  conde  de  Peterberough  era  sin- 
gular, excéntrico,  caprichoso,  de  raras  costumbres,  pero 
siempre  valiente  y  héroe  siempre.  A  los  quince  años 
había  partido  de  Londres  para  ir  á  hacer  la  guerra  á  los 
moros  en  África;  á  los  veinte  años,  de  regreso  í  In- 
glaterra, fué  el  primero  en  comenzar  allí  la  revolución 
contra  Jacobo  II,  formando  un  núcleo  de  partidarios 
del  príncipe  de  Orange  y  pasando  á  Holanda  para  jun- 
tarse con  el  mismo  príncipe,  cuando  tuvo  su  plan  com- 
binado y  sus  partidarios  dispuestos:  sólo  que  por  temor 
de  inspirar  sospechas  sobre  la  causa  de  su  viaje,  se  em- 
barcó para  América,  dirigiéndose  luego  al  punto  que 
deseaba  en  un  buque  holandés. 

Cuéntase  de  ese  hombre  extraordinario  que  más  de 
una  vez  había  perdido  y  restablecido  su  fortuna;  que 
fué  el  principal  promovedor  y  el  agente  que  con  más 


VÍCTOR  BALACUHl 

ontríbuyó  á  que  la  Ingl 
poyar  las  pretensiones  d 
)so  y  pródigo,  vino  á  C 
;  á  sus  costas,  y  que, 
enia  de  su  propio  pecuü 
ibre  toda. 

1  hombre  que  mandaba 
as  aliadas,  y  él  fué  el  h 
i  contar. 


r  acontecimiento  notabl 
asalto  del  castillo  de  Me 
a  que  el  conde  de  Pete 
arse  por  sorpresa  del  ca: 
micará  nadie  su  plan,  n 
)  las  precauciones  nece; 
'  el  13  de  Setiembre  p 
lestacamento  de  1.200  I 
ites  de  ponerse  á  su  fn 

de  Darmstad,  á  quien  p 
u  cooperación, 
le  desde  tiempo  antes  es 
izaban  su  palabra,  mirái 
en   aquel   momento   to( 

Peterborough  se  dieror 
[uellos  dos  valientes,  t\ 
I  cual  uno  no  había  de 
I  de!  castillo  se  efectuó, 
o  funesto  para  los  sitiad 
de  alarma  de  Montjuich 
e  envió  un  refuerzo  al  c 
ados  hubo  de  retrocede] 


ISODIO  DEL  SITIO  DE  BARCELONA     I37 

íieridos  y  llevándose  el  cadáver  del 
id,  á  quien  una  bala  de  cañón  dejó 

suceso,  á  los  cuatro  dias,  el  17  de 
lio  de  Montjuich  se  rendía  á  los 

ó  en  seguir  la  misma  suerte, 
Velasco  mantenerla  por  más  tiem- 
blación  hostil,  á  Montjuich  enemi- 
í  por  completo  sublevada. 


cuando  se  iba  á  dar  á  la  ciudad  el 
iba  ya  formada  la  fuerza  que  debia 
^elasco  pidió  capitulación,  que  se 
e,  entrando  en  Barcelona  los  alia- 
nado  conde  de  Barcelona  y  rey  de 

medio,  y  mientras  se  estaban  pac- 
i  capitulación,  tuvo  lugar  la  anéc- 
;ido  á  contar. 

1  en  que  se  debía  firmar  el  tratado, 
mpañía  de  los  sitiadores  tuvo  me- 
n  Barcelona  por  la  brecha,  gracias 
3arte  del  pueblo  catalán,  que  casi 
1  por  la'tausa  de  los  sitiadores. 
'  grande  estruendo  se  promovió  en 
ú  pueblo  amotinado  corría  á  inva- 
endo  en  libertad  á  los  presos  y  en- 
is  las  casas  de  los  más  conocidos 
!  V,  los  soldados  de  la  hueste  sitia- 
o  por  las  calles  como  audaces  ven- 
ilgunas  casas,  se  entregaban  á  to- 


138  VfCTOB  BALAGUER 

dos  los  desórdenes,  y  de  todo  se  ap< 
llándolo  todo.  Oro,  mercancías,  joya! 
caía  en  sus  manos. 

Barcelona  presentaba  el  aspecto  de  1 
da  por  asalto. 

El  virrey  Velasco  iba  á  perecer  con 
pero  pudo  refugiarse  en  el  monasteri< 
en  donde  se  hizo  fuerte,  enviando  un  r 
de  Peterborough  para  pedirle  cuenta 
de  aquella  violación  del  derecho  de  gt 
invasión  de  las  tropas  aliadas  en  Barcel 
te  cuando  se  estaban  pactando  las  basi 
ción  y  se  había  mandado  suspender  p 
hostilidades  de  una  y  otra  parte. 

Lord  Peterborough  acudió  á  confer 
rrcy. 

— Nos  estáis  vendiendo,  le  dijo  Vela; 
pitulamos  de  buena  fe,  y  vuestros  so 
por  la  brecha,  se  entregan  á  los  más 

— No  son  mis  ingleses,  respondió  Pt 
los  alemanes  del  príncipe  de  DarmstE 
et  asalto  de  Montjuich  y  cuya  muerte 

— Pues  qué,  ¿no  sois  vos  el  que  n 
no  podéis  por  lo  mismo  impedir  estos 

— Sin  duda,  pero  no  veo  ahora  más 
salvar  la  ciudad  y  de  detener  á  esos 
obra  de  destrucción.  Dejadme  entrar 
en  Barcelona,  y  os  respondo  de  todo. 

— Pero,  general,  ¿quién  me  garant 
dlciones  verbales  de  nuestra  capitulai 
tadas? 

—La  palabra  de  un  oñcial  inglés, 

— Ya;  pero  en  la  guerra... 

^En  la  guerra,  como  en  otra  parte, 


SL  StriO  DB  BARCELONA    I39 

glés  no  ha  violado  nunca  la 
aré  en  la  ciudad,  recorreré 
:den  y  me  volveré  con  todos 
ito  para  ñrmar  mañana  la 

»n  un  acento  tal  de  verdad 
al  peligro  que  se  corría,  per- 
zo  abrir  una  de  las  puertas 

su  tropa  y  halló  á  los  ale- 
be  de  la  ciudad,  saqueaban 

Barcelona,  apaciguó  el  tu- 
aqueadores  el  botin  que  se 
[uesa  de  Pópuli  en  poder  de 
róxima  á  ser  deshonrada,  y 
r  las  armas  en  la  misma  cu- 
jderado  de  ella;  salvó  tam- 

duque  de  Pópuii,  que  tenia 
is  á  él  pudieron  librarse  los 
Risbour,  amenazados  por  la 

;1  desorden,  restablecida  la 
}s  soldados  invasores,  fusilá- 
is todos,  el  conde  Peterbo- 
la  cabeza  de  ella  salió  de 

tras  él. 

aba  la  capitulación,  con  las 

ra  el  ejército  sitiado  que  de 

'enidas. 


.TALUÑA 


BRIHUEGA 


tblamos  de  un  inglés, 
1  brillante  rasgo  épico 

gura  en  las  págjnas  de 
blar  hoy  también. 
■  algo  más  de  Peterbo- 


en  Cataluña  este  no- 
más  bellas  ñguras  de 

¡ó  marchar  sobre  Bar- 
lotícia  de  que  en  esta 
su  corte, 

de  1706  se  presentaba 
lército  franco -hispa  no, 
escuadrones,  al  man- 
ía por  general  en  jefe 

capital  del  Principa- 
da al  conde  de  Peler- 
os sus  talentos  milita- 
r  los  caudillos  catala- 

st  escuadra  aliada;  des- 
mandaba el  conde  de 
o  á  levantar  con  pre- 


144  VfcrOR   BALACUBR 

cipitación  el  sitio,  abandonando  en  su 
veres,  artillería,  bagajes  y  i.5oo  herido 
humanidad  del  conde  de  PeterborougH, 

Libre  por  el  pronto  de  enemigos  Car 
dio  á  marchar  á  Madrid  por  Aragón,  11 
á  lord  Peterborough  como  general  en  ji 
dó  ya  éste  en  separarse  del  lado  del  mo 

Habíase  originado  una  violenta  riva 
otro  general  inglés,  el  conde  de  Gallow 
soltó  que  Peterborough,  irritado  un  día 
didos  sus  consejos  para  servir  los  de  si 
misión  del  mando  y  abandonó  la  guerra 
causa  de  Carlos  III,  retirándose  á  Inf 
apareciendo  para  siempre  del  teatro  de  r 

Con  él  pareció  eclipsarse  la  estrella 
pues  con  la  ausencia  de  Peterborough  i 
reveses  y  los  infortunios. 

Varios  generales  se  sucedieron  en  el 
visión  inglesa  hasta  la  llegada  de  lord 
es  de  quien  vamos  á  hablar. 

Pasaba  Stanhope  por  ser,  y  era,  en  el 
mejores  generales  de  su  siglo. 

La  noticia  de  su  nombramiento  y  de  : 
bo  fué  recibida  con  júbilo  por  los  cat¡ 
partidarios  todos  de  la  casa  de  Austria,  j 
entonces  no  le  faltaban  al  ejército  de  d 
generales,  entre  ellos  el  alemán  Guido 
lord  Stanhope  era  una  figura  sobresa 
nombre  y  reputación  se  fiaba  mucho  pa 
el  crédito  que  iban  ganando  por  su  non 
los  generales  franceses  de  las  huestes  c 

Llegó  lord  Stanhope  á  Barcelona  p 
fama  de  su  gloria,  y  fué  recibido  poco 
triunfo. 


■EL  ASALTO  DE  BRIHUSGA      I45 

ica  habla  de  cu  llegada  con 
cluye  con  las  siguientes  lineas 

ígado  en  compañía  de  otros 
!  un  joven  paje  que  ha  llama- 
r  su  gallarda  presencia  y  por 
r.* 

e  gallarda  presencia  y  de  orí- 
ma  mujer. 

5  de  incógnito  por  París,  en 
i  tomar  el  mando  de  las  tro- 
,  conoció  en  aquella  capital  á 
ides  parísienses,  como  tantas 
Irte  de  Luis  XIV. 
ducie,  y  era  una  mujer  bella, 
;a  de  fausto  y  de  lujo,  de  in- 
te vida  aventurera, 
tanhope,  y  apresuróse  Emilia 
ue  su  amante  le  hizo  de  acom- 
a  de  hombre. 

larda  presencia  que  acompa- 
mdo  llegó  á  Barcelona, 
do  de  la  división  inglesa;  es- 
/  singularmente  en  la  batalla 
¡huyó  poderosamente  al  tríun- 
mpo  por  la  bandera  de  Car- 
victoria  llevó  á  este  monarca 
de  Madrid. 

talanes  entró  el  27  de  Setiem- 
;  España;  pero  sólo  algo  más 
í. 
imente  fatal  para  la  casa  de 

elipe  V  un  poderoso  refuerzo 
1  duque  José  Luis  de  Vendo- 


VÍCTOR   BALACUER 

causa  de  los  Borbones  se  rea: 
ino  era  hostil  á  Carlos  III,  y 
le  se  retirase  otra  vez  á  Barcelí 
erdadera,  la  ciudad  que  siempí 

fiel,  y  que,  por  su  causa,  tan  i 
;riñcios  venia  haciendo, 
prendió,  pues,  el  archiduque  h 
nuevo  el  camino  de  Cataluña 
ona,  donde  llegó  el  i5  de  Dici 
s  de  Carlos  III  debian  aband 
l1  alemán  Guido  de  Starembei 
<rd  Stanhope,  que  sólo  se  hal 
er  la  retirada  de  su  rey. 
},  por  desgracia,  la  discordia  ■■ 
;re  aquellos  dos  caudillos,  y,  p 
n,  la  traición  vino  á  completai 
zado  la  discordia, 
mdo  Staremberg  y  Stanhope  s 
aprendiendo  su  movimiento  de 
;lés  cometió  la  gravísima  falta, 
;  estaban,  de  quedarse  algo  ati 
e  retaguardia,  compuesta  de  oc 
,  un  regimiento  de  dragones, 
ma  nación  y  otro  de  portugués 
6  de  Diciembre  de  1710  entr 
ega  esta  división  de  retaguat 
ope  hacer  noche,  creyéndose  1 
iña  abierta. 

huega,  que  es  una  villa  situad 
ilajara,  era  entonces  un  lugar 
iro  antiguo,  ó  dicho  con  más 

y  con  un  castillejo  de  no  mi 
I,  incapaz  por  estas  circunstan 
mpo  si  era  combatida  por  fuer 

creía  Stanhope  tener  que  defenderse  allí,  ni  crda 


r^' 


HIST,  DE  CATALUÑA — EL  ASALTO  DE  BRIHUEGA      I47 

ser  allí  atacado;  pero  era  porque,  habiéndolo  previste 
todo,  no  había  previsto  que  la  traición  pudiese  velai 
junto  á  él. 

No  recordaba  que  junto  á  él  se  hallaba  una  mujer,  j 
una  mujer  ultrajada. 

El  paje  de  gallarda  presencia  y  de  singular  vestimen 
ta,  según  el  Dietario  de  Barcelona,  se  habla  ya  conver 
tido  en  una  mujer  al  llegar  á  Madrid. 

Luego  que  estuvieron  en  la  corte  de  España,  Emilia 
de  Mucie,  que  hasta  entonces  había  seguido  por  todaf 
partes  á  su  amante  vestida  de  hombre,  recobró  sus  há- 
bitos y  costumbres,  volviendo  á  usar  su  traje  mujeril  j 
comenzando  una  nueva  vida  de  disipación  y  fausto. 

Parece  que  Emilia  sólo  guardaba  dudosa  ñdelidad  i 
Stanhope,  y  parece  que  éste,  que  comenzaba  á  tenei 
sospechas  acerca  de  la  lealtad  de  su  querida,  sorprendió 
en  Madrid  una  intriga  galante  de  Emilia  con  un  oficia] 
del  ejército. 

Irritado  y  celoso  lord  Stanhope,  mandó  castigar  al 
oficial  é  injurió  públicamente  á  Emilia  de  Mucie,  i 
quien  trató,  delante  de  toda  la  oficialidad  reunida,  come 
á  una  intrigante  y  á  una  aventurera.  Sintióse  herida 
en  su  amor  propio  la  cortesana,  y  como  estas  heridas 
son  profundas  en  el  corazón  de  las  mujeres,  juró  ven- 
garse. 

Al  siguiente  dia  Stanhope  lo  habla  olvidado  todo,  y 
su  amor  hacia  su  querida  habla  vuelto  á  ser  el  mismo. 
No  pasaba,  sin  embargo,  lo  mismo  en  Emilia. 

Desde  aquel  día  la  cortesana  buscó  medio  de  enten- 
derse secretamente  con  el  duque  de  Vendóme;  desde 
aquel  día  el  general  de  las  tropas  de  Felipe  V  tuvo  un 
espía  fiel  y  un  auxiliar  seguro  en  aquella  mujer;  desde 
aquel  día,  sin  saberse  cómo  ni  por  dónde,  muchas  ope- 
raciones, muchos  planes,  muchos  proyectos  del  ejército 
austríaco  llegaban  á  conocimiento  del  caudillo  del  ejér- 


148  VfCTOR   BALAGUBR 

:o  borbónico,  que  sabía  perfectan 
aquellos  avisos. 

En  semejante  estado  las  cosas,  se 
las  tropas  de  Carlos  III,  y  lord  S 
in  abierta  con  Starembei^,  se  ri 
ente,  ó  imprudentemente  también 
noche  en  Brihuega  el  6  de  Dicien 
Es  de  creer,  sin  embargo,  que  es 
ibiera  tenido  ningún  fatal  resultan 
ílipe  V  no  hubiese  recibido  aviso 
nte  aquella  noche  podía  fáciiment 
los  ingleses,  separándoles  del  geni 
En  el  aviso  se  le  indicaba  además 
procuraría  que  los  oficiales  ingl 
los  placeres  de  una  fiesta,  y  que 
ia  caer  de  sorpresa  sobre  ellos,  si 
anes. 

Ya  se  comprenderá  que  fué  Emilij 
Todo  salió  á  medida  de  los  deseo: 
aidora  beldad. 

Durante  la  noche  del  6  al  7,  el  ; 
ñas  pasó  por  orden  del  duque  de 
pueblo  de  Torija  con  toda  la  cabí 
iros,  cortando  así  las  comunicaci' 
lardia  austríaca  y  el  resto  del  ején 
Mientras  tanto  Vendóme,  con  lo 
is,  entre  las  cuales  iba  el  mismo  I 
,  á  favor  de  las  sombras  de  la  n 
udencia  conveniente,  hacia  Brihu 
La  cortesana  no  le  había  engañad 
Tenía  lugar  una  improvisada  tiest 
izara  y  los  clamores  de  júbilo,  lleva 
isa,  llegaron  á  oídos  de  los  solds 
le  en  silencio  y  á  favor  de  las  tinii 
rihuega  como  si  fuesen  un  ejército 


r^ 


vv-'.-T^^í^" 


HIST.  DE  CATALUÑ'A — EL  ASALTO  DE  BRIHUEGA      I49 

La  población^  ya  lo  hemos  dicho,  no  tenía  más  mu- 
rallas que  unas  simples  tapias,  y  los  descuidados  centi- 
nelas no  advirtieron  el  movimiento  del  enemigo,  pero 
la  operación  de  éste  no  terminó  hasta  que  rasgueaba  el 
alba. 

La  luz  del  dia  7  de  Diciembre  nació  para  advertir  al 
general  inglés  que  estaba  cercado  por  todas  partes. 

En  cuanto  á  Emilia  de  Mucie,  había  desaparecido, 
yendo  á  refugiarse  en  el  campamento  de  Vendóme. 

Stanhope  se  vio  perdido,  pero  se  dispuso  á  hacer  una 
desesperada  resistencia. 

Tal  fué  ésta,  que  de  ella  hablan  con  admiración  las 
mismas  crónicas  de  los  partidarios  de  Felipe  V. 

Conociendo  el  caudillo  inglés  que  no  podía  salir  sin 
mucho  peligro  y  sin  comprometerse  en  acción,  se  for- 
tificó en  Brihuega  lo  mejor  que  pudo;  pero  se  hallaba 
sin  artillería,  sin  víveres  y  sin  municiones. 

Calculó,  sin  embargo,  que  podría  sostenerse  por  es- 
pacio de  dos  días,  y  por  distintos  puntos  envió  seis 
hombres  de  los  más  esforzados  que  tenía  en  su  división 
á  Staremberg,  avisándole  del  peligro  en  que  estaba,  y 
didéndole  que  si  por  todo  el  día  9  no  era  socorrido,  se 
vería  obligado  á  rendirse. 

El  día  7  lo  pasaron  por  completo  batiéndose,  pero 
sin  que  los  sitiadores  obtuviesen  ningún  resultado  favo- 
rable, y  sin  que  produjesen  gran  efecto  las  piezas  de 
campaña  con  las  cuales  se  batía  el  muro. 

El  8  la  villa  fué  atacada  y  asaltada  por  dos  partes. 
I  La  acción  fué  de  las  más  sangrientas  que  habían  te- 

'        nido  lugar  en  aquella  guerra,  pues  todos  los  soldados 
1        eran  veteranos. 

'  Los  oficiales  ingleses  eran  excelentes:  Stanhope,  ya 

lo  hemos  dicho,  uno  de  los  generales  más  acreditados 

de  su  siglo;  y  su  segundo,  el  teniente  general  Carpen- 

I        ter,  era  de  un  valor  extraordinario  y  uno  de  esos  hom- 


150  VÍCTOR  BALAGÜER 

bres  raros  que  son  naturalmente  audaces  é  intrépidos 
y  que,  dominados  del  deseo  de  la  gloria  y  del  amor  de 
su  nación  y  de  su  causa,  desprecian  la  vida  y  no  cesan 
hasta  triunfar  ó  morir  abrazados  á  su  bandera. 

Los  ingleses  no  tenían  cañones ,  y  hubieron  de  ser- 
virse de  todos  los  medios  de  defensa.  Al  lado  de  los 
muros  hicieron  fosos  anchos  y  profundos;  aportillaron 
las  brechas  con  leña  y  piedras;  hicieron  cortaduras  en 
las  calles;  en  una  palabra,  no  omitieron  ninguna  dili- 
gencia, y  se  dispusieron  á  pelear  con  desesperación  para 
salvar  sus  vidas,  dando  tiempo  á  que  les  llegase  el  so- 
corro. 

Las  tropas  de  Felipe  hallaban  una  dificultad  á  cada 
paso  que  daban,  y  muchos  morían  en  la  demanda. 

Llegaron,  después  de  grandes  pérdidas,  á  salvar  los 
muros,  pero  se  encontraron  entonces  con  que  Stanho- 
pe  y  los  demás  oficiales  les  disputaban  el  terreno  á  pal- 
mos con  las  bayonetas. 

El  combate  duró  hasta  la  noche,  y  entonces  se  hizo 
más  sangriento,  porque  los  ingleses,  conociendo  mejor 
el  terreno,  herían  con  más  acierto,  hasta  que,  puesta 
la  artillería  en  las  calles,  disparaba  con  bala  menuda, 
y  les  obligó  á  retirarse  á  la  torre. 

Dos  horas  después  de  entrada  la  noche,  cesó  el  com- 
bate. 

Stanhope,  desde  lo  alto  de  la  torre  que  ocupaba  con 
sus  tropas,  pidió  capitulación  en  términos  tan  arrogan- 
tes como  si  estuviera  en  la  mejor  fortificación  y  provis- 
to de  todo  para  su  defensa.  Quería  salir  libre  con  sus 
soldados  y  con  todos  los  honores  que  se  conceden  en  la 
guerra  á  las  tropas  que  se  defienden  con  valor. 

Merecía  que  se  acordase  su  petición.  Es  casi  s^uro 
que  en  la  historia  de  España  no  hay  ejemplo  de  que  st 
haya  hecho  mejor  defensa  en  un  pueblo  de  semejante 
fortificación. 


5a — EL  ASALTO  DE  BRIHUKCA       151 

sndome,  picado  por  lo  mismo,  há- 
dente, no  quiso  oÍr  en  su  corazón 
'enganza  y  del  amor  propio,  y  res- 
e  si  no  se  rendía  dentro  de  una  ¡lora, 
cuchillo. 
por  no  sacrificar  á  tantos  hom- 
ciertamente  de  mejor  suerte,  ce- 
la necesidad,  y  se  rindió  á  dis- 

pe  V  hicieron  4.800  prisioneros, 
untaron  los  generales  Stanhope, 
na  infinidad  de  oficiales. 
on  5oo  muertos  y  otros  tantos  lie- 
:ia  costó  á  Felipe  V  más  de  2.000 
la  pérdida  de  algunos  bravos  ofi- 
jés  de  Rupelmond  y  D.  Gonzalo 
lomé  Urbina,  coronel  el  primero  y 
is,  muertos  al  frente  de  sus  com- 

¡^  tuvo  aviso  de  la  apurada  situa- 
orrió  en  su  auxilio;  pero  ya  era 

itó  batalla  en  los  campos  de  Vi- 
sta jornada  no  fué  del  todo  perdi- 
^l  resultado  fué  tal,  que  bien  puede 
mpos  de  Villaviciosa  volvió  á  re- 
orona  que  había  caido  ya  de  su 

o  funesto  que  tuvo  la  venganza  de 
ausa  tan  heroicamente  defendida 

;neral  pasan  por  alto  este  inciden- 
palabra  de  Emilia  de  Mucie,  pues 
L  la  gravedad  de  la  historia  dar  por 
ias  á  grandes  acontecimientos. 


152  VÍCTOK  BAL«CUBR 

Sin  embaído,  todas  las  noticias  qut 
podido  procuramos  están  contestes 
como  real  y  positiva  la  traición  de  la 

Podrán  abrigarse  dudas  sobre  el  t 
cierto,  y  sobre  esto  no  puede  caber 
pues  recientes  investigaciones  hecha; 
de  París  nos  lo  han  demostrado  de 
tente, — es  lo  cierto,  repetimos,  que  Fi 
y  Luis  XIV  de  Francia  aseguraron 
querida  de  Stanhope. 

Por  algo  serla. 

Emilia  de  Mucie  se  retiró  mástardi 
de  se  sabe  que  murió  en  1722. 


CATALUÑA 


AS   DE  ÁLVAREZ 


DÍAS  DE  ÁLVAREZ. 


que  hayan  adquirido  más  legí- 
na,  á  la  inmortalidad.  El  sitio 
ranceses  á  principios  de  este  sí- 
popeya,  y  el  nombre  de  su  in- 
¡)re  D.  Mariano  Alvarez  de  Cas- 
3  quiera  que  se  hable  de  patria, 

emos  dicho.  La  posteridad  re- 
pasmo, los  hombres  lo  citarán 
itoria  lo  narrará  con  asombro. 
es  de  la  historia,  es  una  de  las 
de  Gerona.  Tan  sangrienta  fué 
itinos  modernos,  los  gerunden- 
los  horrores  de  un  sitio  prolon- 
I  frente,  ellos,  un  puñado  de  hé- 
ales  del  imperio  y  á  las  mejores 
ites  de  dos  siglos  la  defensa  de 
y  acaso  encuentre  un  poeta  que 
:ontrado  el  sitio  de  Troya,  como 
iquista  de  Jerusalén.  Es  la  mo- 
¡Magníñca,  gigantesca  lucha  la 
ensa  que  unos  ruinosos  muros, 
echo  de  sus  ciudadanos,  sin  más 
}ue  la  tumba,  el  incendio  y  los 
<  impasible  á  40  baterías  vomi- 


156  VÍCTOR    BALACUER 

tar  sobre  ella  60.000  balas  y  20.00G 
das,  es  decir,  una  verdadera  tempe! 
hierro.  Mientras  en  Gerona  quede  un 
piedra  hablará  á  la  posteridad  de  su  1 

El  10  de  Diciembre  de  1809,  hall; 
fermo  de  gravedad,  y  habiendo  teñid 
te,  que  ceder  el  mando,  capituló  Ge 
te.  Al  poner  el  pie  las  legiones  íranc< 
ton  de  escombros,  cuya  conquista  le 
20.000  hombres,  hubieron  de  quedi 
la  vista  de  aquella  guarnición,  que  1 
pectros  que  de  hombres;  de  aquello 
extenuados  por  el  hambre  y  devon 
habían  podido,  sin  embargo,  hallar 
para  resistir  uno  tras  otro  los  más  1 

La  humanidad  y  el  respeto  que  e: 
ben  prestarse  al  valor  y  la  desgracii 
varez  hubiese  sido  tratado  con  las  1 
ciones;  pero  no  fué  así.  Para  Alvare 
roismo,  debía  venir  el  martirio. 

Registrando  libros  y  papeles  viejos, 
caer  un  dia  en  nuestras  manos  un  ■( 
to  sucedió  al  excelentísimo  señor  ter 
Mariano  Alvarez  de  Castro,  gobema 
Gerona,  desde  que  quedó  prisionero 
hasta  su  fallecimiento  en  el  castillo 
de  Figueras,  escrito  por  el  capitán  i 
dante  que  fué  de  dicho  general  dur 
Francisco  Satué.» 

Este  maniñesto  nos  pone  en  el  ca: 
nos  hechos,  que  han  sido  pasados  pi 
ria,  y  vamos  á  hacerlo  con  referenc 
y  bajo  la  responsabilidad  de  su  autc 
como  compañero  de  cautiverio  que  f 
varez. 


>S  ÚLTIMOS  DÍAS  DE  AlVARBZ       l¡7 

ir  de  Gerona  se  le  hizo  expiar  su 
liese  sido  un  crimen.  Los  france- 
;s  inexplicable  el  hecho,  no  guar- 
eración  á  aquella  ilustre  victima 
rovidencia  quiso,  sin  duda,  que  á 
guíese  el  sufrimiento  del  mártir, 

1  y  más  duradera  fama  de  aquel 

:  habia  visto  acometido  muchas 
a,  de  la  ñebre  terciana,  no  quiso 
10  ni  abandonar  los  gravísimos 
daban,  hasta  que,  aumentándose 
últimos  días  del  sitio,  y  habiendo 
¡vos  que  se  le  suministrasen  los 

2  separarse  del  mando  el  día  9  de 
daba  prisionero  de  guerra  por  ca- 
:ituaci6n  tal,  que  no  tenía  20  du- 
estado  de  miseria  en  que  se  ha- 
ar  de  Gerona,  varios  de  sus  amí- 
inónigo  D.  Vicente  Jiménez,  le 
3S  auxilios,  facilitándole  una  can- 
ales con  que  pudiese  subvenir  á 
ón  y  demás  que  no  podían  menos 

ic  dicha  capitulación,  entró  en  la 
igereau,  Alvarez  le  mandó  hacer 
absoluta  postración  de  fuerzas  en 
estándole  que  esperaba  se  le  per- 
jmo  para  ello  se  hallase  en  dis- 
;cer  á  un  pueblo  de  la  marina. 
ronto  que  el  mariscal  accedía  á 
tendió  finalmente  y  dijo  que  iría 
;  podría  restablecerse.  Dióse  or- 
para  que  nadie  de  su  plana  mayor 
irle,  y  sólo  se  permitió  permane- 


158  VÍCTOR    B 

;er  á  su  lado  al  edecán  Satué.  A  más. 
seguridad,  se  puso  una  guardia  en  la 
niento  del  general,  y  para  observaí 
;uarto  un  subalterno,  que  fué  relevadi 
}or  un  sargento  de  gendarmería  y  ést 
ne.  Los  tres  ó  cuatro  primeros  días 
irisitasen  á  Alvarez  algunos  sujetos; 
:ión  de  los  facultativos,  á  nadie  de  lo: 
ie  permitía  la  entrada  en  el  aposento. 

La  única  muestra  de  deferencia  qi 
leral  español  fué  la  de  recibir  de  pai 
!)ernador  de  la  plaza,  con  un  recade 
aarrilito  de  vino  generoso ,  un  cuarto 
ives  muertas,  expresándosele  que  p 
:ésitase. 

Habiendo  Alvarez  convalecido  un 
lias  de  la  entrada  de  los  franceses  t 
salir  para  su  destino,  y  solicitó  del  g( 
]ue  le  facilitase  algunos  caballos  del 
i  fin  de  partir  á  Figueras  con  el  coc 
:ual  se  lo  había  ofrecido.  Satué  hizo  p 
leí  general  á  uno  de  los  edecanes  del 
no  surtió  ningún  efecto  la  demanda,  a 

En  la  noche  de  zi  de  Diciembre  se  { 
amiento  de  Alvarez  el  corregidor  fra 
ayudantes  y  gendarmes,  y  le  dijo  que  « 
ii  rey  D.  José  debía  ir  preso  á  Franci 
:sta  intimación  con  expresiones  insu 
]ue  Alvarez,  incorporándose  en  la  c 
iltivo,  á  pesar  de  su  decaimiento,  cor 
tedes  unos  impostores:  todas  esas  son 
]ue  se  valen  los  franceses  para  encí 
mortificar  é  incomodar  á  aquél  á  quie 
Hacer  rendir  ta  espada.  Me  llevarán  f 
ia  suerte  lo  ha  dispuesto  así.* 


S  ÚLTIMOS  DÍAS  Db  ÁLVAREZ   159 

e  aquella  respuesta  el  corregidor, 
general,  los  cuales  fueron  escru- 
3S,  apoderándose  de  sus  dos  sa- 
ue,  sin  embargo,  le  fué  devuelta 
rchó  diciendo  á  Alvarez  y  á  su 
dispuestos  para  partir  entre  once 
la  noche. 


hora  citada,  el  general  y  su  ayu- 
Gerona  en  ilna  calesa  ó  cupé  ce- 
endarmes.  Al  llegar  al  inmediato 
icieron  detener  más  de  una  hora 
siderable  número  de  religiosos 
noche  salían  de  Gerona  con  des- 

igueras  el  22  de  Diciembre,  en- 
-de,  y  en  seguida  los  prisioneros 
lio  de  San  Femando,  alojando  al 
1  de  los  jefes  de  la  plaza,  en  el 
nebíes  que  una  madera  de  catre 
ipé,  una  mesa  y  algunas  sillas, 
la  visita  de  un  edecán  del  maris- 
á  ofrecérsele  en  nombre  de  éste, 
la  debilidad  de  Alvarez,  y  sobre 
i  debida  á  un  prisionero  enfermo, 
:unstancias  y  categoría,  sufría  el 
ücado  continuamente  por  las  pre- 
idor  del  castillo  como  de  los  ofi- 
La  contestación  de  Alvarez  era: 
!S  de  honor,  hubieran  hecho  en 
Su  serenidad,  su  resignación,  su 
ieron  mella  en  un  joven  oñcial 


i6o  víc'i 

francés,  el  cual,  no  pudiendo  meno! 
comedimiento  y  la  descortesía  de 
acercó  una  vez  á  Satué,  y  le  dijo  e 
ral: — »Es  bravo  ese  hombre.* 

A  las  dos  de  la  madrugada  del 
sioneros  de  Figueras,  y  prosiguier 
ñán,  á  cuyo  punto  llegaron  á  las  si 
che.  Sin  permitirles  á  Alvarez-y  á 
la  calesa,  fueron  conducidos  á  cas 
de  allí  en  derechura  al  «Castillet.  ■ 
fué  un  aposento  estrecho,  en  el  que 
bles  que  una  cama  pequeña,  un  col 
pedazo  de  liento  ordinario,  una  fu 
sillas,  cada  una  de  su  clase,  y  una 
vare2  se  vio  en  aquella  indecente 
bastante  calor  al  comandante  de  la 
acompañaba: — <¿Es  este  sitio  corn 
general?  ¿Y  son  ustedes  los  que  se 
ros?» — El  comandante  le  contestó  < 
insultante  frase: — Palentia  vobis  nea 
de  este  latín,  pretextando  que  estab 
prisión,  se  apoderó  de  las  armas  de 
En  vano  el  edecán  Satué  procuró  ha 
injusticia  de  su  proceder  al  privarle 
les  daba  la  capitulación  de  Gerona, 
habían  concedido  indistintamente  ; 
de  la  plaza.  Sin  hacerse  cargo  de  es 
ciones,  y  respondiendo  que  él  era  se 
guardarles  las  armas,  retiróse  el  co 
darmería,  dejándoles  entregados  á  I 
caide  desatento,  que  les  hizo  pagar 
cío  la  pobre  cena  que  les  suministi 
de  un  gendarme  importuno  que,  : 
placía  en  no  dejar  dormir  al  genen 
presentándose  frecuentemente  con 


-LOS  ÚLTIMOS  DÍAS  DE  ÁLTAREZ      l6l 

:rles  y  asegurarse  de  que  no  habían 

4,  el  mismo  comandante  de  la  vfspe- 
)s  prisioneros  una  media  ñliación,  é 
20  recaer  la  conversación  sobre  los 
le  la  guarnición  de  Gerona,  dándo- 
mente  odiosos,  y  di  cien  do  les  que  se 

21,  entre  ellos  un  edecán  de  Alva- 
n  sido  cogidos  ii  y  los  habían  de- 

á  pesar  de  que  cada  vez  estaba  más 
lenetrando  la  dañada  intención  de 
contestó  con  aire  festivo: — •¡Vola- 
béis  cogido,  y  pif!*  £1  hecho  era 

cedimientos  determinaron  al  gene- 
ta  al  mariscal  Augereau,  en  la  que 
lumano  é  indigno  con  que  se  le  tra* 
largamente  de  haberse  faltado  á  lo 
i  de  permitirle  convalecer  en  Figue- 
on  este  motivo  algunos  auxilios  del 
:  mandaba  el  ejército  de  Cataluña, 
ida  al  referido  comandante,  quien 
ro  probablemente  no  llegaría  á  su 

il  pasó  una  noche  malísima,  prin- 
sbre  que  le  entró,  vióse  obligado  í 
ana  siguiente  muy  temprano,  pues 
itar  dispuesto  á  salir  á  las  diez  con 
É?  l^  ignoraban, 

se  presentó  el  mismo  comandante 
nos  gendarmes,  é  hizo  salir  del  Cas- 
as, los  cuales  vieron  la  tropa  tendi* 
jete  á  un  lado,  y  á  la  vista  de  un 
por  su  manera  de  mirarles,  les  pre- 
siento funesto.  Marcharon  hacia  la 


l62  VÍCTOR    BALAGUER 

muralla,  apoyado  el  general  en  su  i 
criado  que  le  hablan  permitido  lleva 
gendarmes  con  espada  desnuda.  Alv 
débil  y  apenas  podía  andar;  pero  se  a 
rada  fría  y  severo  continente,  domina 
sufrimientos  con  aquella  su  caracterls 
luntad.  Todas  las  apariencias  indicab; 
fusilados.  Los  religiosos  que  hablan 
Gerona  les  seguían  en  dos  ñlas. 

Así  estuvieron  por  algunos  minuto 
sería  su  suerte,  hasta  que  observando 
ba  los  religiosos  por  sus  órdenes  resj 
neaba,  dedujeron  que  todo  aquel  apar 
reducía  á  una  revista.  Terminada  ést: 
dijo  que  desde  aquel  día  se  les  abonar 
stoneros,  y  fueron  conducidos  á  su  en 
modo  que  fueron  sacados  de  él. 

El  día  26  de  Diciembre,  el  gener 
fueron  trasladados  á  un  calabozo  del 
donde  los  encerraron  con  dobles  puertas.  Parecía  que 
aquellos  inhumanos  estaban  empeñados  en  apurar  el 
sufrimiento  del  general,  vengándose  á  fuerza  de  multi- 
plicados martirios  de  la  heroica  constancia  con  que  ha- 
bía sostenido  la  defensa  de  la  inmortal  Gerona. 

Triste  y  sombrío  era  el  aspecto  del  nuevo  calabozo. 
Una  bóveda  larga,  sin  otra  luz  que  la  que  penetraba  por 
una  pequeña  claraboya  en  lo  más  elevado  de  ella;  un  pa- 
vimento formado  de  piedras  de  punta  que  lo  hadan  so- 
bremanera incómodo  y  desagradable;  una  cama  la  más 
indecente  y  dos  sillas  desvencijadas;  un  alcaide  desco- 
medido, avaro,  tosco  en  sus  expresiones  y  brutal  en  sus 

modales Esto  era  lo  que  se  daba  en  pago  al  defensor 

de  Gerona.  Era  necesario  tener  toda  la  firmeza  de  su 
espíritu  para  no  sucumbir  á  tantos  males  reunidos,  par- 
ticularmente hallándose  en  una  casi  total  postración  de 


HIST.  DE  CAT. — LOS  ÚLTIMOS  DÍAS  DB  ÁLVAREZ      163 

fuerzas  por  los  continuos  crecimientos  de  la  fiebre  que 
hacía  ya  muchos  días  le  consumía. 

Dos  veces  todas  las  noches  se  visitaba  á  los  prisio- 
neros por  el  mismo  alcaide  y  por  un  gendarme  que, 
aplicándoles  siempre  la  linterna  á  los  ojos,  y  recono- 
ciéndoles con  particular  estudio,  parecía  tener  orden  de 
certificar  de  su  existencia  y  de  la  identidad  de  sus  per- 
sonas. 

Así  permanecieron  Alvarez  y  Satué,  sujetos  á  este 
trato  brutal  y  á  esta  triste  situación,  hasta  el  6  de  Ene- 
ro de  1810. 


III. 


Al  llegar  la  noche  del  día  citado,  hizose  vestir  preci- 
pitadamente, á  deshora,  al  general  y  á  su  ayudante,  y 
sacándoles  del  calabozo,  les  metieron  entre  filas  de  una 
gran  escolta  que  esperaba.  Allí  estaban  también  los  re- 
ligiosos. El  comandante  de  la  escolta  mandó  cargar, 
previniendo  en  voz  alta  que  el  que  intentara  huir  sería 
fusilado;  hizo  adelantar  á  Alvarez  y  á  Satué,  y  les  man- 
dó subir  á  un  coche  que  se  había  alquilado  por  cuenta 
del  general.  Este  pidió  su  espada  al  comandante  de  la 
gendarmería,  pero  su  respuesta  fué: — «Está  delante, 
ya  se  os  dará. » 

Sin  embargo,  no  fué  así.  La  espada  no  fué  devuelta 
á  Alvarez,  y  sólo  después  de  su  muerte  pudo  recobrarla 
el  ayudante  Satué. 

Después  de  haberse  detenido  los  prisioneros  en  Sal- 
ces para  tomar  algún  alimento,  llegaron,  anochecido 
}ra,  á  Sitgán,  y  les  hicieron  entrar  en  una  caballeriza, 
en  la  cual  había  una  pequeña  estancia  de  angosto  y  re- 
ducido espacio,  sin  otra  ventilación  que  la  de  una  aspi- 
llera en  lo  alto  sobre  la  izquierda,  llenos  paredes  y  te- 


164  VÍCTOR   BALAGUB 

cho  de  telarañas,  y  con  unas  tres 
En  aquel  inmundo  sitio  fueron  ei 
Alvarez  y  su  edecán  con  el  criado, ! 
6  banco  donde  poderse  sentar. 

Hubiera  estado  seguramente  el  ] 
aquella  noche  con  la  incomodidad 
prender,  si  el  cochero  que  lo  habi 
compadecido  de  él,  no  hubiese  arbi 
troducirse  en  la  estancia,  bajo  pr 
qué  es  lo  que  quería  para  cenar, 
hombre  á  la  vista  del  trato  cruel  (\ 
neral  valiente  y  desgraciado,  se  a 
en  la  estancia  un  catre  de  tijera  c< 
y  buenas  sábanas,  y  además  una  r 

Mientras  el  general  y  su  edecán 
nelas  permitieron  asomar  á  varía; 
la  curíosidad  llevaba  á  ver  á  los  p 
la  atención  de  éstos  una  señora, 
pal  por  las  consideraciones  con  qu 
trada.  Pero  apenas  aquella  dama 
presos,  cuando  sorprendida  por  el 
miento  á  que  les  veía  reducidos,  ] 
y  se  salió  precipitadamente  de  la  e 

Por  la  mañana  del  8  de  Enero 
Narbona.  Era  inmenso  el  gentío  qi 
sioneros  á  mucha  distancia  de  la  1 
entraron  en  ésta  con  numeroso  acó 

El  general  y  Satué  fueron  lleva 
dijeron  había  sido  de  estudios  y  par 
les  encerró  en  ella  poniendo  centin 
mes  de  plantón;  pero  las  habitacic 
la  que  destinaron  para  ellos  bastar 
Fué  aquél  el  único  punto  donde  el  | 
tras  de  consideración,  pues  fueron 
y  á  compadecer  su  suerte. 


r 


HIST.  DE  CAT. — LOS  ÚLTIMOS  d!aS  DE  ÁLVAREZ   165 

Cuando  en  la  mañana  del  9  se  preparaba  para  prot 
seguir  su  viaje,  se  presentaron  de  improviso  un  oñcial 
de  gendarmería,  el  capitán  comandante  de  la  escolta, 
dos  ó  tres  oficiales  más  y  algunos  gendarmes,  y  abrien- 
do un  pliego,  dijo  el  jefe  de  más  categoría: 

— El  genera]  Alvarez  debe  volver  y  el  edecán  no. 

A  esto  contestó  Alvarez: 

— ¿Con  que  me  hacen  volver?  Bien.  Mientras  no  me 
vuelvan  al  castillo  de  Perpiñán,  llévenme  donde  quieran. 

Desde  aquel  momento  Satué,  separado  del  general, 
ignora  lo  que  á  éste  le  sucedió,  y  suspende  la  relación. 
El  edecán  fué  llevado  á  Embrún  con  el  criado  de  Alva- 
rez, y  de  allí  á  Nancy,  donde  supo  la  muerte  de  su  ge- 
neral, no  regresando  á  su  patria  hasta  1814. 

Se  ignora  á  punto  ñjo  lo  que  sucedió  al  general  Al- 
varez hasta  su  muerte,  y  he  aquí  lo  único  que  hemos 
podido  rastrear,  tomándolo  de  varias  relaciones  que  pa- 
recen verídicas,  entre  ellas  la  de  D.  Sebastián  Bata^ 
11er,  ecónomo  de  la  parroquia  de  Figueras,  que  fué 
quien  tuvo  la  triste  misión  de  enterrar  al  héroe  de 
Gerona. 

Desde  Narbona,  Alvarez  fué  conducido  otra  vez  al 
Castillet  de  Perpiñán,  y  de  allí  al  castillo  de  San  Fer- 
nando de  Figueras,  donde  fué  miserablemente  encerra- 
do en  una  especie  de  oscuro  aposento,  oculto  en  el 
fondo  de  las  caballerizas,  como  si  no  se  hubiese  encon- 
trado otra  habitación  más  digna  para  el  defensor  de 
Gerona. 

Se  ha  dicho  y  asegurado  que  un  centinela,  colocado 
en  la  puerta,  tenía  la  consigna  espantosa  y  horrible  de 
herirle  con  la  bayoneta  cada  vez  que  le  viera  entregar- 
se al  sueño.  Asi  lo  dice  el  vulgo,  apoyándose  en  la  tradi- 
ción; pero,  afortunadamente,  para  honra  de  la  humani- 
dad, la  historia  lo  refiere  como  una  fábula.  Lo  cierto 
es  que  Alvarez,  solo,  abandonado,  acabó  su  vida  en 


l66  VÍCTOR   BALAGUER 

aquel  miserable  calabozo,  entre  hon 
tos,  muriendo  envenenado.  Unos  creí 
neno  un  oñcial  francés,  compadecid< 
sufrimientos  y  de  la  heroica  resignaci 
portaba;  otros  aseguran  que  el  vene 
él  le  fué  dado  por  orden  superior. 

Según  se  desprende  de  la  certiñcaí 
citado  ecónomo  de  ia  parroquia  de  F 
tián  Bataller,  fué  éste  avisado  en  la 
Enero  de  1810  para  que  pasase  á  e 
del  general  Alvarez,  y  á  las  tres  de  I 
iglesia  con  tres  capellanes  y  dos  moi 
tante  que  la  costumbre  era  recibir  el 
á  medio  camino  del  castillo,  no  pud< 
ñor  en  aquellas  tristes  circunstancia; 
dice,  que  pasar  adelante  entrando 
cruz  alta  hasta  llegar  al  sitio  mism 
cadáver,  que  era  el  en  que  había  mi 
cantaban  los  responsos,  presentáronse 
castillo,  Guillot,  y  algunos  oficiales 
acompañaron  el  cadáver  hasta  que  ft 
gados  á  la  iglesia,  se  le  hizo  la  entr 
y  dirigiéndose  después  al  cementerio 
manes  que  le  llevaban  encima  de  una 
sin  caja,  intentaron  quitarle  la  sában: 
vuelto;  pero  viendo  el  cura  Bataller 
humano  no  hacía  sensación  al  genei 
oficiales,  levantó  la  voz  y  díjo: 

— ¿Cómo  es  esto?  Hasta  las  fieras 
veres.  Si  ustedes  le  quitan  la  sábana 
con  mi  capa  pluvial. 

Y  como  conocieron  que  el  cura  estaba  dispuesto  á 
ejecutarlo,  dejaron  la  sábana,  y  en  esta  disposición,  si. 
caja  y  sin  más  ceremonia,  fué  enterrado. 

Más  tarde,  en  1814,  fueron  exhumados  los  restos  d 


ÚLTIMOS  DÍAS  DE  ALVAREZ      167 

loy  descansan  en  una  modesta 
:rona;  urna  que  se  trocó  en  un 
■■  lleva  adelante,  como  debiera 
lacional  iniciada  hace  un  año 
D.  Salustiano  de  Olózaga. 
e  Alvarez  murió,  se  mandaron 
litan  general  Castaños,  en  i8i5, 
impidiese  su  entrada,  y  una  ins- 
tfuríó  envenenado  en  esta  estan- 
te 1810,  victima  de  la  iniquidad 
1  gobernador  de  Gerona  D.  Ma- 
,  cuyos  heroicos  hechos  vivirán 
oria  de  todos  los  buenos.  * 
)  rincón  de  las  caballerizas  del 
el  héroe  de  Gerona,  es  hoy  reli- 
todos  cuantos  van  á  Figueras. 
la  sin  ir  á  ver  los  lugares  en  que 
uel  sitio  de  martirio  es  hoy  un 
e  de  la  victima  es  una  gloria. 


de  cataluña 
anIa  nacional 

V  DE 

5  EN  CATALUÑA 


ERANÍA  NACIONAL 
ORTES  EN  CATALUÑA. 
I. 

volúmenes  sobre  el  asunto  que  hoy 
nuestro  intento  es  sólo  reunir  al- 
ácilitar  el  estudio  de  aquéllos  que, 
ks  conocimientos,  pueden  dedicar- 
materia.  Para  esto  vamos  á  alle- 

decir  algo  del  sistema  representa- 
onalismo,  en  el  modo  como  debe 
losotros  lo  entendemos  al  menos. 
1  rigor,  llamarse  sistema  represen- 
enlace  de  principios,  al  orden  de 
reunión,  discusión,  deliberación  y 
iresentantes,  la  verdad  es  que  sólo 
le  institución  representativa  á  la 
;  el  elemento  popular.  El  comienzo 
itario  debe  fijarse  en  el  momento 
se  popular  representada  por  sindi- 
iputados,  con  poderes  ad  hocy  con 
sentarse  en  los  escaños  de  los  Con- 
Dntribuir  á  la  formación  de  leyes, 
■rno  y  destino  de  las  naciones.  Y 
^arse,  y  sólo  así  puede  ser,  por* 
grandes  intereses  sociales  de  un 


172  VÍCTOR  BALAGUER 

páis,  el  más  grande  es  del  pueblo, 
única  clase  que  se  sostiene  á  si  mtsr 
tener  á  Jas  demás,  teniendo  condicio 
pendiente  y  propia,  están  reconcentra 
ción,  el  movimiento,  la  fuerza,  la  v 
trico  de  la  nación. 

El  origen  y  cuna  del  sistema  rept 
lian  en  la  Península  ibérica.  No  ha 
modelos  de  parlamentarismo  fuera  d 
cen  algunos,  poco  conocedores  de 
abundantes  los  tenemos  en  ella.  Los 
que  pueden  presentarnos  los  extraños 
vez,  nacieron  de  haberse  inspirado  en 
tes  de  las  nacionalidades  españolas. 

Pudiéramos  apelar  á  muchas  y  gr; 
en  prueba  de  este  aserto;  pero  limiti 
que  dicen  los  inmortales  legisladores 
notabilísimo  discurso  preliminar  leídc 
presentar  la  Comisión  de  Constitucii 
ella.  Después  de  decir  la  Comisión,  e; 
rrafos  de  aquel  luminoso  y  excelente 
nada  ofrece  la  Comisión  en  su  proyec 
consignado  del  modo  más  auténtico 
diferentes  cuerpos  de  la  legislación  e 
algunas  líneas  más  abajo,  *que  sólo  I 
la  urgencia  del  trabajo  y  la  impacienci 
por  ver  terminada  la  obra,  le  impidie 
dos  los  comprobantes  que  en  nuestroí 
tran  haberse  conocido  y  usado  en  I 
comprendía  en  el  proyecto  de  Constit 
bajo,  dice  textualmente  el  preámbulo, 
y  difícil,  hubiera  justiñcado  á  la  Coi 
de  novadora  en  el  concepto  de  aquéll 
sados  en  la  historia  y  legislación  an< 
creerán  tal  vez  tomado  de  naciones  e 


B  LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.       I73 

:o  de  la  reforma,  todo  lo  que  no  ha 
Igutios  siglos  á  esta  parte,  ó.lo  que 
la  de  gobierno  adoptado  entre  nos- 
guerra  de  sucesión.» 
nuestros  legisladores  de  Cádiz,  te- 
día  pudiese  hacérseles  el  cargo  de 
o  fuente,  á  las  modernas  constitucio- 
:en  de  antemano  la  protesta  solem- 
leer,  y  rechazan  el  cargo,  poniendo 
lanantiales  en  donde  fueron  á  beber 
trinas  de  constitucionalismo  senta- 
nmortal  del  año  iz.  Y  estas  fuen- 
ales,  en  admirables  páginas  nos  lo 
antiguas  constituciones  de  las  na- 
das, hechas  en  Cortes,  donde  había 
i,  real  y  efectiva  representación  del 


confesado  por  loa  mismos  legislado- 

0  fueron  á  inspirarse  en  los  articu- 
¡ón  francesa  de  1791,   como  algún 

1  y  escrito,  sino  en  los  antiguos  c6- 
e  dormían  el  sueño  del  olvido  en  el 
trchivos.  Otro  cargo  se  les  pudiera 
uyentes  de  Cádiz,  más  acertado  y 
copistas  de  la  Constitución  france- 

)  con  todo  el  respeto  que  tan  altos 
deben  merecernos. 
vn  aprovechar  muchas  grandes  y 
ibia  en  nuestras  constituciones  anti- 
daron  de  lo  que  había  en  ellas  y  en 
ta  y  terminantemente  consignado 
lemnidad  de  tos  derechos  que  cons» 
lía,  por  ejemplo,  para  contener  la 
>  sus  limites  jurisdiccionales,  para 
trca  y  á  sus  delegados,  en  cuantos 


174  VÍCTOR  BALAGUER 

actos  suyos  se  denunciasen  como  coi 
á  la  libertad  y  á  la  soberanía  de  la  i 
Ya  que  nuestras  constituciones  ti 
ya  que  sobre  ellas,  y  no  sobre  ningv 
saron  la  del  año  12,  ¡lástima  grande 
ran  quizá  lo  más  importante  en  ella 


En  el  mismo  preámbulo  citado  : 
amargamente  nuestros  constituyen! 
la  ignorancia  en  que  intencionalme 
curado  dejar  al  país  con  relación  á 
cosas  é  historia  política. 

■La  Comisión  recuerda  con  dolor 
bierto  en  los  últimos  reinados  la  im[ 
nuestras  Cortes.  Su  conocimiento  es 
á  los  sabios  y  literatos,  que  la  estud 
píritu  de  erudición  que  con  ningún 
gobierno  no  había  prohibido  abiert 
el  ningún  cuidado  que  tomó  para  { 
blico  ediciones  completas  y  acomedí 
nos  de  Cortes,  y  el  ahinco  con  que 
quier  escrito  que  recordase  á  la  ns 
fueros  y  libertades,  sin  exceptuar  la 
de  algunos  cuerpos  del  Derecho,  de 
ron  con  escándalo  universal  leyes  bt 
causaron  un  olvido  casi  general  de 
Constitución ,  hasta  el  punto  de  mil 
cooñanza  á  los  que  se  manifestaban 
guas  de  Aragón  y  Castilla.  La  lectu 
monumentos  habría  familiarizado  i 
ideas  de  verdadera  libertad  política  3 
da,  tan  defendida,  tan  reclamada  poi 


A  SOBBRANÍA  NACIONAL,  ETC.       I75 

aérgicas  peticiones  en  Cortes  de 
lino,  en  las  cuales  se  pedian,  con 
e  hombres  libres,  la  reforma  de 
[erogación  de  leyes  perjudiciales 
tvios. 

a  del  anterior  reinado  había  sa- 
lodo  el  gusto  y  afición  hacia  núes- 
ones,  comprendidas  en  los  cuer- 
española,  descritos,  explicados  y 
icrítores  nacionales,  á  tal  punto, 
ie  sino  á  un  plan  seguido  por  el 
e  ignorancia  de  nuestras  cosas, 
10  pocos  que  tachan  de  forastero, 
¡o  y  subversivo  lo  que  no  es  más 
Ha  de  hechos  históricos  referidos 
as,  Anglerias,  Marianas  y  tantos 
/es  autores,  que  por  incidencia  6 
m  solidez  y  magisterio  de  nues- 
e  nuestras  leyes,  de  nuestros  usos 

ira  en  el  año  de  iSiz  punto  de 
¡tros  hombres  de  Cádiz,  se  lamen- 
is  frases,  en  nuestros  tiempos,  el 
Salustiano  de  Olózaga.  En  su  Caí- 
■agonesa,  después  de  decirnos  que 
España  no  se  ha  escrito  todavía, 
verdad,  mientras  no  sean  conoci- 
dos los  muchos  documentos  que  yacen  entre  el  polvo  de 
nuestros  archivos,  añade  que  los  castellanos,  en  tiempo 
de  Felipe  IV,  fueron  á  arrancar  sangrientamente  á  Ara- 
gón la  libertad  -que  ellos  habían  perdido,  y  manifiesta 
que  más  tarde,  no  sólo  toda  España  perdió  su  libertad 
sucesivamente,  sino  que  se  ha  procurado  cque  perdiera 
también  la  memoria  de  ella,  y  el  conocimiento  de  sus 
uitiguas  leyes  fundamentales.»  Y  á  propósito  de  esto, 


176  VÍCTOR   BALACUER 

sienta  que  en  los  archivos  está  la  va 
han  conocido,  dice,  que  no  pudieron 
ella  supieron  ó  adivinaran  algo,  y  que 
figuraron  horriblemente  los  únicos  á 
mitido  escribir  y  comentar,  á  gusto  de 
ban,  los  hechos  públicos  de  los  siglos  ; 

Y  efectivamente,  parece  increíble  qi 
to  se  haya  borrado  la  memoria  de  r 
cosas.  Hoy  se  ve  á  hombres  que  pasa 
y  que  en  realidad  lo  son,  ir  á  buscar 
países  extranjeros  ejemplos  de  parlai 
mejor  y  más  abundantes  y  más  puro: 
sa.  De  tal  manera  la  pesada  atmósfen 
que  desgraciadamente  se  ha  cernido  s 
tanto  tiempo,  ha  interpuesto  un  velo 
lo  pasado  y  lo  presente;  velo  tras  de 
los  ricos  tesoros  de  las  libertades  p; 
importantes  y  patrióticas  del  sistemf 
Los  antiguos  cronistas  é  historiadores 
monarcas  absolutos,  6  miseros  cortesí 
escrito  la  historia  en  el  sentido  que  p 
su  real  amo  y  señor,  y  en  su  afán  de 
moda  llamar  provincialismo,  llegaron  1 
cumentos  para  destruir  la  verdad  histó 
escribir,  no  en  sentido  nacional,  sim 
elusivo. 

Pero  la  verdad  acaba  por  salir  triui 
llar  con  luz  más  radiante  y  pura  á  trai 
tras  de  los  cuales  la  quiere  hacer  des: 
levantan  do  quiera  escritores  independ 
de  patriótico  entusiasmo  evocan  los  g 
antiguos  para  que  puedan  servir  de 
ejemplo  á  los  modernos,  y  que  al  rehs 
ria  de  las  antiguas  gloriosas  nacioni 
resucitan  los  grandes  monumentos  de 


BRANÍA  NACIONAL,  E: 

hora  en  que  se  es 
1  importante,  por 


;nia  representativc 

1  buscar  no  sólo  ; 

de  nuestros  grande 

^tros  edificios  moi 

ios  que  habían  peí 

as  entrañas  de  la  ti 

flor  de  ella  y  avet^ 

ellos  que,  cegados 

guUo  de  la  ciencia,  creían  que  lo  antiguo  era 

y  miserable,  y  sólo  hallaban  grandeza,  honda 

nalidad  en  lo  nuevo.  En  nada  se  parecen  nue 

ficios  modernos  á  los  romanos;  sin  embarg 

construido  sobre  ellos  como  base,  como  punt' 

yo.  Lo  propio  sucede  con  las  instituciones  poli 

nada  se  parecen  á  las  romanas,  y  sin  embaí 

base,  como  punto  de  apoyo,  parten  de  aquéllí 

tros  ediñcios  modernos  se  han  alzado  sobre  I 

qne  dejó  el  pueblo  romano  esparcidas  por  la 

tierra,  como  nuestro  sistema  representativo  a 

entre  las  ruinas  de  sus  instituciones  políticas. 

Omnipotente  y  poderoso  era  aquel  pueblo 

había  propuesto  hacer  del  universo  todo  un  m 

mano,  y  al  cual  hoy  aún,  y  siempre,  habremc 

ver  los  ojos  para  buscar  en  él  ejemplos,  asi  d( 

virtudes  y  de  grandes  heroicidades,  como  de 

monstruosidades  y  de  grandes  crímenes.  Est 

TOUO   XIX 


178  VÍCTOR   BAIAGUE 

i  dominar  á  España,  dejó  arraigí 
ina  institución,  planta  lozana  que 
ndando  el  tiempo,  en  árbol  i^ígan 
'  frondoso  follaje.  Al  quitamos  los 
IOS  dieron  con  esa  institución  el 
estaurador  de  una  nueva  libertad 
la  que  la  antigua,  principio  y  fun 
lies  y  grandes  empresas.  Queremt 
>io,  que  durante  ciertas  épocas  1 
lecirse,  el  gobierao  único  de  los  p 
^rca  Santa,  hasta  en  los  tiempo; 
ibsolutismo,  ha  conservado  en  si 
lemilla  de  la  idea  representativa. 

La  dominación  romana  desapar 
lacer  lugar  á  otra  dominación,  á  1 
uínas  de  la  antigua  sociedad  se 
¡splendorosa  una  sociedad  nueva 
rozos  yacían  por  el  suelo  los  miseí 
'  de  madera  de  los  antiguos  romai 
olio  de  los  Césares  se  alzaba  tríi 
[usto,  aquella  horca  infame  y  def 
íd  pendón  de  gloría  y  en  símbolo 
usticia. 

Conspiraron  á  un  tiempo  conti 
uerza.  Eran  representantes  de  la 
os  hombres  de  la  Cruz  y  de  las  c 
lombres  que  habían  ido  á  hundir 
a  tierra  para  organizarse,  y  que  d 
lores  de  una  nueva  sociedad,  sin  1 
lue  el  Evangelio  bajo  el  brazo,  y 
a  horca  de  los  romanos,  padrón  c 
le  muerte,  convertido  por  ellos  ei 
tención.  Los  representantes  de  la 
lombres  del  Norte,  á  quienes  lo: 
laman  godos,  pero  á  quienes  con 


r 


HIST.  DH  CAT. — DE  LA  SOBERANÍA  KACIONAL,  ETC.       179 

dea  y  Ortiz  de  la  Vega  llaman  septentrionales.  Los 
cristianos  hacían  la  revolución  por  la  propaganda  pací- 
fica; los  septentrionales,  por  el  hierro;  aquéllos,  en  nom- 
bre de  esa  trinidad  sublime  que  se  llama  libertad, 
igualdad  y  fraternidad;  éstos,  en  nombre  de  esa  trini- 
dad horrible  que  se  llama  el  odio,  la  venganza  y  el  ex- 
terminio. La  fuerza  fué  la  que  derribó;  la  idea,  la  que 
construyó  sobre  las  ruinas. 

Allá  iba  con  unos  y  con  otros  ese  móvil  misterioso  y 
supremo  que,  con  apariencias  de  casualidad  á  veces, 
viene  rigiendo  desde  el  principio  de  los  siglos  los  desti- 
nos humanos,  señalando  á  cada  hombre  su  misión,  á 
cada  época  su  camino  y  á  cada  idea  su  norte,  y  ese 
m6vil  supremo  quiso  que  de  aquel  día  en  adelante  fue- 
sen cabeza  los  hombres  de  la  idea,  y  brazo  los  hombres 
de  la  fuerza. 

Entonces  fué  cuando  la  España,  que  había  sido  de 
los  romanos,  pasó  á  ser  la  España  de  los  septentrio- 
nales. 

IV. 

Pero  sucedió  entonces  una  cosa  singular  y  que  me- 
rece fijar  la  atención.  La  España,  que  con  los  romanos 
había  acabado  por  hacerse  romana,  con  los  bárbaros  no 
se  hizo  bárbara.  Existía  ya  en  ella  el-  germen  de  la 
doctrina  predicada  por  los  Apóstoles  de  la  Cruz;  había 
acampado  en  ella  el  ejército  de  los  soldados  de  la  idea, 
y  éstos  pudieron  más  que  los  soldados  de  la  fuerza.  En 
vez  de  amoldar  los  conquistadores  á  sus  usos  y  costum- 
bres á  los  conquistados,  los  conquistados  civilizaron  á 
los  conquistadores. 

Comenzó  entonces  á  levantarse  el  edificio  de  la  nue- 
va sociedad  y  de  la  nueva  civilización.  Puestos  de  acuer- 
do los  representantes  de  la  idea  y  los  de  la  fuerza,  que 


VÍCTOR  BA LAGUER 

:ntonces  los  altos  dignatarios 
reas  de  los  septentrionales,  ecl 

los  cuales  se  habia  de  elevar  i 

libertades  públicas. 

cabe  la  menor  duda  que  la 
econocida  en  el  Fuero  Juzgo; 
tampoco  que  en  los  concilios 
men  que  habla  de  dar  más  tai 
[>Ieas  nacionales;  pero  la  verdE 
;e  que  en  estos  concilios  estuvi 
representativo.  En  ellos  lo  en 
[uienes  asistían  atl!  por  derecl 

muy  poco  los  nobles,  y  nad; 
o,  el  cual  era  llamado  para  hac 
.  Pero  alli,  sin  embargo,  y  hí 
sminiscencias  del  municipio  ro 
leí  sistema  representativo  futí 
:o  si  en  los  concilios  no  se  en( 
na  representativo,  pues  que  en 
r  nosotros  el  dominio  avasalla( 
nos  á  dónde  hubiera  ido  á  parí 

hubiese  venido  la  invasión  ár 
;n  cuenta  que  es  una  idea  aveí 
incontrarse  en  otras  asambleas 
tuvieron  lugar  en  igual  tiem 
s  nos  faltan,  desgraciadamentt 
preciar.  En  una  asamblea  ge 
no-romanos,  según  la  llaman 
sangrienta  revolución  que 
:a,  fué  proclamado  rey  aquel  1 

dado  que  hablar  á  la  historia 
ísta  proclamación  en  toda  regí 
ntes  del  clero,  nobleza  y  puebl 
es  sólo  una  idea  que  aventurar 

todos  modos,  si  aquel  D.  Rot 


HIST.  DE  CAT. — DE  LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.       l8l 

pueblo,  hemos  de  reconocer  que  Dios  no  aprobó  aquella 
vez  la  elección  popular.  En  los  campos  de  Guadalete 
perecieron  para  siempre  aquel  rey,  aquel  trono  y  aque- 
lla corte,  y  los  árabes  triunfadores  invadieron  la  Espa- 
ña como  un  torrente  desborciado.  Si  aquellos  nuevos  in- 
vasores de  la  patria  se  hubiesen  presentado  algunos  si- 
glos antes,  hubiera  de  seguro  bastado  la  menor  de  nues- 
tras antiguas  tribus  ibéricas  para  volverlos  á  arrojar  al 
mar  de  donde  salían.  Pero  ya  no  había  nacionalidades 
en  la  Península^  y  ya  no  había  patria,  por  consiguiente. 
Roma^  queriendo  fundir  en  una  las  nacionalidades,  las 
había  matado  á  todas,  y  la  dominación  de  los  septen- 
trionales continuó  en  este  sentido  la  obra  de  Roma.  Ya 
aquí  no  había  patria,  y  donde  no  hay  patria  no  hay  hé- 
roes; sólo  existen  esclavos. 

Únicamente  en  algunas  ciudades  hallaron  resistencia 
los  árabes,  y  vióse  entonces  á  muchos  hombres  de  co- 
rsusón  verdaderamente  ibero,  restos  de  las  antiguas  ra- 
zas, entre  quienes  vivía  como  un  recuerdo  santo  y  un 
culto  sagrado  la  memoria  de  las  muertas  nacionalida- 
des, refugiarse  en  los  Pirineos,  como  van  las  águilas  á 
las  montañas  á  procrear  sus  aguiluchos,  para  allí  espe- 
rar el  momento  propicio  de  arrojarse  sobre  aquellos  nue- 
vos conquistadores  de  su  país.  Dios  debió  elegir  la  in- 
vasión de  los  árabes  como  una  ocasión  suprema  para 
revalidar,  con  mejores  fundamentos,  la  obra  que  Roma 
se  había  encargado  de  destruir.  Dios,  que  rodeado  de 
las  sombras  impenetrables  del  misterio,  señala  con  su 
dedo  el  camino  que  han  de  seguir  la  civilización  y  el 
progreso  á  través  de  los  siglos  y  de  las  edades,  quiso 
que  nuestra  sociedad  pasara  por  aquel  último  tamiz 
para  que  brotara  en  cada  pueblo  ibero  una  nueva  na- 
ción purificada  por  el  hierro,  por  la  sangre  y  por  el  fue- 
go, como  la  raza  humana  toda  entera  se  había  purifi- 
cado un  día  por  el  agua  del  diluvio;  una  generación  vir- 


l82  VÍCTOR   BALAGUER 

gen,  una  raza  independiente  y  libre,  < 
tiana  por  su  origen,  esencialmente  i 


La  invasión  de  los  árabes  hubo  dt 
cepto  beneñciosa.  Las  nacionalidade! 
midas,  despertaron  al  choque,  como 
nal  al  sentirse  herido  por  el  acero  y  i 
entrañas.  Los  esclavos  volvieron  á  s 
Jas  nacionalidades  volvían  á  tener  pa 
vía  á  tener  historia,  y  los  que  sólo  h 
sas  de  los  concilios  de  Toledo,  iban  é 
mo  ciudadanos  en  los  escaños,  desde 
les  no  debian  tardar  en  proclamar  s 
leyes  y  hacer  reyes.  Fueron  entoi 
unos  tras  otros,  los  astures,  los  vas 
los  aragoneses,  los  navarros,  y  cada 
do  del  letargo,  suprimió  los  siglos  q 
lanzándose  por  sí  solo  y  por  su  proj 
conquista.  Las  nacionalidades  volvía 
No  eran  los  godos  los  que  levantaba 
como  malamente  se  ha  escrito  y  m 
ha  creído.  Eran  catalanes,  astures, 
ses,  vascos  y  navarros;  es  decir,  naci 
que  estaban  unidas  por  un  lazo  común  de  fraternidad  y 
de  raza.  Combatieron  todas  á  un  tiempo,  es  vei-dad, 
para  felicidad  común  y  para  arrojar  al  común  enemigo 
de  la  común  patria;  pero  cada  una  en  su  casa,  cada  una 
en  su  país. 

En  este  momento  de  la  historia  es  cuando  hay  que 
ir  á  buscar  los  orígenes  de  la  patria  catalana. 


En  711  fué  cuando  los  árabes  invadieron  á  Españay 
tuvo  lugar  la  rota  famosa  del  Guadalete,  pero  hasta  dos 


3BbranIa  nacional,  etc.  183 
,  no  penetraron  en  Cataluña. 
na  tras  otra,  de  Lérida,  Urgel, 
:h,  Barcelona,  y,  siguiendo  la 
rías  y  Rosas,  hasta  llegar  á  los 
ieron  por  el  pronto, 
isistencia  la  mayor  parte  de  es- 
uchosde  sus  moradores  fueron 
iidades  y  asperezas  de  ios  Fin- 
aron con  sus  mujeres,  hijos  y 
.ra  creer  que  allí  formaron  un 
ente,  y  que,  continuando  en  el 
os  y  costumbres,  eligieron  un 
incipe  ó  un  rey,  llámesele  co- 
mentos incuestionables  por  los 
I  736  aquel  grupo  de  hombres 
*irineos,  tenía  á  su  cabeza  un 

Tiontañas,  cuyo  centro  de  re- 
ne era  el  Canigó,  no  tardaron 
ores  de  su  país.   El  primer  le- 

árabes,  de  que  hay  memoria 
ué  en  724,  once  años  después 
las  tarde  del  alzamiento  de  Fe- 
si  bien  esto  es  lo  que  probado 
ler  que  la  guerra  de  la  recon- 
ito  como  los  cristianos  se  hu- 
seno  de  las  montañas  á  donde 
isilo. 

escritas  de  aquella  época,  y  hay 
erdos  tradicionales  que  nos  han 
toríadores.  Por  estos  recuerdos 

los  árabes  y  los  proscritos  de 
'iva  siempre,  y  que  consistía  en 
,  avances  y  retiradas;  guerra 
lontañeses,  hasta  que  comenzó 


184  VÍCTOR  BALAGUER 

á  tomar  un  carácter  más  organizado  en  754  con  la  apa- 
rición de  Otger  y  los  que  han  sido  llamados  los  nueve 
varones  (y  no  barones)  de  la  fama. 

Otger  fué  el  Pelayo  catalán.  Los  antiguos  cronistas 
se  han  devanado  los  sesos  para  darle  noble  cuna  y  ha- 
cerle descender  de  ilustre  prosapia;  pero  Otger  no  pu- 
do ser,  no  fué  otro  que  un  jefe  de  los  independientes^ 
de  los  proscritos  de  las  montañas,  de  los  cristianos 
del  Pirineo.  No  hay  en  él  otra  noble  cuna  ni  otra  ilus- 
tre prosapia  que  su  valor,  su  patriotismo  y  su  grande- 
za; tres  títulos  que  valen  más  por  si  solos,  á  los  ojos  de 
la  critica  histórica,  que  todas  las  genealogías  imagi- 
narias  ó  reales  de  los  cronistas. 

Mientras  Otger  y  sus  compañeros  llegaban  á  formar 
una  hueste  temible,  y  bajaban  con  ella  á  poner  sitio  á 
Ampurias,  aparecía  otro  núcleo  de  independientes  en  el 
Valles.  Nuestros  recuerdos  tradicionales  hablan  de  un 
puñado  de  cristianos  que  se  mantenían  fuertes  en  el 
castillo  de  Egara,  hoy  Tarrasa.  Es  fama  que  los  biza- 
rros Caballeros  d&  Egara,  que  así  son  conocidos  en  la 
historia,  no  sólo  resistieron  en  aquel  castillo  cercos  y 
asaltos,  sino  que  dieron  improvisadas  acometidas  con- 
tra los  pueblos  vecinos  en  que  estaban  los  árabes,  me- 
tiéndose de  continuo  con  ellos  en  escaramuzas,  cerrán- 
doles el  paso,  cogiéndoles  precioso  botín  y  rompiendo  á 
menudo  sus  huestes. 

Se  dice  que  Dapifer  sucedió  á  Otger  en  el'mando  de 
los  independientes,  y  luego  á  Dapifer,  Seniofre  6  Senio- 
fredo;  y  como  hay  quien  en  este  caudillo  halla  el  tron- 
co de  los  condes  de  Barcelona,  se  agotan  todos  los  re- 
cursos para  probar  que  Seniofre  era  de  estirpe  carlovin- 
gia.  Aquellos  caudillos  primeros  de  los  independientes 
eran  de  la  tierra  catalana,  jefes  valerosos  á  quien  sus 
hechos  de  armas  y  no  sus  títulos  de  nobleza  ponían  al 
frente  de  las  huestes  cristianas.  Tan  ridículo  es  buscar- 


LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.       185 

s,  como  hablarnos  de  los  milagros 
;es  acaecidos,  suponiendo  que  los 
ierra  para  combatir  entre  los  cris- 
::tona.  Allí  no  hubo  más  nobleza 
,  ni  más  milagro  que  el  de  un  po- 
zándose á  la  reconquista  de  su  país 
s  ejércitos  de  valientes  invasores, 
[otholaunos,  ó  sean  ¡os  catalanes, 
istante  ni  tenían  fuerzas  suücien- 
aÍ8  á  BUS  enemigos.  Hubieron  en- 
<  á  los  condes  de  la  frontera,  y  en 
etraron  en  Cataluña  cuerpos  de 
:  los  cuales  llegaron  á  apoderarse 
rites  como  Gerona,  Vich  y  Urgel. 
atable  fué  la  toma  de  Barcelona  en 
,  después  de  un  glorioso  sitio,  se 
^udovico  Pío,  que  mandaba  las. 
res.  Ludovico  Fío,  monarca  fran- 
lO,  había  entrado  en  Cataluña,  no 
sino  para  ayudar  á  los  naturales 
da  patria.  Importa  mucho  dejar 
consignado;  importa  mucho  ha- 
cobro  de  Barcelona  se  debió,  no 
tanto  á  las  armas  del  monarca  franco,  como  á  los  es- 
fuerzos de  los  proscritos  de  las  montañas  y  de  los  Ca- 
balleros de  Egara,  que  fueron  todos  á  juntarse  bajo  los 
pendones  de  guerra  de  Ludovico,  cuyo  auxilio  y  apoyo 
habían  reclamado. 

Es  conveniente  para  nuestro  objeto  fijar  bien  esta 
circunstancia  y  levantar  acta  de  ella,  porque  el  sistema 
parlamentario  catalán  está  estrechamente  ligado  con  la 
época  de  la  independencia  del  condado  de  Barcelona, 
y  hay  que  desvanecer  los  errores  que  torcidamente  han 
esparcido  autores  antiguos  asalariados,  suponiendo  que 
Cataluña  fué  provincia  del  imperio  franco.  No  fué  asi. 


1 86  VÍCTOR    BALAC 

Los  emperadores  franceses  no  t 
en  Cataluña,  y  sólo  se  les  adtni 
res  con  las  condiciones  establecí 

veremos. 

VI. 

Existe  una  prueba  patente,  qi 
para  hacer  constar  la  indepenc 
y  para  demostrar  que  los  empeí 
cieron  aquí  un  protectorado.  Es 
man  preceptos  y  otros  privikgioi 
cas  franceses  Carlomagno,  Luí 
Calvo,  En  estos  documentos,  i 
Ludovico  Pío,  se  encuentra  el  1 
na  del  Derecho  y  de  la  Constiti 
luna,  la  primera  piedra  que  hu 

alcázar  de  su  independencia  y  públicas  libertades.  Pero, 
ante  todo,  hay  que  hacer  aquí  una  observación,  que 
debe  tenerse  muy  presente  para  nuestros  estudios  su- 
cesivos. En  Cataluña,  lo  propio  que  en  Aragón,  las 
palabras  fuero,  privilegio  y  franquicia  oo  tenían  el  sig- 
nificado que  posteriormente  se  les  dio  y  se  les  da  ahora, 
suponiendo  que  ellas  entrañan  merced  de  rey,  y  que  los 
derechos  conocidos  con  estos  nombres  fueron  debidos  á 
la  liberalidad  ó  longaminidad  del  monarca.  En  Aragón 
y  en  Cataluña  hubo  fueros,  privilegios  y  franquicias 
antes  que  reyes,  y  más  particularmente  aún  en  Cata- 
luña, donde  jamás  los  reyes  fusron  conocidos  oficial- 
mente como  tales,  sino  sólo  como  Condes  de  Barcelo- 
na. Se  solía  llamar /weros  á  las  leyes  civiles,  privilegio: 
á  lo  que  hoy  llamamos  artículos  de  la  Constitución  po' 
lítica,  y  franquicia  era  sinónimo  de  libertad.  En  Cata- 
luña, home-franc  (de  la  palabra  franquesa,  franquicia] 
quiere  decir  hombre   libre. — R^na,  Reyna,   detía  el 


HIST.  DECAT. — DE  LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.       187 

Conde  de  Barcelona  y  rey  de  la  Corona  de  Aragón,  Don 
Alonso  III,  á  su  esposa  Doña  Leonor  de  Castilla,  la 
cual  se  quejaba  de  que  aquí  no  pasasen  las  cosas  como 
en  aquel  país;  el  nostre  poblé  esfranc,  é  no  es  assi  subjecte 
com  ho  es  lo  poblé  de  Casiella,  Es  decir:  nuestro  pueblo  es 
libre  y  no  está  sujeto  como  el  pueblo  de  Castilla. 

Dicho  esto,  que  debe  tenerse  muy  presente  para  lo 
sucesivo,  volvamos  á  los  privilegios  de  los  emperadores 
francos. 

El  de  Carlomagno  está  fechado  el  4  de  las  nonas  de 
Abril  de  812,  once  años  después  de  haber  entrado  en 
Barcelona  su  hijo  Ludovico  Pío;  pero  ni  es  tan  extenso, 
ni  tan  explícito,  ni  tan  importante  como  el  que  dio  Lu- 
dovico en  816,  confirmando  el  de  su  padre.  En  este 
documento  se  reduce  ya  á  escrito  el  pacto  entre  los  ca- 
talanes y  el  monarca  francés,  y  bien  puede  ya  dársele 
el  nombre  de  privilegio  6  Constitución  política.  Carlos 
el  Calvo  confirmó  en  844  el  pacto,  ó  sea  la  Constitución 
política  de  su  padre. 

Por  estos  documentos  importantes,  que  obran  en  el 
archivo  de  la  catedral  de  Barcelona,  se  ve  que  los  ca- 
talanes pidieron  el  apoyo  de  los  monarcas  franceses, 
no  porque  dependiesen  en  manera  alguna  de  ellos,  sino 
como  una  nación  solicita  el  auxilio  de  otra  contra  los 
enemigos  que  la  oprimen;  que,  entrada  Barcelona  por 
Ludovico  Pío,  se  pusieron  bajo  su  protección  y  la  de 
sus  sucesores,  pero  con  la  condición  de  conservar  sus 
leyes,  privilegios  y  franquicias  como  hombres  indepen- 
dientes y  libres;  que  tenían  ya  los  catalanes  leyes  y  cos- 
tumbres propias,  las  cuales  se  comprometieron  á  res- 
petar los  emperadores  francos;  que  hubieron  de  quedar 
muy  limitadas  las  facultades  de  los  reyes  de  Francia  en 
este  país;  y,  por  fin,  que  estaban  ya  constituidos  ó  eran 
conocidos  los  tres  Estamentos,  eclesiástico,  militar,  y 
popular  ó  real,  que  más  tarde  habían  de  llamarse  Bra- 


llamos  ci 
)  se  dejai 
is  de]  obi 
eneral,  y 

le  dar  reci 
ero,  nobl 
e  seguro 
ro  p£Ús,  [ 
ro  no  ha; 
1  descend 
ncontrar  i 
,  bastante 
la  gloria  i 
e  laclase 
;  nacional 
,  y  much( 
ente  ae  l\; 


os  conde! 

}r  los  emperadores  francos,  pero  eran  sólo 
nadores,  especie  de  caudillos  militares  ó 
¡ados  para  la  defensa  del  pais.  Hasta  Itc- 
hallamos  un  conde  soberano;  pues  si  bien 
:  algunos  de  los  condes  anteriores  á  esta 
n  de  declararse  independientes,  ninguno 

'/elloso  fué  el  primer  conde  soberano  de 
875,  y  lo  fué  por  aclamación  de  los  ca- 
je  gobernaban  por  las  leyes  electivas  del 
Eligióle  el  pais  por  medio  de  un  acto  de 
ional.  Algunos  historiadores  pasan  como 
las  al  llegar  á  este  punto;  pero  hay  que 


LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.       189 

O  fué  proclamado  por  voto  de  los 
por  elección  popular,  cuando  el  pri- 
lo  fué  por  elección  de  los  caudillos 

pues,  aquí  tan  antigua  la  índepen- 
irania  de  la  nación, 
e  aquellos  tiempos  escasean,  no  te- 
iVsambleas  nacionales  6  Cortes  du- 
le  nuestro  primer  conde  soberano; 
indadísimos  para  creer  que  Beren- 
go, el  cual  gobernó  desde  ioi8  has- 
Qhas  veces  Cortes  para  arreglar  los 
.  Hallamos  también  que  este  conde 
le  consta  haber  jurado  las  franqui- 

los  barceloneses,  cuyo  juramento 
de  San  Juan  de  la  iglesia  de  Santa 
llalla,  de  Barcelona.  Existe  un  pri- 
6n  política  de  Ramón  Berenguer  el 
asegura,  así  á  los  seglares  como  á 
confirmación  de  todas  sus  franqui- 
tos  libremente,  sin  censo  alguno, 
)or  su  parte  los  barceloneses  á  guar- 
xiliarle  contra  sus  enemigos.  ¿  Fué 
gado  á  consecuencia  de  unas  Cor- 
creerlo  as!.  De  todos  modos,  cuan- 
:e  si  debió  de  ser,  tenemos  al  conde 
ilemnemente  guardar  y  hacer  guar- 
^□stitución  política  del  país  en  el 

¡an  en  los  datos  que  acabamos  de 
ó  pasarlos  por  alto,  aseguran,  sin 
incipios  de  Representación  nacional 

^ y  elevados  á  derecho  constitucional 

por  D.  Ramón  Berenguer  en  las  verdaderas  Cortes  de 
¡arcelona  de  1068,  y  efectivamente  es  así.  En  estas  ca- 
bres Cortes,  que  no  fueron  precisamente  en  1068,  sino 


190  VÍCTOR  BU^GUB 

que,  abiertas  en  1069,  no  termin 
compiló  y  estableció  el  Código  de  1 
consignado  de  hecho  y  de  derecho 
ranos  de  Barcelona,  y  luego  com 
Aragón,  no  podían  legislar  ni  form 
tatuto  de  interés  general  sin  concui 
Los  autores  hacen  observar  que  e 
hasta  el  punto  de  que,  no  habiend 
habiendo  asistido  á  esta  legislatura 
los  condados  de  Ampurias,  Besalú 
tiguos  jurisconsultos  de  Cataluña  1 
de  los  Usatges,  sin  embargo  de  esta 
tenía  fuerza  y  vigor  legal  en  aqu» 
circunstancia  mencionada.  De  ac 
una  práctica  altamente  liberal  y 
trina  eminentemente  constitución! 
han  dispensados  del  cumplimiento 
Cortes  aquellos  estados  que  en  ella 
tación. 

Han  supuesto  algunas  que  estaí 
de  1069  á  1071,  convocadas  por  1 
Viejo  para  dar  fuerza  de  ley  y  re 
«staba  recibido  como  uso  (Usatge, 
ción  en  el  Estamento  popular.  I 
principalmente  los  que  tal  sientan 
bres  de  tas  personas  que  aparecer 
la  sanción  con  el  conde  de  Barcelí 
Almodis.  Si  en  este  dato  hubié! 
caeríamos  entonces  en  un  error 
pues  habríamos  de  suponer  que  sí 
á  aquellas,  Cortes,  y  que  no  s6l( 
tación  del  Estamento  popular,  pe 
tampoco. 

En  los  veintiún  nombres  de  lo 
no  aparece  ningún  eclesiástico,  ni 


DK  LA  SOBBKANfA  NACIONAL,  ETC.       I9I 

ntante  del  estado  llano,  sin  embargo 

8  cabe  alguna  duda.  Pero  es  preciso 

ue,  como  ya  advierten  nuestros  anti- 

juellos  veintiuno  fueron  sólo  una  co- 

.  por  la  Asamblea  general  para  que  re* 

res  y  leyes,  y  los  presentase  después 

para  su  aprobación  á  las  Cortes.  En  el  preámbulo  de 

este  Código  se  consigna  que,  después  de  redactado  por 

la  indicada  comisión,  fué  aprobado  laude  et  consilio  pro- 

borum  hoininum. 

No  puede  quedar  la  menor  duda  de  que  el  Estamen- 
to popular  estaba  representado  en  aquella  Asamblea 
nacional,  ni  tampoco  de  que  allí  tuviese  su  representa- 
ción el  Estamento  eclesiástico,  al  cual,  por  otra  parte, 
se  ve  comenzar  en  Cataluña  la  idea  del  Congreso  re- 
presentativo. Los  compiladores  de  los  Códigos,  los  ju- 
risconsultos más  entendidos  en  las  leyes  catalanas,  los 
cronistas  más  importantes,  todos  están  conformes  y 
contextes  en  decir  que  el  conde  D.  Ramón  Berenguer  el 
Viejo  celebró  verdaderas  Cortes  y  formó  los  usaiges  con 
intervención  y  consejo  de  los  obispos,  prelados  y  otros 
eclesiásticos,  barones,  nobles,  caballeros,  ciudadanos  y 
hombres  de  villas. 

Asi,  pues,  cuando  no  se  quieran  encontrar,  que  bien 
se  puede,  los  albores  del  sistema  representativo  de  Ca- 
taluña en  épocas  anteriores,  hay  que  hallarlos  sin  va- 
cilar en  las  Cortes  del  1069  á  1071. 

VIII. 

Desde  1071  no  hallamos  que  volviesen  á  celebrarse 
Cortes  en  Cataluña  hasta  ii25,  en  época  de  D.  Ramón 
Berenguer  III  el  Grande.  A  estas  Cortes  6  Asambleas 
parece  que  no  asistieron  más  que  eclesiásticos  y  nobles, 
pero  también  debe  advertirse  que,  más  que  Cortes,  fue- 


U  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.       I93 

que  se  ha  sentado  ai  decir  por  al- 
letable  y  digno  de  crédito  por  otra 
ne  I  el  Conquistador  se  debe  indti- 
imiento  definitivo  del  derecho  de 
a  clase  popular.  Se  ha  dicho  que 
:1  derecho  vacila,  y  no  es  asi,  pues 
lo  concurrir  á  todas  las  legislatu- 
ando  sólo  en  duda  si  asistió  á  las 
en  1200.  No  está  probado  que  á 
tampoco  consta  que  dejara  de  con- 

se  reunieron  en  Lérida  el  ano  1214 
,  D.  Jaime  el  Conquistador,  asistie- 
:ada  una  de  las  ciudades,  villas  y 
:on  poderes  bastantes  para  consen- 
;e  acordase,  y  en  todas  las  legisla- 
:  aquel  gran  monarca  aragonés  el 
amado  á  ocupar  su  puesto, 
catalán  tenia  ya  reconocido  por  in- 
da costumbre  el  derecho  de  repre- 
ipre  fué  llamado,  con  rarísimas  ex- 
Cortes  de  1071,  no  quedó,  sin  em- 
ncionado  hasta  las  Cortes  de  Bar- 
idas  por  Pedro  d  Grande.  En  ellas 
nción  á  los  capítulos  presentados, 
$  tenia  un  carácter  tan  esencial- 
iieron,  por  decirlo  asi,  la  base  de 
ana  y  la  consagración  del  régimen 
liberal  que  vigente  estuvo  en  Cataluña  hasta  la  san- 
grienta guerra  de  sucesión  á  principios  del  siglo  pasa- 
do. Estaba  ya  anteriormente  reconocido  el  derecho  de 
las  Cortes  á  legislar  con  el  rey;  era  tradicional  é  incon- 
mso  en  el  estado  llano  el  derecho  á  formar  parte  de  las 
Cortes;  pero  este  derecho  no  se  ve  sancionado  por  ley 
paccionada  hasta  I263,  y  de  esta  época  arrancan  las 
TOMO  XIX  13 


194  VÍCTOR  E 

primeras  leyes  conocidas  sobre  el 
tivo  catalán. 

IX. 

Fueron  importantes  bajo  much 
tes  de  1283.  Ya  D.  Jaime  el  Con<¡ 
bía  convenido  en  partir  el  poder  leg 
estableciendo  que  tenían  derecho  i 
tes  los  ciudadanos  y  hombres  de 
sonas  por  su  posición  social  eran 
rar  en  el  Cuerpo  representativo;  p 
de  1283,  presidida  por  Pedro  el  C 
que  en  lo  sucesivo  sería  necesario 
los  prelados,  barones,  caballeros 
taluña,  ó  de  la  mayor  parte  de  elli 
para  hacer  constituciones  ó  estí 
las  leyes  de  Cataluña  fuesen  pai 
fuerza  de  contrato,  es  decir,  que  el 
ni  derogar  ninguna  sin  concurso  y 
las  Cortes;  y  que  éstas  debían  ser 
años  dentro  de  Cataluña  en  la  épo 
cíese,  no  impidiéndolo  alguna  just 

Como  esta  última  disposición 
rey  á  poco  de  aprobada,  en  las 
de  1291  se  reiteró  la  ley  de  1283 
gatoria  la  reunión  anual,  y  no  pe 
gar  causa  alguna  que  evitase  la 
tres  Brazos,  dejándosele,  sin  eml 
elegir  la  población  donde  deberíar 
dó,  empero,  en  conocerse  que  esta 
graves  inconvenientes,  y  en  las  G 
celona  se  acordó  que  la  apertura 
gislativa  se  veriñcase  todos  los  í 
lado,  debiéndose  reunir  las  Cor 


HISr.  DE  CAT. — DE  LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.       I95 

€n  Lérida  alternativamente,  á  no  ser  que  el  rey  cre- 
yese conveniente  elegir  otro  punto,  en  cuyo  caso  de- 
bía señalarlo  y  anunciarlo  con  dos  meses  de  antici- 
pación, advirtiendo  que  si  el  monarca  estaba  ausente  ó 
enfermo,  6  las  Cortes  no  podían  celebrarse  por  cual- 
quier otro  obstáculo,  deberían  precisamente  reunirse  á 
los  treinta  días  después  de  haber  aquél  desaparecido. 

Los  tres  Brazos  que  componían  las  Cortes  catalanas 
se  intitulaban  más  técnicamente  Estamentos,  eclesiásti- 
co, militar  y  real,  y  sólo  tomaban  el  nombre  de  Bra- 
zos cuando,  después  de  convocados,  hablaban  ya  en  las 
sesiones  y  deliberaban.  En  los  tres  Estamentos  se  com- 
prendían indistintamente  nobles  y  plebeyos. 

El  Brazo  eclesiástico  lo  componían  su  presidente  nato 
el  arzobispo  de  Tarragona,  los  obispos  de  Barcelona, 
Lérida,  Gerona,  Vich,  Tortosa,  Urgel,  Solsona  y  Elna 
(en  el  Rosellón),  los  síndicos  de  los  cabildos  de  las  ca- 
tedrales, el  Cástellan  de  Amposta,  el  prior  de  Catalu- 
ña, los  comendadores  de  las  órdenes  militares  y  los 
abades  y  superiores  de  los  monasterios. 

El  Brazo  militar  ó  sea  el  noble,  lo  componían  todos 
los  nobles  de  Cataluña,  desde  el  duque  de  Cardona, 
presidente  de  Brazo,  hasta  el  último  hombre  dtparatje. 
Formaban  parte  del  mismo  los  extranjeros  si  poseían 
feudos  6  jurisdicciones  territoriales  en  el  Principado,  y 
los  ciudadanos,  así  nobles  como  plebeyos,  ya  fuesen 
comerciantes  ó  simples  artesanos  que  poseían  tierras 
jurisdiccionales* 

El  Brazo  real  6  popular  lo  formaban  las  ciudades  to- 
das del  Principado  y  las  villas  de  realengo,  teniendo  la 
presidencia  Barcelona.  Todas,  así  ciudades  como  villas, 
enviaban  sus  respectivos  diputados  con  el  nombre  de 
síndicos.  Barcelona  enviaba  cinco  por  lo  regular,  pero 
no  tenía  sino  un  solo  voto,  como  las  demás. 
Las  Cortes  eran  nulas  si  se  excluía  de  ellas  algún  Brazo. 


196  vfCTOR  BALACI 

Las  Cortes  eran  convocadas  p 
reformas  hacederas  en  el  país,  y 
cesarías  y  convenientes  á  la  cusí 
tud  de  la  nación. 

Todos  los  que  tenian  derecho  < 
tes  podían  presentarse  y  exigir  si 
do  por  descuido  ó  por  malicia  no 
mente  llamados  por  cartas  reales 

Por  lo  que  toca  á  los  procura<J 
tados  de  las  ciudades  y  villas,  ei 
gidos  á  cada  nueva  convocatoría 
más  antigua  que  hemos  podido 
elección  es  de  Diciembre  de  134 
tulado  Rúbrica  de  Brunigtier,  que 
vo  de  las  casas  consistoriales  de 
ei  lunes  4  de  los  idus  de  Diciem 
concelleres  y  Consejo  de  Ciento, 
Palacio  Real  con  muchos  jurados  y  muchos  de  los  otros 
ciudadanos  y  habitantes  de  Barcelona,  eligieron  síndi- 
cos á  dos  de  los  concelleres  y  á  seis  otros  ciudadaoos 
para  concurrir  á  las  Cortes  que  el  rey  había  convocado. 
Después  de  esta  noticia,  á  cada  paso  se  encuentran  en 
la  citada  Rúbrica  notas  referentes  á  elección  de  los  ín- 
dicos de  Cortes,  elección  que  siempre  consta  hecha  en 
público,  en  la  plaza  y  escaleras  del  Palacio  Real,  y  siem- 
pre según  la  forma  acostumbrada.  También  consta  que 
á  los  pocos  días  de  su  elección,  los  síndicos  debían  pre- 
sentarse á  jurar  en  la  plaza  pública,  delante  del  pueblo 
congregado  para  el  acto. 

Se  ve,  pues,  por  estas  noticias,  que  los  representan- 
tes del  pueblo  eran  verdaderamente  tales  y  elegidos  por 
voto  libre  y  espontáneo  de  sus  representados. 


K  SOBUtANfA  NACIONAL,  ETC.       I97 

X. 

b  sindico,  es  decir,  para  ser  ele- 
an  más  condiciones  que  ser  ca- 
blación  que  lo  elegía,  y  estar  ha- 
larte de  la  corporación  municipal; 
stas  condiciones  la  prole  de  los 
da  y  tan  fatal  para  el  país,  no  po- 

.  diputados  cobraban  honorarios, 
Idos  por  día,  según  consta  en  esta 
s  al  pie  de  la  letra  de  la  Rúbrica. 
1420,  Ramón  de  Plá,  uno  de  los 
de  35i  libras  catalanas  por  sus 
L  razón  de  3o  sueldos  por  día,  se- 
á  los  síndicos  de  Cortes  extraci- 

\s  antiguas  Cortes  catalanas  pue- 
'  dechado  y  ejemplo  de  patriotis- 
or  al  trono  y  al  pueblo,  de  hidal- 
clones,  de  cuantas  virtudes  sod 
nbs  representantes  del  país,  que 
presentaban  en  los  escaños  del 
u  autorizada  y  desinteresada  voz. 
el  diputado  que  no  cumplía  como 
manifestaba  indiferente  á  los  ín- 
'nio  de  sus  conciudadanos,  blan- 
precisado  á  abandonar  la  ciudad. 
.  )rtes  los  diputados,  prestaban  el 
juramento  solemne  de  no  admitir  empleos  ni  honores 
para  ellos  ni  para  los  suyos,  no  sólo  durante  el  tiempo 
de  su  mandato,  sino  hasta  cinco  años  después  de  ha- 
ber cesado  en  sus  funciones.  La  diputación  ó  General 


198  vfCTOR   BAL 

e  Cataluña,  cuerpo  casi  sobe 
nela  avanzado  del  pais,  y  an 
enciados  los  sindicos  al  volv 
ae,  durante  cierto  número  d 
>re8  hacerles  todos  los  cargí 
1  buen  6  mal  desempeño  de 
ais  era  inexorable  para  con  1 
ido.  Probado  el  cohecho,  se 
)s  ciudadanos  honrados  y  q 
)da  clase  de  empleos  y  hono 
Recordamos  haber  leído  qu 
mperador  Carlos  I,  este  mor 
co  brocado  á  un  representan 
lo  á  tomar  asiento  en  las  Co 
ido  catalán,  que  había  prests 

0  aceptar  dádivas  ni  empleos 
erdadero  compromiso  de  delt 
ir  á  lo  que  tan  solemnementi 
ar  un  desaire  al  emperador, 
ieza  de  brocado  que  le  ofrecí 
alarla  á  uno  de  los  templos  c 
:  destinase  al  uso  y  servicio  1 
enes  veneradas  por  los  catah 

En  otra  ocasión,  en  tiempo 
os  catalanes  que  se  hallaban 
ccedieron  á  que  el  monarca 
ausa  de  haberse  declarado  la 

1  regresar  á  esta  ciudad  fuere 
os  por  hatwr  tenido  miedo  á  1 
u  consentimiento  á  que  el  n 
ntes  de  haber  contestado  á  c 

Ejemplos  como  estos  abunc 
a  historia,  y  prueban  cuan  a 
e  nuestros  mayores  y  cuái 
uestro  suelo  las  verdaderas  p 


-DE  LA  SOBERANÍA  NACIOtUL,  ETC.       igg 

ionaríos  y  empleados,  como  gobema- 
scal,  almirante,  etc.,  estaban  absolu- 
s  de  las  Cortes,  siendo  las  únicas  im- 
que  habia.  Al  contrario  de  lo  que  hoy 
antiguos  políticos  creían  deber  alejar 
>s  altos  funcionarios  que  podían  fal- 
ición,  seduciendo,  oprimiendo,  vejan- 
nalamente. 

de  Barcelona  tenían  un  Consejo  con 
;iaban  y  se  ponían  de  acuerdo  para 
ave,  dificultoso  ó  delicado.  Llamába- 
la veinticuatrena  de  Cortes,  por  for- 
dadanos,  que  eran  elegidos  al  propio 
iputados,  solamente  para  dar  á  éstos 
'O  de  sus  luces  é  influencia.  Venía  á 
.0  la  veinticuatrena  de  Cortes,  lo  que 
m  sido  los  comités  políticos  para  los 
cada  partido. 

XI. 

fortes  el  día  señalado  con  la  que  en- 
L  «proposición  del  rey,  *  y  hoy  se  llama 
roña.  En  esta  proposición  ó  discurso, 
ba  de  los  motivos  que  le  habían  preci- 
las  Cortes,  de  lo  que  esperaba  de  ellas 
enerales  del  reino,  contestándole  por  lo 
po  de  Tarragona  con  palabras  de  mera 

:z  que  Juan  II  celebraba  una  solemne 
:s  en  Barcelona,  y  por  ley  6  capítulo 
rminantemente  prohibido,  á  cualquie- 
larse  en  el  estrado  que  sustentaba  el 
el  rey,  mientras  que  éste  pronunciaba 
1  cual  abría  la  legislatura.  En  tanto 


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-DB  LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.      20I 

;us  derechos  y  franquicias,  y  deposita- 
os una  parte  de  su  soberanía  al  con- 
:  hacer  sus  leyes. 

ii6n  de  las  Cortes  se  reducía  al  discurso 
■testación  de  la  Cámara. 
,  quedaban  nombradas  las  diez  y  ocho 
por  la  parte  del  rey  y  otras  nueve  por 
irazos,  que  debían  formar  lo  que  hoy 
isión  de  actas.  Estas  diez  y  ocho  per- 
nbre  de  habilitad&res,  examinaban  las 
gales  de  los  diputados  y  los  poderes 
ver  si  estaban  en  regla  y  dar  su  dic- 

]a  Asamblea,  elegía  el  rey  á  las  per- 
I  nombre  y  representación  habían  de 
lia,  y  á  éstas  se  daba  la  denominación 

I  deliberaban  en  común,  sino  cada  uno 
XTO  al  objeto  de  entenderse  entre  si, 
nombraba  seis  tratadores  de  Brazos,  y 
y  ocho,  conferenciaban  y  se  ponían  de 
>  luego  los  asuntos  á  la  discusión  de 
Brazos.  En  Éstos,  después  de  amplia 
laban  los  acuerdos  por  mayoría  abso- 
el  Brazo  militar,  donde  era  necesaria 
itos  para  que  hubiese  decisión,  pues  el 
o  individuo  paraba  el  Brazo. 
'  los  Brazos  las  proposiciones  de  los 
vahan  á  la  reunión  general  de  los  mis- 
aban ya  previamente  aprobadas  por 
icular  y  se  habían  ampliamente  discu- 
>frecían  al  debate  en  ta  Asamblea  ge- 
mayor  motivo,  cuanto  que  llevaban 
ación  de  los  iraiadores  del  rey.  Para  su 
va  aprobación  se  aguardaba  á  celebrar 


02  VÍCTOR  BA 

Última  sesión,  que  era  11 
juraba  todo  lo  hecho  y  1 
las  las  Cortes  hasta  que 
toda  religiosa  pompa  y  ] 
prestado  este  juramento. 

XI] 

)os  circunstancias  muy  in 

'  que  hacer  observar,  trati 

as. 

.a  primera,  que  hasta  de 

3  lo  que  debían  tratar  las  i 
per  prestado  el  rey  el  jura 
xdar  las  Constituciones  h 
3S  de  Cortes,  no  se  le  otoi 

que  en  los  piimeros  tien; 

cierto,  consistiendo  sólo  < 

}8ta  del  Principado. 

At  segunda,  que  el  subsidi 

Cortes,  como  el  rey  no  á 

lalquiera  de  los  tres  Brai 

t  particulares,  de  las  inju! 

iedades  que  él  ó  sus  oficia 

desde  la  legislatura  anterí 

lobre  este  punto  fueron  sii 

nes. 

ín  1264  se  negó  al  rey  D 

ilio  que  pedia  contra  los  1 

ese  los  agravios  que  se  reí 

cometidas  por  él  y  sus  of 

L  D.  Pedro  el  Grande  le  m 

]ue  pedia  para  la  guerra,  si  antes  no  retiraba  der- 

órdenes  que  había  dado  contrarias  á  lo  prevenido  en 

Constituciones. 


r' 


HIST.  DE  CAT. — DE  UL  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.      2O3 

En  tiempo  de  Alfonso,  el  conquistador  de  Ñapóles, 
las  Cortes  se  negaron  á  servir  á  este  rey  con  el  subsidio 
que  demandaba,  si  antes  no  venia  de  Ñapóles  á  respon- 
der de  ciertos  cargos  que  se  le  hacían,  y  aun  acordaron 
que  el  subsidio  no  le  fuese  dado  hasta  seis  meses  des- 
pués de  su  regreso  y  de  haber  satisfecho  los  agravios 
para  ver  si  sus  ofrecimientos  eran  cumplidos. 

En  1396,  el  Parlamento  que  celebró  la  reina  en  Bar- 
celona pasó  á  hacer  algunos  actos  de  consideración, 
sin  intervenir  los  síndicos  de  Earcelona,  quienes,  por 
causas  especiales,  no  se  habían  presentado  aún  á  tomar 
asiento  en  el  Congreso.  Diéronse  por  agraviados  los 
diputados  barceloneses,  y  se  deliberó  que  no  se  presen- 
tasen en  el  Parlamento  ínterin  aquellos  actos  no  fuesen 
revocados,  como  así  tuvo  que  hacerse  en  i6  de  Diciem- 
bre de  dicho  año,  pasando  entonces  á  ocupar  su  puesto 
losáiputíLdos  (Bruniguer,  tomo  II,  pág.  289). 

En  1437,  la  veinticuatrena  de  Cortes  deliberó  y  di6 
instrucciones  á  los  diputados  para  que  no  permitiesen 
que  se  procediese  á  hacer  ningún  acto  de  Cortes,  como 
antes  no  fuese  reparado  un  agravio  que  habia  recibido 
de  parte  del  gobernador  de  la  ciudad  de  Gerona  (Brtir- 
niquer,  lugar  citado). 

Los  anales  parlamentarios  de  nuestro  país  están  lle- 
nos de  casos  de  esta  índole,  y  consta  en  diversos  é  im- 
portantes casos  la  ñrmeza  con  que  en  este  punto  obra- 
ron siempre  las  Cortes  catalanas. 

£1  derecho  de  quejarse  y  ser  desagraviado,  no  se  li- 
mitaba á  los  Brazos  6  diputados.  Cualquier  catalán, 
aun  de  la  condición  más  humilde,  tenia  derecho  de  acu- 
dir en  queja  b  greuje  alas  Cortes  pidiendo  remedio  y 
justicia  contra  la  autoridad,  oñcial  ó  empleado  que  le 
hubiese  ofendido  arbitrariamente,  aun  cuando  fuese  el 
mismo  rey  (Encara  sia  lo  smyor  Rey). 

Por  lo  mismo,  todas  las  legíslatun^  comenzaban  por 


204  VÍCTOR  BAJ 

nombrar  una  Comisión,  que 
greujes,  la  cual  se  acostumb 
ocho  personas,  elegidas  la  n 
mitad  por  las  Cortes;  esta  C 
dar  informes  sobre  cuantas  q 

En  cuanto  se  reunían  las  Ci 
todos  los  empleados  reales  ex 
que,  sujetos  á  un  juicio  de  re 
comisionados  de  veguería  nc 
Cortes  de  legislatura  á  legisl 
su  conducta  oñcial  en  el  desi 

■  Unas  Cortes,  ha  dicho  u 
con  verdadera  iniciativa  en  t 
Jación  y  del  gobierno,  que  pi 
residenciar  al  monarca  y  á.  to< 
tos  actos  suyos  se  denunciab 
diendo  su  remedio  y  reparací 
revocar  los  servicios  otoi^^adc 
ciaba  antes  de  llegar  el  térmi 
tivos),  ó  por  anular  todo  lo 
negaba  la  regia  sanción  á  sus 
dentro  de  si  más  elementos  < 
macla  parlamentaria  que  toe 
han  conocido  en  el  siglo  que 

Conforme  observa  otro  aut 
les  de  las  Cortes  con  el  rey  i 
Clones  y  actos  ó  capítulos  de 

catalán  Ripoll  diferencia  la  Constitución  del  acto  de 
Cortes,  diciendo  tque  la  Constitución  se  hacia  por  el  rey 
y  los  tres  Brazos  juntamente,  usándose  la  fórmula 
tuimus  et  ordinamus,  mientras  que  los  actos  ó  capil 
eran  peticiones  que  elevaban  uno  ó  dos  Brazos  sej: 
damente  al  rey  sobre  intereses  particulares  del  Bra 
La  fórmula  de  esta  concesión  era:  Plau  al  setiyor 
(Place  al  señor  rey). 


lE  LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  BTC.      205 

íes  se  consideraban  como  leyes  pac- 
os antiguos  jurisconsultos  están  con- 
ita  fuerza  y  vigor;  y  como  una  de  las 
iciones  para  no  bastardear  el  texto  y 
!S  es  su  interpretación  auténtica,  las 
10  quisieron  que  esto  fuese  facultad 
e  apropiaron  esta  interpretación  con- 
autoras  de  las  leyes,  y  acordaron  que 
ribución  debía  residir  en  los  Brazos, 
las  interpretaciones  á  una  comisión 

xm. 

lodfan  celebrarse  en  pueblo  de  menos 
n  lugar  alguno  que  fuese  casa  de  rey 
mada. 

e  Bruniquer  se  lee:  f  En  24  de  Marzo 
3  la  reina  celebrar  las  Cortes  en  el 
n,  los  concelleres  escriben  á  los  sin- 
1  por  ser  casa  de  rey,  y  á  26  les  es- 
y  á  28  escriben  que  cuando  el  rey 
ecibida  información  de  médicos  con- 
os de  la  corte,  van  los  Estamentos 
mde  está  el  rey  á  celebrar  el  acto,  y 
rey  debe  ir  al  apartamento  de  los  Es- 

esto,  dice  un  autor,  muy  entendido 
lo  que  se  roza  con  el  parlamentarís- 
:uanto  á  las  relaciones  oñciales  entre 
,  éstas  llevaban  siempre  ventaja;  por- 
an  las  muestras  de  política  y  cortesa- 
aba  presente,  es  lo  cierto  que  nunca, 
ni  en  comisión,  se  presentaban  en  el 
^te  iba  para  todo  en  persona  á  las 


VÍCTOR 

¡:  son  muy  contada; 
lan  en  palado,  y  s6 
nes  como  cuando,  i 
cesión  ni  testamenti 
re  del  sucesor  para  ( 
i  Cortes  llevaban  es 
,  permitían  que  la  sa 

te  fuese  otorgada  e 

ie  aquéllas.  Asi  es  qi 

te  la  legislatura  de 

istanctas  del  momen 

ición  de  un  capitule 

:  á  levantarse  de  su  cama  á  las  doce  de  la  noche 

rasladarse  al  convento  de  San  Francisco,  donde 

irtes  celebraban  sus  sesiones,  al  objeto  de  sancío- 

jurar  aquel  capítulo. 

grande  importancia,  de  suma  transcendencia  y 
íl  interés  para  el  parlamentarismo  era  un  prívi- 

>  facultad  de  las  Cortes  catalanas.  Habia  obliga- 
e  considerarlas  reunidas  y  con  ocultad  de  delibe- 
tomar  acuerdos  hasta  seis  horas  después  de  di- 
s  por  el  rey.  A  nadie  puede  ocultarse  la  transcen- 
L  de  este  derecho  de  prórroga,  altamente  favorable 
la  causa  del  constitucionalismo,  y  sabido  es  que 
isaron  las  Cortes  de  Lérida  en  1460  para  inten- 
libertad  del  príncipe  de  Viana. 

poderío  é  influjo  de  este  Cuerpo  legislativo  llegó 
I  tan  alto,  y  tan  respetado  se  vio,  que  fué  la  admi- 
de  las  naciones  extranjeras  y  dio  fama  merecida 
iluña,  que  era  reconocida  do  quiera  como  suelo 

>  de  parlamentarismo  y  sistema  constitucional. 
Cataluña  no  existía  la  fórmula  aragonesa  de  » 

on;  pero  venía  á  ser  lo  mismo.  Los  condes-reyes 
n  reconocidos  y  admitidos  como  tales,  hasta  que 
1  prestado  solemne  y  público  juramento  alas  cons- 


DB  LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.      ZOJ 

ides  del  pais.  No  se  olvidaban  jamás  los 
ir  la  solemnidad  del  juramento  si  por 
te  el  conde-rey  la  retardaba;  y  Ueva- 
politica  hasta  tal  extremo,  que  á  Don 
Antequera,  el  rey  aclamado  por  sen- 
ees  de  Caspe,  se  le  obligó  á  prestarlo 
s  aates  que  ellos  prestasen  el  suyo  de 

iglo  XVII  ha  escrito:  «Era  la  ley  perpe- 
s  de  Barcelona  fuesen  tenidos  á  jurar, 
odas  las  leyes  de  la  tierra,  ordenanzas 
utos  y  privilegios,  así  generales  como 
to  antes  que  los  subditos  les  presten  ó 
aramento  de  ñdelidad,  pleito  y  home- 
iie  si  antes  que  la  real  majestad  haya 
e  los  subditos  le  prestaron  el  juramen- 
lera  nulo,  se  tendría  por  no  hecho  y  de 

a  ha  dicho  el  autor  de  estas  líneas  que 
ü,  por  espacio  de  siglos,  tuvo  un  tem- 
estaba  asegurada  contra  cualquier  ata- 
nos  patricios,  mirando  en  ella  el  ele- 
idad,  el  porvenir,  el  bienestar,  en  una 
del  país,  habían  tenido  buen  cuidado 
ididas  para  que  fuese  indestructible  y 
ese  atreverse  á  ella  ninguna  clase  de 
:1  rey,  que  es  la  tiranía;  ni  la  de  los 
oligarquía;  ni  la  del  clero,  que  es  la 
^  pueblo,  que  es  la  licencia. 


resa  y  terminantemente  prohibido  al 
tes,  el  otorgar  privilegios  generales  ni 


208  VÍCTOR   B&LAi 

especíales  en  contra  de  lo  dispi 
acostumbraba  renovarse  esta  pi 
latura. 

Los  diputados  ó  representan 
su  cargo  el  vigilar  que  las  disp 
las  Cortes  se  observasen  y  no 
por  el  rey  ni  por  sus  oñciales.  . 
latura  se  nombraban  comisione 
las  veguerías  (lo  que  hoy  Ilamí 
garan  é  informasen  si  eran  cun 
mados  por  la  Asamblea  nacioni 

Un  autor  ya  citado,  el  Sr.  N 
que  en  varias  leyes  de  nuestras 
el  juicio  por  jurados,  sobre  cuj 
veniencia  ó  posibilidad  tanto  se 

Finalmente,  estudiando  la  hi 
guas  Cortes,  constituciones,  lej 
encontrarán  reconocidos,  respe 
Cataluña  muchos  derechos  y  muchas  libertades,  que 
sólo  á  costa  de  mucha  sangre  y  de  muchos  sacrificios 
hemos  logrado  volver  á  conquistar  en  tiempo  modemo. 

No  hablemos  ya  del  derecho  de  petición,  reunión } 
asociación,  que  eran  tan  latos  como  permitían  las  cir- 
cunstancias y  costumbres  políticas  de  aquellos  tiempos; 
en  cuanto  á  la  libertad  de  imprenta,  folletos  politicoi 
se  imprimían  entonces  cuya  reproducción  no  ha  sidc 
hasta  ahora  permitida;  en  cuanto  á  la  libertad  de  ense- 
ñanza, bastará  decir  que  cualquiera  tenia  derecho  i 
abrir  cátedras;  y  en  cuanto  á  tolerancia  religiosa,  re- 
cordar que  en  las  Cortes  de  I283  se  confirmaron  todot 
los  privilegios,  franquezas  y  libertades  que  tuviesen  lot 
judíos  y  sarracenos  en  cada  lugar  de  Cataluña,  permi- 
tiéndoles el  ejercicio  público  de  su  culto.  Ya  antes  d( 
1268,  por  medio  de  un  documento  que  el  autor  de  esta 
lineas  ha  trasladado  en  otra  obra,  D.  Jaime  el  Congms 


LA  SOBERANÍA  NACIONAL,  ETC.      2O9 

gracias  á  las  aljamas  de  judíos,  per- 
ar,  adornar  y  ensanchar  sus  sina- 
iterios  particulares  y  dejarles  en 
rmones  de  los  frailes,  comprome- 
■  sus  sucesores  á  no  hacer  innova- 
:llas  disposiciones  sin  que  previa- 
V  juzgados  conforme  á  derecho, 
s  ideas  que  brevemente  nos  hemos 
en  estos  escritos,  sobre  lo  relativo 
is,  debemos  consignar  que  los  di- 
bles. «Kunca  falta  en  los  principes 
:ntar  su  hacienda,  decían  nuestros 
je  dejar  de  ser  la  ley  el  freno  de 
;  njmca  les  faltan  tampoco  adula- 
ligos  de  las  libertades  públicas,  y 
debe  dejar  ocasión  de  servir  exciu- 
i  en  daño  del  Estado;  nunca,  pues, 
res  de  la  libertad;  y  para  que  éstos 
er  que  sean  inviolables,  siendo  de 
violabilidad  no  es  en  beneficio  de 
ados,  sino  en  beneficio  del  mismo 

nás  ningún  pais  en  que  tan  termi- 
ido  y  reconocido  estuviese  el  dere- 
lacional.  Si  alguna  vez,  que  pocas 
del  constitucionalismo  catalán  el 
i  su  solemne  juramento  de  guardar 
leyes,  faltando  de  este  modo  al 
no  bastaban  las  respetuosas  y  re- 
inifestaciones  que  hacían  para  vol- 
l1  extraviado  príncipe,  no  vacilaban 
á  la  cabeza  del  pais,  en  aclamar  á 
ircelona,  y  en  jurarle  fidelidad  des- 
ado  las  leyes,  constituciones  y  li- 


210  VÍCTOR  Bt 

Asi  sucedió  en  tiempo  de 
y  de  Felipe  V.  En  nombre  di 
seyó  del  trono  á  estos  tres  pr 
res  de  las  leyes  y  violadores 
si  bien  es  verdad  que  sucuml 
y  si  bien  lo  es  que  los  tres  m 
el  trono,  de]  que  se  les  había 
patria,  también  lo  es  que  sol 
cruda  y  sangrienta  guerra,  d 
supieron  demostrar  á  cuántc 
tereza  y  su  amor  á  la  libertai 

El  cronista  Pujades  dice  ei 
con  esta  frase  podemos  dar  p 
tículos:  <E1  servir  de  los  cal 
no  es  servir,  sino  co-reinar.* 


dría  de  CATALUÑA 


EL  CASTILLO 

.BALLEROS    DE    EGAEA. 


1.  CASTILLO 

3ALLEROS   DE  EGARA. 

I. 

importantes  resultados  á  los  estu- 
oderna.  Ninguna  duda  puede  ca- 
,  de  que  Tarrasa  fué  la  antigua  y 
siendo  quizá  la  misma  que  Ptolo- 
'  la  que,  sin  duda  por  error  ó  equi- 
antes,  se  ha  llamado  en  diferentes 
ara.  Exabra  y  Exatera. 
Egara  de  todos  era  sabida.   Nadie 

eustido  una  Egara,  á  la  que  Ro- 
:cho  municipio  y  Roma  cristiana 

discordes  andaban  los  autores  en 
je  un  dia  se  levantara:  así  es  que 
onian  en  Narbona,  otros  la  situa- 
>tros,  finalmente,  en  Egea  de  los 

celoso  y  docto  cronista  D.  Jeró- 
lizá  el  primero  que,  sacando  á  luz 
ionio  de  las  piedras  escritas,  pro- 
.  traducción  de  unas  inscripciones 
lápidas,  que  Egara  había  existido 
'  se  levanta  San  Pedro  de  Tarra  ■ 
ie  él  á  robustecer  esta  opinión,  con 
lad,  los  F16rez,  los  Masdeu,  los  Fi- 


214  VÍCTOR  BALAGUEl 

Ninguna  duda  queda  ya  del  lugar 
taada  Egara;  pero  si  bien  los  citado 
afortunados  en  demostrar  esto  de  i 
les  sucedió  lo  propio  en  averiguar  s 
y  ruina.  Su  historia  yace  oculta  en 
blas  amontonadas  por  los  siglos  bar 
d6?  ¿Quién  la  destruyó?  Se  ignora  ( 

Pujadas  colige,  de  una  carta  de  i 
te  al  año  978,  que  esta  ciudad  no  f 
neral  pérdida  de  España,  cuando  I; 
ros,  y  cree  que  debió  conservarst 
como  Barcelona.  Sin  embargo ,  h 
contextes  en  citar  aquella  época  co 
ción  de  Egara.  Asi  lo  asegura,  ent 
unos  Anales  manuscritos  que  hemí 
hojear  ).  Para  este  autor  no  quec 
los  moros,  en  la  pérdida  de  España 
Tarragona,  pasaron  adelante  conc 
blos  hasta  llegar  á  la  ciudad  de  E 
tan  fuerte  defensa  y  resistencia  de 
antes  que  entregarse  prefirieron,  ci 
perecer  entre  los  escombros  y  ruím 
tiva.  Destruida  hubo  de  quedar  en 
salvándose  sólo  su  fortisimo  é  in 
como  luego  veremos,  y  desde  aqu 
era  Egara  arrasada  se  llamó  Terr 
marón  el  nombre  de  Terrasa  ó  Ti 
modernas  que  hoy  se  levantan  en 
ocupado  un  día  por  la  floreciente  I 

I  Mmioria  di  la  antigua  ehidaá  de  Eg- 
en  el  lugar  donde  lo  está  la  villa  de  Tatrasa 
pertenecientes  i  la  historia  eclesiástica  y  i  I: 
muy  particularmente  á  CataluGa,  por  D.  Jo! 
nuscrito  se  halla  en  poder  del  ?r.  D.  Miguel 
diputado  provincial  por  el  partido  de  Tairasi 


— LOS  CABALLEROS  DE  EGARA        215 

sulenta  ciudad  la  de  Egara,  no  ca- 

srias  que  de  ella  se  conservan.  FÍo- 

lutes  de  la  venida  de   Jesucristo, 

npo  de  los  fenicios,  según  parece, 

de  quienes  heredaron  sus  naturales  la  industria  en  la 

fabricación  de  sus  manufacturas.  Fué  capital  en  tiempo 

.    de  los  cartagineses,  y  municipio  en  la  época  de  la  do- 

l   minación  romana. 

'■'*      Su  posición,  en  medio  de  un  suelo  poco  fértil,  pare- 
I  *  cia  destinarla  únicamente  para  la  industria  y  fabrica- 
ción; as!  es  que,  desde  tiempos  antiquísimos,  sus  mo- 
radores se  dedicaban  con  preferencia  á  la  industria  de 
lanería,  habiendo  sido  siempre  muy  celebrados  sus  arte- 
I     foctos. 

A  esto  pudo  muy  bien  contribuir  la  protección  que 
le  dispensaron  los  emperadores  romanos.  Sus  produc- 
tos eran  tenidos  en  grande  estima  y  exportados  á  las 
costas  de  Francia  y  de  Italia,  especialmente  á  Roma  y 
1  á  Sicilia,  donde  los  nobles  se  preciaban  de  vestir  sus 


Algunas  lápidas  que  de  la  época  romana  se  conser- 


'  manufacturas. 
Algunas  láp 

I  a  vau,  prueban  la  importancia  y  esplendor  de  la  antigua 

población. 

I I  Pero  lo  cierto  es  que  reina  una  lamentable  oscurí- 
■  dad  en  lo  que  atañe  á  la  historia  iRilitar  y  política  de 

Bgara.  Sólo  tenemos  alguna  mayor  luz  tocante  á  su  his- 
toria eclesiástica.  En  tiempo  de  los  godos  fué  silla  epis- 
copal, y  no  cabe  la  menor  duda  que  su  iglesia  catedral 
estaba  donde  hoy  se  hallan  las  tres  iglesias  de  San  Pe- 
dro, Santa  Maria  y  San  Miguel,  las  cuales  se  edi&caron 
de  las  ruinas  de  aquélla. 

Se  sabe  haberse  celebrado  en  su  recinto  un  Concilio 
el  año  614.  Fste  Concilio,  que  parece  fué  nacional,  con- 
firmó las  decisiones  del  de  Huesca,  celebrado  en  SgS, 
,    doade  se  establecieron  dos  cánones,  uno  de  los  cuales 


VfcTOR  BALAGUEI 

le  los  sacerdotes,  diáconos  y 
el  celibato,  y  el  otro,  que  tod 
1  ánodos.  Fué  presidido  este 
itano  Eusebio,  y  asistieron,  ' 
Barcelona,  Zaragoza,  Geron 
Lierza  de  grandes  trabajos  de 
obre  todo,  á  un  importante  n 
el  convento  de  padres  Recol 
rado  saber  que  ya  en  3i3  bab 
ueron  25  los  que  ocuparon  sui 
dicha  época  hasta  684,  por 
entius,  3i3;  Literinus,  35o; 
zo;  Iríneo,  465;  Faticlus,  4; 
s,  5i2;  Taurus,  5x3;  Nebrídií 
oannes  II,  586;  Sofronio,  ' 
i,  597;  Ilei^io,  599;  Celias  II, 
tus,  633;  Godon,  643;  Bací 
('Ícente,  655;  Juxtus,  670;  Jí 
habiendo  memoria  de  más 
;  acabó  Juan  III,  hasta  928 
ilio,  benedictino  de  Monserra 
extinguida  la  Sede  por  la  im 
ña  á  principios  del  siglo  viii. 
da  ya  dicho  que  la  tradición  s 
ira  fué  destriUfla  por  los  mon 

0  sus  naturales  una  vigorosa 
vasores.  Hasta  hja  la  tradicit 
niéndoia  en  el  de  714,  según  1 
tas  del  Dr.  D.  Segismundo 
lies  se  nos  ha  facilitado  copia 

on  con  la  ciudad  de  Egara  hasta  dejarla  arrasada 
rasa),  no  sucedió  lo  propio  con  el  castillo,  forti- 
Imenar,  baluarte  inexpugnable,  donde  se  reftigia- 

1  héroes  de  la  independencia  catalana,  conforme 
á  ver. 


C&T. — LOS  CABALLEROS  DE  ECABA        21? 
II. 

e  Cataluña  los  moros,  muchos  habitan- 
D  al  yugo  de  los  invasores  á  ñn  de  no 
hogares,  mientras  que  otros  muchos, 
razÓQ  en  el  fuego  del  patriotismo,  co- 
arse  en  los  Pirineos  con  sus  mujeres, 
tesoros,  para  esperar  la  aurora  de  un 
y  criar  allí  á  sus  hijos,  educándoles  en 
:  amor  á  la  religión  del  Cruciñcado,  de 
de  sus  padres  y  de  odio  á  los  invaso- 
Los  grandes  valles  de  Cerdaña,  Aran, 
s,  llenos  de  espesos  bosques,  de  frago- 
ie  ignoradas  cuevas  y  de  ásperas  que- 
in  un  asilo  seguro  á  los  proscritos.  Re- 
mo los  aragoneses  en  Uruel  y  en  Cova- 
8,  fortaleciendo  su  espíritu  con  el  aire 
se  respira  en  las  montañas,  robuste* 
bros  con  las  fatigas,  las  necesidades  y 
iraron  á  que  llegase  el  día  en  que  poder 
ito  sobre  aquellos  hombres  de  extraña 
la  religión  y  de  extraños  usos,  que  ha- 
país. 

de  Egara  y  de  sus  inmediaciones,  no 
ad  de  ir  á  ampararse  de  los  Pirineos, 
de  Egara  les  ofreció  á  todos  uo  asilo 
refugiaron  también  con  sus  mujeres, 
esoros,  los  que  hasta  el  último  trance 
udad,  y  muchos  habitantes  del  Valles 
vecinos,  arrojados  de  sus  casas  por  los 
gara  y  de  los  Pirineos  debía  partir  á  un 
'  grito  de  patria  é  independencia, 
a  el  nombre  de  los  caballeros  de  Egara 
ue  en  aquel  castillo  s^icieron  fuertes 


218  VÍCTOR   BALAGt 

y  temidos,  consiguiendo  que  jam 
pendón  de  la  cruz  en  sus  almena 
fortaleza  un  baluarte  inexpugnab 
trellaron  siempre  las  muslímicaí 
los  bizarros  caballeros  de  la  patri 
piedad  debiera  llamárseles,  no  só 
castillo  cercos  y  asaltos,  sino  q 
acometidas  contra  los  pueblos  vt 
los  moros,  metiéndose  de  contini 
muzas,  cerrándoles  el  paso,  «^ 
tines  y  rompiendo  á  menudo  sus 

Asi  se  mantuvieron,  según  tra 
ochenta  años,  sucediendo  los  hiji 
redando  los  menores  la  inquebr; 
fortaleza  de  sus  mayores. 

No  faltará  quien  ponga  en  di 
por  espacio  de  tantos  años  de  un: 
un  país  ocupado  casi  totalmente  ] 
misma  tradición  se  encniga  de  e: 

Varios  sitios  se  ví6  obligado  á 
Egara;  pero  .siempre  los  moros,  ' 
esfuerzos,  acababan  por  levantar 
Barcelona  ó  á  otra  de  sus  plazas  f 
ees  ciertas  épocas  de  respiro  á  lo 
que  aprovechaban  aquellos  momt 
muras  y  proveer  la  fortaleza  con  i 
nes  vecinas,  cuyos  habitantes,  al  i 
morisma,  no  habían  renunciado 
manos,  siempre  que  para  ello  se  I 

Cuéntase  que  una  vez  el  sitio  ] 
moros  duró  muchos  meses.  Ya  qu 
por  la  fuerza  á  aquellos  bravos,  si 
hambre.  Llegó  un  día  en  que  el  ; 
tiadoras,  creyendo  que  los  egareí 
nuados  y  desfallactdos  por  el  han 


HIST.  DE  CAT. — LOS  CABALLEROS  DE  EGARA    21( 

lamento  ofreciéndoles  honrosas  condiciones  de  capil 
lacién.  Las  condiciones  fueron  rechazadas,  y  el  emt 
jador  moro  pudo  enterarse  por  sus  propios  ojos  de  t 
los  almacenes  estaban  llenos  de  víveres  y  los  estab 
llenos  de  ganados  de  todas  clases.  La  abundancia  i 
naba  en  el  castillo.  E)  parlamentario  no  pudo  menos 
mostrar  su  asombro.  Los  sitiados  le  llevaron  á  la  ca] 
lia  del  castillo,  y  enseñándole  la  imagen  de  la  Virgí 
esplendentemente  rodeada  de  luces,  le  dijeron: 

— No  os  admiréis  sí,  después  de  tantos  meses,  se  ha 
tan  bien  provisto  nuestro  castillo.  Todo  se  lo  deben 
á  la  Reina  de  los  Cielos,  que  está  obrando  para  nosot: 
este  milagro. 

Sin  embargo,  allí  no  habia  más  milagro  que  el 
patriotismo.  A  fuerza  de  grandes  trabajos  y  de  mucl 
penalidades,  los  sitiados  habían  abierto  una  mina  ó  ( 
mino  subterráneo  que  iba  á  salir  á  dos  ó  tres  horas 
distancia,  en  un  punto  completamente  ignorado  de 
conquistadores  del  pais.  Por  aquel  conducto  recibían 
provisiones  y  las  tropas  de  refresco  que  á  veces  les  ( 
viaban  sus  hermanos  de  los  Pirineos,  con  los  cuales 
taban  en  constante  comunicación. 

Asi  cuenta  la  tradición  que  por  espacio  de  ochei 
años  se  fué  sosteniendo  el  castillo.  Lástima  grande  ( 
la  carencia  total  de  documentos  y  memorias  escri 
haga  reinar  tan  profunda  oscuridad  en  los  anales 
aquellos  tiempos.  Ni  sabemos  los  nombres  de  los  I 
roes  egarenses,  ni  cómo  se  gobernaba  aquel  pueblo  : 
refugiado,  ni  cuáles  fueron  sus  hechos. 

Sólo  una  cosa  sabemos,  y  está  afortunadamente  ci 
firmada  por  un  documento  auténtico  que  viene  en  a 
yo  de  la  tradición  para  que  no  pueda  cabemos  duda 
haberse  mantenido  inexpugnable  el  castillo  de  Egi 
durante  el  periodo  de  la  invasión  muslímica. 

Más  de  tres  tercios  de  siglo  hacía  ya  que  imperal 


220 


VÍCTOR  BALAGUER 


en  nuestro  país  las  armas  de  los  musulmanes,  cuando, 
puestos  de  acuerdo  los  catalanes  de  Egara  ó  Tarrasa 
con  los  que  vivían  libres  en  los  valles  pirenaicos  y  los 
que  gemían  cautivos  en  Barcelona,  decidieron  ponerse 
bajo  la  protección  de  Ludovico  Pío,  hijo  de  Carlomag- 
no,  ofreciéndose  á  reconocerle  bajo  ciertos  pactos  y 
condiciones  si  les  ayudaba  á  arrojar  de  esta  tierra  á 
los  invasores.  Así  consta  en  los  preceptos  de  los  empe- 
radores francos,  citados  ya  por  nosotros  en  otra  ocasión 
y  existentes  en  el  archivo  de  la  catedral  de  Barcelona. 
En  este  documento,  fuente  primera  de  la  historia  ca- 
talana á  datar  de  la  época  de  la  reconquista,  la  existen- 
cia de  los  caballeros  de  Egara  está  reconocida  en  aque- 
llas palabras  de  gothos  sive  hispanos  intra  Barchinoftam 
famosi  nominis  civitatem  vel  Tarrasium  casUllum,  etc. 

Llamado,  pues,  por  los  defensores  de  Egara  vino 
Ludovico  Pío,  al  comienzo  del  siglo  ix,  á  poner  su  cam- 
po sobre  Barcelona,  pasando  los  bravos  catalanes  que 
se  habían  mantenido  fuertes  en  Tarrasa  á  ayudarle  en  el 
cerco  y  conquista  de  la  que  debía  ser  muy  luego  corte 
y  cuna  de  los  condes  barceloneses. 

Tal  fué  el  origen  que  tuvo  la  guerra  de  la  reconquis- 
ta y  de  la  independencia  catalana.  Veamos  ahora  lo  que 
hoy  ha  quedado  de  aquel  castillo  célebre,  cuna  de  he- 
roicos al  par  que  desconocidos  varones. 


III. 


Así  en  Aragón  como  en  Asturias,  grandiosos  monu- 
mentos que  atraen  al  viajero  y  fijan  la  atención  del  ar- 
tista, indican  el  sitio  que  fué  cuna  de  la  patria  indepen- 
dencia. En  Cataluña  sólo  señalan  este  lugar  unos  pare- 
dones ennegrecidos  que  se  van  desmoronando.  Lo  que 
se  enseña  en  Tarrasa  al  forastero  como  castillo  de  Ega- 
ra no  es  más  que  un  resto  escuálido,  imperfecto  y  re- 


—LOS  CABALLEROS  DE  EGARA        221 

élebre  propugnáculo,  donde  acre- 
nstancia  fuertísima  nuestros  incli- 


neas  acabamos  de  visitar  los  restos 
rtaleza.  Apenas  queda  nada, 
ínas  se  levantan  á  orillas  del  pin- 
lado  Valle  del  Paraíso,  y  por  lo  que 
:  conservan  algunas  paredes  negras 

esparcidas  acá  y  acullá,  se  ven  las 
saeteras,  algunos  restos  de  ven- 
arranque  de  muro.  Es  ya  imposi- 

de  las  murallas  coronadas  de  al- 
rreones  y  flanqueadas  de  torres  cir- 
ios que  dicen  ser  vestigios  del  foso, 
rada  dos  hendiduras  ó  largos  tra- 
5  pared  que,  al  decir  de  las  gentes, 

estuvo  el  puente  levadizo.  Sin  em- 
)s  pareció  que  nada  de  esto  debía 
idía  estar  el  foso  ni  allí  tampoco  el 
no  este  castillo  6  la  parte  que  de 
iterio  de  cartujos  en  el  siglo  xiv,  se- 
iebió  sufrir  grandes  alteraciones  á 
ara  su  nuevo  objeto.  Lo  que  hoy  se 
el  monasterio  más  que  del  castillo, 
su  interior,  he  aquí  lo  que  puede 
aya  parte  superior  corre  una  gale- 
npida  por  recientes  hundimientos, 
rada  y  compuesta  de  veinte  toscas 
e  columnas  de  iguales  bases  y  ca- 
que conducía  á  esta  galería  debió 
a,  pero  es  sólo  un  montón  de  es- 
DS  cuales  se  trepa  para  ir  á  contem- 
TÍste  aspecto  que  presentan  aque- 
cen  aún  en  pie  los  cuatro  paredo- 
lario  6  capilla,  hoy  convertido  en 


332  TfCTOR  B/ 

:orral  de  conejos.  La  piedra 
sóveda,  y  en  la  cual  se  distii 
[nuy  buen  dibujo  representan 
izotado  por  dos  sayones,  sir\ 
as  gallinas. 

Muros  agrietados,  arranqu 
uas  destrozados,  ventanas  ro 
ligios  de  almenas  y  de  torres 
;ados  por  modiücaciones  hei 
7  escombros,  he  aquí  lo  qm 
valuarte  de  la  milicia  cristia 
:odas  partes  en  el  interior  c 
lando  de  un  modo  lúgubre  y 
lesiertas  galerías  como  si  lat 

En  un  ángulo,  y  en  una  r 
;lada  con  restos  antiguos,  viv 
:uidado  está  la  conservación 
pertenecen  hoy  á  los  señores 

Idea  muy  equívoca  tendrí 
Je  lo  que  era  el  antiguo  casti 
tes  en  el  día.  La  fortaleza  di 
lebía  extenderse  en  vasto  rae 
i  las  ruinas,  y  de  seguro  qu 
abrador  remueven  hoy  tierr; 
:imientos  del  castillo. 

La  tradición,  única  antorc 
jiparse  un  tanto  las  tiniebla 
isunto,  nos  dice  también  que 
le  profundos  fosos,  los  cuales 
lo  convenía,  y  que  en  cada 
ina  fuertísima  torre,  de  las 
iestruida  por  un  rayo,  y  la; 

1  Cuando  vishú  el  autor  est«  casi 
a  en  que  se  escribieron  estas  lineas.- 


-LOS  CABALLBROS  DE  EGARA       233 

mandadas  derribar  hasta  la  mi- 
zar  ruina,  por  el  marqués  de  Sen- 
0  habia  ido  á  parar  el  edi&cio. 
3,  tradición,  recogida  de  boca  de 
itor  de  un  viejo  manuscrito,  que 
vino  una  gran  tempestad,  ácon- 
la  Riera  de  las  Arenas,  vecina  á 
nadre,  inundando  los  campos  de 
Pedro,  y  dividiéndose  en  dos  bra- 
esia  de  San  Pedro,  abriendo  dos 
:olaterales  que  luego  vinieron  á 
ribando  con  la  avenida  gran  par- 
itiguo  castillo.  Este  barranco  es 
ó  y  continúa  llamándose  todavía 

sufridas  por  el  tiempo  acaban  de 
lente,  y,  imido  esto  á  la  carencia 
itas,  hace  que  no  pueda  formar- 
:  era  el  antiguo  castillo,  el  cual, 
ner  gran  extensión  y  abrazar  un 

emos  de  haber  servido  este  edifi- 
cartujos  se  deben  al  Dr.  D.  José 
:n  su  libro  titulado  Primer  instttu- 
:  de  la  Cartuja,  impreso  en  1792. 
>or  los  años  de  1344,  habiendo 
lesión  de  D.  Ramón  de  Calders 
Doña  Blanca  de  Centellas,  hija 
lo  de  Centellas,  señor  de  la  villa 
Alemanda,  su  mujer,  de  la  casa 
iirra,  deseosa  de  ofrecer  parte  de 
)lvtó  fundar  una  Cartuja,  y  para 
e  poseía  en  Tarrasa  y  era  el  mis- 
le  tantos  años  se  habían  mante- 
ros  de  Egara. 


VÍCTOR  SALA' 

el  deseo  de 
¡  de  grande! 
se  con  serval 
los  batallad 
:o  asilo  de  í 
idación  el  V 
>o,  por  habf 
a  hablado  y 
repentinanit 
il  que  el  vul 
■dís. 

años  la  nob 
)lo  durante  > 
os  cartujos; 
a  desarrollo 

Montealegr 
igustinas,  > 
lidas  las  órd 
uelve  á  sabí 

de  los  man 
■ecientemem 

ticias  que, 
emientes  al 
icia.  De  es 
Ividadas  y  c 
ios,  arranca 
Cataluña  i. 


«  d«  D.  Segisn 
lio  Rodú.  se  \i 
dal;  D.  Felipe 
IOS  los  han  faci] 
évenlts  estas  I 


* 


^r^ -t; 


HISTORIA  DE  CATALUÑA 


EL  REY  D.  JAIME 


Y  EL  OBISPO  DE  GERONA 


TOMO   XIX  15 


EL  REY  D.  JAIME 


Y  EL  OBISPO  DE  GERONA. 


I. 


Es  un  hecho  cierto  y  positivo,  por  más  que  haya 
autores,  veridicos  en  otros  puntos,  empeñados  en  ne- 
garlo, que,  á  principios  del  año  1246,  el  rey  D.  Jaime 
el  Conquistador  mandó  cortar  la  lengua  al  obispo  de 
Gerona,  Fr.  Berenguer  de  Castellbisbal.  En  vano  cier- 
tos cronistas  han  procurado  hacer  que  se  olvidara  este 
suceso  negándolo,  refutándolo  6  falseándolo;  pero  todos 
sus  esfuerzos  han  sido  inútiles.  La  verdad  acaba  siem- 
pre por  abrirse  paso. 

Zurita  se  vio  obligado  por  la  censura  oficial  á  borrar, 
en  su  segunda  edición  de  los  Anales,  el  pasaje  que  rela- 
tivo á  este  suceso  habia  impreso  en  la  primera;  Abarca 
escribió  largas  páginas  tratando  de  demostrar  la  poca 
consistencia  y  la  falsedad  del  hecho;  otros  autores,  cor- 
tesanos de  la  mentira,  han  lanzado  los  rayos  de  su  ira 
contra  los  que,  apóstoles  de  la  verdad,  han  intentado 
poner  este  suceso  en  claro.  Sin  embargo,  hoy  no  puede 
caber  ya  la  menor  duda.  La  critica  histórica  demuestra, 
con  severa  lógica,  que  el  hecho  es  indudable. 

Lo  que  todavía  está  oculto  bajo  un  velo  hasta  ahora 
impenetrable,  es  la  verdadera  causa  que  impelió  á 
D.  Jaime  á  hacer  cortar  la  lengua  al  obispo  de  Gerona. 


vfCTOR  BALAGUER 

ce  como  lo  más  cierto,  que  i 
ae  el  rey  le  habla  coañado  en  s 

quiso  el  monarca  castigarle 
pecado;  pero  se  ignora  en  qi 

pues  aun  cuando  algunos  h 
lo  por  el  obispo  fué  el  matrimí 
n  Doña  Teresa  Gil  de  Vidau 
ilace  no  pudo  realizarse  hast 

de  la  muerte  de  la  reina  I 
os  que  vayan  tampoco  más  ac 

que  la  revelación  del  obispe 
!  D.  Alfonso,  primogénito  di 
itribuci6n  de  la  Corona  que  el 
ida. 

lecho  es  que  el  rey  mandó 
i  á  Fr.  Berenguer  de  Castelil 
lespués  de  esta  sangrienta  mi 
no  Pontíñce,  dándole  cuenta 

tenido  para  proceder  tan  c 
I  y  pidiéndole  ser  absuelto.  E 
conocido;  pero  sí  lo  es  la  co 
ncio  IV,  dada  en  Lion,  de  I 
las  de  Julio  del  año  III  de  si 

de  1246),  la  cual  transcribe 
sacándola  de  la  librería  VatJi 
Epístolas  del  papa  Inocencio, 
que  transcribimos  por  ser  el  : 

la  noticia,  dice  asi,  traducido 
ocencio,  obispo,  siervo  de  lof 
:  Aragón,  espíritu  del  más  sí 
leídas  tus  letras,  ocupó  nuest 
)  asombro  por  la  enormidad 
¡aban;  pues  afirmaste  que  nu 

Berenguer,  obispo  de  Geror 
Ma  alcanzado  tanta  autoridí 


BlPlii.    --^'' 


HIST.  DE  CATALUÑA — EL  REY  D.  JAIME  2 29 

jera  tenido  como  el  más  honrado  entre  los  mayores; 
pero  que  después,  como  tú  añades,  siendo  traidor  con- 
tra tí,  tuvo  la  osadía  de  revelar  cosas  que  tú  le  habías 
descubierto  en  el  fuero  de  la  penitencia,  y  también  ha- 
bía armado  contra  ti  otras  muchas  y  graves  máquinas, 
por  lo  cual  le  mandaste  salir  luego  de  tu  reino;  y  ha- 
biendo él  alcanzado  allí  la  dignidad  episcopal,  tú,  en- 
cendido con  el  calor  de  la  ira,  le  hiciste  prender  y  con 
mandato  sacrilego  quitarle  parte  de  la  lengua.  Asi  nos 
pedías  que  mandásemos  salir  de  tu  reino  á  dicho  obis- 
po, y  á  tí  y  á  los  partícipes  en  consejo,  ayuda  6  ejecu- 
ción, se  diese  la  absolución  de  tan  gran  delito  i. 

Hasta  aquí  el  primer  capítulo  de  la  epístola.  La  suma 
de  los  otros  consiste  en  decir:  que  concede  al  rey  Don 
Jaime  la  grandeza  de  sus  virtudes  y  hazañas,  manifes- 
tándole el  amor  que  por  ellas  y  las  de  sus  predecesores 
le  tiene  el  Papa  sobre  los  demás  príncipes  católicos,  y 
que  en  esta  medida  era  el  dolor  del  escándalo  con  su  de- 
lito ocasionado;  que  no  debía  su  real  prudencia  haber 
creído  ligeramente  en  delito  tan  inverosímil  de  su  con- 
fesor, y  no  fácil  de  probar,  ni  cuando  se  probara  podía 
ser  castigado  del  rey,  sino  del  mismo  Papa;  que  no  es- 
taba el  rey  en  disposición  de  recibir  la  absolución,  pues 
le  duraba  el  rencor  contra  el  afligido  obispo;  y  que,  por 
fin^  le  exhortaba  al  arrepentimiento  de  sus  culpas,  y  á 
que,  conforme  á  los  saludables  consejos  que  le  daría  el 
penitenciario  Fr.  Desiderio,  que  le  enviaba,  satisfacie- 


1  £n  el  cuerpo  de  esta  Historia  de  Cataluña  insertamos  algunos 
párrafos  de  esta  epístola.  £1  cronista  de  Gerona,  en  su  obra  Gerona  his^ 
iórko-monununtal^  con  una  ligereza  que  no  queremos  califícar.  tachado 
falsa  la  epístola  citada  por  nosotros.  "Permítasenos,  dice,  dudar,  no  di- 
remos de  su  autenticidad,  sino  de  su  existencia,  Ínterin  no  podamos  leei- 
la  por  nuestros  propios  ojos. .  Puede  leerla  cuando  guste  en  Odorico 
Rainaldo,  y  traducida  del  latín  en  la  Historia  de  Públet^  por  Fínestres, 
lomo  Il,pág.  277- 


V/CTOR  E 

ios  y  á  la  Iglesia  para  no  perder  el  reino  eterno 
istcrilega  tiranía  de  aquella  sangrienta  ejecución. 
as  cosas  se  deducen  del  contenido  de  esta  epis- 
itre  ellas,  que  Fr.  Berenguer  reveló  un  secreto 
esión;  que  la  revelación  de  este  secreto  fué  an- 
su  nombramiento  de  obispo  y,  por  consiguiente, 
r  á  los  amores  del  rey  con  Doña  Teresa  Gil  de 
a,  y  también  á  los  sucesos  que  dieron  margen  al 
miento  del  príncipe  D.  Alfonso;  que  D.  Jaime, 
desterró  al  fíaíle  por  la  revelación  del  secreta, 
r  estar  urdiendo  tramas  contra  él  y  por  acaudi- 
zi  alguna  parcialidad  ó  algún  bando  que  ponia 
Üictos  al  reino,  y  que  no  se  lanzó  el  monarca  á 
:  por  sí  y  ante  sí  la  captura  del  obispo  y  su  bár- 
utilación,  cediendo  sólo  á  los  impulsos  de  su  co- 
no que  tomó  consejo  de  los  barones  que  le  ro- 

ible  fué  la  sentencia:  bárbara  y  cruel,  más  que 
;;  pero  criminal  y  gravemente  criminal  anduvo 
rdote  indigno  que  ante  Dios  y  ante  los  hombres 
de  aquel  modo  á  la  santidad  del  Sacramento, 
glesia  no  tenía  perdón  para  el  rey  que  mandaba 
tr  la  lengua  al  monje  por  haber  revelado  un  se- 
le  confesión,  tampoco  debía  tenerlo  para  aquel 
y  que  más  adelante  castigaba  un  delito  político 
cer  beber  á  los  reos  el  plomo  derretido  de  la  cam- 
ue  les  llamaba  á  consejo. 

II. 

aria  el  sencillo  documento  de  que  hemos  dado 
en  nuestro  anterior  artículo,  para  dejar  sentado 
b^erdad  irrecusable  el  suceso  de  haber  mandadt 
D.  Jaime  cortar  la  lengua  al  obispo  de  Gerona 
relación  de  secretos  que  le  había  descubierto  e 


HIST.  DE  CATALUÑA — EL  REY  D.  JAIME  23 1 

monarca  en  el  fuero  de  la  penitencia.  Sin  embargo,  por 
sí  acaso  esto  no  bastaba,  Finestres^  en  su  Historia  de 
Poblei,  apéndice  á  la  disertación  XI,  tomo  II,  nos  da 
importantisimos  detalles,  que  comprueban  y  particula- 
rizan el  trágico  acontecimiento,  copiando  varias  es- 
crituras que  extrae  del  proceso  de  reconciliación  del  rey 
D,  Jaime,  cuyo  proceso  parece  que  se  conservaba  en  el 
archivo  de  dicho  monasterio. 

Por  estas  escrituras  se  ve  que,  recibidas  las  letras 
exhortatorias  del  Papa,  avínose  el  rey  á  seguir  los  con- 
sejos de  su  penitenciario  Fr.  Desiderio,  haciendo  pú- 
blico el  reconocimiento  del  delito  cometido  y  el  propó- 
sito de  satisfacer  á  la  Iglesia,  con  escritura  que  otorgó 
en  la  ciudad  de  Valencia  el  5  de  Agosto  de  1246,  la  cual 
comienza  asi,  traducida  del  latín: 

•Nos  Jaime,  rey  de  Aragón,  por  consejo  y  exhorta- 
ción de  Fr.  Desiderio,  penitenciario  del  señor  Papa, 
reconocemos  habernos  excedido  gravemente  en  el  he- 
cho de  la  mutilación  de  la  lengua  del  obispo  de  Gero« 
na,  y  haber  enteramente  ofendido  á  nuestra  madre  la 
Iglesia.  Por  tanto,  doliéndonos  de  lo  hecho,  contritos 
y  humillados,  pedimos  perdón  á  Dios  y  al  Sumo  Pon- 
tiñce,  su  vicario  en  la  tierra,  t 

Sigue  ofreciéndose  á  pedir  perdón  al  ofendido  obispo, 
á  levantarle  el  destierro,  y,  en  satisfacción  del  delito,  á 
construir  un  hospital,  á  terminar  la  abadía  de  Benifazá, 
de  la  Orden  cisterciense,  ya  comenzada,  ó  á  dar  algu- 
nos réditos  á  la  iglesia  de  Gerona,  según  lo  que  al  Papa 
le  pareciera  mejor  y  más  conveniente.  También  se  ofre- 
ce á  reconocer  su  culpa  en  junta  de  prelados,  nobles  y 
ciudadanos  de  sus  reinos. 

D.  Jaime  envió  este  documento  al  Papa  por  conduc- 
to de  Fr.  Arnaldo  de  Peralta,  obispo  de  Valencia,  al 
que  nombró  para  este  caso  su  embajador,  y  lo  acompa- 
ñó-con  una  carta,  que  también  traslada  íntegra  el  cita- 


232  V1C1 

do  Finestres,  en  la  cual  protesta  de  su 
to,  manifestándose  dispuesto  á  hacer  c 
ordenare  en  desagravio  de  su  enorme  d 
por  pedirle  la  absolución. 

A  estas  cartas  contestó  el  Sumo  Po 
fechada  en  Lión,  á  10  de  las  calenda 
año  IV  de  su  pontificado  (22  de  Setii 
comisionando  á  sus  legados  Felipe,  ob 
se,  y  Fr.  Desiderio,  para  que  en  su  r 
sen  al  rey  luego  que  hubiese  dado  satif 
sia  y  al  agraviado  obispo. 

Los  legados  del  Papa  presentaron  la 
cas  al  rey  en  la  ciudad  de  Lérida,  dor 
hallaba,  y  D.  Jaime,  antes  de  recibir  la 
en  la  iglesia  de  religiosos  franciscanos 
el  acto  de  perdón  y  reconciliación  con 
roña,  como  es  de  ver  en  la  escritura  q 
ducida: 

■  Antes  de  nuestra  absolución,  delar 
mos  y  venerables  y  discretos  varones  ol 
se  y  Fr.  Desiderio,  nuncios  del  Sumo 
gregada  toda  la  multitud,  asi  de  prelado 
en  la  ciudad  de  Lérida,  en  la  casa  de  Ii 
res,  perdonamos  de  puro  corazón  al  ob 
sobre  todas  las  cosas  por  las  cuales  ha 
nuestra  ofensa,  y  al  mismo  damos  en  ; 
seguridad.  Dada  esta  escritura  en  Lé: 
calendas  de  Noviembre,  año  1246.1 

Concurrieron  á  este  acto  público,  á 
de  Camerino  y  Fr.  Desiderio,  legado: 
arzobispo  de  Tarragona,  los  obispos  de 
gel,  Huesca  y  Elna,  muchos  magnates 
Cataluña,  y  varios  ciudadanos  principa 

Luego  que  el  rey  hubo  firmado  el  1 
procedieron  á  absolverlo  los  legados  po 


I  CATALUSa — EL  REY  D.  JAIME  233 

ncia  que  hubiese  de  terminar  el  mo- 
la, dando  para  la  f  Jbrica  de  su  igle- 
plata,  y  bienes  suñcientes  para  que 
se  en  él  hasta  40  monjes,  en  vez  de 
edificara;  que  completase  la  dotación 
1  Vicente  de  Valencia,  hasta  que  tu- 
il  de  600  marcos  de  plata,  y  que  fun- 
lapellania  perpetua  en  la  catedral  de 

lel  suceso  que  tanto  escándalo  hubo 
,  y  que  á  tan  diversos  y  contradictor 
ado  lugar  después. 

^„ u\  obispo  gerundense,  Fr.  lierenguer 

de  Castellbisbal,  se  sabe  que  falleció  fuera  de  su  dióce- 
is,  en  Ñapóles,  el  año  de  1254. 


CATALUÑA 


lE  POBLET 


•BLET. 


lisíma  amiga 
'oblet,  hace  p 

isar  en  V.  P( 
lé  profunda,  t 
s  á  las  de  mi 

,  . b >..  papel  mis  im 

siones  y  recuerdos- 
Al  llegar  á  mi  casa  de  Madrid,  de  regreso  de  aq 
venturosa  excursión,  busqué  con  afán  algo  que  n 
daba  haber  escrito  sobre  Poblet,  allá  por  los  añc 
i85o  nada  menos.  No  sin  dificultades  alcancé  un  e 
piar,  y  con  viva  curiosidad  y  mayor  emoción  pú; 
á  leer,  á  devorar  mejor,  las  páginas  que  escribí 
treinta  y  cuatro  años. 

Pareciéronme  detestables,  lo  digo  en  crudo,  y 
cebí  en  el  acto  la  idea  de  modificar  aquel  trabaj 
más  bien  escribir  otro  nuevo.  No  será  mejor  que  i 
probablemente,  así  lo  temo;  pero  probará,  cuando 
nos,  qué  conozco  mis  errores  y  busco  la  enmienda 
Deseo  amparar  esta  nueva  obra  mía  con  el  noi 


238  VÍCTOR   BALAi 

de  V.,  mi  noble  y  bondadosa  amiga.  Quiero  que  el  pa- 
bellón cubra  la  mercancía,  y  que  su  nombre,  por  ser  de 
tan  ilustre  y  discreta  dama,  salve  la  obra. 

A  más,  ¿cómo  no  dedicar  este  escrito  á  la  que  fui 
nuestra  compañera  y  tomó  parte  en  la  excursión;  á  la 
que,  abandonando  las  delicias  y  comodidades  de  su  es- 
pléndido y  suntuoso  hogar,  no  vaciló  en  acometer  las 
fatigas  y  molestias  de  un  viaje  penoso  y  verdaderameo- 
te  anormal  en  la  estación  presente? 

¿Recuerda  V.,  amiga  mía,  cómo  surgió  la  idea  de 
nuestra  expedición? 

Habiamos  inaugurado  ya  nuestra  Biblioieca-Musto  de 
Villanueva  y  Geltrú,  y  para  honrar  al  ilustre  académi- 
co D.  Manuel  Cañete,  gloria  de  nuestras  letras,  que 
había  asistido  á  la  ñesta  en  representación  de  las  dos 
Reales  Academias  Española  y  de  la  Historia,  su  her- 
mana de  V.,  ese  ángel  de  amor  y  de  bondad  que  se  lla- 
ma la  marquesa  de  Casa  Sama,  nos  habia  reunido  á  to- 
dos en  su  hogar  patriarcal  y  en  torno  de  la  mesa  ben- 
dita donde  su  noble  esposo  tiene  el  placer  indecible  de 
ver  congregada  su  numerosa  y  querida  familia. 

Conozco  bien,  V.  lo  sabe,  aquella  casa  de  beodición. 
No  soy  en  ella  el  huésped.  Soy  el  amigo,  el  miemlm 
de  la  familia  que  es  siempre  esperado  con  impaciencia, 
recibido  con  alegría,  despedido  con  pena.  Conozco  bies 
aquella  casa.  Se  me  imagina  que  es  la  mía,  y  al  entrai 
en  ella,  sobre  todo  cuando  llego  con  el  ánimo  afligido, 
me  parece  respirar  los  aires  de  paz  y  de  serenidad  que 
dan  vida  al  cuerpo  y  salud  al  alma. 

Aquel  excelente,  y  llano,  y  modesto  marqués  de  Casa 
Sama,  que  á  tan  gran  corazón  reúne  tan  agradable  tía' 
to;  aquella  bondadosa  señora  tan  amante  de  sus  hijo! 
y  tan  devota  á  los  suyos;  aquellos  hijos  tan  tiernos 
respetuosos  para  con  sus  padres;  aquel  hogar  de  ta 
sencillas  y  patriarcales  costumbres,  que  recuerda  1 


.uSa^i.as  ruínas  db  poblet  239 
tradicional  y  antigua  llar  catalana;  aquella  serena  tran- 
quilidad que  se  respira  y  siente  al  entrar  en  aquel  tem- 
plo de  familia,  todo  esto  me  atrae  y  fascina  de  tal  ma- 
nera y  con  tan  poderoso  encanto,  que  sólo  me  resig- 
no á  mi  tempestuosa  vida  política  de  Madrid,  para 
considerarme  con  derecho  á  gozar  del  placer  inefable 
que  siento  cada  verano  al  llegar  á  aquella  casa,  r^ue  Dios 
bendiga.  £s  algo  parecido  á  lo  del  viajero  que  tras  de 
un  largo  y  penoso  viaje  á  pie  por  abruptos  y  áridos  ca- 
minos, bajo  los  rayos  de  un  sol  abrasador,  llega  de  pron- 
to, sediento  y  fatigado,  á  una  fresca  y  apacible  fuente 
donde  arroyos  murmurantes  le  brindan  al  descanso,  y 
árboles  frondosos  le  ofrecen  el  regalo  de  su  sombra. 

Pero  vuelvo  á  anudar  el  hilo  de  mi  relato. 

¿Recuerda  V.,  repito,  cómo  nació  la  idea  de  la  expe- 
dición? 

Estábamos  á  28  de  Octubre  y  en  torno  de  la  mesa  de 
los  marqueses  de  Sama. 

Manuel  Cañete  hablaba  de  nuestro  viaje  de  regreso  á 
Madrid,  y  deploraba  no  tener  tiempo  para  ir  á  visitar 
las  ruínas  de  Poblet. 

— Pues  es  preciso  tenerle.  Poblet  vale  la  pena, — dijo 
OQo  de  los  comensales. 

—¿Y  si  fuéramos  á  pasar  la  próxima  noche  de  difun- 
tos en  Poblet,  junto  á  las  tumbas  de  los  reyes  de  Ara- 
gón?—dijo  alguno,  no  sé  quién. 

¿Fué  V.,  señora  mía? 

La  idea  brilló  como  un  rayo  de  luz.  Tan  excelente 
hubo  de  parecer,  que  se  recibió  con  un  grito  unánime 
de  aplauso,  y  se  impuso  como  se  imponen  las  cosas  que 
llegan  al  alma:  sin  discutirse. 

La  expedición  quedó  arreglada  aquella  misma  noche, 
y  comprometidos  los  expedicionarios,  de  los  cuales,  con 
gnm  coBtentamiento  de  todos,  se  decidió  V.  á  formar 
parte. 


24*»  VÍCTOR   BALAGUl 

No  he  de  olvidar  fácilmente  aqi 
años,  y  lo  recordara  aún. 

Recuerdo  cómo  fuimos  en  numi 
cibir  el  hospedaje  con  que  nos  bri: 
ciano  D.  Miguel  Clavé,  ofreciénd< 
po  junto  á  las  ruinas.  Recuerdo  q 
su  avanzada  edad  acompañarnos,  i 
los  honores  de  la  casa  en  su  nom 
á  su  ilustre  yerno  D.  Casimiro  Gi' 
nado  de  su  hijo,  gallardo  y  exceleí 
dispensarnos  una  hospitalidad  tan 
tan  suntuosa,  que  no  parecía  sino 
gar  á  unas  ruinas,  habíamos  llega 
lentas  mansiones  feudales  de  otras 
sentarse  grandes  comitivas,  inopit 
to,  encontraban  cómodo  albergue 
para  todos. 

Recuerdo  también  todas  las  sor 
cantos  de  aquella  hospitalidad  am 
á  nadie,  como  si  nos  halláramos  < 
losa  y  abastada.  Y  recuerdo,  por  fi 
nes  á  las  ruinas,  nuestra  misa  soh 
por  el  P.  Llanas  en  la  solitaria 
nuestros  paseos  por  el  monte  á  la 
tes  arroyos,  y  nuestras  fraternali 
con  el  discreteo  de  animados  coloq 
V.  como  reina,  y  señora,  y  dam 
mientos. 

Pero  por  gratos  que  estos  recue 
que  á  todos  domina  y  supera  á  tot 
gada  á  Poblet.  ¿No  es  verdad,  sen 

Eran  el  día  de  difuntos  y  poco  a 
che  cuando  por  vez  primera  penei 
La  noche  estaba  oscura  y  borrase 
al  día,  y  ráfagas  violentas  de  aii 


HIST.  DE  CATALUÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLET 

berír  nuestras  ñ%ntes,  atizando  la  llama  de  la: 
chas  con  que  los  guias  alumbraban  nuestro  cam 
avanzado  de  la  hora;  las  sonsbras  y  misterios  d 
che;  las  grandes  masas  negras  de  los  montes  > 
que  parecían  á  través  de  la  oscuridad  abalanzan 
nosotnss;  las  siluetas  de  los  muros  y  de  las  toi 
bajándose  confusamente  á  nuestra  vista;  el  he]a< 
to  que  llegaba  de  las  ruinas  como  para  trae 
humedad  y  la  frialdad  de  los  sepulcros;  la  misn 
Jante  llama  de  las  antorchas,  que  sólo  parecía  lu 
que  pudiéramos  ver  mejor  las  tinieblas:  todo  es 
do  á  la  santidad  y  tradición  del  día,  nos  ímpre 
de  una  manera  singular  y  desusada. 

Los  que  pocos  momentos  antes,  congregad! 
triclíneo  de  la  casa  Clavé  y  en  tomo  de  la  abi 
mesa  del  huésped,  saboreando  el  aromático  café 
gftimo  veguero,  nos  entregábamos  á  todo  el  bi 
expansión  del  regocijo,  íbamos  entonces,  mud 
lenciosos,  recogidos  y  encerrados  en  nuestros 
mientos,  avanzando  paso  á  paso  y  acercándon 
temor  más  aún  que  con  respeto,  á  aquellas  mí 
nos  atraían  con  la  ardiente  curiosidad  que  insp 
lo  desconocido  y  todo  lo  misterioso.  Si  alguier 
ees,  desde  cualquiera  de  las  apartadas  Masías,  > 
vemos  pasar  á  semejante  hora  de  aquella  noch' 
Ituitos,  silenciosos,  envueltos  en  nuestras  cap 
entre  la  doble  hilera  de  guias  con  sus  encendid 
debió  creer  que  los  muertos,  salidos  de  sus  tumi 
daban  vagueando  por  el  monte  á  la  luz  de  fue 
tuos. 

De  esta  manera  llegamos  á  la  puerta  del  mon 
y  alguno  hubo  de  asombrarse  no  encontrando 
de  pie,  y  vivos  dentro  de  sus  enmalladas  cotas  3 
armaduras,  á  los  nobles  caballeros  catalanes  3 
neses  que,  despertando  de  su  sueño  de  siglos  y  i 

TOMO   XIX  I 


24a  VÍCTOR  B» 

nando  sus  lechos  de  piedra, 
]ir  que  los  profanos  invadier 
lescanso  eterno  de  los  reyes 
tno  habían  de  presentarse  á  1 
inermes  y  curiosos,  si  un  día 
bas  que,  blandiendo  la  tea  ir 
:ida,  fueron  á  profanar  las 
allí  dormían? 

La  oscuridad  era  profunda 
la  puerta  que  diera  un  día  i 
del  rey  D.  Martín,  dos  encoi 
mánica  que  comunica  con  el 
itrás  nuestros  guías  con  las  : 
medio  de  las  más  profundas 
retroceder  ni  avanzar. 

No  podíamos  explicamos  1 
íbamos  ya  á  llamarlos,  cuan' 
:er  una  luz  roja;  y  entonces, 
xanas  de  la  tierra,  por  sobre 
íiechicería,  se  presentó  á  nu< 
jerbio,  esplendente  de  luz  y 
neante  como  en  medio  de  ui 
ravilloso  y  monumental  ciau 

Todo  era  obra  de  un  rojo 
le  nuestra  comitiva  mandar 
lernos. 

No  recuerdo  haber  tenido  1 

Así  apareció  á  nuestros  oj 
no  por  arte  de  magia,  aque 
le  personas  vieron  y  con  ocie 
:a,  cuando  el  pincel  de  un  ar 
eatro  para  la  magna  escena 
jcrío.  Así  es  como  se  nos 
:Iaustro  del  siglo  xui  con  tod 
le  arte;  con  sus  esbeltos  pila 


JNA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         243 

iteles,  y  rosetones,  y  calados;  con 
en  mitad  del  patio;  con  los  lien- 
enos  de  severos  sepulcros;  y  allá, 
Ella  en  arco  semicircular  que  daba 
estancia  donde  los  Monjes  Blan- 


•  y  de  los  fuegos  de  Bengala  reco- 
las ruinas  de  Poblet,  y  todo  lo  vi- 
prisa  y  de  pasada;  que,  aun  cuan- 
3  más  detenida  visita  para  la  ma- 
uz  del  día,  no  queríamos  perder 
:  aquella  noche.  Y  era  que,  domi- 
>s  retornos  de  añejo  entusiasmo 
nos,  no  ya  un  deseo,  sino  una  ne- 
isitando  las  ruinas  de  aquella  ma- 
i,  con  el  misterio,  á  la  luz  de  las 
nugir  del  aborrascado  viento,  que 
TÍas  y  en  las  estancias,  remedaba 
uosos  cantos  de  los  monjes  en  el 
,  „        ¡s  gemidos  de  víctimas  infortuna- 

das, y  otras,  por  ñn,  los  descompasados  gritos  de  mu- 
^  cbedumbres  entregadas  á  la  orgía  de  las  bacanales, 
como  si  quisiera  asi  familiarizamos  con  los  secretos  de 
las  tres  épocas  más  caracterizadas  del  cenobio  cister- 
ciense. 

¡Qué  expedición  la  nuestra,  señora  míal  No  ha  visto, 
no,  ciertamente,  las  ruinas  de  Poblet  quien  no  las  haya 
visto  como  nosotros,  á  la  luz  de  las  teas,  al  rumor  de 
la  tempestad  y  en  la  noche  de  difuntos. 

Entramos  en  la  capilla  de  San  Jorge,  joya  preciosa 
del  arte  gótico,  donde  doblaban  los  monarcas  su  rodilla 
f  antes  de  penetrar  en  el  recinto;  descendimos  á  la  igle- 
sia de  Santa  Catalina,  que  tiene  algo  de  cripta,  manda- 
da edificar  por  el  conde  de  Barcelona,  D.  Ramón  Be- 
leoguer  IV;  pasamos  por  junto  al  que  fué  palacio  aba- 


244  VÍCTOR   BAL 

cíal,  del  que  casi  sólo  queda  i 
con  ventanas  sin  postigos  ni  ce 
cuencas  de  ojos  sin  pupila;  ati 
tral,  abierta  entre  dos  torreont 
jambas  y  dinteles  se  destacan  i 
y  Cataluña,  y  la  tradicional  fa 
nos  sentamos  á  departir  unos 
junto  al  saltante  surtidor  qui 
centro  vertiendo  el  agua  por 
cadas  y  mudas,  sobre  labrada 
destruidas  y  rotas;  visitamo! 
lenta  aún  en  sus  tres  naves,  < 
das,  en  sus  ventanas,  coluí 
opulencia  del  arte;  penetramc 
donde  entre  códices  precióse 
valia,  se  guardaban  todos  ai 
biertas,  afanosamente  buscad 
con  las  armas  y  el  nombre  dt 
los  legó  al  monasterio;  subin 
yantar  por  el  rey  D.  Martín, 
de  éste  antes  de  habitarlo  y  f 
su  muerte,  pareció  destinar  I 
y  eternas  soledades;  atravesa 
ríos  de  los  monjes,  y  bajamo: 
llamada  Iglesia  Mayor. 
¡Qué  grandeza  aún  y  qué  i 
La  luz  y  el  aire  penetran  a 
recieron  los  cristales  de  color 
ventanas  modiñcaban  las  luc 
eos  altares  que  la  poblaron,  < 
llamas;  desnudos  y  agrietadc 
ros;  los  murciélagos  anidan  e 
dos  de  sus  columnas;  ya  no  i 
les  sillones  de  su  coro;  los  re 
sacrilegamente  profanados,  ; 


U.UÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLBT         3^5 

:os,  la  imagen  venerada  de  la  Virgen, 
is  espadas  desnudas  no  custodian  la 
icienso  en  aromatizantes  oleadas  no 
ar  las  bóvedas;  ya  el  órgano  no  llena 
i  el  espacio;  ya  no  resuena  el  pausa- 
to  de  los  monjes.  Todo  está  desierto, 
lo  está  profanado,   y,  sin  embargo, 
ajestad  y  grandeza;  todavia  el  ánimo 
;e,  impresionado  por  el  sentimiento 
tres  airosas  naves  de  aquel  templo  y 
forma  de  cruz  latina,  con  sujeción  á 
e1  artíñce,  como  si  hubiese  querido 
prever  que,  aun  desapareciendo  todo,  imágenes,  cruci- 
fijos, emblemas,  reliquias,  leyendas,  lienzos,  esculturas, 
lodo,  allí  debia  permanecer  siempre,  mientras  quedase 
en  pie  un  solo  palmo  de  muro,  la  santa  forma  de  la  cruz 
de  nuestro  Redentor  divino. 

Por  instinto  ¿lo  recuerda  V.?  fuimos  á  agrupamos 
todos  junto  al  sitio  donde  existen  los  destrozados  se- 
pulcros de  los  reyes  de  la  Corona  de  Aragón,  que  allí 
pensaron  dormir  su  sueño  eterno,  rodeados  en  muerte, 
como  lo  fueron  en  vida,  de  sus  proceres  más  altos  y 
más  renombrados  barones. 

Efectivamente,  alli  se  leen  aún,  en  aquellas  rotas  lá- 
pidas; allí  se  ven  aún,  en  aquellas  mutiladas  estatuas 
que  andan  á  trozos  por  el  suelo,  los  nombres  y  los  he- 
chos, las  efigies  y  los  trajes  de  cien  nobles  caballeros, 
de  la  Corona  de  Aragón  que,  al  estremecer  la  tierra 
bajo  la  uña  de  sus  corceles,  extendían  por  todo  el  uni- 
verso mundo  la  fama  de  sus  virtudes  y  de  sus  hazañas. 
Esparcidos  por  los  claustros  y  las  capillas  estaban  los 
panteones  y  monumentos  fúnebres  de  algunos  condes 
de  Üi^el,  la  ilustre  familia  que  por  lo  alto  y  antiguo  de 
su  nobleza  rivalizaba  con  la  casa  de  Barcelona,  y  que 
fué  á  extinguirse  desastrosamente  en  el  castillo  de  Já- 


24^ 

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-LAS  RUINAS  DE  POBLET         247 

;bres  privilegios  de  la  Unión, 
er  reyes:  allí  D.  Femando  de 
quien  hubo  de  dar  derecho  y 
aspe,  acto  el  más  alardoso  de 
registra  nuestra  historia:  alli_ 
mquistador  de  Ñapóles  y  res- 
quien  se  duda  si  fué  más  agu- 
ida,  y  que  suspendió  el  saqueo 
o  patria  de  Virgilio;  allí  Don 
r  sembrado  tantos  vientos  re- 
,  provocando  el  levantamiento 
palabras  imprudentes  de  la  ira 
rie:  allí  D.  Martín  el  Humano, 
ijos  abrió  ancho  campo  á  los 
"fin,  entre  todos  el  primero, 
,  de  quien  todo  lo  que  de  más 
,  dicho  con  sólo  pronunciar  su 
imorable  en  las  eternidades  de 

lescansaban  sus  esposas  y  sus 
icipes;  á  sus  pies  las  familias 
le  la  casa  real;  en  tomo  y  por 
de  las  naves,  las  damas  y  ca- 

dejaba  de  ser  ciertamente  sin- 
icontrar  en  aquel  sitio,  unidos 
erte,  á  muchos  que  durante  su 
toda  la  crueldad  de  sus  odios 
anes  y  sus  bandos.  Así  se  vela 

la  soberbia  castellana  esposa 
:liz  é  infortunado  príncipe  de 
uien  tan  fieramente  persiguió 
o  hubieron  de  dar  yerbas,  se- 
Igunas  pobres  reinas  junto  á 
ie  su  corte  que  les  habían  ro> 
y  la  paz  del  tálamo;  as!  se  en- 


248  VÍCTOR  BALAGUER 

contraban,  mirándose  aún  con  ira; 
ojos  de  piedra  de  las  estatuas  ergui' 
soleos,  los  caudillos  que  con  sus  b: 
turbado  cien  veces  la  paz  del  reino. 

Aquello  era  un  pueblo  de  sepulcr 
muertos.  Allí  estaban  todas  las  gra 
en  el  sejio  de  todas  las  majestades 
allí  también,  en  medio  de  aquel  si 
soledad;  allí,  donde  todo  estaba  ft 
allí,  en  el  seno  de  toda  aquella  mu( 
bargo,  algo  que  vivía  con  toda  la  e; 
vida  poderosa,  algo  que  hablaba  coi 
las  tempestades  y  de  las  multitudes, 
mado,  parlante,  prócero:  la  hístori; 
Aragón,  que  allí  se  hallaba  con  sus 
res,  con  sus  libertades  y  parlamente 
capitanes  de  épicas  hazañas,  sus  ju 
de  romanas  virtudes,  sus  leyes  don 
de  las  pasiones,  sus  flotas  domeñan* 
mares,  y  su  progreso  y  su  civilizacíi 
la  eternidad  de  su  gloria. 

Largo  espacio  de  tiempo  perman 
dad  de  aquellas  ruinas,  vagando  uní 
por  entre  los  escombros,  agrupando 
que  acertaba  á  cautivar  nuestra  atei 
ra  de  las  maravillas  del  arte  que  allí 
ya  nos  entretuviera  con  las  legenda 
las  históricas  gestas  que  recuerdan 
lias  expoliadas  tumbas  ó  de  aquellai 

Fué  entonces  cuando,  entre  divi 
sos,  oímos  contar  á  un  compañero  i 

Pero  no,  no  puede  ser,  debo  habc 
verdaderamente  contar?  ¿Fué  engaf 
oídos,  6  ilusión  ahora  de  mis  recuei 

¿Será  cierto  lo  que  nos  contaron? 


TALUNA — LAS  RUINAS  DE  POBLBT         249 

ado?  ¿Es  cierto,  es  verdad,  señora? — 
'¿eS'  cierto,  es  verdad  lo  que  junto  á 
ras,  á  la  luz  de  l.is  teas  y  en  la  noche 
i  contaron? 

Edgardo  Foé  en  sus  fantásticos  cuen- 
i  alemanas  con  sus  sombrías  y  deli- 
oyeron  contar,  ni  escribieron  jamás, 

os  monjes  habían  desaparecido  arras- 
Lcnta  revolucionaria,  ya  las  llamas  del 
evorado  los  altares,  ya  Poblet  habla 
;o;  pero  todavía  estaban  allí,  respeta- 
:ólumes,  las  sepulturas  de  los  reyes 

no  una  hueste;  una  facción  de  migue- 
repente  para  vivaquear  en  aquellos 

s  que  alli  acampaba,  la  tropa  estaba 
y  de  concierto  general  y  común  acuer- 
>s  pasar  la  tarde  entregados  al  ínocen- 
;go  de  los  bolos. 

1  sitio  elegido.  Las  sepulturas  fueron 
ertos  convidados  á  la  ñesta.  Los  su- 
vestimentas,  las  cotas  de  malla,  los 
erte,  todo  quedó  esparcido  por  el  sue- 
e  poca  monta,  abandonado, 
inteón  de  la  derecha  hallaron  un  es- 
ira  realmente  el  de  un  gigante:  el  de 
agón. 

al  atrio  y  colocáronle  de  pie,  á  la  puer- 
2ado  de  brazos,  con  un  fusil  en  ellos, 
h'igilancia  para  que  nadie  fuera  osado 
1  juego. 

^tre  bulla  y  algazara. 
Ds  reyes  de  Aragón  y  de  sus  magna- 


VÍCTOR  BKUi 

n  de  bolos.  Los  crár 
^  de  sus  barones  sirvieron 
asi  fué  como  durante  la 

de  verano,  se  concertaror 
e  sus  ocios  los  descendient 
¡uellos  almogávares,  que 
latar  los  suyos  conquistai 
a  y  Cerdeña,  y  Constantii 

de  Aragón. 

aquí  termino  ya,  señora  r 
ndole  me  permita  ponerla 
)  entregar  al  público  bajo  1 
n  discreta  dama  y  tan  cari 

II. 

L>  leyenda  de  ] 

ómo,  y  por  quién,  y  de  t 
dioso  monasterio  de  Poblel 
y  de  extraños,  maravilla  d 
:  ruina  y  recuerdo  vivo  d< 
.  quién  debió  su  grandeza] 
todas  estas  preguntas  coi 
idera  leyenda  con  su  histo 
/  con  su  crónica  también  ' 
Tmítase,  pues,  al  historial 
lisión,  deje  campo  al  ley 
i,  que  recorres  las  ruinas  { 
ano  para  que  él  te  cuente 
idición  ó  la  historia  de  los  c 
(jos  ó  más  te  impresiona! 
ti,  no  para  los  eruditos  ni  ] 
;lla  dama,  la  que  lees  esta 


TALUÑA — LAS  KUINAS  DE  POBLET         Z5I 

na  y  manera  que  hacerlo  solía  el  viejo 
:motas  mocedades, 
s  del  siglo  XII. 

^turana  se  elevaba  sombrío  y  negniz- 
nencia,  dibujando  en  la  sombra,  á  la 
el  alba,  su  triple  línea  de  almenas  y 
es.  Las  tinieblas,  que  parecían  reti- 
nte ante  la  proximidad  del  astro  diur- 
m  aparecer  el  castillo  en  toda  su  im- 
¡a  majestad.  La  fortaleza  se  destacaba 
gigantesco  buitre  posado  sobre  una 

a  una  hermosa  mañana,  una  de  esas 
:  Mayo,  llenas  de  perfumes,  ricas  de 
is  de  poesía,  como  sólo  las  conocen 
tan  en  países  meridionales.  La  prime- 
ara flotaba  por  encima  de  las  tinieblas 
disipar,  como  flota  un  velo  blanco  so- 
;  luto;  las  flores  más  maravillosas  de 
:nso,  perdidas  entre  mares  de  verdura, 
lente  sus  húmedos  cálices;  la  brisa  acá- 
das  yerbas  que  se  mecían  amorosas 
os;  los  árboles  balanceaban  sus  cabe- 
5,  y  los  céspedes  extendían  sus  pere- 
de  terciopelo,  sobre  las  cuales,  á  la 
crepúsculo,  llueven  á  millares  esas 
:as  de  rocío  que  aparecen  como  puntas 
re  tapices  de  esmeraldas, 
en  calma.  Sólo  se  oía  el  paso  monó- 
i  sarraceno  que  velaba  en  el  muro,  y 
oso  del  viento  acariciando  el  follaje. 
L,  pues,  en  que  el  silencio  podía  hacer 
ivcrso  todo  yacía  en  profundo  sueño, 
;  la  torre  del  Norte  se  abría  cautelosa- 
)a80  á  una  mujer  envuelta  en  un  man- 


252  VÍCTOR   BU 

to  blanco  como  la  nieve,  que 
á  lo  largo  de  la  muralla. 

No  tardó  en  salir  del  prime 
netrar  en  un  ameno  circuito  ( 
se  elevaba,  poblado  de  árbol 
mujer  avanzando  por  aquel  d< 
rapidez.  Cualquiera,  al  verla 
tantes  pliegues  de  su  blanco  í 
murante  ramaje,  y  deslizarse 
ranjos  y  cimbreadoras  palma 
una  ondina  retardada  que,  so 
matinales,  corría  presurosa  á 
ñeras,  para  con  ellas  sumei^ii 
tal  y  de  plata. 

El  sitio  que  atravesaba  erf 
sitio:  magniñco  jardín  orient: 
encanto,  al  suelo  de  Cataluü 
perdido  de  su  espléndida  y  eni 
dores  caprichosos  dejaban  cae 
surro  sobre  marmóreas  concl 
rando;  bóvedas  de  follaje  deja 
rayos  del  sol;  senderos  de  fina 
elevarse  á  sus  costados  murai 
donde  la  rosa  y  el  jazmín  enU 

Un  reyezuelo  moro,  como  t 
España,  Almira  Almuminiz, 
hecho  brotar  aquel  delicioso 
una  árida  montaña,  para  que 
vorit'as  les  faltara  nada  en  Ca 
africanos. 

Al  extremo  del  jardín  se  al; 
de  pórfido  y  de  mármol,  plací 
á  cuyo  alrededor  crecían  espe! 
preses  artísticamente  éntrela 
este  pabellón,  y  después  de  h; 


iTALURa — LAS  RUINAS  DK  POBLET         253 

e  no  la  seguían,  empujó  la  primorosa 
[ue  le  cerraba  el  paso,  y  penetró  atro- 
el  interior. 

acostado  en  unos  cojines  de  escarlata 
ro,  se  levantó  al  verla;  ella  entonces 
■noz  que  la  cubría,  y  una  mujer,  supe- 
a  á  toda  idea,  espléndidamente  vestida 
según  la  usanza  árabe,  apareció  á  los 
e  del  pabellón. 

iste  hoy,  Anhuba — dijo  éste  dando  un 
lia  mora; — demasiado  quizá.  Mira:  el 
no  una  mancha  de  sangre  en  el  hori- 
eñalando  por  una  ventana  el  espacio, 
ozco  que  he  tardado — añadió  con  voz 
quien  el  desconocido  había  llamado 
i  me  sorprendió  en  mi  estancia,  y  por 
lecirte  que  te  amo.  Te  lo  dije  ya,  Ro- 
;ho.  Pudieran  sorprenderme. 
■s.  Todo  está  preparado  para  nuestra 
igo. 

:he,  á  la  hora  en  que  las  tinieblas  ha- 
mitad  de  su  carrera,  te  esperaré  aquí 
abellón,  y  con  la  ayuda  de  Dios  aban- 
itio  infame. 

s  me  hacen  feliz,  Rodrigo  mío y, 

iblo  y  vacilo Un  secreto  sobresalto 

ón. 

imada  mía.  En  el  extremo  del  jardín 
echa,  cubierta  ahora  con  espesos  ma- 
facilita  seguro  paso  á  la  montaña,  y, 
sta,  el  cauce  del  torrente  nos  condu- 
>nada,  sin  ser  vistos,  hasta  las  prime- 
;bIecÍto  de  Ullés.  Una  vez  allí,  mira: 
Jicar  por  tres  veces  seguidas  á  mis  la- 


254  VÍCTOK   BALAGUER 

bios  este  silbato  de  acero,  y  poco  tardare 
nuestras  órdenes,  dispuesto  á  servirnos  3 
lugar  seguro,  al  hombre  más  activo,  ra 
más  práctico  de  la  comarca. 

—  ¿Y  quién  es  ese  hombre? 

— Un  pobre  cazador  que  se  llama  I 
hace  ya  un  año,  cuando  me  hallaba  con  1 
te  guerreando  contra  los  moros  de  T 
suerte  de  librarle  de  un  mal  paso  en  qi 
gado  su  vida,  y  entonces  el  agradecido  c 
presentándome  este  silbato;  «Pobre  soj 
llamo  Poblet,  y  habito  en  el  pueblo  de 
día  quisiera  vuestra  mala  suerte,  D.  I 
hallarais  por  aquellas  cercanías  en  algíi 
do,  rasgad  el  aire  tres  veces  con  el  ag 
silbato,  y  aun  cuando  pasen  años,  cora 
amigos  estén  en  disposición  de  oirio,  un 
liarán  con  la  rapidez  de  la  flecha  á  VU' 
tomé,  y  prometí  apelar  á  sus  servicios  s 
sión.  No  sabia  entonces  que  bien  pronti 
ses,  una  miserable  emboscada  debía  hi 
manos  del  régulo  de  Ciurana,  y  que  tra 
tan  cerca  de  los  lugares  que  recorre  lit 
dor,  debía  languidecer  diez  meses,  ata 
del  esclavo,  y  sentir  crujir  mis  huesos  t 
un  perro  de  Mahoma. 

Y  el  noble  Rodrigo  inclinó  su  cabeza ; 
te  entre  las  manos. 

—¿Y  yo? — dijo  tristemente  Anhuba. 

— ¡Ah!  sí — exclamó  entonces  apasi 
cristiano; — por  fortuna  Dios  me  ha  env 
ga  carrera  de  sufrimientos  y  martirios 
consolarme  y  templar  mis  penas. 

— Esta  noche  seremos  libres,  amadi 
joven  mora  tratando  de  apartar  las  ideas 


A — LAS  RUINAS  DE  POBLET         255 

:  Rodrigo; — esta  noche  cruzare- 
jertad,  uno  en  brazos  de  otro,  y 
la  nos  encuentre  ya  ante  un  altar 
ianos,  cuyos  dulces  preceptos  y 
ensenaste  tú  á  venerar.  Anhelo 
;o  mió:  cada  momento  que  pasa 
eseo  que  la  religión  de  mi  ama- 
lor  y  de  esperanza,  puriñqde  mi 
bautismo,  como  sus  preceptos, 
tus  labios,  han  puriñcado  ya  mi 
ahora  en  el  caos  de  la  idolatría, 
na  serás  mia;  mañana  bendecirá 
la  altiva  favorita  del  orgulloso 
mpañera  del  cristiano  caudillo. 
ma  ya  en  toda  su  pompa.  Vete, 
iba. 

mado  mío. 

idosc  en  su  manto,  se  deslizó  li- 
1,  después  de  haber  rozado  con 
amante  esclavo, 
ihuba,  Rodrigo  abandonaba  á  su 
irtiendo  en  dirección  opuesta, 
lanto  de  la  favorita  había  des- 
las  palmeras  del  jardín;  cuando 
de]  todo  los  pasos  del  esclavo, 
a  escena  extraña  junto  á  aquel 
io,  poblado  un  momento  por  el 
dos  amantes. 

no  podía  ser  ciertamente  causa- 

ó  sentir  en  lo  más  espeso  de  un 

matorral  vecino,  cuyas  ramas  se  agitaron  lentamente 

dando  paso  á  una  monstruosa  cabeza  de  negro Tras 

de  la  cabeza  apareció  un  deforme  cuerpo  de  enano. 
Hubiérase  dicho  un  demonio  brotando  del  seno  de  un 
monstruo. 


256  VÍCTOR   Bit 

AI  hallarse  fiícra  del  matoi 
como  pudiera  haberlo  hecho ' 

sus  miradas  por  todas  partes;  interrogó  el  silencio  y  U 
profundidad  de  las  matas,  y,  seguro  de  que  nadie  leí 
veía,  se  lanzó  presuroso  tomando  la  misnoa  dirección 
que  Anhuha.  \ 

Dos  horas  más  tarde,  el  señor  de  Ciurana  y  de  todos 
aquellos  alrededores,  el  rey  moro  Almira  Almuroiniz, 
el  más  constante  y  más  implacable  perseguidor  de  losi 
cristianos,  hallándose  en  su  estancia  y  sentado  sobre 
opulentos  cojines,  acertó  á  volver  casualmente  la  cabe- 
za, y  vio,  no  lejos  de  la  puerta,  á  un  hombre  respetuo- 
samente encorvado,  de  tal  manera  que  casi  tocaba  con 
la  cabeza  el  suelo.  Largo  rato  hacia  ya  que  estaba  en 
semejante  postura  sin  desplegar  los  labios  para  no  tur- 
bar el  recogimiento  de  su  poderoso  señor. 
— Levántate,  Hadkahadji, — dijo  el  régulo.  ^ 

El  negro  se  incorporó.  ^1 

— Dime — prosiguió  Almira  Almuminiz, — ¿quénotí-%^« 
cias  traes  á  tu  señor?  ^¿ 

— El  cristiano  y  la  favorita — dijo  el  negro  con  voz^*^ 
sorda, — se  han  visto  hoy,  como  ayer,  como  anteayer,! 
en  el  pabellón  del  jardín  arromper  el  alba.  P 

— ¿Pudiste  oir  algo  de  su  conversación?  ' 

— Una  VC2  me  acerqué  á  rastras  hasta  la  puerta  iie^ 
cedro,  y  distinguí  perfectamente  la  voz  de  Aohuba.      1     . 
—¿Qué  decía?  pT" 

— Hablaba  en  la  lengua  de  los  cristianos.  >^ 

— Que  ese  perro  esclavo  le  habrá  enseñado.  ¿Irá  tam-  V 
bien  mañana  Anhuba  á  la  cita? 
— Probablemente. 

Almira  Almuminiz  sacó  un  puñal  de  su  cinto,  y  arro' 
jándoselo  al  esclavo  le  dijo: 

— Cuando  vaya  Anhuba  á  la  cita  debe  encontrar  ui 
cadáver.  Por  hoy  nada  más — añadió,  viendo  que  el  nf 


JA— LAS  RUINAS  DE  POBLET       257 

dando  sin  duda  más  órdenes; — 

se  ha  de  hacer  con  Anhuba 

regale. 

ilvaje  gozo  resplandeció  en  el 

[ue  recogió  el  puñal,  retirándose 

e,  á  hora  ya  muy  avanzada,  se 
la  mañana  una  pequeña  puerta 
o,  saliendo  por  ella  la  misma 
ito  blanco  envuelta.  Tomó  igual 
el  alba,  y  llegó  á  la  puerta  del 

lí  para  respirar  y  reponerse  un 
L  carrera. 

más  profundo,  un  silencio  de 
lo  por  el  monótono  compás  del 
nchas  de  mármol,  y  por  la  voz 
)  de  la  noche  ¿umbando  entre 
la  Anhuba  por  la  calma  que  en 
pujó  la  puerta  de  cedro  y  ade- 
lantando la  cabeza  en  las  tinieblas,  dejó  escapar  de  sus 
labios,  como  un  eco  débil,  el  nombre  de  Rodrigo. 
Nadie  contestó.  * 

La  joven  repitió  el  nombre  con  voz  más  alta.  El 
mismo  silencio. 
— No  ha  venido  aún, — pensó  la  bella  mora. 
Y  entró  en  el  pabellón.  Sobrecogida  de  miedo,  trému- 
la de  ansiedad,  Anhuba  dio  algunos  pasos  en  las  tinieblas 
para  sentarse  en  los  almohadones  que  habia  en  el  cen- 
tro de  la  estancia,  y  esperar  allí  la  llegada  de  su  aman- 
te. No  tardó  en  hallar  el  asiento;  pero  al  ir  á  dejarse 
caer  en  él,  su  mano  tropezó  con  otra  mano  helada  como 
un  mármol,  que  descansaba  sobre  los  blandos  cojines. 
Anhuba  retrocedió  despavorida,  no  pudiendo  conte- 
ner un  imprudente  grito. 

T<»IO  XIX  17 


258  víc 

Alguien  había  allí, 
grito  de  la  mora  nadie 
en  el  mismo  aterradoi 
se  quedó  clavada  en  e 
00  sabiendo  á  qué  atri 
la  habia  estremecido: 
ó  á  una  espantosa  real 

La  luna,  que  en  aqi 
un  grupo  de  nubes  in 
sus  abiertas  ventanas, 

Un  hombre  aparecíi 
bre  tendido  en  el  diva 
te,  caídas  las  manos 
abierta  en  el  pecho;  i 
dáver  de  Rodrigo, 

Anhuba  quiso  gritai 
filé  imposible;  pero  su 
sus  piernas,  y  cayó  d 
pálida  como  una  muei 
sensible  en  aquellos  w 
biese  herido. 

Medio  tendida  en  e 
to.  Poco  á  poco  la  vi 
calor  á  su  corazón,  el 
viosa  agitó  por  un  br 
puso  repentinamente  < 
sorte. 

Y  se  puso  entonce: 
vida,  convulsa;  sino  t< 

— Nuestro  amor  ha 
paso  y  extendiendo  si 
pobre  mártir,  has  reg 
mi  libertad.  Pues  bien 
mino  que  me  traza  la 
brecha  ha  sido  abiertí 


UÑA — LAS  RUINAS  DE  FOBLBT      259 

e  tu  silbato Yo  atravesaré  esa 

ese  cazador 

:  hacia  la  puerta,  y  ameimzando 
añadió: 

Ciurana!  Tu  antigua  favorita  ha 
dirte  cuenta  de  la  sangre  de  su 
ina  hueste  de  cristianos. 
L  la  frente  el  cadáver,  registróle  el 
e  del  silbato,  y  recogiendo  un  pu- 
el  mismo  que  debió  servir  para 
,  salió  del  pabellón  y  no  tardó  en 
Itdad  de  las  sombras, 
jara  atrás  el  castillo;  rato  hacía 
(lino  indicado  por  su  amante,  la 
a  ventura,  sin  que  supiera  á  pun- 
a,  dónde  encaminaba  sus  incier- 
;o,  tenía  confianza  en  Dios,  en  el 
guía  andando,  venciendo  las  con- 
),  murmurando  entre  dientes  una 
plegaría  que  le  había  ensenado  Rodrigo. 

LI^ó  un  momento,  no  obstante,  en  que,  rendida  por 
la  emoción  y  la  &tiga,  sin  fuerzas  casi,  Anhuba  se  de- 
tuvo para  tomar  aliento  y  se  apoyó  en  el  tronco  de  un 
árbol.  Se  hallaba  en  un  paraje  salvaje  y  solitario:  la 
luna  beria  una  masa  imponente  de  árboles  que  se  alza- 
ba no  lejos  de  ella;  todo  estaba  desierto;  el  viento  zum- 
baba con  eco  triste  entre  las  ramas,  y  algún  pájaro  noc- 
turno iba  de  cuando  en  cuando  á  pasar  por  junto  á  la 
joven,  haciéndola  estremecer. 

Repuesta  ya  algún  tanto  de  su  fatiga,  la  pobre  joven 
siguió  su  camino;  pero  no  hubo  de  tardar  en  conven- 
cerse de  que  se  había  totalmente  extraviado.  Se  hallaba 
en  el  centro  de  un  fragoso  bosque,  y  ningún  sendero, 
ni  indicio  de  él,  se  ofrecía  á  sus  pasos.  En  esto,  ya  el 
alba  comenzaba  á  sonreír. 


26o  vfcTOR   BALAGUBR 

Anhuba  tuvo  miedo,  y  pensando  <] 
cerca  del  pueblo  de  UUés,  cerca  de 
zador,  llevó  por  instinto  el  silbato  ; 
escapar,  promediados  por  naturales  i 
disimos  silbidos. 

En  seguida  esperó. 

Focos  momentos  después,  un  grav 
ba  en  el  bosque,  y  saliendo  de  entre  1 
bre  con  la  primera  luz  del  alba  apa 

No  era  el  cazador,  era  un  ermit! 
caía  sobre  su  pecho,  burdo  sayal  le 
cuerda  ceñía  su  talle,  un  palo  corvo 
AI  ver  aparecer  aquel  hombre,  que 
caba,  Anhuba  se  hizo  atrás.  El  errr 
se  detuvo  también  á.  la  vista  de  la  i 

Sin  embargo,  no  tardó  esta  últiir 
hombre  que  tenía  delante  era  uno  di 
ceretas  que,  para  cumplir  un  voto 
iban  las  más  de  las  veces  á  sepulta 
de  los  montes  para  pasar  su  vida 
penitencia.  Así  es  que,  recobrando: 
mer  movimiento,  se  arrojó  á  los  p 
Dios  le  deparaba  y  exclamó: 

— iSanto  varón,  si  sois  un  cnvia 
radme! 

— Pobre  puede  ser  la  protección  de  un  cenobita,  hija 
mía — dijo  con  pausada  voz  el  solitario; — pero  antes, 
explicadme esos  silbidos  que  rasgaron  el  aire 

— Yo  los  di, — dijo  la  joven. 

— jVos! 

— Sí;  para  llamar  á  un  cazador  que  debe  habitar  no 
lejos  de  aquí:  el  cazador  Poblet. 

— ¡El  cazador  Poblet! — exclamó  lleno  de  asombro  el 
ermitaño. — ¿Y  qué  os  mueve  á  vos  á  ir  en  busca  del 
cazador  Poblet? 


— LAS  RUINAS  DE  POBLBT      261 

I  con  expresión  ingenua  toda 
1  favor  de  que  gozara  un  tiem- 
;  cómo  conoció  al  cristiano  es- 
go;  cómo'füé  iniciada  por  éste 
gión;  cómo  debían  partirjun- 
al  encuentro  del  cazador,  y 
ido  en  busca  de  su  amante  á 
rándose  sólo  con  un  cadáver, 
aun  el  juramento  de  venganza 
o  cuerpo  de  Rodrigo. 
ido  su  relación,  el  ermitaño, 
do,  le  dijo: 

a!  Ante  vos  tenéis  el  que  bus- 
o  que  la  joven  hacía  un  mo- 
:azador,  es  hoy  el  ermitaño 


tido  en  oración  en  mi  solitaria 
s  os  ha  traído,  oí  la  seña  y  co- 
de  dar  un  día  al  hombre  que 
presurado  á  acudir.  Juzgad  de 
■to  á  una  mora, 
i? — preguntó  la  joven,  que  no 

cazador  convertido  en  ermi- 
listoria  que,  á  mi  vez,  voy  á 
1  retirado  tarde  á  mi  humilde 
bajo  de  la  jornada,  y  apresu- 
idos  miembros  en  mi  lecho, 
íscanso.  Acababa  apenas  de 
pulsos  de  una  gran  soñolencia, 
de  un  trueno  cercano  me  des- 
claridad vivísima  y  espléndida 
ion.  Incorpóreme  asombrado: 


uave  aroma 
oro  de  voces 
atural  tenía  1 
o,  y  con  las  r 
elo,  con  el  ce 
icida,  cai  de  i 
aba  hacer  un 
Una  voz  resi 
do  de  la  flech 
:mbargo,  peí 
sola  palabra 
— en  la  cueví 
e  llegar  en  qi 
de  las  casas  d 
¡da  por  el  Sei 
let,  y  bendice 
etunibó  entoc 
iguióse  el  ar( 
lé  con  la  fren 
Uciendo  con  t 
i  que  se  habii 
ales  mensaje! 
a.  Al  síguiec 
a  cueva  de  I 
egado  al  ayu 
ado  instante 
■no. 

es6  de  hablar 
á  aquel  hom 
elegido  por  1 
ablet  interruD 
-Seguid  mis  [ 
'a. 

nhuba  se  dÍ8[ 
>n  de  nuestro! 


LUNA— LAS  RUINAS  DE  POBLET      263 

il  sol  doraban  ya  las  copas  de  los 
internado  en  el  bosque  el  anacoreta 
mora,   cuando  repentinamente  el 
los  los  aullidos  de  una  jauría. 
oven  deteniéndose, 
xclamó  Poblet  volviendo  tranqui- 

rros  del  rey  de  Ciurana  que  aullan. 
ido  mi  desaparición  del  castillo,  y 
la  lanzado  sus  mastines  en  mi  bus- 


ianza  en  Dios? — dijo, 
labéis,  padre,  lo  que  son  los  perros 
ó  la  joven. — El  rey  los  tiene  acos- 
fuesen  ñeras,  á  destrozar  cristia- 
del  hombre  en  el  bosque;  dan  con 

la,  y 

-interrumpió  Poblet.  —  Por  ñeros 
mderse  tranquilamente  á  mis  plan- 
Antonio,  los  mismos  leones  cava- 
huesa  donde  enterró  á  San  Pablo, 
conñanza  y  seguridad  las  palabras 
íiuba  depuso  su  zozobra  y  le  siguió 
^nación. 

/a  de  Lardeta,  sin  haber  dejado  de 
claros,  más  distintos  y  próximos, 
ría.  Un  murmurante  arroyo  roda- 
ueva  sus  olas  de  plata,  como  si  una 
.hiera  alli  colocado  para  apagar  la 

sitio,  Poblet  se  acercó  á  un  árbol, 
r,  formando  con  ellas  una  cruz,  la 
lOCOs  pasos  de  la  cueva.  En  seguí- 
mora, 


264  VÍCTOR   BAL 

— jDe  rodillas,  Anhuba! — 1 
La  joven  cayó  de  rodillas  ji 
El  anacoreta  se  acercó,  murm 
diñóse  hasta  recoger  con  el  hi 
ción  del  agua  cristalina  que  á 
caer  sobre  la  cabeza  de  la  n; 
palabras  que  Anhuba  no  com] 
ceremonia,  Poblet  dijo  á  su 
lemne: 

— Dios  te  ha  admitido  entr 
tiana.  De  hoy  en  adelante, 
mártir  barcelonesa.  ¡Levántat 

Y  ia  joven  se  levantó,  lien: 
plandeciente  el  rostro  de  alegí 

Terribles  aullidos  sonaron 

— ¡Ya  están  aquí! — gritó  la 

indecible  expresión  de  terror, 

cia  el  solitario  como  para  es< 

ya  están  aquí,  pero  me  matan 

Poblet  extendió  el  brazo  y  í 

— Tranquilízate,  hija  mía,- 

do  la  cruz  que  pocos  momentoí 

las  ramas:— basta  esa  cruz  pai 

Acababa  apenas  de  pronunci 

la  vega  de  Lárdela,  en  medio 

cueva  que  habla  tomado  su  m 

mente  invadida  por  una  multit 

á  caballo.  Al  frente  de  los  san 

rey  de  Ciurana  montado  en  ui 

rria  el  suelo  con  sus  crines. 

—  Allí  está — gritó  Almira 
su  favorita. — ¡Adelaotel 

Y  hombres,  caballos  y  per 
tiempo. 

La  joven  arrojó  un  grito,  ( 


— LAS  RUINAS  DE  POBL 

itra  el  ermitaño,  qu 
ina  linea;  pero  ¡oh  p: 
:  ramas,  los  perros  s 
on  impedidos  de  avaí 
lana.  Sólo  el  rey  d 
ir  adelante,  y,  trof 
o  á  su  jinete, 
levantó  rugiendo  de  i 
amó. — ¿Quién  me 

nquila  de  Poblet. 

;ú? 

&o,  un  pobre  siervo 

moro. — No  hay  más 

esdén. 

dazar  vivo  por  mis 
rana  exasperado. 
zos  á  la  jauría,  perc 
suelo;  el  mismo  re 
Almira  Almuminiz 
idos  sus  puños  y  an 
:xclam6  profiriendo 
femia: 

— ¡Perro  infiel,  toda  esta  vega  diera  por  tt 
una  hora  en  mi  poderl 

— Moro — dijo  entonces  Poblet, — acepto  ti 
Prométeme  la  vega,  júrame  que  dejarás  par 
salva  á  mi  compañera,  y  me  entrego  á  ti. 

— [Por  Alah  te  lo  juro! — exclamó  el  mor 
siaba  por  de  pronto  hacerse  dueño  á  todo  trac 
lítario. 

— Eulalia — dijo  entonces  Poblet  volviént 
la  joven, — tu  misión  te  llama  á  otra  parte.  I 


266  VÍCTOR  B 

te  al  sitio  donde  la  fama  te 
Barcelona:  preséntate  á  él, 
le  esperan,  que  sus  dominadores  ios  moros  son  aeoues,       i 
y  que  un  puñado  de  valientes  basta  para  arrojarlos  dep"^ 
sus  riscos.  Corre,  no  te  detengas;  no  vuelvas  sin  traerl 
contigo  una  hueste  de  héroes;  piensa  en  la  sangre  del 
pobre  mártir  que  clama  venganza.  Parte,  y,  escudada 
por  esa  cruz,  atraviesa  sin  miedo  por  entre  esa  turba 
de  infieles,  ¡Dios  va  contigo!  i  _ 

En  seguida  el  anacoreta  arrancó  del  suelo  su  tOEca>  /I 
cruz,  y  se  la  di6  i  la  joven.  iSi* 

— Y  ahora — añadió, — avanza,  rey  de  Ciurana;  perof 
antes  abrid,  abrid  paso  á  la  que  sigue  su  camino  escu- 
dada por  la  protección  de  Dios.  | 

Sobrecogidos  los  moros,  hiciéronse  respetuosamentCi 
á  un  lado  cual  si  á  un  poder  desconocido  obedecieran, 
y  fué  entonces  de  ver  cómo,  con  reposado  ademán,  con 
serena  frente,  con  tranquilo  paso,  con  la  sonrisa  en  los 
labios  y  alzando  la  tosca  cruz  de  ramas,  pasó  por  entre 
toda  aquella  turba  de  hombres  feroces  y  desalmados 
rracenos,  la  mujer  que  un  día  reinara  en  el  corazón  de 
su  rey,  sin  que  uno  solo  se  atreviera  á  estorbarle  el 
paso,  sin  que  un  solo  brazo  se  adelantara  para  detener- 
la en  su  camino.  Almira  Almuminiz  mismo  se  callaba,| 
pareciendo  lleno  de  estupor  y  siguiéndola  con  su  mi- 
rada. 

Cuando  ya  la  joven  hubo  desaparecido;  cuando  todi 
aquellos  hombres  comenzaron  á  moverse,  asombrados 
de  no  haberse  sentido  con  fuerzas  para  detener 
mujer  indefensa,  Poblet  dió  un  paso  y  dijo  sosegadaj 
mente: 

— Aquí  estoy,  rey  de  Ciurana:  cumplida  está  mi  p>',' 
labra;  cumple  la  tuya. 

— Lo  único  que  tú  mereces,  perro  cristiano — excti 
mó  rugiendo  de  cólera  Almira  Almuminiz, — es  qut 


el 

i 


r 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      267 

maniatado  como  el  más  vil  de  los  esclavos,  te  lleve  á 
mi  castillo  de  Ciurana,  y  te  haga  pudrir  en  la  más  pro- 
funda de  sus  mazmorras. 

Y  á  una  seña  de  su  caudiflo,  varios  sarracenos  se 
arrojaron  sobre  el  anacoreta,  que  se  dejó  atar  sin  opo- 
ner la  menor  resistencia.  Asi  fué  llevado  al  castillo  y 
hundido  en  un  calabozo  subterráneo. 

Al  siguiente  día  un  azorado  servidor  se  presentaba  al 
rey  moro  y  le  daba  parte  de  haber  desaparecido  el  soli- 
tario durante  la  noche. 

Almira  Almuminiz  recibió  la  noticia  con  asombro: 
quiso  enterarse  por  sus  propios  ojos;  bajó  á  la  mazmo- 
rra; la  registró,  y,  no  pudiendo  ya  dudar  de  la  verdad, 
montó  precipitadamente  á  caballo,  y  seguido  de  algu- 
nos pocos  sarracenos  tomó  á  escape  la  dirección  de  la 
vega  de  Lardeta. 

Allí,  sentado  en  el  umbral  de  la  cueva,  pacífico  y 
tranquilo,  estaba  el  anacoreta  que,  como  la  vez  prime- 
ra, al  ver  á  los  sarracenos  dirigirse  á  él,  formó  otra  cruz 
con  dos  ramas  fijándola  en  el  suelo.  Quisieron  avanzar 
los  infieles,  pero  cuantos  lo  intentaron  fueron  á  rodar 
por  tierra  á  pocos  pasos  de  la  cruz. 

— ¿Qué  es  eso,  y  qué  poder  mágico  te  auxilia? — gri- 
tó el  régulo  de  Ciurana. 

— No  es  ningún  poder  mágico:  es  Dios,  que  protege 
á  su  humilde  siervo.  Prométeme,  como  hiciste  ayer, 
que  me  harás  donación  de  la  vega,  y  volverás  á  tener- 
me en  tus  manos. 

Prometióselo  Almira  Almuminiz,  y  entonces  Poblet, 
pasando  por  delante  de  la  cruz,  se  dejó  atar  y  conducir 
al  castillo,  donde,  nuevamente  olvidado  de  su  promesa, 
mandóle  el  moro  bajar  á  una  profunda  mazmorra,  de 
la  que  no  se  partió  hasta  ver  al  solitario  sujeto  á  una 
argolla  por  una  firme  cadena,  y  hasta  después  de  ha- 
ber mandado  que  dos  guardias  velaran  toda  la  noche 


VÍCTOR   BALÍ 

tancia.  Cuando 
,  se  salió  diciér 
hoy  te  escapa! 
testó.  ■ 
nte,  el  anacer 
se  durmieron, 
irendido  de  la  : 
abierto  por  sí  í 
nueva  el  régul 
I  voy  á  aherroj. 
capa,  creeré  er 
r  darle  hé  la  ve 
I  profeta. 
ué  maniatado  e 
6  en  su  cueva; 
quedándose  ai 
3  como  la  prin 
bores  de  la  mí 
:a  al  solitario, 
teriores,  por  nn 
mbro  lo  que  sii 
lé  miedo  de  aqi 
idormeciendo  é 
TOS  y  cenojos 
o,  y  por  tres  vi 

:s  comprendió  y  admiró  en  secreto  toda 
sa  religión  que  sus  padres  y  su  país  U 
'  á  aborrecer.  Lo  cierto  es  que,  subien- 

en  tanto  que  le  ensillaban  un  corcel, 
le  prisa  algunas  lineas  en  un  pergamino 
so  en  su  cinto.  Pocos  minutos  despnís 
lo,  y  no  acompañado  de  lucida  hueste, 
anteriores,  sino  solo  y  sin  armas,  bajó 

Lardeta. 


UÑA — I^S  RUINAS  DE  POBLET      269 

jeva  se  hallaba,  como  de  costum- 
ibral  de  su  mansión. 
1  rey  moro  acercarse  sin  tropiezo  al 
mosdejó  el  pergamino,  diciéndole: 
blet.  De  hoy  más  serás  sagrado 
in  del  rey  moro  de  Ciurana  escuda 
n  el  territorio  de  que  es  este  per- 
la ción. 

!g6  el  pergamino  y  leyó  la  dona- 
a  hacia  el  régulo  de  Ciurana,  ce- 
ardeta  con  sus  montañas  y  tierras 


:  este  documento  se  guardaba  en  el  monus- 
y  lo  copia  traducido  al  castellano  de  esta 

piadoso  apiadador.  y  la  »alvaci¿n  <le  Dios 
la  honrado,  sobre  ¿1  y  los  suyos,  y  loores  á 
iaci6n  del  honrado  rey  Almira  AlmuminU. 
(  con  su  .-lyuda  á  vos  el  ermitallo  Foblet, 
ida  de  Lardtta.  Esfuérceos  Dios  y  ayúdeos, 
y  os  faga  cercano  i  su  misericordia  la  grande.  En  lo  cual  vos  fuisteis 
preso  en  la  villa  de  los  Moros  en  el  tiempo  de  la  guerra,  y  por  vuestra 
dignidad  y  gracia,  que  Dios  os  quiso  facer,  fuisteis  vuelto  á  vuestra  er- 
mita. Por  ende  yo  el  dicho  rey  Almira  Alinuminiz,  vos  fago  gracia  de 
todas  eslas  Montadas  y  Tierras,  qoe  son  en  esta  partida  para  vos,  y 
para  quien  vos  querréis  indistintamente,  sin  ninguna  levocaciún.  Y  que 
ningún  Moro  sea  osado  de  ir  contra  la  dicha  mi  Donación,  so  pena  de 
la  vida.  Otro  si:  vos  aseguro  que  ninguno  de  los  mios,  ni  menos  otros 
Itoros  que  sean,  no  sean  osados  á  damnificar  vuestra  persona  ni  cosas 
vuestras.  ¥  asi  lo  lirmo  con  firma  honrada,  y  juro  á  Dios  de  no  ir  con- 
tra lo  que  vos  he  prometido.  E  pongo  A  Dios  por  testigo,  aquél  que  no 
hay  otro  Criador  sino  él.  Fué  fecha  la  dicha  Escritura  á  veinte  días  del 
mes  de  Febrero.  aBode  la  era  de  Mahoma  DC.XIllI.  afios  (1120  de 
Jesucristo)., 

Aun  despojando  de  la  leyenda  la  parte  de  milagros  y  alguna  otra,  pa- 
rece, en  efecto,  positivo  que  existió  un  ermitaSo  llamado  Poblet,  del 
que  tomó  nombre  el  monaslerio. 

A  favor  del  seguro  que  se  acaba  de  leer,  reuniéronse  á  Poblet  algu- 
nos compaBeros;  pero  como  no  tardaron  en  ser  perseguidos  por  vasa- 


VÍCTOR  BAl 

ira  Poblet  de  la  veg 

;Íendo  en  ella  un  c 

1  de  San  Salvador 

do.  No  se  pasó  mi 

dos  ó  tres  amigos  i 

da,  y  sepultarse,  ci 

sierto, 

I  años  se  pasaron  a: 

;ompañeros: 

os,  hermanos  mío; 

conde  de  Barcelor 

Ciurana  vean  ondi 

olitaríos  oraban,  o: 
:1  conde  tardaba  en 
le  de  un  sábado,  es 
:ron  bajar  del  cielo 
eda  que  habia  á  co 
:nte.  Llamóles  la  £ 
sus  preces.  Tres  e 
¡plandor,  cerniendo 
6veda  de  follaje  que 
I  de  algunos  minu 
lesaparecieron  con 
esentado;  pero  cas: 
naco  retas  veían  sal 
res  blancas  formas  i 
lene  i  os  as  y  graves. 

moro  de  Lérida,  consigu 
firmase  con  nuevo  docui 
la;  confinnación  que  les  s 
á  lo  cual  di6  grande  enif 
^  al  aiTOJar  á  ios  moros  i 
que  dice  la  crítica  histú 
jerza  todo  lo  demás  de  1 


-WSa— LAS  RUINAS  DE  POBLBT       271 

es  fantasmas.  Eran  tres  mujeres, 
ose,  é  iban  ¿  pasar  por  delante  de 
is  sin  dirigirles  la  vista  que  no  le- 
i  no  haberlas  detenido  la  voz  so- 

s  doncellas  á  semejante  hora  por 


ra  Dios  las  pobres  almas  extra- 


13  hermanas. 

ar  con  el  ejército  del  conde,  con- 
Tortosa. 

áadas,  Dios  todopoderoso — excla- 
on  efusión  sus  manos  al  cielo;  — 
oídos.  Los  héroes  catalanes  vie- 
iríoso  estandarte  en  Prades  y  en 
^ ellos  Eulalia,  habéis  dicho?  ¡Ver- 
dad, doncellas? 
— Eulalia  viene  con  ellos. 
— ¿Eulalia,  la  mora  un  día  y  hoy  cristiana? 
— Sí,   Eulalia,  favorita  un  tiempo  del  rey  moro,  y 
hoy  la  noble  cristiana  que,  enarbolando  por  pendón  una 
sencilla  cruz  de  ramas,  ha  reunido  en  tomo  suyo  un 
ejército  de  doncellas  para  conquistar  con  la  persuasión 
y  el  ejemplo  á  los  inñeles,  antes  que  el  conde  les  con- 
quiste con  las  armas  y  la  guerra.  Adiós,  pues,  herma- 
nos. A  Ciurana  vamos,  que  allí  nos  envía  Eulalia, 

— Adiós,  pues,  doncellas;  pero  atended,  que  en  Ciu- 
rana está  la  muerte. 


Aoñttn 
Id,  puc 
as  tres 
s^adas. 
¡a  misr 
ias  prin 
ieréis  V 
la. 
ieremo! 

efecto; 
t,  Alm 
cceptos 
cuchabi 
rrar  su; 
espirar 
is  cuerj 
uella  ni 
lundo  a 
eros  cr 
lo  de  h 
ballero! 
3s  &e  e? 

conde 
que  un 

religic 
rdeta,  1 
lero  la  : 

ejétciti 
igre  de 
seguid( 
indo  la 

habla 
^rupadc 
ita  un  1 


i — LAS  RUINAS  DE  POBLET      873 

pro  de  la  santa  causa  con  las 
f  de  la  dulzura. 

emos  á  encontrar  permanecía 
scursos  de  los  caballeros  sobre 

debia  para  el  ataque  de  Cíu- 

ando  de  pronto,  adelantándose 
lán,  en  cuya  frente  brillaba  el 
e  de  Barcelona: 
ido  el  castillo  de  Ciurana,  y  el 
„. X  ya  en  su  torre  el  pendón  cris- 
tiano de  Vifredo. 

— En  feudo  lo  tendrás,  Ramón  de  Cervera — contestó 
Ramón  Berenguer  IV, — sí  al  primer  albor  de  la  maña- 
na veo  ondear  en  su  torre  mi  bandera. 

— Lo  veréis,  señor,  ó  habré  muerto  en  la  demanda, — 
exclamó  el  aguerrido  joven. 

— Y  yo  con  él,  señor, — exclamó  entonces  Eulalia  con 
voz  dulce. 

— ¡Pues  bien,  id,  y  que  Dios  os  guíe! — dijo  el  con- 
de,— Yo,  en  tanto,  me  dirijo  á  la  vega  de  Lardeta  para 
cortar  la  retirada  á  los  inñeles. 

Ramón  de  Cervera  mandó  tremolar  su  pendón  y  to- 
car al  arma. 
— Aquí  los  míos — gritó. — [A  Ciurana! 
Y  la  mitad  del  ejército  se  precipitó  tras  sus  huellas  y 
las  de  Eulalia,  gritando  como  ellos: 
— ¡A  Ciurana! 

La  guarnición  no  pudo  ser  sorprendida,  como  espe- 
raban. Almira  Almuminiz  fué  advertido  de  la  llegada 
de  los  cristianos,  y  los  esperaba  á  pie  firme,  tomadas 
todas  las  precauciones  de  defensa.  La  lucha  fué,' pues, 
encarnizada;  el  combate  horrible,  aumentado  su  ho- 
rror por  la  oscuridad  de  la  noche.  Allí  donde  era  ma- 
yor el  peligro,  alli  estaba  la  espada  del  valiente  Ramón 
Touo  XIX  18 


A — LAS  RUINAS  DE  POBLBT 

s  rodeada  de  luces  y  velac 
in  á  sus  pies,  enarboland 
1  Redentor. 

se  hizo  algunos  pasos  at 
Dándose  con  él  todo  el  ej( 
:as  comenzaron  á  enton 
;o,  solemne,  lleno  de  uní 
ban  un  tinte  inefable  de  c 
¡r  de  religiosidad,  las  so] 
el  silencio  y  la  santa  coi 
ito  de  prosternados  hérot 
notas  del  canto  de  perdei 
cuando  un  puñado  de  gi 
:ó  en  el  valle  llevando  á  ; 
aba  su  cruz. 

i! — gritó  la  joven  arroja 
ra  es  Ciurana.  La  mitad 
guarnición  ha  perecido,  y  la  otra  mitad  está  prisi 
con  su  rey  Almira  Almuminiz. 

El  gozo  resplandeció  en  el  semblante  del  cond< 
llamando  á  los  anacoretas  les  dijo: 

— Ya  lo  veis,  Ciurana  es  nuestra.  El  pendón  a 
tremola  en  las  cimas  de  estos  montes.  En  memo 
este  suceso,  y  para  corresponder  también  al  st 
consejo  que  acaso  quisieran  darme  con  su  aparicit 
tres  íuces  misteriosas,  deseo  fundar  aquí  un  moc 
rio  cual  otro  no  haya  en  la  cristiandad.  Este  moi 
rio  llevará  tu  nombre — añadió,  dirigiéndose  á  Pob 
ya  que  eres  el  primer  ermitaño  de  esta  comarca, ; 
de  ahora  lo  elijo,  con  todos  mis  sucesores,  en  vida 
recreo  y  en  muerte  para  descanso. 

Estas  palabras  produjeron  grande  emoción  de 
«n  los  solitarios.  Habíase  cumplido  la  predtccit 
Poblet.  Dios  le  habia  destinado  para  dar  nombre  a 
nasterio. 


276  VfcrOR   BAL 

Eulalia  se  adelantó. 

— Señor — dijo, — Ciurana  1 
huestes  cristianas,  y  mi  voto  : 
pañeras  y  yo  desearíamos  ret 
tros  días  con  las  religiosas  de 

Dióle  el  conde  su  permiso. 

Al  día  siguiente  Ramón  Be 
del  castillo,  y  Eulalia,  la  Anl 
se  retiraba  al  fondo  de  un  cía 
entregada  al  llanto,  á  la  penít 
recuerdos. 

También  al  siguiente  día 
para  la  edificación  del  monast 

Tres  años  después,  la  erm 
en  una  iglesia  de  regulares  di 
retablo  á  usanza  de  la  época. 
Virgen  de  la  Humildad.  Al  p 
mo  conde  hacía  levantar  otra; 
advocación  de  Santa  Catalin 
Esteban,  en  memoria  de  las  tr 
vieron  la  noche  del  asalto  de 

Cuando  ya  la  obra  tocaba  : 
D.  Ramón  Berenguer  IV,  á  q 
nicas  el  Santo,  víó  alzarse  ma 
ficio  que  debía  ser  un  tiempo 
gloria  de  los  monarcas  arago 
llamar  á  algunos  virtuosos  sol 
ran  la  obra  por  él  tan  santame 
ees  recordó  asimismo  sus  ya  s 
de  introducir  en  sus  estados  h 

Existia  por  aquellos  tiemp( 
pueblos  veneraban  y  á  quien 
un  hombre  que  era  la  más  fin 
de  esa  Iglesia  que  lo  mismo 
res  que  soldados;  un  hombrí 


A — UIS  RUINAS  DE  POBLET      277 

nía  á  la  sombra  del  claustro  la 
la  ñor  de  las  familias;  un  hom- 
1  abadía  de  Claraval,  y  con  la 
iba  enviando  huestes  de  Mon- 
rtes  y  conquistándose  el  apoyo 

Bernardo. 

;.  Un  mensajero  partió  un  día 
para  Claraval  con  una  misión  del  cuarto  de  los  Beren- 
guers,  suplicando  á  San  Bernardo  le  enviase  algunos 
religiosos  de  su  orden  para  fundadores  de  aquel  nuevo 
edificio  que  á  su  costa  y  gastos  estaba  levantando.  Oyó 
Bernardo  el  mensaje  y  accedió.  Trece  monjes  del  Cís- 
ter  fueron  elegidos  por  él;  confirió  la  dignidad  abacial 
á  uno  de  ellos,  y  desde  el  monasterio  de  Fonfreda,  en 
Narbona,  mandóles  á  Cataluña,  donde,  junto  con  los 
piadosos  anacoretas  y  con  Poblet,  formaron  comuni- 
dad y  vivieron  bajo  reglas  cistercienses. 

A  contar  de  esta  época,  fué  siempre  en  aumento  el 
monasterio,  que  comenzó  á  llamarse  de  Poblet.  Cedió- 
les el  conde  todas  las  tierras  circunvecinas,  y  para  que 
los  monjes  viviesen -con  toda  tranquilidad  y  cual  reque- 
rían su  instituto  y  su  grandeza,  permanecieron  en  la 
vecina  montaña  de  Ciurana  los  vasallos  de  Ramón  de 
Cervera,  sirviendo  siempre  de  atalaya  y  defensa  del 
monasterio  en  memoria  del  que  fué  su  señor  y  del  que 
un  día,  junto  con  el  conde  de  Barcelona,  libertó  á  todo 
aquel  país  del  yugo  sarraceno. 

La  religiosa  casa  que  acababa  de  tomar  nombre  del 
humilde  ermitaño,  no  tardó  en  ser  uno  de  los  más  fa- 
mosos y  opulentos  monasterios  de  España. 

Cada  día  fué  creciendo  en  suntuosidad,  en  esplendor 
y  en  magnificencia. 

i     Asi  eran  llsmados  vulgarmente  los  monjes  de  U  orden  del  Cister. 


[II. 


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í  br 
>arei 


A— LAS  RUINAS  DE  POBLET      279 

s;  ya  no  existen  los  tesoros  sin 
su  iglesia  y  sacristía;  violadas 
manos  impías  removieron  los 
:s  como  en  ellas  descansaban; 
i  artísticas  de  que  era  deposita- 
ra perderse,  algunas  para  ir  á 
tras,  por  fortuna,  para  conser- 
50S  nacionales,  no  pocas  ¡ver- 
ser  ostentadas  hoy  con  orgullo 
.;  sólo  curiosos  viajeros  6  erran- 
Ter,  alegres  ó  silenciosos,  sus 
almente,  el  suntuoso  y  monu- 
biera  el  homenaje  de  los  pue- 
isto  á  estos  mismos  pueblos  Ic- 
os sus  albergues  y  sus  casas  de 

embargo,  era  sólido,  y  como 
de  los  siglos,  ha  resistido  el  de 
!0.  El  viajero-peregrino,  á  quien 
de  ruinas  habla  más  alto  que 
la  tierra,  recorre  con  los  ojos 
i  pasadas;  ve  momentáneamen- 
jestuoso  y  lleno  de  vida,  el  edi- 
y  lo  recorre,  y  contempla  sus 
lele  como  en  sus  tiempos  de  es- 
lagniñcencia  y  suntuosidad  de 
ida  á  ser  una  de  las  más  ricas 
»,  que  tantas,  sin  embargo,  y 

to  de  Poblet  estaba  encerrado 
ro.  El  rey  de  Aragón,  D.  Pe- 
mandó  convertir  el  monasterio 
I,  si  llegaba  á  verse  alguna  vez 
T  defendidas  las  cenizas  reales 
is.  Tenüa,  pues,  el  monasterio 


28o  VÍCTOR   BALA 

todo  el  aspecto  de  una  gran  foi 
una  población  feudal,  guarnec 
por  doce  torres,  coronado  todc 
ladronería. 

Atravesado  el  primer  muro, 
en  él  se  abre,  y  siguiendo  una 
lie  de  álamos,  el  viajero  se  ene 
donde,  á  derecha  é  izquierda,  s< 
oes  ocupadas  por  o ñ cíales  de  t< 
formando  también  parte  de  aq 
sos  ancianos,  el  dormitorio  y 
sos,  el  hospital,  las  bodegas,  le 
caballerizas,  corrales  para  gar 
tes,  pozos  para  conservar  la  n 
cén  de  los  picapedreros,  moli 
molinos  de  aceite,  lagares,  en  i 
podía  necesitar  una  población  i 

A  roano  derecha  está  la  capi 
ge.  Es  una  hermosa  joya  de 
Estaba  dedicada  á  la  Virgen  de 
y  fué  costeada  por  D.  Alfons 
conquistó  la  ciudad  y  reino  de  '. 
un  retablo  de  piedra  con  rico! 
para  el  culto.  Esta  capilla  ha 
taurada  por  la  Comisión  de  me 
cia  de  Tarragona,  que  también 

conseguido  restaurar  otras  partes  del  monasterio;  pero 
la  Comisión  no  tiene  más  fondos  que  los  que  puede  &■ 
cilitarle  el  Gobierno,  y  cuan  escasos  son  éstos  y  con 
cuánta  fatiga  se  alcanzan  y  se  cobran,  sabido  es  de 
todos. 

Volviendo  ahora  á  la  capilla  de  San  Jorge,  se  me 
ocurre  decir  que,  restaurada  como  se  halla,  está  ya  en 
disposición  de  abrirse  nuevamente  al  culto.  Pero  es  muy 
de  temer  que  esto  no  suceda,  ó  tarde  mucho  al  menos; 


-LAS  RUINAS  DE  POBLET      23l 

uando  haya  vuelto  ya  á  co- 
pasa  desgraciadamente  con 
muchas  cosas  en  nuestra  patria.  Algo  mejor  seria  ceder 
esta  capilla  en  patronato  á  cualquiera  de  los  grandes 
propietarios  de  aquellos  alrededores,  con  el  encargo  de 
su  custodia,  conservación,  arreglo  y  gastos  consiguien- 
tes al  culto.  Así,  todas  aqueilas  vuisías,  todas  aquellas 
casas  de  campo,  y  las  muchas  familias  que  viven  por  los 
contornos,  tendrían  lo  que  hoy  no  tienen:  un  lugar  de 
oración  y  un  templo  donde  poder  asistir  al  santo  sacri  • 
ñcio  de  la  misa.  ¿Qué  mejor  sitio  para  esto  que  la  her  - 
mosa  y  gótica  capilla  de  San  Jorge? 

A  la  izquierda  de  la  plaza  se  encuentra  la  antigua  y 
primitiva  iglesia  de  Santa  Catalina.  Su  fábrica,  de  cons- 
tnacción  románica  y  de  mediados  del  siglo  xii,  consta 
de  diez  y  ocho  varas  de  longitud  y  doce  de  anchura, 
siendo  una  de  las  tres  que  mandó  levantar  el  conde  de 
Barcelona,  D.  Ramón  Berenguer  IV,  cuando  arrojó  á 
los  moros  de  aquella  comarca  y  convirtió  en  templo  la 
ermita  del  pobre  anacoreta.  La  iglesia  de  Santa  Catali- 
na es  toda  de  sillería,  y  por  la  disposición  del  terreno 
parece  como  tener  algo  de  cripta. 

En  la  plaza  de  que  se  viene  hablando  están  los  restos 
de  una  capilla  consagrada  á  la  Virgen  del  Ciprés,  Tomó 
este  nombre  de  un  árbol  secular  de  esta  clase  que  se  al- 
zaba á  su  puerta,  y  que  se  suponía  haber  visto  acampa- 
da á  sus  pies  la  hueste  del  conde  de  Barcelona  D.  Ra- 
món Berenguer  IV,  y  sostenida  de  su  tronco  la  tienda 
de  este  conde,  lo  cual,  si  era  dudoso  por  lo  tocante  á  la 
suposición,  era  bello  por  lo  concerniente  á  la  leyenda. 

Junto  á  la  capilla  de  San  Jorge  se  levanta  todavía  la 
majestuosa  portada  de  piedra,  que  se  llamó  la  Puerta 
dorada,  por  hallarse  revestida  de  recias  planchas  de  bron- 
ce dorado,  con  relieves,  cosa  que  le  comunicaba  gran 
aspecto  de  esplendor  y  magnificencia. 


A'— LAS  KUINAS  DE  POBLET 


irande. — El  aula  capilular.~EI  re 

Martin El  claustro  de  San  Esteb 

iblioteca  d«  D.  Pedro  d«  Aragón. 
irígioal  de  la  crónica  de  D.  Jaisic 


:cha  daba  paso  á  la  iglesia 
hoy  ya  no  existen,  se  hall 
de  bronce  prímorosamenti 
culturas  y  relieves.  A  cada 
unas,  están  los  santos  patr 
:nciina,  y  en  una  homacin 
Es  una  portada  de  jaspes, 
ina  época  de  mal  gusto, 
la  entrada  de  la  izquierda; 
'eal  y  daba  paso  á  la  clau 
irotegida  por  dos  torreone 
almenas,  y  defendida  poi 
superior.  Sobre  sus  pared 
■■  Aragón  y  Cataluña,  con  el 
lime.  En  lo  alto  y  en  el  c 
entana.  No  parece  la  entra 
Je  una  fortaleza,  y  esto  era 
eda,  desde  que  D.  Pedro  ] 
r  los  muros,  cuya  obra  se 
ndo  el  1367. 

aduce  directamente  al  cía 
'  su  robusta  y  románica  bó 
izquierda  el  pasadizo  que  o 
is  dependencias,  y  á  la  de 
srtada  en  que  comenzaba 
acio  llamado  del  rey  D.  M: 


284  VfCTOK  BA] 

Junto  á  la  escalera,  sosteni 
sus  robustas  bóvedas,  se  hal 
bodega  del  monasterio.  Es  u 
Ion,  construido,  de  seguro,  el 
destino  debió  ser  muy  distint 
tuvo. 

El  distinguido  padre  escuh 
que  era  uno  de  nuestros  con 
que  con  este  motivo  escribió 
artículos  en  el  Diario  de  Vi 
asienta  que  esta  grandiosa  pit 
refectorio  de  legos,  converse 
benefactores,  como  lo  indicaí 
cocina,  su  grandiosidad  soq 
del  siglo  XIII  y  las  evidentes 
sufrir  para  su  moderno  desti 
que  esta  pieza  tuviera  comuí 
la  cual  hoy  se  halla  separad 
moderna  construcción. 

Al  finalizar  la  bóveda  de  U 
diosa  portada  románica  da  en 

Cuando  por  vez  primera  se 
Roberto  el  Diablo,  en  el  gran  ■ 
lona,  el  artista  encargado  de  i 
vo  el  acierto  y  el  buen  gusto  i 
Poblet  para  la  escena  del  cem 
entonces;  muchos  años  han  pa 
si  fuera  ayer,  el  efecto  maravi 
blico. 

Y  es  que  el  claustro  mayo 
dera  maravilla. 

Su  fábrica  pertenece  al  sig 
buen  gusto,  por  la  elegancia  1 
lleza  de  sus  ojivas,  por  el  ca 
setones. 


JÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      285 

es,  si  no  me  engaño,  el  primero 
I  ocupado  de  aquel  claustro,  ob- 
lienzos  llamaba  más  particular- 
misma  observación  hace  el  Padre 
esto  debido  á  que  la  construcción 
pertenece  por  entero  á  la  época 
e  las  restantes  fueron  construidas 
1  de  la  primera  época. 
lista  D.  Eduardo  Toda  tiene  en 
#í,  una  hermosa  página  descri- 

io,  y  frente  al  refectorio,  se  levan- 
ico,  que  se  supone  ser  de  cons- 
lustro.  Había  allí  un  surtidor  que 
mde  altura,  cayendo  sobre  una 
ta  y  una  fuentes, 
paredes  del  claustro  se  ven  an- 
[orma  de  osarios  unas,  otras  de 
guardaban  los  restos  de  nobles  y 

0  de  todo  esto  se  hará  especial 

1  que  más  adelante  se  consagrará 
los  sepulcros  de  Poblet,  y  quié- 

scansaban. 

as  y  mejores  piezas  que  comuni- 
,  sin  disputa,  el  Aula  capitular, 
mstancia  de  ser  una  de  las  mejor 

una  puerta  de  arco  semicircular, 
molduras,  elevándose  á  cada  uno 
ar,  mejor  podría  decirse  un  haz 
Dlumnas.  La  puerta  está  en  me- 
artidas  por  un  pilar  que  sostiene 

dos  graciosas  ojivas  y  un  bello  rosetón,  que  ostentaba 

en  otro  tiempo  cristales  de  colores. 

Unas  cuantas  gradas  permiten  bajar  á  su  sala,  que 


-LAS  RUINAS  DB  POBLET      287 

US  lápidas  sepulcrales  revela 
:,  entre  otros,  los  abades  Pon- 

Oliver,  de  quienes  se  ha  de 
ento  más  adelante, 
iustro  está  también  el  refec- 
!nto  treinta  y  dos  palmos  de 
ho  de  anchura.  Un  banco  de 
nadera  labrada,  corre  por  su 
úlpito  donde  el  monje  lector 
sa  lectura  la  comida  de  sus 
ncioso  del  agua  que  manaba 
ntro  de  la  estancia, 
austro,  sobre  los  grandes  de- 
le bodegas,  se  eleva  el  ediñ- 
:n  1397  por  el  rey  D,  Martín 
¡o  monarca,  no  muy  ventu- 
\}ía.  manifestado  el  deseo  de 

del  claustro,  escogiendo  el 
1  esta  resolución,  que  no  le 
rcunstancias. 
do  ser,  en  efecto,  la  de  refi- 

verdad  sea  dicho,  la  fábrica 
I  levantar  no  tenia  nada  de 
las  sus  trazas  eran  las  de  un 

a  errado  ciertamente,  que  el 

es  la  joya  más  rica  y  esbelta 

.  No  parece  sino  que  los  ar- 

abajaban  más  para  su  gloria 

que  para  su  lucro:  tan  admirables  son  las  labores  que  se 

;n  en  sus  portadas  y  ventanas,  en  sus  frisos  y  en  sus 

lénsulas.  Verdadera  joya  de  arquitectura  y  escultura 

ivales,  asombra  por  la  riqueza  de  sus  detalles,  por  la 

;rfección  de  sus  lineas,  por  el  gusto  de  sus  molduras, 

>r  la  delicadeza  de  sus  trabajos,  por  la  grandiosidad, 


en  ñn,  de  sus  sunti 
partamentos.  No  sé 
ha  dicho,  y  ha  dich< 
jadas  con  más  arte  ; 
pueden  trabajarse  ] 
bellas  y  correctas  1! 
le  tan  artística  esl 
ventanas  del  palacic 
jue  se  abren  sobre  1 
]ue  rivalizar  puedaí 
perfección  y  riqueza 

A  juzgar  por  los 
partamentos  que  aú. 
Ugunos,  se  compreí 
sjecuciÓn  de  la  obra 
:o  plan.  íLástímagí 
ra,  si  terminarse  del 
menzados! 

La  muerte  del  rej 
interregno  que  sucei 
;n  agitadas  revuelta 
roña  de  Aragón,  no 
acio  quedó  inacabaí 
:iempo  de  Felipe  II 
:inuar  sus  obras,  y  1; 
la  fué  la  de  su  nue\ 
10 r  lo  poco  que  se  h 
nala  dirección  con  < 

La  galería  del  cía 
a  Real,  comunicat 
nonasterío,  que  me 

Existe  todavía,  ai 
¡ante  á  su  ruina,  ur 
Esteban,  por  estar  c 
)re,  otra  de  las  treí 


ÍLVSa — LAS  RUINAS  DB  POBLET       2S9 

:do  de  las  tres  misteriosas  luces  que 
;gún  piadosa  tradición  ya  referida, 
imitivo,  sino  el  que  se  reedificó  por 
expensas  de  D.  Fernando  I.  Aún 
motos  de  su  fábrica  el  escudo  de  las 
agón  y  el  de  León  y  Castilla,  por 
jeonor,  esposa  del  citado  D.  Fer- 

tro  estaba  la  enfermería  de  los  reli- 
iglesia  de  San  Esteban  las  Cámaras 
<  construido  á  mediados  del  siglo  xiv, 
imento  destinado  á  estancia  de  los 
el  monasterio  con  su  visita, 
istro  de  San  Esteban,  se  entra  en 
rquitectura  que  hace  frente  á  una 
rias  habitaciones,  reservadas  unas 
08  y  otras  para  dormitorio  de  los 

i  fué  locutorio  de  los  monjes,  y  se 
penetra  en  las  estancias  que  estaban  destinadas  á  bi- 
blioteca. Son  dos  grandes  salas  que  reciben  la  luz  por 
anchos  ventanales.  La  primera,  dividida  en  dos  naves 
por  cuatro  columnas  que  aparecian  pintadas  de  jas- 
pe, y  que  ha  sido  recientemente  restaurada  por  amena- 
zar ruina  su  bóveda,  estaba  destinada  á  guardar  la  bi- 
blioteca que  por  los  anos  de  1673  regaló  al  monasterio 
D.  Pedro  Antonio  de  Aragón,  hijo  tercero  de  los  duques 
de  Cardona,  embajador  que  fué  del  rey  católico  cerca 
del  Papa,  virrey  y  capitán  general  de  Ñapóles  y  pre- 
sidente de  las  Cortes  de  Aragón  y  del  Consejo  de  Esta- 
do. La  biblioteca  regalada  por  este  ilustre  personaje 
constaba,  según  Finestres,  cronista  de  Poblet,  de  3.75o 
volúmenes;  según  otros  más  modernos,  de  4.322,  nú- 
mero, de  todos  modos,  muy  respetable  para  la  época. 
La  colección  se  componía  de  libros,  impresos  muchos 

TOUO  XIX  IQ 


¡90  VÍCTOR  BALAGUER 

ellos  en  Venecia,  Roma  y  Ñapóles,  y  gran  parte  en 
isterdam  por  la  célebre  casa  de  los  hermanos  Elze- 
,  al  renacimiento  de  cuyos  tipos  hemos  asistido  en 
:stra  época;  de  un  número  considerable  de  papeles 
íticos  y  manuscritos  sobre  sucesos  referentes  á  Ná- 
es,  durante  los  virreinatos  españoles;  y,  particular 
specialmente,  de  los  dietarios  correspondientes  al 
upo  en  que  Ñapóles  fué  gobernado  por  el  duque  de 
nteleón  y  el  donador  de  la  biblioteca;  gran  tesoro 
a  la  historia,  miserablemente  perdido. 
estaban  los  libros  repartidos  en  treinta  grandes  es- 
tes de  ébano,  muy  bien  labrados,  con  cristales  de 
necia,  y  lucían  rica  y  uniforme  encuademación,  todo 
xpensas  del  D.  Pedro  Antonio,  cuyo  retrato  y  el  de 
esposa,  Doña  Ana  Catalina  de  Lacerda,  fíguraban 
lidamente  en  el  sitio  más  visible  de  la  biblioteca. 

encuademación  de  los  volúmenes  era  de  piel  roja, 
i  cantos  dorados,  y  dorados  también  en  las  cubiertas 
:scudo  de  armas  y  el  nombre  del  donador,  D.  Pedro 
Aragón.  Esta  última  círcunstansia  ha  hecho  que  mu- 
ís, con  poca  discreción  y  gran  Ignorancia  de  épocas 
Licesos,  creyeran  que  pudo  pertenecer  aquella  biblio- 
1  á  uno  de  los  Pedros  aragoneses.  Perecieron  estos 
íímenes  cuando  los  varios  incendios  y  saqueos  de 
)let,  y  los  pocos  que  esparcidos  quedan  son  buscados 

grande  afán  y  curiosidad  por  los  bibliófilos.  A  in- 
mtes  pesquisas,  y  también  á  la  casualidad,  debe  el 
or  de  estas  líneas  el  hallazgo  de  algunos  que,  como 
Estra,  depositó  en  el  instituto  de  Villanueva  y  Geltrú. 
Contigua  á  la  biblioteca  que  se  llamaba  de  D.  Pedro 
dragón,  estaba  la  primitiva  de!  monasterio,  que  cen- 
ia sobre  8.000  volúmenes  al  sonar  la  hora  de  su 
la. 

^illanueva,  que  tuvo  ocasión  propicia  de  examina 
bas  bibliotecas,  menciona,  en  el  tomo  XX  de  su  Vü 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      29I 

je  literario,  muchos  libros  importantes  que  allí  existian. 
Merced  á  este  literato  eximio,  el  curioso  puede  tener 
conocimiento  de  la  verdadera  riqueza  que  allí  existía  en 
libros  impresos,  en  manuscritos,  en  códices,  en  docu- 
mentos literarios  é  históricos.  Los  monjes  de  Poblet, 
gracias  á  su  celo,  á  sus  adquisiciones  y  al  donativo  es- 
pléndido de  D.  Pedro  de  Aragón,  tenían  una  de  las  más 
ricas  y  escogidas  colecciones  de  libros  que  á  principios 
de  este  siglo  existian  en  España. 

Se  supone  que,  entre  las  preciosidades  de  la  bibliote- 
ca de  Poblet,  había  el  original  y  autógrafo  de  la  cró- 
nica catalana  de  D,  Jaime  de  Aragón,  escrita  por  el 
propio  monarca,  y  por  61  mismo  legado  en  depósito  al 
monasterio,  según  voz  común  en  tiempo  de  Villanue- 
va,  aun  cuando  éste  conñesa  haberle  buscado  inútil- 
mente. 

El  archivo  de  Poblet,  situado  en  un  departamento 
del  piso  superior,  era  también  un  verdadero  tesoro  de 
datos  y  noticias  para  la  historia  de  Aragón  y  Cataluña. 
El  monje-archivero  estaba  considerado  como  notario 
real  y  escribano  público,  por  privilegio  del  rey  D.  Pe- 
dro II  de  Aragón. 

Bran  en  número  infinito  los  pergaminos  y  documen- 
tos que  allí  existían,  y  puede  juzgarse  de  lo  que  debía 
ser  aquel  grandioso  archivo  y  atesorar  aquel  inmenso 
depósito,  con  sólo  decir  que  nuestra  Real  Academia  de 
la  Historia  posee  hoy  20.762  documentos,  á  más  de 
una  importante  colección  de  procesos  formados  con 
motivo  de  las  alteraciones  y  movimientos  de  Aragón 
en  iSgi,  todo  procedente  de  aquel  centro  y  salvado 
milagrosamente  del  saqueo  ó  de  las  llamas  en  que  los 
demás  libros  y  manuscritos  perecieron. 

Para  que  pueda  ser  útil  á  los  curiosos  é  investigado- 
res, publicaré  en  Apéndice,  al  fínal  de  esta  obra,  la 
nota  de  todos  los  documentos  que  pertenecieron  al  mo- 


192  VÍCTOR  BALAGUER 

iterio  de  Poblet,  y  que  hoy  están  bajo  I; 
A.cadeniia  y  del  Archivo  histórico. 


V. 

La  iglesia  mayor. — La  sacrülla. — El  tesoro  de  Poblet. 

Pablo  Piferrer,  escritor  insigne  á  quien  quisiera  te- 
'  ocasión  de  citar  á  cada  paso,  decia  que  el  edi6cio 
s  notable  de  Poblet,  y  el  que  más  belleza  contiene, 

sin  disputa,  su  iglesia  mayor. 
Grandiosa  es,  en  efecto,  y  cosa  magnifica  debía  de 

en  su  tiempo  de  esplendor  y  gloria.  Hoy  se  neccsi- 
gran  esfuerzo  de  imaginación  para  comprender  lo 
:  fué,  aun  cuando  bi^  puede  juzgarse  su  pasado  por 

restos. 

L,a  iglesia  mayor  de  Poblet,  última  de  las  tres  que 
edificaron  en  memoria  de  las  luces  milagrosas,  re- 
nta á  la  época  de  la  fundación  del  monasterio  por  el 
ide  de  Barcelona,  D.  Ramón  Berenguer  IV. 
Echó  este  príncipe  sus  cimientos,  pero  ni  rastro  que- 
ya  de  la  primitiva  iglesia.  Sólo  se  sabe  que  era  muy 
[ueña  y  que  tenía  un  altar  único  con  la  imagen  de  la 
'gen  en  medio  de  los  santos,  apareciendo  pintados  al 

del  retablo,  como  en  adoración,  los  nueve  primeros 
njes  del  cenobio. 

ÍAS  necesidades  de  la  creciente  comunidad  hicieron 
!  D.  Alfonso,  hijo  del  conde  Ramón  Berenguer, 
ra  nueva  planta  á  la  iglesia  y  comenzara  con  ampli- 

y  grandiosidad  la  nueva  fábrica. 
Is  toda  de  sillería  y  tiene  la  forma  de  cruz  latina, 
nada  por  la  gran  nave  y  el  crucero,  y  dos  naves  la- 
iles  muy  bajas  y  estrechas.  Su  longitud,  desde  ia 
rada  al  remate,  es  de  ochenta  y  tres  metros;  su  ele- 


kTALUÑA — LAS  RUINAS  DB  FOBLET      293 

cinco  en  la  nave  central  y  veintidós 
u  anchura  es  de  veintidós,  excepto  en 

llega  á  treinta  y  seis  y  medio.  Siete 
rodeados  de  agrupadas  columnas,  di- 
:  las  menores  y  sostienen  los  arcos  de 
íedas. 

\  iglesia  estaba  ocupado  por  el  coro, 
enian  grande  majestad,  siendo  nota- 
turas,  elegancia  y  riqueza.  La  puerta 
piedra  con  primorosos  remates,  y  os- 

de  Aragón  con  las  divisas,  á  sus  la- 
?rancisco  Oliver,  que  gobernó  por  los 

de  este  coro,  ni  vestigio  siquiera;  pero 
10  con  el  altar  mayor,  del  cual  se  con- 
itos,  suñcientes  para  apreciar  su  mag- 
odo  de  alabastro ,  formando  cuatro 
esculturas  con  las  imágenes  de  santos, 

de  la  Pasión  de  Jesucristo,  con  los 
ina  Virgen  de  gran  tamaño,  cobijado 
iñco  pabellón  que  comunicaba  al  altar 
y  grandeza.  Se  terminó  la  obra  en 

España  el  emperador  Carlos  V,  y 
onasterioD.  Pedro  Queixal. 
3ta  obra  hubo  de  costar  grandes  dis- 
¡nero  al  abad  Queixal,  contra  quien  se 

comunidad,  acusándole  de  relajador 
regular  y  disipador  de  los  bienes  del 
ublevación  triunfó:  fué  encerrado  el 
le  una  de  las  torres,  y  dos  monjes  pa- 

portadores  de  las  quejas  y  acusación, 
ngularmente  la  de  Finestres,  el  cro- 
a  explican  el  misterio  que  se  nota  en 
:en  que  por  orden  del  general  del  Cís- 
él  abad  de  Santas  Creus,  D.  Bernardo 


294-  VÍCTOR  BALAGUl 

oirá,  quien  presidió  el  tribunal  ( 
e  de  i53i,  y  en  pleno  capítulo, 
.  Pedro  Queixal,  privándole  de  I 
lie  á  reclusión  perpetua. 

Diez  y  siete  capillas  adornaban 
>side  del  templo,  siendo  algunas 
a,  ricas  todas  en  altares,  en  es 
¡ro  más  ricas  aún  en  urnas  y  se 
ircidos  por  las  capillas,  estaban 
las  nobles  familias  de  Cataluña 

A  un  lado  y  otro  del  crucero,  ei 
tro,  sobre  un  enlosado  de  márm 
taban  los  panteones  reales,  la 
ás  vistoso  adorno  del  templo,  q 
tulo  aparte,  pues  es  asunto  que 
pecial  detenimiento. 

A  las  grandezas  de  este  templ 
■gano,  obra  de  mucha  escultura 
10  de  los  mejores  de  Cataluña; 
rio  conocido  por  el  nombre  de  i 
^fícos  altares  de  mármol,  y  el  lian 
insistente  en  una  preciosa  capill 
il  altar  mayor,  en  la  cual,  confon 
rcienses,  estábala  reserva  del  S; 

Queda  ya  dicho  cuál  es  el  estad 
as  paredes  están  desnudas  y  agí 

0  del  altar  mayor  aparece  roto  y 
!S  están  vacíos,  mutiladas  las  es 
os,  y  en  algunos  puntos  la  bóve 

1  manera,  que  llega  ya  á  ser  p 
into  comprendido  entre  la  puer 
3.  En  el  atrio  del  templo  se  gui 
stos  de  los  antiguos  altares,  y  & 
s,  y  amontonados  en  el  que  fu 
ferentes  fragmentos,  sepulcros 


r'- 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       295 

lumoas  y  capiteles,  trozos  de  estatuas,  objetos  varios 
que  con  solicitud  se  han  recogido,  evitando  que  desapa- 
rezcan, como  ha  sucedido  durante  su  tiempo  de  aban- 
dono con  muchos  de  ellos,  que  son  hoy  adorno  princi- 
pal de  Museos  extranjeros. 

También  era  obra  grande  la  sacristía,  y  digna  del 
monumento.  Al  ediñcarse  la  iglesia  se  construyó  la  sa- 
cristía conocida  con  el  nombre  de  antigua,  pero  no  tar- 
dó en  ser  pequeña  para  guardar  los  objetos  de  culto  que 
las  necesidades  del  mismo  y  la  piedad  de  los  fieles  iban 
acumulando.  Hubo  pronto  precisión  de  construir  una 
nueva,  que  se  levantó  en  el  crucero  del  lado  de  la  Epis- 
toJa,  Es  un  salón  espacioso,  perfectamente  cuadrado, 
de  cien  palmos  de  extensión  y  ciento  cincuenta  de  al- 
tura, con  una  cúpula  octagonal. 

Su  puerta  tenía  aspecto  de  grandiosidad,  fabricada 
de  piedra  jaspe,  con  vivos  remates  de  escultura,  que  nc 
por  pertenecer  al  género  plateresco  dejaban  de  ser  df 
muy  buena  y  entendida  ejecución.  Sobre  pedestales  y 
animadas  á  sus  costados  se  veían  la  estatua  de  Don 
Bartolomé  Conill,  abad  de  Poblet,  y  la  de  Fr.  Pedrc 
Marginet,  monje  que  fué  de  la  casa,  y  acerca  del  cual 
se  refieren  muy  curiosas  y  entretenidas  consejas.  So- 
bre la  puerta  figuraba  el  rey  D,  Jaime  e¿  Conquistador, 
vestido  de  cogulla,  con  Ja  corona  real  y  el  cetro. 

El  interior  de  la  sacristía  era  espléndido.  Una  vasta 
cómoda  de  nogal  ocupaba  las  paredes  en  toda  su  exten- 
sión, y  encima  de  ella  descansaban  grandes  armarios 
esculturados,  ostentando  transparentes  cristales  de  Ve- 
necia.  En  el  centro  de  la  estancia  había  otrariquisima 
cómoda,  y  diversas  hornacillas  abiertas  en  los  ángulos 
ostentaban  imágenes  y  estatuas  de  primorosa  labor, 
siendo  algunas  de  ellas  verdaderas  joyas  de  arte,  como 
una  que  pude  adquirir  y  deposité  en  la  Biblioteca- Museo 
de  Villanueva  y  Geltrú.  Los  lienzos  de  pared  que  per- 


I     • 


296  VÍCTOR  BALAGÜER 

manecían  libres  estaban  cubiertos  por  tapices  y  paños 
de  raso,  de  los  cuales  poseía  el  monasterio  una  riquísi- 
ma colección,  algunos  de  ellos  con  los  escudos  de  ar- 
mas de  su  donadores.  Terminaban  la  decoración  gran- 
des cuadros»  debidos  al  talento  de  famosos  pintores  ca- 
talanes, sobresaliendo  los  de  Viladomat,  Juncosa  y 
Flauger.  Aún  hoy  existen  en  lo  alto  de  la  cúpula  tres 
lienzos,  que  con  dificultad  se  divisan  colocados  á  tanta 
elevación,  y  que  se  dice  ser  obra  del  primero  de  los  ci- 
tados artistas.  Para  ayudar  al  decorado  de  la  sacristía, 
colgaban  de  la  bóveda  suntuosos  cortinajes  de  raso  y 
terciopelo  con  bordados  de  oro  y  plata. 

Las  riquezas  que  allí  se  guardaban  eran  incalcula- 
bles. Finestres  ocupa  todo  un  capitulo  sólo  para  enu- 
merarlas, y  con  bastantes  detalles  habla  de  ellas  tam- 
bién D.  Eduardo  Toda  en  su  libro  recientemente  pu- 
blicado. 

Como  cosas  de  precio  y  joyas  de  valor  figuraban  en 
primer  lugar,  y  en  gran  número,  vasos  sagrados»  cáli- 
ces, custodias,  aderezos  de  altar,  imágenes  de  santos, 
relicarios,  blandones,  candeleros,  etc.,  objetos  todos  de 
oro,  de  plata,  de  marfil  ó  de  ricos  metales,  cuajados  de 
piedras  preciosas,  siendo  de  notar  que  algunos  de  ellos 
eran  de  obra  mucho  más  rica  por  el  arte  que  por  sus 
diamantes  ó  esmeraldas,  zafiros  ó  turquesas. 

Gran  tesoro  era  también  el  que  allí  se  guardaba  en 
colgaduras  y  ornamento,  frontales,  capas  pluviales,  ca- 
sullas, dalmáticas,  gremiales,  estrados,  mitras,  tapices, 
paños  de  túmulo  y  de  pulpito,  alfombras,  etc.,  todo 
vistosamente  aderezado  con  relieves  y  bordaduras  de 
oro  y  plata,  figurando  ya  caprichosos  dibujos,  adornos 
y  flores,  ya  escudos  de  armas  y  pasajes,  ó  escenas  de  la 
Historia  y  de  la  Biblia. 

Finestres  dice  que  eran  tales  las  riquezas  y  profu- 
sión de  oro  y  plata,  que  llegaban  á  fatigar  la  vista. 


ALONA— LAS  RUINAS  DE  POBLET       297 

ie  mérito  y  valor  que  existían  en  el 
iebe  hacerse  especial  mención  de  al- 
er  ya  desaparecido  dejan  de  merecer 
:  libro,  destinado  á  consignar  lo  que 

es  hoy  el  monasterio  de  Poblet. 
inta  Juana,  condesa  de  Ampurias  é 
Iro  IV,  había  una  cruz  que  era  una 
arte,  según  se  supone. 
s  sobresalían  unos  con  pasajes  de  la 

donativo  del  infante  D.  Enrique  de 

y  enseñaban  una  rica  dalmática  per- 
ime  el  Conquistador,  que  éste  vestía 
monias,  y  dos  cetros  de  plata  dora- 
:iosas  de  los  monarcas  aragoneses, 
que  los  reyes,  principes  y  magnates 
in  de  ellos  había  de  ser  más  esplén- 
1  tesoro  de  este  monasterio  ostentaba 
>Ídas  á  la  liberalidad  de  D.  Jaime  I 
ro  IV,  de  Jaime  de  Mallorca,  de  Al- 
ndo  el  Católico,  en  una  palabra,  de 
llegó  á  superar  en  sus  dones  y  ofren- 
Antonio  de  Aragón,  de  quien  ya  se 
eneroso  donador  de  la  biblioteca, 
to  de  Aragón  aparece  en  las  crónicas 
un  verdadero  enamorado  de  Poblet. 
ciertamente,  con  el  donativo  esplén- 
a,  ni  tampoco  con  haber  contribuido 
lomo  del  altar  mayor,  ni  mucho  me- 
cuantiosas  sumas  en  varias  épocas, 
rdaba  de  él  un  aderezo  de  difuntos, 

^ _.icarecimiento,  que  se  ostentaba  en 

los  funerales  de  los  reyes;  una  urna  de  plata  guarneci- 
da de  coral;  una  custodia  de  plata  con  pie  y  ramas  de 
oro;  un  frontal  del  altar  mayor  de  lapis-lázuli,  ágatas 


2gS  VfCTOR  BALAGUER 

y  jaspes,  con  adornos  de  plata  y  bronc 
des  blandones  de  plata  maciza;  un  o 
formado  por  un  peñasco,  en  el  seno  Aé 
Verónica,  y  en  lo  alto  una  primorosa  i 
vador;  una  custodia  de  oro  con  doce  n 
muchos  relicarios  de  oro,  plata,  ébano 
dando  reliquias  de  santos. 

Y  todo  esto  no  era  más  que  una  peqi 
regalos  debidos  á  la  inagotable  muniñc 
dro  Antonio  de  Aragón. 

Eduardo  Toda,  que  hizo  detenidas 
en  Poblet,  habla  también  de  un  depósi 
el  nombre  de  Armario  de  las  espadas,  d 
vahan  las  de  los  reyes  y  varones  allí  er 

También  poseía  el  monasterio  ricos 
y  plata  en  su  refectorio  y  en  el  palacio 

Nada  queda  ya  de  tanta  riqueza.  E 
el  mismo  monasterio  dispuso  de  cierto: 
rito,  á  los  que  no  daba  más  valor  que  e 
tenían,  y  asi  se  ve  al  abad  D.  Antonio 
mandar  fundir  muchas  imágenes  y  oí 
sólo  porque  eran  de  modelo  antiguo. 

Cuando  sonó  la  hora  de  la  ruina  y  del 
esas  joyas  desaparecieron,  destrozadas 
precio.  Sólo  queda  algo  de  tanta  riquez 
de  Tarragona  y  en  las  iglesias  de  San  '. 
Espluga  y  Vimbodi. 

VI. 

Las  sepulturas  reales.— El  panteón  de  la  cas 
El  prehoBi  vmculadar. 

Queda  ya  dicho  que  la  mayor  riqueza  de  Poblet  es- 
taba en  sus  sepulcros.  Era  aquélla  una  verdadera  ciu- 
dad de  muertos. 


TALUÑA — LAS  KUINAS  DE  POBLET       Z99 

lasterio  de  RipoU  fué  destinado  á  pan- 
de Barcelona,  así  Poblet  fué  el  de 
n  hasta  que  se  unieron  las  dos  Coro- 
istellana.  Por  esto  alguien  dijo,  con 
bastante  verdad,  creo  que  fué  primero  Villanueva,  que 
Poblet  era  el  Escorial  de  Cataluña. 

Ya  se  ha  dicho  dónde  estaban  las  sepulturas  reales, 
en  la  iglesia  mayor,  á  uno  y  otro  lado  del  crucero,  en- 
tre el  presbiterio  y  el  coro,  formando  un  recinto,  espe- 
cie de  departamento  cerrado  por  una  puerta  coronada, 
cuyas  hojas  de  bronce  sólo  se  abrían  para  dar  paso  á 
ia  muerte. 

Sostenido  por  robustos  arcos  se  alzaba  el  panteón  de 
los  reyes,  en  medio  de  singular  grandeza,  y  correspon- 
diendo su  arquitectura  al  estilo  gótico,  que  era  el  do- 
minante en  Poblet.  Entre  grandes  cuadros  ó  compar- 
liroentos  de  mármol,  donde  figuraban  escenas  y  pasajes 
bíblicos;  sobre  bajos  relieves  en  que  se  veían  los  hechos 
más  notables  de  la  vida  de  los  reyes;  en  compañía  de 
estatuas  que  dentro  de  sus  nichos  de  piedra  asemejaban 
piadosos  varones,  envueltos  en  sus  mantos  de  anchos 
pliegues  y  entregados  á  la  meditación  y  al  dolor;  bajo 
primorosos  doseletes  de  artísticos  calados  y  suntuosas 
bovedillas  azules  con  estrellas  de  oro;  en  medio  de  toda 
la  magnificencia  del  arte  que  allí  había  amontonado  sus 
bellezas,  aparecían  las  admirables  urnas  góticas  de  los 
reyes,  alumbradas  cada  una  por  tres  lámparas  de  luz 
eterna,  que  al  reflejarse  y  descomponerse  en  los  pintados 
vidrios,  puestos  allí  por  el  arte  de  la  Edad  medía  para 
mayor  realce  y  ornato,  comunicaba  color  y  hasta  pare- 
cía dar  vida  y  movimiento  á  las  estatuas  yacentes  de  los 
monarcas  en  aquella  opulenta  necrópolis  sepultados. 

En  el  panteón  correspondiente  á  la  parte  del  Evan- 
gelio, yacia  el  rey  D.  Jaime  I  el  Conquistador.  Dos  es- 
tatuas tendidas  adornaban  su  sepulcro,  representándole 


3O0  VÍCTOR  I 

una  con  sus  insignias  y  vestiduras  i 
la  cogulla  cisterciense  por  haber  mi 
caminaba  á  Poblet,  donde  quería  i 
profesión  de  monje  que  hizo  al  abdi 
■  Pedro.  Los  restos  de  D.  Jaime,  des 
ción  que  se  reñere  en  el  primer  capí 
también  todos  los  adornos  y  escul 
fueron  trasladados  á  Tarragona,  en 
vanta  hoy,  más  aparatosa  que  artist 
aquel  monarca  entre  los  grandes  el  t 

Cuatro  estatuas  se  veían  en  el  se| 
de  D.  Jaime.  Eran  la  de  D.  Pedro 
y  las  de  sus  tres  esposas  Doña  María 
Leonor  de  Portugal  y  Doña  Leonc 
tres  con  traje  real  y  diadema.  La  de 
en  hábito  de  diácono;  pero  el  esculti 
se  aviniera  con  el  traje  y  aun  cuan 
de  notarse  algo  de  notoria  irrevere 
nada  critica,  tuvo  la  singular  idea  di 
el  puñal  que,  como  es  sabido,  no  se 
su  cinto. 

El  tercer  panteón  del  lado  del  Ev  „ 
tinado  para  el  rey  D.  Martín  elHwnafto,  y  así,  en  efec-  : 
to,  lo  decía  el  epitaño.  Se  lo  había  mandado  labrar  Q 
mismo,  en  vida,  igual  al  de  sus  predecesores;  pero  á  su 
muerte  sin  sucesión,  ardiendo  el  país  en  bandos  y  en 
disturbios,  nadie  pensó  en  trasladar  sus  restos,  que  hu- 
bieron de  quedar  depositados  en  Barcelona  hasta  me- 
dio siglo  después  de  su  fallecimiento.  Sin  ni  siquiera 
borrar  su  epitafio,  el  sarcófago  sirvió  para  su  sucesor 
D.  Fernando  I  el  de  Anlequera,  aquél  á  quien  elevó  al 
trono  el  Parlamento  de  Caspe.  En  el  sepulcro,  pues,  de 
D.  Martín  yacía  D.  Femando,  que  estaba  representado 
por  dos  estatuas,  una  armada  de  punta  en  blanco,  otra 
en  hábito  de  diácono.  Junto  á  estas  estatuas  se  vda 


TALUNA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      3OI 

)sa  la  reina  Doña  Leonor,  que  tam- 
illi,  pues  al  quedar  viuda  profesó  en 
:dina  del  Campo,  donde  se  habia  re- 
:nteiTaron. 

del  recinto  que  nos  ocupa,  y  en  el 
to  al  presbiterio  por  la  parte  de  la 
Epístola,  estaba  el  sepulcro  de  D.  Alfonso  1  de  Cata- 
luña y  II  de  Aragón,  hijo  del  conde  de  Barcelona  Don 
Ramón  Berenguer  IV,  fundador  del  monasterio,  y  de 
Doña  Petronila  de  Aragón,  hija  de  Ramiro  el  Monje. 
Dos  estatuas  habia  en  su  sepultura  que  lo  representa- 
ban: una  con  el  hábito  de  diácono  y  ceñida  de  laurel, 
sin  duda  por  haber  sido  aquel  rey  famoso  trovador; 
otra  con  la  cogulla  cisterciense,  hábito  con  que  quiso 
ser  sepultado  por  la  mucha  devoción  que  tuvo  á  la  Orden 
y  al  monasterio  de  Poblet,  al  cual  legó  su  corona  real. 
D.  Juan  I,  y  sus  dos  esposas  Doña  Matha  ó  Matea 
de  Armeñach  y  Doña  Violante,  hija  de  los  duques  de 
Bar,  descansaban  en  el  panteón  segundo  de  la  Epís- 
tola, y  allí  se  veían  sus  tres  estatuas  de  alabastro,  la 
del  rey  con  dalmática  y  diadema,  insignias  reales  que 
llevaba  también  la  de  su  segunda  fnujer  Doña  Violante, 
pero  no  así  la  de  Doña  Matea.  Esta  aparecía  con  una 
modesta  guirnalda  de  flores  en  las  sienes  y  su  corona 
de  reina  en  las  manos. 

El  tercer  sepulcro  del  lado  de  la  Epístola  era  quizá 
el  más  rico  y  ostentoso,  guardando  los  restos  del  rey 
D.  Juan  II  y  de  su  esposa  Doña  Juana  Enríquez,  hija 
del  almirante  de  Castilla.  El  monarca  estaba  represen- 
tado por  dos  estatuas:  una  con  rica  y  lujosa  armadura; 
otra  con  el  manto  real  guarnecido  de  pedrería.  La  de 
Doña  Juana  figuraba  vestir  un  suntuoso  traje  y  ceñía 
corona. 

Inmediato  al  panteón  real  del  Evangelio,  y  arrima- 
do á  la  pilastra,  se  alzaba  un  mausoleo  de  alabastro 


302  VÍCTOR  BALAGUBR 

enriquecido  con  numerosas  escultu 

morosa  imaginería,  como  dice  Fine 

lo  suntuoso  y  espléndido  de  la  obra 

pulcro  en  una  urna  con  una  magnt 

de  corte,  arrodillada  sobre  un  alm 

sus  pies  cetro  y  corona  y  cobijada  ] 

y  de  púrpura.  Mandó  elevar  este  n 

de  Ñapóles  D.  Pedro  Antonio  de  Ar 

de  Foblet,  para  guardar  los  restos  di 

que  desde  1458  hasta  1671  estuvier 

convento  de  padres  dominicos  de  í   , 

de  virrey  en  esta  ciudad  el  referido  D,  Pedro  Antonio 

de  Aragón,  doscientos  trece  años  después  de  la  muert 

de  D.  Alfonso,   fueron  llevados  á  Foblet  los  despojo 

mortales  del  egregio  monarca,  conquistador  y  literato 

y  guardados  en  e¡  sepulcro  que  á  su  memoria  erigió  ( 

ilustre  citado  miembro  de  la  casa  de  Cardona. 

En  frente  de  esta  sepultura  se  alzaba  otra  en  un  todi 
semejante,  mandada  erigir  también  por  el  mismo  Doi 
Pedro  Antonio  de  Aragón  al  infante  D,  Enrique,  hei 
mano  de  los  reyes  D.  Alfonso  V  y  D.  Juan  II,  grai 
maestre  de  Santiago,,  conde  de  Ampurias  y  primer  di 
que  de  Segorbe,  fallecido  en  144S  á  consecuencia  d 
heridas  que  recibió  en  la  batalla  de  Olmedo. 

Por  lo  que  toca  al  rey  D.  Martín  el  Humano,  ya  seh 
visto  que  su  tumba  hubo  de  servir  para  su  sucesor  en  e 
trono  D.  Fernando  el  de  Anteqiiera.  Cuando  D.  Martíi 
fué  trasladado  á  Poblet,  en  1460,  cincuenta  años  des 
pues  de  su  muerte,  quedó  depositado  en  uno  de  los  pan 
teones  de  la  casa  de  Cardona,  donde  estaba  á  mediado 
del  siglo  pasado,  en  época  del  cronista  Finestres,  quiei 
dice  que  sus  restos  se  guardaban  en  un  arca  de  mader 
guarnecida  de  terciopelo  negro,  perseverando  con  la  mis 
ma  incorrtiptibilidíid  y  entereza  con  que  se  le  descubrió  ei 
el  año  de  1460,  al  hacerse  la  entrega  de  su  cadáver. 


CATALUÑA— LAS  KDINAS  DE  POBIET   3O3 

OS  en  hablar  de  los  panteones  de  la  ca- 
que acaban  de  citarse;  pero  antes  im- 
ra  que  el  lector  pueda  formarse  aproxi- 
aquella  ciudad  de  muertos,  que  en  las 
i  reglas,  ó  á  su  alrededor,  en  sepulcros 
su  riqueza  aun  cuando  no  por  su  tama- 
[1  muchos  infantes  y  principes  de  las  fa- 
Así,  por  ejemplo,  en  la  tumba  del  rey 
leron  depositados  los  restos  de  doce  in- 
diversos  reyes  de  Aragón,  que  yacían 
le  madera.  Con  D.  Juan  I  estaba  su  hi- 
:  Fox;  con  D.  Juan  II  su  hija  también 
i  Marina;  y  en  sepulturas  aparte,  ricas 
1  estatuas  yacentes,  varios  príncipes  y 
eciendo  particular  atención  entre  los 
que  se  levantaba  en  el  brazo  izquierdo 
ndado  fabricar  por  el  rey  D.  Martín. 
;ste  sepulcro  sobresaliera  entre  los  de- 
esplendidez y  riqueza;  al  contrario.  Ca- 
ros, si  en  algo  se  distinguía,  era  por  su 
estia;  pero  el  pensa'dor  no  podía  menos 
!  con  cierta  emoción,  ya  que  con  los 
se  depositaron  fueron  sepultados  tam- 
i  restos  y  las  postreras  esperanzas  de 
Lronil  de  la  monarquía  aragonesa  que 
:mente  vive  en  la  historia.  Yacia  allí 
leí  primogénito  de  Aragón  D.  Martín, 
lya  temprana  muerte,  acaecida  en  1399, 
is,  incertidumbres  y  últimas  disposido- 
■buelo,  D.  Martín  el  Humano,  dándose 
por  medio  de  un  acto  grandioso  de  so- 
1,  aunque  no  tan  justo  y  afortunado  co- 
Parlamento  de  Caspe  llamase  al  trono 
lina, 
el  panteón  de  la  casa  de  Cardona. 


304  VÍCTOR  BALAGUBR 

Era  fábrica  de  gran  importancia  y 
tuosídad,  mandada  erigir,  mientras  co 
1660  y  siguientes,  por  D.  Ramón  Lu 
dona,  duque  de  Segorbe  y  de  Cardona, 
los  arcos  que  sostenían  las  sepulturas 
éstas,  por  consiguiente.  Mandó  el  duqi 
bos  costados  los  arcos  con  una  rica  pa 
traidos  de  Sarreal,  sirviendo  como  de 
panteones  reales,  aunque  de  estilo  dif 
asi  espacio  bastante  para  contener  los 
tepasados.  Las  dos  puertas  que  mii 
mente  á  cada  lado  del  crucero  estaban 
tro  compartimientos,  separados  por 
mármol  blanco  sentadas,  en  pedesta 
pilares,  ostentándose  en  el  centro  una 
corada  con  una  corona  ducal.  Las  fací 
pondian  al  interior  de  la  iglesia  fo 
cuatro  cuadros  cada  una,  figurando 
episodios  de  guerras,  detalles  de  entie 
escudos  de  la  casa  de  Cardona.  Era  fí 
realizada  por  dos  escultores  hermanos 
Manresa,  Juan  y  Francisco  Grau,  cuj 
cados  del  olvido  por  Finestres,  mere 

Dentro  de  estos  panteones  de  la  cas 
Cardona  yacían  también  en  arcas  de 
reinas,  príncipes  é  infantes,  entre  ellos 
cho,  el  rey  D,  Martín,  á  quien,  sin  e 
levantado  un  palacio  en  Poblet,  Poblé 
rente  que  le  usurparan  su  tumba.  La 
abrió  también  las  puertas  de  sus  moi 
para  dar  hospitalidad  á  las  reinas  Don 
mujer  de  D.  Martin,  y  Doña  Beatriz 
fué  reina  de  Hungría;  y  á  los  príncipe; 
gón,  hijo  de  Fernando  el  Católico,  en  s 
monio  con  Jermana  de  Fox;  D.  Alfonsí 


TALUÑA— LAS  RUINAS  DE  FOBLET         3O5 

").  Pedro,  hijo  de  Fernando  1,  que  mu- 
e  Ñapóles  á  la  vista  de  su  hermano  el 
',  el  cual,  al  verle  caer,  exclamó  entre 
to  el  mejor  caballero  qtie  salió  de  Espa- 
chado  D.  Carlos,  principe  de  Viana, 
e  alzarse  en  armas  Cataluña,  ampa- 
echo,  y  á  quien  poco  faltó,  después  de 
ler  venerado  en  los  altares  i. 
los  Cardona  guardaba,  en  número  ex- 
nerto,  los  restos  de  muchísimos  miem- 
ustre  familia  que  á  tan  alto  grado  Ue- 
iialenza.  Los  despojos  dé  aquéllos  que 
tes  de  terminarse  la  obra,  lo  cual  fué 
por  los  años  de   1664,  y  estaban  en  distintos  puntos, 
fueron  piadosamente  recogidos  y  trasladados  i.  Poblet 
en  ostentosa  procesión  y  ceremonia  de  que  conservaban 
gran  recuerdo  los  anales  del  monasterio.  Erigido  ya  el 
panteón,  eran  depositados  en  él  todos  cuantos  indivi- 
duos de  la  casa  de  Cardona  iban  falleciendo,  habiéndo- 
se designado,  entre  tan  conspicua  ayuntación  de  muer- 
tos, un  puesto  de  honor  y  un  sitio  escogido  para  el  ena- 
morado de  Poblet,  aquel  D.  Pedro  Antonio  de  Aragón 
tantas  veces  citado  en  estas  páginas,  á  quien  era  deu- 
dor el  monasterio  de  regalos  valiosos,  pero  entre  todos, 
aun  siendo  de  gran  precio,  ninguno  como  el  de  su  esco- 
gida y  selecta  biblioteca. 

Sólo  un  sepulcro  de  los  de  Cardona  estaba  apartado 
de  los  demás,  compitiendo  en  lujo  y  esplendidez  con  los 
mausoleos  de  los  reyes,  como  que  encerraba  á  uno  de  los 
más  insignes  varones  de  nuestra  historia,  á  aquel  que 


1  En  1542  un  ligado  apostólico  di6  licencia  para  separar  del  ca- 
dáver de  D.  Carlos  de  Viana  un  brazo  que  se  guardaba  con  veneración 
en  la  sacristía  de  Foblel,  y  un  dedo  que  como  reliquia  conservaba  la  igle- 
na  de  San  Vicente,  en  Valencia. 

TOMO   XIX  20 


3o6  1 

era  conde  entre  los  i 
hom  vinculador,  seg 
capitán,  esforzado  i 
defensor  de  Gerona 
y  de  Francia,  en  ti 
món  Folch,  en  fin, 
este  nombre.  Murió 
pulcro,  que  más  tan 
do,  y  en  donde  pe 
traslación  de  sus  res 
erigir  D.  Luis  Ram 
Cardona. 

Levantábase  este 
que  subía  de  la  ¡gles 
destal  adornado  con 
urna  enriquecida  coi 
tos,  sobre  la  cual  ai 
tesca,  la  estatua  del 
Un  epitafio  latino  re 
des  y  hechos  heróicc 
era  ciertamente  mái 
piedra  se  leía  en  la 
solo  dístico: 

Cuniíiíut  hic  i> 
Jtfgiitts  t¡ 

Pendientes  del  se 
del  dístico  latino,  ap 
castellanos,  que  mej 

primeros,  siguiendo  el  elocuente  laconismo  del  primer 
epitafio: 

A  quien  esta  (umb»  esconde 
por  ser  varón  deiu  ley, 
entre  los  reyes  es  conde 
y  entre  los  condes  es  rey. 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET 
Por  hazafla  sefialadn 
Rano  el  conde  esta  corona. 
.    por  áíi  que<U  coronada 
la  real  casa  de  Cardona. 


£1  cementerio  común.— El  monje  misterioso.— La  capilla  de 
dej  de  üigel.— El  par.lec'm  de  esta  familia, — Dofia  Leonor 
gÚD,  la  triste. —La  casa  de  Cabrera. 

Fatigado  estará  el  lector  de  tanto  como  de  n 
se  viene  contando;  pero  hay  necesidad  absoluta 
biar  más  aún,  si  este  libro  ha  de  corresponder  á 
jeto.  Considérese  que,  en  medio  de  las  grande 
Poblet,  su  Necrópolis  era  su  mayor  grandeza,  y 
ella  estaba  toda  la  historia  de  la  Corona  de  A 
Con  sólo  entrar  en  Poblet  y  detenerse  un  me 
ante  cada  mausoleo,  leyendo  los  epitafios  y  fij 
en  los  hechos  del  difunto,  el  curioso  podía  sa 
templo  enterado  á  grandes  rasgos  de  lo  más  sal; 
culminante  de  nuestra  memorable  historia.  Por  < 
más  de  lamentar  la  ruina  y  desaparición  de  a< 
monumentos.  El  arte  puede  restaurar  ó  levan 
nuevo  el  edificio;  pero  ¿cómo  volver  á  reunir  ai 
tumbas  desaparecidas  ó  aquellos  restos  perdido 
siempre,  que  el  genio  de  los  artistas  y  el  resp 
las  familias  y  de  la  posteridad  hablan  ido  allí  a 
lando,  á  través  de  siglos  y  generaciones,  para  g 
manifestación  de  las  artes  y  monumental  archivi 
historia? 

En  el  antiguo  cementerio  de  los  monjes,  qii 
detrás  de  la  iglesia,  y  en  el  claustro,  se  ven  ai^ 
chas  sencillas  urnas  de  piedra,  á  modo  de  ataú< 
tenidas  por  columnas  ó  empotradas  en  el  muro,  1 
muñes  en  la  Edad  media.   Aunque  al  parecer  i 


308  VÍCTOR 

mes  muchas  de  ellas,  todas  fueroi 
fañadas  un  dia  en  busca  de  imagí 
guardaban  los  restos  de  honrados  ■ 
jurados  y  concelleres  que  de  Lérii 
la  misma  Barcelona,  de  diversas 
á  Poblet  la  piedad  de  las  famiUas, 
ascendientes,  después  de  una  vida 
sagrada  al  hogar  y  Ja  patria,  fues< 
eterno  en  la  tierra  bendita  de  P 
amparo  y  custodia  de  la  Virgen,  a 
sitio  en  tomo  de  sus  reyes  todos 
columna  de  su  trono  ó  esplendor 
pes,  barones,  magnates,  caballero 
nos,  como  si  fuese  aquel  sagrado 
Cataluña. 

Entre  estas  tumbas  de  que  ve 
hay  muy  curiosas  y  dignas  de  fi 
cuando  sólo  descuellen  por  su  exi 
la  artística  forma  que  sabía  darl 
que  con  ninguna  otra  se  confunde 
taño,  revelando  el  nombre  del  difi 
y  profesión  de  ciudadano,  mercadi 
según  costumbre  de  los  tiempos, 
sa,  un  emblema,  un  escudo,  una 
pueda  dar  motivo  á  descifrar  ó  sos 
personaje  allí  sepultado:  así,  por  i 
culpida  en  una  lápida,  indica  que 
Espada,  que  por  antiguos  manusí 
enten-ado  en  el  cementerio  de  los 
dan  á  conocer  á  los  individuos  de 
atributo  profesional  revela  el  art 
funto. 

¿En  qué  urna  de  éstas  6  en  qui 
cementerio  descansaba  cierto  mis 
después  de  la  célebre  batalla  de  M 


LUMA — LAS  RUINAS  DE  POBLET    309 

a  bajo  la  inmeasa  pesadumbre  de 
rofe,  se  presentó  á  tomar  el  hábito 

0  sólo  al  abad  el  secreto  de  su  nom- 

1  referente  á  este  personaje,  que  de- 
cíerta  importancia,  y  sin  duda  muy 
o,  por  lo  que  se  trasluce.  Cuanto 
constaba  en  antiguos  manuscritos, 

pocos  días  de  la  batalla  de  Muret, 
ta  que  D.  Pedro  de  Aragón  el  Ca- 
provenzai  perdieron,  el  primero  su 
>u  independencia  y  libertades,  pre< 
de  Poblet  un  caballero,  que  tal  pa- 
lura  y  arreos.  Jinete  y  caballo  lle- 
'  fatigados,  como  quienes  venfan  de 
peligrosa  jornada.  Pidió  el  caballe- 
ad, que  al  parecer  lo  era  D.  Pedro 
cuando  en  esto  no  andan  claros  los 
errados  entrambos  en  ila  celda  aba- 
cia], tuvieron  lai^a  y  detenida  plática.  Ya  el  caballero 
no  volvió  á  salir  del  monasterio,  y  poco  después  con- 
taba la  comunidad  con  un  nuevo  monje  que  nadie  sa- 
bía quién  era,  ni  cómo  se  llamaba,  ni  de  dónde  había 
'  venido.  Retraído,  huraño,   sin  hablar  ni  comunicarse 
con  los  demás  hermanos,  recatando  el  rostro  cuando 
podía  ser  visto   de  gente  forastera,   el  monje  miste- 
rioso vivió  algunos  años  en  el  cenobio,  extraño  á  todo 
'  y  á  todos,  y  sin  más  trato  que  el  de  haberse  llegado  á 
conferenciar  con  él  un  día,  y  en  secreto,  el  magnate 
D.  Pedro  Abones,  á  quien  las  Cortes  de  Lérida  de  1ZI4 
habían  nombrado  gobernador  general  de  Cataluña  du- 
rante la  menor  edad  del  rey  D.  Jaime  I. 

Cuando  murió  el  monje  misterioso,   mandáronse 
quemar  sus  papeles,  ropa  y  muebles  de  su  celda  por 


310  VÍCTOR   BALAGUBR 

orden  expresa  del  abad,  que  lo  era  á 
món  de  Hostairích,  y  fué  enterrado,  i 
como  recóndito,  dentro  del  cementen 
La  circunstancia  de  haber  llegado  al 
días  después  de  la  batalla  de  Muret,  t 
estuvo  y  tomó  parte,  siendo  quizá  tai 
de  la  infausta  noticia,  puede  hacer  p 
guno  de  los  capitanes  de  D.  Pedro,  t 
sabido  salvar  á  su  rey  ó  morir  con  él, 
vergüenza  en  el  fondo  de  un  claustre 
zá,  alguno  de  aquellos  caballeros  y  ti 
venza,  que,  tras  de  la  fatal  jornada  c 
toda  esperanza,  abandonaron  para  í 
viniendo  á  buscar  en  Cataluña  amiga 
norada  tumba. 

Referido  esto,  que  por  lo  curioso  \ 
nuestro  relato,  volvamos  á  seguir  la  ( 

La  casa  de  los  condes  de  Urgel,  ta 
mada,  que  por  ser  originaria  de  los  ci 
na  no  reconocía  superior,  tenia  en  Pe 
cros,  principalmente  en  la  capilla  de 
gelios,  llamada  también  de  los  conde 
tar  á  cai^o  de  esta  casa,  que  erigió  ei 
miento. 

Entre  los  muchos  miembros  de  es 
pultados,  estaba  Armengol  VIII  de  ' 
Elvira,  condesa  de  Subírats,  que  mur 
cual  las  leyendas,  y  sobre  todo  las  caí 
vadores  provenzales,  presentan  com 
mas  más  hermosas,  gallardas  y  galai 

También  tenía  allí  humilde  y  pobi 
Doña  Leonor  de  Aragón,  hermana  d 
mo  conde  de  Urgel. 

Las  crónicas  de  Poblet  hablan  la 
señora,  y  hay  que  consagrarle  unas  Ij 


ÍLUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         3II 

:  todos  los  transcendentes  sucesos  que 
rte,  sin  hijos,  de  D.  Martín  el  Hu- 
«  los  pretendientes  al  trono  vacante, 
Lamente,  con  más  derecho  y  justicia 
de  de  Urgel,  que  era  también  el  que 
y  más  adictos  contaba,  singularmen- 
les..  No  hubo,  sin  embargo,  de  reco- 
imento  de  Caspe,  cuyo  fallo  convi- 
todos  los  pretendientes,  deponiendo 
,  suspendiendo  los  otros  las  hostili- 
do  D.  Fernando  el  de  Antequera, 
le  de  Urgel,  que  contaba  con  el  amor 

á  quien  su  madre  Doña  Margarita 
a  á  cada  momento:  Hijo,  ó  rey  ó  nada, 

fallo  de  los  jueces  de  Caspe,  é  in- 
),  se  levantó  en  armas.  Tan  infieles 
10  la  justicia.  D.  Jaime,  preso  en  Ba- 
osefdo  hasta  de  sus  estados  de  Ur- 
istillo  de  Játiva  por  su  victorioso  rí- 
\llí  estuvo  prisionero  algunos  años, 
astradamente,  por  mandato,  según 
cupaba  el  trono  que  á  él  pertenecía. 
le  Urgel  una  hermana.  Doña  Leonor 
al  su  padre  dejó  heredera  de  la  baro- 
eudo  de  Balaguer,  á  falta  de  sus  her- 
rey  D.  Femando  desposeyó  de  sus 
ho  conde  D.  Jaime,  poseía  Leonor, 
íT  ó  villa  de  Menargues,  lo  cual  no 
se  lo  vendiera  al  monasterio  de  Po- 
Doña  Leonor  que  á  la  caída  de  su 
nelu  di  ble  mente  la  suya,  y  se  apresu- 
;redera  universal,  por  escritura  del  4 

á  Doña  Cecilia  de  Aragón  y  Cabré- 
la  sido  de  D.  Bernardo  de  Cabrera, 
1  Sicilia  y  vizconde  de  Cabrera  en 


313  VÍCTOR   BALAGUEl 

Cataluña,  la  cual  puso  pleito  al  rey 
Poblet  sobre  el  dicho  lugar  de  Men; 
entonces,  desentendiéndose  de  la  in 
cilia,  mandó  proseguir  el  proceso  di 
beldia  contra  Doña  Leonor,  á  quiei 
bienes  por  suponerse  que  había  reca 
men  que  su  hermano. 

La  infeliz  Doña  Leonor  se  vio  e: 
de  todo,  abandonada  de  todos,  sin 
sin  hogar,  sin  patria,  y  la  descend: 
de  los  reyes  de  Aragón,  que  habían 
do  con  la  fama  de  sus  hechos  y  la 
riquezas,  se  encontró  de  pronto  tan 
tan  falta  de  recursos,  que  hubo  de 
pública  el  amargo  pedazo  de  pan  c( 
necesario  sustento:  grande  ejemplo 
gratitud. 

Pero  aún  no  paró  en  esto  su  mis< 
guardaba  el  cielo  mayor  humillaciór 
Por  alguna  misteriosa  serie  de  suct 
sido  fácil  averiguar — pues  que  las  c 
las  memorias  que  de  aquella  infeliz 
citan  los  hechos  como  si  tuvieran 
ahondar  en  ellos; — por  alguna  mis 
cesos,  repito,  Doña  Leonor  vino  á  i 
Fr.  Pedro  Cerdán,  su  confesor,  dÍ! 
San  Vicente  Ferrer,  de  aquel  San  ^ 
ron  eminente,  es  verdad,  apóstol  e, 
justicia  se  venera  en  los  altares,  pi 
fin,  no  pareció  ciertamente  haber  e 
piraciones  del  cielo  ni  á  las  del  derec 
influyendo  contra  el  conde  de  Urgel 
te  como  lo  hizo,  cuando  e]  parlamet 
sejada  por  Fr.  Pedro  Cerdán,  Doi 
abandonar  el  mundo  y  retirarse  á  u 


LüSa — LAS  RUINAS  DE  POBLET         3I3 

ta,  distante  una  legua  de  Poblet,  en 
-eíble  abstinencia,  descalza,  vestida 
levota  imitadora  de  la  Magdalena, 
unida  en  1430. 

Poblet,  precisados  á  guardar  silen- 
i  de  la  vida  de  Doña  Leonor,  subsa- 
irzado  con  grandes  alabanzas  á  la 
tir;  dicen  que  murió  en  olor  de  san- 
nerable,  y  cuentan  que  Fr.  Pedro 
nita  de  quien  falta  aún  hablar,  vio 
a  de  Leonor  conducida  en  triunfo 
)teosis  arrancada  tal  vez  á  la  con- 
historiadores  obligados  á  hacerse 
lerta  por  impedirles  ocuparse  de  la 
:nsura  de  su  época.  La  triste  Doña 
la  de  limosna,  en  tierra  llana,  al 
i  capilla  que  sus  ascendientes  ha- 
mtar  y  engrandecer  con  sus  rique- 


capilla  panteón  de  los  señores  de 
le  Ager,  emparentados  con  la  casa 
i  de  su  título.  Raza  turbulenta  que 
nactiva,  fué  la  de  Cabrera.  Núes- 
tas  están  llenas  de  sucesos  referen- 
ladora,  para  la  cual  no  había  punto 
ni  tregua,  siempre  en  actividad  de 

en  lucha  abierta,  cuando  no  con 
patria,  con  sus  vecinos  y  con  sus 
condes  de  Barcelona  y  reyes  de  la 
Varios  de  los  Cabrera  sepultados 
sus  lechos  de  piedra  desde  el  mis- 
i  donde  encontraron  su  muerte. 
jue  tenia  sepulturas  en  Poblet  era 
lera  entre  las  que  llamaban  de  los 
»»a,  tan  esclarecida  y  alta  que,  por 


314  VÍCTOR  BALACUER 

ser  quien  era  esta  familia  y  por  tcne 
mo  murió  uno  de  sus  individuos  allí 
más  detenido  comento  y  capitulo  ap 


Las  sepulturas  de  los  Moneadas.— El  caballei 
casa  di?  Moneada. — Los  varona  de  la  fama.' 
Glorias  de  los  Moneadas.        • 

Merece,  en  efecto,  muy  especial  i 
Moneada  que,  con  la  de  los  condes  ¿ 
pues  reyes  de  Aragón,  y  la  de  los  co 
mó  el  núcleo  y  la  fuerza  de  aquel  < 
sobrecrecientes  glorias  por  todas  las 
todos  los  mares  surcados,  palidecía  ( 
principales  monarcas  y  más  primada 

No  era  realmente  en  Poblet  dond 
cada  tenía  su  panteón.  Era  en  San 
monasterio  cisterciense,  rival  de  Pol 
alteza,  sobre  cuya  historia,  maraví 
recuerdos  se  me  hubiera  ocurrido  dei 
to  hay  que  decir  no  estuviera  ya  en 
mente  publicado  por  D.  Teodoro  C 

1  Se  tilula  esta  obra  SANTAS  CRItUS,  ¿et 
famúiú  mimasltria  y  neliciai  hiilóricaí  re/ermlt. 
y  dtmás  ptrmnas  nelailis  ^cpu¡lada¡  en  tu  rtem, 
Hanuevfl  y  Gcltrú,  estabkcimienlo  lipográñco 
Es  un  libro  verdadera  mente  imporlanle,  que  at 
se  estudia  con  mas  provecho,  en  el  que  su  au 
conocido  y  reputado  en  la  república  de  las  Ictl 
gran  valla,  ha  sabido  reunir  con  arte,  discreciún 
lislico,  hist/irico  y  legendario  tiene  aquel  grandi 
siempre  en  Cataluña  al  par  de  Poblet,  Y  tan  es 
Ire  loi  catalanes  como  frase  usual  y  vulgar  la  di 


LUNA — LAS  RUI» AS 

rio,  á  cuya  fui 
Moneada,  era  i 
es  de  esta  casa  s 
í  de  Aragón  Pedí 
I  á  la  de  aquel  oí 
.áuria. 

doñeadas  sólo  t< 
una  de  DoRa  i 
cada,  capitán  fai 
Horca,  esposa  qi 
de  Urgel.  Su  se 
1  divisas  de  Urgí 
ilumnas,  se  hall; 
le  Cristo,  en  la 

pilla,  y  al  lado  d 
ivisas  de  Ui^l  ; 
bastro,  veíase  el 

primera  mujer  d 
e  D.  Jaime, 
ura  .de  los  Monc 
rio  de  los  monjes 
e  tierra  y  encaj; 
la  de  San  Berna: 
:tavo,  sin  inscrii 
>,  yacen  los  resi 
1,  cuya  trágica  i 

suceso  que  hast 
3r  lo  extraordini 
.  ser  tal  vez  una 


SíHlat  Crttu,  como 
r  can  esta  frase  á  que 
lo  demás,  fortuna  ha 
bil  y  tan  completo  en 


6  VÍCTOR  BALAi 

s  maneras  un  hecho  y  un  ej 
familia  y  retratan  una  époc 
ii  escena  que  voy  á  contal 
y  oscura  noche  de  Novieml 
ia  de  Santa  Coloma  de  Qr 
bajaba  al  río  Besos  desde  el 
n  hombre  envuelto  en  una 
an  los  almogávares,  se  hali 
m  la  cabeza  apoyada  en  un 
dormía.  Nada  de  esto,  sin 
raba. 

lalquiera  que  hubiera  podid 
curídad  que  reinaba,  hubié 
Drarse  bruscamente,  avanzí 
iterrogar  los  ruidos  de  la 
i  uno  que  le  fuese  familiar; 
len  no  le  hubiese  dado  el  i 
se  hasta  tenderse  en  tieiTa 
laneciendo  así  más  de  un  i 

de  estatua  yacente. 

cabo  de  este  tiempo  se  lev 
ndo  el  árbol  junto  al  cual 
lanecido,  fué  á  situarse  en  i 
ios  minutos  después  un  mi 
iimores  de  la  noche.  Bra  e 
candóse  fué  poco  á  poco  hai 
icstro  hombre  misterioso, 
r  de  entre  las  sombras  la  si 

el  que  avanzaba  vio  tamb 
aridad  de  I9S  estrellas,  dit 
1  del  camino,  pues  que,  inc 
;i  caballo,  gritó  con  voz  ro 
¿QSién  anda  ahí? 
Un  hombre  que  desea  hablí 


líIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DK  POBLET         3T7 

BI  jinete  tiró  la  rienda  y  detuvo  su  caballo;  pero  al 
propio  tiempo  que  se  inclinaba  de  nuevo,  como  para 
descubrir  mejor  al  que  acababa  de  hablar,  su  mano  de- 
recha buscaba  bajo  la  pellica  en  que  iba  envuelto  el 
pomo  de  la  daga,  compañera  inseparable  entonces  de 
ios  caballeros,  daga  pequeña  y  de  agudísima  punta  que 
servía  de  arma  arrojadiza  á  quienes,  como  el  jinete  de 
que  hablamos,  sabían  dispararla  con  certero  tino  y  á 
gran  distancia.  Quizá  el  de  la  manta  notó  este  manejo, 
pues  hizo  un  movimiento  como  para  adelantarse,  dete- 
niéndole sólo  la  voz  del  jinete. 

— Di  cuanto  quieras  sin  avanzar  un  paso,  6  te  arrojo 
mi  daga;  y  por  la  sangre  de  Cristo  Nuestro  Señor,  que 
no  erraré  de  una  pulgada  tu  corazón. 

El  desconocido,  que  había  dejado  caer  el  embozo  de 
su  manta,  se  cruzó  de  brazos,  y  dijo,  mientras  una  son- 
risa indeñnible  asomaba  en  sus  labios: 

— ¿D.  Hugo  de  Moneada  tiene  miedo? 

— ¡Villano! — gritó  el  jinete. — ¿Cuándo  has  visto  ó 
has  oído  decir  que  hubiese  temblado  un  Moneada?  Per- 
donóte tu  insolencia  en  gracia  de  que  me  digas  pronto 
lo  que  de  mí  deseas:  pero  antes  de  todo,  comienza  por 
decirme  tu  nombre,  ya  que  sabes  el  mío.  ¿Quién  eres? 

— Soy  Farech  el  almogávar. 

— ¿Y  qué  es  lo  que  quiere  Farech  el  almogávar  de 
Hugo  de  Moneada? 

— Una  sola  cosa Su  vida. 

D.  Hugo  se  ¡rguió  sobre  la  silla  de  su  caballo,  y  sus 
ojos  centellearon  en  la  oscuridad. 

— ¿Mi  vida  dijiste,  perro  almogávar?..,.  ¡Mi  vida!  ¿Y 
para  qué  necesita  mi  vida  un  miserable  como  tú? 

— Porque  la  palabra  de  un  villano  vale  lo  que  la  de 
un  caballero,  y  he  prometido  mataros. 

— ¿Y  á  qué  perro  judío  ó  moro  has  prometido  la  vida 
de  un  Moneada? 


3l8  VÍCTOR   BALACUBR 

— Al  vizconde  de  Rosanes. 

Al  oir  Moneada  el  nombre  de  su 
encarnizado,  lo  comprendió  todo.  E 
delante  era  uno  de  esos,  nacidos  en 
cho,  que  en  aquella  época  alquilaban 
á  los  caballeros  para  desembarazarle 
migo  demasiado  poderoso  ó  demasiad 
verse  con  él  ellos  mismos:  as!  es  que, 
go  oyó  el  nombre  de  su  enemigo, 
con  la  rapidez  del  rayo,  desenvainó 
con  ímpetu  al  almogávar,  clavando 
con  furia,  el  aguijón  en  los  ¡jares 
hacerle  saltar  por  sobre  el  cuerpo  d( 

La  daga  partió,  en  efecto,  disparí 
D.  Hugo,  pero  fué  á  clavarse  en  el  ; 
se  apoyara  Farech;  el  caballo  saltó, 
cima  de  un  cuerpo,  pero  no  de  un  ci 

También  el  almogávar  lo  había  c 
su  vez,  y  con  la  misma  presteza  qui 
D.  Hugo,  se  tiró  al  suelo  para  evit 
pasar  el  caballo,  que,  á  mantenerse 
derribado  de  seguro.  Fué,  sin  emb; 
neo  el  saltar  D.  Hugo  por  encima 
el  ponerse  de  pie  el  almogávar,  emj 
bailo,  montar  en  grupa  de  un  botí 
con  una  de  aquellas  correas  de  que  i 
tos  los  almogávares  para  sujetar  su: 
nar  á  sus  enemigos,  teniendo  alguní 
dad,  y  Farech  era  de  este  número, 
un  lazo. 

Cuando  D.  Hugo  quiso  hacer  un 
sistencia,  estaba  ya  atado. 

El  almogávar  paró  el  caballo,  api 
Hugo  de  la  silla  con  la  misma  facili 
becho  con  un  saco  de  plumas,  y  lo  d 


ISa — LAS  RUINAS  DE  POBLET         319 

lado,  y  por  otro  la  rapidez  de  la 
alizado  la  lengua  del  caballero. 
:  que  los  villanos,  al  dar  una  pala- 
Sois  mío  ya.  Rezad  vuestras  ora- 
con  Dios.  Vais  á  morir, 
muerte  al  de  Moneada.  La'habia 
y  muy  de  cerca  en  los  campos  de 
zó,  sin  embargo,  como  un  rayo 
ndo  cara  á  cara  al  almogávar, 
—¿cuánto  te  dieron  por  mi  vida? 
ie  morabetinos  el  casco  i. 
ibieran  llenado  cinco  veces  lo  me- 
ló hacerte  valer.  Yo  te  lo  llenaré 
10  me  salves  la  vida, 
'.  Hugo.  DI  mi  palabra,  y  me  han 
nte. 

,  diez  veces. 

ento;  aunque  me  dieseis,  construí- 
castillo  de  vuestro  hermano  el  Se- 
arriba. 

lió  que  no  había  dado  con  un  ase- 
nso á  morir. 

javar  se  había,  sin  embargo,  nu- 
guió  en  el  rostro  de  Farech  la  im- 
ientos,  y  esperó. 

3  de  un  instante  el  almogávar: — 
itaros,  porque  sería  deshonrarme. 
y  he  dado  mi  palabra;  pero  puedo 


Je  de  Rosanes  luego  de  haberos 
uminó  el  semblante  de  D.  Hugo. 


320  VfCTOK   BALA( 

El  placer  de  la  venganza  le  hací; 
te.  Los  hombres  de  aquel  siglo 
— Que  me  place — dijo. — H 
sabe  Oíos,  matarle  por  mí  pro| 
combate;  pero  ya  que  esto  no  p 
ta.  Te  llenaré  cinco  veces  tu  ca 
— No  seríajusto  tampoco,  y  n 
—contestó  con  cierto  tono  de  Í 
que  por  lo  visto  entendía  el  he 
cobraré  sencillamente  por  su  vi 
vuestra;  y  sale  ganando,  que  e 
acomoda  el  precio? 

— Me  acomoda.  Falta  ahora  i 
del  contrato. 

— Son  muy  sencillas.  Vais  á 
de  honor  de  volver  á  este  siti( 
solo  y  sin  armas.  Ahora  os  ! 
taréis  en  vuestro  caballo,  os  llej 
ron,  vuestro  hermano,  y  volven 
nido.  En  cambio,  yo  os  daré  ; 
que  antes  de  tres  días  habrá  mu 
sanes. 

— ¿Puedo  estar  seguro  de  qui 
— -Como  yo  lo  estoy  de  que  i 
réis  la  vuestra,  volviendo  á  este 
ras,  solo  y  sin  armas. 

—Mi  palabra  tienes,  almogav 
—Y  vos  tenéis  la  mía,  D.  Hi 
Farech  aflojó  la  hebilla  de  la 
caballero,  y  ya  ni  uno  ni  otro  st 
Extraño  contrato,  ¿no  es  verd 
Y,  sin  embargo,  uno  y  otro 
cumplieron  al  pie  de  la  letra. 

A  las  dos  horas  estaba  de  vuei 
ció  estipulado;  á  los  pocos  insl 


:aTALUNA — LAS  RUINAS  DE  POBLBT       32I 

is  después  de  esta  muerte,  los  servido- 
de  Rosanes,  que  tenía  su  castillo  cer- 
viendo  que  su  señor  tardaba  en  volver 
había  partido  muy  de  mañana,  fueron 
sque  y  le  encontraron  bañado  en  san- 
I  pie  de  un  grupo  de  álamos.  Junto  á 
1  ensangrentada  azcona  de  almogávar. 

le  contado,  tal  como  me  la  contaron, 
oncada  que  yace  en  la  tumba  del  ce- 
nonjes,  permitido  me  sea  decir  algo  de 
amiiia,  cuyo  nombre  no  se  puede  citar 

)  hablar  de  esa  raza  de  héroes?  ¿Qué 
notable,  qué  gran  hazaña,  qué  gloría 
i  que  no  vaya  unido  el  nombre  de  un 

o  en  los  Moneadas  el  titulo  de  senescal 
ervian  á  los  condes  de  Barcelona  más 
;  como  subditos,  siendo  frecuentes  en 
:asiones  en  que  por  agravios  recibidos 
ndones  contra  los  condes,  sus  señores, 
nente  con  ellos,  corriendo  sus  tierras  y 
)  homenaje. 

Katalon,  según  cuentan  las  tradicio- 
habia  sido  de  Carlos  Martel,  empren- 
L  de  Cataluña,  nueve  estrenuos  varones 
letieron  con  él  la  empresa,  siendo,  por 
lución,  apellidados  de  la  fama.  Entre 
nes  se  hallaba,  ñgurando  en  las  cróni- 
nero,  Naufer,  Napifer  ó  Dapifer  de 

;en  la  casa  de  este  nombre  en  Catalu- 
s  comienzan,  pues,  á  figurar  en  el  pri- 
luestra  historia,  en  el  primer  albor  de 


322  VÍCTOR   BALí 

nuestia  independencia.  Más  ar 
raza  que  la  de  los  mismos  com 
fer  es  una  grandiosa  y  soberbi 
de  la  reconquista,  y  cuando  O 
último  suspiro  ante  las  muralla 
legó  á  Dapifer  Ja  continuación 
venganza.  Tomó  Dapifer  el  m 
de  hazaña  en  hazaña,  de  glori 
pendón  triunfante  de  la  cruz  s 
subyugada  Urgel.  Debía  aún 
casa  de  Barcelona,  cuando  e 
Moneadas  de  conquistar  ciudad 

Y  ahora,  sabido  ya  el  origer 
varones  catalanes,  vamos  á  in 
sobre  lo  cual  hay  varias  opinio 

Es  una  de  elias  la  de  que  Dai 
to,  según  costumbre  de  entonce 
naque  servia  de  muro,  empaliz 
cristianos  competidores  y  sus  e 
pónese  que  con  motivo  de  esta 
mar  al  monte  de  los  Pirineos, 
campo,  monte  caienato,  y  al  sen 
to,  el  capitán  de  MonUcaíenato, 
nato,  cuyo  nombre,  corrompié 
Moneada  andando  el  tiempo. 

Otra  opinión,  que  no  se  aparl 
la  anterior,  asegura  que  Dapifi 
ticado  en  la  montaña  de  Canig 
llamada  Canaca  6  Caco,  vinien 
Dapifer  de  Montecaco  ó  Montes 
dose  se  convirtió  en  Moneada. 

Cuando  la  conquista  de  Barc 
á  principios  del  siglo  ix,  un  hij 
frente  de  un  puñado  de  cristia 
una  torre  ó  atalaya  que  tenian 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      323 

llamó  Coll  de  Moneada,  y  en  aquel  sitio  echó  los  cimien- 
tos del  que  hubo  de  ser  con  el  tiempo  fortisimo  casti- 
llo é  inexpugnable  ciudadela.  No  falta,  empero,  quien 
crea,  y  de  este  parecer  es  Zurita,  que  la  casa  de  Mon- 
eada tomó,  este  nombre  y  titulo  de  la  baronía  de  Mon- 
eada, en  la  época  de  D.  Ramón  Berenguer  IV  el  Gran- 
de.  Llobet  y  Vall-llosera,  en  una  erudita  Memoria  sobre 
esta  casa,  presentada  á  la  Academia  de  Buenas  Letras 
de  Barcelona,  cree  que  los  Moneadas  tomaron  su  nom- 
bre del  monte  y  del  castillo,  en  lugar  de  dárselo. 

Lo  cierto  es  que  desde  entonces  fué  aquélla  la  man- 
sión señorial  de  los  Moneadas,  y  allí,  en  lo  alto  del 
monte  que  se  alza  como  centinela  gigante  en  los  lími- 
tes de  las  llanuras  de  Barcelona  y  del  Valles,  comenza- 
ron á  anidar  aquellas  águilas  soberbias  de  la  nobleza 
catalana  y  á  reproducirse  aquella  familia,  siempre  tur- 
bulenta y  siempre  independiente,  que  había  de  enlazar 
con  los  príncipes  y  señores  más  poderosos  de  la  tierra; 
que  había  de  dar  tan  grandes  capitanes  á  su  patria, 
tantos  nombres  ilustres  á  la  historia,  tantos  héroes  al 
drama,  y  que  había  de  prestar,  finalmente,  asunto  in- 
teresante á  los  trovadores  para  sus  más  románticas 
consejas  y  peregrinas  leyendas. 

Larga  y  muy  entretenida  tarea  sería  la  de  reseñar  las 
glorias  todas  de  esta  raza:  me  limitaré  á  citar  algunos 
hechos  principales. 

Dejemos  á  un  lado  al  capitán  Dapifer,  tronco  de  esta 
familia,  el  primer  varón  ó  barón  de  la  Fama,  según  le 
llaman  las  crónicas,  que  ganó  á  Urgel  y  rindió  tres  re- 
yes moros;  no  hablemos  tampoco  de  aquel  Moneada 
que,  según  una  poética  leyenda,  montó  á  la  grupa  del 
caballo  de  San  Jorge,  trasladándose  por  los  aires  desde 
Antioquía  á  la  llanura  de  Alcoraz,  y  tomando  parte  el 
mismo  día  y  á  la  misma  hora  en  dos  batallas;  y  demos 
al  olvido  la  conseja  de  aquel  otro  Moneada,  que,  agrá- 


324  VÍCTOR   BAI^GUBK 

viado  por  un  arzobispo  deTarragon 
una  noche  y  le  mató,  fundando  lueg 
Santas  Creus  en  penitencia  de  su 
que  sean  estas  tradiciones,  la  critii 
chaza,  y  la  familia  de  que  hablamo: 
damente  que  recurrir  á  la  fábula  ps 
eos  episodios  y  hazañas  caballeresci 
poesía  de  la  gloria. 

Ninguna  expedición  contra  moroí 
grande  tomaron  á  su  cargo  los  coi 
que  no  fuera  contando  con  algunos  c 
tre  sus  más  valientes  y  atrevidos  ca; 
familia,  cuyas  glorias  van  unidas  á 
líos  tiempos,  figura  por  medio  de  <3 
tes  y  esforzados  varones  en  la  expec 
nes  á  Andalucía  á  comienzos  del  si, 
quista  de  Barcelona  por  el  conde  B< 
sa  contra  las  Baleares,  llevada  á  cab 
Ramón  Berenguer  III,  y  en  las  coni 
de  Fraga,  venturosamente  realizad 
Berenguer  IV.  En  la  toma  de  Tor 
mente  se  distinguió  un  Moneada,  qi 
feudo  la  tercera  parte  de  la  ciudad  ] 
este  mismo  Moneada  se  debió  muy 
enlace  del  conde  D.  Ramón  Berenj 
tronila,  lo  cual  trajo  la  unión  de  Ca 
mientras  un  Moneada  se  enlazaba  ci 
narca  aragonés  D.  Pedro  el  Calólici 
esposa  á  la  condesa  del  Bearn,  emj 
dos  casas  reales. 

Dos  Moneadas,  yendo  en  la  arn; 
son  los  primeros  en  tomar  tierra  en 
meros  que  riegan  con  su  sangre 
abriendo  paso  su  muerte  á  las  hueste 
quien  detiene  todo  un  dfa  su  victoria  para  consagrarlo 


r 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      325 

i  llorar  sobre  sus  cadáveres  y  á  rendir  fúnebres  honore 
á  aquellos  dos  heraldos  de  la  conquista:  los  Moneadas 
senescales  perpetuos  de  Cataluña,  pasan  á  ser  tambiéi 
procuradores  generales  de  Aragón:  una  hembra  de  s 
familia,  Doña  Constanza,  enlaza  con  el  príncipe  Doi 
Alfonso;  como  más  tarde  otra.  Doña  Guillerma,  ha  d 
enlazar  con  el  principe  D.  Pedro;  como  otra,  Don 
Elisenda,  ha  de  ser,  andando  el  tiempo,  mujer  de  Jai 
me  II,  reina  de  Aragón,  y,  muerto  su  esposo,  funda 
dora  y  primera  abadesa  del  monasterio  de  Pedralva; 
como,  finalmente,  otra  Doña  Guillerma,  émula  de  1 
varona  castellana  María  Pérez,  es  ilustre  capitana 
monta  á  caballo,  pone  á  cerco  castillos,  entra  á  sac 
ciudades,  y,  tan  esforzada  en  armas  como  diestra  ei 
letras  y  en  leyes,  debate  con  los  monarcas  y  los  prela 
dos,  discute  ante  todos  los  tribunales,  y  con  arrollado 
ra  elocuencia  truena  contra  todas  las  jerarquías  y  con 
diciones. 

Un  Moneada  es  gran  almirante  de  Aragón  en  tiem 
po  de  D.  Pedro  IV,  vence  en  Estepona  á  una  armad 
de  moros,  socorre  á  los  aragoneses  y  catalanes  de  Sici 
lia,  y  es  almirante  de  la  escuadra  que  el  monarca  ara 
gonés  envía  contra  Mallorca  y  su  rey  D.  Jaime:  otro  e 
condestable  del  reino,  y  en  Sicilia  caballeroso  defenso 
de  la  reina  Doña  Maria:  otro  es  gobernador  general  d 
Cerdeña  y  Córcega  primero,  de  Mallorca  después, 
brilla  lo  mismo  en  el  campo  de  batalla,  donde  es  e 
primer  héroe,  que  en  los  parlamentos,  donde  es  el  prí 
mer  orador:  otro  toma  parte  en  los  bandos  de  Aragói 
antes  del  parlamento  de  Caspe  y  figura  en  las  asam 
bleas  de  Mequinenza  y  de  Tortosa:  otro  libra  á  la  rein 
Doíia  Blanca  de  Sicilia  cercada  en  el  castillo  de  Mar 
queto,  socorre  á  la  reina  Doña  Juana  de  Ñapóles,  se  se 
ñaia  en  la  guerra  de  Córcega  y  pelea  valerosisimamen 
te  en  Ñapóles  con  Sforza:  otro  conquista  á  Argel:  otr 


3^6  VÍCTOR   BALAGUER 

defiende  á  Puigcerdá:  otro  es  el  cap 
del  duque  de  Valentinois:  otro  deja  fa 
labría,  de  donde  es  gobernador;  y  pe 
de  Moneada,  á  quien  llaman  las  cróní 
talán,  es  virrey  de  Sicilia,  corre  las  o 
y  vence  y  sojuzga  á  la  indomada  Tríj 
Tal  era  esta  casa.  El  viajero  que  v 
Poblet  ó  las  de  Santas  Crcus,  no  debt 
por  junto  á  los  sepulcros  de  los  Monc: 
con  respeto  y  sin  recordar  que  los  que 
y  son  sus  nombres  todavía,  gloría  y  ti 

IX. 

Los  sepulcros  de  personas  y  fsmilUs  distinguida 
Pedro  Mar^et. — Los  monjes  bandoleros. — I 
Fr.  Anselmo  Turmeda.— La  conversión  de  ^ 
nitente.— Sus  pórtenlos  y  m  i  la  g  ros. 

Como  los  Moneadas,  otras  familia: 
roiies  de  la  fama,  tan  renombrados  en 
y  á  quienes  dieron  celebridad  y  origei 
pitanes  de  la  reconquista,  tenían  par 
ras  en  Foblet.  Eran  estas  familias  la: 
ra,  Cervelló,  Anglesola  y  Ribelles.  V 
viduos  descansaban  en  el  monasterí( 
urnas  que  estaban  en  el  cementerio  d 
el  claustro,  ya  en  ricos  y  opulentos  r 
dos  por  las  capillas  del  templo. 

Para  no  fatigar  al  lector  con  una 
ción,  citaré  sólo  los  más  principales, 
nes  creo  debe  consignarse  un  rccuerd 
su  honrada  memoria. 

En  una  urna  del  cementerio  común 
de  Cervera,  señor  de  Cadoz  y  de  la 


,UÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      327 

)as  huestes  del  conde  D.  Ramón 
o  fueron  arrojados  los  moros  del 

0  se  fiíndó  Poblet. 

lia  tenia  varias  sepulturas.  En  una 

1  los  restos  de  D.  Guillen  de  An- 
glcsola,  señor  de  Beilpuig,  que  murió  en  1 159,  y  otra 
era  un  panteón,  que  se  alzaba  en  la  capilla  de  Santa 
Magdalena,  sobre  cuya  magniñca  urna  de  alabastro  se 
veían  las  estatuas  yacentes  de  D.  Bernardo  de  Angle- 
sola,  señor  de  Miralcamp,  y  de  su  esposa  Doña  Cons- 
tanza, allí  enterrados. 

Muchas  eran  las  personas  principales  que  tenían  su 
sepultura  en  Poblet,  siendo  en  número  tan  extraordi- 
nario, que  abruma  la  sola  idea  de  dar  detallada  cuenta. 
Pablo  Piferrer  llamaba  á  Poblet  el  templo  de  los  sepulcros, 
y  dice  con  grao  verdad  que  jamás  hubo  otro  que  pose- 
yera tanta  riqueza  de  monumentos  sepulcrales,  ni  don- 
de mejor  que  en  él  pudiera  el  artista  hacer  un  estudio 
completo  de  las  sepulturas  góticas  de  todas  épocas,  des- 
de las  fúnebres  y  sencillas  urnas  levantadas  en  tas  pa- 
redes de  los  claustros,  hasta  el  trabajado  sarcófago  de 
los  monarcas. 

A  cada  paso  encontraba  el  viajero  lápidas  mortuorias 
con  nombres  de  gran  resonancia  en  la  historia:  D.  Jai' 
me  Zarroca,  obispo  de  Huesca  y  canciller  del  rey  D.  Jai- 
me, cuya  urna  se  veia  majestuosamente  coronada  por 
una  estatua  de  hábitos  pontificales;  D.  Guillen  de  Al- 
carraz,  así  llamado  porque  ganó  á  los  moros  el  lugar  y 
el  castillo  de  aquel  nombre;  D.  Ponce  de  Perellós,  em- 
bajador de  Cataluña  en  diversos  puntos;  D.  Rodrigo  de 
Rebolledo,  barón  de  MontcMs,  capitán  insigne,  que  fué 
sepultado  en  la  urna  labrada  para  el  Prokom  vtnculador, 
vizconde  de  Cardona,  cuando  se  trasladaron  estos  res- 
tos á  la  que  dejamos  descrita  al  hablar  de  los  panteo- 
nes de  aquella  casa. 


328  VÍCTOR 

Alli  tenían  tumbas  más 
milias  de  Zacirera,  Alañá 
ra,  Timor,  Castelloni,  Cat 
ñera,  Guimerá,  Montpahó. 
Rocafort,  Morell,  Puigveí 
guardaban  los  restos  de  i 
eclesiásticos,  de  los  abade: 
jes  de  la  casa  que,  por  sus 
cieron  enterramiento  singí 

Pero  entre  tantos  y  tan  s 
bía  en  el  templo,  uno  solo 
ra  curiosidad,  con  devocí 
por  el  vulgo,  que  acudía  at 
Verdad  es  también  que  el 
pañar  á  los  visitantes  y  dt 
del  templo,  les  conducía,  : 
con  preferencia  sobre  las  n 
capilla  de  las  santas  reliqui 
estaban  los  restos  mortales 
lar  y  expresiva  veneración 
un  nicho  levantado  de  tien 
Epístola.  Tenía  este  nicho 
de  hierro  dorado,  que  pern 
cubierta  con  un  magniñco 
ella  este  letrero: 

Hic  jacet  venerabilis  F 

Hay  que  referir  la  histor 
ria  imperdonable  su  olvido 
leyendas  de  Poblet;  pero  di 
no  pierda  su  sello  especia 
con  aquel  color  distintivo  ' 
que  la  cuentan  los  cronista: 
tendió  la  fama  del  monje,  i 
la  Iglesia  y  como  santo  po 


iTjILUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      329 

OS  de  1409,  siendo  abad  de  Poblet 
viviaen  el  monasterío  un  monje  alto, 
joven,  de  buenas  maneras  y  mejores 
lito  y  fama  tales  de  perfecto  religioso, 
cargo  de  bolsero,  cuya  ocupación  )e 
de  mayor  independencia,  facultado 
para  ir  donde  bien  le  acomodase  so 
obrar  ó  satisfacer. 

que,  pasando  por  la  calle  principal  de 
lejana  de  su  convento,  acertó  á  le- 
idad,  la  cabeza,  que  por  prescripción 
la  siempre  baja,  y  pudo  ver  á  través 
rasgados  ojos  negros  relucientes  co- 
),  que  le  miraban  de  una  manera  ex- 
adre latir  su  corazón  bajo  el  fuego  de 
pretó  el  paso  para  alejarse,  y  por  la 
ito  desocupado  en  el  refectorio,  ayu- 
de contrición. 

'arias  veces  en  días  sucesivos,  volvió 
/er  aquellos  dos  rasgados  ojos  negros 
rse  clavado  en  su  corazón  y  que  le 
or  todas  partes,  pues  es  fama  que  los 
y  soledad  de  su  celda,  en  medio  de 
i  y  penitencias  áque  despiadadamen- 
ra  librarse  de  una  visión  convertida 
ante  vértigo. 

I  llegó  un  día  en  que,  al  pasar  por  la 
L,  y  abierta  de  par  en  par  la  ventana, 
dorable  mujer,  cuya  tez  hubiese  do< 
le  España. 

[nuy  conocida  en  la  comarca,  de  sin- 
de  costumbres  francas  y  verdadera- 
L  quien  llamaban  la  Morena  del  Mas 
ia  de  una  deliciosa  casa  de  campo  ó 


1" 


330 


VÍCTOR  BALAGUER 


granja  que  existía  en  el  centro  del  frondoso  y  agreste 
bosque  del  Tillar. 

Los  cronistas  populetanos  no  pasan  porque  fuese 
aquella  mujer  la  arrogante  y  seductora  Morena  del  Mas^ 
y  sientan  que  era  el  mismísimo  Satán  en  forma  de  en- 
cantadora hembra  para  conseguir  la  prevaricación  del 
monje.  Y  acaso  no  andaban  desacertados  en  su  juicio, 
pues  no  fué,  de  seguro,  aquélla  la  vez  primera  en  que 
se  vio  al  demonio  parapetarse  tras  los  ojos  negros  ó  azu- 
les de  una  mujer  hermosa. 

De  todos  modos,  y  sea  de  ello  lo  que  fuere,  la  More- 
na  del  Mas  era  la  penitente,  la  amiga  ó  la  parienta  de 
un  religioso  del  convento  de  franciscanos  de  Montblanch, 
llamado  Fr.  Anselmo  Turmeda,  varón  de  reconocido 
saber  y  de  gran  palabra  y  elocuencia,  cuyos  famosos  y 
notables  sermones  había  tenido  Fr.  Marginet  ocasión 
de  oir  y  admirar  repetidas  veces. 

Por  medio  de  la  Morena  del  Mas  llegaron  á  intimar 
Turmeda  y  Marginet,  haciéndose  grandes  amigos  y 
compañeros,  y  viviendo  largo  tiempo  en  estrecha  y  cor- 
dial fraternidad;  pero  siempre  sojuzgado  Marginet  á 
Turmeda,  á  quien  miraba  como  hombre  de  g^ran  talen- 
to, juicio  confirmado  más  tarde  por  la  historia,  aun 
cuando  comenzara  ya  á  murmurarse  en  Montblanch  y 
en  sus  alrededores  de  la  conducta  un  tanto  misteriosa 
y  un  tanto  relajada  del  fraile  franciscano. 

Ocurrió  por  entonces  la  muerte  del  rey  de  Aragón, 
D.  Martín  el  Humano,  que  murió  sin  hijos,  terminando 
con  él  la  línea  masculina  de  los  condes  de  Barcelona 
en  el  trono,  y  el  país  quedó  entregado  al  embate  y  dis- 
cordia de  las  pasiones,  avivadas  por  el  celo  y  las  intri- 
gas de  los  pretendientes  que  se  presentaron  á  disputar 
la  corona,  algunos  con  las  armas  en  la  mano.  Por  al- 
gún tiempo,  que  venturosamente  no  se  prolongó  mu- 
cho, gracias  á  la  sensatez  y  cordura  de  los  prohombres 


.UÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       33 1 

ña,  el  reino  ardió  en  bandos  y  en 
emación  y  el  terror  se  apoderaron 
)  nuncio  todo  de  trastornos  y  ca- 
ído, á  principios  de  aquella  época 
io  el  año  1410,  comenzó  á  decirse 
llar,  en  la  casa  de  aquella  morena 
¡ros,  se  reunían  los  partidarios  de 
;ntes  al  trono  vacante,  acudiendo 
siniestro  aspecto,  y  congregándose 
or  de  la  oscuridad,  en  tumultuosa 

aroR  colgados  de  un  árbol  del  bos- 
iosos,  uno  de  cisterciense  y  otro  de 
mo  dia  se  notó  en  el  monasterio  de 
nto  de  Montblanch  la  desaparición 
'urmeda  y  de  Fr,  Pedro  Marginet. 
la  falta  de  los  dos  religiosos  en  sus 
s,  cuando  se  comenzaron  á  referir 
de  dos  famosos  bandoleros  que  re- 
ecinos,  usando  traje  de  caballero  y 
L  mujer  vestida  de  hombre.  Decíase 
;ro  en  abundancia,  y  que  con  él  se 
nte  en  los  mesones,  seducían  á  las 
leblos,  y  sólo  con  el  puñal  ó  la  ba- 
as  autoridades  y  jurados  que  inten- 
.fueros. 

ite,  aquellos  dos  bandoleros  los  dos 
ch  y  de  Poblet,  y  la  mujer  que  en 
;ompañarles  la  Morena  del  Mas. 
e  Poblet  hacia  recorrer  sus  bosques 
ñas  por  los  monteros  y  servidores 
j  los  jurados  de  Validara  y  otros 
veguer  de  Lérida  intentaron  pes- 
somatenes  para  dar  con  ellos:  su 


333  VÍCTOR  BALAGUI 

astucia  les  hizo  evadir  siempre  la  j 
rías  fueron  creciendo  en  tanto  gi 
hablaba  en  todas  partes,  llegando ; 
rror  de  la  comarca. 

Todo  lo  intentaban  y  á  todo  se 
doleros.  No  había  sagrado  que  le: 
que  no  burlasen,  honor  que  no  atr 
no  desobedeciesen.  Unas  veces  s( 
cuando  más  de  la  gallarda  moza 
ayuntándose  con  los  partidarios  d 
dos  en  armas;  á  veces  rumbosos  y 
les  y  asesinos;  escalando  conventos 
do  castillos  y  ma^as,  poniendo  á  ( 
blos,  riñendo  verdaderas  batallas  i 
res,  despojando  á  viajeros,  apodei 
determinadas  y  sometiéndolas  á  re 
suerte  de  aventuras  y  héroes  en  ti 
nes,  llegaron  á  tal  punto  de  crecí 
más  de  una  vez,  según  parece,  huí 
mente  en  tratar  con  ellos  y  llama 
ciéndoles  con  el  perdón  de  sus  mal 
ta  honores  que  satisfacer  pudieran 

Pero  vino  en  esto  el  año  de  141 
á  regir  la  abadía  de  Poblet  D.  Juai 
cho;  y  aun  cuando  quedaban  en  C 
bandos  que  se  habían  disputado  la 
encaminarse  á  la  paz,  con  la  acepta 
Femando  el  de  Antequera.  Cada  es 
á  su  antiguo  orden  y  disciplina,  y  s 
llegaron  á  formal  rompimiento  los 
que  las  memorias  que  existen  nos  c 
no  sea  lo  que  suponen  los  piadosos 
atribuyendo  en  Turmeda  la  hdelida 
turas,  y  en  Marginet  el  deseo  de  ai 
mienda. 


TALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       333 

to  entre  los  dos  antiguos  monjes,  no 
tneda,  por  el  pronto,  en  su  nueva  se- 
cólo s!  diremos  de  él  que  fué  á  parar 
inegó  de  la  religión  cristiana,  convir- 
1  deMahomay  comentador  del  Aleo- 
ida,  según  parece,  como  mártir,  pues 
do  al  cristianismo,  y  fué  bárbara- 
or  los  infieles;  pero  de  todo  Jo  refe- 
naje  hemos  de  ocuparnos  luego  con 

lomento  nos  importa,  es  seguir  en  la 
ida  á  Marginet,  quien,  rotos  ya  sus 
n,  apareció  un  día  inopinadamente  en 
s,  que  eran  labradores  del  pueblo  de 
stóles  su  propósito  de  cambiar  de 
is  dos  mujeres  que  en  su  compañía 
iis  acaso  la  Morena  del  Mas,  para  que 
e  dirigió  al  monasterio  de  Poblet  sin 
rse  de  su  traje  de  bandolero. 
la  tarde,  víspera  de  la  fiesta  de  Nues- 
en  que  los  monjes  acababan  de  reu- 
ipitular.  Presentóse  de  repente  Mar- 
nbrados  religiosos,  y  cayendo  de  ro- 
la sala,  y  prorrumpiendo  en  sollozos 
ana  piedra  se  daba  violentos  golpes 
IZÓ  á  decir: 

don!  Soy  un  miserable,  soy  el  que 
ía  Fr.  Marginet,  y  después  Marginet 
;o  á  implorar  de  la  misericordia  di- 
mis  crímenes  y  culpas.  Recibidme 
I  seno,  dejadme  morir  entre  vosotros 
nis  penitencias  la  gracia  del  Señor. 
quí,  no  me  abandonéis,  no  me  mal- 
Soy  un  pecador  arrepentido,  y  á  todo 
ial 


334  VfcroR  BALAGUBR 

Con  éstas  y  otras  palabras  y  con  1 
arrepentimiento,  Marginet  conmo 
ista  llegar  el  momento  en  que,  1 
lón  el  abad  Mengucho  y  yéndose 
abrigó  solemnemente  con  su  ma 
ando: 

— Infinitas  son  la  bondad  y  mi: 
n  oveja  descarriada  torna  al  redil. 
scibámosla  en  nombre  de  Dios,  ]l 

Y  pronunciadas  estas  palabras,  di 
3  para  que  se  llevaran  al  penitente, 
al  reinó  por  breves  instantes.  Vo! 
iento,  y  una  vez  allí  alzó  su  voz  ] 
— jDe  rodillas,  hermanos!  Digan: 
rlayor  es  el  gozo  de  ver  á  un  pecad 
iventa  y  nueve  justos  sin  necesid 
egocijÉmonos,  pues,  y  demos  grac 
ndo  para  el  pobre  arrepentido  la 

!  la  misericordia  infinita. 

Y  todos  los  monjes  cayeron  de  ro( 
imo  nube  de  incienso,  subió  pura  y 
es  del  trono  del  Eterno. 

Ya  al  llegar  aquí  los  cronistas  de 
ente  Finestres,  consagran  extensa 
explicar  la  vida  de  arrepentimiei 
1  oración  y  de  martirio  á  que  desi 
;gó  Marginet  con  todo  el  mismo  a 
si  asm  o  con  que  antes  se  entregan 
ra. 

Cuentan  cómo  pasaba  los  días  en 
ción  y  el  éxtasis,  y  cómo  fué  di: 
10  por  todos  los  lugares  que  en 
indolera  había  seguido,  haciendo 
emplar  penitencia;  refieren  cómo 
1  vecino  monte  á  proseguir  su  vid 


:  CATALUÑA— LAS  RmNAS  DE  P08LET       335 

IOS  extraordinarios  y  sucesos  milagrosos; 
[ué  excitándose  la  pública  curiosidad  y 
neración  del  pueblo  hacia  el  monje-ban- 
n,  por  fin,  sus  visiones  y  portentosas  cu- 
:  y  de  cómo  las  campanas  tocaban  solas 
de  cómo  recibía  extrañas  visitas  de  ten- 
ios;  y  de  cómo  por  las  noches,  estando 
lertas  del  templo,  se  abrían  éstas  por  si 
e  paso  y  permitirle  hacer  oración  ante 
ie  cómo  veía  bajar  y  subir  cohortes  de 
ablillos  por  las  cuerdas  de  las  campanas; 
lia  le  encontraron  cabalgando  sobre  una 
ra,  de  la  cual  estaba  pendiente  una  gran 
o  allí  por  invisibles  espíritus  infernales; 
i  vez  disipó  con  sólo  una  señal  una  gran 
ba  á  caer  sobre  la  comarca  amenazando 
ie  cómo  otra  vi6  á  los  ángeles  subir  en 

el  alma  de  aquella  triste  Doña  Leonor 
i  moraba  en  una  ermita  próxima;  y  de 
arrebatado  por  seres  invisibles  mientras 
:ión  y  transportado  instantáneamente  á 
habló  con  su  amigo  el  renegado  Turme- 
nvenció  de  que  debia  volver  al  seno  del 
jendo  con  esto  causa  de  la  conversión 
[idolero;  y  de  cómo,  últimamente,  pues 
ir  nunca,  acaecieron  al  eremita  tales  y 
s  sucesos  y  fué  objeto  de  tales  y  tan  m¡- 
s,  que  á  una  voz  sola  y  á  grito  unánime 

la  comarca  hubieron  de  darle  por  santo, 
lias  Marginet  en  opinión  de  santidad  el 
e  1435,  siendo  enterrado  en  la  iglesia  á 
:ar  mayor;  y  como  fuera  muy  concurrido 
sepultura  y  continuara  en  muerte,  según 
istas,  los  milagros  que  hiciera  en  vida, 
por  los  años  de  1490  se  colocaron  sus  huesos  en  nueva 


336  VÍCTOR  BALAGUER 

umba  y  en  el  nicho  con  reja  dorada  de  que  se  habló  al 
:omienzo  de  este  relato,  asistiendo  á  la  traslación  Doña 
juiomar  de  Portugal,  esposa  de  D.  Enrique  de  Aragón, 
lamado  el  infante  Fortuna,  que  dio  para  cubrir  su  ataúd 
1  rico  brocado  en  que  aparecía  envuelto  á  los  ojos  de 
US  numerosos  y  asiduos  visitantes. 

Tal  es  la  curiosa  historia  de  Fr.  Pedro  Marginet  el 
nonje,  el  bandolero,  el  visionario,  el  santo,  según  con 
nás  copia  aún  de  pormenores,  y  también  con  más  gol- 
pe de  portentos  y  milagros,  refieren  los  creyentes  y 
encillos  cronistas  de  la  casa  populetana. 

Pero  todavía  falta  que  decir  algo  de  él,  y  mucho  de 
u  compañero  Turmeda. 


edro  Mnrginet  y  Anícimo  Turmeda  vindicados. — Tunueda  tscrilor 
catalnii,  filósofo  y  poeta. — Sus  obras. 

Me  he  limitado  á  contar  la  vida  de  Fr.  Pedro  Mar- 
inet,  siguiendo  la  pauta  trazada  por  sus  fervorosos 
ronistas  y  biógrafos.  Todos,  sin  discrepancia  ni  des- 
cuido de  ninguna  clase,  lo  presentan  como  sencillo 
lonje  en  su  época  primera,  como  bandolero  y  capitán 
e  malhechores  y  foragidos  en  su  segunda  época,  como 
Srvido  penitente  y  piadoso  eremita  luego,  y,  por  fin, 
omo  venerable  y  como  santo,  sufriendo  mortificado- 
es  y  martirios,  teniendo  éxtasis  prolongados,  gozando 
e  visiones  celestiales,  comunicándole  Dios  la  virtud  y 
I  poder  de  hacer  milagros. 

Así  es  como  aparece  Fr.  Pedro  Mai^nct  en  todas  las 
roñicas  populetanas  y  en  todas  las  vidas  de  venerable 

santos  catalanes.  Así  aparece  igualmente,  aunqi 
3n  más  accidentada  vida  y  muerte  trágica,  su  cooipa 


LUSa — LAS  RUINAS  DE  POBLET      337 

r,  Anselmo  Turmeda;  pero  hora  es 
es  justicia,  aparezcan  también  bajo 
lerecbo  á  ser  juzgados  imparcial- 
del  fanático  por  un  lado,  sin  el 
por  otro. 

o,  conviene  decir  y  consignar  que 
misterio,  misterio  que  proseguirá 
lenetrable,  en  la  vida  de  aquellos 
do  de  seguro  exagerado  las  fecho- 
0  exagerar  su  santidad  y  milagros, 
intencional  mente,  acaso,  la  vida 
presentar  convertido  por  la  apari- 
lacoreta  Mai^inet. 
indolerísmo,  hay  que  andarse  con 
todo  cuando  se  trata  del  bandole- 
specialmeote  en  épocas  tan  revuel- 
bandos  genuinamente  políticos, 
omienzos  del  siglo  xv.  Ya  en  otro 
istrar  un  día,  y  creo  haberlo  con- 
)Iero  catalán  no  era  el  malhechor 
tampoco  el  ladrón  y  salteador  de 
fine  el  vocablo,  sino  el  hombre  de 
a  bandosidad,  facción  ó  partido  i. 
:r,  á  sospechar  al  menos,  que  Tur- 
desaparecer  de  sus  conventos  y  al 
:bieron  añilarse  á  uno  de  los  ban- 
rían  la  tierra  apellidando  patria  y 
.  si  es  que  en  realidad  llegaron  á 
sa  que  acaso  no  esté  del  todo  averi- 
guada, principalmente  respecto  á  Turmeda,  no  siendo, 
de  todos  modos,  en  este  caso  los  únicos  monjes  á  quie- 
nes, así  en  lo  antiguo  como  en  lo  moderno,  se  haya  vis- 
to figurar  al  frente  de  facciones,  parcialidades  ó  bandos. 

I     EiüiiíUf  Imlirües  y  peliticM:  Madrid,  librería  de  San  Martín. 
TOUO  XIX  32 


338  ,  VÍCTOR  BALAd 

Pero  en  fín,  sea  de  ello  lo  que 
demostrar  es  que  entrambos,  asi 
meda,  distaban  mucho  de  ser  1 
eran,  por  el  contrario,  de  inte) 
tiempo,  muy  singularmente  Ti 
filósofo  y  gran  poeta. 

Poco,  realmente,  se  sabe  de 
este  terreno,  pero  es  lo  suficient 
parece,  debió  ser  orador  de  verd, 
las  gentes  iban  en  tropel  á  oírle, 
movedora  palabra  hizo  entrar  ei 
amotinados;  los  monjes  consulti 
ron  docto,  y  su  voz  era  atendida 
sienes  del  capitulo;  en  varios 
aparece  la  primera  después  de  li 
de  gran  consideración  á  su  persi 
abad  D.  Juan  Martínez  de  Meng 
cuencia  y  su  autoridad  se  sobrep 
balas  y  manejos  para  la  elecciói 
fué  quien  consiguió  el  triunfo  de 
que  residía  en  Barcelona,  y  cuí 
de  salud  y  de  modestia,  se  negó 
cribióle  Marginet  una  carta  pan 

Finestres  publica  esta  carta  e 
apéndice  que  consagra  á  traslac 
racteristtcos  de  la  vida  de  nue 
Basta  leer  esta  carta  para  que  si 
la  escribió  era,  á  un  tiempo,  ur 
ter  y  una  inteligencia.  Esta  sola  1 
ñero,  bastó  para  que  Torres  Am 
en  su  Diccionario  crítico  de  escrik 

Dos  siglos  después  de  su  mi 
1625,  dos  comisarios  apostólicos 
informados  de  cuanto  se  refería 
mos  hablando,  abierto  expediet 


IA— LAS  KUINAS  DE  FOBLET      339 

as  y  documentos  que  acerca  de 
vos  del  monasterio,  ordenaron 
ro  de  mármol  ó  de  jaspe,  con  la 
ad  que  pudiere,  para  conservar 
ginet,  lo  cual  no  llegó,  sin  em- 

lad  tuvo  Fr.  Anselmo  Turme- 
biógrafos;  la  posteridad  no  le 
nvuelve  ninguna  atmósfera  de 
61o  de  pasada  se  ocupan  de  él 
ita  tratarle  con  desdén,  y  de  se- 
cón la  infamante  nota  de  ban- 
dolero y  renegado,  si  no  hubiese  convenido  presentar  á 
Marginet  rasgando  los  aires  en  alas  de  espíritus  invisi- 
bles para  convertirlo  á  la  fe  y  devolverle  al  seno  de  la 
Iglesia.  Y,  sin  embargo,  Turmeda  están  infínitamente 
superior  á  Marginet,  que  no  hay  entre  ellos  ni  asomo 
de  paridad  siquiera, 

La  vida  de  Turmeda  la  refieren  los  cronistas  en  po- 
quísimas palabras.  Apenas  ocupa  un  párrafo  en  las  his- 
torias, y  si  alguna  celebridad  le  otorgan,  al  reflejo  de  la 
de  Marginet  la  debe. 

He  aquí,  en  resumen,  lo  que  de  él  dicen.  Fué  fraile 
franciscano  de  Montblanch;  se  hizo  bandolero  con  Mar- 
ginet, ó  mejor,  arrastróle  á  él  al  bandolerismo;  cuando 
Afarginet  se  apartó  movido  de  arrepentimiento,  prosi- 
guió Turmeda  su  vida  airada;  acabó  por  pasar  á  Tú- 
nez; bizose  renegado  para  predicar  el  Alcorán,  y  un  día, 
en  ocasión  de  estar  hablando  calurosamente  contra  la 
fe,  apareciósele  como  bajado  del  cielo  el  P.  Marginet, 
y  echándole  en  cara  sus  crímenes  y  reprendiéndole  con 
severidad,  le  convenció  de  su  error,  consiguiendo  su 
:omienda.  Desde  aquel  momento  Turmeda  comenzó  de 
luevo  á  predicar  el  Evangelio,  en  vista  de  lo  cual  el  bey 
le  Túnez  le  mandó  cortar  la  cabeza  por  los  años  de  1419. 


340  VÍCTOR  BAL/ 

A  esto  se  reduce  todo  cuanti 

Pues  bien;  aunque  muy  á  h 
obra  que  escribo  el  campo  prop 
tión,  he  de  decir,  sin  embargo, 
gran  inteligencia  hubo  de  ser  1 
to  anduvieron  desencaminados 
con  tanto  desenfado  al  que  es  v 
ría  de  las  letras. 

Es  verdad  que  Fr.  Anselmo 
como  Marginet;  pero  queda  y 
hay  que  entender  el  bandoterii 
que  pasó  á  Túnez;  pero  es  m 
inverosímil,  que  renegase  de  h 
obras  como  La  disputa  del  asj 
morales  y  cristianas,  debió  ser 
profundamente  arraigadas,  de 
gran  alteza  de  miras.  De  esta: 
notables,  no  hablan  una  sola  p; 
me  refiero. 

La  prímera  se  titula:  Dispu 
selmo  Turmeda,  acerca  de  la  na 
males,  escrita  por  el  diclto  fraile 
año  1417.  Escribióla  Turmedi 
fué  traducida  al  francés  el  í 
Buyson. 

Es  un  libro  sumamente  pere, 
y  sutileza,  en  el  que  hay  un  v( 
sofia  bajo  una  forma  entretenic 

Finge  el  autor  que,  habiéndí 
gozar  unos  momentos  de  la  so 
de  las  ciudades,  tropezó,  despi 
asamblea  compuesta  de  todos 
en  el  mundo  y  congregados  p 
juramento  de  fidelidad  al  león, 
mente  proclamado.  Uno  de  lo: 


(A — LAS  RUINAS  DB  POBLBT      34I 

incia  á  la  asamblea  como  mantenedor 
lisa:  la  de  ser  superiores  los  hombres 
r  las  excelencias  del  cuerpo  y  las  do- 

:onces  llama  á  Turmeda  y  le  invita  á 
la  tomando  parte  en  un  debate  públi- 
á  un  asno  para  que  le  replique,  no 
dado  su  palabra  real  de  poder  argUir 
;do  alguno  á  las  iras  de  sus  subditos, 
so,  ni  más  nuevo,  ni  más  original,  ni 
lutileza  y  ñlosoHa,  que  este  singular 

á  todas  las  cualidades  y  circunstan- 
es,  el  elefante,  el  buey,  el  camero,  el 
el  águila,  el  tigre,  el  león,  la  hormi- 
el  perro,  el  escarabajo,  el  caballo,  el 
;.,  etc.;  y  después  de  larga  discusión, 
da  controversia,  de  fuertes  razones 
leda,  de  discretas  y  profundas  répli- 
I,  acaba  por  demostrarse  que  sólo  en 
ibre  superior  á  los  animales:  en  el  al- 
íilo  de  Dios,  dice  Turmeda;  frase  ad- 
después  debía  repetir  el  gran  Calde- 
1  una  de  sus  obras  inmortales  ■,  sin 
ro,  que  antes  la  habia  pronunciado 
án. 

:no  de  discretos  comentarios  y  pro- 
les acerca  de  la  sociedad,  la  moral, 
etc.,  y  se  discurre  muy  juiciosamen- 

U  rey  la  hacienda  y  la  vida 

lan  de  dai-  pero  el  honor 
jatrimonio  del  alma, 
I  alma  56I0  es  de  Dios. 

(£1  AlcalJe  Je  Zalamea^ 


342  VÍCT< 

te  sobre  ios  papas,  los  i 
nates,  cod  delicadas  alu 
nes  se  induce  á  imitar  i 
hormigas  y  de  las  langí 
dirigir  á  todos  hacia  la  i 


Algo  hay  en  la  Dispu 
go  hay  efectivamente  qt 
renegado  ¿  Turmeda.  I 
si  mismo  por  boca  de  u; 
al  león; 

— «Muy  alta  y  venerai 
que  recostado  veis  á  soi 
ción  catalán,  natural  de 
por  nombre  Fr.  Anselm 
y  entendido  en  toda  cier 
gia,  y  es  oñcial  de  ¡a  ad 
noble  Maule  Brafet,  rey ; 
y  gran  escudero  de  dich< 

Pudiera  deducirse  de 
había  apostatado,  pues  : 
ñel;  pero,  como  no  sea  < 
pirítu  y  el  texto  de  la  obi 
resulta  verdadero  y  ciei 
extendido  en  general  sol 
todavía  mayor  tocante 
Nada  de  positivo  se  sab< 
de  un  hecho  que  él  mi 
con  el  asno,  haciéndolo 
animales  interlocutores. 

El  gobernador  del  casi 
al  pasar  de  Sicilia  á  Cal 
tos  contraríos  á  refugiar 

Túnez.  Una  vez  allí,  encontrándose  falto  de  víveres  j 
refuerzos,  envió  por  ellos  á  tierra,  y  echándolo  de  ve? 


ATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       343 

ando  llamar  á  los  mensajeros  del  go- 
¡o: 

I  vituallas  y  llevadlas  á  vuestro  señor, 
i  parte  y  diciéndole  que  yo  le  suplico 
equeño  servicio  de  mí,  su  humilde  ser- 
ijo, y  devolvedle  sus  dineros;  y  si  ne- 
i  cosa,  que  me  lo  mande  á  decir,  pues 
jjera  será  servido. 

i6n,  que  ya  no  es  posible  interpretar 
n  pudiera  tomarse  la  otra,  se  ve  que 
aba  en  Túnez  Fr.  Anselmo,  lo  cual  de- 
staba alli  como  renegado, 
de  Cáller  agradeció  mucho  la  atención 

y  asi  se  lo  manifestó  desde  su  nave 
L  carta  que  le  escribió  dándole  las  gra- 
uestras  también  de  cortesía,  pues  que, 
idelante  el  libro,  al  llegar  Amoldo  de 
tnviS  á  Túnez,  con  destino  á  Fr.  Ansel- 
míe  de  muchas  y  gentiles  cosas.  No  bu- 
ucedido  este  cambio  de  cortesías  y  re- 
ballero  cristiano  y  un  renegado. 
ce  positivo  es  que  Fr.  Anselmo  murió 
)S  de  los  enemigos  del  cristianismo  por 
^lio. 

i  Turmeda  hay  que  dar  cuenta,  y  tam- 
patente  demostración  de  lo  que  vení- 

aun  cuando,  como  luego  se  verá,  pa- 
>  contrarío  de  su  portada.  Me  refiero  al 
irnos  morales  y  cristianas,  preciosa  obrí- 
»:er  especial  atención,  que  desde  tiero- 
i  hasta  comienzos  del  presente  siglo  se 
las  á  los  niños  para  enseñarles  á  leer, 
is  en  verso  catalán,  con  unas  poesies 
io  y  Juicio  6nal.  Los  versos,  leídos  hoy, 
I  muy  buenos,  pero  ni  se  hacían  me- 


344  VÍCTOR  BALAGUE 

jores  en  el  siglo  xv,  ni  en  muchos 
la  elevación  de  pensamiento  que  i 
poeta,  y  un  poeta  serio. 

Ya  no  se  hallan  ejemplares  de  i 
raros  al  menos.  En  mis  mocedade: 
alguno,  y  últimamente  mi  excelen 
maestro  Barbieri,  que  es  tan  entei 
sico  como  inteligente  biblióñlo,  < 
cías  acerca  de  uno  que  existe  en  la 
de  Sevilla,  cuya  papeleta  traslado 
como  fué  copiada  por  el  eximio  m 

Dice  así: 

Libre  compost  per  frare  |  Ettcelm 
ció  del  ángel  Custodi. 

Aquí  la  estampeta  del  impresor 
al  verso  de  la  portada  dice: 

En  nom  de  Deu  sia:  \  e  delagli 
libre  I  cópost  en  Tuni^  p.  lo  Rev 
Encelm  |  Turmeda:  en  altra  manten 
de  al=:  I  gutts  bos  enseityames:  jat 
haja  se  |  guiís  Empero  pesen  hauer 
gar  los  I  a  la  geni.  E  per  que  deu  h 
coin  lo  I  sen  cor  ab  gran  esperanza 
men^a  la  hobra. 

Al  fin  se  lee: 

Fonech  esiampat  lo  pre—  \  senl  tractat  en  la  insigne  \ 
Ciutat  de  Barcelona  per  \  Duran  Saluanyach.  En  pSy  \ 
Mil.  D.  e.  XXVII  a  iij  d' I  mes  de  setebre. 

En  8."  g6t.  de  16  hojas  sin  foliación.  Sign.  A — Bii 
La  mayor  parte  en  verso  y  con  dos  estampas  grabad 
en  madera  (además  de  la  del  impresor),  que  represe 
tan,  la  una  el  Juicio  final  y  la  otra  la  Virgen  de  la  Co 
cepción.  En  frente  de  la  del  Juicio  ñnalse  hallan  los  < 


mST.  DE  CATALUSA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       34 

lebres  versos  de  la  profecía  de  la  Sibila,  que  se  can 
en  las  iglesias  de  Cataluña  por  Navidades,  cuyo  es 
bulo  dice: 

Aljom  dtljttdiá 
parra  qtd  imrá  ftt  ¡erviei,  etc. 

Este  rarísimo  libro  se  halia  en  Sevilla,  Biblioteca 
¡ombina,  bajo  la  sign.  G.  3y — 36.  Misceláneas  in  8." 

Por  lo  que  toca  á  la  Disputa  del  asno.  Torres  An 
que  no  hubo  de  ver  el  libro,  dice  que  se  imprimió 
Barcelona  el  año  1609  con  el  titulo  Disputa  del  ase  1 
tra  frare  Anselme  Turmeda  sobre  la  natura  et  nobleza 
animáis. 

Existen  de  esta  obra  dos  traducciones  en  francés 
de  Lión,  más  arriba  mencionada,  y  La  revancíie  el  c 
iré  dispute  de  frere  Anselme  Turmeda  contre  les  beles, 
Mathurin  Maurice.  París,  i554. 

Este  libro  de  Fr.  Anselmo  consta  prohibido  poi 
Santo  Oñcio;  pero  debió  de  ser  por  siete  pasajes  n 
licenciosos  que  tiene  al  hablar  de  los  siete  pecados 
pítales,  aplicándolos  á  los  religiosos  de  su  siglo. 

Es  cuanto  se  me  ha  ocurrido  decir  sobre  Margi 
y  Turmeda,  considerando  que  los  lectores  no  toma 
á  mal  esta  digresión  ó  paréntesis  en  el  curso  de  < 
obra,  ya  que,  en  cierto  modo,  se  trata  de  vindicar  á 
personajes  que  de  seguro  no  aparecen  con  su  verdad 
carácter  ni  con  su  exacta  üsoDomia  en  las  historias 
los  cronistas  de  Poblet. 


346 


SARRACENO, 
(Otra  ley 


Lupo,  el  rey  moro  de  ' 
te,  hijo  segundo  de  Almi 

Lupo  estaba  sentado  < 
bosquecillo  de  olorosos  r 
Ámete. 

¡El  joven  Ámete!  La 
nunca  mozo  más  gallard 
neja  una  lanza,  nadie  ce 
potro,  nadie  más  que  él 
die  mejor  que  él  sabe  caí 
ventana. 

— Ámete — le  dice  Li 
me  brinda  con  tregua;  i 
mensajero  que  vaya  en  t 
el  de  Barcelona. 

— Yo  seré  ese  mensaj< 

— Toma,  pues,  el  me 
colta  la  flor  de  mis  sóida 
senté  al  conde  las  mejo: 
rate  y  parte! 

— Sólo  te  pido  el  tiempo  indispensable  para  besar  la 
barba  blanca  de  mi  padre  Almanzor,  y  dar  un  abraxo 
á  mis  hermanas  Zaída  y  Zoraida. 

Voló  Ámete  á  abrazar  á  su  viejo  padre  y  á  sus  be- 
llas hermanas,  y  en  seguida  partió. 


J 


CALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       347 

un  potro  cordobés,  negro  como  la 
el  viento  en  su  carrera.  Cuatro  sol- 
guian.  Era  toda  su  escolta.  Ámete 
.  Era  audaz  y  arrojado,  valiente  y 

s  en  Cataluña,  atravesaban  una  tar- 
peso  pinar,  cuando  les  sorprendió  la 
lo  moro  dijo: 

nuestra  izquierda,  á  la  luz  del  ere- 
mos montes  soberbios  que  escondían 
rbante  de  nieblas;  el  sol,  al  retirarse, 

de  sangre;  el  aire,  que  azota  nues- 
un  hálito  de  fuego.  Vecina  está  la 

impestad:  se  lo  dice  á  Ámete  el  vien- 
esiguales  y  furiosas  ráfagas  las  cres- 
os pinos;  se  lo  dicen  esos  ruidos  sor- 
'  lejanos  que  se  oyen  de  noche  en  las 
se  aproxima  la  tempestad,  parecien- 
¡os  por  las  fragosas  sierras  al  sentir 
án. 

órnete, — la  tempestad  nos  sale  al  en- 
ros,  á  escape! 
ho,  y  el  bruto  cordobés  vuela,  vuela 

águila  que  se  lanza  sobre  la  presa, 
ie  la  flecha  que  rasga  el  aire.  Bien 
I  sus  compañeros. 

:  compañeros,  y  en  tanto  el  huracán 
1  viento  silba  como  una  serpiente  en 

como  un  león  entre  los  matorrales. 
:os  son  tronchados;  los  árboles  más 
n  por  el  camino.  De  la  sierra  bajan 
jue  arrastran  enormes  peñas.  El  cíe- 
atara  tas. 
rto  sus  cataratas,  y  el  valiente  potro 


348  VÍCTOR  BALAGUSR 

ya  tiene  que  saltar  por  sobre  una 
atravesados  en  el  camino,  ya  resbal 
diente  de  unas  peñas,  ya  costea  la  p 
ta  por  las  aguas,  ya  atraviesa  á  nai 
do  es  destrucción  y  muerte,  todo  te 
pronto 

De  pronto  un  rumor  de  voces  vi< 
el  ruido  del  viento.  Entre  el  desorde 
entre  el  rugir  de  la  tempestad,  entrt 
can.  Ámete  percibe,  como  á  ráfagi 
rioso,  melancólico,  divino.  ¿Es  el  i 
del  Paraíso?....  ¿b  es  el  himno  de  j 
malencos  que  gozan  en  la  destrucci^ 
Amele  siente  una  emoción  ignorad; 

Siente  una  emoción  ignorada  ha 
acierta  á  preguntarse  á  sí  mismo. 
ber.  El  huracán  redobla  su  furia  y 
dad.  Los  árboles  pasan  raudos  por 
ras  de  gigantescos  fantasmas;  los  m 
cruzan  rápidos  ante  sus  ojos  como 
ño.  Soto  le  falta  empuñar  una  tea 
genio  de  la  tempestad,  cruzando  coi 
jinete  en  su  caballo  negro,  las  selvas 
ra  por  dónde  va,  ignora  dónde  se  di 
le  guía. 

Su  caballo  le  guia,  y  cuando  por 
de  un  imponente  edifício,  al  lado  di 
meda,  se  eleva  ante  él.  Ámete  lo  h¡ 
to  un  gigante  con  la  cabellera  sue 
atrás. '  ¡Oh,  sorpresal  El  canto  que 
oye  aún  de  nuevo,  pero  más  cercan 

Más  cercano,  como  que  sale  del  ii 
ñcio.  Es  un  cántico  nocturno,  religic 
y  poesía,  entonado  por  acentos  varo 
cucha  un  instante  suspenso,  y,  en 


fcTALUÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLET      349 

irtir  como  un  surco  de  luz  rasgando 
Eando  la  lluvia  que  cae,  atravesando 
el  rayo  en  su  seno,  deslizándose  por 
J  y  la  cólera  de  los  elementos.  Ámete 
1  habla  en  su  corazón,  y  arrastrado 

isconocido 

un  impulso  desconocido,  abandona  su 
ja  caer  á  un  lado  muerto  de  fatiga,  y 
ar  la  cerca  del  ediñcio.  ¿Dónde  va? 
'....  No  lo  sabe. 

o  aquel  cántico  le  fascina,  le  seduce, 

le,  en  ñn,  como  el  imán  al  hierro,  co- 

laríposa,  como  la  libertad  al  cautivo. 

)  el  interior,  atraviesa  un  jardín,  sigue 

i  un  claustro,  penetra  en  un  templo. 

,  alli,  bajo  las  bóvedas  sonoras,  so- 

o,  dulce  y  tierno,  el  cántico  suena 

s  divino,  y  las  acordes  voces  ruedan 

oleadas  de  armonía  por  las  cónca- 

.  El  templo  está  invadido  por  las  ti- 

s  luces  brillan  en  el  altar. 

brillan  en  el  altar,  porque  aquel  tem- 

t  y  aquel  canto  la  Salve,  es  decir,  el 

fervoroso  saludo  que  al  aparecer  los  primeros  albores 

de  la  mañana  dirigen  á  la  Reina  de  los  Angeles  los  co- 

razones  cristianos.  Las  tres  luces  son  en  recuerdo  de 

aquéllas  otras  tres  que  los  solitarios  de  Lardeta  y  el 

ejército  de   Berenguer  vieron  un  día  brillar  sobre  la 

alameda.  Ámete  se  apoya  en  una  columna,  y  llora. 

Y  llora  copiosamente.  Hora  sin  tregua  su  infancia 
pasada  en  el  error,  su  juventud- transcurrida  en  la  obce- 
cación .  Ámete  se  siente  renacer,  siente  bullir  en  su  alma 
un  mundo  de  nuevos  sentimientos,  y  las  lágrimas  que 
vierte  son  el  bautismo  que  puriñca  y  lava  de  la  culpa  sus 
horas  de  ceguedad  y  de  engaño.  Ámete  cae  de  rodillas. 


35°  VÍCTOR   BAU 

Cae  de  rodillas,  y  entonces, 
unos  seres  extraños,  cubiertos 
pajes,  empiezan  á  deslizarse  p< 
monjes  que  se  retiran  del  coro 
diñada  la  frente,  murmuran< 
del  dia. 

Un  monje  repara  en  Ámete 

— ¡Nuestro  padre  San  Be 
morol....  ¡Un  moro  en  la  casa 

— jUn  moro!  — repiten  los  dei 

Y  todos  se  echan  atrás  horr 
nal  de  la  cruz. 

Sólo  el  abad  se  adelanta. 

— ¡Quién  eres? — le  dice. 

— Soy  Ámete,  el  hijo  del  re; 

— ¿Quién  te  trajo  aquí? 

— La  tempestad. 

— ¿Dónde  ibas? 

— No  lo  sé Ya  no  lo  rec 

— ¿A  quién  buscas  en  estos  i 

— A  Dios. 

— ¿Qué  le  quieres? 

— Quiero  pedirle  que  me  de 
que  me  deje  ser  uno  de  vuestro 
vestir  ese  ropaje  que  vestís  V( 
esos  cantos  que  me  enajenan, 
adorarle,  la  frente  en  el  polv 
cielo,  como  hijo  de  cristianos. 

El  abad  se  volvió  hacia  los  : 

— ¡Acercaos,  hermanos!... 
entrar  en  el  camino  de  la  virtí 
y  demos  gracias  por  ese  nu( 
nuestro  padre  San  Bernardo! 

— [Bernardo! — exclamó  el  n 
ro  llamarme  de  hoy  en  adelan 


^TALUKA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      35I 

tras. 

!S  hubo  en  Foblet  un  monje  más  que  se 
un  monje  virtuoso  y  santo,  cuyos  re- 
iiya  austeridad  y  penitencia,  cuya  as- 
lieron  el  que  volase  la  fama  de  su  virtud 
motos  confínes. 

is  la  caridad  en  Poblet  fué  más  abun- 
lares  los  pobres  que  acudían  á  sus  puer- 
do  Bernardo  el  despensero,  ni  un  solo 
«tiraba  sin  ser  socorrido. 
:s  todos  pedían  ver  y  besar  la  mano  del 
ma  que  habiendo  un  día  el  abad  repren- 
ro  por  su  prodigalidad  sin  límites,  Ber- 
1  graneros  intactos  y  aumentadas  las  ar- 

ís  había  crecido  el  número  de  los  con- 
cón sus  consejos,  Bernardo  atrajo  á  la 
3  á  una  paríenta  suya  llamada  Doray- 
y  á  otros  muchos  sarracenos  de  la  mis- 

rdo  se  presentó  al  abad  y  le  pidió  su 
ermiso  para  emprender  un  viaje. 
ieres  ir,  hermano? — le  preguntó  el  abad, 
,  á  Carlet.  Tengo  allí  unos  hermanos, 
D  abrir  á  la  luz  y  cuyo  corazón  á  la  fe. 
su  bendición,  pero  diósela  llorando. 
ios  que  regreses!  ¡Permita  Dios  que  no 
halles  en  tu  camino  la  palma  del  sufrimiento  y  del 
martirio! 

— Hágase  la  voluntad  del  Señor, — dijo  Bernardo 
despidiéndose  del  abad. 

Bernardo  marchó  y  llegó  á  su  país.  Su  anciano  pa- 
dre había  muerto,  y  su  hermano  Almanzor  era  rey  de 
Carlet.  Quiso  ver  á  sus  hermanas  Zaida  y  Zoraida. 
Las  dos  le  recibieron  llorando. 


35^  VÍCTOR   BALAGU 

— Os  traigo  á  cada  una  una  crt 

Y  desde  aquel  día,  Zaída  y 
María  y  Gracia;  pero  lo  que  hab 
dos  hermanas,  no  pudo  lograrlo  de 
2or.  El  corazón  de  éste  era  dui 
Ningún  presente  quiso  admitir,  n 

— No  te  conozco— dijo  á  Bei 
eres,  renegado.  Sólo  puedo  dec 
pronto  hacia  aquéllos  que  te  en' 
dejará  de  brillar  para  tí. 

Bernardo  fué  entonces  en  busci 
ría,  y  les  dijo: — Vamos. 

Y  los  tres  partieron. 

Al  saber  Almanzor  la  fuga  de 
apresurado  tras  ellas  al  frente  de 
ceños.  En  vano  huyó  Bernardo 
embarcar  á  sus  hermanas  y  salva 
alcance,  degolló  á  las  pobres  niñ 
á  Bernardo  á  una  encina,  arranct 
raba  el  timón  de  la  barca  en  que 
tivos,  y  lo  mandó  clavar  en  la  fren 
misericordia. 

Bernardo  murió  como  el  Redei 
verdugo. 

Cuentan  las  leyendas  que  medi 
go  que  el  rey  D,  Jaime  I  hubo  ct 
los  moros,  fué  advertido  por  unos 
los  campos  de  Alcira   ocurría  i 
Junto  á  una  encina,  cerca  del  río, 
co  de  sangre  fresca,  y  cada  noche  se  iluminaba  aquel 
sitio  con  celestiales  resplandores.  Acudió  allí  et  buen 
rey,  mandó  cavar  la  tierra  y  hallóse  el  cuerpo  de  Ber- 
nardo  

Esta  era  la  leyenda  que  se  contaba  ante  la  imagen 
de  un  monje  con  la  frente  atravesada  por  un  clavo,  que 


CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      353 

inos  se  detenían  á  admirar  en  Poblet; 
ría  de  San  Bernardo  de  Alcira,  el  moro 
[  rey  de  Carlet,  á  quien  el  monasterio 
intó  una  suntuosa  capilla  de  mármoles 
la  con  gran  veneración  por  los  devotos. 


XII. 


)b1el. — Alfonso  el  dr/a.— Fundación  del  monas- 
Jaime  il  dmqmtlader. — Hace  cortar  la  lengua  al 
y  por  quí. — Fundadún  del  monasterio  de  Benifazá 
ülorca. — D,  Pedro  il  Cerímoaieío. — Visita  de  tos 
-Lo  que  sucedi6  con  el  aposentador  de  Felipe  II. 


3  de  Poblet  se  enorgullecía  con  el  re- 
atas regias.  Consideraba,  en  efecto,  co- 
imbres  más  preciados  el  de  haber  ofre- 
i  á  todos  ó  á  casi  todos  los  reyes  que 
)na  de  Aragón. 

Barcelona,  D.  Ramón  Berenguer  IV, 
veces  en  Poblet,  atento  á  la  edificación 
que  con  tan  solícito  empeño  llevó  á 

iu  hijo  el  rey  D.  Alfonso  el  Casto,  el  rey 
nás  propiamente  debiera  llamársele  y 
lan  las  memorias  literarias,  consta  que 
t  muy  á  menudo,  unas  veces  para  vigi- 
trabajos  de  construcción,  pues  ya  queda 
:ran  solicitud  prosiguió  la  obra  de  su 
padre,  y  otras  tal  vez  para  buscar  en  aquellas  amenas 
soledades  el  descanso  y  el  reposo  que  necesitaba  su  vi- 
da, agitada  y  febril  como  la  de  ningún  monarca. 
El  antiguo  bosque  de  Poblet,  hoy  ya  desaparecido, 
Touo  :tix  23 


\  V(CT0R   BALAGUER 

:11a  grandiosa  y  secular  selva,  de  que  los  cronistas 
an  con  embeleso,  como  de  un  sitio  lleno  de  encan- 
'  amenidades,  vio  sin  duda  pasear  muchas  veces 
;ntre  sus  árboles  al  rey  trovador,  en  busca  de  solaz 

su  ánimo  preocupado  y  de  soleded  para  sus  seré- 
meditaciones.  ¡Quién  sabe  si  fué  entre  las  delicias 
:]uel  bosque,  célebre  en  nuestras  crónicas,  donde 
tlfonso  compuso  alguna  de  aquellas  trovas  proven- 
i,  sentidamente  amorosas,  que  dirigía  á  Matilde  de 
tagnac  6  á  la  vizcondesa  Adelaida  de  Beziers,  dos 
ntes  y  seductoras  damas  de  su  tiempo,  á  cuyos 

es  fama  que  languideció  de  amores  el  monarca!  Y 
ín  sabe  si  fué  también  en  las  soledades  de  aquella 
i  donde  el  ofendido  D.  Alfonso  meditaba  la  mane- 
:  contestar  á  los  duros  y  sangrientos  serventesios 
le  dirigía  el  famoso  trovador  Beltrán  de  Born,  su 
orable  rival  en  amor  y  en  poesía!  i. 
e  D.  Alfonso  se  sabe  que  estuvo  en  Poblet,  sin 
ar  otras  veces  anteriores,  por  los  años  de  1174  y 
i,  época  en  que  otorgó  escritura  auténtica,  ofrecien- 
nterrarse  en  dicho  monasterio.  También  consta  que 
vo  el  año  1190,  acompañado  de  su  hijo  el  principe 
'edro,  aquél  que  fué  más  tarde  llamado  el  Católico  ó 

Muret,  y  de  varios  magnates,  entre  ellos  el  arzo- 
3  de  Tarragona  Berenguer  de  Vilademuls,  Artal  de 
;ón,  Guillen  de  Granada,  Lope  de  Daroca  y  Miguel 
,uesia  ó  de  Lusia.  Cuéntase  que  en  esta  ocasión  el 
:ipe  D.  Pedro,  á  presencia  del  citado  arzobispo  y 
ís  magnates,  eligió  sepultura  en  Poblet,  con  las 
ñas  condiciones  que  la  eligiera  su  padre,  año  de 
¡,  otorgando  de  ello  escritura  que  se  guardaba  au- 
ca en  el  archivo  del  monasterio.  Sin  embargo  de 

Los  que  deseen  tener  má;  detalles  sobre  esto,  pueden  hojear,  si 
ice.  mi  obra  Lat  Tyovadffret  en  sus  capítulos  Aífema  di  Aragim 
•lar  de  Aquitania. 


\ 


MIST.  DE  CATALUÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLET      351 

esto,  D.  Pedro  no  fué  enterrado  allí,  sino  en  Sijena 
donde  llevaron  su  cadáver  los  caballeros  y  magnat 
que  ensangrentado  lo  recogieron  en  las  llanuras 
Muret,  campo  de  triste  recordación  para  nuestra  h 
ton  a. 

Volvemos  á  encontrar  á  D.  Alfonso  en  Poblet  dun 
te  el  mes  de  Julio  de  1194.  Las  crónicas  del  monas 
rio  hablan  de  una  gran  solemnidad  religiosa,  actuar 
como  abad  D.  Pedro  de  Masanet,  en  la  que  el  monai 
aragonés  ofreció  á  su  hijo  tercero  D.  Fernando  ala  h 
jestad  de  Dios,  dedicándole  para  monje  de  Poblet,  coi 
así  fué,  en  efecto.  También  en  esta  ocasión  parece  c 
D.  Alfonso  otorgó  testamento,  haciendo  varias  dor 
cienes  al  monasterio,  legando  al  tesoro  del  mismo 
real  diadema,  ratificando  su  voluntad  de  ser  alli  en 
rrado  y  nombrando  al  abad  uno  de  sus  albaceas. 

Falta  decir,  pues  es  dato  curioso,  que  en  una  de 
varias  veces  que  D.  Alfonso  visitó  nuestro  monaster 
dispuso  que  doce  monjes  suyos  pasaran  á  Aragón,  de 
de  el  rey  trovador  fundó  á  orillas  del  rio  Piedra,  y 
amor  de  sus  admirables  cascadas,  otra  casa  cistercit 
se,  hija  de  Poblet,  por  consiguiente,  que  tiene  tambi 
gran  historia  y  esclarecidos  recuerdos  1. 

Huésped  fué  de  Poblet  en  varias  ocasiones  el  1 
D.  Jaime  I  el  Conquistador.  Alli  estuvo  antes  de  ei 
prender  la  conquista  de  Mallorca,  y  en  su  iglesia  tu 
lugar  la  solemne  bendición  de  las  banderas  que  i 
huestes  catalanas  llevaron  á  aquella  gloriosa  campar 
y  alli  volvió  inmediatamente  después  de  su  conquisi 
en  lz3o,  apenas  desembarcado  en  Tarragona,  parad 
gracias  á  Dios  por  el  éxito  maravilloso  de  su  jornac 
£n  el  monasterio  pasó  la  octava  de  Todos  los  Sanl 
ocupado  en  dar  aviso  á  todas  las  iglesias  de  sus  rein 

1      Véase  £1  manasltrie  di  Htdra,  del  mismo  autor. 


355  V/CTOR  BALAGUER 

Lra  que  celebraran  solemnes  ceremonias  en  acción  de 
acias  al  Señor,  convocando  al  obispo  de  Barcelona  y 
otros  prelados  para  tratar  del  nuevo  obispado  que  ¡n- 
ntaba  fundar  en  Mallorca,  lo  cual  sólo  se  resolvió  des- 
les  de  grandes  debates. 

También  durante  su  permanencia  en  aquel  retiro, 
orgó  formal  escritura  para  consignar  que  elegía  allí 
pultura,  como  sus  antecesores,  y  acordó,  con  el  abad 
.  Amaldo  de  Gallard,  la  manera  de  proveer  á  la  fun- 
ición  del  monasterio  del  Real  de  Mallorca,  que  quiso 
ese  de  Ja  orden  del  Císter  é  hijo  de  Poblet,  como  con 
ledra  hiciera  su  abuelo  D.  Alfonso. 
De  nuevo  volvió  D.  Jaime  á  nuestro  cenobio  dos  6 
es  años  más  tarde,  allá  por  los  de  i233,  y  también 
itonces  encargó  al  que  era  su  abad,  D.  Vidal  de  Al- 
laire,  la  fundación  de  otro  monasterio,  el  que  se  lla- 
ó  de  Santa  María  de  Benifazá,  haciéndole  donación 
ira  ello  del  castillo  de  Benifazá  y  otros  lugares  en  el 
ino  de  Valencia,  cuya  conquista  había  emprendido. 
Y  por  cierto  que  no  merece  desaprovecharse  esta  oca- 
5n  que  se  ofrece  para  referir  lo  que  se  cuenta  acerca 
:  esta  fundación. 

El  cronista  valenciano  Beuter  dice  que  el  rey  Don 
lime  mandó  un  día  cortar  la  lengua  al  obispo  de  Ce- 
na, Berenguer  de  Castellbisbal,  por  haber  revelado 
ertos  asuntos  que  en  secreto  de  confesión  le  comuni- 
ra,  relativos  á  sus  amores  con  la  célebre  y  hermosa 
ima  Doña  Teresa  Gil  de  Vidaure.  Arrepentido  lu^o 
rey,  acudió  al  Papa  pidiendo  )a  absolución,  que  se  le 
ó  mediante  su  promesa  de  fundar  un  convento  de  la 
den  de  San  Bernardo,  lo  cual  cumplió  dando  comí- 
an al  abad  de  Poblet  para  fundarlo  en  términos  de 
orella  y  en  un  lugar  llamado  Benifazá. 
El  hecho  es  cierto;  pero  no  fué  la  fundación  de  San 
María  de  Benifazá,  sino  su  terminación  y  engrande 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET   357 

cimiento,  lo  que  se  impuso  por  penitencia  á  D.  Jaime. 
El  hecho  es  cierto,  repito,  aun  cuando  se  haya  pro- 
^  curado  negarlo  con  insistencia;  aun  cuando  muchos 
cronistas  lo  hayan  refutado  ó  falseado;  aun  cuando  la 
censura  oficial  obligara  á  Zurita  á  borrar  en  su  segunda 
edición  de  los  Anales  el  pasaje  relativo  á  este  suceso 
que  se  imprimió  en  la  primera;  aun  cuando  Abarca  se 
extendió  en  largas  y  difusas  consideraciones  para  de- 
mostrar la  poca  consistencia  y  falsedad  del  hecho;  aun 
cixstndo,  por  fin,  en  nuestra  misma  época  lo  haya  rotun- 
damente desmentido  un  cronista  de  Gerona,  que  lo  atri- 
buyó á  invención  y  fábula  del  autor  de  estas  líneas  por 
haber  dado  ligera  cuenta  de  ello  en  la  Historia  de  Cata- 
luña. Hoy  no  puede  caber  ya  la  menor  duda.  La  crítica 
histórica  demuestra,  con  la  innegable  lógica  de  los  do- 
cumentos, la  verdad  del  suceso. 

Lo  que  todavía  está  oculto  bajo  un  velo  impenetrable 
hasta  ahora,  es  la  verdadera  causa  que  indujo  á  Don 
Jaime  á  hacer  cortar  la  lengua  al  obispo  de  Gerona. 
Aparece  sólo  como  lo  más  cierto  que  el  prelado  reveló 
algo  que  en  secreto  de  confesión  le  había  confiado  el 
monarca,  queriendo  así  este  último  castigarle  por  don- 
de mismo  había  pecado;  pero  se  ignora  en  qué  consistía 
el  secreto. 

El  suceso  se  reduce  á  que  el  rey  mandó  prender  y 
cortar  la  lengua  á  Fr.  Berenguer  de  Castellbisbal,  es- 
cribiendo, poco  después  de  esta  horrible  mutilación, 
una  carta  al  Sumo  Pontífice  dándole  cuenta  de  los  mo- 
tivos que  tuviera  para  proceder  tan  cruelmente  contra 
el  obispo,  y  pidiendo  ser  absuelto.  El  texto  de  esta  carta 
no  es  conocido;  pero  sí  la  respuesta  del  papa  Inocen- 
cio IV,  dada  en  Lyón,  de  Francia,  á  lo  de  las  calen- 
das de  julio  del  año  III  de  su  pontificado  (22  de  Junio 
de  1246),  la  cual  transcribe  Odorico  Rainaldo,  sacán- 
dola del  archivo  del  Vaticano. 


358  VÍCTOR  B/ 

Por  este  documento  y  por 
en  su  Historia  de  Poblet  (apé 
tomo  II)  copia  y  extrae  Fint 
ciliación  del  rey  D.  Jaime,  c 
conserva  en  el  archivo  de  ] 
marcha  y  consecuencias  de  a 

Se  obligó  á  D.  Jaime  á  peí 
po,  á  levantarle  el  destierro  i 
nocer  su  culpa  en  junta  de  pi 
nos  de  sus  reinos,  acto  que  ti 
de  Noviembre  de  1246.  Hecl 
solverle  los  legados  pontifici< 
nitencia  que  terminase  el  me 
do  para  la  fábrica  de  su  igle: 
bienes  suñcíentes  á  ñn  de  ma 
vez  de  zo  como  se  había  fija( 
ción  del  hospital  de  San  Vici 
ner  la  renta  anual  de  600  m: 
dase  además  una  capellanía 
Gerona. 

Volvamos  ahora  á  las  visi 

Las  crónicas  hablan  de  do 
efectuó  al  convento  enjunio  d 
sin  que  mencionen  cosa  part 

También  estuvo  el  año  i3; 
nigno,  que  habia  ido  á  celebr; 
Montbianch. 

Del  rey  D.  Pedro  IV  el  C 

existe  recuerdo  de  haber  ido ™  .. ^  „  „„„ 

rio,  entre  ellas  los  años  de  1340,    1341,   1342,  1346 
y  1378. 

Los  cronistas  de  Poblet  dan  gran  importancia  á  la 
primera  de  estas  visitas,  suponiendo  que  el  rey  D.  Pe* 
dro  celebró  en  el  monasterio  Cortes  ó  parlamento;  pero 
no  fué  asi.  Lo  que  hay  de  cierto  en  ello  es  que  Dod 


E  CATALUSA — LAS  RUINAS  DE  POBLET   359 

bía  comentado  ya  sus  arteros  manejos 
Tie  de  Mallorca,  su  deudo,  cuyo  reino 
]uiso  tratar  este  asunto  en  consejo  pri- 
mas personas  de  su  confianza,  y  citó  para 
ios  los  infantes  D.  Pedro  y  D.  Ramón 
BU  hermano  el  infante  D.  Jaime  conde 
I  arzobispos  de  Tarragona  y  Zaragoza, 
irida,  á  varios  otros  prelados,  á  diferentes 
eino,  y  también  á  algunos  síndicos  de  las 
idades.  Tenía  realmente  la  reunión  un 
mblea. 
de  lo  convenido  en  este  consejo,  volvió 

el  año  siguiente  de  1341,  y  allí  recibió 
tres  de  su  cuñado  el  reyD,  Jaime  III  de 
'  no  llegaron  á  acuerdo,  y  poco  tardó  Don 
:nzar  su  proceso  contra  el  de  Mallorca, 
lamente  hablan  las  historias,  á  las  cua- 

cosa  de  este  lugar,  se  remite  al  lector, 
el  rey  D.  Pedro  pasó  todo  el  verano  de 
341:  en  Poblet,  acompañando  á  su  espo- 
embarazada  y  que  dio  allí  á  luz  una  niña, 
e  ser  la  infanta  Doña  Constanza,  casada 

rey  Federico  II  de  Sicilia, 
lablamos  las  memorias  de  otra  larga  es- 
monioso  en  el  convento,  por  los  meses  de 
\  de  1346,  en  cuya  época  expidió  una  or- 
biendo  cazar  en  el  bosque  de  Poblet,  para 
ido  Nos  vengamos  al  tnonasterio,  al  cual 
'ecuenUmente  y  morar  en  él,  podamos  hallar 
ido  bosque. 

encontrársele  á  últimos  de  Julio  de  1347. 
>  que  aquél  era  el  lugar  á  donde  iba  á  re- 
dro para  entregarse  á  sus  meditaciones, 
.  preocupación  de  ánimo  le  dominaba,  ya 
!  vemos  ocuparse  también  en  consultar 


360  VÍCTOR  BAL 

con  ciertos  magnates  y  con  lo 

dos  del  país  acerca  de  si  la  inl 

hija  que  le  nació  en  Foblct)  po 

caso  de  no  tener  él  hijos  varoi 
Por  las  memorías  antiguas 

tuvo  ocasión  de  albergar  á  muc 

D.  Carlos  II  de  Navarra;  D. 

acompañando  el  cadáver  de  su 

mano;  D,  Fernando  I,  D.  Jua 

Reyes  Católicos,  D.  Felipe  II 

chíduque  Carlos,  á  quien  los  ca 

en  lucha  con  Felipe  V. 

De  todas  estas  visitas  realcE 

son  especiales,  y  merecen  pon 

á  los  Reyes  Católicos  y  á  D.  1 
En  el  año  de  1493  se  halla 

brando  Cortes,  los  reyes  D.  Fi 

comunicaron  al  abad  de  Poblet; 

determinación  de  ir  á  visitar  e 

real  familia,  tan  pronto  como 
El  domingo  3  de  Noviembn 

al  monasterio  los  infantes  D. 
jos  de  Boabdil  el  Chico  de  Gra: 

después  de  conquistada  aquella 

tólicos.  Eran  jóvenes  de  veinti 
muy  gallardos  y  nobles  de  ca 
anales  populetanos,  habiéndose 
á  los  monarcas. 

El  sábado  9  de  Noviembre,  a 
cesa  Doña  Isabel,  primogénita 
acompañada  de  nueve  damas  pr 
ba  viuda  por  muerte  de  su  esposi 
entró  velada  con  su  manto,  sin 
secreto  pasó  á  la  iglesia,  y  de  a 
casi  siempre  estuvo  retirada  en  compañía  de  sus  damas. 


^ 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      361 

£1  mismo  día  á  las  tres  de  la  tarde  llegaron  los  Re- 
yes Católicos  D.  Femando  y  Doña  Isabel,  con  sus  hi- 
jas las  infantas  Doña  Juana,  Doña  María  y  Doña  Ca- 
talina, acompañados  de  gran  número  de  prelados,  gran- 
des y  damas,  distinguiéndose  el  arzobispo  de  Toledo, 
cardenal  de  España  y  patriarca  de  Alejandría,  que  lle- 
vaba á  la  reina  del  brazo  izquierdo;  los  arzobispos  de 
Sevilla  y  de  Cáller,  y  el  obispo  de  Mallorca.  Entre  los 
grandes  estaba  el  infante  D.  Juan  de  Aragón,  duque  de 
Villahermosa,  y  entre  las  damas  sesenta  hijas  de  du- 
ques, marqueses  y  condes,  con  más  de  quinientas  mu- 
jeres de  servicio  de  Palacio. 

Salió  á  recibir  á  SS.  MM.  el  abad  D.  Juan  Payo 
Coello,  vestido  de  pontiñcal,  con  toda  la  comunidad, 
que  se  componía  de  94  monjes  profesos,  8  novicios  y  35 
conversos.  Apeáronse  los  reyes  ante  la  capilla  de  San 
Jorge;  abrióse  la  puerta  dorada,  y  entrando  los  monar- 
cas en  el  atrio  se  arrodillaron  y  adoraron  las  santas  re- 
liquias que  llevaba  el  abad,  dirigiéndose  luego  á  la  igle- 
sia, bajo  el  palio  sostenido  por  los  principales  seño- 
res de  la  corte,  y  siguiendo  toda  la  comitiva  con  los 
monjes  que  iban  entonando  el  himno  de  Te-Deum  lau- 
damus. 

En  la  iglesia,  los  reyes  besaron  las  tumbas  de  sus 
padres  D.  Juan  y  Doña  Juana,  y  terminada  la  ceremo- 
nia religiosa  fuéronse  al  palacio  del  abad,  donde  tenían 
preparada  habitación.  La  princesa  Doña  Isabel  y  las 
infantas  con  su  comitiva  se  aposentaron  en  los  ediñcios 
de  la  derecha  de  la  plaza  grande.  El  cardenal,  arzobis- 
pos y  obispos,  con  los  más  principales  magnates,  fue- 
ron hospedados  en  las  antiguas  cámaras  reales  del  claus- 
tro de  San  Esteban,  y  más  de  trescientas  damas  en  el 
salón  de  los  arcos,  que  caía  á  espaldas  de  las  cámaras 
abaciales,  donde  posaban  los  reyes,  advirtiendo  los  ma- 
nuscritos de  la  época  que  fué  cosa  de  grande  ejemplo 


362  VÍCTOR   BALAGUBR 

tanto  silencio  entre  tantas  mujeres, 
religiosas  en  dormitorio  que  damas 

Foco  antes  de  anochecer  llegó  e 
hijo  y  heredero  de  los  Reyes  Católi 
ce  años,  que  habia  venido  ca^andc 
lucida  comitiva,  siendo  recibido  po 
to  con  las  mismas  ceremonias  que ; 

Al  siguiente  dia,  domingo  10,  qti 
las  tumbas  reales,  algunas  de  las  c 
tas,  habiendo  dado  orden  especial 
abriera  la  de  su  tía  la  infanta  Doña 
infante  D.  Enrique,  duque  de  Segc 
una  dama  muy  hermosa.  Largo  ral 
bel  contemplando  su  cadáver,  y  q 
cabellos,  que  eran  muy  rubios;  peí 
el  rey  D.  Femando. 

Los  monarcas  permanecieron  tre 
terio,  al  cual  aún  vemos  volver  á  D, 
de  paso  para  celebrar  Cortes  en  Bai 

Por  lo  que  toca  á  Felipe  II,  estu 
ees  en  Poblet,  una  en  1564,  siendc 
ques,  y  la  segunda  en  i5S5,  siéndc 
Oliver. 

De  esta  segunda  visita  puedo  c 
curiosos,  gracias  á  un  manuscrito 
conté  algunas  memorias  antigás  y  c 
por  casualidad  á  mis  manos,  aunqu 
falto  de  algunas  hojas,  después  de  1 
del  archivo  de  Poblet.  Lo  que  de  es 
se  conserva  hoy  en  una  vitrina  de  la 
Villanueva  y  Geltrú,  donde  lo  depo 
sidades,  pareciéndome  que  debió  s 
como  muy  notable  cita  Finestres  e: 
bUt,  tomo  IV,  disertación  2.* 

AI  dirigirse  el  rey  Felipe  de  Zar 


CALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      363 

a,  desde  donde  pensó  marchar  á  Po- 
anticipación  á  su  aposentador  Pedro 
as  para  el  abad  D.  Francisco  de  01Í- 
ie  le  dispusiera  alojamiento.  Llegó 
1  monasterio  á  hora  desusada,  según 
rogancia  y  autoridad  de  mensajero 
e  abriera  la  puerta  diciendo  que  iba 
del  rey  de  España;  á  lo  cual  replicó 
ue  allí  no  conocían  al  rey  ni  era  su 
lo,  DO  sin  grandes  dificultades,  ser 
ador  y  costándole  un  triunfo  llegar  á 
Cuentan  que,  cuando  Felipe  II  supo 
-fEI  fraile  dijo  bien:  dijérades  vos 
;  Barcelona,  y  viéradcs  cuan  de  otra 
ra.» 
narca,  referida  por  el  manuscrito  ci- 

Abril  del  anyo  i585  pasó  el  rey  Don 
:ñor  por  Foblete,  á  donde  se  izo  lo 

lo  salieron  á  recibir  D.  Abbad  vesti- 
n  todo  este  santo  convento  á  la  Puer- 
le  adoraron  la  vera  cruz  Su  Mages- 
infanta  mayor,  el  duque  de  Saboya 
ita,  y  de  allí  le  llevaron  en  procesión 
',  á  donde  ie  fueron  todos  á  besar  la 
[uiso  dar  Su  Magestad,  y  ansí  le  be- 
umente  con  el  príncipe,  y  luego  los 
bras  reales  y  los  aposentaron  á  cada 
nde  estubieron  asta  segundo  día  de 
charon  á  a3  de  Abril  de  dicho  anyo, 
icieron  el  mandato  el  rey  y  el  prínci- 
aboya.  Dieron  de  principio  seis  ser- 
5  de  pescado  y  lo  de  postre,  que  son 
3e  el  mandato  en  el  refitorio  mayor. 


I    I 


364 


vfCTOR   BALAGUER 


El  principe  ponia  el  agua  en  el  bacín,  y  cayó  en  tie- 
rra por  causa  que  el  panyo  que  traya  cinydo  le  travo. 
También  icieron  mandato  las  infantas  en  la  claustra  de 
santo  Esteban^  y  también  lo  icieron  muy  lindo  de 
todo. 

»E1  dicho  día  predicó  Don  Abbad,  y  el  viernes  pre- 
dicó el  padre  Tarros,  y  el  día  de  Pasqua  el  padre  Fray 
Ferrer,  y  este  día  dio  de  cenar  el  Abbad  á  las  infantas 
en  el  huerto  del  prior.  Dio  á  sus  Altezas  de  todos  ser- 
vicios 61,  ansí  de  volatería  como  de  conñturas. 

>Su  Magestad  traía  31  caballos  de  coche  para  sí,  y  el 
príncipe  y  las  infantas  44  acas,  70  caballos  de  armas  y 
tres  sillas  de  oro  picado. 

»La  gente  que  Su  Magestad  traía.  Presidente  D.  Joan 
de  Zúñiga,  comendador  mayor  de  Castilla  y  aio  del 
príncipe.  El  marqués  de  Aguilar,  del  Consejo  de  esta- 
do y  guerra.  El  marqués  de  Denia,  gentilhombre  de  la 
cámara.  El  conde  de  Buendía,  sumiller  del  corp  que 
biste  el  rey.  El  conde  de  Chinchón,  mayordomo  de  Su 
Magestad.  El  conde  de  Fuensalida,  mayordomo  de  Su 
Magestad.  El  conde  de  Uceda,  mayordomo  de  Sus  Al- 
tezas. D.  Francisco  Enríquez,  de  la  boca.  D.  Fadrique 
Puerto  Carrer,  mayordomo  de  Sus  Altezas.  D.  Joan 
Enríquez,  mayordomo  de  Sus  Altezas.  D.  Luis  de  Aya- 
la,  de  la  boca.  D.  Sancho  de  la  Cerda,  de  la  boca.  Don 
Philippe  de  Córdoba,  de  la  boca.  D.  Pedro  de  Bobadi- 
lia,  de  la  boca.  D.  Francisco  Pacheco,  de  la  boca.  Don 
Henrique  de  Guzmán,  de  la  boca.  D.  Joan  Pacheco,  de 
la  boca.  D.  Diego  de  Córdoba,  caballerizo  de  Su  Ma- 
gestad. D.  Luis  Montfor,  caballerizo  de  Su  Magestad. 
D.  Albaro  de  Chiroga,  caballerizo  de  Su  Magestad. 
D.  Gonzalo  Chacón,  caballerizo  de  Su  Magestad.  Don 
Pedro  de  Guzmán,  caballerizo  de  Su  Magestad.  Don 
Joan  de  Velasco  de  Obando,  caballerizo  de  Sus  Alte- 
zas. D.  Alonso  de  Zúñiga,  gentilhombre  de  la  cámara. 


'v  V 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      365 

D.  Pedro  de  Velasco,  gentilhombre  ut  supra.  D.  Joan 
Diaz,  secretario  de  Su  Magestad. 

tD.  Diego  Enríquez.  D.  Rodrigo  de  Mendoza.  Don 
Francisco  Manriquez.  D.  Joan  de  Bracamontes.  Don 
Joan  Velázquez,  hijo  del  conde  de  Uceda.  D.  Pedro 
Mejia,  su  hermano.  Secretario,  Mateo  Vázquez-  Li- 
mosnero Mayor.  Confesor,  Diego  de  Chaves.  D.  Pedro 
de  Velasco,  capitán  de  la  guardia  espanyola.  D.  Alon- 
so de  Velasco,  su  tiniente.  El  conde  Landró,  capitán 
de  la  guardia  tudesca  con  su  tiniente.  Mosén  de  Tinaz, 
tiniente  de  los  archeros.  Cien  espanyoles  de  la  guardia. 
Cien  tudescos.  Cien  archeros  y  borgoñeses. 

•Damas:  La  condesa  de  Abero.  La  condesa  de  Pa- 
redes, camarera  mayor  de  la  infanta  Isabel.  Donya 
Sancha  de  Guzmán,  camarera  mayor  de  la  infanta  Ca- 
talina. Donya  Anna  de  Mendoza,  aya  del  principe  nues- 
tro señor.  Donya  Mariana  de  Tharsis,  duenya  de  ho- 
nor .de  la  infanta.  Donya  Anthonia  de  Mendoza,  duenya 
de  honor.  Donya  Anna  Manriquez.  Donya  María  de 
Aragón.  Donya  Joana  Manriquez.  Donya  Mariana  de 
Mendoza.  Donya  María  Chacón.  Donya  Mencía  de  la 
Cerda.  Donya  Anthonia  Manriquez.  Donya  Luisa  La- 
zo. Donya  Catalina  de  Córdoba.  Mas  145  mujeres  más 
de  las  sobredichas.» 

Hasta  aquí  el  manuscrito. 

Con  motivo  de  esta  visita,  Finestres  y  Serra  y  Pos- 
tius  hablan  de  haberse  llevado  el  rey  como  cosa  curio- 
sa, tomándola  del  archivo  de  Poblet,  una  escritura  an- 
tigua de  la  casa  catalana  de  Alentorn,  en  que  se  expli- 
caba cómo  un  caballero  de  dicha  casa  tomó  á  censo 
cierta  cantidad  de  dinero  para  un  viaje  á  Jerusalén  con 
objeto  de  ver  y  conocer  al  deseado  Mesías. 

Asi  como  con  tantos  detalles  hablan  las  memorias 
de  Poblet  de  las  visitas  de  los  reyes,  así  hablan  tam- 
bién de  los  entierros  reales,  describiendo  con  toda  clase 


366  VÍCTOR    BALAGUER 

de  pormenores  y  minuciosidades  la  p 
nidad  y  el  aparato  con  que  los  restos 
eran  conducidos  al  monasterio  y  de 
tumbas. 

Suntuosas  eran,  en  efecto,  las  ceren 
cían  con  motivo  de  los  funerales.  De: 
desde  el  punto  donde  el  rey  fallecía,  si 
vado  á  Poblet  á  pequeñas  jomadas,  e 
cesión,  con  gran  acompañamiento  de 
nates,  prelados,  concelleres,  diputado: 
dose  en  cada  villa  importante  que  se 
para  las  ceremonias  de  la  Iglesia,  ha; 
nasterio,  donde  eran  recibidos  los  re 
tanta  solemnidad  como  los  vivos,  ceit 
tosos  funerales  en  que  el  convento  de; 
fausto  y  grandeza. 


El  abad  de  Poblet.— Sus  litulús.  rentas  y  grandi 
del  monasterio. — Los  abades  de  Foblet. — Arn 
Ponce  de  Copón s.— Guillen  de  Agulló.— Viceni 
línez  de  Menguclio. 

Cuando  un  conde  de  Barcelona  y  r 
de  Aragón  se  acercaba  á  llamar  á  las 
nasterio  de  Poblet,  el  abad  salía  de  su 
lar  y  recibía  al  monarca  revestido  co 
de  obispo,  rodeado  de  una  corte  y  de  1 
remonial  feudal,  y  llevando  un  num 
monjes  parecidos  á  los  antiguos  cab£ 
por  lo  holgado  y  flotante  de  sus  milita 
eos  con  cola,  que  arrastraban  majes 
tan  ostentoso  el  aparato,  que  un  cui 


E  CATALOtÍA— LAS  RUINAS  DE  POBLET      367 

que  veía,  podía  dudar  cuál  de  aquellos 
el  monarca,  si  el  abad  ó  el  rey. 
1  efecto,  el  abad  de  Poblet  era  un  verda- 

iraba  como  el  más  rico  y  poderoso  señor 
su  tiempo,  bajo  cuyo  dominio  y  autori- 
1  sujetos  infinitos  señoríos,  que  le  ren- 
asallaje.  Era  abad  de  siete  abades;  era 
ifeta,  y  de  Segarra,  y  de  Urgel,  y  de  Al- 

Qarrigas,  y  de  Valencia;  era  señor  de 
i;  en  lo  temporal  dueño  de  19  lugares  y 
.  y  yermos;  en  lo  espiritual,  jefe  de  dos 

comunidad,  sin  contar  los  títulos  que  le 
:omo  rector  nato  de  varias  iglesias  pa- 
Estaban  bajo  su  patronato. 
■onías  que  le  miraban  como  señor  juris- 

las  llamadas  el  Abadiato,  Prenafeta,  Se- 
.Igerri  y  las  Garrigas,  en  Cataluña,  y  la 
laya,  en  Valencia;  todas  las  cuales  tribu- 
terio  las  décimas  y  otros  derechos,  reco- 
rd por  señor  absoluto,  como  que  su  do- 
)nfirmado  por  privilegios,  reales  decretos 
¡cas. 

constaba  de  los  sitios  y  territorios  pro- 
:erio,  con  sus  bosques  y  cinco  granjas, 

Riudebella,  Milananda,  Castellfulit  y  la 
:ares  poblados  de  Vimbodí,  Terrés,  Se- 
quet,  Fulleda,  Vinaixa,  Omedons,  Pobla 
usell  y  Validara  con  sus  términos,  y  tres 

llamados  Torrellas,  Cudós  y  Corregó. 
e  Prenafeta,  situada  en  el  campo  de  Ta- 
nponía,  á  más  del  pueblo  que  le  daba 
lugares  de  Figuerola,  Miramar,  Mas  den 
spi  con  sus  términos,  y  el  de  Montornés, 
spoblado. 


1 


68  VÍCTOR  BALAGUSR 

^  de  Segarra  contenía  las  villas,  lugaresytérmÍDOS 
Verdú,  Grañanella,  Sandomi,  Solanellas,  PuJgde- 
ges  y  la  Portella. 

^  de  Urgel  abrazaba  los  lugares  y  términos  de  Cas- 
será,  Fuliola,  Boldú,  Tornabous,   Belcayre,  Bel- 
nt,  Buccenit  y  Móntale,  y  siete  términos  de  lugares 
olados. 
^a  de  Algerrí  consistía  en'Ia  villa  del  mismo  nom- 

y  los  lugares  de  Menargues,  Boix,  la  Fríguera  y 
Lgó,  con  sus  términos  respectivos,  y  además  tres 
niños  yermos  que  eran  los  de  Totredá,  Salavert  y 
iellas. 

jBl  baronía  de  las  Garrigas  contenia  los  términos  y 
ares  de  Juncosa,  Torms,  Solerás,  Albages,  Cugal  y 
Besas,  con  los  cinco  términos  despoblados  de  Mont- 
st,  la  Cova,  Sisquella,  Hospital  de  Riu  de  Set  y 
Idereig. 

A  baronía  de  Valencia,  de  la  cual  desmembró  el 
nasterío  la  villa  de  Castelló  de  la  Plana  y  el  lugar 
Montornés,  que  vendió  al  rey  D.  Jaime  II,  com- 
ndía  un  espacioso  término  en  la  huerta  de  Valencia 
na  legua  de  la  ciudad,  y  en  él  dos  grandes  lugares, 
nados  Cuarte  y  Aldaya,  con  muchos  censos  y  seño- 
directo  sobre  dos  molinos  y  diversas  casas  y  campos 
la  ciudad  y  huerta  de  Valencia. 
£n  cuanto  al  dominio  espiritual,  estaban  sujetos  al 
lasterio: 

51  priorato  de  San  Vicente  mártir,  eTttrammxis  de  la 
lad  de  Valencia,  y  los  de  Nazareth  en  Barcelona  y 
Estra  Señora  del  Tallat,  situado  á  la  vista  de  Poblet. 
íl  abad  era  rector  nato  de  varias  iglesias  parroquia- 

y  tenía  bajo  su  patronato  diversas  vicarias  y  mu- 
s  beneñcios  en  ciudades,  villas  y  lugares  de  Cata- 
a  y  Valencia.  Era,  á  más,  limosnero  mayor  del  rej 
e  la  real  familia,  con  facultad  de  enviar  á  la  cortí 


^TALUSa — LAS  RUINAS  DE  POBLET      369 

bíet  como  lugartenientes  suyos;  y  era 
s  dignidades,  vicario  general  y  rector 

Bernardo  en  Huesca. 
es  y  monjes,  Poblet  cuenta  algunos 
r  célebres  en  sus  tiempos  y  supieron 

mundo  por  sus  virtudes,  sus  talentos 
ndo  nombre  y  huella.  No  deben  ser 
almente,  los  siguientes,  de  quienes; 
de  reunir  algunos  datos: 
'iipolL  Fué  doctor  teólogo  de  la  uni- 

catedrático  y  regente  de  estudios  en 

Bernardo  de  la  misma  universidad, 
.3o. 

rl.  Era  hombre  de  gran  sabiduría,  y 
ser  celebrado  y  escogido  con  otros 
ra  impugnar  los  dogmas  y  espurgar 
so  Arnaldo  de  Vílanova, 
rra,  del  siglo  xvir,  maestro  en  teolo- 
ts  obras  religiosas  escritas  en  latín, 
e  ellas  su  Speculum  predicatorum  ver- 

'It,  del  mismo  siglo  que  el  anterior,  y 
ue  era  escritor  culto  y  erudito  ea  ia- 
ej6  varias  obras  manuscritas.  No  está 
diccionario  de  Amat. 
ervera,  del  siglo  xiii.  Fué  un  caballe- 
la  noble  familia  de  su  apellido,  y  pa- 
!ente  trovador;  pero  mandó  quemar 
poesías  cuando  se  hizo  monje  de  Fo- 
¡me  el  Conquistador  le  distinguió  mu- 
onsejero,  encargándole  la  educación 
i.  Tampoco  lígura  en  el  Diccionario 

tres,  varón  erudito  y  muy  versado  en 
n  dice  Torres  Amat.  Es  el  cronista 
H 


37°  VÍCTOR  B 

de  Poblet.  Su  historia  de  este  m 
1150  hasta  el  de  1752,  está  llena 
buena  obra  de  cousulta  y  archiví 
tes  noticias.  No  se  lee  con  gusto, 
cío  que  tenían  por  lo  general  las 
pero  se  consulta  con  provecho,  y 
profundos  estudios  y  de  pertinacf 

Son  muchos  los  monjes  de  P 
este  monasterio  para  ir  á  ocupa; 
en  abadías,  obispados  y  hasta  cj 
cardenales.  Esteban  de  San  Mart 
Huesca  en  1166;  Ramón  de  V 
1209,  sede  que  ocuparon  tambii 
de  Filella  y  Ramón  de  Ostalrích, 
naldo  de  Amalrich,  de  quien  aún 
fué  arzobispo  de  Narbona;  Arnal 
de  Aix;  de  Segorbe  lo  fué  Simói 
ti,  en  Sicilia,  Lorenzo  Maza;  de 
rici;  de  Lérida,  Ramón  Sisear;  d 
ménez  Cerdán;  de  Solsona,  Frant 

Juan  Martínez  de  Murillo,  moi 
púrpura  cardenalicia;  y  fueron  a 
de  Huerta,  Juan  Magdalé;  del  de 
fante  D.  Fernando;  del  de  Veruel 
de  Rueda,  Bernardo  de  San  Ron 
y  Juan  García;  del  de  Escarpe,  J 
Gomar,  monjes  todos  de  Poblet. 

Entre  sus  abades,  el  monasteri 
eminentes,  algunos  cuyo  nombí 
gloria  y  con  estruendo  en  los  ana 
tria: 

A^naldo  de  Amalrich  era  abad  de  Poblet  por  los  años 
de  1196.  Hubo  pocos  hombres  de  tan  agitada  vida  yde 
tan  varia  fortuna.  Tengo  hablado  de  él  muy  extensa- 
mente en  mi  Historia  de  los  Trovadores:  Es  una  gran 


lS  ruinas  de  poblet  371 
uadro  dramático,  y  extraordinario  ser- 
.  la  historia  quien  en  detenido  estudio 
;ara  de  poner  en  claro  todo  lo  relativo  á 
Poblet,  que  á  tan  alto  rayó,  ya  fuese 
le  las  tremendas  acusaciones  que  se  le 
para  presentarle  con  recta  justicia  an- 
ia  historia. 

;nz6  por  ser  monje  en  Poblet,  luego 
después  abad;  pero  á  más  altos  desti- 
;atro  estaba  llamado.  Llegó  á  ser  abad 
:ral  de  la  orden;  asistió  al  concilio  late- 
;  fué  inquisidor  general  en  Provenza,  y 
la  contra  los  albigenses,  cruzada  terri- 
lora  que  estaba  destinada,  en  nombre 
verter  tanta  sangre  y  á  llenar  de  estra- 
uelo  de  aquella  hermosa  é  infortunada 
libertad  y  cuyas  glorias  acabaron  á  un 

le  Amairich  quien  mandaba  en  el  asal- 
:ziers.  Cuando  los  habitantes  de  esta 
perdidos,  se  ampararon  en  tropel  de 
ide  se  confundieron  herejes  y  católicos 
■  el  terror  y  pidiendo  misericordia.  Ar- 
dió orden  de  exterminarlos,  y  á  él  se  ' 
horrible  frase  de  oDegolladlos  á  todos, 
que  ya  Dios  escogerá  los  suyos.» 

Como  abad  del  Císter,  dio  al  conde  de  Monfort,  en 
nombre  del  Papa,  la  soberanía  de  las  tierras  conquista- 
das al  conde  de  Tolosa  y  á  los  barones  de  Provenza; 
pero  hubo  de  excederse  tanto  en  el  cumplimiento  de  su 
misión,  que  poco  satisfecho  el  papa  Inocencio  III,  en- 
vió á  otro  legado  en  su  lugar.  Esto  no  obstante,  le  con- 
firió el  arzobispado  de  Narbona.  Poco  después  vino  Ar- 
naldo  á  España  con  objeto  de  unir  á  los  reyes  contra 
los  moros,  y  estuvo  en  la  famosa  batalla  de  las  Na- 


372  VÍCTOR  ! 

vas  de  Tolosa,  de  la  cual  nc 

Al  regreso  de  la  guerra, 
Narbona,  y  habiendo  roto 
abandonó  su  partido  por 
quien  tanto  persiguiera  anl 

Tal  es,  en  breve  resume: 
Amalrich,  que  fué  el  undí 
la  cuenta  de  Finestres. 

PofKE  de  Copons  fué  el  aba 
por  los  monjes  reunidos  en 
de  i3i6,  y  por  más  de  tre 
1348,  gobernó  el  monaster 

De  este  abad  guardan  gi 
letanos;  su  vida  alcanzó  tr 
de  hospedar  en  su  casa  á  i 
me  el  Justo,  D.  Alfonso  el 
monioso,  consiguiendo  de  e 
vilegios  para  engrandecimi 
terío. 

Parece  que  era  varón  jt 
siendo  solicitado  su  cons 
cargo,  á  las  Cortes  de  Tan 
Tortosaen  i32i,  de  Barce 

'en aquel  mismo  año,  de  Tv^.w^^.  wi  ^^^¿  j  ^^  *.» 

na  en  1339,  1340  y  1347;  así  como  asistió  también  á 
nueve  concilios  provinciales  tarraconenses,  celebrados 
desde  el  año  i3i7  hasta  el  de  1341. 

Fonce  de  Copons  murió  el  año  de  1348,  víctima  de 
una  terrible  peste  que  por  aquel  tiempo  se  desarrolló  en 
Cataluña,  y  que  diezmó  el  monasterio  de  Poblet,  donde 
en  sólo  el  mes  de  Julio  murieron  59  monjes  y  3o  con- 
versos. 

En  el  número  de  los  abades  que  más  nombradla  de- 
jaron, hay  que  contar  también  á  D.  Guillen  de  Agidlóy 
D.  Vicente  Ferrer,  que  son  el  xxv  y  xxvi  de  PoWct, 


LINA — LftS  RUINAS  DE  POBLET      373 

cuenta  de  Finestres.  El  primero 
ido  de  D.  Pedro  el  Ceremonioso,  y 
taron  las  murallas  del  convento. 
'errer,  fué  tío  de  San  Vicente  Fe- 
iólo  se  le  parecía  en  la  naturales 
ue  también  en  virtudes  y  talento. 
ibades  que  se  halla  con  el  título 
era  varón  docto  y  entendido,  y 
;  1415,  en  gran  opinión  de  san- 
)  en  el  Aula  capitular,  debajo  de 

lee  más  inscripción  ni  epitafio 
c  mei  Dcus  secmiduvi  nvagnam  mi- 
iras  que  pronunció  al  espirar. 

Juan  Martínez  de  Mengticho,  se 
moria  en  los  anales  populetanos. 
i  el  año  1413,  gobernándola  has- 
3nicas  del  monasterio  dicen  que 
lo,  prudencia,  doctrina,  religiosí- 
o  á  ello  debe  añadirse  también 
ico  de  su  tiempo,  y  que  supo  con 
y  llegar  á  los  primeros  puestos. 
)  del  rey  D.  Femando  el  de  Ante- 

el  parlamento  de  Caspe,  figuró 
intrigas  que  prepararon  el  adve- 
narca,  de  quien  fué  consejero  y 

o  que  después  de  haber  sido  Mar- 
rrimo  partidario  del  papa  Bene- 
^una),  le  abandonó  por  completo 

de  San  Vicente  Ferrer  y  del  rey 
,vor  suyo  estuvieron  en  sus  prin- 
tlcularmente  le  debían.  Así  se  ve 
:ho  ir  al  concilio  de  Constanza, 

de  Cardona,  embajador  de  Don 
ictiva  y  abiertamente  en  aquel 


374  v/cTOi 

concilio  contra  Benedicto 
ponerse,  nombrando  en  s 
es  muy  de  notar,  aun  cu; 
muchos  ejemplos  de  hum¡ 
nez  de  Mengucho  debía  si 
tamente  á  la  elección  de 
costumbre,  sino  á  hombn 
nedicto. 

Pero  de  todo  esto,  y  d' 
capítulo  siguiente,  dondf 
dignos  de  nota  en  que  ai 
muy  principal  el  abad  de 


Suceso  misterioso. — Bodas  del  r 
— Intrieas  de  la  corte,— Muei 
Ben«dicto  XIII,  San  Vicente  I 
res  de  la  reina. — Et  niflo  reco; 


El  suceso  de  que  se  va 
nubes  de  misterio,  y  aune 
pertenece  al  drama  6  á  1 
tórica;  pero  la  venturos 
populetano,  el  P.  Finest 
rastro  al  historiador  y  al 
mente  desperdiciarse  la  c 
y  todos  los  días  se  viene: 
rigurosamente  históricos, 
su  dramática  acción  ó  su 

Gracias,  pues,  al  rasi 
(tomo  III  de  su  Historia  o 
6  dicho  sea  con  más  prop 
que  con  el  tiempo  pudier 


CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       375 

<  como  pueden  narrarse  ai  menos  las  co- 
1  asunto  que  es  materia  de  estas  lineas. 
>  1409  y  ocupaba  el  trono  de  la  Corona 
íy  D.  Martín  llamado  el  Humano,  viudo 
leras  esposas  y  sin  hijos.  El  único  que 
n  su  primera  mujer,  llamado  como  él 
tellidado  el  Joven,  acababa  de  morir  en 
ir  sucesión  legítima.  D.  Martin  el  padre 
:oso  y  doliente,  y  con  él  concluía  la  lí- 
as condes  de  Barcelona  reyes  de  Aragón. 
nzaba  á  temblar,  pues  veía  cernerse  una 
cías  en  el  horizonte  de  su  política  y  de 
a  que,  al  morir  el  rey  sin  sucesión,  el 
;ntregado  á  la  lucha  de  los  bandos  y  pre- 
amenazaban  aparecer  para  disputarse  el 
orona.  Con  terror  se  veía  que  pudiera 
;  cumplirse  la  terrible  maldición  arrojada 
.  Pedro  el  Ceremonioso  y  su  descendencia 
)re  singular  y  superior,  todavía  no  bien 
;  llamó  Amaldo  de  Vilanova. 
ido  las  cosas  públicas,  los  privados,  los 
sino,  las  Cortes  por  medio  de  sus  repre- 
¡onsejeros  del  monarca,  todos  se  pusie- 
para  influir  en  D.  Martin  é  interesarle 
eras  nupcias.  A  esto  se  avino  por  ñn 

se  formaron  inmediatamente  en  la  cor- 
3ía  que  eligiera  por  esposa  á  Dona  Ceci- 
!l  conde  D.  Jaime  de  Urgel,  á  quien  eran 
s  catalanes,  y  en  favor  del  cual  paredan 
es  probabilidades  como  sucesor  del  tro- 
Drir  sin  hijos  el  rey  D.  Martín.  A  efec- 
ice,  tal  vez  los  destinos  de  la  Corona  de 
ui  sido  otros,  evitándose  muchos  distur- 
Fes  al  reino. 


37^  VÍCTOR  BAL 

El  segundo  partido  deseaba 
en  Doña  Margarita  de  Prade 
de  singular  hermosura,  que  si 
con  la  primera  mujer  del  rey, 
este  partido,  que  fué  el  que  ac 
cía  el  P.  D.  Juan  Martínez  d 
Sicilia  limosnero  de  D.  Mari 
duda  á  esta  circunstancia  sei 
D.  Martín  padre,  gran  amadc 
morías  de  su  perdido  hijo.  T 
P.  Martínez  de  Mengucho  infl 
ánimo  del  monarca  para  su  re 

La  bella  Margarita  de  Prad 
gida,  y  sus  bodas  con  el  rey  s 
ó  casa  de  campo  llamada  Beli 
lona,  al  pie  del  Tibi  Dabo,  d< 
alcanzó  á  ver  ruinas  en  su  ju^ 
escribe. 

Desposó  á  los  reyes  Benedic 
reconocido  entonces  como  pa] 
que  anti-papa  para  otros;  y  d 
el  sacerdote  Vicente  Ferrer,  t 
en  los  altares,  y  á  la  sazón  e: 
intereses  de  Benedicto  XIII, 
tarde;  como  estaba  estrechan 
en  aquella  época  el  P.  Martínez 
pensaba  entonces  sin  duda  en 
pos,  llegaría  á  ser  abad  de  Pe 
su  gran  amigo  y  protector  Bei 
había  de  faltar  y  ser  traidor, 
Maestro. 

Vencida  por  las  instancias 
San  Vicente  Ferrer  y  del  P. 
confesor  de  Margarita  de  Pra 
hermosa  dama  por  prestarse  i 


TALUNA — LAS  RUINAS  DE  POBLET   377 

snte  y  valetudinario  D.  Martín.  Ha- 
:r  á  insondables  profundidades  de  la 

que  á  las  mismas  del  corazón  huma- 
r  explicarnos  cómo  aquella  mujer,  jo- 
3sa,  noble,  ardientemente  apasionada 

gallardos  mancebos  de  la  nobleza,  y 
a,  se  avino  á  contraer  un  matrimonio 
enado  á  ser  estéril,  á  compartir  un 
a  sabido  que  debía  salir  doncella  ca- 
n  ¿I,  y  á  ser  cómplice  de  aquellas  te* 
políticas  y  víctima  de  aquellos  mise- 
ilcoba,que  no  lo  fueron,  sin  embargo, 
r  Lorenzo  Valla,  quien,  aunque  en 
on  tremenda  y  prolija  comp]a< 


ades  estaba  próxima  á  casarse  con  el 
na  D.  Juan  de  Vilaregut,  mozo  de 
idas,  cuando  las  intrigas  políticas  la 
s  del  rey,  que  murió  en  Mayo  de  1410, 
de  matrimonio. 

argarita,  reina  viuda,  se  retiró  al  mo- 
mcellas,  de  religiosas  cistercienses, 
por  el  pronto;  y  las  intrigas  políticas 
vos  caminos,  declarándose  entonces 
Jan  Vicente  Ferrer  y  el  P.  Martínez 
lentes  partidarios  de  Femando  el  de 
ra  del  derecbo,  á  toda  razón  legitimo, 

de  Urgel  para  suceder  en  el  trono 

s  ocurrió,  manifiesto  está  en  las  his- 
licen  de  qué  manera  fueron  desarro- 
ptuidiosos  sucesos,  y  de  qué  manera 
r  aquel  acto  imponente  y  para  siem- 
pre memorable  de  soberanía  nacional,  viniendo  todo  á 
terminar  en  el  Parlamento  de  Caspe,  donde  San  Vi- 


378  VfCTOB  BALÍ 

cente  Ferrer,  uno  de  sus  juece 
mwite  con  su  elocuencia,  que 
dora,  con  su  aureola  de  saatid. 
el  pueblo,  y  con  su  talento,  fií 
en  aquel  hombre,  realmente  e 
carácter. 

El  derecho  del  conde  de  Ui 
dente,  fué  desconocido,  y  proel 
de  Aragón  D.  Fernando  el  a 
esto  principalmente  á  los  esfue 
y  á  la  elocuencia  portentosa  1 
quien,  dicho  sea  con  todo  el  n 
cuerdo,  abusó  un  poco  de  su  p 
inclinar  el  ánimo  de  los  jueces 
del  cielo  y  tratando  de  dar  cii 
sobrenatural  á  lo  que  era  purai 

El  pueblo  murmuró  largam 
contento  fué  tan  general,  y  tar 
dores  á  la  patria,  aplicada  á  lo 
taron  por  D.  Fernando,  que  h 
á  San  Vicente  Ferrer  para  cal 
su  elecuencia  y  autoridad  el  u 

A  mediados  de  1412  tomab 
Fernando,  no  obstante  levanl 
de  Urgel  con  sus  partidarios,  ; 
las  recompensas.  A  Benedicto 
cluir,  sin  embargo,  por  ser  lí 
suceso,  se  le  ofreció  la  obediem 
de  Aragón  y  Castilla;  á  San  V 
confesor  del  rey;  á  Berenguer 
jueces,  se  hizo  merced  de  cuar 
nardo  de  Gualbes,  otro  de  lo 
nombró  canciller,  y  asi  sucesi^ 

No  podia  ser  olvidado  en  e 
de   Mengucho,  á   quien   Beni 


^ 


<li 


HIST.  DE  CATALUNA^LAS  RUINAS  DE  POBLET       379 

con  el  rey  ó  á  propuesta  de  éste,  nombró  abad  de  Po- 
blet,  que  era  darle  una  gran  posición  y  una  gran  pre- 
benda en  estos  reinos,  lo  cual  se  hizo  por  bula  pontificia 
y  sin  elección  de  los  monjes.  Para  esto  se  aprovechó  la 
circunstancia  de  haber  renunciado  la  abadía  en  manos 
de  Benedicto,  el  que  antes  la  poseía,  D.  Jaime  Carbó, 
de  quien  no  es  gran  malicia  sospechar  que  pudo  verse  £^ 

obligado  á  dimitirla,  antes  de  que  le  dimitieran,  según 
la  frase  modernamente  puesta  en  uso  entre  nuestros 
políticos. 

Lo  cierto  es  que  tan  pronto  como  entró  á  regir  la 
abadía  de  Poblet  D.  Juan  Martínez  de  Mengucho,  se  le 
halla  ya  en  intimidad  con  el  nuevo  rey  D.  Fernando, 
viéndosele  figurar  entre  sus  privados  y  formar  parte  de 
sus  consejos.  Cuando  los  catalanes,  en  las  Cortes  de 
Montblanch  del  año  1414,  se  negaron  á  votar  al  rey  la 
suma  de  80.000  florines  que  pedía,  el  abad  de  Poblet, 
Martínez  de  Mengucho,  es  quien  acude  al  monarca  en 
sus  apuros  ofreciéndole  y  pagándole  la  cantidad  de 
iS.ooo  florines,  á  cambio  de  unas  tierras  que  habían 
pertenecido  al  conde  de  Urgel,  y  en  las  cuales  no  era 
aún  muy  legítimo,  por  estar  en  litigio,  el  derecho  del  rey. 

Sin  embargo  de  esto,  Martínez  de  Mengucho,  por 
complacer  al  monarca,  no  vaciló  en  exponerse  á  com- 
prometer los  interesis  de  Poblet,  aviniéndose  á  adqui- 
rir para  el  monasterio  las  citadas  tierras,  aun  antes  de 
recaer  sentencia  en  el  pleito;  si  bien  era  de  suponer  cuál 
debería  ser  aquélla,  estando  de  un  lado  el  rey,  el  Papa 
y  el  abad  de  Poblet,  y  del  otro  un  infeliz  descendiente 
de  los  reyes  de  Aragón,  condenado  á  morir  prisionero 
en  el  fondo  de  un  castillo,  y  á  quien  en  aquellos  mo- 
mentos abandonaban  á  un  tiempo  la  justicia,  las  armas, 
la  fortuna  y  el  cielo. 

Ya  desde  entonces  se  vio  á  Martínez  de  Mengucho 
privar  con  el  rey  D.  Fernando.  Era  éste  tan  adicto  al 


3SO  VÍCTOR  BALAGUER 

abad  de  Poblet  y  tan  ciega  su  confian 
do  hubo  de  nombrar  embajador  para  ( 
tanza,  donde  debía  tratarse  de  poner 
de  la  Iglesia,  eligió  como  su  enviado 
conde  de  Cardona,  pero  imponiendo 
mencionado  Martínez  de  Mengucho.  I 
donde  Benedicto  XIÍI,  á  quien  todo  : 
de  Aragón,  San  Vicente  Ferrer  y  el 
vio  de  todos  abandonado,  tratándole  ■ 
tado  al  conde  de  Urgel  un  día,  y  teni 
minar  su  vida  recoleto  en  un  castill 
justa  la  Providencia,  y  realizándose 
Luna,  respecto  áD.  Fernando,  á  Sar 
á  Martínez  de  Mengucho,  aquello  po 
rablemente  dicho  de  que 


el  traidor  ni 

siendo  la  traición  pasada, 

Pero  con  todo  esto  hemos  echado  ; 
til  Margarita  de  Prades,  que  puso  la 
manos  para  trazar  estas  líneas.  Perdí 
res,  ó  mejor  dicho  mis  lectoras,  que 
que  con  más  atención  hayan  comenza 
tulo,  atraídas  por  su  epígrafe  de  Lo&  a 

Volvamos  á  Margaiita  de  Prados. 

Ya  queda  dicho  que  cuando  las  inti 
llevaron  á  desposarse  con  ei  rey,  esta 
un  noble,  galán  y  gallardo  mancebo, 
de  Vilaregut.  No  tardaron  estas  relac 
reanudarse  á  la  muerte  del  rey,  y  s 
amantes  debieron  contraer  matrimon 
to,  para  no  perder  Margarita  su  estad 
vilegios  y  emolumentos  de  reina  viud 

Fruto  de  estos  amores  fué  un  hij 
ocultamente  hasta  la  edad  de  seis  ú  oi 


ALUfiA — LAS  RUINAS  DE  POBLKT       381 

ipo,  presentóse  un  día  el  caballero 
alas  puertas  del  monasterio  de  San- 
ablar  al  abad,  para  el  cual  llevaba 
'oblet,  D.  Juan  Martínez  de  Mengu- 
jn  el  caballero  y  el  abad,  ha  queda- 
a  la  historia;  pero  pocos  dias  des- 
:gut  iba  á  reunirse  con  el  que  luego 
D.  Alfonso  V,  hijo  de  D.  Fernando, 
'  el  puesto  de  mayordomo,  en  cuyo 
e  halla  en  1435,  y  el  abad  de  Santas 
iño  de  siete  ú  ocho  años,  descono- 
adres,  que  fué  ocupado  como  mona- 
leí  templo  y  de  la  sacristía. 
i  Margarita  de  Prades,  hízose  reli- 
'  profesó  en  el  monasterio  de  Vall- 

hallaba  el  año  1424,  según  docu- 
:poca,  al  pie  de  los  cuales  aparece  su 
;ra:  La  reina  Margarita,  monja  de 
te  convento  pasó  luego  al  de  Bonre- 
tuja  de  Scala-Dei,  donde  fué  abade- 
año  1430,  y  trasladándose   con   el 

Santas  Creus,  en  cuyo  coro,  según 
iquel  monasterio,  D.  Teodoro  Creus 
>a  un  sillón  perteneciente  á  dicha 
ülpidas  las  armas  reales  y  un  báculo, 
r  sido  abadesa. 

1  niño  amparado  por  el  abad  de  Sañ- 
udo, ignorante  de  quiénes  eran  sus 
lombre  propio  en  otro  desconocido, 
ad  competente  se  le  persuadió  que 
cistercíense  en  aquel  monasterio, 
vistió  y  profesó  en  manos  de  aquel 
3,  no  por  devoción,  sino  por  temor, 
i  de  sus  padres. » 
ta  historia  el  más  profundo  secreto. 


382  VÍCTOR  BALAGOER 

y  nada  ciertamente  se  hubiera  sabido  s 
tas  Creus,  en  su  última  enfermedad  J 
conciencia,  no  se  hubiese  resuelto  á  re 
que  pesaba  sobre  el  desconocido  joven, 
era  hijo  de  D.  Juan  de  Vilaregut  y  de 
rita.  Apercibido  el  mancebo,  y  certific: 
de  sus  padres,  estimó  por  inválida  su  [ 
tica,  hecha  por  temor  y  por  ignorancia 
y  tomando  el  de  Juan  Jerónimo  de  V 
hábito  y  el  monasterio,  lanzándose  al  r 
yendo  matrimonio. 

El  mozo,  que  por  lo  visto  lo  era  de 
fué  á  ampararse  del  rey  D.  Alfonso  V 
Ñapóles,  llegando  á  obtener  el  favor  d 
como  antes  lo  obtuviera  su  padre,  y  si 
en  el  cargo  de  consejero  y  mayordomo, 
en  Letras  Reales  ñrmadas  por  Alfonso 
20  de  Noviembre  de  1451,  donde  se  da 
el  papa  Nicolao  V  había  absuelto  del  v 
gión  á  Juan  Jerónimo  de  Vilaregut. 

Tal  es  lo  que  me  ha  sido  dado  ave 
mente  á  los  secretos  amores  de  la  reina 
dando,  sin  embargo,  lo  principal  del  su 
el  misterio,  como  también  lo  de  la  legi 
trímonio,  que  aparece  entre  nubes  por  1 
hiéndese  atrevido  el  cronista  de  Poblet^ 
vantar  más  que  la  punta  del  velo. 

Me  ceñí  en  esta  relación  purament< 
Día  llegará,  de  seguro,  en  que  un  ho 
sepa  hacer  de  estos  apuntes  el  grandioE 
siente  palpitar  en  su  fondo. 


■',■■} 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      383 


XV. 


Siguen  los  abades  de  Poblet, — Bartolomé  Conill. — Miguel  Delgado. — 
Juan  Payo  Coello. — Domingo  Porta. — Pedro  Quexal. — Lo  que  su- 
cedió con  un  novicio  en  tiempo  del  abad  Boques. — Francisco  de  Oli- 
ver. — Levantamiento  de  Cataluña  contra  Felipe  IV. — Guerra  de  su- 
cesión.— Guerra  de  la  Independencia. 


Prosigamos  ahora  hablando  de  aquellos  abades  de 
Poblet,  cuyos  nombres  no  deben  quedar  en  el  olvido. 

Bartolomé  Conill,  que  figura  el  xli  eñ  la  lista  de  Fi- 
nestres,  fué  elegido  el  8  de  Febrero  de  1437.  Muy  favo- 
recido del  rey  D.  Alfonso  V,  que  le  consultó  en  distin- 
tas ocasiones  sobre  asuntos  graves  del  Estado,  rigió  el 
monasterio  en  paz,  aumentando  sus  rentas,  realizando 
notables  mejoras  y  dejando  gran  memoria  de  su  go- 
bierno. 

Se  le  encuentra  en  las  Cortes  de  Barcelona  el  1438, 
en  las  de  Tortosa  los  años  de  1440  y  1442,  en  las  de 
Barcelona  el  1446,  en  las  de  Perpiñán  el  1450,  y  en 
las  otras  de  Barcelona  el  1456,  haciéndose  siempre  no- 
tar, según  parece,  por  su  rectitud  de  miras  y  su  previ- 
sión en  el  consejo. 

Murió  el  año  1458,  y  es  otro  de  los  que  yacen  ente- 
rrados en  el  Aula  Capitular,  distinguiéndose  su  lápida 
sepulcral  por  la  divisa  de  un  conejo,  que  era  la  suya,  en 
conformidad  á  su  nombre. 

Miguel  Delgado.  Fué  abad  xlii  de  Poblet,  sucesor  de 
Conill,  y.  elegido  en  1458.  Larga  materia  ofrece  este 
abad  á  la  crónica.  Pertenece  al  número  de  aquellos  pre- 
lados que,  como  Martínez  de  Mengucho,  dieron  carác- 
ter político  á  su  gobierno,  comprometiendo  al  monas- 


384  VÍCTOR  BAL 

terio  en  luchas  y  en  empresas 
sultar  muy  caras  á  no  contai" 

Fué  limosnero  del  rey  D,  1 
Ñápeles,  y  confióle  este  mon; 
licadas  y  de  importancia  cerc: 
ca  de  Poblet  se  conservaba  ce 
De  polcstatc  eclesiástica,  por  E 
cierta  vez  regaló  el  papa  Cali 
gado,  cuando,  terminada  la  n 
fonso  V  para  el  Sumo  Pontífii 
gándole  aquel  libro  y  anotánd' 
trarle  que,  conforme  á  su  con 
la  Iglesia  acceder  á  la  pretcnsi 

Alfonso  V  murió  en  brazos 
éste  se  vino  entonces  á  Catak 
poco  la  muerte  de  Bartolomé 
del  monasterio. 

Los  cronistas  populetanos  1 
como  pudieran  decirlo  de  un 
mente  al  rey  D.  Juan  II  en  la 
asi,  en  efecto.  Desde  que  tomi 
antiguo  limosnero  de  Alfonso 
un  caudillo  militar,  más  que 
gioso  prelado.  En  la  lucha  de 
taluña,  el  abad  de  Foblet  se  p 
empeño  al  lado  del  monarca  e 

Sabido  es  el  origen  de  aquel 
ídolo  de  los  catalanes  el  princi 
redero  del  trono,  como  primo; 
monio  del  rey  con  Blanca  de  1 
esto  en  las  miras  de  la  segur 
Doña  Juana  Enriquez,  soberb 
ba  ver  suceder  en  los  estados  ( 
del  rey  en  segundo  matrimonii 
do,  que  fué  más  tarde  el  rey  O 


r^ 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         385 

El  23  de  Setiembre  de  1461  moría  en  Barcelona  el 
principe  de  Viana,  victima,  según  se  aseguró,  de  un 
veneno  que  mandara  darle  su  madrastra  Doña  Juana; 
pero  esta  muerte,  en  vez  de  apaciguar  los  ánimos  como 
parecía  lógico,  pues  ya  no  quedaba  rival  al  principe 
D.  Femando,  pareció,  por  el  contrario,  encenderlos  y 
enconarlos  con  más  llama.  D.  Juan  II,  empujado  por 
su  esposa  Doña  Juana,  que  ardía  en  cólera  y  en  deseos 
de  venganza  al  verse  aborrecida  y  maltratada  de  los  ca- 
talanes, llevó  muy  mal  las  negociaciones,  ignorante 
del  terreno  que  pisaba,  y  la  guerra  estalló  cruel  y  for- 
midable. 

A  voz  de  pregón  y  á  son  de  clarines  fué  depuesto  del 
trono  D.  Juan  II,  en  Barcelona,  por  conculcador  de  las 
públicas  libertades,  y  elegido  en  su  lugar  el  rey  de  Cas- 
tilla. Toda  Cataluña  se  alzó  en  armas  contra  el  monar- 
ca, quedándose  sólo  del  lado  de  éste  unos  pocos,  entre 
ellos  el  abad  de  Poblet. 

Finestres,  en  su  Historia  de  Poblet  y  en  su  Apéndice 
á  la  disertación  i.',  tomo  IV,  refiere  minuciosamente 
los  servicios  que  el  abad  Delgado  y  el  monasterio  pres- 
taron al  rey  durante  aquella  desastrosa  guerra  que  los 
catalanes  sostuvieron,  fuertes  en  su  derecho  y  en  su 
justicia,  reconociendo  primero  como  rey  al  de  Castilla, 
después  al  condestable  de  Portugal,  y  por  fin  á  Renato 
de  Anjou.  En  el  citado  Apéndice  copia  el  cronista  gran 
parte  de  la  correspondencia  que  medió,  durante  aque- 
llos tiempos,  entre  D.  Juan  y  el  abad  Delgado,  quien 
fué  muy  adicto  de  aquél  y,  sobre  todo,  de  la  reina  Doña 
Juana,  á  cuyo  consejo,  mejor  aún,  á  cuya  camarilla 
pertenecía. 

En  aquella  época  se  ve  al  abad  Delgado  no  darse  un 
momento  de  tregua  ni  reposo:  ir  y  venir  de  Zaragoza  y 
de  los  demás  puntos  donde  se  aposentaba  el  rey;  levan- 
tar en  armas  á  los  vasallos  de  Poblet,  y  con  ellos  y 
TOMO  zix  25 


i  vfcTOR   BALACUBR 

mercenaríos  formar  una  hueste,  cuyo  mando  con- 
su  hermano  el  capitán  D.  Juan  Delgado;  ponu  ú 
isterio  en  estado  de  defensa,  rechazando  ataques 
s  armas  catalanas,  y,  por  fin,  ir  en  persona,  man- 
0  numerosas  fuerzas,  á  sitiar  el  castillo  de  Omells 
albona,  que  obligó  á  rendirse,  ínterin  las  tropas  de 
lian  II  caían  sobre  Barcelona, 
lando  esta  ciudad  hubo  capitulado  de  la  manera 
:  y  gallarda  que  cuentan  las  historias,  obligando  al 

entrar  en  ella  más  como  vencido  que  como  vcn- 
',  el  abad  Delgado  fué  á  ocupar  un  alto  puesto  al 
del  monarca,  que  recompensó  sus  servicios  coo 
res,  dignidades,  privilegios  y  rentas  para  el  mo- 
:río,  comenzando  entonces  para  éste  su  buena  épo- 
:  esplendor  y.  de  grandeza,  aunque  con  la  nota  des- 
able que  venia  ya  señalándose  desde  los  tiempos 
bad  Martínez  de  Mengucho,  de  ser  siempre  Poblet 
inclinado  á  los  intereses  de  los  reyes  que  á  las  li- 
des de  la  patria. 

M«  Payo  Cotilo.  Fué  abad  xliv  de  Poblet,  elegido 
bríl  de  1480.  Era  natural  de  Zamora,  en  Castilta, 
laje  portugués,  y  habla  sido  bravo  soldado,  antes 
a  suerte,  los  infortunios  y  unos  amores  desgrada- 
í  llevaran  á  tomar  el  hábito  en  Poblet.  Su  elección 
lad  le  halló  desempeñando  el  cargo  de  limosnero 
,  Femando  el  Católico,  de  quien  era  muy  parcial 
cto,  así  como  muy  favorecido  del  monarca,  que  en 
lía,  al  parecer,  singular  confianza. 
:to  último  quedó  patente  cuando  en  1488,  habiendo 
lesto  el  rey  Católico  que  por  aquella  vez  no  se 
asen  diputados  y  oidores  en  Cataluña,  sino  que  fue- 
DS  que  él  nombrara,  eligió  diputado  eclesiástico  al 

Payo  Coello.  Desempeñó  éste  su  cargo,  que  ft: 
eal  orden,  como  ahora  se  diría,  y  no  como  estat) 
rito  en  las  constituciones  catalanas;  y  también  pe 


TALUfiA — LAS  RUINAS  DE  POBLET        387 

iscreción  de  Finestres,  que  copia  una 
icreta  entre  el  rey  y  el  abad,  se  puede 
:nto  de  cómo  este  último  supo  favo- 
del  monarca  con  tanta  ñdelidad  co- 
n  servir,  más  discretamente,  los  inte- 

aún  abad  de  Poblet  cuando  los  Reyes 
de  la  toma  de  Granada,  visitaron  el 
ya  se  vio  en  un  capítulo  anterior,  y 
LO  contribuyó  poderosamente  á  en- 
ir  el  convento.  Por  esto,  al  fallecer 
litado  en  el  Aula  Capitular,  se  escri- 
i  una  elegante  leyenda  latina,  la  que 
tellano: 
bajo  esta  piedra  es  D.  Juan  Payo 
)blet.  De  noble  linaje,  trocó  el  hábito 
nonje,  y  elegido  por  sus  hermanos, 
,  muy  quebrantada  por  las  guerras.» 
Fué  el  XLVí  abad  de  Poblet,  elegido 
1  varón  docto  y  eminente,  doctor  en 
ico  de  la  universidad  de  Lérida.  To- 
núa  en  su  Diccionario  de  escritores  ca- 
de  unas  Obras  morales  y  políticas  que 
r  manuscritas,  y  que  sin  duda  esta- 
rían en  la  biblioteca  de  Poblet. 
Pedro  Quexal.  Sucedió  al  venerable  Porta,  siendo  ele- 
ido  en  iSzó. 

Queda  ya  hecha  mención  de  este  abad  en  otro  ca- 
¡tulo  de  esta  obra,  al  tratar  del  altar  mayor  de  la 
:Ies¡a. 

Parece  realmente  que  era  hombre  superior,  de  me- 
to y  ciencia,  y  Finestres  dice  de  él  que  hubiera  sido 
]0  de  los  grandes  prelados  que  ilustraron  al  monaste- 
0,  si  no  se  hubiese  dejado  llevar  por  sus  vivos  deseos 
;  aumentos  propios  y  de  sus  parientes. 


388  VÍCTOR  BALAG1 

Es  algo  misteríoso  todo  lo  que 
Supónese  que  sus  prodigalidades  3 
do  con  gran  soltura  de  los  bienes 
vocaron  una  insurrección  de  los 
dose  contra  él,  le  prendieron  y  e 
del  convento  hasta  ser  juzgado,  c 
Formáronle  proceso,  presidiendo 
Santas  Creus;  y  dejándole  convi 
observancia  regular  y  disipador 
nasterio,  se  le  sentenció  en  i5  de 
privación  de  la  abadía  y  á  cárcel 

Pero  contra  esta  sentencia  se 
amigos  y  parientes  de  D.  Pedro 
nerlos  muy  poderosos,  y  consta  q 
vidad  de  i533,  siendo  ya  abadí* 
monasterio  se  vio  acometido  y  a¡ 
de  hombres  armados.  Junto  al  pai 
to  Fr.  Pedro  Mas,  converso;  y  esi 
traron  en  el  convento,  causando  ( 
sin  conseguir  la  libertad  del  prisi 
ser  lo  que  principalmente  deseab 

A  consecuencia  de  esto,  el  aba 
ron  al  emperador  Carlos  V,  á  la 
ex-abad  Quexal  fuese  llevado  á  1 
acordó  el  monarca.  Quexal  fué  tr 
Játiva,  donde  años  adelante  acat 

No  puede  negarse,  sin  embarj 
este  abad  se  hicieron  grandes  ob 
larmenfe  la  espléndida  del  altar  b 

Gobernaba  Pedro  Boques,  abad 
de  i552  ocurrió  en  Poblet  un  caí 
rodeado  de  misterio. 

Un  joven  novicio  á  quien  dos 
habia  dado  el  hábito,  conocido  c 
Bartolomé  de  Vilaroja,  se  prese: 


hLVflK — LAS  RtHNAS  DE  POBLBT         389 

ispiros  le  reveló  que  era  mujer.  Ha- 
lombre  y  el  traje  de  varón,  disimu- 
sia  duda  no  pudo  tener  oculto  por 

e  pudieron  inducir  á  aquella  mujer 
trar  en  el  convento,  han  quedado  en- 
irofundo  misterio.  Sólo  se  sabe  que 
e  oír  su  confesión,  mandó  con  toda 
al  novicio,  sin  que  volviese  á  ha- 
ito  y  sin  que  nada  más  pudiera  ave* 

abad  D.  Juan  de  Quintera,  por  los 
ba  de  monje  en  Poblet  un  joven  Ua- 
Oliver,  que  por  sus  altas  cualidades 
parecia  llamado  á  superiores  desti- 
,  tenia  impedimento  canónico  para 
dignidad  eclesiástica,  á  causa  de  no 
o  matrimonio.  Bra,  en  efecto,  hijo 
e  de  Castellbó,  D.  Luis  de  Oliver, 
inos  amores  con  cierta  desconocida 

'en  Oliver  daba  grandes  muestras  de 
:o,  y  contaba  al  parecer  con  eleva- 
Itos  protectores,  llegó  al  monasterio 
sometiendo  al  abad  D.  Juan  de  Gui- 

abrir  proceso  sobre  la  legitimidad 
no  encontrándole  otro  defecto  canó- 

habilitarle  para  obtener  cualquiera 
n  hecha  sólo  de  la  suprema  de  la 

ióse  proceso,  y  D.  Francisco  de  Oli- 
obstante  su  origen  de  ilegitimidad, 
s  tal  manera,  que  en  1583  no  hubo 
legirle  abad  de  Poblet,  como  no  lo 
ríe  otros  cargos  y  dignidades. 


390  VÍCTOR  BA 

Pertenece  Francisco  de  01 
des  que  dejaron  nombre  y  hu 
erudición  y  reconocida  cienci 
nios,  en  1587  y  en  iSgó,  elig 
ci6n,  según  costumbre  políti 
tado  eclesiástico  de  Cataluña 
tación  catalana. 

Prestó  buenos  servicios,  ol 
da,  contribuyó  ¿  la  grandeza 
rio,  y,  conforme  consignaba 
tular  donde  fué  enterrado,  n 
i5g8  durante  el  desempeño  c 

Otros  varios  abades  tuvo 
sa  mención,  aun  cuando  no 
de  esta  obrita;  y  fué  el  moi 
lantando  en  grandiosidad,  en 
bien  siempre  con  la  singula 
decirse  única  en  su  clase,  de  ; 
reses  del  rey  que  á  los  de  Cat 

Así  sucedió  también  cuand 
taluña  en  1640,  y  hubo  ya  di 
de  ello  el  ilustrado  joven  D. 
las  páginas  que  ha  escrito  so 
riosos  pormenores,  sobre  toe 
res  á  Finestres  y  más  cercanc 
signa  juicios  que,  no  por  ser  1; 
da  intuición,  dejan  de  verse  1 
histórica,  según  tuve  ocasión 

Efectivamente;  cuando  Ca 
favor  de  sus  derechos  desatei 
conculcadas,  teniendo  lugar 
de  1640,  llamada  de  los  segí 
fiel  á  la  causa  de  Felipe  IV; 
ocasión,  al  principio,  pareciÉ 
talana,  no  tardó  en  verse  á  s 


DE  CATALUÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLET         39I 

s  para  prestar  ayuda  á  los  capitanes  de  Fe- 

a  tan  clara,  sin  embargo,  la  parcialidad  de 
10  pretende  Toda,  cuando  la  grandiosa  lu- 
a  de  sucesión,  á  principios  del  pasado  siglo. 
izarlos  II,  Castilla,  contando  con  el  podero- 
!  Francia,  proclamó  y  sentó  en  el  trono  á 
lientras  Cataluña,  con  el  auxilio  de  las  po- 
das primeramente,  pero  luego  sola,  alzaba 
>r  Carlos  III  el  archiduque.  En  esta  ocasión, 
)udo  estar  al  principio  vacilante,  concluyó 
:e  de  pleno  á  favor  del  país,  y  su  abad  Don 
:)orda  ñguró  como  consejero  al  lado  del  ar- 
e  quien  aceptó  cargos,  honores  y  dignida- 
idose  con  él  al  perderse  su  causa,  pues  ja- 
;rdon6  el  vencedor  Felipe  V. 
ite,  en  tiempos  más  modernos,  á  comienzos 
e  corre,  cuando  nuestra  épica  guerra  de  la 
cia,  tampoco  faltó  Poblet  á  la  causa  abraza- 
isiasmo  por  el  país.  Pudo  en  accidentales 
erse  obligado  á  recibir  á  los  generales  fran- 
lo  éstos  dominaban  el  territorio,  obrando  asi, 
r  temor  ó  simpatía,  por  celo  á  favor  del  mo- 
lero  es  positivo  que  distintas  veces  se  con- 
s  hijos  del  país  en  el  monasterio,  y  bajo  los 
ables  de  su  Aula  Capitular  sonaron  los  pri- 
siastas  discursos  de  los  patriotas  y  las  prí- 
tdas  voces  de  independencia. 
iluella  guerra  no  faltaron  al  país  el  apoyo  y 
del  monasterio  de  Poblet. 


La  ruina  de  Poblet.— Moví 
bosque  de  Poblet. — liicen< 


Y  llegamos  ya  al  té 
AI  comenzar  este  si 
□umento,  admiración 
lebridad  y  fama  se  hal 
Todo  lo  tenía  Poblí 
Con  su  extensa  cer 
torres  y  cúpulas,  asen 
de  arte  eran  asombro 
zarlas;  en  su  recinto  g 
tro  templos;  poseía  in 
castillos,  y  pueblos,  y 
su  abad  era  un  gran  s< 
rial  y  opulenta,  con  te 
de  un  real  alcázar;  su 
consulta  para  sabios  y 
en  vida  y  en  muerte; 
casa  para  ir  á  los  cons 
de  los  parlamentos  po 
á  los  concilios,  á  las  a 
dra  de  las  universidad^ 
gión  le  amparaba  con 
fe  y  las  leyendas  cristi 
de  poéticos  resplando 
inmensos  tesoros,  y  d( 
todas  las  clases  de  la  i 
votos  á  prosternai^e  a: 
liquias  y  á  depositar  s 
Poblet  había  alcanz 


CATALUfiA— LAS  RUINAS  DE  POBLKT        393 

y  esplendores.  Ya  no  podía  llegarse  á 
>odía  subir  más  alto:  parecía  que  todo 
r  eterno;  pero  sabida  cosa  es  y  notoria 
ito  á  las  grandes  alturas  estuvieron  los 
s. 

ite  á  mano  armada  invadió  su  recinto; 
jopular  asaltó  sus  muros  ni  derribó  sus 
US  más  aéreos  y  más  impalpables  aún 
le,  según  la  leyenda,  atormentaban  al 
nieron  á  confluir  y  á  cernerse  en  el  es< 
lonasterio,  y  un  día,  sin  advertirlo  na- 
\  la  puerta  ni  escalar  los  muros,  pasando 
>aredes  como  el  convidado  de  piedra,  un 
e  fué  á  sentarse  en  el  gótico  y  escultu- 
i  su  Aula  Capitular  tenían  los  abades 

u  del  siglo  XIX. 

:ix  era  el  que  estaba  destinado  á  presen- 
e  terribles  sacudimientos  y  junto  á  otras 
ifes,  la  catástrofe  de  Poblet. 
lonasterio  invadido,  como  tantos  otros, 
[diarias  en  una  noche  de  sangre  y  exter- 
sstrucción  y  mina  fueron  más  lentas, 
o  fueron  menos segurasy  completas.  El 
acable  para  Poblet. 
)  ocurrieron  los  sucesos: 
ños  de  1821,  poco  tiempo  después  del 
Eüego  y  de  proclamada  la  Constitución, 
errados  á  Poblet  unos  frailes  del  con- 
de Caspe,  habilitándoseles  alojamiento 
a,  en  la  gran  plaza  del  monasterio,  y 
ante  dos  años,  ocupándose  más  de  pre- 
ento  político,  pronto  á  iniciarse,  que  de 
deberes  religiosos. 
Toda,  á  quien  seguiremos  en  esta  parte. 


394  VÍCTOR  BAUC 

pues  tuvo  ocasión  de  hacer  pro< 
acerca  de  la  ruina  del  monasteri 
de  personas  que  á  ella  contribuj 
presenciaron . 

Cuando  se  constituyó  la  regei 
ron  de  Eróles  y  se  dio  el  grito  d< 
el  de  los  absolutistas,  uno  de  lo: 
terrados  en  Poblet,  llamado  Anti 
plaza  del  monasterio  el  3  de  Ma 
de  paisanos,  y  poniéndose  á  su 
religioso,  bajó  al  pueblo  de  la 
donde  mandó  pregonar  que  darí 
á  cuantos  se  presentaran  á  engn 
dando  su  grito,  que  era  el  de  Vi 
y  Abajo  la  ConsiitMión. 

Los  somatenes  liberales  de  I 
Vimbodi,  salieron  inmediatamei 
partida  sublevada,  obligándola  í 
rras,  desde  donde  fué  á  juntarse 
que  mandaba  el  general  Romag 

Durante  algún  tiempo  los  sor 
en  los  alrededores  de  Poblet,  de 
salir  á  los  monjes.  Ningún  daño 
monasterio;  pero  al  partir  las  fu 
gar  en  él  un  incendio,  que  afori 
tarse,  destruyéndose  sólo  algún 
na  dependencia. 

Por  espacio  de  dos  años  PobI 
merced  de  todo  el  mundo,  ha.hu 
gona  las  riquezas  de  la  sacristía 
tos  del  culto.  Durante  el  abandc 
recieron  muchos  objetos,  y  es  fa 
dían  vecinos  de  los  lugares  i 
efectos. 

Triunfante  el  movimiento  a 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         395 

volvieron  á  ocupar  su  antigua  casa,  que  fué  restaurada, 
obligándose  á  todos  aquéllos  de  quienes  se  supo  que  se 
babian  llevado  objetos,  á  reintegrarlos  y  devolverlos. 

Los  años  que  transcurrieron  desde  i825,  época  en 
que  los  monjes  volvieron  á  Poblet,  hasta  el  de  1835, 
fueron  muy  intranquilos  para  los  monjes.  Las  luchas 
con  las  poblaciones  cercanas  eran  continuas,  á  causa  del 
pago  de  los  diezmos^  de  la  renta  que  de  ciertas  tierras 
del  monasterio  se  había  dejado  de  pagar,  y  del  señorío 
del  bosque. 

Las  cuestiones  que  sobre  el  bosque  se  suscitaban 
habían  sido  siempre  graves  para  Poblet,  que  desde  si- 
glos venía  sosteniendo  un  verdadero  combate,  más  que 
un  pleito,  con  el  pueblo  de  Vimbodí,  el  cual,  amparán- 
dose con  una  carta  ó  privilegio  del  conde  D.  Ramón 
Berenguer,  se  creía  con  derecho  á  tomar  del  bosque  la 
leña  que  le  convenía. 

Con  este  motivo  los  debates  y  las  luchas  fueron  siem- 
pre constantes  entre  los  frailes  y  los  pueblos  vecinos,  y 
más  de  una  vez  hubo  ensangrentadas  colisiones.  Toda- 
vía puede  ver  el  viajero  una  sepultura  en  el  claustro  de 
Poblet,  cuya  lápida  recuerda  que  allí  yace  Fr.  Guiller- 
mo Tort,  muerto  por  vecinos  de  Prades  el  año  i366,  á 
consecuencia  de  querer  impedirles  que  cortaran  leña 
del  bosque.  De  distintas  épocas  existen  recuerdos  seme- 
jantes. Unas  veces  los  guardas  del  monasterio  eran 
arrollados;  otras  eran  los  vecinos  de  los  pueblos  quie- 
nes sufrían  duros  castigos.  Los  anales  populetanos  ha- 
blan hasta  de  una  verdadera  batalla  que  hubo  de  librar- 
se en  cierta  ocasión.  Una  hueste  de  paisanos  armados 
entró  en  la  ermita  llamada  de  la  Pena,  dando  muerte 
al  monje  guardián,  incendiando  la  capilla  y  bajando 
luego  al  asalto  del  monasterio,  que  á  duras  penas  pudo 
rechazar  el  ataque,  no  sin  que  tuviera  lugar  gran  daño 
de  edificios  y  robo  de  ganados. 


96  VÍCTOR  I 

'or  lo  demás,  el  bosque 
tiendas,  era  de  mucha  e 
^niñcencia,   con  árboles 

abundancia  de  aguas  fn 
irdinaria  caza,  que  prest 
;s  y  magnates  cuando  vi: 
)urante  los  años  que  trai 
contiendas  con  motivo  d< 
bosque  fueron  más  viva; 
i,  mostrándose  más  osad 
nbodi,  que  era  un  puebl 
:l  ánimo  de  cuyos  morad 
ion  política, 

¡on  el  año  i835  llegó  la  1 
le  sus  conventos, 
^s  partidarios  del  absolu 
ipo,  levantándose  en  arn: 
).  Carlos,  mientras  que 
itener  el  trono  y  el  derec 
confirmándose  malavent] 
icia,  que  los  frailes  apoy 
istas,  facilitándoles  recur 

muchos  religiosos,  olvid 
)artidas  armadas.  La  exa 

s  determinó  el  incendio  de  los  conventos  en  Reus, 
Is,  Barcelona  y  otros  puntos,  llegando  la  noticia  i 
let  con  la  alarma  consiguiente.  Asu 

abandonaron  la  casa,  refugiándose 
blo  de  la  Espluga  del  Francoli. 
in  embargo  de  esto,  á  pesar  de  la  e: 
nos  y  del  recrudecimiento  de  los 
let  fué  respetado,  y  nadie  pensó  al 
escenas  de  Reus  y  Barcelona.  El  i 
lasterio,  P.  Gatell,  tuvo  tiempo  si 
;r  y  retirar  lo  más  importante  de  c 


ALUNA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         397 

)  sólo  las  riquezas  y  tesoros  se  tras- 
i  la  Espluga:  hasta  se  recogieron  los 

De  lo  único  de  que  no  se  acordó  na* 
iro,  fué  de  la  biblioteca  y  del  archivo, 
tro  ó  seis  guardas  quedaron  al  cui- 
io,  hasta  que,  pasados  muchos  dias, 
s  del  abandono  de  Poblet.  Entonces 
;6  á  acudir  gente  de  toda  la  comar- 

despojo  y  la  destrucción.  Por  espa- 
lo se  veian  salir  continuamente  de 
males  cargados  de  muebles,  de  ma- 
!  hierros,  de  libros,  de  cuantos  obje- 

á  mano  y  podían  fácilmente  llevar- 
s  recién  llegados  se  apoderaba  como 
le  nadie  se  le  opusiera,  de  lo  que 
halagaba.  Se  prendió  fuego  al  pala- 
altares  de  la  iglesia  y  á  la  biblioteca 
dieron  salvarse  muchos  libros  y  pa- 
1  á  tiempo  las  disposiciones  del  Go- 
tarse  de  muchos  pergaminos,  gran 
les,  según  anteriormente  se  ha  dicho, 
archivos  de  la  Real  Academia  de  la 

L  época  en  que  fueron  violadas  las 
e  soñados  tesoros,  haciéndose  tam- 
:o  diferentes  excavaciones  en  varios 
;rio.  No  se  encontraron  más  rique- 
lágenes  de  plata  y  varios  objetos  del 
tesoros  que  existían  en  la  sacristía 
ados  por  el  abad  Gatell.  Muchos  cua- 
is  de  Viladomat  y  Juncosa,  con  las 
iiogal  y  los  preciosos  estantes  de  la 
on  en  grandes  hogueras  que  para  di- 
e  levantaban  en  la  plaza  las  gentes 
ye  y  al  saqueo. 


398  VÍCTOR   BALA 

Por  entonces  fué  cuando  tuv 
cena  que  se  ha  contado  en  el 
obra:  la  profanación  de  las  tun: 
tos  de  los  monarcas,  de  los  pr: 
quedaron  largo  tiempo  insepul 
pavimento  de  la  iglesia,  hasta 
ger  y  sepultar  todos  juntos  y  ct 
«I  de  D.  Jaime  el  Conquistador, 
fué  llevado  á  la  catedral  de  Ta: 

Durante  varios  años  Poblet 
abandonado,  desapareciendo  ei 
arte,  y  destruyéndose  poco  á 
principalmente  á  las  partidas  d 
ban,  á  los  viajeros  y  curiosos  qt 
á  las  turbas  de  gente  ociosa  y  i 
en  aquellos  alrededores  excursi 

Así  fué  como  terminó  el  mo 

Sus  ruinas  son  hoy  objeto  d 
cuantos  van  á  pasar  los  meses 
ciosos  alrededores,  atraídos  po 
las  aguas  de  la  Espluga  ó  por 

La  celosa  Comisión  de  mor 
á  cuya  cabeza  se  halla  el  distir 
Montoliu,  ha  reparado  cuanto  I 
numento,  con  los  escasos  fondi 
salvarlo  de  una  total  ruina. 

Como  nota  curiosa,  que  con< 
todos,  publico  á  continuación  ] 
la  Comisión  provincial,  y  que  i 

«Obras  de  reparación  hechas  en  ei 
cantidades  á  ellas  destinada: 

Siendo  Ministro  de  Fomenti 
de  Toreno,  y  en  el  presupuest 
naron  á  dicho  objeto  8.000  pes 


I 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         399 

Siendo  Ministro  de  Fomento  D.  Francisco  Lasala, 
se  formó  otro  presupuesto  para  reparaciones,  importan- 
te 7.496  pesetas,  que  fué  aprobado  á  su  entrada  en  el 
Ministerio  de  Fomento  por  D.  José  Luis  Albareda, 
quien  en  1882  aprobó  un  presupuesto  adicional  al  an~ 
terior,  importante  4.429  pesetas. 

Total  invertido,  20.375  pesetas. 

OBRAS   HECHAS. 

Reconstrucción  de  la  techumbre  del  templo  y  su  te- 
jado. Puertas  en  las  iglesias  de  San  Jorge  y  Santa  Ca- 
talina y  palacio  del  rey  D.  Martin. 

Reparación  de  la  parte  ruinosa  de  los  claustros  y  del 
embaldosado  que  cubre  su  terrado. 

Recorrido  de  quiebras  y  rejuntado  con  cal  hidráuli- 
ca de  las  bóvedas  de  la  Sala  Capitular  y  de  la  Biblio- 
teca. 

Reconstrucción  de  las  cubiertas  de  la  capilla  exterior 
de  San  Jorge,  del  gran  dormitorio  de  los  monjes  y  de 
la  chocolatería. 

Se  retejaron  de  nuevo  los  siguientes  ediñcios:  capilla 
exterior  de  Santa  Catalina,  refectorio,  oñcina  del  culto, 
cocina  antigua  y  sacristía  nueva. 

Se  hicieron  obras  de  importancia  en  el  cimborrio  de 
la  iglesia,  que  amenazaba  ruina. 

Se  arregló  una  cómoda  habitación  para  el  conserje 
dentro  del  mismo  monasterio. 

Se  quitaron  á  centenares  de  carretadas  los  escombros 
que  había  en  el  dormitorio,  ruinas  de  la  anterior  te- 
chumbre. 

Retejo  de  la  capilla  de  San  Bernardo,  cuya  bóveda 
estaba  hundida. 

Enladrillado  del  palacio  del  rey  D.  Martín. 

Tejado  nuevo  en  el  comedor  de  palacio. 


400  ' 

Se  abrió  la  Puei 

dar  entrada  al  mon: 
Se  restableció  la 
Retejo  de  la  sacr: 
Reparaciones  ím] 
Se  levantó,  por  It 

no  general  del  moni 

cativa  de  todos  sus  < 
El  arquitecto  pro 

general  de  restaurac 


LA   NOCHE  DEL   25 

Meditaciones.— Graudeza 
no  absoluto. — El  minl 
La  guerra  civil. — Previ 

la  plaza  de  toros.— Incendio  de  los  conventos. — Horribles  escena 
ocurridas  en  la  noche  del  25.  —Sucesos  posteriores. — La  muerte  drl 
general  Bassa.— Conclusiún. 

Me  hallaba  solo,  solo  en  las  grandes  ruinas  de  Pofalcl. 

El  cansancio  y  la  fatiga  del  dia  me  impidieron  se- 
guir á  mis  compañeros  de  expedición,  que  habían  ida 
de  paseo  á  una  fuente  no  lejana,  lugar  encantador  qot 
atrae  al  viajero,  como  tantos  otros  hubo  en  tiempos  poi 
las  cercanías  de  Poblet,  punto  de  reunión  y  de  cita,  de 
solaz,  diversión,  deporte  y  galanteos  en  las  calurosas 
siestas  del  estío,  cuando  rebosan  de  vagantes  forastero: 
las  masfas  inmediatas  y  el  pueblo  vecino  de  la  Espluga 
del  Francol!. 

La  tarde  estaba  al  caer,  y  habla  ya  comenzado  es 
hora  dulcísima  y  misteriosa  del  crepúsculo  vespertinc 
hora  de  encantos  y  deleite  que  tanto  se  presta  á  la  me 


Z  CATALUÑA — LAS  RCINAS  DE  POBLET      40I 

studio  y  que  conserva  gratos  recuerdos, 
tantes  menos  olvidados,  para  quien  al- 
n  ella  venturosas  primicias  de  furtivos  y 
lores. 

:1  roto  capitel  de  una  columna,  y  apo- 
1  montón  de  escombros,  di  libertad  á  mi 
ubo  de  partir  desbocado  como  en  deman- 
ilicitaba  mi  profunda  preocupadón.  Pa- 
sarse ante  mis  ojos  el  monasterio  de  Po- 
:  vi  con  todas  las  grandezas  y  esplendo- 
los  tiempos.  Hube  de  fijarme  luego  en  la 
5rdenes  monásticas,  que  mi  imaginación 
sus  comienzos  en  las  soledades  del  yer- 
ína  entre  los  arrebatamientos  revolucio- 
trajo  á  mi  memoria  el  recuerdo  de  una 
res,  de  sangre  y  de  exterminio,  que  me 
cuando  apenas  terminaban  mis  dos  pri- 
y  que  es  el  recuerdo  más  poderoso  y 
os  juveniles. 

de  las  órdenes  monásticas!  ¡Qué  inmen- 
iropio  tiempo  qué  breve! 
ca  en  la  historia  en  que  los  espíritus  re- 
ndo aislarse  del  mundo  y  huir  de  la  co- 
gió, buscan  la  soledad  del  desierto;  los 
dos  por  la  ingratitud,  el  infortunio  ó  la 
enamoran  del  cielo  y  viven  en  los  arro- 
los  seres  castos  y  puros  á  quienes  dis- 
gustan el  siglo  y  sus  vanas  pompas,  se  arrojan  á  la  so- 
ledad para  ediñcarse  y  fortiñcarse  en  las  austeridades 
de  la  vida  ascética.  Es  la  primera  época,  la  época  de 
los  Antonio  y  los  Pablo,  de  los  Macario  y  de  los  Paco- 
roio.  Los  cenobios  se  instalan,  los  conventos  nacen,  y 
comienzan  los  tiempos  de  su  esplendor. 

Los  bárbaros  caen  como  un  diluvio  y  se  esparcen  por 
la  tierra.  El  Occidente  se  ve  invadido  por  hordas  salva- 


402  VÍCTOR  BALAGUmi 

jes  de  indómitos  conquistadores, 
templos  en  cuadras  para  sus  cabal 
las  ciudades  y  en  los  campos  á  tod 
órdenes  de  sus  insaciables  apetito 
campo  de  batalla.  Las  letras  se  ref 
tos.  Los  monjes  recogen,  preserva 
numentos  del  saber  antiguo;  custoi 
y  utilizan  la  clave  de  las  lenguas,  g 
cual  fueran  inútiles  los  tesoros  de 
son  historiadores  y  literatos  por  es 
glos,  sino  que  son  también  los  insl 
tud,  las  solas  antorchas  vivas  del  t 
tre  las  tinieblas  de  una  época  en  c 
natarios  no  saben  leer,  y  en  que  1 
cruz  al  pie  de  sus  edictos  por  no  sa 
bre.  Entonces  los  conventos  se  lev. 
la  época  de  su  gloria. 

La  política  de  los  reyes  toma  ur 
influencia  y  desarrollo  de  los  claust 
piezan  á  ser  ricos,  la  ambición  nat 
esclavos  y  vasallos,  venden  al  pod< 
oro  sus  oraciones,  los  abades  levan 
parte  en  las  contiendas  civiles,  los 
dominan  sobre  los  espirituales,  el  o 
la  relajación  al  fervor,  el  deleite  á  la 
ventos  son  castillos  feudales,  el  cía 
y  llega  forzosamente  con  el  abuso  la 

La  reforma  es  ÍDútil.  La  generali 
la  senda  extraviada,  se  olvidan  re 
hábito  oculta  los  vicios,  los  solitario 
ren  influir  en  la  política  y  en  el  des 
Los  conventos,  olvidados  de  su  orif 
zón  de  ser y  be  ahí  la  época  de 

La  ruina  y  desaparición  de  los  ci 
tuvo  lugar  de  la  manera  que  voy  i 


J 


lATALÜNA— LAS  RUINAS  DE  POBLBT      403 

Cataluña,  y  sobre  todo  á  Barcelona, 
ta  noche  de!  25  de  Julio  de  1835  guar- 
ya  cincuenta  años,  un  recuerdo  tan 
e,  que  me  parece  un  suceso  de  hace 
dio  de  los  vaivenes  de  mi  agitada  vida, 
e  mi  memoria  la  impresión  que,  niño 
iquella  noche  terrible.  Puedo  contar 
como  si  acabara  de  presenciarlos.  Es 
;ra  hube  de  sentirlos  y  con  tal  consis- 
en mí,  que  han  llegado  á  borrar  de 
is  los  demás  recuerdos,  hasta  los  más 
íntimos  de  aquella  época.  No  hay  que 
irimeros  años  más  recuerdo  que  el  de 

referir  sus  escenas  he  de  poner  al  co- 
gcnes  y  precedentes  al  lector,  trazan- 
ui,,  ^..ju.^,  oi,a  a  grandes  rasgos,  un  boceto  histórico  in- 
dispensable para  que  pueda  comprenderse  cómo,  por  una 
fatal  y  encadenada  serie  dé  acontecimientos,  vino  á  te- 
ner Barcelona  la  inevitable  y  gran  desgracia  de  contar 
en  sus  anales  la  infausta  noche  del  25  de  Julio  de  i835. 
He  aqui  el  origen  de  los  hechos: 
A  los  generales  gobernadores  en  Cataluña,  Castaños 
y  Campo -Sagrad  o,  que  habían  gobernado  discretamente 
dejando  en  el  país  los  más  gratos  recuerdos,  sucedió  en 
1828  el  tristemente  célebre  conde  de  España.  Bajo  su 
ominoso  mando,  cada  día  la  Ciudadela,  como  monstruo 
que  nunca  logra  verse  satisfecho,  engullía  las  víctimas 
que  le  enviaba  el  capricho  del  conde;  y  las  familias,  in- 
humanamente diezmadas,  en  vano  pedían  al  cielo  que 
las  líbrase  de  aquel  azote  sangriento  que  en  el  conde  de 
España  había  caído  como  una  maldición  sobre  la  infe- 
liz Barcelona. 

Al  morir  el  rey  Femando  VII,  D.  Manuel  Llauder 
se  presentó  á  sustituir  al  conde  de  España. 


404  VÍCTOR 

La  llegada  de  Llauder  1 
neral  de  Cataluña,  fué  ui 
época  en  la  historia  de  Ba 
de  pueblo  ha  sido  más  en 
hacérsele;  ningún  general 
pular;  ningún  ciudadano  p 
como  él  en  su  mano  los  di 

A  la  entrada  del  nuevo 
de  España  se  retiró  apedr 
un  verdadero  milagro  que 

Al  dar  el  último  suspiro 
se  conmovió.  Habia  llegai 

La  sedición  del  engañad' 
los  realistas  de  Cataluña  ( 
mente  que  el  partido  antil 
de  Femando  sucediera  en 
narca,  6  debía  permitirse  1 
mano  el  infante  D.  Cario: 
apoyo  de  la  tierna  Isabel 
bautismo  regenerador  de 
héroe  de  las  Cabezas  de  S 

Nadie  ignora  el  entusi 
abrazaron  la  causa  de  la  a 
roña;  pero  nadie  ignora  ta 
dor  que  hubo  de  causar  el 
Bermúdez,  anunciando  qu 
bemadora  del  reino,  no  ca 

Un  grito  de  asombro  co: 
temación  fué  general  en  E 
bían  visto  perseguidos  dur 
años  y  los  que  acababan  d 
se  por  la  reina,  creyeron 
cuello  la  sangrienta  cuchill: 
el  conde  de  España. 

El  general  Llauder  fué  < 


r 


HIST.  D£  CATALUÑA — ^LAS  RUINAS  DE  POBLBT   405 

de  buen  patricio,  se  atrevió  á  levantar  su  voz  desde  el 
seno  de  la  ciudad  misma  donde  algún  día  también  la 
alzaran  en  favor  de  los  derechos  del  pueblo  los  Fivaller, 
los  Tamarít  y  tantos  otros  ilustres  ciudadanos. 

Efectivamente;  Llauder,  en  25  de  Diciembre  de  i833, 
elevaba  una  exposición  á  la  reina  gobernadora,  en  que 
hacia  patentes  los  males  que  sufria  la  nación,  sus  ne« 
cesidades  y  sus  deseos,  y  declaraba  que  el  ministerio 
Zea  comprometía  la  paz  pública  y  minaba  el  trono  de 
Isabel  II,  que  era  necesario  afirmar  sobre  cimientos  li- 
berales. Al  propio  tiempo  que  tomaba  esta  actitud,  el 
general  procedía  al  desarme  de  los  voluntarios  realistas, 
y  armando  á  los  de  Isabel,  se  procuraba  el  apoyo  de  los 
patriotas  catalanes. 

La  opinión  pública  fué  acentuándose  de  una  manera 
muy  significativa,  y  la  reina  gobernadora  se  decidió 
por  fin  á  cambiar  el  Ministerio  y  á  variar  de  sistema, 
renunciando  al  gobierno  absoluto. 

Martínez  de  la  Rosa  reemplazó  á  Zea  y  presentó  su 
Estatuto,  aquel  Estatuto  que  envejeció  tan  pronto,  y 
que  no  obstante  estar  destinado,  según  el  discurso  de  la 
reina  gobernadora  al  abrir  las  sesiones  de  Cortes,  aá 
ser  el  cimiento  sobre  el  que  debía  elevarse  majestuosa- 
mente el  edificio  social,»  fué  sólo  una  verdadera  y  rá- 
pida transición  á  otro  más  necesario  y  más  radical  sis* 
tema. 

Pródiga  se  mostró  la  nación  á  las  demandas  del  Mi- 
nisterio. El  amor  á  la  libertad  alcanzó  á  la  caída  del 
gabinete  Zea  Bermúdez  un  grado  de  sublime  entusias- 
mo; el  país  depositó  su  confianza  absoluta  en  un  Minis- 
terio que  dejó,  sin  embargo,  bastante  que  desear. 

Al  encargarse  de  sus  carteras  los  que  componían  el 
Consejo  presidido  por  Martínez  de  la  Rosa,  apenas  ha- 
bía en  España  un  faccioso  declarado;  y,  sin  embargo, 
durante  su  administración  aumentó  con  tanta  rapidez 


4o6  VÍCTOR 

el  partido  carlista,  que  &  Ii 
con  un  ejército  formidable 
des.  Las  banderas  de  Cari 
y  de  todas  partes  corrían 
huestes  rebeldes. 

El  ministerio  Martínez 
el  peligro,  y  no  pudo  por  lo  mismo  evitarlo.  Permane- 
ció en  una  inacción  completa,  sordo  á  las  voces  de  al- 
gunos proceres,  á  las  reclamaciones  de  la  prensa,  y  hasta 
al  eco  tremendo  de  la  campana  que  tocaba  á  rebato 
en  varios  pueblos,  anunciando  las  revueltas  y  asona- 
das de  Málaga,  de  Zaragoza  y  de  la  misma  villa  de  Ma- 
drid. 

Mucho  habia  esperado  Ja  nación  de  Martínez  de  la 
Rosa.  Sus  triunfos  en  la  tribuna,  sus  declaraciones  en 
la  prensa,  sus  primeros  pasos  en  la  senda  de  la  eman- 
cipación nacional,  las  persecuciones  de  que  había  sido 
víctima  por  parte  del  despotismo,  todo  había  hecho 
creer  que  era  la  persona  necesaria  para  la  felicidad  de 
España,  y  fué  por  lo  mismo  elevado  al  apogeo  de  la  po- 
pularidad. 

Pronto  llegó  el  desengaño. 

Las  lentas  y  tardías  medidas  de  su  espíritu  de  con- 
temporización, comprometieron  gravemente  el  porvenir 
del  país.  El  primer  ministro  vio  síntomas  de  anarquíaall! 
donde  no  existía  más  que  el  ardor  del 
anuncios  revolucionarios  donde  no  habí 
siasmo  constitucional,  y  temiendo  una 
volución  francesa,  no  se  atrevió  á  conc 
la  necesidad  reclamaba  en  nombre  de  I 
siglo,  empeñado  en  hacer  triunfar  su  a 
dio,  que  consistía  en  una  fusión  del  anti 
régimen. 

España  no  quería  esto:  pedía  reforir 
dicales  y  completas,  tales  como  se  las 


r^ 


HIST.  DE  CATALUÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLET       407 

perar  la  rehabilitación  de  1812  y  1820  en  la  persona  de 
Martínez  de  la  Rosa. 

El  Ministerio  tuvo  entonces  que  alegar,  para  soste- 
ner sus  erróneas  doctrinas,  que  la  nación  no  se  hallaba 
todavía  en  estado  de  gozar  de  sus  derechos;  palabras 
aventuradas  é  imprudentes  que  costaron  la  vida  al  Ga- 
binete. 

A  todo  esto,  Llauder  había  sido  nombrado  ministro 
de  la  Guerra;  pero  hacía  poco  que  estaba  en  el  Minis- 
terio cuando  hubo  de  retirarse  ante  el  motín  que  costó 
la  vida  al  general  Canterac,  volviéndose  á  su  mando  de 
Cataluña  que  se  había  reservado. 

Cerráronse  las  Cortes,  hubo  en  Madrid  algunos  des- 
órdenes dirigidos  contra  la  persona  del  primer  minis- 
tro, y  éste,  en  el  colmo  de  la  impopularidad,  cedió  su 
puesto  al  conde  de  Toreno. 

Mientras  tanto,  las  fuerzas  del  pretendiente  habían 
ido  engrosando:  el  mismo  D.  Carlos  se  hallaba  ya  entre 
sus  partidarios,  y  la  jornada  y  victoria  de  las  Amez- 
cuas  habían  acabado  de  rasgar  el  velo,  apareciendo  los 
carlistas  en  toda  su  verdadera  importancia. 

Llauder  en  Cataluña  parecía  querer  seguir  un  siste- 
ma parecido  al  del  Gobierno,  y  su  popularidad  anti- 
gua, ya  muy  menguada,  iba  decayendo  precipitada- 
mente. Mientras  que  con  su  policía  se  empeñaba  en 
descubrir  anarquistas  y  revolucionarios,  conspiraban  los 
carlistas  casi  á  la  luz  del  día,  é  iban  engrosándose  las 
filas  de  los  facciosos,  quienes  con  sus  correrías  y  des- 
manes tenían  aterradas  las  comarcas. 

Cataluña  presentaba  un  cuadro  desolador,  y  los  hon- 
rados patricios  veían  un  triste  porvenir. 

Era  llegada  la  hora  de  llorar  por  la  pobre  patria. 

La  guerra  civil  se  ofrecía  en  primer  término,  y  don- 
de quiera  que  se  fijaban  los  ojos  sólo  aparecían  incen- 
dios, muertes,  alevosías,  horrores  y  catástrofes.  La  dis- 


403  VÍCTOR  BAL 

cordia  recorría  las  filas  de  los 
padre  contra  el  hijo,  al  hermí 
etmigo  contra  el  amigo. 

A  tan  triste  espectáculo,  qu 
tenia  á  todos,  se  juntó  la  indi¡ 
mor  que  con  insistencia  com 
partes.  Asegurábase  que,  ialtf 
sacerdocio,  cada  convento  era 
en  el  silencio  y  misterio  de  li 
sordas  maquinaciones  contra 
Isabel. 

Sabíase  que  los  frailes,  en  | 
deseos  de  favorecer  la  causa  d< 
esto  era  por  desgracia  una  tr 
habían  abandonado  sus  conveí 
su  presencia  las  huestes  carli: 
cabeza,  soñando  en  otra  gue 
dábanse  detalles  y  pormenores 
bleas  misteriosas  celebradas  e 
terios;  citábanse  y  señalábans 
sos  que  en  voz  alta  y  con  culp 
el  derecho  hereditario  de  la  re 
ya  esto  era  calumnia  de  la  pa! 
envenenado  las  aguas  para  ac 
liberales. 

Todo  parecía  unirse  para  o 
des  religiosas  en  blanco  de  la 

Las  cabezas  fermentaban,  1 
pasión  cegaba,  los  odios  se  ib 
tes.  La  opinión  pública  estab 
acusar  á  los  frailes.  En  cada  i 
un  carlista,  y  la  indignación 
braveci endose,  sobre  todo  al  ci 
monásticas,  temerariamente  c 
políticos,  no  podían  ocultar  su 


ATAI.UÑA — LkS  RUIHA3  DE  POBLBT       4O9 

in  error.  Dada  su  actitud,  y  también, 
,  su  provocación,  el  choque  era  ineví- 

no  podia  tardar  el  conflicto, 
in  plan,  ninguna  conjuración,  ninguna 
frailes;  sin  embargo,  su  ruina  estaba 
Providencia.  Los  ánimos  se  hallaban 
;I  combate.  Todos  esperaban  instinti- 
al  que  nadie  dijo  que  debia  darse,  pero 
que  se  iba  á  dar. 
1  primera  en  darla. 

US  sangrientas  escenas  cundió  con  la 
agitando  y  conmoviendo  los  ánimos, 
ion  de  todos  los  buenos  patricios,   la 
escencia  de  los  espíritus  habían  Uega- 
iiando  se  supo  en  Reus  la  nueva  de 
ento  de  sus  urbanos,  regresando  de 
sido  sorprendido   por    los   facciosos, 
perecer  miserablemente  á  su  capitán 
is  voluntarios,  á  uno  de  los  cuales,  pa- 
,  se  dijo  que  había  ordenado  crucifi- 
jos un  fraile  que  iba  con  los  rebeldes, 
ado  de  certeza  que  pudo  tener  este  úl- 
10,  sin  embargo,  que  se  halla  confír- 
s  impresos  de  la  época,  y  que  garan- 
)s  de  Keus;  pero,  aun  admitiendo  exa- 
>ticia,  queda  fuera  de  toda  duda  que 
n  incitó  á  los  facciosos  á  quitar  la  vida 
é  indefensos  urbanos.  Esta  noticia, 
VU..U.W.UV  ».. .«  rapidez  de  las  malas  nuevas,  hizo  es- 
tallar á  la  población  en  gritos  de  ira  y  de  venganza. 
La  mecha  acababa  de  prender  en  la  pólvora. 
Bi  pueblo  de  Reus,  contagiado  por  el  reciente  ejem- 
plo de  Zaragoza,  rompió  todos  los  diques  en  su  des- 
bordada cólera,  saltó  la  valla  de  las  leyes  divinas  y  bu- 


410  vfci 

manas,  y  aquella  mism 
recinto  dos  de  sus  tres 
eran  inhumanamente  s 
en  poder  de  la  desenfre 

Al  recibir  Liauder  la 
ba  este  atentado,  envió 
gona,  amplios  poderes 
las  circunstancias;  per< 

puertas  y  negó  la  entra ^ •  ~  i - 

dijera  que  acudía  para  restablecer  el  orden,  se  contestó 
con  laconismo  verdaderamente  espartano  que  el  orden 
estaba  ya  restablecido. 

La  asonada  de  Reus  produjo  por  mala  ventura  su  efec- 
to, y  fué  éste  tanto  más  desdichado,  cuanto  que,  como 
pregón  á  mal  reprimidos  furores,  circuló  la  voz  de  ha- 
berse encontrado  en  los  conventos  depósitos  de  armasi 
uniformes,  proclamas  y  retratos  del  pretendiente. 

Esto  acabó  de  encender  el  enojo  popular. 

Justamente  alarmados  los  religiosos  de  Barcelona  al 
ver  la  tempestad  que  les  amenazaba  pronta  á  caer  sobre 
ellos,  se  acogieron  al  general  Liauder  pidiéndole  su  pro- 
tección y  manifestándole  sus  deseos  de  abandonar  se- 
cretamente sus  moradas;  pero  el  general  se  empeñó  en 
no  consentirlo.  Fiado  en  su  previsión  y  en  sus  baycoe- 
tas,  les  dijo: 

— Duerman  tranquilos,  buenos  padres.  Aquí  estoy  yo. 

¡Ay!  no,  allí  no  estaba  él.  Era  la  revolución  la  que 
allí  estaba;  era  la  cólera  del  pueblo,  que  pocas  veces  para 
sino  en  sangre. 

Si  Liauder  hubiese  meditado  un  poco;  si  su  vanidad 
hubiese  hecho  lugar  á  su  prudencia;  si  hubiese  querido 
fijarse  en  la  situación,  en  la  época,  en  el  momento;  si, 
por  ñn,  hubiese  estado  atento  á  los  síntomas  visibles 
que  se  marcaban  con  insistencia  y  que  todos,  menos  él, 
vefan,  hubiera  convenido  en  considerar  como  lo  más 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      4II 

cuerdo  y  político  en  aquellos  críticos  instantes,  la  sepa- 
ración de  los  religiosos  y  el  apartamiento  de  sus  mo- 
radas. 

Esto,  que  debía  hacer,  fué  lo  que  no  hizo. 

Teniendo  ciega  confianza  en  el  jefe  del  Principado, 
los  religiosos  siguieron  habitando  sus  conventos. 

Llegó  el  25  de  Julio. 

Desde  algún  tiempo  se  daban  en  Barcelona  corridas 
de  toros,  y  con  motivo  de  la  celebridad  de  los  días  de 
la  reina  Cristina,  los  periódicos  habían  anunciado  la  sé- 
tima función  para  la  tarde  del  25,  día  festivo  por  ser  el 
de  Santiago,  patrón  de  España. 

Los  toros  lidiados  en  la  anterior  corrida  habían  sido 
excelentes,  y  la  plaza  estaba  llena;  pero  quiso  la  mala 
suerte  que  aquella  tarde  la  función  fuese  mala,  desagra- 
dando al  público.  Este,  con  aquella  natural  libertad  que 
se  le  concede,  y  de  que  algunas  veces  abusa,  en  una  co- 
rrida de  toros,  comenzó  á  mostrar  su  disgusto,  y  em- 
briagándose con  las  voces,  el  estruendo,  la  confusión  y 
el  barullo,  arrojó  los  abanicos  á  la  plaza,  tras  los  aba- 
nicos las  sillas,  tras  las  sillas  los  bancos,  tras  los  ban- 
cos las  columnas  de  los  palcos. 

Bien  pronto  el  circo  presentó  una  escena  difícil,  cuan- 
do no  imposible,  de  describir.  Hubo  desmayos  de  seño- 
ras, atropellos,  riñas,  protestas,  arrebatos,  y  algunos 
espectadores  se  arrojaron  á  la  plaza  para  matar  á  palos 
el  último  toro,  y  también  el  peor  de  la  lidia. 

En  esto,  algunos  muchachos  rompieron  las  maromas 
que  escudaban  la  contrabarrera,  y  atando  un  pedazo  á 
la  cornamenta  del  toro,  empezaron  á  gritar  que  debía 
ser  arrastrado,  para  escarnio,  por  las  calles  de  Barcelo- 
na. El  pensamiento  fué  acogido  con  entusiasmo,  y  bien 
pronto  una  turba  numerosa,  con  estrépito  y  algazara, 
dando  gritos  desaforados,  penetró  en  la  ciudad  arras- 
trando la  res  por  las  calles. 


4-12  VÍC1 

Apenas  la  gente  sens 
eo  por  la  Rambla  á  ce 
rincipió  ya  la  alarma; 
vnas  piedras  á  las  ven 
alzados.  La  guardia  d( 
astrillo  y  se  puso  sobre 
lando  un  grupo  numei 
iscanos,  que  estaba  mt 
Preludio  parecía  todo 
adíe  creía  en  tumulto; 
sus  casas;  los  curioso! 
jrba  de  muchachos  coi 
3n  de  gritos  descompai 
ue  se  empezaron  ¿  m 
'ailes!  al  pasar  por  del 
iscanos. 

Frente  á  su  puerta  j 
lultitud,  cuando  se  le  < 
egar  fuego  á  las  puerl 
)ro.  Grandes  aclamacií 
eza,  y,  en  efecto,  se  tn 
iiñcio,  á  las  cuales  se  h 
o,  cuando  acudieron  lo 
í,  que  se  alejó  dejándc 
rogresos  del  incendio. 
Ya  á  todo  esto  había 
dulce  noche  de  verant 
¿Quién,  de  cuantos  la; 
i  lastimosa  noche? 
Entre  ocho  y  media  3 
inos  grupos  en  la  plaz: 
lería;  grupos  que  ibaí 
le  en  vano  intentaron  1 
piquete  de  soldados  ( 


DE  CATALUÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLBT      413 

&ÓI0  que  se  apartasen  de  un  punto  para 
ro,  pudiendú  conocerse  que  la  opinión  es- 
¡ada.  Fácil  fué  entonces  prever  la  tempes- 
taba. 

ndaba  el  populacho  por  las  calles  de  la 
■ando  ante  las  puertas  de  varios  conventos; 
itán  general  y  el  gobernador  de  la  plaza 
isentes,  el  infatigable  teniente  de  Rey,  se- 
ecorria  todos  los  puntos,  procurando  en 
con  sus  exhortaciones  el  peligro,  que  á 
se  hacía  más  inminente. 
3e  ¡Mueran  los  frailes!  comenzaron  á  me- 
oces  que  los  daban  eran  cada  vez  más  nu- 
da vez  también  más  oscuras  y  sombrías, 
ito  agitarse  entre  Lis  masas  algunos  bra- 
mientras  que  otros  blandían  flamígeras 
braban  rostros  pálidos  de  furor,  de  odio  y 

se  precipitaron  en  torrente  por  las  calles, 
algunas  mujeres  que  corrían  por  entre  los 
nsanas  furias,  suelta  al  aire  la  desgreña- 
ilandiendo  en  su  contraída  diestra  el  pu- 
ando  gritos  iracundos  que  eran  secunda- 
os de  la  desatentada  y  frenética  muche- 

üsta  fué  aquélla,  noche  de  ruina,  de  in- 
ngre! 

mero  el  convento  de  Carmelitas  descal- 
le San  José,  que  se  alzaba  en  la  Rambla 
i  y  en  el  sitio  que  hoy  es  plaza-mercado. 
)tinados  las  llamas  que  con  sus  serpentea- 
lamían  las  rojizas  piedras  allí  colocadas 
I,  parecieron  cobrar  nuevo  aliento  para 
ea  destructora.  Había  subido  de  punto  su 
primer  triunfo.  ¡Triste  triunfo! 


vfcTOR   BA 

incendiaría  corría 
ros  semblantes  de  i 
icanal  de  sangre. 
tose  la  turba  por  la 

la  puerta  del  conv 
10  tardó  en  lanzar  i 
mas. 

esto,  una  densa  hu 
'andioso  edificio  d< 
voraz  incendio  y  q 
ótico,  invadido  por 
go  de  furor  tras  de  i 

aradores  del  conven 
Agustinos  calzados 
irbada  su  habitual 
nesperado  y  terribí 
Jel  aplauso  y  de  las 

lital  del  Principadc 

as  que  en  un  lado  re: 
abría  las  verjas  df 
estrépito  de  una  b< 
que  por  un  lado  soi 
io  la  matanza,  por 
huyendo  del  hierro 
direcciones  buscan 
le  menguar,  el  ence 
de  los  cinco  conve 
lientes  fraguas. 
:  estaba  el  hombre 
)rmid  tranquilos,  qi 
multitud  á  prender 
y  a¡  de  Trinitarios 


*»: 


HIST.  DE  CATALUÑA— LAS  RUINAS  DE  POBLET  .  4I5 

ver  que  las  llamas  hubieran  inevitablemente  hecho  pre- 
sa en  las  casas  inmediatas. 

Tampoco  fué  incendiado  el  de  los  Servitas,  por  la  voz 
que  cundió  de  que  el  cuerpo  de  aitilleria  tenia  muy  in- 
mediato su  almacén  de  pertrechos. 

A  las  repetidas  instancias  y  súplicas  de  los  vecinos, 
se  debió  también  el  que  fuese  respetado  el  de  la  Mer- 
ced. Los  incendiarios  pasaron  de  largo,  sin  que  los  edi- 
ficios recibieran  más  insulto  que  el  de  algunas  piedras 
arrojadas  á  sus  puertas  y  ventanas. 

— ¡Al  Seminario! — había  gritado  una  voz  ronca  y 
sombría.  '^i 

— ¡Al  Seminario! — repitió  la  turba. 

Y  todos  se  lanzaron  en  tropel. 

Era  el  Seminario  un  majestuoso  edificio  todavía  no 
terminado  y  que  se  elevaba  en  un  extremo  de  la  ciu- 
dad, donde  luego  se  habilitó  la  cárcel  del  Estado.  Ser- 
vía de  morada  á  los  sacerdotes  seculares  de  la  congre- 
gación de  la  misión. 

Dando  gritos  desembocaba  la  desordenada  plebe  por 
la  calle  donde  se  alzaba  el  convento,  cuando  Id^  prime- 
ros que  avanzaron  para  consumar  su  obra  de  destruc- 
ción, cayeron  muertos  ó  heridos  á  la  inesperada  des- 
carga de  varios  tiros  de  fusil. 

Ante  aquel  inopinado  accidente,  la  turba,  cuya  mar- 
cha hasta  entonces  nadie  había  detenido,  levantó  con 
asombro  la  cabeza,  y  vio 

Vio  las  ventanas  del  Seminario  coronadas  de  religio- 
sos que,  fusil  en  mano,  aguardaban  el  ataque. 

El  Seminario  fué  respetado.  Todos  volvieron  las  es- 
paldas. 

Bien  distinta  escena  tenía  al  mismo  tiempo  lugar  en 
el  convento  de  Agustinos  calzados.  Tocóme  presenciar 
la  parte  más  trágica  desde  la  galería  de  mi  casa,  y  con 
todo  el  horror  que  me  inspiró  voy  á  referirla. 


'  decir  p 
>aba  una 
in  Pablo 

)res  del  p 
is,  los  i  ni 
:ron  apel 
a  situad) 
'ecinos  p 
ic  todos  I 
íxpusiéro 
ceres.  L: 
lor  de  la! 
sonaron 
los  ecos 
pueblo  et 
penetra 

entonces 
■  el  con  VI 

ie  refugi. 
á  un  pat 
partícula) 
a  frente  i 
itigua. 
da  lucídi 
[as  ocun 
ledio  de 

le  poner 
ventana: 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       417 

Uno  tras  otro,  diez  y  ocho  frailes,  jinetes  sobre  el 
madero,  atravesaron  el  patio  á  una  altura  inmensa  del 
suelo,  pasando  con  auxilio  de  una  frágil  tabla  por  en- 
cima de  un  verdadero  abismo. 

Llegaron  de  este  modo  á  la  escalera;  .pero,  ¿y  allí? 
¿qué  hacer?  ¿dónde  huir?  ¿dónde  refugiarse? 

Un  vecino  de  la  casa,  á  quien  había  parecido  oir  ru- 
mor y  voces  confusas,  abrió  la  puerta  de  su  habitación 
para  cerciorarse.  Juzgúese  de  su  asombro  al  ver  á  diez 
y  ocho  frailes  que  cayeron  á  sus  pies,  pálidos,  despavo- 
ridos, plegadas  las  manos.  Nada  le  dijeron,  pero  todo 
lo  comprendió. 

Era  un  hombre  honrado.  Hízoles  subir  á  la  azotea 
en  silencio,  y  les  abrió  la  puerta  de  un  desván,  donde 
todos  se  precipitaron  bendiciendo  á  su  salvador. 

Allí  pasaron  la  noche  aquellos  infelices  en  mortal 
angustia,  en  terrible  congoja,  esperando  á  cada  instan- 
te ver  aparecer  á  sus  asesinos. 

Afortunadamente  no  fué  así,  y  pudieron  salvarse  al 
siguiente  día. 

En  el  ínterin,  aquellos  de  sus  compañeros*  que  ha- 
bían buscado  la  salud  por  otro  lado,  se  veían  en  más 
inminente  peligro  y  terminaban  algunos  de  manera 
trágica. 

A  espaldas  del  convento  corría  una  calleja  reservada 
para  uso  de  las  dependencias,  y  un  muro  separaba  esta 
calleja  de  los  jardines  y  huertos  de  las  casas  inmedia- 
tas, en  una  de  las  cuales  vivía  yo,  niño  de  diez  años, 
con  mi  pobre  madre,  viuda,  y  dos  criadas. 

Escondido  tras  un  balcón  de  la  galería,  y  con  mi  cu- 
riosidad de  niño,  pude  presenciar  parte  de  la  escena  que 
voy  á  referir,  mientras  mi  pobre  madre  y  las  criadas 
rezaban,  llenas  de  zozobra,  en  una  sala  contigua. 

Al  abandonar  los  religiosos  el  refectorio  en  comple- 
ta fuga,  algunos  intentaron  huir  por  la  calleja,  refu- 
TOMO  XIX  27 


4l8  VÍCTOR  BALAC 

giándose  en  la  vecindad;  pero  o 
vo,  les  impedía  atravesar  el  ch 
callejuela,  decidieron  bajar  á  ell 
tanas  del  primer  piso,  con  auxil 

Hiciéronlo  así,  en  efecto.  Uní 
frailes  fueron  descolgándose  en 
cío,  sólo  turbado  por  los  álaridc 
que  pugnaba  por  entrar  en  el  C( 
llamas.  La  noche  estaba  clara, 
tamente,  distingo  aún  hoy,  con 
les  se  iban  colgando  de  la  cue 
por  ella  poco  á  poco. 

La  puerta  latera!  que  á  hach: 
los  incendiarios,  acabó  por  caer 
y  un  grupo  de  hombres  con  arn 

Los  infelices  monjes,  que  oía 
ees  de  sus  asesinos,  se  daban  j 
cortaba  las  manos  de  los  relig 
sangre. 

Mientras  que  el  último  fraile  b 
pió.  El  triste,  cayendo  desde  ba; 
un  brazo.  No  obstante,  ni  un  \\ 

Sonaron  precisamente  en  aq 
aldabazos  y  fuertes  gritos. 

Eran  los  incendiarios  que,  tei 
sos  se  escaparan,  llamaban  á  la 
impedirlo. 

Los  frailes  que  se  hallaban  a 
grupo  junto  á  su  compañero  hei 
todas  direcciones  á  la  proximid 
ligro. 

Sólo  un  lego  se  quedó  junto 
ponerse  en  pie  y  también  á  saltí 
á  un  huerto  público,  llamado  de 
nombre  de  su  dueño. 


r" 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  BUINAS  DE  POBLET       4I9 

En  el  momento  en  que  los  dos  fugitivos  acababan  d 
saltar  la  tapia,  ia  puerta  del  huerto  se  abría  para  da 
paso  á  varios  hombres  armados  que  iban  á  apostars 
allí  con  objeto  de  impedir  la  fuga  de  los  frailes. 
Los  infelices  se  vieron  perdidos. 
— Huye,  huye  y  abandóname, — dijo  el  herido  al  lego 
— ¡Silencio! — contestó  éste. 

Hallábanse  junto  á  una  especie  de  cobertizo,  bajo  e 
cual  había  un  vasto  lavadero  público.  El  lego  hizo  acu 
rrucar  al  herido  junto  á  uno  de  los  poyos  que  sostenía: 
el  cobertizo;  encargóle  que  reprimiese  sus  dolores,  qu 
suspendiese  basta  el  aliento,  y  en  seguida  de  haber  de 
jado  allí  al  fraile,  no  viendo  otro  sitio  donde  ocultarse 
su  vez,  y  creyendo  sin  duda  que  la  entrada  de  los  hom 
bres  en  el  huerto  sería  momentánea,  se  sumergió  co. 
todo  el  tiento  posible  en  el  agua  del  algibe,  sacand 
sólo  su  cabeza,  que  procuró  amparar  tras  de  un  cest 
allí  abandonado  y  notante.  A  pesar  de  que  la  noche  er 
bastante  clara,  creyó  poder  ocultarse  á  las  miradas. 

Por  mucho  cuidado  que  pusiera,  algún  ruido  debí 
oirse,  sin  embargo,  pues  que  uno  de  los  recién  llega 
dos  volvió  la  cabeza. 

— ¡Hola!— dijo,— parece  que  en  aquel  lavadero  ha; 
ranas. 
— ¿Por  qué  lo  dices? — preguntó  otro. 
— No  sé;  pero  se  me  ha  figurado  oir  un  ruido,  y  ju 

raría  que  hay  ranas yranas  con  hábito,  que  es  más 

— Estaremos  á  la  mira. 

— Con  el  fusil  preparado. 

Y,  en  efecto,  preparó  el  arma  homicida. 

Al  cabo  de  unos  instantes  sonó  el  tiro. 

— ¿Qué  es  eso? — preguntaron  sus  compañeros. 

— Bien  decía  yo.  He  visto  asomar  una  cabeza. 

— Vamos  á  registrar  el  algibe, — dijeron  algunos. 

— No.  Será  más  entretenido.  Preparad  vuestras  ai 


!0  VÍCTOR    BALAGUBR 

;;  fijaos  en  aquel  cesto  ¿veis?  que  aparece  sobrena- 
do, y  si  se  mueve  algo  junto  á  él,  dispararemos á 
tiempo. 

'odos  prepararon  sus  armas  y  fijaron  sus  ávidas  mi- 
is  en  el  lavadero  y  en  el  punto  indicado, 
[ubo  un  rato  en  que  sólo  reinó  un  silencio  sepulaal, 
icio  de  muerte. 

)1  lego,  cuya  posición  era  violenta,  debió  mover  la 
;za  que  tenía  casi  sumergida  en  el  agua. 
"res  ó  cuatro  tiros  sonaron  á  un  tiempo;  oyóse  im 
lido,  el  agua  se  agitó,  y  una  exclamación  de  triunfo 
6  de  labios  de  los  asesinos. 
-Dimos  en  el  blanco, — gritó  uno. 
-Ya  tiene  su  cuenta, — dijo  otro. 
En  efecto,  los  bárbaros  habían  asesinado  al  pobre 

-¿Qué  vas  á  hacer  ahí? — exclamó  uno  viendo  á  otro 
paso  á  paso,  como  un  reptil,  se  iba  acercando  al 
idero,  introduciéndose  bajo  el  cobertizo. 
-Me  ha  parecido  que  algo  se  removía  por  aquí  á 
stros  tiros, — contestó  un  interpelado. 
>ngo  buen  olfato,  y  apostaría  mi  cabeza  á  que  anda 
ahí  algún  otro  fraile. 

íeuniéronsele  sus  camaradas,  registraron  juntos,  y 
tardaron  en  hallar  al  pobre  agustino  herido,  que,  al 
56  descubierto,  hizo  un  esfuerzo  para  ponerse  de  ro- 
as. Ya  que  no  podía  evitar  á  los  asesinos,  quiso  al 
IOS  que  le  hallasen  de  hinojos  y  rezando, 
-Ya  le  tengo, — gritó  el  primero  que  se  habla  ade- 
:ado,  cogiendo  al  fraile  por  el  cuello. 
>iferentes  voces  sonaron  entonces. 
-¡Hiérele! 
-I  Mátale! 

-¡Arrojemos  á  ese  pillo  al  agua! 
-¡Quemémosle  vivo! 


r' 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUIMAS  DE  POBLET      431 

— ¡No,  mejor  es  fusilarle! 

— Que  nos  diga  primero  dónde  están  los  fanáticos  &i 
compañeros. 

• — ¡Di,  fraile!  ¿dónde  se  han  ocultado  los  demás? 

El  desventurado  no  contestó.  De  rodillas  entre  aqu 
grupo  de  hombres  frenéticos,  el  religioso,  pálido,  peí 
sereno,  continuaba  rezando  en  voz  baja. 

— ¿No  quieres  hablar,  fraile?— preguntó  uno. 

Tampoco  contestó  el  agustino. 

Entonces  uno  de  aquellos  infames,  infames  ante 
cielo  y  ante  la  tierra,  se  adelantó  y  le  dio  con  la  culai 
del  fusil  un  terrible  golpe  en  la  cabeza. 

— ¡Jesús,  Dios  mío! — murmuró  el  religioso  cayenc 
al  suelo. 

— ¡Ah!  ¿No  quieres  hablar,  bribón? — gritó  otro  t 
aquellos  malvados  con  voz  ronca.  —  Pues  yo  he  c 
hacerte  hablar,  mal  que  te  pese.  ¿Dónde  están  1< 
otros,  di? 

Y  le  dio  un  bayonetazo  en  el  vientre,  acompañanc 
su  acción  con  una  blasfemia. 

— ¡Jesús,  Dios  mío! — repitió  el  triste  dirigiendo  1( 
ojos  al  cielo  con  resignación  sublime. — ¡Jesús,  Dios  mí' 
— murmuró  de  nuevo,  ya  con  voz  apagada,  al  sent 
la  punta  de  un  sable  que  rasgaba  sus  carnes. 

Y  ya  no  volvió  á  abrir  sus  labios. 

Bntonces  aquella  miserable  gente,  lanzada  ya  por  U 
fatales  descaminos,  se  cebó  en  la  víctima  que  espiranc 
veía  á  sus  pies. 

Otros  episodios  tuvieron  lugar  durante  aquella  nochi 
En  Santa  Catalina,  presa  ya  el  convento  de  las  lU 
mas,  los  pobres  religiosos,  aturdidos  y  huyendo  de  '. 
matanza  con  que  les  amenazaban  los  gritos  furiosos  qi 
partían  del  claustro,  donde  las  turbas  habían  lograc 
penetrar,  se  lanzaron  todos  juntos  por  un  corredor  bu 
cando  la  salida  de  un  huerto  á  espaldas  de  su  morad; 


422  VÍCTOR  BALAGl 

Sólo  uno,  tomando  dirección 
á  bajar  por  la  escalera  del  clausti 

— ¿Dónde  vais,  padre? — le  gri1 
ahí  os  perdéis. 

— No;  por  aquí  me  salvo, — dij 
do  su  camino. 

Y  siguió  adelante,  mientras  si 
á  la  fuga. 

Dirigióse  tranquilamente  á  la 
le  deslumbre  el  vivo  resplandor  ( 
templo  era  una  hoguera. 

El  digno  sacerdote  que  volunt: 
ñcio,  llegó  al  pie  de  un  altar,  doi 
dándose  de  todo  para  no  pensar 
que  ferviente  rogaba  por  sus  herí 
sacrilegos  mismos  que  osaban  [ 
rada. 

Orando  se  hallaba,  cuando  uni 
invadió  el  templo  dando  alaridos 
tmpias  blasfemias  aquellas  bóved; 
repercutieran  los  cantos  religiosos 
das  del  incienso  que  hasta  ellas  1 
altares. . 

Volvióse  el  religioso  al  sentir 
guiéndose  ante  ella  cuan  alto  e 
brazos  al  cielo,  como  si  fuera 
tema, 

— ¿Dónde  vais,  asesinos? — exc 
los  pasos,  incendiarios?  ¡Aquí  es' 
mas!  ¡Abajo  las  teas!  ¡Atrás  los 

Sublime  de  expresión  y  admiri 
ba  el  sacerdote. 

Merecía  haberse  salvado. 

La  multitud  pasó  por  encima  ( 
do  su  obra  de  destrucción. 


-LAS  RUINAS  DE  P 

líi  muy  distinta  en  el  convento  de  Fran- 

staba  situado  en  la  hoy  llamada  plaza  de 

itiguoá  la  muralla  dd  mar. 

oídos  de  los  Franciscanos  los  primeros 

res,  al  ver  los  primeros  resplandores  del 

irasaba  sus  puertas,  los  frailes,  que  iban 

refectorio  por  ser  la  hora  de  la  cena, 

e  en  tropel  junto  al  superior,  pálidos, 

terror  y  miedo. 

1 — dijo  el  superior  á  la  comunidad. — 

dme,  y,  sobre  todo,  silencio! 

)n  la  cabeza  y  nadie  desplegó  los  labios. 

comenzó  á  andar,  siguiéndole  la  comu- 

,  muda,  silendosa,  como  si  fuese  una 

ntasmas. 

el  corredor,  el  patio,  el  claustro,  varios 

n  lugar  sombrío,  especie  de  subterráneo, 

nandó  desembarazar  la  entrada  de  una 

lino  oscuro,  misterioso,  extraño,  se  pre- 

1  de  la  comunidad  sorprendida. 

u-dián  fué  el  primero  en  penetrar  por  él. 

Ufe  ron. 

igua  cloaca  romana,  de  gran  capacidad. 

narcharun  hombre  sin  inclinarse,  ycon- 

¡o  de  la  muralla,  á  la  cual  ya  se  ha  dicho 

^do  el  convento,  hasta  las  rocas  que  se 

del  mar. 

m  rato  por  entre  tinieblas,  pero  no  hu- 

r  en  salir  al  aire  libre,  á  la  dulce  y  tenue 

estrellas. 

:Ioaca  se  encontraron  en  las  rocas.  Las 

is  del  mar  en  bonanza  llegaban  á  besar 

ndo  con  melancólico  arrullo  como  si  lio- 

unió.  De  vez  en  cuando  el  aire  llevaba 


424  VÍCTOR  B 

á  sus  oídos  los  clamores  del 
calles  de  la  capital. 

Los  religiosos  se  deslizan 
y  á  su  sombra  siguieron  su 
en  dirección  al  fuerte  de  At 
no  lejos  avanzando  en  el  m 
como  la  proa  de  un  monstru 

El  centinela  de  la  murall 
lia  hilera  de  sombras  ó  fant; 

Inclinóse  sobre  el  muro,  ; 

— ¿Quién  vive? 

— Los  frailes  de  San  Fran 
con  voz  débil. 

El  centinela  llamó  al  ca 
sorprendió  menos  ver  aquel 
del  mar  y  al  pie  de  la  mura 

— Dicen  que  son  los  frail 
clamó  el  centinela. 

— Pero  ¿de  dónde  diab 
cabo. 

— Pasad  aviso  al  gobemac 
jo  el  padre  guardián, — y  pee 
escalas  para  que  subamos. 

El  cabo  fué,  en  efecto,  á 
ocurría  al  gobernador,  quiei 
ralla,  movido  por  la  extrañ 
los  frailes,  que  parecían  salí; 
no  conducía  al  fuerte  por  at; 
nador  de  Atarazanas  arrím 
franciscanos  subieron  á  la  fe 
plicado  y  donde  encontraror 

Toda  la  noche  prosiguien 
calles  de  Barcelona  sin  que 
coto  á  sus  desmanes,  penetr 
bítaciones  de  los  conventos  < 


r 


v^^^^ 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET   425 

dio,  mientras  crujían  las  vigas,  mientras  se  desploma- 
ban las  bóvedas,  mientras  que  columnas  de  humo  se 
lanzaban  á  los  aires. 

No  hubo  más  víctimas  que  de  diez  6  doce  religiosos, 
y  hartas  fueron  por  desgracia:  se  consiguió  salvar  á  los 
demás  con  la  generosa  acogida  que  pudo  dárseles  en 
las  casas  de  que  se  ampararon,  y  cuyos  vecinos  su- 
pieron arrostrar  la  ira  del  pueblo  para  ponerles  en  se- 
guridad. 

Muchos  fueron  los  habitantes  de  Barcelona,  es  preci- 
so decirlo  en  su  obsequio,  que  rivalizaron  aquella  noche 
en  generosidad  é  hidalguía  y  dieron  á  los  infortunados 
fugitivos  una  hospitalidad  que  podía  costar  bien  cara 
ciertamente  á  sus  favorecedores. 

Justo  es  consignar  asimismo,  la  rectitud  y  la  impar- 
cialidad lo  exigen,  que  no  animaba  en  manera  alguna 
á  los  incendiarios  la  esperanza  del  pillaje,  porque  casi 
todo  lo  que  no  fué  devorado  por  las  llamas  se  encontró 
intacto  en  los  templos  y  en  las  celdas. 

Por  lo  demás,  ningún  convento  de  monjas  svifrió  el 
menor  ataque;  ningún  clérigo  recibió  un  insulto;  ni 
tampoco  ninguna  de  esas  feas  maldades,  que  ordinaria- 
mente acompañan  á  semejantes  conmociones  nocturnas, 
tuvo  lugar  aquella  noche;  antes,  por  el  contrario,  mu- 
chas casas  permanecieron  abiertas,  sin  que  nadie  rece- 
lara ni  temiera  los  insultos  ni  el  saqueo. 

Y  á  f e  que  todo  lo  hubieran  podido,  pues  Barcelona 
estuvo,  durante  toda  la  noche,  á  completa  merced  de 
las  turbas,  que  libres  y  sin  ningún  obstáculo  recorrían 
las  calles. 

Con  la  primera  sonrisa  del  alba  cesó  el  tumulto. 

Hubiérase  dicho  que,  espantados  de  su  obra,  habían 
corrido  á  esconderse  cuantos  tomaron  parte  en  el  des- 
orden. La  luz  del  día,  la  luz  clara  del  sol,  que  se  pre- 
sentaba á  iluminar  tantos  horrores,  les  hundía  en  el 


426  VÍCTOR  BAL 

fondo  de  sus  miserables  guar 
ran,  con  reprobación  eterna  1 
mar  su  obra  de  sangre,  de  fui 

La  catástrofe  de  aquella 
todos  los  hombres  de  honor, 
sin  distinción  de  partidos.  Na 
cil  de  evitar  si  los  encargado 
lancia  pública  hubiesen  acce 
previsión  á  que  los  frailes  se 
moradas.  Al  estado  á  que  hal 
das  la  situación  y  la  crisis  p 
teniendo  en  cuenta  las  imper 
las  órdenes  monásticas  al  t 
carácter  político;  consideran 
del  Gobierno  en  negar  paso 
únicas  entonces  salvadoras; 
los  ánimos,  en  las  pasiones  1 
cación  que  natural  y  lógicam 
tidas  facciosas  mandadas  y  d 

dido  todo  esto,  repito,  la  catástrofe  se  veía  venir,  y 
criminal  fué  no  preverlo.  Todo  lo  humano  está  sujeto 
por  la  Providencia  á  una  lógica  inñexil 

£1  partido  liberal  creía  que  las  órdt 
habian  terminado  su  misión,  y  que,  p< 
tenían  ya  razón  de  ser.  £s  más:  crei 
que  en  la  crisis  porque  atravesaba  J 
gran  peligro  para  todos,  y  una  amena. 
y  futura  dinastía  de  la  reina  Isabel.  F 
podrá  jamás  culparse  á  tos  partidos  lib 
dio  de  los  conventos  y  matanza  de  1< 
fueron  estos  sucesos  de  hombres  iluso! 
jados,  que  á  ningún  partido  político  p 
fueron  de  la  hez  del  pueblo;  obra  de  í 
extraña  naturaleza  y  anormales  condic 
das  épocas  y  en  todos  los  países  son  ma 


wr^ 


r.    .—  .    ■  ,  -,■■-.    -Vi 


■/I 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  FOBLET      427  ,' 


el  vicio,  apta  para  el  crimen  y  apropiada  para  cuanto 
sea  maldad,  escándalo  ó  desorden. 

Por  esto  aquella  noche  lo  fué  de  luto  para  todos. 

Desde  el  amanecer  del  siguiente  dia  las  calles  se  po- 
blaron de  gente  que  iba  á  visitar  el  teatro  de  las  esce- 
nas nocturnas,  y  numerosos  piquetes  de  tropa  y  Milicia 
nacional  cruzaban  por  todas  partes,  enviados  por  la 
autoridad,  á  recoger  los  frailes  que  habían  logrado  en- 
contrar refugio  en  las  casas  particulares,  6  consiguie- 
ran esconderse  en  sus  propios  conventos.  Los  religiosos 
eran  trasladados  para  su  seguridad  personal  á  los  fuer- 
tes de  la  plaza,  pero  no  sin  recibir  por  el  camino  gro- 
seros insultos  del  pueblo,  al  que  con  admirable  tesón 
sabia  mantener  á  raya,  impidiéndole  los  desmanes,  la 
Milicia  ciudadana,  graa  mantenedora  en  aquella  oca- 
sión de  la  causa  del  orden. 

El  teniente  de  Rey,  D.  Joaquín  Ayerbe,  estuvo,  sobre 
todo,  admirable.  Iba  á  recoger  en  persona  á  los  frailes, 
y,  haciéndoles  subir  á  su  propio  coche,  les  acompañaba 
á  Montjuich  ó  á  Atarazanas,  arrostrando  las  iras  de  la 
muchedumbre  é  imponiéndose  á  ella  con  su  serenidad. 

Cerráronse  las  puertas  de  la  ciudad,  sin  permitir  la 
entrada  á  la  gente  del  campo,  y  por  aquel  día  limitóse 
la  autoridad  civil  á  mandar  que  los  dueños  de  fábricas 
y  talleres  no  los  cerrasen  bajo  ningún  pretexto. 

Las  monjas,  previo  el  consentimiento  de  la  autoridad 
eclesiástica,  fueron  invitadas  á  retirarse  del  claustro, 
con  facultad  para  alojarse  en  casa  de  sus  padres,  pa- 
rientes ó  amigos,  y  pusiéronse  fuertes  guardias  en  to- 
dos los  conventos. 

Al  otro  día,  27,  el  comandante  general  de  las  armas 
y  el  gobernador  civil,  que  en  la  aborrascada  noche  del 
incendio  dieron  ostensibles  muestras  de  ánimo  desma- 
yado, publicaron  una  proclama  en  que  pintaban  la  gra- 
vedad de  los  sucesos,  y  concluía  de  esta  manera: 


V. 
> 


428  vfCTO 

t  Disposiciones  fuertes 
ni  miramiento  á  clases  n 
ve,  y  la  terrible  espada  ¿ 
te  sobre  las  cabezas  de  I 

tes Los  malvados  sut 

el  peso  de  la  ley  en  un 
comisión  militar,  con  ai 
Al  recordaros  la  existenc 
ción,  es  justo  advertiros  i 
á  su  conocimiento,  si  á  I 
dad  competente  no  se  de 
funda  recelo  á  la  misma, 
ción,  el  íállo  á  la  culpa, 
miento  serán  una  tardía 

P'ué  esta  proclama  ( 
Llauder. 

La  alarma  hubo  de  sei 

Los  términos  violento 
proclama;  el  querer  culpí 
cuando  la  verdadera  culfw 

nada  hicieron  para  reprimir;  las  intenciones  que  se  su- 
ponían en  Llauder,  todo  fué  causa  de  general  disgusto. 

Barcelona,  que  no  se  sentía  culpada,  pues  no  pertc- 
necían  á  su  seno  ni  á  su  familia  los  hombres  que  en  la 
noche  del  25  recorrieron  sUs  calles  armados  con  el  pu- 
ñal del  asesino  y  la  tea  del  incendio;  Barcelona,  que 
era  la  primera  en  deplorar  los  sucesos,  sintióse  herida 
en  su  dignidad  y  en  sus  nobles  sentimientos  al  ver  que 
se  trataba  de  castigarla  como  si  fuese  ella  la  culpable. 

Un  grito  unánime  se  levantó:  el  de  ¡Muera  Llauder'- 
¡muera  el  ti  rano! 

El  general  entró  en  la  ciudad  el  27,  pero  al  enterar- 
se de  lo  que  ocurría  y  al  conocer  la  actitud  del  puebl  > 
se  encerró  en  la  Cindadela  con  parte  de  la  tropa  q 
traía,  y  al  amanecer  del  día  siguiente,  2S,  salió  pa 


♦    •  T 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       429 

Mataró,  desalojando  después  el  palacio,  del  que  hizo 
sacar  todo  su  equipaje. 

Mientras  que  estas  escenas  tenían  lugar  en  Barcelo- 
na, consecuencia  de  la  noche  del  25,  en  otros  puntos 
del  Principado  se  secundaba  el  movimiento. 

Ardían  á  un  tiempo  el  convento  de  Recoletos  de  Riu- 
doms,  el  precioso  monasterio  de  Benedictinos  de  San 
Cucufate  del  Valles,  y  el  general  Llauder  y  su  comiti- 
va hacían  alto  en  Mongat  para  contemplar  el  torrente 
de  llamas  que  se  escapaba  del  de  San  Jerónimo  de  la 
Murtra.  Más  tarde,  como  si  se  hubiese  dado  por  todas 
partes  la  implacable  señal  de  exterminio,  devoraba  el 
incendio  el  convento  de  Capuchinos  d>2  Matará;  el  de 
la  misma  orden  de  Arenys;  otro  de  Igualada;  el  monas- 
terio de  Scala-Dei,  que  era  el  primero  y  más  rico  mo- 
nasterio de  Cartujos  en  España;  otro  de  igual  religión, 
el  de  Monte-Alegre,  colocado  como  un  águila  en  la 
cima  de  una  pintoresca  montaña,  y  ocurrían  en  Po- 
blet  las  escenas  en  el  anterior  capítulo  descritas. 

Mientras  tanto,  la  agitación  y  la  alarma  reinaban  en 
Barcelona.  El  desorden  volvía  á  presentar  su  negra  faz. 

Dióse  una  disposición  justísima  y  acertada,  por  la  que 
se  prohibía  á  toda  persona,  fuese  de  la  clase  que  fuera, 
penetrar  en  el  recinto  de  convento  alguno  de  la  capital 
sin  expreso  permiso  de  la  autoridad  competente;  aña- 
diendo que  quien  contraviniese,  aun  cuando  no  extra- 
jera efecto  alguno  de  dichos  lugares,  sería  tratado  como 
atentador  á  la  propiedad  ajena. 

Terrible  cadena  de  sucesos  siguió  á  la  noche  del  25. 

Barcelona  estaba  sobre  un  volcán. 

Inquietos,  agitados,  calenturientos  fueron  los  días 
que  mediaron  hasta  el  5  de  Agosto. 

A  las  diez  de  la  mañana  de  este  día  se  esparció  con 
la  rapidez  del  rayo  la  noticia  de  que  había  entrado  el 
general  Bassa,  con  su  columna  de  operaciones,  porta- 


43° 

dor  de  severas  órdenes  de  Llauder  para  i 
vimiento  político  que  se  iniciaba,  y  escí 
mente  á  los  que  intentaran  secundarlo. 

Al  difundirse  esta  voz  enciéndense  lo: 
se  en  la  Rambla  gritos  subversivos,  acu< 
triotas  á  la  plaza  de  Palacio  donde  est 
recorren  otros  los  cuarteles,  huyen  di 
mujeres  que  iban  á  sus  faenas,  desapar 
sos,  ciérranse  precipitadamente  las  puer 
y  tiendas,  y,  por  fin,  á  las  doce  del  día 
la  señal  de  alarma  con  un  cañonazo,  : 
con  su  ronco  estampido  el  cañón  de  la 

Lejos  de  atemorizar  esta  señal  al  ] 
por  el  contrario  los  ánimos.  Oyese  por 
grito  de  ¡íí  las  armas!  y  el  movimiento 
rígese  la  Milicia  urbana  á  la  plaza  de  1 
batiente  y  banderas  desplegadas:  avan: 
Bassa  había  dejado  á  las  puertas  de  la 
el  edificio  de  la  Lonja,  pero  no  hostilizí 
misiones  del  Ayuntamiento,  de  la  Dipi 
cial,  de  la  Milicia,  personas  respetable: 
niones,  suben  á  Palacio  para  rogar  al 
que  haga  dimisión  de  su  cargo,  que  no 
gre  y  en  llanto  la  segunda  capital  de  E: 
ral  resiste,  llega  á  vacilar  en  ciertos  m^ 
por  largo  tiempo  entre  sus  deseos  con: 
sus  deberes  como  militar;  pero  triunfan 
la  voz  de  estos  últimos,  exclama  resuell 

— O  yo,  ó  el  pueblo. 

¡O  yo,  ó  el  pueblo!  Palabras  fatales, 
vez  imprudentes  en  aquella  situación, 
dignas  y  propias  de  un  valiente. 

La  respuesta  de  Bassa  se  esparce  coi 
ba  apenas  de  pronunciar  su  frase,  cuan 
amotinado  en  la  plaza  se  entera,  y  un 


CAT1U.UÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       43 1 

oces  contesta  al  reto.  Con  la  celeridad 
I  una  turba  desaforada  invade  la  vecina 
:  María;  escala  una  tribuna  que  comu- 
uente,  cuyos  restos  existen  aún,  con  el 
:raf;  entra  como  un  torrente  en  las  ha- 
:tra  en  el  gabinete  donde  se  halla  Bas- 
lenes  para  comenzar  la  lucha,  y  un 
le  sin  vida  al  caballeroso  militar  á  los 

arrojado  por  el  balcón  á  la  plaza,  arras- 
lies,  y,  como  si  Barcelona  se  hubiese 
a  pueblo  de  salvajes,  quemado  y  consu- 
a  que  se  formó  con  los  efectos  y  pape- 
ción  de  policia. 

:es  que  el  ejército  pudiera  volver  en  si 
odo  esto  antes  de  que  nadie  se  diera 
le  estaba  pasando;  todo  esto  antes  de 
rbana  pudiera  con  su  mediación  repri- 
10  y  bárbaro  atentado, 
honrados  de  todos  los  partidos  lamen- 
1  suceso,  que  llenó  de  consternación  al 
capital. 

o  el  populacho,  desbandado  por  calles 
)a  á  un  tiempo  las  oficinas  de  los  comi- 
l;  echaba  mano  de  cuanto  se  ofrecía  á 
por  ios  balcones  de  las  oficinas  legajos, 
ebles,  todo  en  revuelta  confusión,  y  con 
igueras,  mientras  que  otro  grupo  en  la 
plaza  de  Palacio  derribaba  la  estatua  de  bronce  de  Fer- 
nando VII,  que  allí  mandara  colocar  en  su  tiempo  Car- 
los de  España,  ea  actitud  verdaderamente  soberbia  y 
amenazadora  para  el  pueblo. 

Desbordada  la  plebe,  perdió  todo  freno,  y  aquella  no- 
che una  turba  de  malvados  reduda  á  cenizas  la  fábiica 
de  vapor  llamada  de  Bonaplata. 


432  vfCTOR   B 

No  es  éste  el  sitio  adecúa 
entonces  ocurrió,  pues  que  ; 
vo  de  la  ruina  de  Poblet,  tra 
toria  de  los  sucesos  que  tu 
durante  la  infausta  noche  dt 

cesos  que,  como  he  dicho,  me  tocó  presenciar  en  parte, 
dejándome  tristes  recuerdos  que  jamás  se  apartaron  ni 
se  apartarán  de  mi  memoria. 

Referidos  quedan  ya  aquellos  sucesos,  así  como  los 
que  más  inmediatamente  les  siguieron,  pudiéndose  de- 
cir que  en  ellos  tuvieron  origen.  Sólo  diré,  en  conclu- 
sión, que  la  Milicia  y  los  buenos  ciudadanos  supieron 
unirse  para  arrojar  á  las  turbas  que  tenían  consternada 
á  Barcelona;  que  se  trató  de  organizar  el  movimiento; 
que  se  le  imprimió  un  carácter  político,  levantado  y  se- 
rio; que  se  nombró  una  Junta  auxiliary  consultiva  que 
reasumió  todos  los  poderes;  y  que  esta  Junta,  con  so- 
licitud y  prudencia,  cuidó  de  poner  en  seguridad  á  los 
frailes,  dio  cuantas  disposiciones  requerían  las  circuns- 
tancias, y  se  entendió  con  Aragón  y  Valencia  para  for- 
mar una  confederación  liberal  que  tuviese  por  égida,  sím- 
bolo y  bandera,  el  trono  constitucional  de  Doña  Isa- 
bel II. 

La  situación  de  Barcelona  fué  entonces  imponente? 
marca  época  en  su  historia  aquel  período,  que  hu'^e'"» 
sido  mucho  más  brillante  y  gallardo  á  no  tener  ¡i:c  la- 
mentar los  duelos  y  tristezas  de  su  comienzo. 

La  crisis  toda  concluyó  con  el  nombramiento  del  mi- 
nisterio Mendízábal  y  con  la  llegada  del  famoso  Mina 
como  capitán  general  del  Principado. 


Asi  terminaron  las  órdenes  moaásticas  en  Españi 
Fué  su  ruina  por  medio  de  una  gran  catástrofe,  pero » 


ATALUSa — LAS  RUItlAS  DE  POBLET      433 

Slo  por  grandes  sacudimientos  y  gran- 
imben  los  poderes  de  la  tierra, 
i  influyó  entonces  Cataluña  en  los  des- 
i,  y  comenzó  una  época  de  sistema  re- 
gimen  constitucional;  ¿poca  de  bien- 
conquistada  á  través  de  muchos  dis- 
iones, á  costa  de  muchos  sacrificios  y 
>digamente  vertida  por  dos  generacío- 
i  quienes  hay  que  conceder,  al  menos, 
ito  á  toda  prueba  y  un  patriotismo  que 
grados  de  lo  heroico  y  de  lo  sublime, 
í  de  Poblet  y  otras  que  como  ellas  ea- 
r  el  suelo  de  la  patria,  ejemplo  cons- 
lue  es  pasajera,  cuando  no  efímera, 
e  no  se  apoye  y  asiente  sobre  bases  de 
!,  de  equidad  y  de  justicia;  y  permita 
Dios  que  nuestra  noble  tierra  española,  aleccionada  por 
lo  ocurrido,  halle  el  remedio  de  sus  males  en  las  salva- 
doras y  reguladas  prácticas  de  la  libertad,  bajo  la  cual 
pueden  vivir  tranquilamente  sin  menoscabo  los  poderes, 
sin  egoísmo  los  ciudadanos,  sin  monopolio  los  intere- 
ses, sin  odio  las  clases,  sin  lesión  la  justicia,  sin  trabas 
la  inteligencia,  sin  agravio  los  derechos,  sin  merma  los 
deberes,  sin  debilidades  el  carácter,  sin  contrariedades 
néríto,  sin  escarnio  la  rectitud,  y  todas  las  fuerzas 
das  para  el  bien,  la  prosperidad  y  el  engrandecimien- 
le  la  patria. 

Madrid  4  de  Marzo  dt  1885. 


APENDIC 


(V.  la  pág.  ag 

El  archivo  y  la  biblioteca  de  P< 
tancia,  guardaban  un  verdadero  t 
Viaje  liürario  á  las  iglesias  de  Esf 
sita  á  Poblet  (tomo  XX),  y  cita  al 
bros  raros,  manuscritos  y  documi 
biblioteca. 

Gracias  á  este  erudito  literato,  i 
servicio  con  su  obra,  se  sabe  que 
estima,  había  los  siguientes,  de  • 
tomar  nota: 

Las  coplas  di  Juan  de  Metía,  e; 
siglo  XV. —  Poesías  di  D.  Diego  Me. 
manuscrito  del  siglo  xvii,  obra  des 
bliotecas. — Lacrónica  del  rey  D,  E. 
D.  Diego  Henriquez  del  Castillo.- 
regnorum  Sicilia,  por  Pedro  Trosil 
— El  libro  de  Fr.  Francisco  Eximí 
á  la  reina  Doña  María  de  Aragón.- 
y  acaso  anterior;  códice  que  Villan 
iluminación,  limpieza  y  hermosura 
que  tenia  visibles  señales  de  habt 
narca  aragonés.  También  dice  el 
estar  en  el  archivo,  según  voz  con 
vio,  el  original  de  la  Crónica  de  D 
escrito  de  puno  y  letra  de  este  mo 

Lo  que  fueron  la  biblioteca  y  a 
decírnoslo  los  libros,  pergaminos 
que,  con  solicitud  y  diligencia,  y  á 


DE  CATALUÑA. — LAS    RUINAS  DE  POBLET      435 

ieguido  ir  recogiendo  nuestra  Real  Academís 
1.  Procedentes  de  Poblet,  y  salvados  del  in~ 
evoró  muchos  papeles,  y  del  saqueo  que  hs 
ichos  libros  por  bibliotecas  nacionales  y  ex- 
Academia  de  la  Htstoña  posee: 
locumentos,  entre  pergaminos  y  papeles  más 
Tesantes,  conservados  en  35  grandes  cajas. — 
ros,  manuscritos,  cartularios,  etc. — 3.°  46  vo- 
rocesos,  formados  con  ocasión  délas  altera- 
Lmientos  de  Aragón  en  1591. 
ero,  ó  sea  de  los  20.762  documentos,  no  hay 
ilogo  alguno.  La  Academia  de  la  Historia, 
mal,  con  gran  escasez  de  fondos  y  teniendo 

mucho,  traspasó  todos  estos  documentos  al 
ico  nacional,  á  fin  de  que,  teniendo  éste  más 
:ran  en  él  Irse  catalogando;  pero  atenciones 
leí  servicio  y  otras  causas  fueron  retardando 
I  distinguido  literato  D.  Guillermo  Forteza, 
a  al  archivo,  hizo  en  su  tiempo  unas  doscien- 

Hace  algunos  meses,  con  ocasión  de  hallar- 
.  el  joven,  ilustrado  y  entusiasta  catalanista 
Toda,  de  quien  hablo  más  extensamente  en  el 
obra,  visitó  el  Archivo  hiitóñco  por  recomen- 

pasó  algunos  días  registrando,  con  laudable 
dad  de  documentos  que  existen,  revueltos  y 
snlas  citadas  cajas;  las  cuales  se  tomó  la  mo- 
jar en  relación  con  un  índice  que  hizo,  muya 
■  por  encima,  es  cierto,  pero  índice  gracias  al 
uego  orientarme  para  entender  algo  en  aquel 
le  papeles.  La  imparcialidad  y  la  justicíame 
lignar  este  tributo  de  gratitud  al  Sr.  Toda,  ya 
pudiera  dar  ni  siquiera  la  más  escasa  noticia 
icumentos  que  me  propongo  ofrecer  aquí  á  los 
i  y  amantes  de  la  historia  patria,  y  que  de 
rvirles  ínterin  el  Archivo  histórico  no  cuente 
sos  y  medios  para  catalogarlo  todo  y  publicar 
ligno  de  publicación  sea. 
pues,  que  contienen  los  documentos  de  Po- 


j6  VÍCTOR  BALAGUBR 

,  en  relación  con  el  índicede  Toda,  que  poseo  yht 
lentado  con  muchas  notas  de  papeles  que  él  no  llcfó  í 

encierran: 

ajas  números  i,  2  y  3. — Pergamitios  varios,  algunos  de 
s  de  personajes  reales,  con  sus  correspondientes  sellos 
[antes,  contratas,  cesiones,  ventas  ó  compras  de  terre- 

Algunos  de  estos  documentos  son  del  siglo  xit.  Papt- 
lUeltos  y  truncados  de  procesos  seguidos  por  el  monas- 
3  en  los  siglos  xiii  y  xiv. 

aja  nüm,  4. — Libros  de  Poblet  pertenecientes  á  los  si- 
;  XIV,  XV  y  xvi,  con  notas,  cuentas,  contratos,  rclacio- 
de  cosas  relativas  al  monasterio,  etc.  Un  libro  de  his- 
1,  usos  y  costumbres  del  Priorato  de  Nuestra  StAon 
Tellat,  con  unos  gozos  que  parecen  ser  originales  de 
Maciá  Grau,  prior  en  1659.  Un  libro  de  cartas  de  los 
rados  de  Roma,  concernientes  al  proceso  que  el  monas- 
j  seguía  contra  e!  de  Santas  Creus  de  1741  á  1751.  Un 
)  de  confirmación  de  los  privilegios  reales  del  monas- 
)  de  Cartujos  de  Scala-Dei.  Dos  manuales  con  la  lisU 
os  monjes  entrados  en  el  monasterio,  y  nota  délas  co- 
memorables  ocurridas  en  el  mismo  desde  1493  á  1653. 
aja  n(¡m.  5, — Pergaminos  referentes  á  donaciones,  ven- 
y  sentencias.  Varias  cartas  de  reyes  é  infantes  de 

eim. 

ya  nüm.  6. — Pergaminos,  casi  todos  de  los  siglos  xv 
'I,  siendo  copia  de  otros  más  antiguos  interesantes  pa- 
'oblet,  pero  cuyos  originales  no  estaban  en  el  monas- 

tja  núm.  7. — Un  grueso  volumen  sobre  el  pleito  segui- 
ntre  el  monasterio  y  la  Espluga  de  Francolí  con  roo- 
del  dominio  de  las  aguas  y  del  bosque,  cuyo  pleito 
;  desde  1278  á  laSo.  Un  tomo  de  hechos  curiosos  y  da- 
muy  interesantes  sobre  la  población  del  término  de 
bodí.  Un  paquete  de  correspondencia  recibida  durante 
glo  XVII  por  el  monasterio,  conteniendo  varías  caitas 
1.  Pedro  Antonio  de  Aragón,  el  enamorado  de  Poblet 
I  voluminoso  paquete  de  correspondencia  política 
icular.  Cartas  de  reyes,  príncipes  y  gobernadores  d 


■r?^"^ 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      437 

Cataluña,  entre  las  cuales  se  hallan  algunas  correspon* 
^dientes  á  la  guerra  de  sucesión. 

Caja  núm.  8. — Algunos  pergaminos  y  una  colección  de 
Bulas  de  Papas,  del  siglo  xu  al  xviii.  Son  notables  por  su 
mérito  artístico  é  histórico  los  sellos  en  cera  y  plomo  de  los 
<locumentos  pontificios. 

Caja  núm.  9. — Colección  de  antiguos  pergaminos  relati- 
vos á  títulos  de  propiedad,  contratos,  arriendos,  servidum- 
bres, etc.,  que  tenía  el  monasterio,  no  sólo  en  los  pueblos 
de  las  cercanías,  sino  en  diversos  puntos  de  Aragón,  Va- 
lencia y  Mallorca.  Hay  además  muclias  cédulas  ó  declara- 
ciones de  obediencia  hechas  por  monjes  que  profesaron  en 
el  monasterio,  del  siglo  xv  al  xviiii  curiosas  algunas  de 
ellas  como  trabajos  caligráficos. 

Caja  núm .  10. — Pergaminos . 

Caja  núm.  11. — Contiene  una  cantidad  considerable  de 
papeles  antiguos  y  modernos,  relativos  algunos  al  monas- 
terio de  Santas  Creus. 

Caja  núm,  i2.»>Bulas  pontificias  y  cartas  reales. 

Cajas  números  13,  14,  15,  16  y  17. — Pergaminos. 

Caja  núm.  18. — Bulas  pontificias  y  cartas  reales. 

Caja  núm.  19. — Pergaminos  y  declaraciones  de  monjes. 

Caja  núm.  20. — Cartas  reales. 

Caja  núm.  21. — Grandes  paquetes  de  cartas  reales  y 
papeles  políticos,  que  abrazan  del  siglo  xv  al  xviii. 


A  más  de  estas  cajas,  existen  en  el  Archivo  muchas 
obras,  papeles  y  cartularios  procedentes  de  Poblet.  Entre 
•ellos  hay  varios  privilegios  y  escrituras  de  la  casa  y  hospi- 
tal de  San  Vicente,  junto  á  Valencia;  distintos  documen- 
tos curiosos  y  de  valor  histórico,  como  por  ejemplo  el  Pro- 
cóssHS  reconciliaiionis  Domini  Jacobi  regis  Aragonum  quondan 
pro  exussu  commisso  in  episcopum  gerundensemy  de  que  se  ha- 
bla en  otro  apéndice;  los  privilegios  concedidos  por  los  re* 
yes  al  monasterio;  varios  volúmenes  de  pleitos  seguidos 
por  el  monasterio  contra  particulares  ó  cabildos,  etc.,  etc. 


438  VÍCTOR  BALAGUER 

Merece  citarse  un  libro  manuscrito,  cuyo  título  es: 

Relación  histórica  del  Serenísimo  Señor  Príncipe  D*  Caries 
de  Viana:  autor  el  reverendo  padre  Joseph  Queralt  y  Noet,  «o»- 
je  Benedictino  cisterciense  del  Real  monasterio  de  Nuestra  Seño- 
ra de  P óblete 

Esta  obra  está  dedicada  al  muy  ilustre  Sr.  D.  Francisco 
Dorda,  abad  de  Poblet,  y  escrita  el  año  1706,  y  es  unMS. 
en  4.**  de  88  páginas  de  letra  metida. 

En  el  prólogo  al  lector  se  dice  que  lo  contenido  en  la 
obra  está  sacado  de  varios  autores:  Carbonell,  Lucio  Ma- 
rineo, Zurita,  Mariana,  Garibay  y  otros,  pero  muy  espe- 
cialmente de  €un  manuscrito  antiguo  de  un  autor  monje  de  Po- 
blet, el  cual  es  de  eccoptación?  grande,  pues  dice  que  cuasi  todo 
quanto  escribe  lo  sacó  de  unos  manuscritos  del  Sr,  Abad  de  P<h 
blet  D.  Miguel  Delgado,  varón  docto  y  maestro  en  Santa  Theo^ 
logia,  y  que  se  halló  con  él  en  tiempo  que  vivía  el  señor  Príncipe 
D,  Carlos,  y  trató  con  él,  con  su  tío  D,  Alonso  y  su  padre  D(m 
Juan, »  Este  abad  Delgado  es  aquél  de  quien  recordará  el 
lector  que  se  habla  en  el  texto  de  esta  obra. 

Al  prólogo  siguen  unos  versos  dedicados  al  príncipe  Don 
Carlos,  que  se  dice  ser  copia  de  un  MS.  antiguo  de  Po- 
blet, cuyos  versos  son,  por  cierto,  bastante  malos,  como 
puede  juzgarse  por  la  siguiente  estrofa  ñnal: 

«No  le  levanta  el  honor 
ni  el  deshonor  le  entristece, 
ni  jamás  le  desvanece 
la  voz  del  adulador, 
ni  la  del  malsín  le  empece 
al  tener»  ó,  al  no  tener 
con  una  tassa  la  tassa 
no  estima  el  ser,  ó,  no  ser, 
y  en  hazer,  ó,  dezaser 
c(3n  sólo  Dios  se  compassa.» 

El  libro  se  compone  de  las  materias  y  capítulos  si- 
guientes: 

Recopilación  de  muchos  elogios  que  tributan  algunos 
autores  al  sereníssimo  príncipe  D.  Carlos. 


r 


HIST,  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET      439 

Genealogía  de  los  condes  de  Barcelona  y  reyes  de 
Aragón. 

Descríbese  la  genealogía  del  sereníssimo  infante  hijo  de 
D.  Juan  lly  el  príncipe  de  Viana»  por  la  línea  de  su  padre. 

Descríbese  la  genealogía  del  sereníssimo  príncipe  Don 
Carlos,  por  la  parte  de  su  madre,  esto  es,  del  árbol  de  los 
reyes  de  Navarra  y  Sobrarbe. 

Libro  primero.  Cap.  I. — Del  nacimiento  é  infancia  del 
sereníssimo  infante  D.  Carlos  de  Viana. 

Cap.  II. — Del  principio»  de  las  guerras  entre  padre  6 
hijo. 

Cap.  III. — ^De  la  embajada  que  envió  el  padre  al  hijo  y 
de  su  respuesta. 

Cap.  IV. — Cómo  D.  Juan  II  dio  batalla  al  ejército  del 
rey  de  Castilla  y  de  D.  Carlos,  y  cómo  los  venció. 

Cap.  V.— De  cómo  el  príncipe  D.  Carlos  fué  aprisiona- 
do, de  la  concordia  que  se  hizo  para  libertarle,  y  de  la 
guerra  que  después  se  movió. 

Cap.  VI. — De  cómo  D.  Carlos  se  fué  á  Ñapóles,  y  de  lo 
que  le  sucedió  allí  por  el  camino.  En  este  capítulo,  lo  pro- 
pio que  en  el  anterior,  hay  algo  curioso,  y  algunos  detalles 
que  me  parece  son  desconocidos  en  la  historia. 

Cap.  VIL — De  cómo  el  príncipe  se  fué  á  Sicilia  y  des- 
pués á  Cataluña,  y  lo  que  allí  sucedió. 

Cap.  VIII. — De  la  venida  del  príncipe  D.  Carlos  á  Ca- 
taluña. 

Cap.  IX. — De  la  venida  de  D.  Carlos  á  Barcelona,  y  lo 
que  le  sucedió  en  ella. 

Cap.  X. — Cómo  el  rey  llamó  á  su  hijo  para  Lérida,  y 
cómo  allí  le  mandó  aprisionar. 

Cap.  XI. — De  las  diligencias  que  hizo  el  Principado  de 
Cataluña  para  librar  al  príncipe  de  la  cárcel.  En  este  ca- 
pítulo se  dan  como  exactas  aquellas  palabras  de  tía  ira  del 
rey  es  tnensajera  de  la  mtierte^  i  dirigidas  por  D.  Juan  II  á  los 
embajadores  catalanes. 

Cap.  XII. — De  las  diligencias  que  hizo  el  reino  de  Ara- 
gón para  alcanzar  libertad  á  D.  Carlos. 

Cap.  XIII.— Cómo  fué  puesto  en  libertad  el  príncipe,  y 


440  VÍCTOR  I 

cómo  fué  entreg&do  á  Barcelí 
tulo  los  festejos  y  alegrías  d< 
cipe. 

Cap.  XIV. — De  las  capituL 
cipe  de  Viana. 

Cap.  XV. — De  cómo  enft 
sacramentos  y  ordenó  su  test 
asegura  que  el  príncipe  hab! 
Poblet,  lo  cual  impidió  por  : 
de  dicho  monasterio,  D.  Mig 
mente  se  consultó  al  efecto. 

Libro  segundo.  Cap.  I.- 
milagros  que  obró  el  Sr.  P 
traslada  una  escritura  auténti 
el  archivo  de  Poblet,  autoriz 
lona  Ltuys  Rufet,  en  la  cual  s< 
lo  ocurrido  en  los  doce  dfas 
muerte  del  príncipe  liasta  qa< 

Cap.  II. — De  la  translaciór 
Carlos  de  la  Seo  de  Baicelon 
Este  capitulo  está  escrito  reü 
existía  en  un  manuscrito  de 
fama  común  se  decía  ser  del  i 

Cap.  III. — De  un  indulto  aj 
que  se  ha  de  dar  al  príncipe. 

Cap.  IV, — De  algunos  mila; 
las  reliquias  del  príncipe  de  \ 

Cap.  V. — De  algunos  otros 
por  intercesión  del  Sr.  Princi] 

Cap.  VI.— Cómo  el  Sr.  Prl 
muchos  de  lamparones. 

Cap.  VII. — De  otros  divori 
Sr.  Príncipe  D.  Carlos. 

Cap.  VIII. — De  algunos  mi 
ñor  Príncipe  en  nuestros  tiem 

Cap.  IX. — De  otros  milagí 
obró  el  Sr.  Príncipe  D.  Carl( 
menzado  en  el  año  1707  por  a 


1  CATALUiÍA — LAS  RUINAS  DE  POBLKT      44I 

impido  al  llegar  al  mes  de  Febrero  de  di- 


os estos  documentos  que  existen  en  el  Ar- 
la Real  Academia  de  la  Historia  posee  y 
sos  volúmenes  de  procesos  (todos  proce- 
lel  Archivo  de  Poblet)  que  se  formaron  con 
Iteraciones  y  movimientos  de  Aragón  en 
Marqués  de  Pidal  encontró  en  ellos  gran 
ibir  su  notable  libro  sobre  las  alteraciones 
>r.  D.  Salustiano  de  Olózaga  se  ocupó  de 
1  su  discurso  de  entrada  en  la  Academia,  y 
a^o  de  ellos  en  mi  contestación  académi- 
:  entrada  de  mi  noble  y  llorado  compañero 
a  Romero  Ortiz. 

ntos  debieran  publicarse,  y  así  lo  hará  de 
imia  el  día  que  disponga  de  fondos  para 
D  se  conozcan  y  estudien  estos  procesos, 
rse  con  verdad  la  historia  de  aquellas  ce- 
es de  Aragón,  motivadas  por  el  amparo 
xinio  Pérez  y  que  acabaron  con  las  liber- 
üno. 

!  ayudar  á  los  curiosos  é  investigadores, 
tracto  sucinto  de  lo  que  son  y  contienen 
de  procesos. 

n  averiguación  de  los  que  tomaron  parte 
itos  de  Aragón  en  1591,  formada  por  los 
I  Diego  de  Covarrubias  y  el  Dr,  Miguel  do 
}  nombrados  por  el  Rey.  Sigue  la  declaxa- 
>.  Juan  de  Luna,  preso  en  el  castillo  de 
tomadas  al  Dr.  D.  Juan  Francisco  do  To- 
istamante,  criado  que  fué  de  Antonio  Pé- 
Sema  Bracamonte,  Lázaro  Corrilla,  Je- 
s,  Jerónimo  Marqués,  D.  Jorge  Fernández 
:U-hombre  de  la  boca  del  Rey,  y  Juan  de 

1  original  de  D.  Juan  Martínez  de  Luna, 


44^  VÍCTOR   B. 

preso  en  el  castillo  de  Santorc 
de  12  de  Abril  de  1592  dando 
bal  Pellicer,  con  asistencia  d< 
drano,  para  que  examine  y  toi 
D.  Juan  de  Luna. 

III.  Proceso  de  la  acusacit 
res  fiscales  de  S.  M.  con  motil 
goza  en  1391  contra  Cosme  P 
del  ejército  aragonés;  Juan  de 
lió  con  el  Justicia,  y  por  comi 
dos  de  Aragón,  abrió  una  bo' 
lugar  de  Gríssen  para  impedir 
Hiorónimo  Pecco,  el  mayor, 
en  algunas  de  las  juntas  que  s 
Hierónimo  Avenilla,  que  fué  t 
ron  instancia  con  el  Justicia  y 
á  resistir  al  ejército;  D.  Migu 
bau,  que  se  hallaron  en  la  req 
tados  del  reino,  para  que  á  r 
ejército  Real  y  que  se  convoc 
to;  Jaime  Buii,  procurador,  q 
muy  perjudiciales  y  en  deseri 
ordenó  las  requestas  que  se  h) 

y  diputados  para  que  se  resistiese  al  ejército  del  Rey,  y 
también  ordenó  otra  requesta  para  que  no  se  entregase  ai 
Santo  Oñcio  de  la  Inquisición  la  persona  de  Antonio  Pérez, 
y  otra  para  que  se  quitasen  los  presidios  de  Ainxa,  Bena- 
barre  y  del  Mercado;  Dionisio  Pérez,  muy  amigo  y  fautor 
de  Antonio  Pérez,  y  camarada  de  los  sediciosas;  y  por  úl- 
timo, Miguel  de  Torres,  vecino  y  justicia  de  la  villa  de 
Alagón,  que  en  la  noche  del  24  de  Setiembre  de  1591,  des* 
pues  que  Antonio  Pérez  fué  sacado  de  la  cárcel  de  los  ma- 
nifestados, se  fué  á  la  dicha  villa  de  Alagón  en  comparas 
de  Gil  de  Messa,  Francisco  de  Ayerbe  y  otros,  y  se  fueron 
á  apear  á  casa  del  señor  de  Canduero,  á  donde  fué  este 
Miguel  de  Torres,  y  allí  le  contó  Antonio  Pérez  todo  I ' 
que  había  sucedido  acerca  de  su  liberación, 

IV.  Proceso  contra  D.  Martín  Despés  y  Alagón,  birC 


HIST,  DB  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET   443 

de  la  Laguna,  Juan  de  Marcuello,  Miguel  Turlán,  diputa- 
dos que  fueron  del  reino  de  Aragón,  y  Juan  Bucle  Metelí  ó 
Metelin,  jurado  de  Zaragoza.  Están  todas  las  actuaciones 
menos  la  sentencia.  Entre  los  documentos  que  contiene, 
se  hallan  cartas  de  los  diputados  mandando  resistir  al  ejér- 
cito Real,  convocatorias  á  ciudades  y  villas  del  reino  para 
alzarse  en  armas,  comunicaciones  á  los  concelleres  de 
Barcelona  y  contestación  de  éstos,  diligencias,  declaracio- 
nes, registros,  etc.,  etc.,  con  papeles  y  noticias  de  suma 
importancia  para  la  historia  de  aquellos  memorables  su- 
cesos. 

V.  Proceso  á  instancia  de  Doña  Blanca  Manrique,  con- 
desa de  Aranda,  viuda  de  D.  Luis  Jiménez  de  Urrea,  con- 
de de  Aranda,  para  que  los  jueces  comisarios  absolviesen 
la  memoria,  honor  y  bienes  de  su  difunto  marido.  En  este 
proceso  ñgura  y  declara  como  testigo  el  célebre  poeta  Leo- 
nardo de  Argensola. 

VI.  Parte  de  un  proceso  que  empieza  con  el  interroga- 
torio, al  tenor  del  cual  había  de  ser  examinado  D.  Antonio 
Ferriz  de  Lizana,  con  las  declaraciones  tomadas  á  muchos 
presos  y  á  otros  testigos  que  intervinieron  más  ó  menos  di- 
rectamente en  las  revueltas.  Hay  declaraciones  de  verda- 
dera importancia,  y  muchos  documentos  relativos  á  los 
sucesos. 

VIL  Expediente  ampliando  la  ciudad  por  cárcel  á  al- 
gunos presos.  Los  comprendidos  son  los  siguientes:  Miguel 
de  Torres,  de  Alagón;  Lucas  Pérez  de  Olivan,  Micer  Pe- 
dro Luis  Martínez,  Pedro  Prado,  procurador  del  reino; 
Miguel  Torres,  D.  Juan  de  Urrea,  Juan  de  Sadava,  Doctor 
Micer  Jerónimo  López,  Luis  Ganareo,  librero;  Esteban  de 
Ardanza,  en  libertad  por  haber  entregado  la  persona  de 
Jerónimo  Abinilla;  Martín  de  la  Era  y  Araincar,  Juan  de 
Bombao,  Sebastián  Moles,  Juan  Agustín  Batista,  Agustín 
Jimeno,  Juan  de  Mendive,  D.  Juan  de  Aragón,  Juan  de 
Aro,  notario;  Mateo  Ros,  D.  Juan  Alonso  de  Moncayo, 
Bartolomé  Mainar,  Miguel  Turlán  de  Alabiano,  Juan  de 
Sius,  barquero;  Micer  Felipe  Gaco,  Micer  Bartolomé  Ló- 
pez Zapata,  Juan  de  Layeto,  notario;  Pedro  Navarro,  Cos- 


444  VÍCTOR   BALAG 

me  Pariente,  D.  Dionisio  Guaras, 
Sola,  Dr.  Juan  López  de  Bailo,  J 
tado;  Juan  Azlor,  Domingo  Mont 
la  Laguna,  Juan  Ramírez,  Jaime  ] 
de  Villaverde,  menor. 

VIII.  Cartas  de  D.  Juan  de  I 
gón,  y  de  los  diputados  del  reino 
nientes  de  justicias,  jurados,  con 
aquel  reino,  mandándoles  envíen  : 
do  armas,  hábiles  y  prácticos  en 
acompañen  á  resistir  y  expeler  di 
y  ejército  que  en  ellas  habían  enl 
Vargas. 

De  este  volumen  forman  parte 
incoados  para  averiguar  la  culpa 
del  reino  pudieron  tener  determiní 

Entre  los  documentas  hay  la  sej 
D.  Diego  Fernández  de  Heredia, 
del  delito  de  lesa  majestad,  coni 
muerte,  siendo  decapitado  y  su 
elevado  sobre  la  puerta  llamada  c 
tulo  escrito  en  piedra,  donde  se  le; 
litos  porque  se  le  condenaba,  mai 
bienes  fuesen  secuestrados  y  aplici 

IX.  Proceso  de  la  acusación  cr 
Rey  contra  Esteban  de  Ardanza, 
Español  de  Niño, 

En  la  hoja  que  sirve  de  cubier 
hay  una  nota  tachada  que  dice:  co 
puede  p»ouder  sin  ordm  del  Sr.  Atzo 

Forman  parte  de  este  volumen 
tas  de  diversos  persona j  es,  y  los  e( 
pitan  general  de  los  ejércitos  reale 
ofreciendo  premios  de  dinero  á  los 
presos  en  manos  de  los  comisarios 
efecto  se  nombrasen,  las  persona; 
ta  forma:  Por  la  persona  de  Anto 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBI 

dos;  por  la  de  D.  Juan  de  Luna,  4.000;  por  la  d' 
de  Hercdia,  4.000;  por  la  de  D.  Martín  de  Laní 
etc.,  etc. 

X.  Proceso  de  los  procuradores  ñscales  del 
BCusacióncriminal  contra  Jaime  de  Urgel,  Frant 
do  Calatayud,  Micer  Juan  de  Bardají,  doctor;  < 
Bardajl,  Pedro  de  Mur,  Pedro  Cañigar,  Pedrí 
de  Arbula  y  Pedro  Pelegiín,  alquilador  de  muía 
goza.  Los  cuatro  primeros  fueron  condenados 
por  sentencia  pronunciada  por  los  señores  del  ( 
Aragón. 

XI.  Proceso  de  la  acusación  criminal  de  los 
res  fiscales  de  S.  M.  contra  Marcos  de  Araiz, 
D.  Die^o  de  Heredia,  Lucaa  de  Andía,  Juan  1 
Miguel  D.  Lope,  el  maestro  Basante,  Rafael 
Francisco  Valles,  Diego  de  Barrionuevo  y  Juai 
menor. 

XII.  Proceso  seg:uído  por  D.  Juan  de  Ton 
tra  el  procurador  fiscal  para  que  se  le  devuelvar 
que  se  le  secuestraron;  de  la  cual  pena,  asi  con 
muerte  que  le  había  sido  impuesta  por  sentenci 
Diciembre  de  1592,  fué  absuelto  por  otra  de 
tiembre  de  1598. 

XIII.  Proceso  de  los  procuradores  fiscales 
contra  Gil  de  Urroz  y  Julián  de  Conderano,  aus 
sentencia  de  los  señores  del  Consejo  de  Aragói 
Almazán  á  9  de  Diciembre  de  1592,  fueron  coi 
la  pena  de  muerte  en  horca, 

XIV.  Proceso  de  pleito  seguido  por  Doña  C 
Urrea  y  Toledo  y  por  D.  Pedro  de  Lanuza,  vi 
de  D.  Juan  de  Lanuza  y  de  Perellós,  Justicia  d< 
vizconde  de  Roda,  contra  el  procurador  fiscal  dt 
primera  sobre  que  se  la  entreguen  libremente 
del  dicho  su  marido,  así  libres,  en  cuya  posesii 
la  muerte  del  mismo  por  virtud  de  su  testament 
codicUo,  como  de  los  otros  de  mayorazgo  de  : 
consorte,  que  también  entró  á  poseer,  así  por  ra 
poteca  de  su  dote  y  aumento  de  ésta,  como  por  < 


446  vfci 

de  la  viudedad,  cuyo  g( 
capitulaciones  matricnoc 
de  la  Doña  Catalina  su 
pidió  se  alzase  el  secue: 
mayorazgo  en  cuanto  á  1 
le  por  legítimo  sucesor 
de  los  dias  de  su  madre, 
mamientos  hechos  por  le 
los  señores  del  Supremo 
Madrid  y  en  su  iglesia  ; 
tumbraban  celebrar  sus  i 
to  de  1598,  en  que  se  de 
talina  de  Urrea  el  derec 
de  su  marido,  conforme 
nes  matrimoniales,  jiinl 
demás  ventajas  ferales; 
da  la  viudedad,  correspe 
cho  de  cobrar  de  los  mif 
ta  y  un  mil  Hbras  jaque 
más  por  aumento  de  ésl 
censales,  de  cada  mil  1 
cada  mil  sueldos  de  pen 
matrimonio  recibió  y  hi 
madre  Doña  Juana  de  1 
chos  del  fisco  en  cuanto 
nes.  Por  esta  razón,  la 
alguna  acerca  de  la  pret 

XV.  Proceso  del  api 
da  de  Antonio  Pérez,  pi 
ción  de  Zaragoza,  ante 
dan,  ciudadano  y  juez  o 
colas  Melgar,  Isidoro  de 
mo  de  Gali,  morisco  coi 
Zorrilla,  Pedro  Luis  d 
Montalbo,  comoculpabl 
que  contra  Él  prestaron. 

XVI.  Proceso  de  Is 
dio  de  Bolea,  Manuel  U 


.  DB  CATALUÑA^LAS  RUINAS  DE  FOBLET      447 

indez  de  Heredia,  D.  Antonio  Ferriz,  D.  Mar- 
iza,  Tomás  do  Rueda,  Francisco  de  Aycrbe, 
Santa  Clara  y  de  Soria,  Martín  Jaime  Fonz, 
cden,  Luc&S  de  Andía,  Jerónimo  García,  Jeró- 
Pedro  Cañigral,  Francisco  de  Ángulo,  Juan  de 
an  Porquet,  dieron  en  17  de  Agosto  de  1591  á 
iS  del  reino  de  Aragón,  en  que  les  pidieron  no 
tregasen  á  los  inquisidores  la  persona  de  Anto- 
^ontiene  muy  curiosas  informaciones  de  dife- 
os sobre  los  movimientos  de  Zaragoza  y  reino 
m  1591,  siendo  entre  ellas  notable  la  declara- 
Diez  d' Aux,  vecino  de  Daroca,  la  cual  está  en 

puntamientos y  extractos  délas  declaraciones 
os  diez  y  nueve  testigos,  examinados  en  los 
i  se  formaron  por  las  alteraciones  de  Aragón 

^oceso  de  ñanzas  prestadas  por  algunos  pro- 
I  salir  de  la  prisión  y  tener  la  casa  y  ciudad  por 
los  siguientes:  Juan  Jerónimo  Espes  de  Sola, 
do  Clavería,  Jerónimo  Taff a  lies,  notario;  Don 
s  la  Caballería,  Micer  Andrés  Serveto  de  Anin- 
e  la  Huerta,  Miguel  Martínez,  Felipe  de  Po- 
:go  de  Funes,  Tomás  Gormaz,  Antón  de  Exea, 
I,  Martín  de  Marchueta,  Jerónimo  Jiménez, 
o  Altarriba  y  Alagón,  señor  de  Huerto,  Don 
la,  D.  Luis  do  Toirellas,  Dr.  Juan  Murillo,  MÍ- 
[ontesa,  Valero  de  Aro,  Miguel  de  Fuertes,  co- 
Pernando  Ruiz  de  Prado,  Pedro  de  Amedo, 
Torrellas,  Pablo  de  Villanueva,  Juan  de  los 
in;  Jaime  y  Martín  de  Mezquita,  hermanos; 
lénez,  Juan  Bautista  de  Vello,  Domingo  Mon- 
imode  Falces,  Felipe  Canerol,  Micer  Baltasar 
itell,  Juan  Diez  de  Aux  y  de  Marcilla,  D.  Juan 
'  Domingo  Lobera. 

oceso  de  la  acusación  criminal  de  los  procu- 
des  contra  Micer  Andrés  Serveto  do  Anii^ón, 
lomé  Diez,  Micer  Diego  de  Funes,  Micer  Je- 


.'»<  .• 


^ 


'V 


448 


VÍCTOR  BALAGUBR 


fs- 


••  «i 


rónimo  López,  Micer  Carlos  Montesa,  Micer  Felipe  Ga9Ór 
Micer  Andrés  Barutell,  Micer  Bartolomé  López  Zapata 
y  Micer  Juan  López  de  Baylo,  letrados  acusados  de  ha- 
ber dado  consejo  á  los  diputados  de  Aragón  que  convo- 
casen las  gentes  del  reino  y  que  á  mano  armada  se  impi- 
diese la  entrada  del  ejército  del  Rey  en  1591. 

XX.  Acusación  criminal  de  los  procuradores  fiscales 
contra  Antonio  Pérez,  Gil  de  Mesa,  Juan  Francisco  Ma- 
yorini,  D.  Martín  Lanuza,  D.  Pedro  de  Bolea,  D.  Juan  de 
Torrellas,  D.  Iban  Coscón,  Manuel  D.  Lope,  Christóbal 
Frontín,  Juan  Luis  Fontova,  Juan  deUbieto,  pelaire;  An- 
tón de  Anón  y  Gaspar  Burzes,  por  la  parte  que  cada  uno 
de  éstos  tuvo  en  los  movimientos. 

XXI.  Proceso  del  procurador  fiscal  del  Rey  contra  Gil 
Ibáñez  de  Urroz,  por  haber  sido  uno  de  los  que  más  se 
mostraron  en  los  motines  y  sediciones  que  ocurrieron  en 
Zaragoza  en  1591. 

XXII.  Proceso  de  la  acusación  criminal  de  los  procu- 
radores fiscales  contra  Felipe  Ros,  D.  Juan  Agustín,  Don 
Felipe  de  Castro,  Jerónimo  Valles,  Jaime  Villanueva,  Juan 
Agustín  Bautista,  Juan  de  Vertiz,  Manuel  D.  Lope,  As- 
canio  de  Omedcs  y  Pablo  de  Villanueva.  Además  de  los  es- 
critos de  los  fiscales  y  de  las  declaraciones  de  testigos  que  . 
se  presentaron  contra  los  reos,  contiene  el  proceso  los  si- 
guientes documentos:  Proceso  de  requesta  de  los  muy  ilus- 
tres señores  D.  Martín  de  Bolea  y  Castro,  D.  Antonio  Fe- 
rriz,  D.  Pedro  de  Bolea  y  otros  caballeros  de  Zaragoza, 
contra  la  aprehensión  de  armas  á  los  que  las  llevaban  por 
dicha  ciudad  y  sus  términos:  13  de  Mayo  de  1501:  fol.  169. 
Otro  proceso  de  la  requesta  de  ilustres  señores  D.  Di^o 
de  Heredia,  D.  Pedro  de  Bolea,  D.  Martín  de  Lanuza  y 
otros  caballeros  de  Zaragoza,  por  haberse  puesto  presidios 
de  tropa  en  algunos  puntos  de  la  ciudad,  lo  cual  era  contra 
los  fueros  y  libertades  del  reino:  24  de  Mayo  de  1591:  fo- 
lio 173.  Proceso  de  requesta  de  los  muy  ilustres  señores 
D.  Martín  de  Bolea  y  Castro,  D.  Antonio  Ferriz,  D.  Pe- 
dro de  Bolea  y  de  otros  caballeros  de  Zaragoza,  contra  el 
pregón  sobre  llevar  linternas  por  las  noches,  que  manda- 


>■»■ 


V! 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET   449 

ron  publicar  los  jurados  de  la  ciudad:  15  de  Mayo  de  1591: 
foL  175,  Proceso  de  los  muy  ilustres  señores  D.  Diego  Fer- 
nández de  Heredia,  D.  Pedro  de  Bolea,  D.  Martín  de  La- 
nuza,  D.  Antonio  Ferriz  de  Lizana,  D.  Iban  Coscón,  Don 
Martín  de  Bolea,  D.  Juan  Agustín,  Manuel  D.  Lope,  ca- 
balleros; Miguel  Español  de  Niño  y  Tomás  Pérez  de  Rue- 
da, infanzones,  sobre  requesta  contra  los  jurados  de  Zara- 
goza, porque  acaudillaban  y  amparaban  muchas  y  diver- 
sas gentes  para  ciertos  fines  y  efectos,  de  que  se  temía  re- 
sultar grandísimos  inconvenientes  á  la  libertad  y  paz  del 
reino:  27  de  Junio  de  1591:  fol.  179.  Certificación  de  las 
cantidades  que  se  dieron  para  la  guerra:  fol.  181.  Actos  del 
Consejo  de  guerra.  Nominación  de  capitanes:  fol.  182.  Pro- 
ceso de  la  requesta  de  los  muy  ilustres  señores  D.  Diego 
Fernández  de  Heredia,  D.  Pedro  de  Bolea,  D.  Miguel  de 
Sessé  y  otros  muchos  caballeros,  infanzones  y  naturales  de 
Aragón,  ante  los  señores  diputados  del  reino,  sobre  la  en- 
trada del  ejército  Real  en  Aragón:  27  de  Octubre  de  1591. 

XXIII.  Prueba  presentada  por  D.  Juan  de  Torrellas  en 
el  mes  de  Julio  de  1596. 

XXIV.  Copia  de  las  declaraciones  tomadas  en  Madrid 
en  el  día  7  y  siguientes  de  Marzo  de  1592  por  el  licenciado 
Rodrigo  Vázquez  Arce,  presidente  del  Real  Consejo  de  Ha- 
cienda y  comisario  por  S.  M.  para  entender  en  las  averi- 
guaciones y  probanzas  sobre  los  motines  y  sediciones  de 
Aragón.  Declararon  en  este  proceso  D.  Juan  Fernández  de 
Híxar,  conde  de  Belchite;  el  Dr.  D.  Juan  Francisco  Torral- 
ba,  Diego  de  Bustamante,  Jerónimo  Marqués,  Manuel  Za- 
pata y  D.  Artal  de  Alagón,  conde  de  Sástago. 

XXV.  Otro  proceso  de  las  declaraciones  tomadas  en 
Marzo  d^  1592  por  el  referido  licenciado  Vázquez  Arce  á 
los  testigos  siguientes:  Alonso  de  Contamina,  D.  Juan  Fer- 
nández de  Híxar,  conde  de  Belchite;  D.  Manuel  Zapata  y 
D.  Jorge  Fernández  Heredia.  Contiene  también  este  pro- 
ceso declaraciones  que  en  Abril  del  mismo  año  de  1502 
dieron  el  Dr.  Francisco  de  Santa  Cruz  y  Morales,  Pedro 
Sessé  y  D.  Bemardino  Pérez  de  Pomar  y  Mendoza. 

XXVI.  Proceso  de  la  acusación  criminal  de  los  procu- 

TOMO  XIX  29 


■i 


450  VÍCTOR  BALAGUBR 

dores  fiscales  contra  Jaime  Chrístóbal,  labrador  muy 
lo  y  de  los  piincipales  de  Zaragoza,  cabeza  de  los  amo- 
lados, y  particularmente  de  los  labradores. 
XXVII.     Acusación  criminal  y  proceso  contra  Micci 
arco  Alonso  de  la  Sema,  Luis  de  Torrcllas,  D.  Di^o 

Funes,  D.  Juan  de  Ferrera  y  Micer  Jusepe  Domínguez, 
T  la  parte  que  tomaron  en  los  sucesos  de  Aragón. 
No  hay  sentencia.  Este  proceso  contiene,  entre  otros  dó- 
menlos, los  siguientes:  Acuerdo  tomado  por  el  Justidí 

Aragón  y  sus  lugartenientes  para  resistir  al  ejército  del 
sy:  fol.  38.  Requ£sta  que  sobre  lo  mismo  fué  hecha  á  ios 
pillados  del  reino  en  27  de  Octubre  de  1591  por  algunos 
balleros  de  Zaragoza,  y  parecer  que  acerca  de  esto  die- 
n  los  letrados:  fol.  40  vuelto.  Registro  de  los  acuerdos 
1  Consejo  de  guerra,  formado  para  alzar  y  organizar  el 
Srcito  que  había  de  resistir  al  del  Rey:  fol.  64.  Relación 

los  gastos  que  se  hicieron  con  motivo  de  la  salida  del 
sticia  y  diputados:  fol.  78.  Proceso  seguido  en  la  caite 
1  Justicia  por  consulta  de  29  de  Octubre  de  1591,  pro- 
.esta  por  los  muy  ilustres  diputados  del  reino,  sobre  U 
.da  que  se  les  ofrecía  si  para  los  gastos  que  hacían  en 
atificar  espías  y  correos  con  objeto  de  tener  avisos,  »á 
mo  en  la  guarda  de  soldados  puesta  para  seguridad  de 
Diputación,  y  en  proveer  otras  muchas  cosas  necesarias 
buen  gobierno  y  quietud  de  la  ciudad  y  del  reino,  po- 
m  tomar  y  sacar  de  la  tabla  común  de  los  depósitos  át 
ciudad  y  de  lo  que  en  aquélla  estaba  depositado  á  Dom- 
e  del  reino  y  de  las  generalidades  del  mismo:  fol.  106. 
:uerdo  de  la  corte  del  Justicia  en  S  de  Noviembre  de  1591, 
ndo  facultad  á  la  Diputación  para  que  se  valiesen  y  po- 
;sen  tomar  de  las  generalidades  y  masa  del  reiyo,  pues- 
y  depositada  en  la  tabla  de  los  depósitos  de  Zaragoza, 
3  cantidades  que  parecían  necesarias  para  los  salarias  de 
i  gentes  que  se  empleasen  en  la  jomada  que  se  había  re- 
eilo  para  resistir  la  entrada  del  ejército  Real  en  aquel 
ino:  fol.  1 14.  Carta  del  Justicia  y  diputados  á  la  dndí 

Borja,  mandándoles  que  aperciban  toda  la  gente,  I  > 
mas  y  municiones,  asi  de  mantenimientos  como  de  cua 


J 


;  CATALUÑA — LAS  RinNAS  DE  POBLET       ^¡l 

as  y  pertrechos  necesarios  para  ía  guerra, 
los  lugares  y  sitios  más  fuertes:  3  de  No- 
:;  fol.  iiiS,  Requcsta  hecha  por  Mateo  Fe- 
'dinario  de  la  corte  derjusticia  de  Aragón, 
'.  de  éste,  á  D.  Luis  Jiménez  de  Urree,  con- 
ara  que  con  sus  vasallos  se  disponga  á  re- 
rmada  y  expeler  los  soldados  y  gente  de 
an  entrado  en  el  reino:  en  la  villa  de  Épila 
Sre  de  1591:  fol.  120.  Carta  que  el  Justicia 
.una,  diputado  del  reino,  escribieron  á  la 
ayud  dando  sus  disculpas  por  haber  des- 
nte  en  Utebo:  su  fecha  en  Épíla  á  13  de 
591:  fol.  122.  Carta  que  los  jurados  de  Za- 
on  á  los  concelleres  de  Barcelona,  á  peti- 
tados  del  reino  de  Aragón:  7  de  Noviembre 
,  Carta  de  Pablo  Salmurri  en  respuesta  á  Is 
ona  1 2  de  Noviembre  de  1591:  fol.  145.  Or- 
es, mandamientos,  íntimas  y  relaciones,  sa- 
lí proceso  de  denunciación  dada  ante  los  in- 
ino  de  Aragón  en  el  mes  de  Abril  de  1591, 
ntonio  Pérez,  contra  Micer  Juan  Francis- 
arteniente  del  Justicia  de  Aragón:  fol  242. 
que  era  contra  fuero  el  llevar  á  Antonio 
isición:  14  de  Agosto  de  1591.  Un  vol.  en 

iito  que  D.  Pedro  de  Lanuza  sostuvo  con 
volución  de  los  estados  y  bienes  que  pose- 
D.  Juan  de  Lanuza,  Justicia  de  Aragón,  y 
Huerto  éste  sin  hijos  legítimos  le  perte- 

eso  y  probanzas  de  testigos  examinados  y 
de  acusación  como  de  defensa,  que  se  hi- 
os  procuradores  ñscales  de  S.  M.,  como 
por  parte  de  loa  reos  acusados  en  la  causa  sobre  los  movi- 
mientos y  altcrnciones  de  Zaragoza  y  del  reino  de  Aragón. 
Los  comprendidos  en  este  proceso  son:  Juan  de  Villaver- 
de,  menor,  fol.  4:  Jerónimo  de  Avenilla,  fol.  36:  Jaime 
Buy),  fol.  50:  Francisco  Arantegui,  fol.  55:  Martín  de  la 


45*  VÍCTOR  BALA 

Hera,  calcetero,  fol.  6o:  Juan  í 
lio,  médico  de  Antonio  Pérez,  1 
be,  fol.  I2i:  D.Antonio  Ferriz,1 
cayo,  fol.  150:  Juan  de  Alteraque 
tín  Jaime,  fol.  159:  Jaime  La  ' 
Pariente,  fol.  191,  y  Esteban  de 
publicado  por  mandamiento  del 
ciudad  de  Zaragoza  á  17  de  Er 
perdón  á  todos  los  que  se  hallan 
consejo  en  las  revueltas  y  ruidos 
de  1591  habían  sucedido  en  aqu 
del  perdón  á  algunos  que  en  la 
nombrados.  Es  impreso  y  está  a 
á  los  diputados  del  reino  en  i; 
D.  Pedro  de  Bolea,  Martín  D.  L 
Zaragoza,  sobre  que  no  se  entre 
persona  de  Antonio  Pérez;  fol, 
fojas. 

XXX.  Proceso  de  la  supücac 
el  Supremo  Consejo  de  Aragón 
de  S.  M,,  de  la  sentencia  que  en 
se  dio  en  favor  de  D.  Fernando 
duque  de  Villahermosa,  conde  d 
sa  tomaron,  oponiéndose  á  la  peí 
cal  sobre  que  se  admitiese  la  su 
Pemestán,  duquesa  viuda  de  Vil 
co  de  Gurrea  y  Aragón,  herman< 
cuales,  cada  uno  de  ellos  por  su 
se  les  mandase  librar  la  dicha  ca 
cutoriales  de  ella. 

XXXI.  Proceso  de  la  acusací 
dor  fiscal  contra  D.  Fernando  de 
de  Villahermosa,  seguido  desput 
procurador  contra  la  persona  y  b 
á  cuya  defensa  salieron  después  <f 

de  Pemestán,  duquesa  viuda,  y  D.  Francisco  de  Gama 
Aragón,  hermano  del  duque  difimto.  Dióse  sentencia  pe 
los  señores  del  Supremo  Consejo  de  Aragón  en  sábado  i 


■P'f^r 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET 


de  Diciembre  de  1595,  declarando  [>or  no  probada 
cientemente  justiñcada  la  acusación  ñscal,  y  dando 
virtud,  por  absuelta  la  memoria  del  duque  de  Vi 
tnosa. 

XXXn.  Proceso  del  pleito  que  se  trató  entre 
Blanca  Manrique  y  Aragón,  marquesa  de  Astorga  j 
de  D.  Luis  Jiménez  de  Urrea,  conde  de  Aranda,  en  r 
y  como  tutora  y  curadora  de  D.  Antonio  Jiménez  de 
su  hijo,  y  del  dicho  su  marido,  de  la  una  parte,  y 
otra  el  procurador  ñscal,  sobre  la  sucesión  de  la  casi 
tados  pertenecientes  al  dicho  conde  de  Aranda  y  á  lo 
sus  predecesores,  y  que  durante  su  vida  había  él  te 
poseído,  así  en  el  reino  de  Aragón  como  en  el  de  Va 

XXXIII.  Proceso  del  pleito  que  Doña  Blanca  ] 
que,  condesa  viuda  de  Aranda,  trató  con  el  procurac 
cal  sobre  que  se  mandase  alzar  el  secuestro  del  est 
Aranda  y  se  le  diese  la  posesión  de  los  lugares  y 
que  en  su  vida  tuvo  el  conde,  su  marido. 

XXXIV.  Proceso  del  secuestro  de  la  tierra  y  I 
de  D.  Luis  Jiménez  de  Urrea,  conde  de  Aranda,  hec 
Salvador  Mongay,  portero  y  comisario  Real,  en  vir 
comisión  é  instrucción  que  para  ello  le  fué  dada  pe 
Ramón  Cerdán,  gobernador  de  Aragón  y  comisarii 
por  S.  M. 

XXXV.  Proceso  de  la  confesión  que  se  tomó  y  1 
que  en  virtud  de  ella  y  de  otras  informaciones  se  hi 
á  D.  Luis  Jiménez  de  Urrea,  conde  de  Aranda,  pr 
la  fortaleza  de  la  Mota,  de  la  villa  de  Medina  del  C 
por  consecuencia  de  los  movimientos  de  Aragón. 

XXXVI.  Traslado  de  todo  el  proceso  de  los  tuto 
D.  Antonio  Jiménez  de  Urrea,  menor,  hijo  de  D.  Li 
ménez  de  Urrea,  conde  de  Aranda.  difunto  I'',  hechi 
el  señor  Dr.  Gaudiosso  de  Azaylla,  del  Consejo  de 
en  lo  civil  de  Aragón  y  su  comisario  Real,  En  él  se  t 
nen  los  dichos  de  gran  número  de  testigos  que  fuero 

(t)  Murió  li  3  de  Agosto  de  i=,g¡  en  el  castillo  de  Coca,  do 
taba  preso  por  la  parte  que  tomó  ec  ]qs  movimieatos  de  Angó: 


454  VÍCTOR  BALAGUER 

minados  sobre  los  movimientos  de  Zaragoza  y  reino  de 
Aragón,  al  tenor  de  los  articulados  de  preguntas  propues- 
tas por  dos  tutores,  y  de  las  repreguntas  á  pedimento  del 
procurador  ñscal.  Examináronse  también  algunos  testigos 
en  Madrid,  cuyas  declaraciones  se  hallan  originales  en  este 
proceso.  Entre  ellas  está,  al  fol.  310,  la  de  Lupercio  Leo- 
nardo, secretario  de  la  serenísima  Emperatriz,  de  edad  de 
treinta  y  seis  años,  poco  más  ó  menos,  quien  declaró  en 
Madrid  á  17  de  Noviembre  de  1598.  También  fueron  exa- 
minados D.  Francisco  de  Aragón,  conde  de  Luna,  al  fo- 
lio 312;  Doña  Juana  de  Pemestán,  duquesa  viuda  de  Villa- 
hermosa,  la  cual,  como  fuesen  en  sábado  28  del  mismo 
mes  á  tomar  su  declaración  á  las  casas  ó  palacios  en  que 
vivía  la  serenísima  Emperatriz  en  la  plaza  de  las  Descal- 
zas, dijo  que  no  quería  jurar  ni  decir  su  dicho  si  no  iba  á 
tomarlo  uno  de  los  regentes  del  Supremo  Consejo  de  Ara- 
gón, como  otras  veces  se  había  hecho  con  ella.  Otro  día, 
adelante,  en  14  de  Diciembre  siguiente,  juróla  duquesa 
en  manos  del  Dr.  Martín  Batista  de  Lanuza,  relator  de 
esta  causa  y  regente  la  cancillería,  ante  quien  dio  su  de- 
claración: fols.  324-326.  Declaró  asimismo  en  24  de  Marzo 
de  1599  Bartolomé  Leonardo  y  Argensola,  capellán  de  la 
serenísima  Emperatriz,  de  edad,  según  dijo,  de  treinta  y 
cuatro  años,  poco  más  ó  menos:  es  su  declaración  la  última 
de  este  volumen,  á  los  fols.  329-330.  Un  vol.  en  fol.,  330 
fojas. 

XXXVII.  Proceso  de  la  acusación  criminal  del  procu- 
rador fiscal  de  S.  M.  contra  la  memoria  y  bienes  de  Don 
Luis  Jiménez  de  Urrea,  conde  de  Aranda,  difunto;  Juez 
comisario  por  el  Rey  el  Dr.  Miguel  de  Lanz,  del  Consejo 
de  S.  M.  y  Senador  de  Milán.  En  las  primeras  hojas  de 
este  volumen  se  halla  el  memorial  ó  tabla  de  lo  que  en  el 
mismo  se  contiene.  Entre  otros,  comprende  los  siguientes 
documentos:  Información  queá  3  de  Agosto  de  1592  se  hi- 
zo en  la  villa  de  Coca,  dentro  de  su  castillo  y  fortaleza, 
sobre  la  enfermedad  y  muerte  del  conde  de  Aranda,  qt 
murió  en  aquel  mismo  día,  lunes  3  de  Agosto,  al  amanece* 
en  el  noveno  de  su  enfermedad,  que  fué  una  calentura  coi 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DB  POBLET      455 

tinua  de  las  malignas  de  tabardillo.  Asistióle  en  los  prime- 
ros días  de  su  enfermedad  el  Dr.  Juan  Núñez,  médico  de 
la  dicha  villa  de  Coca,  y  con  él,  desde  el  martes  28  de  Ju- 
lio, le  visitó  el  Dr.  Miguel  Aríndez  de  Oñate,  médico,  ve- 
cino déla  villa  de  Valladolid,  llamado  por  Diego  Benegas 
de  Córdoba,  á  cuyo  cargo  y  custodia  estaba  la  persona  del 
conde.  Los  dichos  Diego  Benegas  y  Dr.  Arindez  escribie- 
ron al  Dr.  Mercado,  vecino  de  Valladolid  y  médico  de  cá- 
mara del  Rey,  para  que  viniese  á  curar  al  conde;  y  por  es- 
tar él  ocupado  vino  en  su  lugar  el  Dr.  Pedro  de  Soria, 
médico  y  catedrático  de  Valladolid,  quien  llegó  á  Coca  y 
vio  al  de  Aranda  pocas  horas  antes  que  muriese:  fols.  15-32. 
Acta  de  depósito  y  sepultura  del  conde  de  Aranda.  Diósele 
sepultura  á  5  de  Agosto  de  1592  en  el  monasterio  de  San 
Pablo,  extramuros  de  la  villa  de  Coca,  dentro  de  un  ataúd 
y  en  una  sepultura  al  lado  del  Evangelio,  junto  y  en  fren- 
te del  altar  de  Nuestra  Señora;  fol.  33.  En  este  volumen 
hay  algunas  cartas  originales  del  conde  de  Aranda,  otras 
del  Rey  D.  Felipe  II  y  del  conde  de  Chinchón  al  de  Aran- 
da, éstas  en  copias;  una  certificación  de  D.  Alonso  de  Var- 
gas, capitán  general  del  ejército  Real,  sobre  los  buenos 
ofrecimientos  que  le  hizo  el  conde  de  Aranda ,  estando  él 
en  Agreda  y  en  Zaragoza:  14  de  Enero  de  1593:  fol.  223. 
Capítulos  matrimoniales  de  los  muy  ilustres  señores  Don 
Hernando  Jiménez  de  Urrea  y  Doña  Juana  de  Toledo:  fo- 
lio 251.  Otros  capítulos  matrimoniales  de  los  ilustrísimos 
señores  D.  Juan  Jiménez  de  Urrea  y  Doña  Isabel  de  Ara- 
gón, condesa  de  Aranda:  fol.  269.  Capítulos  matrimonia- 
les de  D.  Luis  Jiménez  de  Urrea  y  Doña  Blanca  Manrique 
y  Aragón,  condes  de  Aranda:  fol  291.  Copia  y  sumpto  ori- 
ginal del  proceso  intitulado:  «Proccssus  summarie  infor- 
mationis  Guardiani,  fratrum  et  conuentus  Sti.  Francisci, 

ciuitatis  Cesaraugustae.  Contra Super  propositione  ad 

futuram  rei  memoriam.»  Siguióse  este  proceso  ante  el 
Or.  Pedro  Reues,  canónigo  de  la  Seo  de  la  ciudad  de  Za- 
ragoza, oficial  eclesiástico  y  regente  el  vicariato  general 
en  la  dicha  ciudad  y  arzobispado  por  D.  Andrés  de  Boba- 
dilla,  arzobispo  de  Zaragoza,  en  virtud  de  cédula  de  ar- 


456  vil 

tfculos  y  proposición  qi 
Zaragoza  á  g  de  Abril 
P.  Fr.  Podro  Arregui, 
la  orden  de  San  Franci 
costumbres  desenvueltE 
so  de  la  misma  orden,  i 
ol  monasterio  de  Nuest 
Zaragoza:  fol.  317.  Le 
Iban  Coscón  y  D.  Mari 
rrativas  del  proceso  de 
ilustre  D.  Fernando  Jii 
Jiménez  de  Urrea:  fol. ; 
rías  del  proceso  del  con 
que  se  hicieron  en  Epil 
ñor  Dr.  Miguel  de  Lan 
fol.  492  hay  un  inventa 
en  la  sala  de  armas  del 
cuales  se  llevaron  en  ce 
530  fojas. 

XXXVIII.  Proceso 
30  de  Diciembre  de  15c 
Antonio  Jiménez  de  U 
en  23  del  mismo  mes  c< 
nez  de  Urrea,  conde  de 
tonio.  Habiéndose  segí 
curador  ñscai  de  S.  A( 
escrito  apartándose  de 
Supremo  de  Aragón  d 
vuelto,  en  que  se  hubo 
parte  del  procurador  fii 
estado  y  condado  de  Ai 
D.  Antonio  Jiménez  di 
D.  Luis. 

XXXIX.  Copia  de 
de  una  letra  y  Real  p 
Aragón,  su  fecha  en  Ss 
enviada  al  limo,  y  Exc 
hispo  de  Zaragoza,  del 


í  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       457 

en  el  Principado  de  Cataluña  y  condados 
^rdaña,  contra  el  magnifico  Dr.  Jerónimo 

patrimonial  de  S.  M.,  y  el  noble  D.  Pedro 
garteniente  del  maestro  racional  de  la  casa 
,  sobre  lo  que  pasó  acerca  del  despacho  del 
a  do  Figueras,  y  culpas  que  resultaban  de 
utos  del  referido  abogado  patrimonial  y 

umen  en  gran  folio,  rotulado  por  fuera  en 
mentó  de  Jaime  Rodríguez  y  inventario  de 
1.1  Es  el  segundo  protocolo  ó  manual  de 
itos  otorgados  por  Pedro  Franqueza,  «scri- 
scribano  de  mandamiento)  de  S.  M.  y  su 

3lumen  en  gran  folio,  rotulado  por  fuera 
■>  en  favor  del  conde  de  Chinchón,  Tbeso- 
la  Corona  de  Aragón.  •  Es  otro  protocolo 
I  Pedro  Franqueza,  escribano  de  manda- 
mandatii)  de  S.  M.  y  su  notario  público; 
iticia  que  se  halla  en  la  primera  esentura, 
ees  en  Madrid  en  la  calle  de  la  Morería 
ipio  este  hbro  con  un  testimonio  ó  fe  de 
lencia,  á  la  sazón  en  Madrid,  que  pidió  el 
^.^^^  w..  ^.  francisco  de  Moncayo,  morador  en  la  ciu- 
dad de  Zaragoza,  y  por  aquel  tiempo  andante  en  corte 
de  S.  M.:  su  fecha  en  sábado  21  de  Enero  de  1576. 

XLII.  Un  volumen  en  folio,  65  fojas  útiles,  y  las  si- 
guientes 66-98  en  blanco.  Está  rotulado  iCartas  de  pago 
de  diferentes  cantidades  de  diferentes  sujetos.*  Es  conti- 
nuación del  protocolo  anterior  de  Pedro  Franqueza,  que, 
según  se  ve  por  la  segunda  escritura  inserta  en  el  mismo, 
su  fecha  jueves  13  de  Agosto  de  1577,  vivía  entonces  en 
la  plaza  de  la  Madera. 

('ontiene  documentos  de  las  mismas  clases  que  los  tras- 
ladados en  los  das  protocolos  anteriores,  descritos  en  este 
catálogo  con  los  núms.  XL  y  XLI.  y  cartas  de  pago  en 
favor  del  limo.  Sr.  D.  Diego  Fernández  de  Cabrera  y  Bo- 
badilla,  conde  de  Chinchón,  del  Consejo  de  S.  M,  y  su  te- 


5S  VÍCTOR  BALACUBR 

iro  general  en  los  reinos  de  Aragón.  La  primera  escn- 
I,  otorgada  en  jueves  8  de  Agosto  de  1577,  es  la  minata 
poder  dado  por  el  limo.  D.  Raimundo  Riusec,  alUa 
Francisco  Centellas,  oiim  Borja,  marqués  de  Lombay, 
lustre  D.  Fernando  de  Borja,  Caballero  déla  orden  mi- 
r  de  Calatrava.  Cierra  y  concluye  el  protocolo  con  una 
ritura,  su  fecha  miércoles  4  de  junio  de  1578,  qoe  es  la 
ta  de  confesión  de  deber  ochenta  roil  ochocientos  y  tcís- 
oiaravedises,  que  valen  dos  mil  trescientos  setenta  7 
e  reales  castellanos  y  dos  maravedises,  otorgada  por 
Francisco  Ortaffa,  poblado  en  la  ciudad  de  Perpiñin, 
cesis  de  Elna,  en  favor  del  magnifico  Juan  Ribes,  con- 
>  de  la  casa  del  Rey. 

íLIIl.  Un  volumen  en  gran  folio,  398  fojas,  titulado 
la  cubierta  (Cartas  de  pago  en  favor  del  conde  de  Chín- 
in,  Thesorero  de  la  Corona  de  Aragón.  ■  Es  otro  Ubro 
tocólo  de  Pedro  Franqueza,  escribano  de  tnandamien- 
le  5.  M.  y  su  notario  público.  Da  principio  con  la  cai- 
je  poder  otorgada  en  Alcalá  de  Henares  á  16  de  Se- 
nbro  de  1573  por  Pedro  Grabiel  (sicj,  mercader  vecino 
aquella  ciudad,  en  que  nombra  por  su  procurador  al 
gnífíco  Pedro  Amal,  notario  público  de  la  ciudad  de 
lencia,  para  que  en  su  nombre  demande  y  cobre  de  los 
gniticos  Pedro  de  Balda,  «hospite  cursorum,»  de  ta  di' 
t  ciudad;  de  Miguel  de  Lerisa,  cirujano,  ydeotrascua- 
juier  personas  y  corporaciones  cualesquier  sumas  de 
ero  que  entonces  le  debían  6  en  adelante  pudieran 
lerle.  At  fol.  303  de  este  protocolo  hay  un  testamento 
rado  del  muy  magnífico  D.  Gaspar  Andrés  Corso,  el 
J  está  sellado  con  sus  sellos  en  placa,  puestos  en  doce 
ares,  seis  en  cada  una  de  sus  cubiertas,  y  tiene  en  la 
mera  de  éstas  ta  cláusula  acostumbrada  de  presentadán 
tornamiento  ante  Pedro  Franqueza,  estando  Éste  en  las 
as  de  su  morada  en  la  calle  de  la  Morería  vieja,  á  16  de 
ríl  de  1584:  este  testamento  no  tiene  señales  de  hat>ei5e 
erto.  La  última  escritura  del  protocolo  es  la  carta  1 
;o  que  en  favor  del  conde  de  Chinchón,  mayordomo  1 
M.,  de  su  Consejo  y  su  tesorero  general  en  los  reinos». 


J 


HIST.  DE  CATALUÑA"»LAS  RUINAS  DE  POBLET      459 

la  Corona  de  Aragón,  dio  Guillen  Ramón  de  Blanes»  como 
uno  de  los  herederos  de  D.  Gaspar  Olzina,  por  la  cantidad 
de  tres  mil  y  trescientas  libras,  de  la  moneda  de  Valencia, 
en  cuenta  de  la  parte  y  porción  que  como  tal  heredero 
le  cabía  de  las  veintiocho  mil  novecientas  y  cincuenta  li- 
bras que  se  restaban  por  pagar  del  precio  de  la  baronía  de 
Planes:  fué  hecha  y  otorgada  esta  carta  de  pago  en  la  villa 
de  Monzón,  estando  en  ella  la  corte  de  S.  M.,  á  29  de  Oc- 
tubre de  1585. 

XLIV.  Manual  ó  protocolo  de  los  instrumentos  de  los 
años  1532,  1537,  1538, 1539,  1540, 1541,  1542, 1543, 1545, 
1546,  1547  y  1548  por  los  venerables  Fr.  Miguel  Ardiles  y 
Fr.  Pablo  Iban,  monjes  y  notarios  del  monasterio  de  San- 
tas Creus,  en  virtud  de  privilegio  concedido  por  el  Rey  al 
referido  monasterio. 

XLV.  Proceso'  actuado  ante  el  muy  ilustre  y  reveren- 
dísimo Sr.  D.  Vicencio  Domec,  obispo  de  Jaca,  del  Conse- 
jo del  Rey,  juez  visitador  y  comisario  nombrado  por  S.  M. 
para  inquirir  los  oficiales  reales  en  el  reino  de  Aragón  y 
demás  personas  sujetas  á  enquesta  conforme  á  los  fueros 
del  mismo;  á  instancia  del  procurador  fiscal  para  esta  vi- 
sita, contra  Martín  de  Berdún,  notario,  por  excesos  y  de- 
litos que  cometiera  en  el  desempeño  de  su  oficio.  Dio  prin- 
cipio el  proceso  en  Zaragoza  á  25  de  Mayo  de  1634. 

XLVI.  Proceso  general  de  la  conquesta  y  visita  hecha 
en  el  reino  de  Aragón  por  el  muy  ilustre  y  Rmo.  Sr.  Don 
Vicencio  Domec,  obispo  de  Jaca,  del  Consejo  de  S.  M. 
y  su  visitador  en  el  dicho  reino.  Actuario  Juan  de  Villa- 
nueva,  notario  y  secretario. 

Algunos  de  estos  volúmenes,  como  se  habrá  visto,  no 
tienen  relación  con  los  procesos;  pero  los  incluyo  en  este 
catálogo  porque  con  ellos  fueron  enviados  á  la  Academia, 
y  porque  proceden  también  de  Poblet. 


También  en  la  Biblioteca-Museo  de  Villanueva  y  Gel- 
trúy  que  tuve  la  honra  de  fundar  y  establecer,  dejé  deposi- 


ueprt 
á  más 
anos  ] 
Iguiíos 
por  E 


n  libr 
lorcfit 
habla 
>r  fin, 
encuai 
;  ellos 
irigida 
i  suma 

:ntos  ( 
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1677  a 
:  la  vil 

isterío 
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L  año  : 
1  verd 
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onocit 
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iten  U 
que  q 


B  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET       46I 

le  visitar  U  Biblioteca  de  Vülanueva  y  Gel- 

ncucntra. 

a  de  la  biblioteca  regalada,  dice  el  inven- 

ie  citar  los  libros: 

brería  muy  insigne,  que  consta  de  treinta  es- 

0,  con  sus  puertas  de  vidrios  cristalinos, 

ives  y  cuatro  mil  trescientos  y  veinte  y  dos 

isy  humanas  letras,  donados  con  cubiertas 

los  ñnos  colorados,  y  en  ellas  sus  perfiles, 

del  libro,  escudo  de  armas  de  S.  E,  y  su 

orado.* 

mentó  á  que  me  he  referido,  y  forma  parte 

>,  es  un  acta  notarial  con  la  copia  de  un  le- 

■  el  Excmo.  Sr,  D.  Pedro  Antonio  de  Ara- 
>nasterio  y  convento  de  Nuestra  Señora  de 
timo  testamento  que  dicho  señor  hizo  y  fir- 
e1  año  1690,  ante  el  notario  de  la  villa  Isi- 

ta  que,  no  satisfecho  aún  D.  Pedro  Antonio 
tanto  como  había  donado  á  Foblet,  quiso 
;u  muerte  se  le  enviaran  otros  objetos,  en 
as  reliquias  y  preciosos  relicarios  que  tenía 
/  todos  cuantos  libros  se  hallasen  en  su  po- 
1  su  muerte. 

:  este  legado  acompañan  dos  mandatos  de 
listdores,  para  que  no  se  ponga  Ímpedimen< 
:o  de  Madrid  á  Zaragoza,  á  dos  cajones  de 
tes  de  la  testamentaria  de  D.  Pedro  Anto- 
:on  destino  al  citado  monasterio. 
nuación  un  ejemplar  impreso  de  la  Pro{>iits- 
U  de  S.  M.  el  rey  D.  Carlas  II  á  la  corte  ge- 
Aragón  el  día  30  de  Mayo  de  1677  fara  la 
esidmte  de  Cortes,  en  ¡a  persona  del  Excelcnlísi- 

■  Antonio  de  Aragón;  y  termina  el  cuaderno 
entos,  con  una  Memoria  de  todos  los  libros 

en  virtud  del  referido  legado  se  entrega- 
í  Fr.  Baltasar  Sayol,  monje  de  Poblet,  que 
go  de  recibirlos.  Consta,  sin  embargo,  que 


462  VÍCTOR  BALAG 

los  relicarios  y  libros  no  Uegaxon 
de  Abril  de  1701. 

Los  volúmenes  impresos  fueror 
tenas  religiosas,  algunos  clásicos, 
historia.  Los  manuscritos,  que  a 
parte  más  valiosa  del  donativo,  fi 
juzgar  por  sus  títulos  debían  ser  a 
portancia.  Entre  ellos  figuraban  t 
rías  de  la  época  en  que  D.  Pedro 
un  Episcopologio  de  la  iglesia  de 
Cataluña,  cuyo  autor  no  se  cita  en 
de  los  antiguos  reyes  de  Ñapóles, 
que  parecen  sir,  dice  el  inventario, 
sus  de  Agreda,  las  cuales  formaría 
interesantísima  correspondencia  c 
con  el  i'ey  Felipe  IV,  que  acaba  d 
table  libro  escrítQ  por  el  que  es  er 
se  estas  líneas  ministro  de  Gracia 
D.  Francisco  Silvela.  A  no  haber 
de  dichas  cartas  (si  es  que  se  ha  p 
afortunada  casualidad  de  caer  en 
biera  hallado  tal  vez  el  Sr.  Silvel 
dir  á  su  importante  libro  Sor  Mar 
libro  que  está  sin  duda  llamado 
crítica  histórica,  y  que  me  complí 
tudio  muy  meritorio,  de  honra  y( 

Parecióme  que  todas  las  noticie 
recían  consignarse  en  este  Apéndi 
pítulo  de  esta  obra  dedicado  al  i 
Poblet.  Ya  con  esto  doy  una  nonr 
bibliófilos,  á  quienes  puede  servir 
mayores  y  más  abundantes  noticiai 
Nacional,  en  el  de  la  Academia  de 
blioteca  de  Villanueva  y  Geltrü. 


•-* 


HIST.  DB  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLBT      463 


JI. 


(Cap.  X.  pág.  336.) 


FRAY   ANSELMO   TURMBDA. 


Este  personaje  necesita  estudio  más  detenido  que  el  que 
se  le  consagra  en  las  páginas  de  este  capitulo,  y  algún  día 
he  de  escribirlo,  Dios  mediante. 

£1  capítulo  dedicado  á  Turmeda  en  esta  obra  no  debe 
tomarlo  el  lector  más  que  como  un  boceto. 

Anselmo  Turmeda  fué  un  hombre  verdaderamente  su- 
perior, y  hay  que  considerarle  como  ñlósofo,  como  nove- 
lista, como  poeta  y  como  político. 

En  la  Biblioteca  del  Escorial  existe  manuscrito  un  li- 
bro de  profecías,  en  verso,  por  él  escritas,  y  se  cuenta  que 
este  libro  se  lo  leía  frecuentemente  la  condesa  de  Urgel  á 
su  hijo  D.  Jaime  con  objeto  de  alentarle  para  la  lucha  y 
tener  siempre  su  ánimo  preparado  á  la  contienda  empeña- 
da contra  D.  Femando  el  d^  Antequera.  En  este  libro  de 
Turmeda  puede  encontrarse,  sin  duda,  la  clave,  6  mejor 
el  secreto,  de  su  vida  bandolera.  Turmeda  debió  pertene- 
cer, de  seguro,  al  bando  que  proclamaba  al  conde  de  Ur- 
gel, y  al  perderse  la  causa  de  éste  fué  cuando  emigró  á 
Tünez. 

Mariano  Aguiló  ha  publicado  de  él  algunas  poesías,  que 
revelan  un  verdadero  poeta;  pero  hay  otras  inéditas  en  el 
cancionero  de  trovadores  que  se  custodia  en  la  villa  de 
Carpantrás. 

También  habla  de  Turmeda  Milá  y  Fontanals  en  algu- 
nas de  sus  obras,  y  sobre  él  se  publicaron  unos  curiosos 
artículos  en  el  Museo  Balear» 

Menéndez  Pelayo,  que  es  quien  más  datos,  y  más  curio- 
sos, tiene  recogidos  sobre  Anselmo  Turmeda,  concede  gran 
importancia  á  este  autor. 

Es  realmente  una  ñgura  de  nuestra  historia  literaria. 


464  VfCTOR  BALA 

poco  conocida,  que  merece  com 
cual  hay  que  sacar  del  olvido  pa 
en  toda  su  grandeza. 

ni. 

(V.  pág.  35 

DON  JAIME  EL  CONQUISTADOR  Y 

Para  ilustración  y  complemen 
texto  de  esta  obra  referente  al 
con  el  obispo  de  Gerona,  paré 

aquí  ¡os  documentos  que,  mercec 
á  venturosa  casualidad,  pude  ene 
vo  Histórico  Nacional,  secundac 
por  los  empleados  de  dicho  Archi 

Forman  parte  estos  documento 
ción  del  rey,  y  llegaron  al  Archiv 
blet,  junto  con  los  demás  pápele 
varón  de  incendios  y  saqueos,  de 
que  afirma  haber  visto  y  examin» 
no  Finestres  en  su  apéndice  á  la  ] 
toña  de  Poblít. 

Con  referencia  á  Finestres,  cit 

TALUÑA  Y  DE  LA  CORONA  DE  AuAGÍ 

tre  el  monarca  aragonés  y  el  obispo  gerundense;  pero  un 
desatentado  historiador  catalán  lo  refutó  ufándolo  en  ab- 
soluto y  diciendo  set  fábula  de  mi  invención. 

Pues  bien;  los  documentos  por  los  cuales  se  prueba  la 
veracidad  de  lo  que  yo  dije,  existen  hoy  en  el  Archivo 
Histórico,  sección  de  Códices  y  cartularios,  núm.  212,  fo- 
lio 57  vuelto  hasta  31,  y  dice  así  su  copia: 

Processiis  Recoiiciliacionis  domiut  j'acobi  Regis  aragotiutn  qucu' 
dam  pro  excem  coiiieso  in  tpiscopum  gtrundensem. 

Nos  jacobus  Rex  aragonum  ad  consilium  et  exhortacio 
nem  fratris  Desiderii  domíni  propter  pecunieríi  Recogn» 


HIST.  DE  CATALUÑA— LAS  KUINAS  DE  POBLET         465 

cimus  in  facto  mutilacionis  lingu;e  episcopi  genindensis 
grauitcr  excesise  et  matrem  eclesiam  in  codem  facto  in 
maniter  ofendise  Animum  nostrum  ira  et  indignado  máxi- 
ma perturbant  propter  quod  dolentes  contrití  et  humiliati 
a  deo  et  a  summo  pontifice  eius  vicario  in  terris  ueniam 
supliciter  postulamus.  Et  in  aignum  uerc  contriccionis  nos- 
tre  promitimus  quod  per  literas  nostras  patentes  a  ditc 
episcopo  injuríam  paso  postulabimus  ueniam  deuote  et  peí 
literas  nostras  domino  pape  supplicabimus  quod  non  obs- 
tantibus  literis  et  percibus  afectuosis  quas  pro  eieccione 
eius  de  regno  nostro  direximus  faciat  quod  ei  utUius  uide- 
bitur  faciendum  ita  quod  si  in  loco  suo  ipsum  dimiserít 
gratum  habebimus  et  pro  injuria  iUata  eclesie  gerundensis 
satisfaccionem  faciemus  alterum  istorum  faciendo.  Aut 
construemus  hospitale  uel  complebímus  abbadiam  de  be- 
nifazano  ordinis  cisterciensis  jam  de  nouo  inceptam  vel 
complebimus  hospitale  sancti  vincencii  in  civitate  valencie 
vel  aliqíiDS  redditus  asignabimus  eclesie  gerundensis  sed 
quod  domino  pape  melius  uidebitur  expediré.  Et  quot  mul- 
ti  de  Regnis  nostris  credut  nos  contra  ordinem  predicato- 
nim  indignatos  subtraxerunt  eis  suam  familiaritatem  et 
beneñcia,  timentes  se  ex  eorum  famÜiaritate  nostra  mali- 
uotencia  incursuros.  Promitimus  quod  ad  omnia  loca  reg- 
nonim  nostrorum  in  quibus  dicti  fratres  habent  loca  per- 
sonaliter  accedemus  humiliter  nos  eis  reconciliantes.  Et 
eosdem  ad  nostrum  amorem  pristinum  reducentes.  Et  po- 
pulo et  clero  eanmdem  civitatum  comuriter  conuocatÍE 
signiñcabimus  nos  contra  ordinem  fratnim  predicatorum 
in  nuUo  esse  ofensos,  sed  eos  diligere  uolumus  honorare  el 
promoveré  et  precipiemus  quod  idem  faciant  omnis  nostri, 
Et  conuocabimus  curiam  preiatomm  et  nobílium  et  ciuium 
r^nonim  nostrorum  coram  ómnibus  super  predicto  scele- 
re  recognoscentes  humiliter  culpam  nostram.  Per  omnerr 
modum  taliter  nos  humiliantes,  quod  sicut  in  magnitudine 
reatus  materiam  scandali  prebuimus  eisdem  ita  in  máxima 
nostri  humüiacione  hediñcacionís  materiam  prestabimu! 
domino  concedente.  Et  hoc  omnia  dicemus  salua  sempet 
conscien  et  preuia  veritate.  Datum  valencie  nonas  Augusti. 
TOMO  XIX  30 


466  VÍCTOR  BALAGUER 

Sanctissimo  in  cbristo  patri  ac  domino  et  Katisimo  con- 
sanguíneo suo  innocencio  diuina  prouidencia  sacrosancte 
Romane  eclesie  summo  pontiñci.  Jacobus  del  gracia  Reí 
aragonum  maioricarum  et  valence  comes  barchinone  et 
vrgelli  et  dominus  montispesullani.  Debitam  Reuerenciam 
et  honoreoi.  Ex  parte  sanctitatis  uestre  literas  recepimus 
supcr  facto  pro  cuius  uinculum  excomunionis  incideramus 
quod  multum  graue  gerímus  et  motestum.  Qum  nuUade 
tam  juste  uel  injuste  nobis  placet  nec  unquam  placuit  tac- 
tum  periculum  incurrisse.  Set  de  ülo  qui  nos  promittit  in 
teiris  uiuere  et  regnare  fiduciam  gerimus  pleniorem.  Quod 
auxilio  ipsius  et  uestii  mediantibus  taliter  faciemus  quod 
onus  istud  ab  humeris  nostris  reJeuabitur  et  nunquam  in 
consioiile  relabemur.  Et  licet  aliquibus  uerba  literanim 
uestranim  uisa  fuerint  áspera  at  que  dura,  tam  nos  ea  be- 
nigno recipimus  et  correccionem  uestram  intelligimus  pro 
magna  gratia  et  amore.  Et  sanctitatis  uestre  consilium 
sicut  obediencie  ñlius  amplectentes  nos  semper  et  cclesiam 
super  omnia  proponimus  reuereri.  Nec  aliqua  racione  a 
tramite  eclesie  deueiare  uel  ipsam  in  aliquo  scandabzare. 
vobis  grates  omnímodas  referendo  quam  fratrem  Deside- 
lium  uestrum  pccuniarium  virum  prouidum  et  discretom 
nostris  annuentes  postulatis  transmisistis  per  cujus  ueiba 
persensímus  quod  quantum  in  presencia  uestra  persisüt 
omnem  quam  comode  potestis  nobis  paratus  estis.  faceré 
gratíam  et  honorem  vnum  humiliter  suplícamus,  quot  con- 
siderantes bonam  uoluntatem  nostram  quam  semper  erga 
eclesiam  ihesu  christi  habuimus.  nobis  in  presentí  articulo 
ritis  fauorabílis  et  benigni.  Et  propter  hoc  factum  uobís 
non  placeat  quod  illa  ardua  negocia  que  coram  nobis  dicü 
facti  proposuít  hac  racionem  ueniant  ad  efectum.  Kos 
enim  propter  aliquos  suggest ores  uel  maleditos  contra  vos 
in  aliquo  non  proponimus  deuiare.  Cumsimus  parati  in 
maioribus  negocÜS  eclesie  et  maioribus  deseruire.  vos  la- 
men si  placuerít  nos  excusantes  non  posit  perpendi  ab  bo- 
míníbus  cum  propter  hoc  factum  et  infamian  subsequer 
tem  nobis  seruicium  facíamus.  Satis  ením  et  considera] 
potestis  conñdenter.  quod  circa  dampnum  eclesie  sume 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         467 

parati  personara  nostram  proposse  nostro  exponere.  contra 
iUos  qui  eam  expugnant  et  perturbare  nituntur  vobis  ta- 
men  prospicientibus  oportunitatem  nostram  et  nobis  non 
prospicientibus  mortis  metum.  Cui  subici  semper  propo- 
nimus.  pro  euiccione  uestra  et  eclesie  libértate.  Credentes 
in  super  venerabili  et  dilecto  A."  episcopo  valentino,  et 
dicto  fratri  in  hiis  et  alus  que  nobis  ex  parte  nostra  duxe- 
rint  proponenda.  Nobis  igilur  contritis  et  humiliatis  de 
tanto  excesu  perpétrate  et  humiliter  satisfacere   paratis 
sed  quod  dicto  fratri  uiua  uoce  exposuimus  sine  mora  mi- 
tere  dignemini  absolucionis  beneficium  expectatum,  Atten- 
dentes  quod  alias  non  monnuimus  nos  in  aliquo  eclesiam 
ofendisse.  nec  dante  domino  decetero  ofendemus.  Suplica- 
mus  etiam  quod  per  eundem  fratrem  per  quod  anime  nos- 
tre  consuli  pietate  benignisima  uoluistis,  nobis  et  qui  nobis 
cum  fuerint  si  placet  absolucionis  beneñcium  transmitatis. 
visum  est  enim  nobis  quod  ad  uiam  salutis  eius  salutare 
consilium  nos  direxit.  Datum  valencie.  Nonas  Augusti. 

Sanctitati  uestre  graciarum  magniíicis  agimus  attenden- 
tes.  Quod  nos  uestrum  filium  ac  deuotum  non  solum  a  rec- 
titudinis  tramite  deuiantes.  studuistis  adauile  eclesie  pas- 
toral! sollicitudine  reuocare.  uerum  etiam  ex  solite  pietatis 
afluencia  karisimos  uiros  prouidos  et  discretos  episcopum 
camerinensem  et  fratrem  Desiderium  pecuniarium  nos- 
tram nobis  pro  absolucionis  beneficio  misericorditer  in- 
pendendo.  dignacione  prouida  mitere  curauistis.  vnum  do- 
minación! nostre  nec  non  et  uniuersis  presentes  literas  ins- 
pecturis  karum  serie  facimus  manifestum.  Quod  nos  Anno 
domini  M."  CC."  XL.  VI.'  pridie  ydus  octobris  ad  locum 
fratrum  minorum  ylerdensis  attendentes.  In  presencia  ve- 
nerabilium  Archiepiscopi  Tarracone  Cesaraugustani  vrge- 
llensis  oscensis  elnensis  episcoporum  et  aliorum  prelato- 
rum  baronum  Religiosorum  ac  seculiarium  uniuersa  mul- 
titudine  congregata.  De  volúntate  ac  mandato  predictorum 
nunciorum  uestrorum  prius  excesu  commiso  in  episcopum 
gerundensem  humiliter  sicut  domino  daré  nobis  compla- 
cuit  recognito  juxta  formara  debitara  stare  promissimus 
mandatis  eclesie  sub  prestito  juramento.  Qui  nuncii  uestri 


463  VÍCTOR  BKL/i 

nobis  in  uirtute  juramenti  pres 
elencos  ucl  personas  Religiosas, 
ceptis  decetero  iniciamus  uel  ini 
uiolentas.  £t  nos  pro  satisfácelo: 
sona  episcopis  genindensis.  et  in 
trorum.  ipsis  nuncis  acceptantil: 
IDUS  in  huno  modum.  videlicet  < 
zano  cisterciensis  ordinis  Dert 
nouiter  a  nobis  in  choata.  cum 
plementum  perducamus.  Et  que 
demus  ducentas  marchas  argén 
sancti  vincencii  de  valencia  quo 
sexcentas  marchas  argenti  prep 
bus  pau  peres  et  peregríni  ibidí 
numerUB  sacerdotum  et  clericon 
áe  deputetur.  Et  quod  instítuan 
petuo  in  eclesia  gerundense.  Qu 
ac  nocturnis  oñcis,  et  pro  nobi: 
Datum  ylerde.  XV'  Kalendas 
M.°  CC.°  XL.  VI.° 

Innocencius  episcopus  seruus 
gi  aragonum.  spiritum  consilii  s 
dis  nostri  soUicitc  per  scnitan 
pectorís  perspicue  indagamus. 
denter  agnoscitnus.  et  aliorum  r 
teres.  Ab  illo  autem  bono  patn 

tanter  a  nobis  exigitur  debitum  qui  pegre  proñciscens.  fa- 
müiara  suam  soUicitudini  nostre  sub  pasuit.  cui  talenta 
que  credidit  reddere  cogimur  duplicata.  Nam  qui  talentum 
sibi  ad  lucrum  creditum  propter  austerítatem  domini  sub 
térra  posuit.  quot  illud  numulariis  tradere  metuit.  signaji- 
ter  a  domo  ipsius  dominus  cst  eicctus.  Sed  viceuersa  ecle- 
sie  romane  sublimitas  que  in  omnium  presidencium  occu- 
lis  uelut  in  specula  collocatur.  Nos  qui  sumus  ad  eius  ré- 
gimen licet  inmeríti  disponente  domino  constituti  ammo- 
net  et  inducit.  ut  ex  hiis  quos  ex  deuocione  dioina  i 
morum  honestitate  preclara.  dUeccionis  gracia  proseqm 
mur  ampliori  sollicitam  diligcnciam  et  curam  prouigiier 


L 


HIST.  DB  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         46Í 

habeamus.  De  illis  autem  potisime  qui  si  quod  absit  i 
predpicíum  laberentur.  nam  nuUi  eanim  ex  ergo  ad  a 
lUanim  interítum  properarent.  Sed  subtUiter  intuenti  i 
rabilis  condicionis  utnimque  delitum  spperebit,  cujus  I 
solucio  emolumenta  non  minuit  debitoris.  Et  soluenti  & 
crescit  magis  incomodo  quam  suscipienti  proñciat  in  ai 
mentó.  Quia  si  satisfacimus  preponenti  ut  diligentis  pi 
positi  o&cium  impleamus.  eternc  retribucionís  stipeni 
querimus  dum  proñciraus  in  salute.  venim  si  jusu  domi 
co  nobis  loco  christi  cuius  uices  in  tenis  gerímus.  redi 
quod  est  eius  emolumentum  solucionis  fert  in  tamen  S 
ucnti  idinquit  dum  nobis  recipientibus  non  magis  Com< 
et  honorís  ecquintur,  quam  vexacionis  et  honotis  agrej 
tur.  Ea  namque  sunt  omnia  si  uenim  inspicimus  subjeci 
rumleuamiam  que  sunt  honora  principatus.  Intellectoigi 
te  in  venerabilem  fratrem  nostrum  episcopum  gerund< 
sem.  instigante  humani  generis  inimico  graniter  excesi 
Cmn  Ínter  alios  mundi  principes  eclesia  te  habent  spec 
lem  propter  inmanitatem  excesus  non  potuimus  non  de 
ra.  ac  in  turbacione  tua  nequinimus  non  turbari.  Et  ci 
mundus  Regnosceiet  te  regem  actenus  virtuosum  disin 
lare  nequiuimus.  quin  etiam  de  anime  tue  salute  cor 
sollicitam  haberemus,  Cum  indubitanter  excesus  ille  di 
mulatus  inducat  pehculum  et  reprobatus  remedium  se 
piternum.  propter  quod  de  fratrum  nostrorum  consilio 
te  dilectum  ñlium  fratrem  Desiderium  de  ordine  minor 
pecuraanim  nostrum  uinim  honestum  prouidem  et  disc 
tum  cum  literis  nostris  duximus  transmitendum.  vt  s 
exhortacionibus  imo  nostris.  ad  sinum  matris  eclesie  reí 
cere  procuraret.  Set  sicut  tuarum  habebat  asercio  lite 
rum  et  coram  nobis  ac  fratríbus  nostris  ipsius  relacio  j 
tefent.  recipiens  in  nuncio  transmitente  uerba  coram  1 
cellencla  tua  proposita  gratanti  animo  suscepisti,  Et  t 
misa  quam  mitentis  propositum  serenum  talamis  tue  se 
nitatis  oblatum  tuis  sensibus  plurimum  placuerit.  De  c 
gaudemus  in  domino  tibí  non  modicum  et  gaudentes. 
quot  cum  leso  satisfacere  procurases,  ad  ulteiiorem  te  : 
tisfactam  exponena   cordc  contrito  et  humiüato  spii 


47°  VÍCTOR  BALAGUER 

solucionis.  beneñciupi  petiuistis.  Dedictorum  fratnim 
nsilio.  Venerabilem  fratrem  nostrum  episcopum  camcri' 
nsem  et  prcfatum  fratrem  Desideriam  de  ordine  mino- 
m  pecuniamm  nostrum  transmitinius.  Quí  tibi  justa  for- 
am  eclesie  munus  absolucionis  inpcndant.  Sperantes  ut 
:ut  ñdelitate  contans  et  dileccione  sincerus  actenus  exti- 
iti.  eclesie  romane  ac  nobts  denote  ac  ñdeliter  adheren- 
I.  Tua  semper  in  posterum  debant  intencio  dirigí,  vt  in 
iiina  magestatis  occulis  placetis  per  opera  pietatis.  Quia 
r  hec  tibi  augmentum  dienim  dabitur.  ct  perhennis  co- 
na  glorie  conferetm-.  De  gracia  quot  ac  fauore  apostolice 
dis  ac  nostro  esto  securas,  quot  deuocionis  et  ñdelitatis 
B  non  sumus  in  nnemorcs.  Et  in  animo  gerimus  tuo  sin- 
ritatis  afectum.  in  bcnediccionibus  sed  dum  proseqni 
niuolencie  specialis.  Datum  lugduni  X.°  Kalendas  octú- 
is.  Pontificatus  nostri  Anno  IIII." 
Nouerint  vniuersi.  Quod  nos  phílipus  episcopus  canieri- 
nsis,  et  frater  Desiderium  de  ordine  minonim  domini 
pe  pecuniarius.  Auctoritati  domini  propter  qua  fungi- 
ir  super  absolucione  nobisjacobo  Regi  aragonum  im- 
rcienda  de  excomunicacione  quam  incuristis.  propter 
snsam  in  persona  episcopi  genindensis  commisa.  man- 
mus  in  uirtute  a  nobis  prestiti  juramenti.  quod  dccctero 
clericos  uel  personas  Religiosas  exceptis  casibus  a  jure 
omisis,  non  iniciatis  uel  ab  aliquo  inici  faciatis  manus 
nere  uiolentas.Et  acceptamus  satisfaccionem  quam  cb- 
listis  spontaneo  per  ofensa  predicta  videlicet  quod  mo- 
Sterio  de  benifazano  ordinis  cisterciensis  per  vos  felict- 
•  inchoatum  dotando  et  hedificando  taliter  consumentis. 
cum  ad  presentes  non  podnt  ibi  plusquam  XXII. "  mi»- 
chi  esse  ualeant  ibidem  XL.  commode  sustentan.  Et 
od  fabrice  eiusdem  eclesie  Ducentas  marchas  argonti 
>endantis.  Et  hospitale  sancti  vincencii  de  valencia  pa 
S  similiter  iam  inceptum  de  tot  et  talibus  posesiont- 
s  ditetis  ut  reddituum  sexcentanim  marcharum  argenti 
nuarum  habent  conplementum,  Et  nichilominus  statñ- 
tis  de  uestris  redditibus  vnum  sacerdotem.  qui  perpetur 
leniiat  et  eclebret  in  eclesía  genindense.  Datum  ylerde 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET        47 1 

Anno  domini  M."  CC."  XL.  VI."  XIII.*  Kalendas  nouem- 
brís. 

Ante  absolucionem  nostram  coram  karisirais  et  venera- 
bilis  ac  discretis  viris  episcopo  Camerinensi  et  fratre  De- 
siderio, nunciis  summi  pontiñcis.  et  vniuersa  tam  prela- 
tonim  quam  aliorum  multitudine  congregata.  in  ciiiitate 
ylerde  in  domofratrem  minorum  episcopo  gerundensi  super 
ómnibus  pro  quibus  ofensam  nostram  incurrerat.  peperci- 
mus  puro  corde.  eidem  decetero  plenam  seciuritatem  pres- 
tantes, in  cuius  Rey  testimonio  presentera  paginara  sigi- 
ili  nostri  munimine  dusimus  roborandam.  Datura  54er- 
de.  XVI.'  Kalendas  nouerabris.  Anno  doraini  M.°  CC* 
XL.  VI.* 

Nouerint  vniuersi.  Quod  nos.  Jacobus.  dei  gratia  Rex 
aragonum  maioricarum  valencie  Coraes  barchinone  et 
vrgelli  et  dominus  Montispesulani.  per  nos  et  nostros  da- 
mus  et  concedimus  ac  cediraus  in  perpetuum  deo  et  beato 
vicencio  et  domui  seu  hospitali  eiusdem  sancti  vincencii 
valencie.  Et  uobis  jacobo  de  Rocha  fídeli  notarii  nostro 
decano  valencie  et  procuratori  dicte  doraus  seu  hospitalis 
jus  feudatariura  totura  et  dominiura  et  potestatem  quod 
quam  habemus  et  habere  debemus.  que  nobis  conpetut  in 
castro  de  montornes.  quod  pro  nobis  ad  feudum  tenetur. 
et  contra.  Petrum.  Eximini.  filium  eximini.  Petri  de  are- 
noso quondam  dorainum  nunc  dicti  Castri.  et  contra  quos- 
libet  aüos  qui  dictum  castrum  prius  ipsum.  Petrum  exi- 
mini tenebunt.  decetero  et  habebunt.  Ita  sed  quod  dictum 
castrum  teneatur  decetero  ad  feudum  pro  domo  sine  hos- 
pitali sancti  vincencii.  sicut  pro  nobis  tenetur  et  procura- 
tori seu  priorí  dicte  doraus  seu  hospitalis.  quicuraque  pro 
tempere  fuerit.  uel  cui  ipsi  uoluerint  loco  sui.  detur  po- 
testas  dicti  castri.  sicut  nobis  dari  debet.  et  non  aliqui  alii 
sic  uolumus  et  concedimus  nobis  dicto  jacobo  de  Rocha, 
recipienti  nomine  et  racione  doraus  seu  hospitalis  predicti. 
Quod  ipsa  doraus  sancti  vincencii  et  priores  seu  prociura- 
tores  dicte  doraus  seu  hospitalis  qui  pro  terapore  fuerint 
habeant  dictura  feudura  et  partera  in  dicto  Castro  poten- 
ter  sicut  nos  ea  ibi  haberaus  absque  retentu  aliquo  quod  in 


472  VÍCTOR  BALAGUE 

predictis  que  dicte  domui  damus.  m 
sicut  melius  díci  potest  in  inteligi  ai 
tem  domus  seu  hospitalis  predicti.  ] 
dictam  donacionem  ñrmam  semper 
mus.  et  non  contraueniemus.  nec  alj 
mitemus  aliqua  racione,  mandantes 
Eximini  et  ómnibus  alus  qui  post  i[ 
habebunt.  quod  teneant  dictum  Ca! 
domo  sancti  vincencii  predicti.  sicu 
nent.  et  inde  donent  partem  procui 
domus  qui  pro  tempore  fuerit.  qua 
cumque  ab  eo  fuerint  requisiti.  sici 
tradere  atque  daré.  Datum  ylerde. 
Anuo  domini  M.°  CC*  LXX.  VII] 
gratias  Regís  aragonum  maioñcaru! 
barchinoue  et  vrgelli  et  domini  m^ 
sunt.  R.  de  Monte  Cathena.  G.  R 
Garcías  ortíz  de  azagra.  jacobus  de 
de  podio  viridi.  Signum  bertolomei 
dato  domini  Regís  hoc  scrípsit  et  el 
preñxis. 

Coram  nobis jacobus  dei  gracia  R 
carum  et  valencie.  Comité  barchinoi 
Montispesulaní.  Accésit  jacobus  de 
densís  et  procurator  domus  seu  hos] 
valencíe  et  proposuit  coram  nobíS 
quod  iUam  donacionem  quam  fece 
propíetatc  Castrí  de  Monttomes.  r 
beate  Marie  et  beato  víncencio  ac  <: 
tuum  retam  habentes  dígnaremur  c( 
Petro  Eximini  filio  esimini.  Pctro 
tenenti  dictum  castrum  quod  ipsi  jai 
curatori  dícti  hospitalis  et  nomine  i 
magíum  et  fidelitatem  sed  vsaticui 
attenderet  et  obediret  ac  faceret  ra 
que  vasallus  domino  suo  racione  feu 
dictus.  Petrus.  Eximini.  opponens 
dicte  dixit.  Quod  boc  faceré  non  ti 


HIST.  DE  CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         473 

facía  dicte  domui  seu  hospitali  per  nos  ualebat  vt  pone 
quot  non  poteramus  dominium  nostrum  quod  habebamus 
in  dicto  Castro  conferre  in  maiorem  dominum.  Dicens 
etiam  quod  quoniam  nos  mandauimus  jurari  a  richis  ho- 
minibus  et  militibus  Regni  valencia.  Infanti.  Petro.  filio 
nostro  quod  post  obitum  nostrum  atenderent  eidem.  et 
ipsum  pro  domino  haberent.  ipse.  Petrus.  Eximini  fecit 
homagium  et  juramentum.  dicto  infanti.  Petro.  filio  nostro 
sicut  alii  dicti  Regni.  et  sicut  non  tenebatur  racione  eius- 
dem  feudi.  duobus  dominis  seruire.  uel  dúos  dóminos  inde 
habere.  Super  quibus  nos  rex  predictus  consilium  habui- 
mus  cum  fratre  A.*  de  Castro  nouo  magistro  milicie  tem- 
pli.  et  ferrando  sancii.  jacobo  de  ceruaria.  G.  de  ceruelion. 
Petro  Martini  de  luna  et  Geraldo  de  aquilone.  et  cum  aliis 
pluribus  richis  hominibus  et  militibus  ac  juris  perítis  terre 
nostre.  Quorum  consilio  habito,  sic  dicimus  uolumus  et 
mandamus  quod  dicta  donacio  omni  tempori  firma  persis- 
tat  prout  in  carta  jam  a  nobis  facta  continetur  tanquam 
valida  et  que  valere  debet  et  valet  tam  sed  jura  quam  sed 
vsum  Catalonie  et  regnum  valencie.  cum  dicta  donacio 
non  posit  dici  coUata  in  minorem  set  pocius  in  maiorem. 
videlicet  in  dominum  et  beatam  Mariam  virginem.  et  bea- 
tum  vincencium.  ob  remedium  anime  nostre.  £t  anime 
preferende  sicut  ómnibus  rebus.  £t  hoc  dicimus  non  obs- 
tante contradiccione  dicti.  Petrí.  Eximini.  precipientes  et 
mandantes  eidem.  Petro.  Eximini.  quot  decetero  prestet 
et  faciat  fidelitatem  et  homagium  dicto.  Jacobo  de  Rocha 
ut  procuratori  dicte  domus  seu  hospitalis  et  ei  tanquam 
domino  dicti  Castri  et  suis  sucesoribus  procura toribus  seu 
prioríbus  dicte  domus  siue  hospitalis  qui  pro  tempore  fue- 
rint.  Pro  quo  siue  quibus  ipsum  in  feudum  tenet  et  tenere 
debet  atiendat  et  obediat  fideliter  sicut  nobis  faceré  tene- 
batur. ac  faciat  ea.  que  nobis  racione  dicti  feudi  faceré  te- 
nebatur. Absoluentes  eundem.  Petrum.  Eximini  a  jura- 
mento et  fidelitate  et  homagio  que  nobis  fecerat  racione 
castri  predicti  ac  ipsum  etiam  absoluimus  a  sacramento  et 
fidelitate  et  homagio  si  qua  fecerat  siue  prestiterat  ut  su- 
pradictum  est  infanti.  Petro  supehus  memórate.  Lata  sen- 


474  VÍCTOR  BAI 

tencia  apud  Ccruaria.  VII.*  ydi 
M.*  ce  LXVIII/  presentibu! 
uaria.  G.°  de  ceruilion.  Petro  t 
Aquilonis.  eC  alberto  de  lauani: 
pluríbus.  Signum  Symonis  de 
domini  Regis.  Qwi  de  mandati 
clausit.  loco  die  et  anno  preñxi 
Qui  omnia  pretereunt  preter 
ofenintur  deo  hediñcatur  ad  g] 
jacobus  dei  gracia  Rex  aragonuí 

Co vrgelli  et  dominus 

tes  nos  eligesse  nostri  seplt. . , . 
per  nos  et  nostros  ad  honorem  < 
pro  anima  nostra.  ac  parentim 
damus  oferímus  et  concedimus 
et  Monasterio  populetl  et  nobis 
conuentui  eiusdem  Monasterii  e 
petuum.  Castra  nostra  et  viUas 
et  de  monte  falchona  et  de  ti 
casüanis  et  milittbus  ac  aliis  hoi 
tantibus  et  habitatorís  ibi.  et  ( 
heremis  et  poputatis  et  cum  aqi 
ac  molendinis.  et  montibus.  prc 
et  aliis  suis  pertinencüs  vniuei 
exitibus  ac  prouentibus  et  aliis 
cum  jure  feudali  et  dominación 
et  singulis  que  in  dictis  castris 
bemus.  et  habere  posumus  et  h 
jure,  racione  modo  uel  causa.  It 
nía  et  singula  castra  nostra  et  i 
dictis  habeatis  uos.  et  dictum  I 
cesores  in  perpetuum  siue  aliqi 
dictis  non  facimus  quoquomo 
uoluntates.  Saluo  tamen  quo  pi 
remaneant  semper  monasterii  a 
trí  succesores.  non  positis  uer 
mandamus  dictis  castlanis  et  m 
nibus  dictonim  Castrorum  et  v 


CATALUÑA — LAS  RUINAS  DE  POBLET         475 

iiramentum  fidelitatis,  et  uobis  decelero 
suo  domino  naturaÜ.  et  respondeant  de 
>us  nobis  responderé  tcnentur.  Nos  enim 
ab  honiagio  et  fidelitate  ac  juramento 
nentur.  ipds  tamen  facientibus  ea  uobis. 
I  Xni.°  Kalendas  augusti.  Anno  domíni 
'  sexto. 

li  del  gracia  Rogis  aragonie  Maioiicaium 
tis  barcbinone  et  vrgcUi  et  domini  Mon- 
tes sunt  GuUelmus  de  Kocha  folio,  for- 
:  de  podio,  fortunius  de  mae  jusücia  ara- 
. .  de  sancto  vincencio.  Jacobus  episcopus 
,  sancti  felicio.  qui  mandato  domini  Regís 
ibi prcfixis. 


ORIA   DE    CATALUÑA 
LÍ-BEY  EL  ABBASSI 


I-BEY    EL   ABBASSI. 


lío  de  i8o3  una  pequeña  barca,  que  ha- 
'arifa  á  las  seis  de  la  mañana,  atravesaba 
Gibraltar  y  penetraba  á  las  diez  en  el 
jer. 

barca  hubo  atracado,  se  presentaron  en 
oros,  y  uno  de  ellos,  que  era  el  capitán 
lUelto  en  un  albornoz,  especie  de  saco 
pucha,  desnudo  de  pie  y  pierna  y  con  una 
a  mano,  pidió  el  certificado  de  sanidad, 
e  dio  inmediatamente,  y  encarándose  en 
único  pasajero,  árabe,  á  juzgar  por  su 

que  llevaba  la  barca,  con  él  entabló  el 
go: 

;  vienes? 
es,  por  Cádiz. 
n  lengua  mogrebina? 
o  sólo  el  árabe. 
:  eres,  pues? 
b  1. 

está  Khaleb? 
lam  2, 

es  Khaleb? 
a  el  Levante,  cerca  de  Turquía, 


r 


480  VfCTOR  BAL 

— ¿Eres,  pues,  turco? 
f-:  — No  soy  turco;  pero  mi  p 

^  nio  del  Padischah  >. 
;.-  — ¿Pero  eres  musulmán? 

i  — Sí- 

í  — ¿Cómo  te  llamas,  pues? 

P:  — Alí-Bey  el  Abbassi,   prín 

f'  Abbassidas,  descendiente  del 
¡e  Al  oír  esto,  el  capitán  del 


í:  rrogatorio  en  un  tono  n 

;*'"  había  usado  hasta  entonces, 

¿  momento  cierto  respeto  por  el 

':  ba  á  Tánger. 

— ¿A  qué  vienes  á  este  país 
¿-  — A  visitar  al  gran  empera 

'^  ge,  á  continuar  mis  viajes  c¡ 

í  santa  peregrinación  á  la  Mecí 

t^ ;  dos  los  verdaderos  creyentes. 

— ¿Traes  pasaportes? 
— Sí;  traigo  uno  de  Cádiz. 
;  — ¿Y  por  qué  no  lo  traes  dt 

,'  - — Porque  el  gobernador  de 

reemplazándole  con  éste. 
— Dámele. 
—Toma. 

Y  Alí-Bey  el  Abbassi  entre] 
del  puerto,  quien,  dando  ordi 
car  á  nadie,  partió  á  enseñar 
Éste  lo  envió  al  cónsul  de  Es 
aprobado  como  auténtico,  k 
conducto  de  Sidi  Mahomed,  j< 
plaza,  enviado  por  el  goberm 


El  Gran  S«fior. 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      481 

Dirigióle  éste  casi  las  mismas  preguntas  que  le  había 
hecho  ya  el  capitán  del  puerto,  y  dándole  el  pasaporte 
se  marchó  á  dar  cuenta  al  kaid. 

Poco  tiempo  después  volvió  el  capitán  del  puerto  con 
la  licencia  del  gobernador  para  el  desembarco. 

Alí-Bey  saltó  en  tierra  al  momento,  y  apoyándose 
sobre  dos  moros  (porque  estaba  herido  en  una  pierna 
á  causa  de  haber  volcado  su  coche  al  atravesar  por  Es- 
paña), se  hizo  conducir  á  casa  del  kaid.  Éste  le  aguar- 
daba ya  impaciente  algunos  pasos  fuera  de  su  puerta,  y 
le  hizo  subir  con  todas  las  consideraciones  á  una  pieza 
donde  estaba  su  secretario  y  también  su  kiahia  ó  vice- 
gobernador. 

El  kaid,  dirigiéndose  al  ilustre  viajero,  le  dijo  que 
quería  darle  hospitalidad  hasta  que  hubiese  mandado 
arreglar  un  alojamiento  conforme  él  merecía;  hizo  que 
le  sirvieran  café  con  azúcar,  y  entabló  una  conversación 
con  el  recién  llegado  sobre  sus  viajes. 

Este  le  dijo  entonces  ser  el  príncipe  Alí-Bey,  hijo  de 
Othman,  príncipe  de  los  Abbassidas,  que  después  de 
haber  empleado  muchos  años  en  viajar  por  los  estados 
cristianos  estudiando  en  sus  escuelas  las  ciencias  de  la 
naturaleza  y  las  artes  útiles  al  hombre,  había  tomado 
por  fin  la  resolución  de  viajar  por  los  países  musulma- 
nes; y  cumpliendo  al  mismo  tiempo  con  el  sagrado  de- 
ber de  la  peregrinación  á  la  Meca,  observar  las  costum- 
bres, usos  y  naturaleza  de  las  tierras  que  se  hallasen  al 
paso,  á  fin  de  no  hacer  inútiles  las  fatigas  de  tan  larga 
travesía  y  sí  provechosas  á  sus  conciudadanos  en  el  país 
que  escogiera  finalmente  por  patria. 

El  gobernador  quedó  muy  satisfecho  con  estas  expli- 
caciones, alentóle  en  su  propósito,  y  deseando  corres- 
ponder á  la  honra  que  le  cabía  albergando  en  su  casa  á 
tan  ilustre  y  sabio  viajero,  le  hizo  servir  una  abundan- 
te cena,  compartiendo  luego  con  él  su  propio  lecho,  que 
TOMO  XIX  31 


482  VÍCTOR   BAL 

era  un  diván  cubierto  con  una  i 

Al  anochecer  del  siguiente 
huésped,  que  estaba  ya  disput 
sando  Alí-Bey  á  ocuparle,  lúe; 
del  gobernador  y  habiendo  que 

Después  de  haber  pasado  la 
AH-Bey  se  enteró  del  rito  de  1( 
rente  del  turco,  que  era,  al  pa 
en  las  ceremonias  religiosas  de 
plir  con  ellas  al  siguiente  día,  ' 

Hizose  rasurar  la  cabeza,  e: 
los  reservado  en  la  coronilla,  j 
todas  las  demás  partes  de  su 
barba,  de  modo  que  no  quedaf 
feta  ha  proscrito  en  su  ley  com 
seguida  se  hizo  acompañar  al 
tuó  su  ablución  general,  y  lúe 
en  sus  ceremonias  religiosas. 

Poco  después  de  la  llegada 
existencia  comenzó  á  ser  bastí 
clones  íntimas  con  el  kaid  y  el 
ban  mucho  respeto  y  deferenci 
diencias  que  daban  y  reservánd 
honor;  la  fama  que  luego  con* 
bre  sabio  y  profundo  en  toda 
su  arrogante  y  simpática  figurj 
de  sol  que  se  verificó  por  aqu 
trazó  Alí-Bey  de  antemano,  1 
su  mayor  oscuridad;  la  vista  d 
mentos  que  llegaron  de  Europ 
presentes  al  kaid,  al  kadi  y  á  1( 
sus  liberalidades  para  con  otro 
en  él  la  atención  general,  de  s 
adquirió  una  superioridad  deci 
tranjeros  y  personajes  distingu 


IRÍA  DB  CATALUÑA — AÚ-BBY  EL  ABBASSI       483 

to  no  hubo  en  Tánger  más  persona  de  ver- 
rtancia  que  AIí-Bey. 

acontecimiento  vino  de  golpe  á  acrecen- 
tó y  á  hacerle  uno  de  los  primeros  hom- 
erío. 

:tubre  de  aquel  mismo  año,  la  artillería  de 
de  Tánger  anunció  la  llegada  del  sultán 
án,  emperador  de  Marruecos,  que  se  alojó 
)a  ó  castillo  de  la  ciudad, 
lue  debía  ser  presentado  al  sultán,  recibió 
viso  de  disponer  el  regalo  de  costumbre  pa- 
i  i  ente. 

lia  señalado  para  la  presentación  era  vier- 
te Abbassida  fué  primero  á  la  gran  mezquita 
ación  de  medio  día,  y  poco  después  de  en- 
,  se  le  acercó  un  moro  dicíéndole  que  el  sul- 
de  enviar  uno  de  sus  criados  para  anun- 
HÜa  subir  á  la  alcazaba  á  las  cuatro  y  pre- 

s  de  la  hora  señalada,  el  principe  subió  á  la 
rchando  al  frente  de  los  criados  que  condu- 
0  que  iba  á  hacer  al  sultán,  según  costum- 
¡antes  casos.  Este  regalo  se  componía  de 
¡guien  tes: 

iles  ingleses  con  sus  bayonetas. 
res  de  pistolas  inglesas, 
tillares  de  piedras  de  chispa. 

de  perdigones  para  cazar. 

completo  de  cazador. 

ie  la  mejor  pólvora  inglesa. 

piezas  de  ricas  muselinas  unidas  y  bor- 

ioleras  de  joyería, 
so  quitasol. 


484  vfCTOR  BALAGUER 

Las  armas  iban  en  cajones  cerrados  con  llave;  los 
demás  objetos,  en  grandes  azafates  cubiertos  de  damas- 
co rojo  galoneado  de  plata;  todas  las  llaves,  ensartadas 
en  una  larga  cinta,  iban  colocadas  en  un  plato. 

El  kaid  aguardaba  al  prínáipe  á  la  puerta  de  la  cin- 
dadela, recibiéndole  con  muchos  cumplidos;  hízole  atra- 
vesar un  pórtico  en  el  cual  había  gran  numero  de  ofi- 
ciales de  la  corte,  y  en  seguida  entraron  juntos  en  una 
pequeña  mezquita  para  hacer  la  oración  de  la  tarde,  á 
la  cual  asistió  también  el  sultán. 

Acabada  ésta,  Alí-Bey  salió  inmediatamente  de  la 
mezquita,  á  cuya  puerta  había  preparado  un  mulo  para 
el  sultán;  el  animal  estaba  rodeado  de  infinito  numen} 
de  sirvientes  y  primeros  oñciales  de  la  corte.  Delante 
había  dos  hombres  armados  de  una  pica  ó  lanza,  que 
mantenían  perpendicularmente,  cuya  longitud  era  de  14 
pies.  Seguían  de  cerca  á  la  comitiva  700  soldados  ne- 
gros, armados  de  fusiles,  agrupados  sin  orden  ni  pre- 
ferencia, y  rodeados  de  gente  por  todas  partes. 

El  kaidy  el  príncipe  Abbassida  se  situaron  en  medio 
del  paso  inmediatos  á  los  dos  lanceros.  A  su  lado  ibaei 
presente,  llevado  en  hombros  de  los  criados  del  última. 

No  tardó  mucho  en  salir  el  sultán,  montó  en  su  ca- 
balgadura, y  al  llegar  al  centro  del  círculo,  el  príncipe 
y  el  kaid  se  adelantaron.  Detuvo  el  sultán  su  muía,  y 
Ali-Bey,  presentado  por  el  kaid,  hizo  una  inclinación 
de  cabeza,  poniendo  su  mano  en  el  pecho,  á  lo  cual 
correspondió  el  sultán  con  otra  inclinación,  diciendo: 

— Seas  bien  venido, 

Al  instante  gritaron  todos: 

—  ¡Bienvenido!  ¡Bienvenido! 

Acto  continuo  picó  el  sultán  su  muía  dirigiéndose  í 
una  batería  distante  de  allí  200  pasos. 

Fuese  á  ella  Alí-Bey  con  su  introductor,  y  permane 
junto  á  la  entrada,  adelantándose  el  kaid  con  el  reg: 


J 


rOBIA  DE  CATALUÑA— ALÍ-BBy  EL  ABBASSI      485 

momento  en  que  penetraron  en  la  batería, 
is  profundo  silencio,  á  pesar  de  ser  muchas 
lS  que  alli  había,  particularmente  oficiales  del 

go- 

mte  después,  el  kaid  llamó  á  Ali-Bey,  y  si- 

al  terraplén  de  la  batería,  que  formaba  una 
terrado  al  Norte  sobre  el  mar,  artillado  con 
:as  de  grueso  calibre.  En  el  ángulo  oriental 
ma  especie  de  casita  de  madera  de  algunos 
vación  para  dominar  el  parapeto,  subiéndose 
una  escalinata  de  ocho  gradas, 
n,  entrando  en  la  casita,  se  había  recostado  so- 
:honcillo  rodeado  de  almohadas.  El  príncipe, 
os  oEciales  de  distinción,  dejaron  á  la  puerta 
los  para  caminar  á  pie  descalzo,  según  cos- 
os oñciales  se  colocaron  á  los  lados  de  Ali- 
iéndole  cada  uno  por  un  brazo,  y  el  kaid  se 
i  la  izquierda  como  para  formar  una  valla. 
:  en  presencia  del  sultán,  el  principe  Abbassí- 
i  inclinación  profunda  de  la  mitad  del  cuerpo, 
nano  derecha  sobre  el  pecho. 

de  haber  repetido  su  expresión  de  bienveni- 
ín  hizo  sentar  á  Ali-Bey  en  la  escalera, 
ales  se  retiraron,  y  el  kaid  permaneció  de  pie. 
;s  el  sultán,  con  mucho  afecto  y  un  tono  lleno 
,  dijo  al  príncipe  Abbassida  que  se  alegraba 
'crle,  y  repitióle  muchas  veces  la  satisfacción 
o  sentía,  poniéndole  la  mano  sobre  el  pecho 

hacerle  conocer  sus  sentimientos,  tanto  por 
10  por  palabras.  Preguntóle  por  los  países  en 
a  estado;  cuántas  lenguas  hablaba,  y  si  sabia 

ellas;  qué  ciencias  había  estudiado  en  lases- 
DS  cristianos;  cuánto  tiempo  había  residido  en 

después  de  haber  dado  gracias  á  Dios  por 
cho  salir  de  entre  los  infieles,  manifestó  sen- 


486  VÍCTOR  BA 

timiento  de  que  un  hombre  c 
dado  tanto  en  ir  á  Marruecos 
preferido  su  país  á  Argel,  T 
varias  veces  su  protección  y 
muy  dispuesto  en  su  favor. 

El  príncipe  Abbassida  ten 
rostro  y  sus  modales.  Cuant 
por  él  en  seguida,  arrastrados 
patía,  y  el  sultán  fué  de  este 

Entre  las  varias  pregunta 
ellas  si  tenía  instrumentos 
y  á  la  respuesta  añrmativa  d( 
ría  verlos,  y  que  podía  ir  en 

Apenas  hubo  pronunciado 
kaid  fué  á  tomar  la  mano  de 
le;  pero  éste,  sin  moverse,  h 
era  indispensable  aguardar  al 
quedaba  bastante  tiempo  pan 

El  kaid  se  quedó  mudo  de 
casi  con  espanto  al  príncipe. 

En  Marruecos  jamás  se  ci 
quizá  la  vez  primera  que  un  1 
Si  el  kaid  mismo  lo  hubiese 
su  cabeza  no  hubiera  estadc 
sus  hombros. 

El  sultán,  empero,  pareció 
terrible  de  etiqueta:  tal  era 
ejercía  el  príncipe  desde  su  pi 
testó: 

— Enhorabuena.  Tráelos  i 

— ¿Á  qué  hora? 

— Á  las  ocho. 

— No  haré  falta. 

Y  Alí-Bey  se  despidió  del  s 

Al  dia  siguiente  y  á  la  ho 


ORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ«BEY  EL  ABBAS5I      487 

rdábaJe  el  sultán  en  el  mismo  sitio  con  su 
Itih  ó  mufti  y  otro  favorito.  Tenía  delante 
de  té  completo. 

llegó  el  príncipe,  cuando  le  hizo  subir  la  es- 
itarse  á  su  lado.  Tomó  en  seguida  la  tetera, 
mataza,  y  habiéndola  acabado  de  llenar  con 
presentó  por  su  propia  mano.  Mientras  Ali- 
aba, pidió  el  emperador  papel  y  pluma.  Tra- 
pedaüo  de  mal  papel  y  un  tintero  de  cuerno 
ima  de  caña:  escribió  en  cuatro  líneas  y  media 
1  que  dio  á  leer  á  su  fakih,  y  como  éste  le  ad- 
;  habia  olvidado  una  palabra,  el  sultán  tomó 
i  añadió.  Acabado  de  tomar  el  té,  presentó  al 
1  escrito  para  hacérselo  leer,  y  acompañó  su 
üando  con  el  dedo,  palabra  por  palabra,  so- 
lí y  corrigiendo  sus  defectos  de  pronuncia- 
hace  un  maestro  con  su  discípulo.  Acabada 
le  rogó  que  guardase  aquel  escrito  como  re- 
o. 

sultán  varias  veces  señales  de  su  afecto.  Fi- 
trumentos,  los  miró  pieza  por  pieza  y  con  la 
uciosidad,  haciendo  que  le  explicase  aquello 
desconocido  6  cuyo  uso  ignoraba.  Manifes- 
ícer  sumo,  y  pidió  á  Alí-Bey  que  hiciese  una 
1  astronómica  en  su  presencia;  para  satisfa- 
I  éste  dos  alturas  de  sol  con  el  círculo  mul- 
Enseñóle  en  seguida  diferentes  libros  de  ta- 
ómicas  y  logarítmicas  que  llevaba  consigo, 
:e  ver  que  de  nada  servían  los  instrumentos  si 
idian  aquellos  libros  y  otros  muchos  más.  El 
ió  extrañamente  sorprendido  al  ver  tantas  ci- 
óle entonces  Ali-Bey  sus  instrumentos;  pero 
ó  que  los  guardase,  pues  él  sólo  sabia  usarlos. 
a  de  que,  dijo,  bastantes  noches  nos  queda- 
lírar  juntos  al  cielo. 


488  VÍCTOR   BALAGDER 

Entonces  vió  claramente  Alí-Bey  que  el  emperador 
trataba  de  conservarle  junto  á  su  persona  y  agregarte 
á  su  servicio,  lo  cual  ya  antes  habia  manifestado  con 
otras  expresiones.  Añadió  que  deseaba  ver  los  otros  ins- 
trumentos; ofreció  Ali-Bey  llevárselos  al  otro  dia,  y 
despidióse  de  él. 

Volvió  á  la  mañana  siguiente  y  subió  á  su  habita- 
ción. 

El  emperador  marroquí  estaba  recostado  sobre  un 
pequeño  colchón  y  una  almohada,  y  delante  de  él,  sen- 
tados sobre  una  alfombra,  su  gran  fakih  y  dos  de  sus 
favoritos.  Luego  que  vió  al  principe  Abbassida,  se  sen- 
tó y  dio  orden  de  traer  otro  colchón  de  terciopelo  azul 
lo  mismo  que  el  suyo;  hizolo  poner  á  su  lado,  y  obligó 
á  Alí-Bey  á  sentarse  en  él. 

Después  de  algunos  cumplidos  de  una  y  otra  parte, 
mandó  este  último  traer  una  máquina  eléctrica  y  una 
cámara  oscura,  presentándoselas  al  sultán  como  dos  ob- 
jetos de  pura  diversión  que  no  tenían  aplicación  alguna 
á  las  ciencias.  Habiendo  montado  las  dos  máquinas, 
colocó  la  cámara  oscura  en  frente  de  una  ventana.  £1 
sultán  se  levantó  y  entró  dos  veces  en  la  cámara,  cu- 
briéndole el  mismo  Alí-Bey  con  su  bayeta  durante  el 
largo  espacio  de  tiempo  que  se  entretuvo  en  considerar 
los  objetos  transmitidos  por  la  máquina,  lo  cual  ñié 
realmente  una  prueba  inmensa  de  conñanza. 

Divirtióse  luego  el  sultán  en  ver  detonar  la  botella 
eléctrica  diferentes  veces;  pero  lo  que  colmó  su  pasmo 
fué  el  experimento  de  la  conmoción  eléctrica.  Hízosela 
repetir  á  Alí-Bey  muchas  veces,  teniéndose  todos  asi- 
dos por  la  mano  para  formar  cadena,  y  luego  le  pidió 
largas  explicaciones  sobre  las  máquinas  y  sobre  la  in- 
fluencia de  la  electricidad. 

En  esta  entrevista  acabó  de  echar  raíces  en  el  ánim' 
del  sultán  su  afecto  por  Ali-Bey,  al  que  reiteró  cien  vi 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BBY  EL  ABBASSI      489 

ees  SU  amistad,  y  á  quien  no  tardó  en  dar  de  ella  una 
prueba  real,  según  vamos  á  ver. 

Hallábase  Ali-Bey  en  la  noche  de  aquel  día  en  com- 
pañía de  sus  amigos,  cuando  llegó  un  criado  del  sultán 
trayéndole  un  regalo  de  su  parte.  Mandóle  introducir 
al  momento,  y  se  presentó  postrándose  y  poniendo  de- 
lante del  principe  un  envoltorio  cubierto  de  una  tela  de 
oro  y  plata.  La  curiosidad  de  ver  el  primer  regalo  del 
emperador  de  Marruecos  le  hizo  que  abriera  apresura- 
damente el  envoltorio,  y  encontró dos  panes  bas- 
tante negros. 

Alí-Bey  pareció  quedar  sorprendido,  como  si  no  com» 
prendiera  toda  la  importancia  de  aquel  regalo;  pero 
bien  pronto  le  sacaron  de  dudas  los  plácemes  que  se 
apresuraron  á  darle  cuantos  estaban  en  su  compañía, 
díciéndole: 

— ¡Dichoso  de  vos!   ¡Qué  felicidad  la  vuestra!   ¡Ya 
sois  hermano  del  sultán!  El  sultán  es  hermano  vuestro. 
Y  otras  frases  por  el  estilo. 

Efectivamente,  el  signo  más  sagrado  de  fraternidad 
entre  los  árabes  es  presentarse  mutuamente  un  pedazo 
de  pan  y  comer  entrambos;  de  consiguiente,  los  panes 
enviados  por  el  sultán  eran  la  mayor  prueba  que  podia 
dar  de  cariño:  eran  su  signo  de  fraternidad  con  Ali-Bey. 
£1  II  de  Octubre  recibió  éste  un  mensaje  del  sultán 
por  conducto  del  kaid.  Le  advertía  que  estuviese  pronto 
á  partir  con  él  al  dia  siguiente,  previniéndole  que  pi- 
diese cuanto  necesitara;  pero  Ali-Bey,  contradiciendo 
por  segunda  vez  al  emperador  (cosa  inusitada  en  aquel 
país),  dijo  que  le  era  imposible  partir  tan  pronto,  y  que 
necesitaba  permanecer  en  Tánger  algunos  días.  El  sul- 
tán, sin  embargo,  no  se  incomodó  por  esto,  y  Je  conce- 
dió diez  días. 

Muley  Solimán,  que  así  se  llamaba  entonces  el  sobe- 
rano de  Marruecos,  partió  el  12  muy  de  madrugada,  y 


49°  VÍCTOR    BAL 

Ali-Bey  comenzó  á  hacer  sus  ] 
su  vez. 

Ahora  bien;  ¿quién  era  ese  1 
de  haber  llegado  á  Tánger,  < 
fausto  verdaderamente  orienta 

¿Quién  era  ese  hombre  que 
principe  Abbassida,  como  sche 
Abbas,  tío  del  profeta,  cuya  di 
califato  por  espacio  de  siete  si| 

¿Quién  era  ese  hombre  que 
zas  y  sus  regios  regalos  á  cuai 
con  él  se  conciliaba  el  respeto, 
sabiduría,  la  veneración,  y  poi 
todos? 

¿Quién  era,  en  fin,  ese  hom 
maba  hermano,  y  por  el  cual : 
vista  una  simpatía  tan  profun( 
su  persona,  abriéndole  el  cami 
grandezas  y  de  los  honores? 

¿Quién?.... 

Vamos  á  decírselo  á  nuestro 

Era  un  cristiano,  era  un  a 
Badia  y  Leblich. 

Su  historia  en  África,  que  1 
una  novela. 

Veamos  antes  á  qué  iba  ese 
sado  por  su  genio,  por  su  coi 
ciencia. 

II. 

D.  Domingo  Badia  y  Lebli' 
celona  el  l."  de  Octubre  de  176 
al  estudio  desde  sus  primeros 
estudiara  en  la  Universidad  d 


ISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  BL  ABBA551      49I 

a  genio  libre  y  fogoso  nunca  se  avino  bien  con 
mentes  escolares.  Con  efecto,  Badia  no  cono- 
aulas  que  su  propia  habitación:  encerrábase  en 
visto  de  los  libros  que  más  se  conformaban  con 
ación,  y  pasaba  muchas  horas  entregado  al  es- 
rimero  se  dedicó  con  ardor  al  de  las  matemá- 
a  delincación  y  al  dibujo;  siguió  la  geografía, 
lia,  ñsica  y  música;  pero  su  atención  se  ñjó 
irmente  en  el  estudio  de  las  lenguas  orientales, 
límente  el  árabe  moderno,  el  cual  llegó  á  serle 
liar,  que  parecía  su  propio  idioma. 
ístos  conocimientos  asombrosos  para  su  corta 
mó  la  atención  del  Gobierno  de  Carlos  III,  que 
orce  años  le  conñrió  el  destino  de  adminístra- 
tensilios  de  la  costa  de  Granada.  A  los  diez  y 
a  ya  contador  de  guerra  con  honores  de  comi- 
á  los  veinteséis  Carlos  IV  le  nombraba  admi- 
r  de  tabacos  de  Córdoba. 

estos  empleos,  aunque  eran  ciertamente  unos 
lios  de  su  mérito  en  razón  de  la  corta  edad  en 
)btuvo,  no  estaban  en  armonía  con  los  estudios 
¡a  hecho  ni  podían  darle  ocasión  para  desplegar 
extraordinario,  limitando  sobradamente  la  es- 
su  existencia.  Con  el  objeto,  pues,  de  ensan- 
/  sintiéndose  llamado  por  su  vocación  y  por  sus 
á  más  altas  empresas,  presentó  al  Gobierno  de 
V  en  1801  un  proyecto  de  viaje  científico  al  in- 
;  África,  y  examinada  por  orden  del  rey  y  rcco- 
u  utilidad,  fué  nombrado  para  realizarle  el  mis- 
ia. 

i  éste  contraído  estrecha  amistad  con  el  sabio 
ita  D.  Simón  de  Rojas  Clemente,  que  á  la  sa- 
allaba  regentando  una  cátedra  de  árabe,  el  cual, 
le  supo  el  proyecto  de  Badía,  quiso  asociarse  A 
ición. 


492  vi. 

En  su  consecuenci 
drid  para  Faris  y  Loi 
cuyas  capitales  entab 
distinguidos  y  con  los 
científicos,  proveyéoc 
necesarios  para  las  o 
bien  una  magnífica  co 
viaron  al  Real  Qabioi 

Entonces  fué  cuaní 
Carlos  IV,  y  el  homt 
en  España,  concibió  i 
como  afirma  en  sus  í 
gran  manera.  Conocí 
gunas  conferencias,  y 
tífico  en  político. 

Nos  es  preciso  ahoi 
nes  para  comprender  1 
cipe  de  la  Paz  á  semej 
para  hacernos  cargo 
que  llevaba  al  África 
en  ella  bajo  el  nombr 

El  mismo  príncipe 
mente  en  sus  ya  citad 
nemos. 

La  idea  del  valido  ■ 
cargar  á  Badía  y  á  Ci 
extranjero  pasase  sol. 
al  Asia;  mas  cuyo  obj 
ción  de  los  medios  de 
escalas  de  Levante  de 
la  misma  indagación ; 
vendría  adoptar  para 
gión  del  Asia  con  en 
para  formar  enlaces  c 
rio  chino,  y  organizai 


E  CATALUfÍA — ALÍ-BEV  EL  ABBA5SI      493 

sin  que  en  él  interviniesen  otras  manos 
A  estoB  encargos  se  debía  añadir  el  de 
)samente  cuantos  artículos  exóticos  de 

0  les  fuese  dable  recoger  ó  sorprender 
sia  para  aclimatarlos  en  la  América. 

1  objetos  mencionados,  había  uno  ma- 
^n  el  principe  de  la  Paz  conñesa,  era 
a,  viva  siempre  en  su  espíritu  hasta 

frecuencia,  y  era  buscar  el  modo  de 
ioles  una  parte  especialisima  del  co- 
:1  África  por  el  conducto  de  Marrue- 
irtículos  de  nuestra  producción,  poco 
i  en  América,  y  de  valor  también  muy 
o  en  los  mercados  de  Europa,  podían 
18  países  africanos  con  preciosos  cam* 

iue  ignoren,  dice  el  mismo  príncipe, 
lad  de  objetos  de  exportación  que  ofre- 
oren  polvo  de  oro,  marfil,  ámbar  gris, 
irábiga,  cueros,  algodón,  añil,  cera, 
:,  plumas  de  avestruz,  etc.,  sin  aña- 
¡ería  de  esclavos,  indigna  de  nombrar- 
recibida  y  buscada  codiciosamente  en 
ningún  rebozo  como  ahora.  «A  estos 
rocedentes  de  ka  caravanas,  se  junta- 
iropios  de  Marruecos,  granos  inagota- 
le  salida  cierta  en  todos  los  mercados 
os  abundantes,  caballos  sin  igual  para 
aballeria  ligera,  buenas  lanas,  tejidos 
L  especie,  y  los  preciosos  tafiletes  ama- 
en  Europa.  Sabidos  son  también  los 
ados  de  importación  para  lo  interior 
lentes  en  armas  blancas  y  de  fuego, 
ibalorios  y  bujerías  de  toda  especie, 
.na,  sederías,  cotonadas,  papel,  lato- 


494  VÍCTOR  BAL  AGÜE 

5s,  vidriado,  corales,  granates,  á 
as  que  podían  todas  ellas  surtirs< 
lera  mano,  dando  pasto  ala  indu: 
incias,  sobre  todo  á  la  Cataluña, 
astillas,  Valencia,  Granada  y  Mt 
irfecto  en  nuestras  fábricas,  no  p 
1  otras  partes,  lo  debia  encontré 
.s  ferias  de  Sus,  donde  se  tenia  u 
.  parte  central  de  la  Nigricia  de  O 
lijinia,  Segó  y  otros  puntos  de  la 
I.  Establecido  este  comercio,  no 
^zago  ni  ninguna  cosa  de  desecho  t 
Tales  son  las  palabras  del  prínc 
Esta  oscura  ensenada  de  comei 
lente  descuidada  por  las  demás  na 
ie  encontraban  mejor  suconveni 
lismo  tiempo  con  el  África  y  el  J 
riente  y  en  la  Arabia  y  el  Egipto 
3t  SU  posición  geográfica,  podía 
ibo  de  comercio  africano,  sin  te 
egún  las  ideas  del  príncipe,  á  nm 
is,  la  travesía  de  pocas  horas,  caí 
uestras  baterías,  casi  á  cubiert( 
ido  el  caso  de  una  guerra,  núes 
frica  debía  ofrecer  empleo  segure 
)]o  á  los  grandes  negociantes,  sin 
)rtos,  hasta  al  humilde  pescador 
:  una  vela. 
«Hacíase,  empero,  necesario  pa 
núa,  tener  puertos  y  asientos  pr 
;)tos  y  oportunos  de  las  costas  m; 
ivo  el  Portugal  en  otro  tiempo,  y 
ite  á  la  Corona  de  Castilla,  los  ti 
TOS,  si  bien  no  se  sacó  ningún  [ 
^sesiones,  puesta  entonces  nuestr 


ITALUÍÍA — ALf-BEY  BL  ABBA55I      495 

a,  en  tos  negocios  de  la  América 
)s  idiota  y  desleal  que  la  morisma 
sn  tratado  de  comercio,  cuyo  pro- 
lutuo  entre  Marruecos  y  la  España 
s  mismos  marroquíes  per  la  doblí 
nto  comercial  que  habrían  tomadi 
inmenso  desarrollo  que  se  habrii 
>  é  industria,  puesta  en  mayor  con 
a,  y  derramada  en  sus  mercados 
I,  como  era  persuadir  á  los  moroi 
¡ses,  y  mucho  más  lograr  que  con 
narlos  con  los  nuestros,  todavii 
ia  sacar  partido  de  la  situación  po 
larca  de  Marruecos  se  encontrabi 

!Ón  Muley  Solimán,  principe  mi¡ 
Tiplación  del  Alcorán  que  á  losne 
,  muy  más  bien  atfaquí,  como  dt 
:  señor  de  un  vasto  imperio;  flaco  3 

0  para  las  armas.  Sus  provincias 

1  invadidas  por  las  tribus  libres  de 
herif  Ahhmed,  levantando  en  Su; 
ibelión,  desafiaba  su  poder  en  aque! 
hacerse  dueño  del  imperio.  Scheri 
a  por  déspota,  los  pueblos  de  Ma- 
■  en  aquel  cambio,  porque  Ahhmec 
das  singulares  para  el  trono.  Mulej 
eligro  de  perderle,  como  le  perdií 

anclas  me  pareció  poder  lograr  m! 
icándole  una  alianza  con  España  ) 
le  contra  sus  enemigos,  se  pusiese 
edernos  dos  puertos  por  lo  menos, 
estro,  uno  de  ellos  en  el  Estreche 
prestándose  igualmente  á  celebrai 


i  VfCTOR  BALÍ 

acto  de  comercio  en  sus 
>sas  y  sin  ningunas  restrii 
jue  lo  que  merecían  aquel 
:omo  enemigos  muy  dañii 
isos  y  muy  falsos,  desde 
do  otro  camino  más  derec 
para  obrar  más  cuerdami 
e  Carlos  IV,  incapaz  de  i 
tfreciese  ni  un  solo  viso  di 
cesidad  de  no  alarmar  á  1 
rento,  no  obstante,  se  no 
la  guerra,  bajo  todas  luce 
moderación  y  cuya  pazj 
a  nación  inglesa,  nos  eos 
)re  de  regalos,  como  hubi 
1  año  este  tributo  inicuo, 
'  un  derecho  ya  adquiri< 
'  á  la  amenaza  de  interrur 
stados. 

egados  los  presentes,  se  m 
10  impidiendo  comprar  gr 
lo  enteramente  su  protet 
de  esto  se  siguieron  los  am 
;,  y  vejaciones  y  durezas  e_ 
;p  año  les,  violando  á  cada 
mbres  recibidas.  Sobrabaí 
acción  á  mano  armada  é  in 
¡pe;  mas  siguiendo  mi  p( 
ién  de  que  en  el  caso  de  t 
cierto  y  con  muy  pocos  s; 
)  de  que  Badía  pasase  á  a< 
lol,  mas  como  árabe,  coir 
an  príncipe  descendiente 
lo  por  Europa  y  volverla  i 
África  y  siguiendo  á  la  A 


HISTORIA  DE  CATALURA — ALÍ-BEY  EL  ABBA5S 

•Su  objeto  principal  seria  ganar  la  conñ: 
Muley,  y,  presentada  la  ocasión,  inspirarle  la 
pedirnos  nuestra  asistencia  y  alianza  contra  los 
que  combatían  su  imperio  y  amenazaban  su  co 
esta  idea  era  acogida,  debía  ofrecerse  él  misi 
venir  á  negociar  acerca  de  ella  en  nuestra  c( 
poderes  amplios.  Si  no  alcanzaba  á  persuadir] 
explorar  el  reino  con  el  achaque  de  viajero,  n 
sus  ñierzas,  enterarse  de  la  opinión  de  aquellos 
y  procurarse  inteligencias  con  los  enemigos  de 
por  manera  que  entrando  en  guerra  pudiésemo 
con  su  asistencia  y  obrar  de  un  mismo  acuerd 
teres  reciproco  bajo  las  condiciones  ya  apuntad 
en  mayor  escala  para  poder  hacernos  dueño; 
parte  del  imperio,  la  que  mejor  nos  conviniese 

iBadia  era  el  hombre  para  el  caso.  Valienti 
jado  como  pocos,  disimulado,  astuto,  de  cara 
prendedor,  amigo  de  fantasía  y  verdadero  orí 
donde  la  poesia  pudiera  haber  sacado  mucho 
para  sus  héroes  fabulosos;  hasta  sus  mismas  : 
violencia  de  sus  pasiones  y  la  genial  intempeí 
su  espirítu,  le  hacian  apto  para  aquel  designio 

Hemos  dejado  hablar  al  mismo  principe  de  i 
fin  de  que  nuestros  lectores  comprendieran 
transcendencia  é  importancia  de  su  proyecto, 
era  y  osado,  peligroso  y  diñcil;  pero  Badia  se 
de  llevarlo  á  cabo. 

■Tales  fueron  las  veras  con  que  aceptó  mi 
añade  Godoy,  que,  sin  consultar  con  nadie  y  d 
acuerdo,  osó  circuncidarse,  sola  cosa  que  le  fall 
el  difícil  y  arriesgado  papel  que  debía  hacer  < 
mahometanos.*  • 

Así  fué.  Badia  llamó  en  Londres  á  un  fa 
acreditado  y  conñó  á  su  destreza  la  peligros 
ción,  que,  según  parece,  fué  terríblemente 


498  VÍCTOR  BALAGUER 

para  nuestro  paisano  Badia,  haciéndole  padecer  mucho 
y  ocasionándole  una  enfermedad  de  que  sólo  muy  len- 
tamente convaleció. 

En  seguida,  con  el  fín  de  que  pudiera  fascinar  por 
completo  al  monarca  y  validos  de  aquella  corte  semi- 
bárbara, halló  medio  de  forjarse  él  mismo  una  genea- 
logía completa  árabe,  como  hijo  de  Othman-Bey,  prín- 
cipe Abbassida  y  descendiente  del  Profeta,  y,  así  que 
estuvo  ya  restablecido  del  todo,  apareció  un  día  en 
Londres  con  traje  musulmán  para  comenzar  á  repre- 
sentar su  papel. 

Algún  tiempo  después,  revestido  Badía  con  todas  las 
señales  exteriores,  y  con  sus  inmensos  conocimientos 
en  las  ciencias  ñsicas  y  matemáticas  y  en  las  costum- 
bres y  literatura  oriental,  regresó  á  España,  donde  re- 
cibió las  instrucciones  reservadas,  los  numerosos  docu- 
mentos y  recomendaciones  que  debían  sostenerle  en  su 
peligrosa  empresa,  y  que  con  los  demás  medios  mate- 
riales le  facilitó  el  poderoso  valido  príncipe  de  la  Paz, 
el  cual  también,  segúp  parece,  aseguró  la  subsistencia 
de  su  mujer  é  hija  con  una  pensión  de  12.000  reales. 

En  cuanto  á  Rojas  Clemente,  no  le  acompañó,  que 
bien  lo  hubiera  querido,  porque  el  príncipe  de  la  Paz 
no  lo  halló  conveniente. 

Marchóse,  pues,  solo  Badía,  desembarcando  en  Tán- 
ger, según  hemos  visto,  y  cortando  desde  entonces  toda 
correspondencia  hasta  con  su  familia  para  dejar  al  Go- 
bierno español  en  entera  libertad  de  hablar  de  él  según 
mejor  conviniese  al  objeto  de  sus  viajes.  El  secreto  por 
de  pronto  no  fué  comunicado  á  nadie  por  el  príncipe  de 
la  Paz.  Desapareció  ya  entonces  por  completo  la  per- 
sonalidad de  Badía,  ostentándose  en  su  lugar  la  gran- 
diosa figura  de  Alí-Bey  el  Abbassi.  El  Gobierno  esp  • 
ñol  le  recomendó  eficazmente  á  todos  sus  cónsules  1 
agentes  en  África  como  si  fuese  un  árabe  que  haL  l 


J 


>RIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BBY  EL  ABBASSI      499 

>  largo  tiempo  en  Europa,  que  en  ella  ha- 
is  estudios  y  que  se  había  adquirido  en  elle 
mpatias. 

e  toca  personalmente  á  Alí-Bey,  ya  hemos 
su  elegante  y  simpática  figura,  su  portt 
el  lujo  que  ostentaba,  sus  títulos  escrito! 
tiguo  y  admirableniente  confeccionados  cor 
signaturas,  la  minuciosidad  de  sus  práctica! 
u  completa  posesión  del  idioma  árabe,  > 
o,  sus  inmensos  conocimientos  en  astrono- 
a,  historia  natural,  geografía,  dibujo  y  mC' 
aren  desde  luego  hacia  tan  eminente  per- 
¡peto  y  la  consideración  de  aquellos  pueblos 
i,  sin  que  ni  por  asomo  se  suscitara  por  el 
ás  pequeña  duda  acerca  de  su  descendencia. 
is,  buen  cuidado  tuvo  £l  de  circular  la  idea 
nte  su  larga  permanencia  en  Europa  había 
parte  sus  usos,  y  que,  al  restituirse  á  Áfri' 
untaba  la  sensación  de  un  europeo  que  s( 
iemejante  caso  y  jamás  hubiese  salido  de 

que  ya  sabemos  quién  era  aquel  principt 
I  hemos  visto  llegar  á  Tánger;  ahora  qu( 
lectores  saben  que  tras  la  figura  y  nombrt 
í-Bey  se  ocultan  la  figura  y  nombre  del  ca' 
;  ahora  que  ya  le  tenemos  introducido  er 
sultán  y  en  camino  de  ser  su  favorito,  va- 
ríe paso  á  paso  en  sus  curiosos  viajes,  en 
:as  aventuras  y  en  su  arriesgada  y  temerá- 


lectores  recordarán  que  Alí-Bey  (á  quier 
IOS  llamando  asi)  había  pedido  al  sultár 


500  VfCTOR  BALACUER 

Hez  días  para  disponer  su  viaje  y  salida  de  Tánger. 

Dispuesto  ya  todo  lo  necesario  para  la  marcha,  em- 
3leó  Alí-Bey  todo  el  martes  25  de  Octubre  en  hacer 
salir  de  la  ciudad  todos  sus  bagajes,  yendo  él  á  acam- 
par á  loo  toesas  al  Oeste  de  las  murallas,  donde  halria 
fí  hecho  reunir  sus  tiendas,  gentes  y  equipajes.  Sali6 
le  Tánger  después  de  hecha  su  oración  en  la  mezqui- 
:a,  acompañándole  á  caballo  el  kaid,  los  fakihs  y  talbes 
le  la  ciudad,  con  otras  personas  de  importancia,  unos 
nontados  y  otros  á  pie,  que  no  quisieron  abandoDarle 
lasta  el  sitio  donde  había  levantado  su  tienda,  y  que 
isi  le  acataban  para  honrar  en  él  al  viajero  ilustre  y  al 
ávoríto  del  sultán. 

Antes  de  salir  Ali-Bey  de  su  casa,  uno  de  los  bkihs 
e  cogió  el  índice  de  la  mano  derecha  y  lo  pasó  por  la 
iuperiicie  de  una  de  las  paredes  de  su  cuarto,  hacién- 
lole  trazar  ciertos  caracteres  misteriosos  para  lograr 
men  viaje  y  feliz  regreso. 

Llegada  la  noche,  todos  los  personajes  que  le  haMan 
Lcompanado  se  reunieron  en  su  tienda,  donde  le  oíre- 
:ieron  una  cena  suntuosa,  despidiéndose  luego  de  él  y 
«tirándose  á  la  hora  de  cerrar  las  puertas  de  la  ciudad. 

El  miércoles  26  por  la  mañana,  cuando  Alí-Bey  aca- 
taba de  dar  orden  de  levantar  el  campo  para  empren- 
1er  la  marcha,  se  presentaron  á  saludarle  por  liltima 
ez  el  kaid  y  todos  los  fakihs.  Formaron  un  círculo  al- 
ededor  suyo,  dirigieron  juntos  á  Dios  dos  oraciones 
ara  que  le  concediese  un  feliz  viaje,  y  después  de  alira- 
arle  afectuosamente,  se  separaron  de  Él  con  lágrimas 
n  los  ojos. 

Alí-Bey,  enternecido  con  aquella  afectuosa  despedida 
ue  jamás  había  alcanzado  personaje  alguno  en  Tañ- 
er, montó  á  caballo  y  partió. 

Ko  pueden  leerse  sin  conmoción  las  líneas  que  en  ; 
)iítario  escribió  Alí-Bey  aquel  día. 


DE  CATALUÑA — ALÍ-BBY  EL  ABBASSt      5< 

:nto  en  que  me  encontré  solo,  dice,  < 
n  la  más  profunda  meditación.  En  c 
üferentes  países  de  la  Europa  civiliz: 
mera  vez  al  frente  de  una  caravana, 
1  pEÚs  salvaje,  sin  otra  garantía  para 
dual  que  mis  propias  fuerzas.  Partie 
entríonal  de  África,  é  internándome 
:iame  á  mí  mismo: — ¿Seré  bien  recil 
¿Qué  vicisitudes  serán  las  que  me  agí 
término  de  mis  proyectos?  ¿Seré  ac 
iada  de  algún  tirano?  ]AhI  no,  de  r 
:ran  Dios,  que  desde  lo  alto  de  su  tr 
mis  intenciones,  me  prestará  SU  auxi 
;  estado  de  abatimiento,  saqué  la  c< 
nte: — Pues  Díos,  con  su  mano  todo 
onducido  felizmente  hasta  aquí  á  tra 
)s,  con  igual  felicidad  me  llevará  ha 

i  AU-Bey,  del  cual  acabamos  de  enl 
ores  líneas,  lo  escribió  en  árabe,  y 
cuenta  que  figuraba  ser  el  que  escri 
cuya  juventud  había  transcurrido 
os  esta  advertencia  para  que  la  tenf 
8  lectores  siempre  que  citemos  las  i 
sy. 

>n  toda  su  comitiva  y  equipajes  á  Al 
.veso  los  sitios  en  que  tuvo  lugar  la 
.  Sebastián,  pasando  luego  á  la  ciu( 
londe  el  ilustre  viajero  fué  bien  reci 
>  El  gobernador  quiso  añadir  seis  í 
;a  y  le  envió  una  cena  abundante  aq 
ándole  también  una  segunda  cena  o 
tosición. 

i  que,  á  medida  que  el  viajero  iba  ai 
curiosas  observaciones  sobre  los  sit 


502  VfCT 

que  atravesaba,  sobre  I 
sobre  las  costumbres  d< 
la  atmósfera,  etc.;  ob: 
Dietario,  digno  de  leen 
Vamos  nosotros  sigu 
El  29  atravesó  el  ríe 
nuestro  famoso  poeta 
de  la  ruina  del  ejército 

"Tú,  iofanda 
murió  d  vencí 
y  se  acabó  su  ¡ 
no  estés  alegre 
porque  tu  tente 
hubo  sin  espera 
indina  de  menx 

despedazada  ca 
compensarás  m 
y  Liiko,  ainedi 
pagará  de  afric: 

Profecía  del  poeta  q 
de  cumplir  en  nuestros 

Sin  incidente  alguno 
gó  el  i.°  de  Noviembre 
ya  se  tenia  noticia  de  si 
to  para  recibirle,  segijn 

Mequinez  está  situac 
triple  lienzo  de  mural 
contener  un  ejército  n 
ci6n.  Dichas  murallas 
de  espesor,  con  alguni 
cho  en  trecho.  La  ciud 
mino,  presenta  una  h< 
rres,  y  está  rodeada  c 
teatro. 


9T0RIA   DE  CATALUÑA — ALf-BEV   EL  ABBASSI      5O3 

:y  entró  á  descansar  en  una  pequeña  capilla  que 
ín  á  la  puerta  de  la  ciudad,  y  por  medio  de  uno 
riados  envió  á  participar  su  llegada  al  gobema- 
:o  tardó  en  llegar  un  oficial  de  palacio  enviado 
iltán  para  recibirle,  el  cual  le  condujo  con  todos 
ijes  á  la  casa  que  se  le  tenía  preparada, 
trar  en  ella  se  encontró  el  principe  Abbassidá 
intendente  del  Tesoro,  quien,  después  de  los 
os  acostumbrados,  se  informó  de  cuanto  nece- 
tanto  Alí-Bey  como  su  gente  y  los  animales, 
bía  recibido  orden  de  proveer  absolutamente  á 
s  gastos  sin  excepción. 
Itán  bacía  las  cosas  en  grande. 
ás  de  esto,  el  gobernador  de  la  ciudad  le  envió 
eve  de  la  noche  una  magnífica  cena, 
mañana  siguiente  pasó  á  visitar  al  primer  mi- 
il  sultán,  que  se  llamaba  Sidi  Mohamet  Salaouí, 
;  manifestó  que  tenía  orden  de  presentarle  al 
lor  el  día  siguiente. 

idamente  el  sultán  había  cobrado  un  afecto  y 
patía  inexplicables  por  el  que  creía  ser  un  prin- 


lo  Alí-Bey  se  hubo  retirado  á  su  casa,  recibió  el 
1  de  una  magnífica  comida  que  le  envió  el  mi- 

i  4  fueron  á  buscar  á  Alí-Bey  de  orden  del  sul- 
duciéndole  á  la  mezquita  de  palacio,  en  donde 
I  en  llegar  Muley  Solimán. 
>  era  viernes  hubo  sermón  y  en  seguida  la  ora- 
istumbrada,  siendo  de  notar  que  este  sermón, 
lo  por  un  fakih  del  emperador,  consistió,  como 
i  oyera  en  Tánger  Alí-Bey,  en  alentar  el  odio 
Erdaderos  musulmanes  contra  los  cristianos,  in- 
)  el  orador  con  energía  en  que  «era  grave  peca- 
tener  comercio  con  los  cristianos,  á  los  cuales 


;04  VÍCTOR  Bl 

se  les  debia  vender  nada, 
eres  y  alimentos.» 
Mi-Bey  oyó  este  sermón 
dadero  creyente, 
i^umplidos  los  deberes  reí 
,  que  le  recibió  con  grai 
érencia,  diciéndole  que  pe 
i  días  para  Fez,  empeñan 
1  su  ministro  el  Salaou!. 
Salido  de  la  mezquita,  pa 
sonaje,  quien  le  rogó  coi 
;es¡tara  para  salir  al  d!a  ! 
ide  seria  alojado  en  casa  c 
ices  un  santo  muy  célebre 
Bt  principe  Abbassida,  cu 
)  á  su  casa  para  hacer  su 
\1  día  siguiente,  5  de  No' 
.ñaua,  de  orden  de  Salaoi 
y  cinco  soldados  de  á  ca 
u  escolta,  y  salió  en  segí 
i'ez  después  de  un  viaje  U 

IV 

Poco  llama  la  atención  1; 
-Bey.  Según  dice,  las  cal 
;,  no  solamente  son  est 
posible  marchar  de  fren 
o  también  porque  las  cass 
el  primer  piso  un  vuelo  Ó 
i  luz;  inconveniente  que 
:ie  de  galerías  ó  pasadizo: 
r  de  las  casas  por  ambos  1 
idir  las  murallas  elevada 


5a— ALÍ-BEY  EL  ABBASSl      ¡0$ 

asas  de  ambas  aceras,  y  agu  - 
,  Estos  arcos  se  cierran  por 
ciudad  se  halla  entonces  divi- 
bsolutamente  incomunicados 

de  mezquitas,  cuyo  número 
lO.  La  principal  se  llama  el 
lían  más  de  3oo  pilares,  con 
nosas  fuentes  en  el  patio.  La 
a  singulaiidad  de  poseer  un 
tinado  á  las  mujeres  que  quie- 
I  pública.  iCircunstanciaque 
monumento,  dice  el  ilustre 
lo  nuestro  santo  profeta  seña- 
1  el  Paraíso,  los  musulmanes 
do  sitio  en  las  mezquitas,  y 
á  la  oración  pública.* 
tada  en  Fez,  y  al  mismo  tiem- 
8,  es  la  dedicada  al  sultán  Mu- 
idad,  y  por  esta  razón  venera- 
uituario  reposan  sus  cenizas 
los  monumentos  de  este  gé- 
lo  de  arcos;  pero  la  parte  cu 
tdrado  sin  arco  ni  pilares,  Su 
madera,  y  adornada  de  ara- 
octógona,  que  solamente  es- 
del  salón. 

luley  Edris  está  colocado  á 
lán,  y  cubierto  con  una  tela 
ores;  dicha  tela  está  en  ex- 
levoción  de  los  visitantes.  En 
y  colgadas  gran  número  de 
ls  de  cristal.  A  ambos  lados 
uides  cajones  para  recibir  las 


506  VÍCTOR  BAI 

Es  este  santuario  el  asilo  n 
perio;  el  criminal,  aun  el  culp; 
jestad  ó  de  alta  traición,  está 
derecho  para  arrestarlo. 

Las  demás  mezquitas  son  { 
cepto  la  que  se  halla  en  el  ¡: 
grande,  mas  no  por  esto,  seg 
todas  estas  noticias  nos  prop( 
ni  con  carácter  alguno  de  beli 
demás. 

El  palacio  del  sultán  se  coi 
unos  á  medio  construir,  otros  i 
les  sirven  de  entrada  á  hahi 
dado  penetrar  al  intrépido  via 
ven  ya  guardias  y  puertas  cer 
los  empleados,  á  los  criados  d 
zan  de  privilegio  particular.  I 
una  casita  de  madera,  semeja 
tes  de  aduanas  de  Europa,  á 
escalones.  Por  dentro  la  cubn 
el  pavimento  hay  una  alfomb 
hay  un  lecho  con  sus  cortinas 
otro  un  pequeño  colchón.  La 
no  excede  de  i5  pies  cuadt 
en  que  AIl-Bey  visitó  Fez,  el 
tado  en  la  silla  6  recostado  ei 
sonas  que  hablan  obtenido  el 
das;  pero  que  jamás  pasaban 
favoritos  tenían  el  privilegio 
colchón.  Por  lo  que  á  Alí-B 
esta  distinción  particular. 

En  el  mismo  patio  existe  u 
quita,  en  la  que  Muley  Solim 
oraciones,  menos  los  viernes, 
ba  á  la  gran  mezquita  de  pa 


DE  CATALUSA— ALÍ-BEY  EL  ABBASSt      5O7 

dio  de  una  puerta  que  cae  á  la  calle. 
lo  patio  se  hallaban  entonces  las  ofici- 
io.  Había,  y  habrá  ahora  lo  mismo,  un 
;jo  y  húmedo,  situado  al  pie  de  una  es- 
za  podria  tener  unos  cinco  pies  de  an- 
de largo;  las  paredes  eran  en  extremo 
itradas,  sin  verse  alli  otros  muebles  ó 
la  vieja  alfombra  que  cubría  el  suelo, 
e  este  miserable  recinto,  el  ministro  se 
fríamente  sentado  en  cuclillas,  tenien- 
■  mal  tintero  de  cuerno,  y  en  un  pañue- 
nos  papeles,  junto  con  un  libro  de  me- 
)untaciones.  Cuando  salía,  cerraba  su 
a  en  el  pañuelo  papeles  y  libros  y  los 
azo,  de  modo  que  al  marchar  se  llevá- 
is sus  archivos. 

jrosigue  diciendo  nuestro  viajero,  está 
ma  eminencia  en  un  cuartel  ó  arrabal 
:ra  de  la  ciudad  de  Fez,  llamado  Nueva 
:  están  obligados  á  vivir  en  dicho  cuar- 
ierran  por  la  noche, 
palacio  no  es  más  que  un  simple  huerto 
boles  y  varios  edifícios  de  puro  ornato, 
jardin  Buckelú.  El  río  de  Fez  atraviesa 
itrar  en  la  ciudad  se  divide  en  dos  bra- 
suministran  la  grande  abundancia  de 
en  las  casas  y  mezquitas;  de  modo  que 
rá  casa  sin  fuente;  en  los  edifícios  de  al- 
;ión  hay,  por  lo  menos,  dos,  y  á  veces 
1  contiene  gran  número  de  molinos, 
luchísimos  baños  públicos,  un  recinto 
'  de  almacenes  de  henzos,  sedas  y  efec- 
s  que  forman  el  sitio  llamado  El-Kais- 
al  ú  hospicio  para  locos  y  algunos  otros 


5o8  víCT 

La  ciudad  está  cerca 
murallas  que,  aunque  s 
dejan  de  ser  muy  antig] 
las  eminencias  que  hay 
ciudad,  se  ven  dos  fort 
sisten  en  un  simple  ci 
de  frente. 


Tal  es  la  ciudad  á  la 
debía  esperar  al  sultán. 

Habíale  precedido  ur 
narca  para  el  anciano  ¥ 
se  preparar  alojamiento 
le  y  sirviéndole  en  todo 

En  su  consecuencia, 
á  Fez. 

Ya  hemos  dicho  que  1 
dador  de  aquel  imperio 
de  Fez,  donde  también 
c«ndientes,  mirados  co 
país,  con  el  nombre  de 
de  esta  familia  tomaba  i 
guo.  El  emkaddem,  ci 
el  mismo  Hadj  Edris,  i 
sultán. 

Era  un  anciano  venei 
milia  antecesores  suyo: 
estaban  colocados  en  coi 
to,  como  también  las  1: 
otros  efectos  que  los  hal 
á  título  de  tributo;  él  m 
tre  los  scherifs  de  la  tri 
les  se  mantenían  con  di 


í  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      5O9 

:  los  ínmeDsos  bienes  de  que  eran  p< 
el  comercio  que  hacían,  tanto  elli 

m. 

:,  y  lo  es  aún,  la  veneración  que  ti< 

s  de  Fez  á  Muley  Edris,  que  en  todi 
la  vida,  y  aun  por  movimiento  ind< 

dé  invocar  á  Dios,  invocan  á  Mul< 

¡bió  con  grande  agasajo  al  enviado  d 
)  era  tan  viejo  que  apenas  podía  ar 
>a  en  estado  de  manejarse  por  si  mi 
yor,  llamado   Hadj  Edris  Rami,  fi 

del  huésped  que  les  enviaba  el  en 
I  á  contraer  con  él  lazos  de  intin 
npatia. 

e  de  su  llegada  á  Fez,  recibió  AIí-Be 
incipales  scherifs  de  la  tribu  de  Edr 
ts  de  la  ciudad.  En  estas  visitas  h 
numerables,  las  observaciones  inñn 
1  las  noticias  é  informes  pedidos  á  1< 
y  por  todos  los  medios  imaginable: 
verdaderos  interrogatorios  con  relí 
.  de  su  amo;  pero  los  molestos  pn 
n  tan  satisfechos  de  las  respuestas  c 
e  antes  de  pasar  el  segundo  día  } 
n  veces  la  barba  del  príncipe  Abbass 
inguidos  le  pedían  que  les  otorgara  i 
is  en  el  número  de  sus  amigos. 

su  parte,  sabedores  también  del  ci 
aba  el  sultán,  de  la  sabiduría  que  '. 
numerosas  prácticas  religiosas  á  qi 
iban  encantados  con  su  huésped, 
le  largo  tiempo  en  su  compañía,  nad 
hacer  agradable  su  permanencia  e 
pero  Alí-Bey  insistía  cada  día  pai 


jIO  VÍCTOR  BALAG1 

que  le  buscaran  alojamiento,  pui 
pueden  comprender  las  razones  < 
solo,  lejos  de  testigos,  y  fué  prec 
En  su  consecuencia,  algunos  díi 
bitar  la  casa  que  le  habían  dispu 
sisima. 

Hallábase  en  Fez  un  hermar 
Muley  Abdsulem,  que  tenía  la  c 
y  que  era  un  digno  y  respetable 
le  conocía  de  Tánger,  pasó  á  visi 
gran  contento  el  hermano  del  en 
caricias  y  encargándole  fuese  á 
cual  prometió  y  cumplió  el  príni 

El  despotismo,  que  desde  muj 
bre  el  imperio  marroquí,  había  i 
tes  á  la  costumbre  de  ocultar  su  i 
en  sus  vestidos  como  en  los  mut 
to  pudiera  contribuir  á  disimular 
die  se  atrevía  á  dar  la  más  lígen 
lesquiera  que  fueran  sus  riquezas 
inmediatos  del  sultán  y  los  m: 
Edris,  que  gozaban  de  mayor  Ut: 
que,  de  consiguiente,  no  temían 
decentemente  que  los  demás.  I 
Alí- Bey  notaban  en  él  un  sistem 
pues  que  acostumbrado,  según  ( 
tal,  de  ningún  modo  podía  acomo 
usada  en  Fez.  Con  este  motivo  i 
municábanle  sus  temores  sobre  e 
de  corregirse  con  estas  advertenc 
usos,  hasta  que  sus  amigos  acab 
se,  y  aun  hubo  quien  se  acostum 

Su  tertulia  crecía  diariamente 
rifs  y  los  doctores  ó  sabios  se  ci 
mar  parte  de  ella. 


A  DE  CATALUíiA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      5II 

¡□cipe  ejercía  decididamente  una  especie 
,  sobre  todos  los  que  le  rodeaban.  Nadie 
bar  que  tras  de  aquel  hombre  se  ocultaba 
á  nadie  le  pasó  siquiera  por  la  imagina- 
1  personaje  iba  á  perturbar  y  revolucionai 
or  su  parte,  andaba  muy  cauto  y  repre- 
pel  á  las  mil  maravillas.  Estudiaba,  ob- 
la  creando  simpatías  y  partidarios,  y  es- 
Q  propicia  para  comenzar  sus  trabajos. 
is  después  de  su  llegada,  lleváronle  á  la 
^uley  Edris  y  á  una  hermosa  habitación 
e  vio  un  precioso  surtido  de  relojes,  pre- 
:  el  sultán  había  ordenado  se  le  preparase 
icíóti,  á  ñn  de  que  pudiese  ir  alli  á  leer  ó 
endo  subir  también  los  doctores  todos  los 
[erenciar  con  él. 

no  le  convenía  en  modo  alguno  sujetarse 
ajo  su  carácter  de  viajero  ilustre  y  de  prin- 
e  convenía  tampoco  acceder  á  ciertas  ór- 
;  sólo  fuera  para  demostrar  su  indepen- 
que,  después  de  manifestar  la  extensión 
¡¡miento  por  las  bondades  del  sultán,  y 
útación  mandándola  adornar  á  su  gusto, 
ilguna  vez  á  leer,  pero  que  no  sería  todos 
:jante  lenguaje  dejó  parados  á  cuantos  lo 
Qusitado  en  el  imperio. 
13  sólo  fué  dos  veces.  Muchos  doctores 
ieosos  de  conocerlo,  y  á  todos  encantó  con 
extensión  de  sus  conocimientos.  Su  nom- 
i  hacerse  célebre,  contribuyendo  á  darle 
aventuras  que  dejamos  de  contar  para 
ion  no  se  prolongue  demasiado,  y  las  se- 
ras de  deferencia  que  con  él  tenían  el  her- 
in  y  los  parientes  de  éste, 
e  tener  suyas  las  simpatías  generales,  Ali- 


VÍCTOR  BALAGUSR 

spleg6  todo  el  aparato  conveoiente  á  su  rango, 
abo  persona  distinguida  en  Fez  que  no  se  aprc- 
á  ir  á  visitarle;  de  modo  que  su  casa  estaba  lle- 
a  mañana  á  la  noche. 

mos  dias  después  se  anunció  la  próxima  llegada. 
:án.  Acompañado  de  muchos  criados  y  aJgunos 

distinguidos  de  la  ciudad,  salió  Alí-Bey  á  reci- 
ontado,  hasta  una  distancia  considerable. 
:urioso  saber  el  modo  como  efectuó  su  entrada 

el  emperador.  Dejemos  que  la  reñera  el  mismo 
y,  á  cuyas  memorias,  por  otra  parte,  como  ya 
nderán  nuestros  lectores,  nos  atenemos  especial- 
en  esta  relación, 

;nas  lo  divisamos,  dice,  le  hicimos  nuestros  sa- 
t  los  que  correspondió  afectuosamente,  y  confun- 
los  con  los  señores  de  la  comitiva,  le  acompaña* 
^alacio.  El  sultán  entró  en  él;  pero  el  séquito  y 
i,  junto  con  el  pueblo,  se  retiraron  cada  cual  por 

La  comitiva  del  sultán  se  componía  de  un  pe- 
le i5  á  20  jinetes;  cien  pasos  más  atrás,  ve- 
ultán  montado  en  un  mulo,  llevando  á  su  lado 
il  que  sostenía  el  quitasol  en  una  cabalgadura  se- 
:.  El  quitasol  es  en  Marruecos  el  distintivo  del 
o;  ninguno  sino  él,  sus  hijos  y  hermanos  pueden 
No  obstante,  á  m!  me  cupo  el  inestimable  honor 
lo. 

o  ó  diez  criados  iban  inmediatos  al  sultán;  el 
>  Salaoui  seguía  detrás  con  un  criado  á  pie,  y 
lia  marcha  algunos  empleados  y  i.ooosoldados 
Hería  blancos  y  negros,  con  largos  fusiles  en  la 
brmando  una  especie  de  linea  de  batalla,  que  su 
enía  10  ó  la  hombres  de  fondo  y  aún  más,  y 
ttremídades  terminaban  en  punta  con  un  solo 
)ero  sin  orden  de  fílas  ó  distancias.  En  el  centro 
lea  había  un  centro  de  i3  grandes  banderas. 


ATALUAA — ALÍ-BBY  EL  ABDASSI      513 

ilor,  unas  encarnadas,  otras  verdes, 
1.  Esta  hilera  de  estandartes  sirve  de 
tropa  para  marchar,  hacer  alto  ó  va- 
todos  los  movimientos  se  hacen  tu- 
i  desorden.  Juato  alas  mismas  bande- 
>  ó  seis  tambores  roncos,  con  algunas 
no  sonó  esta  especie  de  música  hasta 
ntrado  el  sultán  en  su  palacio.» 
'■  la  llegada  del  sultán,  Muley  Abdsu- 
que  el  emperador  le  admitiría  todos 
ii  no  le  enviaba  á  llamar  diariamen- 
ueria  incomodarle  ni  privarle  de  su 
'  que  le  enviaría  uno  de  sus  sabios,  el 
de  acompañarle  á  palacio. 
Bey  comenzaba  ya  á  hacer  sombra 
)s,  y  hubieran  logrado  oscurecerle  y 
10  del  sultán,  si  su  carácter  resuelto 
mbiese  hecho  salir  triunfante  en  la 
is  á  relatar. 


de  la  llegada  del  sultán,  hallándose 
ui  con  una  reunión  de  unas  20  per- 
e  un  mensaje  del  sultán.  Hizo  entrar 
lel  primer  astrónomo  y  astrólogo  de 
presentó  manifestando  el  más  pro- 
riéndole  en  las  manos  un  magníñco 
sultán,  le  dijo  que  él,  Sidi  Ginnan, 
laber  sido  nombrado  por  S.  M.  para 
ício  todos  los  viernes. 
s  de  besar  el  khaik  y  ponerlo  sobre  su 
umbre,  lo  dejó  sobre  un  almohadón 
limientos  de  todos  los  circunstantes. 
33 


TfCTOR 

ióse  el  te,  y  despué 
Sidi  Ginnan  le  pidió 

particular.  Alí-Be 
ribano  ó  secretario  i 
go  que  se  sentaron, 
itas  sobre  su  edad,  ] 
estudiado,  pidiendo 
ites  problemas  astrc 
iba  muy  lejos  de  g 
sación,  porque  igno 
¡puestas  con  alguna 
e  el  secretario  las  tr. 
mas,  y  añadió  las  d 
:lipses  de  sol  y  luna 
!n  el  escribiente.  E 
doles  un  regalo  á  ca 
Ginnan  volvió  el  vi 
:  á  caballo,   pasaroi 

habiéndole  hecho  st 
a  hora  después  apai 
rezaba  ord i n árlame 
r  visto  del  pueblo.  ( 
iera  haberle  visto  A 
bien  habia  salido,  < 
de  la  tribuna,  llamé 
rar,  y  habiendo  ce 
,  enseñándole  el  s 
á  hacer  oración,  ast 
itado,  que  le  habia  ; 
s,  que  el  sultán  le  h 
:ho,  y  que  le  habia 
os  viernes  á  la  mez 
el  día. 

Bey  conoció  al  mo 
2,  y  le  respondió  coi 


LUNA — ALf-BEY  EL  ABBASSI      5] 

i  es  indiferente  venir  aquí  á 
-la  en  cualquiera  otra  mezqu 
azado,   procuraba  disimular 

á  la  calle  por  una  puerta  ii 

)le  misteriosamente: 

porque  como  todo  ei  mundo 

lamado,  advertirán  más  prc 

1  que  te  concede. 

lado  de  la  felonía  de  semeja 

imonia: 

salir  por  aqui  como  por  ( 

mte  á  caballo,  partió  con 

igualmente  en  su  muía,  y 

Alí-Bey,  se  puso  á  su  lado, ; 

un  paseo,  á  lo  cual  el  prlnt 

le  contestó  con  aspereza  que  no.  Sin  decirse  más  p: 

bra  llegaron  á  la  casa  de  Alí-Bey,  despidi6idose  í 

Ginnan  á  la  puerta. 

El  príncipe  Abbassida,  conociendo  la  fuerza  de  su 
fluencia,  como  también  los  motivos  de  la  conducta 
Sidi  Ginnan,  creyó  indispensable  dar  un  golpe  quef 
dujese  su  efecto  en  el  público.  Quiso,  como  vulgarm 
te  se  dice,  jugar  el  todo  por  el  todo,  y  encumbrars 
perderse  para  siempre. 

Tomó,  pues,  la  pluma  en  el  acto,  y  pasó  un  escí 
á  Muley  Abdsulera ,  demostrándole  la  injusticia 
aquella  especie  de  menosprecio  de  que  acababa  de 
.  victima,  pues  él  nada  había  pretendido,  y  el  sultán, : 
el  contrario,  no  le  había  enviado  á  llamar  sino  p 
desairarle. 

•  Por  esta  razón,  concluía,  salgo  inmediatamente 
ra  Argel,  t 


5l6  VÍCTOR  BALAGUER 

Bien  presumía  AIí-Bey  al  hacer  esto.  Se  había  j'a 
formado  un  verdadero  partido,  y  todos  sus  amigos,  al 
saber  su  resolución,  se  alarmaron,  y  trataron  por  todos 
medios  de  calmarle  y  detenerle.  Tuvo  entonces  Ingar 
de  asegurarse  que  realmente  su  prestigio  había  echado 
hondas  raíces  entre  aquellas  gentes. 

Al  día  siguiente,  Muley  Abdsuiem,  que  le  quería  en- 
trañablemente, le  envió  un  recado  suplicándole  que  pa- 
sase á  verle.  Acudió  Alí  á  su  invitación,  y  Muley  le  di- 
jo que  había  estado  en  palacio  y  hablado  al  sultán  de 
su  negocio;  que  éste  se  hallaba  en  extremo  irritado  con- 
tra Ginnan;  que  bien  veía  era  hombre  de  mal  corazéo; 
que  el  sultán,  al  dar  la  orden  de  conducir  á  Alí  todos 
los  viernes  á  palacio,  no  quería  decir  que  le  dejaran  en 
la  mezquita,  sino  que  le  introdujesen  en  él  para  verle  y 
hablarle;  que  esto  era  lo  que  debía  hacer  todos  ios  vier- 
nes, y  que  podría  suceder  que  Ginnan  y  algunos  otros 
tuviesen  que  arrepentirse.  Acabó  diciendo  que  iba  á 
dar  orden  para  arrestar  á  aquel  miserable. 

Al  regresar  á  su  casa  á  participar  su  triunfo  á  sus 
amigos,  celebráronle  éstos  con  grandes  demostracio- 
nes; pero  uno  de  ellos,  con  semblante  bañado  por  la 
tristeza,  le  dijo: 

— Temo,  príncipe,  que  tu  sobrada  bondad  te  haya  he- 
cho cometer  una  falta. 

— ¿Cuál? — preguntó  Alí-Bey. 

— La  de  haber  comunicado  al  traidor  Ginnan  los  días 
y  horas  en  que  han  de  suceder  los  efectos  del  sol  y  luna> 

— ¿Por  qué? 

— Porque  no  contento  con  no  haber  dicho  nada  de  ti 
y  de  la  obligación  que  te  tiene  en  el  particular,  ha  pre- 
sentado al  sultán  tu  trabajo,  y  se  ha  hecho  pasar  por 
autor  de  él. 

Alí-Bey  se  sonrió  diciendo: 

— ¡Pobre  hombre!  Me  da  lástima. 


TALO  ÑA — ALÍ-BEY  EL 


[ladie  conoce  en  Fez  los  días  y  ho- 

10  yo. 

lo  se  lo  has  dicho  todo  y  él  lo  ha 

ncipio  conocí  al  hombre  con  quien 

cuanto  á  la  parte  astronómica,  no 

sa  alguna,  y  de  consiguiente,  los 

ido  son  falsos. 

ie  abalanzaron  á  él;  le  besaban  las 

y  le  levantaban  en  brazos,  procla- 

erior  á  todos  los  hombres. 

el  sultán  envió  á  llamar  á  Ali-6ey, 

la  casita  de  madera  del  tercer  pa- 
instante  que  entró,  le  invitó  á  sen- 
>n  á  su  lado,  y  entre  otras  pregun- 
na  de  ellas  si  le  gustaba  aquel  país 
iba  bien.  Luego,  llamándole  hijo 

títulos  honrosos,  añadió  repetidas 
■e. 

^bbassida  besarle  la  mano;  pero  el 
.  palma  como  á  sus  propios  hijos. 
3se  su  propio  albornoz,  se  lo  puso 
idole  que  podía  ir  á  verle  siempre 
lole  día  ni  hora,  porque  no  trataba 

incomodidad. 

duraba  su  conversación,  cuando  el 

a  la  hora  del  rezo,  se  levantó  para 

repitiendo  á  Ali  que  era  su  hijo, 
;omp3ñase.  Todo  esto  hubo  de  pa- 
tuchas personas,  y  entre  otras,  en 
lal  imán  del  sultán.  Este  persona- 
pe  Abbassida  por  la  mano,  le  con- 
jue  estaba  llena  de  gente,  y  no  le 
bo  sentado. 


5l8  VÍCTOR  BAI 

Alí-Bcy,  entrando  en  la  n: 
comitiva,  y  sobre  todo  revesti 
sobre  el  suyo,  atrajo  sobre  í 
asamblea.  Salió  al  concluirse 
podían  alcanzarle,  le  besabar 
dad  de  su  vestido.  Dio  limosr 
quita,  según  costumbre,  y  la 
diciones,  uniendo  su  nombre  . 

En  seguida  montó  á  caball 
ramente  satisfecho,  pues  la  re 
bía  sido  pública  y,  sobre  todo 
todo  el  mundo.  Ya  no  se  trat 
gel,  y  continuó  visitando  al  ! 
c¡6n  con  él  en  la  tribuna. 


No  contaremos  todas  las  a' 
nuestro  héroe.  Sería  hacer  ei 
Bastará  decir  que  fué  ganando 
soberano  de  Marruecos,  adqi 
sus  conocimientos  astronómic 
llosas  y,  lo  que  era  más  para 
inteligencia  de  los  testos  y  di 
bro  de  la  ley,  que  formó  emp 


Su  reputación  de  ilustre  y 
do  por  todo  el  imperio;  y  cor 
gar  del  espíritu  de  aquellas  g( 
sabe  hacer  una  observación  i 
de  ser  por  fuerza  astrólogo,  ; 
uno  y  decirle  la  buena  ventu 
traba  personas  que  le  rogaba 
cosas  perdidas  ó  robadas;  otr 


r 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      5I( 

mas,  iban  á  pedirle  les  restituyese  la  salud;  y  otras, 
fin,  que  no  querían  de  él  más  que  un  Jius  6  moneda 
quena,  para  conservarla  como  un  don  precioso  en  n 
moría  suya,  creyendo  que  esto  liabía  de  darles  suer 

A  fin  de  complacer  al  sultán  se  entretuvo  en  ha 
un  calendario  para  los  cuatro  meses  que  terminaban 
año  árabe,  y  lo  compuso  indicando  la  corresponden 
de  las  datas  con  el  año  solar;  los  días  de  la  semai 
del  mes  y  de  la  luna;  la  longitud  y  declinación  del 
en  Fez  en  punto  de  mediodía;  la  hora  de  su  salidi 
puesta,  en  el  mismo  lugar;  la  del  paso  de  la  luna  \ 
el  merídiano;  la  diferencia  del  tiempo  medio  al  verc 
dero;  las  fases  y  otros  puntos  lunares,  y  los  fenómei 
más  notables  de  otros  planetas.  Como  era  precísame 
te  la  época  en  que  habían  de  suceder  los  dos  eclipses 
sol  y  luna,  el  almanaque  se  hizo  mucho  más  interés: 
te  por  el  pronóstico  de  dichos  fenómenos,  cuya  descr 
ctón  hizo  completamente,  añadiendo  las  figuras  que  < 
bian  presentar.  Al  fin  puso  otros  dibujos  que  presen 
ban:  el  uno  la  grandeza  de  los  planetas  con  relación 
sol;  el  otro  el  sistema  solar  con  todos  sus  nuevos  d 
cubrimientos. 

Al  presentar  este  almanaque  quedó  asombrado 
sultán,  lo  mismo  que  todos  los  grandes  de  su  corte,  y  ] 
dieron  convencerse  de  cuan  pequeños  eran,  al  lado 
Alí-Bey,  los  que  representaban  en  Fez  el  papel  de  ! 
bios  no  sabiendo  nada. 

Una  vez  publicados  los  días  y  circunstancias  de 
eclipses,  en  poco  tiempo  llegaron  á  noticia  de  toda 
ciudad.  El  eclipse  de  luna  fué  poco  notado  del  puet 
porque  el  cielo  estaba  cubierto  de  nubes  y  llovió  un  po 
pero,  en  cambio,  el  eclipse  de  sol,  que  tuvo  lugar  del  n 
do  y  en  la  forma  prevista  por  Alí-Bey,  causó  un  des 
den  espantoso.  El  cielo  se  hallaba  perfectamente  limp 
era  á  mediodía,  y  de  repente  se  oscureció  el  sol  casi 


520  VÍCTOR  BALAGUB 

todo,  quedando  apenas  descubierto 
Los  habitantes  corrían  por  las  caJ 
gritos;  los  terrados  estaban  llenoE 
mundo  acudia  á  la  casa  de  Ali-Bey 
liándose  tan  atestada,  que  era  im 
desde  la  puerta  hasta  lo  más  alto. 

Nuestro  héroe  llegó  á  tener  tal ; 
tan,  que  éste  no  podia  pasarse  sir 
prendido  un  viaje  á  Marruecos,  1< 
dicha  ciudad. 

En  su  consecuencia,  pues,  A1Í-] 
chó  en  seguimiento  del  sultán.  El 
ciudad,  era  inmensa  la  muchedun 
á  su  paso  para  despedirle  y  bende 
sonajes  de  Fez  le  acompañaron  hs 
tancia,  siguiéndole  una  gran  muct 
marchó  dejando  en  Fez  una  mem 
cleo  de  partidarios  dispuestos  á  toi 

Durante  su  viaje  enriqueció  su 
natural;  pero  no  como  él  hubiera 
hiera  podido,  segtín  se  desprende 
se  leen  en  sus  Memorias: 

•Mis  amigos  de  Fez,  dice,  no  ; 
las  colecciones  de  historia  natu 
atractivo  tiene  para  el  alma  sens 
la  naturaleza;  pero  los  salvajes  < 
eran  capaces  de  comprenderlo.  Ye 
do  bien  de  desplegar  delante  de  el 
en  los  europeos  que  viajan  por  : 
amor  á  las  investigaciones,  el  ardí 
el  celo  por  la  dilatación  de  su  don 
miento  de  nuevos  individuos. 

•Semejante  gusto  y  liberalidad 
todo  extranjeras  á  la  ociosa  grava 
rizar  á  un  príncipe  de  mi  santa  re 


K  DE  CATALUÜA— ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      52I 

causar  perjuicios  y  producir  casi  siempre 
iiencias.  Vime,  pues,  obligado  á  sacriñ- 
aciones  ¿  la  preocupación  de  la  gente  de 
enunciar  á  las  riquezas  de  un  terreno  que 

millones  de  plantas;  sólo  cogí  una  doce* 
itraido  y  de  indiferencia,  de  modo  que  no 
ir  su  crasa  ignorancia  y  estupidez.  > 
Abbassida  viajaba  con  una  numerosa  ca- 
lesta  de  sus  gentes  y  de  los  soldados  que 

En  el  camino  salíanle  al  encuentro  mu- 
:  los  aduares  vecinos,  ya  para  cumpli- 
rá convidarle  á  que  se  quedase,  ya  para 
íes.  Por  todas  partes  fué  recibido  con  las 
:iones,  en  cumplimiento  de  las  órdenes 

recibido  del  sultán;  y  en  Rabat,  donde 
ó  tres  días,  fué  tratado  como  el  sultán 
dolé  en  la  alcazaba  y  siendo  objeto  de 
n  si  deraciones. 

le  Ali-Bey  á  Marruecos  causó  la  más  vi- 
ultán,  lo  mismo  que  á  Muley  Abdsulem 
)s  que  tenia  en  la  corte.  Apenas  la  supo 
nvió  en  prueba  de  su  afecto  la  provisión 

propia  mesa,  y  otro  tanto  hizo  Muley 

ar  guardaba  una  sorpresa  á  nuestro  hé- 
I  un  día  descansando  en  su  alojamiento, 
•entó  uno  de  los  ministros  del  imperio, 
I  firman,  por  el  cual  el  sultán  hacía  do- 
a  á  Alí-Bey  de  su  casa  de  recreo,  llama- 
con  bienes  raíces  que  consistían  en  tie- 
olivares,  huertas,  etc.,  y  una  casa  gran- 
i,  conocida  con  el  nombre  de  Sidi  Ben- 
i. 

plantaciones  de  Semelalia  habían  sido 
ir  el  sultán  Sidi  Mohamet,  padre  de  Mu- 


522 


VÍCTOR  BALAGUBR 


ley  Solimán,  que  había  fijado  allí  su  residencia.  Hizo 
plantar  las  más  bellas  y  mejores  especies  de  árboles 
frutales,  y  adornó  la  posesión  con  deliciosos  jardines. 
Grande  abundancia  de  agua,  que  llegaba  del  Atlas  por 
un  conducto  magnífico,  aumentaba  el  encanto  de  aque- 
lla habitación,  que  tenia  más  de  media  legua  de  terreno 
cercado  todo  de  altas  murallas;  las  grandes  posesiones 
y  las  palmeras  se  hallaban  fuera  de  la  cerca  general,  y, 
por  la  parte  de  dentro,  cada  jardín  de  recreo,  cada  huer- 
to ó  plantación  de  olivos  tenían  su  cerca  particular. 
Era  un  sitio  regio. 

Por  lo  que  toca  á  la  casa  de  la  ciudad,  era  también 
grande  y  magnífica.  Habíala  hecho  construir  para  ha- 
bitarla Benhamed  Duqueli,  ministro  favorito  que  go- 
bernó el  imperio  durante  largo  tiempo.  Parte  de  ella  y 
el  baño  eran  de  una  arquitectura  regular  y  bella;  pero  lo 
demás,  aunque  muy  capaz,  estaba  muy  lejos  de  corres- 
ponder. 

No  se  limitó  á  esto  la  liberalidad  y  grandeza  del  sul- 
tán. Alí-Bey  había  llegado  con  respecto  á  él  hasta  el 
grado  mayor  de  intimidad  que  se  puede  tener  con  un 
soberano. 

Poco  tiempo  después  del  regalo  de  la  posesión  de  Se- 
melalia  y  de  la  casa  Duqueli,  el  sultán  le  hizo  saber 
que  iba  á  enviarle  dos  mujeres  de  su  harem. 

Alí-Bey  había  manifestado  varías  veces  que  estaba 
resuelto  á  no  tomar  ninguna  mujer  sino  después  de 
cumplida  su  peregrinación  á  la  casa  de  Dios,  y  por  lo 
mismo  trató  de  sostener  su  palabra,  aun  á  pique  de  des- 
agradar al  sultán.  Rehusó,  pues,  el  presente;  pero  las 
mujeres  ya  habían  salido  del  harem  imperial,  á  donde 
era  imposible  volver,  y  el  buen  Muley  Abdsulem  se  en- 
cargó de  tenerlas  en  su  casa. 

Este  temía  hablar  al  emperador  de  la  negativa  d< 
Alí-Bey,  y  también  á  éste.  Toda  la  corte  tenia  fijos  los 


i  DE  CATALURA — Atf-BEY  EL  ABBASSI      523 

leseando  saber  el  ñn  de  aquel  gran  nego- 
cuchicheaba  al  oído  de  su  vecino,  pero 
a  á  explicarse  abiertamente  sobre  el  par- 
:ontinuaba  yendo  á  la  corte  como  si  tal 

),  no  pudiendo  Muley  Abdsulem  soportar 

0  situación  tan  embarazosa  y  para  él  tan 
)  romper  el  silencio  y  fué  el  primero  en 
á  Ali.  Este  se  parapetó  tras  de  la  rigidez 
os,  é  invocó  el  voto  que  tenía  hecho, 
ulem,  que  se  hallaba  entre  él  y  el  sultán, 
.  mayor  agitación.  Algunas  lágrimas  se 
sus  ojos  cerrados  á  la  luz  del  día;  y  el 
ssida,  á  quien  la  situación  peligrosa  A  que 
ra  se  hallaba  reducido  aquel  respetable 
lovía  más  que  ningún  peligro  de  cuantos 
amenazarle,  se  levantó,  y,  tomándole  la 

tuley  Abdsulem,  me  consta  cuánto  me 
;s  conocer  el  fondo  de  mi  corazón  y  leer 
retos  pensamientos:  indícame,  pues,  la 
he  de  observar;  díine  qué  quieres  que  ha- 
iré,  pero  míralo  y  reflexiona  antes. 

1  la  mano  de  Al!,  la  puso  sobre  su  cora- 
és  de  algunos  momentos  de  silencio,  dijo 
te: 

n  las  miyeres  á  tu  casa. 

16. 

s  regaladas  por  el  sultán  eran  una  blanca 

la-Mohhana  y  una  negra  llamada  Tigmu. 

Abbassida  recibió  á  las  mujeres  que  llevó 

á  su  casa  la  directora  del  harem  de  Mu- 
;  pero  se  presentaron  ante  él  cubiertas,  y 

Pátima,  le  dijo: 
10,  pero  circunstancias  particulares  me 


524  vieron  BALAÍ 

impiden  verte  y  hablarte.  Dése 
bre  no  se  aparte  jamás  para  m 
en  tu  habitación  es  tuyo,  lo  raií 
dadas  en  una  caja  de  la  que  aqi 
fío  que  protegerás  á  Tigmu,  y  p: 
ta  por  conducto  de  cualquiera 
yo,  Fátima,  no  debemos  hablar 

Si  quedó  asombrada  la  corte 
Alí-Bey  rehusado  las  mujeres, 
recibimiento  que  tuvieron.  Ers 
cosa  secreta  á  causa  de  los  criai 
sa.  Así  es  que  en  menos  de  vei 
da  la  ciudad  hasta  las  circunsta 
suceso. 

Y  eso  que  Fátima  era  un  pro 
negro  la  vio  un  día  al  salir  de 
un  portento  de  gracia  y  de  bell 
de  que  así  despreciase  Alí-Bey  i 
propia  tenía. 

Nuestro  héroe  continuó  visití 
Abdsulem  como  si  nada  hubiere 
los  musulmanes  es  regla  de  cor 
las  mujeres. 

Deseando  el  sultán  partir  pai 
hacer  agradable  á  su  huésped  1; 
resolvió  que  pasase  á  Suera  ó  A 
placer,  ordenando,  en  consecue 
de  las  provincias  de  Hhahha,  S( 
sen  en  Mogador  con  sus  tropas 

Vamos  á  dar  breve  cuenta  d 

VIII. 

Conforme  á  las  intenciones  d 
de  Marruecos,  componiéndose  : 


DE  CATALUÑA — ALÍ-BEV  EL  ADBASSI      525 

ra  para  sus  fakihs,  otra  para  la  cocina, 
ados,  y  la  última  para  su  guardia,  que  la 
ibo  y  cuatro  soldados  negros  de  la  guar- 
ii  del  sultán. 

ciudad  de  Suera,  que  en  los  mapas  se 
Lombre  de  Mogador,  encontró  allí  á  los 
hahha,  de  Scherma  y  de  Sus,  que  ya  le 
ido  con  sus  tropas.  Diéronle  con  éstas  el 
K)rndas  de  caballos  y  escaramuzas,  en  las 
1  sus  combates,  jugando  las  armas,  gas- 
61vora  y  metiendo  mucho  ruido, 
ron  á  Ali-Bey  á  un  castillo  del  sultán 
íiontañas  en  medio  del  bosque,  donde  se 
an  comida. 

expedición  rodeado  de  soldados  de  caba- 
ite  que  se  entregaba  por  el  camino  á  ca- 
nuzas  para  demostrar  su  regocijo, 
as  diversiones  con  que  se  obsequió  al 
ida,  de  las  que  también  participó  el  pue- 
,  regresó  á  Marruecos  con  una  escolta  de 
.,  mandada  por  un  oficial.  Entonces  fué 
■  comenzó  á  servirse  del  quitasol,  privi- 
al  sultán,  á  sus  hijos  y  hermanos,  y  pro* 
los  demás. 

)e  se  volvió  por  el  mismo  camino  por 
o  á  Mogador;  y  como  siempre  le  prece- 
e  y  reputación,  todos  los  habitantes  de 
lediatos  al  camino  salían  en  ceremonia  á 
primeros  eran  los  soldados  de  caballería 
¡lera,  que  le  pagaban  el  saludo  con  una 
grito  simultáneo  de  Allah  iebark  ómor 
cndiga  la  vida  de  Nuestro  Señor).  Ve- 
viejos  y  los  muchachos,  y  le  saludaban 
in  jarro  de  leche, 
itaban  para  que  se  quedase  en  su  país. 


526  VÍCTOR  BALAGUER 

Las  mujeres,  detrás  de  las  tiendas  ó  las  rocas,  hacían 
resonar  los  ecos  con  sus  gritos  agudos  de  aplauso.  Co- 
mo á  cada  instante  se  repetían  dichos  saludos,  porque 
los  habitantes  acudian  de  largas  distancias,  no  hay  nece- 
sidad de  decir  que  le  era  imposible  á  Alí-Bey  acceder  á 
todas  las  invitaciones.  Pedíanle  entonces  una  oración; 
levantaban  todos  las  manos;  él  la  rezaba,  y  ellos  mani- 
festaban su  reconocimiento  corriendo  los  caballos  y  dis- 
parando sus  escopetas, 

Al  llegar  al  paraje  donde  debía  pasar  la  noche,  des- 
pués de  las  mismas  ceremonias  y  estando  ya  acampado, 
todos  los  notables  de  la  tribu  ó  aduar  acudían  segunda 
vez,  precedidos  del  schik  y  de  los  principales,  que  de 
dos  en  dos  llevaban  un  grueso  camero  por  los  cuernos  y 
se  lo  presentaban,  mientras  otros  le  hacían  presentes  de 
alcuzcuz,  cebada,  gallinas,  frutas,  etc.,  entregándolo  á 
su  mayordomo. 

Así  fué,  obsequiado  y  festejado  por  todos,  como  Alí- 
Bey  volvió  á  Marruecos. 


IX. 


Ha  llegado  ya  el  caso  de  decir  algo  de  la  misión  par- 
ticular que  condujo  al  interior  del  África  á  nuestro  in- 
trépido paisano. 

Badia,  que  con  el  nombre  de  Alí-Bey  nos  ha  dejado 
unas  Memorias  muy  curiosas  acerca  de  sus  viajes  cien- 
tíñeos,  no  dice  una  palabra  del  asunto  político.  Debe- 
mos, pues,  atenernos  á  lo  que  cuenta  el  príncipe  de  la 
Paz,  y  á  lo  que  dicen  M.  Bausset  y  el  Sr.  Mesonero 
Romanos,  que  de  ello  han  hablado. 

Ya  hemos  visto  cómo  nuestro  Badía  ó  Alí-Bey  supo 
conquistarse  las  simpatías  del  sultán.  Llegó  á  ser  tal  el 
ascendiente  que  tomó  sobre  éste,  que  no  sólo  le  trataba 
como  amigo  y  hermano;  no  sólo  le  consultaba  en  todas 


OBIA  DE  CATALUÑA — ALI-BEY  EL  ABBASSI      527 

es  los  negocios  más  arduos;  no  sólo,  como 
:,  le  colmaba  de  regalos  verdaderamente  re- 
do hasta  enviarle  mujeres  de  su  harem  im- 
que  descansaba  absolutamente  en  él  todo  el 
:orona. 

3  tiempo,  el  pueblo  y  los  magnates  del  im- 
odiaban en  general  al  despótico  y  estúpido 
¡nán — favorecían  con  sus  simpatías  y  con  su 
casi  idolátrica  al  principe  AÜBey,  hasta  el 
llegar  á  formarse  un  partido  poderoso  para 
trono  y  deshacerse  del  aborrecido  Muley. 
que  Badia  hubiese  querido,  sus  partidarios 
hecho  emperador  de  Marruecos, 
lado,  alzábase  en  el  interior  del  imperio  otra 
facción,  siempre  en  contra  del  sultán  rei- 
Favor  de  Heschan,  hijo  de  Achmet,  y  uno  de 
:s  de  sangre  imperial;  nuestro  intrépido  Ali- 
;tba  en  la  situación  más  crítica  y  comprome- 
¡encia  de  ambas  banderías,  y  representando 
iuya  propia,  y  todo  ello  teniendo  que  contar 
ente  con  el  Gobierno  español, 
icacia  y  talento  superiores  le  sacaron  siem- 
os. 

as  cosas,  y  según  el  primer  propósito  de  su 
nido  entre  él  y  Godoy,  exploró'  la  voluntad 
reinante  sobre  la  realización  de  la  alianza 
i  y  la  extensión  de  sus  relaciones  mercanti- 
todo  el  favor,  ni  el  gran  ascendiente  que 
ibia  ganado  sobre  el  crédulo  y  devoto  empe- 
llaron á  persuadirle  que  buscase  nuestra 
austero  fanatismo  de  Muley  le  hacia  mirar 
pecado  toda  especie  de  liga  con  infieles.  Su 
todavía  más  fuerte  por  lo  tocante  á  los  áspa- 
los antiguos  odios  nacionales  se  juntaban  al 
'  religioso. 


528  VÍCTOR  BALACl 

La  intención  decidida  de  Muli 
logrado  sosegar  ó  rechazar  á  los 
sus  provincias  del  Atlas,  era  hací 
soltar,  como  él  decia,  sus  perros 
mares,  y  dejar  libertad  á  sus  vas: 
tros  presidios. 

¡Singular  y  peregrina  situaciói 

— Lejos  de  buscar  amigos  y  so 
decía  el  emperador, — nada  llenar 
como  ver  cumplida  en  nuestros  c 
que  áeste  imperio  le  está  hecha  i 
aunque  otro  fuese  el  elegido  para 
que  para  esto  fuese  necesario  cedí 
rre  más  bien  medios  de  apresurai 
amigos  y  aliados  en  nuestras  viej 
cabeza,  haz  revivir  la  gloría  de  i 
que  al  pasar  por  aquellas  tierras 
vir  tu  sangre  é  inflamarse  tu  cor 
m  en  tos  y  vestigios  que  all!  queda 
tiguo.  Los  que,  tan  mal  aconseja 
estirpe,  quieren  dividir  mis  reino: 
empleo  en  hacer  la  guerra  á  los  < 
dría  atraerlos  y  acabar  esta  guer 
cen,  mejor  por  tus  consejos  que  % 
zas  con  principes  infieles.  Llam 
para  la  grande  empresa  cuyo  func 
rio,  y  que  los  hermosos  reinos  d 
Córdoba  vuelvan  á  ser  nuestros. 

Tal  concepto  tenía  Muley  de  le 
ped,  y  á  tal  punto  poseía  éste  su  ] 

Dueño  asi  de  extender  sus  relai 
y  concertarse  con  quien  le  convini 
chan  el  pretendiente,  y  sin  manif 
pre  sosteniendo  su  papel  de  princi; 
dolé  que  había  viajado  por  Espaií 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      529 

to,  le  propuso  su  intervención  con  el  Gobierno  español 
para  buscarle  ayuda  y  coronarlo.  En  cuanto  á  condicio- 
nes, dejando  á  Heschan  que  se  explicase  él  mismo^  llegó 
éste  á  prometerle,  por  ceñirse  la  corona  de  Marruecos, 
la  cesión  de  Fez  entera.  España  debía,  pues,  adquirir, 
por  medio  de  este  tratado,  Tetuán,  Tánger,  Larache, 
los  dos  Salé,  nuevo  y  viejo,  y  todo  el  rico  territorio  de 
aquel  reino,  el  más  civilizado  del  imperio. 

Según  las  observaciones  de  Badia,  las  fuerzas  de  Mu- 
ley,  si  había  de  hacer  frente  á  los  españoles,  consistían 
sólo  en  10.000  hombres,  los  más  de  ellos  esclavos;  y 
aunque  en  caso  de  guerra  todos  los  moros  son  solda- 
dos, no  había  temor  de  que  se  alzasen  por  un  hombre 
que  era  aborrecido,  mucho  más  no  siendo  nuestra  en- 
trada sino  en  clase  de  aliados  y  á  favor  de  otro  scherif 
que  gozaba  de  un  gran  crédito.  Toda  la  parte  litoral 
oprimida  y  vejada  por  Muley  en  los  negocios  de  comer- 
cio, lejos  de  acudirle,  hubiera  peleado  en  contra  suya. 
Nuestro  dominio  mismo,  según  Badía  manifestó  á  Go- 
doy,  en  vez  de  disgustar  á  aquellos  moros  industriosos, 
les  debía  ser  grato  y  preferible,  respetada  su  religión, 
introducidas  nuestras  leyes  en  materia  de  propiedad  que 
allí  no  tenía  nadie,  y  dada  entera  libertad  á  su  comer- 
cio. Aún  parece  que  había  algunos  de  aquellos  pueblos 
que  referían  por  tradición  haber  sido  más  felices  cuan- 
do se  hallaron  gobernados  por  portugueses  ó  espa- 
ñoles. 

El  príncipe  de  la  Paz,  al  recibir  las  noticias  y  obser- 
vaciones de  Badía,  pesó  todas  las  circunstancias  de  la 
empresa,  y,  según  parece,  quiso  asegurarse  de  la  certe- 
za de  aquellas  cosas.  A  este  fin,  cuando  fué  tiempo, 
puso  en  el  secreto  de  «quella  tentativa  á  un  hombre 
tan  leal  y  activo  como  sagaz  y  cuerdo,  que  era  el  cón- 
sul de  Mogador,  D.  Antonio  Rodríguez  Sánchez.  Ofre- 
cióle á  éste  tanta  parte  en  la  fortuna  y  en  la  gloria  que 
TOMO  XIX  34 


530  VÍCTOR  BALAGUBR 

podrían  traer  aquellos  sucesos  para  España,  como  de 
vituperio  si  se  empeñase  un  lance  desastrado. 

Rodríguez  afirmó  á  Godoy  que  las  operaciones  de 
Badía  eran  ciertas  y  seguras;  que  todo  estaba  calculado 
con  buen  pulso,  y  que,  vistas  las  circunstancias  del  pais, 
el  carácter  de  las  personas  que  mediaban  y  las  dispo- 
siciones de  los  ánimos,  el  buen  éxito  de  la  empresa  pa- 
recía indudable,  cuanto  en  operaciones  de  esta  clase  se 
podía  juzgar  con  menos  riesgo  de  engañarse. 

Añadía,  además  de  esto,  que  no  seria  imposible  que 
el  imperio  de  Marruecos  quedase  todo  por  España,  si 
se  diese  anchura  á  Badía  para  aprovechar  cualquio* 
evento  favorable  á  este  designio,  por  más  raro  y  singu- 
lar que  pareciese  el  modo  de  cumplirlo,  porque  existia 
un  partido  que  quería  darle  la  corona;  medio  cierto  por 
el  cual,  dueño  que  llegase  á  ser  de  aquel  imperio,  lo 
podía  añadir  á  la  corona  de  Castilla,  haciéndole  ocupar 
por  las  tropas  españolas,  y  estableciéndose  después  un 
virrey  moro,  á  la  manera  de  los  príncipes  mediatos 
del  imperio  anglo-indio. 

Todavía,  después  de  esto,  para  más  asegurarse,  hizo 
Godoy  partir  á  los  mismos  lugares,  para  que  se  infor- 
mase por  si  propio,  al  coronel  D.  Francisco  Amoró», 
oficial  que  era  entonces  de  la  secretaría  de  Estado  y 
del  despacho  de  la  Guerra,  su  agente  único  desde  un 
principio  en  el  asunto  de  Marruecos,  y  á  quien  tenia 
encargada  la  correspondencia  con  Badía  y  Rodríguez. 
Vuelto  Amorós,  no  tan  sólo  confirmó  al  príncipe  de  la 
Paz  la  verdad  de  los  hechos  y  la  exactitud  de  los  infor- 
mes recibidos,  sino  que  además  le  demostró  la  urgencia 
de  poner  mano  á  aquella  obra,  sin  dejar  que  se  entibia- 
sen ó  que  pudieran  desmayar  en  su  propósito  los  que 
estaban  ya  dispuestos  para  dar  el  gran  golpe  en  cuan 
fuesen  recibidos  los  auxilios. 

Entonces  fué  cuando  el  príncipe  de  la  Paz  escriL 


a  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBAS5I      53I 

Solana  la  siguiente  carta,  que  se  ha 
Eis  al  citado  M.  Bausset: 

tAranjuez  17  de  Junio  de  1S04. 

carta  dije  á  V.  E.  que  bien  pronto  le 
>do  lo  que  convenía  preparar  para  el 
impresa  de  África  y  para  asegurar  el 
recisión  y  exactitud  más  rigurosas. 
]ue  recibo  de  nuestro  viajero  (Badia) 
imente  nos  pongamos  en  disposición 
ámenle  todos  los  socorros  que  juzga 
1  llenar  felizmente  la  misión  de  que 
s  preciso  que,  al  primer  aviso  que  dé, 
lesto  para  ser  desembarcado  en  la  eos- 
el  punto  que  él  mismo  designe. 
:a  expedición  parta  para  su  deatino, 
iente  dar  á  V.  £.  una  idea  exacta  de 
,  en  las  cuales  vamos  á  entrar,  y  ge- 
.os  los  esfuerzos  que  son  precisos  ha- 

n,  actual  emperador  de  Marruecos,  es 
tupido  y  tan  supersticioso,  que  es  pre- 
e  que  se  halle  aún  en  el  trono  en  vis- 
arrecen  sus  subditos,  los  cuales  espe- 
;ia  el  momento  de  verse  libres  de  él, 
cruel,  manchado  con  todos  los  vicios, 
le  esas  nobles  cualidades  que  se  no- 
tan en  nuestro  joyííi  viajero.  Muley  Solimán  se  parece 
al  indolente  monarca  de  Méjico,  mientras  que  nuestro 
joven  español  tiene  toia  la  energía  y  el  valor  de  Cortés. 
Aprecia  él  mismo  tan  bien  su  posición  y  la  de  Solimán, 
que  me  envia  á  decir  que  tiene  entre  sus  manos  d  otro 
Mofezuina. 

•Los  hijos  se  parecen  al  padre,  y  ninguno  de  ellos 
tiene  las  cualidades  necesarias  para  reinar  á  satisfacción 


r-*' 
► 


•/ 


i.' 


I 


532  VÍCTOR  BALAGUER 

de  los  habitantes  de  Marruecos.  El  mayor  está  proscri- 
to y  desterrado;  el  segundo  es  despreciado  y  detestada 
por  toda  la  nación,  aun  cuandcf  sea  el  objeto  de  las  pre- 
ferencias de  su  padre;  los  otros  son  aborrecidos  ó  están 
desterrados.  El  único  competidor  de  un  poco  de  impor- 
tancia y  que  ha  anunciado  pretensiones  á  la  corona^  es 
el  pacha  del  Mogador,  Muley'  Abdelmeleck.  Algunas 
circunstancias  felices  para  él  parecían  favorecer  su  am- 
bición y  ser  contradictorias  á  mis  proyectos.  De  desear 
hubiera  sido  que  el  gobierno  del  Mogador,  que  cuenta 
grandes  establecimientos  marítimos,  se  hubiese  encon- 
trado entre  las  manos  de  un  hombre  menos  recomenda- 
ble y  de  pretensiones  menos  elevadas;  sin  embai^go, 
nuestro  nuevo  Cortés  no  parece  temerle. 

•  Ahora  que  V.  E.  conoce  la  situación  de  toda  esa  fa- 
milia* debe  ver  que  todo  concurre  á  favorecer  nuestro 
plan,  y  le  parecerá,  como  á  mí,  natural  y  en  el  orden 

I  de  las  cosas  que  el  ingenio,  la  habilidad,  la  inteligen- 

cia y  el  carácter  de  nuestro  viajero  le  hayan  adquirido 
tal  ascendiente  sobre  esas  almas  vulgares,  y  una  talpre- 

\  ponderancia,  que  no  fuera  extraño  llegase  á  obrar  una 

gran  revolución,  hasta  sin  el  socorro  de  un  aparato  de 
fuerza  militar,  sin  choque  y  sin  estrépito.  De  todos  mo- 
dos, él  estará  pronto  á  rechazar  la  fuerza  con  la  fuerza 
si  las  circunstancias  lo  exigen. 

i  En  cuanto  á  los  ministros  y  álos  primeros  persona- 
jes del  Estado,  es  inútil  hablar  de  ellos.  Es  una  clase 
llena  de  ambición,  de  ignorancia  y  de  avaricia,  de  ba- 
jeza y  de  cobardía. 

»E1  vicecónsul  del  rey  en  Mogador,  D.  Antonio  Ro- 
dríguez Sánchez,  ha  recibido  la  orden  de  favorecer  con 
todo  su  poder  las  excursiones  científicas  de  nuestro  joven 
sabio,  y  se  le  ha  dado  á  entender  que  sería  posible  q 
esas  excursiones  cambiasen  de  objeto;  se  le  ha  promel 
do  recompensarle  hidalgamente  si  contribuye  á  hac    • 


r^ 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSl      533 

salir  airoso  en  sus  proyectos  al  viajero.  Este  vicecón- 
sul es  joven,  activo,  disimulado  y  discreto,  de  una 
figura  agradable,  y  no  está  casado.  Los  moros  y  los  in- 
dígenas le  aman  mucho,  y  no  podíamos  encontrar  un 
hombre  de  un  carácter  más  apropiado  y  más  convenien- 
te para  la  ejecución  de  las  órdenes  de  que  debe  encar- 
gársele. 

»E1  cónsul  de  S.  M.,  D.  N.  Salomón,  ha  dirigi- 
do muy  bien  la  introducción  del  viajero,  así  como  su  co- 
respondencia;  ha  sabido  allanar  igualmente  todos  los 
embarazos  de  ese  primer  momento,  y  ha  dado  prueba 
de  inteligencia  y  cordura.  Podría,  sin  embargo,  no  ser 
el  mismo  si  llegase  á  saber  que  las  operaciones  cientí- 
ficas podían  convertirse  en  militares.  Hay  muchas  mu- 
jeres en  su  casa,  está  dominado  por  ellas,  su  comercio 
habitual  ha  debilitado  singularmente  su  carácter,  y  se- 
ría poco  á  propósito  para  secundarnos.  Este  cónsul, 
por  lo  demás,  tiene  grandes  relaciones  con  todos  los  ne- 
gociantes del  imperio  de  Marruecos,  y  si  llegaba  á  te- 
ner el  menor  temor  de  ver  su  fortuna  comprometida, 
no  hay  ninguna  duda  que  empezaría  por  esconder  sus 
capitales  y  salvar  lo  que  pudiese,  cosa  que  necesaria- 
mente daría  la  alarma  á  los  moros  y  á  los  otros  cónsu- 
les extranjeros. 

«Bastaría  esto  para  echar  por  tierra  todo  nuestro 
plan:  la  máxima  más  verdadera  en  política  es  la  de  que 
no  es  preciso  conceder  á  cualquiera  más  confianza  de  la 
que  pueda  merecer.  Por  esto  se  ha  guardado  reserva  con 
ese  cónsul.  Proseguiremos  obrando  así  con  él  hasta  el 
momento  en  que  circunstancias  imprevistas  exigieran 
que  fuese  puesto  en  el  secreto  por  tenerse  necesidad  de 
sus  servicios. 

•  De  todas  maneras,  será  prudente  asegurar  la  retira- 
da y  no  abandonar  á  los  españoles  que  pudieran  encon- 
trarse en  Marruecos  ó  en  Tánger,  en  el  caso  de  que  V.  E, 


534  VÍCTOR  í 

recibiese  aviso  antes  que  y 
A  este  fin,  será  preciso  que 
las  embarcaciones  necesari: 
bahía  de  Tánger  buques  de 
Cádiz,  como  asimismo  atgi 
emplean  para  el  comercio  d 

•Después  de  haber  dado 
personas  que  deben  apareí 
preciso  que  dé  á  V.  E.  una 
tos  que  son  bastante  impon 

■  V.  E.  participará  de  la 
á  que  la  guarnición  de  Ceut 
aumentada,  de  manera  que 
de  9  á  10.000  hombres,  li 
liajo  los  muros  de  la  ciuda 
momento  de  obrar,  con  el 
hacerles  maniobrar  en  sus 
mostración  bastaría  por  sí : 
punto  la  atención  de  los  mi 
rían  obrar  hostilmente  sino 
bido  el  aviso  de  Aií-Bey.  I 
ñas  razones  para  disfrazar  y 
to  de  tropas  en  Ceuta.  Puec 
que  han  sido  enviadas  allí  | 
ro  de  presidiarios  que  abun< 

■También  podría  decir  ^ 
servaciones  de  las  potencias 
tes  de  Marruecos  y  hasta  át 
baciones  interiores  que  exis 
bían  hecho  concebir  temore 
Ceuta,  una  de  las  más  imp< 
se  ha  reforzado  su  guamici 
do  golpe  de  mano  y  ponerl 
sitio. 

■  Vamos  ahora  á  las  dem 


S  CATALUÑA— ALÍ- BEY  EL  ABBA5SI   535 

atro  artilleros  y  dos  oficiales, 
enieros  y  dos  zapadores. 

ñsicos  con  sus  instrumentos  y  una 
laña. 

piezas  de  campaña  de  diferentes  cali- 
necesario. 

fusiles  y  municiones, 
nil  bayonetas. 
s  de  pistolas. 

timos  artículos  son  los  que  más  preci- 
prepararlos  lo  más  pronto  y  secreta- 
sible.  A  este  ñn,  tomará  V.  E.  de  los 
z  6  de  los  almacenes  de  la  marina  el 
£  fusiles,  bayonetas  ó  pistolas,  sea  de 
,  sea  de  las  extranjeras.  Será  preciso 
que  haya  para  que  la  humedad  no  los 
le  que  sea  preciso  enterrarlos  en  algu- 
:  su  desembarco. 

los  proyectiles  y  los  cañones,  cuyo  nú- 
;rminado,  lo  mismo  que  su  calibre,  lo 
al  cuidado  de  V.  E.,  ya  sea  por  loto- 
irte,  ya  por  lo  tocante  á  las  precaucio- 
narse para  disimularlos  y  hacerles  to- 
,  de  armamentos  de  comercio.  Las  ór- 
ú  comandante  de  la  isla  de  León,  de 

copia  adjunta,  facilitarán  á  V.  E.  los 
rán  en  estado  de  efectuar  con  reserva, 

favorable,  el  transporte  de  todo  este 

a  á  los  oficiales,  ingenieros,  zapadores 
e  piden,  no  creo  que  sean  necesarios 
;  de  esta  clase  no  cambian  fácilmente 
ar  sospechas  siendo  en  gran  número, 
sus  servicios  exige,  por  lo  demás,  que 
;ún  tanto  en  el  secreto  de  los  trabajos 


536  VfCTOR  BALAGUI 

que  se  les  impone,  y  un  secreto  e 
dado  cuanto  más  se  reparte.  Ya  I 
pensar  en  esto  lo  propio  que  en  lo 

«Fijémonos  sólo  en  la  actuaiid: 
correspondencia  segura  y  seguida 
asegurar,  para  un  caso  desgraciadi 
cónsul  y  de  los  demás  españoles, 
un  solo  buque,  y  no  se  podría  eni 
se  oponen  á  ello  inñnidad  de  razoi 
muy  bien  en  haber  entregado  sus 
un  piloto  de  conñanza,  encargánd 
más  que  en  manos  de  la  persona  á 
La  marina  real  tiene  en  el  departí 
pequeños  buques  que  podrían  ser  i 
rrespondencia;  pero  como  su  arm: 
propio  que  el  de  los  otros  buques 
ciso  valerse  de  ellos  con  prudencia 
que  en  el  último  extremo  y  en  el  c 
encargados  de  los  despachos  tard^ 
nir,  ó  bien  en  el  caso  en  que  hubi 
solicitados  con  toda  premura  por  < 
so  darle  parte  de  todas  estas  dispc 
biemo  particular. 

•Renuevo  á  V.  E.  las  segurid 
dadas  de  toda  mí  confianza  para 
la  satisfacción  que  experimento  vi 
disposiciones  para  el  éxito  de  núes 

■Envío  á  V.  E.  copia  de  un  av 

ha  hecho  pasar  hace  algún  tiempc 

pueda  valerse  en  el  caso  de  ser  ne 

•El  PRÍNciPi 

Este  interesante  documento,  i 
de  las  Memorias  de  M.  Bausset,  nt 
poder  apreciar  la  situación  en  qi 


■ORIA  DE  CATALUÑA — ALf-BBV  EL  ABBASSI      537 

1)0  le  llama  el  príncipe  de  la  Paz,  y  del  es- 
i  se  encontraban  los  trabajos.  Lástima  que 
3s  más  noticias  que  las  que  nos  puede  pre- 
ste documento,  y  algunasotras pocas  comu- 
de  escasa  importancia  que  mediaron  entre  el 
icipe  de  la  Paz  y  el  marqués  de  la  Solana, 
sndencia  de  Badia  con  el  príncipe  de  la  Paz 
esgraciadamente,  y  aun  los  documentos  ci- 
,n  conservado  porque  M.  Baussct,  que  pudo 
)ia,  los  tradujo  al  francés,  insertándolos  en 

aba,  pues,  dispuesto.  Alí-Bey,  que  se  había 
;on  los  jefes  de  los  bandos,  y  que  cada  día 
nás  favor  y  crédito  en  la  corte  de  Marruecos, 
/a.  dispuesto. 

■\  entonces,  un  acontecimiento  inesperado 
uto  á  echar  por  tierra  tan  temerario  y  gigan- 

que  lo  cuente  quien  sólo  podía  contarlo,  el 

cipe  de  la  Paz. 

una  página  de  sus  Memorias,  referente  á  es- 

a  de  estas  cosas — dice  hablando  de  los  pre- 
nse había  hecho  ni  se  hacía  sin  las  órdenes 
indo  envié  mis  instrucciones  por  extenso  al 
la  Solana,  me  pareció  debido  mostrárselas 
Carlos  IV;  pero  S.  M.  me  dijo  que  podía 
que  después,  cuando  se  hallase  más  despa- 
contento  en  verlas,  juntamente  con  un  re- 
circunstanciado,  que  tenia  pedido,  de  la 
;ncia  de  Badía.  El  resumen  estaba  ya  exten- 
amente  aquella  misma  noche  me  mandó  se 
?ntre  las  cartas  de  Badia  se  encontraba  el 
la  donación  de  Semelalia  y  demás  gracias 
ue  el  emperador  marroquí  le  habla  hecho, 


538  VÍCTOR  BALAGUBB 

junto  con  el  diseño  de  aquella  pose 
del  firman  que  la  pasaba  á  su  domir 

■  Y  he  aquí  que  cuando  llegué  á  1 
men  y  desdoblé  el  diseño,  noté  en  £ 
mo  de  horror,  tras  la  cual,  después 
si  mismo  aquel  diploma,  me  dijo  es 

— »No,  en  mis  dias  no  será  esto, 
guerra,  porque  es  justa  y  provechosí 
aprobado  también  que  antes  de  hac 
rador,  porque  esto  se  acostumbra  y 
veces  para  emprenderla  con  aciert 
sentiré  que  la  hospitalidad  se  vuelv 
ción  del  que  la  da  benignamente, 
mundo  sería  yo  responsable  de  ta 
agente  mió  quien  habría  obrado  de 
pa  es  de  Badia,  que  debió  quedarse 

estos  favores A  Badia  que  se  ^ 

sus  viajes;  otro  hombre  de  más  juic 
podrá  encargar  de  semejante  negocí 

•Tal  era  Carlos  IV,  en  cuyas  r 
ticas  no  habrá  sobre  la  tierra  princ: 
le  pueda  echar  en  rostro  ni  una  s 
dolo. 

— «Pero,  señor — le  dije  al  rey; 
más  deshacer  lo  que  está  hecho,  qu 
Hay  además  personas,  y  algunas 
que  podrán  pagar  con  su  cabeza  si 
atrás  de  lo  que  está  ya  andado. 

— »SÍ  los  comprometidos — dijo  el 
mios,  escribirles  que  se  vengan  al  í: 
ros,  no  es  cuenta  mia;  pero  se  podr 

—  «¿Quién  de  ellos — insté  aun, — 
nosotros,  ni  querría  concertarse  co 
Nadie  podría  tener  sus  relaciones;  c 
lo  creen  un  moro  y  un  gran  princi 


IISTORIA  DE  CATALUÑA — Atf-BBYEL  ABBASSI      539 

I  mismos  jefes  de  la  guardia;  muchos  goberna- 

lajás nadie  podria  suplirle. 

bien — repuso  el  rey, — dejemos  esos  medios  y 
lase  la  guerra  por  sus  caminos  naturales,  si 

0  se  aviene  con  nosotros. 

'ano  fué  representar  á  Carlos  IV  las  ventajas 
ibles  que  podrían  traernos  aquellas  posesiones; 
rios  y  recursos  permanentes  que  adquirírian  en 

1  del  África  nuestras  industrias  y  comercios;  las 
Lciones  ricas  que  allí  podrian  hacerse  en  abun- 
e  los  más  preciosos  frutos  de  los  trópicos;  el  su- 
o  que  esto  haría  á  las  riquezas  de  la  América, 
nto  tan  necesarío,  ya  fuese  que  las  guerras  inte- 
sen  los  negocios  en  aquellos  países  lejanos,  ó  ya 
)S  se  alzasen  algún  dia  y  adquiriesen  su  inde- 
ia,  como  la  América  del  Norte;  el  dominio  que  . 
an  aquellos  puertos  sobre  las  bocas  del  Estre- 
nte  por  frente  de  los  nuestros  y  tan  á  corta  dis* 

a  importancia  que  tomaría  nuestra  amistad  con 
&s  naciones  comerciantes  teniendo  aquel  domi- 
espeto  que  por  tal  modo  podría  imponerse  á  la 
ra;  el  aliento  y  espíritu  de  gloría  que  cobraría 
ña,  conquistadas  aquellas  tierras  deliciosas  con- 
inemigos  naturales  que  lo  fueron  tantos  siglos; 
nto  de  fuerzas  que  se  podria  añadir  á  nuestro 
con  escuadrones  berberiscos;  la  necesidad  de 
rnos  y  de  buscar  nuestros  equilibrios  con  la 

por  cuantos  medios  fuesen  dables:  tantas  y  tan- 
is  como  éstas  que  yo  dije  y  me  inspiraba  con 
ncia  mi  deseo  de  ver  cumplida  aquella  empresa, 
odo  es  verdad — respondió  el  rey; — todo  cuanto 
es  y  me  dices,  lo  quisiera  yo  igualmente;  mas 
iencia  no  se  aviene  ni  podría  avenirse  con  los 

Non  snnt  facienda  mala  ut  inde  veniant  bona. 
ran  principio,  verdaderísimo — me  atreví  yo  & 


540  VÍCTOR  I 

ecir  por  último  argumento, — si  lo  observasen  todos; 
ero  en  política  dañoso,  si  es  uno  solo  el  que  lo  observa. 
— lObrando  rectamente.  Dios  estará  conmigo, — dijo 
I  rey. 

•  Pero  el  correo  ha  partido  con  la  instrucción-^-dije  yo 
)davia. — V.  M.  lo  había  mandado. 

— «Yo  lo  desmando  ahora — dijo  el  rey; — despáchese 
n  alcance. 

*  Aquella  noche  entera  fué  pasada  en  vela  parades- 
acer  cuanto  había  hecho  y  deshacerlo  para  siempre.» 

No  debe  haber  desagradado  á  nuestros  lectores  que 
ayamos  trasladado  la  narración  del  príncipe  de  la  Pa2. 
s  el  único  documento  oficial  que  nos  queda  para  sa- 
:r  el  verdadero  móvil  que  dio  lugar  á  que  se  destruye- 
L  el  edificio  con  tanta  habilidad  como  peligro  levanta- 
y  por  nuestro  paisano  Badia. 

Grande  fué  el  compromiso  de  éste,  que  se  hallaba  ya 
la  mitad  del  camino  peligroso  donde  se  había  adelan- 
do  algo  imprudentemente  quizá;  pero  su  admirable  sa- 
icidad,  su  presencia  de  espíritu  y  los  grandes  recursos 
;  su  ingenio,  hallaron  medios  de  sacarle  de  aquel  apu- 
I,  Contentó  á  los  conjurados  con  esperanzas  y  prome- 
s  y  les  fué  manteniendo  con  buenas  razones,  hasta 
le  le  fué  dable  retirarse  sin  que  níngURO  le  vendiese,  y 
landonar  la  corte  marroquí  bajo  el  pretexto  de  su  pere- 
inación  á  la  Meca,  conforme  los  preceptos  del  Alcorán. 

Le  seguiremos  también  en  este  viaje  tan  peligroso 
mo  interesante  at  través  de  las  regencias  berberiscas, 

Grecia,  el  Egipto,  la  Siria,  la  Arabía  y  la  Turquía, 
veremos  cómo  Badía  supo  desplegar  en  ocasiones  las 
ás  interesantes  y  peligrosas,  la  serenidad  de  su  áni- 

0,  su  valor  indomable  y  la  prodigiosa  multitud  y  pro* 
ndidad  de  sus  conocimientos. 

La  historia  de  Badía  parece  una  novela,  y,  sin  embar- 

1,  nada  más  cierto. 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALl-BEY  EL  ABBASSI       54 1 

«Recibido  con  entusiasmo  y  veneración  por  los  pue- 
blos más  civilizados  del  Asia  y  África,  por  las  tribus 
errantes  de  los  desiertos,  por  los  bajas  soberanos  de 
Trípoli,  de  Acre,  del  Cairo  y  de  la  Meca;  consultado 
por  los  doctores  de  las  diversas  sectas  del  islamismo; 
reverenciado  como  un  ser  casi  sobrenatural  á  causa  de 
su  carácter  enérgico  y  sublime,  de  sus  predicciones  as- 
tronómicas, de  sus  curas  asombrosas  y  del  magnífico 
tren  oriental  de  su  comitiva,  abriéronse  á  su  insaciable 
investigación  los  lugares  más  sagrados,  aquéllos  en 
que  ningún  cristiano  ha  podido  penetrar  jamás;  pudo 
presenciar  y  tomar  parte  principal  en  todas  las  ceremo- 
nias más  recónditas  del  islamismo,  y  descorrer,  en  fín, 
el  velo  espeso  que  hasta  entonces  había  tenido  encu- 
bierta la  fisonomía  y  costumbres  de  la  moderna  socie- 
dad musulmana  1.» 

Esto  con  respecto  á  Badía,  á  quien,  según  hemos  di- 
cho, vamos  á  seguir  en  su  interesantísimo  viaje,  que 
perdió  ya  todo  su  carácter  político. 

Por  lo  que  toca  á  Muley  Solimán,  nos  adelantaremos 
á  decir  que  al  fin,  años  después,  dividido  en  bandos  su 
imperio,  se  vio  obligado  á  desceñirse  la  corona  y  abdi- 
carla en  favor  de  Abderraman,  sobrino  suyo,  sin  que 
ninguno  de  sus  hijos  pudiera  haberla. 

En  cuanto  á  Sidi  Heschan,  fundó  un  estado  inde- 
pendiente con  las  conquistas  que  había  hecho  sobre  Sus 
y  otros  provincias  inmediatas. 

La  ocasión  malograda  era  segura. 

Ni  Badía  ni  Godoy  se  habían  engañado. 

X. 

Destruido  el  objeto  político,  sabedor  de  que  no  podía 
contar  con  el  Gobierno  español,  abandonado  en  mitad 

1     Mesonero  Romanos. 


542  VÍCTOR   BALAGUER 

del  camino  por  quien  á  emprenderle  le  había  compro- 
metido, Badia  ó  Ali-Bey  se  vio»  según  ya  hemos  di- 
cho, en  una  amarga  y  apuradísima  situación. 

No  tuvo  más  recursos  que  contentar  con  esperan- 
zas á  unos,  con  promesas  á  otros,  y  gracias  á  su  pru- 
dencia y  habilidad  pudo  conseguir  que  ninguno  lo  ven- 
diera. 

Entonces,  como  lo  que  más  importaba  para  él  era  sa- 
lir de  Marruecos,  anunció  que  iba  á  partir  para  su  anun- 
ciada peregrinación  á  la  Meca,  viaje  que  hizo  pasar 
quizá  como  un  pretexto  á  los  ojos  de  sus  partidarios 
para  que  guardaran  el  secreto  de  la  conspiración. 

Al  anunciar  su  marcha,  tuvo  sobre  el  particular  al- 
gunas disensiones  con  el  sultán  y  Muley-Abdsulem, 
quienes  se  empeñaban  en  disuadirle  de  tan  penoso  via- 
je. Bien  lejos  estaban  ellos  de  sospechar  el  motivo  de 
tan  repentina  marcha. 

Muley  Abdasulem  le  decía  para  disuadirle  que  tam- 
poco el  sultán  había  hecho  aquella  peregrinación,  que 
la  religión  no  exigía  se  realizase  personalmente,  que 
podría  pagar  el  viaje  á  un  peregrino,  y  de  este  modo 
tendría  igual  mérito  á  los  ojos  de  la  Divinidad.  El  sul- 
tán, particularmente,  que  deseaba  de  todas  veras  rete- 
nerle consigo,  se  presentó  un  día  en  su  casa  acompaña- 
do de  su  hermano  Muley  Abdsulem,  de  su  primo  Muley 
Abdelmeleck  y  de  toda  su  corte,  favor  insigne  que  ja- 
más había  concedido  á  nadie.  Entró  á  las  nueve  de  la 
mañana  y  no  se  retiró  hasta  las  cinco  de  la  tarde,  según 
cuenta  el  mismo  Alí-Bey,  el  cual  hizo  servir  una  comi- 
da á  su  llegada  y  otra  cuando  salió. 

El  sultán,  que  quería  darle  pruebas  de  su  afecto  é 
ilimitada  confianza,  comió  en  ambos  banquetes,  tomó 
café,  te  y  limonada  diferentes  veces,  escribió  y  rubricó 
las  órdenes  del  día  sobre  el  propio  escritorio  de  Badía, 
tratóle  como  á  un  hermano  querido,  y,  finalmente,  al 


■TORIA  DB  CATALUfÍA — Atf-BEY  EL  ABBASSI      543 

de  SUS  criados  le  presentaron  en  su  nombre 
líos  tapices. 

acompañaron  al  sultán  á  su  palacio,  casi  to- 
Sciales  volvieron  otra  vez  á  casa  de  Ali-Bey 
)ltmentarle  y  renovar  sus  instancias  al  objeto 
ríe,  haciéndole  las  más  lisonjeras  insinuacio- 
iu  suerte  futura,  si  consentía  en  quedarse.  Ati- 
ero, permaneció  inflexible,  y  fijó  la  época  de 

para  pocos  días  después. 
■\  momento  de  dar  el  último  adiós  al  sultán, 
ite  sus  instancias,  repitiéndole  mil  veces  que 
se  las  fatigas  y  peligros  que  le  aguardaban  en 
f  penoso  viaje;  pero  nada  pudo  conseguir.  Al 

le  abrazó  con  las  lágrimas  en  los  ojos,  rega- 
ba tienda  magnífica  de  tela  encarnada  con 

seda.  Antes  de  enviársela,  hízola  armar  en 
;ia,  y  entonces  entraron  doce  fakihs  y  rezaron 
raciones  que  debían  atraerle  las  gracias  del 
ha  constante  en  el  viaje.  £1  sultán  añadió  á 
senté  varios  odres  para  poner  agua,  objeto 
ara  aquel  camino. 

jueAlí^Bey  llegó  á  su  casa,  envíóádecirá  Fá- 
lana  que  se  cubriese,  porque  deseaba  hablarla. 
)  preparada  para  recibirle,  pasó  Ali-Bey  á  su 
1  acompañado  de  toda  su  gente,  y  le  dijo: 
lana,  hallándome  á  punto  de  marchar  para 
no  te  abandonaré  si  quieres  seguirme;  pero  sí 
¡darte,  eres  libre  de  hacerlo, 
nosa  Mohhana,  á  través  del  tupido  velo  que 
la,  fijó  sus  ojos  en  Ali-Bey,  y  con  una  voz 
o  el  tañido  de  un  arpa,  le  contestó: 
o  seguir  á  mi  señor. 
£1  á  insistir, 
ra  bien  en  lo  que  dices,  pues  no  es  cosa  para 

veces. 


544  VÍCTOR  BALAGUBR 

La  hermosa  tapada  bajó  la  cabera  como  para  mani- 
festar que  estaba  decidida. 

— ¿Insistes  en  seguirme? — preguntóla  Alí-Bey. 

Mohbana,  con  un  acento  que  manifestaba  una  firme 
resolución, 

— Sí,  señor — le  contestó, — te  seguirá  por  todo  el 
mundo  hasta  la  muerte,  do  quiera  que  vayas,  tu  com- 
pañera inseparable  siempre. 

Había  algo  de  afectuoso  al  par  que  enérgico  en  la  voz 
de  Mohhana.  Parecía  hablar  con  el  corazón.  Alí-Bey 
no  pudo  menos  de  conmoverse  al  ver  el  afecto  de  aque- 
lla mujer,  que  era  suya,  y  á  quien  ni  siquiera  conocía 
aún,  y  volviéndose  á  los  que  le  rodeaban,  les  dijo: 

— Ya  oís  las  palabras  que  Fátima  Mohhana  acaba 
de  proferir,  y  sois  testigos  de  su  resolución. 

En  seguida,  dirigiéndose  á  la  para  él  hermosa  des- 
conocida, 

— Eres — le  dijo, — mujer  apreciable;  me  tienes  afec- 
to y  te  protegeré:  disponte  para  marchar.  Adiós. 

Mohhana,  á  quien  parece  que  aquella  orden  llenó 
de  júbilo,  se  abalanzó  entonces  á  Alí-Bey,  y  antes  que 
éste  hubiese  podido  impedirlo,  le  tomó  la  mano  y,  le- 
vantándose algo  el  velo,  aplicó  en  ella  un  beso.  Al  con- 
tacto de  los  labios  de  Mohhana,  sintió  Alí-Bey  como  si 
le  aplicaran  en  su  mano  un  botón  de  fuego. 

Luego  que  hubo  salido  de  su  habitación,  dio  orden 
de  construir  para  Mohhana  una  especie  de  litera,  lla- 
mada en  el  país  darbucco,  perfectamente  cerrada  por  to- 
dos lados,  la  cual  se  colocaba  sobre  una  muía  ó  came- 
llo, y  era  la  que  usaban  las  mujeres  de  distinción.  Res- 
pecto á  Tigmu  no  hubo  tanta  ceremonia,  pues  podía  ca- 
minar envuelta  en  su  khaik  ó  albornoz.  Destinó  también 
para  entrambas  una  gran  tienda,  donde  nadie  podía  ver 
las  ni  incomodarlas. 

Dispuesto  ya  todo,  nuestro  viajero  salió  de  la  ciudac 


HISTORIA   DE  CATALUÑA— ALÍ-BEY  EL  ABBASSÍ      545 

de  Marruecos,  dirigiéndose  á  Fez  por  el  mismo  camino 
que  había  emprendido  á  la  ida. 

En  Fez  se  detuvo  bastante  tiempo,  tres  meses  ó 
más;  y  aunque  él  no  explica  el  objeto  de  su  detención, 
bien  pudiera  ser  que  fuese  para  acallar  las  sospechas 
que  pudieran  tener  sus  cómplices  en  el  plan  trazado,  y 
darles  garantías. 

Pocos  días  antes  de  que  partiera,  llegó  á  Fez  Muley 
Abdsulem  llevándole  una  carta  de  recomendación  del 
sultán  para  el  dey  de  Túnez,  y  otra  para  el  bajá  de  Ta- 
rables  ó  de  Trípoli.  El  mismo  Muley  Abdsulem  le  dio 
otra  suya  para  el  dey  de  Argel,  á  quien  Muley  Solimán 
no  quiso  escribir  tal  vez  por  consideraciones  políticas. 

Habiendo,  finalmente,  resuelto  su  partida  de  Fez 
para  Argel,  despidióse  Badía  de  Muley  Abdsulem  y  de- 
más amigos,  y  á  las  diez  de  la  mañana  del  3o  de  Mayo 
de  i8o5  salió  de  su  casa,  acompañado  de  todos  ellos, 
conduciéndole  primero  á  la  mezquita  de  Muley  Edrís, 
de  donde  le  acompañaron  parte  del  camino,  hasta  el 
momento  de  su  despedida.  La  casa  de  Alí-Bey,  las  ca- 
lles, la  mezquita  y  salida  de  la  ciudad  estaban  llenas 
de  gente.  Por  todos  lados  se  abalanzaba  á  él  la  multi- 
tud para  tocarle,  besarle,  pedirle  una  oración  ó  darle 
muestras  de  respeto  y  afecto. 

Fué  despedido  en  medio  de  las  mayores  y  más  uni- 
versales simpatías. 

Entre  los  obsequios  que  le  hicieron  los  moradores  de 
los  aduares  vecinos  á  la  ciudad,  es  digno  de  referirse  el 
siguiente. 

Salieron  todos  los  muchachos  reunidos  á  recibirle. 
Uno  de  ellos,  que  iba  delante,  vestía  una  túnica  blanca, 
un  pañuelo  de  seda  en  la  cabeza,  y  un  cinturón  de  lo 
mismo  alrededor  del  cuerpo,  y  llevaba  un  palo  de  siete 
pies  de  alto,  en  cuya  extremidad  había  suspendida  una 
tablita,  y  en  ésta,  escrita  una  oración.  Después  de  diri- 

TOMO  XIX  35 


?.■' 


546  VÍCTOR  BALAGUER 

gírle  un  cumplido  estudiado,  besáronle  la  mano,  el  es- 
tribo 6  lo  que  podían  tocar,  y  se  volvieron  en  extremo 
satisfechos. 

Asi  fué  despedido  en  Fez  el  príncipe  Alí-Bey  el 
Abbassi. 

Tomó  con  su  comitiva  la  dirección  de  la  ciudad  de 
Ouschda,  y  según  él  mismo  describe  en  su  curioso  iti- 
nerario, cuya  lectura  recomendamos  á  nuestros  lecto- 
res, pues  que  nosotros  sólo  extractamos  de  sus  Memo- 
rias aquello  que  es  más  conducente  al  objeto  que  nos 
proponemos  1,  el  segundo  día  costeó  la  orílla  del  río 
Yenaut;  el  tercero  plantó  sus  tiendas  al  pie  de  la  ciu- 
dad de  Teza;  el  sexto  sentó  su  campo  en  la  alcazaba  de 
Temessuin;  el  octavo  atravesó  los  ríos  Muloiua  y  Enza; 
el  noveno  situó  sus  tiendas  junto  al  aduar  Aaiaun  May- 
luk,  y,  por  fin,  el  décimo  día  de  su  salida  de  Fez  llegó 
á  Ouschda. 

Ouschda,  población  de  unos  quinientos  habitantes, 
era,  como  las  demás  partes  pobladas  que  había  hallado 
Alí-Bey  al  otro  lado  de  la  alcazaba  de  Temessuin,  un 
oasis  en  el  desierto  de  Angad. 

Apenas  hubo  llegado,  el  jefe  y  los  principales  del 
pueblo  le  declararon  que  no  podía  pasar  adelante,  por- 
que el  mismo  día  habían  recibido  la  noticia  de  la  re- 
volución que  acababa  de  estallar  en  el  reino  de  Ar- 
gel, y  que  en  Tlemsen  ó  Tremecén,  á  donde  él  se  diri- 
gía, no  cesaba  de  correr  la  sangre  de  los  turcos  y  de  los 
árabes. 

Después  de  muchas  discusiones  y  de  haber  reflexio- 
nado maduramente,  decidióse  Alí-Bey  á  enviar  un  co- 

1  Estas  Memortas  forman  cuatro  tomos  en  francés,  impresos  por  I* 
casa  Didot,  con  atlas  de  cuatrocientas  vistas  y  planos,  lodo  dibujado 
por  el  mismo  Alí-Bey. 

También  está  traducido  y  publicado  sin  el  atla3  en  ValeDcta,  r 
Mallén,  en  ties  tomos  en  8.° 


J 


[STORIA  DE  CATALUÑA— ALÍ-BE Y  EL  ABBASSI      547 

ue  de  vuelta  le  trajo  la  noticia  de  que  los  albo- 
:edidos  en  la  ciudad  de  Tremecén  se  hablan 
lo;  pero  que  los  caminos  estaban  infestados  de 
que  robaban  y  asesinaban, 
icjpe  Abbassida  pidi6  al  momento  una  escolta 
la  población,  y  le  respondió  que  no  tenía  bas- 
:rzas;  pero  que  cuidaría  de  arreglar  las  cosas  á 
ón  suya.  Al  cabo  de  dos  dias,  el  jefe  y  los  prín- 
i  Ouschda  enviaron  á  buscar  al  Schek  de  Boa- 
era  el  jefe  de  una  tribu  vecina,  y  le  propusie- 
nducir  á  Alí-Bey  á  Tremecén.  El  Schek  re- 
de luego,  y,  después  de  haber  discutido  largo 
narchó  sin  haber  decidido  nada, 
s  dias  pasaron  en  negociaciones  inútiles,  y  en 
1  hubo  algunos  revoltosos  que  se  acercaron 
murallas  de  Ouschda,  disparando  algunos  tí- 
iil  y  matando  á  dos  hombres, 
ición  de  Alí-Bey  se  hacía  cada  vez  más  críti- 
por  una  parte  se  agotaban  todos  sus  medios  de 
cia,  y  por  otra  sabia  que  sus  enemigos  de  Ma- 
.e  habían  valido  de  su  larga  permanencia  en 
,  hacerle  sospechoso  al  sultán.  Persuadido, 
que  no  dejarían  de  aprovecharse  de  esta  oir- 
ía para  desacreditarle,  tomó  el  partido  de  mon- 
illo para  ir  solo  á  buscar  á  Boanani,  que  te- 
luar  á  dos  leguas  de  distancia,  al  pie  de  las 

te  se  sobrecogió  de  espanto  con  ^sta  noticñ, 

os  renegados  españoles  que  se  habían  unido  á 

I  salió  de  Fez,  los  cuales,  en  aquel  crítico  mo- 

'.  le  presentaron  diciéndole: 

)r,  si  lo  permites,  nosotros  te  seguiremos  y 

«mos  de  tu  suerte. 

1  Alí-Bey  con  atención,  y,  viendo  que  eran 

resueltos,  mandóles  tomar  las  armas,  con  el 


54^  VÍCTOR  BALAGUER 

fin  de  que  le  siguiera  uno,  quedándose  el  otro  con  los 
equipajes. 

En  el  momento  en  que  iba  á  montar  á  caballo,  pre- 
sentóse ante  él,  cubierta  con  su  velo,  la  hermosa  Moh- 
hana. 

Era  la  tercera  vez  que  se  veían.  Durante  el  camino 
de  Fez  á  Ouschda,  Alí-Bey  no  la  había  visto  siquiera. 
Habíase  contentado  con  preguntar  por  ella  y  cuidar  de 
que  nada  le  faltara. 

— ¿Qué  es  eso? — preguntó  Alí-Bey. — ¿A  qué  vienes 
sin  haberte  llamado? 

— Señor — contestó  aquella  mujer, — he  sabido  que 
ibas  á  marchar,  á  correr  un  peligro  y  he  venido.  Tuj'a 
soy,  señor,  y  buena  ó  mala  tu  suerte,  quiero  compar- 
tirla. 

Por  segunda  vez  oía  Alí-Bey  la  voz  dulce  y  simpáti- 
ca de  aquella  mujer;  por  segunda  vez  le  daba  ésta  una 
prueba  de  vivísimo  afecto  y  de  adhesión.  ¿Qué  extraña 
simpatía  enlazaba  á  él  de  aquel  modo  á  aquella  mujer 
que  se  llamaba  suya,  que  lo  era  efectivamente,  y  que, 
sin  embargo,  le  era  todavía  desconocida? 

Conmovióse  el  príncipe  Abbassida  al  verse  objeto  de 
tan  tierno  afecto,  tranquilizó  á  Mohhana,  y  le  dijo  que 
iba  sólo  á  ponerse  de  acuerdo  con  un  jefe  de  tribu  para 
que  les  sirviese  de  escolta. 

Mohhana,  con  su  dulcísima  voz,  y  con  acento  con- 
movido, dio  gracias  á  Alí  por  el  afecto  y  ternura  con 
que  la  trataba,  y  se  retiró. 

Alí-Bey  montó  en  seguida  á  caballo,  y  se  dirigió  á 
salir  de  la  ciudad,  acompañado  de  un  fiel  esclavo  lla- 
mado Salem,  y  del  renegado  de  que  hemos  hecho  men- 
ción; pero  encontró  cerrada  la  puerta  de  Ouschda,  y  los 
principales  habitantes,  en  número  de  cuarenta  6  cii 
cuenta,  decididos  á  prohibirle  la  salida. 

Suplicóles  nuestro  héroe  que  le  dejasen  marchar. 


j 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      549 

respondiéronle  casi  todos  á  la  vez,  los  unos  con  razo- 
nes y  los  otros  con  gritos.  El  insistió,  ellos  resistieron. 
Por  fin,  dirigiéndose  Alí-Bey  al  principal  de  ellos,  ame- 
nazándole con  una  de  las  pistolas  del  arzón  de  su  silla, 
le  dijo  con  un  tono  entre  amistoso  y  resuelto: 

— Schek  Solimán,  hemos  comenzado  bien  y  creo  que 
vamos  á  acabar  mal.  Abre  la  puerta. 

Entonces  Schek  Solimán,  sacando  por  un  lado  la  viga 
que  atrancaba  la  puerta,  la  abrió,  diciendo  á  los  demás: 

— Pues  él  quiere  perecer,  que  haga  lo  que  quiera. 

Salió  Alí-Bey,  por  fin,  seguido  de  su  esclavo  y  de  su 
renegado,  dirigiéndose  hacia  las  montañas  de  Boanani. 
Pocos  momentos  después  de  haber  partido,  vio  llegar  á 
escape  á  los  mismos  habitantes,  que  iban  á  reunirse  á  él 
para  escoltarle.  Acercáronse  excusando  su  resistencia, 
la  cual,  según  decían,  no  tenía  otro  objeto  que  su  inte- 
rés por  él  y  el  temor  de  una  desgracia. 

Fueron  muy  bien  recibidos  por  Boanani,  quien  des- 
de luego  les  convidó  á  comer  á  todos,  dándoles  una  ex- 
celente comida;  pero  en  la  conversación  manifestó  en- 
contrar muchos  obstáculos  para  conducir  al  príncipe 
hasta  Tremecén.  Por  fin,  convencido  por  las  persuasio- 
nes de  éste  y  del  Schek  Solimán,  convino  en  arreglar- 
se con  el  Schek  de  otra  tribu,  llamado  Benisuuz.  Este 
último  debía  aguardar  á  Alí-Bey,  con  su  gente,  á  mi- 
tad del  camino  para  escoltarle  hasta  Tremecén,  y  el 
Boanani  se  encargaba  de  conducirle  hasta  allí. 

Alí-Bey  y  su  acompañamiento  regresaron  á  Ouschda 
sin  haber  tenido  novedad  alguna  á  la  ida  y  á  la  vuelta. 
Así  que  llegó  á  su  campo,  el  príncipe  participó  á  Moh- 
hana,  por  conducto  de  Salem,  el  buen  resultado  de  su 
expedición. 

Mohhana  recibió  la  noticia  con  sumo  regocijo,  y,  en 
muestra  de  su  contento,  dio  una  rica  joya  al  portador 
de  tan  fausta  nueva. 


5¡0  VÍCTOR  BALAGUBR 

Dos  días  después  Boanani  fué  á  avisar  á  Alí-Bey  que 
estuviese  pronto  para  el  día  siguiente.  A  la  hora  conve- 
nida se  presentó,  en  efecto,  con  cerca  de  cien  hombres, 
y  salieron  al  momento  de  Ouschda  el  príncipe  y  toda 
su  gente. 

Estaban  apenas  á  media  legua  de  distancia,  cuando 
llegaron  á  todo  escape  dos  soldados  del  sultán  gritando 
á  los  caminantes  que  se  detuvieran.  Seguíales  un  cuer- 
po de  tropas  mandado  por  un  oficial  superior  de  la  guar- 
dia, llamado  el  kaid  Dlaimi.  Este  anunció  á  Alí-Bey 
que  el  sultán,  sabiendo  que  estaba  detenido  en  Ouschda, 
le  enviaba  para  protegerle  y  defenderle  si  fuera  nece- 
sario. 

Hízole  saber  Alí-Bey  que  la  revolución  de  Argel  y 
de  Tremecén,  así  como  los  robos  de  los  revoltosos,  eran 
los  únicos  motivos  que  le  habían  detenido,  y  que  supues- 
to había  pasado  el  peligro,  podía  continuar  su  camino 
con  toda  seguridad,  tanto  más  cuanto  iba  escoltado  por 
las  tribus  de  los  Boananis  y  de  los  Benisuuz. 

A  pesar  de  estas  razones,  Dlaimi  le  declaró  que  ea 
el  estado  de  cosas  no  podía  consentir  en  su  viaje  hasta 
recibir  nuevas  instrucciones  del  sultán. 

Alí-Bey,  á  quien  aquella  medida  no  dejaba  de  inspi- 
rar cierta  alarma,  vióse  obligado,  por  consiguiente,  á  re- 
gresar á  Ouschda,  donde  escribió  al  emperador.  Luego 
que  éste  recibió  su  carta  envió  otros  dos  oficiales  de  la 
corte  con  la  orden  de  conducirle,  según  decía,  á  Tán- 
ger, á  fin  de  que  desde  allí  pudiera  embarcarse  para  Le- 
vante, 

Esta  orden  del  sultán  le  obligó  á  salir  de  Ouschda 
con  su  gente  y  equipajes  el  3  de  Agosto  á  las  nueve  de 
la  noche.  Acompañábanle  dos  oficiales  y  treinta  udaias 
ó  guardias  de  corps  del  sultán,  habiéndose  quedado  ei 
Ouschda  el  kaid  Dlaimi  con  el  resto  de  la  tropa.  Segúi 
parece,  salió  tan  tarde  á  causa  de  que  Dlaimi  dijo  ha 


>E  CATALUÑA— AL f-BBV   EL  ABBASSI      55I 

I  de  que  cuatrocientos  árabes  armados  le 
camino.  Ali-Bey  vióse  obligado  á  salir 
saber  qué  camino  habia  de  seguir,  has- 
de  marchar,  en  que  Dlaimi  lo  indicó  á 

bbassida  iba  como  preso,  y  llevaba  el  co- 
por  secretos  presentimientos, 
tuschda  la  caravana,  dejó  á  un  lado  el 
io,  atravesó  hacia  el  Sur  y  se  introdujo 

i  muy  oscura  y  el  cielo  estaba  entera- 
de  nubes. 

XI. 

laber  caminado  muy  de  prisa  toda  la  no- 
or  las  montañas,  la  comitiva  llegó  á  las 
na  cerca  de  las  ruinas  de  una  gran  alca- 
lá cual  habia  un  fresco  manantial  de 
de  aduar. 

prosiguió  marchando  sin  descanso,  s¡- 
cción  de  muchos  valles  tortuosos,  por 
!a  un  arroyo  que,  aunque  pequeño,  no 
para  el  riego  á  los  laboriosos  habitan- 
.duares. 

una  orden  que  llevaban  los  oñciales  en- 
mpaiiar  á  Alí-Bey,  salian  de  cada  aduar 
:s  montados  y  equipados,  los  cuales  se 


;ado  á  las  nueve  de  la  mañana  al  para- 
ninaba  el  arroyo,  tos  treinta  udaias  se 
Mi-Bey,  dejándole  la  escolta  de  los  ani- 
mando de  dos  oñciales. 
ito  de  retirarse  los  guardias  del  sultán, 
^bbassida  algunas  monedas  de  oro  á  uno 


552  VÍCTOR  BALAGUBR 

de  los  oficiales  para  gratificar  á  los  soldados,  y  conti- 
nuó su  marcha;  pero  bien  pronto,  habiendo  oído  ruido 
detrás  de  él,  volvió  la  cabeza  y  vio  á  los  udaias  revuel- 
tos contra  sus  jefes  y  amenazando  asesinarlos,  Al  pun- 
to dos  de  ellos  corrieron  hacia  Ali-Bey  para  quejarse, 
creyendo  que  los  oficiales  se  habían  retenido  parte  del 
dinero  que  aquél  les  había  dado.  Corrió  Alí-Bey  hacia 
la  gente  amotinada,  y  no  sosegó  hasta  que  les  hizo  ba- 
jar las  armas.  Llegó  á  convencerlos  y  á  calmarlos,  ha- 
ciendo continuasen  su  marcha. 

Durante  esta  riña,  que  alarmó  bastante  á  los  de  la 
caravana  á  causa  de  las  desgracias  que  podían  haber 
ocurrido,  nadie  se  acordó  de  hacer  provisión  de  agua  á 
pesar  de  que  comenzaba  á  faltar,  y  desgraciadamente 
Alí-Bey  ignoraba  que  aquél  era  el  último  lugar  donde 
podía  hallarse. 

La  marcha  seguía  siempre  acelerada  por  el  temor  de 
encontrar  á  los  cuatrocientos  árabes  de  quienes  trata- 
ban de  huir.  Por  esta  razón  marchaban  separados  de 
los  caminos  por  medio  del  desierto,  caminando  sobre 
pedregales  y  al  través  de  las  montañas. 

Aquel  país  está  enteramente  falto  de  agua.  Los  via- 
jeros no  veían  ni  un  árbol,  ni  una  roca  aislada  que  pu- 
diera ofrecer  un  ligero  abrigo  ó  un  poco  de  sombra.  Una 
atmósfera  transparente,  un  sol  intenso  que  caía  á  plo- 
mo sobre  sus  cabezas,  un  terreno  casi  blanco,  un  mon- 
tecillo  ardiente  como  una  llama:  tal  es  el  cuadro  fiel  de 
los  sitios  que  recorrían. 

Estaban  en  el  desierto  y  vivían  ya  en  su  atmósfera 
de  fuego.  Luego  debían  probar  todos  sus  horrores» 

Todo  hombre  que  se  encuentra  en  aquellas  soledades 
es  considerado  como  enemigo.  Así  es  que  los  trece  be- 
duinos de  Alí-Bey,  habiendo  visto  hacia  el  Mediodía 
un  hombre  armado  á  caballo  que  estaba  á  una  distan 
cia  bastante  larga,  se  reunieron  al  punto  y  partiero 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      553 

como  un  rayo  á  sorprenderle;  pero  el  beduino  descu- 
bierto se  aprovechó  de  la  distancia  y  huyó  á  las  monta- 
ñas, donde  fué  imposible  encontrarle. 

En  el  ínterin,  ni  hombres  ni  animales  habian  comido 
desde  el  día  anterior  ni  cesado  de  caminar  á  paso  tirado 
desde  las  nueve  de  la  noche.  Poco  después  de  medio 
día  ya  no  le  quedaba  á  la  caravana  una  gota  de  agua, 
y  tanto  las  gentes  de  Alí-Bey  como  Jas  cabalgaduras, 
comenzaban  á  ceder  á  la  fatiga.  A  cada  instante  calan 
las  muías  con  sus  cargas,  y  era  preciso  levantarlas  con- 
tinuamente, sosteniendo  el  peso  que  llevaban.  Tan  pe- 
noso ejercicio  acabó  de  agotar  las  pocas  fuerzas  que 

» 

quedaban  á  la  gente. 

A  las  dos  de  la  tarde,  extenuado  de  sed  y  de  fatiga, 
cayó  un  hombre  al  suelo,  yerto  como  un  cadáver.  Pa- 
róse Alí-Bey  á  socorrerle  con  dos  ó  tres  de  sus  criados. 
Exprimióse  la  poca  humedad  que  quedaba  en  un  odre, 
y  lograron  introducirle  en  la  boca  algunas  gotas  de 
agua,  pero  tan  débil  socorro  produjo  muy  poco  efecto. 

El  mismo  Alí-Bey  empezaba  ya  á  sentir  una  debili- 
dad que,  acrecentándose  de  un  modo  espantoso,  le  anun- 
ciaba que  también  á  él  iban  á  abandonarle  las  fuerzas. 

Hubo  de  dejar  á  aquel  desgraciado  y  seguir  adelante. 

Desde  aquel  momento  fueron  cayendo  sucesivamente 
al  suelo  varios  de  la  caravana,  y  quedaron  abandona- 
dos á  su  suerte.  También  se  dejaron  algunas  muías  con 
su  carga. 

El  mismo  Alí-Bey  cuenta  que  en  aquellos  instantes 
halló  al  paso  dos  de  sus  grandes  maletas  en  tierra;  pe- 
ro que  no  pudo  saber  qué  fué  de  las  muías  que  las  lle- 
vaban, porque  nadie  cuidaba  ya  desús  efectos  é  instru- 
mentos. Por  lo  que  toca  á  aquella  pérdida,  la  miró  co- 
mo cosa  que  no  le  atañía  y  pasó  adelante. 

Alí-Bey  sentía  ya  á  su  caballo  temblando  debajo  de 
él,  y  esto  que  era  el  más  fuerte  de  la  caravana. 


554  VÍCTOR  BALAGUER 

Marchaban  todos  abatidos  y  silenciosos. 

Varias  veces  volvió  el  príncipe  Abbassida  los  ojos 
hacia  el  camello  que  llevaba  el  darbucco  en  que  iba  en- 
cerrada Mohhana.  Estaba  perfectamente  cerrado,  y  pa- 
recía como  que  ningún  ser  viviente  respiraba  en  aquel 
aposento  de  lienzo  y  seda. 

¿Qué  hacia  allí  la  hermosa  tapada?  ¿Estaba  espiran- 
do acaso?  ¿Había  muerto  ya?....     . 

Si  quería  Alí-Bey  animar  á  alguno  á  que  redoblase  el 
paso,  su  respuesta  era  mirarle  de  hito  en  hito  y  llevar 
el  índice  á  la  boca  para  manifestar  la  ardiente  sed  que 
le  devoraba.  Quiso  también  reconvenir  á  los  oficiales 
conductores  su  poco  cuidado,  el  cual  era  la  causa  de  la 
falta  de  agua;  pero  se  excusaban  con  el  motín  de  los 
udaias,  y  además  decían: 

— ¿No  sufrimos  tanto  como  los  demás? 

La  situación  de  toda  aquella  gente  era  tanto  más  ho- 
rrorosa cuanto  ninguno  de  ellos  creía  poder  sostenerse 
hasta  llegar  al  sitio  en  donde  se  había  de  encontrar  ag^a. 

Finalmente,  sobre  las  cuatro  de  la  tarde,  Alí-Bey 
cayó  á  su  vez,  desvanecido  de  sed  y  de  fatiga. 

Tendido  sin  conocimiento  en  medio  del  desierto,  con 
sólo  cuatro  ó  cinco  hombres  á  su  lado,  de  los  cuales  uno 
había  caído  casi  al  mismo  tiempo  que  él,  y  los  otros  no 
podían  darle  el  menor  alivio,  pues  no  sabían  donde  en-> 
centrar  agua,  y  aun  cuando  lo  hubiesen  sabido,  falta* 
banles  fuerzas  para  ir  á  buscarla,  hubiera  Alí-Bc}'  pe- 
recido sin  remedio,  si  la  Providencia  no  le  hubiera  sal- 
vado por  una  especie  de  milagro. 

Poco  después  de  haber  caído  sin  conocimiento  el  prín- 
cipe Abbassida,  llegó  hasta  él  el  camello  que  llevaba  el 
darbucco  de  Mohhana.  Los  pocos  servidores  que,  en  me- 
dio de  su  agonía,  guardaron  una  memoria  de  aquel  he- 
cho, vieron  entonces  rasgarse,  mejor  que  abrirse,  los 
lienzos  del  darbucco,  precipitándose  de  él  una  mujer  sin 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALl-BRV  EL  ABBASSI      555 

lo,  radiante  de  hermosura,  flotante  la  cabellera,  la 
al  corrió  hacia  Ali-Bey,  inclinándose  sobre  el  cuerpo 

su  señor  y  procurando  volverle  la  vida. 
Era  Mohhana. 
Pero  ¿qué  podia  hacer  aquella  pobre  y  débil  criatura 

medio  de  la  inmensidad  de  aquel  desierto,  pronto  ella 
¡u  vez  á  caer  rendida  de  fatiga  y  de  sed? 
Si  Alí-Bey  hubiese  entonces  tenido  fuerza  para  abrir 
!  ojos,  al  ver  aquel  semblante  pálido,  pero  espléndido 

belleza,  que  se  inclinaba  sobre  el  suyo;  al  verse  en 
izos  de  aquella  peregrina  y  celeste  hermosura,  hubie- 

creido  tal  vez  ver  á  un  ángel  que  le  transportaba  á 
i  pies  del  Supremo  Hacedor. 

¡Pobre  mujer!  ¿Qué  es  lo  que  en  aquellos  instantes 
saba  en  su  alma? 

¿Era  sólo  fidelidad  á  su  señor  lo  que  lá  llevaba  junto 
cuerpo  de  AU-Bey,  ó  era  su  amor  profundo,  ese  amor 
>lento  al  cual  basta  un  instante  para  desarrollarse  en 
corazón  de  una  mujer  de  Oriente,  ese  que  nace,  que 
sce,  que  estalla  en  un  mismo  día?.... 
Media  hora  habría  pasado  después  que  Ali-Bey  se  ha- 
ba en  tierra  sin  sentido;  media  hora  después  que 
ahhana,  sublime  de  dolor  y  de  agonía,  se  hallaba  á  su 
lo  contemplando  aquel  pálido  semblante  y  esperando 
momento  de  caer  exánime  á  su  lado  para  sostener  su 
omesa  de  que,  buena  ó  mala,  quería  compartir  la  suer- 
de  su  señor,  cuando  se  divisó  á  lo  lejos  una  gran  ca- 
yana de  más  de  dos  mil  hombres,  que  iba  hacia  el 
upo  formado  por  las  gentes  de  Alí-Bey. 
Mandábala  un  morabito  ó  santo  llamado  Sidi  Alarbi, 
e  iba  á  Tremecén  de  orden  del  sultán.  Este,  encon- 
indo  á  aquella  gente  en  tan  horrible  situación,  se 
resuró  á  mandar  derramar  sobre  ellos  muchos  odres 

agua. 

Después  que  á  Alí-Bey  se  la  echaron  repetidas  ve- 


55^  VÍCTOR   BALAGUER 

ees  en  la  cara  y  manos,  comenzó  á  recobrar  el  cono- 
cimiento y  miró  á  todas  partes  sin  poder  reconocer  á 
nadie. 

Mohhana  ya  no  estaba  allí. 

Había  vuelto  á  esconderse  en  su  darbticco,  huyendo  á 
las  miradas  de  los  salvadores  que  les  llegaban. 

Siguieron  echándole  á  Alí-Bey  agua  en  la  cara,  bra- 
zos y  manos,  pudiendo  por  fin  conseguir  que  tragara 
algunos  pequeños  sorbos. 

Entonces  ya  pudo  preguntar  á  los  que  le  rodeaban: 

— ¿Quiénes  sois? 

Apenas  le  oyeron  hablar,  le  respondieron: 

— No  temas;  lejos  de  ser  ladrones  ó  salteadores,  so- 
mos, por  el  contrario,  tus  amigos. 

Y  Sidi  Alarbi  se  nombró. 
'  Aún  le  vertieron  más  agua  encima  y  en  mayor  can- 
tidad que  antes,  haciéndole  beber  otra  vez;  pero  así 
que  vieron  que  comenzaba  á  restablecerse,  llenaron  de 
agua  parte  de  sus  odres  y  continuaron  su  viaje,  pues 
cada  momento  que  perdían  en  aquel  sitio  era  preciosí- 
simo é  irreparable  su  pérdida. 

Alí-Bey  mandó  con  aquella  agua  socorrer  á  su  gen- 
te, y  envió  también  de  ella  á  Mohhana,  tranquilizándo- 
se al  saber  que  ésta  se  hallaba  ya  restablecida. 

Ignoraba  aún,  y  hasta  mucho  tiempo  después  no  lo 
supo,  lo  que  había  pasado  durante  su  pérdida  de  sen- 
tidos. 

Dejémosle  hablar  ahora  á  él  mismo  por  un  instante: 

«El  ataque  de  la  sed — dice — se  manifiesta  por  todo 
el  cuerpo  con  una  suma  aridez  de  la  piel;  los  ojos  pa- 
recen ensangrentados;  la  lengua  y  la  boca  se  cubren, 
tanto  por  fuera  como  por  dentro,  de  una  capa  de  sarro 
tan  gruesa  como  una  pieza  de  cinco  francos;  el  color 
de  esta  crasitud  es  amarillo  oscuro,  su  gusto  insípido, 
y  su  consistencia  perfectamente  semejante  á  la  cera 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      557 

blanca  de  los  panales.  Un  desfallecimiento  6  languidez 
suspende  todo  movimiento;  cierta  congoja  6  nudo  en 
el  diafragma  y  pecho  detienen  la  respiración;  escápanse 
de  los  ojos  algunas  gruesas  lágrimas  aisladas;  cae  uno 
á  tierra,  y  á  pocos  instantes  pierde  uno  el  conocimiento. 
Tales  son  los  síntomas  que  advertí  en  mis  desgraciados 
compañeros  de  viaje,  y  experimenté  en  mí  mismo. » 

Salvada  de  la  manera  que  hemos  referido,  la  carava- 
na prosiguió  su  viaje  llegando  á  las  siete  de  la  tarde 
junto  á  un  aduar  y  un  riachuelo,  después  de  una  mar- 
cha forzada  de  veintidós  horas  consecutivas,  sin  un  mo- 
mento de  descanso. 

Alí-Bey  no  perdió  casi  nada,  porque  la  caravana  de 
Sidi  Alarbi  salvó  con  su  agua  tanto  hombres  como  bes- 
tias. 

Después  de  haber  descansado  suficientemente,  volvió 
la  caravana  á  emprender  su  marcha,  y,  después  de  doce 
días  de  viaje,  llegó  cerca  de  la  ciudad  de  Wazein. 

Durante  el  viaje,  Alí-Bey  advirtió  en  los  oficiales  con- 
ductores cierto  aire  de  misterio  y  signos  de  convenien- 
cia; pero  continuaban,  no  obstante,  tratándole  con  el 
más  profundo  respeto.  Las  tribus  que  se  hallaban  al 
paso  salían  á  hacerle  todos  los  honores  y  ofrecerle  re- 
galos de  víveres  y  forrajes,  y  él  continuaba  usando  el 
quitasol,  como  hijo  ó  hermano  del  sultán. 

Sin  embargo,  en  el  misterio  de  sus  acompañantes, 
en  sus  secretas  conversaciones,  en  una  porción  de  cir- 
cunstancias, conocía  que  estaba  pronta  á  estallar  una 
borrasca. 

Al  duodécimo  día  de  esta  marcha  se  rasgó  el  velo  de 
la  conducta  misteriosa  de  los  oficiales  que  conducían  á 
Alí-Bey,  y  le  anunciaron  que  iban  á  Laraisch  ó  Lara- 
che,  en  lugar  de  Tánger,  como  le  habían  dicho. 

Efectivamente,  al  siguiente  día  llegaron  á  este  punto. 

De  orden  del  sultán,  el  bajá  de  la  ciudad,  Sidi  Moha- 


558  VÍCTOR  BALAGUER 

med  Salaoui,  destinó  para  alojamiento  del  viajero  la 
mejor  casa,  situada  en  el  gran  mercado,  al  lado  de  la 
mezquita  principal. 

Alí-Bey  estuvo  enfermo  en  esta  ciudad  algunos  días, 
á  consecuencia  de  los  sufrimientos  pasados  en  el  de- 
sierto. 

Hallábase  á  la  sazón  en  Larache  una  corbeta  de  Trí- 
poli. Dio  orden  el  sultán  de  fletarla  á  su  costa,  desti- 
nando la  cámara  de  popa  para  que  el  principe  Abbassida 
pudiese  efectuar  en  ella  su  travesía  á  Levante.  Pasó  el 
mismo  Alí-Bey  á  visitar  el  buque,  y  dio  las  órdenes 
convenientes  para  arreglar  la  cámara  de  una  manera 
conveniente  para  tan  largo  viaje. 

El  i3  de  Octubre  de  i8o5,  día  que  Alí-Bey  destinó 
para  su  partida,  fué  por  la  mañana  á  despedirse  del  ba- 
já, quien  le  hizo  las  mayores  demostraciones  de  aprecio 
y  consideración,  añadiendo  que  si  quería  embarcarse  á 
las  tres  de  la  tarde,  asistiría  á  su  embarque. 

Era  propuesta  que  no  podía  menos  de  lisonjear  al 
viajero,  y  accedió  á  ella. 

Embalados  los  equipajes  y  cargados  á  bordo,  acudió 
Alí-Bey  al  puerto  á  la  hora  convenida  para  embarcarse 
con  sus  gentes.  Preguntó  por  el  bajá,  y  le  respondieron 
que  iba  á  llegar.  Mientras  llegaba  la  chalupa,  aguardó- 
se algunos  instantes  en  la  orilla  del  mar,  en  un  sitio 
donde  la  muralla  formaba  un  ángulo  entrante,  y  donde 
se  hallaba  un  callejón  que  salía  del  ángulo. 

Llegada  la  chalupa  y  no  pareciendo  el  bajá,  dispo- 
níase el  viajero  á  ir  á  bordo,  cuando  de  pronto,  por  un 
lado  y  otro,  se  presentaron  dos  destacamentos  de  tropa, 
y  otro  tercero  desembocó  por  el  callejón.  Los  dos  pri- 
meros se  apoderaron  de  todas  sus  gentes;  el  otro  le  ro- 
deó y  le  intimó  que  se  embarcara  solo  y  partiera  al  ins 
tan  te. 

Preguntó  Alí-Bey,  asombrado,  la  causa  de  tan  ej 


TRIA  DB  CATALUÑA— ALÍ-BBS  HL  ABBASSI      ¡¡g 

der,  y  le  respondieron  que  tal  era  la  orden 

i  conoció  claramente  la  mala  fe  del  sultán  y 
llenes  hasta  el  último  instante  habian  orde- 
hicieran  los  mayores  honores  por  las  tropas 
nientras  meditaban  el  golpe  que  debía  herir- 
mente,  pues  miraba  Alí-Bey  con  tanto  inte- 
e  de  las  personas  que  le  eran  afectas  como  la 

)se  en  la  chalupa,  despedazado  el  corazón 

os  de  algunas  personas  de  su  comitiva,  in- 

1  por  tan  cruel  separación. 

stos  gritos  y  lamentos  sobresalían  los   de 

cuya  desesperación  era  espantosa  al  ver  que 

lan  del  lado  de  Ali-Bey. 

;  mujer  volvió  al  harem  imperial,  y  el  prín- 

dda  partió  sin  conocer  aún  á  Mohhana,  sin 

que  sospechado  toda  la  sublimidad  de  aquel 

peranzado  que  había  vivido  junto  á  él  duran- 

el  tiempo. 

amo  Ali-Bey  salió  del  imperio  de  Marruecos. 


3  días  empleó  en  la  travesía  la  fragata  trípo- 
:i  deNoviembre  desembarcó  Alí-Bey  en  Trí- 

:aba  que  el  bajá  Salaoui  de  Larache  había 
itra  Él;  también  le  inspiraban  desconfianza 
pasajeros;  pero  en  cuanto  á  los  demás,  esta- 
amente  seguro,  como  también  de  la  trípula- 
s  que  todos  del  capitán, 
principe  desembarcar  sus  equipajes,  y  al  sal- 
{ue  le  condujeron  á  una  casa  destinada  para 


560 


VÍCTOR  BALAGUER 


SU  alojamiento,  situada  frente  á  la  del  primer  ministro 
y  del  cónsul  general  de  España. 

Bien  lejos  se  hallaba  éste  de  sospechar  que  aquel 
príncipe  oriental  que  acababa  de  llegar,  y  cuya  llega- 
da movía  tanto  ruido  en  la  población,  no  era  otro  que 
un  compatriota  suyo. 

Hacía  ya  tres  días  que  Alí-Bey  se  hallaba  en  Trípoli, 
cuando  el  capitán  de  la  fragata  le  anunció  la  orden  de 
presentarse  al  bajá. 

La  audiencia  fué  pomposa,  y  se  verificó  en  un  gran 
salón  donde  estaba  el  bajá  sentado  en  una  especie  de 
trono  ó  pequeño  sofá  elevado,  teniendo  junto  á  sí  ásus 
hijos  y  rodeado  de  una  corte  suntuosa.  Pusiéronle  de- 
lante el  regalo  que  le  hizo  Alí-Bey,  lo  admitió  con  gra- 
cia y  finura,  y  dispensó  á  su  huésped  toda  clase  de  ho- 
nores, haciéndole  sentar  en  su  presencia,  conversando 
con  él  largamente,  haciéndole  servir  te,  agua  de  olor 
y  perfumes,  dándole,  en  una  palabra,  las  pruebas  más 
claras  de  afecto  y  consideración. 

Después  de  una  larga  conversación,  despidiéronse 
muy  contentos  uno  de  otro,  pasando  Alí-Bey  á  ver  al 
primer  ministro,  que  le  recibió  también  admirable- 
mente. 

Algunas  personas  de  Marruecos,  y  en  especial  el 
bajá  Salaoui,  habían  escrito  pintando  á  Alí-Bey  con  los 
más  negros  colores;  uno  de  los  pasajeros  de  la  fragata, 
tal  vez  comisionado  por  el  bajá,  habia  trabajado  todo 
lo  posible  para  hacerle  odioso;  pero  estos  osados  mane- 
jos fueron  objeto  del  menosprecio  del  bajá  de  Trípoli, 
después  de  los  informes  que  se  tomaron  y  declaraciones 
hechas  por  las  demás  personas  del  buque. 

Sobre  dos  meses  permaneció  Alí-Bey  en  Trípoli,  con- 
siderado y  querido  del  bajá,  respetado  de  todos  y  solí 
citado  por  el  soberano,  que  le  hizo  brillantes  oferta! 
para  que  fijara  allí  su  residencia.  El  príncipe  Abbassidí 


'  HISTORIA  DE   CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      ¡6l 

insistió^  sin  embargo,  en  su  partida,  diciendo  que  de- 
bía cumplir  su  peregrinación  á  la  Meca,  y  el  26  de  Ene- 
ro de  1806  se  embarcó  para  Alejandría  en  un  buque 
turco,  despidiéndose  del  bajá,  que  le  colmó  de  atencio- 
nes y  regalos,  y  que  hasta  el  último  momento  le  estu- 
vo haciendo  seductoras  ofertas  para  retenerle  á  su  lado. 

XIII. 

No  entraremos  en  minuciosos  detalles  sobre  los  via- 
jes de  Alí-Bey,  ni  referiremos  todas  sus  interesantes  y 
peregrinas  aventuras.  Nos  limitaremos  al  objeto  que 
nos  hemos  propuesto,  que  es  sólo  dar  á  conocer  la  im- 
portancia de  los  viajes  de  nuestro  paisano,  bien  poco 
conocido  por  cierto,  pues  aun  en  el  día  pasa  por  un 
príncipe  árabe  el  autor  del  libro  interesante  conocido 
por  Memorias  de  Alí-Bey,  y  apenas  nadie  sabía  pocos 
años  atrás  que,  bajo  aquel  turbante  y  ropas  orientales, 
latía  el  corazón  de  un  compatriota  nuestro,  del  ilustre 
catalán  D.  Domingo  Badía  y  Leblich. 

Volvemos  á  repetir  que  recomendamos  el  libro  de 
sus  viajes  á  los  que  deseen  más  datos,  y  no  les  pesará, 
por  cierto,  la  lectura. 

El  buque  en  que  Alí-Bey  salió  de  Trípoli,  después  de 
muchos  días  de  fatigosa  navegación,  hubo  de  arribar  á 
la  ciudad  de  Modon  para  proveerse  de  víveres. 

Alí-Bey  desembarcó  y  vivió  en  casa  de  una  especie 
de  jefe  de  piratas,  llamado  Mustafá  Schaux,  que  con  su 
tiranía  tenía  aterrorizada  á  la  ciudad,  y  que  era  en  Mo- 
don un  verdadero  señor  de  vidas  y  haciendas. 

Permaneció  en  Modon  hasta  el  20  de  Febrero  y  pasó 
luego  al  puerto  llamado  la  Porta  Longa,  situado  en  la 
misma  isla  Sapienza.  Allí  encontró  tres  buques  austría- 
cos, cuyos  capitanes  reunidos  dieroo  una  fiesta  al  prín- 
cipe oriental,  llegando  al  día  siguiente  una  grande  urca 
TOMO  XIX  36 


562  VÍCTOR  BALAGÜER 

rusa  armada  y  otro  barco  de  la  misma  nación,  que  lie- . 
gabán  de  Ñapóles  y  Corfú,  conduciendo  oñciales  y  sol- 
dados rusos  á  las  costas  del  mar  Negro. 

El  general  y  los  oficiales  rusos  pasaron  á  visitar  á 
Alí-Bey,  el  cual  á  su  vez  les  devolvió  la  visita,  siendo 
recibido  por  los  buques  rusos  con  salvas  de  artillería,  y 
con  todos  los  honores  que  marca  la  ordenanza  para  las 
personas  de  sangre  real.  Con  los  rusos  iba  un  joven 
griego,  llamado  Ipsilanti,  el  cual  hablaba  y  escribía  va- 
rios idiomas,  y  que  improvisó  estos  versos  italianos  en 
honor  de  Ali-Bey.  El  poeta  quiso  sólo,  sin  duda,  con- 
sagrar al  principe  una  lisonja;  sus  versos  fueron  una 
profecía: 

aVoierá  di  lido  in  lido 
La  tua  gloría  vincitríce, 
E  d'oblio  triunfatríce 
La  tua  fama  vivera. 
£  non  solo  in  questi  boschi 
Sara  noto  iJ  tuo  coraggio, 
Ma  ogni  popólo  piú  saggio, 
Al  tuo  nome,  al  tuo  valore 
Simulacrí  inalzerá.D 

El  buque  de  Alí-Bey  tomó  el  rumbo  de  Alejandría, 
pero  no  pudo  arribar  á  esta  ciudad.  Juguete  de  una  vio- 
lenta borrasca,  que  les  puso  á  las  puertas  de  la  muerte, 
después  de  haber  sufrido  en  el  mar  largas  horas  de  an- 
gustia y  de  agonía,  pudieron  casi  milagrosamente  fon- 
dear en  la  rada  de  Limasol,  en  la  isla  de  Chipre,  donde 
Alí-Bey  fué  tratado  con  toda  consideración  por  el  go- 
bernador turco,  que  era  un  agá,  y  las  personas  más 
influyentes  de  la  villa. 

Con  ocasión  de  hallarse  en  los  lugares  inmortaliza- 
dos por  los  poetas  griegos  con  la  descripción  de  las  se- 
ductoras aventuras  de  la  madre  del  amor,  quiso  nw 
tro  viajero  visitar  los  tan  célebres  sitios  de  Citen 
Idalia,  Pafos  y  Amatanta,  y  emprendió  su  expedid 


raSTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  BL  ABBASSI      563 

acompañado  de  M.  Francudi,  vicecónsul  de  Inglaterra 
y  Rusia  y  cónsul  de  Ñapóles,  el  cual  permaneció  siem- 
pre en  la  creencia  de  que  su  compañero  era  un  príncipe 
oriental,  sin  llegar  jamás  á  sospechar  la  verdad. 

Alí-Bey  comenzó  por  visitar  la  ciudad  de  Nicosia, 
capital  de  la  isla  de  Chipre,  donde  fué  recibido  ceremo- 
niosamente por  las  autoridades,  que  le  trataron  confor- 
me al  rango  que  representaba. 

De  Nicosia  pasó  á  Citerea,  de  cuya  población  y  del 
palacio  llamado  de  la  Reina  hace  una  deliciosa  des- 
cripción; visitó  Idalia  y  Laruaca,  recorrió  las  ruinas  de 
Alancina  y  Amatanta,  estuvo  en  Pafos,  y  pasó  algunos 
días  en  el  Yeroschipos  Afroditis,  ó  sea  el  jardín  consa- 
grado á  Venus. 

Luego  que  hubo  regresado  á  Limasol,  terminada  su 
expedición  artística,  hizo  su  travesía  á  Alejandría  de 
Egipto  en  un  pequeño  bergantín  griego,  cuya  cámara 
fletó  para  él  solo  y  sus  gentes. 

En  Alejandría,  como  en  todas  partes,  fué  recibido  se- 
gún  el  rango  que  representaba,  y  con  el  respeto  y  ve- 
neración que  demuestran  los  musulmanes  por  el  que 
hace  un  viaje  á  la  Meca.  El  capitán  bajá  de  la  Puerta 
Otomana,  que  á  la  sazón  se  hallaba  en  Alejandría,  le 
envió,  todo  el  tiempo  que  nuestro  viajero  permaneció  en 
aquella  ciudad,  su  música  ú  orquesta  todas  las  noches. 
Los  músicos  se  sentaban  en  tierra  formando  semicírculo 
en  frente  del  sofá  ocupado  por  Alí-Bey,  y  tocaban  hasta 
que  éste  les  despedía.  El  mismo  capitán  bajá  le  envia- 
ba también  todos  los  días  su  médico  y  regalos  de  dulces 
y  frioleras,  y  antes  de  que  saliera  de  Alejandría,  le  dio 
una  carta  de  recomendación  para  Mehemet  Alí,  otra 
para  el  bajá  de  Damasco  y  un  ñrman  para  el  sultán 
scheríf  de  la  Meca. 

Alí-Bey  permaneció  en  Alejandría  desde  el  12  de 
Mayo  hasta  el  3o  de  Octubre  de  1806,  en  cuyo  día 


564  VÍCTOR  BALAGÜER 

se  embarcó  en  una  dijerme,  que  es  una  barca  descu- 
bierta,  con  velas  latinas,  y  se  dirigió  hacia  el  Nilo  para 
subir  este  famoso  rio  hasta  el  Cairo. 

•A  las  diez  de  la  mañana,  dice,  entramos  por  la  boca 
del  Nilo.  ¡Qué  cuadro  tan  admirable!  Un  río  majestuo- 
so, cuyas  aguas  corren  lentamente  por  entre  dos  orillas 
cubiertas  de  palmeras,  de  árboles  de  toda  especie,  de 
grandes  sementeras  de  arroz,  que  entonces  segaban,  y 
de  una  infinidad  de  plantas  silvestres  y  aromáticas, 
cuyos  aromas  embalsaman  la  atmósfera;  aldeas,  cho- 
zas, casitas  esparcidas  acá  y  acullá  por  ambas  riberas; 
vacas,  carneros  y  otros  animales  paciendo  recostados 
sobre  la  yerba;  mil  especies  de  aves  haciendo  resonar  el 
aire  con  sus  cantos  amorosos;  millares  de  ánades,  pa- 
tos y  gallinas  de  agua,  y  otros  pájaros  ñuviales  reto- 
zando por  el  río,  entre  los  cuales  se  distinguían  grandes 
bandadas  de  cisnes,  que  parecen  los  reyes  de  aquellos 

pueblos  acuáticos ¡Ah!  ¿por  qué  la  diosa  de  amor 

no  escogió  por  morada  suya  las  riberas  de  la  emboca- 
dura del  Nilo?» 

Llegado  Alí-Bey  á  Rossetta  ó  Raschid,  según  los 
turcos,  en  cuya  población  permaneció  uno  ó  dos  días, 
abandonó  su  buque  para  tomar  una  caucha,  que  es  una 
clase  de  barcos  destinados  solamente  á  navegar  por  el 
Nilo. 

Después  de  seis  días  de  navegación  por  el  río,  atra- 
vesando por  entre  sitios  pintorescos  y  cruzando  por 
ante  pueblos  y  ciudades  populosas,  el  intrépido  viajero 
llegó  al  Cairo,  alojándose  en  casa  del  seid  El  Methluti, 
que  era  el  segundo  scheid  ó  segundo  jefe  de  la  ciudad. 
Recibió  las  visitas  de  los  personajes  más  distinguidos 
y  el  bajá  Mehemet  Alí  le  acogió^como  un  amigo. 

Respetado,  festejado  y  querido,  permaneció  Alí-Be 
en  el  Cairo  hasta  el  1 5  de  Diciembre;  en  este  día,  p 
niéndose  al  frente  de  una  caravana  de  cinco  mil  camv 


HISTORIA   DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      565 

líos  y  dos  6  trescientos  caballos^  compuesta  de  gentes 
de  todas  las  naciones  musulmanas  que  iban  á  hacer  la 
peregrinación  de  la  Meca,  atrevesó  el  desierto  y  llegó  á 
SueZy  en  donde  se  embarcó,  emprendiendo  la  peligrosa 
travesía  del  mar  Rojo. 

En  esta  travesía  estuvo  á  punto  de  perderse,  tenien- 
do lugar  una  escena  demasiado  interesante  y  dramática 
para  que  renunciemos  á  contarla. 

Alí-Bey  viajaba  en  un  dao,  que  son  las  embarcacio- 
nes árabes  de  mayor  porte  que  navegan  en  aquel  mar. 
El  4  de  Enero  fondeó  al  anochecer  el  dao  sobre  un  is- 
lote entre  escollos.  A  media  noche  se  levantó  una  terri- 
ble tempestad,  y  luego  refrescó  el  viento  en  términos 
que  á  IsLS  dos  de  la  madrugada  los  golpes  de  huracán 
se  sucedían  sin  interrupción  con  gran  violencia,  hacien- 
do peda2:os  en  pocos  minutos  los  cables  de  las  cuatro 
áncoras  en  que  el  dao  se  aferraba. 

Abandonado  el  buque  á  la  furia  del  viento  y  de  las 
olas,  fué  arrastrado  hacia  una  roca,  contra  la  cual  co- 
menzó á  dar  terribles  sacudidas.  La  tripulación,  cre- 
yéndose perdida,  despedía  alaridos  de  desaliento  y  des- 
esperación. 

En  medio  de  los  clamores  distinguió  Alí-Bey  la  voz 
aguda  de  un  hombre  que  sollozaba  y  gritaba  como  un 
niño,  y,  al  preguntar  quién  era,  le  dijeron  que  el  capi- 
tán. Hizo  entonces  buscar  al  piloto,  pero  inútilmente. 
El  buque  estaba  perdido.  Abandonado  á  su  desgra- 
ciada suerte,  continuaba  dando  horribles  golpes,  y  Alí- 
Bey,  que  conservaba  toda  su  serenidad  y  sangre  fría,  no 
quiso  aguardar  á  que  se  estrellase  contra  las  rocas  y 
gritó  á  sus  criados: 
— ¡La  chalupa! 

Al  instante  se  apoderaron  de  ella  los  que  más  cerca 
estuvieron,  y  todo  el  mundo  quiso  precipitarse.  Alí-Bey 
saltó  á  la  chalupa  por  encima  de  las  cabezas  de  los  pa- 


566  VÍCTOR  BALAGUER 

sajeros,  y  dio  orden  de  alejarse  de  la  embarcación;  pero 
un  hombre  que  tenía  su  padre  á  bordo  la  detenía  por 
medio  de  una  cuerda,  gritando:  ¡Abujupa!  ¡Abujupa! 
¡Oh  padre  mío!  ¡oh  padre  mío! 

Según  nuestro  mismo  viajero  cuenta,  respetó  por  un 
momento  este  arrebato  de  amor  filial;  pero  á  la  vista  de 
un  grupo  de  hombres  prontos  á  arrojarse  á  la  chalupa, 
gritó  á  aquel  buen  hijo  que  soltara  la  cuerda.  Sordo  á 
las  voces  que  se  le  daban,  prosiguió  éste  llamando  á  su 
padre,  y  entonces  Alí-Bey,  de  una  fuerte  puñada  que  le 
dio  en  la  mano,  le  obligó  á  soltar  la  cuerda,  siendo  al 
instante  arrastrada  la  chalupa  á  doscientas  toesas  del  dao. 

Esta  escena  pasó  en  menos  de  un  minuto.  Fueron 
momentos  cortos,  pero  horrorosos. 

La  situación  de  los  navegantes  de  la  chalupa  no  ha- 
bía, sin  embargo,  mejorado  mucho.  Un  velo  de  negrí- 
simas nubes  les  envolvía  en  una  profunda  oscuridad; 
estaban  todos  casi  desnudos;  los  golpes  de  mar  llena- 
ban de  agua  la  barca,  mientras  descargaban  por  inter- 
valos fuertes  chubascos. 

En  esto  se  suscitó  una  disputa,  pues  unos  querían  ir 
á  la  derecha  y  otros  á  la  izquierda,  como  si  fuera  posi- 
ble distinguir  la  ruta  en  el  seno  de  las  más  profundas 
tinieblas. 

Haciéndose  cada  vez  más  seria  la  disputa,  hízola  ce- 
sar Alí-Bey  apoderándose  rápidamente  del  timón,  y 
gritando  con  imperio: 

— Yo  sé  más  que  vosotros,  y  me  encargo  de  dirigir  la 
chalupa.  ¡Desgraciado  del  que  se  atreva  á  disputármelo! 

Alí-Bey  había  observado  muy  bien  la  posición  de  la 
tierra  al  anochecer;  pero  no  sabía  á  qué  lado  dirigirse. 
No  pudiendo,  pues,  orientarse  en  medio  de  las  espesas 
tinieblas  que  le  rodeaban,  procuró  cuanto  le  era  dabl 
conservar  su  posición  relativamente  al  buque,  que  aú 
distinguía. 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      567 

Para  complemento  de  desgracia,  nuestro  viajero  se 
hallaba  enfermo,  atacado  de  violentos  vómitos  de  bilis; 
pero,  sin  embargo,  no  abandonó  el  timón. 

Dio  orden  de  remar;  sus  compañeros  no  sabían:  se- 
ñaló su  lugar  á  cada  cual,  y  después  de  distribuirles  los 
remos,  les  explicó  la  maniobra,  y  con  su  admirable  se- 
renidad se  puso  á  cantar  como  los  marineros  del  mar 
Rojo  para  darles  el  compás  y  hacerles  mover  con  uni- 
formidad. 

¡Escena  terrible  y  dolorosa!  Alí-Bey  estaba  casi  des- 
nudo, descubierto  á  los  golpes  de  mar,  lluvia  y  granizo; 
atado  al  timón  sin  saber  á  dónde  ir;  sufriendo  horribles 
vómitos,  y  obligado  á  cantar  para  regular  la  uniformi- 
dad de  la  maniobra. 

Alguna  vez  la  chalupa,  el  único  y  solo  refugio  de 
aquellos  desventurados  náufragos,  tocaba  en  una  roca, 
y  la  sangre  se  helaba  entonces  en  las  venas  de  todos. 

Finalmente,  después  de  pasar  una  hora  entera  en  tan 
horrorosa  agonía,  comenzaron  á  aclararse  las  nubes:  un 
rayo  de  luna  sirvió  para  orientar  á  Alí-Bey  y  llevar  la 
alegría  hasta  el  fondo  de  su  corazón. 

— ¡Nos  hemos  salvado! — exclamó. 

Y  ñjando  la  dirección  de  la  chalupa  hacia  la  costa  de 
Arabia,  aunque  no  hubiese  claridad  bastante  para  des- 
cubrirla, se  hallaron  casi  en  tierra  al  rayar  el  día,  des- 
pués de  tres  horas  de  las  mayores  fatigas. 

Desembarcaron  en  número  de  quince,  todos  casi  des- 
nudos ó  en  camisa,  y  su  primer  movimiento  fué  abra- 
zarse y  darse  el  parabién  por  su  salvación. 

Los  compañeros  de  Alí-Bey,  sobre  todo,  no  se  can- 
saban de  manifestar  su  pasmo  por  dicha  tan  inespera- 
da; preguntábanle  cómo  había  podido  saber,  á  pesar  de 
la  oscuridad,  que  la  tierra  estaba  allí;  y  por  un  movi- 
miento espontáneo  de  reconocimiento  se  despojaron  de 
parte  de  sus  vestidos  en  su  favor,  con  lo  cual  nuestro 


^ 


568  VÍCTOR  BALAGÜER 

viajero  se  halló  bien  pronto  vestido,  algo  grotescamen- 
te, es  verdad,  según  él  mismo  confiesa,  pero  á  lo  me- 
nos al  abrigo  del  viento  que  soplaba. 

Sólo  faltaba  saber  cuál  era  la  tierra  á  que  acababan 
de  llegar.  Para  esto,  Ali-Bey  envió  cuatro  hombres  ala 
descubierta. 

Su  relación  dio  á  conocer  á  los  náufragos  que  se  ha- 
llaban en  una  isla  desierta,  que  no  era  absolutamente 
más  que  una  llanura  de  arena  movediza,  sin  agua,  sin 
roca  ni  vegetación.  Descubríase  el  continente  á  algunas 
leguas  de  distancia;  mas  ¿cómo  exponerse  aún  en  la 
chalupa  y  con  ungí  mar  siempre  furiosa?  Y  si  la  borrasca 
habia  de  durar  algunos  días^  ¿cómo  permanecer  en  la 
isla  sin  comer  ni  beber?  «El  tiempo,  que  se  iba  aclaran- 
do cada  vez  más,  me  hizo  descubrir  en  el  horizonte, 
dice  AIí-Bey,  nuestro  buque  acompañado  de  otro  dao. 
¡Cuál  fué  nuestra  alegría  al  volverlo  á  ver,  cuando  lo 
dábamos  por  perdido!» 

El  tiempo  volvió  á  enmarañarse,  caía  el  agua  á  ma- 
res y  soplaba  un  viento  glacial.  Los  pobres  náufragos 
estaban  transidos  de  frío,  exhaustos,  sin  fuerzas,  des- 
pués de  aquella  horrible  noche.  Apretábanse  estrecha- 
mente unos  contra  otros;  un  solo  capotón  que  llevaban 
fué  extendido  sobre  sus  cabezas,  y  sirvió  para  defender- 
les algún  tanto  de  los  aguaceros  y  hacerles  entrar  en 
calor. 

A  mediodía  calmó  algo  el  tiempo,  y  la  chalupa  del 
otro  buque,  que  buscaba  á  los  náufragos  muertos  ó  vi- 
vos, se  acercó  lo  bastante  para  divisar  las  señales  que 
le  hacían  con  una  camisa  puesta  en  la  extremidad  de  un 
remo.  Al  punto  se  aproximó,  y  sus  marineros  asegura- 
ron que  el  dao  se  había  salvado,  sin  averia  considera- 
ble, por  ser  muy  fuerte  y  llevar  poquísima  carga.  Comí 
había  perdido  todas  sus  áncoras,  fué,  afortunadamente 
socorrido  por  el  otro  buque,  que,  llegando  casualmente 


HISTORIA  DE  CATALUÑA— ALf-BEV  EL  ABBASSI      569 

el  apurado  trance,  le  prestó  un  áncora  y  algunos 

arcáronse  los  náufragos  en  ambas  chalupas  y  vol- 
ü  buque.  Tuvo  entonces  lugar  una  escena  indes* 
e.  Todo  el  mundo,  loco  de  contento  por  ver  salvo 
ey,  se  echó  á  sus  pies  vertiendo  lágrimas  de  ale- 
}razábanle,  besábanle,  y  no  sabían  cómo  mani- 
u  regocijo,  porque  le  hablan  ya  creído  á  él  y  á 
npañeros  victimas  del  mar. 

XIV. 

tos  los  náufragos  al  buque,  tomó  éste  á  empren- 
:ravesia,  y,  después  de  otros  siete  días  de  viaje 
ber  pasado  el  trópico,  los  peregrinos  llegaron  á 
,  donde  los  que  van  á  la  Meca  efectúan  la  prime- 
nonia  de  su  peregrinación, 
idida  que  se  iban  acercando  á  la  Meca,  el  cora> 
Alí-Bey  debía  latir  con  desusada  violencia.  Iba 
rar  él,  cristiano,  en  la  comarca  y  en  el  templo  de 
lia  dicho  el  profeta:  Jamás  el  pie  del  infiel  pro/a- 
erritorio  prohibido.  Por  esto  nunca  había  sido  po- 
lombre  alguno  que  no  fuese  musulmán  introdu- 
aquel  país  llamado  la  tierra  prohibida.  Él  se  pre- 
resuelto  y  sereno  para  desmentir  la  profecía, 
avesía  marítima  terminó  en  Djeda,  siendo  alo- 
í-Bey  en  una  habitación  adornada  con  todo  el 
ental.  Permaneció  algunos  días  en  la  ciudad 
stabtecerse,  y  continuó  luego  su  romería  á  la 
donde  llegó  el  23  de  Enero  de  1807,  quince  me- 
lués  de  su  salida  de  Marruecos. 
trar  en  la  ciudad  le  aguardaban  muchos  mo- 
i  ó  árabes  occidentales  con  pequeños  cántaros 
del  pozo  de  Zemzem  ó  pozo  santo,  la  cual  le 
uron  para  beber,  rogándole  no  la  tomase  de  otro 


1 


570  VÍCTOR  BALAGUER 

y  ofreciéndole  proveer  la  casa,  añadiéndole  en  secreto 
que  no  bebiese  jamás  de  la  que  le  presentase  el  jefe  del 
pozo. 

El  jefe  del  pozo,  según  luego  supo  Alí-Bey,  á  quien 
consiguió  unirse  con  estrechas  simpatías,  era  un  joven 
de  veintidós  á  veinticuatro  años,  de  hermosa  presencia, 
bellos  ojos,  bien  vestido,  muy  fino,  de  aire  dulce  é  in* 
teresante,  y  dotado  de  cuantas  cualidades  hacen  amable 
á  una  persona.  Depositario  de  toda  la  confianza  del  sul- 
tán scherif,  desempeñaba  la  plaza  más  importante  de 
la  Meca:  la  de  envenenador  en  jefe. 

El  jefe  del  Zemzem  6  del  pozo  sagrado  siguió  con 
Ali-Bey,  durante  su  permanencia  en  la  Meca,  la  con- 
ducta misma  que  tiene  encargo  de  seguir  con  todos  los 
peregrinos  de  distinción  que  allí  llegan.  Les  envía  todos 
los  días  dos  pequeños  jarros  del  agua  del  pozo  maravi- 
lloso; les  hace  incesantemente  la  corte;  les  da  suntuo- 
sos banquetes;  espía  las  horas  á  que  van  al  templo,  y 
acude,  con  la  dulzura  y  gracia  más  delicadas,  á  presen- 
tarles una  taza  llena  de  agua  milagrosa.  Por  la  más  li- 
gera sospecha,  al  menor  capricho,  el  sultán  scherif  le 
da  la  orden  de  envenenar  al  extranjero,  y  el  desgracia- 
do peregrino  deja  de  existir.  Como  sería  imposible  no 
aceptar  el  agua  sagrada  presentada  por  el  jefe  del  pozo, 
este  hombre  se  hallaba,  por  tal  medio,  dueño  de  la  vida 
de  todos  los  peregrinos. 

Alí-Bey  sabía  que,  desde  tiempo  inmemorial,  tenían 
los  sultanes  scherifs  de  la  Meca  un  envenenador  en  su 
corte;  sabía  que  no  se  ocultaban  de  ello,  pues  era  cosa 
conocida  en  el  Cairo  y  Constantinopla,  en  términos 
que  el  diván  había  enviado,  en  varias  ocasiones,  bajas  y 
otras  personas  á  la  Meca  para  deshacerse  de  ellos  por 
este  medio;  así  es  que  nuestro  viajero  llevaba  siempn 
consigo  un  contraveneno  por  lo  que  pudiera  sucederle. 

Fué  conducido  el  príncipe  Abbassida  á  una  casa  qut 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      57 1 

le  estaba  preparada  junto  al  templo  é  inmediata  á  la  del 
sultán  scherif. 

Alí-Bey  se  hizo  distinguir  y  respetar  bien  pronto  por 
la  prodigalidad  de  sus  ceremonias  religiosas  y  por  el 
celo  y  fervor  con  que  se  las  veían  cumplir. 

Bebió  el  agua  del  pozo  maravilloso,  besó  la  piedra  ne- 
gra, dio  las  siete  vueltas  alrededor  de  la  Kaaba  ó  casa  de 
Dios  rezando  las  oraciones  marcadas,  hizo  sus  siete 
viajes  por  entre  las  colinas  sagradas  de  Ssafa  y  Mema, 
y  la  primera  noche  no  se  recogió  en  su  alojamiento,  ni 
se  entregó  al  descanso  hasta  que  hubo  terminado  todas 
sus  ceremonias  y  prácticas  religiosas  con  el  celo  de  un 
verdadero  creyente. 

Mientras  estuvo  en  la  ciudad  hizo  cada  día  lo  mismo. 
Admiraba  á  todos  tanto  fervor;  así  es  que  el  sultán 
scherif,  que  ya  había  oído  hablar  de  él,  le  recibió  con 
agrado  y  benevolencia,  y  usó  con  él  de  cuantas  mues- 
tras de  consideración  y  amistad  pudiera  desear. 

Dio  la  casualidad  de  hallarse  Alí-Bey  en  la  Meca  el 
día  en  que  se  lavó  y  purificó  la  Kaaba,  en  lo  cual  tomó 
él  una  parte  activa  barriendo  la  sala  con  un  manojo  de 
pequeñas  escobas,  lo  mismo  que  había  visto  hacer  al 
sultán  scherif  en  persona.  Esto  le  valió  ser  proclamado 
Hhaddem  Beit  Allah  el  Haram,  es  decir,  servidor  de 
la  casa  de  Dios  la  prohibida,  título  que  le  dio  cierta 
reputación  de  santo,  conquistándole  mayores  méritos  á 
la  admiración  del  vulgo. 

No  relataremos  lo  que  pasó  á  Alí-Bey  en  la  Meca:  es 
preciso  leerlo  en  su  obra  misma,  pues  que  lo  que  se  re- 
fiere á  las  descripciones  de  la  Meca,  de  su  templo  y  del 
que  tienen  los  musulmnes  en  Jerusalén,  á  donde  fué 
también,  según  veremos,  es  lo  que  forma  la  parte  clá- 
sica de  sus  memorias  y  viajes. 

Había  ya  varias  descripciones  y  vistas  de  la  Meca  y 
de  su  templo,  pero  eran  sólo  conocidas  por  las  relacio- 


572  VÍCTOR  BALAGUER 

nes  de  los  peregrinos  6  por  dibujos  groseros  hechos  por 
los  árabes;  pero  Alí-Bey,  habiendo  dado  el  plan  de  la 
ciudad  santa  de  los  musulmanes,  los  planos^  elevacio- 
nes, cortes  y  perfiles  de  su  templo  y  del  de  Jerusalén, 
en  los  cuales  ya  hemos  dicho  que  jamas  había  penetra- 
do ningún  cristiano,  enriqueció  la  historia  de  las  bellas 
artes  con  una  geográfica  y  fiel  descripción  de  aquellos 
monumentos,  que  puede  con  justicia  llamarse  clási- 
ca, y,  sobre  todo,  de  una  ciudad  que  tan  gran  papel  ha 
hecho  en  los  tiempos  antiguos  y  modernos. 

Jamás  había  penetrado  cristiano  alguno  en  los  luga- 
res donde  se  veneran  Icfs  sepulcros  de  Abraham  y  su  fa- 
milia en  Hebrón,  ni  en  el  templo  de  Eyab,  en  Constanti- 
nopla,  donde  «e  ciñe  el  sable  á  los  nuevos  sultanes.  Los 
planos  y  descripciones  que  de  todo  esto  da  nuestro  via- 
jero, no  pueden  menos  de  satisfacer  la  curiosidad  públi- 
ca y  ofrecer  el  mayor  interés. 

Hay  además  otra  circunstancia  que  aumenta  el  mé- 
rito de  las  relaciones  y  descripciones  de  Alí-Bey,  y  es 
haberse  hallado  en  los  mismos  lugares  precisamente  en 
la  época  (Febrero  de  1807)  en  que  los  wehhabis  se 
apoderaron  de  la  Meca,  y  tenido  todas  las  proporcio- 
nes posibles  para  darnos  exactas  y  ciertas  nociones 
sobre  la  geología,  usos  y  costumbres  de  un  país  casi 
desconocido  á  los  europeos,  y  sobre  la  famosa  peregri- 
nación de  los  musulmanes,  de  la  cual,  hasta  Alí-Bey, 
sólo  se  había  tenido  una  idea  falsa  ó  muy  imperfecta  al 
menos. 

El  2  de  Marzo  de  1807,  después  de  dar  las  siete  vuel- 
tas á  la  casa  de  Dios  y  rezar  las  oraciones  particulares 
de  despedida  delante  de  los  cuatro  ángulos  de  la  Kaaba, 
en  el  pozo  de  Zemzem,  en  las  piedras  de  Ismail  y  en 
el  Makam  Ibraim,  salió  Alí-Bey  del  templo  por  la  puer- 
ta Beb-l'udáa,  lo  cual  dicen  los  musulmanes  que  es  de 
feliz  agüero^  porque  el  Profeta  salía  por  ella  terminada 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — AL í  BEY  EL  ABBASSI      573 

SU  peregrinación,  y  dejó  la  Meca  para  regresar  á  Djeda. 

Llegó  á  este  punto  sin  cosa  que  de  contar  sea,  y  qui- 
so pasar  á  Medina  á  visitar  el  sepulcro  del  Profeta,  á 
pesar  de  que  lo  acababan  de  prohibir  absolutamente  los 
wehhabis,  que  se  habían  hecho  dueños  del  territorio  en 
aquel  entonces. 

Quiso  Ali-Bey  tentar  aquel  viaje,  con  la  esperanza 
de  que  la  casualidad  secundaria  su  empresa,  y  se  procu- 
ró dromedarios  á  ñn  de  hacer  más  pronto  el  camino, 
poniéndose  en  marcha  y  llegando  felizmente  á  Djidei- 
da,  de  donde  salió  á  las  pocas  horas  de  su  llegada. 

Atravesaba  ya  el  desierto  de  Medina,  y  creía  poder 
llegar  sin  obstáculo  al  término  de  su  viaje,  cuando  se 
le  presentó  de  repente  un  pelotón  de  wehhabis,  cayen- 
do en  su  poder  él  y  toda  su  caravana. 

Despojáronle  de  algunos  objetos  y  quisieron  exigirle 
la  multa  ó  contribución  á  que  se  había  hecho  acreedor 
por  desobedecer  la  orden  que  habían  dado;  pero  pudo 
afortunadamente  librarse  y  consiguió  que  se  le  diese 
permiso  con  toda  su  gente  para  volverse,  uniéndose  á 
la  caravana  formada  por  los  empleados,  domésticos  y 
esclavos  del  templo  de  Medina,  que  el  Saud,  sultán  de 
los  wehhabis,  enviaba  fuera  de  Arabia. 

Sus  nuevos  compañeros  de  viaje  le  contaron  que  los 
wehhabis  habían  destruido  todos  los  adornos  del  sepul- 
cro del  Profeta,  donde  nada  quedaba  absolutamente; 
que  habían  cerrado  y  sellado  las  puertas  del  templo,  y 
que  Saud  se  había  apoderado  de  los  inmensos  tesoros 
acumulados  allí  en  el  transcurso  de  tantos  siglos. 

Alí-Bey  pasó  con  esta  caravana  á  la  ciudad  de  Ineboa, 
en  donde  se  embarcó  para  Suez,  á  bordo  de  un  dao  que 
formaba  parte  de  una  pequeña  flota. 

Como  parecía  que  el  destino  había  condenado  á  nues- 
tro viajero  á  no  hacer  viaje  por  mar  sin  accidente,  tuvo 
la  desgracia  de  que,  al  cuarto  día  de  travesía,  el  buque 


574  VÍCTOR  BALAGUER 

que  montaba  diese  en  una  roca  á  flor  de  agua^  siendo 
la  sacudida  terrible,  y  encallándose. 

Pudiéronse  afortunadamente  salvar  pasajeros  y  equi- 
pajes, pasando  á  bordo  de  otro  dao.  Tuvo  todavía  nues- 
tro viajero  muchos  percances  en  su  larga  travesía,  de- 
cidiéndose por  ñn  á  desembarcar  en  un  puerto  que  en- 
contraron, proporcionándose  camellos  para  seguir  su 
viaje  por  tierra. 

£1  14  de  Junio,  después  de  haber  pasado  por  Suez, 
llegó  Ali-Bey  al  Cairo,  habiendo  salido  á  recibirle,  ce- 
remoniosamente los  personajes  de  más  distinción,  noti- 
ciosos de  su  llegada. 


XV. 


Nuestro  viajero  se  permitió  pocos  días  de  descanso 
en  el  Cairo. 

Los  halagos  de  sus  admiradores,  la  respetuosa  vene- 
ración del  vulgo,  las  afectuosas  demostraciones  de  sus 
amigos,  no  impidieron  que  continuase  su  viaje  en  la 
forma  y  modo  que  tenía  proyectados. 

El  3  de  Julio  de  1807  se  puso  en  camino  para  Jeru- 
salén ,  agregándose  á  una  caravana  compuesta  de  un 
gran  número  de  viajeros  y  de  doscientos  camellos.  In- 
fatigable y  sereno,  atravesó  el  desierto  que  le  separaba 
de  Siria,  y  sin  incidente  notable  llegó  á  Gaza  en  época 
en  que  era  gobernador  de  ella  Mustafá-Agá,  el  cual  le 
hizo  mil  obsequios,  mandándole  disponer  un  buen  alo- 
jamiento, con  orden  de  que  le  sirviesen  y  suministrasen 
cuanto  pudiera  necesitar,  y  mandándole  diariamente 
tres  comidas,  que  es,  por  lo  que  parece,  el  modo  de  ob- 
sequiar que  tienen  los  musulmanes. 

Alí-Bey  descansó  algunos  días  en  aquella  ciudad  de- 
liciosa, saliendo  de  ella  sin  caravana  el  ig  de  Julio,  y 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-EEY  EL 

después  de  mil  rodeos  entre  jardines  y  olivares  por  e: 
pado  de  hora  y  media,  se  halló  en  campo  raso. 

Al  llegar  á  este  punto  de  su  viaje  en  sus  Memoria 
Alí-Bey  se  entrega  á  una  extraña  serie  de  reSexione: 
que  queremos  reproducir. 

•  jCuán  extraño,  dice,  me  parecía  aquel  modo  de  vi. 
jar!  Acostumbrado  tanto  tiempo  á  recorrer  los  desiei 
tos  con  grandes  caravanas,  es  inexplicable  la  sensacíc 
que  experimenté  aquel  día.  No  llevaba  conmigo  mi 
que  tres  criados,  un  esclavo,  tres  camellos,  dos  muía 
mi  caballo  y  un  soldado  turco  por  escolta;  veíame,  t 
fin,  sobre  terreno  cultivado;  encontraba  de  trecho  c 
trecho  pueblos  y  caseríos  habitados;  mis  ojos  podían 
cada  instante  descansar  deliciosamente  sobre  variad< 
cuadros  de  plantíos;  topaba  á  cada  paso  con  seres  c 
figura  humana,  viajando  á  pie  ó  á  caballo,  y  casi  todi 
bien  vestidos;  parecíame  estar  jen  Europa;  mas  jgra 
Dios!  ¿qué  idea  venía  á  mezclar  su  dosis  de  amargui 
con  tan  gratas  sensaciones? 

*Lo  confesaré,  pues  lo  he  sentido:  al  entrar  en  aqu 
líos  países  circunscritos  por  la  propiedad  individual, 
corazón  del  hombre  se  encoge  y  comprime.  No  vuelvo  li 
ojos,  no  doy  un  paso  sin  tropezar  con  un  seto  que  p; 
rece  me  diga:  Alto  ahí,  no  traspases  esíe  límite.  Mi  c 
razón  se  desanima,  mis  fibras  se  relajan,  me  abandi 
no  muellemente  al  movimiento  de  mi  caballo,  y  me  p 
rece  no  ser  ya  el  mismo  Alí-Bey,  aquel  árabe  qu 
lleno  de  energía  y  fuego,  se  lanzó  en  medio  de  los  dt 
siertos  de  África  y  Arabia,  como  el  atrevido  navegan 
que  se  abandonad  las  olas  de  un  mar  tempestuoso,  ce 
la  fibra  siempre  en  tensión  y  el  alma  preparada  á  todi 
No  hay  duda  que  es  un  gran  bien  la  sociedad,  que 
mayor  dicha  del  hombre  consiste  en  vivir  bajo  un  Gi 
biemo  bien  organizado,  que,  con  el  sabio  empleo  de  '. 
fuerza  pública,  asegura  á  cada  individuo  la  pacífica  pi 


"n 


576  VÍCTOR  BALAGUER 

sesión  de  su  propiedad;  mas  también  me  parece  que 
cnanto  se  gana  en  segundad  y  tranquilidad,  se  pierde  en 
emrgía.9 

Alí-Bey  siguió  su  viaje  cruzando  la  Palestina,  sin 
que  fuese  turbada  la  monotonía  del  camino  más  que 
por  un  suceso  que  debió  de  alarmarle  al  pronto,  pero 
que  luego  se  convirtió  en  materia  de  risa. 

Acababa  de  salir  de  la  ciudad  de  Ramle,  y  habiéndo- 
se internado  en  las  montañas,  se  vio  obligado  á  trepar 
por  rocas  escarpadas  donde  no  se  descubría  camino  tri- 
llado. Llegado  que  hubo  á  la  mayor  altura  á  las  dos  y 
media  de  la  madrugada,  hallóse  rodeado  de  nubes  y  nie- 
blas, las  cuales,  á  la  claridad  de  la  luna,  y  con  los  ho- 
rribles precipicios  que  le  rodeaban,  formaban  un  cuadro 
imponente  y  magnífico. 

Precedido  de  su  guía,  y  seguido  de  sus  gentes  á  al- 
guna distancia,  el  viajero  caminaba  absorto  en  la  con- 
templación de  tan  bello  espectáculo,  y  acaso  en  aquel 
momento  su  alma  se  transportaba  á  países  distantes], 
recordando  desde  aquellas  lejanas  comarcas  el  país  que 
le  viera  nacer,  y  pensando  en  su  infancia,  transcurrida 
á  orillas  del  histórico  Llobregat.  El  peregrino  de  la 
Meca  estaba  quizá  pensando  que  iba  á  entrar  como  mu- 
sulmán en  los  lugares  en  que  había  muerto  Cristo,  sin 
que  le  fuese  dado  decir: 

— También  yo  soy  cristiano. 

De  pronto,  en  medio  de  la  oscuridad  de  la  noche,  se 
presentan  dos  viejos  y  detienen  al  guía. 

Éste,  que  ya  les  conocía,  les  dijo  en  seguida,  seña- 
lando á  los  que  guiaba: 

— Son  musulmanes. 

Pero  los  viejos  replicaron: 

— No,  que  son  cristianos. 

El  guía  replicó  levantando  la  voz: 

— Todos  son  musulmanes,  os  digo. 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BEY  EL  ABBASSI      577 

Adelantóse  entonces  uno  de  los  viejos^  y  asiendo  de  la 
brida  el  caballo  de  Ali-Bey,  exclamó  dirigiéndose  á  éste: 

— Tú  eres  cristiano. 

El  ñngido  musulmán,  interpelado  tan  bruscamente 
en  medio  de  sus  reflexiones,  sin  saber  qué  era  aquello 
y  asombrado  por  el  tono  de  autoridad  de  aquellos  vie- 
jos y  por  la  firmeza  con  que  hablaban,  permaneció  mudo 
un  instante. 

El  guia  y  sus  criados  contestaron  por  él. 

— Es  musulmán — dijeron, — es  un  fiel  creyente. 

Ali-Bey  no  sabia  qué  hacerse.  Ignoraba  la  intención 
de  aquellos  hombres,  y,  por  otra  parte,  le  sobresaltaba 
aquel  acontecimiento. 

— Te  digo  que  tú  eres  cristiano, — volvió  á  insistir  el 
viejo. 

El  principe  Abbassida,  vuelto  en  si  y  recobrando  su 
serenidad,  le  contestó  entonces: 

— Soy  musulmán  y  me  llamo  Scherif  Abbassi.  Ven- 
go de  hacer  mi  peregrinación  á  la  Meca. 

Entonces  el  viejo  le  pidió  su  profesión  de  fe.  Hizose- 
la  Ali-Bey  por  darle  gusto,  y  luego  les  dejó  continuar 
el  viaje. 

Ahora  bien:  ¿por  qué  se  obstinaba  aquel  viejo  en  creer 
que  Ali-Bey  era  cristiano,  sin  haberle  visto  el  rostro  ni 
oídole  hablar? 

Porque  llevaba  un  albornoz  azul,  y  en  aquel  país  este 
color  es  usado  por  los  habitantes  cristianos. 

Los  cristianos  y  judíos  que  van  á  Jerusalén,  pagan  en 
aquel  sitio  un  tributo  de  quince  piastras  por  persona, 
en  provecho  del  sultán  de  Constantinopla.  Los  viejos  ha- 
bían arrendado  aquel  tributo,  y  como  aquel  paraje,  que 
no  dista  mucho  de  la  población,  es  el  único  desfiladero 
por  donde  se  puede  pasar,  estaban  continuamente  en 
acecho  para  que  ningún  judio  ni  cristiano  se  sustrajera 
al  tributo. 


TOMO   XIX 


37 


r 


578  VÍCTOR  BALAGUER 

Llegado  que  hubo  á  Jerusalén,  Alí-Bey  fué  alojado 
en  la  mezquita  de  un  santón  llamado  Sidi  Abdelkader, 
situada  al  lado  del  Heram  ó  templo  musulmán. 


XVI. 

■ 

Ya  hemos  dicho  que  á  Ali-Bey  debe  la  historia  una 
descripción  circunstanciada  del  templo  musulmán  de 
Jerusalén;  descripción  que  antes  no  se  tenia,  porque  los 
musulmanes  no  se  hallaban  en  estado  de  darla,  y  á  los 
cristianos  no  les  ha  sido  posible  penetrar  jamás. 

También  visitó  nuestro  viajero,  pero  siempre  como 
moro,  los  lugares  venerados  por  el  cristianismo. 

Obtuvo  permiso  para  visitar  el  sepulcro  de  Cristo, 
pero  no  pudo  hacer  en  él  oración,  atendida  la  clase  que 
representaba,  porque,  según  él  mismo  dice,  los  musul- 
manes hacen  oración  en  todos  los  santos  lugares  con- 
sagrados á  la  meihoria  de  Jesucristo  y  de  la  Virgen,  ex- 
cepto en  el  sepulcro  que  no  reconocen,  pues  creen  que 
Cristo  no  murió,  sino  que  subió  al  cielo,  dejando  la  ima- 
gen de  su  rostro  á  Judas,  condenado  á  morir  en  su  lu- 
gar, y  en  consecuencia,  que  habiendo  sido  sacrificado  Ju- 
das, aquel  sepulcro  podía  muy  bien  encerrar  el  cuerpo 
de  éste,  mas  no  el  de  Cristo.  Por  esta  razón  no  ejercen 
acto  alguno  de  devoción  en  este  monumento. 

De  Jerusalén  pasó  nuestro  viajero  á  Jaffa,  embarcán- 
dose allí  para  San  Juan  de  Acre;  visitó  el  monte  Car- 
melo y  estuvo  en  Nazaret,  alojándose  en  el  convento  de 
frailes  franciscanos,  edificado  en  el  sitio  de  la  casa  don- 
de la  Virgen  María  recibió  la  visita  del  ángel  Gabriel. 

De  seguro  que  habrá  sido  Alí-Bey  el  primero  y  tal 
vez  el  último  cristiano  que  ha  visitado  como  musulmái 
los  lugares  santificados  por  nuestra  religión. 

De  Nazaret  pasó  á  Damasco  y  de  ésta  á  Alepo,  visf 


HISTORIA  DE  CATALUÑA — ALÍ-BBY  EL  ABBASSI      579 

tando  entonces  por  primera  vez  el  país  de  que  en  todos 
sus  viajes  había  dicho  ser  hijo. 

Tocamos  ya  el  término  de  los  viajes  del  príncipe 
Abbassida. 

De  Damasco,  por  Antioquia,  se  dirigió  á  Constanti- 
nopla,  á  cuya  ciudad  llegó  á  últimos  del  año  1807,  P^* 
sando  á  alojarse  en  el  palacio  del  embajador  de  Espa* 
ña,  que  era  el  marqués  de  Almenara,  único  que  le  co- 
nocía, pero  que  guardó  naturalmente  el  más  profundo 
secreto,  llevando  el  misterio  hasta  destinarle  una  habi- 
tación mandada  expresamente  alhajar  á  la  oriental  para 
recibirle.  Alí-Bey  pasó  siempre  á  los  ojos  de  toda  la  fa- 
milia de  Almenara  y  personal  de  la  embajada  por  un 
principe  Abbassida,  relacionado  ó  recomendado  por 
nuestro  Gobierno  al  embajador. 

A  propósito  de  la  estancia  de  Alí-Bey  en  Constantí- 
nopla,  se  cuenta  una  graciosa  anécdota,  que  un  joven 
agregado  entonces  á  nuestra  legación  en  Constantino- 
pla  reñrió  al  conocido  escritor  madrileño  Sr.  Mesonero 
Romanos. 

Un  día  del  mes  de  Octubre  reunió  el  embajador  Al- 
menara á  toda  la  legación,  manifestándoles  que  iba  á 
llegar  el  príncipe  Alí-Bey  el  Abbassi,  poderoso  magnate 
que  le  estaba  altamente  recomendado  por  la  corte  de 
Madrid,  como  fiel  aliado  y  amigo;  y  que  esperaba  de 
todos  los  caballeros  españoles  le  tratasen  con  el  agrado 
y  respeto  debidos  á  sus  distinguidas  cualidades.  Llegó, 
en  efecto,  el  principe  seguido  de  una  magnífica  comitiva 
de  esclavos  y  soldados,  mujeres,  camellos  y  caballos; 
apeóse  en  el  palacio  de  la  embajada,  y  fué  presentada  á 
él  toda  la  legación  por  el  marqués,  siguiendo  la  confe- 
rencia por  medio  de  los  intérpretes,  y  en  árabe  puro, 
con  todas  las  etiquetas  y  retóricas  figuras  de  estilo  en- 
tre los  orientales.  Repitióse  la  tal  escena  constantemen- 
te mientras  su  permanencia  en  aquella  capital,  hasta 


580  VÍCTOR  BALAGUER 

que  el  día  de  la  despedida  hizo  disponer  el  embajador 
un  espléndido  almuerzo,  colocando  al  príncipe  Ali-Bey 
en  el  lugar  distinguido,  y  apresurándose  todos  á  servirle 
por  gestos  y  ademanes. 

Lo  extraño  era  que  en  el  medio  de  la  mesa  descollaba 
un  gran  plato  de  huevos  revueltos  con  tomates,  vianda 
algo  exótica  en  verdad  en  semejante  convite;  pero  que 
sin  duda  estaba  puesto  allí  por  capricho  del  embajador. 
No  dejaron  de  notarlo  y  aun  de  afearlo  algunos  de  los 
jóvenes  españoles;  pero  ¡cuál  fué  su  asombro  cuando 
vieron  al  príncipe  Alí-Bey,  que  animado  de  repente  á  la 
vista  del  plato,  y  poniéndose  en  pie,  empieza  á  repartir 
á  todos  y  á  servirse  á  si  mismo  con  gracia  y  desemba- 
razo, repitiendo  con  sonrisa  placentera,  en  puro  lengua- 
je español,  aquellos  versas  de  Iríarte: 

«Y  ella  les  dijo:  sois  unos  petates, 
¡Yo  os  los  haré  revueltos  con  tomates!» 

El  príncipe  árabe  reía  de  veras,  el  embajador  reía  tam- 
bién, todos  los  demás  estaban  sin  creer  lo  que  veían 

Al  día  siguiente,  y  ya  después  de  marchar  Alí-Bey,  su- 
pieron la  verdad  del  caso. 

En  Constantinopla  fué  donde  tuvo  Alí-Bey  las  pri- 
meras noticias  de  las  ocurrencias  políticas  acaecidas  en 
España  y  la  entrada  de  los  ejércitos  de  Napoleón,  con 
lo  cual  se  determinó  á  acelerar  su  regreso;  pero  una 
larga  enfermedad  le  sorprendió  en  el  viaje,  obligándole 
á  detenerse  en  Munich. 

No  bien  restablecido  todavía,  se  trasladó  á  Bayona, 
donde,  según  parece,  llegó  por  cierto  bien  escaso  de  re- 
cursos en  9  de  Mayo  de  1808,  en  los  mismos  momen- 
tos en  que  la  familia  real  de  España  y  Napoleón  se  ha- 
llaban en  aquella  ciudad. 

Presentóse,  pues,  al  rey  Carlos  IV,  y  habiéndole 
enseñado  algunos  papeles  y  planos  relativos  á  su  via- 
je, aquel  monarca,  después  de  examinarlos,  le  dijo: 


HISTORIA  DB  CATALUÑA — ALÍ-BBY  EL  ABBASSI      58 1 

— Ya  sabrás  que  la  España  ha  pasado  al  dominio  de 
la  Francia  por  un  tratado  que  verás.  Ve  de  nuestra 
parte  al  emperador,  y  dile  que  tu  persona,  tu  expedi- 
ción y  cuanto  dice  relación  á  ella,  queda  á  las  órdenes 
exclusivas  de  S.  M.  I.  y  R.,  y  que  deseamos  produzca 
algún  bien  al  servicio  del  Estado. 

Insistió  Badia  en  seguir  la  suerte  de  la  familia  des- 
tronada; pero  contestóle  Carlos  IV: 

— No,  no;  á  todos  conviene  que  sirvas  á  Napoleón. 

Lo  que  sucedió  después,  se  sabe  por  las  Memorias  ya 
citadas  de  M.  Bausset,  prefecto  del  palacio  imperial. 

Éste  fué  enviado  á  buscar  un  día  por  el  emperador, 
que  le  dijo: 

— Acabo  de  hablar  con  un  español,  que  debéis  haber 
visto  en  el  salón.  No  tengo  tiempo  bastante  para  pres- 
tar atención  á  su  historia,  que,  por  lo  demás,  me  parece 
muy  larga.  Vedle,  pues;  habladle,  y  enteraos  de  un 
manuscrito  á  que  ha  hecho  referencia.  Luego  me  da- 
réis cuenta. 

Este  español  era  Badía,  que,  siguiendo  las  instruc- 
ciones del  rey  Carlos  IV,  se  había  presentado  al  empe- 
rador. 

M.  Bausset  dice  que,  habiendo  entrado  entonces  en 
el  salón  á  que  el  emperador  hiciera  referencia,  vio  á  un 
hombre,  joven  aún,  de  esbelta  y  elevada  estatura.  Lle- 
vaba una  especie  de  uniforme  azul,  sin  bordados  ni  cha- 
rreteras, y  una  magnífica  cimitarra,  prendida  al  uso  de 
los  orientales,  pendía  á  su  lado  colgando  de  un  cordón 
de  seda  verde. 

El  aspecto  de  aquel  hombre  llamó  favorablemente  la 
atención  de  M.  Bausset,  que  se  acercó  á  él  diciéndole 
que  estaba  autorizado  por  el  emperador  para  seguir  la 
conversación  con  él  empezada. 

«Respondióme  con  cortesía,  dice  M.  Bausset,  y  en- 
tonces su  fisonomía  expresó  tal  dulzura  y  tal  vivacidad 


;v- 


582  *    VfCTOK  BALAGUBR 

al  mismo  tiempo,  que  me  sentí  predispuesto  en  su  fa* 
vor,  y  pronto  á  hacer  por  él  cuanto  de  mí  dependiera.  ■ 

M.  Bausset  se  nombró,  y  le  preguntó  luego  su  nombre. 

— Aquí  y  en  España — le  contestó  nuestro  héroe, — 
me  llamo  Domingo  Badía  y  Leblich;  pero  en  Oriente 
soy  conocido  por  Ali-Bey,  príncipe  de  la  familia  de  los 
Abbassidas. 

Hubo  de  causar  gran  asombro  á  M.  Bausset  esta  res- 
puesta,  y  Badía  se  apresuró  á  contarle  su  dramática 
historia,  refiriéndole  con  los  mayores  detalles  los  prin- 
cipales acontecimientos. 

El  prefecto,  en  sus  Memorias,  se  extiende  luego  en  re- 
ferir las  noticias  del  viaje  de  Alí-Bey,  que  le  contó  él 
mismo;  sus  proyectos  políticos  y  demás  que  queda  ex- 
plicado, haciendo  un  completo  elogio  del  claro  talento, 
del  valor  y  hasta  de  la  hermosa  figura  y  porte  verdade- 
ramente oriental  de  Badía. 

Empero,  no  obstante  el  gran  interés  que  éste  le  ins- 
piró, y  que  también  debió  inspirar  al  emperador,  no  tu- 
vo por  entonces  otro  resultado  que  el  de  ser  recomen- 
dado al  rey  José,  que  parece  tampoco  pudo  atenderle 
en  mucho  tiempo.  Badía  vivió,  en  Madrid  con  su  familia 
reducido  á  la  mayor  estrechez,  hasta  que  quince  meses 
después  le  envió  aquel  Gobierno  de  intendente  á  S^o- 
via,  sin  que  él  lo  hubiese  solicitado,  pues  lo  único  que 
pidió,  según  parece,  fué  el  permiso  para  trasladarse  á 
París  á  hacer  la  edición  de  sus  obras,  que  no  era  posible 
publicar  en  España. 

Más  tarde  fué  nombrado  prefecto  de  Córdoba,  y  últi- 
mamente intendente  de  Valencia,  de  cuyo  destino  no 
llegó  á  tomar  posesión. 

Aún  parece  que  se  conservan  en  dichas  dos  ciudades 
de  Segovia  y  Córdoba  recuerdos  del  intendente  moro^  por 
lo  que  chocaban  á  sus  habitantes  su  ademán  y  maneras 
orientales. 


PT-^ 


HISTORIA  DB  CATALUf^A— ALÍ-BBY  EL  ABBASSI      583 

Comprometido  por  este  modo  con  el  partido  afranu" 
sado,  no  creyó  prudente  quedarse  Badia  en  España  á 
la  retirada  de  los  franceses,  porque  aun  cuando  su 
buen  comportamiento  en  la  intendencia  y  prefectura 
parecían  deber  ponerle  á  cubierto  de  toda  persecución, 
era  difícil  que  la  cualidad  de  empleado  del  Gobierno  in- 
truso no  le  acarrease  cuando  menos  algún  insulto* 
Emigró,  pues,  á  París  en  1814,  y  como  su  proceder  ha- 
bía sido  recto  y  patriótico,  envió  á  los  pocos  días  una 
reverente  exposición  al  rey  Femando  VII,  haciéndole 
una  breve  reseña  de  sus  importantes  servicios,  y  ofre- 
ciéndose á  continuarlos  en  favor  de  S.  M.,  á  quien  tri- 
butaba su  homenaje  de  fidelidad  y  sumisión. 

Esta  exposición,  que  encaminó  á  manos  del  rey  por 
distintos  conductos,  no  produjo  resultado  alguno.  Ba- 
dia tuvo  el  dolor  de  ver  despreciados  sus  servicios,  y  no 
le  quedó  otro  recurso  que  el  de  admitir  la  hospitalidad 
que  le  ofrecía  la  Francia,  y  renunciar  á  su  patria  que, 
ingrata  é  indolente,  repelía  en  él  una  de  sus  mejores 
glorías. 

Fijóse,  pues,  definitivamente  en  París,  donde  publi- 
có en  1814  su  interesante  viaje,  en  francés,  bajo  el 
nombre  de  Ali-Bey,  y  ocultando  su  verdadero  nombre 
y  patría. 

En  i8i5  casó  á  su  hija  con  M.  DelisUe  de  Sales, 
miembro  del  Instituto,  y  este  enlace  y  el  aprecio  que  el 
Gobierno  de  Luis  XVIII  hizo  de  Badía,  proporciona- 
ban á  éste  los  medios  de  pasar  tranquilo  el  resto  de  sus 
días;  pero  su  arrojo  y  osadía  invencibles,  el  deseo  de 
recobrar  parte  de  los  preciosos  objetos  científicos  que 
había  reunido  en  sus  viajes,  y,  sobre  todo,  según  pare- 
ce, una  misión  política  que  le  confiríó  el  Gobierno  fran- 
cés, le  obligaron  á  pasar  de  nuevor  á  Oriente,  á  donde 
regresó  con  el  sueldo,  grado  y  consideraciones  de  gene- 
ral de  división  (mariscal  de  campo)  que  le  había  conce- 


584  VÍCTOR  BALAGUBR 

dido  el  Gobierno  francés^  aunque  con  el  nombre  y  re- 
presentación de  Ali-Othmaní  príncipe  oriental. 

Ya  no  debía  regresar  á  Europa.  Aquella  vida  labo- 
riosa pasada  en  prestar  eminentes  servicios,  debía  tener 
un  fin  trágico. 

Se  supone,  pues  no  ha  llegado  aún  á  esclarecerse  es- 
ta verdad,  que  la  misión  importante  que  Badía  llevaba 
del  Gobierno  francés,  era  para  la  India,  y  que  el  Go- 
bierno inglés,  celoso  de  esta  misión,  se  entendió  con 
el  bajá  de  Damasco,  el  cual  envenenó  á  nuestro  Alí« 
Bey  ó  Alí-Othman  por  medio  de  una  taza  de  café.  Em- 
pero el  Sr.  Mesonero  Romanos^  que  es  el  último  que 
ha  escrito  su  biografía,  dice  haber  visto  carta  del  guar- 
dián del  convento  español  de  San  Francisco  en  Damas- 
co, en  la  que  añrma  que  el  desdichado  Badía  murió  en 
el  mismo  de  una  disenteria  natural  en  1822. 

Todos  sus  papeles  y  efectos  se  perdieron,  quedando 
en  poder  del  bajá,  según  los  que  suponen  la  primera  ver- 
sión. 

Su  esposa,  que  le  sobrevivió  algunos  años,  residió 
siempre  en  París,  disfrutando  la  viudedad  de  general,  y 
creemos  que  su  hija,  casada  con  M.  DelisUe  de  Sales, 
vive  aún  en  dicha  ciudad. 

Hemos  creído  que  debíamos  extendemos  algo  al  ha- 
blar de  D.  Domingo  Badía.  Es  una  gloria  de  nuestro 
país,  que  hasta  hace  poco  ha  sido  criminalmente  desco- 
nocida, y  que,  por  desgracia,  no  tiene  aún  entre  noso- 
tros toda  la  celebridad  de  que  es  digna. 


FIN    DEL   TOMO    XI    Y    ÚLTIMO    DE    LA    fflSTORIA 
DE  CATALUÑA  Y  XIX  DB  LA  COLECCIÓN. 


ÍNDICE  DEL  TOMO  UNDÉCIMO. 


Páginas. 

La  heroica  Püigcerdá. 5 

El  conceller  Casanova 21 

Del  bandolerismo  y  de  los  bandoleros  en  CATALUfiA.  .  •  33 

Las  BODAS  de  Felipe  V , 109 

Bach  de  Roda 123 

Un  episodio  del  sitio  de  Barcelona  en  i  705 131 

El  asalto  de  Brihuega 141 

Los  últimos  días  de  Alvarez 153 

De  la  soberanía  naqonal  y  de  las  Cortes  en  Cataluña  .  169 

El  castillo  y  los  caballeros  de  Egaiu 211 

EL  REY  D.  Jaime  y  el  obispo  de  Gerona 205 

Las  ruínas  de  Poblet 235 

\,-^ Introducción. — Á  la  Excma.  Sia.  Dofia  Rafaela  de  To- 

irents  de  Sama,  Marquesa  de  Marianao 237 

II.— La  leyenda  de  Poblet 250 

m. — Los  muros  de  Poblet. — La  capilla  de  San  Jorge.— La 
iglesia  de  Santa  Catalina. — Lk   Virgen  del  Ciprés. — La 

puerta  dorada • 278 

IV.— La  puerta  real. — El  claustro  grande. — El  aula  capitu- 
lar.— El  refectorio.— El  palacio  del  rey  D.  Martín. — El 
claustro  de  San  Esteban. — Las  cámaras  reales. — La  biblio- 
teca de  D.  Pedro  de  Aragón.— La  biblioteca  primitiva. — 

El  original  de  la  crónica  de  D.  Jaime. — El  archivo 283 

V. — La  iglesia  mayor. — La  sacristía. — El  tesoro  de  Poblet.  292 

VI. — Las  sepulturas  reales.— El  panteón  de  la  casa  de  Car- 
dona.— El  prohotn  vmculador • 298 

VII. — El  cementerio  común. — El  monje  misterioso.— La  ca- 
pilla de  los  condes  de  Urgel.— El  panteón  de  esta  familia. — 

Dofia  Leonor  de  Aragón,  la  triste. — La  casa  de  Cabrera*  •  307 


586  ÍNDIC£ 

Vin.— Las  sepulturas  de  los  Moneadas. — £1  caballero  y  d 
almogávar.— La  casa  de  Moneada. — ^Los  varones  de  la 
fama. — £1  capitán  Dapifer. — Glorias  de  los  Moneadas..  • .     314 

IX. — Los  sepulcros  de  personas  y  familias  distinguidas.-»La 
tumba  de  Fr.  Pedro  Marginet.— Los  monjes  bandoleros. — 
La  Morena  del  Mas. — Fr.  Anselmo  Turmeda. — La  con- 
versión de  Marginet.<-^u  vida  penitente. — Sus  portentos 
y  milagros • •••...«     326 

X. — Pedro  Marginet  y  Anselmo  Turmeda  vindicados. — Tur- 
meda escritor  catalán,  filósofo  y  poeta. — Sus  obras.. . . • .     336 

XL— Sarraceno,  monje  y  mArtir.  (Otra  leyenda  de  Po- 

blet .) 346 

XII.— Visitas  de  reyes  á  Poblet.— Alfonso  el  CSuA?.— Funda- 
ción del  monasterio  de  Piedra.— Jaime  el  Qmqtiiskulür, — 
Hace  cortar  la  lengua  al  obispo  de  Gerona  y  por  qué. — 
Fundación  del  monasterio  de  Benifazá  y  del  Real  de  Ma- 
llorca.— D.Pedro  el  Cerenumioso. — Visita  de  los  Reyes  Ca- 
tólicos.—Lo  que  sucedió  con  el  aposentador  de  Feli- 
pe II. — Entierros  reales 353 

XIII.— El  abad  de  Poblet. — Sus  títulos,  rentas  y  grandeza. — 
Monjes  célebres  del  monasterio.- Los  abades  de  Poblet. — 
Amaldo  de  Amalrich.— Ponce  de  Copons. — Guillen  de 
AguUó.— -Vicente  Ferrer. — Juan  Martínez  de  Mengucho.  •     366 

XIV.— Suceso  misterioso. — Bodas  del  rey  D.  Martin  con 
Margarita  de  Prades. — Intrigas  de  la  corte. — Muerte  del 
rey. — Parlamento  de  Caspe. — Benedicto  XIII,  San  Vicente 
Ferrer  y  el  abad  de  Poblet. — Los  amores  de  la  reina. — £1 
niflo  recogido  por  el  abad  de  Santas  Creus. 374 

XV.— Siguen  los  abades  de  Poblet.— Bartolomé  Conill.— Mi- 
guel Delgado.— Juan  Payo  Coello.  —  Domingo  Porta. — 
Pedro  Quexal. — Lo  que  sucedió  con  un  novicio  en  tiempo 
del  abad  Boques. — Francisco  de  Oliver. — Levantamiento 
de  Catalufia  contra  Felipe  IV. — Guerra  de  sucesión. — 
Guerra  de  la  Independencia , 383 

XVI.— La  ruina  de  Poblet.— Movimiento  absolutista.— La 
guerra  civil. — El  bosque  de  Poblet. —Incendio  de  los  con- 
ventos.— Abandono  del  monasterio 392  "j 

XVII.— La  noche  del  25  de  Julio  db  1835  en  Barcelo- 
na. — Meditaciones. — Grandeza  y  ruina  de  los  conventos.  —  1 
Caída  del  Gobierno  absoluto.— £1  ministerio  Martinez  de                           • 
la  Rosa.— Los  carlistas.— La  guerra  civil.— Prevención  po- 


r^ 


ÍNDICE  587 

Págioas. 
pular  contra  los  frailes. — Motín  en  la  plaza  de  toros. — 
Incendio  de  los  conventos. — Horribles  escenas  ocurridas 
en  la  noche  del  25.  — Sucesos  posteriores. — La  muerte  del 

general  Bassa. — Conclusión • 4CX> 

Apéndices 434 

I. — El  archivo  y  la  biblioteca  de  Poblet 434 

II. — Fr.  Anselmo  Turmeda 463 

m. — D.  Jaime  el  Conqtustador  y  el  obispo  de  Gerona. .     464 
Alí-Bet  el  Abbassi 477 


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